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Dolan Castañeda.
1
Rob Reimer, El cuidado del alma.
Lección 1
Rob Reimer escribe: “John Maxwell dijo: ‘Las personas cambian cuando sufren lo suficiente que tienen que
hacerlo, aprenden lo suficiente que quieren hacerlo y reciben lo suficiente que son capaces de hacerlo’. Esta
es la razón por la cual muchos de nosotros cambiamos-cambiamos porque las cosas se vuelven críticas. Si
me siento contigo y te pido que describas un momento donde hubo un cambio de vida en tu viaje espiritual,
lo más probable es que la ocasión que describirías haya sido un tiempo de crisis. Muchos de nosotros
cambiamos cuando nos duele”.
En el camino a la autoconciencia, Rob Reimer tuvo que pasar un proceso para ser realmente consciente de
que él necesitaba cambiar, y que tenía heridas muy profundas del alma que le impedían el cambio. Lo
primero que entendió es que tenía que escoger madurar.
Si nos damos cuenta que hay algo mal en nosotros y necesitamos cambiar hemos de elegir la madurez,
pero para elegir la madurez hemos de ser conscientes de nuestra inmadurez. Hemos de reconocer que hay
ciertos bloqueos del alma que nos impiden acercarnos a Dios y disfrutar Su plenitud, que necesitamos
vaciarnos primero para que Él nos llene.
Elegir madurar no es escoger crecer en nuestros talentos, dones y capacidades, sino escoger crecer y ser
como Jesús, escoger el desarrollo de nuestro carácter y profundizar en nuestra intimidad con Dios.
Rob Reimer escribe: “La salvación es gratis. La madurez tiene un costo. La inmadurez también es costosa.
La diferencia con la madurez es que usted paga por adelantado, pero con la inmadurez, paga con retraso,
¡con intereses! Pague lo que cueste por la madurez; vale la pena”.
DEFENSIVO
Así como le ocurrió a Rob, antes de poder cambiar, necesitamos que Dios rompa nuestras defensas para
poder llegar al meollo del asunto. Él es paciente y nos ayudará a lidiar con los problemas de nuestro corazón.
Ahora bien, hay una realidad; en el proceso, aun cuando deseemos con todo nuestro corazón cambiar,
reiteradas veces tendemos a defendernos, a no admitir la verdad de nuestra alma, y como dice Rob: “no
podemos vencer aquello que no admitimos”.
En uno de los muchos encuentros con Dios, Él le dijo a Rob: “No quiero que te defiendas más”. Y aunque
fue difícil, llego a entender que era la actitud defensiva la que le impedía cambiar la vida. Decidió rendirse y
no seguir defendiéndose.
¿Cuáles son las frases que pasan por tu mente, o incluso llegas a decir, que reflejan una actitud
defensiva? ¿Estás dispuesto a escuchar a Dios y rendirte?
CULPA
Rob escribe: “Aunque abandoné mi actitud defensiva, todavía no estaba listo para cambiar.” Es verdad, ya
no se defendía, pero su esposa seguía sin sentirse escuchada porque él no recibía en su espíritu lo que ella
decía. Él no estaba dispuesto a aceptar su falta.
Rob siguió pasando tiempos a solas con Dios y logró escuchar nuevamente Su voz diciéndole: “Presento a
mi novia sin culpa, pero culpas a la tuya. No quiero que la culpes de nuevo. Cada vez que suspiras y dices:
‘Siempre es mi culpa’ la estás culpando”. Lamentablemente, toda tendencia a la autojustificación y el
victimismo es contraria al corazón de Dios y no nos deja crecer. Aunque en apariencia no nos defendamos,
en nuestro corazón podemos estar haciéndolo y ello está dañando nuestra relación con Dios y con los
demás, y es un bloqueo para avanzar.
¿Reconoces en tu actitud un corazón semejante al de Rob?
NEGOCIANDO CON DIOS
A pesar de lo que Dios le había mostrado a Rob y de los pasos que estaba dando, aún tenía otra capa
protectora que evitaba que Dios penetrara en su corazón. Dios anhelaba tener acceso a su corazón, pero él
todavía no estaba listo para permitirle acceso completo y entonces comenzó a negociar con Dios. Llego a
decir: “Señor, tienes que cambiar a Jen. Si no la cambias, no podré permanecer en el ministerio. Estoy
sufriendo demasiado. Lloro en cada servicio, y apenas tengo suficiente energía para sobrevivir. Tienes que
hacer algo. Tienes seis meses para cambiarla, Señor. Entonces tendré que optar por dejar el ministerio
porque no puedo seguir con esto”.
Una vez más, Dios le habló en los tiempos a solas con Él. Le llevó al pasaje de “la ley de la cosecha”.
¿Cuáles son las malas hierbas que has estado sembrando y qué cosecha ha producido?
“Muchas personas quieren experimentar un cambio de vida, y muchas veces nuestras circunstancias nos
motivan a querer cambiar. Puede que estés en una situación de matrimonio doloroso como yo. Oras y
esperas que cambie, que tu pareja cambie, que tu relación matrimonial cambie… pero nada cambia. Te
sientes sin esperanza. Lees libros, asistes a la iglesia, oras, lees tu Biblia y decides mejorar, pero sigues
atascado.
