Dios NO ES el origen de la tentación. Santiago absuelve en forma terminante a
Dios de ser el originador de cualquier insinuación para que alguno peque. La tentación se origina en el pecado que habita en nosotros, nuestros propios malos deseos (concupiscencias) B. LA TENTACIÓN Y EL PECADO. Santiago 1:15. La tentación nos vence porque deseamos pecar. El pecado nace en nuestra mente y se consuma en actos pecaminosos. 1) Somos tentados. 2) Nuestro deseo genera el pecado. 3) El pecado es consumado. 4) Estamos condenados a muerte. C. LA TENTACIÓN Y EL NUEVO NACIMIENTO. Santiago 1:16-18. El Padre de las luces es plenamente confiable porque no cambia. La solución divina para hacer frente a la tentación: hacernos nuevas criaturas a través de su palabra, transformando nuestros pensamientos y nuestros deseos. D. LA TENTACIÓN, LAS PALABRAS Y LA IRA. Santiago 1:19-20. Naturaleza humana: Tardo para oír; pronto para hablar; pronto para airarse. Nueva naturaleza: Pronto para oír; tardo para hablar; tardo para airarse Evitamos caer en la tentación al dedicar tiempo para oír la Palabra de Dios, cuidar nuestras palabras, y evitar el enojo (Lucas 8:8; Proverbios 10:19; Job 5:2) E. ¿CÓMO RESISTIR LA TENTACIÓN? Santiago 1:21. Desechar toda inmundicia. — Dejarnos quitar nuestras ropas viles y vestirnos de Cristo (Zacarías 3:3-4) Desechar la malicia. — Toda forma de mal sobra en la vida cristiana (1ª de Pedro 2:1) Recibir con mansedumbre la palabra implantada. — Como la semilla muere al ser plantada y germinar, debemos entregarnos completamente a Jesús, eligiendo morir a nuestros caminos pecaminosos y permitirle crearnos a su imagen.