Durante seis mil años, Satanás ha tenido a la humanidad encadenada al pecado.
Jesús vino para romper estas cadenas (Mateo 4:24; Juan 11:44). Gracias a Él, hoy podemos ser libres de las cadenas del pecado (Gálatas 5:1). Cuando los impíos mueran por el resplandor de Su venida y los santos asciendan con Cristo, Satanás quedará encadenado a esta tierra [sin poder engañar más a las naciones] (Apocalipsis 20:7-8). B EL JUICIO MILENARIO. Apocalipsis 20:4-6. Cuando ascendamos al Cielo, los santos recibiremos la facultad de juzgar. Durante este juicio, Jesús «aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones» (1ª de Corintios 6:2; 4:5). De este modo, podremos conocer por qué algunas personas no han sido salvas. En qué momento rechazaron definitivamente al Salvador, y cuántas veces fueron llamadas a arrepentimiento. Cuando este juicio acabe, no quedarán dudas acerca del pecado, ni de la justicia de Dios al tratar con cada pecador. C EL JUICIO FINAL. Apocalipsis 20:7-15. Mediante dos gráficas escenas (Ap. 20:7-10 y 11-15), se mostró a Juan el juicio final que se ejecutaría sobre los muertos en la segunda resurrección, al final de los mil años. — Los impíos resucitan. Satanás tiene libertad de nuevo para engañarlos (Ap. 20:7-8, 12-13). — Se revelan por última vez contra Dios, y éste les muestra su sentencia (Ap. 20:9, 13). — Todos –santos e impíos, ángeles y demonios– doblan sus rodillas ante Jesús (Filipenses 2:10). — Satanás, sus ángeles y todos los impíos son destruidos por fuego (Ap. 20:10, 14-15). D UN NUEVO COMIENZO. Apocalipsis 21:1-2; 22:1-4. Cuando el mal sea exterminado, la tierra será renovada. Volverá a ser el lugar idílico donde Dios quería que viviésemos eternamente. En esta nueva tierra no habrá peligros ni extensiones que nos separen («el mar ya no existía más»). Jerusalén será su nueva ciudad capital, provista de una hermosura sin igual. E SIN LÁGRIMAS NI DOLOR. Apocalipsis 21:3-4. Presenciar la muerte eterna de los impíos será nuestro último motivo de llanto, la última lágrima que Dios enjugará de nuestros ojos. Después, pondrá su tabernáculo perpetuamente entre nosotros; y estaremos eternamente con Él (Apocalipsis 21:3). El Gran Conflicto habrá acabado; el mal ya no existirá más; ya nada nos podrá separar de nuestro Dios.