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PROCESO PASTORAL
EN EL
PROCESO DE NULIDAD
MATRIMONIAL CANÓNICA

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Introducción

El 8 de septiembre de 2015, se promulgó el Motu proprio Mitis Iudex Dominus


Iesus. Desde el primer momento vimos que además de la simplificación de las normas
procesales del ámbito judicial era necesario emprender con decisión la tarea de abrir
caminos nuevos y avanzar en forma constante sin dejarse vencer por las equivocaciones o
tropiezos que, con seguridad encontraremos.

Con este espíritu iniciamos el camino el año 2016, estableciendo para ello las
herramientas base que nos ayudaran en la labor, y haciendo una elemental prueba que nos
sirvió para poder fijar un plan para este año con metas que hemos considerado alcanzables
antes de terminar el año.

Dentro del marco de formación permanente se ha realizado el presente subsidio que


contiene cinco temas. Los dos primeros se refieren a lo que venimos considerando en
nuestra labor como parte del marco teórico del Motu proprio Mitis Iudex Dominus Iesus
(MI).

Son los siguientes: El 1º. Obispo Juez, y 2º. Tribunal y Parroquia. Los otros tres
temas tienen sentido práctico: 3º. Pasos del Proceso pastoral; 4º. Pauta para motivación; 5º.
Perfil del Misionero Procesal.

†Juan Luis Ysern


Obispo emérito de Ancud
Vicario Judicial de Talca
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Tema 1º
Obispo - Juez
En los procesos de nulidad matrimonial

Este tema expresa el sentido judicial del Pastor y por ello


mismo han de tenerlo presente los párrocos. Es fundamental
para mejor entender el tema Tribunal y Parroquia.

El Motu proprio Mitis Iudex (MI) que reforma la legislación procesal para las
causas de nulidad matrimonial, ha destacado al Obispo diocesano como juez activo en su
diócesis, de ninguna manera en sentido figurado, sino como juez diligente y afanoso. Esto
ha producido sincero desconcierto en muchos Obispos que jamás habían pensado, ni
siquiera como lejana posibilidad, en ejercer el oficio de juez; además, se reconocen
desconocedores de las normas procesales propias del tribunal.

No obstante, cuando el Papa dice que el Obispo ha de actuar como Juez no lo expresa,
como hemos dicho, en forma alegórica. Se trata de una dimensión real que el Obispo está
obligado en conciencia a ejercer personalmente, aunque no tenga mucho conocimiento de
la legislación canónica. Para entender esto es necesario entrar en el corazón del Motu
proprio que estamos comentando (MI), y para ello no basta con pensar que la nueva
normativa pretende hacer más breves y ágiles los procesos de nulidad matrimonial
salvaguardando, no obstante, con toda firmeza la defensa de la indisolubilidad del vínculo
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matrimonial. Eso es cierto pero para actuar según el espíritu de MI es necesario tomar muy
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en serio dos ejes clave: el de “pastor” y el de “cercanía”. Son ejes inseparables.

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No se puede vivir la realidad de pastor auténtico sin la actitud de cercanía, como tampoco
se puede hacer vida la realidad de la cercanía que aquí se pretende sin la actitud de pastor.
Al reflexionar sobre la articulación completa de MI, esto brota con evidencia.

En los criterios que MI señala como fundamentales, el


criterio III expresa que se ha pretendido “hacer evidente que
el mismo Obispo en su Iglesia, de la que es constituido
pastor y cabeza, es por eso mismo juez entre los fieles que se
le han confiado”. Y esto no es solamente un título sino que
“tienen el sagrado derecho y el deber delante del Señor de
juzgar a sus propios súbditos”. Se trata de un deber en
conciencia.

Se ha de tener muy presente la situación del “enorme número de fieles que, aunque
deseando proveer a la propia conciencia, con mucha frecuencia se desaniman ante las
estructuras jurídicas de la Iglesia, a causa de la distancia física o moral; por tanto, la
caridad y la misericordia exigen que la Iglesia como madre se haga accesible a los hijos
que se consideran separados” (MI).

Ante esto lo que importa es que este juez actúe siempre teniendo como guía la ley suprema
de la salvación de las almas (can. 1752). El juez que guarda esta ley es, precisamente, el
pastor que, mirando al final del camino, sabe juzgar cuáles son las ovejas perdidas, heridas
o enfermas y con ánimo decidido se dice a sí mismo: “buscaré a la oveja perdida, traeré a
la descarriada, vendaré a la herida, fortaleceré a la enferma; a las gordas y fuertes las
guardaré y apacentaré como es debido” (Ez, 34, 16). Para ello sabe juzgar dónde están las
verdes praderas y llama a cada una por su nombre de modo que las ovejas puedan
reconocer en su voz la voz del Buen Pastor y le sigan. Se trata de caminar y ayudar a todos
por el camino de la justicia de los justos. Por lo tanto, si el Obispo es pastor, el mismo
Obispo es juez.
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Pero es necesario que el pastor se acerque y escuche para que pueda ver las heridas, la
enfermedad o la salud de cada oveja y entonces pronunciar la voz del verdadero Pastor
cuya voz conocen las ovejas y le siguen. Al acercarse podrá comprobar que es “enorme
número de fieles” que tienen necesidad de acceso a las “estructuras jurídicas de la
Iglesia”, los tribunales, pero no pueden llegar o se desaniman por las dificultades de
diverso orden que encuentran. Ya hay aquí un tema básico en el que el Obispo tiene que
actuar de Juez con toda la dinámica del pastor. “Se espera por tanto que, tanto en las
grandes como en las pequeñas diócesis, el Obispo mismo ofrezca un signo de la conversión
de las estructuras eclesiásticas” (MI).

