Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
DERECHO
CIVIL I
(DERECHO DE LA PERSONA)
(DERECHO DE LA PERSONA)
2ª EDICIÓN
manuales
especialidades de Derecho,
DERECHO CIVIL I
Atienza Navarro Mª L.
Chaparro Matamoros, P.
Todos los títulos de la colección
Cobas Cobiella, Mª Elena
manuales los encontrará en la
De Verda y Beamonte, J.R.
página web de Tirant lo Blanch.
Guillén Catalán, R.
www.tirant.es
Monfort Ferrero, Mª J.
Montés Rodríguez, Pilar
Plaza Penadés, J.
Reyes López, Mª J.
Saiz García, Concepción
manuales
Coordinador
José Ramón de Verda y Beamonte
Valencia, 2016
Copyright ® 2016
Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse
o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotoco-
pia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de información y sistema de
recuperación sin permiso escrito de los autores y del editor.
© Varios Autores
© TIRANT LO BLANCH
EDITA: TIRANT LO BLANCH
C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia
TELFS.: 96/361 00 48 - 50
FAX: 96/369 41 51
Email:tlb@tirant.com
www.tirant.com
Librería virtual: www.tirant.es
ISBN: 978-84-9119-557-3
MAQUETA: Tink Factoría de Color
La lección 1ª ha sido redactada por el Dr. Javier Plaza Penadés (CU Uni-
versitat de València); la lección 2ª, por la Dra. María Jesús Monfort Ferre-
ro (TU Universitat de València); la lección 3ª, por la Dra. Raquel Guillén
Catalán (CD Universitat de València); la lección 4ª, por el Dr. José Ramón
de Verda y Beamonte (CU Universitat de València) y Don Pedro Chaparro
Matamoros (Abogado); la lección 5ª por la Dra. Concepción Saiz García
(TU Universitat de València); la lección 6ª, por la Dra. María José Reyes
López (CU Universitat de València); la lección 7ª, por la Dra. María Luisa
Atienza Navarro (TU Universitat de València); la lección 8ª, por la Dra.
Josefina Alventosa del Río (TU Universitat de València); la lección 9ª, por el
Dr. Juan Antonio Tamayo Carmona (TU Universitat de València); la lección
10ª, por la Dra. María Elena Cobas Cobiella (CD Universitat de València);
las lecciones 11ª y 12ª, por el Dr. José Ramón de Verda y Beamonte y Don
Pedro Chaparro Matamoros; la lección 13ª, por la Dra. Pilar Montés Ro-
dríguez (TEU Universitat de València); la lección 14ª, por el Dr. José Ramón
de Verda y Beamonte y Don Pedro Chaparro Matamoros; y la lección 15ª,
por la Dra. María José Reyes López.
Lección 1
El Derecho Civil y los Derechos Civiles forales o
especiales
Sumario: I. Derecho civil: delimitación, formación y contenidos.- 1. Contenido del Derecho ci-
vil.- 2. Derecho civil como Derecho privado y común.- 3. Concepto y significado del Derecho
civil.- II. Derecho civil estatal, Derecho civil autonómico y Derechos civiles forales o especiales.- 1.
Significado y alcance de los Derechos civiles forales o especiales.- 2. La Codificación del De-
recho foral.- 3. El Derecho civil foral o especial en la Constitución española.- 4. Interpretación
del Tribunal Constitucional de la competencia en Derecho civil propio de las Comunidades
autónomas.- 5. Situación actual del desarrollo de algunos Derechos civiles forales o especiales.-
6. El llamado Derecho civil autonómico.- III. Cuestionario.- IV. Casos prácticos.- V. Bibliografía.
b) Finalmente, conviene señalar que las normas del Derecho civil se aplican
a todas las materias de Derecho privado que no tengan una regulación especial
de carácter legal. Ello es así porque la evolución del Derecho, y su especiali-
zación, provocaron el nacimiento de ramas específicas que se separaron del
Derecho Civil, como el Derecho mercantil o el Derecho laboral. Estas ramas
tienen en común el hecho de mantener como Derecho supletorio al Derecho
civil, que se instituye así como Derecho común (y lo mismo ocurre con el
Código civil español respecto de los derechos forales o especiales, vid. infra).
de Sucesión, aunque Navarra mantuvo su Derecho por decisión del entonces regente
general Espartero en 1841.
recho foral o especial o si, por el contrario, tienen competencia para regular
cualquier materia, aunque no exista ni guarde relación con su Derecho civil
propio, siempre, eso sí, que no se trate de alguna de las materias del art. 149.1,
regla 8, in fine, CE, que son en todo caso competencia del Estado.
El Derecho civil valenciano merece una mención específica.
Desde la concesión de els Furs por Jaime I, tras la conquista de la ciudad de Valencia
en 1238 y su configuración como Reino, hasta la batalla de Almansa en 1707 y el consi-
guiente Decreto de 29 de julio de 1707, de abolición dels Furs, el Reino de Valencia tuvo
un vasto ordenamiento jurídico propio, tanto para aspectos públicos como para aspectos
privados. Pero a diferencia de otros territorios de la corona de Aragón, tras su abolición
no se produjo de manera oficial la devolución y recuperación del mismo.
Por ello no participó en el movimiento compilador del Derecho foral de la postguerra
en Zaragoza ni tuvo Compilación, como tuvieron el resto de territorios con Derecho civil
foral o especial, y en esas circunstancias llegó la Constitución Española de 1978 (que,
como hemos visto, concede competencias para regular sobre el Derecho civil propio
“allí donde exista”).
Sin embargo, el art. 31.2, del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana de
1982 (Ley Orgánica 5/1982, de 1 de julio), siguiendo el modelo de Estatuto catalán y vas-
co, dispuso que la Generalitat Valenciana tenía “competencia exclusiva para conservar,
modificar y desarrollar el Derecho civil valenciano”.
Por ello, se aprobó la Ley 6/1986, de 15 de diciembre, de arrendamientos históricos
valencianos, que dio lugar a la STC 121/1992, de 28 de septiembre (Tol 80731), en la
que se admitió que aquellas instituciones de Derecho foral que hubieran sobrevivido
hasta la entrada en vigor de la Constitución Española en forma de costumbre tenían cabi-
da en el “allí donde existan” del art. 149.1, regla 8ª, CE, pero con la duda de saber si esa
competencia de la Generalitat Valenciana reconocida en el artículo 31.2 de su Estatuto
se debía limitar a instituciones que estuviesen vigentes consuetudinariamente o se podía
ampliar a otras instituciones de su Derecho propio.
Por ello, la Ley Orgánica 1/2006, de 10 de abril, de Reforma de la Ley Orgánica
5/1982, de 1 de julio, de Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana, quiso
clarificar y desarrollar estas cuestiones del Derecho foral y del Derecho civil valenciano.
En concreto, se ocupan directamente del “Derecho Civil Foral Valenciano”, intitulado
así por la propia reforma estatutaria, en el art. 3, punto 4, el art. 7, el art. 35, el art. 37.2,
el art. 58.2, el art. 71.1 y la Disposición transitoria tercera, destacando, sobre todo, el
art. 49.1.2ª, según el cual, la Generalitat Valenciana tendrá competencia exclusiva para
conservar, modificar y desarrollar el Derecho civil foral valenciano.
Fruto de esa pretendida aclaración del contenido y alcance de la competencia de la
Generalitat en materia de Derecho Civil Foral Valenciano, se ha aprobado la Ley 10/2007,
de 20 de marzo, de régimen económico matrimonial valenciano, y la Ley 5/2011, de 1
de abril, de relaciones familiares de los hijos e hijas cuyos progenitores no conviven (la
llamada ley de custodia compartida), estando ambas pendientes de pronunciamiento
sobre su adecuación a la Constitución, por estar recurridas de inconstitucionalidad.
Además, respecto de las instituciones de Derecho civil foral abolidas, la Disposición
transitoria tercera del Estatuto, tras la reforma de 2006, dispone que: “La competencia
exclusiva sobre el Derecho civil foral valenciano se ejercerá, por la Generalitat, en los
términos establecidos por este Estatuto, a partir de la normativa foral del histórico Reino
de Valencia, que se recupera y actualiza, al amparo de la Constitución Española”. Pre-
cepto que, en el fondo, no cierra la cuestión, sino que reenvía a la Constitución en una
cuestión que no está totalmente delimitada, como se verá a continuación.
Derecho Civil I
Pero eso sí, el desarrollo del Derecho civil propio no puede impulsarse en cual-
quier dirección, ni sobre cualquier materia, ya que no significa una competencia
legislativa autonómica ilimitada por razón de la materia.
Estos criterios interpretativos del artículo 149.1, regla 8ª, CE han sido confirmados
por la más reciente STC 31/2010, de 28 de junio, sobre el Estatuto de Autonomía de
Cataluña.
de 599 artículos e incorpora, además de las leyes citadas, el residual Título Preliminar de
la Compilación del Derecho civil de Aragón, la Ley 6/1999, de 26 de marzo, relativa a
parejas estables no casadas y la Ley 2/2010, de 26 de mayo, de igualdad en las relaciones
familiares ante la ruptura de convivencia de los padres. La Compilación y todas las leyes
refundidas han sido formalmente derogadas, entrando en vigor el Código del Derecho
Foral de Aragón el día 23 de abril de 2011.
c) La Compilación de Derecho civil de Galicia de 2 de diciembre de 1963 fue susti-
tuida por la Ley de Derecho civil de Galicia de 24 de mayo de 1995, a su vez derogada
por la ley de 14 de junio de 2006. Consta de un Título Preliminar y diez Títulos.
d) La Compilación de Derecho civil foral de Vizcaya y Álava de 30 de julio de 1959,
ha sido sustituida por la Ley del Derecho civil foral del País Vasco de 1 de julio de 1992,
que se limita a hacer la necesaria adaptación de ese Derecho a nuestros tiempos, elimi-
nando algunos anacronismos que la Compilación de 1959 aún mantenía y restaurando
instituciones muy arraigadas de las que prescindía, pero extendiendo el ámbito territorial
del Derecho foral a zonas que eran de Derecho común, como la misma ciudad de Bil-
bao, que no se regía por el Fuero de Vizcaya.
e) La Compilación balear, aprobada por la Ley de 19 de abril de 1961, fue modificada
por Ley de la Comunidad Autónoma de Baleares, de junio de 1990.
La Compilación ha incorporado a su texto tanto el Derecho autóctono balear como el
Derecho romano, que se había venido aplicando consuetudinariamente en las Islas. Su
estructura es la siguiente: consta de 86 artículos, distribuidos en un Título Preliminar, un
Libro Primero (normas aplicables en Mallorca), un Libro Segundo (normas aplicables en
Menorca) y un Libro Tercero (normas aplicables en Ibiza y Formentera), seguidos de tres
Disposiciones Finales y dos Transitorias.
f) La Compilación de Derecho Civil Foral de Navarra, por Ley de 1 de marzo de 1973,
culminó la recopilación de los Derechos Forales de España, laboriosamente realizada a
lo largo de los últimos 25 años.
Sin embargo, la Compilación Navarra presentaba una singularidad respecto de las
anteriormente aprobadas, derivada de la llamada Ley Paccionada de 16 de agosto de
1841, conforme a la cual se exigía el procedimiento de convenio para introducir refor-
mas legislativas en Navarra y por virtud de lo cual se atribuyó a la Diputación Foral el
nombramiento de la Comisión correspondiente, que había de presidir el Presidente de la
Audiencia Territorial de Pamplona, la cual elevó un anteproyecto que, tras su estudio por
la Comisión General de Codificación, integrada al efecto con representantes de aquella
provincia designados para ello, se dictó directamente por el Jefe del Estado, sin discusión
en las Cortes, en virtud de las prerrogativas que a la Jefatura del Estado otorgaba la Ley
Orgánica del Estado.
La Compilación, también llamada Fuero Nuevo de Navarra, consta de quinientas
noventa y seis “leyes”, denominación que se da a sus preceptos por fidelidad a la tradi-
ción legislativa de Navarra, divididos en un Libro Preliminar, seguido de otros tres que
llevan la denominación de Primero (personas y de la familia), Segundo (donaciones y
sucesiones) y Tercero (derechos reales y las obligaciones), para terminar con cinco Dis-
posiciones Transitorias.
III. CUESTIONARIO
1º. ¿Qué materias comprende el Derecho civil?
2º. Qué materia comprende específicamente el Derecho de la Persona?
3º. ¿En el ius civile romano toda persona tenía personalidad o aptitud para ser
titular de derechos por el mero hecho de serlo?
4º. ¿Qué es el Derecho civil foral o especial y que Comunidades Autónomas
tienen competencias sobre dicho derecho?
5º. ¿Cuál es la doctrina del TC sobre la interpretación del artículo 149.1, regla
8ª, CE en materia de Derecho civil foral o especial?
6º. ¿La Comunidad Valenciana tenía Derecho civil propio en el momento de
entrar en vigor la Constitución? Razone la respuesta, de acuerdo con la doctrina
del TC sobre la materia.
7º. ¿Qué es el llamado Derecho civil autonómico?
8º. ¿Qué es el llamado Derecho civil comunitario?
Cuestiones
1º. ¿Puede hacerlo?
2º. ¿Existe alguna norma sobre sucesión intestada en el Estatuto de Autonomía de la
Comunidad Valenciana?
Cuestiones
1º. ¿Es constitucional dicha Ley?
2º. ¿Puede la misma permitir y reconocer la adopción conjunta a parejas de hecho?
V. BIBLIOGRAFÍA
Alonso Pérez, M.: “Ideal codificador, mentalidad bucólica y orden burgués en el Código civil de
1889”, en AA.VV.: Centenario del Código civil, t. I, Madrid, 1990; De Castro y Bravo, F.:
Derecho civil de España, II (Derecho de la persona), Madrid, 1984; García Rubio, Mª P.: “Plu-
rilegislación, supletoriedad y Derecho civil”, en AA.VV.: Libro-Homenaje al Prof. Albaladejo,
t. I, Murcia, 2004; Hernández Gil, A.: “Conceptos jurídicos fundamentales”, en Idem: Obras
Completas, t. I, Madrid, 1997.
Lección 2
Las fuentes del Derecho
Sumario: I. Concepto y regulación de las fuentes del Derecho.- 1. Concepto de fuentes del De-
recho.- 2. Regulación de las fuentes del Derecho.- A) El Código Civil.- B) La Constitución.- C)
Derecho comunitario.- II. La Ley.- 1. Concepto y tipología.- 2. Los Tratados internacionales.- 3.
El Derecho de la Unión Europea.- 4. Leyes Orgánicas y Leyes ordinarias.- 5. Otras normas con
rango de ley.- A) Delegación legislativa: Decreto legislativo.- B) El Decreto Ley. Art. 86 CE.- 6.
Normas con rango inferior a la ley: los Reglamentos.- III. La costumbre.- IV. Los principios genera-
les del Derecho.- V. El valor de la jurisprudencia como fuente del Derecho.- VI. Cuestionario.- VII.
Casos prácticos.- VIII. Bibliografía.
Por lo tanto, existen tres centros de producción normativa con distinto ámbito
territorial, como son las Comunidades Autónomas, el Estado y la Unión Europea.
A) El Código Civil
El CC en su art. 1.1, en la redacción dada por el Decreto 1836/1974, de 31
de mayo, habla de “Las fuentes del ordenamiento jurídico Español”. Pero, obvia-
mente, en la actualidad, hay que interpretar este artículo, teniendo en cuenta la
Constitución y la existencia del Derecho comunitario.
Además, hay que matizar que, aunque el precepto se refiere a las “fuentes del
ordenamiento jurídico español”, no obstante, no es aplicable a todos los sectores
del mismo, tanto por exceso, como por defecto. Por exceso, porque alguna de las
fuentes que recogen no juegan en algunas ramas del ordenamiento jurídico, p.
ej., en el ámbito penal, la costumbre no es fuente del Derecho (por aplicación del
principio de legalidad). Por defecto, porque en el precepto no se recogen fuentes
propias de otros sectores del ordenamiento jurídico distinto al civil, p. ej., no se
contemplan los convenios colectivos, que son fuentes del Derecho laboral.
Por último, debemos tener en cuenta que, a partir de la CE de 1978, España
es un estado autonómico, en el que hay Comunidades Autónomas, que tienen un
Derecho civil propio con su correspondiente sistema de fuentes (art. 149.1.8ª CE).
Por lo que el art. 1.1 CC regula únicamente las fuentes del Derecho civil estatal,
no las de los distintos Derechos autonómicos.
B) La Constitución
La Constitución es una norma jurídica de naturaleza legal. Es la ley o norma
fundamental de nuestro ordenamiento jurídico a la que está subordinado todo el
resto de normas que lo componen. Ocupa, pues, un lugar privilegiado en el siste-
ma de fuentes.
La Constitución mantiene vigente la regulación de las fuentes del CC, pero la
amplía o modifica en algún aspecto, pues regula extensamente la ley e indirecta-
mente los principios generales. No alude, sin embargo, a la costumbre.
Igualmente la Constitución determina los actos normativos y regula su proceso de
creación.
En materia de principios, en el art. 9.3 CE, por un lado, consagra los principios sobre
los que se articulan las fuentes. Éstos son el de jerarquía normativa y el de distribución
de competencias por materias, tanto entre el Estado y las Comunidades Autónomas como
entre el Estado y la Unión Europea.
a) De acuerdo con el principio de jerarquía normativa, a las normas, según la forma
que adopten, se les asignan diferentes rangos de modo que las normas que ocupan una
posición inferior pierden validez si contradicen a las que ocupan una posición superior,
dando como resultado una ordenación vertical de las fuentes.
Derecho Civil I
C) Derecho Comunitario
Tras la incorporación de España a la Unión Europea, también se ve modificado
en cierto modo el sistema de fuentes (art. 93 CE), pues supone la incorporación
a nuestro Derecho de fuentes de producción de normas y de las propias normas,
procedentes de la Unión Europea.
Primero, como se ha apuntado anteriormente, en virtud del principio de atri-
bución de competencias, la Unión Europea ejerce competencias cedidas por los
Estados miembros.
Además, las normas comunitarias excluyen la posibilidad de dictar normas
internas sobre la misma materia, salvo que se trate de normas concurrentes o
complementarias. También hay que tener en cuenta que el Tribunal de justicia de
la Unión Europea tiene competencias exclusivas para interpretar normas comu-
nitarias.
II. LA LEY
1. Concepto y tipología
a) En sentido estricto o formal, ley sólo es la norma que emana del poder legis-
lativo, es decir, del Parlamento (tanto las Cortes Generales como los Parlamentos
1
Por otro lado, la Constitución contiene principios que son base y fundamento del Ordenamiento
jurídico: a) principio de publicidad, b) principio de irretroactividad de normas sancionadoras no
favorables o restrictivas de derechos individuales, y c) principio de legalidad.
Las fuentes del Derecho
Es una norma con rango de ley dictada por el Gobierno en caso de extraordi-
naria y urgente necesidad. No hay delegación sino que el Gobierno ejerce poderes
propios. Para que se convierta en ley debe ser convalidada posteriormente por el
Congreso, en el plazo de los treinta días siguientes a su publicación.
Están sujetos al control del TC y no pueden regular las materias relativas al
ordenamiento de las instituciones básicas del Estado, los derechos, deberes y li-
bertades de los ciudadanos regulados en el título I, el régimen de las Comunidades
Autónomas y el Derecho electoral general que, como hemos visto, están reserva-
das a ley orgánica.
III. LA COSTUMBRE
La costumbre —dice el art. 1.3 CC— “sólo regirá en defecto de Ley aplicable,
siempre que no sea contraria a la moral o al orden público y que resulte probada”.
La costumbre es una norma jurídica creada por una conducta social uniforme,
acompañada de la convicción de ser de obligado cumplimiento2. Es, pues, una
norma que no tiene su origen en los órganos del Estado, sino que ha sido creada
e impuesta por la propia sociedad.
Los caracteres de la costumbre son los siguientes:
a) Su formación es espontánea, en función de las necesidades sociales y econó-
micas de una comunidad, y paulatina, pues se crean por la repetición durante un
tiempo de una determinada conducta, sin necesidad de ningún acto formal.
b) Aunque no escrita, es una norma jurídica y, por tanto, fuente de Derecho en
sentido estricto, existiendo una conciencia social de que es obligatoria.
c) Sólo rige en defecto de ley aplicable (es, por ello, que se dice que es una
fuente de Derecho supletoria).
2
V. en este sentido STS 4 octubre 1982 (Tol 12141).
Derecho Civil I
e) Para hacerla valer ante los tribunales, debe ser alegada y probada por quien
la invoca, tal y como exige el art. 1.3 CC (respecto de ella, no juega, pues, el prin-
cipio iura novit curia)3.
Es ilustrativa la STSJ Comunidad Valenciana 1450/1996, de 29 de mayo (AS 1996,
1615), que no consideró probada una supuesta costumbre, alegada por una cadena de
supermercados, según la cual los trabajadores del sector no podían llevar barba, razón por
la cual había despedido a uno de ellos. Dice, así, que, en ausencia de prueba, no puede
aplicarse la pretendida costumbre, ya que “el obligado conocimiento de la norma jurídica
por el órgano jurisdiccional, no se extiende a la costumbre y usos de empresa”, que
“deberán ser probados por quien los alega”. Por el contrario, la STC 170/1987, de 30 de
octubre (Tol 79909), sí estimo demostrada la existencia de una costumbre local, según la
cual, por razones de higiene, los camareros de los establecimientos de ocio no llevaban bar-
ba, considerando procedente el despido de un empleado que, después de ser contratado, se
había dejado crecer barba, contra las expresas indicaciones de su empleador.
3
El art. 281.2 LEC igualmente establece que “también serán objeto de prueba la costumbre
y el derecho extranjero. La prueba de la costumbre no será necesaria si las partes estuviesen
conformes en su existencia y contenido y sus normas no afectasen al orden público”.
4
Hay que advertir que algunos derechos autonómicos tienen su propio régimen de la costum-
bre; régimen distinto al que nos estamos refiriendo, que es el que se desprende del CC. Por
ejemplo, en el Derecho navarro se admite la costumbre contra legem, puesto que la costumbre
se antepone a la ley en el orden jerárquico de sus normas.
Las fuentes del Derecho
El precepto asigna a los principios generales del Derecho una doble función:
normativa e integradora9.
a) Tienen carácter normativo, porque son auténticas normas jurídicas, aplica-
bles en defecto de ley o costumbre (por ello, se dice que son fuente supletoria de
segundo grado).
Esta función normativa de los principios generales permite considerar comple-
to a nuestro ordenamiento jurídico, evitando las lagunas del Derecho y justificar
la imposición al Juez del deber de resolver en todo caso, ateniéndose al sistema de
fuentes establecido (art. 1.7 CC).
5
V. en este sentido STS 16 noviembre 1994 (Tol 1665726).
6
V. en este sentido STS 11 marzo 1982 (RJ 1982, 1371).
7
V. en este sentido SAP Barcelona 24 abril 2007 (Tol 1122259).
8
V. en este sentido STS 10 de marzo 1998 (Tol 2451479).
9
La STS 23 marzo 2000 (Tol 1508) considera que cabe una aplicación “indirecta” de los princi-
pios generales del Derecho “a través de las demás fuentes, por su carácter informador”, y una
“aplicación directa, en defecto de ley y costumbre, y necesidad de probar su vigencia general y
aplicación al caso, demostrando que es acogido por el ordenamiento jurídico…”.
Derecho Civil I
10
V. en este sentido SSTS 2 julio 1987 (Tol 409977), 15 julio 1988 (Tol 1735745), 3 marzo 1989
(Tol 1731668) y 19 abril 1991 (Tol 1728846).
11
V. en este sentido STS 12 junio 1998 (RAJ 1998, 4130).
12
V. en este sentido STS 19 abril 2007 (Tol 1060328).
13
V. en este sentido STS 14 julio 1988 (Tol 1734611).
14
V. en este sentido SSTS 11 diciembre 1992 (Tol 1654941), 27 marzo 2001 (Tol 71705), 17
enero 2003 (Tol 230655) y 17 junio 2003 (Tol 285652).
Las fuentes del Derecho
En esta acepción amplia se incluyen también los criterios establecidos por la Direc-
ción General de los Registros y del Notariado, que dan lugar a la llamada “jurisprudencia
registral”15.
La doctrina del Tribunal Supremo está sujeta al ordenamiento jurídico (art. 9.1
CE) y como el resto de los órganos jurisdiccionales, debe resolver los asuntos de
que conozca, “ateniéndose al sistema de fuentes establecido”, lo que significa que,
en sí misma, la jurisprudencia no es fuente del Derecho: las resoluciones judicia-
les carecen de los caracteres de abstracción y generalidad, propios de las normas
jurídicas; no contienen mandatos generales, sino que, en rigor, se limitan a decidir
un caso concreto16.
Sin embargo, ello no significa desconocer la importante labor de la jurispru-
dencia del Tribunal Supremo, como complemento del ordenamiento jurídico, ya
que, al resolver recursos de casación contra sentencias dictadas por Audiencias
Provinciales, se posibilita la unidad de criterio de los órganos jurisdiccionales
inferiores, al aplicar e interpretar las normas jurídicas17.
Los requisitos para que pueda hablarse de la existencia de jurisprudencia a efectos
de un recurso de casación son los siguientes: a) que emane de la Sala Primera del TS18;
b) que proceda de los razonamientos principales de las sentencias, determinantes del
fallo, careciendo de valor, a estos efectos, las meras afirmaciones de carácter incidental
o subsidiario19; c) que existan dos o más sentencias conformes (si sólo hubiera una, nos
encontraríamos ante un mero precedente autorizado20, a no ser que procediese del Pleno
del Tribunal); d) que haya identidad sustancial entre los casos concretos resueltos por di-
15
V. en este sentido STS 22 abril 1987 (Tol 1739163).
16
V. en este sentido STS 20 diciembre 2001 (Tol 148371).
17
V. a este respecto el art. 477 LEC 2000.
18
V. en este sentido SSTS 24 marzo 1995 (Tol 1668497), 4 diciembre 1995 (Tol 1667967), 4
diciembre 2003 (Tol 337735) y 20 diciembre 2004 (Tol 528642).
19
V. en este sentido STS 6 marzo 1997 (Tol 216448).
20
V. en este sentido STS 6 de marzo 1997 (Tol 216448).
Derecho Civil I
VI. CUESTIONARIO
1º. ¿Qué se entiende por fuente del Derecho en sentido formal?
2º. ¿Cuáles son y dónde se regulan las fuentes del ordenamiento jurídico espa-
ñol?
3º. ¿Qué significa “normas con rango de ley”?
4º ¿En qué consiste el principio de distribución de competencias?
5º. ¿En qué medida obligan los Reglamentos comunitarios? ¿Y las Directivas?
6º. ¿Cuáles son los requisitos para que una costumbre pueda ser considerada
fuente del Derecho?
7º. ¿En qué consiste la función normativa de los principios generales del De-
recho?
8º ¿En qué consiste la función informadora de los principios generales del
Derecho?
9º. ¿Es la jurisprudencia fuente del Derecho?
10º. ¿Cuáles son los requisitos para que una determinada doctrina alcance la
consideración de jurisprudencia?
21
V. en este sentido, STS de 31 diciembre 2002 (Tol 240361), entre otras.
22
V., con carácter general, STS 28 de febrero de 2008 (Tol 1294061).
Las fuentes del Derecho
de dicha costumbre, el juez estimó que la preferencia de paso por la zona estrecha del
garaje la ostentaba el actor, y condenó al demandado.
Cuestiones
1º. ¿Puede el juez apreciar la existencia de la costumbre en virtud del principio iura
novit curia?
2º. ¿Puede fundamentarse una sentencia condenatoria en la existencia de una costum-
bre?
3º. ¿Es necesario que Don Francisco pruebe la existencia de la costumbre?
4º. Si Don José admite que la costumbre existe, ¿también Don Francisco debería pro-
barla?
Cuestiones
1º. ¿Puede el Gobierno dictar alguna norma para regular esta materia?
2º. En su caso, ¿a través de qué tipo de norma podría regularse la situación? ¿Qué
rango tendría?
3º. ¿Qué requisitos o condiciones deben darse para que sea el Gobierno y no el Parla-
mento el que dicte la norma?
4º. ¿Podría el Gobierno a través de esta norma decidir la supresión de las Comunida-
des Autónomas?
5º. ¿Qué se requiere para que esta norma deje de ser provisional y tenga plena validez?
VIII. BIBLIOGRAFÍA
Blasco Gascó, F. P.: La norma jurisprudencial, Valencia, 2000; Espiau Espiau, S.: “La introduc-
ción de la costumbre en el Título Preliminar del Código civil de 1889”, en AA.VV.: Libro Cen-
tenario del Código civil, t. I, Madrid, 1990, pp. 761 y ss.; Gordillo Cañas, A.: Ley, principios
generales y Constitución, Madrid, 1990; Lalaguna Domínguez, E.: Jurisprudencia y fuentes
del Derecho, Pamplona, 1969; Pérez-Royo, J.: Las fuentes del Derecho, Madrid, 1984; Sán-
chez Rodríguez, L.I.: Los Tratados internacionales como fuente del ordenamiento jurídico
español, Vitoria, 1984; Sánchez Rodríguez, L.I.: “Los Tratados constitutivos y el Derecho
derivado”, en AA.VV.: Tratado de Derecho Comunitario europeo, Madrid, 1986, pp. 313 y ss.;
Vallet de Goitisolo, J.: “Las expresiones ‘fuentes del Derecho’ y ‘ordenamiento jurídico’”,
ADC., 1981, pp. 825 y ss.
Lección 3
Aplicación y eficacia de las normas jurídicas
1. Interpretación
Llamamos interpretación a todos los actos encaminados a comprender el sig-
nificado de la norma jurídica, con el fin de poder aplicar ésta.
No obstante, observa la jurisprudencia que, cuando los términos de la norma son
claros, no hace falta interpretarla1.
El art. 3.1 CC establece, con carácter general, los siguientes criterios interpre-
tativos2:
1
P. ej., en este sentido, aunque aplicada a la interpretación del contrato (arts. 1281 a 1289 CC),
la STS 15 diciembre 2006 (Tol 1025107) señala expresamente que: La regla “in claris non fit
interpretatio” ha de ser aplicada de modo natural e incondicionado cuando haya real armonía
entre las palabras y el significado final, con la estructura del contexto. Pero cuando el contrato
además de su propio texto y la publicidad, lo integra también un complejo proyecto, memoria,
mediciones, presupuesto, planos, reducir las cosas a la mera literalidad del documento es un
ejercicio de simplicidad incompatible con las reglas de la sana crítica y de la más elemental
hermenéutica.
2
Del mencionado precepto se desprenden argumentos a favor, tanto de entender que en el or-
denamiento español se realiza una interpretación subjetiva, es decir, que la finalidad del intér-
prete es buscar la voluntad del legislador (voluntas legislatoris o mens legislatoris), como una
interpretación objetiva, o sea, la que tiene como finalidad la búsqueda de la voluntad de la ley
(ratio legis o voluntas legis).
Aplicación y eficacia de las normas jurídicas
3
Dicha solución se fundamenta en el principio ubi est eadem ratio ibi est eadem dispositio, cuyo
significado es: donde hay la misma razón, debe ser la misma la disposición del Derecho.
4
Reiterada jurisprudencia señala que “la analogía no presupone la falta absoluta de una norma,
sino la no previsión por la misma de un supuesto determinado”, esto es, un defecto o insufi-
ciencia de la misma. V. en este sentido SSTS 13 junio 2003 (Tol 276124) y 22 junio 2007 (Tol
1146778), entre otras.
5
Según numerosas sentencias del TS, la laguna legal se salva, si la razón derivada del fundamen-
to de la norma y de los supuestos expresamente configurados es extensible por consideraciones
de similitud entre el caso que se pretende resolver y el ya regulado, debiendo acudirse para
resolver el problema al fundamento de la norma y al de los supuestos configurados. V. en este
sentido, entre otras, SSTS 18 de mayo 2006 (Tol 934885) y 20 julio 2012 (Tol 2592349).
Aplicación y eficacia de las normas jurídicas
Además, hay que señalar que esta prohibición no se aplica a las leyes penales más bene-
ficiosas y favorables para el reo.
3. La equidad
De conformidad con el art. 3.2 CC, “la equidad habrá de ponderarse en la
aplicación de las normas, si bien las resoluciones de los Tribunales sólo podrán
descansar de manera exclusiva en ella cuando la Ley expresamente lo permita”.
Aunque el citado precepto no define la equidad, se entiende por tal, la modera-
ción en el rigor de la aplicación de las normas.
Con apoyo en el tenor del precepto, es posible hablar de la equidad en dos sentidos
diversos:
a) Equidad en la aplicación de las normas, es decir, como criterio de ponderación
para precisar el sentido de la norma a la vista del caso concreto o determinados concep-
tos jurídicos indeterminados, como, por ejemplo, la “justa causa”.
b) Equidad como fundamento de las resoluciones jurisprudenciales. En este caso la
equidad aparece como poder moderador de los jueces. P. ej., el art. 1103 CC establece
la moderación por los Tribunales de la indemnización por incumplimiento negligente de
las obligaciones; o el art 1154 CC establece la facultad de los jueces de modificar equita-
tivamente la pena cuando la obligación principal hubiera sido en parte o irregularmente
cumplida por el deudor.
1. Vigencia temporal
A) Principio y fin de la vigencia de las normas
Las leyes entrarán en vigor a los veinte días de su publicación en el Boletín
Oficial del Estado, si en ellas no se dispone otra cosa (art. 2.1. CC).
Dicho plazo de veinte días empieza a contarse el día siguiente de la publica-
ción, sin excluirse del cómputo (art. 5 CC)6.
El periodo de tiempo que trascurre desde la publicación a la entrada en vigor
de una ley, se conoce con el nombre de vacatio legis.
6
En cambio para los Tratados internacionales, el art. 96 CE establece que éstos “una vez publi-
cados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno.
Derecho Civil I
En cuanto al fin de la vigencia de las normas, el art. 2.2 CC establece que “Las
Leyes sólo se derogan por otras posteriores. La derogación tendrá el alcance que
expresamente se disponga y se extenderá siempre a todo aquello que en la Ley
nueva, sobre la misma materia, sea incompatible con la anterior. Por la simple
derogación de una Ley no recobran vigencia las que ésta hubiere derogado”.
B) Retroactividad e irretroactividad
El art. 9.3 CE garantiza la “irretroactividad de las disposiciones sancionadoras
no favorables o restrictivas de derechos individuales”. Dicha garantía se completa
con el art. 2.3 CC, que establece que “Las leyes no tendrán efecto retroactivo si
no dispusieren lo contrario”. Por tanto, a sensu contrario, se entiende que las leyes
pueden establecer el carácter retroactivo de las normas, salvo que éstas sean san-
cionadoras, de cualquier índole (penales, civiles o administrativas) o restrictivas
de derechos individuales, es decir, de derechos fundamentales.
a) La retroactividad consiste en que la nueva ley se aplica a los actos jurídicos
realizados bajo la vigencia de la ley antigua y a las situaciones jurídicas produci-
das bajo la vigencia de la nueva ley.
b) La irretroactividad supone que la nueva ley sólo se aplica a los actos o a las
situaciones que se creen a partir de la vigencia de la ley nueva.
C) El Derecho transitorio
Se entiende por Derecho transitorio al conjunto de normas que determinan las
disposiciones que han de regir las relaciones jurídicas existentes al producirse un
cambio normativo.
Así, por ejemplo, la derogada Ley 22/1994, de 6 de julio, de responsabilidad civil
por los daños causados por productos defectuosos (vigente hasta el 1 de diciembre de
2007), establecía en su disposición derogatoria única que la mencionada Ley no era
de aplicación a la responsabilidad civil derivada de los daños causados por productos
puestos en circulación antes de su entrada en vigor, que se regiría por las disposiciones
vigentes en dicho momento.
2. Vigencia espacial
Las normas que entran en vigor en España producen su eficacia dentro del
territorio nacional respecto de cualquier persona, con independencia de su nacio-
nalidad.
No obstante, hay normas, cuya vigencia no viene establecida por este crite-
rio de territorialidad, sino por el de personalidad, basado en la nacionalidad del
Aplicación y eficacia de las normas jurídicas
individuo. Así, a tenor del art. 9.1 CC, la ley personal determinada por la nacio-
nalidad “regirá la capacidad y el estado civil, los derechos y deberes de familia y
la sucesión por causa de muerte”. Por lo tanto, desde la perspectiva del Derecho
español, los extranjeros que se encuentren es España, respecto de las materias
enunciadas, se rigen por el Derecho de sus respectivos Estados.
Además, recuérdese que en España coexisten distintas legislaciones civiles, de-
pendiendo de la vecindad civil de cada persona su sujeción al Derecho civil común
o, por el contrario, al Derecho civil especial o foral (art. 14.1 CC). Por lo tanto,
en caso de conflicto entre las diversas leyes civiles, será necesario determinar cuál
de ellas es aplicable, de lo que se encarga el denominado Derecho interregional.
