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SILVIA GALVIS ALBERTO DONADIO

PLANETA

El Jefe Supremo
EL JEFE
SUPREMO

Rojas Pinilla,
en la Violencia y el poder

SILVIA GALVIS
ALBERTO DONADIO

PLANETA
Silvia Galvis
Alberto Donadío

Planeta Colombiana Editorial S. A.


Calle 31 No. 6-41, piso 18, Bogotá, D. E.
1988

Consejo Editorial
Germán Arciniegas - Presidente
Germán Vargas Cantillo, Germán Santamaría,
Germán Castro Caycedo, Camilo Calderón Sch.,
Mireya Fonseca I.eal, Juan Luis Mejía

Director de Colección
Camilo Calderón

Diseño gráfico
Diego Tenorio Conde
Digitalizado por: Micheletto Sapiens Historicus
ISBN 958-614-280-9

La responsabilidad sobre las opiniones expresadas


en esta obra corresponde exclusivamente a los autores

PR1NTED IN COLOMBIA
Contenido

Prólogo ........................................................................... 11
1. Tatayo ..................................................................... 19
2. Estudiante de ingeniería ........................................ 29
3. Escuela Militar ....................................................... 33
4. Oficial ..................................................................... 39
5. Estados Unidos ....................................................... 43
6. Soapaga-Socha-Casanare ...................................... 49
7. Carretera del Carare ............................. 57
8. De vuelta al ejército ............................................... 67
9. El aserrío ................................................................. 77
10. Cursos y escuelas ................................................... 91
11. Aeronáutica ............................................................. 97
12. La Violencia ........................................................... 101
13. Primera Brigada ..................................................... 105
14. El 9 de abril en Cali ............................................ 113
15. Atentado a la libertadde palabra ......................... 129
16. La Casa Liberal ..................................................... 141
17. Herido el vicecónsul ............................................ 169
18. Director general del ejército .................................. 177
19. Ministro de Correos yTelégrafos ......................... 199
20. La liberación de El Cóndor .................................. 207
21. Laureano vs. Rojas ................................................ 245
22. El trece de junio ...................................................... 251
23. El segundo libertador ............................................ 261
24. Clausurado El Siglo ................................................ 277
25. Prohibido criticar al Jefe Supremo ...................... 283
26. La clausura de El Tiempo ...................................... 293
27. Relato de un náufrago ............................................ 317
28. La mordaza en Antioquia ...................................... 335
29. Un congreso de bolsillo .......................................... 343
30. La matanza de los estudiantes .............................. 351
31. Maccartismo criollo ................................................ 381
32. Persecución a los protestantes .............................. 399
33. La paz de napalm .................................................. 411
34. La cruzada por las armas ...................................... 457
35. “ No se lo ofrezca porque se lo lleva pa’Melgar”. . 465
36. El clero en las buenas, pero no en las malas . . . . 483
37. Cali, en átomos volando ........................................ 507
38. La Anac .................................................................... 517
39. También el ejército ................................................ 529
40. El nuevo júbilo ....................................................... 537
41. Epílogo sobre la corrupción .................................. 545
Anexo A Cronología de la carrera militar
de Gustavo Rojas Pinilla ...................................... 551
Anexo B Condecoraciones otorgadas
al oficial Gustavo Rojas Pinilla .......................... 554
Anexo C Informe de Eduardo Zuleta Angel,
embajador ante la Casa Blanca,
sobre la ayuda militar .......................................... 556.
Anexo D Carta de Belisario Betancur C...................... 576
Indice onomástico .......................................................... 579
A Alicia de Galvis y a la memoria
de Alejandro Galvis Galvis
S.G.

A Lucía y Oreste
A.D.

“Entre nosotros se ha escrito


hasta ahora una historia
de mascarones, una historia 'con
autorización oficial’, en que se pierden,
asordinados por la bruma partidista,
o por el temor cortesano, los rasgos esenciales
de nuestros pequeños grandes hombres’’.

Cosas de! Día, El Tiempo,


diciembre 21 de 1937
“Con el ruego de tener en cuenta las
instrucciones impartidas por la
PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA,
me permito manifestar a Ud. por medio
del presente oficio que cuando mande
algún documento para la firma
de SU EXCELENCIA, la antefirma debe quedar así:
TENIENTE GENERAL JEFE SUPREMO
GUSTAVO RO JAS PINILLA
PRESIDENTE DE COLOM BIA”.
Memorando a todas Ias dependencias oficiales.
diciembre 4 de 1954
Prólogo

L a lectura de los 32 millones de documentos que reposan en el


archivo erigido en Texas en memoria de Lyndon B. Johnson
demandaría toda una vida, ha calculado el más consagrado
biógrafo del presidente norteamericano.
No hemos tenido los autores de este libro un desafío de esa
magnitud monumental —ni de otra lejanamente parecida—
porque probablemente no existen 32 millones de documentos,
ni siquiera dispersos, sobre la vida de ningún presidente co­
lombiano. La tarea dispendiosa no ha sido la de encontrar el
tiempo para consultar papeles admirablemente clasificados en
un archivo dotado de aire acondicionado y expertísimos archi­
veros, como ocurre en los distintos archivos presidenciales y
oficiales en los Estados Unidos, sino la de penar por encontrar
rastros escritos de la vida de Gustavo Rojas Pinilla antes de su
ascenso al poder. Las hojas de vida y otros materiales que
conserva pobre pero eficientemente el archivo del Ministerio
de Defensa Nacional sirvieron como punto de partida y se
citan aquí ampliamente. Sin embargo, muchos papeles esen­
ciales han desaparecido. Otros tal vez existen pero están aban­
donados y es virtualmente imposible desenterrarlos. No fue
factible localizar la investigación disciplinaria que en 1938
condujo a la separación del ejército del mayor Rojas Pinilla
por indelicadezas administrativas, ni los tres procesos penales
militares que se le siguieron, de los cuales apenas se conserva
alguna huella incompleta, ni la correspondencia de las distin­
tas guarniciones donde fue subalterno o comandante. Su co­
rrespondencia personal aparentemente no existe. Algunas car­
tas de 1936 que guardaba la familia de su mayordomo en Vélez
(Santander) fueron destruidas poco antes de que preguntára­
mos por ellas.
Por lo tanto no ha sido posible registrar el desenlace cierto
y comprobado de episodios fundamentales. Pese a la escasez
documental, en la reconstrucción de la carrera militar e inge-
nieril de Rojas nos hemos basado primordialmente en el mate­
rial de archivo existente, complementándolo con entrevistas.
Sólo ocasionalmente se presentan testimonios unilaterales.
Ello ocurre cuando no existe documento alguno que sirva de
guía o cuando la avanzada edad del entrevistado lo convierte
en único sobreviviente de algún acontecimiento.
Los capítulos relativos al año y medio que Rojas pasó en
Cali como comandante de la Tercera Brigada ocupan más
espacio que otros porque sus actividades en ese período lo
hicieron conocido en la nación y definieron su personalidad
política y militar. Quien conociera sus actuaciones de Cali
habría sabido el 13 de junio de 1953 qué esperar de su gobierno.
Del período en que Rojas ejerció el poder entre 1953 y
1957 se examinan los aspectos y sucesos más controvertidos,
como la censura de prensa (que fue fuente continua de conflic­
tos porque el régimen se declaró enemigo de la libertad de
expresión, y porque a su vez la prensa no abandonó sus tradi­
cionales compromisos políticos), la muerte de los estudiantes
en el centro de Bogotá, la sangrienta corrida de toros de 1956,
las relaciones con la Iglesia católica, la cruzada anticomunista
y la violencia en el Tolima. En este departamento, según
revelan informes secretos, la respuesta simplista de Rojas al
problema guerrillero estuvo guiada por su obnubilación anti­
comunista, que lo llevó a dar la orden de liquidar la guerrilla en
8 días y al intento de adquirir 3.000 bombas napalm en los
Estados Unidos. Los capítulos relacionados con el gobierno
rojista fueron construidos con base en documentos del Depar­
tamento de Estado de los Estados Unidos, que tuvimos el
privilegio de examinar en el Archivo Nacional de Washington,
D.C. apenas unos días después de levantada la reserva en 1986
y que no han sido, por lo que sabemos, analizados hasta ahora
en libro alguno anterior al que el lector tiene en sus manos. Uso
igualmente abundante se hizo de los archivos inéditos y rara
vez consultados de la Presidencia de la República y de la
Cancillería, en Bogotá. Creemos que tampoco han sido teni­
dos en cuenta en otras publicaciones sobre el régimen del
general Rojas.
Aunque los archivos citados y otros consultados en me­
nor escala, aportan material precioso, pudimos comprobar
que el holocausto de los archivos oficiales en Colombia garan­
tiza a los historiadores grandes vacíos difícilmente subsanables.
El archivo del Ministerio de Gobierno fue incinerado
deliberadamente en 1967 cuando era ministro Misael Pastrana
Borrero. Los 79 sacos que contenían la correspondencia de los
años 1949 a 1958 despedían un “olor insoportable” , según dijo
la jefe de archivo. Y no se equivocaba. Fueron los años centra­
les de La Violencia, en que murieron varios cientos de miles de
colombianos. La policía secreta (llamada detectivismo), las
policías departamentales y municipales politizadas y el manejo
del orden público, dependieron del Ministerio de Gobierno
durante las presidencias de Mariano Ospina Pérez, Laureano
Gómez y Roberto Urdaneta Arbeláez, de modo que se perdió
irremediablemente una fuente vital para entender ese período,
lo mismo que para adentrarse en las actuaciones de Lucio
Pabón Núñez, ministro de Gobierno y cerebro del régimen de
Rojas Pinilla durante más de tres años.
Se dejó un acta previa a la destrucción, anotándose en ella
que sólo se salvaron de las llamas los archivos de la oficina de
propiedad intelectual. No se crea que fueron mandos bajos o
anónimos los que perpetraron este atentado contra el patrimo­
nio histórico nacional. La incineración fue autorizada por el
jurista Jacobo Pérez Escobar, a la sazón secretario general del
Ministerio de Gobierno y posteriormente consejero de Estado,
gobernador del Magdalena y magistrado de la Corte Suprema
de Justicia. Desde 1950 la ley permite la destrucción de los
archivos públicos, pero sólo si han sido previamente microfil-
mados (Decretos 2527 de 1950 y 3354 de 1954).
De los trece ministerios, únicamente cuatro (Relaciones
Exteriores, Defensa Nacional, Minas y Energía y Obras Públi­
cas) poseen archivos con más de 30 años de antigüedad. La ley
57 de 1985 señala que 30 años después de su expedición, los
documentos reservados adquieren carácter histórico y pueden
ser consultados por cualquier persona. De nada sirve este
derecho esencial en toda democracia si los archivos son aban­
donados, incinerados o vendidos como papel viejo. En el
primer semestre de 1986 un contratista del Departamento
Administrativo del Servicio Civil compró 36.720 kilos de papel
viejo a los Ministerios de Hacienda, Justicia, Relaciones Exte­
riores, Trabajo, Comunicaciones, Obras Públicas, Minas y
Energía y Salud. La mayor parte era papelería inservible, pero
en esas 36 toneladas de un solo semestre también se perdieron
documentos de archivo. La devastación continúa y el Servicio
Civil aduce que compete a las respectivas entidades oficiales
verificar que los documentos hayan sido previamente microfil-
mados, precaución que generalmente no se toma.
Los archivos de Sendas, la Secretaría Nacional de Acción
Social y Protección Infantil dirigida por María Eugenia Rojas,
y del SIC, el Servicio de Inteligencia Colombiano establecido
por Rojas, fueron igualmente destruidos. Parece que el del SIC
fue quemado en 1979 cuando estaba en poder del DAS. Como
la Oficina de Rehabilitación y Socorro creada poco después
del 13 de junio para canalizar la ayuda oficial a los guerrilleros
desmovilizados y a los campesinos desplazados por La Violen­
cia, fue adscrita posteriormente a Sendas, es de suponer que su
archivo desapareció con el de Sendas. Salvo el de Antioquia,
que es modelo de eficiencia, muchas gobernaciones carecen de
archivo histórico y en otras el gorgojo consume apaciblemente
los volúmenes de documentos empastados, como sucede en el
de la gobernación del Valle, situado por los demás en un
sótano candente.
En estas circunstancias, naufragará en grandes lagunas
quien pretenda escribir la historia reciente acercándose despre­
venidamente a las fuentes oficiales. Es imposible, para citar un
ejemplo, dar una opinión definitiva sobre la labor de Gustavo
Rojas Pinilla como constructor de aeropuertos. Probablemen­
te fue una temporada fecunda de su vida, pero la ausencia de
los archivos impide una investigación exhaustiva.
De dos momentos fundamentales como son el 13 de junio
de 1953 y el 10 de mayo de 1957 ofrecemos un resumen que no
tiene la misma profundidad con que se agotaron los demás
temas. El material documental no es abundante, tal vez por la
misma índole de esos sucesos, y las distintas versiones de los
participantes no son siempre compatibles entre sí. Por lo de­
más, el hábito de escribir memorias no ha echado raíces en
Colombia, y las que se escriben, con contadas excepciones, son
fugaces entrevistas de prensa o largas páginas exentas de con­
troversia, en que los protagonistas no se odian ni se aman ni
exhiben ninguna otra humana pasión, sino que parecen autó­
matas de metal. Para no hablar de los libros-ditirambo o de los
libros-invectiva, que son un ápice más interesante y que hay
que leer con beneficio de inventario.
No se analizan los aspectos sociales y económicos de la
gestión de Rojas, que dejamos con gusto a los especialistas. Tal
vez alguien se atreverá algún día a descifrar el revoltillo ideoló­
gico que armaron Lucio Pabón con su ultra-derechismo cris­
tiano y bolivariano, María Eugenia Rojas con sus coqueteos
peronistas, Antonio García con el socialismo y el Jefe Supre­
mo con su populismo. Pero sí es claro que el general Rojas
Pinilla y sus más cercanos colaboradores y familiares lograron
la hazaña de malbaratar en menos de cuatro años el más since­
ro, jubiloso y unánime respaldo nacional jamás dado en este
siglo a gobernante alguno en Colombia. El hombre aclamado
como el Segundo Libertador por salvar al país de la horrible
noche de La Violencia terminó rehabilitando y unificando
políticamente a los dos partidos que la causaron y especial­
mente al repudiado Laureano Gómez.
Algunos familiares y allegados del general accedieron
gentilmente a conversar con los autores, sin preguntar cómo
quedaría retratado el personaje. Nuestro interés fue hacer un
retrato con luces y sombras, y si predominan las sombras ello
no se debe a retoques deliberados. La desigual carrera militar
de Rojas, su partidismo político desde altos cargos en el ejérci­
to, y los nítidos lineamientos autoritarios de su gobierno, son
los rasgos inequívocos en el cuadro que aquí exponemos con
ánimo crítico mas no punitivo.
Consignamos nuestro reconocimiento a las personas que
nos facilitaron la investigación y en primerísimo lugar al gene­
ral (r) Jaime Durán Pombo, director de la Biblioteca Central
de las Fuerzas Militares. También agradecemos: en el Ministe­
rio de Relaciones Exteriores a Esther Lozano de Rey, secreta­
ria general, y a Mariela Alvarez, directora del archivo; en el
archivo de la Presidencia de la República a Henry Velandia y a
Alvaro Bejarano; en el archivo del Ministerio de Defensa
Nacional a su director, coronel (r) Ezequiel Rojas Casadiego,a
Campo Elias Gordon y a los demás funcionarios; a Pedro
López, jefe del archivo del Ministerio de Obras Públicas; a
Pastor Virviescas, periodista que realizó las averiguaciones en
Vélez (Santander); a Alvaro Bejarano, periodista de Cali; a
Carlos Cobo Bejarano, notario de Buga; al representante Da­
río Alberto Ordóñez Ortega, vicepresidente de la comisión de
acusación de la Cámara de Representantes; al director del
archivo general de la gobernación de Antioquia, Jairo Correa
Montoya; a Constanza De León y Marta Galindo; a Sally
Marks, del Archivo Nacional en Washington, D.C.; en la
Industria Militar, al coronel (r) Alberto Prieto Acosta, secreta­
rio general; en la Escuela de Artillería, al comandante teniente
coronel Carlos Leongómez Mateus y al mayor Javier H. Arias
Vivas; en Planeta, a los editores Camilo Calderón Schrader y
Mireya Fonseca Leal y al gerente, Enrique González Villa. Las
opiniones y las equivocaciones pertenecen, como es natural,
únicamente a los autores.
Abreviaturas
ACACR: Archivo de la Comisión de Acusación, Cámara
de Representantes (Bogotá).
AECSS: Archivo de la Embajada de Colombia ante la
Santa Sede (Roma).
AFIUN: Archivo de la Facultad de Ingeniería de la
Universidad Nacional (Bogotá).
AFS: Archivo Federal Suizo (Berna).
AGB: Archivo de la Gobernación de Boyacá (Tunja).
AGGA: Archivo General de la Gobernación de Antioquia
(Medellín).
AGV: Archivo de la Gobernación del Valle (Cali).
AHAC: Archivo Histórico de la Alcaldía de Cali (Cali).
AHB: Archivo Histórico de Boyacá (Tunja).
AIM: Archivo de la Industria Militar (Bogotá).
AJPPMB: Archivo del Juzgado Primero Penal Municipal
(Buga).
AMAEF Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores
de Italia (Roma).
AMC: Archivo del Ministerio de Comunicaciones
(Bogotá).
AMDN: Archivo del Ministerio de Defensa Nacional
(Bogotá).
AMOPT: Archivo del Ministerio de Obras Públicas y
Transporte (Fontibón).
AMRE: Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores
(Bogotá).
APR: Archivo de la Presidencia de la República
(Bogotá).
ASS: Archivo de la Superintendencia de Sociedades
(Bogotá).
DDEF: Dwight D. Eisenhower Library (Abilene,
Kansas).
DE: Departamento de Estado de los Estados Unidos.
EEU: Embajada de los Estados Unidos (Bogotá).
NA: National Archives (Archivo Nacional).
(Washington, D.C.).
RG: Record Group (Grupo de Documentos).
1. Tatayo

Desde el solar de la casa paterna y materna en Tunja se


dominaba el ábside de la iglesia de Santa Bárbara. Cuando
tenía cinco años de edad, Gustavo Rojas Pinilla, empezó a
contemplar la idea de romper los vitrales de colores de la
iglesia. Un día no pudo resistir la comenzón y lanzó unas
piedras que quebraron algunos vidrios. “ Tatayo” recogió los
pedazos, guardó algunos y regaló el resto a los amigos de la
escuela primaria a la cual asistía. El domingo siguiente fue a
misa con su papá a la iglesia de Santa Bárbara y durante el
sermón el padre Abigail Morales dijo que sabía quién era el
niño autor del estropicio y que se proponía informar al papá. A
“Tatayo” le temblaban las manos mientras miraba de reojo a
su papá. Terminada la misa corrió a la sacristía y le dijo al P.
Morales que quería confesarse. El cura se rió, por tratarse de
un niño tan pequeño. Ante la insistencia de “Tatayo” el párro­
co aceptó escuchar la confesión de culpabilidad del causante
de la rotura de los vitrales. “Tatayo” agregó que como se
trataba de un secreto de confesión, el cura no podría contárse­
lo a su papá. El niño-había oído decir que el de la confesión era
el secreto más sagrado. Pero el cura no se sintió obligado por el
secreto e informó a don Julio Rojas Jiménez. Este, ante la
astucia de su hijo, lo reprendió sin pegarle1.

1. En 1953 Rojas contó esta anécdota, como la más vivida de su niñez,


al periodista Carlos J. Villar Borda, autor de una breve biografía elogiosa
20 El Jefe Supremo

Aún si el caso hubiera ocurrido no a los cinco, sino a los


siete o a los diez años, indica una mente ágil. “ Tatayo” fue
durante su niñez y adolescencia un niño fogoso, emprendedor,
juguetón, gracioso y sagaz. Desde su nacimiento, el 12 de
marzo de 1900, hasta los diecisiete años cumplidos, vivió
siempre en Tunja, salvo un año que por enfermedad de su
madre pasó, siendo todavía un infante, en Villa de Leiva, con
sus tíos Domingo Rojas Jiménez y Elina Jiménez, que eran
también sus padrinos.
Gustavo nació y vivió en la calle cuarta entre carreras
cuarta y quinta, a la vuelta de la esquina de la Iglesia de Santa
Bárbara donde fue bautizado a los 33 días de nacido. La casa
ocupaba una tercera parte de la cuadra y tenía un piso de
ladrillo, recubierto de esteras, con jardín al fondo. Su vida
familiar y escolar se desarrollaba en la misma manzana. Des­
pués de aprender las primeras letras con las Hermanas de la
Caridad, Gustavo empezó a estudiar en la Escuela Normal de
Varones, situada en la esquina de su cuadra. Cuando no podía
entrar a la Escuela, que a las siete y media de la mañana
cerraba sus puertas, Gustavo se encaramaba en el tejado de su
casa, atravesaba el techo de la casa del médico Juan Clímaco
Hernández y se descolgaba por el patio de la escuela*2.
De sus padres, Gustavo recibió la herencia del conserva-
tismo, que lo acompañaría por toda la vida y que es elemento
esencial para descifrar muchas actuaciones de su carrera mili­
tar y política. El padre y la madre eran, como muchas familias
de Tunja, conservadores tradicionalistas y católicos de prime­
ra línea, y a su vez provenían de troncos conservadores. La
familia Rojas Pinilla “ no era ni conservadora, era goda”3. La

del general, aparecida tres meses después de su ascenso al poder el 13 de


junio. “El Presidente Libertador”, es el subtítulo de esta obra, que contiene
no obstante útiles datos y entrevistas realizadas con personas ya fallecidas.
Carlos J. Villar Borda, Rojas Pinilla (Bogotá: Editorial Iqueima, 1953),
pp. 23-25.
2. Ibid., pp. 19-20, 25, 27.
3. Entrevista con el coronel (r) Manuel Agudelo, agosto 6 de 1987. En
1959, durante su defensa en el juicio que le siguió el Senado, Gustavo Rojas
Tatayo 21

vecindad de la casa de la familia con la parroquia de Santa


Bárbara no era sólo territorial sino espiritual.
Hermencia Pinilla Suárez nació en Moniquirá, una pobla­
ción boyacense cercana a la frontera con Santander, en el seno
de una familia católica y conservadora formada por Manuel
Pinilla y María de los Angeles Suárez.
En 1888 Hermencia. contrajo matrimonio con Julio Rojas
Jiménez, nacido en Leiva el 2 de octubre de 1864, el quinto de
los seis hijos de Cayetano Rojas y Liboria Jiménez. Cayetano
había nacido en Bogotá, pero su familia y la de Liboria eran
hondamente boyacenses4.
Julio Rojas Jiménez fue juez, aunque nunca estudio abo­
gacía. Corno muchos otros civiles, fue oficial en la guerra de los
Mil días, aunque no era militar de carrera. También ocupó
algunos cargos públicos y políticos, como director de educa­

Pinilla afirmó: “ Yo nací... en un hogar católico, más o menos acomodado;


nunca tuvimos angustias económicas”. Sobre la política dijo: “De mi fami­
lia... hay unos detalles que desvirtúan por completo el concepto que algunas
personas se han formado de mí, de que soy sectario en política. Mi familia se
compuso de tres hombres y dos mujeres: el mayor, abogado, tal vez uno de
los mejores penalistas que ha tenido Boyacá, era conservador; mi otro
hermano, el médico, graduado en España, era liberal; mi hermana mayor
[Ana Elvira] está casada con un abogado liberal”. Senado de la República,
Comisión Instructora, El proceso contra Gustavo Rojas Pinilla ante el Congre­
so de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1960), II, pp. 486-487. En
realidad, el liberalismo del hermano y del cuñado no desdicen del acendrado
conservatismo de la familia, heredado por Gustavo Rojas Pinilla, aunque
rechazado por su hermano Carlos, el médico.
Conviene anotar desde ahora que El Proceso..., en 3 tomos, es la
publicación oficial del juicio contra Rojas ante el Senado. No debe confun­
dirse con la publicación realizada por los amigos de Rojas, Rojas Pinilla ante
el Senado (Bogotá: Editorial Excelsior, 1959), que contiene numerosas piezas
del juicio y algún material adicional que no se encuentra en los 3 tomos.
4. Rojas Pinilla, pp. 16, 11-12. Cayetano Rojas nació en Bogotá el 7 de
agosto de 1834. De su matrimonio con Liboria Jiménez Morales nacieron:
Martín, el 11 de noviembre de 1856; Leónidas, el 29 de octubre de 1858;
Diomedes, el 12 de agosto de 1860; Domingo, el 19 de septiembre de 1862;
Julio, en la fecha ya dicha; y Tarcisio, el 5 de mayo de 1866. Liboria Jiménez
murió el 5 de septiembre de 1892. Ibid., pp. 12-13.
22 El Jefe Supremo

ción de Boyacá, diputado a la asamblea departamental y jefe


civil y militar del Centro, una de las provincias de Boyacá5.
Tenía casas y tierras, sin ser rico, como de hecho no lo era
casi nadie en la Tunja de comienzos de siglo. Manuel Agudelo,
boyacense, militar y ministro en el gabinete de Rojas Pinilla,
recuerda así a la capital en las décadas de 1910 y 1920: Socie­
dad distinguida, casi toda pobre, muy nobiliaria, de familias
españolas, no había acueducto, se traía ell agua en barriles
montados en burros desde la Fuente Grande, al norte de
Tunja, que tenía piscinas cristalinas. La mayoría de la gente
era conservadora, al igual que todo el departamento. Era una
época conventual, sobre todo para las mujeres. En Tunja
mandaba el obispo bogotano Eduardo Maldonado Calvo,
como en Bogotá el arzobispo Bernardo Herrera Restrepo
elegía a los presidentes. No había millonarios, todo el mundo
vivía de pequeños negocios, o de la empleomanía, o sea de los
destinos, como se llamaba a los puestos públicos, todo el
mundo quería conseguirse un destino y de eso vivía de por vida6.
“Tatayo” , como otros jóvenes, ingresó a la Escuela Nor­
mal de Varones por pertenecer a la primera sociedad de Tunja,
pues era ese el criterio de admisión prevaleciente, y no el de
solvencia económica7*lo,.
La Escuela Normal era una institución selecta, donde
estudiaban unos 60 jóvenes que cuando llegaban a los cursos
más avanzados se convertían en maestros de los menores. Ese
fue el caso de “Tatayo” , que dictó cursos a la edad de quince
años. En 1915 recibió el grado de maestro de escuela. Los
maestros, en esa época, se hacían cargo de una escuela en un
pueblo y dictaban todas las materias. Había un maestro único
por cada escuela. “Tatayo” no llegó a fungir de maestro, pues
continuó sus estudios en el Colegio de Boyacá.

5. Ib id., p. 15.
6. Entrevista con el coronel (r) Manuel Agudelo, agosto 6 de 1987.
7. Rojas Pinilla. p. 25. Agudelo dijo: “ ... no importaba que fuera pobre
el muchacho pero sí que fuera de familia noble, con pergaminos, de ancestro
honorable y sin antecedentes” . Entrevista con el coronel (r) Manuel Agude­
lo, agosto 6 de 1987.
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COLEGIO DE BOYACA

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Calificaciones de Rojas en la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de la


Universidad Nacional (1918).
Arbol genealógico de la familia Rojas Pinilla (rama paternal).
26 El Jefe Supremo

En 1916 cursó en el Colegio de Boyacá retórica, historia


universal y el primer curso de inglés, y al final del año fue
calificado con 5, o nota sobresaliente, en las tres materias. En
1917 estudió el segundo curso de inglés, lógica, trigonometría y
química, siempre con notas sobresalientes, salvo en química
(4)8. El 28 de octubre de 1917 se le otorgó el diploma de
bachiller en ciencias. Pese a sus buenas notas, nadie lo recuerda
pegado a los libros de estudio. Le bastaba con la asistencia a
clase. “ Lo recuerdan más bien como un fósforo encendido. ‘El
terror de la cuadra’ con el diábolo. Bullicioso e inquieto (y
peligroso a veces) con el balón de fútbol. Con don de mando,
organizador, el que llevaba la iniciativa del grupo”9.
Proviniendo el joven Rojas Pinilla de una matriz conser­
vadora, es presumible que el Colegio de Boyacá haya servido
para reteñir en él esa marca política. El Colegio fue netamente
confesional —conservadora y clericalmente confesional—
hasta el retorno de los liberales al poder en 1930. Ser canónigo
de la catedral de Tunja y rector del Colegio de Boyacá era casi
una ley. El Colegio, fundado por el general Francisco de Paula
Santander para educar a los hijos de los héroes de la Indepen­
dencia, era un bastión de la alianza clero-conservatismo que
gobernó a Colombia los últimos lustros del siglo XIX y las tres
primeras décadas del siglo XX.
Existe un libro de memorias de un ex-alumno y ex-rector
del Colegio, donde sin mencionar nombre alguno se cuenta la
vida del claustro desde 1891. Su autor, el médico liberal Juan
Clímaco Hernández, el mismo que fuera vecino de la familia
Rojas Pinilla, relata cómo en la última década del siglo pasado
los alumnos asistían a nueve horas de clases diarias para recitar
de memoria la lección leída el día anterior por el profesor.
Cada olvido en la recitación costaba un punto. Tres puntos

8. Colegio de Boyacá, libro de matrículas 1916, No. 228 y libro de


matrículas 1917, No. 230.
9. El juego del diábolo consistía en templar los dos extremos de una
cuerda sobre la cual giraba una carreta de madera, para hacerla partir a
velocidad. Rojas Pinilla, pp. 29, 19.
Tatayo 27

daban mala calificación; dos, regular; uno, buena; sin puntos,


óptima.
El niño que no tuviera las manos sobre el pupitre era
obligado a arrodillarse sobre las losas frías por una hora. Al
calabozo iban los que protestaran contra los castigos.
En 1894, cuando un cañonazo disparado en la plaza de
Tunja retumbó en los salones de clase y el profesor anunció
que señalaba el duelo por la muerte de Rafael Núñez, algunos
estudiantes de familia liberal aplaudieron. Interrogados por el
rector sobre su alegría ante la muerte de quien fuera tres veces
presidente de la República, uno de los más jóvenes respondió:
“ Porque era un traidor” . En su casa debió oír que los liberales
consideraban tránsfuga al copartidario Núñez, que abandonó
el liberalismo por el conservatismo.
Hernández vio el Colegio de Boyacá como cuna de odios
partidistas, donde el liberalismo era llamado grupo de bandi­
dos, mientras en las familias liberales los alumnos escuchaban
de sus padres ese mismo calificativo aplicado a los conservado­
res10.
En 1909, Hernández fundó en Tunja, con otros liberales,
el semanario La Linterna, dirigido durante casi toda su existen­
cia por Enrique Santos Montejo, el futuro “ Calibán” de El
Tiempo. Recuerda Hernández: “ Doce años de lucha, doce años
de esfuerzo constante por lograr el cambio de los sistemas de
educación, doce años de análisis diario de todos y cada uno de
los errores cometidos por los rectores y profesores del Colegio
de Boyacá, único plantel de segunda enseñanza que entonces
funcionaba en Boyacá. Los informes de los rectores, los dispa­
rates pedagógicos sorprendidos en estos informes, los actos de
violencia cometidos por estudiantes que eran provocados por
rectores que para guardar la disciplina amenazaban con el
revólver que llevaban en la cintura; la reacción natural de los
discípulos al sacar revólver en un examen con el fin de ame­

lo. Juan C. Hernández, Colegio de Boyacá(Bogotá: Antares, 1963), pp.


124, 8, 23, 25-26, 28-29, 67.
28 El Jefe Supremo

drentar al señor rector, era más que natural. Todo esto está en
las columnas de aquel semanario que creó en Boyacá el espíritu
verdaderamente liberal...” 11.

11. Ibid., pp. 112-13. Aunque la Asamblea de Boyacá ordenó en 196


que la imprenta departamental publicara el libro de Juan C. Hernández,
estando en prensa la obra el gobernador Octavio Rosselli Quijano suspendió
la impresión. Sordo y en el mismo cuarto de la muerte, Hernández dispuso
entonces, por escritura pública, que su cuñado hiciera una edición privada.
Ibid., pp. 211-214.
2. Estudiante de ingeniería

P ara ingresar a la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de la


Universidad Nacional era indispensable el diploma de bachi-
lleren filosofía y letrasoenciencias'.C oneltítulo de bachiller,
con un certificado de buena conducta y con la comprobación
de las calificaciones de aritmética, algebra, geometría y física
obtenidas en el bachillerato, Rojas empezó a estudiar ingenie­
ría en Bogotá en febrero de 191812.
En esa época no existía la Ciudad Universitaria que se
comenzó a construir durante el primer gobierno de Alfonso
López Pumarejo (1934-38), y por ello la facultad funcionaba
en el centro de Bogotá, contigua a la Casa de Moneda, en un
local insuficiente para el centenar de estudiantes que tenían
que llevar “ los conocidos incómodos pupitres que con tablas
de cajones viejos fabrican en los bajos del Hospital de San Juan
de Dios” 3.

1. No era suficiente el de maestro de escuela. Rojas era maestro de


escuela y bachiller en ciencias. Francisco J. Casas a Julio Carvajal León,
octubre 4 de 1917, folio 77. “Copiador 1917-1920”, AFIUN.
2. Esos eran los tres requisitos de admisión. Ibid., Casas a general Juan
S. de Narváez, enero 25 de 1918, f. 104.
3. Ibid., Francisco J. Casas al ministro de instrucción pública, mayo 10
de 1919, ff. 282-8. Según este informe anual enviado por el rector de la
facultad al ministro, a principios de 1919 llegaron 70 pupitres de acero y
madera comprados a la American Seating Company de Nueva York. El
decreto 481 de 1918 aumentó el período de estudios de 5 a 6 años.
30 El Jefe Supremo

Aunque los estudios eran arduos, Rojas, sin ser el peor,


fue un estudiante mediocre. Sus calificaciones lo sitúan de
último entre los mejor calificados y de primero en el elenco de
los maquetas. De seis materias, perdió tres, y de las que apro­
bó, es bien curioso que en dos de ellas su profesor haya sido
nadie menos que el ingeniero civil Laureano Eleuterio Gómez
Castro4, a quien treinta y cinco años más tarde Rojas le arreba­
taría la Presidencia de la República. En geometría, su nota
definitiva fue 3.5 sobre 5, con 11 fallas. De 33 alumnos, 13
cancelaron la matrícula o perdieron el curso por fallas o vieron
aplazado su examen por fallas y sólo 11 aprobaron la materia.
Laureano Gómez dictó geometría el primer semestre y trigo­
nometría el segundo, calificando a Rojas con 3.2 y 15 fallas. De
37 alumnos, 10 tuvieron mejores notas que Rojas, 10, iguales o
peores y 16 se retiraron o perdieron por fallas. Es decir, sobre
veintiún alumnos que recibieron una nota final, ocupó el
puesto décimoprimero, lo que quiere decir que estaba a la
cabeza de los que pasaron raspando o no pasaron el curso y
que estaba en el último lugar entre los mejores estudiantes.
Similares resultados muestran sus calificaciones en otras asig­
naturas5.
Tres punto seis fue su nota en álgebra. Aritmética analíti­
ca y comercial la perdió con 2.5 y 12 fallas durante el año
académico (febrero a octubre). Contabilidad industrial, que se
dictaba en un trimestre, la perdió con 2.3 y 7 fallas. En dibujo
su nota fue de 3.1 pero perdió el derecho a presentar el examen
por faltar 32 veces a clase durante el año. Aun si hubiera
asistido puntualmente, no habría podido presentar ni ese ni los
demás exámenes pues la epidemia de gripa que a finales de
octubre de 1918 causó 1.113 muertos en Bogotá, obligó a

4. Laureano Gómez era un profesor bisoño y tímido, joven ingeniero,


que se sonrojaba cuando los estudiantes le formulaban preguntas. Entrevista
telefónica con Gustavo Pradilla Pinto, julio 28 de 1987. Pradilla fue alumno
de ingeniería en 1919 y 1920.
5. En trigonometría, doce alumnos faltaron más veces a clase que Rojas
y 10 se ausentaron menos que él. “Calificaciones y Fallas 1918 a 1921”,
AFIUN.
Estudiante de ingeniería 31

clausurar los colegios y las facultades. La de matemáticas e


ingeniería resolvió prescindir de las pruebas que debían co­
menzar el 2 de noviembre y computó como calificación la
media anual6.
Rojas no volvió a la facultad. Mucho tiempo después
atribuyó el retiro a la muerte de su padre, ocurrida al finalizar
el primer año lectivo. Este deceso le habría impedido a su
familia continuar sosteniéndolo como estudiante7. En realidad
la situación patrimonial de su padre venía en picada desde por
lo menos dos años antes, cuando en 1916 se vio obligado a
hipotecar su casa de Tunja al sacerdote católico doctor Abigail
Morales a cambio de un préstamo de un mil quinientos pesos
oro, con interés de 1 y medio por ciento mensual.
Julio Rojas Jiménez no pudo en vida pagar el mutuo
—carga que cumplió su esposa— y ello explica que no haya
dejado herencia a sus hijos, pues la casa apenas sirvió para
pagar a quien le compró la deuda al párroco Morales, el mismo
que una vez reprendió a “Tatayo” por romper los cristales del
templo de Santa Bárbara8.
Las penurias económicas de la familia que acababa de
perder al padre sin duda pudieron pesar en la determinación

6. Talón de la matrícula No. 90, “Matrículas 1918”, y Acuerdo 5,


noviembre 2 de 1918, Consejo Directivo, “ Archivo 1918” , AFIUN; Fabio
Zambrano P., “ La gripa asesina del 18”, Lecturas Dominicales, El Tiempo,
diciembre 6 de 1987.
7. En 1959, cuando fue juzgado por el Senado, Rojas afirmó: “ Ingresé a
la escuela o facultad de matemáticas e ingeniería (sic)en el año de 1918 y por
la muerte de mi padre, acaecida el 8 de diciembre de ese año, solicité mi
ingreso a la Escuela Militar” . Anónimo, Rojas Pinilla ante e! Senado (Bogotá:
Editorial Excelsior, 1959), p. 548.
8. Hermencia Pinilla Suárez era más rica que su marido. Dejó, a su
muerte, el campo San Cayetano, en la vereda Monte Suárez, municipio de
Arcabuco, así como algunos animales; “un lote de terreno ubicado en
‘Chapinero’, jurisdicción de Bogotá” y un almacén de ropa en Tunja. La
señora Pinilla legó 100 pesos oro a la Iglesia de Santa Bárbara en Tunja,
destinados a la estatua de San Antonio, y 150 pesos para las Hermanitas de
los Pobres de Tunja. Ver escritura 204, junio 25 de 1927, notaría de Moniqui-
rá; y ff. 35-40,46-47, escritura 861, diciembre 20 de 1927, notaría 2’ de Tunja
(1927), tomo 4, protocolo, AHB.
32 El Jefe Supremo

del estudiante Rojas de abandonar la ingeniería e iniciar la


carrera militar, pues los cadetes eran todos, o casi todos,
becarios del gobierno, y por ende sus estudios y su sosteni­
miento corría por cuenta del erario. En 1918 la admisión a la
Facultad de Matemáticas e Ingeniería costaba 5 pesos, y 2
pesos más por la inscripción a cada uno de los cursos. Es decir,
el estudiante Rojas pagó en total 17 pesos por el primer año de
ingeniería9.
No era esta una suma elevada para la época. Los estudios
en las universidades oficiales colombianas han sido tradicio­
nalmente muy económicos. No era seguramente el costo de la
matrícula y de los cursos lo que no estaba al alcance de la
viuda de Julio Rojas Jiménez, sino los gastos de mantenimien­
to de su hijo. Estando en la Escuela Militar no era necesario
girarle el valor del arriendo del apartamento que compartía en
Bogotá con su hermano Carlos y con otro estudiante de medi­
cina, ni girarle suma alguna para la alimentación101.
Pese a todo lo dicho, existe una razón fundamental para
explicar la interrupción de los estudios de ingeniería de Rojas:
simple y llanamente, perdió el año, pues fue reprobado en tres
materias. Para continuar en la facultad debía repetir las mate­
rias que improbó ya que sólo se admitía la habilitación de una
o dos materias. Quien perdiera tres debía tomarlas de nuevo
durante el período lectivo siguiente sin que pudiera matricular­
se en ningún curso de segundo año11.
En conclusión, sí influyeron las estrecheces económicas
en el retiro de Rojas de la facultad de ingeniería, pero no menos
peso tuvo su mediocre rendimiento académico ese año de 1918.

