Está en la página 1de 8

Alexis Díaz-Pimienta

Amorcito

AMORSÓN
—Buenos días, Amorcito.
—Buenos días, AMORSÓN.
—¿Cómo estás hoy, Amorcito?
—Muy bien. ¿Y tú, AMORSÓN?
—Soy muy feliz contigo, Amorcito.
—Y yo igual, AMORSÓN.
—Estar contigo me sienta tan bien, Amorcito.
—Y a mí contigo, AMORSÓN.
—Incluso el cielo es mucho más azul contigo,
Amorcito.
—Y los pájaros cantan por nosotros, AMORSÓN.
—¿Tú crees que cantan por nosotros, Amorcito?
—Estoy seguro, AMORSÓN.
—Eres increíble, Amorcito.
—Ayer le pregunté a un ruiseñor y me confesó que
todos los pájaros cantan por nosotros, AMORSÓN.
—¿También los ruiseñores?, Amorcito.
—Y hasta los perros, AMORSÓN.
—Pero si los perros no cantan, Amorcito.
—Y los gatos y los caballos y los mosquitos y las
ballenas... todos cantan por nosotros, AMORSÓN.
—Qué bonito, Amorcito.
—Y los muebles y las piedras y los árboles,
AMORSÓN.
—¡Qué ternura, amorcito!
—Te lo mereces, AMORSÓN.
—Querrás decir que nos lo merecemos, Amorcito.
—Tú más que yo, porque me quieres más, AMORSÓN.
—No, tú me quieres más a mí, Amorcito.
—No seas modesto, AMORSÓN.
—Bueno, nos queremos con la misma fuerza,
Amorcito.
—Con pasión equilibrada, AMORSÓN.
—Por cierto, ¿qué hora es, Amorcito?
—Las ocho menos cuarto, AMORSÓN.
—¿Sabes que siempre que te pregunto la hora son las
ocho menos cuarto, Amorcito?
—Oh, qué sorpresa, AMORSÓN.
—Es una señal, Amorcito.
—Señal de qué, AMORSÓN.
—De qué tenemos un amor continuo. Amorcito.
—Que romántico, AMORSÓN.
—Un amor por el que no pasa el tiempo, Amorcito.
—Me estás ruborizando, AMORSÓN.
—Detenido en el tiempo, Amorcito.
—Por cosas como estas es que te quiero tanto,
AMORSÓN.
—Es que tú sacas lo mejor de mí. Amorcito.
—Lo mismo digo. AMORSÓN.
—Cuando no estoy contigo me falta el aire, Amorcito.
—Qué lindo lo que dices, AMORSÓN.
—Me gustaría darte un beso, Amorcito.
—Y a mí otro, AMORSÓN.
—Pero estamos tan lejos, Amorcito.
—Menos mal que tenemos Internet, AMORSÓN.
—Por vídeo no es lo mismo, Amorcito.
—Algo es algo, AMORSÓN.
—Cuando esto acabe ¿sabes que voy a hacer,
Amorcito?
—¿Qué vas a hacer, AMORSÓN?
—Voy a hablar con mi amigo el cirujano, Amorcito.
—¿Y para qué vas a hablar con tu amigo el cirujano,
AMORSÓN?
—Voy a pedirle que me implante un segundo corazón,
Amorcito.
—¿Un segundo corazón, AMORSÓN?
—Que me lo ponga en el lado derecho, Amorcito.
—¿Y para qué quieres un segundo corazón,
AMORSÓN?
—Para quererte el doble, Amorcito.
—¡Ay, que te como, AMORSÓN!
—Y cuando tenga dos corazones ¿sabes que haré,
Amorcito?
—¿Qué, AMORSÓN?
—Cuando no estés conmigo me quito uno para que no
envejezca, amorcito.
—¿Te quitas uno, AMORSÓN?
—Como lo oyes; y cuando reaparezcas me lo pongo de
nuevo para quererte el doble, Amorcito.
—Qué emocionante, AMORSÓN.
—Y hablaré con mi amigo el relojero, Amorcito.
—¿El relojero, AMORSÓN?
—Sí, para que le dé cuerda al nuevo corazón y qué
lata más lento que el otro, Amorcito.
—¿Más lento, AMORSÓN?
—Sí, Amorcito. Cada uno a su ritmo.
—Qué emocionante, AMORSÓN.
—Un corazón a una velocidad y el otro a otra,
Amorcito.
—Qué linda música, AMORSÓN.
—Y todos sentirán sana envidia de nosotros,
Amorcito.
—Cómo me gustas, AMORSÓN.
—¿Te gusto o me quieres, Amorcito?
—Te amo, AMORSÓN.
—¿Me amas o me quieres, Amorcito?
—Las dos cosas, AMORSÓN.
—No sé la diferencia, Amorcito.
—Quererse tiene que ver con la mente, AMORSÓN.
—No lo sabía, Amorcito.
—Y amarse con el alma, AMORSÓN.
—¿Y gustarse, Amorcito?
—Con el cuerpo, AMORSÓN.
—Me estás poniendo nervioso, Amorcito.
—Te da miedo, AMORSÓN.
—¿Miedo, Amorcito?
—Mucho miedo, AMORSÓN.
—¡Pero si yo no temo a nada, Amorcito!
—Eso crees tú, AMORSÓN.
—Te lo juro, Amorcito.
—Tu corazón ha estado mucho tiempo encerrado en
un búnker, Amorcito.
—¿En un búnker, AMORSÓN?
—Ábrete, Amorcito.
—¿Cómo que me abra, AMORSÓN?
—Ábrete a mí, Amorcito.
—Hecho, AMORSÓN.
—¿Ya estás abierto, Amorcito?
—De par en par, AMORSÓN.
—Buenos días entonces, Amorcito.
—Buenos días entonces, AMORSÓN.
—Nos vemos mañana, Amorcito.
—Hasta mañana, AMORSÓN.
Y apagaron las cámaras.

—Oye, ¿y esos dos?


—¿Amorcito y AMORSÓN? Los amantes eternos.
—¿Y qué hacen, por qué hablan así?
—La ceremonia de refuerzo.
—¿Y eso qué es?
—Cada día antes de salir a la calle hacen el mismo
diálogo.
—¿Y para qué?
—Para reforzar lo que siente cada uno por el otro.
—¿Y funciona?
—¿¡Qué su funciona!? Llevan así quince vidas con
esta.
—¿Quince vidas?
—Sí, y en forma humana creo que esta es la segunda.
—Qué interesante.
—Toma nota.
—Muchas gracias, Amorcito.
—No hay que darlas, AMORSÓN.
—Te amo mucho, Amorcito.
—Y yo a ti, AMORSÓN.
—Buenos días, Amorcito.
—Buenos días, AMORSÓN.

También podría gustarte