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Desarrollo encefálico:

El tremendo crecimiento del encéfalo durante los primeros meses y años está muy vinculado con
el desarrollo del lenguaje. El llanto del bebé está controlado por el tallo cerebral y el puente de
Varolio, que son las partes más primitivas del encéfalo y las primeras en aparecer. El desarrollo del
lenguaje incide activamente en las redes nerviosas y las dedica al reconocimiento en exclusiva de
los sonidos de la lengua materna. En los pequeños con vocabulario amplio, la activación cerebral
tiende a enfocarse en los lóbulos temporal y parietal izquierdos, mientras que en los niños con
vocabulario menor la activación cerebral es más dispersa.

Interacción social: función de padres y cuidadores

El lenguaje es un acto social. No sólo precisa la maquinaria biológica necesaria y las habilidades
cognoscitivas, sino también el trato con un interlocutor en la comunicación. Los niños que crecen
sin contacto social normal, como niños con autismo, no desarrollan normalmente el lenguaje.
Tampoco los niños cuya exposición al lenguaje ocurre sólo a través de la televisión. Como lo
pronosticaría el modelo bioecológico de Bronfenbrenner, la edad de los padres o cuidadores, el
modo en que se relacionan y hablan con el infante, el orden de nacimiento de éste, la experiencia
en los cuidados infantiles, y más adelante, la escuela, los compañeros y la televisión, inciden en el
ritmo y el curso de la adquisición del lenguaje. Lo mismo pasa con la cultura general.

Periodo prelingüístico: En la etapa del balbuceo, los adultos contribuyen al avance del niño, hacia
el habla verdadera, mediante la repetición de los sonidos que los bebés hacen. Pronto, el bebé se
une al juego y también repite los sonidos. La imitación que hacen los padres de los sonidos de los
bebés afecta la cantidad de las vocalizaciones infantiles y el ritmo al que aprenden a hablar.

Desarrollo del vocabulario: Cuando los bebés empiezan a hablar, los padres o los adultos que los
cuidan enriquecen su vocabulario mediante la repetición de sus primeras palabras y
pronunciándolas de manera correcta. La atención conjunta, como vimos, acelera el
enriquecimiento del desarrollo del vocabulario. Existe una relación sólida entre la frecuencia de
ciertas palabras en el habla de las madres y el orden en que los niños las aprenden, así como entre
cuánto hablan las madres y el vocabulario de sus pequeños. La sensibilidad y capacidad de
respuesta de los padres cuentan todavía más que las palabras que usa la madre. En un estudio de
un año que abarcó a 290 familias de bajos ingresos con niños de dos años, la sensibilidad de
ambos padres, su consideración positiva del niño y la estimulación cognoscitiva que le ofrecían
durante el juego pronosticaron el vocabulario receptivo de éste y el desarrollo cognoscitivo a los
dos y tres años. Los niños bilingües usan elementos de los dos idiomas en la misma emisión; es un
fenómeno llamado mezcla de códigos. La habilidad de pasar de un idioma a otro se llama cambio
de código.

Habla dirigida a niños

No se tiene que ser padre para dirigirse a los niños con este tipo de lenguaje. Si habla lentamente,
en tono agudo, con entonación exagerada, simplifica el discurso, recalca las vocales y usa palabras
y frases cortas y muchas repeticiones, usted profiere un habla dirigida a niños. Muchos
investigadores creen que el habla dirigida a niños facilita el aprendizaje de la lengua materna, o
por lo menos su más rápida asimilación, porque las características distintivas de los sonidos
articulados se exageran, por lo que la atención se dirige hacia ellos. Otros investigadores dudan de
su valor. Aseveran que los bebés hablan antes y mejor si oyen y pueden responder al habla adulta
más compleja. En realidad, algunos investigadores afirman que los niños descubren las reglas del
lenguaje más rápido cuando oyen frases complejas que las aplican más y de más maneras.

Actividades para la estimulación del desarrollo motriz y lenguaje


Háblale mientras lo bañas, lo cambias y lo alimentas.

Imita los sonidos guturales que hace el bebé, para motivarlo a hacerlos.

Hazle gestos con la nariz, los ojos, la boca, etcétera, para que observe la expresión de tu rostro.

Nombra todos los objetos que utilizas, señalándolos para que aprenda a reconocerlos,
aprovechado situaciones o rutinas diarias (baño, comida, momento de vestirse)

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