Está en la página 1de 2

Historia para los niños para el Día del Espíritu de Profecía

La visión que domó a un potro salvaje

Había un potro salvaje pastando en los campos de uno de los hombres adventistas que vivía
cerca de Topsham, Maine. Este potro pertenecía a un hombre que vivía a varios kilómetros, y
este quería que se lo llevaran hasta su casa. No tenía tiempo de ir a buscar al caballo, así que
sugirió que alguien que fuera hacia allí le llevara el animal.

Nadie quería montar al joven animal, porque este había sido maltratado por los hombres que
habían tratado de entrenarlo y se había vuelto muy miedoso, hasta era casi imposible de tratar.
Una vez, cuando unos hombres habían tratado de montarlo, el potro se había asustado tanto
que había corrido contra las rocas de un acantilado y aplastó a uno de los hombres.

Si alguien lograba enganchar al potro a una carroza, las riendas tenían que estar sujetas con
fuerza y no podían tocar los flancos del potro, porque si algo lo tocaba, al instante comenzaba a
dar furiosas patadas.

Poco después de la reunión en Topsham, Maine, en la cual el Sr. Bates estaba muy feliz porque
sentía que Dios había enviado la visión de las estrellas especialmente para él, el Sr. y la Sra.
White decidieron ir a la ciudad donde vivía el dueño del potro.

“Sr. White, ¿por qué no monta en ese potro y se lo lleva al dueño, ya que se dirige hacia allí?”,
sugirió alguien. “No, será mejor que no lo lleve”, dijo otro. “No es seguro. Va a lastimar a
alguien”.

“Creo que puedo con él”, respondió Jaime White. “He domado varios caballos y creo que nos
llevaremos bien”.

Alguien le ofreció al Sr. White usar una carreta de mercado que tenía un asiento delantero y
otro trasero. Para subir, se debía pisar un escalón de hierro, tomándose de una de las vigas, y
luego en un escalón del frente de la carreta. Trajeron al potro, lo engancharon a la carreta, y el
Sr. White se subió y sostuvo las riendas tirantes y rectas. Mientras otra persona sostenía la
cabeza del caballo, la Sra. White se sentó al lado de su esposo, y el capitán Bates y otro
hermano se sentaron en el asiento trasero. Cuando todos estuvieron listos, soltaron al potro y
el grupo emprendió viaje. El Sr. White estaba muy ocupado con el animal, pero logró
manejarlo, y avanzaron por el camino sin ninguna dificultad significativa. En el recorrido a
través de hermosas colinas con los bellos colores del otoño, la Sra. White habló de las bellezas
de la tierra nueva y el gozo que tendrán todos los seguidores de Cristo.

Mientras hablaba, el poder de Dios vino sobre ella y le fue dada una visión. Con adorable voz
exclamó: “¡Gloria! ¡Gloria! ¡Gloria!”, al ver las glorias del cielo abiertas ante ella. Tan pronto
como comenzó a hablar, el potro se quedó perfectamente quieto y bajó su cabeza. Al mismo
tiempo, la Sra. White se puso de pie y, con los ojos elevados hacia el cielo, caminó hacia el
frente de la carreta, se apoyó en el muslo del potro y bajó.

“¡Ese potro la matará con una patada!”, exclamó el Sr. Bates.

“El Señor está encargándose del potro ahora; no quiero interferir”, respondió el Sr. White con
suavidad. El potro se quedó inmóvil como un caballo viejo mientras la Sra. White, con la mano
en la espalda del animal, bajaba del carruaje. La mujer subió por la orilla del camino hasta un
terreno cubierto de hierba al lado de la carretera y caminaba de un lado a otro mientras
describía las bellezas de la tierra nueva.
Mientras la Sra. White estaba fuera de la carreta, el Sr. White pensó que podía probar al caballo
para ver qué era lo que lo hacía estar tan manso. Primero, tocó al potro con el látigo, y este no
se movió; luego golpeó al caballo cada vez más fuerte, pero este permanecía quieto, como si
no hubiera sentido el golpe del látigo.

“Este es un lugar solemne”, dijo Bates. “Sin duda, el poder que da la visión también ha
sometido la naturaleza salvaje de este potro”.

Luego, la Sra. White caminó lentamente hasta la carreta, otra vez apoyó su mano en el muslo
del potro, y subió para tomar asiento. Cuando se sentó, la visión terminó.

El potro en ese momento empezó a caminar, y los viajeros continuaron su camino hasta llegar a
su destino de forma segura.

El Sr. y la Sra. White iban de iglesia en iglesia para llevar ánimo a los creyentes.

__________________

Extraído de His Messenger por Ruth Wheeler (Review and Herald Publishing Association, 1939).
Usado con permiso.

También podría gustarte