Clemente, María del Pilar, 2007

Tropa urbana / María del Pilar Clemente

Santiago: Grupo Editorial Norma, 2007.
160 p.; 21 cm. -(Zona libre)
ISBN 978-956-300-118-1

Un mal comienzo (1) 7

Estalla la guerra (2) 17
El brother dragón (3) 25
Título original:
Tropa urbana
El desafío (4) 35
Copyright © María del Pilar Clemente, 2007 Luz, cámara y hip hop (5) 43
Publicado en español de acuerdo con María del Pilar Clemente.
Señales peligrosas (ó) 51
Copyright © Editorial Norma, S. A., 2005, para Estados Unidos,
México, Guatemala, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Las pistas despistan (7) 59
República Dominicana, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú,
El graffiü azul (8) 67
Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile
A. A. 53550, Bogotá, Colombia La oficina confidencial (9) 77
EL KiltrO se acerca (10) 89
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin permiso La hora del dragón (11) 101
escrito de la Editorial. Se inicia otro juego (12) 105
Impreso por Imprenta Salesianos S. A. Contrarreloj (13) 113
Impreso en Chile - Printed in Chile El acertijo y el Pepe A (14) 121
Mayo, 2007 '
Sigue el misterio (15) 129
Edición: Liliana García Urmeneta Cae uno (16) 135
Diagramación: Gloria Barrios
La emboscada (17) 139
C. C. 12. 578 La persecución (18) 147
ISBN 978-956-300-118-1
Primer plano y final (19) 155
Dedicado a mis sobrinos
Francisco (Pancho)
y Ángeles (Kaky) Aldunate.

N unca pensé que cumplir 15 a§os

fuera algo tan complicado. Mis papás, tíos
y todos los que formamos la gran familia
Arévalo, me habían advertido: Kaky, final­
mente saldrás de la "edad del pavo" y se te
pasarán las tonterías. Lo decían riéndose,
como si fuera a quedar atrás la etapa de
andar haciendo el ridículo, de sentir fu­
ria contra el mundo, de andar con ropa
que te queda mal, con caderas que se te
agrandan, pechos que no te crecen o que
se te ponen como melones. A los 15, se
supone que ya tendrían que salirte menos

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María del Pilar Clemente
espinillas (gracias al tratamiento), pero igual tienes
que cuidar la dieta para que no se te infle todo el
cuerpo con grasa como le está pasando a mi prima
Coté y a varias otras compañeras de curso, quienes
habían cruzado sin problemas la babosa "edad del
pavo", pero que ahora notan que la promesa publi­
citaria de pasar de patito feo a un glamoroso. cisne
no es tan cierta. Se supone que a esta edad nos de­
finimos; algunas podrían dedicarse a las pasarelas
y otras nunca pasarán por delante de una cáma­
ra televisiva, salvo como reportera internacional. Es
cierto que nadie aspira a ser la modelo tonta de un
shampú; que es mejor ser piloto de guerra, docto­
ra o una genio matemático, pero a los quince años
siempre se nos recuerda a las chicas la apariencia fí­
sica, algo que nos sigue pesando toda la vida. Como
consuelo, es bueno saber que para los hombres es
todavía peor: se ponen peludos, hediondos y la voz
les sale como papagayo, aunque lo que ellos de veras
quieren es pasar por tipos grandes y forzudos. Me­
nos mal que mi colegio es de puras mujeres y no he
tenido que sufrir el mal rato de tipos mirándote más
de la cuenta, o dándoselas de Terminator (agarrándose
a puñetazos por cualquier cosa), según me cuenta mi
primo Francisco, alias el Pancho. Él es mi primo favo­
rito, hijo único de la tía Valeria Arévalo, la hermana
menor de mi papá, que está separada hace como tres
años de mi tío Ramón, quien trabaja como agente
007 de pacotilla o, mejor dicho, el agente 000 peso,
ya que siempre anda sin ni uno en los bolsillos. Él se
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Tropa urbana
dedica a investigar líos de pareja y ese tipo de secretos
que en la series gringas se ven fantásticas, pero que en
la realidad chilena es una actividad poco elegante. A
ellos les cuesta aceptar que a los 15 ya todos sabemos
que en las familias no todo es un cuento de hadas.
Por esto de la separación es que a mi primo no le
gusta mucho ver a su papá, además la tía Valeria
anda medio bajón, aunque lo disimula trabajando
duro como secretaria en una empresa de telecomu­
nicaciones, un trabajo algo más bakán que el oficio
del tío Ramón. Yo pienso que ella todavía lo quiere
y me la juego por decir que el tío Ramón es el más
entretenido de los tíos: tiene alma de caramelo, pienso
yo, ya que es vicioso por los chocolates, aunque sean
de mala calidad, la cosa es que tengan azúcar.
Por su personalidad intelectual, el Pancho asiste
a un liceo mixto "de vanguardia", cerca de la Pla­
za Ñuñoa, por ahí por donde vive él y su mamá
(en un departamento decorado al estilo hippie de los
años '70) con un horrible perro poodle blanco lla­
mado Atila, al que los vecinos siempre regañan por
"hacerse" en las escaleras y por su mala costumbre
de morder los talones cuando uno menos lo espe­
ra. Ahora tiene 16 (el Pancho, no el Atila), y ambos
siempre hemos sido cercanos; recuerdo que antes el
Pancho veraneaba siempre con nosotros (por suerte
el Atila no veranea), pero desde hace tres años él ha
preferido salir con amigos o acompañar a la tía Va­
leria. Mi teoría es que ahora el Pancho siente que ya
ha superado su "edad del pavo", mejor dicho, él cree
María del Pilar Clemente
que no la vivió nunca y nos infla poco desde que
alguien (seguro que era un abuelito cegatón) le dijo
que representaba más para su edad (¡qué perno! ). A
los hombres se les olvida que son más inmaduros
que nosotras, aunque se vean como enormes gorilas
de dos metros; a ellos el cuerpo se les agranda, pero
las neuronas se les achican.
Esta vez el Pancho estuvo a punto de salir de vaca­
ciones con nosotros, es decir, con mis papás, mi her­
mana mayor y yo, porque quería conocer el sur, pero
se arrepintió a tiempo y ¡por suerte! porque se salvó
de la horrible nube negra que se nos puso encima.
Como siempre, me tocó estar de cumpleaños en
febrero, pero este verano no me dejaron invitar a
mi prima Coté ni a ninguna amiga del colegio. Am­
bas somos compañeras de curso del colegio Maison
Francaise en Las Condes. Todos los años me habían
dejado ir con ella (yo también solía viajar con la
familia del tío Eduardo, el papá de la Coté, hermano
mayor de mi papá), pero esta vez se sentía algo es­
peso el ambiente.
Cuento corto: el año pasado terminó bien chanta
para mí. En primer lugar, la Coté andaba con un
genio insoportable porque, entre otras cosas, estaba
engordando. Ya no era tan bakán en gimnasia olím­
pica (a pesar de que había ganado una medalla a los
doce años) y tal parece que se olvidó, porque des­
pués de ese triunfo dejó de lado la gimnasia y quiso
meterse a los talleres de mosaico y fotografía. Pero
ahora le había dado con volver a repetir sus triunfos,
10
Tropa urbana
porque la Fio -la única en el curso hija de un ex em­
bajador- se las andaba buscando con ella. Para peor,
la Florencia Ossandón es una de las pocas compa­
ñeras que sí está viviendo el feliz síndrome de la
transformación en cisne. Antes de la "edad del pavo",
la hubieran visto: era una niñita fome, de pelo corto
y rubio, pecosa, gordita y chica. Ahora sigue rubia,
pero tiene el pelo largo y liso, se puso alta y flaca y se
volvió insufrible. Ella es de las que sabe que podría
salir en cualquier aviso de shampú, ¿me entienden?
Resultado: se metió con la Coté, quien contrario a
ella, pasó de ser un cisne encantador a un pato gor­
dinflón. ¡La vida no es justa, señores! ¿Cuándo es­
cribirán el cuento de una ballena que simplemente
come y come y es feliz? Bueno, parece que eso no
vende. La historia es que las dos locas se desafiaron
en el taller de gimnasia olímpica. Yo le advertí a mi
prima que estaba fuera de práctica y que no olvidara
que la Fio llevaba un año intensivo entrenando en
el gimnasio de un club privado. Pero no, a la Coté le
dio con que sí podía, hasta ensayó en las paralelas y
todo. Es verdad que había adelgazado un poco, pero
desgraciadamente no estaba preparada para el mo­
mento clave: el acto de ponerse la estrecha malla en
los camarines. Dicen que el grito que dio al verse en
el espejo fue impresionante. Resultado: la Fio ganó
sin siquiera competir, ya que la Coté se negó a salir
del camarín, porque le dio con que parecía un hi­
popótamo y de pura angustia comenzó a provocar­
se vómitos. Con decir que la Madame Cristina tuvo
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María del Pilar Clemente
que llevarla a la enfermería para darle un té para los
nervios (sin azúcar, por supuesto).
Entre paréntesis, el episodio de la Coté sirvió para
que el colegio trajera a una nutricionista que alec­
cionó a todos los cursos de secundaria para que le
hicieran la cruz a la comida chatarra y comenzaran
a comer comida sana (aparte de comentar casos de
niñas anoréxicas o bulímicas que vomitan para ser
flacas como las mujeres-barbies). Por lo mismo, aho­
ra cada vez que me quiero comer una "cajita feliz",
de esas con hamburguesas, mayonesa, papas fritas
y todas esas delicias, me siento culpable y corro a
mirarme en algún espejo para comprobar que no
me he convertido en un hipopótamo. Pero también
siento miedo por el impulso que me viene de seguir
comiendo y luego la tentación de expulsarlo todo
en la taza del baño. Nos dijeron que uno se puede
morir de eso, de la anorexia o de la bulimia, quiero
decir.
Aunque todavía no lo he mencionado, tengo una
hermana grande. Bueno, no es tan grande, tiene 17
años. Siempre nos habíamos llevado relativamente
bien, hasta ahora. Sí, ahora que empezó a andar con
un argentino que llegó aquí al edificio donde vivi­
mos en la avenida Colón. Hay que reconocer que el
tipo está bien guapo, también tiene 17 años, pero es
muy pesado (e inmaduro, obvio), a mí, la dura, me
cae mal, es chanta, no lo soporto. Lo peor es que jus­
to este fin de año mi hermana Andrea andaba toda
quebrada haciéndole ojitos al mino. ¡Una lata! Esto
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Tropa urbana
significó que, por primera vez, no va a ir conmigo a
comprar los regalos de Navidad al malí Últimamente
nuestras familias, los Arévalo, entraron en una cri­
sis de alta tensión. Todo esto es porque mi papá y
el tío Eduardo son socios - de dos restaurantes que
ofrecen parrillas de carnes. El restaurante de mi papá
se llama "La Vaca Sabrosa" y el de mi tío "El Toro
Carnúo". La cosa es que para la cena de Navidad,
que se hace en el jardín de la casa de mi abuelita
Nina -con pinos decorados y globos rojos en la pis­
cina- a mi tía Valeria se le soltó la lengua (sospecho
que tomó algo de copete y se puso más sensible), se
le cayó el casette y contó que el tío Eduardo andaba
en líos con las cuentas y dijo que esto perjudicaba
a ambos restaurantes. Yo ni entendí de qué cuentas
hablaban, pero sí me percaté de que mi papá y mi
mamá se trastornaron y de que el tío Eduardo con la
tía Ana se pusieron pálidos y casi se van. A los pri­
mos nos hicieron entrar a la casa a ver tele o a jugar
play station (y eso que lo odian). Con el Pancho nos
asomamos por la ventana del segundo piso y oímos
que las voces estaban subiendo de volumen. La tía
Valeria lloraba y hablaba de algo del pasado y se
quejaba de que la familia nunca le había aceptado a
su marido (el Pancho me contó que la tía Valeria va
al psiquiatra ¡en fin!, supongo que ser grande es casi
más difícil que vivir y superar la "edad del pavo").
Por suerte este drama lo salvó la intervención de mi
mamá y la llegada oportuna del Viejo Pascuero que
venía a entregar regalos. Lo único malo fue que en
13
María del Pilar Clemente
mitad de todo se le cayó la barba blanca y resultó
ser Campitos, uno de los parrilleros de nuestro res­
taurante, que es gordo, rosado y canoso, igualito a
una chuleta. Menos mal que no pasó nada porque
Campitos improvisó algo divertido y dijo que era el
ayudante de Santa Claus en el Polo Norte y que el
Viejo Pascuero había ido a comer longanizas a "La
Vaca Sabrosa" y que quedó tan satisfecho que ya no
se pudo mover por lo que él tuvo que reemplazarlo.
Esto nos hizo reír a todos, en especial, a los viejos, y
el ambiente bélico se diluyó un poco, pero yo me di
cuenta de que las cosas no habían vuelto totalmente
a la normalidad. Mi mamá quedó con una sombra
en la mirada y eso me preocupó. La famosa conver­
sación de las "cuentas" había dejado algo en el aire.
Siguiendo con lo que decía de las vacaciones, nos
fuimos al sur, a una cabaña en el lago Calafquén,
que fue alquilada por mi mamá por internet y, que
por supuesto, no era lo que mi papá esperaba. Hubo
alegatos y discusiones (muchas cosas que eligen o
compran las mamás suelen ser lo que justamente "no
querían" los papás, o al revés, algo atávico, pienso
yo). Para peor, mi hermana no se despegaba del celu­
lar: buscaba y buscaba la señal, que a veces llegaba y
otras se iba (como el Pancho, que siempre dice "voy
y vuelvo" cuando está aburrido, cuando en realidad
quiere irse y no volver). Quería llamar a ya sabemos
quien, hasta que en una de esas parece que le contes­
tó el mino muy enfiestado (repito: inmaduro sin so­
lución) y ella furiosa lanzó el teléfono lejos (tuvimos
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Tropa urbana
que pasar toda una tarde buscando su dichoso celu­
lar; que más encima estaba sin baterías y no pudimos
llamarlo para seguirle la pista). Parece que el amor
seca el cerebro. ¡Qué atroz! Al final lo encontramos
adentro del tarro de basura junto a unos huesos de
pollo asado y restos de tomate (¡gran misterio! ). En
ese momento nos hizo falta el tío Ramón, aunque
tenga puros ceros en su chapa detectivesca.
Las cosas siguieron de mal en peor, los días mara­
villosos del campo sureño se nublaron y empezó la
lluvia. Eso puso furiosos a mis papás (esta vez hubo
acuerdo: no era lo que ellos querían). De partida, mi
papá estaba muy estresado por la situación de los
restaurantes y por lo de la señal intermitente: iba a
llamar al pueblo a cada rato. Al cuarto día de lluvia,
mi papá no pudo más y nos obligó a hacer las ma­
letas y nos regresamos todos a Santiago. Mi mamá
tenía una intuición funesta por lo que el viaje de
vuelta fue tenso y se hizo muy largo. Yo hasta pensé
que podíamos tener un accidente, mal que mal la
energía se sentía negra: mi hermana andaba amu­
rrada (porque el argentinito estaba pasándolo bom­
ba en Reñaca), mi papá tocaba y tocaba la bocina
(porque las carreteras habían colapsado), y mi escasa
tranquilidad de los 15 años recién cumplidos se es­
taba viniendo abajo con la Andrea, taimada con las
neuras del tránsito y con el mutismo de mi mamá.
¡Viaje brígido!
Cuando llegamos a nuestro edificio, después de
subir las cosas y quedar con la lengua afuera, mi
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María del Pilar Clemente

mamá partió al supermercado con la Andrea y mi

papá se fue a "La Vaca Sabrosa", Por casualidad, me
vi pasar en el espejo del baño y di un grito igual que
la Coté: ¡mi pelo estaba más crespo y más seco que
nunca! ¡Parecía un puercoespín! ¿Estaría algo más
alta quizás? ¡Ojalá!, pero lo que me importaba de
verdad era hablar con mi prima para prepararnos
para entrar a clases. El panorama no se veía muy
favorable que digamos, parecía que marzo se nos
caería con todo.

¡ Tal como lo pensé! A principios de

marzo estalló la guerra. Mi papá con el
tío Eduardo dejaron de hablarse por cul­
pa de unos cheques protestados debido a
un mal negocio que intentó hacer mi tío
a nombre de la sociedad. Parece que un
tipo lo estafó (con el grupo de una em­
presa de eventos de mentira) y lo llevó a
falsificar la firma de mi papá para hacer
una súper fiesta temática con bailarines de
samba y todo. La fiesta parecía una buena
oportunidad para levantar los restauran­
tes, pero había que tomar una decisión

16 17
María del Pilar Clemente
rápida (porque los bailarines regresaban a Brasil) y
como mi papá andaba de viaje, mi tío se tuvo que
poner con la firma de mi papá. El asunto feo fue que
se firmaron los cheques pero la fiesta nunca se hizo
porque el tipo se esfumó con la plata y los sambe-
ros. Lo grave no fue eso, sino que le agregó ceros a
los cheques y la suma que se cobró fue en verdad
mucho mayor. El pobre andaba verde de miedo y
como estaba tan urgido no se atrevía a contarle a
mi tía y a mis viejos todo el rollo y entonces la tía
Valeria, que es su confidente, había tratado de dar­
le un empujoncito ese día de Navidad, aunque tal
parece que fue un pésimo momento para lanzar el
misil, pero... ¿cuándo es un buen momento para
recibir un bombazo? "El tipo se veía super bien: alto,
rubio y de ojos azules (algo que en nuestro país es
como tener pasaporte de la comunidad europea) y
muy bien vestido, nadie habría pensado que era un
delincuente", le explicaba a mi papá el tío Eduardo.
Ahora el papá de la Coté estaba por perder su linda
casa en Los Dominicos, al lado de esa iglesia colonial
en la que hicimos la primera comunión. Pero lo peor
es todavía peor, porque varias de las cuentas que se
deben las va a tener que pagar mi papá, ya que son
socios. Obviamente, la tía Ana (la mamá de la Coté)
estaba destrozada y no quería ni hablar con su ma­
rido, pues el tío tampoco le había contado la verdad
y ella se enteró por una llamada del banco que le
informaba de un tremendo sobregiro que tenía fun­
dida la cuenta corriente. Yo sigo sin entender cómo
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Tropa urbana
el tío Eduardo, tan brillante para muchas cosas, haya
sido tan burro y tan amermelado... Bueno, dicen
que la idea del dinero fácil ciega a la gente.
Como cada año, este año fuimos a comprar los
uniformes y los útiles del colegio con mi mamá (siem­
pre a última hora). La salida no fue muy entretenida
porque la Andrea andaba urgida con el tema de no
tener tiempo para tomar un preuniversitario para pre­
pararse para dar las pruebas de ingreso a la univer­
sidad. Mi mamá le aconsejó que si quería más tiem­
po no se dedicara tanto al argentino y que le pusiera
más esfuerzo a sacarse buenas notas, "ahora más que
nunca", le dijo, porque en una de esas nos quedamos
todos en la calle. Yo creo que la mamá aprovechó de
tirar su mensaje porque el sábado la Andrea llegó
como a las cuatro de la mañana con el Blasco (el che
querido) y, como mi papá le había dado permiso sólo
hasta las dos, se armó la bolsa de gatos cuando llegó
muy de puntillas jurando que nadie la sentía.
Como plato final, mi papá me dijo que era mejor
que no me viera con la Coté, porque él no quería
saber nada de su hermano. Yo le dije que eso era
imposible porque éramos compañeras de curso. Mi
mamá, que es más aterrizada, me sugirió que por lo
menos por ahora no la invitara a estudiar al depar­
tamento hasta que se le pasara la mala onda a mi-
papá y se reconciliara con el tío. Lo bueno de todo
esto es que un vecino, que es abogado y muy amigo
de mis papás (creo que era hijo de un compañero
de colegio), va a ver si se puede anular la sociedad
19
María del Pilar Clemente
porque mi papá no está dispuesto a cargar con los
errores de mi tío. Mi mamá le aconsejó llamar al tío
Ramón, pero mi papá respondió que no quería sa­
ber nada de ese muerto de hambre que había hecho
sufrir a la tía Valeria. Es cómico, el tío Ramón siem­
pre es el muerto de hambre, pero a mi juicio, es el
que tiene mejor apetito de la familia porque siempre
come mucho, lo que no le gusta es pagar.
En medio de esta guerra comenzó el año de clases.
Me encontré con la Coté (que estaba más delgada
como resultado de una estricta dieta hipocalórica, y
con el pelo muy liso cortado con flecos modernos)
y con todas las demás, que para mi espanto anda­
ban con flamantes pelos largos, lisos y desflecados.
Me vino una inseguridad horrenda; me sentí como
ochentera con el famoso "african look", típico de esas
discoteques que tenían una pelota de espejos col­
gando del centro. Obviamente los genes ondulados
de mi mamá estaban haciendo de las suyas en mi
cabeza, porque mi papá es de pelo liso como tabla.
De hecho, uno de sus secretos de colegial es que, un
día, para verse a la moda, se encrespó el pelo con
fijador de la abuelita Nina y finalmente terminó en la
peluquería porque ya no soportaba las burlas de sus
compañeros (pegaban fotos de él con la leyenda: "El
Jackson Five criollo"). El verdadero desastre fue que
después el pelo se le puso medio colorín. ¡Me ha­
bría gustado verlo en su época jurásica! Pero yo no
estaba en los '80 y ahora la onda venía lisa lisa, sin
esponjado y con toques rubios o rojizos. ¿Cachái?
20
Tropa urbana
Con la Coté nos vimos y nos abrazamos igual que
siempre. No nos importó lo que pasaba entre nues­
tros viejos. Ella y su hermanito chico habían pasado
el fin de semana con la abuelita Nina en Viña. Sus
papás andaban locos negociando con el banco, pues
mi papá había dicho que ningún toro iba a tumbar
a su "Vaca Sabrosa".
Fue esa misma mañana que la Fio -más mina
que nunca- pasó al lado mío y me dijo: "cabeza de
alambre para las ollas". Todo el curso se rió y me dio
mucha rabia. Entonces la Coté me aconsejó ir a una
buena peluquería o contactarme con el "Llame ya"
de la tele y comprarme el súper secador, peinador y
alisador, todo en uno, pagadero en tres cuotas, que
ella había adquirido con la tarjeta de crédito de la
tía Ana (que se la había prestado antes del desas­
tre). Cuando llegué a la casa, mi mamá no me infló
mucho el tema, con todo lo que estaba pasando no
tenía tiempo para vanidades, pero igual me dijo que
mi pelo era bonito (ella tiene su crespo bien asumido
y le gusta) y me compró una crema especial que no
me sirvió de mucho. Esa tarde otra vez mis papás
discutieron el caso Arévalo versus Arévalo (¿tendré
que cambiarme el apellido si las cosas siguen asi? ).
Yo me encerré en la pieza igual que la Andrea que
caché que estaba llorando porque había peleado
con el Blasco (cualquiera se daba cuenta de que eran
como el agua y el aceite). Traté de hablar con ella
pero no me dejó entrar. Y me gritó del otro lado de
la puerta que yo era una pendeja metida y algo así
21
María del Pilar Clemente
como que no iba a ir a la fiesta de graduación (falta­
ba tanto) porque no tenía pareja y que si no iba con
el Blasco mejor ni iba, y lloraba y lloraba y me di
cuenta al mirar por debajo de la puerta que al final
apagó la luz.
Es obvio que cumplir 15 años no autoriza a na­
die a dar consejos a los hermanos mayores. Al día
siguiente la Coté no me habló durante toda la maña­
na, pero yo la perseguí y la pillé en el quiosco com­
prándose una bolsa de gomitas azucaradas y tres
barras de chocolate:
-Coté... ¡no te comas eso, estás a dieta!
Ella me miró furiosa:
-¡No te metas! ¡No quiero saber más de ti!
-¿Por qué...? Si dijimos que lo del Arévalo versus
Arévalo no corre para nosotras...
-¡No es eso! Digamos que ahora quiero ser gorda;
¡total! no va ser peor que ser como tú con tu cabeza
de alambre. ¿No te diste cuenta de que nadie quiere
juntarse contigo?
Me quedé helada, la Coté nunca me había trata­
do así. ¿Podría ser que superada la "edad del pavo"
comenzaba "la edad de la traición"? Igual no le hice
caso y al rato le envié un mensaje por celular, pero
no me contestó. Eso no más me faltaba: era un he­
cho que la Fio y sus amigas se reían de mí. Me sentí
en los zapatos de mi papá, como si la historia se
repitiera: "la Jackson Five criolla", claro que gracias
a Dios todavía no se les ocurría la idea de pegar mi
foto con la fracesita lapidaria, pero fuera como fuera
22
Tropa urbana
nadie se quería juntar conmigo, por eso el rollo que
me tiró la Coté, que se sentía poca cosa frente a la
Fio después de perder la famosa competencia por
abandono o "guocover" (walk over) que le dicen.
Esa tarde de vuelta del colegio decidí tomar me­
didas y en vez de tomar el bus para la casa me fui
al malí (a partir de este año me dejaban andar en las
micros o buses y ya no viajaba en el furgón escolar
de las pendejas). Cuando llegué entré derecho a una
tienda y me compré todo tipo de maripositas para el
pelo: doradas, fucsias, blancas, naranjas... Llegué al
departamento, saqué las tijeras grandes del costurero
de mi mamá, me miré en el espejo del baño y empe­
cé a cortarme rizo por rizo. Luego aplasté contra mi
cráneo las ondas que me quedaban con las maripo­
sitas multicolores y cuando me vi de nuevo apenas
me reconocí. Cuando más tarde sonó la llave en la
puerta no me atreví a salir del baño.
23
 N unca me habían retado tanto. Mi
mamá como que casi lloraba y se sentía
culpable, mi papá miraba mi cabeza incré­
dulo y me decía que mejor me llevaban al
psicólogo y que hasta cuándo le dábamos
problemas, que además de todo le estaban
llegando los cheques protestados y que si
llegaba a encontrar a ese sinvergüenza (que
a esas alturas parece que ya tenía nombre:
Julián Douglas) le partiría la cara; y que sí,
que parece que Investigaciones sí lo tenía
identificado, porque tenía prontuario de-
lictual y que mejor rezara para que no lo

