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Rechazando a Jesús

Dios y Hombre

Texto bíblico: Juan 12:36b-43


Tema: Dos maneras de rechazar a Cristo

Introducción
¿De qué manera estás rechazando o menospreciando a Jesús? Esta es una
pregunta que debiéramos hacernos a menudo. Tal vez no sientas que estás
rechazando a Cristo. Quizá porque te consideras un fiel creyente e incluso
porque eres activo en tu servicio a la iglesia. Pero muchos más que pensaron de
la misma manera hoy están en el infierno. Aun si estás seguro de tu salvación,
conviene que te hagas esta pregunta ya que sea en menor o mayor grado,
podemos estar siendo culpables de dar más valor a otras cosas que a Cristo y de
esa manera menospreciarle.
Contexto
Después que Jesús instó nuevamente al pueblo a creer en él (como lo vemos en
los versículos anteriores), se aparta de ellos. Juan escribe que a pesar de que
había hecho muchas señales, el pueblo de Israel no creyó en Jesús. Jesús había
hecho numerosas señales de las cuales Juan solo registra siete, siendo la
resurrección de Lázaro la más resaltante. Sin embargo, a pesar de ello y de que
días atrás muchos lo proclamaban como el Mesías, al final terminaron
rechazándole a él y a su mensaje por cuanto Jesús no acabó siendo el Mesías
que ellos esperaban. Pero esta incredulidad era algo que ya estaba descrito en
los profetas. Juan hace referencia a Isaías 53:1 y 6:10. Ambos pasajes describen
la situación de incredulidad de Israel. El 53:1 nos habla de la obstinada
incredulidad de Israel y de los sufrimientos de Cristo. Lejos de aceptar al
Mesías, Israel lo condenaría a la muerte. Y este como oveja que es llevada al
matadero estuvo dispuesto a pagar ese precio la redención de los pecadores.
Por otro lado, el 6:10 describe la razón de esta terquedad de corazón. Después
de que el Señor encomienda a Isaías profetizar al pueblo de Judá le dice que
estos no escucharán ni atenderán su mensaje. Engruesa el corazón de este
pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni
oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él
sanidad. (Isa. 6:10). En otras palabras, lejos de proveer arrepentimiento, el
mensaje de Isaías endurecería el corazón de los judíos.
Juan ve la obstinación de los judíos como el cumplimiento de lo dicho por el
profeta. Debido a la terquedad de sus corazones, sus ojos estarían cegados y sus
oídos sordos a la verdad de Dios, y no podrían comprender el mensaje de Jesús.
Si bien, es Dios mismo quien produjo tal dureza de corazón, esta es solo el
resultado final del endurecimiento de ellos frente al trato misericordioso de
Dios. Por tal razón Dios los entregó a la dureza e incredulidad.
Juan reitera nuevamente aquí que el mensaje de Jesús produce tanto salvación
como condenación. Aquellos que crean en Jesús serán salvos, pero los que le
rechazan serán condenados.
Pero aparte de estos Juan describe otro grupo. Dice el vers. 42 Con todo eso,
aun de los gobernantes, muchos creyeron en él. Parece que entre las autoridades
judías había algunos (no pocos) que creyeron en Jesús. Un ejemplo de esto lo
tenemos en Nicodemo (Jn. 3:1-2). Sin embargo, Juan agrega que, aunque estos
creyeron en Jesús a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser
expulsados de la sinagoga. Aunque comprendieron que Jesús era quien decía
ser no estuvieron dispuestos a seguirle y confesarle públicamente porque eso
implicaba la expulsión de la sinagoga tal y como le sucedió al ciego de
nacimiento (Jn. 9:22, 34). El mismo Juan agrega de manera severa que este
temor de ellos se debía a que amaban más la gloria de los hombres que la gloria
de Dios. Estaban más interesados en sus posiciones y reputación que en seguir
a Jesús. Comprendieron que Jesús era el Cristo, pero valoraron más las cosas de
este mundo que el honor de seguirle.
Dos tipos de respuestas
Nos encontramos con dos tipos de respuestas hacia Jesús. Por un lado, están
aquellos que rechazan a Jesús abiertamente y no creen a su mensaje. Para estos
el mensaje de Jesús es una amenaza a sus expectativas mesiánicas. Pero, por
otro lado, están aquellos que, aunque creen lo que Jesús ha dicho no están
dispuestos a seguirle pues eso implica renunciar a sus posiciones. Aunque estos
creyeron las enseñanzas de Jesús, su valor por el mundo les impidió seguir a
Jesús. Su amor por las cosas terrenales superó su fe en Cristo.
Estoy convencido que más de uno hoy se encuentra en una de estas dos
categorías. Quizá eres de los que escucha el mensaje de Cristo con resistencia e
