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Derechos de autor Raynier Corea

Sigamos caminando, 2022.


Editorial PanHouse.
www.editorialpanhouse.com
Edición general:
Jonathan Somoza
Gerencia general:
Paola Morales
Gerencia editorial:
Barbara Carballo
Coordinación editorial:
Bárbara Peña
Edición de contenido:
Yesenia Galindo
Corrección editorial:
Carolina Acevedo
Corrección ortotipográfica:
Rosa Raydán
Diseño, portada y diagramación:
Aarón Lares
ISBN: 978-628-95038-3-8
Índice
Agradecimientos
Comentarios
Prólogo
Sigamos caminando
CAPÍTULO 1. EL PRIMER PASO SIEMPRE CUESTA
CAPÍTULO 2. DERRIBADO, PERO NO DERROTADO
CAPÍTULO 3. HAZ DE DIOS TU REFUGIO
CAPÍTULO 4. NO DEJES MORIR TU SUEÑO
CAPÍTULO 5. LUCHA POR LO QUE AMAS
CAPÍTULO 6. VEREMOS LA BONDAD DE DIOS
A ti que hoy estás detenido en un momento desafiante en
tu vida, quiero que sepas que llegó el momento de seguir
caminando.
Agradecimientos
Esta parte es un reconocimiento y una honra a las personas
que han visto algo más en este servidor y me han apoyado
con sus oraciones, consejos y, en varias ocasiones, han
levantado mis brazos para seguir caminando.
Gracias a Pame, Ray, Andrés y Fiorella; ellos son la
inspiración para levantarme cada día y entregar lo mejor por
ellos, gracias por no ver mis defectos, amarme y por soñar
a mi lado.
Gracias a mi mamá, Edith Morales, por darme siempre lo
mejor, por sus oraciones y por entregarme el mejor regalo,
que fue invitarme a conocer a Dios en mi vida. Gracias,
Madre.
Quiero agradecer a la Casa Editorial PanHouse por
acompañarme de forma tan profesional en este viaje, captar
cada detalle, creer conmigo y hacer este libro posible.
Agradezco a Enlace TV por todos los años que me ha
cobijado, por ser una gran escuela de fe e integridad, por
verme siempre como parte de esta gran familia.
Gracias a todo el equipo de Mike Silva Internacional y
Festival por la Vida por cuidarme en tiempos de transición y
permitirme soñar en ser portador de buenas noticias, buena
vida, buena música.
A mis queridos amigos y equipo de Veremos la Bondad de
Dios, gracias. Han sido muchas madrugadas de oración en
las que hemos visto milagros y Dios nos ha permitido juntos
fortalecernos en el diario caminar. Lo mejor es que estamos
convencidos de que veremos su bondad en esta tierra.
A Método CC: agradecido por esos tiempos de
aprendizaje y estiramiento en mi vida.
Gracias a Comunidad Pas por ser mi casa y abrazarnos
como familia.
Gracias a mi familia y cada amigo que me he encontrado
en este camino, a todos aquellos que de una u otra forma
han sumado a mi vida, con los cuales he reído, aprendido y
soñado. Sepan que, aunque no los menciono por nombre
aquí, oro por cada uno y pido que la gracia y el favor de Dios
esté cada día en sus vidas.
Por último, gracias a Dios quien nunca me ha dejado,
siempre me muestra su amor, me llena de su paz y renueva
mis fuerzas. ¡Qué sería de mi vida si no caminara junto a Él!
R C
Comentarios
Cuando te sumerjas en la lectura de este maravilloso libro te
sentirás más identificado de lo que hubieras imaginado,
cada parte realmente describe la vida de Ray, el cual tengo
el privilegio de conocer, desde hace muchos años, y puedo
ver a través de cada línea su vida descrita, sus desafíos,
pero sobre todo el hombre de fe que lo caracteriza. Ray ha
sabido surgir y resurgir y sé que no habrá una sola parte de
este libro que no te rete, levante y desafíe tu vida. Gracias,
Ray, por desafiarnos a creer que nuestros sueños no
morirán. Tu vida, familia y obra hablan por ti, mi amigo.
B L
Vicepresidente
Mike Silva International

Las circunstancias negativas, los temores y los obstáculos


están cada vez más presentes en el mundo en que vivimos.
Para tener éxito en este tiempo se necesita de mucha
valentía, determinación y perseverancia.
En esta obra, mi amigo Ray Corea nos inspira y nos
impulsa a nunca darnos por vencidos y a ver los obstáculos
como procesos de aprendizaje para seguir avanzando.
Este libro te catapultará a una posición donde verás a
Dios y tu propósito en esta vida, por encima de tus
circunstancias.
P F F
Centro Global de Avivamiento
Greenville, Carolina del Sur

El consejo de Ray es sabio y útil, increíble. Cuando ya no


sepas qué hacer, haz lo que puedas. ¡Sigue adelante, no te
rindas! ¡La vida es más de lo que ves actualmente!
M S
Presidente
Mike Silva International

No podemos cambiar el pasado, pero sí la forma en cómo


reaccionemos al pasado. Raynier deja plasmada en esta
obra literaria la esencia misma del verdadero líder
congruente que, a pesar de las pruebas, se mantiene
persistente hacia el futuro, sigamos caminando
definitivamente es un recurso que toda persona debe tener
en sus manos; el liderazgo debe ser manifestado en
hombres y mujeres que son formados en el carácter, más
que en los dones.
Si eres de aquellas personas que están en constante
crecimiento, a pesar de las pruebas, este libro debe ser
parte de tu vida.
P C L
Global International Church
Santo Domingo, República Dominicana
Más que hacer un comentario de esta maravillosa obra que
te desafiará a ir más allá de lo que ven tus ojos, déjame
hacer un resumen de su autor. Durante más de 27 años
hemos tenido el privilegio de conocer, trabajar, soñar y creer
en grandes cosas junto a Raynier. Podemos testificar que
es un hombre incansable, capaz de transformar cualquier
desierto en un bosque solo con fe y la constancia en la
palabra, tal como lo declara la Escritura. Lo que Ray ha
plasmado en este libro no son frases bonitas sacadas de un
libro de recetas para el éxito, es el resultado de vida de un
proceso de forjado en el fuego, es el resultado de un hombre
que ha sido pesado y ha sido hallado fiel. Permítete que, al
leer sus páginas, puedas albergar la esperanza y
expectativa de que al otro extremo de la circunstancia está
la victoria y la conquista de lo que Dios te ha dado, si
permaneces fiel al proceso. Ánimo que lo lograrás.
A S B G
Pastores Jesus Worship Center Kendall, Florida

Tener una vida anclada a la identidad y propósito es vital.


Seguimos caminando, por Ray Corea, es un libro
maravilloso para proveer al lector la oportunidad de cambiar
su manera de pensar e inspirar a tomar las acciones
apropiadas hacia el cumplimiento de propósito y destino.
Ray, con experiencias personales, nos ofrece pasos
prácticos hacia una vida maravillosa para estar curados del
doble ánimo.
Somos retados a pasar de interesados a comprometidos
con nuestros sueños y a tener una vida con identidad,
propósito e integridad que refleje las grandezas de Dios en
nosotros para influenciar y cambiar nuestro mundo.
Dios ha levantado a Ray como líder visionario, con poder
de vulnerabilidad, para animarnos a seguir caminando en
nuestro propósito. Esta obra hará que cada lector pueda
abrazar los principios contenidos y extraer los tesoros
escondidos. Es hora de que vayamos por más y sigamos
caminando.
L F
MCEC-IL
Master Certified
Executive Coach
Intelligent Leadership, U.S.A
Prólogo
Conozco a Ray desde que era muy joven cuando se inició
en un programa juvenil en el Canal 23, Enlace, llamado
Fuerza Juvenil, en San José, Costa Rica. Siempre se
caracterizó por su gran entusiasmo, su personalidad
atrayente y, sobre todo, por ese favor de Dios que era
evidente en todo lo que hacía. A Ray todo el mundo lo
quiere, le cae bien a todos, es una de esas personas
afables a quien siempre se le ve de buen ánimo y es amigo
de todos. Dispuesto a ayudar en todo lo que se necesite,
Ray siempre saca la tarea adelante.
Un hombre esforzado y valiente entregado por completo a
Dios, quien ha sabido cumplir su propósito en Él. Su padre
celestial lo ha respaldado y ha sido fiel a sus promesas.
Esta obra es testimonio de que sí se puede y que tenemos
que seguir caminando.
Este libro es un manual de ánimo que compila las
experiencias de un hombre que decidió confiar en Dios y
caminar por la vida aferrándose a sus promesas
establecidas en la palabra. En cada una de las páginas que
conforman el libro, en cada historia, podemos evidenciar que
sí se puede, que vale la pena seguir adelante, porque Dios
siempre va con nosotros y su palabra, sus promesas, no
solo son verdaderas, sino que se cumplen en la vida de los
que deciden creer y ponerlas en práctica. Sigamos
caminando, es una declaración de vida para que no nos
demos por vencidos, porque Dios tiene planes para cada
uno de nosotros y, a lo largo del camino, una respuesta para
cada situación que atravesamos si nos entregamos a
confiar.
El Salmo 110 en el último versículo, en una de las
paráfrasis, establece que a lo a lo largo del cambio él tiene
refrigerio de muchas aguas, pero es ahí, a lo largo del
camino, donde vamos a encontrar esas aguas que nos van
a traer refrigerio, por eso tenemos que seguir caminando,
porque solo caminando vamos a llegar a nuestro refrigerio.
Este es un libro que hablará directamente a tu
circunstancia, traerá ánimo, aliento y esperanza para seguir
caminando, confirmándonos que todo estará bien porque es
Dios quien tiene cuidado de nosotros en cada paso de
nuestro caminar.
L .J C
Enlace TV
Sigamos caminando
¿Alguna vez has visto las tormentas mar adentro; truenos,
relámpagos, fuertes vientos, olas de más de doce metros?
Ese es el panorama que observa el capitán dentro de su
cabina, pensando en las mejores estrategias para
garantizar, no solo la navegabilidad de su barco, sino
también la seguridad de toda su tripulación. Él sabe que, en
ese ínterin, la embarcación puede sufrir estragos, incluso
puede evocar imágenes de aquellos relatos donde los
marineros describen esas tempestades como monstruos
feroces y hambrientos, hasta puede sentir cómo las paredes
emiten ciertos crujidos como anuncio del desenlace; pero
también se encuentra esperanzado al recordar esos
momentos en los cuales la embarcación ha logrado vencer
las fuerzas de las olas, quizás con algunas pocas pérdidas
de bienes, mas no de vidas humanas.
Las tormentas a veces surgen sin ningún aviso. Gracias a
la experiencia, muchos capitanes y marineros han podido
superar este tipo de desafío tras la implementación de
ciertas maniobras. Sin embargo, están conscientes de que,
a pesar de tener las capacidades, conocimientos y
experiencias, pueden verse afectados por sus propias
emociones al saber que no tienen el control absoluto ante
ese fenómeno de la naturaleza.
En la vida nos pasa lo mismo, salimos de nuestras casas,
tenemos una rutina, vamos a lugares especiales, a ese
rincón que nos da tranquilidad, hacemos cronogramas y
eventos, disfrutamos de nuestro círculo de amigos, de un
trabajo o un negocio, metas y nuevos proyectos. De repente
suceden cosas en nuestra vida que no sabemos de dónde
vienen, pero nos golpean dejándonos desorientados sin
tiempo para reflexionar qué sucede, cómo buscar un piso
para estabilizarnos y poder accionar.
Así lo he vivido. Fueron varias las veces en las que me
tuve que enfrentar a esos gigantes. Pero antes de continuar,
quisiera presentarme. Soy Ray Corea, un amante del
deporte, en especial del fútbol, la música y de la vida. He
experimentado esa sensación de vulnerabilidad que me
hace sentir cada vez más humano, pero también victorioso y
hasta poderoso cuando tengo la convicción de que no estoy
solo en este mundo, porque Dios está conmigo.
Me puedo describir como un hombre de fe, porque parte
de mi experiencia de vida ha sido creer firmemente que Dios
tiene un propósito para cada uno de nosotros. Soy esposo,
padre e hijo, comunicador, pastor y coach. Tengo una
hermosa familia que me enseña cada día cuán importantes
son los valores y el amor para seguir adelante. Como ser
humano reconozco que he transitado el miedo, la
incertidumbre y la frustración gracias a los golpes de esas
olas monstruosas. Mi aprendizaje ha sido un proceso
profundo y más con el discernimiento de Dios.
En este libro quiero contarte experiencias que he vivido y
algunas historias que me han ayudado a seguir caminando
hasta donde estoy hoy y me preparan para ir por más.
Quiero iniciar relatándote sobre una tormenta que viví hace
un tiempo.
Hay días que se guardan y sus recuerdos son tan fuertes
como si hubieran sucedido pocas horas atrás. Ese día, la
emoción de jugar fútbol con los amigos y junto a uno de mis
hijos me hizo ilusionarme con que pasaríamos un buen rato.
Era el mes de febrero del año 2016. En medio de una
jugada pude escuchar como mi rodilla crujió y de inmediato
supe que algo no estaba bien, sentí que algo se reventó y
posteriormente caí al suelo. Esto era grave. Solo pude
decirle a la gente que estaba a mi alrededor: «Mi rodilla…
No me toquen, algo pasó en mi rodilla».
Dentro de lo que pude, me levanté muy despacio y
empecé a caminar lentamente, tratando de evitar llevar el
peso a esa rodilla. Al día siguiente, el médico me hizo una
revisión minuciosa, su diagnóstico confirmó lo que tanto
temía: «Definitivamente tienes un problema. Los ligamentos
cruzados, el colateral interno y externo y el menisco están
reventados. Lo único que hay es hueso con hueso, todo lo
que une a la rodilla no está, se dañó».
¡Qué golpe tan fuerte sentí! Esa noticia la recibí como un
nocaut. Mis proyectos, mis sueños, todo lo que
representaba mi mundo se estrellaba, se desvanecía.
Quizás fue esa sensación muy parecida a la de los
marineros cuando reciben el golpe de las olas y observan
cómo su nave está siendo amenazada y peligra en hundirse.
Pero nunca me imaginé que mi gran desafío no era tanto la
operación, sino la recuperación.
De manera inmediata se programó la intervención
quirúrgica y fue un éxito. Estando ya en mi casa me
enfrentaba a una nueva realidad: verme postrado en cama,
depender de la gente para todo; además, sin fuerzas para
poder lidiar con el dolor intenso que sentía en mi cuerpo.
Cada día era lo mismo, sin mucho avance, sin poderme
mover, todo eso me hizo sentir como un ser inútil.
Más allá del dolor físico, estaba mi dolor emocional.
Muchos pensamientos rondaban mi cabeza: «Ahora no
podré caminar bien, no podré volver a hacer deporte ni viajar
de nuevo, ya no voy a ser el mismo, ¿qué hago ahora?».
Una profunda tristeza me embargaba, llegando casi a una
resignación.
Esa frustración se agudizó aún más cuando se acercaba
el día que tenía que asistir a mi primera cita luego de la
operación:
—Necesito que te pongas de pie y que vengas —me
indicó el doctor.
—Doctor, no me puedo poner de pie, me duele y no lo voy
a hacer.
—No te lo estoy pidiendo, es una orden. Levántate,
porque tienes que seguir caminando.
Recuerdo que, al ponerme de pie, el dolor fue tan intenso
que lloré. Admito que por un instante me doblegó, pero hizo
un efecto en mí, porque me impulsó a seguir adelante. De
hecho, conservo una fotografía de ese momento cuando
finalmente pude sostenerme con muletas. Fue indescriptible
la emoción que sentí al lograr estar de pie. A partir de ese
momento empezó un proceso donde tenía que aprender a
caminar nuevamente, a lavarme las heridas y poner más de
mi parte para seguir caminando y avanzando.
Reconozco que dar el primer paso no fue fácil, tampoco la
recuperación: caminatas cortas dos veces al día y terapia
tres veces por semana. Era una lucha física, mental y
emocional. A veces me sentía derrotado e insuficiente; en
otras ocasiones, como víctima dentro de una cámara de
tortura; y en otros momentos como el guerrero que sí podía
ganar la batalla y, de hecho, la ganaba.
Cada vez me doy cuenta de que somos seres vulnerables
y debemos reconocer aquellas circunstancias donde
nuestras emociones son más fuertes que nuestras
convicciones. Cuando le damos ese poder a nuestras
emociones, nuestra visión se desenfoca, porque el miedo no
nos deja pensar ni accionar correctamente.
Para seguir caminando, nuestras convicciones tienen que
ser más fuertes y poderosas que cualquier circunstancia,
más aún tener claro que esas situaciones o tormentas son
pasajeras. Eso es un proceso que todos tenemos que vivir y
afrontar, y de esos procesos mucha gente no se levanta.
Pregúntate: ¿cuáles son tus tormentas?, ¿cuáles son tus
convicciones?, ¿en qué estás creyendo?, ¿con qué estás
comprometido?, ¿cómo te ves a futuro?, ¿te cuesta dar el
primer paso para enfrentar las situaciones?, ¿sientes que
estás sobreviviendo ante la inestabilidad de este mundo?,
¿estás perdiendo la esperanza?, ¿a qué le estás apostando:
a Dios o a las circunstancias?
La respuesta a esta última pregunta es crucial porque
revela dónde tienes puesta tu mirada. Dependiendo de eso,
actuarás. Recuerda que es una elección: confiar en Dios o
en las tribulaciones, que son momentáneas. Una de esas
decisiones te traerá bendiciones; la otra, desesperanza,
desgracias y quizás hasta el deseo de no seguir caminando
y tirarlo todo por la borda.
Por eso este libro te invita a que no veas las
circunstancias, sino el propósito que está por encima de
esas circunstancias. Dios no nos mandó a sobrevivir, sino a
vivir y vencer esos obstáculos. En este libro no solo te
describo algunas de mis heridas, mis tormentas, mi primer
paso para seguir caminando, sino también te doy algunos
datos prácticos para que luches por tus sueños y que tu
mirada no se desvíe del amor de Dios. Revisaremos juntos
algunos pasajes bíblicos donde te mostraré algunas perlas
con las que puedas reconocer y aceptar las bendiciones que
tiene Dios para ti. Mi intención es inspirarte a seguir
avanzando, a cumplir tu propósito de vida y forjar el carácter
para que tomes las mejores elecciones de tu vida y no lo
dejes al azar.
A medida que te sumerges en este libro, anímate a
descubrir el mensaje que tu alma está esperando de Dios.
En la vida puedes encontrar muchos obstáculos, pero
dependerá de ti levantarte y seguir avanzando hacia tu
propósito, así como elegir el refugio que te brindará
seguridad, confianza y fortaleza. Ten la mente abierta para
recibir el aprendizaje que te deja cada tormenta y entender
que no estás solo.
Entonces, ¿seguimos caminando?
Capítulo 1
EL PRIMER PASO SIEMPRE
CUESTA
El temor se vence al seguir caminando
creyendo en mi libertad.
Ray Corea
P
ienso, busco excusas y escenarios nefastos, me
molesto, peleo, dudo, no puedo ir al consultorio, mi
rodilla me duele mucho, me quedo en la cama… Así eran
mis pensamientos, uno detrás de otro, a una velocidad
impresionante, impulsados por mis emociones.
Mi esposa, mis hijos, mi mamá, todos hacían lo mejor para
que pudiera levantarme, pero ya no era solo lo externo en lo
que requería ayuda, sino que necesitaba vencer esa
frustración que había dentro de mí, esa sensación de
tristeza e injusticia al ver cómo todo se venía abajo, puesto
que ya no iba a ser el mismo.
La angustia que me generaba el solo pensar que debía
esforzarme para ponerme de pie, lidiar con el dolor y, por si
fuera poco, trasladarme con muletas hasta la clínica era la
viva representación de la peor tortura que podía
experimentar. Me aferraba a la idea de que la mejor opción
era no dar el primer paso, no accionar y seguir en mi zona
de confort. Dentro de mi inocencia o transparencia, no me
daba cuenta de que me convertía en el prisionero del miedo.
¿Has escuchado sobre la zona de confort? Yo la describo
como el estado mental de mantenerse en lo conocido, sin
perder la comodidad ni la seguridad. Es una rutina o estilo de
vida que se ejecuta durante mucho tiempo, pero sin generar
grandes frutos, porque no hay retos, aprendizajes,
motivación ni descubrimiento de nuevas habilidades. La
persona prefiere no moverse de ese sitio porque piensa que
tiene sus beneficios; sin embargo, no se da cuenta de los
costos reales. Con tal de no salir de ese confort puede
perder oportunidades, sueños, proyectos, trabajos, pareja,
relaciones, hasta la capacidad de asombro, de experimentar
nuevas perspectivas, conocer nuevas culturas, gastronomía
y hasta de vivir o ver la vida de otra manera.
Para salir de esa zona se tiene que dar un paso y así
entrar en el territorio que algunos llaman «transición», pero
prefiero denominarlo como el «valle de la decisión». Ese
lugar es importante porque tienes el poder de tomar tus
propias decisiones, te enfrentas cara a cara con tus miedos,
incertidumbres, dudas, pero también tienes la oportunidad de
abrazar la esperanza, el anhelo, la confianza, la motivación,
la alegría y la visión de poder lograrlo.
Mi valle fue ese instante en que decidí levantarme de la
cama y ponerme de pie. Ese primer paso implicó un dolor
indescriptible, pero pude gestionarlo, porque decidí en lo
más profundo de mi ser abrazar la esperanza de volver a
caminar bien; decidí creer en Dios y en mí, decidí luchar por
mis sueños y vivir en la tierra prometida que Dios destinó
para mí. Ante ese evento, mis lágrimas corrían, no solo
como producto del dolor físico, sino también por la
satisfacción de haberlo logrado.

AUNQUE DUELA, TIENES QUE ACCIONAR


Fue muy difícil verme en muletas y más adelante en una silla
de ruedas. Admito que la alegría y el entusiasmo no eran
emociones constantes en esas circunstancias. Era una
lucha en todos los niveles de mi vida puesto que mi enfoque
estaba en lo físico, en la situación que no mejoraba, en lo
que no tenía. Ahí estaba puesta mi mirada. Solo
contemplaba la tormenta haciéndose cada vez más grande y
feroz.
Ahora bien, te pregunto lo siguiente: ¿estás viviendo
alguna situación difícil?, ¿a qué le tienes miedo?, ¿qué es lo
peor que te puede pasar si esa situación no mejora?, ¿qué
te impide dar el primer paso para enfrentarlo?, ¿qué ganas o
pierdes al no accionar?, de esos costos, ¿cuál te pesa o
duele más?
El primer paso es poner esa circunstancia y sus efectos
en una balanza y ver qué predomina. Es una manera de
enfocar tu mirada y sincerarte realmente qué deseas hacer
con esa situación. Si a un lado pones todas las limitaciones,
traducidas en quejas, justificaciones, insuficiencia,
desconfianza, incredulidad, va a ser muy difícil que puedas
accionar. Pero si decides agregar, al otro lado de la balanza,
nuevos agentes que te expandan la mirada, que te motiven y
te ayuden a creer firmemente que las circunstancias son
pasajeras y que las puedes afrontar, entonces sabrás que
solo teniendo la convicción de quién eres podrás vencerlas.
¿Quién eres?, es una pregunta poderosa. Asimismo,
¿cómo te ves? Al mirarte al espejo, ¿qué piensas de ti
mismo/a?, ¿te agrada lo que ves? Al responder estas
preguntas, reflexiona en lo siguiente: ¿generalmente en
dónde tienes puesta tu mirada: en lo exterior o interior?,
¿crees en la espiritualidad?, ¿cuál es tu creencia?, ¿qué
piensas de Dios?, ¿cómo lo ves?, ¿cómo crees que Él te ve
a ti?
Si al conocer las respuestas emerge alguna tristeza,
recuerda que puedes ir al valle de las decisiones y dar el
primer paso para transformar tu vida. Aunque duela, sigue
caminando para que puedas llegar al otro sendero, que
suelen denominarlo como la «zona de aprendizaje».
Pedir ayuda puede ser un acto muy liberador, no hay nada
de qué avergonzarse, puedes buscar especialistas, incluso
si deseas, puedes escribirme y expresar tus inquietudes,
que con mucho gusto te acompañaré para que descubras
quién eres realmente, cuál es tu propósito de vida, cómo
puedes transitar el miedo hasta llegar a ese estado ideal del
ser que es el amor y tener la plena confianza de que podrás
superar las circunstancias.
Parte de tener convicciones es saber que no estamos
solos en este mundo, tenemos a alguien que nos ama
muchísimo, que es poderoso, que nunca nos abandona.
Pero depende de ti, si quieres activar tus sentidos
espirituales y asumir el compromiso.
Esto me hace recordar un pasaje bíblico donde se relata
lo que vivieron los israelitas en el mar Rojo. Una historia que
considero pertinente porque, en realidad, no somos tan
distintos en ciertos comportamientos que se relatan en ese
pasaje. Al igual que ellos, padecemos, nos debilitamos, nos
quejamos, dudamos, incluso nos hacemos esclavos de
nuestros propios egos y pesimismo. Muchas veces la
resignación aflora a medida que le damos más importancia a
las circunstancias que a nuestras convicciones.
En el libro de Éxodo, capítulo 14, se narra cómo los
israelitas se encuentran en una situación de angustia dado
que el faraón y toda su caballería los vienen persiguiendo. El
faraón se siente indignado por haberlos dejado ir y darle esa
libertad que, a su juicio, no merecían, aunque la realidad era
que Dios le había endurecido su corazón debido a que
formaba parte de un plan o propósito divino.
Entretanto, los israelitas se encuentran con este
panorama: al frente tienen el mar Rojo; detrás, los
seiscientos carros egipcios y todo el ejército, pareciera que
no hay otra salida que morir en manos de los egipcios o
morir ahogados. El miedo los invade, se quejan ante Moisés,
quien a su vez los tranquiliza desde la convicción de que
Dios va a accionar a favor de ellos.
Ahora quiero mostrarte las dos formas de reaccionar
descritas en este pasaje bíblico:
Pueblo de Israel Moisés
(basándose en las circunstancias) (basándose en sus
convicciones)
«¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que «No tengan miedo.
nos has traído hasta el desierto para que Manténganse firmes
muramos aquí? ¿Por qué nos has hecho y vean la salvación
esto? ¿Por qué nos sacaste de Egipto? Esto que el Señor llevará
es lo que te decíamos en Egipto, cuando te hoy a cabo en favor
pedimos: “¡Déjanos servir a los egipcios! ¡Es de ustedes. Los
mejor que sirvamos a los egipcios y no que egipcios que hoy han
muramos en el desierto!”». visto, nunca más
(Éxodo 14:11-12, RVC). volverán a verlos.
Quédense tranquilos,
que el Señor peleará
por ustedes».
(Éxodo 14:13-14,
RVC).
La queja del pueblo revela que quieren regresar a su zona
de confort, a la condición de esclavos maltratados por los
egipcios debido a la mentalidad de que todo pasado fue
mejor. Pero, además, sus pensamientos y foco están más
en el futuro que en el presente, puesto que no ven las
posibilidades de salir airosos, sino solo un escenario
nefasto: la muerte inminente.
No valoran la libertad, no saben cómo defenderla. La
manera en cómo reaccionan indica que se encuentran en
una zona desconocida, no saben enfrentar la situación con
una mentalidad distinta a la del esclavo. Por tanto,
manifiestan victimismo, impotencia y, tal vez, hasta cierta
resignación. No tienen poder de decisión, esperan que otros
la tomen por ellos. Pareciera que no están comprometidos
en alcanzar la visión de la tierra prometida. Eso también es
una manera de abandonar sus sueños, proyectos,
creencias; son débiles en cuanto a carácter.
En cambio, Moisés manifiesta una paz inquebrantable
puesto que confía en que Dios hará. Esa es su seguridad.
Su actitud es coherente con lo que dice, piensa y hace, es
decir, ahí está su estructura de coherencia a flote. Fíjate
cómo responde al final: «Los egipcios que hoy han visto,
nunca más volverán a verlos». Él está seguro de que ese
conflicto es pasajero y que tiene solución. No se desespera
ni se deja dominar por las emociones. Tiene la fe de que él
no está solo y que Dios actuará en el momento preciso. Eso
sí, Moisés también tiene que actuar. En síntesis, la voluntad
de Moisés tiene que estar unida a la voluntad de Dios.
Cierro este pasaje con la respuesta que le dio Dios a
Moisés:
«Pero Dios le dijo a Moisés:
—¿Y tú por qué me pides ayuda?
¡Mejor ordena a los israelitas
seguir adelante!».
Éxodo 14:15
Dicho de otro modo: sigan caminando.
En un momento determinado Dios me puso a leer este
pasaje y me intrigaba el hecho de por qué Dios le dijo al
pueblo que siguiera caminando. Con el tiempo, lo entendí.
Había una promesa que tenía que cumplirse: el destino del
pueblo de Israel era vivir en la tierra que Dios tenía para
ellos. Esto me lleva a la conclusión de que hay un lugar que
preparó Dios especialmente para mí.
Ahora bien, te invito a que reflexiones: ¿esta historia se
compagina con algún evento actual?, ¿con cuál de las dos
miradas te identificas?, ¿ante un conflicto a quién recurres?,
¿cuáles son esos pensamientos recurrentes que te
inquietan?, ¿tu mirada generalmente está en el pasado,
presente o futuro?, ¿qué hace que tu foco esté ahí?
Quiero que recuerdes que no somos tan diferentes de los
israelitas. Hay una promesa para nuestras vidas que se
tiene que cumplir, porque ya Dios la dijo, pero hay una
condición y es si estás consciente y comprometido en que
se haga realidad en ti. Tienes dos opciones: le das poder a
las circunstancias al declarar «Listo, esto se acabó, ya no
hay nada que hacer» o «¡No!, esto es una tribulación
momentánea. Creo que va a haber un cambio en mi vida».
En ese sentido, tu convicción y compromiso tienen que
ser como el cedro del Líbano. Este hermoso y gran árbol se
caracteriza por tener unas raíces profundas, no es fácil de
derrumbar. Su crecimiento es lento, se desarrolla en
cualquier tipo de suelo, posee un frondoso ramaje y su
madera es resistente. Realmente es un árbol majestuoso.
Pero para adquirir esa majestuosidad y fortaleza se requiere
tiempo y constancia.
Así lo demostró la alpinista Lori Scheiner, cuyo sueño era
llegar a la cima del monte Everest. Sabía que tenía que
entrenar duro, pero nunca se imaginó que en pleno proceso
le iban a diagnosticar esclerosis múltiple. Ella estaba
comprometida con su meta y lo logró a pesar de su
enfermedad. Sus palabras fueron: «La esclerosis múltiple no
tiene que limitar nuestros sueños y deseos». Esta mujer, a
pesar de su situación, subió a la montaña más alta del
mundo y desde ahí pudo decirle al mundo que su fe y
confianza fueron más fuertes que su enfermedad.
Otro caso fue el de mi hijo mayor que sufrió un accidente.
Recuerdo que un sábado por la noche me informaron que
tenía una fractura de peroné y había que operarlo. Mientras
esperábamos la hora de la intervención, le tomé la mano a
mi hijo y le dije: «Vas a estar bien. Vamos a salir adelante.
Tenemos que seguir caminando. ¿Cuál es tu sueño?,
¿quieres volver a jugar fútbol? Vamos a esforzarnos. Si yo lo
logré, tú también vas a poder». Y así fue.
La clave está en esforzarse y ser valiente (Josué 1:6).
Aunque duela el proceso que estás viviendo, tu compromiso
debe estar por encima de esas circunstancias. Solo
mediante el esfuerzo, el cambio de mentalidad y la
constancia es que lograrás tener la victoria.
Cada circunstancia que nosotros vivimos en la vida nos
ubica, nos hace ver dónde estamos, nos hace vivir una
realidad que quizás nunca hayamos visto, nos hace ver que
tenemos que emprender algo desde cero, que no va a ser
fácil, pero los resultados van a ser satisfactorios. Inclusive
nos hace darnos cuenta quiénes van a caminar a nuestro
lado y quiénes no. Nos hace entender quiénes son las
personas que más nos aman a pesar de cualquier
circunstancia y cuáles son las personas que están a nuestro
lado por interés. También nos hace caer en consciencia de
qué es lo importante, qué es lo urgente y qué es lo que
puede esperar. Situaciones como estas nos hacen
reflexionar mucho en qué tipo de vida estamos viviendo, si
somos superficiales o si somos intencionales, si tenemos
propósito o nada más estamos resolviendo el diario vivir.

