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DERECHO SUCESORIO

982. El segundo acervo se traduce en la reducción de la parte de libre


disposición. Teniendo en cuenta lo dispuesto por el art. 1186 y los
cálculos que supone, en definitiva, la defensa de las legítimas y
mejoras, se va a traducir en que el exceso de lo donado hay que
imputarlo a la cuarta o a la mitad de libre disposición, según los
casos. El art. 1187 lo dice explícitamente, porque supone que ya
se ha aplicado lo prevenido en el art. 1186: “Si fuere tal el exceso
que no sólo absorba la parte de bienes de que el difunto ha podi-
do disponer a su arbitrio...”. En otros términos, supone que, por
aplicación de la regla precedente, ya se ha recurrido para salvar
el déficit a la parte de libre disposición.
La conclusión es lógica, si se tiene en cuenta que la acción
de inoficiosa donación es subsidiaria, vale decir, sólo procede si
las legítimas y mejoras no han podido cubrirse con los bienes
hereditarios, incluso después de haberse recurrido a la parte de
libre disposición. Es sólo entonces que habrá lugar a reducir las
donaciones. No sería justo reducirlas si existen aún bienes del
causante con el cual completar las asignaciones forzosas. Así resulta
por lo demás de la historia de la querella inofficiossae donationis. De
allí también que primero han de afectarse o reducirse los legados
y sólo en último término las donaciones hechas a extraños.
Puede concluirse entonces que, existiendo exceso de donacio-
nes entre vivos a terceros, desde que dicho exceso se imputará a la
parte de libre disposición, ésta se ve reducida. En otros términos,
por medio del segundo acervo imaginario se limita la facultad del
testador para usar de la parte libremente disponible, ya que las
asignaciones hechas con cargo a ella quedan subordinadas a la
existencia o no de un exceso de donaciones entre vivos hechas a
extraños. De allí que pueda afirmarse que el art. 1186 consagre
una verdadera preferencia de las donaciones hechas a extraños
por sobre los legados, lo que no tiene nada de particular, puesto
que el causante sólo puede disponer libremente de lo que resta
de su patrimonio, cubiertas que sean las asignaciones forzosas y
teniendo en cuenta lo que ya ha donado en vida.

983. De la acción de inoficiosa donación. Puede acontecer, en situa-


ciones extremas, que el causante haya hecho donaciones entre
vivos a extraños por tal monto que, formado el segundo acervo
imaginario, el exceso sea tal que complete toda la parte de libre
disposición y que ni siquiera haya bienes suficientes para pagar
íntegramente las legítimas y mejoras. En ese caso, el art. 1187

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concede a los legitimarios y asignatarios de mejora la acción de


inoficiosa donación. Con ella, podrán lograr que esas donaciones
sean reducidas hasta el monto que permita el pago íntegro de
dichas asignaciones forzosas. Se trata, pues, de una acción desti-
nada a hacer ineficaces las donaciones excesivas.

983.1. Ejemplo. Tomaremos, para ilustrar la regla, un ejemplo


de Bello, aunque con algunas alteraciones: “Por ejemplo, el di-
funto ha dejado bienes que con las agregaciones y deducciones
de que habla el art. 1347 (hoy art. 1185) importan $ 24.000. Las
donaciones entre vivos de que habla el art. 1347 (hoy art. 1186)
importan $ 12.000. La suma de estas dos cantidades vale $ 36.000.
La cuarta parte de 36 es 9. Se han donado, pues, inoficiosamente,
$ 3.000”.

En efecto:
Acervo líquido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24.000
Donaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12.000
Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36.000
Cuarta lib. disp. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.000
12.000 menos 9.000. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.000

Acervo resultante del art. 1186: 24.000, más el exceso de 3.000


= 27.000. Legítimas: 13.500; cuarta de mejora: 6.750 y otro tanto
la cuarta de libre disposición. Como las donaciones entre vivos a
terceros eran de 12.000, ellas cubrieron íntegramente la parte de
libre disposición y aún faltan 3.000 que afectarían las legítimas y
mejoras. Hay pues donaciones inoficiosas y es menester reducir
las existentes en esa misma medida.

