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La lucha por la reforma agraria en Brasil y el Movimiento de los Trabajadores

Rurales Sin Tierra (MST)

Brasil, el coloso de Sudamérica, que por su dimensión territorial (8´511. 965 km2) y el
número de habitantes (160 millones) ocupa el quinto lugar en la escala mundial, y que
por su economía se le asigna el casillero número nueve, tiene la triste suerte de ser el
primero en lo que a mayor concentración de la renta se refiere. Según datos del Instituto
Brasileño de Geografía y Estadística, los ingresos del 1% más rico de la población
(13.9% del total) superan a los que corresponden al 50% más pobre (12.0%). El 50%
más rico se apropia del 88.0% del total de los ingresos.
Así, mientras, por un lado, los indicadores hablan de este país como una potencia
económica (para 1993 tenía un PIB de US$ 446 mil millones de dólares); por otro lado,
los cálculos oficiales reconocen que 32 millones de brasileños sobreviven en la pobreza
absoluta.

Haciéndose eco de esta realidad, el presidente Fernando Henrique Cardoso señaló


durante su campaña electoral que Brasil no es un país subdesarrollado, sino “un país
injusto”. Sin embargo, desde que asumió el poder a inicios de 1995, desairando
olímpicamente a sus electores que esperaban la adopción de medidas de justicia social,
colocó al centro de su gestión la modernización neoliberal, precisando que estaba
“firmemente decidido a adoptar los dictámenes del Fondo Monetario Internacional y del
Banco Mundial para ajustar la economía a las normas de la mundialización”.

Bajo esta perspectiva, Cardoso no dudó en utilizar todos los recursos del poder para
desactivar las protestas sociales que se le fueron presentado en el camino, tal el caso de
la huelga de los trabajadores petroleros en defensa del patrimonio nacional que fue rota
sin contemplación alguna. Cuando parecía que el escenario era todo suyo, el país se vio
sacudido por el viejo problema de la distribución de la tierra. En este hecho gravitaron
las movilizaciones protagonizadas por los trabajadores rurales sin tierra, sobre todo vía
ocupación de propiedades improductivas, y la gran solidaridad ciudadana que ellas
generaron.

El impacto fue tal, que el gobierno se vio forzado a incluir el tema de la reforma agraria
en la agenda política y a reconocer al Movimiento Sin Tierra (MST) como un actor
clave en la lucha por esta causa. Esta conquista, con toda la importancia que tiene,
resulta parcial hasta que no se traduzca en resultados concretos. Para que ello ocurra la
solidaridad internacional tiene un rol que cumplir, desarrollando acciones para que el
gobierno brasileño entienda que la justa causa de los sin tierra es una causa de todos los
sectores democráticos del mundo.

El problema de la tierra en Brasil

La concentración de la tierra

En Brasil la distribución de la tierra es una de las más dramáticas del mundo, por los
contrastes que registra: cerca del 1% de los propietarios posee cerca del 46% de todas
las tierras; mientras que al 90% de los propietarios le corresponde algo menos del 20%
de las propiedades. Todo esto con el agravante de que tan solo se cultiva un poco más
del 50% de las tierras cultivables y de que en el país existen unos 4.8 millones de
familias de trabajadores rurales sin tierra.
La concentración de la tierra trae aparejada la concentración de la propiedad de los
medios de producción, del poder económico, de la renta y del poder político en el medio
rural, lo que repercute en una sociedad permanentemente conflictiva entre una minoría
de propietarios y un gran sector de la población que, si no está explotado, se ve excluido
de las fuentes de trabajo.

Los graves problemas agrarios que existen son resultado de la modalidad del desarrollo
implementado en el país, particularmente en materia agrícola. Pese a la gravedad de
tales problemas, éstos tan solo son reconocidos como tales por los trabajadores y la
población en general, más no por la élite dominante, beneficiaria directa de ese esquema
de desarrollo que le significa mayor oportunidad de lucro y poder.

La utilización de la tierra

La forma como se utiliza la tierra no responde a los intereses de la sociedad como un


todo y, mucho menos, de los trabajadores. No se aprovecha el enorme potencial que los
recursos naturales disponibles representa para el progreso económico y el bienestar de
toda la población. De las aproximadamente 400 millones de hectáreas tituladas como
propiedad privada, apenas 60 millones son utilizadas para la labranza. La inmensa
mayoría de las tierras están ociosas, son mal aprovechadas, sub-utilizadas, se destinan a
la pecuaria extensiva o, simplemente, a la especulación o reserva de valor.

