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1) Weber: relacionados con el proceso de revoluciones burguesas, la postura de Max Weber es bastante

particular. Partiendo de la base de que este autor considera como unidad de análisis a los individuos, la
sociología surge como una verdadera ciencia que se apoya en hechos que la hace única y universal.
Dichas revoluciones son analizadas de una manera particular ya que estos movimientos son para Weber
características esenciales de una sociedad donde el capitalismo se está desarrollando en su máxima
plenitud. Es por esto que los individuos toman un papel fundamental en estas revoluciones porque son los
principales antifices de las relaciones sociales que desencadenaron las revoluciones burguesas. Por este
motivo, para Weber, la sociología surge como una acción tradicional de los individuos ya que en las
revoluciones burguesas las intenciones de los protagonistas cobraban una notoria importancia. En efecto
dicho posicionamiento intelectual surge como consecuencia de una sociedad que se encuentra en
conflicto con las interacciones humanas y con las actitudes del mercado.
Para Weber el proceso de las revoluciones burguesas apoyo netamente los factores racionales de los
individuos pues dichos factores son premisas “para el tratamiento de las relaciones sociales”, donde “los
tipos ideales combinan dos modos de conocimiento: la generalización abstracta y la generación de
motivos, aunque la primera solo juega un rol de apoyo”

