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TEMA 4
OBSERVACIONES A LA EXPANSIÓN 10 AÑOS DESPUÉS (David Felip y Sabort)
2. EL PANORAMA

1. El paisaje dibujado por Silva en 1999 es sobradamente conocido y perdura en la actualidad.


El derecho penal ha superado su tradicional papel de prevención de riesgos individuales y se
pretende utilizar como instrumento de gestión de los grandes problemas sociales. Es la
denominada expansión extensiva del derecho penal, que se manifiesta en el campo
socioeconómico. Este DP expansivo precisa de una ampliación de las formas de atribución de
responsabilidad (vgr: recurso a delitos de peligro abstracto, flexibilización de las reglas de
imputación…). Por otra parte, esta expansión también se manifiesta en campos más
tradicionales, singularmente en materia de terrorismo y crimen organizado. Se trataría pues de
una expansión intensiva caracterizada por realzar el perfil del autor frente a la gravedad del
hecho concreto, un severo incremento de penas, endurecimineto de la ejecución
penitenciaria, ampliación de la supervisión no carcelaria, reformas procesales buscando
rapidez y eficacia, etc. ( sus manifestaciones más agudas se corresponden con el derecho penal
del enemigo) Y ante esta situación, se produce lo que, a juicio del autor, es más importante
que al expansión en sentido estricto: los principios limitadores del ius puniendi no se
muestran capaces de contener la avalancha sino que, por el contrario, garantías como la
proporcionalidad, taxatividad, lesividad o intervención mínima se convierten para jueces y
legisladores en simples cuestiones vagas, sin importancia.

2. Además de describir las manifestaciones concretas e identificar los rasgos característicos de


la expansión, Silva se sobrepone a la complejidad y advierte que ambas facetas de la
expansión, extensiva e intensiva, son dos caras de una misma moneda, fruto de causas
comunes. Y, por otra parte, a pesar del tono critico de su análisis no efectúa una descalifiación
absoluta del fenómeno. En efecto, algunos de los cambios provocados por al expan, extensiva
como por la intensiva se consideran razonables: pj: la necesidad de adaptar la respuesta penal
a nuevos riesgos vinculados al desarrollo tecnológico, la globalización de la economía o el
fuerte incremento de la criminalidad organizada. Sin embargo, otros cambios serian
irrazonables por responder, más que a problemas reales, a la percepción que de éstos se tiene
en la sociedad.

3. Para Silva este DP moderno o de la expan. Extensiva acabará siendo en buena medida
ineficaz, si opera en un sistema de garantías y de reglas de imputación del DP clásico, por lo
que, para no verse sumido en el puro simbolismo, precisará de una degradación de dicho
sistema que acabará por extenderse al conjunto del DP. Sin embargo, dado que es un
fenómeno irreversible que no desaparecerá solo con respuestas extrapenales, propugna
soluciones de compromiso: la flexibilización de garantías y criterios de imputación allí donde
sea necesaria debe verse acompañada de la renuncia a la pena de prisión

4. En la opinión del autor, lo más llamativo de la década siguiente a la publicación de “la


expansión” ha sido que la deriva punitivista (la expansión intensiva) ha incrementado su
protagonismo. Leyes de “cumplimiento integro y efectivo de condenas”, “extranjeros”,
“terrorismo y criminalidad organizada”, “medidas concretas en seguridad ciudadana” o
“pornografía infantil” han sido leit motiv del legislador europeo del siglo XXI, y la “tolerancia
cero” un lugar común de las políticas criminales. En la actividad cotidiana del sistema de
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justicia penal, el nuevo tratamiento de fenómenos como la violencia de género o la


inseguridad vial han alterado profundamente a su praxis diaria, especialmente en Esp.

Mientras tanto, la expansión de la legislación penal hacia nuevos sectores durante la primera
década del siglo se ha moderado ligeramente, si bien está adquiriendo nuevo empuje una vez
la UE se ha consolidado como el motor principal de la política criminal europea.

La cuestión que queda sobre la mesa es si este proceso se ha estabilizado o estamos ante una
reexpansión en ciernes del derecho penal provocada por la actual crisis económica
internacional. Esto último parecía lo más probable pq uno de los ppales factores de la crisis ha
sido el descontrol de los mercados financieros en una economía mundializada. Ello ha
originado demandas de mayor intervención estatal que debería conducir, entre otras medidas,
a una revitalización de un DP auténticamente socio-economico, centrado en la protección del
papel regulador del Estado y de los bienes jurídicos colectivos objeto de los desmanes de la
ultima década. Por otra parte, los miedo e inseguridades fruto de la recesión económica
pueden buscar una válvula de escape en el encono del populismo punitivo más tradicional.

3. LAS CAUSAS

Por lo que se refiere a las causas de la expansión apuntadas en su momento por Silva, la
mayoría se han confirmado, intensificado y ampliado

3.1 Nuevos intereses, nuevos riesgos y nuevos (y mayores) miedos

1. Hoy en día, la realidad o percepción de fenómenos como el calentamiento del planeta, el


terrorismo global, las nuevas enfermedades, la modificación genética de alimentos, el nuevo
peligro nuclear, la intensificación del fenómeno migratorio o el individualismo de masas
estimulado por las nuevas tecnologías abundan en la línea apuntada en su momento por “la
expansión”. A raiz de la presente crisis económica, el funcionamiento descontrolado del
mercado financiero viene a engrosar el listado de fuente de peligros difusos con graves
dificultades de atribución de riesgos y responsabilidades.

2. Ahora bien, el impulsor decisivo de la expansión seguiría siendo la vivencia o representación


que los ciudadanos tienen de tales amenazas, reales o aparentes. Ya se ha indicado que los
índices de delincuencia y de victimización no han experimentado cambios muy significativos
durante la última década y los gestores públicos empiezan a abordar técnicamente el control
del miedo al delito y la percepción de riesgo de victimización

3.2 Cambios de actitud de los agentes sociales hacia el Derecho Penal, la víctima y el
delincuente

1. La deshumanización de la figura del delincuente (paradigmáticamente la del terrorista,


delincuente sexual, agresor de género o de menores) está llegando a la actualidad al
paroxismo. (La asociación xenófoba de la delincuencia con la emigración facilita) una visión
despersonalizada del delincuente como alguien ajeno al cuerpo social nacional a quien no
deben aplicarse las reglas reservadas a la ciudadanía.

2. Sigue en boga el desentendimiento de la génesis del delito por parte de la mayoría de la


sociedad y la consiguiente visión del crimen como un producto exclusivamente individual-
volitivo. Entre otras muchas manifestaciones, quisiera remarcar que la buena acogida de
planteamientos como la prevención situacional del delito en las políticas públicas de seguridad
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o el de las primeras aportaciones de la neurociencia al DP responde, junto a la innegable


capacidad de rendimiento de tales enfoques, al predominio de lo individual sobre lo social en
la visión social mayoritaria del fenómeno criminal.

3. Asimismo, pagándose un olvido de décadas, se acentúa el protagonismo de las víctimas del


delito, que se convierten en portavoces sociales cualificados, abriendo noticiarios,
patrocinando iniciativas legislativas o actuando de pseudoexpertos en los más diversos
ámbitos. Por otra parte, el punitivismo como política pública, tradicionalmente en manos del
conservadurismo político, va incrementando su transversalidad.

3.3 Debilitamiento de otras formas de protección

Las tradicionales formas de control social de la criminalidad cotidiana van difuminándose:


individualismo, anonimato, debilitamiento de las relaciones familiares y de pareja,
consumismo desaforado, desaparición de las relaciones de vecindad, creciente transformación
de las relaciones de trabajo,etc. Especialmente novedoso e interesante es, a juicio del autor, el
papel de las nuevas formas de interacción en la sociedad-red, sobre todo las denominadas
redes sociales en internet (estas, aumentan la erosión de los vínculos comunitarios
tradicionales y sus funciones de control). En contrapartida, tal vez estén forjando nuevas
formas de control social descentralizado. Con todo, no creo que esto pueda compensar el
estímulo que dichas redes generan sobre las causas de la expansión que se acaba de
mencionar, tanto por su poder de generación de alarma y de amplificación de demandas
sociales como por constituir en sí mismas una nueva fuente de riesgos reales en forma de
ciberdelitos.

Por lo que a los mecanismos de protección jurídicos se refiere, el descrédito de las


administraciones públicas va en aumento, sobrepasadas por exigencias crecientes de
prestaciones de todo tipo e identificadas con un poder político intensamente deslegitimado
por razones objetivas, pero también por discursos ideológicamente interesados en ello.
Descrédito que ha alcanzado claramente al propio sistema de justicia penal, con el paradójico
efecto de que la sociedad achaca a esa instancia no solo sus innegables carencias sino también
las limitaciones estructurales y disfunciones de una legislación penal desbocada.

3.4 Desformalización y privatización de la intervención al servicio de una pretendida eficacia

Otro de los factores de la expansión señalados por Silva era la privatización de las funciones
policiales y penitenciarias y la desformalizacion del proceso penal.

3.5 Elementos multiplicadores: globalización e integración supranacional

En relación con la globalización, además de la generación de nuevos riesgos o potenciación de


los tradicionales quisiera insistir en las profundas alteraciones sociales que esta implica.

Dicha globalización ha intensificado la emigración, la cual, en gran parte, se ha ubicado


socialmente en el polo de los más desfavorecidos. Lo que contribuye a la consolidación de
grupos políticamente poco participativos y fácilmente identificables y estigmatizables, lo cual
facilita que el punitivismo se cebe en la delincuencia proveniente de sus filas.

Asimismo, ahora se aprecia más claramente el efecto de la mundialización. El liderazgo en la


reflexión y la práctica político-criminal difícilmente podrá continuar siendo básicamente de
corte occidental, estructurado, en torno al mundo anglosajón y el europeo continental. Los
países emergentes, especialmente asiáticos no se limitan a asimilar pasivamente los acervos
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generados por las culturas otoras dominantes sino que se van convirtiendo en protagonistas
económicos, políticos y culturales principales.

4. ALGUNAS CRITICAS

No voy a extenderme en la importancia y acogida de la obra

En primer lugar, se ha cuestionado el modelo de análisis. Se critica a Silva que intente explicar
bajo un único modelo analítico, la expansión de la criminalización, cuando en realidad se
trataría de dos fenómenos con causas diversas y que se moverían en direcciones opuestas.

En cambio, desde esta posición crítica, la modernización del Derecho Penal o expansión
extensiva es consideraba básicamente positiva.