AGRADECE LO QUE TIENES, NO ESPERES A


PERDERLO
Nos acostumbramos a las cosas que tenemos, por ejemplo,
un carro, un celular, una casa, tener la nevera llena de
comida, luz, agua. Sabemos que esos objetos van a estar
ahí. A veces no somos tan conscientes de que hay gente
que no tiene ni para comer una fruta, un vaso de agua, ni un
techo donde dormir, porque lo han perdido todo.
Las pérdidas no son solo cosas materiales, sino también
las relaciones interpersonales, valores o principios, incluso
la salud física y mental. Nos despertamos con la seguridad
de que la pareja, los hijos, los padres, los amigos y colegas
estarán siempre ahí para uno. Pero cuando los perdemos,
nuestro mundo se detiene.
De igual modo, no nos percatamos de esos procesos que
hace nuestro cuerpo para que estemos operativos, todos
los días respiramos, nos estiramos, abrimos los ojos,
bostezamos, flexionamos las rodillas y así seguimos con
nuestras rutinas. Vivimos de una manera tan automatizada
que no nos damos cuenta de los músculos que utilizamos
para expresarnos y movernos. Solo los notamos cuando los
necesitamos o cuando sufrimos alguna lesión, pero mientras
esos músculos y órganos estén funcionando bien no les
damos el valor que tienen.
Pareciera que estuviéramos acostumbrados a tenerlo
todo, a nuestras comodidades, a actuar sin reflexionar
mucho al respecto. Esto también nos revela que se nos
olvida un acto fundamental, que es agradecer.
La Biblia nos relata la historia de unos leprosos que se
toparon con Jesús y le pidieron que los sanara. Él solamente
les dijo: «Vayan y preséntense ante los sacerdotes». Los
diez hombres leprosos continuaron con su camino y
mientras hablaban entre sí se dieron cuenta de que el
milagro se hizo. Solo uno se devolvió para agradecer.
Entonces, Jesús le preguntó: «¿No eran diez los que fueron
limpiados? ¿Dónde están los otros nueve?» (Lucas 17: 11-
19, RVC).
Cada mañana y a cada momento tenemos que agradecer
lo que tenemos y no esperar a perderlo. Pienso que
debemos hacer del agradecimiento un estilo de vida, desde
actos sencillos como cuando alguien te abre una puerta,
cuando comes, cuando un amigo te dedica tiempo y te
escucha. A veces los otros no tienen la obligación ni el
porqué, pero lo hacen por un tema de amor y de servicio.
Entonces, debemos tener el suficiente entendimiento o la
mirada correcta para decir: «Gracias».
Tal vez pensamos que somos merecedores de todo y no
es tan así, o sea, desde la arrogancia no obtendremos
bendiciones, mientras que desde la humildad y la gratitud
seremos mejores personas. De hecho, el libro de
Colosenses nos exhorta: «Ustedes fueron llamados a
formar un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Dejen que la paz
de Cristo gobierne sus corazones, y sean agradecidos»
(Colosenses 3: 15 TLA). Esto quiere decir que a medida que
transformemos nuestra mente y nos parezcamos al carácter
de Cristo, estaremos en plenitud, más cerca del reino de los
cielos.
También implica que a medida que des, recibirás, dado
que todos somos uno (Juan 17:21-22, RVC): si das amor,
recibirás amor; si das el perdón, también serás perdonado.
En cambio, si juzgas al otro, no dudes que en algún
momento o circunstancia también serás juzgado; si te
quejas, alguien se quejará de ti.
Si nuestro corazón y nuestra vida no están en paz y
tranquilidad, será difícil ser agradecidos, más bien seremos
personas que proyectaremos mucha insatisfacción,
incertidumbre y queja. Ese será nuestro estilo de vida. Hay
que estar alerta de la manera como nos expresamos: «¿por
qué no tengo?, ¿por qué no me dan?, ¿por qué no recibo?,
¿por qué no me hacen?…». La mirada siempre está puesta
en la carencia, buscando lo que nos falta en vez de
agradecer lo que sí tenemos.
Cada día hay bendiciones, ¿pero somos consciente de
eso?, ¿agradecemos por estar vivos, por estar sanos, por el
sol, la lluvia, por tener unos ingresos, comida, amigos,
felicidad, tranquilidad, alegrías, amor? O ¿tenemos que
perderlos para darnos cuenta?
Hay gente que siempre da y lo hace por amor. De hecho,
en distintos pasajes bíblicos relatan cómo Jesús siempre
daba y todavía hoy día sigue dando. El sentimiento más
grande del mundo es el amor. Algunos lo definen como el
estado ideal del ser. Yo lo defino como el motor de vida que
hace que uno le dé a los demás lo que necesiten, pero
además hay que aprender a recibirlo. Cuando recibo,
entonces agradezco. Es desarrollar esa sensibilidad y
empatía, porque alguien vio algo en mí y decidió hacerme un
acto de amor, se tomó el tiempo y la dedicación para
hacerlo.
Ahora reflexiona: ¿Cómo te levantas en las mañanas?
¿Cuántos minutos le dedicas a la gratitud? ¿Cómo valoras
los actos de amor de otras personas? ¿Cómo les
manifiestas la gratitud a tus seres queridos? Incluso, ¿qué te
agradeces a ti mismo/a? ¿Qué le agradeces a Dios?
Esto es una lección de vida: ¡agradece todos los días lo
que tienes! ¿Por qué? Porque hay alguien que no lo tiene y
tú eres un privilegiado al tenerlo hoy. Hay un privilegio que
estás recibiendo y no lo estás viendo, por eso a veces
sentimos que somos merecedores de las cosas, pero no
estamos viendo que somos privilegiados al recibir algo que
tal vez no nos merecíamos, pero nos lo han dado por amor a
nosotros.
Eso es la humanidad. Dicen que Adán y Eva pecaron y
que había una condenación entre nosotros, pero Jesús vino
a morir a esta tierra y lo hizo por amor. Él sufrió por nuestros
pecados y rebeliones, sufrió humillación y el menosprecio,
sufrió al ver su cuerpo destrozado, y no se bajó de la cruz
sencillamente por amor a nosotros. Pudo haberlo hecho,
porque era el hijo de Dios, pero no lo hizo, porque pensó en
cada uno de nosotros y decidió ofrecerse desde el amor.

SEGUIR ADELANTE ES UNA ELECCIÓN, ¡TÓMALA!


Es crucial entender la diferencia entre la aceptación y la
resignación, es decir, puedo aceptar mi situación y
conformarme o aceptar esa circunstancia, pero no
conformarme y seguir adelante.
El pasaje de Romanos 12:2 dice: «No os conforméis a
este siglo». Creo que cada uno de nosotros como seres
humanos anhelamos algo mejor para nuestra vida, siempre
queremos más para nuestras familias y nuestro futuro, pero
tenemos que elegir ir por eso. Si hoy no me funcionaron las
cosas o no salieron bien, hay que elegir seguir adelante. Es
muy fácil tirar la toalla.
Todos nos hemos enfrentado a algo que nos movió el
piso, que nos hizo sacudirnos, llámese crítica, menosprecio,
rechazo, el látigo de la indiferencia o un «no». ¡Y vaya el
poder que tiene una palabra! A veces puede herir y hasta
destruir una vida. Cuando nos enfrentamos a eso, muchas
veces tomamos la decisión de no seguir adelante.
Dios le dice a su pueblo:
«¡Ahora escucha! En este día, te doy a elegir entre la vida
y la muerte, entre la prosperidad y la calamidad.
Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre
bendiciones y maldiciones. Ahora pongo al cielo y a la
tierra como testigos de la decisión que tomes. ¡Ay, si
eligieras la vida, para que tú y tus descendientes puedan
vivir! Puedes elegir esa opción al amar, al obedecer y al
comprometerte firmemente con el Señor tu Dios. Esa es la
clave para tu vida».
(Deuteronomio 30:15,19-20, NTV)

Este pasaje nos invita a hacernos responsables de


nuestra vida. El problema radica cuando no tomamos la
iniciativa para elegir seguir adelante, entonces otros eligen
por nosotros y eso nos quita la posibilidad de hacer un
reclamo. Por lo tanto, las decisiones hay que tomarlas.
Si uno va a un restaurante, uno elige qué quiere. Si otro
impone lo que comeremos, implica que cedimos la elección.
Por eso es interesante conocer que Dios nos dio libre
albedrío, podemos elegir qué caminos queremos tomar.
Entonces hay que tener esa claridad para defender nuestra
decisión. Eso no implica que nos quedemos allí estancados
o que el miedo gobierne nuestra vida, significa que seguimos
y seguiremos adelante.
¿Cuántas veces hemos fracasado en la vida o no nos han
salido las cosas como queríamos? Probablemente muchas
veces, y en el futuro seguirán presentándose situaciones o
personas que nos obstaculicen el paso y nos digan que no
podemos, ¿para qué continuar?, surgirán críticas y hasta
envidias. Pero depende de nosotros a quién le vamos a
creer.
Hoy día es tan común ver gente que fracasa en el estudio,
deporte u otra área profesional, familias que se fracturan,
hijos con argumentos de soledad y fracaso, ¿por qué?
Quizás porque hay resignación, tal vez deciden que no vale
la pena cambiar su vida o sencillamente no tienen nada por
lo cual luchar.
La elección de seguir adelante requiere carácter,
convicción, compromiso, saber que te vas a enfrentar a
momentos duros, pero es ahí donde tienes que activar la
convicción y declarar: «Yo elegí seguir adelante. Soy
consciente de que me voy a enfrentar a esto, y estoy
convencido de que voy a vencer».
Para obtener esa claridad primero debes saber cuál es tu
propósito en la vida, para qué estás aquí. Conocer esas
respuestas te permitirán desarrollar el carácter para
enfrentar las circunstancias. Dicho de otro modo, la
convicción es creer en ese propósito.
Aquí hay otro punto muy importante, aunque forma parte
de otro capítulo, y es aprender a creer en uno. Quizás has
escuchado esta expresión coloquial: «A veces somos los
primeros en echarnos tierra a nosotros mismos». Eso
quiere decir que somos nuestros propios detractores,
enemigos y críticos. Es fundamental conocernos, saber cuál
es nuestro propósito, habilidades, virtudes y defectos.
Debemos aprender a ser nuestros propios aliados.
A veces decimos que no tenemos las habilidades, que no
somos lo suficientemente buenos, y por eso no
emprendemos nada. Si eres ese tipo de personas que se
justifica, quiero darte un consejo: cree en ti, hazlo, inténtalo,
aprende, busca, investiga, atrévete, sé arriesgado. No te
quedes en el hubiera, lamentándote porque no lo intentaste.
Hay gente que suspira y otra que transpira. La que
suspira: «Ay, si yo pudiera; ay, si yo hiciera; ay, si me
ayudaran», solo está suspirando nada más. Pero el que
transpira es aquel que suda porque se esfuerza. Con
suspirar no conquistamos, no avanzamos, pero con
transpirar logramos poner nuestra vida en acción. De
suspiros no vivimos.
«Esfuérzate y sé valiente» fue lo que Dios le dijo a Josué,
porque las cosas no pasan al azar o mágicamente. Si no te
comprometes, tampoco tendrás la convicción y la certeza de
lo que puedes lograr. Cuando te unes a la voluntad de Dios,
todo fluye. Pero cuando no sucede, no es culpa de Dios,
porque ya Él anunció su promesa para ti, pero tienes que
tomarlo, levantarte todos los días en la mañana creyendo
que lo vas a alcanzar, motivarte a seguir adelante. Si te
equivocas, vuélvete a levantar. No desistas, sino insiste.

UN BUEN MARINERO NO SE HACE EN MARES


CALMADOS
Un buen marinero tiene que desprenderse de la orilla,
navegar mar adentro. Pretender que en la orilla se va a vivir
una tormenta es una ilusión, tal vez puedes ver las olas
monstruosas, pero tienes la facilidad de optar por quitarte de
la orilla y así no las enfrentas. Pero en mar adentro es
donde realmente conocerás lo que es una tormenta, además
de que estarás dispuesto a desvelar tu verdadero carácter.
Hay otro punto muy interesante en esta frase y es que el
panorama nos revela algo: vamos a seguir enfrentando
situaciones difíciles. La circunstancia de mañana no va a
ser la misma de hoy, pero vas a tener las herramientas para
enfrentar a la nueva. El problema radica cuando no
enfrentas las adversidades porque pierdes oportunidades de
aprender y crecer.
Entonces tienes dos caminos, uno de ellos es enfrentar la
dificultad y el otro es tratar de desviarte, pero cuando lo
hagas, muy probablemente te vas a encontrar más adelante
con esa misma situación y tal vez más grande. Imagínate
que en medio de una tormenta un marinero trate de salirse o
evitar esa circunstancia. No puede, porque ya está en el
medio de la tempestad, entonces tiene que resolver.
Ahora, las dificultades que podemos vivir en la vida
tenemos que entenderlas de la siguiente manera: intentamos
cambiarlas o cambiamos las formas como debemos
enfrentarlas. La primera es muy difícil, pero la segunda es
posible. Entonces hay que entender que esas situaciones
nos invitan a aprender cómo solucionarlas o sobrellevarlas.
Es una forma de aprendizaje en la vida que nos va a ayudar
a tener una mirada diferente.
A mí me gusta mucho una frase de Helen Keller, una mujer
que perdió la vista desde muy joven: «Ten buen ánimo. No
pienses en los fracasos de hoy, sino en el éxito que puede
llegar mañana. Te has propuesto una tarea difícil, pero
triunfarás si perseveras y encontrarás gozo superando
obstáculos».
Me encanta esta frase porque me inspira a conectarme
con el mundo de las posibilidades, con el éxito del mañana.
Por eso los marineros se hacen expertos en las tormentas
debido al entendimiento, conocimiento y experiencia que han
adquirido.
Ahora bien, es importante hacerse esta pregunta: ¿qué
aprendí o qué me enseñó esto? Creo que nunca se pierde
en la vida, sino que se aprende. Es triste escuchar a gente
cuando dice: «¡No, la verdad es que no me interesa, me
quedo así, es que no quiero perder!». Y la pregunta que le
hago es: ¿no será que ya estás perdiendo?
Confieso que aún me duele las tantas veces que tuve la
oportunidad de emprender algo nuevo y no lo hice, porque
dejé que mi miedo fuese más grande, alimenté esa emoción
hasta convertirlo en un gigante. Para contrarrestarlo, tuve
que creer en mí mismo y en mi propósito de vida. ¿Me
costó? Sí. Pero lo que no cuesta, no lo valoramos; como
dice el dicho: «Lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta».
Por eso este capítulo es muy importante para mí porque
quiero mostrarte la primera adversidad que vas a enfrentar:
salir de tu zona de confort es difícil.
Me encanta la historia de Pedro que se baja de la barca y
camina hacia Jesús. A pesar de que él se hundió no hay
otra persona aparte de Jesús que haya caminado sobre las
aguas. Pedro decidió salirse de la barca, eligió hacer algo
diferente, pero se desenfocó y se hundió. Le aplaudo el
hecho de dar ese primer paso y sí creo que él pudo haberlo
logrado. Ese es mi llamado en este primer capítulo: tenemos
que salir de la barca, del confort, del «no se puede». Hay
que dar ese primer paso por más que nos cueste, porque si
no, vamos a perder muchas cosas.
Mi vida ha cambiado desde hace cuatro años y mi esposa
ha sido mi gran apoyo. Un día ella me confrontó con una
pregunta: ¿quieres aceptar esas ofertas de trabajo o
quieres emprender tu sueño? Mi respuesta fue: «Quiero
emprender mi sueño».
Inmediatamente nos pusimos a pensar en lo que eso iba a
representar, lo que estábamos dispuestos a entregar y
sacrificar. Dijimos: «Sí, vamos a hacerlo». Elegimos caminar
por nuestros sueños sabiendo todas nuestras dificultades.
Es verdad que muchas veces en el camino quisimos
devolvernos y buscar trabajo, pero hubo algo más grande en
nosotros que nos ha hecho seguir adelante. Nos costó dar
el primer paso, no fue fácil. Hemos pasado por todos los
procesos, desde rehabilitación, levantarnos y ver los
resultados. Dios nunca nos ha abandonado, siempre nos ha
acompañado y eso ha sido gratificante. Hoy por hoy
podemos decir que estamos caminando, no nos quedamos
ahí.
No hay que renunciar a nuestros sueños, así sea que te
encuentres con personas que te digan que te van a resolver
la vida. Pienso que ese no es el camino. Creo que Dios nos
invita a soñar a cada uno de nosotros para poder hacer
esos sueños realidad. Quizás conoceremos a personas que
nos ayuden o habrá momentos en que estaremos
caminando solos, sin embargo, Dios nos toma de las manos
y nos acompaña en el camino. Aunque pensemos que
transitamos ese camino de soledad, en realidad nunca
estamos solos, Él siempre nos acompaña.

DATOS PRÁCTICOS PARA DAR LOS PRIMEROS


PASOS
Soy de los que piensa que pequeños pasos te llevan a dar
grandes pasos, por eso te los enumero a continuación:

1. Llegar al entendimiento de que no estás aquí por


casualidad, sino porque hay un propósito que tienes
que cumplir.
2. Buscar ese propósito.
3. Empezar con lo que tienes.
4. Rodéate de gente que te impulse, inspire y motive a
seguir adelante.
5. Buscar las herramientas que te ayuden en el
camino.
6. Aprende a viajar ligero. Esto significa que te
desprendas de todo lo que te estorba: miedo,
complejos, amigos, gente que te detenga.
7. Aprende a creer en ti mismo.
8. No tengas miedo. Es muy fácil tener miedo, pero
que no te limite a accionar. Entonces, hazlo, aunque
tengas miedo.
9. Entender que te puedes equivocar, porque de tus
equivocaciones hay una enseñanza. Extrae el
aprendizaje.
10. Sé agradecido con la vida.
11. Celebra cada pequeño o gran triunfo.
12. Nunca pierdas la confianza en que Dios te lleva de
su mano. Si Dios soñó contigo, si Dios envió a su
hijo para salvar la humanidad, es porque Dios vio
algo más en ti que tú no has visto. Eso es suficiente
para seguir hacia adelante.
13. Sé tu propio aliado y fan. Te confieso que me
hubiese agradado ver personas sacar la valentía y
el tiempo para decirme: «Cree en ti, tienes un
talento, sigue adelante, aunque te duela, sigue
creyendo».

En conclusión, para mí es importante llevar a la gente a


una convicción de que puede seguir luchando e ir hacia
adelante. Eso es lo que necesita este mundo: entender que
hay algo más en su vida.
Capítulo 2
DERRIBADO, PERO NO
DERROTADO
El suelo no está hecho para que sea nuestra
habitación, fuimos diseñados para estar en pie.
Ray Corea
¡HEY!, NO ESTÁS DERROTADO

T
odos pasamos por momentos difíciles, situaciones que
no podemos prever ni mucho menos controlar,
circunstancias que nos hacen tocar el suelo. A lo mejor
hemos recibido uno de los mejores golpes que nos hizo
poner rodilla al suelo, pero el hecho de estar caídos no
significa que estemos derrotados. De ahí parte nuestra
primera premisa en este capítulo.
El libro de 2 Corintios 4:8-9 (TLA) nos exhorta: «Por eso,
aunque pasamos por muchas dificultades, no nos
desanimamos. Tenemos preocupaciones, pero no perdemos
la calma. La gente nos persigue, pero Dios no nos
abandona. Nos hacen caer, pero no nos destruyen».
El apóstol Pablo nos habla desde su propia experiencia y
convicción, nos da ánimos para continuar. Particularmente,
me encanta este pasaje, porque lo veo poderoso, su
mensaje me inspira a ver las circunstancias desde otra
perspectiva. En medio de tantas vicisitudes, la clave está en
no perder la esperanza y en no desviar la mirada a lo que es
realmente importante: pon tu mirada en Jesús y en el
propósito que Dios tiene para ti.
Si redirigimos nuestra mirada hacia Jesús, la mejor
versión de cada uno de nosotros emergerá, cuando
aprendamos que la crisis no es un momento de derrota, sino
una oportunidad para aprender y levantarnos.
Las situaciones adversas que podamos enfrentar en la
vida no son sinónimos de fracaso o el fin de todo.
«Les digo estas cosas para que estén unidos a mí y así
sean felices de verdad. Pero tengan valor: yo he vencido a
los poderes que gobiernan este mundo» (Juan 16:36, TLA).
Esto significa que tu cuerpo puede tener marcas de
contiendas, enfermedades, guerras o de cualquier otro
conflicto, quizás sientas que derribaron tu fortaleza, tal vez
hasta tu identidad, pero eso no implica que sea el final de tu
historia, sino el clímax, el punto álgido para que nazca tu
nuevo yo, donde te reconozcas como el amado hijo de Dios,
el que escucha la voz de su padre celestial diciéndole que no
está solo, que renueve sus fuerzas y se remonte como las
águilas.
Ser como las águilas conlleva un proceso de
transformación doloroso y profundo. Esta ave, al verse
envejecida, decide remontar hacia las alturas, llega un
momento en que golpea su pico curvado, se rompe las uñas
y plumas para iniciar su renovación, volverse a sentir fuerte
para emprender un nuevo viaje. Su historia es una metáfora
de nuestras vidas, porque al final tienes que tomar una
decisión: ¿iniciar este proceso de transformación o dejarte
morir debido a las circunstancias?
Ponle un nombre a esa situación que te derrumba, que te
hace arrodillarte, caerte o decir: «No puedo más», «Ya no lo
soporto más», quizás puede ser un problema familiar, una
enfermedad, una crisis financiera, la pérdida o la ausencia
de alguien. Recuerda que somos humanos, esa situación a
la que le pusiste nombre te está afectando, pero es
importante que entiendas que el dolor es inevitable, pero el
sufrimiento es opcional.
Tú eliges cuánto tiempo quieres sufrir. Es tu libre albedrío
decidir si esa situación difícil te va a acompañar el resto de
tu vida o declarar que la vas a afrontar y trascender. Es la
transición de pasar del miedo a la confianza.
Pienso que parte del aprendizaje está en la superación de
los conflictos, además de tener siempre presente lo
siguiente: Dios está con nosotros. Dios nunca nos ha
abandonado, por más que pensemos que hemos caminado
solos en medio de las dificultades más grandes de nuestra
vida, llámese hambre, desnudez, escasez, divorcio o
enfermedad, Dios no nos ha dejado. De hecho, hay un
pasaje en la Biblia que nos lo recuerda:
«Dios siempre está cerca
para salvar a los que no tienen
ni ánimo ni esperanza.
Los que son de Dios
podrán tener muchos problemas,
pero Él los ayuda a vencerlos.
Dios cuida de ellos
y no sufrirán daño alguno».
(Salmo 34: 18-19, TLA)
Esta es la segunda premisa que considero importante de
este capítulo: Dios siempre está cerca para venir y
salvarnos, como decimos coloquialmente: darnos una mano,
tirarnos un salvavidas, echarnos una ayudadita. Dios
siempre está cerca para las personas que no tienen ánimo
ni esperanza, siempre está ahí para cada uno de sus hijos.
Ahora, depende de cada uno de nosotros subir la mirada y
verlo.
Tener conflictos en la vida no nos hace diferentes de los
demás, no podemos sentirnos víctimas, únicos o exclusivos
del sufrimiento, porque todos pasamos por momentos
difíciles, solo que unos y otros los procesan de forma
diferente. Es verdad que cada uno de nosotros tiene una
situación que afrontar, pero los animo a tener el coraje y la
fuerza para seguir adelante.
No hay que desesperarnos ante los conflictos. Por eso
me gusta ese pasaje donde Pablo nos exhorta a no perder la
calma. Creo que la desesperación es el peor consejero que
podemos tener, ya que nos lleva a tomar decisiones al calor
de una pelea, a buscar soluciones rápidas, de las que
después nos arrepentiremos. No hay que dejar que nuestras
emociones actúen como quieran,podemos cometer muchos
errores que en vez de solucionarlos, lo único que pueden
hacer es aumentar las crisis.
No aceptar la crisis es como una herida en nuestro
cuerpo, que si no se le presta su debida atención, puede
llevarnos hasta la muerte. Recuerdo que una vez me hice
una herida y la vi tan insignificante que decidí ponerme un
paño, pensando que por sí sola se cerraría. Sin embargo, a
medida que pasaba el tiempo, la herida seguía sangrando. Al
final necesité diez puntos de sutura. Eso me enseñó que hay
heridas que se sanan y Dios tiene el hilo y la aguja para
cerrarlas, cuando venimos a Él y nos dejamos caer en sus
brazos. Entonces, podemos estar en el peor de los
momentos, pero siempre vendrá alguien que nos ayudará a
levantarnos las manos.

