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IV RAÍCES HISTORICAS DE LA PALABRA SACRAMENTO

La palabra “sacramento” no se encuentra literalmente en la Biblia. Y es natural, porque


se trata de una palabra latina y el Antiguo Testamento está escrito en hebreo y griego,
mientras que el Nuevo Testamento está escrito en griego.

Mystérion en el Nuevo Testamento

Los antecedentes bíblicos del “sacramento” podemos buscarlos en la palabra griega


mystérion (misterio o secreto).

En los Evangelios

Las parábolas de Jesús permiten a los discípulos conocer los misterios o secretos del
Reino de Dios (Mc 4, 11; Mt 13, 11; Lc 8, 10). Es decir, las parábolas de Jesús son
narraciones de Jesús reveladoras, o narraciones reveladoras de Jesús, que conducen a
desvelar el sentido oculto del Reino de Dios y la relación de las palabras y de la
actuación de Jesús con el Reino. Obviamente, esto no sucede teórica o conceptualmente,
sino que se trata de un sentido y una relación proclamados, que sólo se desvelan cuando
encuentran una respuesta abierta y acogedora 1. Es esta la única vez que aparece
“mystérion” en los Evangelios.

En Pablo

Pablo lo había usado ya antes de la redacción de los Evangelios, escribiendo sus cartas.
Dice, por ejemplo, que no se presentó “con gran elocuencia y sabiduría para anunciarles
el misterio de Dios” (1 Cor 2,1). Piensa Schökel que “el misterio o secreto de Dios suele
referirse [en las cartas paulinas] al plan de Dios de salvación universal por medio de
Jesucristo”, plan que se cumple al anunciar el Evangelio a los gentiles 2. La palabra de
Pablo propone “la sabiduría de Dios, misterio oculto, decidido por Dios desde antiguo
para gloria nuestra” (1Cor 2, 7). Se trata de una sabiduría que “la gente que cuenta en la
sociedad”3 no conoció, “pues que de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor
de la gloria” (1Cor 2,8). Es decir, el misterio permanece oculto para quienes no sólo no
se abren para acogerlo, sino que lo rechazan porque los escandaliza. Lo que pide Pablo
de los corintios es precisamente que a Apolo, a Pablo mismo y a cualesquiera otro de
sus líderes los consideren “como servidores del Mesías y administradores de los
secretos (o misterios) de Dios” (1Cor 4, 1). Por muchos secretos o misterios que
administren, no pueden ni reclamar adhesiones personales a sí mismos ni opacar a
Jesucristo que es el único a quien sirven y el único a quien anuncian como señor: “No
nos anunciamos a nosotros, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos
de ustedes por Jesús”, y ese es su tesoro, aunque lo lleven en vasijas de barro (2Cor 4,
1
Schö kel, Luis Alonso, La Biblia del Peregrino, Bilbao, EGA-Mensajero, 1995, p 1708, nota al capítulo
13.
2
Schö kel…, op.cit., p 1958, nota a 1Cor 2, 1-5.
3
Ibid., ibid, nota a 1Cor 2, 6-8.

1
5.7). Todavía escribiendo a los Corintios usa la palabra misterio talvez en otro sentido:
“Aunque posea el don de profecía y conozca los misterios todos y la ciencia entera…, si
no tengo amor, no soy nada” (1Cor 13, 2). En la misma onda, dice: “Quien habla una
lengua arcana no habla a hombres sino a Dios: nadie lo escucha porque movido por el
espíritu habla de misterios” (1Cor 14, 2). Y en otro sentido, escribe: “Les comunico un
secreto (misterio): no todos moriremos, pero todos seremos transformados” (1 Cor 15,
51).

Pablo se expresa también así: “Quiero, hermanos, que no ignoren este secreto
(misterio), para que no se tengan por sabios: el endurecimiento de parte de Israel durará
hasta que la masa de los gentiles se incorpore” (Rom 11, 25).

Y también así: “Al que puede confirmarlos según mi buena noticia y la proclamación de
Jesús como Mesías, según el secreto (misterio) callado durante siglos y revelado hoy y,
por disposición del Dios eterno, manifestado a todos los gentiles por medio de escritos
proféticos para que abracen la fe…sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
(Rom 16, 25-27)

En el resto del cuerpo paulino

Escribe Pablo o un discípulo suyo: “[Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo] derrochó
en nosotros toda clase de sabiduría y prudencia, dándonos a conocer su secreto designio
[literalmente: el misterio de su voluntad]…, que el universo, lo celeste y lo terrestre,
alcanzaran su unidad [literalmente: fueran recapitulados] en Cristo” (Ef 1, 8-9). Y
también: “…se me ha dado a conocer el secreto (misterio), como les escribí hace poco.
Lean mi carta y podrán apreciar cómo entiendo el misterio de Cristo,...revelado a sus
santos apóstoles y profetas inspirados.

