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Esta parte del libro ha sido preparada a partir de una encuesta sobre los intereses de los

alumnos de primero de bachillerato. De entre las preguntes más valoradas, vamos a


estudiar estas:

1. El amor
2. ¿Cómo vivimos nuestra sexualidad?
3. El feminismo
4. El aborto
5. El sistema educativo
6. Los memes y los tabúes.
7. El cambio climático
8. La eutanasia
9. La neurodiversidad
10. Los robots
11. ¿Por qué nos hace gracia un chiste?
12. ¿Por qué somos tan estúpidos?
La dinámica va a ser siempre la misma. En primer lugar, vamos a plantear unas preguntas
para aclarar el tema. En segundo lugar, leeremos un texto o veremos un vídeo.
Finalmente, volveremos a plantearnos las preguntas.
Es importante que tomes apuntes de lo que se diga en clase o lo que explica el profesor.
Dejo espacio para ello.

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El amor

CAPÍTULO XXI
Fue entonces que apareció el zorro:
- Buen día - dijo el zorro.
- Buen día – respondió cortésmente
el principito, que se dio vuelta pero
no vio a nadie.
- Estoy aquí – dijo la voz –, bajo el
manzano...
- Quién eres? – dijo el principito. –
Eres muy bonito...
- Soy un zorro – dijo el zorro.
- Ven a jugar conmigo – le propuso el principito. – Estoy tan triste...
- No puedo jugar contigo – dijo el zorro. – No estoy domesticado.
- Ah! perdón – dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
- Qué significa "domesticar"?
- No eres de aquí – dijo el zorro –, qué buscas?
- Busco a los hombres – dijo el principito. – Qué significa "domesticar"?
- Los hombres – dijo el zorro – tienen fusiles y cazan. Es bien molesto! También crían
gallinas. Es su único interés. Buscas gallinas?
- No – dijo el principito. – Busco amigos. Qué significa "domesticar"?
- Es algo demasiado olvidado – dijo el zorro. – Significa "crear lazos..."
- Crear lazos ?
- Claro – dijo el zorro. – Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien
mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro
parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del
otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo...
- Comienzo a entender - dijo el principito. – Hay una flor... creo que me ha domesticado...
- Es posible – dijo el zorro. – En la Tierra se ven todo tipo de cosas...
- Oh! no es en la Tierra – dijo el principito.
El zorro pareció muy intrigado:
- En otro planeta ?
- Sí.

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- Hay cazadores en aquel planeta ?
- No.
- Eso es interesante ! Y gallinas ?
- No.
- Nada es perfecto – suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
- Mi vida es monótona. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se
parecen, y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me
domesticas, mi vida resultará como iluminada. Conoceré un ruido de pasos que será
diferente de todos los demás. Los otros pasos me hacen volver bajo tierra. Los tuyos me
llamarán fuera de la madriguera, como una música. Y además, mira ! Ves, allá lejos, los
campos de trigo ? Yo no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me
recuerdan nada. Y eso es triste ! Pero tú tienes cabellos color de oro. Entonces será
maravilloso cuando me hayas domesticado ! El trigo, que es dorado, me hará recordarte.
Y me agradará el ruido del viento en el trigo...
El zorro se calló y miró largamente al principito:
- Por favor... domestícame ! – dijo.
- Me parece bien – respondió el principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que
encontrar amigos y conocer muchas cosas.
- Sólo se conoce lo que uno domestica – dijo el zorro. – Los hombres ya no tienen más
tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no
existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo,
domestícame !
- Qué hay que hacer ? – dijo el principito.

- Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos
de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de
malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

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Al día siguiente el principito regresó.
- Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a
las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la
hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el
precio de la felicidad ! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora
preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos.
- Qué es un rito ? – dijo el principito.
- Es algo también demasiado olvidado – dijo el zorro. – Es lo que hace que un día sea
diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen
un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Entonces el jueves es un día
maravilloso ! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier
momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:
- Ah! - dijo el zorro... - Voy a llorar.
- Es tu culpa – dijo el principito -, yo no te deseaba ningún mal pero tú quisiste que te
domesticara.
- Claro – dijo el zorro.
- Pero vas a llorar ! – dijo el principito.
- Claro – dijo el zorro.
- Entonces no ganas nada !
- Sí gano –dijo el zorro – a causa del color del trigo.
Luego agregó:
- Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y
cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto.
El principito fue a ver nuevamente a las rosas:
- Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo.
– Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era
mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y
ahora es único en el mundo.
Y las rosas estaban muy incómodas.
- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se puede morir por ustedes.
Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más
importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a
quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que
es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es
ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.
Y volvió con el zorro:
- Adiós – dijo...

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- Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el
corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
- Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.
- Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.
- Es el tiempo que he perdido en mi rosa... – dijo el principito a fin de recordarlo.
- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Eres
responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
- Soy responsable de mi rosa... - repitió el principito a fin de recordarlo.

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¿Cómo vivimos nuestra sexualidad?
André Comte-Sponville - filósofo

VÍCTOR-M. AMELA
21/11/2012

Ni sexo ni muerte

Leer a Comte-Sponville es muy placentero,


pues la claridad de su pensamiento siempre
te hace sentir inteligente. Le lees y te parece
entender los arcanos de la filosofía y de la
vida. Todo lo que explica resulta diáfano.
Es un filósofo cristalino y luminoso que ha reflexionado sobre la felicidad, el capitalismo,
la moral, el placer de vivir, el sexo, la muerte... Brillante y agudo, cada una de sus frases
rebosa un pensamiento sabio: es el caso también de su último libro, Ni el sexo ni la muerte
(Paidós), donde desvela que el secreto de la pareja feliz estriba en saber mezclar eros y
philia, es decir, acertar a mezclar la intimidad de los cuerpos con la intimidad de las almas.

Qué fue primero, el sexo o el amor?


Para la especie, el sexo. Para el individuo, el amor.

¿Cómo es eso?
Un acto sexual te trajo aquí, pero lo primero que descubriste aquí fue el amor de tu madre.

Y, más tarde, el sexo.


Una pulsión corporal que, sublimada en sentimiento, deviene amor.

¿El amor es hijo del sexo?


La pulsión es general e indeterminada, la sientes por muchas chicas, y lo que hace el amor
es singularizarla en una sola chica.

Pero la pulsión no se extingue.


El amor eleva al amado a un pedestal..., pero el sexo con él será igual a como sería con
otro. ¡Y esta tensión es muy deleitable!

Qué complicaditos somos.


Claro: conversas de filosofía con tu pareja en el desayuno, y le sueltas obscenidades por la
noche... ¡y no le disgusta!

¿El buen sexo debe ser obsceno?


Sin tabú no hay transgresión, y sin transgresión no hay erotismo. Somos animales eróticos

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porque somos animales morales.

Repítamelo.
Por ser animales morales tenemos pudores, y por tener pudores somos animales eróticos:
si todos fornicásemos públicamente sin pudores..., ¿dónde estaría el erotismo?

O sea, que el morbo es hijo del tabú.


Hasta las tribus que viven desnudas se esconden para fornicar: ¡sienten que es mejor
preservar este acto de la banalidad!

Entre pudor y erotismo, aquí estamos.


Eres hijo de una cadena de millones de coitos: de uno de tus padres, y de los dos de tus
abuelos, y de los cuatro de tus bisabuelos, y de los ocho coitos de tus ocho tatarabuelos.

Que fueron encontrándose por azar...


Sí. ¡Cuántos azares han posibilitado tu existencia! Vienes del sexo. Y de la muerte.

¿Por qué también de la muerte?


Las bacterias se reproducen sin sexo: son todas iguales a sí mismas, ¡no hay muerte!

¿Sin sexo no hay individuo, pues?


El azar propone..., y la muerte y el sexo disponen. Entre tantos azares, ¡es casi imposible
que hayas existido! Eres tan, tan improbable que, ya que existes, ¡aprovéchalo!

Y así todos los hombres y mujeres.


Y las mujeres inventaron el amor. A una humanidad sólo masculina le hubiese bastado el
sexo, la guerra y el fútbol. Para ellas no era suficiente: amaron a sus hijos. Y enseñaron a
amar a sus parejas y a sus hijos. Una mujer nos ha enseñado a todos a amar.

¿Es una mujer más amorosa que yo?


La mayoría de los varones abraza el amor para obtener sexo, la mayoría de las mujeres
abraza el sexo para obtener amor.

¿Cuánto dura el amor?


La pasión erótica -eros- dura un año..., ¡pero la pareja puede durar indefinidamente!

¿Sin pasión erótica?


Con philia, que es un modo de amor.

