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SERIE: SALMOS

“AL ABRIGO DEL ALTISIMO”

En alguna ocasión Jesús comentó que él quiso juntar a Jerusalén como la gallina a sus
polluelos refiriéndose al cuidado y protección que quería brindar a los israelitas. En Cristo Jesús
esta dádiva nos ha sido otorgada también.

El salmo 91 es uno de los más conocidos de la Biblia, en él se establecen verdades


fundamentales para que los creyentes en Jesús vivan confiados y sin el temor a la incertidumbre.

Meditemos ahora en…

QUE DICE DIOS EN SU PALABRA

En el Salmo 91.

Este Salmo inicia con la sentencia de “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la
sombra del Omnipotente”. Es decir, todo lo que el Salmo 91 va presentando es exclusivo para
aquellos que “habitan” en la presencia del Señor.

Habitar al abrigo de Dios es más que llegar de visita y estar algunos días o semanas ahí
para después regresar a tu rutina diaria. Habitar al abrigo de Dios es más que pensar que es un
lugar al que dirigirte cuando te sientes en problemas. Habitar es permanecer. Las promesas del
Señor son para aquellos que permanecen en él.

Y es que hay una diferencia sustancial entre habitar y estar de paso. Los hijos de Dios
habitan con él y tienen un compromiso con hacer su voluntad mientras que los que están de paso
se quedarán siempre y cuando se sientan cómodos. Tan pronto como se sientan presionados o
piensen que su vida y el Señor ya no se corresponden, entonces abandonarán.

Este es una advertencia para todos aquellos que se acercan al Señor esperando recibir algo
a cambio. Muchas personas creen que acercarse a Jesús es como hacer un trueque, nosotros le
damos algo a él mientras que el cumpla esto o aquello que a mí me interesa. Pero, ¿Qué pasa si lo
que le pido al Señor no está de acuerdo con su voluntad para mi vida? Pues simplemente no lo
recibiré.

Si deseas que el Señor te guarde necesitas primeramente habitar en su presencia.


El salmista se dirige al Señor con la siguiente declaración, “Diré yo al Señor: Esperanza
mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré”. Es decir, le expresa su confianza directamente al
Señor en oración: Él es mi esperanza, mi expectativa confiada respecto del futuro; y él es mi
castillo, mi lugar de habitación en donde los enemigos no podrán alcanzarme.

Continúa con una descripción de las formas en las que el Señor nos protege incluso en
circunstancias que nosotros mismos no llegamos a considerar por completo, “Él te librará del lazo
del cazador, de la peste destructora, Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás
seguro… No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en
oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya”. Sería imposible para nosotros contar de
cuántas maneras el Señor nos libra del mal, muchas veces esto queda escondido para nuestro
entendimiento, pero de lo que debes estar seguro es que, si habitas en la presencia del Señor, él
te protegerá y guiará siempre.

No hay adversidad de la cual no pueda librarnos el Señor, ni enfermedad que él no pueda


curar, ni problema que no tenga solución en nuestro Dios todopoderoso.

Nuevamente, encontramos la condición confiar en el Señor en el versículo nueve “Porque


has puesto al Señor, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal,
ni plaga tocará tu morada.”

Pase lo que pase, nada dañará al creyente, aunque se desaten problemas y aflicciones, no
será para dañarlo, sino para su bien aunque por el momento sea difícil. Quienes conocen al Señor
y ponen su confianza en su Palabra depositarán su amor en él.

Invocando al Señor constantemente en oración encontraremos, a su debido tiempo y


forma, la respuesta y Dios nos librará de las dificultades; mientras tanto, él nos acompañará en
medio de las dificultades.

En el versículo 11 la biblia dice “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden
en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”. Este
versículo fue utilizado por el enemigo para tentar a Jesús en el tiempo que estuvo cuarenta días en
el desierto. El texto no indica que el Señor mandará a los ángeles a estar cerca de nosotros (como
algunas personas lo han mal entendido) sino que dice “mandará acerca de ti” es decir, dará
instrucciones respecto de ti para que te guarden. Con esto no quiero decir que no hay ángeles a
nuestro alrededor, más bien quiero que amplíes tu panorama y veas cómo el Señor tiene tanto
cuidado de nosotros que incluso manda a los ángeles a estar pendientes de los pasos de los
santos.

El salmo 91 termina con el Señor hablándonos a nosotros diciendo “Por cuanto en mí ha


puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto por cuanto ha conocido mi nombre. Me
invocará, y yo le responderé, con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré
de larga vida, y le mostraré mi salvación”. Con estas palabras el Señor respalda todo lo dicho en
este salmo. Nos está indicando que cuando nosotros ponemos nuestra esperanza en el Señor y
habitamos en su presencia es Dios mismo quien atiende a nuestras necesidades.
El texto dice “Por cuanto en mí ha puesto su amor”, conviene ahora que nos preguntemos
en donde hemos puesto nuestro amor. Si este va dirigido al Señor entonces todo lo demás en
nuestras vidas tendrá el sentido correcto.

El salmo 91 no es un texto mágico que aleja los espíritus malignos con solo recitarlo (como
algunas personas piensan), ni defiende tu casa al tener la Biblia abierta en él. Como toda la Biblia,
el secreto está en leerlo, meditarlo y vivir de acuerdo a ella. Te invito a reflexionar en este
hermoso salmo y aplicarlo en tu vida.

Habita en la presencia del Señor y confiesa: Señor tú eres mi esperanza, tú eres mi refugio,
tú eres mi habitación y deposito todo mi amor en ti.

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