25
María de! Pilar Clemente
encontrara él primero, porque no le quedaría cara
después de la golpiza...
Siempre terminaba hablando del mismo tema, el
pobre. Últimamente la verborrea rabiosa no le para­
ba a mi papá, así es que lo dejamos hablar nomás.
Después de un buen rato que le sirvió de desahogo,
reaccionó, me miró la cabeza y se puso a reír. Hasta
me hizo unos cariñitos con mi nuevo look rapado a
lo neonazi.
Mi hermana se limitó a decir que yo era una pen-
deja acomplejada y la conversación derivó y derivó
hasta que por fin ella dijo que lo que pasaba era
que yo le tenía celos, y estalló a llorar diciendo que
estaba aburrida de todo y que en realidad no sabía
qué estudiar en la universidad y que el colegio la
tenía aplastada y blá, blá, blá... Según ella, el mejor
momento de su vida en el colegio había sido el año
anterior, cuando hizo el viaje de estudios a París con
todo el curso. Soñaba con volver a la ciudad luz en
vez de querer ver algo claro en su futuro. (Yo creo
que en realidad soñaba con visitar el obelisco de
Buenos Aires o la callecita Corrientes, porque lo que
era el vecinito che ya no la venía a buscar ni para
bailar tangos... ¡Ay el amor! ).
Después de una quinta mirada fija frente al espejo
y luego de sacarme las maripositas para lavarme las
pocas mechas deslucidas, se me desinfló mi espíritu
de Rambo y me afloró la misma cobardía que le vie­
ne al Atila cuando lo amenazamos para que la corte
de morder los talones. No hubo caso conmigo: no
26
Tropa urbana
me atreví a ir al colegio durante dos días. Me aferré
a la cama y no quise salir. Mi mamá estaba frenética,
pero al final tiró la esponja y me dejó tranquila. Yo
creo que ella fue la que llamó al Pancho, porque esa
misma tarde llegó como si nada al departamento.
No lo había visto en todo el verano. Cuando éramos
chicos, salíamos mucho con el Pancho: al cine, al
parque, a subirnos a la montaña rusa y todo eso,
pero desde hacía algunos años, por el problema de
sus papás y el hecho de que nosotras dos éramos
mujeres, distanció más los gustos y pasatiempos;
por ejemplo, ahora andaba metido en la onda de un
club de automóviles antiguos. Se trata de unos autos
medio redondos con forma de huevo: los famosos
BMW Isettas. ¡Hay que ser loco, poh! Si son lo más
feo que hay. Y parece que siempre tenía unas juntas
raras con unos amigos con los que se reunía en un
restaurante chino. Según la tía Valeria eran amista­
des "tipo artistas"; según mi papá, "tipo delincuentes",
pero recordemos que mi papá tiende a exagerar.
Es cierto que coincidíamos en cumpleaños, en al­
gunos paseos o asados que hacían mis papás en el
jardín del edificio; incluso a veces nos encontrába­
mos en la "Vaca" o el "Toro", ya que a los dos nos
tocaba ayudar en algunos eventos y nos ganába­
mos unos pesos. La Andrea, que era una floja, no le
gustaba hacer nada relacionado con el local. Yo en
cambio no veía mal ayudar a mis papás enviando
correos electrónicos publicitarios, repartiendo folle­
tos y me sentía feliz como anfitriona recibiendo a
27
María del Pilar Clemente
la gente para las fiestas empresariales o despedidas
de soltera (mi mamá decía que la "Vaca Sabrosa" era
más gusto de mujeres, tal como "El Toro Carnúo"
era más gusto de los hombres, sobre todo porque
la especialidad de la casa era el trago "torito rojo",
hecho de whisky, frambuesa y amargo de angostura;
al parecer la mezcla los ponía a todos muy bravos
y zapateadores. El trago de nosotros era la "vaqui-
ta blanca": pisco, limón y piña. A veces provocaba
sentimentalismo en otras quitaba la timidez. En oca­
siones las mismas dientas sacaban a bailar meren­
gue al gordito Campitos y terminaban mugiendo de
gusto. En esas ocasiones conversábamos harto con
el Pancho, ya que él se quedaba a dormir en el de­
partamento y hacíamos la típica guerra de cojines
en la mañana o nos poníamos a jugar play station.
A veces él hacía una leche con plátano exquisita en
la licuadora. La dura, era bakán conversar con mi
primo, aunque fuese hombre... En cambio la An­
drea siempre lo pescó poco y todavía menos cuando
andaba loca detrás del Blasco, pero, como dije, no
había visto al Pancho desde el día de Navidad, así es
que cuando abrí la puerta me quedé de una.
-¿Qué onda, Kaky? ¿Y ese peinado?
Recién me acordé de las mariposas en mi cabeza.
-¿Tú también te vas a reír?
Me miró un buen rato con las manos en los bol­
sillos como inspeccionándome. Me recordó a su
papá, el tío Ramón, la mirada del Pancho era igual
de analítica, pero más dulce, quizá porque sus ojos
28
Tropa urbana
eran azul-verdosos. El pelo del Pancho es top porque
tiene el liso envidiable de mi tía Valeria y de mi papá
(lo increíble es que él siempre dice que preferiría ser
crespo para poder hacerse rasta). El Pancho salió
nada que ver con nosotras (que teníamos rizos cas­
taños "esponjados"), aunque nuestros ojos también
eran grandes, claro que color café y con pestañas
enormes, muy celebrados por todos la verdad (algo
que nos celebren).
-La dura es que te ves bakán, Kaky, te ves bien
linda. Me gusta, te da toda una onda. ¿Estás en la
onda de ser b-girl?
—¿Bígel, qué es eso, Pancho?
Mi primo se rió y me dijo:
-Chicas-b en inglés, poh, Kaky, no cachái? Los b-boys
o b-girls son los y las chicas que bailan hip hop, el rap,
breakdance y todo eso en la calle.
-¿Hip hop? Eso me suena medio rasca, como po-
bretón, ¿qué onda?
El Pancho se molestó un poco:
-¿Ves que eres prejuiciosa? No sabes ni dónde es­
tás parada y eres la típica cuiquita estrecha de tu
colegito con puros prejuicios contra nosotros...
-¿Dijiste "nosotros"?
-Sí, poh, -me dijo y sacó pecho, se levantó la
camiseta (justo arriba del ombligo), y me mostró su
tremendo tatuaje azul, rojo y negro.
Me acerqué entre burlona y morbosa:
-Es un dragón... ¿es un tatuaje verdadero o una
pegatina?
29
María del Pilar Clemente
La sonrisa de mi primo se estiró de oreja a oreja:
-¿No te dije que soy hiphopero, Kaky? -me dijo
con orgullo-. Me aguanté el dolor como cualquier
hermano afrolatino del Bronx en Nueva York. Aho­
ra, que he sufrido el dolor de la marca, tal como la
vivieron los esclavos e indios en América, soy un
brother, me he convertido en un hermano, ¿cachái?
Me quedé mirándolo. No sabía si reírme o qué.
-¿Qué tienes que ver tú con un negrito de Nueva
York? Eres más chileno que los porotos, además, ese
dragón medio chanta se parece a las animaciones ja­
ponesas, pa'mí que te metieron el dedo en la boca.
El Pancho se bajó la camiseta y chasqueó los de­
dos:
-¡Filo contigo! No entendiste nada.
Se fue a la cocina, abrió el refrigerador y como
que dudó entre destapar la botella de refresco o abrir
la cerveza. Seguramente invadido por la fuerza del
dragón que tanto le había dolido, tomó la lata y so­
noramente la destapó.
-Te voy a acusar con mi papá -le dije medio en
broma, pero también para poner un poco de orden
por si acaso. El Pancho se rió y dio un largo sorbo.
-Para que sepas, tu papá me daría permiso por­
que voy a cumplir 17 años.
-Eso crees tú pero todavía no eres mayor de edad,
no tienes 18, así es que no puedes ni tomar ni mane­
jar ni mandarte solo.
-¡Córtala, pendeja! Los de 16 ya tenemos discerni­
miento, así dicen los jueces, ¿no?
30
Tropa urbana
Y sin decirme más, se fue al living, tomó el control
remoto y encendió el televisor.
Yo me senté a su lado en el sofá mientras una fu­
ria me iba haciendo un nudo en la garganta.
-¿Y? ¿No me vas a decir nada más?
Mi primo se levantó otra vez la camiseta y me
dijo que observara bien el dibujo. Era un dragón con
estilo medieval, me explicó, como la película El señor
de los anillos. La diferencia era que la cola daba unas
vueltas y se enrollaba en una especie de graffiti.
-¿Eso es un graffiti? -le pregunté, mientras tocaba
el tatuaje con la yema de mis dedos.
Él sonrió y algo nervioso me quitó la mano. Dijo
que le daba cosquillas,
-¿Sabes lo que es un graffiti, Kaky?
-Claro -le contesté quebrándome- son las letras y
dibujos que algunos delincuentes rayan en las mura­
llas. ¡Mi papá los odia porque ensucian el barrio!...
¿Tú eres de esos que pintan graffitis, Pancho?
-No, no, soy MC's. O sea, le hago al micrófono...
de algo me sirvió tocar guitarra y cantar en el liceo.
Ahora escribo canciones y las canto con sonidos de
micrófono, ¿cachái?
-¿Qué onda?, ¿en serio?, a ver si algún día me
cantas algo, poh!
-Si te interesa, justo ahora voy a participar en
un festival hip hop en San Miguel. Podrías ir con
la Coté, así aprovechan de salir de la cuadra y se
enteran de lo que es el mundo más allá del patio de
tu colegio.
31
María del Pilar Clemente
-¡Qué hocicón!, claro que conozco más mundo
que el colegio (me quedé pensando que solo conocía
Calafquén y Mendoza).
Él me miró con pena y me hizo unos cariñitos en
las mariposas:
-¿Segura? ¿No te estarás refiriendo al mundo del
malí?
-No creo que me den permiso para lo de tu festi­
val. ¿Sabe tu mamá toda esa onda tuya, Pancho?
Él Pancho bajó la mirada y me dijo:
-La dura es que sabe, pero no todo. Ser hiphope-
ro me obliga a guardar algunos secretos, como lo de
este tatuaje, por ejemplo. Tú no le vas a contar nada,
¿no es cierto, Kaky?
Yo de puro picada me hice la difícil.
-Depende... si te portas buena onda, no digo
nada, pero si te da por tomar cerveza...
El Pancho se rió:
-iQué cuática eres! Es sólo un tarro, mira dice 250
mi...
-Así se empieza.... tú lo deberías saber más que
nadie. Tu papá investiga muchos casos de tipos bue­
nos para el copete que dejan desastres, ¿no?
-Perdona lo que te voy a decir pero tu papá y el
tío Eduardo son los que hasta ahora han dejado el
desastre en la familia y, que yo sepa, no son alcohó­
licos, sino más bien trabajólicos.
-A propósito, ¿cómo está tu papá que no lo veo
hace un montón de tiempo?
El Pancho suspiró como afligido y no me contestó.
32
Tropa urbana
-Bueno ¿lo has visto sí o no?
-Hace tiempo que no... pero no quiero hablar
de eso.
Me acerqué en buena, le quité la lata de cerveza
y vacié lo que quedaba en el lavaplatos. El Pancho
seguía sentado en el sofá. Justo había encontrado un
canal que transmitía un festival reggae de Jamaica y
se puso a contarme más sobre las raíces del hip hop,
que eran originales de Jamaica y de África, pero que
ahora también representaban a los jóvenes urbanos
del mundo, los que estaban marginados por la so­
ciedad y formaban sus propias tribus.
-¿Tú estás marginado, Pancho?
-No, pero solidarizo a través del arte, Kaky, ¿ca­
chái? Nada de violencia, nada de drogas, porque con
mi grupo de brothers hicimos el pacto de que el arte
es vida y no destrucción ni delincuencia como cree
la gente. El hip hop es más que todo una forma de
expresión, una forma que cree en la vida y no es una
cuestión para hacer daño.
-Mientras no te metas en líos y no se enojen los
viejos...
De repente se me salió la inseguridad y le pregun­
té otra vez por el pelo:
-Pancho... la dura, ¿tú crees que se van a reír de
mí las niñas del colegio?
-¿Lo dices por tu pelito nuevo, verdad?
-Sí... ¿Me veo muy ridicula?
-¡Típica preocupación de colegio de minas! Dile a
las locas que eres una chica b-girl, que bailas hip hop
33
María del Pilar Clemente

y que vas a competir en el festival de San Miguel y

listo!
-¿En serio?
-¿Quieres acaso que te diga que te ves linda?
-Sí, ¿es mucho pedir?
-¡Te lo doy firmado! ¡Todas esas locas te van a
copiar el peinado, Kaky!

L as palabras del Pancho me dejaron

súper bien. Decidí ir al colegio al otro día
y me puse las mariposas con los colores
del colegio: rojo, blanco y negro (más un
toque dorado, que es la estrella del escu­
do). Al otro día entré como si nada y pasé
rápido para que la inspectora no me viera
(finalmente no estaba rompiendo ninguna
regla ¿o sí? ). Las niñas de todos los cur­
sos me miraron con los ojos como platos
cuando me vieron pasar. La mayoría usa­
ba pelo liso, muy largo y con brillos ru­
bios o cobrizos. Entonces, verme con un

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34
María del Pilar Clemente
corte casi al rape, con el cráneo plagado de bichitos
voladores, era como ver llegar casi a una rapera...
quizá una Mammy Yorker.
-¿Qué te pasó, loca? ¿Fuiste a hacer el servicio
militar o son piojos? -me dijo la mala onda de la Fio,
para que me sintiera mal.
-No, poh galla -le dije mirándola a la cara-, soy
una b-girl y voy a competir en el festival hip hop de
San Miguel.
La Fio y sus amigas se quedaron desconcertadas
con mi respuesta (yo también), y una de ellas me dijo
burlándose:
-¿Hip hop? ¿San Miguel? Nunca tan rasca el festi-
valito.
La Fio siguió agarrando papa y me dijo a toda voz.
-¿Cómo más te podemos decir? ¿Rasca? ¿Punga?
¿Flaite?
Y sus amigas (típico) agregaron: "¿rota?, ¿chanta?,
¿cuma? "
La Coté se acercó, estaba oyendo todo. Seguro que
creía que me iban a hacer pedazos, pero yo me reí de
vuelta en sus caras y con una voz que me salió de
no sé donde me dirigí a la Fio:
-¡Por favor, Fio!, todo esto lo dices porque sabís
que "se te hace" acercarte a la cultura de la calle, tú
que no eres capaz de salir de tu casa ni de tu barrio.
Eres la típica mina de un reality show. Tu vida no es
nada, es una copia de la tele, no es tuya.
-Perdóname, galla, pero yo soy la que más
he viajado del curso y claro que tengo mundo.
36
Tropa urbana
Obviamente, no me interesa meterme con tipos o
tipas ¡flaites!
-Bueno, cada cual en su onda. Para mí que no te
da para mirar el otro lado de las cosas, ¿cachái?:
CuidaDo gaLLO, KuiDao GallA
Ke de la KaLLe te pito Un OjO
NeGro o VeRde, sEgúN la ModA,
Mo-mO-mo da, Da, da
Te saco, te PiTo un OjO
KuiDaO GallA.
Ni yo misma me di cuenta de lo que había he­
cho. Me había acercado al grupito sacando pecho,
cantando y bailando como una verdadera punga del
barrio marginal; me posesioné, como quien dice, y
me metí en todo eso de ser heredera de la esclavi­
tud y de las raíces afrolatinas que me había dicho el
Pancho.
La Fio se quedó pa'dentro y las otras me observa­
ron desde lejos, pero con cierta admiración. Yo me di
media vuelta y me fui. La Coté muerta de la risa, me
alcanzó y me tomó del brazo:
-¡Estás más loca que nunca! ¿Es cierto eso que le
dijiste a la Fio?
-Sí... voy a ir a San Miguel con el Pancho.
-¿Y eso de la b-girl? ¿Vas a bailar?
La miré fijo:
-Ese es mi único drama, Coté, vas a tener que ense­
ñarme a bailar y.... bailaremos juntas en el festival.
37
Mana del Pilar Clemente
Tropa urbana

-Nunca tan loca, poh Kaky. dos es bien difícil, aunque el Pancho dijo que alguno
Me di cuenta de que la Fio y su grupo nos obser­
de sus amigos podría ir, ¿pero y si el amiguito se pa­
vaban de lejos, así es que le hice un gesto a la Coté
recía al jorobado de Notre Dame? Personalmente no
para que me siguiera el cuento. tengo tanta confianza cuando se trata de los amigos
-OK, ya caché -me dijo despacito-, te voy a se­
de mi primo. Hay que reconocer eso sí, que el mino
guir la onda, igual está bien creativo el peinado; te
más cotizado es el hermano de la Fio. La verdad es
ves bakán, Kaky! Capaz que tengas suerte y consigas
que está bien bueno (y tiene 17 años, ¡perfecto! ) y
mino para la fiesta de disfraces. algunas veces la viene a buscar en el Mercedes del
¡La fiesta de disfraces!, se me había olvidado esa
papá con el chofer. El papá había sido embajador
idea tan "original" para poder ir al viaje de estudios
en Francia y en Estados Unidos, y ahora tenía un
(no fuera a pasar como el cuento del tío, digo yo, ya
súper cargo en Chile. De hecho, la Fio cuando llegó
saben a lo que me refiero, ¿no? ). Sería igual que siem­
al colegio hablaba puro francés y fingía no entender
pre. Todos los cursos hacían lo mismo para juntar
mucho el castellano (típico de nueva rica). Ella se
dinero para ir a París. Había que reunir fondos desde
llenaba la boca con que su mamá era francesa y que
mucho antes, eso sí, y ya habíamos hecho bingos y
por eso estaba en este colegio, pero que su hermano
rifas y eso, y ahora se estaba organizando esta crea­
había preferido el Colegio Alemán porque era más
tiva fiesta de disfraces, pero en un colegio de puras
para hombres. Cuento corto: todas suspiraban por
mujeres no es tan fácil conseguir pareja. Más todavía
ganarse a la Fio para que prestara a su. hermani-
cuando los minos que uno conoce prefieren jugar
to José Antonio (Pepe A) para la fiesta. Le ayudaba
play station o fútbol en vez de ir a una fiesta de cor­
el hecho de que era igualito a Lukas Skywalker y
bata o de disfraces (que la verdad es bien lo mismo).
también al príncipe de Narnia: alto, rubio y de ojos
Lo mejor sería hacer una alianza con un colegio de
claros. Cada vez que se paraba en la entrada a espe­
hombres, pero no es muy fácil porque tenemos fama
rar a la Fio, los ringtones de los celulares empezaban
de cuicas y pesadas. El último recurso era conseguir
a sonar en todos los rincones con la canción "Sex
un partner en el chai ¡Yo estaba en el mismo problema
Bomb" del siempre ídolo Tom Jones y corrían los
que mi hermana entonces! ¡Uff, colegio de minas!
mensajes de texto: "mino rico a la vista". La compe­
Claro que también una puede llegar sola, pero qué
tencia era francamente dura: las de tercero y cuarto
lata, el tema era ir con alguien. también le hacían ojitos, así es que las esperanzas
En todo caso, si nos iba mal, con la Coté pensába­
eran pocas, incluso para las amigas más cercanas
mos rifarnos al Pancho, porque la dura, partirlo en de la Fio.

