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CLA•DE•MA CONTRA LA DOMINACIÓN

TOMÁS IBAÑEZ Municiones para disidentes


Realidad-Verdad-Política Variaciones sobre la salvaje exigencia
SEYLA BENHABm Los derechos de los otros de libertad que brota del relativismo
Extranjeros, residentes y ciudadanos
y de las consonancias entre Castoriadis,
Loic WACQUANT (coord.) El misterio del ministerio
Pierre Bourdieu y la política democrática Foucault, Rorty y Serres
MARio BUNGE Crisis y reconstrucción de la mosofía

IIANNAH ARENDT Tiempos presentes

RICHARD RoRTY Filosofía y futuro

ALAIN BADIOU Breve tratado de ontología transitoria

FINABmULÉS (comp.) Hannah Arendt: El orgullo de pensar


Tomás Ibañez
MICHEL FoucAULT La verdad de las formas jurídicas

MARTIN HEIDEGGEr Introducción a la metafísica

EDGAR MoRIN Introducción al pensamiento complejo

ERNST TUGENDHAT Egocentricidad y mística

ERNST TUGENDHAT Problemas

ERNST TUGENDHAT Ser-verdad-acción


Ensayos filosóficos
J
ERNST TUGENDHAT Lecciones de ética

ERNST TuGENDHAT Diálogo en Leticia

PAUL RicoEUR Ideología y utopía

GILLES DELEUZE Empirismo y subjetividad

gedj~
·. ~ . BIBUOTECA LUist;et.¡zAf f:Z
RT, rOJ J;'f":J() n'l: 'lliTrur." .-.Á "'r
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142088
Ilustración de cubierta: Juan'Santana

Primera edición: septiembre de 2005, Barcelona


Índice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

I PARTE
DEFENSA DEL RELATIVISMO
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
1. Contextualizaciónfilosófica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
© Editorial Gedisa, S.A. · A modo de prolegómenos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Paseo Bonanova, 9 1°-la Mirando hacia Grecia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
08022 Barcelona (España) La infinita espiral escéptica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Tel. 93 253 09 04 La inacabable guerra entre dogmáticos y escépticos . . . . . 27
Fax 93 253 09 05
correo electrónico: gedisa@gedisa.com
El argumento racionalista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
http: 1/www.gedisa.com El argumento empirista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
La síntesis de Kant . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
ISBN: 84-9784-108-5 Usando a Kant contra Kant ............ :. . . . . . . . . . . . 37
Depósito legal: B. 39836-2005
2. Argumentos relativistas . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Impres~ por: Romanya Valls El polimorfismo del relativismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Verdaguer, 1, 08786 Capellades (Barcelona) Relativismo y ética: la cuestión política . . . . . . . . . . . . . . . . 46
Impre~o en España
Relativismo de la verdad ...... , . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . 54
Printed in Spain El problema de la realidad: el relativismo ontológico 69

Queda prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio de impre-


sión, en forma idéntica, extractada o modificada de esta versión castellana de la
obra.
r

PARTE II
CORNELIUS CASTORIADIS, MICHEL FOUCAULT,
RICHARD RORTY, MICHEL SERRES: COMPARANDO LO
INCOMPARABLE
Prolegómeno: un propósito de imposible cumplimiento . . . . 87
1. Cornelius Castoriadis ............................ . 97
Apuntes biográficos: la política como exigencia y como
pasión ........... '............................... . 98
Heteronomía o autonomía: una encrucijada para las Prólogo
sociedades ....................................... . 102
Desde el marxismo militante al antimarxismo radical ... . 105
-------- La exigencia· de autonomía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
p. . dad ................................. .
s1que y soc1e 112 El primer título en el que pensé para encabezar este libro fue Muni-
Lo social-histórico como auto-creación .......... -.... . 119 ciones para disidentes. Tomo JI, pretendiendo significar de esta for-
2. Michel Foucault ................................. . ma lo que percibía como una evidente continuidad con el libro M u-
125
Apuntes biográficos: 1a voluntad de cambiar .......... . 127 niciones para disidentes que publiqué, hace tres años, en Gedisa. Sin
El contexto intelectual de los añ.os cincuenta .......... . embargo, pronto me convencí de que la elección de ese título indu-
130
El proyecto intelectual de Foucault .................. . cía a confusión porque evocaba claramente un preciso tipo de con-
136
· 1so po1/1t1co
El.1mpu . ...... ·-......................... . tinuidad, y establecía una presunción de unidad ·estructural, que
144
distaban mucho de manifestarse en este caso.
3. Richard Rorty ................................... . 149 Obviamente, la relación entre estos dos libros es bien distinta de
Apuntes biográficos: fidelidades y rupturas ........... . 150 aquella que tejen entre sí los diversos tomos de una misma obra. Sin
La filosofía analítica .. ; ............................ . 155 embargo, como esta constatación no conseguía debilitar mi senti-
L a argumentacwn./ rortyana ....................... , .. miento de que existía una perceptible continuidad, caí en la cuenta
160
El último Ro.r:ty .................................. ; 169 de que se trataba de una continuidad de otro tipo, sin duda mucho
L a preeminencia
. . d e 1a po1/.
1t1ca ...................... . 172 más genérica. De hecho, me di cuenta de que, desde que publiqué mi
La confrontacióncon Habermas , ........... ; ..... ·.. . 175 primer libro (Poder y libertad) en 1982, no había hecho otra cosa en
u todos mis escritos que satisfacer afanosamente el deseo de pensar,
4. Michel Serres .................................... . 189 una y otra vez, las relaciones de pqder y de interrogar incesantemen-
Apuntes b"1ogra/f.Icos_: desp1azarmentos
. ................. . 190 te los efectos de dominación. Un deseo que se fraguó en lás peculia-
e ·
¿ 1enc1as o 1etras.",) . .....................
· , .......... . 193 ridades de mi biografía política, de signo inequívocamente libertario,
Pensar la relación ............................. '.... . 198 y que recibió de MichelFoucault .elaliento necesario para perseve-
rar. Es, por lo tanto, en términos de un mismo «aire de familia», sus-
5. Nexos ......... ·......... :........................ 203 tentado en una preocupación irremediablemente recurrente, como
Apéndice: Nota sobreJohn Dewey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211 conviene tipificar la continuidad que atraviesa estos distintos libros.
Es claro que el carácter polimorfo de las relaciones de poder, la
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223 i · rizomática proliferación. de los efectos de dominación y la multipli-

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ciclad de los territorios en los que ambos fenómenos se desarrollan, Resulta sin duda trivial recordar aquí que, encerrada en sus pro-
abren unos registros de investigación extraordinariamente diversos pios límites, ninguna persona hubiera conseguido nunca escribir un
y, no es menos daro, que lo que se aborda en este libro es tan sólo solo texto y que, más allá del autor que firma un libro, las voces que
un diminuto fragmento de esa diversidad. Un fragmento que es, ade- lo han hecho posible suelen ser multitudinarias. No obstante, más
más, bien particular, altamente específico, y cuya elección responde allá de la deuda genérica contraída con una amplia gama de pensa-
a dos tipos de razones. Por una parte, razones de orden sustantivo, dores y de la deuda específica con los cuatro autores cuyas aporta-
relacionadas con la convicción de que la institución científica cons- ciones se interpretan aquí con mayor o menor acierto, este libro ha
tituye en nuestra época uno de los más potentes dispositivos de po- necesitado, como pocos, la participación directa de un conjunto de
der y que se ha depositado en la razón científica la legitimidad de la colaboraciones que me alegro de haber tenido la fortuna de concitar
retórica de la verdad, con todos los efectos de poder que se des- y que me ilusiona poder agradecer.
prenden de la gestión de los juegos de la verdad. Por otra parte, ra- N o sé si me hubiese animado a publicar este libro sin el estímulo
zones de tipo coyuntural ligadas al ámbito específico en el que que representó para mí la atención que me prestaron los nutridos
transcurren mis cotidianas prácticas profesionales; es decir, el ámbi- grupos de estudiantes del Doctorado de Psicología Social Crítica
to universitario. Son estos dos tipos de razones los que dan cuenta durante los cursos 2003-2004 y 2004-2005. Desde luego, sin la ayu-
del terreno que aquí se ha elegido para reflexionar sobre unas rela- da que me ofrecieron las profesoras Ana Garay y Luz María Martí-
ciones de poder y para visibilizar unos efectos de dominación que nez para transcribir mis manuscritos, esta publicación se hubiera de-
son tanto más insidiosos y efectivos cuanto que se excluyen a sí mis- morado probablemente unos cuantos años. Por fin, resulta difícil
mos del campo en el que suelen operar estas relaciones y estos efectos. encontrar las palabras adecuadas para agradecer las sabias sugeren-
Cuestionar los presupuestos de la retórica de la verdad que hegemo- cias y el enorme y meticuloso trabajo de revisión llevado a cabo por
niza nuestra época, e intentar evidenciar los efectos de dominación mi entrañable amigo, el profesor Félix Vázquez Sixto, así que ni si-
que acompañan la asunción acrítica de cierta ideologí¡ de la razón quiera lo voy a intentar. Pero me quedaría corto si no mencionara
científica, forman parte, en el momento presente, de una tarea. inex- también las incisivas y abundantes observaciones críticas que me ha
cUsable para quienes pugnan por posibilitar el desarrollo de nuevas prodigado, desde su amistad de tantos años, Georges Brossard, aún
prácticas de libertad. sabiendo que no las podía integrar aquí porque hubiera significado
Dicho con otras palabras, el debate sobre el relativismo y sobre escribir otro libro que quizás surgirá un día del debate que mantene-
el antiesencialismo que centra las reflexiones presentadas en este li- mos. Y, por último, pero sólo en el orden de la enunciación, no me
bro constituye, en última instancia pero muy directamente, un de- quedaría tranquilo conmigo mismo si no expresara mi gratitud por
bate sobre la problemática de las relaciones de poder. El hecho de la cariñosa paciencia con la que mi compañera, Conxita N adal, ha
que los defensores de cierta ideología de la razón científica coinci- soportado mis prolongadas evasiones de la convivencia cotidiana.
dan con los máximos representantes de la Iglesia en una cruzada
común contra los devastadores peligros que nos amenazan si pres-
tamos oídos a los cantos de sirena relativistas debería, cuanto me-
nos, suscitar cierta sospecha e invitarnos a mirar ~ás de cerca el
contenido de los argumentos relativistas. Debo reconocer que la vi-
rulencia y la constancia con las que Juan Pablo II y el cardenal Rat-
zinger (hoy su sucesor como Benedicto XVI) han satanizado el re,..
lati:ismo, no ha hecho sino desarmar las prevenciones que, como
cas1 para todo el mundo, despertaba en mí el repertorio argumenta-
tivo del relativismo.

10 11
PARTE I

\ DEFENSA DEL RELATIVISMO


\
'

1
Contextualización filosófica

A modo de prolegómenos

Explorar la cuestión del relativismo tiene el morbo que acompaña


los escarceos con la fruta prohibida. Tiene su parte de seducción,
pero también tiene su parte de peligro; sobre todo si no se toma la
precaución de expresar previamente una profesión de fe antirrelati-'
vista. En efecto, manifestar cierta simpatía hacia el relativismo no es
inocuo y nos amenaza de hecho con una doble exclusión.
Exclusión, en primer lugar, de toda perspectiva de desarrollar
una confortable carrera académica, porque el relativista es visto,
desde la Academia, como alguien que se empeña en.cortar la rama
sobre la cual está sentado, como aquel que hace tambalear la estabi-
lidad de todo el edificio.
En la medida en que la Academia se sustenta en la producción, en
la acumulación y en la transmisión de conocimientos· cuyo carácter
verdadero esté suficientemente garantizado, es obvio que cuestio-
nar el concepto mismo· de «la V<::rdad» no puede estar bien visto y
que argumentar en clave relativista es ir sumando puntos para ser
apartado del envidiable estatus de un buen y respetable académico.
Exclusión, en segundo lugar, de toda perspectiva de ser plena-
mente aceptado en la comunidad social en la cual nos ha tocado
VIVIr.
Argumentar en clave ·relativista conduce a hacer afirmaciones
como, por ejemplo, que el acto de poner una bomba y matar a 200
personas no es intrínsecamente malo desde el punto de vista moral.

15
r

Ese acto sólo resulta despreciable, y totalmente despreciable, desde Pese a sus remotos orígenes, la controversia sobre el relativismo
los valores con los cuales nos comprometemos. Pero esos valores es, por lo t~nto, tremenda~e/nte actual, y se en~uentra, a mi enten-
que estamos eventualmente dispuestos a defender con uñas y dien- der, en el epicentro de la tens1on entre la Moderrudad y la Postmoder-
tes, no tienen ni mayor ni menor grado de fundamentación última nidad, tanto si consideramos estos dos fenómenos históricos desde
que los valores que esgrimen los terroristas. No son, intrínsecamen- su vertiente sociológica como desde su vertiente ideológica. Por lo
te, ni mejores ni peores que los valores opuestos. tanto, reflexionar, hoy, sobre el relativismo es también una forma de
Decir cosas como las que acabamos de decir, nos asegura, en el intentar entender mejor los cambios que se están produciendo en la
mejor de los casos, serios problemas para ser comprendidos, y nos época en la cual vivimos.
amenaza, en el peor de los casos, con caer bajo la acusación de «apo- Aunque el debate sobre el relativismo se presenta a menudo des-
logía del terrorismo». de una perspectiva epistemológica, relacionada con la pregunta sobre
Costes académicos, costes sociales ... ¿Por qué diablos arriesgar- el estatus del conocimiento, también versa sobre aspectos ontológi-
nos a destapar la Caja de Pandora del relativismo? cos (¿qué es lo real?) y, sobre todo, también tiene fuertes implicacio-
Quizás por la atracción de la fruta prohibida -al fin y al cabo nes en el campo de la ética y de la política. No hay que olvidar que
---~-Juan Pablo II se empeñaba obstinadamente en decirnos que «en el fueron preocupaciones éticas, y preocupaciones relacionadas con el
relativismo está el mal»-, es difícil resistir la tentación de acercarnos bien vivir, las que alentaron en sus inicios la formulación de los ar~
al relativismo para contemplar qué aspecto tiene. Pero quizás, tam~ gumentos relativistas. En efecto, ¿qué significa ser libre? y ¿cómo
bién, porque sospechamos que «las prácticas de libertad» pueden conseguir ser libre? son algunas de las preguntas que laten, origina~
encontrar alicientes en los argumentos relativistas. riamente, en la formulación del relativismo.
En cualquier caso, de lo que no cabe duda es de que la proble- Si las interrogaciones relativistas acompasan toda la historia de la
mática del relativismo se presenta envuelta en una tormentosa nube filosofía occidental, las descalificaciones del relativismo y los contun-
de intensas polémicas. dentes anatemas lanzados contra las posturas relativistas, también
De hecho, las polémicas en torno al relativismo son casi tan an- constituyen una constante histórica. Encontramos estas descalifica-
tiguas como la propia filosofía occidental. N os encontramos pues ciones en Platón (427-347 a. de C.) cuando ridiculiza a Protágoras
ante un debate que tiene detrás de sí unos 2.500 años de historia de (485-410 a. de C.), y también en la famosa encíclica de Juan Pablo II
la filosofía. Pero, aunque el relativismo haya sido discutido a lo titulada Veritatis Splendor (1993 ), donde se proclama que el cues-
largo de toda lá historia de la filosofía occidental, también es cier- tionamiento relativista de «la Verdad» es una de las peores amena-
to que esa discusión ha conocido altibajos, y que se ha prodigadó zas que se ciernen sobre la humanidad. Opinión, esta última, que,
con intensidades muy variables. Uno de los períodos, o quizás de dos días antes de convertirse en Benedicto XVI, el cardenal Ratzin-
las épocas, donde ese debate ha adquirido una especial intensidad es, ger reafirmaría con fuerza en la homilía de la misa Pro Eligendo
precisamente, el período contemporáneo, particularmente a lo largo Pontífice. De hecho, es bastante frecuente escuchar voces conserva-
de las tres o cuatró últimas décadas. Ludwig Wittgenstein (1889~ doras ponernos vehementemente en guardia contra los efectos de-
1951), Willard van Orman Quine (1908-2000), Nelson Goodman vastadores que tiene eL relativismo sobre los valores morales de
(1906-1998), Michel Foucault (1926-1984), Don~ld Davidson nuestra civilización. Pero tampoco es menos frecuente escuchar vo-
(1917-2003), Hilary Putnam (1926~ ), Thomas Nagel (1937-), John ces progresistas proclamar que el relativismo es peligroso, incluso
Searle (1932-), Richard Rorty (1931 ~ ), Jurgen Habermas (1929-), para la simple convivencia pacífica y civilizada, puesto que nos abo-
Charles Taylor (1931-), son algunos de los pensadores que han caría a situar la fuerza bruta como último recurso para dirimir nues-
aportado argumentos para ese debate, sin contar buena parte de tras desavenencias.
los pensadores que son calificados, o que se autocalifican, de post- En algún momento tendremos que preguntarnos sobre las razo-
modernos. nes de esa animadversión, tan intensa y tan llamativa, que suscita el

16 17
relativismo, pero adelanto ya mi convicción de que si el relativismo mantenido en el pasado, o que mantienen en la actualidad, plantea-
es atacado tan duramente es porque socava en su misma raíz, es de- mientos relativistas, adolecen de una oligofrenia profunda?
cir, radicalmente, todo principio de autoridad. Ni los planteamientos relativistas se extinguieron definitivamen-
En cualquier caso, el resultado de tan sostenida persecución filo- te en el instante mismo de su formulación, ni está justificado consi-
sófica del relativismo es que muy pocos pensadores aceptan deno- derar a todos sus defensores como deficientes mentales, así quepa-
minarse a sí mismos como relativistas. Se trata más bien de un cali- rece bastante razonable formular la hipótesis de que no estamos
ficativo que se arroja contra alguien, y de una acusación contra la ante una postura que se pueda descalificar tan fácilmente como se
cual sólo cabe defenderse, negando haber cometido el pecado rela- suele decir y considerar que los relativistas no son tan insensatos
tivista. corno lo dejaba entender Platón.
En esa misma línea de descalificaciones se nos dice también que De hecho, ya veremos que no resulta muy complicado formular
el relativismo es, del todo, insensato y aberrante, y que nadie, en su el relativismo de manera que eluda por completo la figura lógica de
sano juicio, puede defender un planteamiento relativista. la autocontradicción pero, de momento, lo único que sugerimos es
Ya lo dejó bien claro el viejo Platón (427-347 a. de C.): ni siquie- que consideremos provisionalmente que la causa instruida en con-
ra es- necesario argumentar en contra de un relativista. Basta con de- tra del relativismo no dispone, quizás, de unos argumentos tan cla-
jarle hablar, porque su propio discurso se destruye y se refuta, a sí ros y tan definitivos como pudiera parecer.
mismo, en un soberbio ejercicio de autocontradicción. Además, la unicidad, y la sencillez del argumento de la autocon-
En efecto, si la Verdad no existe, tampoco puede ser verdad que tradicción, topa con una dificultad ligada a la enorme variedad de
la verdad no exista. Por lo tanto, la afirmación la verdad no existe los relativismos.
no es verdadera, y si no es verdadero que la verdad no exista, en- En efecto, en su formulación más condensada, el relativismo
tonces la afirmación de que la verdad existe es verdadera y el relati- afirma simplemente que X no es «incondicionado». O sea, que X es
vismo es, por lo tanto, falso. . siempre relativo a Y; es decir, a otra cosa que el propio X. Éste es el
Simple cuestión de lógica elemental. El argumento relativista no caso, por ejemplo, cuando se afirma que «nuestros valores» (el X)
se puede enunciar sin que esa enunciación sea letal para el propio ar- están condicionados por «nuestra cultura» (la Y).
gumento relativista. Con lo cual, el relativista se ve abocado al si- X puede ser los valores, pero también puede ser nuestras opi-
lencio porque, si habla, sus propias palabras anulan lo que dice; niones, nuestras creencias, el conocimiento, los objetos físicos, et-
pero, claro, el silencio tampoco le salva; porque, si no habla, resulta cétera. Y, claro, uno puede ser relativista respecto de los valores,
que no hay argumento. pero no serlo respecto del conocimiento. O puede serlo respecto
0
·El argumento de la autocontradicción parece definitivo, y parece del conocimiento, pero no respecto de los objetos físicos, etcétera.
revestir una contundencia demoledora. La enorme diversidad de todo aquello que podemos situar en el lu-
No obstante, en lugar de tranquilizarnos, es la propia contun- gar de X permite distinguir entre una variedad de relativismos: el
dencia del argumento de la autorrefutación la que debería incitar- relativismo epistemológico, el relativismo ético, el relativismo on-
nos a la sospecha. Porque, si las cosas están así de claras; si el relati- tológico, etcétera. · ·
vismo es una postura tan insensata, tan ridícula, tan inconsistente y Las argumentaciones relativistas son distintas en cada caso, y no
tan obviamente insostenible como lo afirmaba Platón, lo lógico hu- resulta muy verosímil que un único contraargumento, como el de la
biera sido que la cuestión del relativismo hubiera quedado clausu- autocontradicción, pueda hacer justicia a todas ellas.
rada en el instante mismo de su formulación. Sin embargo, ¿cómo Por lo tanto, se despliega una gran variedad de relativismos se-
se explica que se haya mantenido viva durante siglos, que haya lle- gún a lo que se refiera X, pero se despliega también gran variedad
gado hasta nuestros días y que haya conocido incluso un boom es- de relativismos según lo que pongamos en el lugar de Y. Puede asu-
pectacular en las últimas décadas? ¿Acaso los pensadores que han mirse que X es relativo, pero ¿relativo con relación a qué? Puede

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ser con relación a nuestra mente, con relación a nuestra cultura, Mirando hacia Grecia
con relación al lenguaje, con relación a la historia, con relación a lo
social, etcétera. Y, en cada caso, estaremos ante un relativismo dis- Es bien conocido que hace unos 2.600 años se fragua en Grecia
tinto. No hay pues un relativismo sino muy diversos tipos de rela- una nueva manera de pensar y de debatir sobre el mundo en el cual
tivismos, y puede que lo que resulte insensato sea el pretender de- vivimos.
rrotarlos a todos en base al único y contundente argumento de Se formulan nuevas preguntas y se elaboran nuevas maneras de
Platón. responderlas, constituyendo de esta forma, muy lentamente, un
Adentrarnos, como lo vamos a hacer, en el espacio discursivo del tipo de racionalidad que se va diferenciando poco a poco del tipo de
relativismo, es adentrarse, inevitablemente, en el espacio de la retó- racionalidad que sustentaba, por ejemplo, al relato mitológico.
rica de la Verdad. Recurriendo a un vocabulario que tiene claras re- Las nuevas preguntas que se empiezan a plantear son de tipo cos-
sonancias foucaultianas, podríamos decir que nos vamos a ocupar mogónico, interrogan la naturaleza del mundo y el proceso de su
de «los regímenes de la Verdad», de «la economía de la Verdad» y, constitución, recurriendo a la observación, a la reflexión y a la ar-
más precisamente, de la Veridicción. Por veridicción hay que enten- gumentación para formular unas respuestas que se orientan, por lo
der la pretensión que reivindica un discurso a decir Verdad. O la le-
general, a proponer un principio único que explicaría tanto la géne-
gitimidad que se le otorga, desde una determinada audiencia, para
sis del mundo, como la naturaleza última de lo que existe.
enunciar «la Verdad».
La preocupación cosmogónica ocupa un lugar central a lo largo de
¿Cómo debemos entender esa pretensión? ¿Qué puede significar
algo más de un siglo, hasta que Sócrates (470-399 a. de C.) contribuye
esa misma pretensión en tanto que tal? (¿qué supuestos legitima?,
de forma importante a expandir el campo de aplicación de la nueva ra-
¿qué efectos produce?) ¿En qué consiste el propio hecho de decir
cionalidad y a complementar la interrogación cosmogónica con nue-
Verdad?
vas preguntas que se dirigen básicamente hacia dos grandes ámbitos.
Pero, si bien la cuestión que atañe al estatus de la Verdad es cla-
ve en el debate sobre el relativismo, también es cierto que este de- Uno de ellos es el del propio conocimiento: ¿qué es el conoci-
bate confronta muchas otras cuestiones. Es un debate que se aden- miento?, ¿qué podemos conocer?, ¿cómo podemos conocer? Se trata
tra en el campo de la metafísica, o de la ontología, y que concita de los inicios de la epistemología.
otros planteamientos metafísicos contrapuestos, como son el realis- El otro gran ámbito se relaciona con el modus vivendi del propio
mo, el idealismo o el materialismo. Es un debate que se adentra tam- ser humano: ¿Cómo vivir bien?.; en el doble sentido de, por una par-
bi~n en el campo epistemológico, y que concita otros planteamien- te, conseguir la felicidad y de ser una buena persona, por otra. Se
tos epist~mológicos, como son el racionalismo, el empirismo, el trata de los inicios de la ética.
positivismo, el fenomenismo, el pragmatismo, etcétera. Lo que se inicia, de hecho, con el giro socrático, es la mirada re-
Esto significa que para discutir la cuestión del relativismo es im- flexiva. Y con ello se abre la Caja de Pandora de la reflexividad y de
prescindible dedicar cierta atención al discurso filosófico, aunque la autorreferencialidad. ·
tan sólo sea realizando un sobrevuelo por la historia de la filosofía En efecto, la nueva racionalidad ya no se dirige solamente hacia
con relación a esta cuestión. Podemos elegir dónd~ finalizar el· so- un objeto «externo», el mundo, sino que se interroga a sí misma, y
brevuelo histórico pero, para iniciarlo, no hay más remedio que re- el ser humano piensa, él mismo, sobre sí mismo.
montarnos a los tiempos de Sócrates, y al tiempo de los sofistas; o A partir de Sócrates, la preocupación epistemológica ocupará un
sea, casi cinco siglos antes de la fecha que la religión cristiana ha im- lugar privilegiado en el pensamiento filosófico, y la preocupación
puesto como año cero de nuestro calendario. por el bien vivir, por la felicidad y por la ética, darán lugar a múlti-
ples formulaciones y a diversas escuelas, desde las formulaciones cí-
nicas de Diógenes a la Escuela hedonista de Epicuro.

20 21 i.
1
--
'

Pese a ello, los grandes pensadores griegos no separaron la inte- un criterio de la Verdad que trascienda lo que cada ser humano con-
rrogación sobre el mundo de la interrogación sobre el conocimien- sidere como tal, y queda claro, por lo tanto, que «la Verdad» no
to y de la interrogación sobre el bien vivir. Son, por ejemplo, cier- existe, más allá del ámbito estrictamente personal.
tas reflexiones sobre las limitaciones del conocimiento las que Ésta es, en cualquier caso, la versión del pensamiento de Protá-
conducen a formular determinadas concepciones sobre el bien vi- goras que nos presenta su gran contrincante Platón, y que tilda de
vir. En esa época la epistemología y la ética no están aún escindidas. «autocontradictoria», porque, obviamente, si «la Verdad» no existe,
En tiempos de Sócrates vivieron dos pensadores a quienes se tampoco puede ser verdad que ésta no exista.
atribuyen las primeras formulaciones relativistas. Se trata de Protá- La misma acusación se podría dirigir a Sócrates cuando afirma
goras y de Gorgias (485-380 a. de C.). que «sólo sé que no sé nada», porque, obviamente, «si no sé nada»
Todos y todas conocemos bien la famosa expresión de Protá- tampoco puedo saber que «no sé nada», pero esta afirmación se pre-
goras: senta como una reflexión profunda, y nadie enfatiza su carácter
autocontradictorio.
El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en cuan- El otro personaje, Gorgias, contemporáneo de Protágoras y de
to que son, y de las que no son, en cuanto que no son. Sócrates, redunda en el antirrealismo de Protágoras cuando nos dice
que:
Nada «es» en «sÍ mismo», todo es relativo al ser humano, tanto
la Verdad como las cosas. Si algún ser existiera, éste sería incognoscible.
N o se puede apelar a ningún criterio suprahumano para estable-
cer cómo son las cosas, ni tampoco para dirimir los puntos de vista Lo que conocemos no son, por lo tanto, seres, sino lo que nues-
confrontados. tro propio conocimiento instituye como seres. De lo único quepo-
Encontramos en la fórmula de Protágoras una doble afirmación. demos estar seguros es de que estos seres conocidos no son seres,
Hay, por una parte, una afirmación metafísica. Es decir, una afir- porque si lo fuesen no podríamos conocerlos. Con lo cual, sólo co-
mación que versa sobre la ontología y que se pronuncia sobre el es- nocemos el «No-ser».
tatus existencial de las cosas que constituyen el mundo. El pronun- Gorgias lo resume en una fórmula lapidaria: «No-ser, es».
ciamiento es claramente antirrealista. Los objetos no existen en sí De hecho, el relativismo, propiamente dicho, tiene escasa pre-
mismos, sino que su existencia está condicionada por las propias ca- sencia en el debate de la filosofía griega. Sin embargo, lo que sí
racterísticas del ser humano. Es el propio ser humano quien institu- abunda en ese debate son los planteamientos escépticos.
ye la existencia, o no, de los objetos del mundo.
Junto con este posicionamiento antirrealista en el plano on-
tológico también encontramos, en segundo lugar, lá afirmación La infinita espiral escéptica
de un tipo de relativismo que podríamos calificar como subjeti-
vista. La diferencia entre el esceptici~mo y el relativismo es considerable.
Si no hay nada, fuera del ser humano, que nos permita dirimir El relativista cue$tiona la existencia de un criterio no condicionado
entre los puntos de vista discrepantes mantenidos por distintos se- de la Verdad, mientras que el escéptico cuestiona simplemente que
res humanos, entonces ningún punto de vista es más verdadero que se pueda aseverar la Verdad.
cualquier otro. Todos son equivalentes entre sí, con respecto a su El escepticismo no niega que algunas de nuestras creencias, algu-
grado de verdad. nos de nuestros conocimientos, o de nuestras afirmaciones, puedan
La Verdad pasa a ser una apreciación subjetiva que establece cada ser verdaderas. Lo único que cuestiona es que podamos demostrar
persona en relación con sus propias creencias. N o es posible hallar que lo son; o, incluso, que podamos saber que lo son.

22 23
r

El escéptico es como esos niños insaciables que, después de cada éptico nunca conseguimos demostrar que nuestras afirmaciones
respuesta o de cada explicación que damos a una de sus preguntas, ~on verdaderas, ¿de qué nos sirve el concepto de «la Verdad»? De
repiten incansablemente: «¿y eso por qué?», o que, después de cada nada, tanto en un caso como en el otro. . . . . . .
respuesta, nos preguntan indefinidamente «¿y eso tú cómo lo sa- Sin embargo, así como se suele descalificar al relativismo dicien-
bes?», con lo cual siempre tenemos que explicar la propia explica- do que se refuta a sí mism<?, .existe, po~ el contrario, la opini~n ge-
ción que hemos dado. neralizada de que el escepticismo no solo es plenamente consisten-
El escéptico actua como un insistente y desagradable aguijón que te sino que, además, no ha podido, hasta el momento presente, ser
nos obliga a ir siempre un poco más lejos en el desarrollo de nues- refutado de manera indiscutible.
i:
:.1 1 tra argumentación, sin dejarnos alcanzar ese punto en el que podría Es como si, después de las fortísimas descalificaciones platóni-
1.
considerarse que la argumentación proporcionada ya es satisfacto- cas, quienes dudaban de que se pudiera establecer«la Verdad» de
ria, o ya es concluyente. · los conocimientos hubiesen retrocedido para tomar impulso y po-
La estrategia escéptica difiere considerablemente de la estrategia der saltar mejor, o hubiesen reorientado el objetivo de sus baterías,
relativista. El escéptico no plantea un debate teórico en torno al adoptando una estrategia mucho más sofisticada.
concepto de «la Verdad», no está interesado en cuestionar directa- Es como si, en lugar de oponerse frontalmente a las pretensiones
mente ese concepto, e, incluso, se muestra dispuesto a concedernos de la veridicción, hubiesen decidido pasarse con armas y bagaje al
que la Verdad puede existir. No obstante, da un rodeo. Su estrategia bando contrario y jugar a fondo el juego de «la Verdad». Su nueva
es de carácter práctico. No afirma que lo que decimos no pueda ser estrategia consiste simplemente en invertir la carga de la prueba,
verdadero; no entra a discutir esa posibilidad. Se limita a pedirnos que sean quienes apuestan por la verdad quienes soporten todo el
que justifiquemos la verdad de lo que decimos. peso de demostrar que su creencia en la posibilidad de alcanzar «la
Cuando afirmamos que tales o cuales de nuestras creencias son Verdad» está justificada.
verdaderas, tenemos que esgrimir razones para justificar su veraci- El escéptico nos dice, más o menos, lo siguiente: «Usted pretende
dad. Sin embargo, dar razones significa necesariamente mencionar que podemos establecer la Verdad de nuestros conocimientos, o de nues-
otras creencias, y el escéptico nos va a pedir que justifiquemos, a su tras creencias. ¡Muy bien!, no se lo voy a discutir en absoluto. Pero,
vez, esas otras creencias, para lo cual tendremos que mencionar veamos, dígame algo que usted considere verdadero y vamos a com-
nuevas creencias, y así ad infinitum. Es lo mismo que ocurre con las probar, usted y yo, si es capaz de justificar su veracidad». Frente a los
definiciones. Si se nos pide que definamos una palabra, vamos a te- argumentos esgrimidos, el escéptico pide entonces que se justifique, a
ner que usar otras palabras cuya definición se nos puede, a su vez, su vez, «la Verdad» de esos argumentos, desencadenando de esta for-
exigir, y para definirlas tendremos que introducir nuevas palabras, ma la temida regresión infinita ... «Ve usted comono lo consigue ...
que a su vez ... Ergo ... la creencia en la Verdad no tiene ninguna consecuencia prácti-
Al pedir que justifiquemos la veracidad de nuestras creencias, o ca, no se sustancia en ninguna formulación contrastable, manténgala si
de nuestros conocimientos, el escéptico nos coloca en la espiral de así le place, es su problema, pero no me vuelva a incordiar con sus afir-
una regresión infinita que nunca toca fondo. Y con ello, el escépti- maciones sobre la posibilidad de enunciar afirmaciones verdaderas».
co consigue obligarnos a admitir lo que pretende que reconozca- Decíamos antes que el escepticismo es lógicamente consistente,
mos: que las supuestas creencias verdaderas que mantenemos nunca que se admite que no adolece de ser autocontradictorio, pero esto
pueden ser plenamente justificadas; y que, por lo tanto, lo razona- no significa que no se haya intentado presentarlo como tal.
ble consiste en permanecer escépticos en cuanto a su supuesta vera- En efecto, la afirmación escéptica según la cual «nada puede ser
cidad, sin negar que, eventualmente, puedan serlo. · conocido con certeza» implica que tampoco esa misma afirmación
Aunque el relativismo y el escepticismo sean bien distintos, sus puede «ser conocida con absoluta certeza», lo cual la hace caer en la
efectos prácticos resultan muy semejantes porque, si frente al es- figura retórica de la autocontradicción.
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Ocurre, sin embargo, que los escépticos dieron con el procedi- Desde mi punto de vista el relativismo y el escepticismo consti-
miento para evacuar y para anular la autocontradicción. Idearon in- tuyen la cara guerrera y la cara diplomática de una misma moneda.
cluso dos maneras para inmunizar su planteamiento contra el mor- Unos pocos presocráticos, como por ejemplo Jen,ófanes de Co-
tífero virus de la autocontradicción. lofón (570-485 a. de C.), dudaban ya de que la certeza fuese posible.
La primera consiste en anular el aspecto autorreferencial de su Sin embargo, pocas décadas más tarde, muchos de los coetáneos de
afirmación, reformulando su proposición en los siguientes términos: Sócrates suscribían plenamente esa duda, y algunos de ellos utiliza-
ban, precisamente, esa duda para privilegiar la búsqueda de la felici-
Nada puede ser conocido con certeza, salvo esto mismo. dad y de la eticidad por encima de la búsqueela de la certeza.
Es contra todos estos pensadores griegos que Platón va a construir
Se concede de esta forma un estatus de excepción al conocimien- su imponente sistema filosófico. No obstante, quien asentará más de""'
to alegado por el escéptico: se dice que la afirmación no se aplica a cisivamente las bases del escepticismo es aún un adolescente cuando
sí misma y se evita la autocontradicción. Es como si Sócrates hubie- muere el viejo Platón. Su nombre es Pirrón de Elis (360-270 a. de C.)
_se dicho: «sólo sé que no sé nada más que ésto que estoy afirmando y, como es sabido, su pensamiento nos llega a través de los escritos de
saber». Se puede cuestionar la legitimidad de sustraer lo que uno Sextus Empíricus (185-224 a. de C.), ya en la época romana.
afirma al ámbito de lo que se afirma, pero formalmente la afirma- En palabras de Alan Musgrave, un importante filósofo contem-
ción deja de ser autocontradictoria. poráneo, la historia de la filosofía occidental es, en buena medida, la
Por supuesto, si se pide al escéptico que justifique su afirmación, historia de una larga guerra (aún inconclusa hoy en día) entre los es-
se verá en la imposibilidad de proporcionar una justificación defini- cépticos y los dogmáticos. Dogmático no se usa aquí en sentido pe...:
tiva; se encontrará atrapado en la espiral de una regresión infinita. yorativo, sirve simplemente para designar, en boca de los escépti-
Con todo, esto, lejos de debilitar su posición, no hace más que re~ cos, a todos aquellos que creen que el conocimiento válido consiste
forzarla, puesto que dicha imposibilidad resulta plenamente con- en «creencias verdaderas, justificadas como tales». Es decir, todos
gruente con lo que el escéptico afirma. aquellos que afirman que existen conocimientos cuya Verdad puede
La segunda manera, mucho más satisfactoria, de escapar a la au- ser establecida de forma incuestionable. ·
tocontradicción, consiste en afirmar que:

Nada puede ser conocido con certeza, incluso el hecho de que nada La inacabable guerra entre dogmáticos y escépticos
pueda ser conocido con certeza (es como si Sócrates nos dijera: «Ni si-
quiera sé que no sé nada»). Los dogmáticos afirman que podemos alcanzar unos conocimientos
«cuya veracidad resulte incuestionable». Desde su óptica, «la Ver-
Podemos estar de acuerdo, o en desacuerdo, con esta afirmación dad» es una propiedad que caracteriza a determinados conocimien-
escéptica, pero no tenemos más remedio que admitir que no reviste tos y podemos, por lo tanto, poner. de manifiesto esa propiedad.
un carácter autocontradictorio. Los dogmáticos estaban, asimismo, convencidos de haber conse-
D~sde esta perspectiva queda claro que el escéptico no pretende guido restar toda credibilidad a los planteamientos relativistas, en
demostrar que «nada puede ser conocido con absoluta certeza», no base a su supuesto carácter autocontradictorio. Sin embargo, trope-
pretende que se acepte «la Verdad» de su afirmación. Tan sólo acep- zaban con serias dificultades para refutar esa cara amable del relati-
ta jugar durante unos momentos al juego de «la Verdad>> para poner vismo que se presentaba bajo la forma del escepticismo.
de manifiesto que jugando estrictamente el juego de «la Verdad» y Dicho con otras palabras, los dogmáticos pensaban que era bas-
aplicando estrictamente las propias reglas de este juego, nadie pue- tante fácil plantar cara a las tesis negacionistas de «la Verdad», soste-
de conseguir refutar la validez de la postura escéptica. nidas por los relativistas, pero no conseguían derrotarlas tesis eli-

26 27
minacionistas de «la Verdad», defendidas por los escépticos. Es de- de las cosas, nunca sobre lo que se esconde detrás de las apariencias,
cir, las tesis que no arremetían directamente contra la creencia en «la nca sobre lo que las produce. Es decir, nunca sobre el verdadero
Verdad», pero que demostraban que se trataba de una creencia que n~ de las cosas. En tanto que somos seres sensoriales vivimos nece-
no se podía justificar, y que constituía, por lo tanto, una creencia ~:riamente en un mundo de apariencias y, por lo tanto, sólo pode-
perfectamente prescindible. rnos acceder a las sombras, no a aquello de lo cual las sombras son
Y es que, efectivamente, para derrotar la estrategia argumentati- sombras.
va del escepticismo, sólo hay una salida: parar en seco la espiral de Para escapar del mundo de las apariencias y para acceder a la ver-
la regresión infinita. Encontrar un punto donde esta regresión to- dad de las cosas, tenemos que desentendernos de la información
que fondo porque se haya alcanzado una justificación de la cual no que nos prop_?rcionan ~uestros sentidos; ~erremos que, cerrar nues-
se pueda dudar, y que no necesite ser justificada a su vez. tros ojos y mirar exclusivamente con los o; os de la razon.
Buena parte del pensamiento filosófico va a constituir un prolon- Sólo una razón que sea capaz de mantenerse a distancia de las
gado esfuerzo intelectual para encontrar ese lecho de roca dura sobre apariencias puede vislumbrar lo que hay por detrás de ellas, y pue-
____ . el cual asentar firmemente las bases y los fundamentos del conoci- de permitirnos acceder a la verdadera realidad.
miento seguro. Asimismo, la obsesión por la certeza va a dar lugar a Sin embargo, la razón sólo maneja ideas. Por lo tanto, aquello a
una filosofía de carácter marcadamente fundacionalista, centrada en lo cual accede la razón (es decir, a la veraadera realidad por detrás
'1
la búsqueda de unos fundamentos últimos e incuestionables. de las apariencias sensoriales) está constituido por ideas, de las cua-
En la historia de la filosofía ese esfuerzo fundacionalista va a di- les, las cosas que impactan nuestros sentidos, son simples e imper-
bujar dos grandes planteamientos alternativos: el racionalismo, por
1

fectas copias. Es en esta concepción donde se manifiesta, plenamen-


una parte, y el empirismo por otra. te, el idealismo de Platón. El auténtico ser de las cosas pertenece al
Una misma preocupación anida en estos dos planteamientos: en-
1

mundo de las ideas, mientras que las cosas que ánidan. en el mundo,
contrar unas verdades últimas cuya innegable evidencia constituya y que experimentamos concretamente mediante nuestros sentidos,
una justificación suficiente, y que permitan levantar sobre ellas todo son simples reflejos de ese mundo de las ¡deas. l,
el edificio del conocimiento seguro, inmunizándolo contra los ata-
1

Cuando, gracias al ejercicio de la razón, traspasamos la niebla de


ques escépticos. las apariencias y vislumbramos el mundo de las ideas, no podemos
La diferencia radica en que algunos pensadores buscaron en la dudar de ellas: su resplandeciente verdad se impone a nosotros.
razón aquello de lo cual no se puede dudar, mientras que otros pen- Y en ese mundo de las ideas, que es el mundo de lo realmente exis-
sadores buscaron eso mismo en la información proporcionada por tente, no sólo está el auténtico «ser» de las cosas, sino que también
la experiencia; es decir, por los sense data o datos sensoriales. encontramos la verdadera forma ideal de «lo bello» (estética), y la
forma auténtica «del bien», es decir, de los valores éticos. Por lo tan-
to, mediante el ejercicio de la razón accedemos no sólo al conoci-
El argumento racionalista miento verdadero del mundo, sino que alcanzamos, también, el co-
nocimiento, igualmente indubitable, del «bien».
Fue Platón quien inició la vía racionalista de la búsqueda de la cer- Platón representa, como nadie, el paradigma del dogmatismo.
teza. Como veremos más adelante, Platón es idealista en el plano Para él, es incuestionable que «la Verdad» existe, que es absoluta y
ontológico o metafísico, pero es racionalista (y, desde luego, radi- universal y que podemos alcanzarla plenamente, accediendo a la
calmente antiempirista) en el plano epistemológico. certeza total. Y, claro, si es cierto que la vía del conocimiento verda-
Para Platón, si de algo tenemos que desconfiar absolutamente es, dero conduce también a discernir el bien, ¿quién puede atreverse a
precisamente, de la información que nos proporcionan nuestros cuestionar que la consecución del conocimiento verdadero debe
sentidos. Éstos sólo nos aportan información sobre las apariencias constituirse como nuestra prioridad existencial?

28 29
t
.e

Con Platón, la agenda de la filosofía quedará marcada, hasta Cuando experimentamos una determinada sensación resulta le-
nuestros días, por la voluntad de verdad, por la obsesión por la cer- 'timo discutir sobre su origen, sobre lo que la ha producido, pues
teza absoluta y por el privilegio concedido a la interrogación episte- f~ en podría ser, por ejemplo, una simple ilusión sensorial. Ahora bien,
mológica. Es decir, por la prioridad concedida a la pregunta acerca
del conocimiento.
s: experimentamos una sensaci?n, de lo que no. pode~o~ duda~ es
de que la experimentamos efectlvament~, y no tiene mngun sentido
Siglos más tarde, Descartes (1596-1650) buscará también en la ue alguien pretenda negar que la expenmentamos. No hay mayor
razón las fuentes del conocimiento indubitable o de la certeza abso- ¿erteza, no hay mayor seguridad, que la que remite a la incuestio-
luta. No me voy a detener aquí a glosar la obra Descartes ya que el nable realidad de los datos sensoriales. _
lector o lectora puede encontrar una magnífica reconstrucción del Los racionalistas -Platón, Descartes, Spinoza (1632-1677), Leib-
cartesianismo en el libro estrella de Richard Rorty titulado La filo- niz (1646-1716), entre otros- difieren entre sí en cuanto a cuáles
sofía y el espejo de la naturaleza (1979). Sólo quiero enfatizar que pueden ser los últimos principios verdaderos que nos ofrece lara-
para Descartes, el ejercicio de la duda sistemática toca fondo cuan- zón. Los racionalistas pueden discrepar entre sí acerca de cómo es
do se alcanzan formulaciones puramente racionales. Es decir, que posible, y mediante qué procesos, que la razón nos permita conocer
--~-- no. apelan para nada a la experiencia y que, siendo autoevidentes, verdaderamente lo que conforma el mundo sensible; o mejor dicho,
son necesariamente verdaderas. Para encontrar las verdades indis- la verdadera realidad que sustenta al mundo sensible. Pero todos
cutibles, la razón, producto de nuestras mentes, debe explorar, ex- ellos coinciden plenamente en que la razón nos permite acceder a
clusivamente, las ideas que conforman nuestra mente. conocimientos absolutamente verdaderos.
Los empiristas difieren entre sí en cuanto a si todo el conoci-
miento verdadero, o solamente parte de él, proviene de los sentidos.
El argumento empirista Los empiristas pueden discrepar entre sí ep. cuanto a si los datos
sensoriales tienen una contrapartida en la realidad exterior, y si es
La segunda modalidad del dogmatismo, el empirismo, comparte esa contrapartida la que causa nuestros datos sensoriales. Por fin,
exactamente la misma preocupación que el racionalismo. Se trata, los empiristas pueden mantener posturas divergentes en cuanto a si
en él también, de establecer la fuente de nuestro conocimiento in- nuestro conocimiento de los datos sensoriales. nos puede permitir
mediato, directamente verdadero, indubitable y que no requiera, conocer también aquel~o que da lugar a los datos sensoriales. Es de-
por lo tanto, el respaldo de justificaciones adicionales. cir, traspasar el mundo sensible y transitar desde el mundo de las
Pero los empiristas no creen que haya que buscar esa fuente en la apariencias hacia el conocimiento del mundo que causa esas apa-
razón, sino que la sitúan en la experiencia, porque, según ellos, to- nencias. _ _.
dos nuestros conocimientos, todas nuestras ideas, provienen de lo Pero los empiristas coinciden plenamente eri que nuestros senti-
que nos aportan nuestros sentidos. Basta con recordar la famosa ex- dos nos permiten, como mínimo, alcanzar un conocimiento absolu-
presión según la cual «nada hay en nuestra mente que no haya esta- tamente seguro sobre el mundo de.las apariencias. Es decir, sobre el
do previamente en nuestros sentidos». Una mente que es una tabu- mundo de nuestra experiencia sensible. ·.
la rasa antes de que los sentidos impriman en ella los contenidos En definitiva, ya sea por la vía de la razón, ya sea por la vía de la
que la caracterizarán. experiencia, el dogmatismo sostiene que podemos alcanzar verda-
- Los sentidos nos proporcionan «datos sensoriales», y para los des indubitables, y si esto es efectivamente así, entonces resulta que
empiristas --,para Locke (1632-1704), para Berkeley (1685-1753), el escepticismo está derrotado porque los unos o los otros han blo.,.
para Hume (1711-1776), por citar sólo a los más relevantes-lo úni- queado, han hecho tocar fondo., a la espiral de la regresión infinita,
co que podemos conocer de forma inmediata, directa e incuestiona- encontrando unas verdades de las que no se puede dudar, y que no
ble, son precisamente esos datos sensoriales. requieren, por lo tanto, ulteriores justificaciones.

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Pero el escéptico se frota las manos. Es como si, a partir de sus do. Son, por lo tanto, las propias cosas del mundo las que han pau-
preguntas insidiosas, hubiera conseguido poner a trabajar, para tado nuestra razón, y sólo ha sedimentado en ella, o sólo ha sobre:-
su propio provecho, dos grandes maquinarias de pensamiento que vivido en la razón, aquello que era conforme a la naturaleza de las
han producido dos bloques de sofisticados y cuantiosos argumen- cosas.
tos que se encuentran ahora a su plena disposición. La espiral del re- Por el lado de los empiristas la cuestión es más compleja, y bue-
greso infinito toca fondo si se acepta el planteamiento racionalista. na parte de los empiristas se ven abocados a la conclusión de que
Sin embargo, resulta que los empiristas han puesto todo su ingenio sólo podemos alcanzar conocimientos verdaderos sobre los fenó-
en demostrar que los planteamientos racionalistas no son de recibo, menos. La cuestión de cómo es, realmente, el mundo más allá de los
que su argumentación no se sostiene. Frente a las pretensiones ra- efectos que el mundo tiene sobre nosotros es, para ellos, una pre-
cionalistas, el escéptico sólo tiene que echar mano de los argumen- gunta de imposible respuesta.
tos empiristas. En este punto resulta conveniente abrir un paréntesis a propósi-
Por el otro lado, la espiral del regreso infinito toca fondo si se to de la diferencia en cuanto a la dosis de vehemencia con la que, por
~~- .. acepta el planteamiento empirista~ Sin embargo, resulta que los ra- lo general, los racionalistas y los empiristas se enfrentan al relativis-
cionalistas ofrecen un amplio registro argumentativo en contra de mo. En efecto, buena parte de los empiristas son, como mínimo,
las pretensiones empiristas. El escéptico tiene a su total disposición no-realistas (no digo antirrealistas). Es decir, muchos empiristas re-
ese registro argumentativo para hacer frente al empirismo. En esta conocen que no podemos conocer verdaderamente aquello que el
tesitura, el escéptico podría decir, más o menos, lo siguiente: «Gra- sentido común y algunos filósofos llaman «la realidad».
cias, amigos racionalistas y amigos empiristas, pero no prosigáis, Esto significa que muchos empiristas no plantean objeciones de
detened vuestra pelea, porque ya me habéis proporcionado argu- principio contra los argumentos del relativismo ontológico y los
mentos más que suficientes para que no me vea obligado a aceptar consideran, simplemente, como unos argumentos que versan sobre
ningu~a de las dos líneas argumentativas que pretendían acabar una cuestión indecidible.
conmigo». Del mismo modo, también explica porqué los adversarios más
Más allá del hecho de que se puedan establecer verdades raciona- acérrimos de los relativistas no son los empiristas, sino aquellos
les indubitables, o verdades experienciales indubitables, aún queda pensadores que combinan, o que compaginan, fuertes presupuestos
la cuestión de cómo podemos pasar desde la pura razón al mundo racionalistas, por urra parte, y fuertes compromisos realistas por
de las cosas, o_ desde el mundo de las puras sensaciones al mundo que otra, subscribiendo rotundamente afirmaciones como la siguiente:
las induce. «Las cosas son como son, con total independencia de nosotros, y
Los racionalistas lo tienen más fácil que los empiristas por_que podemos conocer la verdad sobre las cosas ejercitando el uso rigu-
postulan que la razón y el mundo tienen la misma arquitectura. Los roso de la razón». ~
viejos racionalistas explicaban es-e isomorfismo basándose en consi- Resulta que tres de los pensadores que considero más. admira-
deraciones sobre el «alma», como Platón, por ejemplo, cuando nos bles, por su espíritu rebelde y p9r la agudeza de su pensamiento
dice que nuestra «alma» ya ha estado en contacto con el mundo de -Bertrand Russell (1872-1970), Albert Einstein (1879-1955) y
las ideas y ha guardado un recuerdo borroso y difuminado de ese Noam Chomsky (1928)-, se inscriben de lleno en el marco de estas
mundo, o bien a partir de consideraciones religiosas que remiten, creencias, y debo reconocer que la admiración que les profeso hace
conjuntamente, nuestra razón y el mundo a los designios de un mis- que me resulte bastante incómodo situarme en el campo contrario
mo creador. al suyo. _
. Los nuevos racionalistas adoptan, por su parte, una explicación Por cierto, hoy en día uno de los filósofos más representativos de
de tipo evolucionista. Según ellos, la razón se ha forjado en base a esta combinación de realismo y de racionalismo es Thomas N agel
las prácticas milenarias de nuestro comercio con las cosas del mun- (1937-), y esto lo convierte en uno de los críticos más acérrimos del

32 33
relativismo. Así que si alguien desea hacer acopio de argumentos Sobre él nada podemos conocer, sa.lvo que existe, y ~~da I?odemos
antirrelativistas es aconsejable que acuda a algunos de sus libros, decir más allá de eso. Por lo tanto, mcontestable deb1htam1ento del
tales como: The view from nowhere (1986) y La última palabra realismo.
(2000). Además, Kant hace depender las características del mundo que
El escepticismo que profesan muchos empiristas en cuanto a la podemos conocer de las características del propio «sujeto cognos-
posibilidad de conocer verdaderamente lo que se sitúa fuera de cente». Con acentos que evocan de manera alarmante la afirmación
nuestra experiencia (es decir, el supuesto mundo real), explica por- de Protágoras, según la cual «el ser humano es la medida de todas las
qué los pensadores realistas ven en el empirismo, y en sus diversas cosas», Kant viene a sostener que el ser humano resulta ser «la me-
ramificaciones (tales como el fenomenismo, el positivismo, el posi- dida de todas las cosas conocidas, o que puedan ser conocidas».
tivismo lógico y otros ismos de esta índole), una claudicación, un re- Esto significa que son, por lo tanto, nuestras propias caracterís-
duccionismo, que ha abierto las puertas de par en par a la deriva es- ticas, en tanto que seres humanos, las .9.ue constituyen el mundo al
céptica y relativista, que ha invadido, según ellos, el pensamiento cual accede nuestro conocimiento. Enfasis, por lo tanto, sobre
contemporáneo. nuestra agencia en la producción «del mundo conocido».
A pesar de su intento de reconciliar el racionalismo y el empiris-
mo, para Kant los racionalistas tienen indudablemente razón en
La síntesis de Kant cuanto a que existe, efectivamente, un «conocimiento a priori»; es
decir, un conocimiento totalmente independiente de la experiencia
Para algunos realistas, otro de los grandes culpables de que la epide- y de los «datos sensoriales».
mia relativista se haya extendido peligrosamente en estas últimas Este conocimiento está constituido por proposiciones de tipo
décadas es Kant. Immanuel Kant (1724-1804) pretendió, de alguná «analítico» que son «necesariamente verdaderas» y que establece-
manera, realizar una gran síntesis entre el racionalismo y el empiris- mos como tales mediante el puro ejercicio de la razón; sin recurrir,
1

mo. Pero esto le llevó a formularunas conclusiones que han pro- para nada, a la información empírica. Por ejemplo, si A es igual a B, 1

porcionado argumentos, muy a su pesar, para la defensa de ciertas entonces se deduce necesariamente que Bes igual a A. El hecho de
formas de relativismo. que la identidad sea transitiva es una verdad analítica cuyo carácter
Lo que me propongo responder es ¿por qué siendo Kant radical- de «necesidad» queda- establecido por la sola razón. i
1
mente antirrelativista, sus argumentos aportan, sin embargo, agua al Pero, claro, las verdades analíticas, o el conocimiento a priori, no
molino relativista?
Quizás sea porque todo lo que debilita a las posturas realistas fa-
nos dicen nada acerca del mundo. Su verdad es independiente de
cómo pueda ser el mundo.
j
vorece las argumentaciones relativistas; de la misma manera que Por otra parte, Kant considera que los empiristas también tienen
todo lo que enfatiza el papel desempeñado por las prácticas y por indudablemente razón. Existe, efectivamente, un conocimiento a
las características humanas resta fuerza al dogmatismo. posteriori; es decir, un conocimiemo.que no resulta del mero ejerci-
Y son precisamente estos dos elementós los que encontramos en cio d~ la r~zón, sino que proviene de los sentidos y que resulta de la
Kant: debilitamiento del realismo por una parte, y énfasis sobre la expenenc1a.
actividad constructiva del ser humano por otra. Este conocimiento está constituido por proposiciones de tipo
En el plano ontológico, Kant profesa un realismo minimalista, li- «sintético», cuya verdad es meramente «contingente». Es decir, la
mitándose a postular que, sin duda, «algo» existe «ahí fuera», con verdad o la falsedad de estas. proposiciones depende de «cómo es»
independencia de nosotros; pero pasando inmediatamente a negar efectivamente el mundo, y, si el mundo, tal y como lo experimenta-
las implicaciones epistemológicas del realismo. En efecto, para Kant, mos, fuese distinto, entonces, las verdades sintéticas, o a posteriori,
«el objeto tal y como es en sí mismo» existe pero es incognoscible. también serían distintas.