Al referirnos ahora al tema “tribunal” estamos haciendo referencia a la forma que tiene la
diócesis para atender a las personas en situación de posible nulidad matrimonial.

En la práctica, ¿se está dando alguna importancia al tema del


tribunal? -- En el orden de prioridades, ¿qué lugar ocupa el tema del
tribunal? -- Teniendo en cuenta el gran número de fieles que sufre
(con fuerte angustia de conciencia), ¿se está dando al tema del
tribunal el lugar adecuado en el orden de prioridades?

¿Tiene tribunal la diócesis?-- Si tiene, ¿funciona?-- Si


funciona, ¿sus oficiales actúan con la dinámica de funcionarios o con
la de pastores?...

Si la diócesis no tiene tribunal, ¿tiene posibilidad de crearlo?--


Si tiene posibilidad, ¿por qué no existe?-- Si no tiene posibilidad ¿se
ha buscado algún camino (las nuevas normas señalan algunos) para
que los fieles de la diócesis tengan acceso real (no simplemente
nominal) al tribunal?-- ¿Se están dando pasos para crear la
posibilidad de tener tribunal?
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El juicio que se ha de realizar para responder a estas preguntas y otras similares es un juicio
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eminentemente pastoral, teniendo como ley el Evangelio, la ley del amor.

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El juez no puede ser otro distinto al Obispo. Dios es Amor y esta es la ley en la que
insiste Jesús y es con esa ley que seremos juzgados todos, pastores y ovejas. El pastor
tendrá que escuchar la sentencia: “ven bendito…., porque estaba herido y me vendaste,
estaba solo y me acompañaste, estaba descarriado y me buscaste” o, por el contrario, “vete
maldito…, porque estaba herido y no me vendaste, estaba solo y no me acompañaste,
estaba descarriado y no me buscaste”…

Ya veremos, a continuación, el tema “Tribunal y Parroquia”. Allí queda explicada una


visión general del proceso con la articulación de la pastoral judicial con la labor pastoral no
judicial. El acceso normal de los fieles es a la parroquia, no tanto al tribunal. Por ello en
Talca hemos considerado imprescindible la vinculación del tribunal y la parroquia. Incluso
para hacer más real la vinculación quedó establecida la institución de los “Misionero
Procesales del Tribunal a las Parroquias”. Todo ello debe tenerse presente.

Así como veremos el tema Tribunal y Parroquia, ahora iniciamos refiriéndonos al “Obispo-
juez y Tribunal” y así como para vigorizar la conexión del tribunal con las parroquias se dio
lugar a los Misionero Procesales, ahora para la vital conexión del Obispo con el Tribunal se
ha de tener muy presente la figura del Vicario judicial.

El vicario judicial no es la autoridad máxima del tribunal, es el colaborador del Obispo para
el cumplimiento de las normas del proceso en el tribunal junto con las normas pastorales
que haya establecido el Obispo. Así la autoridad máxima del Tribunal es el Obispo. El
Vicario judicial ha de preocuparse no sólo de la observancia de las normas procesales en el
tribunal sino de que el fiel cumplimiento de esas normas quede dentro del cumplimiento de
las normas pastorales señaladas por el Obispo para el auténtico servicio a las personas con
espíritu evangélico.
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Con ese espíritu de colaboración con el Obispo-Juez debe asumir el seguimiento del
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proceso de vinculación del tribunal y la parroquia.

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Con lo dicho ya queda claro que el Obispo ha de poner gran cuidado en la búsqueda de las
personas que tengan que desempeñar los oficios del Tribunal. No basta que conozcan
cánones, es necesario que sean personas con verdadera sensibilidad humana y compromiso
evangélico. Esto ya debe tenerse presente cuando haya que enviar personas para formarse
en derecho canónico.

A medida que se vaya avanzando por el camino planteado hablaremos de los nuevos
aspectos o temas que vayan surgiendo.

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Tema 2º
Tribunal y Parroquia
En las causas de nulidad matrimonial

Tanto si hablamos de la Parroquia como si hablamos del Tribunal Eclesiástico, se


ha de tener muy presente que, tanto en la Parroquia como en el Tribunal, la labor se realiza
como prolongación de la misión del Obispo en su diócesis, aunque en cada parte la labor
tenga características particulares, pero que se complementan.

En la clausura del “Año de la fe” (24


noviembre 2013, Solemnidad de Cristo Rey), el Papa
Francisco nos entregó un mensaje muy significativo en
la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium. No
pretendo hacer ahora un comentario a tan significativo
mensaje, pero al iniciar lo que deseo exponer, siento
necesidad de referirme a ella.
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1. El Tribunal y las parroquias como instancias pastorales en las nulidades.

El Papa, contemplando las estructuras existentes en la Iglesia, nos decía que es


impostergable una renovación eclesial y (n° 27) que soñaba “con una opción misionera
capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje
y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del
mundo actual más que para la autopreservación.