El art. 16 CC establece que los conflictos de leyes que puedan surgir respecto
a esta cuestión se resolverán según las normas de Derecho internacional privado
(rama del ordenamiento jurídico encargada de regular las relaciones entre perso-
nas, físicas o jurídicas, con presencia de un elemento de extranjería, como, p. ej.,
que esas personas sean de distinta nacionalidad o tengan su domicilio en países
diferentes) con ciertas particularidades.
7
V. en este sentido STS 25 mayo 1963 (JC 1963, 498).
Derecho Civil I
Hay que tener en cuenta que quien alega un error de Derecho no pretende que
no se le aplique la norma que desconocía (esto es poder edificar sobre el terreno
comprado), sino invalidar un contrato, que no habría celebrado, de haber conocido
exactamente el Derecho vigente (en el ejemplo puesto, la disciplina urbanística que
le impide edificar).
3. El fraude de la ley
Según el art. 6.4 CC, existe fraude de ley cuando se realizan determinados ac-
tos “al amparo del texto de una norma que persigan un resultado prohibido por
el ordenamiento jurídico, o contrario a él”.
En consecuencia, se realiza una conducta aparentemente lícita, amparada en
la denominada norma de cobertura que autoriza el comportamiento realizado,
intentando eludir el cumplimiento de una ley imperativa (ley defraudada).
El efecto fundamental del fraude a la ley es la aplicación de la norma o normas
defraudadas.
IV. CUESTIONARIO
1º. ¿En qué consiste la interpretación de la ley?
2º. ¿Cuáles son los criterios interpretativos recogidos en el CC?
3º. ¿Cuándo procede la aplicación analógica de las normas?
4º. ¿Cuándo entran en vigor las leyes?
5º. ¿Qué tipo de leyes pueden ser retroactivas?
6º. ¿Qué es el fraude de ley y qué consecuencia produce?
7º. ¿Qué es la vacatio legis?
8º. ¿Qué es el principio iura novit curia?
9º. ¿Respecto de que tipo de leyes es posible pactar la exclusión voluntaria?
V. CASO PRÁCTICO
Don Juan, vecino de Madrid, compró un terreno en la provincia de Alicante con la
intención de construir un chalet, sin que el vendedor, sabiendo su intención, le informara
de que la normativa urbanística le impedía edificar sobre él.
Cuestiones
1) ¿Podrá Don Juan alegar el error padecido para pedir la invalidez del contrato?
Derecho Civil I
VI. BIBLIOGRAFÍA
Carrión Olmos, S.: El error de Derecho, Madrid, 2012; Diez Picazo, L.M.: La derogación de las
leyes, Madrid, 1990; Pérez Álvarez, M.A.: Interpretación y jurisprudencia. Estudio del artí-
culo 3.1 del Código Civil, Pamplona, 1994; Suárez Collía, J. M.: La retroactividad, Madrid,
2005; Vallet de Goytisolo, J.: “La analogía en el Derecho”, ADC, 1995, pp. 1039 y ss.
Tema 4
Los derechos de la personalidad
Sumario: I. Concepto y caracteres.- II. Protección de los derechos de la personalidad.- III. El derecho
a la vida.- IV. El derecho a la integridad física.- A) La extracción y trasplante de órganos.- B) Las
técnicas de reproducción asistida.- V. La ley orgánica 1/1982, de 5 de mayo de protección civil del
derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen.- 1. El derecho al honor.- 2.
El derecho a la intimidad.- 3. El derecho a la propia imagen.- 4. La tutela civil frente a las intro-
misiones ilegítimas.- VI. El derecho al nombre.- VII. Referencia a la cuestión de la transexualidad.-
VIII. Cuestionario.- IX. Bibliografía.
I. CONCEPTO Y CARACTERES
Los derechos de la personalidad son derechos que, a diferencia de los reales
o de crédito, recaen sobre una realidad, que no es externa al propio titular del
derecho, sino sobre bienes o atributos del mismo: los denominados bienes de la
personalidad (p. ej., la vida o el honor).
Sus caracteres básicos son los siguientes:
a) Son derechos que afectan a la propia esfera de la persona, tanto física (vida
o integridad física) como psíquica (honor, intimidad personal y familiar o propia
imagen).
b) Son derechos absolutos: existe un deber de respeto general, tanto de los
particulares, como de los poderes públicos (arts. 9.1 y 53.1 CE).
c) Son derechos que entroncan con la propia dignidad de la persona; en conse-
cuencia son “inherentes” a ella (art. 10.1 CE).
De ahí que, como dice el art. 1.3 LO 1/1982, de 5 mayo, de protección civil del
honor, intimidad y propia imagen, sean irrenunciables, indisponibles e imprescriptibles.
propia imagen; no, en cambio, del derecho al nombre, que no está previsto en la
CE, aunque se proteja civilmente.
La consagración del derecho a la propia imagen como derecho fundamental
significa que sólo podrá ser regulado por ley orgánica, que deberá respetar su
contenido esencial, según prevé el artículo 53.1 CE; y, así mismo, que los actos de
los poderes públicos, que lo vulneren, podrán ser objeto de un recurso de amparo
ante el TC, como resulta del art. 53.2 CE, en relación con el artículo 41.2 de su
LO 2/1979, de 3 de octubre.
b) La tutela penal se realiza a través de diversos tipos, regulados en el CP, cuya
comisión comportará la pena de cárcel o multa correspondiente, p. ej., los delitos
de homicidio o aborto (derecho a la vida); los de lesiones (derecho a la integridad
física); delitos de calumnias e injurias (derecho al honor) o de descubrimiento y
revelación de secretos (derecho a la intimidad).
c) La tutela civil, objeto de estudio en este tema, es dispensada, a través del art.
1902 CC; y, por cuanto concierne a los derechos al honor, intimidad e imagen, por
la LO 1/1982, de 5 de mayo, la cual se dicta en desarrollo del art. 18 CE, y tiene
como finalidad primordial posibilitar la reparación del daño moral resultante de
la intromisión ilegítima en los derechos de la personalidad ajenos, así como hacer
cesar dicha intromisión.
Existe, además, una creciente tutela administrativa, que se realiza a través de la LO
15/1999, de 13 de diciembre, la cual, aunque directamente se dirige a hacer efectivo el
derecho fundamental a la protección de los datos de carácter personal (atribuyéndole un
poder para decidir sobre su captación utilización o difusión); sin embargo, es claro que
indirectamente tutelará derechos de la personalidad, como el derecho a la intimidad o a
la propia imagen, en particular, cuando a través de soportes informáticos o de internet se
divulguen hechos íntimos o fotografías de alguien, que son datos personales del mismo,
sin su consentimiento1.
1
La jurisprudencia, con apoyo en el art. 18.4 CE, reconoce un específico derecho a la autodeter-
minación informativa o a la protección de datos de carácter personal. V. en este sentido STC
254/1993, de 20 de julio (Tol 82275).
Derecho Civil I
Por ello, tiene un “valor constitucional central”2; y de ahí que ocupe el primer
lugar en la enumeración de los derechos fundamentales, consagrándolo como tal el
art. 15 CE, conforme al cual “Todos tienen derecho a la vida”.
En sentido estricto, la titularidad del derecho a la vida corresponde a las per-
sonas nacidas. Sin embargo, la jurisprudencia constitucional ha precisado que el
concebido, no nacido, es un “bien constitucionalmente protegido” por el art. 15
CE, lo que implica para el Estado dos obligaciones: “la de abstenerse de interrum-
pir o de obstaculizar el proceso natural de gestación, y la de establecer un sistema
legal para la defensa de la vida que suponga una protección efectiva de la misma
y que, dado el carácter fundamental de la vida, incluya también, como última
garantía, las normas penales”3.
Hay que tener en cuenta, por otra parte, que el derecho a la vida no comprende el dere-
cho a la muerte. Así, la STC 120/1990, de 27 de junio (Tol 119205), afirmó que el derecho a
la vida tiene “un contenido de protección positiva que impide configurarlo como un derecho
de libertad que incluya el derecho a la propia muerte”4. Con todo, el Constitucional matiza
lo anterior, precisando que “siendo la vida un bien de la persona que se integra en el círculo
de su libertad, pueda aquélla fácticamente disponer sobre su propia muerte”, si bien ello en
cuanto “manifestación del agere licere”, y no en el ejercicio de un derecho subjetivo a la
muerte.
2
V. en este sentido STC 53/1985, de 11 de abril (Tol 79468).
3
V. en este sentido STC 53/1985, de 11 de abril (Tol 79468).
4
V. en el mismo sentido las SSTC 137/1990, de 19 de julio (Tol 119206); 11/1991, de 17 de
enero (Tol 119207); y 154/2002, de 18 de julio (Tol 258486).
5
Por el contrario, a nuestro juicio, incorrectamente, consideran daño moral resarcible el hecho
de que, como consecuencia de no haber podido abortar, se haya dado a luz un niño “anormal”,
las SSTS 6 junio 1997 (Tol 216553), 21 diciembre 2005 (Tol 795310) y 31 mayo 2011 (Tol
2145221).
Los derechos de la personalidad
Hay que matizar, sin embargo, que no es admisible que, con el pretexto de re-
parar dicho daño moral, de hecho, se acabe resarciendo a la madre, no ya por la
privación de la facultad de optar por el aborto, sino por el nacimiento del niño6:
el nacimiento de un ser humano, por muy graves que sean sus deficiencias, nunca
puede constituir un daño resarcible; a ello se opone el principio constitucional
de respeto a la dignidad de la persona. Por ello, no debieran ser susceptibles de
indemnización los perjuicios, psíquicos (hipotético impacto emocional) o econó-
micos, que pueda experimentar la mujer que da a luz un hijo enfermo, como son
las mayores cargas que, en este caso, conlleva la maternidad.
b) En segundo lugar, en su momento fue motivo de discusión doctrinal y ju-
risprudencial7 la cuestión de a quién corresponde la indemnización en caso de
fallecimiento de una persona (especialmente, en los casos de muerte por accidente
de tráfico), esto es, si aquéllos a quienes la defunción de la víctima causa perjuicios
(en cuanto a que la muerte constituye, bien un daño material que experimentan
las personas que dependían de la víctima, bien un daño moral que afecta a los
familiares más allegados a la víctima) o a sus herederos (suponiendo aquí que el
daño lo sufre la propia víctima en vida y que los herederos suceden al causante
en sus derechos, entre ellos el de ser resarcido, como consecuencia de su muerte).
No obstante, la cuestión fue ya superada hace décadas. Como regla general,
el TS (tanto la Sala Civil8, como la Penal9) reconoce la reparación del daño, úni-
camente, a quienes resultan perjudicados, moral o económicamente, por el falle-
cimiento, sin tener en cuenta el daño causado a la propia víctima10 (por la que la
misma no puede transmitir a sus herederos el derecho a su resarcimiento).
6
Se trata de un riesgo evidente, al que, como ha quedado expuesto, se refiere la STS 4 febrero
1999 (RJ 1999, 748), cuando avisa de que “los que defienden que el daño es la privación del
derecho a optar, no hacen más que sostener de modo más o menos indirecto, que el daño es el
nacimiento”.
7
En particular, entre la Sala Primera (Civil) y Segunda (Penal) del TS.
8
Así, la STS 14 diciembre 1996 (Tol 1658769) sostiene que “puede afirmarse, en términos ge-
nerales, que la legitimación para reclamar resarcimiento (por daños morales)en caso de muerte
corresponde, de ordinario, a los más próximos parientes de la víctima, si bien “iure propio” y
no por sucesión hererditaria”. En cuanto al concepto de perjudicado por la muerte, añade el
Supremo que “claro es que también podría tener la cualidad de perjudicada cualquier persona
que, sin relación de parentesco, acreditase estar ligada a la víctima por vínculos de afecto”
V. en el mismo sentido las SSTS 4 mayo 1983 (RJ 1983, 2622), 18 junio 2003) (Tol 285641),
2 febrero 2006 (Tol 827053) y 4 octubre 2006 (Tol 1014555).
9
V. en este sentido las SSTS (Sala 2ª) 20 octubre 1986 (Tol 2324132), 21 diciembre 1987 (Tol
2345766), 15 abril 1988 (Tol 2355920), 12 mayo 1990 (Tol 2402201) y 19 diciembre 1997
(Tol 407011).
10
V. en el mismo sentido las SSTS 4 mayo 1983 (RJ 1983, 2622), 18 junio 2003 (Tol 285641), 2
febrero 2006 (Tol 827053) y 4 octubre 2006 (Tol 1014555).
Derecho Civil I
11
A tenor del art. 4.c.II Ley 30/1979, “no podrá obtenerse ningún tipo de órganos de personas
que, por deficiencias psíquicas o enfermedad mental o por cualquiera otra causa, no puedan
otorgar su consentimiento expreso, libre y consciente”.
Derecho Civil I
Tras la respuesta positiva del Juzgado o transcurridos quince minutos sin res-
puesta negativa del mismo, podrá procederse a la extracción del órgano, realizan-
do antes, extracción de muestra de 20 cc de sangre, orina y jugos gástricos (Anexo
I.3 RD 1723/2012, de 28 de diciembre).
12
A diferencia de lo que sucede respecto del consentimiento a la extracción de órganos, el re-
lativo a la extracción de gametos, en principio, sólo puede revocarse, excepcionalmente, abo-
nándose, los gastos correspondientes. “La donación sólo será revocable cuando el donante
precisase para sí los gametos donados, siempre que en la fecha de la revocación aquéllos estén
Los derechos de la personalidad
disponibles. A la revocación procederá la devolución por el donante de los gastos de todo tipo
originados al centro receptor” (art. 5.2 Ley 14/2006).
13
Se dice, así, que “La donación nunca tendrá carácter lucrativo o comercial”, lo que sin embar-
go, no excluye la posibilidad de percibir una “compensación económica resarcitoria”, por “las
molestias físicas y los gastos de desplazamiento y laborales que se puedan derivar de la dona-
ción”, las cuales se fijarán anualmente de modo reglamentario, y no podrán “suponer incentivo
económico para ésta” (art. 5.1 y 2 y art. 3 Ley 14/2006).
14
En realidad, a pesar de lo dicho por la STC 116/1999, de 17 de junio, debe reflexionarse has-
ta qué punto el principio del anonimato del donante es compatible con el principio de libre
investigación de la paternidad, que consagra el art. 39 CE, y hasta qué punto no supone una
discriminación de los hijos concebidos mediante las técnicas de reproducción asistida.
15
Sólo excepcionalmente, en circunstancias extraordinarias que comporten un peligro cierto pa-
ra la vida o la salud del hijo o cuando proceda con arreglo a las Leyes procesales penales, podrá
revelarse la identidad de los donantes, siempre que dicha revelación sea indispensable para
evitar el peligro o para conseguir el fin legal propuesto” (art. 5.5 Ley 14/2006).
16
Distinta a la fecundación post mortem es la transferencia post mortem de embriones ya fecun-
dados a la muerte del marido, que es posible realizar sin un específico consentimiento de éste a
la misma.
17
No obstante, el art. 10.3. Ley 14/2006 establece que “Queda a salvo la posible acción de recla-
mación de la paternidad respecto del padre biológico, conforme a las reglas generales”. Esta
norma puede posibilitar un fraude de ley, siempre con el consentimiento de la madre gestante.
Derecho Civil I
En el ejemplo visto, el marido con cuya esperma se ha fecundado el óvulo de su esposa puede
ejercitar la acción de reclamación de paternidad; posteriormente, la madre gestante consiente
en dar a su hijo en adopción, la cual se concede a la madre biológica, que no necesita la previa
declaración administrativa de ser idónea, por ser cónyuge del padre del niño (art. 176.2 CC)
18
Fraude de ley, al que, sin embargo, la Dirección General de los Registros y del Notariado en
su Instrucción de 5 de octubre de 2010 da cobertura, al admitir la inscripción en los Registros
civiles consulares de los hijos nacidos mediante gestación por sustitución, cuando, al menos,
uno de los solicitantes sea español y se presente ante el encargado del Registro una resolución
judicial, dictada en el país de origen, la cual (salvo que resulte de aplicación un Convenio In-
ternacional), como regla general, deberá ser objeto de exequátur, conforme al procedimiento
establecido en los arts. 954 y ss. LEC 1881 (tras la reforma operada por la L 62/2003, de 30
de diciembre de medidas, fiscales, administrativas y del orden social).
Los derechos de la personalidad
1. El derecho al honor
Por honor, ha de entenderse la “dignidad personal reflejada en la consideración
de los demás y en el sentimiento de la propia persona”19.
La jurisprudencia, a nuestro entender, un tanto incoherentemente, entiende que la titu-
laridad del derecho al honor corresponde, no sólo a las personas físicas, sino también a las
personas jurídicas20. A nuestro parecer, existe cierta contradicción en atribuir a una persona
jurídica un bien de la personalidad, como es el honor, cuyo fundamento radica en la dig-
nidad del individuo. Ciertamente, es posible que, por ejemplo, la imputación de un hecho
reprobable pueda afectar a todos los miembros de una asociación, pero creemos que, en este
caso, lo vulnerado será el honor de los socios, y no, el de la persona jurídica, pues, al ser una
mera personificación por razones de conveniencia social, no se le puede asignar atributos
esenciales del ser humano, como son los derechos de la personalidad. Cuestión distinta es
que se reconozca legitimación activa a la asociación, en sustitución procesal de sus miem-
bros, con el fin de evitar una pluralidad de demandas individuales de aquéllos.
19
V. en este sentido STS 24 abril 2009 (Tol 1509894).
20
V. en este sentido STC 139/1995, de 26 septiembre (Tol 82878).
21
V. en este sentido, entre otras muchas, STC 240/1992, de 21 diciembre (Tol 82020).
Derecho Civil I
22
V. en este sentido SSTC 240/1992, de 21 diciembre (Tol 82020); 134/1999, de 15 de julio (Tol
81188); y 158/2003, de 15 de septiembre (Tol 312604).
23
V. en este sentido, entre otras muchas, SSTC 53/2006, de 27 de febrero (Tol 860735); y
139/2007, de 4 de junio (Tol 1082618).
24
V. en este sentido STC 9/2007, de 15 enero (Tol 1032871).
25
V. en este sentido SSTC 174/2006, de 5 de junio (Tol 956789); 204/2001, de 15 de octubre (Tol
113846); 181/2006, de 19 de junio (Tol 956907); y 9/2007, de 15 enero (Tol 1032871).
Los derechos de la personalidad
2. El derecho a la intimidad
La intimidad es un espacio de privacidad que la persona tiene derecho a preser-
var del conocimiento de los demás, por referirse a aspectos que sólo a ella atañen
y que entroncan con su propia dignidad (p. ej., sus convicciones religiosas, sus
relaciones afectivas no exteriorizadas socialmente o la información genética).
La STC 127/2003, de 30 junio (Tol 285457), define el derecho a la intimidad como
“un derecho al secreto, a ser desconocido, a que los demás no sepan qué somos o lo que
hacemos, vedando que terceros, sean particulares o poderes públicos, decidan cuáles
sean los lindes de nuestra vida privada pudiendo cada persona reservarse un espacio
resguardado de la curiosidad ajena, sea cual sea lo contenido en ese espacio”.
Dado que la persona tiene el derecho a decidir qué ámbito de su vida privada
quiere que se conozca y cuál no, si consiente, en los términos previstos por el art.
2.2 LO 1/1982, en que un tercero se entrometa en dicho ámbito, tal consentimien-
to excluirá el carácter ilegítimo de la intromisión, por lo que no habrá daño moral
alguno que deba ser reparado.
El art. 18 CE y la LO 1/1982 reconocen el derecho fundamental a la intimidad,
“personal y familiar”.
La doctrina española ha descartado una lectura de esas normas en el sentido
de interpretar que la titularidad del derecho a la intimidad corresponda a la fa-
milia. Lo que sucede es que, dicho derecho “se extiende, no sólo a aspectos de la
vida propia y personal, sino también a determinados aspectos de la vida de otras
personas con las que se guarde una especial y estrecha vinculación, como es la
familiar; aspectos que, por la relación o vínculo existente con ellas, inciden en la
propia esfera de la personalidad del individuo”26. Es, por ello, que se ha conside-
rado una intromisión ilegítima en el derecho a la intimidad familiar de un menor,
el que un medio de comunicación revelara su filiación biológica y el ser su madre
natural una prostituta27 o atribuirse al padre una conducta infiel y una adicción
al sexo28.
El art. 7 LO 1/1982, en sus números 1, 2 y 4, considera intromisiones ilegítimas en el
derecho a la intimidad: 1º) “El emplazamiento en cualquier lugar de aparatos de escucha,
de filmación, de dispositivos ópticos o de cualquier otro medio apto para grabar o reprodu-
cir la vida íntima de las personas”. 2º) “La utilización de aparatos de escucha, dispositivos
ópticos, o de cualquier otro medio para el conocimiento de la vida íntima de las personas
o de manifestaciones o cartas privadas no destinadas a quien haga uso de tales medios,
así como su grabación, registro o reproducción”. 3º) “La revelación de datos privados de
26
V. en este sentido STC 231/1988, de 2 de diciembre (Tol 80078).
27
V. en este sentido STC 197/1991, de 17 de octubre (Tol 81885).
28
V. en este sentido STS 17 junio 2009 (Tol 1554268).
Derecho Civil I
una persona o familia conocidos a través de la actividad profesional u oficial de quien los
revela”.
Hay que tener en cuenta, que, a diferencia de lo dicho respecto del derecho
al honor, la veracidad de los hechos que se desvelan, por sí misma, no excluye el
carácter ilegítimo en la intromisión en el derecho a la intimidad de una persona.
Así resulta de una reiterada jurisprudencia recaída a propósito de conflictos
entre el derecho a la intimidad y la libertad de información, en cuya resolución
se prescinde de la veracidad o falsedad de los hechos sobre las que aquélla versa,
examinándose, tan sólo, si los mismos son de interés general o, por el contrario,
satisfacen un interés puramente morboso derivado del conocimiento de aspectos
de la vida privada de personas famosas, en cuyo caso se considera que la intromi-
sión es ilegítima.
La STC 115/2000, de 5 de mayo (Tol 2784), p. ej., afirma que “a nadie se le puede
exigir que soporte pasivamente la revelación de datos, reales o supuestos, de su vida pri-
vada, personal o familiar”. Por ello, consideró ser una intromisión ilegítima en el derecho
a la intimidad familiar el hecho de que en una revista se divulgaran “defectos, reales o
supuestos” de la recurrente, sin entrar a valorar si era cierta o falsa la declaración de la
antigua niñera de su hija, de que a aquélla le salían granos con frecuencia y de que tenía
celulitis en los muslos.
su figura, o dicho de otro modo, la facultad de decidir cuándo su figura puede ser
reproducida por un tercero y cuándo no.
El art. 7 LO 1/1982, en sus números 5 y 6, considera intromisiones ilegítimas: 1º) “La
captación, reproducción o publicación por fotografía, filme, o cualquier otro procedi-
miento, de la imagen de una persona en lugares o momentos de su vida privada o fuera
de ellos, salvo los casos previstos en el artículo octavo, dos” (al que posteriormente nos
referiremos). 2º) “La utilización […] de la imagen de una persona para fines publicitarios,
comerciales o de naturaleza análoga”.
Al igual que decíamos respecto del derecho a la intimidad, una persona puede
consentir que un tercero capte, difunda o publique su imagen, en cuyo caso la intro-
misión será legítima y no habrá ningún daño moral que resarcir.
Según exige el art. 2 LO 1/1982, tal consentimiento habrá de ser “expreso” y
“será revocable en cualquier momento, pero habrán de indemnizarse en su caso,
los daños y perjuicios causados, incluyendo en ellos las expectativas justificadas”.
Creemos que hay que considerar que el carácter expreso del consentimiento no se
refiere tanto a la forma de prestarlo, como a cada uno de los posibles usos de la imagen
(captación, reproducción o publicación), los cuales deberán ser específicamente autori-
zados. Por ello, el hecho de que una persona haya consentido ser fotografiada no autori-
za a deducir que implícitamente haya dado también su autorización para la publicación
de las fotografías. Así mismo, la autorización para publicar una imagen en un concreto
medio de comunicación no implica que se preste el consentimiento para que la imagen
sea publicada en medios distintos a aquél al que se concedió la autorización29. El medio
de comunicación autorizado para publicar una imagen no puede utilizarla en reportajes
distintos o para fines diversos a los acordados con el titular del derecho30: por ejemplo,
aquél, a quien se concede autorización para publicar una fotografía para ilustrar un
reportaje periodístico, no puede utilizar dicha fotografía para insertarla en un anuncio
publicitario; e, igualmente, el consentimiento dado a un fotógrafo para que exponga un
retrato en un escaparate no autoriza para que pueda reproducirlo en postales.
El art. 3.1 LO 1/1982 prevé que los menores e incapaces presten el consenti-
miento a una intromisión en su propia imagen, “si lo permiten sus condiciones de
madurez”. En el caso de que los menores no tengan suficientes condiciones para
prestar, por sí mismos, su consentimiento para la intromisión, entonces cabe que
lo presten, en su nombre, sus representantes legales. En este caso los represen-
tantes legales deberán prestar dicho consentimiento por escrito, requiriéndose,
además, que lo pongan previamente en conocimiento del Ministerio Fiscal, quien
podrá oponerse en el plazo de ocho días, en cuyo caso decidirá el Juez.
Lo expuesto debe matizarse, teniendo en cuenta las previsiones de la LO 1/1996, de
15 de enero, del menor, que establece un régimen mucho más restrictivo. Según el art. 4
29
V. en este sentido SSTS 24 abril 2000 (Tol 1837) y 24 diciembre 2004 (Tol 340987).
30
V. en este sentido SSTS 3 de diciembre 2008 (Tol 1413580) y 2 junio 2010 (Tol 1878914).
Derecho Civil I
31
V. en este sentido STS 15 enero 2009 (Tol 1432548).
32
V. en este sentido STS 16 noviembre 2009 (Tol 1768870).
33
V. en este sentido SSTS 24 abril 2000 (Tol 1837) y 12 julio 2002 (Tol 202926).
34
V. en este sentido STS 22 marzo 2001 (Tol 99621).
35
V. en este sentido STS 13 noviembre 2008 (Tol 1408467).
36
V. en este sentido STS 16 noviembre 2009 (Tol 1768870).
37
V. en este sentido SSTS 1 julio 2004 (Tol 483325) y 12 junio 2009 (Tol 1554275).
Los derechos de la personalidad
38
Remitirse al “uso social” como criterio para determinar la legitimidad o ilegitimidad del uso de
la caricatura tiene sus riesgos; y ello, por el creciente proceso de intromisión en los bienes de la
personalidad de los personajes públicos, que tiene lugar en algunos medios de comunicación,
lo que provoca que socialmente comiencen a verse normales conductas que, en ningún modo,
pueden verse amparadas por el Derecho. Por ello, no puede perderse de vista que la autoriza-
ción legal para usar la caricatura se fundamenta en la libertad de expresión. V. en este sentido
STC 23/2010, de 27 de abril (Tol 1841505).
39
Al efecto de enjuiciar el carácter accesorio de la imagen habrá que ponderar su tamaño, en re-
lación con el de la página en la que aparece publicada, tratándose de medios de comunicación
impresos, o en relación con el de la pantalla, si aparece reproducida en televisión. V. en este
sentido STS 14 julio 2005 (Tol 674311) y 20 noviembre 2008 (Tol 1401685). La jurispruden-
cia tiene, además, en cuenta el plano desde el que se capta la imagen publicada, así como el
carácter fugaz o repetitivo de la representación gráfica. V. en este sentido STS 28 mayo 2002
(Tol 162054).
40
V. en este sentido STS 14 julio 2005 (Tol 674311) y 20 noviembre 2008 (Tol 1401685).
41
V. en este sentido SSTS 3 noviembre 1988 (RJ 1988, 8408) y 28 mayo 2002 (Tol 162054).
42
V. en este sentido STS 15 julio 2005 (Tol 674289).
Derecho Civil I
por no tener ningún tipo de relación con asuntos de interés general), en el objeto princi-
pal de la información.
43
Sin embargo, a nuestro parecer, cabe dudar de si lo que aquí se repara es un daño moral por
intromisión en el derecho al honor, intimidad o propia imagen de una persona, ya fallecida, lo
que es un poco absurdo, ya que la muerte extinguió su personalidad (ex art. 32 CC); o, si, por
el contrario, lo que se repara es el daño moral que experimentan los parientes más próximos,
al haberse cuestionado la reputación de un familiar difunto, haberse desvelado datos privados
o haberse utilizado la imagen del mismo sin el consentimiento de aquéllos.
A este respecto, hay que observar que es a los familiares, a quienes el art. 4 LO 1/982 atribuye
legitimación activa para ejercitar la acción; e igualmente, el art. 9.4 LO 1/1982 les señala como
acreedores de la indemnización; y no, a los herederos del difunto, como, en cambio, establece
el mismo precepto, en los casos de sucesión procesal de la acción, ya ejercitada en vida de
la persona fallecida en el curso del proceso. Acontece, pues, algo parecido a lo que sucede a
propósito de la indemnización por causa de muerte, que según la tradicional jurisprudencia de
la Sala Primera del Tribunal Supremo, corresponde a los familiares próximos del difunto, por
razón del daño moral que éstos experimentan al verse privados de su vida, y no a sus herede-
ros, ya que el fallecido no pudo adquirir ningún derecho a percibir una indemnización por el
hecho de su muerte, porque ésta extinguió su personalidad y, por lo tanto, su capacidad para
ser titular de derechos y de obligaciones.
Los derechos de la personalidad
b) Si la filiación está determinada únicamente por una línea (es decir, sólo se
conoce a uno de los progenitores), “ésta determina los apellidos, pudiendo el pro-
44
El derecho al nombre es inalienable (no se puede disponer de él); imprescriptible (los nombres,
ni se pierden por su desuso, ni se adquieren por el uso prolongado); irrenunciable (como con-
secuencia de ser inalienable; y es objeto de protección erga omnes (cfr. en este sentido art. 53
LRC 1957).
Derecho Civil I
45
V. en este sentido SSTS 2 julio 1987 (Tol 409977), 15 julio 1988 (Tol 1735745), 3 marzo 1989
(Tol 1731668) y 19 abril 1991 (Tol 1728846). La STS 6 septiembre 2002 (Tol 212780) no acce-
dió, así, al cambio solicitado (de mujer a varón, en el caso), porque no se había llegado, ni a la
resección del útero y los ovarios, ni a la reconstrucción del pene.
46
No obstante, ya las RRDGRN 8 enero 2001 (Tol 242130) y 31 enero 2001 (RJ 2001, 5095)
admitieron la validez del matrimonio del transexual con otra persona de su mismo sexo cro-
mosómico.
47
Hay que tener en cuenta que, después de la promulgación de la Ley, la jurisprudencia, basán-
dose en los principios sancionados por la misma, admitió el cambio de la mención registral de
sexo, respecto a supuestos que no entraban dentro de su ámbito de aplicación temporal, sin
necesidad de que el solicitante se hubiera sometido a una operación de reasignación sexual,
por prevalencia de los criterios fenotípicos, psicológicos y sociales sobre los puramente cro-
mosómicos. V. en este sentido SSTS 17 septiembre 2007 (Tol 1146766), 28 febrero 2008 (Tol
1347129), 18 julio 2008 (Tol 1353319) y 22 junio 2009 (Tol 1554270).
Los derechos de la personalidad
sexo cromosómico y el que siente como propio, exigiéndose que dicho sentimiento sea
permanente y no se deba a trastornos de la personalidad; y, en segundo lugar, que el
solicitante pruebe que ha sido tratado médicamente durante, al menos, dos años, para
acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado, salvo que
“concurran razones de salud o edad que imposibiliten su seguimiento y se aporte certi-
ficación médica de tal circunstancia”. En cambio, no será necesario para la concesión
de la rectificación registral de la mención del sexo de una persona que el tratamiento
médico haya incluido cirugía de reasignación sexual.
48
V. en este sentido la STC 176/2008, de 22 de diciembre (Tol 1416108), que consideró cons-
titucional la restricción del régimen de visitas, inicialmente acordado en favor del padre, que
posteriormente se sometió a una cirugía de reasignación sexual. Esta restricción se basó en los
informes periciales psicológicos, que encontraban riesgos relevantes para la integridad psíquica
del niño debido a la inestabilidad emocional del recurrente. La resolución fue posteriormente
confirmada por la STEDH 30 noviembre 2010 (Tol 2647876).
Derecho Civil I
VIII. CUESTIONARIO
1º. Explique la protección constitucional de los derechos de la personalidad.
¿Son todos ellos protegibles por esta vía?
2º. ¿Es resarcible el daño moral que sufren los padres como consecuencia de
verse privados de la facultad de abortar, en el caso de que no se les informase
adecuadamente de que el feto padecía malformaciones?
3º. Explique la donación de órganos, distinguiendo su alcance según los do-
nantes estén vivos o fallecidos.
4º. ¿Con qué libertades choca habitualmente el derecho al honor? Explique las
pautas y criterios para resolver el conflicto de derechos.
5º. ¿Qué se entiende por ‘intimidad familiar’?
6º. ¿Qué protege el derecho a la propia imagen?
7º. Enumere los medios de tutela civil frente a una intromisión ilegítima en los
derechos al honor, intimidad o propia imagen.
8º. ¿Es posible el matrimonio del transexual? ¿Qué problema planteaba con
anterioridad a la Ley 13/2005, de 1 de julio?
9º. Enumere los límites que existen a la elección del nombre.
10º. ¿Puede alterarse el orden de los apellidos de una persona? En caso afirma-
tivo, ¿en qué momento?
Cuestiones
1. ¿Es legítima la intromisión en el derecho a la propia imagen de la actriz?
2. De no serlo, ¿qué consecuencias produciría?
Cuestiones
1. ¿Podrá procederse a la extracción del riñón de Don Juan contra la oposición de sus
familiares?
X. BIBLIOGRAFÍA
AA.VV.: Veinticinco años de Aplicación de la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de Protección
Civil del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia Imagen (director
JR. de Verda y Beamonte, J. R.), Cizur Menor, 2007; AA.VV.: El derecho a la imagen desde
todos los puntos de vista (director de Verda y Beamonte), Cizur Menor, 2011; Blasco Gascó,
F.: Patrimonialidad y personalidad de la imagen, Barcelona, 2008; AA.VV.: Derecho al honor tu-
tela constitucional, responsabilidad civil y otras cuestiones: (director JR. de Verda y Beamonte),
Cizur Menor, 2015. Verda y Beamonte, J. R.: “Inscripción de hijos nacidos mediante gestación
por sustitución (a propósito de la Sentencia del Juzgado de Primera Instancia número 15 de Va-
lencia, de 15 de septiembre de 2010”, LL, núm. 7501, 2010, De Verda y Beamonte, J.R. “Los
derechos al honor, a la intimidad y a la propia imagen como límites del ejercicio de los derechos
fundamentales de información y de expresión: ¿una nueva sensibilidad de los tribunales?", De-
recho Privado y Constitución, 2015; Gordillo Cañas, A.: Transplantes de órganos: ‘pietas’
familiar y solidaridad humana, Madrid, 1987; Grimalt Servera, P.: La protección civil de los
derechos al honor, a la intimidad y a la propia imagen, Madrid, 2007; Hualde Sánchez, J.J.: “La
protección ‘post mortem’ de los de la personalidad y la defensa de la memoria del desaparecido”, en
AA.VV.: Bienes de la personalidad, XIII Jornadas de la Asociación de Profesores de Derecho Civil,
Murcia, 2008; Jiménez Muñoz, F.J.: “Denegación de la inscripción de la filiación determinada por
la celebración de un contrato de gestación por sustitución. Comentario a la STS 835/2013, de 6 de
febrero de 2014”, Revista Boliviana de Derecho núm. 18, 2014; Linacero de la Fuente, Mª.
A.: El nombre y los apellidos, Madrid, 1992; Ponce Peñaranda, C., Martínez Otero, J. y
García Moliner, L.: “La legitimidad jurídica y deontológica del uso de cámaras ocultas en pe-
riodismo”, RdNT, núm. 30, sept.-dic. 2012; Requena López, T.: “Sobre el ‘derecho a la vida’”,
Revista de Derecho constitucional europeo, núm. 12, 2009; Vidal Martínez, J.: El derecho a
la intimidad en la Ley Orgánica de 5-5-1982, Madrid, 1984.
Lección 5
Comienzo y extinción de la personalidad
2. Partos múltiples
Según dispone el art. 31 CC, la prioridad del nacimiento, en caso de partos
dobles, otorga al primer nacido los derechos que la ley reconoce al primogé-
nito. El precepto se aplica no sólo a los partos dobles, sino a todos los partos
múltiples. Debe hacerse constar en la inscripción del nacimiento en el Registro
Civil la hora del mismo, se hará constar la prioridad entre ellos, o que no ha
podido determinarse (art. 170.1 RRC).
El precepto no establece más derechos para el primogénito respecto de sus
hermanos, simplemente se refiere a que puede haber una serie de efectos que
deriven de esa prioridad del nacimiento, bien voluntarios, como en la sucesión
testamentaria, la designación de heredero o mejora a favor del primogénito, bien
legales, como las normas excepcionales que rigen la sucesión al trono o ciertos
títulos nobiliarios.
sustituirse las actas del Registro Civil por otros medios de prueba cuando hayan
desaparecido los libros por cualquier causa.
