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paredes blancas.
Valente Zepeda.
Andrea está en lo que parece ser la sala de estar de un hospital psiquiátrico. Pasea
y murmura inquieta.
Andrés entra a escena pero ninguno de los dos se percata de la presencia del otro
hasta después de un rato. En lugar de verse entre sí, dibujan un espejo imaginario
que los conecta tanto como los separa, uno que los confunde: uno en dónde buscan
Andrea: ¡Achú!
Andrés: Salud.
Andrea: Gracias.
Andres: De nada.
Andrés: ¡Corazón!
Andrés: Porque si tú fueras "Yo", yo tendría que ser "Tú" y yo no puedo ser tú
Andrea: Pero si yo no puedo ser yo, entonces tú tampoco deberías de poder ser tú,
Andrés: ¿Varados?
Andrea: Inertes.
Andrés: Estáticos.
Andrea: Paralizados.
Andrés: Atrapados.
Andrea: Anquilosados.
Andrés: Discutiendo.
Andrea: … ¿Argumentando?
Andrés: Chachareando.
Andrea: Paliqueando.
Andrés: Dialogando.
Andrea: Murmurando.
Andrés: … ¿Debatiendo?
Andrés: ¡Lucidez!
Andrés: ¿Entonces?
Andrea: ¿Decepcionante?
cabello, picaba mis costillas, y no hubo clase de educación física en la que olvidara
dedicarme un gol.
Andrea: Oh…
la escuela y yo obvio le dije que sí. Esperamos a que se vaciara el salón porque no
tomamos nuestras cositas y nos fuímos calladitos a la parada del camión, no porque
faltaran temas de conversación; sino porque los nervios previos a lo que estaba por
parados, pero hasta eso que salió mejor porque nos tocó ir todos pegaditos y
recortando lenta pero consistentemente la distancia que las separaba y los latidos
punto de encontrarnos, junté 15 pesitos de valor y los invertí para sacar el coraje
necesario con tal de animarme a tocar su mano. Ya estaba ahí, ahí. Prácticamente
quitó, caminó y bajó del camión… A fin de cuentas, ese era el plan, ¿no? Ir al
ignorar el momento mágico que compartimos hace un instante, así que me armé de
valor y decidí escuchar al eco que mi corazón producía mientras retumbaba por él:
Lo seguí, me paré sobre el escaloncito con el que uno sube a la calafia, le tomé del
romántico que aquél dado por una persona que no tiene idea alguna de lo que
hace?
Andrea: Sí.
Ambos hacen una pequeña pausa para pensar en las posibles implicaciones de
Andrés (Andy): ¿Cuál ha sido la herida más grande que alguien te ha hecho?
sincera, bien pudo haber sido infligida por mi propia mano porque bueno…
Definitivamente tuvo que ver que no sabía manejar. Aún así; uno podría argumentar
que las implicaciones éticas y morales de mis circunstancias, deberían bastar para
exonerarme por lo sucedido; aunque es subjetivo, claro. Pero me estoy llendo por
Por más que insistía, por más que chillaba; ellos ya habían tomado la decisión de
ignorarme; pero ignorar, no era tan sencillo para mí por que a mí sí me concernía,
Las cosas habían estado mal desde hace rato, y estaba segura que, de no
quiero llegar es que tenía que salir de casa y para eso debía de encontrar las llaves
de mi mamá. El sigilo era esencial porque el más leve de los sonidos seguramente
sería suficiente para despertar a los padres con el sueño más ligero del condado;
escondidas…
Andrea encuentra las llaves dentro de un libro. Estaban siendo usadas como
separador (?)
Andrea (Annie): Ya no hay vergüenza… Abrí el portón, salí al patio y entré al carro;
lo que me enteraría, y del impacto que eso tendría en mí; Pero más asustada estaba
agarré camino. Según yo, usé el de mi mamá porque no iba poder manejar el de
papá por ser estándar, pero al parecer tampoco le sé al automático porque terminé
herida, y a día de hoy, aún cargo con las cicatrices que me hice aquella noche.
Andrea levanta su pantalón y revela una cicatriz que recorre su pantorrilla. Andrés
Andrés: Mis manos se tiñeron de rojo mientras miraba el cielo nocturno. Sin darme
cuenta; me perdí dentro de un mar sin viento ni marea, un cielo sin estrellas, y un
producido por la quietud del agua ensordecía mis oídos y la soledad de mi navío me
sustraía de la realidad.
Andrea: Las líneas que dividían lo que había hecho y lo que estaba por hacer se
difuminaron.
Andrea: Y el sufrimiento terminó por deslavar los colores con los que veía al mundo.
Andrés: Uno que no tuve más opción que recorrer, uno al que terminé aceptando
Andrea: Con el paso del tiempo, las paredes dentro del laberinto se fueron cerrando
una por una, cortando los pocos lazos a los que me aferraba y empujándome
Andrés: Sin darme cuenta, terminé sólo dentro de una habitación sin puertas ni
ventanas en dónde nadie entraba ni salía, una que se quedó así: con nadie que
entrara ni saliera durante quién sabe cuántos segundos que se sintieron como
Andrea: ¡Alguien venga, por favor…! ¡Ya, lo siento mucho!; ¡los siento tanto…!
Alguien, alguien… Alguien… Pero sin importar cuánto esperara o lo mucho que lo
Ambos se encuentran dentro de sus miradas, pero esta vez, no hay ningún espejo
que les impida verse de verdad. Andrés toma a Andrea de la mano, dejan la
habitación.
OSCURO FINAL.