5. UNAS NOTAS PERSONALES (revisar del texto original, o sea leer este punto)

En el análisis de las causas, aunque estaban claramente presentes los factores económicos, a
juicio del autor, tal vez no ocupaban un lugar suficientemente estelar. La plena mundialización
de la economía, el desplazamiento de la producción industrial a países emergentes, la
desregularización de la actividad financiera, etc. Son factores que nos están conduciendo a
sociedades low cost, esto es, sociedades masificadas de renta media-baja orientadas al
consumismo, políticamente masivas, con gran concentración de riqueza y crecientes bolsas de
exclusión. Entiende el autor que estos factores son el motor básico de la expansión y de la
mayoría de sus causas más inmediatas, no solo en tanto que generadores de delito en sí
mismos sino por su incidencia en la visión social de la criminalidad y el papel del DP

En cuanto a la división de la expansión en dos fenómenos  se producen muchos


encabalgamientos entre las distintas facetas de la expansión del Derecho Penal. El deslinde
entre ambas vertientes no es claro, no solo respecto a sus causas e ideologías sino incluso en
sus manifestaciones concretas. De ello se puede concluir que, aunque no se pretenda, la
modernización del DP puede implicar que éste, en buena medida, se adapte funcionalmente a
las exigencias del mercado en vez de encauzarlo

En definitiva, cree el autor que resulta decisiva una aplicación técnicamente lo más rigurosa
posible del principio de subsidiariedad. Así, por un lado, es desalentador su vaciamiento de
contenido por parte del legislador, convirtiéndolo en una mera formula ritual que se invoca en
las exposiciones de motivos cada vez que se acomete una nueva regulación. Pero tampoco es
de recibo que se alegue automáticamente, sin verificación empírica alguna, para rechazar
cualquier reforma o novedad. Si realmente es efectivo, el DP no debería permanecer ajeno a
sectores sensibles en los que otras formas de prevención no penal, que en apariencias son
preferentes desde una perspectiva de una teórica subsidiariedad, se muestran perennemente
ineficaces en la práctica para hacer frente al incumplimiento recalcitrante.

Aunque el autor está pensando esencialmente en la expansión extensiva, admite que estas
reflexiones pueden resultar operativas en las expansión intensiva, donde tal vez deberían
efectuarse algunas concesiones, especialmente en campos como la multirreincidencia.
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EL NUEVO MODELO PENAL DE LA SEGURIDAD CIUDADANA (Ripollés)


1. LA CRISIS CONTEMPORANEA DE LOS MODELOS DE INTERVENCIÓN PENAL

En la interpretación de la reciente evolución de la política criminal española, pródiga en


reformas penales, proceslaes y penitenciarias, los penalistas muestran un cierto desconcierto a
la hora de abordar su análisis crítico. Los nuevos acontecimientos generan una actitud de
rechazo hacia lo calificado como una política criminal oportunista.

Conviene que nos preguntemos por las razones de esa incapacidad que los expertos de la
política criminal tienen para analizar con la necesaria ecuanimidad unas decisiones y
actuaciones que gozan de un generalizado respaldo popular y de un impulso político de amplio
espectro ideológico. Creo que la explicación se debe, en gran parte, a que los penalistas están
analizando las transformaciones jurídicopenales en curso desde un modelo analítico
equivocado o en trance de superación.  Modelo Penal Garantista.

Este modelo se caracteriza por desarrollar una estructura de intervención penal autolimitada,
por lo que se le ha llamado “derecho penal mínimo”, gira en torno a unos pocos principios:

1. La atribución de una eficacia limitada a sus genuinos instrumentos de intervención, la norma


y sanciones penales. Éstos solo desarrollarían efectos sociales perceptibles en el control social
en general. Solo en cuanto el subsistema de control penal coincidiera en sus objetivos con los
pretendidos por el resto de los subsistemas de control social y en la medida en que
interaccionara recíprocamente con ellos, habría garantías de que la intervención penal
coincidiera con los comportamientos sociales. De ahí que se desconsidere como promotor de
las transformaciones en los valores sociales vigentes.

2. Deliberada reducción de su ámbito de actuación a la tutela de los presupuestos más


esenciales para la convivencia. El derecho penal considera una virtud que su área de
intervención sea la mínima imprescindible. El DP solo debe actuar frente a las infracciones más
graves a los bienes más importantes, y ello solo cuando no existan otros medios sociales más
eficaces. (ello conlleva al olvido de todas las pretensiones encaminadas a salvaguardar a través
del dp opciones morales e ideológicas).

3. Profunda desconfianza hacia un equilibrado ejercicio del poder sancionatorio por parte de
los poderes públicos. El DP se sigue declarando heredero del liberalismo político, y por ello
trata de defender al ciudadano, delincuente o no, de los posibles abusos y arbitrariedad del
poder punitivo. De ahí que coloque la protección del delincuente en el mismo plano que la
tutela de los presupuestos esenciales para la convivencia. Ello explica las exigencias a satisfacer
por los poderes públicos al establecer los comportamientos delictivos y sus penas. El temor a
un uso indebido del poder punitivo conferido al estado, que pudiera acabar afectando a los
ciudadanos, conforma todo el armazón conceptual del dp garantista, desde los criterios de los
contenidos a proteger hasta los de las sanciones, pasando por los que se ocupan de
estructurar un sistema de exigencia de responsabilidad socialmente convincente.

4. Existencia de limites trascendentes en el empleo de sanciones penales. Los efectos


sociopersonales pretendidos por la conminación, imposición y ejecución de las penas, en
ninguna circunstancia deben superar ciertos confines:

 Humanidad de las sanciones: determinadas sanciones o formas de ejecución son


incompatibles con la dignidad de las personas. no pueden imponerse
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 Proporcionalidad: la pena debe ajustarse en su gravedad a la del comportamiento


delictivo al que se conecta, debiendo mantener correspondencia sustancial.
 La pena debe fomentar o no cerrar el paso a la reintegración en la sociedad del
delincuente, lo que se configura como un derecho de todo ciudadano y se nutre de
una visión incluyente del orden social y del reconocimiento de responsabilidad de la
sociedad en la aparición del comportamiento delictivo.

La tesis que el autor quiere exponer a continuación es la de que este modelo ya no nos da las
claves para interpretar los recientes cambios politicocriminales, porque estos (los nuevos
cambios) obedecen a una nueva forma de configurar y modelar el control social penal. De ahí
que las críticas garantistas a las recientes decisiones legislativas se pierdan en el vacío de la
incomprensión social (boli subrayado apuntes)

El nuevo modelo que se está asentando inició su devenir en algunos sistemas jurídicos antes
que en otros.

Durante los 60 y 70 del S.XX ciertos ordenamientos jurídicos tomaron orientación a favor de lo
que se llamó el modelo resocializador. Se implanto el países anglosajones (USA y GB) y en
países escandinavos. Recibía impulso de la “ideología de tratamiento”, que consideraba que la
legitimación del dp nacía de su capacidad para resocializar al delincuente y todo el
instrumental penal debía reconducirse a esa finalidad.

Se trataba de una idea que ya tenía tradición. Pero la novedad fue que los países nombrados
pretendieron configurar su modelo de intervención penal de acuerdo a esa idea de
resocialización del delincuente. Lo que implicaba una serie de decisiones significativas:

1. La pauta de actuación es la búsqueda de la reintegración en la sociedad del delincuente,


objetivo al que han de acomodarse todos los demás. Lo que conlleva que los otros efectos
sociopersonales quedaran sin efecto o en segundo plano. (pj la prevención general de los
delitos mediante efectos de intimidación y los efectos a evitar la reincidencia)

2. La obtención del objetivo resocializador exigía arrinconar ciertas cautelas propias del DP
clásico. Se difuminan las referencias al hecho concreto realizado prestando especial atención a
sus condiciones personales y sociales en el momento de delinquir. Se promueven las penas
indeterminadas cuya duración y contenido están condicionados por la evolución en el proceso
de reintegración en sociedad.

3. La pena de prisión es objeto de una valoración ambivalente:

 Se considera que proporciona un marco espacial y regimental que facilita las


aproximaciones reeducadoras a los delincuentes. (necesidades de tratamiento)
 Se percibe que resulta difícil eludir sus consecuencias negativas al internamiento y se
impulsan (en segunda mitad del periodo) penas alternativas a la prisión con
capacidades para conseguir el mismo objetivo, pero llevando el delincuente una vida
en libertad.

4. Abordaje de la delincuencia se consolida como una tarea de expertos. Compete a los


profesionales de la policía y jurisdicción, pero sobremanera a profesionales de las cc del
comportamiento que aportan sus conocimientos en el momento de la determinación de la
pena y durante su ejecución.
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Este modelo resocializador sufre un colapso desde mitad de los 70 en los países más
involucrados. Algunas de las razones:

 Cunde el desánimo entre sus defensores respecto de la eficacia de las técnicas de


tratamiento
 se asienta la impresión de que el énfasis en la resocialización del delincuente
constituía objetivamente una cortina de humo que velaba las responsabilidades de la
sociedad en su conjunto. En este punto tienen gran relevancia los movimientos de la
criminóloga crítica
 se reavivan los argumentos propios del modelo garantista que cuestionan la
legitimidad de llevar a cabo injerencias tan intensas sobre los derechos y la
personalidad del indv delincuente.
Se reclama el restablecimiento de las garantías individuales, penas de duración
determinada y reducción del arbitrio judicial y penitenciario.
Se cuestionan las pretensiones resocializadores que no aseguran el futuro acatamiento
externo de la norma por el delincuente
 otros efectos sociopersonales de la pena recuperan su prestigio

Más allá de estas razones, Garland, ha dicho que estas se limitan a reflejar un cambio más
profundo en las creencias y formas de vida de la sociedad moderna, el cual habría comenzado
o transformado la política criminal. Con este fin ha intentado identificar un conjunto de rasgos
que responderían a estos cambios en las actitudes sociales y que constituirían un buen
compendio del nuevo modelo de intervención penal en curso.

2. A LA BÚSQUEDA DE UN DIAGNOSTICO

Inspirado en el análisis de Garland, el autor expone las que considera ideas motoras el nuevo
modelo de intervención penal que se está configurando en Esp.