La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse


en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral
ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes
pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos
aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de
Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo
para no caer presa de una especie de introversión eclesial”.

Cuando el Papa, en conformidad a lo acordado en el Sínodo extraordinario de la


Familia (octubre 2014), promulgó el 8 de septiembre de 2015 el Motu proprio Mitis Iudex
Dominus Iesus, modificando las normas procesales para llevar adelante las causas de
nulidad matrimonial, realizó una reforma estructural que se ha de entender, por tanto, según
el sentido explicado en Evangelii gaudium.

También el Tribunal Eclesiástico es una estructura que tiene que “convertirse”


según las exigencias de la conversión pastoral para que, en actitud misionera, sea más
expansiva y abierta. De este modo, quienes estamos en el Tribunal, junto con todos los
agentes de pastoral hemos de permanecer en constante actitud de salida y favorecer así la
respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.
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Teniendo esto presente, el Motu proprio señala que se ha de hacer evidente que el
mismo Obispo en su Iglesia, de la que es constituido pastor y cabeza, es por eso mismo juez
entre los fieles que se le han confiado. Y por esta razón se pide y espera del Obispo que se
esmere en la conversión del Tribunal según la orientación señalada de modo que las
costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en
un cauce adecuado para la evangelización.

Todo esto afecta igualmente a los párrocos ya que son prolongación del Obispo en
sus respectivas parroquias y forman una unidad con el Obispo. Por tanto, también los
párrocos participan de esa dimensión judicial del Obispo.

Son muchos los Obispos que han quedado confundidos y desconcertados ante los
planteamientos del Motu proprio ya que no se consideran expertos en derecho canónico y
no entienden cómo van a poder cumplir las normas judiciales. Pero no es eso lo que pide el
Papa. Lo que se requiere es que el Obispo, actuando como pastor, sea misionero para cada
persona, en todo lugar. También en el Tribunal. Todo lo que realiza la Iglesia es pastoral,
incluyendo la labor judicial, pero no toda la pastoral es judicial. Y lo que importa es
vincular la pastoral judicial con la pastoral no judicial de modo articulado en la dimensión
misionera que conduce a todos al seguimiento de Jesús para su salvación.

No es necesario que el Obispo y el párroco sean canonistas lo que es necesario es


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que sean buenos pastores que conocen a sus ovejas y saben llevar al tribunal a quien
necesita llegar hasta allí, procurando, al mismo tiempo, que el Tribunal articulado con la
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Parroquia, sea también misionero incluso en su dimensión específica.

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2. Fundamentos de la labor de los Misioneros Procesales

En nuestra diócesis de Talca, Chile, se ha creado la institución de los Misioneros


Procesales para facilitar la vinculación del Tribunal con las comunidades y se está
empezando a vivir la conversión del Tribunal con la fuerza transformadora que, como
verdadera levadura, contiene el Motu Proprio del Papa cuando es acogido con la vitalidad
del Espíritu Santo.

Con esta actitud se experimenta también ese documento como auténtico grano de
mostaza con virtualidad para un gran desarrollo de modo que a medida que va creciendo se
descubren nuevos campos en los que se tendrá que entrar para poder avanzar a través de
ellos por los caminos del Reino.

Colocarnos en esta actitud es la conversión básica para poder cumplir con fidelidad
las nuevas normas que propugnan sincero servicio a las personas hacia su fin último. Para
asumir esta actitud puede ayudarnos poner la mirada en lo que hizo Jesús cuando en
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Cafarnaúm llega a la casa de Simón Pedro y le hablan a Jesús de la suegra de Simón que
está enferma. Entonces Jesús “se acercó y, tomándola de la mano la levantó” (Mc. 1, 31).
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Seguidamente, nos dice San Marcos que la fiebre la dejó y ella se puso a servirles.

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Son tres las acciones de Jesús: “Se acercó” a la enferma, después “la tomó de la
mano” y así, “la levantó”.

Aplicándolo a nosotros en la situación que comentamos esto significa, en primer


lugar, que hemos de saber “acercarnos” a quien sufre por la situación angustiosa sobre la
nulidad de su matrimonio. Tenemos que escuchar a esa persona para comprender su
situación. Y seguidamente “tomarla de la mano”, colocándonos en su lugar dentro de un
proceso de acompañamiento sanador para, finalmente, “levantarla” y pueda moverse con
plena autonomía, libre de dependencias. Cuando la suegra de Simón Pedro “se puso a
servirles” no lo hizo como esclava de alguien, sino por entrega libre.

Lo que se trata de conseguir es que la Parroquia realice toda esta labor. La


comunidad viva de la Parroquia es la que debe hacer visible al Señor. No hay que pretender
que sea el Párroco quien lo haga todo. Cada uno tenemos que reflejar al Señor, pero
también unidos todos formando un solo Cuerpo. Es el Cuerpo de Cristo del cual cada uno
somos miembro, teniendo cada uno funciones distintas en bien de todo el Cuerpo. Los
Agentes de Pastoral familiar parroquial son los miembros especialmente señalados para la
significativa labor de poner en práctica los tres pasos que hemos señalado actuando como
Jesús.

