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Barad, Bohr y La Mecánica Cuántica (2021) - Faye y Jaksland - Traducción Colectivo Pliegue
Barad, Bohr y La Mecánica Cuántica (2021) - Faye y Jaksland - Traducción Colectivo Pliegue
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En la última década se han multiplicado las referencias a la mecánica cuántica en las humanidades
y las ciencias sociales. Este desarrollo ha sido impulsado por el realismo agencial de Karen Barad:
un marco teórico basado en la interpretación de la mecánica cuántica de Niels Bohr. Al abordar
nociones como agencia, poder y corporeización, así como la relación entre el nivel material y el
discursivo, la influencia del realismo agencial en campos como los estudios científicos feministas
y el posthumanismo ha sido profunda. Sin embargo, hasta ahora nadie se había detenido a evaluar
el proclamado origen mecánico cuántico del realismo agencial, incluida su relación con los
escritos de Niels Bohr. Esta es la tarea que se aborda aquí. Encontramos que muchas de las
repercusiones de que supuestamente el realismo agencial se deriva de una interpretación
bohriana de la mecánica cuántica, disienten de la propia visión de Bohr y están en conflicto con
otras interpretaciones de la mecánica cuántica. El realismo agencial es, en el mejor de los casos,
coherente con la mecánica cuántica y, en consecuencia, no capta lo que ésta en estricto sentido
implica para las ciencias sociales o cualquier otro ámbito de investigación. El realismo agencial
puede ser interesante e incitar a la reflexión desde la perspectiva de la teorización social, pero no
está legitimado por la mecánica cuántica ni por la autoridad de Bohr. Esta conclusión no sólo es
válida para el realismo agencial en particular, sino que también sirve como advertencia general
contra otros intentos de utilizar la mecánica cuántica en la teorización social.
Palabras Clave
1 Introducción
En los últimos años se ha producido una explosión de referencias y usos de la mecánica cuántica
fuera de su hábitat tradicional en la física, química cuántica y la filosofía de la física (1). Más bien,
la mecánica cuántica forma parte ahora de la inspiración y la justificación de la teorización en
disciplinas y ámbitos de investigación típicamente etiquetados como ciencias sociales o
humanidades (2).
A pesar de esta amplia recepción del realismo agencial y del papel explícito de la mecánica
cuántica en su concepción, ni Barad ni nadie se ha ocupado de conectar el realismo agencial con
la vasta literatura sobre las diversas interpretaciones de la mecánica cuántica (7). Tal discusión es
de particular importancia, ya que el relato de Barad sobre la mecánica cuántica está estrechamente
fundamentado por la interpretación de Niels Bohr. Por lo tanto, hasta ahora no se ha explorado
hasta qué punto la presentación de la mecánica cuántica de Barad- que a menudo se lee como si
fuera la única interpretación posible- se basa en el punto de vista seminal de Bohr sobre la
mecánica cuántica y, como también discutiremos, en la lectura idiosincrásica que Barad hace de
Bohr. Con respecto a esta última, Barad (2007, p.122) reconoce explícitamente que su lectura
realista de Bohr destaca, pero remarca que en esta lectura elle está en la buena compañía del
renombrado estudioso de Bohr, Henry Folse (8).
Aunque estas aclaraciones puedan parecer exegéticas, son necesarias debido a la amplia
recepción de la explicación de Barad sobre la mecánica cuántica- en forma de realismo agencial-
en las ciencias sociales y las humanidades. No cabe esperar que los investigadores de estos
campos estén familiarizados con la mecánica cuántica. Por lo tanto, si su único contacto con la
mecánica cuántica es a través de Barad- o de cualquier otro de los traductores de la mecánica
cuántica que se mencionan a continuación- heredarán invariablemente la interpretación
idiosincrásica de la mecánica cuántica que Barad expone sin darse cuenta, no obstante, de su
naturaleza controvertida (Jaksland, 2020) (9). Cuando aquí exponemos estas idiosincrasias, lo
hacemos para que los usuarios de la obra de Barad tomen conciencia de que la interpretación de
la mecánica cuántica es un campo de investigación expansivo con muchas concepciones
divergentes. Barad no está revelando la verdad sobre la mecánica cuántica, sino más bien una
entre muchas interpretaciones posibles y una, argumentamos, cuya propia coherencia aún
necesita un mayor escrutinio. Además, nuestro hallazgo de importantes diferencias entre Barad y
Bohr demuestra que su autoridad no sanciona el realismo agencial.
La discusión sobre Barad, Bohr y la mecánica cuántica también sirve para renunciar a la
impresión- que muchos lectores de Barad tienen, sino en la propia obra de Barad- que Barad es
pioner* desde Bohr (y Heisenberg) en considerar las implicaciones filosóficas de la mecánica
cuántica. En una apreciación de la obra de Barad, Vetlesen admira “[la] forma en que ella va
actualizando y elaborando más la contribución de Bohr- descuidada durante mucho tiempo entre
la mayoría de los filósofos- es original y provocativa” (2019, p.126). Del mismo modo, Pinch
encuentra “uno de los grandes méritos de la obra de Barad- y esta es una verdadera contribución-
en cómo desentraña y recupera lo que Bohr realmente quiso decir y la naturaleza radical de su
visión sobre estas cuestiones” (2011, p.437). En contraste a esta narrativa, relacionamos el trabajo
de Barad con los muchos otros buenos trabajos de Bohr y la filosofía de la mecánica cuántica en
general que se han publicado ininterrumpidamente a lo largo del último siglo. Por último, visto
desde la perspectiva de la filosofía de la física, este trabajo constituye la primera evaluación de la
afirmación de Barad de que el realismo agencial, aparte de su importancia para la teorización
social, está “haciendo una contribución científica específica a un campo de investigación científica
activa (es decir, los fundamentos de la física cuántica)” (Barad, 2006).
