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El laberinto de

paredes blancas.

Valente Zepeda.
Andrea está en lo que parece ser la sala de estar de un hospital psiquiátrico. Pasea

y murmura inquieta.

Andrea: Que se queda en mi… ¡Libro!

Ella enfoca su atención en el libro y eventualmente, apacigua sus pensamientos.

Andrés entra a escena pero ninguno de los dos se percata de la presencia del otro

hasta después de un rato. En lugar de verse entre sí, dibujan un espejo imaginario

que los conecta tanto como los separa, uno que los confunde: uno en dónde buscan

diferencias, pero no encuentran más que similitudes.

Andrea: ¡Achú!

Andrés: Salud.

Andrea: Gracias.

Andres: De nada.

Se rompe la barrera entre sendos.

Ambos: Si me quedo, si me voy, si no estoy o si soy; soy real o un reflejo surreal

que se queda en mi…

Andrés: ¡Corazón!

Andrea: ¡Silla…! ¿Qué?

Ambos: ¿Quién eres tú?

Andrea: Pues yo soy "Yo".

Andrés: Claro que no.

Andrea: ¿Por qué no?

Andrés: Porque si tú fueras "Yo", yo tendría que ser "Tú" y yo no puedo ser tú

porque yo soy yo.

Andrea: Pero si yo no puedo ser yo, entonces tú tampoco deberías de poder ser tú,

y si ni tú ni yo podemos ser "Yo" y "Tú"... ¿Entonces quién es "Yo" y quién es "Tú"?


Andrés: … ¿Cómo?

Andrea: Lo que digo es que estamos estancados.

Andrés: ¿Varados?

Andrea: Inertes.

Andrés: Estáticos.

Andrea: Paralizados.

Andrés: Atrapados.

Andrea: Anquilosados.

Andrés: … ¡Que no nos movemos!

Andrea: ¡Que no vamos a ninguna parte!

Andrés: Al menos no así…

Andrea: ¿Así cómo?

Andrés: Discutiendo.

Andrea: … ¿Argumentando?

Andrés: Chachareando.

Andrea: Paliqueando.

Andrés: Dialogando.

Andrea: Murmurando.

Andrés: … ¿Debatiendo?

Andrea: Deliberando… Tienes razón.

Andrés: ¡Lucidez!

Andrea: No llegaremos a ningún lado si nos estancamos discutiendo.

Andrés: ¿Entonces?

Andrea: Entonces hay que probarlo... ¿Cómo fue tu primer beso…?

Andrés: ¿Mi primer beso?


Andrea y Andrés viajan a través del tiempo y espacio.

Andrés (Andy): Bueno… Cómo el de todos los demás

Andrea: ¿Decepcionante?

Andrés (Andy): Mágico. Ya llevaba un tiempo coqueteándome: Jugaba con mi

cabello, picaba mis costillas, y no hubo clase de educación física en la que olvidara

dedicarme un gol.

Andrea: Oh…

Andrés (Andy): Estábamos enamorados. Un día me pidió ir al parque después de

la escuela y yo obvio le dije que sí. Esperamos a que se vaciara el salón porque no

queríamos que nuestros compañeros anduvieran de carrilludos al día siguiente;

tomamos nuestras cositas y nos fuímos calladitos a la parada del camión, no porque

faltaran temas de conversación; sino porque los nervios previos a lo que estaba por

suceder, hacían que todo lo demás se sintiera irrelevante. Después de un ratito,

llegó el camión y nos subimos igual de nerviosos, e igual de calladitos. Íbamos

parados, pero hasta eso que salió mejor porque nos tocó ir todos pegaditos y

apretados, agarrándonos del tubo; Poco a poquito, nuestras manos fueron

recortando lenta pero consistentemente la distancia que las separaba y los latidos

de mi corazón, retumbaban en mi pechito por la vergüenza que sentía. Al estar a

punto de encontrarnos, junté 15 pesitos de valor y los invertí para sacar el coraje

necesario con tal de animarme a tocar su mano. Ya estaba ahí, ahí. Prácticamente

podía sentirla con la llema de mi dedito meñique cuando… Pidió la parada. Se

quitó, caminó y bajó del camión… A fin de cuentas, ese era el plan, ¿no? Ir al

parque después de la escuela, pero… No había manera alguna en la que pudiera

ignorar el momento mágico que compartimos hace un instante, así que me armé de

valor y decidí escuchar al eco que mi corazón producía mientras retumbaba por él:
Lo seguí, me paré sobre el escaloncito con el que uno sube a la calafia, le tomé del

hombro; se volteó, me miró, lo miré y entonces… ¿Puedes imaginar un beso más

romántico que aquél dado por una persona que no tiene idea alguna de lo que

hace?

Andrea: Tristemente no.

Andrés (Andy): Yo tampoco.

Andrea: El mío fue igual…

Andrés (Andy): ¿Qué cosa?

Andrea: Mi primer beso…

Andrés (Andy): ¿En serio?

Andrea: Sí.

Andrés (Andy): ¿Igualito?