Incluso los demás fieles de la Parroquia tienen también su labor. Es la labor


semejante a la de quienes estaban con Jesús cuando llegó a la casa de Simón Pedro. Ellos
son los que le hicieron saber a Jesús que la suegra de Pedro estaba enferma. Es entonces
cuando Jesús se acercó a ella la tomó de la mano y la levantó. Así los fieles pueden hacer
saber a la Parroquia dónde hay alguien con la situación matrimonial en el estado que
venimos diciendo. Es entonces cuando la Parroquia tendrá que acercarse a ella para actuar
como Jesús. Incluso las personas que han pasado todo el proceso y se han levantado sanas,
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están llamadas a seguir el ejemplo de la suegra de Pedro y ponerse al servicio de quienes lo


necesiten.
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En el programa: “acercarse”, “tomar de la mano” y “levantar”, hemos de tener muy


claro el significado de cada uno de los pasos. “Acercarse” no significa un ejercicio físico
para llegar hasta donde está una determinada persona, aunque esto en algún caso pueda ser
un signo especialmente significativo del acercamiento.

El acercamiento que interesa es el acercamiento interior. Hay personas que con su


actitud marcan distancia. Peor aún si con alguna actitud de prepotencia o indiferencia,
producen alejamiento. Lo que importa es, no solo saber escuchar, lo que ya lleva consigo
cercanía, sino lo que más importa es que, manteniendo esa actitud de sencillez y escucha, se
avance con mucho respeto creando las condiciones para que la otra persona tenga confianza
para abrirse, teniendo presente que se trata de un campo interior, muy privado y, a veces,
vergonzoso. Este acercamiento puede ser, por sí mismo, profundamente liberador. Por
ningún motivo se ha de actuar presionando para que la otra persona se abra. Esto, por el
contrario, produciría alejamiento.

Este paso inicial tiene una gran repercusión para los pasos siguientes y para el
resultado final, si se sabe mantener la misma actitud en todo el proceso y por parte de todos
a quienes, por una razón u otra, deban participar en el proceso. Por lo tanto, la actitud de
acercamiento no es sólo para comenzar, sino que se ha de mantener en todo momento y por
parte de todos.
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Con lo dicho ya se entiende lo que significa “tomar de la mano” ya que la acción de


escuchar se realiza para seguir acompañando con una dimensión sanadora y no por algún
tipo de curiosidad morbosa. Ciertamente, para actuar como verdadero compañero de
camino, se ha de mantener vigilancia para evitar toda clase de dependencia, ya sea por
autoritarismo, o por creación de alguna clase de vínculo que vendría a resultar acción
esclavizadora y no liberadora.

Entendido así lo que es el “tomar de la mano”, el acompañamiento, brota de


inmediato lo que es el “levantar” de modo que la persona que viene siguiendo el proceso
pueda caminar por sí misma con la cabeza en alto, con toda dignidad, libre del peso de sus
heridas y de cualquier otra atadura que impida o limite el personal protagonismo
responsable de sus actos. De este modo, esa persona ya puede, por decisión personal,
ponerse a servir.

3. Fases de orden pastoral en los procesos de nulidad matrimonial

Con lo dicho ya podemos trazar la secuencia de los pasos referentes al proceso para
las causas de nulidad matrimonial según la práctica que estamos procurando establecer en
la Diócesis de Talca, tratando de actuar en forma coherente a lo señalado en el MI.
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No se trata de aplicación de normas establecidas, sino más bien del seguimiento de


las orientaciones que aparecen en dicho documento, tal como lo entendemos en Talca. Sin
duda, la coherencia con MI se puede plantear de otras formas. Presentamos en cuatro fases
el acompañamiento pastoral a las personas que participan en los procesos de nulidad
matrimonial.

1) Se inicia por la información que le llega al Párroco (o a la comisión parroquial de


pastoral familiar) con relación a la persona que se encuentra confundida en lo
referente a la nulidad de su matrimonio. Puede ser que esta información haya sido
dada al Párroco por la misma persona afectada por el problema. Pero sea como sea
que le ha llegado la información, es de mucha importancia comenzar por lo que
hemos llamado el acercamiento. Ya hemos explicado en qué consiste este paso.

Nunca debe prescindirse de este primer paso, puede ser que para ello se necesiten
varias sesiones. Es muy importante saber “perder tiempo” para escuchar con calma.
Es en este momento cuando el Párroco puede darse cuenta si el problema
matrimonial es un conflicto solucionable o si acaso se trata de algo más profundo
sin reconciliación posible y con posibles raíces en la nulidad del matrimonio.
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2) Cuando el Párroco piensa que posiblemente se trata de un matrimonio nulo pide el


servicio de otra persona que, en nuestra Diócesis, es el Misionero Procesal, y se
inicia el proceso de preparación de la demanda para poder llegar con ella al
Tribunal. Este proceso se llama “prejudicial”. En este proceso no solamente actúa
el Misionero Procesal, siguiendo las indicaciones que tiene para ello en su
vademécum, sino que también el Párroco (o su equipo parroquial) sigue atendiendo
a esa persona con quien se produjo el inicial acercamiento, actuando con los
criterios propios de la pastoral general, que son distintos a los propios de la pastoral
judicial. Por lo tanto, dado que tanto la pastoral judicial como la pastoral que no es
judicial están orientadas al mismo fin, debe producirse una vital vinculación entre el
Tribunal y la Parroquia.