1. Protagonismo de la delincuencia clásica

La delincuencia clásica, la que gira en torno a los delitos contra los intereses individuales (vida
e integridad, propiedad y libertad) ha superado el riesgo de pérdida de protagonismo que en
algún momento se pensó que iba a sufrir. Durante las ultimas décadas de la segunda mitad del
siglo XX parecía asentarse la idea de que el DP debía extenderse a la criminalidad de los
poderos. ( y se produjeron avances en el ámbito legislativo significativos en ese sentido 
renovado catalogo de delitos introducidos por el código penal de 1995)

Sin embargo, pocos años más tarde predomina en la opinión publica una actitud resignada
frente a los obstáculos con que ha tropezado el intento de asegurar la operatividad sin
excepciones del catálogo de delitos del código penal. Hay diversas causas de tal pesimismo:

 hay la impresión de que los poderos, mediante asesoramientos técnicos solo


accesibles a su nivel económico han sido capaces de explotar has limites abusivos las
garantías del derecho penal y procesal, logrando eludir la persecución penal, condena
o sanciones.
 Se ha generado la percepción social de que en todas esas intervenciones penales
resulta difícil eludir el aprovechamiento sectario del asunto por parte de los poderes
político (el fenómeno de la judicialización de la política termina dejando en segundo
plano la verificación de la realidad y valoración de la gravedad de los delitos)
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 Un factor adicional, la actitud contemporizadora (conformista) de la doctrina penal con


los obstáculos surgidos en la persecución de este tipo de delincuencia: lo que comenzó
siendo una preocupación por las dificultades conceptuales encontradas a la hora de
encajar las nuevas formas de delincuencia propias de los poderosos, ha acabado
dando lugar a propuestas que conducen a una rebaja significativa en la intensidad de
persecución de esa criminalidad.

Frente al desdibujamiento que los problemas antedichos parecen crear sobre la criminalidad
de los poderosos, la delincuencia clásica está más presente que nunca en el imaginario
colectivo.

2. Prevalencia del sentimiento colectivo de inseguridad ciudadana

La consolidación de la delincuencia clásica encuentra un apoyo inestimable en la


generalización del sentimiento colectivo de inseguridad ciudadana: como consecuencia de una
diversidad de factores se han incrementado la preocupación en general sobre la delincuencia y
el miedo a ser victima de un delito. Tales actitudes se producen en un contexto peculiar, con
dos rasgos significativos:

1. La extendida sensación en la sociedad de que las cosas van cada vez peor en temas
de prevención de la delincuencia, la cual se proyecta en una escasa confianza en la
capacidad de los poderes públicos para afrontar el problema
2. Ha desaparecido la actitud de comprensión hacia la criminalidad tradicional, es
especial la pequeña delincuencia.

Ahora los delincuentes son visto son que procedan distinciones según la gravedad o frecuencia
de su comportamiento delictivo, como seres que persiguen sin escrúpulos y en pleno uso de su
libre arbitrio interés egoístas e inmorales, a costa de los legítimos intereses de los demás.

El miedo y la preocupación se han expandido a ámbitos sociales donde antes se observaba un


distanciamiento con estos sentimientos acerca de la delincuencia. La preeminencia de los
espacios dedicados a la crónica criminal en los más diversos medios de comunicación tiene que
ver con el eco que tales informaciones suscitan en capas amplias de la información.

Ello ha permitido que el miedo o la preocupación por el delito se hayan afincado en la agenda
social entre los asuntos más relevantes y, que la persistencia y arraigo de tales actitudes se
haya convertido en un problema social en sí mismo.

3. Sustantividad de los intereses de las víctimas

Durante mucho tiempo los interés de las víctimas han quedado subsumidos en los intereses
públicos. Debido a que la incidencia del delito sobre determinados ciudadanos suponía un
perjuicio a los intereses de la sociedad en su conjunto. De hecho, este requisito sigue
fundamentando la caracterización del DP como un sector del derecho público. Se ha sostenido
el principio de neutralización de la víctima, el cual expresa que las victimas deben tener una
capacidad de intervención en la reacción penal lo suficientemente limitada como para no
condicionar los intereses públicos.

Ni siquiera el reciente desarrollo de la victimología puso en cuestión la debida consideración


de los intereses del delincuente condenado.

Sin embargo, los intereses de las víctimas ha adquirido en los últimos tiempos algunos sesgos
novedosos: 1.son las demandas de las victimas reales o potenciales, las que guían el debate
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politicocriminal, arrumbándose reflexiones más complejas, atentas al conjunto de necesidades


colectivas. 2. El protagonismo de los intereses y sentimientos de las víctimas no admite
interferencias de manera que la relación entre el delincuente y victima ha entrado en un juego
de suma-cero. 3. Finalmente, lo que se ha producido es una inversión de papeles: es ahora la
víctima la que subsume dentro de sus propios intereses a los intereses de la sociedad, son sus
sentimientos, experiencias traumáticas, exigencias particulares los que asumen la
representación de los intereses públicos; estos deben personalizarse en demandas concretas
de víctimas, grupos de víctimas, afectado o simpatizantes. El principio de neutralización ha
modificado su curso.

4. Populismo y politización

Los agentes sociales que resultan determinantes en la adopción y contenido de las decisiones
legislativas penales han sufrido modificaciones relevantes.

Los conocimiento y opiniones de los expertos se han desacreditado. Pero la reputación de los
especialistas insertos en la practica judicial o de la ejecución de las penas también se
encuentra malparada; los jueces son vistos como un colectivo poco fiable que adopta
decisiones alejadas del sentido común, y a los funcionarios de ejecución penal parece solo
preocuparles el bienestar de los delincuentes. Solo la pericia policial, en su doble faceta
preventiva de delitos y perseguidora de los ya cometidos, sigue siendo imprescindible.

En contrapartida, la experiencia cotidiana del pueblo, su percepción inmediata de la realidad y


los conflictos sociales han pasado a ser un factor de primera importancia a la hora de
configurar las leyes penales y en la aplicación legal. Lo novedoso no es que tales experiencias y
percepciones condicionen la creación y la aplicación del derecho, sino que demanden ser
atendidas sin intermediarios, sin la interposición de núcleos expertos de reflexión que valoren
las complejas consecuencias que toda decisión penal conlleva. Los portadores de esos nuevos
conocimientos son la opinión publica creada por los medios de comunicación social, victimas o
grupos de victimas y el pueblo llano.

Para que estos agentes sociales puedan asentar su relevancia es preciso que los agentes
institucionales directamente vinculados con la creación del derecho otorguen a las demandas
populares un acceso privilegiado. Las vías para su éxito transitan por la aceleración del tempo
legiferante y la irrelevancia del debate parlamentario e incluso del gubernamental. (concepto
de alarma social)

Esta dinámica populista y politizada tiene una serie de rasgos a destacar:

1. El descrédito de los expertos ha pasado de palabras a hechos. Al inicial distanciamiento o


incomprensión a sus propuestas le ha sucedido una política encaminada a privarles de su
margen de discrecionalidad en el ámbito decisional.

2. El manejo excluyente por la plebe y los políticos del debate político criminal ha conducido a
un marcado empobrecimiento de sus contenidos. Frente a la mayor pluralidad de puntos de
vista que hubiera cabido esperar de la implicación directa de esos nuevos agentes sociales
sobre las causas y remedios de la delincuencia, lo que ha sobrevenido es una debate uniforme
y sin matices. El afán por satisfacer antes y más demandas populares ha metido a los partidos
mayoritarios en una carrera por demostrar que son los más duros ante el crimen y a una
proximidad de propuestas políticocriminales, que a alguno le supone la pérdida de su
identidad ideológica.
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5. Revalorización del componente aflictivo de la pena

La preeminencia obtenida por los intereses de las víctimas y el populismo han dado
respetabilidad social a ciertos sentimientos, sentimiento de venganza de las victimas, sus
allegados y de la población en general.

A este factor se han añadido otros dos que han terminado de reforzar una transformación
significativa del conjunto de objetivos a satisfacer por la pena:

Así la resocialización del delincuente ha dejado de tener los apoyos sociales suficientes para
constituirse en un objetivo destacado de la ejecución penal. Ahora predomina una
aproximación más realista y menos ideologizada a los frutos que pueden ofrecer las diversas
técnicas disponibles, con ámbitos de intervención. En el actual estado de cosas, resulta
injustificado colocar a la resocialización en un segundo plano frente a otros efectos
sociopersonales de la pena como la inocuización, prevención general o la reafirmación de los
valores sociales. Sin embargo, la opinión pública tiende a valorar las medidas que, puestas en
la reinserción social, flexibilizan la ejecución penal.

La delincuencia se percibe como un premeditado y personalmente innecesario enfrentamiento


del delincuente en la sociedad, que exige una respuesta que preste la debida atención a la
futilidad de las motivaciones que han conducido a ella.

El conjunto de los tres factores que ha fomentado una serie de modificaciones sustanciales en
el sistema de penas y su ejecución que en buena parte se inspira simplemente en el deseo de
hacer más gravosas para el delincuente las consecuencias derivadas de la comisión del delito.

6. Redescubrimiento de la prisión

Durante la segunda mitad del s. XX se hicieron comunes una serie de consideraciones bien
fundadas sobre los efectos negativos del encarcelamiento sobre los directamente afectados y
la sociedad en general. Mientras que las penas de prisión largas se consideraban inhumanas
por la destrucción de la personalidad del recluso que solían conllevar, así como socialmente
contraproducentes, las penas cortas se consideraban un factor de primer orden en la
consolidación de pautas comportamentales delictivas en delincuentes de poca monta,
ejerciendo un efecto socializador inverso al precisado. Ello fomento, principalmente en los
países que más habían avanzado en el modelo resocializador, un fuerte movimiento favorable
a buscar penas que pudieran sustituir total o parcialmente con ventaja a la pena de prisión. Es
el momento de desarrollo de sistemas efectivos de penas pecuniarias, de la aparición de los
TBDC, arrestos discontinuos o libertades vigiladas.

En Esp el escepticismo hacia la pena de prisión solo fue capaz de superar el ámbito teórico o
académico cuando se iniciaron los trabajos de elaboración de un nuevo código penal, pero el
nuevo CP de 1995 constituyó una aportación significativa en ese sentido. Junto a la supresión
de las penas inferiores a 6 meses y la búsqueda de la efectividad en las penas pecuniarias
mediante la adopción del sistema días-multa, se integraron en el sistema de penas nuevas
sanciones como TBDC o arrestos de fin de semana. No se olvidó de potenciar la institución de
la suspensión de la ejecución de las penas de prisión, ni flexibilizar el régimen penitenciario.

