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La Voz de Un Papá Amoroso
La Voz de Un Papá Amoroso
Introducción..................................................................................................................1
La Voz de un Papá amoroso............................................................................................2
Santificado sea tu nombre...............................................................................................5
Venga a nosotros tu reino................................................................................................8
Hágase Señor tu voluntad en la tierra como en el cielo..............................................11
Danos hoy nuestro pan de cada día..............................................................................14
Perdona nuestras ofensas como también nosotros......................................................17
perdonamos a los que nos ofenden...............................................................................17
No nos dejes caer en la tentación..................................................................................20
Líbranos del mal.............................................................................................................23
Conclusión....................................................................................................................26
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Introducción
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Y es así como la oración del padrenuestro se identifica y, se vive desde las realidades
ya mencionadas.
Sabemos pues, que, la voz de un padre es una voz fuerte, una voz que resuena y dicta
algo inmovible, también que es una voz inconfundible, al momento que se escucha es
imposible no reconocerla y tampoco ignorarla; produce en nosotros algunos
sentimientos y reacciones: de seguridad, firmeza, claridad, identidad, nos hace despertar
y enfocar nuestra mirada en lo que él dice, nos alienta a seguir. Así es la voz de Dios
Quien escucha la voz del Padre, se identifica y se siente hijo, realmente entra en la
dinámica de encuentro e intimidad tan profundo con el que le dio la vida, sabiendo que
todo brota de Él y termina en Él, poniendo todas nuestras fuerzas en Él, volteando hacia
Él y expresando tal frase, que solo se formula con un corazón filial, “Padrenuestro”.
Que gran plegaria sublime y fervorosa, en donde el hijo puede estar: triste, alegre,
victorioso, afligido, acabado, exclama y, en comunión con sus semejantes, lanzan con
una gran esperanza la fe vivida y reflexionada, la palabra de un corazón pequeño y débil.
Como nos dice el salmo 90: “Me invocará y lo escucharé”. Solo el que ora con esta
confianza al padre se dará cuenta, que siempre hay un padre que lo escucha cuando el
hijo lo invoca, en medio de la atareada vida del mundo.
Aunque esta primera parte de la oración del hijo se deja ver la confianza y la
esperanza que tiene el hijo con el padre, no siempre se vive o se intenta vivir de esta
forma, ya que por el pecado que pesa y se lleva como una carga que presiona e
imposibilita la visibilidad, la mayoría de las veces nos hunde la cabeza, nos llena de
vergüenza y nos lleva a dejar de mirar hacia el cielo, de mirar al padre; entonces nuestra
intimidad, con el Padre se corrompe y dejamos que el pecado nos debilite, nos muestra
que nuestro pecado es más grande que el mismo océano, que nuestra vida ya está
perdida, que nuestra esperanza se ha perdido, y lo peor de todo es que te deja ver como
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ya no clamas con libertad “Padre nuestro”, pierdes tu sentir de hijo, sino que ahora eres
esclavo del pecado.
Pero, El mal no tiene la última palabra, sino el bien 1 con estas palabras de Juan Pablo
II, no tenemos la menor duda que el pecado se puede vencer, podemos volver a levantar
la cabeza, volver a sentirnos hijos, y aun mejor, amados del padre. Dios nunca va a
permitir que dejemos de clamar: “Padre”
Nos podemos plantear una de las preguntas quizás medio confusas en donde
sencillamente el demonio nos puede tentar fácilmente: si soy un pecador ¿puedo clamar
al padre? ¿Dios es igual que mi padre?, ¿También se ausenta?, ¿Se aleja?, ¿Esta cuando
lo necesito?
Muchas veces nuestra relación con nuestro padre, repercute en la relación con Dios, y
eso nos hace a veces perder la confianza que tenemos con Dios, por lo tanto suscitan en
nosotros estas preguntas, que ponen nuestra alma en un desierto de oración y falta de
confianza en el padre.
Después de esto empezamos a hacer a nuestro propio “Padre” con gestos, acciones,
problemas y actitudes que tiene nuestro padre, provocando un “Padre Dios” a nuestro
modo, “Porque si fuera así, todos los que no han tenido una buena experiencia paterna o
materna estarían también perjudicados en su camino espiritual. Naturalmente, nuestras
heridas paternas y maternas marcan nuestra relación con Dios. Pero existe también la
experiencia de Dios como padre y madre que puede curar nuestras heridas paternas y
maternales”2.
Ahora lo que tenemos que hacer para tener una imagen fiel y pura de Dios, tenemos
que ir con aquel que ha visto al Padre, que hablaba con él antes de hacer muchas cosas y
que siempre conservo la imagen fiel de su Padre, por lo tanto nunca dudó en su amor ni
mucho menos en su presencia.
Jesús al momento de invitarnos a orar hacia el padre nos hace participes de una
experiencia que regenera la vida y cura las heridas ocasionadas por nuestra madre o
padre, porque al mostrarnos cómo es el Padre, nos lo muestra tal cual como se le ha
revelado, de una manera misericordiosa, amorosa, que acompaña, alimenta, protege,
bendice y aleja de todo aquello que nos hace mal. Nos va metiendo a una experiencia
espiritual que no importa que sentimientos tengas: necesidad, heridas, cargas, o que
también en qué situación estés: de pecado o de gracia; siempre vas a encontrar la voz de
un Padre amoroso.
Solo Jesús nos puede ayudar a ver como el Padre actúa, si perdemos de vista las
enseñanzas de Jesús, los milagros, las reflexiones y parábolas, perderemos de vista la
acción del Padre, ya que Jesús obra con el Padre y el Padre con Jesús, no dejemos que
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JUAN PABLO II, Audiencia general 17 de octubre 2001
2
A GRÜN, El Padrenuestro, 28.
