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Leyenda de Huitzilopochtli y Coyolxauhqui}

En los tiempos antiguos, en el corazón de lo que hoy es México, existía


una poderosa deidad llamada Coatlicue, la madre de los dioses. Un día,
mientras barría el templo en Coatepec, encontró un grupo de preciosas
plumas de colibrí y las recogió. En ese momento, un viento sopló sobre
ella y quedó embarazada sin haber tenido relaciones con nadie.

Sus otros hijos, los 400 Centzon Huitznahua (los dioses estrellas), se
enojaron mucho al enterarse de que su madre estaba embarazada sin
razón aparente. La más enfurecida de todos fue Coyolxauhqui, la diosa
de la Luna, quien instigó a sus hermanos a destruir a su madre y a su
hermano por considerarlos deshonra para la familia.

Cuando Coatlicue dio a luz a Huitzilopochtli, el dios Sol, este emergió


como un valiente guerrero completamente armado. Luchó contra sus
hermanos, los Centzon Huitznahua, liderados por Coyolxauhqui. En una
encarnizada batalla en la cima de la montaña Coatepec, Huitzilopochtli
derrotó a sus hermanos y finalmente decapitó a Coyolxauhqui.

La cabeza de Coyolxauhqui se convirtió en la Luna, y su cuerpo cayó


rodando por la montaña hasta convertirse en una serie de rocas que
rodean el actual Templo Mayor en la Ciudad de México. Huitzilopochtli,
como el dios del Sol, se convirtió en el líder de los dioses y de los
mexicas, quienes consideraron a la Luna como su enemiga y al Sol
como su protector.

Esta antigua leyenda mexica simboliza la eterna lucha entre la luz y la


oscuridad, el día y la noche, y cómo el Sol (Huitzilopochtli) se convierte
en el vencedor sobre la Luna (Coyolxauhqui), trayendo luz y vida al
mundo. La historia también tiene connotaciones sobre el origen divino
de los mexicas y su derecho a gobernar.

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