9. Acuerdo 2, enero 28 de 1918, Consejo Directivo, Facultad de Mate­


máticas e Ingeniería, acápite “Acuerdos, Resoluciones y disposiciones varias
en 1918”, “ Archivo 1918”, AFIUN.
10. Jugando cartas en ese apartamento, algunos amigos se expresaron
mal de la Virgen. Rojas se levantó enfurecido y dijo que no permitiría ningún
escarnio contra la religión. Carlos J. Villar Borda, Rojas Pinilla (Bogotá:
Editorial Iqueima, 1953), pp. 36-37.
11. Artículo 57, Reglamento dictado por el Consejo Directivo el 2 de
enero de 1918, "Archivo 1918” , AFIUN. El reglamento fue aprobado por
decreto 481 de 1918, Diario Oficia!, marzo 25 de 1918.
3. Escuela Militar

Trece alumnos cursaban el cuarto año de estudios en la Escue­


la Militar en 1919. Cuando Gustavo Rojas Pinilla entró direc­
tamente a cuarto año, sin haber cursado ni primero, ni segun­
do, ni tercero, se creó un natural resentimiento entre los
cadetes. La superstición, sin embargo, pudo más que la hostili­
dad por el privilegio concedido a quien ingresaba al penúltimo
año. Se hablaba entre los trece cadetes que ese era número de
mal agüero y por ello la llegada del cadete catorce hizo desa­
parecer los temores. “ Se acabó el fucú” , dijeron. Pero no por
mucho tiempo, pues durante 1919 falleció de sífilis el cadete
antioqueño Gerardo Orozco, y de nuevo el curso de cuarto año
quedó compuesto por trece personas.
El ingreso de Rojas a un curso avanzado fue el primero de
los “saltos largos” de su carrera militar, como los describe el
general (r) Ricardo Bayona Posada, su compañero de escuela y
de armas. A Rojas lo ayudó su inclinación por las matemáticas
y el año de estudios que acababa de cursar —y de perder— en
la Facultad de Matemáticas e Ingeniería. Las matemáticas
constituían la materia más ardua de la Escuela Militar. Las
dictaba el “ negro” Aníbal Britto, un costeño, vestido siempre
de sacolevita y cubilete, que fue miembro del Congreso. “ Vio
que Rojas era aventajado alumno y no lo toteó” , recuerda
Bayona Posada, también cadete por esa época1.

1. Entrevista con el general (r) Ricardo Bayona Posada, junio 11 de


1987.
34 El Jefe Supremo

Apenas 67 cadetes se formaban en la joven Escuela, que


fue fundada en 1907 por el presidente Rafael Reyes, considera­
do el padre del ejército profesional de Colombia. Los intentos
anteriores de crear un ejército nacional —no un ejército liberal
o conservador como los del siglo pasado— habían fracasado.
Reyes contrató oficiales chilenos, que trasplantaron al país la
formación militar alemana que regía en Chile, y que también
organizaron la Escuela Superior de Guerra y la Escuela Naval
de Cartagena2. Elasta finales de la década de 1920 el ejército
nacional fue en América Latina, en proporción a la población
colombiana, el más pequeño y el que recibía menor porción del
presupuesto. La nómina militar de oficiales y soldados se
mantuvo entre 5 y 6 mil hombres desde el gobierno de Reyes
hasta el ocaso de la hegemonía conservadora y el ejército,
pobre y mal equipado, jugaba en la vida del país un papel
menos influyente que el de la Iglesia católica3.
Antes de la reforma militar de Reyes, los ascensos de los
oficiales nacían del favor y las influencias, la tropa era recluta-
da a la fuerza y por tiempo indefinido para vivir hacinada en
cuarteles desaseados, por la ausencia de cocinas el rancho de
soldados y oficiales era suministrado por las queridas que ellos
encargaran al efecto, las escuelas no existían, el estado mayor
era una especie de cuartel de inválidos, y el Ministerio de
Guerra no pasaba de ser una oficina política4. La postración
militar no se remedió, naturalmente, con la expedición de los
decretos de la reforma militar, habiéndose registrado los ma­
yores beneficios en la formación que impartía la Escuela Mili-

2. Eduardo Pizarro Leongómez, “ La Profesionalización Militar en


Colombia (1907-1944)”, Análisis Político, No. 1, mayo-agosto de 1987, pp.
22-23. Según otro autor: “La despolitización del ejército colombiano, dentro
de lineamientos convencionales y profesionales, fue benéfica para la nación,
porque tenía que inculcarse una mística para que las Fuerzas Armadas
pudieran ser algo más que facciones políticas en armas” . Russell W. Ramsey,
Guerrilleros y Soldados (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1981), p. 79.
3. Christopher Abel, Política, Iglesia y Partidos en Colombia (Bogotá:
Empresa Editorial Universidad Nacional, 1987), pp. 61-63.
4. Tomás Rueda Vargas, El Ejército Nacional (Bogotá: Imprenta y
Litografía de las Fuerzas Militares, 1969), pp. 15, 149-150.
Cadete Gustavo Rojas Pinilla (1919 ó 1920). El ingeniero Rojas P. el día del grado en Tri-State
~~ r* ,ss-*íí;"9-" ; College (diciembre de 1927). . ;■ , ..
36 El Jefe Supremo

tar. El escritor y cantor de la Sabana de Bogotá, Tomás Rueda


Vargas, defensor del ejército sin partido, anotó 27 años des­
pués de la reforma cómo la neutralidad política de la oficiali­
dad no fue bien vista por el conservatismo imperante en la
primera etapa del siglo XX, el cual se defendió dificultando el
acceso de los jóvenes liberales a los institutos militares y pre­
sionando a los oficiales liberales. En 1930 el ejército era conser­
vador en un 55 por ciento5. Hasta la expedición de la ley que
prohibió el sufragio militar —durante la administración de
Enrique Olaya Herrera— los soldados votaban ciegamente en
pelotones, una y dos veces en la misma elección, por los
candidatos escogidos por sus superiores6.
Recuerdos nada buenos de Rojas guarda Humberto Ba-
zzani, nieto de un empresario de teatro boloñés, y compañero
del boyacense durante 1919 y 1920 en la Escuela Militar, que
entonces funcionaba en el barrio de San Diego, donde poste­
riormente se construyó el Hotel Tequendama. Bazzani y Rojas
no simpatizaron. Bazzani era liberal, de familia liberal, condis­
cípulo de Jorge Eliécer Gaitán en la escuela primaria. Para él y
para los otros cadetes liberales, Rojas era sumamente político
y rezandero y aprovechaba para su propio beneficio el que los
oficiales y el gobierno fueran conservadores. “ Envidioso,
egoísta y sectario” , lo llama Bazzani, nieto y bisnieto, por rama
materna, de generales de la Independencia.
Los domingos, día de salida de los cadetes, se hacía en la
mañana una revista de aseo para verificar el buen estado del
uniforme y la presentación personal. Los cadetes debían exhi­
bir los guantes blancos de hilo ante el oficial antes de salir a la
calle. En varias ocasiones —de acuerdo con Bazzani— Rojas
se sustrajo de la cómoda los guantes de los compañeros, que el
domingo por la mañana los buscaban desesperadamente, por­

5. Ibid., p. 264. En la primera administración de Alfonso López Puma-


rejo, los conservadores se quejaron de la liberalización del ejército. En 1936
el comandante de la Cuarta Brigada en Medellin ordenó movilizar un mil
reservistas escogidos únicamente en pueblos liberales. Ver El Siglo, octubre
30 de 1949, p. 1.
6. La Linterna, enero 19 de 1915.
Escuela Militar 37

que sin ellos perdían el día de asueto. En el momento propicio


Rojas decía tener un par extra para la venta, al precio de sólo
diez centavos —equivalente a medio jornal de un obrero—,
que los cadetes pagaban forzosamente.
Rojas era un alumno inteligente —recuerda Bazzani—
que estudiaba poco, obtenía buenas notas y no gustaba de
ayudar a los compañeros en las tareas de matemáticas. Pero no
dudó en solidarizarse con ellos cuando Bazzani propuso que
para vengarse del instructor de caballería, el muy severo te­
niente Hernán Quijano, los cadetes debían echar a perder la
revista de bridón de los alféreces, en el Hipódromo Magdalena
y en los cerros de Bogotá. Quijano invitó a los oficiales de
caballería, ponderando las cualidades de sus cadetes en el arte
de la equitación. Adrede sus alumnos dejaban caer el florete y
cuando debían descender del cerro, se negaban a hacerlo,
alegando que estaban con guayabo, o que el caballo era muy
fiero, mientras abajo los oficiales invitados estallaban en risas7.
En cuarto y quinto años, el cadete Rojas ocupó el tercer
lugar entre trece alumnos y el 27 de noviembre de 1920 recibió
el grado de subteniente del ejército, ataviado, como se acos­
tumbraba, con uniforme confeccionado en Alemania8.
El director de la Escuela, coronel Luis Felipe Acevedo,
conceptuó con motivo de la graduación: “ El Subteniente Ro­
jas posee cualidades que hacen esperar que él llegará a ser un
magnífico oficial, apto, por su afición al estudio de las mate­
máticas, para la artillería”9.
Aparte de Rojas, su curso de trece alféreces dio cuatro
generales (Germán Ocampo, Rafael Rodríguez Bermúdez,

7. Entrevista con Humberto Bazzani, julio 13 de 1987.


8. Carlos J. Villar Borda, Rojas Pinilla (Bogotá: Editorial Iqueima,
1953), p. 42.
9. Hoja de vida 74943, f. 3, AMDN. En 1919 sus notas finales fueron:
historia universal (10), historia de Colombia (9), ciencias físicas) 10), ciencias
naturales (10), matemáticas (8), castellano (7), alemán (9), dibujo (10),
religión (9), lógica (8), química (10). En 1920: táctica (8), topografía (7),
conocimiento de armas (9), fortificación (8), organización militar (9), cono­
cimientos militares (7), matemáticas (10), alemán (9), historia militar (8),
radiotelegrafía (5).
38 El Jefe Supremo

Francisco Tamayo y Jorge Martínez Pérez), un coronel (Luis


Muelle Reyes), dos tenientes coroneles (Jorge Salcedo y Gusta­
vo Tavera García), cuatro mayores (Pedro González, Luis F.
Aguirre Plata, Carlos Vergara Puertas y José Manuel Uscáte-
gui), y un capitán (Humberto Bazzani)10.

10. Carlos J. Villar Borda, Rojas Pinilla, p. 43.


4. Oficial

Añeja tradición reglamentaria del ejército es la de calificar


anualmente los servicios del personal. El comandante lo hace
respecto de sus subalternos inmediatos y éstos en relación con
los inferiores que estén bajo su mando. La calificación, por
ende, proviene de un jefe que durante todo el año o durante
buena parte de él ha estado en contacto cercano, a veces diario,
con el calificado. Incluía, en la época del oficial Rojas, múl­
tiples aspectos, desde los estrictamente militares hasta la reli­
gión, los hábitos personales, la situación patrimonial, los ras­
gos del carácter. Debe ser conocida por el calificado, quien
usualmente firma un “enterado” en el documento, y puede
apelar ante el superior del calificador si encuentra términos y
conceptos que considera arbitrarios.
Indudablemente es una apreciación subjetiva del coman­
dante o superior. En la carrera militar de Gustavo Rojas
Pinilla las observaciones de sus calificadores constituyen una
fuente insustituible para conocer su personalidad.
La primera calificación de su carrera de oficial fue elabo­
rada por el comandante del Regimiento de Artillería Bogotá
No. 1 (hoy el Claustro de San Agustín en la carrera octava con
calle séptima de Bogotá), primer destino militar de su vida, en
el cual sirvió durante todo el año de 1921. Allí se lee: comunica­
tivo y tratable, agradable en su trato, buena memoria, le
gustan las matemáticas, administró con celo y honradez la
peluquería, buen jinete, subordinado pero le gusta discutir y
40 El Jefe Supremo

comentar las órdenes superiores que le imponen trabajo o


servicio, dictó una conferencia el 12 de octubre sobre el descu­
brimiento de América, “ trabaja apenas lo indispensable, sin
demostrar diligencia o marcado interés” .
Y en cuanto a la conducta: “ Buena. Se observa que es algo
desprendido del servicio por dedicarse a negocios particula­
res” . Agregó el calificador: “ Compró automóvil con el fin de
aprender a manejarlo, pero para el Regimiento esta iniciativa
resultó perjudicial porque se desprendía de los servicios de su
Batería” 1. Notable indicio sobre la temprana inclinación por el
dinero y los negocios de un oficial que aún no había cumplido
los 22 años. La compra de un automóvil en 1921, nuevo o
usado —cuando eran en Colombia un artículo de lujo, si no
una rareza, en momentos en que su familia no podía ayudarlo
económicamente— da a pensar que tal vez el desprendimiento
del servicio le reportó ganancias suficientes para adquirirlo.
Todo el año 1922 lo pasó Rojas en el Regimiento de
Artillería Tenerife No. 2, en Medellín. Fue en este año que
conoció a Carolina Correa Londoño, que ocho años después
sería su esposa. El comandante del regimiento lo encontró
“ reconcentrado, dominante, discutidor” , inconstante, algo
perezoso, “ ni trabajador ni estudioso” , honrado y buen admi­
nistrador, inteligente y de buena memoria, y le llamó la aten­
ción en tres ocasiones por ligerezas en su comportamiento, en
especial por ser duro en sus contestaciones o meloso en el trato
con los compañeros12.
El subteniente Rojas pasó casi todo el año 1923 en el
mismo regimiento de Medellín, hasta que en noviembre se
presentó, trasladado, al Regimiento de Infantería Ayacucho
No. 9, con sede en Manizales. Allí recibió su ascenso a teniente,
dictó matemáticas en la academia de oficiales, instruyó a los
reclutas y fue ayudante del general Marco Alzate, comandante
de la Quinta Brigada (entonces radicada en Manizales) y padre

1. Hoja de vida 74943, folios 5-7, AMDN.


2. Ibid., f. 8.
OficiaI 41

del político conservador Gilberto Alzate Avendaño. Fue su


último destino en el ejército, pues en junio de 1924, a solicitud
propia, se le concedió el retiro del servicio activo. Rojas viaja­
da poco después a los Estados Unidos a estudiar ingeniería3.

3. Ibid.. f. 9. Decreto 1109, junio 28 de 1924.


El estudiante de ingeniería Gustavo Rojas Pinilla aparece sentado al lado de un perro en
Tri-State College, Angola (Indiana) (otoño de 1927).
5. Estados Unidos

E n 1924 aún estaban en trámite los juicios de sucesión de


Julio Rojas Jiménez y de su esposa Hermencia Pinilla Suárez,
fallecidos en 1918 y en 1921, respectivamente.
Miguel A. Garavito y Julio César Rojas, el uno cuñado y
el otro hermano de Gustavo Rojas Pinilla, eran los abogados
encargados de tramitar los juicios. En abril de 1924 el teniente
Rojas Pinilla, de guarnición en Manizales, realizó un viaje a
Tunja, que aprovechó para designar a su hermano abogado
como administrador de sus bienes, que serían vendidos y el
producido colocado a interés para ser girado al lugar donde se
encontrara su dueño. Es posible que el teniente haya estado
pensando desde entonces en su viaje a los Estados Unidos.
En julio Julio César, con base en el poder, vendió al
también abogado José Joaquín Castro Martínez los derechos
de su hermano en ambas sucesiones por la suma de 500 pesos1.
Todo sugiere que Gustavo Rojas, antes que esperar la senten­
cia final, decidió ceder sus derechos para financiar así su viaje a
los Estados Unidos, que tuvo lugar en julio de 1924.

1. Escritura 213, abril 29 de 1924, notaría 1“ y escritura 379, julio 19 de


1924, notaría 1*, anexas a la escritura 861, diciembre 20 de 1927, notaría 2*,
que protocolizó ambos juicios sucesorios. Notaría 2' de Tunja, tomo 4,
protocolo (1927), AHB.
44 El Jefe Supremo

Castro Martínez, ministro de Guerra en el gabinete de


Eduardo Santos, aprendió a leer en las mismas bancas de la
Anexa de la Escuela Normal de Varones en que se sentó
Gustavo Rojas y de él fue amigo, así como de su hermano Julio
César2.
¿Qué llevó a Rojas a retirarse del ejército, donde su carre­
ra no encontraba tropiezo? El deseo de estudiar ingeniería. En
un memorial que presentó en 1931 ante el Ministerio de Guerra
señaló, refiriéndose a sus estudios:

D esd e antes de mi ingreso a la Escuela [M ilitar], había em pe­


zado m is estu dios de ingeniería en la Facultad N acion al, estu ­
d io s que continué luego cuando estaba en los Regs. ‘B o g o tá ’ y
‘T enerife’, de guarniciones en B ogotá y M edellín respectiva­
m ente. M i traslado a M anizales suspendió mis estudios, vién d o­
me precisado a solicitar mi retiro tem poral para term inarlos,
con la firm e resolución, com o explísitam ente [sic] lo m anifesté
en el m em orial de baja, de reincorporarm e al Ejercito una vez
obtubiera [sic] m i titulo de Ingeniero” 3.

Se puede admitir que el deseo de culminar la carrera de


ingeniero haya determinado el retiro del ejército. Empero, no
es exacto que durante los años de 1921 y 1922 Rojas hubiera
continuado, como oficial del ejército, sus estudios de ingenie­
ría, por lo menos si por estudios de ingeniería se entienden los
cursados en una facultad universitaria. Durante el año de 1921
no aparece matriculado en el libro de las matrículas de la
Facultad de Matemáticas e Ingeniería, única escuela de inge­
nieros que funcionaba en Bogotá.
En 1922, cuando Rojas vivió en Medellín, podría pensarse
que estuvo inscrito en la centenaria Escuela de Minas de esa
ciudad. Sin embargo, dos ingenieros que en 1922 se encontra­
ban en la mitad de la carrera en una facultad que en total no

2. Entrevista telefónica con Julia Escobar de Castro, agosto 10 de 1988.


3. Hoja de vida 74943, ff. 11-12, AMDN. Faltan varias tildes en el ori­
ginal.
Estados Unidos 45

contaba con más de 150 alumnos no recuerdan a Rojas como


condiscípulo vsuyo4. Por lo demás en 1922 sólo existían en
Colombia escuelas de ingeniería en Bogotá, Medellín y Popa-
yán5. Y un oficial que debe estar de servicio en el regimiento
—por algo se llamaba regimiento— sencillamente no tenía
tiempo de cursar simultáneamente una carrera universitaria.
Mucho menos tratándose de un oficial como Rojas, al cual su
superior le reprochaba desprendimiento del servicio para dedi­
carse no al teodolito sino a los negocios particulares. No se ve
qué pudo impulsar a Rojas a afirmar, en su memorial al
Ministerio de Guerra, que cursó estudios de ingeniería en 1921
y 1922. Al momento de firmar el memorial ya era ingeniero
graduado con experiencia y no era necesario aparentar unos
estudios que con toda probabilidad nunca realizó.
Más importantes aún son otras preguntas: ¿Qué lo llevó
a estudiar en un país extraño, cuyo idioma desconocía?6 ¿Por
qué, si quería graduarse de ingeniero, no estudió en Colombia?
No hay respuestas certeras. Tal vez no quería volver a la
Facultad de Matemáticas e Ingeniería, donde había perdido un
año. Parece que a los Estados Unidos viajó solo, que el viaje no
fue planeado conjuntamente con otros amigos, que no conocía
a nadie —ni pariente ni amigo— en los Estados Unidos y que
tal vez pensó en emigrar porque podría trabajar para pagar sus
estudios7. Parece, además, que desembarcó en Nueva York,
donde trabajó forrando botones en una fábrica. Pagaban por
número de botones forrados y Rojas, que era casi ambidextro,
supo emplear este atributo manual8.

4. Entrevistas telefónicas con Ismael Cadavid y Antonio Restrepo


Alvarez, julio 31 de 1987.
5. Entrevista telefónica con Peter Santamaría, julio 31 de 1987.
6. En 1959 Rojas afirmó: “ En las diferentes Facultades y colegios [de
los Estados Finidos] en que estudié obtuve, no obstante el poco dominio de!
idioma, las más altas calificaciones” . Senado de la República, Comisión
Instructora, El Proceso contra Gustavo Rojas Pinilla ante el Congreso de
Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1960), II, p. 490. (El subrayado no es
del original).
7. Entrevista con Carlos Rojas Correa, octubre 5 de 1987.
8. Entrevista con Ovidio Rincón, marzo 30 de. 1987.
46 El Jefe Supremo

Se desconoce si Rojas trabajó en otros oficios durante el


primer año de su estadía en los Estados Unidos. Desde su
partida de Colombia en junio de 1924 se le pierde el rastro
hasta septiembre de 1925, cuando se matriculó en la facultad
de química y farmacia del Detroit Institute of Technology en
Detroit, Michigan. Allí pasó el año académico 1925-1926,
culminándolo en junio de 19269. Fue muy probablemente en
este lapso cuando trabajó en una línea de ensamblaje de la
Ford Motor Co.10
En septiembre de 1926 Rojas se matriculó en Tri-State
College en Angola, Indiana, un pequeño pueblo de cinco mil
habitantes en la frontera con Michigan y Ohio, posición geo­
gráfica de la cual deriva su nombre (universidad de los tres
estados). Tri-State, pese a estar situada en una remota pobla­

9. El Detroit Institute of Technology, universidad privada fundada en


1891, se cerró en 1981.
10. En la biografía de Rojas publicada en 1953 por Carlos Villar Borda,
y que fue autorizada por él, se dice que estando Rojas en Angola, Indiana,
matriculado en Tri-State College, tuvo que ausentarse un trimestre por falta
de dinero y se dirigió a Detroit donde se puso el overol para poner tornillos a
piezas que pasaban por una correa rotatoria. Durante un año entero, relata
el libro, Rojas hizo el turno de medianoche a 8 de la mañana, dormía en el día
y de 5 a 10 p.m. estudiaba en la universidad. “Ni una sola vez llegué tarde a la
Universidad, ni una sola vez llegué tarde a la fábrica. Y ni una sola vez falté a
la fábrica, y ni una sola vez falté a la Universidad”. Es evidente que la
narración de Villar Borda contiene una contradicción: primero sostiene que
Rojas suspendió sus estudios en Indiana para trabajar en otro estado
— Michigan— y luego afirma que trabajaba de noche y empezaba a estudiar
al final de la tarde, lo cual podía ocurrir sólo si residía en una misma ciudad.
Carlos J. Villar Borda, Rojas Pinilla (Bogotá: Editorial Iqueima, 1953), pp.
49-50.
De esto es lícito deducir que Rojas trabajó en la Ford mientras estudiaba
en el Detroit Institute of Technology. Siendo presidente. Rojas manifestó a
un grupo de periodistas norteamericanos que en 1925-26 trabajó en una
fábrica de Ford en Detroit. Ver “ Impresiones de Charles Nutter sobre su
reciente viaje a Colombia” , agosto 25 de 1953, APR.
Por lo demás en Angola, Indiana, no existió por la época fábrica alguna
de automóviles. La más cercana, y no era de la Ford, estaba situada en
Auburn, Indiana, a más de 30 km de Angola. Entrevista telefónica con Bruce
Brinkley, junio 23 de 1987.
Estados Unidos 47

ción, contaba desde esa época con numerosos estudiantes


latinoamericanos —en 1921 se creó un club de estudiantes
hispanoamericanos— y de otras latitudes. Era, y es, conocida
especialmente por sus facultades de ingeniería y sus estudios,
sin ser descollantes, son considerados serios. En Angola Rojas
vivió, junto con Luis J. Díaz, otro estudiante colombiano, en
la casa de la viuda Helen Ritter. La carrera comprendía ocho
trimestres, es decir, 2 ó 3 años de estudios. Como la universi­
dad aceptó los cursos tomados por Rojas en la Facultad de
Matemáticas e Ingeniería, en la Escuela Militar y en e'1 Detroit
Institute of Technology, consiguió su diploma de ingeniero
civil en diciembre de 1927, después de haber cursado apenas un
año y un trimestre en Tri-State11. Sus excelentes notas oscila­
ron entre 90 y 98 sobre 1001112.
Fiel a sus creencias religiosas, Rojas asistía a misa los
domingos en el templo católico situado en las afueras del
pueblo13.

11. Carta de Jean P. Kensill, septiembre 21 de 1987.


12. Las calificaciones fueron gentilmente facilitadas por Carlos Rojas
Correa a uno de los autores.
13. En Tri-State también estudiaban los colombianos Guillermo Uribe
Lince, David Moreno, Abraham Robles y Arturo Uribe y el cubano Cosme
Villazuso. Ver Carlos J. Villar Borda, Rojas Pinilla, pp. 47-48 y leyendas de
las fotografías del libro. “El General Presidente Rojas Pinilla Civil Engi-
neering Gradúate of 1929 [sic]”, Tri-State College Bullelin, Vol. 70 No. 9.
(September, 1953), pp. 1-4.
M a y o r m é d ic o C a r lo s R o ja s P in illa y s u h e r m a n o G u s t a v o (1 9 5 4 )
6. Soapaga-Socha-Casanare

Después de su grado Rojas dijo haber seguido a Europa en


viaje de estudios, regresando de nuevo al país, “ todavía bajo la
idea sincera de servir al Ejército” 1. Así se refirió al período
inmediatamente posterior a la fecha de su grado como ingenie­
ro. No se sabe con precisión qué países visitó, qué estudios
realizó o si en efecto durante el primer semestre de 1928 se
dedicó a estudiar en Europa12. Estuvo sí en España visitando a
su hermano Carlos, que ya ejercía la medicina. Es de creer que
Gustavo haya pasado al menos una temporada en el pueblo de
Bellmunt de Ciurana, provincia de Tarragona, dado que allí su
hermano fungía de médico de unas minas de antracita. Existe
una fotografía de Carlos, su suegra y su esposa Luisa Vila
—embarazada— en que los tres visten ropa de invierno. La
foto, tomada en el pueblo, indica que a final del invierno o al
comienzo de la primavera de 1928 Gustavo se encontraba en la
localidad. Cuando en el verano de 1928 nació Carlos, el hijo de
Carlos y Luisa, la familia se había trasladado a Barcelona, y
para esa fecha Gustavo ya estaba de vuelta en Colombia.
Carlos Rojas Pinilla era muchas veces retraído. En cam­
bio, Gustavo dejó fama en la familia de persona agradable y

1. Memorial presentado por Gustavo Rojas al ministro de Guerra,


octubre 28 de 1931, hoja de vida 74943, folios 11-12, AMDN.
2. En una hoja de vida que presentó al Ministerio de Guerra en 1933,
Rojas insistió en que su viaje de 1928 a Europa fue de estudios. Ibid., f. 14.
50 El Jefe Supremo

afectuosa. Una señorita del pueblo se enamoró perdidamente


de él en cuestión de días y la esposa o la suegra de Carlos
tuvieron que disuadirla, diciéndole que Gustavo regresaba a
Colombia para casarse; lo cual naturalmente no dejaba de ser
cierto3.
Según el novel ingeniero, su regreso a Colombia se produ­
jo en julio de 1928, mes a partir del cual se empleó en la
construcción de la carretera Soapaga-Socha-Casanare4. En los
trabajos de esta vía situada en el departamento de Boyacá

3. Cartas de Carlos Rojas Vila, octubre 19 de 1987 y julio 26 de 1988.


Rojas Vila, premiado novelista español, recuerda sobre su padre: “En Espa­
ña se afilió a la masonería y terminada la guerra civil en casa quemaron la
documentación pertinente, temerosa mi madre de que la encontrasen en
algún registro los cruzados victoriosos. Mi impresión personal es que sería
apolítico, aunque fundamentalmente ‘hombre de izquierdas’. Recuerdo ha­
ber oído contar que en Bellmunt, cenando una noche con el propietario de
las minas, expresó su horror ante el hecho de que los hijos de los mineros
empezasen a trabajar en la antracita a los doce años. Repuso el dueño de
todo aquello: ‘Tiene usted razón y cuando yo era joven, no andaba lejos de
pensar así. Pero si educásemos a estos niños, ¿quién bajaría mañana a las
minas?’. Así, tal como suena y sin comentarios por mi parte. País”.
Y añade: “...mi padre era entonces un librepensador, procedente de una
familia religiosa y desde luego arruinada. Por lo que decían mi madre y mi
abuela, conservaba de Tunja la acaso inevitable y un sí es no es proustiana
memoria de la arcadia perdida”.
Su padre, agrega, tenía una inclinación intelectual más notable que la de
su tío. Traducía a Baudelaire, pintaba y dibujaba. En el gobierno militar,
señala, fue nombrado embajador en España pero el régimen de Franco no
lo aceptó por haber sido masón y por ello inventaron, a modo de compromi­
so, que sería embajador volante en Europa. Carlos Rojas Pinilla se había
divorciado de su esposa en 1935, regresando a Colombia el año siguiente, sin
ver nunca más a su hijo. Falleció el 6 de agosto de 1954.
(Carlos Rojas Pinilla fue nombrado oficialmente, en el gobierno de su
hermano, para los cargos de ministro consejero y encargado de negocios a.j.
en la embajada de Colombia en Madrid. Ver decretos 1683 y 2210 de 1953).
4. Hoja de vida 74943, f. 14, AMDN. En la vía se trabajó por lo menos
desde 1925 y hasta 1930. Ver tomo 3433, ff. 62 y 64; tomo 3304, f. 479,
AMOPT. Sin embargo, el período de construcción más intenso tuvo lugar en
los años 1928 y 1929, época en que Rojas fue contratado como ingeniero de
esta carretera departamental. La vía partía de un punto sobre el ríoSuapaga
o Soapaga situado a 14 km al norte del municipio de Belén, pasaba por Socha
Soapaga-Socha-Casanare 51

estuvo ocupado hasta diciembre de 19295. Luego se encaminó


a Vélez, localidad situada al sur de Santander, cerca a la
frontera con Boyacá. Allí residía su hermana mayor Ana
Elvira (“ Anita” ), casada con el abogado Miguel A. Gara vito6.
El prefecto de la provincia de Vélez encargó un día a su
auxiliar para que encontrara un ingeniero que estuviera dis­
puesto a trabajar en la construcción de la carretera Vélez-
Chipatá. El auxiliar le ofreció el puesto a Nicolás Rivera, de
Vélez, el cual manifestó que no podía aceptar porque no era
graduado. Se encontró entonces en la plaza del pueblo con el
abogado Garavito, el cual le sugirió el nombre de su cuñado.
El auxiliar de la provincia recuerda que él mismo envió un
martes el telegrama a Rojas, con el siguiente texto: “ Aceptaría
cargo ingeniero carretera Vélez-Chipatá asignación mensual
trescientos pesos su servidor José Villafradez” . Rojas respon­
dió que el viernes siguiente estaría en Vélez. Efectivamente

y debía transmontar la cordillera por el boquerón de Granados para encami­


narse a Támara (Casanare) por la hoya del Pauto. En dos años se explanó la
sección hasta Socha, se colocaron 3 puentes y a partir de 1930 el interés en la
obra decayó. Se invirtieron pocos pesos en ese año y fue luego semi-
abandonada cuando sólo estaba listo un trayecto de 30 km sobre la longitud
total de 135 km de Belén a Támara. Ver Anónimo, Caminos y Carreteras
Nacionales, Informe del Ingeniero Enrique Cribe Ramírez, Director General
del Ramo, Anexo a la Memoria del Ministro de Obras Públicas al Congreso de
1930 {Bogotá: Imprenta Nacional, 1930), pp. 248-50.
5. Durante el juicio ante el Senado, en 1959, Rojas refirió, en el intento
de refutar los cargos de sectarismo político, la siguiente anécdota. El minis­
tro de Obras Públicas, Sotero Peñuela, le mandó una carta de recomenda­
ción para que nombrara inspector de la vía Soapaga-Socha-Casanare, en
lugar de un liberal que ejercía el puesto, a un coronel chiquinquireño de
apellido Páez, conservador pero incompetente para el empleo. Rojas dijo
que no lo nombró, salvo cuando Páez volvió con una orden del ministro, a lo
cual le contestó que obedecía la orden y que como no podía desempeñar el
cargo se fuera para la casa y regresara cada mes a cobrar el sueldo. “ En esta
forma de completa independencia”, anotó Rojas, “y completamente alejada
del campo político, empezaba yo mi carrera de ingeniero civil” . Senado de la
República. Comisión Instructora, El proceso contra Gustavo Rojas Pinilla
ante el Congreso de Colombia, II, pp. 491-92.
6. Entrevista con Blanca Garavito Rojas de Avila, agosto 29 de 1987.

