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El rey Carlos III se preocupa por las finanzas reales debido a la falta de cooperación de sus
súbditos en América para contribuir. Designa a don José Antonio de Areche como Visitador
general en Perú para abordar el problema. Areche llega a Lima y, al darse cuenta de la
riqueza de la tierra, impone impuestos y regulaciones para recaudar fondos, lo que provoca
descontento y resistencia entre la población.
En medio de este escenario, un corrupto corregidor intenta sobornar a Areche para evitar
ser condenado por sus malas acciones. Ofrece una onza de oro como soborno, pero Areche
acepta el trato y el corregidor termina siendo liberado.