De este modo, el Párroco que comenzó con la actitud de acercamiento continúa


ahora con la actitud de acompañamiento a esa persona, “tomándola de la mano” con
los ojos puestos en su crecimiento y salvación. Actitud que debe mantener después
durante el proceso judicial. Es un acompañamiento con gran sentido de sanación de
heridas que, a veces, son muy profundas. No hay que pensar que ese camino
sanador es cosa sólo de psicólogos.

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3) Presentada y admitida la demanda en el Tribunal, se da comienzo al proceso judicial


que tiene varias etapas hasta llegar a la sentencia. También nosotros en el Tribunal,
como decíamos al comienzo, tenemos que vivir una verdadera conversión si
queremos ser fieles a las orientaciones dadas por el Papa en el MI. No se trata
únicamente de un cambio de normas para hacer más accesible y simple el proceso
judicial de nulidad matrimonial, sin disminuir lo más mínimo en lo que es asegurar
la fidelidad al vínculo matrimonial, sino de asumir “el estilo” de cercanía con las
personas para que también el paso por el Tribunal se convierta en un cauce
adecuado para la evangelización, según decía el Papa.

Y así como en la Parroquia, al acompañar a una persona que tiene su causa en el


Tribunal, están atentos a lo que pasa en el Tribunal, también será conveniente que
en el Tribunal estemos atentos a lo que pasa en la Parroquia de modo que actuando
en forma articulada podamos ser, de verdad, Iglesia misionera. Tenemos que
avanzar en esta dirección. Para avanzar en esta articulación, posiblemente, los
Misioneros Procesales tendrán que ser también Misionero Procesales de las
Parroquias al Tribunal.

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4) El proceso judicial termina con la sentencia y las notificaciones correspondientes. Si


el Tribunal ha realizado su labor con la actitud de cercanía evangélica que venimos
diciendo, la sentencia será no solamente un documento judicial muy valioso, sino
también será un instrumento pastoral de gran magnitud que con la labor del Párroco
podrá dar mucho fruto en un momento clave para el inicio de una nueva etapa de la
vida.

Manteniendo fija la mirada en la “salvación de


las almas” como plantea con fuerza Mitis Iudex, queda
muy claro que el proceso pastoral no ha terminado,
aunque haya terminado exitosamente el proceso
judicial. Es posible que la actitud de acompañamiento
todavía haya que mantenerla. Es posible que la
persona que se ha venido acompañando haya pedido
perdón al otro cónyuge y que también lo haya
perdonado, pero ¿pidió perdón a los hijos? Y lo que es
más difícil, ¿consiguió ya perdonarse a sí mismo?
Campo éste especialmente significativo para
profundizar en las entrañas del Padre y experimentar
su infinita misericordia.

Al entrar en una nueva vida, sanadas las heridas, el Párroco gozará al ver que
aquella persona a la que se acercó y acompañó ya la levantó para que, libre de
dependencias pueda ponerse a servir en plenitud totalmente integrado a la
comunidad, aunque, posiblemente ya realizaba un valioso servicio desde bastante
tiempo atrás.

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Con lo dicho podemos darnos cuenta de la fuerte llamada que nos hace el MI al
Tribunal y a la Parroquia para que nos convirtamos y nos animemos con firme decisión a
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seguir a Jesús en el anuncio del Reino.

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A esta altura de esta exposición me viene un sentimiento de gran insatisfacción por


dos razones. Una porque solamente nos hemos referido al proceso de nulidad matrimonial
desde el Tribunal y la Parroquia. Pero la investigación que hacemos en el Tribunal es muy
valiosa para sacar orientaciones en orden a la formación desde niños, adolescentes y
jóvenes para encaminarse hacia la auténtica comunidad nupcial que pueda dar sólida
esperanza de constituir el auténtico consorcio de vida y amor conyugal. No nos hemos
referido a este tema y, a mi modo de ver, está contenido dentro de la semilla Mitis Iudex.

El segundo motivo de mi insatisfacción es porque todo lo dicho está referido al


ámbito que podemos llamar normal, pero la invitación que MI hace para avanzar en la
conversión de las estructuras eclesiásticas, como dijimos al comienzo, no puede quedar
reducida al ámbito “normal y corriente”, es decir, al grupo de personas que tiene facilidad
para llegar a las estructuras de la Iglesia, ya que aunque la transformación que se haga
dentro de ese ámbito sea profunda ¿qué decir de tanta gente que se siente o está alejada?.

Quedar en el ámbito normal nos deja muy distantes de “las periferias” y hemos de
procurar una dinámica “más expansiva y abierta”, que sea auténticamente misionera, “en
constante actitud de salida” que pueda llegar a todos. A todos tenemos que “acercarnos”.
Dios quiere que todos los hombres se salven (Tm. 2, 4).

Pero, ¿cuántas y cuáles son las periferias? No es fácil responder a esta pregunta.
Algunos están lejos físicamente, otros socialmente, otros económicamente, otros
culturalmente, otros se han alejado o abandonado la Iglesia… El camino a recorrer es largo.
MI nos abre la perspectiva y nos anima a caminar. Vayamos paso a paso y no nos
cansemos.