Consiste en esto: que por medio de la buena noticia (el evangelio) los gentiles
comparten la herencia y las promesas de Jesucristo, y son miembros del mismo cuerpo,
y yo soy su servidor (diákonos) por don de la gracia de Dios” (Ef 3, 3-7). Se vuelve a
usar la palabra en otro pasaje de la misma carta: “Hombres, amen a sus mujeres como
Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella…Así tienen los maridos que amar a sus
mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se ama a sí; nadie ha odiado nunca su
cuerpo, antes lo alimenta y cuida como Cristo a la Iglesia, ya que somos miembros de su
cuerpo. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se pegará a su mujer, y
serán los dos una sola carne. Ese símbolo (misterio) es magnífico y yo lo aplico a Cristo
y a la Iglesia…” (Ef 5, 25-32). Y en otro: “Velad con perseverancia rezando por todos
los consagrados (santos: hagíon); también por mí, para que, cuando yo abra la boca,…
pueda exponer libremente el secreto (misterio) de la buena noticia (del evangelio)” (Ef
6, 18-19).

Sigue Pablo u otro de su escuela. “Por disposición de Dios he sido nombrado ministro
(diákonos) de ella [de la Iglesia] al servicio de ustedes (eís hymás), para dar
cumplimiento al proyecto de Dios: al secreto (misterio) escondido por siglos y
generaciones y ahora revelado a sus consagrados. A los cuales quiso Dios dar a conocer

2
la espléndida riqueza que significa ese secreto (misterio) para los gentiles: Cristo para
ustedes, esperanza de gloria” (Col 25-27). Y en otro pasaje: “Recen también por mí,
para que Dios abra la puerta a la buena noticia (al evangelio) y me permita exponer el
misterio de Cristo, por el que estoy encarcelado, para que logre explicarlo como es
debido” (Col 4, 3-4).

Se continúa así en el cuerpo paulino. “La fuerza oculta (el misterio) de la iniquidad ya
está actuando” (2Tes 2, 7).

En las Pastorales se escribe así: “Asimismo los diáconos…han de conservar con


conciencia limpia el misterio de la fe” (1Tim 3, 9).

Finalmente en el Apocalipsis nos encontramos con el siguiente uso de esta palabra:


“Este es el símbolo (misterio) de las siete estrellas que viste en mi diestra…Las siete
estrellas son los ángeles de las siete iglesias…” (Ap 1, 20). O también: “que cuando
suene el toque de trompeta del séptimo ángel, se cumplirá el plan secreto (misterio) de
Dios, como anunció a sus siervos los profetas” (Ap 10,7). Y por fin: “[la mujer vestida
de púrpura y escarlata] en la frente llevaba un título secreto [literalmente: un nombre
escrito: ¡Misterio!]; Babilonia la Grande, madre de las prostitutas y las obscenidades de
la tierra” (Ap 17, 5).

Podemos ahora agrupar los textos que en el Nuevo Testamento incluyen la palabra
“misterio” en varias categorías.

Mystérion: el plan de salvación de Dios, antes oculto y ahora revelado

1 Los textos que la usan como una palabra que anuncia el desvelamiento del plan de
Dios, secreto hasta ese momento. Se trata de parábolas que desvelan el sentido oculto o
misterio del Reino de Dios; de palabras que anuncian y desvelan el misterio o plan
oculto de Dios; que anuncian o desvelan el misterio de Cristo o su lugar en el plan de
Dios; el misterio del evangelio, y el misterio de la fe. Anuncian también el papel de
Pablo y de otros apóstoles o discípulos y discípulas misioneras, de ser servidores de
Cristo y administradores de los misterios de Dios. Finalmente, se trata también de
palabras que anuncian el misterio de iniquidad, una especie de misterio del mal que
lucha contra Cristo y acecha o persigue a sus seguidores, tomando la figura de la
prostitución o idolatría del poder. Los textos que siguen serían los que se agruparían en
esta primera categoría.

