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La prevención del

delito y el análisis
de los diferentes
modelos y
sistemas de
reacción al delito
Antonio García-Pablos de Molina
PID_00164035
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Índice

Introducción............................................................................................... 7

Objetivos....................................................................................................... 9

1. La prevención del delito en el Estado social y democrático


de Derecho........................................................................................... 11

2. El concepto de prevención y sus distintos contenidos............. 13


2.1. Prevención, disuasión y obstaculización .................................... 13
2.2. Prevención primaria, secundaria y terciaria ............................... 14
2.3. Un modelo sui generis de prevención: el modelo socialista ........ 15

3. Modelos teóricos de prevención del delito: el modelo


clásico y el modelo neoclásico. La denominada prevención
situacional............................................................................................ 17
3.1. El modelo clásico ........................................................................ 17
3.2. El modelo neoclásico .................................................................. 19
3.3. La denominada prevención situacional.......................................... 22

4. Seguridad pública, seguridad privada, gestión personal


de la seguridad y prevención del delito...................................... 25
4.1. El denominado modelo de seguridad ciudadana y la ideología
de la seguridad. Sus efectos preventivos ..................................... 25

5. Análisis y evaluación de los principales programas de


prevención del delito........................................................................ 27
5.1. Programas de prevención sobre determinadas áreas
geográficas ................................................................................... 28
5.2. Programas de prevención del delito mediante el diseño
arquitectónico y urbanístico ....................................................... 29
5.3. Programas de orientación comunitaria ...................................... 31
5.4. Programas de prevención victimal ............................................. 31
5.5. Programas de prevención del delito de inspiración
politicosocial (lucha contra la pobreza, igualdad de
oportunidades, bienestar social, calidad de vida) ....................... 33
5.6. Programas de prevención de la criminalidad orientados a la
reflexión axiológica: revisión de actitudes, valores y pautas
sociales de comportamiento ....................................................... 34
5.7. Programas de prevención de la criminalidad de orientación
cognitiva (entrenamiento y adquisición de habilidades
cognitivas) ................................................................................... 35
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5.8. Programas de prevención de la reincidencia .............................. 35

6. Bases de una moderna Política Criminal de prevención


del delito.............................................................................................. 38

7. Funciones de la Criminología y modelos de reacción o


respuesta al delito............................................................................. 40

8. El modelo disuasorio clásico........................................................... 42


8.1. Sus postulados ............................................................................. 42
8.2. Las críticas al modelo disuasorio clásico .................................... 42

9. El modelo resocializador.................................................................. 44
9.1. Los fundamentos teóricos ........................................................... 44
9.2. El debate doctrinal sobre la resocialización del delincuente ....... 45
9.2.1. La evolución del modelo resocializador: de la euforia
a la crisis ........................................................................ 46
9.2.2. Antirretribucionismo, concepción asistencial del
Derecho y neorretribucionismo .................................... 46
9.2.3. Los problemas que suscita el concepto de
resocialización................................................................... 47
9.3. El debate criminológico sobre la resocialización del
condenado ................................................................................... 54
9.3.1. El concepto restrictivo de tratamiento
(medicoclínico) .............................................................. 55
9.3.2. El concepto actual de intervención y sus bases ............. 56
9.3.3. El marco de la intervención: el modelo clásico frente
al modelo ambientalista ................................................ 57
9.3.4. Problemas y retos de los programas de intervención .... 58
9.3.5. Crisis de las tipologías tradicionales de delincuentes
y el concepto moderno de carrera criminal .................. 59
9.3.6. Modelos de intervención: clasificación ......................... 60
9.3.7. Métodos y técnicas de tratamiento en el ámbito
penitenciario: clasificación y análisis particularizado
de las principales técnicas de intervención ................... 61

10. El modelo integrador........................................................................ 76


10.1. Los orígenes: modelos anglosajones (diversión), el
pensamiento de la mediación y los idearios abolicionistas ........ 76
10.2. Expectativas que genera el modelo integrador ........................... 78
10.3. Presupuestos de la mediación ..................................................... 81
10.4. El papel del mediador ................................................................. 81
10.5. Balance del paradigma integrador .............................................. 82

11. Tendencias actuales: el denominado modelo de la


seguridad ciudadana......................................................................... 84
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Resumen....................................................................................................... 86

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 87

Solucionario................................................................................................ 89

Glosario........................................................................................................ 90

Bibliografía................................................................................................. 91
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Introducción

En un módulo anterior de esta asignatura, se repasaron las funciones básicas Ved también
encomendadas a la Criminología. Se mencionaba, en primer lugar, la formu-
Podéis ver el módulo "La mo-
lación�de�modelos�teóricos�explicativos del comportamiento criminal, que derna Criminología científica
constituyen, como se vio, un objetivo de primer orden para nuestra disciplina. y los distintos modelos teóri-
cos: Biología criminal, Psicolo-
Coherentemente, el módulo segundo se dedicó a los tres grandes modelos que gía criminal y Sociología Crimi-
nal".
estudian el hecho criminal: el biológico, el psicologista y el sociológico.

Ya se advirtió, sin embargo, que la tarea de la Criminología no se acababa aquí, Ved también
sino que, al contrario, uno de sus objetivos prioritarios es la prevención�efi-
Podéis ver el módulo "La Cri-
caz�del�delito. Nos encontramos ante una disciplina eminentemente práctica minología como ciencia empí-
rica e interdisciplinaria".
que, como tal, no se limita a ofrecer información teórica sobre la génesis y la
dinámica del delito, sino que la investigación se orienta hacia la creación de
programas prevencionistas mediante técnicas de intervención no penales.

Recordaréis que la doctrina penal aportaba teorías diferentes fundamentado-


ras o justificadoras de la pena: la retribucionista, la preventiva general, la pre-
ventiva especial, la mixta o, la más actual, prevención positiva. Conviene ad-
vertir que estos conceptos, ya familiares, no son extrapolables sin más a nues-
tro ámbito. En efecto, la Criminología actúa con un concepto�diverso�de�pre-
vención, mucho más ambicioso, porque no pretende sólo contramotivar al
infractor potencial (prevención general) o evitar la reincidencia (prevención
especial), sino que su proyecto se dirige a las causas, a las raíces del crimen,
y propicia una intervención dinámica y positiva en cada una de las fases del
hecho delictivo (prevención primaria, secundaria y terciaria).

Al menos, el modelo teórico del que se parta condiciona decisivamente las


propuestas posteriores y, todavía más, el concepto mismo de prevención que
usan las distintas tendencias. En este sentido, no puede producir los mismos
efectos –como se puede constatar a continuación– la consideración�del�cri-
men como fenómeno patológico de lucha entre el bien (Estado) y el mal (in-
fractor), que el convencimiento de que el crimen es un problema social en
el que se encuentran implicados no sólo el Estado y el delincuente, sino la
comunidad entera y, sin duda, la víctima. En este módulo, encontraréis las
diferentes posiciones doctrinales a este efecto, así como una pequeña reseña
de los programas concebidos para la prevención del delito, y, para acabar, el
diseño de las bases, irrenunciables según nuestro criterio, desde donde diseñar
la política preventiva en el Estado social y democrático de Derecho.

Como colofón al trayecto criminológico, se llevan a la palestra los principales


modelos�y�sistemas�de�reacción�al�delito. Se estudian las propuestas teóricas,
su viabilidad práctica, y son objeto, pues, de una valoración detenida.
© FUOC • PID_00164035 8 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

El modelo (penal y extrapenal) que escoge cada comunidad depende de varia-


bles tan numerosas (históricas, culturales, sociológicas, etc.) que es raro que
se pueda extrapolar in totum a otra sociedad diferente. Sin embargo, el conoci-
miento de cada uno, conocer la experiencia y los resultados, parece indispen-
sable si se quiere avanzar hacia sistemas más evolucionados de lucha contra
la criminalidad. Razones de espacio impiden ofrecer un análisis más detallado
que el circunscrito a tres de las técnicas que, por varios motivos, han obtenido
un mayor acogimiento: el modelo�clásico, el modelo�resocializador y, para
acabar, el denominado modelo�integrador.

Merece una atención especial, por su conocida difusión, la propuesta�resocia-


lizadora. Tenéis acceso a una visión realista en la cual, de la misma manera
que se realzan sus éxitos, se incide sobre sus deficiencias (de la euforia a la cri-
sis de la resocialización). Sin embargo, no hay que olvidar un dato esencial: el
paradigma resocializador ha propiciado una dimensión humanizada de reac-
ción al delito y ha obligado a hacer planteamientos revolucionarios en este
ámbito y, aunque es cierto que ha favorecido más expectativas que resultados,
también lo es que las últimas tendencias resocializadoras han conseguido pa-
liar gran parte de los inconvenientes formulados en contra. Al menos, ha des-
terrado viejas ideas mágicas sobre las finalidades del castigo, en beneficio de
una concepción instrumental, medial, de la pena, que obtiene legitimación
mientras favorezca efectos positivos.

En coherencia con las corrientes abolicionistas del Derecho Penal, que se es-
tudian en Derecho Penal I, han surgido, particularmente en el mundo anglosa-
jón, una serie de sistemas�de�respuesta�al�delito�alternativos que postulan la
integración de todos los afectados por el hecho delictivo mediante programas
de conciliación y de reparación a la víctima y a la comunidad. Estas tenden-
cias han generado numerosas expectativas, ya que propugnan un sistema de
respuesta más humanizado en el cual ninguno de los interesados pierde pro-
tagonismo, se favorece, además, el contacto entre la víctima y el infractor y el
Estado les devuelve, en cierta medida, la competencia sobre el hecho.

Estos modelos se ofrecen, pues, como sustitutivos del armamento punitivo – Nota
a diferencia de los estudiados anteriormente, que se interesan en potenciar al
Por ejemplo, patrimoniales.
máximo las posibilidades operativas del sistema legal. Sin embargo, el ideal
abolicionista pierde bastante frente a determinados delitos graves que no se
avienen a ser solucionados mediante la técnica integradora. Fuera de esto, no
se tiene que olvidar la aplicación lograda en el tratamiento de ciertas infrac-
ciones menos graves frente a las cuales la víctima no se suele mostrar recelosa
a participar –contactar con la persona delincuente y otros mediadores– en la
solución del conflicto.
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Objetivos

En los materiales didácticos de este módulo, encontraréis las herramientas bá-


sicas para alcanzar los objetivos siguientes:

1. Conocer los postulados enfrentados de la Criminología clásica y la mo-


derna, para comprender mejor los puntos de vista que mantienen cada
uno con respecto al concepto de prevención y a las técnicas de interven-
ción que formulan respectivamente.

2. Comprender el concepto de prevención con el que actúa la Criminología


moderna y las diferencias con el concepto jurídico-penal de prevención
especial.

3. Conocer el significado y la ratio de los términos prevención primaria, se-


cundaria y terciaria, teniendo en cuenta el diferente momento, los desti-
natarios y la funcionalidad que tienen.

4. Saber explicar las diferencias entre los modelos de prevención del delito
clásico y neoclásico y la confianza desigual que tienen en la maquinaria
penal como sistema eficaz de disuasión y prevención del delito.

5. Conocer los principales programas y estrategias de prevención del delito,


teniendo en cuenta el carácter interdisciplinario, selectivo y estratificado
de intervención.

6. Tener un conocimiento reflexivo de las bases que se proponen como más


significativas para que el sistema preventivo se adecue a las exigencias
derivadas del Estado social y democrático de Derecho amparado consti-
tucionalmente.

7. Conocer los dos presupuestos irrenunciables de los que parte la Crimino-


logía con respecto a la evaluación de los diferentes sistemas legales de
reacción al delito y las consecuencias a estos efectos.

8. Saber explicar el modelo de respuesta al delito propugnado por la Crimi-


nología clásica, teniendo en cuenta la particular visión del hombre de-
lincuente y del fenómeno criminal, y exponer si el fenómeno criminal
tendría viabilidad en el seno del Estado social y democrático de Derecho
arbitrado por la Constitución.

9. Conocer las ventajas y los inconvenientes que se derivan del modelo re-
socializador y evaluar su aplicación práctica entre nosotros mediante los
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programas de resocialización aprobados por la Ley Orgánica General Pe-


nitenciaria.

10. Tener un conocimiento analítico de los diferentes métodos y técnicas de


intervención en el ámbito penitenciario y el diferente grado de aplicabi-
lidad desde la óptica realista de los centros de internamiento.

11. Comprender la especificidad del modelo integrador propugnado por la


cultura anglosajona y valorar la extrapolación a otras comunidades cul-
turales diferentes como, por ejemplo, la española.
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1. La prevención del delito en el Estado social y


democrático de Derecho

El crimen no es un tumor, ni una epidemia, sino un doloroso problema


interpersonal y comunitario. Es una realidad próxima, cotidiana, casi
doméstica: un problema de la comunidad, que nace en la comunidad,
la cual lo tiene que resolver. Un problema social, en definitiva, con to-
do lo que esta caracterización implica con respecto al diagnóstico y al
tratamiento.

La Criminología� clásica consideró el delito como enfrentamiento formal,


simbólico y directo de dos rivales –el Estado y el infractor– que luchan entre sí
y en solitario, como luchan el bien y el mal, la luz y las tinieblas; pugna, duelo
sin ningún otro final imaginable, claro está, que el sometimiento incondicio-
nado del vencido a la fuerza victoriosa del Derecho.

Por este motivo, en el mencionado modelo criminológico, la pretensión�pu-


nitiva�del�Estado, es decir, el castigo del culpable, polariza y agota la respuesta
al hecho delictivo, y prevalece la cara patológica de este hecho por encima del
profundo entramado problemático y conflictual.

La reparación del daño ocasionado a la víctima (a una víctima que se desva-


nece, neutralizada por el mismo sistema) no interesa, no se plantea como exi-
gencia social, como tampoco preocupa la resocialización efectiva del infractor.
Ni siquiera se puede hablar, en este modelo criminológico y político-criminal,
de prevención del delito, stricto sensu, de prevención social, sino de disuasión
penal.

La moderna�Criminología, al contrario, participa de una imagen más com- Lectura complementaria


pleja del hecho delictivo, de acuerdo con el rol activo y dinámico que atribu-
A.�García-Pablos (1990). "Po-
ye a los protagonistas (delincuente, víctima, comunidad) y la relevancia pro- licía y criminalidad en el Es-
nunciada de los factores muy distintos que convergen e interaccionan en el tado de Derecho". En: VV.
AA. Policía y sociedad (pág.
escenario criminal. Subraya el trasfondo humano y conflictual del delito, la 54-57). Madrid: Ministerio
del Interior.
aflictividad, los elevados costes personales y sociales de este doloroso proble-
ma, cuya apariencia patológica, epidémica, de ninguna manera mediatiza el
análisis sereno de su etiología, de la génesis y la dinámica (diagnóstico), ni el
imprescindible debate político-criminal sobre las técnicas de intervención y
control del delito.
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En este modelo teórico, el castigo del infractor no agota a las expectativas


que el hecho delictivo desencadena. La resocialización�del�delincuente, la
reparación�del�daño y la prevención�del�crimen son objetivos de primera
magnitud.

Sin duda, éste es el enfoque más satisfactorio científicamente, y el más coin-


cidente con las exigencias de un Estado social y democrático de Derecho.
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2. El concepto de prevención y sus distintos


contenidos

Todas las Escuelas criminológicas se refieren a la prevención del delito. Es ya


un tópico que no es suficiente reprimir el crimen, que hay que avanzarse al
mismo, prevenirlo. Sin embargo, se trata de un tópico a veces equívoco o va-
cío de contenido, por las muchas acepciones que se asignan al concepto de
prevención.

2.1. Prevención, disuasión y obstaculización

En efecto, un sector doctrinal identifica la prevención con el simple efecto


disuasorio�de�la�pena. Prevenir equivale a disuadir al infractor potencial con
la amenaza del castigo, contramotivarlo. La prevención, en consecuencia, se
concibe como prevención criminal (eficacia preventiva de la pena) y actúa en
el proceso motivacional del infractor (disuasión).

(1)
Sin embargo, otros autores entienden también por prevención el efecto di- Por ejemplo, el espacio físico, el
diseño arquitectónico y el urbanís-
suasorio mediato, indirecto, que se persigue por medio de instrumentos no
tico, las actitudes de las víctimas, la
penales, que alteran el escenario criminal y modifican alguno de sus factores efectividad y el rendimiento del sis-
tema legal.
o elementos1. De esta manera, se pretende poner trabas y obstáculos de todo
tipo al autor en el proceso de la ejecución del plan criminal mediante una (2)
Por ejemplo, el incremento del
intervención�selectiva�en�el�escenario�del�crimen que, sin duda, encarece riesgo y la disminución de benefi-
cios.
los costes para el infractor2 con el efecto inhibitorio consiguiente.

Para muchos penitenciaristas, finalmente, la prevención del delito no es un


objetivo autónomo de la sociedad o de los poderes públicos, sino el efecto úl-
timo que persiguen los programas de resocialización y reinserción del conde-
nado. Se trata, pues, no tanto de evitar el delito como de evitar la reincidencia
del infractor.

De esta manera, el concepto de prevención se equipara al de prevención�espe-


cial, mucho menos ambicioso a causa de su destinatario (el condenado, no el
infractor potencial ni la comunidad jurídica), de los efectos pretendidos (pre-
venir simplemente la reincidencia de quien ya ha sido condenado, no evitar la
criminalidad) y de los medios utilizados para conseguirlos (la ejecución de la
pena y el tratamiento rehabilitador). No obstante, en sentido estricto, prevenir
el delito es algo más –y también algo distinto– que dificultar su comisión, o
que disuadir al infractor potencial con la amenaza del castigo.
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Desde un punto de vista etiológico, el concepto de prevención no se


puede desvincular de la génesis del fenómeno criminal; reclama, pues,
una intervención dinámica y positiva que neutralice sus raíces, sus cau-
sas. La simple disuasión las deja intactas.

Por otra parte, la prevención se tiene que considerar, antes que nada, preven-
ción� social, es decir, movilización de todos los efectivos comunitarios para
abordar solidariamente un problema social. La prevención del crimen no in-
teresa exclusivamente a los poderes públicos, el sistema legal, sino a todo el
mundo, la comunidad, ya que el crimen no es un cuerpo extraño, ajeno a la
sociedad, sino un problema comunitario más.

Por este motivo, también, conviene distinguir el concepto de prevención cri-


minológico –concepto exigente y pluridimensional– del objetivo genérico, po-
co logrado, por cierto, asociado implícitamente al concepto jurídico-penal de
prevención especial: evitar la reincidencia�del�condenado. Porque este últi-
mo implica una intervención tardía en el problema criminal (déficit etiológi-
co); muestra un marcado sesgo individualista e ideológico en la selección de
los destinatarios y en el diseño de los programas correspondientes (déficit so-
cial), y concede un protagonismo desmesurado a las instancias oficiales del
sistema legal en el liderazgo de los programas (déficit comunitario).

2.2. Prevención primaria, secundaria y terciaria

Por este motivo, no tiene que extrañar que tenga un prestigio especial –des-
de Caplan– la distinción entre prevención primaria, secundaria y terciaria. La
distinción mencionada se basa en diferentes criterios:

1) La mayor o menor relevancia�etiológica�de�los�programas�respectivos.


2) Los destinatarios a los cuales se dirigen.
3) Los instrumentos y los mecanismos que utilizan.
4) Sus ámbitos y las finalidades que persiguen.

En efecto, según esta clasificación los programas�de�prevención�pri-


maria se orientan a las causas, a la raíz, del conflicto criminal, para
neutralizarlo antes de que el problema se manifieste. Tratan, pues, de
crear los requisitos necesarios o de resolver las situaciones de deficien-
cias criminógenas, y procuran una socialización provechosa de acuerdo
con los objetivos sociales.

La educación y la socialización, la vivienda, el trabajo, el bienestar social y


la calidad de vida son ámbitos esenciales para una prevención primaria, que
actúa siempre a medio y largo plazo y se dirige a todos los ciudadanos.
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Las exigencias�de�prevención�primaria se suelen atender mediante estrate-


gias de política cultural, económica y social, cuyo objetivo último es dotar a
los ciudadanos –como afirma Lüderssen– de capacidad social para superar de
manera productiva los conflictos eventuales (Lüderssen, 1984).

La denominada prevención�secundaria, por su parte, actúa más tarde


en términos etiológicos: no cuando –ni donde– se produce o genera el
conflicto criminal, sino cuando y donde se manifiesta, cuando y donde
se exterioriza. Actúa a corto y medio plazo y se orienta selectivamente
a sectores de la sociedad concretos, particulares: aquellos grupos y sub-
grupos que exhiben un riesgo más elevado de sufrir o protagonizar el
problema criminal.

La prevención secundaria se plasma en la política�legislativa�penal y en la Ejemplos de prevención


acción�policíaca, fuertemente polarizada por los intereses de la prevención secundaria

general. Los programas de prevención


policíaca, de control de los
medios de comunicación, de
ordenación urbana y de utiliza-
La prevención�terciaria, por último, tiene un destinatario identificable ción del diseño arquitectónico
como instrumento de autopro-
perfectamente: la población reclusa, condenada. Y un objetivo preciso: tección, desarrollados en ba-
rrios populares.
evitar la reincidencia. Es, de las tres modalidades de prevención, la que
tiene el carácter punitivo más pronunciado.

Los programas rehabilitadores, resocializadores en los que se concreta –de he-


cho, muy alejados etiológicamente, cronológicamente y espacialmente de las
raíces del problema criminal– se llevan a cabo en el ámbito penitenciario mis-
mo. La plena determinación y selectividad de la población destinataria de es-
tos programas, así como los elevados índices de reincidencia que se aprecian,
no compensan el déficit etiológico de la prevención terciaria, sus insuperables
carencias, ya que implica una intervención tardía (una vez cometido el deli-
to), parcial (sólo en el condenado) e insuficiente (no neutraliza las causas del
problema criminal).

2.3. Un modelo sui generis de prevención: el modelo socialista

El problema�de�la�prevención�y�el�control�del�delito disfrutó siempre de una


particular atención en la Criminología socialista, que desde un principio se
autodefinió como una ciencia práctica, aplicada y comprometida con el siste-
ma. Ningún otro modelo criminológico ha sabido desarrollar con tanta con-
vicción la teoría y la praxis del control social del comportamiento desviado,
y conectar la investigación de las causas de la criminalidad con la minuciosa
elaboración de planes y estrategias de prevención.
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La Criminología�socialista proclamó como objetivo prioritario dar apoyo in-


mediato a la praxis e invertir sus conocimientos y sus experiencias en los ór-
ganos de persecución penal; teniendo cuidado de no quedarse a mitad de ca-
mino, en un claro reproche al academicismo teorético de la Criminología bur-
guesa obsesionada exclusivamente por explicar el delito, en lugar de comba-
tirlo.

Los portavoces oficiales, siguiendo el espíritu de la conocida tesis un-


décima de Marx a Feuerbach, y la naturaleza instrumental de la Crimi-
nología al servicio de la jurisprudencia y como elemento parcial de la
dirección de la sociedad socialista, reiteraron que la función prioritaria
de esta ciencia no es sólo interpretar la génesis de la criminalidad, sino
transformar las causas�economicosociales que la producen. Erradicar-
las, contribuyendo a la implantación total del socialismo en las distintas
esferas de la vida material e ideológica, así como en la vida cotidiana.

La Criminología socialista –en realidad, la política criminal– ha conseguido


éxitos indiscutibles en la prevención del delito. Sin embargo, hay que recono-
cer, también, que el concepto de prevención tiene, en este marco ideológico,
connotaciones muy singulares. La prevención y el control del delito dejan de
ser problemáticos; y no se reservan a los órganos del Estado, ya que se entiende
que es cosa del pueblo y que los tienen que asumir todos los agentes sociales
como acción colectiva.

Y que el rendimiento del control social no es el único indicador, ni el prin- Lectura recomendada
cipal, de su calidad. También hay que ponderar los costes y los riesgos de
A.�García-Pablos (2003). Tra-
una reducción drástica de los índices de criminalidad, cuando estos resultados tado de Criminología. Valen-
se obtienen por determinados medios, no siempre compatibles con los presu- cia: Tirant lo Blanch.

puestos del Estado social y democrático de Derecho.

El espectacular vuelco experimentado por la Criminología burguesa, cada vez Programas de prevención
más interesada en la prevención del delito como lo demuestran los miles de
Wright y Dixon (1977) han
programas de los que hay noticia, no tiene que difuminar las diferencias pro- contabilizado unos 6.500 pro-
fundas que separan a los dos modelos criminológicos. Prevenir el crimen sig- gramas de prevención, en el
decenio de 1965 a 1975 en Es-
nifica en uno y otro marco político cosas muy diferentes. tados Unidos.
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3. Modelos teóricos de prevención del delito: el modelo


clásico y el modelo neoclásico. La denominada
prevención situacional

La respuesta�tradicional al problema de la prevención del delito se concreta


en dos modelos muy parecidos: el clásico y el neoclásico.