Este trabajo se desarrolla del siguiente modo: La sección 2 presenta el realismo agencial
de Barad, centrándose en la mecánica cuántica y su uso de la filosofía de Bohr. En la sección 3,
argumentamos que gran parte de la interpretación ontológicamente cargada de Barad de la
mecánica cuántica en forma de “fenómenos” no encuentra justificación en los escritos de Bohr. La
sección 4 continúa con una exploración de la actitud de Bohr hacia los dualismos que Barad afirma
que rechaza. La sección final 5 investiga, pero en última instancia refuta la afirmación de Barad
(2007, p. 24) de que el realismo agencial capta las consecuencias de la mecánica cuántica para
todos los ámbitos de investigación, incluida la teorización social. En primer lugar, mostramos con
el ejemplo de la mecánica Bohmiana que otras interpretaciones de la mecánica cuántica presentan
una metafísica que es profundamente diferente del realismo agencial. En segundo lugar,
encontramos que incluso la mecánica cuántica relacional de Rovelli (1996)- que Barad ofrece una
interpretación similar- difiere del realismo agencial en aspectos importantes: Esto incluye detalles
en sus respectivas respuestas al problema de la medición, donde las desviaciones del realismo
agencial podrían, en nuestra opinión, comprometer su coherencia. Concluimos, por tanto, que ni
Bohr ni la mecánica cuántica en su conjunto demuestran que el realismo agencial de Barad sea
cierto. Las ideas de Barad son profundas, interesantes y sugerentes, pero, como cualquier teoría
social, el realismo agencial debe ganarse sus méritos, si los tiene, por su utilidad y no por su origen
mecánico cuántico.
2 Realismo Agencial
Este es no es el lugar adecuado para exponer el realismo agencial de Barad con todas sus
complejidades. Nuestra ambición más modesta es explicar aquellos aspectos del realismo
agencial que están directamente relacionados con los escritos de Bohr y la mecánica cuántica,
enfatizando en el camino, cómo Bohr y la mecánica cuántica son invocados por Barad. Este no es
tampoco el lugar para resumir el contenido y la historia de la mecánica cuántica; aunque
intentaremos que lo que sigue sea lo más autocontenido posible.
Aunque la mayoría de las interpretaciones de la mecánica cuántica tienen poco que decir
sobre esta incompatibilidad mutua de los experimentos, resulta fundamental para la noción de
complementariedad de Bohr. “Los tipos de información aparentemente incompatibles sobre el
comportamiento del objeto examinado que obtenemos mediante diferentes disposiciones
experimentales no pueden ponerse en relación entre sí de la manera habitual, sino que, como
igualmente esenciales para una explicación exhaustiva de toda experiencia, pueden considerarse
'complementarios' entre sí" (Bohr, [1937] 1998, pp. 84-85). Cuando los físicos eligen entre
disposiciones experimentales incompatibles entre sí, seleccionan un instrumento de medida
concreto, que ya saben que les permite describir el resultad en términos de alguna propiedad-
concepto, como la posición o el momentum.
Así, según Bohr, en la mecánica cuántica existe una integración entre el uso de conceptos
como "posición", la propiedad a la que se refieren los conceptos y el contexto de la medición. Y
estos complejos vienen en pares complementarios, de nuevo posición y momentum son un
ejemplo, pero Bohr también menciona la complementariedad entre energía y duración y
descripciones de onda y partícula, entre otras. La adscripción de propiedades que entran en pares
complementarios sólo tiene sentido en relación con un montaje experimental que mida la
propiedad en cuestión, argumenta Bohr, y en calidad de complementarios los pares no son
aplicables a un sistema al mismo tiempo.
Por tanto, según Bohr, las condiciones que definen la atribución de una propiedad en un
par complementario a un objeto cuántico las proporciona el montaje experimental, de acuerdo a
Bohr, y estas condiciones son mutuamente excluyentes: “La adscripción de propiedades
[complementarias] al objeto tal como existe independientemente de una interacción experimental
específica está mal definida” (Faye, 2019). Según este punto de vista- a menudo conocido como
contextualismo de Bohr- la exclusión mutua debida a la complementariedad implica que un
contexto de medición en el que un objeto cuántico tiene una posición determinada, hace que la
atribución del concepto “momentum” ininteligible, y de forma similar para otros pares
complementarios.
“posición” sólo tiene sentido cuando se utiliza un aparato rígido con partes fijas […] Y además,
cualquier medida de la “posición” utilizando este aparato no puede atribuirse a un “objeto”
abstracto que exista de forma independiente, sino que es una propiedad del fenómeno: la
inseparabilidad del “objeto observado” y las “agencias de observación” (17) (2003, 814, énfasis en
el original).
Según la lectura que Barad hace de Bohr, no es el objeto cuántico el que tiene
características propias en un contexto experimental, sino que es la relación entre el objeto
cuántico y el montaje experimental, el “fenómeno”, el que tiene características propias. Esta
relacionalidad- captada por el fenómeno- es la piedra angular del marco ontológico de Barad y
la metáfora de la composición implícita en la cita anterior sólo debería tener significado instructivo
(18):
En resumen, Barad sostiene que los fenómenos -el todo del que derivan configuraciones
materiales específicas- son las entidades ontológicamente primitivas. Los límites entre objeto y
agencia de observación no son inherentes, y lo mismo ocurre con las de sujeto-objeto y
conocedor-conocido. Incluso se rechaza el dualismo palabra-mundo debido a las condiciones
materiales para la atribución de conceptos complementarios. "Para Bohr, las cosas no tienen
límites o propiedades inherentemente determinadas, y las palabras no tienen significados
intrínsecamente determinados. Bohr también cuestiona la afín creencia cartesiana en la distinción
inherente entre sujeto y objeto y conocedor y conocido" (Barad, 2007, p. 138).
Dado que muchos lectores de los escritos de Bohr se han quejado de que sus ensayos son
oscuros y difíciles de leer, vamos a establecer una terminología. Bohr distingue entre objeto,
instrumento de medida, medida y fenómeno. El objeto atómico es el sistema físico sobre el que
los físicos quieren obtener información, y para recibir alguna información sobre el objeto, los
físicos aplican un instrumento de medida para interactuar con el objeto. La aplicación del
instrumento de medida al objeto es el mismo que realizar un experimento. Un fenómeno es el
resultado de una medición, o más bien de una combinación de dos mediciones. En primer lugar,
necesitamos una medición que determine el valor inicial de una posición o un momento para
poder predecir el comportamiento del objeto; en segundo lugar, necesitamos una medición
posterior que determine un nuevo valor de la posición o del momentum para ver si el objeto se
comporta o no de acuerdo con las predicciones de la mecánica cuántica. Así, un fenómeno en el
uso que Bohr da a la palabra es cómo aparece el objeto cuántico durante la interacción con un
instrumento de medida concreto. En mecánica cuántica, la interacción tiene "una influencia
esencial en el fenómeno en sí", es decir, en lo que se mide realmente.
Bohr sí promueve, con su noción de fenómeno, una visión integrada de los contextos
experimentales cuando encuentra que está “de acuerdo con la estructura e interpretación del
simbolismo mecánico cuántico, así como con los principios epistemológicos elementales, para
reservar la palabra ´fenómeno´ para la comprensión de los efectos observados bajo condiciones
experimentales dadas” (Bohr [1938] 1998, p. 104). Sin embargo, Bohr subraya que la palabra
"fenómeno" se refiere a un efecto (o el resultado) que aparece siempre que se produce la
interacción entre un objeto y un instrumento de medida. Este efecto, es decir, el fenómeno, es la
manifestación de una propiedad que sólo existe en virtud de la interacción. No pertenece ni al
objeto en sí ni al instrumento de medida.