Explíqueme esto.
El amor nace del deseo, que nace de la falta del otro. Si tienes a ese otro, ya no hay falta,
y sin falta ya no hay deseo, y sin deseo...

Se murió el amor.

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Lo resume la tristísima frase de Schopenhauer: "La vida oscila entre el sufrimiento y el
tedio". O sea, entre el deseo de lo que falta y la falta de deseo.

Pues menudo desastre, ¿no?


No, pues Schopenhauer puede superarse con Spinoza: puedes expandir el amor-eros al
amor-philia, amor a lo que no falta, deseo de lo que tienes. ¡Son las parejas felices!

¿Desean al que ya tienen al lado?


Pasan de la pasión a la alegría constante de estar con el otro. Y la pareja deviene una
aventura erótica más gratificante que la aventura pasajera. Y el sexo calienta más:
conoces cada vez mejor el cuerpo del otro y dominas cada vez más el tuyo.

¿Queda alguna revolución sexual?


De la satanización del sexo pasamos a su banalización. Pero estamos superándola:
¡disfrutar del cuerpo del otro no es banal!

Más bien es milagro.


Nos desvela nuestra bestia interior. Por eso el buen sexo es guarro y animal. Por eso lo
hacemos en la intimidad.

Total, que la pareja no es tumba del sexo ni muerte del amor.


Llevo veinticuatro años con mi pareja, y si se ausenta diez días, la añoro. Pareja feliz es
que está mejor junta que solos o con otros.

Pues el 50% de las parejas se separa.


Es el precio por tres buenas noticias: nos emparejamos enamorados, el divorcio es legal y
vivimos muchos años.

¿La felicidad requiere amor?


No hay amor feliz ni felicidad sin amor.

¿Comentario de texto, por favor?


No hay amor feliz (un amor como deseo de lo que falta), ni felicidad sin amor (un amor
como deseo de lo que no falta). ¡La pareja feliz vence a Schopenhauer! Vive en la alegría
del amor-acción, que es constructor.

¿Hay amor sin sexo?


Sí. Daría mi vida por mis hijos. Es el amor más fuerte, no el más feliz.

¿Y daría la vida por su pareja?


... Es el amor más feliz, no el más fuerte.

¿Puedo vivir sin amar?


Sin amar a nada ni a nadie, ¿para qué vivir?

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¿Qué es el feminismo? Una guía completa para principiantes

A lo largo de los últimos años, la palabra feminismo ha ido tomando relevancia en


muchos contextos, en algunos de ellos rodeada de una connotación negativa

Begoña González. El Periódico

Tras el #MeToo, ‘Un violador en tu camino’, las movilizaciones cada vez


más multitudinarias del 8-M o los casos de violaciones grupales como el de ‘la
Manada’, el feminismo se ha ido ganando poco a poco un espacio en nuestra
realidad cotidiana y en los medios de comunicación. A pesar de ello, es un concepto
con un largo recorrido histórico del que todavía muchas personas desconocen su
significado y al que otorgan connotaciones negativas. ¿Sabemos realmente lo que
quiere decir? Repasamos, con motivo del 8-M, la definición de este concepto tan a
la orden del día y a la vez tan malinterpretado.

Definición de feminismo

A lo largo de los últimos años, la palabra feminismo ha ido tomando relevancia en


muchos contextos, en algunos de ellos rodeada de una connotación negativa, hasta
hacerse un hueco en cualquier debate político o de bar. El feminismo no es odiar a
los hombres, ni querer la supremacía de las mujeres. No es una moda, aunque
efectivamente, está de moda, es mucho más que eso. La Real Academia Española
(RAE) define el feminismo como “el
principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre así como el
movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del
feminismo”. Aún así, todavía hay cierta reticencia a declararse abiertamente
feminista o a apoyar esta ideología por parte de algunos grupos a causa del
desconocimiento de su significado.

No es un antónimo de 'machismo'

El feminismo no busca la superioridad de la mujer respecto al hombre, sino que es


la ideología que defiende la igualdad en aspectos sociales, culturales y económicos
entre ambos sexos. A pesar de ello, la similaridad semántica de la palabra con el
concepto de machismo hace que en muchas ocasiones adquiera un significado
incorrecto en el que se la considera una especie de ‘antónimo’ de esta. En ese
sentido, el error de interpretación más habitual del concepto ‘feminismo’ lo hace
adoptar el significado que actualmente ostenta la palabra ‘hembrismo’.

El ‘hembrismo’, que no es un concepto recogido todavía por la RAE, es


popularmente conocido como la palabra equivalente al machismo aunque en sentido
contrario. Así, el ‘hembrismo’ impulsa la preponderancia de la mujer, mientras que
el machismo privilegia al hombre y ninguno de los dos apuesta por la igualdad de

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género. Esta idea también suele vincularse al concepto de la misandria, que es el
desprecio a los varones.

El feminismo en la historia

El concepto engloba una serie de movimientos, cuyo origen es “tan lejano como
podamos encontrar luchas de mujeresprimero individuales en el seno de las
ilustradas tertulias sobre la razón en el siglo XVIII, más tarde de grupo como el
sufragismo”, asegura Mariela Fargas Peñarrocha, Profesora Titular de Historia
Moderna de la Universidad de Barcelona.

Así, es fácil adivinar que el feminismo no es un concepto unitario sino que engloba
diferentes modalidades de una lucha que comparte un mismo fin. “Los feminismos
procuran la visibilización y la transformación de las formas de opresión,
dominación, segregación y otras violencias específicas que sufren todos los sujetos
otros del hombre. La fuerza de transformación de los feminismos pone en cuestión
toda fuerza de conservación de dichas formas de violencia. En ese sentido, toda
propuesta que, en nombre del feminismo, subscriba formas sociales, económicas y
políticas afines a la conservación y, por tanto, subscriba formas de opresión,
dominación y segregación, debe ser cuestionada como feminista”, asegura Begonya
Saez Tajafuerce, Coordinadora del Mínor de Gènere y del Master Mundus Phiafec
de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Muchos consideran que el feminismo está viviendo actualmente su ‘época de oro’


por la notoriedad que ha adquirido en la vida cotidiana, pero también existe mucha
discrepancia al respecto. “Lo que existe es un potente activismo feminista en la
red gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, que desvelan con enorme
rapidez y difusión historias concretas de luchas o de sufrimientos.
El hashtag visibiliza experiencias cotidianas, por ejemplo las relativas a la agresión
sexual, la gente las explica, es una permanente denuncia pública”, asegura la
profesora Fargas Peñarrocha.

“Lo que estamos viviendo es una época en que el sufrimiento que el sistema
heteropatriarcal, específicamente en su declinación social, económica y política,
es decir en el seno del capitalismo tardío, como sistema que sostiene y es
corroborado a la vez por el sistema neoliberal, y todas las formas de violencia que
comporta no se soportan más”, asegura la profesora Saez Tajafuerce. Y zanja: “El
feminismo viene a poner en evidencia esa violencia estructural, no sólo contra las
mujeres sino también contra lxs migrantes, los animales, la tierra, etc. y a
combatirla.”

Por ello, antes de hablar de feminismo hay que hablar de patriarcado, asegura Nerea
Pérez en su libro ‘Feminismo para torpes’ (ed. Planeta). Según la
historiadora Gerda Lener, que se ha ocupado de estudiar las relaciones entre

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hombres y mujeres desde el año 6.000 antes de Cristo hasta el #MeToo. “El
patriarcado es la manifestación e institucionalización del dominio masculino
sobre las mujeres y niños de la familia, y la ampliación de ese dominio sobre las
mujeres de la sociedad en general”, asegura Lener. Así, el patriarcado es “todo un
sistema históricamente construido que se basa en la supremacía del varón que ejerce
un liderazgo indiscutible sobre el poder o la propiedad, perpetuando el control de
sus recursos mediante prácticas de violencia. Ya en los años setenta del siglo XX el
feminismo radical colocó al patriarcado en el centro de la opresión de las mujeres”,
asegura la profesora Fargas Peñarrocha.

