Está en la página 1de 1

Finalmente, el amor es, esencialmente, entrega.

En la práctica del amor auténtico,

se ama al otro en su peculiaridad, de tal manera que se está dispuesto a hacer cualquier

sacrificio para que el otro sea aquello que está llamado a ser. Quien ama así, no busca

su beneficio, su recompensa material o espiritual, sino dar de tal forma que el don recibido parezca que
sea propiedad del otro. No recrimina lo que ha dado, no exige que se

le devuelva, ni humilla al otro para hacerle ver que todo lo que tiene le ha sido dado. Da

y hace ver que el don es propiedad del otro, cuando, de hecho, no le pertenece. Aun así,

como Kierkegaard recuerda en Las Obras del Amor, la obra del amor

puede realizarse, incluso, si uno no puede donar nada o no puede hacer nada.

No hay acto más desinteresado, que alejarse de lo que uno ama para cuidarlo porque quien ama está
dispuesto a renunciar a cualquier recompensa para si mismo, el que ama es incapaz de pensarse sin
antes pensar también en lo que ama. Al parecer el amor se parece más al silencio que al ruido porque el
que ama obra en la absoluta entrega, sin recriminar lo que ha dado, sin exigir que se le devuelva, sin
hacerse notar.

hacer cualquier sacrificio para

También podría gustarte