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Introducción

Rob Reimer escribe en su libro:


“Estamos quebrantados -cuerpo, alma y espíritu- y necesitamos el toque sanador de Jesús”.1
Por donde quiera que miremos hallaremos personas rotas, hombres y mujeres con heridas profundas, sea
por abuso, rechazo, abandono, traición u otras cosas. No es muy difícil reconocer esto si miramos con
atención. Pero hay algo que necesitamos reconocer aun más, y es que nosotros también nos encontramos
entre esas personas, nosotros también tenemos el alma herida y necesitamos sanidad.
El presente manual para grupos pequeños está preparado en base al libro titulado “El cuidado del alma”,
del autor Rob Reimer. Él tuvo que pasar por un doloroso pero fructífero proceso de cambio, en el cual
descubrió hermosos principios que transforman la vida.
Nuestro anhelo es que durante estas semanas puedas acercarte a Dios con humildad y profunda
necesidad de Él, y así descubras que, aunque ciertamente te mostrará aspectos de tu vida que no te dejan
crecer, Él estará contigo en el proceso de cambio. No estarás solo.
Oramos para que cada reunión sea un tiempo de encuentro con Dios y Su iglesia; un lugar seguro, donde
los miembros viven vidas abiertas, honestas y confesionales en una cultura de gracia.
¡Invirtamos en la sanidad de nuestra alma!

Dolan Castañeda.

1
Rob Reimer, El cuidado del alma.
Lección 1

EL DOLOROSO CAMINO AL CAMBIO DE VIDA

Rob Reimer escribe: “John Maxwell dijo: ‘Las personas cambian cuando sufren lo suficiente que tienen que
hacerlo, aprenden lo suficiente que quieren hacerlo y reciben lo suficiente que son capaces de hacerlo’. Esta
es la razón por la cual muchos de nosotros cambiamos-cambiamos porque las cosas se vuelven críticas. Si
me siento contigo y te pido que describas un momento donde hubo un cambio de vida en tu viaje espiritual,
lo más probable es que la ocasión que describirías haya sido un tiempo de crisis. Muchos de nosotros
cambiamos cuando nos duele”.
En el camino a la autoconciencia, Rob Reimer tuvo que pasar un proceso para ser realmente consciente de
que él necesitaba cambiar, y que tenía heridas muy profundas del alma que le impedían el cambio. Lo
primero que entendió es que tenía que escoger madurar.
Si nos damos cuenta que hay algo mal en nosotros y necesitamos cambiar hemos de elegir la madurez,
pero para elegir la madurez hemos de ser conscientes de nuestra inmadurez. Hemos de reconocer que hay
ciertos bloqueos del alma que nos impiden acercarnos a Dios y disfrutar Su plenitud, que necesitamos
vaciarnos primero para que Él nos llene.
Elegir madurar no es escoger crecer en nuestros talentos, dones y capacidades, sino escoger crecer y ser
como Jesús, escoger el desarrollo de nuestro carácter y profundizar en nuestra intimidad con Dios.
Rob Reimer escribe: “La salvación es gratis. La madurez tiene un costo. La inmadurez también es costosa.
La diferencia con la madurez es que usted paga por adelantado, pero con la inmadurez, paga con retraso,
¡con intereses! Pague lo que cueste por la madurez; vale la pena”.

DEFENSIVO
Así como le ocurrió a Rob, antes de poder cambiar, necesitamos que Dios rompa nuestras defensas para
poder llegar al meollo del asunto. Él es paciente y nos ayudará a lidiar con los problemas de nuestro corazón.
Ahora bien, hay una realidad; en el proceso, aun cuando deseemos con todo nuestro corazón cambiar,
reiteradas veces tendemos a defendernos, a no admitir la verdad de nuestra alma, y como dice Rob: “no
podemos vencer aquello que no admitimos”.
En uno de los muchos encuentros con Dios, Él le dijo a Rob: “No quiero que te defiendas más”. Y aunque
fue difícil, llego a entender que era la actitud defensiva la que le impedía cambiar la vida. Decidió rendirse y
no seguir defendiéndose.
¿Cuáles son las frases que pasan por tu mente, o incluso llegas a decir, que reflejan una actitud
defensiva? ¿Estás dispuesto a escuchar a Dios y rendirte?

CULPA
Rob escribe: “Aunque abandoné mi actitud defensiva, todavía no estaba listo para cambiar.” Es verdad, ya
no se defendía, pero su esposa seguía sin sentirse escuchada porque él no recibía en su espíritu lo que ella
decía. Él no estaba dispuesto a aceptar su falta.
Rob siguió pasando tiempos a solas con Dios y logró escuchar nuevamente Su voz diciéndole: “Presento a
mi novia sin culpa, pero culpas a la tuya. No quiero que la culpes de nuevo. Cada vez que suspiras y dices:
‘Siempre es mi culpa’ la estás culpando”. Lamentablemente, toda tendencia a la autojustificación y el
victimismo es contraria al corazón de Dios y no nos deja crecer. Aunque en apariencia no nos defendamos,
en nuestro corazón podemos estar haciéndolo y ello está dañando nuestra relación con Dios y con los
demás, y es un bloqueo para avanzar.
¿Reconoces en tu actitud un corazón semejante al de Rob?
NEGOCIANDO CON DIOS
A pesar de lo que Dios le había mostrado a Rob y de los pasos que estaba dando, aún tenía otra capa
protectora que evitaba que Dios penetrara en su corazón. Dios anhelaba tener acceso a su corazón, pero él
todavía no estaba listo para permitirle acceso completo y entonces comenzó a negociar con Dios. Llego a
decir: “Señor, tienes que cambiar a Jen. Si no la cambias, no podré permanecer en el ministerio. Estoy
sufriendo demasiado. Lloro en cada servicio, y apenas tengo suficiente energía para sobrevivir. Tienes que
hacer algo. Tienes seis meses para cambiarla, Señor. Entonces tendré que optar por dejar el ministerio
porque no puedo seguir con esto”.
Una vez más, Dios le habló en los tiempos a solas con Él. Le llevó al pasaje de “la ley de la cosecha”.
¿Cuáles son las malas hierbas que has estado sembrando y qué cosecha ha producido?

ENTREGA: ACCESO TOTAL A DIOS


Cuando Rob no tenía más opciones, solo le quedó asumir la responsabilidad de su vida. Dejó de defenderse,
de culpar y de negociar, y allí realmente comenzó a tomar posesión de su vida. Él escribe: “Me quedé allí
en mi estudio, y en mi campo de malezas, y me entregué a la mano moldeadora de Dios. Le di acceso a lo
más profundo de mi corazón. Mi corazón fue traspasado y accesible para Dios, pero aún no sabía cómo
cambiar”.
Una vez que pasamos el proceso que tuvo que pasar Rob, no solo descubrimos con certeza que hay cosas
que deben cambiar en nuestras vidas, sino que deseamos cambiar con todo el corazón.
Rob oro: “Señor, estoy dispuesto a cambiar, pero no sé cómo cambiar. Hay algunas cosas profundamente
arraigadas dentro de mí que están rotas. Puedo ver eso. El problema es que no sé qué son; no sé cuáles
son las raíces, y no sé cómo cambiarlas. Necesito tu ayuda. ¿Puedes llevarme a un camino de cambio?”
Dios le llevó a un hermoso proceso de cambio y descubrió principios que no estaba aplicando en su vida,
los cuales trataremos las semanas siguientes.
En el proceso del autodescubrimiento, si realmente hay un deseo de cambiar, necesitamos comprender que
la mayoría del cambio en nuestra vida comienza a solas con Dios.
¿Qué oración le dices hoy a Dios?

“El cambio en la vida es un proceso interactivo, trabajoso y complicado. Es un proceso de autorreflexión,


inspiración del Espíritu Santo, lucha profunda y rendición. Es un proceso de descubrirnos a nosotros
mismos en una verdadera comunidad, y descubrir a Dios mientras atraviesa las capas del corazón. Dele
acceso. Llega al fondo. Vale la pena la travesía.” Rob Reimer.
Lección 2

PUERTAS DE ACCESO AL CAMBIO DE VIDA

“Muchas personas quieren experimentar un cambio de vida, y muchas veces nuestras circunstancias nos
motivan a querer cambiar. Puede que estés en una situación de matrimonio doloroso como yo. Oras y
esperas que cambie, que tu pareja cambie, que tu relación matrimonial cambie… pero nada cambia. Te
sientes sin esperanza. Lees libros, asistes a la iglesia, oras, lees tu Biblia y decides mejorar, pero sigues
atascado.
Pueda ser que tengas un patrón de comportamiento destructivo o vergonzoso que sabes que no es saludable
y el cual debes cambiar. Quieres cambiar, oras para cambiar, pero el patrón continúa intacto. Tienes breves
momentos de indulto, pero sigues volviendo a este viejo patrón de comportamiento. Te sientes derrotado.
La Biblia nos enseña que cuando alguien llega a la fe en Cristo, cambia: “Por lo tanto, si alguno está en
Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí, nuevas cosas han venido” (2 Corintios 5:17).
Entonces, si somos nuevas criaturas en Cristo, ¿por qué este viejo hábito de pecado todavía aún está
latente? Para experimentar el cambio de vida, necesitamos aprender cómo acceder a la transformación que
Jesús ganó por nosotros en la cruz. ¿Cómo accedemos al cambio de vida?” (Rob Reimer).

EL MEOLLO DEL ASUNTO


Rob Reimer escribe: “A veces no experimentamos la nueva vida que Jesús nos promete porque nos
centramos en los síntomas y no en la enfermedad misma”.
Hay una tendencia a concentrarnos en el comportamiento, cuando a Dios le importa más nuestro corazón.
Esta es la manera en que tratamos el pecado, pero Dios sabe que, si tenemos nuestros corazones sanos y
alineados con Él, nuestros comportamientos harán lo mismo. Por esta razón es que Jesús enseñó que “de
la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34) y que “del corazón salen los malos pensamientos,
el asesinato, el adulterio, la inmoralidad sexual, el robo, el falso testimonio, la calumnia” (Mateo 15:19). Es
decir, que “los problemas de raíz de nuestras palabras y acciones pecaminosas se encuentran en el
corazón”, por lo que necesitamos llegar a los problemas de raíz para experimentar una verdadera
transformación.
¿Cuál es la diferencia de concentrarnos en el comportamiento o concentrarnos en el corazón?

CULTIVANDO EL SUELO DEL ALMA


Todos necesitamos sanidad, y todos necesitamos ahondar en las raíces profundas que impiden el cambio.
Pero hay tres componentes que producen una atmosfera para conseguir un cambio fructífero, y que han de
vivirse en toda comunidad cristiana. En primer lugar, debe existir una enseñanza ungida; es decir, que no
solo lo que se enseñe y predique sea basado en la verdad de la Palabra de Dios, sino que esa verdad sea
vivida por aquel que lo enseña y/o predica. En segundo lugar, es necesario un ambiente de verdadera
comunidad; es decir, que debe haber una atmósfera de gracia que propicia que los miembros vivan vidas
abiertas, honestas y confesionales. En tercer lugar, ha de manifestarse la presencia y el poder de Dios, ya
que solo Dios puede sanar el corazón, solo Él puede sanarnos de los traumas y dolores del pasado, solo él
puede liberarnos del control de satanás; pero, para recibir todo esto, necesitamos acceder a Su presencia y
poder.
¿Cuán importante piensas que son estos componentes? ¿Por qué?
ACCEDIENDO A ESTAS ÁREAS EN EL CUIDADO DEL ALMA
Rob Reimer escribe: “Muchas personas han llevado una larga historia de secretos. Pero no hay
transformación sin confesión. No hay victoria en la clandestinidad. No hay avance en el secreto. Debes
caminar en la luz con Dios y los demás para ser libre”. ¿Qué opinas de esta afirmación?

