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Sirenas (2002). Fontcuberta
En el curso de unas obras en el Cerro de San Vicente emprendidas
en 1951, ante la sorpresa de los operarios, apareció un fósil
notablemente bien conservado. Los restos fueron identificados
como pertenecientes a un hydropitecus (que podría traducirse
como “simio de agua”); sus rasgos anatómicos lo acercaban al
orden de los sirenidos o mamíferos acuáticos entre los que
destacan el dungong o la ritina de Steller. El religioso y
paleontólogo francés Jean Fontana acudió a Salamanca a dirigir las
excavaciones. El abate Fontana, discípulo del insigne geólogo Albert
de Lapparent, ya había descubierto los primeros ejemplares de
hidropitecos en la Alta Provenza, en las estribaciones de los Alpes,
y había establecido la datación para este homínido acuático en el
Mioceno, es decir, hace unos dieciocho millones de años. Fontana,
que había advertido que la morfología de los hidropitecos evocaba
de forma increíble a las sirenas de la mitología clásica, sostenía
que había llegado el momento de considerar nuevas pistas en las
teorías de la evolución.
Estos animales guardan un parecido con los monstruos que aparecen en los
cuentos infantiles o con los seres que mostraban las ferias de antaño. Ardillas con
rabos de víbora, zorros con una doble cola o un mandril con cuerpo de ciervo nos
observan desde su urna, acompañados por una detallada documentación en
forma de cuadros, dibujos, cartas o cuadernos de campo, que relatan la historia
del descubrimiento de la rara especie, junto con fotografías del animal en su
hábitat natural.
Centaurus Neandertalensis