34 35
Por lo tanto, los empiristas tienen razón cuando afirman que el Es por eso por lo que Kant afirma que la «realida~ en sí mism~»
conocimiento sobre el mundo transita por nuestros sentidos. Pero s incognoscible. N o podemos aprehender nada con m dependenCia
Kant añade, inmediatamente, que la información que nos propor- de nuestro modo de aprehensión. Sólo podemos conocer, con pro-
cionan nuestros sentidos no es «puramente sensorial», sino que está piedad, los fenómenos; es decir, el producto de nuestra interacción
ya «estructurada» por la razón, y más precisamente, por las famosas con el mundo.
«categorías a priori del entendimiento». Con todo, para Kant, esto no significa que el conocimiento se-
Lo que llamamos «la experiencia» no es algo que sea «incondi- guro y objetivo no sea posible. Al contrario, este tipo de conoci-
cionado», sólo podemos tener experiencia de aquello que encaja en miento es perfectamente posible, porque la estructura de la razón
las coordenadas definitorias de nuestra peculiar sensibilidad. Por es ella misma, «incondicionada».
ejemplo, no podemos percibir directamente los infrarrojos porque 'Las categorías a priori del entendimiento son «universales» y
nuestros órganos visuales no son sensibles a sus longitudes de onda. «absolutas», trascienden todo lo que es «contingente», llámese la
Kant va a dedicar buena parte de su 'esfuerzo intelectual a diluci- historia, la cultura o la sociedad. Las categorías valen para todos los
dar cuáles son las coordenadas, cuáles son los parámetros que esta- seres racionales, siempre y en todos los lugares.
blecen «las condiciones de posibilidad de la experiencia misma». Es Por lo tanto, el conocimiento válido apela a lo que hay de inva-
decir, esclarecer la naturaleza de aquello que determina el tipo de riable y de común entre todos los seres racionales y que, lejos de ser
experiencia al cual, en tanto que seres humanos, podemos acceder. «subjetivo», es «intersubjetivo» en el sentido de que, al universali-
Aunque, más que acceder, convendría decir, en este caso, construir. zar la «intersubjetividad», ésta se iguala con «la objetividad».
Los datos sensoriales, que los empiristas tomaban como una ma- Pero hay una limitación sustancial: el conocimiento objetivo y
teria prima, están ya conformados, activamente, por las característi- verdadero sobre el mundo es posible, pero tan sólo en la esfera de los
cas de nuestra estructura cognitiva. fenómenos. Es decir, de la «experiencia» que tenemos del mundo.
Contrariamente a lo que afirmaban algunos empiristas, nuestra
mente no es una tabula rasa, sino que nuestra mente estructura ac-
tivamente la experiencia, imponiéndole su propio orden. Usando a Kant contra Kant
Si esto es efectivamente así, de poco sirve interrogar directamen-
te la experiencia para conocer cuáles son sus principios constituti- La síntesis llevada a cabo por Kant entre el racionalismo y el empi-
vos, puesto que estos principios formatean ya la propia experiencia. rismo es impresionante y hace dar a la filosofía un paso importante
Para detectar esos principios hay que proceder a un «análisis que fortalece la postura dogmática, en la medida en que «la Verdad»
trascendental», entendiendo por trascendental simplemente que se se muestra al alcance del ser humano. Con todo, la aportación de
sitúa por fuera o por encima de la experiencia. Kant constituye, al mismo tiempo, una bomba de relójería que re-
Esto es lo que hace Kant cuando, por decirlo de alguna forma, sulta letal para el propio dogmatismo;
dirige la razón hacia ella misma: mira la razón a la luz de la pura ra- Para que la bomba de relojería kantiana estalle basta con aceptar,
zón y establece así cuáles son sus principios estructurantes. Unos por una parte, la tesis de Kant según la cual la experiencia no es «in-
principios que él llamará «las categorías a priori del entendimiento». condicionada». Es decir, la afirmación de que es el ser humano
Si nuestra experiencia está condicionada por nuestra mente, si quien, en función de sus propias características, establece las condi-
lleva «ya inscrita en su propio ser» la marca de lo que la hace posi- ciones de posibilidad de la experiencia; pero rechazando, por otra
ble, resulta obvio que el análisis de la experiencia, es decir, el análi- parte, la tesis según la cual esas condiciones de posibilidad de la ex-
sis de «las apariencias», o el análisis de las cosas «tales como son periencia (por ejemplo las categorías del entendimiento) son abso-
para nosotros», nunca puede conseguir arrojar luz sobre nada que lutas y universales. En efecto, si en lugar de hacer de esas categorías
vaya más allá de esas apariencias y que se sitúe por detrás de ellas. un elemento incondicionado (absoluto y universal), las definimos

36 37
como estando, ellas mismas, condicionadas (relativas a la cultura, a Tras el giro lingüístico, se hace referencia a entidades lingüísticas
la historia, etcétera), entonces ya no queda nada que pueda hacer en lugar de entidades mentales, pero el esquema básico sigue siendo
barrera al relativismo. de corte kantiano. La experiencia se fragua, de raíz, en un medium
Basta, por lo tanto, con historizar a Kant, basta con desuniversa'- lingüístico que la constituye de par en par, y del cual, por lo tanto;
lizar sus categorías, para que la aportación de Kant venga a reforzar no se puede escindir.
el registro argumentativo del relativismo. A pesar de que el esquema básico sigue siendo el mismo, hay que
Dicho sea de paso, es precisamente porque Michel Foucault hacer constar una diferencia importante. En efecto, las entidades
procede de esta forma por lo cual, aunque él mismo no acepte la mentales de Kant podían ser vistas como universales y absolutas,
etiqueta de relativista, muchos de sus comentadores lo califican pero el lenguaje es, obviamente, contingente y la diversidad lingüís-
como tal. tica constituye una evidencia difícilmente soslayable.
En efecto, Foucault participa de la misma preocupación que Como lo quería Kant, resulta que sólo podemos conocer la ex-
Kant. Buena parte de la obra de Foucault intenta esclarecer las con- periencia; pero en tanto que ésta es dependiente del lenguaje, y en
diciones de posibilidad de nuestra experiencia, en la época presente. cuanto que el lenguaje es contingente y variable, distintas descrip-
Pero, para Foucault, lo que determina la forma de nuestra experien- ciones del mundo son legítimas, y ninguna de ellas puede reivindi-
cia hoy en día no son unas supuestas categorías absolutas y univer- car para sí misma un estatus privilegiado.
sales, sino unas categorías que son plenamente contingentes, y que La versión lingüística del esquema kantiano aporta aún mayores
se han ido elaborando mediante determinadas prácticas histórica- caudales de agua a los molinos del relativismo.
mente y socialmente situadas. Para concluir esta breve contextualización filosófica, quizás con-
Las cosas son como son porque nuestro pensamiento actual así las venga recoger en unas pocas líneas la,s principales etapas de nuestro 1 i

constituye. Sin embargo, como resulta que ese pensamiento ha sido, · apresurado recorrido desde un pequeño fragmento del pensamien- i
él mismo, construido de forma contingente por nuestras prácticas to que se elabora en la Grecia antigua hasta llegar a las puertas del
históricas, no nos queda más remedio que emprender la genealogía momento presente.
de esas prácticas para entender porqué la experiencia hoy posible es Hemos visto que, tan pronto como se secularizó la cuestión de
la que es, y no es de otra forma. «la Verdad», es decir, tan pronto como se arrebató a los dioses la fa-
Claro que, si lo que determina nuestra experiencia es contingen- cultad de dictaminar sobre «la Verdad» para remitirla al terreno de
te, ésta también podría ser otra, y es, por lo tanto, modificable. la simple argumentación racional entre seres humanos; se constitu-
Ayudarnos a entender que nuestra experiencia presente no obedece yeron dos bandos antagónicos.
a ninguna necesidad y que, por lo tanto, podemos transformarla; Por una parte, quienes negaban que se pudieran establecer pro-
ése y no otro, es el anhelo de Foucault, como lo veremos en la se- posiciones cuyo «valor de verdad» no fuese «condicionado»: los re-
gunda parte de este libro. lativistas; y también quienes dudaban de que fuese posible estable-
Kant hablaba de nuestras <<ideas» y de la estructura lógica ora- cer el «valor de verdad» de una pr.oposición: los escépticos.
cional que las condiciona. Bastantes años más tarde, con el aconte- Y, por otra parte, quienes desde unas convicciones opuestas, es
cer del giro lingüístico, la referencia a las «ideas» y a las categorías decir, desde la afirmación del «carácter no condicionado de la ver-
del entendimiento se tornó obsoleta y fue sustituida por una refe- dad», intentaban acallar la negación relativista, mostrando su incon-
rencia al lenguaje. Dicho con otras palabras, la estructura categorial sistencia lógica, o bien intentaban contrarrestar las dudas escépticas
a priori mediante la cual aprehendemos el mundo pasó a ser de tipo esforzándose por hallar unas proposiciones cuyo «valor de verdad»
lingüístico. Fue el lenguaje quien pasó a conformar la experiencia fuese incuestionable.
posible, y es hacia el lenguaje dondé se nos dice hoy que conviene Una vez descartada, de manera expeditiva, la postura relativista
mirar para dilucidar la estructura de nuestra experiencia. basándose en el argumente de su manifiesta inconsistencia lógica,

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todos los esfuerzos desplegados por los partidarios del segundo
bando se orientaron a bloquear la espiral de la regresión infinita
promovida por los escépticos, haciéndole tocar fondo. Es decir, for-
. mulando proposiciones cuya absoluta certeza permitiese configurar
un lecho de roca dura sobre el cual poder fundamentar el edificio del
«conocimiento verdadero».
Las distintas estrategias desplegadas para fundamentar nuestra
capacidad veridictiva, nuestra capacidad de decir verdad, el raciona-
lismo por una parte, el empirismo por otra, y también el intento de 2
síntesis kantiano, nos proporcionan, paradójicamente, argumentos
para nutrir una defensa del relativismo. Esta defensa puede apoyar- Argumentos relativistas
se sobre los argumentos racionalistas en contra del empirismo, so-
. b~elos argumentos empiristas en contra del racionalismo, sobre los
argumentos escépticos en contra de ambos, y sobre esa bomba de
relojería filorrelativista que, en su esforzado intento por afianzar el El polimorfismo del relativismo
dogmatismo, Kant construyó sin quererlo.
La larga guerra entre el dogmatismo y el escepticismo se sigue li- Como mostraremos a continuación, el adversario c:;ontr(l el. c:;ual
brando hoy en día. Pero quizás se entienda ahora mejor porqué las debe enfrentarse un Platón del siglo XXI presenta los rasgos un tan-
ofensivas lanzadas en las últimas décádas contra el fundacionalismo to desconcertantes de un Protágoras polimorfo.
filosófico, y los esfuerzos desplegados para introducir la historici- · En efecto, el relativismo no constituye una orientación única,
dad (es decir, para introducir la contingencia en todo lo que con- sino que está conformado por una gama de muy diversas formula-
cierne al conocimiento), sean vistos como alentadores del escepti- ciones. N o son ni la unicidad, ni la homoge11eidad, si!lo la plurali-
cismo, y peligrosamente proclives al relativismo. Richard Rorty dad y la heterogeneidad las que caracterizan al relativismo. De este
(1931-), por una parte, y Michel Foucault (1926-1984 ), por otra, modo, en la medida en que nos confrontamos a distintos plantea-
aparecen, desde esta perspectiva, como dos de los principales res~ mientos, parecería que la argumentación en contra del relatjvismo
ponsables del desmantelamiento del dogmatismo en el período con- debería modularse en función de sus distintos tipos. . .
temporáneo. De hecho, podemos intuir que el relativismo es emínémemente
plural considerando simplemente las notables diferencias que sepa-
ran a algunos de los pens<J,dores a los que se suele adjudicar, con ra-
zón o sin ella, la etiqueta relativista. Algo tienen en com'qn, pero
también es mucho lo que diferen~ia a pensadores como: Friedrich
Nietzsche (1844-1900), Ludwig Wittgenstein (1889-1951), Thomas
S. Kuhn (1922-1996), Paul Feyerabend (1924-1994), Nelson Good-
man (1906-1998), Willard van Orman Quine (1908-2000), Richard
Rorty, Michel Foucault o Jacques Derrida (1930-2004).
Pero más allá de esq, intuición, también podemos encontrar en la
propia formulación del relati'lásmo la razón de esa extensa pluralidad.
Recordemos, en efecto, que en su expresión más condensada, el
relativismo sostiene que:

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- X no es incondicionado (siendo X cualquier cosa que quera~ wraS~,,, y' sin embargo, ambos planteamientos son igualmente re-
m os considerar), lativistas. . . . . .
- que todo X es condicionado, En definitiva, la gama de combmacwnes posibles de los distm-
- también que X es relativo a Y (siendo X lo relativizado e Y la valores de X y de Y nos indica que el espectro de las diversas
instancia relativizadora) to~dalidades del relativismo es de una considerable amplitud. Y la
~opia amplitud de e~t~ espectro ~ebilita ser~am~nt~ la prete/ns.ión
Y~ hemos visto que la lista de las especificaciones de X es muy ae descalificar el relatiVISmO a partir de Un cnteno Simple y umco,
ampha y que los «valores» de X son múltiples. X puede ser las como puede ser el criterio de la inconsistencia lógica o de la auto-
creencias, la verdad, el conocimiento, los principios éticos, etcétera. contradicción.
Pero también es diversa la lista de las especificaciones de Y. En efec~ Para argumentar en contra de un relativista, habrá que pregun-
to, la instancia relativizadora puede ser el lenguaje, la cultura, las tarle como mínimo tres cosas: ¿cuál es el valor de X que pretende
formas de vida, etcétera. relativizar?, ¿con relación a qué pretende relativizarlo? Y, por fin,
Fruto. de esta diversidad, resulta que una misma persona puede ·cuál es el modus operandi del condicionamiento de X por Y?
ser, al mismo tiempo, relativista en cuanto a los principios éticos e En función de las diversas entidades que se relativizan, o que sirven
-afirmando, por ejemplo, que los principios éticos sóri relativos a la de elemento relativizador, se constituyen diversas modalidades de re-
cultura- y defender una postura antirrelativista en cuanto al cono~ lativismo, entre las cuales destacaremos las siguientes por ser, quizás,
cimiento científico afirmando, por ejemplo, que «el valor de verdad las que se mencionan con mayor frecuencia: el relativismo ético, el re-
de las proposiciones científicas es incondicionado». lativismo epistémico, el relativismo conceptual, el relativismo cultural,
Los «valores de X que se mencionan con mayor frecuencia en los el relativismo lingüístico, el relativismo perceptivo, el relativismo on-
debates sobre el relativismo son los siguientes: los conceptos o los «es- tológico, el relativismo de la Verdad y el relativismo histórico.
quemas conceptuales», las creencias, las prácticas, la percepción o Dentro de estas modalidades, las versiones más polémicas, y
los «esquemas perceptivos», las normas epistémicas, la ética, la se- también las más interesantes, a nuestro entender, son: el relativismo
mántica, la Verdad y la realidad. ontológico (del cual se dice que es irreal), el relativismo epistémico
Por su parte, los «valores de Y» que aparecen más frecuentemen- (del cual se dice que es irracional), el relativismo de la Verdad (del
te en la argumentación relativista son los siguientes: el lenguaje, la cual se dice que es falso) y el relativismo ético (del cual se dice que
estructura cognitiva, la cultura, los paradigmas científicos, el indivi- es inmoral).
duo, la religión, la historia y las categorías sociales. Por si no estuviésemos suficientemente convencidos de que el
La lista de las combinaciones posibles es muy amplia, pero se en- relativismo es bastante más complejo, más diverso y más sofistica-
sancha aún más si consideramos que algunos de los valores de la ins- do de lo que se suele decir, aún podemos mencionar una diferencia-
tancia relativizada X pueden ser utilizados también como valores de ción que es transversal con relación a todas las modalidades del re-
la instancia relativizadora Y (por ejemplo, podemos sostener que lativismo, y que se expresa en t.érminos de «descripción» versus
«la percepción» es relativa a «los esquemas conceptuales»). «normatividad».
Resulta, por otra parte, que ciertas versiones del relativismo se El relativismo descriptivo consiste en un conjunto de proposicio-
revelan incompatibles con otras versiones del relativismo. Por nes empíricas acerca de las diferencias efectivamente observadas en-
ejemplo, si afirmamos que ·nuestros «esquemas conceptuales» es- tre distintos grupos humanos para tales o cuales valores de X. Por
tán condicionados por nuestra «arquitectura cognitiva», biológi- ejemplo, observaciones empíricas acerca de las variaciones de los
camente determinada, estamos creando serias dificultades a· aque- «esquemas perceptivos» segúnzhs diferentes culturas.
llos relativistas que sostienen el punto de vista según el cual El relativismo normativo consiste en un conjunto de proposicio-
«nuestros esquemas conceptuales» son dependientes de <<las cul- nes teóricas acerca de las razones que incitan a pensar que tales o

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f
cuales valores de X están condicionados por tales o cuales valores Definir de esa forma al relativismo es tan absurdo como invitar a
de Y. alguien a un debate poniendo, al mismo tiempo, como condición
Aunque el relativismo descriptivo resulta, por lo general, más previa que no abra la boca.
adecuado para cautivar la atención, nos centraremos exclusivamen- En efecto, o bien se deniega, a priori, toda posibilidad de argu-
te en el relativismo normativo. mentar el relativismo, con lo cual ni siquiera se puede atribuir al re-
Una segunda diferenciación que también es transversal respec- lativismo tal o cual afirmación; o bien se tiene que suspender el jui-
to de las diversas modalidades del relativismo concierne a la in- cio sobre el relativismo hasta que se haya procedido al examen de la
tensidad de la relativización. Esta intensidad varía desde la simple argumentación, y entonces se est~ ~econociendo, i~plícita pero n~­
afectación hasta la determinación completa. Se puede afirmar, por cesariamente, que esa argumentac10n pueda ser «meJOr», o «prefen-
ejemplo, que tal o cual valor de X está parcialmente condiciona- ble» a otra, y se está reconociendo que el relativista debe participar
do por tal o cual valor de Y (como cuando se dice que nuestros de esa misma creencia, aunque sólo sea para que pueda construir su
valores se ven «afectados», en parte, por factores culturales); o argumentación,r elegir sus ~rgumentos. Ergo,_forma parte ~el rela-
bien afirmar que X está plenamente condicionado por Y (como tivismo el considerar que «ciertos puntos de vista» son «meJores» o
--- --cuando se dice que nuestros valores son simples productos cultu- preferibles a otros.
rales). La segunda manera de presentar el relativismo consiste en atri-
El relativismo de baja intensidad suele ser aceptado con bastante buirle la utilización de la subjetividad, puramente individual, como
facilidad, pero no plantea cuestiones muy interesantes. El problema instancia relativizadora, haciéndole endosar afirmaciones como la
surge con los planteamientos radicales y es, precisamente, sobre siguiente:
planteamientos de este tipo sobre los que nos vamos a centrar.
Por supuesto, no vamos a presentar todas las modalidades del re- Una proposición es verdadera, o es falsa, si así lo considera la per-
lativismo, nos limitaremos a discutir tres de las que suscitan las po- sona que la enuncia o que la enjuicia.
lémicas más enconadas. Sin embargo, antes es preciso descartar dos
formas de presentar el relativismo a las que suelen recurrir con bás- Desde esta óptica, es la persona, individualmente considerada,
tante frecuencia los antirrelativistas. quien decide sobre el valor de verdad de las proposiciones. Esta
La primera forma de presentar el relativismo le atribuye la afir- claro que ésta formulación clausura de entrada todo espacio de de-
mación según la cual: bate. Este enunciado que ningún relativista ha mantenido, salvo
quizás Protágoras, sitúa al relativista en la obligación, absurda, de
Todos los puntos de vista son igualmente válidos, o igualmente ver- tener que asumir y defender una contradicción en términos. La
daderos. contradicción de afirmar por una parte, y de negar:por otra, al
mismo tiempo, la dimensión dialógica que es constitutiva del pro-
Esta formulación excluye la posibilidad de que un relativista ceso mismo de la argumentación; Eri efecto, por el hecho mismo
pueda aceptar que «ciertos puntos de vista sean mejores que otros, de formular una proposición, el i-efativista instituye necesaria-
o que sean preferibles a otros». mente un espacio dialógico, pero, simultáneamente, tiene que ne-
Este enunciado sitúa al relativista en la tesitura, absurda, de tener gar esta dialogicidad, puesto que la decisión sobre la proposición
que exponer su punto de vista (por ejemplo, su punto de vista sobre que ha formulado remite exclusivamente a la unidad individual,
el relativismo), aceptando de entrada que no hay ninguna buena ra- cerrada sobre sí misma.
zón para considerar que su punto de vista sea mejor que otros, y La mejor manera demostrarque alguien es·inconsistente y con-
que no hay motivos para que nadie, ni siquiera él mismo, prefiera tradictorio consiste en poner en su boca una afirmación y la contra-
ese punto de vista frente a otros puntos de vista. ria. Sin embargo, obviamente, el relativista no tiene por qué admitir

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·.· ··:· ...!"':···-
•'' .·.: BIBUOTECA LUISGONZALEZ
que no haya puntos de vista preferibles a otros, ni tiene por qué en- Con ello, la agenda de la filosofía ha hipertrofiado considerable-
cerrar en el espacio de la subjetividad individual la aceptabilidad de mente una de las múltiples relaciones que mantenemos con el mun:...
los argumentos. do. Una relación, la relación de conocimiento, que es, sin duda al-
Bien, dicho esto, la primera de las versiones del relativismo que guna, tremendamente importante, pero que no puede eclipsar por
vamos a exponer se inscribe en unas coordenadas que son de natu- completo el hec~o de que 1_1~estro «se:-e?-el-mundo» es~á hecho
raleza política. también de relaciOnes de accwn, de sentimientos, de sensaciOnes, de
vivencias, de experiencias placenteras o desagradables, y de «formas
de vida». Nuestro «ser-en-el-mundo» transita de manera importan-
Relativismo y ética: la cuestión política te por la relación de conocimiento, pero desborda considerable-
mente esa relación.
Precisemos de entrada que, en este libro, el interés manifestado ha- Ahora bien, si se estipula, como lo ha hecho la filosofía occiden-
cia el relativismo no arranca a partir de una reflexión puramente tal, que no sólo es posible alcanzar él «conocimiento verdadero»
epistémica, no proviene de una interrogación acerca de la naturale- sino que, además, este conocimiento constituye la vía privilegiada
za del conocimiento, ni tiene motivaciones que sean de orden aca- para acceder tanto a «la verdad de las cosas» com~ a «la verdad del
démico. La proclividad que aquí se manifiesta hacia el relativismo bien», resulta entonces perfectamente comprensible y razonable
nace de una preocupación de carácter político, marcada por el deseo que se instituya la epistemología como el ámbito en cuyo seno se
de explorar las condiciones de posibilidad de lo que Foucault lla- deben dirimir todas las cuestiones que afectan de manera relevante
maba «las prácticas de libertad», y que, en el presente caso, se inser- a la existencia humana.
ta en las coordenadas políticas dibujadas por unas opciones perso- Podríamos, por supuesto, seguir jugando el juego de Platón y si-
nales radicalmente antiautoritarias o libertarias. tuar la discusión sobre el relativismo en el terreno epistémico, supe-
No es casual, por lo tanto, que esta exposición del relativismo ditando nuestra valoración del relativismo al grado en que éste con-
comience por el examen de sus implicaciones políticas, aunque esto siga superar, o ho, las pruebas de consistencia que han quedado
nos obligue a abordar, de entrada, una de las cuestiones que más definidas en este ámbito.
prevenciones han suscitado en contra del relativismo: la relativiza- Pero no estamos obligados a ello. También podemos cuestionar
ción de los valores éticos. el estatus privilegiado· concedido al ámbito epistémico y trasladar a
Esta manera· de iniciar la discusión del relativismo puede sor- otro terreno nuestra decisión sobte la aceptabilidad, o no, del rela-
prender a quienes consideran que es en el plano epistemológico tivismo.
donde conviene dilucidar, primeramente, la cuestión del relativis- Nada nos impide elegir, por ejemplo, el terreno ético/político, o
mo, ya que su eventual invalidación en dicho plano conlleva la inu- praxeo-axiológico, para dirimir la cuestión del relativismo y llegar,
tilidad de discutirlo en cualquier otro, sea éste el de la ética o el de la eventualmente, a la conclusión de qrr.e, en ese terreno, el relativismo
ontología. Sin embargo, la voluntad de situar la discusión del relati- constituye uha opción mejór queJa: opción absolutista.
vismo fuera del espacio discursivo que ha sido sistemáticamente Podemos argumentar, perfectamente, qu:ela cuestión del relati- .1

privilegiado por la filosofía occidental (el espacio discll:rsivo del puro vismo no es una cuestión que debamos examinar necesariamente, y ''1
'1

conocimiento) forma parte, íntegramente, de la propia opción rela- primariamente, a la luz de «los valores de verdad», sino que pode-
tivista que aquí se defiende. mos discutir perfectamente esta cuestión a la luz del «valor de los
Es bien conocido que, desde los tiempos de Platón, la agenda de valores», es decir, de las opciones éticas. ·
la filosofía occidental ha estado marcada por el privilegio que se ha Podemos, incluso, invertir el argumento de quienes sostienen
concedido a la interrogación sobre la naturaleza del conocimiento que el debate epistémico es prioritario porque su desenlace condi-
verdadero y sobre sus condiciones de posibilidad. ciona la pertinencia de discutir el relativismo en 'otros ámbitos, y

46 47
sostener que no tenemos por qué deba~ir el relativismo en otro pla- _ La tercera es que sólo se dejaría el recurso a la fuerza como
no que no sea el plano ético-político. En primer lugar, porque el de- procedimiento para zanjar el conflicto entre opciones discre-
bate en cualquier otro plano siempre acaba poniendo en juego im- pantes.
plicaciones ético/políticas y nos reenvía, por lo tanto, al ámbito de
la ética. En segundo lugar, porque nada nos impide considerar que Está claro que si el relativismo implicase estas tres consecuencias,
el ámbito ético-político es más relevante para discutir las grandes su defensa sólo se podría llevar a cabo desde el cinismo más descarado.
cuestiones que afectan a nuestra existencia que el plano epistémico. Sin embargo, la tesis que aquí se sostiene es que el relativismo no sólo
Además, una de las maneras de combatir el privilegio desorbita- no implica las dos primeras consecuencias mencionadas sino que, ade-
do concedido al conocimiento, es decir, una de las maneras de rom- más, se encuentra mejor armado que su oponente, el antirrelativismo
per radicalmente con el juego de Platón, consiste precisamente en 0 absolutismo, para afrontarlas. En cuanto a la tercera, ya veremos más
no sentirse obligado a entrar en el debate epistémico sobre el relati- adelante que no distingue específicamente al relativismo.
vismo, a rechazar esa tentación, y a negarse simple y llanamente a En efecto, en el ámbito de la ética, el argumento antirrelativista
hacerlo, porque al hacerlo se está contribuyendo de Jacto a consoli- se basa en una extrapolación totalmente gratuita.
aar,-o alegitimar, ese mismo privilegio que se está cuestionando por Es cierto que para el relativista ningún valor ético es «incondi-
otra parte. cionado», es cierto que el relativista sostiene la estricta equivalencia
Sin embargo, este movimiento hacia otro terreno de juego, este de todos los valores éticos en cuanto a la calidad de su fundamenta-
desplazamiento desde lo epistémico hacia lo normativo, puede pa- ción última. Ésta es simplemente nula en todos los casos y es, desde
recer, a primera vista, un movimiento totalmente suicida que sitúa al el punto de vista de la ausencia de cualquier fundamentación última
relativismo frente a un inevitable jaque mate. que se traza, precisamente, una relación de estricta equivalencia en-
En efecto, es precisamente en el terreno de la ética donde se sue- tre todos los valores éticos. Los valores que sustentan la actuación
le decir que el relativismo constituye la peor de las opciones posi- de Médicos sin fronteras no están fundamentados en mayor grado
bles. Una opción que abriría las puertas, de par en par, a la barbarie, que los valores que sustentan prácti2as genocidas.
a la ley de la selva y a la pura razón de la fuerza. Si el relativista tuviese que acudir al criterio de la fundamenta-
Se nos dice que si no podemos fundamentar los valores de ma- ción de los valores para establecer qué valores son mejores que
nera indiscutible, si no existen valores que sean objetivamente su- otros, desembocaría, efectivamente, en la conclusión de que ningu-
periores a otros, y si no podemos apelar a determinados impera- no es mejor y que todos son equivalentes entre sí. Pero lo que ca-
tivos morales, entonces estamos abocados a tres consecuencias racteriza al relativismo es, precisamente, el más rotundo rechazo del
inevitables: criterio de la fundamentación para discriminar entre los valores.
Con lo cual, nada obliga a un relativista a afirmar que rio hay valo-
- La primera es que quedaríamos despojados de cualq1,1ier legi- res que sean mejores que otros.
timidad para oponernos o para condenar determinadas prácti- De la equivalencia en cuanto al.grado de fundamentación no .se
cas por muy despreciables o indignantes que éstas puedan re- puede derivar una extrapolación a la equivalencia tout court, a la
sultar en el plano moral. El Holoc<!usto y la acción de Médicos equivalencia sin más especificación.
sin fronteras se equipararían en 1,m mismo grado de aceptabili- De la afirmación según la .cual no hay valores que sean objetiva-
dad ética. mente mejores que otros porque todos ellos carecen de fundamen:-
La segunda es que se desmotivaría, y se desmovilizaría, cual- tación última, no se p:uede extrapolar la afirmación según la cual no
quier tipo de implicación política y de compromiso p.olítico es posible diferenciar entre valores. .
por la sencilla razón de que se desvaneceríán las exigencias que Es más, si la fundamentación, o la objetividad, fuese el criterio
los impulsan. decisivo, como lo afirman los absolutistas, y si se llegase a demos-

48 49
trar que los valores que autorizan el genocidio tuviesen una funda- Como la expresión «renunciar a seguir viviendo» tiene tintes dra-
mentación más firme que los valores opuestos, el absolutista, por máticos, me voy a permitir parodiar, sin demasiado rigor lógico, el
coherencia con su criterio, se vería en la obligación de aceptarlos, argumento de Platón según el cual, si lo que dice el relativista es ver-
mientras que el relativista podría seguir rechazándolos puesto que dad, entonces, esto demuestra que está equivocado, y si no es ver-
niega la idea misma de una fundamentación última de los valores. dad, entonces, obviamente también lo está. Advirtamos que cuando
Al igual que el absolutista, el relativista proclama que ciertos va- los antirrelativistas aducen que los relativis"hs son incapaces de op-
lores son mejores que otros, que prefiere ciertas formas de vida a tar entre valores, están diciendo, sin percatarse de ello, que son in-
otras, y que está dispuesto a luchar por ellas si es necesario. Sin em- capaces, simple y llanamente, de vivir. Ahora bien, si los relativistas
bargo, al contrario del absolutista, el relativista proclama, al mismo producen argumentos como los que les atribuye el antirrelativista,
tiempo, que esos valores que asume como mejores carecen de toda es que están vivos. Y si lo están, es porque optan entre valores. Con
fundamentación última, y que son equivalentes a cualesquiera otros lo cual, el antirrelativista está equivocado al suponer que no pueden
valores, pero exclusivamente desde la perspectiva de esa ausencia de hacerlo. Pero resulta que, si el antirrelativista tiene razón, entonces
fundamentación última. los relativistas no están vivos ni pueden estarlo porque no pueden
Si es antifascista, un absolutista argumentará contra un nazi so- optar entre valores. Consiguientemente el antirrelativista también
bre la base de que los valores que éste defiende son objetivamente se equivoca al atribuirles un argumento que, al no poder vivir, nun-
rechazables, o que las prácticas que éste valora transgreden normas ca pudieron formular.
éticas incuestionables. El relativista sólo podrá argumentar contra Bromas aparte, parece claro que del hecho de que los valores sean
un nazi contraponiendo sus propios valores a los suyos y enuncian- contingentes en lugar de necesarios, no se deduce que no se pueda
do las razones que tiene para comprometerse con ellos; pero no decidir entre valores. Sin embargo, aún queda por ver si el reconoci-
podrá reivindicar un estatus privilegiado para sus propios valores miento de la contingencia de los valores resta fuerza a la posibilidad
frente a los valores que cuestiona. de implicarse y de comprometerse intensamente con su defensa.
Pero es más, si nos paramos a pensarlo un momento, nos dare- Todo parece indicar que la conclusión va más bien en la dirección
mos cuenta: de que la incapacidad para optar entre valores, en la que contraria. En efecto, es precisamente cuando se cree, como lo hace
se quiere encerrar al relativista, conduce directamente a una incapa- el absolutista, que los ·valores están ahí y que, en la medida en que
cidad para vivir, llana y simplemente. son objetivos, ahí van· a seguir estando por los siglos de los siglos
Y la razón es bien sencilla. Resulta que actuar en términos de va- -tanto si hacemos algo para que así sea, como si no movemos un
lores, sean los que sean, es consustancial con la propia vida humana. dedo para ello-; es precisamente cuando se cree en la trascendencia
De la misma forma que, como bien lo explican las corrientes her- de los valores, cuando se torna más secundario y prescindible que
menéuticas, no podemos vivir sin interpretar constantemente, sin los defendamos o no. ·
producir o atribuir significados, tampoco tenernos otra alternativa Si por el contrario afirmamos, como lo hace el relativista, que los
que la de vivir desde dentro de un entramado de valores y de opcio- valores no tienen otra justificac;ión que no sea la de las propias prác-
1'"
11
nes normativas. Ello, aunque sólo sea porque estamos hechos de ticas que articulamos para justificarlos, y que no descansan sobre
una red de deseos, de necesidades, de preferencias y de objetivos a otra base que no sea sobre la decisión de asumirlos, entonces queda
corto y largo plazo, que incorporan precisamente valores como ele- claro que no hay otra forma de defenderlos más que la que consiste
mentos constitutivos de su propio tejido. Incluso, para examinar en mantener y en desarrollar las prácticas que los sustentan.
nuestras propias preferencias, no tenemos más remedio que acudir Precisamente, si los valores «se defienden por sí mismos», por-
a la esfera de los valores. que están objetivamente fundamentados, resulta mucho menos
¡Negar que exista un nivel trascendental donde se ubiquen esos apremiante comprometernos en su amparo que cuando sólo depen-
valores no tiene por qué obligarnos a renunciar a seguir viviendo! den de nuestra decisión de defenderlos.

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Paradójicamente, parece que el relativismo propicia la moviliza- Al final, aquí también, sólo queda la fuerza como último recur-
ción política, mientras que el absolutismo la torna prescindible. Sin embargo, la pretensión de enmascarar este hecho, de ocul-
Hay tres acusaciones que se dirigen al relativismo ético, a saber: s~lo tras la proclama de que el bien es objetivamente tal, y que al
que el relativismo ético incapacita para optar entre valores; que el descubrirlo sólo cabe la ~ltern~tiva de as~mirlo, añad~ un plus de
relativismo ético incapacita para comprometerse con determina- iolencia. Se trata de la vwlencta que consiste en cuestiOnar la pro-
dos valores; y que el relativismo ético sólo deja, en última instan- Y ia racionalidad de quien no comparte un sistema de valores, que no
cia, el recurso a la fuerza como única alternativa para resolver los ;ólo resulta ser el nuestro, sino que, además, al ser objetivo, obliga
conflictos. por igual a cualquier miembro de la comunidad de los seres racio-
Es, obviamente, la tercera acusación la que se presenta como la nales; es decir, a toda la comunidad humana. .
descalificación más contundente. Tanto más cuanto que el relativis- La segunda circunstancia agravante consiste en que, cuando el
ta reconoce, sin el menor rubor, que esto es efectivamente así, que absolutista oculta las relaciones de fuerza que se encuentran movi-
cuando se han agotado todos los recursos argumentativos sólo que- lizadas en sus propios planteamientos, está reivindicando, de hecho,
dan, en última instancia, las relaciones de fuerza para zanjar las di- para sí mismo, el monopolio del uso de la fuerza.
ferencias. En efecto, transformar las situaciones efectivamente existentes im-
Sin embargo, el relativista pregunta: ¿cuál es la diferencia que le plica, casi siempre, articular nuevas relaciones de fuerza para desequi-
separa en este punto del absolutista? librar, o para subvertir, las relaciones de fuerza que las mantienen. Y
Y la respuesta es ... que no existe ninguna diferencia. esto también es así en el ámbito de los valores. Podríamos estimar,
En efecto, pese a que el absolutista exhibe su propia postura por ejemplo, que los valores por los cuales nos regimos actualmente
como la que permite evitar el ejercicio de la fuerza, resulta que él no son los más adecuados y podríamos desear transformarlos. Sin
también recurre a la fuerza para zanjar las diferencias con quienes embargo, si los valores éticos son objerivos, entonces carece de senti-
no asumen sus propias reglas del juego. Pero lo hace, además, con do la idea misma de actuar para alterar las relaciones de fuerza que los
dos circunstancias agravantes que nacen, precisamente, de su volun- mantienen, intentando articular nuevas relaciones de fuerza.
tad de ocultar la fuerza que ejercita. La única fuerza revestida de incuestionable legitimidad es la que
La prirriera circunstancia agravante resulta de lo siguiente: si los se tiene que emplear, eventualmente, frente a la sinrazón, para im-
criterios éticos no dependen de nuestras decisiones, si tienen un va- pedir la trasgresión de los valores existentes; es decir, para mantener
lor objetivo que es, precisamente, el responsable de que «valgan la situación existente. Curiosamente, como ocurre casi siempre, es
para todos» y «obliguen a todos por igual», está claro que el hecho cuando alguien se encuentra situado en el polo dominante de una
de discrepar de esos valores no sólo se revela erróneo, lo cual siem- relación de fuerza cuando suele apresurarse a anatemizar cualquier
pre es enmendable, sino que, además, resulta irracional cuando nos veleidad de recurrir a la fuerza para cambiar el orden establecido de
obstinamos en perseverar en el error. las cosas.
En efecto, si nos negamos a aceptar aquello que ha quedado es- En definitiva, para defender su~ valores, o su «forma de vida»,
tablecido objetivamente como moralmente bueno, es que no so- tanto el relativista como el absolutista acuden al ejercicio de la fuer-
mos del todo normales y que algún tipo de perversión nos incapa- za cuando todos los demás recursos se han agotado. Pero la dife-
cita para participar en el diálogo de la convivencia humana. Esa rencia radica en que el relativista lo hace sin más, mientras que el ab-
perversión nos excluye del trato que se debe aplicar a los miembros solutista necesita añadir que se encuentra plenamente legitimado
de la comunidad de seres racionales: somos alimañas, o cualquier para hacerlo.
otra especie de bicho repugnante, y algún tipo de terapia habrá que Y esta diferencia no es ninguna ·diferencia de matiz, porque de
aplicarnos, recurriendo a la fuerza puesto que no atendemos ara- esta forma es el propio uso de la fuerza el que se naturaliza, exclu-
zones. yéndolo de aquello que pertenece al ámbito, siempre opinable, de

52 53
las simples decisiones, y revistiéndolo con los atributos de una ne- rnente la concepci~n absolutista de «la V~rdad». De este .~odo,
cesidad ajena a nuestra propia voluntad. cualquier formulaciÓn que p~nga ~n entredicho e~a concepc10n re-
La buena conciencia, la tranquilidad de espíritu y la ausencia de sulta, ipso facto, auto~ontradictona puesto que viene a ser una ne-
todo atisbo de duda constituyen el patrimonio de quien sabe que no gación de lo que previamente se ha aceptad,o.
debe dar cuenta de su actuación porque ésta no remite a su propia Frente a esas dos trampas que resultan letales, vamos a examinar,
responsabilidad, ni a sus propias opciones, sino que le ha sido dic- por una parte, «lo que dice» el relativismO, no «lo que dicen que
tada por la Ley, y en este caso, por la Ley moral. dice», y, por otra parte, no vamos a conceder, de ante~ano, que ~ste
exarnen sólo pueda llevarse a cabo desde la concepc10n absolutista
de la verdad.
Relativismo de la verdad La ofensiva filosófica lanzada contra el relativismo siempre
apunta hacia su supuesta inconsistencia o hacia su supuesto carácter
Hemos visto que no tenemos ninguna obligación de situar la discu- autocontradictorio. Sin embargo, el desarrollo de la línea argumen-
sión del relativismo en el terreno epistémico: es decir, en el plano de tativa se despliega sobre dos planos que cuestionan la consistencia
-su adecuación o inadecuación a las normas de la racionalidad. Sin práctica del rel~tivismo, por :u:r:a parte, y, la consistencia lógica, o la
embargo, acallaremos las reticencias, que ya hemos expresado ante- adecuación rac10nal del relativismo, por otra parte.
riormente, y daremos satisfacción al reto que nos lanzan los absolu- La línea argumentativa centrada en la supuesta inconsistencia
tistas. Jugaremos al juego de Platón, pero intentaremos hacerlo lim- práctica sostiene que el relativista niega, en la práctica, lo que acep-
piamente, sin trampas. ta en la teoría; incurriendo así en una insalvable autocontradicción
Porque hay, en efecto, dos trampas que vician de entrada cual- que podríamos denominar, si se quiere, teóricO-práctica. .~
quier debate sobre el relativismo. Ambas consisten en definir pre.:. En efecto, por mucho que el relativista arremeta contra «la Verdad» 1'
1'
viamente las reglas del juego argumentativo, de tal manera que sólo en el plano teórico, es fácil constatar que éste contradice sus propios (
quepa desembocar sobre la invalidación del relativismo. argumentos en cuanto se traslada al plano práctico, puesto que en su ,f:
La primera trampa se basa en lo que Michel Foucault denuncia-
ba cuando, en una respuesta a algunos de sus críticos, diferenciaba
vida cotidiana no tiene más remedio que recurrir permanentemente al
criterio de la verdad, no tiene más remedio que usar, profusamente, la
·~'"
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1

claramente «lo que dicen que digo» por una parte, y «lo que real- dicotomía verdadero/falso y no tiene más remedio que asumir firme-
mente digo», por otra. mente el carácter verdadero de un conjunto muy amplio de creencias.
Es bien conocido que el relativismo ha sido definido, las más Tanto si se defiende Úna postura relativista como si no, es verdad
de las veces por sus detractores, y éstos se han encargado de defi- que si ponemos la mano en el fuego nos quemamos; es, verdad que
nirlo en unos términos que eliminan de raíz toda posibilidad de los campos de exterminio han existido; es verdad que 2+2=4; es ver-
defenderlo. Así que lo primero que debemos hacer para poder dad que la discriminación de género existe; es verdad que no pode-
discutir seriamente es escuchar lo que el relativismo «dice», y de- mos prescindir del concepto de «la Verdad»; y es verdad que negar
jar de lado «lo que dicen que dice». Por ejemplo, no es cierto que la verdad de todo esto es, propiamente, in-sostenible.
el relativismo.declare prescindible el concepto del(,[, verdad, o el Se evidencia, por lo tanto, una contradicción entre lo que el rela-
predicado verdadero. Esto sólo forma parte de lo que «dicen que tivista afirma en el plano teórico y lo que hace en la práctica. ¿Pero
dice». quién defiende teóricamente que la verdad sea un concepto prescin-
La segunda trampa consiste en dar por supuesto que para evaluar dible? Esto sólo lo defiende el relativista tal y como es reconstruido
el argumento relativista hay que aceptar, implícita pero necesaria- por el absolutista («lo que dicen que digo»). Lo que realmente· se
mente, la validez de los postulados absolutistas. Así, por ejemplo, dice desde el relativismo es, tan sólo, que la verdad no es incondi-
para decidir sobre el estatus de la vr:rdad hay que adoptar previa- cionada; o lo que es lo mismo, que la verdad es relativa.

54 55
El relativismo no pretende abandonar el concepto de la Verdad, la verdad sea «incondicionada» forma parte íntegramente del con- o
ta:n sólo pretende resignificarlo; y ello, por dos razones. La primera, cepto mismo de la verdad. Lo ilustraremos con tres ejemplos.
porque considera que la concepción absolutista de «la Verdad» es En primer lugar, cuando decimos que una proposición es verda-
insostenible en el plano teórico, como intentaremos argumentar dera, estamos afirmando que es verdadera con independencia de
más adelante. La segunda, como también expondremos más adelan- que lo sepamos o no, y con independencia de que lo creamos o no.
te, porque no le parecen deseables las consecuencias que se des- Forma parte de nuestro uso del concepto de la verdad el que se
prenden de la concepción absolutista de «la Verdad» en el plano de pueda trazar una diferencia radical entre, por una parte, creer que
la práctica. algo es verdadero y, por otra, que sea efectivamente verdadero.
Si nos ceñimos al ámbito de la práctica, es obvio que para poder Esta diferencia implica, lógicamente, que la verdad es, por lo tan-
vivir «el tipo de ser que somos» se tiene que creer en la Verdad. to independiente de cualquier cosa que podamos creer, o decidir, o
Aquellos seres humanos que fuesen incapaces de discernir entre las d;mostrar acerca de ella. Dicho sea de paso, si una proposición es
creencias que son verdaderas y las que son falsas se extinguirían de verdadera, lo es con independencia de que lo creamos o no, lo que
inmediato si se les abandonase a su suerte. Esto no significa que los indica suficientemente la irrelevancia de que sean pocos o muchos
seres humanos no sostengan creencias falsas, pero sí implica que la los que crean en la verdad de una proposición. La verdad no es una
mayor parte de nuestras creencias tienen que ser verdaderas y que cuestión de consenso en el seno de una comunidad. Curiosamente,
tenemos que discernidas como tales para poder desenvolvernos en la independencia entre la verdad de lo que se afirma y la creencia de
el mundo. que lo que se afirma es verdad explica que podamos estar mintien-
De la misma forma, resulta que sólo podemos dialogar con nues- do y, sin saberlo, enunciar una verdad.
tros semejantes desde la creencia en la verdad. Esta creencia forma En segundo lugar, cuando decimos que una proposición es ver-
parte del hecho mismo de que podamos dialogar, porque no hay · dadera estamos afirmando que es verdadera totalmente, para todos,
diálogo posible sin la existencia de criterios compartidos para dis- y en todos los tiempos. ·
criminar la verdad o la falsedad de lo que se afirma en el transcurso Totalmente, puesto que aunque una proposición verdadera no
del diálogo. tiene porqué decir toda la verdad, sin embargo, lo que afirma debe
Está claro que nuestra relación con el mundo presupone, nece- ser totalmente verdadero porque, si no, esa proposición, no es ver-
sariamente, la creencia en la verdad, y está claro que nuestra rela- dadera.
ción con esa parte del mundo constituida por nuestros semejantes Para todos, puesto que una proposición verdadera no está supe-
también presupone la creencia en la verdad. Dicho con otras pala- ditada a las decisiones, las creencias o las peculiaridades de nadie en
bras, el uso de la dicotomía verdadero/falso constituye una de las particular.
condiciones de posibilidad de nuestra experiencia y forma parte, En todos los tiempos, puesto que si una proposiciónes verdade-
íntegramente, de las condiciones de posibilidad de nuestra propia ra, no puede dejar de serlo en el futuro. Porque si deja de serlo, es
existencia . que sólo se creía que era verdadera hasta que se demostró lo contra-
. El relativista reconoce plenamente todo esto y también admite, rio y, por lo tanto, nunca ha sido verdadera.
sin el menor problema, que la semántica de la verdad .es de tipo ab- Por fin, en tercer lugar, una proposición es verdadera silo que afir-
solutista. ma acerca de los hechos se corresponde efectivamente con esos he-
En efecto, el concepto de verdad que utilizamos en nuestra vida chos. No cabe duda de que nuestra noción más intuitiva de la verdad
cotidiana está constituido por unos rasgos semánticos que son de in- es de tipo correspondentista. Y tampoco cabe duda de que en el diálo-
negable raigambre absolutista. Así, en el seno del «juego dellengu~­ go que mantenemos con los demás el argumento de la «correspon-
je» donde adquiere sentido el uso de este concepto o en la «gramáti- dencia con los hechos» es de innegable utilidad y nos sirve para deci-
ca» que articula nuestra «forma de vida», resulta que el hecho de que dir sobre la verdad de una descripción o sobre la verdad de un relato.

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Ante los argumentos expuestos, puede parecer que hayamos El hecho de que no podamos vivir sin creer que los objetos, tal y
perdido de vista la pretensión original de articular una defensa del como resultan para nosotros, existen efectivamente ahí afuera, con
relativismo y que nos hayamos dejado llevar a formular un alegato total independencia de la relación que mantenemos con ellos,
absolutista acerca de las características de la verdad. constituye otro ejemplo de un tipo de creencia que es indispensa-
En efecto, los ejemplos mencionados muestran claramente que, ble para desenvolvernos en el mundo y, a la vez, que es tota.ln:en-
en nuestra vida cotidiana, el predicado verdadero funciona con te equivocada, como lo veremos cuando abordemos el relattvzsmo
unos rasgos semánticos de corte claramente absolutista y es efecti~ ontológico.
vamente así como usa .este predicado el propio relativista. Cuando disputa una partida de ajedrez, el relativista asume el
Ludwig Wittgenstein (1889-1951) nos proporciona incluso una ex~ conjunto de las reglas de este juego. Asume, por ejemplo, que debe
plicación plausible de por qué esto es así, al señalar que la gramática atenerse escrupulosamente a la regla según la cual el alfil sólo puede
que rige cualquier lenguaje está constreñida por su valor pragmático. desplazarse en diagonal, porque de su aceptación depende la posibi-
Es decir, debe ser tal que nos permita desenvolvernos en el mundo. lidad misma de jugar al ajedrez; pero no tiene por qué aceptar nada
. Son, por expresarlo así, las condiciones materiales de nuestra corpo- más. No tiene por qué aceptar que exista algo así como la esencia del
reización en el mundo las que quedan inscritas en nuestra gramática. juego del ajedrez, o que hay algo así como un lugar, independiente
No obstante, aceptando todo lo que acabamos de decir, el relati- de nosotros, donde se ubiquen las reglas de este juego.
vista sigue sin entender por qué debería dar un tremendo salto des- Lo mismo ocurre con las reglas semánticas que rigen el uso de la
de la constatación de que usamos efectivamente determinadas creen- dicotomía verdadero/falso. Tenemos que asumir esas reglas para
cias en nuestra
. vida cotidiana
. a la afirmación de que, por lo tanto, poder jugar a ese juego tan importante para nuestra propia existen-
esas creencias son necesanamente correctas. cia como es el juego de la verdad. Sin embargo, no tenemos por qué
Por ejemplo, todos usamos la verdad en sentido correspondentis- comprometernos con algo que vaya más allá del incuestionable va-
ta cuando coincidimos en que un enunciado sobre determinados he- lor pragmático que tiene la correcta aplicación de esas reglas.
chos es verdadero si los hechos son efectivamente como el enunciado Las proposiciones que son verdaderas no tienen, .entre sí, nada
dice que son. Esta forma de usar la verdad es, sin duda, tremenda- en común, aparte de que se les aplique el predicado verdaderas; y
mente útil para nuestra forma de relacionarnos con el mundo y, este predicado sólo tiene sentido en el marco de una determinada
también, para dialogar con los demás. Sin embargo, todos sabemos «forma de vida» y para «el tipo de ser que somos».
hoy que la versión correspondentista de la verdad es, lógicamente y Si esta «forma de vida» fuese distinta, este predicado se aplicaría
conceptualmente, insostenible pese a su indudable utilidad. a otras proposiciones, y las proposiciones que predicamos hoy
La versión correspondentista de la verdad es insostenible, aunque como verdaderas dejarían de ser verdaderas y .pasarían a ser falsas.
sólo sea porque no hay forma de comparar trozos de lenguaje con Lo que sería verdad para unas criaturas con otra historia evolu-
trozos de mundo; y porque no hay forma de acceder a los hechos tiva que la nuestra y, por lo tanto, con otra constitución, sería dis-
desde fuera del conocimiento de los hechos, o desde fuera de una tinto de lo que es verdad para noso.tros~ Decir esto es afirmar que la
descripción de los hechos. . verdad no es incondicionada, sino que es relativa a un determinado
Por lo tanto, la constatación de que usamos, sin ningún proble- marco en cuyo seno adquiere sentido.
ma y con indudables beneficios para nuestra existencia, la concep- Mediante este recorrido por las implicaciones prácticas de la
ción correspondentista de la verdad es perfectamente compatible concepción de la verdad puede estimarse como incuestionable que,
con él hecho de que esa concepción sea completamente errónea. en el plano pragmático, el absoludsta y el relativista no se diferen-
De la misma forma, el hecho de que usemos en nuestra vida co- cian para nada en cuanto a su uso del predicado verdadero. Ambos
tidiana una concepción absolutista de la verdad es perfectamente usan este predicado con las mismas reglas semánticas que lo definen
compatible con que esa concepción sea del todo incorrecta. · Y que son de corte absolutista.