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las conductas del mundo, las doctrinas y los falsos ídolos nos hagan despreciar la acción
del Padre y amar a los ídolos que: “tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen
orejas y no oyen, tienen nariz y no huelen”.(Salmo 113B)
Al decir el Padrenuestro, nos damos cuenta de que no es en un sentido totalmente
particular, sino que es un sentido de comunidad pues también tu hermano levanta la
mirada hacia el cielo y vive las mismas vicisitudes de la misma vida. No podemos caer
en un egoísmo farisaico que solo ve sus propios problemas sin voltear a su lado. Quien
no ve al de a lado como su hermano, difícilmente podrá comprender la expresión de
“Padrenuestro” sino que solo entenderá una versión transgredida y borrosa del Padre.
La oración no se puede comprender si no se vive consciente de que hay una
comunidad a tu alrededor, que hay personas buscando la paz que tu quieres encontrar en
Dios, quieren encontrar a un padre que cura, perdona y ama.
La misma oración del Padrenuestro no se puede entender sin comunidad, sin
“ecclesia”.
En toda la oración se concentra en una pluralidad, en una amplitud sin estereotipos ni
divisiones, se vive realmente una comunidad orante en donde el Espíritu Santo nos va
impulsando a encontrarse primeramente con el Padre, para después clamar junto con el
Hijo perfecto, y voltear hacia arriba con el hermano.
Sabemos que, vivir en comunidad no es fácil, y que se viven muchos roces que
despiertan en nosotros un sentimiento de repelo, coraje, orgullo, etc. Sin embargo no hay
mejor manera de arreglar las cosas, que con la oración del prójimo, de la humildad, del
perdón, la oración con la cual nos identifica, primero como hijos y luego como
hermanos, y termina siendo la manera más bonita, completa y central de la
reconciliación con los hermanos.
Es también, un medio para comunicarnos con los hermanos que están lejos, quizás
donde estén no haya comunicación móvil, pero recuerdan ambos que tiene un Padre
común, que conoce los corazones de todos sus hijos y que sabe las intenciones de cada
uno; con esto podemos decir que la oración del Padrenuestro sirve para comunicarse con
el otro, por medio de la intercesión del Padre.
¿Quién es el más importante para el Padre? Nadie es más o menos importante sino
que más bien; como hijas e hijos de Dios tenemos un honor inviolable 3 y una
importancia equitativa.
Acerquémonos a la misericordia de Dios puesta en esta oración y cuando oremos
hagámoslo de una manera autentica y sencilla, puesto que tu manera de orar con
autenticidad va a relucir tu intimidad con el Padre.
Disfrutemos la voz del Padre amoroso y dejémonos consentir por él.
3
A. GRÜN, El Padrenuestro, 35
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Santificado sea tu nombre
Para Jesús es muy importante el reconocerse hijos de Dios, pero también en ese
reconocerse como hijos también reconocemos quien es nuestro Padre; el que ora habla
con alguien, dialoga con otra persona, con un Ser que tiene identidad. Esto es como una
relación primaria: primero lo conocemos, le hablamos, pero al momento de preguntarse
los nombres, ambas personas dudamos en decirlo puesto que, nuestro nombre es nuestra
insignia, nuestra carta de presentación, lo que nos identifica; ya después de que ambos
confiaron y que se desvelaron totalmente, con la acción de darse el nombre, ya los
demás se vive en contexto de confianza; ya viene los datos familiares, trabajo, estudio,
¡hasta de que pata cojeamos!, todo esto gracias al nombre.
La oración es lo mismo, es un conocer a Dios y conocerse a uno mismo, pero ¿cómo
podemos llamarnos “hijos” si no conocemos al padre? Es necesario conocer al padre y
no caer en una superstición sobre, que, Dios es una energía o un poder sobrenatural sin
ninguna explicación.
Su nombre es inconfundible y demanda de nosotros ser como lo que pedimos
“Santos”; podemos pensar que una de las intenciones que encontraba Jesús en su oración
personal era, la necesidad de santidad en su pueblo, sabiendo que siendo así podrían
conocer la riqueza de estar con un Dios que santifica al que lo santifica, no de una
manera obligada o sin libertad sino como una muestra de confianza del padre que quiere
que su hijo llegue a conocer la manera de ser de Dios Padre o que llegue a gozar de lo
que le espera, del reino, del amor infinito.
Demanda de nosotros una santificación que realmente lo reconozca como lo que es,
por eso mismo es Dios quien nos santifica, quien nos transforma con su amor, pero al
mismo tiempo también somos nosotros quienes, a través de nuestro testimonio,
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manifestamos la santidad de Dios en el mundo, haciendo presente su nombre. (Papa
Francisco)4
No podemos pasar nuestra vida cristiana con una actitud llena de oscuridad y de anti-
testimonio mientras nuestra boca dice “santificado sea tu nombre”. Debemos actuar,
pensar, sentir con santidad; si nuestra oración no pedimos un poco de santidad, entonces
¿qué le estamos pidiendo a Dios?
La santidad contiene todo lo posible para poder vencer al mal, levantarse de la misma
caída por el pecado y seguir caminando por la vida llena de estos cráteres cotidianos, en
donde se fragua la virtud. Aunque en ella contiene esto, a veces es medio difícil y
despreciable en cierto punto, porque aunque nos ayuda a poder vencer el mal también
nos hace enfrentarnos con el monstruo más grande que tenemos, que somo nosotros
mismos, nos hace salir de nosotros para encontrarnos con el otro y así reconocer el
nombre de Dios en él; no obstante no es lo único que hace la santidad en nuestra vida,
también nos brinda la comprensión de la primera petición del padrenuestro y no solo
quedarnos en la escases y sin sentido que ocasiona la falta de santidad en nuestro
corazón.
Ahora bien, si tenemos santidad en el corazón y reconocemos el nombre de Dios,
¿podemos caer en la falsedad que propone el pecado, al presentarnos nuestra condición
de humanos como una condición perdida, repugnante, sin voz, sin nombre, sin
confianza, que solo pone en el centro su culpa y nada más? Ciertamente que no, pero no
se deja de tener la posibilidad de que el maligno se pueda meter por esos asuntos, sin
embargo, esto nos invita aumentar la oración y el trabajo arduo por conseguir la santidad
que necesitamos y no desfallecer ante las tentaciones y tribulaciones que el maligno nos
manda para caer en el horno ardiente.