Los dos coinciden en considerar que el medio�adecuado�para�prevenir�el�de-


lito debe tener naturaleza penal (la amenaza del castigo); que el mecanismo
disuasorio o contramotivador expresa fielmente la esencia de la prevención,
y que el único destinatario de los programas con esta finalidad es el infractor
potencial. Prevención equivale a disuasión, a disuasión mediante el efecto in-
hibitorio de la pena. Las discrepancias son, como veremos, accidentales.

3.1. El modelo clásico

Lectura complementaria
De acuerdo con una opinión muy generalizada, el Derecho�Penal sim-
boliza la respuesta primaria y natural, por excelencia, al delito, la más F.�Alvira�Martín (1984). "El
efecto disuasorio de la pena".
eficaz. La mencionada eficacia, además, depende fundamentalmente de Estudios Penales y Criminológi-
cos (VII, pág. 11 y sig.). San-
la capacidad disuasoria del castigo, es decir, de su gravedad. Según es-
tiago de Compostela: Univer-
to, prevención, disuasión e intimidación son términos correlativos: el sidad de Santiago de Com-
postela.
incremento de la delincuencia se explica por la debilidad de la amenaza
penal. El rigor de la pena se traduce, necesariamente, en el correlativo
descenso de la criminalidad.

El modelo tradicional de prevención no convence en absoluto, y por muchas


razones:

1) Antes que nada, la supuesta excelencia�del�Derecho�Penal�como�instru-


mento�preventivo –frente a otras estrategias posibles– parece que es más el
producto de prejuicios o coartadas defensivas que de un análisis sereno y cien-
tífico de la realidad. Porque la capacidad preventiva de un medio determina-
do no depende de su naturaleza (penal o no penal), sino de los efectos que
produce.

Conviene recordar, con este propósito, que la intervención penal tiene costes
sociales elevadísimos y que la supuesta efectividad está muy lejos de ser ejem-
plar. La pena, en realidad, no disuade: atemoriza e intimida. Refleja más la
impotencia, el fracaso, la ausencia de soluciones que la convicción y la energía
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imprescindibles para abordar los problemas sociales. Ninguna política crimi-


nal realista puede prescindir de la pena, pero tampoco se puede degradar la
política de prevención y convertirla en simple política penal.

Un rigor�desmesurado, lejos de reforzar los mecanismos inhibitorios y preve-


nir el delito, tiene paradójicamente efectos criminógenos, y al respecto, por
otra parte, hay evidencia empírica. Más dureza, más Derecho Penal, no signi-
fica necesariamente menos crimen. De la misma manera, el incremento de la
criminalidad no se puede explicar como consecuencia exclusiva de la debili-
dad de las penas o del fracaso del control social.

2) El modelo de prevención clásico, en segundo lugar, revela un análisis�de-


masiado�primitivo�y�simplificador del proceso motivacional y del mecanis-
mo disuasorio. Profesa, en efecto, una imagen intelectualizada del infractor,
casi algebraica, ingenua, ya que supone que la opción delictiva es producto
de un balance de costes y beneficios, de una decisión racional fría y reflexiva
en la que el culpable pondera la gravedad de la pena señalada al delito y las
ventajas que le puede proporcionar. Este estereotipo de delincuente previsor,
calculador, no se aviene a la realidad porque generaliza unos clichés decisorios
que no son ni siquiera válidos para la delincuencia económica convencional
(menos todavía, sin duda, en relación con la denominada criminalidad sim-
bólica o expresiva).

(3)
Lo cierto es que el infractor indeciso valora y analiza más las consecuencias Por ejemplo, el riesgo de ser de-
3 4 tenido, la prisión provisional, etc.
próximas e inmediatas de su conducta que las finales o definitivas . Las pre-
visiones�y�actitudes�del�infractor, además, sitúan en planos muy diferentes (4)
La gravedad de la pena que se-
los riesgos improbables de sufrir la pena y los beneficios seguros que se derivan ñala la ley para el delito.
de la comisión del hecho criminal. Precisamente porque cuenta con librarse
del castigo, decide cometer el delito. La certeza, pues, de unos beneficios in- La actitud del infractor
mediatos, seguros, prevalece sobre la eventualidad de unos riesgos que descar-
Muchos estudios empíricos de-
ta o considera improbables, por graves que sean. muestran, precisamente, que
el delincuente sufre una distor-
sión perceptiva, es decir, una
percepción defectuosa de la
3) Finalmente, las ciencias empíricas han demostrado la complejidad�del�me-
realidad que hace que se con-
canismo�disuasorio. Todo indica que intervienen muchas y distintas varia- sidere inmune a la ley y al cas-
tigo.
bles, que interaccionan, además, de manera no siempre uniforme. La gravedad
nominal del castigo, el rigor de la pena, es una solo, de manera que el efecto
(5)
inhibitorio concreto o contramotivador depende, en cada caso, del compor- Por ejemplo, una pena de seis
años de privación de libertad tiene,
tamiento y la interacción del resto de las variables5. sin duda, un efecto intimidatorio
muy diferente en los siempre dis-
tintos procesos motivacionales.
© FUOC • PID_00164035 19 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

No sólo decide la duración del castigo (la duración abstracta y nominal de la


pena): la naturaleza del delito del que se trate, el tipo de infractor, el grado de
apoyo informal que pueda recibir el comportamiento desviado, la prontitud y
la inmediatez con la que se responda, la manera en que la sociedad y el delin-
cuente perciban el castigo (adecuación, efectividad, etc.), son circunstancias
que condicionan decisivamente el poder disuasorio. Dicho de otra manera:
una pena de seis años de privación de libertad no siempre intimida lo mismo.

No le faltaba razón, pues, a Cesare�Beccaria cuando mantiene, ya en 1764, que


lo decisivo no es la gravedad de las penas, sino la prontitud con la que se im-
pongan; no el rigor o la severidad del castigo, sino la certeza o la infalibilidad: Cesare Beccaria
que todos sepan y comprueben –incluido el infractor potencial– que la comi-
sión del delito implica indefectiblemente la pronta imposición del castigo.

La pena no es, pues, un riesgo futuro e incierto sino un mal próximo y


cierto, inexorable. Si las leyes nacen para ser cumplidas, se tendrá que
convenir con Beccaria que sólo la aplicación efectiva de la pena confir-
ma la seriedad de la conminación legal. Que la pena que realmente in-
timida es la pena que se ejecuta: que se ejecuta pronto, que se ejecuta
de manera implacable.

3.2. El modelo neoclásico

Para la denominada escuela neoclásica (o clasicismo moderno), el efec-


to�disuasorio�preventivo aparece más asociado al funcionamiento del
sistema legal (efectividad) que al rigor nominal de la pena.

Sus teóricos, de hecho, atribuyen la criminalidad al fracaso o a la fragi-


lidad del funcionamiento del sistema legal, a sus bajos rendimientos.
La mejora�de�la�infraestructura�y�la�dotación�del�sistema�legal es la
estrategia más adecuada y eficaz para prevenir la criminalidad: más y
mejores policías, más y mejores jueces, más y mejores prisiones.

De esta manera, se encarecen los costes del delito para el infractor, aseguran,
el cual desistirá de sus planes criminales porque comprueba la efectividad de
un sistema en perfecto estado de funcionamiento.

La sociedad, concluyen los partidarios del enfoque neoclásico, tiene el cri-


men que quiere tener, ya que siempre puede mejorar los resultados de la lucha
preventiva, incrementando progresivamente el rendimiento del sistema legal;
perfeccionando su equipamiento y su dotación, invirtiendo más y más recur-
sos en sus necesidades humanas y materiales pueden esperarse y obtener, de
manera sucesiva e ilimitada, más éxitos y mejores resultados.
© FUOC • PID_00164035 20 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Sin embargo, este modelo de prevención tampoco convence por las razones
siguientes:

1) En lo que respecta a la prevención del crimen, la efectividad�del�sistema La efectividad a corto


legal es, sin duda, relevante, sobre todo a corto plazo. Sin embargo, no se plazo

puede esperar mucho de la misma. El sistema legal deja intactas las causas del Investigaciones empíricas pare-
crimen, actúa tarde (desde un punto de vista etiológico), cuando el conflicto ce que demuestran, por ejem-
plo, que disuade más al infrac-
se manifiesta (actúa, pues, sintomatológicamente). La capacidad preventiva tor indeciso el riesgo de ser
descubierto que la gravedad
(prevención primaria), en consecuencia, tiene unos límites estructurales insal- nominal, mayor o menor, de
la pena. Demuestran también
vables. A medio y largo plazo no resuelve por sí mismo el problema criminal, que el marco legal de la pena
cuya dinámica responde a otras claves. o de la mediación judicial in-
fluye menos de lo que se supo-
nía en la observancia de las le-
yes.
2) En segundo lugar, y contra lo que a menudo se supone, no parece que sea
ya razonable atribuir los movimientos�de�la�criminalidad (el incremento o
el descenso de los índices) a la efectividad –mayor o menor– del sistema legal.
Ni la fragilidad del sistema legal determina, sin más, un ascenso correlativo
de la criminalidad (de la criminalidad real, naturalmente, no de la oficial o
registrada), ni una mejora sensible del rendimiento reduce en la misma medida
los índices de criminalidad. No hay esta correlación porque el problema es
bastante más complejo y obliga a ponderar muchas otras variables.

Por la misma razón, el hecho de que se mejoren progresivamente e indefini-


damente los resultados de la prevención del delito mediante el sistema legal y
se potencien su rendimiento y su efectividad es una pretensión poco realista,
condenada al fracaso a medio plazo:
© FUOC • PID_00164035 21 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

a) Por una parte, porque, quizá, no les falta razón a aquellos que invierten la
supuesta relación de causa-efecto, y afirman que no es el fracaso del sistema
legal lo que produce (causa) el incremento de la delincuencia (efecto), sino
este último (el aumento de la criminalidad) el que ocasiona la fragilidad y el
fracaso del sistema legal.

b) Y, por otra parte, porque no se tiene que confundir la criminalidad real y


la registrada, y no suponer erróneamente que los valores de esta última cons-
tituyen un indicador seguro de la eficacia preventiva del sistema legal. Más y
mejores policías, más y mejores jueces, más y mejores prisiones –decía con esta
finalidad un autor– significa más infractores en la prisión, más condenados,
pero no necesariamente menos delitos. La eficacia
policial no
comporta
necesariamente
un descenso
del índice de
Una mejora�sustancial�de�la�efectividad�del�sistema�legal incrementa, criminalidad.
En la imagen,
policías de
sin duda, el volumen de crimen registrado: se captura más crimen y se Estados Unidos
deteniendo a
reduce la desproporción entre los valores oficiales y los reales (cifra ne- un supuesto
delincuente.
gra). Sin embargo, no por este motivo se evita más crimen ni se produce
o se genera menos delito en idéntica proporción: se detecta más crimen.
Es una mala política criminal aquella que considera el problema social
del delito en términos de simple disuasión, y se desentiende del análisis
etiológico imprescindible y de los programas de prevención genuinos
(prevención primaria).

Una política criminal pésima es aquella que olvida que la clave de una pre- Lectura recomendada
vención eficaz del crimen consiste no en un fortalecimiento del control social
V.�Garrido y otros (1994).
formal, sino en la mejor sincronización del control social formal y el informal, Justicia penal y reincidencia.
y en la implicación o el compromiso activo de la comunidad. Barcelona: Fundació Jaume
Callís.

Excurso: evaluación empírica de los modelos disuasorios (clásicos y


neoclásicos)

No es una tarea sencilla evaluar empíricamente la eficacia práctica del efecto intimida-
torio de la pena (de la abstracta con la que se conmina la comisión de un delito y de
la concreta que se impone al infractor). Sin embargo, el uso racional del castigo en un
Estado social y democrático de Derecho exige medir empíricamente su eficacia, vista su
estricta legitimación instrumental y utilitaria.

Por este motivo, hoy día interesa especialmente a la Criminología verificar la eficacia
disuasoria real del castigo y sus variables contrastando si, en definitiva, la pena satisface
las necesidades y expectativas sociales que los modelos disuasorios asignan al castigo.

Un grupo de autores asegura que el fracaso preventivo especial de la pena ha quedado de-
mostrado en una investigación sobre la reincidencia en el delito. La conclusión principal
del trabajo es que la prisión, en sí misma, no previene ni evita recaer en la delincuencia.
De hecho, los índices de reincidencia aumentan, según este trabajo, con el incremento
de la frecuencia de ingresos en la prisión del infractor, de la duración de la prisión y de
la severidad de las condiciones de cumplimiento y extinción de la condena.

En cuanto a la prevención general, los autores citados consideran que aquélla aparece más
vinculada al riesgo o probabilidad de que se descubra el delito (eficacia) que a la severidad
nominal del castigo. La gravedad de la pena y de su régimen de cumplimiento carecería
de relevancia con respecto a la capacidad disuasoria del castigo como instrumento de
prevención, conclusión que se podría extrapolar también a la pena capital, de incidencia
nula en los índices de homicidios.
© FUOC • PID_00164035 22 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Sin embargo, aunque es cierto que la eficacia preventiva de la pena es limitada, no por
este motivo nos tenemos que olvidar de que la asignación de finalidades a la pena, al
Derecho Penal, diferentes de la meramente retributiva, es el producto de un largo proceso
de evolución del Derecho Penal hacia su control y autolimitación. El hecho de que la
eficacia disuasoria de la pena fracase en un buen número de casos no significa que no
tenga éxito en otros, y se puede pensar que, probablemente, sin aquélla, los índices de
criminalidad serían más elevados.

Fuera de esto, la doctrina penal mayoritaria considera que la pena es una estricta necesidad
social, una amarga necesidad.

Hoy por hoy, no se conocen alternativas institucionales globales al castigo que prevengan
el delito, respetando los Derechos y garantías del ciudadano. Y no hay que olvidar que
la eficacia intimidatoria real del castigo no depende sólo –ni prioritariamente– de su
gravedad nominal, sino de muchas otras variables.

3.3. La denominada prevención situacional

a)�El�modelo�situacional

Bajo este epígrafe, analizaremos un conjunto de teorías heterogéneas que con-


sideran el crimen como una opción racional, utilitaria, altamente selectiva (el
delito busca el espacio adecuado, el momento oportuno, la víctima propicia,
etc.), con lo cual propugnan una intervención destinada específicamente a
neutralizar aquellas situaciones de riesgo que ofrecen más atractivo al infrac-
tor.

El grupo de teorías que se engloban aquí desvinculan deliberadamente la pre-


vención de la criminalidad de todo análisis y diagnóstico etiológicos del pro-
blema, de manera que se ubican en el pragmatismo y en la investigación de
éxitos preventivos a corto plazo y operan con la relevancia estadística de de-
terminadas variables (espaciales, temporales, personales, situacionales).

Con esta perspectiva, su objetivo es arbitrar programas que neutralicen


las "oportunidades" pero dejando intactas las raíces profundas del pro-
blema criminal.

La denominada prevención situacional centra todas sus investigaciones y pro-


gramas de prevención en la delincuencia utilitarista de las clases sociales bajas
urbanas, tratando de prevenir eficazmente el crimen, sin analizar las raíces úl-
timas del fenómeno ni incidir en las mismas.

b)�Fundamento�del�modelo�preventivo�situacional:�sus�tesis�principales

Las teorías preventivas de base situacional se presentan como la alternativa


al modelo clásico y etiológico. Conciben el crimen como una opción racio-
nal e instrumental y propugnan una intervención preventiva en las variables
más relevantes del acontecimiento criminal a las que reconocen una dinámica
propia.
© FUOC • PID_00164035 23 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Estas tesis se oponen a las teorías etiológicas de la criminalidad, las denomi-


nadas teorías del crimen, y sustituyen los grandes programas sociales y econó-
micos propios de aquéllas por una intervención en las situaciones y contextos
en los que se manifiesta el crimen con una relevancia estadística significativa,
es decir, incidiendo en el factor oportunidad.

El concepto de oportunidad es esencial en estas teorías porque permite explicar


por qué el delito se concentra en determinados espacios y momentos.

Por ejemplo, de acuerdo con la formulación de Cohen y Felson, conocida co-


mo el enfoque de las actividades cotidianas, el crimen se produce cuando con-
vergen en el tiempo y en el espacio tres elementos: la presencia de un delin-
cuente motivado, un objetivo asequible y la ausencia de un policía capaz de
prevenir que se cometa.

Además, estas teorías remarcan las dimensiones temporal y espacial del delito,
fuertemente asociadas con la distribución de los objetivos y del movimiento
cotidiano de los factores.

Finalmente, las concepciones de la prevención situacional enfatizan el com-


ponente racional de la conducta delictiva ya que conciben el delito como una
opción racional, instrumental, orientada a satisfacer determinadas necesidades
y objetivos: dinero, estatus, aventura, etc.

c)�Técnicas�de�prevención�situacional

La prevención situacional persigue reducir eficazmente las oportunidades de-


lictivas incidiendo en el ambiente o escenario del crimen y modificándolo de
manera que se incrementen los riesgos y dificultades (costes) y disminuyan co-
rrelativamente los beneficios y expectativas asociados con el hecho criminal.

Las numerosas técnicas de prevención situacional se pueden clasificar en cua-


tro grandes grupos: las orientadas a incrementar la percepción del esfuerzo aso-
ciado con un delito particular; las que incrementan la percepción del riesgo; las
tendentes a reducir las recompensas esperadas, y las que persiguen potenciar los
sentimientos de culpa del infractor.

De las numerosas manifestaciones delictivas y antisociales, algunas han sido objeto de


atención preferente en programas de prevención situacional. Así, las pintadas en edificios
y transportes públicos (grafitos), el vandalismo, la violencia en la calle, la conducción
temeraria de vehículos de motor por influencia del alcohol o las drogas y los asaltos
a ciertos establecimientos públicos (farmacias, gasolineras, supermercados o entidades
financieras).

Por ejemplo, distintos estudios demostraron que los autores de los grafitos en los vagones
de los transportes públicos de Nueva York encontraban su recompensa en el hecho de
contemplar su obra "circulando" por la ciudad. Un grupo de criminólogos sugirió que los
vagones se limpiaran antes de empezar el recorrido diario y que se utilizaran materiales
que impidieran la adherencia y la permanencia de la pintura. El éxito fue inmediato.
© FUOC • PID_00164035 24 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

d)�Prevención�situacional�y�precauciones�rutinarias

Prevenir el crimen no es un problema reservado exclusivamente al Estado, sino


que toda la comunidad tiene que colaborar para conseguirlo.

Por este motivo, las estrategias convencionales de prevención se tienen que


complementar con otras rutinarias, casi domésticas, asociadas con los estilos
de vida, hábitos, costumbres y actividades cotidianas del individuo y de las
organizaciones. Teniendo en cuenta que el riesgo de victimización es un riesgo
diferencial y selectivo, no hay duda de que una actitud elemental de cuidado y
de vigilancia por parte de la víctima potencial lo podrá mitigar sensiblemente
con éxitos preventivos muy relevantes.

La teoría de la prevención situacional ha potenciado estas estrategias rutinarias


como mecanismo autónomo de prevención y se le augura un futuro brillante
en los próximos lustros.

e)�Reflexiones�críticas�a�las�teorías�prevencionistas�de�orientación�situa-
cional

La primera crítica que se ha formulado aparece referida a la utilización, por


parte de estas teorías, del factor oportunidad. Es cierto que algunos delitos pre-
sentan un indudable perfil situacional, ocasional, como se puede constatar em-
píricamente. Sin embargo, no todos. Las técnicas de prevención situacional
carecerían de eficacia respecto de este sector de la criminalidad sin componen-
tes oportunísticos.

Además, la pretendida racionalidad de la opción delictiva es otro tópico que


se ha generalizado indebidamente a causa de las teorías de la prevención si-
tuacional, más allá del grupo de infractores para quienes esta premisa resulta
cierta y comprobada. Estas teorías operan con una imagen ficticia del infrac-
tor, que calcula y pondera racionalmente los pros y los contras de su actuación,
y atribuyen a todos los delitos una estructura lógica e instrumental que sólo
se puede predicar de manifestaciones criminales como la delincuencia econó-
mica, profesional o financiera.

Fuera de esto, se puede pensar que la prevención del delito orientada a crite-
rios exclusivamente espaciales puede obstaculizar, aplazar o desplazar la de-
lincuencia, pero no evitarla.

Y finalmente, se ha cuestionado también la legitimidad de los métodos de


estas teorías, ya que sus técnicas y estrategias tienden a ser invasivas y afec-
tar a terceros ajenos a la génesis del delito. Sin olvidar que, llevadas a sus úl-
timas consecuencias, podrían convertir las ciudades en auténticas fortalezas,
evocando una imagen de cultura orwelliana.
© FUOC • PID_00164035 25 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

4. Seguridad pública, seguridad privada, gestión


personal de la seguridad y prevención del delito

4.1. El denominado modelo de seguridad ciudadana y la


ideología de la seguridad. Sus efectos preventivos

No hay duda de que la sociedad actual teme, cada vez más, al delito, hasta el
punto de que la seguridad ciudadana figura entre las preocupaciones principales
de la opinión pública.

El miedo al delito y a sus consecuencias se ha generalizado, ya no es privativo


del grupo directamente afectado y llega a segmentos de población que tradi-
cionalmente no lo experimentaban.

El fenómeno del miedo al delito ha contribuido a desarrollar un nuevo modelo


que algunos autores denominan modelo penal de la inseguridad. La denominada
ideología de la seguridad ha impulsado, interesadamente, el cariz privatizador
de la titularidad de los medios de seguridad.

Junto a los servicios de seguridad privados, las teorías situacionales han promo-
vido la denominada gestión personal de la seguridad, partidaria de la defensa di-
recta por parte de la misma víctima potencial, "desde dentro" y sin que inter-
venga ningún servicio externo.

El incremento de los servicios de seguridad privada se debe a la confluencia


de tres factores:

• el aumento de los objetos necesitados de protección,

• el miedo al delito,

• la crisis del sistema de seguridad público, favorecida en parte por el clima


de desconfianza hacia la policía generado durante la transición política
española.

El avance devastador de la seguridad privada obliga a preguntarse por su efi-


cacia como estrategia de prevención de la criminalidad. Como primera refle-
xión, es necesario advertir que este sistema no persigue objetivos de justicia
ni proteger el interés general.

A partir de aquí, conviene remarcar la ausencia de estudios empíricos conclu-


yentes que permitan aventurar seriamente un pronóstico.
© FUOC • PID_00164035 26 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Así, mientras que desde las teorías situacionales se advierte que la seguridad Ejemplo
privada puede producir un impacto en la prevención general, mediante la im-
Las teorías situacionales sostie-
plantación de medidas específicas en ciertos espacios, que producirían el aban- nen que muchos delincuentes
dono de la delincuencia por parte de sus autores, otros estudios sostienen que que cometen delitos menores
no buscarían otras zonas si se
con este tipo de estrategias únicamente se produciría un desplazamiento de la les bloqueara la posibilidad de
realizarlos en su área habitual,
actividad delictiva hacia otras zonas menos protegidas. sino que dejarían de delinquir
(por ejemplo, supermercados,
bancos, etc.).
© FUOC • PID_00164035 27 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

5. Análisis y evaluación de los principales programas


de prevención del delito

Durante los últimos lustros hemos asistido al éxito�abrumador�de�la�filoso-


fía�prevencionista, si se tiene en cuenta el sorprendente número y la varie-
dad de los programas de prevención del delito ensayados en diferentes países.
La información que tenemos todavía es parcial, fragmentaria y no permite la
evaluación científica imprescindible de los resultados obtenidos. Sin embargo,
al menos, hay que hablar ya de un vuelco criminológico y político-criminal
sustancial, de un nuevo y genuino paradigma: el prevencionista.

Probablemente hay dos factores que han contribuido a su consolidación:

1) El fracaso�ostensible�del�modelo�represivo�clásico, que se basaba en una


política penal disuasoria como única respuesta al problema del delito.

(6)
2) El progreso�científico y la información utilísima que distintas disciplinas El crimen sabe escoger el mo-
mento oportuno, el espacio físico
aportan sobre la realidad delictiva. Si el crimen no es un fenómeno casual,
adecuado, la víctima propicia, etc.
fortuito y aleatorio, producto del azar o la fatalidad, sino un hecho altamente
selectivo, como aquéllas revelan6, una información empírica fiable sobre las
principales variables del delito abre posibilidades inmensas para la prevención
eficaz.