AUTOCONCIENCIA
Rob Reimer escribe: “Has escuchado la expresión ‘Lo que no sabes no te hará daño’. Pero cuando se trata
del alma, es una mentira peligrosa. Lo que no sabes ya te está matando… La autoconciencia es una puerta
de acceso al cambio de vida; no lo garantiza, pero no puedes llegar sin él”.
Jesús vino para darnos vida y accedemos a esa vida a medida que recibimos su luz. Esta es una verdad
maravillosa, pero cada vez que nosotros no admitimos nuestra realidad, reconociendo que ciertamente
estamos rotos, quebrantados, con pecados no confesados, con heridas profundas, etc., estamos
rechazando esa luz, no le estamos dejando que nos alumbre. Por esta razón, necesitamos aprender a
aceptar la luz que Dios nos ofrece y permanecer en ella, ya que su anhelo es iluminar nuestra alma para
darnos sanidad y liberación.
Pero hay algo más que hemos de ser conscientes, y es que la falta de autoconciencia no solo nos afecta y
daña a nosotros, sino también a otros y a la causa de Dios. Hemos de observar con atención y admitir que
hay cosas en nuestra vida de las que no tenemos conocimiento que están lastimando a nosotros y a las
personas que nos rodean. Necesitamos la autoconciencia de tener problemas del alma que interfieren con
Dios y las personas que amamos.
Ten un momento a solas y hazte estas preguntas: ¿Cómo he llegado a ser como soy? ¿Por qué hago lo
que hago? ¿Qué hay debajo de mi comportamiento?

En las siguientes semanas estaremos desarrollando siete principios que transforman la vida. Estos son:
identidad, arrepentimiento, rompiendo los patrones de pecado de la familia, perdonando a los demás, la
sanidad duele, superando los miedos y rompiendo las fortalezas demoníacas. Serán tiempos de mucha
profundidad con Dios y su Iglesia, tiempos de revelación y sanidad, de experimentar su presencia y poder.
¿Qué deseas que Dios haga en tu vida durante estas semanas?

De la Palabra nace la vida,


y la Palabra, que es la vida,
es también nuestra luz.
La luz alumbra en la oscuridad,
¡y nada puede destruirla!
Juan 1:4,5 TLA
Lección 3

IDENTIDAD – PARTE 1

Alguna vez te has preguntado ¿quién soy? o ¿para qué estoy aquí? Rob Reimer escribe: “Lo que crees
sobre ti mismo es la base de tu vida; es tu identidad, y una base defectuosa creará grietas en el alma. Si vas
a construir una vida saludable, todo comienza con lo que crees de ti mismo.” (Rob Reimer)
Lo que creemos de nosotros mismos afecta nuestra vida, entorno y relaciones. En esta lección
profundizaremos en lo que Dios dice de nosotros, y cómo recibir esas verdades y desechar las mentiras que
impiden recibirlas.
La Escritura dice que, si has rendido tu vida a Cristo, en Él eres perdonado, amado, aceptado, honrado, etc.,
porque “su gracia es mayor que tu pecado; su rica gracia es infinitamente mayor que la pobreza de tu alma
manchada por el pecado”. Ahora bien, aunque esto es una hermosa verdad, “tu alma puede tener heridas y
amargura. Tu alma todavía puede tener pecado y fortalezas demoníacas. Tu alma puede tener temores y
creencias erróneas sobre quién eres. Tu alma aún puede sentir condenación y vergüenza”. Por esta razón,
es necesario no solo saber las verdades que la Escritura dice de nosotros, sino realmente creerlas, recibirlas
y experimentarlas. Puedes saber que eres amado, perdonado y aceptado, pero verdaderamente no sentirlo,
lo cual significa que tu identidad no está arraigada en el amor del Padre Celestial. “Necesitas aprender a ser
lo que ya eres”.

RENOVANDO TU MENTE
Rob Reimer escribe: “Un problema clave con nuestra identidad es que a menudo creemos mentiras sobre
nosotros mismos en lugar de la verdad… Si estás de acuerdo con la verdad y te aferras a la verdad, la
verdad te hará libre, pero si estás de acuerdo con una mentira, su influencia ensombrecerá tu vida…
Necesitas construir tu vida sobre la base de quién Dios dice que eres. Esta es tu identidad en Cristo, y
cuando esta base se establece correctamente en tu alma, tu vida puede estar bien construida”.
Si lo anterior es así, entonces necesitamos renovar nuestra mente, y la Escritura nos muestra dos
herramientas sumamente vitales.
La primera herramienta es la presencia de Dios. La presencia de Dios es transformacional. Es en Su
presencia que recibimos revelación y sanidad, amor y perdón, es allí donde se forma nuestra identidad. Lo
maravilloso es que todo aquel que tiene el Espíritu Santo tiene acceso de tiempo completo a la presencia
de Dios.
La segunda herramienta es aferrarnos a la verdad. La Escritura nos enseña que también somos
transformados por ella. Ahora bien, no solo es necesario conocer la verdad para tener libertad, hemos de
aferrarnos a ella continuamente. Hemos de no solo conocer lo que somos en Cristo en nuestro espíritu, sino
aferrarnos con fuerza a esas verdades en los momentos donde “las mentiras de tu alma amenazan impedir
que te conviertas en lo que ya eres”. Como dice Rob Reimer: “solo cuando nuestra mente se renueva con
la verdad y se transforma en su presencia, podemos vivir la vida para la que nacimos”.
¿Qué ejemplos puedes dar de construir una vida en base a mentiras y construir una vida en base a
lo que Dios dice que somos?
IDENTIFICANDO LAS MENTIRAS
Necesitamos ser capaces de identificar las mentiras que forman nuestra identidad; mentiras que ciertamente
nos dañan, atormentan e influyen dolorosamente en nuestras vidas. Para ser capaces de identificar dichas
mentiras, hemos de ir a los síntomas y prestar atención a ellos para diagnosticar la enfermedad en sí. He
aquí algunos síntomas:
- Actitud defensiva: La actitud defensiva es esa tendencia a defendernos, pero, si prestamos
atención, nos daremos cuenta que lo que está detrás de esa actitud, como una raíz profunda, son
mentiras que creemos de nosotros mismos. En ocasiones, la mentira puede ser que te sientes menos
y por eso reaccionas. En otras, que realmente no te aman y no te valoran. Cada uno puede examinar
qué mentira hay detrás de esta actitud.
- Mezquindad: Podemos descubrir mentiras examinando nuestras reacciones y pensamientos hacia
los demás. “Las cosas que te molestan señalan tus propias falsas formas de ser. Por ejemplo, si la
pereza de los demás te molesta, quizás sea porque el rendimiento es una forma falsa de establecer
tu valor.” También puedes preguntarte ¿Cómo me afectan y reacciono a las críticas? Es muy
probable que lo hay detrás sea que tu valor está determinado por lo que haces.
- Comportamiento compulsivo: Otro síntoma de mentiras que nos hemos creído es el
comportamiento compulsivo. Cuando nos aferramos compulsivamente a ciertas cosas, es probable
que lo que está detrás sea una mentira. Sentimos que esas cosas nos faltan en nuestra alma y
terminamos aferrándonos a ellas. Por ejemplo, una persona que ha sufrido pobreza y escasez puede
formar la mentira de “nunca habrá suficiente” y ello afectar a su identidad, ya que busca fortalecer su
sentido de seguridad con lo que posee y acumula. Esta persona, aun teniendo abundancia, no siente
que es suficiente. Otras personas pueden ser compulsivas sobre un patrón de pecado o un
comportamiento adictivo, pero debajo de ello haber una mentira. Es probable que la raíz sea la
vergüenza, porque se sienten indignos, indignos de ser amados, vulnerables o inadecuados, y ello
los lleva a “automedicarse” con la adicción para adormecer su dolor interno.
¿Puedes reconocer algunos de estos síntomas en tu vida o en la de otras personas y la mentira que
probablemente esté detrás?

Toma un momento y realiza un examen personal:


- ¿Cuáles fueron las cosas que tus padres te decían regularmente que ha podido producir una
mentira en tu corazón?
- ¿Qué dichos y/o actitudes familiares recuerdas que se han convertido en etiquetas en tu
corazón?
- ¿Qué experiencias se han repetido en tu vida, reforzando una mentira? Ej: Tu padre te
abandonó, tus amigos te rechazaron, tu novio o novia te engañó y tu cónyuge te abandonó por lo
que crees que no puedes confiar en nadie.
- ¿Cuáles son las mentiras que crees? ¿En qué base defectuosa estás parado?
- ¿Qué dice Dios que eres?

“Si tan solo entendieras quién eres en Cristo, si tan solo creyeras lo que Dios cree acerca de ti, eso
revolucionaría tu forma de vivir.” (Rob Reimer)
Lección 4

IDENTIDAD – PARTE 2

Cuando hablamos de identidad, hemos de ser muy conscientes de la siguiente afirmación: “Las mentiras
siempre se manifiestan”.
Construir una vida en base a mentiras es como pararse sobre una superficie inestable. Cuando caminamos
sobre este tipo de superficie, inevitablemente sentimos temblores e inseguridad. Del mismo modo, al
pararnos en una base de mentiras en nuestro interior se manifiestan temblores, inseguridad y nuestra mente
no haya paz. Por ello, es necesario que estemos atentos a dichos temblores e inseguridades, para así
descubrir las mentiras sobre las que andamos. Cuanto más pronto las descubramos, más pronto podremos
aferrarnos a la verdad de Dios y comenzar a ser libres.
Como dice Rob Reimer: “Solo cuando te encuentras sobre el verdadero fundamento del amor de Dios
puedes sentir paz, sin importar las circunstancias que te rodean. Esta es tu verdadera identidad”

TRES MENTIRAS CENTRALES


“Las mentiras que crees son fundamentos defectuosos bajo tus pies, y a menudo afectan la cuestión de tu
valor. Puedes sentir que tu valor depende de algo más que del amor de Dios… Cada vez que actúas a base
de una mentira, la mentira gana poder en tu vida. Hay tres mentiras principales que la gente cree. Detente,
reflexiona y pregúntate si alguna de estas mentiras está afectando tu base o fundamento”.

La mentira del desempeño


La primera mentira central es que la cuestión de tu valor depende de tu desempeño. Esta mentira puede
manifestarse en diversas áreas de la vida. Por ejemplo, puedes procurar comportarte bien siempre, pero lo
que hay en el fondo es la necesidad de sentirte amado. También puedes esforzarte por rendir bien en los
estudios o trabajo, pero es porque tu valor está determinado por lo que haces. O incluso puedes buscar
desempeñarte bien en tu servicio de la iglesia, pero no confesar tus pecados por temor a perder o manchar
la imagen que tienen de ti. Hazte las siguientes preguntas:
- Cuando te preguntan “¿qué haces para ganarte la vida?”, ¿qué sentimientos y/o pensamientos
tienes?
- Si recibes una valoración negativa por tu desempeño, en diversos contextos ¿Cómo te sientes?
- ¿Te sientes desanimado, incluso un poco deprimido, después de una mala actuación o alguna
crítica?
“La buena noticia es que la cuestión de tu valor no está determinada por tu rendimiento. Dios no te ama más
cuando lo haces perfectamente bien, y no te ama menos cuando te equivocas”.

La mentira de complacer a los demás


La segunda mentira central es que la cuestión de tu valor depende de si ciertas personas te aman o les caes
bien. Algunos pueden tender a querer caer bien a todos y hacen todo lo posible por conseguirlo. Otros,
pueden tender a que un puñado de las personas adecuadas los amen. Es posible que estés parado sobre
la base de esta mentira, pero no seas consciente de ello o no quieras admitirlo. Aún más, puedes decirte a
ti mismo “no me importa lo que los demás digan o piensen de mi”, pero en verdad sí te importa. Puede que
necesites la aprobación de los demás para sentirte bien contigo mismo. Hazte las siguientes preguntas:
- ¿Cuáles son tus sentimientos, pensamientos y reacciones cuando te critican?
- ¿Te sientes culpable al decir que no? ¿Qué sientes y piensas cuando quieres decir que no pero te
cuesta?
- ¿Qué te hace estar a la defensiva?
“Buenas noticias: la cuestión de tu valor no depende de si la gente te ama. Dios no te ama más cuando
todos están de tu lado y complacidos contigo, y no te ama menos cuando te desprecian, ridiculizan, difaman
y maltratan”.

