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Derbys Diaz.

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Democracia y pobreza y desigualdad en Guatemala

La desigualdad Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no se trata solo de

la riqueza, el patrimonio neto, o de los ingresos, el sueldo bruto. También puede abarcar la

expectativa de vida, la facilidad que tienen las personas para acceder a los servicios de

salud, la educación de calidad o los servicios públicos. Hay desigualdades entre los géneros

y entre los grupos sociales.

También se asocia que la desigualdad aumenta y continua gracias a que algunos grupos

tienen mayor influencia en los procesos legislativos, esto hace que se les dificulte a otros

grupos hacer que el sistema actúe para resolver sus necesidades. Esto lleva a desviaciones

de la política y dificulta o entorpece el proceso democrático.

Las desigualdades están enraizadas en las relaciones entre varias personas o grupos, son

relaciones no reciprocas que descomponen nuestra realidad y le dan un contexto

complicado a una sociedad. En Latinoamérica tenemos los índices más altos a nivel de

desigualdad como región en el mundo, y como sociedades desiguales se desarrollan bajo un

contexto de democracias relativamente jóvenes, solo la nuestra acá en Guatemala tiene casi

35 años; las democracias eran vistas como una promesa de paz, bienestar y libertad. Pero

desafortunadamente, las democracias no han cumplido su palabra o al menos la

guatemalteca, al contrario, se podría decir que la desigualdad ha incrementado.

El poder, es indispensable para poder comprender las desigualdades en las democracias y

sociedades en la actualidad. Las desigualdades son muchas y no se comprenden de manera

sencilla; una de las maneras más comunes para tratar de entender las desigualdades en

Latinoamérica es saber que son desigualdades de ingresos y oportunidades, en este caso, se

han enfocado las reflexiones de algunos estudios de pobreza. Desde un punto de vista

analítico, forma parte de una tradición ya de varios años. El poder toma una gran
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importancia para realizar análisis y comprender las desigualdades en los países

latinoamericanos. Vemos el poder como la “imposición de voluntad dentro de una relación

social, o sea de un sujeto social sobre otro” (Pérez Sáinz, 2014:79).

Uno de los rasgos más característicos del desarrollo de América Latina es la persistencia

de las desigualdades, es por esto que las relaciones de poder siguen siendo muy desiguales

y esto no permite que se transforme de una manera ideal, profunda y radical. Por ello estas

relaciones se siguen manteniendo en las realidades políticas, económicas y sociales de esta

región, en donde los procesos políticos de representación y toma de decisiones no se han

logrado democratizar la política y del poder político, a veces defendiendo la “democracia

instaurada” y complaciente con estas desigualdades: “la democracia no interfiere con la

desigual distribución del poder socioeconómico y puede incluso contribuir a preservarla y

legitimarla” (Velasco, 2007:131).

Es además el análisis del poder el que permite asegurar que las relaciones de

desigualdad son relaciones socialmente construidas, que se han mantenido a lo largo de la

historia del continente más desigual del mundo. Explorar la relación que existe entre

democracia y desigualdades debe pasar por el análisis de las relaciones de poder existentes

en un contexto determinado. Aunque si no ese el objeto de estudio principal de este

artículo, es imprescindible no descartar el análisis del poder.

Democracia y desigualdad, son dos cosas que lastimosamente van de la mano. Hablar de

la democracia no es nuevo, es un concepto político que tiene sus raíces hace más de 2000

años, en la Ciudad-Estado griega. Las democracias modernas europeas viven tres grandes

momentos en la historia, por un lado, en el siglo XVII se crea el Estado moderno vinculado

al territorio y a la nación, en el siglo XVIII, el fortalecimiento de la sociedad civil se

amalgama como el auge de la economía de mercado y el individuo, y, por último, en el


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siglo XIX aparece lo social, configurando nuevas maneras de vida en común y dando una

importancia central al principio de solidaridad en el que se fundará el Estado Bienestar.

Este último se encuentra en una encrucijada definida por la crisis de las instituciones que

daban vida al vínculo social y a la solidaridad, a las tensiones existentes entre economía y

sociedad, y la crisis del sujeto que alcanzan la construcción de identidades individuales y

colectivas (Fitoussi & Rosanvallon, 2010).