984. Para su procedencia es necesaria la formación del acervo. De lo


que se lleva dicho puede concluirse que la formación del acervo
imaginario es esencial para determinar la procedencia de la acción
de inoficiosa donación. Es solamente una vez hecho el cálculo
de dicho acervo que podrá saberse si las donaciones entre vivos
hechas a extraños atentan o no en contra de legítimas y mejoras.
Si por los cálculos efectuados esas donaciones caben dentro de la
parte de libre disposición, quiere decir que el causante ha podido
hacerlas legítimamente y no habrá lugar a la acción en estudio.
Cuando más, habrá que reducir los legados. Si por el contrario
el monto de esas donaciones es mayor hasta el punto que, no

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bastando la parte de libre disposición para cubrirlas, se afectan


legítimas y mejoras, habrá de recomponerse el patrimonio del cau-
sante, trayendo a la masa bienes que salieron de ella en virtud
de las donaciones hechas en vida por el causante a terceros. Será
entonces que los asignatarios forzosos afectados podrán dirigir
la acción de inoficiosa donación en contra de tales terceros para
el reintegro de lo donado en exceso.

985. Naturaleza jurídica de la acción. El art. 1187 no señala la natura-


leza jurídica de la acción. Se limita a concederla a los legitimarios
“para la restitución de lo excesivamente donado”. Pero esa resti-
tución no es sino el efecto que se sigue de la ineficacia del título
de donación, de modo que nada agrega en cuanto a la naturaleza
jurídica de esta acción. Sin embargo, el art. 1425, tratando de las
donaciones entre vivos, expresa que: “Son rescindibles las dona-
ciones en el caso del art. 1187”. De acuerdo a esta regla, debería
concluirse que la acción en examen es un caso de rescisión, es
decir, en los términos del art. 1682, inc. final, una nulidad relativa.
La inoficiosidad sería una causal de nulidad relativa.
No creemos que se trate de una acción de nulidad. Esta es
siempre la sanción de un vicio originario, es decir, se produce por
el hecho de existir algún defecto al momento del nacimiento o de la
formación del negocio jurídico; pero la nulidad no sobreviene al acto.
Pues bien, en el caso de la donación inoficiosa, la liberalidad ha
nacido perfectamente válida y ningún vicio puede serle imputado,
al menos en cuanto respecta a su inoficiosidad. Esta se produce por
circunstancias que ocurren o se manifiestan más tarde. En efecto,
es al momento de abrirse la sucesión que ella se produce porque
el acervo líquido no es bastante para cubrir las legítimas y mejoras.
Pero cuando se dona no se puede afirmar que la donación es ya
inoficiosa. Todo depende de los bienes que el causante adquiera
o pierda más tarde, de los legitimarios que concurran, del valor de
los bienes al momento de la avaluación sucesoral, factores todos
que ocurren con posterioridad al acto literal.
Pensamos que se trata más bien de una acción resolutoria,
justamente, porque la donación queda, en cierto modo, sujeta
al evento de no ser excesiva al momento de la muerte del do-
nante.

985.1. Doctrina. Algunos autores en nuestro derecho, califican la


acción como de nulidad relativa y cuyo efecto sería dejar sin efecto

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la donación excesiva (así, Somarriva, Derecho Sucesorio, pág. 378;


Meza Barros, ob. cit., pág. 256). Otros entienden que se trata de
una acción de inoponibilidad (así, P. Rodríguez G., Instituciones
de Derecho Sucesorio, t. 1, pág. 352.). Pero la inoponibilidad supone
también una ineficacia por falta de algún requisito de oponibi-
lidad y aquí no hay ninguno. En Francia, antes de la reforma de
2006, como la reducción se hacía en especie, se sostenía que se
trataba der una acción de resolución de la liberalidad (así, H.L. y
J. Mazeaud, ob. cit., t. 4, vol. 2, Nº 946); pero también se sostuvo la
idea de nulidad parcial (así, Ph. Simler, La nullité partielle, Nos 184
y 185, Paris, 1969); pero la Corte de Casación había desestimado
esa última tesis (Cas. Civ. 11 de julio de 1977, Bull. Civ., Nº 324).