UN ROUND MÁS VS. TIRAR LA TOALLA


Una vez coincidí en un evento con un buen amigo, y él
compartió un mensaje poderoso que se titulaba «No tires la
toalla». Su reflexión hacía referencia a la historia de los
boxeadores. Como parte de la dinámica, él mostraba a la
audiencia dos toallas: una era para usarla como ejemplo de
su historia y la otra me la obsequió. No era cualquier toalla,
pues en su borde tenía escrita una contundente declaración:
«Ray, no tires la toalla, Dios está contigo».
En este deporte, a veces tan brutal, cuando el boxeador
está perdiendo la batalla, en la esquina tiene las toallas
listas: una para secarse el sudor; y la otra, para cuando está
a punto de ser noqueado o no puede más, entonces su
entrenador decide con conciencia plena tirar la toalla en el
cuadrilátero. El tirar la toalla significa abandonar la pelea,
darse por vencido.
Tras observar varios combates, puedo decir que cada
pugilista realiza el mismo movimiento cuando ve que su
esquina está a punto de tirar la toalla, en ese instante saca
fuerzas aún más de su debilidad, se llena coraje y asume
una actitud de compromiso de dar lo mejor de sí.
En ese coraje y compromiso se manifiesta un lenguaje no
verbal que explícitamente dice: «Dame una oportunidad más,
sé que puedo, un round más». Los verdaderos luchadores,
conquistadores, personas comprometidas, siempre piden
una oportunidad más, porque saben que, aunque estén
perdiendo, no están vencidos. Entonces, todos necesitamos
una oportunidad más.
Hoy día conservo esa toalla bordada que me hace
recordar mi identidad y me motiva a seguir luchando, seguir
peleando la buena batalla, seguir adelante. Esta toalla me
acompaña desde hace más de seis años, de hecho, le he
agregado otro mensaje en su borde que dice: «Derribados,
pero no destruidos».

Es importante estar de acuerdo con Dios, trabajar en


equipo. Así como el boxeador se pone de acuerdo con su
entrenador, nosotros tenemos que ponernos de acuerdo
para ayudar y levantar a la gente que también hoy necesita
pelear un round más, tener esa valentía para decirles: «No
tires la toalla. Cuenta conmigo, estoy aquí para ti, quiero
ayudarte a levantar tus manos. Sé que tú puedes».
En Proverbios 24:16 (RVC) nos declara lo siguiente:
«Porque tal vez caiga el justo siete veces, pero otras tantas
volverá a levantarse». No importan las tantas caídas, sino
las tantas veces que decidas levantarte y continuar, de ese
modo actuamos los que somos justos en nuestra forma de
hacer las cosas.
No importa el adversario, si tenemos marcas en nuestro
cuerpo de la batalla intensa que estamos librando, si el
público nos abuchea, lo importante es tener el coraje, el
compromiso y la determinación de levantarnos, porque no
fuimos diseñados para estar en el suelo, sino para estar de
pie. La toalla me recuerda que debo seguir un round más,
me inspira a ayudar a otros a que sigan adelante, a que
afronten las adversidades, a que se comprometan con sus
sueños, con su propósito de vida y sepan su valor como
persona.
Te propongo que busques una toalla, puede ser pequeña,
fácil de llevar, ponle tu nombre y un mensaje que te inspire a
continuar adelante, ancla esa confianza de que esa
circunstancia es pasajera, de que tú no estás solo, de que te
puedes volver a levantar, de que eres el hijo de Dios.
Cuando tomes tu toalla, reflexiona qué vas a aprender de
ese momento difícil, qué te está enseñando la vida, qué te
está mostrando Dios por medio de esa situación. Lo
maravilloso de estos procesos de transformación es que
también puedes ser agente multiplicador. Anímate a regalarle
una toalla a esa persona que necesita una palabra de fe.

NO HAGAS DEL SUELO TU HABITACIÓN


Una de las cosas más grandes que vivimos los seres
humanos es que nos acomodamos a las situaciones,
tratamos de incomodarnos lo menos posible y, por supuesto,
no estamos dispuestos a dar la milla extra, porque eso
implica sacrificio, esfuerzo, desgastarse físicamente.
Entonces decidimos transitar el camino fácil llamado
conformismo.
Me acuerdo que una vez perdí un vuelo y me tocó dormir
en el aeropuerto. Muy valientemente, me dije: «No pasa
nada, ¿quién no ha dormido en el suelo? Puedo
perfectamente pasar la noche en el aeropuerto». Entonces
busqué el rincón idóneo para mí, tenía una alfombra y con mi
mejor actitud decidí acostarme para dormir. La realidad es
que nunca pude conciliar el sueño, ¡qué incomodidad es
dormir en el suelo de un aeropuerto o en el suelo de
cualquier lugar!
Esta experiencia fue de gran bendición para mi vida
porque pude aprender que el suelo no está hecho para ser
mi habitación, no tiene las comodidades necesarias, pero
los seres humanos nos acostumbramos muchas veces a
dormir allí debido a las circunstancias que estamos viviendo,
perdemos el interés y hasta la visión de lo que realmente
necesitamos. En resumen, el suelo representa nuestro
fracaso, nuestra derrota.
Cuando me refiero a hacer habitación es que hacemos
morada en ese lugar y nos acostumbramos.
Las personas que viven en indigencia son aquellas que se
han vuelto indiferentes con su propia vida, por eso duermen
en un cartón en el suelo de la calle a la intemperie y ya no
les importa qué tan mal la gente las trate. De igual modo
sucede con una persona que vive en el alcoholismo, en la
drogadicción, ya se acostumbró a ese estilo de vida.
Entonces hacen de la circunstancia su habitación, lo
convierten en un círculo vicioso del cual no quieren salir.
Expresiones tales como: «sé que soy un perdedor», «ya
ni me esfuerzo», «no puedo salir de estas cuatro paredes o
latas», «esta vida es la que me toca», «esto es lo que Dios
quiere para mí», todas estas palabras tienen poder para
quitar la dignidad, la identidad, las bendiciones. Esas
personas que proclaman una y otra vez esas palabras
tienen una imagen distorsionada de sí mismas. Si alguna vez
has dicho esas expresiones o aún lo piensas, déjame
decirte que ¡no es cierto! Dios no diseñó eso para ti.
En el Salmo 23 (NVI) dice:

«El Señor es mi pastor, nada me falta;


en verdes pastos me hace descansar.
Junto a tranquilas aguas me conduce».
En ninguna parte dice que me hace descansar en el suelo,
porque Dios no habita en el caos, aunque a veces nos
acostumbramos a vivir allí y hacemos del caos un estilo de
vida.
Cuando el salmista escribe esto, nos está diciendo que
esa es la esencia de Dios. Él solo nos da amor, paz y
tranquilidad. Por eso cuando escucho a alguien decir que
Dios mandó calamidades, pruebas, enfermedades, esta
cruz para cagarla, ¡no es cierto! Él no te mandó eso. No es
la esencia de Dios.
La Palabra me afirma que Él me da nuevas fuerzas y me
guía por senderos de justicia. Se nos olvida que la única
cruz la cargó Jesús, por eso, la Biblia nos exhorta a
liberarnos de las cargas:

«Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de


ustedes».
(1 Pedro 5:7, NVI).

El problema radica en que nuestro entendimiento se ha


cauterizado, es decir, hemos olvidado nuestra verdadera
identidad, hemos dejado que el dolor y el sufrimiento formen
parte de nosotros, hemos abandonado la visión de un futuro
mejor, incluso, hemos perdido nuestra dignidad, porque
hemos dejado que el suelo sea nuestra habitación.
Debemos entender que nosotros no fuimos diseñados
para comer las sobras que caen de la mesa, sino hemos
sido invitados a sentarnos a la mesa, fuimos creados a
imagen y semejanza de Dios. Jehová le dijo a Abraham:
«Levanta ahora tus ojos, y desde el lugar donde estás mira
hacia el norte y hacia el sur, hacia el oriente y el occidente»
(Génesis 13:14. RVC). Eso mismo te digo a ti: hoy es
tiempo de que levantes tu cabeza, dejes de mirar el suelo y
de hacerlo tu habitación. Date cuenta de que hay algo más
para ti.
Cada vez creo más que Dios nos hizo venir a esta tierra
porque hay un propósito para mí y lo creó también para ti,
entonces no podemos conformarnos con quedarnos tirados
en el suelo, tenemos que aprender a luchar, a construir con
lo que tenemos, no es necesario tener mucho para resurgir,
lo que sí necesitamos es tener la conciencia clara de
quiénes somos y cuál es nuestra herencia o bendiciones.
No necesitas ser indigente para ser indiferente contigo
mismo. La indiferencia se convierte en un estilo de vida y te
hace abandonar tu propósito, ella no discrimina, puedes
tener mucho, lo suficiente o muy poco, pero si eres
indiferente con esos bienes, con tu ropa, familia, amigos,
colegas, eso ya es indicador de que te abandonaste,
perdiste el rumbo, anulaste tus sentidos, ya no sientes,
hueles, saboreas, ves ni escuchas, cauterizaste tus
sentidos. Quizás por eso hay gente a la que no les duelen
las pérdidas, porque se acostumbró a ellas.
La vida no se compone de lo material, eso es efímero, hoy
puedes estar arriba y mañana estar abajo, eso no tiene que
alterar el hecho de quién eres, lo que sí hay que cambiar es
la forma en que nosotros estamos viviendo. Mañana
podemos fracasar, pero eso no significa que ese sea el final
de nuestra historia.

¿QUIÉN SOSTIENE TU MANO?


¡Qué pregunta tan poderosa! El Salmo 37:24 (RVC) nos
responde esa inquietud: «Si el hombre cae, no se queda en
el suelo, porque el Señor lo sostiene de la mano». Me
encanta este pasaje porque es una promesa de Dios para
nosotros.
Pero ¿qué sucede si la persona no conoce esta
promesa? Entonces tendrá que identificar qué mano la está
sosteniendo. Si la mano que la sostiene está temblorosa,
entonces le transmitirá incertidumbre e inseguridad y cuando
se presente el clímax de la situación, lo más seguro es que
la suelte y la deje caer.
La mano que te sostiene tiene que ser una que te dé
confianza, seguridad y firmeza, tiene que ser la correcta
para acompañarte a atravesar la tormenta, la que te dice:
«Estoy aquí contigo, no estás solo, lo solucionaremos
juntos».
Recuerdo que cuando estaba en mi proceso de
rehabilitación y empezaba a caminar nuevamente, mi
esposa y mis hijos me daban sus manos, pero tenía miedo,
retrocedía ante ellos. Desde su amor y comprensión, me
decían: «Sosténgase, que no lo vamos a dejar caer». Esas
palabras me ayudaron a tomar impulso, me levanté, porque
sabía que ellos no me iban a dejar caer.
Cuando mis hijos estaban pequeños y dando sus primeros
pasos, mi esposa y yo le decíamos: «Dame tu mano, no te
vamos a dejar caer».
Si llegaban a tropezarse, nosotros los alzábamos para
que no se golpearan. Esa es la diferencia de identificar la
mano correcta que te sostiene.
En estos tiempos es fundamental identificar esa mano
amiga, porque en la vida se te presentarán muchas
personas cuyas manos te sostendrán por interés, querrán
obtener algo de ti, pero cuando menos lo esperas, te
sueltan, te dejan caer. Presta atención, si alguien no te
quiere, no te valora, no te hace crecer, siempre te cuestiona,
no se alegra contigo cuando le dices una buena noticia tuya,
y además es quien te sostiene, mi querido amigo, cuidado
con el golpe.
Es fundamental que puedas entender que el que te ama te
sostiene, vela por ti, se alegra contigo, cree en ti. Eso lo
puedes saber únicamente relacionándote con ese ser.
Gracias al tiempo, los hechos y los valores que tenga esa
persona, nacerán fuertes lazos de amistad.
Mi recomendación es que no le des las llaves de tu carro
o casa a cualquier persona, no le entregues tu confianza o
la de tu familia a cualquier extraño, es tu responsabilidad
cuidar de ti y de tus seres queridos, elegir con quién deseas
caminar, identificar a aquellas personas que te aman por lo
que eres y no por lo que representas, reconocer a aquellos
que han estado en las buenas, en las malas y en las no tan
malas. Es tu deber identificar quién es quién.
Aprende a caminar con gente que esté de acuerdo
contigo, incluso, si llegaran a no pensar de la misma manera,
es esencial que aun así se puedan respetar sus miradas o
decisiones distintas. También es importante que puedas
desarrollar ese sexto, séptimo y hasta noveno sentido para
discernir quién puede ser tu mejor aliado.
Otra lección de vida es aprender a dejar ir, soltar lo que no
te conviene. Hay momentos en que tenemos que hacer
separaciones. Así lo hizo Abraham con su sobrino Lot
cuando aceptó el hecho de que ya no podían seguir adelante
juntos. Con el dolor en su corazón se desprendió de su
sobrino y le dijo:

«No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis


pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está
toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de
mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si
tú a la derecha, yo iré a la izquierda».
(Génesis 13: 8-9, TLA)

Hay separaciones que son necesarias para nuestras


vidas. Si alguien no sostiene tu mano correctamente, lo que
está haciendo es drenándote, te está quitando el impulso
para que sigas construyendo, de hecho, no está soñando
contigo, sino en contra tuyo.
Por eso cuando leo la Biblia, me da fortaleza y fe, ya que
habla a mi espíritu y a mi alma, dándome la garantía que,
aunque sea derribado, Dios sostiene mi mano. Él me levanta
de cualquier circunstancia. No hay imposibles para Él. Su
mano es la correcta para mí.
Es como la historia del buen samaritano, el hombre que
fue asaltado y lo dejaron inconsciente en plena calle.
Pasaron dos o tres personas y lo que hacían era verlo de
lado, pero nada para ayudarlo. Recuerda que el que no te
ama es indiferente contigo, no le importas. Pero el que en
realidad te ama, siempre va a estar pendiente de una u otra
forma de cómo poder ayudarte, de cómo poder seguir
adelante, porque sabe que más bienaventurado es dar que
recibir. No te va a pedir nada, porque está identificado con el
amor que te tiene como persona y no va a permitir bajo
ninguna circunstancia que te hundas.

ANCLA EL MOMENTO: COMPROMÉTETE


Quizás te estés preguntando qué es anclar el momento.
Cuando decidimos levantarnos de la lona y ser agentes
multiplicadores, podemos marcar la vida de otras personas
con un simple gesto, palabra u obsequio.
Eso fue lo que sucedió conmigo cuando mi amigo me
regaló la toalla, hizo que no me olvidara de que siempre
tengo que luchar y seguir adelante. En otras palabras, ancló
su mensaje con una emoción y logró tocar lo más profundo
de mi ser. Definitivamente me conecté con ese simbolismo
de la toalla.
Todos los días recuerdo el compromiso que hice: debo
levantarme independientemente de la situación en la que me
encuentre. Al mismo tiempo, me invita a preguntarme:
¿estoy siendo una posibilidad para que alguien siga
adelante?
Cuán importante es ponerse de acuerdo con alguien, que
se animen, transpiren y luchen juntos. Como dice la Biblia,
en Eclesiastés 4: 9-12 (TLA):

«La verdad, “más valen dos que uno”, porque sacan más
provecho de lo que hacen. Además, si uno de ellos se
tropieza, el otro puede levantarlo. Pero ¡pobre del que cae
y no tiene quien lo ayude a levantarse! Y también, si dos se
acuestan juntos, entran en calor; pero uno solo se muere
de frío. Una sola persona puede ser vencida, pero dos ya
pueden defenderse; y si tres unen sus fuerzas, ya no es
fácil derrotarlas».

Me acuerdo cuando mi fisioterapeuta me decía: «Vamos,


adelante, camine, siga adelante, un paso más». Ella estaba
comprometida conmigo a que volviera a caminar,
respetando la progresividad de mi proceso de rehabilitación.
«Aprender a dar un paso a la vez», me decía. Y ese paso
me iba a llevar al siguiente, y cuando nos dimos cuenta, ya
habíamos emprendido una marcha juntos.
Por eso hay que vivir el momento difícil, soltar lo que es
una carga, tomar las fortalezas y herramientas necesarias
para seguir adelante y salir renovados, aprender cuál es la
lección de vida que me está dejando esa situación y anclarla
a un momento. Y es que ese anclaje, al igual que las
palabras, también tiene poder. Depende de nosotros si
queremos anclarnos a la vida o a la muerte, a la derrota o a
la victoria.
También hay que aprender a regocijarnos de las
circunstancias, a estar felices en medio de las dificultades,
eso va a marcar la diferencia. ¿Con qué actitud asumes la
vida? Ese va a ser el fruto que vas a cosechar. Aunque sea
duro conquistar esa situación, comprométete a esforzarte, a
aprender, a hacer un cambio de mentalidad. Solo cambiando
tu manera de pensar podrás transformar tu manera de ser
(Romanos 12:2).
Por otra parte, a veces es necesario perder para ganar.
Tenemos que aceptar que ya perdimos algo, pero hay un
espacio que se puede llenar con algo nuevo. Pero para eso
debemos tener una mente renovada para poder empezar a
construir en ese nuevo espacio.
¡Es tiempo que asumamos la responsabilidad de la vida,
que asumamos dónde estamos! Es verdad que la vida nos
puede derribar, porque hay circunstancias que están por
encima de nosotros. Un ejemplo de ello fue cuando uno de
mis hijos, Ray Jr., estaba entrenando fútbol, corrió por la
bola, remató, pero nunca se imaginó que el portero se iba a
tropezar, le caería encima de su pierna y se la fracturaría.
¿Fue culpa del portero? No. ¿Fue culpa de mi hijo? No.
Fueron las circunstancias de ese momento. ¿Y qué nos tocó
hacer? Enfrentar la situación. Yo no ganaba nada con pelear
con el portero. Tenía que buscar soluciones.
Pero en esos momentos generalmente es cuando los
seres humanos tratamos de evadir y buscar culpables donde
no lo hay. Después vienen los famosos «si yo hubiera
hecho», que representan una intención, una hipótesis en
nuestra vida, algo que tal vez nunca va a suceder. ¡No se
puede vivir de los supuestos!, la vida es muy corta para
malgastarla de esa manera. Entonces, seamos conscientes
de nuestras acciones y no perdamos el tiempo en las cosas
que no hicimos.
Ahora bien, cuando estamos claros en lo que queremos
para nuestro futuro, ese es el momento perfecto; entonces
cumplámoslo, hagámoslo, seamos persistentes, no
tengamos miedo y enfrentemos esa situación. Pero si no
sabemos qué camino elegir, entonces cualquier lugar es
bueno para nosotros.
Al final, mi hijo se recuperó de su lesión después de pasar
por su propio proceso de rehabilitación, fue difícil, pero él
enfrentó sus miedos, formó su carácter, vivió el proceso y
no se rindió hasta salir caminando con su alta médica.
Otro punto importante es que nuestro sí sea sí y nuestro
no sea no. A veces no somos conscientes de nuestras
afirmaciones y negaciones. Hay que prestarle la debida
atención a un problema para poder elegir la mejor respuesta
y saber muy bien cómo actuaremos ante esa situación. El
dar una respuesta sin tener el entendimiento necesario
puede llevarnos a tener que afrontar momentos incómodos o
vernos envueltos dentro de compromisos innecesarios para
nuestra vida.
Es verdad que nos cuesta a veces enfocarnos o nos
desenfocamos muy fácilmente, perdemos el norte o el
propósito de las cosas, y por salir del paso y buscar la
opción más rápida de lidiar con el problema decidimos dar
un sí sin medir las consecuencias. Lo importante no es salir
del momento, sino sanar y construir algo diferente.

DATOS PRÁCTICOS PARA SALIR DE LA


VICTIMIZACIÓN
Quizás te preguntes cómo puedes cambiar tu mirada para
levantarte del suelo y caminar hacia el logro de tus metas.
Desde mi experiencia, te regalo estos tips:
1. Cambia la manera de ver la vida. Reconoce hacia
dónde estás mirando para poder asumir otra perspectiva.
Recuerda que la moneda tiene dos caras: lo que tú
observas y lo que el otro observa. Sin embargo, esa moneda
tiene un borde que une ambas caras, la cual llamo «la
mirada de Dios». Incorpórala a tu vida, solo tienes que
pedirle a Dios que te enseñe cuál es su voluntad, cuál es el
otro camino o la puerta que no estás viendo, que te muestre
cómo Él solucionaría esa situación difícil por la cual estás
pasando.
2. Cree firmemente en que hay algo más para ti. No eres
un accidente o la causa de un instante de pasión entre tu
papá y tu mamá. Fuiste creado por Dios para un propósito
mayor, la cuestión es que debes descubrirlo.
3. Ámate. Empieza a cambiar tu vocabulario, que tu
lenguaje sea cada vez más amoroso y compasivo.
4. Aprende a cerrar tus oídos a los comentarios negativos
y destructivos que puedan existir alrededor tuyo, así sean
tus propios pensamientos.
5. Comprométete con la persona que quieres ser, aprende
a verte más allá de la montaña.
6. Tienes que saber que eres amado y perdonado. Esto
es muy importante. Dios no te culpa, eso lo hace el enemigo.
Es fundamental que puedas sanar tus heridas emocionales
originadas en tu infancia. Muchas veces en los conflictos
sale el niño herido, carente de afecto, y no el adulto con una
mentalidad sana.
7. Del momento difícil puedes sacar una lección. Analiza
dónde estuvo la falla, aprende e inténtalo de nuevo. La
historia no termina hasta que tú no elijas terminarla.
8. Todos los días tienes que levantarte a construir una
historia diferente. Eres el autor de tu historia. ¿Cómo
quieres que la gente te conozca? ¿Qué quieres que se
cuente mañana de ti? Te gustaría escuchar: «el que luchó»
o «el que se dejó vencer».
9. Siéntete orgulloso de las marcas de tu caminar en la
vida. Esas son las evidencias de tus batallas, que las viviste,
las superaste y que sigues en pie; entonces te invito a que
camines con una postura erguida, mirando al frente. Al final,
tus marcas pueden causar el efecto de inspirar que otras
personas al verte elijan levantarse y emprender un nuevo
camino.
10. Dios no se cansa de ayudarte. Él es constante, no es
hombre para mentir ni cambia de ánimos como nosotros.
11. Es importante que puedas entender que el universo no
se alinea contra ti, no eres el centro de todos los problemas,
no eres el único ser a quien le caen todas las desgracias.
Todos pasamos por las mismas dificultades; algunos en
mayor grado y otros en menor escala. Aunque eso tiene que
ver no tanto con el tamaño de la dificultad, sino cómo se
afronta. Por ejemplo, quizás el problema se puede
solucionar con una llamada telefónica, pero para otros no es
tan sencillo, prefieren hacerlo cara a cara. Tal vez hay gente
que puede enfrentarse a una situación muy delicada desde
una liviandad que impresiona a cualquiera, pero para otros
no, se paralizan, gritan, atacan, acusan, huyen, se
desmayan, pero no saben cómo buscar soluciones.
Entonces, hay una gran diferencia en cómo afrontas los
conflictos y cómo gestionas tus emociones.
12. Aprende a enfrentar las situaciones de frente, no
culpabilizando al otro a escondidas, chismeando, quejándote
o destruyendo su reputación. Da la cara y argumenta
objetivamente; primero, reconociendo tus errores y después
los de los demás, siempre con miras de resolver el conflicto,
estableciendo nuevos cambios, promesas o compromisos
contigo mismo y con los otros.
13. Reconoce tus limitaciones y pide ayuda. Somos seres
limitados que necesitamos de otros que nos puedan
complementar, que vengan a darnos una ayuda. No pasa
nada al reconocer que no sabemos todo o podemos todo,
es bueno darnos cuenta que tenemos un límite. Dejemos de
lado el falso orgullo, la amargura o resentimiento y seamos
humildes para aceptar que necesitamos un apoyo para
ponernos en pie y seguir caminando.
Capítulo 3
HAZ DE DIOS TU REFUGIO
En el refugio adecuado, hay gente que vela por ti, que sana
tus heridas, te cuida en tus momentos débiles, te alza en
sus brazos cuando no puedas más, es la que te anima y te
dice que todo estará bien.
Ray Corea
P
areciera que el tiempo se detiene y se entra en un plano
diferente donde el caminar se ralentiza y la visión se
agudiza. En ese instante se observa por última vez todo lo
que se ha logrado, quizás una casa, un carro, una familia,
ese vecindario con el cual una vez se soñó.
De manera abrupta, algo sucede y hace que la realidad
regrese y se imponga. Hay mucho ruido y alboroto, los
nervios se alteran, no hay certeza si van a sobrevivir esta
noche, sonidos de alarmas avisando que el peligro está
cerca, miles de pensamientos y escenarios para lograr
escapar o tal vez no, llantos, gritos, tristeza ante la pérdida
de seres queridos y hasta de la misma esperanza, latidos
del corazón cada vez más rápidos, miedo al estar en una
zona insegura, terror al ver que el peligro ya llegó.
Este es el panorama que viven millones de personas ante
amenazas de catástrofes naturales, guerras, violencia,
persecución, escasez de trabajo o de una calidad de vida
mejor. Es preocupante cómo la cifra de refugiados aumenta
cada año, son millones de personas y familias que buscan
un lugar que les brinde amparo, una acogida calurosa que
los conecte de nuevo con la seguridad y la paz.
Me imagino que no debe ser un proceso fácil el huir y
tomar la decisión de emigrar, sentir que se pierde el hogar y
la comodidad, decirle adiós a la nación que te dio la vida y te
vio crecer.
Estamos hablando de que casi el 2 % de la población
mundial sale desesperadamente de su país, buscando y
caminando hacia otro lugar que les brinde aquellos derechos
y bienestar que una vez perdieron.
De verdad que es preocupante y hasta escalofriante,
porque no sabemos hasta dónde va a llegar esa cifra, pues
año tras año, millones de personas desean tener un futuro
mejor de lo que están viviendo en sus países. De hecho,
todos anhelamos conseguir una vida llena de bendiciones o
de bienestar.
Por otro lado, no hay nada más relajante que entrar a tu
casa y disfrutar de la paz, la confianza y la protección que te
ofrece. Es exactamente igual cuando surge una lluvia
repentina y la persona empieza a correr, tratando de
guarecerse en un sitio donde no haya goteras y se pueda
sentir tranquila y protegida. De hecho, la palabra «refugio»
significa «asilo, acogida, amparo» (Diccionario de la lengua
española, 2021). Entonces, esto me hace pensar que todos
los seres humanos merecemos tener nuestro lugar de paz.