Pero Barad malinterpreta a Bohr como si dijera que, por ejemplo, la posición es una
propiedad del fenómeno, mientras que Bohr sostiene que el fenómeno es idéntico a la
manifestación de una propiedad cuantitativa que se puede atribuir a los objetos atómicos sólo
por su interacción con el instrumento de medida. Así pues, un fenómeno no tiene un estatus
ontológico independiente, sino que depende de una interacción del objeto atómico y el
instrumento de medida. Ambos, por la presunción operativa de hacer ciencia, se supone que son
independientemente reales. Esta idea se ve respaldada por otras apariciones del término
“fenómeno” en los escritos de Bohr, por ejemplo cuando habla de “la imposibilidad de una
separación tajante entre el comportamiento de los objetos atómicos y la interacción con los
instrumentos de medida que sirven para definir las condiciones en las que aparecen los fenómenos”
(Bohr, 1949, p.210, énfasis en el original). Bohr distingue aquí entre “los fenómenos” y las
condiciones experimentales en las que aparecen dichos fenómenos.
Además, nos dice que lo que define estas condiciones es el aparato de medición en
cuestión. Epistémicamente, hay que distinguir entre el fenómeno y el instrumento de medida,
aunque la elección del instrumento de medida nos informa sobre qué tipo de fenómeno podemos
esperar observar. Una observación similar es válida para la siguiente afirmación de Bohr: "Defendí
la aplicación de la palabra fenómeno exclusivamente para referirme a la observación obtenida
bajo circunstancias específicas, incluyendo un relato de todo el arreglo experimental" (Bohr, 1949,
pp. 237-238). Una vez más, Bohr distingue entre el fenómeno, que es la observación real que
producimos utilizando un instrumento de medida, y las circunstancias concretas en las que
obtenemos esta observación. Las circunstancias específicas incluyen el tipo de instrumento de
medición con el que se lleva a cabo la observación.
En nuestra opinión, está fuera de toda duda que Bohr consideraba los fenómenos como
derivados de un montaje experimental preexistente. Además, proponemos que lo más apropiado
es considerar los fenómenos como una integración epistemológica del objeto de estudio y el
aparato de medición, pero de tal manera que conserven su separación ontológica. Además,
aunque la interacción incontrolable entre el objeto atómico y los instrumentos de medida parece
implicar al experimentador, Bohr nos previene contra la idea de que el experimentador participa
en el resultado. Como él mismo dice, “no es posible que el observador influya en los sucesos que
pueden aparecer en las condiciones que él ha dispuesto” (Bohr, 1949, p.223). Esta es al menos
una matización importancia a la afirmación de Barad que “según Bohr, la lección central de la
mecánica cuántica es que somos parte de la naturaleza que intentamos comprender” (Barad, 2007,
p. 247). La idea de Bohr parece ser simplemente que, al igual que en la física clásica, el
experimentador selecciona el tipo de experimento que quiere realizar, pero después no tiene nada
que ver con cómo aparece el objeto atómico como fenómeno que tiene un valor preciso. La fuerte
noción de Barad de intra-acciones que promulgan cortes dentro de los fenómenos
ontológicamente primitivos no encuentra contrapartida en la interpretación de Bohr de la
mecánica cuántica.
Ahora bien, según Bohr, a ningún objeto atómico se le pueden atribuir propiedades
cinemáticas o dinámicas clásicas independientemente del montaje experimental. En consecuencia,
niega que los objetos cuánticos tengan tales propiedades intrínsecamente. El afirma esto
claramente al decir: es importante comprender “que ningún resultado de un experimento relativo
a un fenómeno que, en principio, se encuentra fuera de la física clásica puede interpretarse como
un resultado que proporciona propiedades independientes de los objetos, sino que está
intrínsecamente relacionado con una situación definida en cuya descripción entran también los
instrumentos de medición que interactúan con los objetos esencialmente” (Bohr, [1939] 1958, p.
26). Sin embargo, hay que subrayar de nuevo que Bohr -a diferencia de Barad- no piensa que
estas propiedades relacionales existan como relaciones primitivas ontológicas sin relatas
preexistentes. Para Bohr, tanto los objetos atómicos y los instrumentos son reales y como tales
apareen como relata en una frase como: “… se registra que tiene la posición p en relación con…”.
Es desde esta perspectiva desde la que advertimos contra la interpretación ontológicamente
realista que Barad hace de Bohr.
Barad tiene razón en que hay interpretaciones realistas de Bohr. Sin embargo, en lugar de
promover una ontología relacional como el realismo agencial, estas interpretaciones realistas de
Bohr toman pasajes como el anterior para significar que Bohr era un realista de la entidad. El
primero en promover esta interpretación de Bohr como un realista de la entidad fue Henry Folse
(1986) del que Barad escribe: “Henry Folse y yo hemos sido los más firmes defensores de la visión
minoritaria que ve a Bohr como un realista, aunque discrepamos sobre la naturaleza del realismo
de Bohr” (Barad, 2007, p.122). A partir de este calificativo, uno podría tener la impresión de que
los desacuerdos entre Barad y Folse son meramente cosméticos en comparación con la
interpretación realista que comparten. Sin embargo, el realismo de entidad que Folse encuentra
en los escritos de Bohr va directamente en contra de las interpretaciones de Barad de la mecánica
cuántica, que niega explícitamente el realismo de entidad.
Un realista de la entidad sostiene que los experimentos con el objeto microscópico nos
dicen lo que es real y lo que no lo es [véanse Cartwright (1983) y Hacking (1983) para dos versiones
autorizadas]. Descubrimos los átomos interactuando con los sistemas atómicos, no
imaginándolos. Así pues, según la interpretación de Folse, Bohr opinaba que cada vez que los
físicos realizan una medición, el resultado se debe al hecho de que se observa un objeto. La
entidad observada es el objeto atómico que existe independientemente de la observación. Bohr
era, en otras palabras, un realista sobre átomos y objetos atómicos según Folse. Estas entidades
tienen existencia independiente, pero como tales forman parte de la ontología fundamental y no,
como insiste Barad, derivadas de los fenómenos. La interpretación realista que Folse hace de Bohr
rechaza más que apoya el holismo ontológico relacional del realismo agencial. Desde esta
perspectiva, podría hacer que el realismo agencial fuera más compatible con Bohr el hecho de
que las interpretaciones realistas de Bohr- como también señala Barad- sean un punto de vista
minoritario. Sin embargo, desde nuestra apreciación, la mayoría de los lectores de Bohr estarán
de acuerdo con la caracterización de Bohr como un realista de la entidad. Aunque Faye (1991)
califica a Bohr de antirrealista objetivo, está de acuerdo en que Bohr nunca negó la existencia de
objetos atómicos. El realismo de la entidad de Bohr es la razón por la que Faye lo consideraba un
antirrealista objetivo pero lo consideraba un antirrealista con respecto a las teorías. El desacuerdo
entre Folse y Faye era sobre si Bohr creía o no que existe algo detrás del fenómeno que los físicos
no podían captar ni experimental ni teóricamente. Folse (1985) dijo que sí, Faye (1991) que no.