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Tema 3º
Pasos del Proceso pastoral.
En Causas de Nulidad Matrimonial en Talca
Es llevado, normalmente, en la Parroquia.- Podría ser
también en algún centro de Pastoral Familiar. Pero
siempre siguiendo el esquema de Mc. 1, 31:“se acercó
y, tomándola de la mano la levantó”

NOTA: Al hacer referencia al “Párroco” se hace referencia a él en forma personal


preferentemente, o alguna persona especialmente encargada por el párroco dentro de la
organización parroquial. El desarrollo del proceso, en el que tocan inquietudes muy
íntimas, a veces con heridas muy profundas es una gran oportunidad de evangelización.

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01.- Motivación de los fieles en situación de posible nulidad matrimonial

02.- Acercamiento del Párroco: (Acogida creando condiciones para que la persona se
abra con confianza. Requiere positiva actitud de escucha de parte del Párroco. Puede ser
en uno o varios encuentros. Se ha de ver si acaso se trata de ruptura remediable o algo
irremediable y ver modo de seguir en caso que sea solucionable).

03.- Proceso Prejudicial. En caso que el Párroco sospeche que se trata de matrimonio nulo
que no hay posibilidad de convalidar debe ponerse en contacto con algún Misionero
Procesal para que vea si encuentra posible existencia de alguna causa de nulidad y ayude a
la realización del proceso prejudicial hasta la presentación de la Demanda en el Tribunal. 21
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04.- Proceso judicial. Se realiza en el Tribunal siguiendo las concretas del caso que son
conocidas por el Misionero Procesal.

05.- Acompañamiento.- En esta labor queda comprometido tanto el Párroco como el


Misionero Procesal. Mientras el Tribunal realiza su labor, el Párroco acompaña a la persona
que presento la demanda (o a la demandada) según el mismo Párroco haya organizado
mirando la sanación de las heridas y la evangelización. Por su parte el Misionero Procesal
permanece en contacto con el Tribunal realiza los servicios que el Tribunal solicite, en caso
de necesitarle, (notificaciones, toma de declaraciones, etc.) y mantiene al Párroco y al
interesado informados sobre la marcha del proceso judicial.

06.- Inicio de nueva etapa.- Llegado el momento de la sentencia, es de una importancia


extraordinaria, el momento de la notificación. Según el plan de nuestro Tribunal se procede
actuando en dos tiempos: el primero es cumpliendo las normas procesales y tiene lugar,
preferentemente, en la sede del Tribunal realizando lo estrictamente propio de la breve
formalidad dentro de una detenida conversación pastoral con el Vicario judicial que termina
invitando a la parte notificada para que vaya a conversar con su párroco y le presente la
sentencia y la comenten.
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Aquí comienza el segundo tiempo que puede ser en varias sesiones incluso, si es posible,
incluyendo un retiro espiritual. La sentencia está concebida no solo como el fallo judicial
sino como un instrumento pastoral.

Hay personas que al terminar, no sólo encuentran la solución de su situación personal con
mucha paz interior, sino que se sienten llamadas a colaborar apostólicamente para que otros
puedan seguir el mismo camino que han seguido ellos y también consigan la paz. Es
comenzar una nueva etapa en la vida.

Se completa en estos casos lo acontecido con la suegra de Pedro, según Mc. 1, 31, ya que
después que Jesús “se acercó y, tomándola de la mano la levantó” y al quedar ella sana de
su fiebre “se puso a servirles”

Es importante ver si estas personas que han pasado por todo el proceso pueden actuar como
Misionero Procesales o Colaboradores dentro de la organización parroquial.

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Tema 4º
Motivación inicial en las Parroquias

E l Párroco invita “a los matrimonios con problema de posible nulidad” para


asistir a una reunión en la que se conversará sobre el tema de los matrimonios nulos. Aquí
hacemos referencia a dos partes, en primer lugar a la “invitación” para el encuentro y
seguidamente al “tema de la conversación”.

1°.- Respecto a la invitación para el encuentro

Aunque exponemos algunas indicaciones advertimos que estas indicaciones solamente


tienen el sentido de sugerencia ya que, sin duda, cada párroco tiene su forma concreta de
proceder según la situación real de los fieles de su Parroquia. Será muy interesante ver la
creatividad de cada párroco en orden a la motivación para la referida reunión. La
creatividad de cada uno siempre nos podrá ayudar y enriquecer a los demás.

En cuanto a las personas que deben ser invitadas son las personas que están interesadas en
el tema de la nulidad matrimonial, aunque se trate de personas que no estén viviendo
problema matrimonial alguno. Cada Párroco podrá concretar la invitación de un modo u
otro según su conocimiento de las personas y las inquietudes de los agentes de pastoral.

Desde el primer momento es muy importante tener mucho cuidado de no utilizar la palabra
“anulación” o “anular” ya que con cierta frecuencia se utiliza ese término y es peligroso
porque contiene un error muy grave que fácilmente se difunde. No se trata de “anular”
matrimonios, se trata de ver si acaso el matrimonio fue nulo o no lo fue. Si el matrimonio
fue nulo no hay que anular nada. Solamente hay que declarar que es nulo.
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Puede el Párroco pedir a algún otro sacerdote (el coordinador de zona u otro) para
introducir y conducir la conversación. En tal caso, como es lógico ha de actuar de acuerdo
con quien vaya a conducir la conversación.