Es, precisamente, el apoyo�empírico que suministran las disciplinas crimino-


lógicas lo que distingue una prevención científica del crimen de una interven-
ción caprichosa, arbitraria y a ciegas; una prevención racional, reflexiva, del
simple intuicionismo diletante, del voluntarismo político o del despotismo no
ilustrado, las cuales son actitudes impropias de un Estado social y democrático
de Derecho moderno.

A continuación se da una información breve sobre los presupuestos teóricos,


las directrices y el contenido de algunos de los innumerables programas de
prevención que se conocen.
© FUOC • PID_00164035 28 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

5.1. Programas de prevención sobre determinadas áreas


geográficas

Estos programas actúan sobre el factor espacial y manifiestan una


inequívoca inspiración ecológica. El presupuesto�doctrinal (Escuela de
Chicago) mantiene que en todo núcleo urbano industrializado hay un
espacio determinado, geográficamente y socialmente delimitado, que
concentra las tasas de criminalidad más elevadas: son áreas muy dete-
rioradas, con pésimas condiciones de vida, una infraestructura pobre
y unos niveles de desorganización social significativos, y que son resi-
dencia obligada de los grupos humanos más conflictivos (emigrantes,
minorías raciales, marginados, etc.) y necesitados.

Los programas de Chicago (Vold, 1958) y Boston (Miller, 1962) fueron testigo
fiel de estas premisas doctrinales.
Núcleo de
barracas en
París
No obstante, una política prevencionista que actúe básicamente sobre el factor
espacial, de área (de área geográfica), no puede convencer por los motivos
siguientes:

1) Exhibe un déficit� teórico pernicioso, porque asigna al medio físico una


relevancia etiológica desmesurada en la génesis de la criminalidad. Evidente-
mente, el medio atrae pero no crea el delito.

2) Por otra parte, el vago concepto�de�desorganización�social, leitmotiv de


estos programas, oculta un desconocimiento peligroso de los factores que ac-
túan en el marco espacial de referencia: es una auténtica coartada. Y, puesto
que falta un análisis situacional más sólido sobre estas variables, hay que reco-
nocer que la mencionada política criminal, en realidad, no previene el crimen,
sino que lo desplaza a otras áreas, no lo evita, lo relega y lo pospone.

Sin embargo, a estas carencias y limitaciones se unen objeciones ideológicas


más graves, por ejemplo el riesgo de que los programas de base espacial, de
área, sean profundamente regresivos, antisociales y discriminatorios:

a) En primer lugar, porque el esfuerzo preventivo lógico suele perder todo el


contenido social (prestaciones a favor de ciertas áreas), y adopta un cariz pu-
ramente policíaco y represivo. Prevenir significa, entonces, controlar, vigilar,
reprimir.
© FUOC • PID_00164035 29 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

b) En segundo lugar, porque de hecho se controla, se vigila y se reprime siem-


pre a los mismos –los grupos humanos que viven en los barrios conflictivos y
peligrosos– y de esta manera se acentúa el impacto selectivo y discriminatorio
del control social con el pretexto de una acción preventiva inteligente (recto:
policíaco).

5.2. Programas de prevención del delito mediante el diseño


arquitectónico y urbanístico

Desde la famosa obra de Newman�Defensible space, publicada en 1973,


las investigaciones ecológicas sustituyen el análisis de área por un enfo-
que microscópico que detecta correlaciones estadísticas específicas en-
tre espacios concretos de la gran ciudad y determinadas manifestacio-
nes delictivas.

Jeffery propuso sustituir el paradigma de conflicto cultural por un aná-


lisis�fisicoambiental, cuando constató que el crimen es muy selectivo
en el momento de escoger el escenario espacial: según él, la investiga-
ción de la correlación espacio-delito tiene más interés que los mapas de
áreas tradicionales.

Partiendo de esta premisa, que hacen suya los geógrafos del crimen, los repre-
sentantes de orientaciones sociobiológicas (Jeffery) y de la denominada psico-
logía comunitaria, los programas de prevención se orientan hacia la reestruc-
turación�urbana: utilizan el diseño arquitectónico para incidir positivamente
en el hábitat físico y ambiental, procuran neutralizar el elevado riesgo crimi-
nógeno o de víctimas que muestran ciertos espacios y modificar, también de
manera satisfactoria, la estructura de la actitud y la motivación de los que son
sus vecinos o habitan allí.

Una vez constatada la incidencia significativa de los factores arquitectónicos,


urbanísticos y ambientales en la delincuencia ocasional, surge una concepción
prevencionista nueva que pretende intervenir en los escenarios�criminóge-
nos, en sus edificaciones y anexos, y remodelar la convivencia urbana sobre
otros parámetros:

1) Por una parte, se dificulta la comisión del delito (target hardening) mediante Ejemplo
la interposición� de� barreras reales o simbólicas que incrementan el riesgo
Las barreras pueden ser, por
para el infractor potencial. ejemplo, medidas dirigidas a
mejorar las vías de acceso a los
recintos, los puntos de obser-
2) Por otra parte, se fomentan actitudes�positivas en el vecindario, de respon- vación activa y pasiva, la ilumi-
nación, etc.
sabilización y solidaridad (sentido de comunidad). Actitudes que son impres-
cindibles para mejorar el rendimiento del control social informal, porque, se-
gún todos los indicios, las tasas de delincuencia elevadas no se explican sólo ni
exclusivamente a causa de las características físicas y arquitectónicas de ciertos
© FUOC • PID_00164035 30 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

espacios, sino por el anonimato y la ausencia de sentimiento de vecindario de


los habitantes, que genera, en parte, el hábitat urbano mismo, y, sin duda, este
hecho deteriora la efectividad del control social.

En definitiva, pues, se trata de una arquitectura�preventiva que aprovecha la


selectividad espacial y ambiental del crimen urbano:

(7)
a) Los programas de prevención menos ambiciosos persiguen simplemente Por ejemplo, asegurar la iden-
tificación de extraños y visitantes
neutralizar la peligrosidad de ciertos lugares (gasolinera, entidad bancaria, su-
en el inmueble –y hacer un segui-
permercado, aparcamiento, bloque de apartamentos, etc.), incrementando las miento ininterrumpido de los mis-
mos–, controlar el exterior desde
7
medidas de control y vigilancia. Tienen un cariz policíaco neto . el interior del recinto, potenciar el
uso de los espacios anexos, etc.

b) Otros, sin embargo, asocian los objetivos prevencionistas a una reestruc-


turación�efectiva�del�hábitat�urbano. Reclaman mejoras de infraestructura,
servicios y equipamiento; la división y la reordenación adecuadas del territo-
rio, alrededores y zonas adyacentes, y barreras simbólicas o reales precisas que
definan un espacio como público, común o privado, y delimiten sus fronteras
respectivas.

Los programas de reestructuración del hábitat urbano van, pues, mu-


cho más allá de una estrategia puramente defensiva, ya que intentan
conseguir un cambio cualitativo en las actitudes individuales (sentido
de comunidad) y en el modelo de convivencia urbana, más comunica-
tiva y solidaria, y reclaman un compromiso comunitario activo en la
prevención del crimen.

Sin embargo, tampoco se tiene que sobredimensionar la capacidad�preventi-


va de estos programas espacioambientales:

(8)
a) Un concepto monolítico de espacio, para empezar, basado en datos exclu- Por ejemplo, la estabilidad, la
composición y la organización del
sivamente físicos con desprecio de la dimensión social del medio, resulta in-
vecindario.
satisfactorio. Hay que ponderar, también, variables sociales8.

b) Las investigaciones sobre el defensible space, además, parece que son poco
concluyentes, ya que se ocupan de dimensiones muy aisladas: muchas de las
variables consideradas por Newman (defensible space), por ejemplo, apenas in-
ciden significativamente en las oscilaciones de la delincuencia, según advier-
ten numerosos análisis de regresión múltiple.
© FUOC • PID_00164035 31 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

c) Con respecto a los programas que persiguen dificultar la comisión del delito
(target hardening) mediante el diseño arquitectónico y urbanístico adecuado,
hay que reiterar las objeciones dirigidas, en general, a todos los programas es-
trictamente espaciales: que no previenen el delito, sino que lo desplazan hacia
otras áreas menos protegidas y dejan intactas las raíces profundas del proble-
ma criminal, y que tienen una inspiración policíaca y defensiva, no etiológica.

5.3. Programas de orientación comunitaria


El diseño de
nuevos espacios
urbanísticos
El marcado giro comunitario es una de las señales de la Criminología moderna. más racionales
puede
incidir en un
El crimen se define como un problema comunitario y la prevención del delito desplazamiento
del hecho
delictivo
como la prevención comunitaria. Más todavía, en este contexto, se llega a ha- hacia otras
áreas, pero no
blar de policía comunitaria o de justicia comunitaria. soluciona el
problema de la
criminalidad.
En la imagen,
vista aérea de
Aunque el concepto engloba muchas tendencias, la idea clave de estas tesis Manhattan,
Nueva York
es la necesidad, a efectos preventivos, de que todas las fuerzas vivas de la co-
munidad se movilicen, de que la sociedad se dinamice en torno a este fenó-
meno y que todas las personas actúen de manera comprometida en el ámbito
local. Reclaman, pues, prevenir el delito mediante la construcción de la con-
ciencia de los ciudadanos, los movimientos sociales y la comunidad, es decir,
un control social dialogante y participativo dentro de una comunidad dotada
de sentido.

5.4. Programas de prevención victimal

La Política Criminal clásica trata de prevenir el delito dirigiendo el mensaje di-


suasorio de la pena al infractor potencial (prevención criminal) o reinsertando
al condenado para que no vuelva a delinquir (prevención de la reincidencia).

La Política�Criminal�moderna, consciente del rol activo y dinámico de


la víctima en la génesis del hecho delictivo, cuenta con ella, y sugiere
una intervención selectiva en aquellos grupos y subgrupos de víctimas
potenciales que muestran, por distintas circunstancias conocidas, ries-
gos más altos de sufrir los efectos del delito (prevención victimal).

La prevención�victimal parte de una comprobación empírica en el sector de


los seguros que no cuestiona nadie: que el riesgo�de�victimización no se re-
parte de manera igual y uniforme en la población, ni es producto del azar o
de la fatalidad, que se trata de un riesgo diferencial, calculable, cuya mayor o
menor probabilidad depende de distintas variables: personales, situacionales,
sociales (relacionadas con la víctima). Hay una información empírica ya con-
trastada sobre la vulnerabilidad especial de ciertos grupos de riesgo. De esta
manera, policías, taxistas, encargados de restaurantes, farmacias y gasolineras,
turistas, ancianos, grupos marginales.
© FUOC • PID_00164035 32 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Los programas�de�prevención�victimales pretenden informar –y con-


cienciar– a las víctimas potenciales de los riesgos que asumen, y fomen-
tar las actitudes maduras de responsabilidad, de autocontrol, en defensa
de los propios intereses. Y persiguen, también, un cambio de mentali-
dad de la sociedad hacia la víctima del delito: una sensibilidad y una
solidaridad mayores con quien sufre sus consecuencias.

La estrategia más eficaz para conseguir estos objetivos se articula mediante


campañas:

a)�Campañas�generales�de�los�medios�de�comunicación, que persiguen cam-


bios de actitudes, de hábitos, de estilos de vida y de comportamiento en la
población general.

(9)
b)�Campañas�técnicas que se orientan hacia determinados colectivos y grupos Por ejemplo, adoptar sistemas
de seguridad.
de riesgo, particularmente vulnerables, para alertarlos y sugerirles medidas de
prevención elementales9.

c)� Campañas� de� orientación� comunitaria, para acabar, que van dirigidas
al barrio o vecindario. El propósito es obtener de éstos una vigilancia mayor
del entorno, una implicación mayor en la prevención activa del delito, que
incremente los riesgos para el delincuente.

Las campañas de prevención, sin duda, pueden mejorar –y de hecho mejoran–


las actitudes sociales en torno al problema criminal. Sin embargo, contribuyen
menos de lo que se podría suponer al cambio de los hábitos y estilos de vida, a
la seguridad. Esto es porque, en parte, las víctimas potenciales consideran muy
remota la posibilidad de sufrir el delito, consideran caras, inútiles o incómodas
las medidas de seguridad recomendadas, y también, en parte, por el simple
hecho de que olvidan adoptarlas, por una motivación insuficiente.

Como advierte Matti Joutsen, un examen del panorama europeo demuestra


que hay numerosos mecanismos que sirven de estímulo para obtener la coope-
ración de la víctima: condicionar el cobro de las indemnizaciones a la adop-
ción de ciertas medidas de seguridad por la víctima, reducir la cuantía de las
indemnizaciones en caso de negligencia de la víctima, etc.

Sin embargo, las campañas de prevención tienen inconvenientes serios:

(10)
1) Frecuentemente son un instrumento fácil o una coartada de interesadas Situaciones de psicosis colecti-
va.
cruzadas contra el crimen que manipulan el miedo al delito y generan, al mis-
mo tiempo, más miedo10, y políticas criminales de un rigor desmesurado, di-
rigidas selectivamente y discriminatoriamente contra los grupos y subgrupos
(peligrosos) de siempre.
© FUOC • PID_00164035 33 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

2) Obstaculizan, no pocas veces, la serena acción de la policía, con el pretexto


de colaborar, ya que emprenden una caza obsesiva del sospechoso con denun-
cias sin fundamento.

(11)
3) Y, de alguna manera, contribuyen a los injustificados pero inevitables ex- Venganzas, represalias, lincha-
11 mientos, etc.
cesos y abusos de la autodefensa .

5.5. Programas de prevención del delito de inspiración


politicosocial (lucha contra la pobreza, igualdad de
oportunidades, bienestar social, calidad de vida)

Una buena parte del crimen que sufre una sociedad se arraiga en con-
flictos profundos de la misma sociedad: situaciones de carencias básicas,
desigualdades irritantes, conflictos no resueltos, etc.

Una política�social�ambiciosa�y�progresiva se convierte, entonces, en


el mejor instrumento preventivo de la criminalidad, ya que –desde un
punto de vista etiológico– puede intervenir positivamente en las causas
últimas del problema, del cual el crimen es un simple síntoma o indi-
cador.

(12)
Los programas de esta orientación politicosocial son, en realidad, programas En los muy distintos ámbitos:
salud, educación y cultura, vivien-
de�prevención�primaria: genuina y auténtica prevención. Porque, si cada so-
da, etc.
ciedad tiene el crimen que se merece, una sociedad más justa, que asegure a
todos sus miembros un acceso efectivo a cuotas satisfactorias de bienestar y
calidad de vida12, reduce correlativamente su conflictividad y las tasas de de-
lincuencia. Y las reduce, además, de la manera más justa y racional, compagi-
nando la máxima efectividad con el menor coste social.

No es fácil ofrecer una información completa de los programas que persiguen


prevenir el crimen mediante la política social. Por la dispersión y la heteroge-
neidad que tienen, y porque los presupuestos científico-teóricos e ideológicos
son muy diferentes. Programas, por ejemplo, de lucha contra la pobreza, de
signo y pretensiones muy distintos, los han ensayado tanto la Administración
norteamericana Kennedy como países del socialismo real, se han ensayado
tanto desde una filosofía subcultural, como ecológica y estructural-funciona-
lista, etc.

Cuando menos, resulta muy problemática su evaluación. Primero, porque ac-


túan a medio y largo plazo. Sin embargo, sobre todo, porque no es fácil esta-
blecer y verificar empíricamente las correlaciones oportunas, aunque nadie se
atreva a cuestionar su existencia lógica.
© FUOC • PID_00164035 34 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

5.6. Programas de prevención de la criminalidad orientados a la


reflexión axiológica: revisión de actitudes, valores y pautas
sociales de comportamiento

Parece incuestionable, desde una perspectiva preventiva estricta, que los me-
jores resultados de control de la criminalidad no se obtienen incrementando
el rigor y la respuesta al delito ni mejorando la efectividad del sistema legal,
sino con una acción positiva en el orden social.

Hay una correlación inevitable entre los valores sociales de una comunidad
determinada y su criminalidad: unos y otra constituyen las dos caras de una
misma moneda.

Por este motivo, cualquier intento serio de prevenir la criminalidad a medio y


largo plazo exige revisar profundamente el marco axiológico o tabla de valores
sociales. Para evitar eficazmente ciertos comportamientos individuales en el
futuro, es necesario sustituir los valores sociales que los sustentan o modificar
ciertos mensajes o actitudes que pueden tener incidencia criminógena.

Por ejemplo, en relación con la criminalidad juvenil, pueden ser útiles las es-
trategias siguientes:

• reflexión axiológica, con revisión, identificación y sustitución de los valo-


res y pautas de conducta inequívocamente criminógenos (por ejemplo, vio-
lencia, corrupción, insolidaridad, éxito rápido sin que importen los me-
dios, etc.);

• análisis de los mensajes antipedagógicos, que vinculan, por ejemplo, triun-


fo con éxito económico (y no triunfo con esfuerzo, trabajo digno, etc.);

• rearme axiológico positivo, que potencie en el joven la adquisición de va-


lores positivos, y

• acceso a la cultura, mediante políticas sociales de amplio alcance.


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5.7. Programas de prevención de la criminalidad de orientación


cognitiva (entrenamiento y adquisición de habilidades
cognitivas)

Si se ha demostrado que la adquisición�de�habilidades�cognitivas es


una técnica de intervención resocializadora eficaz, porque aísla al de-
lincuente de influencias criminógenas, parece lógico suponer que si el
joven adquiere pronto estas habilidades, se evitaría que se involucrara
en comportamientos delictivos. Despliega, pues, la eficacia no sólo en
un ámbito de la intervención (tratamiento), sino en el de la prevención.

(13)
El fundamento� teórico� y� empírico de esta nueva función (preventiva) del Por ejemplo, la impulsividad, la
agresividad.
modelo cognitivo se encuentra en estudios sólidos llevados a cabo con meno-
res y jóvenes predelincuentes en el ámbito de la intervención familiar, que co-
rroboran la eficacia del mencionado entrenamiento en relación con conduc-
tas desadaptadas que se asocian con el comportamiento criminal.13

(14)
También en el ámbito escolar se han ensayado distintos programas de orien- Programas de solución de con-
flictos, de toma de decisiones, de
tación parecida: de toma de decisiones, de comunicación, de solución de pro-
negociación, etc.
blemas y conflictos, de educación de valores, etc., con resultados muy positi-
vos, según parece, con respecto a la mejora de ciertas actitudes del joven que
dan lugar a comportamientos vandálicos y violentos. Consta, igualmente, el
éxito de programas cognitivos como estrategia para la prevención del consu-
mo de drogas14.

5.8. Programas de prevención de la reincidencia

Es necesario mencionar, para acabar, un muy extenso y heterogéneo conjunto


de programas que coadyuvan, sin duda, a la prevención del delito, aunque no
la persiguen como objetivo específico ni inmediato.

Se dirigen, antes que nada, al ya condenado –o, en cualquier caso, al


infractor– y pretenden que no vuelva a delinquir, que no consolide de-
finitivamente el estatus del desviado. Son, pues, programas�de�preven-
ción�terciaria, que tratan de evitar la reincidencia del infractor, no de
prevenir la desviación primaria.

Muchos de estos programas, como se verá, pertenecen más a la problemática


de la intervención (o tratamiento) que a la problemática de la prevención en
sentido estricto. Otros, en definitiva, responden al conocido modelo de los
sustitutivos penales: ensayan fórmulas alternativas a la intervención drástica
del sistema legal (en conflictos poco graves) para liberar al infractor del inde-
leble impacto estigmatizador que tiene.
© FUOC • PID_00164035 36 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

1)�Programas�que�articulan�mecanismos�alternativos�a�la�intervención�del
sistema�legal�o�que�la�mitigan

Parten de un postulado del labelling approach de relativa evidencia: que la in-


tervención�de�las�instancias�oficiales�del�control�social�formal es siempre
negativa, estigmatizadora, ya que genera la carrera criminal del infractor y se-
lla definitivamente y ritualmente su condición de desviado irreversible (des-
viación secundaria).

En buena lógica, entonces, se sugiere reemplazar la intervención del sis-


tema legal por otros mecanismos que eviten el impacto criminógeno
mencionado o que lo mitiguen. No es otro el origen de la libertad vigi-
lada bajo prueba (probation) o bajo palabra (parole) de los sistemas de
apoyo al infractor primario (advocacy), de inserción o reinserción (rein-
tegration), de asesoramiento (counseling) y, en general, de los sistemas
sustitutivos (diversion): arresto de fin de semana, días-multa, trabajos a
favor de la comunidad, reparación del daño y conciliación (restitution),
etc.

Naturalmente, el ámbito�de�aplicación de estos programas es muy limitado:


se suelen reservar a los infractores primarios, jóvenes, y a conflictos de escasa
gravedad, ya que no es posible sustituir con carácter general –y para todos los
supuestos– la pena privativa de libertad de corta duración ni la intervención
del control social formal.

(15)
Por otra parte, se aprecia un vuelco cualitativo en la orientación de algunos Por ejemplo, programas de ne-
gociación y de conciliación delin-
de estos programas: que tratan de producir un efecto positivo en el infractor
cuente-víctima, de reparación del
(de actitudes y de motivaciones), en lugar de configurarse negativamente, con daño mediante prestaciones perso-
nales o de trabajos en favor de la
la sola pretensión de evitar el impacto estigmatizador del sistema legal15 o dar comunidad, etc.
una última oportunidad al infractor. Son, pues, más ambiciosos.

2)�Programas�de�intervención

Un segundo subgrupo de programas pretende producir un efecto�reso-


cializador�en�el�condenado, con el objeto de que no reincida, por me-
dio de intervenir en él (tratamiento). La finalidad específica de la inter-
vención mencionada es pedagógica o terapéutica, no preventiva (el im-
pacto preventivo se produce, pues, de manera mediata, extrínseca).

Hay innumerables técnicas�de�intervención�en�el�medio�penitenciario.


© FUOC • PID_00164035 37 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

a)�Técnicas�de�psicoterapia: métodos analíticos, psicodrama, terapia familiar,


análisis transaccional, grupos de encuentro, terapia corporal, terapia de reali-
dad.

b)�Técnicas�de�modificación�de�conducta: técnicas aversivas, basadas en el


control de contingencias, de modelado, de habilidades sociales, de interven-
ción cognitivoconductual, etc.

Tienen un interés particular las técnicas orientadas a la prevención que siguen


el modelo cognitivo. Parten de estudios empíricos que según parece han de-
tectado significativas carencias o disfunciones en los procesos cognitivos del
infractor. En él fracasa la denominada cognición interpersonal, el control de sí
mismo y de la impulsividad, el pensamiento abstracto y la percepción social.
Por este motivo, el delincuente muestra una rigidez cognitiva poderosa, un
locus inequívoco de control externo, unos niveles bajos de autoestima y un
egocentrismo pronunciado.

En consecuencia, se pretende neutralizar estas limitaciones cognitivas con un


espectro variado de técnicas de solución de problemas, de habilidades sociales,
de control emocional, de razonamiento crítico, de desarrollo de valores, de
habilidades de negociación y de pensamiento creativo.
© FUOC • PID_00164035 38 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

6. Bases de una moderna Política Criminal de


prevención del delito

Una moderna Política Criminal de prevención del delito se tiene que funda-
mentar en las bases siguientes:

1) El objetivo último, final, de una política de prevención eficaz no es la erra-


dicación sino el control�razonable�del�crimen. Exterminar totalmente la cri-
minalidad y las cruzadas contra el delito son objetivos utópicos e ilegítimos
que pugnan con la normalidad del fenómeno criminal y de su protagonista.

2) En el marco de un Estado social y democrático de Derecho, la prevención


del delito suscita inevitablemente el problema�de�los�medios o instrumentos
utilizados, y el de los costes�sociales�de�la�prevención. El control logrado de la
criminalidad no justifica la utilización de todo tipo de programas, ni legitima
el elevado coste social que determinadas intervenciones implican.

3) Prevenir es más que disuadir, más que obstaculizar la comisión de delitos


intimidando al infractor potencial o indeciso. Prevenir significa la interven-
ción�en�la�etiología�del�problema�criminal, neutralizando sus causas. Con-
tramotivando al delincuente (con la amenaza de la pena o con un sistema
legal en excelente estado de funcionamiento), las causas quedan intactas, no
se atacan las raíces del problema, sino los síntomas o las manifestaciones, lo
cual no es suficiente.

4) Se tiene que plantear la efectividad�a�medio�y�largo�plazo de los programas


de prevención. Un programa es más eficaz cuanto más se aproxime etiológi-
camente a las causas del conflicto que el delito exterioriza. Los programas de
prevención primaria son más útiles que los de prevención secundaria, y éstos
que los de prevención terciaria.

