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Opiáceos
El opio (del griego opós = jugo [de la adormidera]), alcaloide extraído de la amapola, Papaver
somniferum L., es una de las drogas más antiguas empleadas por el hombre. De hecho, su uso en
varias culturas de Asia Menor, particularmente la asiria, se remonta a unos 4.000 años a.C., según
citan diversas fuentes arqueológicas (su ideograma para la adormidera, hul-gil (planta del gozo),
viene recogido en las famosas tablillas de arcilla de Uruk). El empleo terapéutico del opio como
herramienta analgésica, antitusígena, hipnótica, sedante y tranquilizante, entre otras, ha sido una
constante de la historia de la medicina2. Asimismo, el opio también ha desempeñado un
trascendente papel histórico, desde el punto de vista político, comercial y sociológico.
El siglo XIX también supone el inicio de la historia de las drogas sintéticas. En 1803, el
farmacéutico alemán Friedrich Wilhelm Sertürner inició sus primeros experimentos químicos,
consiguiendo extraer un ácido orgánico a partir del opio, al que llamó ácido mecónico (del griego
mekon = amapola), del cual obtuvo una sustancia dotada de efectos narcóticos, a la que denominó
morphium (morfina), en honor de Morfeo (hijo del dios del sueño y dios del ensueño)7,8. La
morfina fue comercializada en 1827 por la compañía E. Merck (Darmstadt, Alemania), aunque su
uso no comenzó a difundirse ampliamente hasta mitad del siglo XIX, cuando Charles Gabriel
Pravaz y Alexander Wood descubrieron, respectivamente, la jeringa y la aguja hipodérmica9-11.
Precisamente, estos avances médicos ocasionaron otro grave problema de adicción en Estados
Unidos, tras la finalización de la Guerra de Secesión Americana (1861-1865), pues durante este
conflicto se les proporcionó a los soldados una jeringa hipodérmica y una dotación de morfina para
administración parenteral, que podía autoadministrarse como analgésico en casos de lesiones o
heridas de guerra. Al final del conflicto, la sociedad americana tuvo que enfrentarse a una nueva
epidemia, conocida como “enfermedad del soldado” o el “mal militar” (Figura 1b), que no era otra
cosa que un síndrome de dependencia a este agente opiáceo, que había sido suministrado a los
combatientes de forma absolutamente incontrolada10. Se estima que, al final de la Guerra de
Secesión, había unos 45.000 soldados dependientes de la morfina.
Dado el elevado número de adictos a la morfina, se impuso la necesidad de encontrar una nueva
sustancia con una potencia analgésica semejante, pero sin problemas de dependencia. Así, el grupo
de Heinrich Dreser, de la compañía alemana F. Bayer & Co. (Elberfeld, Alemania), sintetizó en
1874 la diacetilmorfina. Este derivado de la morfina, tres veces más potente, fue finalmente
comercializado en 1899 para el tratamiento de enfermedades respiratorias, con el nombre comercial
de Heroína, acepción derivada de la palabra germana “heroish”, que viene a significar remedio
heroico o poderoso2. La heroína adquirió un rápido éxito comercial, siendo utilizada ampliamente
en todo el mundo. Sin embargo, su potente capacidad adictiva no fue advertida hasta 1913,
momento en que la compañía fabricante detuvo su producción.
El gran aumento del número de adictos al opio y a la morfina en Estados Unidos generó auténticos
movimientos sociales durante el periodo de entresiglos, que presionaron a la Administración para
que legislara medidas restrictivas del comercio de estas sustancias3. Como consecuencia de ello, en
1906, el gobierno de Theodore Roosevelt promulgó la Pure Food and Drug Act, que perseguía la
adulteración de todos los preparados farmacéuticos, entre ellos los que contenían opiáceos. En 1909
tuvo lugar también, promovida por Estados Unidos, la primera iniciativa de alcance internacional
para el control de los opiáceos, la Conferencia de Shangai, en la que representantes de trece países
se hicieron presentes, pero se mostraron reacios ante la propuesta norteamericana de emprender una
cruzada contra el uso recreativo de los opiáceos. Tres años después, en 1912, se firmó el primer
instrumento internacional sobre esta materia, el Convenio contra el Opio de la Haya, que pretendía
disminuir la producción y exportación de dicha sustancia. Sin embargo, este Convenio tuvo un valor
más bien simbólico, dado que careció de fuerza vinculante para las partes.