“los misterios (o secretos) del Reino de Dios: narraciones de Jesús, reveladoras, o


narraciones reveladoras de Jesús, que conducen a desvelar el sentido oculto del Reino
de Dios y la relación de las palabras y de la actuación de Jesús con el Reino

“anunciarles el misterio de Dios”: “el misterio o secreto de Dios suele referirse [en las
cartas paulinas] al plan de Dios de salvación universal por medio de Jesucristo”, plan
que se cumple al anunciar el Evangelio a los gentiles

3
“la sabiduría de Dios, misterio oculto, decidido por Dios desde antiguo para gloria
nuestra” “de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria”

“servidores del Mesías y administradores de los secretos (o misterios) de Dios”

Por muchos secretos o misterios que administren, no pueden ni reclamar adhesiones


personales a sí mismos ni opacar a Jesucristo que es el único a quien sirven y el único a
quien anuncian como señor: “No nos anunciamos a nosotros, sino a Cristo Jesús como
Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por Jesús”, y ese es su tesoro, aunque lo
lleven en vasijas de barro.

“Al que puede confirmarlos según mi buena noticia y la proclamación de Jesús como
Mesías, según el secreto (misterio) callado durante siglos y revelado hoy y, por
disposición del Dios eterno, manifestado a todos los gentiles por medio de escritos
proféticos para que abracen la fe…sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

“[Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo] derrochó en nosotros toda clase de sabiduría
y prudencia, dándonos a conocer su secreto designio [literalmente: el misterio de su
voluntad]…, que el universo, lo celeste y lo terrestre, alcanzaran su unidad
[literalmente: fueran recapitulados] en Cristo”.

“…se me ha dado a conocer el secreto (misterio), como les escribí hace poco. Lean mi
carta y podrán apreciar cómo entiendo el misterio de Cristo,...revelado a sus santos
apóstoles y profetas inspirados. Consiste en esto: que por medio de la buena noticia (el
evangelio) los gentiles comparten la herencia y las promesas de Jesucristo, y son
miembros del mismo cuerpo, y yo soy su servidor (diákonos) por don de la gracia de
Dios”

“Velad con perseverancia rezando por todos los consagrados (santos: hagíon); también
por mí, para que, cuando yo abra la boca,…pueda exponer libremente el secreto
(misterio) de la buena noticia (del evangelio)”

“Por disposición de Dios he sido nombrado ministro (diákonos) de ella [de la Iglesia] al
servicio de ustedes (eís hymás), para dar cumplimiento al proyecto de Dios: al secreto
(misterio) escondido por siglos y generaciones y ahora revelado a sus consagrados. A
los cuales quiso Dios dar a conocer la espléndida riqueza que significa ese secreto
(misterio) para los gentiles: Cristo para ustedes, esperanza de gloria”

“Recen también por mí, para que Dios abra la puerta a la buena noticia (al evangelio) y
me permita exponer el misterio de Cristo, por el que estoy encarcelado, para que logre
explicarlo como es debido”

“Asimismo los diáconos…han de conservar con conciencia limpia el misterio de la fe”

“que cuando suene el toque de trompeta del séptimo ángel, se cumplirá el plan secreto
(misterio) de Dios, como anunció a sus siervos los profetas”

“La fuerza oculta (el misterio) de la iniquidad ya está actuando”

4
“[la mujer vestida de púrpura y escarlata] en la frente llevaba un título secreto
[literalmente: un nombre escrito: ¡Misterio!]; Babilonia la Grande, madre de las
prostitutas y las obscenidades de la tierra”

Mystérion: un símbolo de una realidad diferente

2 Otra segunda categoría sería aquella en que la interpretación de “misterio” es más bien
la de una realidad-símbolo o realidad simbólica, que apunta a una realidad diferente de
la propia, y recibe de esta su propia sublimidad. Se trata aquí, por ejemplo, del amor de
un hombre por su mujer en la familia, que apunta, en un contexto cristiano, al amor de
Cristo por la Iglesia, y se revela así en su auténtica y propia grandeza o sublimidad.
Auténtica, porque el amor de Cristo por la comunidad eclesial es absolutamente fiel, y
es esta fidelidad absoluta hacia la que puede trascender el frágil amor humano; pero
propia también porque el simbolismo de la Iglesia como cuerpo de Cristo está tomado
de la realidad de la mujer y el marido como un único cuerpo. Otro ejemplo es el de las
siete estrellas como símbolos de los siete ángeles-líderes de las siete iglesias, en donde
la estrella-líder no es auténtica si no está vinculada fraternalmente por “el primer amor”
con la comunidad y su tradición, ni la comunidad es nada sin la estrella-líder que
representa a las antiguas columnas, los apóstoles y profetas de Jesucristo. Los textos
siguientes se agruparían aquí.