5) La prevención se tiene que considerar, antes que nada, prevención�social�y


comunitaria, precisamente porque el crimen es un problema social y comu-
nitario. Se trata de un compromiso solidario de la comunidad –no sólo del
sistema legal y de sus agencias oficiales– que moviliza todos los efectivos para
solucionar un conflicto doloroso. El protagonismo y el liderazgo de la men-
cionada intervención corresponde a la comunidad.

6) La prevención del delito implica prestaciones�positivas, aportaciones y es-


fuerzos solidarios que neutralicen situaciones deficitarias, conflictos, desequi-
librios, necesidades básicas. Sólo reestructurando la convivencia, redefiniendo
positivamente la relación entre sus miembros –y la de éstos con la comuni-
© FUOC • PID_00164035 39 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

dad–, se pueden esperar resultados satisfactorios con respecto a la prevención


del delito. Una prevención puramente negativa, cuasipolicial, sobre bases di-
suasorias no tiene operatividad.

7) La prevención del delito, la prevención científica y eficaz del delito, presu-


pone una definición más compleja y matizada del escenario criminal y de los
factores que interaccionan en el mismo. Requiere una estrategia�coordinada
y�pluridireccional: el infractor no es el único protagonista del hecho delicti-
vo, ya que otros datos, variables y factores lo configuran. Los programas de
prevención se deben orientar selectivamente hacia todos (espacio físico, hábi-
tat urbano, colectivos de víctimas, clima social, etc.).

8) También se evita el delito previniendo la reincidencia. Sin embargo, sin du-


da, mejor que prevenir más delito, es la producción�o�generación�de�menos
criminalidad. Si cada sociedad tiene el crimen que merece, una política seria y
honesta de prevención tiene que empezar con un esfuerzo de autocrítica sin-
cero y debe revisar los valores que la sociedad oficialmente proclama y prac-
tica. Porque determinados comportamientos criminales, frecuentemente, en-
troncan con ciertos valores (oficiales o subterráneos) de la sociedad cuya am-
bivalencia y equivocidad esencial ampara lecturas y realizaciones delictivas.
© FUOC • PID_00164035 40 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

7. Funciones de la Criminología y modelos de reacción


o respuesta al delito

La Criminología analiza el fenómeno delictivo y sus formas de aparición (fe-


nomenología criminal); lo describe y lo explica con sus técnicas e instrumen-
tal; hace un diagnóstico del mismo causal, científico y etiológico, examinando
los distintos modelos teóricos explicativos de este doloroso problema social y
comunitario (etiología criminal), y aporta una valiosa información, contras-
tada empíricamente, con respecto a la prevención eficaz del delito.

Sin embargo, también corresponde a la Criminología científica una fun-


ción ulterior que se estudia en este apartado: la evaluación�de�la�res-
puesta�social�y�legal�al�delito, ponderando la calidad de la interven-
ción que proponen los distintos sistemas que hay, sus presupuestos, fun-
damentos y efectos.

Hoy, la mencionada evaluación de los sistemas, los modelos y los paradigmas


de respuesta al delito parte del reconocimiento necesario de dos postulados
criminológicos, que disfrutan de amplio consenso científico:

1) La concepción�del�crimen�como�problema�social�y�comunitario (no co-


mo un simple fenómeno patológico, dolencia, epidemia o castigo del cielo,
según metáforas gráficas) obliga a valorar los méritos de un sistema no sólo
en función de su supuesta efectividad, sino de otros parámetros. Parece obvio
que no se tienen que considerar indicadores determinantes de la calidad de un
sistema, ni la capacidad disuasoria (crimen evitado), ni el rendimiento efecti-
vo (crimen castigado), si ciertamente se admite que el crimen es un doloroso
problema social, comunitario, y que es necesario que se trate como tal.

El mejor sistema, pues, el más satisfactorio, no es abanderado de cruzadas ni


guerras santas contra el delito, ni persigue su erradicación de la faz de la tierra
–ni el exterminio del infractor–, sino que articula un control�razonable�del
conflicto, con el menor coste social posible.

2) La pluralidad� de� expectativas, individuales y sociales, antagónicas que


genera el crimen tiene, también, importantes consecuencias con respecto a la
valoración de la respuesta al delito. Porque si el crimen no se concibe como
un duelo simbólico entre el Estado y el infractor, sino como un conflicto real
que implica una pluralidad de protagonistas, con sus intereses y expectativas
legítimos, entonces, lógicamente, la bondad del sistema de reacción al delito
no será sólo, ni de manera prioritaria, el grado de satisfacción de la pretensión
© FUOC • PID_00164035 41 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

punitiva del Estado (castigo del delincuente). Habrá que ponderar, además, las
justas expectativas de la víctima (reparación del daño), del mismo infractor
(resocialización), de la comunidad (pacificación de las relaciones sociales), etc.

La reparación� del� daño� causado, la resocialización� del� infractor y


la pacificación�de�las�relaciones�sociales son, pues, objetivos irrenun-
ciables de cualquier sistema de respuesta al delito y se deben tener en
cuenta en el momento de evaluar la calidad de la intervención en este
complejo problema social.

A este efecto, y desde un punto de vista criminológico, se pueden distinguir


modelos o paradigmas de respuesta al delito según el objetivo que prevalece
en cada sistema:

1) El modelo�disuasorio (prevenir la criminalidad).

2) El modelo�resocializador (reinsertar y rehabilitar al infractor).

3) El modelo�integrador (reparar el daño, conciliar y pacificar las relaciones


sociales).
© FUOC • PID_00164035 42 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

8. El modelo disuasorio clásico

El modelo� clásico� de� respuesta� al� delito pone el acento en la pretensión


punitiva del Estado, en el castigo justo y necesario del delincuente, objetivo
primario cuya satisfacción, se supone, produce unos efectos disuasuasorios y
preventivos saludables en la comunidad.

8.1. Sus postulados

Las bases del modelo clásico de respuesta al delito son:

1) Una cobertura�normativa completa, sin fisuras, de cariz intimidatorio cla-


ro.

2) Una maquinaria�legal bien dotada, eficaz e implacable.

3) Un sistema en perfecto estado de funcionamiento que aplica con rigor y


prontitud las penas y demuestra la seriedad de las comunicaciones legales.

(16)
Por ejemplo, la reparación del
En consecuencia, la prevención eficaz de la criminalidad mediante el daño causado a la víctima, la reso-
cialización del infractor, etc.
impacto�disuasorio�del�sistema constituye el leitmotiv de este paradig-
ma en el que cualquier otro objetivo16 pasa necesariamente a segundo
término.

8.2. Las críticas al modelo disuasorio clásico

Como ya se ha apuntado, este modelo ofrece numerosas objeciones:

1) En primer lugar, porque actúa con una imagen�extremamente�simplifica- Lecturas


dora del mecanismo disuasorio y preventivo, desconociendo que el impacto complementarias

psicológico de la pena no es una magnitud uniforme, homogénea, lineal, sino Sobre el problema de la seve-
relativa, circunstancial, diferenciada, no susceptible de juicios ni pronósticos ridad del castigo, podéis con-
sultar:
generalizadores. F.�Alvira�Martín (1984). "El
efecto disuasorio de la pena".
Estudios Penales y Criminológi-
2) En segundo lugar, porque los modelos disuasorios –por el reduccionismo cos (pág. 11 y sig.). Santiago
que los caracteriza– suelen experimentar una peligrosa inercia que se traduce de Compostela: Universidad
de Santiago de Compostela.
en fórmulas�de�rigor�desmesurado. A.�García-Pablos (1992).
"Programas y estrategias de
prevención del delito". Revis-
3) Por otra parte, hoy ya existe la evidencia empírica irrefutable de que la ta de la Facultad de Derecho
de la Universidad Complutense
severidad�del�castigo (el rigor nominal de la pena) es sólo una de las variables
(núm. 79, pág. 158).
que intervienen en el mecanismo disuasorio, pero no la única ni la principal.
© FUOC • PID_00164035 43 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

4) Para acabar, se puede reprochar al modelo disuasorio clásico la visión�estre-


cha�y�sesgada�del�hecho�delictivo. En efecto, según este modelo, el crimen
sólo expresa un enfrentamiento formal y simbólico entre Estado e infractor
(los dos únicos protagonistas del conflicto). La víctima, pieza aleatoria, fungi-
ble y accidental, no cuenta, o bien ocupa una posición marginal. Y la comuni-
dad parece que es un tercero ajeno al drama, un simple espectador, que delega
en el sistema legal para que aplique su severa cirugía.

Como se sabe, la Criminología empírica actual profesa una imagen mucho


más compleja, realista y dinámica del hecho delictivo y de los factores que
interaccionan en el mismo.

Ante el tradicional monopolio excluyente que ejerció la persona del infractor,


hoy tiene un protagonismo progresivo la figura de la víctima y se asigna un
rol muy activo a la comunidad. Una y otra –víctima y comunidad– tienen un
papel de relevancia notable, tanto en la indagación de la génesis y la etiología
del crimen (modelos teóricos explicativos) como en el diseño de los muy dis-
tintos programas de prevención y de intervención en el problema criminal.

(17)
Finalmente, incluso desde un punto de vista normativo, el modelo disuasorio Artículo 25 de la CE.
clásico manifiesta limitaciones serias y deficiencias por la incompatibilidad es-
(18)
tructural con principios informadores del ordenamiento jurídico, de diferen- Artículos 109 y sig.

te rango jerárquico, que este modelo desconoce o mediatiza. De esta manera,


como prueba del interés prioritario del legislador por la víctima, por ejemplo,
tenemos el mandato constitucional de la resocialización del infractor17 o el
régimen privilegiado de la responsabilidad civil ex delicto (reparación del daño
ocasionado por el delito) que articula el Código penal18, que ocupa en el mo-
delo disuasorio una posición puramente marginal.
© FUOC • PID_00164035 44 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

9. El modelo resocializador

Un segundo modelo o paradigma subraya como objetivo específico y priorita-


rio del sistema (aunque no excluyente) la reinserción�social�del�infractor. En
virtud de un vuelco humanista saludable, el paradigma resocializador reclama
una intervención positiva en el condenado que le facilite el retorno digno a
la comunidad, el pleno reintegro social.

9.1. Los fundamentos teóricos

(19)
Castigar por castigar, en defi-
El modelo� resocializador, por su orientación humanista, traslada el nitiva, es un dogmatismo, o una
crueldad
centro de gravedad del debate sobre las funciones del sistema del efecto
preventivodisuasorio en lo que respecta al impacto positivo y bienhe-
chor en la persona del condenado. El hombre, pues, y no el sistema,
ocupa el centro de la reflexión científica: el hecho decisivo –se piensa,
con buen criterio– no es castigar de manera implacable al culpable19,
sino orientar el cumplimiento y la ejecución del castigo de manera que
pueda reportar alguna utilidad al infractor.

El paradigma resocializador destaca, además, por su realismo. No le interesan


las finalidades ideales de la pena, ni el delincuente abstracto, sino el impacto
real�del�castigo, tal y como éste se cumple, en el condenado concreto de nues-
tro tiempo. No le interesa la pena nominal que consideran los códigos, sino la
que se ejecuta efectivamente en los establecimientos penitenciarios actuales.

El modelo resocializador asume, con todas sus consecuencias, la naturaleza


social�del�problema�criminal. El principio de corresponsabilidad y solidari-
dad social, arraigado de manera normativa con las esencias del Estado (social)
contemporáneo, constituye el soporte teórico de la intervención penal positi-
va en el infractor que se asigna al sistema, entre otros objetivos, como meta
primordial.

Porque, en un Estado social, este modelo no se puede conformar con la aflicti-


vidad de las penas y el efecto disuasorio y preventivo de un engranaje legal en
perfecto estado de funcionamiento: el castigo debe ser útil, también, para el
infractor. No hay castigo peor que el castigo inútil, ni una actitud más recha-
zable que la de quien, en nombre de dogmas o ficciones seudolegitimadoras,
prefiere ignorar los efectos reales de la pena.
© FUOC • PID_00164035 45 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

El paradigma�resocializador propugna, por lo tanto, neutralizar en la


medida en que se pueda los efectos nocivos inherentes al castigo, me-
diante una mejora sustancial del régimen de cumplimiento y ejecución
del mismo. Y, sobre todo, sugiere una intervención�positiva�en�el�con-
denado que, lejos de estigmatizarlo con una marca indeleble, lo habilite
para integrarse y participar por sí mismo en la sociedad, de manera dig-
na y activa, sin traumas, limitaciones ni condicionamientos especiales.

No se trata, por descontado, de alcanzar objetivos sublimes, conversiones mi-


lagrosas, ni cambios cualitativos de personalidad; no hay la pretensión oculta
de hacer del delincuente un individuo nuevo, ni la perniciosa tentación que
denunció William Sargant (1964): "la conquista de la mente humana". Se trata
–eso sí–, en interés exclusivo y real del condenado, y contando con su colabo-
ración efectiva (no sólo con su consentimiento formal), de aplicar unas técni-
cas y unas terapias científicamente avaladas que faciliten la integración social
posterior del infractor, que no lo limiten sino que potencien sus expectativas
y sus posibilidades de participación social.

El ideal resocializador –y la denominada ideología del tratamiento– ha abierto


un doble debate, de características y pretensiones muy distintas: un debate
normativodoctrinal y un debate empírico. Los dos merecen un análisis por
separado.

9.2. El debate doctrinal sobre la resocialización del delincuente

La idea de resocializar al delincuente ha generado en la doctrina penal las


actitudes más dispares:

1) Para unos, se trata de la anhelada alternativa al retribucionismo, y su fracaso


implicaría un retorno inevitable hacia éste. De esta manera se expresa, por
ejemplo, K. Peters, autor que simboliza la lucha sincera por una ejecución
humanitaria de las penas en Alemania desde premisas liberales conservadoras.

2) Para otros, se trata de un imperativo ideológico. Sólo hay que recordar las
democracias populares, partidarias fervorosas y entusiastas de la resocializa-
ción del infractor –del cambio de su actitud interna en el sentido de la moral
socialista–, precisamente por coherencia con el humanismo socialista y la in-
dispensable unidad del Derecho y la moral socialistas.

3) Sin embargo, la idea de resocialización, como la de tratamiento, es radical-


mente ajena a los postulados y a los dogmas del Derecho Penal clásico, que
profesa un retribucionismo que es incompatible. Y la legitimidad del ideal re-
socializador se cuestiona desde las orientaciones científicas progresistas o seu-
© FUOC • PID_00164035 46 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

doprogresistas más diferentes: la denominada Criminología crítica, determi-


nados sectores de la psicología y del psicoanálisis, ciertas corrientes funciona-
listas, neomarxistas e interaccionistas, etc.

4) Algunos, incluso, afirman que la resocialización del delincuente es una sim-


ple utopía, un mito, un engaño o, simplemente, una declaración ideológica,
y propugnan, entonces, como única alternativa válida, la lucha contra las es-
tructuras sociales, la no intervención radical del Derecho Penal o su utópica
supresión.

9.2.1. La evolución del modelo resocializador: de la euforia a la


crisis

Una primera aproximación al problema examinado plantea los interrogantes


siguientes:

a) ¿Cómo se pueden explicar posiciones doctrinales tan enfrentadas en torno


a la cuestión nuclear, fundamental?

b) ¿Por qué, desde presupuestos ideológicos antagónicos, se coincide sin em-


bargo en la aceptación o en el rechazo de los objetivos resocializadores? ¿O,
por qué se discrepa abiertamente desde credos afines?

c) ¿No es extraño que la resocialización del infractor, objetivo tantas veces


exaltado, genere hoy actitudes de escepticismo y desencanto, y que los que son
partidarios del mismo lleguen a declarar que "puede ganar muchas batallas,
pero ha perdido la guerra" (Peters, 1972)?

Sin embargo, la polémica sobre la resocialización del delincuente no es una


polémica vacía, academicista, de simples palabras. Suscita, al contrario, los
problemas más urgentes del Derecho y obliga a replantear su función última.

9.2.2. Antirretribucionismo, concepción asistencial del Derecho


y neorretribucionismo

El pensamiento resocializador no tiene un fundamento filosófico e ideológico


unitario. Más bien, en el mismo se refugian concepciones muy heterogéneas
que sólo comparten el rechazo común de las tesis retribucionistas. Todas, aun-
que por distintas razones, invocan la función resocializadora del castigo: tan-
to las antirretribucionistas radicales, como los partidarios de una orientación
asistencial del Derecho o las neorretribucionistas moderadas, se alinean bajo
el lema de la resocialización.

Sin embargo, en consecuencia, en cada caso tiene un contenido diferente:


© FUOC • PID_00164035 47 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

a) Bajo la bandera de la resocialización militan, en primer lugar, aquellos que


profesan un antirretribucionismo dogmático y que apelan la supresión� del
Derecho�Penal�clásico. La resocialización es su alternativa.

b) Para los partidarios de la concepción asistencial, el Derecho Penal no tiene


que ser un Derecho abocado al hecho cometido, con vocación retributiva (Tat-
vergeltungsstrafrecht), sino un Derecho�resocializador�y�asistencial que pro-
duce efectos bienhechores en la persona del autor (Tätereinwirkungsstrafrecht).
Debe ser un Derecho compensador, reparador de los perjuicios sufridos por la
víctima y rehabilitador del delincuente, que considera el crimen un accidente
social doloroso y las sanciones penales, unos remedios asistenciales.

Esta orientación tiene un gran predicamento en el ámbito específico de la


ejecución de las penas y en el de la reparación del daño en favor de la víctima,
pero encuentra serios obstáculos en los conflictos criminales graves, en los
que todavía es controvertida una respuesta al delito puramente asistencial y
rehabilitadora, y, sin duda, considerarlo como un simple accidente social.

c) Para acabar, también se apela a la resocialización desde una política crimi-


nal determinada que persigue la adaptación coactiva del infractor al statu quo
mediante un Derecho�Penal�eficaz.

Aunque el concepto mencionado se contraponga con el de retribución, se tra-


ta, sin embargo, de una versión moderna y actualizada del retribucionismo, ya
que las pretensiones de eficacia, defensismo y adaptación coactiva del delin-
cuente las asegura precisamente mediante los programas de resocialización.

Sin embargo, este neorretribucionismo puede ser aún más nocivo que el re-
tribucionismo del siglo pasado, expresión del Derecho Penal liberal de la épo-
ca, porque el pensamiento de la resocialización no está necesariamente com-
prometido con una tradición liberal ni ha dado, hasta el momento, ninguna
prueba de esto.

9.2.3. Los problemas que suscita el concepto de resocialización

El concepto de resocialización plantea numerosos interrogantes.

a) Se discute el encuadre� sistemático o el ámbito, es decir, si la polémica


sobre la resocialización del infractor interesa al ámbito de la teoría de la pena
(esencia y finalidades del castigo) o el más limitado y modesto de su ejecución.

b) Se cuestiona, también, la concepción�del�proceso�resocializador de apro-


ximación del individuo a las pautas y a los modelos sociales: si se tiene que
entender en un sentido funcional (adaptación), o en otro más profundo, que
supone modificaciones cualitativas de la personalidad del delincuente (correc-
ción, mejora, enmienda, etc.).
© FUOC • PID_00164035 48 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

c) La dinámica�del�proceso mencionado y el grado�final�de�acercamiento o


identificación del individuo a las exigencias sociales son objeto, también, de
vivas polémicas, como sucede con el problema de la legitimidad de los medios
que, en cada caso, se utilicen para conseguir el ideal resocializador.

1)�Fundamento�de�la�pena�o�finalidad�de�su�ejecución

Un sector de la doctrina, en efecto, considera que la resocialización del culpa-


ble es el fundamento de toda la función penal: la razón de ser del sistema. Otro,
actualmente mayoritario, parte de la distinción entre finalidades de la pena
y finalidades de la ejecución de la pena –distinción artificial– y entiende que
el objetivo resocializador afecta sólo y exclusivamente al ámbito limitado y
concreto de la ejecución de las penas, como principio orientador de ésta. Con
esto, se otorga al concepto de resocialización un contenido mínimo y se con-
vierte en sinónimo de ejecución humanitaria del castigo (Bacigalupo, 1978).

2)�Naturaleza�del�proceso�de�adaptación�del�individuo�a�los�valores�del
grupo

La discusión en torno a la naturaleza del proceso de adaptación del condenado


a las pautas y a los modelos sociales tiene una mayor trascendencia: si se debe
entender en la acepción estrictamente funcional, neutra desde un punto de
vista axiológico, o, al contrario, con pretensiones moralizadoras, pedagógicas
y correccionales más ambiciosas.

La teoría�de�la�socialización y la teoría�correccional representan las dos po-


siciones antagónicas:

a) La teoría de la socialización atribuye el delito a un déficit, defecto o trastorno


en los procesos de socialización, que ocasiona el aislamiento del infractor, y su
conflicto con las pautas y las exigencias sociales. En consecuencia, el objetivo
prioritario de la intervención punitiva es la integración�del�delincuente en
el mundo de sus conciudadanos, en las colectividades sociales básicas (fami-
lia, escuela, profesión, etc.), y darle la asistencia necesaria para que supere el
aislamiento y asuma su responsabilidad (resocialización o integración social).

Sin embargo, y aunque el concepto de resocialización que utiliza esta teoría


se define asépticamente como una simple adaptación funcional a la colecti-
vidad, hay que cuestionar la neutralidad axiológica pretendida, ya que el tér-
mino evoca que el infractor asume de manera ritual y coactiva los valores, los
modelos y las pautas de conducta del grupo.

b) La teoría correccional, al contrario, pone el acento más en las transforma-


ciones�cualitativas que debe experimentar el infractor mediante la pena, en
su actitud interna, en su voluntad, que en la reinserción social posterior.
© FUOC • PID_00164035 49 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Para las teorías correccionales, el delincuente es una persona desvalida, nece- Ejemplo
sitada de ayuda e incapaz de dirigir libremente su curso vital. Y el delito es
Los modelos correccionalistas
consecuencia de una voluntad débil que debe ser corregida y enmendada, de son proclives a todo tipo de
manera que la función penal da paso a una función tutelar genuina e indivi- excesos por el cariz utópico y
maximalista que los caracteri-
dualizada, protectora del delincuente: una pedagogía correccional que apro- za.

xima el tratamiento a un auténtico cuidado de almas.

3)� Programas� resocializadores� máximos,� programas� mínimos� y� terceras


vías

La doctrina discute, también, qué grado de aproximación o de identificación


con los valores sociales exige el ideal resocializador del culpable. Hoy la polé-
mica gira en torno a dos opciones:

a) Considerar suficiente la actitud externa del infractor de respeto a la ley y


el razonable pronóstico de no reincidencia, es decir, los programas�mínimos.
Estos programas, como se verá, plantean un problema de credibilidad, de efec-
tividad, porque vacían de contenido el concepto de resocialización.

b) Reclamar que, más allá de la simple conformidad formal del condenado


con los valores sociales, esté auténticamente convencido moralmente de los
mismos y que los acate internamente, es decir, los programas�máximos. Sus-
citan serias objeciones con respecto a la legitimidad de una intervención de
estas pretensiones en el marco de la sociedad plural y democrática.

Un sector doctrinal minoritario, para acabar, ha creído encontrar en la peda-


gogía de la autodeterminación la deseada tercera�vía. Sin embargo, toda tera-
pia emancipadora implica necesariamente una imposición si se vehicula por
la ejecución penal. Y aunque se propugne lo contrario, no es fácil imaginarse
ninguna terapia social autodeterminadora libre de toda carga valorativa, neu-
tra.