¿CUÁL ES TU REFUGIO?
Todos nosotros necesitamos un refugio donde podamos
descansar, pensar y replantearnos el siguiente paso que
vamos a dar. Pareciera que la palabra «refugio» puede
abarcar más conceptos y cosas tan necesarias para seguir
adelante y protegernos de una posible amenaza.
En la Biblia, en el Salmo 91 (TLA), habla que: «Vivamos
bajo el cuidado del Dios altísimo». Esta es la primera
declaración que hace David, es una invitación a que
vivamos bajo esa protección, porque Dios tiene cuidado de
cada uno de nosotros. David nos afirma y nos enseña que
no hay que tomar esa declaración a la ligera, porque alude,
nada más y nada menos, al Dios altísimo, el creador de
todo.
«Pasemos la noche bajo la protección del Dios
todopoderoso», me gusta mucho ese segundo versículo,
porque encierra una gran verdad. En la noche es cuando
vienen los pensamientos más fuertes en la vida de toda
persona, es cuando la incertidumbre, la soledad, el
desánimo se hacen más presentes, surgen las ideas que
tenemos escondidas en lo más profundo de nuestro
corazón, pero debido al ruido o a la bulla del día no les
hemos puesto la debida atención.
En el silencio de la noche es cuando nos damos cuenta de
que hay gente que vive en depresión y en soledad, hombres
y mujeres que caen en su realidad y se hacen vulnerables.
En esos instantes, tienen que acudir a ese refugio divino. La
invitación ya está hecha, es decir, en el momento más difícil
de su vida, tienen el acceso directo para dormir bajo la
protección de Dios, solo así la noche se convertirá en un
lugar seguro. Las puertas del refugio no tienen candado, las
pueden abrir cuando quieran.
Hay personas que viven su noche de día, esto significa
que están bajo una situación que es más grande que ellos,
por tanto, viven en un constante estrés al esquivar o lidiar
con cada amenaza. El cuerpo se les tensa y pueden llegar
hasta bloquear el dolor o el cansancio. No duermen en la
noche por las preocupaciones y afanes. En resumen, no
están teniendo un lugar seguro para descansar.
Por eso, la invitación que hace David en este salmo es
una buena noticia, porque nos está mostrando una puerta de
esperanza que nos llevará a sentir el descanso, la paz y la
tranquilidad.
Considero relevante ir al inicio, al libro de Génesis,
cuando Dios está separando la luz de las tinieblas. En el
capítulo 1 se describe que la tierra estaba desordenada y
las aguas cubiertas de oscuridad. Mientras el espíritu de
Dios recorría ese escenario, tomó la decisión de crear la luz
y llamarla «día» y a la oscuridad, «noche».
Quisiera hacer una analogía de esto, porque nuestra vida
puede estar en un desorden, un completo caos, incluso en
una oscuridad, sin embargo, llega el momento en que hay
que separar esa luz de las tinieblas, es el tiempo para dejar
que la noche se desvanezca y dar paso a que luz emerja.
Ese amanecer es tan hermoso, más aún cuando estamos
en el refugio de Dios, puesto que no hay nada que temer,
porque la luz de Dios deshace esos pensamientos nefastos
nocturnos.
Ese es el mensaje que toca la fibra más profunda de mi
ser, por eso le pido a Dios que la gente pueda sentir ese
refugio, que sepan que, en esos minutos de soledad, Él nos
cobija con su presencia. Dios quiere que sus hijos pasen de
esa oscuridad y se conecten con la fuente de vida, que
todos volvamos a recordar que somos la luz del mundo.
Qué interesante es ese transitar y confiar en que Dios, el
todopoderoso, es nuestro refugio. Si retomamos el Salmo
91, este pasaje nos muestra otro aspecto importante, dice:
«El Dios que nos da fuerzas». En otras palabras, en el
refugio correcto vamos a encontrar la fuerza necesaria para
seguir adelante, vamos a tener la fuente de energía para
afrontar las adversidades que se nos presenten. Esa es la
importancia de tener un buen refugio.
Sin embargo, te invito por un instante a que reflexiones
sobre cuál es tu refugio hoy día, en qué lugar pones tu
confianza, de dónde estás tomando las fuerzas para seguir
adelante. Recuerda que en el lugar equivocado no puedes
encontrar las garantías para sentirte cómodo, puedes vivir
en una incertidumbre y en una constante ansiedad.
Pienso que ya es el tiempo de definir cuál es tu refugio. Si
el lugar donde te encuentras hoy no es un sitio que te
trasmite paz ni fuerza para impulsarte, entonces es
indispensable que analices el lugar donde te metiste.
Concientizar esto te permite expandir tu mirada, porque es
darte cuenta en dónde te estás guareciendo de las
situaciones.
Es fundamental que lo puedas identificar. Mi intención con
esta pregunta es que puedas abrir tus ojos. A veces es
necesario cambiar de anteojos para poder ver e interpretar
el mundo con la fórmula correcta. Necesitamos
constantemente revisar nuestra visión y hacer un par de
ajustes para así tomar las decisiones más idóneas.
El refugio no es solo el lugar físico, sino también las
personas con las que te relacionas, es decir, es importante
que puedas identificar quiénes están en el lugar donde te
encuentras o con quiénes estás caminando.
La Biblia dice que: «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren
de acuerdo?» (Amós 3:3, RVR 1960). Dios quiere que
nosotros tengamos el discernimiento de poder elegir a
aquellas personas que serán nuestros compañeros de viaje
y de vida. Sin embargo, puede suceder que esos
compañeros de hoy día no sean necesariamente los más
indicados. En ese sentido, saber cuál es nuestro refugio es
conocer con quiénes estamos caminando, quiénes son
aquellos que nos extienden la mano y nos abren el paraguas
para que nos podamos guarecer de esa tormenta.
Esto me recuerda una vez que fuimos para un evento y mi
hija estaba pequeña, ella tenía mucho sueño y, por
supuesto, en el trayecto se durmió. Era de noche, teníamos
que caminar bastante para llegar hasta donde se encontraba
el vehículo. Recuerdo que me quité el suéter, alcé a mi hija,
la cubrí con mi suéter y así me la llevé. Caminamos bastante
hasta que por fin llegamos al carro. Con mucho cuidado la
acomodé,que estuviera lo más cómoda y protegida posible,
porque no quería que se despertara. Ella no se dio cuenta, y
cuando se despertó, ya estaba en casa.
¡Qué interesante es esta anécdota! En el lugar correcto,
tal vez no te des cuenta de la gente que te está cuidando. En
el refugio adecuado, hay gente que vela por ti, que sana tus
heridas, te cuida en tus momentos débiles, te alza en sus
brazos cuando no puedas más, es la que te anima y te dice
que todo estará bien.
Otro aspecto fundamental de un buen refugio es
experimentar la libertad. Me refiero a la libertad de ser quien
tú eres, de expresarte sin ser censurado, de soñar, de
mostrarte al mundo tal cual eres y que te sientas cómodo al
hacerlo. Este es otro indicador de que estás en el refugio
correcto.
No hay que vivir en resignación, opresión o insatisfacción.
Creo que hay que rescatar el principio de que Dios puede
ayudarnos a abrir nuestros ojos y mostrarnos el camino
para llegar a su refugio, cuya bienvenida siempre será
calurosa como buen padre amoroso que es.

SIN IMPORTAR LAS CIRCUNSTANCIAS, CONFÍA EN TU


REFUGIO
El corazón puede ser engañoso. Sin embargo, muchas
veces nuestros sentidos son como esas alertas que nos
previenen de algún peligro, por tanto, hay que escucharnos,
identificar qué es, ver lo que nos están mandando a decir y
discernir si es lo correcto.
Todos tenemos una batalla que librar cada día. Quizás tu
problema no es como el mío, pero la similitud está en que
esa circunstancia que estamos viviendo nos está alterando
y quitando hasta cierto modo la tranquilidad o la paz. Por eso
es fundamental estar seguro del lugar donde estamos,
porque sin importar lo que estamos viviendo, seguimos
confiando en el Dios todopoderoso.
Nadie se va a montar en un carro, una motocicleta o un
avión en mal estado, su condición no genera la suficiente
confianza para usarlo como un medio de transporte seguro,
todo lo contrario, la persona se va a montar con miedo y
vivirá con temor hasta que termine el recorrido. Entonces,
para poder sobrepasar los peligros que se presenten en la
vida o cuando vengan momentos de calamidades, hay que
tener esa tranquilidad de saber que se está en el lugar
correcto y contamos con la protección de Dios.
La tranquilidad es ausencia de preocupación, ausencia de
angustia. Independientemente de la circunstancia tan
complicada que se pueda estar pasando, el lugar en el que
me encuentro me está dando la confianza para buscar las
herramientas y así enfrentar la situación. Además, otra
premisa que hay que tener presente en nuestras vidas es
que en los momentos más difíciles es cuando Dios se
glorifica. Entonces, no estamos desamparados.
Si el refugio en donde te encuentras no te ofrece paz y
tranquilidad, revisa qué está pasando a tu alrededor.
Pregúntate si estás claro en lo que quieres para tu vida,
porque quizás estás buscando en el lugar incorrecto.
Recuerda que vivir en el refugio adecuado es la plataforma
que te impulsará a dar el siguiente paso.
Cuando no sabes para dónde quieres ir, cualquier cosa te
parecerá bien. En otras palabras, cualquier ruta te sirve,
cualquier camino parece ser bueno, porque no tienes
claridad en tu mente, porque no hay una meta específica.
Pero también surge otro aspecto bien interesante, cuando
no sabes para dónde ir, resulta que ya llegaste al lugar. ¿Por
qué digo esto?, porque una persona que no tiene un destino
trazado, no tiene que ir a ningún lado, donde sea que se
encuentra, ya llegó, aunque ese lugar no sea ni parecido al
refugio que buscaba, ya se quedó ahí.
A lo mejor te preguntarás «¿qué necesito para avanzar?».
Creo, desde mi experiencia, que debemos tomar el ejemplo
de Nehemías, que sabiendo la situación que pasaba su
pueblo natal, y después de pasar por dolor y
arrepentimiento, declaró: «Me levantaré y edificaremos»
(Nehemías 2:20, RVR 1960), y no solo lo dijo, lo hizo, así de
fácil.
Por lo tanto, no puedes esperar que otro venga a hacer
los cambios en tu vida, debes determinarte y hacerlo. Quizás
la raíz del problema radica en que, más que buscar qué
hacer, es saber quién quieres ser.
Cuando identificas quién quieres ser, entonces el
siguiente paso es ver qué te hace falta, buscarlo, aplicarlo a
tu vida y convertirte en esa persona que quieres ser. Dios
no está interesado en el hacer tuyo, a Él lo que le interesa
es que tú sepas quién eres.
Esa ha sido mi experiencia de vida, es decir, yo puedo
publicar un libro, un video, ser muy versátil en mi trabajo,
hacer entrevistas, conferencias, presentarme en la
televisión y en la radio, desenvolverme en muchos ámbitos,
pero al final de cuentas, no soy eso.
Mis actividades no definen mi identidad, porque en el día
de mañana, me pueden despedir y lo puedo perder todo,
pero no me van a quitar lo más importante que es la esencia
de quién soy yo. Dicho de otro modo, donde quiera que vaya
y donde quiera que camine, cuando llevo mi esencia, puedo
volver a plantar cualquier cosa, puedo levantar cualquier
proyecto sin importar las circunstancias, porque estoy
seguro de mí mismo.

MANTÉN TU IDENTIDAD, IDENTIFICA QUIÉN ERES


Podemos ir en la vida caminando sin saber quiénes somos y
hasta parece ilógico y risible decir eso, pero es así. Cuántas
personas viven el día a día con una imagen de sí mismas
distorsionada, pensando una y otra vez en los calificativos
negativos que otra persona les dijo. Cuántas personas
caminan en la vida siendo manipuladas, porque no se
conocen a sí mismas.
¿Quién soy? o ¿quién eres? es una gran pregunta,
porque está vinculada a la identidad. La respuesta refleja la
percepción que tienes sobre ti mismo. Es como estar
parado frente a un espejo, vas a describir lo que ves, pero
¿realmente eres tú? Puedes ver un cuerpo que quizás no te
guste o tal vez sí, pero cómo te ves más allá de eso, cómo
puedes ver lo que tienes en tu interior. Ningún espejo te lo
puede revelar a simple vista.
Conozco gente que responde a esa pregunta de la
siguiente manera: «Soy alegre, una persona que ayuda a los
demás, no hago mal a nadie, soy una persona que hago
esto», y desde allí empiezan a describirse desde el hacer,
pero no están describiendo quiénes son realmente.
Sé que esto puede ser un poco complicado de dar
respuesta, pero intentemos algo: qué tal si tomas un lápiz y
un papel, o en tu equipo móvil, y empiezas con poner tu
nombre y describir a la persona que eres al día de hoy,
describir lo que conoces de ti y luego si hay algo que no
estás muy claro, déjalo sin responder y date a la tarea de
investigarte.
Cuando logramos describirnos con seguridad, se abre la
posibilidad de enfrentar nuevos retos sabiendo con certeza
nuestras fortalezas y debilidades. Esto es un buen ejercicio
que te ayudará para seguir descubriendo a la persona que
eres.
Cuántas personas caminan en la vida apostando todo a
sus carreras, trabajo y estudios, tomando incluso una
postura de arrogancia y soberbia, sin darse cuenta de que
ellos no son eso. Cuántas máscaras puede portar una
persona para no mostrarse al mundo, porque tiene miedo a
verse a sí misma y que su entorno no la acepte ni la ame tal
cual como es.
Entonces, podemos caminar por la vida sin saber quiénes
somos y al no saberlo, nos estamos privando de cosas tan
elementales como el ser feliz, el diseñar un futuro o una
estrategia de vida hacia donde queremos dirigirnos.
Hay una transición en la vida de todo ser humano donde
se pasa de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a
una juventud algo más madura y después viene la adultez.
Hay gente que todavía no identifica en qué etapa de su vida
están, se quedaron congelados en alguna de ellas, por lo
tanto, se les dificulta saber quiénes son.
En esos casos, su edad mental y edad biológica no
coinciden, están en incongruencia. Entonces, pueden pasar
los años y solo encuentran frustración y tristeza. ¿Por qué?,
porque nunca se encontraron, nunca se identificaron, nunca
crecieron.
También otra manera de verlo es en aquella persona que
cambia de profesión. Hoy dice que será abogado, dentro de
cinco meses abandona la carrera y decide estudiar
ingeniería, pero dentro de tres meses, se da cuenta de que
quiere estudiar mecánica. Al final, con el tiempo va a
abandonar cualquier carrera, porque nunca ha entendido ni
identificado quién es realmente. No se conoce a sí mismo.
Considero fundamental aclarar que antes de ayudar a
cualquier persona, primero, ayudémonos a identificar
quiénes somos, para qué vinimos a esta tierra, para qué
estamos aquí, cuál es el talento que Dios nos ha dado, qué
es lo que vamos a hacer en nuestra vida, en qué somos
buenos.
Yo tengo claro cuáles son mis talentos y habilidades. Lo
mío son las comunicaciones,hablarle a la gente, compartir,
animarlos. A mí no me pueden sentar en un escritorio de
oficina de 8:00 a. m. a 5:00 p. m., porque siento que me
muero, no es lo mío.
Llegar a identificar quién soy me llevó por el camino de
darme cuenta de las cosas que estaba haciendo y de las
cuales disfrutaba y buscaba repetirlas, pues me hacían
sentir pleno. También me di cuenta de que muchas veces
estaba copiando conductas de otras personas que no iban
con mi forma de ser. Entonces aprendí a reconocer que a
Ray Corea le encanta reírse, le gusta disfrutar de la buena
música, de los momentos de soledad, de pequeños detalles
que lo hagan sentir que está vivo.
En esa búsqueda constante de averiguar quién era y por
qué estaba aquí, me tomé mi tiempo de verme al espejo y
hacer un listado de lo que a mí me hacía sentir bien, qué
cosas me ponían triste o me molestaban y por qué hay
momentos que me gustaba estar en silencio. Digo esto y no
deseo sonar egoísta, pero si tú y yo estamos bien, de
acuerdo y sanos con nosotros mismos, podremos seguir
avanzando y quizás ayudar a otros.
Un detalle más y, creo que muy importante, es que
aprendamos a soltar los complejos que a lo mejor hemos
atesorado en nuestra vida o quizás aquellas frases
lapidarias que nos han dicho y han calado en nuestra vida
haciéndonos sentir que somos un cúmulo de errores y de
fracasos.
Aprende a verte como Dios te ve y no olvides que si
estamos aquí es porque Dios confía en nosotros. Aprende a
amarte tal y como eres, tenemos defectos, pero también
muchas virtudes, no dejemos que las heridas que nos pueda
hacer este mundo sigan abiertas y no encuentren sanidad
en Dios. Con esto quiero decirte que no te preocupes si en
este preciso instante no sabes cuál es tu propósito, tiene
que haber una progresividad para descubrirlo. La verdad es
que todos pasamos por procesos en la vida necesarios para
identificar quiénes somos. Entonces, ten calma que todo
tiene su tiempo.
Eso me hace acordar a la historia de Daniel. La Biblia me
habla de que en los tiempos del rey Nabucodonosor, cuando
los babilonios sitiaron a Jerusalén, el rey buscaba jóvenes
hebreos talentosos y bien parecidos para que formaran
parte de su servicio y así poder enseñarles la cultura de
ellos.
«Por eso ordenó que, de entre los prisioneros israelitas, le
llevaran los jóvenes más inteligentes y de las mejores
familias. Durante tres años, esos jóvenes comerían y
beberían lo mismo que el rey; mientras tanto, estudiarían y
aprenderían el idioma y la cultura de los babilonios.
Pasado ese tiempo, ellos entrarían a servir en el palacio
del rey».
(Daniel 1: 4-5)

A estos jóvenes les quisieron cambiar el nombre, la


comida, las vestimentas, que se olvidaran de sus raíces
para luego moldearlos a la forma de pensar de esa nación.
Sencillamente Daniel se levantó y se negó a cambiar su
esencia y sus creencias. Él tenía muy claro quién era, de
dónde venía y a quién representaba.
Esto es muy delicado, porque Dios nos hizo a cada uno
de una manera particular, nos dio una identidad y varios
talentos. Eso lo puedo ver dentro de mi propia familia, tengo
tres hijos y nacieron de la misma mamá, estuvieron en el
mismo vientre, pero los tres son totalmente diferentes.
Entonces, como padre no le puedo robar la identidad a mis
hijos, porque cada uno fue hecho de una manera distinta.
Es verdad que en algunos momentos se parecen, tienen
rasgos míos y de la mamá, comportamientos que me
recuerdan a mi propia madre y a mi suegra, pero cada uno
de ellos es único, auténtico, distinto. Tienen los apellidos
iguales, pero sus nombres son diferentes. De esa manera,
establecen su identidad dentro del árbol genealógico.
Así es como Dios nos ve y nos llama por nuestro nombre,
incluso, bíblicamente Dios cambia los nombres a sus hijos
cuando se da el encuentro genuino con Él, así sucedió con
Abraham (antes Abram), Sara (Sarai) e Israel (Jacob).
Mi intención es que puedas apreciarte y aceptar que
todos somos diferentes, y dentro de esa diferencia hay una
identidad, un ADN que Dios depositó a cada uno de
nosotros. Somos seres maravillosos y nuestro Padre
celestial lo sabe, pero ¿qué tan consciente estás de tu
propia valía?
Yo me puedo identificar como una persona luchadora,
emprendedora, que no baja los brazos fácilmente. Como
padre, pienso que mis hijos algo de eso deben heredar, pero
como ellos tienen su propia identidad, van a luchar con sus
propias herramientas, desde su propio estilo, porque saben
que vienen de una identidad luchadora.
Es importante comprender que no puedo cambiarle el
estilo a alguien ni su ADN. Puede suceder que en algún
momento de la vida esa persona se pierda a sí misma y
logre adaptarse a un estilo que no es el suyo; sin embargo,
en el fondo de su corazón, hay una disconformidad. Esos
son los momentos clave para descubrir y hasta reclamar la
verdadera identidad, defenderla. Entonces, para que no
pases por un proceso angustioso en tu vida, es necesario
que tengas claro quién eres y hacia dónde quieres ir.
Mantener nuestra identidad significa que a pesar de que
nos digan que tenemos que cambiar, que debemos
ajustarnos a las modas o complacer a la gente que nos
rodea, no lo vamos a hacer, porque estamos a gusto con
nosotros mismos, en aceptación y amor propio.
La frase que dice: «El que anda con lobos, a aullar
aprende», no es tan así; puedes andar con lobos, pero no
necesariamente tienes que aullar. Es tu decisión. Nadie
puede quitarte tu libre albedrío de andar con personas que
son distintas a ti. Ahora bien, que te convenga andar con
ellos es otra cosa. Tú puedes caminar con ellos y no ser
igual a ellos, porque tu identidad ya está forjada. Mientras no
tengas definida tu identidad, puedes caer fácilmente en la
mímesis.
Entonces, tú eliges qué quieres hacer con tu identidad,
porque Dios te dio la oportunidad de tener una elección de
quién quieres ser en la vida. Ahora, te pregunto: ¿cómo vas
a usar tus herramientas?, ¿para bien o para mal?
Te acuerdas del pasaje de Deuteronomio que cité en el
primer capítulo, donde Dios le decía al pueblo de Israel: «(...)
te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la
bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan
tú y tus descendientes» (Deut 30:19, NVI). ¿Qué escoges?
Tú puedes elegir hacia dónde quieres orientar tu vida,
cómo usar tus talentos, si para un fin bueno o malo. En mi
caso, por ejemplo, con este libro, tuve dos opciones: 1)
hablar del propósito de vida e inspirar a la gente a que siga
caminando; 2) tratar temas que dañen la estima e imagen de
las personas, brindándoles información que los confundan
aún más o que los haga sentir hasta culpables.
Al final de cuentas, lo que quiero decir es que la intención
la pongo yo. A mí me dieron las llaves de mi vida, las tomé y
elegí el camino. Por eso Dios nos dice: «Te pongo delante
de ti la vida y la bendición, la muerte y la maldición».
Más allá de la indecisión, ten la confianza de que Dios te
va a ayudar a tomar la mejor decisión. Recuerda que hay
una identidad que nos ha sido dada, pero tú eliges ser un
pez grande en la pecera o ser un pez pequeño en el mar.
Ese es tu libre albedrío.

¿CÓMO ENFRENTAS LA VIDA HOY?


Esta pregunta es poderosa, porque tú puedes tener el gran
talento, pero si tienes una pésima actitud, lamentablemente
anulas ese talento. Entonces, esto quiere decir que la actitud
está por encima de las habilidades, porque es la que
determina cómo vas a enfrentar la vida, es la que establece
tu éxito o fracaso.
Ya me has leído en reiteradas ocasiones que Dios nos ha
dado todo, desde dones, talentos, habilidades, identidad,
pero solo tenemos que descubrirlos, desarrollarlos y hasta
catapultarlos. Es tu elección cuál va a ser tu actitud al
respecto. Si tu actitud es negativa, de derrota, fracaso, no
esperes un resultado óptimo. Recuerda que cada uno
recoge lo que siembra.
Hay gente tan negativa que, si se desmaya, en vez de
volver en sí, vuelven en no, pues esa es la actitud asumida
ante la vida. Entonces, no es solo darnos cuenta del poder
de nuestras palabras, sino también el de nuestra actitud al
enfrentarnos a las adversidades que nos presenta la vida.
Con una mala actitud, puedes hasta anular tu identidad.
Con una buena actitud, la puedes fortalecer. Me encanta la
historia de un jugador de fútbol muy famoso, que tenía un
problema para correr, sin embargo, él decidió convertir su
limitación en una virtud. Hoy día, gracias a su forma de
pensar y a la actitud asumida, es un jugador difícil de marcar,
nadie puede anticipar sus movimientos.
Así como hay testimonios motivadores como el de este
jugador, también están los otros marcados por la
resignación, son aquellas personas que no han podido
levantarse de su situación o encontrar un refugio seguro,
porque siguen peleados con su futuro, con esa visión de
quién quieren ser, además de su mala actitud que no los deja
avanzar.
Por eso encontrar el refugio correcto también se
relaciona con la actitud que tengas en la vida. También es
que puedas comprender que no puedes cargar por el resto
de tu vida con algo que ya pasó, porque eso va a ser un
grillete en tu tobillo, una cruz que no te permitirá avanzar
libremente. Recuerda que el único que llevó la cruz fue
Jesucristo y solo la llevó una vez para que fuéramos libres.
Otro elemento clave es la honestidad. Cuando uno no es
honesto consigo mismo ni con los demás, la tendencia es
tratar de ocultar todos nuestros rasgos, gestos, ideas,
comportamientos e identidad para que no nos conozcan,
muchas veces pensamos que no mostrarnos es un refugio
seguro, la mejor protección para no salir heridos, pero a la
hora de la verdad es un impedimento para crecer como ser
humano, la falta de honestidad nos hace perder
oportunidades para seguir avanzando en la vida.
Hay que ser cartas abiertas para ser leídas. A Dios no lo
podemos engañar, porque Él nos conoce muy bien, es
nuestro creador. Por eso, Dios nos pide que seamos
honestos, congruentes con nuestros pensamientos y
acciones, para así encontrar fácilmente su refugio y
alcanzar el propósito que Él tiene destinado para nosotros.

DIOS NO SE CANSA DE AYUDARTE


Sin importar lo que estemos pasando, inclusive con nuestras
mentiras o medias verdades, Dios no se cansa de
ayudarnos. Su amor es profundo. En el libro de Hebreos
13:6 (TLA) nos dice:
«Por eso, podemos repetir con toda confianza:
No tengo miedo.
Nadie puede hacerme daño
porque Dios me ayuda».

¡Qué bonito saber esto! Además, hay algo interesante en


el versículo 5 del mismo pasaje. Basándonos en la Nueva
Versión Internacional (NVI), Pablo nos dice:

«Manténganse libres del amor al dinero y conténtense con


lo que tienen, porque Dios ha dicho:
Nunca los dejaré; nunca los abandonaré».
Pueden existir muchos tipos de amor, pero solo hay uno
que es verdadero. También Pablo nos afirma que Dios no se
cansa de ayudarnos. En toda la Biblia, Dios nos reitera su
esencia, nos habla una y otra vez de su identidad. Como
buen padre amoroso, no nos dejará ni nos abandonará. No
es su naturaleza hacer sufrir a sus hijos.
Si hay alguien que puede estar sintiendo un espíritu de
orfandad, es porque lo quiere sentir, vivir y desea
alimentarlo. Lo digo con todo el respeto y el conocimiento
que tengo del proceso que pueda estar viviendo una
persona.
Pero ¿sabes cuál es el problema cuando uno se
abandona? Déjame decir que sí es posible que uno se
abandone, desde el simple acto de dejar de lavarse los
dientes o usar vestimentas rotas. Cuando llevas mucho
tiempo viviendo así, tu cuerpo empieza a cambiar y adoptar
esa postura de abandono, se convierte en una rutina, en un
hábito, en un estilo de vida.
Sin embargo, como hijos de Dios, no podemos permitir
que la indiferencia nos separe de nuestra identidad y de lo
que nuestro Padre celestial tiene destinado para nosotros.
No podemos ser indiferentes a nuestra situación. Hoy más
que nunca tenemos que estar conscientes de que Dios no
nos abandona, por más malos y pecadores que seamos, por
más errores que hayamos cometido en la vida, Dios está ahí
con nosotros.
Creo que ya es el momento en nuestras vidas de hacer un
alto, detener nuestro tren y decir: «¡Hey!, un momento…
este soy yo, ¿será que Dios puede hacer algo por mí?». Y la
respuesta es: «¡Claro!». Por eso este apartado se titula
«Dios no se cansa de ayudarte». El amor de Dios es tan
grande y tan inmenso que a pesar de que nosotros seamos
tan reiterativos en nuestras faltas y hasta malagradecidos,
Él siempre nos dice: «Nunca te dejaré, nunca te voy a
abandonar».
Esa es una buena noticia, tenemos la oportunidad de
regresar al refugio correcto, a la casa de nuestro Dios-
Padre, de poder hacer la transición del lugar incorrecto al
verdadero lugar donde vamos a sentir paz y libertad, donde
nos vamos a sentir amados, perdonados y merecedores de
un futuro mejor.
Si tu historia hasta el día de hoy ha sido una en la que te
has quedado sin refugio, detenido, imposibilitado de seguir
caminando, hoy esa historia puede cambiar, solo debes
tomar la elección correcta. El pasado quedó atrás, no lo
puedes revertir, pero a partir de ahora sí puedes escribir una
nueva historia, eres el artífice de ella. Toma lápiz y comienza
a escribir qué historia quieres que se cuente de ti.
No cauterices tus sentidos, porque te desconecta no solo
de tu esencia, sino también de tu entorno. Me acuerdo que
una vez veníamos en un avión y se sentó al lado mío una
persona que se veía bien, pero olía muy mal. Ese olor era
algo terrible para mí, pero para esa persona no. De repente,
alguien le preguntó: «Señor, disculpe, tengo aquí un
desodorante, tómelo». La persona sorprendida le dice:
«¿Por qué, huelo mal?».
A veces no nos damos cuenta de que tenemos mal aliento
hasta que alguien nos lo dice. Entonces, lo que quiero
resaltar es que podemos perder esa sensibilidad, la que nos
indica cuándo estamos mal o estamos en el lugar
equivocado. No permitamos que suceda eso, hay momentos
en nuestras vidas para restaurarnos y emprender algo
diferente, solo tenemos que soltar lo que no nos conviene y
abrazar las oportunidades.
No quiero finalizar este capítulo sin antes preguntarte:
¿conoces a Dios como refugio?, ¿ves la libertad de tener a
Dios como refugio?, ¿quién cuida de ti?
Puedes conocer a Dios de diferentes maneras: como
padre, proveedor, sanador, amigo, salvador. En el Salmo
62:7-8 (NVI) dice: «Dios es mi salvación y mi gloria; es la
roca que me fortalece; ¡mi refugio está en Dios! Confía
siempre en él, pueblo mío; ábrele tu corazón cuando estés
ante él. ¡Dios es nuestro refugio!».
Nada sucede sin que Él esté ahí, debido a su disposición
de ayudarnos siempre. Por eso pienso que hay que
manifestarle nuestra gratitud a cada instante, desde el más
profundo amor que le tenemos.
Y desde ese amor, quiero regalarte esta hermosa letra de
la canción del grupo PAS Music, que nos recuerda que a
Dios no se le escapa nada, que todo está en su mano.
Siento que esta estrofa alberga la esperanza, la confianza y
el sentimiento que todos tenemos:
«Mi identidad, tu amor me recuerda y lo que hará tu
Espíritu en mí.
Ya no importarán los tiempos de espera si sé que es parte
de tu plan.
¿A dónde podría huir si todo conoces de mí?
Sé que mi vida está en las manos que sostienen el
universo, seguro estaré.
Jesús, tú cuidas de cada detalle, no existe nadie más
grande, Rey Salvador».
(PAS Music, 2021)
Capítulo 4
NO DEJES MORIR TU SUEÑO
Yo creo en ti.
Es tiempo de empezar la marcha.
Es tiempo de seguir caminando
hacia el lugar que Dios
tiene destinado para ti.
Ray Corea
C
uántas diásporas y realidades inesperadas suceden en
un solo instante. Cuántos jóvenes postergan o
abandonan sus sueños, porque las circunstancias les
cambian sus planes y les hace perder la ilusión e
imaginación, incluso les hacen desarrollar cierta crudeza
que los desconecta de sus más profundos anhelos.
Esa nueva realidad les indica que no hay tiempo para
soñar. Muchos, sin darse cuenta, dirigen sus esfuerzos a
culminar los proyectos de otros, ya no importa las horas
extras ni el desgaste físico o emocional con tal de recibir un
ingreso y así poder sobrevivir. Las prioridades han
cambiado. Sin embargo, ¿qué hacer para no dejar morir los
sueños?
Puedo ofrecerte miles de soluciones, pero la principal es
que puedas identificar qué tanto amas ese sueño, qué tanto
estás comprometido con tu proyecto de vida, qué tanto te
apasiona para hacer lo imposible, sostenerlo y seguir
creciendo.
Debido a mi profesión, conozco gente de diferentes
nacionalidades, unos han salido de su país de origen y no
han podido levantar los pilares de sus sueños, otros se han
quedado y hasta han construido un sueño en un contexto
social poco favorecedor; también he sido testigo de aquellas
personas que han alcanzado sus metas en tierras
extranjeras y han podido mostrar con orgullo su cultura, han
podido levantar su emprendimiento en cualquier parte del
mundo y hasta han dejado un legado digno de recordar.
Entonces, ¿qué hace que estas realidades sean tan
distintas? La diferencia está en qué tanto la persona está
dispuesta a entregar y caminar la milla extra por ese
objetivo.