“Hombres, amen a sus mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella…Así
tienen los maridos que amar a sus mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se
ama a sí; nadie ha odiado nunca su cuerpo, antes lo alimenta y cuida como Cristo a la
Iglesia, ya que somos miembros de su cuerpo. Por eso abandonará el hombre a su padre
y a su madre, se pegará a su mujer, y serán los dos una sola carne. Ese símbolo
(misterio) es magnífico y yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia…”

“Este es el símbolo (misterio) de las siete estrellas que viste en mi diestra…Las siete
estrellas son los ángeles de las siete iglesias…”

Mystérion: un secreto

3 Finalmente, están los textos donde la palabra “misterio” lleva un sentido más
simplemente etimológico de “secreto”, que se comunica o trata de comunicarse, y que
puede referirse, siempre en el contexto cristiano, a explicaciones doctrinales de la fe, a
desahogos espirituales inefables, o a esperanzas concretas.

“Aunque posea el don de profecía y conozca los misterios todos y la ciencia entera…, si
no tengo amor, no soy nada”

“Quien habla una lengua arcana no habla a hombres sino a Dios: nadie lo escucha
porque movido por el espíritu habla de misterios”

“Les comunico un secreto (misterio): no todos moriremos, pero todos seremos


transformados”

5
“Quiero, hermanos, que no ignoren este secreto (misterio), para que no se tengan por
sabios: el endurecimiento de parte de Israel durará hasta que la masa de los gentiles se
incorpore”

El hilo conductor: palabra encarnada en la vida

Hay un hilo común que enhebra todos estos textos: todos ellos hablan de palabras que
comunican un sentido oculto e inesperado que tiene que ser acogido para volverse
benéfico y para hacer más cristiana a la persona o la comunidad que las escucha. Todas
estas palabras están encarnadas en la vida de aquellos que las pronuncian, que son
discípulos ejemplares de Jesucristo. Pablo especialmente, habla de su propia vida y de la
de los demás apóstoles en términos osadamente testimoniales:

Procuramos no dar a nadie ocasión alguna para desacreditar nuestro ministerio


(o servicio: diakonía). En todo nos acreditamos como ministros(o servidores:
diákonoi)de Dios: con mucha paciencia, en medio de tribulaciones, penurias,
angustias, azotes, cárceles, motines, fatigas, desvelos y ayunos; con integridad,
penetración, magnanimidad y bondad; con Espíritu Santo, amor no fingido, ,
mensaje auténtico y fuerza de Dios. Usando las armas de la justicia, a diestra y
siniestra. En la honra y en la deshonra, en la buena y en la mala fama. Como
embusteros que dicen la verdad, como desconocidos que son bien conocidos,
como muertos y estamos vivos, como escarmentados pero no ejecutados, como
tristes y siempre alegres, como pobres que enriquecen a muchos, como
necesitados que lo poseen todo (2Cor 6, 3-10).

Misterio fundamental: la Iglesia

¿Qué quiere decir esto? Significa que la misma Iglesia convocada por la Palabra de Dios
“que crecía y se dilataba” (Hch 6,7; 12, 24), y edificada “sobre el cimiento de los
Apóstoles y Profetas” (Ef 2, 20), sobre su vida apostólica y profética llena de carismas y
auténticamente testimonial, se iba realizando como “misterio fundamental”, es decir
como fundamento misterioso, como cuerpo comunitario y solidario de muchas personas
cristianas, capaz de ser amado por Jesucristo, su esposo (Ef 5, 29.32).