indiferencia. Eres como aquel que escucha la palabra y no logra comprenderla
en verdad por cuanto su corazón está oscurecido por el pecado y la arrogancia.
Tal vez escuchas la palabra cada domingo, pero sales en la misma condición. Y
no hay en ti el más mínimo deseo de cambiar tu manera de vivir.
A estos que responden con renuencia al mensaje de Cristo la palabra los describe
como personas que andan en tinieblas y cuya condenación ya ha sido definida,
por cuanto no han creído la verdad revelada de Dios. La biblia los describe como
hijos de ira y desobediencia, sin Dios y sin esperanza en el mundo (Ef. 2:12).
Están cegados a la verdad y no pueden ni quieren obedecer a esa verdad. Son
enemigos de Dios y no le aman aporque no aman su palabra.
El incrédulo afirma amar a Dios y seguirle, pero su manera de vivir es
radicalmente opuesta a la palabra de Dios. Ellos no aman a Dios, sino que le
odian y rechazan porque su mensaje es opuesto a sus deseos. Ese eres tu si no
te has arrepentido y rendido tu vida a Cristo. A menos que te convenzas de esta
verdad permanecerás en tinieblas.
Pero tal vez te encuentras del lado de aquellos que han “creído” en Jesús, pero
aun no se han comprometido a seguirle. Para los judíos confesar a Jesús como
el Mesías implicaba la expulsión de la sinagoga y hasta la muerte. Tal vez para
el mundo hoy no significa nada que nos identifiquemos abiertamente como
cristianos. Pero hay otras maneras en que esta falsa fe de los judíos es aplicable
a nosotros hoy. Hay muchas formas en que hoy podemos rechazar a Cristo por
valorar más las cosas de este mundo.
1. Avergonzándonos de llamarnos cristianos. Existen muchas personas
que temen llamarse cristianos para no ser rechazados, criticados y
excluidos.
Tal vez de da pena decir que eres cristiano o quizá no temas decirlo, pero
sí camuflas tu identidad tanto como puedas. Quizá eres de los que no les
gusta hablar del Señor frente a los incrédulos para no desencajar y es más
fácil compartir sus conversaciones y costumbres que mostrarte diferente.
Si ese es tu caso, entonces evalúate, no sea que te estés avergonzando de
Cristo.
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación
adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él,
cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles. (Mr. 8:38)
Ser cristianos requiere estar dispuestos a seguir a Cristo hasta
desprestigio y la pérdida de todas las cosas. De lo contrario, cuando venga
la tentación seremos reprobados.
2. No predicando el evangelio. Tal vez no tengas problema en identificarte
como cristiano, pero te cuesta predicar el evangelio a los incrédulos. Si
bien es cierto, Dios ha dotado a algunos con una capacidad especial para
predicar el evangelio, es un llamado de todo creyente. Y demostramos
cuan poco estimamos al Señor y el evangelio cuando perdemos una
oportunidad para hablar de Jesús.
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al
griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para
fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. (Ro. 1:16-17)
No nos avergoncemos de predicar el evangelio porque es el único medio
a través del cuál los hombres alcanzarán fe y justificación ante Dios.
En su despedida final ante los Efesios, Pablo llamó a los ancianos de la
iglesia y les dijo las siguientes palabras: Cuando vinieron a él, les dijo:
Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo,
desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda
humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las
asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de
anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a
judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe
en nuestro Señor Jesucristo. Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a
Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu
Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan
prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo
preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo,
y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del
evangelio de la gracia de Dios. (He. 20:18-24)
Que el Señor nos conceda hoy un anhelo ferviente por predicar su
evangelio y testificar de Cristo con nuestra vida.
3. No viviendo de manera radical frente a las demandas del mundo. Tal
vez hoy estés siendo tentado a ceder ante la presión social y seguir el
mismo estilo de vida mundana de tus amigos y de los que te rodean.
a. Quizá deseas vestir y hablar como ellos. ¿Te interesan los mismos
temas de conversación de ellos y tienes los mismos anhelos de
ellos?