LLÉNATE DE PASIÓN
Una persona puede decir que tiene un sueño, pero si no
cuenta con la motivación suficiente para hacerlo realidad, ni
se siente inspirada para ponerle una fecha límite, entonces
se queda en una linda fantasía.
Cuando estás comprometido con algo, toda tu energía
está enfocada en lograrlo. Estás inspirado en crear nuevos
medios y hasta alianzas para llevarlo a cabo. Dicho de otro
modo, estás apasionado por hacer realidad tu sueño. Y es
que la pasión te lleva a hacer locuras, te induce a visitar
lugares que ni en tu imaginación pensarías que llegarías. La
pasión es tan grande que hasta te hace un guerrero o líder
dispuesto a explorar y conquistar nuevos territorios. Hemos
escuchado historias de gente que ha abandonado
absolutamente todo por ir tras su sueño. ¿Cómo lo hacen?
Si tu sueño es algo grande y lo amas, crees firmemente que
puedes hacerlo, entonces esa pasión va a trascender.
Serás conocido por el amor que le tuviste a ese anhelo, la
dedicación, el esfuerzo, la creatividad, los vas a vivir al
máximo, te arriesgarás a hacer una locura, lo imposible,
porque te decidiste a amar esa meta. Una de las
definiciones que tanto me encanta de la palabra «pasión» se
encuentra en The Free Dictionary (s. f.), que la describe
como: «Sentimiento muy intenso y perturbador que domina la
voluntad y la razón»”1.
¡Qué impresionante! La pasión puede modificar hasta
nuestras actitudes, comportamientos y pensamientos. No
importa si estás en China, Katmandú, Australia, Costa Rica
o Venezuela; cuando estás decidido a no dejar morir tu
sueño, el primer impulso será sacarlo a la luz y dar el todo
por ello. Significa que no vas a ver si es de día o de noche,
estarás tan enfocado que las horas pasarán y ni te darás
cuenta, porque tu gran deseo es que ese sueño viva, se
materialice y se muestre al mundo. Es un proceso donde te
darás cuenta de qué más tienes que dar a fin de que ese
sueño siga creciendo.
Esa es la gran diferencia que hay entre los que son
apasionados por un sueño,los que aman un sueño y los que
sencillamente, cuando vienen los momentos difíciles,
abandonan un sueño. ¡Y no está mal renunciar a un sueño!
Es preferible que la persona se sincere y diga: «No puedo
con esto, porque no estoy de verdad comprometido. No
tengo pasión por este sueño, no lo siento, no lo vivo».
Entonces mejor que lo deje, porque no va a dar lo mejor de
sí, lo hará mal, y cuando vengan los problemas, en vez de
ser una bendición, va a ser una cruz, una carga innecesaria.
No hay nada más satisfactorio que hacer las cosas con
amor. En mi caso, nosotros tenemos un tiempo de oración
en la madrugada, es un programa radial que inicia a las once
de la noche; y a veces me ha tocado estar con una
diferencia horaria de dos a tres horas más, pero eso no me
ha hecho retroceder ni a mis compañeros de programa,
pues nuestro compromiso es real y se demuestra con
hechos.
Por eso la pasión te hace trascender, te motiva a dar
pasos y hasta cambios en la forma en que accionas, en
cómo inviertes el tiempo y en cómo te preparas para
lograrlo. Entonces creo que alguien que no abandona su
sueño es aquel que, en verdad, dice: «Esto es tan grande
que no lo puedo dejar tirado».
Por lo tanto, retomo la pregunta que hice al inicio de este
capítulo: ¿qué tanto estás dispuesto a entregar por tu
sueño? No es sacrificar, es entregar. Son dos conceptos
distintos. Cuando uno ama, no se sacrifica, se entrega. Yo
amo a mi familia y si tengo que trabajar horas extras, para
mí no es un sacrificio, es una entrega. Esto significa que
entregar algo es desprenderse de la comodidad y darlo por
alguien.
El mejor ejemplo de entrega es Jesús. Su pasión
trascendió, tanto así que murió en una cruz por la salvación
de nosotros. Dice Juan 3:16: «Porque de tal manera amó
Dios al mundo…»,imagínate esa manera de amar al mundo,
«(...) que entregó a su hijo», o sea, Dios ama tanto a la
humanidad que entregó a su propio hijo para que viniera a
morir por nosotros y que hoy tuviéramos vida eterna.
Entonces ¿qué tanto estás dispuesto a entregarte por lo
que amas, por ese sueño o por lo que crees que es un
sueño? Si no estás dispuesto a levantarte temprano, a
caminar la milla extra y a entregar tiempo, entonces creo
que deberías preguntarte: «¿en verdad quiero hacer eso?».
Si no estás seguro, no lo hagas porque te vas a frustrar.
Si me preguntan: «¿Usted está dispuesto a morir por su
familia?», yo sí, estoy dispuesto a entregar lo que sea para
que ellos estén bien. Por eso hoy en día vemos a personas
que son inconstantes en todo lo que hacen, porque no han
definido sus verdaderas prioridades, propósitos, no han
precisado cuáles son esas cosas que aman.
Si no amas tus proyectos, los vas a abandonar, cualquier
excusa va a ser válida. Pero cuando estás decidido,
cualquier retraso te va a doler, te mostrará el valor que tiene
para ti ese sueño. Creo que nuestro proyecto de vida no es
algo desechable, de hecho, nos va a traer beneficios como
la satisfacción, el empoderamiento, la alegría, pensar y
soñar en grandes cosas.
Hacer este libro para mí ha sido una verdadera pasión.
Estoy caminando paso a paso, porque sé lo que representa
en mi vida y por eso estoy dispuesto a entregar mi tiempo y
mis recursos. Al final de cuentas, lo menos importante es el
dinero, ese no es el motivo por el que publico este libro, sino
que hay una razón más fuerte que me hace estar dedicado a
que este mensaje llegue y trascienda.
Ahora, si el sueño no se da por equis causa, entonces
hay que preguntarse qué aprendí de eso, por qué salió mal.
Y a partir de ese aprendizaje, seguir aprendiendo y
construyendo. A veces el problema más grande es que
somos tan vulnerables a las críticas que dejamos que ellas
sean quienes gobiernen nuestra vida. No podemos tomar
una acción desde las críticas y emociones, tiene que venir
desde nuestra convicción, desde lo que estamos creyendo.
Esa es la gran diferencia.
Por eso hay quienes se quedan en la orilla, pero hay otros
que se van a las profundidades, porque allí van a encontrar
el verdadero tesoro. Pero si tú te quedas en la orilla, tendrás
quienes te critiquen, te hablarán al oído y te dirán: «No
puedes lograrlo». Pero esos mismos, cuando vean que lo
estás logrando, te dirán: «Eso no va a durar mucho, es una
emoción, eso es una ilusión».
Siempre nos vamos a encontrar con gente negativa, que
lo único que quiere es detenernos en nuestro avanzar.
Mientras que las personas que te aman son aquellas que te
van a decir lo que tienen en su corazón: «Inténtalo, hazlo,
ten cuidado, averigua, prepárate, pero sigue adelante». Al
que le importas, no te va a poner obstáculos, sino te va a
impulsar a seguir adelante, te va a aconsejar, te va a instruir,
pero nunca te detendrá.

LA PLANTA DE TOMATES
Esta es una historia grandiosa. Mi hijo Andrés es muy
parecido a mí y siempre anda buscando qué hacer, qué
crear, qué diseñar. Un día llegó y me dijo:
—Voy a tener una huerta y sembraré unos tomates.
—Está bien, hágalo —le respondí.
Mi hijo, bien entusiasmado, empezó a buscar las semillas,
la maceta, la tierra y todos los implementos necesarios,
pues estaba decidido a cultivar sus tomates.
Pasado el tiempo, las plantas comenzaron a crecer, se
veía muy bien, pero algo sucedió, ya que de un momento a
otro empezaron a marchitarse. Mi hijo, preocupado, se
acercó a mí y me dijo:
—Papá, mira cómo se están poniendo las plantas de
tomates.
No te voy a mentir, mi querido lector, el escenario no lo
veía para nada favorable y tampoco lo era mi reacción.
Inmediatamente le contesté:
—Esas plantas se están muriendo. En verdad, eso no va
a funcionar. Te diría que las arranques y siembres otras.
Por breves segundos, él se quedó observándome
sorprendido y sin dudar me respondió:
—¡No!
—¡Cómo que no! No estás viendo cómo están, eso no
sirve. Se están muriendo. No vale la pena.
—No, papá. Creo que sí podemos rescatarlas. Yo sí creo
que podemos hacer algo diferente con esto.
Inmediatamente caí en conciencia:
—Entonces te vas a hacer cargo de esto. ¿Entiendes la
responsabilidad que debes afrontar para que esas plantas
vivan?, ¿estás dispuesto a hacerlo?, ¿estás dispuesto a
cuidarlas, a tomar el tiempo para lograrlo?
—Sí, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para
aprender cómo puedo, primero, levantar estas plantas y,
segundo, no dejarlas que se mueran y que den fruto.
Admito que me sorprendió y hasta me llenó de orgullo ver
cómo mi hijo me respondía desde una inquebrantable
convicción.
—Ok, vamos a hacer lo siguiente: no las vas a arrancar,
pero a partir de ahora es tu responsabilidad que estas
plantas crezcan.
Mi hijo lo tomó tan en serio que al día siguiente se
preparó, buscó tutoriales, cambió tierras, hizo mediciones
de agua, supo en qué momento había que rellenarlas,
absolutamente de todo les hizo. ¿El resultado? Las plantas
revivieron.
Un día venía entrando a la cochera de mi casa y vi un
tomate verde, aunque en realidad eran muchos, porque no
fue una planta, sino varias las que crecieron. Días después
nos estábamos comiendo los tomates de las plantas que
había sembrado Andrés.
Si mi hijo me hubiera hecho caso, esos tomates tal vez
nunca los hubiéramos visto, quizás hubiéramos visto otras
plantas, otros tomates, pero de esas no. La diferencia fue
que Andrés creyó en lo que estaba haciendo, y a pesar de
que el proyecto se veía que iba a ser un fracaso, él no lo
abandonó.
Como padre me llena de satisfacción ver cómo él luchó y
lo logró. Entonces creo que esta anécdota refleja un
mensaje importante para nuestra vida: ¿qué tanto estoy
dispuesto a entregar en ese proyecto?, ¿qué tanto estoy
dispuesto a caminar por mi sueño?
Yo no puedo dejar morir mi sueño, no puedo abandonarlo,
porque Dios soñó conmigo. Si Dios puso ese sueño en mi
corazón es porque Él confía en mí, Él sabe que puedo
desarrollarlo. A veces lo que necesitamos es darnos cuenta
de que alguien está confiando en nosotros.
En ocasiones, la gente renuncia porque siente que nadie
cree en sus proyectos, incluso pueden venir voces o
pensamientos negativos para que desista de sus sueños.
Sin embargo, si en realidad, y en eso es una de las cosas
que quiero hacer énfasis, estamos soñando con algo, si
estamos creyendo que Dios nos lo ha puesto en nuestro
corazón, es porque Él soñó con nosotros, es porque Dios
vio virtud en nuestras vidas pese a que nosotros todavía no
la hemos visto, pero Él sí.
Por eso una de las lecciones que aprendí en mi vida,
cuando empecé a estudiar comunicación, fue a no desistir.
Desde muy pequeño quise ser locutor, predicador y
comunicador. Una vez fui a hacer una prueba de radio y me
dijeron que no tenía la voz para estar en un medio
comunicación; no fue mi mejor experiencia ni el mejor trato,
de hecho, me fui dolido y, sí, un poco molesto de ese lugar.
Pero eso fue gasolina, es decir, era el combustible que
necesitaba para tomar la decisión de que nadie me iba a
quitar mi sueño. En aquel entonces tenía diecisiete o
dieciocho años. Me tomé el tiempo para prepararme
diferente y cuando estaba listo, me fui a otro medio de
comunicación, hice otras pruebas y califiqué.
Ha sido hasta el día de hoy un aprendizaje y una
búsqueda de consejo constante, entendiendo que yo no lo
sé todo, pero tengo la oportunidad de aprender, el llegar a la
televisión me abrió un nuevo panorama y con ello desafíos
que tuve que asumir y ser responsable, pero no era por mi
talento, sino por la fe que tuve en mí mismo, por esa pasión
que cada vez más crecía en mí, por esa convicción al
decirme que, si Dios me puso esto en el corazón, entonces
que sea Él mismo quien me lo quite. A veces nosotros no
dejamos que la pasión crezca, porque matamos las ganas y
aniquilamos el sueño.

NO ESCUCHES A LOS MATASUEÑOS


¿Quiénes son ellos? Son todos aquellos que no ven virtud
en ti, en lo que haces. Lo primero que ven son tus
limitaciones y errores para desmotivarte y apagar cualquier
chispa de pasión que observen en ti. Sus palabras son de
crítica, desaliento y desesperanza. Los matasueños pueden
sentir hasta envidia de tus sueños, proyectos, éxitos o de
cualquier cosa que estés hablando.
Quizás hayas escuchado la historia de José, el soñador.
La Palabra de Dios dice que José tuvo un sueño y se lo
contó a sus hermanos. Estos se burlaron de él, pues le
tenían envidia y hasta odio porque era el favorito de papá.
Un día los hermanos se llevaron a sus ovejas a pastar a otro
lugar. El papá, Jacob, mandó a su hijo José hacia donde
estaban sus hermanos para que le informara si todo iba bien
con ellos. José, como buen hijo, obedeció.
A lo lejos, los hermanos vieron a José y tramaron cómo
deshacerse de él. Primero, pensaron en matarlo, pero
gracias a su hermano Rubén decidieron lanzarlo a una
cisterna y después venderlo como esclavo a una caravana
de comerciantes, que a su vez lo llevaron a Egipto y lo
vendieron a Potifar, un oficial del faraón (Génesis 37, TLA).
José es una historia de resiliencia. Un joven que recibió la
revelación sobre su propósito de vida a muy temprana edad.
Tal vez al principio no entendía el significado de su sueño,
no lo veía tan claro, pero sabía que en el futuro sería alguien
poderoso, porque en su visión veía al sol y a la luna
inclinarse ante él. Contar su sueño a los matasueños hizo
que sufriera afrentas y dificultades. Sus propios hermanos
eran sus enemigos. Sus únicos aliados eran su padre Jacob
y el Padre celestial.
Las adversidades de José se incrementaron aún más en
Egipto, pues a medida que crecía su belleza despertaba la
lujuria en la esposa de Potifar. Varias veces ella lo acosaba,
pero él la rechazaba. Molesta e impotente decidió vengarse.
José fue acusado de intentar abusar de la esposa de
Potifar, encarcelado durante años pagando un delito que no
cometió.
Su don no se desvaneció, todo lo contrario, se fortaleció
aún más. Tenía la capacidad de interpretar sueños. En la
prisión, cayó en gracia ante los ojos del jefe de guardia,
pues el carácter y la convicción que proyectaba José lo
hacía la persona idónea para el cuidado de todos los
presos.
Entre los prisioneros, un copero y un panadero estaban
tristes, porque no podían descifrar el significado de sus
sueños, solo José pudo hacerlo. El copero sería el único a
quien el rey perdonaría y restituiría a su cargo. Sin embargo,
el copero incumplió sin querer la promesa que le había
hecho a José aquel día cuando le interpretó su sueño, que le
hablara al rey sobre él.
Pasaron años hasta que el faraón tuvo una pesadilla, pero
su séquito no pudo descifrarlo. En ese instante fue cuando
el copero recordó a José y cumplió la promesa que una vez
le había hecho.
Me encanta esta historia porque independientemente de
las circunstancias, José siguió creciendo, nunca dejó de
creer en su sueño, nunca se quejó contra Dios, la vida o
contra el copero. Confiaba en que Dios tenía el control de su
vida y efectivamente fue así, porque le dio la oportunidad de
llegar directamente al rey de Egipto en el momento indicado.
José tenía todas las pruebas y justificaciones para
quejarse con Dios. Su circunstancia también era otro
matasueños, porque le mostraba cómo se desvanecían las
oportunidades y que el sueño era imposible de realizarse.
Sin embargo, nunca se quejó ni dejó de creer. Cuán
importante es no vivir de la queja, pues trae más
desavenencias y dificultades a la vida de la persona.
En el libro Miqueas, el capítulo 7, versículo 8, en la versión
TLA, nos habla de la siguiente forma: «Nación enemiga, no
te alegres de vernos en desgracia, fuimos derrotados, pero
nos volveremos a levantar. Ahora estamos en graves
problemas, pero el Dios de Israel nos salvará».
En otra versión (NVI) dice: «Oh, enemiga mía, no te
alegres de mi mal, caí, pero he de levantarme. Vivo en
tinieblas, pero Dios es mi luz». Entonces qué poderoso es
este pasaje, porque nos dice que vamos a tener enemigos,
gente que se caracteriza por tener una fe negativa, y pese a
eso, que no perdamos la esperanza.
Una fe negativa engloba ideas y expresiones tales como
que todo va a estar mal, nada va a servir, nada va a
funcionar, ¿para qué lo intentas?, ¿para qué vas a tratar de
nuevo?, déjalo que se pierda, no importa, nunca vas a seguir
adelante, de por sí nunca vas a lograr tener éxito, de por sí
tu familia es una familia de fracasados, nadie de tu familia ha
estudiado, nadie en tu familia ha logrado algo diferente.
¿Cómo contrarrestar a esos seres y a ese tipo de fe?
Cuando logras entender y empiezas a hablar desde la
convicción, a esos seres los va a dejar atrás. Es decir,
cuando visualices y vivas tu sueño, entonces lo estarás
potenciando para que se haga realidad. Por ejemplo, fui
comunicador en el instante en que empecé a verme como un
comunicador. Ese es el punto, ¿cómo te estás viendo?,
¿como un emprendedor, empresario exitoso, un ganador?, o
¿te estás viendo como un perdedor, fracasado, como
alguien que no lo va a lograr? La idea es que te veas como
esa persona que quieres ser. Es creer. Ahí está la clave de
todo.
¿Qué te falta para llegar a serlo? ¿El título? Déjame
decirte que solo tienes que creer y hacerlo, nada más. Hazlo
realidad. Ten la convicción en tu corazón de que fuiste
llamado para eso y que vas camino para lograrlo.
En resumen, los matasueños, también los llamo los
«matafé», son personas que querrán minimizarte, que nunca
reconocerán tus virtudes, que siempre verán tu error. Son
aquellos que viven su frustración, porque nunca han logrado
nada y por eso no quieren que nadie se salga del canasto,
de hecho, te van a poner tropiezo para que no lo hagas. Esa
es la gran diferencia. Es la gente que, siendo águila, no se
dio cuenta de que podían volar y se quedaron en la tierra
siendo polluelos. Todos fuimos llamados a ser águilas, pero
tenemos que extender nuestras alas y levantar vuelo.
Una vez más te afirmo que Dios nos diseñó a todos
nosotros, porque la Palabra de Dios dice que fuimos
llamados a ser cabeza y no cola, somos llamados a ser
embajadores de Dios en la tierra, real sacerdocio, nación
santa, todos esos adjetivos calificativos que Dios nos está
invitando a que nos los creamos, tenemos que aprender a
creérnoslos.
Por eso es muy importante a quién le cuentas tus sueños,
si es a una persona que no le va a dar importancia, que en
vez de sentir alegría, siente rencor, envidia o tristeza,
entonces es ahí donde tienes que cuidar con quién caminas.
Si andas con gente matasueños, procura que no se te
pegue la forma de ser de ellos y considera el hecho de
seguir caminado a su lado, pues las prácticas o
conversaciones erradas pueden atentar contra tus sueños.
Pero si andas con gente que desea aprender, crear,
expandirse, ambicionar en el buen sentido de la palabra,
entonces vas a ser una persona proactiva que sabrá
enfrentarse y solucionar sus problemas.
Yo no quiero ser matasueños. Quiero encontrarle la virtud
a la gente y si alguien me cuenta un sueño, quiero animarlo,
motivarlo a que transpire por ello. Por eso este libro enfatiza
en que no dejes morir tu sueño. De hecho, a muy poca gente
le conté sobre mi libro. Hubo uno que me contestó: «¿Y para
qué haces eso?, eso no sirve para nada». Inmediatamente
me enumeró todos los defectos que había al escribir un libro.
Reaccioné al instante: «No me digas nada. Fue un error
haberte contado esto. No te vuelvo a contar absolutamente
nada». Esto es fundamental, hablar con propiedad y no
seguir alimentando ese tipo de conversación. No te edifica.
Te presento otra historia bíblica, la de David. Dice la
Palabra que David fue a llevarles comida a sus hermanos,
porque ellos estaban peleando contra los filisteos. Resulta
que en ese momento Goliat, el gigante, se levantó a insultar
al pueblo de Israel. Todo el mundo estaba escondido del
miedo, pero David se levantó furioso y le dijo: «(...) ¿quién
es este filisteo incircunciso para que provoque a los
escuadrones del Dios viviente?» (1 Samuel 17: 26b, RVR
1960).
Su hermano mayor Eliab le refutó: «¿Para qué has
descendido acá?, y ¿a quién has dejado aquellas pocas
ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de
tu corazón, que para ver la batalla has venido» (1 Samuel
17:28, RVR 1960). En otras palabras, Eliab le dijo a David:
¿quién eres tú?, ¿qué te crees? ¿por qué crees que vas a
venir a defendernos? David estaba defendiendo a su
nación, un sueño, estaba haciendo lo bueno, pero su
hermano lo interpretó erróneamente y lo juzgó mal. Al final de
cuentas, David accionó y derrotó al gigante.
Y es que los matasueños dejan que los gigantes dominen.
Pero el que cree en su proyecto de vida, está dispuesto no
solo a enfrentar los gigantes, sino también cortarles la
cabeza.

APRENDE A CREER EN TI
¡Es muy sencillo! Parto del principio de que, si Dios creyó en
nosotros y envió a su hijo a morir en una cruz para
salvarnos, ¿quiénes somos nosotros para no creer en
nosotros mismos?
Los peores obstáculos nos los ponemos nosotros. Somos
especialistas en bajarnos al nivel del piso, porque nos
vemos siempre como víctimas o como gente insignificante,
no merecedora de reconocimiento ni de amor. Entonces
tenemos que entender algo: si Dios nos trajo a esta tierra y
nos puso un sueño en nuestra vida, es porque Él vio algo en
nosotros, creyó y sigue creyendo en nosotros.
Mientras estemos aquí en esta tierra, podemos
retrasarnos en el cumplimiento de nuestro propósito, pero
para Dios que es eterno presente siempre nos va a llamar
desde su amor eterno, nos motivará desde su misericordia,
desde esa luz que emana nos envolverá y nos mostrará
cómo somos y cómo realmente Él nos ve. Esto quiere decir
que Él no ve nuestras imperfecciones, sino la perfección al
ser sus hijos, su creación.
Quizás el tiempo para nosotros puede ser
desesperanzador, pues nos indica que no hemos sabido
aprovecharlo, creemos en la mentira de que queda poco
tiempo para poder llegar a ser la persona que queremos ser.
Déjame decirte que para Dios no hay límites de tiempo, no
existen los imposibles. Él ya nos ve desde esa perfección,
solo depende de nosotros creerlo, unirnos a su voluntad y
accionar.
¿Qué es lo más importante de todo esto? Que puedas
asimilar e interiorizar el siguiente mensaje: ¡lo más
importante que puedes hacer es amarte! Si no te amas, no
vas a creer en ti. Hay gente que no ama su cuerpo ni su
forma de ser, muchos se maltratan y hasta dañan su cuerpo,
cuando en realidad deberían amarlo. Es un tema de
aceptación. Por supuesto que hay cosas que hemos de
mejorar y lo vamos a hacer, pero que sea siempre desde el
amor y respeto hacia nosotros mismos, que nos edifique el
alma.
Por eso quiero presentarte mi caso. En cuanto a mi
aspecto físico, no tengo el privilegio de tener una cabellera
abundante, de hecho, casi no tengo tanto cabello, así soy
yo, así Dios me hizo, ¿y qué?, ¿me voy a echar a morir por
eso? No, porque creo en lo que Dios me ha dado. Tal vez no
me puso tanto cabello, eso no importa, pero sí me dio otras
cosas que me nutren mi alma, que me pueden servir incluso
para ayudar a otros.
Ahora, también tiene que ver mucho el contexto en donde
hemos crecido. Muchas veces nuestros padres no fueron
los mejores ejemplos o tal vez no recibieron las mejores
enseñanzas para que aprendieran a apoyarnos y amarnos,
debido a que venían de contextos muy fuertes donde había
menosprecio, injusticia, carencia, dolor y, por supuesto, falta
de afecto. En consecuencia, eso fue la réplica en nuestras
vidas.
Pero en este punto considero fundamental hablarle a la
gente y en especial a ti, querido lector, para decirte que hay
que renunciar a esos comentarios negativos, a todas esas
palabras que nos han dicho en algún momento, a no repetir
esas historias familiares. Una cosa es honrarlos, pero otra
muy distinta es ser leal a esos comportamientos
generacionales que no nos ayudan a avanzar ni a sanar ni a
crecer como personas. El acto de renunciar a todo eso
conlleva un proceso de liberación. En otras palabras, es el
proceso de creer en uno mismo.
Si no hubiera creído en mí, no hubiese hecho este libro ni
siquiera estuviera en los medios de comunicación y mucho
menos estaría cada día esforzándome por seguir
caminando con sentido y dirección. Es verdad que me
cerraron las puertas, en ciertos momentos me complicaron
las cosas o me hicieron el camino un poco cuesta arriba,
pero más allá de las situaciones decidí creer en mí, elegí ser
persistente y no desistir bajo ninguna circunstancia. Hoy día
sigo adelante, ¿por qué?, porque declaré y sigo creyendo
que Dios me puso en esta tierra por algún propósito.
Pero para lograrlo, primero tuve que dejar a un lado y bien
atrás esas palabras negativas que alguna vez recibí en mi
vida, no dejar que esas expresiones hicieran habitación ni
mella en mí. Por eso siempre hago el llamado de que es un
buen momento para renunciar a esas palabras y
pensamientos negativos, a esos recuerdos que debilitan la
fe en Dios y en uno mismo. Hoy es un buen momento para
empezar a entender que somos amados.
En el libro de Efesios, capítulo 1, se declara que somos
bendecidos, escogidos, aceptados, inteligentes, herederos,
somos perdonados, porque somos los hijos de Dios. La
palabra «bendecidos» significa que tenemos el permiso para
prosperar.
En una etapa de mi vida estuve marcado por una historia
de orfandad. Mi papá murió cuando tenía apenas ocho años
de edad, era un niño que en ese momento no tenía la
capacidad de entender lo que estaba viviendo mi familia ante
ese suceso. Pero como hijo único, fue inevitable no vivir y
sentir la ausencia de mi padre.
Mi mamá es una mujer lindísima que hasta el día de hoy
sigue orando por mí y dándome sus mejores consejos y
correcciones. Siempre ha sido trabajadora y en aquel
entonces se dedicó a darme lo mejor. No la tuvo fácil, pero
pudo sacar adelante a su familia gracias a que Dios siempre
vela por cada uno de sus hijos.
Cuando uno entiende que Dios es nuestro padre y que
nos ama, es una manera de asumir nuestro linaje, estamos
reafirmando una y otra vez que somos sus hijos, que Él
nunca nos va a abandonar, porque nos está enseñando
nuestro lugar de pertenencia. A veces no creemos en
nosotros mismos porque no nos sentimos parte de algo. ¿Te
ha pasado?
La Biblia nos enseña que Dios nos amó a nosotros
primero. ¿Y sabes qué? Es muy lamentable ver que en
Latinoamérica y en otras partes del mundo hay un
sentimiento de orfandad. Es muy difícil para un niño
procesar ese sentimiento. Para mí era muy difícil ver a otros
niños con sus papás, y yo no tenerlo. Nunca me faltó el
amor de mi madre, ¡nunca! Pero sí sentía una falencia de un
papá. Hasta que pude entender que Dios era mi padre, que
me puso un nombre y me dio un sentido de la vida.
No somos cualquier clase de personas, somos amados,
bendecidos, escogidos, aceptados. Somos únicos. No
somos los nietos de Dios, somos sus hijos. A pesar de
nuestra forma de ser, nuestro Padre celestial nos acepta,
por eso nuestro aprendizaje es amarnos y aceptarnos; lo
que se pueda cambiar a beneficio de nosotros, lo haremos
por amor a Dios y a nosotros mismos.
¡Qué bonito es saber que podemos creer en nosotros,
porque somos perdonados! A pesar de nuestros errores,
fracasos, de lo malo que pudiésemos ser, podemos recibir el
perdón. ¡Somos perdonados para seguir adelante!
Entonces, te invito a que te perdones por tus
equivocaciones, es un acto de amor propio. Nadie puede
avanzar en la vida si desempeña constantemente el rol de
inquisidor y juez de sí mismo. Deja que ese rol lo tome Dios,
quien reinterpretará la situación de manera muy distinta a
como lo estás haciendo tú, porque Él verá ese «supuesto
error» desde su amor y misericordia, y lo transformará en
una oportunidad para crecer y sanarte.
El punto clave es que puedas asumir tu identidad. Mientras
estás en este plano terrenal, tu meta será no solo
descubrirlo, sino creer que eres el heredero de la victoria de
Dios, de la salvación y de su amor.
Las casualidades no existen, tampoco los errores.
Entonces si por un microsegundo pensaste que eres un
error, que estás en esta tierra por un desliz de tus padres,
déjame decirte que no es cierto. Todos tenemos una razón
de ser, un propósito. A Dios nada se le escapa, de hecho, te
tiene contado hasta los cabellos de tu cabeza, porque Él se
tomó el tiempo y la dedicación para hacerte y moldearte
como una obra de arte.
Aprende a darte valor y a ver tus fracasos o momentos de
debilidad como circunstancias que te enseñarán a
fortalecerte y a seguir adelante. Nuestros fracasos no nos
descalifican nunca para seguir adelante. Creer en nosotros
es saber que mañana tendremos las fuerzas necesarias
para levantarnos y que el suelo no es nuestra habitación.