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39
María del Pilar Clemente
En todo caso, yo, siempre bien piola, no me metía
en esa histeria femenina, menos ahora que estaba
disfrutando de mis cinco minutos de fama gracias a
mis mariposas y a mi supuesta onda b-girl Justo esa
mañana en que fui "el suceso" nos llamó la Madame
Darlene del Taller de Periodismo para anunciarnos la
convocatoria a un concurso nacional de reportajes
juveniles. El premio era la publicación del tema, un
computador y un galvano de honor para el colegio.
Algo nada despreciable.
La Fio, que también estaba en el taller con noso­
tras, saltó feliz y dijo que ella podría escribir sobre
la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York,
ya que ella había vivido en esa ciudad y que había
visitado varias veces el World Trade Center
-¡Mi papá tiene información que nadie tiene, in­
cluso conoce a sobrevivientes latinos, porque él era
embajador allá, Madame! " -dijo con una voz tan es­
tridente que daban ganas de patearla.
Yo la miré de lejos y me produjo tanta rabia verla
que no me dio para imaginar ningún tema interesan­
te. "El tema de la Fio es el mejor", pensé producto de
mi propia inseguridad. ¿Qué tema me queda enton­
ces a mí? ¿Cómo funciona un restaurante por dentro?
¿Cómo pelean el Toro con la Vaca cuando son víc­
timas de una estafa?
Cuando se fue la Fio, la Madame Darlene me hizo
un gesto para que me acercara y me comentó que
estaba preocupada por la Coté (que era la mejor en
40
Tropa urbana
fotografía y en videos) porque la notaba distraída,
ausente y me dijo que otros profesores le habían
comentado lo mismo. Yo algo le conté del problema
de los cheques que nos estaba afectando a las dos
familias. Entonces, la Madame me sugirió que nos
inscribiéramos juntas en el concurso, como una for­
ma de motivación para ella, me dijo.
-¡Pero, Madame Darlene! Yo lo haría, pero no se
me ocurre ningún tema.
-¿Cómo que no, Kaky? Si todas andan diciendo
que vas a participar en una competencia hip hop en
San Miguel. ¿No crees que ese es un tema interesan­
te? Podrías reportear sobre los graffiteros, los cantan­
tes, los flaites que hay en Santiago, hablar de todo
ese mundo marginal y desconocido que nadie nunca
toca. A mí me parece todo un tema.
Yo me puse algo colorada, la conversación con el
Pancho me estaba dando puros dolores de cabeza:
-Es que yo no sé si voy a participar en ese festi­
val... Tengo que hablar con mi papá...
La Madame me sonrió con cara de editora que
tiene el hilo correcto de la noticia.
-¡No importa si no bailas! Basta con que te metas
en ese mundo un poquito, que te infiltres como uno
de ellos, pero, eso sí, con cuidado, Kaky, con mucho
cuidado, ¿no tienes a un amigo más grande que te
acompañe?
El Pancho apareció en mi pantalla psíquica inme­
diatamente.
-Puede ser que sí, Madame.
41
María del Pilar Clemente

-¡Listo entonces!, con tu nuevo look no será nada

de difícil. "¿Arte urbano o barbarie? " es un buen títu­
lo para el reportaje, ¿no crees?... la Coté puede tomar
fotografías y con tu habilidad para escribir puede
salir algo mejor de lo que imaginas, Kaky -me dijo
llena de entusiasmo-. Mira, aquí tienes una copia de
las bases y la dirección del sitio web para que le des
una leída. Lo importante es que encuentren un buen
guardaespaldas y te apuesto que hacer el reportaje
les va a encantar; cuando tengas chaperón me avi­
sas. ¡Voilá! Corre video.

¡ Bocota la mía de andar inventando

que bailaría en el festival de San Miguel!
Así estaban las cosas: la Coté, el Pancho y
yo sentados en el metro, listos para bajar­
nos en Gran Avenida y caminar hasta el
estadio del Llano de Subercaseaux don­
de es el festival hip hop. Menos mal que
el Pancho sabe llegar; según él, el festival
es viejo, lo hacen desde 1992. "Este es un
barrio de músicos, chicas", nos explicaba
nuestro flacuchento y sabio guardaes­
paldas. "Aquí vivían los de la banda Los
Prisioneros", contaba mientras nosotras

42 43
María del Pilar Clemente
apretábamos las mochilas contra el cuerpo por si
acaso alguno de los tipos que se iba subiendo al
metro las miraba con mala intención. Por la pinta,
obviamente todos se dirigían al festival, y la mayoría
iba con pantalón ancho, caído (como para que se les
notara harto el calzoncillo) y con enormes zapatillas
de marca, pero sin cordones, casi todas las cabezas
con peinados rastas (la corriente jamaicana) o con
jockey al revés (los N. Yorkers), con muchos colla­
res y pulseras de metal, que según iba contando el
Pancho eran estilo bling bling. El pelo liso y largo de
la Coté se veía cada vez más desubicado. Todas an­
daban con mechas tijereteadas como las mías, claro
que con mechones de colores fuertes o trenzas pos­
tizas tejidas en lanas y semillas. Nadie andaba con
mis ingenuas maripositas, pero salvaban igual por
originales. Cuando nos tocó bajarnos en la estación
El Llano, con la Coté nos sentíamos bien "nada que
ver" y si no hubiera sido por el Pancho, vestido todo
de negro con jockey y bototos, habríamos sido cla­
ramente dos intrusas y seguro nos habríamos de­
vuelto antes de llegar al festival. "Hola, loquita, linda
butterfly", me dijo un flaco con pelo hasta la cintura
mientras el Pancho compraba las entradas. Yo me
quedé muda y me pegué como lapa a la espalda
de mi primo. (Al menos un desconocido apreció mi
peinado).
Ya adentro apareció un tipo más o menos bajo,
de pelo amarrado en una moña y con una especie
de pelusa en el mentón (tipo barba de chivo). Se veía
44
Tropa urbana
medio malandra con su larga camiseta negra, pintada
a mano con unos graffitis rojos, pero resultó ser un
súper amigo del Pancho que había sido compañero
en el Liceo (aunque él había salido antes y estudia­
ba Literatura en la universidad). Era precisamente el
que lo había metido en el club de los huevitos, las
Isettas famosas. Al Pancho le gustó el graffiti que te­
nía dibujado en la polera y por la conversación nos
enteramos con la Coté de que estábamos ante todo
un experto del graffiti en Santiago (al menos eso nos
dijo él).
-La diferencia entre el graffitero chanta y nosotros
-nos dijo-, es que el tipo chanta ensucia y raya lo
que ve, en cambio nosotros pedimos prestadas mu­
rallas para dejar un mensaje a la ciudad, hacemos
una obra cultural, ¿cachái?
El nuevo personaje se llamaba Roco y a pesar de
su pinta, era buena onda y simpático, así es que nos
fuimos con él a un lugar cerca del escenario donde
estaban los controles de música. Todos los grandes
DJ estaban en esa caseta: el DJ Cogollo, el DJ Cherry
de Coquimbo y el DJ Lapozze de Viña. Yo bien pa­
tuda le pedí que nos presentara y saqué mi graba­
dora para las entrevistas. La Coté también agarró la
cámara y nos pusimos a trabajar como si fuéramos
profesionales. La Coté fotografió a los DJ's justo en el
momento en que empezaron a mezclar; ¡fue increíble!
el lugar cambió inmediatamente cuando comenzaron
los efectos y las luces de colores y aparecieron los
grupos de Mc's (o microfoneros rapeando) saludando
45

María del Pilar Clemente
al público mientras el escenario se plagaba de b-girls
y b-boys.
Gracias al Roco pudimos acercarnos a la entrada
de los camarines, donde la Cote se subió hasta un
rincón del escenario para sacar las mejores fotos y
filmar con su celular. La dura es que por momentos
no reconocí a mi tímida prima; ella y su cámara se
manejaban perfecto arriba del escenario y detrás de
bambalinas. De repente salió del camarín nada me­
nos que el Pancho que se nos había perdido. Estaba
distinto, se había cambiado de ropa y andaba con
unos collares de cadenas bling bling y cuando ter­
minaron las b-girl se subió al escenario y se puso a
microfonear con otros cuantos iguales a él.
No, nO nos pudieron eXplicaR,
No NO, no nos diJEroN NaDa
nADDDaaaAAA
Ke nOs Iban a BusCAr
Yo NO mE ExplCO Porky
NuNCa lLeGasTe, Nunca LleGasTe,
AMor tleRNo Nunca me AMastE
LOVe Te Llamo Hoy,
Kame hEre AhoRA
POrki nunca You me adorA
TRisTE pOr Ti, TrlsTE pOr Mí
No, nO, nOOOO, Tri, Tra, Triiitii
¡Mi primo tenía nombre y todo! Era, el MC Bro-
ther Dragón y junto con los otros MCs imitaban
46
Tropa urbana
sonidos e improvisaban sobre la melodía del DJ.
Todo terminó con euforia y aplausos y yo súper
atenta sin soltar mi grabadora en ON (para la pá­
gina web TVNadie -que nadie ve-, que se me ocu­
rrió en el momento). La noche fue heavy, pero heavy
en buena. Trabajamos como locas con la Coté, los
hiphoperos tenían cero rollo para contar sus histo­
rias frente a la grabadora (mientras se tomaban su
bebida o cerveza) y la Coté armaba y desarmaba
ambientes para sacar las mejores fotos. No nos di­
mos cuenta cómo pasaron las horas y cuando es­
tábamos por irnos el Pancho nos llamó para que
aprendiéramos lo que era improvisar en un grupo
sobre el escenario, pero nosotras no nos subimos,
no nos dio para eso porque las b-girls no tenían cara
de buenas amigas. Eran cerca de las dos de la maña­
na cuando nos íbamos con el Pancho; yo iba feliz,
llevaba mi registro de entrevistas bien guardado y
un montón de números de teléfonos celulares que
después quería ocupar para seguir con el reportaje.
Fue entonces que apareció de nuevo el Roco y nos
dijo que teníamos que pagar por no haber bailado
con las b-girls; se le ocurrió ahí que teníamos que
estrenar nuestro primer graffiti.
-¡Ya! ¿Por qué no pintan un graffiti en una micro?
¡Buena onda! ¡Yo las filmo y todo!
Yo me quedé para adentro, pero me dió rabia
cuando al Pancho le salió el "adulto protector":
-No, compadre, no les des alas. Capaz que les
pase algo y los viejos me maten.
47
María del Pilar Clemente
-¿Por qué no? -le dije picada porque se las daba
de hermano mayor.
Mi primo me pescó del brazo y aceleró el paso:
-¡No les metas leseras en la cabeza, que son pen-
dejas! -le dijo casi gritando al Roco.
La Coté también se picó y le contestó en el mismo
tono:
-¡No somos pendejas!
El Roco no le hizo caso al Pancho y nos mostró
una micro que venía justo pasando:
-¡Pa' que cachen, poh, loquitas! Esos graffitis los
hacen niños chicos de la población... se pueden re­
conocer al tiro por lo flaite de las letras (siempre en
negro) y porque no significan nada. La única gracia
de los locos es que los pintan justo en el momento
en que la micro para en la luz del semáforo. Ese es
el desafío.
-Ustedes podrían hincarle el diente a esa por
ejemplo -nos dijo mientras apuntaba a una micro
que estaba parada en la esquina.
El Pancho se puso serio:
-¡No les des ideas, te dije! ¡Si estas no cachan nada,
las pueden atropellar o algo, o hasta se puede bajar
el chofer con un fierro como la otra vez!
El Roco se encogió de hombros y no insistió más,
como que se echó pa' atrás y nos dijo que dejáramos
todo hasta ahí. Fue peor porque más porfiadas nos
pusimos con la Coté.
-¡Déjanos hacerlo una vez! -le suplicamos como
en coro al Pancho.
48
Tropa urbana
El Roco mientras tanto abría su mochila y mos­
traba los sprays de colores
-Mira, compadre, no pasa nada. Yo le paso un
spray a cada loquita y ya!... ¡si no van a llegar ni al
semáforo! ¡Pa' que cachen, poh!
La Coté y yo no esperamos la respuesta del Pan­
cho y agarramos cada una un spray y partimos co­
rriendo a pintar la micro antes de que se fuera:
"¡¡¡Sáquennos una fotooooooü! " grité en medio de
la carrera (si nos sacaban una foto tendríamos la
prueba testimonial para el reportaje y eso sumaba
más puntos).
-¡Hey, locas! ¡Ni siquiera han pensado en lo que
van a pintar! -gritó riéndose el Roco.
La esquina estaba llena, todos venían del festival.
La Coté fue la primera en desinflarse:
-¿Y si se baja el chofer y nos manda el fierrazo,
galla?
Mi corazón empezó con taquicardias, las manos
me transpiraban pero me animé igual y sin pensarlo
mucho lo único que se me ocurrió fue pintar en una
micro el logo de los dos restaurantes como unidos,
así es que dibujé una mezcla rara de vaca y toro.
-¡Esa micro nooo!
Lejanamente escuché que gritaba el Pancho his­
térico, pero era demasiado tarde: la micro empezó
a acelerar llevándose mi vaca-toro azul y las líneas
rojas que a última hora agregó la Coté para no que­
darse con las ganas.
Las dos saltamos hacia atrás gritando mitad con
euforia y mitad con miedo.
49
María del Pilar Clemente

Luego corrimos de vuelta a preguntarle al Roco si

acaso había sacado o no la foto.
El Pancho ni nos miró porque estaba furioso.
-¿Vieron que no nos pasó nada? -dijo tembloro­
sa la Coté, pero intentando una voz de winner.
El Pancho ahora nos miró serio con cara de tum­
ba.
-Sí, ya vimos que se mandaron la media ¡cagada!
¡¿Qué acaso no escucharon que esa micro no?!
-¿Y qué importa la micro? ¿Todas son iguales o
no?
El Roco le entregó la cámara a la Coté y luego de
un silencio nos explicó el rollo que se podía armar:
-Lo que pasa es que el parcito no se dio cuenta de
que esa micro ya estaba marcada, y lo que hicieron
fue pintar sobre otro graffiti. No pintaron arriba de
cualquier graffiti, sino que arriba del graffiti del Kil-
trO, el más pandillero y cuático de todos ¡Así es que
guarden bien las fotos que les tomé!
L o cierto es que no caí en cuenta de la
importancia del KiltrO hasta una semana
-No te cacho, Roco. Eres bien pelota ¿¡pa qué les después, cuando entrevisté a la Alejandra
sacaste fotos!? Que-nadie-las-vea-nunca... Ni se les P en su casa (una de las b-girl que me ha­
ocurra ponerlas en internet ni usarla para el reporta­ bía dado su teléfono). La Alejandra estaba
je ni nada! ¿Escucharon? -agregó el Pancho. a punto de cumplir 15, era una de las más
Nosotras quedamos pa'dentro. La Coté escondió bakanes en el escenario y vivía en Ñu-
su cámara inmediatamente ñoa en la Villa Olímpica cerca del Estadio
-¿Y es para tanto? Nacional (asunto clave como se verá más
Los dos partieron caminando mientras rumiaban adelante). Su hermano había pertenecido
algo por debajo. Eran las tres de la mañana y las a esas barras bravas de hinchas y ella con
calles estaban oscuras y vacías. sus amigas habían inventado una especie
de coreografía que nunca pudieron hacer

50 51
María del Pilar Clemente
por el machismo, la violencia y la falta de espacio. En
todo caso les sirvió de inspiración y siempre siguie­
ron con el tema del fútbol y de los deportes bailando
en gimnasios o lugares públicos.
-El problema es que ahora nos cuesta breakear en
la calle, hace rato apareció un tipo mala onda que se
está piteando a todos los hiphoperos free lance.
-¿Quién? Le pregunté, asegurándome que la gra­
badora siguiera corriendo.
-Un tal KiltrO, loca, por lo menos así firma él como
graffitero. El chanta es bueno, hace unas obras baka-
nes, pero también es medio violento, onda matón y
no le gusta que se metan con sus graffitis: Él parece
que fue el cuático que le pegó a mi hermano como
hace un mes, bueno, todos suponemos que fue él...
-¿Y por qué se mete con las barras?
-Es que anda en la onda justiciera de golpear a
todos los flaites (los que según él son rascas). Yo creo
que el KiltrO se sabe el más bakán de los graffiteros
de Santiago, ¿cachái?, y como mi hermano andaba
con su barra leseando en el Estadio Nacional frente
al mural del loco, suponemos que al KiltrO le avisa­
ron que habían chorreado su mural con cerveza y
en menos de 20 minutos llegó una pandilla como de
diez a pegarles a los de la barra.
-¿Y cómo es el KiltrO?
-No se sabe. Tiene que haber sido uno de ellos
pero nunca deja que sepan quién es. Ese es como
su máximo poder. El KiltrO es como una leyenda en
vida.
52
Tropa urbana
-No le gusta que le rayen los graffitis... -le dije in­
tentando volver al tema.
-Bueno, a ninguno le gusta. Todos los graffiteros
tienen respeto por los otros graffiteros, lo que pasa
es que a veces hay pendejos que rayan sobre otros
graffitis, los queman o bombardean. Y el KiltrO es
implacable con eso y los manda a golpear.
-¿Y nadie lo ha acusado con los pacos?
-No creo, loca, a ninguno de nosotros le gusta
meterse con los uniformes, ¿cachái?... Ustedes nunca
han visto alguna obra del KiltrO, ¿no es cierto? Si
van al Estadio Nacional las van a cachar al tiro, igual
es seco el KiltrO...
Nos quedamos marcando ocupado con la Coté,
las dos estábamos pensando lo mismo, así es que la
Alejandra nos dibujó el mapa exacto de dónde esta­
ba el famoso graffiti.
-El muro está por el lado de Pedro de Valdivia
con Las Encinas. Si van a ir a verlo, vayan luego,
porque yo creo que la municipalidad lo va a borrar
pronto, no ven que está feo y todo quemado...
La Coté y yo nos miramos, la Villa Olímpica es­
taba más o menos cerca... Había que caminar sus
buenas cuadras, pero era un buen momento para
ver lo del famoso KiltrO (porque cuando pinta­
mos la micro ninguna de las dos vio nada). Lo
que sí habíamos analizado en la foto que sacó el
Roco era que el KiltrO había usado negro, amarillo
y blanco, y que había dibujado un círculo muy
redondo en un costado. Eran las cinco de la tar­
53

María del Pilar Clemente
de y si nos apurábamos podríamos llegar todavía
con luz, así es que nos fuimos casi corriendo has­
ta el estadio. Otra vez eran barrios distintos a lo
que nosotras conocíamos: casitas más pequeñas y
como apiñadas. La calle más grande era justamente
Las Encinas. Reconocimos altiro el graffiti: era como
de 2 x 2 y estaba todo sucio por los bombardeos
que había sufrido. No se veían figuras en el dibujo,
solamente unas letras o especies de burbujas muy
bien pintadas en blanco, amarillo y negro y decía:
"La Vida". Yo me acordé de la primera conversación
con el Pancho. La Coté tomó varias fotos, pero nos
fuimos luego porque andábamos un poco paranoi­
cas y además empezaba a oscurecer. Ese mismo sá­
bado nos juntamos en la casa del Roco (cerca del
edificio del Pancho) para ver sí averiguábamos más
del Roco en su súper computador. A través de los
buscadores empezamos a rastrear cualquier registro
que llevara el sello del KiltrO. Navegamos un rato
pero no encontramos imágenes ni nada, solo un blog
llamado los perrosvagos (que podría ser un sinó­
nimo para quiltro), pero al final no era nada, eran
puros mensajes para los flaites. El Pancho y el Roco
se la pasaron cantándonos una especie de himno hip
hop toda la tarde.
La Kalle es El aRte, La VidA es el ARTE y además
la frase del famoso DJ Jimmy Fernández: ¿Qué es el
hip hop? La ViDa, la VidA, LA vi Da.
Como no encontramos nada le escribimos un mail
al correo de contactos que aparecía en el blog perros-
54
Tropa urbana
vagos. Se me ocurrió que podríamos sondear el te­
rreno, así es que el Roco tecleó mientras yo dictaba:
-HoLa: Kisiera CoNOcer oBRAs del KiltrO. ¿tlE-
nen AlGuna?
-¿Cómo vas a firmar, Kaky?
-Con mi nombre, poh Roco. Ponle Kaky y filo.
-No, na'que ver, no sabemos quiénes son los otros
locos, Kaky. Tienes que firmar de otra manera para
que el tipo no cache quién eres.
Pensé y pensé pero no se me ocurría nada. Le
dije que pusiéramos Afila, pero el nombre ya estaba
ocupado.
-Firma como la Rata Tuil -le dije sin pensar más.
-¿Y eso? ¿Dónde la viste?
-Ponlo nomás, es el menú de un restaurante fran­
cés, llamado “Pour ouvrir Yapettite”. Una vez con mi
mamá estuvimos mirando nuestros menús y apa­
reció este ratatouille: "rata tuil", dijimos las dos y no
pudimos parar de reírnos hasta que llegó el mozo.
-Bueno, es lo que hay. Firmemos eso de la rata
¿cuánto? ¿Til?
-Rata Tuil
-Veamos si con ese nombre podemos crear un
correo paralelo porque para meterse oficialmente a
los chais privados te piden una dirección de correo.
Con esta dirección invisible (lo lee el programa, pero
no el usuario) nadie tendrá dónde ubicarte y el con­
tacto se limitará sólo al chai del blog.
Entonces el Roco me creó un correo con mi nue­
vo nombre. Pasó el rato pero nadie del chat contestó,
55
María del Pilar Clemente Tropa urbana

y el Roco abrió el Photo Shop para agrandar algunas
copias de las fotos que la Coté tomó del mural. Nada
nos llamó la atención, salvo las combinaciones de
colores en negro, amarillo y blanco. Lo demás era
casi imposible de ver por los bombazos. Lo que sí,
en un rincón se veía (muy entrelazada con unas es­
pecies de ramas) las letras K y O.
Dos días después en el computador de mi casa
respondió a la media hora. Dijo que había descu­
bierto algo, pero que me lo diría en el colegio.
Mientras tanto, la Alejandra P. me llamó al celular.
Me contó que una de sus b-girls conocía al KiltrO,
por si quería entrevistarla.
¡Era la entrevista cumbre para entregar el repor­
taje! Lo único peligroso era que el KiltrO sospechara
que nosotras le habíamos quemado su graffiti en la

recibí un llamado en el chai privado del blog. Era un micro, pero no tenía por qué saber ¿o sí?

tal Gotik:
-Gotik: Hola Rata Tum:
La última photo ke acabo de subir al blog es la ke
tomé de un mural del KiltrO en la calle Cienfuegos,
cerca de la Alameda. ¿Dónde te mueves tú?
-Rata Tuil: Hola gOTiK. No graffiteo, soy b-girl y
estoy fotografiando murales.
-GoTiK: Bakán, loka. Te adjunto los míos pa que
le hechí un ojo. Xao.
¡No lo podía creer! Alguien había respondido
¿Quién sería el Gotik? Era obvio que no sabía fran­
cés y no cachó mi chapa, pero al menos la foto que
me envió era de un mural del KiltrO, pues tenía los
mismos colores. Después miré las obras del Gotik y
no eran ninguna maravilla: el típico graffiti burbuja
que hacía la mayoría de los hip hoperos dedicados
al muro. Yo no tenía el programa Photo Shop para
ver la foto del otro mural del KiltrO más ampliada,
así es que le envié unas copias a la Coté, al Pancho
y al Roco para que lo hicieran ellos. La Coté me

56 57
 L a Coté no llegó a clases y como ando
media perseguida me pasé toda clase de
películas mientras la esperaba en la en­
trada del colegio. Faltaban cinco minutos
para que cerraran las puertas y la llamé
a su celular. Raro, estaba apagado, así es
que llamé a mi mamá; ella sí tenía nove­
dades. El tío Eduardo estaba vendiendo
la camioneta nueva para pagar algunos
de los cheques protestados. Parece que
la tía Anita no podía soportar la idea, el
auto estaba a nombre de ella y lo tenía
desde hacía poco. Cuento corto: había un