Pueda ser que tengas un patrón de comportamiento destructivo o vergonzoso que sabes que no es saludable
y el cual debes cambiar. Quieres cambiar, oras para cambiar, pero el patrón continúa intacto. Tienes breves
momentos de indulto, pero sigues volviendo a este viejo patrón de comportamiento. Te sientes derrotado.
La Biblia nos enseña que cuando alguien llega a la fe en Cristo, cambia: “Por lo tanto, si alguno está en
Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí, nuevas cosas han venido” (2 Corintios 5:17).
Entonces, si somos nuevas criaturas en Cristo, ¿por qué este viejo hábito de pecado todavía aún está
latente? Para experimentar el cambio de vida, necesitamos aprender cómo acceder a la transformación que
Jesús ganó por nosotros en la cruz. ¿Cómo accedemos al cambio de vida?” (Rob Reimer).
AUTOCONCIENCIA
Rob Reimer escribe: “Has escuchado la expresión ‘Lo que no sabes no te hará daño’. Pero cuando se trata
del alma, es una mentira peligrosa. Lo que no sabes ya te está matando… La autoconciencia es una puerta
de acceso al cambio de vida; no lo garantiza, pero no puedes llegar sin él”.
Jesús vino para darnos vida y accedemos a esa vida a medida que recibimos su luz. Esta es una verdad
maravillosa, pero cada vez que nosotros no admitimos nuestra realidad, reconociendo que ciertamente
estamos rotos, quebrantados, con pecados no confesados, con heridas profundas, etc., estamos
rechazando esa luz, no le estamos dejando que nos alumbre. Por esta razón, necesitamos aprender a
aceptar la luz que Dios nos ofrece y permanecer en ella, ya que su anhelo es iluminar nuestra alma para
darnos sanidad y liberación.
Pero hay algo más que hemos de ser conscientes, y es que la falta de autoconciencia no solo nos afecta y
daña a nosotros, sino también a otros y a la causa de Dios. Hemos de observar con atención y admitir que
hay cosas en nuestra vida de las que no tenemos conocimiento que están lastimando a nosotros y a las
personas que nos rodean. Necesitamos la autoconciencia de tener problemas del alma que interfieren con
Dios y las personas que amamos.
Ten un momento a solas y hazte estas preguntas: ¿Cómo he llegado a ser como soy? ¿Por qué hago lo
que hago? ¿Qué hay debajo de mi comportamiento?
En las siguientes semanas estaremos desarrollando siete principios que transforman la vida. Estos son:
identidad, arrepentimiento, rompiendo los patrones de pecado de la familia, perdonando a los demás, la
sanidad duele, superando los miedos y rompiendo las fortalezas demoníacas. Serán tiempos de mucha
profundidad con Dios y su Iglesia, tiempos de revelación y sanidad, de experimentar su presencia y poder.
¿Qué deseas que Dios haga en tu vida durante estas semanas?
IDENTIDAD – PARTE 1
Alguna vez te has preguntado ¿quién soy? o ¿para qué estoy aquí? Rob Reimer escribe: “Lo que crees
sobre ti mismo es la base de tu vida; es tu identidad, y una base defectuosa creará grietas en el alma. Si vas
a construir una vida saludable, todo comienza con lo que crees de ti mismo.” (Rob Reimer)
Lo que creemos de nosotros mismos afecta nuestra vida, entorno y relaciones. En esta lección
profundizaremos en lo que Dios dice de nosotros, y cómo recibir esas verdades y desechar las mentiras que
impiden recibirlas.
La Escritura dice que, si has rendido tu vida a Cristo, en Él eres perdonado, amado, aceptado, honrado, etc.,
porque “su gracia es mayor que tu pecado; su rica gracia es infinitamente mayor que la pobreza de tu alma
manchada por el pecado”. Ahora bien, aunque esto es una hermosa verdad, “tu alma puede tener heridas y
amargura. Tu alma todavía puede tener pecado y fortalezas demoníacas. Tu alma puede tener temores y
creencias erróneas sobre quién eres. Tu alma aún puede sentir condenación y vergüenza”. Por esta razón,
es necesario no solo saber las verdades que la Escritura dice de nosotros, sino realmente creerlas, recibirlas
y experimentarlas. Puedes saber que eres amado, perdonado y aceptado, pero verdaderamente no sentirlo,
lo cual significa que tu identidad no está arraigada en el amor del Padre Celestial. “Necesitas aprender a ser
lo que ya eres”.
RENOVANDO TU MENTE
Rob Reimer escribe: “Un problema clave con nuestra identidad es que a menudo creemos mentiras sobre
nosotros mismos en lugar de la verdad… Si estás de acuerdo con la verdad y te aferras a la verdad, la
verdad te hará libre, pero si estás de acuerdo con una mentira, su influencia ensombrecerá tu vida…
Necesitas construir tu vida sobre la base de quién Dios dice que eres. Esta es tu identidad en Cristo, y
cuando esta base se establece correctamente en tu alma, tu vida puede estar bien construida”.