986. Titulares de la acción. El art. 1187 la concede a los legitimarios;


pero como la misma disposición señala que ha lugar a ella cuando
“menoscabe las legítimas rigorosas, o la cuarta de mejoras”, es
claro que también se concede a los asignatarios de mejora, que
actualmente son los mismos que los legitimarios. Con todo, se
recordará que el art. 1184, inc. 2º, permite al causante asignar
el todo o parte de la cuarta de mejoras a descendientes, aunque
no sean legitimarios. En otros términos, como se ha dicho (vid.
Nº 943), puede asignarse esa parte al nieto, aunque esté vivo su
padre. Si el causante asigna la cuarta de mejoras a un descendiente
no legitimario, éste tendrá también derecho a la acción de inofi-
ciosa donación, por mucho que el art. 1187 parezca concederla
únicamente a los legitimarios.
Entre los legitimarios habrá de contarse también a los cesiona-
rios y a los herederos de aquéllos. Si han adquirido la asignación,
han adquirido también sus medios de defensa.
Pero no habrá de contarse entre los titulares de la acción a
los acreedores de los legitimarios. La ley no los menciona y no ha
establecido para este caso una acción subrogatoria. Se sabe que en
Chile la acción oblicua no se concede sino en casos especialmente
previstos por la ley. Por esta vía no pueden ellos ejercitar la acción.
Sólo se beneficiarán con ella una vez deducida con éxito por el
legitimario, aunque éste no haya hecho efectivo aún el crédito
que le nace para el cumplimiento de lo resuelto, ya que, como
toda acreencia, será embargable por sus acreedores.

986.1. Doctrina. Derecho Comparado. Que sean titulares de la ac-


ción no solamente los legitimarios, sino también los asignatarios

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de mejora no legitimarios, es cuestión aceptada por la doctrina.


Se ha afirmado, con razón, que “la ley no ha podido darles el
derecho a ser asignatarios de mejoras y negarles la acción para
hacer respetar su asignación” (Claro Solar, ob. cit., t. 15, Nº 1501,
pág. 433. En igual sentido, E. Moreno Vaccaro, ob. cit., Nº 115,
pág. 79, y aunque no claramente, Somarriva, Derecho Sucesorio,
Nº 548. En contra, P. Rodríguez G., Instituciones de Derecho Suceso-
rio, t. 1, pág. 353, que sostierne que sólo se concede la acción a
los legitimarios).
En cuanto a los acreedores, Moreno Vaccaro cree, como noso-
tros, que no pueden ejercitarla por no existir acción subrogatoria;
pero piensa que siendo el derecho restitutorio “un crédito de la
sucesión legitimaria contra los donatarios de donación excesiva,
ha ingresado al patrimonio de los legitimarios, figura en su activo”
y, por lo mismo, sería embargable por los acreedores, quienes
podrían adjudicárselo y, por esa vía, ejercitarlo (ob. cit., Nº 117,
pág. 80). No nos parece correcta la conclusión. Una vez deter-
minada la existencia de donaciones inoficiosas, los legitimarios
no tienen un crédito, sino una acción. El crédito sólo lo tendrán,
como se ha dicho, cuando habiendo deducido la acción, ésta se
haya acogido y siempre que no proceda la reducción en especie.
Si la acción es renunciable, son los legitimarios quienes pueden,
invocando su calidad, ponerla o no en movimiento.
En Francia, la cuestión es más simple. El art. 921 del Código
Civil concede la acción de reducción a los reservatarios, sus here-
deros o causahabientes: ni los donatarios, legatarios, ni acreedores
del difunto pueden demandar o aprovecharse de la reducción. Lo
dice así ahora expresamente, luego de la reforma de 2006; pero
ya antes la jurisprudencia y la doctrina la concedían también a sus
herederos (así, Civ., 17 de diciembre de 1968, D. 1969, j, 149 y la
nota Breton. Vid. las observaciones de R. Savatier en Rev. Trim.
de Der. Civ., 1969, pág. 369; H. J. y L. Mazeaud, ob. cit., t. 4, vol. 2,
Nº 927). Por la vía de la acción oblicua, se concedía a los acreedo-
res del reservatario. Se agregaba que los acreedores del difunto,
si el reservatario acepta pura y simplemente, se transformaban en
acreedores personales suyos ultra vires, por lo cual por la vía oblicua
podían también ejercitarla (H. J. y L. Mazeaud, ob. cit., t. 4, vol.
2, Nº 928). Esa solución es aún sostenida por la doctrina, incluso
luego de la reforma de 2006 (así, Ph. Malaurie, ob. cit., Nº 650.
En el Derecho español, el art. 655 prescribe que “Sólo podrán
pedir reducción de las donaciones aquellos que tengan derecho

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a legítima o a una parte alícuota de la herencia y sus herederos


o causahabientes” (inc. 1º); “Los donatarios, los legatarios que
no lo sean de parte alícuota y los acreedores del difunto no po-
drán pedir la reducción ni aprovecharse de ella” (inc. 3º). Esta
disposición ha sido muy discutida, pues pareciera indicar que los
legatarios de parte alícuota sí pueden pedirla, aunque predomina
la tesis que se trata de un error del Código (vid. las diversas tesis
en Vallet de Goytisolo, Estudios de Derecho Sucesorio, t. 4º, págs. 451
y ss. y las citas). Entre los legitimarios que pueden pedirla se acep-
ta al cónyuge viudo (sentencia Tribunal Supremo, 3 de abril de
1936). Los acreedores del difunto quedan excluidos; pero los del
legitimario podrían usar de la subrogación del art. 1111.