59
María del Pilar Clemente
dramón en la casa de los Arévalo Gómez y parece
que la Coté y su hermano chico se habían que­
dado en la casa de la abuelita Nina. Cuando corté
oí una voz desconocida que me hablaba. ¡Casi me
desmayé! Era el Pepe A que andaba en una bicicle­
ta top y vestido con el buzo deportivo gris y rojo
oscuro del Colegio Alemán, Me sonreía tal como
Lukas Skywalker y me mostraba algo que tenía en
su mano. En medio de mi shock me di cuenta de que
quería pasarme un CD para que se lo entregara a
la Fio.
-... Se le quedó en la casa y lo necesita para el
taller de periodismo. ¿Tú la vas a ver ahora?
-Sí, claro...
-Bueno, estas son las fotos que necesita, las toma­
mos con mi papá, son varios de sobrevivientes de
las Torres Gemelas... ¿Tú sabes que mi hermana está
haciendo ese reportaje para el concurso?
-Sí... yo, yo también.
Pepe A me miró con una sonrisa algo burlona.
Noté que se fijaba en las maripositas que, de puro
nerviosa, parecían aletear en mi cabeza.
-¿Tú también estás con ella en el asunto de las
Torres Gemelas?
-No,... yo estoy haciendo otro tema...
para el mismo concurso.
Ahora él parecía iluminado, como de otro mundo.
Se me acercó un poco, mientras yo veía de reojo que
estaban por cerrar el portón. Si me demoraba más
60
Tropa urbana
en entrar, me quedaba afuera. Descubrí que no me
importaba no entrar. La emoción de estar hablando
con él era superior a cualquier cosa.
-¿Y qué tema estás haciendo?
Tartamudée mi respuesta:
-So... bre los hiphoperos, en Santiago, algo, eh...
sobre un famoso KiltrO y su pandilla.
-Un tema audaz, ¿no?
Ahora la sorprendida era yo. Vi de reojo que se
fijaba en las mariposas de mi cabeza:
-¿Conoces lo que es una pandilla? -insistió el
Pepe A, después se rió y me indicó la puerta que se.
estaba por cerrar-. Oye, parece que te vas a quedar
afuera y me prometiste entregar el CD a la Fio.
No me atreví a despedirme de beso ni nada. Volé
antes que cerraran y él me hizo un gesto de adiós
con el brazo y se fue en la bici.
A estas alturas estaban tocando la campana para
entrar a clases y yo no sabía si sentirme alegre o qué.
Era obvio pensar que para él yo era una pendeja
metida en un tema que me quedaba grande. Cuento
corto: estaba más que claro que no me había visto, a
pesar de mi llamativo peinado y que jamás se habría
interesado en mí, solo me ubicaba como compañera
de su hermana. Igual le entregué el encargo a la Fio,
pero... con un poco de lata debo admitir.
-Florencia, te lo dejó tu hermano -le dije deján­
dole el CD sobre su banco.
Ella me miró incrédula y con una voz muy anti­
pática me dijo:
61
María del Pilar Clemente
-¿Por qué tendría mi hermano que enviar algo
contigo? Él no te conoce.
Yo me puse roja.
-No sé, me ubicó en la puerta para que te pasara
estas fotos.
Sus ojos brillaron y me miró fijamente, al mismo
tiempo que decía fuerte como para que el curso la
escuchara:
-¡Las fotos de los sobrevivientes de las Torres Ge­
melas! ¡Súper! Mi papá me está consiguiendo en­
trevistas con varios de ellos. Dice que la próxima
semana podré hablar con la esposa de un contador
chileno que murió en el S-11. Es una historia trágica
que ningún otro medio tiene... Como ustedes saben,
ninguna de mis fotos las he bajado de internet...
Todo es auténticamente mío, ¡nada de copy-pastel y
para que se enteren, las entrevistas las estoy hacien­
do simultáneas, por teléfono o con la web cam, por­
que yo no necesito traductor.
-¡Grossssooo! -gritó una tontita desde el fondo.
-¿Y tu tema, cómo va? -preguntó la Fio con su
tonito insoportable-, ¿Tienes testimonios únicos o
algo que valga la pena?
Una amiga de la Fio aprovechó de tirar su dardo
antes de que entrara Monsieur Revrón (el profe de
matemáticas).
-El asunto hip hop está más visto que la primera
película de Harry Potter, loquita.
Así empezó la clase, mal, muy mal, entre las son-
risitas burlonas del grupito de la Fio y el puesto va­
cío de la Coté.
62
Tropa urbana
A la salida encendí el celular y tenía un mensaje
de la Coté:
"Tiene patas de fútbol", decía.
Como no entendí nada la llamé. Me contestó con
la voz algo llorosa. Dijo que sus papás se habían
peleado y que la camioneta había sido vendida, pero
que eso no era todo, porque aún quedaban muchas
deudas por pagar. "Tu papá dice que va a meter al
mío en la cárcel si no pagamos". Yo preferí no seguir
con ese tema y le dije:
-¿Qué significa eso de las "patas de fútbol?
Tuve buena intuición porque la Coté, evadiéndo­
se, feliz cambió el tema.
-Es que si miras la foto por fragmentos cuadri­
culados se ven en las cuatro esquinas unas figuras
como patas de futbolista, quiero decir que hay como
una pelota en la punta. A lo mejor puede tener re­
lación con la paliza que le pegaron a los hinchas. La
cosa es que la pelotita es igual al punto que aparece
en el graffiti de la micro, así es que parece que sí es
del tal KiltrO.
-¡Bakán! Yo también tengo buenas noticias, por­
que creo que conseguí el teléfono de una mina que
parece que fue la polola del KiltrO.
-¡Buena onda!
-¿Te imaginái? Entrevistar al KiltrO sería grosso, ¡el
medio personaje!, ¡sería tener una entrevista exclusi­
va, nunca antes vista, no creí!
Esa mañana no hubo más drama en el colegio y
cuando llegué a la casa me encontré otra vez con un
63
María del Pilar Clemente
mensaje en el correo. Era la b-girl amiga de la Ale­
jandra P. diciendo un montón de chamullos que al
final me contaba que no podía darme la entrevista
porque en realidad no conocía al KiltrO. (Me acordé
de la frase de la Alejandra P: todos hablan de él, pero
nadie sabe quién es). Traté de responderle al tiro,
pero su contacto se había borrado de mi MSN. Por
suerte tenía su número de teléfono y ella misma me
contestó.
-¿Qué pasa? ¿Por qué te estás corriendo y dices
que no lo conoces? ¿No que andaban juntos?
-Mira, era pura chiva y no me quiero meter en
líos, ¿cachái? Al novio de una amiga recién le pega­
ron los amigos del KiltrO....
-¿Por qué?
-Fue por un bombo que andaban trayendo unos
tipos en el partido del domingo. Según el KiltrO el
bombo era una reliquia, una joya del mundial del
62 y los locos no le hicieron caso y lo quemaron
frente a sus narices. Al parecer eso hizo que el KiltrO
mandara la orden.
Luego me dijo algo que no le entendí y la mina
me colgó. Yo me quedé con el teléfono en la mano
pensando si acaso el KiltrO era de verdad un ma­
ñoso que los controlaba a todos o era una excusa
que usaban todos. Me sentí estafada e impotente y
encendí el computador para revisar otra vez la única
pista que tenía del KiltrO: las ampliaciones del mu­
ral de la calle Cienfuegos que me había enviado el
GotiK. Efectivamente, se veía una especie de piernas
64
Tropa urbana
de futbolista. Traté de ver algo más en el centro del
graffiti, pero no se distinguía nada, al menos para
mí. Justo en ese momento me llegó un mensaje del
Pancho (la Coté ya lo había puesto al tanto sobre lo
del fútbol). Mi primo había captado además el con­
torno de una gárgola en todo el borde exterior del
graffiti. Para mí la imagen no era clara y la verdad
es que pensé que el Pancho necesitaba un test de
Rochard porque estaba viendo cualquier cosa en el
dibujo... ¿Qué tiene que ver una gárgola medieval
con un futbolista? ¡Brígido! ¿no? Con tanta confusión
no se me ocurrió nada mejor que buscar al Gotik en
el chat, pero no pude encontrarlo. En una de esas
tener correo invisible no era tan bueno, no era fácil
ubicarme. Dejé el computador prendido y como a las
dos horas el Gotik ingresó a la sala. Apenas entró me
senté en el computador y le pregunté sin rodeos de
cuándo era la foto que me había mandado.
-GotiK: Ese mural lo tomé hace dos meses. Estaba
frente a la ex sede del Club Colo Colo, en la kalle
Cienfuegos.
-Rata Tuil: ¿Está todavía ahí?
-GotiK: No sé, no creo porque kerían kemarlo.
-Rata Tuil: ¿Kiénes podrían kemarlo?
-Gotik: Los flaites del bombo, por ejemplo...
Rata Tuil: ¿Son los flaites de las barras bravas?
Gotik: Algunos, los destroyers, sí.
Rata Tuil: ¿Ke sabís del bombo quemao?
Gotik: Fue feo. Los destroyers sabían ke NO te­
nían que kemarlo.
65
María del Pilar Clemente

Rata Tuil: ¿Y el KiltrO y su gente les pegó?

El Gotik no me respondió y se desconectó sin avi­
so. Después de algunas semanas el blog perrosvagos
también desapareció. Así es que tomé el sartén por el
mango como dice mi mamá y llamé al Pancho para
que me acompañara a Cienfuegos, pero él me dijo
que lo dejáramos para otro día porque iba a salir a
comer pizza con su papá.
-¿Tú papá te va a invitar a una pizzería?
-No te pongas tonta, Kaky. No me gusta ese to-
nito.
-Es que como no lo querías ver... pero, ¡buena
onda! A mí me cae bien tu viejo. Es súper simpático,
así es que bien por ti... pero no le hables mucho de
mi papá ni del tío Eduardo.
-¿Por qué? ¿Acaso ellos se han aguantado de ha­
blar de mi papá?
Me quedé pa' dentro. A unque trataba de disimularlo, al Pan­
-Sí, tienes razón. Mándale saludos y que te vaya cho le latía como loco el corazón. Apenas
bien. Chau. llegó a la esquina vio a su papá, Ramón
000, haciéndole señas desde su despaturra­
do auto Honda del año '95, el mismo auto
que él recordaba desde niño. Ahí adentro
estaba su viejo, igual que siempre... ¡Pen­
sar que había pasado cerca de un año sin
verlo! Igual seguían en contacto telefónico,
pero después de la última depresión de su
madre, el Pancho, por solidaridad, prefirió
no seguir viéndolo. Él sabía que la separa­
ción de sus padres había sido por la falta

66 67
María del Pilar Clemente
de plata y por la actitud relajada e irresponsable de
su papá, porque, claro, no cumplía con las cosas que
decía y nunca tenía horario, porque siempre estaba
detrás de un marido infiel o de alguna mala mujer...
Nunca llegó para los cumpleaños ni para los aniver­
sarios. A veces (muy pocas al parecer) ganaba algo
más de lo habitual y trataba de compensar sus faltas
con regalos o pequeñas vacaciones, pero finalmente
la tía Valeria se cansó de dar excusas y poner caritas
ante su madre (la abuelita Nina) y sus hermanos y le
pidió que se fuera de la casa. Ahora el Pancho sentía
como si el tiempo no hubiera pasado y le sonrió des­
de muy adentro cuando lo vio.
-Hola papá. ¿Qué onda? -le dijo (disimulando su
emoción) como si lo hubiera visto ayer.
-Te vengo a invitar a almorzar, como te lo pro­
metí -le dijo sonriendo-, apúrate, hijo, que nos va a
pescar el tráfico.
El Pancho se encogió de hombros y subió. En el
interior del auto había lo predecible: celulares ma­
los, micrófonos, una cámara fotográfica y un notebook
de segunda selección, que quién sabe si funcionaba
o no. Lo que sí era un hecho que ya no apestaba
a cigarros. Hacía algunos meses que su papá había
dejado de fumar. "Es hora de cuidarse, nadie quiere
terminar como el tipo que sale ahora en los paquetes
de cigarros", le comentó al Pancho.
-Espera, voy a avisarle a la mamá que me voy a
demorar un poco -le dijo antes de que prendiera el
motor.
68
Tropa urbana
-No te preocupes, hijo, ya le conté y le dije que
saldríamos los dos.
-¿Cómo sabías, si ni yo lo tenía claro?
Su padre le sonrió con ternura y le dio unas pal­
maditas en la cabeza:
-Digamos que tengo una buena intuición. ¿Qué
pizza quieres comer?
El Pancho se sintió contento, en confianza y le
dijo como rezongando:
-¿Tiene que ser pizza, papá?
-Si quieres comemos hamburguesas... -le dijo
riéndose al tiempo que le indicaba que se pusiera el
cinturón.
-Mmmm... baratito, como siempre nomás.
Ramón hizo como que no escuchó el comentario
de su hijo:
-Pero, bueno... todos sobrevivimos a un bolsillo
flaco, ¿no?
Y salió disparado en el Honda '95 zigzageando
peligrosamente entre el transporte público y los ve­
hículos que abarrotaban la avenida Irarrázabal. En
ese sentido su padre era increíble. Era un tuerca con
suerte, se podría decir, nunca había tenido un per­
cance más allá de los clásicos abollones.
-Supe que tus "simpáticos " tíos Arévalo están en
problemas, ¿sabes algo?
-Sí. Parece que un tipo estafó al tío Eduardo y
algo de la firma de un cheque -le contestó el Pan­
cho en forma parca porque no quería seguir con el
tema.
69
María del Pilar Clemente
-¡A tu tío Eduardo lo estafaron y cayó Diego tam­
bién! ¿No que era un genio para los negocios? Al
menos eso decía él cuando tu mamá y yo estábamos
de novios. ¿Sigue tan serio? Yo lo encontraba bien
aburrido...
-Bueno, la cosa no es chistosa, parece que esta
vez metió las patas porque falseó la firma del tío
Diego.
-Mmmm... firma falsificada. Grave, grave, porque
ahí se pierde la confianza -y agregó con voz de sor­
na-. Supongo que entonces ya no son tan unidos los
hermanitos Arévalo.
-Papá, no seas irónico. Parece que la cosa se les
viene con todo.
Ramón lo miró fijo y cambió abruptamente el
tono.
-¿Ya hicieron la denuncia y acudieron a Investi­
gaciones?
-No sé, papá.
-¿Te gustaría que yo los ayudara, hijo? Yo solo lo
haría por ti, porque ellos no valen nada, son unos
engreídos pasados pala punta...
-¡Papá, vas a chocar! ¡Mira para adelante!
Ramón volvió su vista al frente, pero repitió la
pregunta.
-Sí, papá... me gustaría que todo se arreglara.
-¿Todo, todo?
Pancho lo miró algo molesto.
-No sé, no sé, ya no me sigas hinchando que ten­
go mucha hambre.
70
Tropa urbana
Luego de un largo silencio agregó:
-Papá, ¿por qué me dices esto? Tus asuntos son
los líos sentimentales y no los delitos de estafa o fal­
sificación, ni aunque quisieras podrías ayudar ¿o sí?
-¿Y acaso una estafa como esta no tiene una carga
sentimental? Detrás de cada estafador hay un encan­
tador de serpientes, uno que hechiza y el otro que
cae en la trampa. Siempre son las emociones las que
mueven el mundo, hijo. Yo tengo años de circo y
conozco a todos los de Investigaciones, para mí no
será difícil encargar especialmente a este sujeto. Si me
consigues una descripción detallada en un santia­
mén muevo mis contactos.
En eso apareció el esperado cartel de una pizzería
y el Honda giró en "U" y se metió al estacionamien­
to. Ramón sabía cuál sería la respuesta de su hijo,
pero no se pudo aguantar las ganas de molestarlo
un poquito.
-¿Pedimos al auto o nos bajamos?
-Por favor, papá. Quiero comer como la gente,
¿ya?
-Bueno, el caballero manda. ¿Qué sabor compar­
timos? Así sale más barato, ¿cierto? Una cervecita
para el papá, un refresco para el hijo...
A esa misma hora, en el taller mecánico, el Roco
terminaba de ajustar las ruedas del BMW Isetta co­
lor verde que le habían encargado arreglar. Le daba
gusto darse cuenta de que cada vez conocía más
estos huevos de metal que alguna vez enloquecieron
a los europeos de los ‘60 y '70. Se había vuelto casi
71
María del Pilar Clemente
un experto y gracias a internet se había formado un
club en torno al autito. El Roco empezó a interesarse
desde hacía un par de años en los viejos catálogos y
con la ayuda de su padre había aprendido a sustituir
repuestos originales (ya inexistentes, como la venta­
na burbuja) por artefactos parecidos que cumplían
la función). Adaptaba piezas metálicas, reemplazaba
repuestos por otros repuestos compatibles y así lo­
graba ganarse unos pesos y ayudaba a pagar sus
gastos universitarios. El Roco combinaba bien sus
dos pasiones: la mecánica de los Issettas con la lite­
ratura.
Esa tarde llevaba horas con el motor del huevito
verde y repentinamente sintió un apetito voraz, así
es que se quitó el overol, se lavó bien las manos y
se encaminó contento a su casa. Al llegar al depar­
tamento saludó a su mamá que estaba por salir y se
metió a la cocina a fabricarse un suculento sándwich
que se puso a comer frente al computador. Mientras
revisaba sus apuntes, el Roco reconoció la señal de
un nuevo correo en la pantalla: "Hey Rata Tuil". "Ah,
-sonrió-, la Kaky me está enviando un mail", pero
cuando lo leyó cayó en pánico y se lo reenvió al
Pancho al mismo tiempo que trataba de ubicarlo en
el celular. El Pancho lo tenía apagado así es que, ur­
gido, le escribió el siguiente mensaje de texto: "mansa
cagadita que se mandaron las pastelitos de tus pri­
mas, abre tu correo".
El Pancho se enteró una hora más tarde. Venía
entrando a su casa contento de haber visto a su
72
Tropa urbana
papá. En un par de minutos estaba frente al com­
putador abriendo el correo que le había enviado su
amigo. Lo que leyó lo dejó con la boca abierta, a lo
mejor se trataba de un truco... En las pantalla del
computador aparecía una de las esculturas de Rebe­
ca Matte ("Juntos en la vida y en la muerte" ubicada
en la pequeña plazoleta a la entrada del Museo de
Bellas Artes) con las alas de bronce (que representa a
Dédalo e Ícaro) pintadas con un pseudograffiti azul
y rojo. La familiaridad de la imagen graffiteada (si
se podía llamar así) fue lo que resultaba tan inquie­
tante: se trataba de una especie de signo toro-vaca
burdamente entrelazado.
De inmediato analizó la fotografía para ver si se
trataba de un truco en Photo Shop, pero no. El signo
había sido efectivamente pintado en la escultura. Era
la misma vaca-toro con las líneas rojas que habían
pintarrajeado la KaKy y la Coté la otra noche del fes­
tival en San Miguel y para empeorar más las cosas,
a un costado de una de las alas de la escultura apa­
recía la marca: "RAtA ViL". ¡No podía ser!, a lo me­
jor era una excelente manipulación gráfica... claro,
claro... ¿Y si lo había hecho la Kaky y la Coté para
ganar el concurso de periodismo... o acaso el par de
pastelitos eran de verdad las responsables?
En seguida buscó más noticias en las páginas web
de radios y otros sitios nacionales y sus temores se
vieron confirmados: una fotografía muy similar, o la
misma, aparecía con los siguientes titulares: "Ván­
dalos destruyen Santiago ensuciando sus obras de
73
María cid Pilar Clemente
arte". "Museo deberá limpiar obra de arte salvaje­
mente atacada"...
Sin pensarlo dos veces llamó a la Kaky y la insul­
tó por primera vez en su vida:
-¿Qué huevá andan haciendo con la Coté? ¿ Es­
tán enfermas de la cabeza o qué? ¿Se dan cuenta de
la cagadita que hicieron?
La Kaky (que venía de ponerse las maripositas
amarillas en el pelo) se quedó sin habla con el salu­
do de su primo
-¿Qué onda? ¿Qué te pasa, Pancho?
-El Roco me reenvió el mail que le enviaste,
Kaky!
¿Cuál mail, Pancho? Si yo no le he mandado
nada
-Es una foto intervenida ¿no?, ustedes la subieron
a la red para promoverse como graffiteras, ¿no es
cierto? ¡¡¡¿Que acaso no saben que esa bromita pue­
de costarles caro?!!!
-No te estoy entendiendo nada, ¿cachái?
La paciencia del Pancho se iba agotando y el vo­
lumen de su voz subía y subía.
-¿Me vas a decir que no sabes nada del mail que
le enviaste al Roco con la foto del graffiti en el mo­
numento de la Rebeca Matte?
-¿Cuál... esa de las figuras con alas que hay en el
parque Forestal?
-Sí... no te hagas la tonta, Kaky, tú sabes muy
bien cuál... "Rata Vil" ¿te suena?... Quizá te recuerda
el toque de adrenalina final para el reportaje.
74
Tropa urbana
-Te juro que no sé nada, Pancho. Además, yo soy
Rata Tuil, no Rata Vil
El Pancho conocía bien a su prima y podía re­
conocer fácilmente si estaba o no mintiendo, así es
que no insistió más por ese lado y se preocupó de
veras por el problema. Si no se trataba de un truco
de ellas, entonces alguien había usado su identidad
para culparlas.
-Bueno, si no fuiste tú o la Coté, te cuento que
alguien les copió el mamarracho-grafífi de la vaca-
toro azul que hicieron con la Coté en la micro y
además se está metiendo en tu correo. ¡Te apuesto
que el par de pasteles hicieron correr la foto que les
sacó el Roco por internet!
-¡Te juro que no!, Pancho. Nadie ha visto las fo­
tos, ni siquiera en el curso. No somos tan tontas,
pa'qué nos vamos a arriesgar a que nos cache el
KiltrO ¿Dónde está la foto de la obra de la Matte?
¡Mándamela pa' verla!
La Kaky no solo vio la foto, sino que vio la mis­
ma imagen en el noticiero de todos los canales: "acto
vandálico perpetrado a la entrada del Museo de Be­
llas Artes", decían los noteros, mostrando la imagen-
plagio de su propio graffiti y recalcando la marca
"Rata Vil" (mala copia de su propia identidad).
-¡Cómo hay gente tan cerda! -gritó la Andrea, que
estaba sentada al lado de la Kaky en el sillón de su
papá-. ¡Ojalá que los pillen y los sequen en la cárcel
a los flaites que lo hicieron!
75
María del Pilar Clemente

-O que al menos les cobren una tremenda multa

-dijo su padre que estaba en el escritorio, pero aten­
to a las noticias. -¡Hay padres que no tiene idea en
qué andan sus hijos! -agregó sin saber que se podía
estar endeudando más con el comentario.
La Kaky tragaba saliva sin decir una palabra.
"¿Cómo es posible"...? pensaba, que alguien quiera
inculparme... lo único que me queda es pensar que
es el tal KiltrO, que ya se enteró de que soy yo la que
se mete con sus graffitis y le anda dejando recados
por ahí.
La sensación de tragar saliva se parecía cada vez
más a la de tragar arena.