¡LEVÁNTATE!
Una de las cosas que capta mi atención es cómo Japón,
después de todos los bombardeos, terremotos y demás
embates, hoy día es uno de los países de mayor presencia y
autoridad en el mundo mercantil. Vietnam, tras sufrir las
guerras civiles y enfrentamientos con Estados Unidos,
ahora es uno de los países productores más ricos.
Entonces, es interesante observar cómo estos países que
prácticamente fueron destruidos por las guerras, lograron
levantarse de las cenizas e iniciar una nueva vida.
Considero que tal vez la clave de su transformación
estuvo en tener una mentalidad de querer levantarse tras
esas vivencias tan violentas y traumáticas. También pienso
que el querer levantarse se vincula con qué tanto yo me amo
y quiero seguir adelante. No tiene que ver con la condición
que una persona tiene hoy, sino con la actitud de su
corazón, porque puede no tener absolutamente nada y, aun
así, verse y sentirse como un ganador.
Quizás para la gente suena ilógico y hasta estúpido
escuchar eso, dirá que esa persona se le zafó un tornillo de
la cabeza, no comprenderá cómo alguien se puede sentir
triunfador cuando no posee nada, pero, en realidad, la gente
no está viendo todo el panorama. Esa actitud de verse
ganador implica exactamente tomar una posición y decirle a
su condición actual: «Hoy estoy aquí, pero no me esperes
para siempre, porque mañana me levanto y me voy de esta
situación».
Esa es la gran diferencia. Hay que querer levantarse.
Nuestra actitud en momentos difíciles determinará cómo
seremos cuando pase ese tipo de situaciones o tormentas.
Nadie está exento de vivir esos momentos, incluso puede
suceder lo peor, que esa circunstancia aplaste, dañe y hasta
destruya a una persona, y cierre todas las posibilidades
para poder levantarse.
Siento que Dios me puso en el corazón que tal vez hay
gente hoy que está viviendo una condición muy difícil, pero
que le falta que alguien le diga que es tiempo de levantarse.
Si te sientes identificado con lo que acabas de leer,
permíteme ser esa persona que hoy te diga lo siguiente en
compañía de Dios:

«Yo creo en ti, es tiempo de abandonar tu lugar de derrota


y dar el paso hacia un nuevo día, a escribir una historia
diferente, a escribir la historia que quieres que se cuente
de ti. Hoy puede ser una gran diferencia. Si nadie te lo
había dicho, hoy quiero decirte: yo creo en ti. Es tiempo de
empezar la marcha, es tiempo de seguir caminando hacia
el lugar que Dios te tiene destinado».
Tómate tu tiempo para procesar esa hermosa
declaración, repítela cuantas veces sean necesarias hasta
que te dé la paz y la convicción de que no estás solo en tu
transitar, hasta que sientas las fuerzas de querer levantarte
y cambiar tu situación.
También siento que Dios me motiva a compartir contigo
esta anécdota. Una vez estaba en un evento en una zona
rural y se me acercó un muchacho que me dijo:
—Pastor, ¿usted puede orar por mí?
—Sí, claro. ¿Cuál es tu sueño? —le respondí.
—Quiero llegar un día a ser un futbolista exitoso y jugar en
primera división.
—Bueno, si usted cree y está comprometido con eso, lo
va a lograr.
Una vez dicho esto, oré por él.
Pasado un buen tiempo, mi hijo mayor estaba en un
partido de primera división de uno de los equipos más
populares del país. Él tenía que salir a la cancha
acompañando a los jugadores, y a mí me dejaron estar en el
terreno de juego.
El estadio estaba lleno, y mientras salía el equipo titular
para iniciar el partido, uno de los jugadores que venía
corriendo se detuvo de repente, me miró y corrió hacia mí.
Sin titubear, me dio un abrazo y me dijo:
—¡Raynier!
—Sí—le contesté con cierto asombro.
—¿Tú sabes quién soy yo?
—Sí, sé quién eres —le respondí con alegría y certeza—.
Eres un jugador famoso del país.
—¡No, no, no! ¿Se acuerda que hace tantos años en tal
zona rural un muchachito se le acercó y le dijo que si podía
orar porque tenía un sueño? Ese muchachito soy yo y
siempre quise encontrármelo para decirle: «Gracias».
Quedé en shock, no sabía si llorar o reír, pero lo único
que pude hacer fue abrazarlo. Me dio las gracias y salió
corriendo para su partido. ¡Qué bello ese instante!
Definitivamente fue un regalo de parte de Dios, porque uno
no sabe quién es el que está a la par de uno ni tampoco se
es consciente del impacto que podemos dejar en la vida de
otras personas.
Podemos ser agentes que activan el entusiasmo en otros.
Tú y yo podemos ser esas personas que detengan el
fracaso en el cual esa persona está acostumbrada a vivir,
ser esa mano amiga que ayude al otro a salir de la pobreza,
amargura, incluso de un posible suicidio. Un gesto, una
palabra y un abrazo desde el amor pueden transformar la
vida de aquellos que realmente lo necesitan.
Recuerdo una vez que mi hijo mayor estaba entrenando
fútbol, y a uno de los muchachitos le faltaba un par de
zapatos. En aquel momento, mi hijo tenía dos pares de
zapatos, pero uno de ellos no le quedaba. Entonces, le
comenté por qué no se los regalábamos a su compañero. A
mi hijo le pareció muy buena la idea, y procedimos a
regalárselo. Nunca olvidaré la reacción de ese muchacho:
—¿Cuánto le debo de esto?
—No, no, es un regalo.
—Nunca en la vida me habían regalado esto, nunca mis
padres habían tenido el recurso para darme un gesto como
este. Yo vengo solo, porque yo quiero.
El muchacho estaba profundamente conmovido y
nosotros aún más. Transcurrido un tiempo, nos
encontramos con él, y nos dijo: «Nunca se me va olvidar que
usted y su hijo me regalaron un par de zapatos para seguir
en mis sueños».
Entonces, puedo ser ese puente para que alguien se
levante y pase hacia el lugar que tiene que ir o puedo ser
ese puerto para que alguien se detenga ahí y no avance.
Dicho de otro modo, podemos ser catalizadores del bien o
del mal, constructores de un sueño o lapidarios.
A veces, tanto luchar por un sueño genera cansancio y
agotamiento, y realmente lo que se necesita recibir es un
bálsamo que ayude a elevar los niveles de energía. Pienso
que cuando alguien dice: «Yo creo en ti», es el combustible
que necesita esa persona para seguir avanzando. Eso
mismo era lo que Dios le decía al pueblo de Israel, los
motivaba a que siguieran caminando, emprendieran la
marcha hacia la tierra donde fluía leche y miel.
A veces las personas lo único que han tenido son
obstáculos en su vida y nadie ha sido ese motor que las
impulse a seguir adelante. Creo que, como hombres y
mujeres, el poder de nuestras palabras es ese combustible
que necesita alguien para levantarse y dar el paso hacia
delante. Nuestras palabras pueden inspirar o detener a la
gente.
La Biblia nos habla que cuando el rey Saúl estaba
pasando por un momento de dificultad, había un espíritu
malo que lo atormentaba. Para poder desvanecer esas
angustias, le recomendaron al rey que invitara a David para
que tocara el arpa. Dice la Palabra de Dios que cuando
David tocaba ese instrumento, el espíritu malo que habitaba
en Saúl se iba, y así le venía la calma (1 Samuel 16: 14-23,
RVR 1960).
Nosotros podemos ser los encargados de llevar una
melodía que traiga calma, una palabra que sane heridas y
anime a la persona a seguir adelante, podemos ser esos
transformadores de ambientes para bien.
Tal vez alguien piense: «Si nadie me ha dicho esas
palabras, entonces cómo podré dárselo a los demás». En
realidad, eso no importa y tampoco es un impedimento.
Aunque nadie te lo haya dicho, no tienes por qué repetir el
patrón, puedes aprender. Entonces, ¡levántate y aprende a
ayudar a las demás personas mientras vas creciendo dentro
de tu propio proceso! ¡Levántate como Lázaro y comienza a
ver la vida de una manera distinta!

NO DEJES QUE LA NOSTALGIA TOME EL LUGAR DE


TU FUTURO
¿Alguna vez has escuchado «Los tiempos de antes eran
mejores»? A veces permitimos que la nostalgia de las cosas
pasadas sean más que recuerdos. Intentamos que sean
vivencias en nuestro presente, entendiendo que ya eso no
existe. Es importante que te des cuenta de algo: primero,
que eso ya no está; y segundo, que el tiempo pasado no va
a volver; por más duro que sea, no va a volver.
Hace poco perdimos una mascota que tenía muchos años
con nosotros. Ha sido muy doloroso y triste su partida, la
extrañamos muchísimo, nos hace falta verla, sentir su
presencia. Pero ¿qué hemos hecho para gestionar este
dolor? Atesoramos los buenos momentos, entendemos que
nuestra mascota ya no está. Con esto quiero decir que no
podemos permitir que la tristeza nos embargue o detenga
nuestro caminar. Es válido llorar y sentir la emoción, pero lo
que no es permisible es que esa situación nos robe la
libertad de vivir algo nuevo, nos quite la posibilidad de tener
en el futuro otra mascota. No podemos cargar en nuestras
vidas aquellas vivencias y estados de ánimo que no nos
edifican.
Imagínate si tú y yo intentáramos ponernos una ropa o
unos zapatos que usábamos hace veinte años o cuando
teníamos cinco años de edad, ya no nos va a quedar.
Podemos guardarlos si los queremos tener como recuerdo,
pero en realidad eso es pasado.
Nos acostumbramos a cargar en nuestro maletín de la
vida tantas cosas obsoletas que no le damos espacio a lo
nuevo. Entonces hay que aprender a viajar ligero. ¿Cuál es
la consecuencia de llevar tantas cosas innecesarias? Dolor
físico, pues el cuerpo recibe todo ese peso y lo somatiza.
Recuerdo que una vez tuve unos dolores muy fuertes de
espalda y cuando visité al doctor, me diagnosticó un
problema en la lumbar, específicamente una distensión
muscular. Finalizado todo el chequeo, procedí a despedirme
del doctor, levanté mi maletín y me dirigí hacia la puerta. En
ese ínterin, el doctor se percató de algo, inmediatamente se
paró y me dijo: «Préstame tu maletín», y cuando lo levantó,
solo afirmó: «Ahí está tu problema. Sigues cargando lo que
ya no necesitas».
¿Qué es lo que pasa? A veces nosotros queremos revivir
lo que ya no es necesario y no nos damos cuenta de que
estamos echando las bendiciones por la borda, es como
decirle al futuro: «No me interesas, ni siquiera me importa ir
al siguiente paso». De hecho, pensar en exceso y vivir tanto
en el pasado puede generar depresión. Este trastorno
mental es tan delicado que puede inducir a una persona al
suicidio, por tanto, requiere de una atención médica
especializada, así como de una sanación emocional y
espiritual.
Sin embargo, Dios nos regala una hermosa promesa. Cito
el libro de Isaías 43:19 (RVR 1960): «He aquí que yo hago
cosas nuevas, pronto saldrá a la luz. No las conoceréis, otra
vez abriré camino en el desierto y ríos en la soledad». ¿Qué
significa eso?, que el Dios que hace milagros, una vez que
los realiza, está dispuesto a hacerlo otra vez en tu vida.
Siempre habrá algo nuevo para ti, eso sí, tienes que estar
dispuesto para eso. No puedes ir hacia lo nuevo con la ropa
del pasado, porque no te va a servir. «No dejemos que la
nostalgia tome el lugar del futuro». Esta es una frase que se
la escuché a un muy buen amigo mío, me parece muy
pertinente porque contiene una poderosa exhortación para
todos nosotros.
También me encanta el pasaje que se encuentra en el
libro de Filipenses 3:13 (TLA): «Hermano, yo sé muy bien
que todavía no he alcanzado la meta,pero he decidido no
fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me
concentro en lo que me falta por recorrer».
Este mensaje lo reflexiono todos los días, lo leo a cada
instante, específicamente en aquellos momentos en que sé
que no puedo más, cuando me surgen limitaciones, todos los
días me declaro que yo soy capaz, que Dios está creyendo
en mí. Incluso, este capítulo también lo leo frecuentemente,
porque me motiva a accionar, a realizar alianzas positivas, a
establecer objetivos diarios, por ejemplo, ¿qué límites
romperé en el día de hoy?, ¿a qué me voy a atrever?, ¿qué
necesito quitar de mi vida para viajar aún más ligero?
A todos aquellos que están en su cabal juicio y que se dan
por vencidos,puedo decirles que realmente no merecen ese
sueño. Quizás suena muy duro, pero cuando una persona
se da por vencida, está demostrando que Dios no ha sido
suficiente para poder ayudarla a luchar por sus sueños.
Necesitamos mover nuestros límites. Así lo hizo Dios con
Noé cuando le mandó a construir el arca, le hizo romper sus
propios límites para recibir las bendiciones y un nuevo
futuro. En otras palabras, esto significa que Dios nos hizo
con la capacidad de vencer paradigmas, siempre y cuando
nosotros creamos en Él y en nosotros mismos.
Entonces, la gran pregunta es ¿a qué te atreves hoy?,
¿cuáles son esos límites o paradigmas que estás dispuesto
a romper en tu vida?
Capítulo 5
LUCHA POR LO QUE AMAS
Es tiempo de cambiar nuestra
historia, llegó el momento de hacer algo
diferente, ser el parteaguas en nuestra vida.
Ray Corea
E
n el mundo te encontrarás muchas definiciones de la
palabra «lucha», acompañada en algunas ocasiones de
una carga emocional no tan buena. Quizás algunos lo
relacionan con un estilo de vida, donde tanta lucha produce
un cansancio o agotamiento extremo. Sin embargo, para mí
tiene otra connotación.
No soy de las personas que dejan las cosas al azar,
tampoco creo que la conjunción de planetas abra portales en
beneficio del éxito de los proyectos personales o que las
cosas no fluyen por un tema de alineación de las estrellas.
Soy más bien partidario en creer que la determinación de las
personas y su cuota de responsabilidad son los factores
indispensables para que alcancen sus metas y materialicen
sus sueños.
Luchar significa: «Trabajar con esfuerzo para vencer un
obstáculo y conseguir un fin»2. Pienso que la vida te pone
circunstancias para que aprendas a luchar por lo que amas
y a esforzarte por lo que quieres, incluso puede ayudarte
hasta a forjar el carácter.
Es cierto que uno puede terminar cansado tras realizar
algo, pero considero que la clave está en preguntarse si ese
algo ayuda a cumplir el propósito de vida o solo ocupa el
tiempo desgastándonos innecesariamente. En otras
palabras, ¿me saturo de muchos quehaceres y rutinas para
reforzar el pensamiento de que la vida es dura y no hay
tiempo para soñar?, o ¿me siento inspirado para dar lo
mejor de mí, caminar la milla extra y así cumplir mis
objetivos?
Con el tiempo y el aprendizaje pude darme cuenta de que
todos nosotros tenemos la tendencia a estar diariamente en
el hacer, es decir, pareciera que nos gustara estar haciendo
miles de cosas, tener nuestras mentes ocupadas,
resolviendo el día a día, llegar a acostarnos con una
pesadez, adoloridos y agotados, inclusive algunos han
sobrepasado sus límites, sin poder conciliar bien el sueño y
sin detenerse a pensar en lo siguiente: de todo lo que hice,
¿qué me sirvió para mi objetivo?, ¿me ayudó para seguir
adelante?
Generalmente estos procesos de reflexión y análisis de
todas las actividades realizadas durante el día pueden
llevarnos a dos resultados:
1) Pueden motivarnos a establecer nuevos objetivos con
el fin de alcanzar la meta y la visión que hemos definido; y 2)
Nos revela que todo lo que hicimos, en realidad, no nos sirve
para nada, solo nos desgastamos, incluso podemos hasta
sentir insatisfacción debido a que todavía siguen las mismas
preocupaciones, frustraciones y quejas.
Entonces, es importante que tengas muy claro por qué
vas a luchar, cuáles son tus verdaderos objetivos, cuál es la
línea que debes seguir, hacia dónde debes enfocar tus
energías. Todo eso te ayudará a tener una visión clara, no
solo hacia dónde quieres caminar, sino quién quieres ser en
el futuro, cómo puedes construir tu nuevo yo.
Es cierto que a veces podemos entrar en un círculo
vicioso, girando en torno al establecimiento de muchas
metas, pero nunca llegaremos a la visión, porque no la
hemos establecido o nos falta la osadía para llegar allá.
Esto es muy parecido a los caballitos de los carruseles.
¿Alguna vez fuiste a una feria y te montaste en ese juego?
Si no te montaste, no importa; pero si alguna vez lo has
visto, esos caballitos cumplen su objetivo, que es dar vueltas
sobre un mismo eje. También logran otro que hasta
considero chistoso, que es marear a todos los papás
cuando nos subimos con nuestros hijos.
Es interesante esto porque para los niños es
divertidísimo, es una ilusión montarse en ese carrusel, no se
marean, porque están en su proceso de disfrute y no
quieren que el juego termine. Pero para los adultos dar
vueltas sin tener un foco a donde dirigir la mirada les puede
causar vértigo. Entonces, esto me hace reflexionar cuántas
personas viven desorientadas, porque ven su mundo girar
sin sentido.
Otro ejemplo son los perros. ¿Alguna vez has observado
cómo dan muchas vueltas para acostarse? Pues así mismo
hacemos nosotros, con tal de evadir nuestra realidad,
podemos meternos en una cantidad de actividades y hablar
en demasía para no pensar ni sentir las emociones que nos
embarga cuando hemos abandonado nuestros sueños o
propósito de vida.

EL ÉXITO NO SE IMPROVISA, SE CONSTRUYE


Asumir la responsabilidad de nuestra vida implica definir cuál
es nuestro verdadero propósito, luchar por alcanzar esa
visión, enfocarse y dedicarse completamente a lo que
amamos. Es verdad que en la vida se nos presentan
obstáculos, pero si uno está claro hacia dónde va, usando
las herramientas necesarias y acompañado de las personas
idóneas, créeme que no perderemos tiempo y nuestro viaje
será tan trascendental debido a las experiencias y
aprendizajes obtenidos.
Ahora bien, ¿qué sucedería si no lo tenemos claro?
Sinceramente si ello llegase a pasar, no creo que podamos
avanzar, porque no se trazó ninguna ruta o plan, y el
victimismo emergerá y distorsionará el concepto de lucha,
pues lo interpretará como un esfuerzo desmedido de
fuerzas y de pelearse con todo el mundo.
Es verdad que hay distintos tipos de luchas, donde una
persona puede pelear contra alguien o meterse en las
batallas de otros y, al final de cuenta, cuando se pregunta
por qué está peleando en una lucha que no es la suya, es un
sin sentido, no sabrá qué responder, pero ya habrá recibido
todos los golpes, dolores y molestias generadas por esas
batallas.
Entonces, es importante entender que la lucha no es
sinónimo de sacrificio, sino el esfuerzo con un propósito. En
otras palabras, ese esfuerzo conlleva una motivación y diría
hasta inspiración que nos estimulará a dar la milla extra, a
ser más creativo para resolver cualquier inconveniente y
materializar nuestros sueños. Pero para eso tenemos que
primero responder cuál es el fin, qué es lo que queremos
conseguir.
La Biblia dice muy claro que el que no trabaja, que no
coma (2 Tesalonicenses 3:10), lo que quiere decir que, si no
das la milla extra no vas a obtener los resultados deseados.
Quizás uno de los mejores representantes de ese esfuerzo
son las hormigas. Ellas recogen durante la época de verano,
trabajan y van en fila, bien organizadas, pueden llevar una
carga que es tres veces más grande que su peso y aun así
logran abastecer su hormiguero. Todo eso lo hacen con una
finalidad que es prepararse para los tiempos difíciles,
cuando venga el invierno.
Otra definición que me encanta es la siguiente: «Esfuerzo
es la actitud de la persona que se esfuerza físicamente o
moralmente por algo»3. Por ejemplo, si sé que tengo que
cambiar mis hábitos alimenticios, me voy a tener que
esforzar, porque es una lucha contra mis malas mañas.
Cuando voy al gimnasio, puedo ir todas las veces que
quiera, pero si no me esfuerzo, si no lucho por cambiar mis
malos hábitos, entonces habré perdido el tiempo.
Pienso que el gran problema que tenemos los seres
humanos es el mínimo esfuerzo que hacemos de las cosas
y la mentalidad cortoplacista. Dicho de otro modo, pensamos
que con el mínimo esfuerzo vamos a tener los resultados
deseados y de manera inmediata. Y no es así, el mínimo
esfuerzo va a traer mínimos resultados.
Albert Einstein lo dijo: «Si buscas resultados distintos, no
hagas siempre lo mismo». Entonces hay que cambiar
nuestra forma de pensar y actuar, salirnos de nuestra
comodidad para entrar en nuevas zonas y así recibir nuevos
aprendizaje y herramientas que antes no habíamos
pensado.
La constancia es fundamental para seguir avanzando y
alcanzar el éxito. Las personas exitosas tienen su mirada
puesta en la meta, se esmeran al máximo con tal de llegar.
¿Qué quiere decir esto? Que el éxito no se improvisa, se
construye.
Cuántas veces has escuchado expresiones tales como
«esa persona es exitosa», «qué bárbaro, ¡wow!, esa
persona nació en cuna de oro», pues ni sí ni no. Considero
que alguien que tiene éxito es una persona que sabe que
hay que caminar la milla extra, que debe realizar el doble
esfuerzo y comprometerse, ser el mejor en lo que hace; por
supuesto, al principio no va a ser fácil.
Admiro mucho a la gente que es emprendedora, de hecho,
soy uno de ellos, porque es muy fácil estar bajo la relación
de dependencia laboral. No me malinterpretes, no es que lo
esté criticando, solo quiero resaltar que, en ese caso, el
trabajador no tiene la gran responsabilidad de generar el
activo líquido para mantener operativa a una empresa, de
eso se encargan los altos directivos. Dentro de todo, el
trabajador sabe que la empresa le depositará su salario
fielmente cada quince o último día de mes. Ahora bien, para
el emprendedor es otro panorama, porque no es fácil dar el
primer paso y renunciar a esa comodidad, pero sí es
admirable la actitud y la decisión de salir de la barca, tal
como lo hizo el apóstol Pedro, y comprometerse a luchar por
su sueño, elegir «hacer algo diferente».
Los jugadores que ganan millones de dólares se han
preparado durante años para llegar al sitio donde están y,
aun así, no se detienen, siguen avanzando. No están
exentos de vivir situaciones difíciles, incluso de lesionarse,
pero si llegase a pasar, la actitud con que asumen esas
circunstancias influye mucho en su recuperación. Ellos no
dejan nada al azar. Te lo digo por mi propia experiencia,
retomando la historia de mi operación, la rehabilitación no
fue un proceso fácil, pero la actitud y las ganas de verme
caminar hicieron la diferencia.
La gente puede hablar y decir que soy un suertudo por lo
que he alcanzado, pero nadie sabe cuántas horas en la
madrugada me he tenido que desvelar, nadie sabe cuántas
horas de trabajo le he dedicado a mi proyecto de vida. Por
eso admiro a la gente que realmente trabaja y se esfuerza
por lo suyo.
Por eso pienso que lo que viene por el azar o la suerte,
muchas veces no se valora tanto como aquello que sí nos
ha costado hacer. Generalmente cuando una persona gana
la lotería, independiente del país que sea, no sabe cómo
invertir ese dinero y tiende a perderlo muy rápido. De hecho,
son muy pocos los que saben administrar e invertir esa
ganancia.
Además, es muy cómodo extender la mano para que te
den. Esto me recuerda el pasaje bíblico del hombre cojo que
estaba en una de las entradas del templo, llamada La
Hermosa. Este hombre nunca había podido caminar, sus
piernas y sus pies estaban muy débiles, por no decir
atrofiados, un día le extendió la mano a Pedro y a Juan para
que le dieran una limosna. Al mirarlo Pedro, le dijo: «No
tengo oro ni plata, pero te voy a dar lo que sí tengo: en el
nombre de Jesucristo de Nazaret, te ordeno que te levantes
y camines» (Hechos 3: 5, TLA).
Todos tenemos situaciones difíciles, incluso podemos
perder cosas valiosas, y ante esos panoramas es muy
sencillo extender la mano para que otros nos den o se
responsabilicen de nosotros, la idea no es solo extender la
mano para que nos ayuden, sino asumir la actitud de querer
avanzar, no quedarnos en el suelo, se trata de
responsabilizarnos en lo que nos corresponde. No está mal
extender la mano para pedir ayuda, un consejo, una
herramienta, pero no nos confundamos, porque el otro no
tiene la responsabilidad de cuidarnos y solucionarnos la
vida.
Cada uno tiene que hacerse responsable de sí mismo.
Para eso, debemos entender primero que las
comparaciones no edifican, así como las envidias y el
victimismo tampoco nutren el alma. Si una persona quiere
hacerse responsable, pero se fija en lo que están haciendo
los demás, pueden suceder dos cosas: 1) Que se esté
fijando para aprender y ver qué implementos está usando el
otro para seguir adelante, y aplicarlos a su vida a ver si le
sirven o no para su propósito; o 2) Que, generalmente es la
que pasa, se fija para compararse y sentirse miserable,
separado de Dios, con mala fortuna y lleno de envidia
porque el otro tiene y él no.
Entonces, la clave está en preguntarse qué ha hecho la
otra persona, cómo hizo para estar en esa posición. Luego,
es esencial aprender esas herramientas para que nos
ayuden a ampliar nuestra mirada. Quizás el otro te responda
que tuvo que estudiar y especializarse en alguna área,
trabajar horas extras, renunciar a ciertos disfrutes,
establecer prioridades, vender algunos bienes, entre otras
cosas. Pero más allá de esa información, tienes que tomarte
un tiempo para pensar y responder si estás dispuesto a
aplicarlo en tu vida. Si lo estás haciendo, excelente, vas para
adelante.
¿Acaso Dios no nos dio habilidades a todos?, ¿no nos
hizo a cada uno a imagen y semejanza de Él? La Biblia dice
que Dios se tomó el tiempo para crearnos, se esmeró con
cada uno de nosotros, o sea, nos dio dones y talentos
especiales para ti y para mí. Ahora, es nuestra
responsabilidad descubrirlos y ponerlos a funcionar. La
gente busca resultados nada más, pero Dios busca
transformación en nuestras vidas.
Por otra parte, si hay que competir que sea con uno
mismo, no con los demás, hay que ver cuáles son esos
compromisos que hemos dejado a un lado, cuáles son esos
talentos y dones que no hemos desarrollado o cuáles son
esos pensamientos que nos hacen creer que no somos lo
suficientemente buenos en algo. Pero la actitud que
tengamos y los cambios que realicemos para volver a
intentarlo desde otra perspectiva marcarán la diferencia. La
actitud que asumamos para enfrentar las avalanchas u olas
en nuestras vidas es la que determinará si podremos
alcanzar o no el éxito.
Tal vez no tengas la habilidad para cantar, pero sí para
realizar otras cosas, quizás no tengas habilidad para jugar
fútbol, pero sí para hacer las mejores hamburguesas del
mundo. Entonces es tu responsabilidad poner en práctica
cada uno de los talentos, aptitudes o destrezas que Dios ha
puesto en ti, ahí está ese compromiso contigo mismo, el ser
constante en lo que quieres.
Con esto no quiero decir que todo el mundo tiene que ser
emprendedor, sino que cada uno tiene que aprender a forjar
su camino, identificar en qué es bueno, qué puede construir
y aportar al mundo.
Por eso te invito a hacer lo siguiente: cada mañana
levántate y confiesa que será un día especial, aunque haya
dificultades, te vas a esforzar al máximo, lucharás por tus
sueños y continuarás hacia adelante, porque confías en que
Dios te está guiando y ayudando.
NACE FIORELLA
Uno de mis mayores anhelos era ser padre de tres hijos y
entre ellos poder tener una niña. Mi esposa Pamela viene de
una familia un poco más numerosa que la mía, y al igual que
yo disfrutaba mucho de la idea de ser padres. Nuestros dos
primeros hijos son varones, Andrés y Ray Jr., después sigue
mi querida Fiorella.
Su nacimiento fue toda una travesía, no solo para ella,
sino para todos nosotros. Es una historia que la considero
poderosísima para animar y exhortar a todos aquellos que lo
necesitan.
Mi esposa tenía aproximadamente veinte semanas de
embarazo; de repente, un día empezó a tener un sangrado
leve, pero a medida que pasaron las semanas se hizo cada
vez más constante. Recuerdo que me tocaba ir a un
congreso en Colombia, ya tenía todo listo y preparado, pero
el mismo día de mi viaje era la cita de control de mi esposa.
Llegado el día, en la mañana, mi esposa me dijo: «Voy a la
cita para chequear el asunto del sangrado, pero tranquilo,
usted vaya al congreso; mientras tanto, yo voy a seguir las
instrucciones del médico acá. Vaya tranquilo».
Entonces, decidimos que mi suegra la acompañara al
hospital mientras mi cuñado me llevaría rumbo al aeropuerto,
eso sí, manteniéndonos en contacto en todo momento.
Resultó que cuando ya estábamos cerca del aeropuerto, vi
la llamada entrante de mi suegra e inmediatamente la atendí:
«Si pudiera venirse, véngase».
Sin perder tiempo, mi cuñado dio la vuelta rumbo directo al
hospital. Una vez allí, nos enteramos del diagnóstico: Pame,
como le digo cariñosamente, tenía lo que se conoce como
placenta previa. La recomendación del médico fue absoluto
reposo, debido a que su estado de salud se podía complicar
aún más.
Como los sangrados no se detenían, más bien
aumentaban, el médico decidió, a partir de aquel día,
ingresarla al hospital. Para ese momento Pame tenía treinta
semanas de embarazo.
Ante esa situación, el médico se acercó y me dijo:
—Su esposa no está muy bien y el cuadro es muy
complicado. Si sigue así, puede ser que su esposa y su hija
mueran.
Esas palabras impactaron de una manera muy profunda
en mi ser. De inmediato reaccioné desde el enojo y le
respondí:
—Ni mi esposa ni hija van a morir, porque las dos son un
regalo que Dios me ha dado.
—Crea lo que usted quiera, pero yo le digo lo que la
ciencia dice —y con ese veredicto se marchó el doctor.
La frustración invadía mi ser en ese instante. Luego de
calmar a mi esposa ante esa nefasta noticia, decidí caminar
directo hacia la puerta del hospital, mi cuerpo expresaba
todas las emociones juntas, pisadas fuertes, movimientos de
brazos precisos y marcados, tensión en mi cara, seguí
caminando hasta llegar al estacionamiento y montarme en
mi carro.
Segundos después, sentí una explosión dentro de mí y
salió todo lo que mi cuerpo contenía: gritos, golpes al volante
uno tras otro sin parar, llanto descontrolado y finalmente el
sollozo.
Tras esa descarga, sentí un silencio y quizás algo de
alivio para poder decir: «Señor, estoy creyendo en ti.
Necesito que me ayudes a aumentar mi fe. No puede ser
que mi esposa y mi hija se vayan a morir. No lo creo.
Ayúdame». Sentí por breves segundos que mi carro era mi
mejor refugio para sentirme vulnerable y así poder buscar el
consuelo de mi Padre celestial. Quería llenarme de su amor
mediante la oración.
A partir de ese día, Pame pasó dos semanas
hospitalizada, recibió transfusiones de sangre,
medicamentos para fortalecer los pulmones de Fiorella y se
mantuvo en reposo absoluto, para ese momento ya el
embarazo era de treinta dos semanas, los médicos hacían
todo lo posible, pero el riesgo continuaba.
Resultó que ese fin de semana tenía que compartir la
Palabra de Dios. A veces no es fácil estar en el púlpito
dando palabras de aliento a una congregación cuando uno
está lidiando con su propia tormenta. Sin embargo, al dar
esa reflexión también la recibía, pues la sentía como un
bálsamo para mi corazón.
Como dice la Biblia: «...la palabra que sale de mi boca: No
volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá
con mis propósitos» (Isaías 55:11, NVI). ¿Por qué digo
esto? Por lo que sucedió después.
Cuando iba bajando de la tarima, una persona se me
acercó y me dijo:
—Dios me dice que le está dando nuevas fuerzas a tu
esposa.
—Gracias, en verdad, muchas gracias.
Seguía caminando por el pasillo y a unos veinte metros vi
que otra persona venía directamente hacia mí:
—Dios me acaba de decir que le ha dado nuevas fuerzas
a tu esposa.
Al escucharlo de nuevo, mi corazón empezó a latir fuerte y
me asusté. Pensé: «Algo está pasando aquí». Tomé mi
celular y llamé a mi esposa. Al escuchar su voz admito que
sentí un gran alivio y de manera inmediata le comenté lo
sucedido.
Ella me dijo: «Se rompió la fuente. Fiorella tiene que nacer
sí o sí». La situación era delicada, los médicos nos habían
dicho que lo recomendable era tratar de llegar mínimo a los
ocho meses para que ella pudiera madurar lo más posible y
apenas estábamos iniciando el séptimo mes. Era un hecho
de que Fiorella iba a ser una bebé prematura y se requería
de todos los cuidados, equipos médicos y el tiempo para que
todos sus órganos se desarrollaran bien y no afectaran su
calidad de vida.
Recuerdo que salí corriendo para el hospital, quería estar
al lado de mi esposa y de mi hija. Al llegar, besé a Pame, la
abracé y lloramos juntos. Antes de que ella entrara a
quirófano, oramos y desde lo más profundo de mi corazón
se las entregué a Dios: «Señor, están en tus manos. No
puedo hacer nada más que eso».
Mientras se llevaban a mi esposa, ahora me tocaba
esperar. En ese momento llevaba conmigo mi iPod y puse
una canción que se llama A pesar de la lluvia, de mi buen
amigo Jacobo Ramos. Su letra dice así:
«A pesar de la lluvia y la tempestad,
a pesar de la duda y necesidad, si hasta aquí nos trajo
Dios, sé que no nos dejará.
Si hasta nos ayudó, hoy su mano nos guiará.
Sé que no nos dejará».
(Jacobo Ramos, 2003)