4)�Finalidad�real�de�los�programas�resocializadores

Los programas resocializadores pueden perseguir realmente finalidades tute-


lares o asistenciales, o encubrir designios defensistas. Esto depende más de la
imagen que profesan del delincuente que de declaraciones de principios so-
lemnes:

a) Las tesis� radicales� de� la� prevención� especial conciben el castigo como
un remedio defensivo de la sociedad, y la reincorporación del condenado a
ésta no actúa como una meta u objetivo del sistema, sino como una simple
consecuencia lógica que se deriva de la inocuidad previa de un sujeto que ha
dejado de ser peligroso.
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b) El correccionalismo, por su parte, ve en el delincuente la imagen de un


ser inválido, disminuido, incapaz de regir responsablemente su vida en razón
de un déficit interior que le afecta a la voluntad. El pietismo paternalista del
pensamiento correccional asigna al sistema una función pedagógica y cura-
dora que restaura el equilibrio que el delincuente perdió en el orden moral.
De esta manera, el castigo se considera un bien en sí mismo y se prescribe en
La aplicación
interés del delincuente. En este esquema teórico, la idea de la resocialización, de una terapia
pedagógica
entendida como reincorporación natural del delincuente a la sociedad, una oportuna se
considera
una vía
vez ha compensado el déficit gracias a la terapia pedagógica oportuna, es un eficaz para la
resocialización
objetivo primordial del Derecho Penal, y la tutela social prescrita a su favor de los
delincuentes.
En la imagen,
es una consecuencia de la corrección y la enmienda necesarias. La resocializa- internos
trabajando
ción del infractor es más una utopía romántica y paternalista, que un pretexto en un taller
en la prisión
francesa de
defensista basto. Metz-Queuleu.

c) La denominada defensa�social representa una opción autónoma e inter-


media, con respecto al movimiento de política criminal que concilia la lucha
contra el delito eficaz y el objetivo humanista de la resocialización del infrac-
tor o su retorno a la comunidad jurídica en condiciones de llevar a cabo una
vida social libre y consciente. Para la defensa social, el delincuente no es un
animal salvaje y peligroso, ni un desvalido, ni un retrasado social, sino un
miembro de la sociedad, la cual lo debe comprender y recuperar. Y la reso-
cialización es un objetivo realista, viable, que se puede alcanzar mediante el
tratamiento científico adecuado y la coordinación de los saberes penalógicos,
criminológicos y penitenciarios.

d) Para el marxismo, para acabar, el delincuente es la víctima de las estructu- Lectura complementaria
ras criminógenas de la sociedad capitalista: en realidad, quien se tendría que
F.�Muñoz�Conde (1979). "La
resocializar, por lo tanto, no es el condenado, sino la sociedad misma. En con- resocialización del delincuen-
secuencia, desde la óptica marxista, la resocialización del delincuente (en el te, análisis y crítica de un
mito". Cuadernos de Política
modelo de sociedad capitalista) merece el calificativo de mito o de engaño, Criminal (núm. 7, pág. 91 y
sig.).
ya que mediante esta sociedad se imponen al individuo los valores de la clase
dominante, de la sociedad burguesa, y se perpetúa el statu quo.

Al menos, y con independencia de la polémica doctrinal reseñada –y de


las coordenadas ideológicas–, una función penal resocializadora y hu-
manitaria, en interés real del recluso y no por móviles sociales defensis-
tas, es hoy una meta anhelada, que se distingue como última fase en el
proceso histórico de evolución del Estado y del Derecho.

5)�El�pensamiento�de�la�resocialización.�Recapitulación�final:�argumentos
a�favor�y�en�contra�del�ideal�resocializador
© FUOC • PID_00164035 51 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

En el momento de hacer un balance final sobre el debate analizado, hay que


resumir los argumentos que se han utilizado a favor y en contra del ideal re-
socializador.

A favor de la resocialización del delincuente como objetivo prioritario de la


función penal, hay razones poderosas de distinta índole:

a) Desde un punto de vista metodológico, el ideal resocializador ha significa-


do un vuelco humanista positivo de la función penal hacia lo concreto y real:
hacia el condenado, ya que pone de manifiesto el abismo profundo que separa
la teoría de la praxis y la necesidad de juzgar el sistema penal por el impacto
que recibe la persona que lo sufre. Este enfoque�realista�y�racionalizador ha
contribuido a la desmitificación de la polémica sobre las finalidades del cas-
tigo, el cual no adquiere una naturaleza mágica, ni ritual, sino estrictamente
instrumental: la pena, en definitiva, es sólo un medio, que se legitima si pro-
duce un efecto positivo.

b) Por otra parte, las tesis resocializadoras se avienen mejor al modelo de Es-
tado social e intervencionista de nuestro tiempo. El Derecho Penal clásico y
liberal no podía admitir la idea de la resocialización ni la del tratamiento del
delincuente, ya que eran incompatibles con sus dogmas. Al contrario, el Esta-
do�social, preocupado por las causas del crimen –y por la reincidencia–, asu-
mió pronto la bandera de la resocialización y encontró en el tratamiento del
infractor el arma capaz de paliar con eficacia el fracaso de la pena retributiva.

c) Finalmente, y en términos de política criminal, la idea resocializadora parece


que es la tercera�vía o la solución al dilema tradicional que enfrenta el ideario
retribucionista a la simple utopía. En efecto, si se asume la realidad última del
castigo y el alto precio de toda utopía revolucionaria, que suele abandonar al
condenado a su suerte, con la finalidad de un futuro social espléndido que
nunca llega o que tarda demasiado en llegar, el objetivo resocializador orienta
la pena a finalidades racionales y humanas que interesan tanto al infractor
como a la comunidad. El castigo deja de ser una cuestión de principios, un
resorte dialéctico o un remedio mágico que restaura la señoría del Derecho y
que permite la reconciliación sublime del infractor consigo mismo y con la
sociedad, y se concibe como lo que es realmente: una amarga necesidad.

En contra de la resocialización del delincuente como finalidad del sistema


penal (y del tratamiento resocializador como objetivo de la ejecución de la
pena), se han formulado distintas objeciones:

a) Políticamente, se ha dicho, el pensamiento de la resocialización potencia


la intervención�punitiva�del�Estado, en lugar de limitarla. Sugiere un efecto
cualitativo del castigo en el infractor, sutil pero intenso, incompatible con las
premisas del Derecho Penal clásico liberal. La historia ha demostrado, por otra
parte, que objetivos tan sublimes suelen ser proclives a todo tipo de excesos y
© FUOC • PID_00164035 52 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

manipulaciones, por lo que, puesto que la idea resocializadora no tiene ante-


cedentes en regímenes liberales, tranquiliza poco el humanismo del que hacen
gala algunos de sus partidarios.

b) Desde la teoría de las finalidades de la pena, un análisis histórico y socio-


lógico demuestra que la pena no se justifica por razones o móviles resocializa-
dores, sino por razones�de�control: no castigamos para resocializar, ni es éste
el motivo por el cual se criminalizan ciertos comportamientos.

Una función penal exclusivamente o prioritariamente orientada a la resociali-


zación del infractor compromete, además, las exigencias de la prevención ge-
neral. En efecto, la defensa del orden social eficaz obliga no sólo a fijarse en los
infractores necesitados de resocialización (que son los menos), sino también
en los que no la necesitan (si han delinquido) y, sin duda, de manera disuaso-
ria y preventiva, en los delincuentes potenciales.

(20)
Hacer absoluto el objetivo resocializador conduce, de hecho, a un Derecho Por ejemplo, los delincuentes
ocasionales.
Penal de medidas inseguro e implica, al menos, un desconocimiento flagrante
de la realidad. Porque sólo pocos infractores necesitan ser resocializados, pue- (21)
Por ejemplo, los plurirreinciden-
den serlo y quieren cooperar en el tratamiento rehabilitador. Muchos otros no tes y los habituales incorregibles.
requieren ninguna rehabilitación porque están perfectamente socializados20,
o ya no son susceptibles de esto21, o rechazan cualquier intervención resocia-
lizadora, invocando, con legitimidad para hacerlo, el Derecho a no ser tratado.

c) El pensamiento resocializador, como ha apuntado la doctrina, pone el acen-


to en la dignidad del infractor unilateralmente e ignora los intereses no menos
legítimos de la víctima. Y no puede armonizar con coherencia dos principios
antagónicos: la naturaleza de la pena (la pena, como retribución del hecho
culpable, es un mal) y su incidencia positiva en el delincuente (la pena como
bien que se prescribe en interés del infractor). La distinción artificiosa que al-
gunos propugnan entre una conminación legal abstracta dirigida a finalidades
prevencionistas (en interés de la sociedad) y una ejecución de la pena concre-
ta, orientada a objetivos resocializadores (en bien del infractor), no resuelve
la contradicción.

d) Tampoco es pacífica la filosofía�de�la�adaptación, ya que el juicio de fu-


turo sobre la necesidad de resocialización o el éxito del tratamiento indicado
no tienen bases científicas sólidas. Y todo pronóstico sobre la personalidad
de un individuo, basado en una manifestación concreta o en una perspecti-
va aislada, parece sesgado y parcial. Además, difícilmente se puede utilizar la
pena como instrumento resocializador válido, porque la pena estigmatiza, no
rehabilita. No limpia, mancha. ¿Cómo se puede apelar a su función resociali-
zadora cuando consta empíricamente todo lo contrario? ¿Cómo se explican
el impacto rehabilitador del castigo y la reinserción social del condenado, si
© FUOC • PID_00164035 53 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

socialmente se suele considerar más el simple hecho de haber cumplido la pe-


na que la comisión del delito, lo cual implica un demérito grave a los ojos de
los conciudadanos?

(22)
e) Finalmente, se ha advertido que ciertas penas en vigencia son radicalmen- Por ejemplo, penas privativas
22 de libertad de larga duración.
te incompatibles con objetivos resocializadores . Y que la tendencia a la pre-
vención general en la respuesta�de�los�ordenamientos�jurídicos�modernos
a parcelas de la criminalidad significativas de nuestro tiempo (delincuencia
política, criminalidad económica y financiera, tráfico, drogas y narcotráfico,
contravenciones, etc.) es muy pronunciada, lo cual pugna, de hecho, con las
declaraciones programáticas solemnes en favor de la resocialización del delin-
cuente.

f) Sin embargo, la oposición actual más encarnizada al ideal resocializador es


una oposición�ideológica, que cuestiona la legitimidad misma del tratamien-
to rehabilitador y el impacto presuntamente positivo que tiene. La tesis men-
cionada parte de la concepción del crimen como producto social y culpabiliza
las estructuras sociales. Su lema se puede resumir con una simple aserción: que
se resocialice a la sociedad, no al condenado.

• Se objeta al tratamiento, para empezar, la ineficacia radical e, incluso, el


impacto necesariamente antipedagógico que tiene, porque se considera
absurda la pretensión de adaptar a una persona a la sociedad aislándola,
sin embargo, de manera coactiva, de la sociedad. De una intervención tan
contradictoria, advierte Simson, sólo hay que esperar una terapia desinto-
xicadora, purificadora, pero nada más.

• Se reprocha al tratamiento, también, el afán manipulador: implica –se di-


ce– una injerencia ilegítima en los Derechos fundamentales del recluso,
que deja de ser sujeto para convertirse en su objeto.

• Para acabar, se observa que el tratamiento en el seno de las instituciones


penitenciarias no puede producir un efecto resocializador, ya que la par-
ticipación del recluso en la subcultura carcelaria le obliga a asumir y a in-
teriorizar sus valores: valores criminales antagónicos a los de la sociedad
oficial (García-Valdés, 1992).

Desde la obra de Clemmer se admite que hay un código�del�recluso, así co-


mo un proceso de adaptación de éste a la subcultura carcelaria, cuyos pasos
intermedios son los siguientes.

• La desculturalización: pérdida de las capacidades vitales y sociales míni-


mas para la vida en libertad, del control situacional, de la propia iniciativa
y de la autorresponsabilidad.
© FUOC • PID_00164035 54 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

• La prisionización: asunción del código de valores, usos y tradiciones de


la vida penitenciaria.

9.3. El debate criminológico sobre la resocialización del


condenado

Es un debate�científico�empírico, libre, por lo tanto, de especulaciones, de


actitudes puramente ideológicas o de torneos oratorios estériles. Trata de he-
chos concretos, sobre realidades constatables, y discurre en el ámbito o la es-
fera del ser, no del mundo normativo del debe ser.

La Criminología se interesa sobremanera en verificar científicamente si se pue-


de hacer una intervención positiva, bienhechora, en el infractor por medio
de la ejecución de la pena. Si se puede diseñar, con criterios empíricos, una
intervención�penitenciaria que favorezca que el recluso adquiera patrones
de conducta prosociales. Qué objetivos concretos se tendrían que perseguir y
cómo se debería orientar la Administración penitenciaria y la ejecución penal
para alcanzarlos. Qué modelo de tratamiento y qué técnicas concretas de in-
tervención son las más adecuadas: cuáles se están utilizando actualmente y
con qué resultados.

El debate presupone, como es lógico, la colaboración�libre�y�decidida


del�condenado, ya que, de otra manera, cualquier intervención es re-
chazable: tanto desde un punto de vista ético, como estrictamente pe-
dagógico. Sin voluntad real del condenado no se puede hablar de trata-
miento sino de manipulación, de adoctrinamiento, y surge el fantasma
de la naranja mecánica.

(23)
Una vez transcurrida ya una década desde que se aprobó la Ley� Orgánica El significado de las siglas y las
23 abreviaciones de este módulo lo
General�Penitenciaria�(LOGP) –ley que consagra de manera normativa el encontraréis en el glosario.
modelo de intervención científica en las prisiones españolas–, parece que hay
un optimismo razonable entre los expertos con respecto a las posibilidades y al
futuro próximo de los programas de resocialización del condenado, tomando
como base la experiencia obtenida a lo largo de los dos últimos lustros.

Todo parece indicar que mediante la ejecución penal se pueden obtener resul-
tados�positivos�entre�niveles: evitando que los internos aprendan actitudes y
hábitos delictivos nuevos, influyendo sobre el comportamiento en la prisión
e incidiendo en la conducta futura de los condenados (Gómez, 1979).

Una evaluación realista del esfuerzo desplegado durante el periodo menciona-


do presenta tres conclusiones:
© FUOC • PID_00164035 55 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

(24)
1) Si se opta por un determinado modelo integrador y científico de interven- Aislamiento, inmersión en la
subcultura carcelaria, etc
ción (que no es el medicoclínico tradicional), es viable la reestructuración
positiva�de�la�realidad�carcelaria, del hábitat penitenciario, y se pueden con- (25)
Por ejemplo actividades de
24 25
trolar sus efectos más nocivos y generar otros satisfactorios para el recluso . aprendizaje, adquisición de expec-
tativas de futuro prosociales, su-
peración de adicciones, etc.
2) Si se desarrolla el modelo psicoeducativo mencionado, basado en los pos-
tulados de la psicología del aprendizaje social y operante, en la reeducación
cognitiva y su definida orientación comunitaria, se progresa hacia una ejecu-
ción de la pena privativa de libertad más racional y humana, que da lugar a
otras formas�de�sanción diferentes en el futuro.

3) La noción del tratamiento mencionada, que atiende más a miras educati-


vas que clínicas y se estructura para dispensar prestaciones sociales –no para
ejercer control (predominio de esquemas organizadores sobre los prioritaria-
mente retributivos)–, representa una versión moderna, legítima y realista del
polémico concepto�de�resocialización. Porque no limita, sino que enriquece
y mejora la calidad de vida del condenado, sus expectativas y oportunidades
vocacionales, sus relaciones interpersonales: su panorama vital de futuro.

Una intervención concebida así no manipula al recluso, ni lo rebaja a la


condición de objeto, ya que no persigue imponerle concepciones mo-
rales determinadas, ni cambios cualitativos de su personalidad median-
te adoctrinamientos sutiles y lavados de cerebro, sino que, al contra-
rio, persigue que amplíe el mapa cognitivo, que potencie sus aptitudes,
habilidades y competencias sociales, dotarlo de medios e instrumentos
operativos para que participe en la comunidad eficazmente. Cuando
menos, es una oferta, no una imposición.

9.3.1. El concepto restrictivo de tratamiento (medicoclínico)

Jesús�Alarcón, cuando evalúa los resultados del tratamiento penitenciario du- Lectura complementaria
rante los dos últimos lustros, llega a conclusiones menos optimistas.
Para conocer mejor la muy
autorizada opinión de este
Según Alarcón (1989), sólo se ha conseguido mejorar el sistema de clasifica- autor, podéis ver:
J.�Alarcón (1989). "El trata-
ción de los reclusos, ya que se ha invertido la tendencia tradicional al régimen miento penitenciario en el
cerrado (predominio actual del régimen ordinario y del régimen abierto). Sin primer decenio de la Ley or-
gánica general penitenciaría".
embargo, según él, no se ha desarrollado el tratamiento científico y resocia- Revista de Estudios Penitencia-
lizador del recluso con los programas oportunos en el ámbito penitenciario rios (extra, núm. 1, pág. 11 y
sig.).
(tratamiento en sentido estricto).

Esta opinión presupone un modelo concreto de tratamiento y de estructura-


ción de la intervención penitenciaria que no lo comparte la doctrina mayori-
taria.
© FUOC • PID_00164035 56 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

9.3.2. El concepto actual de intervención y sus bases

(26)
En lo que respecta a la intervención penitenciaria tradicional, eran obvias las Por ejemplo, programas am-
bientales, animación sociocultural,
limitaciones y los condicionamientos. El enfoque medicoclínico presuponía
trabajo, educación, formación aca-
implícitamente la errónea concepción patológica del condenado. Y este diag- démica, terapia ocupacional, etc.

nóstico, al mismo tiempo, comportaba una interpretación restrictiva del tra-


tamiento, del cual se tendría que excluir toda actividad no específicamente
dirigida a neutralizar las causas de la conducta delictiva26.

No obstante, esta comprensión del tratamiento, elitista y cuasimistérica, no


conoce las necesidades de la realidad carcelaria de hoy, que no debe quedar
pasiva hasta la llegada de un futuro ideal lejano. Ni, incluso, las posibilidades
que la realidad mencionada ofrece con respecto a una intervención positiva
en los condenados, con los medios y los conocimientos actuales.

Parece, pues, imprescindible una noción�amplia�e�integradora�de�interven-


ción, que supere el concepto tradicional de tratamiento, por las razones si-
guientes:

(27)
1) Porque el recluso no se tiene que considerar un enfermo, ni parece correcto La víctima, la sociedad general,
27 los operadores del sistema, etc.
ignorar que, en la intervención penitenciaria, hay otros sujetos implicados .
(28)
Orden interior, violencia, edu-
2) Porque hay que reconocer que corresponde a la Administración peniten- cación, clima social, motivación de
los reclusos, masificación, etc.
ciaria no sólo velar por una ejecución de la pena que favorezca la reinserción
social del recluso (objetivo último), sino que, también, le corresponde resolver
muchos otros problemas que, cuando menos, condicionan la consecución del
objetivo y reclaman una intervención eficaz28 (Redondo, 1989).

3) Finalmente, porque, una vez definida la institución carcelaria como orga-


nización y medio total de vida, no hay que continuar manteniendo una dico-
tomía drástica entre actividades de régimen y actividades de tratamiento: al
contrario, es necesario instrumentar una intervención penitenciaria en las dis-
tintas áreas (normativa, asistencial, cultural, laboral, terapéutica, etc.), pluri-
dimensional y omnicomprensiva, que procure, como meta inmediata, la me-
jor convivencia posible en la prisión, y, como finalidad mediata, la reinserción
social del recluso (García, 1987).
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Tradicionalmente, el concepto�de�tratamiento se ha entendido en la


acepción clínica y restrictiva como conjunto de actividades específica-
mente y exclusivamente dirigido a la neutralización etiológica del com-
portamiento criminal concreto, que sólo tiene en cuenta a la persona
del condenado y el virus inaprehensible causante del delito –verdadera
entelequia. A pesar de esto, con el objeto de la futura reinserción social,
tiene que prosperar un concepto pluridimensional, amplio y realista de
intervención, de naturaleza psicoeducativa y de contenido asistencial,
que pondere las expectativas y las exigencias de todos los implicados
en la función penal y que oriente la función penal de manera que los
distintos ámbitos de la vida carcelaria cotidiana incidan positivamente
en el recluso. Asimismo, debe abordar de manera satisfactoria los pro-
blemas diarios de la prisión y contribuir a una reinserción posterior del
condenado.

En este sentido, cuestiones como el clima de convivencia en la prisión, la ani-


mación sociocultural, la arquitectura carcelaria, la estructura organizativa, la
política de permisos, la asistencia social pospenitenciaria, las medidas adop-
tadas en relación con la droga o el sida de la población reclusa, no pueden
quedar al margen de una intervención bien diseñada.

Una
9.3.3. El marco de la intervención: el modelo clásico frente al intervención
penitenciaria
modelo ambientalista bien diseñada
que comprenda
las distintas
áreas
(asistencial,
Con respecto al marco de la intervención penitenciaria (marco espacial, am- cultural,
etc.) incidirá
positivamente
biental e institucional), parece, también, necesario corregir algunos vicios del en los reclusos
y en su
reinserción
modelo clásico que determinaron el fracaso del tratamiento rehabilitador tra- posterior. En
la imagen,
dicional en el ámbito carcelario, y asumieron ahora los postulados de la eco- internos en
la sala de
juegos de una
logía humana y social y de la psicología ambiental. prisión de la
antigua Unión
Soviética.

En el modelo�clásico, predominaron siempre las medidas estructurales sobre


las de naturaleza organizativa y las de control negativo (sanciones) frente a las
de control positivo (reforzamiento de los comportamientos satisfactorios de
los reclusos). Prevaleció una atribución internalista de la conducta del conde-
nado, ya que se negó relevancia causal a los factores ambientales. Y se deposi-
taron esperanzas ciegas en el cambio positivo de las prisiones, y de los inter-
nos, sin introducir los programas de intervención oportunos.
© FUOC • PID_00164035 58 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Ejemplo
El modelo ambientalista, al contrario, subraya la importancia del medio
físico y del diseño arquitectónico carcelario, del clima de convivencia o Numerosos estudios demues-
tran que factores como el ha-
ambiente en las prisiones, del nivel de participación y motivación de los cinamiento, el clima social car-
celario o la violencia en la pri-
internos en los diferentes programas de actividades, y reclama el análisis sión condicionan decisivamen-
empírico de la institución misma, de los elementos que la integran y te el comportamiento de los
internos (Nieto, 1988).
de las relaciones que tienen con la conducta de los que conviven en
ésta. El vuelco que este nuevo paradigma representa está avalado por
investigaciones empíricas fiables en el marco de la psicología ambiental
y la ecología social.

9.3.4. Problemas y retos de los programas de intervención

Cualquier modelo de intervención se tiene que enfrentar a una serie de retos


y problemas, estructurales, funcionales, relacionales y estrictamente técnicos:

1) La intervención penitenciaria parte ya de una limitación�o�condiciona-


miento�estructural, derivada del escenario en el que tiene lugar. La clase de
programa que se pretenda llevar a cabo, el perfil de los internos, las posibilida-
des del personal y la eventual participación comunitaria, entre otras variables,
determinarán la manera en la que se debe estructurar la prisión con el fin de
no frustrar el éxito de los programas resocializadores. El modo en el que se
debe disponer el escenario de la comunidad (setting) para llevar a cabo satis-
factoriamente un programa de intervención es un segundo problema previo
de importancia capital.

2) Sobre la intervención penitenciaria gravitan, también, limitaciones�fun-


cionales, propias del rol y las actividades que tienen que desplegar los diferen-
tes profesionales implicados, en el programa rehabilitador. Todo esto explica
el crédito del que disfruta el régimen de prisión abierta, según algunos el más
adecuado para conseguir los objetivos resocializadores.

3) Desde un punto de vista relacional, parece obvio que todo programa de


intervención debe romper el aislamiento comunitario tradicional de la insti-
tución carcelaria, y tiene que establecer una vinculación�profunda�entre�co-
munidad�y�prisión. Hoy, de hecho, se considera fundamental implicar a la
comunidad en los programas de rehabilitación y continúa constituyendo un
reto la articulación correcta de los recursos comunitarios y los servicios pro-
fesionales.

4) Técnicamente, desde la simple óptica pedagógica y del aprendizaje, los pro-


gramas de intervención suscitan varios problemas:
© FUOC • PID_00164035 59 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

(29)
a) El primero es la existencia del conocido mecanismo�del�contracontrol, que Código del recluso.
dificulta la eficacia de los programas resocializadores porque les contrapone
otras normas y pautas antagónicas que rigen en el seno de las subculturas
29
carcelarias .

b) Una dificultad adicional específica de los programas penitenciarios de reha-


bilitación es la denominada ausencia� o� déficit� de� generalización de estos
programas. Es decir, según todas las evaluaciones empíricas, hay serios obs-
táculos para que los ex condenados, una vez recuperada la libertad, lleven a
la práctica en sus ambientes habituales todo lo que aprendieron, como inter-
nos, en los establecimientos penitenciarios, por el cambio de escenario tras-
cendental que supone la excarcelación. Precisamente, esta dificultad explica,
en parte, el éxito de los programas comunitarios.