Sin embargo, una cosa es la plasmación en el código penal de este relativo distanciamiento de
la pena de prisión y otra cosa su real puesta en práctica. La mayor parte de esas medidas
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destinadas a ser una alternativa a la prisión nacieron huérfanas de medios materiales y


personales.

Sea como sea lo cierto es que el sistema días-multa no ha impedido que la cuantía de las
multas se siga calculando de modo semiautomático; la pena de arresto de fin de semana ha
desaparecido sin haberse desarrollado a fondo; el TBDC apenas se aplica debido a la falta de
los correspondientes convenios con las instituciones que pudieran acoger a los trabajadores
comunitarios. Las posibilidades de un tratamiento en libertad propias de la suspensión de la
ejecución de la pena, no se han aprovechado más allá del ámbito de la drogodependencia.

Mientras todo este frustrante proceso sucedía en nuestro país, en naciones de nuestro
entorno cultural en las que se estaba produciendo un acelerado proceso de recuperación del
prestigio de las penas privativas de libertad. Se reacreditación no tiene que ver con una mejora
de sus potencialidades reeducadoras, que siguen considerándose escasas o negativas, sino con
su capacidad para garantizar otros efectos sociopersonales de la pena: Los intimidatorios y
meramente retributivos, y los efectos inocuizadores.

Dada la inestable evolución española, no es de extrañar que ese movimiento pendular haya
encontrado campo abonado en nuestro país en cuanto se ha producido unas mínimas
condiciones favorables, como un incremento transitorio de la criminalidad. Sin haberse llegado
nunca a ensayar seriamente las penas alternativas a la prisión, las reformas del 2003 han
recuperado las penas cortas de prisión de 3 meses en adelante en paralelo del arresto de fin
de semana, se ha incrementado la duración de las penas largas de prisión, se han introducido
importantes rigideces en el régimen penitenciario.

7. Ausencia de recelo ante el poder sancionatorio estatal

El derecho penal moderno se ha construido dentro de un equilibrio entre la debida


consideración del interés social en la protección de ciertos bienes fundamentales para la
convivencia, y la persistente preocupación de evitar que ese logro conlleve una intromisión
excesiva de los poderes públicos en los derechos y libertades individuales.

Se produce/se puede observar una falta de confianza.

Las actitudes sociales están experimentando en estos momentos un cambio que, al entender
del autor, no tiene antecedentes en las sociedades democráticas modernas. Es cierto que
determinados periodos históricos con regímenes políticos autoritarios suscitaron en las masas
sociales que los sustentaban, eliminados o acallados los vencidos o discrepantes, una crédula
despreocupación por los métodos negadores de los derechos y libertades individuales
empleados por los poderes públicos. Y también lo es que en regímenes democráticos se ha
tenido demasiadas veces éxito en aislar y demonizar determinados ámbitos delincuenciales, de
modo que en su persecución pudiera valer todo: En nuestro país las conductas terroristas o las
relativas a las drogas son buenos ejemplos.

Sin embargo, lo que está sucediendo tiene matices nuevos. En el marco de sociedades
democrátias, con un amplio elenco de libertades individuales, se está generalizando la idea de
que hay que renunciar a las cautelas existentes encargadas de prevenir los abusos de poderes,
a cambio de una mayor efectividad en la persecución del delito. Y esa disponibilidad no se
confina a ámbitos criminales delimitados, sino que se extiende al control de la delincuencia en
POLITICA CRIMINAL P2

su totalidad. Dicho de otra manera, los ciudadanos no delincuentes ya no temen a los poderes
públicos en el ejercicio de sus funciones represivas.

Esa progresiva falta de recelo hacia el instrumento punitivo está permitiendo, reformas
impensables hace poco tiempo. Como ejemplo la vigilancia de espacios públicos y vías públicas
mediante cámaras, medias cautelares penales y aun civiles o la facilitación de la prisión
preventiva.

En la policía, superado el distanciamiento popular que arrastraba desde la dictadura, la eficacia


y prontitud que se le demanda en la persecución del delito y descubrimiento de los culpables
permite disculpar fácilmente actuaciones apresuradas que inciden sobre objetivos
equivocados; el legislador ha de mostrar una clara disposición a convertir en delito cualquier
problema social; los jueces han de ser capaces de sortear los obstáculos de derecho material y
procesal que puedan surgir.

8. Implicación de la sociedad en la lucha contra la delincuencia

Durante mucho tiempo, lo dicho anteriormente, significaba que la comunidad asumía su


responsabilidad en la génesis de la delincuencia, y que se aprestaba a estimular y desarrollar
iniciativas dirigidas a eliminar la exclusión social de ciertos ciudadanos. Se trataba de brindar
apoyo. La meta era anticiparse a la intervención de los órganos formales de control social
mediante el reforzamiento de los vínculos sociales de esas personas. Ahora los mismos
términos significaban otra cosa.

Prevención comunitaria. Que la comunidad, mediante una estrecha colaboración con la policía
aprenda y acepte poner en práctica por si misma técnicas y habilidades que permitan sustituir
o incrementar la eficacia de las intervenciones policiales para prevenir o perseguir el delito.
Programas de control vecinal, que capacitan a los residentes de un barrio para informar de
cualquier ciudadano desconocido y de aspecto inusual que transite por sus calles, lo cual se
recuerda mediante los correspondientes indicadores callejeros, o policiales de proximidad una
de cuyas funciones es recoger la mayor cantidad posible de información vecinal en principio
delictivamente intrascendente.

Pero la directa implicación de la comunidad en la persecución del delito no queda limitada a


tareas de colaboración con la policía, sino que cada vez más los poderes públicos fomentan el
desempeño de la propia comunidad de las funciones propias de los órganos formales del
control social.

La expansión de la seguridad privada (ayuda en sus funciones a los poderes públicos)

La asunción (asumo) del control social por parte de al sociedad civil se extiende a fases
ulteriores a la de prevención o persecución policiales: países han desarrollado un sistema
privado de establecimientos penitenciarios, lo que no ha dejado de sorprender en amplios
sectores sociales. El sistema de ejecución de las medidas imponibles a menores responsables
descansa en una red de centros e instituciones privadas, concertadas con la adminsitracion
pública, en la que agentes privados ejecutan medidas de internamiento prolongadas y aplican
un régimen disciplinario legalmente previsto. En la aplicación de penas de adultos tampoco
puede pasarse por alto los ingresos de drogodependientes con pena suspendida o en libertad
condicional en centros cerrados de desintoxicación regidos por agentes privados.
POLITICA CRIMINAL P2

Todo este fenómeno de implicación de la sociedad en el control de la delincuencia ha


desplazado las energías de la comunidad del afán por lograr la inclusión social de los desviados
al interés por garantizar la exclusión social de los delincuentes. Lo que constituye un cambio en
las actitudes sociales ante la delincuencia de primera magnitud.

9. Transformación del pensamiento criminológico

A los embastes que está recibiendo el control experto de la criminalidad, y que ya señalamos
más arriba, hay que añadir una profunda transformación del abordaje de la delincuencia por
uno de los sectores expertos más relevantes, la criminología

En los enfoques de la criminología crítica, las instituciones sociales que tenían encomendadas
tareas de integración y de control sociales pasaron a ser consideradas factores directamente
configuradores y generadores de la delincuencia: Eran sus sesgadas y poco fundamentadas
decisiones de intervención las que terminaban decretando donde se encontraba la
delincuencia y quienes eran delincuentes. La solución pasaba por una transformación de la
estructura política de nuestras sociedades.

Desde los 90 del s.XX la criminología ha experimentado un profundo cambio de perspectiva: ya


no son la marginación o exclusión social ni siquiera las instituciones de integración y control
social las que crean la delincuencia, sino que la delincuencia surge por defecto, es la
consecuencia de la ausencia de un suficiente control social.

En el mejor de los casos esa demanda de mayor control social no deja de reconocer el
trasfondo de la desigualdad social inherente a la mayor parte de los comportamientos
delictivos, pero admite que los esfuerzos de integración social de esos sectores desfavorecidos
deben ir precedidos de los directamente encaminados a garantizar la seguridad ciudadana.

Dentro de la criminología administrativa o actuarial, predominan las orientaciones que niegan


o se abstienen de resaltar el pretendido trato desigual o de sus instituciones hacia los que
terminan convirtiéndose en delincuentes. En contrapunto, los delincuentes son personas
normales, integradas que actúan de modo racional y que se limitarían a aprovechar las
oportunidades de delinquir que se les ofrecen. Las soluciones han de transitar por dos vías:

1. Reforzando los efectos reafirmadores de la vigencia de las normas e intimidatorios,


propios de las penas graves
2. Hay que desarrollar políticas de prevención situacional que desplazan la atención
desde el delincuente al delito y se centran en reducir las oportunidades para delinquir.

Tampoco han faltado orientaciones como la criminología feminista  una de las principales
impulsoras del bienestar autoritario.
POLITICA CRIMINAL P2

EL DERECHO PENAL DEL ENEMIGO (MELIA)


II. SOBRE EL ESTADO ACTUAL DE LA POLITICA CRIMINAL. DIAGNOSTICO: LA EXPANSIÓN DEL
DERECHO PENAL

1. INTRODUCCIÓN

Las características principales de la política criminal practicada en los últimos años pueden
resumirse en el concepto de “expansión” del DP. En el momento actual puede convenirse que
el fenómeno más destacado en la evolución actual está en la aparición de múltiples nuevas
figuras, a veces incluso de enteros nuevos sectores de regulación, acompañada de una
actividad de reforma de tipos penales ya existentes realizada a un ritmo muy superior al de
épocas anteriores.

El punto de partida de cualquier análisis del fenómeno que puede denominarse la “expansión”
del ordenamiento penal ha de estar en una sencilla constatación: la actividad legislativa.
Resumiendo: en la evolución actual tanto del DP material como del DP procesal, cabe
constatar tendencias que en su conjunto hacen aparecer en el horizonte político-criminal los
rasgos de un Derecho Penal de la puesta en riesgo de características antiliberales.

2. LOS FENÓMENOS EXPANSIVOS

Se trata de esbozar una imagen más concreta de esta evolución político criminal actual. Este
desarrollo puede resumirse en 2 fenómenos:

 Derecho penal simbólico


 Derecho penal del enemigo

A) El Derecho Penal Simbólico

Particular relevancia corresponde, en primer lugar, a aquellos fenómenos de neo-


criminalización respecto de los cuales se afirma críticamente que tan solo cumplen efectos
meramente simbólicos.