Biblioteca "Darío
52 El Jefe Supremo

llegó un viernes, vestido de gris, y se posesionó ante el prefecto,


coronel Martín Rojas García7.
Todos estos detalles que el auxiliar del prefecto archivó en
su memoria con tanta precisión debieron ocurrir en enero de
1930, o al menos en ese mes se dio comienzo a los trabajos de la
carretera, que se prolongarían durante un año y medio. Se
trataba de una vía construida por el departamento que, como
otras, fue entregada, a su terminación, al Ministerio de Obras
Públicas, a cambio de una subvención pagada por la Nación.
Es una carretera corta, porque Vélez y Chipatá son pueblos
muy vecinos en el mapa: la vía mide exactamente 9.840 metros
de longitud, contados desde la esquina norte de la plaza de
Vélez hasta la esquina sur de la plaza de Chipatá8.
A poco de estar radicado en Vélez, Rojas fue a casarse a
Medellín con la novia que conoció en 1922 cuando estaba de
regimiento en la capital de Antioquia y con la cual se carteó
por varios años durante su ausencia en el ejército, en los
Estados Unidos y en Europa, sin que en el ínterin de ocho años
hubiera tenido, que se sepa, otras novias9. El 10 de mayo de
1930 en la Capilla de San José, de los Hermanos Cristianos, el
padre Roberto Pardo casó a Gustavo Rojas Pinilla, “natural de
Tunja y vecino de Vélez” , con Carolina Correa Londoño, hija
de Emilio Correa y Emilia Londoño. El matrimonio se celebró
en una fecha que volvería a ser significativa en su vida, pues fue
otro 10 de mayo (en 1957) cuando Rojas perdió el poder,
nombró una Junta Militar y abandonó el país.
Carolina —así figura en la partida de matrimonio10, pero
es la misma doña Carola— se fue a vivir a Vélez con su esposo.
Se instalaron en una casona, que en 1987 estaba ocupada por la
Escuela del Centenario, un instituto de primaria. Durante su
ausencia nupcial, Rojas pidió al trabajador Severo Camacho, a

7. Entrevista con José Villafradez, julio 18 de 1987.


8. Tomo 3440, ff. 65, 66, 68, 127-128, 149-150, AMOPT.
9. Nadie presentó a Gustavo y Carolina; se conocieron en la calle.
Entrevista con Carlos Rojas Correa, octubre 5 de 1987.
10. Hoja de vida 74943, f. 46, AMDN.
Soapaga-Soeha-Casanare 53

la sazón un mozo de 19 años, que le cuidara la casa, dos muías


y una vaca. De Medellín regresó Rojas

...con d oña Carola y con dos cocineras an tioq ueñas muy


bonitas. Eso fue en la casa donde queda la Escuela del C entena­
rio. A mí me daba pena saludar a doña C arola porque era muy
pretenciosa. Y resulta que una de las dos cocineras me gustó.
M adrugué, ordeñé la vaca y traje la leche y la leña com o a las
seis de la m añana. Me dijeron que desayunara en la casa y me
sirvieron en la loza del general. Yo me senté y desayuné. En ese
m om ento llegó doña Carola y le reclam ó a la m uchacha: “¿Por
qué le sirve al m uchacho en la loza que com em os?” Y o dejé de
com er y me fui al patio cerca a la alcoba donde ellos dorm ían.
C uando el general se levantó le dije que me arreglara que me
iba. El me preguntó que por qué me iba y me dijo que yo no
podía dejarle abandonada la casa hasta que no consiguiera un
reem plazo. Yo le dije: “ D octor, cierto que soy pobre pero no me
le hum illo a nadie. D octor, la señora Carola me sorprendió
com iend o caldo en un plato donde com en ustedes, ella no me
dijo nada pero regañó a la m uchacha y por eso me v o y ” . En esas
se levantó doña Carola y el general le dijo que por qué había
regañado a la m uchacha y le dijo: “ Yo a ese m uchacho lo estim o
m ucho y cuando él me lleva de com er [a la carretera] com em os
en un solo porta [com idas]” . D oñ a C arola dijo: “ Y o no sabía
que usted estim ara tanto a ese m uchacho, dígale que no se
v a y a ” . Y o insistí, el general me pagó com o que 17 pesos y me
fui. Y o siempre seguí estim án dolo con el m ism o cariñ o11.

Rojas relataría muchos años después que en Vélez recibió


presiones para sustituir al personal liberal de la vía por “ fichas
políticas” conservadoras, a lo cual se opuso. Con esa actitud,
sostuvo, se pudo terminar la carretera: “ ...en la provincia de
Vélez se hablaba de la imparcialidad con que procedía el
ingeniero Rojas Pinilla” 112.

11. Entrevista con Severo Camacho, julio 17 de 1987.


12. El Proceso..., II, p. 492.
54 £7 Jefe Supremo

La escasa distancia entre Vélez y Chipatá tuvo que ser uno


de los factores que le permitió al ingeniero Rojas dictar, simul­
táneamente con su puesto de empleado departamental de ca­
rreteras, el curso de álgebra en el Colegio Universitario de
Varones de Vélez. En noviembre de 1930 el “ Profesor Señor
Dr. Gustavo Rojas Pinilla” calificó los exámenes finales de la
materia en ese colegio que, pese a su nombre, no es ni era una
universidad sino un colegio de bachillerato. En mayo de 1931
el doctor Rojas Pinilla asistió a la “competencia oficial regla­
mentaria” , en que algunos alumnos eran sorteados para resol­
ver temas especiales. Después de escuchar a dos estudiantes
disertar sobre la historia de China y de Persia, el profesor de
álgebra sometió varias ecuaciones a otros dos alumnos, que
fueron calificados con notas de 5 y 413.
Aunque Rojas indicó en un breve curriculum vitae, prepa­
rado por él mismo, que trabajó en la carretera Vélez-Chipatá
entre enero de 1930 y julio de 1931, es factible que en realidad
la parte final de ese período haya estado desempleado. Así se
deduce de un telegrama que el secretario de Hacienda de
Santander le dirigió en abril de 1931, con toda probabilidad en
respuesta a uno del ingeniero. El secretario le agradeció, en
tiempo pasado, los servicios hábiles y correctos que prestó en
la vía y le prometió ocuparlo nuevamente a la primera oportu­
nidad “ ya que situación fiscal no permítenos hacerlo inmedia­
tamente” 14.

13. Actas de conferencias y exámenes, 1930-31. sin foliación, Colegio


Universitario de Varones, Vélez. El hijo menor de Rojas cree que las clases
las dictó su padre más por el sueldo que representaban que por afición a la
docencia. Entrevista con Carlos Rojas Correa, octubre 5 de 1987.
14. Telegrama de Rodolfo Azuero, secretario de Hacienda, a Rojas,
abril 9 de 1931, hoja de vida 74943, f. 10, AMDN. El gobernador de
Santander pidió al ministro de Obras Públicas a finales de agosto de 1931 que
recibiera la carretera, cosa que el Ministerio hizo sólo después de comprobar
que fue terminada antes del 1 de julio de ese año, fecha limite dispuesta en la
ley 88 de 1931 para que la Nación pudiera reconocer la subvención a los
departamentos. Esto sugiere que el ingeniero Rojas pudo haberse quedado
sin puesto algún tiempo antes del 1 de julio de 1931. Ver tomo 3440, ff
127-128 y 149-150, AMOPT.
Soapaga-Socha-Casanare 55

Entre tanto, el 20 de julio de 1931 nació en Vélez Gustavo


Emilio Rojas Correa, el primer hijo de la familia, bautizado allí
mismo unos días después, en presencia de los padrinos Carlos
Correa —su tío— y Emilia Londoño viuda de Correa —su
abuela15—. Con motivo del nacimiento de Gustavo, fue a vivir
con la familia a Vélez la tía “ Lala” , Marta Correa Londoño,
una hermana mayor de Carolina que se quedó soltera y que
pasó prácticamente toda su vida con los Rojas Correa16.
De los años de Vélez, Rojas Pinilla adquirió también el
hábito de hablar rápido, que lo hizo acuñar una expresión muy
suya que lo acompañó toda la vida y que se le escapaba aún en
sus campañas presidenciales: “ pompigamos” o “pompliga-
mos” , en lugar de “ por ejemplo digamos” . Para todo recurría
a la expresión, que se convirtió en el apodo que le puso Jacobo
Palomino, administrador de su finca en el Carare17.

15. Hoja de vida 74943, f. 45, AMDN.


16. Entrevista con Carlos Rojas Correa, octubre 5 de 1987.
17. Entrevistas con Mery Palomino de Cadena, julio 17 de 1987, y
Carlos Rojas Correa, octubre 5 de 1987.
Entrada a la finca “Las Flores” , que Rojas vendió en 1953 (foto tomada en
1987).
m m .

Padre Ernesto González, misionero de Yarumal; Jesús Gómez, finquero de


Vélez; Jacobo Palomino, administrador de la finca de Rojas Pinilla; y
Gustavo Rojas Pinilla (Plaza de Landázuri, aprox. 1951).
7. Carretera del Carare

Vélez (Santander). 5 de febrero de 1891. 5 p.m.


En la plaza “ Llano del Presidente” se reunieron el prefec­
to de la provincia, el coronel Wenceslao Camacho Ariza (con­
tratista del camino del Carare) y “ más de veinticinco caballe­
ros honorables de esta y otras poblaciones, la guarnición,
el constructor Dr. Eusebio Morales y numerosa concurrencia y
cuerpo de trabajadores” , con el fin de instalar los trabajos
preparatorios de la Compañía Empresaria del Camino del
Carare. Se leyeron los telegramas del ministro de Fomento y
del gobernador de Santander que autorizaron al prefecto para
presenciar la instalación de los trabajos. Luego el coronel
Camacho Ariza solicitó y obtuvo permiso del prefecto para
leer un manifiesto que empezaba así:

Señores
Bajo la protectora mirada del A ltísim o, dam os principio y
declaram os solem nem ente em pezados en este día los trabajos
del C am ino de Vélez al río Carare.
Este día será fasto entre los anales históricos de la Provin­
cia de V élez y las futuras generaciones lo recordarán agradeci­
das. En efecto, la ruta que hoy iniciam os y que no m uy tarde
estará al servicio del público con la navegación anexa del rio
Carare por vapores, enlazará esta ciudad que tan rico porvenir
tiene, si sus hijos despiertan del m arasm o, profundo sueño en
que duerm en, con el M agdalena, hilo de plata y grande arteria
58 El Jefe Supremo

com ercial de C olom bia. Vélez enlazada al M agdalena, es un


puerto sobre este río, o mejor dicho será una ciudad m arítim a1.

Discurso grandilocuente, soñador y efímero. Vélez, an­


clada en la cordillera a 2.133 metros de altura, sólo podía ser
puerto marítimo en la geografía de la hipérbole. El camino
sólo se dio al servicio del público quince años después de leído
el manifiesto en la plaza pública. El coronel soñó pero casi no
construyó. Wenceslao Camacho Ariza —bebedor, jugador y
fumador— perdió, jugando al dado, sus grandes tierras en la
región12. Y por impericia y desapego al trabajo echó a perder las
esperanzas de comunicar a Vélez con el Magdalena. El camino
se tornó en desilusión.
En 1896 estaban listas sólo 3 leguas sobre el total de 22 que
debían construirse3. Al año siguiente se creó, con el mismo
nombre, una nueva Compañía Empresaria del Camino del
Carare4. Sin discursos, sin actos de instalación, sin inaugura­
ciones, acometió a todo vapor la terminación del camino al
punto que al cabo de dos años largos entregaron la octava
legua. Es posible que hubieran podido concluir a tiempo las 22
leguas (110 km) que comprendía todo el camino, pero entre

1. Tomo 376, folios 55-57, AMOPT.


2. Entrevista con Pastor Virviescas Rocha, septiembre 24 de 1987.
3. El extranjero Jorge Brisson, ingeniero oficial del Ministerio de Ha­
cienda —el de Obras Públicas no existia— , inspeccionó en 1896 la vía y
rindió al ministro un informe negro: “No se verdaderamente como llamar
este trabajo. La via serpentea, flanquea, baja, sube, sin razón, ni orientación,
ni lógica, ni sentido común, al través de los cerros, de los peñascos, de las
lajas, de los derrumbes, de los volcanes, y de las palizadas” . Brisson concluyó
que los dueños de la compañía no podrían terminar la obra por su inexpe­
riencia y porque “todo el trabajo de ellos es el resultado de la ambición
personal y del lucro”, y porque no abrieron las colonias agrícolas a que
estaban obligados, aunque sí sembraron café y cacao a la orilla del camino
“con interés particular y por puro interés personal y de especulación”.
Brisson aconsejó, no obstante, que el camino debía construirse, por ser muy
popular en el país, como calmante de los ánimos políticos y como fuente de
ocupación a “muchos vagamundos y holgazanes que son en gran número
principalmente en la Provincia de Vélez”. Ibid., ff. 200-202.
4. Ibid., f. 241.
Carretera del Carare 59

octubre de 1899 y abril de 1903 la guerra civil —después


llamada de los Mil Días— obligó a interrumpir las actividades.
El camino fue ocupado alternativamente por fuerzas del go­
bierno y de la revolución. No se podía mantener a los peones en
el lugar. En plena guerra, no se podía llevara las obras dinami­
ta, pólvora, machetes y herramientas, elementos que se habían
tornado de comercio prohibido o de uso peligroso5.
En 1906 ya transitaban recuas de hasta 60 muías cargadas
en las once leguas de camino entre Vélez y Landázuri y se
trabajaba en la sección faltante hasta Puerto Aquileo (luego
rebautizado Puerto Parra). El plazo para culminar la obra
venció en 19076. Se cumplió así el viejo sueño de abrir un
camino moderno —para la época— con el fin de comunicar a
Boyacá y el sur de Santander con Antioquia y con el exterior7.
Fue tanta la demora en la culminación del camino de
herradura — 17 años— que una década más tarde empezó a
sentirse la necesidad de una carretera8.
Así pasaban las cosas cuando se pensó en la Carretera del
Carare, que partía de Tunja, tocaba a Moniquirá, llegaba a

5. lbid., ff. 241, 432, 442-444, 479-480.


6. lbid., ff. 501-502, 479-480.
7. Desde la conquista existía un viejo camino que saliendo de Vélez
pasaba por Cuevas, Flórez y Landázuri para llegar a San Fernando, sobre el
río Carare. Gonzalo Jiménez de Qüesada y sus tenientes al penetrara Bogotá
tomaron las hoyas del Opón y del Carare y remontaron la cordillera por el
municipio de La Paz (Santander). El virrey Teniente General Don Manuel
Antonio Flórez en 1776 viajó de Cartagena a Bogotá por el viejo camino del
Carare. Grandes esperanzas existían sobre el camino nuevo, que acortó las
distancias para importadores y exportadores. En comparación con la ruta
obligada hacia Barranquilla, que pasaba por Honda, el camino de herradura
por el Carare acortaba 100 y 120 leguas, respectivamente, la distancia que
debían recorrer las cargas de café, cueros, caucho y quina que se exportaban
de Chiquinquirá y Socorro, lbid., ff. 395-417.
8. Durante las primeras tres décadas del siglo XX los ferrocarriles
constituyeron el principal ramo de las vías de comunicación. El atraseven
materia de carreteras lo descubre este hecho: cuando se creó en 1905 el
Ministerio de Obras Públicas, el primer ministro, Modesto Garcés, contrató,
tumo una vía importante de la época, la que comunicaba a Bavaria con
( hapinero, primer tramo de la Carretera Central del Norte, que posterior­
60 El Jefe Supremo

Vélez y finalizaba en Puerto Berrío. Durante el gobierno del


presidente Miguel Abadía Méndez (1926-30) la ruta Tunja-
Vélez (92 km) era servida por empresas de transporte y se dio
inicio —inicio lento, contando sólo con 60 ó 70 trabajadores—
a las obras de Vélez a Landázuri9.
Las obras de Vélez hacia Puerto Berrío progresaron y se
concluyeron en pocos años gracias a la firmeza de Alfonso
Araujo, uno de los ministros de Obras Públicas del régimen
liberal de Enrique Olaya Herrera. Araujo elaboró un Plan
General de Carreteras que comprendía cuatro:
— Carretera Central del Norte (Bogotá-Cúcuta)
— Carretera a Pasto (trayectos Popayán-Pasto y Pasto-
E1 Diviso)
— Carretera del Carare y
— Carretera Neiva-Garzón101.
Fue tan nítido el avance de los trabajos que de los 60 ó 70
peones durante el gobierno de Abadía Méndez se pasó a un
promedio de 955 en abril de 1932 y a 1.327 seis meses más
tarde11. El trazado siguió, en lo fundamental, el camino de
herradura que comenzó a construir el coronel Wenceslao Ca-
macho Ariza. Un cadenero que trabajó en la vía —con jornal
de 25 centravos— recuerda que en muchos tramos se tumbaba
monte para ensanchar el camino de herradura12.

mente sería apenas una arteria más de Bogotá. En la segunda y tercera


décadas de este siglo continuaron construyéndose más ferrocarriles que
carreteras. El predominio de las vías férreas fue cediendo en la década de
1920, ante la creciente importación de automotores.
9. Tomo 368, ff. 371, 148-150, AMOPT.
10. Alfonso Araujo, Memoria que presenta el ministro de Obras Públicas
a! Congreso Nacional en las sesiones ordinarias de 1932 (Bogotá: Editorial
Minerva, sin fecha de impresión), pp. 33, 38, 42.
11. Tomo 4151, ff. 183-84, 205, AMOPT.
12. Entrevistas con Pastor Virviescas Rocha, julio 10 y septiembre 24de
1987.
Carretera del Corare 61

Entre militar e ingeniero

En un currículum vitae presentado al ejército en 1933


Gustavo Rojas Pinilla anotó que su nombramiento como inge­
niero de la primera comisión organizada por el Ministerio de
Obras Públicas para el trazado y localización de la Carretera
del Carare ocurrió en agosto de 1931, es decir, el mes siguiente
al nacimiento de su primogénito. En puridad no fue esa la
primera comisión, como que en el gobierno de Abadía Méndez
otros ingenieros tuvieron a su cargo la misma misión.-Y Rojas,
que en el primer semestre de 1931 cesó en funciones como
ingeniero de la carretera Vélez-Chipatá, sólo fue nombrado en
octubre de 1931 como ingeniero segundo ayudante de la comi­
sión de trazado y localización de la Carretera del Carare, con
sueldo de 130 pesos mensuales13.
¿Por qué, teniendo en el bolsillo el nombramiento de
ingeniero, solicitó Rojas el 28 de octubre de 1931 su reincorpo­
ración al ejército? No es fácil precisarlo, y menos ante la
siguiente afirmación contenida en el memorial que presentó al
Ministerio de Guerra:

A ctualm ente trabajo en ese m ism o D epartam ento [San­


tander] con bastante éxito en trabajos particulares, de manera
que mi d eseo de volver al Ejército no se funda en que tenga
necesidad pecuniaria de él, sino únicam ente por el cariño que
guardo a la Institución y por sanas intenciones de poner a su
servicio los con ocim ien tos adquiridos en mis años de estudio, y
bajo la seguridad de que pueden ser aprovechados en las distin­

13. Hoja de vida 74943, f. 14, AMDN. Decreto 1764,octubre 3de 1931,
Diario Oficial, octubre 8 de 1931. Los demás miembros de la comisión
fueron: Luis Ernesto Perdomo (ingeniero-jefe), Julio Sanclemente Soto
(ingeniero primer ayudante) y Alberto León Gómez (ingeniero tercer ayu­
dante). El contrato con el Banco de la República que proveyó de fondos al
gobierno para su Plan General de Carreteras se firmó en diciembre de 1931 y
es de presumir que sólo a partir de 1932 la Carretera del Carare recibió un
fuerte impulso.
62 El Jefe Supremo

tas actividades que se rozan de m anera tan directa con el


adelanto de la In stitu ción 14.

¿Cuáles eran esos trabajos particulares? ¿Acaso Rojas no


tenía interés en trabajar en la Carretera del Carare para la cual
había sido nombrado? ¿Era su familia la que quería alejarse de
Vélez y veía en el ejército la vía de salida? No se conoce el motivo
que llevó a Rojas a pedir de nuevo el ingreso al servicio activo.
Se sabe sí que el Ministerio de Guerra no aceptó su petición. El
ingeniero pedía que se le reconocieran como tiempo de servicio
en el ejército los años empleados para conseguir el título de
ingeniero:

Mi ingreso al Ejército con el grado de Teniente o antigüe­


dad que tenía cu an do me retiré, no com pensaría el sacrificio
pecuniario que representa el ab and ono de mi profesión de
ingeniero, ni permitiría beneficiarm e en form a alguna por el
tiem po de estudio consagrado a mi mejor preparación15.

La respuesta del Ministerio fue negativa en cuanto los


estudios no se realizaron en academia militar sino en universi­
dad civil y en cuanto el solicitante perdió la antigüedad por
ausencia de más de 7 años, muy superior al plazo de un año
previsto en la ley para conservarla16.
Durante once meses —hasta agosto de 1932— trabajó
Rojas en la sección Vélez-Landázuri17. Como miembro de la
comisión de trazado y localización debía señalar, junto con los
demás ingenieros, la ruta que seguiría la carretera. Otra comi­
sión —la de construcción— se encargaba de hacer la vía. Un
ingeniero visitador enviado a la región por el Ministerio de
Obras Públicas en octubre de 1932 anotó que pese a los avan­
ces alcanzados dudaba que la sección Vélez-Landázuri estuvie­

14. Hoja de vida 74943, fT. 11-12, AMDN.


16. Ibidem, resolución sin número, diciembre 5 de 1931.
17. Nóminas 33041, 33051, 32578, 30712, 32151 y 32190, AMOPT.
Carretera del Carare 63

ra lista a finales del año con explanación, manipostería y


afirmado. El ingeniero criticó la comisión a la cual pertenecía
Rojas pues en su opinión “ los trabajos entregados a la cons­
trucción son defectuosos y revelan poco cuidado. Es mi opi­
nión que el jefe de una localización debe ser un ingeniero de
reconocida competencia y práctico en construcción, trazado y
localización; el actual jefe [Julio Sanclemente Soto] sería un
magnífico primer ayudante” 18. Este concepto no produjo, sin
embargo, cambios en la comisión de localización, que con los
mismos ingenieros se ocupó, a partir de septiembre de.1932, de
la sección final: Landázuri-río Magdalena19.
Cuando nació —el 6 de octubre de 1932— Eugenia Rojas
Correa, su padre se encontraba por lo tanto alejado de Vélez,
pues Landázuri está separada 55 kilómetros de la antigua
capital de la provincia. Con el nombre de Eugenia fue bautiza­
da en la parroquia de Vélez el 8 de noviembre siguiente, siendo
padrinos su tío paterno el médico Carlos Rojas Pinilla y su tía
materna Marta Correa Londoño20.
La carretera se construía en medio de grandes dificulta­
des. No se contaba con maquinaria pesada. De hecho, las
muías eran tan esenciales como el millar de peones, pues sobre
ellas y sobre otros semovientes se transportaban herramientas,
víveres y materiales de construcción. Algunas muías tenían
nombre propio (Avión, Ferrocarril, Cachifo, La Peña, La
Nutria, La Joya, etc.) y cuando escaseaban o se agotaban
físicamente los ferrocarriles transportaban animales de re­
puesto desde distintos departamentos21.
La anemia tropical, el paludismo y la fiebre perniciosa
derrotaron a más de uno en el Carare. El ingeniero visitador
del Ministerio de Obras Públicas encontró alrededor de 100

18. R. Burbano, ingeniero visitador, al ministro, octubre 6 de 1932,


tomo 4138, ff. 231-235, AMOPT.
19. Nómina 32422, AMOPT.
20. Hoja de vida 74943, f. 44, AMDN.
21. Alfonso Araujo al administrador de bienes nacionales, octubre 16
de 1933, sin número de folio; acta de entrega de muías en Puerto Berrío,
octubre 28 de 1933, tomo 8336, sin número de folio, AMOPT.
64 £7 Jefe Supremo

enfermos de úlcera, paludismo, tifoidea y accidentes de traba­


jo, es decir, un 7 por ciento de los trabajadores adscritos a la
carretera. Atendidos en los hospitales de Vélez y del puesto de
Hernández “ la mayor parte de ellos permanecen en el piso sin
abrigo alguno” . Los 200.000 comprimidos de quinina, medica­
mento febrífugo otrora muy empleado, que el Ministerio com­
pró exclusivamente para el servicio de los obreros de la Carre­
tera del Carare, en el último año de los trabajos, atestiguan
sobre los estragos del paludismo o malaria22.
Al concluir el gobierno de Olaya Herrera, el ministro de
Obras Públicas, Alfonso Araujo, mostró que en casi tres años
se terminaron las vías incluidas en el Plan General de Carrete­
ras, entre ellas la del Carare23.

Finca en el Carare

Rojas se hizo en 1930 a la finca Las Flores, situada a diez


kilómetros de Landázuri sobre la vía a Cimitarra24. Construyó
una casa modesta, con embarcadero de ganado, marranos y
pollos, yen 1930 contrató a Jacobo Palomino, que habría de ser

22. Tomo 4138, f. 234; ministro de Obras Públicas a la Junta de Control


de Cambios, octubre 7 de 1933, tomo 8336, sin número de folio, AMOPT.
23. De Vélez a Landázuri la carretera se hizo con ancho de 7 metros en
su casi totalidad. En cambio de Landázuri a Puerto Berrío era una vía de
media banca, es decir de 4 metros de ancho. Alfonso Araujo, Memoria del
ministro de Obras Públicas al Congreso Nacional 1934 (Bogotá, sin pie de
imprenta), p. IX; Alfonso Araujo, Memoria que presenta el ministro de Obras
Públicas al Congreso Nacional en las sesiones ordinarias de 1933 (Bogotá:
Editorial Santafe, 1933), p. 16.
24. En realidad se trataba de dos predios contiguos, Las Flores y San
Rafael, cada uno de aproximadamente 200 hectáreas de superficie. Eran
ambos baldíos y en 1949 cuando se los adjudicó el Ministerio de Agricultura
los había explotado económicamente durante 19 y 15 años respectivamente.
Las Flores le fue adjudicado a Carola Correa de Rojas y San Rafael, a
Gustavo Rojas. Los dos esposos vendieron en mayo de 1953 ambos inmue­
bles al Instituto de Parcelaciones, Colonización y Defensa Forestal por un
total de $ 150.000. Ver escritura 2295, mayo 27 de 1953, notaría 7 de Bogotá.
Carretera del Carare 65

por largo tiempo el administrador de la finca. Palomino, de


filiación liberal, le pidió permiso a Rojas para asistir a la
posesión del Presidente Enrique Olaya Herrera en Bogotá, el 7
de agosto de 1934, después de casi medio siglo de hegemonía
conservadora. Rojas concedió el permiso y agregó, refiriéndo­
se a Olaya: “no se le olvide que es una palomita que les damos
[a los liberales]”25.
Rojas conoció a Jacobo y a Elvia, su esposa, en Vélez
hacia 1926 ó 1927 y se hizo amigo de ellos, siendo en 1927
padrido de su matrimonio. Jacobo trabajaba en la carretera
Vélez-Chipatá. Su viuda recuerda que Rojas no le pagaba por
la administración de la finca Las Flores sino que cuando se
ausentó de la región le giraba los jornales de cinco o seis
trabajadores. Rojas se volvió “como de la familia” y cuando al
terminar la Carretera del Carare venía de visita se alojaba en
un cuarto especial que los Palomino le tenían reservado en la
casa que poseían en Landázuri. “ No era ni muy generoso ni
muy tacaño, tenía platica, pero no tanta como cuando murió
millonario” , recuerda Elvia de Palomino, sin dejar de anotar
que Rojas en una ocasión le quedó debiendo plata a su marido:
“Cuando las vacas eran a 25 pesos él [Rojas] nos quedó
debiendo como mil quinientos pesos de un pago a los trabaja­
dores porque nunca llegó el giro, pero después él se fue y como
Jacobo no tenía recibo dijo que no la iba a cobrar”26.
Los Palomino siguieron siendo compadres de Rojas y
recuerdan cómo los ayudó, pese a la diferencia de partido, en la
época de La Violencia. De acuerdo con la viuda de Palomino:
“ [Rojas] Nos puso soldados para que no mataran a Jacobo
durante La Violencia, porque la policía decía que la culebra
había que matarla por la cabeza y como [él] se las daba de
gamonal había que bajarlo” . El hijo de Jacobo Palomino

25. Entrevista con Guillermo Palomino (hijo de Jacobo), ex­


representante a la Cámara por la Anapo y ex-suplente de Samuel Moreno
Díaz en el Senado, agosto 25 de 1987.
26. Entrevista con Elvia de Palomino, septiembre 8 de 1987.
66 El Jefe Supremo

rememora otras circunstancias en que Rojas Pinilla les dio una


mano: “ En 1951 ó 1952 la policía allanó la casa, encontró
cuatro escopetas y se llevó detenido a papá. Yo llamé a Was­
hington, pues Rojas estaba en la Junta Interamericana de
Defensa, y a mi papá lo soltaron en cuestión de horas por la
intervención de Rojas ante el ejército” . En 1954 los Palomino
fueron a Bogotá a pedirle al Presidente Rojas que Artemio,
hermano de Jacobo, fuera nombrado registrador en Vélez. De
regreso a Vélez, el registrador Jaime Luenga, nombrado hacía
poco tiempo para un período de 2 años, ya estaba destituido y
Artemio Palomino fue el nuevo registrador27.

27. Entrevistas con Elvia de Palomino, septiembre 8 de 1987, y con


Guillermo Palomino, agosto 25 de 1987.
8. De vuelta al ejército

L a invasión de Leticia por parte de elementos peruanos en


septiembre de 1932 obligó a enviar una expedición militar
naval al Amazonas y a realizar preparativos propios de una
movilización general. El gobierno se vio en la necesidad de
llamar a las reservas. Fue así como Gustavo Rojas Pinilla en
enero de 1933 fue enrolado de nuevo en el ejército con el grado
de capitán, aunque antes de su retiro voluntario no había
cumplido el tiempo mínimo para su ascenso a ese grado. Lo
favorecieron las necesidades de la guerra y pudo dar así otro
“salto largo” en su carrera. Se le destinó por un semestre al
grupo de artillería Bogotá No. 1 en la capital del país. Era la
misma guarnición donde doce años atrás había comenzado su
carrera de oficial, la misma donde su superior consideró que
Rojas fue “algo desprendido del servicio por dedicarse a nego­
cios particulares” 1.
Del frío bogotano pasó al clima tórrido de Buenaventura
a mediados de 1933, asignado a la fortificación erigida en el
puerto en previsión de un posible ataque de las fuerzas perua­
nas. Habría de ser un mal año, un mal año largo para Rojas y
su familia.
En Buenaventura, Rojas, que contaba 33 años, cumplía
una función militar en cuanto comandante de la Batería de

1. Hoja de vida 74945, ff. 5-7, AMDN.


68 El Jefe Supremo

Costa y como ingeniero ejercía además otras tareas. Se le


encargó la construcción de varias obras, en las cuales cosechó
resultados mediocres. En su ánimo empezó a mellar la separa­
ción de la familia, que posiblemente perjudicó el trabajo. Se
diría que el alejamiento de su esposa y de sus hijos lo afectó
más que la hostilidad del clima o la posibilidad de una agresión
peruana. Su esposa Carolina y sus dos niños, Gustavo Emilio
(dos años) y Eugenia (un año), se quedaron viviendo en el
municipio de La Cumbre, cumbre de la línea ferroviaria que
une a Buenaventura con Cali. Disfrutaban de un clima de
montaña, más sano, pero Rojas tanto los echaba de menos que
todas las semanas se marchaba el viernes a visitarlos y sólo
regresaba al cuartel el lunes siguiente.
Así lo hizo durante varios meses, hasta que su superior
comenzó a darle permisos sólo quincenalmente. Rojas resintió
estos intervalos más prolongados en sus visitas a la familia. Era
desde entonces, como lo fue en toda su vida adulta, un hombre
de la casa, amigo de la domesticidad y de la puntualidad en el
dormir y en el comer y ajeno a la vida social. Prefería estar en
casa para rezar el rosario con su esposa a divertirse en la calle2.
Cuando Rojas no pudo seguir visitando a su familia en La
Cumbre ni siquiera cada quince días, perdió el sosiego. El
comandante de la guarnición le suspendió totalmente los per­
misos cuando un decreto realinderó la jurisdicción del coman­
do dejando por fuera de ella a La Cumbre. Además, el coman­
dante, capitán Octavio Mutis Harker, santandereano,
consideró perjudicial el permiso permanente. Los sábados y
los domingos la Batería de Costa requería la presencia de su
comandante, el capitán Rojas, para los pagos a los obreros de
la construcción, y por razones de vigilancia y revista del perso­
nal. Rojas reventó.
Con un toque de exageración melodramática, se dirigió al
comando de la Tercera Brigada en Cali solicitando cinco días
de licencia para visitar a su esposa y a sus hijos. Fundamentó

2. Entrevistas con Ovidio Rincón, marzo 30 de 1987, y Gustavo Peláe


Vargas, abril 6 de 1988.
De vuelta aI ejército 69

su petición en que llevaba ya un año de intenso trabajo como


oficial y como ingeniero:

Este recargo de trabajo, que representa un esfuerzo co n s­


tante y un d esvelo con tin u o, unido al clim a húm edo, enervante
y p alúdico, ha obrado muy desfavorablem ente en mi salud,
viéndom e ob ligad o a vencer con la volu ntad, la depresión
nerviosa que dom ina mi án im o, muy a mi pesar con dem asiada
frecuencia... solam ente me he preocupado por servir con desve­
lo y con sagración, los dineros de la D efensa N acion al, teniendo
co m o estím ulo solam ente la satisfacción del deber cu m plido...
creo firm em ente que unos p ocos días en el clim a de La Cum bre,
al lado de mi fam ilia, donde he tenido que llevarla por m otivo
de salud, me permitirá tener unos m om entos de relativa tran­
quilidad y m erecido descanso, que de seguro obrará favorable­
m ente en mi organ ism o3.

Sin emitir concepto favorable o desfavorable, el capitán


Mutis Harker remitió la solicitud a Cali. Sin embargo, para
que no se creyera que su subalterno, por el tono quejumbroso
de la carta, estaba sometido a suplicios, se vio obligado a
explicar el antecedente que lo tenía indispuesto contra él como
superior: un castigo de 24 horas que se le impuso por abuso de
autoridad. Un civil se acercó un día a la Batería de Costa a
reclamar un bote que se le había extraviado y Rojas no sola­
mente no se lo devolvió sino que mandó al calabozo al desafor­
tunado visitante, manteniéndolo preso durante un día y una
noche. Mutis aplicó a Rojas la misma medicina que éste impu­
so al particular: un día de calabozo. Rojas evidentemente
resintió el castigo, y quiso presentarse ante la Tercera Brigada
como un abnegado trabajador movido sólo por la satisfacción
del deber cumplido y como celoso defensor del erario. La
licencia le fue concedida y Rojas pudo visitara su familia. Poco
después fue trasladado a Bogotá para realizar un curso de

3. Hoja de vida 74943, ff. 15-16, AMDN.


70 El Jefe Supremo

artillería, traslado que debió significar un alivio frente a los


rigores de Buenaventura4.
El capitán Mutis, aunque le reconocía sus cualidades
militares y su interés por el trabajo, dejó constancia de la
mediocridad de la labor del ingeniero Gustavo Rojas Pinilla.
No usó el término mediocridad en su calificación de servicios
ambigua y frenada, pero ningún otro se le puede aplicar a los
resultados que describe. Mutis informa que en un año Rojas
construyó en Buenaventura cinco obras: el casino de oficiales,
el edificio para la tropa, el de rancho y talleres, un desembarca­
dero provisional y la protección de desagües a la marea. De las
cinco, tres obras presentaron defectos considerables. El piso
del pabellón parq la tropa se hundió pues en concepto de dos
ingenieros hubo un error técnico en el pilotaje. El desembarca­
dero resultó inservible. La protección de los desagües se sus­
pendió por el alto costo. Mutis anotó que su subalterno no
trabajó con base en planos y presupuestos detallados y no
escuchó las ideas ajenas ni se preocupó por consultar. Resultó
pues demasiado generosa la definición de bien presentados y
adaptados al clima que dio Mutis a los edificios construidos
por Rojas. En otras palabras, el pabellón para la tropa tenía
bella fachada y el piso hundido5.
No fueron insignificantes estas deficiencias del ingeniero
Rojas pues no se trataba de su primer empleo como ingeniero.
En Boyacá y Santander pasó varios años trabajando como
ingeniero civil en climas tan arduos como el del Carare. ¿La
experiencia de Buenaventura fue una simple racha de mala
suerte? Si lo fue, entonces lo persiguió también en 1936, cuan­
do llevaba más de un año como ingeniero ayudante del depar­

4, Ibid., f. 33. Entre 30 alumnos, Rojas obtuvo “nítidamente” el primer


lugar en el 111 Curso de oficiales de artillería (dictado por el capitán chileno
Ramón Alvarez Goldsack) con una nota promedio de 8.14 en las ocho
asignaturas: espíritu militar, tiro, táctica, balística, plana mayor, instrucción
de artillería, conocimiento de material y topografía.
5. Ibid., ff. 19-21. Después de leer la calificación ambigua de Mutis
Harker, el comandante de la Tercera Brigada le recomendó que se limitara a
conceptos sintéticos, sin divagaciones.
De vuelta al ejército 71

tamento técnico de la Fábrica de Municiones y Maestranza del


ejército y fue criticado por no distinguir entre el buen y el mal
trabajo de obreros y contratistas. En la fábrica recibió trabajos
que en opinión del director, coronel Roberto Mejía Dussán,
“ no han debido aceptarse sino como pésimos”6.