Si lo anterior es así, entonces necesitamos renovar nuestra mente, y la Escritura nos muestra dos
herramientas sumamente vitales.
La primera herramienta es la presencia de Dios. La presencia de Dios es transformacional. Es en Su
presencia que recibimos revelación y sanidad, amor y perdón, es allí donde se forma nuestra identidad. Lo
maravilloso es que todo aquel que tiene el Espíritu Santo tiene acceso de tiempo completo a la presencia
de Dios.
La segunda herramienta es aferrarnos a la verdad. La Escritura nos enseña que también somos
transformados por ella. Ahora bien, no solo es necesario conocer la verdad para tener libertad, hemos de
aferrarnos a ella continuamente. Hemos de no solo conocer lo que somos en Cristo en nuestro espíritu, sino
aferrarnos con fuerza a esas verdades en los momentos donde “las mentiras de tu alma amenazan impedir
que te conviertas en lo que ya eres”. Como dice Rob Reimer: “solo cuando nuestra mente se renueva con
la verdad y se transforma en su presencia, podemos vivir la vida para la que nacimos”.
¿Qué ejemplos puedes dar de construir una vida en base a mentiras y construir una vida en base a
lo que Dios dice que somos?
IDENTIFICANDO LAS MENTIRAS
Necesitamos ser capaces de identificar las mentiras que forman nuestra identidad; mentiras que ciertamente
nos dañan, atormentan e influyen dolorosamente en nuestras vidas. Para ser capaces de identificar dichas
mentiras, hemos de ir a los síntomas y prestar atención a ellos para diagnosticar la enfermedad en sí. He
aquí algunos síntomas:
- Actitud defensiva: La actitud defensiva es esa tendencia a defendernos, pero, si prestamos
atención, nos daremos cuenta que lo que está detrás de esa actitud, como una raíz profunda, son
mentiras que creemos de nosotros mismos. En ocasiones, la mentira puede ser que te sientes menos
y por eso reaccionas. En otras, que realmente no te aman y no te valoran. Cada uno puede examinar
qué mentira hay detrás de esta actitud.
- Mezquindad: Podemos descubrir mentiras examinando nuestras reacciones y pensamientos hacia
los demás. “Las cosas que te molestan señalan tus propias falsas formas de ser. Por ejemplo, si la
pereza de los demás te molesta, quizás sea porque el rendimiento es una forma falsa de establecer
tu valor.” También puedes preguntarte ¿Cómo me afectan y reacciono a las críticas? Es muy
probable que lo hay detrás sea que tu valor está determinado por lo que haces.
- Comportamiento compulsivo: Otro síntoma de mentiras que nos hemos creído es el
comportamiento compulsivo. Cuando nos aferramos compulsivamente a ciertas cosas, es probable
que lo que está detrás sea una mentira. Sentimos que esas cosas nos faltan en nuestra alma y
terminamos aferrándonos a ellas. Por ejemplo, una persona que ha sufrido pobreza y escasez puede
formar la mentira de “nunca habrá suficiente” y ello afectar a su identidad, ya que busca fortalecer su
sentido de seguridad con lo que posee y acumula. Esta persona, aun teniendo abundancia, no siente
que es suficiente. Otras personas pueden ser compulsivas sobre un patrón de pecado o un
comportamiento adictivo, pero debajo de ello haber una mentira. Es probable que la raíz sea la
vergüenza, porque se sienten indignos, indignos de ser amados, vulnerables o inadecuados, y ello
los lleva a “automedicarse” con la adicción para adormecer su dolor interno.
¿Puedes reconocer algunos de estos síntomas en tu vida o en la de otras personas y la mentira que
probablemente esté detrás?
“Si tan solo entendieras quién eres en Cristo, si tan solo creyeras lo que Dios cree acerca de ti, eso
revolucionaría tu forma de vivir.” (Rob Reimer)
Lección 4
IDENTIDAD – PARTE 2
Cuando hablamos de identidad, hemos de ser muy conscientes de la siguiente afirmación: “Las mentiras
siempre se manifiestan”.
Construir una vida en base a mentiras es como pararse sobre una superficie inestable. Cuando caminamos
sobre este tipo de superficie, inevitablemente sentimos temblores e inseguridad. Del mismo modo, al
pararnos en una base de mentiras en nuestro interior se manifiestan temblores, inseguridad y nuestra mente
no haya paz. Por ello, es necesario que estemos atentos a dichos temblores e inseguridades, para así
descubrir las mentiras sobre las que andamos. Cuanto más pronto las descubramos, más pronto podremos
aferrarnos a la verdad de Dios y comenzar a ser libres.
Como dice Rob Reimer: “Solo cuando te encuentras sobre el verdadero fundamento del amor de Dios
puedes sentir paz, sin importar las circunstancias que te rodean. Esta es tu verdadera identidad”
Después de meditar en las tres mentiras centrales ¿Reconoces si tu valor está determinado por alguna
de estas mentiras?