Tanto si Folse tiene razón como si no, su interpretación realista de Bohr es muy diferente de la
Barad. Folse (1994) cree que un compromiso ontológico correspondiente al punto de vista de la
complementariedad de Bohr, llevaría a Bohr a abrazar una distinción entre los objetos atómicos
como entidades reales tal y como son en sí mismas, pero incognoscibles para nosotros, y tal como
se nos aparecen en su interacción con el instrumento de medición.
Zinkernagel (2016) y Halvorson (2019) han argumentado que Bohr mantenía una actitud
más realista hacia el formalismo cuántico. Sin embargo, Zinkernagel admite que Bohr habla sobre
todo de aspectos epistemológicos e instrumentales de la mecánica cuántica, ya que Bohr se refiere
a descripciones de sistemas cuánticos y a la teoría como herramienta de predicción. A pesar de
esta concesión, también cree que Bohr atribuyó en ocasiones a la función de onda un estatus
representacional aunque Bohr en general la caracterizaba como simbólica (25). David Favrholdt
(1994) sostiene que Bohr es un realista que rechaza la imagen clásica del conocimiento científico
como visión divina de la naturaleza. El descubrimiento del quantum de acción demuestra que tal
imagen no es posible, y muestra que una descripción física no puede ser sobre cómo es la
naturaleza, sino sobre lo que podemos decir de ella de forma inequívoca y objetiva. Tal descripción
inequívoca es posible en la medida en que seamos capaces de distinguir claramente entre el
objeto y el instrumento de medida utilizando los conceptos físicos clásicos y el lenguaje ordinario.
Según Favrholdt, uno se compromete con la existencia de un mundo independiente de la mente
al cumplir las normas de uso del lenguaje cotidiano. Así, cuando Bohr habla de utilizar el lenguaje
ordinario complementado con terminología técnica, se dedica al realismo. Al combinar el realismo
con la dependencia-lenguaje, que integra lenguaje y objetividad, la lectura de Favrholdt de Bohr
es posiblemente la que más se acerca a la de Barad (26). Explorar las afinidades entre Barad y
Favrholdt sería un interesante ejercicio exegético, pero otra ocasión.
Por el contrario, Bohr afirmó repetidamente que la función de onda solo tiene un carácter
simbólico. En consonancia con el carácter simbólico de la función de onda, hay casi consenso en
que Bohr nunca habló en sus escritos del colapso de la función de onda, lo que sólo habría tenido
sentido si hubiera considerado que la función de onda representa un estado físico objetivo. Una
búsqueda en sus escritos también revela que Bohr no utiliza el término “estados cuánticos”
(excepto cuando habla de estados estacionarios), lo que cabría esperar si hubiera considerado
que la función de onda ontológica que se transforma bruscamente en un estado clásico durante
la medición. Para Bohr no había ningún problema de medida, como creen muchos realistas y
representacionalistas.
El punto de vista de Bohr sigue siendo un tipo de holismo relacional, pero una variante
epistémica en lugar de ontológica; de hecho, este holismo relacional epistémico es en gran
medida idéntico al defendido por Teller (1989), Faye (1991) y, recientemente, Dorato (2017). Los
sistemas cuánticos sólo tienen propiedades clásicas respecto a su interacción con el instrumento
de medida ya que la imposibilidad de su separación dinámica no permite describir el fenómeno
aislado del aparato.
Como vemos, varios autores hacen una lectura realista de Bohr, pero aparte de sostener
que Bohr era un realista de entidad parece haber poco acuerdo sobre cómo su realismo se
extiende más allá. Sin embargo, también está claro que Barad no puede encontrar apoyo a su
interpretación en ninguna de estas lecturas, que -quizás aparte de la de Favrholdt- son todas muy
diferentes de su interpretación, y lo mismo puede decirse de otras lecturas más antirrealistas de
Bohr.
Como ya se ha dicho, Bohr considera que debemos tratar los resultados de las mediciones
como si proporcionaran información sobre el objeto de estudio separado del dispositivo de
medición. Esto, argumenta, se deriva de la necesidad de utilizar conceptos clásicos que atribuyen
propiedades a las entidades. Sin embargo, debido a la complementariedad es necesario
acompañar el uso de estos conceptos clásicos con una especificación del contexto experimental,
ya que esto marca una diferencia en lo que podemos medir. En todo caso, esta condición para
informar objetivamente sobre los experimentos que identifica Bohr presupone los dualismos que,
según Barad, Bohr cuestiona. Para informar sobre un experimento, debemos, según Bohr, hablar
como si existiera una separación tajante entre objeto de estudio y el sujeto que lo estudia; este
último incluye tanto el aparato de medición como el experimentador. E incluso estas dos últimas
se mantienen separadas cuando Bohr argumenta que el experimentador sólo afecta a la medida
al elegir el montaje experimental que utiliza.
De nuevo, esta cita ilustra el papel de los sujetos, separados de los objetos estudiados en
un experimento. Pero, lo que es más importante, subraya que la función del experimento es
"contar a los demás lo que hemos hecho y lo que hemos aprendido", es decir compartir
conocimientos entre conocedores. Dado que el objetivo de la mecánica cuántica es encontrar
relaciones entre los aspectos de las experiencias y los experimentos son el medio de revelar estas
relaciones, los conocedores se convierten en el punto de partida de cualquier aventura en la
mecánica cuántica. Y el objetivo es alcanzar un conocimiento compartible sobre los objetos
cuánticos que, de este modo, se convierten en lo conocido. Parece, por tanto, que el dualismo
conocedor/conocido es donde empieza y termina la interpretación de Bohr de la mecánica
cuántica.
Como también subraya Bohr en la cita, considera que la terminología de la física clásica es
fundamental para informar "sin ambigüedades" sobre los experimentos. Sin embargo, la
complementariedad implica que las propiedades conocidas de la física clásica no siempre son
aplicables, y que algunas de ellas se excluyen mutuamente. Esto implica una integración de lo
material y lo discursivo que va más allá de la relación genérica entre el lenguaje y el mundo (28).