Durkheim: la sociología surge como una respuesta a los conflictos colectivos sociales de la modernidad
ya que ni la filosofía social ni tampoco las doctrinas jurídicas de la época podían dar soluciones a estos
hechos o estos conflictos. Es por esto que las revoluciones burguesas buscan ser explicadas por
Durkheim desde un lugar donde los cambios sociales están incluidos dentro de un orden donde la tarea a
cumplir es desentrañar las leyes que gobiernan ese orden. En contraste con el reacomodamiento social
de Inglaterra, la nobleza terrateniente francesa no se había adaptado al conjunto de condicionamientos
materiales y políticos demandado por el nuevo orden capitalista.
Al igual que Weber, Durkheim busca incorporar a un modelo científico al estudio de los hechos sociales y
es por esto que siguiendo a Portantiero “… el orden moral es, pues, equivalente al orden social. Este, a su
vez, se expresa como un sistema de normas que, por su parte, se constituyen en instituciones. La
sociología es el análisis de las instituciones; de la relación de los individuos con ellas…”
Por consiguiente se puede decir que las revoluciones burguesas son examinadas por Durkheim como un
proceso mediante el cual los individuos se revelan frente al sistema de gobierno vigente dañando
seriamente la conciencia colectiva que moldea al individuo. Es por este motivo que por medio de la
sociología, Durkheim, busca estudiar los riesgos sociales como cosa de la sociedad ya que los hechos
sociales son externos al individuo pese a que estos presionan sobre él y lo obligan a actuar.
Para Durkheim, las revoluciones burguesas se dieron o se dan por una insuficiente integración del
individuo con la sociedad y es por esto que a través de la sociología este autor busca estudiar las
interacciones sociales desde un nuevo lugar.
2) El Fordismo: El Fordismo como ideología el consumo de masas Esta fe en el progreso no se limita al
campo de la producción de bienes. Antes sus éxitos iniciales, Ford tuvo la visión de un nuevo modelo de
la sociedad caracterizada por la producción en masa y el consumo en masa. Si sus obreros ganan el
doble de la media normal entonces, también podrán consumir el doble. Y Ford cree que ese modelo
deberá difundirse en todo el mundo empresarial. Dicho sistema se autoalimentara hacia el crecimiento en
una espiral indefinida. DOS PILARES FUNDAMENTALES estandarizan la producción. Popularizan el
consumo.
El taylorismo: Se basa en la aplicación de métodos científicos de orientación positivista y mecanicista al
estudio de la relación entre el obrero y las técnicas modernas de producción industrial, con el fin de
maximizar la eficiencia de la mano de obra y de las máquinas y herramientas, a través de la división
sistemática de las tareas, la organización racional del trabajo en sus secuencias y procesos, y el
cronometraje de las operaciones.
El toyotismo: corresponde a una relación en el entorno de la producción industrial que fue pilar
importante en el sistema de procedimiento industrial japonés y coreano, y que después de la crisis del
petróleo de 1973, comenzó a desplazar al Fordismo como modelo referencial en la producción en cadena.
Se destaca de su antecesor básicamente en su idea de trabajo flexible, aumento de productividad a través
de la gestión y organización y el trabajo combinado que supera a la mecanización e individualización del
trabajador, elemento característico del proceso de la cadena fordista.
En sintonía con lo expuesto anteriormente, estos tres modelos de organización de trabajo generaron una
sociedad totalmente distinta que comenzó entrado el siglo XX y que apoyo sus valores en el consumismo.
Nació entonces una sociedad de consumidores. Ésta refiere a un conjunto específico de condiciones de
existencia bajo las cuales son muy altas las probabilidades de que la mayoría de los hombres y mujeres
adopten el consumismo antes que cualquier otra cultura.
De este modo comenzaron a incorporarse socialmente de una manera bastante particular donde los
consumidores concentraban sus fuerzas en tareas supervisadas y coordinadas por individuos
especializados. En efecto se pone en marcha la adicción de las compras. No hay estrategias de
entrenamiento diferenciadas para niños y niñas: el rol de consumidor no tiene un género específico. En
una sociedad de consumidores todos tienen que ser, deben ser y necesitan ser consumidores de
vocación. De esta manera la incorporación social se apoyó en el consumo como vocación, el cual se
transforma en un derecho humano universal y en una obligación que no admite excepciones, ya que
consumir significa invertir en la propia pertenencia a la sociedad.
“…Podemos decir entonces que esta incorporación social, a raíz de estos modos, hacen que el
consumismo se transforme en el mecanismo fundamental de transformación del consumidor en producto.
Por decirlo de otra forma, el secreto de toda socialización exitosa reside en hacer que los individuos
deseen hacer lo que es necesario para que el sistema logre auto reproducirse…”
3) A) [...La rosa roja de Nissan: La nueva fábrica de Nissan en Sunderland se inauguró el 11 de septiembre
de 1986, una fábrica donde directores y trabajadores visten ropa blanca y comparten el mismo comedor,
donde todos los directores así como los trabajadores son jóvenes, una compañía donde nunca ha habido
huelgas, donde los sindicatos no están prohibidos sino que sencillamente son innecesarios porque los
trabajadores gozan de buenas condiciones de trabajo y se identifican con los objetivos de la compañía.
Es la aurora de una nueva armonía en la industria, el heraldo de una nueva política de consenso.
El contraste que sugiere la publicidad de Nissan es un contraste con la industria del automóvil británica de
los años setenta, y en especial con British Leyland. British Leyland no solo adquiere la crisis de la
industria del automóvil o la crisis del capitalismo británico, si no la crisis de un modelo de producción que
generalmente es llamado fordismo. En contraste, Nissan no solo representa el éxito del capital japonés,
sino un nuevo modelo de relaciones productivas, una tendencia actual denominada neofordismo o
posfordismo.
En British Leyland la fuerza negociadora de los obreros se expresa con la mayor claridad en el sistema de
mutualidad. Bajo este sistema, la dirección acepto que no se podrían introducir nuevas tecnologías o
reorganización de las normas laborales sin el consentimiento previo de los delegados de departamento.
La industria del automóvil británica, el nivel de actividad huelguística creció fuertemente después de 1963
y luego muy dramáticamente a fines de los sesentas y principios de los setentas.
La mayoría de estas huelgas no pedían mejorar salarios, sino que se originaban en disputas sobre las
condiciones de trabajo.
La pérdida de autoridad dentro de las fábricas se mezcló con el colapso del otro frágil pilar del fordismo.
Las dificultades en la producción en todas partes castigaron las ganancias y terminaron con la expansión
constante del mercado capitalista sobre el cual se deseaba el funcionamiento fluido del sistema fordista.
La crisis capitalista nunca es otra cosa que esto: la ruptura de un patrón de dominación de clase
relativamente estable. La crisis solo puede ser resuelta mediante el establecimiento de nuevos patrones
de dominación. Esto no significa que el capital tiene preparados nuevos patrones para imponerlos a la
clase obrera.
La palabra clave en la reforma de las normas de trabajo es “flexibilidad”. Flexibilidad significa
esencialmente la remoción de barreras al derecho de la empresa a decir a los trabajadores que hacer,
donde hacerlo y a qué ritmo. Los obreros ya no deben de insistir en definiciones de tareas: deben de ser
lo suficientemente “flexibles” como para moverse de una tarea a otra.
Los delegados obreros ya no pueden controlar el ritmo de trabajo o la movilidad de los obreros en la
misma forma que antes. La organización de los delegados existen todavía, pero los delegados tienen
mucho menos facilidades y un papel grandemente reducido: ya que no tienen papel alguno en la
negociación de salarios, premios o niveles de esfuerzo.
Elevar calidad y productividad a niveles japoneses, sin embargo, requiere cambios adicionales, no tanto
con la tecnología cuanto en las actitudes obreras.
La imagen a la cual aspira la dirección de Rover es la que ya presenta la nueva fábrica de Nissan
inaugurada el 11 de septiembre de 1986 en Sunderland. El obrero Nissan es un nuevo obrero, tan nuevo
que ya no es más un obrero. Es un miembro del equipo.
La opción de crear una planta no sindicalizada fue considerada por la empresa, pero el rechazo por qué
pensó que tal decisión solía ser una fuerte constante de fricción. En cambio, decidieron que reconocerían
solamente un sindicato y entrevistaron a los varios sindicatos posible.
La definición de tareas no tiene espacio aquí, por su puesto: el acento se pone en la flexibilidad de oficios,
destrezas y puestos de trabajo.
A menudo el término “keynesianismo” se emplea para referirse a un conjunto de políticas económicas
diseñadas para asegurar al pueblo y el desarrollo equilibrado de la economía a través de la regularización
de la demanda, o de la teoría económica en que esas políticas se basan…]
B) http://www.clarin.com/politica/Ahora-alerta-amarilla-toca-empleo_0_1129087096.html