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ESPACIO PARA ACTIVIDADES Y APUNTES

15
El aborto

(Vídeos) ESPACIO PARA ACTIVIDADES Y APUNTES

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El sistema educativo
Carta de un profesor universitario
Llevo impartiendo clases en la universidad cerca de 25 años, dos de ellos en la
Universidad Complutense de Madrid y el resto en la Universidad de Granada. Por mis
clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad
cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un
puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo...
La primera asignatura que impartí fue en el curso 1997/98. Era Dirección Estratégica de
la Empresa (sigo aún impartiéndola), entonces del plan antiguo de 5 años de
Económicas y Empresariales. Tenía matriculados 524 alumnos en cada grupo. Era
imposible distinguir las caras de los que se sentaban atrás en aquellas gigantescas aulas
del Pabellón de Tercer Curso de la UCM. Eso sí, las aulas estaban llenas. Algunos
alumnos se tenían que sentar en las escaleras porque no cabían.
En las horas de tutoría, los alumnos hacían cola en la puerta de mi despacho. Responder
todas las consultas, curiosidades, dudas… era tan agotador como satisfactorio. Las
constantes preguntas de los estudiantes en clase me obligaban a llevar la materia muy
preparada. Yo ya tenía 25 años y no recuerdo estudiar más que entonces.
La asignatura era dura y las preguntas de desarrollo configuraban exámenes que
duraban horas. Era imposible corregir todo aquello en menos de diez días. Las
revisiones eran complejas (sobre todo para los que estaban entre el 4 y el 5).
Todo lo anterior es tan sólo un eco del pasado.
Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi
edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose
un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo.
Hoy me dedico a engañar más que a enseñar. Me explico a continuación.
Los grupos hoy son de unos 50 alumnos, de los cuales raramente viene a clase más de
un 30%. Los que vienen, lo hacen en su mayoría con un portátil y/o un teléfono móvil
que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. Las caras de los alumnos
se esconden tras las pantallas. De hecho, me sé mejor las marcas de sus dispositivos que
sus rasgos faciales. Es raro que alguien pregunte, por mucho que se les incite a hacerlo.
Quince minutos antes de que acabe la clase ya están recogiendo sus cosas, deseosos de
salir.
Cada vez me siento más como un profesor del instituto de una serie mediocre de los 80
que como un catedrático. A menudo tengo que callarme porque el rumor generalizado
se extiende por el aula y me da vergüenza mandar callar a universitarios
constantemente. He separado a gente para que no hablen entre ellos, he expulsado
alumnos del aula y me he llegado a marchar de clase ante el más absoluto desinterés.
Como respuesta a este panorama y, siguiendo las cambiantes normativas universitarias
(siempre peores que las anteriores), los profesores hemos tomado cartas en el asunto con
las siguientes medidas:

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-El nivel de la asignatura ha bajado. Impartimos menos temas de manera mucho más
superficial.
- Hacemos parciales tal y como establece la evaluación continua para tratar de aprobar a
un mayor número de alumnos, pues un número de suspensos superior, a lo que la
universidad establece como límite, conlleva una sanción que influye en el presupuesto
del departamento, esclavizado a través del denominado contrato-programa.
- El nivel de los trabajos y presentaciones de los alumnos no pasaría, en su mayoría, los
estándares del teatrillo de Navidad de primaria. Pero eso, para nosotros es más que
suficiente para poner un 5.
De este modo, cumplimos el contrato-programa, el departamento es feliz, la universidad
es feliz, nuestros alumnos aprueban, creen que saben algo y son felices y nosotros
languidecemos ante la triste realidad.
Soy consciente que para vosotros, soy sólo un estímulo más que compite con las redes
sociales y el vasto imperio de internet. Evidentemente, soy más aburrido que un video
de influencers de Tiktok.
Por eso, te digo que me dedico a engañarte, querido alumno/a. Vives en una mentira que
nosotros edulcoramos. Por eso, es mejor que si quieres seguir viviendo en tu burbuja,
mientras puedas, no sigas leyendo, ya que voy a contar lo que hay detrás de Matrix.
Bueno, si sigues leyendo, lo haces bajo tu propia responsabilidad. No digas que no te
advertí. Aquí van algunas realidades que no te van a gustar:
Te faltan habilidades básicas indispensables en estudios superiores. No tienes capacidad
de expresión. Tu vocabulario es muy básico y se limita a verbos débiles (hacer, ser,
estar) en lugar de específicos como desarrollar, evolucionar, ampliar, …
Por ello, cuando entregas un trabajo o haces una exposición de un texto que has copiado
de Wuolah, El rincón del vago u otros, donde plantas frases como «considerando la
posibilidad de articular el concepto de selección adversa con las bases teóricas de la
economía de las organizaciones…», sé de sobra que no lo has escrito tú porque, para
más INRI, cuando te pregunto en clase sobre el significado de esa frase, no sabes qué
contestar.
Por supuesto, al exponer en clase, la frase del punto anterior la has leído literalmente de
tu móvil, del que no despegas los ojos aún enfrente de tus compañeros, y la has
colocado en una transparencia de Powerpoint cuyo diseño en 1995 ya estaba obsoleto.
El resto de tu presentación se limita al «efecto karaoke», leer los interminables párrafos
que has cortado y pegado.
No sabes estar. Sí, estar. Balbuceas, te encorvas, no fijas la mirada, llevas una o las dos
manos en los bolsillos, vienes a una exposición en chándal o con leggins… No te dignas
a respetar la institución milenaria que te acoge y que se llama universidad. No entiendes
lo que eso significa y tampoco tienes ningún interés en saberlo.
Si tu expresión es limitada, tu escritura lo es más. Se nota que ya no se hacen dictados
en educación secundaria. Caso aparte merecen los alumnos que no hablan español y no

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comprendo que hacen ocupando un asiento, especialmente aquellos provenientes del
país creador de Tiktok.
Jamás hubieras superado esta asignatura hace 10 o 20 años. De hecho, de tu clase, no
más de 10 personas seguirían admitidas en estos estudios. Te lo dice un licenciado que
acabó dos titulaciones en la Universidad Carlos III de Madrid donde tras 4
convocatorias suspensas de una asignatura, ibas a la calle.
Tu nivel de lenguas extranjeras es nulo. Doy clases en un Máster íntegramente en inglés
donde apenas hay españoles y el nivel de los estudiantes extranjeros es infinitamente
superior. De hecho, el máster es lo único que alimenta mi motivación a enseñar.
Las habilidades blandas brillan por su ausencia. ¿Liderazgo, resiliencia, trabajo en
grupo? Son básicas para cualquier empleo. Cuando me escribes un email para decirme
que te has peleado con tus compañeros de grupo o envías a tu madre a una revisión de
exámenes, mi perplejidad no cabe en mi persona. Hace años que no recomiendo a
ningún alumno para ninguna empresa.
Vives anestesiado por las redes sociales. ¿Te crees que no me entero? Mientras doy
clase veo tu cara de soslayo tras la pantalla con risitas y yo sé que explicar la cadena de
valor de la empresa es de todo menos gracioso. No estás en clase, estás en Instagram.
Pero yo me hago el tonto y miro para otro lado.
Estos puntos son sólo la cima del Iceberg. Los profesores estamos hartos de formarnos
en técnicas docentes multidiversas y de pelajes exóticos para motivar al alumnado. Lo
que está claro es que si tú, estudiante, no tienes interés, yo no puedo plantarlo en ti. Pero
sí puedo hacerte creer que vales, aunque sepa que es mentira. Me he convertido en un
experto en hacerlo porque el sistema me lo exige y cumplo. Y rezo por que esto sólo me
ocurra a mí, y como mucho en mi facultad, pero no ocurra en Medicina o Ingeniería de
caminos, sobre todo cuando cruce un puente o, Dios no lo quiera, esté en la camilla de
un quirófano.
Podemos echarle la culpa a la universidad pública y tiene bastante, pero no toda. «Si
quieren calidad, que se vayan a la privada», he escuchado por ahí. Y los números van
apuntando en esa dirección. Quizás, el pago de una matrícula de cuatro ceros aumente la
motivación en lugar de las irrisorias tasas académicas públicas. Puede que la
universidad pública reaccione cuando la privada le coma la tostada, cosa que está
haciendo muy bien.
Lo que está claro es que si tú, estudiante, no tienes interés, yo no puedo plantarlo en ti.
Pero sí puedo hacerte creer que vales, aunque sepa que es mentira.
No obstante, mis evaluaciones docentes son muy buenas y las he publicado. Pero no soy
una excepción. Cuando hablo con compañeros coinciden con mi visión. Escribir esto es
arriesgado y es más cómodo callar y obrar. Lo entiendo perfectamente, patada y al área
es la actitud mayoritaria.
No quiero terminar exponiendo un problema sin dar soluciones. Las hay. Pero para ello,
hay que romper el paradigma en que estamos sumergidos y ser muy valientes. He aquí
algunas propuestas incómodas:

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-No somos todos iguales. Hay estudiantes con vocación e interés eclipsados por la
mediocridad imperante. Centrémonos en ellos. La universidad es para formar a las élites
intelectuales. Antes de que me llaméis facha, esa frase es del insigne Gregorio Peces-
Barba, mi rector cuando estudiaba en la Universidad Carlos III, padre de la Constitución
y socialista de los de verdad (cómo han cambiado las cosas). La Formación Profesional
forma grandes profesionales que no han de ser universitarios.
-Devolvamos al profesorado universitario las competencias perdidas como autoridad
intelectual a la hora de diseñar planes de estudio, modelos de enseñanza y currículum.
No podemos esperar dos años a que la ANECA dé el visto bueno a una modificación de
los planes de estudio. El mundo cambia demasiado rápido para seguir impartiendo
contenidos obsoletos.
-Reforcemos las capacidades básicas en enseñanzas no universitarias: Enseñar a pensar,
a enfrentarse a obstáculos, a expresarse, a tener modales, a leer y escribir bien en
español e inglés, a tener tolerancia a la frustración y, sobre todo, a buscar la superación
constante.
-Eliminemos cualquier rastro de gadgets tecnológicos en la enseñanza (lo que incluye
ordenadores portátiles). Darle un Chromebook a un niño de 10 años es como darle una
cuchilla de afeitar a un bebé. SEÑORES TECNO-PROGRES LEAN ESTO POR
FAVOR: Cruzar un puente no te hace ingeniero de caminos, de la misma manera que
tener un ordenador no te hace nativo digital. Mis alumnos no saben, en su mayoría,
elaborar un Excel o dar formato a un texto en Word. Las TICs a edades tempranas sólo
sirven para distraer. La plasticidad neuronal se desarrolla con lápiz y papel, no con la
dictadura de los teclados.
-Hacer sentir a los chavales orgullosos de quienes son y donde están, con admiración
hacia lo que les rodea y hacia otras culturas. Fomentar la curiosidad innata y el respeto.
Crear descubridores y jamás plantar la semilla del odio o la desolación. Huir de los
nacionalismos, siempre manipuladores y huir de los populismos, de cualquier cosa
negativa que acabe en ismo. La mente de un niño es sagrada.
-Fomentar la cultura de la competición y la colaboración en todo tipo de enseñanzas. El
esfuerzo conlleva recompensa, a veces a largo plazo. Los mejores serán premiados y los
peores se quedarán fuera de juego y, si quieren volver a entrar tendrán que esforzarse
más, o bien, centrarse en otro juego, esto se llama flexibilidad académica. Si tu hijo es
malísimo en matemáticas, pero le encanta tocar la guitarra, quizás tengas que ponerle un
profesor particular en guitarra y no en mates. Y el sistema ha de aceptar esto. Saquemos
lo mejor de cada individuo.
-Con 18 años no sabes, salvo que tengas una vocación innata, que es lo que quieres
estudiar (yo no lo sabía, pero tuve suerte al elegir). Flexibilicemos los primeros años
universitarios y de FP. Las titulaciones no han de ser bloques de cemento. ¿Empiezas
Informática y no te gusta? Hagamos pasarelas. Implantemos el 'major' y el 'minor' como
en EE. UU. Que una mala decisión no frustre una vida.
En fin, querido estudiante, esto es lo que hay. Quizás seas la excepción a todo lo escrito,
ojalá sea así, pero los números me dicen que las probabilidades son inferiores al 10%.
En todo caso, no busques la solución en el Estado, ni en los sindicatos, ni en los cantos

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de sirena de los -ismos, ni en las redes sociales. La solución está en ti. Si tú cambias, el
mundo cambia.
Y si no quieres cambiar, no te preocupes, te seguiremos engañando, haciéndote creer
que lo estás haciendo muy bien».

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(Vídeos) ESPACIO PARA ACTIVIDADES Y APUNTES

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Los memes y los tabúes
La génesis del meme

¿Qué es un meme? ¿De dónde procede ese concepto? ¿Sabías que lo acuñó el etólogo
Richard Dawkins? Te invitamos a que conozcas un poco más este concepto y cuáles son
las implicaciones que tiene con la evolución de las especies.
TEXTO POR ANTONI TORRES
ILUSTRADO POR ANGYLALA
30 de Julio de 2015

Internet se ha convertido en un generador de cultura popular de primer orden. Qué sería


de nosotros sin los vídeos virales de gatitos monos, o sin la última canción de moda.
Incluso cuesta recordar aquel tiempo en el que la gran red de redes no existía (o solo lo
hacía en las computadoras de algunos militares y algún geek del momento). De internet
parece que haya surgido el concepto de meme, que es aquella ilustración que puede
contener una frase más o menos graciosa. ¿Quién no se ha reído de la última ocurrencia
de poner a Merkel y a Obama como si fueran protagonistas de «Sonrisas y Lágrimas»?
Pero no hay nada más lejos de la realidad, porque el meme es más antiguo y tiene un
significado mucho más transcendental, que permea a otros ámbitos de nuestra vida y de
nuestra cultura. Veamos su génesis.

El concepto de meme fue introducido por Richard Dawkins mucho antes de que
estuviéramos bailando el Gangnam Style con los vecinos del quinto, o riéndonos del
último video del Harlem Shake, o de aquellos bebés que se caen haciendo el pino. Richard
Dawkins es un etólogo y biólogo evolutivo que desarrolló una nueva interpretación de la
teoría de la evolución de Darwin. La expone en el libro de divulgación científica «El gen
egoísta» (The Selfish Gene) publicado en 1976. En él desarrolla su interpretación según
la cual la unidad mínima de evolución es el propio gen. Como el título del libro indica, el
gen se comporta de una manera egoísta al intentar reproducirse y perpetuarse,
compitiendo de esta manera con otros genes. Y se habla de egoísta, no porque tenga esa
cualidad humana, sino que actúa replicándose y por lo tanto perpetuándose, siguiendo un
modelo de eficacia biológica (fitness) darwiniana, que se interpreta como egoísmo desde
un punto de vista metafórico. Ya sabemos que el hombre peca sobre todo de una cosa, y
es de creerse el rey de todo, así que poner cualidades humanas a lo que no las tiene está a
la orden del día. En el libro, Dawkins introduce el concepto de replicador, cuyo origen
está en aquella molécula que en el caldo primigenio fue capaz de multiplicarse por
primera vez. El caldo primigenio es la hipótesis más aceptada para explicar dónde surgió

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la vida: el océano primitivo con una atmósfera compuesta de moléculas como el metano,
amoniaco e hidrógeno que al ser sometidas a descargas eléctricas son capaces de crear
moléculas orgánicas simples. Se postula que algunas de ellas tuvieron la capacidad de
autorreplicarse y de ir ganando complejidad con el paso del tiempo. De ahí surgió el
primer ácido nucleico con capacidad autorreplicadora. Quizá algo similar a un ribozoma,
ARN con actividad catalítica, aunque nadie lo sabe todavía y en consecuencia los genes.

Los genes se asocian en lo que Dawkins denomina máquinas de supervivencia. Dawkins


utiliza este término para no excluir a ningún organismo capaz de reproducirse. Así, los
organismos vivos no serían más que cooperativas de genes que ordenan el destino de la
denominada máquina de supervivencia. Pero Dawkins, además de desarrollar la idea del
gen como unidad de evolución durante el libro, de poner ejemplos de cómo un gen puede
favorecer por ejemplo los comportamientos altruistas, desarrolla el concepto del meme.
En la categoría de meme entraría cualquier idea que pueda ser transmitida, como podría
ser un tipo de canto de los pájaros o la manera de construir un arco, o cómo de bajos se
llevan los pantalones vaqueros respecto a la cintura (de este último ejemplo hemos podido
asistir al nacimiento y mutación del meme temporada tras temporada).

El meme viene dado por el hecho de que, según Dawkins, la evolución darwiniana y la
herencia recibida a través de los genes no explica de manera completa la evolución en el
hombre. Dawkins se pregunta qué es lo que nos hace diferentes del resto de las especies
y toma la cultura como ese hecho diferencial, siendo esta también responsable de la
evolución de algunas otras máquinas de supervivencia. Así pues, la cultura se convierte
en un elemento más de la evolución (este Darwin estaba en todo sin saberlo). Con las
diferencias que ello conlleva, ya que la transmisión de las características genéticas es
hereditaria, y por lo tanto se mueve de padres a hijos. Pero los memes, se mueven hacía
todas partes, de padres a hijos y de vecino a vecino, saltando continentes sin ningún tipo
de limitación.

La memética de Dawkins se basa además en el hecho de que los memes, al igual de los
genes, tienen un tipo de transmisión conservadora (en el sentido de que la tendencia, tanto
del meme como del gen, es que su información sea transmitida sin ningún tipo de error)
pero dejando sitio para que surja una mutación, y que por lo tanto, haya evolución (ya
que si esa mutación concede algún tipo de ventaja al gen o al meme, esta tenderá a
reproducirse con mayor eficacia con respecto a las demás).