La primera ley que restringió, de forma taxativa, el consumo de opiáceos fue la Harrison Narcotic
Tax Act, de 1914, que imponía controles estrictos sobre la importación, la manufactura y
distribución, prohibiendo su venta y dispensación, excepto por médicos y farmacias inscritos en un
registro federal norteamericano1. Finalmente, en 1924 se ilegalizó la heroína en Estados Unidos, lo
que generó un creciente tráfico clandestino de materias primas para la elaboración de este opiáceo.
Éstas procedían de países del sudeste asiático (el denominado “triángulo de oro”), pasaban por
Marsella (la denominada “French connection”) y acababan en Norteamérica, donde grupos de
inmigrantes italianos ya habían generado toda una red clandestina de distribución, aprovechando la
infraestructura establecida para la distribución ilegal de alcohol durante la denominada “Ley Seca”.
Estos grupos fueron incrementando su papel en el narcotráfico durante las décadas siguientes,
aunque las leyes contra el tráfico y el consumo de drogas se endurecieron notoriamente en la década
de 1950. A título de ejemplo, la ley para el Control de Narcóticos, de 1956, llegaba incluso a
establecer la pena de muerte por la venta de heroína a menores de edad.
Paralelamente, fueron surgiendo las primeras leyes internacionales de lucha contra los opiáceos,
iniciadas con la Convención Única sobre Estupefacientes de Nueva York, en 1961, y
complementadas con las Convenciones de Viena de 1971 y 1988, éstas sí, con fuerza vinculante
para todas las partes, y que constituyen el marco de referencia de todas las legislaciones nacionales
(Tabla 1). Entre las medidas adoptadas, en 1967 se creó la JIFE, cuyo objetivo principal era vigilar
el cumplimiento de los tratados internacionales sobre este tipo de sustancias narcóticas. Todas estas
normas restrictivas han contribuido al diseño de una política criminal en materia de drogas de
carácter prohibicionista, que, sin duda, ha fomentado la generación de un mercado negro y tráfico
ilegal que, como se describirá posteriormente, ha generado una serie de fenómenos de delincuencia
asociada, de evolución constante hasta nuestros días .Uno de los puntos de inflexión en la historia
de la heroína hay que buscarlo en la Guerra de Vietnam (1961-1975). A principios de la década de
1970, el consumo de drogas en algunas unidades del ejército americano en Vietnam alcanzó
proporciones casi epidémicas (Figura 1c) y muchos de los excombatientes adictos acabaron, tras el
regreso a su país, en el mundo de la delincuencia. Simultáneamente, con el auge de la cultura
“underground” y el movimiento hippie se abogó por el consumo de todo tipo de drogas,
expandiéndose el consumo de heroína por todo el mundo. En el ámbito de la Unión Europea, el
problema del consumo de heroína fue en aumento hasta el año 1992, fecha en la que parece haberse
estabilizado. A título de ejemplo, la Tabla 2 muestra la evolución del consumo de heroína en
España, que apenas ha variado en la última década12. En cualquier caso, se ha estimado que en la
Unión Europea y Noruega existirían 1,3-1,7 millones de consumidores problemáticos de opiáceos13
y que la heroína ha generado más muertes en los últimos 50 años, por vía directa o indirecta, que
cualquier otra sustancia química conocida
2. CONCEPTO
a) DROGAS
Las drogas son sustancias químicas que modifican el funcionamiento de nuestro cuerpo. Algunas
son medicamentos que ayudan a la gente cuando los médicos se los recetan. Pero muchas de ellas
carecen de utilidad médica.