2°.- Respecto al “Tema de conversación”

Como simple advertencia antes de entrar en el contenido del tema, advertimos que el
modo de presentarlo queda totalmente a la creatividad del Párroco o de quien lo conduzca.

Puede ser comenzando por la exposición tal como lo haya preparado el expositor, dejando
después tiempo para que los asistentes hagan preguntas. O quizás sea mejor que después de
la exposición se hagan grupos de cuatro o cinco personas para que conversen entre ellos y
cada grupo formule seguidamente sus preguntas.

Pero también puede ser que antes de hacer la exposición del tema, el conductor o expositor
comience preguntando a los asistentes sobre sus inquietudes o sus ideas sobre los
matrimonios nulos. Quizás alguien considere mejor comenzar mostrando algún video o
narrando algún caso etc.

Posiblemente, alguna persona diga que quiere profundizar en el estudio de su caso para ver
si debe recurrir al Tribunal. Es decir se trataría de iniciar el proceso prejudicial que es
profundamente pastoral y que debe llegar, eventualmente, a la preparación de la demanda.
Es una etapa que se ha de iniciar después, en la que el Párroco tiene que actuar con
profundo corazón de pastor, escuchando y acompañando a esas personas y, al mismo
tiempo, buscando a alguno de los “Misioneros Procesales” que ayude a preparar la
Demanda judicial con todos los requisitos del caso.

Mientras no existan Misioneros Procesales será conveniente poner atención especial en


descubrir personas que tengan las condiciones y acojan la posibilidad de realizar un gran
apostolado como Misionero Procesales del Tribunal, Sería ideal que en cada Parroquia haya
alguno.
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El contenido de la conversación. La exposición debe comenzar advirtiendo que es muy


frecuente que al llegar alguien por primera vez para presentar su situación matrimonial diga
que quiere “anular” su matrimonio celebrado en la Iglesia. Ante tal planteamiento, la
primera aclaración es dejar bien asentado que la Iglesia mantiene con toda firmeza aquello
que dijo Jesús: “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. Según eso, la Iglesia no
anula el verdadero matrimonio consumado de los cristianos. Deben permanecer unidos
“hasta que la muerte los separe”.

Se ha de dejar bien claro que lo que hace la Iglesia es estudiar los casos concretos que se
presentan al tribunal para saber si acaso el matrimonio en cuestión fue verdadero o si, por el
contrario, sólo fue un matrimonio aparente. En este caso, el matrimonio NO está dentro de
“lo que Dios ha unido”.

Muchas veces hablamos del matrimonio refiriéndonos a la ceremonia que se realiza en la


Iglesia con la que un hombre y una mujer establecen entre sí el consorcio conyugal para
toda la vida. Otras veces hablamos del matrimonio refiriéndonos al consorcio que
permanece después de la celebración.

Pero sucede que no siempre que se realiza la ceremonia del matrimonio hay verdadero
matrimonio, aunque la celebración se haya llevado a cabo con brillo y alegría de todos. En
esos casos lo que se ha producido es un matrimonio aparente, se trata de un matrimonio
nulo y aunque todos se imaginen que están casados la verdad es que no están casados.

Para estudiar bien lo que sucedió es necesario que todos actúen con la verdad. Son muchas
las cosas que hay que preguntar y es gravemente obligatorio responder según la verdad.
Quien vaya a plantear algún caso con intención de mentir debe retirarse.

Es cierto que a veces hay hechos o situaciones que algunas personas sienten mucha
vergüenza en declarar, lo cual requiere una actitud muy sincera de acogida y respeto por
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parte del Párroco o de quien reciba la declaración. Es actitud profundamente pastoral.


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Toda la información que se recibe queda bajo secreto, dentro de la confidencialidad. No se


puede violar este secreto.

Y se ha de tener presente que, a veces, hay matrimonios nulos que se pueden y deben
convalidar. Con lo dicho es claro que es fundamental averiguar si el fracaso de la
convivencia matrimonial es irremediable.

Atendiendo ahora a estas personas con matrimonio nulo y convivencia rota de forma
irremediable es necesario dar la orientación necesaria de modo que puedan aconsejarse
“sobre la posibilidad de introducir la causa de nulidad de su matrimonio y sobre el modo
de proceder, en la medida en que pudiera haber fundamento” (Instr. D. C. Art. 113 – § 1).

Este servicio, según nuestro plan, se pretende dejar establecido en la Parroquia y abarca tres
campos:
1) el estrictamente judicial,
2) el referente a la dimensión humana (sanación de heridas, crecimiento humano) y
3) el referente al encuentro con Dios (evangelización).

Para realizar este servicio es fundamental mantener una sincera actitud de acogida, lo que
lleva consigo una total disposición para escuchar.

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1.- Referente al campo judicial: Las personas que se acercan para pedir información sobre
la forma de actuar para iniciar un proceso de nulidad matrimonial en el Tribunal necesitan
ser muy bien acogidas desde el primer momento. Son personas que tienen un profundo
problema en su interior y es eso lo primero que ha de tenerse ante la vista. Es necesario
dejar espacio y tiempo suficiente para que esa persona pueda ser escuchada.