La escuchaba una y otra vez, mientras decía en forma


constante: «Señor, todo está en tus manos». Mientras
esperaba fuera de la sala de operaciones, por un breve
instante vi que uno de los médicos que estaba en el
quirófano era conocido mío, luego miré a una enfermera que
me parecía muy familiar y resultó que también era conocida,
seguí observando y vi la anestesista, a quien también
conocía, pues era familiar de un conocido. Entonces me di
cuenta de que todo el personal médico que iba a operar a mi
esposa era gente conocida.
Transcurrido el tiempo, nació Fiorella y pude ver cómo el
personal salió corriendo para meterla en una incubadora y
colocarle un respirador. Le pregunté al doctor:
—¿Cómo está mi esposa?
—Ella ya está bien.
—Y ¿mi bebé, ¿cómo está?
—La bebé está bien, viene peleando y respirando.
En verdad, quería ver y tocar a mi hija, pero todo fue muy
rápido y por protocolo no se podía, ellos tenían que realizar
todo el procedimiento para que Fiorella pudiera estar segura
y así desarrollarse dentro de esa incubadora artificial.
No pasó mucho tiempo cuando una de las enfermeras me
dijo que ya era hora de que conociera a mi hija, entonces me
acompañó hacia la Unidad de Cuidados Intensivos
Neonatales. Cuando entré, vi a un bebé grande que
lamentablemente acababa de fallecer.
¡Qué impresión tan fuerte! Sentí que por un segundo mi
respiración se detuvo. Entonces, la enfermera reaccionó
inmediatamente, me tomó de la mano y me dijo: «No vea a
ese bebé, mejor venga para acá y mire a su hija».
Fiorella era muy pequeñita en comparación con ese bebé,
era impresionante ver cómo respiraba con todos esos tubos
conectados a ella. En ese momento llegaba la enfermera y
me dijo estas palabras que nunca olvidaré: «Su hija es una
luchadora». Eso me partió el corazón, me quebró, me
desarmó completamente.
A los pocos días los médicos decidieron darle de alta en la
Unidad de Cuidados Intensivos y llevarla a la Unidad de
Cuidados Intermedios, aun así, seguirían monitoreándola, no
bajarían la guardia debido a su condición de sietemesina.
Diariamente íbamos mi esposa y yo a verla y
aprovechábamos para expresarle todo nuestro amor y darle
todo el cuidado que necesitaba, pues era nuestra pequeñita,
la niña de nuestros ojos. Esa era nuestra rutina hasta que un
día, al entrar a la unidad, nos encontramos con que la
incubadora estaba vacía.
Sentimos cómo el miedo se apoderó de nosotros, mi
esposa y yo mirábamos a todos los bebés pensando que tal
vez la enfermera se había equivocado y la había puesto en
algún otro cubículo, pero el desespero crecía al ver que Fio,
así la llamo cariñosamente, no estaba allí.
Nuestros pensamientos iban como una locomotora a toda
velocidad a punto de descarrilarse: «será qué…», «puede
ser que…», «Dios mío, dónde está, ayúdanos». Hasta que
apareció una enfermera que, al ver nuestras caras y
angustias, nos calmó y nos informó que a Fiorella la habían
trasladado a otra unidad, porque estaba mostrando mejoría.
Sentimos cómo la luz volvía a nuestros cuerpos. ¡Qué susto!
Fiorella se convirtió en el centro de atracción, era famosa
dentro del hospital porque todo el mundo conocía su historial
médico. Las personas se nos acercaban y nos expresaban
su admiración de cómo esa bebita de siete meses iba
luchando día a día, ganando sus propias batallas.
A medida que transcurrieron los días, ya Fio necesitaba
menos ayuda de aparatos, hasta que, por fin, a los siete
días de nacida, la doctora nos dijo: «Ya se la pueden llevar a
su casa».
El sueño de nosotros como padres era imaginarnos salir
del hospital con ella en brazos, completamente sana, y poder
hacerlo fue una alegría desbordante. Pese a todo lo vivido,
no sabíamos cómo iban a ser las cosas de ahí en adelante,
pero Dios nos fue sorprendiendo.
El nacimiento de Fio ha sido una enseñanza muy grande
para mí. Hoy día, cuando escribo este capítulo, alzo mi
mirada y veo a Fio, a sus dieciséis años, con ese mismo
carácter firme, que no se rinde fácilmente. Mientras escribo
esto, se me viene una vez más a la mente las palabras de
aquella doctora: «Véala, ella es una luchadora».
Por eso pienso que su historia es poderosísima, porque
me recuerda que para Dios no hay imposibles, Él puede
hacer miles de milagros en nuestra vida, pero debemos
asumir una actitud de lucha, podemos y tenemos que
aprender a ser luchadores.
Hay gente que no pelea por su vida y se deja morir. Por
eso comparto esta reflexión, porque quiero exhortarte a ti,
querido lector, a que des la última gota de esfuerzo, si
sientes que no puedes más, inténtalo una vez más, pídele a
Dios que te dé su fortaleza, pero no te quede ninguna pizca
de insatisfacción en tu corazón. Además, recuerda que Dios
es quien tiene la última palabra.
¡RECONSTRUYE LOS MUROS!
Ante esas situaciones difíciles de la vida, pienso que la
mejor actitud que se puede asumir, independientemente de
si se es padre o no, es levantarse cada día, renovar fuerzas
y seguir caminando. Esa es nuestra responsabilidad.
Podemos sentir y expresar el dolor, llorar por haber tocado
fondo, podemos estar en el suelo rodeados de puros
escombros y cenizas, y observar cómo se ha destruido todo
lo que antes era nuestra zona segura, lo conocido, pero no
podemos quedarnos ahí junto a las ruinas, evocando una y
otra vez nuestra historia, lamentándonos de esa edad
dorada que no volverá
Una de las historias bíblicas que me encanta, porque nos
enseña cómo levantarnos y reconstruir nuestros muros
destruidos, es la de Nehemías. Este hombre duró días en
una profunda tristeza al saber que la ciudad de Jerusalén
estaba desolada tras la invasión de los babilonios. Pero de
ese duelo que llevaba en su corazón surgió una idea que se
convertiría en su propósito de vida: volver a reconstruir los
portones y las murallas de la ciudad.
Tras conseguir el favor del rey, inició su viaje a Jerusalén,
un recorrido bien doloroso al ver que no quedaba nada de la
ciudad. Realizó las inspecciones necesarias para saber el
estado de los portones y así ejecutar las acciones
necesarias para levantarlos. Habló con sus habitantes y los
exhortaba para que todos juntos pudieran reconstruir los
muros.
En el capítulo 4 se describe cómo se levantaron
enemigos, los famosos matasueños que expliqué en
capítulos anteriores. Mientras el pueblo de Israel ejecutaba
las direcciones de Nehemías y avanzaba la reconstrucción
a un ritmo impresionante, Sambalat se ponía cada vez más
furioso y hacía todo lo posible para burlarse de ellos: «¿Qué
se traen entre manos esos pobres judíos? ¿Creen que
podrán reconstruir la ciudad y volver a ofrecer sacrificios?
¿Creen que podrán hacerlo en un día? ¿Piensan que de ese
montón de escombros van a sacar piedras nuevas?» (Neh.
4:2, TLA).
No solo era Sambalat quien desaprobaba esa iniciativa,
sino también Tobías, el amonita, quien vociferaba: «¡El muro
que están edificando es muy débil! ¡Basta que se suba una
zorra para que se caiga!» (Neh. 4:3, TLA). Además, se les
unieron los árabes, los de Amón y los de Asdod, todos ellos
armaron un plan para destruir los nuevos muros y
amedrentarlos.
Entre tantas burlas, el pueblo de Israel empezó a sentirse
cansado, poco a poco cada uno iba desfalleciendo,
entonces ya no podían finalizar la obra. Todavía faltaba
mucho por hacer, el trabajo era demasiado.
Nehemías, ante este panorama, recurrió a su refugio
seguro, por lo tanto, hizo lo que tenía que hacer, es decir, se
puso a orar a Dios y le entregó esos planes malévolos de
sus enemigos. Sin perder tiempo, Nehemías asumió su
protagonismo y estableció una estrategia de defensa ante
cualquier ataque sorpresa. Entonces, en una mano, los
judíos sujetaban sus espadas mientras con la otra seguían
avanzando en la reconstrucción. Además, un grupo estaba
armado y preparado para la embestida y el otro grupo
seguía con la obra, eso sí, con su arma sujeta a la cintura.
La meta era no parar hasta ver los portones y las murallas
levantadas de nuevo.
Sin embargo, algunos estaban preocupados ante ese
ambiente hostil. Nehemías, al verlos, decidió exhortarlos aún
más, en especial a los jefes y gobernadores: «No tengan
miedo. Recuerden que Dios es poderoso, y que ante él
todos tiemblan. ¡Luchen por sus compatriotas, sus hijos,
hijas, esposas y hogares!» (Neh. 4:14).
Es importante detenernos en este pasaje, pues nos regala
varias perlas que considero valiosas. Así como Nehemías
se levanta y asume su responsabilidad, también nos invita
primeramente a no reaccionar ante las críticas, amenazas o
burlas de nuestros enemigos; segundo, nos muestra cómo ir
al refugio adecuado y entregarle esa situación a Dios, que Él
solucionará en su debido tiempo; tercero, analizar cuál va a
ser el siguiente paso desde una mente fría, es decir, sin
emociones que nos obnubilen; cuarto, accionar ese paso
desde la convicción de que no estamos solos y de que ese
es nuestro propósito de vida; y quinto, exhortar a la gente a
levantarse y a seguir luchando por sus sueños, familias,
bienes, comunidades y todas aquellas cosas que aman y por
lo que vale la pena luchar.
Si estamos comprometidos realmente con algo, tenemos
que aprender a luchar por eso. No importa lo que diga la
gente, pelea por tus sueños y proyectos de vida. No
busques culpables por las cosas que no has hecho, asume
tus consecuencias. Como dice en el libro de Esdras 10:4
(TLA): «Levántate, porque es tu deber hacer esto; nosotros
te apoyaremos. ¡Vamos, anímate!». Entonces, es una
obligación, un mandamiento.
Hoy día hay mucha gente postrada, por eso quiero
decirles: ¡Levántense!, cambien de posición, salgan de esa
cama o de ese estado anímico, pónganse erguidos y
empiecen a caminar, hagan los ajustes que sean necesarios
mientras siguen avanzando. Es fundamental entender que la
visión de una persona que está postrada no es la misma
cuando logra levantarse, es una perspectiva totalmente
diferente.
Es interesante cómo este pasaje todavía sigue
impactando en mi vida, porque considero que es tiempo de
que todos nosotros nos levantemos, luchemos y
reconstruyamos nuestras murallas. Quiero aclarar que, en
este contexto, pelear no es entrar en confrontación con la
gente, sino con uno mismo, con esas actitudes que no nos
dejan avanzar tales como la negligencia, la pereza, la falta
de fe, la negatividad, y para vencerlos hay que esforzarse,
tener la determinación de lograr el cambio en nuestras vidas.
Por lo tanto, hay que aprender a luchar por lo que uno ama,
dar la última gota de esfuerzo por la esposa, los hijos, la
empresa, la salud, las finanzas. La única persona que nos
puede detener somos nosotros mismos.

NO TENGAS MIEDO, ES MOMENTO DE LUCHAR POR


LO TUYO
En otras oportunidades, he mencionado que las emociones
no son malas. Todas tienen una razón de ser, de hecho, el
miedo es una emoción tan necesaria porque nos puede
alertar ante una posible amenaza o peligro. El problema está
cuando nos paraliza, nos toma por completo y nos inhabilita
como persona.
El miedo también puede surgir al momento de dar una
conferencia, el primer día de trabajo, ver el nacimiento de tu
hijo, pedirle la mano a tu novia, alzar tu voz para que sea
escuchada. La diferencia radica en que ese miedo no te
imposibilita a accionar, porque estás determinado a hacerlo,
así sea con miedo.
Ser determinado en la vida es tomar la misma actitud del
ciego Bartimeo. Dice la Biblia que Jesús y sus discípulos
salían del pueblo de Jericó y mucha gente los seguía. Cerca
del camino, se encontraba el ciego Bartimeo, estaba
sentado pidiendo limosnas, y al escuchar que venía Jesús,
empezó a vociferar: «¡Jesús, Hijo de David, ¡ten
misericordia de mí!», lo repetía una y otra vez. La gente lo
mandaba a callar, pero él seguía.
Jesús se detuvo y lo mandó a llamar. Me parece poderoso
lo que se describe a continuación:
«...y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate,
te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino
a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te
haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y
Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado».
(Marcos 10: 49-52, TLA)

La ceguera de Bartimeo no era obstáculo para poder


llamar al maestro, era su única oportunidad de poder
transformar su vida, era el momento justo para que se
armara de valor y pidiera su milagro. Era ciego, pero no
mudo, entonces no le importaba alzar su voz ni recibir las
críticas de la gente con tal de llamar la atención de Jesús. ¡Y
lo logró!
Ahora bien, el otro elemento interesante de la actitud del
ciego Bartimeo fue cuando arrojó su capa para ir a donde
estaba el maestro. Para mí esa escena significa que él
estaba dispuesto a renunciar a su vida pasada, dejar atrás
todas las cosas que ya no le servían, que le estorbaban.
Quiero pensar que la capa representaba un estilo de vida
que ya no estaba dispuesto a mantener, quería luchar por un
cambio.
Cuando le dicen: «Ten confianza; levántate, te llama»,
pienso que Bartimeo tal vez sintió algo de miedo, aunque
fuese por breves segundos, pero no lo paralizó, quizás fue el
combustible que necesitaba para armarse de valor y tener la
confianza necesaria para levantarse, caminar hacia el
maestro y expresarle su milagro. Eso es tener
determinación en la vida.
Por eso quiero hilvanar esto con el pasaje de Nehemías.
Querido lector, aunque tengas miedo, lucha por lo tuyo.
Hazlo con miedo mientras no te gobierne la emoción,
conviértelo en tu combustible para accionar con
determinación. Pero también es fundamental que puedas
entender que un miedo mal gestionado te puede estancar en
todos tus proyectos. Siempre vas a experimentar pruebas y
situaciones difíciles en tu vida, pero recuerda que tu actitud
es fundamental para afrontarlas, así como la confesión que
hagas, porque tu palabra tiene poder.
Este es un tiempo para que podamos empoderarnos y
creer en lo que Dios vio en nosotros, por eso Él nos dejó
venir a esta tierra. Nosotros somos una pieza clave para el
cumplimiento del propósito de Dios, entonces asumamos el
rol que nos corresponde y dejemos que Dios nos hable y
nos guíe. Si queremos tener un futuro diferente, hoy
tenemos que levantarnos y marcar la diferencia.
No nos podemos conformar con el miedo ni con la
derrota, no tienen que ser nuestros compañeros de vida.
Podemos habitar otras emociones que nos impulsen a
esforzarnos y a potenciar nuestras capacidades. Es tiempo
de cambiar nuestra historia, llegó el momento de hacer algo
diferente, ser el parteaguas en nuestra vida.
Seamos como Bartimeo que un día se cansó de ser un
ciego y un mendigo, y decidió alzar su voz para recibir su
milagro. Seamos un Nehemías que se levanta, reconstruye
muros y exhorta a los demás a que sigan luchando por lo
que aman. Seamos una Fiorella que pelea por su vida, que
tomó la decisión de respirar con más fuerza y ganar sus
propias batallas.
Creo que tenemos que ser desafiados por las
situaciones, que nos reten a ser los mejores, a alcanzar
nuestro máximo esplendor, que nos inciten a competir contra
nosotros mismos, no con los demás. Afrontemos las
circunstancias con valentía, sabiendo que lo que hoy nos
está intimidando, mañana lo veremos como un recuerdo y
una victoria.
Entonces, en el día de hoy, querido amigo, ¿por qué vas a
luchar?
Capítulo 6
VEREMOS LA BONDAD DE
DIOS
Soy el arquitecto de mi destino,
creo que la bondad de Dios está ahí para todos,
pero yo elijo si quiero experimentarla o no.
Ray Corea
L
a bondad forma parte de los atributos o esencia de
Dios, representa esa manera especial y única de
manifestar su amor incondicional hacia todos nosotros, por
lo tanto, no hace distinción o acepción de personas. Es un
amor muy distinto al que conocemos, porque no exige, no
controla ni mucho menos manipula. Dios siempre da y
entrega su amor y bondad independientemente de nuestras
decisiones y conductas.
El amor incondicional tampoco depende del estado de
humor u opinión que tenga Dios sobre nosotros. Por más
rebeliones, faltas o equivocaciones que podamos tener, su
amor incondicional no cambia, sino que refleja su verdadero
estado de ser, o sea, Dios es amor, siempre está para con
nosotros, su bondad y misericordia están accesibles para
todos sus hijos, así sea que lo reconozcan o no como padre.
Nosotros, como seres humanos, somos más bien
volubles, pues a veces nuestras emociones y debilidades
nos dominan y nos hacen actuar a veces como cobardes.
Hoy podemos ser los mejores amigos de alguien, pero
mañana quizás no; hoy hacemos una promesa, pero tal vez
el día de mañana lamentablemente la incumpliremos. Si
alguien nos traiciona, se convierte en enemigo o, por lo
menos, en alguien en quien no se debe confiar. Señalamos,
marcamos distancia, rompemos relaciones, juzgamos
prácticamente todo. Entonces nuestra bondad y amor se
ajustan hasta ciertos límites, los manifestamos bajo ciertas
condiciones.
Si alguien no conoce el verdadero amor, es comprensible
que le cueste sentir el amor de Dios. Y es que Él nos amó
primero, tanto así que envió a su único hijo a morir en la cruz
por cada uno de nosotros y así poder salvarnos.
Jesús, el hijo de Dios, decidió por amor pagar por
nuestros pecados para poder restablecer el puente de
comunicación con el Padre celestial. Son muchos misterios
espirituales, pero las bendiciones y el regreso a nuestro
verdadero hogar se lo debemos a Él. Por amor lo hizo, por
amor nos dejó al Espíritu Santo como el consolador mientras
estemos en la tierra. Ese es el verdadero amor.
Para poder entender este atributo de Dios, considero que
lo primero es aprender qué es su bondad, conocerla y
disfrutarla, saber que es verdadera y sin condiciones,
accesible para todos aquellos que quieran acercarse a él.
Además, es importante reconocer esos instantes cuando
vemos la bondad de Dios, porque es una evidencia de su
presencia en nuestras vidas, es algo que Él comparte de
una forma individual, porque tiene asignado un detalle
especial para cada uno de nosotros y que, a final de
cuentas, lo vamos a disfrutar mucho.

LOS FAVORES DE DIOS SON EN ESTA TIERRA


Si todos los días podemos tener acceso a la bondad de
Dios, entonces nos está mostrando los favores que Él tiene
para nuestras vidas, ese auxilio que nos brinda en el
caminar diario, esa ayuda idónea y precisa en los momentos
difíciles.
Hoy en día, muchas personas piensan que cuando partan
de este mundo es que podrán ver la bondad de Dios, es
decir, la disfrutarán en el cielo. Hay un pasaje que aclara
este aspecto, además de ser sumamente importante para
mí, porque tiene una connotación histórica en mi vida. En el
Salmo 27:13 (NVI) dice:

«Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del


Señor en esta tierra de los vivientes».