Misterio principal u original: Jesucristo

Pero ese misterio fundamental, ese edificio que es la Iglesia y que son sus miembros, las
personas cristianas, (Ef 5, 20.22), tiene una única “piedra angular” o clave de bóveda,
Jesucristo (Ef 5, 20). Ese cuerpo amado (Ef 5, 29.32), que es la Iglesia, tiene una
“cabeza suprema” (Ef 1, 22). Jesucristo es “la cabeza del cuerpo de la Iglesia” (Col 1,
18). Piedra angular, cuerpo amado, cabeza del cuerpo, son tres imágenes simbólicas
para apuntar a la realidad de Jesucristo como “misterio principal” u original, llamado a
ser anunciado no sólo al pueblo judío sino también a todas las naciones, que
compartirán también su herencia y sus promesas y serán “miembros del mismo cuerpo”
(Ef 3, 6). Jesucristo resucitado es el mismo Jesús de Nazaret que anunció en parábolas
los misterios del Reino de Dios y “consumó” en la cruz (Jn 19, 30) o llevó a su máxima

6
coherencia las palabras que en su vida pronunció, de un modo privilegiado por medio de
las parábolas del Reino.

El Cuarto Evangelio nos ofrece, al final del prólogo, una confirmación de lo que
llevamos diciendo. El texto dice así: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único,
Dios, que está [vuelto constantemente] hacia el seno del Padre, ése lo ha contado” (Jn 1,
18). El evangelio está hablando aquí de Jesucristo. ¿Por qué?, Porque de Jesucristo se
dice en el prólogo que “la gracia de la verdad fue dada por Jesucristo” (Jn 1, 17). Y
también de la Palabra se dice que “se hizo carne y plantó su tienda entre nosotros y
hemos visto su gloria, gloria de hijo único, enviado de junto al Padre, lleno de la gracia
de la verdad”4 o “plenitud de amor y fidelidad” 5 (Jn 1, 14). Es decir que Jesucristo y la
Palabra-hijo único, que se hizo carne son el mismo sujeto, la misma persona, ya que de
ambos se dice lo mismo: que está lleno de la gracia de la verdad o que la gracia de la
verdad ha sido dada por él. Y es el hijo único el que “contó” a Dios. “El Hijo único…
lo6 contó” está en contraposición con “nadie lo ha visto”. Lo cual quiere decir que sigue
estando firme que a Dios, al Padre, nadie lo ha visto jamás. Y aunque el mismo
Evangelio dirá más adelante que el que ve a Jesús ve a aquel que lo ha enviado (Jn 12,
45), es decir al Padre, o también que “quien me ve, ve al Padre” (Jn 14, 9), ese “ver” se
refiere no a “una percepción óptica…, sino [a] una comprensión en la fe que tiene toda
la fuerza de una evidencia”7. Lo propio de Jesús es “contar” 8, narrar a Dios con sus
palabras, sus actitudes y sus acciones y así contar su propia historia mientras cuenta a
Dios. Pero contar la propia historia –ha sugerido Timothy Radcliffe, OP- es dar sentido
a la vida, y en el caso de Jesús es dar sentido a su vida con Dios y con nosotros, y a Dios
mismo. Es así, a través de la escucha, como se vuelve el vivo retrato o el rostro de Dios,
el Padre, para quienes lo escuchan en la fe (Mc 9, 7). Escribe Léon-Dufour: “Si el
Logos, constantemente junto a Dios, se ha convertido en el Logos encarnado, [y si] es el
Hijo constantemente vuelto hacia el Padre, es para hablar de ese Padre a través de unas
expresiones y de unos gestos de hombre. Su ‘contar’ es auténtico, ya que sólo Dios
puede hablar bien de Dios”9 (énfasis mío).

Palabra y vida desplegada en actividades cruciales


4
Así traducen pléres cháritos kai alezeías Léon Dufour (Lectura del Evangelio de Juan, Vol I,
Salamanca, Sígueme, 1997, pp 97-98) y Moloney (El Evangelio de Juan, Estella, edv, 2005), pp 57 y
64).
5
Así traducen Mateos-Barreto (El Evangelio de Juan, Madrid, Cristiandad, 1979, pp 46 y 71) y
Brown (El Evangelio según Juan, I-XII, Madrid, Cristiandad, 1999, pp 194 y 208). “Amor y lealtad” lo
hacen ambos autores equivalente a “amor leal” o “amor constante”, y detrá s de la traducció n está
má s el supuesto de que el griego es equivalente al hebreo hèsèd we ‘émèth -amor misericordioso y
fidelidad- de Ex 34, 6, cosa que ponen en duda los autores de la nota anterior.
6
El “lo” –a Dios- no está en el texto griego original. No hace falta allá porque todo el versículo
empieza con el acusativo zeón –a Dios-. En castellano sí hace falta poner el complemento directo de
“contó ”. De ahí, el “lo” contó .
7
Léon-Dufour, Xavier, Lectura del Evangelio de Juan, Vol III, Salamanca, Sígueme, 1998, pp 87-88.
8
Así traducen exegésato Léon-Dufour y Moloney. “El verbo exegéomai se utiliza para designar el
relato que hace un testigo ocular de un acontecimiento”… “En el conjunto de la literatura griega y
especialmente en el Nuevo Testamento, significa ‘contar’ o incluso ‘explicar en detalle’”, ver Léon-
Dufour …, op.cit., Vol I, p 110.

