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RUTA PARA CADA ESTACION DEL VIACRUCIS-2023

Los estudiantes de cada estación, deben iniciar, después que los narradores principales hayan
concluido su participación.
I. Jesús condenado a muerte.
Reflexión:
Jesús mío, ¡qué difícil es aceptar el destino de la muerte! Qué duro es tener que renunciar a una vida
que queremos para siempre. Dios mío el miedo es grande, necesito de tu fortaleza.
Ya no soy aquel pequeño niño, he pecado mucho. Me he resistido a seguir tus mandatos, esos que
solo quieren mi bien, pero mi carne es tan débil.
Que esta vida mía no sea una vida muerta, que mientras recorro este camino, mi vida esté llena de
ti. Que este cuerpo frágil y temporal esté siempre fortalecido por tu espíritu.
Sentenciado a muerte camino junto a ti, tu eres mi fortaleza, acepta mi compañía, no quiero estar
solo. ¿Dónde están todos los que me acompañaban? Frente a la muerte vamos solos, pero yo quiero
ir contigo.
Quiero enfrentarme a ese juicio, que aún me parece lejano, de tu mano. Vamos Señor, caminemos
juntos.

Petición: (sólo 1- y es elaborada por los estudiantes)

Padre Nuestro Ave María


Padre nuestro que estás en el cielo, Dios te salve, María,
santificado sea tu Nombre; llena eres de gracia;
venga a nosotros tu Reino; el Señor es contigo.
hágase tu voluntad Bendita Tú eres
en la tierra como en el cielo. entre todas las mujeres,
Danos hoy y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
nuestro pan de cada día; Santa María, Madre de Dios,
perdona nuestras ofensas, ruega por nosotros, pecadores,
como también nosotros perdonamos ahora y en la hora de nuestra muerte.
a los que nos ofenden; Amén
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Gloria.

Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
II. Jesús carga la cruz.
Reflexión
Mi vida es hermosa Señor, es tan bueno estar vivo, contemplar tu creación, los amaneceres lentos y
los atardeceres que pintan todo de naranja.
Tanto por hacer, estar vivo es un mundo de posibilidades. Tantos caminos por seguir. ¡Cómo quiero
vivir intensamente! Recorrer el mundo, descubrir cada rincón y vivir las más grandes aventuras.
El mundo me ofrece tantas cosas, Señor. Suelo olvidarme de ti, sobre todo cuando no tengo
dificultades y todo parece ir tan bien. Discúlpame, Señor, no quiero cargar la cruz.
Tú que me lo has dado todo, lo sé. Pero, Señor, ¿por qué tiene que ser tan difícil?, ¿por qué una
cruz?
Tu amor es tan grande que, aunque yo te abandone, Tú cargas la cruz por mí, siempre fuiste Tú. Mis
dolores, los conoces. Mis debilidades, las conoces. Mis tantas miserias, Tú conoces todo de mí,
Señor.
Ayuda a este pobre corazón a volver a ti. Y mientras me caigo, tu cruz me levanta. Vamos Señor,
cargo mi cruz, caminemos Juntos.

Petición: (sólo 1- y es elaborada por los estudiantes)


Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria.

Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
III. Jesús cae por 1ra. Vez.
Reflexión
Te he abandonado, Señor. Una vez más, y Tú has caído adolorido por el peso de mis pecados. Si
solo entendiera que al abandonarte soy yo el que cae, Señor.
El mundo, el mundo tiene la culpa. Hay tantas cosas que me distraen, que me gustan tanto. No puedo
rechazarlas, son más fuertes que yo. No quiero la cruz, Señor y te he abandonado.
Me pesa el abandono, pero me pesa más aún la soledad de mi vida sin ti. Nada tiene sentido, estos
atardeceres anaranjados me recuerdan a ti. Te necesito en mi vida, Señor. ¿Cómo puedo volver si te
he abandonado? No merezco ya nada de ti.
Nada ha salido como quería, Señor. Me pesa el dolor que llevo dentro, me pesan las injusticias de
este mundo. Yo también he sido injusto, Señor. El único justo eres Tú, déjame volver a tu lado,
ayúdame a levantarme. La cruz pesa. Vamos, Señor. Caminemos Juntos .