Este salmo es básicamente una declaración de David


sobre los atributos de Dios. Inicia describiendo lo que
significa Dios en su vida, afirma que es su luz, su salvación,
su baluarte en los momentos de temor y de tristeza. David
también declara la confianza que tiene depositada en Dios,
porque cuando la gente malvada o situaciones difíciles
vienen hacia él, sabe que va estar cuidado por la mano de
Dios:
«Aun cuando un ejército me asedie,
no temerá mi corazón;
aun cuando una guerra estalle contra mí,
yo mantendré la confianza».
(Salmo 27:3, NVI)

Cuando la bondad de Dios está en nuestro corazón, el


perfecto amor echa fuera el temor. Es interesante entender
cómo el temor viene a convertirse en esa fe negativa que
nos impide ver las cosas de una forma agradable, nos nubla
el entendimiento porque su perspectiva se fundamenta
desde algo que vamos a perder, fracasar o que nos va a
doler. Por eso la Biblia habla de que el perfecto amor echa
fuera el temor, porque desvanece toda duda e incertidumbre
y nos invita a entrar en el refugio adecuado, de ahí que
David declarara desde su plena convicción «mi corazón no
temerá», ¿por qué?, porque tiene su confianza puesta en
Dios.
Generalmente cuando estamos confiando en nuestras
fuerzas o capacidades, tarde o temprano, vamos a dudar de
ellas, porque son limitadas, y lo que viene de parte de Dios
es incalculable e infinito.
Esto me parece interesante, porque ¿cuántos de nosotros
no hemos pasado días de aflicción? Todos en algún
momento lo hemos vivido, hemos visto que las cosas cada
vez se ponen peor, pero en medio de esas circunstancias o
de los días de aflicción, sabemos que vamos a tener
protección, un refugio seguro. Gracias a Él, siempre vamos
a encontrar victoria a cada una de las situaciones, porque
confiamos en la bondad de nuestro Padre celestial.
Tal vez alguien podrá pensar en este momento cómo va a
encontrar victoria o alguna ganancia en lo que está viviendo;
y sí, es posible. De hecho, el poder tener una buena actitud
ante las situaciones difíciles es lo que nos va a enseñar el
estar viviendo en la bondad de Dios, porque nos permitirá
verlo actuar, sentir que Él está ahí con nosotros, el poder
apreciar cómo nos da seguridad y paz en medio de la
tormenta, Dios siempre responde en el momento de la
debilidad y nos muestra la solución al problema, solo hay que
estar atentos y receptivos. Es importante saber que
únicamente en Dios se puede encontrar la victoria y la
ganancia.
Como dice el salmista David en el pasaje citado:
«Alzaré mis ojos a los montes;
¿de dónde viene mi socorro?
Mi socorro viene de Jehová,
que hizo los cielos y la tierra».
(Salmo 121:1-2, RVR 1960)
Ahora, la bondad de Dios requiere algo de parte mía y es
precisamente dar el paso para establecer una relación, así
como yo busco un vaso de agua cuando tengo sed, de tal
manera hay que estar dispuesto para iniciar una conexión
con Dios. Quiero aclarar que no es un tema de religión, sino
de relación. A veces solo nos acercamos a Dios en los
momentos de aflicción, lo tratamos como si fuese el 911, es
decir, salimos corriendo a buscarlo cuando hay una
emergencia. ¡No debe ser así! Tenemos que aprender a
construir una relación con Él, que vaya creciendo conforme
invirtamos tiempo en esa relación.
Sucede exactamente igual cuando alguien quiere comer
una buena hamburguesa. ¿Qué hace esa persona?
Caminar hacia el lugar donde la preparan, la pide y se la
come. Pienso que la clave está no solo en que dé el paso,
sino que se tome el tiempo de poder saborear esa
hamburguesa, conectarse con sus sentidos para poder
conseguir esa experiencia. Así mismo es con Dios, hay que
dedicarle el tiempo para poder tener una experiencia con Él.
Ahora, Dios siempre está ahí para nosotros, Él nunca se
ha alejado, el problema es que no nos percatamos de su
presencia ni escuchamos su voz. Lo que necesitamos para
poder experimentar su bondad es calmar nuestra mente y
acercarnos confiadamente a Él. Sin embargo, surge algo
bien interesante que nos impide establecer esa conexión
divina, a veces tenemos el concepto de que Él es un dios
castigador y hasta malvado.
He escuchado a personas decir que se sienten tan
pecadoras, que no pueden acercarse al Padre, piensan que
Dios no los va a recibir debido a su condición pecaminosa.
¡No es así! Todo lo contrario, es cuando más el corazón y
los brazos de Dios están abiertos para cada uno de
nosotros, Él está esperando que nos encontremos, no
importa las condiciones en las que estemos, así sea que
otros nos señalen y nos llamen pecadores, así sea que
estemos sucios, no importa, Dios quiere que nos
acerquemos. Dios no anda buscando gente perfecta, sino
personas que lo amen, que quieran relacionarse con Él.
Creo que quizás la razón principal de por qué una persona
no se acerca a Dios es el temor al castigo. La gente piensa
que Dios los va a castigar, tal como un padre furioso
reprende a su hijo rebelde. Creo que muchas veces somos
ignorantes de lo que significa Dios en nuestra vida. No
sabemos realmente quién es Él, por tanto, no conocemos su
esencia.
Considero que nos han vendido una imagen muy
distorsionada de Dios, como un padre iracundo o indolente,
pero ese concepto tiene que cambiar. Para conocerlo
verdaderamente, debemos volver la mirada a Él y
comprometernos a cultivar ese vínculo.
Para mí, su bondad es el corazón de nuestra fe. Por eso
no me canso de decir que su amor es grande, inmensurable,
y quiero que todos puedan experimentar su presencia, que
sepan que el deseo de Dios es darnos paz en medio de la
tormenta, que podamos sentirnos amados y perdonados, Él
quiere regalarnos un mejor futuro. A pesar de nuestros
errores y caídas, Dios nos toma de sus manos y nos vuelve
a levantar, nos da ese aliento de vida para seguir
caminando. Él es el único que realmente nos sustenta.
Entonces, a través de su bondad podemos conseguir esa
luz que necesitamos, podemos experimentar esos cambios
que realmente deseamos en nuestras vidas y hacernos
sensibles a su presencia, entender que existe un ser
supremo que está esperando que nos acerquemos a Él. No
hay excepciones, no es para un grupo selectivo, está
accesible tanto para ti como para mí. Solo depende de
nosotros mostrar ese interés para llegar hacia Él. Está en
nosotros el poder adquirir esa bondad.
Quisiera regalarte este ejemplo, si pongo delante tuyo las
llaves de varios vehículos, casas, celulares y muchos otros
bienes, y te dijera: «Todo esto es tuyo, ¿te gustaría
experimentarlo?». Si me respondes: «No, no quiero»,
entonces respetaré tu decisión. No puedo obligarte a que
tomes posesión de todos esos bienes. ¿Qué quiero decir
con esto? No es problema de Dios, es problema tuyo.
¿Te acuerdas del pasaje que vimos en capítulos
anteriores, donde Dios dice: «Hoy pongo delante de ti la
muerte y la bendición»? Entonces, elige si quieres
experimentar los favores de Dios o no. Es muy fuerte y triste
ver cómo hay personas que deciden experimentar con el
alcohol y las drogas, cómo sus vidas se van deteriorando;
pero también he visto a otros que se cansan de
experimentar y deciden transformar su estilo de vida para
poder sentir por primera vez una paz en medio de las
circunstancias, eligen experimentar el instante santo, que es
cuando la presencia de Dios se acerca a ellos.
No pierdas tiempo ni oportunidades de poder disfrutar la
bondad de Dios. Cada día se manifiestan sus favores, es
tiempo de cambiar las viejas concepciones que nos
vendieron y comprometerse en establecer una relación
auténtica y sana con nuestro Padre celestial.

MI ANCLAJE FAVORITO
Hablar sobre la bondad de Dios es un aspecto que toca lo
más profundo de mi ser, porque he visto cómo su amor y
benevolencia han surgido en medio de todos los
acontecimientos vividos en los últimos años.
Ha sido un período de cambios bruscos, donde las
circunstancias nos han hecho sentir la pérdida de la libertad
tras estar sujetos a un encierro, convivir con el miedo y la
incertidumbre, sobrevivir bajo ciertas limitaciones impuestas
y ver cómo nuestra manera de relacionarnos ha ido
cambiando. En otras palabras, movieron completamente
nuestras bases, nuestra cotidianidad, nuestra vida.
Sentimos que nuestra normalidad desaparecía y
entrábamos en una zona desconocida, donde vivíamos
momentos llenos de intranquilidad, que nos hacían sentir
desorientados por no saber qué hacer.
Pero en el día más oscuro de la tormenta más intensa,
Dios siempre nos ha dado una respuesta. Esto lo digo con
mucha propiedad. Recuerdo que un día me encontraba en
mi oficina, acababa de llegar de Guatemala, y me sorprendió
la noticia de que los vuelos se suspendían, por lo tanto,
todos tenían que estar en sus hogares, nadie podría salir del
país hasta nuevo aviso. Mucho de mi trabajo depende de
viajar, entonces, me sentí desubicado, mis manos sujetaban
mi cabeza ante el pensamiento «¿Y ahora qué voy a
hacer?». Sentía que estaba perdiendo cosas, no solo me
refiero a todo lo que había construido, además de lidiar con
la frustración de ver cómo todo se desmoronaba delante de
mí, no era solo lo material, sino también la sensación de
perder mi libertad, mis oportunidades de ser feliz.
Es sentir que se acabó el camino, porque llegaste al final y
no ves nada más, quizás haya un acantilado, pero al mirar a
todos los lados, observas que no hay un camino distinto.
Estás ahí, acompañado de tu única inquietud: «¿Qué voy a
hacer?».
Esa fue la pregunta que me hice en aquel instante.
Inmediatamente, se me vinieron otros pensamientos:
«Tengo que pagar la casa, los estudios de mis hijos, los
recibos de agua, luz y teléfono, dar de comer a mi familia,
tengo que asumir todas las deudas. ¿Cómo voy a hacer?».
Cuando se está en esos momentos donde la situación
crítica agudiza y se acaban las posibilidades humanas, las
lágrimas salen involuntariamente, las piernas pierden
estabilidad y hasta se debilitan, la cabeza se baja, porque se
siente la impotencia más grande que puede vivir uno como
ser humano.
Así me sentía en esa oficina, lidiando con mis emociones
y preocupaciones, cuando de repente Dios puso en mi
corazón el pasaje:
«Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad
de Jehová en la tierra de los vivientes».
(Salmo 27:13, RVR 1960)

Humanamente podemos hacer tantas cosas, pero cuando


vemos que las fuerzas nos fallan y se acaban las opciones,
tenemos que aprender a mirar al Dios de los Milagros, al
Dios que hace de lo imposible lo posible. Está ahí delante de
nosotros, solo que a veces no nos percatamos, porque
nuestra mirada está fija en las circunstancias, en ese
momento oscuro que nos ciega y nos nubla el entendimiento.
El resultado es que nos desesperamos en vez de esperar,
nos angustiamos en vez de tener calma, nos sentimos
ansiosos en vez de tener paz, porque es la reacción de un
ser humano, pero en esos eventos es donde tenemos
acceso y podemos experimentar la bondad de Dios.
Ese pasaje del Salmo 27 aún me sostiene, me da aliento,
es un bálsamo para mi vida. En aquel entonces, recuerdo
que cerré la puerta de esa oficina para que nadie me viera ni
supiera lo que estaba sufriendo, aunque mi cara reflejaba
todas mis preocupaciones y angustias. Ese pasaje renovó
mis fuerzas, aumentó mi fe al reconocer que, en ese
momento más oscuro, mi esperanza seguía puesta en Dios.
Por supuesto, eso es tener una fe inquebrantable, es
saber que, aunque no veas las cosas, Dios está actuando a
favor tuyo, es confiar en que te va a dar la respuesta
correcta y la solución en el momento preciso. Es declarar
desde la más profunda convicción: «No voy a desmayar, sé
que voy a vivir y disfrutar la bondad de Dios en esta tierra».
Lo interesante de esto es que para llegar a tener esa fe, hay
que tener el valor de confiar en Dios y empezar a
experimentar su paz.
Con esto no te quiero decir que no me angustiaba, claro
que las preocupaciones iban y venían, pero no dejaba que
esos pensamientos fueran mayores que mi fe. De hecho,
hubo un momento en que sentí, y sé que a más de uno le ha
pasado, que Dios me había abandonado, pero no era así, fui
yo quien dejó de confiar en Él, dejé de experimentar su paz y
empecé a poner mis ojos y mis fuerzas en otro lugar. He ahí
la diferencia.
Hay una historia que se cuenta mucho, y tal vez la has
escuchado, trata sobre las pisadas en la arena.
Desconozco quién sea el autor, pero me parece que
contiene una hermosa y poderosa enseñanza. Se dice que
una persona iba caminando y le pidió a Dios que la
acompañara. A medida que recorrían la orilla de la playa, la
persona veía sus propias pisadas y también las de Dios. Se
sentía alegre al verlo caminando a su lado. Pero en un
momento determinado, cuando llegaron los problemas y las
dificultades, dejó de ver las pisadas de Dios y sintió una
tristeza en su alma mientras se observaba solo en esa
travesía.
Cuando, por fin, culminó el momento difícil, se volteó y vio
de nuevo a Dios caminando a su lado, y desde lo más
profundo de su corazón le dijo:
—¿Por qué me abandonaste?
—No, yo no te abandoné —respondió Dios con una
mirada amorosa.
—Pero es que no veía tus pisadas, solo las mías.
—Mi querido hijo, estás equivocado. Las pisadas que
veías no eran las tuyas, sino las mías, porque te llevaba
sobre mis brazos, te sostuve cuando vi que ya no tenías
fuerzas para avanzar. Por eso, pudiste transitar por esas
circunstancias tan difíciles.
Para mí, esta historia tiene un mensaje maravilloso y es
que Dios siempre está velando por nosotros, cuidándonos y
ayudándonos. De algo estoy convencido y es que veré la
bondad de Dios en esta tierra. De ahí que en todo momento
lo declare, gracias a ese pasaje bíblico, creo firmemente
que seguiré viendo los favores de Dios para mi vida. De
hecho, esa frase la tengo impresa en un suéter, una camisa
y hasta en un cubrebocas: «Ray Corea, usted va a ver la
bondad de Dios». De esa manera, anclé esa palabra en mi
vida.

Ahora, quisiera que, en este preciso instante, querido


lector, anotaras esa misma frase; solo sustituye mi nombre
por el tuyo, y ponlo en tu lugar favorito para que los veas
todos los días y lo declares en voz alta. Después procede a
escribirlo en tu computadora, celular y en cualquier otro
espacio, puedes incluso grabarlo en tu celular y escucharlo
cuantas veces lo desees. No hay límites, sé creativo.
Lo importante es que lo ancles a tu vida, que te llenes de
la palabra de Dios y contemples no solo tu vida
transformada, sino también la de otros. ¿Por qué te digo
esto? Una vez estaba en el aeropuerto y ya se acercaba la
hora para subir al avión, mientras caminaba directo a la
puerta de embarque con mi cubreboca, la gente se me
quedaba viendo y leyendo mi frase favorita, hasta que uno
se me acercó y me dijo: «¿Sabe qué? Yo no creía en que las
cosas iban a ser diferentes, pero hoy viendo lo que usted
tiene en su mascarilla, estoy creyendo que también lo voy a
ver en mi vida».
Ya en el avión, la de sobrecargo también leyó mi frase y
pude ver cómo su rostro cambiaba, sentía que la duda por la
que ella estaba pasando se desvanecía y recibía una
respuesta positiva para su vida. Y así me sucede en todas
partes adónde voy, lo que le estoy diciendo a la gente es que
depositen la confianza en Dios, es reafirmar que se está
creyendo en algo diferente y valioso.
Entonces, sigue siendo poderoso este pasaje en mi vida,
porque se ha convertido no solo en una respuesta, sino
también en un proyecto de oración junto con varios amigos,
que hasta el día de hoy lo tenemos y podemos maravillarnos
al escuchar tanta gente que se han dado cuenta de que es
una frase que trae vida, esperanza y paz.
PONGO EN TI MI CONFIANZA
Actualmente el índice de suicidio ha crecido de manera
desorbitante. La Organización Mundial de la Salud estima
que más de setecientas mil personas se suicidan por cada
año (dato correspondiente al año 2019, según su página
web). Imagínate la cantidad de personas que no pudieron
sobrevivir en estos últimos años, sin contar los conatos de
suicidios.
¿Qué hace que una persona tome la decisión de quitarse
la vida? Pienso que tal vez esa persona ha perdido la
esperanza, la fe en que mañana será mejor. Cuando se
pierde la esperanza, se busca algo que sea una solución
pronta y muchos han tomado la mala decisión de quitarse la
vida.
Ante este contexto, es donde surge mi pregunta: en el
momento más oscuro, ¿en dónde estamos poniendo nuestra
esperanza? Dicho de otro modo, ¿qué es lo que sostiene
nuestra vida?, ¿qué es lo que nos hace seguir adelante?,
¿qué es lo que nos hace levantarnos todos los días y decir
que hoy va a ser mejor y que mañana va a ser diferente?,
¿en qué estamos fundamentando nuestra esperanza?
Cuando los seres humanos perdemos la esperanza,
prácticamente hemos perdido todo, esto se debe a que no
hay una razón que nos fundamente por qué tenemos que
levantarnos y seguir caminando. En otras palabras, el
significado de la vida se ha perdido, la persona no se siente
importante ni amada para continuar viviendo en esta tierra.
Por eso, uno debe tener claro en dónde se ha depositado
la esperanza. Si estás confiando en un banco, déjame
decirte que mañana puede ser que el banco quiebre; estás
confiando en tus fuerzas y habilidades, pero puede ser que
estas se acaben y que tus habilidades queden obsoletas en
el día de mañana.
¡Qué interesante esto! A veces como seres humanos
estamos tan confiados en que otros nos van a resolver las
cosas, llámese bancos, economía, los gobiernos, y nos
olvidamos del Creador de todo.
¿Cuántas veces no has escuchado a gente decir que ha
perdido la esperanza en la humanidad? Esto se debe a que
han puesto su mirada en el hombre, en sus actos y en las
circunstancias, pero no en Dios, por eso fallamos y
fracasamos. Sin embargo, poner la esperanza en Dios nos
hace tener un futuro diferente, nos hace abrigar esa
esperanza de decir que mañana va a ser mejor.
Ahora, en el Salmo 56:3 (NVI), David expresa: «Cuando
siento miedo, pongo en ti mi confianza». Este pasaje me
infunde aliento, me anima a confiar en que Dios va a hacer
un milagro.
De hecho, una de las anécdotas que recuerdo con cariño
y hasta con cierto humor es la de mi buen amigo Carlos
Ortiz. Cuando estaba en mi proceso de recuperación, él me
escribía:
—Tú eres el hombre nuclear.
—¿Qué le pasa?, ¿por qué me dice eso? —le respondí.
—Porque te voy a ver levantándote, porque vas a
caminar, porque vas a correr, porque eres el hombre
nuclear.
Siempre me saludaba: «Hola, Steve Austin», así se
llamaba el protagonista de la famosa serie de televisión de
los años ochenta: El hombre nuclear. En cada oportunidad,
él me escribía lo mismo: «¿Cómo estás mi Steve Austin?
Recuerda que tú eres el hombre nuclear, porque te vas a
levantar, vas a caminar y vas a correr».
Un día me envió el anuncio de la serie, tuvo la
desfachatez de agarrar un clip de El hombre nuclear y
encima le grabó su voz: «Este es Ray Corea, operado de la
rodilla, pero ahora se está preparando, porque él es el
hombre nuclear».
¿Qué aprendizaje obtuve de esto? Él tenía la esperanza
en mí, confiaba en que me iba a levantar y se tomó el tiempo
para animarme; y hasta el día de hoy me sigue diciendo:
«¿Cómo está mi hombre nuclear?». Precisamente eso hace
Dios con nosotros, nos anima a seguir creyendo cuando
decidimos depositar nuestra esperanza en Él. Hablo desde
mi propia experiencia, es como si se acercara a mi oído y
me dijera: «Ray, calma, todo va a estar bien, a pesar de que
hoy la cuesta se ve más empinada, la circunstancia es más
cruda, las nubes son negras, la marea es muy alta, a pesar
de que hoy hay muchos gigantes a tu alrededor, confía que
todo va a salir bien. Yo sigo en control y vas a ver la bondad
mía, vas a ver mi protección en esta tierra, vas a ver la
confianza que tú tienes en mí, la vas a ver reflejada en esta
tierra».
Entonces, es importante que, en los momentos oscuros,
no olvidemos en quién estamos depositando la esperanza.
Si deposito mi confianza en el lugar equivocado, no voy a
experimentar esa seguridad ni tener la firmeza de
pensamiento, de hecho, voy más bien a ser oscilante, con
muchas dudas y miedos. Si hoy día sientes que estás
viviendo esto, recuerda el perfecto amor echa fuera el
temor.
Esa es la confianza que tengo en Dios. También le
agradezco a Dios por ponerme a mi esposa en mi vida. Yo
confío en ella, es la certeza que tengo en ella de que es mi
ayuda idónea, sé que está ahí para mí, que levanta mis
brazos, me sostiene y que camina conmigo. Mi esposa ha
sido un baluarte en este proceso para seguir adelante y para
seguir viendo la bondad de Dios en esta tierra, y la he visto a
través de ella.
Entonces creo que es muy importante saber en dónde
estoy poniendo mi confianza en los momentos oscuros y
quiénes son los que me van a acompañar en esa travesía.
No pongo en duda que veré la bondad de Dios en esta
tierra, pero también necesito gente a mi alrededor que me
ayude a sostenerme en mi fe y saber que en esta tierra voy
a ver bendiciones.

MAÑANA ESTAREMOS MEJOR


Para poder tener la esperanza de un mañana mejor, hay que
dejar a un lado la incredulidad, la negación constante, el
juicio, el pasado lleno de dolor, tristeza y amargura, sanar las
heridas emocionales para que no sigan supurando. Si no
hacemos eso, es difícil recibir el mensaje de fe y esperanza.
Quiero decirle a toda la gente que todavía piensa que las
cosas, el gobierno, el país o la humanidad no van a cambiar,
¿por qué no empiezan por cambiar ellos?, ¿por qué no
empiezan a experimentar pequeñas transformaciones en su
vida?, ¿qué están haciendo para ver esa situación
diferente?
Es muy fácil señalar las fallas de otros, pero ¿qué
estamos haciendo para construir un mundo mejor? Si sé que
mañana va a ser un día difícil, ¿cómo me preparo el día de
hoy para que las cosas sean diferentes mañana?
Yo soy el arquitecto de mi destino, creo que la bondad de
Dios está ahí para todos, pero yo elijo si quiero
experimentarla o no. Imagínate que pongo delante de ti tres
marcadores: uno rojo, uno negro y uno verde. Ahí están,
elige con cuál de estos tres quieres escribir.
Pero antes de que empieces a escribir la historia de tu
vida, déjame decir que cada color tiene un nombre y una
carga emocional: el negro se llama resentimiento; el rojo,
sufrimiento; y el verde, esperanza.
Ahora, te pregunto, si elegiste el rojo, ¿cómo crees que
vas a escribir? Todo el texto estará en rojo, resaltará solo
aquellos eventos dolorosos, donde el protagonista sufre
desmedidamente, víctima de sus circunstancias.
Si decidiste el color negro, entonces tu historia se
centrará en el enojo, en el rencor, en la sed de venganza; su
línea temporal estará en el pasado, lleno de injusticias y
frustración. Todo lo que narres justificará el resentimiento.
Ahora bien, si elegiste escribir con el marcador verde, el
hilo conductor de tu historia será la esperanza. Eso no
quiere decir que solo vas a escribir lo bonito y positivo de la
vida y obviar lo negativo. No funciona así. Implica que a
pesar que el día esté oscuro o que las hojas de las páginas
sean de color negro, tus palabras van a venir desde la
esperanza. El color verde infundirá el valor para seguir
avanzando en la vida.
Entonces, como te dije antes, tú eliges con cuál de los tres
marcadores quieres escribir tu historia de vida. Recuerda
que todo lo hagas va a tener un impacto en la gente que te
rodea, les dejarás tu huella impresa en ese color.
Por otra parte, ¿sabes cuánta gente se enferma de
úlceras por alimentarse de rencores? Llevar una vida de
resentimiento genera consecuencias fatales en el
organismo. Por eso hay que perdonar y soltar el equipaje
que no suma a nuestras vidas. No se puede viajar con el
peso del resentimiento, cada vez que lo hagas te va a
doblegar, hará que tu caminar sea más lento, pues la carga
es muy pesada.
La vida es muy corta para desperdiciarla en rencores y
frustraciones. Entonces creo que es tiempo de empezar a
soltar las cosas que nos están matando, abrazar aquellas
que nos generen un futuro distinto y asumir un lenguaje que
nos invite a ver la vida desde la esperanza.
Recuerda que algo tenemos que aprender de las
situaciones difíciles, esa es la ventaja de estar vivos. Hoy al
escribir este libro, a mis 50 años de edad, me ha tocado
empezar de cero varias veces, siempre ese proceso ha
traído muchas preguntas e incertidumbres, pero llegar a mi
refugio adecuado y poder recordar en dónde pongo mi
esperanza, hizo que viera las circunstancias con otros ojos
y con una mejor actitud.
También he aprendido a soltar el dolor y el resentimiento al
no tener un padre. Por eso te invito, querido amigo, a
aprender a perdonar para que puedas disfrutar de todas las
bendiciones. ¿Hasta cuándo vas a soportar ese estilo de
vida que conduce a la muerte, que te envenena el alma y va
quemando tu ser?
Es importante aprender que la vida sí tiene momentos
difíciles, pero la clave está en poder sacarles lecciones,
enseñanzas de vida, para poder construir algo diferente.
Entonces, esto me lleva a hacerte otra pregunta: ¿cuál es el
legado que le dejarías a la humanidad?
Si sientes que ya empezaste a escribir tu historia,
entonces reflexiona en lo siguiente: ¿en verdad quieres
dejarles ese legado a tus descendientes y al mundo?, ¿te
sientes orgulloso de lo que has vivido y aprendido?, ¿con tu
historia sientes que honras la vida y la de tus seres
queridos? Si la respuesta es afirmativa, te felicito, sigue
adelante. Pero si es negativa, recuerda que tienes el poder
de cambiar tu forma de vivir, mañana será otro día, que vas
a estar mejor, que tienes que dar la milla extra para creer
que verás la bondad de Dios en esta tierra.

DATOS PRÁCTICOS PARA ESTAR MEJOR


Pienso que es importante crear hábitos para sustituir esos
viejos patrones que no nos sirven, por eso, deseo regalarte
estos tips que te ayuden a reflexionar y te motiven a dar el
paso:

1. Elige cuánto tiempo vas a durar en la situación difícil.


Si sabes que perdiste algo bueno y tuviste tu tiempo
de duelo, entonces es el momento de ponerle fecha
de caducidad al sufrimiento. Si no le estableces una
fecha, lamentablemente el resentimiento o la
amargura pudrirán tu ser.
2. Es importante que identifiques las oportunidades que
tienes de construir un futuro mejor. No me refiero a
cosas económicas solamente, sino a estilos de vida,
cambios de mentalidad. Es asumir la
responsabilidad para sanar tus heridas emocionales
y cómo quieres vivir de aquí en adelante.
3. Sé honesto y responde cuál es el legado que
quieres dejar en esta tierra, qué quieres que se
hable de ti. Recuerda que las manos que dan nunca
están vacías; pero las manos que no dan y se llenan
de rencor, siempre están vacías. Todo lo que vives
es una enseñanza que incluso puede ayudar a
otros.
4. Declara todos los días que vas a ver la bondad de
Dios en esta tierra. De hecho, te invito a que
escribas todos los días esos detalles que Dios te
regala desde su más profundo amor.
5. El cambio comienza en ti. Establece un plan de la
versión que quieres ser de ti mismo. Si no haces la
diferencia, no pretendas que otros lo hagan por ti.
Respóndete esta pregunta: «¿qué clase de ejemplo
quiero ser?».
6. Declara en tu presente, aunque hoy no lo estés
viendo, que mañana estarás mejor. Recuerda que la
palabra tiene poder, entonces no le estés dando
poder a las circunstancias, sino que tu fe sea más
fuerte, con una base sólida en Dios.

ANTES DE FINALIZAR…
Querido lector, ya llegamos al final de nuestra travesía y no
me quiero despedir sin antes contarte una historia final.
Había un hombre que llegaba temprano a su trabajo y en
la puerta de entrada a la oficina se detenía y les decía a sus
compañeros: «¿Quién necesita un abrazo de papá?».
Muchos de sus compañeros, inclusive uno de sus jefes, se
acercaban a él, ponían su cabeza en su pecho y recibían
ese abrazo, algunos dejaban caer una que otra lágrima al
sentir que eran importantes a través de ese gesto de amor.
Ese hombre era mi suegro, que hoy está en el cielo
repartiendo abrazos seguramente.
¿Quién necesita un abrazo de papá? Sabes, Dios está
esperándote para darte ese abrazo que necesitas para
levantarte y seguir caminando, y recordarte que no
caminarás solo nunca más. Él te está esperando con los
brazos abiertos sin importar tu condición. Te invito a que
experimentes el calor del abrazo del padre.
Y, por último, quiero orar por ti:
«Padre bueno, gracias por amarnos sin importar nuestra
condición, gracias por estar esperándonos, gracias por
creer en nosotros y no juzgarnos, te pido que bendigas a
cada persona que tomó de su tiempo para leer este libro y
que al llegar a este momento está orando conmigo. Te pido
que este día pueda ser recordado como el inicio de una
nueva temporada en la vida de aquellos que deciden
habitar en el refugio correcto. Gracias, porque en ti tengo
todo lo que necesito para seguir caminando. Amén».
Espero un día poder conocerte en persona o a través de
un e-mail o por medio de mis redes sociales y escuchar
cómo sigues caminando.
¡Que Dios te bendiga!

1 Farlex. (s. f.). Pasión. En: The Free Dictionary.com.. Recuperado de:
https://es.thefreedictionary.com/pasi%C3%B3n
2 Oxford. (s. f.). Luchar. En: Lexico.com. Recuperado de:
https://www.lexico.com/es/definicion/luchar
3 Oxford. (s. f.). Esfuerzo. En: Lexico.com. Recuperado de:
h ps://www.lexico.com/es/definicion/esfuerzo

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