987. Titulares pasivos. La acción se dirige en contra de los dona-


tarios y sólo en contra de ellos. No procede en contra de quienes
han adquirido los bienes donados, al desprenderse de ellos el
donatario. Es una acción personal, no real. En nuestro sistema, se
trata de un causante que afectó la cuota de legítima o de mejora
con las donaciones excesivas y no de la disposición de una parte
del patrimonio que la ley reservaba a ciertos herederos, al modo
germánico o francés. Excepcionalmente puede alcanzarse con
ella a terceros poseedores, si se dan los supuestos del art. 1432.

988. Es renunciable; pero no anticipadamente. La acción de inoficiosa


donación está concedida a los legitimarios en defensa de las le-
gítimas y mejoras. Por ello no es posible que se renuncie en vida
del donante. Tal renuncia implicaría entregar, indirectamente al
donante, la posibilidad de vulnerar las legítimas y mejoras y éstas
no son renunciables anticipadamente, ni es posible gravarlas, pues
por algo son asignaciones forzosas (art. 1226, inc. 3º).
Pero una vez muerto el donante, la renuncia es posible, por-
que a nadie puede imponerse la adquisición de un derecho de
herencia y todo asignatario puede renunciar, incluso a su legítima
o a su porción de mejora, cuando ya se ha producido la apertura
de la sucesión (art. 1226, inc. 2º). Por las mismas razones es que
puede renunciarse luego de la apertura a la acción de donación
inoficiosa que pasa a ser un simple derecho, sujeto al alcance del
art. 12. Esa renuncia podrá ser expresa o tácita; pero la simple
aceptación de la herencia sin ejercitar la acción anticipadamente,
no puede mirarse como renuncia tácita, como tampoco puede
serlo el cumplimiento por el legitimario de lo dispuesto en el

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testamento por el donante. Se requiere de una manifestación de


voluntad directa o deducida que lleve a suponer que, en conoci-
miento de donaciones excesivas hechas a terceros, el legitimario
ha preferido no reclamar en su contra.

989. Es prescriptible. Siendo una acción patrimonial y personal,


no existe obstáculo para que pueda extinguirse por prescripción.
Pero la ley no ha dispuesto cuál sea el plazo y todo dependerá
de la naturaleza jurídica que se atribuya a esta acción. Si fuera
de nulidad relativa –lo que no hemos aceptado (vid. Nº 985)–, el
plazo sería de cuatro años (art. 1691); pero no podría contarse
desde la fecha de la donación, sino desde la apertura de la suce-
sión o más exactamente desde la delación. Si fuere una acción
resolutoria, el plazo sería el previsto en el art. 1215, inc. 1º, es
decir, cinco años contados desde la delación.

990. Orden de restitución. Una vez determinada la existencia de do-


naciones inoficiosas, el o los legitimarios o asignatarios de mejora
pueden proceder a demandar a los donatarios la restitución de lo
donado excesivamente. Pero esta acción no se concede en contra
de todos los donatarios, sino solamente en contra de aquellos
cuyas donaciones sea necesario dejar sin efecto hasta enterar la
suma excesivamente donada, es decir, hasta enterar aquella que se
requiera para cubrir la cuota de legítima o de mejora, en su caso. Y
deberán proceder en contra los donatarios en el orden inverso al
de las fechas de las donaciones, dirigiendo la acción primeramen-
te en contra de los más recientes (art. 1187, inc. 1º). Si hubiere
donaciones de la misma fecha, no procedería la reducción sino en
forma proporcional, única solución aceptable a falta de regla legal
expresa. El valor de la donación a reducir debe fijarse de acuerdo
al que tenía el objeto donado al momento de la entrega, según se
ha visto (vid. Nº 878), aunque cabe la corrección monetaria.
No es admisible que el causante pueda alterar el orden de la
restitución. Se trata de donaciones irrevocables, y permitir que
el donante señale cuál ha de ser la donación que deba reducirse
primero, es infringir, aunque indirectamente, la irrevocabilidad.
La reducción debe ser el efecto de haberse donado excesivamente,
más allá de la cuota libremente disponible, y no debe depender
de la voluntad del donante, quien no puede intervenir fijando
las condiciones de un derecho que es concedido por la ley a los
legitimarios.