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La manera de transmisión del meme es por imitación y de hecho el término meme
proviene del vocablo griego mimeme que significa exactamente eso, «lo que se imita». El
meme debe poseer las mismas características que poseen los genes para poderse replicar
y a su vez perpetuar como es la longevidad que les permita perdurar en el tiempo, la
fidelidad de copia, pero dejando espacio a una cierta tasa de mutación para que puedan
surgir variedades más eficientes y, sobre todo, fecundidad para poder tener el máximo
número de copias. Este factor está relacionado directamente con la viralidad del meme.

Está claro que la naturaleza de internet ha favorecido la difusión de los memes. Internet
se basa en la información y en maneras de poder compartirla. Ya sea a través de las
cuentas de Twitter, de foros, o de vídeos, las ideas, los fogonazos de histeria y humor
corren como la pólvora por nuestras mentes, y se transmiten a una velocidad supersónica.

Pero como ya hemos indicado, los memes no solo pueblan internet, sino que pueblan toda
la cultura. Desde la enciclopedia, hasta el silbo gomero, pasando por la muy bienvenida
moda de las cervezas artesanas. Cierto es también que la evolución cultural es muchísimo
más rápida que la evolución biológica, y así es como la evolución cultural también nos
afecta de lleno. Así que la próxima vez que veas un meme, piensa que no es solamente
un chiste, sino que en él también está (según Dawkins) parte nuestra evolución como
especie.

Identifica un meme social y argumenta por qué lo es.

25
ESPACIO PARA ACTIVIDADES Y APUNTES.
Justifica si son tabú las realidades que hay detrás de estas palabras, y por qué:
Mis ideas políticas

La religión

La masturbación

La muerte

Las enfermedades mentales

Los sentimientos propios

La orientación sexual

Las enfermedades físicas

La vejez

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El cambio climático
PIENSA EN VERDE: FILOSOFÍA PARA UN PLANETA EN EMERGENCIA
CLIMÁTICA

Millones de especies al borde de la extinción. Temperaturas tan al alza


como el nivel del mar. Por si fuera poco, una pandemia que deja miles de
muertos y abre la puerta a una crisis socioeconómica de dimensiones aún
desconocidas. En plena era de la incertidumbre, la filosofía puede
ayudarnos a responder a las necesidades medioambientales y de justicia
social del mundo del mañana… que ya habitamos.

«Cuando nació la generación a la que pertenezco, encontró al mundo desprovisto


de apoyos para quien tuviera cerebro y corazón al mismo tiempo. El trabajo
destructivo de las generaciones anteriores había hecho que el mundo para el
que nacimos no tuviese seguridad en el orden religioso, apoyo que ofrecernos
en el orden moral y tranquilidad que darnos en el orden político. Nacimos ya
en plena angustia metafísica». Si esto fuese un concurso de televisión y les
preguntasen quién escribió estas líneas o en qué época las situarían, es probable
que no se fueran muy atrás en el tiempo. Podrían haber sido escritas esta misma
semana, o hace un par de años a lo sumo, por algún joven descontento con el
sistema. Entonces, el presentador les sacaría de su error porque, aunque parezcan
actuales, están extraídas de las primeras páginas del Libro del desasosiego de
Fernando Pessoa, una maraña de más de quinientos aforismos, pensamientos e
inquietudes filosóficas escritas entre 1913 y 1935. En un siglo en el que parece
que todo ha cambiado, quizá nuestras inquietudes no lo hayan hecho tanto. Eso sí,
a ese leitmotiv de «angustia metafísica» hay que añadirle un elemento que hoy nos
acongoja, pero al que el poeta luso era ajeno: el cambio climático.
«La amenaza del colapso climático genera un patrón cognitivo sorprendente,
paradójico y casi incomprensible: muchas personas somos conscientes del riesgo
irreversible al que nos estamos exponiendo y, sin embargo, somos incapaces de
traducir en una conducta responsable esa certeza indiscutible», reflexiona Diego
S. Garrocho, profesor de Ética y Filosofía Política de la Universidad Autónoma de
Madrid y autor del ensayo Sobre la nostalgia (Alianza). El filósofo apunta al sesgo
generacional que, naturalmente, tienen esos miedos. «Los niños hoy en las
escuelas están siendo instruidos en una conciencia climática prudente, razonable y
fundada, pero quienes hoy tenemos la capacidad de tomar decisiones vamos muy
por detrás: las generaciones nacidas desde mediados de los ochenta hasta hoy nos
estamos enfrentando a una incertidumbre y a una colección de amenazas para las
que no fuimos educados», señala.
No es casualidad que sean precisamente los más jóvenes los que se muestran más
sensibles a la inquietud causada por la delicada situación medioambiental porque,
al fin y al cabo, ellos serán los más afectados. Hace algo más de un año, los

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miembros de la generación Z –nacidos a partir de mediados de los
noventa– fueron mayoría en las manifestaciones y huelgas escolares por el clima,
lideradas por la activista Greta Thunberg, quien, pese a su corta edad, logró situar
el calentamiento global en el centro del debate político y económico de una forma
como nunca antes se había visto. «La lucha climática es decisiva porque indica que
somos capaces de movilizarnos por un bien común que afectará básicamente a las
generaciones venideras, es decir, que prestamos atención a riesgos latentes que van
más allá del interés inmediato, que dejamos de considerar el futuro como el
basurero del presente», explica por su parte el filósofo Daniel Innerarity.
La Asociación Americana de Psicología ya ha puesto nombre a una preocupación
antropológica que termina con frecuencia en la consulta: la ecoansiedad, el «temor
crónico por sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto
aparentemente irrevocable del cambio climático y preocuparse por el futuro de uno
mismo y las generaciones futuras».
¿Todo está perdido?

Hace algo más de una década que comenzó a hablarse de


esa angustia medioambiental, aunque los términos académicos para referirse a
ella se han acuñado muy recientemente. Filósofos como Wendy Lynne Lee y
autores como Stuart Parker han escrito sobre un econihilismo o nihilismo
medioambiental que, someramente, argumenta que estamos destinados no solo a
agotar los recursos finitos del planeta, sino a generar una profunda injusticia social
y violencia por el camino. «Cualquier forma de nihilismo es un lujo que
colectivamente no nos podemos permitir», discrepa Garrocho, que ve estas
tendencias filosóficas como un reflejo más de nuestra pulsión de consumo, sensible
al contagio emocional, pero contrarias a otro interés racional: «Desconozco si
vamos irremediablemente hacia el colapso. Lo único que sé es que tenemos la
obligación moral de evitarlo a toda costa, y esa conciencia pasa por hacer
concesiones personales y por cultivar un contexto de esperanza. Para eso se
necesitan individuos, ideas e instituciones singulares que sean capaces de
dinamizar esa confianza informada en el futuro. Nuestra obligación es pensar como
si no todo estuviera perdido, incluso aunque lo estuviera».
Daniel Innerarity: «No tenemos derecho a dar por supuesto que las generaciones
futuras van a ser tan estúpidas como nosotros»
Ya habíamos asumido que habitábamos la era de la incertidumbre, y el pasar de
los meses no hace más que agravar la situación. Hace poco más de un año, en Reino
Unido, saltaba a los medios la creación de la plataforma BirthStrike (huelga de
natalidad), un movimiento para aglutinar a hombres y mujeres que han decidido no
tener hijos para no exponerlos al colapso climático, una posición que Innerarity no
comparte. «Necesitaríamos más certezas de las que actualmente tenemos para
estar tan seguros de ese futuro catastrófico que algunos certifican como algo
inexorable, más que como una advertencia sobre lo posible», sostiene.

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En un contexto global en el que los cimientos parecen haberse tornado en arenas
movedizas, ser optimista es, a menudo, misión imposible. El filósofo, que
precisamente acaba de publicar el primer ensayo escrito durante el confinamiento
–Pandemocracia: Una filosofía de la crisis del coronavirus (Galaxia Gutenberg)–
, lo es y se muestra esperanzado con respecto a las próximas generaciones:
«Seguramente no sea una buena idea no querer tener hijos para que vivan en esas
condiciones, porque si nosotros nos hemos mostrado incapaces de frenar las
crisis, tal vez nuestra obligación es permitir que otros lo intenten. No tenemos
ningún derecho a dar por supuesto que las generaciones futuras van a ser tan
estúpidas como nosotros».
Nuestro lugar en el planeta

A comienzos del milenio, el premio Nobel Paul Crutzen acuñó el


término Antropoceno para referirse a la actual época geológica, en alusión al
enorme impacto que las actividades llevadas a cabo por el ser humano han tenido
sobre los ecosistemas. De hecho, nuestra capacidad de destruir lo que nos rodea
puede ponernos en peligro, y para muestra un botón: los científicos apuntan a la
pérdida de biodiversidad como catalizadora de la zoonosis causante de la COVID-
19, y apuntan a que no será la última pandemia causada por este tipo de virus.
Sobre todo, si tenemos en cuenta que, según la Plataforma Intergubernamental
sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), más de un millón de
especies se encuentran hoy en peligro de extinción, en su mayoría por la acción
humana.