“Fortalecer una base defectuosa solo refuerza un edificio arruinado. Tu valor no está determinado por tu
desempeño o si la gente te ama o si tú tienes el control. Estas son mentiras centrales que pueden crear
grietas en la base y dañar tu alma. Debes reemplazarlos con la verdad”. Rob Reimer
¡TU VALOR NO DEPENDE DE ALGO MÁS QUE DEL AMOR DE DIOS, SU AMOR LO SUPLE TODO!
Lección 5
IDENTIDAD – PARTE 3
“La cuestión de tu valor se resuelve en la cruz”, esta es la verdad que puede liberarte, la verdad a la que
debes aferrarte, la base sobre la cual debes construir tu vida. En la cruz el Padre nos dice: “Tú eres de valor
infinito para mí. Te declaro digno de la sangre de mi hijo”. Es por ello que Pablo escribe que nada puede
separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús.
Comprender esta verdad no solucionará todos los problemas en tu alma, pero el apropiarte continuamente
de ella, cada vez que las mentiras amenacen tu seguridad, valor e identidad, será la clave de tu
transformación.
Voluntad subyugada
El segundo caso especial de reparación de identidad es la voluntad subyugada. A veces esto es a causa de
haber crecido en un hogar sufriendo abusos físicos, espirituales, emocionales o sexuales. A veces, a causa
de crecer en un ambiente sofocante y controlador. Estas vivencias producen la mentira de que uno es una
víctima, cuando eso no es lo que uno es. Es posible que hayas sido victimizado, pero no eres una víctima.
Lamentablemente este sentimiento de victimización está más en auge en la sociedad, y el problema es que
engendra pasividad y falta de responsabilidad personal. Las personas se sienten y actúan como víctimas;
sienten que no pueden hacer nada con respecto a su situación actual. Por ello, es necesario afirmarnos en
la verdad de que la cuestión de nuestro valor se resolvió en la cruz y desechar la mentira de que somos
víctimas. Hemos de desviar la atención de nosotros mismos y enfocarla en Dios. Necesitamos construir
nuestras vidas sobre la base sólida del amor de Cristo. Pero no es suficiente conocer la verdad; debemos
sujetarnos implacablemente a la verdad para que la verdad nos libere.
“Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán
saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.”
Romanos 12:2 TLA
Lección 6
ARREPENTIMIENTO – PARTE 1
Cuando Juan el Bautista anunció la venida del reino de Dios, predicó: “Arrepiéntanse, porque el reino de los
Cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Jesús inauguró su ministerio poco después con las mismas palabras
exactas: “Arrepiéntanse, porque el reino de los Cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Lo que podemos
entender, es que no hay entrada al reino sin arrepentimiento y no hay avance en el reino sin arrepentimiento.
Jesús nos enseña que nuestro bienestar depende de nuestro arrepentimiento; que esto es esencial para la
curación del alma. Podemos querer cambiar o que otra persona cambie, pero la realidad es que nadie cambia
a menos que llegue a un punto en el que esté listo para arrepentirse. Dios ha establecido los principios de
un alma sana, y son inviolables. Desafortunadamente, incluso si justificas un comportamiento porque deseas
hacerlo, y te parece correcto, los principios de la salud del alma permanecen intactos, y tu alma sufrirá las
consecuencias.
CULTIVANDO LA CONTRICIÓN
Proverbios 4:23 dice: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida”. La primera
orden del día para mantener tu alma correctamente alineada con Dios es proteger tu corazón. Un alma sana
tiene un corazón contrito; un alma que está conectada correctamente con Dios está en un estado de
quebrantamiento o humildad.
Dios usa herramientas para devolvernos a la luz con él y los demás. Él las usas para nuestro desarrollo, no
para avergonzarnos ni condenarnos, sino para desarrollarnos hacia la madurez.
Convicción:
La convicción es la obra del Espíritu para volver alinearnos con Dios. Cuando el pecado amenaza con
endurecer nuestros corazones y sacarnos del río de la presencia de Dios, la convicción busca ablandar
nuestros corazones y traernos de vuelta al río, remordiendo nuestra conciencia. Usualmente sentimos algún
tipo de desequilibrio interno asociado con esa convicción. Nos sentimos incómodos, nuestra paz interior se
perturba. Tenemos la sensación de que algo anda mal y no hallamos descanso. Es en ese momento en que
hemos de ir a solas con Dios y preguntarle qué hay en la raíz de dicha perturbación. El Espíritu Santo será
específico y nos convencerá de pecado. Hemos de obedecer a la obra del Espíritu y confesar nuestro pecado
a Dios y a quien hallamos ofendido. Ahora bien, no hemos de permitir que el enemigo nos deje en un estado
constante de condenación.
Si no obedeces la inspiración de la convicción del Espíritu, Dios tomará otras medidas para que regreses a
la luz, para que tu corazón se vuelva más suave y contrito.