Cuando se toman (generalmente tragándolas, inhalándolas o inyectándoselas), las drogas encuentran
la forma de llegar al torrente sanguíneo. Desde allí, llegan al cerebro y a otras partes del cuerpo. En
el cerebro, las drogas pueden intensificar o bien adormecer los sentidos, modificar el nivel de alerta
de la persona y, a veces, reducir el dolor físico.
Por la forma en que las drogas actúan en el cerebro, repercuten negativamente en la capacidad de
tomar decisiones acertadas y de hacer elecciones saludables. Hasta beber alcohol hace que la gente
se implique en situaciones peligrosas, como conducir bajo sus efectos o mantener relaciones
sexuales sin protección.
Aunque las drogas pueden hacerte sentir bien al principio, te pueden provocar daños importantes en
el cuerpo y en el cerebro. Beber alcohol, fumar o mascar tabaco, consumir drogas ilegales y hasta
esnifar pegamento son actividades que dañan el cuerpo humano.
A grandes rasgos y antes de entrar a detallar las diferencias, podemos considerar un fármaco como
un simple principio activo, es decir, una molécula (de síntesis artificial u obtenida de la naturaleza)
cuya composición conocemos a la perfección y que, al entrar al organismo, sabemos qué cambio
genera.
Una droga es una mezcla de compuestos entre los que al menos uno tiene actividad farmacológica,
es decir, es un fármaco o principio activo. De todos modos, la composición no está tan clara ni
mucho menos regulada, por lo que sus efectos en el cuerpo son difíciles de prever y suelen provocar
problemas de salud física y/o emocional. Sus diferencias más notables llegarían a ser:
- Finalidad de la sustancia
Como hemos dicho, un fármaco es un principio activo. Un medicamento, uno o varios principios
activos mezclados con otras sustancias sin acción farmacológica pero cuyos efectos en el cuerpo se
conocen a la perfección. Una droga, en cambio, es también una mezcla de un principio activo, pero
con sustancias no reguladas y cuyos efectos en el cuerpo son menos previsibles.
Normalmente, los fármacos y medicamentos cumplen con la misma finalidad. Y es que estas dos
sustancias, pese a las diferencias, tienen fines médicos. Tanto los fármacos como los medicamentos
son administrados en personas que requieren de cambios en su actividad celular, ya sea para curar
una enfermedad, prevenirla o reducir su sintomatología.
En este sentido, la finalidad de los fármacos y los medicamentos es la misma, lo que sucede es que
hay veces en las que para funcionar se necesita solo el principio activo y otras en las que hay que
recurrir a otras moléculas que permitan su actividad.
La droga, en cambio, es un concepto que, pese a que los norteamericanos lo utilicen indistintamente
para designar a fármacos, medicamentos y sustancias recreativas, en la mayoría del mundo tiene
connotaciones muy negativas.
- Número de compuestos
Un fármaco tiene una sola sustancia: un principio activo. Nada más. En esta molécula ya tiene todo
lo necesario para desarrollar su acción farmacológica y alterar, con fines médicos, la fisiología de
las células de nuestro cuerpo. Un fármaco es un solo principio activo.
Un medicamento, en cambio, tiene otros compuestos, aunque el número exacto varía enormemente
en función de qué medicamento se trate. Sea como sea, un medicamento consiste en uno (o más)
fármacos, es decir, diversos principios activos que por sí solos no pueden desarrollar su acción
farmacológica, sino que necesitan mezclarse con otras sustancias (conocidas como excipientes) que,
si bien no desempeñan una acción farmacológica en el cuerpo, ayudan a que el principio activo
pueda desarrollarla. En este sentido, un medicamento es una mezcla de uno o varios principios
activos más excipientes que le permiten desarrollar su acción, ya sea facilitando la absorción del
principio activo o incrementado su actividad.
Una droga tiene muchos más compuestos. Y es que además del principio activo en sí, dispone de
muchas otras sustancias (a veces miles) que no pueden considerarse excipientes, pues una condición
indispensable de estas moléculas de los medicamentos es que no pueden dañar nuestro cuerpo
(aunque pueden desarrollar efectos secundarios). En el caso de las drogas, las sustancias que
acompañan al principio activo son normalmente desconocidas y el efecto que desarrollan en nuestra
mente y cuerpo es igual o más dañino que el propio principio activo.
