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PRÁCTICO

Primero. Concesión a la isla de Cuba de las mismas condiciones políticas, orgánicas


y administrativas de que disfruta la Isla de Puerto Rico.
Segundo. Olvido de lo pasado respecto de los delitos políticos cometidos desde el
año 1868 hasta el presente y libertad de los encausados o que se hallen cumpliendo
condena dentro y fuera de la isla. Indulto general a los desertores del Ejército
español, sin distinción de nacionalidad, haciendo extensiva esta cláusula a cuantos
hubieran tomado parte directa o indirectamente en el movimiento revolucionario.
Tercero. Libertad a los esclavos y colonos asiáticos que se hallan hoy en las filas
insurrectas.
Cuarto. Ningún individuo que en virtud de esta capitulación reconozca y quede bajo
la acción del Gobierno español podrá ser compelido a prestar servicio de guerra
mientras no se establezca la paz en todo el territorio.
Quinto. Todo individuo que desee marchar fuera de la isla queda facultado para
hacerlo y se lo proporcionarán por el Gobierno español los medios de hacerlo sin
tocar en poblaciones si así lo desea.
Sexto. La capitulación de cada fuerza se hará en despoblado, donde con antelación
se depositarán armas y demás elementos de guerra.
Séptimo. El general en jefe del Ejército español, a fin de facilitar los medios de que
puedan avenirse los demás departamentos, franqueará todas las vías de mar y
tierra de que pueda disponer.
Octavo. Considerar lo pactado con el Comité del Centro como general y sin
restricciones particulares para todos los departamentos de la isla que acepten estas
proposiciones.
SOLUCIÓN

El documento objeto de estudio es un texto, concretamente se trata de una fuente


primaria, de naturaleza político-jurídica, tal y como puede extraerse del formato
articulado del texto y de la terminología y redacción del mismo. El autor del
documento es el Comité del Centro, presidido por Emilio Luaces y cuyo secretario
era Rafael Rodríguez, por lo que su autor es público, al ser elaborado por un
organismo creado con la intención de poner fin a las hostilidades hispano-cubanas.
Su destinatario también es público, ya que el acuerdo no era secreto, sino que
pretendía ser conocido por todos. El contexto histórico en el que podemos situar el
práctico es el de la independencia de las últimas colonias españolas en América,
concretamente Cuba, tras el primero de los tres conflictos bélicos que enfrentaron a
cubanos y españoles a finales del siglo XIX. Con los datos anteriormente expuestos,
podemos afirmar que el texto es el Pacto o Paz de Zanjón que puso fin a la Guerra
de los Diez años (1868-1878) entre Cuba y España.

En cuanto al análisis interno del práctico, más allá de la idea principal implícita en el
documento referente al cese de las hostilidades hispano-cubanas, al tratarse de un
texto articulado cuenta con tantas ideas como artículos que desarrollaremos a
continuación. El primero de los artículos garantiza la autonomía administrativa de la
isla, ofreciendo una cierta descentralización con las mismas condiciones “orgánicas,
políticas y administrativas” que tenía Puerto Rico, lo que en la práctica se tradujo en
la posibilidad de confeccionar presupuestos, tanto en los ayuntamientos como en la
Diputación provincial. El segundo artículo del pacto garantiza la amnistía e indulto
de los insurrectos durante la Guerra de los Diez años, tanto por delitos políticos
como militares durante el conflicto. El tercero de los artículos del texto ofrece la
libertad a los esclavos que han participado en la revuelta, lo que estrictamente no se
tradujo en la abolición de la esclavitud, una de las demandas de los cubanos. El
cuarto artículo vincula la adhesión de los insurrectos al Gobierno de España hasta
que todo el territorio de Cuba se haya pacificado. El quinto artículo busca facilitar el
exilio o salida de la isla de todo aquel que lo desee, en el marco de la política del
gobierno de “españolizar” la isla para sofocar las ansias independentistas de la
colonia, facilitando en estos años la llegada de españoles peninsulares a este
territorio. Este artículo, como el primero, segundo y tercero, fueron sugeridos por las
fuerzas españolas, concretamente por Martínez Campos, mientras que el resto de
los artículos de la Paz de Zanjón fueron propuestos por los insurrectos. El artículo
sexto garantiza las condiciones de rendición, llevándose a cabo en “despoblado” y
sin armas. El séptimo artículo propone el uso de los medios terrestres y marítimos
del ejército español para garantizar el cumplimiento del pacto y el octavo pone el
acuerdo a disposición del Comité del centro y del resto de departamentos de la isla.