La ley de la cosecha
Gálatas 6 dice: “No te dejes engañar: Dios no puede ser burlado. La gente cosecha lo que siembra. Aquellos
que siembran para agradar su naturaleza pecaminosa, de esa naturaleza cosecharán destrucción” (v. 7, 8).
En este pasaje podemos comprender que existe una ley de la siembra y la cosecha, y que establece que
una persona cosecha lo que siembra.
Dios usa las consecuencias de nuestras malas decisiones para llevarnos al arrepentimiento. Hemos de ser
conscientes de esta verdad, para que al percatarnos de lo que estamos cosechando y reflexionar en las
consecuencias de nuestras elecciones, ser sabios y cambiar de rumbo.
Tristemente, a veces en lugar de aprender del error, no nos arrepentimos, sino que seguimos repitiéndolo.
Nuestro corazón se hace duro, negándonos a reflexionar sobre la ley de la siembra y la cosecha y ver que
nuestras consecuencias han tenido lugar para llevarnos al arrepentimiento.
Disciplina
Si la convicción y las consecuencias no te llevan a la contrición, el Señor usará la disciplina. Hebreos 12:7
al 11 dice: “Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay
a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son
bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los
respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos?
En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace
para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento
de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia
y paz para quienes han sido entrenados por ella.”
La disciplina del Señor no es punitiva, sino reparadora. Él es un buen Padre. Él no nos disciplina con ira, no
de manera caprichosa, sino amorosamente por nuestro bien, para hacernos como Jesús. Es, por su puesto,
desagradable, incluso doloroso. Pero produce el fruto de la justicia y la paz si soportamos la disciplina.
Las herramientas que Dios usa con nosotros es para suavizar nuestro corazón. El corazón traspasado es el
corazón quebrantado y contrito, receptivo a Dios, suave, no duro, receptivo, no resistente, contrito no
rebelde, abierto no cerrado, accesible no inaccesible. Solo cuando se traspasa el corazón, el alma puede
estar sana.
¿Podrías contar ocasiones en las que has percibido a Dios usando estas herramientas contigo?
RECONOCIENDO
Dios anhela que cultivemos un corazón contrito, y necesitamos responder al trabajo del Espíritu, pero es
difícil mantenerse en esa luz. Necesitamos tomar la determinación de no tener ningún secreto. Hemos de
mantener nuestras confesiones al día con Dios y otras personas. Será necesario compartir con personas
llenas de verdad y gracia, que demuestren que nos aman y que nunca usarán esa información en nuestra
contra. Oremos por ese tipo de personas. Abracemos la luz de Dios. Solo cuando caminemos en la luz con
Dios y con otros podemos verdaderamente liberarnos.
“Yo decidí vivir en la luz con Dios y los demás porque estaba desesperado por vivir libre” Rob Reimer.
Lección 7
ARREPENTIMIENTO – PARTE 2
A veces, aunque confesamos nuestros pecados, no podemos liberarnos. Muchas veces es porque
confesamos nuestros pecados a Dios con tristeza mundana, no tristeza de Dios. Pablo escribe en 2 Corintios
7:10: “La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay
que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte”.
La tristeza de Dios fluye de un corazón traspasado. Para cultivar un corazón contrito que fluya con la tristeza
de Dios, primero hemos de pedir a Dios un corazón quebrantado y contrito. Ezequiel 36:26 dice: “Les daré
un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y
les pondré un corazón de carne”. Cada vez que sintamos que nuestro corazón se está endureciendo hemos
de ir a Dios para reclamar esta promesa y pedirle que nos dé un corazón blando, contrito, quebrantado y
traspasado una vez más. A veces, será necesario acompañar esto con oración y ayuno.
Necesitamos reconocer cuando nuestro corazón se está poniendo duro y saber cómo se siente. Por ejemplo,
si nuestra reacción inmediata con nuestro cónyuge es defendernos probablemente nuestro corazón no esté
en un buen lugar. Por lo contrario, si respondemos con dolor y pedimos perdón, entonces nuestro corazón
estará contrito, suave y quebrantado ante Dios.
En segundo lugar, para cultivar la tristeza de Dios, hemos de elegir permanecer en la luz con Dios y los
demás. Cuando Dios nos llama al arrepentimiento Él ilumina nuestra alma. Nosotros podemos responder
culpando, excusándonos, justificándonos, racionalizando o aun negando nuestro pecado, pero ello solo
contribuye al endurecimiento de nuestro corazón. Si Dios nos llama a la luz no es para avergonzarnos o
condenarnos, sino para liberarnos. Ciertamente puede dar miedo confesar nuestros pecados, pero es una
práctica que nos hace caminar en la luz con Dios y con otros. Hemos de ser valientes y no vivir en el secreto.
En tercer lugar, para cultivar un corazón contrito que fluya con la tristeza de Dios, hemos de asumir plena
responsabilidad de nuestra parte. Aunque probablemente la otra parte tenga mayor responsabilidad, tu
tienes que asumir la responsabilidad total de tu parte. Nunca podrás cambiar una relación al enfocarte en
las fallas de la otra persona. Cuanto más trates de lograr que la otra persona admita su responsabilidad, en
lugar de admitir la tuya, es más probable que tu corazón se endurezca en la victimización y la culpa. Admite
el 100% de tu responsabilidad. Tu eres el único responsable de tu pecado.