¿Quién es el único que nos puede mostrar el camino hacia la santidad, tal cual, y
como es sin deformaciones? El Hijo, ¡el Santo de Dios! (Marcos 1, 24). Es él la
santidad, aquella santidad que no preocupa de si misma, sino mas bien se preocupa por
los demás, volcada hacia el exterior.(Papa Francisco) 5 Cuando tenemos la santidad en
nosotros, bien lo dice el Papa Francisco: “El mal tiene los días contados, el mal no es
eterno, el mal ya no puede hacernos daño: ha llegado el hombre fuerte que toma
posesión de su casa (cf. Marcos 3, 23-27). Y este hombre fuerte es Jesús, que nos da a
nosotros también la fuerza para tomar posesión de nuestra casa interior”. Así es el mal
no puede quitarnos la santidad y mucho menos la libertad de poder reconocer al padre y
santificarlo.
Podemos preguntarnos ¿Cuáles son nuestras armas para poder vencer el mal, que
atenta nuestra santidad de vida? Primero: la oración. Como primera comunicación con
Dios, es necesario que todo nuestro ser este en contacto con el Padre, para poder vencer
4
AUDIENCIA GENERAL 27 de febrero 2019
5
FRANCISCO, Audiencia general, Roma 27 de Febrero de 2019.
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y seguir aclamado “Santificado sea tu nombre”. Aunque a veces el Padre parezca que no
este, es donde más debemos ponernos en oración. Quien encuentre esta herramienta útil
para su vida, será fácil vencer el mal.
Segundo: Amar
En alguna confesión, después de haber confesado mis pecados, el sacerdote callado y
reflexivo, me pregunta: “¿estas arrepentido?” A la cual respondí: “Sí”; después, al final
de la confesión me comunica mi penitencia, la cual me llamo la atención, puesto que
nunca pensé en esa penitencia, me dice:” tu penitencia es: AMAR, ama mucho; una de
las maneras de poder vencer el mal, es el amor, que todo tu día se distinga por amar.”
No hay duda de que el amor nos lleva a la santidad y nos lleva a vivir como Cristo
crucificado, dándolo todo por todos. Que gran manera de poder santificar al padre, no
hay mejor manera de santificarlo que amando, amar sin límite, amar sin voltear hacia
atrás, amar, amar, amar y simplemente amar.
Tercero: La fe
No hay duda de que, sin la fe, vanas son nuestras acciones, pero también sin fe es
vana nuestra santidad; cuando hemos visto a un Cristo que no cree en su predicación o
un Cristo que habla del padre, pero no cree en él; es necesario la fe, sin ella no podremos
creer en las obrar de Dios en nuestra vida, no podremos creer en el amor de Dios, no
podremos creer en que nuestra oración es escuchada. No olvidemos la fe, si la
olvidamos, olvidamos el rostro del Padre misericordioso, amoroso, que se compadece y
solo veremos a un padre tan humano, que ni envió a su hijo y mucho menos que el Hijo
nos redimió.
No dejemos que el mal nos aleje de estas tres grandes herramientas y mucho menos
nos deja ver como Dios nos ha santificado, como nos santifica y nos santificara por
medio de su Hijo.
Cuarta: La esperanza
No podemos caminar sin esperanza; es indispensable esta herramienta, ya que es la
que nos impulsa a seguir luchando por conseguir la santidad, y no dejarnos guiar por
desilusiones del mundo que muchas veces quebranta la seguridad y la confianza en si
mismo y eso nos lleva a desconfiar y dejar de esperar de Dios. No podemos enfocarnos
solamente en el mundo y esperar en él, sabiendo que Dios es el que nos da la esperanza,
inflama el amor y aumenta la fe.
Cada uno de nosotros tiene estas herramientas dentro de nuestro corazón, y que
podemos usarlas cuando sea necesario, solo que a veces sentimos que no están y estos
es: porque llenamos nuestro corazón de otras herramientas, de otras cosas que solo nos
hacen pensar que nada esta y que todo se cae.
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Pongamos toda nuestra vida en Dios Padre, y el nos santificara en nuestras familias,
nuestros trabajos, nuestros problemas; aclamemos y santifiquemos a Dios que solo que
hace por nosotros es amarnos sin límite, por medio de su hijo.
No hay mejor manera de conocer a Dios que por medio del Hijo, sigamos al hijo y
aclamemos igual que él: “Santificado sea tu nombre”.
¡Dios con nosotros!
6
(GII, 2018)
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Podemos preguntarnos ¿De qué sirve el Reino de Dios, en medio de tantos reinos
que nos dan “lo mejor”? ¿Para qué reinar en el mundo?, hay una sencilla y gran
respuesta: “Para configurar el mundo tal como lo había querido originariamente en la
creación”7
Dios nos quiere de vuelta, quiere mostrarnos que el verdadero reino, no reina como
el hombre porque “ el hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los
corazones” (1 Sam 16, 7) en eso se centra el reino de Dios, en el corazón del hombre,
aquel corazón que necesita ser redimido y gobernado por su creador; ese el centro de
esta petición: la necesidad de que el hombre pida el amor, la verdad, la justicia para su
corazón, para su alma y que en ella encuentre su verdadera necesidad, Dios mismo.
Es importante no olvidar que el reino de Dios es como una semilla. “El símbolo de
la semilla es elocuente: un día el campesino la hunde en la tierra (un gesto que parece
un entierro), y luego, «duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece,
sin que él mismo sepa cómo» (Marcos 4, 27). Una semilla que brota es más obra de
Dios que del hombre que la ha sembrado (cf. Marcos 4, 27). Dios siempre nos
precede, Dios siempre nos sorprende. Gracias a él después de la noche del Viernes
Santo, hay un alba de Resurrección capaz de iluminar de esperanza al mundo entero.”8
Pero a veces el grano se tarda en crecer y parece que es inútil y poco productiva; es
necesario no intervenir en el proceso de crecimiento del reino. Escuchamos otra
parábola en donde el reino de Dios es semejante al trigo que crece con la cizaña,”
error sería querer intervenir inmediatamente extirpando del mundo lo que nos parece
malas hierbas”.(Francisco, Papa) Cristo es paciente, espera que lo que era mala hierba
pueda convertirse en trigo, no podemos creer que Dios piensa como nosotros;
confiemos en él y seamos pacientes.