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En ese contexto, también se están escuchando otras voces que cuestionan la
superioridad del ser humano sobre el resto de especies. «Venimos de una
contraposición entre naturaleza y cultura, estado de naturaleza y civilización, que
es muy rudimentaria. Nuestros sistemas políticos se han construido como
ensamblajes de autores humanos, lo que implica no solo la exclusión de plantas,
animales y entornos naturales de su horizonte de consideración y relevancia, sino
la imposibilidad de servirse del modelo biológico para pensar las organizaciones
políticas», apunta Innerarity. «Las transformaciones de la ciencia contemporánea
nos invitan a considerar la posibilidad de otro modo de pensar la vida social y su
gobierno, menos mecanicista, desde el modelo de la complejidad biológica. La
política ya no puede ser pensada como lo hacíamos; disponemos ahora de un campo
conceptual muy fecundo para pensar las transformaciones que debemos afrontar
en el mundo contemporáneo, que puede resultar mejor explicado y comprendido
desde la perspectiva de la biología que desde la física», prosigue.
Garrocho, por su parte, no cree que el ser humano sea una especie más entre las
otras –como apuntan algunas corrientes–, sino que considera que debemos acoger
nuestra responsabilidad singular, puesto que la capacidad de acción humana
es mucho mayor que la del resto de animales: «Hemos conseguido escribir
la Divina Comedia y hemos construido la catedral de Chartres, pero al mismo
tiempo somos capaces de destruir el planeta varias veces solo con el armamento
nuclear de un país. La responsabilidad de cualquier agente moral debe ser
directamente proporcional a su capacidad de influencia y, en este sentido, el ser
humano tiene una capacidad de acción incomparable».
Filosofía para un futuro feliz

En un momento en el que se produce una ingente cantidad de información,


paradójicamente, percibimos que, cada vez más, todo se nos escapa. Innerarity lo
achaca a que, aunque nunca habíamos sabido tanto como ahora, a la vez somos
conscientes de que deberíamos saber mucho más para arreglar los problemas
que nuestra sociedad puede provocar… y eso nos genera
una incertidumbre que no estamos preparados para afrontar. «La humanidad ha
vivido más en un mundo de peligros que de riesgos, y estos segundos son mucho
más difíciles de anticipar y gestionar. Nuestro conocimiento se configura como
experiencia en épocas estables, pero en entornos volátiles nos vemos obligados a
aprender del futuro, es decir, a desarrollar un conjunto de actitudes que nos
permitan prevenir, anticipar y pensar estratégicamente. El ser humano no está
diseñado para sustituir la experiencia por la estrategia, pero no tiene más
remedio que hacerlo», explica.
En medio de los titulares y noticias catastróficas que vaticinan un apocalipsis que
los más osados se atreven incluso a datar, mirar hacia atrás puede hacer que se
cuele un rayo de esperanza. En las últimas décadas, los indicadores sociales
demuestran que hemos avanzado notablemente en aspectos como la sanidad,
la educación o la igualdad entre hombres y mujeres. La esperanza de vida ha

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aumentado debido a los avances médicos y se ha reducido la pobreza
extrema. Filósofos como Steven Pinker defienden la tesis de que, socialmente,
vivimos más y mejor que en los siglos XIX o XX. «Además de comparar nuestra
circunstancia con la que se vivió hace cincuenta años o un siglo, deberíamos
interrogarnos sobre qué podría haberse logrado y qué podríamos conseguir. Es
innegable que muchos indicadores parecen demostrar que nuestra calidad de vida
es mejor que la de nuestros antepasados, pero este diagnóstico está plagado de
percepciones tramposas: hay demasiadas regiones del planeta que siguen
sometidas a unas condiciones de vida equivalentes a las peores de la historia y hay
muchos escenarios de riesgo e incertidumbre que deberían preocuparnos», advierte
Garrocho.
Parafraseando a Benedetti, cuando parecía que teníamos todas las respuestas,
cambiaron las preguntas. Y, entonces, la filosofía puede ser también un refugio en
el que buscarlas de nuevo, en parte para evitar –si es que eso es posible– cometer
viejos errores. «Gran parte de las cuestiones éticas que determinan nuestro futuro
ni siquiera son problemas, son ya amenazas ciertas donde el filósofo tiene poco
oficio. La tradición filosófica donde es propiamente útil es a la hora de enfrentar
dilemas, de localizar escenarios y de ordenar nuestra gramática moral y sus
fuentes, que en muchas ocasiones es bastante opaca y contradictoria», mantiene
Garrocho, que no cree que su disciplina tenga todas las respuestas ahora. A veces,
ni siquiera es un consuelo. «Un lugar común sería recurrir a los estoicos, pero no
estoy seguro de que leer a Séneca o a Marco Aurelio nos haga más felices, sino
que, a lo más, deberíamos reformular esa condición imperativa de la felicidad
forzosa».
«Vivimos, todos, en este mundo, a bordo de un navío zarpado de un puerto que
desconocemos hacia un puerto que ignoramos; debemos tener los unos para con
los otros una amabilidad de viaje». No es una cita de un econihilista, ni de un
pensador que estudie hoy la sociedad y los cuidados. Estas palabras las escribía,
páginas más tarde, el mismo Pessoa del comienzo de este reportaje. Surcando el
mismo mar, seguimos sin tener claro el rumbo. Eso sí, de nuestra ruta depende no
llevar al abismo a los navegantes que sigan mañana nuestra estela.

https://ethic.es/2020/11/piensa-en-verde-filosofia-para-un-planeta-en-
emergencia-climatica/

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ESPACIO PARA ACTIVIDADES Y APUNTES.

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La eutanasia
A continuación, leerás un poema y dos reflexiones de Ramon Sampedro (1943 – 1988),
un enfermo tetrapléjico que pasó 30 años en una cama, sin moverse y pidiendo la
eutanasia.
¿Y CÓMO HABLO DE AMOR SI ESTOY MUERTO?
¿Y cómo hablo de amor si estoy muerto?
Si los muertos no tenemos pasiones,
ni de humanos afectos sentimientos
sólo somos de los vivos el espanto.

Todo es incoherencia y contradicción


para un muerto entre los mortales.
No lo excitan la luna, ni la flor, ni la hembra,
Porque no tiene carne para reproducirse

¿Hay cosa más absurda que escuchar un cadáver


hablar apasionadamente como un humano,
si no puede sentir ni el calor ni el frío
ni el placer, ni el dolor, ni el llanto?

Es horrible ser un muerto entre los humanos.


Ser el muñeco con quien representan una parodia
absurda
los psicópatas esquizofrénicos vivos
que disfrutan con la visión de un cadáver
putrefacto.

Embadurnados de excrementos, babas y locura


al que con asco y saña, impertinentes, siguen
Limpiando.
Y pide liberarse el cadáver, de entre los vivos locos,
pero éstos no entienden los silenciosos gritos de
los muertos.

Y con patético ensañamiento lo siguen animando:


Cuenta, muerto, tu historia de lo que estás pasando;
parece que eres uno de nosotros, los vivos,
aún aparentas algo de ser humano.

En vano les digo ¡que no!, ¡que estoy muerto!


que ya no puedo hablar, igual que ellos
porque me resulta absurdo hablar igual que los
Humanos.

Y no me dejan ser ni muerto ni vivo


Estos locos y alucinados desquiciados.

EL CONCEPTO DE IGUALDAD O AUTORIDAD MORAL

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¿Tiene la persona derecho a renunciar a su vida?

Desde el instante en que adquiere una conciencia ética, categóricamente, sí.

PRIMERO, porque está capacitada para hacer un juicio de valor sobre el sentido de la vida
como un todo genérico y de sus entrelazados derechos personales y colectivos.

Y SEGUNDO, porque está capacitada para comprender el valor de su vida individual y de las
consecuencias de renunciar a ella conscientemente.

Así, la muerte como un acto de libertad es un acto de reflexión exclusivamente personal. El


grado de comprensión, aceptación y tolerancia social, aunque puedan servir como puntos de
referencia, no deben ser determinantes a la hora de ejercer un derecho exclusivamente
personal.