Misión a Berlín

La Fábrica de Municiones era fábrica a medias, pues en


realidad sólo se terminó de construir en 1937 y era de municio­
nes apenas de nombre, pues no las producía7.
Esto explica la misión militar colombiana que por seis
meses, entre marzo y septiembre de 1936, se trasladó a Berlín.
Para acabar con las importaciones de cartuchos, el gobierno
había comprado en Alemania la maquinaria que permitiría

6. Ibid., f. 37. Rojas, en contraste, relataba los que consideraba sus


momentos brillantes, callando la opinión del coronel Mejía Dussán. Duran­
te el juicio ante el Senado citó con lujo de detalles la ocasión en que otro
director de la Fábrica de Municiones, el entonces mayor Pablo Emilio
López, después general de la República, lo llevó a que viera las obras del
depósito de armamento, donde al día siguiente debía vaciarse una plancha.
Rojas sostuvo que a ojo de buen cubero la plancha se caería por la forma en
que estaban distribuidos los hierros y por las dimensiones de las vigas
maestras, viguetas, plancha y loza. Los cálculos de la plancha eran obra de
cinco ingenieros del Ministerio de Obras Públicas. El asunto fre remitido al
arbitraje de un profesor de concreto de la facultad de ingeniería de la
Universidad Nacional, que falló a favor de Rojas. Ver Senado de la Repúbli­
ca, Comisión Instructora, El Proceso contra Gustavo Rojas Pinilla ante el
Congreso de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1960), II, p. 493. Rojas
estaba asignado a la Fábrica de Municiones desde el primer día de 1935 por
expresa solicitud del mayor López, el cual buscaba dos ingenieros militares,
pues en su concepto los civiles ingenieros no se adaptaban por fastidio o por
falta de interés a algunos detalles de la vida del regimiento.
7. El Ministerio de Obras Públicas empezó a entregar las obras a
mediados de 1935, pero la Fábrica de Municiones sólo quedó lista en enero
de 1937. Ver actas de entrega firmadas por Rojas y otros, agosto 23 de 1935 y
enero 25 de 1936, Tomo 6726, AMOPT. También, César García Alvarez,
Memoria de Obras Públicas (Bogotá: Edit. ABC, 1937), pp. 180-81.
72 El Jefe Supremo

fabricarlos en Bogotá. Era necesario recibir el equipo en el


lugar de origen.
Jefe de la misión fue nombrado el general Jorge Martínez
Landínez, legendaria e influyente figura en el ejército, autor de
una historia militar de Colombia. Nacido en Tunja en 1880, el
“ negro” Martínez Lata fue un individuo enérgico, de lengua
afilada e indomable. Por su deleite con la palabra, por su
instinto de conversación se le apodó Martínez “ Lata” . Le
gustaba tanto hablar y perorar que a veces era “ latoso” 8. El 3
de noviembre de 1903, siendo comisario pagador de una nave
de guerra, ausmió el mando cuando su comandante fue puesto
preso en Panamá durante los desórdenes que llevaron a la
secesión de ese departamento. Sin órdenes de nadie, conminó a
la policía de la Ciudad de Panamá a liberar a los generales
detenidos en un plazo de tres horas, so pena de bombardear la
ciudad. Cumplió su amenaza, causando la muerte de un chino
e hiriendo a un caballo pero sin poder ejecutar un bombardeo
en regla ¡porque la munición había sido desembarcada quince
días antes! Por eso y por falta de víveres retornó a Buenaventu­
ra, no sin antes embestir otra nave colombiana, cuyo coman­
dante, el general Rubén Varón, se vendió a los separatistas por
35.000 dólares9.
Martínez Landínez no era ni mucho menos especialista en
armamento. Necesitaba un asistente técnico y ese fue el capitán
Rojas Pinilla, ascendido por esa época al grado de mayor.
Rojas tampoco era experto en la fabricación de municiones,
aunque su empleo de ingeniero del departamento técnico de la
Fábrica de Municiones lo habilitaba para la misión. Según su
relato, el ministro de Guerra lo escogió después de examinar
las hojas de vida de todos los capitanes de artillería; y en plena

8. Entrevista con Luis Martínez Villamil, hijo del general Jorge Martí­
nez Landínez, octubre 3 de 1987. El capitán (r) Humberto Bazzani Rojas
sostiene que Martínez Landínez dejó de ser conservador a raíz de su expe­
riencia de Panamá y entró a militar en el partido liberal. Entrevista con
Humberto Bazzani Rojas, agosto 14 de 1987.
9. Guillermo Plazas Olarte, La Separación de Panamá (Bogotá: Edito­
rial ABC, 1987), pp. 112-115, 167-169.
De vuelta al ejército 73

república liberal, con presidente, ministro de guerra y director


de la fábrica todos liberales lo seleccionaron a él, que era del
otro partido101. En Alemania, Rojas se negó, según él mismo
contaría pasado el tiempo, a recibir la maquinaria, que estaba
empacada en cajones listos para ser embarcados hacia Colom­
bia, e insistió en que él debía aprender a producir veinte o
treinta mil cartuchos en Alemania para conocer a satisfacción
el funcionamiento del equipo. Ante esa posición, sostuvo Ro­
jas, el fabricante adujo que la maquinaria no estaba lista para
la entrega y se descubrió así que era “ una maquinaria vieja que
habían traído de la China” 11. Rojas no explicó, sin embargo, si
se cambió el equipo, si ante la gravedad del engaño el general
Martínez Landínez presentó una protesta o si el gobierno
colombiano examinó la conveniencia de negociar con otro
proveedor menos inescrupuloso.
Son preguntas pertinentes en caso de que efectivamente la
fábrica alemana hubiera pretendido embaucar al gobierno de
Colombia vendiéndole hierro viejo. Ante un intento de estafa
descubierto por Rojas, cabe pensar que el jefe de la misión no
se cruzaría de brazos, pues su actuación en Panamá a los 23
años demostraba un carácter recio. Sobre el punto, Rojas no
ofrece detalles. Sólo contó que durante varios meses él se puso
el overol, aprendió a manejar las máquinas y una vez satisfe­
cho autorizó su remisión a Colombia. ¿Cuáles máquinas, las
viejas traída de la China u otras? Tal vez el engaño no fue tan
grave como Rojas lo pintaba. O, ¿tal vez se le aceptó un cambio
de maquinaria al mismo fabricante, aunque inicialmente hu­
biera intentado estafar a Colombia? Para los investigadores de
estas páginas, resultó imposible descubrir el desenlace cierto y
fundado de este incidente. El archivo de la Fábrica de Muni­
ciones no contiene documentos anteriores a la década de 1940,
por lo que fue imposible identificar datos sobre el vendedor de
la maquinaria. En tres archivos alemanes no existe documento

10. El Proceso..., II, p. 494.


11. Ib id., p. 495.
74 El Jefe Supremo

alguno sobre la misión militar colombiana de 193612. No se


sabe siquiera el nombre del fabricante de la maquinaria, y no se
sabrá, a menos que aparezcan pruebas de ello, si Rojas efecti­
vamente descubrió una cuantiosa estafa contra los intereses de
Colombia o si por el contrario magnificó los acontecimientos
para presentarse como un celoso defensor del erario* Joaquín
Quijano Caballero, que vivía en Berlín con su padre, cónsul de
Colombia, y que conoció y admira a Rojas, no oyó hablar de la
estafa y duda que haya ocurrido. La delegación militar estuvo
un largo período en Alemania precisamente para que los ofi­
ciales colombianos aprendieran a manejar la maquinaria, la
cual presumiblemente sólo debía ser empacada al finalizar la
misión13.
La duda surge porque la grandilocuencia de Rojas no
coincidía siempre con la verdad escueta, como se vio en el caso
ya relatado de Buenaventura, donde se definió celoso fiscal del
presupuesto y en cambio, de acuerdo con la versión de su
superior, ejecutó tres mediocres obras de ingeniería.
La duda surge además cuando se tiene frente a los ojos la
calificación completa y equilibrada que el general Martínez
Landínez dio de su subalterno el mayor Rojas Pinilla. Es una
calificación que se volvió famosa porque fue citada durante el
juicio contra Rojas en el Senado. En ella nada se dijo del
presunto descubrimiento hecho por Rojas de una maquinaria
inservible, mérito que probablemente el calificador habría
subrayado favorablemente. Según Martínez Lata, Rojas
pasa de los 47 [sic, 37] años; es casado, m ujeriego y de buena
salud; muy buen estado econ óm ico, pero su instinto económ ico
lo hace llegar a ¡a sordidez; buen porte m ilitar sin ser marcial;
buen carácter; buena conducta aun cuando hace convivir la
barragana con el subalterno que se lo tolera, por lo cual necesita
un severo control de los superiores” (el énfasis no es del origi­
nal).

12. Biblioteca de Historia del Siglo XX, Stuttgart; Archivo Militar del
Archivo Nacional, Friburgo; y Archivo de la Cancillería, Bonn.
13. Entrevista telefónica con Joaquín Quijano Caballero, agosto 4 de
1988.
De vuelta al ejército 75

Agregaba: “ Es escrupuloso cumplidor de su deber, abne­


gado y resistente en cualquier servicio que se le nombre” . El
general recomendaba hacerlo especializar en ingeniería militar
y elogiaba los conocimientos que adquirió en Alemania sobre
el funcionamiento de fábricas de municiones para armas por­
tátiles, y la facilidad para aprender idiomas como el alemán,
que desconocía antes del viaje. Lo definió temperamento anti­
alcohólico, “discreto pero sutil para aprovechar sus relaciones
en proveho personal, sin la apariencia de ser un intrigante. Es
buen amigo y tenaz enemigo” 14.
La calificación de 1936, decíamos, se volvió famosa cuan­
do durante el juicio el acusador la sacó a relucir y la leyó en su
integridad, para hacer énfasis en aquello del instinto económi­
co que llevaba a Rojas hasta la sordidez. Decía el acusador que
“ hay cosas... que solamente se explica... a través de una dolen­
cia psicopática, labrada tal vez a través de muchos años, que le
hace perder al hombre que llega a la cúspide del Poder, todo: su
deseo de gloria, su afán de grandeza, su interés por perpetuarse
ante la posteridad, a cambio de una gran manada de vacas que
bufan, a cambio de muchos dineros que cicateramente, con
sordidez, como lo dice la hoja de vida del General Rojas Pinilla
diariamente él y su familia van contando y guardando...” 15.
El acusador Antonio José Uribe Prada quería mostrar
que los lodos del enriquecimiento de la familia Rojas durante
el gobierno militar, provenían de los polvos de la sordidez
económica ya detectada en 1936.
Rojas se defendió de la acusación sosteniendo que no era
un cargo el de la sordidez. Con sueldos tan bajos como los que
ganaban los oficiales, él difícilmente alcanzaba a sostener a su
familia en Bogotá, a su esposa y sus tres hijos menores y,
afirmaba, primero estaba esa responsabilidad que “ salir a las
juergas y comilonas con mujeres alegres” 16.

14. Hoja de vida 74943, f. 39, AMDN.


15. El Proceso..., II, p. 102.
16. Ibid., p. 495.
76 El Jefe Supremo

Lamentablemente, la sintética calificación del general


Martínez Lata no permite indagar qué lo llevó a estampar la
palabra sordidez. Sórdido es, figurativamente, lo impuro,
mezquino, indebido y si el general tenía en mente actuaciones
escandalosas es casi seguro que habrían sido objeto de una
explicación adicional. Parece más creíble que el calificador se
hubiera referido a la avaricia, al ahorro excesivo, que puede
llevar a la sordidez en el modo de vivir, pero no es equivalente a
ninguna forma de indebida apropiación de dineros ajenos.
Cabe, pues, una interpretación más benévola que la del acusa­
dor. Avaricia que comunica con la sordidez debió ser la idea
del general Martínez Landínez.
Esta interpretación benévola, por supuesto no excluye la
devoción de Rojas por el dinero. Debe ser leída recordando
que en el lejano 1921 el calificador en su primer destino militar
observó que el teniente Rojas era desprendido del servicio por
dedicarse a negocios particulares. Aun más recóndita es la
alusión a la convivencia con la barragana. ¿Convivió Rojas
con una concubina durante su estadía en Berlín? El lo negó. No
le alcanzaba el sueldo, decía, para andar de juerga. En su apar­
tamento berlinés “ recibía como todo un señor las visitas que
me llegaban” 17.
Rojas sí mantuvo relaciones con una alemana, “una mu­
chacha sumamente simpática” , —recuerda Joaquín Quijano
Caballero—, pero no vivieron juntos porque Rojas viajaba con
frecuencia dentro de Alemania. “ De eso no quedó ningún
vestigio, porque no se le olvide que hubo una guerra” , anotó
Quijano. Este trabajaba en la televisora alemana y llevó a
Rojas a observar los primeros ensayos de televisión en color y
recuerda que Rojas preguntaba cuándo se podría llevar el
invento a Colombia18. En 1954 siendo presidente, Rojas inau­
guró la televisión.

17. Ibídem.
18. Entrevista telefónica con Joaquín Quijano Caballero, agosto 4 de
1988.
9. El aserrío
D e regreso a Bogotá, el mayor Rojas fue nombrado jefe del
departamento técnico de la Fábrica de Municiones. Todo
marchó normalmente hasta que el virus del lucro y el tumor del
aprovechamiento personal dieron al traste con su carrera mili­
tar a finales de 1937. Rojas fue investigado por un asunto
relacionado con la compra de un aserrío, suspendido en sus
funciones y finalmente separado del ejército. Cinco años duró
su paso por las armas la primera vez, antes de retirarse para
viajar a los Estados Unidos a estudiar ingeniería. Cinco años
pasaban ahora desde su reincorporación voluntaria al ejército
en 1933. Sólo que ahora su retiro no era voluntario y motivado
por el estudio sino decretado por el gobierno ante una actua­
ción deshonrosa. Quedaba así perdido un lustro en que el
oficial había logrado una modesta pero segura posición técni­
ca en la Fábrica de Municiones.
Las lagunas existentes en los distintos archivos colombia­
nos —unas cronológicas y otras literalmente lagunas de
agua— no permiten conocer con absoluta precisión cómo se
desenvolvieron los acontecimientos. La investigación adminis­
trativa contra el mayor Rojas no consta, ni siquiera en forma
resumida, en su hoja de vida. No se encuentra en el archivo de
la Fábrica de Municiones. No se encuentra en el archivo del
Consejo de Estado, tribunal ante el cual fueron demandados
78 El Jefe Supremo

los decretos que suspendieron y luego retiraron al oficial1. En


ausencia de puntos de referencia exactos, habrá que acudir a la
relación de los hechos presentada por el propio Rojas durante
el juicio ante el Senado, partiendo de la base de que por ser
versión del sindicado puede faltar aquello que no le convenía.
Con esta advertencia, indicaremos que todo se inició con
un aviso publicado en el periódico El Tiempo en 1937. El
anuncio ofrecía en venta un aserrío por 250 pesos. Rojas lo
leyó y pensó que el aserrío podría servirle para explotar las
maderas de su finca del Carare. Como no tenía en ese momen­
to la suma requerida acudió donde el director de la Fábrica de
Municiones, mayor Gabriel Agüero, paisano suyo. Agüero le
prestó el importe, que representaba un poco más del sueldo
mensual de Rojas, que en 1937 era de 220 pesos12. No era un
patrimonio, pero tampoco, una fruslería. Según Rojas, esto
se hizo con el conocimiento del director de la fábrica y de otros
oficiales y de los subalternos de Rojas en el departamento
técnico a los cuáles él les pidió que cotizaran a precios estrictos,

1. Con ocasión del juicio ante el Senado, la secretaría del Consejo de


Estado informó que esos expedientes desaparecieron. Ver Senado de la
República, Comisión Instructora, El Proceso contra Gustavo Rojas Pinilla
ante el Conpreso de Colombia. (Bogotá: Imprenta Nacional, 1960), II, pp,
103-104.
Uno de los autores y el archivero del Consejo de Estado buscaron, no
obstante, los negocios en el archivo húmedo y frío del Consejo de Estado
situado en el sótano de las ruinas del Palacio de Justicia. Este archivo y el de
la Corte Suprema de Justicia se salvaron de las llamas y de las balas el 6 y el 7
de noviembre de 1985 durante el asalto al Palacio de Justicia, pero no se
salvaron de la desidia del Fondo Rotatorio del Ministerio de Justicia. Como
el Palacio se quedó sin vidrios, las lluvias entran al primer piso y luego como
goteras torrenciales buscan el paso hasta el sótano, donde están los archivos.
Documentos de más de cien años llevan muchos meses expuestos al agua y a
la humedad y tal vez son irrecuperables. Es necesario anotar que el archivo
del Consejo de Estado guarda expedientes de todas las épocas, incluso
muchos que son más antiguos que las demandas de Rojas en busca de ser
reintegrado al ejército. Con esto se quiere significar que es un archivo
bastante completo, que no se quemó el 9 de abril de 1948. No se sabe porqué
desaparecieron precisamente los negocios relacionados con Rojas.
2. Fábrica de Municiones, nóminas de 1937-38, ref. 3, rollo 0328,
microfilm, AMDN.
El aserrío 79

sin rebajas hacia el jefe, las reparaciones a efectuar. Terminado


el trabajo, el mayor Agüero sugirió a Rojas que probara el
aserrío fabricando unas bancas para la tropa, talando al efec­
to algunos árboles del bosque de eucaliptos que vivían en los
predios de la fábrica. Así se hizo, a plena luz del día y en
presencia de oficiales y empleados. En octubre de 1937, Rojas
contrató un camión para llevar el aserrío hasta el Carare. El
valor de las reparaciones subía a 180 ó 200 pesos. Al regresar
del Carare, Rojas recibió del jefe del Material de Guerra del
ejército, de cuya oficina dependía la fábrica, una comunica­
ción en que se le solicitaba que aclarara por qué, sin pagar
nada, mandó a arreglar un aserrío. Una comisión del Ministe­
rio de Guerra examinó los libros de contabilidad de la fábri­
ca,interrogó a Rojas y a Agüero y luego “ de repente” , según la
versión de Rojas, salió un decreto suspendiendo al mayor
Gustavo Rojas Pinilla en el ejercicio de sus funciones y atribu­
ciones3.
Rojas, interrogado por el coronel Joaquín Murillo, jefe
del Material de Guerra, contó que el dinero se lo había presta­
do el mayor Agüero. Este reconoció el hecho así como el más
amplio de prestar habitualmente plata a los amigos y colegas.
El caso pasó a conocimiento del inspector general del ejército,
general Efraín Rojas, el cual —siempre según la versión de
Rojas Pinilla— lo invitó un día a su oficina y le leyó la conclu­
sión de su informe, donde recomendaba sancionar al mayor
Agüero y reintegrar en el pleno ejercicio de sus funciones y
atribuciones al mayor Rojas Pinilla. Varios oficiales felicitaron
a Rojas Pinilla pues al fin el asunto se había aclarado satisfac­
toriamente, pero súbita e inesperadamente —es lo que Rojas
insinúa— salió un decreto que lo retiraba del servicio activo.
“ Mi primera reacción fue: Está muy bien. Me dedico yo a mi
profesión de ingeniero; no tiene importancia” , señalaría Ro­
jas, pero un amigo suyo abogado, Carlos Alberto Vergara

3. El decreto 2175 (diciembre 18 de 1937) lleva las firmasdel Presidente


Alfonso López Pumarejo y del Alberto Pumarejo, ministro de Guerra.
Diario Oficial, febrero 2 de 1938.
80 El Jefe Supremo

Puertas, que se graduó el mismo año en la Escuela Militar y


luego cambió las armas por los códigos, le pidió que le diera el
poder para demandar el decreto ante el Consejo de Estado4.
Parece, sin embargo, que Rojas no se resignó con tanto
desenfado a cambiar nuevamente de profesión. A su amigo de
infancia, José Joaquín Castro Martínez, nombrado ministro
de Guerra cuando Eduardo Santos Montejo se posesionó del
poder ejecutivo el 7 de agosto de 1938, le imploró que lo
volviera a nombrar en el ejército. El liberal Castro Martínez, el
mismo que en 1924 compró los derechos de Gustavo Rojas
Pinilla en la sucesión de sus padres, insistió varias veces ante
Santos. Castro Martínez falleció durante la presidencia de Ro­
jas y la censura no permitió que se publicara en Intermedio (el
diario que sustituyó al clausurado El Tiempo) el aviso —no la
noticia sino el aviso— invitando a las exequias. Fue necesaria
la intervención de Miguel A. Gara vito, amigo del difunto,ante
su cuñado, el teniente general Rojas Pinilla, para que bien
entrada la madrugada se autorizara la inclusión del anuncio
funerario. Como Castro Martínez pertenecía a la dirección del
liberalismo, “ les daba miedo cualquier concentración liberal”
durante el entierro, recuerda la viuda5.
No contando con el informativo de la investigación disci­
plinaria ni con el expediente del juicio ante el Consejo de
Estado, buenas son las cábalas. Intentémoslas con ayuda de
algunos testimonios y pruebas secundarias. Los decretos de
suspensión y de separación del servicio activo corren publica­
dos en el Diario Oficial y fueron dictados por el presidente de
la República y por el ministro de Guerra. Es claro que fueron
expedidos al agotarse una serie de trámites administrativos en
que participaron varios funcionarios públicos. No es posible
decir, con la ligereza con que lo hizo Rojas ante el Senado, que
“ de repente” salía un decreto. Las distintas instancias del
ejército que debían intervenir, intervinieron, como el propio
Rojas lo señala, y por eso no puede pensarse en medidas

4. El Proceso..., II, pp. 501-505.


5. Entrevista telefónica con Julia Escobar de Castro, agosto 10 de 1988.
El aserrío 81

caprichosas, gratuitas, adoptadas sin investigación siquiera


sumaria de los hechos. El jefe del Material de Guerra investigó,
al igual que el inspector general del ejército, y debió ser con
base en sus conclusiones que el gobierno dictó los decretos.
Rojas admite, por lo demás, que él y otros oficiales fueron
interrogados.

La deuda con Agüero

Ahora bien. El mayor Gabriel Agüero dejó fama de pres­


tamista en el ejército, además de buena fama como oficial.
Nadie niega que daba dinero a interés. Así acumuló un capital
y de ser un huérfano paupérrimo en su nativa Tunja pasó a ser
un oficial retirado que vivía de sus inversiones inmobiliarias6.
En cuanto a sus virtudes militares, el mayor general (r) Alfonso
Ahumada Ruiz, que fuera ministro de Comunicaciones de la
Junta Militar, lo recuerda como “ muy honesto y escrupulo­
so” , “ un prusiano” , de “ rectitud absoluta” , “uno de los solda­
dos más completos que yo haya conocido” 7.
La deuda de Rojas con Agüero era privada. Sería ilógico
pensar que por falta de pago de una deuda privada Agüero
hubiera logrado hacer retirar del ejército a su paisano, y menos
si se repara en que los préstamos particulares a subalternos no

6. Gabriel Agüero estudió con Rojas en el Colegio de Boyacá, donde


jugaban canicas juntos. Agüero, que era apenas un año mayor que Rojas,
quedó huérfano de padre a los dos afios y de madre a los diez. Todos sus
hermanos murieron muy jóvenes, salvo dos hermanas gemelas que él tuvo
que sostener. La familia de estos tres huérfanos era tan pobre que cuando
Agüero estudiaba en Bogotá en la Escuela Militar, con una beca del go­
bierno, su sueldo lo destinaba al mantenimiento de sus hermanas. Para
entregarles el sueldo casi íntegro el cadete viajaba en tren de Bogotá a
Nemocón. continuaba el viaje a pie hasta Tunja y a la vuelta repetía la
caminata. Para no gastar los zapatos caminaba descalzo de Nemocón a
funja y viceversa, calzándose únicamente al llegara la casa de sus hermanas.
Entrevista con Magdalena Agüero (hija de Gabriel Agüero), julio 6 de 1987.
7. Entrevista con el mayor general (r) Alfonso Ahumada Ruiz, Abril 18
de 1988.
82 El Jefe Supremo

eran exactamente bien vistos dentro de la institución o dentro


de la administración pública, al menos en esos tiempos de
mayor moralidad del gobierno y de menor número de fortunas
emergentes. La usura podía constituir una falta. ¿Por qué,
entonces, se levantó el informativo contra Rojas? Debió ser
por el no pago de la deuda con la Fábrica de Municiones
originada en las reparaciones que se le hicieron al aserrío. Ese
faltante sí daba lugar a enviar una comisión que revisara los
libros de contabilidad y luego a abrir una averiguación disci­
plinaria. Todo indica, pues, que Rojas canceló la deuda priva­
da de 250 pesos que contrajo con el mayor Agüero, pero omitió
pagar el valor de los arreglos hechos en los talleres oficiales por
valor aproximado de 200 pesos. Si el monto parece exiguo,
téngase en cuenta que por la época el Ministerio de Guerra
investigaba aún alcances de 65 pesos en las partidas para el
rancho de un batallón8. Al fin de cuentas, una botella de
whisky escocés costaba cinco pesos con ochenta centavos9.
Ante el Senado, Rojas aseguró que había cancelado la
deuda con la fábrica. Si ello así hubiere ocurrido, ¿para qué
abrir una investigación? ¿Para hacer un montaje contra Rojas
y ahuyentarlo del ejército? No. Rojas no tenía enemigos tan
acérrimos en el momento, en una posición técnica que no era
exactamente la más codiciada. Cabría entonces especular que
la investigación se inició por el hecho mismo de efectuar los
trabajos en los talleres oficiales pero Rojas sostuvo que el
reglamento autorizaba la realización de trabajos particulares
ordenados por civiles o militares.
No obstante, la calificación que Agüero firmó en 1937
respecto de Rojas contrasta con esta explicación y reafirma
que la investigación se abrió por ordenar trabajos particulares
en la fábrica. Escribió Agüero:

Jam ás por falta de honorabilidad o de probidad ad m in is­


trativa, sino por falta de precisión y cuidado personal por el

8. Resolución ejecutiva 211,octubre 26de 1937, Diario Oficial, enero 3


de 1938.
9. El Tiempo, diciembre 28 de 1937, p. I.
El aserrío 83

puesto que ocupa, ordenó trabajos de carácter personal en ¡os


talleres, los que aun cuando se ejecutaron en form a franca y a la
vista, no fueron bien hallados por la D irección quien se quejó
ante la Jefatura del M aterial de G uerra101(el énfasis no es del
original).

La ambigüedad y el tono exculpatorio se explican, posi­


blemente, por un cierto rubor que pudo sentir Agüero en
cuanto fue él quien facilitó el préstamo privado a Rojas. De la
frase encomillada queda bien claro que fue el propio Agüero
quien presentó ante sus superiores la queja que desembocó en la
apertura de investigación disciplinaria. E igualmente queda en
limpio que la causal por la cual se investigó a Rojas se refería a
la orden que dio de hacer reparar en la fábrica un aserrío de su
propiedad particular. O por lo menos, eso es lo que sostuvo
Agüero.
Gabriel Agüero —es necesario precisarlo— fue un celosí­
simo servidor del Estado y su hoja de vida prueba que se le
reconoció siempre como administrador interesado en hacer
rendir al máximo los dineros puestos en sus manos. Fue califi­
cado como persona escrupulosa, consagrada y honorable. Se
podría decir que defendía exageradamente el peculio oficial.
En una ocasión, cuando ejercía como oficial de administración
de la Escuela Militar, se retrasaron ciertos servicios porque
Agüero esperaba la ocasión propicia para hacer las compras
con la máxima economía11.

10. Hoja de vida 74943, ff. 41-42, AMDN.


11. Hoja de vida de Gabriel Faustino Agüero La Rotta, ff. 7, 20-21,
37-38, 41-42, orden 258, rollo 1835, microfilm, AMDN. En el mismo sentido,
viene al caso la anécdota del coronel (r) Manuel Agudelo, que en una ocasión
le recibió a Agüero la oficina de sanidad en una guarnición. Agüero insistía
en que se soplaran uno por uno los tubos de lavados para verificar que eran
servibles y que se contara el número de píldoras en cada frasco de remedios.
Entrevista con el coronel (r) Manuel Agudelo, agosto 6 de 1987.
84 El Jefe Supremo

“El matrimonio: un sacramento para gastar”

A veces las pretendidas economías conducían a chascos,


como cuando a Agüero se le ocurrió que para ahorrar géneros
las camisas de los soldados debían ser de manga corta, talladas
al tronco, con poca tela oculta dentro del pantalón y con
menos botones. Lógicamente se economizaron miles de me­
tros de popelina pero en tierra caliente los mosquitos y zancu­
dos picaban a los soldados en los brazos y las camisas se les
salían de los pantalones. Por aquello de que cada persona tiene
los defectos de sus virtudes, Agüero exhibía actitudes extre­
mas. Un amigo y colega de armas recuerda que le conoció un
apartamento de soltero, después de su retiro del ejército, en el
cual instaló un mueble de su invención que servía a la vez de
cama, mesa y escritorio, para ahorrar madera, bisagras y
espacio en el apartamento. Agüero decía en esa época que
el matrimonio era “un sacramento para gastar” 12. Pese a todo,
se casó y tuvo siete hijos.
Puritanismo a ultranza, podría, pues, pensarse de la acti­
tud de Agüero frente a los trabajos ordenados por Rojas. Lo
que cuenta es que instancias superiores estuvieron de acuerdo,
al menos en principio, con su apreciación, pues de locontrario
no se habría dictado el decreto de suspensión. Si la queja
hubiera estado fundada en una falta pequeñísima, como po­
dría pensarse dado el celo fiscal de Agüero, tal vez no habría
logrado crecer hasta llegar a convertirse en una investigación y
en un decreto de suspensión en el ejercicio de funciones y
atribuciones.
En efecto, existe constancia de que el jefe del Material de
Guerra, coronel Joaquín Murillo, consideró impropia la ac­
tuación de Rojas y llegó a anotar que Agüero se demoró en dar
cuenta de los hechos:

En la investigación que se adelanta para averiguar la res­


ponsabilidad en unos trabajos particu lares con destino al Sr.

12. Entrevista con el mayor general (r) Alfonso Ahumada Ruiz, abril 18
de 1988.
El aserrío 85

M ayor G u stavo Rojas Pinilla, se le puede tachar [a A güero] de


haber obrado con m orosidad en dar cuenta de lo sucedido a los
superiores, pero en la manera de ser del M ayor A güero, esa
lentitud se interpreta no com o falta de honradez sino [com o
ánim o] de investigación hasta no estar perfectam ente con ven ci­
do de la veracidad de los h ech os13 (énfasis no es del original).

Recapitulando, Rojas afirmó ante el Senado que los car­


gos en su contra fueron inicialmente desechados y que en
cambio se recomendó sancionar al mayor Agüero. El hecho
cierto es que la hoja de vida de Agüero no registra ninguna
sanción en esa época, sanción que constaría en algún decreto o
resolución, y que el oficial siguió dirigiendo la Fábrica de
Municiones hasta mediados de 193914.
Afirmó Rojas que era lícito ordenar trabajos particulares
en la Fábrica de Municiones. Sin embargo, su superior Agüero
lo acusó precisamente por este hecho. Queda pues en duda si
efectivamente era lícito mandar a reparar el aserrío, pues
adicionalmente el jefe del Material de Guerra, por la cita que se
acaba de hacer, se refiere a una investigación por trabajos
privados.
Si hubiera sido lícito, entonces cabría pensar que la inves­
tigación se realizó por la falta de pago de los trabajos ordena­
dos por Rojas, lo cual indiscutiblemente constituye una falta.
Sea cual fuere la irregularidad, una certeza existe. Des­
pués de tres meses de suspensión, durante los cuales se realizó y
amplió la investigación, la decisión del gobierno no fue la de
restituir a Rojas a sus funciones sino la de separarlo del servicio
activo del ejército. De ello es lícito inferir que se le consideró
culpable de alguna violación a los reglamentos. Si otra hubiere
sido la motivación —aviesa venganza, mezquina persecución o

13. Hoja de vida de Agüero, ibid., f. 44.


14. Agüero fue trasladado al Estado Mayor General en diciembre de
1937, mientras estaba en plena investigación el caso Rojas, y volvió al puesto
de director de la Fábrica de Municiones en junio de 1938. Pero ello no
implica sanción. Decreto 2117, diciembre 6 de 1937, Diario Oficial, febrero 2
de 1938; decreto 980, junio 2 de 1938, Diario Oficial, julio 21 de 1938.
86 El Jefe Supremo

filiación política— Rojas la habría alegado en su favor, bien


dejando constancia en su hoja de vida, o en las demandas que
presentó su abogado, o en su defensa ante el Senado.
No es verosímil que el mayor Gustavo Rojas Pinilla haya
sido retirado del ejército por motivos baladíes, insignificantes
o caprichosos.

Rojas vuelve al ejército por un error jurídico

De las dos demandas que presentó el abogado de Rojas, se


conocen las sentencias definitivas pronunciadas por el Consejo
de Estado. La sentencia que resolvió la primera demanda
—contra el decreto de suspensión en el ejercicio de funciones y
atribuciones— indica que según el apoderado de Rojas el
informativo disciplinario se levantó por acusación de Agüero
por el hecho de mandar a ejecutar Rojas Pinilla trabajos
particulares en la Fábrica de Municiones. La sentencia señala
que “ los hechos imputados al Mayor Rojas revestían excepcio­
nal gravedad, según se desprende del informe del señor Direc­
tor de la Fábrica de Municiones. Otra cosa es que posterior­
mente la investigación atenuara la responsabilidad del
inculpado...” Pese a esta afirmación el Consejo de Estado no
anuló el decreto porque reconoció la atribución del gobierno
de suspender hasta por seis meses a un oficial, Con medio
sueldo, mientras se le adelantaba la investigación. En ese
marco, el decreto de suspensión era legal y el Consejo de
Estado sólo podía examinar las pruebas y circunstancias ante­
riores a la medida. El tribunal hizo mención del informe del
inspector general del ejército, general Efraín Rojas, “quien
calificó de falta o error moral” las irregularidades atribuidas a
Rojas15.
Para el Consejo de Estado las circunstancias atenuantes
arrojadas por la investigación con posterioridad a la suspen­
sión de Rojas, podían servir al gobierno para restablecerlo en

15. El Proceso..., II, p. 104.


El aserrío 87

el cargo. Sin embargo, no fue eso lo que hizo el ejecutivo, que


tal vez no encontró atenuantes, porque de hecho el 21 de marzo
de 1938, cuando Rojas llevaba tres meses devengando el cin­
cuenta por ciento del sueldo, como correspondía a un oficial
suspendido, se dictó el decreto 530 que ordenó pasar al oficial a
la misma situación de retiro en que se encontraba antes de ser
llamado al servicio16.
En el decreto se cometió un error de técnica jurídica que
posibilitó el regreso de Rojas al ejército. A su abogado Vergara
Puertas la redacción de la demanda no le causó desvelo alguno.
No fue necesario apelar a disquisiciones complejas para obte­
ner la nulidad del decreto. Toda la argumentación giró alrede­
dor de la disposición en que se basó el gobierno para suprimir a
Rojas de la nómina del ejército. Esa disposición, dictada en
1934 cuando con motivo del conflictocon el Perú fue necesario
llamar a filas a oficiales en retiro y de la reserva, buscaba que
ese personal no adquiriera la garantía de inamovilidad que
poseen los oficiales de carrera, los cuales no pueden ser retira­
dos sino de acuerdo con normas específicas17.
El error consistió en que Rojas había ingresado al ejército
en enero de 1933, es decir, más de un año antes de la disposi­
ción citada, la cual, como es obvio, no se le podía aplicar
retroactivamente. Cuando Rojas fue incorporado hacía parte
de la reserva, y al volver al servicio activo recuperó todas las
garantías de estabilidad de sus compañeros de Escuela Militar
que, a diferencia de él, no se retiraron de la institución para
estudiar ingeniería en el exterior. El gobierno pudo haber
retirado a Rojas por motivos fundados, o sea, especificando en
el decreto las faltas comprobadas. No lo hizo así. Con inexpli­
cable descuido se le aplicó una norma especial vigente sola­
mente para los oficiales llamados a filas a causa de la guerra

16. Diario Oficial, abril 21 de 1938.


17. Según el art. I del decreto-ley 521 de 1934: “ Los oficiales en retiro y
de la reserva que sean llamados al servicio activo por el tiempo que el
gobierno estime conveniente, podrán ser pasados de nuevo a la situación en
que se encontraban al ser llamados, cuando así lo disponga el mismo
Gobierno” . Diario Oficia!, marzo 21 de 1934.
88 El Jefe Supremo

con el Perú. Tal vez alguien dio por supuesto que Rojas era uno
de esos oficiales, y alegremente se dictó el decreto, aunque no
se entiende por qué no se consultó su hoja de vida. O ¿se
consultó y no obstante se elaboró un decreto defectuoso? No
parece ser el caso porque si el gobierno no hubiera querido dar
de baja a Rojas, nada lo obligaba a ello. La falta bien podía ser
sancionada con un castigo disciplinario, si el gobierno la hu­
biera considerado de índole menor. Como las disposiciones
legales retroactivas no son aplicables, salvo cuando en materia
penal favorezcan al reo, el Consejo de Estado, sin tener opción
distinta, suspendió provisionalmente el decreto del gobierno
en el mes de septiembre de 1938. Rojas fue así reincorporado
de manera temporal, en obedecimiento a la decisión provisio­
nal del Consejo de Estado.
Se le asignó como oficial de detall del grupo de artillería La
Popa, en la Segunda Brigada con sede en Barranquilla. Un año
después, ascendido a comandante del grupo, la reincorpora­
ción al ejército se hizo definitiva cuando el Consejo de Estado
pronunció la sentencia final. Esta no sólo anuló el decreto de
separación del ejército sino que ordenó el reintegro al cargo y
grado apropiados y el pago de los sueldos dejados de devengar.
La sentencia muestra que el gobierno, al dictar el decreto,
incurrió en un doble error: quiso darle efectos retroactivos a
una disposición no aplicable a Rojas y además lo hizo a
sabiendas de que la mencionada norma había dejado de regir
en 1935, por lo cual era naturalmente imposible invocarla en
1938,8.