Por lo tanto, para siquiera poder abordar el concepto, hay que recordar primero hasta qué
punto el moderno principio político- criminal de que solo una pena socialmente útil puede ser
justa ha sido interiorizado por los participantes en el discurso político-criminal. Sin embargo, a
pesar de ese postulado (de que se satisface con la existencia del sistema penal un fin, que se
obtiene un resultado concreto y mensurable, aunque sólo sea la realización de la justicia) los
fenómenos de carácter simbólico forman parte de modo necesario del entramado del DP, de
manera que en realidad es incorrecto el discurso del “DP simbólico” como fenómeno extraño
al DP. En efecto: desde perspectivas muy distintas, desde la criminología crítica, que pone el
acento sobre las condiciones de la atribución social de la categoría delito, hasta la teoría de la
prevención general positiva, que entiende delito y pena como secuencias de tomas de posición
comunicativa respecto de la norma: los elementos de la interacción simbólica son la misma
esencia del DP. Entonces, ¿qué es lo que quiere decirse con la crítica al carácter simbólico, si
toda la legislación penal necesariamente muestra características que cabe denominar
“simbólicas”? con el concepto de derecho penal simbólica se quiere hacer referencia a que
determinados agentes políticos sólo persiguen el objetivo de dar la impresión tranquilizadora
de un legislador atento y decidido, es decir, que predomina una función latente sobre la
manifiesta.
POLITICA CRIMINAL P2

En la “parte especial” del DP simbólico corresponde especial relevancia en diversos sectores de


regulación, a ciertos tipos penales en los que se criminalizan meros actos de comunicación, por
ejemplo, los delitos de instigación, odio racial o los del exaltación o justificación de autores de
determinados delitos.

B) El resurgir del Punitivismo

El recurso al Derecho Penal no solo aparece como instrumento para producir tranquilidad
mediante el mero acto de promulgación de las normas evidentemente destinadas a no ser
aplicadas, sino que, en segundo lugar, también existen procesos de criminalización “a la
antigua usanza”.

Se advierte la existencia en el debate político de un verdadero clima punitivista: el recurso a un


incremento cualitativo y cuantitativo en el alcance de la criminalización como único criterio
político. en muchas ocasiones los procesos de criminalización siguen un esquema político:
izquierda política-demandas de descriminalización y derecha política-demandas de
criminalización. (se trata de un fenómeno que supera al populismo en la legislación penal)

C) Punitivismo y Derecho Simbólico

Ambos fenómenos no son susceptibles de ser separados nítidamente.

La denominación Derecho Penal Simbólico no hace referencia a un grupo bien definido de


infracciones penales caracterizadas por su inaplicación, por la falta de incidencia real en la
solución de términos instrumentales. Tan solo identifica la especial importancia otorgada por
el legislador a los aspectos de comunicación política a corto plazo en la aprobación de las
correspondientes normas. Y estos efectos pueden llegar a estar integrados en estrategias
mercado-técnicas de conservación del poder político, llegando hasta la génesis consciente en
la población de determinadas actitudes en relación con los fenómenos penales que después
son satisfechas por las fuerzas políticas.

El DP Simbólico no solo identifica un determinado hecho, sino también a un específico autor


quien es definido como otro. Es decir, que la existencia de la norma penal persigue la
construcción de una determinada imagen de la identidad social mediante la definición de los
autores como otros no integrados en esa identidad. Y parece claro que para ello son
necesarios los trazos vigorosos de un punitivismo exacerbado. Por lo tanto, el DP Simbólico y el
punitivismo mantienen una relación fraternal

III. ¿DERECHO PENAL DEL ENEMIGO?

1. DETERMINACIÓN CONCEPTUAL

A) Derecho Penal del Enemigo (Jakobs) como tercera velocidad (Silvia Sánchez) del
ordenamiento jurídico-penal.

El Derecho Penal del Enemigo se caracteriza por 3 elementos:

1. Se constata un amplio adelantamiento de la punibilidad, es decir, en este ámbito, la


perspectiva del ordenamiento jurídico-penal es prospectiva (punto de referencia: el hecho
futuro)

2. Las penas previstas son desproporcionadamente altas


POLITICA CRIMINAL P2

3. Determinadas garantías procesales son relativizadas o incluso suprimidas.

De modo materialmente equivalente, en Esp Silvia Sánchez, ha incorporado el fenómeno del


Derecho Penal del Enemigo a su propia concepción político-criminal. De acuerdo con su
posición, en el momento actual se están diferenciando dos velocidades en el marco del
ordenamiento jurídico-penal: la primera velocidad sería aquel sector del ordenamiento en el
que se imponen penas privativas de libertad, y en el que, deben mantenerse de modo estricto
los principios político-criminales, las reglas de imputación y los principios procesales clásicos.
La segunda veloc. Está formada por aquellas infracciones en las que, al imponerse solo penas
pecuniarias o privativas de derechos, cabría flexibilizar de modo proporcionado a la menor
gravedad de las sanciones eses principios y reglas clásicos. Estas dos velocidades inducena
pensar en el Derecho penal del enemigo como tercera velocidad, en el que coexistirían la
imposición de penas privativas de libertad y, a pesar de su presencia, la flexibilización de los
principios político-criminales y las reglas de imputación.

B) Precisiones

a) Planteamiento

No está claro si se trata de un concepto meramente descriptivo o afirmativo. Por ello, es


necesario llevar a cabo algunas consideraciones acerca del contenido del concepto de DP del
enemigo.

Ambas concepciones (descritas anteriormente) son correctas en cuanto elementos de una


descripción.

En todo caso, lo que parece claro es que en el ordenamiento español, el centro de gravedad
del DP del enemigo está sobre todo en el nuevo derecho antiterrorista, primero en la
redacción dada a algunos de los preceptos correspondientes en el CP de 1995, después en la
reforma introducida mediante la LO 7/2000 y en el futuro en trámites parlamentarios.

La esencia de este concepto de Derecho penal del enemigo está, entonces, en que constituye
una reacción de combate del ordenamiento jurídico contra individuos especialmente
peligrosos, ya que de modo paralelo a las medidas de seguridad supone tan solo un
procesamiento desapasionado, instrumental, de determinadas fuentes de peligro
especialmente significativas. Con este instrumento el Estado no habla con sus ciudadanos, sino
amenaza a sus enemigos.

b) Carencias

Sin embargo, desde la perspectiva aquí adoptada, esa definición es incompleta: sólo se
corresponde de manera parcial con la realidad.

En primer lugar, parece claro que en todos los campos importantes del derecho penal del
enemigo lo que sucede no es que se dirijan con prudencia y comuniquen con frialdad
operaciones de combate, sino que se desarrolla una cruzada contra malhechores
archimalvados. Se trata, por tanto, más de enemigos en ese sentido pseudorreligioso. LA
identificación de un infractor como enemigo por parte del ordenamiento penal, por mucho
que pueda parecer una calificación como “otro” no es, en realidad, una identificación como
fuente de peligro, no supone declararlo un fenómeno natural a neutralizar, sino, por el
contrario, es un reconocimiento de competencia normativa del agente mediante la atribución
de perversidad, demonización. En ese sentido la carga genética del punitivismo (la idea del
POLITICA CRIMINAL P2

incremento de la pena como único instrumento de control de la criminalidad) se recombina


con la del derecho penal simbólica (la tipificación penal como mecanismo de creación de
identidad social) dando lugar al código del Derecho penal del enemigo.

En segundo lugar, este significado simbólico especifico del derecho penal del enemigo abre la
perspectiva para una segunda característica estructural: no es solo un determinado hecho lo
que está en la base de la tipificación penal, sino también otros elementos. De modo
correspondiente, en el plano técnico, el mandato de determinación derivado del principio de
legalidad y sus complejidades ya no son un punto de referencia esencial para la tipificación
penal.

2. DERECHO PENAL DEL ENEMIGO COMO CONTRADICCION EN LOS TERMINOS

A) Planteamiento

Para dar la negativa acerca de la valoración del derecho penal del enemigo en cuanto parte del
ordenamiento jurídico-penal como segmento instrumental de un derecho penal moderno, En
primer lugar, puede recurrirse a presupuestos de legitimidad más o menos externos al sistema
jurídico-penal en sentido estricto: no debe haber Derecho penal del enemigo porque es
políticamente erróneo (o inconstitucional). En segundo lugar, puede argumentarse por el
paradigma de seguridad o efectividad : el Derecho penal del enemigo no debe ser porque no
contribuye a la prevención político-facial de delito. Pero en tercer lugar, se pretende esbozar
un análisis previo, interno al sistema jurídico-penal en sentido estricto: ¿el Derecho penal
(fácticamente existente) forma parte conceptualmente del DP?

La respuesta que aquí se ofrece es no. Para ello, se propondrán dos diferencias estructurales
entre DP del enemigo y DP:

a) El DP del enemigo no estabiliza normas (prev gen posit) sino demoniza determinados
grupos de infractores
b) En consecuencia, el DP del enemigo no es un DP del hecho, sino del autor. Hay que
subrayar de nuevo que estas características no aparecen con esta nitidez negro sobre
blanco en el texto de la ley, sino que se encuentran sobre todo en diversas tonalidades
de grises. Pero parece que conceptualmente puede intentarse la diferenciación

B) El Derecho Penal del Enemigo como reacción internamente disfuncional: divergencias en la


función de la pena

Mirar todo del texto, pero en resumen que no puede existir en derecho penal del enemigo
porque este supone un cambio de paradigma de principios y reglas de responsabilidad penal,
lo cual es disfuncional de acuerdo al concepto de Derecho Penal. El DP del enemigo
prácticamente reconoce la competencia normativa (la capacidad de cuestionar la norma) del
infractor; mediante la demonización de los grupos de autores implícita en su tipificación da
resonancia a sus hechos.

C) El Derecho Penal del Enemigo como derecho penal de autor

Esta es una manifestación técnico-juridica  la incompatibilidad del Derecho penal del


enemigo con el principio de hecho.

El derecho penal del enemigo jurídico-positivo vulnera el principio de hecho; entendiéndose


este como aquel principio genuinamente liberal de acuerdo con el cual debe quedar excluida la
POLITICA CRIMINAL P2

responsabilidad jurídico-penal por meros pensamientos, es decir, como rechazo de un DP


basado en la actitud interna del autor.

Esta segunda divergencia es, igual que lo que sucede respecto de la función de la pena que la
produce, estructural: no es que haya un cumplimiento mejor o peor del principio de hecho
sino que la regulación tiene, desde un principio, una dirección centrada en la identificación de
un determinado grupo de sujetos -los enemigos- más que en la definición de los hechos.