E s sabido que la ansiedad es un sín­

toma de angustia y la pobre Coté vivía la
peor de las angustias por todos los lados.
Ahora su papá aparecía como deudor en
el boletín comercial y le habían anunciado
que cerrarían su cuenta corriente. Ya no
tenían auto, habían tenido que despedir a
mucha gente en el restaurante (incluido el
cantante de los sábados) y hasta, a lo mejor,
tendrían que cerrarlo. La única esperanza
que mantenía en pie a esa familia era la
de apresar a Julián Douglas, que según se
especulaba, todavía estaba en el país.

76 77
María del Pilar Clemente
-Agradece que todavía te hablo, Kaky. Por tu cul­
pa puede que las cosas se pongan feas, feas para no­
sotras; ahora cuéntame qué fue lo que me dijiste que
me ibas a contar -me decía la Coté mientras engullía
un paquete de galletas.
-¿Estás preparada?
-Sí, sí.
-Hace algunos días fui a ver el mural de la calle
Cienfuegos. Ni tú ni el Pancho me pudieron acom­
pañar; tú tenías prueba con Monsieur Revrón, ¿te
acuerdas? Bueno, el día anterior, antes de desapa­
recer del chat, el GotiK me dijo que si me interesaba
tanto el KiltrO tenía que ir urgente a ver el mural de
Cienfuegos. Me insistió en que tenía que ir altiro an­
tes de que lo borraran los flaites o los destróyer -la
miré a ver si me estaba siguiendo la onda.
-Sí, sí. ¡Y fuiste a ver qué nueva obra había pinta­
do el KiltrO!... Dime, ¿esto es por lo del concurso o
tienes un interés personal con lo del KiltrO?
-Na'que ver, Coté, fui a ver el mural nomás, era
un graffiti increíble, el mejor de los que tenemos re­
gistrados. Le saqué una foto, pero no con cámara
digital, sino que con la mía.
-Y yo que tendré que vender la mía... ¿Y? ¿Qué
onda con ese mural, ya mandaste a revelar el rollo?
-Hoy en la tarde van a estar las fotos... pero to­
davía no te termino de contar.
-Dale...
-El mural es inmenso y tiene los mismos colores:
negro, blanco y amarillo. Y vuelven a aparecer sus
letras características: "K" y "O".
78
Tropa urbana
-¿Otra vez las "patas de fútbol"?
-No, esta vez no, pero sí estaban las gárgolas que
vio el Pancho, pero más como estilizadas y con más
detalles, en especial las alas. No creo que sea casua­
lidad que esté frente a la ex sede del Colo Colo, esa
casona está llena de gárgolas, ¿sabías?
-¿Puede ser que el loco sea antifútbol? A lo mejor
es un tipo inteligente después de todo. Un punto a
su favor en el reportaje. Un buen hiphopero que
lucha contra las barras bravas -dijo entusiasmada y
atragantándose con las últimas galletas.
-Bueno ya, deja la broma, Coté, lo grave del asun­
to es que con un plumón gordote que había com­
prado especialmente anoté la. frase: KiltrO Kiero ko-
nocerte.... AHORA.
-¡¡¡Nooo, Kakyü! ¿Lo escribiste adentro?
-Sí, pero yo pensé que lo había escrito más chico,
pero luego caché que se notaba ene... después no lo
pude borrar.
-O sea que le quemaste el graffiti al KiltrO.
-Es que eso es lo que me tiene enrollada, Coté.
Por querer conocer al KiltrO me he ido metiendo
cada vez en más líos. ¿Crees que lo del monumen­
to rayado lo lleguen a asociar conmigo? A lo mejor
todo lo está haciendo el KiltrO, que piensa que lo
ando perjudicando, cuando lo único que quiero es
su entrevista y de pasadita decirle que no ha sido
con intención quemarle sus graffitis...
-Uff, yo me puse pálida cuando me llamó el Pan­
cho y después vi las noticias. Me quedé pa'dentro
79
María del Pilar Clemente
con lo de "Rata Vil", y pensé que sí habías sido tú,
porque nadie más que nosotras sabe eso, bueno, y el
Pancho y el Roco, claro.
-Pero no es Rata Vil poh, Coté, es Rata Tuil.
-Ya sé, ya sé pero igual es lo mismo... es nuestra
identidad.
-Lo que está claro es que el tipo se mete en mi
correo como si fuera yo, es un hacker, ¡¡¡cachái!!!
-Mal, mal. ¿Ya le contaste al Pancho y al Roco el
"detallito" de Cienfuegos?
-No, todavía no saben.
-¿Y?
-Es que no estoy ni ahí con el Pancho, porque se
pasa el rollo de que fuimos nosotras las del asunto del
Bellas Artes, y yo creo que el Roco cree lo mismo.
-Sí, a mi también me pasa lo mismo. ¡Los muy
chantas!
Durante dos días apenas pude comer y menos es­
tudiar. Me saqué el primer rojo del año en Lenguaje,
uno de mis ramos favoritos. A mitad de semana el
Pancho me envió un par de correos para que nos
juntáramos con su papá a conversar este enredo, así
es que estábamos citados esta tarde en la oficina del
tío Ramón a ver si cachábamos algo. Le avisé a la
Coté -que tenía entrenamiento de gimnasia olímpi­
ca- pero igual me alcanzó a la salida del colegio y
nos subimos al Metro con dirección a la casa del tío
Ramón.
En la estación República nos esperaba el Pancho,
que también andaba con uniforme de colegio. El
80
Tropa urbana
Roco tenía clases en la universidad, así es que no
apareció. Los tres partimos caminando por unas ca­
llecitas que se perdían por el interior de la Alameda.
Era un barrio distinto, una mezcla. de casas antiguas
y edificios modernos en construcción. Doblamos
por un local de pollos a las brasas, seguimos por un
pasaje lleno de locales para sacar fotocopias y por
fin llegamos a un edificio grande, cúbico y gris, muy
viejo y sin ningún encanto.
El Pancho tocó el timbre y el pesado portón de
fierro se abrió, crujiendo todo el rato como en una
película de terror.
-Aquí trabaja mi papá.
Por fin llegamos frente a una puerta que decía:
Investigador privado
Al lado había un par de sugerentes corazones ro­
jos que claramente daban a entender que se trataba
de líos de pareja.
El tío estaba sentado en un pequeño living que
hacía las veces de oficina, todo feo y gris, muy a tono
con el resto del edificio. Eran cuatro silloncitos de
tapiz escocés, muy usados, que rodeaban una mesa
de centro donde había una bandeja con paquetes de
papas fritas y vasos de cartón con refrescos.
-¡Pasen chicos, pasen! Supuse que venían con
hambre y les compré unas papas fritas...
El tío Ramón era buena persona, tenía una sonri­
sa linda y una expresión que daba confianza. Pienso
81
María del Pilar Clemente
que si se vistiera mejor sería bien guapo. Los tres lo
saludamos buena onda y nos sentamos a engullir las
papas fritas mientras él hablaba y hablaba.
De repente nos apuntó con los dedos como si
tuviera una pistola.
-Esto es como sacarse el boleto premiado -dijo-.
Primero, caen mis cuñados en una estafa y luego mis
sobrinas están involucradas con casos de vandalis­
mo urbano. ¿Quién lo iba a pensar? ¡Los Arévalo en
masa, los grandes y los chicos en apuros y necesitan
de la ayuda de su querido humilde servidor!
A mí me dio risa su actuación y no pude aguan­
tarme la carcajada. La Coté, en cambio, como que
no le prestó atención y se abalanzó sobre las papas
fritas. La blusa del uniforme le empezaba a quedar
ajustada otra vez, pero no le podía decir nada, solo
le daría más angustia.
-Bueno ya, dejemos el histrionismo y díganme
mis queridas sobrinas: ¿fueron ustedes las que raya­
ron la obra de la Matte?
-¡No! -gritamos las dos con la Coté.
-Entonces, ¿por qué andan tan paranoicas? Algo
no me han contado....
La Coté me miró sin mucho disimulo, así es que
largué para fuera toda la historia del mural de Cien-
fuegos y les mostré las fotos que había sacado.
El tío Ramón las observó en silencio mientras el
Pancho me hacía gestos de ¡por qué no le había con­
tado! Como caché que las fotos eran algo importante
le pasé también las otras fotos con las gárgolas.
82
Tropa urbana
-Gárgolas, alas, fútbol, la inscripción esa de "La
Vida"... y todo, según ustedes es de un tal KiltrO. Sin
duda el tipo sabe lo que hace, ¿de dónde salió?
-Ninguno lo conoce, pero mi amigo Roco lo ca­
cha -dijo el Pancho.
La Coté metió la cuchara:
-Él reconoció de inmediato el graffiti en la micro
que pintamos.
-Mmmm... sí el Pancho me habló de esa incur­
sión que tuvieron las Arevalito.
El Pancho le contó un poco del KiltrO al Tío
Ramón:
-Fue en una presentación que hicimos el año pa­
sado, cuando me tocó presentarme (un brusco silen­
cio detuvo lo que estaba diciendo)... Bueno, la cosa
es que fue en el Museo de Arte Contemporáneo, nos
reunimos una tarde caleta de músicos callejeros, tea­
treros, batucadas, raperos... ¡todos! Ese día alguien
había hecho un graffiti chanta sobre uno de los es­
calones de mármol del museo y el Roco me dijo: "a
este flaite lo va a agarrar el KiltrO porque marcó algo
cultural".
Todos cachamos que el Pancho se había puesto
nervioso al principio de su relato y aunque lo disi­
muló, el tío Ramón no lo dejó pasar y le puso otra
vez el tema.
-Te quedaste callado en la mejor parte, Pancho,
mejor háblame de tu presentación primero...............
Mi primo se miró los zapatos e hizo como que
chuteaba algo.
83
María del Pilar Clemente
-Nada, papá, es un secreto...
-Ya poh, Pancho, que puede ser importante -dijo
la Coté como abrazándolo.
-¿Tu dragón? -se me salió decir.
-Entonces no es tan secreto -dijo el tío Ramón-.
¿Tú también tienes uno?
No dije nada y solo negué con la cabeza, porque
el Pancho me puso la peor de sus miradas.
-No te preocupes, hijo. No me debes ninguna ex­
plicación, nadie lo va a saber fuera de acá, tampoco
tu mamá. Sólo quiero saber si hay relación con el
día de tu presentación, que no sé bien qué significa,
y la identidad del KiltrO. ¿El KiltrO es de tu misma
gente?
-Bueno, no, el KiltrO no es de la hermandad, no
es un brother. Y tampoco es Me como yo.
Y como el tío Ramón le puso cara de no entender,
el Pancho tuvo que explicarse mejor.
-Los Mc's somos los que microfoneamos, papá:
cantamos canciones y nos acompañamos del micró­
fono. La idea es improvisar y contar las cosas que
pasan en la calle, cosas que nos pasan, cosas que
sentimos.
El tío Ramón miró de una forma muy curiosa al
Pancho, como que le dio emoción, pienso yo.
-Bueno, somos un grupo de hermanos y el jura­
mento significa que todos nos hacemos un tatuaje
de verdad.
-¿Y el KiltrO, no tiene nada que ver con eso? ¿No
es un brother?
84
Tropa urbana
-No, no creo... yo por lo menos nunca lo he
visto.
Mi tío se veía metido en el asunto, con sus neuro­
nas a mil. Otra vez no pude comprender por qué era
tan mal visto en la familia o por qué no ganaba lo
suficiente, me parecía inteligente y muy buena tela.
-A ver, todo de nuevo: ¿alguien ha visto alguna
vez al KiltrO?
-Ese es todo un tema -agregué-, tal parece que
tiene muchos seguidores fieles que mantienen la
promesa de no revelar quién es. Es como la leyenda
del Zorro, solo que este no es el mismo tipo de jus­
ticiero.
-O sea que el KiltrO podría ser un invento, o un
símbolo, o la parte secreta de otro juramento -dijo el
tío Ramón mientras anotaba en una libretita.
-¡¡¡Claro que no es un invento, tío, si el tipo está
detrás de nosotras y nos quiere perjudicar!!!
-¡Tchiaaaaaa, nadie sabe eso, ustedes se juran las
más bakanes y se pasan puros rollos nomás! -ironi­
zó el Pancho.
La Coté parecía muy molesta. El tío Ramón nos
sonrió con cara de no pasa nada y dijo como para
suavizar el ambiente:
-Tal vez ustedes llegaron en un mal momento, ni­
ñas. Puede ser que las esté utilizando para poner en
la prensa el tema del vandalismo de las obras de arte,
no dicen que es, a su manera, un defensor de la cul­
tura... o también puede que no exista el tal KiltrO y
que sean muchos kiltros que tienen la misma mano
85
María del Pilar Clemente
para graffitear y que marcan igual para esconderse
en una sola identidad, que al final no existe... Así to­
dos estarán perdidos buscando a alguien inexistente.
Genial ¿no?
-¿Será para tanto, tío?
-O puede que todo sea una casualidad, el mismo
GotiK pudo haberlas engrupido -agregó.
-Pero tío... ¿Cómo podría saber el Gotik que el
graffiti de la vaca era nuestro y agregar la marca de la
Kaky, "Rata Tuil", que es casi lo mismo que "Rata Vil"?
-Ah... ¡tranquilas, tranquilas! Esa es la pregunta
del millón. Seguramente, alguna de ustedes, sin dar­
se cuenta, habló más de la cuenta o dejó pistas por
ahí. Uno hace eso más de lo que cree, ¿saben? Los
detectives y los arqueólogos somos expertos en eso,
siempre, siempre se dejan huellas, así es que alguien
con un poco más de conocimientos tiene las herra­
mientas necesarias para encontrar lo que busca.
Hubo un breve silencio hasta que a propósito de
nada el Pancho dijo:
-¿Y el Roco? Él debería estar con nosotros aquí.
Después de todo él es el cuarto que estaba el día que
estas locas rayaron la micro... y además es bien ci­
bernético, él puede cachar quiénes son hackers y ayu­
darnos a resolver quién puede estar detrás de esto.
-O él podría ser el KiltrO -dijo el tío Ramón mi­
rando por la ventana.
-¡Eso sí que no, papá, yo conozco bien al Roco y
es como un hermano...!
-¿Y el Roco es un brother como tú?
86
Tropa urbana
-No, no es un brother, papá, nunca se ha hecho el
tatuaje, pero hacerse o no un tatuaje no implica ser
un vándalo. El Roco tiene su cuento propio; le gusta
tomarle fotos a los graffitis y eso, pero el Roco es piola,
le interesan las Isettas, las fotos y su literatura, es como
un lobo solitario y nunca andaría haciendo enredos,
no es el KiltrO, estoy seguro, te lo doy firmado.
-Bueno, dejemos al Roco por ahora. Hay que
concentrarse en dos cosas: encontrar al tal Douglas
que estafó a tu papá, Coté, y descubrir qué hay de­
trás de ese supuesto KiltrO, pero mientras tanto esto
se amasa en mi cabeza vamos a gastarnos estos dos
mil que me quedan para comprar más papas fritas.
Como si hubiera escuchado su nombre la Coté se
levantó de lo más contenta (a la voz de papas fritas)
para buscar su mochila; yo llamé a mi mamá para de­
cirle que a lo mejor me quedaba en la casa del Pancho
y al poco rato, cuando íbamos todos atravesando el
portón del edificio, el Pancho rompió el mutismo.
-¿Y qué hacemos con lo del Roco entonces?
-Nada, actúen natural, tranquilos, pero no le en­
treguen pistas, no le cuenten que vinieron para acá
¿OK?... ¡Ah! y traten de no andar solos por los
barrios que ya sabemos, porque, en una de esas,
el KiltrO sí existe y les juega una mala pasada...
Les digo esto especialmente a ustedes dos, Kaky y
Coté, tal vez el sujeto sea verdaderamente peligroso
y violento... o a lo mejor todo lo contrario y se tra­
ta de un pendejo que tiene más miedo que ustedes,
pero para qué arriesgarse.
87
 A l final me quedé en el departamen­
to del Pancho y andaba tan en otra que
ni sentí las patitas del Atila hasta que sus
pequeños colmillos me mordieron los ta­
lones. La tía Valeria estaba en la cocina
cuando escuchó mi grito. Ella amaba a su
mascota:
-¡No te preocupes, Kaky! Si es tan chi-
quitito que ni duele. Seguro que le pisaste
la cola. Hazle un guapo y se arranca al
tiro. ¡Pobrecito, nadie entiende a mi Atila!
¿Quieres fideos con salsa? Es lo único que
hay. Tuve mucha pega ayer y no alcancé
a cocinar.

89
María del Pilar Clemente
-No te preocupes, tía.
Yo estaba tan agotada que después de comer me
quedé un poco dormida viendo una película al lado
del Pancho, pero justo antes de caer, me acordé de
que no había sacado algunos libros de los lockers y
los necesitaba para terminar algunas tareas. ¡Qué
lata, el semestre se me iba perfilando mal! Cuando mi
papá viera mis notas le daría un infarto. Esa noche
soñé que la libreta se me convertía en un cocodrilo
que me perseguía y me perseguía. Desperté con los
lamidos del Atila (algún cariño nos tenemos, después
de todo) y me sentí toda molida después de dormir
en el saco que me pusieron en el sofá. Cuando llamé
a mi mamá para saludarla y decirle que me estaba
yendo al colegio, me contó algo que me dejó tiritona
durante todo el día: alguien había rayado con unos
garabatos inentendibles la puerta principal del res­
taurante. Eso había implicado comprar pintura y que
Campitos se pusiera a pintar para borrar la mancha
(increíble lo que es no saber qué es un graffiti) antes
de que llegaran los clientes.
-¿Y qué decía el graffiti, mamá?
Mi mamá (que no andaba muy paciente) me con­
testó de muy mal modo.
-¡Qué se yo, Kaky! ¿Crees que tu mamá tiene
tiempo para leer basuras? Alguna ordinariez diría,
qué sé yo. ¿A qué hora vas a llegar? Has estado muy
salidora últimamente, espero que esto no te traiga
consecuencias en el colegio.
-No, mamá. Nos vemos en la tarde (el recuerdo
de la libreta-cocodrilo me acechaba y me dio pánico
90
Tropa urbana
pensar que ahora los apoderados podían acceder a
ver las notas a través de internet, pero me tranquili­
zaba saber que mi mamá era nula para eso).
Todo siguió su curso normal hasta que el viernes,
en el ramo de Artes, Monsieur Gacitúa proyectó la
diapositiva de la escultura de la Matte, "mancillada,
ultrajada" (así dijo él) por un horrendo graffiti azul
de una tal "Rata Vil", a partir de lo cual se lanzó un
tremendo discurso sobre lo que significaba el arte, y
de todo el respeto y el amor que uno debía tener por
la cultura y blá, blá, blá.
La Fio, que sabía perfectamente cómo sacarle
provecho a todas las situaciones, levantó la mano
y dijo:
-Yo le encuentro razón, Monsieur, pero ¿sabía us­
ted que hay gente que defiende a los hiphoperos y a
los graffiteros?
Evidentemente, Monsieur no estaba con la onda
de estar de acuerdo.
-Pues yo diría que son inadmisibles, una expre­
sión artística no se puede sustentar si consiste en
destruir otras. ¿Usted cree en los hiphoperos y gra­
ffiteros?
La Fio me miró con cara de circunstancia y apun­
tó abiertamente a mi puesto:
-No, yo no, pero ella está haciendo un reportaje
en el que defiende a los graffiteros que andan destru­
yendo la ciudad, Monsiuer.
Todo el curso me miró. Sentí un recorrido temblo­
roso que empezaba por mis mariposas hasta llegar a
91
María del Pilar Clemente
mis zapatos. Había sido una mala jugada de la Fio,
y evidentemente yo no podía ponerme a defender a
los graffiteros mientras esa diapositiva estuviera pro­
yectada.
-No es cierto. Yo no defiendo la destrucción. Yo
estoy investigando sobre lo que realmente buscan
los hiphoperos y graffiteros chilenos, que no es an­
dar de vagos rayando la ciudad, como todos creen,
sino que es inscribir, contar o cantar lo que pasa en
las calles. Además, no es lo mismo un hiphopero, un
graffittero o un flaite...
-¡Son los mismo nomás -me interrumpió una
compañera-, destruyen las cosas! ¡Son todos flai-
tes!
-¡Ni siquiera sabes lo que es un flaite! ¿Ve, Mon­
sieur? Los propios hiphoperos son víctimas de es­
tos malos entendidos; no es lo mismo un flaite que
un hiphopero o un graffitero o un quemador. Los
graffiteros son cuidadosos en sus dibujos y buscan
espacios específicos para mostrar lo que hacen, se
comunican a través de los graffitis, que es una expre­
sión que si uno sabe analizar, termina por dar un
mensaje, casi siempre de injusticia y de rabia, porque
los marginan, porque la ciudad no les da un espacio.
En cambio los flaites, los destroyers, queman los graffitis
y ensucian la ciudad.
-¿Y qué es eso de los flai... flaiten de que tanto
hablan, señoritas? ¿Alguna me lo puede definir?
Hubo una risita por la mala pronunciación del
Monsieur.
92
Tropa urbana
-¡Son todos lo mismo; rotos ordinarios -dijo la
Fio.
-¡Nada que ver, Florencia, los flaites son los an­
tiarte, los destroyers. No tiene nada que ver con una
clase social! -agregué yo colorada de rabia.
Justo sonó el timbre, sonido que me pareció una
bendición en ese momento, porque estaba a punto
de explotar. La Coté me acompañó hasta el portón
de salida donde estaba el Pancho que había venido a
buscarme. En un colegio de mujeres esto nunca pasa
inadvertido y sentí los ojos del colegio entero sobre
nosotros. Nos subimos a la micro y los dos recono­
cimos que estábamos un poco achacados con lo que
estaba pasando. Me comentó como para darme áni­
mos que su papá creía que estaba cerca del paradero
del Douglas, que al parecer seguía en Santiago y que
pensaba que era cosa de tiempo.
Cuando llegué al departamento, la Andrea se es­
taba comiendo un sándwich frente al televisor. Me
saludó casi sin mirarme y yo me fui a calentar el
almuerzo al microondas. Justo cuando sonaba el
microondas sonó mi celular y la Andrea me gritó
frenética que Contestara, pero llegué tarde. Cuando
miré la llamada perdida no reconocí para nada el
número, así es que me puse a terminar el montón de
tareas que tenía acumuladas, pero antes de empezar,
hice lo que nunca hay que hacer y abrí mi correo;
había varios correos nuevos y uno titulado: "Hey,
RataTuil". Me horroricé y quise pensar que era una
broma del Pancho o de la Coté, pero no.
93
María del Pilar Clemente
TaL VeZ es eL MoMenTO de VerNOS.
El KiltrO
Me puse tan nerviosa que no sé si algo hice yo o
si fue hecho a propósito, pero se pegó la página y
tuve que volver a encender el computador.
-¡Por la cresta! -grité sin darme cuenta-, ¡el com­
putador está infectado!
Como no sabía qué hacer llamé a la Coté. Le conté
lo del virus y le pedí que me trajera las fotocopias
que necesitaba; la mala suerte fue que la Andrea es­
cuchó lo del computador y se puso a alegar histérica
diciendo que ella también necesitaba escribir en el
computador y que ahora qué iba a hacer, que siem­
pre yo la embarraba...
-¡El papá no tiene plata para arreglarlo!, ¿cachái,
Kaky? Eres una irresponsable... ¿Sabías que a lo me­
jor nos quedamos sin auto? ¿Crees que el papá se va
a poner contento con tu gracia? -no paraba de gritar
sentada frente a la tele.
-A lo mejor tu vecinito lo sabe arreglar -dije con
cierta mala intención.
La Andrea me miró con la peor mirada que tiene
(y tiene muchas miradas feas).
En ese momento se me prendió la ampolleta y se
me ocurrió que la llamada perdida podía tener algo
que ver con el correo infectado.
Busqué en el registro de mi celular y devolví la
llamada. Para mi sorpresa me contestaron desde
una botillería, así es que me avispé y pregunté la
94
Tropa urbana
dirección. Estaba cerca de Las Encinas con el Estadio
Nacional... mucha coincidencia, ¿no?
Esa noche apenas pude dormir: mis papás esta­
ban a punto de la quiebra, yo estaba súper atrasada
en el colegio, mi chapa estaba circulando en internet,
el computador estaba paralizado con un virus, mis
compañeras me miraban con desconfianza, mi her­
mana no me hablaba... ¡uff!
Al día siguiente iba saliendo del colegio y caché
el Mercedes plateado del papá de la Florencia. Su
hermano estaba adentro y me hizo un gesto amis­
toso para que me acercara. Se bajó y solamente me
saludó a mí (no a la Coté); me sentí como la elegida y
otra vez todas las miradas del colegio estaban sobre
mi espalda.
-Hola, Kaky. ¿Cómo va tu reportaje?
-Algo suspendido -le dije medio nerviosa como
siempre que hablaba con él-. Es que he tenido mu­
cho que estudiar. (¡Sabe mi nombre! )
-¿Piensas arrugar ahora?
-No sé... -le dije mirando de reojo a las "sapas"
que me estaban mirando.
-Lo que es la Fio, sigue con lo de sus Torres Ge­
melas. Ahora la voy a acompañar a juntarse con la
viuda de un chileno que murió el 11. Está embalada
la Florencia, ¿y tú?
-Bueno, es bien diferente reportear un tema con
tantos contactos como tiene tu hermana. ¡Hasta tú
la ayudas! En cambio, yo en la calle... (me hice la
pobrecita), una corre peligro, ¿cachái?
95
María del Pilar Clemente
-¿Tú crees que estás corriendo peligro haciendo
el reportaje?
-Hay veces que sí, no sé,..
-Mira, yo viví en Nueva York y uno aprende que
la mejor manera de enfrentar el peligro es metién­
dose justamente de lleno en él, en especial en los
submundos como el del hip hop y eso... Anota el
número de mi celular por si necesitas algo. Me gusta
más tu tema que el tema de la Florencia, es como
muy típico, ¿no encuentras?
-Ahí viene la Fio -me advirtió la Coté acercándo­
se un poco a nosotros.
Yo me alejé sin despedirme y le hice una señita de
chao al Pepe A.
La Coté altiro me agarró del brazo y me dijo des­
pacito y riéndose:
-Oye, Kaky despierta... ¿cachaste que te dio su
celular?
-¡Y sabe mi nombre, loca! -le dije con una sonrisa
de oreja a oreja.
Justo en ese momento el Pancho me hizo señas,
así es que me despedí de la Coté y nos fuimos para
mi casa. El Pancho andaba bajón y como cansado,
así es que le dije que no se diera más la lata de venir­
me a buscar. Cuando llegamos me sugirió que mejor
no subía y me dejó abajo. Yo hice como que subía,
pero no llegué hasta el departamento, sino que espe­
ré un poco a que se fuera y volví a bajar. El conserje
me miró con cara rara y yo le conté que se me había
olvidado pasar a comprar lápices al malí: "si mis pa­
pas preguntan, yo ya vuelvo", le grité.
96
Tropa urbana
Eran pasaditas las cinco de la tarde, justo la hora
en que empezaban a salir todos, así es que el metro
iba repleto y también la micro que pasaba por Pedro
de Valdivia. Pasé Irarrázabal y a los pocos minu­
tos me bajé en la botillería a la que había llamado.
Como era fines de mayo se estaban encendiendo las
primeras luces de la noche. Empezaba a hacer frío
y todo estaba mojado por una lluvia reciente que,
menos mal, me pilló en la micro. Había un grupo
de tipos a la entrada de la botillería. Era justo la del
nombre que me había dicho la señora por teléfono:
"El Compadre Lucho".
Entré un poco nerviosa y me di cuenta de que en
un rincón había un teléfono público.
-¿Qué se te ofrece, mi niña? -me dijo una amable
mujer medio gordita y teñida de rubia.
Le conté que me habían llamado desde este telé­
fono (le mostré el número) y que yo no sabía quién
era.
-Sí, es el teléfono de aquí -me dijo cuando lo
leyó-, pero son muchos los jóvenes que llaman des­
de este teléfono, mi niña, si no te sabes el nombre es
medio imposible saber quién fue.
-No sé bien, pero usted a lo mejor se acuerda; la
llamada fue hecha ayer como a las cinco de la tarde,
creo que el nombre es el KiltrO, así le dicen -le dije
en voz baja.
La mujer sonrió y lo pensó un rato. En eso entró
un tipo de unos 20 años, de pelo muy corto, con
una chaqueta larga de cuero negro y tenía unos bling
97
María del Pilar Clemente Tropa urbana