18. Hoja de vida 74943, ff. 51-54, AMDN.


Escuchemos lo que sobre el retiro de Rojas tiene en la boca Humberto
Bazzani, su compañero de la Escuela Militar que no le tenía muchas simpa­
tías. Bazzani habla con base en lo que le oyó a otro compañero común (de él y
de Rojas), el abogado Carlos Alberto Vergara Puertas, el mismo que triun­
falmente adelantó el juicio contra el decreto que dio de baja a Rojas. Vergara
Puertas confió a Bazzani que su defendido le quedó debiendo 600 pesos del
total de un mil que habían pactado a titulo de honorarios profesionales, o sea
que Rojas habría pagado el adelanto de 400 pesos y se habría hecho el sordo
cuando el abogado, una vez ganado el pleito, le cobró el remanente. Vergara
El aserrío 89

La sentencia, por lo expuesto, no examinó la cuestión de


fondo de la responsabilidad de Rojas en la reparación del
aserrío. Al basarse solamente en el principio jurídico de aplica­
ción no retroactiva de la ley, el Consejo de Estado no se ocupó
de los hechos ni profundizó en la gravedad de la falta cometida
por el ingeniero jefe del departamento técnico de la Fábrica de
Municiones.
En el decreto de separación de Rojas se incurrió, pues, con
toda probabilidad, en un descuido burocrático que habría de
dejar secuelas en la historia de Colombia. Gracias a él, Rojas
pudo continuar en el ejército, llegó a ser general, subió a la
cúspide de la jerarquía militar y de allí saltó al palacio presi­
dencial. Los abogados del Ministerio de Guerra y de la Presi­
dencia de la República, de haber obrado con la atención
debida, hubieran podido expedir un decreto inatacable desde
el punto de vista jurídico —pues el gobierno posee amplios
poderes para pasar a retiro a un oficial—, Rojas se habría
despojado del uniforme para siempre y tal vez habría pasado
sus días cebando ganado en su finca del Carare.
Y en 1956 los guerrilleros de Maceo (Antioquia), para
incitar a luchar contra la dictadura, no habrían tenido que
tomarse la molestia de reproducir en el boletín La Bagatela el
texto del decreto que 19 años antes suspendió a Rojas19.

Puertas no olvidó la deuda. Cuando Rojas llegó al poder, en un agasajo que


le ofrecieron sus compañeros de curso en la Escuela Militar, quiso cobrarse
indirectamente, pidiéndole al Presidente Rojas que hiciera nombrara su hijo
en un cargo diplomático en Canadá, donde adelantaba estudios. Rojas
prometió —como dice Bazzani que prometió encontrarle chanfaina a otros
compañeros—• pero no cumplió. Bazzani sostiene también que por informa­
ciones de Vergara Puertas supo que el lío de la Fábrica de Municiones se
originó porque Rojas pagó la deuda personal contraída con el mayor Agüero
para la compra del aserrío, mas dejó de cancelar la cuenta de los arreglos
efectuados en los talleres. Entrevista con Humberto Bazzani, agosto 10 de
1987.
19. La policía calificó la publicación de “boletín subversivo” . Oficio
•1018 D P /A N T /S2/395, agosto 29 de 1956, Fuerzas de Policía, División
Antioquia, a Comandante Fuerzas de Policía, Bogotá, APR.
En esta casa de Vélez (Santander), nació María Eugenia Rojas Correa
(bautizada Eugenia) en 1932. i

Campamento de “ La Hélida” , a mitad de camino entre Vélez y Landázuri,


utilizado por el ingeniero Rojas Pinilla durante la construcción de la carre­
tera del Carare.
10. Cursos y escuelas

Después de un año largo en Barranquilla, el mayor Rojas


ingresó a la Escuela Superior de Guerra para adelantar desde
enero de 1940 el curso de estado mayor correspondiente a los
años 1940-41. Rojas había resultado admitido en los exámenes
para el curso de 1938-39, pero no se presentó a clases debido a
su retiro del servicio activo. De este modo su ascenso a tenien­
te coronel, como culminación del curso de estado mayor, se
vio retrasado dos años.
En esa época la instrucción en las escuelas superiores
militares aún estaba fuertemente influenciada por profesores
europeos. La misión militar francesa encabezada por el general
I lenri Panchaud fue contratada en 1940. Panchaud dictaba el
curso de táctica y sus colegas, los tenientes coroneles Diego
Brosset y Paul Courant, enseñaban respectivamente informa­
ciones militares y transmisiones. Rojas también recibió clases
de dos oficiales norteamericanos, el coronel John W. Lang y el
capitán Andrew Adams (guerra marítima). Los militares euro­
peos marcaron el paso en pedagogía castrense casi hasta la
mitad del siglo. De la influencia prusiana que legaron los
oficiales chilenos fundadores de la Escuela Militar de Cadetes
mc pasó en la década de 1920 a una misión corta de militares
•alizos, seguidos más tarde de misiones alemanas y posterior­
mente de instructores franceses. Después de la segunda guerra
mundial, cuando el poderío internacional de los Estados Uni­
dos se consolidó en los cinco continentes, Colombia, al igual
que todos los demás países latinoamericanos, se convirtió
92 El Jefe Supremo

en pupilo del Pentágono para efectos de aprendizaje militar,


compra de armamentos, planes de defensa y maniobras con­
juntas. Los uniformes de los alféreces dejaron de pedirse a
Alemania y se confeccionaron en Colombia, pero simbólica­
mente fueron cambiados por los diplomas que el ejército nor­
teamericano entregaba en la Zona del Canal de Panamá al
cabo de los cursos de entrenamiento. Los ejércitos de América
del Sur —con excepciones como Costa Rica, que carece de
ejército desde 1949, o Cuba, desde la revolución castrista de
1959— se alinearon con Washington desde la terminación de la
segunda guerra mundial.
En la Escuela Superior de Guerra, Rojas fue otra vez un
muy buen alumno, con un promedio de 8.22 en sus notas,
sobresaliendo con 10 en inglés y 9.25 en matemáticas. El direc­
tor de la Escuela, coronel Miguel J. Neira, resaltó sus excelen­
tes condiciones para el estudio, su inteligencia clara y su com­
prensión rápida, su imaginación viva y su memoria excelente,
censurando sólo su temperamento “ un tanto inquieto” que
disminuía sus condiciones militares y morales1.

Ir al sur

Cuando una banda de peruanos invadió Leticia en sep­


tiembre de 1932 y ocupó el puerto, destituyendo a las escasas
autoridades colombianas, se organizó una expedición militar
que cinco meses después llegó a recuperar el territorio y se
trenzó en batalla con el ejército peruano. Con dificultades
extraordinarias en una región selvática y desprovista de cami­
nos se peleó la guerra con el Perú. Terminado el conflicto en
1934, fue necesario continuar protegiendo esas zonas, olvida­
das frente a un posible nuevo ataque desde el sur. Ir al sur se
convirtió entonces, para los oficiales del ejército, en estación
obligada. Tarde o temprano todos los oficiales debían ir al sur.
Una hoja de vida sin comisionen el Amazonas,en el Caquetá o
en el Putumayo o en general en los territorios nacionales, aun

1. Hoja de vida 74943, f. 64, AMDN.


Cursos y escuelas 93

en aquellos no fronterizos con el Perú, no era una hoja de vida


prometedora. Ir al sur era en la década de 1930 y de 1940 tan
esencial para un oficial como exhibir, en la década de 1980, “ la
gris” , la condecoración de orden público.
Cuando Plinio Mendoza Neira, el político liberal boya-
cense que procreó tres periodistas (Plinio Apuleyo, Consuelo y
Elvira), fue ministro de Guerra durante el primer gobierno de
López Pumarejo, recibió un día en su despacho a Alvaro
González Quintana, un oficial que debía marchar al sur. Aun­
que obligatoria, esta de ir al sur no dejaba de ser una ardua
misión por el clima tórrido y las escasas comunicaciones.
Mendoza Neira le preguntó a González, si estaba contento con
su nuevo destino militar. El oficial contestó con un pálido sí,
agregando que estaría más contento si también mandaran al
sur a Rojas Pinilla. De alguna manera Rojas había logrado
esquivar este requisito2.
No debió alegrarse Rojas cuando finalmente fue obligado
a beber la medicina amarga y marchar como comandante del
puesto de Tarapacá (Amazonas) a mediados de 1941. El gene­
ral (r) Bayona Posada recuerda que desde ese lejano puerto
sobre el río Putumayo, Rojas ocasionalmente remitía mensajes
desobligantes a sus superiores en Bogotá, quejándose sin pelos
en la lengua de las condiciones inhóspitas del lugar. El 4 de
diciembre, fecha en que los artilleros como Rojas y Bayona
celebran el día de Santa Bárbara, patrona de esa arm a3, Rojas,
en lugar de enviar, como se estila, un mensaje recordatorio a la
Escuela de Artillería, aprovechó la celebración para hacer otro
de sus desplantes, con un telegrama de protesta por tener que
estar en Tarapacá. El clima tal vez lo molestaba tanto como en
Buenaventura4.

2. Entrevista con el general (r) Ricardo Bayona Posada, junio 11 de


1987.
3. En las naves marítimas, la santabárbara es el depósito de la pólvora.
4. Por impulso natural tiende a ser autoritario pero modera por medio
de la voluntad estos impulsos, anotaba su superior, el coronel Luis Matamo­
ros León, en la calificación anual de Rojas en 1941. Ver hoja de vida 74943, f.
78, AMDN.
94 El Jefe Supremo

Rojas estaba buscando, como es lógico, el traslado a otra


posición en el país cordillerano, y aunque la logró al cabo de
seis meses, tuvo que esperar hasta mayo de 1942 en Tarapacá,
pues su reemplazo se hizo presente con cuatro meses de retraso.
Entre mayo y noviembre de 1942 estuvo de comandante
del Grupo de Artillería No. 3 Palacé o Batallón Palacé, en
Buga, por un período de seis meses en que su superior no tuvo
de él reparo alguno5.
Rojas, que ya tenía el grado de teniente coronel, pasó en
noviembre de 1942 al cargo de comandante de su alma mater, la
Escuela de Artillería. Habría de permanecer allí sólo por pocos
días. El día después de navidad quedó encargado de la coman­
dancia otro oficial, debido a que Rojas viajó en comisión a los
Estados Unidos6.
La comisión de lend-lease habría de mantenerlo en los
Estados Unidos durante casi todo el año de 1943 ocupado en la
consecución de materiales para las fuerzas militares. El lend-
lease fue un programa ejecutado por el gobierno de los Estados
Unidos para suministrar armas a los países de América Latina.
Aunque se le conocía como programa de préstamo y arriendo,
en la práctica fue un simple plan de suministro de armas de
parte del Pentágono, sin contraprestación económica. Rojas
fue escogido básicamente porque hablaba el inglés corriente­
mente y superó por ende a todos los demás candidatos en el
examen del idioma7.
Durante este viaje, Rojas fue considerado elemento poten­
cialmente hostil a los Estados Unidos. Una fuente de la división
de inteligencia militar del ejército norteamericano informó que
Rojas era “ no sólo pro-nazi, sino posiblemente agente de la red
de espionaje nazi en Suramérica. [...] El coronel Rojas estudió
durante un tiempo en Alemania. La fuente indica que es un
activo defensor de la causa del Eje y que es tan anti­
norteamericano y antibritánico que puede ser catalogado co­

5. ¡bid., ff. 87-89.


6. Libro Histórico de la Escuela de Artillería, ff. 76-81.
7. Entrevista con el general (r) Ricardo Bayona Posada, junio 11 de
1987.
Cursos y escuelas 95

mo agente nazi” . No existía prueba de estas afirmaciones,


continuaba diciendo el escueto informe de una página, que
podrían originarse en celos personales, pero la recomendación
fue la de vigilar al coronel Rojas durante su estadía en misión
oficial en los Estados Unidos8.
Desde 1941 el FBI (Buró Federal de Investigaciones) tenía
sospechas de Rojas por su amistad con Rudolf Rabitz, un
alemán experto en municiones que vino a Colombia en 1937 y
con el cual el colombiano trabó amistad en la Fábrica de
Municiones y Maestranza9. En 1954, cuando Rojas era presi­
dente, Rabitz, que se radicó en Colombia, fue nombrado
miembro de una misión técnica militar colombiana encargada
de comprar armamento en Europa. La misión, de naturaleza
reservada, se radicó en París y estuvo integrada además por el
coronel Alfonso Ahumada Ruiz y por el mayor Ernesto Bel-
trán R.101.
Durante la guerra los cuerpos de inteligencia de los Esta­
dos Unidos estuvieron muy atentos a las simpatías políticas de
la oficialidad colombiana. Una tabla preparada por el FBI en
1942 mostraba que del total de 410 generales, coroneles, te­
nientes coroneles, mayores, capitanes, tenientes y subtenientes
que componían la oficialidad del ejército de Colombia, un 76
por ciento abrigaba simpatías hacia Alemania. El Departa­
mento de Estado creía que el fenómeno no era tan acentuado,
pero es obvio que aún en proporción inferior, las debilidades
por la svástica eran preocupantes para los servicios secretos11.

8. G-2, junio 29 de 1943. Este documento secreto fue suministrado por


el Comando de Inteligencia y Seguridad del Ejército de los Estados Unidos,
Departamento del Ejército, con base en la ley de libertad de información
vigente en los Estados Unidos.
9. Memorando de James M. Mclnerney al director del FBI, marzo 26 de
1952. Este documento fue suministrado por el FBI con base en la ley citada en
la nota anterior.
10. Telespresso 14982, octubre 25 de 1954, Ministerio de Relaciones
Exteriores, Roma, a embajada italiana en París, fascicolo 5, armi 1954,
D.G.A.P. (1950-57), busta 1611, AMAE1.
11. Silvia Galvis y Alberto Donadío, Colombia N azi(Bogotá: Planeta,
1986), p. 311.
11. Aeronáutica

“...c a si no hay un solo aeropuerto en la República de


Colom bia en el cual el ingeniero Rojas Pinilla no haya interveni­
do, bien sea en su proyecto, en su localización o en su construc­
ción’’.

Gustavo Rojas Pinilla ante el Senado (1959).

Un día cualquiera a finales de 1944 el capitán Ernesto


Recamán Saravia realizaba las maniobras de aproximación
para aterrizar en el aeropuerto Soledad de Barranquilla cuan­
do súbitamente un chulo se estrelló y rompió un vidrio de la
cabina de mando del avión. Un pedazo de vidrio se incrustó en
un ojo del capitán, y aunque el vuelo terminó sin desgracias
para los pasajeros, Recamán quedó afectado por una lesión
que le obligó a abandonar su profesión. Sus amigos y colegas
de Avianca iban a visitarlo en el hospital de Barranquilla
donde le curaban el ojo. Recamán mencionaba durante las
visitas que el fin de la segunda guerra mundial —que ya se
vislumbraba— había abaratado en los Estados Unidos los
precios de aviones casi nuevos que se consideraban sobrantes
de guerra. Fue surgiendo, espontáneamente, por el entusiasmo
del enfermo y por consenso de los visitantes al hospital, la idea
98 El Jefe Supremo

de crear una compañía aérea para aprovechar esa circunstan­


cia económica1.
Esta fue, en pocas palabras, la génesis de Líneas Aéreas
Nacionales S.A., Lansa. La creación formal de la empresa se
produjo en mayo de 1945. Salvo Recamán, no figuran en la
nómina de fundadores muchos de los que lo fueron porque se
trataba de pilotos y empleados de Avianca que lógicamente no
podían aparecer públicamente socios de una aerolínea compe­
tidora12. Sus nombres se observan en las escrituras unos meses
después, cuando habían renunciado a Avianca y ya habían
invertido sus cesantías en Lansa.
En esos tiempos no era suficiente comprar aviones y con­
tratar pilotos para empezar a volar. ¡Había que construir los
aeropuertos! Avianca era propietaria de todos o casi todos los
aeropuertos del país, y salvo escasas excepciones, no permitía
que otras líneas los utilizaran. Avianca no autorizó a Lansa
para decolar desde su aeródromo en Soledad, luego rebautiza­
do Ernesto Cortissoz. Esto obligó a Lansa a construir, en el
barrio Simón Bolívar de Barranquilla, su primer aeropuerto. Y
la obligó a programar su primera ruta de Barranquilla a Rioha-
cha, no por ser la de más tráfico sino porque su aeropuerto era
uno de los pocos que pertenecía a la nación. El siguiente paso
fue la ruta de Barranquilla a Valledupar, donde las visitas de
Alfonso López Pumarejo habían logrado que periódicamente

1. Salvo que se indique lo contrario, la historia de Lansa se basa en una


entrevista con uno de sus fundadores, Rafael Barvo González, realizada el 18
de septiembre de 1987.
2. Firmaron la escritura de constitución 1310 de mayo 5 de 1945 en la
notarla tercera de Barranquilla: Ernesto Recamán Saravia, Antonio Yepes,
José del C. Gutiérrez, Ligia C. de Artunduaga (esposa del cap. Gustavo A.
Artunduaga, piloto de la FAC), Celmira Cediel (esposa de un piloto de la
FAC), Charles E. Peeples (piloto norteamericano), Mauricio T. Obregón
(historiador y navegante), Marco T. Mendoza Amarís (abogado, padre de
Eduardo Mendoza Lince, que años más tarde seria presidente de Avianca),
Zoilo Ruiz Aguilera (un rico industrial que tenía un hijo aviador) y Ramón
Santodomingo (exministro de guerra y tío de Julio Mario Santodomingo).
Ver cuaderno de revisión, expediente 1225, Lansa, ASS.
Aeronáutica 99

se cortara el pasto de una pista improvisada en la que aterriza­


ba el presidente.
El teniente coronel Gustavo Rojas Pinilla, como jefe de
construcciones aeronáuticas y luego como jefe de la aeronáuti­
ca civil, fue un aliado de Lansa. Aprobó personalmente la
construcción de la pista de Barranquilla y asistió junto con el
Ministro de Guerra, Luis Tamayo, a una inspección de la obra.
Aun antes de ser jefe de la aeronáutica civil, que por la época
era una dependencia del Ministerio de Guerra, Rojas adelantó
varias tareas relacionadas con la aviación. Aunque en 1944era
subdirector de la Escuela Superior de Guerra, a mediados de
ese año se le confirió una comisión para que se trasladara a
Mariquita (Tolima) a estudiar los terrenos cedidos por el mu­
nicipio para la construcción de un aeródromo3. Parecería co­
mo si sus funciones en la Escuela Superior de Guerra, donde
permaneció desde febrero hasta diciembre de 1944, hubieran
sido secundarias, como que en ese lapso el subdirector titular
realizó reconocimientos a los campos de aterrizaje de 21 locali­
dades en más de 15 departamentos, intendencias y comisarías4.
En enero de 1945 Rojas fue trasladado al Estado Mayor Gene­
ral como jefe de la Oficina de Construcciones Aeronáuticas,
desde la cual, en el primer semestre de ese año, siguió realizan­
do reconocimientos a pistas, estudió los planos de los aero­
puertos de Pasizara (Nariño), Cali, Pereira y Palanquero, pro­
yectó y localizó la pista de Mariquita y dibujó los planos para la
construcción del depósito de combustible y materiales en Puer­
to López5.
Como jefe del Departamento de Aeronáutica Civil de la
Dirección General de la Fuerza Aérea entre junio de 1945 y
marzo de 1946, Rojas siguió volando en aras de la aviación.
Estuvo en Urrao (Antioquia); en la base Ernesto Samper de

3. Resolución 1070 de-julio 31 de 1944, Ministerio de Guerra.


4. Esas 21 localidades fueron: Turbo, Montería, Coveñas, Cartagena,
Barranquilla, Santa Marta, Riohacha, Uribia, Puerto López, Bahía Honda,
Bellavista, Valledupar, Cali, Tumaco, Pasto, Neiva, Florencia, Tres Esqui­
nas, Caucayá y Araracuara. Hoja de vida 74943, ff. 91-92, AMDN.
5. Ibid., ff. 105-106.
100 E! Jefe Supremo

Cali y en el aeropuerto que en la misma ciudad construía la


sociedad Calpuerto; en Tumaco,en Mompós, Sogamoso, Cha-
ralá, Socorro, San Gil y Puerto Berrío para determinar los
sitios apropiados para la construcción de pistas de aterrizaje;
en Paipa para fijar la orientación y localización de la pista; en
Cartagena para inspeccionar los terrenos escogidos por Taca
para el aeropuerto; y en Montreal (Canadá), como represen­
tante del gobierno nacional en la asamblea de la Organización
de Aviación Civil Internacional (OACI). Además el Estado
MayorGeneral aprobó su tesis “ Pistas de aterrizaje en Colom­
bia” como suficiente para su ascenso a coronel6.
La tesis está dedicada a quien una década más tarde sería
el fautor de su caída del poder:

C on toda atención y respeto dedico este trabajo, a su


Excelencia el Presidente de la R epública, d octor A lberto Lleras
C am argo, Jefe Suprem o de las Fuerzas M ilitares, quien en
todas las altas p osiciones p orél desem peñadas, ha dem ostrado,
estar vivam ente interesado en resolverle al país el trascendental
problem a de la am pliación , m odernización, conveniente d o ta ­
ción y técnica construcción de los cam pos de aterrizaje, y de
afianzar el futuro desarrollo de la aviación com ercial, por ser
ésta, base prim ordial para el efectivo progreso de C olom bia.

6. Las actividades de Rojas constan sumariamente en varias resolucio


nes del Ministerio de Guerra. En 1945 las números 1131, 1338, 1653, 1849 y
2498. En 1946 las números 184, 351 y 1430. Ver hoja de vida de Rojas,
AMDN. Lamentablemente fue imposible localizar los archivos de la Direc­
ción General de Aviación del Ministerio de Guerra, donde deben constaren
detalle los trabajos de Rojas en materia de aeropuertos. Esos papeles no están
en el archivo del Ministerio de Defensa, ni en el de Obras Públicas (que
posteriormente heredó las funciones de aviación civil), ni en el del Departa­
mento Administrativo de Aeronáutica Civil, sucesor de la Empresa Colom­
biana de Aeródromos (ECA).
12. La Violencia

La Violencia tuvo su origen próximo el 7 de agosto de 1946,


lecha en que el ingeniero antioqueño Mariano Ospina Pérez,
nieto y sobrino de expresidentes, asumió la primera magistra­
tura.
Recuperando el poder después de 16 años de abstinencia,
los conservadores lo utilizaron en varias regiones con fines
ilegales y delictivos para fortalecerse en él.
Se inició así la primera etapa de La Violencia: del 7 de
agosto de 1946 al 9 de abril de 1948* 1. Los conservadores
volvieron al poder por la fortuita división del liberalismo
mayoritario, que se presentó con dos candidatos, Gabriel Tur-
bay Avinader y Jorge Eliécer Gaitán Ayala. Sumados los dos
obtuvieron el 58% de los votos, contra un 41% de Ospina
Pérez.
Los liberales fueron destituidos de los puestos públicos,
perseguidos, acosados en provincias y veredas, anatematizados
por curas de pueblo y obispos de acreditado fanatismo. Se
repitió, en la esencia, la reconquista violenta del poder de 1930

1. Las fechas que delimitan los distintos períodos de La Violencia


lucron planteadas por el historiador Russell W. Ramsey, oficial retirado del
ejército de los Estados Unidos, en su libro Guerrilleros y Soldados ( Bogotá:
I iliciones Tercer Mundo, 1981), pp. 20-21. Ramsey fecha las etapas subsi­
guientes así: abril 9 de 1948 a junio 13 de 1953; desde el ascenso de Rojas hasta
mi caída el 10 de mayo de 1957; y de esta fecha hasta 1965 en que La Violencia,
con mayúscula, había terminado.
102 El Jefe Supremo

cuando los liberales, tras casi medio siglo de dominación con­


servadora, ganaron, con Enrique Olaya Herrera, el control del
gobierno.
Durante la administración del boyacense Olaya Herrera,
llegado al solio presidencial por el impulso de la división del
conservatismo mayoritario, los dirigentes liberales de ciertos
municipios de Santander intentaron liberalizar a la fuerza
poblaciones tradicionalmente conservadoras, además de des­
bancar a sus opuestos de la nómina oficial. El mecanismo
utilizado para esta misión fue la policía, la departamental y la
municipal, que obedecían órdenes de alcaldes y gobernadores
liberales, a su vez obedientes a los directorios políticos. Las
balas policiales sirvieron para perseguir a los conservadores en
los Santanderes y Boyacá, preferencialmente. La inscripción
en los registros electorales, bajo coacción, de campesinos con­
servadores, como si fueran liberales, desató respuestas airadas
y armadas, con las secuelas de matanzas, masacres y asesinatos
de parte liberal y conservadora. Un cálculo publicado estima
que unas diez mil personas murieron durante el gobierno de
Olaya Herrera por estas causas2. Fue esa la primera gran cuota
de cadáveres de la violencia política en el siglo XX, excluyendo
los muertos de la Guerra de los Mil Días, que por haberse ini­
ciado en 1899 podrían estadísticamente adscribirse al siglo XIX.
El general (r) Ricardo Bayona Posada vivió esa violencia
en Santander y recuerda cómo ante las imprecisiones y exage­
raciones partidistas sobre el número de muertos, a partir del
primero de enero de 1932 la Quinta Brigada con sede en
Bucaramanga ordenó registrar en un libro las novedades de
orden público directamente verificadas por el personal militar
de cada guarnición y retén. Ocho meses más tarde el libro de la
guarnición del municipio de Guaca registraba más de 60 muer­
tos por asesinato y casi 20 incendios de viviendas3. Si en diez
municipios el promedio de homicidios hubiera sido el mismo,
en un año se llegaría a casi mil muertos. Mil muertos en diez

2. Ibid., p. 93.
3. Ricardo Bayona Posada, Recuerdos de un Ochentón (Bogotá: Edito­
rial Kelly, 1984), p. 89.
La Violencia 103

pueblos de un solo departamento en un solo año. No todos, es


obvio, atribuibles a la policía, porque las venganzas y los
espontáneos que se unen a la lucha también cavan tumbas. En
los campos, vadear un río, ascender un cerro o violar de
cualquier otro modo la imaginaria frontera que delimitaba
políticamente un caserío o todo un municipio, equivalía a
arriesgar la vida4.
La jerarquía católica, que intervino activamente en las
elecciones de 1930, también se quejaba de la participación de
las fuerzas oficiales en los actos de violencia5. La reconquista
liberal del poder en 1930 no fue sólo electoral, como se acaba
de ver, y aunque no es posible en las guerras partidistas estable­
cer quién prendió la mecha, sí es necesario anotar que en el
ánimo del liberalismo obró la intolerancia con que el conserva-
tismo y la Iglesia Católica, en alianza de hierro, gobernaban a
Colombia. Dos ideologías autoritarias, como son el conserva-
tismo y el catolicismo, se nutrían mutuamente para expresarse
en un rígido dominio social, donde el clero ejercía poderes
preeminentes. El conde Gaspare Michele Gloria, ministro ita­
liano en Bogotá, anotaba en 1888, en relación con el recién
firmado concordato entre Colombia y la Santa Sede: “ Dejan­
do a un lado las cargas gravosísimas que impone a las finanzas
del Estado, el nuevo tratado concede a la autoridad eclesiásti­
ca, en materia de enseñanza, de cementerios y de estado civil,
poderes de los cuales no goza en ningún otro Estado católi­
co” 6. Entre 1886 y 1930 la Iglesia actuó como monarca absolu­
to y el presidente de la República fue un segundo arzobispo7.
La violencia rural mostró desde el gobierno de Olaya
características de autonomía local. El presidente no ordenaba

4. Ib id., p. 66.
5. Según el obispo de Pamplona, en 1934 una comisión de soldados,
policías y civiles incendió 28 casas y 3 trapiches en Norte de Santander. Ver
t ícrinán Guzmán, La Violencia en Colombia, Parte Descriptiva (Cali: Edicio­
nes Progreso, 1968), pp. 17, 33-34.
6. Gloria a ministro de Asuntos Exteriores, marzo 9 de 1888, fase. 7,
husta 23, Serie Política A (1888-1891), AMAEI.
7. Christopher Abel, Política, Iglesia y Partidos en Colombia (Bogotá:
Impresa Editorial Universidad Nacional, 1987), p. 34.
104 El Jefe Supremo

la ejecución de los godos, y éstos no culpaban a los jerarcas


liberales de Bogotá de las muertes sino al liberalismo de cada
municipio de los Santanderes y Boyacá8. Pero los godos en la
década de 1930 sucumbían víctimas de una lucha que era
política —por lo menos en sus raíces— del mismo modo que
bajo el gobierno de Ospina Pérez los cachiporros morían en una
contienda igualmente política. No se ha medido bien cómo las
posiciones de los partidos gobernantes influyeron en la violen­
cia, es arduo establecer si los ministros y gobernadores específi­
camente ordenaban las matanzas de los contrarios, pero sí es
claro que los muertos de la época de Olaya y luego de la
administración Ospina no murieron en una guerra por la tie­
rra, en una guerra mundial o en un conflicto de fronteras. Pudo
tratarse de muertes absurdas, como que muchos no entendían
ni siquiera superficialmente qué diferencia había entre ser
liberal o conservador, pero no fueron muertes accidentales.
¿Influyó en la violencia el clima de invectivas constantes entre
los jefes de los partidos, a través de feroces provocaciones
periodísticas? Hay quienes creen que sí9.
Miremos la cuestión desde otro punto. Los partidos políti­
cos han sido desde el siglo XIX agentes mortuorios iniguala­
dos. Utilizaron el poder para matar y exterminar al adversario.
Pudieron haberlo empleado para dar garantías al contrario,
para establecer reformas que aclimataran la tolerancia, pero
no ocurrió así. Parece improbable que un alcalde liberal en
Santander hubiera podido, entre 1930 y 1934, implantar, aisla­
damente, un régimen de tolerancia municipal hacia los conser­
vadores. De ello sería factible concluir que los partidos nada
eficaz hicieron desde Bogotá para refrenar la violencia, y sí
para refinarla.
Trocando las responsabilidades y los papeles, en 1946 se
desencadenó una violencia similar a la de tres lustros atrás. Su
geografía se amplió a muchas regiones de Colombia, inicián­
dose en Boyacá, departamento que nos devuelve al rastro del
coronel Gustavo Rojas Pinilla.

8. Russell W. Ramsey, Guerrilleros y Soldados, p. 96.


9. Ibid., pp. 99-100.
13. Primera Brigada

A finales de 1946 Rojas fue nombrado comandante de la


Primera Brigada enTunja. Por primera vez desde 1917, volvía
a residir en su ciudad natal y por primera vez, a los 46 años de
edad, asumía el mando de tropas en una guarnición importan­
te. Antes sólo había tenido soldados bajo sus órdenes en Bue­
naventura, Tarapacá y Buga. En la capital de Boyacá, Rojas se
mantuvo ocupado visitando los cuarteles de su jurisdicción, y
se entretuvo organizando olimpíadas departamentales y pre­
parando la reconstrucción, el 27 de julio de 1947, de la batalla
del Pantano de Vargas, simulacro al cual asistieron el Presiden­
te Mariano Ospina Pérez y algunos ministros1.
En la Primera Brigada no se conservan la correspondencia
ni las órdenes del día del comandante Rojas, vacío que se
evidencia en muchas guarniciones. No existiendo tampoco
material en el archivo del Ministerio de Defensa sobre la época
liinjana de Rojas, ni en el archivo departamental en relación
con los años 1946 a 1948, las noticias de sus actuaciones son
rscasas y frágiles. Pero el fermento de violencia política que
vivía Boyacá en esa primera etapa del gobierno de Ospina y la
libación conservadora del comandante de la Primera Brigada
hacen suponer que Rojas Pinilla no se limitó a organizar
olimpíadas y a reconstruir batallas históricas.

I. Hoja de vida 74943, ff. 153-54, AMDN. El Tiempo, julio 27 de 1947.


106 /:/ Jefe Supremo

En 1947 el director general del ejército, general Francisco


Tamayo G., compañero de Rojas en la Escuela Militar, pidió al
comandante de la brigada en Tunja que informara si era cierta
la afirmación de una comisión del Senado según la cual el
gobernador de Boyacá, Jorge Roa Martínez, había nombrado
a Rojas comandante de la policía departamental y de la de
Tunja2. La solicitud de explicación a más de trasnochada,
contenía algunos errores. No había sido Roa Martínez sino el
gobernador Alfredo Rivera Valderrama quien en octubre de
1946 nombró a Gustavo Rojas Pinilla comandante de la policía
nacional división Boyacá3. Rojas, que se encontraba tomando
un curso sobre pavimentos en la Universidad Nacional durante
ese mes, y que sólo al siguiente sería nombrado comandante de
la Primera Brigada, no aceptó el cargo policial4.
Las sospechas de la comisión senatorial no eran fundadas,
pero no por ello debe dejar de registrarse la intención de un
gobernador conservador de tener a su lado a un jefe de policía
del mismo partido. ¿Nombró Rivera a Rojas pensando en la
lealtad partidista unida a su condición de military de boyacen-
se? ¿Intervino posteriormente, cuando se frustró el nombra­
miento, para hacerlo designar comandante de la brigada? No
podemos afirmarlo con respaldo probatorio, si bien el nom­
bramiento de Rivera Valderrama como ministro de Fomento
en el primer gabinete de Rojas, sugiere una simpatía mutua. Lo
que sí parece indubitable es lo siguiente: los designios crimina­
les que el conservatismo boyacense tenía reservados a la policía
exigían un jefe en quien se pudiera confiar.
El historiador Russell W. Ramsey escribe: “ Por motivos
no del todo claros, Boyacá se convirtió en el escenario de las
intimidaciones más graves cometidas por el gobierno. [...] ...la
autoridad departamental conservadora reclutó una fuerza sec­
taria de policía seccional de ese partido a finales de 1946. Sus
miembros a menudo eran poco menos que asesinos analfabetos a

2. Tamayo a Rojas, telegrama, agosto 19 de 1947, hoja de vida 74943, f.


146, AMDN.
3. Decreto 409, octubre 7 de 1946, AGB.
4. Hoja de vida 74943, f. 117, AMDN.
Primera Brigada 107

sueldo. El departamento también frustró las leyes de la Refor­


ma Policial de 1935 y 1936 al lograr el nombramiento de
oficiales radicalmente sectarios del partido conservador, para
el contingente de Policía, División Boyacá, y sobre el cuerpo de
aduanas y rentas, conocido como Resguardo de Rentas...” 5(el
énfasis no es del original).
Las tumbas no tardaron en multiplicarse. Cuando se pose­
sionó en febrero de 1947 como sucesor de Rivera el gobernador
conservador Jorge Roa Martínez así lo reconoció en un discur­
so leído en presencia del presidente del Tribunal Superior de
funja y del comandante de la Primera Brigada:
...la República atónita, se entera que día tras día en estas
tierras ubérrim as y envidiadas, en donde la libertad abatió las
instituciones tiránicas y exterm inó a los que usaron la violencia
com o sistem a, perecen en veredas y poblados inocentes cam pe­
sinos y gentes de bien, sir. causa justificativa y e n h olocau sto de
sectarism os p olíticos y de crim inales y absurdas pugnas de
partidos, com o si Boyacá hubiera engendrado inútilm ente la
libertad para sus propios hijos o conseguido el fulgor eterno de
la gloria para plasm arles un futuro de od ios y venganzas tam ­
bién inextinguible6.

