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Las parasitosis intestinales son infecciones del tubo digestivo, que pueden producirse por la

ingestión de quistes de protozoos, huevos o larvas de gusanos, o por la penetración de larvas por
vía transcutánea, desde el suelo.
Estas infecciones se pueden clasificar según el tipo de parásito y la afectación que provoquen en
los diferentes órganos y sistemas.

Clasificación de los parásitos intestinales


En Pediatría, podemos realizar una clasificación de los parásitos intestinales según su
repercusión directa en el aparato digestivo y según la familia a la que pertenecen. Básicamente,
la primera diferenciación la realizaremos entre Protozoos (Tabla II) y Helmintos (Tabla III).

Protozoos
Son organismos unicelulares, que se reproducen sexual y asexualmente en el huésped, son muy
infectivos y con larga supervivencia. Crean resistencias con facilidad y la principal vía de
transmisión es fecal-oral.
• Protozoos con afectación únicamente digestiva: Giardia lamblia.
• Protozoos con afectación digestiva y en otros tejidos: Amebiasis: (Entamoeba hystolitica/
dispar) y Criptosporidiasis.

Giardia lamblia
La Giardia lamblia presenta una clínica muy variada. Tras la ingesta de quistes del protozoo,
estos dan lugar a trofozoítos en el intestino delgado (ID) que permanecen fijados a la mucosa
hasta que se produce su bipartición, en la que se forman quistes que caen a la luz intestinal y son
eliminados por las heces. Los quistes son muy infectantes y pueden permanecer viables por
largos períodos de tiempo en suelos y aguas hasta que vuelven a ser ingeridos mediante
alimentos contaminados. Son muy frecuentes en niños en PBR, aunque es una infección
cosmopolita.

Clínica
Las manifestaciones clínicas pue- den ser muy variadas: asintomática, más frecuente en áreas
endémicas de PBR; en forma aguda, con diarrea acuosa que puede ser esteatorreica, náuseas,
deposiciones fétidas y dispépticas y distensión abdominal; y en forma crónica, con síntomas
digestivos subagudos, con clínica compatible con procesos de malabsorción, que puede
ocasionar desnutrición y anemia con déficit de hierro.
Diagnóstico
Determinación directa de quistes en heces o de trofozoítos en el cua- dro agudo con deposiciones
acuosas.

La eliminación es irregular y recoger muestras seriadas en días alternos, aumenta la rentabilidad


diagnóstica. En el caso de pacientes que presentan sintomatología persistente y estudio de heces
negativo, se recomienda realiza- ción de ELISA en heces (Ag de G. lamblia).
Tratamiento
Las formas asintomáticas en nuestro medio se tratan siempre, pero en países con bajos
recursos es dudoso su tratamiento y limitado a las personas que manipulan alimentos.
De persistir la clínica tras el trata- miento, volver a tratar y plantearse des- cartar
inmunodeficiencia (sobre todo, déficit de IgA) y volver a tratar con metronidazol, tinidazol
(50-60 mg/ kg/24 h, dosis única), o mepacrina (8 mg/kg/8 h). Otra alternativa al trata- miento es
el albendazol, 15 mg/kg/24 h, durante 5 días

Leptospirosis
La leptospirosis es una zoonosis frecuente y generalizada en el mundo causada por espiroquetas
móviles y aerobias del género Leptospira.

ETIOLOGÍA
Las Leptospira spp. forman parte del filo espiroquetas finas y en forma de hélice. Hay 22
especies identificadas dentro del género Leptospira y se dividen en más de 300 serovariedades.
Hay al menos 10 especies patógenas de Leptospira, con serovariedades que presentan
preferencia por un huésped específico.

EPIDEMIOLOGÍA
La leptospirosis tiene una distribución mundial, pero la mayoría de los casos se producen en
países tropicales y subtropicales, con una carga de morbilidad que afecta desproporcionadamente
a las poblaciones con escasos recursos. Las leptospiras sobreviven de días a semanas en
condiciones ambientales cálidas y húmedas, como el agua y los terrenos húmedos. En Estados
Unidos, los CDC estiman que se producen entre 100 y 200 casos anuales; aproximadamente el
50% de los casos se notifican en Hawái, y los estados ribereños del Pacífico y del sudeste son los
que tienen la incidencia más elevada del país. Las leptospiras infectan a muchas especies de
animales; entre ellos, ratas, ratones, topos, ganado (vacas, cabras, ovejas, caballos y cerdos),
animales salvajes como mapaches o zarigüeyas, y perros domésticos. La mayoría de los casos
humanos son consecuencia de exposición al agua o tierra contaminadas con orina de la rata; sin
embargo, el reservorio más importante en Estados Unidos es el perro. Los grupos con alto riesgo
de leptospirosis son las personas expuestas por motivos laborales o de ocio a tierra o agua
contaminadas, a animales infectados, como agricultores, veterinarios, trabajadores de mataderos,
ins- pectores de carne, trabajadores en el control de roedores, trabajadores de laboratorio,
trabajadores de alcantarillado y personal militar. La exposición a aguas de inundación
contaminadas es también una fuente documentada de infección. Son muy pocos los casos de
transmisión a través de mordeduras de animales o directamente de una persona a otra.