Andrea: Igualito, igualito.

Ambos hacen una pequeña pausa para pensar en las posibles implicaciones de

tener dos primeros besos idénticos.

Andrés (Andy): ¿Cuál ha sido la herida más grande que alguien te ha hecho?

Andrea y Andrés viajan una vez más por espacio-tiempo.

Andrea (Annie): La mayor herida que se me ha hecho… No estoy segura. Si te soy

sincera, bien pudo haber sido infligida por mi propia mano porque bueno…

Definitivamente tuvo que ver que no sabía manejar. Aún así; uno podría argumentar

que las implicaciones éticas y morales de mis circunstancias, deberían bastar para

exonerarme por lo sucedido; aunque es subjetivo, claro. Pero me estoy llendo por

las ramas, ¿verdad?

Andrés (Andy): Poquito, sí.


Andrea (Annie): Más que no lo hicieran, el problema era que no querían entender…

Por más que insistía, por más que chillaba; ellos ya habían tomado la decisión de

ignorarme; pero ignorar, no era tan sencillo para mí por que a mí sí me concernía,

yo sí me preocupaba; y a veces, sentía como si fuera la única persona que lo hacía:

Las cosas habían estado mal desde hace rato, y estaba segura que, de no

arreglarlas en ese momento, amanecerían como un problema sin solución. A lo que

quiero llegar es que tenía que salir de casa y para eso debía de encontrar las llaves

de mi mamá. El sigilo era esencial porque el más leve de los sonidos seguramente

sería suficiente para despertar a los padres con el sueño más ligero del condado;

mismos que claramente desconfiaban de mí porque me dejaron las llaves bien

escondidas…

Andrea encuentra las llaves dentro de un libro. Estaban siendo usadas como

separador (?)

Andrea (Annie): Ya no hay vergüenza… Abrí el portón, salí al patio y entré al carro;

me puse el cinturón de seguridad, acomodé los espejos, quité el seguro de mano y

me quedé ahí… Esperando. En parte porque no estaba segura de cómo arrancar el

carro, en parte porque estaba asustada: Asustada de lo que sucedería al llegar, de

lo que me enteraría, y del impacto que eso tendría en mí; Pero más asustada estaba

de tener que aceptar lo que pasaría al quedarme.. Ahora sí arranqué el carro y

agarré camino. Según yo, usé el de mi mamá porque no iba poder manejar el de

papá por ser estándar, pero al parecer tampoco le sé al automático porque terminé

chocando de todas maneras. Mi vida jamás estuvo en riesgo, pero sí terminé

herida, y a día de hoy, aún cargo con las cicatrices que me hice aquella noche.

Andrea levanta su pantalón y revela una cicatriz que recorre su pantorrilla. Andrés

le hace segunda revelando una cicatriz completamente distinta.


Andrés (Andy): ¡Igualitas!

Andrea (Annie): ¿Recuerdas cómo llegaste aquí?

El espacio-tiempo se distorsiona para llevar a Andrea y Andrés a un último destino.

Uno que parece no tener salida.

Andrés: Mis manos se tiñeron de rojo mientras miraba el cielo nocturno. Sin darme

cuenta; me perdí dentro de un mar sin viento ni marea, un cielo sin estrellas, y un

barco sin tripulación.

Andrea: La oscuridad de la noche sin estrellas deslumbraba mi visión, el silencio

producido por la quietud del agua ensordecía mis oídos y la soledad de mi navío me

sustraía de la realidad.

Andrés: Mi tiempo era distinto al del resto del mundo.

Andrea: Las líneas que dividían lo que había hecho y lo que estaba por hacer se

difuminaron.

Andrés: Mi alma decantaba sufrimiento.

Andrea: Y el sufrimiento terminó por deslavar los colores con los que veía al mundo.

El enorme océano de posibilidades infinitas se cerró ante mí y tomó la forma de un

laberinto de paredes blancas.

Andrés: Uno que no tuve más opción que recorrer, uno al que terminé aceptando

como parte de mí.

Andrea: Con el paso del tiempo, las paredes dentro del laberinto se fueron cerrando

una por una, cortando los pocos lazos a los que me aferraba y empujándome

lentamente hacia el abismo.

Andrés: Sin darme cuenta, terminé sólo dentro de una habitación sin puertas ni

ventanas en dónde nadie entraba ni salía, una que se quedó así: con nadie que
entrara ni saliera durante quién sabe cuántos segundos que se sintieron como

horas, minutos que parecían días, o días que duraban meses.

Andrés golpea (leve y repetidamente) su cabeza contra la pared.

Andrea: ¡Alguien venga, por favor…! ¡Ya, lo siento mucho!; ¡los siento tanto…!

Alguien, alguien… Alguien… Pero sin importar cuánto esperara o lo mucho que lo

pidiera, el cuarto se quedó vacío.

Ambos se encuentran dentro de sus miradas, pero esta vez, no hay ningún espejo

que les impida verse de verdad. Andrés toma a Andrea de la mano, dejan la

habitación.

OSCURO FINAL.

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