El plan urdido por el conservatismo a través de la policía


asesina, “con técnica falangista altamente refinada” , según
expresión de Ramsey, pretendía conservatizar el electorado
boyacense. Se presionó al ministro de Guerra para que a las
poblaciones liberales fueran enviadas comisiones del ejército
encargadas de impedir el fraude electoral liberal y de defender
en consecuencia los votos de la minoría conservadora. En los
municipios conservadores “ se eligieron alcaldes civiles capaces

5. Russell W. Ramsey, Guerrilleros y Soldados (Bogotá: Ediciones Ter­


cer Mundo, 1981), pp. 110-112. En su columna periodística escribía Eduardo
t «bullero Calderón sobre los policías boyacenses: “Converse usted con ellos
dos palabras y se convence de que son, para usar el término más benévolo,
brutos en uniforme”. El Espectador, mayo 19 de 1949, p. 4.
6. El Boyacense. marzo 14 de 1947, AGB.
108 El Jefe Supremo

de ejercer las acciones persuasivas que fueren del caso, y se


asignaron destacamentos de policía departamental como fuer­
zas de orden público. Estos alcaldes contrataban luego bandas
partidistas para que golpearan o asesinaran a los liberales; y si
estos últimos contraatacaban con demasido [sic] vigor, la
policía se unía a las pandillas” 7.
(La confianza que el conservatismo tenía en la policía
boyacense o chulavita traspasó las fronteras departamentales e
hizo tránsito al siguiente gobierno conservador. Pocas sema­
nas después de su posesión, Laureano Gómez decretó en 1950
un auxilio extraordinario de cuatrocientos mil pesos para aten­
der el pago de sueldos de la división de policía Boyacá ocasio­
nado por el aumento en el número de agentes, que el gobierno
comisionó para extender el radio de acción de los chulavitas a
otros departamentos)8.
Las masacres oficialmente instigadas lograron el objetivo
de incrementar en más de un ciento por ciento, en todo el país,
el número de votos conservadores en las elecciones parlamen­
tarias de marzo de 19479.
Rojas se preciaba de que no se hubiera derramado una
sola gota de sangre en esas votaciones, gracias a la distribución
de tropas en todo el departamento, y pese a los políticos (cuyo
partido no identificó) que presionaban al director general del
ejército en Bogotá para que mandara retirar los soldados. En
este elogio que él se hizo durante el juicio ante el Senado se
observa, sin embargo, que los tres ejemplos de abusos electora­
les que citó ocurrieron en elecciones celebradas bajo adminis­
tración liberal y en perjuicio de los conservadores. Los que él
mencionó y muchos otros abusos fraudulentos se presentaron
indudablemente en regímenes liberales, pero la situación en
marzo de 1947 estaba cambiada. Si bien es cierto que los
liberales conservaban posiciones desde las cuales podían impe­
dir que sus contrarios votaran, no es menos cierto que los

7. Russell W. Ramsey, Guerrilleros y Soldados, p. 112.


8. Decreto 3017, septiembre 28 de 1950, Diario Oficial de octubre 5 de
1950.
9. Ibid., p. 114.
Primera Brigada 109

conservadores estaban en el poder y querían aprovecharlo para


vengar antiguos fraudes electorales liberales o para imponer su
mayoría por las buenas o por las malas.
Cuando las mujeres de Chita, pueblo liberal, pidieron a la
esposa del presidente, Berta Hernández de Ospina, que interce­
diera para evitar más asesinatos de sus esposos, padres, herma­
nos e hijos, la respuesta la dio el gobernador José María
Villarreal, según el cual los disturbios se debían a la voluntad
del liberalismo de imposibilitar la justa actuación del alcalde y
de la policía101.
No existen elementos certeros para calificar globalmente,
de pasiva, o distante, o independiente, o colaboracionista, o
tolerante, la actitud de Rojas frente a los designios del conser-
vatismo en Boyacá. Es presumible que no fue visto como un
enemigo por los conservadores, pero sólo indicios conducen a
esa presunción. El joven oficial Alvaro Valencia Tovar, de
reconocida apoliticidad, invitado un día a una ceremonia de
juramento de bandera de la Primera BrigadaenTunja,recuerda
que el coronel Rojas Pinilla, al dirigirse a los nuevos soldados,
junto a las palabras patrióticas usuales, lanzó una arenga de
clarísimo corte político".
Por su parte los liberales, a través de la jefatura nacional
del debate presidencial de 1949, acusaron a Rivera Valderra-
ma, a su sucesor el coronel Carlos Bejarano Muñoz y al tam­
bién gobernador Eduardo Rodríguez Castillo, de montar la
maquinaria electoral para conservatizar el departamento por
medio de la masacre y el fraude12. No se sabe de acusaciones
conservadoras contra Rojas Pinilla, pero sí de los calificativos
que le lanzó el diario bogotano El Liberal, dirigido por el
Imilense Alberto Galindo. Para el beligerante rotativo, Rojas
no era un militar sino un “ cacique con uniforme” , un ciego y
bárbaro fanático político. Anotaba editorialmente El Liberal,

10. Anónimo, Sangre y Fraude (Bogotá: Editorial Kelly, 1949), pp.


5 66 .
(> -

11. Entrevista con el general (r) Alvaro Valencia Tovar, mayo 15 de


I *>K 7.

12. Anónimo, Sangre y Fraude, p. 12.


110 El Jefe Supremo

reflejando probablemente el concepto del liberalismo de Boya-


cá:
...el nombre de Rojas Pinilla está íntimamente vinculadoa
las actividades de la policía de asesinos y bandoleros, que él,
con destreza de maestro, ayudó a organizar en Boyacá y por la
cual muchos inocentes ciudadanos liberales fueron sacrifica­
dos...13.

El diario acusaba a Rojas de participar con los gobernado­


res Rivera Valderrama y Roa Martínez y con el general Delfín
Torres Durán, director de la policía nacional, en la implanta­
ción en Boyacá de la Popol, la policía política cuya sigla los
liberales descifraban con malicia: Popol = Policía Omnímoda
Para Oprimir Liberales. Una orden del día del comandante
Rojas a sus subalternos, en la que señalaba que el ejército era
“ valla infranqueable para quienes en horas de ofuscación y
llevados por reacciones claramente antidemocráticas, intentan
pisotear las leyes” , fue interpretada por El Liberal como alusión
contra los liberales. Mencionaba en sus columnas que Rojas
había pedido la destitución de los policías municipales de
Tunja que se resistían a actuar en política14. No es, pues, de
extrañar, que el periódico afirmara que afortunadamente no
había en el ejército más de un coronel Rojas Pinilla15.
Al coronel Rojas Pinilla se le siguió en Tunja una investi­
gación por supuestas actividades políticas. Fue el primero de
tres procesos penales militares que afrontó en su carrera. Ante
denuncia de Santiago Romero Arévalo, capitán de la policía de
filiación liberal y personero en Tibaná (Boyacá), el caso fue
investigado por un juez penal militar de la Brigada de Institu­
tos Militares en Bogotá. El juez, Luis Gómez Mariño, tomó
declaraciones en Tibaná, mas no llamó a declarar a Rojas pues
encontró que no había fundamento para hacerlo. En primera
instancia y luego en la segunda que competía al jefe del Es­

13. El Liberal, septiembre 5 de 1948, p. 4.


14. Ibid., junio 28 de 1947, p. 8.
15. Ibid., septiembre 9 de 1948, p. 4.
Primera Brigada 11!

tado Mayor General, se absolvió al acusado y se ordenó ar­


chivar el expediente en el juzgado de origen. Gómez Marino
señala que las acusaciones no resultaron ciertas16. Fue imposi­
ble consultar el expediente pues no aparece registrado en los
libros radicadores de los juzgados de la Brigada de Institutos
Militares, ni reposa en los archivos de la BIM ni en el del
Ministerio de Defensa Nacional17.

16. Hoja de vida 74943, ff. 156-157, AMDN; entrevista telefónica con
l.uis Gómez Mariño, octubre 14 de 1987.
17. Oficio 3697-MDSSG. 930, mayo 25 de 1988, Ministerio de Defensa.
El general Rafael Sánchez Amaya, director general del ejército, con el
comandante de la Tercera Brigada (junio 22 de 1948) (Foto Mult).
14. El 9 de abril en Cali

M ataron a Gaitán y ardió Bogotá. El bogotazo con sus dece­


nas de muertos, saqueo e incendio de almacenes, turbas que
marchaban sobre el palacio presidencial, tranvías en llamas y
losas comunes en el Cementerio Central, solamente se dio en
Bogotá. Con consecuencias menos desastrosas se presentó en
otras partes, particularmente en Cali y en Barrancabermeja.
En la capital del Valle habría de tomar por sorpresa al coronel
Gustavo Rojas Pinilla, comandante de la Tercera Brigada.
Rojas había visitado Cali en 1942 como comandante del
Batallón Palacé en Buga, el cual depende del comando de la
Tercera Brigada. Volvióen 1945, cuando dirigía la aeronáutica
civil, para rápidos reconocimientos de terrenos propuestos
como campo de aviación.
Cuando aterrizó en la ciudad la última quincena del mes
de marzo de 1948, traía en el faltriquera el nombramiento de
comandante de la Tercera Brigada, casi no conocía la capital,
sus gentes le eran extrañas y los caleños tampoco sabían mucho
de él. Venía sí prevenido sobre “la forma como reaccionaba el
pueblo de Cali” . En su mente guardaba la lección aprendida 25
años atrás, cuando la Quinta Brigada entonces radicada en
Manizales, donde se hallaba el teniente Rojas como ayudante
del comando, envió soldados a Cali para enfrentar protestas
populares contra alguna medida del gobernador. Este impidió
que el ejército disolviera las manifestaciones abriendo así el
camino, de acuerdo con Rojas, para que el 24 de diciembre de
114 El Jefe Supremo

1923 el pueblo enfurecido sacara a la calle los muebles del Club


Colombia, les prendieran fuego e intentara ingresar al club
“con peligro del honor y dignidad de las damas que allí esta­
ban” 1.
El 9 de abril de 1948 el coronel Rojas recordó los antece­
dentes y desde un primer momento estuvo dispuesto a impedir
los desórdenes en las calles. La revuelta lo tomó en desventaja
agravada por la carencia de suficientes efectivos militares. La
guarnición apenas contaba con 90 soldados antiguos, pues el
contingente de 450 conscriptos recientemente acuartelado de­
bía recibir el armamento el domingo 10 de abril. Estos cons­
criptos eran noveles soldados, con pocas semanas de instruc­
ción en el manejo del fusil12. La escasez, que se presentó también
en Bogotá, donde el ejército enfrentó el 9 de abril con unos 800
hombres3, tenía una explicación. Por tradición, a finales de
febrero y de agosto se desacuartelaba la mitad de la soldadesca
para recibir reclutas el primero de marzo y de septiembre4.
Jorge Eliécer Gaitán, jefe de una de las dos fracciones en
que estaba dividido el partido liberal, fue asesinado a la una y
cinco minutos de la tarde y la noticia, transmitida por la radio,
electrizó a Colombia5. El coronel Rojas Pinilla la conoció
mientras terminaba de almorzar. Se reunió con el gobernador
Oscar Colmenares en el comando de la Brigada y con él fueron
al cuartel del Batallón Pichincha, otrora situado muy cerca de
la ribera del río Cali, donde fue luego construido el edificio
de la municipalidad de Cali. Rojas ordenó que el centenar de
soldados saliera a patrullar las calles. Cuando a eso de las
cuatro de la tarde regresó en un camión un soldado envuelto en
esparadrapos y con la cabeza inflamada, Rojas le preguntó:

1. Senado de la República, Comisión Instructora, El Proceso contra


Gustavo Pojas Pinilla ante el Congreso de Colombia, II, pp. 490, 514.
2. Ibid., p. 514.
3. Herbert Braun, Mataron a Gaitán (Bogotá: Empresa Editorial Uni­
versidad Nacional, 1987), p. 287.
4. Ricardo Bayona Posada, Recuerdos de un ochentón (Bogotá: Editorial
Kelly, 1984), p. 125.
5. Herbert Braun, Mataron a Gaitán, pp. 250, 255.
El 9 de abril en Cali 115

—“¿Qué le pasó?
—Una pedrada, mi Coronel.
—¿Cuántos mató por esa pedrada?
—Nosotros tenemos orden de no disparar.
—¿Orden de quién?
—Del Comandante del Batallón” 6.
Pensando que sólo las armas podían contener el alzamien­
to, Rojas arengó a los 450 reclutas caldenses y ordenó que les
repartieran fusiles, advirtiéndoles que como no sabían apun­
tar, dirigieran el tiro al estómago y que cuando vieran una
manifestación asaltando una ferretería u otro negocio se acer­
caran por lo menos a cincuenta metros, para no perder la
munición. Por falta de experiencia, sin embargo, los reclutas
tan pronto salían del cuartel disparaban al primer individuo
que veían, lo cual sembró el terrorentre los revoltosos. Rojasse
felicitaba de que en toda la jurisdicción de la brigada (Valle,
Cauca y Nariño) los muertos no pasaron de 40, frente a los
5.000 de Bogotá7.

Junta Revolucionaria

Alvaro Andrade Montano, entonces fiscal del Tribunal


Superior de Cali, recuerda que las multitudes se concentraron
en el antiguo edificio del Banco Popular (luego lo sería del
Banco de los Trabajadores) en una especie de cabildo abierto
con los jefes liberales que llegaban de todas partes. Se nombró
gobernador revolucionario a Humberto Jordán Mazuera, un
aguerrido liberal que ejercía el cargo de personero municipal
ile Cali. Luis Angel Tofiño, presidente del concejo municipal,
fue nombrado alcalde revolucionario. La consigna era tomarse
la gobernación8.

6. El Proceso..., II, p. 514.


7. ¡bu!.. p. 515. Los cálculos sobre muertos en Bogotá oscilan entre 549
y 2.585. Ver Herbert Braun, Mataron a Gairón, p. 317.
8. Entrevista con Alvaro Andrade Montado, octubre 27 de 1987.
116 El Jefe Supremo

Fue una toma por abandono de la gobernación pues el


alcalde y el gobernador Colmenares, que era liberal pero le
tenía miedo a la chusma, estaban refugiados en el cuartel,
rememora Luis Angel Tofiño. La gobernación estaba sola, no
había gobierno, nadie nos puso obstáculos para posesionarnos
del despacho, señala el viejo dirigente liberal. Estaban que­
mando el archivo y di orden de apagar el incendio; creo que si
no vamos a tomarnos la gobernación habrían quemado todo el
edificio, recuerda Tofiño, quien asegura que estuvo allí hasta
las diez de la noche, hora en que regresó a su casa. Sostiene
también que el ejército entregó armas a los conservadores el 9
de abril, entre ellos al “negro” Ananías Marulanda, pájaro
reconocido, que el 10 de mayo de 1957, cuando cayó Rojas
Pinilla, tuvo que salvar la vida saliendo hacia Santander de
Quilichao (Cauca) disfrazado de mujer4.
El coronel Rojas, entretanto, ordenaba detener a los
miembros de las juntas revolucionarias para quitarle al pueblo
sus dirigentes, que en su opinión eran quienes lo lanzaban a la
matanza9101. En su concepto,

La situación era extraordinariam ente grave, porque la


Policía M unicipal se había sublevado y solam ente, extenuando
hasta el sacrificio a los p ocos sold ados d isponibles, escasam en ­
te podía el Ejército responder por el m antenim iento de las
autoridades legítim am ente constituidas. Los revolucionarios se
habían apoderado del edificio de la G obernación, constituido
su Junta R evolucionaria y nom brado G obernador y A lcalde
ilegítim o. A las och o de la noche de ese m ism o día, nueve de
abril, el G obernador revolucionario Dr. H um berto Jordán
M azuera... y la m ayoría de los m iem bros de la .1unta R evolucio­
naria, tod os m iem bros del C abildo de la ciudad, estaban ya
detenidos en el cuartel, y m ás o m enos, controlada la ciu d a d 11.

9. Entrevista con Luis Angel Tofiño, mayo 18 de 1987.


10. /;/ proceso..., II. pp. 515-516.
11. Hoja de vida 74943, ff. 210-236, AMDN.
El 9 de abril en Cali 117

Como era su deber, Rojas había ordenado a los coman­


dantes de los cuerpos de tropa que estaban bajo la jurisdicción
de la Brigada que restablecieran en sus puestosa las autoridades
legítimas, y fue él el primero en dar ejemplo con la detención de
Jordán Mazuera y otros dirigentes liberales. El general (r)
Ricardo Bayona Posada, antecesor de Rojas en el comando de
la Tercera Brigada, conoció los sucesos del 9 de abril en Cali
por relato que le hiciera uno de los oficiales que los vivieron, el
médico y mayor Vicente Sáenz Caycedo, que fuera su médico
personal y compañero en distintas guarniciones. Según conta­
ba Sáenz a Bayona, Rojas ordenó al teniente coronel Antonio
A. Ferro, comandante del Batallón Pichincha, el mismo que
había dado la orden de no disparar, que hiciera salir de la
gobernación a Jordán Mazuera. Ferro, acompañado por unos
80 soldados, se habría devuelto sin el preso cuando fue recibido
a machete por los liberales. Rojas Pinilla marchó entonces con
unos treinta hombres de los que acompañaron a Ferro y sacó a
Jordán, se lo llevó preso y en el cuartel lo sentó en una habita­
ción y le dijo al soldado que lo custodiaba: “desasegure el fusil,
si este tipo tuerce un ojo, métale un tiro, y lo digo delante de
testigos para que se sepa que yo di la orden” 12.
Una historia complementaria la cuenta Alvaro Andrade
Montaño, exfiscal del Tribunal Superior de Cali. En la eferves­
cencia del 9 de abril, Andrade propuso a otros liberales que
aprovecharan el momento de indignación popular para lanzar

12. Entrevista con el general (r) Ricardo Bayona Posada, junio 11 de


1987. Otro recuerdo que conserva el general (r) Bayona se refiere a un viaje
que hizo a Cali, Pasto e Ipiales cuando Rojas era comandante de la Tercera
Brigada. Durante la escala en Cali, Rojas y Bayona se reunieron con Rafael
Navas Pardo, a la sazón comandante del Batallón Codazzi en la vecina
Palmira, el cual manifestó que ló inquietaban unos tipos que se apostaban en
la puerta del cuartel a repartir hojas subversivas tratando de conquistarse a
los suboficiales. Rojas le sugirió que eligiera a tres sargentos duros, boxeado­
res, los cuales permitirían el ingreso de los agitadores y les darían una
muenda. Rojas garantizaba que nadie volvería a repartir manifiestos en la
puerta del cuartel. Dicho y hecho. Cuando de vuelta de su viaje al sur Bayona
le preguntó a Navas Pardo si persistían los agitadores, supo.que la fórmula
sugerida por Rojas había dado buenos resultados.
118 El Jefe Supremo

un movimiento encaminado a derrocar el gobierno de Mariano


Ospina Pérez. Aceptadas la idea y el mecanismo de buscar un
frente común entre el pueblo y el ejército, Andrade tomó
contacto con el coronel Ferro. Hablaron los dos solos y Ferro
prometió dialogar con Rojas. Andrade le dijo a Ferro que el
ejército no debía atacar a los liberales pues era el momento de
repetir la hazaña del general Tomás Cipriano de Mosquera y
conquistar el poder con el binomio pueblo-ejército. El plan
revolucionario se fue a pique cuando Jordán Mazuera, nom­
brado gobernador revolucionario e instalado en la goberna­
ción, vio entrar al coronel Ferro y pensó que iba a detenerlo. Se
ofreció entonces, sostiene Andrade, a ir detenido sin oponer
resistencia. Ferro en realidad pretendía conversar con Jordán
sobre la iniciativa de Andrade, pero se descorazonó cuando vio
que el gobernador revolucionario capitulaba sin que se le
intimara rendición13.
Rojas aplicó mano dura para controlar la situación y esa
misma orden impartió a sus subordinados. Al capitán Enrique
Añez le ordenó traer detenidos a los ferroviarios que habían
rechazado una invitación a dialogar. Añez se presentó en la
sede sindical, forzó la puerta cuando no se la quisieron abrir y
procedió a invitar a los trabajadores a una reunión con el
comandante de la brigada. Los invitados se negaron. Añez les
manifestó entonces que él tenía orden de conducirlos, vivos o
muertos, que escogieran cómo querían aceptar la invitación.
Así se produjo la detención14.
El fiscal Andrade Montaño asegura que Hernando Navia
Varón, jefe conservador del Valle, refugiado en la Tercera
Brigada por temor a las turbas liberales, fue la persona que
suministró a Rojas los nombres de los liberales que debían ser
detenidos, cosa nada improbable porque Rojas evidentemente
no conocía quién era quién en Cali. Empezaron a llegar por

13. Entrevista con Alvaro Andrade Montaño, octubre 27 de 1987.


Jordán Mazuera fue asesinado poco tiempo después y su cuerpo encontrado
en el río Cali.
14. Entrevista con el mavor general (r) Alfonso Ahumada Ruiz,abril 18
de 1988.
El 9 de abril en Cali 119

centenares los detenidos, al punto que sobrepasaban el número


de soldados, con riesgo inconfundible para la seguridad mili­
tar. Ocupaban la peluquería, que estaba repleta, y en la cual esa
noche del 9 de abril los detenidos tuvieron que pasarla turnán­
dose los pocos asientos disponibles. Fue la aglomeración de
detenidos lo que llevó a Rojas a pensar en el envío de los presos
a Pasto. Descartó la idea de concentrarlos en un edificio de
Cali, donde la tropa debería custodiarlos, perdiendo así unida­
des escasas, y donde el pueblo liberal podría intentar una
liberación en masa. Quedaba Pasto, que era la retaguardia.
Según Rojas:

D esde el punto de vista militar, el envío a Pasto de los


prisioneros de guerra, constituyó la más normal de las a ctu acio­
nes de un jefe m ilitar, ya que los prisioneros de guerra, se envían
a la retaguardia, donde ellos quedan en seguridad, perm itiendo
que las tropas se em pleen en las accion es netam ente m ilitares.
El nueve de abril, la retaguardia en la Tercera Brigada, estaba
en el D epartam ento de N ariño donde la situación pudo co n si­
derarse com o n o rm a ll5.

El comandante Rojas afirmó también que el envío de los


presos a Pasto decidió en favor del gobierno la intentona
revolucionaria y salvó la vida a miles de individuos del pue­
blo'6. La lista de presos que irían al sur, elaborada por el juez
militar Alfredo Lamus Rodríguez, era revisada por Rojas y por
el gobernador. Rojas sostuvo que él y el gobernador Colmena­
res interrogaban de nuevo a los presos mencionados en la lista
para descartar a los de poca peligrosidad. Los detenidos eran
remitidos —algunos simplemente con la camisa que tenían
puesta17— hasta Ipiales en aviones de Viarco y Avianca los
cuales de vuelta transportaban tropas de refuerzo hacia Cali y
Bogotá. Por bellaquería, los pilotos hicieron toda suerte de

15. Hoja de vida 74943, ff. 210-236, AMDN.


16. lbídem.
17. El Libera!, septiembre 20 de 1948, p. 12.
120 El Jefe Supremo

maromas durante los vuelos, ocasionando el vómito general,


recuerda Bayona Posada. Mal tiempo, decían los pilotos. De
Ipiales a Pasto, por carretera, los presos eran llevados amarra­
dos. El fiscal Andrade Montaño recuerda que el liberal Alfon­
so Barberena, abogado y líder cívico que en Cali recuperó
ejidos para la construcción de barrios populares, como no
podía orinar por tener las manos atadas, fue auxiliado para la
micción por un soldado.
¿Cuánta gente llegó a Pasto? Mil seis personas de todo el
Valle18. De “sur a norte del departamento detuvieron liberales
indiscriminadamente y los llevaron a la Brigada” , recuerda el
abogado y parlamentario Adolfo Romero Becerra, que el 9 de
abril era presidente del concejo municipal de Buga. Romero
fue detenido en Buga con otros liberales ycon los miembros del
directorio liberal municipal, pese a que no había cargos en su
contra, ni se habían presentado disturbios en la ciudad, donde
no se rompió un solo vidrio. El capitán Efrén Salcedo Victoria
intercedió por Romero ante Rojas y por ello el parlamentario
fue devuelto a Buga, donde estuvo detenido tres días en el
Batallón Palacé19.
Desde el punto de vista militar la remisión de presos a
Pasto ciertamente alivió las presiones que padecía el ejército en
Cali, removiendo forzosamente el foco de agitación represen­
tado por los dirigentes liberales, porlos liberales rasos y por los
autores de desmanes. Y ciertamente fue una remisión indiscri­
minada, como se deduce de las instrucciones que el coronel
Rojas Pinilla dio para el regreso de los detenidos.
—Primero, los inocentes o los que según los expedientes
levantados por el juez militar tuvieran poca responsabilidad en
los desórdenes;
—en segundo lugar, los residentes en municipios del Valle
donde no se registraron hechos de sangre ni saqueos ni
incendios;
—luego, los presos políticos;

18. El Liberal, septiembre 5 de 1948, p. 3.


19. Entrevista telefónica con Adolfo Romero Becerra, mayo 19 de 1987.
El 9 de abril en Cali 121

—en cuarto lugar, los presos militares de poblaciones


donde los hechos de sangre no hubieran revestido mucha
gravedad;
—y finalmente, los asesinos de la peor clase provenientes
de Buenaventura, Puerto Tejada, Ansermanuevo y Calcedo­
nia, donde se hizo “ ostentación de los peores instintos crimina­
les” 20.
No debió ser, pues, muy cuidadosa la revisión que Rojas y
el gobernador efectuaron sobre la lista de detenidos antes de
remitir los presos a Pasto, si posteriormente hubo que-estable-
cer un orden de prelación para el retorno de personas inocentes
con escasa culpabilidad o detenidas en municipios que no se
rebelaron contra el gobierno. En palabras pobres, se trató de
una remisión masiva que mantuvo en detención arbitraria a
centenares de vallecaucanos21.
Por el delito de detención arbitraria el fiscal Andrade
Montaño elaboró un pliego de cargos contra Rojas Pinilla.
Andrade fue nombrado procurador en Cali por el procurador
general de la nación, el liberal chiquinquireño Rafael Quiñones
Neira, para investigar los sucesos del 9 de abril en la capital del
Valle. Andrade solicitó al juez militar Lamus Rodríguez que
ordenara el retorno de los presos, pese a que no estaban
Icgalmente detenidos, pero el juez sostenía que era Rojas quien
mandaba y que no atendía las decisiones del juzgado. De

20. Hoja de vida 74943, ff. 210-236, AMDN.


21. El regreso de ]os presos se agilizó desde que Francisco Eladio
Kiimírez, furibundo jefe liberal, llamado “pájaro rojo” por los conservado-
u% se posesionó el 22 de abril como gobernador del Valle, a raíz de la
co la b o ra ció n que Ospina Pérez solicitó a los liberales como una de las
fórmulas de aplacar la revuelta provocada por la muerte de Gaitán. Traer a
Ion presos de Nariño se convirtió en prioridad del liberalismo del Valle y
Kamirez exigió su retorno como condición para aceptar el cargo, según
Alvaro Andrade. Ramírez era partidario sólo de las detenciones legalmente
liiNlificadas, pues de lo contrario se creaba malestar en el departamento. Ver
Oficio 679, abril 23 de 1948, AGV.
Un mes después de la muerte de Gaitán 336 presos del Valle estaban
fu luidos en el convento de San Felipe en Pasto. Ver E¡ Liberal, mayo 9 de
I94K. p. 10.
122 El Jefe Supremo

hecho, Rojas tuvo varios enfrentamientos con el juez, debido,


entre otras cosas, a que Lamus sostenía que Rojas como co­
mandante de la brigada no tenía derecho a leer los expedientes
y debía limitarse a firmar las convocatorias a consejo de gue­
rra. La discrepancia se resolvió a favor de Rojas cuando el
Esmage (Estado Mayor General) de las fuerzas militares, falló
que los comandantes de brigada no sólo podían sino que
debían examinar los expedientes antes de rubricar la convoca­
toria a consejo de guerra22.
El largo pliego de acusaciones elaborado por Andrade
Montaño fue remitido al procurador general en Bogotá y
transmitido al gobierno, que determinó llevar a Rojas aconse­
jo de guerra. Como juez instructor se nombró al juez militar de
la Cuarta Brigada en Medellín, pues el de la Tercera Brigada,
que sería el competente, era subalterno del procesado. Rojas
fue absuelto en primera instancia y cuando el fallo fue consul­
tado ante el Tribunal Superior Militaren Bogotá, este organis­
mo sostuvo que el envío de presos a Pasto fue un proceder
estrictamente militar, que no hubo pruebas de malos tratos a
los detenidos y que el viaje forzoso había sido consultado con el
gobernador y con el juez militar. A mediados de 1950, cuando
ya había dejado Cali, Rojas fue totalmente exonerado por el
Tribunal Superior Militar23.
Por recoger pruebas contra el coronel Rojas Pinilla el
fiscal Alvaro Andrade Montaño perdió su puesto. En el mismo
año de 1948 se presentó la reelección de fiscales de tribunales
superiores de distrito judicial y, como se estila, el procurador
general sometió la lista de candidatos al Presidente Ospina

22. Hoja de vida 74943, ff. 210-236, AMDN.


23. Ibídem. El fiscal opinó que “sería infantil e ingenuo pretender que
a quienes iban en condición de presos políticos, se les hubieran dado las
comodidades y todas las atenciones superfluas de quienes viajan por turismo
y por placer, las que evidentemente no les prestaron”. Rojas, en su indagato­
ria, al igual que el fiscal, hablaron de “presos políticos”, apelativo que podría
significar que al lado de quienes cometieron desmanes se remitieron a Nariño
gran cantidad de liberales por el solo hecho de serlo. Presos políticos no
podían set otros que los presos liberales.
I I coronel Rojas P. condecora a Al- Gustavo Rojas Pinilla en la celebra­
licdo Lamus Rodríguez, juez militar ción del día de la Virgen del Carmen
dr la Tercera Brigada (julio 16 de (julio 16 de 1948) (Foto Mult).
1948) (Foto Mult).

I I coronel Rojas P. en el Batallón Pichincha de Cali, con su comandante,


Amonio A. Ferro (julio 7 de 1948) (Foto Mult).
124 El Jefe Supremo

Pérez, funcionario competente para hacer el nombramiento. El


nombre de Andrade Montaño encabezaba la lista de Cali como
fiscal único que era del Tribunal Superior de ese distrito, mas
Ospina Pérez escogió el segundo nombre24.

‘El hecho más notable de mi vida’

Si los liberales de Cali guardan un mal recuerdo de Rojas


Pinilla por la detención masiva y la remisión obligada de presos
a Pasto, en otros círculos esas acciones le valieron admiración y
fama. La calma volvió pronto a la capital del Valle. El martes
siguiente al viernes aciago la alcaldía de Cali suspendió el
nombramiento de policía civil ad-honorem decretado el 9 de
abril, pues la situación tendía a normalizarse y el gobierno
controlaba la ciudad25.

24. Entrevista con Alvaro Andrade Montaño, octubre 27 de 1987.


Durante el gobierno de Rojas, la Corte Suprema de Justicia nombró a
Andrade magistrado del tribunal en Cali. Más tardó Andrade en aceptar el
cargo que Rojas en enterarse y llamar a la Corte para advertir que podía
nombrar a quien quisiera, menos a Alvaro Andrade Montaño.
25. Téngase en cuenta, sin embargo, que el 14 de abril el gobernador
ordenó congelar las cuentas bancarias de todos los sindicatos. La firma del
comandante Rojas Pinilla aparece junto a la del gobernador en los oficios
dirigidos a los gerentes del Banco Comercial Antioqueño, Banco de Bogotá.
Banco de Colombia, Banco de la República, Banco de Londres y América del
Sur, Banco Industrial Colombiano y The Royal Bank of Cañada. Es un
detalle adicional que comprueba el papel protagónico de Rojas en esos días
tumultuosos. Por otra parte, entre el 1.4 y el 16 de abril, y posiblemente en
previsión de nuevas agitaciones y protestas liberales, el gobernador Colme­
nares dictó otras medidas. Prohibió expedir certificados de paz y salvo de
impuestos a ciudadanos europeos residentes en el Valle, salvo a los británi­
cos. Impidió a los notarios del departamento que corrieran escrituras a favor
de extranjeros del continente europeo, salvo si eran británicos. Con la misma
salvedad a favor de los ingleses, se ordenó a todos los europeos revalidar la
cédula de extranjería. ¿Sospechas contra agitadores comunistas rusos? No lo
dicen los oficios. En cambio, sí se conoce que el dirigente liberal Hernán
Isaías Ibarra se convirtió en una de las personas más buscadas del Valle. F.l
gobernador dispuso montar retenes, hizo vigilar los trenes y conminó a las
empresas de aviación para que no lo transportaran, todo con el fin de impedn
Carolina (“Carola”) Correa de Rojas y María Eugenia Rojas durante un Te
Deum en Cali (agosto 8 de 1948) (Foto Mult).