La terminología clásica es inevitable, mientras que la mecánica cuántica demuestra que el uso de
esta terminología está restringida a contextos experimentales que, por complementariedad,
excluyen la adscripción significativa de otras partes de la terminología clásica. Como también
observa Barad, este contextualismo en la interpretación de Bohr introduce una forma de
condiciones materiales ampliadas para la atribución de estas propiedades, en las que las
propiedades no sólo se aplican en circunstancias específicas (29), sino también donde la
adscripción significativa de una propiedad hace que otra sea completamente ininteligible. Sin
embargo, Barad parece ir demasiado lejos cuando propone que Bohr denuncia así el dualismo
palabra/mundo y “la existencia independientemente determinada de las palabras y las cosas”
(Barad, 2007, p.107), si es que quiere decir con esto algo más fuerte que este contextualismo. En
efecto, como el sujeto y el conocedor, la terminología clásica parece estar fijada antes del
experimento. Se podría decir que para Bohr, es exactamente la indispensabilidad del lenguaje
ordinario con su rol central para la terminología clásica lo que induce la necesidad del
contextualismo. Las palabras, el mundo y el significado no se coproducen. Más bien, la
terminología clásica, adaptada a nuestras experiencias ordinarias. Su significado preexistente
restringe lo que cuenta como experimento, limitando las observaciones que pueden expresarse
en un lenguaje inequívoco, por utilizar la terminología de Bohr de la cita anterior.
A diferencia de lo que afirma Barad (2007, p.138), Bohr no cuestiona los dualismos
sujeto/objeto, conocedor/conocido o palabra/mundo. Más bien al contrario, estos dualismos
están en la base de la interpretación de Bohr de la mecánica cuántica.
Las partes más radicales del realismo agencial- la priorización ontológica de los fenómenos y el
cuestionamiento del destacado dualismo epistémico- están en tensión con los escritos de Bohr.
Sin embargo, el objetivo primordial de Barad no es interpretar a Bohr, sino mostrar qué
implicaciones debe tener la mecánica cuántica en la teorización social. Como enfatiza, “No estoy
interesade en establecer analogías entre partículas y personas, lo micro y lo macro, lo científico y
lo social, la naturaleza y la cultura; me interesa comprender las cuestiones epistemológicas y
ontológicas que la física cuántica nos obliga a afrontar (Barad, 2007, p. 24). El realismo agencial
es la respuesta de Barad a esta cuestión. Sin embargo, en esta sección se argumenta que la
adopción del realismo agencial no nos viene impuesta por la mecánica cuántica. Está más allá del
alcance de este trabajo, discutir cada detalle de la mecánica cuántica contra la interpretación de
Barad. En lugar de ello, presentaremos un doble argumento indirecto en el sentido de que, en el
mejor de los casos, el realismo agencial es coherente con la mecánica cuántica según nuestra
mejor comprensión actual del mundo cuántico.
Las diferencias entre el realismo agencial y la Mecánica bohmiana son también señaladas
pero no desarrolladas por Pinch (2011). Como observa Pinch, Bohm disentía del punto de vista de
Bohr en dos aspectos importantes: Rechazó el papel inevitable de la terminología clásica
abogando por el desarrollo de un nuevo lenguaje cuántico. Sólo lo mencionamos para subrayar
que el contextualismo de Bohr con su papel central para la terminología clásica no es
generalmente aceptado. Además, se trata en cualquier caso de una cuestión filosófica cuya
pertinencia se ve ampliada por la mecánica cuántica, pero a la que ésta no hace nada por
responder. Lo que discutiremos un poco más en detalle, es el punto de vista de Bohm -heredado
de Einstein, de Broglie y otros- de lo que antes describimos como indeterminación, por ejemplo
en las relaciones de Heisenberg, debería (en un sentido particular al que volveremos más
adelante) interpretarse como mera incertidumbre. Estas llamadas teorías de variables ocultas
sostienen que los objetos cuánticos tienen trayectorias determinadas a través del espacio y que,
por tanto, la función de onda ofrece una descripción incompleta del sistema. De hecho, Bohm
(1952) encuentra que los resultados de experimentos cuánticos paradigmáticos pueden explicarse
mediante la introducción de una ecuación dinámica adicional -una ley directriz- que relaciona la
función de onda con el cambio de posición de la partícula, es decir, con la velocidad. Como es
bien sabido, la violación de las desigualdades de Bell (1964), implica que cualquier teoría de
variables ocultas de este tipo debe ser no local, lo que significa que debe presentar una acción-
a- distancia (30). Esta no-localidad aparece en la Mecánica bohmiana cuando la velocidad de una
partícula en estados de muchas-partículas entrelazadas se ve afectada o guiada instantáneamente
por las otras partículas, independientemente de su distancia mutua.
El lector interesado puede consultar Goldstein (2017) y las referencias en él incluidas, para
más detalles técnicos de la Mecánica bohmiana. Nosotros, para propósitos del momento,
advertimos simplemente que la Mecánica bohmiana reproduce todas las predicciones de la
mecánica cuántica, al tiempo que promueve una metafísica que es significativamente diferente
de la del realismo agencial (31). Recordemos que, según el realismo agencial, no hay objetos
individuales con propiedades determinadas que se revelen simplemente por la medición y,
relacionado a esto, la complementariedad significa la indeterminación metafísica de la propiedad
que no se mide. Los fenómenos son lo fundamentalmente real de lo que se deriva la separación
entre objeto de estudio, aparato y observador con diferentes intra-acciones que producen
diferentes límites. En comparación, la ontología de la mecánica bohmiana (32) se compone de
partículas individuales con posición y velocidad (instantánea) determinadas (33), lo que
proporciona trayectorias predeterminadas a través del espacio y el tiempo (34). Las partículas
bohmianas son “beables locales” individuales en la terminología de Bell (2001). Cualquier
acontecimiento se contabiliza en términos de estas trayectorias de las partículas que constituyen
todos los elementos implicados en el suceso (Dürr et al., 2004). En una medición, por ejemplo,
tanto el objeto de estudio como el aparato de medición deben incluirse en la descripción
bohmiana para obtener resultados correctos. Por tanto, lo ideal sería que todo el universo debería
estar incluido en la descripción Bohmiana.
