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Charles de Foucauld
Kiko Argüello
Cuando Kiko fue a las barracas de Palomeras Altas, fue siguiendo las huellas de
Charles de Foucauld en la vida oculta de Cristo, sin ningún programa de asistencia
social. Cuenta Kiko: “No fui allí para enseñar a leer y escribir a aquella gente, ni para
hacer asistencia social y ni siquiera para predicar el Evangelio. Me fui allí para
ponerme al lado de Jesucristo. Charles De Foucauld me había dado la fórmula para
vivir en medio de los pobres como un pobre, silenciosamente. Este hombre supo vivir
una presencia silenciosa de testimonio entre los pobres. Tenía como ideal la vida
oculta que Jesús vivió treinta años en Nazaret, sin decir nada, en medio de los
hombres. Ésta era la espiritualidad de Charles de Foucauld: vivir en silencio entre los
pobres. Foucauld me dio la fórmula para realizar mi ideal monástico: vivir como pobre
entre los pobres, compartiendo su casa, su trabajo y su vida, sin pedir nada a nadie y
sin hacer ninguna cosa especial. Jamás pensé montar una escuela o un dispensario o
algo por el estilo. Sólo quería estar entre ellos compartiendo su realidad” [5].
Este momento será constitutivo y esencial para el anuncio del kerygma, que
acompaña toda la evangelización del Camino: Dios nos ama y sale a nuestro
encuentro, hasta a lo más profundo de nuestro ser pecadores, de nuestro ser
“últimos”, para salvarnos. En esta intuición de Charles de Foucauld, que Kiko hace
suya, tiene su fundamento su experiencia de Jesucristo y de su misión .
Exterior e interior de la barraca de Kiko Argüello
Charles de Foucauld
Precisamente con relación a esto Charles de Foucauld escribió: “Creo que es mi deber
esforzarme por adquirir el probable lugar del Monte de las Bienaventuranzas, para
asegurar su propiedad a la Iglesia, cediéndola después a los Franciscanos, y también
el de esforzarme por construir un altar donde, perpetuamente, se celebre la misa
cada día y esté presente Nuestro Señor en el Tabernáculo…” [7]. Sobre esta intención
el santo reflexionó y rezó mucho, y escribió la fecha en la que la hizo: 26 de abril de
1900, fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo. Él está profundamente convencido
que su vocación de “imitar lo más perfectamente posible a nuestro Señor Jesús, en su
vida oculta”, con una consagración más radical y definitiva, la recibirá aquí, en el
Monte de las Bienaventuranzas. “Allí podré infinitamente más por el prójimo, por mi
solo ofrecimiento del santo sacrificio… colocando un tabernáculo que con la sola
presencia del Santísimo Sacramento santificará invisiblemente los alrededores, de la
misma manera como nuestro Señor en el seno de su madre santificó la casa de Juan…
como también con los peregrinos… con la hospitalidad, la limosna, la caridad que
intentaré practicar con todos”. [8]
El sueño del Beato Charles de Foucauld se hizo realidad durante la octava de la
Pascua de 2008, cuando en el Centro Internacional Domus Galilaeae, situado en la
parte superior del Monte de las Bienaventuranzas (Korazim – Galilea), durante una
convivencia con cardenales y obispos de Europa –con la presencia de los rectores de
los seminarios Redemptoris Mater y de los equipos itinerantes del Camino
Neocatecumenal, de religiosos y responsables de movimientos y de las autoridades
civiles–, el Patriarca Latino de Jerusalén, Mons. Michel Sabbah, acompañado por otros
obispos de varios ritos, y del Custodio de Tierra Santa, bendijo e inauguró la capilla
en el centro del Seminario Misionero Redemptoris Mater de Tierra Santa, abierto a los
diferentes ritos orientales. Sobre el techo se colocó el conjunto escultórico realizado
por Kiko Argüello, que representa a Jesús y a los doce apóstoles durante la
proclamación del Sermón de la Montaña. El sueño del Beato Charles de Foucauld se
sella con la misión evangelizadora de la Iglesia.
Y desde esa Pascua del año 2008, día y noche, cientos de Obispos y Cardenales, miles
de presbíteros y cientos de miles de hermanas y hermanos de los cinco continentes,
junto con los hermanos de la Domus Galilaeae y los seminaristas de los Redemptoris
Mater, han transcurrido y transcurren un tiempo en adoración constante ante el
Santísimo, en este lugar que se refleja en el Lago de Galilea. Lugar que fue
embellecido por la predicación del Sermón de la Montaña del Señor, por el sueño del
Hermano Carlos de Jesús y también por una arquitectura original, obra genial de Kiko
Argüello.
Desde aquí se entona un canto de agradecimiento y de bendición al Padre, por la obra
de la salvación cumplida en Cristo, con el don del Espíritu Santo, “que santifica
invisiblemente los alrededores”, y se eleva una oración incesante por la misión
evangelizadora de la Iglesia en el mundo entero.
Al santo que inspiró a Kiko en los inicios del Camino, pidamos que con motivo de su
canonización conceda gracias especiales para el Camino Neocatecumenal.
Ezechiele Pasotti