La mentira del control


La tercera mentira central es que tu valor depende de si tienes el control. Puede ser que tiendas a querer
controlar a las personas. También puede ser que busques controlar los resultados. O talvez, puede ser que
sufriste algún tipo de abuso y te has determinado a no volver a sufrir, por lo que eliges el control para crear
seguridad y superar los temores de tu interior. La realidad, es que quien vive así está parado sobre un
fundamento falso e inestable. Hazte las siguientes preguntas:
- ¿Cómo reaccionas cuando las cosas no salen como tú quieres? ¿Enojado, frustrado, irritable?
- ¿Alguna vez te han dicho que estás intentando controlarles?
- ¿Las personas de tu alrededor a veces se sienten manipuladas, avergonzadas, juzgadas,
condenadas o talvez intimidadas?
La buena noticia es que tu valor no está determinado por el control o la falta de control que tengas, tu valor
está determinado por el amor de Dios.

Después de meditar en las tres mentiras centrales ¿Reconoces si tu valor está determinado por alguna
de estas mentiras?

“Fortalecer una base defectuosa solo refuerza un edificio arruinado. Tu valor no está determinado por tu
desempeño o si la gente te ama o si tú tienes el control. Estas son mentiras centrales que pueden crear
grietas en la base y dañar tu alma. Debes reemplazarlos con la verdad”. Rob Reimer

¡TU VALOR NO DEPENDE DE ALGO MÁS QUE DEL AMOR DE DIOS, SU AMOR LO SUPLE TODO!
Lección 5

IDENTIDAD – PARTE 3

“La cuestión de tu valor se resuelve en la cruz”, esta es la verdad que puede liberarte, la verdad a la que
debes aferrarte, la base sobre la cual debes construir tu vida. En la cruz el Padre nos dice: “Tú eres de valor
infinito para mí. Te declaro digno de la sangre de mi hijo”. Es por ello que Pablo escribe que nada puede
separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús.
Comprender esta verdad no solucionará todos los problemas en tu alma, pero el apropiarte continuamente
de ella, cada vez que las mentiras amenacen tu seguridad, valor e identidad, será la clave de tu
transformación.

PASOS PRÁCTICOS PARA RECONSTRUIR EL FUNDAMENTO


1. Identifica las mentiras: El primer paso práctico para reconstruir la base de tu vida es identificar las
mentiras que crees y las manifestaciones de esas mentiras en tu vida. ¿La cuestión de tu valor
depende de tu desempeño, de que ciertas personas te amen, de si tienes el control o no? La
manifestación de dichas mentiras puede incluir conversaciones internas como “no me importa lo que
la gente piense” y otras cosas. Estos síntomas son luces parpadeantes en tu alma que te alertan
sobre la base defectuosa debajo de tus pies.
2. Reubica el asunto de tu valor: Reconoce cuando te encuentras en la base equivocada e
inmediatamente cambia la posición de tu valor. Tienes que saber cómo se siente cuando estás en la
base equivocada, reconocer los síntomas, y tienes que elegir intencionalmente cambiar los
cimientos. Debes aferrarte a la verdad en el momento exacto en que te asaltan con la mentira. Cuanto
más sistemáticamente te des cuenta que estás parado sobre una base defectuosa y lo utilices como
una oportunidad para renovar tu mente, más segura se volverá la verdadera base bajo tus pies, y
más sana estará tu alma. Recuerda “La cuestión de tu valor se resolvió en la cruz”.
3. Accede a la presencia del Espíritu: Permite que el Espíritu Santo ministre amor a tu corazón. Crea
un espacio para que Dios se revele a Sí mismo y su amor hacia ti. Pasa tiempo a solas con Dios, ya
que solo Él puede cambiar un corazón y necesitas la revelación para experimentar la transformación.
Por lo tanto, dale espacio al Espíritu Santo para hablar y revelarte Su amor. Será necesario darle al
Espíritu Santo un momento de silencio para que refirme Su amor por ti. Será necesario pasar tiempos
profundos de adoración para calmar la ansiedad de tu alma.
4. Actúa con valor: Para hacer el arduo trabajo de reparar tu base, debes actuar con valor desde la
verdadera base, debes actuar en la verdad para que la verdad se convierta en una base firme bajo
tus pies, debes aferrarte a la verdad y actuar con valentía sobre ella. Cuanto más actúes en la verdad,
más se fortalecerá la verdad en tu vida. Por ejemplo, si la mentira que crees es la de complacer a los
demás, tendrás que aprender a no solo identificar las manifestaciones de esta mentira, sino verlas
como una oportunidad para reubicar tu valor en la verdad que “la cuestión de tu valor se resolvió en
la cruz”. Además de ello, tendrás que pasar tiempo en la presencia del Espíritu para recibir Su amor,
revelación y restauración, y así actuar con valor en base a esa verdad. Es probable, que el actuar
con valor signifique tener que afrontar el hablar con alguien cuando antes huías de ello.
Al aprender a aplicar estos pasos prácticos, has de comprender algo muy importante. Y es que cambiar tu
vida al fundamento seguro del amor de Dios llevará tiempo. No es un evento, es un proceso diario, y no hay
atajos.
¿Qué ejemplo puedes dar de aplicar estos pasos prácticos según la mentira que crees sobre ti?
DOS CASOS ESPECIALES
Herida de identidad
A veces tenemos una herida de identidad. Es como si nuestra alma fuera un cubo, pero el cubo tiene un
agujero en el fondo. Pueden verter amor, cariño y demás cosas buenas, pero termina filtrándose. Por ello,
es necesario reparar el agujero en el fondo del cubo.
Este tipo de herida puede ser consecuencia de haber crecido en un hogar donde los padres son muy críticos,
o porque nunca te dijeron que eras amado, o porque nunca fuiste afirmado. Este tipo de cosas produce una
sensación de vergüenza toxica; es decir, la sensación de que no eres amado. Para romper con ello, has de
despegar tus ojos de ti y ponerlos en Jesús. No seguir repitiéndote cosas como que Dios puede amar a otros
y no a ti, sino ser consciente de que esta actitud es orgullosa y arrepentirte de ello. Debes detectar las
declaraciones tóxicas que te estás declarando a ti mismo y romper el ciclo. Debes quitarte los ojos de encima
y poner tus ojos en Jesús.

Voluntad subyugada
El segundo caso especial de reparación de identidad es la voluntad subyugada. A veces esto es a causa de
haber crecido en un hogar sufriendo abusos físicos, espirituales, emocionales o sexuales. A veces, a causa
de crecer en un ambiente sofocante y controlador. Estas vivencias producen la mentira de que uno es una
víctima, cuando eso no es lo que uno es. Es posible que hayas sido victimizado, pero no eres una víctima.
Lamentablemente este sentimiento de victimización está más en auge en la sociedad, y el problema es que
engendra pasividad y falta de responsabilidad personal. Las personas se sienten y actúan como víctimas;
sienten que no pueden hacer nada con respecto a su situación actual. Por ello, es necesario afirmarnos en
la verdad de que la cuestión de nuestro valor se resolvió en la cruz y desechar la mentira de que somos
víctimas. Hemos de desviar la atención de nosotros mismos y enfocarla en Dios. Necesitamos construir
nuestras vidas sobre la base sólida del amor de Cristo. Pero no es suficiente conocer la verdad; debemos
sujetarnos implacablemente a la verdad para que la verdad nos libere.

PASOS DE ACCIÓN ESPIRITUAL


• Tómate un tiempo a solas con Dios y escribe en tu diario. Pídele al Espíritu Santo que te revele las
mentiras que te afectan.
• Ahora, escribe en tu diario completando esta oración de acuerdo a lo que crees: “El tema de mi valor
depende de ____________________________”.
• Pon las mentiras que has descubierto en una oración y crea un eslogan de verdad o una Escritura
para reemplazar cada mentira.
• Comparte tu descubrimiento con tu grupo.
• Si las mentiras están conectadas a recuerdos específicos, escríbeles y comparte esos recuerdos.

“Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán
saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.”
Romanos 12:2 TLA
Lección 6

ARREPENTIMIENTO – PARTE 1

Cuando Juan el Bautista anunció la venida del reino de Dios, predicó: “Arrepiéntanse, porque el reino de los
Cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Jesús inauguró su ministerio poco después con las mismas palabras
exactas: “Arrepiéntanse, porque el reino de los Cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Lo que podemos
entender, es que no hay entrada al reino sin arrepentimiento y no hay avance en el reino sin arrepentimiento.
Jesús nos enseña que nuestro bienestar depende de nuestro arrepentimiento; que esto es esencial para la
curación del alma. Podemos querer cambiar o que otra persona cambie, pero la realidad es que nadie cambia
a menos que llegue a un punto en el que esté listo para arrepentirse. Dios ha establecido los principios de
un alma sana, y son inviolables. Desafortunadamente, incluso si justificas un comportamiento porque deseas
hacerlo, y te parece correcto, los principios de la salud del alma permanecen intactos, y tu alma sufrirá las
consecuencias.

ALINEACIÓN DEL ALMA


El arrepentimiento es más que solo un cambio de comportamiento. El arrepentimiento bíblico se trata de
cambiar tu mente y propósito; se trata de cambiar tu forma de pensar. Se trata de alinearte con Dios. Cuando
tu corazón, tu comportamiento, tu sistema de creencia o tu forma de pensar se desvían de los caminos y
acciones de Dios, tu alma se desalinea. Cuando te arrepientes, tu alma exhala un alivio porque se está
alineando con Dios.
Si nuestras almas no están alineadas con Dios Él nos lo muestra. Dios nos alumbra y revela la verdad de
nuestro corazón. Es en ese momento en que hemos de volver a alinearnos con Dios. En ese momento
hemos de reconocer nuestro pecado y sacarlo a la luz. Cuando estamos en la luz con Dios, nuestro orgullo
es quebrado, somos quebrantados, y contritos decidimos arrepentirnos y no vivir en la oscuridad y el secreto.
¿Reconoces en tu vida la necesidad de alinear tu alma a Dios? ¿Has percibido la luz de Dios?

CULTIVANDO LA CONTRICIÓN
Proverbios 4:23 dice: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida”. La primera
orden del día para mantener tu alma correctamente alineada con Dios es proteger tu corazón. Un alma sana
tiene un corazón contrito; un alma que está conectada correctamente con Dios está en un estado de
quebrantamiento o humildad.
Dios usa herramientas para devolvernos a la luz con él y los demás. Él las usas para nuestro desarrollo, no
para avergonzarnos ni condenarnos, sino para desarrollarnos hacia la madurez.
Convicción:
La convicción es la obra del Espíritu para volver alinearnos con Dios. Cuando el pecado amenaza con
endurecer nuestros corazones y sacarnos del río de la presencia de Dios, la convicción busca ablandar
nuestros corazones y traernos de vuelta al río, remordiendo nuestra conciencia. Usualmente sentimos algún
tipo de desequilibrio interno asociado con esa convicción. Nos sentimos incómodos, nuestra paz interior se
perturba. Tenemos la sensación de que algo anda mal y no hallamos descanso. Es en ese momento en que
hemos de ir a solas con Dios y preguntarle qué hay en la raíz de dicha perturbación. El Espíritu Santo será
específico y nos convencerá de pecado. Hemos de obedecer a la obra del Espíritu y confesar nuestro pecado
a Dios y a quien hallamos ofendido. Ahora bien, no hemos de permitir que el enemigo nos deje en un estado
constante de condenación.
Si no obedeces la inspiración de la convicción del Espíritu, Dios tomará otras medidas para que regreses a
la luz, para que tu corazón se vuelva más suave y contrito.
La ley de la cosecha
Gálatas 6 dice: “No te dejes engañar: Dios no puede ser burlado. La gente cosecha lo que siembra. Aquellos
que siembran para agradar su naturaleza pecaminosa, de esa naturaleza cosecharán destrucción” (v. 7, 8).
En este pasaje podemos comprender que existe una ley de la siembra y la cosecha, y que establece que
una persona cosecha lo que siembra.
Dios usa las consecuencias de nuestras malas decisiones para llevarnos al arrepentimiento. Hemos de ser
conscientes de esta verdad, para que al percatarnos de lo que estamos cosechando y reflexionar en las
consecuencias de nuestras elecciones, ser sabios y cambiar de rumbo.
Tristemente, a veces en lugar de aprender del error, no nos arrepentimos, sino que seguimos repitiéndolo.
Nuestro corazón se hace duro, negándonos a reflexionar sobre la ley de la siembra y la cosecha y ver que
nuestras consecuencias han tenido lugar para llevarnos al arrepentimiento.
Disciplina
Si la convicción y las consecuencias no te llevan a la contrición, el Señor usará la disciplina. Hebreos 12:7
al 11 dice: “Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay
a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son
bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los
respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos?
En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace
para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento
de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia
y paz para quienes han sido entrenados por ella.”
La disciplina del Señor no es punitiva, sino reparadora. Él es un buen Padre. Él no nos disciplina con ira, no
de manera caprichosa, sino amorosamente por nuestro bien, para hacernos como Jesús. Es, por su puesto,
desagradable, incluso doloroso. Pero produce el fruto de la justicia y la paz si soportamos la disciplina.
Las herramientas que Dios usa con nosotros es para suavizar nuestro corazón. El corazón traspasado es el
corazón quebrantado y contrito, receptivo a Dios, suave, no duro, receptivo, no resistente, contrito no
rebelde, abierto no cerrado, accesible no inaccesible. Solo cuando se traspasa el corazón, el alma puede
estar sana.
¿Podrías contar ocasiones en las que has percibido a Dios usando estas herramientas contigo?