EL FUTURO DE LA PRISIÓN EN ESPAÑA (JOSE CID)


En la discusión penológica internacional los países son comparados en función de su tasa de
encarcelamiento, pero en realidad esta tasa es fruto de dos realidades: el uso del
encarcelamiento y su duración. En este articulo se analiza la evolución del encarcelamiento en
España en la época democrática

LA MEDICIÓN DEL ENCARCELAMIENTO

Si, como decimos, las tasas de encarcelamiento dependen de dos aspectos: el numero de
entradas en prisión y la duración del encarcelamiento, podría pensarse que, en general, los
países que tienen tasas de encarcelamiento más elevadas es porque usan en mayor medida el
encarcelamiento y tienen estancias más largas. Sin embargo, al menos por lo que se refiere a
Europa, no parece ser cierto que las dos dimensiones sigan necesariamente la misma
tendencia. Es cierto que si observamos las tasas de encarcelamiento podemos observar que los
países de orientación socialdemócrata (Finlandia, Dinamarca o Suecia) se encuentran en el
cuartil más bajo de encarcelamiento, los países corporativistas (Alemania o Francia) estarían
en el segundo o tercer cuartil y el país europeo que los autores toman como ejemplo de
neoliberalismo (Inglaterra y Gales) estaría en el cuartil más alto de encarcelamiento.

Si nos aproximamos a las dimensiones que explican las tasas de encarcelamiento nos
encontramos con que la distribución de los países por cuartiles ya produce una imagen
distinta. Observamos que los países con nivel más bajo de entradas en prisión no son
necesariamente los de orientación socialdemócrata, pues alguno de ellos (como Dinamarca) se
encuentra en el cuartil más elevado y, en cambio, en el cuartil más bajo nos encontramos con
países corporativistas del sur de Europa (portuga, España, Italia, Grecia). Solo los países
corporativistas de Europa del centro (Alemania, Austria, Holanda y francia) aparecen
correctamente en el segundo y tercer cuartil.

Si nos acercamos a la segunda dimensión del encarcelamiento, relativa a su duración media,


no encontramos con una distribución distinta. En esta dimensión los países de orientación
socialdemócrata se sitúan en el cuartil 1 (Dinamarca) o en el cuartil 2 (Finlandia y Suecia) y los
corporativistas entre el cuartil segundo (Alemania) y tercero (Francia, Austria). Sin embargo, no
encajan correctamente el caso de Inglaterra y gales, que en esta dimensión se sitúa en el
segundo cuartil, ni los países corporativistas del sur de Europa (como España o italia) que
deberían estar en el segundo o tercer cuartil y se ubican en el cuartil más alto en esta
dimensión.

Solo en pocos países las dos dimensiones del encarcelamiento, entrada y duración, van en la
misma dirección. Este sería el caso de Suecia y Alemania, con bajas o moderadas tasas de
entrada en prisión y de duración del encarcelamiento. También sería el caso, en sentido
POLITICA CRIMINAL P2

contrario, de algunos países del este (Eslovaquia, estonia o lituania) con altas o muy altas tasas
de entradas en prisión y elevada o muy elevada duración del encarcelamiento.

En definitiva, esta aproximación a los datos europeos creo que nos indica que las tasas de
encarcelamiento de cada país no son necesariamente fruto de políticas punitivas semejantes,
sino que existen razones de distinta índole que contribuyen a ellas y que resulta aconsejable
aproximarse a la realidad.

3. LA EVOLUCION DEL ENCARCELAMIENTO EN ESPAÑA

(en la figura del texto) Hay 4 etapas en la evolución de las tasas de encarcelamiento: en la
primera etapa (80-94) se produce un gran crecimiento de la población reclusa, en un segunda
etapa (95-2001) la tasa de población reclusa se estabiliza, en la tercer etapa (02-10) se produce
un segundo incremento de la población reclusa y finalmente en la cuarta etapa (11-18) la
población reclusa se reduce.

Para conseguir entender los factores que explican la evolución de la tasa de encarcelamiento
en España debemos analizar de manera separada las entradas en prisión y la duración del
encarcelamiento.

3.1 Evolución de las entradas en prisión

Si procedemos a comparar, en los cuatro periodos delimitados anteriormente, las tasas de


encarcelamiento y las entradas en prisión en estos periodos, observamos la asociación que
presentamos al principio (tabla 1 del texto)

Las tasas de encarcelamiento y las tasas de entradas en prisión no siguen necesariamente la


misma tendencia. Sí lo hacen en el primer periodo (ambas tasas crecen) y en el cuarto (ambas
decrecen), pero no en el segundo (en que las tasas de entradas se reducen y la población
reclusa se estabiliza), ni en el tercero (en que las tasas de entrada se estabilizan, pero la tasa
de encarcelamiento crece).

El primer factor que explica la tasa de entrada es la evolución de la criminalidad registrada. El


importante incremento de la criminalidad del primer periodo explica el correspondiente
incremento de las entradas en este periodo. Esta gran subida de la criminalidad que sufre
España en este primer periodo de análisis está especialmente debida a los delitos de robo y de
trafico de drogas.

Un factor que contribuye a que en el segundo periodo de análisis las entradas a la prisión se
reduzcan pese a que la delincuencia no disminuye es que ésta modera su gravedad. A partir
del segundo periodo de análisis estos delitos pierden presencia en la actividad judicial.
Lógicamente, si los jueces, a partir del segundo periodo de análisis, lidian con una delincuencia
más leve es normal que se imponga en menor medida prisión preventiva y penas de prisión y
que, en consecuencia, las entradas en prisión tiendan a disminuir.

Puede argumentarse, con razón, que las tablas no reflejan necesariamente una disminución de
la gravedad de la delincuencia, pues podría ser debida a un proceso de criminalización de
nuevos delitos, sin reducción de delitos más graves.

El segundo factor que influye en la reducción o estabilización de las entradas en prisión que se
produce a partir del segundo periodo de análisis tiene que ver con el proceso de
europeización. Se producen cambios porque España entra en la Unión Europea, y Europa nos
impone una renovación de las penas privativas de libertad, es decir, penas alternativas.
POLITICA CRIMINAL P2

Este proceso de europeización, por lo que concierne al uso de la prisión, se plasma en primer
lugar, en la renovación del sistema de penas alternativas a la prisión que se produjo con el
código penal de 1995. Como es sabido este código elevo el umbral de las penas alternativas
para abarcar penas de hasta dos años de prisión y amplió el número de penas alternativas a
disposición del juez, incluyendo la suspensión con reglas de conducta, el trabajo en beneficio
de la comunidad y la pena de días-multa. La citada reforma acercaba en mayor medida nuestra
legislación penal a las recomendaciones del consejo de Europa. A partir de esta reforma, los
jueces dispusieron de un marco legal más apto para la aplicación de las penas alternativas y la
investigación existente indica que hicieron un amplio uso de esta facultad.

Una segunda manifestación importante de la europeización se refiere a la recepción por parte


de la jurisprudencia constitucional de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derecho
humanos sobre la prisión preventiva. Más adelane, el tribunal debió reafirmar en diversas
ocasiones su doctrina hasta que finalmente en 2003 el legislador reformo la ley de
enjuiciamiento criminal para adecuarla a la doctrina constitucional. Esta doctrina del TC,
receptora de la jurisprudencia europea, tuvo un impacto progresivo en las peticiones de los
fiscales y en las resoluciones sobre medidas cautelares de los jueces y tribunales, reduciendo el
uso de la prisión preventiva e influyendo también en la reducción de las entradas a prisión de
1995.

El tercer fenómeno, que ha juicio del autor influye es la criminalización de conductas leves que
se ha producido en España a partir, en particular, del 2003. Por otra parte, en el año 2007, el
código penal reformo los delitos contra la seguridad vial ampliando el ámbito de lo punible,
respecto de la infracción administrativa, al tipificar como delito la conducción a velocidad
excesiva, con una tasa de alcohol determinada o sin permiso de conducir.

La principal consecuencia de este proceso de criminalización fue el incremento en el numero


de condenas en los años venideros. Una muestra del enorme impacto de estas reformas es
que entre 2008 y 2015 la agregación de los delitos de lesiones. Sin embargo, este proceso de
criminalización ha tenido también la consecuencia de reducir el nivel de entradas en prisión.
Lógicamente, estas nuevas formas de delincuencia han exigido que la actividad policial y
judicial deba también asumir la investigación, el enjuiciamiento y condena de estos nuevos
delitos y que, en consecuencia, la gravedad media de los delitos que se presentan ante el juez
necesariamente disminuya. La consecuencia normal es que la ratio de encarcelamiento se
reduzca.

3.2 Evolución de la duración del encarcelamiento

(figura 10 apuntes  duración media del encarcelamiento en España)

Como se puede ver en la tabla, nos muestra que la evolución de las tasas de encarcelamiento
y de su duración coincide en dos de los periodos de análisis (primero y tercero, ambos
aumentan), pero no en el segundo (en que la duración del encarcelamiento continua
aumentando, pero la tasa de población reclusa se estabiliza), ni en el cuarto (en que al
duración del encarcelamiento se estabiliza, pero la tasa de encarcelamiento se reduce)

TABLA 3 DE COMPARACION. IMP. (pag 18)


POLITICA CRIMINAL P2

A pesar de que (la figura 10) sugiere que existe una única razón que explica la tendencia al alza
de la duración del encarcelamiento en los tres primeros periodos, en realidad cree el autor
que el fenómeno obedece a tres razones distintas.

La primera razón, tiene que ver con el proceso de europeización, que comporta una reducción
del uso de la prisión preventiva y una ampliación del uso de la suspensión de la pena. Ambos
factores contribuyen a aumentar la duración del encarcelamiento. En primer lugar, la
reducción del uso de la prisión preventiva comporta que más personas entren a cumplir como
condenados y que, por tanto, tengan estancias en prisión mas largas que si hubieran cumplido
anteriormente la prisión preventiva. En segundo lugar, la ampliación de la suspensión y
sustitución de hasta penas de dos años de duración, implica que se reducirá el uso de penas de
entre 1 y 2 años de prisión, una parte de las cuales serán suspendidas o sustituidas y que, en
consecuencia, se produzcan en mayor proporción entradas a prisión superiores a 2 años. Una
parte de la explicación del alza de la duración media del encarcelamiento se debe a razones
que son coherentes con el proceso de europeización.

