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¿No debiera tener esplendor más brillante que el del sol la mano que parte esta carne?

¿Cómo
deberá ser la boca que se llena de ese fuego espiritual, la lengua que se enrojece con tan preciosa
sangre?(14)

Si se actúa por vergonzoso afán de lucro, si el celo se pone en negocios del mundo, sí se
ambicionan los primeros puestos y se desprecian los otros, si ¡se somete uno a la carne y a la
sangre, si se busca agradar a los hombres, si se confía en las palabras persuasivas de la sabiduría
humana, todo ello se debe al olvido del mandato de Cristo y al desprecio de la norma que El
estableció: El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo

hombres crucificados para el mundo y para quienes el mundo mismo está crucificado; hombres
que caminan en una nueva vida y que, como enseña San Pablo, en trabajos, en vigilias, en ayunos,
por la castidad, por la ciencia, por la longanimidad, por la mansedumbre, por el Espíritu Santo, por
la caridad no fingida, por la palabra de verdad (31), se muestran como ministros de Dios, que
tienden exclusivamente a las cosas del cielo y ponen todo su esfuerzo en llevar también a los
demás hacia ellas.

La meditación aclara lo que ¡está confuso, reaprieta lo que se ha relajado, concentra lo que está
esparcido, escudriña lo que está oculto; investiga la verdad, examina lo que es verosímil y explora
las apariencias.

cuando el alma ardía, encendida con el entusiasmo de la meditación santa.

Si administras los Sacramentos, ¡oh hermano!, medita lo que haces; si celebras Misa, piensa qué
ofreces; ¡si cantas, medita a quién y qué cosas hablas -, si diriges las almas, piensa con qué sangre
fueron lavadas (45).

Muy desgraciado es, el sacerdote que se olvida de sí mismo, abandona la oración, no se alimenta
con lecturas piadosas, no entra nunca dentro de si para escuchar las acusación, es de su
conciencia. Ni las heridas cada vez más enconadas de su alma, ni los gemidos de su madre la
Iglesia, conmoverán a este desdichado, hasta que caigan sobre él estas terribles amenazas del
Profeta

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