Están obligados a promover esta inscripción los padres o parientes más próxi-
mos y, en caso de que no existan, cualquier persona mayor de edad que estuviera
presente en el lugar del nacimiento o el establecimiento donde se hubiera produci-
do el parto (art. 43 LRC 1957) durante los nueve días siguientes al nacimiento. En
cualquier caso, no es necesario llevar al recién nacido a las oficinas del Registro
sino que basta con la declaración del solicitante y el parte médico.
Los efectos civiles favorables en los que está pensando el precepto son, bási-
camente, la posibilidad, por parte del concebido no nacido, de ser donatario y de
adquirir bienes de la herencia a la que es llamado antes de su nacimiento (y, por
lo tanto, antes de que tenga capacidad para suceder en ella2).
1
Es distinta la situación de los concepturi o nondum concepto, esto es, de quienes todavía no
han sido concebidos, por lo que estamos hablando de la protección de las personas futuras o
que todavía no existen o cuya existencia no está siquiera proyectada. En estos casos falta el
sujeto del derecho subjetivo, por lo que no puede hablarse de protección exactamente ni de
atribución de derechos, sino más bien de creación de situaciones de administración o goce
temporal de los bienes que corresponderán al futuro individuo por otras personas que quedan
condicionadas al nacimiento del hijo. Ello es posible en nuestro mediante figuras como la
sustitución fideicomisaria, el llamamiento directo sujeto a la condición de que nazcan, o las
donaciones con cláusula de reversión del art. 641, incluso en contratos con aseguradoras, renta
vitalicia, etc.
2
En materia sucesoria, los arts. 959 y ss. CC regulan una serie de cautelas a tener en cuenta
cuando la viuda del causante queda encinta. No obstante, las normas son aplicables a todas
aquellas herencias en las que participe un nasciturus aunque la madre no sea la viuda del cau-
sante, tanto en la sucesión voluntaria o testada como en el abintestato o legal.
Comienzo y extinción de la personalidad
Ahora bien, dichos efectos favorables no son los únicos3. Así, p. ej., la SAP Córdoba
25 septiembre 1997 (AC 1997, 1793) considera perjudicada y, por tanto, coacreedora
de la indemnización cobrada por los padres del difunto, a la hija menor del mismo, que
todavía no había nacido al tiempo de producirse el accidente de tráfico que le quitó la
vida a su padre. En consecuencia, estima parcialmente el recurso de apelación interpues-
to por la madre y condena a los abuelos a abonar a su nieta, representada por su madre,
la mitad de las indemnizaciones por ellos percibidas4.
Así, según el art. 627 CC, “Las donaciones hechas a los concebidos y no naci-
dos podrán ser aceptadas por las personas que legítimamente los representarían,
si se hubiera verificado ya su nacimiento”, esto es, sus padres.
La finalidad de la norma consiste en impedir que el donante revoque la dona-
ción, cosa que ya no es posible una vez aceptada. Ni reconoce personalidad al aún
no nacido, ni le atribuye derechos de manera inmediata, simplemente se suspende
la atribución de derechos a favor de otras personas hasta que se produzca o quede
claro que no va a producirse el nacimiento en la forma prevista en el art. 30 CC.
Verificado el mismo, los derechos se adquieren por el nacido con efectos retroac-
tivos al momento de la concepción.
Las reglas se dirigen al nasciturus y a las personas que tengan un derecho a la herencia que
deba desaparecer o disminuir si el niño nace. De ahí que el art. 966 CC disponga la suspensión
de la división de la herencia hasta que se verifique el nacimiento o el aborto o resulte por el
transcurso del tiempo que la viuda no estaba encinta. Se proveerá, además, durante ese período
temporal la seguridad y la administración de los bienes hereditarios (art. 965 CC) Así como la
adopción de medidas para evitar la suposición del parto, o que la criatura pase por viable no
siéndolo en realidad (arts. 96 y 961 CC).
3
Un efecto civil favorable evidente es la posibilidad de que el nacido con daños que tengan su
origen en una negligencia médica durante el período de embarazo pueda reclamar su resarci-
miento.
4
Otro efecto civil favorable, que la jurisprudencia reconoce con apoyo en el art. 29 CC, es el
de poder pedir la madre embarazada una pensión de alimentos antes de que el hijo nazca y
en previsión de que nacerá. V. en este sentido SAP Cuenca 27 mayo 1999 (AC 1999, 5908),
así como AAPP La Coruña 23 marzo 2001 (JUR 2001, 178683) y 26 abril 2012 (JUR 2012,
180445).
Derecho Civil I
El CC no dice cuándo debe reputarse muerta una persona, pero el art. art. 9.2
RD 1723/2012, de 28 de diciembre, el cual desarrolla la Ley 30/1979, de 27 de
octubre, sobre extracción y trasplante de órganos, la fija en el momento en que
conste el cese irreversible de las funciones cardiorrespiratorias o el cese efectivo
de las funciones encefálicas.
La muerte determina la extinción de las relaciones jurídicas de carácter per-
sonalísimo, ya sean de carácter personal, como son la disolución del matrimonio
(arts. 85 y 88 CC) y la extinción de la patria potestad (art. 169.1 CC) y la tutela
(art. 266. 3 CC); ya sean de carácter patrimonial, como son la extinción del usu-
fructo (art. 513.1 CC) o de los contratos de obra (art. 1595 CC), sociedad (art.
1700.3 CC) o mandato (art. 1732. 3 CC).
En cambio, no se extinguen los derechos y obligaciones, que no tengan carácter
personalísimo, los cuales se integrarán en la herencia del difunto y, junto con sus
bienes, se transmitirán, desde el momento de su muerte, a quienes tengan derecho
a sucederle (arts. 657 y 659 CC).
5
V. en este sentido SSAP Pontevedra 9 diciembre 1998 (AC 1988, 2483), Málaga 7 junio 2000
(JUR 2000, 265019) y 11 diciembre 2003 (JUR 2006, 18440).
Comienzo y extinción de la personalidad
3. Prueba de la muerte
Al igual que el nacimiento, el fallecimiento de una persona debe inscribirse en
el Registro Civil constituyendo ésta prueba del mismo. En ella se hace constar la
fecha, hora y lugar de la muerte (art. 16 LRC 1957) y están obligados a promover-
la los parientes consanguíneos hasta el cuarto grado y afines hasta el segundo (art.
83 LRC 1957) Para enterrar el cadáver es necesario que hayan transcurrido 24
horas, salvo que hubiere indicios de muerte violenta, en cuyo caso se suspenderá
la licencia de enterramiento hasta que lo decida la autoridad judicial competente.
IV. CUESTIONARIO
1º. Diferencie los conceptos de capacidad jurídica y capacidad de capacidad
de obrar.
2º. ¿De qué circunstancias depende la capacidad de obrar?
3º. ¿Cuándo se adquiere la personalidad?
6
V., para un caso de aplicación del precepto, STS 10 marzo 1998 (RJ 1998, 1283).
Derecho Civil I
V. CASOS PRÁCTICOS
Cuestiones.
1. ¿Es válida la donación hecha por D. Ángel a su futuro nieto?
2. En caso de serlo, ¿podrá después revocarla?
VI. BIBLIOGRAFÍA
Callejo Rodríguez, C.: Aspectos civiles de la protección al concebido no nacido, Madrid, 1997;
Gullón Ballesteros, A.: “Capacidad jurídica y capacidad de obrar”, en “Estudios de Derecho
Judicial”, núm. 22, 1999, pp. 11 y ss.; Lalaguna Domínguez, E.: “El artículo 29 del Código
Civil como norma de protección jurídica del concebido”, RJN, 2001, pp. 137 y ss.; Ramos
Chaparro, E.: La persona y su capacidad civil, Madrid, 1995.
Lección 6
El estado de la persona y el Registro Civil
Sumario: I. Consideraciones preliminares.- II. El estado de la persona.- III. El registro civil. - 1. Re-
gulación.- 2. Datos inscribibles.- 3. Secciones del Registro Civil.- 4. Organización territorial del
Registro Civil.- A) Registros municipales.- B) Registro consular.- C) Registro central.- 5. Tipos
de asientos.- A) Las inscripciones.- a) Inscripciones principales o marginales.- b) Inscripciones
constitutivas y declarativas. – B) Las anotaciones.- C) Las notas marginales. – D) Asientos de
cancelación.- E) Indicaciones.- 6. La rectificación de asientos registrales.- A) Por vía judicial.- B)
Por expediente gubernativo.- IV. Cuestionario.- V. Casos prácticos.- VI. Bibliografía.
I. CONSIDERACIONES PRELIMINARES
El art. 1 de la todavía vigente Ley de 8 de junio de 1957, del Registro Civil es-
tablece que en el Registro se inscribirán los hechos concernientes al estado civil de
las personas y aquellos otros que determina la Ley. De forma similar, la futura Ley
20/2011, de 21 de julio, de Registro Civil, que entrará en vigor en el 30 de junio
de 2017, según dispone la disposición final 4ª de la LJV, en su apartado número
doce, especifica en su art. 2 que el Registro Civil tiene por objeto hacer constar
oficialmente los hechos y actos que se refieren al estado civil de las personas y
aquellos otros que determine la presente Ley.
De lo expuesto se desprende, por tanto, que el Registro Civil gira básicamente
sobre el estado de la persona, del que omite, al igual que hiciera el CC en sus arts.
325 y ss., concretar su contenido.
Sin embargo, sigue habiendo circunstancias que motivan que los individuos
ostenten estatutos diferentes, que no hacen sino poner de manifiesto que dicha ap-
titud ante el Derecho queda concretada en atención a determinadas condiciones
o cualidades objetivas, como ser mayor o menor de edad; estar casado o soltero,
ser nacional o extranjero, etc.
A este conjunto de cualidades que condiciona el régimen jurídico de la per-
sona, se le denomina estado civil. Dichas cualidades suelen estar vinculadas con
la capacidad de obrar, con la existencia de vínculos familiares y con criterios de
determinación del Derecho aplicable a la persona en atención a su nacimiento y
residencia. De ahí, que se pueda entender que fundamentalmente están vinculados
con la edad; matrimonio y filiación; nacionalidad y vecindad civil y situaciones
declaradas de incapacidad.
El estado civil es una característica que tiene toda persona, a la que el ordena-
miento jurídico ampara dotándole de protección penal (art. 401 CP) y civil (art.
1902 CC), de carácter indisponible, irrenunciable e imprescriptible. Las normas
que le afectan son de naturaleza imperativa, por estar consideradas de orden pú-
blico, lo que justifica la intervención del Ministerio Fiscal en todas las cuestiones
que le afecten.
Los procedimientos vinculados con el estado de las personas se instarán me-
diante juicio verbal y se encuentran regulados en la LEC (arts. 748 y ss.). En todo
caso, en las sentencias sobre estado civil, matrimonio, filiación, paternidad, ma-
ternidad e incapacitación y reintegración de la capacidad la cosa juzgada tendrá
efectos frente a todos a partir de su inscripción o anotación en el Registro Civil
(art. 222.3º LEC).
La prueba del estado civil se hace mediante inscripción en el Registro Civil (arts. 7 y
8 LRC 1957), que constituye la prueba de los hechos relativos al estado civil (art. 327 CC,
art. 2 LRC 1957 y art. 17 LRC 2011). No obstante, la filiación también podrá acreditarse
mediante la posesión de estado.
2. Datos inscribibles
En la actualidad, constituyen objeto del Registro Civil los siguientes datos re-
lativos a las personas: el nacimiento, la filiación, el nombre y apellidos, la eman-
cipación y habilitación de edad, las modificaciones judiciales de la capacidad de
las personas o que éstas han sido declaradas en concurso, quiebra o suspensión de
pagos, las declaraciones de ausencia o fallecimiento, la nacionalidad y vecindad,
la patria potestad, tutela y demás representaciones que señala la Ley, el matrimo-
nio y la defunción.
La inscripción de estas circunstancias en el Registro Civil constituye la prueba de
los hechos inscritos. Será requisito indispensable para su admisión que, previa o simul-
táneamente, se haya instado la inscripción omitida o la reconstitución del asiento. Sólo
en los casos de falta de inscripción o en los que no fuere posible certificar del asiento se
admitirán otros medios de prueba.
El art. 4 LRC 2011 expresa que tienen acceso al Registro Civil los hechos y actos que
se refieren a la identidad, estado civil y demás circunstancias de la persona.
Son, por tanto, inscribibles: 1º. El nacimiento. 2º. La filiación. 3º. El nombre y
los apellidos y sus cambios. 4º. El sexo y el cambio de sexo. 5º. La nacionalidad y
la vecindad civil. 6º. La emancipación y el beneficio de la mayor edad. 7º. El ma-
trimonio. La separación, nulidad y divorcio. 8º. El régimen económico matrimo-
nial legal o pactado. 9º. Las relaciones paterno-filiales y sus modificaciones. 10º.
La modificación judicial de la capacidad de las personas, así como la que derive
de la declaración de concurso de las personas físicas. 11º. La tutela, la curatela y
demás representaciones legales y sus modificaciones. 12º. Los actos relativos a la
constitución y régimen del patrimonio protegido de las personas con discapaci-
dad. 13º. La auto-tutela y los apoderamientos preventivos. 14º. Las declaraciones
de ausencia y fallecimiento. 15º. La defunción.
El estado de la persona y el Registro Civil
A) Registros municipales
Conforme al art. 11 LRC 1957, existirá, cuando menos, un Registro para cada
término municipal, salvo la Sección IV que será la única para toda la circunscrip-
ción del Juzgado de distrito correspondiente. A cargo del Registro Municipal está
el Juez de Distrito.
B) Registro consular
Existirá uno en cada circunscripción consular y a cargo de los cónsules de Es-
paña en el extranjero.
Las funciones de los Registros Consulares son muy similares a las de los Regis-
tros municipales con las siguientes especialidades:
– no existe en estos Registros secretario; los asientos, certificaciones y diligen-
cias se autorizan sólo por el Encargado.
– los cónsules extenderán por duplicado las inscripciones que abren folio en
el Registro a su cargo, uno de cuyos ejemplares será remitido al Registro
Central para su debida incorporación. En uno y otro Registro se extenderán
en virtud de parte, enviado por conducto reglamentario, todas las inscrip-
ciones marginales que se practiquen en cualquiera de ellos (art. 12 LRC
1957).
El estado de la persona y el Registro Civil
C) Registro Central
Es un Registro subsidiario. En él se inscribirán los hechos para cuya inscripción
no resulte competente ningún otro Registro y aquellos que no puedan inscribirse
por concurrir circunstancias excepcionales de guerra u otras cualesquiera que
impidan el funcionamiento del Registro correspondiente. Igualmente se llevarán
en el Registro Central los libros formados con los duplicados de las inscripciones
consulares (art. 18 LRC 1957).
Se inscribirán en el Registro Central aquellos hechos o actos para los que sea
competente un Registro consular, cuando el promotor esté domiciliado en Es-
paña. En estos casos, la inscripción se trasladará después al Registro Consular
correspondiente (art. 68 RRC).
La LRC 2011 suprime dicha organización por otra más sencilla.
En la nueva estructura del Registro Civil habrá que diferenciar entre Oficinas
Generales, Oficina Central y Oficinas Consulares, cuyo régimen jurídico no difiere
sustancialmente del vigente.
Existirá una Oficina General por cada Comunidad o Ciudad Autónoma y otra
más por cada 500.000 habitantes, al frente de la cual se encontrará un Encargado
al que se le asignan las funciones de recepción de declaraciones y solicitudes, la
tramitación y resolución de expedientes, la práctica de inscripciones y, en su caso,
la expedición de certificaciones.
A la Oficina Central le corresponderá, entre otras funciones, practicar las ins-
cripciones derivadas de resoluciones dictadas por la Dirección General de los Re-
gistros y del Notariado en los expedientes que son de su competencia.
5. Tipos de asientos
La legislación del Registro Civil distingue las siguientes clases de asientos:
A) Las inscripciones
Es el asiento fundamental del sistema registral. Se caracterizan por su natura-
leza permanente y por no depender de ningún otro asiento, ni complementarlo.
Hacen fe del hecho o acto a que se refiere. Solamente las inscripciones (ya sean
principales, ya marginales) tienen plena eficacia probatoria. Los demás asientos
tienen un valor jurídico secundario.
Las inscripciones pueden ser de varios tipos.
Derecho Civil I
B) Las anotaciones
Su principal característica es que tienen valor puramente informativo (art. 38
LRC 1957) y que en ningún caso constituyen la prueba que proporciona la ins-
cripción.
Se caracterizan por su carácter provisional y por ser de menor importancia que
las anteriores.
Las anotaciones también pueden ser principales o marginales. Las primeras
abren folio registral y son preparatorias de una inscripción principal que no puede
practicarse inmediatamente (arts. 150 y 154 RRC). Las accesorias se extienden al
margen del folio afectado por los hechos anotados.
Estas anotaciones se extinguen:
a) Por cancelación (art. 154.1º RRC);
b) Por su conversión en inscripción (art. 146.2º RRC);
c) Las de procedimiento, por caducidad) a los cuatro años de su fecha, salvo
prórroga (art. 150 RRC.
D) Asientos de cancelación
La cancelación es un asiento marginal en virtud del cual se deja sin efecto, to-
tal o parcialmente, un asiento anterior, en cuyo margen se practica (art. 163-164
RRC).
E) Indicaciones
La LRC 1957 incorporó las denominadas indicaciones, cuyo único ejemplo
son los que se practican al margen de la inscripción de matrimonio para dar
publicidad, en su caso, a la existencia de capitulaciones matrimoniales, así como
de los pactos, resoluciones judiciales y demás hechos que modifiquen el régimen
económico del matrimonio.
La LRC 2011 contempla únicamente como asientos registrales las inscripcio-
nes, las anotaciones y las cancelaciones.
IV. CUESTIONARIO
1º. ¿Qué es el estado civil de la persona?
2. ¿Cuál es la función del Registro Civil?
3º. ¿Quién puede inscribirse en el Registro Civil?
4º. ¿Cuántos Registros civiles hay?
5º. Señale los asientos del Registro Civil.
6º. Señale los hechos que deben inscribirse en el Registro Civil.
7º. ¿Cuál es el carácter de sus inscripciones: constitutivo o declarativo?
8º. Señale las principales modificaciones que introducirá la LRC 2011.
9º. ¿Qué significa la cancelación de un asiento registral?
V. CASOS PRÁCTICOS
adulto, con su actitud ante la vida, ha ido demostrando que es una mujer, lo que finalmen-
te ha exteriorizado con su vestimenta y semblante femeninos y le ha conducido a pensar
en cambiar su nombre por uno más femenino y el sexo por el de mujer.
Cuestiones
1. ¿Podría cambiar su nombre y su sexo?
2. ¿Podría cambiarse de sexo?
3. ¿Qué trámites debería cumplimentar?
Cuestiones
1. ¿Es inscribible en el Registro Civil la suspensión de la patria potestad?
2. ¿Es inscribible en el Registro Civil la tutela por parte de la Entidad Pública?
3. ¿En qué casos debe inscribirse la tutela?
VI. BIBLIOGRAFÍA
AA.VV.: Problemas actuales del Registro Civil (director J. Mª Bento Company), Madrid 2007;
AA.VV: Comentarios a la Ley del Registro Civil (directores J.A. Cobacho Gómez y A. Leci-
ñena Ibarra), Cizur Menor, 2012; Espinar Vicente, J.M.: “Algunas reflexiones sobre la nueva
Ley del Registro Civil”, LL, núm. 7771, 2012; Linacero de la Fuente, M.A.: Derecho del
registro civil, Barcelona, 2002; Linacero de la Fuente, M.A.: “El nuevo modelo de Registro
Civil del siglo XXI”, LL, núm. 7846, 2012; Luces Gil, F.: Derecho del Registro Civil, Barcelona
1991; Peré Raluy, J.: Derecho del registro civil, Madrid, 1963.
Lección 7
La edad
Sumario: I. La edad: Concepto, significación jurídica y cómputo.- II. La mayor edad.- III. La menor
edad.- IV. La emancipación.- 1. Consideraciones generales.- 2. Causas de emancipación.- 3. Efec-
tos de la emancipación.- V. Cuestionario.- VI. Casos Prácticos.- VII. Bibliografía.
1
En cuanto a la responsabilidad del menor derivada de sus propias conductas, hay que distin-
guir, según el hecho esté o no penalmente tipificado como delito o falta.
Derecho Civil I
testamento, salvo que sea ológrafo (art. 663 CC); por el contrario, en otros casos,
no la exige, para dar el consentimiento a los contratos que celebren sus padres y
que obliguen al menor a realizar prestaciones personales (art. 162, último párrafo
del CC).
Especial consideración merecen los contratos de trabajo que vinculan al menor a rea-
lizar una determinada prestación laboral. En ese sentido, hay que tener en cuenta que,
en realidad, el contrato han de celebrarlo los representantes legales del menor porque
él no tiene capacidad (si tuviera madurez habría de consentirlo también, conforme a lo
dispuesto en el art. 162, último párrafo del CC). Y, además, existe una doble limitación
para dichos contratos, puesto que los menores sólo pueden trabajar a partir de los dieci-
séis años (excepto en las intervenciones en espectáculos públicos, que se autorizarán por
la autoridad laboral, si no implican peligro alguno) y nunca pueden quedar obligados a
realizar un trabajo nocturno, ni horas extraordinarias (art. 6 ET).
Para todos los demás actos, los padres o el tutor del menor actúan como re-
presentantes legales del mismo y pueden realizar actos jurídicos que afectan a su
esfera patrimonial (en ese sentido, pueden vender bienes de la propiedad de sus
hijos, arrendarlos, etc.).
No obstante, el art. 166 CC pone límites a esas actuaciones de los padres y exige
que dispongan de autorización judicial para realizar determinados actos2, que son los
siguientes: renunciar a los derechos cuya titularidad sea de los hijos; enajenar o gravar
bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales, objetos preciosos, y va-
lores mobiliarios, salvo el derecho de suscripción preferente de acciones; y repudiar la
herencia o legado diferidos a su hijo3. En los dos primeros casos, además, los padres
habrán de justificar el acto por causas de utilidad o necesidad4.
2
Hay que tener en cuenta que cabe la subsanación del defecto mediante la posterior obtención
de la autorización judicial. V. en este sentido, entre otras, STS 30 marzo 1987 (Tol 1736231).
3
Sin embargo, no será necesaria esa autorización judicial, cuando el menor, mayor de dieciséis
años, preste su consentimiento en documento público para que sus representantes legales re-
nuncien a la herencia o legado o para que enajenen valores mobiliarios siempre que su importe
se reinvierta en bienes o valores seguros (art. 166 CC).
4
Existe una copiosa jurisprudencia respecto de los casos en que los representantes legales rea-
lizan alguno de los actos previstos en el art. 166 CC sin la pertinente autorización judicial. En
ese sentido, se ha discutido ampliamente cuál es la categoría de ineficacia aplicable al contrato
así celebrado. El TS, en algunas sentencias antiguas, admitió la nulidad radical como sanción;
sin embargo, muchas sentencias posteriores se han pronunciado a favor de la anulabilidad
del contrato, dado que el mismo puede ser después confirmado por el menor, al alcanzar la
mayoría de edad. V. en este sentido SSTS 21 mayo 1984 (Tol 1737782), 30 marzo 1987 (Tol
1736231) y 9 mayo 1994 (Tol 1657170), así como SSAP Valencia 30 junio 2005 (AC 2005,
1168) y Valencia 2 mayo 2001 (AC 2001, 196570). No obstante, la jurisprudencia más recien-
te afirma que se trata de un negocio jurídico incompleto, que mantiene una eficacia provisio-
nal, pues queda pendiente de la ratificación expresa o tácita del menor. En ese sentido es muy
clarificadora la STS 22 abril 2010 (Tol 1864654), según la cual “No se trata de un supuesto
de nulidad radical absoluta, que no podría ser objeto de convalidación, sino de un contrato
que aun no ha logrado su carácter definitivo al faltarle la condición de la autorización judicial
La edad
Hay que tener en cuenta que hasta la reciente reforma, introducida por la Ley
26/2015, de 28 de julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y
a la adolescencia, los menores de edad no emancipados, al tener limitada su capa-
cidad de obrar, no podían prestar un consentimiento válido para contratar (art.
1.263.1º CC). El contrato celebrado por ellos podía, en consecuencia ser anulado
por sus representantes legales o, por ellos mismos, en plazo de cuatro años, a con-
tar desde que cumplieran la mayoría de edad (art. 1300 CC).
Dicho sistema fue duramente criticado por la doctrina y jurisprudencia con-
temporáneas. En ese sentido, alguna sentencia y algún autor propugnaron tener
en cuenta las condiciones de madurez de los menores no emancipados, para salvar
la validez de algunos contratos que en la vida cotidiana aquéllos llevaban a cabo
con toda normalidad (piénsese, por ejemplo, en los contratos de transporte, o
en los que celebran para consumir en establecimientos públicos, o para asistir a
una sesión cinematográfica, etc.). Mantener la anulabilidad en estos casos parecía
excesivo y alejado de la realidad social. Estas voces de la doctrina y de la jurispru-
dencia han hecho eco en que, con la Ley 26/2015, de 28 de julio, de modificación
del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia, ha dado una nueva
redacción al art. 1.263 CC. El precepto, en su redacción actual, en línea con lo
que acabo de explicar, señala que los menores no emancipados no pueden prestar
el consentimiento válido para contratar, pero exceptúa los supuestos en que “las
leyes les permitan realizar actos por sí mismos o con asistencia de sus represen-
tantes” así como “los relativos a bienes y servicios de la vida corriente propios de
su edad de conformidad con los usos sociales5”.
exigida legalmente, que deberá ser suplida por la ratificación del propio interesado, de acuerdo
con lo dispuesto en el art. 1.259 CC, de modo que no siendo ratificado, el acto será inexistente”
5
Muy interesante, en esa línea, la STS 10 junio 1991 (Tol 1728974) que señaló: “resulta in-
cuestionable que los menores de edad no emancipados vienen realizando en la vida diaria
numerosos contratos para acceder a lugares de recreo y esparcimiento o para la adquisición de
determinados artículos de consumo, ya directamente en establecimientos abiertos al público,
ya a través de máquinas automáticas, e incluso de transporte en los servicios públicos, sin que
para ello necesite la presencia inmediata de sus representantes legales, debiendo entenderse
que se da una declaración de voluntad tácita de éstos que impide que tales contratos puedan
considerarse inexistentes, teniendo en cuenta “la realidad social del tiempo en que han de ser
aplicadas (las normas), atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas” (art.
3.1 CC), y siendo la finalidad de las normas que sancionan con la inexistencia o anulabilidad
de los contratos celebrados por los menores, una finalidad protectora del interés de éstos”.
Derecho Civil I
IV. LA EMANCIPACIÓN
1. Consideraciones generales
El legislador da una regulación extensa a la figura de la emancipación, que
contrasta en la actualidad con su escasa razón de ser: rebajada la mayoría de
edad a los dieciocho años, es difícil justificar la figura como en otras épocas en las
que aquélla se alcanzaba con veintiún o, incluso, con veintitrés años, y se veía la
necesidad de anticipar los efectos de la mayor edad.
La emancipación puede definirse como un estado civil a caballo entre la menor
y la mayor edad, que, a diferencia de estos otros dos, requiere —como se verá al
analizar sus clases— de un concreto acto o decisión para ser obtenido.
En ese sentido, la mayoría de edad no sería una causa de emancipación, a
pesar de que el art. 314.1º CC la mencione entre ellas y ambas impliquen una
extinción de la patria potestad. Se trata de dos situaciones jurídicas distintas: la
mayoría de edad se atribuye, como hemos visto, de forma automática al adquirir
los dieciocho años, mientras que la emancipación requiere de un acto o decisión
específicos para obtenerse, y no todos los menores pasarían por esa situación de
forma natural.
2. Causas de emancipación
Antes eran tres las causas por las que un menor de edad podía obtener la eman-
cipación: su concesión por los padres que ejercen la patria potestad, por el juez o
el hecho de contraer matrimonio (art. 314 CC). En la actualidad, la Ley 15/2015,
de 2 de julio, de Jurisdicción Voluntaria, ha modificado el precepto y ha elimina-
do el matrimonio como causa de emancipación, de modo tal que también se ha
derogado el art. 316 CC, que establecía que le matrimonio producía de Derecho
la emancipación. Y ello porque, con dicha reforma, el menor de edad, a partir de
los catorce años, ya no puede obtener la dispensa judicial de la edad para contraer
matrimonio (contemplada, con anterioridad, en el art. 48 CC). Así las cosas, en la
actualidad, ex art. 46 CC, sólo pueden contraer matrimonio los menores de edad
emancipados (y, por tanto, mayores de dieciséis años).
Cuando el menor está sometido a tutela, el tutor no puede concederle la emancipa-
ción, pero el juez podrá otorgarle el “beneficio de la mayor edad” (arts. 321 y 323.III
CC). Sin embargo, se trata de una cuestión puramente terminológica, puesto que el art.
323 CC equipara los efectos de la emancipación y del beneficio de mayor edad. Junto
a estas causas hay que tener en cuenta la situación fáctica y, por ende, no de Derecho,
en la que un menor vive de forma independiente de sus padres. Se trata de la llamada
emancipación de hecho.
La edad
6
Sin embargo, la inscripción no es un requisito constitutivo de esta última, sino sólo para que
sea oponible frente a terceros. V. en este sentido RRGRN 14 mayo 1984 (RJA 1984, 2589) y
14 mayo 1984 (RJA 1984, 4077).
7
La razón de ser de estas tres causas, como señala la SAP Madrid 15 febrero 2007 (JUR 2007,
153031), reside en “la existencia de una situación más o menos anormal entre los progenitores,
que repercute o puede repercutir negativamente en el ejercicio de la patria potestad. […] y en
evitar las posibles y desagradables consecuencias que pudieran derivar para los hijos de las
crisis matrimoniales”.
Derecho Civil I
rés del propio menor y nunca como una imposición para éste a la que pudieran
constreñirle sus progenitores
En ese sentido, es muy ilustrativa la SAP de Burgos 11 abril 2003 (AC 2003, 1342),
que se pronunció en un caso en que los padres solicitaron al juez la emancipación de
su hija de dieciséis años con base en que aquélla no les respetaba, ni obedecía, y les
resultaba imposible ejercer la patria potestad. Con buen criterio, la AP desestimó el re-
curso de apelación interpuesto por aquéllos, que pretendían que la emancipación fuera
concedida judicialmente, y que la menor sólo fuera oída. Según la sentencia, con base
en el art. 320 CC el único legitimado para solicitarla al juez era el propio hijo menor de
edad, y los padres únicamente podrían concederla extrajudicialmente por la vía del art.
317 CC, aunque para ello habrían de contar con el consentimiento del hijo. Así, una y
otra vía siempre están supeditadas a que el menor quiera ser emancipado pues, como
dice la Audiencia: “una de dos, o la pide él personalmente, cosa que solo podrá hacer
en vía judicial, o, en otro caso, debe consentirla expresamente (en vía extrajudicial)”8.
En el caso de los menores sujetos a tutela, pueden obtener los mismos efectos
que los derivados de la emancipación, mediante la concesión judicial del beneficio
de la mayor edad. Para ello, habrá de ser solicitada por quienes ya hayan alcan-
zado los dieciséis años, y requerirá del informe favorable del Ministerio Fiscal.
La doctrina, con buen criterio, ha criticado que dicho informe no sea exigido al
propio tutor, a quien ni siquiera se da audiencia en este procedimiento (a diferen-
cia de lo que ocurre, como acabamos de ver, con los padres, cuando se trata de la
emancipación judicial del hijo menor de edad). Tampoco hay un listado de causas
—como el previsto en el art. 320 CC— para conceder este beneficio.
Tanto en el caso de los menores sometidos a patria potestad, como en el de los
que están sujetos a tutela, la resolución judicial que conceda la emancipación o
el beneficio de la mayor edad ha de inscribirse en el Registro civil para producir
efectos frente a terceros y tiene el carácter de irrevocable9.
A lo dicho hay que añadir que cabe también la llamada emancipación de hecho o
por vida independiente Es una situación fáctica en la que un menor vive de forma inde-
pendiente de sus padres y que se contempla en el art. 319 CC, que señala: “Se reputará
para todos los efectos como emancipado al hijo mayor de dieciséis años que con el con-
sentimiento de sus padres viviere independientemente de éstos. Los padres podrán revocar
este consentimiento”.
Dos son las principales dudas que esta figura suscita: En primer lugar, se plantea si se
trata realmente de un supuesto de emancipación. Y ello porque la posibilidad que tienen
los progenitores de revocar el consentimiento —y, por ende, acabar con esa situación—
parece indicar que no queda extinguida la patria potestad, con lo que, a pesar de la
equiparación de los efectos, no habría una auténtica emancipación. En segundo lugar,
8
En el mismo sentido puede verse la SAP Barcelona 25 mayo 2007 (RJA 2007, 260388).
9
Hay que tener en cuenta que es el juez quien concede la emancipación, y que la decisión judicial
no puede ser recurrida ante la DGRN. V. en este sentido RDGRN 19 noviembre 1990 (RJA
1990, 9325).
La edad
cabe también cuestionar si el 319 CC es aplicable a los menores que están bajo tutela;
una interpretación mayoritaria defiende que sería posible por clara analogía.
Los requisitos para que tenga lugar la emancipación de hecho son: a) que el menor
sea mayor de 16 años; b) que viva con independencia de los padres, lo cual se interpreta
de forma amplia en el sentido de que no es necesario que haya una independencia física
(esto es, que viva en otra casa), sino que tenga una autonomía económica, en el sentido
de que disfrute de una profesión, empleo, oficio o industria y que administre sus bienes
por y para sí (lo que la doctrina denomina “economía doméstica separada”; c) que los
padres consientan, aun tácitamente, esa situación. Además, como ya se ha dicho, estos
últimos podrían en cualquier momento revocar ese consentimiento en beneficio del me-
nor.
3. Efectos de la emancipación
Con independencia de cuál sea la forma por la que se ha accedido a la eman-
cipación, resulta de aplicación el art. 323 CC que contempla los efectos de la
misma.
En la regulación de los efectos, el precepto se vertebra en una regla general y
varias excepciones:
a) La regla general es que el menor emancipado es tratado como mayor de
edad; esto es, puede regir sus bienes y persona como si lo fuera10. Y, en cualquier
caso, puede comparecer por sí solo en juicio.
b) Las excepciones vienen constituidas por aquellos actos que, por su trascen-
dencia jurídica o económica, requieren que el menor sea asistido por sus padres
o por el curador para su realización (hay que tener en cuenta que, al extinguirse
la tutela, con la emancipación, el tutor se convierte en curador)11. Tales actos son
10
Hay que tener en cuenta que en el caso de los menores emancipados (y también de los que
hubieran obtenido el beneficio de la mayoría de edad e incluso los de vida independiente),
sus padres ya no van a responder de los daños que causen, conforme al art. 1903.II CC, y la
única responsabilidad civil que se va a originar va a ser la propia. En ese sentido, respecto de
la emancipación de hecho, la STS 22 enero 1991 (Tol 1728173) entiende que esa circunstancia
excluiría la responsabilidad civil de los padres siempre que se probara (cosa que no sucedió en
el caso resuelto por la decisión).
Según la doctrina, el único caso en que podrían resultar condenados los padres es que se de-
muestre que la emancipación ha sido concedida por éstos de un modo precipitado o, incluso,
para eludir sus responsabilidades para con los hijos; cuando ello suceda la víctima podría
considerar fraudulenta la emancipación y pedir su nulidad, amén de la consiguiente responsa-
bilidad civil de los progenitores.
11
La jurisprudencia ha señalado que las restricciones contenidas en el art. 323 CC no deben in-
terpretarse extensivamente porque, de lo contrario, las ventajas de la emancipación quedarían
sumamente mermadas y resultarían ilusorias. Puede verse, en ese sentido la SAP Orense 23
marzo 1996 (AC 1996, 587) que, en el caso, apreció que la madre ya no tenía legitimación para
Derecho Civil I
Si el menor emancipado realiza, por sí solo, cualquiera de los actos para los
que el art. 323 CC exige ser asistido por sus padres o curadores, dicho acto será
anulable15.
Por último, hay que analizar la especialidad que se plantea en el caso de que
el emancipado esté casado. En ese supuesto, conforme al art. 324 CC, si los bie-
nes (inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales, o de extraordinario
valor) son comunes o gananciales habrá que distinguir según el otro cónyuge
sea también o no menor de edad: en el primer caso, se necesitará el consenti-
miento de ambos consortes y además el de los padres o curadores de cada uno
de ellos; en el segundo, bastará el consentimiento de los dos cónyuges, ya que la
intervención del que es mayor de edad (cotitular, además, del bien) es una causa
de dispensa del complemento de capacidad.
comparecer en juicio —proceso de alimentos contra el padre— en nombre del hijo, puesto que
éste había sido emancipado judicialmente por la vía del art. 320 CC.