I legada del Presidente Mariano Ospina Pérez a Cali el 28 de diciembre de


IV4H. A la derecha de Rojas, aparece Rafael Navas Pardo, comandante del
Hulullón Codazzi en Palmira; a la derecha de Bertha Hernández, el ministro
il« Obras Públicas, Luis Ignacio Andrade.
126 El Jefe Supremo

Tiempo después la alcaldía, en vista de lo que llamó alta


significación histórica de la actuación de la Tercera Brigada,
decidió crear la Medalla Cívica 9 de abril, que en una de sus
caras llevaba la leyenda: “ La ciudadanía de Cali agradecida al
ejército” . El primer galardonado lo fue obviamente el coronel
Gustavo Rojas Pinilla, comandante de la Tercera Brigada*26.
Su actuación en Cali le valió a Rojas un galardón que
habría de serle aún más valioso en su carrera militar: lo hizo
conocido y respetado dentro del ejército. No hay que olvidar
que no obstante sus 48 años de edad, Rojas en 1948 era un
coronel más, a quien conocían sus amigos y sus compañeros de
curso, mas no toda la oficialidad. Varios factores hacían que su
nombre no fuera más ampliamente reconocido hasta ese mo­
mento. Rojas estuvo nueve años por fuera del ejército estudian­
do ingeniería y construyendo carreteras, ausencia que lo retra­
só frente a los primigenios compañeros de la Escuela Militar.
De vuelta a las armas se había desempeñado en destinos
primordialmente técnicos, primero en la fábrica de municiones
y luego en el ramo de la aeronáutica militar y civil, que no son
exactamente las posiciones que dan más brillo a un oficial, por
su carácter especializado o administrativo. Súmese a esto su
escasísima dedicación a la pedagogía militar —donde el oficial
profesor se hace conocer de multitud de oficiales alumnos— y
se llega a sí a la fórmula de un oficial promedio, sin lustre
especial, como lo era Rojas en 1948. Ausente como había
estado, salvo durante algunos intervalos, del mando directo de
tropas, por ser ingeniero y luego jefe de aeronáutica, Rojas se
hallaba por fuera de la primera línea de la oficialidad. Como
coronel, su comandancia en Cali era apenas la segunda que
ejercía, después de los 14 meses pasados en Tunja al frente de la
Primera Brigada. En un rol netamente militar fueron Cali, y

su salida de Cali. El sucesor de Colmenares, el liberal Francisco Eladio


Ramírez revocó la congelación de las cuentas de los sindicatos y de las
escrituras de europeos. Ver oficios 638-642, 645, 647-649, 691, 835, abril y
mayo de 1948, AGV.
26. Decreto 102 de abril 13 de 1948, decreto 122 de abril 29 de 1948 y
decreto 217 de julio 15 de 1948, AHAC.
El 9 de abril en Cali 127

especialmente el 9 de abril, la ciudad y la ocasión que colocaron


el nombre del coronel Rojas Pinilla en boca de todo el ejérci­
to27.
Como una carambola, la actuación en Cali le trajo a
Rojas un galardón esencial en su carrera política: la amistad y
la simpatía del Presidente Mariano Ospina Pérez, que no tardó
en reconocer en el proceder del comandante de Cali una defen­
sa del gobierno republicano que fue también una demostración
de fervor conservador de parte de un copartidario declarada­
mente azul con mando de tropas. Sucesos posteriores habrían
de demostrar que Ospina identificaba en Rojas al aliado de
armas tomar. Si se quiere un detalle que no fue simplemente
accidental piénsese en la visita de Ospina a Cali, acompañado
de su esposa antioqueña Berta Hernández y de algunos minis­
tros, en las postrimerías de diciembre de 1948, sin previo aviso.
En el aeropuerto fue Rojas, y no el gobernador liberal Francis­
co Eladio Ramírez, quien esperó y recibió a Ospina y luego se
unió a la comitiva presidencial para continuar viaje a Ipiales y
Pasto28. Un diario dirigido por conservadores laureanistas

27. Entrevista con el coronel (r) Manuel Agudelo, agosto 6 de 1987.


28. Hoja de vida 74943, f. 162, AMDN. Relator, diciembre 27 y 28 de
1948, p. 1.
Un minuto merecen las tirantes relaciones que mantuvieron Rojas y el
liobcrnador liberal Francisco Eladio Ramírez. El color político los convertía
ru antagonistas y Rojas no parecía dispuesto a ceder el poder que conquistó
rl 9 de abril. En lugar de volver a mandar en los cuarteles, actuó como
gobernador paralelo en los campos que le interesaban. Una vez Ramírez
previno a Rojas que sólo el gobernador podia ordenar dispositivos policiales.
I'n distintos lugares del Valle los soldados requisaban a los funcionarios
públicos, sostenía Ramírez, aun cuando se identificaban plenamente y de la
requisa no se salvaron el ministro de Minas y Petróleos ni dos secretarios de la
Ipibcmación. “No quiero insistir en la tesis de que las medidas de policía en
Urpartamentos regidos por Gobernador civil”, escribía Ramírez a Rojas,
"mresponde tomarlas a éste, porque sobre el particular ninguna duda puede
rsistir y sería redundante establecer polémica sobre tema tan sencillo, máxi­
me si se sabe que el Ejército carece de funciones policivas, y en estados de
emergencia como el actual, solamente puede adoptar aquellas medidas que
taxativamente el Presidente en decretos especiales”. Agregaba: “No
«rila provechoso ni pertinente dar siquiera la apariencia de dos gobiernos,
128 El Jefe Supremo

afirmaba en 1954 que los fuertes lincamientos del gobierno


militar y su sentido de la autoridad eran el resultado “ de firmes
convicciones derechistas” de Rojas rubricadas el 9 de abril en
Cali29.
El propio Rojas se sentía orgulloso del papel que jugó en el
Valle a raíz de la muerte de Gaitán. En 1952, cuando el perio­
dista boyacense Oliverio Perry le preguntó, para un “ Quién es
Quién” , cuál era el hecho más notable de su vida, Rojas respon­
dió: “ Mi actuación como Comandante de la Tercera Brigada
en Cali, el 9 de abril de 1948” 30.
Juan Roa Sierra, el asesino que disparó sobre Gaitán,
acabó con la vida del más popular caudillo colombiano del
siglo XX e involuntariamente fue la catapulta hacia la fama y
eventualmente hacia la Presidencia de la República de un
coronel relativamente desconocido que construyó carreteras y
era aficionado a los aeropuertos y que tal vez, de no ser por el 9
de abril, habría terminado sus días como cualquier otro gene­
ral pensionado.

uno civil y otro militar, porque ésto ni pertenece a nuestras instituciones, ni


servida para el logro de los propósitos de bienandanza que deben inspirar a
los buenos hijos de Colombia”. Ver Ramírez a Rojas, julio 9 de 1948, oficio
4325, AGV.
En otra ocasión, Ramírez recordó a Rojas que las autoridades civiles
eran el conducto regular para detener a los ciudadanos. Solicitaba el gober­
nador que explicara Rojas cuál situación excepcional justificaba romper la
tramitación ordinaria del procedimiento penal en cuanto al ciudadano Opti­
mo Arcila. Rojas había librado orden de captura contra Arcila, solicitado
por las autoridades de Caramanta (Antioquia). Un diario liberal informó que
Arcila era un liberal que denunció asesinatos cometidos por conservadores y
que Rojas dictó una orden confidencial para colaborar en la captura de
Arcila. Ver Ramírez a Rojas, noviembre 2 de 1948, oficio 7167, AGV; El
Liberal, septiembre 9 de 1948, p. 8.
29. El Día, mayo 29 de 1954, p. 1. Sus directores fueron Francisco Plata
Bermúdez y Guillermo Camacho Montoya, ambos formados en la escuela de
El Siglo.
30. Oliverio Perry & Cía., editores, Quién es Quién en Venezuela, Pana­
má, Ecuador Colombia (Bogotá: Editorial Argra, 1952), p. 957.
15. Atentado a la libertad de palabra

h coronel Gustavo Rojas Pinilla, comandante de la Tercera


Brigada, fue acusado en 1949 por los liberales de atentar contra
la libertad de palabra. La piedra del escándalo está contenida
en la siguiente circular:
TERCERA BRIGADA. COMANDO.
Cali, 25 de marzo de 1949
No. E.M. 1-002091
Señor Mayor CDT. GR. ART. Ns 3 ‘PALACE’. Buga.
REF. Consigna para las tropas que prestan servicio en manifes­
taciones políticas.
Como consigna especial que debe impartirse a las tropas
que prestan el servicio de vigilancia en manifestaciones políti­
cas, está la de impedir que los oradores lancen palabras injurio­
sas o descomedidas contra el gobierno legítimamente constitui­
do, Fuerzas Militares o miembros de ellas. El Comandante de
las tropas que prestan este servicio, deberá hacer conocer del
orador u oradores la presente consigna, y la autorización de
impedir —aún haciendo uso de la fuerza si fuere necesario—
que se continúe lanzando improperios contra tales entidades.
Atentamente,
Coronel GUSTAVO ROJAS PINILLA
Comandante de la 3a. Brigada1.

1. Hoja de vida 74943, f. 197, AMDN. Lo relativo al incidente de Tuluá


»» halla en los ff. 192-204.
130 El Jefe Supremo

En Tuluá, mientras se iniciaban en la tarde del 16 de mayo


de 1949 los discursos autorizados en el marco de una manifes­
tación política, el teniente Jorge Alberto Forero W., coman­
dante de la comisión de orden público venida de la vecina Buga
para vigilar la reunión, pidió al senador Francisco Eladio
Ramírez, jefe liberal del Valle, que previniera a los oradores en
el sentido de que no podían hablar mal del gobierno ni del
ejército, pues tenía instrucciones de impedirlo si alguien lo
intentara. En ese momento hablaba el presidente del directorio
liberal municipal. No se sabe qué pudo decir contra el gobierno
o el ejército pero el hecho es que “ Pacho Eladio” , como se le
conocía en el Valle, rechazó la advertencia y cuando le tocó el
turno como orador hizo referencia al intercambio habido mi­
nutos antes con el teniente. Este intentó entonces arrebatarle el
micrófono al senador, exigiéndole que suspendiera la confe­
rencia. “Pacho Eladio” , que era de armas tomar, siguió ha­
blando. El teniente dispuso avanzar sobre los oradores y calar
bayonetas, dejando a otra parte de la tropa frente al pueblo en
actitud de disparar2.
Esta relación de los hechos, si bien pertenece al senador, es
creíble porque coincide con la del alcalde conservador de
Tuluá, César Martínez Delgado, el cual salvó la situación
dadas la actitud de la tropa y los vítores de los manifestantes a
“ Pacho Eladio” . El alcalde le manifestó al teniente Forero que
su posición era inconveniente y que él como alcalde autorizaba
la continuación del discurso del senador teniendo en cuenta la
protección constitucional a la libertad de palabra y el permiso
dado en días anteriores a toda clase de discursos3. La manifes­
tación estaba autorizada por el gobernador, que de ello dio
cuenta por escrito al coronel Rojas Pinilla4.
Un orador tan fogoso y un caudillo como “ Pacho Eladio"
Ramírez, héroe de los liberales y primer rival de los conserva­
dores, no podía dejar pasar un incidente de este género. Cierta-

2. El Espectador, mayo 19 de 1949, pp. 1-3.


3. El alcalde sostuvo que evitó el sacrificio de numerosas vidas. El
Tiempo, mayo 25 de 1949, p. 11.
4. Saúl Saavedra Lozano a Rojas, mayo 10 de 1949, oficio 1148, AGV.
Atentado a la libertad de palabra 131

mente flaquea la libertad de palabra cuando un funcionario


civil del gobierno puede censurar a un orador del partido de
oposición que pronuncia un discurso. Si el censor instantáneo
de lo que se puede decir y de lo que se debe callar es un oficial al
mando de soldados que pueden disparar, el amedrentamiento
asume mayor gravedad. Todo esto es irrebatible para quien
crea en una robusta libertad de expresión y el orador principal
de Tuluá tenía razón en sentirse coartado. La coacción debió
ser doblemente irritante para un miembro del Congreso, adicto
al verbo y acostumbrado a la inviolabilidad que protege las
opiniones de senadores y representantes.
A más de lo dicho, es de suponer que el senador del Valle
se sintió aguijoneado cuando supo, pasados los incidentes, que
el teniente Forero actuaba con fundamento en una circular del
coronel Rojas Pinilla. Como gobernador del Valle, Ramírez
intervino para repatriar a los liberales que Rojas remitió a
Pasto a raíz de los disturbios del 9 de abril de 1948. Que una
orden de tal contradictor —además conservador acendrado,
cosa que “ Pacho Eladio” no ignoraba— hubiera llevado a un
intento por amordazarlo, podría explicar la resonancia nacio­
nal que el senador logró darle al suceso. El Tiempo calificó de
abuso de autoridad la circular del comandante de la Tercera
Brigada:
Es de tal modo inaceptable el inaudito documento, y en tal
forma contraria a nuestra tradición y a nuestra índole democrá­
tica la actitud del Coronel Rojas Pinilla, que seguramente ya
debe de haber sido escrita la disposición de llamamiento a
calificar servicios a quien así contradice el espíritu de nuestro
Ejército...5.

Las repercusiones políticas de la circular no fueron menos


sonoras. El mes de mayo de 1949 vio rota la política de unión

5. El Tiempo, mayo 20 de 1949, p. 4. Cuatro años y un mes después otro


editorial aplaudió la asunción inconstitucional de la jefatura del Estado por
parte de quien no merecía siquiera seguir en el ejército. Seis años y tres meses
después el villano de la libertad de expresión ordenaba el cierre de El Tiempo.
132 El Jefe Supremo

nacional que el Presidente Mariano Ospina Pérez prometió en


su campaña y que puso en práctica como respuesta a la conmo­
ción causada por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. La
colaboración del liberalismo en el gabinete y en otros cargos
del poder ejecutivo cumplía ya un año y daba muestras de estar
agonizando. Los conservadores nunca la aceptaron con since­
ridad, pues querían usufructuar todo el poder. Y los liberales la
aceptaban como mecanismo para garantizar la neutralidad del
ejecutivo. Era un “ matrimonio de compromiso” , según la
opinión de Hernán Jaramillo Ocampo, en ese entonces minis­
tro de Hacienda de Ospina. Las elecciones para Cámara de
Representantes, asambleas departamentales y concejos muni­
cipales que debían celebrarse el 5 de junio de 1949 exacerbaron
los ánimos y dieron al traste con la colaboración liberal en el
gobierno. En vísperas de elecciones, la unión nacional se volvió
incómoda para los liberales en cuanto la consideraban un
obstáculo a la victoria y para los conservadores, en cuanto
preferían un gobierno hegemónico que les permitiera consoli­
darse en el poder y disminuir la brecha electoral6.
Los liberales protestaban diariamente por la persecución
a que se les sometía, especialmente en Boyacá y Nariño, y
alegaban que las instrucciones sobre paridad en las alcaldías,
dictadas por el propio presidente, eran torpedeadas por sus
subalternos conservadores. El conflicto hizo crisis cuando los
seis ministros liberales presentaron renuncia dos semanas an­
tes de las elecciones. Alegaron, en un extenso memorial de
agravios, que algunos gobernadores se negaban a aplicar la
política del “ cruce” ordenada por Ospina, que consistía en que
los secretarios de los ministerios debían ser del partido distin­
to al del ministro, y así en las gobernaciones y en las poblacio­
nes de más de cincuenta mil habitantes7. Los ministros sostu­
vieron que debían renunciar dado que el gobierno no aceptó
poner en práctica las medidas que ellos consideraban necesa-

6. Hernán Jaramillo Ocampo, 1946-1950 De la Unidad Nacional a lu


Hegemonía Conservadora (Bogotá: Editorial Pluma, 1980), pp. 251-263,279
7. Ibid., pp. 246-247.
Atentado a la libertad de palabra 133

rías con ocasión de los comicios y por ende, en su concepto,


competía única y exclusivamente al gobierno garantizar, bajo
su responsabilidad, unas elecciones libres. Básicamente solici­
taban que en Boyacá y Nariño se nombraran gobernadores
militares, que en ciertas alcaldías se designara a militares, que
los militares vigilaran los comicios en ciertos lugares, que los
resguardos de rentas departamentales fueran acuartelados en
vísperas de elecciones y obligados a entregar las armas tempo­
ralmente y que las policías departamentales y municipales
quedaran al mando de oficiales del ejército antes de la vota­
ción.
Adicionalmente los ministros dimitentes señalaron como
motivación de su renuncia la negativa del gobierno a accederá
mi demanda de que fuera exonerado del ejército el coronel
(iustavo Rojas Pinilla “por haber atentado gravemente contra
lu libertad de palabra” . Se referían, por supuesto, a la circular
dictada por Rojas que originó el incidente de Tuluá8.

Ospina Pérez sostiene a Rojas

Ospina contestó que no podía destituir a los gobernadores


de Boyacá y Nariño, nombrados el mes anterior, para sus-
IIIni ríos por militares pues habían tenido dificultades para
Implantar el “cruce” en medio de corruptelas muy arraigadas.
Sostuvo que los directorios políticos en varios departamentos
*r oponían a la repartición de alcaldías, que no existían sufi­
cientes oficiales en las fuerzas militares para nombrar todos los

K. “ ...hay que agregar el suceso extraordinario, insólito desde hace


Hincho tiempo en la vida política colombiana, de que un alto jefe militar, el
•t'flnr comandante de la tercera brigada, se haya atrevido a dar una orden
Mpicsa y escrita para que las tropas bajo su comando impidan por la fuerza
*1 libre uso de la palabra a los oradores en las manifestaciones políticas”. Así
ilri lu la renuncia suscrita por los siguientes ministros: Darío Echandía
I(Hibierno), Samuel Moreno Olano (justicia), Samuel Arango Reyes(minasy
|» l i óleos), Pedro Castro Monsalvo (agricultura), Jorge Bejarano (higiene) y
I libio Lozano y Lozano (educación). Ver El Tiempo, mayo 22 de 1949, pp.
I I
134 El Jefe Supremo

alcaldes militares que pretendía el liberalismo y que el gobierno


había aceptado las solicitudes relativas a los resguardos y a la
vigilancia militar pre-electoral. Frente al incidente de Tuluá
prometió “estudiarlo oportunamente con el mayor cuidado” ,
aunque en verdad su intención se descubre mejor no en esa
frase gastada sino en el concepto que dio del coronel Rojas
Pinilla: “eminente jefe militar que ha prestado insignes servi­
cios a la república” , que traducido a buen romance equivalía a
afirmar que el comandante de la Tercera Brigada no sería
retirado del ejército9.
Los liberales aprovecharon un banquete ofrecido a los
ministros que se retiraron del gobierno para perorar de nuevo
contra el coronel Rojas Pinilla. Darío Echandía afirmó:

...el com andante de una brigada se ha atrevido a d esco n o ­


cer con una orden m ilitar ese precepto constitucional que más
que letra de la ley es un principio de derecho universal y
perm anente: el principio de que los ciudadanos colom b ian os
tienen derecho a hablar librem ente y, precisam ente a hablar
librem ente contra el gobierno, porque el derecho a hablar bien
del gob ierno no está escrito en ninguna co n stitu ció n ...101.

Los liberales ganaron las elecciones del 5 de junio de 1949.


Obtuvieron 886.492 votos para la Cámara de Representantes,
es decir, 153.000 más que los conservadores; además pasaron a
controlar 11 asambleas y 430 concejos, contra 3 y 362 de sus
opositores11. No obstante, el liberalismo no olvidó a Rojas
Pinilla. Tres días después de los comicios, el procurador gene­
ral de la Nación, el liberal Rafael Quiñones Neira —que de
1936 a 1941 fue jefe del departamento jurídico del Ministerio de

9. El Tiempo, mayo 24 de 1949, pp. 1-17.


10. El Tiempo, mayo 28 de 1949, pp. 1-9. Cuatro años y un mes después,
Echandía legitimó la llegada al poder del excomandante de brigada infractor
de la Constitución con la legendaria afirmación de que se trató de un “golpe
de opinión”.
11. Jaramillo Ocampo, 1946-1950 De la Unidad Nacional a la Hegemo­
nía Conservadora, p. 289.
Atentado a la libertad de palabra 135

Guerra— pidió al ministro de Guerra, general Rafael Sánchez


Amaya, que se investigara penalmente, para que no quedara
sin sanción, el atentado contra las libertades públicas atribuido
al coronel Rojas. El “justo prestigio de que goza el Ejército” y
la confianza de los ciudadanos en él fueron, según el procura­
dor, los motivos que lo llevaron a su “dolorosa actitud de
procurar la investigación penal contra un alto oficial de las
Euerzas Militares” . Rojas fue juzgado por abuso de autoridad,
extralimitación de funciones y denegación de auxilios. La ins­
trucción del sumario correspondió al juez militar de la Cuarta
Brigada en Medellín, puesto que el de la Tercera en Cali era
subalterno de Rojas.

"Bonachón y godísimo”

“ Un día sonaron los tacones frente a mi oficina en la


Cuarta Brigada y se oyó esta voz: ‘Con autorización del Presi­
dente de la República se pone a sus órdenes el coronel Gustavo
Rojas Pinilla, comandante de la Tercera Brigada’” , recuerda
Gustavo Peláez Vargas, que fue juez militar de la brigada en
Medellín entre 1948 y 1951. “ Le contesté que no lo necesitaba
todavía y que cuando lo necesitara lo buscaría en Cali” .
Efectivamente, en Cali lo indagatorié dos o tres veces y lo
absolví pues vi que Rojas se limitó a copiar una circular dictada
por Darío Echandía, añade el ex-juez, que tuvo oportunidad de
tratar a Rojas y lo encontró “ bonachón, ingenuo, no era godo
NÍno godísimo, de excelente puntería con el fusil” 12. En cues­
tión de ocho semanas, Peláez Vargas ordenó cesar todo proce­
dimiento porque en su opinión la circular no constituía un
abuso de autoridad. La decisión del juez militar conceptuaba:
" ( 'orno claramente lo indica [Rojas] en su indagatoria se die­
ron claras instrucciones para que en forma alguna fuese coarta­
da la libertad de palabra; que el espíritu de la circular era el de
que se respetara a todos, evitando así los disturbios” . Mostra­

12. Entrevista con Gustavo Peláez Vargas, abril 6 de 1988.


136 El Jefe Supremo

ba así el procesado —decía la providencia— que Rojas tenía


claros conceptos de libertad y justicia y que la libertad no
puede servir de medio difamatorio e injurioso contra las auto­
ridades legítimamente constituidas “ya que esto dejaría de ser
libertad para convertirse en un asqueroso libertinaje creador
de desorden y aniquilador de la paz pública” . El juezanotó que
la conducta del senador Ramírez fue contradictoria, como que
siendo gobernador no tuvo sino felicitaciones para Rojas y
cuando volvió a la lucha política hubo de atacarlo. Concluyó
Peláez Vargas: “ ...intereses de bandería... son la causa de la
formación de este expediente” 13.
Entretanto en Bogotá, mientras se tramitaba la investiga­
ción —recordó una persona que pidió no ser identificada— el
Presidente Ospina en el Palacio Presidencial alguna vez pre­
guntó: “¿Cómo va el proceso de mi amigo Rojas Pinilla?” .
El proceso marchaba por buen camino. En 1950, el nego­
cio14 pasó al Tribunal Superior Militar15 en Bogotá, el cual

13. Hoja de vida 74943, ff. 192-204, AMDN. La pugnacidad política de


la época evidentemente contribuyó a la circular de Rojas y a la denuncia
penal promovida por un procurador liberal. Francisco Eladio Ramírez, por
su lado, era odiado por los conservadores, que lo llamaban “doblemente
hijueputa” , porque era hijo natural.
14. No fue posible consultar el expediente, pues no aparece registrado
en los libros radicadores de la Cuarta Brigada. Oficio 0 3 9 6 /1A.DIV.COBR
4-APG-746, abril 28 de 1988, Cuarta Brigada.
15. La sentencia lleva las firmas del magistrado Juan Manuel Pachón
Padilla y de los generales Carlos Perdomo Puyo y Miguel Angel Hoyos. En el
mismo juicio relativo a la circular se tramitó otro cargo contra el coronel
Rojas Pinilla, cargo contenido en una nota del semanario Sábado, según el
cual, entre Rojas y el comandante de la policía del Valle, mayor Francisco
Cortés Arana, se habría verificado el siguiente diálogo durante una manifes­
tación política en la Plaza de Caycedo:
— RP: ¿Dónde piensa usted localizar a la policía?
CA: En el parque, debidamente distribuida.
— RP: Localícela usted en uno de los extremos del parque, porque si
algunos de los oradores llegan a expresarse indebidamente contra el gobier­
no, tengo emplazadas las ametralladoras y dispararé contra la multitud.
De acuerdo con la revista. Cortés Arana habría relatado la conversación
al ministro de Gobierno. Sin embargo, dentro del proceso el oficial del
Atentado a la libertad de palabra 137

confirmó la absolución basándose en la similitud que encontró


entre la circular y una resolución expedida a comienzos de 1949
por el ministro de Gobierno Darío Echandía sobre el funciona­
miento de amplificadores de sonido. La medida señalaba que a
través de los amplificadores o micrófonos utilizados en mani­
festaciones públicas “ no será permitida la transmisión de nada
que pueda atentar contra la moralidad pública y la seguridad
del país o sus relaciones internacionales, la honra y la seguri­
dad de las personas y el respeto debido a las autoridades
legítimas; o la incitación en cualquier forma al desconocimien­
to de las autoridades, al desobedecimiento de la ley o a la
perturbación del orden público” l6. En fines y doctrina, sostuvo
el Tribunal, ambas medidas eran idénticas y sólo diferían en
cuanto la de Echandía regía únicamente para los amplificado­
res de sonido y la de Rojas se aplicaba también a quienes
hablaran por radio y al natural, sin aparatos mecánicos.
Sin duda, el Tribunal Superior Militar no pudo hallar un
mejor ejemplo para resaltar la contradicción de Echandía.
Como ministro de Gobierno, prohibió el irrespeto a las autori­
dades legítimas y, tres meses después, como miembro del parti­
do liberal encontró repugnante una determinación virtualmen-
le idéntica tomada por un comandante militar conservador y
de hecho la incluyó como uno de los motivos de su retiro del
gabinete. Si la circular atentaba contra la libertad de palabra,
la resolución no lo hacía menos, pues poco importa, como
cortapisa al orador, que se le impida atacar al gobierno o a las
fuerzas militares por micrófono, por altavoz o a grito herido.
Si bien es cierto que en fines y doctrina coincidían la
circular y la resolución, el Tribunal pasó por alto una aguda
diferencia entre las dos. La resolución de Echandía facultaba a

ejercito en comisión a la policía desmintió el diálogo y el Tribunal Superior


Militar opinó que se trataba de un “simple chisme” y que aun si Rojas
hubiera pronunciado esas palabras, las meras amenazas no constituyen por sí
nulas delito alguno, salvo que con ellas se hubiera coaccionado a la multitud o
a los oradores. Ver hoja de vida 74943, ff. 192-204, AMDN.
16. Resolución 84, febrero 10 de 1949, Ministerio de Gobierno. Ver
Islario Oficial, febrero 26 de 1949.
138 El Jefe Supremo

las autoridades de policía para castigar con multas hasta de


quinientos pesos a quienes violaran las condiciones de la licen­
cia de funcionamiento del amplificador, lo cual, como es ob­
vio, solamente podía ocurrir después de vociferado el irrespeto
al gobierno o de lanzadas las palabras descomedidas contra las
fuerzas militares. En cambio, la circular de Rojas facultaba a
las tropas para impedir, aun por la fuerza, los discursos irrespe­
tuosos. Los soldados podían, en medio de la manifestación,
acallar a los oradores que consideraran injuriadores, una atri­
bución para la cual no están entrenados y que no se puede
ejercer en la plaza pública sin desmedro de la libertad de
expresión. La circular de Rojas no contemplaba un procedi­
miento para sancionar a los infractores, como sí lo hacía la
resolución de Echandía. La sanción era la interrupción abrup­
ta de la oración.
La oratoria política encendida e incendiaria de 1949 no
fue exclusiva de los liberales, ni del Valle del Cauca. Es por
ende significativo que haya sido Rojas el único comandante de
brigada que prohibió por la fuerza los ataques verbales a las
autoridades, pues si hubo otros que tomaron medidas simila­
res, no se tradujeron en arrebatamiento de micrófonos. Políti­
cos como “ Pacho Eladio” Ramírez agitaban a las multitudes
en varios departamentos y tal vez habrían reaccionado vigoro­
samente si otros tenientes hubieran intentado prohibir sus
discursos. También es sobresaliente que el único incidente
notable surgido de la aplicación de la circular de Rojas hubiera
involucrado a liberales. No se sabe qué palabras lanzaron al
aire el senador Ramírez y el orador que lo antecedió, pero no es
difícil suponer que en otras plazas los dirigentes conservadores
los hayan imitado en improperios, tal vez no contra el gobierno
pero sí contra los liberales y aun contra el ejército.
La mancha autoritaria visible en la circular pertenece
exclusivamente a Rojas. La medida fue dictada motuproprio. Si
hubiera correspondido a instrucciones de la dirección general
del ejército o del ministro de Guerra, el procesado así lo habría
hecho saber en el juicio, para exculparse, como lo hizo el
teniente Lorero en Tuluá cuando el alcalde averiguó los moti­
vos de su conducta.
Alentado a la libertad de palabra 139

Por lo demás, el propio Rojas demostró que su circular no


era calcada de la resolución del ministro. Dos días después del
incidente de Tuluá, es decir el 18 de mayo de 1949, expidió una
circular en que derogaba la del 25 de marzo que provocó la ira
de Francisco Eladio Ramírez, y en su lugar reprodujo textual­
mente la norma concebida por Echandía17.
Si para los liberales la circular fue una afrenta, a Rojas le
representó dividendos políticos en los ámbitos conservadores.
Luis Ignacio Andrade, ministro de Obras Públicas en ese mo­
mento, no pasó por alto el comportamiento de Rojas:

Podía u no disentir del procedim iento ad optado por él en


aquella referencia, pero desde el punto de vista partidista,
advertía la aparición de un m ilitar m uy celoso de los intereses
p olíticos antiliberales; y para quienes com o yo, som os hom bres
de partido, el caso nos llam aba especialm ente la atención y nos
inspiraba sim p atía18.

17. Hoja de vida 74943, ff. 192-204, AMDN.


18. La Unidad, octubre 15 de 1954, p. 5.
Muros interiores de la Casa Liberal, seis días después de la masacre (Foto
Mult).

Impactos de bala dentro de la Casa Liberal, que demuestran cómo los


liberales fueron asesinados allí. El gobierno mintió al señalar que los libera­
les atacaron en las calles a la policía (Foto Mult).
16. La Casa Liberal

“Es la fria ld a d oficial, es la indiferencia ante la m u erte”.

Julio César Turbay A yala (1949)

El 22 de octubre de 1949 fue sábado. A eso de las 7 de la


noche, Carlos Bonilla Aragón, médico de 29 años, salió en el
carro a dar vueltas, sin rumbo fijo, por las calles de Cali,
acompañado por su hermano Alberto. Consultaron en el Hotel
Alférez Real el tablero de los cines, pero no se decidieron por
ninguna película. Para no tener que acostarse temprano, Car­
los sugirió que asistieran a la reunión prevista esa noche en la
Casa Liberal pues había visto un pequeño cartel en algún muro
donde se invitaba a la manifestación. Fue así, inocentemente, a
falta de mejor entretenimiento, como Carlos y Alberto Bonilla
Aragón estuvieron a las puertas de la muerte.
La Casa Liberal, situada en la calle 15 entre carreras
tercera y cuarta, no era en realidad una casa sino un gran solar
viejo rodeado de paredes de tapia y con una única pequeña
puerta de entrada. Sobre uno de los lados existía una tarima
cubierta por un techo precario y un solo bombillo. A los lados,
un par de baños rudimentarios.
El representante a la Cámara Alfredo Jaramillo Uribe,
que perdería a su hermano Humberto en el tiroteo, había
terminado de hablar a los liberales reunidos allí bajo una
ligera llovizna. Tomó entonces la palabra Hernán Isaías Iba-
142 FJ Jefe Supremo

rra, político liberal que pese a su juventud había alcanzado


notoriedad nacional como el orador que en 1945, en el Circo de
Toros de Santamaría, proclamó la candidatura presidencial de
Jorge Eliécer Gaitán.
Carlos Bonilla recuerda que cuando Ibarra, en un discur­
so encendido, acababa de llamar asesino a Laureano Gómez se
oyeron los primeros disparos contra la puerta de la Casa
Liberal. Una de las pocas personas armadas dentro de la casa,
disparó para responder al ataque. Cuando se acercó a la puerta
lo liquidaron. Ibarra se había bajado de la mesa en que habla­
ba. Cien, doscientos, tal vez trescientos liberales que estaban
dentro del solar empezaron a buscar donde guarecerse. Eran
casi todos hombres, casi todos liberales del pueblo, varios
trabajadores ferroviarios, algunos empleados públicos. Se tra­
taba de una manifestación popular al aire libre, un sábado por
la noche.
En la confusión alguien descubrió que por la tapia frente a
la fachada se podía saltar a otra edificación. Se formó así una
improvisada escalera humana que permitía la fuga. Alberto
Bonilla saltó la tapia, pero su hermano Carlos resbaló. Sus
zapatos se deslizaron en las grietas del muro. Si se los hubiera
quitado tal vez habría escapado. No pudo intentarlo de nuevo
porque en ese instante la gente gritó: “se entraron” . Unos seis
hombres, con trajes blancos, que no se usaban entonces en
Cali, se entraron a la casa y desde la puerta y la tarima comen­
zaron a disparar contra la multitud. Eran aproximadamente
las ocho y media de la noche. Los liberales se refugiaron en el
otro extremo del lote, tirándose al suelo horizontalmente, unos
encima de los otros. Cuando comprendieron que los agresores
eran chulavitas, empezaron a lanzar vivas al ejército.
Carlos Bonilla se percató de que estaba encima de las
capas de gente y entonces trató de protegerse metiéndose deba­
jo de otra persona. Los pájaros estuvieron una media hora
dando candela contra la gente que estaba acostada, recuerda el
médico. Luego vinieron otros asesinos. Bonilla recuerda clara­
mente cuando policías armados entraron a continuar la carni­
cería. Dispararon tal vez durante media hora más. Finalmente,
Vista aérea de la Casa Liberal en Cali, que estaba situada en la calle 15 entre
carreras 3a. y 4a.

I!n los mismos instantes en que se producía la matanza de la Casa Liberal el


láhado 22 de octubre de 1949, a pocas cuadras de distancia se festejaba en el
Nutallón Pichincha el ascenso a general del comandante Rojas P. Con las
manos cruzadas, observa el gobernador del Valle, Nicolás Borrero Olano
(lulo Mult). •
144 El Jefe Supremo

otro cambio de asesinos. Un grupo de soldados entró al solar y


siguió disparando por media hora más. Iban comandados por
un elemento de baja estatura que de repente ordenó no dispa­
rar más y mandó a sus soldados a recoger las vainillas. El
personaje de baja estatura ordenó a los sobrevivientes formar
tres filas de a treinta personas. El doctor Bonilla todavía se
pregunta quién diablos sabe qué es una fila de treinta personas.
El temía formar adelante o atrás de las filas porque podían
matarlo al salir. Pensó entonces que el lugar más seguro era la
mitad de la fila del centro, y allí se colocó.
Empezó a entrar mucha gente a la Casa Liberal. Entraron
civiles y uniformados. Carlos Bonilla sintió que estaba salvado
cuando reconoció al capitán Luis Carlos Barrera, comandante
de la policía municipal de Cali. Se habían conocido en el
periódico conservador Diario del Pacífico, donde Bonilla tra­
bajó como redactor del suplemento literario y Barrera fue
cronista judicial. Barrera era un policía improvisado, como lo
eran en aquella época los miembros de las policías municipales
y departamentales totalmente contaminadas por el bacilo de la
política. Pasó del periodismo a las armas porque era un ele­
mento conservador confiable.
Desde el centro de las tres filas de sobrevivientes, Bonilla
gritó a Barrera para hacerse reconocer. El comandante de la
policía ordenó que saliera Bonilla. Reinaldo Trujillo, que tra­
bajaba en la auditoría de los ferrocarriles, vio la oportunidad
de huir y se agarró por detrás, al cinturón de Bonilla. Barrera se
dio cuenta y ordenó: “ Bonilla no más” . El médico fueentrega-
do por Barrera a dos policías, a los cuales responsabilizó de su
suerte. Cuando lo montaron en un carro que llamaban “ El
Pájaro Verde” , Bonilla temió que lo llevaran a dar algunas
vueltas antes de matarlo. Desde el carro, a eso de las once de la
noche, vio por la calle a dos conocidos y les gritó para hacerse
reconocer. Quería dejar un indicio, por sí moría esa noche pero
los conocidos no lo vieron. El policía que le apuntaba a Bonilla
un revólver de pronto le preguntó: “¿Por dónde volteamos,
doctor?” . A Bonilla le volvió el alma al cuerpo y supo que no
lo iban a despenar. Los policías lo depositaron en su casa y
La Casa LiberaI 145

cuando se abrió la puerta, su hermana Roselena espetó: “¿A


vos qué te pasó? Tenés la espalda llena de sangre” . Era la
sangre de un muerto que estaba encima de Bonilla cuando
todos se echaron unos sobre otros contra la pared del fondo
del solar.

“ Va a h a b e r b a ile ”

Tulio Enrique Lerma Durán, un tramitador de documen­


tos y bebedor consuetudinario, también vivió la masacre. Esa
tarde en un café un hombre negro le pidió que lo invitara a un
ron. Lerma le regaló uno y luego otro trago. Cuando le dijo al
desconocido que esa noche asistiría a la reunión de la Casa
Liberal, su interlocutor le contestó: “ No vas a ir porque va a
haber baile” . Se lo repitió tres veces el negro que se tomó dos
roñes.
Cuando comenzó el tiroteo, Lerma se refugió a unos
veinte metros de la puerta, alejado de la gran masa de liberales
que como Bonilla se encontraban en el otro extremo del solar.
En medio de los quejidos Lerma se puso a rezar mientras los
perdonavidas disparaban lo que él calcula fueron porlo menos
mil tiros. Cesado el fuego, un oficial del ejército hizo arrodillar
a todos los vivos. Cuando llegó el capitán Barrera, comandante
de la policía municipal, recibió el mando por encargo del
oficial del ejército y pidió unos voluntarios que ayudaran a
arrastrar a los heridos hasta las ambulancias. Lerma recuerda
que Barrera puso al doctor Bonilla Aragón al cuidado de los
agentes, diciéndoles: “ me responden por la vida de él” . A la
salida de la Casa Liberal a Bonilla le gritaron: "cachiporro
hijueputa”.
Tulio Lerma manifiesta con certeza que reconoció a uno
de los asaltantes que dispararon contra la multitud. Se trataba
del sargento del ejército Mario Rojas Ayala, natural de Carta­
zo (Valle) y conocido suyo. Lo reconoció por la frente y sabe
que Rojas Ayala disparó su arma. Probablemente, piensa Ler­
ma, Rojas Ayala estaba acompañado por otro sargento, Fabio
146 El Jefe Supremo

Piedrahíta Echeverri, pues eran inseparableá1.' Sin embargo,


sobre este punto Lerma no tiene la misma certeza que sobre la
presencia y los disparos hechos por Rojas Ayala. Tulio Lerma
llegó al hospital San Juan de Dios, a tres cuadras de distancia
de la Casa Liberal, en una ambulancia, ayudando a cargar
heridos. Uno de ellos, Samuel Quesada, murió en sus brazos
cuando llegaban al hospital de caridad. A eso de la una de la
madrugada, un chofer de plaza, godo, gordo, conocido suyo,
se ofreció a llevar a Lerma, que era víctima ilesa, a su casa. Al
voltear la esquina, Lerma salió ileso por segunda vez esa noche.
Se habían alejado pocos metros del hospital cuando un disparo
atravesó el vidrio del limpiaparabrisas del taxi. El chofer acele­
ró y se perdió en las calles del centro de Cali. Este impulso y
otro detalle le salvaron la vida al tramitador de documentos. El
chofer le había pedido que se sentara detrás de él, en el asiento
trasero. Si Lerma hubiera tomado puesto diagonal al chofer, su
vida de bebedor y de liberal habría terminado a la vuelta de la
esquina del hospital.