Y no hace falta irse a drogas como la heroína o la cocaína, en el propio tabaco, una droga legal en
prácticamente todo el mundo, ya vemos esta enorme cantidad de compuestos dañinos para la salud.
Y es que un solo cigarrillo contiene más de 7.000 sustancias químicas distintas, de las cuales al
menos 250 son tóxicas. La nicotina es el principio activo, pero lo que de verdad hace daño son todas
estas moléculas que la acompañan.
- Regulación
La regulación de los fármacos y medicamentos es, de largo, mucho más estricta que las drogas.
Básicamente porque son legales, y la mayoría de drogas, no. Y las que son legales, no son
penalizadas por comprometer la salud de los consumidores.
Tanto los fármacos como los medicamentos pasan por muchas fases de desarrollo en las que,
primero, hay que obtener aislado el principio activo, después ver su funcionalidad in vitro (en
células fuera de un organismo vivo), después pasar a modelos animales y, si todo funciona bien,
cosa que es difícil, pasar a los estudios con humanos.
Las drogas en cambio, no están tan reguladas. Y ya no hablamos de las ilegales como la heroína o la
cocaína, donde no se sigue ningún procedimiento ya que, al ser todo clandestino, los consumidores
no saben qué están introduciendo en su cuerpo.
- Denominación
De este modo, algunos ejemplos de fármacos (que se comercializan como tal) son la amoxicilina, la
efedrina, la piroxicam, la tiamina, el aciclovir, etc. Estos y otros fármacos pueden utilizarse por sí
solos o combinarse con otras moléculas para dar lugar a medicamentos.
Estos medicamentos, en cambio, aunque pueden tener también un nombre oficial internacional, lo
más común es que sean vendidos bajo algún nombre comercial. Y es que las farmacéuticas toman
los principios activos y desarrollan sus propios medicamentos, patentándolos y dándoles un nombre
comercial.
La denominación de las drogas no sigue ninguna regulación. Es más, en la calle se les suelen dar
nombres inventados para huir de la ley. En cuanto a las legales, como el alcohol o el tabaco, el
nombre de la droga no cambia. La marca puede ser diferente, pero sigue siendo alcohol y tabaco.
c) DROGADICCION
La adicción a las drogas es una enfermedad cerebral crónica. Hace que una persona tome drogas
repetidamente, a pesar del daño que provoca. El uso repetido de drogas puede cambiar el cerebro y
provocar adicción.
Los cambios cerebrales de la adicción pueden ser duraderos, por lo que la adicción a las drogas se
considera una enfermedad "recurrente". Esto significa que las personas en recuperación corren el
riesgo de volver a consumir drogas, incluso después de años de no tomarlas.
La adicción a las sustancias adictivas, (trastorno por el consumo de sustancias) es una enfermedad
que afecta el cerebro y el comportamiento de una persona, y da lugar a una incapacidad para
controlar el consumo de medicamentos o drogas ilícitas. El alcohol, la marihuana y la nicotina
también se considera sustancias adictivas. Cuando eres adicto, es posible que sigas consumiendo la
sustancia adictiva a pesar del daño que provoca.
La adicción a las sustancias adictivas puede comenzar con el uso recreativo de la sustancia en
situaciones sociales y, en algunas personas, el consumo se hace más frecuente. En otras personas,
especialmente con el consumo de opioides, la adicción a la sustancia adictiva comienza cuando
toman medicamentos de venta con receta médica o los reciben de otras personas que tienen receta
médica.
El riesgo de adicción y la rapidez con que la persona se vuelve dependiente varían según la
sustancia adictiva. Algunas sustancias adictivas, como los analgésicos opioides, presentan un riesgo
mayor y causan adicción con mayor rapidez.