En casos de enfermedades irreversibles y de taras físicas que incapacitan a la persona para


vivir por sí misma –tetraplejía, por ejemplo– casi todo el mundo afirma comprender las
razones. Es decir, el deseo común o sentido común considera dichas circunstancias no
deseables. La tolerancia, al menos, ante la opción de renunciar a ellas, mostraría la
superioridad de los dominantes.

LA DIGNIDAD Y LA MUERTE

Sólo el análisis que hace el individuo a partir de sus circunstancias puede determinar el
concepto de su propia dignidad. Sólo la conciencia personal puede aceptar como digna y
tolerable una circunstancia dolorosa que otra consideraría irracional, indigna e insoportable.

Toda persona tiene el derecho de rechazar cualquier análisis que le sea impuesto por otra
conciencia, tanto personal como colectiva –teocrática o democrática -. La persona sólo puede
ser regida por su conciencia. Regirse por la conciencia significa algo más que la libertad de
pensar. Regirse por la conciencia lleva implícito el derecho a que la voluntad sea
escrupulosamente respetada. Sólo tendrá el justo límite que le impone el derecho de otra
conciencia a disfrutar de su misma libertad. No puede haber ningún impedimento para la
libertad de obrar en conciencia, dentro de los límites éticos de la igualdad.

En una verdadera cultura de la vida, el derecho de la muerte como un acto de libertad de


conciencia es la conducta moral positiva.

Se dice que vivir en sociedad conlleva deberes y derechos. Sí, pero cuando una parte es la que
impone las normas, a la otra sólo le queda el deber de la obediencia y el derecho al pataleo
estéril como única forma de discrepancia. Eso no es respeto sino paternalismo.

Cuando a alguien se le niega un derecho cuyo ejercicio objetivo resulta esencial para que se
cumpla su voluntad, y con ello el respeto por sí mismo como ser humano libre, a esa persona
sólo le queda el deber de la humillante resignación. Esa esclavitud de la conciencia es la
verdadera cultura de la muerte.

Sin el derecho a ser dueño y señor de toda su persona, el ser humano no disfruta de plenos
derechos.

No puede haber dignidad posible ni libre albedrío sin libertad plena.

Si no tiene el derecho a renunciar a su vida, nadie es dueño de ella.

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ESPACIO PARA ACTIVIDADES Y APUNTES.

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La neurodiversidad

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ESPACIO PARA ACTIVIDADES Y APUNTES

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Los robots

ESPACIO PARA ACTIVIDADES Y APUNTES

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¿Por qué nos hace gracia un chiste?

Filosofía y humor: los tres rasgos que definen el sentido cómico de la vida

¿De dónde procede la razón cómica que llevamos con nosotros? ¿Puedes morirte de risa
literalmente después de que te cuenten un chiste? Los filósofos toman la palabra
Por Enrique Zamorano

En el corto ‘El chiste más gracioso del mundo’ de 1969, los geniales Monty
Python escenifican en los diez minutos que dura el ‘sketch’ lo que vendría a ser, en un
sentido literal, “morirse de la risa”. En plena Segunda Guerra Mundial, un escritor de
chistes británico consigue crear la chanza más desternillante jamás concebida, tanto es así
que al terminar de escribirla muere en el acto. Su esposa, cuando le descubre, piensa
que se ha suicidado y el manuscrito es su carta de despedida. Pero para su sorpresa,
se trata de una broma mortífera a la que tampoco es inmune, provocándole también la
muerte. El corto avanza hasta el punto de que dicho chiste se convierte en el arma más
efectiva contra el ejército de Hitler. En el fragor de la batalla, los soldados dejan sus
escopetas para entonar a voz en grito y los enemigos caen fulminados como moscas.

¿Cuándo ha sido la última vez en la que te has reído tanto hasta el punto de sentir que te
faltaba el aliento? ¿Fue gracias a una película, un corto como el de los Monty Python, una
situación cómica de la vida cotidiana o simplemente un chiste? ¿O tal vez un meme? La
facultad que tiene el humor para provocar la risa es tan personal como arbitraria, aunque
a la hora de la verdad muchos se congratulan con la consabida respuesta del “qué
malo” para ocultar el desparpajo que les provoca. En realidad, resulta muy curioso la
capacidad que tiene el mundo del humor para hacernos reír, ya que es uno de los rasgos
que determinan nuestra humanidad, y no solo eso, sino que también nos procura una vida
más sana, agradable y en contacto con los otros.

En una sociedad de inteligencias puras es


probable que ya no se llorase, pero tal vez se
seguiría riendo
Aunque en muchos casos la risa es leve, si se trata de una gran carcajada pueden llegar a
intervenir más de 400 músculos, desde los abdominales hasta los faciales. Incluso podemos
llegar a sentir que nos falta el aliento a base de la presión que ejerce su contracción en el abdomen,
hasta el punto de sentir en su forma más extrema de que no podemos sostenernos en pie. A pesar
de estos cambios fisiológicos repentinos, la hilaridad produce emociones muy agradables.
Pero no para todos, ya que como bien escenificó Joaquin Phoenix en su reciente papel del
‘Joker’, hay personas que pueden llegar a desarrollar un terrible trastorno por el que sufren
ataques de risa incontrolables al que la Clínica Mayo define por el nombre de labilidad
emocional o síndrome pseudobulbar.

Pero a un nivel filosófico más profundo, ¿por qué de inmediato irrumpe en nosotros
ese sentimiento que precede a la carcajada? Hay infinidad de autores que han
investigado y profundizado en el sentido cómico de la vida. Antropólogos, artistas y

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filósofos han analizado desde distintos puntos de vista las causas que propician el humor
y su consecuencia, la hilaridad.

Saber el momento y el lugar

Para empezar, cobra especial relevancia la aportación del naturalista alemán Karl
Ritter, para quien lo cómico depende concretamente del mundo vital concreto en el que
este se produce. En este sentido, dependiendo de dónde y con quién nos encontremos el
sentido del humor cambiará. Tampoco es el mismo en diferentes períodos históricos, y a
la vista está que antes muchos chistes que hacían gracia sobre grupos étnicos o minorías
concretas ahora puedan llegar a resultar ofensivos. Por no hablar de las chanzas
que frivolizan o escandalizan sobre asuntos sexuales, muy populares en las series de
televisión o en las sobremesas de amigos o familiares.

Nuestra risa es siempre la risa de un grupo,


esconde una segunda intención de
entendimiento y complicidad con otras
personas

El filósofo francés Henri Bergson es uno de los intelectuales que mejor se han
aproximado a definir las cualidades o condiciones que hacen que algo resulte cómico. En
su ensayo, ‘La risa’, publicado por primera vez en 1900, establece los tres rasgos que
definen el sentido cómico de la vida: la humanidad, la indiferencia y lo que él llama
“eco grupal”. En primer lugar, nada de lo que el mundo se presenta por sí mismo tiene
por qué inducir a la carcajada. Es por ello que el humor no deja de ser una de las
cualidades que nos hacen ser humanos, ya que nada por sí tiene gracia, se la damos
nosotros. También hay que indicar que muchos de los chistes o memes que nos hacen
gracia tienen su origen en cómo atribuimos esta serie de cualidades humanas a los
animales. En este punto, los fans de los gifs de gatitos aporreando el teclado del
ordenador o sentados en el sofá con un libro y unas gafas se sentirán identificados.
En segundo lugar, Bergson asevera que el factor fundamental para que se dé la risa es la
indiferencia o desapego que sentimos ante un hecho o una realidad. “El mayor enemigo
de la risa es la emoción”, escribe en su libro. “En una sociedad de inteligencias puras
es probable que ya no se llorase, pero tal vez se seguiría riendo; mientras que en una
de almas invariablemente sensibles, en perfecta sintonía con la vida, ni conocerían ni
comprenderían la risa. Intente, por un momento, interesarse por todo lo que se dice y hace,
lleve su simpatía a su máximo esplendor: verá como, por arte de magia, los objetos más
ligeros ganan peso, mientras una coloración severa tiñe todas las cosas. Ahora
desapéguese, asista a la vida como espectador indiferente: muchos dramas se volverán
comedia. La comicidad exige pues algo así como una anestesia momentánea del
corazón para que surta efecto, pues se dirige a la inteligencia pura”.

