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El tejido sanguíneo es uno de los cuatro tipos principales de tejidos en el cuerpo humano,
junto con el tejido muscular, el tejido nervioso y el tejido conectivo. Está compuesto por
células sanguíneas y plasma sanguíneo. Las células sanguíneas incluyen eritrocitos
(glóbulos rojos), leucocitos (glóbulos blancos) y plaquetas, mientras que el plasma
sanguíneo es una solución acuosa que contiene proteínas, lípidos, sales y otros solutos.
El principal papel del tejido sanguíneo es el transporte de sustancias vitales, como oxígeno,
dióxido de carbono, nutrientes y hormonas, a través del cuerpo. Los eritrocitos son los
principales transportadores de oxígeno y dióxido de carbono en el cuerpo, mientras que los
leucocitos son importantes para la defensa del cuerpo contra las infecciones y las
enfermedades. Las plaquetas, por su parte, juegan un papel crucial en la coagulación
sanguínea.
El tejido linfático, por otro lado, es parte del sistema linfático, que trabaja en conjunto con
el sistema circulatorio para mantener el equilibrio de líquidos en el cuerpo. El tejido linfático
está compuesto por células linfáticas, como los linfocitos y estructuras linfáticas, como
los ganglios linfáticos, el bazo y el timo.
La principal función del tejido linfático es la defensa del cuerpo contra las infecciones y las
enfermedades. Los linfocitos son las células responsables de la respuesta inmunológica
del cuerpo, ya que reconocen y atacan a los patógenos,
como las bacterias y los virus, que pueden causar
enfermedades. Los ganglios linfáticos son importantes
centros de defensa inmunológica, ya que filtran la linfa (el
líquido linfático) y eliminan los patógenos y otras
sustancias extrañas del cuerpo.