12
Obsérvese que la restricción opera para ser prestatario, no para ser prestamista.
13
La STS 28 septiembre 1968 (RJA 1968, 3961) señala que no cabe que “el consentimiento de
los padres o curadores, sea general y con carácter anticipado, sino que ha de prestarse para
cada acto concreto que lo exija”.
14
En cuanto a la forma en que los padres han de prestar ese consentimiento habrá que estar a
las siguientes reglas: a) actuación conjunta de ambos progenitores, cuando estén de acuerdo;
b) en caso de discrepancia, será el juez quien decida; d) si uno de los padres hubiera fallecido
o hubiera sido privado de la patria potestad, decidirá el otro; e) si ambos hubieran muerto o
estuvieran impedidos para prestarlo (por ausencia, incapacitación, etc.), se nombraría un cura-
dor.
15
En otro orden de cosas, hay que señalar que en clara concordancia con esas restricciones del
art. 323 CC, el menor sufre también algunas limitaciones en su capacidad de obrar. Así: no
puede aceptar por sí solo una herencia sin beneficio de inventario porque no tiene libre dis-
posición de sus bienes (art. 992 CC); tampoco ser tutor, ni curador, porque no está en pleno
ejercicio de sus derechos civiles (arts. 241 y 291 CC); ni puede ser defensor de un desaparecido,
ni representante del declarado ausente (arts. 181 y 184 CC); ni, por último, otorgar testamento
ológrafo porque para ello se exige ser mayor de edad (art. 688 CC).
La edad
V. CUESTIONARIO
1º. Explique el sistema que sigue el CC para el cómputo de la edad.
2º. Cite algunos casos en los que se exija que el menor sea oído y distíngalos,
según se contemplen en el CC o en la LOPJM.
3º. ¿Quién debe prestar el consentimiento para que un menor de diecisiete años
reciba un tratamiento quirúrgico? ¿Por qué?
4º. ¿Están legitimados los progenitores para vender una casa, propiedad de su
hijo?
5º. ¿Es válido el contrato celebrado por un menor de edad no emancipado?
¿Por qué?
6º. ¿Pueden los padres impugnar el contrato realizado por su hijo menor de
edad antes de que alcance la mayoría de edad? ¿Y confirmarlo?
7º. Si un menor de diecisiete años de edad atropella intencionadamente a al-
guien con su ciclomotor, ¿qué responsabilidades podrían derivarse de ese hecho?
8º. ¿Qué requisitos se exigen para que los padres puedan conceder la emanci-
pación a su hijo?
9º. ¿Qué es el beneficio de la mayor edad?
10º. ¿Cuáles son los actos que un menor de edad emancipado no puede realizar
por sí solo, sin ser asistido por sus padres o por su curador?
Cuestiones
1º. Respecto a la donación de la joya:
a) ¿Es válido el contrato? ¿Por qué?
b) ¿Podrían los padres, como odiaban la joya, confirmar el contrato realizado por el
hijo?
c) ¿Las consecuencias serían las mismas si en lugar de una joya se tratara de un IPod?
Derecho Civil I
2º. Respecto del contrato celebrado por Gabriel, explique si adolece de algún defecto,
y en caso afirmativo cuál sería la sanción para impugnarlo, los legitimados para solicitarla
y los efectos que se derivarían de ser apreciada por el juez.
3º. Por último, en uno y otro caso, analice qué ocurriría si no se impugnara ninguno de
los contratos que aparecen en el supuesto.
Cuestiones
1º. ¿Cree que en este caso los padres podrían haber emancipado a la menor, sin haber
acudido a la vía judicial, con base en lo dispuesto en el art. 317 CC? ¿Por qué?
2º ¿Están los padres legitimados para solicitar la emancipación de su hija por conce-
sión judicial? ¿Por qué?
3º. ¿Cree que en un caso como el propuesto habría algún modo de emancipar a Berta?
VII. BIBLIOGRAFÍA
García Garnica, Mª C.: El ejercicio de los derechos de la personalidad del menor no emancipado.
Especial consideración al consentimiento a los actos médicos y a las intromisiones en el honor,
la intimidad y la propia imagen, Pamplona, 2004; Gete-Alonso, Mª C.: La nueva normativa en
materia de capacidad de obrar de las personas, Madrid, 1985; Jordano Fraga, F.: “La capaci-
dad general del menor”, RDP, Madrid, 1984, pp. 883-903; Lázaro González, I.: Los menores
en el Derecho español, Madrid, 2002; López San Luis, R.: La capacidad contractual del menor,
Madrid, 2001; López Sánchez, C.: La Responsabilidad civil del menor, Madrid, 2001; Puig
Ferriol, L.: “Comentario a los arts. 314 a 324 CC”, AA.VV.: Comentarios al Código civil
(dirigidos por C. Paz-Ares, L. Díez-Picazo, R. Bercovitz y P. Salvador), t. I, Madrid, 1991.
Lección 8
La incapacitación y otras limitaciones de la capacidad
de obrar
I. LA INCAPACITACIÓN
1. Concepto y regulación de la incapacitación
Además de la edad, otro factor que determina la capacidad de obrar de las
personas es la posibilidad de gobernar su vida con independencia.
En este sentido, nuestra legislación establece que cuando una persona no puede
gobernarse con autonomía se puede solicitar la incapacitación de la misma.
La incapacitación supone la privación de la capacidad de obrar de una persona
declarada por sentencia judicial por las causas establecidas en la ley (arts. 199 y
200 CC)1. Y, una vez declarada, se prevé un régimen de tutela o de guarda de la
persona incapacitada.
Así, la incapacitación se configura como un sistema de protección de la perso-
na cuando ésta es incapaz de proveerse por si misma de dichos medios de protec-
ción de su persona y de sus bienes.
Es necesario distinguir la incapacitación de la incapacidad natural. La incapacidad
natural es una situación de hecho en la cual la persona carece de la aptitud de entender
1
V. en este sentido STS 30 junio 2004 (Tol 483303), entre otras. En un conflicto planteado ante
nuestros tribunales, el Ministerio Fiscal en el recurso de casación cuestionó si la interpretación
de los arts. 199 y 200 CC eran acordes con la Convención sobre los Derechos de las Personas
con Discapacidaad de 2006; en la STS 282/2009, 29 de abril (Tol 1514778) se dictaminó que
el sistema de protección establecido en el CC sigue vigente, teniendo siempre en cuenta que
el incapaz sigue siendo tittular de sus derechos fundamentales y que la incapacitación es sólo
una forma de protección a favor de una persona cuyas facultades intelectivas y volitivas no le
permiten ejercer sus derechos plenamente, impidiendole autogobernarse, no siendo por tanto
una medida discriminatoria, concedida única y exclusivamente a favor de dicha persona y no
de la familia.
La incapacitación y otras limitaciones de la capacidad de obrar
Por otra parte, hay que tener en cuenta la normativa internacional, como la
Convención sobre los Derechos de las personas con discapacidad, de 13 de di-
ciembre de 2006, hecha en Nueva York, que ha determinado la publicación de la
2
Esta legislación se complementa con las medidas que se prevén en la Ley 15/2015, de 2 de
julio, de la Jurisdicción Voluntaria, relativas a la autorización o aprobación judicial para la
realización de actos de disposición, gravamen u otros que se refieran a los bienes y derechos de
personas con capacidad modificada judicialmente (arts. 61 a 66), y a las medidas de protección
relativas al ejercicio inadecuado de la potestad de guarda o de administración de los bienes de
persona con capacidad modificada judicialmente (arts. 87 a 89).
3
Es necesario distinguir la incapacitación de la discapacidad y de la dependencia. La discapaci-
dad implica la existencia de minusvalías físicas o psíquicas en una persona; y la dependencia
supone una limitación en la autonomía de la persona debido a la existencia de ciertas circuns-
tancias que le impiden funcionar con independencia (V. art. 1 de la Convención de la ONU
sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, de 13 de diciembre de 2006, art. 2.2
de la Ley 41/2003, y art. 2 de la Ley 39/2006). Tanto la discapacidad como las situaciones
de dependencia no son por sí mismas situaciones que puedan determinar la incapacitación de
las personas que las padecen; pero suelen ser circunstancias de la persona que pueden llegar
a determinar en las mismas la imposibilidad del autogobierno, que es el núcleo esencial de la
incapacitación.
Derecho Civil I
2. Causas de incapacitación
Como anteriormente se ha indicado, sólo se puede incapacitar a una persona
por las causas señaladas en la ley.
Dichas causas vienen establecidas en el art. 200 CC, al disponer: “Son causas
de incapacitación las enfermedades o deficiencias persistentes de carácter físico o
psíquico, que impidan a la persona gobernarse por sí misma”.
Como se observa, el precepto no es muy preciso al indicar las causas de inca-
pacitación, formulándolas de un modo general.
Ahora bien, de dicho precepto se deduce que para que las circunstancias que
puedan incapacitar a una persona se consideren como causas de incapacitación
deben reunir dos requisitos, que deben darse simultáneamente6:
4
Para adaptarse a las normas que establece dicha Convención, la Ley 15/2015, de 2 de julio,
de la Jurisdicción Voluntaria, señala en su Preámbulo, que se debe modificar la terminología
empleada para designar a las personas incapacitadas “en la que se abandona el empleo de los
términos de incapaz o incapacitación, y se sustituyen por la referencia a las personas cuya
capacidad está modificada judicialmente” (apartado III, parr. 5º). Dicha medida se ha aplicado
en esta Ley (así, en los arts. 61 ss, y 87 ss), y en algunos artículos del CC, modificados por la
propia Ley (p. ejm. en materia de filiación, art. 137, y en materia de contratos, el art. 1263.2º);
sin embargo, esta modificación terminológica no se ha producido en todas las normas que
regulan o se refieren a la incapacitación; así, no se ha modificado la terminología del CC en
materia de incapacitación (arts. 199 ss), e incluso en materia de filiación se sigue manteniendo
el término incapacitado en los arts. 121 y 125; tampoco ha alcanzado dicha modificación a las
normas relativas al procedimiento de incapacitación (arts. 756 ss LEC).
5
En particular, en la Comunidad Valenciana cabe destacar la Ley 11/2003, de 10 de abril, sobre
el Estatuto de las Personas con Discapacidad, complementada por otra normativa de rango in-
ferior, como son los Decretos 182/2006, de 1 de diciembre, 43/2010, de 5 de marzo, y 18/2011,
de 25 de febrero. Mención especial merece, en relación a los menores, la Ley Ley 10/2014, de
29 de diciembre, de la Generalitat, de Salud de la Comunitat Valenciana, en la que se propugna
que los niños y adolescentes de la Comunidad Valenciana tengan garantizado su derecho a
la salud en sentido amplio, apostando, claramente, por la integración social de los niños con
enfermedad o discapacidad, articulándose los derechos de promoción de la salud, prevención
de minusvalías psíquicas y físicas, y garantizando una atención sanitaria a los menores en si-
tuación de alta vulnerabilidad, tales como los menores discapacitados (Título V, Capítulo II).
6
V. en este sentido STS 31 diciembre 1991 (Tol 1726781).
La incapacitación y otras limitaciones de la capacidad de obrar
7
V. en este sentido SSTS 31 diciembre 1991 (Tol 1726781), 31 octubre 1994 (Tol 1656599), 16
septiembre 1999 (Tol 2320).
8
V. en este sentido SSTS 10 febrero 1986 (Tol 228282) y 11 junio 2004 (Tol 449274), entre
otras.
9
Sin embargo, para una persona que sufre una enfermedad que le impide gobernarse durante el
tiempo que dura su permanencia en el hospital no se solicita la incapacitación, ya que la Ley
prevé también mecanismos concretos de protección legal del paciente en estos casos (así, la Ley
41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos
y obligaciones en materia de información y documentación clínica, y legislación autonómica
correspondiente, entre ellas, la Ley 10/2014, de 29 de diciembre, de la Generalitat, de Salud de
la Comunitat Valenciana (Título V, Capítulo I).
10
En este sentido se pronuncia la STS 28 julio 1998 (Tol 132072), entre otras. La STS 27 noviem-
bre 2014 (Tol 4561600) subraya la necesidad de este requisito al señalar que la enfermedad
que padecía el declarado incapaz (trastorno delirante) le impedía gobernarse por si mismo y
había interferido ampliamente en su vida familiar, social y laboral, por lo que tal enfermedad
afectaba a su capacidad de autogobierno de su persona y bienes, por lo que desestimó el recur-
so de casación interpuesto por el propio incapacitado.
11
Otro supuesto sería el de los menores de edades muy pequeñas (piénsese en un recién nacido o
en un niño de tres años); en este caso es claro que el menor no puede gobernarse por si mismo;
sin embargo faltaría el primero de los requisitos para poder incapacitarlo; en el supuesto de la
minoría de edad existen otros mecanismos legales (la representación legal de padres o tutores)
para actuar en nombre del menor y de esta manera proteger los intereses del mismo.
Derecho Civil I
12
V. en este sentido STS 20 noviembre 2002 (Tol 225543); y STS 14 octubre 2015 (JUR
2015\248781), en donde se realiza una consideración acerca de las causas de incapacitación
en relación con las previsiones establecidas en la convención de Nueva York señalando que
“la incapacitación de una persona, total o parcial, debe hacerse siguiendo siempre un criterio
restrictivo por las limitaciones de los derechos fundamentales que comporta”; lo que se cues-
tiona en este caso es de que manera se encuentra afectada la presunta incapaz para adoptar la
medida que sea más favorable a su interés y como puede evitarse una posible disfunción en la
aplicación de la Convección de Nueva York sobre los derechos de las personas con discapaci-
dad, “que tenga en cuenta, como principio fundamental, la importancia que para las personas
con discapacidad reviste su autonomía e independencia individual, sus habilidades, tanto en el
ámbito personal y familiar, que le permitan hacer una vida independiente, pueda cuidar de su
salud, de su economía y sea consciente de los valores jurídicos y administrativos, reconociendo
y potenciando la capacidad acreditada en cada caso, mas allá de la simple rutina protocolar,
evitando lo que sería una verdadera muerte social y legal que tiene su expresión más clara en
la anulación de los derechos políticos, sociales o de cualquier otra índole reconocidos en la
Convención”; atendiendo a estos principios y a las circunstancias del caso, en este supuesto el
tribunal declaró una incapacitación parcial, designando a la incapacitada un curador.
13
Así se estableció en las SSAP Asturias 13 abril 2000 (AC 2000, 3801), Soria 12 marzo 1998
(AC 1998, 677), Jaén 4 marzo 1998 (AC 1998, 660), Barcelona 8 febrero 2002 (JUR 2002,
113594). Pontevedra 2 octubre 2014 (Tol 4554250), Soria 14 septiembre 2015 (Tol 5503238),
entre otras muchas. En la SAP de Albacete de 21 septiembre 2015 (Tol 5504595), sin embargo,
la madre, que ejercía la patria potestad prorrogada de su hija mayor de edad incapacitada, so-
La incapacitación y otras limitaciones de la capacidad de obrar
4. Procedimiento de incapacitación
La regulación del procedimiento en que se declara la incapacitación se realiza
fundamentalmente en la LEC (arts. 756 y ss.), dentro de los procesos sobre la
capacidad de las personas15.
La declaración de incapacidad puede promoverla el presunto incapaz, el cón-
yuge o pareja de hecho, los descendientes, los ascendientes, o los hermanos del
presunto incapaz; si tales personas no la promoviesen, podrá hacerlo el Ministerio
Fiscal16.
Por otra parte, cualquier persona está facultada para poner en conocimiento
del Ministerio Fiscal los hechos que puedan ser determinantes de la incapacita-
ción. Además, las autoridades y funcionarios públicos que, por razón de sus car-
gos, conocieran la existencia de posible causa de incapacitación en una persona,
están obligados a ponerlo en conocimiento del Ministerio Fiscal (art. 757 LEC)17.
licitó que se nombrará tutor al hermano de la incapacitada dada la avanzada edad de la madre
que hasta el momento ejercía dicha tutela, a lo que la Audiencia accedió.
14
Señala el art. 171.2º CC que “La patria potestad prorrogada terminará: 1º Por la muerte o
declaración de fallecimiento de ambos padres o del hijo. 2º Por la adopción del hijo. 3º Por
haberse declarado la cesación de la incapacidad. 4º Por haber contraído matrimonio el incapa-
citado”.
15
Establece el art. 756 LEC que será competente para conocer de las demandas sobre capacidad
y declaración de prodigalidad el Juez de Primera Instancia del lugar en que resida la persona a
la que se refiera la declaración que se solicite.
16
Pero no podrán solicitarla otras personas no señaladas en la ley (salvo a través del Ministerio
Fiscal). V. en este sentido STS 7 julio 2004 (Tol 483369), que desestimó la demanda de incapa-
citación por falta de legitimación activa de la demandante (sobrina de las declaradas incapaci-
tadas), sin prejuzgar la existencia o inexistencia de causa legal de incapacidad.
17
Además, cuando el tribunal competente tenga conocimiento de la existencia de posible causa
de incapacitación en una persona, adoptará de oficio las medidas cautelares que estime necesa-
rias para la adecuada protección del presunto incapaz o de su patrimonio y pondrá el hecho en
conocimiento del Ministerio Fiscal para que promueva, si lo estima procedente, la incapacita-
ción; de la misma manera, éste puede solicitar también que el tribunal establezca tales medidas
(art. 762 LEC).
Derecho Civil I
18
El presunto incapaz puede comparecer en el proceso con su propia defensa y representación. Si
no lo hiciere, será defendido por el Ministerio Fiscal, siempre que no haya sido éste el promo-
tor del procedimiento. En otro caso, el Secretario judicial les designará un defensor judicial, a
no ser que estuviere ya nombrado (art. 758 LEC).
19
V. en este sentido SSTS 20 marzo 1991 (Tol 1728239), 19 febrero 1996 (Tol 216861) y 4 mar-
zo 2000 (Tol 1471).
20
V. en este sentido SSTS 15 octubre 2001 (Tol 66418) y 14 octubre 2002 (Tol 225498), entre
otras.
21
La STS 15 julio 2005 (Tol 674287) declaró la nulidad de pleno derecho de la sentencia impug-
nada, solicitada por el Ministerio Fiscal, por infracción del art. 759 LEC, pues era evidente la
indefensión producida por la declarada incapacitada atendida la especial finalidad protectora
de la persona que caracteriza esta clase de procesos.
22
V. en este sentido SSTS 20 febrero 1989 (Tol 228283), 12 junio 1989 (Tol 1732590), 20 marzo
1991 (Tol 1728239), 24 mayo 1991 (Tol 1726963), 30 diciembre 1995 (Tol 1667719) y 4
marzo 2000 (Tol 1471).
23
Entre otras, las SSTS 19 febrero 1996 (Tol 216861), 19 mayo 1998 (RJA 1998, 3378) y 26
abril 2001 (Tol 63693), consideran que la sentencia de incapacitación es constitutiva de la
misma e irretroactiva.
La incapacitación y otras limitaciones de la capacidad de obrar
5. Alcance de la incapacitación
El juez debe, pues, decidir si somete al incapacitado a un régimen de tutela (art.
222, 2º CC) o de curatela (art. 287 CC), en atención a su grado de discapacidad.
La diferencia entre uno y otro supuesto es clara: el tutor es el representante legal
del pupilo (actúa en su nombre en el tráfico jurídico), mientras que el curador se
limita a asistir a la persona incapacitada en la celebración de los actos y contratos
que judicialmente se determinen (en este caso es, pues, la propia persona sujeta a
curatela quien actúa, si bien asistida por su curador)24.
La incapacitación es graduable, ya que el Juez en la sentencia puede establecer
una privación plena de la capacidad de obrar o, simplemente, puede señalar una
serie de actos y/o negocios jurídicos que el incapacitado no puede realizar25.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que el Juez puede establecer en la sentencia
de modo preciso los actos que el incapacitado puede o no realizar, o puede que no
realice esta puntualización. En este último caso puede plantearse la duda de cuales
serían los actos que el incapacitado podría realizar o no. Parece obvio que si el Juez
establece la privación de la capacidad de obrar sin señalar excepciones, el incapaci-
tado no podrá realizar actos jurídicos válidos. Sin embargo, hay que tener en cuenta
que el Código civil dispone en algún precepto que el incapacitado puede realizar ac-
tos por si mismo (art. 267: “El tutor es el representante del menor o incapacitado sal-
vo para aquellos actos que pueda realizar por sí solo, ya sea por disposición expresa
de la ley o de la sentencia de incapacitación”26), y en otros, sin embargo, establece
24
V. STS 1 julio 2014 (Tol 4468983), en la que se señala por el tribunal la necesidad de adaptarse
a la concreta protección de la persona afectada por la incapacidad, distinguiendo a estos efec-
tos los conceptos de tutela y curatela.
25
V. en relación a la incapacidad parcial SSAP Barcelona 17 febrero 2004 (Tol 358269) y Álava
23 junio 2005 (Tol 702955), y STS 13 mayo 2015 (Tol 5000594) en la que no admitió una
incapacitación total porque no “consta que el deterioro cognitivo del presunto incapaz sea
tan severo que haya anulado su capacidad de deliberación y la posibilidad de decidir sobre
cuestiones que guardan relación con su persona”, así como STS 16 marzo 2001 (Tol 26965) y
30 junio 2014 (Tol 4525361) y 20 octubre 2014 (Tol 4530349), en las que el propio Tribunal
sustituye una incapacitación total por una incapacitación parcial. Por su parte, la SAP Barce-
lona 23 septiembre 2002 (EDJ 2002, 66122) declaró la incapacidad absoluta del demandado
para la administración y disposición de sus bienes y recursos económicos, y la parcial respecto
de sus asuntos personales, exceptuando que pudiera vivir solo sin control de ningún tipo. Sin
embargo, establecen la incapacidad total las SSTS 16 septiembre 1999 (Tol 2320), 29 abril
2009 (Tol 1514778), y 17 julio 2012 (Tol 2635528), así como las SSAP Baleares 7 mayo 2004
(Tol 447802) y Barcelona 27 julio 2006 (Tol 1037899), entre otras.
26
Sin embargo, la STC 18 diciembre de 2000 (Tol 81734) consideró permisible que la tutora de
una mujer incapacitada (su madre) pudiera interponer una acción de divorcio ya que en caso
contrario, señala el Tribunal, se produce una negación rigurosa y desproporcionada de la tutela
judicial efectiva, y una conculcación del principio de igualdad entre los cónyuges, en defensa
de sus intereses patrimoniales y personales. V. también en el mismo sentido STS 21 septiembre
2011 (Tol 2248621).
Derecho Civil I
27
El TC en su sentencia 132/2010, de 2 de diciembre (Tol 2007387), consideró inconstitucional
el art. 763.1 LEC porque afecta a derechos fundamentales de la persona y la regulación de lo
mismos es materia reservada a ley orgánica; aunque no declaró nula la norma para no dejar
un vacío en el ordenamiento jurídico, instando al legislador a regular dicho internamiento por
aquel tipo de ley. Lo establecido en esta resolución ha sido recogido en la Ley Orgánica 8/2015,
de 22 de julio, de modificación del sistema de protección de la infancia y de la adolescencia,
que modifica la LEC en el sentido de atribuir carácter orgánico al art. 763 (art. segundo, tres).
28
Con respecto a los menores, especifica la Ley que el internamiento de éstos se realizará siempre
en un establecimiento de salud mental adecuado a su edad, previo informe de los servicios de
La incapacitación y otras limitaciones de la capacidad de obrar
asistencia al menor.
29
V. sobre el transcurso del plazo de las 72 horas, SSTC 2 julio 2012 (RTC 2012\141) y 7 sep-
tiembre 2015 (RTC 2015\182), cuyo recurso interpuso el Ministerio Fiscal y cuya legitimidad
para interponerlo se cuestionó y en la que el TC estableció sin lugar a dudas la legitimidad del
mismo como parte demandante.
30
Antes de conceder la autorización o de ratificar el internamiento que ya se ha efectuado, la
Ley establece que el tribunal oirá a la persona afectada por la decisión, al Ministerio Fiscal y a
cualquier otra persona cuya comparecencia estime conveniente o le sea solicitada por el afec-
tado por la medida. Además, y sin perjuicio de que pueda practicar cualquier otra prueba que
estime relevante para el caso, el tribunal deberá examinar por sí mismo a la persona de cuyo
internamiento se trate y oír el dictamen de un facultativo por él designado. En todas las actua-
ciones, la persona afectada por la medida de internamiento podrá disponer de representación y
defensa (según se establece en el art. 758 LEC). En todo caso, la decisión que el tribunal adopte
en relación con el internamiento será susceptible de recurso de apelación.
Derecho Civil I
nuevas circunstancias, pueda instarse un nuevo proceso que tenga por objeto de-
jar sin efecto o modificar el alcance de la incapacitación ya establecida”.
La petición de este nuevo proceso pueden instarla las personas que formularon la de-
manda anterior, las que ejercieren cargo tutelar o tuvieran bajo su guarda al incapacita-
do, el Ministerio Fiscal y el propio incapacitado. La sentencia que se dicte en este nuevo
proceso deberá pronunciarse sobre si procede o no dejar sin efecto la incapacitación, o
sobre si deben o no modificarse la extensión y los límites de ésta (art. 761.3º LEC).
31
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE), define el término prodigar
de la siguiente manera: “1. tr. Disipar, gastar pródigamente o con exceso y desperdicio algo. 2.
tr. Dar con profusión y abundancia. 3. tr. Dispensar profusa y repetidamente elogios, favores,
dádivas, etc. U. t. c. prnl. 4. prnl. Excederse indiscretamente en la exhibición personal”.
32
Así, las SSTS de 2 enero 1990 (Tol 1730558) y 8 marzo 1991 (Tol 1728227). En relación a la
ludopatía, causa habitual de la prodigalidad, la SAP Guipúzcoa, Sec. 3ª, 28 junio 2007 (JUR
2002, 342823) señala que “Respecto a la ludopatía ha de definirse como aquella conducta de
la persona que de modo habitual pone en riesgo injustificado su patrimonio, en perjuicio de su
familia más cercana e íntima”.
33
V. en este sentido SSAP Guipúzcoa 28 marzo 2001 (AC 2001, 760) y Córdoba 29 abril 2003
(Tol 275992).
La incapacitación y otras limitaciones de la capacidad de obrar
Por su parte, el art. 293 CC se refiere a las consecuencias que conlleva la rea-
lización de actos por los pródigos sin el asentimiento del curador: “Los actos
jurídicos realizados sin la intervención del curador, cuando esta sea preceptiva,
serán anulables a instancia del propio curador o de la persona sujeta a curatela,
de acuerdo con los artículos 1301 y siguientes de este Código”.
En el art. 757.5 LEC se establece que “La declaración de prodigalidad sólo
podrá ser instada por el cónyuge, los descendientes o ascendientes que perciban
alimentos del presunto pródigo o se encuentren en situación de reclamárselos y
los representantes legales de cualquiera de ellos. Si no la pidieren los representan-
tes legales, lo hará el Ministerio Fiscal”.
La persona cuya declaración de prodigalidad se solicite puede comparecer en el
proceso con su propia defensa y representación, de tal manera que si no lo hiciere,
será defendida por el Ministerio Fiscal, siempre que no haya sido éste el promotor del
procedimiento. En otro caso, se designará un defensor judicial, a no ser que estuviere ya
nombrado (art. 758 LEC).
Los actos realizados por el pródigo por sí solo, sin el control del curador, serán
anulables por el propio pródigo en el plazo de cuatro años, contados a partir de
34
V. en este sentido STS 30 junio 2004 (Tol 483303) y SAP Guipúzcoa 28 marzo 2001 (AC
2001/760).
Derecho Civil I
que cese esta situación, o por el curador, salvo que los ratifique (art. 293 en rela-
ción con los arts. 1301 y ss. CC)35.
IV. CUESTIONARIO
1º. ¿Qué es la incapacitación?
2º. ¿Cuáles son las causas de incapacitación?
3º. ¿Quién puede solicitar la incapacitación?
4º. ¿Se puede incapacitar a un menor?
5º. ¿Se puede incapacitar a un toxicómano?
6º. ¿La incapacitación es de por vida?
7º. Al incapacitado, ¿se le nombra curador o tutor?
35
V. en este sentido STS 10 junio 2010 (Tol 1882286).
La incapacitación y otras limitaciones de la capacidad de obrar
V. CASOS PRÁCTICOS
Cuestiones
1º. ¿Cree que puede haber causas de incapacitación total en este caso?
2º. ¿A este joven, se le designaría tutor o curador?
2º Supuesto de hecho
Un padre de familia, diagnosticado de ludopatía, que había recibido un tratamiento
no culminado, iba regularmente al bingo. En el informe médico forense se manifestó que
estaba imposibilitado para el gobierno de sus bienes. Reconociendo su ludopatía, dicho
padre de familia señaló que no se oponía a que una persona gobernara sus bienes, pero
que deseaba que sus curadores no fuesen sus hijos o su cónyuge. Dicho sujeto tenía como
único ingreso y fundamental la pensión de jubilación que percibía por una suma cercana
a mil euros. El Tribunal estimó que dicha cantidad podía ser administrada por el mismo,
dado que la prodigalidad no tiene como objetivo la defensa de la sociedad, en general,
sino la de la familia más próxima, pero, al mismo tiempo, estableció la curatela, para que
pudiese enajenar o gravar bienes inmuebles, dar o tomar dinero a préstamo y disponer a
título gratuito de bienes.
Derecho Civil I
Cuestiones
1º. ¿Hay causas para la declaración de prodigalidad en este caso?
2º. ¿Se puede designar curador a personas distintas de los parientes del pródigo?
I. LA UBICACIÓN DE LA PERSONA
Para el Derecho, la ubicación de la persona es determinante para el desarrollo
de las relaciones jurídicas, tanto de carácter personal como patrimonial, razón
por la cual deberá pronunciarse sobre las consecuencias que tendrá la imposibili-
dad de su localización.
Por ello, en este tema se analizará como principal elemento de trabajo el con-
cepto de domicilio, los distintos tipos existentes en el ordenamiento jurídico y sus
funciones, para entrar a continuación con la regulación de las situaciones de au-
sencia, cuyo elemento común es la falta de noticias y que, reuniendo determinadas
condiciones, puede concluir con una presunción de muerte del sujeto, por medio
de la declaración de fallecimiento.
II. EL DOMICILIO
A tenor del art. 40.I CC, “Para el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de
las obligaciones civiles, el domicilio de las personas naturales es el lugar de su re-
sidencia habitual, y en su caso, el que determine la Ley de Enjuiciamiento Civil”1.
1
Tradicionalmente se ha distinguido entre el domicilio voluntario y los domicilios legales. Ba-
sándose el primero en el derecho de libertad de residencia del art. 19 CE, se reconocerá el
domicilio allí donde la persona haya querido establecerse de forma estable, esto es, donde haya
situado su residencia habitual. Por el contrario, los domicilios legales se fijarán por determina-
ción expresa de la ley, surtiendo todos los efectos con independencia de la efectiva residencia
de la persona en ellos. Un ejemplo de domicilio legal lo encontramos en el art. 40.II CC, a
cuyo tenor “El domicilio de los diplomáticos residentes por razón de su cargo en el extranjero,
que gocen del derecho de extraterritorialidad, será el último que hubieren tenido en territorio
español”.
Domicilio, ausencia y declaración de fallecimiento
1. Concepto
El elemento determinante en la fijación del domicilio de las personas físicas es
la residencia habitual, que no necesariamente ha de coincidir con la dirección que,
a efectos administrativos, figure en el padrón municipal2.
Siguiendo la letra precepto, se puede definir el domicilio como el “lugar de
residencia habitual de la persona, en cuanto medio principal para su localización
jurídica”3.
La remisión que el art. 40.I CC hace a las normas de la LEC de 1881, que recogían distintos
domicilios legales, carece hoy de sentido, en cuanto tales preceptos han sido derogados por la
LEC 2001. En la actualidad, con la excepción del domicilio de los diplomáticos, se puede en-
tender que los llamados domicilios legales han sido desplazados por los denominados domici-
lios especiales, con la salvedad acaso del domicilio de los presos, que se entiende que adquieren
el del centro penitenciario en que cumplen condena.
2
Respecto de las personas jurídicas, habrá que estar a lo dispuesto en el art. 41 CC, según el
cual, “cuando ni la ley que las haya creado o reconocido, ni los estatutos o las reglas de fun-
dación fijaren el domicilio de las personas jurídicas, se entenderá que lo tienen en el lugar en
que se halle establecida su representación legal, o donde ejerzan las principales funciones de su
instituto”.
3
La relevancia del domicilio no sólo incidirá en la localización jurídica de la persona, a efectos
de notificaciones, citaciones o determinación de la competencia de los Tribunales, su operativi-
dad se despliega también efectos como, sin ánimo de exhaustividad, la determinación del Juez
o Alcalde para celebrar el matrimonio (art. 57 CC), nombramiento de defensor a un desapare-
cido (art. 181 CC), o representante en caso de ausencia (art. 183 CC), establecimientos encar-
gados de realizar sufragios y obras piadosas en beneficio del alma del testador (art. 747 CC), o
determinación de los establecimientos benéficos en las disposiciones genéricas en favor de los
pobres (art. 749 CC); la sucesión del Estado y la cesión de una tercera parte de la herencia a
instituciones municipales (art. 956 CC), lugar del pago (art. 1171.2 CC), o inicio del cómputo
de la acción rescisoria (art. 1299 CC).
Derecho Civil I
de saber si se requiere un cierto lapso tiempo mínimo, o bien basta con la voluntad del
sujeto para fijarla, y en este caso, si sería necesaria una manifestación expresa.
La jurisprudencia del TS, aun manejando criterios subjetivos a la hora de entender el
domicilio, en cuanto permanencia y voluntad de mantenerla, ha resuelto objetivar este
elemento intencional priorizando la “vivencia y habitualidad con raíces familiares y eco-
nómicas” en un determinado lugar sobre la ocasional estancia de la persona4.
Así las cosas, la residencia habitual puede definirse como aquella en que habita
la persona con vocación de permanencia manifestada por las circunstancias objetivas
del establecimiento, sin que por ello sea necesario un tiempo mínimo de estancia o
cualquier otra condición, adquiriéndose incluso el domicilio contra la voluntad de la
persona5.
Los domicilios especiales son aquellos que, además del general, se le reconocen
a determinados sujetos que se encuentran en una determinada situación, por ra-
zones de eficacia o de seguridad jurídica6.
Así, el art. 50.2 LEC, en materia de competencia judicial territorial, establece la po-
sibilidad de demandar a los empresarios y profesionales allí donde realice su actividad,
y si fuese en distintos lugares, a elección del demandante; o las personas jurídicas, que
además de su domicilio social podrán ser demandadas donde haya tenido lugar la rela-
ción jurídica en litigio, o donde deba tener su efectos (art. 51 LC). En materia administra-
tiva, tendrá plenos efectos —administrativos— el domicilio inscrito en el padrón muni-
cipal (arts. 15 y 16 LBRL), que podrá coincidir o no con la residencia real de la persona,
al igual que el denominado domicilio fiscal, que si bien está basado en la residencia
habitual, deberá notificarse cualquier variación desplegando plenos efectos el domicilio
que constase, en caso contrario, y si se trata de empresarios o profesionales, se añadirá
el lugar donde desarrollen principalmente su actividad (art. 48 LGT)7.
Dentro de los domicilios especiales, cabe hacer especial mención a los de las
personas casadas, al de los hijos sometidos a la patria potestad y al de los inca-
paces.
a) Al domicilio conyugal, se refiere el art. 70 CC, según el cual “los cónyuges
fijarán de común acuerdo el domicilio conyugal y, en caso de discrepancia, resol-
verá el Juez, teniendo en cuenta el interés de la familia”8.
4
V. en este sentido STS 30 enero 1993 (Tol 1662639).
5
Tal sería el caso del preso, que adquiriría como domicilio el del establecimiento penitenciario,
siguiendo no obstante el principio de la residencia habitual (en régimen de internamiento ordi-
nario).
6
En la confrontación entre los domicilios especiales, y un eventual domicilio real o residencia
habitual (art. 40.1 CC), la jurisprudencia es uniforme a la hora de primar a este último, despla-
zando los anteriores. V. en este sentido ATS 13 mayo 2005 (RAJ 2005, 7038).
7
No obstante, el domicilio real prevalece sobre el administrativo
8
No tendrá que coincidir el domicilio conyugal —aunque será lo más frecuente— con la de-
nominada vivienda familiar, objeto de un régimen excepcional a efectos de realizar actos de
disposición unilaterales por el cónyuge propietario (art. 1320 CC) o la posibilidad de ser adju-
dicado su uso de forma exclusiva y excluyente a cualquiera de ellos en procesos de separación,
Domicilio, ausencia y declaración de fallecimiento
b) Por regla general, el domicilio de los hijos sometidos a patria potestad será
el de los titulares de ésta, teniendo en cuenta el deber impuesto por el art. 154. 1º
CC de “tenerlos en su compañía”9.
c) Igual solución cabe aplicar respecto a los incapacitados judicialmente, cuyo
domicilio será el de su tutor, siempre que en la sentencia de incapacitación le hu-
biesen encomendado su guarda10.
