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Narrador: un poderoso señor tenía una hija muy bella que se llamaba
Blancanieves, porque su piel era blanca como la nieve. La madre de
Blancanieves había muerto al nacer ella y, cuando cumplió quince años,
su padre se casó de nuevo. Su madrastra era una mujer soberbia, que se
creía la más bella del mundo. Todos los días se miraba al espejo encantado
que le había regalado un mago y le hacía la misma pregunta.
Madrastra: Tienes que hacer algo por mí. Lleva a Blancanieves el bosque
más lejano y asesínala.
Leñador: Si mi señora.
Enanito bonachón: No somos niños, y sí, es nuestra casa, ¿por qué te has
quedado a dormir aquí?
Enanito tontín: ¡Oh, que madrastra tan mala! ¡Quédate con nosotros, te
cuidaremos!
Narrador: Pasaron los días y la madrastra era feliz, pues se creía de nuevo
la mujer más bella del reino. Pero, una mañana volvió a preguntar al
espejo.
Espejito: Blancanieves, que vive con los enanitos del bosque, es más
hermosa que tú.
Madrastra: ¿Qué?, ¡No puede ser! Ese leñador infeliz las pagara. Pero
antes, iré yo misma a ocuparme de Blancanieves. Este será el fin de
Blancanieves.
Fin
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