7
Palabra y vida en la Iglesia de los apóstoles y profetas son, pues, el “misterio que
fundamenta” a la Iglesia y la hace a ella misma fundamento de la fe: “la fe entra por el
oído escuchando el mensaje del Mesías” (Rom 10, 17). Palabra y vida en Jesucristo son
“el misterio que da principio u origina” al fundamento de la fe, es decir a la Palabra de
Dios que crece y se multiplica en la Iglesia por el anuncio del mensaje y el testimonio
de vida de los apóstoles y profetas.

En esta estructura esencial, y por eso ineludible, tanto de Jesús de Nazaret y de


Jesucristo resucitado como de la Iglesia, que se manifiesta como palabra y vida –esta
última desplegada en sus acontecimientos y actividades cruciales y significativas-,
podemos encontrar la estructura fundamental del misterio y de lo que luego se va a
llamar sacramento.

Desde pronto, en la Iglesia naciente, palabra y vida se despliegan en actividades


cruciales. En el bautismo, donde primero viene la explicación del sentido profundo de la
Escritura referido a Jesucristo y luego la incorporación a la comunidad creyente, no
pocas veces por inmersión en el agua, como aparece en el bautismo del eunuco etíope
por el diácono Felipe (Hch 8, 27-38). Dicha inmersión había sido ya interpretada por
Pablo como signo de la experiencia de gracia de morir con Jesús, ser sepultado con él y
vivir una vida nueva semejante a la vida resucitada de Jesucristo ( Rom 6, 3-4). Muerte
y resurrección llevaban al judío (o gentil) bautizado a volver a experimentar en su
bautizo aquel “nacer de nuevo” del que Jesús había hablado a Nicodemo (Jn 3, 3).

Asimismo la fracción del pan, es decir el partir el pan en las casas –que muy
probablemente era la forma de cumplir el mandato de Jesús de recordar
performativamente –es decir, realizando lo que recordaban- su última cena, iba
acompañada de la escucha de la enseñanza de los apóstoles y de la solidaridad hasta
poner en común lo que poseían (Hch 2, 42. 44-46). Iban juntos el participar de la Cena
del Señor y el entrar en el Reino, vendiendo lo que se tenía y compartiéndolo con los
pobres (Mc 10, 20-25).

Finalmente, la bajada del Espíritu Santo, que convertía a las personas seguidoras de
Jesús de gente abrumada por el miedo (dia ton fóbon) (Jn 20, 19) en gente que
confesaba al Señor y actuaba con valiente franqueza –meta parresías- (Hch 2, 29 y
passim), alcanzando así una cierta madurez cristiana, acontece siempre, después de
Pentecostés, con estrecha vinculación a la palabra de los apóstoles, pero además algunas
veces antes de que aquellas personas que se llenan del Espíritu Santo hayan sido
bautizadas (Hch 10, 46-48; 11, 15). Y otras veces sucede lo contrario, que estando ya
bautizadas –y aunque el bautismo cristiano sea “con Espíritu Santo” (Hch 1, 5) o “en
Espíritu Santo y en fuego” (Mt 3, 11 y Lc 3, 16)- es después del bautismo cuando baja
sobre ellas el Espíritu Santo por la oración y la imposición de manos de los apóstoles
(Hch 8, 14-16), y siempre después de haber recibido la Palabra de Dios (Hch 8, 14). Son

9
Op.cit., Vol 1, p. 111. La Constitució n Dogmá tica sobre la Divina Revelació n había dicho ya algo
parecido: “Cristo…manifestó a su Padre… con obras y palabras y completó su obra con su muerte,
resurrecció n y gloriosa ascensió n, y con el envío del Espíritu Santo” (DV 17).