Este rasgo descriptivo proporciona dos similitudes con el realismo agencial, pero muchas
más diferencias. En primer lugar, la mecánica bohmiana borra la división ontológica entre los
objetos cuánticos y los experimentos que los estudian, que también se sigue de su fusión en
fenómenos en el realismo agencial. En segundo lugar, para reproducir la fenomenología cuántica,
todas las propiedades, aparte de la posición y la velocidad se producen a partir de la interacción
entre el objeto cuántico y el aparato (o más en general, el entorno) (35). Estas propiedades -
incluyendo la energía, el momentum y el espín- no preexisten a la medición; de nuevo, una tesis
que también es fundamental para el realismo agencial. Sin embargo, la importancia es muy
diferente. En la mecánica bohmiana, un contexto experimental no proyecta- o performa, como
diría Barad,- estas propiedades de indeterminadas a determinadas. Más bien, estas propiedades
pueden considerarse simplemente como inexistentes en la mecánica bohmiana. Funcionan como
libros de contabilidad para las posiciones cambiantes de las partículas que, en última en última
instancia son reales (36): "el estado de un sistema físico está completa y precisamente
determinado, en cualquier momento en el tiempo, por las posiciones reales de las partículas y la
función de onda, fijando cómo cambian las posiciones en el tiempo" (Lazarovici et al., 2018, p. 7)
Que las implicaciones son diferentes en aspectos cruciales en otras interpretaciones están
incluso en el caso de aquellas interpretaciones que Barad encuentra que "tienen importantes
características en común entre sí y con el punto de vista [realismo agencial] presentado aquí"
(Barad, 2007, p. 333). Estas interpretaciones (supuestamente) asociadas, son la interpretación de
Ítaca de Mermin (1998) y la mecánica cuántica relacional de Rovelli (1996). Esta última, en
particular, es superficialmente similar al realismo agencial en su explicación de la medición, las
propiedades y los observadores. La mecánica cuántica relacional rechaza "la noción de valores de
las magnitudes físicas independientes del observador" (Rovelli, 1996, p. 1637). Esto implica
inmediatamente que no se pueden atribuir valores determinados de propiedades a los objetos
cuánticos tal y como son en sí mismos. Rovelli, sin embargo, va más allá y argumenta que tales
valores dependen del observador en el sentido de que nunca son intrínsecos al objeto cuántico:
"La actualización del valor es una noción relacional como la velocidad" (Rovelli, 2018, p. 6). La
velocidad de algo es siempre relativa a algún observador (37) y lo mismo ocurre con el valor de
todas las propiedades en la mecánica cuántica relacional. Aunque el modo de presentación de
Rovelli sigue siendo uno en el que el valor se atribuye al objeto observado, o al sistema, parece
equivalente adoptar un modo relacional en el que la velocidad, por ejemplo, es el movimiento
relativo del observador y lo observado. Esto se aproxima mucho a la atribución de propiedades
que hace Barad al conjunto relacional de los fenómenos.
Esto se aproxima mucho a la atribución de propiedades que hace Barad al conjunto relacional de
los fenómenos.
Además, como también ocurre en el realismo agencial, no hay una frontera inherente entre
el objeto y el observador en la mecánica cuántica relacional: "La mecánica cuántica nos obliga a
distinguir entre sistema y observador, pero nos da libertad para trazar la línea que distingue a
ambos" (Rovelli, 1996, p. 1643). Esta división o corte agencial en la terminología de Barad- es
necesaria, según Rovelli, ya que el observador no puede formar parte de la descripción mecánica
cuántica en términos de función de onda, si el observador ha de determinar el valor de algún
observable relacionado con el objeto. Esta característica es central en la respuesta de Rovelli al
problema de la medida donde O es un observador que mide y, por tanto, observa un valor
determinado para algún observable inicialmente superpuesto del sistema, S.
La evolución unitaria no se rompe por misteriosos saltos cuánticos físicos, debido a efectos
desconocidos, sino simplemente porque O no está dando una completa descripción dinámica
completa de la interacción. O no puede tener una descripción completa de la interacción de S
consigo mismo (O), porque su información es correlación, y no tiene sentido estar correlacionado
con uno mismo (Rovelli, 1996, p. 1666)
o bien estamos describiendo una marca en el "organismo de medida" [...], en cuyo caso lo que mide
es su correlación con el sistema con el que intra-actúa, constituyendo un fenómeno particular; o
bien realizamos una colocación diferente del corte agencial, utilizando una disposición
experimental diferente, de modo que el fenómeno "original" completo, incluyendo esta vez lo que
antes se había marcado como el "organismo de medida", sea medido por el "nuevo" "organismo
de medida" en cuyo caso es posible caracterizar el entrelazamiento existente" (Barad, 2007, p. 348).
Sin embargo, también hay diferencias importantes entre estas dos soluciones al problema
de la medición. Para Barad, no hay colapso, o mejor dicho, no hay destrucción, del entrelazamiento
entre el observador y lo observado en la medición. La apariencia de lo contrario surge del hecho
de que el aparato de medición no puede medirse a sí mismo; sin embargo, el entrelazamiento
está ahí todo el tiempo: "no debemos concluir del hecho que el entrelazamiento no se haga
explícito mediante esta medición que el entrelazamiento se haya 'desenredado' ontológicamente"
(Barad, 2007, p. 348).
De este modo, Barad parece sugerir que la descripción obtenida por un organismo de medición
dentro de un fenómeno es incompleta, ya que no incluye esta "extensión de los enredos que
tienen lugar a través de las intra-acciones de medición" (Barad, 2007, p. 350). En contraste, Rovelli
insiste en que la función de onda con su superposición -y, por tanto, el posible entrelazamiento-
no es más que un dispositivo de contabilidad. Describiendo un suceso cuántico como "la
actualización del valor de una variable en una interacción", Rovelli sostiene que "[l]a ontología
adecuada para [la mecánica cuántica relacional] es una ontología dispersa de sucesos cuánticos
(relacionales) que ocurren en interacciones entre sistemas físicos" (2018, p. 7; véase también
Smerlak & Rovelli, 2007).El mundo consiste en una secuencia de interacciones entre sistemas
donde las magnitudes físicas toman valores determinados, lo que significa, por supuesto, que los
sistemas preceden a las interacciones.
Aunque los valores siguen siendo relacionales, esta ontología de los sistemas reales y las
interacciones es profundamente diferente del holismo relacional que implica el tratamiento de los
fenómenos como primitivo ontológico en el realismo agencial. Sin embargo, en este caso esta
diferencia ontológica significa más que el carácter distintivo del realismo agencial en comparación
con otras interpretaciones de la mecánica cuántica. Cualquier teoría que presente el colapso tras
la medición se enfrenta a la dificultad de explicar el colapso (o al menos indicar cuándo se produce
un colapso y cuándo el contacto entre sistemas sigue la evolución unitaria dada por la ecuación
de Schrödinger) (38).