Desde una perspectiva distinta se habla de domicilio electivo. Por tal se en-
tiende el que las partes voluntariamente hubiesen designado las partes en un acto
o negocio para todos o alguno de sus efectos, no teniendo que coincidir necesa-
riamente con el domicilio real. Se trata de un domicilio ficticio, utilizado para la
determinación de los efectos propios del domicilio (notificaciones, sometimiento
a una determinada jurisdicción…).
Igualmente, se encuentra el llamado domicilio constitucional, en relación con el art.
18.2 CE, precepto que sanciona la inviolabilidad del domicilio.
A estos efectos, se entiende por domicilio “un ámbito espacial determinado […] por
ser aquel en el que los individuos, libres de toda sujeción a los usos y convenciones so-
ciales, ejercen su libertad más íntima, siendo objeto de protección de este derecho tanto
el espacio físico en sí mismo considerado, como lo que en él hay de emanación de la
persona y de su esfera privada”11.
Estamos, por lo tanto, ante un concepto de domicilio más amplio que el jurídico-
privado12, en el que es posible incluir (en la medida en que constituyen un ámbito de
nulidad o divorcio (arts. 96 y 103.2º CC). El criterio rector para calificar la vivienda familiar
será el de su efectiva residencia en ella.
9
Pero en una lectura integral de los arts. 155. 2º in fine, 165. 2º a contrario y 319 CC, se da la
posibilidad de que los hijos menores puedan fijar un lugar de residencia distinto a la de sus
padres —siempre de mutuo acuerdo, o con asentimiento de éstos al menos. En cualquier caso,
tal domicilio particular del menor se entenderá concurrente al familiar, en caso de ignorancia
o desconocimiento de terceros interesados, existiendo una presunción de que el domicilio del
menor será el de los titulares de la patria potestad.
10
No obstante, para ambos supuestos —menores sujetos a patria potestad e incapacitados— se
ha defendido que al no tener capacidad para regir su persona no podrían establecer domicilio
propio, aunque sí residencia, si bien tal puntualización técnica no tendrá relevancia práctica
cuando efectivamente los terceros sepan de tal circunstancia (vida independiente del domicilio
familiar o del tutor). En tal sentido, el TS ha reconocido la posibilidad de que tenga un domici-
lio distinto al de su tutor, y sea preferente a éste (internamiento en un centro asistencial). V. en
este sentido ATS 21 abril 2006 (RAJ 2006, 3027), a efectos de la rendición de cuentas del tutor
y Juzgado competente.
11
V. en este sentido SSTC 22/1984, de 17 de febrero (Tol 79311); 119/2001, de 24 de mayo (Tol
2778) y 10/2002, de 17 de enero (Tol 123266).
12
V. en este sentido STC 228/1997, de 16 de diciembre (Tol 268803) y ATC 290/2004, de 19 de
julio (RTC 2004/290).
Derecho Civil I
13
V. en este sentido SSTS (2ª) 19 septiembre 1994 (RAJ 1994, 6996) y 29 enero 2001 (RAJ 2001,
405).
14
V. en este sentido SSTS (2ª) 3 julio 1992 (RAJ 1992, 6017), 4 abril 1995 (RAJ 1995, 2810) y 2
octubre 1995 (RAJ 1995, 5437).
15
V. en este sentido STS (2ª) 18 octubre 2006 (Tol 1006861).
16
V. en este sentido SSTS (2ª) 23 septiembre 1997 (Tol 407865) y 19 mayo 1999 (RAJ 1999,
5408).
Domicilio, ausencia y declaración de fallecimiento
1. La desaparición
A tenor del art. 181 CC, “desaparecida una persona de su domicilio o del lugar
de su última residencia, sin haberse tenido en ella más noticias, podrá el Secreta-
rio judicial, a instancia de parte interesada17 o del Ministerio fiscal, nombrar un
defensor que ampare y represente al desaparecido en juicio o en los negocios que
no admitan demora sin perjuicio grave”18.
Pero ello, siempre que el desaparecido no estuviese legítimamente representado por
medio de un persona, a quien hubiera apoderado para administrar todos sus bienes (art.
183 CC), pues en tal caso, sería su representante quien cuidara de sus intereses, siendo
innecesario el nombramiento de un defensor judicial.
Estamos por lo tanto ante una situación provisional, caracterizada por la im-
posibilidad de localizar a una persona, habiendo asuntos que le conciernen que
requieren ser atendidos rápidamente, con el fin de que no sufra un perjuicio grave.
No tiene por qué existir necesariamente incertidumbre sobre la propia vida del des-
aparecido, sino la imposibilidad de ponerse en contacto con él sea por dificultades téc-
nicas (p. ej., un alpinista) o por cualquier otra circunstancia (sencillamente, desconocer
dónde se encuentra).
17
Por parte interesada debe entenderse cualquier persona que presente un interés legítimo en
consideración a la administración o gestión del patrimonio del desaparecido, aunque no nece-
sariamente en asuntos de contenido patrimonial.
18
A las personas que deberán ser nombradas como defensores se refiere el art. 181.II CC, dis-
poniendo como defensor nato del desaparecido, al cónyuge mayor de edad no separado le-
galmente; en su defecto, al pariente mayor de edad más próximo hasta el cuarto grado, y en
defecto de parientes, no presencia o urgencia notoria, cualquier persona solvente y de buenos
antecedentes, previa audiencia del Ministerio Fiscal. Al defensor judicial se le aplican las causas
de inhabilidad, excusa y remoción de tutores y curadores (art. 301 CC con relación a los arts.
243-258 CC).
Derecho Civil I
2. La ausencia legal
A) Concepto y presupuestos
Conforme al art. 183 CC, “Se considerará en situación de ausencia legal al
desaparecido de su domicilio o de su última residencia:
19
¿Tiene derecho a una remuneración el defensor del desaparecido? El CC no se pronuncia ex-
presamente sobre ello, aunque aplicando analógicamente el régimen de la tutela no parece ha-
ber impedimento para que el Juez pueda acordarla en función de la gestión que le encomiende
(art. 274 CC).
20
El nombramiento se encauzará por los trámites de jurisdicción voluntaria, (Ley 15/2015, de 2
de julio), iniciándose mediante solicitud donde se expresarán los datos de localización de los
parientes más próximos del desaparecido hasta el cuarto grado de consanguinidad y el segun-
do de afinidad (art. 68. 3 LJV). A continuación, el Secretario Judicial acordará una compare-
cencia en el plazo de cinco días entre él y los interesados, el Ministerio Fiscal y el solicitante,
resolviendo lo pertinente. En caso de que exista riesgo cierto de perjuicio, el Secretario podrá
nombrar interinamente a un defensor (“quien corresponda”, o en su caso, el propuesto por el
solicitante) y adoptar aquellas medidas urgentes de protección de su patrimonio, estando tales
decisiones supeditadas a su ulterior ratificación o revocación (art. 69 LJV).
21
Del mismo modo, cabe indicar que la actuación del defensor no se limitará necesariamente a la
esfera patrimonial del desaparecido, desde el momento en que deberá amparar y representar al
desaparecido en juicio, sin que se especifique el carácter patrimonial o personal del mismo (p.
ej., demanda de alimentos)
Domicilio, ausencia y declaración de fallecimiento
1. Pasado un año desde las últimas noticias o, a falta de éstas, desde su desapa-
rición, si no hubiese dejado apoderado con facultades de administración de todos
sus bienes.
2. Pasados tres años, si hubiese dejado encomendada por apoderamiento la
administración de todos sus bienes”22.
No se trata, pues, de una mera desaparición provisional, sino de una desaparición
cualificada —una falta de noticias— por el transcurso de los plazos previstos en el art.
183 CC, lo que impondrá la obligación de solicitar judicialmente la situación de au-
sencia a las personas determinadas en el art. 182 CC, con independencia de que con
anterioridad se hubiese nombrado un defensor.
22
El art. 183.II CC precisa que “la muerte o renuncia justificada del mandatario, o la caducidad
del mandato, determina la ausencia legal, si al producirse aquellas se ignorase el paradero del
desaparecido y hubiere transcurrido un año desde que se tuvieron las últimas noticias, y, en su
defecto, desde su desaparición. Inscrita en el Registro Civil la declaración de ausencia, quedan
extinguidos de derecho todos los mandatos generales o especiales otorgados por el ausente”.
23
Procesalmente, se rige por los arts. 70-73 LJDV. Instada la declaración de ausencia ante el
Secretario Judicial, se acordará una comparecencia ante él del solicitante, el Ministerio Fiscal,
y las personas indicadas en la solicitud (parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad, y
segundo por afinidad, así como todos aquellos interesados), en el plazo de un mes, junto a la
publicación por edictos de la resolución de admisión.
Derecho Civil I
24
De igual modo, hay que tener presente que los actos de disposición o gravamen realizados por
el representante de ausente requerirán la correspondiente autorización (art. 186.III CC), y tan
sólo en este caso, sus actos prevalecerán sobre los del ausente. En esta materia, será determi-
nante la anotación de la resolución de ausencia legal así como la designación del representante,
en el Registro civil. El único legitimado para poder disponer de tales bienes, contando con la
licencia judicial, será el representante, inmovilizándose a estos efectos las facultades de dispo-
sición y en general administración de los bienes, por el ausente. En tal sentido, se habla de la
existencia de un patrimonio separado, el administrado por el representante y el que tenga el
ausente vivo allí donde se encuentre.
Domicilio, ausencia y declaración de fallecimiento
3. La declaración de fallecimiento
La tercera de las situaciones a las que puede dar la “ausencia”, entendida ésta
en sentido amplio la constituye la declaración de fallecimiento, la cual llevará
consigo la finalización del estado de incertidumbre sobre la existencia del desapa-
recido, con efectos equiparables a los de la muerte física, aunque no coincidentes.
A) Concepto y requisitos
La conveniencia a efectos prácticos de poner fin, bajo determinadas circuns-
tancias, al estado de pendencia de las relaciones jurídicas del desaparecido, se
tiene que conjugar con la principal nota distintiva respecto a la defunción: la
25
En cualquier caso, será necesario iniciar un nuevo procedimiento que ponga fin a la situación
de ausencia por resolución judicial motivada (auto).
26
Conforme al art. 1291.2º CC, los contratos celebrados en representación del ausente, serán
rescindibles siempre que se hubiese producido una lesión en más de una cuarta parte del valor
de los bienes. Se exceptúan los actos de disposición realizados con la correspondiente licencia
del Secretario Judicial (art. 186.III CC).
Derecho Civil I
27
La declaración de fallecimiento es inscribible en el Registro civil (art. 198 CC y arts. 46 LRC y
179 RRC), así como en el Registro de la propiedad (art. 2.4 LH y art. 10 RLH).
28
Dicha resolución, que revestirá la forma de decreto, recaerá como resultado de un proceso, de
acuerdo con las pautas del art. 74 LJV. El proceso se iniciará a petición por parte interesada o
del Ministerio Fiscal, según la causa que se alegue (art. 193, 1, 4 y 5 y art. 194 CC; y art. 194.2
y 3 CC, respectivamente). No es obligatorio instar la declaración de fallecimiento, ni necesa-
riamente subsiguiente a una declaración de ausencia legal (art. 74.2 LJV). En este sentido, por
parte interesada debe entenderse cualquiera que presente un interés legítimo en la declaración,
sea de carácter patrimonial o personal.
29
Esto es, que se podrá solicitar la declaración de ausencia a una persona de setenta años, pa-
sados cinco años, computándose el plazo a partir de la finalización del año natural en que se
tuvieron las últimas noticias, o en su defecto, de su desaparición (a quo: el 31 de diciembre).
En el caso de que cumpliese los setenta y cinco años con posterioridad al plazo de cinco años,
pero antes del general de diez años, se podrá instar desde tal momento.
Domicilio, ausencia y declaración de fallecimiento
2º. Tres meses, en caso de siniestro, sin tenerse noticias, desde su cesación (art.
193.I.3º CC). Por siniestro, en contraposición a la violencia del mismo artículo, pa-
rece referirse a sucesos ajenos al menos directamente, a la acción del hombre (así,
tormentas, accidentes laborales, explosiones o catástrofes naturales)
3º. Operaciones de campaña: dos años de desaparición, desde el tratado de paz
o, en su caso, desde la declaración oficial de la guerra (art. 194. 1º CC). Desde el
punto de vista de los sujetos, habrán de pertenecer a un contingente armado o bien
estar unidos a él en calidad de funcionarios auxiliares voluntarios o bien con labores
informativas, y deberán haber participado en operaciones de campaña en tiempo de
guerra, desapareciendo en ellas. Así, no parece que sea de aplicación en supuestos
de operaciones militares de carácter civil (policíaco) o maniobras, aplicándose el
régimen general en tales casos.
4º. Naufragio: ocho días de desaparición, desde el momento de la comprobación
del naufragio o inmersión en mar, presumiéndose el naufragio si no arriba a su des-
tino o bien no retorna a puerto transcurrido el plazo de un mes a contar desde las
últimas noticias o en su defecto, desde la fecha partida (art. 194. 4º CC). Los plazos
se entienden acumulativos, debiendo esperarse nueve meses antes de poderse instar
la declaración de fallecimiento en cuanto no se ha podido constar el naufragio.
5º. Siniestro aéreo: ocho días de desaparición desde la comprobación del sinies-
tro de la aeronave ante la falta de noticias de sus ocupantes, o la imposibilidad de
identificar los restos humanos que en su caso se encuentren. De igual modo que en el
supuesto anterior, se presumirá el siniestro, si transcurre un mes desde de la falta de
noticias sean de las personas, sea de la aeronave o en su defecto, desde el momento
de partida, si se trata de un viaje sobre mares, zonas desérticas o deshabitadas (art.
194.5º CC). En el caso de que se trate de un viaje por etapas, el plazo se iniciará en
la última escala en que se recibieron noticias. Los plazos son acumulativos.
Por lo general, en los supuestos de desaparición prolongada (art. 193 CC), la fecha de la
muerte se fijará en el último día del cómputo de los plazos, pero tal regla no parece adecua-
da para el resto de supuestos (violencia, naufragio o siniestro y operaciones de campaña) en
que, por su propia naturaleza, se ha entendido más lógico que la muerte se produjo en el mo-
mento del siniestro, naufragio o situación violenta, es decir, el riesgo inminente de muerte.
B) Efectos
Las consecuencias de la declaración de fallecimiento, similares a las de la de-
función, se proyectan tanto en la esfera patrimonial, como en la personal y fami-
liar: cese de la situación de ausencia legal, cuando le haya precedido (art. 195.I CC
Derecho Civil I
y art. 74.2 II LJV); disolución del matrimonio (art. 85 CC, en la redacción dada por
la Ley 30/1981, de 7 de julio)30; y extinción de la patria potestad (art. 169.1º CC)31.
En la esfera estrictamente patrimonial, la declaración de fallecimiento provoca
la extinción de las relaciones obligatorias no transmisibles por causa de muerte32.
Así, los derechos que se hayan constituido en consideración de la persona, como
el usufructo (art. 513.1º CC) o los derechos de uso y habitación (art. 529 CC), o contra-
tos que se extinguen con la muerte de cualquiera de las partes, como el mandato (art.
1732.3º CC) o el contrato de sociedad (art. 1700.3º CC).
30
Por lo que el cónyuge presente podrá volver a contraer matrimonio. Si el declarado fallecido
aparece, el segundo matrimonio se mantendrá vigente. De igual modo, la Ley 7/1981 no tiene
efectos retroactivos, respecto a los matrimonios celebrados con anterioridad a su entrada en
vigor. V. en este sentido RDGRN 18 febrero 1995 (RAJ 1995, 2280).
31
¿Revivirá la patria potestad sobre los hijos? Y en el caso de que hayan sido adoptados, ¿la
habrá perdido definitivamente? El art. 169.1º CC parece claro al respecto de ambas preguntas:
la patria potestad se habrá extinguido, por lo que habrían desaparecido los vínculos jurídicos
respecto a los hijos.
32
La equiparación a la defunción de la persona se proyectará igualmente a los derechos, facultades
y obligaciones que pueden derivarse de ella, como los derechos de viudedad, o los derivados del
contrato de seguro de vida. V., respecto a la primera de las cuestiones, STS (3ª) 24 febrero 1987
(RAJ 1987, 1009); y, respecto de la segunda de ellas, STS 18 junio 2010 (Tol 1881367).
33
Ante tal circunstancia, será necesario iniciar el correspondiente procedimiento judicial por la
vía del art. 2043 LEC 1881, que tras comprobarse la identidad del sujeto, concluirá con auto
Domicilio, ausencia y declaración de fallecimiento
IV. CUESTIONARIO
1º. ¿El domicilio civil de las personas coincidirá necesariamente con el deter-
minado en el padrón municipal?
2º. ¿Qué es el denominado domicilio electivo?
3º. ¿Cuándo procederá nombrar un defensor de una persona desaparecida?
4º. ¿Cuáles son las funciones del defensor del desaparecido?
5º. ¿Cuándo se debe proceder a instar la declaración de ausencia legal?
6º. ¿Cuáles son las funciones del representante del ausente?
7º. ¿Cuándo procederá la declaración de fallecimiento?
8º. ¿Puede declararse a una persona fallecida sin haber sido previamente de-
clarada ausente?
9º. Determine los efectos de la declaración de fallecimiento.
10º. Determine los efectos que produce la reaparición del declarado fallecido.
V. CASOS PRÁCTICOS
Cuestiones
1. ¿Cuál sería el domicilio civil de Álvaro?
2. ¿Estarían justificadas en Derecho sus alegaciones?
Cuestiones
1. Determine las actuaciones que puede acometer un tercero interesado en las situacio-
nes jurídicas de Álvaro Pespunte localizables en el texto.
2. Concrete el momento en que se abre la sucesión hereditaria de Álvaro Pespunte, y
en su caso, el sucesor.
Domicilio, ausencia y declaración de fallecimiento
I. LA NACIONALIDAD
La nacionalidad es un vínculo jurídico existente entre la persona y el Estado; y
de ahí que se entienda como aquella relación jurídica que se crea entre ambos, en
virtud de la cual se le atribuyen determinados derechos y deberes derivados de la
integración de éste en una organización política y territorial.
La obtención de la nacionalidad no constituye un derecho subjetivo, sino un
acto que constituye una de las más plenas manifestaciones de la soberanía de un
Estado que entraña el otorgamiento de una cualidad que lleva implícita un con-
junto de derechos y obligaciones.
La CE enuncia algunos principios básicos en relación a la nacionalidad en su art. 11,
como que la nacionalidad española se adquiere, se conserva y se pierde de acuerdo con lo
establecido por la Ley, que ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad.
El Estado podrá además concertar tratados de doble nacionalidad con los países ibe-
roamericanos o con aquellos que hayan tenido o tengan una particular vinculación con
España. En estos mismos países, aun cuando no reconozcan a sus ciudadanos un derecho
recíproco, podrán naturalizarse los españoles sin perder su nacionalidad de origen. Estos
principios encuentran correspondencia en el articulado del CC, en la normativa y en el art.
15 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece el derecho de toda
persona a una nacionalidad, y a no verse privado arbitrariamente de su nacionalidad ni del
derecho a cambiarla.
En consonancia con los principios que identifican la nacionalidad, las personas con
discapacidad accederán en condiciones de igualdad a la nacionalidad española. Será
nula cualquier norma que provoque la discriminación, directa o indirecta, en el acceso
de las personas a la nacionalidad por residencia por razón de su discapacidad. En los
procedimientos de adquisición de la nacionalidad española, las personas con discapaci-
dad que lo precisen dispondrán de los apoyos y de los ajustes razonables que permitan
el ejercicio efectivo de esta garantía de igualdad1.
1
V. Disposición adicional duodécima. Acceso a la nacionalidad española en condiciones de
igualdad, de acuerdo al Texto refundido de la Ley General de las personas con discapacidad
Nacionalidad y vecindad civil
5
V. en este sentido STS 22 abril 2004 (Tol 421433).
6
La jurisprudencia es reiterada en este punto. V. en este sentido STS 24 de abril de 1999 (Tol
1715810), STS 22 junio 1982 (RAJ 1982,4829), STS 8 noviembre 1993 (RAJ 1993, 8607) y
STS 21 diciembre 1998 (Tol 1715584).
Nacionalidad y vecindad civil
A) Adquisición originaria
En la adquisición originara la atribución es directa, sin necesidad de trámite
alguno. y concede un régimen privilegiado en relación con la nacionalidad deriva-
da, porque al ser automática concede todos los derechos previstos en la CE para
los españoles.
La idea esencial que hay que destacar es que la nacionalidad originaria constituye
una categoría dentro del derecho que justifica un régimen privilegiado. Los españoles de
origen no pueden ser privados de su nacionalidad, a tenor del art.11.2 CE y art. 25.1 CC,
esto significa que no pueden perderla por sanción, aunque sí por otras circunstancias7.
a) Por filiación
La adquisición de la nacionalidad española por filiación natural aparece regu-
lada en el art. 17.a) CC, considerando como españoles a los nacidos de padre o
madre que sean españoles, bien por línea materna o paterna, sin discriminación
alguna y con independencia de que la filiación sea matrimonial o no.
La nacionalidad de los padres (bien el padre o la madre) ha de ser española al
momento del nacimiento, sin que se tome en consideración si es de origen o no.
La adquisición de la nacionalidad española por adopción aparece regulada en
el art.19.1 CC. Conforme a este artículo, el extranjero menor de 18 años adop-
7
Un ejemplo de ello sería por renuncia expresa a la nacionalidad. V. en este sentido RDGRN 5
marzo 2007 (Tol 1044488).
Derecho Civil I
8
La adopción internacional sigue la misma suerte (cfr. art. 9.5 CC, en la redacción dada otorga-
da por la Ley 54/2007, de 28 de diciembre, de adopción internacional).
9
V. a este respecto RDGRN 22 junio 2001 (Tol 266205).
Nacionalidad y vecindad civil
c) Por opción
Constituye una facultad que otorga la ley a quien no siendo español pueda
optar por la misma, por lo tanto estamos en presencia de una situación de excep-
ción al tratamiento común de la nacionalidad originaria, por lo que la adquisición
no se produce automáticamente, debiendo el interesado en obtenerla solicitarla
mediante declaración de voluntad, y teniendo en cuenta los requisitos previstos
en la ley10.
La regulación jurídica se encuentra en el CC y en la Ley 52/2007, de 26 de
diciembre, conocida como Ley de Memoria Histórica.
Los supuestos a los que hace referencia son los siguientes:
1º) Los extranjeros cuya filiación se determine respecto de un español o cuyo
nacimiento en España se establezca después de cumplir los 18 años de edad. Se
concede un plazo de dos años para optar, en virtud del art. 17.2 CC.
2º) Los extranjeros mayores de 18 años de edad, que haya sido adoptados por
un español. Se concede un plazo de dos años desde que se ha producido la misma,
de acuerdo a lo previsto en el art.19. 2 CC.
3º) Habrá, además, que tener en cuenta lo previsto en la Disposición adicional
7ª de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, que estableció la posibilidad de adquirir
por opción la nacionalidad española de origen a las personas cuyo padre o madre
hubieran sido originalmente españoles y a los nietos de quienes perdieron o tu-
vieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio11.
Esta modalidad de adquisición de la nacionalidad constituye una ficción
jurídica que permite que una persona adquiera la nacionalidad por origen des-
pués de su nacimiento, por lo cual se extiende a las personas sujetas a la patria
potestad de un español, o a los que hayan sido adoptados. Esta modalidad está
sujeta al cumplimiento de determinados plazos que fija la ley, de ahí que la ley
regule que la opción caducará a los veinte años, pero si el optante no estuviere
emancipado según su ley personal al llegar a los dieciocho años, el plazo para
optar se prolongará hasta que transcurran dos años desde la emancipación. La
Ley de Memoria Histórica igualmente estableció un determinado plazo para el
ejercicio del derecho a optar por la nacionalidad española, de dos años luego
de publicada la ley12.
10
Así lo ha visto la RDGRN 20 noviembre 1993 (RAJ 1994, 567).
11
A este respecto habrá que tener en cuenta lo previsto en la Instrucción 4 noviembre de 2008,
que estableció las reglas orientativas acerca de la interpretación sobre la nueva regulación y la
práctica registral en referencia a ello.
12
El ejercicio del derecho caducaba en el 2010, pero el legislador reguló la posibilidad de la pró-
rroga del mismo a otro año.
Derecho Civil I
B) Adquisición derivativa
La adquisición de la nacionalidad derivativa consta de varias modalidades: la
adquisición por opción, por residencia, por carta de naturaleza y por posesión de
estado.
La adquisición de la nacionalidad española derivativa presenta determinados
requisitos comunes para su validez, que prevé el art. 23 CC, que se resumen en ju-
rar fidelidad al Rey, y obediencia a la Constitución y a las leyes (para mayores de
14 años), la renuncia a la anterior nacionalidad del interesado, con la excepción
de los países que aparecen consignados en el apartado 1 del art. 24 CC13, y los
sefardíes originarios de España14, y, como último requisito, que la adquisición se
inscriba en el Registro Civil.
a) Por opción
Consiste en la facultad de optar por la nacionalidad española, no de origen, en
virtud de lo previsto en el art. 20.1 CC. Cabe decir que este tipo de adquisición no
es voluntaria ni automática y requiere la solicitud del interesado.
La ley reconoce esta facultad de opción:
1º) A las personas que hayan estado o estén o hayan estado sujetos a la patria po-
testad de un español. En este caso, por lo menos uno de los padres ha de ser español15.
2º) A las personas, cuyo padre o madre hubiera sido originariamente español
y nacido en España.
b) Por residencia
La nacionalidad española también se adquiere por residencia en España, en las
condiciones que regula el ordenamiento jurídico y mediante la concesión otor-
gada por el Ministro de Justicia, que podrá denegarla por motivos razonados de
orden público o interés nacional. Constituye la forma más común de acceso a la
nacionalidad española por parte de los extranjeros que viven en España.
La concesión de la nacionalidad española por residencia, que exige solicitud del
interesado, se regula en los arts. 21 y 22 del CC, exigiendo dos tipos de requisitos.
El primer requisito es la residencia legal16, continuada17, e inmediatamente an-
terior a la petición18, durante determinados plazos, de diez, cinco, dos o un año,
que, según los casos, se establece.
18
menor de edad nunca ha estado sometido a la patria potestad de un español. Y aun cuando
la madre haya vuelto a recuperar su nacionalidad de origen, si el hijo era mayor de edad le ha
denegado el derecho. V. en este sentido RDGRN 23 febrero 2000 (Tol 140146).
16
Ha de tratarse siempre de una “residencia legal”, entendiendo por tal únicamente la que se
encuentra amparada por el correspondiente permiso de permanencia o autorización de resi-
dencia, obtenida legalmente, de ahí que no basta, al objeto indicado, cualquier estancia o per-
manencia en territorio español, aunque sea legal (la de los miembros del servicio diplomático
o consular de una nación extranjera, o de los miembros de fuerzas extranjeras destacadas en
España, o de extranjeros con pasaporte debidamente visado, etc.).
17
La permanencia continuada no se entiende interrumpida por ausencias cortas o viajes al ex-
tranjero, así lo ha matizado la jurisprudencia en la materia. V. en este sentido STS 19 septiem-
bre 1988 (Tol 1735964), aunque en el supuesto por ella resuelto las ausencias de la persona
que solicitaba la nacionalidad excedían un tiempo razonable de permanencia, ascendiendo a
un total de quinientos trece días (lo que integraba un año, cuatro meses y veintiocho días). La
STS 23 mayo 2001 (Tol 33200) ha admitido que se sume en el período para computarse el
tiempo de permanencia, el período en que un hijo que aunque tenía más de 18 años de edad
figuraba en el permiso de residencia del padre y tenía tarjeta de estudiante.
18
No obstante ello, el requisito de que la residencia sea inmediatamente anterior a la petición
también habrá de ajustarse a cada caso en concreto. Así lo ha entendido la jurisprudencia en
el supuesto de la pérdida de tarjeta de residente comunitario por separación, al decir: “No es
evidente que la mera pérdida de vigencia de la tarjeta de familiar de residente comunitario
suponga que automáticamente su titular pase a encontrarse en una situación de estancia ile-
gal en España; máxime cuando, como ocurre en el presente caso, el solicitante seguramente
tenía derecho a residir en territorio español por otros conceptos, tales como tener la custodia
de su hijo menor de nacionalidad española”. V. en este sentido STS (Sala de lo Contencioso-
Administrativo) 11 mayo 2010 (Tol 1 860263).
Derecho Civil I
2º) Dicho plazo se reduce a cinco años “para los que hayan obtenido la condición de
refugiado y dos años cuando se trate de nacionales de origen de países iberoamericanos,
Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal o de sefardíes”.
3º) Bastará el plazo de un año para las siguientes personas: el que haya nacido en
territorio español; el que no haya ejercitado oportunamente la facultad de optar; el que
haya estado sujeto legalmente a la tutela, guarda o acogimiento de un ciudadano o insti-
tución españoles durante dos años consecutivos, incluso si continuare en esta situación
en el momento de la solicitud; el que al tiempo de la solicitud llevare un año casado con
español o española y no estuviere separado legalmente o de hecho; el viudo o viuda de
española o español, si a la muerte del cónyuge no existiera separación legal o de hecho.;
y el nacido fuera de España de padre o madre, abuelo o abuela, que originariamente
hubieran sido españoles.
El segundo requisito, que se desdobla en dos, consiste “la buena conducta cí-
vica y el suficiente grado de integración en la sociedad española”19, que deberán
ser justificadas por el interesado en expediente tramitado ante el Registro Civil
(art. 24.4 CC)20.
La existencia de antecedentes penales no es suficiente para la denegación de la na-
cionalidad de una persona; aunque es un elemento a tener en cuenta, también existen
otras condicionantes, como las circunstancias concurrentes, la índole del delito cometi-
do y todos los elementos vinculados con el supuesto, que inciden en la concesión o no
de la misma21.
19
Estos requisitos recaen sobre determinados parámetros que indican un estándar medio de
conducta capaz de ser asumido por cualquier individuo y cultura, en definitiva por un hombre
medio y común. V. en este sentido STS de 22 abril 2004 (Tol 421433).
20
La conducta cívica ha de ser justificada lo que significa que el interesado debe acreditar en el
expediente la concurrencia del citado requisito, no estamos en presencia de una presunción,
por lo que ha de probarse por la persona que la solicita.
21
V. a este respecto STS (Sala de lo Contencioso-Administrativo) 5 octubre 2002 (Tol 222240).
22
V. en este sentido STS (Sala de lo Contencioso Administrativo) 13 junio 2011 (Tol 2155257).
Por ello, en supuestos de poligamia por la jurisprudencia que ha denegado la nacionalidad a
marroquí casado con dos mujeres; por considerar que la poligamia no es simplemente algo
contrario a la legislación española, sino algo que repugna al orden público español, que cons-
tituye siempre un límite infranqueable a la eficacia del Derecho extranjero (art. 12.3 CC). V. en
este sentido STS (Sala de lo Contencioso-Administrativo) 26 julio 2004 (Tol 502400).
Nacionalidad y vecindad civil
23
V. en este sentido STS (Sala de lo Contencioso-Administrativo) 20 octubre 2010 (Tol 1978044).
24
V. a este respecto SAN 31 enero 2001 (Tol 45494).
25
V. RDGN 23 junio 2000 (Tol 140146), en la cual se dan valor a los documentos administrati-
vos expedidos por las autoridades españolas como signos de posesión de estado y por tanto ser
tenidos en cuenta como medios de prueba.
26
V. en este sentido RDGRN 30 mayo 2002 (Tol 474291).
Derecho Civil I
b) La renuncia.
Según el art. 24.2 CC, “En todo caso, pierden la nacionalidad española los españoles
emancipados que renuncien expresamente a ella, si tienen otra nacionalidad y residen
habitualmente en el extranjero”.
27
Éste es el supuesto más frecuente.
28
Esta protección hacia los emigrantes o hijos de emigrantes que regula este precepto, tiene co-
mo finalidad la de orientar su política hacia el retorno a España de los trabajadores españoles
Nacionalidad y vecindad civil
V. LA VECINDAD CIVIL
1. Concepto y significación jurídica
La vecindad civil, como dice el art. 14.1 CC, determina la “sujeción de la per-
sona al Derecho civil común, o al especial o foral” de una Comunidad Autónoma.
La vecindad civil es un estado civil o condición de la persona, pues establece la
ley regional aplicable (lo que comporta importantes consecuencias jurídicas, p.ej., en
materia sucesoria o de régimen económico matrimonial), influyendo en su capacidad
de obrar29.
La vecindad civil es un concepto diferente a la vecindad administrativa. El elemen-
to determinante para la adquisición de la vecindad civil es la residencia habitual, que
a su vez se identifica con el domicilio civil, siendo una cuestión distinta a la vecindad
administrativa que se deduce de la inscripción en el padrón municipal30.
en el extranjero, conforme con lo previsto en el art. 42 CE.V. en este sentido STS (Sala de lo
Contencioso-Administrativo) 18 mayo 2009 (Tol 1564551).
29
Cada persona tiene una vecindad, no cabe hablar de la existencia de una doble vecindad. Las
personas jurídicas tienen vecindad civil igualmente, aunque el CC sólo haga referencia a las
personas físicas.
30
La jurisprudencia así lo ha reafirmado al señalar que el domicilio no debe confundirse con la ve-
cindad, según la Ley municipal, y que sólo deben merecer la calificación de principios de prueba
las certificaciones del censo de población, censo electoral y padrón de habitantes. V. en este sentido
STS 15 noviembre 1991 (Tol 1727930). De ahí que “las vecindades administrativas no siempre
coinciden con el efectivo domicilio, teniendo escasa influencia las certificaciones administrativas
que derivan de los datos del padrón municipal de habitantes, siendo el lugar de residencia habitual
aquel que corresponde a la residencia permanente e intencionada en un precisado lugar debiendo
tenerse en cuenta la efectiva vivencia y habitualidad, con raíces familiares y económicas”. V. en este
sentido STS 14 septiembre 2009 (Tol 1597467).
Derecho Civil I
c) La opción
Se contemplan dos supuestos.
En primer lugar, “En todo caso el hijo desde que cumpla catorce años y hasta
que transcurra un año después de su emancipación podrá optar bien por la vecin-
dad civil del lugar de su nacimiento, bien por la última vecindad de cualquiera de
sus padres. Si no estuviera emancipado, habrá de ser asistido en la opción por el
representante legal” (14.3 CC).
En segundo lugar, aunque el “matrimonio no altera la vecindad civil”, conser-
vando pues, cónyuges la que tuvieran antes de casarse, sin embargo, cualquiera
de ellos, siempre que no estuvieran separados (legalmente o de hecho), “podrá, en
todo momento, optar por la vecindad civil del otro” (art. 14.4 CC).
d) La residencia
La vecindad civil se adquiere por la residencia continuada “durante dos años,
siempre que el interesado manifieste ser esa su voluntad”31 (declaración positiva);
31
La declaración de voluntad la que se ha tomado por válida de acuerdo a la jurisprudencia es la
que se ha hecho frente al encargado del Registro Civil o el Registro Consular, sin que puedan
Nacionalidad y vecindad civil
así como por la “residencia continuada de diez años, sin declaración en contrario
durante este plazo” (declaración negativa). “Ambas declaraciones se harán cons-
tar en el Registro Civil y no necesitan ser reiteradas” (art. 14.5 CC).
Así, si un navarro reside de manera continuada en Aragón, durante diez años, adqui-
rirá la vecindad civil aragonesa. Si quiere evitarlo, tendrá que acudir al Registro Civil y
hacer una declaración de querer conservar su vecindad civil originaria (la navarra).
A lo dicho, hay que añadir que el art. 15.6 CC contiene una cláusula de cierre
para resolver los supuestos dudosos. A tenor del precepto, “En caso de duda pre-
valecerá la vecindad civil que corresponda al lugar de nacimiento”.
La adquisición de la nacionalidad española por parte de extranjero lo obliga a optar
por la vecindad civil, teniendo en cuenta el principio de que nadie puede carecer de
vecindad. Se sigue lo previsto en el art.15.1.I CC, el cual establece las diversas opciones:
la correspondiente al lugar de residencia, la del lugar de nacimiento, la última vecindad
de cualquiera de sus progenitores u adoptantes o la del cónyuge. En el caso de que la
nacionalidad se haya obtenido por carta de naturaleza, no cabe esta opción, siendo la
vecindad civil la que el Real Decreto conceda, en virtud del art.15.2 CC
VI. CUESTIONARIO
1º) ¿Considera usted que la nacionalidad constituye un estado civil?
2º) ¿Cómo se adquiere la nacionalidad española?
Cuestiones
1) Dentro de las diversas opciones que le ofrece la ley para solicitar la nacionalidad, de
ser usted el abogado de Chan, ¿cuál le hubiera aconsejado?
2) Qué requisitos habrían de tenerse en cuenta para la solicitud de la misma?
3) ¿Podría concederse la nacionalidad a pesar de la multa? Razone jurídicamente te-
niendo en cuenta los requisitos necesarios para optar por la misma.
llamado Chinatown. Una vez al mes visita Barcelona para ver a su pequeño Mao nacido
en diciembre de 2011.