“Venga a nosotros tu reino” pensemos nuestros pecados desde esta petición, que
nos da una esperanza de poder vencer el mal que hay en nosotros por medio del reino
de Cristo; con él venceremos.
Y una vez que ya haya dado raíces este reino en nosotros, es necesario salir y
compartirlo con los demás, ayudar a esparcirlo y sembrarlo en donde es inimaginable,
y a ejemplo del Sembrador, salir con alegría y gozo a esparcir la semilla del Reino,
que restituye la alegría, la fe, la esperanza, la honestidad, la confianza en Dios y en su
amor desbordante.
Quizá podemos sentir miedo al salir y encontrarnos con los demás, pero también
estamos cumpliendo la intención única de la oración que nos enseñó Jesús, que es lo
plural, la comunidad, la unidad, el encontrarse con el hermano que esta alado.
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A. GRÜN, El Padrenuestro, 45
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FRANCISCO, Audiencia general, Roma 6 de marzo de 2019.
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“El Reino de Dios es la condición para una vida buena, auténtica y llena de sentido
del ser humano: “Por que el reinado de Dios, visto en su profundidad última, es el
reinado de un amor que regala y que hace libre” (Blank 618) 9 Hay que señalar el
punto una vida buena, una vida cimentada en la esperanza que erradica toda maldad y
promete la bondad y la libertad. Esto nos suena a un cristiano atada a un pecado, que
necesita que el reino se instaure en su corazón para vencer el mal, para luchar por
bien, para mostrarle que sí hay alguien que mira por su libertad y que puede aún
sembrar esperanza viva en lo que ya había sido esclavizado por el mal.
Siguiendo la cita del evangelio primera, hay algo implícito en la llegada del reino,
que en la llegada no excluye a ninguna persona, no se especifica en un grupo de
persona segregadas, sino el reino es abierto a la universalidad, no se limita a clases
sociales, a estereotipo o cualquier clasificación social, es para todos; es necesario que
comprendamos esto, porque podemos caer en el favoritismo falso que supuestamente
tiene Dios para con nosotros, Dios nos ama a todos, ni a unos más, ni a otros menos.
Por eso es necesario ver el reino como Dios lo ve, sino viviremos en una falacia que
nos dañara en la relación con lo demás y no podremos descubrir la grandeza que tiene
el reino de Dios para con sus hijos.
Preguntémonos ¿en mi comunidad hacemos notar el reino de Dios? Quizás muchos
de nosotros podemos responder que no o que el tiempo nos come, el trabajo es difícil
y pesado, las tareas nos consumen y nos quita mayor parte del día. Todos estas cosas
o trabajos son válidos e importantes para vivir, pero desde esa realidad concreta
podemos mostrar el reino de Dios; a lo mejor no tienen que salir hacia comunidades
rurales o lejos donde falta la fe, tampoco enseñar la doctrina o asistir a nuestros
hermanos más vulnerables, pero si podemos anunciarles a nuestros hermanos de
trabajo que el reino ya esta aquí, que hay un reino que vence al mal y nos libera, que
realmente hay un Dios que nos ama y perdona nuestras faltas aun cuando podemos
volver a caer en el pecado, que hay un Jesucristo que se entregó por nosotros para
rescatarnos del pecado en la cruz y que resucito para mostrarnos que la muerte no
tiene el poder en el hombre.
No caigamos en que, los demás hermanos que salen hacia lugares lejos y difíciles;
son los que realmente muestran el reino y que nosotros no hacemos nada por ello. No
podemos tener esa idea si creemos en el reino de Dios, por que el reino es verdad,
tiene la necesidad de ser anunciado, de ser llevado a los lugares más bajos, para
nuestra sociedad, y también a los lugares más prestigiados. Necesitamos anunciar,
vencer todas las falsas ideas de favoritísimo y llevarlo en nuestro contorno. Será un
poco difícil, cansado, contradictorio y loco, y aunque esto sea constante, tenemos la
certeza que esto no lo hacemos en vano y que Dios esta con nosotros, para vencer y
recobrar las fuerzas.
9
A. GRÜN, El Padrenuestro, 46
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Confiemos en Dios y enseñemos a los demás a pedir realmente el reino, siguiendo
los pasos de Jesús, él es nuestra mayor recompensa. Dejémonos envolver por la gracia
del reino y compartámosla en donde se pueda: casa, trabajo, amigos, momentos
felices, momentos tristes, momentos de duda, en cada momento de nuestra vida; que
nuestra manera de vivir encuentre su sentido en Cristo y que todo tenemos la misma
misión: instaurar el reino de Dios aquí en la tierra.
¡Dios camina entre nosotros y nos acompaña en cada momento de nuestra vida,
apoyemos la acción de Dios en la vida de nuestros hermanos!
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FRANCISCO, Audiencia general, Roma 20 de marzo de 2019.
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ORÍGENES, or. 26
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determinan la voluntad de Dios, sino porque hacen lo que El quiere, esto es, obran
según su voluntad”.12
Es preciso recalcar el punto de “deseamos los preceptos” ese es el fruto de todo el
proceso que hemos estado hablando, una vez haber dejado nuestra antigüedad y
acoger la voluntad de Dios en nosotros, suscita en nosotros el deseo de sus preceptos,
de querer lo que Dios quiere a tal grado que no hay otra cosa que queramos hacer en
nuestra vida que la que Dios quiera. Bien dice la sabiduría popular: “que sea lo que
Dios quiera”; quizás la usamos en un interés bajo, pero tiene una riqueza grande; ya
que este debe ser la frase del cristiano en todo momento, sabiendo que solo en Dios
esta nuestra confianza.