DIAGNÓSTICO
La leptospirosis se debe considerar en el diagnóstico diferencial de cualquier enfermedad febril
seudogripal aguda con antecedentes de contacto directo con animales o con tierra o agua
contaminadas con orina de animales. Puede resultar difícil distinguir clínicamente esta
enfermedad del dengue o el paludismo en áreas endémicas.
La mayoría de las veces se diagnostica mediante pruebas serológicas y se confirma con menos
frecuencia al aislar los microorganismos en muestras clínicas. La técnica diagnóstica de
referencia es la prueba de aglutinación microscópica, un método específico de serogrupo que
utiliza suspensiones de antígenos de serovariedades de leptospiras vivas y la microscopia de
campo oscuro para aglutinación. Un aumento de al menos cuatro veces en los títulos en sueros
pareados confirma el diagnóstico. Las aglutininas suelen aparecer hacia el día 12 de enfermedad
y alcanzan un nivel máximo en la tercera semana. Los títulos bajos pueden persistir durante años.
En alrededor del 10% de las personas infectadas, las aglutininas no se pueden detectar,
presumiblemente debido a que con los antisueros disponibles no se identifican todos los
serotipos de Leptospira. También se han desarro- llado métodos de análisis de inmunoabsorción
ligada a enzimas (ELISA), aglutinación en látex e inmunocromatografía, y se han diseñado
pruebas diagnósticas mediante PCR. La microscopia de contraste de fases y de campo oscuro es
insensible para la detección de espiroquetas, pero los microorganis- mos pueden identificarse
mediante la tinción argéntica de Warthin-Starry o mediante la tinción fluorescente de anticuerpos
de líquidos y tejidos corporales. A diferencia de otras espiroquetas patógenas, las leptospiras se
cultivan con facilidad en la sangre o el LCR durante los 10 primeros días de enfermedad y en la
orina después de la segunda semana por cultivo repetido de un pequeño inóculo (es decir, una
gota de sangre o LCR en 5 ml de medio) en medios comercializados. Sin embargo, el inóculo en
las muestras clínicas es pequeño, y el crecimiento puede requerir hasta 16 semanas.
TRATAMIENTO
Leptospira spp. presenta sensibilidad in vitro a la penicilina y la tetraciclina, pero in vivo la
eficacia de esos antibióticos para tratar la leptospirosis humana sigue siendo controvertida debido
a las tasas de recuperación espontánea naturalmente elevada. Algunos estudios sugieren que el
inicio del tratamien- to antes del séptimo día de enfermedad suele abreviar el curso clínico y dis-
minuir la gravedad de la infección; por tanto, se debe instituir el tratamiento con penicilina G,
cefotaxima, ceftriaxona o doxiciclina (en niños de 8 años o mayores) tan pronto como se
sospeche el diagnóstico. Existen pruebas de que un ciclo corto (inferior a 2 semanas) de
doxiciclina puede utilizarse de forma segura en niños de más de 2 años. Se recomienda
administrar penicilina G parenteral (6-8 millones de unidades/m2/día, divididas en dosis cada 4 h
i.v., durante 7 días), y la doxiciclina (2 mg/kg/día divididos en do- sis con un máximo de 100 mg
dos veces al día) se reserva como alternativa para los pacientes alérgicos a la penicilina. La
ceftriaxona, la cefotaxima y la azitromicina se evaluaron en ensayos clínicos y han demostrado
una eficacia similar a la doxiciclina. De modo que estos antibióticos pueden usarse como
alternativa en los pacientes en los que está contraindicada la doxiciclina. En enfermedades leves,
la doxiciclina oral, la amoxicilina y la ampicilina se han utilizado con éxito. En los casos graves
están justificadas medidas sintomáticas, con especial atención al estado cardiopulmonar, la
función renal, las coagulopatías y el equilibrio hidroelectrolítico.

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