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Devocional 17 y 18
Devocional 17 y 18
Salmos 10:1-11
Promueve la humildad
En su libro, Finding Happiness: Monastic Steps for a Fulfilling Life [Hallar la felicidad:
Pasos monásticos para una vida plena], Abbot Christopher Jamison define el orgullo como
«autoimportancia». Dice: «La humildad es un enfoque sincero a la realidad de nuestra
propia vida, que reconoce que no somos más importantes que los demás»
En este salmo, el autor recorre un trayecto que va desde sentir que Dios está «distante […]
en momentos de angustia» (v.1 en adelante), hasta comprender (como leeremos mañana)
que Dios ciertamente ve la opresión y la violencia, oye el lamento de los afligidos
y defiende a los huérfanos y los oprimidos (ver v.14 en adelante).
De hecho, el «malvado» (v.2) es quien busca distanciarse: «tus juicios están lejos, muy
lejos de su vista» (v.5, DHH). Se consideran como más importantes que otros, en especial
los pobres, a quienes atrapan y aplastan en su red (vv.9-10). Estos versículos nos hablan de
la trampa del orgullo y la insolencia (v.4).
Cuando las cosas van bien somos tentados a decir: «Nada me hará caer. Siempre seré feliz.
Nunca tendré problemas» (v.6). Podemos vernos tentados a sentir que no necesitamos a
Dios: «El malvado levanta insolente la nariz, y no da lugar a Dios en sus pensamientos»
(v.4). Es fácil volvernos arrogantes (v.2) y presumidos (v.3). Este salmo nos advierte en
contra de eso, recordándonos nuestra necesidad de Dios.
Mateo 12:46-13:17
Procura la intimidad
Algunas sectas peligrosas han deformado las palabras de Jesús (12:50) para enseñar que
convertirse al cristianismo implica cortar toda relación con la familia. Eso no solo es
peligroso sino que también es antibíblico. El quinto mandamiento dice: «Honra a tu padre y
a tu madre» (Éxodo 20:12). En el Nuevo Testamento se nos aclara: «El que no provee para
los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un
incrédulo» (1 Timoteo 5:8).
Aquí, no obstante, Jesús muestra que hay algo aún más importante que la relación con la
familia. Tu llamado supremo es tener una relación íntima con Jesús, haciendo «la voluntad
del Padre» (Mateo 12:50).
Jesús dice: «Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es
mi hermano, mi hermana y mi madre» (v.50, DHH). Sus palabras hablan de intimidad,
permanencia y aceptación: una relación al nivel más profundo posible. Puedes gozar de esta
sorprendente cercanía con Jesús. Esfuérzate por permanecer cerca de él cada día y así
desarrollarás tu potencial.
3. Echa raíces
Los momentos altos de las experiencias espirituales son muy importantes, pero si no se
combinan con profundas raíces espirituales se corre el peligro de la superficialidad, algo
que podría llevar al alejamiento. Sé consciente de esta trampa. Todos corremos el riesgo de
alejarnos en nuestro corazón incluso mientras hacemos lo correcto.
Jesús habla de la semilla que cae en la superficie del suelo. Crece rápido pero se marchita
por no tener raíz (13:6). Luego explica que la persona que no tiene raíces dura solo un
corto tiempo porque se aleja cuando llegan los problemas o la persecución (v.21).
Tus raíces espirituales son las partes de tu vida que nadie más ve, tu vida secreta con Dios.
Esto incluye tus oraciones, tu forma de dar y tus pensamientos. Si quieres realizar tu
potencial cerciórate de desarrollar raíces profundas, fuertes y saludables en tu relación con
Dios.
4. Protege tu corazón
Es tan fácil que la gente se distraiga por las preocupaciones de la vida. Muchas cosas
pueden llenar tu calendario y restar tiempo para Dios, la iglesia u otros espacios en donde
tus raíces espirituales podrían desarrollarse. De nuevo, esto representa un peligro para
todos.
Jesús advierte sobre los espinos que ahogan la planta (v.7). Luego explica que los espinos
son «las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas» (v.22).
Padre, gracias por invitarme a tener una relación personal y estrecha con Jesús.
Ayúdame a echar raíces profundas y fijar mis ojos fijos en ti. Ayúdame a cuidar
esta relación y no permitir que nunca otras cosas, incluso buenas, ocupen ni
ahoguen mi vida.
Génesis 34:1-35:29
Purifícate
El resultado fue un desastre. Jacob dice: «Me han provocado un problema muy serio […]
los habitantes de este lugar me van a odiar. Si ellos se unen contra mí y me atacan, me
matarán a mí y a toda mi familia, pues cuento con muy pocos hombres» (v.30). Las
acciones de Simeón y Leví son condenadas rotundamente debido a su violencia, ferocidad y
crueldad (ver 49:5-7).