En la meditación personal que podemos hacer de esta petición podemos
encontrarnos con esta pregunta ¿Dios hace lo que el quiere en mi vida? O ¿Hago lo
que quiere Dios en mi vida? Ciertamente la primera pregunta no contiene libertad de
uno mismo y eso convertiría a Dios como un abusador o quebrantador de mi libertad;
y en la segunda ya hay una libertad, una decisión de querer hacer lo que Dios quiere,
por lo tanto, el que se quiera hacer la voluntad de Dios en nuestra vida es,
verdaderamente, una decisión de un hijo libre y que quiere que Dios este en su vida, y
hacer lo que Dios quiere. San Cipriano nos lo explica de una manera mejor: “No
pedimos que El haga lo que quiera, sino que nosotros podamos hacer lo que Dios
quiere. Lo que se hace en nosotros es obra de la voluntad divina, esto es, por medio de
su ayuda y de su protección, porque ninguno es suficientemente fuerte por sus solas
fuerzas, sino que está seguro por la misericordia de Dios.”13
Entonces ante esto, es necesario acoger la voluntad de Dios con libertad y además
discernirla, escrutarla; de tal manera podamos seguirla con toda la claridad y no
confundirnos a la hora de escucharla en la oración. Porque es ahí en donde podemos
escuchar la voluntad del Señor: en la oración de un pecador en busca de la voluntad
del que perdona a los pecadores. En ella misma también podemos aprender a
abandonarnos en el Señor y reafirmar el sí de querer la voluntad de Dios, el “sí” que
hemos escuchado y meditado de María al aceptar el plan de salvación de Dios para su
pueblo.
Acerquémonos a la voluntad del Padre con toda sinceridad y disposición. Quizás
nos puede pasar como aquel hijo que queriendo seguir su voluntad, su camino, se
extravió entre las pasiones del cuerpo y los vicios del mundo, pero recordó la alegría
de estar con el Padre y hacer lo que él quiere y volvió. Entonces el Padre lo acogió y
volvió a estar con él. Así podemos encontrarnos en la oración: fuera de la voluntad de
12
SAN AGUSTÍN, de sermon domini,2,3-11
13
SAN CIPRIANO, oratio Domini, 10
14
Dios y extraviados de él mismo, pero podemos regresar a la oración y volver a hacer
la voluntad de Dios, confiando en él.
“Por lo cual, si el Hijo obedeció hasta hacer la voluntad del Padre, cuánto más
debe obedecer el servidor para cumplir la voluntad de su señor.”14
Que el Señor nos conceda sabiduría para poder descubrir su voluntad y poder
cumplirla y seguirla fielmente, así como él la cumplió hasta la cruz.
Una de las necesidades más importantes del ser humano es, sin duda, el alimento;
es elemental, ya que, sin él, tendríamos escasa energía para poder solventar la jornada.
Este nos permite realizar las diferentes actividades motrices y neurológicas de nuestro
cuerpo durante el día, por ejemplo: caminar, pensar, hablar, etc.
Es por eso que el alimento también juega un papel importante dentro de las
convicciones humanas ya que, en el momento de salir a trabajar contamos con lo que
queremos ser, con el proyecto a realizar, con el sueño que queremos cumplir, pero
antes de realizar todo esto, solo hay una cosa que nos interesa para ese mismo día: el
alimento, el pan de cada día; eso es lo que buscamos y tratamos de asegurar; es por
eso que esta petición va muy acuerdo con eso que es primordial y está en el principio
de nuestras prioridades ya que Cristo también vivió esto en toda su vida en la tierra;
gracias a esto incluye esta petición tan necesaria en el hombre.
Por lo tanto, cuando pedimos el pan que necesitamos, no podemos caer solamente
en lo sustancial o en lo material, sino también el pan celestial ya que aparte de tener
un cuerpo totalmente de carne también tenemos un espíritu que es inmortal que
necesita de un pan que es la Verdad plena y que tenemos que amar totalmente sin
medidas15.
Algunas veces cuando llegamos a esta parte de la oración dominical, pensamos en
la acción de consumir alimento, de que Dios nos dará que comer hoy, y esto es más
14
SAN CIPRIANO, tratado del Padrenuestro, 14 – 17.
15
Cfr.SAN JUAN XXIII, triple privilegio del pan cotidiano, p.43
15
bien pedir que Dios nos dé de comer “aquello que recibamos de la mano del Señor, lo
cual sólo es propio de los santos, porque Dios da solamente el pan a aquellos a
quienes prepara con la virtud”16. La virtud es la que nos ayudará a poder recibir lo que
realmente Dios nos quiere dar como alimento: su Hijo.
Jesús mismo nos dice “Yo soy el Pan de Vida” (Jn 6, 35) ese es el pan que Dios nos
quiere dar aparte del corporal al cabo este mismo es pasajero, no como Jesús que da
vida y en abundancia; preguntémonos pues cuando rezo el padrenuestro y llego a esta
petición ¿qué pan realmente pido para hoy?
Mencionamos también “nuestro pan” esta frase que exige una unidad, no somos los
únicos que pedimos pan a Dios, sino todos nuestros hermanos que quizás lo hacen
desde una realidad en donde no se tiene con seguridad el pan de mañana, también
desde una realidad que si se tiene con seguridad lo que se va a comer mañana; “no
debemos pedir el pan para nosotros, sino para toda la fraternidad del mundo” 17. Si
pedimos el pan de manera cristiana, pero no lo compartimos con los demás, entonces
solamente la manera de pedirlo fue cristiana y, la manera de compartirlo fue
individual; entonces Dios nos reprochará la poca costumbre que tuvimos para poder
compartir el pan pedido. El amor de Dios no puede soportar tal egoísmo de no
compartir el pan, de dejar pasar hambre al hermano de al lado.
Jesús mismo al no tener pan, pidió a un hermano que compartiera de su pan y
dando gracias por lo ofrecido pudo alimentar a toda una multitud; esto debe de pasar
cuando pedimos el pan al Padre y el hermano no tiene, con nuestro pan alimentar al
otro con la bendición de Dios, con esa disposición de compartir y de ofrecer a Dios lo
recibido por él”18.