8
indicios de una manera de incorporarse al “misterio de Cristo”, diferente del bautismo y
la Eucaristía; una manera que más tarde, en la historia de la Iglesia ha sido llamada
confirmación. Y, como lo muestra el mismo relato de Pentecostés, no en todas las
circunstancias u ocasiones de la historia de la Iglesia (o del movimiento de Jesús), el
bautismo con el perdón de los pecados y el ser llenados del Espíritu Santo supusieron
dos acontecimientos o dos experiencias cristianas diferentes; nunca en el Nuevo
Testamento se dice de los mismos apóstoles ni de “las mujeres [que habían subido a
Jerusalén con Jesús –Mc 15, 40-41]”, de “María la madre de Jesús y” de “sus
hermanos”, [los de Jesús], es decir de una primera comunidad de “unos ciento veinte”
(Hch 1, 13-15) que, antes o después de haber recibido al Espíritu Santo (Hch 2, 1-4),
hayan sido también bautizados. Diciéndolo en el lenguaje de la posterior historia de la
Iglesia, Pentecostés fue para aquellas ciento veinte personas bautismo y confirmación a
la vez; como Jesús les había prometido, fueron “bautizados con Espíritu Santo” (Hch 1,
5).

Mystérion en algunos Padres griegos de la Iglesia

Fuera del Nuevo Testamento, algunos escritos muy antiguos y algunos Padres usan la
palabra “misterio”. En la Didakhé tiene prácticamente el mismo sentido que hemos
visto en Pablo, en la primera categoría de textos neotestamentarios agrupados: “Todo
profeta probado como verdadero, que trabaja en el misterio de la Iglesia en el
mundo…”10. Ignacio de Antioquía lo usa también, primero, refiriéndose a tres
acontecimientos en la vida de Jesús: “la virginidad y el parto de María… [y] la muerte
del Señor: Son estos tres misterios sonoros, que se cumplieron en el silencio de Dios”.
Este sentido es semejante al que los grandes teólogos medievales –y también Ignacio de
Loyola en los Ejercicios- darán a la palabra misterio: “Los misterios de la vida –o de la
carne- de Cristo.” Ignacio lo usa en otro sentido, Jesucristo y su acción salvadora,
cuando escribe: “los que vinieron a una nueva esperanza, y ya no vivían guardando el
sábado, sino el domingo, el día en que amaneció nuestra vida por gracia del Señor y de
su muerte. Pero algunos niegan este misterio, por el cual recibimos la fe y soportamos el
sufrir…”11.

San Justino, mártir, Padre apologeta, “es el primero que compara los ritos salvadores
cristianos con los misterios de los griegos, aun cuando tanto él como Ireneo tienen viva
conciencia de su profunda contraposición”12.

“Esto vale también para Clemente de Alejandría, que utiliza los múltiples significados
helenísticos [de los misterios] para iluminar las realidades cristianas, sobre todo los
hechos salvadores de Cristo. A veces subraya las formas que los ocultan y otras veces la
realidad oculta. Todo, en el marco de la gnosis clementina, es decir del conocimiento de
la salvación, que es más bien el descubrimiento didáctico de un misterio (o secreto).
Orígenes desarrolla estos principios y así el misterio se convierte en un concepto clave.
10
Vives, José, “Didakhe”, en Los Padres de la Iglesia, Barcelona, Herder, 1971, p. 22.
11
Vives…, op.cit., pp 28 y 31.
12
Neunheuser, B. , “Mysterium (mystérion)”, en Hö fer, Josef und Karl Rahner (Herausgeber), Lexikon
für Theologie und Kirche, Siebter Band, Freiburg, Herder, 1962, p 730.

9
Toda la historia de la salvación es misterio: la fuerza de Dios actúa en el símbolo pre
figurativo del Antiguo Testamento, en su realización por la acción salvadora de Cristo y
en su realización por la palabra y la liturgia de la Iglesia, hasta que todas estas etapas
llegan a su plenitud escatológica en la misma realidad de Dios, que subyace a todos los
misterios. Esta teología abarcadora del misterio cristiano tiene significación permanente
para toda la teología posterior de la Escritura y de los Sacramentos. Hipólito, Atanasio y
Cirilo de Jerusalén (en las Catequesis Mistagógicas) muestran el mismo camino.