bling en el pecho. Pidió un paquete de cigarrillos y calle chica al lado de la botillería, había uno de los
una botella de tequila y sin mirar a nadie se fue. autos-huevito que le encantan al Roco. Me pareció
-Ayer a las cinco de la tarde, ¡mmm!, puede ser demasiada casualidad y asocié la conversación en la
que haya sido cuando entraron unos muchachos casa del tío Ramón, así es que caminé para echarle
y usaron el teléfono. A muchos no los había visto un ojo al autito. Por suerte había unos niños jugando
nunca, por eso me acuerdo. A lo mejor uno de ellos a la pelota y no sentí miedo. El auto era igual al del
era el que tú dices, porque yo por acá no conozco Roco, así es que me la jugué y seguí mi sospecha:
a ningún KiltrO, bueno, salvo los que andan afuera -"KiltrO, eres el típico cobarde". "Rata Tuil; no Rata
en la calle -me dijo con una sonrisa cariñosa y mos­
Vil, aprende francés". Le escribí con el mismo plumón
trándome a los perros vagos. con que había rayado en Cienfuegos.
Le agradecí y le compré maní salado y una barra
Guardé el plumón y me hice la disimulada. Por la
de chicle de frambuesa.
vereda del frente me pareció volver a ver al tipo de
-¿Sabes mi niña?, no vale la pena que una mu­
la chaqueta larga de cuero. Me dio un poco de susto,
chacha linda como tú ande detrás de un muchacho.
así es que me apuré al paradero y tomé una micro
Déjalos que ellos te busquen, si él está interesado en
que, por lo menos, me dejaba en Providencia.
ti, te llamará otra vez.
Me dio risa lo que dijo. Mi abuela Nina siempre le
dice eso a la Andrea, porque le carga que ella llame
al argentino.
-Es tarde, mejor ándate ahora, toma la micro aquí
al frente...
Salí sintiéndome un poco defraudada, pensaba
que en ese lugar iba a encontrar una pista que me
llevara al KiltrO, pero me iba con la sensación de no
saber si la señora me había alejado de él (a lo mejor
por protegerme) o si me decía la verdad.
Y también para qué me tomaba todo tan en serio
si el reportaje era para el colegio nomás y uno se
supone que lo pasa bien reporteando...
Mientras esperaba la micro, algo muy familiar
(pero extraño) me llamó la atención. Justo en una

98 99
 L os siguientes días llovió y llovió, así
es que casi no salí del departamento. Las
lluvias humedecieron las pocas hojas do­
radas que quedaban en las calles de San­
tiago. Esa semana (no sé si por suerte o
por desgracia) apareció una noticia rela­
cionada con nuestro temita: dos chilenos
habían rayado un valioso muro del Cuzco
(cerca de Machu Picchu) en Perú. Como
eran mayores de edad los habían dejado
detenidos en Perú. El tema de los graffitis
estaba en todos los diarios, en todas las
radios y en todos los canales. Se debatía

101
María del Pilar Clemente
sobre el vandalismo y el comportamiento indolente
de las generaciones jóvenes, se hablaba y hablaba
acerca del respeto al patrimonio cultural, la defensa y
conservación del arte y ¡¡uff!!... eso que ya sabemos.
Por suerte el graffiti que aparecía nada tenía que ver
con mi vaca-toro ni con las marcas típicas del KiltrO.
Como no había visto hace rato al Pancho lo llamé a
su casa para comentar las noticias; de inmediato me
di cuenta de que andaba raro y como yo también
ando bien perseguida le pregunté si era que creía que
yo tenía que ver con lo del Cuzco.
-Na'que ver, Kaky, lo que pasa es que ando en
mala con el Roco, lo que me contaste de la Isseta
amarilla me dejó brígido... A veces me da por pen­
sar que está metido en lo del KiltrO, y es mi amigo,
yo se los presenté...
-Pero ¿pasó algo que yo no sepa?
-No sé, mira, ayer fui al taller y lo primero que vi
fue la Isetta amarilla; como estaba metido con lo que
me contaste, me acerqué para mirar si tenía marcas
o algo.
-¿Y?
-No, no había nada, pero el Roco se me acercó
un poco agresivo y me dijo que qué andaba hus­
meando en sus cosas. Yo me hice el gil y en vez de
contestarle, conté que había visto una igualita por
las Encinas. El Roco bien serio me dijo que había
muchas dando vueltas por Santiago.
Ahora éramos dos los que desconfiábamos del
Roco. Lo que me quedaba claro era que el Roco
siempre había sido el mejor amigo del Pancho, pero
102
Tropa urbana
también sabía que no era uno de sus brothers. El Pan­
cho tenía otra onda en su grupo, una profunda her­
mandad los unía, se juntaban una vez al mes en el
antiguo restaurante chino de la familia Wong (papá
de uno de ellos) y según fui entendiendo, eran bien
idealistas: luchaban por la pureza en todas sus for­
mas, la pureza gráfica, la pureza de la música, de la
danza y eso. Algunos de ellos habían formado bandas
musicales y varios participaron en el festival de San
Miguel. El Pancho fue el más chico de todos hasta el
año pasado, pero ese año ya no, pues habían llegado
otros nuevos. Nadie consume drogas ni alcohol en
su grupo, aunque a veces, claro, alguien se fuma un
pito o se toma un copete, pero no es la idea. Si uno
de ellos se pasa de la raya o no atina con los estu­
dios, todos "se ponen" para sacarlo, no admiten ni
vagos ni yonkis. El líder del grupo se llama Femando
Wong, tiene 19 años, es estudiante de gastronomía en
un instituto y es bien buena onda me ha contado el
Pancho: mezcla las tradiciones chinas con la onda hip
hop (¡brígido! ).
"Nosotros somos como los antiguos caballeros
manchúes. Promovemos la disciplina y el compro­
miso para luchar contra el mal, que siempre está en
uno mismo" me dijo bien orgulloso. Lo de la discipli­
na es súper importante para ellos. Lo que me gustó
es que en la hermandad también hay mujeres, ellas
son las sisters y cuando hacen el juramento se tatúan
una pequeña mariposa, además del dragón o del tigre
blanco, que simbolizan la valentía para nosotros.
103
 A l día siguiente me encontré a la sa­
lida del colegio con la Isetta amarilla del
Roco. Estaba estacionada en la calle y el
Roco me hacía señas desde dentro para
que me acercara.
Me dio como miedo y me hice la disi­
mulada, pero sonó mi celular con su lla­
mada.
-Hola, Roco. ¿Qué cuentas? -dije con la
voz más natural que pude.
-Lo mismo que tú, Kaky. Estoy aquí al
frente de tu colegio y me gustaría conver­
sar contigo.

105
María del Pilar Clemente
No me quedó otra que acercarme.
-Oye, a esa cuestión yo no me subo.
-Yo creo que sí, porque tú quieres saber lo del
KiltrO, ¿o no?
Volví a sentir los miles de ojos mirándome. Todo
el colegio debía pensar que yo tenía muchos minos.
El Roco me dio la mano para ayudarme a subir.
-¿Ves que subirse no es nada del otro mundo?
-¿Y si nos pilla un paco?
-Tranquila, Kaky, tengo licencia. ¿Vamos a tomar­
nos un helado?
-No sé, hace frío... bueno.
Alcancé a divisar a la Coté, que se quedó como
con las ganas y me hubiera gustado decirle al Roco
que la lleváramos, pero en el autito solo había es­
pacio para dos personas. Nos fuimos callados hasta
que el Roco me dijo:
-Ya, poh Kaky, cortémola' con la cuestión, los
dos sabemos que era mi ísetta la que rayaste el otro
día...
-¿Sí?... ¿Por qué estabas ahí?
El Roco se hizo el tonto y seguimos callados has­
ta llegar a una de las placitas del barrio Colón. Nos
bajamos y compramos helados. Nos sentamos en un
banco.
-¿Por qué me llamaste ese día, Roco? ¿O no eras
tú...?
-No sé quién te llamó a ti, Kaky, pero yo recibí
un recado del KiltrO ese día y la cita era ahí, en la
botillería. Después te caché de lejos y preferí que no
106
Tropa urbana
me vieras porque sé que el Pancho y ustedes andan
medio paranoicos conmigo.
-¿O sea que tú conoces al KiltrO?
-La dura que no, no sé quién es, por eso quería
encontrarme con él, pero el loco ni se apareció.
-A lo mejor ni existe, como dice el tío Ramón.
-¿El papá del Pancho? ¿Qué tiene que ver él en
esto?
Me di cuenta que había metido la pata heavy.
-Ehhh, como es investigador privado en una de
esas nos ayuda a cachar...
-¿Ya ustedes abrieron la bocota, ¿no? ¿El papá del
Pancho está investigando al KiltrO?
(¡Bocona, estúpida de mí! )
-Ehhh, el Pancho me dijo algo pero no sé....
-Mmmmm (silencio incómodo, ruido de bocas
sorbiendo helado).
-Creía que el papá del Pancho se dedicaba a las
historias de infidelidad.
-Siempre hay un corazón detrás de un graffiti...
tal vez una historia de amor... (estúpida de mí).
—¡Ah¡, ¿te gusta el KiltrO?
-No, Roco, no me gusta, me interesa tener su en­
trevista, por eso me viste por allá el otro día, porque
seguí la pista de la llamada perdida, no tenía otra
opción, no cachái que el correo que me mandaron
me dejó paralizado el computador. Ahora lo está
arreglando "a lo amigo" un argentino porque no hay
plata, ¿cachái o no?
-¿Nadie más ha recibido correos extraños, ¿no?
107
María del Pilar Clemente
-Que yo sepa, no... ¿y tú?, ¿qué onda?
-Nada tampoco.
-Pero tú conoces mi correo, mis claves, tú me lo
creaste, ¿te acuerdas? (dije esto intentando no hacer
muy obvia mi sospecha).
-¡¡¡Tú crees que soy yo!!! Andan bien perdidos to­
dos, yo no soy el KiltrO! Mira, vamos altiro a borrar
tu correito pa' que cortemos esta cuestión...
Dijo esto y botó su resto de helado al basurero.
Yo me apuré con el mío (que casi se había acabado)
y nos subimos a la Isetta sin hablar hasta llegar a la
casa del Roco en Ñuñoa. Era una de esas casas pa­
readas, de un piso, sin antejardín, pero con un patio
interior enorme. Cuando entramos me presentó a su
mamá, que saludó distraída porque estaba viendo
la teleserie. El Roco seguía taimado cuando nos sen­
tamos frente a su computador, así es que sin hablar
una palabra buscó mi dirección de correo y ¡oh sor­
presa! Otra vez: "Hey Rata Tuil". No podía creerlo:
más fotografías. La foto que había tomado el Roco
de nosotros graffiteando la micro, dos acercamientos
de mi graffiti vaca-toro, dos fotos de la obra de la
Matte (las mismas que habían salido en los diarios),
una foto de la puerta del restaurante de mi papá (con
el mismo graffiti del monumento) y otra en donde
voy corriendo al lado del mural de Cienfuegos con
mis maripositas inconfundibles en la cabeza (¡glup!,
si se supiera algo de esto, me doy por expulsada del
colegio).
El texto del mail decía:
108
Tropa urbana
"Ola RAtita, ¿kómo te keda la idea de fuñarte
oTRa ovrita?, la kga ke Va KEdar kuando EN dos
DIAS A pareska tu AZAÑA EN LaS n Notisias.
El KiltrO
Yo me quedé pa'dentro, busqué el remitente y casi
me muero cuando lo vi: era yo misma, Rata Tuil.
-El loco otra vez se metió a mi dirección y me en­
vió un correo -le dije al Roco con cara de fuiste tú.
-¿Y cómo pudo hacer eso?
-¡No me mires así, Kaky, ya te dije que no soy yo,
está lleno de hackers por todas partes!
-Sí, claro, son los piratas de internet -le dije poco
convencida, sin saber yo misma qué creer.
-El tipo te está avisando que va a rayar algo,
Kaky....
-¡Pero yo no tengo nada que ver!
-¡Pero te va a culpar a ti poh, loca!
-Fíjate, Roco, hay un archivo adjunto en Word,
ábrelo.
Los ángeles lloran a ella, la que arde en Santiago en un dos
por cuatro.
Si Me eNvíaz La res-PuEstA KoRRecTa, no aRé
NaDa.
zOlo Una res-puESTA VALE, hoy, AStA LAS 12.
Te esperO.
EL KiltrO
Yo me reí de nervios
109
María del Pilar Clemente Tropa urbana

-¿Pero esto no significa nada, Roco? ¿Tú cachái Roco. Entonces llamé al Pancho; primero me con­
algo? testó que tenía que estudiar, pero como algo le conté
-Se supone que debe contener la respuesta, está del "atentado" que planeaba el KiltrO, dijo que llega­
en clave... no sé, no sé qué quiere decir poh, Kaky, ba lo antes posible. El Roco había ido a la cocina. Yo
pero tenemos tiempo todavía -los dos miramos la colgué y me quedé pensando en si había hecho bien
fecha-. Bueno, no mucho, el KiltrO va a actuar pa­ en confiar en él o no, ¿y si de verdad era un cínico?
sado mañana y si lo que quiere es divulgar estas En eso llegó el Roco con unos panes de jamón con
fotos... ¡sonaste! huevo, y me sentí mal porque me parecía de verdad
Me quedé mirándolo como si estuviera ida (lo de una buena persona. La incertidumbre de "sí o no"
que me expulsaran del colegio sería lo de menos, tal me tenía con un nudo en el estómago, podía ser que
vez habría peores consecuencias). Me puse a temblar estuviera al lado de un tipo freak con los alambres
y no supe qué más decir. pelados o podía ser que no. Más que agotada con
-¿Qué voy a hacer, Roco? todo esto lo único que quería era que el Pancho lle­
-Parte por admitir primero que yo no soy el Kil­ gara luego.
trO!
Su mirada me pareció sincera (¡nunca tan cínico! ).
-Sí, perdona, Roco -agaché la cabeza.
-Bueno, si es así, partamos por llamar al Pancho
y a la Coté para que se vengan para acá urgente...
o si quieres le decimos todo a los pacos y que ellos
se encarguen.
-¿Estás loco?, van a hacer preguntas, van a saber
mis papás. No, no, ahora menos que nunca.
Con los dedos como jalea marqué el número de
la Coté. Nadie contestó el celular. Llamé a su casa
y me respondió la tía Anita (bastante fría y pesada
conmigo) y me dijo que la Coté estaba ocupada y me
cortó. Seguro que la Coté estaba picada porque últi­
mamente la había dejado de lado. A lo mejor hasta
creyó que yo estaba metida en rollos raros con el

110 111
 D espués del llamado de la Kaky el
Pancho no pudo seguir estudiando para
su prueba. No entendía bien lo que pasa­
ba, ahora menos con la Kaky en la casa
del Roco. Se suponía que le tenía un poco
de desconfianza y entonces, ¿cómo que
estaba en su casa?, ¿la habría raptado el
Roco?, la cuestión se ponía heavy a cada
minuto, o ¿sería "mucha tele"?
Decidió llamar al celular del Roco,
pero estaba apagado. "Más extraño toda­
vía", entonces marcó al teléfono fijo, pero
sonaba ocupado y ocupado, seguro que