9.3.5. Crisis de las tipologías tradicionales de delincuentes y el


concepto moderno de carrera criminal

(30)
La psicología y las ciencias de la educación investigan qué clase de tratamiento Por ejemplo, el análisis de clús-
ter, como el MMPI.
es el más indicado a propósito de cada delincuente o grupo de delincuentes, ya
que, tanto si el tratamiento se lleva a cabo en la prisión como en la comunidad,
parece imprescindible una intervención diferencial o prescriptiva. Con esta
finalidad, se ha actuado tradicionalmente con tipologías o clasificaciones de
delincuentes, que hoy se han perfeccionado mucho con la ayuda de técnicas
de investigación modernas30. No obstante, las tipologías tienen una utilidad
mucho más modesta: se encuentran en crisis.

Las tipologías�clásicas han fracasado. Ni como instrumento de predicción de


la reincidencia, ni como estrategia maximizadora de los efectos del tratamien-
to pueden mostrar un balance favorable. Su capacidad de diagnóstico, indica-
dor de la intervención preventiva más idónea, ha sido, generalmente decep-
cionante. Esto es así, quizá, porque no captan el aspecto dinámico y situacio-
nal de la conducta delictiva, sino sólo rasgos concretos de la personalidad del
infractor y determinadas características fenomenológicas del hecho delictivo,
lo cual no permite aventurar su futuro comportamiento ni los factores que
interaccionarán cuando abandone la prisión.

La aproximación tipológica parece, también, poco útil para el análisis causal,


etiológico: no aclara ni explica el proceso que culmina, en cada tipo, en la
conducta delictiva, la génesis o la dinámica del comportamiento criminal. To-
do parece indicar, pues, que la metodología mencionada sólo tiene un poder
heurístico o interpretativo, muy modesto.

En su lugar, al contrario, gana terreno de manera progresiva una nueva cate-


goría conceptual y más útil metodológicamente: la de la carrera�criminal.
© FUOC • PID_00164035 60 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

(31)
Esta categoría permite diseñar métodos longitudinales31 y no carga con la hi- Los métodos longitudinales son
muy indicados, por ejemplo, para
poteca de los rasgos o las categorías gnoseológicas preestablecidas, que suelen el estudio de la reincidencia.
pesar sobre las investigaciones de base tipológica de manera apriorística. Ex-
presa, sin más, una evidencia empírica: que ciertas variables aparecen asocia-
das, de manera significativa, a la iniciación y al mantenimiento del compor-
tamiento delictivo de una persona. La operatividad de las carreras delictivas
a efectos penitenciarios (clasificación, progresión de grado, libertad condicio-
nal, etc.) parece, también, indiscutible.

El concepto de carrera delictiva tiene más interés si se relaciona con el


de la competencia�psicosocial.

Todo parece indicar, por lo tanto, que las investigaciones sobre carre-
ras delictivas, matizadas por el principio de la competencia psicosocial,
pueden aportar una información empírica valiosa con respecto a la gé-
nesis y la dinámica del comportamiento delictivo, aclarando las varia-
bles y los factores del proceso, y con respecto al diseño de los programas
de intervención más adecuados, con el objeto de promover los recursos
personales y sociales del condenado y su participación social efectiva.

9.3.6. Modelos de intervención: clasificación

El modelo de intervención concreto por el cual se opte tiene, como es


lógico, una relación directa con el modelo teórico explicativo de la con-
ducta criminal. Analizar etiológicamente un fenómeno e intervenir en
el mismo oportunamente constituyen, no en vano, dos planes lógicos
e inescindibles, las dos caras de una moneda.

A estos efectos, hay que distinguir distintas clases�de�modelos:

1) El modelo�disuasorio�o�intimidatorio se basa en la premisa de que la con-


ducta delictiva es un acto o decisión racional, de manera que el infractor po-
tencial pondera las ventajas y los inconvenientes del comportamiento, y opta
por respetar la ley si concluye que los costes del crimen (castigo, etc.) son más
caros que los beneficios que se derivan de la comisión del delito.

Según la experiencia empírica, los programas de intervención y de tratamiento


que se basan en este modelo no parece que hayan cultivado éxitos notables.
Todo lo contrario.

2) Los modelos�teóricos�de�cariz�sociológico, muy distintos, que atribuyen


el crimen a procesos, causas y conflictos sociales, han aclarado, sin duda, la
génesis y la etiología del fenómeno delictivo, pero el esfuerzo llevado a cabo,
© FUOC • PID_00164035 61 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

con éxito, en el ámbito causal y explicativo no se ha visto acompañado de


un interés parecido con respecto al diseño de programas de intervención y de
tratamiento rehabilitador del delincuente.

3) Un tercer modelo es el modelo�médico, que desde su prisma patologiza-


dor, ve en la conducta delictiva el simple síntoma de una enfermedad o tras-
torno psicopatológico subyacente, la necesidad de cuidado mediante la tera-
pia oportuna. Puesto que su premisa es falsa, no puede extrañar que tampoco
produzca resultados rehabilitadores satisfactorios una praxis que base en ésta
la intervención penitenciaria.

Todavía más: el déficit científico-empírico de los denominados programas co-


rreccionales se encuentra no tanto en la falta de solidez de los postulados teó-
ricos como en la ausencia absoluta de marco o modelo. Este vacío conceptual
y referencial condena al fracaso cualquier esfuerzo bienintencionado.

(32)
4) Frente a los modelos mencionados, gana adeptos un nuevo paradigma�psi- En actitudes, habilidades, razo-
namientos, etc. que se requieren
cosocial, de cariz educativo, relativamente autónomo y desvinculado de las
para el ajuste social correcto.
teorías explicativas del crimen, que pretende neutralizar ciertas deficiencias
del infractor en sus procesos de socialización32 mediante la aplicación de téc-
nicas cognitivas y conductuales que le permitan desarrollar todos los recursos
individuales. Todo esto, naturalmente, sin perjuicio de la prestación necesaria
de los recursos sociales adecuados al recluso.

9.3.7. Métodos y técnicas de tratamiento en el ámbito


penitenciario: clasificación y análisis particularizado de
las principales técnicas de intervención

Métodos concretos de tratamiento en el ámbito penitenciario hay mu-


chos y variados. Según la naturaleza o el principio dominante de la in-
tervención, se suelen distinguir cuatro grupos: médicos, pedagógicos,
psicologicopsiquiátricos y sociológicos.

(33)
1) Los tratamientos�de�índole�médica, clínica, pueden ser farmacológicos o Por ejemplo, el uso de antide-
33 presivos, de neurolépticos, etc.
quimioterápicos y quirúrgicos.
(34)
Por ejemplo, la educación y la
2) Los tratamientos�de�finalidad�pedagógica pura, según vayan dirigidos a formación profesional en distintos
ámbitos.
cualquier interno o a reclusos que presenten ciertas deficiencias o minusvalías,
se denominan generales, en el primer caso34, o especiales, en el segundo35. (35)
Por ejemplo, los programas es-
pecíficos para disminuidos físicos o
deficientes mentales.
© FUOC • PID_00164035 62 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

(36)
3) Los tratamientos�de�orientación�psicológica admiten innumerables mé- Por ejemplo, la psicoterapia in-
36 dividual, la psicoterapia en grupo,
todos y técnicas de intervención . Con carácter general, la intervención psico- el psicodrama, el asesoramiento en
lógica conoce tres clases de programas, basados, respectivamente, en los prin- grupo, el asesoramiento psicológi-
co, las técnicas de modificación de
cipios del aprendizaje operante, el aprendizaje social y la psicoterapia (el de- la conducta, etc.
nominado aprendizaje clásico no tiene, apenas, aplicación en el ámbito peni-
(37)
tenciario): Por ejemplo, el procedimiento
de economía de fichas.

a) Los programas que siguen el modelo del aprendizaje operante se sirven de


los procedimientos siguientes:

• Los que siguen el procedimiento�de�refuerzo�positivo utilizan como es-


tímulos las visitas extras al interno, la supervisión reducida o cualquier
37
otro privilegio .

• Los que siguen el procedimiento�de�refuerzo�negativo acuden a la asig- Ejemplo


nación de trabajos laborales o académicos, de vigilancia y de supervisión
La aplicación combinada y si-
(estímulo). multánea de programas que
incluyen las dos clases de re-
fuerzos se ha llevado a cabo en
• Los programas�de�control�aversivo (castigo, coste de respuesta y tiempo España, con éxito notable, ba-
jo diseños ambientalistas.
fuera) han demostrado una utilidad escasa a medio plazo, y pueden oca-
sionar, incluso, efectos contraproducentes con respecto a la resocialización
(38)
del interno. Achievement Place, Teaching-Fa-
mily, Padres enseñantes, etc.

b) De los programas orientados hacia el aprendizaje�social sobresalen los de (39)


Por ejemplo, la economía de
38
hogar de grupo, que reciben diferentes denominaciones . En estos programas, fichas, las habilidades sociales, el
modelado, etc.
una pareja bien entrenada dirige un hogar de grupo integrado por seis jóvenes
delincuentes, y se sirve de distintas técnicas de intervención39. La experiencia
demuestra que estos hogares de grupo contribuyen al aprendizaje de conduc-
tas prosociales y disminuyen los comportamientos delictivos. Cuentan, tam-
bién, con la preferencia de los mismos jóvenes infractores.

c) En lo que respecta a los programas�psicoterapéuticos, hay que señalar un


claro desplazamiento de los actuales hacia la denominada terapia�positiva o
terapia de la realidad. Se considera que la investigación del insight en el delin-
cuente no tiene utilidad para la resocialización y que, contra las pretensiones
del psicoanálisis tradicional, refuerza las percepciones y las autojustificaciones
erróneas del infractor, en lugar de ofrecerle alternativas cálidas y constructivas.

La terapia positiva, al contrario, se propone fomentar la voluntad y la deter-


minación del interno hacia el cambio, ya que parte de la hipótesis de que la
motivación real del interno es el factor decisivo del éxito pedagógico. Es, pues,
"una psicoterapia constructiva, dirigida a la situación de la vida del sujeto, a
sus necesidades emocionales e individuales" (Schmideberg, 1978). Le ofrece
otras opciones alternativas (dentro de la constricción del "aquí y ahora") y lo
motiva para que se someta al tratamiento idóneo.
© FUOC • PID_00164035 63 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

De los muy distintos modelos y métodos de tratamiento, tres merecen un exa-


men más detenido por la significación e incidencia especial que tienen en el
ámbito penitenciario: los de orientación psicodinámica, las técnicas de modi-
ficación de conducta y los programas de inspiración cognitiva.

1)�La�psicoterapia�grupal�y�el�counseling

La psicoterapia y el counseling, como expresión de la terapia psicoanalítica, son


dos de las primeras manifestaciones genuinas de la intervención en el medio
penitenciario.

La psicoterapia�grupal es una terapia que concibe el grupo como factor


terapéutico. Se trata, en definitiva, de una relación interpersonal que se
mantiene como control y que se orienta hacia la ayuda de los miembros
del grupo, para que puedan dirigir su vida de una manera más satisfac-
toria y madura. Se usa, pues, como factor terapéutico, la acción de un
grupo organizado y dirigido con este objetivo.

Durante las décadas de los años sesenta y setenta, se generalizó en el ámbito


penitenciario la psicoterapia de grupo, como consecuencia del interés insti-
tucional de dotar eficazmente a las prisiones de otras misiones diferentes del
simple castigo o custodia de los reclusos. De esta manera, a finales de los años
sesenta, quince correccionales ingleses utilizaban la terapia grupal, y la legis-
lación norteamericana hacía posible que un porcentaje muy elevado de jóve-
nes infractores cumplieran sus condenas en comunidades terapéuticas cuyo
modelo de intervención básico era la psicoterapia de grupo.

La psicoterapia de grupo ha sido, a veces, un simple apoyo o complemento de


otras técnicas y métodos de intervención. Aunque se usa muy generalizada-
mente en todo tipo de sistemas penitenciarios, prisiones e internos, ha encon-
trado la máxima difusión en centros de régimen abierto y con delincuentes
jóvenes implicados en infracciones patrimoniales o drogodependientes. Sin
embargo, esta terapia también ha constituido la base de organización de la
prisión, la actividad de tratamiento prioritaria en el sistema de intervención.

Este modelo, cuyos pioneros fueron Aicchorn y Metz, significó un vuelco es-
pectacular en el régimen de la pena privativa de libertad:

a) Por una parte, porque las prisiones dejaban de ser simples centros de custo-
dia, con la pretensión de actuar como centros de reinserción.

b) Por otra, porque el castigo corporal daba paso a un tratamiento específico


basado en la empatía con el interno y en una política de puertas abiertas y
comunicación con la comunidad.
© FUOC • PID_00164035 64 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

El objetivo�de�los�programas�terapéuticos (Guided Group Interaction)


era la creación de una cultura grupal y comunitaria que promovía el
entendimiento y el apoyo mutuo entre los internos. El asesoramiento
terapéutico (counseling) personal de los internos, la creación de hábitos
de trabajo y el incremento de sus relaciones con el exterior son aspectos
fundamentales de la intervención psicológica.

La psicoterapia grupal da lugar a distintos métodos y técnicas terapéuticas,


entre los cuales encontramos los siguientes:

• El método analítico.
• El psicodrama.
• La terapia familiar.
• El análisis transaccional.

En lo que respecta al counseling o asesoramiento personal terapéutico,


uno de cuyos pioneros fue Sharp, actúa como consejo vocacional y pre-
tende aportar al interno toda la información necesaria para que se ajuste
y rinda mejor en el campo educativo, laboral y profesional, identificar
sus intereses y potenciar sus actitudes y habilidades. La experiencia de-
muestra que esta técnica, muy generalizada en el ámbito penitenciario,
permite mejorar la confianza y la autoestima de los internos.

En la actualidad, el counseling –una de cuyas máximas autoridades es Egan–


parece especialmente recomendable como terapia de delincuentes jóvenes o
adultos que trabajen en la comunidad y en contacto muy estrecho con la mis-
ma.

2)�Técnicas�de�modificación�de�conducta

Las técnicas de modificación de la conducta, muy arraigadas en el mundo


anglosajón, tienen especial predicamento en los últimos veinte años, y son de
gran utilidad tanto desde un punto de vista clínico como institucional.

Se ha comprobado su eficacia con respecto a la eliminación de con-


ductas antisociales y antirreglamentarias en el seno de la prisión, a la
mitigación de hábitos y dependencias (alcoholismo, drogadicción), a la
motivación del interno para elevar su nivel educativo, cultural y profe-
sional o para participar en programas de entrenamiento en habilidades
sociales y comportamiento asertivo o con respecto a la adquisición de
información por medio de modelos.
© FUOC • PID_00164035 65 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

No obstante, y a pesar de los razonables resultados que ofrecen, suscitan nu-


merosas objeciones y críticas no siempre fundamentadas. En esta mala imagen
han influido distintos factores:

• En primer lugar, y fruto de una mala información, muchos asocian estas


técnicas a prácticas psicoquirúrgicas, psiquiátricas o farmacológicas des-
piadadas con las que, en realidad, poca cosa tienen que ver. El fantasma Fotografía de
un recluso
estudiando en
latente de la Naranja mecánica ha sembrado temor y descrédito en estas la biblioteca
de la prisión
francesa de
intervenciones y ha dado lugar a todo tipo de objeciones éticas y deonto- Toul.

lógicas que, por desgracia, no se limitan a los excesos de ciertas técnicas


aversivas hoy en desuso.

• En segundo lugar, la denominada nueva Criminología, de orientación ra-


dical, la cual ha alimentado ideológicamente las críticas contra la filosofía
del tratamiento, y ha denunciado no sólo sus prejuicios individualistas,
es decir, la suposición ingenua de que sólo que hay que intervenir la per-
sona del infractor, sino la ilegitimidad de la intervención misma y el con-
trasentido de reinsertar a alguien en un modelo de sociedad (capitalista)
desigual, injusto y criminógeno.

De las numerosas técnicas de modificación de la conducta, hay que destacar:

En el marco teórico, las técnicas�de�modificación�de�la�conducta tras-


ladan el centro de gravedad de la persona del infractor (supuestamen-
te distinto, en términos cualitativos y estructurales, de la persona que
cumple las leyes, según la conocida teoría de la diversidad) al comporta-
miento delictivo mismo, y subrayan la identidad esencial que hay, des-
de un punto de vista de la conducta, entre el comportamiento delictivo
y el comportamiento positivo, respetuoso con las normas. Esto es un
acierto y libera la reflexión teórica –y la intervención– de consideracio-
nes ajenas al mundo empiricocientífico.

a)� Técnicas� aversivas. Intentan asociar un patrón de comportamiento no


deseado a un estímulo desagradable, o reorganizar la situación de tal manera
que las consecuencias de un determinado comportamiento sean desagradables
para quien lo pretenda llevar a cabo. En los dos casos, se trata de establecer
una conexión entre el comportamiento que se quiere eliminar y la reacción
aversiva.

Cronológicamente son las primeras técnicas de modificación de la conducta


utilizadas y, sin duda, las más proclives a excesos (por este motivo, también, las
más impopulares). Han acompañado a la institución penitenciaria desde sus
orígenes, pero en la actualidad su incidencia en la población reclusa es muy
limitada y se circunscribe a delincuentes sexuales y psicópatas. Se recomienda
© FUOC • PID_00164035 66 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

la utilización de las técnicas aversivas exclusivamente cuando se encuentra


en peligro la propia integridad del individuo y es necesaria una intervención
inmediata.

b)�Técnicas�basadas�en�el�control�de�las�contingencias. Las principales, entre


otras, son:

(40)
• El sistema�progresivo40, que parte de un diseño gradual del cumplimiento Montesinos introdujo el sistema
progresivo en España.
de la privación de libertad, por fases o etapas (grados). La fase inicial se
caracteriza por un intenso control del interno y por un régimen muy es-
tricto con respecto a condiciones materiales y libertad de movimientos. La
última etapa es el régimen abierto. Se progresa de una fase a otra a medida
que se obtienen del recluso conductas y respuestas socializadas.

(41)
Los sistemas progresivos permiten constatar que las conductas más reproba- Por ejemplo, violencia, autole-
41 siones, etc.
bles y antisociales se dan en las fases iniciales o menos avanzadas y en inter-
nos con puntuaciones más bajas en las distintas áreas conductuales. Al menos,
parece que han contribuido a una mejora sensible de la motivación de los in-
ternos jóvenes en tareas formativas, culturales y escolares.

• Los programas� de� economía� de� fichas, que se basan en los principios
del condicionamiento operante y son, sin duda, la técnica más difundida
en el medio correccional. Su fundamento es muy simple: el interno ob-
tiene fichas por sus conductas definidas como satisfactorias en los corres-
pondientes programas (la ficha, realizador condicionado y generalizado,
se asocia a mejoras personales, educacionales, académicas, sociales, etc.
del interno). Las fichas mencionadas se cambian, después, por objetos de
consumo, mejoras de régimen o privilegios de otro tipo para el recluso que
las ha ganado.

Con estos programas se suele promover que el recluso participe en cursos de


formación y tareas educativas o que mantenga hábitos de higiene y autocui-
dado. También se fomentan conductas positivas de interacción social, com-
portamientos altruistas, etc. Como reforzadores de estas conductas deseadas
se utilizan los más distintos sistemas: la comunicación cara a cara, las llama-
das telefónicas, los permisos, etc. De hecho, las diferentes evaluaciones que se
hacen coinciden en los resultados obtenidos: estos programas, a pesar de sus
limitaciones, contribuyen a un indiscutible enriquecimiento vocacional y del
nivel de estudios de los internos, permiten constatar una mejora significativa
en todas las áreas conductuales (sobre todo en comportamientos simples que
no requieren una elaboración especial) y consiguen la implantación de con-
ductas de interacción en la población reclusa hasta niveles razonables.

(42)
Los programas de economía de fichas son fáciles de llevar a cabo. La generali- Por ejemplo, las habilidades so-
ciales necesarias para la investiga-
zación de sus efectos se puede considerar aceptable y no constan fenómenos
ción de trabajo o para consolidar
de tolerancia o saturación significativos. Han conseguido, sin duda, un cam- relaciones interpersonales.
© FUOC • PID_00164035 67 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

bio en la vida diaria del interno. Sin embargo, no se deben ignorar sus con-
dicionamientos y carencias. En primer lugar, porque la eficacia de estos pro-
gramas depende, en buena medida, del medio donde se practican (la prisión).
Frecuentemente provocan ansiedad en los reclusos. Piden un entrenamiento
previo de los responsables y una selección de los internos, que, si no se lleva a
cabo, limita su posible efectividad. Pecan de artificialidad, de manera que los
reclusos tienen la sensación de ser tratados como niños. Y, frecuentemente, en
lugar de incentivar conductas o interacciones útiles para la vida en libertad42,
refuerzan otras que sólo son relevantes en el ámbito penitenciario.

• Los sistemas�de�autogobierno, que pretenden dotar al interno de un re-


pertorio de conductas adecuado para que pueda, cuando sea el momento,
abandonar el mundo de la marginación y el delito. No suelen ser la única
base del tratamiento, sino una de las técnicas utilizadas en la intervención.
Su difusión y generalización se explican por el éxito de un conocido pro-
grama de tratamiento de menores (Achievement Place) que se sirvió de estos
sistemas. Sus éxitos, aunque inferiores a los de los sistemas de economía
de fichas, parecen considerables. Esta técnica actúa tomando como base
una responsabilización progresiva del recluso, que, poco a poco, asume
una participación mayor y el control del funcionamiento de la instalación
carcelaria.

• El denominado contrato� conductual, que consiste en un compromiso


formal del interno con la institución penitenciaria, en el que se hace cons-
tar lo que ésta espera del recluso, así como las consecuencias del cumpli-
miento –o de la frustración, si procede– de las expectativas del contrato. Se
utiliza más en establecimientos de protección y reforma de menores que
en centros penitenciarios convencionales y suele formar parte de sistemas
de intervención motivacionales complejos.

También son tratamientos de orientación conductual, aunque no exclusiva-


mente conductuales, algunas de las técnicas utilizadas con psicópatas, que
ponderan ciertas variables intrapsíquicas, los de modelado (cuya premisa es
que la conducta prosocial se aprende o se incrementa mediante la observación
y la imitación) y el entrenamiento en habilidades sociales, que es una técnica
de naturaleza cognitivoconductual.

3)�Técnicas�de�intervención�y�tratamientos�de�orientación�cognitiva

La teoría�cognitiva�moderna interesa más como modelo para la práctica de


programas de intervención (tratamiento) y prevención que como modelo ex-
plicativo del delito. Hace una crítica respecto del dogma de la inmaculada per-
cepción, del realismo ingenuo, es contraria tanto a los presentimientos psicoa-
nalíticos como a la psicofobia grotesca del conductismo radical y propugna
la necesidad de incorporar y valorar los distintos fenómenos y operaciones
cognitivas del individuo, en lo que respecta a la comprensión de su conducta,
y a intervenir en la misma eficazmente: qué y cómo piensa, cómo percibe el
© FUOC • PID_00164035 68 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

mundo, cómo razona, cómo comprende a los otros, qué es lo que aprecia y
ama de él y de los otros, cómo intenta solucionar sus problemas, son cuestio-
nes fundamentales que integran el contexto subjetivo del autor.

En consecuencia, los partidarios de este modelo de terapia sugieren pro-


gramas que incidan positivamente en el razonamiento del interno, en
sus atribuciones (cómo explica o a qué imputa lo que le sucede u ocurre),
en las autoevaluaciones y expectativas, en su percepción y valoración
del mundo externo. Usan técnicas que mejoren las habilidades perso-
nales y sociales, la capacidad para resolver problemas interpersonales,
la empatía, la autoestima, la limitada percepción de la realidad, etc. La
teoría cognitiva no pretende aportar una explicación etiológica del cri-
men, pero sí que constata las conexiones relevantes entre el comporta-
miento criminal y ciertas operaciones y procesos cognitivos del autor.

Es necesario hablar, entonces, de un cierto déficit� cognitivo� típico o muy


frecuente en el infractor cuyo perfil se caracterizaría por algunas de las notas
siguientes:

a) Escaso autocontrol.
b) Razonamiento abstracto pobre.
c) Rigidez cognitiva.
d) Locus de control externo pronunciado.
e) Baja autoestima.
f) Egocentrismo significativo y empatía limitada.
g) Percepción social falsa y distorsiones valorativas.
h) Carencia de habilidades sociales específicas.

Ciertamente, todavía es controvertida la conexión específica entre el delito y


unos procesos cognitivos determinados. No todo infractor sufre, a la fuerza,
algún déficit en sus procesos cognitivos, ni hay consenso científico-empírico a
la hora precisamente de imputar el comportamiento criminal. Más todavía: las
investigaciones demuestran diferencias cognitivas entre los distintos subtipos
de delincuentes, lo cual impide cualquier generalización.

No obstante, queda fuera de toda discusión la evidencia de que un nú-


mero significativo de infractores muestran ciertas anomalías y defectos
en sus procesos cognitivos susceptibles de tratamiento psicoeducacio-
nal.