Las democracias latinoamericanas han conocido otro desarrollo histórico, entre ellos

después de dictaduras militares, pero tienen ciertos elementos de las democracias europeas

mencionados por Jean Pierre y Pierre Rosanvallon. En la segunda mitad del siglo XX,

durante la guerra fría, la democracia se definía tanto como democracia revolucionaria como

democracia liberal. Los dos proyectos de democracia se encontraron en la democracia

revolucionaria ondeando la bandera de pueblo e igualdad y homogeneidad; y democracia

liberal que asocia la idea de igualdad con el individuo.

Más allá de las diferencias que pueden existir entre ambas concepciones de democracia,

el carácter democrático de ambos está sujeto a la crítica, por un lado, de un poder político

“absoluto” como dirá Touraine, como la democracia que permite una “forma de gestión

social que facilita la acumulación de riquezas y de los poderes de decisión y que por lo

tanto aumenta las distancias sociales en vez de reducirlas” (Touraine, 2000:30). Es

precisamente en la crítica en donde se observa que ambas democracias fueron o son

productoras de desigualdades propias.

La definición más común de la democracia, es aquella que nos proporciona Norberto

Bobbio: “forma de gobierno en la que el orden político es ejercido por el pueblo” (Bobbio,

1999:188). En ese sentido, el pueblo es entendido como “la mayoría o muchos”, y por lo
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tanto la democracia es el gobierno en donde el poder es ejercido en iguales condiciones por

cada uno de éstos. La democracia es asociada a la idea del pluralismo de candidaturas, a la

libre elección de los representantes del pueblo y al respeto de algunas reglas comunes a

todos (Touraine, 2000). Además de la confianza a los valores e instituciones democráticas,

la democracia es un ideal político y social que promete una vida en sociedad armónica y

próspera. En otras palabras, la democracia contiene (o contenía) en sí misma una idea de

esperanza, de “convicción de que la necesidad histórica habría prevalecido finalmente

sobre la resistencia material, política e ideológica de los privilegiados” (Touraine, 2000:16).

El devenir de las democracias ha permeado ese ideal en una visión y comprensión mucho

más limitada de la democracia. Si la democracia fue una promesa de vida mejor en muchos

países, hoy la realidad es diferente, pero no por ello se ha dejado de motivar

transformaciones. En otras palabras, “la democracia ya no apunta hacia un futuro brillante,

sino hacia la reconstrucción de un espacio personal de vida y las mediaciones políticas y

sociales que la protegen” (Touraine, 2000: 90).

Existen tres vínculos y tensiones entre la democracia y las desigualdades. Si bien las tres

han sido ya desarrolladas en los estudios de desigualdad, es importantes retomarlas desde la

perspectiva de la democracia.

La primera se refiere al principio de igualdad. La democracia alberga en su sistema de

ideas y valores la idea de la igualdad política. En sus principios, la igualdad era, ante todo

entendida en el ámbito de lo político, es decir en la capacidad de tomar decisiones, es decir

que “presupone la idea de que todos los miembros están igual de bien cualificados para

participar en las decisiones siempre que tengan adecuadas oportunidades de instruirse sobre

las cuestiones relativas a la asociación mediante la indagación, discusión y deliberación”

(Dalh, 2005:50). De ahí que la idea de democracia sigue manteniéndose primordialmente


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ligada a la idea del derecho al sufragio en iguales condiciones, así como la idea de igualdad

en derechos y obligaciones que hace referencia a una igualdad de ciudadanía.

La segunda relación entre democracia y desigualdad es la referente a los procesos de

individuación. El individuo moderno es un sujeto de derecho y autonomía, así como cada

vez es más responsable de sí mismo. El individualismo es tanto una evolución moral

basado en la lógica del mercado y en el repliegue sobre sí mismo, así como una realidad

sociológica que explica el desgaste de vínculos comunitarios y la atomización social, y por

último un principio filosófico que valora la autonomía y la autenticidad (Fitoussi y

Rosanvallon, 2010).