113
María del Pilar Clemente
estaban metidos en internet Agarró su mochila y
antes de salir llamó a su papá para decirle que iba
donde el Roco. Ramón estaba ocupado visitando
gente en el centro de Santiago y solo le preguntó
lo de siempre, dirección y teléfono: "si no quieres
o no puedes decirlo todo, no lo hagas, pero nunca
dejes de avisarme dónde estás. ¡Su viejo! ¡Cuánto se
habían acercado últimamente! Recordó con gusto el
almuerzo del día anterior; su papá había ido con él
a la avenida Brasil al restaurante del Fernando Wong
y había sido súper buena onda con los brothers, has­
ta había conversado un buen rato con el viejo del
Wong: "Siempre salta la información" le había dicho
cuando volvían en el auto. "¿Sabías que en el barrio
Brasil va a haber una fiesta temática, con payasos
y circo? ", le contó. Padre e hijo se miraron y no fue
necesario hablar, porque ambos estaban pensando
lo mismo.
-La manera de actuar de un criminal es en cier­
ta forma algo predecible, hijo, muchos delincuentes
luego de ganar confianza repiten el mismo modus
operandi en su siguiente atraco. Seguramente, el que
estafó a tus tíos se cree seguro porque los Arévalo no
han difundido nada públicamente, entonces es fácil
que piense que está libre de sospecha, por eso es tan
importante la discreción cuando uno está investi­
gando un caso. Hay que velar porque la información
no se cuele.
Ramón miró a su hijo y no pudo ocultar su en­
tusiasmo.
114
Tropa urbana
-Este fin de semana un supuesto Claudio White
irá a conversar del evento-fiesta con el papá de Fer­
nando; si es rubiecito, hijo, ¡lo tenemos!
"Qué buen detective era su papá, sería genial que
algo de él se le pegara, " pensaba el Pancho camino a
la casa del Roco. Mientras tanto, el Roco y la Kaky
se metían a los buscadores y hacían conjetura tras
conjetura.
-Seguro que es en un espacio público, Roco, pen­
semos cuál.
-¡Uno de ángeles poh, Kaky, si lo dice clarito!
-¡Sí, pero tiene que haber una "ella" de dos por
cuatro!
-¡Yo solo cacho las camionetas cuatro por cuatro!
-contestó el Roco muerto de la risa. Y se siguieron
riendo de buena gana.
-¡Yo creo que igual es algo religioso, Kaky, a lo
mejor es la virgen que está rodeada de angelitos!
Los dos coincidieron en ver si podía ser la virgen
del cerro San Cristóbal (ninguno se acordaba, pese a
haber estado ahí tantas veces), pero no, no tenía án­
geles y tampoco les calzaba eso del "arder" y llorar.
-¿Y si es la Catedral?, Roco, tiene ángeles y una
virgen... ¿Pero y el llanto? -agregó preguntándose
ella misma.
-¡Todas las vírgenes son llorosas, Kaky!
-¿Y el "arder"?
-Bueno, a lo mejor lloran porque todos ardere­
mos en el infierno (risas de los dos).
-¡Uhhh... un premio Nobel para el caballero!
115
María del Pilar Clemente
Pasó cerca de una hora y no conseguían nada.
Parecía que la única opción que calzaba (y no tanto)
era la Catedral de Santiago.
-Esto es una ensalada rusa, loquita...
-Me duele la cabeza, Roco... ¿y si le enviamos un
correo diciendo que es la Catedral? Demás que sí,
es la más conocida y el tipo lo que quiere es salir en
las noticias.
-No, no, es muy obvio, pensemos un poco más
y esperemos a que llegue el Pancho; tres neuronas
piensan más que dos -y volvieron a reírse aprove­
chando de relajar un poco los nervios.
Cuatro neuronas piensan más que tres, dijo en
voz baja la Kaky cuando se le iluminó la ampolleta
(y la mirada), porque se le ocurrió que el Pepe A po­
día ayudarlos; típico que él cachaba más de cultura
religiosa. Como no quería que el Roco se diera cuenta
de nada (así podía quebrarse tranquila), aprovechó
que estaba pegado en el Google y se metió al baño
para llamarlo. Su corazón empezó a latir con fuerza.
iQué vergüenza!, pensó.
-Hola, ¿quién habla?
-Eh... hola, soy yo, la compañera del curso de la
Fio... la Kaky Arévalo.
-¿Ah, la Kaky? Hola, ¿cómo andas?
-Eh, bien, bien, pero necesito tu ayuda, Pepe -se
atrevió a decirle.
-A ver, cuéntame.
-Es sobre mi reportaje.
-Sí, dale.
l1ó
Tropa urbana
-Es que es un rollo largo, pero lo que pasa ahora
es que el KiltrO, ¿te acuerdas?, amenazó con graffi-
tear un monumento de Santiago.
-¡Esa onda!, ¿y qué tienes que ver tú?
-Ese es el punto. Él va a hacer que yo aparezca
como la que lo hizo.
-¡Qué perseguida!, ¿cómo tanto, Kaky?
-Es que es una especie de revancha, cachái, él cree
que yo le ando quemando sus cosas.
-¡Yo pensé que querías entrevistarlo, no quemarlo!
-Yo lo que quiero es conocerlo y hacerle una en­
trevista... solo le he dejado unos mensajitos por ahí
y el tipo cree que hay mala onda, cree que le fuñé
sus graffitis.
-¡Te metiste en tremendo forro entonces, Kaky!
Quemar graffitis es heavy, por lo menos en Nueva
York.
-Sí, sí, pero no ando para sermones, mira, tengo
hasta mañana para averiguar dónde va a graffitear;
si doy con el lugar, no pasa nada, si no, apareceré en
todas las noticias.
-Es bien freak tu cuento -el Pepe se dio cuenta
de que la Kaky estaba asustada y cambió su tono-,
pero dime en qué te puedo ayudar yo.
-A lo mejor tú cachái más de Santiago y nos pue­
des ayudar con el acertijo.
-¿"Nos" puedes ayudar?
-Es que estoy con un amigo ahora.
-A lo mejor tu amigo sabe más que yo -dijo cam­
biando de tono otra vez.
117
María del Pilar Clemente
-No, no sabe más.
-Veamos entonces, Kaky, cuál es el acertijo. ¿Es
muy largo?
-No, no tanto...
-Bueno, mejor mándamelo por maíl porque ando
en la bici y no puedo anotar.
-Es que si lo envío por correo mi amigo va a ver,
-¿Y?
-Prefiero que no.
-Ven a mi casa, entonces. ¿Estás cerca de la De­
hesa?
-No, para nada. Estoy en Irarrázabal, en Ñuñoa.
-Bueno, ahora cuando llegue le digo al chofer que
te pase a buscar a una estación de metro. ¿Cuál esta­
ción te queda cerca?
-La de Plaza Egaña, pero a lo mejor le da lata a tu
hermana que...
-No te preocupes, mi hermana no está, estoy
solo... mis papás andan de viaje y la Fio se queda a
dormir afuera
-¿Estás solo solo?
-Bueno, estoy con las nanas, el chofer, los perros,
el canario de mi hermana... ¡Ya!, vente. En 30 minu­
tos el auto estará en la Plaza Egaña.
-Ya, en media hora, José.
-Pepe A, mejor.
¡No era posible! ¡La habían invitado a la casa de
la Fio! Salió en estado de shock del baño y para su
sorpresa el Pancho -que recién había llegado- y el
Roco la estaban esperando con cara de pregunta.
-¿Qué haces hablando en el baño?
118
Tropa urbana
-Estaba llamando a un contacto -dije con la ma­
yor soltura-, a un profesor que sabe N de monu­
mentos y de la historia de Santiago. Voy a ir a verlo
ahora mismo.
-¡Para un poco¡ -le dijo el Roco-. ¿Por qué no nos
comunicamos todos en línea?
-No, poh, Roco, si no tiene computador. Tengo
que ir personalmente, ¿cachái?
-Bueno, pero entonces déjanos el teléfono y la
dirección por cualquier cosa.
La Kaky anotó el acertijo en un papel y solo les dio
el celular del Pepe A, por si acaso, uno nunca sabe.
-¿Quieres que te acompañe?
-No, gracias, Pancho. Me va a pasar a buscar al
metro. Vive lejos.
-¿Dónde?
-En la Dehesa ¡y ya... córtenla! Ya te di el celular.
¡Me voy!
Les envío un correo apenas llegue...
-¿No dices que no tiene computador...?
-Tienes razón, te llamaré por celular entonces.
Les dio un beso en la mejilla a cada uno y salió
casi corriendo rumbo a la estación del metro que le
quedaba a seis cuadras.
’ Cuando los dos amigos se sentaron frente al com­
putador, el Roco comentó:
-No entiendo todo el rollo de hablar con ese pro­
fesor.
Los dos pensaron que a lo mejor la Kaky no decía
toda la verdad, pero ninguno dijo nada.
119
 M e sentí como se debe sentir la Fio
todos los días. Era como estar en una
película cuando el chofer me abrió la
puerta y nos fuimos para la Dehesa. Una
película de un complot graffitero y ciber­
nético. Todo como de un mundo irreal,
pero nada muy grave porque igual me
estaba viviendo la historia de mi vida y
ahora iba a juntarme con el mino más
mino de todos. Llegamos a la casa y una
nana gorda de delantal celeste nos abrió
la puerta. El hermano de la Fio apare­
ció detrás de ella vestido de jeans con un

121
María del Pilar Clemente
chaleco con zipper y cuello alto; tenía el pelo en la
frente ligeramente desordenado, me dio un beso de
hola y yo me sentí como la Julia Roberts o la Meg
Ryan. Secretamente quise que alguien nos estuviera
filmando para que después en el colegio todas las
mironas se murieran de envidia. (¡Momento este­
lar! ). El Pepe me mostraba la casa (puros muebles
antiguos, como en la casa de mi abuela Nina, pero
muchos más) mientras yo le iba contando los úl­
timos acontecimientos. Al final llegamos al tercer
piso, donde estaba el escritorio de la Fio y de él. Ese
puro estudio tenía el tamaño de todo nuestro de­
partamento. Había muchos libreros en las paredes,
computadores, cámaras web, un televisor de plas­
ma... Cada uno tenía su propio escritorio con su
PC y todos sus accesorios.
Al fondo había un salón de pool con una mesita
para jugar cartas y al lado un pasillo con máquinas
para hacer gimnasia.
No había pasado ni medio minuto cuando entró
otra nana (también con delantal celeste) y dejó una
bandeja con puras delicias. Comí algunos quesos y
jamones y por un momento casi se me olvida por
qué estaba ahí, si no es porque el Pepe me dijo que le
leyera el acertijo y entonces me di cuenta de que me
quedaban solo unas horas para salvar... Además, se
me había olvidado que ¡tenía que llamar al Roco y al
Pancho! Como si estuviéramos sincronizados, en ese
mismo momento sonó mi celular con una llamada
del Pancho:
122
Tropa urbana
-Kaky, ¿ya llegaste?
-Sí, estamos viendo el acertijo -mentí.
-Y, ¿qué onda?
-Todavía no lo desciframos, no es fácil, y mientras
más tiempo pierdo, peor, poh, Pancho -y le dije chao
y le corté.
El Pepe me miraba sonriendo y me tocaba las ma-
ripositas en el pelo.
-¿Te anda controlando el pololo?
-Na' que ver, es mi primo el Pancho... -le aclaré-.
¿Te suena a algo el acertijo?
-Sí, opino lo mismo que tú, Kaky, se puede tratar
de una iglesia, porque siempre hay ángeles rodeando
a la Virgen y además coincide con lo de dos por cua­
tro, porque el ocho es el número de la Virgen.
-¿En serio? ¿Qué tiene que ver?
-Bueno, el ocho de diciembre es la fiesta más im­
portante de la Virgen. Termina el mes de María y sig­
nifica la Inmaculada Concepción. Eso coincide con
el acertijo.
-Me quedé mirándolo algo descolocada. Me pa­
reció sospechosamente rápido su razonamiento (¿me
estaba volviendo loca? ¡Ahora pensaba que todos
eran el KiltrO! ). El Pepe se metió al computador y
bajó imágenes de monumentos que nosotros no ha­
bíamos visto; se manejaba grosso en la red. Después
se detuvo en la lista de parroquias que había en San­
tiago, revisó varias de la "Inmaculada Concepción",
pero parecían irrelevantes y desconocidas. En una de
esas se detuvo en "Los ángeles custodios".
123
María del Pilar Clemente
-Esta también puede ser, es una iglesia grande,
Kaky, yo la conozco, queda cerca de Providencia, "es
la típica para matrimonios", me explicó.
-¿Y por qué podría ser esta iglesia y no la Cate­
dral?
A Pepe A le brillaban los ojos y recién me di cuen­
ta de que eran azules:
-Tú misma me contaste que los murales del Kil­
trO siempre incluyen alas y la escultura de la Matte
también es alada. Yo creo que en el acertijo importan
más las alas que ninguna otra cosa, además, la Cate­
dral es un lugar muy evidente, así es que no creo.
-Mmmm, puede ser.
-Se me ocurrió una idea, Kaky -dijo el Pepe y
salió. Volvió a los minutos después hablando por el
teléfono inalámbrico.
-¿Aló? ¿Padre Miguel?
El Pepe caminaba por todo el estudio, detenién­
dose por algunos momentos y moviendo las manos
para explicar
-Sí, sí, ¿qué iglesia me dice?
Para que no me viera mirándolo mucho, me puse
a intrusear en uno de los estantes, y una figura que
sujetaba los libros me llamó la atención. Parecía un
dragón, pero no era un dragón, ¡eran dos gárgolas!
Eran muy parecidas a las del mural del GotiK, el de
las patas de fútbol, con la gárgola en el medio.
El Pepe A colgó y se acercó adonde yo estaba.
-Va consultar con otro padre que es experto en
arquitectura sagrada -me dijo-, porque puede tratarse
124
Tropa urbana
de otro monumento, no necesariamente una iglesia.
El problema es que hay millones de monumentos y
monolitos en Santiago, sobre todo en el Cementerio
General, por eso va a indagar con el otro cura... ¿Qué
estás espiando, Kaky?
Yo me encogí de hombros:
-Los detalles de estas gárgolas.
(¡Bien, me miró con una sonrisa de aprobación).
-Hay pocas personas que saben lo que son las
gárgolas. A la Florencia le encantan, la fascinación le
partió después de que mi mamá le contó la historia
de las que hay en la Iglesia de Notre Dame. ¿Conoces
París, Kaky?
-No... he viajado poco (sólo al lago Calafquén, a
la playa, pensé sintiéndome bien ridicula).
-Hay mucha gente que piensa que las gárgolas
son dragones o demonios -me dijo, acariciándolas
con admiración.
-¿Y no lo son?
-¡Todos creen lo mismo! No, son ángeles disfraza­
dos de demonios. La idea era ponerlas en las torres
de las iglesias o mansiones góticas para asustar a los
verdaderos diablos. ¡Son ángeles, Kaky!
Eran casi las 11: 30 y nada de nada. Mi mamá
llamaba y llamaba y yo ya no sabía qué decirle; por
otro lado el Pancho y el Roco me llamaban para
decirme que ya no teníamos más tiempo y que con­
testáramos que era la Catedral.
-No contesten nada todavía, ¡¡¿me oyeron?!! ¡Es­
toy haciendo unas averiguaciones, yo los llamo!
125
María del Pilar Clemente
Cuando pasaron diez minutos y el cura no lla­
maba de vuelta, me puse histérica, le hice un gesto
apresurado al Pepe A y salí corriendo de su casa en
un caos mental total.
-Espera, Kaky -me gritó desde una ventana-. Si
aquí no hay micros, súbete al auto que te van a lle­
var! ¡Yo te llamo apenas sepa algo!
Arriba del auto casi me pongo a llorar de pura
angustia, pero me aguanté porque el chofer me es­
taba mirando. Cuando íbamos por Las Condes me
llamó el Pepe A:
-¡Es el Monumento de los Muertos que está afue­
ra del cementerio! Uno de la Iglesia de la Compañía
de Jesús!
Colgué el teléfono y aunque suene a película, no
sé si por los nervios o qué (dicen que los aparatos
electrónicos son sensibles al estrés) no pude comu­
nicarme con el Pancho ni con el Roco hasta unos
minutos después que di con el celular del Roco.
-Roco, Roco, es el Monumento de los Muertos
de la Iglesia Compañía de Jesús, que está afuera del
cementerio!
-¡Maaaaaaal, Kaky, son las 12: 02, ya le mandé un
correo al KiltrO diciéndole que era la Catedral, era la
única oportunidad que teníamos!
Llegué a la casa pésimo, ¡parecía un zombi! Estaba
muerta de frío y muerta de miedo por todo lo que se
me venía encima. Antes de irme a acostar mi mamá
me llamó a la cocina y me mandó tremendo reto
que, a decir verdad, escuché como en sueños porque
126
Tropa urbana
lo que me estaba pasando era mucho más heavy. Ya
me veía en las noticias, ¡qué dirían mis compañeras,
mis profesores, las mamás de mis amigas, mis pa­
pás...!
-¡Así es que la vamos a cortar con todo esto! De
ahora en adelante te vienes directo del colegio y no
pasas a ver a nadie, ¿me oíste? ¡Te quedas castigada,
Kaky!
Yo le dije que sí a todo y me fui a mi pieza a ver
si acaso se encendía el computador. Algo que saliera
bien, al menos se estaba iniciando el Windows. En
eso, me llamó el Pepe A.
-Pepe, todo mal, no alcancé... ¿Estás seguro de
que es ese el lugar y no la Catedral? (uno siempre
quiere pensar lo que le conviene, ¿no? )
-Es que todo calza: un ocho de diciembre (día
de la Virgen) de 1863, se incendió justo esa iglesia
y murieron como 2. 000 personas. En la entrada del
cementerio hay un monolito con la Virgen doliente
y los ángeles llorando.
-¡Mierda! -le dije.
-¿Qué pasó, Kaky?
-Ya me contestó el KiltrO,... ¡no es la Catedral!
ResPUESta Ekivokada
KiltrO.
No había nada que hacer.
127
 L os informativos de la mañana reco­
gieron la noticia: El monumento en homenaje
a los fallecidos en el incendio de La Compañía
de Jesús en 1863 ha sido atacado por graffiteros.
El dibujo y la firma Rata Vil acreditan que se
trataba de el o los mismos vándalos que raya­
ron la obra de Rebeca Matte frente al Museo de
Bellas Artes. Hay solo un testigo que dice haber
visto una camioneta blanca, que se cree estaría in­
volucrada y . . .
La Kaky oyó las noticias como de le­
jos, porque había amanecido anestesia­
da, como atontada; más encima, ahora

129
María del Pilar Ciernen le
la estaba retando su papá (lo bueno de estar así es
que uno como que no está en el cuerpo).
Llegó al colegio en ese mismo estado, pero hu­
biera dado lo mismo que no hubiera ido porque
verdaderamente nadie estaba adentro de ella, no ha­
bía nadie ahí. En el primer recreo tenía 13 llamadas
perdidas entre el Roco, el Pepe y el Pancho; parece
que se estaban peleando el premio a la impaciencia,
pero ya nada le importaba: el KiltrO difundiría sus
fotos y sería tildada como delincuente para siempre.
Para peor hacía rato que no sabía nada de la Coté y
esa mañana no había ido a clases.
La Kaky no habló con nadie durante el resto del
día y hasta se alegró de que la Coté no estuviera:
"mejor no hablar con nadie", se dijo y apagó su ce­
lular. Cuando volvió a la casa sus papás la notaron
ensimismada, pero pensaron que era debido al me­
recido reto de la noche anterior: "Si llaman no estoy
para nadie", les dijo. Antes de irse a la cama lloró un
rato y luego se durmió cansada y agradecida de que
se hubiera acabado el día.
A la mañana siguiente amaneció un poco más
despejada y optimista: "en una de esas el KiltrO nun­
ca hará circular las fotos" pensó. Encendió su celular
y se fue a clases sabiendo que lo primero que tenía
que hacer era abuenarse con su prima y terminar el
reportaje. La buscó en la entrada y en la sala pero
no, no la vio por ninguna parte, así es que la buscó
en el último lugar que siempre buscaba: el baño. Ahí
estaba la Coté frente al último lavatorio con la cara
congestionada de tanto llorar.
130
Tropa urbana
-Coté, no sé si estás llorando por culpa mía, pero
perdóname si yo tengo algo que ver. Yo sé que te he
dejado de lado estos días, pero no sabes los rollos
que he tenido, todo se complicó tanto, el KiltrO tiene
pruebas que me pueden perjudicar y yo... Disculpa,
por fa', perdóname!, tú tampoco me contestas mis
llamadas, ya poh, mírame poh!
Pero parecía que mientras más le hablaba era peor,
porque la Coté lloraba por algo más que el distan-
ciamiento con su prima: lloraba por sus papás, por­
que tenía miedo de perder la casa, porque no quería
que se separara la familia, porque estaba gorda y fea
y angustiada y triste y era muy, muy infeliz...
La Kaky la abrazó.
-¡Coté, poh!, ¡si seguimos juntas igual, tenemos
que terminar el reportaje del concurso, ponernos a
escribir hasta que todo vuelva a la normalidad, poh!
-¡Oh, parece que hay drama en la familia! -entró
diciendo burlonamente la Florencia Ossandón.
Por extraño que parezca, la Coté reaccionó de una
manera como nunca antes.
-¡Cállate, yegua pulguienta! Te voy a sacar los ojos
si no te vai ahora mismo!
Y se abalanzó como una fiera sobre la Florencia,
que no podía creer lo que estaba viendo y salió dis­
parada fuera del baño.
-¡Qué güeña, Coté, le dijiste la dura en su cara!
-¿En serio ah? -le contestó la Coté mirándola con
la cara casi contenta.
Sonó el timbre y las dos se abrazaron sin decirse
mucho más; ya camino a la sala habían olvidado
131
María del Pilar Clemente
las diferencias e iban muy del brazo igual que siem­
pre.
-Kaky, ¿vas a ir con el Pancho a la fiesta de dis­
fraces?
-¡Se me había olvidado esa fiesta, Coté!, no sé, ni
lo he pensado, ¿tú con quién quieres ir?
-Vamos con él las dos poh, total, ¡pa' eso somos
primas!
-Oye, Kaky, una cosita na' que ver, pero ahora
que vi a la Fio se me metió algo en la cabeza... ¿y si
el KiltrO no fuera un KiltrO sino una KiltrA?
-KiltrA, KiltrA... ¡Brillante, loca!, demás que sí.
-Y la última cosita, Kaky, ¿qué onda con el her­
mano de la Fio?
Luego de una sonrisita de orgullo que no quiso
disimular, la Kaky le contó con detalle su visita a la
casa de los Ossandón. Cuando le mencionó lo de
los computadores grossos, la Coté reafirmó todavía
más su idea de que se trataba de un complot de la
Florencia Ossandón
-¡Demás que ella es la hacker y seguro tiene unos
gomas que son graffiteros!
-Además, escúchate esta: la Florencia tiene un
mueble con unas gárgolas iguales a las que apare­
cían en el mural del Gotik.
Esa misma tarde llamó al Pancho para comentarle
la última hipótesis (KiltrA), pero su primo le contestó
con puros monosílabos cortantes y por más que la
Kaky le hablaba de que el KiltrO podía ser Kiltra, nada,
el Pancho le contestaba más pesado que nunca.
132
Tropa urbana
-Mira, Kaky, no te creo ni una palabra, porque
la que anda escapada y con misterios eres tú. Hasta
puede que todo lo hayas inventado tú misma para
hacerte la interesante con tu reportaje.
-O sea que piensas que yo soy el KiltrO, Pancho.
-Quizás no eres tú, pero creo que a lo mejor tú lo
conoces. ¿No será ese Pepe no sé cuánto?
-¡¡Ya poh, Pancho, pa'dónde te fuiste con la on-
dita!!
-Nunca se sabe, hasta que no se descubre el cul­
pable: todos somos sospechosos. Mira, tenemos que
descubrir quién es el KltrO o si no todos vamos a
desconfiar siempre de todos, ¡¿te imaginái la ondita?!
Además, ¿crees tú que te libraste del KiltrO? ¿Piensas
que puedes estar tranquila?
-Pero, Pancho, ya no quiero seguir con este asun­
to.
-Tú deberías ser la más interesada, Kaky, porque
si no lo descubrimos, en cualquier momento te caga
para siempre la vida.
Apenas terminó la frase lapidaria sonó el celular
del Pancho
-Espérame, Kaky, me llama mi papá al celular, te
llamo altiro.
El Pancho se demoró un rato en devolver la lla­
mada.
-Ya, puse a mi papá al tanto de todos los últimos
acontecimientos y él también me habló de algunas
novedades.
-¿Buenas novedades?
133
María del Pilar Clemente

-Sí, a propósito de la fiestecita del barrio Brasil

que te conté, quiere tenderle una trampa al Douglas
ese y quiere que el Fernando y yo lo ayudemos con
el apoyo técnico.
-Veo que has heredado algún gen de tu papá.
-Eso espero...