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991. Historia. Derecho Comparado. El orden de la restitución


proviene de los precedentes históricos de la acción. Ya se ha
dicho (vid. Nº 973.1) que en el Derecho Romano se concedía
en contra de los donatarios por el orden inverso al de sus fe-
chas, comenzando por las más recientes. Ese mismo sistema
es recogido por la Partida 5, tít. 4, Ley 8, y posteriormente
por el Proyecto español de 1851 (García Goyena, ob. cit., t. 2,
pág. 315).
En los Códigos extranjeros, es común la regla de que las do-
naciones se reducen comenzando por las más antiguas. Algunos
establecen expresamente que antes han de reducirse las disposi-
ciones testamentarias que afectan la cuota libremente disponible
y sólo si esa reducción no bastare, se pasará a la de las donaciones.
Es lo que ocurre con el art. 3602 del Código argentino; el art. 890,
Nº 1º, del Código uruguayo; el art. 923 del Código francés. Los
arts. 559 del Código de Italia; 890, Nº 4º, del de Uruguay; 2173
del de Portugal, entre otros, establecen la reducción comenzando
por la donación más reciente. Este último señala expresamente
que las de una misma fecha se reducirán a prorrata; pero deja a
salvo las donaciones remuneratorias que gozan de una preferencia.
El Código alemán ordena aplicar a las donaciones excesivas las
reglas del enriquecimiento sin causa y agrega que “Entre varios
donatarios, sólo responde el más antiguo en tanto que no esté
obligado el donatario más reciente”.

992. Insolvencia de un donatario. Como la acción de inoficiosidad


es personal y, por lo mismo, no puede dirigirse en contra de los
terceros que han adquirido los bienes donados, puede ocurrir
que estando obligado un donatario a restitución, no lo haga por
insolvencia. El art. 1187, inc 2º, dispone que, en ese evento, la
insolvencia de un donatario no gravará a los otros.
La regla pudo ser distinta. No obstante, es la que parece más
propia al sistema general de reducción adoptado por el Código y
que concibe la acción de inoficiosidad como personal. Como se
sabe, la insolvencia del deudor sólo debe soportarla el acreedor.
Las donaciones son, en principio, irrevocables, porque son un
contrato y por lo mismo ha de limitarse la posibilidad de revoca-
ción de aquel que, con ella, ha afectado las legítimas y mejoras.
La insolvencia suya ha de sufrirla el que es su acreedor; pero no
los otros donatarios que adquirieron legítimamente su donación.
La que es inoficiosa es la que produjo el gravamen de la legítima

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o de la mejora, mas no las anteriores. Pero hay otras soluciones


posibles que adoptan otros sistemas jurídicos.

992.1. Derecho Comparado. Doctrina. La insolvencia de un do-


natario no ha sido resuelta de modo uniforme en el Derecho
Comparado. Así, la doctrina española, a falta de solución legal,
ha admitido varias tesis. Algunos sostienen que la insolvencia
debe soportarla el legitimario, de modo que ella no perjudique
a los donatarios precedentes. “La acción de reducción es una
acción rescisoria de la que es titular el legitimario, dirigida a
reclamar lo donado en exceso, o subsidiariamente su importe.
Como acreedor –de cosa o valor según los casos– debe corres-
ponderle al legitimario el riesgo de la insolvencia del donata-
rio”, escribe Vallet de Goytisolo (Estudios de Derecho Sucesorio,
t. 4, pág. 467). Pero otros piensan que es de equidad prescindir
de la donación hecha al insolvente en el cálculo de la masa.
Esa donación no se computa para determinar la porción de la
legítima ni la de libre disposición (así, Manresa, ob. cit., t. 5,
págs. 185 y ss.; Roca Sastre, notas de Kipp, t. 1, pág. 352; Puig
Peña, ob. cit., t. 5, vol. 2, pág. 409). En el Derecho francés,
Pothier sostenía que la insolvencia debía sufrirla el legitimario,
ya que las donaciones precedentes no eran inoficiosas, pues
cabían en la porción disponible (Traité des donations entre vifs,
Oeuvres, t. 13, págs. 325 y ss.). Luego de la ley de 3 de julio
de 1971, se había sostenido que cabía recurrir en contra de
los terceros adquirentes de los bienes donados y a quienes el
donatario insolvente se los hubiere transferido, por aplicación
del art. 930 (así, Marty y Raynaud, ob. cit., Nº 469, págs. 357 y
358; M. Dagot, ob. cit., Nos 526 y ss.). Luego de la reforma de
2006, la reducción se hace generalmente en valor y por ello no
se habla de restitución del bien donado, sino de una indemni-
zación (art. 924); pero en los casos excepcionales en que aún
debe hacerse en especie, el nuevo art. 924.4 manda que, en
caso de insolvencia del gratificado, la reducción puede dirigirse
en contra del adquirente del bien y en este caso la ley habla
de una “reivindicación”. El art. 562 del Código de Italia dispone
que la donación del insolvente no se compute en la masa de
cálculo. La solución de Bello parece más acertada, pues guarda
armonía con el sistema de reducción de donaciones seguido
por el Código. No todos, sin embargo, la aceptan sin crítica
(así, vid. Pinochet Contreras, ob. cit., pág. 295).