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De la misma forma en que un relativista y un absolutista pueden d pase lo que pase; pero si la verdad es relativa al marco que la ins-
sentarse tranquilamente a disputar una partida de ajedrez sin que se ·~ye como tal, su perennidad deja de estar garantizada. Incluso
noten sus respectivas adscripciones, también pueden entablar un t1 a proposición tan arquetípicamente verdadera como que 2 + 2 =4
diálogo sobre las cuestiones relevantes para la vida cotidiana sin que u~eda dejar de ser verdadera si se altera suficientemente el marco en
tampoco lo impidan estas adscripciones. pl seno del cual resulta, indudablemente, verdadera. Claro está que
Se podría concluir, por lo tanto, que la discrepancia manifestada esto no significa que sepamos qué alteraciones habría que introdu-
en el plano teórico no conlleva diferencias en el plano práctico. Sin eir para que 2 + 2 =4 dejase de ser verdadero, pero sí significa, como
embargo, esta conclusión no dejaría de ser sumamente preocupan- fo subrayaba Willard van Orman_ Q~i?-e ~1908-2000), q~e ninguna
te. En efecto, forma parte del pragmatismo filosófico la considera- proposición es, por razones de pnnc1p10, mmune, para siempre, a la
ción según la cual si una diferencia en el plano teórico no conlleva revisión.
diferencias en el plano práctico, entonces esa diferencia teórica es Para concluir nuestro repaso a la línea de ataque al relativismo
irrelevante y se puede prescindir de ella. basada en el plano de la práctica, vamos a resumir en tres puntos el
. _ No es que los absolutistas tengan la más mínima simpatía por el conjunto de la argumentación desarrollada hasta aquí.
pragmatismo, pero no dudan en echar mano del argumento prag- La primera maniobra teórica que intenta el absolutismo es muy
matista para concluir que, por lo tanto, el argumento teórico del re- fuerte porque condena el relativismo a la muerte y viene a decir que
lativismo es irrelevante y resulta perfectamente prescindible. el único relativista consecuente es el relativista muerto. Lo cual se-
El problema es que la diferencia teórica entre el absolutismo y el ría una conclusión lógicamente impecable si el relativista dijese
relativismo sí tiene consecuencias prácticas y, aunque éstas puedan efectivamente lo que el absolutista ~<dice que dice». Sin embargo, la
ser eventualmente pocas, resulta que son de primera magnitud. Ci- lógica de esa conclusión se derrumba tan pronto como el relativista
taremos dos de ellas. pasa a hablar con sus propias palabras. El relativista no dice que la
La primera, es que el absolutismo forma parte de las condiciones verdad sea un concepto prescindible, y como no lo· dice, no tiene,
de posibilidad de la Inquisición. O lo que es lo mismo, el dispositivo por lo tanto, por qué prescindir de él.
inquisitorial está internamente relacionado conel credo absolutista. Es cierto que si prescindiera del concepto de verdad no podría
Sólo quienes están convencidos de la existencia de verdades ab- sobrevivir ni tampoco dialogar con sus semejantes. Es cierto que
solutas tienen el derecho, y hasta la obligación moral, de forzar a cuando el relativista participa en el juego de la verdad lo hace como
quienes se niegan a reconocer esas verdades. todo el mundo. Es decir, aplicando las reglas semánticas de carácter
La convicción de estar en posesión de la verdad descalifica auto- absolutista que presiden este juego. Pero ¿dónde está el problema?
máticamente todo punto de vista alternativo, legitimando cualquier Lo que cuestiona el relativista no es el valor pragmático de la
actuación encaminada a que se abandonen las falsas creencias, inclu- creencia en la verdad, sino los supuestos filosóficos que el absolu-
so por el propio bien de quien se halla inmerso en el error. tista pretende que hay que asumir para apuntalar esa creencia. Si el
Sólo los dogmáticos han creado inquisiciones; y si se considera relativista no cuestiono la utilidad c).e la verdad, ¿cómo se puede de-
que la posibilidad de que existan, o no, inquisiciones supone una di- cir que se contradice cuando la utiliza?
ferencia relevante en la práctica, está claro que la diferencia en lo La primera maniobra del absolutista pretendía ser demoledora, y
teórico no es, ni mucho menos, prescindible. acaba siendo inofensiva. La segunda consiste en afirmar que, si el
La segunda consecuencia práctica es que el relativismo constitu- relativista usa efectivamente la verdad y lo hace en un marco se-
ye un dispositivo teórico que facilita el cambio, mientras que el ab- mántico absolutista, entonces es verdad que la verdad es absoluta y
solutismo tiende a bloquearlo. Si las verdades son absolutas, es ob- resulta contradictorio sustentar en la práctica lo que se niega en la
vio que nada puede alterar su condición de verdades. De este modo, teoría. Pero la réplica es fácil, el valor de uso no presupone nada más
por ejemplo, si 2 + 2 =4 es absolutamente verdadero, lo seguirá sien- que eso, el valor de uso; y no existe ningún puente lógico que nos

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permita transitar desde la utilidad hasta la verda4. Decir _que algo nitivo, pese a la inversión de una enorme cantidad de esfuerzos in-
es útil y hasta imprescindible para lograr determmados f1?-~s (por telectuales.
ejemplo un propósito tan importante como el de sobrev1v1r), no Algunos, como por ejemplo Alfred Tarsky (1901-1983), han
conlleva ningún juicio sobre su valor de ver~ad, y h~~ta puede re- conseguido mostrar que esa ausencia de resultados positivos era
sultar manifiestamente falso. Con lo cual la 1mputac10n de la c~n­ perfectamente esperable porque resulta que es lógicamente imposi-
tradicción es una imputación totalmente vacía, y la segunda mamo- ble definir la verdad, sin incurrir en contradicciones, en el seno de
bra del absolutismo también acaba haciendo aguas. un lenguaje natural que incluya el término verdad en su vocabula-
La tercera maniobra absolutista consiste en echar mano del pro- rio. Para evitar la contradicción es preciso salir del lenguaje natural
pio registro argumentativo de sus adversarios y decir q~e,_ puesto y formular la definición en un metalenguaje de carácter formal. Aún
que las discrepancias teóricas manifestadas por los re~at1v1stas ?-o así, sólo se llega a una definición que no es, ciertamente, contradic-
conllevan consecuencias en la práctica, entonces estas d1screpanc1as toria, pero que sólo tiene sentido desde presupuestos corresponden-
son irrelevantes y totalmente prescindibles. Pero basta con recordar tistas, porque resulta que lo que hace verdadero un determinado
la importancia práctica que tiene la posibilidad de est~blecer la _In- enunciado se encuentra situado fuera de ese enunciado.
quisición, en lo religioso, e?" lo político, o en e~ pensamiento, no Im- Otros, como por ejemplo Donald Davidson (1917-2003), llegan
porta, y de recordar también las consecuenc1_as que, para nuestras a la conclusión de que la verdad no es definible con relación a otra
prácticas, se desprenden del bloqueo del cambw, para cortar en seco cosa que no sea ella misma. La verdad es un concepto «primitivo»,
esta tercera maniobra. es un concepto pre-analítico que está inserto en las mismas condi...,
En definitiva la acusación de autocontradicción lanzada contra ciones de posibilidad de nuestro pensamiento, pero que es vano in-
' . tentar definir.
el relativismo en el plano de la práctica no acaba de sustanc1arse.
Examinemos ahora qué ocurre con el supuesto carácter autocon- Otros más, como por ejemplo Richard Rorty (1931-), nos dicen
tradictorio del relativismo en el plano de la teoría. qu~ caree~ de~ r;nás mínimo interés entrar en el juego de las especu-
·Cómo se plantea la cuestión de la «verdad» en el plano teórico? laciOnes fllosoflcas sobre «la verdad» y que es mejor dedicar nues-
¿H;sta dónde tiene sentido formular cualquier planteamiento acer- tra actividad intelectual a otros asuntos mucho más relevantes.
ca de la verdad en ese plano? Estando así las cosas, el relativista parece tener buenos motivos
Durante siglos, los filósofos han intentado elaborar una res- para asombrarse y para quedar perplejo ante el hecho de que sus ar-
puesta a la pregunta ¿qué es la ver~ad?, y han p~opuesto una se- gumentos sobre la verdad levanten tantas ampollas y despierten
rie de teorías de la verdad y un conJunto de defzmczones de la ver- tanta agresividad intelectual. Al fin y al cabo, el relativista se limita
dad. Por ejemplo, una de las definiciones má~ conocidas de la a ~eci_r que no hay nada así corno una esencia de la verdad y que los
verdad, la definición clásica de la verdad, nos d1ce que «la verdad cntenos de la verdad no son incondicionados; es decir, que siempre
es adecuación con el objeto». Aristóteles afirmaba, por su parte, son relativos a un determinado marco.
que «decir la verdad es decir de lo que es, que es, y de lo que no . ~arece, por lo tanto, que el relativista estaría en su pleno derecho
diciendo a los absolutistas algo así como «miren, pónganse ustedes
es, que no es».
Para cada una de las definiciones de la verdad propuesta por unos de acuerdo sobre qué es la verdad, y cuando lo hayan conseguido,
filósofos otros filósofos se encargaban de demostrar que se trataba entonces podremos empezar a hablar». · · ·
de una definición inadecuada. Por ejemplo, Kant argumentó que la Pero esto, que parece bastante razonable, no acallaría ni mucho
definición clásica de la verdad no era sostenible, porque no podíamos menos las críticas. Porque si los argumentos relativistas levantan tan-
saber cómo era el objeto con independencia de su conocimiento. t~s ampollas, se debe a que amenazan directamente una serie de creen-
El hecho es que la tentativa de responder a la pregunta acerca ~e Cias que, aunque no consigan desembocar sobre una definición clara
¿qué es la verdad? no ha desembocado sobre ningún resultado defi- de la verdad, constituyen dogmas firmemente asumidos por quienes

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propenden al absolutismo en esta materia. Para ellos, las reglas se- La segunda creencia básica amenazada por el relativismo es el
mánticas que ordenan el uso de la verdad ~n el marco de nue~tra objetivismo. Es decir, la creencia de que la verdad es independiente
«forma de vida» tienen una validez que trasciende esa fon~a de vida, de cualquier característica procedimental para establecerla o de cual-
y consideran que, en lugar de d~pender de esa forma de vida, es esa quier característica existencial de quien la establece.
forma de vida, y toda forma de vida, la que depende d~ ellas. . Para el objetivismo una creencia es verdadera si trasciende cual-
Thomas Nagel (1937-) nos dice que la ver~ad de ciertas pr.opos~­ quier punto de vista particular desde el cual se pueda contemplar, si
ciones lógicas elementales, tales como, por eJemplo, 9-ue «la Id~nti­ no se ve afectada por la ubicación de quien la enuncia y si responde,
dad es transitiva» (si a= by si b =e, entonces a= e) es mdependiente por lo ta~to, a u? pu~to de vista desde ningún lugar. Es decir, un lu-
de que existan, o de que no existan, seres humanos. 2 + 2 ~ 4 es ver- gar genénco y sm atnbutos.
dad hoy, y lo seguirá siendo en el futuro aunque la especie humana Como el relativista no ve cómo se puede acceder a algo con total
se haya extinguido. . . . . . independencia del modo de acceder a ello, tampoco le ve ningún
Las creencias básicas que los absolutistas considera? .Irrenuncia- sentido al objetivismo, salvo si se acepta la hipótesis de que existe un
bles y que se ven amenazadas por los argumentos relativistas son las lugar que corresponda al punto de vista de Dios y que nos podemos
siguientes: . . . · 1 f situar en ese preciso lugar.
En primer lugar, la creencia en el umversalzsmo. Es decir, a a Ir- La tercera creencia amenazada es la del fundacionalismo. Es de-
mación según la cual las creencias verdaderas lo son en todos los cir, la creencia según la cual existen «verdades últimas» que no re-
tiempos, en todos los contextos y para t~dos los seres .humanos. ~a quieren, pues, ninguna justificación ulterior y que sirven de fu.n-
referencia a todos los tiempos conlleva Importantes consecuencias damento indubitable para el resto de todas las demás creencias
porque, entre otras cos~s, _c<;>nstituye una. negación de la apertura verdaderas.
del futuro, niega por pnncipio que cualqmer cosa que pued~ ~~ve~ Frente al fundacionalismo, los relativistas, ayudados en esto por
nir en el futuro sea capaz de alterar la verdad de una proposicwn SI los escépticos, sólo preguntan a los absolutistas: ¿cuáles son esas
ésta es realmente verdadera. El relativista no ve ningún argumento verdades?, y no obtienen ninguna respuesta que otros absolutistas
racional que permita hacer apuestas de este tipo sobre el futuro Ylas no se encarguen de invalidar.
considera como la expresión de un simple acto de fe. . . De hecho, pese a los constantes intentos de descalificación; los
Frente a la referencia a todos los contextos, el relativista se pre- argumentos relativistas han ido labrando poco a poco un camino
gunta cómo puede nadie llegar a saber qué contextos hay en todos que ha obligado a la mayor parte de sus detractores a reorientar sus
los contextos. . . baterías. Por ejemplo, hoy en día quedan pocos filósofos que aún si-
Y en cuanto a la referencia a todos los seres humanos, el relativis- gan intentando argumentar sobre la verdad desde un punto de vista
ta no sólo está dispuesto a admitir que cier_tas verdades valen, efec- esencialista.
tiyamente, para todos los seres humanos, s_mo que ve en este hecho Lo que prevalece en la actualidad es un enfoque deflacionista de
una confirmación de su propio punto de VIsta. la verdad. ¿Por qué deflacionista? Pues simplemente porque inten-
En efecto, en tanto que todos los ser~s hu_ma?<?s comparten ca- ta reducir a su mínima expresión todos los compromisos metafísi-
racterísticas comunes (por ejemplo, de tlpo bwlogico), no es de e~­ cos en la discusión sobre la verdad.
trañar que ciertas verdades valgan para todos los seres hu~anos. Sm Desde el punto de vista deflacionista se admite que no hay nin-
embargo, esto redunda, precisamente, en la línea de conside~~r que guna esencia de la verdad y que las concepciones substancialistas ca-
la verdad es relativa a un determinado marco. Si la conform~cwn del recen de sentido. Es decir, no hay algo así. como «la verdad» de
ser humano fuese distinta, las verdades seguirían siendo váhd_as _rara aquello que es «verdadero», de la misma forma que no hay nada así
todos los seres humanos, pero resulta que serían verdades distmtas como, pongamos por caso, «la puntiagudez» de aquello que es
de las actuales. «puntiagudo». No hay nada en común que compartan todas las

64 65
creencias que calificamos de verdaderas, aparte del hecho de que las En el primer bloque se nos dicen cosas ~o~~ que ciertos prin~i­
califiquemos como tales. ios lógicos elementales, tales como el prmCiplO de no contradic-
La verdad no es una propiedad de ciertas creencias o proposicio- P1·ón el modus ponens, o la transitividad de la identidad, constituyen
nes, ni tampoco es una propiedad de la relación entre ciertas propo- eondiciones
' ·
de nuestro pensamiento y que, por 1o tanto, resu1ta 1m-
·
siciones y el mundo. La verdad no es nada más que una simple fun- e osible pensar desde fuera de esos principios. O bien, que ellen-
ción lingüística, y lo único que cabe hacer es establecer cuál es el ~aje, la argumentación y el pensamiento, implican una lógica bási-
funcionamiento semántico del predicado verdadero con el cual cali- ca que todo lenguaje, toda argumentación y todo pensamiento
ficamos ciertos enunciados. deben respetar necesariamente para poder ser considerados como
No cabe duda de que el relativista se siente mucho más cómodo tales. O, por fin, que para que el lenguaje permita pensar y permita
en un contexto intelectual de tipo deflacionista. Se trata de un con- comunicar debe respetar unas reglas lógicas que son transversales
texto proclive a abandonar las tesis correspondentistas de la verdad respecto de cualquier lenguaje.
y a fomentar las tesis coherentistas. Es decir, las proposiciones según En el segundo bloque argumentativo se nos dice que ciertas co-
las cuales una creencia es verdadera si no entra en contradicción con sas no pueden ser cuestionadas porque forman parte del procedi-
el resto de las creencias que mantenemos como verdaderas. O dicho miento mismo del cuestionamiento. Hay que darlas por válidas y
con otras palabras, la verdad no es adecuación a los hechos, sino re- usarlas como tales para poder cuestionarlas. Es decir, para decir que
lación consistente entre proposiciones o creencias. son inválidas hay que aceptar que son válidas. O se nos dice que in-
En este contexto deflacionista, del hecho de que el funcionamien- cluso para cuestionar la razón hay que recurrir a la razón, y _que
to semántico de la expresión «esto es verdadero» resulte ser de tipo cualquier cosa que se nos ocurra pensar para socavar el pensamien-
absolutista no se desprende nada que nos empuje a concluir que, por to debe formularse desde el pensamiento y debe respetar, por lo
lo tanto, la verdad es incondicionada. Al contrario, como todo fun- tanto, sus exigencias internas. Por fin, se apunta a la circunstancia de
cionamiento semántico acontece siempre en el seno de un lenguaje que el pensamiento crítico encuentra sus límites en el hecho de que
determinado, queda: claro que el carácter absolutista de la semántica para poder ser pensamiento crítico tiene que ser, en primer l_u~ar,
de la verdad es, cuanto menos, relativo a un determinado lenguaje. pensamiento y que hay, por lo tanto, cosas _que. no puede cnucar
¿Relativo a un determinado lenguaje o relativo a cualquier cosa porque tiene que presuponerlas para poder eJercitarse.
que pueda ser definida como un lenguaje? Es decir, por lo tanto, ¿a El relativista no cuestiona nada de todo lo anterior; ni lo que
todos los lenguajes? se declara en el primer bloque argumentativo, ni tampoco lo que se
No quisiera concluir sin intentar hincarle el diente a algo que afirma en el segundo. Con todo, no entiende cuál puede ser la rele-
está implícito en esta interrogación. Algo que parece constituir el vancia de esta argumentación para el caso del relativismo. ¿Qué es
último reducto, o el núcleo duro, al que se aferran los absolutistas: lo que se deduce de estas consideraciones que pueda afectar ahela-
la universalidad de la estructura profunda del lenguaje, la universa- tivismo?
lidad de las verdades lógicas elementales y la universalidad de las No lo entiende porque, nuevamente, nadie (y tampoco el relati-
condiciones que rigen el propio pensamiento, las cuales facultan la vista) pone en cuestión que, desde dentro de un determinado marco,
posibilidad misma de pensar. ciertas creencias deban ser aceptadas como verdaderas-en-ese-mar-
Con relación a estas cuestiones los absolutistas elaboran dos blo- co. Lo que se cuestiona es que la verdad de esas creencias constitu-
ques argumentativos que consideran decisivos para refutar el relati- ya _una propiedad que, por razones de' principio, trascienda cual-
vismo y para mostrar su carácter autocontradictorio. El primero qmer marco.
apunta a la naturaleza de nuestras actividades cognitivas y lingüísti- El relativista piensa y habla y, por lo tanto, usa la lógica que es
cas y, el segundo, a la inviabilidad de cuestionar ciertos principios constitutiva del pensar y del hablar. N o puede salirse de esas lógicas
sin afirmar al mismo tiempo su validez. y seguir, no obstante, pensando o hablando. Para él, como para todo

66 67
ser pensante y hablante, la transitividad de la identidad constituye, con un punto de vista construccionista afirmaban cosas tan extrañas
por ejemplo, un principio que no puede violar, aun en el caso de que corno que «ni los gatos, ni los árboles, ni las piedras existen como
no fuese capaz de formular claramente ese principio. tales en la naturaleza». Les sugería, entonces, que dejasen de lado,
Sin embargo, el relativista nunca ha pretendido lo contrario. aunque sólo fuese por un momento, la idea de que estas personas
Siempre ha sostenido que la verdad funciona, con eficacia, desde estaban delirando y que intentasen establecer cuáles podían ser las
dentro de un determinado marco; por ejemplo, en el marco del tipo condiciones de inteligibilidad de una afirmación de este tipo. Es de-
de pensamiento que seres, como los seres que somos, pueden prac- cir, que intentasen establecer cuál podía ser el significado, no inme-
ticar. diatamente descartable como absurdo que, eventualmente, se podía
Lo único que el relativista cuestiona es que tenga sentido afirmar atribuir a esa afirmación tan chocante a primera vista.
que la verdad trasciende todo marco, que es con independencia de Si miramos por la ventana y vemos un árbol es porque ahí fuera
cualquier marco y que, para colmo, es, aunque no haya marco, hay, efectivamente, un árbol. Podría ser una alucinación, o podría
como lo pretende Thomas N agel. ser un holograma; pero salvando situaciones anómalas, es obvio que
Recordemos que el relativista no dice que la verdad no existe, ni allí hay algo que nosotros llamamos un árbol, que otros llamarán
·mucho menos que es verdad que la verdad no existe; lo cual sería, «Un arbre», o «a tree», pero que no se ve afectado por el vocabula-
obviamente, autocontradictorio. Sólo dice que lo único que se pue- rio mediante el cual se habla de él. Es porque existe efectivamente
de afirmar desde el marco de nuestro tipo de pensamiento es que la un árbol en el lugar en que lo vemos, por lo que podemos hacer un
verdad es, pero no es incondicionada. conjunto de predicciones acertadas. Algunas de las cuales son vita-
La afirmación según la cual existiría un supuesto marco donde la les para nuestra supervivencia; sobre todo, si somos unos motoris-
verdad no fuese relativa a un marco (es decir, fuese absoluta e in- tas amantes de la velocidad. ·
condicionada), o bien constituye una especulación totalmente gra- Sabemos que el árbol estaba ahí antes de que lo pudiéramos ver,
tuita, o bien presupone el punto de vista de Dios, puesto que éste sabernos que seguirá ahí aunque cerremos los ojos, sabemos lo que
trasciende, por definición, todos los marcos. Sin embargo, el relati- significa que alguien nos diga que ve un árbol al mirar por la venta-
vista considera, quizás por falta de fe, que un debate entre seres na. Sabemos muchas cosas que sólo podemos saber porque estamos
humanos puede excluir, tranquilamente, cualquier argumento que convencidos de que el árbol existe tal y como es ahí fuera, en esa rea-
apele a la posibilidad de situarse en el lugar idóneo para poder mi- lidad de la que formamos parte.
rar desde el punto de vista de Dios. Con todo, quizás no sea tan obvio que el árbol existe con total
independencia de nosotros, ya que bastaría con que tuviésemos una
conformación biológica distinta de la que tenemos para~ que el árbol
El problema de la realidad: el relativismo ontológico dejase, pura y simplemente, de existir. Podemos recurrir a una
conocida película de ficción, y a la metáfora del increíble hombre
¿Qué es-lo que se pretende hacerle decir al relativista cuando se menguante, para convencernos de ello.
descontextualiza su afirmación según la cual la realidad no existe? Imaginemos que, aun conservando nuestras propias característi-
¿Qué sentido tiene esa afirmación cuando se la vuelve acontextua- cas, nuestro tamaño físico se fuese reduciendo progresivamente hasta
lizar en el seno de la argumentación relativista? alcanzar la talla de un electrón. Traspasaríamos, sin la menor dificul-
Hace bastantes años, cuando explicaba el construccionismo social tad, lo que hoy constituye para nosotros el tronco de un árbol y, tal
a los alumnos de la licenciatura de psicología, siempre les pedía que, vez, sólo notaríamos las modulaciones de variados campos de fuerzas
para empezar, hicieran ellos mismos un pequeño esfuerzo intelec-: electromagnéticas. Pero, desde luego, no identificaríamos nada que se
tual para intentar alcanzar una primera idea intuitiva del construc- pareciera a un árbol. Sin duda alguna, algo hay en el lugar donde,
cionismo. Les decía, simplemente, que las personas comprometidas cuando miramos por la ventana y tenemos la talla que tenemos, ve-

68 69
r
mo~ un árbo~. Pero ¿qué e~ lo que hay realmente en ese lugar? ¿Hay menguante, vamos a recurrir a la metáfora de la máquina de re-
un arbol, o b1en un deterrmnado campo de fuerzas electromagnéticas montar el tiempo. Imaginemos que vivimos en el año 1.000 y que
que veríamos si nuestra talla fuese la de un electrón? Claro está que vemos ese objeto (en ningún caso puede ser un ordenador portátil).
no se trata, simplemente, de que un ser humano que tuviese la talla Tal objeto sólo puede existir en tanto que ordenador portátil para
de un electrón no podría formarse el concepto de un árbol. Se trata de alguien con nuestros conocimientos y con nuestros esquemas con-
que no existiría en la realidad nada parecido a un árbol. ceptuales.
Imaginemos ahora que dejamos sobre la mesa el libro que esta- Decir, sin más, que la realidad no existe es, obviamente, una
mos leyendo en este momento. Si nos preguntan cuántos objetos completa insensatez. De la misma forma que decir que la verdad es
hay en el espacio ocupado por ese libro, podemos contestar que hay un concepto prescindible es, también, una completa insensatez.
«un solo objeto» porque consideramos la unidad funcional del libro Hemos visto que no podríamos desenvolvernos en el mundo, y
o su unidad estructural. Pero también podemos decir que hay va- ni tan siquiera sobrevivir, sin recurrir al criterio de la verdad y si no
rios objetos; tantos como elementos que intervienen en su compo- fuese porque la mayor parte de nuestras creencias son efectivamen-
sición y, eventualmente, podemos llegar a una suma astronómica de te verdaderas. Tampoco podríamos ni siquiera dialogar con nues-
objetos distintos si pensamos ahora en clave microfísica. tros semejantes si no diéramos por buena la semántica absolutista
Siendo algo más sofisticados, podemos contestar que hay «dos que regula nuestro uso de la dicotomía verdadero/falso. Y también
. objetos» si consideramos, por una parte, el cuerpo material y, por hemos visto que, para colmo, ni siquiera podemos pensar sin hacer
otra, el segmento espacio-temporal que éste ocupa. Prueba de ello uso de unos principios lógicos elementales cuya verdad debemos
es que si trasladamos uno de los objetos (el libro) a otro lugar, el asumir incluso para poder pensar acerca de ellos.
otro objeto sigue permaneciendo donde estaba, cosa que no es ex-. Del mismo modo, tampoco podríamos hacer nada de todo lo
traña puesto que se trata de un lugar. O bien, podemos contestar que acabamos de mencionar si no aceptásemos, como algo incues-
que hay un solo objeto porque consideramos que no cabe efectuar tionable, que la realidad existe, en su mayor parte, con total inde-
una distinción entre un cuerpo material y el espacio que éste ocupa. pendencia de nosotros. Con total independencia de lo que podamos
Todo esto nos indica que, incluso para decidir algo tan elemental creer, decir o desear con relación a la realidad. Dicho con otras pa-
como si hay un objeto o varios objetos, tenemos que tomar decisio- labras, forma parte de las condiciones de posibilidad de nuestra
nes previas puramente convencionales. Es mediante estas decisiones existencia, biológica y social el que no creamos que nuestros dis-
que podemos establecer lo que debe contar como uno o varios obje- cursos, nuestro pensamiento, nuestras creencias o nuestros deseos
tos. No es la propia realidad la que nos dice o la que establece de ejerzan efectos causales o tengan una eficacia causal sobre la mayor
cuántos objetos está compuesta. · · parte de lo que llamamos la realidad.
Parecería que una vez que hemos decidido qué es lo que cuen- También hemos visto que el hecho de asumir plenamente la uti-
ta como un objeto, los problemas se acaban. Pero ¿realmente se lidad, o el valor pragmático de la verdad, no nos obliga a asumir
acaban? nada más que eso. Si no existe ningún puente lógico que nos permi-
Supongamos que delante nuestro se encuentra un determinado ta transitar desde el valor de uso de una proposición hasta su carác-
objeto supuestamente independiente de nosotros; por ejemplo, un ter necesariamente verdadero, entonces, la incuestionable validez de
ordenador portátil. El ordenador, a diferencia del árbol, es produc- la semántica absolutista no tiene por qué trascender el ámbito en el
to de nuestra fabricación, sin embargo, una vez construido, tiene la cual es efectiva, es decir, el ámbito de nuestras prácticas cotidianas.
misma existencia fáctica que el árbol. Una proposición que tengamos que asumir como verdadera a fines
¿Existe este objeto, en tanto que lo es (en este caso, un ordenador prácticos puede ser del todo incorrecta.
portátil), con independencia de nosotros? Obviamente no. Para Exactamente lo mismo ocurre con el supuesto de la existencia de
convencernos de ello, en lugar de recurrir a la metáfora del hombre una realidad independiente. En efecto, del hecho, innegable, de que

70 71
Searle declara textualmente que no estamos tratando de probar la
la confianza en una realidad independiente constituye una creencia, del realismo. N o creo que pueda argumentarse a favor del
no sólo útil, sino incluso indispensable en el plano de la práctica, no verd ad .. ~ d . · ·
al"smO sin cometer una petiCIOn e pnnCiplO».
es posible inferir nada en cuanto a que esa creencia sea efectiva- re ~ artir del reconocimiento explícito de la imposibili~ad de fun-
dame~tar estrictamente el realismo, d"
mente correcta. Sin embargo, nada nos dice tampoco de que sea in- la línea argumentativa a favor
correcta. Los realistas pretenden que, además de necesaria, también .
de su aceptación se .despliega en tres IrecciOnes. .
es correcta; los relativistas sostienen que no lo es. La primera consiste .en pro?ar qu.e no se puede r~nunciar al r~a­
La postura realista se caracteriza por afirmar que «el mundo es lismo sin que se renuncie, al m1smo tiempo, a cualqmer forma de m-
independiente de nuestro conocimiento y de nuestra capacidad de
teligibilidad. . . . .
referirnos a él». O bien que «Los objetos materiales existen exter- La segunda consiste en apelar a la 1~negable ev1.denc1a de c1ertas
namente e independientemente de nuestra experiencia sensorial y cias que implican, a su vez, la vahdez del reahsmo.
de nuestras actividades cognitivas». creen .~ . z·
La tercera consiste en refutar la argumentac10n antzrrea zs~~ mos-
Esto implica, por ejemplo, que los objetos existen aunque no ndo las falacias en las que incurre este tipo de argumentac10n.
sean observados y aunque no tengamos conciencia ni conocimiento tra Repasaremos brevemente cada una de estas tres líneas de argu-
de ellos. De esta suerte, puede sostenerse que las bacterias existían
mentación.
antes de que existiera el concepto y la palabra bacteria y antes de
que el microscopio objetivara su existencia. En definitiva, que las a) Primera línea a:gu~e.n~a:iva: El realismo como presupuesto
bacterias existen aunque a simple vista no las podamos ver, lo cual necesario de la mtehg1b1hdad. ·
es de puro sentido común. ·
Recurriendo a un vocabulario un poco más abstracto, podríamos La creencia en una realidad independiente de nosotros no cons-
decir que «lo que es trasciende lo que puede ser pensado y experi- tituye una simple creencia. No es una ~reencia más ~entro delco~­
mentado». O que «el ser antecede y excede tanto al conocimiento del junto de creencias q~e mante~emos, smo que constituye la condz-
ser, como a la experiencia del ser». O, por fin, que «la realidad existe ción previa a cualquzer creen.cza.
con independencia de los efectos que produce sobre nosotros» ... En otras palabras, el reahsmo forma parte del t:asfondo (back-
El supuesto básico del realismo queda, probablemente, suficien- ground) de creencias. implícitas que deben ser asumidas plena~ente
temente aclarado con lo que acabamos de mencionar, pero aún va- para que nuestros d1scursos y par~ que nuestra~ representaciOnes
mos a citar una última formulación que tomamos de John Searle sean inteligibles. Por lo tanto, el realzsmo :zo es opcz?nal, no podemos
(1932-) y que dice: «Existe una realidad cuya existencia y cuyas ca- prescindir de la creencia en una real~d~d mdepend1entede ~osotros;
racterísticas son independientes de cómo las representemos». no podemos elegir, no podemos dec1d1_r que no somos~ re~hstas.
Nos quedamos con esta formulación porque se diferencia clara- El hecho mismo de que nuestros d1scursos sean pubhcos presu-
mente del realismo minimalista de Kant que se limita a postular la pone, necesariamente, la existenci;¡. de un mundo públi~o que, por
existencia, incognoscible por principio, de la «cosa en sÍ». En la for- ser, precisamente, independiente de lo que podamos ~ec1r a~erca de
mulación de Searle se especifica que no solamente existe «algo, ahí él, sirve de marco de referencia para que todos los destmatanos pue-
afuera», sino que, además, ese «algo» tiene unas deterrriinadas «ca- dan valorar la adecuación de lo que enunciamos.
racterísticas constitutivas» o unos determinados rasgos que le son Si utilizamos una analogía relacionada con la informática, po-
propios. No sólo «es», sino que «es de una determinada forma y no dríamos decir que el realismo constituye una inst~ucción por defec-
de otra». to. Es decir damos por supuesto, con toda naturalzdad, que el mun-
Ahora bien, los realistas inteligentes, como lo es, sin duda, Sear- do, tal y c;mo es, es el que causa la aceptabilidad, o no, de lo que
le, reconocen que no pueden aportar ningún argumento probatorio decimos sobre el mundo.
a favor de la proposición básica del realismo.
73
72
Si tenemos que ser realistas para resultar inteligibles, ¿qué senti- e) Tercera línea argumentativa: manifestar algunas de las falacias
do tiene, entonces, cuestionar el realismo? que aquejan el punto de vista relativista.
Frente a esta línea argumentativa, el relativista ontológico se li-
mita a recordarle al realista que del reconocimiento de que una Searle y algunos realistas aceptan plenamente el relativismo con-
creencia sea útil para ciertos fines sólo se deduce que es verdad que ceptual e, incluso, lo consideran como algo absolutamente trivial.
esa creencia es útil para esos fines. Sin embargo, no se deduce nada Es obvio que nuestras representaciones son nuestras y que nues-
en cuanto a que esa creencia sea necesariamente correcta. Y si no es tras descripciones también son nuestras. Sólo podemos representar
necesariamente correcta, entonces sí tiene algún sentido entrar a y sólo podemos describir lo que estamos equipados para poder re-
cuestionarla. presentar o para poder describir. Esto significa que nuestras repre-
sentaciones dependen del sistema conceptual que se encuentra a
b) Segunda línea argumentativa: la absurdidad de negar ciertas nuestra disposición y que nuestras descripciones dependen del vo-
creencias implicadas por el realismo. cabulario, o del lenguaje, que manejamos.
Asimismo es obvio que, dependiendo de los conceptos que utili-
Es absurdo negar que las montañas y los ríos existen con inde- cemos y del lenguaje que empleemos, hay varias representaciones
pendencia de cómo nos representamos esos objetos, y es absurdo posibles y hay varias descripciones factibles de la realidad.
cuestionar que seguirían existiendo aunque no quedaran seres hu- Por fin, también es obvio que no podemos representarnos la reali-
manos para hablar de los ríos y de las montañas. dad desde fuera de una representación de la realidad y que no pode-
N o somos nosotros quienes hacemos que existan montañas y, mos describirla desde fuera de una determinada descripción de la rea-
por lo tanto, nos vemos en la obligación de afirmar, o bien que no lidad. No hay descripción posible fuera de que sea una descripción.
existen montañas (lo cual es obviamente absurdo), o bien de aceptar Todas estas obviedades se conceden sin problema al relativista
que, puesto que no somos sus creadores, éstas existen, obviamente, pero, a continuación, se subraya que es completamente falaz saltar
con total independencia de nosotros. Y así, sucesivamente, para la desde la afirmación de que «toda descripción es relativa a una forma
mayor parte de lo que somos capaces de nombrar en el mundo. de describir», a la conclusión de que, por lo tanto, «lo descrito sólo
Frente a esta línea de argumentación, el relativista ontológico puede existir a través de una descripción» ..
replica que no tiene por qué aceptar la disyuntiva entre, o bien ser Del hecho, obvio, de que describimos las cosas, no podemos sal-
realista, o bien ser idealista, ya sea de tipo metafísico o de tipo lin- tar a la afirmación de que las cosas son tal y como las describimos
güístico. Ningún relativista ontológico ha afirmado nunca que (realismo ingenuo); pero tampoco podemos saltar a la afirmación de
exista una cadena causal que vaya desde la mente, o desde las pa- que las cosas dependen de su descripción.
labras, hasta los objetos materiales, tales como son los ríos o las Es cierto que nuestro sistema sensorial y nuestros conceptos
montañas. No hay, obviamente, tal relación causal, y es fácil ridi- condicionan lo que vemos. Pero si no hubiese nada susceptible de
culizar al relativista si se le hace decir que nuestras representacio- ser visto, no veríamos nada. Es decir, sólo accedemos a lo descrito
nes mentales, o que nuestro vocabulario, causan la existencia de bajo una descripción pero, para poder describir, tiene que haber
las montañas. algo, ahí fuera, susceptible de poder ser descrito.
Sin embargo, el relativista, una vez liberado de la extraña obliga- Frente a esta línea argumentativa el relativista lo tiene muy fácil.
ción que se le quiere imponer de tener que decir cosas absurdas, Puede decir simplemente que esperaba algo más del realismo que un
considera que tiene buenos argumentos, como lo veremos más ade- simple retorno al supuesto kantiano de la existencia de una «cosa en
lante, para seguir defendiendo que no hay, «en tanto que tales», ni sí misma», incognoscible, puesto que sólo podemos aprehenderla
montañas, ni ríos en la naturaleza. en tanto que deja de ser «una cosa en sí misma» para pasar a ser «una
cosa bajo una descripción determinada».

74 75
Y, en efecto, el realismo, para ser interesante, no puede quedarse lo desde fuera del lenguaje y del entramado de conceptos que éste
en el minimalismo de Kant. Tiene que ir más lejos y afirmar, como conlleva? ·
lo hace Searle, no sólo que «algo existe con independencia de noso- En la medida en que el realismo no aporta una respuesta satisfac-
tros» sino que, además, «las características de lo que existe son in- toria a esta pregunta, es toda su tercera línea argumentativa la que se
derrumba porque la acusación de falacia argumentativa se vuelve
dependientes de nosotros». .
El mundo no sólo es, sino que, además, «es de una deterrmnada contra él mismo. .
forma». Sin embargo, para que esta afirmación no se quede en una En definitiva, la argumentación realista se reduce a pedirnos que,
simple «petición de principio», el realismo tiene que acudir a una con- puesto que la creencia realista resulta imprescindible en el marco de
cepción del conocimiento verdadero (la verdad como corresponden- nuestra forma de vida, la demos por buena, sin hacer más preguntas.
cia) que; aunque formalmente no est~ ligada al realis~o, forma parf:e, Sin embargo, !os relativistas sí quieren hacer más preguntas y va-
sin embargo, del conjunto de creenc1as que un real1sta suele asurmr, mos a exponer, sm ambages, sus argumentos.
salvo alguna excepción, como por ejemplo, Peter Strawson (191 ~- ). La a:gumentación s~bre el relativismo debe empezar por disipar
- -El-cunjunto de creencias que forman síndrome con el reahsmo un~ sene de malente~d1dos sobre determinadas posturas que se le
engloba la creencia en el objetivismo, la creencia en una teoría cau- atnbuyen, p~ro que este no asume como propias. Posturas que ya
sal de la referencia y la creencia en un estatus privilegiado del cono- hemo.s mencwnado y que. s~ pueden resumir en cuatro aspectos.
Pnmero, desde el relat1v1smo ontológico no se cuestiona la utili-
cimiento científico. dad de los presupuestos realistas que impregnan el sentido común.
¿Por qué razón, si uno es realista, tiene que acudir a una concep-
Nad~e niega que, para sobrevivir, para afrontar el mundo y para co-
ción de la verdad como correspondencia? ¿Por qué razón la mayor
parte de los realistas se ven obligados a defender la tesis de la verdad mumcar con los demás, es imprescindible considerar que la realidad
como correspondencia? Pues, simplemente, porque si se pretende es ~o:rzo es, co~ total independencia de nosotros. Sin embargo, el re-
que la realidad está conformada por obj~t?s que tienen ur~as. deter- latlVlsmo c?n~1~era que no se puede hacer de necesidad virtud y que
minadas características; debemos descnb1r unas caractenstlcas de una creencza utzl no t1ene por qué ser una creencia correcta. El razo-
los objetos que sean conformes a las características realmente cons- namiento que va desde la constatación es útil hasta la conclusión por
lo tanto debe ser correcto carece de toda validez.
titutivas de esos objetos. .
Lo que afirmamos acerca de los hechos debe estar en consonancia Segundo, desde el relativismo se rechazan las versiones mentalis-
t~s y lingüísticas·del idealismo.-Se admite que, las más de las veces,
con cómo son los hechos realmente. Esto nos enfrenta a un proble-
ma rimy serio, porque resulta que no podemos referirnos a los he- m. nu~stros conceptos, ni nuestras palabras, tienen la más mínima
chos desde fuera del lenguaje. Los hechos no son extralingüísticas, lo eflcac1a ~ausal. .pecir el mun.do no engendra el mundo, no hay que-
cual no significa, claro está, que sean de naturaleza lingüística. No confundir relacwnes semánticas con relaciones causales. -
obstante, como requieren un lenguaje para ser enunciados, sí se Terce:o, desde el relativismo no se postula que puesto que los
puede afirmar que no pueden ser independientes del lenguaje. hechos s1e~p.r/e so/n referidos mediante un lenguaje y por la vía de
La verdad como correspondencia implica que un hecho es aquello una enunc~acwn, estos son, por lo tanto, de naturaleza lingüística.
en virtud de lo cual un enunciado sobre ese hecho es verdadero. Que necesitemos la mano para coger algo no significa que lo que
Y es, por lo tanto, algo que puede hacer verdadero un enunciado cogemos tenga cinco dedos.
De la mi~ma forma, afirmar que sólo accedemos al mundo bajo
sólo porque está fuera del enunciado. -
Tenemos que chequear el enunciado confrontándolo con al~o una determznada desi:ripción no significa que el mundo resulte de su
que no es de naturaleza lingüística y que está fuera del enuncia- descripción.
do. Ahora bien si lo que está fuera del enunciado sólo puede ser ~uarto, des~~ el relativismo se admite perfectamente que la acep-
aprehendido mediante una enunciación, ¿cómo podemos escrutar- tacwn del relat1v1smo conceptual no tiene por qué implicar la acepta- 1

77
76
ción del relativismo ontológico. Se puede aceptar, como lo hace Se- conjunto de relaciones que las constituyen como tales. No hay algo
arle, que toda descripción del mundo depende del sistema concep- así como unas propiedades no relacionales ya que, en tanto que las
tual al que se recurre para llevarla a cabo y reconocer que ésta cam- cosas de las que somos capaces de hablar forman parte de nuestro
bia si cambia ese sistema, pero mantener, sin embargo, al mismo mundo, no tienen propiedades per se. Es decir, propiedades que
tiempo, que la realidad es independiente de cualquier sistema con- no dependan, en parte, de la relación que establecemos con esas
ceptual que se utilice para pensarla. Esto significa que el relativismo cosas.
no emula la estructura argumentativa de los absolutistas, basada en En defir?tiva, la creencia en una realidad que es como es con in-
conminar al relativista a que acepte el absolutismo in tato simple- dep~ndencia de no~otros sólo se sostiene si aceptamos, además, un
mente porque no manifiesta un desacuerdo con tal o cual proposi- conJUnto de creencias que son de muy difícil justificación y que el
ción absolutista. relativismo, simplemente, rechaza.
Cabe subrayar en este punto lo que podríamos calificar como En segundo lugar, si bien es cierto que nuestro pensamiento tie-
una ruptura de simetría. El realismo nos dice: «puesto que aceptáis ne una muy escasa eficacia causal sobre el mundo, también es cierto
~~- el realismo en el plano pragmático, también tenéis que aceptar que que el mundo tiene, a su vez, una eficacia causal bastante limitada
la creencia en una realidad independiente es correcta. Mientras que sobre nuestro pensamiento.
el relativismo no nos dice: «puesto que aceptáis el relativismo con- De hecho, las relaciones causales mundo-mente se limitan si
ceptual, también tenéis que aceptar que la creencia en una realidad seguimos a Wilfrid Sellars (1912.,.1989), a nuestra «conciencia dis-
dependiente de nosotros es correcta>>. c:iminativa». El mundo causa que detectemos presencias y ausen-
Si el relativismo acepta todo lo que acabamos de mencionar, ¿qué cias, y el mundo causa sobre nuestros órganos sensoriales unos
es lo que le queda por argumentar en contra del punto de vista rea- efectos de cuyas características somos eventualmente conscientes
lista? Pues, básicamente, lo siguiente: y esto vale para todos los seres vivos. Dicho más llanamente 1~
En primer lugar, que no tiene sentido atribuir a las cosas unas su- único que el mundo causa en nosotros son estimulaciones sen~o­
puestas propiedades intrínsecas que las caracterizarían tal y como riales.
son, con independencia de nuestra propia intervención en elproce- Sin embargo, el mundo no tiene efectos causales sobre nuestra
so de su especificación. «conciencia proposicional». El mundo no causa nuestras creencias
En efecto, si la referencia es inescrutable porque todo acceso a la acerca de cómo son las cosas o las características-de las cosas. Y si el
referencia lleva ya la huella del modo de acceso; si la distinción es- mundo no tiene la capacidad de determinar nuestras creencias sobre
quema/contenido se diluye porque no hay contenidos aprehensi- el mundo, aún menos tiene la capacidad de determinar cuáles de
bles desde fuera de los esquemas conceptuales que los instituyen esas creencias son correctas y cuáles no lo son. .
como tales; y, por fin, si cualquier cosa que podamos pensar, o que . Esto implica, entre otras cosas, que la concepción cÓrresponden-
podamos enunciar, aparece siempre bajo una determinada descrip- tzsta de la verdad carece de fundamento. Si no es el mundo quien
ción, entonces carece de todo sentido hablar de las propiedades in- c~usa la verdad de una creencia sobre el mundo y si ciertas descrip-
trínsecas o de la esencia de las cosas, porque esto supondría que fué- ciOnes d~l mund~ son sin embargo mejores que otras, es porque re-
ramos capaces de salir de nosotros mismos, como seres biológicos y sultan mas apropiadas para que, los seres que somos, nos desenvol-
como seres socio-históricos, para poder contemplarlas desde nin- vamos en el mundo, y no porque reflejen mejor el mundo tal y
guna descripción, desde ningún esquema y con independencia de como es realmente.
cualquier modo de acceso a las cosas. Es decir, ver las cosas desde Lo que está en cuestión aquí es la versión más interesante del
.1
ningún lugar, o mirarlas con los ojos de Dios. realismo: No la vers.ión que se limita a decir que «hay algo, ahí
Lo que aquí está en cuestión es, en definitiva, la concepción no fuera», smo la que afirma que «lo que hay, ahí fuera, tiene unas ca-
relacional del modo de ser de las cosas. Las cosas no son sino el racterísticas bien definidas» que son las responsables de establecer

78 79
si lo que decimos acerca de ellas es adecuado o es inadecuado. El
r El diálogo podría seguir así indefinidamente, pero, para concluir,
relativismo cuestiona simplemente que el concepto de cualquier quien está dialogando con Goodman, dice:
cosa sea un efecto causado por esa cosa, o que exista una relación
causal entre una descripción y algo no descrito que da lugar a esa Podemos seguir así hasta que usted se canse. Pero, bueno, lo que me
descripción. resulta claro es que, usted, lo único que consigue demostrar, señor
En tercer lugar, aunque lo descrito no sea un efecto de su des- Goodman, es que sin versiones del mundo las estrellas no existirían en
cripción, no se puede infravalorar el papel instituyente de nuestras «tanto que estrellas». Pero, desde luego, existirían estrellas.
descripciones. Me limitaré aquí a recoger, una vez más, como ya lo
hice en Municiones para disidentes, el diálogo imaginado por Nel- Y Goodman contesta:
son Goodman (1906-1998) acerca delas estrellas, porque me pare-
Si usted quiere ... Pero, estrellas que no son, «en tanto que estre-
ce, sencillamente, magnífico.
llas», estrellas que no son «en tanto que algo que se mueve» o «en tan-
Se trata de saber si una constelación, en este caso la Osa Mayor,
to que algo que brilla», elementos, objetos que no son «en tanto que
-----estaba ya ahí hace millones de años o si, por el contrario, esta cons- algo», resulta que no son nada. O son «en tanto que algo» o no son
telación es contemporánea de una determinada versión del mundo nada. Si usted se está refiriendo a la existencia de algo, lo llame como lo
elaborada por algunos seres humanos. El diálogo transcurre aproxi- quiera llamar, o bien lo hace desde una determinada «versión del mun-
madamente de la manera siguiente: do» o bien es como si no se estuviese refiriendo a nada ...

Pregunta: ¿La Osa Mayor ha sido hecha, ha sido constituida, por En definitiva, lo que se está cuestionando es la pretensión realis-
una determinada versión del mundo? ta de acceder a la realidad tal y como es, en sí misma. Es decir, a la
Respuesta: No, la Osa Mayor ha sido hecha por la naturaleza, esto
realidad pre-conceptualizada. ¿Acaso alguien es capaz de decir cómo
es evidente.
Pregunta: Entonces, segunda pregunta: ¿La naturaleza ha hecho de es la realidad pre-conceptualizada?
la Osa Mayor «la Osa Mayor»? En cuarto lugar, es obvio que la realidad admite distintas des-
Respuesta: No, la Osa Mayor ha sido hecha «Osa Mayor» a partir cripciones y, es obvio, que esto no constituye un argumento contra
del momento en que cierta configuración fue detectada y se la denomi- el realismo. En efecto, el realista puede considerar que la realidad es
nó «Osa Mayor». compleja y que pueden existir descripciones parciales de esa reali-
Pregunta: Pero ¿qué es eso que fue hecho por la naturaleza y que es- dad, todas ellas correctas, pero focalizadas sobre distintos aspectos
taba ahí, esperando que se transformase en «Osa Mayor», desde una o situadas en distintos niveles de análisis.
determinada versión? ¿Pero qué ocurre si la misma realidad se describe de dos maneras
Respuesta: Pues, una constelación, claro, una constelación particular. que, aun siendo ambas correctas, resultan contradictorias entre sí?
Pregunta: ¿Ha sido hecha «constelación» por la naturaleza? ¿Dónde quedan en este caso las famosas propiedades intrínsecas de
Respuesta: No, ha sido hecha «constelación» por una versión que ha los objetos que describimos? ·
distinguido entre ciertas configuraciones de estrellas y ha llamado
Podemos recurrir. a un ejemplo que nos ofrece Hilary Putnam
«constelación» a un tipo de configuración. -
Pregunta: Bueno, está claro que la naturaleza ha hecho las estrellas (1926-) para ilustrar el hecho de que el concepto mismo de objeto
pero, ¿ha hecho de las estrellas «estrellas»? depende de nuestras convenciones y de nuestras decisiones acerca
Respuesta: No. Han sido hechas «estrellas» por una versión que ha de «cómo recortar la realidad en objetos diferenciados».
distinguido, bajo el término general «estrellas», determinadas agrega- Consideremos el siguiente microuniverso, tal y como queda re-
ciones de partículas o de objetos en el cielo que tienen talo cual aspecto. presentado en la siguiente figura:

80 81
Buena parte de los realistas actúan como si fuesen los herederos
a. o direct~s ~e ~os logros .d~ la r.lustración y los guardianes de sus gran-
des pnnciplO~ emancii?~to710s. En efect?, la. Ilustración consiguió
c. o arrebatar al czelo la legitimidad de la vendicciÓn y transferirla a los
seres humanos. Lo hizo, además, de una forma que permitía, por lo
menos aparentemente, evitar que las discrepancias entre seres hu-
·Cuántos objetos hay en esta figura? La respuesta correcta es, manos tuviesen que resolverse mediante el conflicto y la imposici6n
hac1endo uso de la aritmética clásica, 3 objetos. Sin embargo, hay de la ley del más fuerte. El procedimiento consistió, sencillamente,
otras aritméticas, como, por ejemplo, la del matemático polaco Sta- en e~tablec~r un principio de ~rbitraje, situado por encima de la
contmgencia de los puntos de vista y de los intereses de los diversos
nislaw Lesniewski (1886-1939).
Interesado por la problemática de los conjuntos y de su~ partes, colectivos hun:anos. Fue la propia realidad, independiente, objeti-
Lesniewski considera como un objeto la suma de dos obJetos. Se va, y aprehensible por la Razón, especialmente por la Razón cientí-
-trata de lo que se llama «sumas mereo~ógicas». Co~ este sistema fica, la que ocupó el espacio del arbitraje, poniendo fin, de esta ma-
aritmético resulta que, en la figura antenor, hay 7 obJetos: a, by e, nera, a la tentación de la arbitrariedad.
Buena parte de los realistas ven en el relativismo ontológico un
por una parte, ab, ac y be por otra, ~' finalmen.te, abe.
Estas dos descripciones de la realzdad constituyen un argumento intento de desmantelar los logros de la Ilustración, para satisfacer
a favor del relativismo conceptual puesto que lo que cuenta co~.o así una desmesurada voluntad de poder. En efecto, atribuyen a los
realidad depende, obviamente, del esquema conceptual que se utih- defensores del relativismo ontológico la pretensión de no querer
za, y cada descripción es perfectamente correcta desde dentro del permanecer a merced del mundo tal y como es y de arrebatarle en
beneficio propio, esa capacidad de arbitraje que la Ilustración le,ha-
esquema que la genera. .
Sin embargo, como 3 es, incontestablemente, diferente de 7, re- bía conferido.
sulta que ambas descripciones (cada una de ellas verdadera) son Porque, claro, si somos nosotros, como lo pretenden los relativis-
contradictorias entre sí. ¿Cómo saber cu~l de ellas s; cor~espo.nde tas ontológicos; quienes, de alguna manera, construimos la realidad,
con las propiedades intrínsecas de la reahdad? ¿Que senudo uene resulta que somos nosotros, y no el mundo, quienes pasamos a de-
preguntarnos si la verdadera realidad está hecha, e~ este caso, de 3 tentar el poder de establecer los criterios por los que se aceptan o se
objetos o de 7 .objetos? ¿Cór!l.O ~~ber cuá~tos obJetos _hay desde rechazan las afirmaciones sobre la realidad.
fuera de cualqmer esquema antmetico? ¿Como saber cua~tas para- Para buena parte de los realistas, lo que pretenden de esta forma
lelas pasan por un mismo punto desde fuera de un determmado es- los rela~ivistas ~o es otra cosa que hacernos creer que podemos
constrmr la reahdad en consonancia con nuestras decisiones y con
quema geométrico? . . nuestros deseos. Según ellos, esta megalomanía relativista desem-
¿Quiere esto decir que el esquema ~re a la re~lzdad? Ciertamen-
te, no. Ahora bien, sí significa que no u ene senudo hablar de la. rea- boca directamente sobre el peligro. de un recurso a la pura fuerza
lidad tal y como es intrínsecamente. Es decir, con inde~e~dencia de q~e tan sólo el arbitraje del mundo tal y como es resulta capaz de
nuestros esquemas y, por lo tanto, de nuestras caracter:sucas. evitar.
En definitiva, el argumento que aqu~ hemos reco~,Ido ~? sola- E;t?Y convencido. de que, por detrás de las convicciones episte-
mente ilustra el relativismo conceptual, smo que tambien rruhta, de- molog~cas Y. ontológicas, es ésta preocupación política, basada en
las meJore~ mtericiones, la que impulsa los ataques de buena parte
cididamente a favor del relativismo ontológico.
Para con~luir me gustaría subrayar lo que, a mi entender, ~ubya­ de los realistas contra el relativismo.
ce en el propio vigor con el cual.s~ defienden po~t_Uras r;~hstas o P~r su.~arte, los rel.ativistas insisten en culminar el proceso de se-
posturas relativistas. Me estoy refmendo a la cuesuon pohuca. cularzzaczon emprendido por la Ilustración denunciando, al mismo

83
82
tiempo, las trampas tendidas por esa secularización a medias que
propició la Ilustración. Decimos, secularización a medias porque, si
bien se arrebató a Dios (es decir, a sus representantes) el privilegio
de la veridicción, fue para depositarlo en nuevas instancias suprahu-
manas, como son la Razón Universal o las propiedades intrínsecas
del mundo; pero no para remitir ese privilegio directamente a los
colectivos humanos.
Sin embargo, el esfuerzo por eliminar cualquier instancia su-
prahumana no convierte a los seres humanos en dioses que puedan
modelar el mundo en función de sus deseos. La voluntad de culmi-
nar el proceso de secularización resultaría, cuanto menos, paradóji- PARTEII
ca si, para eliminar la figura de Dios, o de sus dobles, no tuviese otra
--~- alternativa que la de multiplicarla. Si los relativistas cayesen en esa
paradoja, es obvio que los realistas tendrían toda la razón en denun- CORNELIUS CASTORIADIS,
ciar los peligros que encierra su discurso. Bien al contrario, la reivin- MICHEL FOUCAULT, RICHARD
dicación relativista de una instancia simplemente humana conlleva,
necesariamente, el reconocimiento de una finitud, de una contingen- RORTY Y MICHEL SERRES:
cia y, en definitiva, de una fragilidad que se sitúa en el polo opuesto
de cualquier prepotencia.
COMPARANDO LO
El relativista no alberga, por lo tanto, ninguna certeza en cuanto INCOMPARABLE
a las posibilidades de cambiar el mundo. Tampoco tiene ninguna
certeza en cuanto a qué es lo que habría que hacer para cambiarlo.
Lo único que se niega a aceptar es que existan razones de principio
por las cuales deba renunciar a intentar cambiar el mundo.
En definitiva, buena parte de los realistas están convencidos de
que la aceptación del realismo forma parte de las condiciones de po-
sibilidad de la libertad. Algunos relativistas estamos convencidos de
que la aceptación del realismo constituye una traba para el ejercicio
de la libertad. La discusión vuelve a situarnos de lleno en el ámbito
de.l deb~te político, mostrando la imposibilidad de obviar su pree-
mmencia.

''!
,!

84
i'

Prolegómeno:
un propósito de imposible cumplimiento

El título «Cornelius Castoriadis, Michel Foucault, Richard Rorty, Mi-


chel Serres: comparando lo incomparable», que encabeza la segunda
parte de este volumen, expresa una imposibilidad que no sólo es pal-
pablemente manifiesta, sino que, además, lo es por partida doble.
Imposibilidad, en primer lugar, porque, obviamente, carece de
sentido comparar lo que se declara, expresamente, incomparable.
Aunando dos términos antagónicos en forma de oxímoron, tan
sólo pretendemos enfatizar la originalidad radical (incomparable,
por lo tanto) de cada uno de estos cuatro pensadores.
De hecho, más allá de una comparación en sentido estricto, in-
tentaremos indagar la posible presencia de un trasfondo común y de
unas preocupaciones, si no idénticas, por los menos semejantes. Se
trata de buscar lo que puede enlazar las preguntas que se plantean
en el seno de las cuatro obras, así como las concepciones y las prác-
ticas que se cuestionan y, también, las propuestas que se fo~mulan.
La comparación no va a consistir, consecuentemente, en un che-
queo sistemático de las similitudes y de las diferencias entre estas
cuatro obras, sino en el intento de encontrar un hilo conductor, un
común denominador o, por lo menos, un cierto «aire de familia», en
el sentido de Wittgenstein. El propósito es tratar de entender por if
qué estas cuatro obras resultan tan fascinantes para quienes intenta- ¡'

mos avanzar en las líneas emancipatorias abiertas por la Ilustración, 1

pero sobrepasando, al mismo tiempo, los límites que ésta estableció. 1!,

En definitiva, se trata de saber si existe un hilo conductor que,


más allá de la incontrovertible originalidad de cada autor, nos per-

87 1

l.
1'
¡·
mita considerar cada una de las contribuciones como cuatro facetas
de una misma obra.
r
1

¿Cómo definir a Castoriadis, por ejemplo? ¿Fue un filósofo? Sí,


Sin embargo, no podemos obviar que nos encontramos ante cua- claro. ¿Se trató de un psicoanalista que realizaba, además, interesan-
tro autores enormes que han pensado mucho, que han escrito pro- tes apor:_aciones a~~ teorí~ analítica? Sí, también. ¿Fue un sociólogo
fusamente, que han leído aun más y que han innovado de forma im- y, ad~ma~, un socw~ogo mnovador? Basta con leer La institución
irnagznarza de la soczedad para que no quepa duda de ello. ¿Fue un
portante. Pretender apropiarse plenamente de su pensamiento para
politólogo q~e, además, anudó la reflexión política y la práctica po-
poder dar cuenta de sus aportaciones, constituye el segundo aspec-
lítica? Tam~Ién. ¿Estam~s ante un historiador, empeñado, según la
to de la imposibilidad aludida al iniciar este apartado o representa
sugerente formula de Michel Foucault, en elaborar «la historia del
cuanto menos, un claro despropósito. '
presente»~ T~mpoco. puede cabemos duda al respecto. La reflexión
Un despropósito que, quizás, se puede corregir aclaraAdo que no
de Castonadis transita por todos y cada uno de esos registros sin
vamos a desmenuzar detalladamente sus obras sino que nos limita-
que se agote en ninguno de ellos. Del mismo modo, se puede extra-
remos a exponer algunas de sus líneas de fuerza.
polar el carácter polifacético del pensamiento de Castoriadis a los
Para empezar, presentaremos los cuatro autores situándolos en el
otros pensadores que aquí nos interesan aunque, quizás, con menor
contexto del pensamiento contemporáneo, examinando el terreno
énfasis en el caso de Richard Rorty, cuya especialización es más es-
en el que se fraguan sus obras y acotando el campo por el que trans-
pecíficamente filosófica. ·
curren unas trayectorias empeñadas en ir dibujando un pensamien-
La originalidad que caracteriza a todos y cada uno de estos auto-
to diferente.
res dificulta también el que podamos ubicarlos claramente en el
En la que constituye quizás la mejor biografía sobre Foucault seno de las tradiciones de pensamiento o de las escuelas existentes.
publicada en 1989 bajo el escueto título Michel Foucault su auto; Ninguno de ellos se adhiere explícitamente a una tradición estable-
Didier Eribon, dice lo siguiente: ' ' cida, ni se perciben filiaciones directas con alguna, y tampoco pue-
den ser considerados simples continuadores de algo que ya estaba
~s obv~o que una filosofía no nace ya equipada con sus conceptos y
en marcha. O, cuando en un determinado momento se sitúan en
s~s mvencwne~, en el seno de una mente solitaria, volcada en el ejerci-
CIO del pens~m1ento. No se puede entender un proyecto intelectual y su
una t~adición, es para acabar cuestionándola y salir de ella, como le
~esa~rollo s1 no, s.e le contempla en_ el marco d~ un espacio teórico, ins-
ocurnó, por ejemplo, a Castoriadis con el marxismo. Nuevamente
tltucwnal y poht1co [... ]Lo que P1erre Bourd1eu llamará «un campo». Rorty, quizás tambiénen este aspecto, sea el que se ubique más cla-
ramente en una tradición de pensamiento por su reiterada reivindi-
Es ese «campo» simultáneamente político, institucional e inte- cación del legado pragmatista.
lectu;al el que vamos a explorar. Sin embargo, me gustaría volver, Tal vez lo que dice Christine Fremont a propósito de Michel Se-
previa:nente, sobre el impos~ble propósito que consiste en compa- rres en un número especial de la revista Critique dedicado a este
r~r lo I~~omparab!e. y~ he dicho que s.e trataba de un simple artifi-
autor, se pued~ extrapolar a todos ellos: «Serres no es discípulo,
CIO retpnco para sigmficar y para enfatizar la originalidad radical de p~ro tampoco tiene un maestro, no sigue a nadie, ni intenta profun-
cada uno de los cuatro autores. Esta originalidad no se refiere sola- dizar las líneas trazadas por otros. Serres es imprevisible, nadie sabe
mente al contenido s~stantivo de sus aportaciones, sino que abarca de qué tratará su próximo libro, ni cuál será su discurso. ¿Autor di-
otro.s aspectos. Por eJemplo, esta originalidad nos impide recurrir a fícil? No, simplemente imprevisible. Serres no tiene discípulos por-
las trr~ologías al uso para intentar etiquetarlos con precisión o para que no ofrece un método que sería iterable. Tener discípulos es te-
encaszllarlos en el seno de las disciplinas académicas. Todos ellos son ner poder». Y a ninguno de los cuatro autores les preocupa tener
poder en este sentido.
tr~nsversales y t~dos ellos son plenamente híbridos. Su lugar acadé-
rmco es, por decirlo de alguna manera, claramente extraterritorial. Los ~uatr~ autores también son hibridos en términos de los gé-
neros discursivos a los que recurren: ensayos filosóficos, textos lite-
88
89 H

-
rarios, estudios documentales e incluso poesía. El más científico de Por ejemplo, situándonos en un nivel muy general, los cuatro
ellos, Michel Serres, es, quizás, también el más propenso a la escri~ son productores de unos textos que sirven directamente para que
tura poética. otros textos sean producidos por otras personas; el pensamiento de
Estas cuatro trayectorias atípicas manifiestan, sin duda, un talan- los cuatro incide sobre nosotros de una forma tan particular que
te crítico demoledor respecto de lo establecido, un permanente rece- nos obliga a repensar lo que estábamos convencidos de tener ya
lo hacia lo heredado y una clara voluntad de «dejar de ser lo que so- pensado. Jonathan Arac, en su libro After Foucault (1988), declara-
mos». Es decir, cierta adhesión, si se quiere, a la famosa frase de ba algo tan sugerente como que «incluso para defender un punto de
J ean-Paul Sartre según la cual «lo importante no es lo que han hecho vista en contra de Foucault, no tenemos más remedio que redefinir
de nosotros, sino lo que nosotros mismos hacemos de Jo que han he- ese punto de vista».
cho de nosotros». En esta afirmación aparecen implicadas, a la vez, También tienen en común, por supuesto, el hecho de pertenecer
una aguda capacidad de diagnóstico para conseguir captar «lo que a una misma generación y a una misma época, por lo que su pensa-
han hecho de nosotros», así como los mecanismos que se han utili- miento se ha conformado, bajo la presión de unos mismos «princi-
zad-o ·para ello; una capacidad de distanciamiento (o de descentra- pios epocales», por recurrir a la expresión de Heidegger que indica
ción) para poder verse a sí mismo desde otra perspectiva que la que que una época sólo aparece como tal desde la perspectiva de otra
viene definida por nuestras condiciones de existencia; una capacidad época; es decir, cuando ésta ya ha concluido. Principios epocales
de resistencia (o de ruptura) que pasa por saber decir «NO» a lo que cuya historicidad y cuya contingencia sólo se hacen visibles, por lo
somos en el presente; y, por fin, una capacidad de innovación y de general, a los oriundos de una época distinta. .
creación, indispensable para devenir distintos de lo que somos. En efecto, tan sólo 9 años separan al más viejo, Castoriadis, del
La innovación (en esto insisten Cornelius Castoriadis y Michel más joven, Rorty. Castoriadis (1922-1997), que murió a los 75 años,
Serres) o bien es radical, o no es propiamente innovación; la crea- tendría hoy 83; Foucault (1926_:1984), fallecido a los 58 años, ten-
ción, la «poiesis», o bien es impredecible, o no es propiamente crea- dría en nuestros días 79; Serres (1930-) tiene a día de hoy 75 y Rorty
ción. La innovación implica ruptura o, cuanto menos, bifurcación (1931-) tiene en la actualidad 74 años.
con relación a lo instituido. Abandono de unas autopistas ya traza- Si de forma totalmente arbitraria situamos en torno a los 25 años
das para adentrarse en unos senderos que aún no existen. la edad a la cual un universitario ha culminado lo esencial de su pe-
· Los cuatro autores constituyen puntos de referencia ineludibles, ríodo de formación, se puede decir que los cuatro consuman ese
lugares de paso obligado para quienes pretendemos participar en la proceso alrededor de 1950. Es esta fecha a partir de la cual ensayan
gran conversación construida por el pensamiento contemporáneo la producción de unos primeros escritos que alcanzan un público
que es, al mismo tiempo, la que va construyendo este pensamiento. muy limitado, como ocurre en los inicios de toda carrera.
No son, ni mucho menos, claro está, los cuatro únicos puntos de Su salto a la notoriedad se produce también en fechas relativa-
referencia, ni tampoco cada uno de ellos ha tenido igual resonancia mente próximas entre sí. Foucault es, en este sentido, el más pre-
ni idéntico impacto en el pensamiento contemporáneo. Michel coz, puesto que su libro de 1966 (Las palabras y las cosas) suscita
Foucault y Richard Rorty son, sin duda, los que gozan de mayor o ya amplísimos comentarios. Serres le sigue de cerca con la publi-
de más extensa influencia y reconocimiento. Michel Serres y Cor- cación en 1969 del primer volumen de la serie Hermes. No será .1
nelius Castoriadis son apreciados por un público más restringido hasta 1975, con la publicación de La institución imaginaria de la
(sobre todo Castoriadis debido probablemente a una carrera acadé- sociedad, que Castoriadis romperá los límites del círculo, relativa-
mica totalmente atípica). mente restringido, de quienes seguían con enorme interés sus es-
Pese a nuestra anterior alusión a la incomparabilidad, puede ver- critos. Y habrá que esperar a 1979 para que la publicación de La fi-
se que los cuatro autores parecen tener suficientes puntos en común losofía y el espejo de la naturaleza confiera a Rorty un amplio
para que sea lícito considerarlos conjuntamente. reconocimiento.

