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DEFENSA PENAL DE UN CULPABLE

Será ético defender a un culpable?. No solo los inocentes tienen derecho a


un abogado. Toda persona imputada, independientemente de su culpabilidad,
tiene derecho a recibir asistencia jurídica. El imputado, aun cuando
fuera culpable, tiene derecho a que su abogado defienda sus intereses para
que a este se le imponga una pena adecuada y no una arbitraria y
prevaricadora, siempre que se le haya juzgado con todas las garantías del
debido proceso, sin “guantánamos” de por medio. En ese sentido, comparto
con ustedes ocho estrategias de las diez que nos ha proporcionado
Legis.pe para defender con éxito a un culpable, y por supuesto, a un inocente.
Recuerden ustedes que, todos, absolutamente todos, somos inocentes hasta
que el Estado destruya esa presunción iuris tantum o verdad interina de la que
goza cualquier ciudadano vinculado con el proceso penal. Por tanto, el proceso
penal no existe para demostrar la inocencia, sino lo contrario, para desvirtuarla
mediante pruebas de cargo; en consecuencia, es un error decir: “la Defensa
habrá de demostrar la inocencia de mi defendido” , pues ya lo dije, quien
demuestra la culpabilidad es el el Ministerio Público como titular del ejercicio de
la acción. En los años que llevo defendiendo a todo tipo de acusados en los
tribunales he aprendido que dividir a los acusados en “inocentes y
culpables” es tan simplista como dividir a las personas en “buenas y malas”:
hay una rica escala de grises, también entre los que se sientan en el banquillo
de los acusados (José María de Prado Hermida).

¿Cómo defender a un cliente que cuenta con pruebas de cargo tan


rotundas que tiene imposible conseguir la absolución?.

Primero, estudiar la prescripción

La prescripción es siempre lo primero que hay que comprobar al asumir una


nueva defensa. Muchas veces, por la complejidad de la investigación, la demora
de la víctima en denunciar, o la lentitud del juzgado en cuestión, el tiempo
transcurrido desde la comisión del delito hasta que el procedimiento se dirige
contra el imputado supera los plazos del Código Penal, y nos bastará alegar la
prescripción para salvar a nuestro cliente de la temida condena.
Segundo, pedir la nulidad de las pruebas de cargo

A veces, esas pruebas que creemos demoledoras contra nuestro cliente han
sido obtenidas por medios ilícitos o con vulneración de derechos
fundamentales y/o incorporadas ilicitamente al proceso. Las nulidad de las
pruebas se puede pedir en diversos momentos del proceso: al culminar la fase
de investigación, durante la fase intermedia, como cuestión previa al comenzar
el juicio oral, en el recurso de apelación o casación… Y no hay que desanimarse
si la primera vez que se pide se desestima: si de verdad entendemos que existe
nulidad absoluta, reiterémoslo en cada fase del procedimiento hasta el final.

Tercero, la mediación y la negociación

A veces el cliente que ha cometido un delito no está imputado todavía, pero


acude a nosotros porque ha recibido un burofax de la víctima advirtiéndole de
acciones penales. En estos casos el abogado debe utilizar sus habilidades
negociadoras y su capacidad de convicción para evitar al cliente un
procedimiento penal. Y doblemente: por un lado, para llegar a un acuerdo justo
con la parte contraria (que si de verdad ha sufrido un delito tiene derecho a ser
resarcido) que evite la interposición de una acusación privada, denuncia y/o
querella, y por otro, para convencer a nuestro cliente de que –aunque el orgullo
le dicte otra cosa- es mejor un buen acuerdo que la posibilidad de terminar en
prisión. Defender los intereses del cliente empieza muchas veces por convencer
al obcecado cliente de cuáles son de verdad sus intereses: “El mejor pleito es
aquel que se evita”.

Cuarto, ser realistas y no obcecarse con una imposible absolución

Un vicio típico en abogados principiantes (y a veces no tan principiantes)


consiste en perder la perspectiva, dejarse llevar por un excesivo optimismo, y
convencer al cliente de que su caso está ganado cuando no es así.

El abogado debe valorar con serenidad el caso que se le encomienda (la prueba
de cargo y de descargo, la jurisprudencia aplicable…), y si hay posibilidades
objetivas de obtener una absolución, dejarse la piel en ello. Pero cuando es
manifiesto que la sentencia será condenatoria, no debemos ni podemos jugar al
doble o nada con la libertad de nuestro cliente: habrá que centrarse en
conseguir que la condena sea la menor posible.

Algunas fórmulas eficaces para, al menos, reducir notablemente la duración de


una inevitable condena, son las estrategias quinta a octava que describo a
continuación:

Quinto, el arrepentimeinto (confesión) y la colaboración con la justicia

Puede ocurrir que nuestro cliente acuda a nosotros antes de su imputación,


porque sabe que va a ser imputado próximamente. El cliente ha cometido un
delito, la investigación está a punto de alcanzarle, y por los datos que tenemos
su condena va a ser inevitable.

En ese caso, puede ser conveniente -una vez “formalmente imputado“-acudir


inmediatamente al Ministerio Público. De este modo, nuestro cliente podrá
beneficiarse de la atenuante dada por principio de oportunidad para reducir la
condena.

Sexto, la reparación del daño o acuerdos reparatorios.

Otro medio sencillo para finalizar el proceso penal mediante un sobreseimiento


definitivo es proceder a la reparación del daño, esto es: indemnizar a la víctima.

En realidad, esta estrategia es válida para casi todos los delitos de contenido
patrimonial y culposos. Con frecuencia –cuando es posible hacerlo- aconsejo a
los clientes consignar el importe de la indemnización ante el Juzgado en
funciones de control, quien en definitiva homologa dicho acuerdo, indicando
que es para la reparación del daño.

Queda muy bien, en trámite de conclusiones, explicar al Juez lo honrado que es


nuestro cliente que, a pesar de estar convencido de su inocencia, consigna el
importe de la posible indemnización para no dejar desamparada a la víctima en
caso de que el Juzgado entienda que existen suficientes elementos para
presumirle autor o partícipe de un delito. Otra fórmula alternativa a la
prosecución penal es la suspensión condicional del proceso, que si bien está
dotado de todas la garantías tanto para el imputado como la víctima en el
procedimiento ordinario, no sucede así en el procedimiento especial para el
enjuiciamiento de los delitos menos graves, en el cual, la víctima no tiene
derecho a oponerse y en consecuencia, una vez que el imputado decide
someterse a esta fórmula de terminación anticipada del proceso, el juez debe
decretarla.

Séptimo, las dilaciones indebidas

Cada vez es más extraño encontrar un procedimiento penal que finalice en un


plazo razonable, así que la norma habitual debe ser actuar diligentemente y
exigir celeridad en el proceso.

Octavo, la Admisión de los hechos.

En muchos casos será conveniente acordar con el Fiscal (y en su caso, con la


acusación) un acuerdo de conformidad y aceptar una pena menor a la que
pensamos que podría recaer en caso de celebrarse el juicio.

Dos consejos. Uno, es preferible conversar con el Fiscal días antes a la fecha del
juicio para negociar y cerrar el acuerdo: mi experiencia es que se obtienen
acuerdos más favorables así que negociando en la misma sala de vistas minutos
antes del juicio (y con el Juez escuchando la negociación!!!). Dos, no hay apuros
para admitir los hechos prontamente en fase preliminar: habitualmente será
más ventajosa para nuestro cliente la admisión de los hechos en fase de juicio
oral (negociando un cambio de calificación jurídica más benigna, una pena más
baja, etc).

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