Desde la llegada de Colón a la isla de Cuba a finales del mes de octubre de 1492,
este territorio se había convertido en uno de los enclaves más destacados para los
españoles en América, bien por su posición estratégica, bien por razones de
carácter económico. En el gobierno de la isla, dependiente a lo largo de su historia
colonial del Virreinato de Nueva España o como Capitanía General a partir del siglo
XVIII, no encontraremos notables diferencias con el resto de territorios
hispanoamericanos, con los peninsulares ostentando los puestos más destacados y
alejando a los criollos, y nativos por supuesto, de los cargos de responsabilidad.
Desde el punto de vista social, la llegada de esclavos a la isla será ya una constante
desde el siglo XVI, con compras a Portugal por ejemplo, ante la escasez de mano
de obra nativa a raíz de la reducción de su población. Entre otros motivos, el
elevado número de esclavos negros y el temor a su sublevación, facilitará el control
de la isla por parte de las autoridades españolas durante las Guerras de
independencia hispanoamericanas que tuvieron lugar en el primer tercio de siglo y
que pondrán fin al Imperio español en América.

Cuba será, junto a Puerto Rico, el último gran territorio colonial en el Nuevo
Continente. A la hora de hablar de su proceso de independencia, no podemos
menospreciar la influencia de la Escuela de Salamanca, con el “derecho de gentes”
desarrollado por Francisco de Vitoria que legitima la soberanía de los pueblos de
ultramar por el mero hecho de ser hombres, o las aportaciones de la propia
Ilustración hispanoamericana con pensadores como Eugenio Espejo. Pero más
pesaron, en tanto que base doctrinal y ejemplo a seguir, los procesos de
emancipación del resto de colonias españolas en América y la independencia de las
Trece Colonias un siglo antes. De hecho, serán los Estados Unidos de América uno
de los pilares e instigadores de los insurrectos, amparándose en la Doctrina Monroe
con su famosa sentencia “América para los americanos”, enunciada por Adams y
atribuida al presidente estadounidense que le dió nombre, así como también
sirvieron de ejemplo para los cubanos tras la abolición de esclavitud en los Estados
Unidos al finalizar la Guerra de Secesión (1861-1865).

Durante la Guerra de la Independencia española, Cuba proclamaría como rey a


Fernando VII, pero también tuvieron lugar las primeras revueltas abolicionistas entre
1811 y 1812, lideradas por José Antonio Aponte. Una vez sofocadas, con el
gobierno de los Borbones restablecido en Madrid y con la pérdida del Imperio
colonial en el primer tercio del siglo XIX, será cuando la economía cubana se
desarrolle sobremanera gracias al cultivo de la caña de azúcar y tabaco, con el
tráfico de esclavos y la propia esclavitud como mano de obra en estas plantaciones.
Las cifras no son exactas, pero se calcula que podrían haber entrado cerca de
medio millón de esclavos africanos en la isla hasta los años setenta del siglo que
nos ocupa. Con el paso de las décadas, la economía cubana dependía de la
plantación de estos productos, sobre todo el azúcar, con un número creciente de
esclavos.

La inestabilidad política en el territorio peninsular, así como la delicada situación


económica, social y política de Cuba sentaron las bases para que los insurrectos
cubanos iniciasen sus revueltas en 1868. Y es que en septiembre de ese año en
España tendrá lugar la Septembrina, la revolución que llevará al exilio a Isabel II y
marcará la etapa conocida como el Sexenio Democrático en nuestro país. Mientras,
en Cuba, desde el punto de vista económico, el rígido control comercial de la isla
por parte de las autoridades españolas, así como el destino de los fondos extraídos
en Cuba a asuntos externos a la isla (como la financiación armamentística del país,
en vez de invertir en modernizar la industria azucarera), movilizó a los hacendados
cubanos. Desde el punto de vista social, el ejemplo de la Guerra de Secesión
estadounidense (1861-1865) y la posterior abolición de la esclavitud en este país,
sirvió de acicate a los abolicionistas cubanos. Y desde el punto de vista político, la
falta de libertades públicas (ausencia de libertad de prensa o prohibición de formar
partidos políticos) y autonomía de la isla favorecieron el inicio de las hostilidades en
la primera de las guerras hispano-cubanas: la Guerra de los Diez Años (1868-1878).

El hecho que marca el inicio de la contienda es el conocido Grito de Yara el 10 de


octubre de 1868, pronunciado por el hacendado Carlos Manuel de Céspedes,
publicando el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, donde queda
patente las intenciones de los insurrectos: independencia e igualdad de todos los
hombres, independientemente del color de su piel, aboliendo, por tanto, la
esclavitud. Desde el punto de vista militar, unos y otros emplearon la táctica de la
tierra quemada, destruyendo abundantes plantaciones de caña de azúcar, por
ejemplo. La contienda se alargó diez años, en buena medida, por la escasa
capacidad de la metrópoli de controlar a los insurrectos, enviando soldados mal
equipados y poco preparados, además de contar en el Gobierno de España con una
inestabilidad institucional que no favoreció la toma de decisiones militares en lo que
respecta a la victoria militar en la contienda. Por otro lado, desde el punto de vista
de las fuerzas cubanas, su derrota en este conflicto está relacionada con la falta de
recursos tras una década de guerra, el caudillismo y las contradicciones entre los
mambises en el desarrollo de la contienda y la traición de algunos jefes militares
cubanos, siendo, para algunos, una de las más sonadas la de Juan Bautista
Spotorno, al virar desde la radicalidad manifiesta en el Decreto Spotorno,
condenando a muerte a todo aquel emisario que hiciese proposiciones de paz
ajenas a los principios de los rebeldes, una postura más moderada al frente del
Partido Autonomista a finales de siglo.