Según datos del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA),


existen en Brasil cerca de 100 millones de hectáreas de tierra ociosas, localizadas en las
grandes propiedades y que podrían ser aprovechadas (y de acuerdo a la ley actual,
expropiadas).

La utilización de la tierra responde únicamente a la lógica de maximización del lucro y


se transformó en un grave problema para la sociedad. En muchas regiones próximas a
las grandes ciudades, las tierras tan solo han servido como área para los pasatiempos de
las clases dominantes.

Lo que se produce

La producción obtenida en las 60 millones de hectáreas cultivadas, es insuficiente para


atender las necesidades de la población. Es irrisoria, si se tienen en cuenta los avances
tecnológicos y la productividad promedio que registran otros países. Se produce apenas
75 millones de toneladas de granos. En otros países con similares o peores condiciones
climáticas y de suelo, la producción llega a ser cuatro veces mayor.

Las mejores tierras se destinan a monocultivos para la exportación como: caña, café,
algodón, soya y naranja. En tanto que la producción de alimentos básicos para el
mercado interno está prácticamente represada. En tal medida, existe una mala
distribución de la producción agropecuaria y la mayoría de la población brasileña no
logra tener una dieta alimentaria acorde al menos con las necesidades básicas. Así,
existen 32 millones de personas que pasan hambre todos los días y otras 65 millones
que se alimentan por debajo de las necesidades.

Exodo rural y migración


La migración de las poblaciones rurales hacia los conglomerados urbanos es un proceso
natural y constante en todas las sociedades y a lo largo de las civilizaciones. No
obstante, en el caso brasileño, resultan espantosos la velocidad y el volumen de las
personas que tuvieron que migrar de sus comunidades rurales de origen, al ser
expulsadas del campo y verse obligadas a buscar las ciudades como única posibilidad de
supervivencia.

Según estadísticas oficiales, en el período de 1970-90, cerca de 30 millones de personas


migraron hacia las ciudades, sobre todo a las grandes ciudades, dando origen a la
formación de nuevas metrópolis. Y esto está generando enormes problemas sociales y
económicos para las personas que migraron y para las ciudades que las recibieron.

Hubo también una intensa migración interna con la cual millares de familias se
desplazaron de una región a otra en busca de trabajo y del sueño de la tierra para
trabajar. Asimismo, más de 500 mil personas emigraron a Paraguay, Bolivia y Argentina
en busca de trabajo en el campo. Y hoy la mayoría desea regresar a Brasil.

Las condiciones de trabajo

Las condiciones de trabajo y las relaciones de dominación y explotación prevalecientes,


en especial frente a los asalariados rurales, son una afrenta a la dignidad humana.
Muchos asalariados son tratados como esclavos. Los derechos laborales y sociales
establecidos en la Constitución son completamente irrespetados. Pero además,
desconocidos por los propios trabajadores. Basta decir que, el 65% de los asalariados
rurales ni siquiera posee registro de trabajo firmado. O que tan solo el 40% de los
trabajadores asalariados tiene trabajo todo el año. Los demás viven entre el trabajo
temporal y el desempleo.

Los salarios pagados en el medio rural están siempre por debajo de lo requerido para
atender las necesidades mínimas de alimentación.

Las condiciones de trabajo en los establecimientos de producción familiar también son


deshumanas, involucrando a los niños y a toda la familia, por períodos que llegan hasta
las 14 horas diarias.

Las condiciones de vida en el campo

Las condiciones de vida de la población del medio rural han mejorado en algunas
regiones, especialmente en el sur y sudeste; pero la inmensa mayoría de los habitantes
del campo continúa al margen de los beneficios del progreso económico y del avance de
las fuerzas productivas.

Los indicadores sociales de las regiones rurales sobre el consumo de luz eléctrica,
utilización de electrodomésticos, niveles de alfabetización, nivel de escolaridad, número
de médicos, nivel de renta per cápita, son alarmantes y se equiparan a las regiones más
pobres del mundo. Revelan el grado de discriminación social, económica y política a
que fueron sometidas por las oligarquías y elites rurales.