b. Quizá deseas trabajar y ganar como ellos. Tal vez quieras tomar
las mismas decisiones que ellos para garantizar un mejor futuro
para ti. Quizá te están ofreciendo un trabajo donde ganarás mucho,
pero también sacrificarás mucho.
c. Quizá deseas “disfrutar de la vida” como ellos. El incrédulo no
parece tener restricciones en cuanto a sus deleites. Escucha la
música que quiere, bebe lo que quiere, sale con quien quiere y a
donde quiere, hace lo que quiere, gasta su dinero como quiere. En
otras palabras “es una persona libre”. Pues estoy seguro que
muchos que hoy se identifican como cristianos están luchando con
tales deseos y tal vez muchos ya han dejado de luchar y se han
rendido a las tentaciones.
d. Quizá tu deseo de prosperar como ellos. ¿Tu deseo de “ser alguien
en la vida” y de tener importancia en la sociedad te está llevando a
comprometer tus convicciones cristianas y seguir el mismo estilo
de vida de los incrédulos?
Es fácil llamarnos cristianos cuando no implica ningún sacrificio de
nuestra parte. Qué fácil es ser cristianos cuando no tenemos la necesidad
de cambiar en nada ni ser diferentes al mundo. Cuando no tenemos que
vencer nuestras tentaciones y vicios, ni tenemos abandonar radicalmente
lo pecaminoso del mundo. Pero no es así el llamado que tenemos de Dios.
El llamado del Señor es uno de sacrificio y entrega. Es uno que implica
radicalidad y abnegación en virtud del galardón eterno.
¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren,
pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.
Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir
una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de
esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como
quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en
servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo
venga a ser eliminado. (1Co. 9:24-27)
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa
hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento
de Dios en Cristo Jesús. (Flp. 3:13-14)
4. No sirviendo a Cristo por temor a comprometernos con la iglesia. Tal
vez te identifiques como un fiel seguidor de Jesús, profeses las doctrinas
cristianas, ores, leas la biblia y hasta procures dar buen testimonio. Pero
si no estás comprometido con una iglesia local difícilmente seas en
verdad un creyente verdadero.
Un verdadero creyente ama a Cristo y por consiguiente ama a la iglesia
que fue comprada y redimida por Cristo. ¿Qué tanto estás amando a tu
iglesia local? De hecho ¿Perteneces a una iglesia local? ¿Sirves en tu
iglesia local? ¿Procuras tener comunión con tus hermanos? ¿Aportas
generosamente y de manera regular a tu iglesia? ¿Pones en práctica las
enseñanzas de tus pastores?
Es cierto que en la iglesia local hay muchos que no son verdaderos
cristianos y, por tanto, no pertenecen a la iglesia de Cristo. Podemos ser
miembros de una iglesia local y no ser parte de la iglesia universal del
Señor. Pero una cosa ten por seguro: que ninguno que no quiera
pertenecer a la iglesia local estará en la iglesia de Cristo en Su venida.
Ninguno que aborrezca a la iglesia ama en verdad a Cristo. Tal vez eres
de los que se congrega cuando quiere y donde quiere pretendiendo que
de cualquier manera Dios te acepta entre sus escogidos. Tal vez eres de
los que asiste regularmente a esta iglesia local, pero no te quieres
comprometer de ninguna manera. Puede que aun no seas miembro o
incluso tal vez lo seas y aun así no quieras ningún compromiso. A ti te
digo, que si rechazas a la iglesia, rechazas a Cristo.
Conclusión
Si eres un oyente de la palabra que aun no ha tomado la decisión de seguir a
Jesús, estas palabras son para ti. Si eres de los que hoy afirma creer en Jesús,
pero teme demostrar fielmente su fe por temor a lo que pueda perder, estas
palabras son para ti. Aun si te consideras un fiel creyente, pero lucha con
muchas de estas cosas y en más de una ocasión ha menospreciado a Cristo y ha
valorado más las cosas del mundo, entonces estas palabras son para ti.
Quiera el Señor en su misericordia obrar en nuestros corazones y anclarnos más
firmemente en Su palabra a fin de que estemos determinadamente dispuestos a
servirle y vivir para él sin importar lo que podamos perder.
Oremos a Dios que Cristo sea lo más preciado para nosotros. Que nuestra
reputación, nuestro dinero, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros amigos,
nuestras metas y deseos carezcan de valor ante la incalculable recompensa de
seguir a Jesús.

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