6 Conclusión
Como hemos visto, la invocación por parte de Karen Barad del punto de vista de Bohr sobre la
mecánica cuántica en apoyo de su propio realismo agencial se basa en una lectura
sustancialmente errónea de su filosofía. Aparte de su interpretación ontológica del uso que hace
Bohr de la palabra "fenómeno", que no se corresponde con el uso epistémico de Bohr, elle quiere
eliminar las distinciones epistémicas entre sujeto-objeto, conocedor-conocido y palabra-mundo.
De nuevo, muy poco en los escritos de Bohr respalda tal afirmación. Aunque Barad no es el/la/le
primer autor que interpreta a Bohr como realista, también hemos visto que su interpretación
realista es radicalmente diferente de la de otros. Dicho esto, podría considerarse que Barad sigue
otras interpretaciones recientemente influyentes de la mecánica cuántica, como el QBismo (p. ej.,
Fuchs et al., 2014), que también se inspira en Bohr, pero sin pretender, sin embargo, que
representen los puntos de vista reales de Bohr. Esto es coherente con la ambición principal de
Barad de determinar qué "cuestiones epistemológicas y ontológicas nos obliga a afrontar la física
cuántica". No obstante, hay interpretaciones de la mecánica cuántica cuya epistemología y
ontología son radicalmente diferentes de la del realismo agencial, siendo la mecánica bohmiana
un ejemplo. La interpretación de Barad es, en el mejor de los casos, una entre muchas
interpretaciones de la mecánica cuántica. En otras palabras, el realismo agencial no nos viene
impuesto por la mecánica cuántica, a pesar de las impresiones ocasionales de lo contrario en los
escritos de Barad. Además, incluso como interpretación de la mecánica cuántica, el realismo
agencial tiene sus dificultades, especialmente en relación con el problema de la medición, en el
que requiere un estudio más profundo para evaluar si la explicación realista agencial de este
problema es siquiera coherente.
Como teorización social, las ideas de Barad son profundas, interesantes e incitan a la
reflexión, y no hemos argumentado aquí que el realismo agencial carezca de méritos. Sólo hemos
argumentado que, si los hay, no se derivan de la mecánica cuántica.
Agradecimientos
Agradecemos a Henry Folse sus comentarios y aclaraciones sobre su interpretación de los escritos
de Bohr. Rasmus Jaksland también quiere dar las gracias a Hanne Andersen por sus discusiones y
por animarnos a continuar con este trabajo.
Financiación de acceso abierto proporcionada por NTNU Norwegian University of Science and
Technology (incl Hospital St. Olavs - Hospital Universitario de Trondheim)
Notas
(1) Somos conscientes de que la mecánica cuántica, y la práctica que la envuelve, han sido
ampliamente estudiadas fuera de estas disciplinas mencionadas por investigadores de historia,
estudios científicos y estudios culturales (p. ej. Aronowitz, 1988; Harding, 1986, 1991; Hayles, 1984;
Keller, 1995; Pickering, 1984; Plotnitsky, 1994). Distinguimos, sin embargo, estos usos de la
mecánica cuántica de aquellos en los que aparece como parte de la justificación o inspiración de
la teorización desarrollada. En otras palabras, cuando se utiliza la mecánica cuántica -lo que nos
interesa aquí-, la mecánica cuántica no es (sólo) el objeto de estudio, sino parte del complejo
teórico que informa ese estudio.
(2) Como señala un investigador en un reciente debate sobre la influencia de Barad en las ciencias
sociales: "Más recientemente, en muchas áreas de la investigación social y filosófica, la etiqueta
'cuántica' se ha vuelto extremadamente deseable" (Dunk, 2019, p. 1).
(3) Para un estudio de los mismos, véase, por ejemplo, Dolphijn y Van der Tuin (2012).
(5) Ni Barad ni ninguno de los otros exponentes del uso de la mecánica cuántica en la teorización
social han publicado sus hallazgos en revistas de física o de filosofía de la física, aunque Barad
(1984, 1988) tiene un par de publicaciones de la corriente principal de la física que, sin embargo,
no mencionan el realismo agencial.
(7) Barad (2007, p. 287) enumera otros enfoques de la mecánica cuántica, como la interpretación
de muchos mundos, la mecánica de Bohm, la teoría del colapso espontáneo y la decoherencia,
pero ninguno de ellos se ha ampliado o relacionado con el realismo agencial de Barad que se
basa en su interpretación de Bohr. Los que han discutido el realismo agencial en un contexto de
filosofía de la física se han centrado en otros temas; por ejemplo, Harrell (2016, sección 2.3.3)
presenta el realismo agencial como una filosofía feminista de la física y Richardson (2010, p. 349),
que sitúa el realismo agencial en el contexto más amplio de la filosofía feminista de la ciencia.
(8) Además, Barad insiste en que su relato está "en considerable concordancia con rasgos
individuales de muchos de los textos secundarios habituales sobre la filosofía de la física de Bohr"
(2007, 122).
(9) Este riesgo queda ejemplificado cuando Vicky Kirby recurre a Barad como único recurso sobre
mecánica cuántica en un libro titulado Quantum Anthropologies y en el que la mecánica cuántica
se describe como "de crucial importancia para mi argumento" (Kirby, 2011, p. 76).
(10) Véanse también Nadeau y Kafatos (2001), Grandy (2010) y Haven y Khrennikov (2013), por
citar algunos.
(11) Parte de esa valoración crítica de la obra de Wendt ya ha sido realizada por DeCanio (2017)
y Waldner (2017), concluyendo este último: "La moraleja de esta historia es que, con toda
probabilidad, no necesitamos convertirnos en científicos sociales cuánticos" (Waldner, 2017, p.
200). Es una conclusión similar la que defendemos con respecto al realismo agencial de Barad.
(12) Más concretamente, los operadores relacionados con las dos propiedades incompatibles no
conmutan.
(14) Por supuesto, a menudo tenemos alguna inexactitud en la medición, de modo que la posición
o el momento, sea lo que sea lo que midamos, sólo se conoce con cierta precisión. Esta
incertidumbre, sin embargo, es diferente de la indeterminación de la mecánica cuántica.
(15) Lo que ocurre exactamente cuando la función de onda "colapsa" en un valor particular de
una propiedad (un eigenvalue en términos técnicos) es el centro del debate sobre el problema de
la medición en la mecánica cuántica. El relato que se hace aquí intenta describir lo que ocurre
según el formalismo cuántico, y las diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica
proporcionarán diferentes historias para la ontología asociada, como veremos en la sección 5.