La Guerra de los Diez Años llegará a su fin en 1878, ya que la restauración


borbónica en Madrid al frente de Alfonso XII, con Cánovas del Castillo como
impulsor y con Martínez Campos sobre el terreno cubano dirigiendo las
conversaciones de paz, en tanto que jefe de la delegación española. Uno de sus
grandes logros será, precisamente, la gestión final de este conflicto, consiguiendo
que los mambises cubanos aceptasen los términos del acuerdo. Texto que es objeto
de nuestro estudio: el Pacto o Paz de Zanjón.

Esta no será la última de las luchas hispano-cubanas. No habrá que esperar mucho
para que se reanudaran las hostilidades, esta vez en la Guerra Chiquita
(1879-1880), consecuencia de la insatisfacción generada por el incumplimiento de la
Paz de Zanjón. El conflicto finalizará también con victoria del bando español liderado
por el propio Martínez Campos e impulsará el fin de la esclavitud en Cuba, tras ser
aprobada su abolición por el Congreso de los Diputados el mismo año de
finalización de este conflicto. Pero no quedará ahí la lucha, será en 1895 con el
Grito de Baire, el levantamiento armado liderado por José Martí, cuando se inicie el
tercero de los conflictos militares hispano-cubanos, esta vez definitivo tras la entrada
en la guerra de los Estados Unidos. El país norteamericano, tras presentar durante
el siglo XIX varias ofertas de compra de la isla a España, se personó en el conflicto
tras la voladura del acorazado Maine en febrero de 1898, externalizando el conflicto
cubano que pasó a ser hispano-estadounidense. El rápido desenlace de esta
guerra, que se extendería al resto de colonias españolas en América y Asia,
conllevaría una derrota aplastante para España, quedando plasmada en el Tratado
de París de diciembre de 1898, por el que se acuerda la futura independencia de
Cuba, concretada en 1902, y la cesión de Puerto Rico, Filipinas y Guam a los
Estados Unidos de América. El resto de islas del Pacífico, Carolinas, Marianas y
Palaos, serán vendidas a Alemania un año después, en 1899. Es el fin del Imperio
español en América, un proceso iniciado prácticamente un siglo antes, a comienzos
del siglo XIX.

En España, la pérdida de las últimas colonias americanas y asiáticas desembocará


en la conocida Crisis del 98, removiendo los cimientos del régimen de la
Restauración y provocando la aparición del Regeneracionismo, con Joaquín Costa a
la cabeza. Desde el punto de vista militar, el desprestigio del ejército en las acciones
exteriores provocó una preocupación mayor de este colectivo hacia los asuntos
internos, una práctica cuya raíz encontramos en los pronunciamientos militares del
siglo XIX, y que se traducirá en una fuerte intervención política de los militares
durante el siglo XX. Su ejemplo más patente ese la Guerra Civil Española y el
régimen del General Franco.

Por su parte, Cuba conseguirá la independencia efectiva en 1902, pero siempre bajo
el amparo, protección y control de los Estados Unidos de América. Durante la
primera mitad del siglo XX, la isla conocerá dictaduras militares como las de
Gerardo Machado y Fulgencio Batista. Será este último dictador al que se enfrenten
los revolucionarios de Fidel Castro en 1959. En el marco de la Guerra Fría y
victorioso en la Revolución cubana, Castro encontrará en la URSS el aliado
necesario e imprescindible para librarse de la influencia de los Estados Unidos. La
crisis de los misiles cubanos (1962) marcará el inicio del embargo económico a la
isla, que con matices ha llegado hasta nuestros días. Como también hasta hoy llega
el régimen creado por Catro, ahora bajo la presidencia de Miguel Díaz-Canel, donde
el estado cubano sigue luchando por mejorar las condiciones de vida de la antigua
colonia española desde una óptica socialista.

Para finalizar el análisis del presente documento, añadir que en su resolución nos
han sido de gran utilidad textos como “Historia de España” de Pérez, “Historia del
siglo XX” de Hobsbawn o “Naciones de rebeldes” de Lucena Salmoral.
Por último, como comentario final añadir que los contenidos expuestos en el
presente comentario podrán ser de gran utilidad en la vida profesional de un
docente, al estar presentes en el desarrollo de asignaturas como “Geografía e
Historia” de 4º de ESO, “Historia del Mundo Contemporáneo” de 1º de Bachillerato o
“Historia de España” en 2º de Bachillerato, tal y como viene recogido en la
legislación educativa vigente de desarrolla el currículo en secundaria y bachillerato,
concretamente el RD 1105/2014 y, en el caso de la Comunidad de Madrid, el
Decreto 48/2015 para la ESO y el Decreto 52/2015 para Bachillerato.

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