Es necesario no perder de vista la solidaridad que conlleva el acto de compartir el
pan con los demás, sin dejar de ver también la humildad con la que pedimos a Dios la
sustentabilidad de la misma vida en el mundo; la única manera de poder demostrar la
humildad al pedir es: sabiendo que todo parte de Dios como fuente y que todo
culmina en él como su fin. El pan que recibimos de parte de Dios es porque
primeramente confiamos en Dios como el Dios providente, el Dios que conoce las
necesidades de sus hijos. Segundo: porque somos sus hijos y sabemos que nuestro
Papá nos dará de comer, no nos dejará sin nada; “cuando conocemos plenamente estas
dos razones cualquier preocupación queda descartada de nuestro pensamiento y
levantamos las manos mirando al Dios que alimenta al hambriento”19.
Podemos pensar que ahora nuestra vida es perfecta y que la sustentabilidad esta
buena y que no necesitamos nada, pero siempre necesitaremos del Pan de Dios; nunca
16
PSEUDO-CRISÓSTOMO, opus imperfectum in Matthaeum, hom14, 11
17
FRANCISCO, Audiencia general, Roma 27 de marzo de 2019.
18
Cfr. FRANCISCO, Audiencia general, Roma 27 de marzo de 2019.
19
A. GRÜN, El Padrenuestro, 85
16
podemos dejar de consumir el “Pan de vida” (Jn 6,35), el Pan que se parte y se
comparte, de Cristo mismo; porque es el único Pan que nunca nos dejará con hambre,
y que siempre estará a nuestro alcance como para el pobre y el rico, el enfermo y el
sano, el pecador y el justo.
Esta petición es el comienzo de las peticiones de las que hablan de nuestras
necesidades. Este lugar Cristo lo pone en la oración dominical para decirle al hombre
que a Dios le importa las necesidades de sus hijo, que le preocupa que comeremos ,
que nos perdonemos, librarnos del mal y no dejarnos caer en la tentación; pero todo
esto tiene fundamento en Cristo que es aquel que nos ha alimentado con su cuerpo,
nos ha enseñado a perdonar a los que nos ofenden y a confiar en el Padre para no caer
en la tentación; si no comprendemos esta segunda parte de la oración enseñada por él,
veamos a Cristo pues él la ha vivido durante toda su vida.
Está segunda parte también es para nosotros una oportunidad para mirar al
hermano, confiar en la providencia de Dios, y tener en cuenta que el Pan que le
pedimos a Dios; es pan para sustento y Pan para el alma.
Cada vez que digamos esta oración que es propia de los hijos podamos pedir con
confianza y humildad a Dios por esta necesidad que es frecuente en nosotros y veras
que el Señor te escuchara.
Es por eso que “condesciende con nuestra debilidad, que indispensablemente
necesita de alimento, y nos mandó hacer oración para obtener el pan, no para obtener
dinero ni las cosas propias de la malicia, sino solamente el pan cotidiano y ni aun esto
es suficiente, sino que añadió: «Dánosle hoy», con el objeto de que no nos
mortifiquemos a nosotros mismos con la solicitud del día que ha de venir”20.
Esto es la realidad de esta petición que conscientes de nuestra debilidad pidamos a
Dios por las cosas que realmente son importantes y no por aquellas que simplemente
son vanidad y perdición, que nos hacen indiferente al hermano y a las necesidades del
mismo; también nos hacen egoístas y autosuficientes ante Dios providente.
Agradezcamos a nuestro Padre eterno por todas las veces que nos ha dado de
comer, que nos ha dado la alegría de poder compartir el pan con el hambriento y, con
el agradecimiento de que nos hayan compartido el pan, todo es del Señor y se lo
damos por el grandísimo amor que nos ha mostrado.
Que el compartir con el hermano lo recibido, también nos prepare para poder
perdonar al mismo por sus errores y sus maneras de ver la vida que, aunque sea
erróneas hay que verlo con caridad y comprensión; sabiendo que también ha
aclamado al Padre por tu pan y por tu perdón.
20
SAN JUAN CRISÓSTOMO, homiliae in Matthaeum, hom. 19,11
17
¡Dios nos alimenta¡
25
SAN AGUSTÍN, Serm., 56, 11-18
26
FRANCISCO, Ángelus, Roma 10 de marzo del 2019
21
concupiscencia que nos inclina al deseo, a la carne, al pecado. Es por esto que
debemos estar bien atentos a las asechanzas del demonio, ya que se nos presenta en
momentos demasiados específicos y en actitudes o posturas que son tan engañosas en
la cotidianidad.
A veces cuando caemos en una tentación, podemos pensar que es Dios quien nos ha
a puesto esta prueba y nos ha llevado hacia la tentación, cosa que no es cierta; ya que
“más bien al contrario: el Padre no es el autor del mal, a ningún hijo que pide un pez
le da una culebra (cf. Lucas 11, 11), como enseña Jesús, y cuando el mal aparece en la
vida del hombre, lucha contra él, a su lado, para que pueda ser liberado. Un Dios que
siempre lucha por nosotros, no contra nosotros. ¡Él es el Padre! Es en este sentido en
el que rezamos el Padre Nuestro”27.
Sin embargo, la necesidad de querer tentar al hijo de Dios es la prioridad del
demonio y lo vemos en el momento en la que Jesús, impulsado por el Espíritu, fue
llevado al desierto en donde se le apareció el demonio. Este mismo empezó a tentar al
Señor (Cfr. Lc 4, 1-13) y en esas tentaciones son las que vivimos diariamente: el
centrarnos en el alimento humano como prioridad, la ambición de poder y el tentar a
Dios; estas tentaciones son las que nos asechan día con día. Con esto no podemos
decir que Jesús no nos entiende cuando caemos en la tentación, que Él nunca sintió lo
que es estar en tentación o en cuidado de caer en ella; Cristo sufrió como Humano y
como Dios, por lo tanto, Jesús conoce la experiencia de la tentación y la
desesperación que conlleva. Si por alguna situación caemos en la tentación, podemos
acudir al que la venció: Cristo.
