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Mario tiene 8 años, se encuentra cursando tercer nivel en escuela regular, le

interesa mucho la entomología y la tecnología, es muy hábil utilizando recursos y


herramientas tecnológicas y destaca en la asignatura de ciencias, en ocasiones ha
mostrado iniciativa por ayudar a sus compañeros y compañeras en la realización de
tareas de esta asignatura. Sin embargo, no siempre estos intentos de acercamiento
social tienen buena recepción por parte de sus pares, ya que refieren que Mario es
“extraño” pues a menudo anda repitiendo lo que las demás personas, o incluso los
anuncios de televisión dicen, además que cuando lo invitan a jugar dice estar
contento pero tiene cara muy seria y casi nunca les vuelve a ver cuando le hablan.

A pesar de que Mario cuenta con un repertorio de vocabulario incluso elevado


para su edad, cuando se trata de hablar de sus emociones, su mundo interno, o de
aspectos más de tipo social, parece que se le dificulta encontrar las palabras que
necesita, estructurarlas y expresarse de forma eficaz, por lo que en ocasiones
parece abstenerse de interactuar con otras personas, parece que se le dificulta
encontrar temas de conversación o de un momento a otro deja a la persona
hablando sola y de forma menos frecuente esta situación ha desembocado en crisis
conductuales. Parece que cuando cuenta con algunos apoyos visuales esto mejora
significativamente.

Por otra parte, la maestra señala que una de sus preocupaciones es que
Mario parece perderse de mensajes que otras personas comunican mediante
miradas, gestos o posturas corporales, porque esto repercute en sus procesos de
socialización y que, por ejemplo, ella ha presenciado como algunas compañeras se
aprovechan de él o se burlan pues al no lograr leer la intención en la expresión facial
de las niñas, actúa de forma ingenua.

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