RECONOCIENDO
Dios anhela que cultivemos un corazón contrito, y necesitamos responder al trabajo del Espíritu, pero es
difícil mantenerse en esa luz. Necesitamos tomar la determinación de no tener ningún secreto. Hemos de
mantener nuestras confesiones al día con Dios y otras personas. Será necesario compartir con personas
llenas de verdad y gracia, que demuestren que nos aman y que nunca usarán esa información en nuestra
contra. Oremos por ese tipo de personas. Abracemos la luz de Dios. Solo cuando caminemos en la luz con
Dios y con otros podemos verdaderamente liberarnos.

“Yo decidí vivir en la luz con Dios y los demás porque estaba desesperado por vivir libre” Rob Reimer.
Lección 7

ARREPENTIMIENTO – PARTE 2

A veces, aunque confesamos nuestros pecados, no podemos liberarnos. Muchas veces es porque
confesamos nuestros pecados a Dios con tristeza mundana, no tristeza de Dios. Pablo escribe en 2 Corintios
7:10: “La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay
que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte”.
La tristeza de Dios fluye de un corazón traspasado. Para cultivar un corazón contrito que fluya con la tristeza
de Dios, primero hemos de pedir a Dios un corazón quebrantado y contrito. Ezequiel 36:26 dice: “Les daré
un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y
les pondré un corazón de carne”. Cada vez que sintamos que nuestro corazón se está endureciendo hemos
de ir a Dios para reclamar esta promesa y pedirle que nos dé un corazón blando, contrito, quebrantado y
traspasado una vez más. A veces, será necesario acompañar esto con oración y ayuno.
Necesitamos reconocer cuando nuestro corazón se está poniendo duro y saber cómo se siente. Por ejemplo,
si nuestra reacción inmediata con nuestro cónyuge es defendernos probablemente nuestro corazón no esté
en un buen lugar. Por lo contrario, si respondemos con dolor y pedimos perdón, entonces nuestro corazón
estará contrito, suave y quebrantado ante Dios.
En segundo lugar, para cultivar la tristeza de Dios, hemos de elegir permanecer en la luz con Dios y los
demás. Cuando Dios nos llama al arrepentimiento Él ilumina nuestra alma. Nosotros podemos responder
culpando, excusándonos, justificándonos, racionalizando o aun negando nuestro pecado, pero ello solo
contribuye al endurecimiento de nuestro corazón. Si Dios nos llama a la luz no es para avergonzarnos o
condenarnos, sino para liberarnos. Ciertamente puede dar miedo confesar nuestros pecados, pero es una
práctica que nos hace caminar en la luz con Dios y con otros. Hemos de ser valientes y no vivir en el secreto.
En tercer lugar, para cultivar un corazón contrito que fluya con la tristeza de Dios, hemos de asumir plena
responsabilidad de nuestra parte. Aunque probablemente la otra parte tenga mayor responsabilidad, tu
tienes que asumir la responsabilidad total de tu parte. Nunca podrás cambiar una relación al enfocarte en
las fallas de la otra persona. Cuanto más trates de lograr que la otra persona admita su responsabilidad, en
lugar de admitir la tuya, es más probable que tu corazón se endurezca en la victimización y la culpa. Admite
el 100% de tu responsabilidad. Tu eres el único responsable de tu pecado.

ATASCADO EN LA VERGÜENZA
En ocasiones, podemos encontrarnos atascados en la vergüenza y confesando un pecado más de una vez.
Es probable que hayamos cometido el pecado hace mucho tiempo, pero seguimos confesándolo. Jesús no
quiere que sepas, cognitivamente, que estás perdonado, sino que quiere que experimentes la verdadera
liberación. Tu espíritu puede ser libre y perdonado, pero a menudo tu alma todavía está nublada por la culpa,
la vergüenza y la condena. Jesús quiere que la obra de la cruz impregne tu alma para que puedas
experimentar la verdadera libertad. Él no quiere que tengas que esperar hasta llegar al Cielo para
experimentar los beneficios de la cruz. Necesitas experimentar el perdón de Jesús, y luego podrás dar la
vuelta y ayudar a otros a experimentar el perdón de Jesús. Es el Espíritu quien nos revela el perdón de
Jesús. Es Él quien lo ministra a nuestro ser interior y nos libera del pecado. Es su presencia reveladora la
clave para recibir el perdón que experimentamos en nuestras propias almas y la clave para tener la autoridad
de ministrar el perdón de Jesús a otra persona.

REVELACIÓN DEL ESPÍRITU


No hay ninguna formula para acceder a la revelación del Espíritu para brindarnos liberación, pero hay
principios útiles. Un principio vital es llevar nuestro pecado a la luz con Dios y los demás. Otro principio clave
es seguir el liderazgo del Espíritu. Es Él quien sabe todas las cosas y Él desea revelarnos la verdad.
Aquello que impide que experimentemos la liberación del perdón que Jesús ofrece muchas veces es la
vergüenza. Cuando deseamos ayudar a alguien a ser liberado es el Espíritu quien debe otorgar sabiduría,
porque no son nuestras palabras las que tienen poder, sino las suyas. Pablo dijo: “Toda la Escritura es
inspirada por Dios”, pero las personas necesitan el aliento del Espíritu para soplar a través de estas verdades
eternas, de modo que lo que se conoce se convierta en revelación, permitiendo que se alcance su liberación.
Nosotros no podemos ayudar a nadie a experimentar la liberación o la revelación, ello es trabajo del Espíritu.
Lo que si podemos hacer es escuchar al Espíritu con las personas y ayudarles a conectarlos con el Espíritu
para que la liberación llegue.
Si sigues a Jesús, el Espíritu de Dios está en ti y puedes liberar tu alma. Y el Espíritu de Dios puede trabajar
a través de ti para liberar a los demás.

LIBERÁNDOSE
Talvez tienes pecados de tu pasado no confesados a Dios, e incluso otros, pero aún no has sentido la
liberación. Tomate un momento para estar a solas con Dios y deja que el Espíritu Santo te dirija. Talvez, Él
te guiará al lugar del pecado; tal vez Él te guiará a imaginar a Jesús en la cruz. Deja que te guíe. Pídele al
Espíritu que revele a Jesús, y pídele, a través de Su revelación, que te libere de la vergüenza. Observa a
Jesús en cualquier imagen que se te ocurra, y escucha sus susurros.
El pecado no confesado puede causar estragos en nuestras vidas, llevándonos a experimentar efectos
físicos, emocionales y espirituales. En ocasiones los dolores físicos o emocionales, como la ansiedad o
depresión, son síntomas de una raíz espiritual: un pecado no confeso.
Por el bien de tu alma y tu libertad, saca todo pecado a la luz. Determina vivir tu vida en la luz con Dios y los
demás. Haz una determinación firme de vivir sin secretos. Ten al menos otra persona que lo sepa todo sobre
ti.

PASOS DE ACCIÓN ESPIRITUAL


• Dedica algo de tiempo a escribir en tu diario. ¿Hay algún pecado no confesado en tu vida? Pregúntale
al Señor: “Examíname, oh Dios, y escudriña mi corazón; ponme a prueba y escudriña mis
pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno” (Salmos 139:23, 24).
• ¿Hay alguna área en tu vida donde confesaste tu pecado, pero no sientes la liberación de tu perdón?
¿Has confesado esos pecados a otros también?
• ¿Dónde ves la tristeza mundana en tu vida en lugar de la tristeza de Dios?
• ¿Estás dispuesto a hacer una confesión de vida total con otra persona? ¿Traerás todos tus secretos
a la luz para que puedas liberarte? Si es así, resuelve hacerlo y programa un tiempo para reunirte
con otro compañero de viaje que esté dispuesto a acompañarte.

“Es hora de volver a casa. Arrepiéntete. El Padre espera tu regreso.” Rob Reimer.
Lección 8

VENCIENDO LOS PATRONES DEL PECADO DE FAMILIA – PARTE 1

En nuestras vidas hay ciertos pecados que no conseguimos superar debido a que estos tienen que ver con
patrones de pecado de familia. Es como si tuviesen un poder sobre nosotros, como si estuvieran muy
atrincherados en nuestra alma.
Rob Reimer cuenta que él no era adicto a la pornografía, pero sentía en su alma una atracción hacia la
lujuria de la que no podía deshacerse. Él deseaba conquistar ese pecado, por lo que estaba decidido a no
pasar a la clandestinidad con la lucha. Determinó, por tanto, averiguar por qué estaba luchando con ese
tema tanto tiempo. Una de las áreas que comenzó a explorar era el poder de los patrones de pecado en la
familia.
Del mismo modo, humildemente podemos reconocer que en nuestras vidas también existen patrones de
pecado de familia, los cuales necesitamos conquistar.

EL PODER DE LOS PECADOS DE FAMILIA: EJEMPLOS BÍBLICOS


En la Biblia podemos ver ejemplos claros del poder de los pecados de familia. Miramos el árbol genealógico
de David y claramente reluce una inmoralidad sexual recurrente. David comete adulterio con Betsabé y tiene
muchas esposas y concubinas. Su hijo Amnon viola a su hija Tamar. Su hijo Absalom se revela contra su
padre y duerme con las concubinas de su padre en público para que todos lo vean. Salomón se casó con
muchas mujeres extranjeras y desviaron su corazón de Dios. El pecado de la inmoralidad sexual plagó a
toda la familia de David; incluso parecía empeorar con el paso del tiempo.
Si pensamos en Abraham, podemos ver al menos dos patrones de pecado familiar. En primer lugar, la
mentira. Abraham tenía problemas con la mentira cuando se sentía bajo presión. Mintió que su esposa era
su hermana porque tenía miedo de que alguien lo matara y lo tomara. Su hijo Isaac, repite exactamente la
misma mentira. Su nieto Jacob, fue apodado “el engañador”. En segundo lugar, el favoritismo. Isaac es el
hijo favorito de Abraham y Sara. Aunque era el niño prometido, su hermanastro Ismael es arrojado a la acera
con su madre Agar. Isaac se casa con Rebeca, y tienen a Esaú y Jacob. Isaac favorece a Esaú, y Rebeca
favorece a Jacob. Rebeca y Jacob recurren al viejo patrón familiar de mentir para usurparle el derecho de
nacimiento a Esaú, y con esto la bendición familiar. Jacob huye y se casa con Raquel y Lea. Su hijo favorito
es José. El favoritismo, que ha ido aumentando a lo largo de las generaciones, finalmente llega a un punto
crítico. La Escritura cuenta que “Jacob amaba a José más que ninguno de sus otros hijos y le hizo una túnica
ricamente adornada. Cuando sus hermanos vieron que su padre lo amaba más que a ninguno de ellos, lo
odiaron y no pudieron decirle una palabra amable” (Génesis 37:3, 4). Ellos terminaron vendiendo a su propio
hermano como esclavo y engañando a su padre de que había muerto. Esto nos muestra cómo el patrón de
pecado se multiplicó a lo largo de las generaciones. El favoritismo tiene efectos devastadores en una familia.
Rob Reimer escribe: “Los patrones de pecado de la familia tienen un atractivo inusual en nuestras almas; a
menudo son los patrones más difíciles de romper.” ¿Estás de acuerdo con esta afirmación? ¿Por qué?