Cuestiones
1) ¿Qué sucede con la nacionalidad española del Sr. Chan adquirida en el año 2010?
2) ¿Al adquirir la nacionalidad, qué otro estado civil adquiere el Sr. Chan?
3) ¿Qué nacionalidad y vecindad adquiere el pequeño Mao? Argumente de acuerdo
al CC.
4) ¿Pierde la vecindad catalana el sr Chan por mudarse a Murcia? Explique.
VIII. BIBLIOGRAFÍA
Alarcón Moreno, J.: “¿Futura reforma del sistema de adquisición de la nacionalidad española por
residencia?”, Cizur Menor, 2012; Cobas Cobiella, M. E.: “ Una mirada a los requisitos de la
obtención de la nacionalidad española por residencia”, en Barataria: Revista Castellano- Man-
chega de Ciencias Sociales, Toledo, 2014; Cobas Cobiella, M. E.: “Nacionalidad y Registrado-
res de la Propiedad: una curiosa combinación”, Diario La Ley, 2013; Delgado Echevarría,
J.: “Comentario a los arts. 14 y 15 CC”, en AA.VV.: Comentarios al Código civil, I, Título Pre-
liminar, Barcelona, 2000; Díaz Fraile, J.M.: El derecho de opción a la nacionalidad española
establecido por la Ley de Memoria Histórica. Exégesis de la disposición adicional séptima de la
Ley 52/2007, Madrid, 2010; Montes Rodríguez, M.P.: “Competencia legislativa de la Comu-
nidad Autónoma Valenciana en materia de Derecho Civil,”, Valencia, 2008; Navarro Gómez-
Ferrer, S., Llopis Rausa, F., Ortega Giménez, A., Cobas Cobiella, M.E.: “Adquisición de
la nacionalidad española por residencia: la encomienda de nacionalidad a los Registradores de
la Propiedad”, Diario La Ley, 2013; Ortega Giménez, A.: Antecedentes penales y acceso a la
nacionalidad española, Cizur Menor, 2011; Ortega giménez, A, Herrero Botella, J.M, y
Palomar Olmeda, A.: Tratado de Extranjería, Cizur Menor, 2010; Sillero Crovetto, B.: “La
vecindad civil como criterio de vinculación en un estado plurislegislativo: nuevos retos ante el
avance de las competencias del legislador de la UE”, Revista Doctrinal Aranzadi Civil- Mercan-
til, núm 7, Cizur, 2015.
Lección 11
Autonomía privada: el derecho subjetivo
I. CONSIDERACIONES PRELIMINARES
La autonomía privada es el poder concedido a la persona para gobernar su
propia esfera jurídica. Se trata, pues, de una manifestación de la “libertad” de la
persona, la cual es reconocida como un valor superior del ordenamiento jurídico
por el art. 1.1. CE, y, más específicamente, de un medio al servicio del principio de
libre desarrollo de la personalidad, consagrado en el art. 10.1 de la Constitución,
que se manifiesta fundamentalmente en tres instituciones:
a) El derecho subjetivo, es decir, la atribución a la persona de un poder jurídico
sobre una serie de bienes, cuyo ejercicio queda a su arbitrio y cuya efectivi-
dad es protegida por el ordenamiento jurídico.
b) El patrimonio, esto es, la concesión de un poder de disposición sobre un
conjunto de bienes y derechos de naturaleza económica, de los que se es
titular.
c) El negocio jurídico, en virtud del cual se reconoce la posibilidad de crear,
modificar y extinguir relaciones jurídicas, a las que se reconocen efectos, en
cuanto son queridos por las partes que en el intervienen: su expresión más
típica en el ámbito patrimonial es el contrato.
el concreto poder que dichas normas jurídicas conceden a una persona sobre los
propios bienes de su personalidad (p. ej., su honor, intimidad o propia imagen) o
sobre un objeto del mundo exterior (una cosa, si estamos ante un derecho real,
como sucede en el derecho de propiedad, o una conducta del deudor, si estamos
ante un derecho de crédito, como por ejemplo, el pago de la renta mensual en el
arrendamiento de una vivienda).
Así, el art. 348 CC, que reconoce el derecho de propiedad, es una norma jurídica,
que forma parte del Derecho objetivo. En cambio, la concreta propiedad, que en virtud
de esa norma, corresponde a una persona sobre un bien determinado es un derecho
subjetivo (en este caso, de propiedad).
a) sujeto;
b) objeto;
c) contenido.
A) Sujeto
El sujeto es la persona a la que se concede el poder jurídico en que el derecho
subjetivo consiste. Técnicamente, la cualidad de pertenencia del derecho subjetivo
a un determinado individuo se llama titularidad. Sin embargo, es también usual
hablar de sujeto pasivo para designar, no el titular del derecho, sino el obligado a
padecer su ejercicio.
Por ejemplo, en una relación jurídico-personal, el acreedor es el titular del derecho
de crédito, mientras que el deudor es el sujeto pasivo.
B) Objeto
El objeto del derecho subjetivo es aquello sobre lo que recae el poder del titu-
lar, que puede ser:
a) Una cosa, en cuyo caso hablamos de derechos reales (p. ej., el derecho de
propiedad o de usufructo sobre una casa).
b) Un comportamiento de determinada persona, llamada deudor, en cuyo ca-
so se trata de derechos personales o de crédito, p. ej., el derecho del arrendador
(acreedor) a obtener el pago de renta mensual del inquilino (deudor) o el del pres-
tamista (acreedor) a pedir al prestatario (deudor) la restitución del capital, junto
con el pago de los intereses pactados.
c) Un bien o atributo inherente a la persona, que es lo que sucede en los dere-
chos de la personalidad (p. ej., el derecho a la vida o al honor).
C) Contenido
El contenido de un derecho subjetivo está formado por las facultades que lo
integran.
Así, el del derecho de propiedad es el de gozar y disponer de una cosa, sin
más limitaciones que las establecidas en las leyes (art. 348 CC); el del derecho de
prenda, poseer la cosa pignorada e instar la venta de la misma, en caso de impago
del crédito garantizado (art. 1872 CC); o el del retracto, la facultad del retrayente
de subrogarse en las mismas condiciones del adquirente de un determinado bien
(art. 1521 CC)
Autonomía privada: el derecho subjetivo
B) La buena fe
La buena fe es un límite genérico o institucional, porque, al igual que el abuso
de derecho, es exigible respecto de toda clase de derechos subjetivos.
El art. 7.1 CC dispone que “los derechos deberán ejercitarse conforme a las
exigencias de la buena fe”, lo que significa que no está permitido realizar actos
de ejercicio de un derecho subjetivo, que, aunque, en principio, correspondan a
facultades que integren su contenido, sin embargo, se aparten de la regla de leal-
tad que rige en las relaciones sociales, lo que, en última instancia, dependerá de
la apreciación judicial, que deberá tener en cuenta las convicciones imperantes en
cada momento en la sociedad.
Por lo tanto, en el caso en que el titular del derecho lo ejercite de mala fe en perjui-
cio de una persona, ésta podrá oponerse a dicho ejercicio mediante una excepción, que
paralizará la pretensión del titular: es la llamada exceptio doli generalis.
1º) La prohibición de ir contra los actos propios1, lo que significa que el titular
del derecho no puede ejercitarlo contradiciendo lo que objetivamente y de acuer-
do con la buena fe resulta de un comportamiento suyo anterior.
Veamos un ejemplo. El art. 8 LAU prohíbe al arrendatario ceder el contrato de arren-
damiento sin el consentimiento escrito del arrendador. Imaginemos que el arrendador no
consiente por escrito la cesión, pero, una vez enterado de ella, no se opone, e, incluso
acepta recibir una compensación económica por este concepto. Es evidente que luego
no podrá alegar que no consintió la cesión para resolver el contrato de arrendamiento.
1
V. en este sentido SSTS 29 enero 1965 (RAJ 1965, 262), 21 septiembre 1987 (Tol 1739835), 6
junio 1992 (Tol 1660694), 2 febrero 1996 (Tol 1768883), 4 julio 1997 (Tol 215266), 31 enero
2007 (Tol 1040241), 23 octubre 2009 (Tol 1748174) y 20 marzo 2012 (Tol 2494364).
2
V. en este sentido SSTS 29 enero 1965 (RAJ 1965, 262), 21 septiembre 1987 (Tol 1739835),
6 junio 1992 (Tol 1660694), 2 febrero 1996 (Tol 1768883), 4 julio 1997 (Tol 215266) y 31
enero 2007 (Tol 1040241).
Derecho Civil I
C) El abuso de derecho
El art. 7.2 CC prohíbe el abuso de derecho, el cual tiene lugar cuando su titular
lo ejercita de manera antisocial, sobrepasando manifiestamente los límites norma-
les de su ejercicio.
La jurisprudencia ha destacado que el abuso de derecho “es un límite intrínseco del
derecho subjetivo”3, y, asimismo, ha establecido los siguientes requisitos para que con-
curra4, pues se trata, como ha reconocido el Tribunal Supremo, de un “concepto jurídico
indeterminado”5, cuya existencia deberá apreciarse atendiendo al caso concreto: a) el
uso de un derecho, objetiva o externamente legal; b) el daño a un interés no protegido
por una específica prerrogativa jurídica; c) la inmoralidad o carácter antisocial del daño,
manifestada en forma subjetiva (cuando el derecho se actúa con la intención de perjudi-
car o, sencillamente, sin un fin serio o legítimo), u objetiva (cuando el daño proviene de
exceso o anormalidad en el ejercicio del derecho).
Del tenor del precepto resulta que el carácter abusivo de un acto puede ser
consecuencia de la intención de su autor, de su objeto o de las circunstancias en
que se realice el ejercicio del derecho. Por lo tanto, para la existencia de un abuso
de derecho, no es esencial demostrar la existencia de un específico propósito del
titular de perjudicar a una persona6, sin sacar de hecho provecho alguno.
Por ejemplo, se produce un abuso de derecho cuando un vecino no se opone a que
la mayoría de los propietarios del edificio cierren sus terrazas y solamente se opone al
cierre de la terraza de uno de ellos con el que mantiene una contienda, con la evidente
finalidad de perjudicarle; cuando se acude a la vía judicial con una pretensión insoste-
nible desde el punto de vista del Derecho7; cuando se utilizan de forma caprichosa los
cauces legalmente establecidos para la efectividad del crédito hipotecario, iniciando,
primero, un procedimiento ejecutivo común con embargo del inmueble hipotecado,
e interponiendo, luego, un procedimiento judicial sumario de ejecución hipotecaria8;
cuando se requiere a un socio de una sociedad constituida entre hermanos por disposi-
ción testamentaria a que desaloje una de las casas de la sociedad, que venía ocupando,
3
V. a este respecto SSTS 6 febrero 1999 (Tol 2463), 21 diciembre 2000 (Tol 99615) y 21 sep-
tiembre 2007 (Tol 1146779).
4
V. en este sentido SSTS 14 febrero 1944 (RAJ 1944, 293), 6 febrero 1999 (Tol 2463), 21 di-
ciembre 2000 (Tol 99615), 28 enero 2005 (Tol 582622), 25 enero 2006 (Tol 820923) y 19
diciembre 2008 (Tol 1413607).
5
Así, por ejemplo, la STS 6 febrero 1999 (Tol 2463) afirma que “La doctrina del abuso del
derecho es uno de los conceptos denominados concepto jurídico indeterminado o concepto
‘válvula’, que, por ello, no puede ser conceptuado apriorísticamente, sino que es preciso deli-
mitarlo caso por caso”.
6
En este sentido se pronuncia, entre otras, la STS 25 enero 2006 (Tol 820923), que afirma ilus-
trativamente que “no resulta imprescindible el elemento subjetivo —intención de dañar— para
que un derecho pueda entenderse ejercido en forma abusiva”.
7
V. en este sentido ATS 3 octubre 2005 (Tol 715821).
8
V. a este respecto STS 25 enero 2006 (Tol 820923).
Autonomía privada: el derecho subjetivo
sin una razón objetiva que lo justifique9; o cuando un copropietario de una comunidad,
que ostenta una cuota del 50% del edificio, se opone a la división del elemento privativo
del otro, sin que exista una finalidad seria y legítima que justifique la oposición10.
Producido un abuso de derecho, según resulta del art. 7.2 CC, la persona per-
judicada podrá pedir una indemnización de daños y perjuicios, así como la adop-
ción de las medidas administrativas y judiciales tendentes para evitar la persisten-
cia del abuso (esto último puede ser lo que más le interese).
D) La prescripción
El CC dedica el título XVIII del Libro IV a la prescripción. En el capítulo I
contiene normas generales para las dos clases de prescripción que se contemplan,
9
La STS 21 septiembre 2007 (Tol 1146779) afirma en relación con el caso que existe abuso de
derecho porque “Todos los hermanos tienen derecho a ocupar vivienda en las fincas de la so-
ciedad y sólo a doña Julia se le niega el derecho; uno o varios de ellos viven efectivamente allí e
incluso trabajadores y empleados y a ella se le impide. Lo que es importante: ninguna razón se
expresa para motivar el desalojo, ni en el requerimiento, ni en el acta de la Junta de accionistas,
ni en la propia demanda, ni a lo largo del proceso”. Concluye la sentencia que “En definitiva,
no aparece razón objetiva alguna para negar el derecho a ocupar la finca demandada; sí apare-
ce, por el contrario, una extralimitación injustificada por la sociedad demandante, del derecho
a disponer del uso de las fincas que le pertenecen, de cuya sociedad también es accionista la
demandada”.
10
Caso éste resuelto por la ya citada STS 19 diciembre 2008 (Tol 1413607).
Sin embargo, no había intención de perjudicar a nadie en el conocido caso resuelto por la STS
14 febrero 1944 (RAJ 1944, 293). La concesionaria del derecho de extraer arenas del litoral
de Barcelona extrajo un gran volumen de arena de una playa, lindante a la desembocadura de
un río, en el que había una central eléctrica. Como consecuencia de esta excesiva extracción
de arena desaparecieron las defensas naturales frente a las avenidas del río y la acción del mar.
Hubo un temporal y la central eléctrica sufrió cuantiosos daños, cuya reparación pidió y obtu-
vo de los Tribunales.
11
V. en este sentido STS 21 diciembre 2000 (Tol 99615).
12
V. en este sentido STS 29 diciembre 2004 (Tol 564795).
13
V. en este sentido STS 18 junio 2012 (Tol 2572704).
Derecho Civil I
14
V. en este sentido STS 28 enero 1983 (RAJ 1983, 393).
Autonomía privada: el derecho subjetivo
Para el cómputo del plazo habrá que estar a lo dispuesto en el art. 1969 CC,
según el cual “El tiempo para la prescripción de toda clase de acciones cuando
no haya disposición especial que otra cosa determine, se contará desde el día en
que pudieron ejercitarse”; y, así mismo, en el 1960.3º CC. A tenor de este último
precepto, “El día en que comienza a contarse el tiempo se tiene por entero, pero
el último debe cumplirse en su totalidad”.
Pongamos un ejemplo. Se celebra un contrato de arrendamiento sobre un campo,
pactándose pagar las rentas el día uno de cada mes. El arrendatario no paga la renta co-
rrespondiente al mes de enero de 1996. A efectos del cómputo del plazo de prescripción
respecto de la obligación de pagar la renta de ese mes, el 1 de enero de 1996 se cuenta
en su totalidad, desde las 00.00 horas. Por lo tanto, el plazo de prescripción se cumple a
las 00.00 horas del 1 de enero de 2001.
15
Que se puede manifestar, por ejemplo, en la “falta de reconocimiento del deudor correlativa a
la inactividad del acreedor”. V. en este sentido STS 4 octubre 2002 (Tol 225419).
16
La STS 28 enero 1983 (RAJ 1983, 393) afirmó en este sentido que la prescripción “es estimable
sólo a instancia de parte”.
Derecho Civil I
b) Interrupción de la prescripción
La interrupción de la prescripción significa que cuando se produzca cualquier
acto de ejercicio del derecho dentro del plazo, éste deja de correr, entendiéndose
que ha renacido, requiriéndose empezar a contar el plazo prescriptivo desde el co-
mienzo otra vez, caso de que tras ese acto de ejercicio comience una nueva etapa
de actividad del titular.
Según resulta del art. 1973 CC, la interrupción puede realizarse de tres mane-
ras:
1º) Por reclamación judicial del acreedor, mediante la interposición de una de-
manda judicial en la que el titular del derecho subjetivo reclama su cumplimiento.
Una cuestión que se plantea en relación con este punto es si deben atribuírsele efec-
tos interruptivos a la demanda presentada de la que posteriormente se desiste. La doc-
trina ha entendido tradicionalmente que el desistimiento de la demanda no interrumpía
el cómputo del plazo de prescripción, pues dicho desistimiento sólo podía implicar un
reconocimiento implícito de que no se tenía derecho a pedir lo que se pedía. No obstan-
te, un sector más moderno de la doctrina ha optado por realizar una interpretación literal
del precepto, considerando que la mera interposición de la demanda origina el efecto
interruptivo de la prescripción.
El Tribunal Supremo, por su parte, ha sostenido una postura que podría calificarse
de “mixta”, según la cual, en principio, la demanda de la que se desiste no produce
efectos interruptivos, salvo el caso en que ya hubiera sido comunicada a la parte
demandada, pues ésta ya tendría constancia de la reclamación. El fundamento de
esta postura radicaría en que “para que opere la interrupción de la prescripción, es
preciso que la voluntad se exteriorice a través de un medio hábil y de forma adecua-
da, que debe trascender del propio titular del derecho, de forma que se identifique
claramente el derecho que se pretende conservar, la persona frente a la que se pre-
tende hacerlo valer y que dicha voluntad conservativa del concreto derecho llegue
a conocimiento del deudor, ya que es doctrina reiterada que la eficacia del acto que
provoca la interrupción exige no sólo la actuación del acreedor, sino que llegue a
conocimiento del deudor su realización”17.
17
V. en este sentido SSTS 13 octubre 1994 (Tol 208577), 12 diciembre 1995 (Tol 1667939),
12 noviembre 2007 (Tol 1213838), 30 septiembre 2009 (Tol 1627883) y 25 mayo 2010 (Tol
1877891).
Autonomía privada: el derecho subjetivo
18
V. en este sentido SSTS 14 diciembre 2004 (Tol 675939), 22 noviembre 2005 (Tol 795263), 6
febrero 2007 (Tol 1036550), 27 septiembre 2007 (Tol 1150983) y 21 julio 2008 (Tol 1355867),
y, más recientemente, la SAP Madrid 29 junio 2012 (Tol 2597489).
19
V. en este sentido STS 11 marzo 2004 (Tol 360024).
20
V. en este sentido SSTS 18 enero 1968 (RAJ 1968, 448), 27 junio 1969 (RAJ 1969, 3868) y 10
marzo 1983 (RAJ 1983, 1469).
21
V. en este sentido STS 9 mayo 2012 (Tol 2533718).
22
V. en este sentido SSTS 12 mayo 2006 (Tol 934861), 13 septiembre 2007 (Tol 1146776) y 17
mayo 2012 (Tol 2538633).
23
La STS 1 diciembre 2006 (Tol 1019351) entendió, en la misma línea que la sentencia cuya
modificación se solicita en el recurso de casación, que no había existido prescripción de la
acción, siendo determinante, en tal sentido, que los demandados hubieran satisfecho una parte
de los honorarios profesionales que adeudaban a los abogados demandantes, lo que suponía
un inequívoco acto de reconocimiento de deuda.
24
La STS 26 junio 2001 (Tol 32396) afirmó, parafraseando los argumentos de las sentencias de
instancia, que “nunca podríamos estimar que el plazo de prescripción está corriendo mientras
la deuda figurara en la contabilidad de la demandada, lo que, teniendo en cuenta la publicidad
de las cuentas o al menos su permanente conocimiento por los socios de la acreedora, supone
un palmario y constante reconocimiento de la deuda por el deudor con el efecto establecido
por el artículo 1973 del Código Civil”.
25
V. en este sentido SSTS 8 noviembre 1958 (RAJ 1958, 3438), 3 junio 1972 (RAJ 1972, 3591),
18 abril 1989 (RAJ 1989, 3064), 26 septiembre 1997 (Tol 215094), 27 septiembre 2005 (Tol
725233), 3 mayo 2007 (Tol 1073405), 19 octubre 2009 (Tol 1639039), 16 marzo 2010 (Tol
1808696), y 17 julio 2012 (Tol 2594412).
26
V. en este sentido SSTS 13 octubre 1994 (Tol 208577), 27 septiembre 2005 (Tol 725233) y 12
noviembre 2007 (Tol 1213838).
Derecho Civil I
c) Renuncia de la prescripción
Dice el art. 1935 CC que “Las personas con capacidad para enajenar pueden
renunciar a la prescripción ganada27; pero no el derecho de prescribir para lo
sucesivo”.
Es, pues, nula, una estipulación por la que alguna de las partes del contrato re-
nuncie a la posibilidad de hacer valer la prescripción en un futuro. Dicha estipulación
iría contra el interés público en la seguridad del tráfico jurídico. Nada impide, sin
embargo, que, ante una concreta reclamación del titular del derecho, el demandado
no oponga la excepción de prescripción, lo que daría lugar a una renuncia tácita de
la misma28 (art. 1935.II CC), como podría ser no oponer la excepción de prescripción
en el momento procesal oportuno29.
Hay que precisar, no obstante, que el Tribunal Supremo ha recordado que la renuncia
de derechos debe ser interpretada restrictivamente30.
27
V. en este sentido STS 3 julio 1984 (RAJ 1984, 3792).
28
En este sentido, la SAP Valladolid 18 septiembre 1996 (AC 1996, 1540) señala que “En todo caso,
ha de añadirse que el reconocimiento de la deuda, hecho en el proceso, permite la aplicación del
artículo 1935 del Código Civil, comportando una renuncia a la prescripción ganada, en el supuesto
hipotético de que se considerara transcurrido el plazo antes de 1995, conocido es que la renuncia
de la prescripción ganada puede ser tanto expresa como tácita, siendo ésta la que resulta de hechos
de los que deba derivarse tal conclusión”.
29
V. en este sentido AAP Guipúzcoa 16 marzo 1999 (AC 1999, 4033) y SAP Murcia 1 diciembre
2011 (Tol 2342713).
30
V. en este sentido la STS 25 enero 2007 (Tol 1040245), en la que el Supremo entendió que no se
había producido la renuncia de un Ayuntamiento a un terreno que había obtenido por usucapión,
por el mero hecho de haber sido aquél abandonado, pues “El abandono del terreno y de la escuela
en él construida es un hecho material, una dejación de hecho, pero que no implica ni la pérdida del
derecho de propiedad, ni puede derivarse de ello la renuncia a la usucapión ganada, pues para ser
tenida como renuncia tácita, debe resultar de actos que hacen suponer el abandono del derecho
adquirido, como exige el artículo 1935 del Código Civil, lo que no ocurre en el presente caso ya que
cuando se le reclamó la propiedad en trámite administrativo, en 1997 se opuso frontalmente”.
Autonomía privada: el derecho subjetivo
III. CUESTIONARIO
1º. Defina el concepto de autonomía privada.
2º. Distinga entre ‘Derecho objetivo’ y ‘derecho subjetivo’.
3º. Enumere y caracterice brevemente los elementos que integran el derecho
subjetivo.
4º. Diferencie entre derecho subjetivo y potestad.
31
Así lo ha admitido la jurisprudencia del Tribunal Supremo de antiguo, pudiendo consultarse
en este sentido las SSTS 25 junio 1962 (RAJ 1962, 3051), 22 mayo 1965 (RAJ 1965, 3013), 25
mayo 1979 (RAJ 1979, 1893), 1 febrero 1982 (RAJ 1982, 371), 23 diciembre 1983 (RAJ 1983,
6995), 11 octubre 1985 (Tol 1737241), 14 diciembre 1993 (Tol 1655900), 10 noviembre 1994
(Tol 1657127), 12 junio 1997 (Tol 215916) y 31 julio 2000 (RAJ 2000, 6206).
32
La STS 28 enero 1983 (RAJ 1983, 393) señaló en este sentido que la prescripción “es estimable
sólo a instancia de parte, en tanto que la caducidad es acogible también de oficio”.
33
V. AAP Guipúzcoa 16 marzo 1999 (AC 1999, 4033).
34
V. en este sentido SSTS 27 abril 1940 (RAJ 1940, 303), 30 abril 1940 (RAJ 1940, 304), 7 di-
ciembre 1943 (RAJ 1943, 1307), 17 noviembre 1948 (RAJ 1948, 1413), 25 septiembre 1950
(RAJ 1950, 1406), 5 julio 1957 (RAJ 1957, 2554), 18 octubre 1963 (RAJ 1963, 4138), 11
mayo 1966 (RAJ 1966, 2419), 25 mayo 1979 (RAJ 1979, 1893), 10 noviembre 1994 (Tol
1657127), 12 junio 2008 (Tol 1333408) y 22 enero 2009 (Tol 1432549). La doctrina que se
extrae de las mismas se puede sintetizar en que el plazo de caducidad es de carácter preclusivo,
al tratarse “de un plazo dentro del cual, y únicamente dentro de él, puede realizarse un acto
con eficacia jurídica, de tal manera que transcurrido sin ejercitarlo impone la decadencia fatal
y automática de tal derecho en razón meramente objetiva de su no utilización”.
35
La ya mencionada STS 28 enero 1983 (RAJ 1983, 393) afirmó a este respecto que “la caduci-
dad descansa no sólo sobre la necesidad de poner término a la incertidumbre de los derechos,
sino también sobre una presunción de abandono por parte de su titular, mientras que la pres-
cripción se funda exclusivamente en la necesidad de la seguridad del tráfico jurídico y opera
por el mero transcurso del tiempo”.
Derecho Civil I
5º. Explique en qué consisten los llamados ‘límites naturales’ al ejercicio de los
derechos subjetivos.
6º. Defina la buena fe y ponga 3 ejemplos de comportamientos que no se ajus-
ten a ella.
7º. Explique qué se entiende por abuso de derecho.
8º. Señale las diferencias entre la prescripción adquisitiva (o usucapión) y la
extintiva.
9º. Enumere los supuestos de interrupción de la prescripción extintiva.
10º. Diferencie entre prescripción y caducidad.
Cuestiones
1. ¿Se ajusta la conducta de Bank Arrota S.A. a los cánones de la buena fe?
2. En caso negativo, ¿qué supuesto constituye la conducta del banco?
Cuestiones
1. ¿Está incurriendo María en alguna conducta reprochable desde el punto de vista
jurídico? En caso afirmativo, ¿en cuál?
2. ¿Puede Andrea reclamar algo? ¿Qué?
Autonomía privada: el derecho subjetivo
V. BIBLIOGRAFÍA
Cañizares Laso, A.: La caducidad de los derechos y acciones, Madrid, 2001; De los Mozos,
J. L.: El principio de la buena fe, Barcelona, 1965; Díez-Picazo y Ponce de León, L.: La
doctrina de los actos propios, Barcelona, 1963; Martínez esteruelas, C.: “La finalidad en la
delimitación del derecho subjetivo”, RCDI, núm. 639, 1997, pp. 599 ss.; Orozco Pardo, G.:
De la prescripción extintiva y su interrupción en el Derecho civil, Granada, 1995; Puig Bru-
tau, J.: Caducidad, prescripción extintiva y usucapión, Barcelona, 1996; Rivero Hernández,
F.: “¿Apreciación de oficio de la caducidad en todo caso?”, RDP, 2001, pp. 465 ss.; Vattier
Fuenzalida, C.: “Observaciones críticas en tema de derecho subjetivo”, ADC, 1981, pp. 3 ss.
Lección 12
El negocio jurídico
Sumario: I. El negocio jurídico como manifestación de la autonomía privada.- II. Clases de negocios
jurídicos.- 1. Negocios consensuales, reales y formales.- 2. Negocios unilaterales y bilaterales.-
3. Negocios inter vivos y mortis causa.- 4. Negocios familiares y patrimoniales.- 5. Negocios
onerosos y lucrativos o gratuitos.- III. Especial estudio del contrato.- 1. El consentimiento.- A)
La capacidad para contratar.- B) Los vicios del consentimiento.- a) El error.- b) El dolo.- c) La
violencia y la intimidación.- 2. El objeto del contrato.- A) La posibilidad.- B) La licitud.- C) La
determinabilidad.- 3. La causa.- A) La existencia de la causa.- B) La falsedad de la causa.- C)
La ilicitud de la causa.- 4. La invalidez.- IV. Cuestionario.- V. Casos prácticos.- VI. Bibliografía.
mente relaciones jurídicas, sino también una amplia libertad para determinar su
contenido, tal y como establece el art. 1255 CC, según el cual “Los contratantes
pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente,
siempre que no sean contrarios a las leyes, a la moral ni al orden público”.
Existen, pues, tres limitaciones a la libertad de los contratantes para determi-
nar el contenido de la relación jurídica que creen.
1º) El primero de los límites que han de respetar son las leyes, entendiendo por
tales, exclusivamente, las que tienen carácter imperativo, no, en cambio, las que
tienen un carácter dispositivo.
Las de carácter imperativo son aquéllas que se imponen a las partes, con indepen-
dencia de su voluntad. Son, pues, inderogables por voluntad de los particulares. Por el
contrario, las leyes de carácter dispositivo sólo se aplican si los contratantes no regulan la
materia sobre la que versan. Los particulares pueden, pues, excluir su aplicación y crear
una reglamentación distinta de la que dichas leyes establecen.
1
Como por ejemplo el art. 17.1.I ET (redactado según Ley 35/2010, de 17 de septiembre, de
medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo), según el cual “Se entenderán nulos
y sin efecto los preceptos reglamentarios, las cláusulas de los convenios colectivos, los pactos
individuales y las decisiones unilaterales del empresario que den lugar en el empleo, así como
en materia de retribuciones, jornada y demás condiciones de trabajo, a situaciones de discrimi-
nación directa o indirecta desfavorables por razón de edad o discapacidad o a situaciones de
discriminación directa o indirecta por razón de sexo, origen, incluido el racial o étnico, estado
civil, condición social, religión o convicciones, ideas políticas, orientación o condición sexual,
adhesión o no a sindicatos y a sus acuerdos, vínculos de parentesco con personas pertenecien-
tes a o relacionadas con la empresa y lengua dentro del Estado español”.
Derecho Civil I
ción de debilidad frente a un profesional, le concede una serie de derechos, que son
inderogables por la voluntad de las partes. La protección jurídica de los consumidores y
usuarios, ordenada en el art. 51 CE, se realiza, fundamentalmente, a través del TRLGD-
CU 2007, cuyo art. 10, dispone que “La renuncia previa a los derechos que esta norma
reconoce a los consumidores y usuarios es nula”. Especial mención merece el art. 82 de
dicho Texto, que considera nulas, por abusivas, “todas aquellas estipulaciones no nego-
ciadas individualmente y todas aquéllas prácticas no consentidas expresamente que, en
contra de las exigencias de la buena fe causen, en perjuicio del consumidor y usuario,
un desequilibrio importante de los derechos y obligaciones de las partes que se deriven
del contrato2”.
2
En los arts. 85 a 91 TRLGDCU se contiene un extenso catálogo de cláusulas abusivas, por vin-
cular el contrato a la voluntad del empresario, limitar los derechos del consumidor y usuario,
determinar la falta de reciprocidad en el contrato, imponer al consumidor y usuario garantías
desproporcionadas o imponerle indebidamente la carga de la prueba, por resultar despropor-
cionadas en relación con el perfeccionamiento y ejecución del contrato, o contravenir las reglas
sobre competencia y derecho aplicable.
3
V. a este respecto STS 18 julio 2011 (Tol 2238515).
El negocio jurídico
Del mismo modo que el Derecho reconoce a los particulares el poder de crear
relaciones jurídicas, también les atribuye la posibilidad de extinguirlas, de común
acuerdo (mutuo disenso), en los contratos, o, por la voluntad de la única parte
del negocio, si éste es unilateral: así, el testamento se extingue por la revocación
del testador. En el caso del matrimonio, al suponer su disolución la desaparición
de un estado civil (el de casado), no basta la mera voluntad de los cónyuges para
poner fin a la relación, sino que será necesaria sentencia firme de divorcio (art. 85
CC).
del art. 1278 CC, según el cual, “Los contratos serán obligatorios, cualquiera
que sea la forma en que se hayan celebrado” siempre que en ellos concurran las
condiciones necesarias para su validez (entre las que lógicamente, no se haya, en
principio, una especial forma).
La idea de que por regla general los contratos son consensuales no queda desvirtuada
por el art. 1280 CC, conforme al cual los contratos que en él se mencionan, por ejemplo,
todos aquellos que recaigan sobre bienes inmuebles, deben constar en documento pú-
blico. Tal exigencia hay que interpretarla a la luz del art. 1279 CC, lo que significa que,
en los casos contemplados en el art. 1280 CC, las partes contratantes podrán compelerse
recíprocamente a otorgar escritura pública.
b) Son negocios reales los que se perfeccionan mediante la entrega de una cosa.
En nuestro Derecho son escasos este tipo de negocios. Es el caso del préstamo (art.
1740 CC) o del depósito (art. 1758 CC), que se perfeccionan por la entrega de la
cosa prestada o depositada al prestatario o al depositario, respectivamente.
c) Son negocios formales, los que sólo se perfeccionan. si se emplean determi-
nadas formas o solemnidades, normalmente, tratándose de contratos, la escritura
pública. En nuestro Derecho son excepcionales los contratos formales. Así, la do-
nación de bienes inmuebles (art. 633 CC) o las capitulaciones matrimoniales (art.
1327 CC) sólo son válidas si se celebran en documento público notarial.
1. El consentimiento
El art. 1262 CC afirma que el consentimiento se manifiesta por la concurrencia
de la oferta y de la aceptación sobre la cosa y la causa que han de constituir el
contrato.
Por ejemplo, en la compraventa, el vendedor realiza una oferta de intercambiar una
cosa por precio, oferta que es aceptada por el comprador, momento en el cual se puede
decir que existe consentimiento. El objeto del contrato será aquí doble: la cosa y el pre-
cio. La causa será la función económico-social que el ordenamiento atribuye al contrato
de compraventa, esto es, intercambio de cosa por precio.
a) El error
El error consiste en una falsa representación mental de la realidad, que puede
recaer sobre la persona del otro contrayente (o sus cualidades) o sobre el objeto
del contrato o las cualidades de éste.
No todo error es causa de invalidez, sino que, para que pueda dar lugar a la
invalidez del contrato, ha de ser esencial y excusable, requisito este último no exi-
gido por el CC, pero sí por reiterada jurisprudencia4.
1º) La esencialidad, según se deduce del art. 1266 CC, significa que el error ha
de recaer sobre una cualidad de la cosa, determinante de la prestación del consen-
timiento, de tal manera que, de haberse sabido que el objeto del contrato carecía
4
V. en este sentido, entre otras muchas SSTS 30 septiembre 1999 (Tol 2331), 12 noviembre
2004 (Tol 513427), 11 diciembre 2006 (Tol 1022959) y 12 noviembre 2010 (Tol 2006853).
El negocio jurídico
5
Así, la STS 14 febrero 1994 (Tol 1656641) considera esencial un error cuando “la cosa objeto
del contrato no tenga alguna de las condiciones que se le atribuyen y aquella de la que carece
sea, precisamente, la que, de manera primordial y básica, atendida la finalidad de dicho con-
trato, motivó la celebración del mismo”. Por ello, la STS 6 noviembre 1996 (Tol 1659131)
consideró como error no esencial la compra de un chalet que no pudo ser destinado, como se pre-
tendía, a oficina, al no quedar suficientemente probado que dicho fin fuera la causa determinante
del contrato.
6
Véase en este sentido la ya reseñada STS 4 enero 1982 (RJ 1982, 179).
7
V. en este sentido STS 14 febrero 1994 (Tol 1656641).
8
V. en este sentido SSTS 4 enero 1982 (RJ 1982, 179), 27 mayo 1982 (RJ 1982, 2605), 14 febre-
ro 1994 (Tol 1656641), 18 febrero 1994 (Tol 1664940) y 12 noviembre 2010 (Tol 2006853).
9
Por ello, la STS 12 julio 2002 (Tol 2411614) afirma que puede pedir la invalidez de una subasta
judicial quien participa habitualmente en operaciones de este tipo.
10
V. en este sentido STS 9 octubre 1981 (JC 1981, 359).
11
V. a este respecto STS 18 abril 1978 (RJ 1978, 1361), con relación a la exigencia exigida a los
constructores.
Derecho Civil I
Además, hay que tener en cuenta que, al valorar la diligencia desplegada por
quien sufre el error, los Tribunales tienen también en cuenta si el mismo es espon-
táneo o si, por el contrario, ha sido causado por un comportamiento incorrecto
de la otra parte contratante, por haber afirmado ésta algo que es falso (aunque no
pueda probarse la existencia de un específico propósito de engaño) o por haber
silenciado alguna circunstancia de la que, en virtud de la buena fe, debía haber
informado; en cuyo caso, tienden a calificarlo como excusable.