“…El kirchnerismo tiene por costumbre comparar las estadísticas de hoy, especialmente aquellas que
más le convienen, con los dramáticos números de 2001 o los del año cuando Néstor llegó al poder. Es
obvio que en el contraste las cosas deben dar necesariamente mejor, hasta muchísimo mejor, aunque
jamás dicen que en 2003 la economía empezaba a despegar y que buena parte del ajuste había sido
hecho antes.

Aun así, existen cifras que en ningún caso pueden enorgullecer al Gobierno. Y una de ellas es nada
menos que el empleo en negro: definido por Cristina Kirchner como “el segundo problema” que enfrentan
los trabajadores, después de la desocupación lisa y llana, ya lleva seis años clavado arriba del 33% y va
rumbo al séptimo.

Esto significa que ése segundo problema sigue vivito y coleando, aunque afecte a la tercera parte de la
fuerza laboral.

Son alrededor de 4,5 millones de personas, que en los hechos no cuentan con cobertura de salud ni de
accidentes ni reciben aportes jubilatorios y cuyos salarios apenas llegan a la mitad de los que cobran
quienes están en blanco. Viven en el mundo de la precariedad, donde los empleos duran poco y el riesgo
de perderlos es permanente.

Mejor sería decir que tienen derechos y que, en realidad, nadie se ocupa de hacerlos cumplir,
comenzando por el Gobierno. Justamente, de este mundo desigual es que están marginados del seguro
para desocupados, pese a que esa podría ser una manera de identificar a los empresarios que violan la
ley y, además, que pocas veces o ninguna entran en el radar de las centrales sindicales.

Parecido al Cavallo de los 90, cuando la convertibilidad apretaba, el Gobierno ha resuelto empujar una
rebaja de aportes patronales para inducir a las empresas a regularizar la situación de sus plantillas. Según
el ministro Carlos Tomada, se trata de un proyecto de ley que recoge “diez años de experiencia y de
búsqueda de resultados”.
No queda claro por qué, recién ahora, el kirchnerismo encara un problema con el que convivió tanto
tiempo. Y si es porque ha acumulado diez años de experiencia, podría haberla aplicado bastante antes.