En el medio rural existe hambre. De los 32 millones de brasileños que pasan hambre
diariamente y son considerados indigentes, más de la mitad vive en el campo. Además,
la miseria aumenta día a día.
La situación de la mujer en el campo

Entre las personas que viven en el campo las que más sufren las pésimas condiciones de
vida son, sin duda alguna, las mujeres y la niñez. Las mujeres realizan una doble
jornada de trabajo, dedicándose a las actividades domésticas y al trabajo en la
producción. La mayoría no recibe nada por su trabajo. No participa de las decisiones de
la economía familiar. Son las mujeres quienes sufren por la falta de atención de salud
para sí y para sus hijos. A ello se agrega la condición generalizada de prejuicios y
discriminaciones por la práctica del machismo en el medio rural, que somete a la mujer
a una condición inferior.

El modelo tecnológico de desarrollo de la agricultura

El modelo de desarrollo adoptado en la producción agrícola brasileña únicamente sigue


la lógica de maximización de las ganancias. Existe una permanente propaganda
ideológica que exalta los avances y la modernidad en el campo, no obstante que son
visibles las consecuencias adversas y la completa inadecuación de la tecnología
utilizada en el medio rural a la realidad de los trabajadores y a los recursos naturales.

El modelo escogido es una mera copia de los países capitalistas centrales y únicamente
responde a la lógica de consumo de los insumos industriales ofertados por las empresas
multinacionales. Ese modelo representa hoy un enorme problema que compromete: el
potencial de producción, la eficiencia y la calidad de los productos, así como la
disponibilidad de los recursos naturales para las generaciones futuras.

Tal concepción de desarrollo agrícola, basada en ese paquete tecnológico, ya ocasionó


enormes perjuicios sociales y al medio ambiente. Entre otros: contaminación de aguas,
deforestación, destrucción de la flora y fauna, degradación de los suelos y uso
depredador de todos los recursos naturales disponibles.

La dominación política e ideológica

El resultado de la concentración de la propiedad de la tierra, de los medios de


producción, de la producción, de la renta y del poder económico por parte de una
minoría que domina el medio rural, se traduce en un régimen político de permanente
explotación y dominación de los trabajadores rurales, en el cual son sometidos a todo
tipo de injusticias y discriminaciones. La democracia, la libertad, los derechos a la
ciudadanía son tan solo un sueño. Y, además, son desconocidos por la inmensa mayoría
de los trabajadores del campo.

La propuesta de Reforma Agraria del MST


Objetivos generales

La propuesta de Reforma Agraria defendida por el MST se sustenta en diversas


premisas que buscan reorganizar la agricultura brasileña e impulsar un nuevo modelo de
desarrollo rural, teniendo como norte los siguientes objetivos generales.

– Garantizar trabajo para todos, con justa distribución de la riqueza;


– Producir alimentación abundante, barata y de buena calidad para toda la población
brasileña, generando seguridad alimentaria para toda la sociedad.

– Garantizar el bienestar social y la mejoría permanente de las condiciones de vida de


todos los trabajadores;

– Buscar la justicia social y la igualdad de derechos;

– Difundir la práctica de los valores humanistas;

– Contribuir a crear condiciones objetivas para la eliminación de la discriminación de la


mujer;

– Implantar prácticas que garanticen la preservación de los recursos naturales y de un


desarrollo auto-sustentable.

Medidas necesarias

La reforma agraria, como un proceso amplio, permanente y de largo plazo, que el MST
defiende, contempla la necesidad de las siguientes medidas concretas:

a) Democratización de la tierra y de los medios de producción.

La tierra debe ser entendida como un bien de la naturaleza al servicio de toda la


sociedad. Un bien de todos para atender las necesidades de todos. En este sentido, su
propiedad debe estar subordinada al cumplimiento de esa función social. Y por lo
mismo será necesario un amplio programa de expropiación de los latifundios
existentes, y su distribución entre quienes quieren trabajar en esas tierras.

b) Reorganización de la producción agrícola.

Para garantizar el aumento de la producción de alimentos y la seguridad alimentaria de


la sociedad es preciso crear estímulos de política agrícola y mecanismos adecuados,
que alienten además la agricultura familiar y las formas asociativas.

c) Desarrollo de la industria.

La reforma agraria debe incluir un nuevo modelo de desarrollo industrial, que tome en
cuenta:

– La instalación de industrias en el interior del país, que generen empleo, creen


alternativas y disminuyan las diferencias regionales existentes;

– La integración e implantación de agroindustrias que atiendan también los intereses


de los agricultores y de los consumidores.

d) Implementación de un programa especial para la región semi-árida del Nordeste del


país.
En esta región, además de la tierra, el agua también está privatizada en la actualidad y
las sequías castigan permanentemente a la población local. Por eso serán necesarios
programas de irrigación y de democratización del acceso al agua existente.

e) Un nuevo modelo tecnológico.