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993. Reducción en especie o en valor. No resuelve expresamente el


Código la forma en que ha de hacerse la restitución de lo exce-
sivamente donado. Las soluciones podrían ser la de conceder al
legitimario un crédito en contra del donatario por el monto de
lo excesivamente donado, o bien permitirle exigir la devolución
de las especies mismas donadas. En el primer caso, se trataría
de una reducción en valor. En el segundo, de una reducción en
especie, en la cual el donatario debería restituir lo mismo que
recibió y por el valor que se le ha atribuido a efectos de reducción
(vid. Nos 964 y 964.1).
Desde un punto de vista exclusivamente doctrinario, ambos
sistemas presentan ventajas e inconvenientes; pero desde luego
la reducción en valor es más simple, porque se limita a calcular el
valor de lo que ha de restituirse y conceder el crédito pertinente
a los legitimarios. Esa forma soluciona también los problemas
que una reducción en especie ocasiona en el caso de restitución
parcial de lo donado. En efecto, no siempre será inoficiosa toda la
donación, desde que sólo lo es en la medida en que sea excesiva.
Si ocurre ese evento, una reducción en especie obliga a conside-
rar la situación del donatario que ha de restituir lo donado, si es
una cosa indivisible, pero que no estaba obligado más que a una
devolución parcial.
No obstante, entendemos que el Código contiene un sistema
de reducción en especie y sólo subsidiariamente podría preten-
derse una reducción en valor, como en el caso de enajenación
de lo donado, ya que siendo la acción de inoficiosidad personal,
no puede alcanzar a terceros adquirentes.
Nos fundamos para ello en que el art. 1425 menciona la situa-
ción del art. 1187 como una causal de rescisión de la donación,
aunque ya hemos precisado que se trata más bien de una resolu-
ción. Luego, los artículos siguientes tratan otros casos de rescisión
y el art. 1432 termina con una regla general aplicable para todos
los precedentes: “La resolución, rescisión y revocación de que
hablan los artículos anteriores, no dará acción contra terceros
poseedores, ni para la extinción de las hipotecas, servidumbres u
otros derechos constituidos sobre las cosas donadas, sino en los
casos siguientes” (inc. 1º). La regla sólo se justifica si se refiere a
una reducción en especie, es decir, a una restitución de los objetos
donados. Si existiere una restitución en valor, la disposición no
tendría sentido alguno, ya que si sólo ha de devolverse un valor,
es de toda evidencia que ni hay acción en contra de terceros

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poseedores, ni puede suponerse que se extingan los gravámenes


constituidos en favor de terceros.
Por lo demás, la reducción en especie, aunque originada en
una simple acción personal, es el sistema que responde a los orí-
genes romanos de la institución, tal cual la concibió el Código.