La segunda razón es el incremento de la gravedad de la delincuencia. En el primer periodo la


gravedad media de los delitos enjuiciados por los jueces y tribunales penales españoles
aumenta y en consecuencia también lo hace la duración de la prisión preventiva y la de las
condenas a prisión. (La prevalencia de los delitos de gravedad alta y media tiende a reducirse
en el segundo periodo, por lo que el incremento de la duración ya no puede explicarse por el
incremento de la gravedad de la delincuencia).

La tercera razón del aumento de duración es el relativo a las reformas penales de contenido
rigorista. En este sentido el CP de 1995 incidió en el aumento de la duración media del
encarcelamiento para las personas condenadas, por una doble vía: incremento las penas para
algunos de los delitos con más incidencia en la actividad judicial y suprimió la redención de
penas por el trabajo que acortaba de manera automática las penas en 1/3 de su duración y de
manera facultativa en 1/2. Dado que el CP de 1995, entró en vigor en 1996 y sus disposiciones
no se aplicaron de manera retroactiva, pues normalmente el CP de 1975 era más favorable, el
proceso de implementación de este código -en el sentido del porcentaje de población reclusa
que cumplía pena de acuerdo a él- fue prolongado y ello contribuye a explicar el incremento
continuo de la duración del encarcelamiento entre 1995-2001. Pero en 2002 la
implementación del nuevo código penal ya era casi completa, pues en este año
aproximadamente el 90% de la población reclusa ya cumplía su pena de acuerdo a él; pero en
los años sucesivos de esta década la duración media del encarcelamiento sigue subiendo,
hasta el pico de 21 meses que se alcanza en 2010. Es por ello que cree que el autor que la
hipótesis del código penal de 1995 como principal causa de este incremento de la duración del
encarcelamiento en el tercer periodo de análisis no es suficiente y debe ser complementada.

Las reformas penales del tercer periodo (relacionadas con la violencia doméstica y de género y
con la seguridad vial) tuvieron un impacto en el aumento de la duración del encarcelamiento.
Antes de estas reformas, estas conductas eran sancionadas principalmente con multas. Con la
nueva regulación, en caso de que la condena por estas conductas fuera pena de prisión no
suspendida, las penas mínimas serian de 3 o 6 meses y, por lo tanto, los infractores deberían
pasar más tiempo en prisión que con la regulación previa.

El incremento de la duración del encarcelamiento que observamos en los tres periodos de


análisis solo se estabiliza en el cuarto periodo. Esta estabilización entiendo que es
fundamentalmente el fruto de un proceso de europeización que incide en la duración del
POLITICA CRIMINAL P2

encarcelamiento. Por otra parte, se amplia el uso de la libertad condicional. Pese a que esta
implicación puede ser influida por las restricciones presupuestarias sucesivas a la crisis
económica del 2008.

4. LECCIONES DEL PASADO

Una vez realizado el análisis de las razones que influyen en la evolución de las entradas en
prisión y de la duración del encarcelamiento, podemos desarrollar cuales han sido los factores
relevantes que explican la tasa de encarcelamiento en España durante el estado democrático

4.1 LA delincuencia

La evolución de la delincuencia, en particular de la de gravedad medio-alta, ha jugado un rol


relevante para entender tanto las entradas en prisión como la duración del encarcelamiento.
En el primer periodo de análisis España experimenta el proceso de incremento de la
delincuencia que el mundo occidental sufre a grandes rasgos entre 1960 y 1990. Se trata de un
incremento en cantidad y en gravedad. Ante esta situación, y sin que en esta época
prevalezcan las reformas penales rigoristas, sino al contrario reformas que suavizan la
penalidad de algunos delitos, se produce un doble fenómeno: aumentan las entradas en
prisión y aumenta la duración media del encarcelamiento. Y ello explica el gran incremento de
la tasa de encarcelamiento que se produce en este periodo. Durante el segundo y tercer
periodo, la delincuencia sigue aumentando, pero se trata de una delincuencia de menos
gravedad. En la medida que los jueces tratan con una delincuencia menos grave son menos
propensos a imponer prisión preventiva y condenar a pena de prisión ejecutada y las entradas
en prisión bajan.

4.2 Europeización

El segundo factor influyente es la europeización, entendida como el proceso de adaptación de


España a la política criminal europea a partir de que España aprueba la constitución del 78 y
firma los tratados de pertenencia al Consejo de Europa, ratifica el Convenio Europeo de
Derechos Humanos, el convenio que crea el comité para la prevención de la tortura y la
adhesión a la Unión Europea. Este proceso ha tenido dos esferas principales de influencia: la
creación de un nuevo sistema de penas alternativas a la prisión y su implementación por parte
de jueces y tribunales y la reducción del uso de la prisión preventiva. La europeización ha sido
un factor muy relevante de la reducción o estabilización de entradas a la prisión que se
produce desde 1995 hasta la actualidad y ha llevado a que España se sitúe en el cuartil de
países europeos con menos nivel de entradas en prisión.

Las recomendaciones del Consejo de Europa no solo inciden en que las penas alternativas
deben ser la respuesta normal frente a la comisión de un delito, sino que también indican que
la duración del encarcelamiento debe limitarse. En esta cuestión la europeización ha tenido
menos impacto. Por una parte, una consecuencia paradójica del proceso de europeización es
que al limitar el uso de la prisión preventiva y la ejecución de penas de prisión entre 1 y 2 años,
la estancia en prisión aumenta. En el primer periodo, si se produjo una reforma penal dirigida
la severidad punitiva, pero su incidencia fue menos ante el incremento de la gravedad de la
delincuencia de esta época.

Es solo en la cuarta época de análisis cuando nos encontramos con la incidencia de una
reforma que reduce las penas para los delitos de tráfico de drogas, y con una extensión en el
uso de la libertad condicional que ha servido para estabilizar la duración del encarcelamiento.
POLITICA CRIMINAL P2

Sin embargo, esta estabilización no es, en la perspectiva de la política criminal europea, un


éxito, porque el nivel alcanzado es muy alto para los estándares europeos. Podemos concluir
que en la reducción de la duración del encarcelamiento Europa ha penetrado escasamente en
España.

4.3 Criminalización

El tercer factor para entender la evolución de la tasa de encarcelamiento en España es el


proceso de criminalización de conductas de menor gravedad, pj la elevación a la categoría de
delitos de conductas de maltrato ocasional constitutivas de violencia familiar o de violencia de
género y la extensión de la criminalización de conductas contrarias a la seguridad de tráfico.
Este fenómeno que se produce fundamentalmente en la década de los 2000 supone para las
tasas de encarcelamiento un arma de doble filo.

Por una parte, produce que necesariamente la intervención penal, de los órganos de
investigación, persecución y enjuiciamiento de delitos, se centre en mayor medida en esta
clase de conductas, y que por ello la gravedad media de los delitos que deben ser enjuiciados
por los jueces y tribunales sea progresivamente menor. Y ante conductas de menor gravedad
es lógico que los jueces y tribunales impongan menos prisión preventiva y más penas
alternativas a la prisión. Solo atendiendo a este factor, puede explicarse que en el tercer
periodo considerado el número de personas condenadas se duplique, pero las entradas se
estabilicen.

Sin embargo, el proceso de criminalización presiona hacia arriba la duración del


encarcelamiento.

4.4 Rigorismo

Las reformas penales rigoristas han incidido decisivamente en el progresivo incremento de la


duración del encarcelamiento hasta el año 2010 y explican que España, como se ha mostrado,
se sitúe en el cuartil más alto entre los países europeos por lo que hace a la duración del
encarcelamiento.

5. EL FUTURO DE LA PRISION EN ESPAÑA

Predecir el futuro de la prisión requiere conjeturar sobre cómo se comportarán los cuatros
factores que explican su evolución en el periodo democrático: la delincuencia, la
europeización, la criminalización y el rigorismo.

La disminución de la gravedad de la delincuencia ha sido un factor que en este trabajo se ha


mostrado que ha influido en la bajada de las entradas en prisión. La evolución que han tenido
en España los delitos violentes es una muestra de lo que cabe esperar en los próximos años es
que la delincuencia de mayor gravedad siga su tendencia descendente.

El segundo factor, es el proceso de europeización. En todo el periodo democrático España ha


ido adaptando su sistema legal, la practica de los jueces y tribunales y el sistema penitenciario
a los principios de la política criminal europea y este ha sido un factor principal para conseguir
que en referencia a la tasa de entradas en prisión España se sitúa entre los países menos
punitivos europeos. La europeización ha sido muy clara en la disminución del uso de prisión
preventiva y en la ampliación del uso de penas alternativas a la prisión.
POLITICA CRIMINAL P2

El punto critico se encuentra en la duración del encarcelamiento y cabe pensar que nuestro
país recibirá presiones internas y externas para acercarse a la media de los países de la unión
europea.

El tercer factor que ha influido en la evolución española es la criminalización de nuevas


conductas. Lo que ha sucedido en España, al igual que en otros países, es que se han
transformado en delitos conductas que anteriormente eran infracciones administrativas o
meras faltas penales. En la medida en que la sociedad evoluciona mostrando su rechazo a
conductas anteriormente toleradas, el derecho penal será como indicaba Durkheim un
instrumento para reafirmar la conciencia colectiva de la sociedad. En la medida en que este
proceso de criminalización recae sobre conductas leves la consecuencia principal será la
reducción de las entradas en prisión, pues solo excepcionalmente estas conductas tendrán la
gravedad suficiente para requerir prisión. No obstante, este reducido número de personas que
entren en prisión, lo harán más tiempo que con la regulación anterior, y con ello aumentará la
duración media de encarcelamiento.

Finalmente, el cuarto factor es el rigorismo penal. El autor se atreve a aventurar dos posibles
razones que han llevado a este rigorismo, que ha impedido la plena penetración en España de
los principios de la política criminal europea: la conciencia del advenimiento de la democracia
con el incremento de la criminalidad y el hecho de que ha sufrido terrorismo. En la medida en
que tanto la criminalidad como el terrorismo son aspecto que han tendido a mejorar, aventura
el autor que los gobiernos tendrán más márgenes para ajustarse a las presiones para la
adaptación a la política criminal europea.

Para concluir cree el autor que el análisis efectuado nos permite alcanzar dos predicciones
sobre el futuro de la prisión en España.

