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EL CASTOR Y LAS HERMANAS DEL BOSQUE

Habia un vez, Un rey cuy, muy anciano, que estaba preocupado. Los árboles de su reino ya no daban
suficientes frutos para alimentar a su pueblo.

-Tendré que buscar ayuda – pensó el rey cuy.

Entonces, el rey se adentró en lo profundo del bosque y por mucho tiempo miraba árbol tras árbol sin
encontrar fruto alguno. Cansado de tanto caminar, decidió tomar un descanso. De pronto, en su camino
aparece un joven castor. Que al verlo aflijido le pregunta:

-Rey mío ¿Qué haces tan solo por el bosque?

-Busco ayuda, porque los árboles de mi reyno ya no dan frutos y mi gente no tiene que comer. Estoy muy
anciano y no me quedan fuerzas para seguir con mi búsqueda. – respondió el rey cuy

-¡Oh querido rey, yo le puedo ayudar! yo puedo continuar con su búsqueda. – dijo el joven castor.

-Querido Castor mi pueblo agradecerá muchisimo tu ayuda. - dijo el rey.

Y con mucha alegría y valentía, el joven castor emprendió la búsqueda. Fue asi que se internó en el
bosque, debía encontrar un árbol con frutos, las semillas servirían para sembrarlas en el reino.

El joven castor camino y caminó, y ningún árbol con frutos encontró. Mientras caminaba, vio a lo lejos
una casa y, lleno de curiosidad, se acercó. Era la casa de un leñador, que con hacha en mano cortaba sus
leños. El joven castor se acercó y le preguntó:

-Querido amigo leñador, en el reino del anciano cuy los árboles ya no dan frutos y su pueblo no tiene que
comer.

Querido joven castor este es el reyno de las hadas, ellas son mágicas y te podrian ayudar.

-¿Puedes mostrarme el camino? - preguntó el castor.

-Debes dirigirte hacia las montañas, donde se esconde el sol, ahí donde nace el río. – explicó el leñador.

El joven castor le dio las gracias y comenzó la búsqueda de las hadas. En su camino, encontró un gallito
que picoteaba una y otra vez la tierra, al ver al joven castor se asustó y de un salto se escondió detrás de
un arbusto, el joven castor se acercó muy lentamente y le dijo:

-Querido gallito no te asustes, estoy en una misión, debo encontrar a las hadas del bosque ¿Tú sabes
donde las pueda encontrar?
A lo que el gallito le respondió:

Sigue el camino en las montañas donde se oculta el sol y donde nace el río, ahí las encontrarás.

El joven castor le dio las gracias y continuó su camino. Mientras caminaba decidió descansar un
momento y se sentó en un tronco. Desde ahí vio a lo lejos una casa y lleno de curiosidad se acercó y tocó
a la puerta: toc toc toc, la hermana mayor abrió la puerta y le preguntó.

-Querido Castor ¿A qué se debe tu visita?

-Llevo mucho tiempo caminando, estoy en una gran misión, debo ayudar al rey cuy a salvar a su reino.-
contestó el joven castor.

La hermana mostró preocupación por lo que escucho y le dijo :

-¿Qué ha sucedido?

-Los árboles del reino del cuy ya no están dando frutos y su pueblo necesita alimentarse.- respondió
el joven castor.

- De acuerdo. Vamos a ver cómo te podemos ayudar- dijo la hermana mayor. Entonces, las

cuatro hermanas se reunieron y la menor sugirió:

-Entreguémosle los pétalos de la flor mágica y todas estuvieron de acuerdo.

Fue así, que las hermanas le entregaron al joven castor una cesta con los pétalos de la flor mágica y le
dijeron:

-Oh querido joven castor, lleva estos pétalos, siémbralos en el reino, verás como crecerán y darán
frutos.

El joven castor sorprendido no creía lo que decían.

-¿Cómo me van a ayudar estos pétalos?- Se preguntó.

Para convencerlo, la hermana menor lo llevo al lugar donde cosechaban los frutos que daba el pétalo y le
dio a probar uno.

El joven castor quedó encantado con su exquisito sabor y les dijo:

- ¡Es lo mas delicioso qué he probado!, Aceptó los petalos para llevarlos al reino del cuy. Pero antes

de irse, la hermana menor le dijo:

-Acompáñame, quiero enseñarte como debes sembrarlo: Debes colocar estos pétalos en un hoyito en la
tierra y con un poquito de agua verás cómo crecerá.
De pronto, el gallito, al escuchar la conversación se acercó y les dijo:

-Yo tambien quiero un pétalo para sembrarlo y obtener maíz.

Las hermanas le invitaron el fruto de los pétalos y este quedó encantado. En agradecimiento ofreció al
joven castor llevarlo al reyno.

Muy agradecidos con las hermanas se despidieron y emprendieron el retorno al reino del cuy.

A la mañana siguiente, cuando salió el sol, el joven castor llegó al reino del cuy, le entregó los pétalos al
rey y le explicó que darían frutos.

-¿Cómo es posible que estos pétalos den frutos?- preguntó el rey. Entonces el

joven castor le contó lo ocurrido con las hermanas.

Mientras tanto, en el bosque, las hermanas conversaban alegremente y, de pronto, se dieron cuenta que
olvidaron entregarle los polvitos mágicos al joven castor y al gallito, y todas dijeron :

- ¡Oh, Sin los polvitos mágicos, no crecerá fruto alguno!

Entonces, las hermanas emprendieron camino al reino del cuy y magicamente se aparecieron frente al
joven castor y le dijeron:

-Querido joven castor, nosotras somos las hadas del bosque y cada vez que necesites alimentos,
búscanos y vendremos a darte los petalos y los polvitos mágicos.

Y desaparecieron magicamente.

A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino se levantaron muy alegremente con el cantar del
gallito, y vieron muy sorprendidos que había un árbol lleno de frutos rojos.

El rey cuy quedó muy agradecido y le dijo: Querido Castor en honor a tu valentía y por ayudar a este
pueblo te nombró nuevo rey y soberano de estas tierras. ¡Viva el rey Castor!

En honor al nuevo rey, el pueblo celebró una gran fiesta a donde estuvieron invitados el gallito, el
leñador y las hadas. Todos comieron y festejaron alegremente.

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