ATASCADO EN LA VERGÜENZA
En ocasiones, podemos encontrarnos atascados en la vergüenza y confesando un pecado más de una vez.
Es probable que hayamos cometido el pecado hace mucho tiempo, pero seguimos confesándolo. Jesús no
quiere que sepas, cognitivamente, que estás perdonado, sino que quiere que experimentes la verdadera
liberación. Tu espíritu puede ser libre y perdonado, pero a menudo tu alma todavía está nublada por la culpa,
la vergüenza y la condena. Jesús quiere que la obra de la cruz impregne tu alma para que puedas
experimentar la verdadera libertad. Él no quiere que tengas que esperar hasta llegar al Cielo para
experimentar los beneficios de la cruz. Necesitas experimentar el perdón de Jesús, y luego podrás dar la
vuelta y ayudar a otros a experimentar el perdón de Jesús. Es el Espíritu quien nos revela el perdón de
Jesús. Es Él quien lo ministra a nuestro ser interior y nos libera del pecado. Es su presencia reveladora la
clave para recibir el perdón que experimentamos en nuestras propias almas y la clave para tener la autoridad
de ministrar el perdón de Jesús a otra persona.
LIBERÁNDOSE
Talvez tienes pecados de tu pasado no confesados a Dios, e incluso otros, pero aún no has sentido la
liberación. Tomate un momento para estar a solas con Dios y deja que el Espíritu Santo te dirija. Talvez, Él
te guiará al lugar del pecado; tal vez Él te guiará a imaginar a Jesús en la cruz. Deja que te guíe. Pídele al
Espíritu que revele a Jesús, y pídele, a través de Su revelación, que te libere de la vergüenza. Observa a
Jesús en cualquier imagen que se te ocurra, y escucha sus susurros.
El pecado no confesado puede causar estragos en nuestras vidas, llevándonos a experimentar efectos
físicos, emocionales y espirituales. En ocasiones los dolores físicos o emocionales, como la ansiedad o
depresión, son síntomas de una raíz espiritual: un pecado no confeso.
Por el bien de tu alma y tu libertad, saca todo pecado a la luz. Determina vivir tu vida en la luz con Dios y los
demás. Haz una determinación firme de vivir sin secretos. Ten al menos otra persona que lo sepa todo sobre
ti.
“Es hora de volver a casa. Arrepiéntete. El Padre espera tu regreso.” Rob Reimer.
Lección 8
En nuestras vidas hay ciertos pecados que no conseguimos superar debido a que estos tienen que ver con
patrones de pecado de familia. Es como si tuviesen un poder sobre nosotros, como si estuvieran muy
atrincherados en nuestra alma.
Rob Reimer cuenta que él no era adicto a la pornografía, pero sentía en su alma una atracción hacia la
lujuria de la que no podía deshacerse. Él deseaba conquistar ese pecado, por lo que estaba decidido a no
pasar a la clandestinidad con la lucha. Determinó, por tanto, averiguar por qué estaba luchando con ese
tema tanto tiempo. Una de las áreas que comenzó a explorar era el poder de los patrones de pecado en la
familia.
Del mismo modo, humildemente podemos reconocer que en nuestras vidas también existen patrones de
pecado de familia, los cuales necesitamos conquistar.
Los patrones de pecado de la familia siempre nos afectan, necesitamos ser conscientes de esto. Ahora bien,
podemos obtener la victoria sobre ellos, pero no sin una pelea. El deseo intenso de Rob Reimer por caminar
en la libertad de la lujuria le llevo a hablar con su abuela pidiéndole que le cuente parte de la historia familiar.
De ese modo descubrió cómo había mucha inmoralidad sexual en su árbol genealógico. Hubo adulterio,
miembros atacados sexualmente e incluso abuso por parte de un anciano de la familia. Descubrió cómo el
pecado sexual estaba impregnado en su árbol genealógico durante al menos cuatro generaciones. Esta
conciencia le ayudó a combatir adecuadamente el pecado.
En ocasiones, vemos a nuestra familia pecar y nos rebelamos contra ella en un esfuerzo por superarla. Pero
no hay victoria en la rebelión. En un reino espiritual no puede haber victoria por rebelión, solo en sumisión
al rey. La rebelión solo conduce a diferentes formas de esclavitud. Por ejemplo, hay personas que crecen
en un hogar con un padre alcohólico, y determinan nunca beber. Fieles a su palabra, nunca beben, pero
tienen todo tipo de comportamientos compulsivos y adictivos. Es posible que luchen con la adicción al
trabajo, la pornografía, relaciones codependientes, etc. Es decir, no han superado su patrón de pecado
familiar a través de su rebelión.