HONRANDO NUESTRA FAMILIA EN VICTORIA


Los patrones de pecado familiar son devastadores en su poder y efecto. Las personas que son maltratadas
a menudo juran no llegar a ser como sus padres, pero terminan siendo abusadores ellos mismos. Los hijos
de alcohólicos juran que no serán como sus padres, y a menudo terminan repitiendo el ciclo familiar de
adicción. Para nosotros, es importante explorar nuestros patrones de pecado en la familia porque al hacerlo
podemos ayudarnos a estar consciente de nosotros mismos y ser finalmente libres. La autoconciencia es la
puerta de entrada a la libertad; no garantiza la libertad, pero no podemos llegar sin ella.
En ocasiones, debido a nuestra cultura, nos cuesta hablar de los patrones de pecado familiar porque
pensamos que, si lo hacemos, estaremos deshonrando a nuestros padres, abuelos y familiares. Por esta
razón, hemos de preguntarnos: ¿qué es lo más honroso que puedo hacer por mis padres, abuelos y
familiares, romper los patrones familiares de pecado o repetir sus comportamientos pecaminosos? Rob
Reimer escribe: “Cuando la cultura del reino de Dios choca con mi cultura estadounidense o mi cultura de
familia de origen, debo elegir la cultura del reino de Dios. Y es parte de la cultura del reino caminar en la luz
con Dios y los demás para que podamos ser libres.”
Cuando hablamos de estos patrones y buscamos ser libres de ellos no estamos deshonrando a nuestros
mayores, todo lo contrario, conquistar el patrón familiar trae mucho más honor. No hablamos sobre los
patrones de pecado de nuestra familia para culpar a nuestras familias o poner excusas para nuestras vidas.
Hablamos sobre los patrones de pecado de nuestra familia para obtener la victoria y honrar el legado de
nuestra familia.
¿Reconoces en tu cultura, de origen y/o familiar, una tendencia a honrar a tus mayores no hablando
de los pecados familiares? ¿Qué entiendes ahora por honrarles en verdad?

Los patrones de pecado de la familia siempre nos afectan, necesitamos ser conscientes de esto. Ahora bien,
podemos obtener la victoria sobre ellos, pero no sin una pelea. El deseo intenso de Rob Reimer por caminar
en la libertad de la lujuria le llevo a hablar con su abuela pidiéndole que le cuente parte de la historia familiar.
De ese modo descubrió cómo había mucha inmoralidad sexual en su árbol genealógico. Hubo adulterio,
miembros atacados sexualmente e incluso abuso por parte de un anciano de la familia. Descubrió cómo el
pecado sexual estaba impregnado en su árbol genealógico durante al menos cuatro generaciones. Esta
conciencia le ayudó a combatir adecuadamente el pecado.
En ocasiones, vemos a nuestra familia pecar y nos rebelamos contra ella en un esfuerzo por superarla. Pero
no hay victoria en la rebelión. En un reino espiritual no puede haber victoria por rebelión, solo en sumisión
al rey. La rebelión solo conduce a diferentes formas de esclavitud. Por ejemplo, hay personas que crecen
en un hogar con un padre alcohólico, y determinan nunca beber. Fieles a su palabra, nunca beben, pero
tienen todo tipo de comportamientos compulsivos y adictivos. Es posible que luchen con la adicción al
trabajo, la pornografía, relaciones codependientes, etc. Es decir, no han superado su patrón de pecado
familiar a través de su rebelión.
Si deseamos obtener la victoria, necesitamos, en primer lugar, reconocer nuestra vulnerabilidad en estas
áreas de la vida. Si nos rehusamos a examinar estas áreas en nuestro árbol genealógico, seguirán teniendo
un atractivo inusual sobre nosotros, y no estaremos preparados para la batalla que sobrevendrá. Pero si lo
examinamos y tomamos conciencia sobre estas áreas podremos dar los pasos necesarios para poder
superarlas.
¿Cuáles son los pasos que debes dar para llegar a la autoconciencia del patrón de pecado en tu
familia?

Ciertamente estas áreas son difíciles de superar, pero Dios nos ha dado herramientas para poder
conseguirlo. En la siguiente lección hablaremos de estas cosas. Nuestro Señor quiere y puede liberarnos.
Lección 8

VENCIENDO LOS PATRONES DEL PECADO DE FAMILIA – PARTE 2

Los patrones de pecados familiares son áreas que tienen una atracción especial sobre nosotros, áreas muy
difíciles de superar. Una de las razones es que son comportamientos que a menudo han sido modelados y
reforzados por muchas generaciones, llegando así a estar atrincherados. Algunas veces, inclusive, estas
áreas tienen un poder demoníaco reforzado. ¿Cómo superar estos comportamientos? A continuación,
veremos algunos principios que nos pueden ayudar.

1. Admite los patrones de pecado de familia


No podemos sanar aquello que no admitimos, por lo que lo primero es comenzar con la
autoconciencia. Debemos admitir completamente el patrón de comportamiento en nuestra familia y sus
efectos sobre nosotros. Si pensamos que al mantener en secreto estos patrones honramos a nuestra familia,
la realidad es que ocurre lo contrario, la deshonramos al no romper el patrón. Además, al honrar el secreto,
damos fuerza a la esclavitud y elegimos deshonrar a Dios.
Para comenzar a ser libres necesitamos ser implacablemente honestos con nosotros mismos. En
ocasiones, no conseguimos la libertad porque no llegamos a admitir la verdad, sino que buscamos excusarla
o incluso negarla. Solo cuando humildemente admitimos la verdad de nuestra realidad es que comenzamos
a ser libres.
2. No cedas
A medida que trabajemos para superar los patrones de pecado de la familia, debemos tener cuidado
de no ceder. Hemos de ser conscientes que la resaca de estos patrones es fuerte, por lo que debemos tener
cuidado de no ser arrastrados hacia el mar por la atracción de estos pecados. Puede parecer que has
superado el patrón y descuidarte incursionándote en los bordes del mar, pero terminar siendo arrastrado por
la marea.
Debemos comprender que es necesario crear una política de tolerancia cero para estas áreas difíciles
de nuestras vidas. Incluso, hemos de ser conscientes de que hay algunas cosas que son permisibles para
otros cristianos pero que están fuera de los límites para nosotros. Hay algunas áreas de nuestras vidas que
son áreas cuestionables para nosotros, pero que pueden ser perfectamente legales y aceptables para otros.
Por ejemplo, si tienes una larga historia de alcoholismo en tu familia y sabes que tienes un tipo de
personalidad adictiva, no sería prudente que bebieras. Estas áreas susceptibles son lugares en tu vida donde
no puedes permitirte el lujo de ceder. Debes establecer mayores restricciones sobre ti mismo en estas áreas
por el bien de tu libertad.
3. Busca ayuda
Los patrones de pecado familiar son gigantes que amenazan nuestra libertad, por lo que hemos de
determinarnos a no luchar solos. Lamentablemente, debido a que estas áreas a menudo se ven reforzadas
por la vergüenza y el secretismo, las personas suelen ser reacias a buscar la ayuda que tanto necesitan.
Con referencia al patrón de pecado familiar de lujuria, Rob Reimer escribe que planificó acceder a
todos los recursos humanos que pudo. Además de desarrollar compañeros de oración con quienes tener
una política de no pretensiones, realizo algunos pasos. Él escribe: “En los primeros días, determiné que, si
estaba luchando con la lujuria, enviaría un correo electrónico a mi amigo Rich. Oraríamos el uno por el otro.
Mantendría mis confesiones al día; no habría escondite. También hice un convenio con él y Jen que, si yo
me sintiera emocionalmente atraído a otra mujer, les diría. No esperaría hasta que estuviera luchando con
un apego emocional o la lujuria; les avisaría si estaba en peligro de desarrollar un vínculo. Si tenía muchas
ganas de estar con una mujer porque disfrutaba de su compañía, sin tener nunca un pensamiento
moralmente malsano sobre ella, aun así, les diría que sentía atraído a esa mujer, y solicitaría sus oraciones.”
Probablemente pareciera muy exagerado para alguno de nosotros, pero Rob hizo todas estas cosas
porque era consciente del estrago del pecado sexual hacia su familia y de lo que había en su alma, por lo
que decidió que no se arriesgaría. Necesitamos seguir el ejemplo de Rob, según sea el patrón de pecado
familiar en nuestras vidas, aun cuando para otros sea exagerado.
4. Lidia rigurosamente con tus patrones de pecado
En Mateo 5:27 al 30 Jesús nos enseña que necesitamos lidiar radicalmente con el pecado antes que
nos afecte radicalmente. En ocasiones podemos pensar o recibir el consejo de “simplemente no lo hagas”;
pero en cuanto a los patrones de pecado familiar necesitamos ser conscientes de nuestra debilidad, admitirlo
y dar un paso radical que nos ayude a luchar por la libertad, en vez de actuar como si fuésemos fuertes y
terminar atrapados en la marea del pecado de nuestra familia. Cada uno ha de decidir en qué ha de ser
radical.
Hemos de preguntarnos: ¿Qué patrones de pecado de la familia tienen suficiente fuerza en mi alma
que me exigen que me encargue de ellos drásticamente? ¿Qué pasos estrictos puedo dar para lidiar con
este patrón de pecado?
5. Practica las disciplinas espirituales
Otra herramienta para ayudarnos a vencer los patrones de pecado familiar es practicar disciplinas
espirituales que contrarresten el pecado de nuestra familia. Por ejemplo, si luchas con un comportamiento
adictivo, puedes intentar ayunar, ya que esta disciplina se centra en la abnegación y las adicciones en la
auto gratificación. Si hay un patrón de auto gratificación, también puedes considerar las acciones hechas en
secreto; ya que el dar algo a alguien, sin que absolutamente nadie lo sepa, nos ayuda a contrarrestar la auto
gratificación. Si luchas con la codependencia o con agradar a la gente, busca pasar tiempo a solas y en
silencio, procurando escuchar los susurros del Espíritu y recibir el amor del Padre; ya que el estar a solas te
impedirá tratar de complacer a los demás y, en la aprobación del Padre, descubrirás la libertad. Si tu familia
es orgullosa y pretenciosa, participa en una confesión de vida total y actualiza tus confesiones con
regularidad, ya que un estilo de vida confesional comenzará a romper los muros de orgullo que se han
fortalecido a lo largo de las generaciones.
Cada uno ha de pensar en sus propios patrones de pecado de familia y sus luchas con ellos, y
determinar qué disciplina espiritual podría ayudarle a contrarrestarlos.
6. Medita en las Escrituras
Considera meditar en las Escrituras que se enfocan en la virtud que quieres construir en tu vida.
Enfócate en la virtud que es opuesta al vicio contra el que estás luchando. La meditación mueve la verdad
de tu cabeza a tu corazón. Incrusta la verdad de la Palabra de Dios en tu corazón como un valor central.
Puedes escribir los versículos, memorizarlos e inclusive meditar en ellos continua y regularmente
durante una temporada. Pregúntate: ¿Qué virtudes necesito incorporar en mi vida, dado mis pecados
familiares? ¿En qué Escrituras puedo comenzar a meditar y orar en mi vida?

JOSÉ: LIBRÁNDOSE DEL FAVORITISMO


En ocasiones cuando pensamos en José, vemos solo aquel en quien se convirtió, pero cuando leemos
detenidamente la Escritura podemos darnos cuenta que fue muy afectado por el pecado familiar del
favoritismo. Este patrón llevó a José a desarrollar una actitud de orgullo y a tener problemas de comparación
hacia los demás. Pero Dios le amaba, y todas las experiencias difíciles que pasó fue para su formación y
liberación. Por ejemplo, fue vestido por su padre con una túnica especial y él dio un mal informe de sus
hermanos, pero cuando fue esclavo de Potifar, fue desvestido por la esposa de Potifar y esta dar un mal
informe sobre él. Dios estaba tratando con José, desnudándole de su orgullo y autosuficiencia debido al
favoritismo que recibió. En distintas etapas José tuvo que aprender que, si era favorecido continuamente,
no era por que era mejor, por lo que hacía o cómo vestía, sino porque Dios estaba con él. Al final de la
historia vemos a un José distinto, alguien que aprendió a vivir bajo el favor inmerecido de Dios. Se volvió
humilde, su alma fue sanada, y es entonces cuando estaba listo para el destino que Dios le había creado
desde el principio.
“Sin importar lo oscura que sea la disfunción de tu familia, sin importar lo fuerte que sea la contracorriente
de tus patrones de pecado, Dios puede liberarte. No hay alma en la esclavitud fuera del alcance redentor de
Dios; no hay daño por el pecado que esté fuera del alcance de la presencia reparadora de Dios. Dios quiere
encontrarte en los lugares dañados de tu alma que no hayan sido quebrantados o rendidos, y al hacerlo, él
puede elevarte a tu más grande potencial en el reino.”