90 91
Los cuatro autores comparten un amplio período de vida común
T 1
¡
pante, etcétera. De los cuatro autores, Foucault y Castoriadis serán
puesto que, desde que nace el últim~ hasta q~e muere el_rrimero, los que quedarán más profundamente marcados por esos aconteci-
transcurren 53 años. Se trata de un m1smo penado, pero s1tuado en mientos, particularmente por Mayo del 68. Son también los dos
dos contextos geopolíticos, culturales y lingüísticos diferentes: Es- autores más directamente politizados, seguidos de Rorty a cierta
tados Unidos y el contexto anglófono para Rorty; Europa (Francia, distancia y, de muy lejos, por Michel Serres.
más precisamente) y el contexto francófono para los otros tres; En el ámbito socio-económico, los años 60 (claves para los cua-
aunque Castoriadis, de origen griego, no se instalará en París hasta tro autores) estuvieron marcados por el desarrollo de la llamada so-
1945, cuando ya tiene 23 años. ciedad del consumo y de la llamada sociedad de la comunicación. La
El contexto político que marca la juventud de todos ellos es la sociedad del consumo y de la comunicación o, como les gustaba de-
Segunda Guerra Mundial, con los campos de exterminio y la barba- cir a algunos, del espectáculo dará lugar a los incisivos análisis de
rie nazi como trasfondo y con Hiroshima y Nagasaki como aconte- Guy Debord (1931-1994) y de la Internacional Situacionista.
cimientos categóricos; es decir, con la bomba atómica co~o evento Entre el final de los 60 y principios de los 70, también empiezan
de mayor trascendencia. En definitiva, el horror y el pehgro como a configurarse los enormes efectos sociales, culturales y económicos
características de civilización. que provocará una de las grandes innovaciones (una innovación
Todos, menos Castoriadis, son demasiado jóvenes para desem- mayor, si se quiere) en el campo de las tecnologías de la inteligencia:
peñar un papel activo en el períod? de la Guerra. La.vi~en Y. la su- el ordenador y, posteriormente, la telemática.
fren desde la ausencia de protagomsmo; salvo Castonad1s qmen, en En el ámbito cultural, del pensamiento y académico, el período
Grecia, se implica intensamente en la resistencia contra el ejército de formación de los cuatro autores está dominado, en el campo de
la filosofía y de las ciencias humanas, por dos corrientes con pre-
alemán.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el contexto político en tensiones claramente hegemónicas. Por una parte, en~ontramos en
el que van a vivir los cuatro pensadores es, como bíen sabemos, el de Estados Unidos la filosofía analítica, consecuencia del primer giro
la Guerra Fría, con la constante escenificación de la tensión entre lingüístico. Es decir, del giro lingüístico logicista impulsado por los
los dos bloques y con el cataclismo nuclear como horizonte siempre filósofos de la Escuela de Cambridge y alimentado, en Estados Uni-
presente. Es un período de intensa presión ideológica, con el ma- dos, por los neopositivistas que provenían· del Círculo de Viena.
cartismo y la caza de brujas presionando toda la vida intelectual en Por otra parte, puede reconocerse en Francia el influjo del marxis-
Estados Unidos y, en Europa, con el estalinismo (otra caza de bru- mo, con la figura del intelectual comprometido y con la fuerte in-
jas), que presiona también toda la vida intelectual, especialmente en fluencia ejercida por Jean-Paul Sartre (1905-1980), por Louis Al-
el ámbito universitario. thusse.r (1918-1990) o por Louis Aragon (1897-1982) en el campo
Otros hitos políticos importantes son, en Francia, las guerras co- de la hteratura. En ese período, o bien se es marxista, o bien se está
loniale~: primero la Guerra de Indochina y luego la Gu.erra d~ Ar- en el campo de la reacción y del establishment académico. El propio
gelia. Esta pondrá al orden del día los temas de la res1stene1a, de Foucault, por ejemplo, se integrará en los círculos intelectuales del
la desobediencia civil y de la insumisión como, más tarde, lo hará la P.arti?o Comunista Francés (P.C.F.) en 1950. En cualquier caso, la
Guerra de Vietnam, tanto en Europa como en Estados Unidos. vtda mtelectual francesa de los años 50 y principios de los 60 no se
Y por fin, las revueltas estudiantiles del 68, con el ineludible puede entender sin una referencia directa a la influencia, práctica-
·Mayo del68 en Francia y con las revueltas del Campus de Berkeley mente hegemónica, del pensamiento marxista.
en Estados Unidos, por mencionar tan sólo dos de los múltiples Si ~xaminamos con mayor detalle el panorama intelectual en
episodios que sacudieron la escena política de muchos otros países: Fran~ta, podemos ver que los años 50 y 60 están marcados, de ma-
México y la matanza de Tlatelolco (Plaza de las tres culturas); Ale- nera Importante, por la influencia de las siguientes corrientes: 1
¡,
¡,
mania con Berlín y la Universidad Crítica; Italia y el Mayo Ram- 1'

93
92
- Por una parte, la penetración del hegelianismo de 1~ mano de analítica. Será, asimismo, uno de los más ac.erbos críticos del plato-
Alexandre Kojeve (1902-1968) y de Jean Hyppohte (1907- nismo rampante que habita la filosofía contemporánea.
1968), el cual, dicho sea de paso, será uno de los maestros de Castoriadis, marxista de proa en sus inicios y alumno de Lacan
Foucault. durante un tiempo, devendrá un crítico acérrimo de Lacan y un crí-
- Por otra parte, apoyándose en Georg Wilhelm Friedrich He- tico demoledor del marxismo.
gel (1770-1831) y en Edmund Husserl (1859-1938), el fuerte Foucaul_t, influenciado, aunque se resistiera a reconocerlo, por el
desarrollo de la fenomenología, con la importante figura de estructurahsmo en el período en el que escribe Las palabras y las co-
Maurice Merleau-Ponty (1908-1961) como uno de sus princi- sas y La arqueología del saber, se convertirá en uno de los artífices
pales valedores. más notables del postestructuralismo.
- En tercer lugar, producto de la combinación entre la fenome- Por su parte, Michel Serres resultará ser un híbrido entre las
nología y el marxismo, el desarrollo de la corriente existencia- ciencias de la naturaleza y las ciencias humanas (englobando en és-
lista protagonizada, en particular, por J ean-Paul Sartre. tas a la literatura) y se dedicará a zarandear la tradicional escisión
- Sin olvidar, claro está, el importante desarrollo del estructura- entre estos campos. El más cercano de los cuatro a las ciencias duras
lismo, con los trabajos de Claude Gustave Levy-Strauss (1908-) es también, como ya lo hemos dicho, el más cercano a la expresión
en el campo de la antropología, con las formulaciones de J ac- poética. .
ques Lacan (1901-1981) en el ámbito del psicoanálisis o con las . En definitiva, ~i algo tienen en común los cuatro pensadores es,
contribuciones de Althusser en los terrenos de la filosofía y de sm dud~ y en pnmer lugar, una fuerza intelectual suficiente para
la epistemología. c?nsegmr d~smarcarse de aquello mismo que ha constituido su pro-
- Por fin, cabe resaltar la creciente atención prestada al fenóme- pw pensamiento. Ya veremos, más adelante, que comparten bastan- ":.!11'1
•11~
no del lenguaje, más como resultado de la influencia de Ferdi- tes más cosas, y, sin querer adelantarnos a las conclu~iones que ire-
nand de Saussure (1857-1913) y del desarrollo de la propia lin- mos perfilando, quizás podamos mencionar ya que, entre lo que les
güística, que como resultado del giro lingüístico que propició une, figuran el anticartesianismo, la oposición a la filosofía de la
en Estados Unidos y en Inglaterra el desarrollo de la filosofía conciencia, el rechazo a la filosofía del sujeto, el abandono de Pla-
analítica, la cual, sea dicho de paso, permanecerá casi total- tón y la sensibilidad hacia la contingencia y hacia la historicidad.
mente ignorada eri Francia hasta prácticamente los años 80.

El precedente es, a grandes rasgos, el terreno intelectual en el que se


forja el pensamiento de los cuatro autores. Salta a la vista que tanto
FriedrichNietzsche (1844-1900) como Martín Heidegger (1889-1976)
están prácticamente ausentes de esa escena intelectual. La influencia
que estos pensadores ejercerán sobre Foucault, especialmente, y tam-
bién sobre Rorty se producirá desde fuera de las líneas dominantes del
pensamiento que hegemoniza el período de su formación intelectual.
De hecho, los cuatro autores se afirmarán por oposición a todas,
o a algunas, de las propias corrientes que alimentan su propia for-
mación intelectual. En esta medida, constituyen pensadores esen-
cialmente refractarios e híbridos.
Rorty, por ejemplo, seducido por Platón en su juventud Y. filós~­
fo analítico en sus inicios, se situará en las antípodas de la f1losoúa

94
95
1
Cornelius Castoriadis

Ya hemos visto que Cornelius Castoriadis es un personaje que en-


caja muy difícilmente en las divisiones y en las categorías discipli-
narias del mundo académico. Se trataba, sin duda, de un filósofo
que dominaba, como pocos, el conjunto de la antigua filosofía grie-
ga y que conocía, en profundidad, buena parte de la filosofía occi-
dental posterior. Asimismo, fue un sociólogo que no solamente
analizaba con finura las sociedades capitalistas y las sociedades bu-
rocráticas-capitalistas, sino que elaboró una nueva comprensión del
hecho social. Fue, además, un economista que ejerció profesional-
mente como tal durante muchos años. También fue un psicoana-
lista que no se limitó a ejercer como tal, sino que pensó y escribió
sobre el psicoanálisis y sobre la constitución psicológica del ser hu-
mano. Fue, además, un politólogo que actuó como analista político,
pero que desarrolló también una intensa y comprometida práctica
política. Por si todo esto fuese poco, fue, al mismo tiempo, un buen
historiador, un experto en matemáticas y un gran conocedor de la
física y de las ciencias naturales.
Queda claro que Castoriadis es académicamente atípico porque
es transversal con relación a las especialidades académicas, y tam-
bién porque tiene 57 años cuando penetra en los círculos oficiales
de la Academia. Empieza a ejercer como académico a una edad en la
que otros piensan ya en la jubilación.
Lo precedente indica suficientemente que Castoriadis no es un
autor fácil. No lo es por la extensión del registro de saberes quema...:
neja (algo hay que saber de filosofía, de psicología, de sociología, de

97
política, etcétera, para poder leerlo con provecho). Pero, sobre todo, Quizás lo que hemos indicado hasta ahora podría parecer sufi-
no es un autor fácil porque acude al conjunto de esos saberes, inter- ciente para situar al personaje. Sin embargo, no lo es en absoluto,
conectándolos para construir los conceptos que utiliza y para desa- porque el pensamiento que desarrolla Castoriadis está ligado, de
rrollar sus análisis. Psique y sociedad forman conjunto, lo histórico forma muy íntima, a su biografía política y no se puede entender su
y lo social son indisociables, distintas lógicas operan en lo social, las obra sin hacer una referencia directa a su compromiso y a su tra-
categorías ontológicas de la filosofía deben ser previamente cuestio- yectoria políticos. En efecto, Castoriadis fue el más explícitamente
nadas para entender lo social, etcétera. El pensamiento de Castoria- político. de los cuatro autores que nos ocupan. An.te to~o, fue un
dis es, sin duda, complejo y un gran estudioso de la complejidad, militante político y, más concretamente, un revolucwnano profun-
como es Edgar Morin (1921-), no dudó en definir a Castoriadis como damente disconforme con la sociedad capitalista e intensamente
un auténtico «titán del pensamiento». comprometido con una transformación radical de la sociedad con-
temporánea. Fue a partir de ese compromiso político que elaboró
su concepto central de la autonomía y formuló una nueva concep-
--~Apuntes biográficos: la política como exigencia y ción de la sociedad, focalizada en su concepto (igualmente central)
como pasión del imaginario. Será también a partir de ese compromiso político
(antisistema capitalista) que romperá, de forma radical y definitiva,
Para acercarse a la complejidad de Castoriadis no es inútil repasar con la tradición que lo nutrió. Es decir, con la tradición marxista.
una biografía que también presenta ciertos rasgos de complejidad. Parece oportuno, por consiguiente, dedicar un espacio bastante
Castoriadis nació en Constantinopla (Estambul) en 1922, pero amplio a repasar la biografía política de Casto~iadis ! a e~~minar
creció en Atenas, donde permaneció hasta 1945, trasladándose a cómo se van forjando, en el transcurso de esa bwgraf1a poht1ca, al- :ji'
Francia, con 23 años, para cursar el doctorado. Fue en Francia don- gunos de los principales conceptos que elaboró.
de pasó el resto de su vida, hasta 1997, año en el que murió en una Castoriadis fue, políticamente hablando, muy precoz. Su adoles-
operación de corazón. cencia se desarrolló en Grecia bajo la dictadura militar del general
Castoriadis desarrolló una actividad política en el campo de la ex- Metaxas. A los 15 años, en 1937, se involucró en la lucha contra esa
trema izquierda, trabajó como economista en la Organización para la dictadura, integrándose en una organización clandestina de Jóvenes
Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), donde dirigió un Comunistas. El grupo del que formaba parte fue desarticulado sien- 1

Departamento de estudios estadísticos, cuentas públicas y estudios do algunos de sus compañeros detenidos y torturados. Sin embar- 1!

de crecimiento. En 1970, a sus 48 años, abandonó ese cargo para de- go, soportan la tortura y no delatan a sus camaradas. Este hecho il
dicarse profesionalmente, poco tiempo más tarde, en 1973, al psico- marcó profundamente al joven Castoriadis, haciéndole ver que la
análisis. En 1975 publicó su obra magna: La institución imaginaria de resistencia es posible, que el poder es resistible y que la biología no ",111
la sociedad. Y en 1979 da inicio a su carrera académica, incorporán- agota el ser humano, puesto que éste puede dominar lo que le exige
1

dose como Director de Estudios en la Escuela de Altos Estudios en su cuerpo (por ejemplo, aguantar el dolor acudiendo a compromi-
Ciencias Sociales de París, donde impartirá sus cursos hasta 1995. sos de orden simbólico, como puede ser la exigencia de no delatar a
Dedicó sus dos primeros cursos a debatir sobre la problemática los compañeros). ·
de la autoorganización. Luego, se centró durante 10 años en la cues- En 1939, cuando se origina el estallido de la Segunda Guerra
tión de la creación humana. Y, por fin, dedicó los últimos cursos (de Mundial y comienza a organizarse la resistencia en Grecia, Casto-
1993 a 1995) a la cuestión del psicoanálisis (se ha comenzado, hace riadis, con 17 años, ingresa en el Partido Comunista Griego. Con
pocos años, la publicación de la integridad de esos cursos). En 1995 todo, empieza muy pronto a discrepar de la línea política del Parti-
interrumpió su docencia en la Escuela, pero siguió ejerciendo como do Comunista (que considera patriotera, nacionalista y poco revo-
psicoanalista hasta su muerte. lucionaria) y también de los métodos de los que éste se sirve y que

98 99
considera burocráticos y autoritarios. Poco a poco se va inclinando zar y de pensar con el fin de poder incidir y de conseguir trans-
hacia los planteamientos trotskistas, que le parecen más revolucio- formar.
narios, y, en 1944, a los 22 años, se integra en el Partido Trotskista La revista se publicó hasta 1965 y el propio grupo Socialisme ou
Griego. Barbarie se disolvió al año siguiente, en 1966, tan sólo dos años an-
En !945 (año de su traslado a Francia) ingresó, naturalmente, en tes de la gran explosión del 68.
el Partido Comunista Internacionalista (P.C.I), que es como se de- Esa revista se considera hoy como una revista mítica, probable-
nominaba, en aquel momento, el Partido Trotskista en Francia. Sin mente porque algunos de sus análisis se han visto confirmados, a
embargo, no tardará mucho en desarrollar una línea crítica hacia la posteriori, por el desarrollo de la historia y también porque algunos
postura oficial del P.C.I., creando en su seno una tendencia organi- de los que participaron en su edición adquirieron cierta notoriedad:
zada que se opondrá a la línea mayoritaria. En efecto, para Casto- el propio Castoriadis, que fue su animador principal, pero también
riadis la Unión Soviética no es «un estado obrero degenerado», Claude Lefort (1924-) oJean-Fran¡;ois Lyotard (1924-1998), filóso-
como lo prete~de Leon Trotsky (1879-1940), sino que constituye fo de la postmodernidad, o Guy Debord, padre del situacionismo,
una nueva van edad del capitalismo, el capitalismo de Estado o, en entre otros.
p_alabras de Castoriadis el «capitalismo-burocrático total y totalita- No obstante, pese a que hoy se considera una revista mítica, tuvo
riO». Según él, no se puede regenerar el Estado soviético, como pre- bien poca incidencia y bien escasa difusión en su época. Es patente
tenden los trotskistas, sino que hay que combatirlo con el mismo que gozaba de cierto prestigio, pero tan sólo en el reducido círculo
vigor con el que se combate a los Estados capitalistas. de la intelectualidad ultraizquierdista parisina.
Muy pronto, en 1948, esas discrepancias le llevarán a romper con Es en el marco de los análisis y de los debates de Socialisme ou
e_l trotskismo, a abandonar el P.C.I. y a fundar un nuevo grupo polí- . Barbarie donde se irán desarrollando dos líneas de pensamiento
tico que lanza en 1949 una revista teórica bajo el nombre de Socialis- fundamentales:
me ou Barbarie. En esta época, Castoriadis se define como marxista
revolucionario, alejado del trotskismo por algunas divergencias, pero - En primer lugar, el desarrollo del concepto de autonomía, en
enemigo acérrimo del estalinismo y de lo que representa, de Jacto, la su vertiente más política.
Unión Soviética. - En ségundo lugar, el desarrollo de una crítica del marxismo
Su propósito, que era, al mismo tiempo, el objetivo que se había que desembocará, finalmente, en una rupturá, total y radical,
marcado la revista Socialisme ou Barbarie, se resume en lo siguiente: con el propio marxismo.

- Ayudar a construir una organización revolucionaria y a fo- Lo que impregna la formación intelectual de Castoriadis es, cla-
mentar el desarrollo de un movimiento obrero, prestando una ramente, el marxismo. Sin embargo, su obra se afirmará, poco a
atención especial a las experiencias históricas de los consejos poco, por oposición a aquello que ha conformado su pensamiento.
obreros en distintos países. Ahora bien, su abandono del marxismo .no es, como suele ocurrir
- Profundizar en el análisis marxista de la sociedad contemporá- en la mayoría de los casos, porque evolucione hacia posturas más
nea, del capitalismo occidental y del capitalismo-burocrático conservadoras o menos beligerantes: Al contrario, es porque quiere
del Este. seguir siendo revolucionario. Como dice el propio Castoriadis, en
- Profundizar, por fin, en la propia teoría marxista. determinado momento de su trayectoria política «hay que elegir
entre ser marxista, o bien ser revolucionario».
Propósitos teóricos que no se agotan en la propia elaboración Aunque será necesario volver sobre la crítica al marxismo, es
eórica, sino que entroncan con una praxis revolucionaria. En efec- oportuno detenerse antes sobre el progresivo desarrollo que fue ex-
o, no se trata de teorizar por teorizar, sino de teorizar, de anali- perimentando el concepto de autonomía en la obra de Castoriadis.

roo 101
Heteronomía o autonomía: una encrucijada Sin embargo, todas las sociedades son, obviamente, autónomas,
para las sociedades · en el sentido de que son producto de sí mismas (¿de quién, o de qué,
si no?). No obstante, algo hace que no se perciban como tales y,
Fue pensando sobre el movimiento revolucionario y, muy concreta- para dar cuenta de ese algo, Castoriadis tendrá que elaborar sus
mente, sobre la experiencia soviética, como Castoriadis empezó a fo- conceptos de institución imaginaria de la sociedad y de imaginario
calizar su atención sobre la problemática de la autonomía. En efecto, social, como veremos más adelante.
los análisis que realizó le hacen ver que los movimientos revoluciona- En el desarrollo de su reflexión Castoriadis estableció dos mo-
rios se extinguen cuando los obreros delegan su poder en los partidos; mentos en los que la sociedad crea, literalmente, la noción de su
o, más precisamente, en los aparatos políticos que controlan a los par- propia autonomía: el primer momento acontece en la Antigua Gre-
tidos; o cuando los trabajadores abandonan su capacidad de gestionar cia; el segundo, siglos más tarde, en la Europa occidental.
directamente la economía en manos de unos especialistas que pronto Como ya ha quedado expuesto anteriormente, toda sociedad es
se convierten en una burocracia que obra a favor de sus propios inte- autónoma en el sentido en que no hay ninguna instancia exterior a
-~ t:eses.--La democracia debe ser, en consecuencia, una democracia di- ella misma que le dicte sus normas, ni ningún nivel trascendente
recta, y no basta con suprimir la propiedad privada de los medios de que regule sus funcionamientos. Sin embargo, una vez que ha con-
producción, sino que hay que suprimir, también, la división entre di- cluido el proceso instituyente de la sociedad, ésta, como produc-
rigentes y dirigidos. Si la revolución se extingue cuando el colectivo de to, se autonomiza de su propio proceso de producción y aparece
trabajadores deja que otros decidan por él, es porque la autoorganiza- ante sus miembros como algo ya dado, como algo que es indepen-
ción, la autogestión y, de forma más general, la autonomía son, en con- diente de sus condiciones de creación, como algo que está deter-
secuencia, inherentes al propio proyecto revolucionario. minado, con independencia de lo que puedan hacer, o dejar de ha-
En tanto que revolucionario, para Castoriadis las cosas están cla- cer, los integrantes de la sociedad. La sociedad oculta ante sus
ras: la revolución implica la autonomía, la capacidad de decidir por propios ojos su naturaleza histórica y su carácter atttoinstituyen-
sí mismos, sin delegación; tanto en cuanto que individuo como en te, transformándose, de esta forma, en un ente heterónomo, regi-
cuanto que colectivo. Ahora bien, ¿cómo es posible la autonomía? do por unas normas que, al no tener su fuente en la propia socie-
¿Qué significa y qué implica la autonomía?.¿ Cómo puede algo, sea dad, no pueden ser cuestionadas ni transformadas desde dentro de
lo que sea, establecer sus propias normas? Los seres obedecen a las la propia sociedad.
leyes que les rigen en función de su naturaleza y de su constitución. Lo que ocurre en Grecia, en un determinado período histórico,
¿Cómo debe ser ese tipo de «ser» que es capaz de darse a sí mismo es sencillamente que se neutraliza ese proceso de ocultación y se
sus propias leyes de existencia? crea un nuevo modo de ser de la sociedad; un modo de ser según el
Castoriadis se centró sobre esa problemática desarrollando una cual la sociedad aparece como un ser autónomo a los o)os de quie-
reflexión que, lejos de tener la curiosidad intelectual como principal nes las integran. Se abre de esta forma la posibilidad de cuestionar la
acicaté, encuentra en una motivación de orden político su elemento tradición, de debatir sobre la conveniencia, o no, de las normas ins-
desencadenante y su principio dinamizador. Se trata primordial- tituidas, de elaborar nuevas normas. En definitiva, se abre la posibi-
mente de una reflexión de carácter histórico y sociológico. Históri- lidad de construir de otra forma lo que la propia sociedad ya ha
camente y sociológicamente resulta que la heteronomía es la regla. construido. Y, de hecho, se inventa de este modo la política, hacien-
Las sociedades funcionan, y «se aguantan como un todo», apoyán- do posible la transformación reflexiva y deliberada de lo político.
dose en el supuesto de que sus normas tienen un origen externo a Lo político, presente en todas las sociedades, remite a todas aque-
ellas mismas, ya sea, la naturaleza, los dioses, los mitos fundadores, llas instituciones y a todas aquellas prácticas que intervienen en el
las tradiciones originarias o, más recientemente, las leyes de la his- gobierno de la sociedad, en su regulación formal y que ejercen un
toria o las leyes de la economía. poder explícito sobre los miembros de la sociedad.

102 103
La política, sin embargo, caracteriza tan sólo a las sociedades Resulta, además, que, desde las concepciones heredadas, en el
autónomas y guarda relación con la posibilidad de intervenir deli- lano ontológico «ser» significa «ser (pre)determinado». En conse-
beradamente en la propia regulación de la sociedad. En efecto, a ;uencia, no hay lugar aquí para un tipo de ser capaz de decidir su
partir del momento en que lo político se significa como algo que se !llodo de ser. Tampoco hay lugar para la creación, para el acto crea-
origina en la propia sociedad y que se instituye desde la propia so- tivo (en sentido fuerte). Ni tampoco, sea dicho de paso, para una
ciedad, se torna factible la posibilidad de enjuiciarlo, de tomar de- concepción del tiempo que no lo contemple como simple sucesión.
cisiones acerca de él, de transformarlo eventualmente y de ejercer- Para Castoriadis, lo que inventaron los griegos cuando crearon la
lo de manera deliberada. Endefinitiva, de articular y de desarrollar democracia, cuando establecieron la política e instituyeron la socie-
una política en el seno de lo político. · dad como forma autónoma fue, sencillamente, un nuevo tipo de ser.
En el campo de lo social, Castoriadis niega cualquier tipo de trascen- Se trata de un nuevo tipo de ser que Castoriadis calificó como «so-
dencia. La sociedad es obra del ser humano, siendo él mismo quien la ins- cial-histórico» y que se caracteriza por no obedecer al presupuesto
tituye en una forma que es siempre singular y siendo él también quien de pre-determinación.
tiene la capacidad de activar nuevamente los procesos instituyentes. La reflexión filosófica de Castoriadis sobre la autonomía le llevó
La sociedad no realiza una determinada esencia que definiría la a construir el concepto de «lo social-histórico» como nueva catego-
naturaleza de su «ser». La sociedad es creación y, más precisamente, ría ontológica liberada de las exigencias esencialistas y determinis-
es autocreación, lo que implica que no puede obedecer a principios tas. Asimismo, esta reflexión le condujo también a contraponer la
estrictamente deterministas. «lógica magmática» a la tradicional lógica conjuntista-identitaria
El antitrascendentalismo, el antiesencialismo y el antideterminis- (Logique ensembliste-identitaire, en francés. De esta expresión pro-
mo son tres principios básicos que pronto nos resultarán familiares viene la condensación «logique ensidique» [«lógica ensídica»], que
11'.
puesto que, como veremos más adelante, también marcan el pensa- Castoriadis utiliza cuando se refiere a ese tipo de lógica).
miento de Foucault y el de Rorty. Social-histórico, lógica ensídica, lógica magmática, etcétera, vol-
Considerar la posibilidad de la autonomía implica asumir, nece- veremos detalladamente sobre estas cuestiones más adelante. Ahora,
sariamente, los tres principios que acabamos de mencionar. Asimis- vamos a retomar el hilo de la biografía de Castoriadis para examinar
mo, como la autonomía es un hecho, históricamente y sociológica- la crítica, una crítica demoledora, que éste desarrolla con relación al
mente constatable, tenemos buenas razones para sostener la validez marxismo.
de estos principios.
Sin embargo, la reflexión, políticamente motivada, de Castoria-
dis sobre la autonomía no es sólo de carácter histórico y sociológi- Desde el marxismo militante al antimarxismo radical
co sino también de carácter eminentemente filosófico, pudiéndose
expresar mediante la pregunta ¿Qué tipo de ser es ese ser capaz de Cornelius Castoriadis fue un convencido militante marxista, abso-
darse a sí mismo, reflexivamente; las propias leyes que le gobiernan? lutamente impregnado por el pensamiento de Marx, pero también
Sea cual sea, se trata, desde luego, de un tipo de ser que no encaja fue un militante revolucionario y, precisamente, era marxista por-
en el seno de las categorías ontológicas greco-occidentales, ni en el que era revolucionario. Su rechazo del marxismo se produjo cuan-
marco de la lógica tradicional. En efecto, la ontología heredada sólo do llegó a la conclusión de que, lejos de ser un instrumento para la
reconoce tres tipos ontológicos y sus diversas combinaciones entre sí: revolución, el marxismo era contraproducente para la misma.
El recorrido por la biografía de Castoriadis nos muestra una estrecha
Las substancias (hechos, cosas, etcétera) vinculación entre las diversas facetas del personaje. N o hay, por una par-
Los sujetos te, el pensador de la autonomía y del imaginario social y, por otra, el crí-
Los conceptos o ideas tico del marxismo. Será a partir de su reflexión sobre la autonomía como

104 105
se va a elaborar su crítica del marxismo, y será a partir de su crítica del Pero ¿en qué consiste la crítica de Castoriadis al marxismo?
marxismo como se va a desarrollarsu reflexión sobre la autonomía. ·Cómo se conecta esta crítica con su preocupación por la autono-
La voluntad revolucionaria, el deseo de revolución, que animó a ~ía y por la capacidad que tienen los seres humanos de ejercer prác-
Castoriadis y que inspiró al grupo político Socialisme ou Barbarie ticas de libertad? ¿Cómo se relaciona este examen crítico con el so-
así como a la revista del mismo nombre, les llevó, en un primer mo~ fisticado sistema conceptual que desarrollará para dar cuenta de la
mento, al análisis crítico del sistema soviético y también del estali~ capacidad humana de creación en el campo de lo social-histórico?
nismo. En ambos casos, la pretensión era evidenciar el carácter con~ De hecho, Castoriadis articula una triple crítica:
trarrevolucionario de unos proyectos y de unas prácticas políticas
que se estaban llevando a cabo en nombre del marxismo, pero que a) Crítica de la teoría económica de Marx
lo desvirtuaban por completo. Se trataba, en suma, de denunciar los b) Crítica histórica y política del marxismo
usos no revolucionarios de una doctrina que se consideraba, ella e) Crítica de los contenidos filosóficos de la teoría marxista
misma, revolucionaria.
Posteriormente, dando un segundo paso, la crítica se extendió a a) Crítica de la teoría económica de Marx en tanto que ésta pre-
los aspectos no revolucionarios incluidos en el seno del propio mar~ tende formular, de manera científica, las leyes y el desarrollo
xismo. No se trataba ya de evidenciar una usurpación, o una altera~ del capitalismo.
ción indebida del marxismo, sino de mostrar que la obra del propio
Marx contenía aspectos cuestionables desde la perspectiva de un Castoriadis sostiene que si las predicciones de Marx en cuanto
marxismo revolucionario. al devenir del capitalismo no se han cumplido es, sencillamente,
El tercer y último momento (que no compartirán todos los miem~ porque la teoría económica de Marx es falsa. En efecto, las varia-
bros de Socialisme ou Barbarie y que conducirá a la disolución del bles centrales de esa teoría (por ejemplo la tasa de explotación)
grupo y al fin de la propia revista) consistirá en la crítica radical del constituyen variables indeterminadas cuyo valor depende, de he-
propio marxismo, considerado como un planteamiento inadecuado cho, de elementos no previsibles, ni pre-cuantificables, tales como,
desde el punto de vista político y como una doctrina errónea desde por ejemplo, los efectos de las luchas obreras sobre el nivel del sa-
el punto de vista teórico. lario real.
El texto clave de este cuestionamiento radical del marxismo es Con su pretensión de cientificidad, la teoría económica de Marx
obra del propio Castoriadis. Se publicó en varias entregas, de 1964 adopta un modelo mecanicista que sólo puede funcionar si se eli.:.
a 1965, en Socialisme ou Barbarie bajo el título Marxismo y teoría mina por completo la incidencia, no predicible, de la acción huma-
revolucionaria y es el que se retomará como primera parte de su li- na. Sin embargo, como esta incidencia no -se puede eliminar en la
bro La institución imaginaria de la sociedad. práctica, resulta que la teoría de Marx carece de valor predictivo
Al abandonar el marxismo, Castoriadis abandona también su real. No puede anticipar ni las crisis del capitalismo, ni las contra-
práctic~ militante como miembro de un grupo político formalmen- ~icciones del capitalismo, ni el devenir del capitalismo. El capita-
te constituido, pasando a dedicarse de lleno a una actividad intelec- hsmo no obedece a unas leyes que tendrían el mismo carácter no-
tual encaminada, según sus propias palabras, a «repensar en profun- motético que las leyes de la naturaleza. En su afán de hacer ciencia
didad el proyecto revolucionario». Dicho sea de paso, esta actividad de lo económico, Marx no tiene más remedio que olvidar el incluir
intelectual no le impedirá seguir colaborando con los movimientos en su sistema teórico la acción de los actores sociales. Ese olvido
revolucionarios, prestándose a dar conferencias en distintos países, c?nsti~uye el precio que tiene que pagar para otorgar un carácter
incluido España, en donde visitó Barcelona en la época de la transi- Científico a su teoría, al mismo tiempo que constituye la causa de la
ción, invitado por la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.) falsedad de la misma.
y por el movimiento libertario.

106 107
b) Crítica histórica y política del marxismo. categorías de la
1as . propia
. racionalidad capitalista infiltraran su teo-
,a crítica de1cap1ta11srno.
Para Castoriadis el marxismo ya no nos permite ni comprender r1 ::Más grave aún, Castoriadis éonsideraque, con su insistencia so-
ni transformar la historia en el momento presente, lo cual no deja de bre la decisiva irnport~ncia de lo _económico corno factor de deter-
ser bastante grave al tratarse de un planteamiento que pretendía minación de la h1stona, el marxismo ha actuado corno un vector
«elucidar para modificar». El marxismo ya no puede inspirar nin~ umarnente eficaz para la penetración de los propios significados
guna práctica histórica revolucionaria porque se ha transformado ~apitalistas en el seno del movimiento obrero. ·
en una ideología en el exacto sentido que daba Marx al término El esfuerzo por pensar seriamente a Marx, pero sin abandonar el
«ideología», es decir, «un conjunto de ideas que se aplica a la reali~ deseo de revolución, conduce a un marxista convencido corno es
dad no para dilucidarla y transformarla, sino para oscurecerla y jus~ Castoriadis a deconstruir implacablemente la teoría marxista hasta
tificarla en el imaginario». El recurso al marxismo, habida cuenta de romper toda ligadura con ella y desmarcarse radicalmente de este
los cambios que ha sufrido la sociedad desde que Marx ernprendie~ pensamiento. Si establecernos la conexión entre esta crítica del mar-
____ ___ra.su análisis, distorsiona nuestra comprensión del momento pre~ xismo y el sistema conceptual que elabora Castoriadis para dar cuen-
sente. Asimismo, los contenidos filosóficos del marxismo, corno lo ta del ser social, nos daremos cuenta de que lo que le resulta política"'"
veremos en seguida, sirven para mantener el statu quo y, eventual~ rnente inaceptable en el marxismo es la creencia en un determinismo
mente, para reforzarlo, más que para transformarlo. Toda preten~ que niega, de raíz, la posibilidad misma del ejercicio de la autonomía,
sión de retornar a Marx para relanzar el movimiento revolucionario porque impide pensar la historia corno campo de creación.
constituye pues una pretensión totalmente ilusoria. En cierto sentido, se podría decir que, situado frente a la disyun~
tiva de tener que optar entre el marxismo, por una parte, y la posi"'" 1 1

e) Crítica a los contenidos filosóficos del marxismo. bilidad de la autonomía, por otra parte, Castoriadis prefiere salvar 1 1

la autonomía antes que el marxismo. Cerraremos en este punto las


La teoría marxista de la historia es para Castoriadis, simplemente, consideraciones en torno a Marx para volver, brevemente, sobre la
falsa. Su falsedad radica en que concede un peso desmesurado al pa~ problemática de la autonomía.
pel desempeñado por la economía y por el desarrollo de las fuerzas
de producción, frente al resto de las relaciones sociales. Es falsa tam~
bién porque descansa sobre el postulado implícito de una naturaleza La exigencia de autonomía
humana que sería esencial e inalterable. Y es falsa, por fin, porque se
asienta sobre un credo de indudable raigambre determinista. Está claro que el pensamiento de Castoriadis se mueve en, clave po-
El materialismo histórico descansa, en definitiva, sobre una for~ lítica, y que es la preocupación política la que lo dinarniza y lo mo-
rna de racionalismo objetivista de tipo finalista y teleológico según tiva. El intenso deseo de revolución que vive Castoriadis le lleva a
el cual la historia está vectorizada, obedece a leyes que se pueden plantear la autonomía corno condición deseable, tanto para el indi-
objetivar y avanza en dirección a una meta que, desde la esfera de lo viduo corno para la sociedad, indisociablernente. Sin embargo, la
que aún no ha acontecido, ordena y dirige lo que está aconteciendo. autonomía es «una meta que sólo se puede alcanzar a través de su
Lamentablemente, Marx asumió, en este punto, una de las partes propia práctica». El «ser» autónomo se construye mediante la prác-
más cuestionables del pensamiento de Hegel. tica de la autonomía. La autonomía no es algo que se pueda instituir
Por si esto fuese poco, Castoriadis añadía que el pensamiento de de otra forma, no es algo que nos pueda ser dado, desde fuera, por
Marx está profundamente impregnado por la ideología del capita- vía heterónoma. Esto sería nada menos que una clara contradicción 1

lismo del siglo XIX, y lleva incorporadas las huellas de los presu- en términos. La autonomía se construye ejerciéndola, no puede 1

puestos que lo caracterizaban. De forma inadvertida, Marx dejó que acontecer desde otro lugar que no sea el de su propio ejercicio.

108 109
Un «ser» autónomo, como hemos indicado anteriormente, es un ríe de aporías aparentemente insalvables. Lo cual no puede sorpren-
tipo de ser capaz de darse a sí mismo, reflexivamente, sus propias le- dernos si consideramos que el concepto de autonomía implica, entre
yes de existencia y de decidir acerca de su propio modo de ser. Un ser otras cosas, dos operaciones: la creación y la autodeterminación, las
capaz de enjuiciar de forma crítica, en todo momento, las leyes que cuales son antitéticas con los dictados del pensamiento heredado.
determinan su modo de existencia y, eventualmente, de modificarlas. En efecto, la autonomía implica, por una parte, la posibilidad de
Recurriendo a unas palabras que, sin duda, sonarán extrañas, po- la «creación» en sentido literal. Es decir, de la creación «ex nihilo»,
dríamos decir que Castoriadis desea y propugna que, tanto el indi- lo cual significa constituir algo que ni es deducible a partir de las
viduo como la sociedad, adquieran la forma de un autómata. Aho- condiciones antecedentes, ni se puede producir por recombinación
ra bien, no en el sentido de un robot, sino en el sentido literal de la de los elementos ya existentes. La «creación ex~nihilo», que no
palabra; es decir, en el sentido de «un ser que se mueve a sí mismo y quiere decir, como bien lo recalca Castoriadis, ni creación «in-nihi-
que se mueve por sí mismo». lo» ni creación «cum-nihilo», hace acceder a la existencia algo que
El activismo político de Castoriadis se volcará en la tarea de pre- no existía previamente, pero no consiste en crear con nada, ni tam-
. servar los gérmenes de autonomía que se han ido fraguando históri- poco en crear desde nada. ·
camente en determinadas sociedades y en suscitar el deseo de auto- Por otra parte, la autonomía implica la posibilidad de la autode-
nomía en tantas personas como sea posible incrementando, sin terminación. Es decir, la posibilidad de una operación que sólo tie-
pausa, el número de individuos motivados por la consecución de la ne sentido si no hay determinación previa y, en consecuencia, ya es-
autonomía, pero sin olvidar en ningún momento que ésta sólo puede tablecida desde siempre.
constituirse mediante su propia práctica. Sin embargo, este activismo Tanto la «creación ex-nihilo» como el presupuesto de no deter-
político le empujará también a pensar muy seriamente el propio con- minidad resultan inaceptables desde el pensamiento instituido y, en
cepto de autonomía, escrutando minuciosamente sus condiciones consecuencia, tampoco tiene cabida en dicho pensamiento el con-
de posibilidad en tanto que significado teórico y sus implicaciones, cepto mismo de autonomía. O mejor dicho, todo esto tiene cabida
no sólo teóricas, sino también ontológicas. pero queda descalificado inmediatamente por las aporías en las cua-
Será a través de este esfuerzo de pensamiento como Castoriadis se les el pensamiento instituido las hace desembocar.
percatará de que para dar sentido al concepto de autonomía y para dar Para hacer frente a esas aporías, Castoriadis, tuvo que repensar el
cuenta de sus implicaciones, es necesario repensar buena parte de la pensamiento instituido y, concretamente, entre otras cosas, tuvo
propia filosofía occidental, buena parte de la sociología, buena parte que hacer lo siguiente:
de la psicología y, en definitiva, llevar a cabo, tal y como lo hizo Fou-
cault, una «historia crítica del pensamiento» que nos permita operar - Resignificar el concepto de «imaginación» y analizar su proce-
sobre nuestro propio pensamiento para poder pensar de otra forma. so de constitución/ exclusión en la filosofía occidental y, de
Toda la obra de Castoriadis debe entenderse como un esfuerzo paso, también en el psicoanálisis.
intelectual encaminado a ser políticamente consecuente; en el senti- - Crear el concepto de «imaginario radical».
do de explorar, hasta sus últimas consecuencias, las implicaciones - Repensar la institución de la sociedad.
que tienen para el propio pensamiento los conceptos políticos que - Crear el concepto de ~<significación social imaginaria institu-
se defienden y las metas políticas que se promueven. yente» y de «significación social imaginaria instituida», a la
En efecto, si se propugna la revolución en clave de autonomía, se vez que los conceptos de «institución primaria» y de «institu-
debe ser capaz de sustentar el concepto de autonomía en el plano ciones segundas», portadoras de esas significaciones.
del pensamiento, afrontando todas las dificultades conceptuales que - Crear el concepto de «mÓnada psicológica».
puedan presentarse. Y, efectivamente, resulta que el concepto de - Inventar lo «social-histórico» como concepto.
autonomía tropieza, en el seno del pensamiento al uso, con una se- - Proponer un nexo entre psique y sociedad.

110 111
- Repensar la problemática dela lógica desde el concepto de la
«lógica magmática».
T
1
quemática, embrionaria si se quiere, de esa lógica que el ser huma-
no desarrollará intelectivamente como lógica en sentido corriente
- Extender las categorías ontológicas de la filosofía occidental. o, más precisamente, como «lógica conjuntista-identitaria» o «ló-
- Y, por fin, interconectar entre sí todos estos elementos con el gica ensídica», en el vocabulario francófono de Castoriadis.
fin de dar sentido al concepto de «autonomía». Todo ser vivo, en tanto que «ser para sí» construye, bajo la for-
ma d~ ~a «clausura», _:u~ «mundo para sÍ» recurriendo a operacio-
Ya hemos dicho que el pensamiento de Castoriadis es comple- nes log1cas o proto-log1cas, las cuales constituyen versiones más 0
jo. Cada uno de los conceptos que elaboró y que manejó toma su menos fuertes de la <<lógica ensídica». Versiones fuertes en el caso
sentido de la relación que le une con los otros conceptos y remite del ser humano, versiones incipientes en el caso de las amebas, por
a ellos para ser entendido. Sin embargo, no hay más remedio que ejemplo.
exponerlos secuencialmente, dejando siempre para más adelante Pero para que esto sea posible, para que el mundo pueda ser «or-
(es decir, para cuando se trate otro concepto) una información que ?ani:ado» por la n::ateria viva, tiene que ser «organizable» y esto
es clave para entender aquello que se está exponiendo en ese mo- tmphca que el propio mundo obedece, él mismo, aunque sea :míni-
mento. mamente, a ese tipo de lógica.
Para afrontar esa complejidad y para conseguir restituir en este La <<lógica ensídica» se basa en:
contexto algunas. de las aportaciones básicas de Castoriadis sin te-
ner que dedicarle el espacio correspondiente a todo un libro, quizás - La equivalencia propiedad-clase: una propiedad define una
lo mejor es construir una especie de narrativa tomando como pun- clase (la das~ de todos lo~ entes que tienen esa propiedad) y
to de partida el ser humano considerado en tanto que entidad bio- una clase defme una propiedad (la propiedad de ser miembro
lógica. de esa clase).
- El principio de identidad: identidad absoluta (identidad de sí a
sí) e identidad relativa (equivalencia de las diferentes realiza-
Psique y sociedad ciones de un mismo término).
- El principio de no-contradicción: no se puede predicar, simul-
El ser humano es, entre otras cosas, una entidad biológica, un ser táneamente, A y No-A de un mismo objeto.
vivo y, como todo ser vivo, es un «ser para sÍ». Es decir, un ser que - El principio de tercero excluido: o bien una cosa tiene una de-
organiza el mundo en función de sus propias características y en terminada propiedad, o bien no la tiene; y no cabe una tercera
términos de sus propias exigencias de supervivencia. Es un ser que posibilidad.
construye «un mundo para sÍ» donde las cosas existen, o no existen, - El principio de determinidad: todo aquello de lo que se puede
en función de sus propias características. Es un ser que crea «infor- h~~lar (todo 1~ que existe) está determinado. En lenguaje filo-
mación para sÍ». Y es un ser capaz de distinguir, o de discriminar; lo sofico, Kant diría: para cualquier cosa que exista siempre se le
cual no implica, claro está, estar dotado de facultades intelectivas puede aplicar uno de todos los predicados posibles. 1 1

superiores, ni de conciencia proposicional. .1


,,11

En efecto, tanto si consideramos una simple célula como una La «~ógica. ensídi~a» está inscrita en el lenguaje, constituye una
planta o como cualquier tipo de animal, todos reaccionan en térmi- de las dimen~wne~ SI~e qua non de todo lenguaje y también repre-
nos binarios de sí/no, de atracción/repulsión, de aceptación/recha- sent~ una ~xigenci~ szne qua non para la propia sociedad, una exi-
zo. Existe, por lo tanto, una lógica del ser vivo que opera por clases, gencia de tipo funciOnal. La «lógica ensídica» es extraordinariamen-
por relaciones y por propiedades. Encontramos, pues, una «lógica te pot~nte puesto que es inmanente a lo biológico, al mundo, al
biológica» en todo ser vivo que se presenta como una versión es- lenguaJe y al propio funcionamiento de lo social. Asimismo, está

112 113
presente en el ser humano, en tanto que ser biológico, en tanto que cosa efectivamente existente», sino que están por algo que no existe
ser social y en tanto que entidad psicológica. Tanto es así, que no te- y que no son, consiguientemente, sino una pura creación de la psi-
nemos más remedio que recurrir a la «lógica ensídica» aun para po- que. La psique crea constantemente este tipo de representaciones, o
der hablar de lo que escapa a la «lógica ensídica» y de lo que excede de imágenes, en el sentido amplio del término imagen, que significa
de sus dominios. forma -eidos- y no sólo imagen visualizable.
La psique presenta, al igual, por otra parte, que las sociedades y Si Castoriadis utiliza el término «radical» para calificar este tipo
que el lenguaje, algunas propiedades que escapan de la «lógica ensí- de imaginario, no es solamente para diferenciarlo de la llamada
dica». En efecto, todo ser humano viene al mundo con cierta cons- «imaginación segunda», sino también para indicar que esta imagi-
titución biológica y, también, con una determinada constitución psí- nación viene antes de la propia distinción entre lo real, por una par-
quica. Sin embargo, esta constitución psíquica es bien peculiar y, te, y lo imaginario, entendido como ficcional, por otra parte. En
remitiéndose a ella, Castoriadis afirma que sus características hacen efecto, es porque existe un «imaginario radical» y un «imaginario
del ser humano «un ser inviable», un ser «loco», totalmente inapto instituyente», por lo cual hay, para nosotros, realidad a secas y tal o
. . . cual realidad en concreto, como veremos más adelante.
pªra asegurar su propia supervivencia.
Dos de las peculiares características de la psique humana son res- En tanto que «hace ser» cosas que «no son», el «imaginario ra-
ponsables de esta incapacidad para sobrevivir. Se trata del desorbi- dical» tiene la extraña capacidad de «crear formas ex-nihilo». Qui-
tado desarrollo (como un cáncer, dice Castoriadis) de «la imagina- zás sea por esto por lo cual ni la filosofía occidental y ni siquiera el
ción» y del carácter «desfuncionalizado» de la psique. psicoanálisis, tal y como Castoriadis se toma la molestia de demos-
trarlo, han concedido a esta capacidad del ser humano un papel re-
a) El desorbitado desarrollo de la imaginación levante. Cosa por lo menos sorprendente si se considera la impor-
tancia que tiene esa capacidad en el entramado psicológico del ser
La psique humana es un flujo, tumultuoso y constante, de repre- humano.
sentaciones, de deseos, de afectos, de imágenes, de evocaciones, de 1

recuerdos, de miedos, de estados de ánimo ... Ciertas energías hacen b) La «desfuncionalización» de la psique
1

1
emerger, incesantemente, un flujo desorganizado de representacio- ·1

nes y de afectos que no están directamente pautados por la razón y Se puede afirmar que las representaciones que provienen del ;111

que no se rigen por la «lógica ensídica» o que, en cualquier caso, la «imaginario radical» están desfuncionalizadas en la medida en que 1'1
1•1

desbordan continuamente. ese tipo de representaciones se separa de los objetos ligados a la ne- ¡jjl
Como bien sabemos, una representación es algo que «está por cesidad biológica y permite la investidura de objetos desprovistos ' ~
i
otra cosa» y que se distingue de la percepción en tanto que puede de pertinencia biológica o, incluso, peligrosos para la propia super- 1 11,,;

estar por otra cosa aun en ausencia de ésta. vivencia biológica. En efecto, se trata de representaciones que pro-
La imaginación es, precisamente, esa capacidad que tenemos (cito ducen «placer por sí mismas y en sí-mismas», con total independen-
a Kant) «de representar un objeto en la intuición, aun sin su presen- cia de las exigencias de la supervivencia biológica y que no resultan
cia». Sin embargo, esta definición remite tan sólo a «la imaginación funcionales para la misma. En el ser humano el «placer de represen-
segunda». Es decir, a la imaginación que reproduce (distorsionán- tación» compite y, a veces, sustituye al «placer de órgano». En la
dolo o no) lo que «es», aun en ausencia de lo que «es». Al lado de medida en que el placer de órgano ya no es, como en el animal no
esta modalidad de la imaginación, también encontramos la imagina- humano, lo que orienta la búsqueda/evitación de los objetos capa-
ción que Kant llama «trascendental» y que Castoriadis califica de ces de satisfacer ese placer o de evitar el dolor de órgano, la búsque-
«radical». Se trata de la capacidad de engendrar representaciones da del placer no sólo deja de cumplir una clara función biológica,
que no proceden de una incitación externa; que no están «por otra sino que puede constituirse en «un fin en sí mismo».