Bien nos dice San Agustín:” Cada uno es perfectamente conocido por Dios antes de
sufrir ninguna tentación. No se pide, pues, aquí, que no seamos tentados, sino que no
seamos llevados a la tentación, como si cualquiera a quien le fuere necesario probarse
por medio del fuego, no ruega el que no sea mortificado por el fuego, sino el no ser
quemado. Pero somos inducidos si caemos en tentaciones tales que nosotros no
podemos resistir.28 Ante esto no hay menor duda que Dios no nos abandona, ni mucho
menos nos lleva a la tentación, mas bien nosotros somos los que consentimos las
ocasiones para caer en la tentación; no es sorprendente el que Jesús haya agregado
esta petición en la oración dominical, Él sabe que nosotros somo frágiles y que ante
aquella propuesta irresistible a nuestra naturaleza era necesario pedir fuerza de Dios,
del Padre; aquella fuerza que el mismo Jesús experimento en el desierto (Cfr. Lc 4, 1-
13), en el monte del Getsemaní (Cfr. Mc 14, 35-41) y en el momento de su crucifixión
(Cfr. Mc 15, 29-32) son en estos momentos puntuales en donde escuetamente dicen
los evangelistas en donde el Padre le ha dado la fuerza; pero sabemos muy bien que la
fuerza del Padre siempre estuvo con Él, para vencer al demonio. Y esta fragilidad de
27
FRANCISCO, Audiencia, Roma 1 de mayo 2019
28
SAN AGUSTÍN, de sermone domini, n.13
22
nuestra naturaleza; es tan sencilla de localizar por parte del demonio y con ella usarla
como arma para debilitar nuestra voluntad hasta caer en la tentación puesta.
Ante esto podemos pensar que caer en la tentación es demasiado probable en la
vida cotidiana; pero esto es incorrecto; sí podemos evitar la tentación, sí podemos
pasar sobre ella; para eso tenemos que ver a Jesús sufriente en la cruz, sufriendo por
el mal, y asesinado por este mismo, después de haber interiorizado en la pasión del
Señor, de haber visto que el mal puede matar a alguien; pensemos en que también el
mal nos puede matar, nos puede separar de Dios, nos puede cerrar el corazón hacia el
prójimo, nos puede cerrar el corazón hacia Dios. En cambio, Cristo al resucitar nos
demostró que el mal no tiene la última palabra29 , que el bien siempre triunfa, que la
tentación se puede vencer.
El Papa Francisco nos comparte la manera en la que podemos evitar la tentación:
“Del perdón de Jesús en la cruz brota la paz, la verdadera paz viene de la cruz: es don
del Resucitado, un don que nos da Jesús. Pensad que el primer saludo de Jesús
resucitado es «paz a vosotros», paz a vuestras almas, a vuestros corazones, a vuestras
vidas”30.
Nunca dejemos que el mal nos separe de Dios, nunca dejemos que el pecado nos
ciegue, nunca nos volteemos al amor de Dios, a la bondad del Padre; porque si lo
hacemos perderemos la experiencia de estar en las manos de Dios, en la seguridad de
Dios en la cercanía de un Padre que ama al hijo, de un Padre que ayuda al hijo a no
caer.
Si caemos en la tentación y no volteamos hacia arriba pidiendo auxilio; lo primero
que podríamos perder es el amor, “y una vida sin amor, no es otra cosa que el
infierno”31. Por lo tanto, es necesario vivir en el amor de Dios, permanecer en el amor
de Dios para no ser arrebatados por el enemigo, que solo quiere quitarnos ese amor.
He aquí algunas recomendaciones que el Papa Francisco nos da para poder vencer
la tentación: “«cómo se hace para no caer en este y para salir de esto». La respuesta es
clara: «Antes que nada retomo la palabra “vigilancia”: no asustarse, como Isaías dijo
a Acaz, “vigilancia y calma”», como decir: «estate atento». Porque, explicó, «vigilar
significa entender qué pasa en mi corazón, significa pararme un poco y examinar mi
vida».32
Pidámosle a Dios por nuestra fuerza de voluntad; para que al momento de la
tentación seamos fuerte, decididos y capaces de decir no ante ello. También que nos
ayude a reconocer la fuerza de Dios en nuestra vida, y convencidos de esto oremos
29
JUAN PABLO II, Audiencia general 17 de octubre 2001
30
FRANCISCO, Audiencia general, 1 de mayo del 2019
31
YOUCAT, Catecismo católico para jóvenes, n.163
32
FRANCISCO, Audiencia general, 13 de octubre del 2017
23
con una voz segura de Dios al momento de decir en el Padrenuestro “no nos dejes
caer en la tentación” (Mt 6, 13).
¡Dios nos levanta de la tentación!
24
otros más momentos en donde el diablo se le manifiesta al Señor y trate que caiga en
el mal”33
Ahora lo que podemos preguntarnos es ¿Cómo podemos vencer aquello que nos
puede llevar al mal eterno? El Papa Francisco nos dice que el mal se vence con el
perdón y ese perdón nace de la esperanza: “Sin embargo, Jesús nos da ejemplo de
cómo se vence el mal; pidió a Pedro de envainar la espada, aseguro al ladrón
arrepentido el paraíso y suplicó al Padre el perdón para los que lo condenaban. De ese
perdón que vence al mal nace nuestra esperanza”34.
Aparte del perdón, también se puede vencer con la tenacidad y la fortaleza que
Dios da en la oración; porque cuando oramos nos comunicamos con Dios; subimos al
monte de Dios (Ex 19, 3) para poder llenarnos de todo aquello que nos ayuda a vencer
el mal; así como Moisés en la batalla contra los amalecitas; al levantar moisés sus
manos hacia el cielo Israel ganaba; y cuando las bajaba Israel perdía la batalla;
entonces Arón y Jur le sostenían los brazos (Ex 17, 8- 16). Es este momento en donde
podemos ver que la oración puede ayudar a vencer; es el diálogo constante con Dios
el que nos ayudará a poder vencer el mal, el que nos dará la herramientas para no caer
en la tentación y por consiguiente en el mal eterno.