PASOS DE ACCION ESPIRITUAL


• ¿Cuáles son los patrones de pecado en tu familia? Es posible que desees tomarte un tiempo para
hacer un genograma. Este es un diagrama de árbol genealógico que muestra el historial de pecados
de tu familia para que puedas ver los patrones y crecer en la autoconciencia.
• ¿Cómo se manifiestan esos patrones familiares de pecado en tu vida? Sé honesto.
• ¿Qué acciones debes tomar para superarlas? ¿Qué compañeros de oración pueden ayudarte? ¿Qué
disciplinas espirituales serían más importantes para ti? ¿En qué Escrituras necesitas meditar?
Lección 9

PERDÓN – PARTE 1

¿Alguna vez han dañado tu corazón? ¿Hay daños que son muy profundos? ¿Qué nos dice Dios que
debemos hacer? ¿Qué pasa si estas personas no lo admiten, y no se arrepienten? La respuesta es
igualmente clara e incomoda en las Escrituras: los perdonas.

LA MARCA DEL PADRE


Jesús dijo: “Oísteis que fue dicho: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.’ Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os
ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:43 – 45). Un
capítulo después nos enseña a orar: “Padre… perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores” (v. 12). Luego continua diciendo: “Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus
ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” (v. 14,15).
Según Jesús, no recibimos ningún crédito por amar a nuestros amigos, porque incluso los paganos hacen
eso; pero cuando amamos a nuestros enemigos, estamos marcados por el amor del Padre. Es decir que, el
mayor indicador de que hemos sido infectados con el amor divino es nuestra capacidad de amar a nuestros
enemigos. Esta es la marca del Padre en nuestras vidas.
Jesús habló a menudo sobre el perdón porque sabe que vivimos en un mundo caído lleno de oportunidades
para el conflicto. En Lucas 17:1-10 Jesús enseña una vez más a sus discípulos acerca del perdón. Les
enseña que inevitablemente la gente peca, pero que es peor aun aquel que hace pecar al otro. Enseña que,
en esta realidad, debemos de concentrarnos en nuestra responsabilidad, cual es perdonar a aquel que nos
lastima, aun cuando este lo haga de forma reincidente. Cuando los discípulos le escuchan esto, ellos le
dicen “auméntanos la fe”, pero con estas palabras están intentando desviar la responsabilidad de ellos
mismos hacia Dios, porque les parece muy difícil lo que Jesús les está diciendo. Jesús les responde
enseñándoles una historia que muestra que el perdón es una cuestión de obediencia, no una cuestión de
más fe. Entendemos, por tanto, que el perdón es nuestra responsabilidad y elección, no la responsabilidad
de Dios, y aquel que perdona tiene su corazón.

¿POR QUÉ DEBERÍAMOS PERDONAR?


1. Perdona porque has sido perdonado
En Mateo 18:21-31 una vez más Jesús enseña sobre el perdón. Pedro le pregunta a Jesús:
“¿Cuántas veces tendré que perdonar a alguien que peca contra mí? ¿hasta siete veces?” La oferta
de Pedro parecía muy generosa, ya que en el contexto judío la regla de oro para el día era perdonar
a alguien tres veces. Él estaba duplicando eso y agregando uno, dando el “número perfecto” (7).
Pero Jesús inmediatamente le responde: “te digo, no siete veces, sino setenta veces siete”. Lo que
estaba diciendo es claro, “debes perdonar siempre”.
Para enfatizar la enseñanza, Jesús cuenta la historia de un hombre que debía miles y miles de
monedas de oro a un rey. Para saldar su deuda, debía vender a él mismo, su esposa e hijos, y todo
lo que tenía, porque ésta era impagable. Este siervo se postró delante de su amo y le rogó que tenga
paciencia, prometiéndole que pagaría la deuda. Jesús cuenta que su señor sabía que era imposible
que pagara la deuda, por lo que tuvo compasión, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. ¿Cuán
agradecido estarías tu con el rey si fueses este hombre? Ciertamente tendríamos una deuda de amor
para toda la vida.
Jesús continúa la historia y cuenta que este hombre, que escapó de ser vendido en esclavitud junto
con su familia debido a su comportamiento imprudente, se encontró con otro sirviente que le debía a
él una cantidad pagable. Este sirviente le suplicó las mismas palabras que él había usado
anteriormente con su amo “ten paciencia conmigo, y yo te devolveré el dinero”. La única diferencia,
es que esta vez el hombre que estaba rogando realmente podría devolverle el dinero. Tomaría
tiempo, exigiría sacrificio y trabajo duro, pero era posible pagar esta deuda. Pero este hombre no
tuvo piedad y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Tristemente, la misericordia de su
amo no lo había conducido a convertirse en un hombre misericordioso. Jesús concluye la historia
diciendo que este hombre fue descubierto, y llevado al rey quien le dijo: “¡Siervo malvado! Te perdoné
toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu
compañero, así como yo me compadecí de ti? Y, enojado, su señor lo entregó a los carceleros para
que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.” Jesús añade: “Así también mi Padre celestial
los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano».”
¿Qué enseñanza nos da Jesús con esto? Si nosotros hemos experimentado la gracia de Dios, esa
gracia debería movernos a tener gracia para con los demás. Pero cuando la misericordia del Maestro
no te mueve a convertirte en una persona misericordiosa, hay algo terriblemente mal con tu alma.
Hay una desconexión entre tu cabeza y tu corazón. Tienes verdades en tu cabeza que no han
penetrado en tu corazón; tienes doctrinas que defiendes que no han sido experiencias
transformadoras.
La primera respuesta a por qué deberíamos perdonar es “porque hemos sido perdonados”.

2. Perdona para que Satanás no gane ventaja


En la historia anterior, Jesús termina diciendo: “Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes,
a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano”. Con esto nos dice que, si nos negamos
a perdonar, seremos entregados a los torturadores. La segunda razón para perdonar es “para que
Satanás no gane ventaja”.
Cuando no perdonamos le estamos dando acceso a Satanás, le estamos dando un lugar en nuestra
vida. Él está obteniendo una fortaleza y nos tortura. Algunas veces la amargura que está ahí conduce
a la depresión, porque esta, en ocasiones, es en parte el resultado de una ira no procesada dirigida
hacia adentro. Inclusive, a veces el dolor del alma que está debajo de la raíz de amargura, te lleva a
recurrir a un patrón de alivio de pecado, e intentas adormecer el dolor bebiendo, comiendo, con
medicamentos, televisión, pornografía, etc. El enemigo te atormenta avergonzándote por tus
elecciones, creándose un círculo vicioso que se convierte en una cárcel de la cual solo puedes ser
libre perdonando como tú has sido perdonado por Cristo. Por ello, la segunda razón para perdonar
es “perdona para que Satanás no gane ventaja”.

3. Perdona porque la amargura es corrosiva


La amargura es un veneno para tu alma. Alguien dijo alguna vez: “El resentimiento es como beber
veneno y esperar que la otra persona muera”. Sabemos que la única persona que muere es aquella
que consume el veneno; por lo tanto, debes perdonar por tu propio bien.
Pero no solo has de perdonar por tu propio bien. Debes perdonar por el bien de Dios, quien ha tenido
misericordia de ti y es digno de tu obediencia. También, debes perdonar por el bien de la comunidad,
porque como dice Hebreos 12:15: “Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de
que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos”. Cuando hay amargura
en nuestra alma terminamos dañando a otros, chismeando contra ellos y derramando ira. Es decir,
que no solo lastima nuestra alma, sino que se convierte en una enfermedad infecciosa en la
comunidad de creyentes. Al final, causamos que otros tropiecen, algo contra lo que Jesús nos
advirtió. Debemos procesar nuestra ira y perdonar. Esta es la tercera razón por la cual debemos
perdonar: “perdona porque la amargura es corrosiva”.

Preguntas para reflexionar


• ¿Reconoces en tu alma la “marca del Padre”? ¿Has sido infectado a tal medida por el amor del Padre
que tienes la capacidad de amar a tus enemigos?
• ¿Alguna vez has desviado tu responsabilidad de perdonar hacia Dios? ¿Quién en verdad tiene la
responsabilidad de perdonar?
• ¿Cuál de las tres razones por las cuales debemos perdonar te impacta más?
Lección 10

PERDÓN – PARTE 2

¿CÓMO PUEDES PERDONAR?