114 115
.....
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Castoriadis sostiene que, cuando viene al mundo, el ser humano desde un «cierre», tanto la realidad natural como la realidad simbó-
es, literalmente, «una mónada psicológica», un ser egocéntrico, com- lica y social, situándose en la raíz de estas realidades y, consiguien-
pletamente cerrado sobre sí mismo y capaz de vivir, casi indefinida- temente, precediéndolas.
mente, en el puro placer de la representación. Un ser que confía en Lo que queda instituido por el «imaginario social radical», simul-
que todas sus necesidades serán satisfechas como por arte de magia, táneamente, es:
sin ninguna intermediación que involucre un costo para él. Es, ya lo
hemos dicho, un ser inapto para la vida y sólo será capaz de actuar - Un nuevo tipo de «ser», un modo de existencia que es singu-
para sobrevivir cuando la institución social provoque una ruptura lar, que no se encuentra en ningún otro estrato del mundo y
en la mónada psicológica, le haga violencia y destruya lo que, hasta que se define en términos de «autocreación». Es decir, en tan-
entonces, hacía sentido para ella, socia/izándola. to que capaz de engendrarse a sí mismo o de ser origen de sí
En efecto, la sociedad constriñe la psique, la obliga a desplazar mismo.
sus investiduras desde sus objetos predilectos hacia objetos propia- - Una fuente de sentido, un universo de significados que, como
mente sociales, rompe su solipsismo egocéntrico, le enseña la nece- todos los conjuntos de significados, escapan o exceden de los
sidad de las mediaciones para la obtención del placer y limita el de- límites y de las reglas de la «lógica ensídica».
sorbitado poder de representación que la caracteriza. Es así como la - Y, por fin, un conjunto de instituciones que van a ser las por-
sociedad consigue transformar el «animal loco» en un ser «apto tadoras de esos significados sociales imaginarios.
para la vida».
Psique y sociedad no son reductibles el uno a la otra, pero resul- El imaginario social radical crea estos diversos elementos. En la
tan estrictamente indisociables. La sociedad no puede producir la medida en que los crea realmente, estamos diciendo que «los crea
psique, pero si no fuese por la intervención de la sociedad, la psique ex-nihilo>>, pero no «cum-nihilo» (ya hemos visto que su creación
se encargaría, ella misma, de destruir al propio ser que contribuye a requiere la intervención tanto del «colectivo anónimo» como del
conformar. La sociedad es lo que permite la supervivencia de ese «imaginario radical»). Y tampoco los crea «in nihilo>> porque esa
«animal loco» que es el ser humano, debido a las características de creación, si bien no obedece a ningún principio de determinación, sí
su psique. Sin embargo, a la vez, como veremos a continuación, son debe someterse a un conjunto de constricciones. Las constricciones
precisamente esas características de la psique las que proporcionan a las que debe supeditarse son de diferente índole.
la materia prima para la institución de la sociedad. En primer lugar, las que provienen de las características ensídi-
La institución de la sociedad no emerge de la mónada psíquica, cas del propio mundo en el cual acontece la emergencia de las
pero es el «imaginario radical» (es decir, la capacidad de áear for- sociedades. Para afrontar ese mundo, para organizarlo como «un
mas ex-nihilo) lo que va a proporcionar la materia prima a partir de mundo para sÍ» y para sobrevivir como un «ser para sÍ», la socie-
la cual, lo que Castoriadis denomina el «colectivo anónimo», va a dad tiene que asentar sus significados y las instituciones que los
generar tanto el «campo social-histórico» como el «imaginario so- encarnan sobre una «lógica ensídicá» acorde con las características
cial radical», que instituyen la sociedad. del mundo. Y esto vale también para esa institución básica que es
Castoriadis califica de «radical» al imaginario social instituyente ellenguaje. ·
de la sociedad porque éste procede, él también, a una creación ex- En segundo lugar, como la sociedad no puede funcionar sin dar-
nihilo, la creación de un nuevo «eidos», de una nueva «forma», ah- se, a sí misma, unas normas, «un nomos» que regule la existencia
ovo, o ex-novo. En definitiva, a la creación de una nueva modalidad colectiva, el «imaginario social radical», o instituyente, se encuentra
del ser. Sin embargo, también lo califica de «radical» porque consti- en la necesidad de proporcionar ese nomos.
tuye a la sociedad como «un ser para sí» que va a definir en función En tercer lugar, la sociedad requiere para funcionar (y lo requie-
de sus propias características y, por lo tanto, desde una «clausura» o re en términos de una necesidad funcional-instrumental) la presen-
1
l.
116 117 i'
1•
-
de ~óg~ca dual, simultáneamente ensídica y no ensídica, la que Cas-
cia de elementos que sean del orden de «lo determinado» y de «lo
tonadis nombra como «lógica magmática».
necesario». Es decir, nuevamente del orden de lo ensídico.
Para Castoriadis, la institución de la sociedad descansa sobre «un
En cuarto lugar, para asegurar su supervivencia, para garantizar
su mantenimiento y para posibilitar su reproducción, la sociedad u:agma ~e s~gni~icaciones _imaginarias sociales», con sus correspon-
dientes m~titucwnes particulares. Es ese magma de significaciones
debe socializar la «psique», debe producir individuos que sean ca-
paces de conformarse a ella y de reproducirla. Debe producir, en el que defme ~ la s_oc1eda~ ~e una manera que es siempre singular,
y el que permite a esta defmir su mundo propio, estableciendo en su
términos de Castoriadis, individuos que sean, cada uno de ellos,
seno lo que debe contar como real y lo que no puede ser calificado
«fragmentos totales de la sociedad». Sin embargo, para conseguir
como tal, lo que tiene sentido y lo que carece de sentido hasta cons-
que la «psique» se amolde a las exigencias de la sociedad, ésta debe
tituir, de esta forma, un «sistema de interpretación del ~undo». Sin
proporcionarle un conjunto de contrapartidas.
embargo, nos equivocaríamos al pensar que la sociedad tiene un sis-
Por supuesto, tiene que proporcionarle «objetos de derivación»
tema de in~erpreta~ión del mund?, porque la sociedad no dispone
__<:le sus pulsiones y de sus deseos. También tiene que proporcionarle
de tal propiedad, smo que «es», literalmente, «un sistema de inter-
«poloúdentificatorios», tales como el clan, la etnia, la nación, el gé-
pretación del mundo». En este sentido, la sociedad es una entidad
nero, etcétera. Pero, sobre todo, debe proporcionarle «sentido».
que «crea un mundo para sí»; un mundo en el que nada puede en-
Nuevas fuentes de sentido tienen que venir a recubrir el «sin fon-
t~a~ qu_e no s_ea co_ngr~ente con, o que no sea elaborado por, las sig-
do», «el abismo» que acompaña a la condición humana en tanto que
mflcacwnes Imagmanas que lo constituyen. .
el ser humano es el único animal que sabe que va a morir y es tam-
bién el único animal que se pregunta por el sentido d.e su existencia.
Se trata de unas nuevas fuentes de sentido que el «imaginario social
Lo social-histórico como autocreación
radical», como «institución primera» de la sociedad y como fuente
de los «significados sociales instituyentes», debe establecer. Dicho
Lo que se crea mediante la institución de la. sociedad es un nuevo
sea de paso, esto nos remite a la importancia de esa institución fun-
t~po d~ ser q'!e no se puede reducir a las categorías manejadas por la
damental que es la religión, pero también la filosofía, la ciencia o la
fil?sofi~ occidental. Estas categorías responden, todas ellas, a las
razón. exigenCias de la «lógica ensídica», mientras que ese nuevo tipo de
Como se ve, el «imaginario social radical», o instituyente, crea
s~~ excede esas exige~cias. Las excede en tanto que es «autocrea-
ex-nihilo, pero no crea de forma incondicionada, sino que tiene que
cwn», en tanto que mcorpora lo imaginario y en tanto que está
adecuarse a un conjunto de imperativos.
constituido por significaciones.
Hemos insistido, siguiendo a Castoriadis, sobre el peso que tie-
nen los elementos constitutivos de la «lógica conjuntista-identita-
L~ s_ociedad no es un tipo de ser que responde al crite;io de «de-
te:mmidad», puesto que se crea a sí mismo y puede alterarse a sí
ria» («lógica ensídica») en el proceso instituyente de la sociedad. Sin
mismo. Es para nombrar ese nuevo tipo de ser que Castoriadis acu-
embargo, al igual que lo hace el «imaginario radical», también el
ñó el término «social-histórico».
«imaginario social radical» desborda ampliamente el ámbito de lo
En un sentido trivial, la historia es la suma total de las acciones de
ensídico. En consecuencia, si nos remitimos exclusivamente a ese
los seres humanos ~ través ~el espacio y del tiempo. Sin embargo, es
tipo de lógica, difícilmente podremos dar cuenta del proceso insti-
vano pre~ntarse SI ~s la ~ociedad la que engendra la historia o si, por
tuyente de la sociedad. Para entenderlo, es preciso considerar una i¡
1~ co~trano, es la histona la que produce la sociedad. De hecho, la 1 1

lógica dual, que combina elementos de tipo conjuntistas-identita- ;1

histona no constituye ni tan siquiera una dimensión de la sociedad.


rios con elementos de una lógica distinta, en donde se pueda trans-
1

. La socied_ad n? produce la historia, la historia no produce la so-


gredir sin problemas (como ocurre, por ejemplo, en los sueños) el
Ciedad. La h1stona no es algo que le ocurra a la sociedad. La histo-
principio de contradicción o el principio de identidad. Es ese tipo

119
118
r~a «es» el propio «autodespliegue de la sociedad en el tiempo»; un

1

Como ejemplo de instituciones segundas transhistóricas, Casto-


tiempo que es creado por la propia sociedad y un autodespliegue sin riadis menciona:
el cual la sociedad no podría existir.
No hay lo social por un lado, y lo histórico por otro. La sociedad - El lenguaje. No puede haber sociedad sin que exista algún tipo
«es» «histórico-social» en su propio modo de ser y este modo de ser de lenguaje y el lenguaje no puede existir sino como pura crea-
histórico-social es sui géneris; no se encuentra en ningún otro ámbi- ción social.
to de la realidad. Es el único tipo de «ser» capaz de cuestionar sus - La religión, como fuente de sentido frente al abismo. Es decir,
propias leyes de existencia y de alterarse a sí mismo deliberadamen- frente a la conciencia de la propia finitud de cada existencia in-
te. Con todo, para que esa capacidad pase de lo virtual a lo real, pase dividual.
de la potencialidad a lo efectivamente practicable, es necesario rom- - El individuo y las tipificaciones a las que responde en términos
per la significación imaginaria que lleva a la institución social a predi- de género y de clases de edad.
car acerca sí misma que no es obra humana, e inventar la significación - La familia (en el sentido más amplio del término, que no se re-
___ imaginaria según la cual la sociedad y su nomos son puras creaciones duce a la consanguinidad) como una de las instituciones bási-
humanas. Es decir, en definitiva, inventar la autonomía de la sociedad. cas para que se pueda llevar a cabo el delicado y necesario pro-
Este invento resulta costoso porque deja a la sociedad sin ningu- ceso de la socialización.
na garantía trascendente, sin ninguna garantía extrasocial y la torna
tan perecedera como lo es el propio ser humano. Estas instituciones están presentes en todas las sociedades, pero
Toda sociedad es siempre un tipo de ser que se define como his- sus formas, sus características y las significaciones que conllevan se
tó~ico-social. Sin embargo, algunas sociedades saben que lo son, diferencian hasta el infinito, marcando en cada caso la singularidad
mientras que otras se ocultan a sí mismas esa condición, dependien- constitutiva de cada sociedad.
do de las significaciones imaginarias sociales que las constituyen. Como ejemplo de instituciones segundas específicas; Castoriadis
Pese a todo, esas significaciones siempre pueden ser alteradas, tanto menciona, a título de ejemplo, la polis griega y la empresa capitalista.
en la dirección de ocultar lo que en un momento se supo, como de En tanto que las instituciones constituyen (<un fin para sí mis-
pasar a saber lo que en un momento se ocultó. mas» o «un fin en sí mismas», se afanan en crear las condiciones
La exposición desarrollada hasta aquí ha discurrido en torno al adecuadas para su propia conservación y reproducción, así como
análisis. de~ proceso instituyente de la sociedad, contemplando lo que para la conservación y la reproducción de los significados imagina-
Castona~Is llamó «la institución primera» de la sociedad y prestan- rios sociales que encarnan. Para conseguir perpetuarse, las institu-
do atenciÓn al papel desempeñado por el «imaginario social radical» ciones necesitan imperiosamente producir individuos sociales que
en dicho proceso instituyente. No obstante, también tenemos que sean apropiados para ese fin y que sean conformes al nómos que le
contemplar el «imaginario social instituido», que no es sino la cris- es propio. Es decir, y con esto volvemos casi al principio, necesitan
talización, o s-olidificación, tanto de las instituciones como de las imperiosamente conseguir «sociali~ar la psique», necesitan conse-
significaciones sociales imaginarias que han sido creadas por ese guir que la psique absorba las significaciones imaginarias sociales
imaginario social radical o instituyente. que constituyen a la sociedad y, con ello, crear individuos que no
En efecto, pasado el período instituyente, lo instituido se plasma sean sino «fragmentos totales de esa sociedad».
en lo que Castoriadis llamó las «instituciones segundas» de la socie- No hay separación individuo/sociedad. Cada individuo es como
dad. Dentro de las instituciones segundas, Castoriadis distinguió un punto de un holograma. Es, por supuesto, diferente de cualquier
entre las «instituciones transhistóricas», comunes a todas las socie- otro punto, pero, al igual que cualquier otro punto, «contiene, en él
dades, y las «instituciones específicas», propias de determinadas so- mismo, la totalidad de la sociedad». El individuo es enteramenté
ciedades. social, exceptuando esa parte de su psique, ese núcleo duro de su ',¡'
!

120 121
.........______________
psique que, en tanto que «imaginario radical», escapa a cualquier
c~l r:q.uiere que se tomen serias distancias con aquellos su uestos
fllosoficos q~e ~l~quean la posibilidad misma de pensarla, a1ando-
tipo de determinación, incluida la determinación social.
No obstante, hablar de determinación social puede resultar enga-
nando los P:IncipiOs esencialistas, trascendentalistas y determinis-
ñoso si no se añade inmediatamente que, por mucho que la sociedad tas que c~n~I~ran el pensamiento heredado.
cree «un mundo para sÍ», con su correspondiente clausura, y con su
. En defimtiva, lo_ qu~ ~astoria~is consigue demostrarnos es, sen-
correspondiente cierre, esa clausura siempre puede romperse y el
~Illament~, que el e;erc1c1o ~e la lzbertad y su misma posibilidad son
proceso instituyente siempre puede volver a activarse de nuevo.
m~on:patibles con cualqmer tentación de fundamentar nuestros
Esta capacidad de ruptura de la clausura radica no sólo en la exte- cntenosh"en, otra
rioridad del «imaginario radical» respecto de la propia clausura, · cosa· que no sea nuestras pronias
r
p r,a' et zcas
· contm-
·
gen_tes, Istodncas y, SI~~lemente, humanas, sin pretender buscar re-
sino también en la naturaleza magmática (es decir, no exclusiva- fugw en na a que se Situe por encima de ellas.
mente ensídica) de las significaciones imaginarias sociales.
_ Esto significa que las expresiones «individuos socialmente con-
formados por la sociedad instituida» y «posibilidad de cambio radi-
cal» no son expresiones mutuamente exclusivas.
Pero es más. En tanto que el modo de ser histórico-social remite
directamente al concepto de autocreación, resulta que la posibilidad
de la autonomía constituye una posibilidad «siempre presente» en
el seno de toda sociedad.
Para concluir esta aproximación al pensamiento de Castoriadis
-o mejor dicho, a una parte del mismo, y teniendo en cuenta los
motivos por los cuales la hemos emprendido-, parece conveniente
destacar el empeño puesto por Castoriadis en desarrollar, hasta la
exacerbación, un pensamiento crítico orientado a cuestionar lo que
se encuentra presentemente instituido, tanto en el plano socio-polí-
tico como en el plano del propio pensamiento. La fuerte voluntad,
que roza una sana obsesión, por transformar la sociedad desde una
perspectiva revolucionaria obliga a explorar la posibilidad misma de
que los colectivos sociales decidan por sí mismos el tipo de sociedad
que quieren promover. Es decir, la posibilidad de que estos colecti-
vos se den a sí mismos el nomos por el cual- consideran deseable re-
.girse en su existencia social.
Esta exploración, conducida por Castoriadis con un rigor con-
ceptual implacable, lleva a situar en un primer plano la necesidad de
dilucidar tanto el propio sentido de la autonomía como sus diversas
implicaciones en el orden del pensamiento. En efecto, para poder
ser pensada, la autonomía exige que se interrogue, a su vez, la capa-
cidad que tienen, o no, los seres humanos, de crear, en el sentido
fuerte de este término. Es decir, la capacidad de inventar, literal-
mente, nuevas realidades. Entendida de esta forma, la creación radi-

122
123
2
Michel Foucault

Si concedemos crédito a esos documentos oficiales que certifican y


que gestionan nuestra identidad, resulta que Michel Foucault nunca
existió. La persona que, con el nombre de Foúcault, nació en 1926 y
falleció en 1984 se llamaba Paul, Paul Michel Foúcault. En la familia
Foucault, generación tras generación, el primogénito siempre sella-
ma Paul; el primer hijo siempre hereda el nombre del padre. De esta
primera circunstancia, surge el primer acto de rebeldía, la primera
intervención de uno sobre sí mismo: Foucault xechaza la tradición
familiar y rehúsa llevar el nombre de su padre. Él nunca será Paul, es
Michel, digan lo que digan su padre y su carné de identidad.
Vamos a intentar proporcionar algunas claves para entender y
para situar la obra de Foucault; una obra que, sin duda, resulta fa~
miliar a buena parte de quienes lean este libro. Estas claves pasan, en
primer lugar, por delinear la biografía inteleetualde Michel Fou-
cault y, en segundo lugar, por exponer y.por analizar algunos de los
contenidos substantivos de su obra o, de lo que aquí denominare-
mos, el proyecto intelectual de Fou.cault .. ' 1

Sin embargo, antes debo hacer, públicamente, una autocrítica.


En algunos de mis anteriores escritos acerca de Foucault (por ejem-
plo, en los que se recogen en Municiones para disidentes), he insisti-
do sobre las múltiples bifurcaciones de su obra y de su pensamien-
to, he puesto el acento sobre la versatilidad de su trayectoria y he
señalado que existen, de hecho, varios Foucault. El propio Foucault
ha alentado esta imagen, rechazando lo que calificaba como «una
identidad de autor» y declarando que no tenía por qué identificarse,

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ahora, con lo que había escrito antes, pues cada una de sus sucesivas Cuando un pensador ha dado con una fórmula innovadora que
investigaciones había transformado decisivamente lo que pensaba rompe con una forma de pensar o de concebir las cosas· cuando
antes de haberla llevado a cabo. Esto resulta, por lo demás, plena- . '
consigue crear y aportar con ello una visión original, entonces, si-'
mente coherente con su propia definición de lo que significa pensar, gue? dur~nte toda su vida profundizando, ampliando, matizando,
puesto que, según él, pensar, pensar_ seriamente, ~ensar detenida- ennqueciendo esa aportación; confrontándola con distintos órde-
mente, implica necesariamente cambzar de pensamzento. En efecto, nes de realidad, porque es difícil que una vida dé para mucho más
después de haber ejercitado el pensamiento no se puede seguir pen- que para una creación de este tipo. .
sando lo mismo que se pensaba antes de haberlo hecho. Tan sólo los pensadores menores somos proclives a la versatili-
En definitiva, un Foucault cambiante o, incluso, varios Foucault; dad porq.ue.varnos variando nuestros planteamientos a medida que
un Foucault rizomático, polimorfo, cuya obra se puede distribuir vamos asirmlando nuevas lecturas y nuevas formulaciones que otros
sobre varios espacios de dispersión, corno lo he sostenido en M uni- ~npro~ci~. .
ciones para disidentes. En definitiva, se impone el ejercicio de la autocrítica: me equivo-
------ -Pues bien, me desdigo de lo dicho. Después de haber releído con qué del todo altodo; las supuestas mil caras de Foucault se funden
más detenimiento los textos de Foucault y después de haber pensa- finalmente, en un único rostro. '
do sobre ellos he hecho buena la caracterización foucaultiana del
pensamiento,~ he carnbi~do m~ pensarnie~to: No hay vario~ Fou-
cault- no es la discontinmdad, smo la contmmdad lo que meJor ca- Apuntes biográficos: la voluntad de cambiar
racte~iza el pensamiento de Foucault. El propio Fouca~lt reconoce,
con cierta tristeza, la unidad de su obra cuando nos dice: «No hay Ese único rostro se va configurando, poco a poco, en la segunda mi-
gran diferencia entre mis libros. Al final,_ uno se da cuenta de q~e ha tad de los años 40, recién concluida la Segunda Guerra Mundial, y a
cambiado bastante poco»; o, cuando afirma en otro lugar: «Fmal- lo largo de la década de los años 50.
rnente uno se da cuenta de que lo que ha hecho -'alivio, y también , El padre .~e Foucault se llamaba Paul, ya lo hemos dicho, y que-:
decepción- es bastante parecido a lo que ya había escrito>~. . na que su hiJO adoptase ese nombre y que fuese médico. No consi.,
Es obvio que, a lo largo del tra?ajo ~e ~oucault, se produce~ m- guió. ni una ~osa ni 1~ otra: ni Paul, ni médico. Paul quiso ser Michel,
flexiones y que asistimos a un ennquecirniento y a una cornplepza- y Michel-qmso ser filósofo. ·
ción de sus planteamientos. Es obvio, también, que no es exacta- Sin embargo; para entrar en el circuito académico de la filosofía
mente lo mismo estudiar, por ejemplo, la objetivación de la locura hay que S~per~r Ull C?n~urso bastante difícil y muy selectivo que S~
que investigar la institucionalización del c~sti~? y la creació~ del llama Agregatzon. Asirmsrno, par-a afrontar ese concurso con ciertas
delincuente; y que pensar acerca de la const1tuc10n de la se~uahda~, garantías de éxito, hay 9ue ser admitido y estudiar en lá prestigiosa
no es lo mismo que interrogar las prácticas de sí sobr~ sf m~smo: Sm ~scuela Normal Supenor de París, ubicada en la Rue d'Ulrn. Por
embargo, creo que se puede decir que desde que pubhco Hzstorza de fm, para superar el concurso de admisión en la Escuela Normal Su-
la locura en la época clásica hasta que se editó su último libro, Fou- perior de París, es preciso seguir unos cursos especializados en al~
cault nunca dejó, en cierta manera, de hacer lo mismo a través de guno de los grandes institutos de París. · ·
distintos campos y mediante la exploración de diversas temáticas. E~ 1945, con diecinueve años, Foucault se trasladó a París para
Encontrarnos en efecto, una misma concepción de conjunto, un estud;ar en un? de esos grandes institutos, donde su profesor de fi-
mismo marco' teórico, el mismo tipo de interrogación y el recurs? _a losofla no sera otro que Jean Hyppolite (1907-1968), gran intro-
unos procedimientos de indagación semejantes. Es más, esta unza- ductor de Hegel en el panorama filosófico francés y traductor de La
dad subyacente, por debajo de una producción textual ciertamente fenomenología del espíritu. Curiosamente, veinticinco años más tar:-:
diversa, caracteriza, posiblemente, a todos los grandes pensadores. de, en 1970, Foucault ocupará en esa importantísima institución

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127
que es el College de France la cátedra que tras la muerte de J ean ríodo de formación intelectual, así como el período en el cual elabora
Hyppolite queda vacante. su proyecto intelectual ya se está concluyendo, y lo que más nos in-
Foucault fue admitido en 1946 en la Escuela Normal Superior. teresa aquí es conocer de qué se nutre y cómo se forma ese proyecto.
Dicho sea de paso, en su promoción y, por lo tanto, condiscípulo ¿Qué ocurre después de 1960? Con los materiales sobrantes de su
suyo, se encontraba Pierre Bourdieu (1930-2002). El profesor que tesis sobre la locura Foucault redactó El nacimiento de la clínica, que
impartía psicología para la preparación del concurso de la Agréga- se publicará en 1963. Tres años más tarde publicará Las palabras y las
tion se llamaba Maurice Merleau-Ponty (1908-1961), gran maestro cosas, libro que le valdrá el ser acusado por J ean-Paul Sartre (1905-
de la fenomenología francesa. 1980) de constituir «el último baluarte de la burguesÍa»; y en 1969 sal-
En los años 1948 y 1949 Foucault obtuvo sendas licenciaturas en drá editado La arqueología del saber, libro que Foucault calificará
Filosofía y en Psicología y, en 1951, superó el concurso de la Agré- como «el menos apasionado» y el más formalista de todos sus libros.
gation, lo cual le permitió emprender una carrera universitaria que Decía más arriba que, a principios de los años sesenta, lo esencial
empezó como profesor de psicología, al mismo tiempo que impar- de la formación intelectual de Foucault ya estaba concluido. En rea-
_tíaclases enla propia Escuela Normal Superior. Por cierto, y tam- lidad no es del todo así porque, a finales de los años sesenta, se pro-
bién sea dicho de paso, uno de sus primeros alumnos se llamabaJac- ducen una serie de acontecimientos que le abrirán nuevos campos
ques Derrida (1930-2004). de experiencia y de reflexión en el ámbito político.
Pero para esas fechas, Foucault ya había intentado suicidarse dos En efecto, a finales de los años sesenta y, más precisamente, en
veces: si la homosexualidad sigue conllevando múltiples problemas 1967 y 1968, Foucault residía en Túnez donde ocupaba una cátedra
en nuestros días, en aquella época eran, obviamente, muchos más de filosofía. La fuerte represión que se abatió- sobre unos estudian-
los que se abatían sobre los que tenían este tipo de prácticas. tes opositores al régimen tunecino, grupos a los que Foucault pres-
Desde 1951 hasta 1955 Foucault siguió impartiendo clases y pu- tó toda la solidaridad que le fue posible, le permitió descubrir una
blicó, por encargo de Louis Althusser (1918-1990), un libro franca- nueva faceta de los mecanismos de la represión política, así como
mente horrible, Enfermedad mental y personalidad (1954 ), de cuya una nueva modalidad del compromiso político.
edición siempre se arrepentirá. Solía decir tiempo después que su Foucault seguía residiendo en Túnez cuando estalló en París el
primer libro de verdad había sido Historia de la locura. Mayo del 68. No vivió directamente las fases más intensas de· ese
Entre 1955 y 1960 abandonó Francia y pasó a ocupar pll;_estos de acontecimiento, aunque sí participó en algunas asambleas en la Sor-
responsabilidad cultural en Suecia, Polonia y Alemania. Ese es el borra, _ocupada por los estudiantes. En diciembre de 1968, regresó a
período durante el cual redactó su tesis doctoral que defendió en Francia para ocupar una cátedra en la Universidad de Vincennes,
1961 y que fue publicada, ese mismo año, bajo el título Historia de creada a raíz del Máyo del68, y que será un foco impresionante de
la locura en la época clásica. actividades izquierdistas, contestatarias y subversivas en las que
También fue en 1961 cuando se reincorporó a Francia como pro- Foucault participó de lleno.
fesor, nuevamente de psicología, en la Universidad de Clermont- Durante los cinco años siguientes,. de 1968 a 1973, la vida políti-
Ferrand, donde, por cierto, se codeará con otro profesor de esa uni- ca francesa estuvo marcada por las secuelas de Mayo del 68 y du-
versidad llamado Michel Serres. rante todo ese tiempo Foucault desarrolló un activismo político ex-
Hemos llegado a principios de los años sesenta, y vamos a seguir traordinariamente intenso que le llevará a actuar, codo con codo,
proporcionando algunos puntos de referencia biográficos hasta llegar con quien le había acusado de ser, precisamente, «el último baluarte
a 1984, pero volveremos con mayores detalles sobre el período 1945- de la burguesía», es decir, conJean-Paul Sartre. En ese período sus
1960 porque, a principios de los años sesenta, Foucault tiene ya algo centros de interés fueron, por una parte, los presos, volcándose en
más de treinta años, ha elaborado una tesis, que se va a convertir en la animación del Groupe d'Intervention sudes Prisons (G.I.P.), por
un libro importante, y podemos considerar que para entonces su pe- otra parte, los inmigrados y, por fin, la violencia policial. Es, preci-
J
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¡'.:
samente, durante ese período cuando redacta Vigilar y castigar, que telectual de Michel Foucault como, probablemente, la fase durante
se publicará en 1975 y en donde se inicia, de forma más explícita, su la cual se conforman los elementos básicos de su proyecto intelec-
reflexión sobre la problemática del poder. tual.
Después de 1973, y hasta su muerte, Foucault seguirá siendo po- ¿Cuáles eran los principales puntos de referencia que marcaban
líticamente activo, pero siguiendo ya un ritmo más pausado. el clima intelectual francés después de la Segunda Guerra Mundial y
Sin duda alguna, los acontecimientos de Mayo del 68 sirvieron hasta finales de los años cincuenta?
para que Foucault prestara una atención más detenida a la proble- Sin duda, Georg W F. Hegel (1770-1831), Karl Marx (1818-
mática del poder, como lo demuestra no sólo Vigilar y castigar, 1883) y Edmund Husserl (1859-1938) ocupaban la delantera de la
sino, poco tiempo después, la publicación de Historia de la sexuali- escena y representaban los tres grandes maestros pensadores que
dad y, en diciembre de 1976, La voluntad de saber. ningún intelectual que se preciase como tal podía ignorar. Junto a
El hecho de que los dos tomos siguientes de Historia de la se- ellos, aunque un peldaño por debajo, se encontrabanJean-Paul Sar-
xualidad no aparecieran hasta 1984, el año mismo de su muerte, tre y Maurice Merleau-Ponty. Este panorama significaba marxismo,
suscitó infinidad de especulaciones sobre las razones de un prolon- por una parte, y fenomenología, por otra; pero ligados entre sí por
gado silencio de ocho años. ¿Por qué Foucault tardó tanto en vol- una doble tensión.
ver a publicar un libro? Algunos avanzaron que era porque su pen- Se trataba de la tensión originada por la voluntad de encontrar el
samiento se había agotado y porque ya no tenía nada interesante entronque, de formular la articulación y de demostrar, en definitiva,
que decir. Afirmaciones un tanto sorprendentes cuando se sabe que, la compatibilidad entre el marxismo y la fenomenología, hallando la
durante esos años, los cursos que impartía semanalmente en el manera, por así decirlo, de casar Husserl y Marx. Frente a esta
College de France convocaban una asistencia multitudinaria, del or- pretensión, una segunda línea de tensión surgía de la voluntad de
den de 500 personas abarrotadas en una sala de 300 plazas. O que, contraponer el marxismo y la fenomenología, resaltando sus dife-
en sus desplazamientos a Estados Unidos, sus conferencias congre- rencias y presentándolos como unas opciones mutuamente exclu-
gaban públicos multitudinariós, como sucédió en 1980 en Berkeley, yentes.
donde 1.500 estudiantes pelearon para acceder a una sala con un Fenomenología y marxismo se encontraban inmersos, además,
aforo para unas 800 personas. Desde luego, no está nada mal para en un clima general impregnado por el humanismo y esto dará lugar
alguien cuyo discurso, al decir de algunos, se había agotado. a una especie de síntesis de todo ello que tomará la forma del exis-
La explicación de ese largo período sin libros es mucho más sim- tencialismo sartreano. En el contexto francés, Sartre representaba en
ple. Para poder financiar la película sobre Pierre Riviere, Foucault esos años el intelectual por excelencia, el intelectual esencial. Se po-
pidió un adelanto de dinero a la Editorial Gallimard, pero ésta le día estar de acuerdo, o no, con sus planteamientos, pero existía algo
impuso, como contrapartida, tener la exclusiva de sus libros duran- así como una obligación implícita de tener que definirse~ en relación
te un período de cinco años; es decir, hasta 1982. Foucault, disgus- con esos planteamientos.
tado con lo que consideraba un chantaje, cumplió al pie de la letra Foucault dice, textualmente: «pertenezco a esa generación que
los términos del contrato, no entregó ningún libro a otra editorial, ha estado marcada por el marxismo, por la fenomenología y por el
pero tampoco a Gallimard. existencialismo». ·
La presión que se ejercía en esos años sobre el conjunto de los in-
telectuales para que se adscribiesen a las posiciones marxistas era
El contexto intelectual de los años cincuenta fortísima. La alternativa que quedaba abierta consistía en ser mar-
xista, o bien pasar a engrosar las filas de los reaccionarios. Quien no
La etapa que se extiende, aproximadamente, desde 1945 hasta 1960, hubiese leído y asimilado a Marx se encontraba incapacitado para
como ya hemos dicho, representa tanto el período de formación in- discutir seriamente porque el pensamiento auténticamente intere- ,,,

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sante sólo se podía fraguar desde dentro de las coordenadas del
marxismo. Se manifestaba, por consiguiente, una clara voluntad de
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partida por la fenomenología y por el marxismo habían marginado


por completo de la lista de las lecturas recomendables.
hegemonía que, acompañada de unas prácti~as de excl-:sión, crea- Foucault empezó a leer a Nietzsche en 1950, pero no lo encontró
ban un ambiente intelectual bastante enrarecido y opresivo. interesante y abandonó rápidamente su lectura. Sin embargo, pocos
Desde dentro de las propias filas marxistas, la presión hacia el meses más tarde emprendió la lectura de Heidegger, y esto significó
dogmatismo y hacia la ortodoxia constituía quizás la característica para él algo así como abrir una ventana que dejaba entrar una co-
dominante. En efecto, las prácticas que se favorecían en aquellos rriente de aire fresco en el recargado ambiente hegeliano-fenomeno-
años eran, básicamente, de tipo talmúdico y consistían en leer ade- lógico-marxista que le había tocado respirar. Todo el porvenir del
cuadaménte los textos de Marx y en formular la interpretación co- pensamiento ~ilosófico de Foucault va a estar determinado por esa
rrecta de esos textos. Las polémicas, las divergencias y, en su caso, lectura de Heidegger, ya que, después de ella, sintió de nuevo curio-
las expulsiones se centraban sobre la cuestión de saber si los análisis sidad por volver a leer a Nietzsche y, esta vez, se produjo algo así
que se llevaban a cabo a partir del pensamiento de Marx eran con- como una auténtica conmoción intelectual. Antes de leer a Heideg-
--formes al propio discurso de Marx o se desviaban de éste. Todo lo ger, los escritos de Nietzsche no conseguían interesarle, pero, des-
contrario, por lo que estamos viendo, de una incitación al pc:;ns~­ pués de haberlo leído, Nietzsche constituyó una revelación que le
miento libre y creativo. Afortunadamente, Mayo del 68 contnbUI- impulsó no solamente a romper con el pensamiento dominante de
rá en buena medida, a hacer saltar todo esto por los aires. su época, sino incluso a romper con lo que venía siendo su propia
'La anterior cita de Foucault que reproducíamos era incompleta; forma de vida. A partir de ese momento, Foucault se va a proclamar
la retomamos a continuación, énfatizando lo que habíamos omiti- desca~adamente nietzscheano y va a apoyarse sobre el pensamiento
do: «pertenezco a esa generación que ha sido marcada por el mar- de Nietzsche para- conducir sus investigaciones en los distintos
xismo, por la fenomenología y por el existencialismo ... y que ha campos que, sucesivamente, irá abordando.
querido romper con todo esto». . Es en Heidegger y es, sobre todo, en Nietzsche donde Foucault
Sin embargo, no es la ruptura con el marxismo lo que va a preo- encontrará la materia prima para emprender el desmantelamiento
cupar a Foucault. Éste, a diferencia de Castoriadis, no impulsó nin- tanto de la teoría del sujeto como de la concepción esencialista de la
guna batalla contra el marxismo; se limitó, simplemente, a no ser racionalidad, y así construir su propio proyecto intelectual.
marxista y a no entrar en el tipo de juego que el marxismo había El desmantelamiento de la teoría del sujeto supone cuestionar de
configurado en esos años, asumiendo, eso sí, el riesgo de ser tildado, forma radical las bases mismas de la fenomenología. En efecto, re-
como lo hemos visto, de ser un «baluarte de la burguesía». cordemos que uno de los supuestos fundamentales de la orientación
Con lo que quiso romper Foucault, de manera explícita y fron- fenomenológica consiste en afirmar que el sujeto es la entidad últi-
tal, fue con la teoría del sujeto y ~on la concepción de la racionalidad m~ sobre la c-:al se fundamenta la experiencia, y que es él sujeto
que vehiculaban tanto la fenomenologí.a como el h~ma~smo y que qUien proporc10na su sentido a dicha experiencia. Asimismo, la fe-
también anidaban en algunos planteamientos marxistas, mcluyendo nomenología asurhe, junto con otras c9rrientes filosóficas, que uno
aquí los propios planteamientos de la Teoría Crítica de la Escuela de d.e los grandes objetivos de la filosofía, por no decir, quizás, el prin-
Frankfurt, como Foucault pudo comprobar años más tarde, cuando Cipal, consiste en proporcionar el acceso a un conocimiento adecua-
se decidió, por fin, a examinar con mayor detenimiento estos plan- do de las ~aracterísticas esenciales del sujeto. Sin embargo, como
todos los mtentos de acceder a dicho conocimiento escrutando di-
teamientos.
Las razones de esta ruptura, y el esfuerzo desplegado para for- rectamente al propio sujeto han conducido a un fracaso, la fenome-
mularun planteamiento distinto, tuvieron su origen en la lectura de nología propone cambiar de estrategia y ensayar una vía indirecta.
MartinBeidegger (1889-1976) y de Friedrich Nietzsche (1844-1900). Se ~rata, si~plemente, de dejar de mirar al sujeto y, en su lugar, fo-
Dos autores malditos, sobre todo el segundo, que la hegemonía com- cahzar la mirada directamente sobre la experiencia.

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132
Si es cierto, como lo afirma la fenomenología, que el sujeto es la por ejemplo, las que provienen de la lingüística cuando nos mues-
fuente última del significado de la experiencia, entonces, focalizan- tra cómo las propias estructuras lingüísticas crean sentido con to-
do nuestra mirada sobre la experiencia más cotidiana, y procediendo tal independencia de cualquier intervención del sujeto; o las que
de forma sistemática, rigurosa, mediante una metodología exigente, surgen del psicoanálisis, sobre todo en su versión lacaniana, cuan-
a un análisis que la depure de todo lo que resulta accesorio, sobrea- do pone el acento sobre las determinaciones del propio significa-
ñadido, enmascarador, circunstancial y distorsionante, podremos do por el inconsciente. De hecho, es el estructuralismo en su con-
acceder a la propia institución de su significado por parte del sujeto. junto el que fragiliza y torna insosteniblela teoría del sujeto. No
En la medida en que consigamos acceder a ese significado constitu- es de extrañar que se perciban ciertas coincidencias entre los plan-
tivo, más allá de lo que pueda tener de circunstancial, de transitorio, teamientos de Foucault y los que formula el movimiento estructu-
e, incluso, de opaco para el propio sujeto, entonces, también conse- ralista.
guiremos acceder a la propia naturaleza de ese sujeto donante de Junto con el desmantelamiento de la teoría del sujeto, Foucault,
sentido o, si se quiere, a la esencia misma del sujeto. apoyándose una vez más en Nietzsche, también emprende el des-
---- DiGho wn otras palabras, analizando objetivamente la experiencia, mantelamiento de la concepción esencialista de la «razón». En efecto,
depurándola de sus expresiones coyunturales y cambiantes, accedere- para Foucault la razón es una pura entelequia. Lo único que pode-
mos a aquello que constituye su propia condición de posibilidad y la mos contemplar son <<formas, históricas y situadas, de racionalidad» ..
fuente de su sentido; es decir, al sujeto. Un sujeto que, en su función de En c.o?secue~cia, lo que conviene hacer es, sencillamente, poner de
donación y de institucion~ización del propio sentido de la experiencia, mamf1esto e mterrogar las formas sucesivas que toma la razón, evi-
resulta ser el sujeto fundacional, el sujeto universal y transhistórico, denciar sus bifurcaciones, rastrear su contingencia y analizar las
captado, por fin, en su esencia y en sus propiedades constitutivas. prácticas que la constituyen.
Nietzsche emprendió en su momento una operación de des-sub- Al igual que ocurre con el sujeto, también la razón tiene una de-
jetivación del sujeto, considerando la experiencia como algo que terminada historia y, si para hacer la historia del sujeto es preciso
arranca al sujeto de sí mismo, lo disuelve y lo transforma en un ser analizar la~ div~rsas formas de racionalidad que lo constituyen, para
distinto. Foucault, prosiguiendo en esa línea, dio carpetazo a la ca- trazar la h1stona de la razón, también resulta imprescindible elabo-
tegoría del sujeto como elemento transhistórico, fundador de la ex- rar la historia del sujeto, porque ambas historias están internamen-
periencia, e invirtió radicalmente los supuestos básicos de la feno- te relacionadas.
menología. No es que el sujeto sea la condición de posibilidad de la Como ocurre con «la verdad», también <<la razón» consiste en
experiencia, sino que es la experiencia la que constituye al sujeto. O una determinada relación que, para un determinado tipo de sujeto,
mejor dicho, es la experiencia la que constituye a la pluralidad de el discurso mantiene consigo mismo. Esa relación es cambiante, es
sujetos que habitan la forma sujeto. Resulta, en consecuencia, que producida mediante determinadas prácticas o, por decirlo con otras
el sujeto, lejos de ser un ente universal, transhistórico y fundador, palabras, esa relación tiene, ella misma, una historia. Ni la verdad, ni
no es sino Ún producto históricamente variable, tan variable como la razón, t~ascienden las prácticas concretas que conforman al suje-
lo pueda ser la propia experiencia. to y a su d1scurso. ·
En otras palabras, el sujeto es siempre el resultado de determina- Foucault dice: «Hay una autocreación de la razón, y es por eso
das prácticas de subjetivación, históricamente situadas. Partiendo de por lo cual he intentado analizar las formas de racionalidad: dife-
esta convicción, gran parte de la obra de Foucault consistirá, preci- rentes instauraciones, diferentes creaciones, diferentes modificacio-
samente, en analizar con sumo detalle algunas de las variadas prác- nes mediante las cuales las racionalidades se engendran unas a otras,
ticas que construyen nuestras subjetividades. se oponen, se eliminan unas a otras, sin que, en ningún momento ...
El desmantelamiento de la categoría sujeto emprendido por Fou- (las palabras que siguen ya no son textuales, pero respetan total-
cault se suma a otras ofensivas que van en la misma dirección. Así, mente el pensamiento de Foucault) sin que en ningún momento ...
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quepa decir «ésta es la autén_rica forma de la ~azón», y sin 9-ue en Foucault y que va a servir de eje organizativo, o de principio verte-
ningún momento quepa considerar que «la razon se haya ale;ado de brador, del conjunto de su proyecto intelectual. Eso sí, dejando bien
su auténtica naturaleza». . claro que la supuesta presencia de un elemento nodal, o de un pos-
Es por esto por lo que Foucault no está de, acuer~o m con los tulado básico, se formula tan sólo desde una, la que aquí se realiza,
planteamientos de la fenomenología (cuando esta afirma que hay de las múltiple lecturas de Foucault que se pueden llevar a cabo.
que reencontrar el momento fundacional de 1~ razón y r~cobrar su En segundo lugar vamos, por así decirlo, a desplegar ese proyec-
proyecto esencial del cual nos hab:íamos alepdo I:aulatmame~te), to intelectual, porque, si bien es el principio vertebrador el que le da
ni tampoco está de acuerdo con ciertos planteamientos marx~stas sentido al conjunto y permite entenderlo, es obvio que este proyec-
(como, por ejemplo, los de la Es_cuela_de Fr~nkfurt y los de ~ukacs), to es mucho más rico y desborda ampliamente un núcleo duro del
según los cuales la razón ha sido dis~orswnada y p~rvertida por cual depende, pero al cual no es reductible. Precisemos, sin embar-
ciertas condiciones históricas y, especialmente, por ciertas formas go, que, en lugar de contemplar las múltiples facetas de ese desplie-
del capitalismo. gue (lo cual nos llevaría a tener que escribir, prácticamente, un libro
-- De ahí, seguramente, las fuertes prevenciones de Foucault_ c~:mtra entero), nos limitaremos a ilustrarlo recurriendo, a modo de botón
todos los planteamientos orientados a reencontrar la «~utentlcidad» de muestra, a dos de los elementos que nos parecen revestir un al-
por debajo de lo que la distorsiona, y contra las tentativas de h~cer­ cance más general.
nos creer que, según la célebre frase ~e Mayo del68, «por ~e~aJO de Cuando Foucault, durante el período de su formación intelec-
los adoquines está la playa». No es CI~:,to que nuestro autenttco de- tual, se rebela intelectualmente contra las concepciones filosóficas
seo lata por debajo de lo que lo constn~~ y que podamos traerl~ a la que ocupan una posición dominante (y que, por ello, también nu-
superficie rompiendo lo que lo constrme; c?mo tampoco es Cl_erto tren su propio pensamiento), lo que cuestiona de forma muy direc-
que nuestra libertad se e~c':e~tre por debaJO de lo_ que la opnme, ta es el postulado esencialista sobre el que se basan dichas contep:..
y que ésta pueda brotar SI ehmmamos lo que la opnme. .
.
cwnes.
'

Ciertamente, y afortunadamente, podemos llegar a ser diferentes El postulado esencialista sostiene que, pot debajo de la forma
de lo que las circunstancias nos han hecho ser, pero no porque lu- circunstancial y variable a través del tíenÍpo o de la historia que
chando contra esas circunstancias encontremos y rescatemos nues- adopta el «ser», se encuentra una determinada forma del ser que es
tro auténtico ser, o la razón no instrumentalizada, o nuestra verdad fija e inamovible. En efecto, la existencia delser, de cualquier tipo
fundamental, o nuestro deseo constitutivo, sino porque nos pode- de ser, es siempre una existencia concreta y situada, que acontece en
mos «crear» a nosotros mismos de otra forma: un mundo particular. Resulta, por ende, inevitable que las cambian~
tes características de ese mundo condicionen y moldeen, las expre-
siones concretas del- «ser», pero, desde el postulado esencialista, se
El proyecto intelectual de Foucault pretende que aquello mismo que es condicionado y moldeado «es»
de una determinada forma, con independencia de cómo pueda apa-
Después de estos apuntes sobre la bi~grafía intelectual de Foucault, recer después de haber sido condicionado y moldeado. Por debajo
y sobre la tradició~ intelectual_ e~ la cual se forma, y contra la cu~~ de las modalidades contingentes del «ser manifestado» existe, en
se rebela vamos a mtentar deflmr, por lo menos en sus grandes h consecuencia, el «ser esencial» fijo e invariable.
neas, el <:proyecto intelectual» de Foucault, situándonos desde una Así, por debajo de las diversas modalidades históricas del sujeto,
doble perspectiva. . tal y como se configuran en los distintos momentos de la historia
En primer lugar vamos a mtentar acotar el el:mento nodal o ~1 humana, se encuentra el sujeto en su esencia. De la misma forma en
núcleo duro de ese proyecto. Un elemento o nucleo que se forp que, por debajo de las formas cambiantes de lo que le reprime, se
muy tempranamente en el transcurso de la trayectoria intelectual de encuentra nuestro deseo constitutivo, por debajo de los fluctuantes 1

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regímenes de la verdad y de la sinuosa trayectoria de la razón se en- para encontrar una felicidad que nace de la coincidencia entre lo que
cuentra la verdad en suinalterabilidad y la racionalidad en sí misma; de verdad somos y lo que sólo aparentamos ser, está claro que de-
por debajo de la extensa diversidad cultural, social e histórica, se en- bemos esforzarnos en ser fieles a nuestra propia esencia.
cuentra la naturaleza humana, etcétera. Por fin, en tercer lugar, al considerar que la existencia no consti-
La adhesión al postulado esencialista conlleva múltiples implica- tuye sino la simple manifestación coyuntural de la esencia que la
ciones y consecuencias como, por ejemplo, las tres que menciona- sostiene, el esencialismo niega rotundamente la posibilidad misma
remos a continuación. de crear y clausura la posibilidad misma de la libertad. En efecto, las
En primer lugar, figura la fuerte incitación a jugar el juego de diversas prácticas que podamos desplegar tan sólo pueden modifi-
Platón. En efecto, el esencialismo fomenta la voluntad de desvelar car la expresión de algo que, como tal, no procede de ninguna prác-
aquello que se oculta por detrás de las mer~s apari~nci~s, de acceder tica particular porque antecede y trasciende cualquier práctica.
a ello para así poder dar cuenta de las propias apanenc1as y para po- Ya lo hemos visto al examinar la obra de Castoriadis; «crear», en
der, eventualmente, rescatarlo en su pureza constitutiva. Si quere- el sentido fuerte de la palabra, es producir algo que no está ya total-
mos entender la existencia debemos ir a la esencia, de la cual la exis- mente precontenido en lo dado, en lo que ya existe hasta ese mo-
t~n~i~ ~~~stituye tan sólo una expresión alterada y deformada por mento. Sin embargo, si lo que existe, en cualquier momento que
las circunstancias en el seno de las cuales acontece. queramos considerar, consiste en la expresión variable de una esen-
El esencialismo nos devuelve directamente a ese viejo juego idea- cia invariable, cualquier cosa que podamos hacer acontecer sólo re-
do por Platón, cuando nos decía, más o menos, lo siguiente: «No presentará una expresión, diferente en cuanto a la forma, de esa
prestemos atención a las sombras que pueblan la caverna en la que esencia invariable. Si las cosas participan de una esencia, nuestras
moramos, intentemos contemplar lo que se halla fuera de la caverna prácticas no pueden crear nada que no esté ya precontenido en la 1
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en la que vivimos y que da lugar a esas engañosas sombras que nos misma ni, aún menos, pueden crear esa esencia. Esto marca el estre- 11 ""''1
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rodean, intentemos llegar a la esencia de las cosas, a la verdad inal- cho límite de nuestra libertad, que sólo puede transformar, pero que "'""1
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terable y eterna desu ser, más allá de su distorsionada existencia». nunca alcanza a promover una novedad radicaL
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Está claro que el hecho de situarse en las coordenadas del antiesen- Tal y como lo entendemos, el elemento nodal o nuclear que ver- ;¡¡¡111111¡

cialismo conduce a decir adiós a Platón y, junto con él, a decir adiós tebra el proyecto intelectual de Foucault es bien claro y bien senci-
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a la casi totalidad de la tradición filosófica occidentaL llo de formular. Se trata, básicamente, de «contradecir el postulado 1¡1'¡¡¡:¡.1:.:
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. En segundo lugar, el esencialismo traza un único camino para el esencialista», de neutralizar sus implicaciones y de mostrar que 11111111.111

desarrollo de nuestro quehacer y privilegia la fidelidad como meta constituye no solamente una falacia intelectual, sino que represen- !!!11![!!¡'
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normativa. El camino consiste en acercar, tanto como nos sea posi- ta, además, una falacia peligrosa para el ejercicio de nuestra libertad.
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ble, la existencia a la esencia que la funda. Más allá de lo que parece- Toda la obra de Foucault puede entenderse como un prolonga- 11"'' 111
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mos ser, o de lo que las vicisitudes de nuestra existencia nos han do esfuerzo para mostrar que la existencia no consiste nunca en la
conducido a ser, re_sulta que lo que somos, auténticamente, ya está mera manifestación de una modalidad particular de una supuesta
inscrito en nuestra esencia. Debemos reencomrar esa esencia por de- esencia. Al contrario, la existencia (del sujeto, de la locura, de la se-
bajo deJo que la oscurece y la deforma para pegarnos a ella tanto xualidad, de la razón, de la verdad, del «hombre», etcétera) es pro-
como nos sea posible y así realizarnos plenamente. Nuestro verda- ducción; es, literalmente, «creación» a partir del mundo y de la ex-
dero «yo», la razón auténtica, la naturaleza constitutiva del ser penencia. '!¡

humano ... es preciso romper la distancia que nos separa de todo Foucault dedicó más de un cuarto de siglo de su vida intelectual a
esto, porque es en esa misma distancia donde radican, precisamen- evidenciar, meticulosamente y con encomiable rigor, las diversas prác-
te, nuestra infelicidad y nuestra alienación, nuestra dificultad para ticas, tanto discursivas como no discursivas, que han concurrido, en
realizarnos plenamente. o para acceder a la plena verdad. En suma, diversos ámbitos, para producir, para «crear» lo que hoy existe.

138 139
Para hacernos ver que lo que hoy tomamos como natural no res-
ponde a ninguna esencia, sino que resulta de un conju~.to de prácti-
T 1

i
En ese texto, Maurice Florence nos dice que Foucault es un pen-
sado7 que se sitúa en la «tradición crítica de Kant» y que su trabajo
casque lo han instituido, Foucault no tuvo más remedio que hacer- consiste en llevar a cabo «una historia crítica del pensamiento». Vol-
se historiador. Sin embargo, adoptó una concepción de la historia veremos más adelante sobre la referencia a la «tradición crítica de
que rompió radicalmente con el legado ~ege~iano Y. Cbl_l la influen- Kant»; perc: antes, vamos a ver en qué consiste una historia crítica
cía que la concepción hegeliana de la histona ha eJercido sobre el del pensamzento.
marxismo. En efecto, la historia no es el camino que se sigue hacia Para empezar, conviene diferenciar la historia crítica del pensa-
la realización plena del ser, la historia no está vectorizada hacia un miento de lo que constituiría, simplemente, una historia de las ideas.
determinado fin, ni tampoco presenta una continuidad en su desa- En efecto, no se trata de estudiar la evolución de las ideas, ni de
rrollo. Nada de lo que existe hoy está precontenido en un origen examinar cómo éstas van cambiando con el tiempo, sino de buscar
que conduce necesariamente hacia la forma que toma su presente lo que hace posible la constitución de las propias ideas. Se trata de
constitución. indagar cuáles son las condiciones que deben concurrir para que
-- -~- Párá Fóucault, la historia no es teleológica y está marcad~ por la pueda constituirse una determinada idea, o un determinado tipo de
discontinuidad. Su concepción de la historia, lejos de debilitar la saber, o cierto objeto de conocimiento. Sin embargo, cuando se in-
importancia que reviste la historicidad, aún. le c~nfiere, P.or. el c?n- tenta .ave:~guar cuál es el s.istema .de racionalidad que subyace a la
trario, una importancia mayor. Porque la histona no se hmita sim- constltucion de un determmado tipo de saber, aparecen inmediata-
plemente a condicionar las expresione.s de la existen~ia, ~?mo tam- mente d?s consideracion~s. . .
poco se limita a hacernos avanzar hacia la plen~ rea~IzaciC:n del ser, L~ pnmera es qu~ la ~Istona del p~nsamiento no se puede enten-
sino que la historia forja, produce y crea la propia eXIstencia. Con lo der sm una referencia directa a la sociedad, a la política, a la econo-
cual, para conocer esa existencia, no hay que indagar su supuesta mía, a un conjunto de prácticas, a un conjunto de relaciones de po-
esencia, sino que debemos focalizar nuestra mirada, directamente, der o a un conjunto de instituciones. Con lo cual, no queda más
sobre la propia historia. remedio que estudiar, minuciosamente, esas prácticas, esas relacio-
Hemos visto que la voluntad de contradecir el postulado esencia- nes de poder y esas instituciones, si se quiere dar cuenta del tipo de
lista y todas sus implicaciones lleva a enfatizar la importancia de la pensamiento que hace posible la constitución de un determinado
historia y a privilegiar la historicidad. No obstante, también se abre campo de saber.
sobre otras posibilidades que irán apareciendo a medida que se vaya La segunda es que el pensamiento está marcado, inevitablemen-
desplegando, por así decirlo, el proyecto intelecn:al de Fou.cault. te, por la historicidad y por la contingencia. Si el pensamiento se
No vamos a detallar ahora las diversas facetas de d1cho desphegue; fragua en el seno de una determinada historia social, entonces es la 1
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nos limitaremos, como ya lo hemos anunciado, a presentar, como propia contingencia de dicha historia y la propia historicidad de lo 111111"

botón de muestra, si se quiere, dos de lo~ elementos que nos pare- so.ciallas que vamos a reencontrar en el seno del pensamiento exa-
cen revestir un carácter de mayor generahdad. mmado.
Nos centraremos, básicamente, sobre lo que el propi? F~u- El p:oyecto intelectual de Foucault hila mucho más fino que las
cault dice acerca de lo que hace y, para ello, vamos a recurnr pnn- generalidades que acabamos de enunciar. En concreto, sostiene que,
cipalmente, aunque no exclusivamente, a un t~xt~ atípico. Se tra- p~ra entender ~1 pensamient~ que da luga: a un ámbito de conoci-
ta de un texto en el cual Foucault habla de si mismo, en tercera miento determmado en una epoca determmada, es preciso estable-
persona. Un texto que redactó el propio Fo.ucault, bajo el seudó- cer con prec~si~n eJ, «modo de subjetivación», por una parte, el
nimo de Maurice Florence, para la voz «Michel Foucault» de un «modo de obJetlvacwn» por otra parte, y, en tercer lugar, el tipo de
Diccionario de los filósofos, y en donde explica cuál es el sentido relación que se teje entre estos dos elementos. Es decir, entre ciertas
de su obra. modalidades del sujeto y ciertos tipos de objetos.