El modelo tecnológico adoptado actualmente es depredador de la naturaleza y


responde únicamente al afán de lucro de las empresas fabricantes de insumos. Es
necesario desarrollar investigaciones y técnicas agrícolas adecuadas a la realidad
brasileña, que garanticen la preservación de los recursos naturales, como también un
desarrollo auto-sustentable.

f) El desarrollo social.

Defendemos una reforma agraria que represente un proceso de desarrollo social para
toda la población del medio rural y de las pequeñas ciudades que dependen de la
agricultura. Que represente el rescate de la ciudadanía, de los derechos a la educación,
a la cultura, a la salud y a un futuro de bienestar social.

La lucha de los Sin Tierra, la experiencia brasileña del MST

El Movimiento Sin Tierra (MST) existe hace casi 15 años en Brasil. Durante este
tiempo siempre ha luchado intensamente contra el latifundio. Nuestras formas de lucha
principales fueron la toma de tierras, la realización de marchas sobre las capitales,
asambleas masivas, caminadas, manifestaciones, tomas de edificios del gobierno, etc.
Al principio éramos muy combatidos por el gobierno, por los latufindistas y las
élites, y la sociedad nos veía solamente como verdaderos Quijotes, luchando contra los
molinos…
Pero de esa lucha sin treguas hemos avanzado. Avanzamos en conquistas reales.
Durante estos años fueron más de 1.200 latifundios conquistados a la burguesía, que
permitieron el asentamiento de más de 140 mil familias. Pero avanzamos también en la
construcción de una nueva propuesta de reforma agraria, vinculada a los intereses de
toda la población y no isolamente de los sin tierras. Una reforma agraria que signifique
el quiebre por las raíces del problema agrario.Una propuesta de reforma agraria que
represente igualdad social, justicia en el campo y desarrollo económico bajo control de
los trabajadores.
Sin embargo, el mayor avance que hemos obtenido fue en el proceso de
conscientización de toda la sociedad. En nuestro último congreso nacional realizado en
Julio del 1995, levantamos la bandera “La Reforma Agraria es una Lucha de Todos”.
Nuestra estrategia es conscientizar a los trabajadores de la ciudad, la población en
general, los pobres en especial, de que la reforma agraria no es corporativa, no es de
interés solamente de los pobres del campo. Que la reforma agraria es un medio
fundamental para resolver la mayoría de los problemas que los pobres de la ciudad
enfrentan, como el hambre, el desempleo, la violencia, la marginación, la falta de
educación, el transporte y la vivienda.
De a poco, los trabajadores urbanos han comprendido ese carácter. Y hoy
podemos avanzar aún más, y decirles, que la reforma agraria solamente será posible, no
por voluntad de un gobierno presionado, sino que solamente será realidad en el marco
de la lucha contra el neoliberalismo, contra el imperialismo, contra la dependencia del
capital financiero, contra la dominación del capital. Y que solamente es posible
desarrollarla con un nuevo modelo de desarrollo, nacional. Nacional, en el sentido que
atienda a todos los brasileños. Popular, en el sentido que atienda a las necesidades
básicas de todo el pueblo, y no solamente de una minoría, como es la propuesta del
neoliberalismo.
Estamos, hoy, en ese esfuerzo. Estamos convencidos de que en Brasil, en
Latinoamérica, en los países del Tercer Mundo, solamente es posible alcanzar la
reforma agraria con profundos cambios económicos y sociales, hechos por todo el
pueblo organizado.
Sin embargo, tenemos todavía muchos retos por delante. Las ideas socialistas y
revolucionarias pasan por una crisis.
Los sectores pequeño-burgueses que dominan nuestros partidos de izquierda se
perdieron con el muro que cayó en sus cabezas. Tenemos que recuperar la confianza en
nuestros pueblos.
Comprender que solamente organizando las masas y haciendo grandes
movilizaciones populares lograremos cambios.
Tenemos que retomar el trabajo de formación político-ideológica. Recuperar
formas creativas de comunicación con las masas. Recuperar la mística de que es posible
los cambios sociales. Que el futuro pertenece a la clase trabajadora. En fin, recuperar el
ánimo de la revolución.

Joao Pedro Stedile es miembro dela Dirección Nacional del Movimiento sin Tierra del
Brasil.

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