Si deseamos obtener la victoria, necesitamos, en primer lugar, reconocer nuestra vulnerabilidad en estas
áreas de la vida. Si nos rehusamos a examinar estas áreas en nuestro árbol genealógico, seguirán teniendo
un atractivo inusual sobre nosotros, y no estaremos preparados para la batalla que sobrevendrá. Pero si lo
examinamos y tomamos conciencia sobre estas áreas podremos dar los pasos necesarios para poder
superarlas.
¿Cuáles son los pasos que debes dar para llegar a la autoconciencia del patrón de pecado en tu
familia?
Ciertamente estas áreas son difíciles de superar, pero Dios nos ha dado herramientas para poder
conseguirlo. En la siguiente lección hablaremos de estas cosas. Nuestro Señor quiere y puede liberarnos.
Lección 8
Los patrones de pecados familiares son áreas que tienen una atracción especial sobre nosotros, áreas muy
difíciles de superar. Una de las razones es que son comportamientos que a menudo han sido modelados y
reforzados por muchas generaciones, llegando así a estar atrincherados. Algunas veces, inclusive, estas
áreas tienen un poder demoníaco reforzado. ¿Cómo superar estos comportamientos? A continuación,
veremos algunos principios que nos pueden ayudar.
PERDÓN – PARTE 1
¿Alguna vez han dañado tu corazón? ¿Hay daños que son muy profundos? ¿Qué nos dice Dios que
debemos hacer? ¿Qué pasa si estas personas no lo admiten, y no se arrepienten? La respuesta es
igualmente clara e incomoda en las Escrituras: los perdonas.
PERDÓN – PARTE 2
ESCOGIENDO EL PERDONAR
Rob Reimer escuchó a John Maxwell decir: “Moriré sin enemigos. Hay personas a las que no les
caigo bien, pero el sentimiento no es mutuo”. Ese día, él tomo una firme determinación: “Moriré sin enemigos.
Por lo tanto, he decidido bendecir a todos los que me maldicen. He decidido no guardar rencor, no alimentar
heridas, no alimentar ninguna desilusión ni aferrarme a ningún resentimiento. Procesaré mi ira y mi dolor a
toda costa, y perdonaré a mis enemigos.” Cuenta Rob Reimer que esa decisión le ha salvado de incontables
horas de angustias y tormentos internos en su vida.
Hagamos como Rob Reimer, y tomemos la misma firme determinación de morir sin enemigos. En
vez de negar el dolor y enojo, elijamos conscientemente perdonar a los que pecan contra nosotros. Dejemos
a la persona libre, entreguemos a ellos mismos y a nosotros a las manos de Dios.
Todos estamos cargando con algunas heridas, golpes y moretones emocionales. Esto es parte de vivir en
un planeta caído y manchado de pecado; todos tenemos algún tipo de bagaje de nuestro pasado. Algunas
personas llevan más resentimientos, heridas y golpes que otras y no todos estamos heridos por igual o de
la misma manera, pero todos necesitamos sanidad de nuestras heridas. A menos que estas heridas se
curen, pueden influir negativamente en nuestras reacciones, decisiones, comportamientos y relaciones, y
ser limitaciones en nuestras vidas. Necesitamos dejar que Jesús entre en nuestros lugares dolorosos y nos
dé sanidad.
PROCESANDO TU PASADO
En 1 Corintios 13:11 Pablo dijo: “Cuando era niño, hablaba como un niño, pensaba como un niño, razonaba
como un niño. Cuando llegué a ser hombre, dejé atrás los caminos de la niñez”. Todos llevamos cargas, y
tarde o temprano tendremos que asumir la responsabilidad de las cargas que llevamos y procesarlas, para
luego poder recibir sanación. Tendremos que enfrentarnos a nuestro pasado y procesar los eventos que han
contribuido a nuestros actuales comportamientos quebrantados. Entendamos que solo llegas a ser adulto
cuando tomas responsabilidad por tu vida y elijes dejar atrás los caminos de tu infancia. Por lo tanto, debes
encontrar la sanación, y debes cambiar, o tu alma no estará sana. Pero no mirando el pasado para culpar a
nuestros padres, sino para responsabilizarnos de nuestras cargas emocionales para ser libres.
En el proceso de sanidad ¿Qué entiendes por dejar de ser niños y ser adultos?
Cuando estás tratando de sanar tus heridas del pasado, a menudo es útil hablar con los miembros de la
familia. Talvez, tengas que hablar con tus hermanos (si los tienes) para comprender la forma en que cada
uno procesó las experiencias. Talvez, tengas que hablar también con otros miembros de tu familia, como
abuelos o tíos, para comprender mejor la raíz de tus heridas y luchas. Saber todo lo que puedas sobre la
batalla que libras te ayudará a descubrir las bendiciones de la familia, los secretos y, en ultima instancia, te
ayudará a salir adelante y madurar. Será un proceso de sanación y autodescubrimiento.
Rob Reimer decidió hablar con su hermano y abuela porque sabía que tenía un daño interno y una carga
externa que afectaba su matrimonio, vida, ministerio y caminar con Dios, y porque estaba desesperado por
recuperarse. Aunque las conversaciones fueron difíciles, fue curativo para él y otros.