1. La tendencia a que la pena de prisión pierda relevancia en favor de penas alternativas


a la prisión va a continuar en el futuro.
2. El sistema penitenciario creo que sufrirá dos presiones: una que ya sufre en la
actualidad para dar contenido rehabilitador a las penas cortas de prisión, que se
incrementarán como consecuencia de las revocaciones de penas alternativas y de las
penas impuestas por las nuevas conductas criminalizadas y que requerirán penar en
programas de rehabilitación para estancias cortas en prisión. Por otra parte, el sistema
sufrirá la presión para incrementar el uso de los medios de transición a la comunidad,
pues ello también forma parte de la política criminal europea y es una manera de
reducir la duración del encarcelamiento.

EL CASTIGO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XXI. (VARONA)


1. INTRODUCCION

En España como en general en otros países, el diagnóstico sobre la evolución del derecho
penal se ha realizado fundamentalmente sobre la base del estudio de la actividad legislativa;
esto es, analizando mayormente los procesos de creación o modificación de leyes penales.
Este “enfoque legislativo” ha descuidado el análisis del impacto real de la evolución de las
leyes penales en las practicas concretas del castigo. Y, por lo menos en España, cuando se ha
POLITICA CRIMINAL P2

prestado atención al castigo, el foco ha sido usualmente el relativo a la evolución de la


población penitenciaria.

Sin embargo, por muy útiles que sean los datos sobre la evolución de la población reclusa para
presentar una panorámica del sistema punitivo, el español, solo estamos contemplando la
punta del iceberg, ya que existe investigación criminológica en nuestra país que demuestra
que, afortunadamente, solo una minoría de los condenados por delito acaban finalmente en
prisión.

Por tanto, si nos centramos tan solo en las cifras sobre población penitenciaria, estaríamos
magnificando el papel de la prisión en el sistema punitivo español, desconociendo con ello, la
gran parte del castigo que permanece oculto.

En el caso español tenemos datos oficiales longitudinales sobre la población reclusa, tales
datos no existen cuando se trata de completar el panorama de la penalidad den España, por lo
que el resto de las penas queda no visible. Ello se debe a una importante carencia que
presentan los datos oficiales sobre las penas.

DISCUSION Y CONCLUSIONES

Los datos obtenidos reflejan que la pena a la que más recurren los juzgados de lo penal es la
multa, que constituye en 46% del conjunto de las penas impuestas. Se trata de una pena a la
que se ha prestado escasa atención desde la investigación criminológica y penológica, si se la
compara con la recibida por la prisión o por los trabajos en beneficio de la comunidad. La
prisión se impone pena en un 44% de los casos. Si tenemos en cuenta la decisión judicial de la
suspensión y la sustitución, veremos que la prisión constituye únicamente el 9% del conjunto
de las penas definitivas impuestas. Porque la mayor parte de las penas de prisión se cumplen
mediante formas de ejecución alternativas, entre las que resulta mayoritaria la suspensión
ordinaria. Esta opción supone el 27,65% y la sustitución el 5,78%. El TBC representa el 8,48%
del total de las penas impuestas. Todo ello ratifica que el mapa de la penalidad española es
mucho más complejo que el que revelan las estadísticas oficiales, y que la prisión sigue siendo
la punta del iceberg

En primer lugar, parece que el recluso a la prisión como pena definitiva ha descendido de
forma considerable en términos relativos, pues la prisión pasa a representar el 17% de las
penas definitivas impuestas en 1998 al 9,11% de las mistas entre 2015/16. Lo cual sería más
llamativo si tenemos en cuenta la aludida ampliación de la competencia de los juzgados de lo
penal, que ahora procesan delitos más graves.

La disminución (relativa) de la prisión como pena definitiva está directamente relacionada con
el recurso a las formas sustitutivas y suspensivas de cumplimiento de la pena de prisión, cuya
aplicación ha aumentado. La aplicación masiva de la suspensión ordinaria está relacionada con
razones instrumentales relacionadas con la necesidad de subsistencia del propio sistema
penal. La suspensión ordinaria es una opción penológica que facilita enormemente la
conformidad del penado y requiere de escasos recursos para su ejecución: solo comporta la
comunidad a la persona del auto de suspensión, a la que sigue el archivo provisional del caso
durante los dos a cinco años que puede durar el plazo de suspensión, después de los cuales se
solicita la hoja histórico-penal del penado para verificar si ha sido condenado por algún delito
cometido en el plazo de suspensión.
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Otro aspecto relevante es el descenso del peso de la pena de multa en términos relativos, que
ha pasado de constituir el 57% del conjunto de las penas definitivas en 1998 al 46,31% de las
mismas en 2015/16. Por su parte, el TBC que no era opción penológica en el 98, ha pasado a
representar el 8,46% del conjunto de penas definitivas. Estos datos permiten formular 2
hipótesis, de que en el periodo de tiempo transcurrido entre la recogida de ambas muestras se
han producido los fenómenos identificados de net widening y thinning the mesh. La primera
expresión (extensión de la red penal) busca reflejar que la introducción de algunas penas
alternativas no tiene el efecto de reemplazar a la prisión sino de expandir el control penal a
nuevas poblaciones; pj: los TBC. La segunda expresión, se refiere a que las penas comunitarias
han supuesto un endurecimiento general de las respuestas penales que no implican
necesariamente recurrir a la prisión sino dejar de emplear respuestas más leves, como la
multa, para imponer penas alternativas de mayor severidad, como el TBC.

En relación con los datos generales sobre el incremento de personas condenadas en España,
podemos decir que el sistema penal se ha expandido, castigándose ahora a muchas más
personas que hace 20 años. Sin embargo, se ha ido configurando de forma que la penas de
prisión (la parte más visible) se ha hecho más pequeña, ha disminuido en términos
porcentuales, y el resto de penas (la parte escondida o menosvisible/considerada) se ha
diversificado.
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TEMA 5
EL NÚMERO DE PRESOS SE DESPLOMA EN HOLANDA: ASÍ ES EL PROGRAMA PIONERO
QUE HA CERRADO 23 CÁRCELES
Cuando Stefan Koning, que arrastra un historial médico de psicosis, fue declarado culpable de
amenazar a una persona con un cuchillo, parecía que nada le libraría de una larga temporada
entre rejas. No fue así. Después de una corta temporada en la cárcel ha regresado a su casa en
Amsterdam.

"Bob es un personaje de la serie Twin Peaks, un asesino que se mete dentro de la piel de
inocentes y los obliga a hacer cosas terribles, como asesinar. Dentro de mí hay un Bob que me
dice 'mata a esa persona' y cosas parecidas. Si me tomo los medicamentos, Bob me deja
tranquilo", explica Koning desde allí.

Koning es beneficiario de una tendencia que crece en Holanda. La de evitar que las personas
entren en prisión a menos que sea necesario. Entre las claves está, sobre todo, un exitoso
programa que ofrece cuidados comunitarios a quienes sufren de problemas psiquiátricos.

Hommo Folkerts es el psicólogo forense que brinda apoyo a Koning. Según explica, tienen dos
objetivos: "Prevenir otro crimen y aliviar el sufrimiento psiquiátrico y los problemas sociales
que siguen".

El experto agrega que no se limitan "a tratar a personas con depresión". "Muchas veces se
trata de personas con vulnerabilidad psicótica, autismo o dificultades severas en el aprendizaje
que a menudo se combinan con serios desórdenes de la personalidad, adicciones, problemas
financieros, problemas de vivienda o de vínculos familiares y suelen estar traumatizados".
También asegura que aunque "nadie aprobaría los crímenes o la violencia que han cometido,
tras ellos hay un mundo muy triste. Repararlo lleva mucho tiempo".

23 cárceles cerradas desde 2014

En 1988, el criminólogo británico David Downes comprobó que un sistema penitenciario


relativamente humano como el holandés da mejores resultados que los de Inglaterra o Gales.
Hoy, sentencias de prisión cada vez menores dejan a Holanda ante un problema nuevo: incluso
después de alquilar plazas a países como Bélgica o Noruega, no hay suficientes presos para
llenar las cárceles.

Desde 2014 el país ha cerrado 23 cárceles, convirtiéndolas en centros de asilo temporal,


viviendas u hoteles. El país tiene la tercera tasa de encarcelamiento más pequeña de Europa:
54,4 presos por cada 100.000 habitantes. Según WODC, un centro de investigación y
documentación del Ministerio de Justicia, el número de sentencias de prisión impuestas en el
país ha caído de las 42.000 de 2008 a las 31.000 de 2018. A esa cifra se le suma una
disminución de dos tercios en las condenas a jóvenes y un descenso en los crímenes
registrados en el mismo período del 40%, a 785.000 en 2018.

Miranda Boone, profesora de Criminología de la Universidad de Leiden, ha estudiado ese


desplome de la población carcelaria. "No cabe duda de que la población carcelaria se ha
reducido de manera muy significativa en los últimos 13 años, un hecho sorprendente y sin
parangón en el mundo occidental"

La mitad de los internos en el sistema penitenciario holandés ha sido condenado a un mes,


explica la experta, y la mitad de los detenidos en 2018 están a la espera de juicio. Los expertos
POLITICA CRIMINAL P2

achacan esa disminución a una serie de factores entre los que se encuentran sentencias fuera
del sistema judicial como las multas o el uso de la mediación.

Una institución "casi única en el mundo"

Pero además se cuenta con un programa de rehabilitación psicológica llamado TBS. Boone
afirma que se trata de "una institución casi única en el mundo". "En muchos países existe la
posibilidad de elegir: la gente puede asumir las consecuencias de sus actos y ser condenada a
cárcel, o no y entonces acaban en una institución de salud mental. Nosotros tenemos una que
es parte del sistema de justicia criminal para personas que no pueden asumir la
responsabilidad por sus actos o solo pueden hacerlo de modo parcial", prosigue.

Al contrario de lo que sucede en los hospitales de alta seguridad de Reino Unido o de Holanda,
el TBS cuenta con condiciones muy concretas. Sus beneficiarios deben haber cometido un
crimen con una condena mínima de cuatro años de cárcel y tener gran riesgo de reincidencia.
El programa trabaja específicamente en su reinserción. Si se cree que eso no va a ser posible o
el interno no coopera, pueden ser transferidos a una cárcel normal de alta seguridad y ser
encerrados para siempre.

En 2018 se detuvo a 1.300 personas con la modalidad TBS. Primero pasan por un centro de
tratamiento, a veces después de una estancia en prisión y allí son tratados. Cada dos años, un
juez evalúa la situación mental que los llevó a cometer su crimen y si el tratamiento debe
extenderse o no. La estancia media en el sistema es de dos años.

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