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140
El «modo de subjetivación» hace referencia a cómo debe ser el tiva general, es «poner de manifiesto, en su poder constrictivo, y en
sujeto, cuál debe de ser su estatus, qué posición debe ocupar en lo la contingencia de su formación histórica, los sistemas de pensa-
real y en lo imaginario y, en definitiva, a qué condiciones debe de ser miento que, en el momento presente, nos son familiares y hacen
sometido para constituirse como sujeto susceptible de dar lugar, cuerpo con nuestras percepciones, nuestras actitudes y nuestros
precisamente, a tal o cual tipo de conocimiento. comportamientos».
Por su parte, el «modo de objetivación» hace referencia a qué Dicho con otras palabras, su interés se centra en el presente, en
condiciones se han tenido que dar para que algo se constituya como nosotros, hoy, y pasa por deconstruir nuestra propia experiencia in-
un objeto susceptible de conocimiento, a qué procedimientos de tentando poner de manifiesto tanto su radical contingencia como el
recorte ha tenido que ser sometido, cómo se ha desgajado la parte modo de construcción del «a priori» que la hace posible.
que ha pasado a ser considerada como pertinente. En definitiva, Fue Kant, quien en su célebre texto sobre la Ilustración inaugu-
cómo ese algo ha sido «problematizado» en tanto que objeto de co- ró una línea de pensamiento crítico centrada en la pregunta acerca
nocimiento. Es decir, cómo se ha constituido como objeto de pen- de «la propia época» en la que vive aquel que piensa y que habla en
samiento y cómo ha entrado, finalmente, en el propio campo del un determinado momento: «¿cuáles nuestra actualidad?», «¿cuál es
pensamiento. el campo «actual» de las experiencias posibles, y por qué?», «¿quié-
«Subjetivación» y «objetivación» no son independientes, se cons- nes somos nosotros hoy, y por qué somos hoy como somos?». Kant
tituyen mutuamente y lo hacen no solamente en el marco de deter- abrió, de esta forma, una línea de reflexión centrada sobre «la onto-
minadas prácticas y relaciones de poder, sino también en el marco logía del presente» y sobre «la ontología de nosotros mismos». Una
de determinados «juegos de verdad». Es decir, de aquellas reglas línea que una serie de pensadores, tales como Hegel, Nietzsche,
que determinan cuándo «lo que dice» un determinado tipo de suje- Weber, Heidegger y la Escuela de Frankfurt, prosiguieron más tar-
to acerca de un determinado tipo de objeto es susceptible de ser en- de y, en cuyo seno, Foucault se inscribe plenamente: «Es el intento
juiciado en términos de «verdadero» o «falso». de responder a esa pregunta», escribe Foucault, «el que ha orienta-
Foucault nos dice: «La historia crítica del pensamiento es la his- do todo mi trabajo, y he intentado aportar elementos de respuesta a
toria de la emergencia de los «juegos de verdad», es la historia de las través del estudio de la historia del pensamiento». ·
«veridicciones» (decir verdad), entendidas como las formas según En definitiva, encontramos en Foucault; por una parte, la volun-
las cuales ciertos discursos susceptibles de ser considerados como tad de «contradecir el esencialismo» como núcleo vertebrador del
verdaderos o falsos se articulan sobre un campo de objetos. ¿Cuáles conjunto de su proyecto intelectual y, por otra parte, como uno de
han sido las condiciones de esa emergencia, cuáles han sido sus im- los elementos más generales del despliegue de dicho proyecto, la
plicaciones y cuáles han sido sus efectos sobre la realidad?».Y aña- voluntad de contribuir a una historia crítica del pensami~nto, orien-
de: «Los "juegos de verdad" ligan entre sí ciertas modalidades del tada a deconstruir el campo actual de la experiencia posible. Es de-
sujeto a ciertos tipos de objetos y, en esta medida, constituyen, du- cir, nuestro propio momento presente.
rante un tiempo, para cierto ámbito, y para unos determinados su- En el desarrollo de su proyecto intelectual, Foucault afrontará
jetos, el a priori histórico de su experiencia posible». diversas problemáticas como, por ejemplo, las relaciones de poder,
Esta mención al «a priori histórico de la experiencia posible» nos o la sexualidad, o la ética y, sobre todas esas cuestiones, Foucault
permite retomar la afirmación de Maurice Florence según la cual realizará, como bien sabemos, un conjunto de aportaciones sustan-
Foucault se sitúa de lleno en «la tradición crítica de Kant». tivas, profundamente innovadoras.
En efecto, lo que motiva a Foucault no es la mera «voluntad de El propio interés que presenta cada una de esas aportaciones es,
saber». No es tampoco acometer la historia del pensamiento para en parte, responsable de que cada una de ellas tienda a engullir o a
conseguir saber algo más acerca del pensamiento. Lo que interesa a absorber todo Foucault y que se presente a éste como el pensador de
Foucault, y de ahí su inclinación por «la genealogía» como perspec- las relaciones de poder, o como el pensador de la locura, o bien,

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T .
.

como el pensador de las prácticas discursivas y así sucesivamente. Es percibir las filigranas que nos apresan, ni la voluntad de salir de esa
obvio que cada una de es~s apo~tacione~ cons~itu~~' por sí sola, ~a­ imagen y tampoco pintar una imagen distinta, adueñándonos de los
teria para alimentar múltiples hneas de mves_ugaciO~ y de refl_exiOn. pinceles.
Sin embargo, quiero insistir en que no constituyen smo desplze~ues, Pero, una vez más, nada mejor que recurrir a las palabras del
nunca elementos centrales, de un proyecto intelectual que aqm he- propio Foucault para conseguir una mayor claridad. En una entre-
mos intentado definir en sus dimensiones más nucleares. vista que le hicieron pocos meses antes de su muerte y que lleva por
título «La ética del cuidado de sí como práctica de libertad», Fou-
cault explica que toda su obra se enmarca en el ámbito de la «fun-
El impulso político ción crítica de la filosofía», y define esa función en los términos si-
guientes: «La filosofía ejerce una función crítica en la medida en que
Las motivaciones y las preocupaciones que sustentan el proyecto pone en cuestión todos los fenómenos de dominación, sea cual sea
intelectual de Foucault constituyen unos elementos que no tienen el nivel y la forma en que se presenten».
--~-por qué ser; ello-s -mismos, de _orden puram_ente intelectual, que no Foucault apunta, explícitamente, a «todos los fenómenos de do.,.
tienen por qué reducirse al simple placer mtelectual que J:ropor- minación» y resulta que no hay fenómeno de dominación más sutil
ciona la elaboración y el desarrollo de un proyecto de este tipo. Tal y más potente, que el que consigue hacerse totalmente invisible y
vez se trate de algo similar a lo que ocurre, por ejemplo, _cuando un t~talmen~e in::palpable, como es el caso, entre otros, de nuestra pro-
matemático se lanza al proyecto de resolver un determmado p~o­ pia expenencia.
blema y vuelca sus energías en ese intento. Más allá de un placer In- En efecto, ¿cómo vamos a cuestionar y, eventualmente, a querer
telectual, que tampoco hay por qué miniJ?iza~, lo que impulsa y cambiar nuestra experiencia puesto que ésta es, precisamente, nues-
anima la labor intelectual de Foucault remite directamente al cam- tra experiencia? Nuestra experiencia se constituye a partir de lo que
po de la política y se asienta sobre una preocupación eminente- somos, de lo que pensamos, de lo que creemos, de lo que sentimos,
mente política. . . . · de lo que deseamos y de lo que valoramos. Todos estos elementos
Foucault no deseaba investigar y producir conocimientos por el definen, para nosotros, las coordenadas de la experiencia posible; y,
simple placer de ejercitar el pensamiento, o porque eso fuese~? que la posibilidad misma de la experiencia, requiere de todos estos ele-
le exigía su profesión, o porque consider~se que la produccwn de mentos como su condición a priori (en el sentido de las «categorías
conocimientos encierra un valor en sí misma. Foucault tampoco a priori» de Kant). No obstante, también hemos visto anteriormen-,
pretendía elaborar teorías; su famosa refer~?cia a·l~ ~aja de herra- te que es la experiencia la que, a su vez, constituye y conforma to-
mientas indica suficientemente que la funczon de utzlzdad ocupa un dos los elementos que hemos mencionado.
lugar privilegiado en el ·centro de sus preoc~pa~io_nes. Foucault N o podemos cuestionar los elementos que entran en la definición
quería, o por lo menos esper~ba, que su t~a?aJO Sirvtese para algo, de la experiencia posible, porque estos elementos nos «constituyen»,
que resultase útil para determmados proposito: .. tal y como somos, y se nos aparecen, por ello; como plenamente
¿Para qué propósitos? Pues para unos propositos que son de ca- «naturales» y absolutamente «necesarios». Sin embargo, tampoco
rácter eminentemente político. Condensados en muy pocas pala- podemos cuestionarlos porque son ellos los que trazan las condi:-
bras, estos propósitos consisten en contribuir a que podamos. ~esa­ ciones de la experiencia posible.
rrollar «prácticas de libertad». Reto~~ndo una célebr_e expreswn de Lo que pretendió Foucault fue contribuir a proporcionarnos
Wittgenstein, resulta que somos «pnsiOneros de una Imagen» y que unas herramientas que permitan visibilizar el carácter históricamen-
no podemos darnos cuenta de ello porque «~ormamos parte de esa te construido y enteramente contingente de los a priori de nuestra
imagen». Lo que pretende Foucault es, sencillamente, que ~mestra experiencia, evidenciando, al mismo tiempo, los juegos de verdad,
pertenencia a esa imagen no imposibilite ni nuestra capacidad de las relaciones de poder, las prácticas de conformación y de sometí-

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miento, las luchas entre opciones contrapuestas que se han movili-
T 1

biarnos a nosotros mismos usando ciertas técnicas de sí sobre sí


zado para conformar esos a priori, evidenciando, también, los efec- mismo.
tos de dominación que estos conllevan. ¿Cambiar la sociedad? ¡Por supuesto! Pero no en la confianza de
Lo que pretendió Foucault fue contribuir a fabricar herramien- que el cambio de sociedad ya se encargará de cambiar al sujeto, sino
tas que nos permitan, eventualmente, dejar de ser quienes somos, practicando ya, s?~r~ nosotros mismos~ el propio pr~ceso de ~am­
pensar de otra forma, creer otras cosas, sentir de forma distinta, de- bio que es, en defm1t1va, el que hace posible un autentico cambio de
sear de otro modo, establecer otros valores. Lo que pretendió Fou- sociedad.
cault fue ayudarnos a entender que ni las cosas tienen que ser, ne- Para concluir, como uno de los propósitos que nos planteamos
cesariamente, como son (por mucho que nos cueste imaginar que consiste en detectar y en formular una eventual coincidencia, una
puedan ser de otra forma), ni que nosotros tenemos que ser obliga- posible comunidad de pensamiento entre los cuatro pensadores por
toriamente como somos (por mucho que nos cueste vislumbrar el cuyas obras estamos transitando, intentaremos extraer de lo dicho
sentido mismo de una posible alternativa). En definitiva, lo que pre- sobre Foucault unos primeros elementos que entronquen con el
tendía Foucault era transmitirnos su convicción de que el cambio pensamiento de Castoriadis, a la espera de poder completarlos tras
radical es posible, en la medida en que podemos modificar incluso la presentación de Rorty y de Serres.
aquello mismo que nos funda y que fundamos; es decir, «la expe- En términos de un posible nexo entre Castoriadis y Foucault po-
riencia posible» para los seres que hoy somos: demos mencionar los siguientes aspectos:
Foucault nos dice: «Todos mis análisis se dirigen contra la idea En la esfera de la existencia humana, todo lo que «es» resulta de
de necesidades universales en la existencia humana [... ] «Todo mi un proceso histórico de creación que se efectúa a partir de, y en base
trabajo consiste en mostrar que la historia está atravesada por rela- a, determinadas prácticas de carácter contingente. 1::::1
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ciones estratégicas que, al ser móviles, pueden ser cambiadas». Y Nada de lo que «es» responde, por lo tanto, a necesidad alguna, 1'¡'¡':1
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concluye: «No he hecho otra cosa que mostrar que la gente puede venga ésta determinada por la existencia previa de una supuesta llil'~
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ser mucho más libre de lo que cree». «esencia», o por una vectorización de la propia historia, o por un 111'!
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La genealogía del presente que llevó a cabo Foucault pretende, a metanivel suprahumano. 111111

la vez, tornar visible el carácter contingente de la constitución del El mismo proceso de creación, que da cuenta de lo que «es», pue-
presente, posibilitar una toma de distancia o un descentramie1~.to en de ser activado de nuevo para «crear algo distinto de lo que es».
relación a ese presente y, por fin, tornar pensable y hacer posible la Si no hay «necesidad», ni «trascendencia», tampoco hay «deter-
transformación del presente. Entendiendo que en ese presente están minismo». El ser humano (sus características y sus producciones) es
incluidos, por supuesto, el sujeto que somos, el pensamiento que obra, contingente, del propio ser humano y, en consecuencia, pue-
nos anima y los juegos de verdad que aceptamos como legítimos. de ser obrado de forma diferente.
En sus últimos años de vida, Foucault fue más sensible que lo La autonomía es una condición, razonablemente posible, para el
que lo había sido anteriormente a la importancia que reviste el tra- ser humano.
bajo del sujeto sobre sí mismo para el cuestionamiento de la expe-
riencia instituida y para el desarrollo de unas prácticas de libertad que
permitieran escapar, si no totalmente, por lo menos en parte, a los
efectos de dominación.
Dicho con otras palabras, Foucault fue poniendo un acento cada
vez más fuerte sobre el papel que desempeña para el ejercicio de la
libertad la propia capacidad que tenemos de ejercitar un poder so-
bre nosotros mismos. Es decir, la capacidad que tenemos de cam-

146 147
T
.

3
Richard Rorty

El prestigioso crítico literario Harold Bloom calificó un día a Ri-


chard Rorty como «el filósofo más interesante del mundo en el mo-
mento actual». No todo el mundo comparte el entusiasmo de Blo-
om, y le dejaremos la entera responsabilidad de su apreciación. No
obstante, sí existe un consenso bastante generalizado para situar a
Rorty como uno de los pensadores contemporáneos más importan-
tes y, probablemente, uno de los más polémicos. Precisemos que lás
polémicas que Rorty ha suscitado, y que sigue suscitando, se articu-
lan básicamente en torno a dos grandes cuestiones: su concepción
del conocimiento y su posicionamiento político.
Utilizaremos el pretexto de que Rorty subscribe la clásica, y dis-
cutible, dicotomía entre la esfera privada y el ámbito de lo público
para dividir el personaje en dos individuos distintos.
Si nos remitimos a la esfera de lo privado, Rorty es una persona
bastante mayor, puesto que nació en 1931 y se acerca, por lo tanto,
en la actualidad, a los 75 años. Sin embargo, si nos remitimos ala es-
fera de lo público, resulta que Rorty es un filósofo bastante joven
puesto que ronda los 25 años. ·
Lo que quiero decir con esto es, simplemente, que Rorty era
un perfecto desconocido para el gran público y era, también, es-
casamente conocido .entre sus propios colegas filósofos, hasta
que, en 1979, publicó el libro La filosofía y el espejo de la natura-
leza, que lo catapultó hacia la escena del debate intelectual con-
temporáneo.
La publicación de ese libro se produjo cuando Rorty tenía cerca
de 50 años, y será a partir de los inicios de los años 80 cuando Rorty
comience a ocupar un lugar cada vez más visible en el pensamiento
contemporáneo, hasta convertirse en una figura de primerísimo pla-
no y en una referencia obligada.

149
Hace pues muy pocos años que Rorty existe para nosotros, pero, de verdad redentora, un odio hacia el estalinismo y hacia la infame
sin embargo, esos pocos años han sido suficientes para que se haya traición perpetrada contra la revolución rusa cuya "verdad" estaba
convertido en el filósofo vivo más citado. De hecho, en estos últi- encarnada en Trotsky». En la imaginación del joven Rorty, la buena
mos años, Rorty ha sido discutido por buena parte de los filósofos gente, la gente de bien debía ser trotskista o, por lo menos, socialista
contemporáneos más notorios como, por ejemplo, Willard van Or- como Dewey. Los pobres seguirían explotados y oprimidos mien-
man Quine (1908-2000), Donald Davidson (1917-2003), Hilary tras no se co?siguiera acabar con el capitalismo y, el único fin digno
Putnam (1926-), Charles Taylor (1931-), John McDowell (1942-), para cualqmer ser humano, consistía en dedicar su vida a luchar
JohnSearle (1932-), Thomas Nagel (1937-) oJurgenHabermas (1929-), contra la injusticia social.
Con todo, el joven Rorty tenía también una pasión secreta: esta-
entre otros.
Bien, vamos a «reunificar» ahora el Rorty setentón y el Rorty vein- ba enamo_rado de las orquídeas salvajes que crecían en su región. Es-
teañero, porque, obviamente, el uno no se puede entender sin el otro. ta~a a~as10nado por ~lgo que resultaba socialmente inútil y que no
ve1a como hacer encaJar con la preocupación por la justicia social.
Rorty, como él mismo lo relata en una breve autobiografía titulada
Apuntes biográficos: fidelidades y rupturas Trots_k(l y las orquídeas salvajes, forja entonces el proyecto de re-
~oncihar -:r:rotsky y el afán de justicia social con las orquídeas salva-
Cuando Richard Rorty nace en Nueva York, su padre es miembro, 1es. Es decir, el arte, la belleza y la realidad natural.
nada más y nada menos, que del Partido Comunista Americano. Se En 194~, co~ 15 años, ~orty se trasladó a un colegio dependien:-
trata de un partido muy minoritario y atípico en el contexto de Es- te de la Umvers1dad de Ch1cago. Lo que encontró en ese colegio fue
tados Unidos. Es un partido vigilado, perseguido y reprimido como un ~mbiente ?eoaristotélico y neotomista, violentamente antiprag-
expresión del enemigo interior en el propio suelo estadounidense. matlsta y anudeweyano. Desde la doctrina que reinaba en ese cole-
Un año después del nacimiento, en 1932, el padre de Rorty abando- gio resultaba inadmisible que J ohn Dewey (1859-1952) y los prag-
na el partido y es denunciado por éste como trotskista, etiqueta con matistas pretendiesen prescindir de valores morales trascendentes o
la cual, en líneas generales, efectivamente se identifica. se atreviesen a cuestionar la existencia de «la verdad». Sólo con el
El compromiso y el activismo político de la familia Rorty fue Dios de Santo Tomás (eterno, bueno y absoluto), o con «la natura-
muy intenso como lo demuestra, por ejemplo, el hecho de que, leza humana» de Aristóteles, se podía fundar sólidamente la lucha
cuando asesinaron a Trotsky por orden de Stalin en ·1940, fue en la contra el mal, contra la barbarie nazi y contra la crueldád.
casa de los Rorty donde buscó refugio J ohn Frank, uno de sus se- Rorty se d_ejó convenc~r, adoptando plenamente el rechazo y el
cretarios. Ese activismo político llevó al padre de Rorty a integrarse desprecio ha~1a el Rragmat1smo y, n:uy especialmente, hacia Dewey.
en la comisión de encuesta sobre los procesos de Moscú que presidía Alh ~ncontro su_pnmer gran amor mtelectual en la figura de Platón,
el socialdemócrata J ohn Dewey (1859-1952), uno de los padres del volcandose apasiOnadamente en su lectura, Leyó la totalidad de las
pragmatismo estadounidense, que se convertirá, mucho más tarde, obras de Platón, y llegó a la conclusión de que Sócrates, tal y como es
re~atado por Platón, está en lo cierto: la mayor virtud es el conoá-
en el principal referente filosófico de Rorty.
El joven Rorty fue un niño inquieto que devoraba literalmente miento porque es el conocimiento el que nos permite acceder, simul-
los libros que entraban en su casa y que, a sus 12 años, leía los ar- táneamente, a la verdad de las cosas y a la verdad de los principios
tículos que salían de las oficinas del Worker's defense league, donde morales. Es decir, a la «realidad» y a los «valores». El acceso al «mun-
do de las ideas» por vía del conocimiento nos permite, simultánea,..
trabajaban sus padres.
El entorno donde creció Rorty fue un entorno fuertemente poli- mente, abrir las ventanas sobre la Realidad y sobre la Justicia y la Éti-
tizado y, como dice él mismo cuando recuerda los libros que reina- ca. La «voluntad de saber» tiene, por consiguiente, una motivación
ban en su hogar: «éstos desprendían un halo de esplendor moral y epistémica (deshacernos de las falsas ideas) y una motivación ética (al-

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T
canzar el «bien»). Estas dos motivaciones justifican que nuestra rela- Cuando en 1961, después de haber leído su tesis y de haber he-
ción con el mundo tenga que ser, prioritariamente, una «relación» de cho su servicio militar, Rorty sea contratado por la Universidad de
conocimiento: Lo fundamental consiste, por ello, en no errar en nues- Princeton, se dará cuenta de que la condición sine qua non para so-
tro empeño por el conocimiento y en despejar tenazmente el recto brevivir académicamente pasa por ser un experto en filosofía analí-
camino hacia la Verdad. Está claro para el joven Rorty que, siguiendo tica, y él no lo es en absoluto. Sus años en Yale no lo habían prepa-
a Platón, hay que esforzarse por alcanzar ese lugar situado más allá de rado para eso.
las hipótesis, de las apariencias, del mundano comercio con las som- ?e hecho Princeton ocupaba el número uno en el ranking de los
bras. Ese lugar, situado fuera de la caverna, donde el esplendor de «la meJores departamentos de filosofía analítica, seguido por Harvard.
Verdad» ilumina el alma purificada del sabio y del justo. Rorty no tuvo más remedio que impregnarse de filosofía analítica,
Entre los 15 y los 20 años, Rorty puso todo su empeño en asimilar aprender su lenguaje, jugar su juego y publicar artículos que versa-
profundamente a Platón y en esforzarse por ser plenamente platónico. ran en torno a ella.
Será, pues, el platonismo lo que impregne el pensamiento de En esos años su pasión por Platón se había desvanecido y las du-
----- Rórty en el período de su formación, lo mismo que la fenomenolo- das sobre éste se habían acumulado. Sin embargo, Rorty no tenía
gía impregnó el pensamiento de Foucault, o que el marxismo im- aún una postura filosófica claramente definida y estaba demasiado
pregnó el pensamiento de Castoriadis. Y es contra Platón que se va ocupado en trabajar esa famosa filosofía analítica. De hecho, llegara
a rebelar Rorty, de la misma manera en que Castoriadis se rebeló a dominarla suficientemente bien corno para alcanzar cierto presti-
contra el marxismo, o que Foucault se rebeló contra la fenomeno- gio entre sus colegas y ser considerado como una de las jóvenes pro-
logía y, más precisamente, contra los supuestos platónicos que sub- mesas de esta corriente.
yacen en esa corriente filosófica. Fenomenología y marxismo, ése fue el contexto filosófico donde se 1:1
1111

La misma pasión que puso Rorty en intentar ser plenamente pla- formó el pensamiento de Foucault. Platonismo y filosofía analítica, :m111'

tónico la pondrá después en desmantelar la línea de pensamiento de ése fue el contexto filosófico donde se formó el pensamiento de Rorty.
Platón y en atacar la influencia que esta línea ha tenido sobre el de- Corno hemos visto, Foucault emprendió el desmantelamiento de
sarrollo de la filosofía occidental. los s~pues~os de la fenomenología y se evadió del ambiente opresi-
Castoriadis, Foucault y Rorty tienen en común una misma rebe- vo e Irrespirable creado por la hegemonía y por la ortodoxia mar-
lión contra el pensamiento que formó su pensamiento. Sin embar- xista; negándose a entrar en su juego, formulando algunas críticas,
go, la rebelión contra la tradición platónica acentúa la semejanza pero retornando también algunas de las aportaciones del marxismo.
entre Foucault y Rorty, tanto más cuanto que ambos apoyan su re- El rnarx_is~o no fue su enemigo principal. Su enemigo principal fue
belión sobre los mismos principios y sobre las mismas lecturas. el esenczalzsmo que abanderaba la corriente fenomenológica.
Después del colegio, Rorty cursó la especialidad de filosofí~ e~ la Por su parte, Rorty emprendió el desmantelamiento de los su-
Universidad de Chicago, donde tuvo corno profesores a dos msig- puestos platónicos y de esa línea que va desde Platón a Descartes y a
nes representantes del positivismo lógico: Rudolf Carnap (1891-1970), Kant. Se evadirá del ambiente opresivo e irrespirable creado por la
el maestro de Quine (1908-2000), y Carl Hernpel (1905..:1997). Esto hegemonía y por la ortodoxia analítica; sabiendo de su juego, formu-
supuso su primera inmersión en el campo de la filosofía de la cien- lando objeciones, pero retornando también ciertas aportaciones críti-
cia y, también, su primer contacto con la filosofía analítica. Sin em- cas de algunos filósofos analíticos corno Quine, Davidson o Wilfrid
bargo, Rorty abandonó Chicago para hacer su tesis doctoral en la Sellars (1912,..1989). La filosofía analítica no fue su enemigo principal.
Universidad de Yale. Mala suerte para su carrera profesional, por- Su enemigo principal fue el esencialismo y el absolutismo de Platón.
que el Departamento de Filosofía de la Universidad de Yale era uno Nos encontrarnos ante una nueva coincidencia entre Foucault y
de los pocos departamentos de filosofía que no había caído en los Rorty, pero con una diferencia. Foucault fue fundamentalmente un
brazos tentaculares de la filosofía analítica. investigador, en el sentido usual del término; su material estaba

152 153
~
1

constituido por la historia soc~al, cuya investigaci~~ abordaba, r~s­ A través de estas lecturas, muy alejadas de las que recomienda la
treando, con sumo detalle y ngor, la documentac10n sobre las dis- filosofía analítica, Rorty descubrió similitudes entre Dewey, Witt-
tintas prácticas que han dado lugar al presente. ~or /s~ parte, Rorty genstein y Heidegger en cuanto a su rechazo del cartesianismo. El
es más especulativo, su material so~ los te~tos filosoflcos, elyens~­ desarrollo de esta línea anticartesiana le llevó a publicar en 1979 el
miento de los filósofos. Se trata, SI se qmere, de un matenal mas libro La filosofía y el espejo de la naturaleza que fue muy mal reci-
propiamente discursivo. bido por sus colegas de Princeton pero que, como ya hemos dicho,
Aunque volveremos sobre esto más adelante, señalemos ya ~ue alcanzó un notable éxito de público. ·
Rorty emprendió en Princeton la l~ctura de He_gel y comenzo a El éxito del libro permitió que Rorty se plantease un cambio
mostrarse receptivo a sus planteamientos. Por eJemplo, contra el de rumbo en su carrera. En 1982 abandonó el Departamento de
punto de vista de Platón, Hegel afirmaba q:U~ /no se P:Uede ll_egar a Filosofía de Princeton para integrarse en el Departamento de Hu-
una comprensión del mundo desde una posiclOn ext~no: al tiempo manidades en la Universidad de Virginia, donde permaneció has-
y a la historia. Para él, la filosofía no es s:no «su propi~ tiempo cap- ta 1998, para pasar luego al Departamento de Literatura compa-
--tado por el pensamiento»; es hija de su tiemro. y consti~ye el refle- rada en la Universidad de Stanford, donde se encuentra en la
jo de su época. En tanto que el mundo platomco de las 7deas puras, actualidad.
de las verdades absolutas y de los valores eternos constituye, nece-
sariamente, un mundo a-histórico, éste no puede existir y, si existie-
ra, ningún ser histórico podría acceder a él. / . La filosofía analítica
Con las lecturas de Hegel, Rorty empezo a constrUir su argu-
mentario antiplatónico y se percató de que De"':ey había _desa~r_?lla­ Rorty no se limitó a protagonizar una ruptura con Platón, sino que
do su reflexión a partir de una profunda asunciÓn del histonCismo emprendió una enérgica andadura a la contra de Platón. Quizás sea
hegeliano. Por ello, volvió decididamente sobre Dewey, sacándolo este ir a la contra de las situaciones heredadas y de los paradigmas
de la lista de los autores proscritos y buscando en él nuevos ele- que predominan en su tiempo, lo que mejor caracteriza su pensa-
mentos para ensanchar el mencionado argumentario. / miento. Probablemente sea por eso podo que provoca tanta irrita-
- Este argumentario se verá enriquecido por las lecturas que llevo ción y suscita tantas polémicas. En cualquier caso, vamos a tener la
a cabo de la obra de Derrida, quien lo reenviará a Heidegger y, so- ocasión de examinar una nueva manifestación de ese talante irreve-
bre todo, a la lectura heideggeriana de Nietzsche. Se acabarán a par- rente que Rorty comparte con Castoriadis y con Foucault.
tir de entonces los absolutos platónicos y, en su lugar, apare~er_án la En efecto, Rorty rompió con la forma estándar, dominante y
historicidad y la contingencia, que marcan tanto al conocimiento prácticamente hegemónica de entender la filosofía en las universi-
como a los valores y al propio ser humano. dades de Estados Unidos. Fue y sigue yendo a la contra de lo que la
_ Es posible identificar una nueva similitud e~tre Rorty f Fou- mayor parte de sus colegas consideran como la forma correcta de
cault: el impacto de Nietzsche ~ través de ~eid_e/gge~. ~h.entras practicar la filosofía, que no es otra que la forma en que la practica
Foucault se centró sobre la contmgente constituc10n histonca del la llamada filosofía analítica.
sujeto y del pensamiento, Rorty s~ centrará, n:ás específicamente, Pero ¿qué es la filosofía analítica y en qué difiere de la filosofía
sobre el conocimiento, pero asumiendo los nnsmos pr~supuestos continental?
que Foucault. Ambos trabajaron para mostrar la ausencia d~ esen- La filosofía analítica se inició en Inglaterra con Bertrand Russel
cias estables y constitutivas, la ausencia de fundamentos últu~os Y (1872-1970) y en el Continente con la Escuela de Viena. Sin embar-
ahistóricos la ausencia de absolutos fijos y eternos; la ausencia, en go, casi toda la Escuela de Viena emigró a Estados U nidos huyendo
definitiva, 'de cualquier metanivel suprahumano, en una 1/mea que del nazismo y, entre los años 1945 y 1960, la filosofía analítica con-
nos recuerda a Castoriadis. quistó prácticamente todos los grandes departamentos de filosofía

154 155
de las universidades estadounidenses, salvo algunas raras excepcio- eventualmente, para depurarlo aún más y para mejorarlo). Esto se
nes como, por ejemplo, la Universidad de Yale. encuentra en continuidad con el ideal que animaba a los positivistas
Tanto la filosofía continental contemporánea como la filosofía lógicos, y la filosofía analítica va a recuperar el énfasis que éstos po-
analítica se inscriben dentro del giro lingüístico que reorientó a nían sobre el análisis lógico de los enunciados.
toda la filosofía occidental a principios del siglo XX. La filosofía La filosofía analítica rompió con la historia de la filosofía. Qui-
dejó de centrarse en la experiencia, el mundo de las ideas y la ex- ne, por ejemplo, decidió no leer los textos de los grandes filósofos
ploración de la interioridad de la mente para pasar a centrarse en la y recomendaba a sus estudiantes que no leyeran esos textos. Había
mediación lingüística que condiciona todos esos elementos. En que alejar la filosofía de la literatura, había que darle un carácter
consecuencia, se produjo un reconocimiento de la centralidad del científico y, en definitiva, había que profesionalizarla. Las ideas y
lenguaje, tanto para la filosofía continental-Heidegger (1889-1976) los escritos de los filósofos eran lo de menos; no había que centrar-
o el segundo Wittgenstein (1889-1951), por ejemplo.,..., como para la se en las producciones de pensamiento, sino en la estructura y el
filosofía analítica, por ejemplo Carnap (1891-1970), Quine (1908- proceso del pensamiento. Para ser un gran filósofo no había que
--2000) -o Kripke (1940-). dominar la historia del pensamiento filosófico, había que dominar
Con todo, la filosofía continental mantiene vivo su interés por la los instrumentos de la lógica simbólica, formalizar el lenguaje del
historia del pensamiento, por la historia de la filosofía, por la discu- análisis filosófico y analizar la estructura lógica de los enunciados
sión de los grandes textos filosóficos y por las respuestas que pro- filosóficos. .
porciona la filosofía a las grandes preocupaciones del se: human?. Está claro que la filosofía analítica asumió plenamente el giro lin-
Trabajar en filosofía supone conocer a Kant, conocer a Wlttgenstem güístico: no hay que discutir sobre ideas, hay que analizardetenida-
1

o a Heidegger y consiste en analizar textos, en escribir relatos o en- mente los enunciados lingüísticos. Y, en congruencia con ello, no es :¡li[l:llll'
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sayos: «pura literatura», replican con desdén los analíticos, porque, preciso dominar el pensamiento de Platón, de Descartes, de Hume 1!'111,11
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o de Kant. Lo que hay que dominar a la perfección es el complejo y
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1
frente a la literatura, se encuentra algo mucho más serio, como es la
czencza. sofisticado arsenal de las lógicas modernas.
1 ~:1:
De todo lo precedente se desprenden varias consecuencias.
1

En efecto, la filosofía analítica expresa la voluntad de incorporar


La primera, es un marcado desprecio por la llamada filosofía ,,.,
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al trabajo filosófico el rigor metodológico y el carácter acumulativo, r:ll,1,1 ·. 1

que son propios del quehacer científico. Se trata de abandonar el ca- continental a la que se atribuyen todos los vicios denunciados por ;¡r~~ ,!

rácter puramente especulativo, fuertemente retórico (en el sentido los filósofos analíticos. Un buen filósofo tiene cosas mucho más im- ¡¡, ¡:

peyorativo de pura palabrería y, las más de las veces, bastante con- portantes que hacer, ya lo hemos dicho, que leer a Kant, no digamos il
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fuso) de los grandes planteamientos filosóficos que pretendían di- a Hegel y, mucho menos, a Heidegger. . 111

111

sertar sobre los asuntos más importantes de la humanidad. Este mismo desprecio se extendió a las corrientes filosóficas que 1''

Por cierto, en el Continente, también Husserl (1859-1938) inten- marcaron los inicios de la filosofía estadounidense y, concretamen-
tó romper con la literatura. Sin embargo, ese intento fue felizmen- te, al pragmatismo de WilliamJamés (1842-1910) o de John Dewey
te contrarrestado por Heidegger, quien reformuló, por ejemplo, la (1859-1952), cuyas obras son tildadas de ¡pura retórica!
literatura nietzscheana en un lenguaje suficientemente técnico para Rorty rompió con ese ostracismo. Ya hemos visto que, para con-
que pareciera filosóficamente respetable. solidar su puesto de trabajo, tuvo que jugar a fondo el juego de la fi-
En definitiva, se trataba de instar a la observancia del rigor con- losofía analítica. Sin embargo, al cabo de unos diez años de ejercer
ceptual y metodológico, de resolver, de forma que no dejaselugar a en Princeton (es decir, hacia principios de los setenta), las limitacio-
dudas, pequeños problemas filosóficos e ir construyendo así un cor- nes, la vanidad y la esterilidad de ese juego se le hicieron cada vez
pus de conocimientos bien asentados que permitan seguir progre- más patentes. Además, lo encontraba muy aburrido. N o sólo em-
sando, sin tener que volver sobre lo que ya se ha establecido (salvo, prendió la lectura de Hegel, del segundo Wittgenstein, de Heideg-

156 157
ger o, peor aún, del propio Derrida, sino que se declaró profunda- que hacen las grandes novelas y la buena literatura. De nuevo, Rorty
mente influenciado por el pensamiento de estos autores. No sólo toma aquí el contrapié de lo que propugna la filosofía analítica.
leyó a los pragmatistas americanos, sino que situó a Dewey como Cuarta y última consecuencia, que, esta vez, no se desprende di-
uno de sus héroes intelectuales favoritos. Rorty hizo exactamente lo rectamente de la caracterización que estamos haciendo de la filosofía
que la filosofía analítica dice que no hay que hacer. analítica, y que requiere para ser enunciada una pequeña digresión.
La segunda consecuencia es que la filosofía analítica opta, cohe- Hemos comentado más arriba, que la filosofía analítica se encontra-
rentemente, por una postura radicalmente antihistoricista. El mis- ba, de alguna forma, en continuidad con el ideal que animaba a los
mo antihistoricismo que marca al concepto positivo de la ciencia. positivistas lógicos. Esto es, sin duda, cierto en cuanto a la preocu-
En efecto, para trabajar en su laboratorio, un físico no tiene por qué pación por el rigor, por la cientificidad y también en cuanto al énfa-
conocer necesariamente la historia de su disciplina. Desde el punto sis metodológico puesto sobre la lógica. Sin embargo, la filosofía
de vista de la filosofía analítica, el filósofo se encuentra exactamen- analítica constituye también una ruptura radical con las tesis subs-
te en la misma situación que el físico: lo que menos importa es la tantivas del positivismo lógico y del positivismo en general.
-histc>rr;r-d<:da filosofía:. En efecto, forma parte del positivismo lógico la creencia, en par-
Sin embargo, Rorty se ha impregnado del historicismo de Hegel. te heredada de Kant y en parte heredada del empirismo inglés, de
Por esa época, ya había leído La fenomenología del espíritu y había que nuestro conocimiento se limita al ámbito fenoménico y que
quedado seducido por el historicismo que éste defendía. No hay nada podemos decir sobre lo que queda fuera del marco de nuestra
forma de trascender la historia, los conocimientos son contingentes experiencia sensorial. Contra esta creencia, la mayor parte de los fi-
y están históricamente situados. N o sólo hay que reintroducir la lósofos analíticos han adoptado una perspectiva realista y han con-
historicidad como dimensión constitutiva de los conocimientos, siderado que lo propio del conocimiento válido es, precisamente,
sino que difícilmente podemos entenderlos sin estudiar su genealo- que da cuenta de las propiedades de la realidad. .
gía. Rorty propugna exactamente lo contrario de lo que está bien La filosofía analítica es, globalmente, realista y Rorty ha dedica-
visto en la filosofía analítica. do buena parte de sus esfuerzos a criticar, precisamente, el realismo
Tercera consecuencia, si la filosofía debe ser lo más parecida y el conjunto de creencias que suelen acompañarlo, como son la
posible a una ciencia, tiene que marcar una distancia insalvable creencia en la verdad como correspondencia o la creencia en el cono-
con la simple literatura. La filosofía es una profesión altamente es- cimiento como representación de la realidad.
pecializada y debe recurrir a un lenguaje técnico que garantice el Esto resulta irritante para la.filosofía analítica y, tanto más irri-
rigor de sus planteamientos. Un buen texto filosófico, un texto fi- tante, cuanto que Rorty recurre, para su propia argumentación, a
losóficamente serio, no dfbe poder entenderse si no se dominan las aportaciones de algunos de los filósofos analíticos más prestigio-
los tecnicismos, especialmente los tecnicismos lógicos que confor- sos, como Quine, Sellars, Davidson o Putnam.
man su vocabulario. El público a quien van destinados los escritos En definitiva, Rorty, la joven promesa de la filosofía analítica, ha
de los filósofos es, por lo tanto, el gremio de los profesionales de la salido rana. Toda su argumentación va: a la contra deJos principales
filosofía. postulados de la filosofía analítica, y la forja desde dentro del más
Rorty tiene otra concepción del papel de la filosofía. La filosofía re- prestigioso de los departamentos donde esta filosofía se practica.
plegada sobre sí misma es un simple divertimento que cumple, como Rorty, que llegó a ser presidente de una de las secciones territoriales
mucho, una función de promoción académica de los profesores de fi- de la poderosa Asociación Filosófica Americana, abandonó, como
losofía. Si la filosofía tiene algún sentido, éste pasa por contribuir a hemos visto, los departamentos de filosofía propiamente ·dichos
crear un mundo más justo y menos cruel, proporcionando lo único para integrarse, primero, en un departamento de humanidades y,
que puede proporcionar la filosofía: nuevos relatos y nuevos vocabu- posteriormente, en un departamento de literatura comparada en la .: 1

larios que la gente pueda usar. Algo, en definitiva, muy próximo a lo Universidad de Stanford.
,,.
1'

158 159
Para unos, para los detractores de Rorty, su migración académi- . La s.egunda puntualización está referida a que Rorty no sólo ad-
ca desde uno de los mejores departamentos de filosofía analítica ha- mite, s.mo que recalca, el hecho de que las creencias realistas (o las
cia uno de los mejores departamentos de literatura, confirma clara- creencias sobr~ el carácter absoluto de «la Verdad» o la distinción
mente que lo que hace Rorty no es filosofía. entr~ apari:n~ia y realidad) impregnan profunda~ente el sentido
Para otros, para los admiradores de Rorty, esta migración supo- comun, estan mcorporadas en nuestra visión del mundo tienen un
ne pasar de un lugar donde no se hace filosofía a otro en que toda- valor pragmático indudable y forman parte de las norma; colectivas
vía se puede hacer filosofía y en el cual se pueden organizar semina- que regulan la propia inteligibilidad de nuestros intercambios co-
rios sobre Foucault, Gadamer, Habermas o Derrida. municativos. Por ejemplo, sobre la cuestión de «la Verdad» no se
Para unos y para otros, la migración académica de Rorty es ple- pued~ ser ~ás gráfico que. Rorty cuando afirma textualme~te que
namente coherente con el tipo de actividad que éste desarrolla. Sin «la diferer:cia en~re creenc~as verdaderas y falsas es tan importante
embargo, lo que la· hace ser coherente resulta, obviamente, total- como la diferencia entre ahmentos que nutren y alimentos veneno-
mente diferente para los unos y para los otros. sos>>: O c~ando nos dice que «la capacidad de manejar el concepto
de ~reencia verdadera es una condición necesaria para usar un len-
guaJe».
La argumentación rortyana R~rty no c~estio~a nada ~e todo esto, bien al contrario. Lo que
cuestiona es cierto tipo de discurso filosófico que se ha desarrolla-
Antes de esbozar algunos de los principales argumentos rortya- do s~bre estas cuestiones y las implicaciones de ese discurso. De he-
nos, quizás resulte útil puntualizar dos aspectos que pueden ser cho, Impugna la concepción sustancialista o esencialista de «la Ver-
importantes para contextualizar adecuadamente el discurso de dad>>; la creencia según la cual sobre la cuestión de «la Verdad»
Rorty. podemos hacer algo más que analizar el funcionamiento semántico
El primero es que ese discurso encuentra sus claves de sentido y del p~edicado verdadero. Así mismo, la distinción apariencia-reali-
su razón de ser en una preocupación que bien podríamos calificar dad tiene, para Rorty, un valor pragmático indudable. El sentido
de política. Me estoy refiriendo a la voluntad de Rorty de luchar común está plenam.ente en lo cierto cuando acuña expresiones
contra cualquier fuente de autoridad suprahumana. No hay tras- como «hO hay que fiarse de las apariencias» o «es aconsejable bus-
cendencia, ni divina, ni de otro tipo, y es preciso abandonar la car lo que se esconde detrás de las apariencias». Estas creencias nos
creencia milenaria según la cual nos tenemos que someter ante un ayudan a sobrevivir, a desenmascarar la hipocresía y también a afi-
poder no-humano. La única autoridad a la cual nos podemos remi- nar nuestros análisis políticos.
tir es a la que construimos nosotros mismos en el transcurso de las La distinción apariencia-realidad que Rorty cuestiona es la que
relaciones con los otros seres humanos. Por consiguiente, sólo te- ciert~ filosofía establece entre la forma en que son las cosas en el 1','
1'
nemos que responder ante nuestros semejantes y debemos librarnos ámbito de la .experiencia (la cual no es nunca, por supuesto, pura,-
de esa necesidad religiosa de buscar otros tipos de interlocutores. mente sen.sor~al)! la forma en que son las cosas fuera de ese ámbi-
Así, por ejemplo, para Rorty «la realidad tal y como es, intrínseca- to~ es decir, mt:znsecamente: Está claro que presentar a Rorty, sin
mente», constituye, simplemente, otro de los nombres de Dioscuan- mas, ~omo a~guienque cuestiOna «la Verdad», o que sostiene que no
do pretendemos instituirla como la instancia que decide sobre la hay dif~rencia entre aparienCia y realidad, no es sólo distorsionar el
verdad de nuestras afirmaciones. pensamiento de Rorty, es también pretender hundirlo en el ridículo
N o se puede entender plenamente el discurso de Rorty si no se más estrepitoso.
tiene constantemente presente la voluntad política que lo anima; y r;echas estas dos pun~~lizaciones, p~esentaremos las principa-
es por eso por lo cual volveremos más detalladamente sobre esta les lmeas de la argumentacwn rortyana, siguiendo un orden que no
cuestión más adelante. supone prelación:

160 161
- Crítica del fundamentalismo filosófico: cuestionamiento de la sentido, sin embargo, afirmar que hay contenidos esperando
creencia en unos cimientos seguros, en unos fundamentos úl- ser atrapados dentro de un determinado esquema. Rorty sos-
timos, en unas verdades incuestionables por principio sobre los tiene, j11nto con Donald Davidson (1917-2003), que la distin-
cuales se puede basar firmemente el conocimiento. ción kantiana esquema-contenido es ininteligible y que no hay
Crítica del realismo filosófico: cuestionamiento de la creencia contenidos fuera de un esquema.
según la cual las cosas tienen propieda~es _intrínsecas, ~ás allá Crítica de la concepción «referencialista» del lenguaje»: cues-
del conjunto de las relaciones que las mstituyen .. C~1t1ca, ~~r tionamiento de la creencia según la cual la significación de las
consiguiente, de la creencia según la cual el conocimiento vah- palabras viene dada por los trozos de mundo a los cuales remi-
do es el que consigue acceder a las propiedades intrínsecas de ten las palabras. Rorty sigue aquí plenamente a Wittgenstein
una realidad independiente de nosotros. cuando dice que el lenguaje no remite al mundo sino «aluso»,
Crítica de las concepciones representacionistas del conocimien- que la significación está «autocontenida» en el uso del lengua-
to: cuestionamiento de la creencia según la cual conocer con- je, que el lenguaje es un «instrumento» y que no podemos en-
. s.iste en construir «réplicas mentales» de lo que se encuentra contrar ninguna brecha que nos permita colarnos entre el len-
«fuera de la mente». Construir en el interior (nuestra mente) guaje y el mundo.
sustitutos cognitivos de lo que se encuentra en el exteri?r (la - Crítica de las concepciones que no asuman profundamente «la
realidad). Es en este argumento toda la línea de pensamiento historicidad» constitutiva de todas las prácticas y de todas las
cartesiano la que se pone en cuestión. . producciones humanas y, consecuentemente, el carácter inevi-
Crítica de cualquier forma de «esencialismo»: cuestionami~nto tablemente contingente de esas prácticas y de esas produccio-
de la creencia según la cual «el ser» es algo más que el ~OnJUI~­ nes. Lo que no significa que no tengan causas, pero excluye
to de sus manifestaciones; o que «el ser» excede la «existencia que esas causas obedezcan a ninguna necesidad.
del ser». En otras palabras, crítica de la creencia según la cual - Crítica de las concepciones «no naturalistas» de nuestra forma
lo que se manifiesta en la esfera de la e:cperie~cia es distint~ de de «ser-en-el-mundo». Al igual que las otras especies animales,
aquello de lo cual constituye una m~mfestaCIÓn, un alg_o~ ÍIJO e somos «objetos naturales» en interacción causal con nuestro
inmutable, que subyacería por debaJO de lo que se mamflesta y entorno. Las habilidades que desarrollamos, incluidas nuestras
que daría lugar a sus diversas é?ncreciones ~oyunturales. habilidades cognitivas, se orientan hacia el manejo satisfacto-
Crítica de las distintas ·concepczones absolutzstas de la Verdad: rio de ese entorno en función de nuestras necesidades y de
cuestionamiento de las tesis correspondentistas de la verdad y nuestras metas. Nuestras creencias resultan de nuestra perte-
cuestionamiento de las tesis que separan verdad y justificación. nencia al mundo, de nuestra interacción con él, pero no lo «di-
N o hay para Rorty otro criterio de la Verdad que la propia ac- bujan», no lo «reflejan» y no lo «representan»; simplemente, se
tividad de la justificación; · adecuan a las pautas de esa interacción.
Crítica dé la propensión de la filosofía a crear «dicotomías» - Por fin, crítica de una concepci6n «ensimismada» de la filoso-
para, a continuación, dedicar una cantidad ingent~ de energía fía; de una filosofía encapsulada en sí misma que pierde de vis-
intelectual a construir puentes entre lo que, previamente, se ta los grandes asuntos que preocupan a los seres humanos; que
ha separado. Por ejemplo, las dicotomías apariericia-r~alid~d, pierde de vista su propia historicidad y que pierde de vista la
sujeto-objeto, mente-mundo, interior-exterior o esencia-exis- contribución que puede realizar al ensanchamiento de las op-
tenCia. ciones de formas de vida. ,1! 1

- Crítica de la distinción «esquema-contenido»: cuestionamien-


to de la creencia según la cual, aunque no podamos ~aber _c~mo Aunque éstas son las principales líneas que configuran la argu-
son los contenidos fuera del esquema que los orgamza, SI tiene mentación de Richard Rorty, sólo vamos a desarrollar, con cierto

162 163
detalle, dos de ellas: el antirrepresentacionismo, con sus distintas La crítica del representacionismo, tal y como la desarrolla Rorty,
implicaciones, y el antiesencialismo. Sin perder de vista, en ningún pretende completar el trabajo de secularización que la Ilustración no
momento, que estas líneas argumentativas toman apoyo sobre una supo culminar. En efecto, debemos agradecer a la Ilustración que,
óptica resueltamente antiplatónica, descansan sobre la asunción del para resolver las divergencias humanas, ya no se remita a Dios y a sus
historicismo y de la contingencia y se sustentan sobre la negación representantes el papel de otorgar poder a ciertos discursos, legiti-
de cualquier instancia o metanivel suprahumano. mándolos, y la función de restar poder a otros, descalificándolos. Son
Buena parte de los esfuerzos de Rorty se han orientado hacia el los propios seres humanos, y ellos solos, quienes tienen que arbi-
desmantelamiento de la concepción representacionista del conoci- trar los criterios para resolver sus diferencias, y ya no pueden trasla-
miento. Esta concepción arranca de la distinción platónica entre dar esa responsabilidad a una instancia divina. Sin embargo, la Ilus-
apariencia y realidad; una distinción en la cual Heidegger vio el nú- tración añadió que, para resolver esas divergencias entre humanos, es
cleo central de una «metafísica» de la que nos tenemos que des- posible remitir a la propia realidad y a quienes proclaman tener acce-
prender. Al trazar esta distinción, Platón postuló, simplemente, so a ella el papel de arbitrar entre los discursos. Culminar el trabajo
_que, por debajo de las apariencias, podemos acceder mediante el de la Ilustración pasa por recordar, de nuevo, que somos los propios
verdadero conocimiento a la propia realidad. seres humanos quienes tenemos que arbitrar los criterios para discri-
El conocimiento verdadero, el conocimiento válido, el conoci- minar entre los discursos, sin poder trasladar esa responsabilidad a
miento legítimo o, como se dice ahora, el conocimiento suficiente- ninguna otra instancia; ni siquiera a la instancia de lo real. Lo cual no
mente garantizado es aquel que accede a la realidad y, en conse- quiere decir que no haya criterios preferibles a otros, pero no porque
cuencia, se corresponde o representa adecuadamente o fielmente la los dicte la realidad, sino porque así los establecemos los propios se-
realidad. Isomorfismo, consiguientemente, entre el conocimiento res humanos mediante unos procedimientos ·suficientemente com-
que, no lo olvidemos, es siempre conocimiento «de ... » y aquello plejos como para barrar el paso a la simple arbitrariedad.
«de lo cual» es, precisamente, conocimiento. La crítica que desarrolla Rorty pasa por poner de manifiesto las
Si el conocimiento es válido en tanto que se corresponde con diversasfalacias sobre las que descansa toda pretensión de acceder a
aquello de lo cual es conocimiento (es decir, con la propia realidad), la realidad tal y como es. Entre ellas se encuentra, por ejemplo, el
111 ,

entonces está claro que la realidad o el mundo constriñe lo que de él mito de una «objetividad» que ni siquiera puede establecer «qué es ;¡,,,,
se puede decir válidamente. La forma en que «es» el mundo limita y lo que puede contar como un objeto» sin tener que recurrir a una de"" 11:·
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condiciona lo que de él se puede decir. Dicho con otras palabras, una cisión de carácter contingente; o el mito de una «representación»
«versión del mundo» es tanto más válida cuanto mejor se acerca a que no suponga una convención preliminar; o el mito de un concep-
cómo «es» el mundo en realidad. Es decir, es el propio mundo quien to de la «verdad» que vaya más allá de un simple criterio de justifi-
«autoriza» ciertos discursos acerca de él y «desautoriza» a otros de- cación razonablemente admisible. Se podrían mencionar muchos
cidiendo, por lo tanto, sobre la verdad de los discursos. otros mitos. de semejante alcance, aunque aquí sólo nos detendre-
La consecuencia de este planteamiento es que existe una instan- mos en tres de ellos: la dicotomía mundo-lenguaje y mundo-cono-
cia suprahumana que legisla sobre la validez de los pronunciamien- cimiento, por una parte; la falacia de la supuesta correspondencia
tos humanos. Una instancia secularizada, claro está (no en vano la con la realidad, por otra parte, y, por fin, el supuesto carácter no re-
Ilustración ha pasado por ahí); pero tan independiente, tan ajena al lacional de las entidades.
simple quehacer humano. como pueda serlo la propia figura de
Dios. Con todo, a pesar de que los enunciados sobre el mundo son, a) La dicotomía lenguaje-mundo y mundo-conocimiento
obviamente, «hechos puramente humanos», resulta, sin embargo,
que es un «hecho no humano» (el propio mundo, la realidad tal y El conocimiento, con excepción del conocimiento puramente
como es) quien legisla sobre la verdad de ese hecho humano. práctico y de otras formas de conocimiento que no pretenden dar

164 165
cuenta, propiamente, de la realidad, toma siempre la forma de enun- porque no podemos saber cómo es el mundo con independencia de
ciados, más o menos formalizados, que se expresan en un determi- cualquier versión. ¿Cómo diablos es la realidad no conceptualizada
nado lenguaje. En este sentido, la cuestión radica en si podemos o pre-conceptualizada?
comparar trozos de lenguaje con trozos del mundo o de la realidad. Desde luego, cuando decimos que estamos comparando enun-
La respuesta es que no, si consideramos que siempre «aprehen- ciados sobre los hechos con los propios hechos, siempre estamos com-
demos el mundo en el lenguaje», y que no podemos salir del len- parando enunciados sobre los hechos por una parte, y nuestro cono-
guaje para saber cómo es el mundo con independencia de aquél. cimiento de esos hechos, por otra parte; simplemente, porque nunca
La respuesta es que sí, si establecemos el mundo y el lenguaje accedemos directamente a un hecho. ·
como-entidades independientes. No.obstante, aunque esto fuese Nunca comparamos una fotografía con la realidad fotografiada.
así, como resulta que el tipo de conocimiento al que nos estamos re- N o tenemos acceso ni a la fotografía ni a la realidad fotografiada, con
firiendo se expresa en el lenguaje, sólo podemos decidir si un trozo independencia de nuestra percepción tanto de una como de otra.
de lenguaje dice adecuadamente cómo es un trozo de ~undo con la Comparamos dos percepciones, nunca ponemos directamente en
.condición expresa de disponer de alguna teoría acerca del tipo de re- correspondencia las dos cosas que declaramos estar comparando .
lación que media entre el lenguaje y el mundo. ¿Qué sentido tiene decir que el conocimiento es tanto más váli-
Ahora bien, tratándose de una teoría acerca de una determinada do cuanto que mejor se corresponde con la realidad, si no podemos
relación, dicha teoría no debería pertenecer en exclusiva a ninguno comparar el conocimiento y la realidad? ·
de los dos elementos cuya relación se trata precisamente de teorizar.
Por ejemplo, esa teoría no debería pertenecer al ámbito del lengua- e) El supuesto carácter no relacional de las entidades
je, sino que debería situarse fuera de él. La pregunta que hay que
formular, pero que no tiene respuesta es ¿dónde? Para Platón, las cosas son, substantivamente, de cierta manera.
Cada cosa es como es, en sí misma, con independencia de todas las
b) La falacia de la supuesta correspondencia con la realidad demás cosas. Además, gracias al conocimiento, podemos establecer
con ellas una determinada relación que nos permite ver cómo son
Se trata de otra versión de lo que acabamos de ver. Desde el re- verdaderamente esas cosas por encima de sus apariencias.
presentacionismo se afirma que el conocimiento válido sobre la rea- Sin embargo, las cosas no son sino el conjunto de las relaciones
lidad es el que «Se corresponde» con la manera en que la realidad que las constituyen; las cosas son, literalmente, esas relaciones. Si
«es» efectivamente. ¿Cómo podemos saber que esa corresponden- esas relaciones se modifican; también se modifican las cosas. Cuan-
cia es adecuada? Pues, comparando, claro está, una cosa con la otra. do nosotrOs mismos establecemos una determinada relación eón las
Sin embargo, resulta que «comparar» significa poder acceder de cosas -por efémplo, una relación de conocimiento, el cual, natural-
Forma independiente a los dos términos que se trata de comparar. ~ente, se encuentr~ históricamente situado y es, por lo tanto, cam-
No es posible comparar dos cosas, A y B, si se define una en los tér- biante-, lo que resulta de esa relación (la cosa.en tanto que cosaco-
minos de la otra (si se define B en términos de A, o viceversa). nocida) .también se·· ve afectada por la historicidad y también es
¿Cómo podemos comparar nuestro conocimiento del mundo cambiante. Cuando la realidad tal y como es pasa a ser realidad co-
:on un mundo definido con independencia de nuestro conocimien- nocida y se constituye como la única realidadde laque podemos ha-
:o del mundo? ¿Cómo podemos comparar nuestro conocimiento blar, ésta realidad se torna tan histórica y cambiante como pueda
ie ... , con un de ... del cual no tenemos conocimiento? En otras pa- serlo nuestro propio hablar de las cosas. . .
.abras, ¿cómo podemos comparar una descripción del mundo con Dicho sea de paso, las formulaciones deRorty sobre el conoci-
'tn mundo no descrito? Puedo comparar entre sí diferentes versio- miento y sobre su relación con la realidad no están muy alejadas de
les del mundo, pero nunca el mundo con una versión del mundo las que nos ofreceFoucault. ·
1!1

l66 167
Rorty ha dirigido buena parte de sus críticas más contundentes al d~ ~1 trasfondo compartido de unas mismas convicciones antipla-
«esencialismo». Sin embargo, nos limitaremos a lo que dice sobre la tomcas.
supuesta esencia del sujeto, la esencia del ser humano, y veremos
que podemos encontrar acentos claramente foucaultianos en sus plan-
teamientos. El último Rorty
Desde la perspectiva de Rorty no se puede tomar en serio la idea
según la cual las personas están constituidas,· en el fondo de su ser, Como buen defensor de las virtudes del diálogo y de la confronta-
por un verdadero yo, por una naturaleza humana, ~sen~ial_y esta- ción de argumentos, Rorty es el primero en aceptar que los debates
ble, que- habría sido reprimida y enmascarada por las mstitucwnes y que mantiene con otros pensadores puedan alterar sus propias pos-
por las prácticas históricas. tur~s. Ya 1.<: demostró cuando, hace algunos años, reconoció que su
N o hay ninguna «naturaleza humana intrínseca» que podamos eqmparacwn de «la verdad» con «lo que se acepta mayoritariamen-
rescatar, que podamos desalienar o que tengamos que ir realizando te en el seno de una comunidad» no era sostenible. Esta loable aper-
--progresivamente para encontrarnos por fin a nosotros mismos, tal y tura a revisar sus propias posiciones sigue presente en la actualidad
como somos; realmente. y le ha llevado, últimamente, a formular algunas rectificaciones que
En este sentido, ninguno de los proyectos que podamos propo- ahora vamos a examinar.
ner al ser humano puede legitimarse diciendo que se acerca más que Rorty, ya lo hemos visto, rechaza de forma tajante la dicotomía
otros a su verdadera naturaleza; o que es más conforme que otros a sujeto-objeto. Cualquier enunciado sobre el mundo constituye siem-
lo que es, en verdad, el ser humano; o que permite que se realice me- pre una hibrida~i~n sujeto-objeto en la cual es imposible separar,
jor aquello que, en el fondo, lo constituye. . . salvo en cas?s tnviales, lo que proviene del sujeto, por una parte, y
· En breve; la distinción platónica entre la esencza y el acczdente no 1 lo que provzene del mundo, por otra parte. Los inputs que provie- :'11111·.
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es de recibo. Ni tenemos una esencia, ni lo que somos hoy es un ac- nen. del mundo sólo existen en la medida en que están procesados; es 111111

cidente coyuntural que habría sufrido esa esencia. Somos, simple- decir, llevan ya la marca del sujeto, y no podemos saber cómo eran r¡¡¡r
¡··.·· .
mente, el resultado de unas prácticas contingentes que nos han cons- antes de su procesamiento. Con todo, el sujeto está constreñido, a 11'
1
'

tituido como lo que hoy somos. · · su vez, por el mundo en cuanto a su capacidad de engendrar inputs,
Por- supuesto, podemos· elaborar proyectos transformadores y no los puede inventar a su antojo y, por lo tanto, los inputs llevan ya
podemos querer ser de otra forma, dejando de ser lo que somos la marca del mundo.
hoy. Sin embargo, tendremos que argumentar esos p~oyectos con Si? ~mbar_go,_ e~ el fragor de su polémica con los realistas, Rorty
justificaciones que no apelen a nuestra supuesta esenc_Ia. Podemos, pubhco, a pnnCipiOs de los años 70, un artículo que se hizo famoso
por ejemplo, querer serniás libres pero, no porque la h?ertad cons- y al que le puso un título claramente provocativo: The World Well
tituya una exigencia inscrita en nuestra naturaleza, m porque sea Lost [El mundo afortunadamente perdido].
una exigencia que deseemos satisfacer para ser, así, más plenamente En un text~ relativamente reciente, ·publicado en el compendio
humanos. Podemos querer construirnos de una o de otra forma, de Brandom titulado Rorty y sus críticos, Rorty considera que la 1'
pero ninguna de esas formas será más conforme que otra a nuestra postura que defen~ía_e? The World Well Lost no es sostenible y que
verdadera naturaleza. Simplemente, porque no hay tal cosa como perde~ el mundo _sigmficaba escorarse exageradamente hacia el polo
nuestra verdadera naturaleza. ~el SUJeto, enfatizando y sobrevalorando, como lo hacía Kan:t, el
Todas las consideraciones que hemos enunciado pueden poner- Impacto del sujeto sobre «el objeto conocido».
se, indistintamente, en bocade Rorty o de Foucault; la coinciden- Rorty reconoce hoy que «no se puede perder completamente el
cia es total. Es probable que Foucault no haya leído a Rorty, pero ~undo», que también el mundo interviene en el proceso que cons-
Rorty sí ha leído a Foucault y lo ha asimilado perfectamente, des- tituye a un enunciado sobre el mundo como «enunciado verdade-

