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Carta XVII.

A la Señora de Sade
Marqués de Sade
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Carta XVII. A la Señora de Sade
Esta mañana he recibido una enorme carta tuya, una carta que nunca terminaba. No
escribas tan largo, te lo ruego. ¿Crees que no tengo otra cosa que hacer que leer tu retahíla de
insistencias? Mucho tiempo tiene que sobrarte para escribir cartas de semejante extensión, y
lo mismo debe pasarme a mí para contestarlas, reconócelo. Sin embargo, como el objeto de la
presente es de sumo interés, te ruego que la leas con gran serenidad y absoluta sangre fría.
Acabo de encontrar tres señales de la mayor belleza.
Me es imposible ocultártelas. Tan sublimes son, que estoy convencido de que al leerlas
vas a aplaudir, a tu pesar, la dimensión de mi genio y la riqueza de mis conocimientos. De tu
pandilla se podría decir lo que Pirón decía de la Academia: "Sois cuarenta, pero tenéis tanto
ingenio como cuatro." Con tu banda ocurre lo mismo: ustedes son seis que tienen tanto
ingenio como dos. Pues bien, con todo el genio de ustedes y aunque sólo vayan doce años que
trabajan en su gran obra, les apuesto, si quieren, doble contra sencillo a que mis tres señales
valen mucho más que todo lo que ustedes hayan podido hacer... Espera un poco, me equivoco:
son cuatro, a fe mía... ¡Y bien! Tres o cuatro, y tú sabes que el tres-cuatro posee mucha
fuerza.

Primera señal, inventada por mí,


Christophe de Sade:

Al primer corte o desgarrón que tengas que señalarme, habrá que cortarle al benjamín
de los procuradores (Albaret) Tos c... y enviármelos en una cajita. Yo abriré la cajita, daré un
grito de asombro y diré: "¡Oh, Dios mío! ¿Qué es esto?". Jacques, el apuntador, que estará
allí, detrás de mí, responderá: "Nada, señor. ¿No ve usted que es un 19". "¡Eh, no!", diré. "Sin
vanidad, ¿los suyos valen eso?"

Segunda señal, por el mismo:

Cuando quieras señalarme el 2, el doble, el duplicado, - el segundo tú misma, el pagar


dos veces, etc., fíjate cómo tendrás que proceder: será necesario ubicar en mi habitación a una
hermosa criatura (el sexo no importa. yo tengo más o menos el espíritu de tu familia y no
observo muy de cerca, y por otra parte, además, perro que ladra, etc.) , será necesario, digo,
hacer ubicar en mi habitación a una hermosa criatura en la actitud de la. Calípige farnesiana.
Hay que hacerlo bien. No odio esa parte; pienso, como el presidente, y encuentro que es más
carnosa que el resto y que, por consiguiente, para todo aquel que le guste la carne siempre
valdrá más que lo raso... Al entrar le diré al apuntador, o al apuntado: "¿Qué significa esta
infamia?" (sólo por la forma). Y el apuntador responderá: "Señor, es un duplicado".

Tercera señal, siempre del mismo:


Cuando desees hacer un gran puente, como este verano, con el trueno y el conductor
(efecto terrible que por poco me hace morir entre convulsiones) , hay que pegarle fuego al
polvorín (se halla verticalmente vuelto hacia el gabinete donde duermo) : será un efecto
sublime.

¡Oh, aquí viene lo mejor, ¿verdad?


Para la cuarta, por último:

Cuando quieras hacer un 16 con 9 (escucha bien) , habrá que tomar dos cabezas de
muertos (dos, oye bien; te habría podido decir seis, pero soy modesto aunque haya servido en
los dragones; te digo, pues, dos) y, mientras yo esté en el jardín, dispondrás todo en mi
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habitación, a fin de que yo encuentre lista la decoración cuando entre. O, si no, me anunciarás
que me ha llegado algún paquete de Provenza, que habrás recibido por mí. Lo abriré,
presurosamente... y será eso. Y sentiré miedo (pues soy por naturaleza en extremo tímido; dos
o tres veces en mi vida lo he experimentado).
¡Ah, buena gente, buena gente! Creedme: no inventéis, pues para inventar cosas tan
vulgares, tan tontas y tan fáciles de adivinar, no vale la pena meterse en gastos. Hay
muchísimas otras cosas que hacer antes que inventar. Y cuando uno no tiene espíritu de
inventor, vale más hacer zapatos o cánulas que inventar torpe, zurda y tontamente.
Hoy, 19, y salido el 22.
A propósito, envíame mi ropa interior, y a los que juzgan que no tengo nada que hacer
con ella diles que juzgan muy mal, pues, el señor director de Rougemont, que juzga muy bien,
acaba de juzgar que mi estufa estaba necesitando inmensas reparaciones y las ha mandado
hacer. De manera, pues, que siquiera por una vez en la vida, si es posible, trabajen de firme y
juntos, porque por muy mancarrones que sean todos ustedes hay que tratar de no serlo hasta el
punto de tirar siempre para la derecha cuando el otro tira, para la izquierda. Hagan corno el
señor director de Rougemont, que es hombre de excelentísimo criterio y que siempre tira para
el lado justo (o que, cuando no tira, se hace tirar) .
Mi criado se pone en tus manos para que la presidenta no olvide que le ha prometido, si
hacía bien la seña, hacer sargento a su hijo.

Vincennes, 19 de septiembre de 1783.

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