Con el paso del tiempo, es posible que necesites dosis mayores de la sustancia adictiva para sentir
los efectos. En poco tiempo, es posible que la necesites solo para sentirte bien. A medida que
aumenta tu consumo de la sustancia adictiva, te darás cuenta de que es cada vez más difícil vivir sin
ella. Los intentos por dejar el consumo de la sustancia adictiva pueden causar deseos intensos de
consumirla y hacerte sentir físicamente enfermo (síntomas de abstinencia).
3.DIAGNÓSTICO
La persona toma la sustancia en cantidades mayores o por más tiempo que el previsto inicialmente
Deterioro social
Uso riesgoso
Persona que utiliza la sustancia en situaciones físicamente peligrosas (p. ej., al conducir o en
circunstancias sociales peligrosas)
La persona continúa consumiendo la sustancia a pesar de saber que está empeorando un problema
médico o psicológico
Síntomas farmacológicos
Tolerancia: la persona necesita aumentar de manera progresiva la dosis de un fármaco para producir
intoxicación o el efecto deseado o el efecto de una dosis determinada disminuye con el paso del
tiempo
Abstinencia: efectos físicos indeseables cuando se detiene el consumo del fármaco o cuando su
efecto es contrarrestado por un antagonista específico
Tenga en cuenta que algunos medicamentos, especialmente los opioiodes, los hiponosedantes y
los estimulantes pueden provocar tolerancia y/o síntomas de abstinencia incluso cuando se toman
según lo prescrito por razones médicas legítimas y por períodos relativamente breves (< 1 sem de
opioides). Los síntomas de abstinencia que se desarrollan después de este uso médico apropiado no
cuentan como criterios para el diagnóstico de un trastorno por uso de sustancias.
Leve: 2 a 3 criterios
Moderado: 4 a 5 criterios
Grave: ≥ 6 criterios
Lucrecia acudió a la emergencia del hospital psiquiátrico, referida de un hospital general con el
diagnóstico de "episodio psicótico".
Era una joven y atractiva mujer de 24 años, con apariencia adolescente, soltera, sin hijos, con nivel
de instrucción de bachiller. Se presentó bien arreglada, consciente, orientada, hiperproséxica, en
continuo movimiento durante la entrevista; decía no poder estar quieta en un solo lugar. Su lenguaje
era coherente pero taquilálico, con verborrea. El curso del pensamiento acelerado, con ideas sobre-
valoradas (por ejemplo: "soy demasiado buena gente y todos me quieren; quiero ser cantante de
rock y puedo tocar cualquier instrumento porque sé demasiado solfeo"). Mostró labilidad afectiva
con fácil paso de la risa al llanto, sin pausa. Sin alteraciones sensoperceptivas y con conciencia
parcial de enfermedad; atribuía su sintomatología al consumo de drogas.
Sus familiares refirieron que en los últimos 15 días había presentado insomnio, irritabilidad,
agresividad física y verbal con los familiares, deseos de deambular contínuamente y agitación
psicomotriz.
Ingresó con la siguiente impresión diagnóstica:
Padre homosexual.
Hermano menor con diagnóstico de psicosis por consumo de drogas.
Primera hospitalización 1 mes después de la suspensión brusca del consumo de drogas, con
sintomatología caracterizada por ilusiones y agitación psicomotriz. Egresó con tratamiento
farmacológico (haloperidol VO) que abandonó 4 meses después por mejoría, al tiempo que reinició
el consumo de drogas.
Segunda hospitalización a los 20 años por sintomalogía maníaca, luego del consumo de sustancias.
Para ese momento Lucrecia tenía 2 meses de embarazo, el cual concluyó por aborto terapéutico.
Fue tratada con Carbonato de Litio durante 2 años aproximadamente, en los cuales no consumió
drogas. Abandonó entonces el tratamiento y nuevamente recayó en el consumo de marihuana y
cocaina.
Lucrecia proviene de una unión legal, es la tercera de 5 hermanos. Vivió con los padres y hermanos
hasta la edad de 3 años, cuando los padres se separaron al quedar al descubierto la conducta
homosexual del padre. La paciente conoció el motivo del divorcio de los padres en su adolescencia
temprana y su desarrollo fue aparentemente normal hasta el final de la misma, cuando inició el
consumo de cannabis, inducida por amigos.