De las distintas técnicas de intervención sugeridas por el modelo cognitivo del


pensamiento prosocial, hay que mencionar:
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a)�Técnicas�de�solución�de�problemas. Con estas técnicas no se persigue re-


solver los problemas específicos que puedan tener los delincuentes, ofrecién-
doles soluciones concretas, sino entrenarlos en habilidades cognitivas y do-
tarlos de un repertorio de conductas más amplio y útil para hacer frente a las
situaciones y a los conflictos de la vida cotidiana, para vencer la tendencia a
la inhibición o al comportamiento impulsivo.

Se enseña al infractor, por ejemplo, a detectar la existencia de un problema,


a definirlo y a verbalizarlo. A identificar los sentimientos que le asocia y a
distinguir nítidamente los hechos o los datos de las opiniones subjetivas. Se le
enseña a obtener toda la información necesaria sobre el problema y a ponderar
las posibles opciones y las consecuencias respectivas.

b)�Entrenamiento�en�habilidades�sociales. Se pretende dotar al infractor de


las habilidades sociales y del repertorio conductual necesarios para relacionar-
se positivamente con terceros y para interaccionar de manera prosocial en las
distintas situaciones de la vida cotidiana.

El entrenamiento en habilidades sociales deficitarias permite que se adquieran


bajo circunstancias controladas y seguras, y posibilita que se experimenten
posteriormente sin el riesgo que esto suele suponer para la autoestima o las
relaciones personales en una situación real. Una vez adquirida la habilidad, se
continúa con un entrenamiento de transferencia a la situación real.

Ejemplos de habilidades sociales que se trabajan

Las habilidades sociales que se suele recomendar entrenar en relación con delincuentes
o población de riesgo son, entre otras:

1) Las habilidades iniciales de conversación, por ejemplo, iniciar y mantener una con-
versación, aprender a escuchar, etc.

2) Las habilidades de expresión, por ejemplo, exteriorizar el agrado o el enfado, formular


una queja o protesta, etc.

3) Las habilidades de respuesta a otro u otros, por ejemplo, responder a un elogio, saber
disculparse, etc.

4) Las habilidades de planificación, como aprender a fijarse metas y objetivos, a establecer


prioridades, a tomar decisiones, etc.

5) Las habilidades alternativas a la agresión, por ejemplo, técnicas de relajación, de au-


tocontrol, etc.

6) Las habilidades situacionales, como buscar trabajo, cambiar de residencia o resolver


una crisis matrimonial.

El entrenamiento en habilidades sociales se complementa usualmente con Ejemplo


otras técnicas y acredita excelentes resultados a corto plazo, con respuestas
Algunos ejemplos de los resul-
muy concretas. Falta demostrar su efectividad a medio y largo plazo, y, sobre tados de esta técnica son las
todo, el tráfico de la situación experimental a la real (generalización). habilidades de atención, de
conversación, de entrevista, de
trato con la policía, de manejo
de problemas y situaciones de-
terminadas, etc.
© FUOC • PID_00164035 70 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

c)�Técnicas�de�control�emocional. No siempre se puede evitar que el infractor


se implique en situaciones conflictivas y de estrés interpersonal que elevan de
manera insoportable los niveles de activación emocional. Interesa, por lo tan-
to, reducirla o controlarla en las situaciones mencionadas que la provocan o
entrenar al individuo y dotarlo de habilidades cognitivas para que haga frente
a estos conflictos, incluso bajo un estrés elevado, con respuestas automatiza-
das.

Las técnicas de control emocional se utilizan, sobre todo, en relación con con-
ductas coléricas, pero también parecen útiles con otras emociones: miedo, an-
siedad, sobreexcitación, etc. El procedimiento consiste en instruir al delin-
cuente sobre las claves de la emoción que se pretende controlar: en qué situa-
ciones se provoca o genera y por qué; cuáles son los síntomas que anuncian su
aparición, los indicadores fisiológicos y los psicológicos y qué medidas concre-
tas se tienen que adoptar para controlar la activación emocional. Se entiende,
pues, que la percepción acertada implica ya un cierto grado de control y de
capacidad para hacer frente al problema.

d)�Técnicas�de�razonamiento�crítico. Se trata de enseñar al infractor a discu-


rrir de una manera lógica y racional, que le permita, al mismo tiempo, evaluar
el pensamiento, las actitudes y las conductas propias y de otros. Esta terapia,
que implica discusiones continuas en grupo, pretende desarrollar la curiosidad
intelectual (que el individuo se pregunte siempre por el porqué de las cosas, el
qué, el cómo, etc.), la objetividad (dando más importancia a los hechos que a
las simples opiniones), la flexibilidad (ante los dogmatismos, los prejuicios y
las intransigencias), la sensatez y el respeto por el punto de vista de los otros,
etc.

e)�Desarrollo�de�valores. No basta con dotar al individuo de ciertas habilida-


des sociales. Sin incurrir en un adoctrinamiento ilegítimo, ni en una terapia
moralizadora impropia de la sociedad plural de nuestro tiempo, parece opor-
tuno estimular al infractor en un debate axiológico libre y sincero, y hacerle
confrontar su sistema de valores con otras alternativas que tengan un amplio
consenso social: por ejemplo, la necesidad de respetar los sentimientos de los
otros, de no causar daño a terceros, la bondad del altruismo y las conductas
solidarias, etc.

Esta técnica actúa con dilemas morales que se suscitan a los participantes para
que los discutan en debates estructurados debidamente.

f)�Habilidades�de�negociación. Ante un conflicto interpersonal, puede haber


una respuesta abusiva (imposición de los intereses propios), una respuesta eva-
siva (así, la droga, como manera de negar o eludir el problema), una respues-
ta conformista (aceptación, sin más, de las exigencias ajenas) o una respuesta
negociadora, que busca salidas al problema, cediendo y transigiendo.
© FUOC • PID_00164035 71 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

La dificultad de esta técnica, que dota al individuo de habilidades de gran


utilidad en la interacción social, se encuentra en la percepción negativa que
tiene el delincuente de la misma, que la asocia, erróneamente, a actitudes de
debilidad propias del perdedor. Exige, además, una personalidad fuerte y dotes
de interrelación excelentes al individuo que se somete a este aprendizaje.

g)�Razonamiento�creativo. La rigidez cognitiva lleva a un razonamiento li-


neal, reduccionista, que limita las opciones del individuo y su horizonte vital.
El individuo se aferra a sus ideas ante toda evidencia y persiste en el uso de
sus opiniones y marcos referenciales aunque surgen situaciones diferentes, o
más complejas, porque el modo de razonar mencionado depende de patrones
cognitivos fijos. La técnica del pensamiento crítico o creativo permite generar
nuevos patrones de conducta, nuevas ideas, nuevos instrumentos.

Ejemplo

La técnica del pensamiento crítico permite, por ejemplo, enseñar al sujeto a considerar
los aspectos positivos, los negativos y los interesantes de una idea, a ponderar todos los
factores relevantes en torno a un problema o situación, a evaluar las consecuencias y las
secuelas de una decisión, a elaborar reglas, a establecer metas y prioridades, a generar
alternativas y otras opciones a la que se presenta, a tener en cuenta puntos de vista dife-
rentes de otras personas, a tomar decisiones, etc.

4)�La�resocialización�del�condenado:�marco�legal�y�normativo.�Principios
y�directrices�de�la�Ley�Orgánica�General�Penitenciaria�1/1979,�de�26�de
septiembre

Desde un punto de vista estrictamente normativo, la Ley�Orgánica�Ge-


neral� Penitenciaria española 1/1979, de 26 de septiembre, contiene
importantes previsiones sobre el tratamiento. Como se sabe, la mencio-
nada ley parte de un concepto estricto de tratamiento, en el sentido
que propugna Alarcón, y de una rígida distinción entre actividades de
régimen (propias del régimen penitenciario) y actividades específicas de
tratamiento.

El tratamiento consiste, según la ley mencionada, en lo siguiente:

"El tratamiento penitenciario consiste en el conjunto de actividades directamente dirigi-


das a la consecución de la reeducación y reinserción social de los penados."

Artículo 59.1.

Pretende hacer del interno una persona:

"El tratamiento pretende hacer del interno una persona con la intención y la capacidad
de vivir respetando la Ley penal, así como de subvenir a sus necesidades. A tal fin, se
procurará, en la medida de lo posible, desarrollar en ellos una actitud de respeto a sí
mismos y de responsabilidad individual y social con respecto a su familia, al prójimo y
a la sociedad en general."

Art. 59.2.
© FUOC • PID_00164035 72 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

En consecuencia, la LOGP dispone que los servicios encargados del tratamien-


to indagarán lo siguiente:

"1. Los servicios encargados del tratamiento se esforzarán por conocer y tratar todas las
peculiaridades de personalidad y ambiente del penado que puedan ser un obstáculo para
las finalidades indicadas en el artículo anterior.

2. Para ello, deberán utilizarse, en tanto sea posible, todos los métodos de tratamiento
y los medios que, respetando siempre los Derechos constitucionales no afectados por la
condena, puedan facilitar la obtención de dichas finalidades."

Art. 60.

(43)
Es voluntad de la Ley que "el interno participe en la planificación y ejecución Artículo 61 de la LOGP.
de su tratamiento", y, por lo tanto, hay que estimular su interés y su colabo-
ración43.

(44)
El tratamiento se tiene que inspirar en seis principios44: Artículo 62 de la LOGP.

a) Se debe basar en el estudio científico de la constitución, el temperamento,


el carácter, las aptitudes y las actitudes del condenado, así como de su sistema
dinámico y motivacional y del aspecto evolutivo de su personalidad, que per-
mita hacer un juicio global.

b) Debe tener relación directa con el diagnóstico y el juicio de pronóstico que


resulten del estudio mencionado, y tiene que ponderar, además, la actividad
delictiva del recluso y todos sus datos individuales, familiares, sociales y am-
bientales.

c) Tiene que ser un tratamiento individualizado, de acuerdo con su personali-


dad, de índole, según las circunstancias, medicobiológica, psiquiátrica, psico-
lógica, pedagógica, social, etc.

d) Debe tener una naturaleza compleja e integrada, coordinando, en cada caso,


los métodos referidos en el marco del régimen más oportuno.

e) Tiene que ser objeto de una programación precisa y debe constar el plan
general del tratamiento mencionado, la intensidad, las tareas y las funciones
de los especialistas que son responsables del mismo.

f) Para acabar, debe ser continuo y dinámico y se tiene que acomodar a la evo-
lución de la personalidad del interno durante el cumplimiento de la condena.

(45)
La individualización� del� tratamiento correspondiente45 presupone que se Artículo 63 de la LOGP.

observe a cada condenado y que se le clasifique, con el objeto de destinarlo al


establecimiento cuyo régimen se acomode mejor al tratamiento prescrito. La
clasificación mencionada debe tener en cuenta la personalidad y el historial
© FUOC • PID_00164035 73 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

del interno y, además, la duración de la condena, el medio social al cual tendrá


que volver una vez extinguida y todas las circunstancias que puedan influir o
condicionar el éxito del tratamiento.

(46)
Cada seis meses, como máximo, se debe hacer una revisión�de�la�clasificación Artículo 65 de la LOGP.
de cada interno, y su respuesta al tratamiento puede determinar una progre-
sión o una regresión de grado46.

(47)
La ley considera la posibilidad de organizar en los centros correspondientes Artículo 66.1 de la LOGP.
47
"programas basados en el principio de comunidad terapéutica" para grupos
(48)
de internos determinados cuyo tratamiento lo requiera. Y concede una aten- Artículo 66.2 de la LOGP.

ción especial a los programas de asesoramiento psicopedagógico y de psicote-


(49)
Artículo 66.3 de la LOGP.
rapia de grupo, así como a la terapia de comportamiento "tendente a modificar
el sistema de actitudes del interno"48. En el programa de tratamiento se inte-
gra, también, la formación y el perfeccionamiento profesional de los reclusos
cuya readaptación social lo requiera49.

(50)
Una vez concluido el tratamiento, o si se encuentra próxima la libertad del Artículo 67 de la LOGP.
interno, se emite un informe sobre los resultados y un juicio�de�probabilidad
sobre el comportamiento futuro del recluso50.

Aunque la LOGP distingue régimen y tratamiento, precisa lo siguiente:

"El fin primordial del régimen de los establecimientos [...] es lograr en los mismos el am-
biente adecuado para el éxito del tratamiento; en consecuencia, las funciones regimen-
tales deben ser consideradas como medios y no como finalidades en sí mismas."

Artículo 71.

5)�La�evaluación�empírica�de�la�efectividad�rehabilitadora�de�las�distintas
técnicas�de�intervención�(tratamientos)�en�jóvenes�y�adultos�frente�a�los
metaanálisis�más�recientes

La efectividad rehabilitadora del tratamiento y su capacidad para reducir las


tasas de reincidencia es una preocupación lógica de nuestra sociedad y de la
comunidad científica.

Sin embargo, hoy se asume, con realismo, que estamos ante un problema cien- Ejemplo
tífico, no ideológico. Tanto la fe ciega en el tratamiento resocializador como el
La efectividad rehabilitadora
ocaso definitivo de la ideología del tratamiento son tesis que carecen de rigor depende de la edad de la per-
científico-empírico, ya que disponemos de instrumentos capaces de evaluar la sona, de sus rasgos de perso-
nalidad, de la clase de delitos
eficacia real de cada técnica concreta de intervención para pronunciarnos de en los que se encuentre impli-
cada y de muchas otras varia-
manera diferenciada sobre cada una de éstas. bles.
© FUOC • PID_00164035 74 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Efectividad de los tratamientos


Lectura recomendada
Desde 1985 hasta la actualidad, se han publicado unos 25 metaanálisis (técnica que sin-
tetiza e integra los resultados de las investigaciones primarias) sobre la efectividad del S.�Redondo�Illescas;�J.�Sán-
tratamiento en infractores jóvenes y adultos, en delincuentes sexuales y en psicópatas. La chez�Meca (2003). "Guía de
conclusión es clara: el índice general de efectividad se sitúa entre el 0% y el 30%, depen- tratamientos psicológicos efi-
diendo de la técnica de la que se trate. No hay duda de que existe un porcentaje de eficacia caces para la delincuencia ju-
venil". En: Guía de tratamien-
nula a efectos de reincidencia (que se cifra internacionalmente en un 50%), pero algunos
tos psicológicos eficaces, III. In-
programas psicoterapéuticos y de formación se sitúan en una media de entre el 12% y
fancia y adolescencia (pág. 192
el 21% en reducción de la reincidencia; la efectividad máxima, en torno al 30%, parece
y sig.). Barcelona: Pirámide.
que corresponde a los programas educativos, conductuales y cognitivoconductuales.

En relación con los tratamientos a delincuentes sexuales, los más utilizados y logrados
actualmente son los de orientación congnitivoconductual, porque enseñan a los penados
comportamientos específicos, valores y habilidades cognitivas que orientan y controlan
su funcionamiento social y sexual. De los programas publicados más recientes y relevan-
tes, se desprende una reincidencia media del 13% para los reclusos tratados y del 37%
para los no tratados; es decir, de cada 100 delincuentes sexuales que son tratados, 24 (de
los 37 que habrían reincidido si no hubieran sido tratados) no reinciden.

En lo que respecta al tratamiento de jóvenes delincuentes, es interesante el estudio lleva-


do a cabo por Redondo Illescas y Sánchez Meca, que examinaron 17 programas europeos
desarrollados entre 1980 y 2001. Los autores constataron un 18% menos de reinciden-
cia en los grupos de intervención que en los de control, y se manifestaban diferencias
importantes según la edad del afectado (con el aumento de edad, disminuiría la eficacia
rehabilitadora de los programas). Los mejores resultados se obtuvieron en los programas
educativos, seguidos por los programas de derivación, por los basados en comunidades
terapéuticas y por los de orientación cognitivoconductual.

Finalmente, si bien persiste la creencia de que el psicópata opone una gran resistencia
a cualquier clase de terapia, metaanálisis recientes permiten entrever un horizonte me-
nos pesimista. Todo parece indicar que las técnicas de intervención más idóneas son las
eclécticas, que combinan programas de orientación farmacológica y cognitiva, e incluso
las psicoanalíticas, mientras que la terapia electroconvulsiva y la de comunidad terapéu-
tica carecen de eficacia.

6)�La�resocialización�del�infractor.�Recapitulación

La resocialización y el tratamiento son conceptos que han recibido todo tipo


de reproches y descalificaciones, no siempre justificados.

A aquellos que condenan dogmáticamente cualquier intervención en el in-


fractor, y alegan ilegitimidad, conviene advertirles que las revoluciones tardan
mucho en llegar –o no llegan nunca– y, mientras tanto, no es justo no dar a la
población reclusa ninguna otra esperanza ni ninguna otra expectativa que el
cumplimiento de la pena. El nihilismo, la teoría y la praxis de la no interven-
ción, ofrece una cara de progreso y humanismo engañosa. Sin embargo, la his-
toria demuestra que utópicos y radicales sólo siembran la semilla del progreso
y del cambio social, pero el progreso es construido día a día y a pie de obra por
los reformadores que se comprometen con la realidad y la transforman.

La supuesta ineficacia�de�todo�tratamiento es otra falacia que alimenta, eso


sí, la virtualidad de conocidas profecías y círculos viciosos. Sin embargo, si
se enfrenta a la evidencia científico-empírica tiene un éxito escaso. Hay que
cuestionar, sin duda, la viabilidad de un tratamiento rehabilitador determina-
do o la de cualquier intervención en ciertos casos o grupos de infractores. No
© FUOC • PID_00164035 75 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

obstante, negar, de antemano, la posibilidad de llevar a cabo un impacto po-


sitivo y bienhechor en la población reclusa, científicamente programado, es
tanto como negar la realidad diaria.

Ahora bien, el ideal�resocializador todavía es muy ambiguo e impreciso. La


polémica doctrinal y normativa antes mencionada pone al descubierto la exis-
tencia de demasiados interrogantes sobre el objetivo final, los objetivos inter-
medios, los procedimientos y los mismos límites de programas tan ambiciosos.

Afortunadamente, la investigación empírica y la praxis clínica ya han aclarado


muchas incógnitas sobre el tratamiento del infractor. Hoy la ciencia puede
delimitar con más precisión el contenido de la intervención; qué es –y qué no
es– el tratamiento; sus objetivos y estrategias, según las características de cada
caso o grupo de casos; las técnicas concretas de intervención recomendables;
los resultados que hay que esperar, sus perspectivas, etc.

El ideal resocializador dejará de ser un mito o un lema vacío de conte-


nido cuando, después del debate científico correspondiente, se alcance
un consenso elemental en torno a tres cuestiones básicas:

1) Qué objetivos concretos se pueden perseguir en relación con cada


grupo o subgrupo de infractores.

2) Qué medios y qué técnicas�de�intervención se consideran idóneos


y eficaces en cada caso.

3) Qué límites no debe superar nunca ningún tipo de intervención.


© FUOC • PID_00164035 76 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

10. El modelo integrador

El denominado modelo�disuasorio propugna una respuesta al delito impla-


cable, rápida, eficaz y sin fisuras, percibida positivamente y amparada por la
sociedad, que actuaría, de esta manera, como un poderoso instrumento pre-
ventivo. Cualquier otro objetivo o finalidad (corrección del infractor, repara-
ción del daño, etc.) pasa a segundo término.

El modelo o paradigma� resocializador, al contrario, pone el acento en la


necesidad de intervenir de manera positiva y bienhechora en la persona del
infractor, como parte esencial e integrante de cualquier respuesta al delito.

Lectura complementaria
Para acabar, el modelo que se analiza a continuación integra en el siste-
ma de respuesta al delito la satisfacción�de�otras�expectativas�sociales: Sobre el modelo conciliato-
rio, podéis leer:
la solución conciliadora del conflicto que el crimen exterioriza, la repa- G.�Pérez�Sanzberro (1996).
ración del daño causado a la víctima y a la comunidad y la pacificación Reparación y conciliación. Au-
tor-víctima (tesis doctoral).
de las relaciones sociales. Bilbao.

Por este motivo se puede hablar de un modelo�integrador, ya que pro-


cura considerar los intereses, las expectativas y las exigencias de todas
las partes implicadas en el problema criminal, con armonía y pondera-
ción.

El modelo integrador parece, sin duda, más ambicioso con respecto a los ob-
jetivos últimos. Por otra parte, muestra una clara vocación de flexibilidad con
respecto a los procedimientos que utiliza para alcanzarlos, ya que propugna
vías alternativas al sistema legal y soluciones informales, desinstitucionaliza-
das, comunitarias. Existe, por lo tanto, la convicción de que el crimen es un
conflicto interpersonal y que su solución efectiva, pacificadora, la deben en-
contrar los implicados, desde dentro, en lugar de interponerla el sistema legal
con criterios formalistas y de elevado coste social.

10.1. Los orígenes: modelos anglosajones (diversión), el


pensamiento de la mediación y los idearios abolicionistas

(51)
Como se verá, en los orígenes y la configuración posterior de este modelo con- Como decía Radbruch, "no
un mejor Derecho Penal sino
fluyen antecedentes y concepciones político-criminales dispares: desde ten-
algo mejor que el Derecho
dencias victimológicas clásicas, partidarias de la reparación y de la conciliación Penal" (Radbruch, 1963).

autor-víctima, o movimientos alternativos, de cariz anglosajón, que propug-


nan la solución de los conflictos al margen del sistema legal (diversión) me-
diante procedimientos informales e instancias no institucionales, hasta doc-
© FUOC • PID_00164035 77 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

trinas criminológicas europeas abolicionistas y orientaciones filosóficas que


sueñan no sólo con la desaparición de la prisión, sino con la supresión del
Derecho Penal51.

Las ideas de reparación y conciliación han tenido siempre una fuerza poderosa
y atractiva. Los efectos�perniciosos�de�la�prisión –y del mismo proceso legal–
en jóvenes infractores han preocupado considerablemente desde finales de
los años sesenta y, en algunos países anglosajones, surgieron movimientos de
opinión favorables en busca de vías alternativas al sistema legal (diversión), es
decir, instancias no oficiales y mecanismos informales que pudieran resolver
los conflictos con eficacia y menos coste.

Se pensaba que fórmulas como la mediación, la conciliación o la re-


paración evitarían el impacto estigmatizador de la pena (y de la sim-
ple intervención de las instancias oficiales del control social formal),
aligerarían la sobrecargada Administración penal, solucionarían aparte
un buen número de conflictos de importancia escasa y permitirían la
satisfacción de los intereses legítimos de la víctima del delito.

(52)
La victimología, al reclamar el Derecho de la víctima a participar en el tra- Por ejemplo, la humillación, la
ira, el miedo, etc.
tamiento de su conflicto con el infractor (el suyo) sin formalismos, distancia-
mientos y artificios técnicos propios de la intervención legal, potenció la crea-
ción de espacios de comunicación más flexibles y espontáneos, como la con-
ciliación, la mediación y la reparación. Sin duda, éstos parecían más idóneos
que el procedimiento penal para satisfacer los daños morales relacionados con
ciertos estados y sentimientos52 que impiden a la víctima asimilar de manera
racional y fructífera la experiencia delictiva vivida.

En el pensamiento�abolicionista, la conciliación, la mediación y la repara-


ción pasan, también, a un primer plano como mecanismos sustitutivos y al-
ternativas, al menos transitoriamente, a la intervención del Derecho Penal
clásico y del sistema legal.

En efecto, la devolución�del�conflicto a las personas que se encuentran im-


plicadas directamente en el mismo y su solución�con�recursos�extraoficiales
no�punitivos son dos propuestas clave en un ideario que proclama la com-
plejidad y la diversidad de los conflictos de la realidad social cotidiana y que
reivindica un tratamiento civilizado del delito (al margen del sistema legal)
con criterios no represivos sino reparadores.

(53)
Al menos, los programas�anglosajones de la década de los setenta, tanto si Reconciliation Programs.
53 54
responden al modelo puro de mediación-conciliación o al de reparación ,
(54)
implican un cambio profundo en la distribución de roles tradicional entre el Restitution Programs.

tribunal y los implicados, porque parten de la premisa de que el crimen se tiene


© FUOC • PID_00164035 78 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

que concebir como un conflicto interpersonal. Por este motivo, el núcleo de


la conciliación no lo constituye la infracción sino la voluntad de compromiso
y la asunción de responsabilidades de las partes a efectos de la solución.

El sistema, en consecuencia, deposita una confianza firme en la capa-


cidad y la autonomía de los individuos para resolver, pacíficamente y
eficazmente, los conflictos en los que se puedan encontrar inmersos. Y
comporta, sin duda, una tendencia decidida a desjuzgar los conflictos, y
opta por la mediación flexible de instancias no oficiales de carácter co-
munitario y por procedimientos informales, siempre más pacificadores.