Por ejemplo, la STS 10 junio 2010 (Tol 1891669) consideró excusable el error pade-
cido por el comprador de una naviera, que había adquirido la totalidad de las acciones
de la misma, con la garantía, por parte de los vendedores, de un estado contable y
patrimonial, del que se desprendía su viabilidad, cuando, de hecho, estaba en quiebra.
Recientemente, la jurisprudencia se ha referido a la incidencia de la falta del cumpli
miento de los deberes de información por parte de las entidades bancarias que comer
cializaron productos financieros complejos (swap) en la apreciación del carácter excusa
ble del error padecido por sus clientes.
La STS (Pleno) 20 enero 2014 (Tol 4103965) [cuya doctrina es sistematizada por
STS 7 julio 2014 (Tol 4429659), STS 7 julio 2014 (Tol 4430489) y 8 julio 2014 (Tol
4430492), todas las cuales se pronunciaron en favor de la anulación de swaps comer-
cializadas por Caixa Penedés] ha dicho, así, que “La información —que necesariamente
ha de incluir orientaciones y advertencias sobre los riesgos asociados a los instrumentos
financieros (…)— es imprescindible para que el cliente minorista pueda prestar válida-
mente su consentimiento (…) El deber de información que pesa sobre la entidad finan-
ciera incide directamente en la concurrencia del requisito de excusabilidad del error,
pues si el cliente minorista estaba necesitado de esa información y la entidad financiera
estaba obligada a suministrársela de forma comprensible y adecuada, entonces el co-
nocimiento equivocado sobre los concretos riesgos asociados al producto financiero
complejo contratado en que consiste el error le es excusable al cliente”.
Entre otras circunstancias se ha deducido el carácter excusable del error, cuando las
entidades bancarias no habían realizado a sus clientes los preceptivos test de conveniencia o
de idoneidad: el primero debe realizarse, cuando la entidad “opera como simple ejecutante
de la voluntad del cliente, previamente formada” y, a través de él, ha de valorar “los conoci-
mientos y la experiencia en materia financiera del cliente, y evaluar si es capaz de compren-
der los riesgos que implica el producto o servicio de inversión que va a contratar”; el segun-
do, es necesario, cuando “el servicio prestado es de asesoramiento financiero”, caso en el
que la entidad, además de la anterior evaluación, ha de “hacer un informe sobre la situación
financiera y los objetivos de inversión del cliente, para poder recomendarle ese producto”.
b) El dolo
El dolo es un vicio del consentimiento caracterizado por el ánimo de engaño
de quien lo comete.
A él se refiere el art. 1269 CC, cuando afirma que “Hay dolo cuando, con pala-
bras o maquinaciones insidiosas de parte de uno de los contratantes, es inducido
el otro a celebrar un contrato que, sin ellas, no hubiera hecho”.
El negocio jurídico
No todo dolo da lugar a la invalidez del contrato, sino que, como exige el art.
1270 CC a estos efectos, el dolo ha de ser grave12, lo que significa que, de no haber
mediado las maquinaciones insidiosas de la otra parte, quien sufre el engaño no
hubiera celebrado el contrato.
El requisito de la gravedad en el campo del dolo es semejante al requisito de la
esencialidad en el campo del error. De hecho, en la mayor parte de los casos el dolo
grave no es sino un supuesto de error esencial, caracterizado por haber sido provocado
por el engaño del otro contratante. De modo que el engañado podrá pedir la anulación,
bien por dolo, bien por error. Sin embargo, si logra acreditar el propósito de engaño de
la otra parte, además, de lograr la anulación podrá pedir una indemnización de daños
y perjuicios, a través del art. 1902 CC (por ejemplo, el resarcimiento de los gastos de
escritura o los hechos en la conservación del bien comprado, que resultan inútiles, como
consecuencia de la invalidez del contrato).
Entre las maquinaciones de las habla el precepto hay que incluir no sólo la
afirmación de que la cosa vendida tiene cualidades de la que realmente carece
(por ejemplo, con ánimo de engaño y para impulsar la venta, el propietario de un
cuadro lo atribuye a Murillo), sino también lo que se llama “reticencia dolosa”13
(o “dolo negativo”), es decir, el guardar silencio o no advertir a la parte contra-
ria de que la cosa tiene un defecto grave del que aquélla no se ha percatado (por
ejemplo, el propietario del terreno no advierte al comprador de que no puede
edificar sobre él, a pesar de saber dicha circunstancia y que el propósito de aquél
es construir un chalet).
Frente al dolo grave se sitúa el incidental, que se caracteriza porque el engaño
no determina la decisión de contratar de quien lo padece: éste hubiera contrata-
do igualmente, sin haber sido engañado, aunque en otras condiciones14 (hubiera
pagado un precio menor).
Por otra parte, el dolo no se presume, es decir, debe ser probado por quien estime
haber sido engañado, no pudiendo ser admitido por meras conjeturas o deducciones15.
12
De la misma forma lo ha entendido el Tribunal Supremo, entre otras, en sus SSTS 29 marzo
1994 (Tol 1664988), 12 junio 2003 (Tol 286091), 19 julio 2006 (Tol 979449) y 3 julio 2007
(Tol 1123949).
13
V. en este sentido SSTS 26 octubre 1981 (RJ 1981, 4001),19 julio 2006 (Tol 979449), 24 abril
2009 (Tol 1530914), 5 marzo 2010 (Tol 1798255), y 28 septiembre 2011 (Tol 2246826).
14
Así, la STS 30 junio 2000 (RJ 2000, 6747) calificó de incidental, y no de causal o grave, el
dolo del vendedor que ocultó al comprador la denegación de una licencia de apertura, con la
consecuencia de indemnización de daños y perjuicios y no de anulación del contrato.
15
V. en este sentido las SSTS 11 mayo 1993 (Tol 1664720), 23 junio 1994 (Tol 1665322), 23
mayo 1996 (Tol 1659274), 13 diciembre 2000 (Tol 99668), 12 junio 2003 (Tol 286091) y 26
marzo 2009 (Tol 1485162). Algún fallo, no obstante, ha admitido la validez de la prueba de
presunciones. V. en este otro sentido STS 23 julio 1998 (RJ 1998, 6199).
Derecho Civil I
c) La violencia y la intimidación.
A la violencia y la intimidación se refiere el art. 1267 CC.
La violencia es, según, el precepto, “una fuerza irresistible” usada por la otra
parte contratante o por un tercero (art. 1268 CC) para arrancar la voluntad de
la víctima. La “fuerza irresistible” parece hacer referencia al empleo de un medio,
contra el que no cabe oposición posible, de manera que, más que viciar la volun-
tad, la excluiría. Por ejemplo, se coge la mano de un contratante y se le obliga a
firmar.
La intimidación es una amenaza que provoca un estado de temor, que no anula
la voluntad, pero impide que ésta se forme libremente16. Dice el art. 1267.II CC
que hay intimidación “cuando se inspira a uno de los contratantes el temor racio-
nal y fundando de sufrir un mal inminente y grave en su persona o bienes, o en la
persona o bienes de su cónyuge, descendientes o ascendientes”.
La mención del cónyuge, descendientes y ascendientes no parece excluir la
posibilidad de que un contrato pueda anularse por intimidación, cuando el mal
con que se amenaza pueda recaer sobre personas distintas, por ejemplo, un her-
mano. Parece que hay que interpretar el precepto en el sentido de que, cuando la
amenaza se refiere al cónyuge, descendientes o ascendientes, se presume que la
intimidación fue la causa determinante de la celebración del contrato, mientras
que, cuando la amenaza se refiera a personas distintas, quien invoque la intimida-
ción deberá demostrar que, sin dicha amenaza, no hubiera celebrado el contrato.
La jurisprudencia exige que la amenaza sea antijurídica (ilícita o injusta), conside-
rando que no lo es el anuncio de ejercitar una facultad que se tiene, por ejemplo, una
acción penal, siempre que los hechos imputados sean presumiblemente ciertos, y no se
quiera conseguir más de lo que se obtendría con el proceso penal con el que se amena-
za, pues, en tal caso, habría un ejercicio de derecho abusivo17.
16
Como observa la jurisprudencia, es necesario que entre la intimidación y el consentimiento
otorgado, “medie un nexo eficiente de causalidad”. V. en este sentido SSTS 22 abril 1991 (Tol
1728888), 4 octubre 2002 (Tol 2411631) y 20 febrero 2012 (Tol 2459402),
17
V. en este sentido SSTS 5 abril 1993 (Tol 1662888), 7 febrero 1995 (Tol 1667019) y 4 octubre
2002 (Tol 225416), 21 octubre 2005 (Tol 731293) y 8 noviembre 2007 (Tol 1213841).
El negocio jurídico
A) La posibilidad
El art. 1272 CC establece que “No pueden ser objeto de contrato las cosas o
servicios imposibles”.
Ahora bien dado que, según el art. 1271.I CC, cabe contratar sobre cosas
futuras, hay que interpretar el precepto en el sentido de que las cosas, objeto del
contrato, han de tener una existencia actual o futura.
Es, por ejemplo, el caso de la venta de una casa en construcción, que no existe al
tiempo de la celebración del contrato, pero existirá, si el vendedor cumple su obligación
de construirla. Lo que el precepto impide es que pueda ser objeto del contrato una cosa
que ha dejado de existir, por ejemplo, una vivienda que ha sido destruida, siendo tal
contrato nulo, según confirma el art. 1460 CC.
B) La licitud
Al requisito de la licitud se refiere el art. 1271.I CC cuando afirma que “Pueden
ser objeto de contrato todas las cosas que no están fuera del comercio público”.
Por lo tanto, es inválido el contrato celebrado sobre res extra commercium,
como, por ejemplo, los bienes de la personalidad o los bienes de dominio público.
El párrafo tercero del mismo precepto se refiere también al requisito de la
ilicitud, al establecer que “Pueden ser igualmente objeto de contrato todos los
servicios que no sean contrarios a las leyes o a las buenas costumbres”.
Sería, por ejemplo, nulo el contrato por quien alguien encomienda a otro la
realización de un acto delictivo.
C) La determinabilidad
Del art. 1273 CC resulta que el requisito de que el objeto del contrato sea
cierto significa, no tanto que esté perfectamente determinado al momento de la
celebración del negocio, como que sea posible determinarlo, sin necesidad de un
nuevo acuerdo entre las partes, ya que, en caso contrario, el contrato sólo existirá
después de que dicho acuerdo se haya producido.
Derecho Civil I
3. La causa
La causa es uno de los elementos del contrato, según resulta del art. 1261 CC.
De la causa se puede hablar en un sentido objetivo o en un sentido subjetivo.
En un sentido objetivo, la causa es la función económico-social del contrato.
A esta acepción de la causa nos referimos, cuando decimos que ésta ha de existir
y ser verdadera.
En un sentido subjetivo, la causa es el motivo práctico por el cual las partes ce-
lebran un determinado contrato. De esta acepción de la causa hablamos, cuando
afirmamos que la misma ha de ser lícita.
A) La existencia de la causa
El art. 1275 CC afirma que los contratos sin causa no producen efecto
alguno. El precepto significa que para que un contrato sea válido las partes
han de aceptar su función económico-social. En caso contrario, no habrá un
verdadero contrato, sino una pura apariencia para conseguir fines distintos a
los efectos que el Ordenamiento asigna al contrato celebrado.
La causa es inexistente cuando el negocio es simulado absolutamente.
Por ejemplo, una persona con deudas, para evitar que sus acreedores embarguen
sus bienes, se pone de acuerdo con una persona de su confianza para ponerlos a su
nombre. Con tal fin, celebra un contrato de compraventa, que no es real, sino una pura
apariencia, puesto que no se ha pagado un precio, de modo que las partes no han asu-
mido la función económico-social de la compraventa (intercambio de cosa por precio).
El contrato de compraventa será, pues, nulo y el vendedor podrá alegar la simulación
absoluta, es decir, la inexistencia de la causa para recuperar sus bienes si quien aparecía
como comprador se negara a devolvérselos. Del mismo modo, los acreedores de quien
aparecía como vendedor podrán impugnar la validez de la compraventa.
B) La falsedad de la causa
La causa del contrato ha de ser, no sólo existente, sino también verdadera, es
decir, correspondiente al negocio celebrado. Por ello, el art. 1276 CC dispone que
la expresión de una causa falsa en los contratos dará lugar a la nulidad, si no se
probase que estaban fundados en otra verdadera y lícita, lo que parece admitir la
conversión del contrato nulo en otro correspondiente a esa causa verdadera.
El negocio jurídico
C) La ilicitud de la causa
La causa del contrato ha de ser lícita, según el art. 1275 CC, determinando el
precepto que la causa es ilícita cuando se opone a las leyes o la moral.
La STS 24 octubre 2006 (Tol 1006919) consideró nulo, por tener causa ilícita, el
acuerdo del Consejo de Administración de una sociedad, por el que se concedía al Con-
sejero Delegado, para sí y para sus herederos, una comisión de cartera del 2% (reducida
por renuncia del interesado al 1%), por el total de las cuotas que se cobraran anualmen-
te, deducidos los ocho primeros millones. El Tribunal entendió que “los principios éticos
que rigen los comportamientos sociales, que trascienden al orden jurídico, no permiten
el aprovechamiento de situaciones de prevalencia o influencia personal para obtener
beneficios futuros exorbitantes a cargo de otras personas, sin que existan razones que
expliquen o justifiquen la desmesura”.
18
Esto, a partir de la STS (Pleno) 11 enero 2007 (Tol 1038338), seguida posteriormente, entre
otras, por SSTS 20 noviembre 2007 (Tol 1221221), 5 mayo 2008 (Tol 1370043), 27 mayo
2009 (Tol 1547709) y 21 diciembre 2009 (Tol 1762173).
19
V. en este sentido STS 11 abril 1994 (Tol 1665304), como también SSTS 30 septiembre 1988
(Tol 1733780), 21 noviembre 1988 (Tol 1734202), 4 enero 1991 (RAJ 1991, 106), 30 noviem-
bre 2000 (Tol 10994) y 6 junio 2002 (Tol 202863).
Derecho Civil I
4. La invalidez
La invalidez es una sanción del ordenamiento jurídico, ante un contrato que
adolece de algún defecto al tiempo de su celebración.
La invalidez del contrato tiene dos categorías distintas: la nulidad y la anula-
bilidad.
La diferencia conceptual entre ambas categorías radica en lo siguiente. El contrato
nulo no produce, en ningún momento, los efectos jurídicos que le son propios: es
absolutamente inválido desde su celebración. Por ello, la sentencia que, en su caso,
constate la nulidad de un contrato, será meramente declarativa de la misma. Por el
contrario, el contrato anulable tiene una eficacia claudicante, lo que significa que, en
principio, produce sus efectos, si bien la plena consolidación de éstos se supedita a que
no recaiga una sentencia que lo anule, pues, recaída ésta, habrá que considerar que el
contrato fue inválido desde su celebración. Se dice que, en este caso, la sentencia no
es declarativa de la anulabilidad, sino constitutiva, de modo que es un presupuesto de
este tipo de invalidez: sin sentencia, no hay anulación posible.
En realidad, las consecuencia prácticas de la nulidad y la anulabilidad, una vez
recaída la sentencia constitutiva de ésta, son semejantes, esto es, la inexigibilidad
de las prestaciones o la restitución de las mismas, si el contrato hubiera sido ejecu-
tado, según dispone el art. 1302 CC. Esta asimilación de las consecuencias prác-
ticas de la nulidad y de la anulabilidad parece correcta, ya que, en definitiva, no
parece existir gran diferencia entre un contrato inválido ab initio y un contrato,
que, si bien es originariamente válido, sin embargo, acaba por no serlo, retrotra-
yéndose los efectos de la sentencia de anulabilidad al momento de su celebración.
No obstante, es necesario delimitar con precisión las causas de nulidad y anu-
labilidad, porque es distinto el régimen procesal de la acción, en lo relativo a la
legitimación activa y al plazo de su ejercicio.
Son causas de nulidad, los defectos negociales más graves, esto es, la inexistencia
de alguno de los elementos esenciales del contrato, la imposibilidad o ilicitud del
objeto, la falsedad e ilicitud de la causa y la contravención de una norma imperativa,
según resulta del art. 6.3 CC. Por el contrario, son causas de anulabilidad los vicios
del consentimiento (error, dolo, intimidación y violencia) y los defectos de capacidad
de las partes contratantes (contratos celebrados por menores o incapacitados)20.
La acción de nulidad puede ser ejercitada por ambas partes contratantes, así
como por cualquier interesado en constatarla, sin sujeción a plazo, ya que la
20
Así mismo, la falta de consentimiento de uno de los cónyuges al acto realizado por el otro,
cuando dicho consentimiento sea exigido por la Ley. V. en este sentido arts. 1301, in fine, y
1322 CC.
El negocio jurídico
IV. CUESTIONARIO
1º. ¿En qué consiste un negocio jurídico?
2º. Diferencie entre los negocios onerosos y los lucrativos (o gratuitos).
3º. ¿Cuándo el error puede dar lugar a la invalidez del contrato? Incida en los
conceptos de esencialidad y excusabilidad.
4º. Distinga entre dolo positivo (o dolo por comisión) y dolo negativo (o reti-
cencia dolosa).
5º. Diferencie entre dolo grave y dolo incidental.
6º. ¿Se puede solicitar la invalidez del contrato cuando el mal con que se ame-
naza recae sobre una persona distinta de las mencionadas en el art. 1267.II CC?
¿Qué se requiere en este caso?
7º. ¿Existe la posibilidad de contratar sobre cosas futuras?
8º. ¿Qué significa que el objeto del contrato ha de ser cierto?
9º. Defina la causa en sentido objetivo y en sentido subjetivo.
10º. Explique las diferencias existentes entre nulidad y anulabilidad.
V. CASOS PRÁCTICOS
Cuestiones
1. ¿Incurre don Eduardo en alguna conducta que pudiera afectar a la validez del con-
trato? En caso afirmativo, ¿en cuál?
2. ¿Qué podría reclamar la compañía de seguros?
Cuestiones
1. ¿La actitud de los “primos” del comerciante es causa de invalidez del contrato?
Concretamente, ¿en qué tipo de vicio del consentimiento incurren?
2. ¿Qué podrá exigir Pedro?
IV. BIBLIOGRAFÍA
Carrasco Perera, A.: Derecho de contratos, Cizur Menor, 2010; Clavería Gosálvez, L.H.: La
causa del contrato, Bolonia, 1998; De Castro, F.: El negocio jurídico, Madrid, 1967; De Verda
y Beamonte, J.R.: Error y responsabilidad en el contrato, Valencia, 1999; Díez Picazo y Pon-
ce de León, L.: Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, IV, 6ª ed., Madrid, 2010; Galicia
Aizpurua, G.: Causa y garantía fiduciaria,Valencia, 2012. García Vicente: “La intimidación
en los contratos (Estudio Jurisprudencial)”; RdP, vol. 9, 2002, pp. 117 y ss.; López Beltrán de
Heredia, C.: La nulidad de los contratos, Valencia, 2009; Marín López, M.: “Requisitos esen-
ciales del contrato”, en AA.VV.: Tratado de Contratos (dir. R. Bercovitz), I, Valencia, 2009;
Morales Moreno, M.A.: El error en los contratos, Madrid, 1988; Rojo Ajuria, L.: El dolo
en los contratos, Madrid, 1994; San Julián Puig, V.: El objeto del contrato, Pamplona, 1996;
Santos Morón, Mª J.: La forma de los contratos en el Código Civil, Madrid, 1996.
Lección 13
El patrimonio
I. EL PATRIMONIO
1. Concepto y utilidad práctica
Todos hemos utilizado en alguna ocasión la expresión patrimonio en un senti-
do jurídico o económico. Se trataría de un “bolsillo” ficticio creado por el Dere-
cho, en el que se reúnen todos los derechos y obligaciones de contenido económi-
co, de los que es titular un individuo a lo largo de su vida y que no se extinguen
con su fallecimiento.
La mayoría de los autores describen el patrimonio como el conjunto de derechos y
obligaciones de una persona susceptibles de evaluación económica. No obstante, otra
parte de la doctrina defiende que los bienes también forman parte del mismo. Y lo cierto
es que así parecen entenderlo los arts. 1381 y 1911 CC y el diccionario de la RAE, que
nos los define como “conjunto de los bienes propios adquiridos por cualquier título”1.
1
Desde un punto de vista jurídico, la noción de patrimonio inicia su construcción en el siglo
XIX, en la pandectística alemana, aunque en nuestros textos legales ha tenido escasa impronta.
En la actualidad mantiene plena vigencia aunque plantea numerosos interrogantes atendiendo
al escenario de crisis económica en que nos movemos y al principio de responsabilidad pa-
trimonial universal, que lo utiliza como instrumento. Buena muestra de todo ello son la Ley
41/2003, de 18 de noviembre, de protección patrimonial de las personas o la Ley 1/2009, de
25 de marzo, de reforma de la anterior así como la todavía LRC 1957, en materia de incapaci-
taciones, cargos tutelares y administradores de patrimonios protegidos.
El patrimonio
2. Clases de patrimonio
Existen distintas clasificaciones del patrimonio adoptadas por la doctrina.
A) Patrimonio personal
El patrimonio personal es el más común. Como su nombre indica, es el que
pertenece a una persona. Contribuye a satisfacer las necesidades del individuo y
Derecho Civil I
es, además, una garantía para los acreedores, que se plasma en la denominada
responsabilidad patrimonial universal, consagrada en nuestro ordenamiento jurí-
dico, como hemos visto, en el art. 1911 CC.
El patrimonio inicia su formación tras el nacimiento (arts. 29 y 30 CC), con la
atribución de personalidad. En ese momento, pueden incorporarse a él derechos
patrimoniales recibidos a título gratuito por el nasciturus y que se consolidan tras
el nacimiento con vida (art. 29 CC). El titular del patrimonio, durante la minoría
de edad o la incapacitación, no puede gestionarlo, ni administrarlo, y necesita que
otros, padres (arts. 154 y 164 y ss. CC) y tutores (art. 270 y ss.), lo hagan por él.
Tampoco puede hacerlo en las situaciones de ausencia, y por ello su representante
legal (art. 185) está obligado a conservar y defender el patrimonio del ausente y
obtener de los bienes los rendimientos normales de que fueren susceptibles.
2
Otro ejemplo lo constituyen los bienes del menor, mayor de 16 años, obtenidos con su trabajo
e industria y excluidos de la administración paterna (art. 164 CC).
El patrimonio
que el titular es provisional, sino definitivo. Parece más adecuado calificarlo como un
patrimonio separado por cuanto, y tal como señala la misma Exposición de Motivos los
bienes y derechos que forman el mismo, que no tiene personalidad jurídica, se aíslan del
resto del patrimonio personal de su titular-beneficiario, sometiéndolos a un régimen de
administración y supervisión específico.
b) Patrimonio colectivo
Cabe utilizar tal denominación ante un conjunto de derechos u obligaciones
cuya titularidad es compartida por varios individuos.
La doctrina ha diferenciado diversos supuestos3. El caso mas claro es el de la
sociedad legal de gananciales y los derechos y obligaciones que, durante la misma,
se contraen (art. 1344 CC). El régimen económico de sociedad de gananciales se
caracteriza por la existencia de tres masas patrimoniales, dos privativas, corres-
pondientes a cada uno de los cónyuges, y una común, que pertenece a ambos
conjuntamente. El CC dedica una serie de reglas para perfilar que bienes corres-
ponden a unos u otros (arts. 1346 y 1347).
c) Patrimonio de destino
Se trata de una situación provisional que se produce cuando no se conoce cual
va a ser el titular definitivo de los derechos. Ejemplos de este tipo de patrimonio
serían la herencia yacente4, el patrimonio del concebido y no nacido5, los derechos
y obligaciones de una persona jurídica en formación6, así como los bienes y dere-
chos objeto de reserva hereditaria (arts. 811 y 968 CC)7.
3
Otros ejemplos dentro de esta categoría serían la herencia aceptada por diversos herederos,
hasta la partición de la misma, las comunidades de montes vecinales en mano común o las
explotaciones agrarias.
4
La STS de 11 abril 2000 (Tol 1553) afirma que “la situación de yacencia hereditaria no equi-
vale a herencia vacante y se produce en tanto no se acepte la misma”. La herencia yacente
está dotada de personalidad jurídica especial como comunidad de intereses, que exige estar
incorporada a la misma, por lo que no cabe ser entendida con separación absoluta de las per-
sonas llamadas a suceder, ya que los derechos y obligaciones del causante se trasmiten desde su
fallecimiento (arts. 657 y 659 CC). Por tanto, los bienes relictos que forman la herencia yacente
constituyen una masa patrimonial que, provisionalmente, no tienen titular en tanto la herencia
no sea aceptada.
5
En el caso de los bienes atribuidos al nasciturus, su inclusión definitiva en el patrimonio del
mismo está condicionada al nacimiento del sujeto en las condiciones del art. 30 y la correspon-
diente atribución de personalidad.
6
Las aportaciones hechas por los socios fundadores en una sociedad en formación, todavía
no forman parte del patrimonio social, en tanto la sociedad mercantil se haya constituido de
acuerdo con la ley (otorgamiento de escritura pública e inscripción en el RM).
7
En cuanto a los bienes sujetos a reserva o sustitución fideicomisaria, deben ser conservados
por sus titulares provisionales hasta llegar a los titulares definitivos previstos por la ley o el
testador.
Derecho Civil I
tenían un valor económico mucho más reducido frente a los inmuebles, que son
los que no podían ser trasladados, ni tampoco escondidos.
Lo cierto es que la importancia de unos y otros ha variado, pues los bienes
muebles han adquirido una relevancia social y, sobre todo, económica que han
perdido una parte de los inmuebles, las fincas rústicas. Ello permitió extender el
derecho real de hipoteca, limitado por el CC a los bienes inmuebles (art. 1874), a
bienes muebles identificables con gran valor económico, tras la aprobación de la
Ley de hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento de la posesión, de 16 de
diciembre de 1954.
Por ello, y porque son mucho más limitados los supuestos de inmuebles, el CC
opta por enumerar estos en el art. 334, ubicado en su Capítulo I, y establecer en
el Capítulo siguiente y respecto de los muebles una cláusula residual (art. 335)8,
al calificar como muebles los que no son inmuebles, y, en general, todos los que
pueden transportarse de un punto a otro sin menoscabo de la cosa inmueble a que
estuvieren unidos9.
Tal afirmación parece contradecir lo dispuesto en el art. 334.3º CC, que considera
bien inmueble a “todo lo que esté unido a un inmueble de una forma fija, de suerte que
no pueda que no pueda separarse de él sin quebrantamiento de la materia”. La doctrina
intenta salvar esa aparente antinomia atendiendo al carácter de la unión, si es pasajera
será mueble10 y si es permanente, inmueble.
8
Además, el TRLGDCU, en su art. 5, considera producto a todo bien mueble conforme a lo
previsto en el art. 335 CC. El TRLGDCU ofrece otra definición de producto en el art. 136 para
delimitar el ámbito objetivo de aplicación de su Libro III, dedicado a la responsabilidad civil
por bienes o servicios defectuosos: “cualquier bien mueble, aun cuando esté incorporado a otro
bien mueble o inmueble, así como el gas y la electricidad.”
9
También se consideran bienes muebles ciertos derechos (art. 336 CC).
10
La STS 30 marzo 2000 (Tol 1795) considera que, si bien mientras permanecieron unidos los
azulejos a las paredes constituían un bien inmueble, este carácter lo perdieron cuando las pro-
pietarias del edificio vendieron el conjunto de azulejos al Estado y decidieron su separación de
las paredes que revestían.
Derecho Civil I
– Los abonos destinados a cultivo que estén en las tierras en donde hayan
de utilizarse (apartado 7º).
– Los diques y construcciones, incluso las flotantes, destinados a permane-
cer en un punto fijo de un río, lago o costa (apartado 9º).
B) Reglas interpretativas
A lo dicho, hay que añadir que el CC, para perfilar ambas categorías (la de
muebles e inmuebles), aporta algunas reglas interpretativas en los arts. 346 y 347.
a) Si por disposición legal o por declaración individual, se utiliza la expresión
“cosa” o “bien inmueble”, se incluirán comprendidos en ella los supuestos del art.
334 CC (incluyéndose, pues, los inmuebles por naturaleza, por incorporación, por
destino y por analogía); y, si se habla de “cosa” o “bien mueble”, los incluidos en
el capítulo I (arts. 335 a 337).
b) Si sólo se utilizara la palabra “muebles”, no se incluirán en ella ni el dine-
ro, ni los créditos, efectos de comercio, valores, alhajas colecciones artísticas o
científicas, libros, medallas, armas, ropas o, en general, cosas que no tengan por
destino amueblar o alhajar las habitaciones, salvo que del contexto de la ley o de
la disposición individual resulte claramente lo contrario.
c) Cuando, en virtud de un negocio jurídico, se pretenda transferir la posesión
o propiedad de cosa mueble o inmueble, no se entenderán comprendidos en la
misma el dinero, los créditos y acciones cuyos documentos se hallen situados en
la misma, salvo que conste expresamente la voluntad de trasmitirlos.
Los primeros han sido denominados por la doctrina demaniales y los segundos pa-
trimoniales, cuando pertenecen al Estado u otro ente público, como las CCAA o los
Ayuntamientos.
El art. 339 CC enumera los bienes de dominio público, que son los siguientes:
a) Los destinados al uso público como los caminos, canales, ríos, torrentes,
puertos y puentes construidos por el Estado, las riberas, las playas, radas u otros
análogos. El art. 344 señala que son bienes de uso público, en las provincias y los
pueblos los caminos provinciales y los vecinales, las plazas calles, fuentes y aguas
públicas de servicio general, costeadas por los mismos pueblos o provincias.
El art. 132 CE incluye algunos de estos supuestos dentro de los bienes de dominio pú-
blico y se remite a la Ley para regular su régimen jurídico, inspirándose en los principios
de inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad. Es, p.ej., el caso de la Ley
de 28/1998, de 28 de julio, de Costas, o de la Ley de Aguas, aprobada por Real Decreto
Legislativo 1/2001, de 20 de julio.
b) Los que pertenecen privativamente al Estado, sin ser de uso común, y están
destinados a algún servicio público o al fomento de la riqueza nacional, como las
murallas, fortalezas y demás obras de defensa del territorio, y las minas, mientras
no se otorgue su concesión.
Todos los demás bienes pertenecientes, a Estado, tienen el carácter de propie-
dad privada (art. 340 CC). En este sentido, el art. 345 CC señala que son bienes
de propiedad privada, además de los patrimoniales del Estado, la provincia o el
Municipio (ahora deberíamos incluir a las CCAA), los pertenecientes a particula-
res, individual o colectivamente.
V. LOS FRUTOS
Los frutos son el producto, el rendimiento de los bienes, tanto inmuebles como
muebles.
Pueden ser de tres clases, atendiendo lo dispuesto en el art. 354 CC.
a) Frutos naturales, que, de acuerdo el art. 355 CC, son las producciones es-
pontáneas de la tierra y las crías y demás productos de los animales.
b) Frutos industriales, que son los que producen los predios de toda clase a
beneficio del cultivo y del trabajo.
c) Frutos civiles, esto es, el alquiler de los edificios, el precio del arrendamiento
de las tierras y el importe de las rentas perpetuas, vitalicias u otras análogas.
Tal clasificación ha sido criticada por la doctrina porque la diferencia entre frutos
naturales e industriales carece de relevancia jurídica en la actualidad, y en definitiva,
sus diversos perfiles no producen efecto alguno en relación a su régimen jurídico (art.
471 CC).
VI. CUESTIONARIO
1º. ¿Para qué resulta útil la noción de patrimonio?
2º. ¿Cuáles son los diversos caracteres que presenta el patrimonio en nuestro
Ordenamiento jurídico?
3º. ¿Qué es el patrimonio personal? ¿Cuándo se crea y se extingue?
4º ¿Qué es un patrimonio separado? Ponga un ejemplo y explíquelo.
5º. ¿Qué es un patrimonio colectivo? Ponga un ejemplo y explíquelo.
6º. ¿Qué es un patrimonio de destino? Ponga un ejemplo y explíquelo.
7º. Diferencie entre bienes fungibles y bienes consumibles.
8º Diga qué entiende el CC por bien mueble y en qué se diferencia del inmue-
ble.
9º. Diferencie entre los bienes demaniales y patrimoniales del Estado.
10º. ¿En qué se diferencian los frutos naturales, los industriales y los civiles?
Ponga un ejemplo de cada una de estas categorías.
Supuesto de hecho
D. José y Dña. Leonor son un pareja residente en Burgos, que deciden contraer ma-
trimonio bajo el régimen económico matrimonial de sociedad de gananciales. Con an-
terioridad al matrimonio, D. José era propietario de un chalet en Las Rozas, Madrid,
heredado de sus padres ya difuntos, un todoterreno Land Rover y un paquete de acciones
de Telefónica SA; y Dña. Leonor era propietaria de un apartamento en Calpe, donado por
su hermana mayor y de un Fiat Mini. Tras el matrimonio, deciden adquirir y amueblar un
piso en la ciudad de Burgos donde trabajan y en donde a los dos años tienen a su primer
hijo Jaime. Transcurridos seis meses del nacimiento, fallece D. José víctima de un infarto.
Como D. José no había hecho testamento, se abre su sucesión ab intestato y su hijo Jaime
se convierte en su heredero, a salvo la cuota en usufructo correspondiente a la madre. Se
procede a la liquidación de la sociedad de gananciales para determinar los bienes, la mitad
indivisa del piso, que se han de incluir en la herencia yacente. La madre, en nombre de su
hijo, acepta la herencia a beneficio de inventario.
Cuestiones
1. Identifique y califique, razonándolo jurídicamente, los distintos tipos de patrimonios
que aparecen en el supuesto de hecho.
2. Identifique y califique los diversos bienes que aparecen en el supuesto de hecho.
El patrimonio
VIII. BIBLIOGRAFÍA
AA.VV.: Protección jurídica patrimonial de las personas con discapacidad (coord. por J. Pérez de
Vargas Muñoz), Madrid, 2006; Capilla Roncero, F.: La responsabilidad patrimonial univer-
sal y el fortalecimiento de la protección del crédito, Jerez de la frontera, 1989; Doral García,
J.A.: “El patrimonio como instrumento jurídico técnico”, ADC, 1983, pp. 1269 y ss.; García
García, J.M.: “Teoría General de los bienes y las cosas”, RCDI., 2003, pp. 919 y ss.; Horgué
Baena, C.: Régimen patrimonial de las Administraciones públicas, Iustel, 2007; Moral Gon-
zalez, J.: Los bienes inmuebles: aspectos jurídicos y económicos de su valoración, Barcelona,
1991; Prada Gonzalez, J.Mª.: “Patrimonios adscritos a fines”, RJN, nº 20, 1996, pp. 149 y ss.;
Santos Briz, J., “Comentario a los arts. 333 a 337 y 346 a 347 CC, en Comentarios al Código
civil y Compilaciones Forales (dir. por M. Albaladejo), t.V, vol. 1º, Madrid, 1980, pp. 1 a 46
y 96 a 99.
Lección 14
La representación
Sumario: I. Concepto y utilidad práctica.- II. Ámbito de la representación.- III. Clases.- 1. La re-
presentación legal.- 2. La representación voluntaria.- IV. El autocontrato o contrato consigo
mismo.- V. Cuestionario.- VI. Casos prácticos.- VII. Bibliografía.
1
La RDGRN 23 octubre 2004 (RJ 2005, 1079) insiste en la concurrencia de este requisito para
poder autorizarse la celebración del matrimonio por poderes.
La representación
del matrimonio “por apoderado a quien haya concedido poder especial en forma autén-
tica, pero siempre será necesaria la asistencia personal del otro contrayente”2. Éste es el
llamado matrimonio por poderes, en el que el apoderado no es, sin embargo, un repre-
sentante en el sentido estricto del término, sino un mero “portador de una declaración
de voluntad ajena predeterminada en todas sus partes por el poderdante”3. Evidente-
mente, el apoderado no tiene ningún margen de libertad para elegir al otro contrayente,
por lo que en el poder, que deberá constar en documento público (art. 1280.5 CC), se
determinará “la persona con quien ha de celebrarse el matrimonio, con expresión de las
circunstancias personales precisas para establecer su identidad” (art. 55.II CC).
III. CLASES
Existen dos tipos básicos de representación: la legal y la voluntaria.
a) En la representación legal es la propia ley la que ordena a una persona repre-
sentar a otra, independientemente de la voluntad del representado (así, el padre a
sus hijos menores de edad o el tutor a su pupilo).
b) En la representación voluntaria es, en cambio, el representado (poderdante)
quien concede al representante (apoderado) la facultad para que pueda celebrar
en su nombre negocios jurídicos, vinculándole, así, directamente frente a terceros.