El gran sistematizador es, también en esta materia, Gregorio de Nisa, para quien
misterio es, en primer lugar según Pablo, el hecho salvador de Cristo, y precisamente en
su periodización tripartita: Antiguo Testamento, Cristo, e Iglesia con los fieles, y luego
sobre todo la realidad de la salvación, oculta bajo signos sensibles, bien en hechos
salvadores históricos (AT o NT) o en su posterior realización cúltica y en la
participación en ella. Para él misterio es también el hecho salvador de Cristo y el rito
salvador “sacramental”, con todo y que él ve lo esencial del misterio en la vinculación
de la acción de Dios, inefable en última instancia y sólo captable por la fe, con el
mostrarse del signo sensible, accesible inmediatamente.

Mystérion y Sacramentum: la lenta diferenciación entre el hecho salvador de


Jesucristo y su celebración litúrgica

Mientras tanto misterio había recorrido su camino también en el campo lingüístico del
latín. Desde Cicerón misterio había sido un grecicismo latino y se había desprendido del
significado técnico de los misterios griegos [principalmente de Eleusis, pero también de
Delfos, etc…].

Todavía no se logrado aclarar completamente cómo se llegó a traducir misterio por


sacramento. En el ámbito cristiano [misterium] denota la revelación verdadera, y
también el tipo [o figura; por ejemplo, Isaac, figura de Jesucristo], mientras que
sacramentum apunta más bien, a causa de su protoetimología sacral, a un significado
concreto cúltico. Sin embargo, estos matices se van fundiendo poco a poco, misterium y
sacramentum se van volviendo equivalentes, y lo son totalmente ya, por así decirlo, en
San Agustín y San León Grande. Especialmente misterium ha alcanzado aquí una
posición clave semejante a la que tenía para los griegos.

Misterium (sacramentum) es para San León Grande el hecho salvador de Cristo, el plan
de salvación, las acciones salvadoras históricas de Cristo, las celebraciones de esas
acciones, símbolo (tipo), los ritos salvadores del AT y del NT, el contenido de fe
entendido como expresión más abstracta de lo que ocurre concretamente en la historia
de la salvación y en la liturgia, un entretejido sacro. Es común la referencia a la calidad
de oculto de aquello que cada vez se entiende y también a su divina revelación llena de
fuerza. Pero en todo ello la dimensión del hecho permanece más importante que su
explicación abstracta.”13

13
Neunheuser…, op.cit., ibid.

10
Ya antes, San Ambrosio de Milán (340-397) usa la palabra sacramento hablando del
bautismo: “Proclama el Apóstol… que cualquiera que se bautiza se bautiza en la muerte
de Jesús. ¿Qué quiere decir “en la muerte”? Que del mismo modo que Jesucristo murió,
así tú también…mueras a las antiguas seducciones del pecado por el sacramento del
bautismo y resucites por la gracia de Cristo…Cuando eres sumergido, recibes la
semejanza de la muerte y de la sepultura; recibes el sacramento de la cruz…tú eres
crucificado con él…”14

Pero entre el siglo V y el XIII, “una vez más misterium y sacramentum se van
diferenciando. Al sacramentum se le asigna el sentido litúrgico concreto; sólo para la
Eucaristía sigue siendo significativo misterium. La inclinación a la interpretación
alegórica de la Edad Media no siempre conserva totalmente la poderosa plenitud de
sentido de misterium. Los grandes teólogos, por ejemplo Santo Tomás, conocen aún
todo el alcance de misterium. Se trata, primero, de lo oculto cuyo significado sólo se
puede captar creyentemente. Esto es casi siempre el hecho salvador de Cristo o sus
acciones salvadoras, y en el ámbito litúrgico la Eucaristía.

En un tiempo más reciente, las referencias al misterio han sido frecuentemente sólo al
“secreto” abstracto. Pero en estos últimos tiempos [a mediados del siglo XX] la atención
a los contextos lingüísticos, y a los que tocan a la historia de los dogmas y a la teología,
ha abierto el camino a nuevas intuiciones sobre la estructura fundamental de la historia
y de la realidad de la salvación. El misterio cristiano es la realización divina de la
salvación, que se revela con fuerza en el AT, en Jesucristo y en su Iglesia, de manera
que estas etapas se ordenan unas tras otras al servicio de las posteriores, en la
perspectiva escatológica de su última plenitud.”15

14
Citado en Miralles, Antonio, Los sacramentos cristianos, Curso de sacramentaria fundamental,
Madrid, Ediciones Palabra, 2000, pp 91-92.
15
Neunheuser…, op.cit., ibid.

11

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