993.1. Doctrina. Derecho Comparado. Entre nosotros hay diversidad


de opiniones en cuanto al modo de hacer la reducción. Para
algunos “es impropio afirmar que la restitución de lo excesiva-
mente donado para defender las legítimas y las mejoras sea una
acumulación de la misma índole que las anteriores, porque los
bienes que se reintegran vuelven al patrimonio de los legitima-
rios realmente, en forma efectiva y corpórea” (Pinochet, O., ob. cit.,
pág. 281. En igual sentido, Bazán, ob. cit., pág. 26). Pero se ha
defendido una reducción en valor (así, Moreno Vaccaro, E., ob.
cit., Nº 94, pág. 62; P. Rodríguez G., Instituciones de Derecho Sucesorio,
t. 1, pág. 355). Concordando con que la reducción en valor es
más simple, atendido lo expuesto, mantenemos la tesis que entre
nosotros la reducción se hace en especie. Se ha sostenido que la
reducción es en valor, porque no se trata de una acción real (así,
Rodríguez Grez, P., Instituciones de Derecho Sucesorio, pág. 357); pero
el hecho que la acción sea personal no impide que se obtenga
la restitución de una cosa. Es lo que ocurre con la acción reso-
lutoria, que da derechos a la restitución del bien (art. 1487). El
carácter personal impide exigir la restitución a terceros, lo que
es otra cosa.
En otros países, los sistemas de reducción en especie o en va-
lor reciben variada acogida. En el sistema germánico de reserva,
parecía natural concluir que disponiendo la ley directamente de
la reserva, el donante, al dar excesivamente, había dispuesto de
algo que su voluntad no podía alcanzar. Por ello la restitución
en especie debía predominar. Más que acción de inoficiosidad,
debía concebirse una acción real reivindicatoria que perseguía los
bienes donados incluso en contra de terceros adquirentes (vid.
Pothier, “Traité des donations entre vifs”, Oeuvres, t. 13, pág. 326).
Por ello el Código francés admitía naturalmente una reducción
en especie. Si la reserva debía entregarse en cuerpos hereditarios,
el causante al donar excesivamente había dispuesto de ellos y, por
ende, la reducción debía hacerse in natura (vid. Nast, “De la régle
suivant laquelle la réserve héréditaire doit être fournie en nature
a l’héritier”, en Rep. Défrénois, 1931, págs. 545 y ss.), aunque la

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DE LAS ASIGNACIONES FORZOSAS

regla no estaba inscrita expresamente en el Código (Trasbot y Lo-


ussouarn, en Planiol y Ripert, ob. cit., t. 5, Nº 114). De este modo,
debían volver los bienes mismos donados y libres de gravámenes y
cargas que hubiere podido constituir el donatario (arts. 929 y 930,
Código Civil); pero no procedía la acción en contra de terceros,
sino en caso de insolvencia del donatario (art. 930).
Los inconvenientes de la reducción en especie eran numerosos
y ya un decreto de 17 de junio de 1938 había ampliado los casos
en que se admitía una simple reducción en valor. La ley de 3 de
julio de 1971 estableció que la reducción, en principio, había de
hacerse en valor (arts. 866 y 867 en su texto reformado), salvo
algunos casos excepcionales en que se seguía haciendo en espe-
cie (vid. M. Dagot, ob. cit., J.C.P. 197,1,2432; Catala, La réforme
des liquidations successorales; G. Morin, La loi du 3 juillet 1971 sur
les rapports a la succession, la réduction des liberalités et les partager
d’ascendants, Paris, 1971; Grimaldi, ob. cit., Nos 776 y ss., págs. 715
y ss., entre otros). La reforma de 2006 termina por generalizar
la reducción en valor, tanto por razones de orden económico
como por las modificaciones ocurridas en la composición de
los patrimonios. El nuevo art. 924 manda ahora que “Cuando
la liberalidad excede la cuota disponible, el gratificado… debe
indemnizar a los herederos reservatarios hasta concurrencia de la
porción excesiva de la liberalidad, cualquiera sea este excedente”
(inc. 1º) y sólo se conservan dos casos de reducción en especie: la
voluntad del gratificado que puede optar por devolver en especie
si aún la conserva en su poder y el caso de insolvencia suya en
que la reducción se transforma en una acción reivindicatoria en
contra del tercero adquirente (arts. 924.1. y 924.4.).
En España son aplicables los arts. 820 y 821, por imperio de lo
dispuesto en el art. 654 del Código Civil, lo que lleva a concluir
que la reducción, aunque siendo una acción personal, da derecho
a la restitución in natura, salvas las excepciones contenidas en
esas reglas (Vallet de Goytisolo, Estudios de Derecho Sucesorio, t. 4,
págs. 467 y 468, y Comentarios al Código Civil, pág. 258). El Código
Civil italiano contiene también el principio de la restitución en
especie, aunque con importantes excepciones (art. 650) (Azzariti,
Martínez y Azzariti, ob. cit., págs. 221 y ss., Nos 137 y ss.).
En el Código argentino la restitución se hace en especie,
pudiendo incluso perseguirse la cosa de terceros que la hayan
adquirido del donatario (art. 955. Borda, ob. cit., t. 2, Nº 988;
Jorge Azpiri, ob. cit., pág. 610), aunque hay quienes entienden