La venganza no fue una trampa para Simeón y Leví solamente; una vez más, es una
tentación para todos los seres humanos. Cuando nos ofenden, queremos venganza. En el
Antiguo Testamento la retribución se limitaba de forma proporcional: «Vida por vida, ojo
por ojo, diente por diente», etc. (Éxodo 21:23-24). Jesús establece (y mediante su muerte y
resurrección posibilita) un estándar aún más alto para tus relaciones cotidianas: ¡Perdona y
ama a tus enemigos!
Joyce Meyer, que suele hablar del abuso que padeció cuando era niña, escribe: «¿Alguna
vez has sido, como Dina, una víctima inocente? Puedo asegurarte que aun en las peores
circunstancias Dios te concede la gracia para perdonar de modo que puedas seguir adelante
con tu vida».
Jacob dijo a su familia: «Desháganse de todos los dioses extraños que tengan con ustedes,
purifíquense» (Génesis 35:2). Dios se apareció a Jacob (renombrándolo «Israel», v.10) y
dijo: «Yo soy el Dios Todopoderoso. Sé fecundo y multiplícate. De ti nacerá una nación
y una comunidad de naciones» (v.11).
Señor, gracias porque el potencial en mi vida es enorme. Gracias por querer que
tenga una vida altamente productiva, de verdadero propósito, que marque la
diferencia para el mundo. Ayúdame a evitar las trampas y alcanzar mi potencial.
Que produzca una cosecha treinta, sesenta y aun cien veces más de lo sembrado.
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References
**Notas:**
Joyce Meyer, *La Biblia de la Vida Diaria*, Casa Creación; (marzo 2008)
Devocionales
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Salmos 10:12-18
«El Señor es rey eterno» (v.16a). Dios tiene el control máximo de este universo. Pero el
salmista también clama a Dios: « ¡Levántate, Señor! ¡Levanta, oh Dios, tu brazo!» (v.12a).
Pide, en efecto, que el reino de Dios venga a la tierra. Cuando Dios se mueve, «el hombre,
hecho de tierra, no [sigue] ya sembrando el terror» (v.18b).
El salmista ora en particular por diversos grupos de personas. Pide por quienes son:
Indefensos (v.12)
Atribulados (v.14)
Dolientes (v.14)
Víctimas (v.14)
Huérfanos (vv.14,18)
Desamparados (v.18)
Oprimidos (v.18)
Si deseas ver venir el reino de Dios y que nuestra sociedad sea transformada, estas son las
personas por quienes debes interesarte.
Señor, gracias por ser rey. Pido por aquellos que son indefensos, atribulados, dolientes,
víctimas, huérfanos, desamparados u oprimidos. Que venga tu reino.
Mateo 13:18-35
Cada vez que le hablaste a alguien sobre Jesús y el evangelio, «plantaste» una semilla en su
corazón. No toda semilla que plantes dará fruto, como vemos en la parábola del sembrador.
Algunas semillas nunca echarán raíces (v.19). Otras solo producirán resultados temporales.
Podemos llegar a alejarnos de Dios debido a la «tribulación» o «las preocupaciones de esta
vida y el engaño de las riquezas» (vv.21-22).
Pero si la semilla crece bien, la parábola indica que podremos tener un impacto enorme.
«Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la
entiende. Este sí produce una cosecha al treinta, al sesenta y hasta al ciento por uno» (v.23).
Al pensar en quienes participaron en Alpha hace cinco, diez o quince años, veo que han
tenido un impacto inmenso. Algunos incluso han comenzado ministerios que han alcanzado
un impacto global.
Jesús narra muchas parábolas sobre el reino de Dios (el «reino de los cielos» es la forma
preferida de Mateo, siguiendo la habitual práctica judía de expresar reverentemente
«cielos» en lugar de «Dios»).
El reino es tanto «ahora» como «todavía no». La parábola de Jesús sobre la mala hierba
indica que hay un aspecto futuro del reino. Por el momento, el trigo y la mala hierba crecen
juntos. Un día habrá una cosecha y un juicio. Cuando Jesús regrese, el reino de Dios vendrá
en toda su plenitud (vv.24-30).
Jesús prosigue diciendo que el reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un
hombre tomó y plantó en un campo. Aunque es la más pequeña de las semillas, al crecer es
la planta más grande del huerto y se convierte en un árbol al que incluso se aproximan las
aves y anidan en sus ramas (vv.31-32).
La metáfora de las aves sobre las ramas aparece algunas veces en el Antiguo Testamento,
donde simboliza gente de todas las naciones convirtiéndose en parte de la familia de Dios
(ver Ezequiel 17:22-24; 31:3-14; Daniel 4:9-23). Jesús recordaba a sus oyentes que el reino
de los cielos no sería solo para una nación sino para todo el mundo.
Hay muchos tipos de siembra. Por ejemplo está la «plantación de iglesias». Lo que se
planta suele ser pequeño, como una semilla de mostaza. Pero al sembrar, crece (Mateo
14:31-32).