No temas enfrentar tu pasado. Es necesario para encontrar la sanación en el alma y soltar las cargas de
una vez por todas.
SANANDO HERIDAS
En la cruz hay sanación para nuestra alma, pero ¿cómo somos sanados? He aquí cuatro grandes principios:
1. Dios no está tratando de arreglarnos; Él quiere una relación con nosotros. Muchas veces la
razón por la que entramos en el camino de la sanación es porque estamos en crisis. Venimos a Dios
y le buscamos, pero en el fondo lo que queremos es que nos arregle, que alivie los síntomas y el
dolor. Pero Dios no está interesado en arreglarnos, Él quiere una relación con nosotros. Sabe que
es allí donde encontramos sanación.
En ocasiones no recibimos sanidad completa, porque solo buscamos a Dios el tiempo suficiente para
sentirnos mejor. Lo que mostramos es que estamos más interesados en lo que Él puede hacer para
hacernos sentir mejor que en Él mismo. Nuestro objetivo no debe ser sentirnos mejor, nuestro
objetivo debe ser conocer y ser como Jesús. A medida que vayamos conociendo y nos volvamos
más como Él, nuestras almas estarán más sanas, y eso traerá sus propias recompensas.
2. Dios es inteligente y sabe cosas que nosotros no conocemos, y le gusta contarnos. Él sabe lo
que necesita ser sanado, y Él sabe cómo sanarlo. Tenemos que confiar en Él y tenemos que
escucharlo. Esta interacción de confianza y de escuchar es una parte esencial de la relación. Él sabe
lo que necesitamos. Él sabe qué recuerdos deben revisarse y cómo traer sanidad a dichos recuerdos
y a las heridas internas debajo de ellos. En ocasiones, es beneficioso que otros que son sensibles a
las indicaciones del Espíritu oren contigo.
3. Cuéntame tu historia. Todos luchamos con distintos problemas. Algunos luchamos con la ansiedad
o depresión, otros tenemos problemas matrimoniales, otros alguna adicción, etc. Pero todas estas
cosas suelen ser síntomas, mas no la enfermedad en sí. Es necesario escuchar la historia para
entender por qué una persona hace lo que hace y cómo llegó a donde está. Esto ayuda a conectar
los puntos entre el argumento y los problemas actuales, las heridas y las mentiras que se cree.
Cuando alguien cuenta su historia, la gran mayoría de las veces contará los eventos clave que han
moldeado sus vidas. Es necesario escuchar atentamente la historia, y también al Espíritu de Dios
por ideas, sabiduría y revelación.
4. Solo Dios sana el alma. Nadie puede curar las heridas internas, nadie puede liberar de las cargas
externas, solo Dios puede sanar el alma. Si a alguien necesita la gente es a Jesús, por lo que siempre
es a Él a quien hay que dirigirles. Hemos de llevarlos siempre a mirar a Jesús.
La presencia de Jesús es sanadora. Cuando la persona toma conciencia de la presencia de Jesús
en una memoria que le hiere, el Espíritu trae sanidad. En ocasiones será necesario que la persona
imagine a Jesús en el momento de dolor, a veces será necesario que escuche su voz y otras veces
necesitará recibir la mirada de Jesús. Una vez más, la presencia de Jesús es sanadora.
¿Cuál de estos cuatro grandes principios necesitas trabajar más en tu vida?
“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.” Salmos 147:3
Lección 12
SUFRIMIENTO REDENTIVO
Todos queremos que Dios nos cure instantáneamente, pero mucha sanidad ocurre con el tiempo, es un
proceso. Necesitamos aprender a ir a Jesús y practicar el sufrimiento redentor. Esto significa que habrá
ocasiones que necesitaremos ir continua y perseverantemente a Dios para estar a solas con Él y dejar que
Él saque la pena de nuestra alma poco a poco. En ese proceso, que puede durar meses, sentiremos una
especie de dos corrientes en nuestra alma, una de dolor y otra de Su amorosa presencia. A medida que
derramemos nuestras lágrimas delante de Dios día a día, poco a poco el flujo de la corriente de dolor se irá
desacelerando, hasta secarse, y las lágrimas se secarán con ella. Dios sanará nuestro corazón con el tiempo
en Su presencia.
Algunas veces Dios sana en un encuentro, y algunas veces con el tiempo, pero en todo momento Él sana a
través de Su presencia. Él puede darte acceso a Su presencia a través de un encuentro, a través de una
palabra o imagen profética, a través de la oración de sanidad, a través del silencio y la soledad, a través de
la Palabra o a través de una miríada de otros caminos. Él puede hacerlo todo de una vez, o puede hacerlo
a lo largo del tiempo. También, es probable que necesites pasar tiempo a solas con Él en silencio,
accediendo a Su presencia sanadora a través del sufrimiento redentor. Si esto es así, acepta el proceso,
dale la bienvenida, confía en la guía soberana de Dios y busca al Sanador por Su presencia.