1051
DERECHO SUCESORIO

que el donatario puede desinteresar al legitimario pagándole lo


que signifique enterarle la legítima (así, Fornielles, ob. cit., t. 2,
Nº 123; J. C. Rébora, ob. cit., t. 2, Nº 290).

994. No existe orden para accionar. Una cuestión no resuelta por la


ley es la de determinar si existe o no un orden entre los titulares
de la acción de inoficiosidad para deducirla. En otros términos:
si las donaciones a extraños son excesivas, deben accionar pri-
mero los asignatarios de mejora y luego los legitimarios, o bien
la acción corresponde a todos los titulares por igual y propor-
cionalmente.
El problema radica en determinar si el exceso donado debe
imputarse a la cuarta de mejoras primero y luego a la mitad le-
gitimaria, o bien si debe imputarse proporcionalmente a ambas
cuotas.
El Código no ha señalado orden alguno. El art. 1187 se limita
a señalar que si hay atentado a las legítimas o a las mejoras, se
concede derecho a restitución. Desde luego, si los legitimarios
son a la vez asignatarios de mejora, no hay interés práctico en la
cuestión, puesto que ambas asignaciones forzosas están defendi-
das por la acción, de modo que siempre tendrán derecho a ella,
haya o no prelación y esta anotación es más evidente luego de
la reforma der la Ley Nº 19.585 desde que todos los legitimarios
son ahora asignatarios de mejora. Pero bien puede darse el caso
de concurrencia de legitimarios con asignatarios de mejora que
no lo son y a quienes no habría razón para privar de esta acción
(vid. Nº 986).
Entendemos que si tanto las legítimas como las mejoras son
asignaciones forzosas, no existe argumento que permita asignarles
un orden de precedencia, de modo a sostener que unas son más
protegidas que las otras. En Chile, como se ha dicho (vid. Nº 942),
las mejoras son asignaciones distintas a las legítimas: pero deberá
recordarse que, históricamente, ha podido sostenerse que las
mejoras no son sino una forma especial que adopta parte de la
cuota de legítima, destinada a ser distribuida entre los legitimarios
(vid. Nº 942.1). Las mejoras no son, pues, asignaciones forzosas
de segundo orden. Si el causante con sus donaciones excesivas
afecta las asignaciones resguardadas por la acción de inoficiosa
donación, su atentado alcanza a toda aquella parte de su herencia
de que no ha podido disponer libremente y, por lo mismo, debe
dividirse proporcionalmente entre la parte de legítima y la parte

1052
DE LAS ASIGNACIONES FORZOSAS

de mejora. La idea, por lo demás, está presente en el artículo


1196, que, por último, luego de utilizados todos los medios de
defensa de dichas asignaciones, ordena que “Si no hubiere cómo
completar las legítimas y mejoras, calculadas en conformidad a
los artículos procedentes, se rebajarán unas y otras a prorrata”.
No establece un orden de prelación, como resultaría si hubiese
dispuesto que primero hubiere de rebajarse las mejoras y sólo
por último las legítimas.
Si se producen donaciones excesivas que den lugar a la acción
de inoficiosidad, tanto los legitimarios como los asignatarios de
mejora tendrán derecho a deducirla, sin orden de prelación.

994.1. Doctrina. Aunque la cuestión ha perdido buena parte de


su interés luego que, como se ha insistido, hoy en día después de
la reforma de la Ley Nº 19.585 todos los legitimarios son asigna-
tarios de mejora, deberá recordarse que algunos han sostenido
que la acción se confiere primero a los asignatarios de mejora
porque las donaciones excesivas gravan primero esta porción y
sólo si ellas fueren tan enormes que consumieren toda la mejora,
tendrían acción los asignatarios de legítima (así, Somarriva, De-
recho Sucesorio, Nº 561; Pinochet Contreras, ob. cit., Nº 74). Pero
la cuestión ya no tiene gran interés práctico.

995. Eliminado por la supresión de la porción conyugal.

995.1. Eliminado por la supresión de la porción conyugal.

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