Podemos entender el mal eterno como; el demonio y por consiguiente sus obras que
se encuentra en el mundo; por ejemplo: los “malos pensamientos, los encuentros
engañosos, los sufrimientos sin sentido, las penas, las personas malvadas y la
inclinación”35; este mismo mal no lo podemos encerrar en algo inofensivo; sino más
bien, es tan fuerte que nos puede llevar a perder grandes cosas; podemos perder
nuestra dignidad, nuestra propia felicidad. No podemos olvidarnos que tanto como
Dios y el demonio, ambos nos salen al encuentro cada momento de nuestra vida; y
ambos luchan para poder estar en el corazón de nosotros; para ser la prioridad de
nuestro interior.
La iniciativa del demonio es tan suculenta y gustosa a nuestro corazón, su
propuesta para quedarse en nuestro corazón es fácil y sencilla que no implica ningún
esfuerzo extra de parte de nosotros; por otra parte Dios nos propone esto: “ Entren
por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espaciosa el camino que lleva
a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y
qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran”. (Mt
7, 13). Es esta la propuesta de nuestro Dios; entrar por la puerta quizás más difícil
pero siempre después de esa puerta va a haber Vida; en cambio la propuesta o la
puerta que el demonio nos propone siempre va a haber perdición; es por esto la
urgencia de Jesús al proponer la manera de cómo debemos seguirlo: “el que pone su
33
BENEDICTO XVI, Jesús de Nazarth, 25
34
FRANCISCO, Audiencia general, 15 de mayo del 2019
35
A. GRÜN, Padrenuestro, pág. 105
25
mano en el arado y mira hacia atrás, no es digno de mi” (Lc 9, 62). Entonces,
después de que cada uno haya hecho su propuesta; desagradablemente escogemos la
del demonio y no es porque somos malo o por que no queremos vida; sino caemos en
la tentación de quererlo todo fácil y sin ningún esfuerzo; y es ahí en donde el demonio
aprovecha para atraparnos y no dejarnos ver la opción de Dios; ya que ha jugado
sucio en nuestra decisión.
Así es el mal que día con día nos llama con todo lo que tiene para poder separarnos
del Bien, de la Vida, del Camino y así perdernos en el sin sentido, en los malos
pensamientos, en las malas acciones, entre otras cosas.
Es por eso que Jesús nos han puesto estas dos últimas peticiones; para no caer en
los juegos del demonio y permanecer en el para siempre.
Sabemos bien que “Jesús ha vencido definitivamente a Satanás, y que, de este
modo, ha logrado que ya no le temamos. A cada generación la Iglesia vuelve a
presentarle, como el apóstol Pedro en su conversación con Cornelio, la imagen
liberadora de Jesús de Nazaret, que «pasó haciendo el bien y curando a todos los
oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10, 38). 36
Ante este mal que hemos estado hablando se puede vencer, nos podemos liberar del
demonio y ya no los ha dicho San Juan Pablo II; que la imagen liberadora de Jesús
siempre permanece; aún y cuando el mal ya haya convertido a muchos de los
hombres, el bien permanece siempre y “el amor vence siempre”37.
Prosigue el Santo Padre con el no temer ante el demonio y sus asechanzas, porque
Jesús nos da la paz, nos da la seguridad al momento de que se nos presente el mal y
nos da, después, la paz; es paz que no da lo terreno, que no lo da el humano débil y
vulnerable ante el mal; sino lo da el resucitado; nos dice el Papa Francisco que la paz
es el don del resucitado. Es el primer regalo que Jesús les da a sus discípulos después
de las tinieblas que existían en su corazón durante la crucifixión y después de ella; esa
paz no dura solo ese momento, sino que les duró todo lo distaba de la vida de los
discípulos.
Para poder recibir esa paz que el Señor nos da, tenemos que convertirnos, dar la
vuelta,” volver a la casa del Padre” (Lc 15,17), “vuelta sincera a Dios y la liberación
del mal son dos aspectos de un único camino” y este camino es la fe, esa fe que
celebramos y compartimos con los demás, esa fe que se representa en toda esta
oración que el Señor nos dejó, esa fe que es alimentada por la palabra y el Cuerpo de
Cristo; esa misma fe es la que nos lleva a recurrir a Dios ante el mal.
Reconozcamos el amor de Dios en nuestra vida y desde ahí regresar al Padre, al
Padre que nos ama y que nos libera del mal, ese Padre que nos da la paz sin remedio.
36
JUAN PABLO II, Audiencia general, 18 de agosto de 1999
37
JUAN PABLO II, Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los jóvenes, 2 de abril de 1987
26
Pidámosle al Señor que nos libere de este mal y que consientes de todo lo que
conlleva siempre lo escogemos a él, sin duda.
Conclusión
38
JUAN PABLO II, Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los jóvenes, 2 de abril de 1987
27
BIBLIOGRAFÍA
28
, Evangelii Gaudium, Palabra, Madrid 2013.
, Audiencia General, 19 de junio de 2013., [acceso: 1 mayo de 2014]
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CIRILO DE JERUSALÉN, El Espíritu Santo (Catequesis XVI y XVII), Ciudad Nueva, Madrid
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GONZÁLEZ Carlos Ignacio., El Espíritu Santo en los Padres Griegos, CEM, México DF 1996.
IRENEO DE LYON, Contra los Herejes, CEM. México 2000., GONZÁLEZ Carlos Ignacio (ed).
QUASTEN J., Patrología I. Hasta el Concilio de Nicea, BAC, Madrid 1991.
OBRA TEOLÓGICA
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Esquema de trabajo para entrega de tareas
Cada entrega del trabajo construirá el Libro que debes entregar al final para superar la materia. Por lo que
deberá contener las siguientes especificaciones cada una de las entregas (1-8).
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