Estableció su primera relación de pareja a los 20 años con un hombre 15 años mayor que ella, con
características psicopáticas de personalidad, consumidor de cannabis, cocaina y heroína. Al poco
tiempo tuvo su segunda crisis, embarazo y aborto terapéutico ya señalados. Mantuvo la relación,
intensa e inestable, y el consumo de drogas hasta los 24 años.
A los 21 años Lucrecia abandonó la casa materna y fue a vivir con una hermana mayor en el hogar
del padre y su pareja homosexual. Estos mantenían una unión estable de varios años, aprobada por
la paciente. Decía de su padre: "él es un sinvergüenza, un irresponsable, pero me encanta". "Me
siento bien viviendo con ellos, mi padre me cuida mucho". Regresó a vivir con la madre porque la
hermana no toleró la homosexualidad del padre.
No demostró interés por continuar estudios superiores, e interrumpió dos carreras técnicas porque
deseaba trabajar "para ganar dinero e independizarse de la familia".
Sus vínculos afectivos con familiares y amigos son superficiales, inmaduros y caracterizados por la
ambivalencia. A la madre la describe como "manipuladora" y mantiene con ella una relación
simbiótica, de dependencia, altamente conflictiva.
5.CONCLUSIONES
Las drogas son sustancias químicas que modifican el funcionamiento de nuestro cuerpo. Algunas
son medicamentos que ayudan a la gente cuando los médicos se los recetan. Pero muchas de ellas
carecen de utilidad médica, con potencial de abuso o dependencia, o que produce placer.
La adicción a las sustancias adictivas, (trastorno por el consumo de sustancias) es una enfermedad
que afecta el cerebro y el comportamiento de una persona, y da lugar a una incapacidad para
controlar el consumo de medicamentos o drogas ilícitas.
En todos los aspectos las adicciones son difíciles de encarar y afrontar debido a que cada una de las
personas que las padecen muchas veces no comienzan con tratamientos por sus circunstancias. Se
necesita ayuda, antes que nada se debe aceptar que se tiene un problema y tener la fuerza de
voluntad para comenzar un cambio. Esto es lo más difícil porque factores como el orgullo,
autosuficiencia, inseguridad, miedo o ignorancia hacen que esté primer paso sea el más difícil de
dar.
El Informe Mundial sobre las Drogas 2022 de la Oficina de las Naciones Unidas sobre la Droga y el
Delito (Unodc) alerta sobre el consumo de más drogas en los jóvenes y en las mujeres. El informe
señala que el 5.6% de la población, alrededor de 284 millones de personas, entre 15 y 64 años,
consumieron drogas en todo el mundo, lo que supone un aumento del 26% respecto a la década
anterior.
Normalmente no se presenta adicción a los medicamentos con receta si usted toma las dosis
correctas para tratar su afección pero las que puede causar adicción son:
La hidrocodona normalmente conocida como codeína, se usa para aliviar el dolor y también para
calmar la tos. Puede causar somnolencia, picazón, depresión y estreñimiento. También puede causar
euforia. Es una sustancia altamente adictiva y también genera tolerancia, por lo que a menudo se
recomienda reducir el consumo de la misma en lugar de suspender el tratamiento abruptamente.
La oxicodona es un opiáceo. Por lo general, se prescribe para el dolor moderado a intenso o para el
dolor crónico. Algunas personas señalan que tras su consumo han tenido pesadillas y ansiedad. Al
igual que la hidrocodona, se recomienda que las dosis de oxicodona se reduzcan gradualmente, en
lugar de suspenderlas abruptamente.
El diazepam, que comúnmente se comercializa como Valium, es una benzodiazepina que tiene una
variedad de usos. Se puede prescribir para ataques de pánico, ansiedad, insomnio, vértigo, tétanos,
sedación, ataques epilépticos, toxicidad por oxígeno y sobredosis de estimulantes. La sobredosis de
diazepam puede provocar daños en la capacidad de reacción, somnolencia y confusión. En casos
extremos, puede causar un estado de coma.