R amón, el detective sentimental, te­

nía razón en todas sus conjeturas: el tal
Claudiio White era rubio y la municipali­
dad -que supuestamente estaba detrás de
esta fiesta-, no tenía nada que ver con el
evento. Ramón había estado visitando a
los dueños de otros locales en el centro
y sí, un tal señor White, coordinador de
eventos (representante de una firma in­
glesa) los había visitado a casi todos. La
cantidad que pedía a cada locatario no era
elevada, pero la suma de todas ellas resul­
taba una cifra considerable; eso, sin tomar

134 135
María del Pilar Clemente Tropa urbana

en cuenta la posible artimaña de agregar ceros a los pálido y si trató de decir algo, no le salió la voz. Los
documentos. hermanos Eduardo y Diego Arévalo serían llamados
-A tipos como el Douglas es fácil tenderles una como testigos para el momento del juicio, ya que los
trampa -le dijo a su hijo Pancho cuando venían de cargos en su contra eran más de lo que se pensaba.
regreso de coordinar todo con el papá del Fernan­ Suerte que el hombre tenía dinero en el banco y al­
do-, se sienten más inteligentes y muy seguros. Lo gunas propiedades, así es que los hermanos Arévalo
que vamos a hacer es simple, muy simple -hablaba recuperarían gran parte de la plata perdida. Ni qué
como ensimismado-, una cámara oculta registrará el decir cómo quedaron eternamente en deuda con su
momento en que el Douglas recibe el cheque ¡y ya! cuñado Ramón, por lo que el papá del Pancho pasó
Con eso lo tenemos pillado: una prueba de imagen de ser el indeseable al héroe de la familia.
y audio es irrefutable, pero no llegaremos solo hasta
ahí, no, a mí me gusta hacerlo dulce y bonito, así es
que cuando vaya saliendo, mis amigos tiras y yo lo
estaremos esperando, ya verás, que todo será como
pan comido. ¡Mañana a las cinco tenemos brillo,
hijo!
El hombre llegó a la hora exacta al día siguien­
te, entró disculpándose de que andaba apurado y
quería partir de inmediato, pero como el papá de
Fernando (bien aleccionado) no le soltaba el cheque,
el hombre se tuvo que sentar y tomarse el cafecíto
de rigor. Todo sucedió como estaba planeado, el su­
puesto señor White se sentó en el lugar preciso, el
papá de Fernando se tomó su tiempo para extender
el cheque, Douglas le entregó un documento falso y
en el momento de darse la mano (¡registro fenome­
nal! ), apareció con orden de detención Ramón con
dos funcionarios de Investigaciones.
El resto ocurrió como en las películas, solo que el
hombre no intentó defenderse ni nada; se puso muy

136 137
 T al como lo habían acordado los dos,
el Roco y la Kaky se subieron a una micro
con sus sprays azules y rojos en las mochi­
las. Se bajaron en "El Compadre Lucho" y,
como era de suponer, la esquina estaba
atestada de muchachos fumando y be­
biendo. La Kaky reconoció al tipo de cha­
queta larga de la otra vez y se dio cuenta
de que ya no estaba el mural, lo habían
pintado arriba.
-¿No te da lata rayar un muro limpio,
Kaky?

139
 María del Pilar Clemente
La Kaky sacó con disimulo los sprays, pero justo
en ese momento el tipo de chaqueta de cuero le pegó
una patada a un perro vago y todos los perros de
alrededor se pusieron a ladrar. Aprovechando ese al­
boroto la Kaky escribió en el muro:
KILTRO, DANOS OTRO ACERTIJO.
RATA TUIL
Pasaron tres días y nada. La tensión subía de ni­
vel. Solo quedaban dos semanas para entregar los
reportajes al concurso y la Madame Marlene ya es­
taba revisando los borradores.
-¿Le gustó, Madame? El jueves se lo voy a entre­
gar terminado.
-Está muy bien, Fio, tienes buenas entrevistas y
logras mirar la tragedia desde un punto de vista local.
Las correcciones a tu trabajo son sutiles; a veces el
tono es pretencioso, pero en general son mínimas.
La Florencia parecía paloma hinchada cuando se
devolvió al puesto y pasó frente a las Arévalo:
-¿Y ustedes?, parece que no van tan bien, ¿no?
-¿Qué sabes tú? -respondió furiosa la Coté.
La Kaky y la Coté estaban un poco desmoraliza­
das, la verdad, realmente no tenían nada increíble
que sustentara el reportaje y lo único que habían
conseguido era atrasarse en el semestre (y venían
las pruebas globales) y andar con miedo y paranoia
todo el día. La última esperanza había sido pedirle
al KiltrO otro acertijo, pero por lo visto, no había
resultado.
140
Tropa urbana
La Kaky llegó a su casa y se dio cuenta de que
tenía el celular apagado. Cuando lo encendió había
una llamada perdida. Era el número de la botillería,
¡estaba segura!, así es que corrió al computador para
ver si tenía algún correo.
—¡Síiiiiii!
En Santiago Pedro Prado el agua salta para el rey.
TieNEZ Asta Satur Day
EL KiltrO
La Kaky saltó de su asiento y comenzó con la ca­
dena de telefonazos y, en pocos minutos, el Pancho,
la Coté y el Roco estaban aplicados en descifrar el
nuevo acertijo. El único que no estaba era el Pepe
A, que había partido fuera de Santiago, pero igual
se mostró interesado y le dijo que le reenviara el
correo.
Todos se reunieron esa tarde en la casa del Roco.
Esta vez el papá del Pancho se notaba distinto, como
más aplomado (cómo se nota en el aire cuando a
la gente le va bien, ¿no? ) o será que lo sintieron así
porque todos sabían las buenas noticias.
-El que no pudo venir es el Pepe A -dijo la Kaky-,
es una lástima porque fue la pieza clave en el otro
acertijo, si no hubiera sido por él nunca habríamos
adivinado tan rápido. Tan pronto lo dijo se dio cuen­
ta de que había metido las patas (¡ay, mi bocota!).
-Pensé que la ayuda había venido de un profesor,
Kaky, -le dijo su primo.
141
 María del Pilar Clemente
-Yo nunca le creí que era un profesor... siem­
pre supe que era su amiguito... -dijo algo picado el
Roco.
-¡Por eso no les dije nada! -le respondió un poco
alterada la Kaky-, porque cachaba que ustedes dos
andaban perseguidos con el Pepe A.
-Ya córtenla con pelear entre ustedes y concentré­
monos en el acertijo que no tenemos mucho tiempo
-interrumpió el tío Ramón.
-Partamos por lo más evidente: Pedro Prado...
-¿Quién cresta es Pedro Prado? -se le salió al Pan­
cho sin reparar en su ignorancia.
-Es un escritor chileno -dijo el Roco-, el típico
que te enseñan en el colegio.
-A mí todavía no me lo enseñan -protestó el
Pancho.
-Voy a escribirle el mensaje al Pepe A -dijo la
Kaky mientras se paraba a mandarle un mensaje de
texto desde su celular.
El Roco por mientras bajaba información del Go-
ogle, pero nada parecía relevante: ni pistas de una
calle ni de una estatua ni de una placa en su honor.
-Si no hay un monumento o algo así, la clave
debe estar en su obra.
-¡Ahora me acuerdo! Su novela más famosa es
Alsino -agregó algo eufórica la Coté- La novela se
trata de un niño que vive en el campo y que sueña
con volar, es una historia parecida a Ícaro.
-Alas otra vez- dijo el Pancho.
142
Tropa urbana
-Y hay otra vez relación con el Museo de Be­
llas Artes, porque aquí sale que fue director en 1921
-agregó el Roco leyendo una de las biografías que
había bajado de la red.
-No creo que el KiltrO elija el mismo lugar; sabe
que ahora hay más vigilancia -dijo el papá del Pan­
cho haciéndose un espacio con una silla para que­
dar frente al computador también.
-Insisto en que es una Kiltra y que se llama Flo­
rencia Ossandón -volvió a intervenir algo vehemen­
te la Coté.
-¿Una niñita de 15 años? No creo -respondió su
tío.
En eso sonó el ring tone de la Kaky. Era el Pepe A.
-Hola, Kaky, oye, recibí tu mensaje de texto, algo
conozco de su obra, ¿ya pensaron en Alsino?
-Sí, en eso estamos, ¿no se te ocurre otra cosa a
parte de Alsino?
-Bueno, podría ser La casa abandonada o buscar
algo relacionado con el grupo de Los Diez. Los que
se reunían en esa casona colonial por ahí por San
Diego...
Y la llamada se cortó bruscamente....
-La señal se cortó -dijo la Kaky con cara de dar
explicaciones.
-¿No le alcanza la plata a tu amiguito para cargar
su celular?
-Ya poh, Roco, busca mejor eso de Los Diez -le
dijo la Coté comiéndose nerviosa una uña.
143
María del Pilar Clemente Tropa urbana

-¡Mejor metámonos a un foro de literatura! -dijo El Roco seleccionó algunas vistas generales del ce­
la Kaky. rro Santa Lucía. Había imágenes del pórtico francés,
-Brillante, sobrina. de las grandes escalinatas... hasta que se toparon
Así lo hicieron y de inmediato se enteraron aún con una fuente...
más acerca del grupo de Los Diez; que al final no -Claro... en ese cerro hay una fuente... ¿a ver?
eran diez, sino 20 y que se juntaban en una caso­ Busca por fuentes, ¿salen en el buscador?... ¡Vamos,
na que actualmente estaba a la venta (según les dijo Roco, se supone que tú eres el experto!
con indignación una de las mujeres que estaba en el -¡¡¡Ahí está, esa es la fuente!!! -gritaron todos al
foro). La casa estaba en el centro de Santiago, en la mismo tiempo.
esquina de las calles Tarapacá y Santa Rosa.
-Bakán -gritó el Pancho-. ¡Apuesto a que ese es
el lugar!
-Puede que sí, hijo, pero no nos atolondremos.
¿Qué hay con eso del rey del agua?
-Hmmm, sí, como que queda sobrando esa parte,
entonces mejor preguntar por otros lugares relacio­
nados con él o sus libros. Pregunta cuáles son los
lugares típicos que aparecen en sus novelas, Roco.
Las respuestas aparecían seguidas una de otra:

el campo
la Zona Central
estaciones de trenes,
tranvías
el cerro Santa Lucía

-¡El cerro Santa Lucía! -gritó el Pancho.

-Pero el cerro es tan grande -comentó el Roco.
-Podría ser en algún lugar del parque antiguo
donde están los monumentos.
-Pero tío, ¿cómo sabremos qué quiere graffitear?

144 145
 T odo indicaba que el lugar elegido
era La Fuente de Neptuno del cerro Santa
Lucía.
-En el libro Juez Rural le dedica todo un
párrafo a describir el lugar donde está la
fuente -dijo el Roco leyendo en la panta­
lla-, aquí está todo el texto.
Cuando estaba saliendo el texto por la
impresora sonó mi celular. Era el Pepe A.
El tío Ramón me hizo un gesto para
que no contestara todavía.
-No le digas nada sobre el cerro Santa
Lucía. ¿Okey, Kaky?

147
María del Pilar Clemente
La llamada se cortó y yo llamé de vuelta.
-Hola Pepe A.
-Hola, Kaky, ¿sigues ahí con tus amigos?
-Sí, sí, seguimos aquí, trabajando las neuronas.
Todos creemos que puede que tengas razón, que el
acertijo se refiere a la casona de Los Diez (le costó
mentirle al Pepe A, pero había recibido indicaciones),
además averiguamos que está en venta, lo que puede
que sea polémico y le interese al KiltrO.
-¡Ah!, qué lata que la vayan a vender, pero a ve­
ces los flaites andan de terno y corbata ¿no crees?...
seguro que la venden para demolerla... -hubo un
silencio de ambas partes-. Oye, pero yo te llamo por
otra cosa: ayer después de cortarte llamé al hermano
de mi papá que es arquitecto y que conoce entero el
centro de Santiago; me dijo que en esa casa antes ha­
bía una fuente de agua y que justo ahí se celebraba
la Fiesta de la Primavera con rey feo y todo.
—¡Ahá!... Eso coincide todavía más, voy a rastrear
esa información y te llamo.
-...Pero no creo que la encuentres, Kaky, estos
son datos que no maneja toda la gente.
-Ah, tu crees que eso no está en internet.
-No sé, no creo, pero en una de esas.
Esta última conversación me dejó inquieta y cuan­
do corté tuve que soportar las miradas incrédulas
sobre mí.
-A ver -dijo el Roco mientras buscaba esa infor­
mación en la red.
-No, poh, Kaky, no sale nada de nada, yo creo que
la Coté tiene razón y tu galán cuico está apoyando
148
Tropa urbana
a su hermana contra ustedes. Yo ya estoy chato con
esto, voy a comprar algo pa' comer y una cervezas,
¿quién se pone con los pesos?
-¡Ya, yo me pongo para comprar bebidas y algo
para comer, niños, pero la cerveza te la compras tú
Roco!
-Son cerca de las diez de la noche y no tenemos
tiempo que perder. Hagámosle una trampa y dile
que es la casona de Los Diez -dijo el papá del Pan­
cho dirigiéndose al Roco-, Si nos dice que no es la
respuesta correcta, nos vamos al cerro Santa Lucía.
La Kaky permaneció muda todo el rato porque
le daba por pensar en cosas como las gárgolas en la
repisa de la Fio, la demasiada buena onda del Pepe
A con ella... y tragaba y tragaba saliva: "qué lata si
todo es un plan de la Fio, porque a mí el Pepe A me
encanta".
Pasaron diez minutos y nada, veinte minutos y
¡nada!
-¡El KiltrO nos jugó chueco! -gritó el Pancho pa­
rándose abruptamente. Todos se impacientaron, la
Kaky se daba vueltas como loca, la Coté se comía
las uñas y el único que venía con cara de fiesta era
el Roco que llegó con bebidas, con su cerveza y con
algo para que comieran todos.
-Si no contesta, ¿qué hacemos? -dijo la Coté.
-Nos vamos todos a la casa y nos olvidamos del
cuento -dijo el Roco echándose unos nachos a la
boca. Justo en ese momento entró el mail esperado.
MaÑanA a las 12 dya.
149
María del Pilar Clemente
-Quien quiera que sea no es tonto -dijo el papá
del Pancho-. No cayó en la trampa, tendremos que
organizamos para estar mañana en las dos partes,
eso se llama "ubicuidad".
-Yo puedo conseguir que algunos brothers y sisters
nos ayuden -dijo el Pancho.
-Sí, pero que no se note mucho que son ustedes.
Diles que vayan vestidos como cualquier persona de
la calle.
A las 11: 30 del día siguiente todo estaba perfecta­
mente organizado. El día amaneció despejado, así es
que había harta gente en todas partes. El KiltrO se
las tendría que arreglar muy bien para pasar piola
si quería rayar. El Pancho con algunos amigos esta­
ban vigilando las entradas del cerro Santa Lucía. El
tío Ramón, la Coté, Fernando Wong y algunas sisters
andaban por los alrededores de Tarapacá y Santa
Rosa, mientras que el Roco y yo circulábamos en su
Isetta amarilla por el área. Además había cinco hue-
vitos más por ahí por la Alameda y sus alrededores,
los amigos del club del Roco se habían sumado. To­
dos nos comunicábamos por celular.
Eran las 12: 20 y no pasaba nada. Como se esta­
ba echando toda la bencina, el Roco se estacionó
unos momentos en la esquina de Santa Lucía con la
Alameda. Yo estaba enferma de inquieta, así es que
aproveché para bajarme, subí las escaleras y me senté
al lado de un vendedor de globos, cerca de la Fuente
de Neptuno. De puro histérica llamé al Pancho:
-¿Nada?
150
Tropa urbana
-Nada, va a ser difícil rayar hoy día, anda mucha
gente.
Lo otro que me siguió diciendo no se lo escu­
ché porque se armó un griterío horrible cuando a
un tipo le habían tratado de robar y se estaba aga­
rrando a puñetes con otro al final de la escalera. La
gente se apelotonó para mirar y llegó un guardia de
seguridad tocando el pito, abriéndose paso entre la
multitud. Justo detrás del tumulto vi pasar corriendo
a una figura extraña, que se perdió entre la gente. Lo
seguí con la mirada y caché que era un mimo que
se estaba echando a correr con las latas de spray.
Comencé a correr detrás de él y le grité al Pancho:
"¡Parece que ya rayó la fuente, anda vestido de mimo
y va corriendo pa'l ascensor! ". Por más que yo corría,
el mimo me seguía sacando distancia hasta que lo
perdí de vista "¡Se fue pa'l ascensor! -le volví a gritar
al Pancho.
Abajo, en la calle Santa Lucía, el Pancho corrió
hacia una de las "Isettas amigas" estacionadas, pero
no encontró a nadie en la cabina salvo un celular en
el asiento del copiloto que no dejaba de sonar.
-¿Sí?
-Enciende el motor, Tato, voy bajando en el as­
censor!
Cortó. La voz era inconfundible. En menos de un
minuto llegó el Tato
-¡Estaba que me hacía, compadre!
-¡Apúrate, poh, viene en el ascensor!
151
María del Pilar Clemente Tropa urbana

-¿Te avisaron? En eso el celular del Pancho sonó y respondió la

-Sí, sí, vámonos para allá! Kaky: era Fernando Wong, quien avisaba que venía
Como el Tato no se movió de su lugar y lo miraba en sentido contrario, justo a tiempo para interceptar
dudoso, bruscamente el Pancho cerró la puerta y se al Roco. En el semáforo frente al palacio de La Mone­
puso a manejar él mismo en dirección al ascensor. da se bajó corriendo el Roco, pero afortunadamente
El corazón le latía a mil, porque no tenía licencia y Fernando Wong lo vio bajarse y partió corriendo,
nunca había sido bueno para manejar, ¡quién sabe siguiéndole los pasos. No pasó mucho tiempo has­
cómo lo hizo!, pero llegó justo en el momento que el ta que le diera alcance. Ni los gritos ni el forcejeo
montón de gente se bajaba del ascensor que daba a hicieron que el Fernando Wong lo soltara, y como
la calle Santa Lucía. Entre ellos venía el Roco, se ha­ era fuerte y grandote, el Roco terminó por darse por
bía sacado el maquillaje de la cara, pero algo todavía vencido. Lo malo fue que en la recta final al Pancho
le quedaba. Cuando el Roco se dio cuenta de que era se le fue la Issetta de las manos y el cómico huevito
el Pancho, se le desencajó la cara y partió corriendo terminó zambullido entre los surtidores de la pileta
a perderse por una de las calles. El Pancho puso pri­ de la Plaza de la Ciudadanía. Las caras de los carabi­
mera y cuando estaba por partir, sintió que se abría neros que se les acercaron no tenían buen talante:
la puerta del copiloto y se metió la Kaky que venía -¿Alguno de ustedes, jovencitos, tiene su licencia
jadeando de tanto bajar escalas. de conducir o al menos los papeles de! vehículo?
-¡Bajé, bajé rajada y vi al Roco pasar por allá!
¡Vámonos!
-¡Avisa a todos que el Roco es el KiltrO! -le gri­
taba el Pancho.
Unos metros más adelante el Roco se subió a una
micro que partía en dirección contraria.
-¡Va pa'la Alameda, da la vuelta! -gritaba la
Kaky.
-¡Yaaa! -le respondía el Pancho, maniobrando el
huevito que hizo una peligrosa U y partió detrás de
la micro.
El huevito zigzagueante se perdió en medio del
tránsito de la avenida más importante de Santiago.

152 153
 E l Pancho y yo llegamos todavía mo­
jados a la comisaría. La primera cara co­
nocida que vi fue la del Tío Ramón, que
apenas nos vio entrar con carabineros,
nos hizo una seña como de "aquí no pasa
nada", después vi a mis papás, a la Coté,
a Fernando Wong (y al que pienso era su
papá) y finalmente al Roco y a su papá.
Todos tenían cara de circunstancia,
pero no parecían realmente enojados. Esa
misma tarde nos llevaron ante un juez
oral para determinar los primeros ante­
cedentes del caso (en los que se incluían

155
 María del Pilar Clemente
obstaculización al tránsito con vehículos no autori­
zados, rayado de graffitis en monumentos públicos y
desorden callejero). Todos estábamos bien, pero un
poco shockeados y tristes por la traición del Roco. Al
final se supo la verdadera historia y nadie andaba
tan perdido; la Coté fue la que andaba más cerca,
porque era cierto que la Fio había planeado todo
para que desistiéramos de seguir con el reportaje.
Como era astuta y linda no le había costado trabajo
conquistar al Roco y ponerlo de su lado. Lo había
conocido la misma noche que nosotras; había ido
también al festival (vestida como ellos) y parece que
cachó que era grosso nuestro tema, entonces se hizo
amiga del Roco y le tiró la lengua hasta que apareció
el misterioso KiltrO en el cuento, elemento perfec­
to para armar su plan. La idea fue bien sencilla: el
Roco se hizo pasar por el KiltrO, graffiteó la escul­
tura del Bellas Artes, el monumento de las víctimas
de la Iglesia de la Compañía y la Fuente de Neptuno.
Después de las declaraciones del Roco, la Florencia
fue llamada ante el juez por ser la responsable in­
telectual de los actos. El Roco nunca más le habló a
la Fio y supe después que ella anduvo medio bajón,
porque a pesar de las diferencias, a ella sí le había
gustado el Roco.
El juez habló con cada uno de nosotros, nos retó
mucho pero no pasó a mayores porque todos éra­
mos menores de edad. Para el Roco no fue lo mismo,
pues le impusieron una multa, pero, como él no tenía
dinero, desgraciadamente tuvieron que asumirla sus
156
Tropa urbana
padres. La pena habría sido mucho peor si el señor
Ossandón no se hubiera comprometido a pagar los
daños en los monumentos. El Roco igual tuvo que
realizar trabajos voluntarios en la Municipalidad de
Santiago durante seis meses.
El Pancho fue el más afectado de todos, yo creo,
tal vez más adelante perdonaría al Roco, pero por
ahora no quería saber de él.
La abuelita Nina siempre dice que no hay mal
que por bien no venga, y lo bueno ( aparte de lo
bueno que fue para mí) es que la tía Valeria con el
tío Ramón se tuvieron que volver a ver y andan
otra vez saliendo juntos. El Pancho cree que vie­
ne una reconciliación. Lo otro que resultó genial fue
que salimos en los medios y en la prensa: "Reportaje
estudiantil sobre graffitteros termina en loca carrera
de Isettas en La Moneda". Y como además un turista
filmó cuando nos caímos a la pileta de la plaza, más
y más famosos nos hicimos con el Pancho. El repor­
taje fue de gran éxito y nos ganamos el segundo lu­
gar en el concurso. A la Florencia después la sacaron
del colegio; al parecer, seguiría estudiando en París. Y
lo mejor de todo, es que yo no me quedé sin pareja
para el baile de disfraces. ¿¡¡Pueden creerlo!!? ¡El Pepe
A fue conmigo a la fiesta!
Con la Coté nos juntamos en mi departamento
de Colón para arreglarnos juntas ese sábado. Yo me
vestí de gótica con falda de encaje negro, medias ca­
ladas y mariposas metálicas. La Coté eligió una ver­
sión algo sexy de mujer de las cavernas con pieles
157
María del Pilar Clemente

de tigre y una peluca larga (¿así se notan menos los

kilos? ).
El Pepe A llegó vestido de caballero del rey Ar­
turo y el Pancho apareció con una peluca larga de
rastafari con ropa de colores y collares de mostacilla.
¡Irreconocible!
Lo pasamos increíble esa noche, ¡quién hubiera
dicho que el Pancho y el Pepe A se llevarían bien!
(bueno, es que mi pareja era de verdad un caballero).
Cerca de las tres de la mañana llegamos a mi casa,
todavía muertos de la risa y con ganas de seguir
conversando. Minutos después de haber llegado oí
que había recibido un mensaje de texto:

Tienes un correo

(número desconocido)
Fui al segundo piso, encendí el computador, abrí
mi correo y otra vez empezó lo mismo: "Hey Rata-
Tuil. "

Ay mOnUMENTOS Ke NaDiE mlrA en buENos

AirEs...

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