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Facultad de Artes
Rapagnani, Luca
A) Krotz afirma que la forma de construcción del otro aplicada por los Antropología
Humanista del siglo XIX es a través de la diferencia. Las teorías llevadas adelante por estos
científicos (fuertemente influidas por el positivismo y las investigaciones de Darwin) consideran
que el ser humano está provisto de ciertas cualidades por la naturaleza (universales a toda la
especie) y de otras por el aprendizaje, es decir, culturales (la cultura es constitutiva de la
humanidad, sin embargo, adopta diferentes formas). En este sentido, observan a las demás
sociedades como estadios anteriores del progreso de la humanidad. La cultura sería sólo una
para toda la humanidad, pero en la sociedad occidental se encontrarían en el máximo nivel de
desarrollo. Los humanistas identificaban el nivel de progreso de las sociedades a partir de los
siguientes indicadores: la cantidad de diferentes herramientas y objetos tecnológicos y su
eficacia para satisfacer las necesidades de la sociedad; y la diferenciación en las funciones que
cumplen las diferentes instituciones. De esta manera, la otredad se construye desde la
comparación con el otro tomando el nosotros (sociedad occidental civilizada) como punto de
referencia. Lo que se encuentra en esta comparación es la ausencia de ciertas cualidades y la
presencia de otras. El otro es, desde esta perspectiva, un ser incompleto, no desarrollado.
C) La función utópica del discurso de la que nos habla Estela Fernandez Nadal, basada
en el trabajo de Arturo Roig, resulta de gran importancia para comprender la dinámica de los
procesos sociales. Si, como venimos desarrollando a lo largo del presente trabajo, decimos que
la cultura constituye un importante lugar de transformación y reproducción de las condiciones
de vida, los discursos que circulan en la sociedad cobran relevancia. Ahora bien, la autora se
enfoca en la función utópica de éstos ya que considera que mediante ella introducen la
posibilidad de cambio al reconocer el presente como producto de procesos históricos, y a la vez,
se constituyen como una acción concreta de lucha al plantear críticas a la sociedad
contemporánea y erigir un modelo ideal hacia el cual avanzar. Fernandez Nadal desarrolla esto
bajo las tres modalidades propuestas por Roig y añade una cuarta.
Entonces, podemos definir las culturas híbridas a partir de los cambios que genera el
pueblo con su cultura, en los que preserva y/o redefine sus tradiciones frente a los cambios que
genera la modernidad, en función de la satisfacción de sus necesidades culturales, sociales y
económicas. Sin embargo, estos cambios no siempre son conscientes y estratégicos y están
afectados a las condiciones de los procesos históricos. Por último, es necesario atender a que el
pueblo está compuesto por una gran diversidad de actores y por lo tanto los procesos sociales no
son unívocos y lineales, sino que apuntan en múltiples direcciones.
E) Como venimos desarrollando, los estudios folclóricos que se realizaron desde el siglo
XIX estuvieron guiados por intereses ideológicos y políticos. Más que estudiar los procesos
culturales folclóricos, se buscó construir una imagen de lo tradicional que, acorde a los intereses
de los Estados nacionales recientemente formados, forjaran una identidad arraigada a un pasado
común. Esta postura creó una imagen idealizada del folclore y postuló que los medios de
comunicación masivos y el progreso tecnológico acelerarían su desaparición. Frente a ésta
concepción estática, Canclini nos invita a poner el énfasis, no en rasgos objetivos que definan lo
que es el folclore, sino en actores populares que participan de procesos culturales dinámicos y
en la relación que sostienen con sectores hegemónicos.
Para ello, se propuso refutar la visión clásica de los folcloristas. Así, plantea que los
sectores populares elaboran diversas estrategias para continuar su producción cultural
amparados en que la industria no logra acaparar a toda la población, que su producción es
valiosa en el mercado y que los Estados promueven su desarrollo para reafirmar su legitimidad.
Por otra parte, propone que la migración de los sectores populares a las ciudades los ubica en un
contexto de diálogo con otros saberes y tradiciones que producen cierta mixtura en sus
producciones culturales. Teniendo en cuenta que las tradiciones se construyen históricamente, y
por tanto mutan en el tiempo, los sectores populares se ubican en el presente con un bagaje de
experiencias históricas que les permiten reconstruir sus producciones culturales, ya que muchas
veces la reproducción pura y estática de estas tradiciones no es la mejor estrategia posible para
sus propios intereses. Por último, cabe destacar, que lo folclórico no es exclusivo de las clases
populares ya que, por un lado, los individuos participan de múltiples prácticas culturales de
diversas procedencias y, por el otro, múltiples actores (estatales, privados, campesinos, urbanos,
trasnacionales, etc.) participan de los procesos culturales folclóricos.
Por otra parte, se encuentran los procesos de desterritorialización a través de los cuáles,
los fenómenos culturales no se encuentran arraigados a un espacio específico: los migrantes
conservan, resignifican y cambian las tradiciones del lugar del que emigran y las nuevas
tecnologías hacen mucho más factible el consumo de producciones culturales foráneas. El autor
propone por el énfasis en la vinculación de esto con las prácticas sociales y economías y las
relaciones de poder. A su vez, menciona los procesos de reterritorialización que intervienen el
espacion en oposición a la pérdida de identidad que genera el arribo masivo de nuevos universos
simbólicos.
Canclini nos narra algunas expresiones culturales que resultan ejemplares de cómo se
manifiestan estos cambios en nuevos géneros que llama impuros. Nos muestra, entonces, el
graffiti y la historieta como medios sincréticos y transculturales que, a través de la ironía y el
humor, interpelan a los sujetos a la vez que incorporan algunas tradiciones en los procesos
modernos.
Por último, nos resta hablar de los poderes oblicuos. Este concepto sirve al autor para
dar cuenta de cómo se configuran las relaciones de poder en estas dinámicas de diferenciación
social que resultan menos claras. Si bien reconoce que se siguen manifestando asimetrías entre
los países centrales y los oprimidos, entre los burgueses y los proletarios, entre los blancos y los
indígenas, etc., afirma que estas relaciones se dan entremezcladas y de una manera no tan lineal.
Reconoce, también, cierta complicidad, cierta unión implícita, e incluso inconsciente, entre los
sectores hegemónicos y los oprimidos. Finalmente, reflexiona acerca de la gran importancia que
tienen las relaciones culturales en las de poder; pero afirma que las producciones culturales no
tienen mayor eficacia sobre las relaciones políticas a causa de una estructura de articulación
entre lo político y lo cultural.
G) El paradigma político cultural hace referencia al conjunto de concepciones que tiene
un proyecto político histórico para fomentar una forma específica de desarrollo cultural o
facilitar éste a algún agente en particular. Canclini desarrolla seis paradigmas:
H) Para establecer las relaciones posibles entre las funciones utópicos del discurso y los
paradigmas político culturales, procederemos a pensar qué modelos utópicos dirigen cada una
de las diferentes posiciones que describe Canclini.
Biblografía
Boivin, M. y Rosato, A. (2011) “Constructores de otredad” Capítulos 1, 2 y 3.
Victoria: Edit. Antropofagia