6.RECOMENDACIONES
Se han propuesto varias explicaciones para esta progresión en el consumo. Desde una perspectiva
biológica de pacientes con historia familiar de consumo, hasta como una herramienta que utiliza el
adolescente para “encajar” con un grupo de iguales, o para mejorar su nivel de socialización, al
permitir cierta desinhibición; o en muchos casos, como recurso para adaptarse a situaciones nuevas
o dolorosas (rupturas de pareja, separación de los padres, adaptación a un nuevo instituto etc.).
Por lo tanto, nuestros adolescentes deben aprender a tomar decisiones en relación a las drogas y a su
alta disponibilidad en nuestra sociedad, eligiendo, con sus consecuencias, entre la abstinencia o el
consumo de las mismas en una etapa vital y tan crítica como la adolescencia, donde se está
formando la personalidad de ese individuo.
Los factores de riesgo (fracaso académico, problemas familiares, baja autoestima, comorbilidad con
otros trastornos psiquiátricos), la percepción del riesgo, el tiempo de ocio, la socialización con la
familia, amigos y escuela son de vital importancia, y deben ser conocidos por educadores, padres y
profesionales, para tomar intervenciones preventivas que pueden proporcionar recursos para
mejorar los niveles de los factores de protección de los jóvenes.
Al igual que sucede con otras enfermedades crónicas, como el asma o algunas enfermedades
cardíacas, el tratamiento de la drogadicción por lo general no constituye una cura. Pero es posible
manejar la adicción en forma satisfactoria. El tratamiento permite que las personas contrarresten los
efectos perjudiciales de las drogas en el cerebro y el comportamiento, y recuperen el control de su
vida.
El carácter crónico de la adicción significa que para algunas personas la recaída —es decir, volver a
consumir la droga luego de haber intentado dejarla— puede ser parte del proceso, si bien los
tratamientos más nuevos están diseñados para ayudar a evitar que eso suceda. Los índices de
recaída en el consumo de drogas son similares a los índices de otras enfermedades crónicas. Si una
persona deja de seguir el plan de tratamiento, es probable que sufra una recaída.
Si bien la recaída es una parte normal de la recuperación, en el caso de algunas drogas puede ser
muy peligrosa y hasta mortal. Si una persona vuelve a consumir la misma cantidad de droga que
consumía antes de interrumpir el consumo, es fácil que sufra una sobredosis, porque su organismo
ya no está acostumbrado al nivel de exposición a la droga que tenía antes.
Las investigaciones demuestran que en el tratamiento de la adicción a los opioides (ya sea
analgésicos recetados o drogas como la heroína o el fentanilo), la medicación debe ser la primera
línea de tratamiento, aunque por lo general se la combina con alguna forma de terapia conductual o
apoyo psicológico profesional. También hay medicamentos para tratar la adicción al alcohol y a la
nicotina.
Igualmente, se emplean medicamentos para ayudar a una persona a desintoxicarse de las drogas, si
bien la desintoxicación no es lo mismo que el tratamiento y no es suficiente para ayudar a que la
persona se recupere. La desintoxicación por sí sola, sin un tratamiento posterior, por lo general lleva
a reanudar el consumo de la droga.
¿Cuáles son los medicamentos y los dispositivos que ayudan a tratar la adicción a las drogas?
Hay varios medicamentos y dispositivos que pueden ser útiles en distintas fases del tratamiento para
ayudar al paciente a dejar de consumir drogas, continuar con el tratamiento y evitar las recaídas.
Tratamiento de la abstinencia. La primera vez que un paciente deja de consumir drogas puede
experimentar varios síntomas físicos y emocionales, entre ellos inquietud o insomnio, depresión,
ansiedad y otros trastornos de salud mental. Ciertos medicamentos y dispositivos de tratamiento
alivian estos síntomas, lo que hace más fácil dejar de consumir drogas.
- Opioides
- Metadona
- Buprenorfina
- Naltrexona de liberación prolongada
- Lofexidina
- Nicotina
- Bupropión
- Vareniclina
- Alcohol
- Naltrexona
- Disulfirám
- Acamprosato