Petición: (sólo 1, y es elaborada por los estudiantes)

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria.

Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
IV. Jesús encuentra a su madre.
Reflexión:
En su camino hacia el Calvario, Jesús va envuelto por una multitud de soldados, jefes judíos, pueblo,
gentes de buenos sentimientos... También se encuentra allí María, que no aparta la vista de su Hijo, quien,
a su vez, la ha entrevisto en la muchedumbre. Pero llega un momento en que sus miradas se encuentran,
la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la de Jesús que ve a María triste y afligida, y en cada uno de
ellos el dolor se hace mayor al contemplar el dolor del otro, a la vez que ambos se sienten consolados y
confortados por el amor y la compasión que se transmiten.
Nos es fácil adivinar lo que padecerían Jesús y María pensando en lo que toda buena madre y todo buen
hijo sufrirían en semejantes circunstancias. Esta es sin duda una de las escenas más dramática del Vía
crucis, porque aquí se añaden, al cúmulo de motivos de dolor ya presentes, la aflicción de los afectos
compartidos de una madre y un hijo. María acompaña a Jesús en su sacrificio y va asumiendo su misión
de corredentora.

Petición: (sólo 1, y es elaborada por los estudiantes)

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria.

Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

V. Simón de Cirene ayuda a cargar la cruz a Jesús.


Reflexión:
Jesús se hace presente hoy en nuestras vidas en aquellos que sufren, que son despreciados y tratados
indignamente, que cargan su cruz soportando adversidades, en muchas ocasiones ya vencidos por el peso
que implica la marginación, y como consecuencia de ello progresivamente van perdiendo la confianza, la
alegría y la esperanza. Por otro lado, el Cireneo ha venido a ser ejemplo viviente de los discípulos de
Jesús, que toman su cruz y le siguen. Así como Simón, nosotros también estamos invitados a ayudar a
cargar la cruz de nuestros hermanos que sufren, ya que en ellos podemos ver el rostro de Cristo que
requiere nuestra ayuda amorosa y desinteresada.

Petición: (sólo 1, y es elaborada por los estudiantes)

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria.

Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
VI. La Verónica limpia el rostro de Jesús.
Reflexión:
Dice el profeta Isaías: «No tenía apariencia ni presencia; lo vimos y no tenía aspecto que pudiésemos
estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante
quien se oculta el rostro, despreciable, y no lo tuvimos en cuenta». Es la descripción profética de la figura
de Jesús camino del Calvario, con el rostro desfigurado por el sufrimiento, la sangre, los salivazos, el
polvo, el sudor... Entonces, una mujer del pueblo, Verónica de nombre, se abrió paso entre la
muchedumbre llevando un lienzo con el que limpió piadosamente el rostro de Jesús. El Señor, como
respuesta de gratitud, le dejó grabada en él su Santa Faz.
Una letrilla tradicional de esta sexta estación nos dice: «Imita la compasión / de Verónica y su manto / si de
Cristo el rostro santo / quieres en tu corazón». Nosotros podemos repetir hoy el gesto de la Verónica en el
rostro de Cristo que se nos hace presente en tantos hermanos nuestros que comparten de diversas
maneras la pasión del Señor, quien nos recuerda: «Lo que hagáis con uno de estos, mis pequeños, conmigo
lo hacéis».

Petición: (sólo 1, y es elaborada por los estudiantes)

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria.

Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

VII. Jesús cae por 2da. Vez.


Reflexión:
Jesús había tomado de nuevo la cruz y con ella a cuestas llegó a la cima de la empinada calle que daba a
una de las puertas de la ciudad. Allí, extenuado, sin fuerzas, cayó por segunda vez bajo el peso de la cruz.
Faltaba poco para llegar al sitio en que tenía que ser crucificado, y Jesús, empeñado en llevar a cabo
hasta la meta los planes de Dios, aún logró reunir fuerzas, levantarse y proseguir su camino.
Nada tiene de extraño que Jesús cayera si se tiene en cuenta cómo había sido castigado desde la noche
anterior, y cómo se encontraba en aquel momento. Pero, al mismo tiempo, este paso nos muestra lo frágil
que es la condición humana, aun cuando la aliente el mejor espíritu, y que no han de desmoralizarnos las
flaquezas ni las caídas cuando seguimos a Cristo cargados con nuestra cruz. Jesús, por los suelos una
vez más, no se siente derrotado ni abandona su cometido. Para Él no es tan grave el caer como el no
levantarnos. Y pensemos cuántas son las personas que se sienten derrotadas y sin ánimos para
reemprender el seguimiento de Cristo, y que la ayuda de una mano amiga podría sacarlas de su
postración.

Petición: (sólo 1, y es elaborada por los estudiantes)

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria.
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

VIII. Jesús encuentra a las piadosas mujeres.


Reflexión:
Dice el evangelista San Lucas que, a Jesús, camino del Calvario, lo seguía una gran multitud del pueblo; y
unas mujeres se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas les dijo: «Hijas de Jerusalén, no
lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos»; añadiéndoles, en figuras, que si la ira de
Dios se ensañaba como veían con el Justo, ya podían pensar cómo lo haría con los culpables.
Mientras muchos espectadores se divierten y lanzan insultos contra Jesús, no faltan algunas mujeres que,
desafiando las leyes que lo prohibían, tienen el valor de llorar y lamentar la suerte del divino Condenado.
Jesús, sin duda, agradeció los buenos sentimientos de aquellas mujeres, y movido del amor a las mismas
quiso orientar la nobleza de sus corazones hacia lo más necesario y urgente: la conversión suya y la de
sus hijos. Jesús nos enseña a establecer la escala de los valores divinos en nuestra vida y nos da una
lección sobre el santo temor de Dios.
Que nuestro camino lleno de sufrimiento sea siempre un itinerario de esperanza, contigo y hacia ti, que
eres el refugio de nuestra vida y nuestra Salvación.

Petición: (sólo 1, y es elaborada por los estudiantes)

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Ave María

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria.
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

IX. Jesús cae por 3ra vez


Reflexión:
Una vez llegado al Calvario, en la cercanía inmediata del punto en que iba a ser crucificado, Jesús cayó
por tercera vez, exhausto y sin arrestos ya para levantarse. Las condiciones en que venía y la continúa
subida lo habían dejado sin aliento. Había mantenido su decisión de secundar los planes de Dios, a los
que servían los planes de los hombres, y así había alcanzado, aunque con un total agotamiento, los pies
del altar en que había de ser inmolado.
Jesús agota sus facultades físicas y psíquicas en el cumplimiento de la voluntad del Padre, hasta llegar a
la meta y desplomarse. Nos enseña que hemos de seguirle con la cruz a cuestas por más caídas que se
produzcan y hasta entregarnos en las manos del Padre vacíos de nosotros mismos y dispuestos a beber el
cáliz que también nosotros hemos de beber. Por otra parte, la escena nos invita a recapacitar sobre el
peso y la gravedad de los pecados, que hundieron a Cristo.
¡Cuántas veces en la vida, nos toca caer! Caemos tantas veces que perdemos la cuenta, pero siempre
esperamos que cada caída sea la última, porque se necesita la fuerza de la esperanza, para hacer frente
al sufrimiento. Cuando uno cae tantas veces, las fuerzas al final colapsan y las esperanzas desaparecen
definitivamente. No nos queda más que decirte desde lo profundo del alma: Señor, sálvanos.

Petición: (sólo 1, y es elaborada por los estudiantes)

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Ave María

Dios te salve, María,


llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Gloria.
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

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