La tercera relación hace referencia a la manera de hacer política en contextos de extrema

desigualdad, pero en régimen democrático. Para Velasco existen cuatro factores que

permiten comprender la última relación entre democracia y desigualdad: “el poderío

desproporcionado de las élites económicas, la desorganización o el sometimiento de los

sectores bajos, la dependencia de los líderes políticos y la intensa competencia electoral”

(Velasco, 2007:142). Estos cuatro factores son constantes en la vida política actual por

ejemplo, en un país como Guatemala. Las élites guatemaltecas siguen manteniendo un

poder político importante con asociaciones gremiales, y siguen estando presente en

discusiones entre el gabinete de ministros del poder ejecutivo y movimientos sociales, y

mantienen capacidad de eficiente de presión política y de opinión pública a través de

medios de comunicación. La dependencia de los líderes políticos con diferentes financistas

se ha sabido por medios de comunicación alternativos, mientras que las propuestas

partidarias solo aparecen en tiempo electoral.


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La desigualdad es un misterio que creo que tenemos que ir destapando poco a poco, 'el

por qué'.

Guatemala es uno de los países con mayor desigualdad de todo el mundo, un país en

donde la riqueza es distribuida de una manera para nada equitativa, lo que da lugar a que la

riqueza se concentre en un pequeño sector, así como a condiciones de absoluta miseria y

escasez. Durante años, decenas de mapas de distribución espacial de la pobreza sirvieron

para identificar a la franja norte del país, de Huehuetenango a Alta Verapaz, como el

Corredor de la Pobreza. Un mapa de triangulación geográfica permite, no obstante,

identificar con mayor precisión los focos y la distribución de la pobreza extrema en

Guatemala.

Según los indicadores de pobreza del Instituto Nacional de Estadística (INE) y con base

en una proyección realizada por Plaza Pública para 2011, de los 15 municipios más pobres

(medido por el índice de pobreza extrema) siete se encuentran en el departamento de

Huehuetenango. El segundo departamento con más municipios con alto índice de extrema

pobreza es Alta Verapaz, donde se ubican seis municipios.

El municipio con mayor nivel de pobreza extrema es San Gaspar Ixchil, Huehuetenango,

con un 64.9 por ciento de habitantes que viven, diariamente, con apenas lo equivalente a un

dólar estadounidense.

La promesa de la democracia en nuestras sociedades, y sobre todo en Guatemala luego

de una guerra interna de más de 30 años, no se ha cumplido con la eliminación de las

condiciones de vida de la mayoría de los guatemaltecos que viven en extrema pobreza,

desnutrición, en una sociedad racista. Por eso es importante reconocer las tensiones que

existen entre democracia y desigualdades, para encontrar caminos que permitan plantear los
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desafíos para trascender la igualdad, como principio fundamental de la democracia, se

cuestiona frente a la realidad vivida.

Más allá de la caracterización de las desigualdades en Guatemala, intentaron darles un

rostro a las desigualdades. Se ha encontrado en una relación urbana común como la que se

puede nutrir entre jóvenes de un mismo grupo de edad que interactúan en el mismo lugar

que la universidad y viven a diez minutos en el mismo barrio de la ciudad de Guatemala,

las complejidades derivadas de diferentes desigualdades como el nivel económico,

educativo e incluso territorial. Al demostrar estas dinámicas, podemos comenzar a

comprender que las desigualdades no son solo cifras frías que esconden una realidad que

duele. De esta forma, la democracia se puede repensar y vivir.


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Fuentes:

Fitoussi, J., y Rosanvallon, P. (2010). La nueva era de las desigualdades (Argentina:

Manantial).

López, S. (2010). Violencia Sacrificial y discurso de poder sobre seguridad en la

construcción del imaginario de los linchadores/vapuleadores: Estudio de Caso del

vapuleo “El Reducto” enero 2010 y su correlación con los sujetos de seguridad

generados en las propuestas. Tesis de licenciatura, Facultad de Ciencias Políticas y

Sociales de la Universidad Rafael Landívar - URL- Guatemala

Touraine, A. (2000). Igualdad y diversidad. Las nuevas tareas de la democracia (México:

Fondo de Cultura Económica).

ONU. (2019). Derechos humanos. Organización de las Naciones Unidas.

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