Dice alguien que ocupó un cargo importante en la era K: “La medida significa un reconocimiento evidente
de que han fracasado todos los controles de Trabajo”. Y más todavía: cree que sin un plan que ataque
otras debilidades de la economía, su impacto será limitado.

Ya resulta extraño el momento en que sale, pues, aunque nunca sirven como herramienta solitaria,
normalmente los blanqueos laborales pueden arrojar algunos resultados en momentos de expansión
económica sostenida. Y difícilmente surten efectos en un cuadro recesivo como el actual.

También es condición necesaria que vayan acompañados por políticas de incentivos a la inversión, que, a
la corta o la larga, creará empleo. Pero si hay algo ausente hoy es, precisamente, la inversión productiva.
Sobran, en cambio, las colocaciones financieras, alentadas por un contexto propicio a la ganancia rápida.

Y si la actividad económica viene en pendiente, como lo prueba el desplome de la industria, y la inversión


ha desaparecido, o sea, si flaquean los motores, la pregunta cantada es ¿por qué el Gobierno decidió
rebajar los aportes patronales y resignar ingresos fiscales?

Igualmente obvio sería responder que intenta blanquear parte del trabajo en negro. Y no tan obvio aspirar,
como pretende el proyecto, a reducir la tasa del 33,5% al 30 en el primer año de vigencia de la ley y al
28% en el segundo. Esto es, que en apenas dos años ocurriría lo que no sucedió en siete: sería un
milagro o un dibujo digno del INDEC.

Parece mejor virar la mira hacia los evidentes problemas que enfrenta el mercado laboral. Y atender la
explicación que da un especialista cercano al oficialismo: “El objetivo de la ley es defender el empleo
existente, retenerlo y, si fuese posible, facilitar nuevas contrataciones”.

Queda claro, entonces, que la cuestión pasa por la necesidad de evitar despidos. Especialmente, entre
las pymes, las más favorecidas por el proyecto, porque allí domina la ocupación precaria de corta
duración y, no bien cae la demanda, lo más probable es que salte un trabajador o deba resignar parte de
su ingreso.

El empeoramiento del mercado laboral ya está a la vista, bajo las formas más diversas: suspensiones,
eliminación de turnos, recorte de horas extras, cese de contratos, jubilaciones anticipadas y retiros
voluntarios. Lo único que le falta al menú es un aumento de la desocupación.

Comentario de un asesor de empresas: “La oferta de empleo está planchada, pero no hay destrucción
visible de fuentes de trabajo. Aunque el problema puede aparecer en el segundo semestre, si el consumo
y la actividad económica siguen sin repuntar”.

Al menos entre las grandes compañías, el acuerdo con el Gobierno, tácito, expreso o de otra clase,
consiste en no echar personal. Lo cual tampoco luce sencillo; entre otras cosas, porque las
organizaciones sindicales están muy activas y es alto el riesgo de conflictos sonoros y de fábricas
paradas.

Sin embargo, varias de ellas ya han empezado a pensar en los Repro, el sistema de emergencia según el
cual Trabajo paga una parte de los salarios a cambio de que no haya despidos. Fue utilizado
intensamente durante la recesión de 2009: quizás sea inevitable, aunque replicarlo ahora implicaría
reconocer un problema político bien incómodo para el Gobierno. Social ya es.

En un panorama en el que todas las variables se cruzan, el segundo semestre es clave por otra razón. Si
el aumento de las reservas resulta insuficiente y obliga a mantener el torniquete sobre importaciones
cruciales para los procesos productivos, la actividad seguirá sin repuntar. Y la película continúa.

No será sencillo que pymes acostumbradas a moverse en los márgenes de la ley entren al blanqueo y
asuman riesgos futuros. Por de pronto, el empleo en negro va expandiéndose en el interior. Y para
algunos analistas resulta previsible, además, que aumenten los pagos de sueldos por debajo de la mesa.

El propio Tomada ha calculado que el 40% de las empresas tiene trabajadores sin registrar. Tomada no
es un analista ni un estadígrafo, sino el ministro de Trabajo. O sea, el funcionario encargado de evitar que
algo semejante pase…”

C) Conclusión:

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