El mejor ejemplo para ilustrar la idea de Bergson es, sin ir más lejos, uno de los memes
que más populares se hicieron durante el confinamiento, el de los africanos portando el
ataúd y bailando. Este constaba de dos partes: en una primera se nos presentaba a alguien
(ya sea anónimo o conocido) a punto de pifiarla, y a continuación, irrumpía la famosa
canción (makinera) “Astronomía” con los ghaneses y el féretro. Si no tuviéramos

51
capacidad de suspender momentáneamente esa emoción, el meme nos parecería
moralmente incorrecto y por tanto dejaría de hacernos gracia. Ya sea porque el
protagonista inicial se va a caer de alguna altura considerable poniendo en riesgo su vida
o por el hecho de ver cómo un grupo de africanos convierte en espectáculo un ritual tan
respetado en occidente como es un funeral.

Por tanto, si nos vinculásemos emocionalmente, este meme podría llegar a parecernos
ofensivo. Más aun teniendo en cuenta que este producto de Internet en el que todos los
usuarios pudieron intervenir, modificar y adaptar según su criterio proliferó en una época
muy dramática para la población española como fue el pico de la pandemia del
coronavirus. Una prueba de que el sentido del humor irrumpe, más que nunca, en
situaciones difíciles para ayudarnos a destensar los nervios y las preocupaciones. La
indiferencia que es necesaria para reírse también sirve como antídoto contra una
realidad muy desfavorable y catártica, en la cual hay sufrimiento y dolor. En este
sentido, menos mal que tenemos el humor.

El "eco social" de la risa

El dramaturgo Luigi Pirandello, autor de la famosa obra 'Seis personajes en busca de


autor’ (1921) también coincide con la reflexión de Bergson. Para él, la diferencia entre
lo cómico y lo trágico estriba en que lo cómico se presenta como “un darse cuenta de lo
contrario” y lo trágico aparece en virtud de “un sentimiento de lo contrario”. Es decir,
una identificación directa con el suceso insólito, generalmente ridículo ante la mirada del
otro. Por ello, muchos chistes o bromas que hacemos dejarían de serlo en el momento en
que sintiésemos empatía hacia aquello que le ocurre a un personaje real o inventado y que
vemos como patético.
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Un chiste circula, es una posesión impersonal. No lleva
la firma de nadie. Me lo contaron, pero no lo inventé

El tercer punto de Bergson se refiere a que para que exista la comicidad siempre tiene que
haber un eco social. “Nuestra risa es siempre la risa de un grupo, esconde una segunda
intención de entendimiento e incluso de complicidad con otras personas que ríen, reales
o imaginarias”, sentencia. “Para entender la risa, hay que volver a ponerla en su entorno
natural, que es la sociedad. La risa debe responder a ciertas exigencias de la vida en
común, debe tener un significado social”.

¿Qué sucede, pues, con los chistes? Básicamente, que si te los cuentas a ti mismo
perderán parte de su gracia. De ahí que cuando nos encontramos en un entorno social con
familiares o amigos, el primer chiste que se cuenta siempre es seguido de otro, y luego de
otro y de otro. De algún modo, la risa produce un eco social que amplifica el sentido
cómico y le insufla vida propia. Esto también lo podemos comprobar en el mundo de los
memes, en el cual el valor cómico de uno de ellos o la condición para que trascienda y
se haga un hueco en el imaginario popular es que sea muy compartido o contenga
múltiples ‘retuits’. A partir de ese momento, la gracia que contiene será reformulada y
reproducida de mil maneras diferentes por los usuarios.

Esta idea de comunidad viene reforzada por Susan Sontag, célebre escritora
norteamericana. “Un chiste nunca es mío”, escribe en su obra ‘El amante del volcán’
de 1995. “’Párame si ya lo conoces’, dice quien cuenta chistes cuando se dispone a
compartir su última adquisición. Está en lo cierto al asumir que otros también deben
contarlo: un chiste circula. El chiste es esta posesión impersonal. No lleva la firma de
nadie. Me lo contaron, pero no lo inventé; estaba bajo mi custodia y decido pasarlo, que
circule. No se refiere a ninguno de nosotros. No habla de ti ni de mí. Tiene vida propia”.
También podemos comprobar esta función social cuando contamos un chiste y nadie se
ríe de él, por lo que nos sentiremos frustrados y algo ridículos.

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En definitiva, el humor puede cambiar, evolucionar y adaptarse. De hecho, tiene
rasgos generacionales, ya que hay algunos ‘memes’ que carecen de sentido para personas
que siempre se han reído a partir de los chistes que contaban los demás. Lo que nunca
cambiará ni desaparecerá, por mucho que se transforme el formato de aquello que nos
hace risa, son las cualidades que hemos descrito. Y que, de algún modo, nos
salvaguardan de un pensamiento sumamente solemne y trágico que haría que todo
nuestro mundo se viniera abajo en cuestión de minutos. Por tanto, riámonos mientras
podamos sin caer necesariamente en el cinismo, por el bien de esta gran comedia humana
y su tendencia a la hilaridad.

Un chiste filosófico para terminar

Un profesor de filosofía entra en clase para hacer el examen final a sus


alumnos. Poniendo la silla encima de la mesa dice a la clase: “usando
cualquier cosa aplicable que hayan aprendido durante este curso,
demuéstrenme que esta silla no existe”. Todos los alumnos se ponen a la tarea,
utilizando sus lápices y gomas de borrar, aventurándose en argumentos para
probar que la silla no existe. Pero un alumno, después de escribir rápidamente
su respuesta entrega su examen ante el asombro de sus compañeros. Cuando
pasan unos días y entregan las notas finales, ante la estupefacción de todos,
el alumno que entregó su examen en 30 segundos obtiene la mejor
calificación. Su respuesta fue: “¿Qué silla?”

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¿Por qué somos tan estúpidos?

Carlo María Cipolla (sí, Cipolla) fue el autor del pequeño ensayo satírico “Leyes
fundamentales de la estupidez humana”. Al principio lo escribió para compartirlo entre
amigos pero fue tan grande su éxito que acabó publicándose en 1988. Cipolla considera
que hay cuatro tipo de personas: los incautos, los inteligentes, los malvados y los
estúpidos, siendo el estúpido, para él, el peor de todos ellos. El incauto es una persona
que es capaz de beneficiar a los demás aun perjudicándose a sí mismo. El inteligente toma
las decisiones más precisas para beneficiarse él pero, también, a los demás. El malvado
actúa movido sólo por el beneficio propio sin importarle perjudicar a los otros. En cuanto
al estúpido… bueno, el estúpido es esa persona capaz de perjudicar a los demás sin
beneficiarse él o incluso perjudicándose.
En la teoría de Cipolla, como en el horóscopo, puede haber ascendentes porque es muy
difícil (o imposible) ser puro en algo. Es decir, una persona inteligente puede tender a ser
incauta (cuanto más incauta sea menos se beneficiará a sí misma y más a los demás) o a
ser malvada (cuanto más se acerque a la maldad más perjudicará a los otros y más actuará
en beneficio propio). El malvado oscila entre la inteligencia y la maldad. El incauto entre
la estupidez y la inteligencia. El estúpido está a medio camino entre los malvados y los
incautos.
Cipolla, en su libro, identifica cuatro leyes fundamentales de la estupidez humana. Son,
y cito textualmente, las siguientes: 1) Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros
subestima el número de individuos estúpidos en circulación; 2) La probabilidad de que
una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de
dicha persona. 3) Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de
personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a
sí misma en el proceso; 4) Las personas no-estúpidas siempre subestiman el potencial

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dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en
cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos
constituye invariablemente un error costoso; 5) Una persona estúpida es el tipo de persona
más peligrosa que puede existir.
Vamos, que un estúpido puede ser analfabeto o licenciado, rico o pobre, joven o adulto,
de izquierdas o de derechas, creyente o ateo, listo o tonto. Lo que diferencia al estúpido
del que no lo es, es sólo la inteligencia. Habría (y sería una distinción muy discutible) que
diferenciar al inteligente del listo, siendo el inteligente el que tiene capacidad para
comprender, analizar, tener una visión global, reflexionar y tomar decisiones mientras
que el listo sería una persona hábil capaz de resolver problemas más inmediatos. Por eso
hay personas muy listas que se comportan de forma estúpida. Un inteligente podrá ser
algo malvado (tender a beneficiarse a sí mismo más que a los demás) o algo incauto
(tender a beneficiar a los demás más que a sí mismo) pero es difícil que se comporte de
forma estúpida. En su ensayo satírico Cipolla dice que los estúpidos son un grupo no
organizado más peligroso que la mafia. Es probable que sea verdad. Todos nos creemos
inteligentes, incautos e incluso malvados, pero es difícil que nos consideremos estúpidos.
Pero el caso es que hay muchos y nada nos asegura que no seamos nosotros, a ojos de los
demás, uno de ellos.
Extraído de: eldiario.es

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