Junto a la representación legal y voluntaria, y combinando rasgos propios de ambas,
existe un tercer supuesto de representación que se da respecto de las personas jurídicas
y que tiene gran importancia en el ámbito mercantil, conocido con el nombre de “re-
presentación orgánica”. Dicho término alude al hecho de que determinadas personas
físicas, como son los administradores de la sociedad, reciban por ley, en cuanto órgano
de ella, la facultad de que los actos que realicen se entiendan hechos por ésta4. En la
medida en que es la propia ley la que atribuye la facultad de representar al administrador
o administradores, este tipo de representación no es sino un supuesto de representación
legal. Pero, además, es también un supuesto de representación voluntaria, porque, a di-
ferencia de la legal, es la propia sociedad quien elige y revoca libremente a los adminis-
tradores, y éstos, del mismo modo, pueden aceptar y/o rechazar dicho cargo libremente5.
2
El poder “se extinguirá por la revocación del poderdante, por la renuncia del apoderado o por
la muerte de cualquiera de ellos. En caso de revocación por el poderdante bastará su manifes-
tación en forma auténtica antes de la celebración del matrimonio. La revocación se notificará
de inmediato al Juez, Alcalde o funcionario autorizante” (art. 55.III CC).
3
V. en este sentido RDGRN 7 junio 2005 (Tol 662871).
4
La STS 14 marzo 2002 (Tol 155159) se refiere a la representación orgánica como aquella “que
por imperio de la ley corresponde al administrador o administradores de la sociedad”.
5
Con todo, existe una tendencia actual en la doctrina de negar a esta forma de actuar de las per-
sonas jurídicas el carácter de representación stricto sensu, justificando tal postura en el hecho
de que son los órganos de la sociedad los que contribuyen a crear la propia voluntad del ente
personificado, de suerte que, si se admitiera la existencia de la representación, sería tanto como
decir que los administradores se están representando a sí mismos.
Derecho Civil I
1. La representación legal
La representación legal es la establecida por la ley, prescindiéndose de la volun-
tad del representante y del representado.
Así, son representantes legales:
1º) Los padres, en cuanto, titulares de la patria potestad, respecto de los hijos
menores de edad no emancipados (art. 162 CC), así como respecto de los inca-
pacitados, cuando la patria potestad hubiere sido prorrogada o rehabilitada (art.
171 CC).
2º) Los tutores, respecto de sus pupilos, menores de edad o incapacitados (art.
267 CC).
3º) El defensor del ausente (art. 184 CC) y del desaparecido (art. 181 CC).
El rasgo característico de la representación legal es que ésta constituye un dere-
cho-deber, de carácter irrenunciable, por lo que el representante tiene que actuar
necesariamente, para salvaguardar los intereses de su representado, necesitando
autorización judicial para realizar en nombre del representado contratos que pue-
dan comprometer gravemente su patrimonio, p. ej., vender o gravar sus bienes
inmuebles (art. 271 CC).
2. La representación voluntaria
La representación voluntaria es la que tiene su origen en un acto de voluntad
del representante, esto es, en el denominado negocio jurídico de apoderamiento,
por el cual una persona (poderdante) confiere a otra (apoderado), el poder de
representarla6.
Para otorgar válidamente poderes, es necesario que quien los otorgue tenga, confor-
me al art. 1263 CC, la capacidad general para contratar. Debe matizarse, no obstante,
que no surtirán efectos los poderes otorgados para realizar un concreto negocio, si quien
los otorga no puede realizarlo válidamente por sí mismo (éste sería el caso del poder
otorgado por un menor emancipado para tomar dinero a préstamo o enajenar bienes
inmuebles, operaciones que, de acuerdo al art. 323 CC, precisan para su validez la con-
currencia del consentimiento de sus padres).
Para que el poderdante quede obligado frente a terceros por la actuación del
apoderado es necesario que este último exteriorice su condición de representante7
6
V. en este sentido STS 30 julio 2001 (Tol 32426).
7
V. en este sentido STS 10 noviembre 2006 (Tol 1014476).
La representación
(o que ésta pueda deducirse tácitamente8); y, así mismo, que obre dentro de los
límites que le marca el poder que ha recibido.
Por lo tanto, el apoderado no queda obligado por la actuación de quien no ha
recibido un poder para actuar en su nombre (procurador falso) o por la de quien,
habiéndolo recibido (procurador real), sin embargo, se ha extralimitado en el ejer-
cicio de sus facultades (p. ej., se le ordena comprar una casa por 200.000 euros y,
en cambio, la adquiere por 400.000).
Así resulta del 1259.II CC, según el cual “El contrato celebrado a nombre de
otro por quien no tenga su autorización o representación legal será nulo, a no ser
que lo ratifique la persona a cuyo nombre se otorgue antes de ser revocado por la
otra parte contratante”.
Pensemos en el siguiente supuesto: “A” compra en nombre de “B” una casa, sin ha-
ber recibido un poder para ello, pero sabiendo que podría estar interesado en ella. En
principio, el contrato de compraventa celebrado por “A” no vincula a “B”. Sin embargo,
nada impide que este último ratifique dicho contrato, lo que “viene a suponer, pues, un
apoderamiento a posteriori que, no obstante, tiene eficacia retroactiva y sana el defecto
de poder de la actuación del representante, originariamente no apoderado”9.
8
V. en este sentido las SSTS 8 junio 1966 (RJ 1966, 3023), 28 noviembre 1973 (RJ 1973, 4340),
1 diciembre 1982 (RJ 1982, 7454) y 3 enero 2006 (Tol 809287).
9
V. en este sentido SAP Islas Baleares 29 junio 2011 (Tol 2220617).
10
V. en este sentido SSTS 13 junio 2002 Tol 202938), 29 enero 2004 (Tol 348555), 24 noviembre
2004 (Tol 536340) y 10 junio 2010 (Tol 1877819).
11
V. en este sentido STS 10 junio 2010 (Tol 1877819).
12
V. en este sentido STS 6 junio 2008 (Tol 1333422).
Derecho Civil I
A este tipo de mandato se refiere el art. 1725 CC, con notoria impropiedad,
hablando del mandatario que “obra en concepto de tal”, afirmando que, en tal
caso, “no es responsable personalmente frente a la parte con quien contrata”, por
lo que no puede ser demandado por ella13.
El precepto exceptúa esta regla cuando el mandatario “se obliga a ello expresamen-
te”, es decir, asume la responsabilidad del cumplimiento del contrato14; y también si
“traspasa los límites del mandato, sin darle conocimiento suficiente de sus poderes” (a
la parte con quien contrata), en cuyo caso el mandante representado no quedará obliga-
do frente al tercero, pero como dicha extralimitación no puede perjudicar “a quien, de
buena fe, contrató con él”15, será el mandatario quien quede obligado (p. ej., si, en vez
de vender el vehículo para cuya enajenación se le había autorizado, vende otro, que no
pertenecía al mandante y que había adquirido de otra persona16).
13
V. en este sentido SSTS 10 noviembre 2006 (Tol 1014476) y 3 abril 2000 (Tol 1526).
14
V. en este sentido SSTS 16 mayo 1984 (Tol 1737755) y 3 noviembre 2010 (Tol 1992303).
Posición contraria mantiene, sin embargo, la STS 26 noviembre 2010 (Tol 2032965), la cual
afirma que, “cuando el mandato tiene por objeto actos de disposición es menester que se desig-
nen específicamente los bienes sobre los cuales el mandatario puede ejercer dichas facultades,
y no es suficiente con referirse genéricamente al patrimonio o a los bienes del mandante”.
15
V. en este sentido STS 17 mayo 1971 (RAJ 1971, 2857).
16
V. en este sentido STS 12 noviembre 1982 (RAJ 1982, 6540).
La representación
su precio, que le habrá anticipado “B”, a quien posteriormente tendrá que transmitir la
vivienda (p. ej., mediante una compraventa simulada).
Esta clase de mandato aparece contemplado en el art. 1717.I CC, según el cual
“Cuando el mandatario obra en su propio nombre, el mandante no tiene acción
contra las personas con quienes el mandatario ha contratado, ni éstas tampoco
contra el mandante”. En este caso, dice el art. 1717.II CC, “el mandatario es el
obligado directamente en favor de la persona con quien ha contratado, como si el
asunto fuera personal suyo”.
El mandato no surte, pues, efectos frente a terceros, que no lo conocen, sino
sólo entre las partes: es, por ello, que el párrafo 3º deja a salvo “las acciones entre
mandante y mandatario”.
No obstante, el art. 1717.II CC admite la vinculación del mandante con el tercero, en
el caso “en que se trate de cosas propias del mandante”, entendiendo la jurisprudencia la
expresión “cosas”, en el sentido amplio, de “asuntos o negocios” suyos17, interpretando
que, si el tercero sabía la condición de mandatario de la persona con la que contrataba,
puede dirigirse directamente contra el mandante18. La STS 11 marzo 1987 (Tol 1739408)
permitió, así, al vendedor dirigirse directamente contra la “Citroën” para exigir el cobro,
al no haber ocultado la entidad compradora que actuaba como mandataria de aquélla.
17
V. en este sentido STS 3 enero 2006 (Tol 809287).
18
V. en este sentido SSTS 10 julio 1946 (RAJ 1946, 938), 1 diciembre 1982 (RAJ 1982, 7454),
18 enero 2000 (Tol 72855) y 22 abril 2005 (Tol 1211525).
19
V. en este sentido STS 16 mayo 1983 (Tol 1738598).
20
V. en este sentido RDGRN 6 julio 2006 (Tol 972029).
Derecho Civil I
21
V. en este sentido art. 163.II.2º CC, art. 244.4º CC, art. 1459.1º y 2º CC, así como art. 267
CCom.
22
V. en este sentido STS 5 noviembre 1956 (RAJ 1956, 3430), 4 enero 1991 (RAJ 1991, 106) y
9 junio 1997 (Tol 216594).
23
V. en este sentido SSTS 12 junio 2001 (Tol 230684) y 29 noviembre 2001 (Tol 130730), que
exigen que dicha autorización conste con claridad, aunque sin ser necesario que esté sujeta a
especiales requisitos de forma. V. igualmente RDGRN 3 diciembre 2004 (Tol 519268), la cual
precisa que no es necesario que se conceda un poder concreto para cada acto sobre el cual se
autoriza la facultad de auto-contratar.
24
V. en este sentido SSTS 24 octubre 1997 (Tol 215960), 14 octubre 1998 (Tol 2521), 29 no-
viembre 2001 (Tol 130730) y 20 enero 2005 (Tol 582610).
La representación
V. CUESTIONARIO
1º. Defina la representación y precise el ámbito en que es posible usarla.
2º. Diga en qué consiste la representación legal y enumere algún ejemplo de la
misma.
3º. Explique los requisitos que han de concurrir en la representación voluntaria
para que el poderdante quede vinculado por la actuación del apoderado.
4º. Diferencie entre los conceptos de “poder” y de “mandato”. ¿Es posible que
exista un mandato sin representación? ¿Y a la inversa?
5º. Explique la diferencia entre el mandato representativo y el no representa-
tivo.
6º. En el mandato representativo, ¿qué ocurre si el representante se extralimita
en su actuación?
7º. ¿Qué ha de suceder en el mandato no representativo para que los efectos de
la actuación del mandatario recaigan sobre la esfera patrimonial del mandante?
8º. Explique en qué consiste la representación orgánica.
25
V. en este sentido RRDGRN 14 mayo 1988 (RAJ 1988, 4455) y 2 diciembre 1998 (Tol
132841).
26
Como así ponen de manifiesto las SSTS 15 junio 1966 (RJ 1966, 3108), 14 junio 1974 (RJ
1974, 2637), 10 mayo 1984 (Tol 1737901), 31 enero 1991 (Tol 1728358), 29 octubre 1991
(Tol 1728625), 12 junio 2001 (Tol 230684) y 29 noviembre 2001 (Tol 130730).
27
V. en este sentido la STS 12 junio 2001 (Tol 230684), que precisa algo, por otra parte, fuera
de toda duda, como es que “si hubo autorización previa resulta innecesaria la ratificación o
asentimiento posterior”.
28
No obstante, la ratificación no puede perjudicar a terceros. V. en este sentido RDGRN 2 di-
ciembre 1998 (Tol 132841).
Derecho Civil I
Cuestiones
1. ¿Es correcta la actuación de don Tomás? En caso negativo, ¿por qué?
2. ¿Quedaría vinculado don José por la actuación de su representante don Tomás?
Cuestiones
1. ¿De qué figura es constitutiva la actuación de don Julián?
2. ¿Sería válida la compraventa de la furgoneta efectuada por don Julián para sí mis-
mo?
VII. BIBLIOGRAFÍA
Álvarez Lata, N.: “Contratos de prestación de servicios”, en AA.VV.: Tratado de Contratos (dir.
R. Bercovitz), III, Valencia, 2009; Díaz de Entresotos, M: El autocontrato, Madrid, 1990;
Díez-Picazo, L.: La representación en el Derecho Privado, Madrid, 1979; Díez Picazo y Pon-
ce de León, L.: Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, IV, 6ª ed., Madrid, 2010; León
La representación
Alonso, J.: “Comentarios a los arts. 1709 a 1739 CC”, en AA.VV.: Comentarios al Código
Civil y Compilaciones Forales (dir. M. Albaladejo), t. XXI, vol. 2º, Madrid, 1986; Linares
Noci, R.: Poder y mandato. Problemas sobre su irrevocabilidad, Madrid, 1991.
Lección 15
Persona Jurídica. Asociaciones y Fundaciones
I. LA PERSONA JURÍDICA
La organización social requiere que determinadas actividades que no pueden
ser realizadas por personas físicas, sino por una pluralidad de sujetos, como resul-
ta de las asociaciones deportivas, benéficas, culturales… o por un patrimonio que
pretenda la realización de un determinado fin, sean reconocidas por los poderes
públicos, otorgándoles personalidad jurídica propia, independientemente de los
miembros que lo compongan.
Este presupuesto es el requisito previo para procurar la realización de intereses
y objetivos, de carácter fundamentalmente patrimonial, que la persona no podría
desarrollar por sí misma de manera individual, y dotarle de un futuro que perdure
más allá de la vida de sus partícipes.
Los fines de estas entidades son de carácter bien diverso, como se justifica desde
la Edad Media, en que, junto con el reconocimiento del Estado y de entes de carácter
político, ya reconocidos desde el Derecho Romano, surge la necesidad de analizar la
existencia y composición de estas organizaciones, de origen fundamentalmente religio-
so, con identidad separada de los miembros o del patrimonio que las componían, que
con el tiempo fueron el germen de las actuales asociaciones o fundaciones y la causa
de la existencia de reglamentaciones específicas, como las que regulan las asociaciones
deportivas, políticas… sin perjuicio de que para las carentes de normativa propia deban
sujetarse con carácter general a lo dispuesto en la Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo,
reguladora del derecho de asociación,y en la Ley 50/2002, de 26 de diciembre, de fun-
daciones, por las razones que se expondrán seguidamente y a las disposiciones propias
de cada Comunidad Autónoma1.
1
Andalucía: Ley 10-2005, de 31 de mayo y Ley 4/2006, de 23 de junio, de Asociaciones; Aragón:
Decreto 276/1995, de 19 de diciembre, modificado por Decreto 25/2004, de 10 febrero y De-
creto 13/1995, de 7 febrero; Asturias: Decreto 34/1998, de 18 de junio, modificado por Decre-
to 12/2000; Baleares: Decreto 61/2007, de 18 de mayo; Canarias: Ley 2-1998, de 6 de abril y
Ley 4/2003, de 28 de febrero; Cantabria: Decreto 26/1997, de 11 abril y Decreto 73/1997, de 7
julio; Castilla y León: Ley 13/2002, de 15 de julio, modificada por Ley 12/2003 y Ley 2/2006;
Cataluña: Ley 4/2008, de 24 de abril; Extremadura: Decreto 2/1987, de 27 enero; Galicia: Ley
Persona Jurídica. Asociaciones y Fundaciones
La naturaleza de estas entidades ha sido objeto de varias teorías que han pre-
tendido justificar su existencia.
Entre éstas, tradicionalmente se ha destacado la denominada teoría de la ficción y la
orgánica o antropomórfica.
a) La primera de ellas, sostenida por Savigny puso de relieve, que se trata de entes
ficticios, creados por el derecho con la finalidad de atender a la realización de objetivos
que la persona física no puede realizar por sí misma.
b) La segunda, expuesta por Gierke, pone el énfasis en la organización social, des-
tacando con ello que la estructura social está compuesta por realidades preexistentes,
necesarias para el funcionamiento de la sociedad, como el Estado, municipio… a los que
el derecho sólo cabe reconocer.
Ambas teorías, superadas a su vez por otras posteriores, no hacen sino poner de
manifiesto que estas realidades, con personalidad jurídica distinta a la de las personas
que lo componen o de los patrimonios de sus miembros, cumplimentan una función en
la sociedad que los individuos no pueden asumir y que los poderes públicos valoran,
graduando su reconocimiento.
En todo caso, y como también pone de relieve el TS, la técnica del levantamien-
to del velo debe utilizarse cuidadosamente puesto que, con carácter general, los
socios de una sociedad no responden con sus bienes, salvo los supuestos excepcio-
nales de ese “levantamiento del velo”, por lo que, este tipo de técnicas no puede
utilizarse de modo automático, que lleve a prescindir totalmente de la persona
jurídica y lleve a situaciones de injusticia material3.
Veamos algunos ejemplos de aplicación de esta doctrina. La STS 31 octubre 1996
(Tol 1659125) consideró probada la existencia de una interconexión de los patrimonios
de dos mercantiles, con la finalidad de defraudar a terceros (en el supuesto, una de estas
sociedades interponía una tercería de dominio para recuperar los bienes embargados a la
otra, defraudando así a la entidad acreedora), de manera que “le es perfectamente aplica-
ble la teoría del ‘levantamiento del velo’, para reponer en sus justos límites, una situación
patrimonial alterada y menoscabada por una simulación fraudulenta, por lo que hay que
2
V. en este sentido SSTS 31 octubre 1996 (Tol 1659125), 2 abril 2002 (Tol 154976 ), 17 diciem-
bre 2002 (Tol 229604), 25 abril 2003 (Tol 275444), 11 diciembre 2003 (Tol 340961), 27
octubre 2004 (Tol 513460), 6 abril 2005 (Tol 619467), 24 mayo 2006 (Tol 952782), 29 junio
2006 (Tol 964451), 23 octubre 2008 (Tol 1389666), 7 octubre 2009 (Tol 1627879), 2 diciem-
bre 2010 (Tol 2003260) y 7 junio 2011 (Tol 2567279).
3
V. en este sentido STS 30 mayo 2012 (Tol 2558191).
Persona Jurídica. Asociaciones y Fundaciones
estimar la perfecta aplicación de las teorías del fraude de ley y del abuso del derecho”.
La STS 11 diciembre 2003 (Tol 340961) estimó probado que, para evitar el pago de una
deuda por parte de una sociedad, se había simulado su insolvencia y se había creado
otra idéntica a ésta (con el mismo administrador, domicilio social y actividad). Así, el
TS afirma que “el caso coincide plenamente con la doctrina del levantamiento del velo,
cuya jurisprudencia es muy reiterada y pretende evitar que la personalidad jurídica sea
un medio de conseguir un fin fraudulento, como, en el presente caso”. La STS 27 octu-
bre 2004 (Tol 513460) consideró probado que se había creado una sociedad para eludir
las responsabilidades patrimoniales de otra entidad del mismo grupo de sociedades, así
como de otras mercantiles de dicho grupo. Algunos de los elementos que se tuvieron
en cuenta fueron los siguientes: identidad del domicilio social, el hecho de que una
sociedad fuese accionista mayoritaria de la otra, la identidad de los socios, la unidad de
dirección y la confusión de cuentas entre ellas.
II. MODALIDADES
Desde siempre, las clasificaciones que se han realizado de las personas jurídicas
han sido múltiples.
Las más características son las siguientes:
a) Por su estructura, se puede diferenciar entre personas de tipo asociacional,
que tienen por base un conjunto de personas frente a las de tipo fundacional, que
la tienen en una masa de bienes adscrita a la realización de un fin. Dentro de las
primeras se encuentran las asociaciones y sociedades.
b) Por la posición que ocupan en la organización estatal: personas jurídicas de
derecho público y de derecho privado.
Dentro de estas primeras se encuentran los entes vinculados con la organiza-
ción territorial y política del Estado.
Sin perjuicio de ello, también existen ciertas entidades que participan de esta
doble naturaleza, como es el caso de los colegios profesionales.
c) Por el fin perseguido, pueden ser éste de utilidad pública, cuando desenvuel-
ven una actividad en interés social y de utilidad privada, cuando persiguen fines
de estricto interés particular, especialmente de naturaleza económica, como pare-
ce deducirse del art. 35.2 en relación con arts. 36 y 1665 CC y 116 CC).
El art. 35 CC se limita a declarar que son personas jurídicas, las corporaciones,
asociaciones y fundaciones de interés público reconocidas por la Ley y las asocia-
ciones de interés particular, sean civiles, mercantiles o industriales, a las que la ley
conceda personalidad propia, independiente de la de cada uno de los asociados,
rigiéndose éstas últimas por las disposiciones relativas al contrato de sociedad.
Derecho Civil I
III. REGULACIÓN
El derecho de asociación queda reconocido en el art. 22 CE, al mismo tiempo
que establece un sistema de publicidad ó control a posteriori de la asociación una
vez constituida.
Dicho precepto dispone que:
“1. Se reconoce el derecho de asociación.
2. Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito
son ilegales.
3. Las asociaciones constituidas al amparo de este artículo deberán inscribirse
en un registro a los solos efectos de publicidad.
4. Las asociaciones sólo podrán ser disueltas o suspendidas en sus actividades
en virtud de resolución judicial motivada.
5. Se prohíben las asociaciones secretas y las de carácter paramilitar”.
Como consecuencia de tratarse de un derecho fundamental, el derecho de aso-
ciación queda desarrollado en la Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, regulado-
ra del derecho de asociación (en adelante, LODA).
El derecho de asociación se regirá con carácter general por lo dispuesto en
dicha LODA, dentro de cuyo ámbito de aplicación se incluyen todas las asociacio-
nes que no tengan fin de lucro y que no estén sometidas a un régimen asociativo
específico, como partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales, igle-
sias, confesiones religiosas, federaciones deportivas, consumidores y usuarios...,
que se regirán por su normativa específica, sin perjuicio de la aplicación supletoria
Persona Jurídica. Asociaciones y Fundaciones
IV. CAPACIDAD
Del art. 37 CC cabe inferir que la capacidad civil de las corporaciones se re-
gulará por las leyes que las hayan creado o reconocido; la de las asociaciones por
sus estatutos, y la de las fundaciones por las reglas de su institución, debidamente
aprobadas por disposición administrativa, cuando este requisito fuere necesario.
a) La capacidad que se requiere para ser miembro de una asociación queda estable-
cida en el art. 3 LODA, que distingue según se constituya por personas físicas o jurídicas.
Las personas físicas necesitan tener capacidad de obrar y no estar sujetas a ninguna
condición ó impedimento legal para el ejercicio del derecho, si bien los menores no
emancipados de más de 14 años requieren el consentimiento de sus padres o tutor, salvo
lo dispuesto en la legislación especial de asociaciones infantiles ó juveniles; los miem-
bros de las Fuerzas Armadas o de los Institutos Armados de naturaleza militar habrán de
atenerse a lo que dispongan las Reales Ordenanzas y sus normas específicas y los Jueces,
Magistrados y Fiscales, a su normativa especifica en lo que se refiere a asociaciones
profesionales.
Por su parte, las personas jurídicas si son de naturaleza asociativa necesitarán el
acuerdo expreso del órgano competente (Junta ó Asamblea General), y si son de natura-
leza institucional, el acuerdo de su órgano rector.
b) Podrán constituir fundaciones las personas físicas y las personas jurídicas, sean
éstas públicas o privadas.
Las personas físicas requerirán de capacidad para disponer gratuitamente, inter vivos
o mortis causa, de los bienes y derechos en que consista la dotación.
Las personas jurídicas privadas de índole asociativa requerirán el acuerdo expreso
del órgano competente para disponer gratuitamente de sus bienes, con arreglo a sus
Estatutos o a la legislación que les resulte aplicable. Las de índole institucional deberán
contar con el acuerdo de su órgano rector.
Las personas jurídico-públicas tendrán capacidad para constituir fundaciones, salvo
que sus normas reguladoras establezcan lo contrario (art. 8 LF).
Derecho Civil I
VI. CONSTITUCIÓN
Todas las personas tienen derecho a asociarse libremente para la consecución
de fines lícitos, sin que nadie pueda ser obligado a ello, y sin necesidad de autori-
zación previa.
1. Asociación
Para constituir una asociación, la Ley impone unas condiciones de tipo per-
sonal. En concreto, podrán constituir una asociación personas físicas ó jurídicas,
pero el número mínimo para constituirla es de tres miembros (art. 5 LODA)
Las entidades públicas, pueden constituir asociaciones, entre sí, o con particu-
lares, pero en este caso, siempre que lo hagan en igualdad de condiciones con los
particulares, con objeto de evitar una posición de dominio en el funcionamiento
de la asociación (art. 2.6° LODA).
Persona Jurídica. Asociaciones y Fundaciones
2. Fundación
La fundación nace en virtud el negocio jurídico fundacional, que es una decla-
ración de voluntad individual realizada, bien inter vivos (en cuyo caso es irrevo-
cable), bien mortis causa, es decir en testamento, teniendo entonces efectos desde
la muerte del testador.
Dicha declaración va dirigida a la constitución de la fundación, dotándola del
bien o bienes con los que se cumplirá el fin de interés público o general perseguido
1º) Si la constitución es inter vivos el negocio jurídico fundacional deberá rea-
lizarse en escritura pública, en la que deberán estar incluidos los Estatutos.
Dicha escritura pública deberá contener, al menos, los siguientes extremos: nombre,
apellidos, edad y estado civil del fundador o fundadores, si son personas físicas, y su de-
nominación o razón social, si son personas jurídicas, y, en ambos casos, su nacionalidad
y domicilio y número de identificación fiscal; la voluntad de constituir una fundación;
la dotación, su valoración y la forma y realidad de su aportación; los Estatutos de la
4
V. en este sentido STS 14 noviembre 2011 (Tol 2288411).
Derecho Civil I
VII. ÓRGANOS
1. Asociaciones
A ello se refieren los arts. 11 y ss. LODA, de los que se desprende que las aso-
ciaciones habrán de ajustar su funcionamiento a lo establecido en sus propios
Estatutos, siempre que no estén en contradicción con la Ley y demás normas
reglamentarias.
Persona Jurídica. Asociaciones y Fundaciones
A) La Asamblea General
Es el órgano supremo de gobierno de la asociación integrado por los asocia-
dos, que adopta sus acuerdos por el principio mayoritario o de democracia inter-
na, y que debe reunirse, al menos, una vez al año.
Los acuerdos de la Asamblea general se adoptarán por mayoría simple de las
personas presentes o representadas, cuando los votos afirmativos superen a los
negativos. No obstante, requerirán mayoría cualificada, que resultará cuando los
votos afirmativos superen la mitad: los acuerdos relativos a la disolución de la
asociación; modificación de Estatutos, disposición ó enajenación de bienes, y re-
muneración de miembros del órgano de administración.
B) Órgano de representación
Su función es gestionar y representar a la entidad, de acuerdo con las disposi-
ciones de la Asamblea General.
Solo podrán ser miembros los propios asociados, y salvo que los Estatutos dis-
pongan otra cosa, deben ser mayores de edad, estar en el ejercicio de sus derechos
civiles y no incurrir en causa de incompatibilidad.
Si los Estatutos no disponen otra cosa, las facultades del órgano de represen-
tación se extenderán con carácter general, a todos los actos propios del fin de
la asociación, siempre que no requieran, conforme a los estatutos, autorización
expresa de la Asamblea General.
2. Fundaciones
A) El Patronato
En toda fundación deberá existir, con la denominación de Patronato, un ór-
gano de gobierno y representación de la misma, que adoptará sus acuerdos por
mayoría en los términos establecidos en los Estatutos (art. 14 LF).
Le corresponde cumplir los fines fundacionales y administrar con diligencia
los bienes y derechos que integran el patrimonio de la fundación, manteniendo el
rendimiento y utilidad de los mismos.
El patrimonio de la fundación está formado por todos los bienes, derechos y obli-
gaciones susceptibles de valoración económica que integren la dotación, así como por
aquellos que adquiera la fundación con posterioridad a su constitución, se afecten o no
a la dotación.
Derecho Civil I
La fundación deberá figurar como titular de todos los bienes y derechos integrantes
de su patrimonio.
Debe estar constituido por un mínimo de tres miembros, que elegirán entre
ellos un Presidente, si no estuviera prevista de otro modo la designación del mis-
mo en la escritura de constitución o en los Estatutos.
Asimismo, el Patronato deberá nombrar un Secretario, cargo que podrá recaer
en una persona ajena a aquél, en cuyo caso tendrá voz pero no voto, y a quien
corresponderá la certificación de los acuerdos del Patronato.
Podrán ser miembros del Patronato las personas físicas que tengan plena capacidad
de obrar y no estén inhabilitadas para el ejercicio de cargos públicos. Las personas jurídi-
cas podrán formar parte del Patronato, y deberán designar a la persona o personas físicas
que las representen en los términos establecidos en los Estatutos.
Los patronos entrarán a ejercer sus funciones después de haber aceptado expresa-
mente el cargo en documento público, en documento privado con firma legitimada por
Notario o mediante comparecencia realizada al efecto en el Registro de Fundaciones.
Asimismo, la aceptación se podrá llevar a cabo ante el Patronato, acreditándose a través
de certificación expedida por el Secretario, con firma legitimada notarialmente.
En todo caso, la aceptación se notificará formalmente al Protectorado, y se inscribirá
en el Registro de Fundaciones.
Los patronos ejercerán su cargo gratuitamente sin perjuicio del derecho a ser
reembolsados de los gastos debidamente justificados que el cargo les ocasione
en el ejercicio de su función. Además, el Patronato podrá fijar una retribución
adecuada a aquellos patronos que presten a la fundación servicios distintos de los
que implica el desempeño de las funciones que les corresponden como miembros
del Patronato, previa autorización del Protectorado y siempre que el fundador no
hubiese dispuesto lo contrario.
Si los Estatutos no lo prohibieran, el Patronato podrá otorgar y revocar poderes gene-
rales y especiales, así como delegar sus facultades en uno o más de sus miembros, salvo:
la aprobación de las cuentas y del plan de actuación, la modificación de los Estatutos,
la fusión y la liquidación de la fundación y aquellos actos que requieran la autorización
del Protectorado.
de su mandato si fueron nombrados por un determinado tiempo; por renuncia; por las
causas establecidas válidamente para el cese en los Estatutos.
B) El Protectorado
Es el órgano al que le corresponde velar por el correcto ejercicio del derecho
de fundación y por la legalidad de la constitución y funcionamiento de las funda-
ciones.
Será ejercido por la Administración General del Estado respecto de las funda-
ciones de competencia estatal.
Sus funciones son, entre otras, las siguientes: asesorar a las fundaciones que se en-
cuentren en proceso de constitución, en relación con la normativa aplicable a dicho
proceso; asesorar a las fundaciones ya inscritas sobre su régimen jurídico, económico-
Derecho Civil I
VII. EXTINCIÓN
A tenor del art. 39 CC, “Si por haber expirado el plazo durante el cual fun-
cionaban legalmente, o por haber realizado el fin para el cual se constituyeron,
o por ser ya imposible aplicar a éste la actividad y los medios de que disponían,
dejasen de funcionar las corporaciones, asociaciones y fundaciones, se dará a sus
bienes la aplicación que las leyes, o los estatutos, o las cláusulas fundacionales, les
hubiesen en esta previsión asignado. Si nada se hubiere establecido previamente,
se aplicarán esos bienes a la realización de fines análogos, en interés de la región,
provincia o Municipio que principalmente debieran recoger los beneficios de las
instituciones extinguidas”.
1. Asociaciones
Las asociaciones se disolverán por las causas previstas en los Estatutos y, en su
defecto, por la voluntad de los asociados expresada en Asamblea General convo-
cada al efecto, así como por las previstas en el art. 39 CC y por sentencia judicial
firme (arts. 17 y 18 LODA).
En todos estos casos, deberá darse al patrimonio el destino previsto en los Es-
tatutos. Y es que, la disolución de la asociación abre un periodo de liquidación,
hasta el fin del cual la entidad conservará su personalidad jurídica y se nombrarán
los liquidadores de entre los asociados, salvo que el Juez o la Asamblea dispongan
otra cosa.
2. Fundaciones
La fundación se extinguirá, a tenor del art. 31 LF, por las siguientes causas:
5
V. en este sentido STS 7 marzo 2011 (Tol 2088369).
Persona Jurídica. Asociaciones y Fundaciones
d) cuando así resulte de la fusión, en los términos previstos por el art. 30 LF;
“Las fundaciones, siempre que no lo haya prohibido el fundador, podrán fusionarse
previo acuerdo de los respectivos Patronatos, que se comunicará al Protectorado” (art.
30.1 LF). “La fusión requerirá el otorgamiento de escritura pública y la inscripción en el
correspondiente Registro de Fundaciones” (art. 30.2 LF). “Cuando una fundación resulte
incapaz de alcanzar sus fines, el Protectorado podrá requerirla para que se fusione con
otra de análogos fines que haya manifestado ante el Protectorado su voluntad favorable a
dicha fusión, siempre que el fundador no lo hubiera prohibido” (art. 30.3 LF).
6
La modificación o nueva redacción de los Estatutos acordada por el Patronato se comunicará
al Protectorado, que sólo podrá oponerse por razones de legalidad y mediante acuerdo moti-
vado y habrá de ser formalizada en escritura pública e inscrita en el correspondiente Registro
de Fundaciones (art. 29.4 y 5 LF).
Derecho Civil I
IX. DOMICILIO
El domicilio de las personas jurídicas será el del lugar que se haya establecido
en los correspondientes estatutos por sus órganos sociales. No obstante, cuando
“ni la ley que las haya creado o reconocido, ni los estatutos o las reglas de fun-
dación fijen el domicilio de las personas jurídicas, se entenderá que lo tienen en
el lugar en que se halle establecida su representación legal, o donde ejerzan las
principales funciones de su instituto” (art. 41 CC).
Las asociaciones que se constituyan con arreglo a la LODA tendrán su domici-
lio en España, en el lugar que establezcan sus Estatutos, que podrá ser el de la sede
de su órgano de representación, o bien aquél donde desarrolle principalmente sus
actividades.
Deberán tener domicilio en España, las asociaciones que desarrollen activida-
des principalmente dentro de su territorio.
Sin perjuicio de lo que disponga el ordenamiento comunitario, las asociaciones
extranjeras para poder ejercer actividades en España, de forma estable o durade-
ra, deberán establecer una delegación en territorio español (art. 9 LODA).
Las fundaciones que desarrollen principalmente su actividad dentro del terri-
torio nacional deberán estar domiciliadas en España. Su domicilio estatutario será
en el lugar donde se encuentre la sede de su Patronato, o bien en el lugar en que
desarrollen principalmente sus actividades (art. 6 LF).
X. CUESTIONARIO
1º. ¿Qué es una persona jurídica?
2º. Clases de personas jurídicas.
3º. ¿Todas las personas jurídicas tienen ánimo de lucro?
Persona Jurídica. Asociaciones y Fundaciones
Cuestiones
1. ¿Cuál es la posición acertada? Justifique la respuesta.
2. ¿Qué argumentos podría invocar el dueño de los recreativos en su favor?
3. ¿En qué consiste la teoría del levantamiento del velo?
XII. BIBLIOGRAFÍA
AA.VV.: Constitución y extinción de fundaciones (directora A. Real Pérez), Valencia, 1999;
AA.VV.: Asociaciones y fundaciones, XI Jornadas de la Asociación de Profesores de Derecho
Civil, Alicante 27 a 29 de mayo de 2004; AA.VV.: Tratado de Fundaciones (directores R. de
Lorenzo, J.L. Piñar y T. Sanjurjo), Cizur Menor, 2010, Boldó Roda, C.: Levantamiento del
Derecho Civil I
velo y persona jurídica en el derecho privado español, Cizur Menor, 1996; Capilla Roncero,
F.: La persona jurídica: funciones y disfunciones, Madrid, 1984; De Castro y Bravo, F.: La
persona jurídica, Madrid, 2ª ed., 1984; De Ángel Yágüez, R.: La doctrina del “levantamiento
del velo” de la persona jurídica en la reciente jurisprudencia, Madrid, 1989; Piñar Mañas, J.
L. y Real Pérez, A.: Derecho de fundaciones y voluntad del fundador: estudio, desde la evo-
lución del derecho español de fundaciones, del régimen jurídico de la voluntad del fundador
en la Constitución de 1978 y en la Ley 30-1994, de 24 de noviembre, Madrid, 2000; Salelles
Climent, J.R. y Verdera Server, R.: El patronato de la fundación, Cizur Menor, 1997; Serra
Rodríguez, A.: Las fundaciones: elementos esenciales y constitución: (estudio conforme a la
Ley 30/1994, de 24 de noviembre, de fundaciones y de incentivos fiscales a la participación pri-
vada en actividades de interés general, Sedaví (Valencia), 1995.