La semana pasada contestamos la pregunta: ¿Por qué deberíamos perdonar? Comprendimos juntos que
las razones son: Perdona porque has sido perdonado, perdona para que Satanás no gane ventaja, y perdona
porque la amargura es corrosiva. Hoy responderemos a la pregunta: ¿Cómo puedes perdonar? Las
repuestas son pasos que Rob Reimer ha tomado y que han demostrado ser efectivos en su jornada. Estas
razones no son simplemente conceptos teóricos, sino que él ha avanzado con dificultad en dichos pasos y
puede testificar que es un camino probado y verdadero hacia la libertad.
1. Recuerda la gracia de Dios
Para poder perdonar lo primero que necesitas hacer es poner tu corazón en la gracia de Dios. Cuando
estés herido y luchando con la falta de perdón, cuando te encuentres teniendo conversaciones imaginarias
con la persona que te lastimó y revivas la ofensa en tu mente, entonces es hora de recordar la gracia de
Dios. Esto es muy importante, ya que no puedes revivir tu dolor y recordar la gracia de Dios al mismo tiempo.
Algo ocurre en tu corazón cuando lo pones en la gracia de Dios.
Hay algunas cosas que pueden ser útiles. Por ejemplo, puedes escuchar música de adoración
enfocada en la gracia de Dios y cantar con conciencia y gratitud sus letras. Puedes meditar en las Escrituras
que proclamen con audacia el corazón misericordioso del Padre. Puedes leer los relatos de la muerte de
Jesús en la cruz y contemplar el precio que pagó por tu rescate. Puedes escribir en tu diario todos los
pecados que has cometido y que Dios te ha perdonado, y recordar así la misericordia de Dios con un corazón
agradecido. De estas maneras, y otras que se te ocurra, estarás poniendo tu corazón en la gracia de Dios y
ello te guiará al perdón sincero.
2. Ora las bendiciones
Luego de recordar la gracia de Dios, comienza a orar bendiciones sobre aquellos que han pecado
en contra tuya. Ciertamente esto es muy fácil de decir, pero cuesta practicarlo. Es necesario recordar las
palabras de Jesús cuando dijo: “Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes
los maldicen, oren por quienes los maltratan” (Lucas 6:27, 28 NVI).
Aunque sea costoso, obedece al Señor y ora bendiciones sobre aquella persona. Todas las cosas
buenas que quieres para tu propia vida, para tu matrimonio, para tus hijos, etc., óralas para la vida, hogar,
ministerio, etc., de esa persona. Si perseveras en este tipo de oración, tus palabras de bendición sobre la
persona serán cada vez más y más sinceras. Si obedeces, incluso cuando tu corazón aún no está alineado
con Dios, Él mismo hará un trabajo profundo en tu corazón. Si haces lo que Dios te pide que hagas, Él hará
lo que no puedas hacer, Él cambiará tu corazón.
3. Mírate a ti mismo como a tu ofensor
Mirarte a ti mismo como a tu ofensor es ponerte en el lugar de tu ofensor. Cuando te lastimen, puedes
pensar en cómo serías si hubieses vivido lo que esta persona ha vivido, si hubieses crecido en su hogar,
sufrido las mismas cosas, etc. Ello no los excusa a ellos ni a ti, pero ayuda a suavizar tu corazón y te prepara
para perdonar.
Eclesiastés 7:21-22 dice: “No prestes atención a todo lo que se dice, y así no oirás cuando tu siervo
hable mal de ti, aunque bien sabes que muchas veces también tú has hablado mal de otros.”
4. Ofrece perdón al nivel de la ofensa
Necesitamos aprender a sentir el dolor real de nuestra ofensa hacia otra persona. Solo cuando esto
ocurre podemos ofrecer una disculpa conforme al nivel del dolor que la otra persona está sufriendo. En
ocasiones, no conseguimos esto porque por más que procuremos escuchar, lo que hacemos es solamente
escuchar el contenido más no lo que hay en el fondo del corazón. Ofrecemos perdón como una taza, pero
el dolor producido es de cinco galones. Necesitamos aprender a escuchar las emociones. Es decir, no solo
escuchar el contenido de lo que nos comunican, sino también el tono emocional y el peso detrás de las
palabras. Solo de este modo, si hemos ofendido un nivel de cinco galones podremos ofrecer un perdón de
cinco galones y no de una taza, porque de lo contrario o no hay perdón o solo hay una pseudoreconciliación.
Algo que ayuda es preguntar: Ayúdame a comprender cómo te hizo sentir eso. ¿Hay algo más que
quieres decir?
5. Escoge el perdón
El perdón es un acto de la voluntad que debemos elegir. El perdón es un regalo ofrecido por la parte
ofendida. Nunca es merecido o ganado. Por lo tanto, puedes perdonar a alguien unilateralmente; no
necesitan disculparse. Incluso, puedes perdonar a alguien si ha muerto y nunca te pidió disculpas.
Sin embargo, hay una diferencia entre el perdón y la confianza. El perdón es un regalo otorgado por
la parte ofendida. La confianza se gana. Y aunque el perdón es unilateral, la reconciliación es bilateral;
requiere que ambas partes participen plenamente. La parte ofendida debe perdonar por completo el nivel de
la ofensa, y el ofensor debe arrepentirse por completo al nivel de la ofensa.
Ahora bien, el perdón es una opción para liberar a la persona de su deuda. Escoge perdonar,
resolviendo no guardar rencor o revivir la ofensa. Tan pronto como veas que tus pensamientos se derivan
por conversaciones imaginarias con el ofensor, reafirma tu decisión de perdonar a esa persona y liberarle
de la duda. Comienza a orar bendiciones sobre esa persona y verás que el enemigo no te hará recordar
continuamente el daño, porque sabrá que ello te inspira a bendecir a tu enemigo.
6. Procesa el perdón
El perdón puede sentirse un proceso, ya que en ocasiones te percatas que, aunque hayas trabajado
con el perdón, el resentimiento vuelve a surgir. No te desanimes, sigue afirmando la decisión que has tomado
y sigue orando bendiciones sobre la persona que ha pecado contra ti. Es probable que el perdón se sienta
como un proceso porque uno no sabe cuán profundo es el daño. Estamos ofreciendo perdón equivalente a
una copa, pero hay mucho más dolor en el alma. Hay que seguir el proceso hasta que hayamos perdonado
por completo.
En ocasiones, el perdón se siente como un proceso porque está en una relación que te sigue
lastimando y no se arrepiente ni ofrece una disculpa acorde con la ofensa. Es entonces cuando debes
establecer claramente los límites apropiados. Establecer límites no es lo mismo que un escudo, ya que este
último tiende a la actitud defensiva, y ello no solo bloquea a la persona que trata de lastimarnos, sino que
bloquea a Dios e impide que pueda sanarnos. Al establecer límites saludables buscamos preservar tanto la
dignidad del ofensor como la nuestra, y estos provienen de una identidad saludable. Establecer límites
saludables es parte del proceso de aprender a perdonar.
7. Recuerda que Dios es redentor
Pablo escribe en Romanos 8:28, 29 que todas las cosas que vivimos ayudan para bien, y que el
propósito final de Dios es hacernos más como Jesús. Él puede redimir incluso las heridas que sufrimos a
manos de nuestros enemigos y usar ese dolor para hacernos más como Jesús. Por lo tanto, cuando estemos
heridos, recojamos estas promesas y pidamos a Dios en oración que redima dicha circunstancia en nuestra
vida para hacernos más como Jesús. Ello ayudará a que nuestro corazón se ablande y dará esperanza y
propósito en medio de las dificultades. Cuando trabajamos para perdonar a los demás, siempre es útil
recordar que Dios es redentor.
8. Lamenta tus daños y pérdidas
Si deseas trabajar a través del perdón es muy importante que lamentes tus daños y pérdidas. Esto
significa que es necesario y crucial llorar nuestras perdidas. Si no nos afligimos por ello, entonces nuestro
corazón se llenará de oscuridad. Los dolores no procesados producen raíces amargas.
Algo importante es comprender que hay una relación entre nuestras expectativas y desilusiones,
están unidas. Cuanto más te lastiman, más aumenta la desilusión, y cuanto más aumenta la desilusión, mas
caen las expectativas. Necesitas lamentar tus decepciones para recuperar las expectativas. A menudo, lo
que evita que lamentes tus decepciones es una raíz de amargura. Tienes que abordar la raíz de amargura
y luego lamentarte por la desilusión para poder liberarte. Debes procesar tu dolor y lamento para que tu alma
esté sana. Si atrapas estas emociones en tu interior, el problema no es solo que tendras emociones
negativas como la ira, sino que tus emociones positivas comienzan a cerrarse también sobre ti: sientes
menos alegría, menos amor, menos paz. Incluso, al estar conectadas tus pasiones con tus expectativas, si
no procesas el dolor y lo lamentas delante de Dios, puedes ir en pos de pasiones impías para adormecer tu
dolor, desilusión y amargura.
Ya sea que lo reconozcas o no, el dolor está ahí, y tu alma clama por alivio. Has de reconocer tu
dolor en la presencia de Dios para que puedas acceder a su amor sanador, has de darle a Jesús acceso a
tu corazón y a tu dolor, has de lamentar y perdonar para liberarte y experimentar así la plenitud de Dios.
¿Cuál o cuáles de los ocho pasos para perdonar necesitas trabajar más?

ESCOGIENDO EL PERDONAR
Rob Reimer escuchó a John Maxwell decir: “Moriré sin enemigos. Hay personas a las que no les
caigo bien, pero el sentimiento no es mutuo”. Ese día, él tomo una firme determinación: “Moriré sin enemigos.
Por lo tanto, he decidido bendecir a todos los que me maldicen. He decidido no guardar rencor, no alimentar
heridas, no alimentar ninguna desilusión ni aferrarme a ningún resentimiento. Procesaré mi ira y mi dolor a
toda costa, y perdonaré a mis enemigos.” Cuenta Rob Reimer que esa decisión le ha salvado de incontables
horas de angustias y tormentos internos en su vida.
Hagamos como Rob Reimer, y tomemos la misma firme determinación de morir sin enemigos. En
vez de negar el dolor y enojo, elijamos conscientemente perdonar a los que pecan contra nosotros. Dejemos
a la persona libre, entreguemos a ellos mismos y a nosotros a las manos de Dios.

PASOS DE ACCIÓN ESPIRITUAL


• Aquieta tu corazón ante el Señor. Pídele al Espíritu Santo que te muestre los nombres de las
personas que necesitas perdonar. A medida que los nombres aparecen, escríbalos. Incluso si crees
que es una persona a la que ya has perdonado, anota ese nombre. No lo evites.
• Conscientemente elije liberar a estas personas de tu deuda. Sigue los pasos del perdón enumerados
en este capítulo.
• Comprométete a orar bendiciones sobre cada uno hasta que sientas que estás libre de resentimiento.
• Comprométete a morir sin enemigos, y resuelve amar a tus enemigos, perdona a los que pecan
contra ti y bendice a los que te maldicen.
Lección 11

SANANDO HERIDAS – PARTE 1

Todos estamos cargando con algunas heridas, golpes y moretones emocionales. Esto es parte de vivir en
un planeta caído y manchado de pecado; todos tenemos algún tipo de bagaje de nuestro pasado. Algunas
personas llevan más resentimientos, heridas y golpes que otras y no todos estamos heridos por igual o de
la misma manera, pero todos necesitamos sanidad de nuestras heridas. A menos que estas heridas se
curen, pueden influir negativamente en nuestras reacciones, decisiones, comportamientos y relaciones, y
ser limitaciones en nuestras vidas. Necesitamos dejar que Jesús entre en nuestros lugares dolorosos y nos
dé sanidad.

DIOS REDIME TU DOLOR


Isaías 53:4, 5 dice: “Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero
nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones,
y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas
fuimos curados”.
Esta profecía nos habla del trabajo expiatorio de Jesús en la cruz, que ciertamente incluye más que solo
perdonar nuestros pecados. Jesús murió en la cruz, no solo para tomar nuestros pecados, sino también para
sanar nuestras heridas, porque su propósito es hacernos completos. Él tomó nuestro dolor físico, emocional
y espiritual en la cruz. Él tomó nuestros pecados y todos sus efectos dolorosos en la cruz. Él soportó el
sufrimiento que causa el pecado.
El castigo que Jesús sufrió en la cruz en nuestro nombre nos trajo la paz, pero no solo la paz con Dios por
estar perdonados, sino también la plenitud o bienestar al darnos acceso a la sanación y la integridad.
Lo que necesitamos hacer, es creer y entender que Dios puede redimir el dolor de nuestras vidas para
hacernos más como Jesús. Dios puede tomar todo, incluso las cosas más trágicas y dolorosas de nuestras
vidas, para hacernos más como Jesús. Él no envía ni ordena que sucedan las cosas malas en nuestras
vidas, Él no las causa, pero puede redimir incluso cosas tan horribles como el abuso físico y aun sexual.
Dios transforma las flechas del enemigo que tenían la intención de destruirnos en el bisturí del Gran Médico
destinado a sanarnos. Él nos da esperanza en cada circunstancia. Hay pocas cosas que nos hacen madurar
tanto como una respuesta de confianza a un Dios redentor en tiempos de sufrimiento.
Ahora bien, algo importante que debemos tener presente es que, en el proceso de sanación, tendremos que
perdonar a la persona que nos ha herido, pero incluso después de que hayamos perdonado, la herida en sí
misma a menudo aún necesita sanación. Lo importante es recordar: Jesús sana.
Después de comprender esto, si alguien te pregunta por qué murió Jesús ¿Qué responderías?

PROCESANDO TU PASADO
En 1 Corintios 13:11 Pablo dijo: “Cuando era niño, hablaba como un niño, pensaba como un niño, razonaba
como un niño. Cuando llegué a ser hombre, dejé atrás los caminos de la niñez”. Todos llevamos cargas, y
tarde o temprano tendremos que asumir la responsabilidad de las cargas que llevamos y procesarlas, para
luego poder recibir sanación. Tendremos que enfrentarnos a nuestro pasado y procesar los eventos que han
contribuido a nuestros actuales comportamientos quebrantados. Entendamos que solo llegas a ser adulto
cuando tomas responsabilidad por tu vida y elijes dejar atrás los caminos de tu infancia. Por lo tanto, debes
encontrar la sanación, y debes cambiar, o tu alma no estará sana. Pero no mirando el pasado para culpar a
nuestros padres, sino para responsabilizarnos de nuestras cargas emocionales para ser libres.
En el proceso de sanidad ¿Qué entiendes por dejar de ser niños y ser adultos?
Cuando estás tratando de sanar tus heridas del pasado, a menudo es útil hablar con los miembros de la
familia. Talvez, tengas que hablar con tus hermanos (si los tienes) para comprender la forma en que cada
uno procesó las experiencias. Talvez, tengas que hablar también con otros miembros de tu familia, como
abuelos o tíos, para comprender mejor la raíz de tus heridas y luchas. Saber todo lo que puedas sobre la
batalla que libras te ayudará a descubrir las bendiciones de la familia, los secretos y, en ultima instancia, te
ayudará a salir adelante y madurar. Será un proceso de sanación y autodescubrimiento.
Rob Reimer decidió hablar con su hermano y abuela porque sabía que tenía un daño interno y una carga
externa que afectaba su matrimonio, vida, ministerio y caminar con Dios, y porque estaba desesperado por
recuperarse. Aunque las conversaciones fueron difíciles, fue curativo para él y otros.
No temas enfrentar tu pasado. Es necesario para encontrar la sanación en el alma y soltar las cargas de
una vez por todas.