168
169
ro». E~ efecto, el hecho de que, en el mundo, la ni~ve exista efecti- clero», Rorty se aleja de Kant y se aproxima considerablemente al
vamente es una condición para que algo pueda ser .d1cho verd~d~ra­ «realismo interno» defendido por su colega Hilary Putnam.
mente; es decir, justificadamente, sobre la nieve. S1 ésta no ex1st1ese, Para concluir estas consideraciones sobre el último Rorty, me
nada podría ser dicho de forma verdadera sobre ell~. . permitiré mencionar un aspecto que me parece problemático en el
En consecuencia, Rorty acepta hoy que los pred1cados verdade- discurso rortyano.
ro y refiere nombran, efectivai?-ente; una relación «palabra-mun- Rorty utiliza con bastante frecuencia el concepto de «relaciones
do». Sin embargo, esto no le obhga, m mucho menos, a dar por bue- causales». Señala, por ejemplo, que «los elementos del mundo están
nas las tesis realistas,como lo veremos más adelante. . . en relaciones causales entre sÍ». Afirma también que, en tanto que
Simplemente, Rorty entiende ahora que n~ se pue~~ prescmd~r somos elementos del mundo, «nosotros mismos estamos en inte-
de ninguno de los tres vértices de la famosa t~zangulaczon establecl- racción causal con el mundo». Y dice, por fin, que aunque el mun..,
da por Donald Davidson y que consta del ~u¡eto, por una parte, del do no puede causar ni nuestro vocabulario, ni el carácter verdadero,
mundo, por otra, y, en tercer lugar, del conJunto de norm~s que ~e­ o no, de nuestras creencias, sin embargo, el mundo «causa» buena
~finen ~a-la-comunidad-de hablantes a la que pertenece el SUJeto. Nm- parte de dichas creencias.
guno de estos tres vértices puede ser .considerado. con ind.ependen- En otras palabras, para Rorty, resulta que, porque estamos en in-
cia de los otros dos, y es el proceso m1smo de la tnangulacwn el que teracción causal con el mundo y porque estamos en una relación de
hace que un enunciado pueda se~ ~alificado como ve:dadero: . inmediatez con el mundo, éste puede causar la formación, el cam-
Porejemplo, a la tf~1ca y I?ahcwsa pregunta reahs:a de Sl «<ha- bio, o el abandono, de ciertas creencias, aunque no pueda causar el
bría nieve aunque nad1e hub1ese hablado de ella?~>, solo podemos que esas creencias sean verdaderas, o no. En definitiva, el mundo
contestar que, obviamente, «SÍ» la habría. A~ora ~1en, esta resp~es­ sólo puede causar el que nuestras creencias sean «adecuadas», o no,
ta afirmativa no nos compromete con la ex1stenc1a ~euna reahdad para nuestra propia relación con el mundo.
independiente de nosotros. En ef~cto, son las prop1a~ normas que Sin embargo, desde ·el pragmatismo reivindicado por Rorty se
rigen nuestro uso de la pa~abra .nzeve las que nos obhgan a dar, en traza una relación de equivalencia entre, por una parte, «adecuado
este caso, una respuesta aflrmatlva a la pregu~ta que se nos ha for- para nuestros fines» y, por otra parte, «verdadero». Si aceptamos esa
mulado, pues forma parte de nuestro lenguaJe y de nuestra perte- relación de equivalencia entre las dos expresiones, resulta difícil en-
nencia a una determinada comunidad de hablantes que «las cosas tender cómo algo puede causar una cosa (las creencias adecuadas
que mencionamos al hablar no resultan ~e n~estro _habl~r. de ellas». para nuestros fines) y no causar la otra (el carácter verdadero de las
No podemos violar esta norma y segmr s1en~o mtehg1bles I:ara creencias), puesto que las dos «son lo mismo».
nuestros semejantes. La «verdad» de un enunc1ado sobre la meve Quizás habría que volver a cuestionar que trozos del mundo pue-
resulta, simultáneamente, del sujeto que lo construye, d.el. mundo dan causar trozos de lenguaje como lo sostiene ahora Rorty, aunque
sin el cual ningúp enunciado sobre la nieve tendría «co~d1c1~ne~. ~e siga manteniendo que los trozos de mundo no pueden causar «la
verciad», y de las normas compartidas por una comumdad hngms- verdad» de los trozos de lenguaje. O, en cualquier caso, Rorty debe-
tica. ría mostrar cuál es el proceso exacto de esa causación. Sin embargo,
Ninguno de estos tres elementos por separado puede causar la Rorty, y puede que aquí radique el problema, nunca se ha dedicado
verdad de un determinado enunciado sobre el mundo. Con lo cual, a desarrollar qué entiende, precisamente, por «relaciones causales»;
sigue siendo cierto, en contra de lo que afirma. el re~lismo, que no ~s siempre se ha limitado a mencionarlas.
el mundo o la realidad tal y como es los que d1ctamman la aceptabl- En cierto sentido, las relaciones causales constitUyen el punto
lidad, o no, ele lo que sobre ellos se afirma. . . . ciego del discurso rortyano y es precisamente esto lo que quería ha-
Al recuperar «el mundo» como uno_de ~~s eleme/nto~ que mter- cer resaltar como aspecto problemático.
vienen en la correcta o incorrecta pred1cac10n del termmo «verda-

170 171
La preeminencia de la política
T 1

por la llamada izquierda cultural. No obstante, al mismo tiempo,


Rorty se mofa sarcásticamente de cualquier pretensión de fundar ese
tipo de preferencia sobre el supuesto carácter objetivamente mejor
Hemos señalado hasta ahora varios puntos de coincide~ci~ entre
de ese tipo de sociedad, con lo cual es atacado tanto por la derecha
Michel Foucault y Richard Rorty; pero aún podemos a~adir otra
civilizada como por la izquierda reformista clásica.
confluencia entre ambos pensadores que resulta bastante mteresan-
Rorty está convencido de que la democracia puede ser «mejora-
te. En efecto, lo que impulsa el trabajo intelect~al t~~to de ~oucault
da» y evolucionar hacia formas más satisfactorias, con menos injus-
como de Rortyes, en última instancia, una m?tiV~~Ion de tipo .r:eta-
ticia social y con más libertad. Sin embargo, cree que para conseguir
mente político. Se trata, además, de una mouvacwn que se orienta
estos objetivos las actuaciones radicales, hipercríticas y minoritarias
hacia objetivos muy similares. Los do~ est~~ conv~ncid~: de que la no sirven. Según él, es preciso conectar, para transformarlos desde
emancipación, entendida como la reahzac.wn, la h~erac10n .de al~o dentro, con los sentimientos mayoritarios de la población, propul-
, que subyace por debajo de lo que lo repm~e, no uene senud?. Sm sando pequeñas reformas, muy concretas, y sin olvidar nunca que el
embargo, ambos están igualment~ convencidos de que es posible y problema básico es el de la explotación económica.
···- que es altamente deseable construzr algo que sea profundamente dz- Algunas de las formulaciones de Rorty han suscitado fuertes po-
ferente de lo que hoy existe. Asimismo, en el marco. de ese pr~c~s? lémicas debido a su carácter provocativo, como, por ejemplo, cuan-
de transformación de nuestro presente, ambos enfa~Izan la posibil~­ do dice: «Si un policía secreta derriba nuestra puerta con una pata-
dad y la conveniencia de construirnos, nosotros mismos, como dz- da», no tiene ningún sentido decirle algo así como: «al hacer esto,
ferentes de lo que hoy somos. . . hay algo dentro de usted que usted está traicionando», porque no
Junto con esas similitudes, las dif~rencias entre Rorty Y F~ucau~t está traicionando ni unos supuestos valores universales, al estilo de 1
:1¡11 '
son también enormes. Foucault es, sm duda, mucho_ mas. radical, SI- los que enuncia Kant, ni una naturaleza humana básica que le dic- 111

tuándose en lo que podríamos llamar una nu_eva zzquzerda clara- taría, imperativamente, abstenerse de realizar ese tipo de actuación. ¡¡¡i
mente disidente, por no decir antisiste~a; ~~en:ras que R~r~y .se O cuando dice que: «entre un nazi y yo, no es posible dirimir las di-
inclina más bien hacia la socialdemocracia, reivindicando la vze¡a ~~­
1

vergencias en un terreno neutral, apelando a unos principios gene-


quierda posibilista de los años treint~. Foucault desarrol~a una m~lz­ rales situados por encima de nosotros y que darían la razón o bien
tancia activa, se involucra de forma mtensa en _los conflictos socia- al uno o bien al otro». Podemos luchar decididamente contra el 1

les y políticos y no duda ~n. bajar a la calle; ~:mentras ~:Ue Rorty se nazi, podemos argumentar vehementemente contra él, pero no po- :11

limita, básicamente, a escnbir sobre las cuestiOnes polmcas. demos hacerlo en nombre de unos principios morales que, por ser 1 1

Ambos han sido duramente atacados desde la derecha, que les universales, valdrían tanto para él como para nosotros. : 1 '1

acusa, globalmente, de quere: dis?lver «los val~res moral~s. de Oc- Ya hemos visto al examinar la biografía de Rorty que el ambien-
cidente» y también, desde la Izqmerda, por motivos que difieren ~n te familiar en el que se desarrolló su infancia era un ambiente fuer-
uno y otro caso. Se ataca a Fou~ault .porque .r:o asume las utopias temente politizado. Más precisamente, el clima familiar que envuel-
y las grandes narrativas revolucwnanas del siglo XIX y se ~taca a ve a Rorty está marcado por cuatro aspectos básicos: por una clara
Rorty porque asume globalmente el modelo de la «democracia» es- preeminencia otorgada a la esfera política; por una voluntad de trans- '
1'
'

tadounidense. formar la sociedad; por un compromiso explícito con la clase obre-


Por ejemplo, desde su profesa~o «etn?centrismo», y desde el r~~ ra y por una constante denuncia del autoritarismo estalinista.
conocimiento de que pertenece, Irre~ediableme.r:te, a una deter~~ Rorty quedó profundamente marcado por las opciones políticas
nada cultura, Rorty declara que «prefiere» las sociedades democratl- de su contexto familiar, y son precisamente esas opciones políticas in-
cas al estilo de la que existe en su propio país. Con lo cual.es a~acado, tensamente asumidas durante su temprana infancia las que reencon-
obviamente, por la izquierda y, sobre todo, por la nueva zzquzerda Y tramos en buena parte de sus planteamientos filosóficos.

173
172
T
de años ante una autoridad suprahumana, como es la divinidad
- Preeminencia de la esfera política: la argumentación de Rorty los seres humanos deben seguir sometiéndose a nuevas autori~
se caracteriza, precisamente, por anteponer «la cuestión pol~ti­ dades supr~humanas como, por ejemplo,. «la propia realidad» y
ca», entendida en su acepción más amplia, a las otras cuestio- el conocrmiento que de ella nos proporcwna la ciencia.
nes que han preocupado tradicionalmente a la filosofía. U no
de sus libros se titula La esperanza en lugar del saber y algu- L~ influe.ncia del credo familiar en el pensamiento de Rorty pa-
nos de sus textos llevan títulos tan sugerentes como La priori- re.ce mcuestwnable. Los ejes fundamentales de ese credo siguen nu-
dad de la democracia sobre la filosofía, o como Solidaridad y tnendo ~u.pensa.miento y dan cuenta de algunas de sus principales
objetividad o, por fin, como La justicia como una lealtad más cara~tenstlcas. Sm embargo, cuando confrontemos, a continuación,
ámplia. De alguna forma, esto no deja de recordarnos al es- el discurso de Rorty .con el discurso desarrollado por Habermas,
cepticismo griego cuando, frente a Platón, éste. ~nteponía a la t~ndremo~ ~a oportumdad de proyectar nuevos matices sobre la ver-
«búsqueda de la verdad» la «búsqueda de la fehe1dad». tiente pohtica del pensamiento de Rorty.
- Voluntad de transformar la sociedad: lo importante para Rorty
no es «cómo conocer mejor», ni cómo «describir mejor la rea-
lidad», ni tampoco «cómo hacer progresar la disciplina filosó- La confrontación con Habermas
fica». Lo importante es «articular nuevos vocabularios», ofre-
cer nuevas descripciones que nos permitan modificarnos a Para confrontar el pensam~ento de Rorty con el pensamiento de
nosotros mismos, aportando elementos para nuestra propia Habermas; no vamos a recurnr a las obras de cada uno de ellos sino
«autocreación», y que, al mismo tiempo, nos faciliten cons- q~e nos centraremos en los materiales correspondientes a la discu.,.
truir una sociedad más justa, con menores dosis de crueldad y swn, .al debate que, desde hace ya bastantes años, ambos pensadores ~¡:-
más libre. Esa es la tarea que debería asignarse la filosofía y es mantienen entre sí. · · 11
11

esa voluntad de transformación social la que yace en el empe- Se trata de un debate marcado por un gran aprecio mutuo don- ,.
1.
.,
ño rortyano por transformar radicalmente, que no abandonar, ~e Rort~ Y ~abe:mas no desperdician ocasión de recalcar su; múl-
la propia filosofía. . . . tiples .comcidencias. Están de acuerdo, en efecto, sobre muchas co-
Compromiso con la clase obrera: Rorty no tiene nmguna sim- sas. Sm emb~rgo, los puntos de discrepancia que subsisten entre
patía por la izquierda cultural, o por 1~ n~eva izquierd~, o por ello~ son tan Importantes que acaban por configurar dos enfoques
la izquierda académica, o por los movimientos alternativos ra- radzcalmente ant~gónicos y diametralmente opuestos. .
dicales. Para él, todos estos planteamientos enmascaran los .A':nque e::cammaremos algunas de las coincidencias, así como las
problemas más ac.úciantes que son, como en los tiempos de sus pnncipales. discrepancias entre los dos pensadores, me adelantaré a
padres, los problemas de la explotación de los trabajadores. las concluswnes de esa confrontación, anunciando ya, sin argumen-
Una entrevista realizada a Rorty, publicada en formato de un tada de momento, cuál es, a mi entender, la razón parla cual Rorty
minúsculo libro, se titula, significativamente, Contra los pa- Y Habe~mas m~1_1tienen, de hecho, dos posturas que son, global-
tronos, contra las oligarquías y, por ejemplo, uno de sus artícu- mente, zrreconczlzables. ·
los se titula «Hay que volver a la política de clase». Ro:ty. acepta ~in recelos, e incluso con un evidente entusiasmo,
1',!
1

- Denuncia del autoritarismo estalinista: lo que permanece en la los pnncipales gzros que se han producido después de la obra de
obra de Rorty no es, por supuesto, el tema específico del es~~­ Kant, a lo largo .de estos dos últimos siglos y que ponen en entredi-
linismo, que ya pasó a la historia, sino una profunda sensibzlt- cho, por no decir que desmantelan sin posibilidad de retorno, bue-
dad antiautoritaria. Una de las principales preocupaciones que na p~rte de los presupuestos que conforman el discurso de la Mo-
animan el trabajo intelectual de Rorty es Jade acabar cor: la dermdad; es decir, el discurso de Ja. Ilustración. Los giros con los
creencia de que, después de haberse arrodillado durante miles 1

l'
175 l!

174
que intenta ser consecu~nte ~or.ty, procuran/d? profundizar. en s~s Sin embargo, hoy no se puede reproducir, sin más, el discurso de
consecuencias y en sus 1mphcacwnes son, bas1camente, el gzr? hzs- la Ilustración. No se puede ignorar la historización del sujeto kan-
toricista y el giro lingüístico. Esto le ha llevado a elaborar ':ln discur- tiano, ni la imposibilidad de situarnos fuera del lenguaje. Todo el es-
so que no sólo es crítico con los presupuestos ~el pensam1en:o mo- fuerzo ~e Habermas va a consistir en elaborar un discurso que haga
derno, sino que se presenta como una alternativa global al discurso compat~ble lo que ya no se puede ignorar, es decir, los giros que han
de la Modernidad. acontecido y los presupuestos de la Ilustración. Dicho con otras pa-
En efecto, se trata para Rorty de escapar de ese di~curso, de salir labras, se trata de renovar profundamente ese discurso para que sigá
de él, de no dejarse encerrar en su propio ':'ocabulano, de tornarlo siendo válido a pesar de todo lo que hoy milita en su contra.
simplemente obsoleto por fa.lta ~e u.so y de znven.tar «otro» vocabu- La diferencia con el planteamiento de Rorty está muy clara. N o
lario. Este nuevo vocabulano d1bup un escenano donde no queda se trata de celebrar la quiebra del discurso de la Modernidad y de
ningún atisbo de trascendencia, donde el ser humano, que es m~e­ profundizar, aún más, en lo que lo ha puesto en quiebra para salir
fectiblemente un ser histórico-social y, por lo tanto, un ser contm- así, definitivamente, de ese discurso, sino que se trata de asumir
___gente, está irremediablemente librado a sí mismo: Esto c<;mfr~nt~ al aquello que lo ha puesto en quiebra, pero tan sólo para intentar de-
ser humano con la entera responsabilidad de articular, sm cntenos sactivarlo y para restaurar, tanto como sea posible, la validez de ese
externos, sin criterios que no sean propiamente suyos, las eventuales discurso.
«prácticas de libertad» que pretend/a.desarrollar. . /~ara consegui~lo, Hab~rmas se va a basar en la dimensión prag-
Ya hemos visto que, en lo pohtico, Rorty se de.fme como ':ln matica del lenguaJe, espeCialmente en el proceso comunicativo y en
«progresista», como un «liberal», próxiJ?o ~ la sociald~mocra.Cia. las exigencias funcionales, o en los «prerrequisitos necesarios» de
Sin embargo, lo hace desde la plena coD:cienCia de la contmgenCia y dicho proceso comunicativo. ·
del «etnocentrismo», de unos planteamientos que enmarca, par~ no En el plano político, Habermas se define, él también, como un
dejar lugar a dudas, dentro de un «teorizar ~ronis~a» .. Ahora ~1en, «progresista» y como un socialdemócrata convencido, y no cabe
visceralmente, Rorty es, básicamente, un antzautorztarzo y un lzber- duda de que su análisis de las condiciones que «distorsionan» la dis-
cusión constituye una aportación interesante para promover una
tario. · d 1 sociedad de mayor bienestar. Sin embargo, su «deseo de· incondicio-
: 1

En contraposición, Habermas aparece. como un nostálgico .e a


Ilustración y del discurso de la Modermdad. Pese .a ello, no. tiene nalidad», su apetencia de unos absolutos que escapen de la simple
más remedio que aceptar, y que asimila~ en su prop1~ pen~am1ento, conting~n~~a humana, lo sitúan claramente en el polo opuesto de
los giros a los que antes nos hemos refendo. Ahora b1en, s1 Rorty lo esa sens1bi11dad rortyana que hemos caracterizado como antiauto-
hace con entusiasmo, Habermas lo hace con recelo. ritaria y como libertaria. Dicho con otras palabras, si retomamos la
Recela de las implicaciones de estos giro~} de l~s plieg~es que vieja distinción entre socialismo científico y socialismo utópico, no
conllevan en el plano político. Su preocupac10n consiste en m~entar ca?e duda de que Habermas se encuentra bastante más próximo a la
salvar de la quema todo lo que aún pueda se~ prese:vad? ~el d!sc~r­ pnmera de estas dos tradiciones, con todo lo que ello implica en tér~
so de la Ilustración, después de las embestidas hlstonCistas y lm- minos de diferencial de sensibilidad frente a las manifestaciones de
la autoridad.
güísticas. . ·
Habermas está horrorizado por la perspectiva de que el .ser hu- Desde mi punto de vista, los planteamientos de Rorty y de Ha-
mano quede librado a sí mismo, caren:e de t~d.a tra~cenden~1a. Esto bermas son antagónicosy globalmente incompatibles entre sí. Sin
le conduce a sucumbir al «deseo de mcond1c10nahdad»: tzene que embargo, también es cierto que ambos tienen en común muchas co-
haber algo, por encima de nuestra contingencia, a lo cual nos poda- sas. Vamos a examinar primero lo que tienen en común para cen-
mos agarrar, algo que sea «universal» y que no dependa, por lo tan- trarnos luego en dos de los ámbitos donde las discrepancias son in-
to, de nuestra «finitud» propiamente humana. salvables.

177
176
------------ ..- - - - .....

En relación con las semejanzas, cabe resaltar que los dos pensa- obliga, después de haber separado tan radicalmente el objeto y el
dores son inasimilables por la corriente dominante de la filosofía sujeto, a reconstruir unos puentes que permitan transitar desde el
contemporánea; es decir, por la filosofía analítica. Ambos discurren uno hacia el otro.
sobre lps grandes asuntos que afectan a la existencia humana; su pú- Tanto Rorty como Habermas han rechazado frontalmente la fi-
blico excede ampliamente el gremio de los filósofos profesionales; losofía de la conciencia, el mentalismo, la dicotomía interior-exte-
su lectura no es fácil, pero no excluye a quienes no dominen el len- rior, la razón centrada en el sujeto, la partición sujeto-objeto y, por
guaje formal de la lógica y, todo ello, hace que estén presentes y que ende, también los distintos puentes que la filosofía se ha esforzado
influyan en el pensamiento contemporáneo. Pero, sobre todo, am- en establecer entre ambos.
bos tienen un conocimiento impresionante de las obras de los gran- Habermas continúa explicándonos cómo el siguiente paso que
des filósofos y un dominio profundo de la historia del pensamiento dará la filosofía consistirá en desplazar su atención desde la interio-
filosófico. El excelente conocimiento que los dos tienen sobre la ridad del sujeto hacia el lenguaje considerado como médium.
historia del pensamiento filosófico les lleva a formular diagnósticos La validez intersubjetiva deja de ser el resultado de la convergen-
-bastante parecidos acerca de cómo la filosofía ha abierto una serie cia entre las representaciones mentales de los sujetos para pasar a si-
de caminos sin salida y acerca de cómo estos caminos sin salida han tuarse en la comunidad de unas mismas prácticas lingüísticas y en el
obligado a realizar ciertos replanteamientos radicales de las concep- seno de los procesos de justificación que posibilitan esas prácticas
ciones filosóficas. lingüísticas compartidas.
Recurriremos a la narrativa historiográfica que nos ofrece Ha- En suma, el giro lingüístico desplaza la razón desde la interiori-
bermas para ilustrar con ella la común oposición, de Rorty y de dad del sujeto hacia ese lugar donde lo público y lo privado se fu-
Habermas, a la filosofía del sujeto y a la filosofía de la conciencia, así sionan o se disuelven; donde el interior y el exterior dejan de ser
como ~u común aceptación del giro lingüístico. distinguibles. Ese lugar no es otro que el lenguaje. .
HalJermas nos ha explicado con una claridad meridiana cómo el Posteriormente vendrán Wittgenstein y Heidegger y ambos acen-
gran debate de finales del medioevo sobre el «nominalismo» y la tuarán el giro lingüístico, situando en el lenguaje los límites del mun-
cuestión de «los universales» abrió el camino hacia una «filosofía de do y mostrando nuestra radical imposibilidad de salir del lenguaje.
la conciencia» que, pasando por el racionalismo cartesiano y por el Tanto Habermas como Rorty asumen plenamente el giro lin-
empirismo inglés, culminará en la obra de Kant. güístico. Ambos aceptan que la interpenetracion del lenguaje y del
En efecto, si como lo afirmaban los «nominalistas» los conceptos mundo es, propiamente, inextricable, que no podemos contrastar
generales no tienen ningún referente ontológico, sino que constitu- nuestros enunciados con algo que no esté ya lingüísticamente sa-
yen simples construcciones de la mente, entonces lo que está en la turado; y que nuestro lenguaje, posibilitando y constriñendo, si-
mente ya no puede provenir de la naturaleza de «las cosas en sí mis- multáneamente, nuestro acceso al mundo, lo mediatiza indefecti-
mas». La ontología ya no puede dar cuenta del conocimiento y éste blemente.
debe remitirse, por lo tanto, al propio sujeto. Podríamos extender los acuerdos entre Rorty y Habermas a otros
La verdad pasa a descansar sobre la certeza de la experiencia sub- aspectos, como, por ejemplo:
jetiva, la validez intersubjetiva pasa a ser una cuestión de conver-
gencia entre las representaciones mentales de los sujetos. Conver- - En primer lugar, la focalización sobre la importancia dela in-
gencia que se explica por la similitud del equipamiento psicológico tersubjetividad. Habermas quiere elaborar una «filosofía de la
de los sujetos, o por el hecho que todos los sujetos participan de un intersubjetividad» y Rorty ve en el «acuerdo intersubjetiva»
mismo sistema de categorías a priOri del entendimiento. la piedra de toque de la «aceptabilidad» o de la «justificación»
Este proceso de centración de la Razón y, por consiguiente, del de la validez de nuestras creencias. Ambos pensadores conci-
conocimiento instaura en el sujeto la dicotomía interior-exterior Y ben la intersubjetividad no como la convergencia de experien-

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cias subjetivas, o como la confluencia de unas producciones El debate sobre la cuestión de la verdad está presidido por la con-
mentales ubicadas en la interioridad del sujeto, sino como un fe- frontación entre el contextualismo y el universalismo. En este deba-
nómeno que se articula desde dentro de un lenguaje comparti- te, frente a las concepciones absolutistas y frente a las posturas uni-
do, mediante el proceso pragmático de la comunicación. Por lo versalistas, Rorty se afirma, radicalmente, «contextualista».
tanto, lo intersubjetiva, lejos de consistir en el acuerdo de dos El contextualismo de Rorty surge de su plena aceptación del his-
subjetividades separadas pero adyacentes, es algo que se consti- toricismo, del giro lingüístico, del intersubjetivismo y de la integra-
tuye en el proceso pragmático de un lenguaje compartido. ción sinérgica de estos tres elementos.
- En segundo lugar, el reconocimiento de la contingencia del con- En efecto, el historicismo apunta hacia la naturaleza contextual
texto histórico-social en el que se sitúan nuestras «formas de de la razón, de la verdad, del conocimiento, de los valores y, en de-
vida» y de la importancia que tiene ese contexto en la confor- finitiva, de todas las prácticas y de todas las producciones humanas,
mación de nuestras prácticas; incluidas nuestras prácticas cog- en tanto que todos estos elementos dependen de unas condiciones
noscitivas. Sólo que, como lo veremos más adelante, Habermas sociohistóricas que son, ellas mismas, de naturaleza contingente y,
----se esforzará por-limitar la incidencia del contexto, mientras que por lo tanto, vanables.
Rorty argumentará a favor de un «contextualismo» radical. Por. su parte, el giro lingüístico, en la línea de Wittgenstein y
--:- En tercer lugar, el reconocimiento de que la «justificación» de de Heidegger, apunta hacia la no separabilidad del lenguaje y del
nuestras creencias es de tipo «coherentista» y «holista», en la mun~o;_ hacia la _impos_ibilidad de trascender el lenguaje y, por
medida en que sólo podemos justificar una creencia en base a consigmente, hacia la vmculación de la razón y de la verdad con
otras creencias. Es decir, recurriendo al corpus de aquellas ~nas prácticas lingüísticas que son, ellas mismas, contingentes y
creencias que ya damos por garantizadas. Ya veremos más situadas. 11'':
adelante que Habermas sólo suscribe el «coherentismo» en el Por fin, el intersubjetivismo apunta hacia la imposibilidad de tras-.- 1

campo de la «justificación», pero que se niega a extenderlo a la cender lo social, al menos por dos razones. La primera es que el len-
cuestión de «la Verdad», algo que sí hace Rorty. guaje (es decir, una institución social) está ya presente en nuestra
- Por fin, ambos pensadores coinciden en la importancia de fo- relación con el mundo. La segunda es que, en tanto que nuestra re-
mentar una «política democrática». Es decir, una política que lación con el mundo depende de unas prácticas de comunicación
sea lo más «inclusivista» posible, en el sentido de reconocer, con los demás, esta relación se encuentra necesariamente inmersa en
como formando parte de un mismo nosotros, las diversas alte- una comunidad y en las normas que ésta acepta. Con lo cual, el co-
ridades existentes y también en cuanto a la importancia de nocimiento, la razón, etcétera, no sólo son sociales y, por lo tarito,
promover una política que excluya la discriminación, la impo- contingentes, en la medida en que están penetrados por lo lingüísti..,
sición o la manipulación. Sin embargo, también en este punto, co, sino que también son sociales porque requieren la comunicación
las concepciones de Rorty y de Habermas divergen de manera en el seno de una comunidad particular.
importante en cuanto se profundiza el debate, como veremos ~ara Rorty, la conjunción de estos tres· elementos (historia, len-,
seguidamente. guaJe y comunidad) hace difícil entender la pretensión de alcanzar
algo que no sea temporal, transitorio, particular y relativo a un con-
Podríamos seguir enumerando otros puntos de coincidencia. Sin texto determinado. No entiende cómo se puede trascender el con-
o.bargo, puede que lo más interesante consista en centrarnos en texto para alcanzar unos criterios que sean algo más que «nuestros
; discrepancias. Estas son profundas y casi tan abundantes como las cr~te~ios» desde «nuestro contexto». Y es por esto por lo que Rorty
,incidencias. Pese a ello, nos centraremos únicamente endos: asimila los conceptos de «verdad» y de «justificación», considerán-
cuestión de la verdad y la cuestión de la emancipación, con sus di- dolos equivalentes entre sí. En efecto, decir que algo es verdadero
:rsas implicaciones políticas. no añade nada a la afirmación de que algo está debidamente justifi-

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cado, porque lo único que podemos hacer es «justificar debidamen- que hace Rorty del término «verdad, para concluir que, si se puede
te» una creencia o una posición a la luz de los argumentos que se en- separar »verdadero» y «debidamente justificado en el contexto ac-
cuentran disponibles en nuestro contexto. Afirmar que, además de tual», sólo puede ser porque lo que establecemos como «verdade-
estar debidamente justificado, algo es también verdadero, sólo pue- ro» sobrepasa todos los argumentos actualmente disponibles; va
de significar que creemos en la existencia de unos criterios que tras- más ~llá de «nuestro mejor argumento actualmente disponible» y se
cienden cualquier contexto, que valen para todos los contextos posi- mantiene, como tal, frente a cualquier argumento ya formulado 0
bles y que, por lo tanto, no son, propiamente, criterios nuestros, aún por formular.
sino que se sitúan en algún extraño lugar por encima de nosotros. En definitiva, si u~a proposición es efectivamente verdadera, lo
Rorty expresa todo esto muy gráficamente cuando escribe: «Si e.s par~ ,todos y para Sieml?re, más allá de cualquier contexto de jus'"
después de que yo haya afirmado P alguien me pregunta si creo que uflcac10n. ¿Que otro sentido podría tener la aceptación «cautelosa»
P es verdad, le contestaré, obviamente, que sí, porque, de lo con- de la verdad por parte de Rorty y la diferencia que éste acepta entre
trario, no lo hubiese afirmado. Pero si se añade que, por lo tanto, «lo que es verdad» y «lo que creemos, hoy, que es verdad»?
-estoy--adm1tierrdo que P trasciende mi contexto, no entenderé lo No obstante, sí que hay otro sentido, que Habermas no alcanza
que se me está diciendo. ¿Qué se pretende decir?, ¿qué estoy ex- a captar, pero que Rorty explica muy bien. En efecto, no es que
cluyendo la posibilidad de que P pueda dejar de ser verdadero en Rorty acepte el «uso cauteloso» porque considere correcta la dis-
un futuro, cuando en otro contexto se elaboren nuevos argumen- tinción entre lo que es «realmente verdadero» ylo que «sólo es ver-
tos?». dadero a la luz de los argumentos actuales». Al mantener, cautelo-
Habermas acepta que las prácticas desarrolladas para «justificar sa~ente, .el uso del término «verdad», Rorty tan sólo pretende
debidamente» una creencia o una proposición siempre están situa- «deJar abierto el futuro» y enfatizar la idea de que pueden surgir
das. Es decir, siempre se desarrollan en un contexto local y particu- otros argumentos y, por lo tanto, nuevos «candidatos a la verdad»
lar. Su justificación es, por consiguiente, dependiente del contexto. que sustituyan a los actuales. ·
Sin embargo, Habermas contrapone el «universalismo» al «contex- En s~ma, el hecho de que Rorty no abandone completamente la
tualismo» y rechaza, de forma contundente, la asimilación rortyana referencia a <<h verdad» forma parte de su estrategia para incitar a
entre «verdad» y «justificación». crear nuevos mundos, nuevos contextos radicalmente distintos de
Para Habermas hay que poder separar, por una parte, la «ver- los que hoy conocemos, donde nuestras actuales verdades hayan
dad» de una proposición o de una creencia y, por otra parte, las dejado de ser tales.
prácticas (siempre situadas y contextuales) que han establecido la Para Ro~tY; afi~mar que lo que hoy «está debidamente justifica- lil',
verdad de esa creencia o de esa proposición. Desde su punto de vis- do» debe distmgmrse de lo que es «verdadero», no implica que la
ta, la Verdad es incondicional y no-contextua!, tiene un alcance «uni- verda~ :aya m~s ~llá de 1~ ju~tificado, sino que constituye un sim-
versal» y no es reductible a lo que está «debidamente justificado a la ~le a~t1Ílc10 retonco para mdicar el carácter transitorio de las justi-
luz de los mejores argumentos disponibles en nuestro contexto». ficaciOnes actuales. La verdad se agota totalmente en la justificación,
Para argumentar su postura en contra de Rorty, Habermas recu- no es otra cosa que ésta. Sin embargo, conviene mantenerla como
rre, en primer lugar, al hecho de que Rorty acepta lo que él llama «el siendo distinta de la justificación con el único fin de debilitar nues-
uso cauteloso» del predicado «verdadero». En efecto, como sabe tra confianza en la perennidad de nuestras justificaciones actuales.
perfectamente que lo que está debidamente justificado puede resul- Está claro que el «universalismo» propugnado por Habermas no
tar ser falso y que, por lo tanto, lo que «aceptamos como verdade- puede argumentarse en base al «uso cauteloso>> que hace Rorty del
ro» no debe confundirse con lo que «es verdadero», Rorty propone concepto de la .«verdad». No obstante, Habermas dispone de otros
que se haga un «uso cauteloso» del término verdad para poder man- a.rgumentos. Citaremos dos de ellos, pero veremos que éstos no di-
tener, así, esa distinción. Habermas aprovecha el· «uso cauteloso» fieren de los argumentos estándar esgrimidos por los realistas y por

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i
los absolutistas y que son susceptibles de las mismas críticas que ya semejantes. En efecto, cuando en nuestro discurso elevamos una
hemos contemplado cuando hemos discutido el realismo y el abso- «preten~ión a la verdad», estamos afirmando que si lo que decimos
es efectivamente verdadero lo es en cualquier contexto, frente a
lutismo.
El primer argumento hace referencia a la influencia que ejerce el cual9-uier argumentación posible, tanto hoy como mañana, y es
mundo «tal y como es» (el mundo «objetivamente existente») so?re precisamente porque así lo asumimos todos por lo cual podemos
nuestra «descripción del mundo». En efecto, por mucho que sea cier- llegar a entender lo que se está diciendo cuando se dice que algo es
to que nuestro lenguaje satura nuestra relación con el mundo, tam- verdad.
bién es cierto que nuestra relación con el mundo pasa por ?tras prác- En .definitiva, para Habermas, ciertos presupuestos en cuanto a
ticas que no son de tipo lingüístico, sino que son, por eJemplo, de la ~ea_hdad y en cuanto .a la verdad funcionan como presupuestos a
tipo puramente instrumental o d.e tipo corpor~l. .Y, lo.qu~ «apren- przorz .J:ara que sea posible cualquier discusión, cualquier acción y
demos acerca del mundo» mediante esas practicas, me1de sobre cualqmer
. conocimiento. Están inscritos, literalmente, en las condi-
nuestro lenguaje, lo modifica y lo adecua a las propias características cwnes «pragmáticas» de nuestra propia existencia.
ael muna<f «tal y como es». Dicho con otras palabras, reencontramos De nuevo, está claro que este argumento de Habermas no hace
en nuestro lenguaje las propiedades constitutivas del mundo porque sino reabrir el debate sobre las concepciones absolutistas de la ver-
éste las imprime en nuestro lenguaje en el transcurso de nuestras in- dad en los propios términos en los que ya hemos analizado este de,..
teracciones no lingüísticas con el propio mundo. El mundo nos dice bate, sin aportar nuevos argumentos para reconducido. Por ejem-
cómo tenemos que hablar de él, y es por eso por lo que alcanzamos plo, sigue si~n.do imposible col_mar la brecha entre, por una parte, lo
a formular proposiciones «objetivas» sobre el mundo que van más q~e .resulta utzl y hasta necesarzo creer desde un punto de vista prag-
allá del «contexto» en el cual se formulan. matico y, por otra parte, el grado en que esa creencia pueda ser co-
Está claro que este argumento de Habermas no hace sino reabrir rrecta desde el punto de vista conceptual o argumentativo.
toda la discusión sobre realismo versus no realismo que ya hemos En tanto que Rorty critica de forma radical tanto el realismo
analizado. Habermas se alinea, simplemente, en el bando del realis- como la concepción absolutista de la verdad, está claro que, sean
mo, pero no aporta nuevos argumentos para su defensa. . . cuales .s~an sus coincidencias. con Habermas, éstas sólo pueden ser
El segundo argumento de Habermas se basa en el anáhsis de las superficiales, ya que la magmtud de las discrepancias sitúa a ambos
creencias que tenemos que mantener, necesariamen~e, para que sea pensadores en posiciones profundamente antagónicas.
posible la comprensión y para que poda~os c~mumcar entre nos.o- En el plano político, Rorty y Habermas comparten la común con-
tros. Así, por ejemplo, la creencia en la existencia de un mundo obJ~­ vicción de la necesidad de promover una política democrática. Nueva-
tivo, independiente de nu~stras descripciones, constituye un «reqm- mente, por debajo de coincidencias superficiales, vamos a encontrar
sito funcional» totalmente imprescindible para que sea posible la las profundas discrepancias que separan a quienes se siguen situando
comunicación. No podemos llegar a entendernos si no presupone- en los parámetros de la ideología de la Ilustración, aunque sea reno-
mos que las diversas descripciones que elabora~:rJ.Os const~tuyen vando su discurso, y quienes intentan elaborar un discurso alternativo
«descripciones de la misma cosa» y que, por debaJO de sus diversas al discurs~ _de la Modernidad. ~n el fondo de la discrepancia sigue
descripciones, «el mundo es el mismo para todos». De ello se des- contrapomendose el «contextuahsmo» y el «universalismo», se sigue
prende que, si no tenemos más remedio que aceptar que el mundo enfrentando la creencia según la cual «sólo nos tenemos a nosotros
es «uno», también tenemos que aceptar que la verdad sobre el mun- mismos» con la creencia de que «tiene que haber algo más».
Habermas admite que las concepciones realistas carecen de senti-
do sólo puede ser «una». · .,
La creencia en la «incondicionalidad» de la «verdad» tambien do cuando se aborda el terreno de la ética, ya que no existe, en ese te-
constituye un «requisito funcional» para la comprensión de los dis- rreno, un plano «ontológico» en el cual buscar los «referentes» de
cursos y para la posibilidad misma de la comunicación con nuestros nuestros valores y poder contrastar, de esta forma, su validez.

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En el plano moral, lo racional es de tipo «procedimental>> P~~a Sin duda, una política puede ser preferible a otra, pero no porque
por el debate de argumentos y sólo podemos, por lo tanto, «JUStlÍI- sea más conforme que otra a los postulados universales de la razón
car» nuestros valores, sin que sea posible contrastar su verdad con sino, simplemente, porque así lo establecemos a la luz de unos cri-
algo que sería externo a la propia _argumentación. . terios que son, irremediablemente, nuestros criterios.
Sin embargo, Habermas considera que hay que recurnr, en el Rorty puede aceptar la postura de Castoriadis cuando éste decla-
plano de los valores, a un «análogo» del criterio ~e la verdad en el ~la­ ra que no hay ninguna otra .«razón última» para justificar la v~lun­
no del conocimiento. Hay que encontrar el eqmvalente de unos «Im- tad de luchar por la revolución que la que consiste, sencillamente,
perativos morales» que nos permitan tr~s~e?der la limitada pers- en afirmar: «porque eso es lo que queremos». Mientras que Haber-
pectiva de nuestro «contexto» cuando enJUICI~mos l?s valores. mas no lo puede aceptar de ninguna manera y sigue reclamando que
Desde la óptica de Habermas ha de ser posible _afirmar que ~nos se ofrezca una razón «superior» a ésta.
valores son racionalmente superiores a otros, con mdependenCia de Esto delata la proximidad habermasiana al discurso de la Ilustra-
los contextos; así como que ha de ser posible establecer que una de- ción, su nostalgia de los «imperativos morales» kantianos y del «Bien»
-rerminada-politica es «más racional» que otras. P~ra él, la forma de absoluto de Platón, todo ello aderezado con una concienzudalectu-
alcanzar la verdad en las cuestiones éticas (es decir, la forma de es- ra de Marx. El credo básico de Habermas es que existe una «huma-
tablecer proposiciones universales o incon~ici~n.adas en el rlano nidad» que hay que «emancipar» gracias a la instauración de una so-
ético) consiste en dejar jugar libremente el e¡erczcw de ~a razon ~o­ ciedad donde la comunicación no esté distorsionada por factores
municativa, eliminando todas las trabas que son susceptibles de dis- sociopolíticos, donde prevalezca la «ética de la discusión» y donde
torsionarla. En efecto, puesto que los seres humanos comparten el libre juego de la argumentación permita alcanzar formulaciones
una racionalidad, que es intrínseca al ser humano, basta e?~ asegu- universales.
rar su correcto ejercicio para desembocar sobre acuerdos eucos que Para Rorty no existe una «humanidad» o una «naturaleza huma-
tengan un alcance de tipo universal. . na>> que requiera ser emancipada. La emancipación, término frente
Por su parte, coherentemente. con el «c<:ntextuahsmo» que de- al cual Rorty prefiere el de «autonomía», no consiste en la actuali-
fiende, Rorty compart~ 1~ creen~Iafoucaultiana de q~e _no ha;: nada zación de una potencialidad humana subyugada, sino en el proceso
que trascienda una practica social, a. no ser ot~a practica sociaL Y, de lucha contra dominaciones muy concretas.
como toda práctica social es, necesar~amente, c~ntextt:tal, no hay lu- N o hay nada, esencial y profundo, que debamos liberar. Tan sólo
gar, por consiguiente, para planteamientos «umv~rsahs~as». se trata de romper un determinado grillete, sabiendo, además, que,
Para Rorty, no hay nada así como una «Razon Umversal e!~­ como dice magníficamente Foucault, «los martillos que rompen ca-
condicionada» que compartirían todos los seres humanos, a traves denas forjan las nuevas cadenas que, a su vez, deberemos romper».
de todos los tiempos. Lo único que éstos con:parten, com? rasgo Por detrás de un mismo compromiso con la defensa de una polí-
diferenciador de las otras especies, es su capacidad para ar_ucular .Y tica democrática,. nos encontramos con dos sensibilidades políticas
manejar un lenguaje. En este sentido, no existe ninguna mstanc~a bien distintas. Rorty y Habermas pueden caminar codo a codo en la
neutral a partir de la cual lo que constituye tan sólo una p~eferencza defensa, por ejemplo, de los derechos humanos y en la exigencia de
pueda ser declarado superior o más racional que otras opCI~nes. su generalización.
Los productos, transitorios y situados? de _nuest~as necesidades Y Sin embargo, Rorty sólo lo puede hacer desde la fragilidad que
de nuestros intereses ellos mismos transitonos y Situados, no pue- supone el saber que la decisión de defender los derechos humanos
den ser evaluados a ia luz de unos criterios que no sean, también no es ni superior a otras opciones, ni tampoco más racional, porque
ellos, transitorios y situados; porque si no 1~ fu~sen, e~t~nces no estaría en más estrecha consonancia con las exigencias del respeto
podrían ser nuestros, y se abriría de lleno el misteno teologico de su debido a una supuesta «naturaleza humana». Es la fragilidad de lo
procedencia. que no tiene otra fuente de legitimidad que vaya más allá de la irre-

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ediable contingencia de nuestros propios criterios. Fragilidad, pero
mbién prudencia. PrudenCia de quien sabe que esa defensa no
tecle arroparse con los atributos de la verdad y que su justifica-
Su es todo menos definitiva.
Habermas, por su parte, puede esgrimir la seguridad que le con-
!re el saber que las posiciones que defiende no resultan de simples
'ciones, sino que están avaladas, universalmente, por las propias
igencias de la Razón. Esta seguridad nos autoriza a olvidar toda
udencia, ya que quienes no comparten nuestros valores están sim- 4
emente en el error y hay que ayudarles, por su propio bien, a en-
endar ese error. Michel Serres
La diferencia entre decir «me opongo a tal postura porque no
,mparto- sus· planteamientos» y decir «me opongo a tal postura
>rque constituye un error» representa una discrepancia abismal.
o es la misma retórica la que vamos a movilizar en un caso y en el N os vamos a desplazar por la vida de Michel Serres intentando es-
ro y no son los mismos «efectos de poder» los que se van a propi- tablecer conexiones entre algunos de los acontecimientos que mol-
:tr en un caso y en el otro. Si no tenemos otra opción que la de en- dean esa vida y el complejo entramado de conceptos que articula
:ndrar efectos de poder al hablar o al actuar, quizás quede abierta su pensamiento. «Desplazamientos», «conexiones» «acontecimien-:-
posibilidad de decidir cuáles de sus diversas modalidades nos pa- tos» ... : de hecho, resulta que, en cierta manera, estamos hablando
cen preferibles. Y quizás sea en esa decisión donde radique nues- ya del pensamiento Serres.
1 contribución al debilitamiento o al fortalecimiento de las rela- Como buen.matemático, Serres aprecia en grado sumo la velo-
:mes de dominación. cidad y la rapidez. Sin duda, las matemáticas. constituyen una in-
mejorable escuela para ejercitar el pensamiento ágil y veloz (en-
contrar el camino más corto, no perder el tiempo en digresiones
superfluas ... ). Probablemente sea por eso porlo cual el discurso de
Serres está tan profusamente .sembrado de imágenes: una imagen,
aunque esté dibujada con palabras, sugiere sin dilación, de forma
casi instantánea.
¡Velocidad! ... Dar cuenta del pensamiento de Serres en las pocas
páginas que aquí le .vamos a dedicar es algo que debería, por lo tan-
to, encantar al mismo Michel Serres. Si:n embargo, esto es, obvia-
mente, imposible y sólo puede significar que asumimos el riesgo de
quedarnos en la superficie de un pensamiento que requeriría mucho
más tiempo para ser explorado.
Velocidad, rapidez, tiempo ... no es en absoluto casual que me re-
fiera tan repetidamente a nociones vinculadas con el tiempo, porque
así lo hace también Michel Serres, sobre todo en unos de sus libros
más recientes titulado L'incandescent. Sin embargo, la concepción
del tiempo que desarrolla es bien peculiar ya que rompe con la con-

?8 189
fusión habitual entre el tiempo y su métrica, entre el tiempo y la me- su 1_1i~ez, que le acompañó a lo largo de su adolescencia y que se re-
dición del tiempo, haciendo aflorar una pluralidad de tiempos in- petira durante buena parte de su juventud.
compatible con la clásica linealidad bajo la cual éste se concibe ha- E~ e!ecto, Serres no tenía más de seis años cuando estalló la Gue-
bitualmente. Se trata de una concepción de «lo temporal» donde lo rra Civil en España, seguida por la Segunda Guerra Mundial conti-
remoto y lo reciente pueden coexistir perfectamente en el seno de nuada por.l~s dive.rsas guerras coloniales francesas ... Los ~ampos
una misma contemporaneidad, y donde los acontecimientos se ale- de e~termmw na~I, las bombas de N agasaki y de Hiroshima, las
jan o se aproximan, alternativamente, como lo hacen los espacios en atrocidades ~omet~das en Indochina y luego en Argelia contribuye-
la masa que el panadero pliega y despliega, una y otra vez, para ela- r?n a la configuración de buena_rarte ~e su paisaje vital. «La guerra,
borar el pan. siempre la guerra», el mal, la vwlencia, el crimen, nos dice Michel
Serres. Todo ello le va a marcar, muy profundamente, de distintas
maneras.
Apuntes biográficos: desplazamientos E? primer l~gar, recelo e inc~~so aversión hacia «el Poder», que
asocia co? ca~averes y con suphcios. Por eso no quiere ser discípu-
Michel Serres nació en 1930 en el seno de una familia que vivía en lo de nadie, m tener maestros. Pero tampoco quiere tener discípulos
las orillas de un río, familia que se desplazaba de cuando en cuando porque le «provoca nauseas» y confiesa tener «una exigencia casi
por él y que se nutría de sus recursos, ya que su padre extraía arena salvaje, de libertad». '
y picaba piedras de ese río. Esto configuraba un paisaje estable que, . ~n segundo lugar, incomodidad ante el conflicto, ante los proce-
no obstante, presentaba la curiosa peculiaridad de incorporar un dimientos que conducen a la «construcción de adversarios» me-
continuo movimiento en· el seno de su propia estabilidad. Aguas dian_~e el sutil desar~ollo de los mecanismos que regulan la «perte-
tranquilas o aguas tumultuosas, pero de un flujo constante. - nencia» y la <~exclusiÓn». Serres nos exhorta a arrincon.ar esa «libido
Lo que se encuentra aquí en este preciso momento, por ejemplo de. pertenencia» que conduce a aniquilar a quien no pertenece a lo
un tronco flotando que se avista desde la orilla, o bien una casa que mismo que uno. Esto explica su curiosa prevención ante «el deba-
se divisa en la ribera cuando se navega por el río, estará dentro de te», que consid~ra est~ril e_improductivo porque sólo sirve para afi-
unos instantes mucho más lejos, pasando a ser distinto pero si- nar Y para precisar ~un ma~ lo que ya se sabe y raramente para in-
guiendo siendo lo mismo. El río no cesa de conectar entre sí, de novar; al que ademas, percibe como una fuente de confrontación
forma fluida, espacios diferenciados y, a veces, lejanos. Constante cargada de cierta violencia, aunque sólo sea simbólica. Asimismo'
fluir del agua que discurre tranquilamente· o que se retuerce en tor- e~ta ~uspicacia explic~ también su negativa a escribir en un lenguaj;
bellinos, barcos, viajes, constantes desplazamientos, incesantes co- tecm~o, en un lenguaJe para «especialistas», en una jerga que siem-
nexwnes ... pre tiene ~fectos de «exclusión», y que siempre lleva la marca de la
Todo esto marcará a Michel Serres por partida doble. Lo marca- pertenencia a una u otra «escuela».
rá, por una parte, en su imaginación, y ya veremos que las huellas La p~z, la .conciliación, constituyen para Serres el «bien supre-
están presentes en su pensamiento. Lo marcará, por otra parte, en su ~o». Hir_?shima le ha marcado de forma indeleble y, según nos
historia de vida. En efecto, en 1947, a los 17años, ingresará en la Es- dice, «esta de alguna manera presente en todos mis libros». Hiros-
cuela Naval y más tarde, de 1956 a 1958, navegará como Oficial de hima o lo que Hiroshima representa, le llevó a dimitir de la Escuela
Marina en los buques de la Marina Nacional Francesa: los ríos y los N aval en 1948, tan sólo dos años después de haber sido admitido en
mares le fascinan. ~lla.. Mi~~el Serres se dio cuenta de que no quería hacer carrera en una
Sin embargo, hay otra experiencia que también marcará para siem- mstit~cwn. que ~staba relacio.nada con la guerra y con las armas. Es
pre la sensibilidad y el pensamiento de Serres: la experiencia conti- t~mb~en Hiroshima la que le Impulsará a abandonar el campo de las
nuada de la guerra y de la violencia. Una experiencia que sufrió en Ciencias duras para adentrarse en la filosofía.

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En efecto, Hiroshima conecta de forma atroz la ciencia con la de lo contrario, sólo podías ser, o bien un reaccionario convencido,
violencia extrema, pone fin a la buena conciencia de los científicos, o bien un pobre iluso, un tonto útil, si se quiere, que hacía el juego
obliga a una reflexión sobre la ciencia, suscita objeciones de con- de la reacción.
ciencia en la comunidad científica, poniendo fin a la época del cien-
tifismo feliz y, sobre todo, pone en entredicho esa OPA lanzada
por la ciencia sobre el conjunto de la Razón, ese rapto, como dice ¿Ciencias o letras?
Serres, de la Razón p()r la Ciencia, que se perpetró durante la épo-
ca de la Ilustración. Es todo esto lo que encontramos en los libros ¿Ciencias o letras? La división es clara y nítida, pero Serres es un hí-
de Serres: - brido, es visceralmente mestizo, constituye irremediablemente una
En la vida y el pensamiento de Serres podemos distinguir, por mezcla. Purificación y mezcla, otras dos operaciones que aparecen,
una parte, el río, el constante fluir, los desplazamientos, las cone- una y otra vez, en sus textos y que nos llevan a formular dos consi-
xiones; por otra parte, la guerra, pero también el poder y la exclu- deraciones que nos parecen importantes.
__sióny, porfin, la ciencia y su relación con la barbarie. Frente a ello, La primera tiene que ver con lo que podríamos llamar una ubi-
apaciguar, reconciliar, eliminar lo que separa, diluir las fronteras, in- cación borrosa. En efecto, ni ciencias ni letras, Serres vive intensa-
cluso aquellas que parecen tan naturales y tan evidentes porque se men~e la experiencia de estar entre... , de estar en ese espacio que
levantan entre objetos tan distintos como puedan serlo los objetos m:ed1a entre dos cosas separándolas (esta función de separación es lo
inanimados y los seres humanos. Experiencias que marcan un pen- único que solemos ver habitualmente), pero que constituye también
samiento ... pero hay más experiencias y más huellas en ese pensa- un espacio que actúa como un «operador de conexiones», espacio
miento y para evidenciarlas tenemos que volver a la biografía. de «interferencia», lleno de resonancias y por donde transita la «tra-
Michel Serres cursó dos bachilleratos, el de matemáticas y el de ducción» que permite abrir un espacio de sentido desde una cosa a
filosofía. Con esta doble formación optó, finalmente, por la vía otra y recíprocamente. En: la serie de los H ermes Serres desarrolla
de las ciencias duras y en 1947 inició sus estudios preparatorios para minuciosamente la compleja riqueza de los espacios intersticiales.
poder concursar a una de las grandes escuelas que controlan el ac- Ahora bien, entre es una prepqsición, y ya veremos que todos los li-
ceso al campo de las ingenierías y de las ciencias duras. Pasó por la bros de Serres no hablan más que de cosas análogas a entre, es decir,
Escuela N aval, dimitió de ésta, como lo hemos visto, y ese mismo esencialmente, de preposiciones.
año obtuvo su licenciatura de matemáticas, que completó con una La segunda consideración descansa sobre lo que podríamos
licenciatura de filosofía y otra de letras clásicas. Sin embargo, para llamar una voluntad de hibridación. En efecto, situado entre las
entonces, «su crisis de conciencia» ya le había decidido a reorientar ciencias y las letras, Serres vive intensamente la separación, la «es-
su carrera, y se inscribió en los cursos preparatorios para concursar cisión», <<la ruptura» entre lo que se bautizó hacé años como «las
a la Escuela Normal Superior y preparar allí el concursb de la agre- dos culturas». E~poleada por la tensión entre esos dos polos sú. obra
gación en filosofía. será un esfuerzo de conciliación, un prolongado empeño para vol-
En 1952, seis años después de que Foucault hiciera lo mismo, su- ver a mezclar lo que en una época fue escindido de forma artificial
peró el concurso de admisión en esa famosa Escuela Normal'Supe- y, además, peligrosa.
rior. Allí se encontró inmerso en ese ambiente que Foucault califi- El camino emprendido por Michel Serres ha consistido, por ejem-
caba de «irrespirable» y que Serres, elevando el tono, calificó como plo, en articular una nueva lectura del poema de Lucrecio (96-55 a.
de auténtico «terror intelectual», propiciado por un marxismo he- de C.) para encontrar en sus versos algunos de los conocimientos
gemónico, dogmático y marcadamente estalinista. Recordemos lo más complejos de la física contemporánea. Su: voluntad de concilia-
que ya hemos comentado al hablar de la experiencia vivida por ción pasará por recurrir al método de las matemáticas para hacer fi-
Foucault: o bien eras marxista, y además correctamente marxista, o, losofía, o bien por utilizar el lenguaje cotidiano, así como los recur-

192 193
l'
1

>S culturales de las humanidades, para expresar las aportaciones de La cuarta estaba casi abandonada y sólo transitaban por ella unos
ciencia. En esta línea nos deleitará con su maestría para narrar la pocos pensadores, tales como Gaston Bachelard (1884-1962) o
encia utilizando la retórica de las novelas, y para analizar las no- Georges Canguilhem (1904-1995), que será, recordémoslo, uno de
!las desde las formulaciones de las ciencias. los maestros de Foucault. ·
Sin embargo, esa voluntad de conciliar el interés por la ciencia Ya lo hemos visto, la autopista Marx repelía a Serres y la autopis-
m el interés por las humanidades no le ha conducido a practic~r la ta fenomenológica tampoco le resultaba atractiva. De hecho, siem-
losofía de la ciencia, ni le ha incitado tampoco a elaborar una fllo- pre reprochará aJean-Paul Sartre el «no haber entendido nada» acer-
>fía de corte científico, al estilo, por ejemplo, de la filosofía analí- ca de las claves de su propio tiempo y el haber retrasado, debido a
ca. Lo emprendido por Serres consiste, más bien, en la elabora- su enorme influencia, la toma en consideración de la importancia
ón de una nueva modalidad discursiva, una suerte de híbrido entre histórica que reviste la ciencia en la configuración del momento
encía y filosofía inserto en el campo más amplio de la literatura y contemporáneo.
~ las humanidades. Por otra parte, las ciencias sociales y humanas le parecían más
Su estancia en la Escuela Normal Superior donde, por cierto, aptas para proporcionar información que para elaborar conocimien-
o.o-de sus profesores no es otro que Michel Foucault, y- don~e el to propiamente dicho. Así que sólo le quedaba la opción de la epis-
>dopoderoso marxismo sólo tiene a la fenomenología c~mo nval, temología. Ésta será, efectivamente, la vía que elegirá; una vía que le
a veces como cómplice, será decisiva para que Serres foqe un pro- llevará a presentar su memoria de estudios superiores bajo la direc-
;!Cto intelectual distanciado de los tópicos al uso. ción de Gaston Bachelard.
En efecto, para escapar de ese ambiente de «terror intele.ctual» la En realidad, Serres no profesaba gran admiración por el presti-
>lución consistía en aislarse, en buscar un terreno que no mteresa- gioso Bachelard y, aún menos, por uno de sus libros más famosos,
! a nadie y por el que nadie sintiese ansias de competir; en aden- titulado El nuevo espíritu científico. Le parecía que el nuevo espíri-
arse en la soledad de los caminos poco transitados y de las tierras tu científico del que hablaba Bachelard no era, en absoluto, nuevo
ermas. Serres cultivará allí el placer del pensamiento en solitario ya que se había quedado notablemente rezagado con relación a los
el gusto por la frecuentación de espacios de conocimiento poco avances de la ciencia de su tiempo. Recordemos que la gran idea de
mcurridos; dos inclinaciones que le acompañarán a lo largo de Bachelard es la «coupure épistémologique», el concepto de corte
>da su obra. epistemológico, un corte abrupto que diferencia la razón científica
Michel Serres nos habla muy gráficamente de la existencia, en y la razón de sentido co~ún y que, al producirse, instituye ese or-
1uel período, de cuatro autopistas por la~ que pod~a transi~ar una den superior de la razón que es la ciencia.
trrera académica. Se trataba de dos autop1stas amphas y maJestuo- Para entender el planteamiento de Bachelard conviene recordar
Ls, junto a una tercera que se encontraba en fase de desarrollo bas- que Henri Bergson (1859-1951) se había opuesto frontalmente a 1

mte rápido y de una cuarta que vivía en el abandono más comple~o.