Veo algunas de las «iglesias plantadas» por acción de nuestra congregación local y
contemplo el enorme impacto que ejercen en su zona –«vienen las aves y anidan en sus
ramas» (v.32)– con gente que llega al reino de Dios de forma tan inesperada como habrán
sido los creyentes gentiles para la nación judía. En distintas partes del mundo podemos ver
el impacto de la «plantación de iglesias». Como señaló tiempo atrás Peter Wagner, experto
en crecimiento de iglesias: «La plantación de iglesias es la forma de evangelización más
eficaz conocida bajo el cielo».
Jesús continúa hablando sobre el reino de los cielos como levadura que fermenta la masa
(v.33). Tu influencia puede ser inmensa: en tu hogar, familia, escuela, universidad, fábrica
u oficina. Así es cómo se lleva a cabo la transformación de la sociedad.
Señor, ayúdame a plantar tantas semillas como sea posible mientras procuro compartir la
buena noticia de Jesús con los demás. Que venga tu reino en mi ciudad, nación y por
todo el mundo.
Génesis 36:1-37:36
Hoy comenzamos la historia de José. Fue amado más que ningún otro de los hijos de Israel
(37:3) y sus hermanos estaban celosos (v.4). José tuvo sus famosos sueños. Vio a sus
hermanos inclinándose ante él (vv.7,9).
No hay dudas de que Dios, en ocasiones, nos habla por medio de sueños. Ciertamente habló
así a José (vv.5,9). Mediante tales sueños vislumbró lo que deparaba el futuro y lo que Dios
haría con él.
Sin embargo, no siempre es sabio contarle a todo el mundo los sueños ni las visiones que
tengas acerca de tu propia vida. José tenía 17 años (v.2) y era inexperto. Su error fue contar
sus sueños a todos. Esto generó mayor odio (vv.5,8) y celos más grandes (v.11). Sus
hermanos dijeron: «¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que nos vas
a someter?» (v.8a). Aborrecían la posibilidad de que José llegara a ser su rey.
Luego tuvo otro sueño en el que los vio haciendo «reverencias [ante él]» (v.9). Su padre,
sabiamente, simplemente «observaba» y «meditaba» en las palabras de José (v.11). Si no
estás seguro de cómo responder a un sueño o una visión que te parezca originado por Dios,
la respuesta más sabia es simplemente meditar en tu corazón (ver Lucas 2:19).
No obstante de nuevo, con cierta insensatez, José cuenta el asunto a toda su familia. Sus
hermanos se pusieron aún más celosos (Génesis 37:11). Tramaron matarlo (v.18). Lo
vendieron a los madianitas quienes a su vez lo vendieron a Potifar, en Egipto, uno de los
funcionarios del faraón, capitán de la guardia (v.36). José, entonces, quedó bajo otro rey, en
Egipto.
Como resultado de la imprudencia de José en cuanto a compartir los sueños con sus
hermanos, pasó por años de dificultades y pesares. Pero Dios usó toda esta situación para
desarrollar su carácter y prepararlo para la gran obra de su vida.
El reinado del que leemos en el Antiguo Testamento era una anticipación del reino de Dios
en el Nuevo Testamento. En el pasaje de hoy vemos una variedad de gobernantes humanos,
desde los reyes y jefes de Edom (36:31-43) hasta el faraón egipcio (37:36). Uno de los
mensajes claves en estos últimos capítulos de Génesis es que Dios está, en última instancia,
por encima y por detrás de todos los regentes humanos. Esto se evidencia de forma
particular en la historia de José.
A veces los giros y las vueltas de la historia parecen bizarros y aleatorios. No obstante,
leemos sobre la participación de Dios (como en los sueños de José) y oportunamente
descubrimos que todo obraba para el cumplimiento de los propósitos divinos (50:20).
José es una tipología de Cristo. En otras palabras, su vida anticipa la vida de Jesús (como
veremos en los próximos días). Pero aquí, al comenzar, vemos un contraste evidente. Jesús
también sabía cómo lo usaría Dios, pero fue muy discreto en cuanto a quién contárselo. De
hecho, fue tan discreto que algunos se refieren a ello como el «secreto mesiánico».
También vemos en este pasaje el inicio de las similitudes entre José y Jesús. Un día, la
gente se inclinaría ante José (37:7,9) y un día toda rodilla se doblará ante el Rey Jesús
(Filipenses 2:10; Apocalipsis 19:4,6).
Señor Jesucristo, Rey de reyes, gracias porque al seguirte me pongo bajo tu reinado. Hoy
me arrodillo ante ti y te confieso como Señor. Pido que venga tu reino a mi vida y la vida
de quienes me rodean.
Pippa Adds
Pippa añade:
Génesis 36:1–37:36
¡A Jacob le vendría bien un ejemplar de El libro para padres de familia! Favorecer a uno de
tus hijos ocasiona problemas. Pero Dios usa incluso nuestros errores para sus propósitos.
References
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