SANANDO HERIDAS
En la cruz hay sanación para nuestra alma, pero ¿cómo somos sanados? He aquí cuatro grandes principios:
1. Dios no está tratando de arreglarnos; Él quiere una relación con nosotros. Muchas veces la
razón por la que entramos en el camino de la sanación es porque estamos en crisis. Venimos a Dios
y le buscamos, pero en el fondo lo que queremos es que nos arregle, que alivie los síntomas y el
dolor. Pero Dios no está interesado en arreglarnos, Él quiere una relación con nosotros. Sabe que
es allí donde encontramos sanación.
En ocasiones no recibimos sanidad completa, porque solo buscamos a Dios el tiempo suficiente para
sentirnos mejor. Lo que mostramos es que estamos más interesados en lo que Él puede hacer para
hacernos sentir mejor que en Él mismo. Nuestro objetivo no debe ser sentirnos mejor, nuestro
objetivo debe ser conocer y ser como Jesús. A medida que vayamos conociendo y nos volvamos
más como Él, nuestras almas estarán más sanas, y eso traerá sus propias recompensas.
2. Dios es inteligente y sabe cosas que nosotros no conocemos, y le gusta contarnos. Él sabe lo
que necesita ser sanado, y Él sabe cómo sanarlo. Tenemos que confiar en Él y tenemos que
escucharlo. Esta interacción de confianza y de escuchar es una parte esencial de la relación. Él sabe
lo que necesitamos. Él sabe qué recuerdos deben revisarse y cómo traer sanidad a dichos recuerdos
y a las heridas internas debajo de ellos. En ocasiones, es beneficioso que otros que son sensibles a
las indicaciones del Espíritu oren contigo.
3. Cuéntame tu historia. Todos luchamos con distintos problemas. Algunos luchamos con la ansiedad
o depresión, otros tenemos problemas matrimoniales, otros alguna adicción, etc. Pero todas estas
cosas suelen ser síntomas, mas no la enfermedad en sí. Es necesario escuchar la historia para
entender por qué una persona hace lo que hace y cómo llegó a donde está. Esto ayuda a conectar
los puntos entre el argumento y los problemas actuales, las heridas y las mentiras que se cree.
Cuando alguien cuenta su historia, la gran mayoría de las veces contará los eventos clave que han
moldeado sus vidas. Es necesario escuchar atentamente la historia, y también al Espíritu de Dios
por ideas, sabiduría y revelación.
4. Solo Dios sana el alma. Nadie puede curar las heridas internas, nadie puede liberar de las cargas
externas, solo Dios puede sanar el alma. Si a alguien necesita la gente es a Jesús, por lo que siempre
es a Él a quien hay que dirigirles. Hemos de llevarlos siempre a mirar a Jesús.
La presencia de Jesús es sanadora. Cuando la persona toma conciencia de la presencia de Jesús
en una memoria que le hiere, el Espíritu trae sanidad. En ocasiones será necesario que la persona
imagine a Jesús en el momento de dolor, a veces será necesario que escuche su voz y otras veces
necesitará recibir la mirada de Jesús. Una vez más, la presencia de Jesús es sanadora.
¿Cuál de estos cuatro grandes principios necesitas trabajar más en tu vida?

“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.” Salmos 147:3
Lección 12

SANANDO HERIDAS – PARTE 2

MEMORIAS DE SANACIÓN: SANTIFICANDO LA IMAGINACIÓN


En la Escritura, Dios nos dice que debemos renovar nuestra mente. Todos hemos vivido eventos trágicos y
los hemos guardado en nuestras memorias; esto ha dañado nuestras mentes. La forma en que Dios puede
renovar nuestra mente es revelándonos la presencia de Jesús en dichos eventos pasados y sanando
nuestras memorias al involucrar nuestra imaginación. Ahora bien, algunos de nosotros necesitamos que
santifique nuestra imaginación.
En Hechos 2:17, 18 podemos ver que la forma que Dios santifica nuestra imaginación es por medio de
imágenes proféticas. Es decir, que Él nos habla por medio de sueños y visiones, y esto es parte de la forma
en que Él sana el alma con Su presencia y Su voz. Lo que necesitamos hacer, es mantener nuestros ojos
en Jesús, confiar en el Espíritu Santo y creer en la promesa de Hechos 2. Dios puede darnos una imagen
profética que puede sanar un recuerdo del pasado. Todos tenemos hematomas del alma de eventos del
pasado y recuerdos, pero Jesús estaba presente en el momento de nuestras heridas, y a menudo una
revelación de Su presencia, una imagen de Su presencia, acompañada de Su voz, puede permitir que la
sanidad fluya a nuestras almas.
Ahora bien, existen algunos bloqueos hacia los recuerdos curativos. En ocasiones, algunas personas no
pueden ver a Jesús porque están luchando con la introspección. Esta es una enfermedad del alma en la
cual nuestros ojos se enfocan en uno mismo, y que a menudo está relacionada con la vergüenza tóxica.
Hemos de arrepentirnos y quitar la mirada de nosotros mismos. Hemos de ir a Jesús y dejar que el Espíritu
hable mientras caminamos en fe para aceptar lo que Él trae.
A veces, el bloqueo puede ser demoníaco. Cuando esto ocurre, la persona intenta acceder a una memoria,
pero expresa que solo puede ver y sentir oscuridad. Ella necesita que se lidie con el bloqueo demoníaco
antes de poder acceder a la presencia sanadora de Jesús.
Lo importante es seguir las indicaciones del Espíritu. Hay momentos en que el Señor lleva a una persona
de vuelta al recuerdo para traer sanidad, y otras veces trae sanidad a través de la meditación de las
Escrituras. Hay personas que temen meditar en las Escrituras, temen que estas abran su mente a algo
oscuro. Pero este tipo de miedo ya está abierto a algo oscuro y cerrado hacia Dios. Debemos recordar que
la meditación es un concepto bíblico y algunas veces el Espíritu Santo nos hará meditar en un pasaje de la
Escritura, y usará ese pasaje para traernos la revelación de la presencia de Jesús que puede sanar. Estamos
a tan solo un soplo del Espíritu Santo para un encuentro con Dios que puede sanar nuestras almas cada
vez que leemos esa santa Palabra de Dios. Si alguna vez deseamos ayudar a alguien guiémosla a Jesús,
no a nosotros, guiémosle a encontrarse con Jesús no con nosotros.
Al buscar la presencia sanadora de Jesús, mantente abierto a la inspiración del Espíritu. Presta atención a
los susurros y las imágenes que el Espíritu pueda traer. Recuerda que Dios sabe cosas que no sabemos.
Confía en Él y déjalo dirigir.

SUFRIMIENTO REDENTIVO
Todos queremos que Dios nos cure instantáneamente, pero mucha sanidad ocurre con el tiempo, es un
proceso. Necesitamos aprender a ir a Jesús y practicar el sufrimiento redentor. Esto significa que habrá
ocasiones que necesitaremos ir continua y perseverantemente a Dios para estar a solas con Él y dejar que
Él saque la pena de nuestra alma poco a poco. En ese proceso, que puede durar meses, sentiremos una
especie de dos corrientes en nuestra alma, una de dolor y otra de Su amorosa presencia. A medida que
derramemos nuestras lágrimas delante de Dios día a día, poco a poco el flujo de la corriente de dolor se irá
desacelerando, hasta secarse, y las lágrimas se secarán con ella. Dios sanará nuestro corazón con el tiempo
en Su presencia.
Algunas veces Dios sana en un encuentro, y algunas veces con el tiempo, pero en todo momento Él sana a
través de Su presencia. Él puede darte acceso a Su presencia a través de un encuentro, a través de una
palabra o imagen profética, a través de la oración de sanidad, a través del silencio y la soledad, a través de
la Palabra o a través de una miríada de otros caminos. Él puede hacerlo todo de una vez, o puede hacerlo
a lo largo del tiempo. También, es probable que necesites pasar tiempo a solas con Él en silencio,
accediendo a Su presencia sanadora a través del sufrimiento redentor. Si esto es así, acepta el proceso,
dale la bienvenida, confía en la guía soberana de Dios y busca al Sanador por Su presencia.

UNA HISTORIA DE SANIDAD


Rob Reimer cuenta que en la etapa en que se dio cuenta que tenía algunos daños internos y una carga
externa que afectaban negativamente sus relaciones, ministerio y caminar con Dios, él sabía que necesitaba
ayuda. Un día, estando en su oficina oro: “Señor, necesito tu ayuda. No sé qué hacer. ¿Puedes llevarme a
un pasaje o un libro que pueda ayudarme a encontrar este avance? Sé que necesito cambiar. Sé que tengo
algunas cosas internas que deben abordarse. Simplemente no sé cómo”.
Mientras oraba, el Espíritu Santo le guio a un libro de Leanne Payne, así que lo leyó de inmediato, y en un
mes leyó todos sus libros. Decidió ir a una de sus conferencias, cuyo tema era la sanación del alma. Fue
con todo su personal. En dicha conferencia, descubrió que sufría de ansiedad por separación y que tenía no
pequeños temores, sino un gran temor, que era el miedo a no ser amado. Esa era la razón por la cual cuando
la gente le decía que querían hablar con él se sentía como un niño pequeño en la oficina del director a punto
de recibir un grito. Por eso cuando su esposa no estaba de acuerdo con él se sentía amenazado de que, de
alguna manera, ella no le amara, y se ponía a la defensiva. El quinto día de conferencia, en el tiempo de
oración y ministración, Dios le reveló el evento por el cual sufría de estas cosas: Cuando nació, sus padres
quisieron una niña, pero nació niño. Esto nunca había significado un problema para él, porque al crecer no
se sintió rechazado por sus padres. Pero en ese momento fue capaz de sentir todo el dolor de ser rechazado
por ser un niño y comprendió que esa fue la raíz de la ansiedad por separación. Por eso, cuando era pequeño
solía ponerse nervioso antes de ir a su cama en las noches. Sentía ansiedad. Pensaba que era algo normal,
pero ahora comprendía que era ansiedad de separación. Esta era la raíz de su miedo a no ser amado. En
ese momento sintió toda la ansiedad acumulada de la semana removiéndose dentro de él y cómo esta
comenzó a liberarse de las paredes de su alma. Al terminar el tiempo de oración dijeron: “Algunos de ustedes
necesitan ir a recibir un abrazo de un hombre o de una mujer”. Él fue donde una señora y desplomándose
es sus brazos lloró como nunca antes había llorado. Lloró durante cuarenta y cinco minutos sin parar
mientras el dolor que había quedado atrapado en su alma se vino abajo. Durante todo ese tiempo la mujer
repetía la frase: “Hijo precioso, eres amado por Dios”. Ella no sabía que era una herida de la infancia, y que
era la raíz del temor de no ser amado, pero Dios sí lo sabía. Durante todo el tiempo que ella hablaba y él
lloraba sintió como el dolo y la pena salía de su alma, y podía sentir el amor de Dios llenándole.
Recuerda: Jesús murió no solo para perdonarte. ¡Jesús murió y resucitó para sanar tu alma y liberarte!

PASOS DE ACCIÓN ESPIRITUAL


• Experiencia: recuerda una herida significativa, y pregúntale al Espíritu Santo cómo quiere abordar
esta herida. Tal vez Él quisiera que invitaras a Jesús a venir. Mira y escucha. Entra a su presencia.
Sigue su dirección.
• ¿Cuáles son algunas de las principales heridas en tu vida? Pídele al Espíritu Santo que te muestre
las áreas que puedan necesitar sanidad. Permite que Él traiga recuerdos a tu mente. Algunos de los
recuerdos pueden sorprenderte. No los descartes.
• Tómate el tiempo durante los próximos días y semanas para permitir que el Espíritu Santo haga
emerger cualquier otro recuerdo que necesite Su toque sanador. Invita a la presencia de Dios y
escucha las impresiones del Espíritu. Es posible que desees resolver algunos de estos recuerdos
con algunos amigos que tengan discernimiento y que sean sensibles al Espíritu.
• Encuentra un compañero creyente que está dispuesto a buscar la sanidad contigo. Oren el uno por
el otro. Hablen menos, oren menos. Escuchen más. Permite que el Espíritu dirija tu tiempo de
oración. Jesús es el sanador. Nosotros no tenemos nada sin Él.

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