1

los planteamientos de Auguste Comte (1798-1857), el padre del


Las dos autopistas majestuosas, nobles y seguras eran la autopis- positivismo. A su vez, Bachelard se situó radicalmente en contra de
L Karl Marx y la autopista de la fenomenología en la que se pro- los planteamientos de Bergson y, sin percatarse de ello, esto le lle-
ectaba la imponente figura de J eap_-Paul Sartre (1905-19~0), pero vó a reencontrar las formulaciones de Comte; es decir, las formula-
ue contaba también con pensadores de la talla de Maunce Mer- ciones del positivismo y del cientismo. N o es de extrañar, por lo
:au-Ponty(1908-1961). · / . tanto, que, al igual que lo hiciera Comte, Bachelard haya contri-
La nueva autopista que se encontraba en fase de desarrollo rapi- buido a ensanchar la ruptura entre las ciencias y las humanidades.
o era la de las ciencias sociales o humanas, donde se iban dibujando Frente a Bachelard, la obra de Serres se situará en contra del con-
uios carriles, como, por ejemplo, la sociología, la etnología o el cepto mismo de «ruptura», de «corte», y trabajará para reconstruir
sicoanálisis, entre otros. los puentes, para establecer las conexiones, para llenar de «Ínterfe-

94 195 'i .,·


...
~ncias» ese espacio que se ha abierto «entre» las ciencias y las hu- lejos, cercano, distante, próximo, reciente, remoto ... no se dejan pen-
sar de forma creativa a partir de una métrica puramente lineal; lato-
lanidades.
Mientras intentaba sobrevivir en el incómodo ambiente de la Es- pología resulta mucho más útil para abordarlos.
uela Normal Superior, Serres encontró una vía d~ evasión, ~sistien­ De hecho, Bourbaki trabaja sobre todo la cuestión de «las es-
.o a los seminarios de matemáticas de Bourbaki. Bourbaki no era tructuras matemáticas» y crea, según Serres, el «auténtico estructu-
ino el nombre colectivo adoptado por un grupo de jóvenes mate- ralismo»; un estructuralismo que éste utilizará constantemente en
aáticos que se habían volcado en el desarrollo de la álgebra moder- sus obras y que reivindica de forma explícita: «Mi método nace de
La y dela topografía a partir del concepto de «estructuras matemá- la ~atemática de las estructuras». Se trata de mostrar que ciertos
obJetos que no parecen tener ningún tipo de relación entre sí for-
Lcas».
La participación de. Serres en el seminario de Bourbaki ejerció man.Rarte, sin embargo, .de una misma familia. Hay que poner de
obre él una doble influencia. mamflesto que lo que se Impone a nosotros como siendo «diferen-
. _En primer lugar, una infl~encia de orde1_1 ~enéric~. En efecto, en te» presenta, no obstante, una similitud de fondo y pertenece a una
:I seno-a-ergrup-o Bourbakt, Serres va a vivir, en directo, la expe- misma estructura imperceptible. De nuevo vemos a Serres empeña-
iencia de la ciencia «efervescente», de la creación y la innovación do en visibilizar las «cuerdas», en restablecer los lazos que anudan
:ientífica en su propio acontecer. Es decir, el conocimiento innova- entre sí lo que hemos fragmentado y separado.
lar «haciéndose». Vivió, de esta forma, la experiencia del saber ins- En 1955, Serres supera con éxito el concurso de la agregación en
ituyente, antítesis de la repetición y de la simple reproducciól_l de lo filosofía y, con ello, conquista el derecho de adentrarse en la carrera
nstituido, por mucho que lo instituido se arrope con los atnbutos académica. Sih embargo, ¿para hacer qué? Practicando la epistemo-
logía .se dio cuenta de que ésta, finalmente, no le interesaba y que
le la ciencia.
Esa experiencia resultó decisiva. P~r u1_1a parte Serr~s inten~~rá c~:mstituí~ de hecho «un género inferior a su propio objeto». No es
lurante toda su vida emular esa expenencia: pensar la mnovac10n, smo un simple «parásito» de la ciencia; consiste en un comentario
)ensar la creación y, en definitiva, pensar de forma novedosa y crea- ~obr~ la ciencia que sólo resulta enriquecedor cuando procede del
~iva. Lo que le interesará, básicamente, será crear nuevos conceptos, mtenor de la propia actividad científica. Es decir, cuando lo formu-
[nventar, trastocar el paisaje habitual del pensamiento. Por otra par- la u.n científico en lugar de un epistemólogo. Si la epistemología no
te, esa experiencia le volvió «hipersensible», como dice él.mis~o, a le sirve, aún le queda opción de orientarse hacia la «Historia de la
otras experiencias de innovación en varios campos de la Ciencia. Es C~encia» y, formalmente, ésa será, en efecto, su especialidad acadé-
así como, más tarde, prestará una atención entusiasta a la «teoría de mica. Pese a ello, para su desgracia, nunca conseguirá ejercerla en el
la información» de Léon Brillouin (1889-1969) y, a través de ella, a la seno de un departamento de filosofía; siempre pertenecerá/a un de-
termodinámica, a los conceptos de caos, de estructura~ disipativ~s, partamento de historia, lo cual acrecentará su soledad intelectual y
de percolación, de equilibrios inestables, de tu.rbulenc~as. Así mis- alentará su inclinación hacia el trabajo en solitario.
mo, su atención se dirigirá hacia las grandes mnov~Ciones que se Sin embargo, trabajar en el campo de la «Historia de la Ciencia»
producen en el campo de la biología y de la bioquímica. reforzará de alguna manera las proclividades intelectuales de Se-
Esta influencia genérica se complementa, en segundo lugar, con rres, aunque sólo sea porque le obliga a restablecer los lazos, las in-
la influencia específica de las innovaciones de Bourbaki. En efecto, terferenc~as y las proximidades entre las diferentes ciencias que le
Bourbaki desarrolla la topología, y ésta se define, en términos de toca exphcar y porque le conduce a abordar las diferencias y las si-
Serres, como «la ciencia de las vecindades y de las fracturas». Se tra- militudes que median entre la ciencia y las demás formaciones cul-
ta de una variedad no-métrica, cualitativa si se quiere, de esa mate- turales.
mática de los espacios cuya versión métrica no es otra que la geo- Serres empezó a impartir clases en la Universidad de Clermont-
metría.La topología impregnará los libros de Serres: conceptos como Ferrand, donde tuvo como colega a uno de sus antiguos profesores:

197 1

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196 '
------~ - - - - - - - - - - - -------- --

Michel Foucault. Ambos discutirán largamente sobre Las palabras La filosofía tradicional siempre nos pregunta¿ cuál es su sustanti-
y las cosas que Foucault estaba redactando en aquellos momentos. vo de base?, ¿el ser?, ¿el lenguaje?, ¿Dios?, ¿la realidad? Nunca pre-
Con todo, ni el uno ni el otro son muy prolijos acerca de las rela- gunta por las relaciones, dejándolas en un plano secundario. Todo
ciones que mantuvieron. Foucault menciona pocas veces en sus es- ocurre como si la filosofía hubiera permanecido presa de la metáfora
critos a Michel Serres. Por su parte, Serres publicó dos textos sobre ocular, encerrada en el paradigma de la visión. Lo que «se ve» directa-
Foucault: uno sobre Historia de la locura y otro sobre Las palabras ment.e son las «cosas». Son ellas las que surgen ante nosotros como
y las cosas. Cuando Serres dejó Clermont,...Ferrand para trasladarse lo pnmero que atrae la ingenuidad de la mirada. O mejor dicho, son
a la Universidad de París-Vincennes, coincidió de nuevo con Fou- ellas las que capturan la mirada ingenua. Es necesaria una sofistica-
cault. Sin embargo, el giro más explícitamente político que había to- ción mayor p~ra captar también lo que no es propiamente «visible»,
mado Foucault en Vigilar y castigar y la actividad subversiva que pero que no tiene por qué ser menos importante. El mundo no sólo
éste desarrollaba en Vincennes ya no eran del gusto de Serres y la re- está ~echo de lo .~ue opone resistencia al paso de los rayos de luz, las
relaciOnes tambien existen, aunque no sean tangibles.
lación entre ellos se distanció.
-- --1968 es el año en el cual la revuelta estudiantil enciende la mecha ~rent~ a esta ~radición.milenaria, Serres reconduce la pregunta de
de la protesta obrera y pone Francia patas arriba. Es también el año la filosofia focahzando directamente la interrogación sobre la rela-
en que Serres defiende una tesis doctoral que guarda una estrecha re- ción. «Mi modo de abstracción», dice Serres, »se efectúa en el «des-
lación con la experiencia crucial vivida en el seminario de Bourbaki. plazamiento», no parto de una «cosas» o de una «operación», sino
Álgebra moderna, topología ... el inventor de estas formas de la mate- de una «relación», de loque circula «entre» las cosas».
mática no fue otro que Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), y la Lo que interesa a Serres, en el paisaje que nos ofrece el mundo,
tesis de Michel Serres versa precisamente sobre la obra de este filóso- son los «caminos», no lo que está unido por esos caminos, porque
fo y lleva por título El sistema de Leibniz y sus modelos matemáticos. lo q~e unen los caminos no existe con independencia de las propias
relaciOnes trazadas por esos caminos. ·
Serres afirma: «Cada uno de mis libros describe una relación una
relación que se expresa habitualmente por una preposición sin~lar:
Pensar la relación
"entré", y tenemos la interferencia en los espacios y en los tiempos
La álgebra habla más de relaciones que de objetos, la topología habla que se encuentran situados "entre"; "con", y tenemqs en "contac-
t o ""lld
; a a o d e... , y tenemos
- "1 ,. , ». -y_ añad e: «Me mtere-
e parasito .
de formas y de desplazamientos, las estructuras muestran la unidad
por debajo de la dispersión. Éstos son los nudos del pensamiento de san h1s "re~es" y la manera en que se van dibujando esas redes, por-
Serres. Este afirma que lo que está intentando construir desde sus que la reahdad es de tipo rela.cional, es la interrelación. entre las
primeros textos es «una teoría general de las relaciones o una filo- cosas ... Son las relaciones las que engendran los objetos, los seres y
sofía de las preposiciones» y resulta que este propósito constituye los actos, nunca lo contrario».
una operación resueltamente y radicalmente antiplatónica. .Frente a 1~ ilusoria estabilidad de los objetos, Serres defiende
En efecto, Serres explica que, desde los tiempos de Platón, la fi- la Importancia de pensar la fluctuantelabilidad de las relaciones.
losofía ha recurrido a un tipo de abstracción fundamentada en los Hay que dejar de pensar «el ser» como «sustancia», como un¡
es~ncia inamovible, dada una vez por todas y siempre idéntica a sí
sustantivos y en los verbos. Es decir, por una parte, en los objetos,
concretos o abstractos, y, por otra parte, en las operaciones. Lo que misma.
ha capturado la mirada de la filosofía son sustantivos tales como «el - ?i el modo de existencia de los objetos es relacional, si son las re-
ser», «la esencia», «la existencia», «la causalidad», «la libertad», «la laCiones las que los instituyen y si estas relaciones son fluctu¡:tntes,
voluntad», «la verdad», <da realidad» ... o bien, verbos como «pien- está claro que el esencialismo constituye un puro sinsentido filosó-
fico. En Castoriadis, en Foucault y en Rorty hemos encontrado un
so», «hablo», «siento», «percibo» ...

199
198
mismo propósito de desmantelar «el presupuesto esencialista», he- En este breve recorrido tan sólo hemos sobrevolado la obra de
mos asistido a diversos despliegues de la argumentación antiesen- Serres prc:curando acotar aquello que en su pensamiento resulta
cialista. Serres se suma al coro, añadiendo una nueva línea argumen- n~cle~r e Intentando J:?ner de manifiesto algunos aspectos de la
tativa a la caja de herramientas que han construido los otros tres genes1s y de la fon1_1a~1.on de ese pensamiento. Hemos intentando
pensadores. comprender, e~ defmltlva, por qué Serres es, ante todo, el filósofo
El poder no es una cosa, dice Foucault, el poder es una relación. del .~esplazam1ento, de la comunicación, de la relación y de la co-
No hay nada así como el poder, sólo hay relaciones de poder. nexwn.
El objeto, dice Rorty, no es sino el conjunto de las relaciones que
éste mantiene con los demás objetos.
Un ser para sí, dice Castoriadis, engendra un mundo para sí y lo
que constituye a ese mundo resulta, por lo tanto, de la relación que
se instaura entre ese ser y el mundo.
--···Llamativas coincidencias, pero entre todos estos pensadores lo
que marca la peculiaridad de Serres es que va a dedicar su obra a
«pensar directamente la relación», a trabajar con suma precisión el ca-
rácter relacional del mundo. «Antes de morir», escribe Serres, «quie-
ro acabar de dibujar ese mapa fluctuante de las relaciones que he ido
explorando y construyendo, o inventando, y que se encuentran dis-
persas en mis libros».
El propósito de Serres consiste en hacernos ver que «la disper-
sión», es decir, la existencia separada y fragmentada de las cosas,
tan sólo aparece como tal cuando se olvidan, o cuando se invisibi-
lizan, las relaciones que corren por debajo de ellas y que las anudan
entre sí. Tan pronto como se bloquea la mera ilusión de «la disper-
sión» de las cosas, tan pronto como se evidencian las relaciones que
las aglutinan, aparece de inmediato que el modo de ser de las co-
sas pertenece al ámbito de lo qúe se encuentra irremediablemente
«mezclado» y de lo que nunca puede darse como definitivo e in- 11

mutable. 1

En efecto, si las relaciones vehiculan contenidos, resonancias e


interferencias, entonces las cosas siempre incorporan en su propia
constitución lo que proviene de otras cosas, renunciando a cualquier
«pureza» constitutiva: La «mezcla» constitUye su condicióninevi-
table. Asimismo, si lasrelaciones, lejos de constituir «sistema», son
siempre fluctuantes y cambiantes, entonces es obvio que las cosas
no pueden ser nuncá «definitivas». Son, ellas mismas, tan fluctuan-
tes y cambiantes como puedan serlo las relaciones que las constitu- 1!
yen. En definitiva, ni pureza, ni perennidad, sino «mezcla» y «pro-
visionalidad». 1

1
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200 1'
201
¡¡¡
,.
5
Nexos

Después de haber transitado por estas cuatro obras quizás poda-


mos asumir ahora el reto que anunciábamos al principio y que no
es otro que el de intentar comparar lo incomparable. Sin embargo,
antes de emprender esta tarea, es oportuno recalcar que uno de los
resultados de nuestro recorrido por el pensamiento de Cornelius
Castoriadis, de Michel Foucault, de Richard Rorty y de Michel Se-
rres redunda, precisamente, en agudizar el acento que y~ habíamos
puesto sobre su incomparabilidad. En efecto, sin que nuestra ex-
ploración haya agotado, ni por asomo, las aportaciones de cada
uno de estos pensadores, lo que hemos podido divisar indica sufi-
cientemente que nos encontramos ante cuatro obras cuya enorme 1 i

riqueza y cuya excepcional originalidad las convierte en irreduci-


bles a lo que puedan tener en común. Lo que en el discurso de cada
uno de ellos excede del discurso de cualquiera de los otros es, sen-
cillamente, abismal.
Comparación c~mprometida, ciertamente, y tanto más cuanto
que las coincidencias disminuyen cuando crece el número de ele-
mentos que se comparan. Lo que puedan compartir, por ejemplo,
Foucault, Rorty y Serres corre el riesgo de quedarse por debajo de
lo que une al pensamiento de los dos primeros. Aun así, recu-
rriendo descaradamente al vocabulario de Serres, trataremos de
reducir la aparente «dispersión» de las cuatro obras movilizando
unos «operadores conectivos» que nos permitan dibujar la estructu-
ra a partir de la cual lo que percibimos como indudablemente «dis- 1 .1

tinto» se llene de «interferencias» y aparezca como variaciones y

203
,
' ,.'

como facetas sin duda distintas en su concreción y en la intensidad p~ede ser simple _restitución de lo ya pensado, no puede ser absor-
con la que están presentes en cada obra, pero como facetas, al fin y bido por lo ya existente.
al cabo, de un mismo tipo de pensamiento. Lo q~e estan;~s diciendo_ significa,_ sen~illamente, que para que el
Puede que sea en una misma exigencia, casi desmesurada, «casi pensarmento cntico sea posible también tiene que ser posible cr
salvaje» como escribe Serres, de libertad, donde se encuentre la h acer ~contecer, 1o que m. existe . .
aún m tampoco se encuentra pre-
ear,
principal clave para percibir y para entender la sem~jan~a que e~i~­ contemdo en lo actualmente existente. Evidentemente esto sól
0
te entre las cuatro obras. Puede que sea en una comun hipersensibi- posible si no nos _rige un estricto principio de determin~ción que r=~
lidad ante todo lo que hace peligrar la posibilidad mism~ de ~a liber- gule el mundo, SI no hay unas esencias constitutivas de todo lo
tad donde resida el gran principio, por así decirlo, que mspira, que "f" . . . que
se mam Iesta como mera eXIstencia, y SI no hay instancias trascend _
dinamiza y que vertebra las cuatro andaduras intelectuales. t~s _q:Ue se_sobrepongan a ~as _decisiones simplemente humanas. En~~­
En cierto sentido, Castoriadis, Foucault, Rorty y Serres no ha- fimtiva, SI las cosas son distmtas de como Platón y sus innumer bl
cen otra cosa a lo largo de toda su reflexión que rebelarse contra segm"d ores absolutzstas . qmsieron
.. hacernos creer que eran. Devol a es
todo aquello que pretende obstaculizar el ejercicio de la ~ibert~d. . . "d_ad !-fl.te
1egitirm . 1 1 1 ver
ectua a a pos~bilidad de la creación radical, cuestio-
f>(men un común empeño en desmantelar los supuestos rmlenanos n_ar_el prm~IpiO de determmación, desmantelar el presupuesto esen-
que tornan propiamente impensable la posibilidad misma de la li- Cialista, .arrmconar toda traza de trascendencia y arremeter contrae1
bertad, y se lanzan, todos ellos, en la difícil empresa de explo~ar y de .
ab so1utismo, constituyen algunos de los aspectos que anudan ent
explicitar las condiciones exigidas para poder pensar la lzbertad. ,1 . . 1 1
SI as cuatro t7aY_ec~onas I?te ectua es que estamos contemplando.
re
Son, como lo veremos, esas propias condiciones las que los condu- No obstante, InSistimos,
cen, por caminos independientes, a afr~ntar los_mismos a~versario~, . SI encontramos una coincidencia en tod os
estos aspectos, no es smo como consecuencia directa de una mism
a anudar las mismas alianzas, a denunciar las mismas falacias y a rei- voluntad de libertad. a
vindicar, desde unas mismas convicciones, las mismas rupturas con Si nos detenemo~ e? sus biog~~ías intelectuales, es fácil compro-
el pensamiento instituido. · bar que los c~atro filosofes participan de una misma rebelión con-
Pensar la libertad exige, como condición obligada, la libertad del tra el pens~rmento que f~rmó su propio pensamiento y que se nie-
pensamiento y es, para empezar, en el marco de la l?ropi~ acti~idad gan a.r.r,actlcar el pensarmento en una forma que sea la de la simple
del pensar donde se manifiesta y se concreta esa «exigencia de hber- repetzczon.
tad» a la que nos hemos refirido. No es sorprendente, por lo tanto, Los cuatro e!aboran sus posturas por oposición, es decir, a partir
que la «exigencia de libertad» haya impulsado a los cuatro filósofos de rupturas radicales, ya sea con las corrientes de pensamiento q
hacia un común e intenso compromiso con el desarrollo de un pen- . . f ue
nutneron precisamente su ormación intelectual (marxismo pa ,',1
~amiento crítico, en la línea de lo que insinuaba Edgard Morin cuan- Castoriadis, plato~ismo para Rorty, fenomenología para Foucaul0a
:lo declaraba que «el único pensamiento que vive es aquel que se ya sea con las cornentes de pensamiento dominantes en el context '
mantiene a la temperatura de su propia destrucción». En efect~, mtelectual de su época (filosofía analítica para Rorty, marxismo ;
1; 1

Jensamiento crítico significa ejercer un pensamiento capaz. de evi- fenomenología en el caso de Serres, de Foucault y de Castoriadi .
:lenciar sus propias ataduras, para así poder eventualmente disolver- determinismo y esencialismo para todos ellos). s,
.as; capaz de percibir aquello mismo que lo constituye, par~ poder ~stá claro, en definitiva, que _los cuatro ~utores tienen en común
:uestionarlo y para así cambiar eventualmente lo que lo defme. En el Situarse al margen de las cornentes dormnantes el cuestionar 1
iefinitiva, un pensamiento crítico es un pensamiento capaz de mo- "d . , ' as
evi encias comunmente aceptadas y el emprender el camino d
iificarse a sí mismo y capaz de salir de los caminos que ya tiene tra- un pensamiento instituyente que sólo puede avanzar desde el cues~
~ados por aquello mismo que lo constituye para intentar inventar, tionamiento de lo instituido. Para ellos, el pensamiento puede ser li-
iteralmente, nuevos caminos. En otras palabras, el pensamiento no bre, pero para eso tiene que cuestionar la propia tradición que lo ',1

?04
205
onforrna y que lo constriñe. Y el pensamiento debe ser libre por- versión y deJa disider:cia. Rorty es un progresista liberal que sólo
ue, si no lo es, entonces estarnos condenados a repetir la tradición pretende .meJorar el s.Iste~a desde la acción de las mayorías y que
•el cambio se torna imposible. anatematiza la nueva Izqmerda cultural y las minorías radicales. Se-
La referencia al cambio nos conduce a una nueva coincidencia rres, que flirteó en su juventud con los círculos ultraconservadores
ntre los cuatro autores que remite, ésta vez, al ámbito de la políti- profesa ~~a visión política más irenista y más conciliadora, orienta~
a. En efecto, rompiendo con esa tradición relativamente reciente da a pacificar el mundo y a impedir que «el mal» que lo habita aca-
ue obligaba a esconder en el armario de lo privado las conviccio- be por destruirlo.
es políticas (e, incluso, el propio interés por la política cuando se ~atices i~portantes, cruciales incluso, pero que no ponen en en-
retendía discutir seriamente sobre cuestiones serias y cuando se pre- tredicho el vmculo explícito con la dimensión política.
~ndía ser reconocido corno un pensador riguroso), ninguno de los Para al.~nos de los autores, para Castoriadis de forma muy cla-
llatro autores disimula que es, en buena medida, una preocupación ra y tarnbien para Foucault, la preocupación política les conduce di-
olítica y una motivación política las que inspiran· su actividad inte- rectamente a reivindicar el concepto de creación radical como con-
:ctual. dició~ .~e posibi~i~a~ de la autonomía en el primer caso, y corno
-si~ embargo, esta vinculación con la política no se expresa, ni en condicion de posibihdad de la transformación de sí y del ejercicio de
. mismo grado, ni tampoco con los mismos matices, en los cuatro las p~ácticas de libertad, en el segundo. Con todo, aunque su proce-
tsos. La vinculación es explícita, e incluso llamativa, en la obra de dencia no sea tan directamente política en los cuatro autores, sí en-
:astoriadis; corno también resulta evidente en el pensamiento y en ~ontrarnos _en cada.~no d~ ellos una misma aceptación de la posibi-
.s prácticas de Foucault. Ambos desarrollaron, además, un activis- lidad de la znnovaczon radzcal y de la creación. Se trata de la creación
LO político de variable intensidad a lo largo de toda su vida. Aun- en tanto que pos~bilidad siempre abierta. Es decir, corno capacidad
lle más discreta, esta dimensión política también se halla presente que nos cara~t;_enza corno s~res histórico-sociales que somos. Pero
1 un Rorty que no duda en anteponer la democracia a la filosofía, se trata tarn~Ien de la creaciÓn corno modo de producción efectivo
:í como en un Serres que proclama que Hiroshirna preside toda su de lo que existe en la esfera de lo social. Serres se. mostrará incluso
Jra. proclive a extender esta característica al ámbito de una naturaleza
La orientación general en la que se inscribe la preocupación po- que tiene al caos y a la· turbulencia corno una de sus dimensiones
:ica de los cuatro pensadores presenta una similitud genérica. Se constitutivas.
ata, en todos los casos, de un talante claramente antiautoritario, Enco~trarnos rn.atices aquí también en cuanto al énfasis puesto
persensible a todas las expresiones de la dominación, y de un sos- sobre la Importancia que reviste la creación radical absolutamente
nido esfuerzo por debilitar esos efectos de poder que constriñen, decisiva para Castoriadis, muy importante para Ser~es, implícita en
Lsta hacerla impensable, la capacidad de autodeterminación de las toda la obra de Foucault y quizás menos constante y menos central
!rsonas y que presionan, hasta hacerla inoperante o rendirla ine- en el pensamiento de Rorty. Sin embargo, en todos ellos encontra-
stente, su voluntad de autodeterminación. rnos una misma ~e?eli?n ~?ntra el determinismo que acompaña y
Volvernos a encontrar aquí la acuciante «exigencia de libertad». que sustent~ la reivmdicacwn del concepto de creación radical. ·,,
,,
1
1

.bertad del pensamiento, corno condición sine qua non del propio Ahora bien, exceptuando lo que ya hemos dicho sobre la «exi- 1

:nsar, ya lo hemos visto, pero también libertad en lo político corno ge~~ia de _li~ertad>: y sobre la reivindicación de un pensamiento ,l,i

,ndición para «dejar de ser corno somos» y decidir cómo quere- cnti~o, qmzas la ~as profunda de.las .coincidencias que anudan en-
os ser, tanto individualmente corno colectivamente. tre SI los pensarni~ntos ~-e Castor;adis, de Fo:ucault, de Serres y de
Sin duda, por debajo de esta similitud genérica, los matices son Ror~y sea su cornun adzos a Platon. La ruptura radical con esa he-
Lportantes. Castoriadis y Foucault se mueven en las coordenadas renc~a que ha arrastrado consigo la filosofía occidental a lo largo de
la sensibilidad antisistema y se inscriben en la esfera de la sub- los siglos y cuyo nombre es el esencialismo. '1

'6 207
q
1

Los cuatro autores constituyen expresiones, a la vez distintas y


oeculiares, pero igualmente contundentes y radical.es, del antiese.n- construir nuestra época (es decir, la Modernidad) y que tienen su
origen en el pensamiento de la Ilustración.
:¡_alismo. Para todos ellos, ni la filosofía ni la ciencia alcanzarán Ja-
nás la verdad constitutiva de esos seres, de esos objetos, pero tam- La Ilustración, ya lo hemos visto, constituye un proceso de secu-
ooco de esos principios morales, estables, claros y distintos que se
larización incompleta en la medida en que pone a Dios entre parén-
~sconden tras las apariencias engendradas por nuestra mundana re-
tesis como fuente legítima de autoridad, pero lo sustituye por unos
dobles que cumplen su misma función, llámense la Realidad, la Ra-
.a.ción con ellos.
zón, la Naturaleza o la Historia. Por decirlo rápidamente, los cuatro
Esa verdad constitutiva no es alcanzable simplemente porque no
pensadores están empeñados en culminar el proceso de seculariza-
1ay nada que se esconda por ~ebaj<:> de esas. ap.a~iencias. N~ hay ~i~­
!Una esencia de la cual la existencia constitmna una mamfestac10n ción y en devolver a la contingencia del ser humano y a las prácticas
~perfeCta, aproximativa o distorsionada. Por detrás del ser q~e es que éste despliega la entera responsabilidad de lo que es. N o hacen
con esto sino proclamar la posibilidad misma de la libertad.
es decir. del ser efectivamente existente), no hay otro ser que sena al-
' . . No quisiera concluir sin formular una consideración que, por lo
:anzable limpiando el ser que es de los aspectos contm~entes y acci-
demás, es obvia. Me he proyectado, claro está, en la traducción que
Ientales que empañan su existencia efe~tiva. ~a esencz~ se su~sume
~n la existencia no existe como algo diferenciado de esta. Simple-
he efectuado de las cuatro obras y en el enunciado de sus conexio-
nente, no exist~ y, por eso, es totalmente vana su persecuci~n. La
nes. Como no podía ser de otra manera, mi tamiz de lectura está
construido por mis presupuestos, por mis inclinaciones y por mis
·sencia es un concepto inútil, erróneo y eng~ñ~so que ~esulta.mc~u­
propios compromisos en lo teórico y, básicamente, en lo político.
o peligroso para el ejercicio de nues~ras pra~trcas de hberta~. Solo
No me estoy refiriendo tan sólo a esa evidencia según la cual ningu-
enemas la existencia con su carácter Irremediablemente contmgen-
e y, a la vez, enteram~nte relativo a la red, fluctuante y cambiante, de
na lectura, o traducción, puede ser del todo inocente, sino que for-
ma parte de mis convicciones reivindicar la inconveniencia de la
elaciones que la constituyen. .
inocencia y cuestionar la pretensión de ser inocente ¿O quizás de-
El rechazo del esencialismo pone en jaque todas las concepc:ones
bería decir objetivo?
bsolutistas de la verdad, desmantela todas aquellas concepciones
¡ue hacen de la verdad algo que n.o sea siempre provision_al y total-
aente dependiente de nosotros mismos en nuestro pecuhar contex-
?, algo que estaría situado en un nivel trascendente y a-tempor~l,
lgo que estaría garantizad~ desde otra cosa .que nuestras P:opz~s ·.'' 1

rácticas. También pone en pque las ~~ncepcione~ de. ~na hzstor~a ; 1

ectorizada, orientada por la consecuc10n y la reah:z:acion de un ~m


ue estaría inscrito en la propia esencia de la humanzdad..Y, po~ f~~'
l antiesencialismo pone en jaque el determinisrr:o y la zmp~szbzlz­
'ad de pensar la creación radical, incluida la creaciÓn de otro tipo de
~r humano que el que hoy somos y de otro tipo de sociedad que la
ue hoy existe. . .
En definitiva me atrevería a decir que los cuatro pensadores son
1dicalmente p;stmodernos. Esta etiqueta .con la cual ninguno ~e
llos se sentiría cómodo, o que rechazarían mcluso con vehemencia,
. utilizo como una expresión rápida para significar solam~nt~ que
,' il
>dos ellos cuestionan los grandes principios que han contnbmdo a
1

08
209
Apéndice
Nota sobre John Dewey

Richard Rorty, uno de los pensadores sobre quien nos hemos dete-
nido más extensamente en este libro, nos recuerda constantemente
la gran influencia que J ohn Dewey ha ejercido sobre su pensamien-
to. Así que, para completar la semblanza de Rorty, nada mejor que
revisar, aunque sea someramente, las preocupaciones intelectuales
de ese autor.
John Dewey nació en Estados Unidos en 1859, el mismo año en
el que Darwin publicó su libro sobre La evolución de las especies.
Veremos más adelante que esta referencia a Darwin no es puramen-
te casual.
Dewey murió en 1952, consumiendo una vida de 93 años que lo
hizo casi contemporáneo de mi generación. Durante esta prolonga-
da existencia, no dejó de publicar hasta el año mismo de su muerte,
lo que da como resultado que su _obra escrita cubre un largó perío-
do de 70 años. Y, obviamente, 70 años de productividad intelectual ¡'11
1

dan para mucho. A lo largo de 70 año~ acontecen muchos cambios '


"'
1

y, por supuesto, una persona también cambia mucho. Esto nos in-
dica ya que en la obra de Dewey encontraremos, ciertamente, algu-
nos hilos conductores, algunas constantes, pero también mucha di-
versidad, mucha heterogeneidad e, incluso, algunos aspectos que
pueden resultar contradictorios entre sí. En este sentido, según el
período que consideremos, encontraremos a un determinado De-
wey, o bien a otro; encontraremos formulaciones que nos seduci-
rán, formulaciones más cuestionables, y otras que nos resultarán di~
fícilmente aceptables.

211
,.
Dewey es indudablemente, un filósofo. De hecho, en su período En cu~lquier caso, la enorme influencia que ejerció Dewey du-
de mayor gl~ria se le calificó como «el filósofo de Améric~». No rante vanas décadas y el enorme prestigio que alcanzó como filóso-
obstante sus contribuciones se prodigan en campos tan diversos fo des~parecieron de repente. Durante mucho tiempo los únicos
como la ~ropia filosofía, la psicología, la pedag<?gía o la política. En- que se mteresaron por su obra fueron los historiadores de la filoso-
fía. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo se explica el total olvido en el que caye-
tre sus numerosas publicaciones figuran, por eJemplo:
r~:m tanto Dewey como sus colegas pragmatistas? La explicación
1896: The Reflex Are Concept in Psychology, que comentaremos tiene un ?-ombre: se trata dellinguistic turn, el giro lingüístico que
se produJO en el seno de la filosofía inglesa y de la filosofía estadou-
más adelante.
1916: Democracy and Education, dos de sus temas predil.ectos .. nidense. Este giro lingüístico se inició ya con el empirismo lógico y
1925: Experience and N atu re, donde expone sus concepciOnes filo- se desarrolló plenamente con la filosofía analítica. Ya hemos visto
que, a partir de los años cincuenta, la filosofía analítica abandonó las
sóficas.
1930: I ndividualism Old and N ew, que también comentaremos. grandes_e~reculaciones filosóficas sob~e ~l ser, sobre el tiempo, sobre
-1934: Art as experience, en el que resalta la continuidad, de toda~ las la condzczon humana, sobre el conoczmzento o sobre la conciencia
experiencias humanas y donde rebate la autononna de la cien- para centrarse sobre la estructura lógico-lingüística de los enunciado;
recurriendo a las herramientas lógico-formales, las más sofisticadas.
cia estética.
1938: Logic: The Theory of Inquiry, donde expone su concepción s.e f~rmaro~ en Estados Unidos más de cien departamentos univer-
sitanos ~e filo~ofía ~nalítica que compitieron entre sí para demos-
de la ciencia.
trar, a qmen mas meJor, su alto grado de profesionalidad académica.
Junto conJosiah Royce (1855-1916), Charles Sanders Pierce (1839- Esta profesionalidad académica consistía en formula:r con absoluto
1914), WilliamJames (1842-1910), George Santayana (1863-1952) y rigor lógico, los problemas que se abordaban, en apo;tar soluciones
Alfred North Whitehead (1861-1947), John Dewey (1859-1952) técnicas a esos _Problemas y en utilizar todos los recursos disponi-
protagonizó un período que ha sido calificado como «la ed~~ de bles del lenguaJe formal. Los filósofos que se pusieron entonces de
oro de la filosofía americana»; Sin embargo, entre todos los filoso- mod.a se llaman Donald Davidson (1917-2003), Saul Kripke (1940-)
fas que acabamos de mencionar, los vínculos t.eóricos más i_n:ensos
o Hilary Putnam (1926-) y la filosofía se convirtió en un asunto
se establecieron con Pierce y con James; es decir, con l~s arufices.d~ interno para filósofos p~ofesionales adiestrados en un lenguaje ex-
la orientación pragmatista. Recordemos que en 19~5 ~Ierce pub~Ico perto que sólo ellos entienden. La filosofía se convirtió así en una
ac~ividad «seria», científicamente «respetable», metodológicamente
What Pragmatism Is y que, en 1907, James publico Pragmatzsm.
Dewey, quien también reclamó su adscripción a.l pragmatismo, aun- «ngurosa>>, pero que trata de cuestiones intrascendentes en total
que prefería (de manera poco afortunada a mi entender) llamarlo aislamiento de~ resto de la cultura y en total alejamiento d; las gran-
«instrumentá.lismo», escribió, por su parte, en 1920, un texto que se des p:eocupa~wnes del quehacer humano. En cualquier caso, la fi- • 1

titula The Development ofAmerican Pragmaiism. ~os tres son con- losofia ha deJado de ser una variedad de literatura, más o menos ':1

siderados como los padres fundadores del P.ragmatismo, pero ~ntre p:ofunda, y se ~ntiende perfectamente que el pensamiento, insufi- ' 1

ellos existen tantas diferencias, tantas tensiOnes, tantos conflictos czentemen_te seno de Dewey y de sus colegas pragmatistas, ya no
conceptuales que Richard J. Bernstein (1932-) ha podido de~ir que tenga cabida en el quehacer filosófico de los años cincuenta' sesenta
.

el pragmatismo fue siempre, desde sus orígenes, «:m conflicto de o setenta.


narrativas». De hecho, lo sigue siendo en la actualidad, porque la Sin embargo, desde hace algunos años, Dewey y el pragmatismo ;1:

lectura que, por ejemplo, hace Rorty de Dewey y .la lectura .que ha- han vuelto a recobrar actualidad y a despertar un fuerte interés.
cen otros estudiosos de Dewey son sumamente dispares e, mcluso, Después de una larga ausencia se produjo un resurgir y se manifes- ' !

tó una nueva vitalidad de ese pensamiento ¿Cómo se explica esto? ' 1

contradictorias. 1

'1
213
212
.,
¿Qué ha ocurrido? Aquí también la explicación tiene un nombre y, c.oncepciones c?munitarias, o cuando se preocupa por el arte o, por
esta vez, se trata de la Postmodernidad. fm, cuando defme su concepto de lo que debe ser la propia filosofía.
La Modernidad, cuya máxima expresión ideológica es, como bien En efecto, para él la filosofía debe estar en total continuidad con
sabemos, la Ilustración, siempre ha llevado en sí misma su otro, la cultura y no puede dejar de abordar los grandes interrogantes y
aquello mismo que se oponía a ella y que la cuestionaba. En la épo- los problemas concretos que preocupan a la sociedad. No para de-
ca de la Ilustración ese otro se puede captar bajo la figura del Ro- cir la verdad sobre esos problemas, sino para explorar nuev~s cami-
manticismo. nos que permitan superarlos. La filosofía debe tener una orienta-
La Ilustración glorificó La Razón y vio la forma más perfecta de ción eminentemente práctica que arrincone preguntas clásicas como
la razón en la figura de la Razón Científica, capaz de enunciar ver- ¿cuá! es el sentido de la vida? y las sustituya por preguntas como¿ qué
dades universales y objetivas; es decir, absolutas. Por su parte, el sentzdo queremos dar nosotros a nuestra vida? Debe abandonar pre-
Romanticismo cuestionaba, precisamente, el privilegio concedido a guntas como ¿qué somos? y sustituirlas por preguntas como ¿qué
una razón abstracta y universal, poniendo el acento sobre el arraigo queremos ser?
del pensamiento humano en tradiciones concretas y diversas y con- . Enc~mtramos en Dewey, por lo tanto, cosas muertas (las que re-
traponiendo a la objetividad de la ciencia la especificidad irreduci- piten simplemente los esquemas de la Modernidad) y cosas vivas
ble de la subjetividad. Frente a la razón abstracta se alzaron la ima- que luchan contra el credo moderno y contra el aparato filosófico,
ginación y la creatividad. Frente a la ciencia se situaron las artes y la en parte cartesiano y en parte kantiano, que ha sido hegemónico a lo
cultura como otras vías de acceso a la verdad. largo de la Modernidad.
La Ilustración ensalzó la autonomía del sujeto y situó al indivi- Al adentrarnos con un poco más de detalle en el pensamiento de
duo, arropado en sus inalienables derechos naturales, en el centro de Dewey es exclusivamente a estas partes vivas a las que nos vamos. a re-
su proyecto. Por su parte, el Romanticismo puso el acento sobre el ferir con el <<partípris» deliberado de ignorar una de las identidades que
arraigo del individuo en la comunidad y supeditó sus derechos a las componen su identidad polimorfa. Es decir, su identidad moderna.
n.ecesidades y a las aspiraciones de la propia comunidad. Para entender el pensamiento de Dewey hay que situarlo en la
· Para unos, la razón es emancipatoria. Para los otros, la razón confluencia de dos influencias determinantes: la de Charles Darwin
puede engendrar monstruos. (1809-1882) y la de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831).
La Postmodernidad no es, por supuesto, equivalente al Roman- Esta~ d~s influencia~, que privilegian lo evolutivo, lo temporal y las
:icismo. Pero, en la medida en que la Postmodernidad cuestiona la contmmdades, configuraron los grandes principios organizativos
\1odernidad y constituye una ofensiva crítica contra la Ilustración, del pensamiento de Dewey, que se pueden resumir en cuatro aspec.,.
~s comprensible que resuenen en ella algunos de los elementos que tos principales:
fibujaban lo otro de la Modernidad y es, probablemente por eso,
)Orlo que Dewey cobra una nueva vigencia en el pensamiento más a) el antiesencialismo: ver resultados de prácticas concretas allí
·eciente. donde otros ven esencias pre--existentes a esas prácticas y, por
Evidentemente, no es que Dewey fuese postmoderno avant la lo tanto, ver construcciones allí donde otros ven lo dado.
éttre, ni tampoco que fuese un claro exponente del Romanticismo. b) el holismo o glóbalismo: ver continuidad y bucles recursivos
)ewey es plural, es confuso y es contradictorio. Tiene un pie en la allí donde otros ven dicotomías y relaciones de exterioridad.
nás rabiosa Modernidad como, por ejemplo, cuando alaba el empi- e) el dinamismo: ver temporalidad y movimiento allí donde otros
ismo y el método científico; pero también tiene un pie en· el Ro- ven estaticidad y permanencia. Ver procesos allí donde otros ven
nanticismo. Esta vinculación con el Romanticismo se hace patente objetos.
:uando cuestiona, por ejemplo, el concepto mismo de la verdad, d) el praxismo: ver intervención y acción allí donde otros ven
> cuando arremete contra el individualismo, o cuando expresa sus contemplación y análisis.

114 215
---------~-------------------

Darwin nos había invitado a abandonar la idea (por otra parte, al- Por su parte, Dewey insertó la mente en la naturaleza y priorizó
mente intuitiva y altamente evidente) según la cual existen identi- la acción sobre la contemplación. La mente se forma en nuestro «ha-
Ldes y especies fijas, eternas, dadas de una vez por todas. Dewey cer», en nuestras transacciones con la naturaleza, en las operaciones
trapoló estas consideraciones naturalistas al propio pensamiento y que desarrollamos y en el uso de las herramientas que utilizamos.
:claró la guerra a la creencia según la cual existen verdades fijas e Las llamadas funciones mentales resultan de nuestra interacción con
amovibles. No hay certezas definitivas, no hay fundaciones segu- el mundo, no constituyen otra cosa que simples disposiciones a ac-
s e indubitables para asentar sobre ellas el conocimiento. No hay tuar de cierta forma, no son sino «hábitos» que se han constitui-
rdades, sino tan sólo, «warranted assertibility», que traduciremos, do lentamente y que han sedimentado en nosotros. En particular,
uy libremente, por «afirmaciones de las que nos podemos fiar, pero la mente no existe antes de que se participe en las prácticas socio-
rz sólo relativamente y provisionalmente». lingüísticas propias de una determinada cultura. Dicho con otras
Asimismo, Darwin nos había exhortado a tomar en considera- palabras, la mente emerge a partir de las prácticas discursivas que
Su el cambio, la evolución y lo procesual, en lugar de la estabili- desarrollamos en el seno de nuestras comunidades. Esta forma de
d- y de la permanencia. Dewey retomó a Darwin junto con el concebir la mente y el origen de las «ideas» milita directamente con-
storicismo hegeliano para enfatizar el carácter procesual de la rea- tra el cartesianismo. Asimismo, contra Kant, Dewey mantuvo que
(ad y de los conocimientos que construimos acerca de ella. las formas supuestamente a priori del entendimiento se constituyen
Por fin, Darwin había resaltado las continuidades que existen en- a partir de la transacción «con el mundo», en lugar de proyectarse,
~ el ser humano y el resto de los animales, así como las continui- ya constituidas, «sobre el mundo».
des que se dan entre los animales y la naturaleza. El ser humano Las continuidades y el holismo o globalismo son, como hemos
ne mucho en común con las otras especies y, como ellas, se adap- dicho, aspectos principales que vertebran el pensamiento de Dewey.
a su entorno en un proceso de constantes transacciones con él, sin Fue su adhesión a dichos supuestos holistas y continuistas lo que le
e exista una separación abrupta entre nosotros, por una parte, y condujo a cuestionar todas las dicotomías clásicas, considerándolas
estro entorno, por otra. como el resultado de reificar indebidamente determinados momen-
En perfecta sintonía con Darwin, Dewey concibió todas las acti- tos particulares aislados artificialmente dentro de la fluidez proce-
lades de los humanos, incluidas las que éstos llevan a cabo usan- sual de un continuo. Dewey cuestionó de esta forma la dicotomía
sus facultades superiores, como unas actividades naturales for- entre hechos y valores, entre mundo y mente, entre cuerpo y men-
Ldas en la transacción con el entorno. De este modo, definió la te, entre sujeto y objeto, entre razón y experiencia, entre sociedad e
~nte como algo que resulta de esas transacciones, en lugar de con- individuo, entre naturaleza y cultura e incluso, prefigurando en
)irla como algo especial, predefinido, separado y exterior a la na- esto los recientes planteamientos de Bruno Latour (1947-), la dico-
·aleza. Esto le llevó a cuestionar, muy directamente, tanto a René tomía entre sociedad y naturaleza.
:scartes (1596-1650) como a Immanuel Kant (1724-1804). Encontramos también un magnífico ejemplo de ese continuismo
En efecto, según Descartes el ser humano dispone de un espacio y de ese globalismo en el famoso artíéulo de Dewey sobre «Elcon-
erno de índole no corporal, dotado de razón y de libre voluntad. cepto de acto reflejo», publicado en 1896, y que fue galardonado en
principio que orientaba el pensamiento de Descartes, y también los años cuarenta como «el texto más influyente de la psicología».
Platón, respondía a la metáfora del espectador: puesto que nues- En este escrito Dewey defiende la idea según la cual estímulo y res-
relación con la realidad transita, primeramente, por el conoci- puesta son dos momentos de un mismo acto que sólo existen en el 1

'',
!

~nto ubicado en nuestra mente, resulta, por lo tanto, que contem- interior de ese acto, sin que sea posible otorgar a cualquiera de esos
mos la realidad desde un lugar ahistórico, externo a la propia dos términos un significado que sea independiente del otro térmi-
lidad y desvinculando de ella. Este lugar no es otro que nuestra no. Es decir, el mismo acto constituye tanto al estímulo como a la "1¡1
nte y la razón inmutable y universal que habita en ella. respuesta. En efecto, el organismo selecciona los eventos que ten-

217
rán para él valor de estímulo en fu~ción -~e las respuestas que están .Para concluir esta breve nota, abordaremos muy escuetamente la
su disposición en el seno ~e. la situacwn donde acontecen e:~s pnmera de las dos grandes preocupaciones temáticas de Dewey: la
v-entos, y estos estímulos sohcitan, a su vez, las respuestas ~:peciÍI- democracia y la educación.
1s, apropiadas al estímulo. N o hay, por lo tanto, una relac10~ vec- .Se ha dicho que la democracia no era para Dewey un tema entre
>rizada (desde el estímulo hacia la respuesta) entre dos entidades otros, sino que constituía la cuestión que daba sentido a todos los
!paradas, que serían el estímulo, por una parte, y la respuesta, por demás temas que desarrolló.
tra parte, sino una relación recurs_iva entre e~tímulo y resp~esta, Dewey, que se definía como partidario del «socialismo en liber-
msiderados como dos aspectos, znterdependzentes, de un mismo tad», profesaba profundas convicciones políticas y asumía compro-
miso~ polí;ic~s .e~plícitos. En} ~28 visitó _la Unión Soviética, pero
nómeno; es decir, del acto.
Dewey, al igual que James y que Pierce, se anticipó _a una serie sus s1mpat1as IniCiales por el reg1men se VIeron empañadas por una
~ planteamientos que no se formular<?n ha~ta much? :1empo des- fuerte d~silusión, lo que le indujo a escribircosas como que la su-
1és. Por ejemplo, anticipó la concepciÓn w_Ittgensteimana dellei_I- puesta dictadura del proletariado no era sino una dictadura sobre el
Iaje. En efecto, desde su enfoque, el lenguaJe ~o es tanto un ~ed10 p_r_?letariado. En los _años trei~ta presidió la comisión de investiga-
el que se reflejan o se describen las cosas, smo una herramzenta CIOn sobre las acusaciOnes vertidas en los famosos procesos deMos-'
1
m la cual hacer cosas y que se agota en su propio uso. Cuando cú y, en abril de 1937, se trasladó a México para escuchar el testi-
.erce dice que «el significado de una idea es el conjunto de sus monio del propio Leon Trotsky (1879-1940). Pese a la desilusión
msecuencias en las que podemos pensar», o cuando James decla- que sufrió, la sensibilidad progresista de Dewey se salvaguardó. Se
que «un objeto no es sino la totalidad de los efectos que pro~u­ mantuvie:o~ /sus valores comunitaristas frente al individualismo y
sobre nosotros», nos encontramos muy cerca de las formulacw- Dewey sigUio abogando en defensa de los valores democráticos.
!S más innovadoras de Wittgenstein, y es probable que Dewey Ahora bien, J?ewey entendía por democracia no algo que estaría
1biese suscrito la fórmula de Wittgenstein según la cual «toma- «y~ hecho», sm<? algo que se encontraría «en el hacer», un proceso
os por propiedades de las cosas lo que no son sino propiedades abierto y evolutivo que sólo se puede mantener mientras se mantie-
~nuestro lenguaje acerca de las cosas, o de nuestra forma de ha- nen las prácticas de la propia construcción democrática. Estas prácti-
cas,_ por lo ~emás, nunca pueden ser acríticas, porquela democracia
arde las cosas».
La actualidad de Dewey se manifiesta también en su crítica co~'- radica, precisamente, en no dar nunca por acabada la consecución de
1 la concepción moderna de la indiv~du_alidad .Y contra la dualz- la propia democracia.
:d individuo-sociedad. Para Dewey, si b1en es cierto que nacemos Por último, las reflexiones de Dewey permiten efectuar un re-
mo entidades distintas y separadas, no es cierto; sin embargo, pl~nte_amiento ~~dical de una cuestión que tiene importantes im-
te nazcamos como individuos. La individualidad resulta de un p~cacwnes poht1cas. Nos referimos, más precisamente, a las refle- 1

11

oceso social. El individuo no preexiste, sino que resulta de la in- XIOnes que desarrolló a partir de una. de esas continuidades que se 11
'11

~acción social y, por lo tanto, la actividad humana, la conducta empeña en restablecer, pero, esta vez, en el marco de las teorías de la ,,''11

mana, es siempre «ya social». Ideas éstas que encontramos en el a~ción: En efecto, la teoría clásica de la acción presupone una inten-
1
~eraccionismo simbólico de George Herbert Mead (1863-J931), czonalzdad previa a la acción, constituida en base a los fines que se
n quien Dewey compartió universidad dura~te varios años, pu_es- pretenden alcanzar. Según esa teoría, el sujeto evalúa los medios
que permaneció en la Universidad de Chjcago e~tre l~s anos q~e se encuentra a su disposición para alcanzar sus fines, anticipa
94 y 1904. Sin embargo, para Dewey, lo social cons;Ituye I~cl.uso d1vers_os cursos de acción posible y, si se trata de un sujeto racional, ,':,1

'0 más fundamental. Para él lo social es la «categona ontologica» sele~cwna el curso de acción que percibe como más favorable, re- 1' 1

is inclusiva en la que se puede pensar, porque lo incluye todo Y curnendo a los medios más adecuados para llevarlo a cabo. Sin em- ' 1

bargo, Dewey nos dice que las cosas no ocurren de esa forma. Sos-
da queda fuera de ella.

219
8
ne que no existen los fines por una parte, y los medios por otra mas»), sino que ya nos hemos convertido en el enemigo cuando ve-
rte; porque, al igual que ocurre con el estímulo y con la respues- mos esas armas bajo la forma de posibles medios, cuando ya hay
resulta que medios y fines se hallan en una relación de determi- algo en nuestros propios fines que los instituyen bajo la forma de
ción recíproca. Construimos nuestras propias intenciones de ac- medios. Y, recíprocamente, como nuestros fines no son ajenos a los
:tr y esbozamos nuestros propios fines en función de los medios medios existentes, resulta que si los medios existentes son los que
e percibimos en la situación, a la vez que percibimos esos mismos ofrece una sociedad basada en la dominación, entonces nuestros fi-
!dios en razón a los fines que nos mueven. Dicho con otras pala- nes, aunque pretendan combatir la dominación, se encuentran, de
:ts, nuestros fines se precisan a la luz de los medios que vislum- alguna manera, «ya conformados» por aquello mismo que preten-
:tmos para alcanzarlos, a la vez que los medios se constituyen den combatir. Quizás es lo que nos estaba diciendo Michel Foucault
mo tales en función de los fines que perseguimos. Relación irre- cuando afirmaba que «el deseo ya está penetrado por el poder» o
!diablemente circular, bucle recursivo, determinación recíproca y, que, a pesar de nuestras ingenuas ilusiones, las resistencias nunca
definitiva, continuidad en lugar de dicotomía. pueden ser «lo otro del poder».
Con relación a la problemática de los fines y de los medios, el Si a partir de Dewey se puede ir hacia García Calvo o hacia Mi-
n.samiento político moderno, y también la ética, ha fluctuado en- che! Foucault, quizás sea un indicativo de que se trata de un pensa-
dos grandes planteamientos antagónicos. dor que merece ser leído, a no ser que sólo resulte indicativo de que
Por una parte, se proclama «¡qué nos importan los medios si los mi lectura de Dewey ha sido una lectura, irremediablemente, «pre-
es son nobles!. .. » y tenemos la «catástrofe>> marxista-leninista, juiciada» ...
como todas las versiones ideológicas del asalto a los cielos. Es de-
, estar dispuestos a matar o a morir, por una causa, por una ideo-
;ía y1o por una religión.
Por otra parte, se advierte que «se pervierten los fines cuando los
:dios son repudiables ... » y tenemos la «catástrofe» libertaria,
nde se deja que las cosas sigan como están y que las gentes con-
úen sufriendo y muriendo, tan sólo porque ciertos medios que
drían cambiar eventualmente las cosas no están permitidos.
n-Paul Sartre (1905-1980) ha tratado magníficamente este anta-
lismo en Las manos sucias, como también lo hizo Albert Camus
'13-1960) en El hombre rebelde.
Con todo, resulta que se trata de un falso debate porque, si se-
m os a Dewey en sus planteamientos, los fines y los medios no
sten por separado. Los fines son función de los medios disponi-
s, los medios son función de los fines que los instituyen como ta-
medios. Por lo tanto, el problema deja de plantearse en términos
si es lícito, o no, utilizar ciertos medios. El problema es mucho
s profundo porque supone que medios y fines están «ya inscri-
», recíprocamente, los unos enlos otros. Contrariamente a lo que
e Agustín García Calvo (1926-), no nos convertimos en el ene-
~o cuando empuñamos sus armas («el enemigo», dice brillante- 1
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nte. García Calvo, «está inscrito en la forma misma de sus ar- 1

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