Es cierto que la persona se acerca a pedir información, pero es un grave error limitarse a dar
las informaciones pertinentes sobre los trámites a seguir y papeles que se requieren. Sin
duda, quien actúa de este modo cumple el rol de funcionario, pero no toma en cuenta que la
persona interesada en esta información está necesitada de una atención especial. Esa
persona necesita experimentar a la Iglesia como madre, experta en humanidad.

2.- Referente al campo de dimensión humana: Decíamos que la persona que se acerca al
Tribunal pidiendo información para iniciar un proceso de nulidad matrimonial está
necesitada de una atención especial.

De un modo u otro ha pasado por situaciones muy dolorosas y, a veces, mantienen heridas
muy profundas, con frecuencia en total soledad interior.

No tomar en cuenta esta realidad es olvidarse de lo que nos enseñó Jesús con su permanente
atención a los heridos por cualquier enfermedad o dolor. Hay heridas muy profundas que
necesitan sanación.

Durante el proceso van a tener que recordar esas situaciones y es muy importante
acompañar en esos momentos para ayudar en el proceso de sanación.
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No sólo tratando de perdonarse uno al otro sino de perdonarse a sí mismo, cosa


frecuentemente, mucho más difícil. Además ver qué se puede hacer frente a las heridas
causadas a los hijos.

Algunas de estas personas han seguido o están siguiendo algún tratamiento psicológico,
pero eso no dispensa, ni mucho menos, de la actitud de atención y acogida que se ha de
tener ante la situación vivencial de esas personas.

3.- Referente a la vivencia del encuentro con el Señor. Cualquiera sea la situación de la
persona que se acerca al Tribunal es muy importante ayudar a esa persona para que viva la
etapa del proceso como tiempo especial de gracia y tome clara conciencia de que Dios la
conoce mucho mejor que ella a sí misma.
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Pero no sólo eso, sino que Dios la quiere y la quiere mucho más de lo que se imagina.
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Dios conoce muy bien a ese hombre o esa mujer, con todas las cosas grandes que tenga y
todas las barbaridades que cada uno haya hecho. Teniendo bien presente que ante Dios no
valen máscaras ni apariencias.

Dios quiere a ese hombre o mujer que tiene la historia concreta que cada uno sabe. Y es esa
la persona que Dios ama mucho y no deja de salir a su encuentro para que sane y crezca
como persona humana, hija de Dios, en el encuentro con Dios, el Padre del cielo y los
hermanos.

La persona que experimenta el encuentro con el Señor alcanza a verse a sí misma y a las
demás con los ojos de Dios que es amor.

Estos tres campos que hemos señalado se han de ver como tres dimensiones de un único
proceso. Los Párrocos deben ayudar a vivir esta unidad a través de las diversas etapas.

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Tema 5º

Misioneros Procesales
Perfil
En la Diócesis de Talca, para facilitar la cercanía entre los fieles y el Tribunal
hemos iniciado un camino que articula el Tribunal con las Parroquias de modo que,
actuando coordinados, podamos llevar adelante este proceso que está muy ligado a la
salvación de las almas.

Como un eslabón para la buena articulación entre el tribunal y las parroquias ha quedado
establecido el apostolado de los Misioneros Procesales y para que puedan entender y
realizar bien su labor se ha confeccionado un Vademécum que deben saber manejar, el que
se complementa con un Compendio, destinado a los párrocos. Por lo tanto es necesario
buscar las personas que puedan desarrollar este apostolado y darles la formación necesaria.

El concepto de “Misionero Procesal” se refiere al servicio que presta y su vinculación con


el Tribunal Eclesiástico. Sin embargo, en cada realidad individual, se elegirá el nombre que
más representativo pueda ser para quienes realizan esta labor.

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Señalamos, ahora, el Perfil de las personas aptas para este servicio.

Se requiere:

1°.- Que sean personas capaces de asumir la labor con actitud pastoral de fiel y creciente
seguimiento de Cristo.

2°.- Con auténtica sensibilidad humana, capaces de reaccionar con entrega sincera ante el
sufrimiento de las personas. Seguir el ejemplo del Buen Samaritano,

3°.- Que sepan acercarse a cada persona y escuchar.

4°.- Que asuman la responsabilidad con libertad y gratuidad.

Puede ser sacerdote, diácono, religiosa, laico (hombre o mujer) y con buena disposición
para recibir la formación necesaria. Por concretas experiencias especiales que se han dado
parece muy conveniente que la persona que desempeña su labor en la Secretaría parroquial
sea también Misionero Procesal del Tribunal, capacitándose previamente para ello.

Los candidatos deben hacer llegar su solicitud al Tribunal, a través de los colaboradores
decanales o del respectivo Párroco. Si el Vicario judicial considera que cumple las
condiciones y acepta la solicitud, la persona solicitante queda admitida como candidato que
ha de seguir el curso correspondiente para capacitarse.

Terminado el curso satisfactoriamente corresponde al Obispo conceder la Designación de


Misionero Procesal con todas las facultades propias para el desempeño de su labor. 32

†Juan Luis Ysern


Obispo emérito de Ancud
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Vicario Judicial de Talca

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Consultas a:
misionerosprocesales@gmail.com

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