(16) Quizá esto se ilustre mejor con el espín. Si consideramos una partícula de spín- ½ y
realizamos mediciones de su rotación en dos direcciones ortogonales, encontraremos que no hay
correlación entre las mediciones del espín en la misma dirección. La probabilidad de obtener
espín hacia arriba sería de 0,5, si la medida de espín precedente se hiciera en una dirección
ortogonal, incluso si la medida anterior en la en la primera dirección.
(17) Barad toma prestadas las nociones de "fenómeno" y "agencias de observación" directamente
de Bohr, aunque, como veremos más adelante, distorsiona su significado para sus propios fines.
(18) Esto lleva a Barad a sostener que la separación entre objeto y aparato no es fija; una opinión
que Heisenberg defiende en oposición a Bohr (Bächtold, 2017; Schlosshauer & Camilleri, 2017).
(19) En este sentido, el realismo agencial se asemeja al realismo estructural óntico (por ejemplo,
French & Ladyman, 2003), pero esta similitud no se profundizará aquí.
(20) Como observa Vetlesen (2019, cap. 3), lo que implican estas intra-acciones y cómo promulgan
las diferentes configuraciones de objeto y agencia de observación nunca se explican
suficientemente; especialmente más allá del entorno de laboratorio de la mecánica cuántica.
(21) Como tal, tanto el conocimiento como la agencia deben atribuirse a los fenómenos en su
conjunto, algo que Barad emplea como parte de un programa posthumanista y neomaterialista.
Sin embargo, no vamos a seguir debatiendo estas posturas aquí.
(22) Barad resume el dualismo conocedor/conocido como la opinión "de que las mediciones
revelan los valores preexistentes de las propiedades de objetos independientemente existentes
como separados de las agencias de medición" (Barad, 2007, p. 107).
(23) Barad lo explica mejor: El significado no es una propiedad de palabras individuales o grupos
de palabras, sino una actuación continua del mundo en su danza diferencial de inteligibilidad e
ininteligibilidad". (Barad, 2007, p. 149).
(25) Sigue siendo una cuestión de debate cuál es exactamente la actitud de Bohr hacia la función
de onda y qué considera Bohr como la justificación y las implicaciones filosóficas de la insistencia
en que los conceptos complementarios sólo tienen sentido en el contexto experimental
pertinente. Barad ofrece una lectura claramente ontológica de Bohr, lo que la hace poco
convencional en un campo que comprende principalmente varias lecturas no ontológicas, siendo
las más comunes: epistémica (p. ej. Murdoch, 1987), pragmatista (por ejemplo, Folse 2017; Stapp
1972), funcionalista (por ejemplo, Camilleri & Schlosshauer, 2015), kantiana (por ejemplo, Honner,
1987), instrumentalista (por ejemplo, Popper, 1962, cap. 3), o naturalista (por ejemplo, Faye, 2017)
lecturas de Bohr. En general, cualquier lectura ontológica ha sido fuertemente combatida por el
antiguo ayudante de Bohr, Aage Petersen (1963).
(26) Barad (2007, nota a pie de página 94) menciona a Favrholdt (1994) en una lista de otras
lecturas realistas de Bohr, pero no profundiza más en las semejanzas.
(27) Zinkernagel (2015, 2016) refuta que Bohr viera esta necesidad de separar epistémicamente
el objeto y el aparato de medición, que de otro modo estarían entrelazados. En su lugar,
Zinkernagel sostiene que Bohr consideraba que el aparato de medición en su conjunto era clásico
y, por tanto, no estaba sujeto a entrelazamiento. Esto, por supuesto, no es mejor para la propuesta
de Barad de que Bohr consideraba que el objeto y el aparato de medición se encontraban en un
estado ontológico de entrelazamiento cuántico. Aunque se discute la opinión de Bohr sobre el
entrelazamiento, Barad se queda solo con su interpretación ontológica también en este punto.
(28) El representacionalismo es, por supuesto, objeto de debate. Sin embargo, muchos estarán
de acuerdo en que existe una interdependencia elemental entre el lenguaje y el mundo.
(29) Que las propiedades se apliquen en determinadas circunstancias no es, por supuesto, algo
propio de la mecánica cuántica.
(30) Véase también Barad (2007, cap. 7) para una descripción detallada de las desigualdades de
Bell y sus consecuencias para las teorías de variables ocultas locales.
(31) No estamos diciendo que Barad desconozca la mecánica bohmiana aunque sólo se mencione
una vez en el texto principal como parte de una lista de otras interpretaciones de la mecánica
cuántica (Barad, 2007, p. 287); de las que no se habla más.
(32) No nos interesa una discusión exegética sobre los detalles de los compromisos metafísicos
de Bohm, sino más bien la concepción contemporánea de la ontología de la mecánica bohmiana.
Para un histórico, véase Seager (2018).
(33) La velocidad no es un grado de libertad independiente, ya que la ley guía de Bohm es una
ecuación diferencial de primer orden. Por lo tanto, relaciona directamente la posición con la
velocidad a través de la función de onda.
(34) Sigue siendo una cuestión abierta cómo tratar la función de onda en la mecánica bohmiana.
Para simplificar la comparación con el realismo agencial, el presente informe asume
implícitamente una interpretación disposicional de la mecánica bohmiana (Belot, 2012; Esfeld et
al., 2014).
(35) Formalmente, esto se deduce de un teorema de no-go debido a Kochen y Specker (1968),
pero más heurísticamente la mecánica bohmiana aún debe reproducir la aparente
indeterminación en la mecánica cuántica discutida en la sección 2. Las partículas bohmianas no
son, en este sentido, partículas clásicas, aunque la mecánica bohmiana a veces (erróneamente) se
considere como mecánica clásica con interacciones no locales entre las partículas.
(36) Puede sonar absurdo denunciar la existencia de estos otros "observables" en mecánica
cuántica; sin embargo, como argumentan Lazarovici et al. (2018) entre otros, lo que medimos en
última instancia son posiciones y cambios de posición. Ninguna de los otras observables es
directamente observable.
(37) Es importante destacar aquí que la mecánica cuántica relacional respalda una noción muy
liberal de 'observador' "donde un observador puede ser cualquier sistema físico" (Smerlak &
Rovelli, 2007, p. 429). Este podría ser otra diferencia con el realismo agencial, en el que una
medición implica dejar una marca en el organismo que mide.
(38) Véase Brown (2009) para una discusión de esta cuestión en el contexto de la mecánica
cuántica relacional.
(39) Aunque esto no deja ninguna contradicción en la mecánica cuántica relacional, Laudisa
(2019) sostiene que no es satisfactorio explicativamente, tratar simplemente esta evolución como
un hecho bruto.
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