10.2. Expectativas que genera el modelo integrador

El modelo integrador ha despertado considerables expectativas. Aunque en


sus orígenes tuviera un ámbito bastante reducido (infracciones patrimoniales
cometidas por infractores primarios jóvenes) y tuviera una aplicación insufi-
ciente y casi caótica, hoy aspira a convertirse en una tercera vía, con vocación
de universalidad (no excluiría ninguna clase de conflictos), que utiliza meca-
nismos eficaces de solución real de los conflictos, de manera no institucional,
informal y al margen del sistema.

Este nuevo paradigma tiene poco que ver con la imagen sesgada que algunos
dan del mismo, cuando lo presentan como un esperpéntico arreglo privado
o una simple composición que liquida un crimen por la vía reparadora más
antigua de la humanidad: el pago de una cantidad de dinero. Evidentemente,
no se trata de esto.

Aquellos que lo propugnan advierten que el nuevo paradigma potencia el sus-


trato interpersonal del conflicto criminal, su dimensión histórica, real y con-
creta con toda la complejidad, y que confía en la capacidad de los individuos
implicados para resolverlo al margen de la intervención siempre estigmatizan-
te –pero formalista e ineficaz– del sistema y las instancias oficiales. También
advierten, sin embargo, que la conciliación, la mediación, etc. son fórmulas
respetuosas de las garantías constitucionales del infractor, compatibles con las
exigencias de la prevención general y libres del distanciamiento y del simbo-
lismo puro que condicionan la intervención del sistema legal.

Todos sus estudiosos, además, coinciden en decir que el efecto�pacificador�de


las�relaciones�sociales que genera deriva precisamente de la idoneidad com-
probada para satisfacer las pretensiones de todas las personas afectadas, inci-
diendo en la clave y las raíces del problema y en las actitudes de los implica-
dos. Por lo tanto, conciliación y mediación no se pueden confundir con una
simple reparación civil del daño o un resarcimiento económico.
© FUOC • PID_00164035 79 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Este nuevo paradigma (todavía no concluido, del cual sólo tenemos trazos
fragmentarios e inconexos) obligará a redefinir las funciones convencionales
del Derecho Penal, la relación entre el orden social y el sistema legal, el rol
de la víctima y las expectativas de los protagonistas del hecho delictivo, con
las importantes implicaciones político-criminales, procesales y orgánicas que
esto comporta:

1)�Expectativas�que�genera�en�el�infractor

En relación con el infractor, se atribuyen a los procedimientos de conciliación


y reparación efectos�muy�positivos, que derivan del enfrentamiento directo
del delincuente con las consecuencias de su conducta y de la confrontación
personal e inmediata con la (su) víctima.

Mientras que en el proceso penal el infractor se encuentra ante una ins-


tancia ajena al hecho, distante, que diluye la realidad del daño y neu-
traliza a la víctima –fortalecido, además, por una estrategia de defensa–,
en sistemas de conciliación y reparación, al contrario, el delincuente se
debe enfrentar, sin ninguna mediación, al hecho, y tiene que constatar
de manera directa y por medio del contacto con la víctima sus conse-
cuencias reales.

Esto genera actitudes positivas del infractor, lo responsabiliza y lo pre-


dispone a comprometerse en la reparación del daño causado, y a parti-
cipar activamente en la solución del conflicto que causó.

El nuevo paradigma, de esta manera, abandona la concepción de considerar


patológico al delincuente, propia de la teoría de la diversidad y de los modelos
clínicos y correccionalistas, y actúa con una imagen más humana y racional
del infractor, como sujeto capaz de reconocer las consecuencias de su conducta
y de participar en la investigación de respuestas y soluciones de los problemas
sin que sean necesarias fórmulas represivas y estigmatizantes.

El alto�contenido�pedagógico de los procedimientos de conciliación, al me-


nos, no constituye una terapia o tratamiento genuinos impuestos desde el ex-
terior. Por el contrario, es consecuencia natural de la percepción directa del
daño causado, del proceso de comunicación autor-víctima y del cambio de
actitudes en el infractor y la disposición a reparar el mal ocasionado que este
proceso suele generar.

2)�Expectativas�que�genera�en�la�víctima

La conciliación devuelve a la víctima un rol activo y dinámico en la respuesta


al delito. El procedimiento penal la cosifica, la instrumentaliza y la convierte
en objeto pasivo y fungible.
© FUOC • PID_00164035 80 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

La conciliación atiende mejor las necesidades reales de la víctima, ma-


teriales y morales, y evita la perniciosa victimización secundaria. Facili-
ta la reparación�efectiva�del�daño (reparación no necesariamente eco-
nómica o pecuniaria) y pone en marcha un positivo mecanismo de co-
municación recíproca entre infractor y víctima que mejora incluso las
actitudes de la víctima y propicia la solución correcta del conflicto.

3)�Expectativas�que�genera�en�el�sistema�legal

En lo que respecta a la Administración de justicia, los programas de concilia-


ción y mediación determinan un vuelco cualitativo del rol de los operadores
del sistema legal en relación con las personas implicadas y el hecho delictivo,
ya que prevalece la dimensión conflictiva e interpersonal del hecho delictivo
sobre su significado normativo.

Esto permite articular una respuesta�flexible�y�singularizada, en cada


caso, que pondere la complejidad de la realidad social, y, sin duda, des-
cargar a los tribunales de asuntos poco importantes que agobian la tarea
jurisdiccional cotidiana.

El hecho de que el procedimiento de conciliación signifique la suspensión –


o el archivo– del proceso penal y evite una eventual condena o que, simple-
mente, la atenúe, son opciones diferentes que presuponen, al mismo tiempo,
la elección de uno u otro modelo de conciliación.

4)�Expectativas�que�genera�en�la�comunidad

Desde un punto de vista social y comunitario, la conciliación parece que acre-


dita ventajas notables, en relación con el conflicto concreto y las relaciones
sociales en general. Probablemente, la razón se encuentra en el hecho de que
estos procedimientos no formalizados abordan los conflictos desde dentro, y
confían en los implicados, en lugar de imponer soluciones, de manera coacti-
va, y con criterios normativos, externos.

No intentan que triunfe la fuerza del Derecho victoriosa, ni doblegar al culpa-


ble, sino comprometer a las partes en la búsqueda de una solución negociada,
en la reparación del daño, producto de una libre y sincera asunción de respon-
sabilidad por el hecho criminal.

Entonces es lógico que, por extensión, los mecanismos capaces de re-


solver satisfactoriamente conflictos concretos produzcan, también, un
efecto pacificador saludable en las relaciones sociales.
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10.3. Presupuestos de la mediación

Los presupuestos de la mediación son:

1) Una víctima�personal o individualizable.

2) Una entidad�particular�de�la�infracción.

3) El reconocimiento�del�hecho.

4) La participación�voluntaria del autor y la víctima en el intento de


conciliación.

La exigencia de una víctima personal e individualizada se explica porque la


conciliación busca un impacto pedagógico que pide la comunicación inter-
personal: no se trata de una simple negociación sobre daños materiales, que
se pueda sustanciar con el representante legal o el apoderado de terceros, in-
cluidas las personas jurídicas.

La exigencia de una gravedad particular de la infracción tiene el sentido de


evitar que se extiendan desmesuradamente las redes de control social a su-
puestos que, en otro caso, darían lugar al archivo de las actuaciones o que se
liquidarían con la simple reparación civil del daño.

Tanto la constatación de que el hecho es atribuible a una persona concreta (que


no equivale a una confesión formal) como la participación voluntaria en el
procedimiento de mediación del autor y de la víctima son consecuencias de las
garantías procesales (presunción de inocencia, Derecho a un juicio justo, etc.).
Obviamente, el procedimiento de mediación no debe tener lugar con objeto
de la investigación judicial ni se tiene que convertir en un medio intimidatorio
para arrancar la confesión del infractor.

10.4. El papel del mediador

(55)
Pedagógicos, sociales, psicoló-
El papel del mediador es fundamental porque impulsa el acuerdo entre gicos y jurídicos.

las partes y garantiza la buena marcha del procedimiento conciliatorio.


El mediador debe ser neutral respecto a las partes, pero activo, y tiene
que acreditar la capacidad y los conocimientos especializados55 para di-
rigir el procedimiento.

Para la opinión mayoritaria, los pedagogos y los trabajadores sociales, entre


otros, se encuentran especialmente capacitados para estas tareas, aunque la
praxis demuestra la necesidad de revisar los métodos tradicionales y las formas
de organización de las áreas respectivas.
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10.5. Balance del paradigma integrador

Los procedimientos de conciliación ofrecen, pues, un balance positivo


(especialmente en determinados ámbitos, como la delincuencia de jó-
venes y menores), pero no se libran de ciertas objeciones y reservas.

Entre estas objeciones hay que destacar las siguientes:

1) Conviene advertir que no hay un único modelo de conciliación, sino in-


numerables modelos y submodelos conciliatorios. Falta, pues, un marco�teó-
rico�preciso e, incluso, una clara afinidad ideológica y político-criminal como
fundamento común a todos. Nacen, además, en el mundo anglosajón y son
fieles, por lo tanto, al pragmatismo de un sistema de justicia comunicativo y
dialogador sui generis. Tienen, todavía, un rodaje escaso y notables indefini-
ciones, porque se trata de un paradigma nuevo del que sólo podemos detectar
rasgos fragmentarios y perfiles.

2) Hay un razonable consenso científico con respecto a los objetivos de la con-


ciliación y a las expectativas que generan estos procedimientos. Sin embargo,
no hay consenso en lo que respecta a los supuestos a los que se les pueden
someter (qué delitos, qué infractores, qué víctimas, etc.) ni una evaluación
empírica fiable de los resultados obtenidos.

3) Los procedimientos de conciliación pretenden articular una respuesta�pro-


gresista�al�delito, no represiva, desinstitucionalizada, informal, al margen del
sistema, y evitar el efecto estigmatizante que comporta no sólo la pena, sino el
mismo proceso legal. Ahora bien, no se pueden ocultar los riesgos y los recelos
que genera un modelo de respuesta al delito de cariz o apariencia privatista.
Como se sabe, el tráfico de la justicia privada arcaica en el modelo actual de
justicia pública (solución institucional y formalizada de los conflictos) supu-
so un progreso histórico incuestionable, porque sólo así se puede asegurar el
control racional de las soluciones de los conflictos, la igualdad y ciertas garan-
tías elementales.

Al contrario, la experiencia ha puesto de manifiesto que cuando se concibe el


crimen como problema doméstico, interno –y la solución como una cuestión
privada o privativa de los implicados directamente–, nadie puede impedir el
rigor desmesurado, la vehemencia e, incluso, la irracionalidad de la respuesta.
Tampoco es fácil establecer los mecanismos�de�control que aseguren el trato
parecido de conflictos equivalentes (igualdad) y las determinadas garantías del
individuo que constituyen hoy día patrimonio cultural de la humanidad.
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En una sociedad plural, conflictiva y desigual, por otra parte, las soluciones
privadas no suelen restablecer el equilibrio�real�entre�los�implicados. Dicho
de otra manera, no negocia ni pacta quien quiere, sino quien puede.

4) Los procedimientos de conciliación pretenden sustituir la devastadora in-


tervención del sistema legal o arbitrar, si no la hay, una respuesta menos agre-
siva, en ningún caso moralizadora. Sin embargo, existe el riesgo de que no
siempre contribuyan a una intervención�mínima, aséptica y poco invasiva,
por dos razones:

a) En primer lugar, porque si estos procedimientos conciliatorios se generali-


zan como fórmulas sustitutivas del sistema legal, incluso para resolver peque-
ños conflictos, entonces sólo se consigue una extensión desmesurada de las
redes del control social, eso sí, mediante mecanismos más sutiles y flexibles.

b) En segundo lugar, porque la conciliación no es un simple acuerdo formal


reparador o indemnizador, sino que exige una comunicación interpersonal fe-
cunda autor-víctima, la implicación seria y convencida de las dos partes en el
proceso de negociación, un cambio de actitudes positivo, fruto de la confron-
tación directa y personal con el hecho delictivo y sus consecuencias y de la
libre asunción de responsabilidades. Sus objetivos no son, pues, precisamente
modestos.

5) Los procedimientos conciliatorios, para acabar, aunque pretendan aportar


soluciones flexibles e informales, se alejan mucho de la imagen frívola y su-
perficial que algunos dan de los mismos. Requieren una infraestructura ade-
cuada y una dotación de personal y medios suficiente (mediador, profesiona-
les que intervienen en el proceso). La consecución del acuerdo reparador exige
tiempo y esfuerzos, contactos exploratorios previos, aproximación, diálogo,
comunicación y negociación entre las partes, etc.

Esto quiere decir que el éxito de estas fórmulas de mediación y reparación


sustitutivas del control social formal depende del equipamiento correcto, así
como del hecho de que no se frustren las legítimas expectativas que compor-
tan para asumir, improvisadamente o precipitadamente, cometidos para los
que todavía no se encuentran preparadas. Una percepción social negativa de
la efectividad de estos procedimientos conciliatorios los condenaría al descré-
dito, ya que el problema criminal no admite ensayos ni experimentos. Y el
fracaso de este nuevo modelo significaría el fracaso de una esperanza que no
se supo administrar con realismo.

Por lo tanto, es necesario generalizar este sistema de solución de conflictos


con prudencia, de manera progresiva, una vez se compruebe su eficacia y se
cuente con los medios necesarios para ampliar el ámbito de acción.
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11. Tendencias actuales: el denominado modelo de la


seguridad ciudadana

Los modelos de reacción antes descritos son modelos�ideales que adoptan la


denominación respectivos del principio o rasgo determinante en los mismos.
Reflejan, además, una evolución positiva en el pensamiento criminológico,
porque a la idea nuclear de disuasión van incorporando otras funciones que
mejoran cualitativamente la respuesta al comportamiento criminal.

Sin embargo, la evolución descrita se ha detenido porque las tendencias polí-


tico-criminales actuales apuntan hacia otra dirección. Asistimos a una etapa
de regresión que ignora o pervierte conquistas históricas que creíamos irrever-
sibles.

No parece desacertado el término contrailustración, que se ha utilizado para


expresar el cariz involucionista y regresivo de estas tendencias.

Nos referimos al llamado modelo� de� seguridad� ciudadana, cuyos rasgos y


carcaterísticas básicos son los siguientes:

a) Protagonismo de la delincuencia convencional y trato de favor correlativo


de la criminalidad de los poderes: es el caso de la denominada doble velocidad,
que reservaría la pena de prisión para la criminalidad convencional y prevería
para la de los poderosos (delincuencia económica) sanciones administrativas
o penales atenuadas que excluirían la privación de libertad.

b) Prevalencia del sentimiento colectivo de inseguridad ciudadana y de miedo


al delito.

c) Exacerbación y sustantividad de los intereses de la víctima: de la situación


extrema de neutralizar a la víctima se pasa, en nuestros días, a un nuevo mo-
delo, de cariz privatizador y antigarantista, en el que la víctima expresa y re-
presenta los intereses generales mediante sus propios intereses.

d) Populismo y politización partidista.

e) Endurecimiento del rigor penal y retasación del componente aflictivo del


castigo.

f) Confianza sin límites en los órganos estatales del ius puniendi y despreocu-
pación por el sistema de garantías que lo controle.
© FUOC • PID_00164035 85 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

g) Implicación directa de la sociedad en la lucha contra la delincuencia, que no


se agota en programas de autoprotección de las víctimas, sino que incorpora el
cumplimiento por los particulares de funciones reservadas tradicionalmente
a los órganos de control formal.

h) Del paradigma etiológico al paradigma de control: un nuevo enfoque crimi-


nológico del problema delincuencial. El pensamiento criminológico opta en
la década de los noventa por un paradigma de control que explica el crimen
como consecuencia de la falta o el mal funcionamiento del control social o
de defectos en éste, por lo cual la intervención eficaz sólo se podrá realizar
incrementando el rendimiento del control social.

El denominado modelo�de�la�seguridad�ciudadana representa una involución


peligrosa y pervierte los esfuerzos realizados durante muchos lustros para me-
jorar cualitativamente la respuesta al fenómeno delictivo. No significa ningún
avance ni ningún progreso, sino una regresión, razón por la cual no se ha
analizado junto con los otros modelos de reacción al delito, sino de manera
separada y a efectos de remarcar críticamente las tendencias político-crimina-
les actuales que lo sustentan.
© FUOC • PID_00164035 86 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Resumen

El famoso reproche de la Criminología socialista hacia el burgués de quedar-


se a mitad del camino pretendía evidenciar las carencias prácticas de una dis-
ciplina exclusivamente orientada a la búsqueda de modelos teóricos sobre el
problema criminal. Esta acusación ha perdido fuerza y se evidencia en la na-
turaleza práctica y realista que se predica de la Ciencia criminológica, exterio-
rizada en una actitud activa que se orienta hacia la aportación de información
y soluciones al problema delictivo.

El hecho de que la prevención�del�delito es uno de los objetivos prioritarios de


la Criminología parece que está fuera de discusión, pero no el contenido que
se debe otorgar al concepto de prevención que, como se ha visto, se encuentra
muy lejos de ser pacífico. En efecto, los puntos de partida teóricos condicio-
nan, sin duda, cómo se entiende la prevención. Y este concepto condiciona las
propuestas para la puesta en práctica efectiva de programas y estrategias que
se orienten a esta misión. Aunque no todos se avienen, en último término, a
las exigencias del Estado social y democrático de Derecho.

Al menos, hoy no se puede hablar de prevención sin hacer un análisis com-


pleto del fenómeno delictivo, es decir, sin incidir en la génesis y la dinámica
del proceso. El sistema de solución por parches puede ser exitoso –falsamen-
te exitoso– a corto plazo, pero no consigue una evolución progresiva del con-
flicto del que tratamos. Una política�preventiva tendría que ser ambiciosa,
en objetivos y medios, y arbitrar programas que actúen de manera gradual y
estratificada en cada una de las fases del conflicto (es decir, deben contar con
programas que consideren tanto la prevención primaria, como la secundaria,
sin olvidar la terciaria, según la conocida clasificación de Caplan).

Hemos tratado, también, de evaluar la respuesta�social�y�legal�al�delito, so-


pesando la calidad de la respuesta que los distintos sistemas le dan. Entre éstos,
el modelo�resocializador, aunque ha sufrido etapas de diferente aceptación,
hoy parece que se presenta como la deseada tercera vía, puente entre el idea-
rio retribucionista y la utopía revolucionaria (abolición de la intervención).
Sin duda, el modelo resocializador se encuentra muy lejos de ser el método
perfecto de lucha contra la criminalidad. Hemos tenido ocasión de constatar
los graves inconvenientes que se le atribuyen, pero tampoco se puede negar
el efecto altamente positivo que ha generado en algunos aspectos básicos del
sistema legal de reacción al delito.
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Ejercicios de autoevaluación
De�selección

1. La denominada prevención secundaria...

a)�actúa coincidiendo sobre las causas del conflicto criminal, procurando su neutralización
antes de que el problema se exteriorice.
b)�se plasma en la política legislativa penal y en la acción policíaca.
c)�se dirige a evitar la reincidencia, mediante distintas técnicas de intervención en el grupo
de población penitenciaria.

2. La denominada Criminología socialista...

a)�se preocupa de manera exclusiva de la elaboración de modelos teóricos explicativos del


hecho criminal.
b)�considera el crimen un fenómeno patológico, de enfrentamiento entre el bien y el mal.
c)�cree firmemente en el ideal preventivo y orienta todas las investigaciones a la praxis, a
la dotación de conocimientos y de información eficaz a los órganos encargados de la perse-
cución penal.

3. El modelo neoclásico de prevención del delito...

a)�considera que la severidad de la pena se traduce, necesariamente, en un descenso de la


actividad delictiva.
b)�manifiesta su fe en el Derecho Penal como instrumento preventivo.
c)�asocia el efecto preventivo del castigo a la efectividad del sistema legal, más que al rigor
nominal de la pena.

4. Los programas de prevención para las víctimas...

a)� sugieren una intervención selectiva en aquellos grupos de víctimas potenciales con un
mayor riesgo de sufrir los efectos del delito.
b)�postulan como ideal preventivo la obtención del perdón de la víctima del delito para el
delincuente y el consiguiente arrepentimiento de éste por el perjuicio causado.
c)� parten de la premisa de que todos somos en la misma medida víctimas potenciales y
propugnan, por este motivo, campañas de información en los medios de comunicación.

5. El paradigma de prevención en la moderna Criminología...

a)�es una utopía irrealizable y, por esto, debe ser abandonado.


b)�considera que se puede alcanzar a medio plazo, mediante programas de intervención efi-
caces y realistas, la erradicación total del crimen.
c)�es muy ambicioso, ya que persigue intervenir en la génesis delictiva y neutralizar las causas
generadoras del conflicto.

6. El modelo preventivo que mejor se acomoda a las directrices del Estado social es...

a)�el modelo represivo, ya que procura la no instrumentalización del infractor, respetando


su dignidad.
b)�el modelo disuasorio difundido por la denominada Escuela clásica.
c)�el modelo resocializador.

7. El hecho de que el individuo es una persona desvalida, de voluntad débil, frágil e incapaz,
al que es necesario cuidar y corregir mediante el tratamiento oportuno...

a)�es el postulado básico de la teoría correccional.


b)�Esta visión del delincuente es mantenida por la teoría de la socialización.
c)�es el principio básico del concepto moderno de tratamiento.

8. La moderna filosofía del tratamiento...

a)�considera que los métodos de intervención actuales, más humanos y evolucionados, se


deben aplicar a toda la población penitenciaria, sin excepciones, ya que constituyen un be-
neficio indiscutible.
© FUOC • PID_00164035 88 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

b)�pretende conseguir un mayor éxito rehabilitador mediante la asunción por parte del fun-
cionariado de prisiones de códigos y pautas de comportamiento similares a las del grupo de
población carcelaria.
c)�considera esencial el sometimiento voluntario y libre del recluso a los programas de tra-
tamiento.

9. El modelo integrador...

a)�ha tenido una gran difusión en los países socialistas.


b)�se ha desarrollado, teóricamente y prácticamente, en el ámbito anglosajón.
c)�en Europa es hoy la técnica dominante.

10. La potenciación de una solución conciliadora al problema criminal y la estimulación de


la reparación a la víctima...

a)�constituyen las dos ideas centrales del paradigma resocializador.


b)�se erigen como objetivos prioritarios del modelo disuasorio.
c)�son los postulados básicos del modelo integrador.
© FUOC • PID_00164035 89 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Solucionario
Ejercicios de autoevaluación

1.�b

2.�c

3.�c

4.�a

5.�c

6.�c

7.�a

8.�c

9.�b

10.�c
© FUOC • PID_00164035 90 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Glosario
CE f Constitución española.

LOGP f Ley Orgánica General Penitenciaria.

prevención (concepto criminológico) f Objetivo prioritario de la Criminología orien-


tado a evitar el delito, que se considera fenómeno social, problema que afecta a toda la co-
munidad, ya que nace en la misma, y que la comunidad tiene que resolver.

prevención primaria f Se dirige al tratamiento de las causas del problema delictivo, a


sus raíces, y pretende neutralizar el conflicto antes de que se manifieste.

prevención secundaria f Actúa en un momento posterior al de la prevención primaria,


es decir, una vez el problema criminal se exterioriza, y va dirigido a aquellos grupos sociales
con más propensión a protagonizar o sufrir el problema criminal.

prevención terciaria f Su objetivo es muy concreto, evitar la reincidencia, y lógicamente


se orienta a la población reclusa.

resocialización f Genéricamente, son numerosos conceptos en uso. Significa la vuelta del


delincuente al orden normativo instituido, de manera que pueda convivir en comunidad,
manteniendo su individualidad y respetando la del resto de los ciudadanos; en definitiva, se
persigue la plena reintegración social.

teoría de la prevención especial f El fundamento legitimador de la pena se encuen-


tra en el hecho de evitar los delitos futuros. Actúa sobre quien ya delinquió y no sobre la
comunidad.

teoría de la prevención general f Justifica la pena en función de su utilidad como


mecanismo contramotivador sobre la comunidad, sobre la criminalidad potencial o latente.

teoría retribucionista f Según esta teoría, la pena sólo se puede justificar por razones
de justicia o de necesidad moral. La pena es, pues, un mal que se inflige al culpable para
compensar el mal que causó previamente.
© FUOC • PID_00164035 91 La prevención del delito y el análisis de los diferentes modelos y...

Bibliografía
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