“No nos maten, asesinos”

Otro sobreviviente de la masacre se llama Reinaldo Truji-


11o Ramírez. Tenía 25 años y trabajaba en la auditoría de los
Ferrocarriles Nacionales. Estaba muy vinculado al directorio
liberal de Cali y el 18 de octubre de 1949, cuatro días antes de la
noche del terror, participó en la Casa Liberal en una reunión
preparatoria de la manifestación del 22. Esa noche hubo varios
disparos contra la casa, para amedrentar a los liberales. Uno
resultó herido. Por eso el 22, cuando comenzó el abaleo, Truji-
11o creyó que no pasaría de ser una intimidación y se escondió
en uno de los baños situados debajo de la tarima de los orado­
res. Trujillo recuerda que el tiroteo cesaba por ratos, lo que

1. Piedrahíta, sargento del ejército en comisión en la policía, dirigió


asalto, según un testigo no identificado. El Espectador, octubre 25 de 1949,
p. 10.
La Casa Libera! 147

explica por qué los homicidas no liquidaron a todos los presen­


tes. En el sanitario lo acompañaban Rosalba Molina, una de
las pocas mujeres que acudieron a la reunión; Marino Orejuela,
un trabajador ferroviario que perdió una mano; y dos muertos,
uno de ellos de apellido Bermúdez, también ferroviario. Pese a
la oscuridad y a la llovizna, Trujillo vio que los atacantes tenían
tapada la mitad de la cara con pañuelos, como en el Lejano
Oeste, y oyó que vivaban a Laureano Gómez. Cuando un
grupo de liberales gritó: “ No nos maten, asesinos” , la respues­
ta, acompañada de más disparos, fue; “ Quien los manda a ser
liberales, tomen” 2. Otras gentes, arrodilladas, ofrecían inútil­
mente que dejarían de ser liberales si les perdonaban la vida.
Los obligaban a gritar “abajo el liberalismo, viva Laureano
Gómez” y luego los acribillaban3.

“Los cogieron como en ratonera”

La prensa liberal de Bogotá reportó el lunes siguiente a la


masacre las siguientes cifras de víctimas: muertos, por lo me­
nos 15 y probablemente entre 20 y 30; heridos, unos 704.
El Hospital San Juan de Dios era un infierno. Alex Cobo,
un médico joven recién egresado de la facultad, fue llamado de

2. Entrevistas con Carlos Bonilla Aragón, mayo 18 y octubre 25 de


19X7; Tulio Enrique Lerma Durán, octubre 28 de 1987; y Reinaldo Trujillo
Kiimírez, octubre 25 de 1987.
3. Anales de! Congreso, octubre 26 de 1949, p. 1.650.
4. El Tiempo, octubre 23 y 24 de 1949, reportó 24 muertos y 70 heridos,
pero sólo publicó los nombres de 15 muertos. El Espectador, octubre 24 de
1949, el mismo día en que Lucho Bermúdez iniciaba una gira continental, dio
los mismos 15 nombres. El diario liberal de Cali, Relator, mencionó los
nombres de 19 muertos, según Anales del Congreso, octubre 26 de 1949, pp.
1648-1651. Por la confusión que la matanza generó en el Hospital San Juan
tic I>ios, es claro que los despachos de los corresponsales no son confiables al
tiento por ciento. Peregrino Villota, que apareció en la lista de heridos, sí
Pitaba esa noche recluido en el hospital, pero a consecuencia de herida
turnada en una riña de bar. Entrevista telefónica con Peregrino Villota, mayo
Jl de 1987.
148 El Jefe Supremo

urgencia la noche del 22 de octubre y estuvo operando sin


interrupción desde ese sábado hasta el martes siguiente cuando
pudo regresar por primera vez a su casa. No sólo había decenas
de heridos de bala sino que los familiares de los muertos y
heridos y muchos liberales se agolparon en el hospital cuando
la noticia se regó por Cali, y así al día siguiente y durante dos
días más, hasta que los muertos fueron sepultados.
Aunque es siempre arriesgado afirmar que un suceso ocu­
rre por primera vez, o que se ha establecido un primado, en este
caso todo indica que la matanza de la Casa Liberal ha sido,
durante el siglo XX, la más sangrienta matanza de tipo político
ocurrida en el casco urbano de Cali. Por el número de muertos
y heridos, fue una tragedia no superada. La explosión de algu­
nos camiones cargados con dinamita del ejército arrasó varias
manzanas del centro de Cali el 7 de agosto de 1956 y dejó un
millar de muertos y decenas de heridos, pero se originó presu­
miblemente en un descuido, en un descuido criminal si se
quiere, sin que pudiera acertarse un propósito deliberado de
liquidar opositores políticos. De otro lado, en los días en que
cayó Rojas Pinilla en mayo de 1957 hubo en Cali unos cuarenta
muertos durante los disturbios. Un conteo mortífero mayor
que el del 22 de octubre de 1949 aunque consolidado con las
cifras de víctimas de varios días de protestas. En cambio, en la
Casa Liberal, en un par de horas, no más de tres, murieron más
de veinte personas.
Aun si el episodio no fuera el más luctuoso, sí presentó
características de señalada barbarie. “ Los cogieron como en
ratonera” , afirma el juez de Pasto que durante varios meses
tuvo a su cargo el proceso penal por la masacre5. La Casa
Liberal tenía una sola puerta de entrada y se sabía que decenas
de liberales estaban allí reunidos. Constituían un blanco fácil,
porque las posibilidades de escape se limitaban a saltar las
tapias del solar, y particularmente porque estaban desarmados,
salvo uno o dos de los asistentes que portaban revólveres. El

5. Entrevista telefónica con Gonzalo Guerrero Benavides, julio 15 d


1987.
La Casa Libera! 149

resto sólo pudo defenderse, inicialmente, con unas piedras del


solar. Cuando fueron sometidos y acorralados por los asesi­
nos, era inútil lanzarlas.
En esa época en que la policía estaba politizada y en que
los grupos de asesinos eran tolerados o apoyados por el partido
conservador, las armas circulaban fácilmente hacia quien estu­
viera provisto de carnet del partido, no hacia los liberales.
Adicionalmente, no se temía un ataque contra los liberales esa
noche de octubre que quedó grabada en la memoria colectiva
de Cali. Hernán Isaías Ibarra recordó tres décadas más tarde
que él llegó a la Casa Liberal en su carro particular, el cual
parqueó en la calle, cosa que habría evitado si las circunstan­
cias hicieran temer una agresión armada6.

I'ara ganar las elecciones

¿Los móviles del crimen? Imprecisables. Los sobrevivien­


tes no aciertan a encontrar una causa específica que explique el
ataque premeditado. Otras fuentes tampoco aportan luces
sobre el misterio. Probablemente se trató de un golpe destina­
do a amedrentar a los liberales del Valle y de todo el país. Ln la
semana subsiguiente se produjeron, también en el Valle, otras
horrendas matanzas colectivas, más sanguinarias aún que la de
la Casa Liberal, en especial el arrasamiento e incendio de todo
el poblado de Ceylán, en la Cordillera Central, en jurisdicción
del municipio de Bugalagrande. En Ceylán murieron unos 250
hombres, mujeres, niños, según la prensa de la época7. Dicen
que un sargento del ejército que llegó al lugar después del
aniquilamiento de la población, se volvió loco al ver la carnice-
t la humana8. El asesinato de liberales a manos de los pájaros y
tic la policía registraba en esas calendas un renovado ímpetu.

6. El carro de Ibarra resultó semidestruido durante el tiroteo. Entrevis-


lii del ex-corresponsal de El Espectador en Cali, Tomás Ramírez Serna, con
Hernán Isaías Ibarra, octubre de 1979, grabación en cassette.
7. El Espectador, octubre 28 de 1949, p. 12.
8. Entrevista con Alvaro Bejarano, mayo 18 de 1987.
150 El Jefe Supremo

El liberalismo interpretaba los asesinatos como mecanismo


conservador para ganar las elecciones por la vía, no del voto,
sino del terror. “ Sólo por medio de la intimidación contra
elementos opuestos al gobierno y probablemente por el terro­
rismo en los campos, será posible asegurar al menos una
semblanza de tranquilidad” , anotaba el representante del go­
bierno suizo en Bogotá. Añadía que “ ...aun con la mayor
benevolencia no es posible sostener la ficción de la existencia de
una democracia en Colombia” . Según el ministro helvético, un
político verdaderamente demócrata no podría afirmar, como
lo hizo un jefe del conservatismo, que el partido que estaba en
el poder sólo perdería una elección en caso de escisión en sus
filas9.
Carlos Bonilla Aragón marchó a Bogotá poco después de
su experiencia de la Casa Liberal. Por sugerencia del parlamen­
tario Francisco Eladio Ramírez se entrevistó con Carlos Lleras
Restrepo, que lo recibió en una pequeña oficina del centro,
donde escuchó el relato y luego le hizo a Bonilla este comenta­
rio: “ Eso pasó a tres cuadras de la Plaza de Caycedo. ¿Qué no
pasará en las veredas?” . “ Pacho” Eladio Ramírez, que conocía
la historia que contaba Bonilla, le pidió que le repitiera todos
los detalles a Lleras Restrepo, salvo que entre los atacantes
había miembros del ejército, pues sostenía que el liberalismo
estaba en componendas con el ejército con miras a dar un golpe
de Estado. Bonilla no le hizo caso y repitió ante Lleras la
misma historia completa que se le quedó grabada desde 194910.

Amnistía a los atacantes


La responsabilidad penal quedó establecida en cabeza de
miembros de la policía, la mayoría pastusos, que fueron deteni­

9. Legación de Suiza en Bogotá, noviembre 10 y diciembre 29 de 1949,


E2300, caja 2, AFS.
10. Entrevista con Carlos Bonilla Aragón, mayo 18 de 1987. Creyendo
que el golpe era un hecho el capitán Alfredo Silva, de la fuerza aérea, se tomó
a Villavicencio el 25 de noviembre de 1949. Ver Russell W. Ramsey, Guerri­
lleros y Soldados (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1981), pp. 172-174.
La Casa Libera! 151

dos y procesados en Pasto. Es lo que recuerda el juez11 de la


capital de Nariño que tuvo en su poder el negocio penal duran­
te varios meses cuando la radicación del proceso fue cambiada
de Cali a Pasto. El expediente mismo, que de acuerdo con el
juez era bastante voluminoso, no está en Pasto ni fue posible
localizarlo1112. Los 46 sindicados, policías y detectives se benefi­
ciaron de la amnistía decretada en el gobierno de Gustavo
Rojas Pinilla y en esas circunstancias la matanza quedó impu­
ne. A los acusados se les aplicó la amnistía para los delitos
cometidos antes del primero de enero de 1954 ‘-‘cuyo móvil
haya sido el ataque al Gobierno” (causal inaplicable a la Casa-
Liberal), “o que puedan explicarse por extralimitación en el
apoyo o adhesión a éste, o por aversión o sectarismo políti­
cos” , que sí encuadraba con la acción criminal de Cali. El
Tribunal Superior Militar concedió la amnistía, si bien el de­
creto la exceptuaba para los delitos “cuyos caracteres de atro­
cidad revelen una extrema insensibilidad moral” 13.
Cali no dejó de adjudicar responsabilidades. Unos creen
que el crimen fue ejecutado por la policía chulavita formada
por elementos de fuera del Valle. Carlos Bonilla piensa que los
policías del Valle no habrían disparado contra sus coterráneos,
que podrían luego reconocerlos y vengar el crimen. Otros
inculparon al detectivismo, nombre corriente que se daba a la
Oficina Nacional de Seguridad o Departamento Nacional de
Seguridad, la policía secreta dependiente del Ministerio de
Gobierno. El detectivismo de Cali tenía su sede en la carrera
5a. No. 15-33, a dos cuadras de la Casa Liberal.

11. Entrevista telefónica con Gonzalo Guerrero Benavides, julio 15 de


1987. Los policías sindicados estuvieron presos en el cuartel policial en Cali
por lo menos durante dos años y medio antes del cambio de radicación del
rxpediente. Ver Carlos A. Sardi, gobernador del Valle, a Luis Ignacio
Andrade, Ministro de Gobierno, mayo 7 de 1952, oficio 0292, AGV.
12. En la Tercera Brigada no fue posible localizar el expediente pese a
Ion esfuerzos del auditor de guerra, doctor Antonio Bolívar. Los procesos
archivados se encuentran en un pequeño cuartucho oscuro, en paquetes
mnontonados en desorden.
13. Decreto J823, junio 13 de 1954, Diario Oficial, julio 10 de 1954. El
I \pectador, octubre 24 de 1979, p. 11-A.
152 El Jefe Supremo

Tanto pavor inspiraba el detectivismo que muchas perso­


nas preferían no pasar nunca por esa calle de la ciudad. Tulio
Lerma, sobreviviente de la Casa Liberal, recuerda lo que fue
voxpopuli en esa época. Luis Arévalo Bayona, el temible jefe de
la seguridad, contaba con los servicios de dos torturadores,
Jack Ossa, un negro ex-boxeador, y otro sujeto apodado “el
negro Sancocho” , ambos expertos en colgar a los detenidos,
pegar golpes en los testículos, castrar presos y lanzar cadáveres
al río Cauca. El detectivismo, como se ha dicho, era una
dependencia del Ministerio de Gobierno. El ministro era Luis
Ignacio Andrade, que algunos liberales maliciosamente llama­
ban Luis Ignacio Adrede por lo que consideraban su fervor en
la persecución de los liberales por todos los medios. En un
editorial, El Tiempo no dudó en imputar a Andrade la respon­
sabilidad por la Casa Liberal, afirmando que no evitó la masa­
cre premeditada sobre cuya ocurrencia estaba advertido14.
Otros culparon de la matanza en la Casa Liberal al gober­
nador conservador Nicolás Borrero Olano. Quince días antes,
el ingeniero Borrero, hijo del primer gobernador del Valle,
recibió un revólver de dotación de la policía y el nombramiento
de gobernador del departamento15. “ Era incapaz de matar una
cucaracha pero le dijeron que se violenciara” , dice de él Carlos
Bonilla, que lo conoció personalmente como empleado que fue

14. El Tiempo, octubre 24 de 1949, p. 4. Una semana después de la


matanza, cuando un periodista de El Espectador llamó a Andrade para
preguntarle si era verdad, como se decía en la calle, que el gobierno decretaría
el estado de sitio, pasó al teléfono Felio Andrade Manrique, hijo del ministro,
para leer la siguiente declaración de su padre: “Sí, estamos en el estado de
sitio que nos decretó anoche el Napoleón del liberalismo, doctor Carlos
Lleras Restrepo. Estamos temblando, con los calzones en la mano, esperan­
do la puñalada marranera” . Ver El Espectador, octubre 29 de 1949, p. 1. El
estado de sitio fue decretado el 9 de noviembre de 1949. Al morir su esposa, el
opita Luis Ignacio Andrade ingresó a una orden religiosa donde asumió el
nombre profesional de Fray Anselmo de Santa Quiteria. Por ello a Felio
Andrade, ministro de Justicia en la administración Turbay Ayala, se le llamó
“el hijo del cura” .
15. Vicente García Córdoba a Borrero, octubre 7 de 1949, oficio 1784,
AGV.
Lo Casa Liberal 153

de Diario del Pacífico, periódico conservador dirigido por los


hermanos Nicolás y Guillermo Borrero Olano.
Algo debía saber Nicolás Borrero de la matanza. El 23 de
octubre, Bonilla se dirigió como primera cosa del día, a la casa
del gobernador Borrero. Le mandó razón con el jardinero para
que lo recibiera y obtuvo como respuesta que el doctor estaba
en una reunión y no lo podía atender. Bonilla escribió el
mensaje en su recetario de médico informándole a Borrero que
había estado la noche antes en la Casa Liberal y quería contarle
lo que había visto. El jardinero llevó el recado pero Bonilla no
pudo traspasar la puerta. Solo logró saber, por boca del em­
pleado, que en realidad Borrero desayunaba solo en el comedor.
Una vez sepultados los muertos, los sobrevivientes y mu­
chos caleños empezaron a dirigir sus sospechas contra el co­
mandante de la Tercera Brigada, general Gustavo Rojas Pini-
lla, seguramente basados en que se trataba de un oficial
conservador y preguntándose cómo era posible que el ataque
pudiera realizarse en el centro de Cali, cerca de la guarnición,
sin que el ejército lo impidiera. Se vivía grave tensión en toda la
república y los liberales eran asediados por la policía y los
l>ájaros. En Medellín, el detectivismo asaltó la sede del directo­
rio liberal y en Popayán fue abaleada la casa de Francisco José
Chaux, miembro de la Dirección Nacional Liberal.
Carlos Lleras Restrepo, después de informar que su parti­
do no concurriría a las elecciones, señalaba en el Senado: “ ...
nuestros copartidarios que están cayendo bajo las balas y los
puñales no están siendo víctimas de individuos aislados, sino
víctimas de un partido y de un sistema. Siendo eso así, no tiene
Ncntido que nosotros hagamos distinciones sin fundamento
entre los miembros de ese partido, entre los que ejercen directa­
mente la violencia y los que incitan a ella o la justifican con sus
sofismas” 16. Para los liberales, Rojas “no tomó medida alguna
mando los ‘Pájaros’ comenzaron a realizar acciones esporádi­
cas contra los funcionarios de ese partido” 17.

16. Carlos Lleras Restrepo, De la República a la Dictadura (Bogotá:


I illtorial Argra, 1955), p. 212.
17. Russell W. Ramsey, Guerrilleros y Soldados, p. 170.
154 E! Jefe Supremo

Belisario Beligerante

Un termómetro del enfrentamiento a muerte que se vivía


entre liberales y conservadores y de cómo algunos conservado­
res consideraban blando el régimen de Ospina, es la carta en
que Belisario Betancur rechazó el nombramiento como alcalde
de Medellín. En la misiva, el joven de 26 años decía que
aspiraba a salvar lo poco que a la capital quedaba sin destruir
por el liberalismo y que estaba resuelto “ a aplicar mano fuerte
al bandolerismo de corbata para devolver a la ciudad su decoro
y a los ciudadanos sus derechos” . Agregaba:
Esta tarea que debe em prenderse a cualquier precio y a
tod os los precios, sin consideraciones de ninguna índole, por las
m alas porque ya las buenas se habían ensayado inútilm ente,
necesitaba absoluta certeza en la continuidad del gobierno. [...]
La estrategia defensiva del ejecutivo M unicipal, aspiraba yo a
convertirla en estrategia de ofensiva. M ientras la nueva situa­
ción nacional subsista, considero im posible hacer las cosas
terribles que los concejales liberales necesitan sentir para llegar
a la convicción de que en el itinerario del delito la voluntad
hum ana tiene fron teras18.

Los liberales identificaban a Ospina Pérez como patroci­


nador de la violencia, imputándole el nombramiento, a co­
mienzos de octubre de 1949, de gobernadores extremistas en
departamentos electoralmente importantes. Fue el caso de
Lucio Pabón Núñez en Norte de Santander, Jorge Leyva en
Cundinamarca, Eduardo Berrío González en Antioquia y Ni­
colás Borrero Olano en el Valle del Cauca. De acuerdo con el
representante liberal Julio César Turbay Ayala, las designacio­
nes demostraban que el gobierno no deseaba un clima de
concordia entre los partidos. Consideraba que un sectario
intelectual como Pabón Núñez era más peligroso que cualquier

18. Betancur a Alfonso Restrepo Moreno, gobernador de Antioquia


septiembre 28 de 1949, caja 2, folder 4, Despacho del gobernador 1950,
AGGA.
La Casa LiberaI 155

conservador iletrado, porque su sectarismo se ejercía con el


corazón y con la mente, “con frialdad calculada, con sistemati­
zado ánimo y deliberado propósito criminal” 19. Un político y
diplomático de vieja data adicto al ospinismo calificó de gran
interrogante del gobierno de Ospina Pérez “la falta de una
desautorización pública de [los] arbitrarios sistemas de gobier­
no” de los citados gobernadores. “ El color azul en las personas
de estos individuos devenía en negro” , escribió el ex-embajador
antioqueño Pedronel Giraldo Londoño20.

Festejo a Rojas

Ese 22 de octubre de 1949 en las horas de la noche, en los


mismos instantes en que los liberales eran despenados en la
('asa Liberal, a pocas cuadras de distancia, al otro lado del río
Cali, en el casino de oficiales del antiguo Batallón Pichincha, se
celebraba la ceremonia para festejar el ascenso de Rojas a
general, decretado días antes por el gobierno de Ospina Pérez.
El gobernador Borrero Olano asistía al banquete. Durante la
tiesta le informaron a Rojas sobre el tiroteo y él ordenó que
Nidiera un capitán con la tropa “y acabara con esos hechos” 21.
El rumor que vinculaba el nombre de Rojas a la Casa Liberal
desembarcó también en las playas del Congreso Nacional du­
rante el juicio constitucional realizado en 1958 y 1959 contra el
ex-presidente militar.
No se ocultará, pues, al lector la importancia de adentrar­
me en la materia para intentar conocer si a Rojas le cupo o no le
cupo alguna responsabilidad en la matanza. El juez de Pasto
lecuerda que Rojas no fue llamado siquiera a declarar dentro
de la investigación penal, al menos hasta el momento en que el

19. Anales del Congreso, octubre 27 de 1949, p. 1684.


20. Pedronel Giraldo Londoño, Don Fernando (Medellín: Editorial
(lunamérica, 1963), pp. 318, 299.
21.Senado de la República, Comisión Instructora, El Proceso contra
l i’maovo Rojas Pinilla ante el Congreso de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacio-
•ml, 1960), II, p.
156 El Jefe Supremo

expediente estuvo radicado en Pasto. Pasemos ahora a un


segundo punto. La afirmación del médico Carlos Bonilla Ara­
gón según la cual dentro del solar miembros del ejército dispa­
raron contra los liberales no es sólo una afirmación suya. De
una manera casual fue posible confirmar su veracidad.
Con el fin de acumular testimonios sobre la vida de Rojas,
uno de los autores localizó a oficiales que fueron colegas o
subalternos suyos en distintas guarniciones. Para el efecto, se
consultaron las nónimas de las guarniciones, con el fin de
identificar a los oficiales que estuvieran vivos y se habló con
muchos oficiales retirados, algunos de ellos generales en uso de
buen retiro que cumplieron una larga carrera en el ejército,
otros capitanes o mayores que habían pasado a retiro muchos
años atrás. Previa una llamada telefónica se obtuvo una entre­
vista con Mario Rojas Bueno, teniente del Batallón Pichincha
en octubre de 1949. A diferencia de la casi totalidad de oficiales
en retiro que fueron entrevistados, los cuales aceptaron la
entrevista con gentileza, la conversación con el mayor (r) Rojas
Bueno se atascó desde el principio.
“Tuve poco contacto con Rojas [Pinilla]” , fue su contesta­
ción mientras giraba un cheque para pagar la factura de la
tarjeta de crédito Credibanco. Después de unos minutos fue
obvio que el entrevistado prefería atender a los colaboradores
de su oficina que se acercaban a consultarle un asunto o el
otro. Cuando se le preguntó —casi por hacer una pregunta
más para llenar el silencio de sus respuestas monosilábicas— si
sabía algo de la Casa Liberal, el mayor (r) Rojas Bueno cambió
de tono y mirando fijamente dijo: “ Eso es lo que usted vino a
preguntar, ¿no?” . La verdad es que el entrevistador desconocía
que Mario Rojas Bueno hubiera sido uno de los oficiales que
ingresó a la Casa Liberal la noche de la llovizna sanguinaria.
La pregunta se le hizo sin saber que se trataba de un testigo
presencial. Rojas Bueno contó entonces que estaba a punto de
dirigirse a su casa la noche del 22 de octubre cuando se supo de
los disparos en la Casa Liberal y como encargado de la patrulla
que actuaba dentro de Cali en casos de orden público, salió con
unos veinte soldados hacia el lugar. Su versión de lo que vio:
“ Estaban liados en una batalla” . No se sabía quién era quién.
La Casa Liberal 157

Disparamos hacia las ventanas vacías porque desde ahí venían


los tiros. Sacamos a la policía. Los liberales estaban armados,
tenían granadas y dinamita.
Preguntado si la patrulla a su mando decomisó las armas
de los liberales, respondió negativamente. Preguntado si los
liberales portaban armas largas, respondió que no y agregó que
podían tener revólveres22.
La declaración del oficial en retiro no coincide con las de
los tres testigos sobrevivientes de la tragedia, que concuerdan
en que los liberales estaban desarmados. De contera, no se
entendería cómo el ejército, una vez dominada la situación, no
requisara a los asistentes para decomisar las granadas, la dina­
mita y las armas.
Esta versión unilateral del oficial en retiro muestra, sin
embargo, que sí es verídica la presencia de miembros del
ejército en la Casa Liberal y que las armas del ejército fueron
disparadas dentro del lote. De esta certeza a la responsabilidad
del general Rojas Pinilla, media un abismo. Aun si el coman­
dante de la Tercera Brigada hubiera dado la orden de acudir al
lugar de los hechos, no necesariamente sería culpable de los
actos de sus subordinados.
En el Senado, Rojas señaló que la policía y el detectivismo
en esa época dependían del Ministerio de Gobierno y que sólo
pasaron a estar bajo la dirección del Ministerio de Guerra, la
primera, y de la Presidencia de la República, el segundo, des­
pués del 13 de junio de 195323.
Impecable respuesta desde el punto de vista formal. Debe,
sin embargo, mirarse el aspecto de las atribuciones ajenas que
de cuando en cuando Rojas trató de ejercer de hecho. Al efecto
nuda más indicativo que un incidente ocurrido seis meses antes
de la masacre. El comandante de la Tercera Brigada solicitó al
gobernador del Valle disponer que todos los detectives se
presentaran a su despacho militar debidamente identificados

22. Entrevista con el mayor (r) Mario Rojas Bueno, julio 14 de 1987.
23. El Proceso..., II, p. 421-422. El detectivismo se convirtió en el
Hervido de Inteligencia Colombiano (SIC) cuando Rojas llegó a la
inesidcncia.
158 El Jefe Supremo

para que les fuera expedido un salvoconducto para el porte de


armas. Rojas aducía que muchos individuos, sin pertenecer al
detectivismo, contaban con falsos carnets para amparar las
armas que usaban. Sugería además que cada detective debía
presentar ante la brigada un certificado del jefe de la seguridad
nacional en que constara que no tuvo ninguna actuación en
contra del gobierno durante los sucesos del 9 de abril de 1948.
El gobernador, Saúl Saavedra Lozano, se manifestó indeciso
sobre el punto y consultó al ministro de Gobierno. La respues­
ta de Darío Echandía fue categórica:
...solicitu d C om andante Brigada es excesiva, norque los
cuerpos de policía del Valle dependen del M inisterio de G ob ier­
no y del G obernador de ese D epartam ento. Es preciso que cada
funcionario se m antenga estrictam ente dentro de la órbita de
sus funciones. Ni usted ni yo p odem os ceder, en este caso, de
las nuestras, sin que se quebrante el orden legal del país. Le
ruego hacérselo saber así al señor C om andante de la Tercera
Brigada24.
El caso muestra un intento frustrado de Rojas por ejercer
cierto control sobre el detectivismo aunque no demuestra,
evidentemente, colusión alguna entre él y el detectivismo en la
matanza de octubre. Se trae a cuento básicamente porque la
declaración de Rojas en el Senado haría suponer que él era un
funcionario celosamente apegado a la órbita de sus funciones
y, en verdad, invadió las ajenas y otras veces intentó invadirlas,
como se desprende del freno que tuvieron que imponerle go­
bernadores liberales y conservadores del Valle del Cauca.
Vamos llegando así a la absolución de Rojas Pinilla en
cuanto a una participación de naturaleza penal en la matanza
de la Casa Liberal. Nada sugiere que haya participado directa o
indirectamente en la comisión del delito. ¿Sabía que la masacre
estaba en cierne? ¿Sabía que los chulavitas dispararían contra
los liberales atrapados en ratonera? No hay elementos para
contestar a estas preguntas.

24. Saavedra a Rojas, abril'25 y 26 de 1949, oficios 981 y 992, AGV,


La Casa Liberal 159

Lo que hemos hallado —y creemos que es inédita— es la


prueba de la responsabilidad ética de Rojas Pinilla. Para enten­
derla, hay que retrotraerse a algunos antecedentes. El gobierno
suministró una información falsa de toda falsedad sobre los
hechos de Cali. Un comunicado del ministro de Gobierno, Luis
Ignacio Andrade, indicó que los liberales, arengados por diri­
gentes incendiarios, atacaron con revólver y bombas de mano
las dependencias del detectivismo, ante lo cual la Seguridad
Nacional se vio obligada a repeler la agresión, con un saldo de
17 muertos25. Esta versión se basó en la enviada por el goberna­
dor del Valle al ministro de Gobierno en telegrama del domin­
go 23 de octubre de 1949:

OT OT N R 1 0 / SIN IN T 16 O R D E N PU BLIC O U R G E N T E
CALI O C T 23 U R G E N T E M IN G O B IE R N O BO G O T

PER M ITO M E IN F O R M A R L E A N O C H E A L R E D E ­
D O R O C H O Y M E D IA D E SP U E S C O N F E R E N C IA D IC T O
D R H E R N A N ISA IA S IB A R R A EN C A SA LIBER A L SA ­
LIO M U L T IT U D D IR IG IE N D O S E H A C IA E D IF IC IO
S E G U R ID A D A T A C A N D O V IO L E N T A M E N T E ESTE
C U E R PO A U T O R ID A D C O N D IF E R E N T E S A R M A S
Y G R A N A D A S M A N O — COM O G O B IE R N O T E N IA
IN FO R M E S SER IA A T A C A D A N U E V A M E N T E S E G U ­
R ID A D P E R SO N A L ESTA E N C O N T R A B A S E A C U A R ­
T E L A D O V IE N D O S E P R E C ISA D O D E F E N D E R S E —
POLICIA A C U D IO D E F E N S A A U T O R ID A D S IE N D O
IG U A L M E N T E A T A C A D A C A L L E S A D Y A C E N T E S
E N C U E N T R A SE S E G U R ID A D ESTA S IT U A C IO N G R A -

25. El Tiempo, octubre 24 de 1949. En el Congreso Andrade indicó que


til boletín se basaba en informes de Borrero Olano de “cuya veracidad y
ifi lilud jamás le es dado dudar” porque el gobernador tenía “nobles obliga-
Muiics ancestrales que respetar”. Ver Anales del Congreso, octubre 27 de
IWV, p. 1663.
Cuando renunció el jefe del detectivismo en el Valle, Luis Arévalo
lUvnna, el ministro Andrade le agradeció su “brillante actuación, su lealtad,
Ir tu eficiencia”. Ver El Siglo, noviembre. 20 de 1949, p. 2.
160 El Jefe Supremo

V E D A D SA L IO EJE R C IT O P R E S E N T A N D O S E A L R E ­
D E D O R E S C A SA LIBER A L D O N D E A T A C A N T E S
R E P L E G A B A N SE Y EJER CITO F U E R E C IB ID O POR N U ­
T R ID A S D E S C A R G A S Y B O M BA S V IE N D O S E O B L IG A ­
D O D ISP A R A R — C U A N D O C O M A N D A N T E PO LIC IA
D IR IJA SE D E L C U A R T E L H A C IA L U G A R SU C ESO S
H IC IE R O N L E V A R IO S D ISP A R O S EN C A R R E R A PRI­
M E R A C O N C A L L E T R E C E E S Q U IN A LA ER M ITA
D O S C U A D R A S D E C A SA LIBER A L LO Q U E IN D IC A
A T A C A N T E S C U B R IA N V A RIO S SEC TO R ES — A T A ­
Q U E E X T E N D IO SE T A M B IE N H A ST A E D IF IC IO D IA ­
RIO D E L P A C IFIC IO — S E G U N IN F O R M A C IO N E S
A P A R E C E N M U E R T A S D IE C ISIE T E PE R SO N A S YA
ID E N T IF IC A D A S Y N U M E R O SO S H E R ID O S M U C H A
G R A V E D A D — IN V E S T IG A C IO N IN IC IO SE PR IM ERA S
H O R A S H O Y POR F U N C IO N A R IO C O M P E T E N T E —
C A D A V E R E S E N C U E N T R A N S E A N F IT E A T R O PARA
P R A C T IC A R A U T O P S IA — M A Y O R PA RTE H E R ID O S
E N C U E N T R A N SE H O SPITA L — D E S D E M E D IA N O C H E
R ESTA BL EC IO SE C A L M A — EJER CITO PA T R U L L A
D IF E R E N T E S SITIO S EN T R E ELLO S C A SA LIBER A L
A N F IT E A T R O Y H O SP IT A L — S E G U IR E IN F O R M A N ­
D O — BO RR ERO O L A N O G O B E R N A D O R 26.

Abundan las pruebas y los indicios que permiten demos­


trar la falsedad del contenido del telegrama:
1) El juez de Pasto que condujo la investigación penal
recuerda que en el expediente no existían pruebas de que los
liberales tuvieran armas. La versión oficial, afirma, es falsa. Se
trató de un ataque político contra los liberales, sin que mediara
agresión previa.
2) Los sobrevivientes entrevistados tachan de falsa la
explicación del telegrama.
3) El abogado Alvaro Andrade Montaño,contratado por
el directorio liberal de Cali para constituirse en parte civil.en el
proceso, afirma que no hubo ataque liberal a la Seguridad.

26. Telegramas, octubre de 1949, AGV.


La Casa LiberaI 161

4) Es ilógico pensar que los liberales pudieran atacar al


ilctectivismo, luego a la policía que acudió en defensa del
dctectivismo y finalmente al ejército. ¿Qué clase de guerreros
míticos quiso inventar el gobernador Borrero Olano?
5) Si la multitud efectivamente hubiera atacado con ar­
mas y bombas, habría causado por lo menos un herido entre
los detectives, policías y soldados. Por el contrario no se repor­
taron rasguños entre las fuerzas de seguridad.
6) Dos días antes de la tragedia el corresponsal de El
Espectador en Cali informaba que la vida nocturna había
desaparecido en la ciudad ante el temor de asaltos protagoniza­
dos por conservadores y el detectivismo. Los establecimientos
nocturnos echaban de menos la clientela27.
7) Los procesados por los hechos del 22 de octubre no
fueron los asistentes a la reunión de la Casa Liberal sino
miembros de la policía y el detectivismo. Los policías sindica­
dos fueron defendidos por el abogado penalista Antonio Sau­
cedo Carrasquilla, el cual, sin embargo, negó su actuación
lurídica a uno de los autores e incluso afirmó que nunca fue
penalista28.
8) El detectivismo inspiraba tanto pavor como para hacer
Impensable un ataque multitudinario contra sus instalaciones.
Después de la matanza, un columnista de prensa reveló un
anónimo que circulaba en Cali con consejos para los turistas:
"No frecuente los cafés y si a pesar de esta observación lo
luciere, déjese insultar y agredir de los detectives, pues de lo
contrario será considerado liberal y será asesinado” . Y agrega­
ba: “ No salga a la calle después de las nueve de la noche, pues
líesele los automóviles oficiales (carros fantasmas) que inician
mis actividades a esa hora, lo asesinarán” 29.

27. El Espectador, octubre 20 de 1949, p. 11.


28. Entrevista telefónica con Antonio Saucedo Carrasquilla, octubre 22
ilt> 19X7.
29. El Espectador, octubre 25 de 1949. p. 4. Por otra parte, que el
ilulrdivismo constituía una pandilla de matones armados que aplicaba su
inopia ley lo reconoció implícitamente el gobernador Vicente García Córdo-
Im un mes antes de la tragedia. Informó a Luis Arévalo Bayona, jefe de la
162 El Jefe Supremo

9) Tomás Ramírez Serna, corresponsal de El Espectador,


estuvo presente en la Casa Liberal antes de comenzar los
disparos y se salió cuando comenzó a lloviznar. Afirma que los
liberales no estaban armados. “ En esa época a las seis de la
tarde no había un solo liberal en la calle” , dice. Luego del
múltiple asesinato, Ramírez Serna regresó a la Casa Liberal y
observó muchos muertos dentro del predio. Luego tuvo acceso
a las actas de levantamiento de los cadáveres, donde constaba
que todos los cuerpos fueron encontrados dentro de la Casa
Liberal, salvo dos que se hallaban frente a la puerta. Cerca al
detectivismo, a dos cuadras de distancia, no quedó ningún
cadáver, aunque según el gobernador la batalla tuvo lugar en
las calles y por ende allí deberían haber muerto varios
liberales30.
10) El médico Carlos Bonilla Aragón señala que a las 3 ó
4 de la mañana del 23 de octubre los detectives dispararon
contra su propia sede para justificar la versión del ataque
previo de los liberales armados. Así lo declararon ante el juez
de instrucción las señoritas Borrero Mercado, vecinas del de­
tectivismo, recuerda Bonilla31.
11) Fueron incontables los impactos de bala contra las
paredes interiores de la Casa Liberal, como se observa en las
fotografías tomadas por un fotógrafo de Foto Mult el 28 de
octubre de 1949. Ello demuestra que la matanza ocurrió dentro
del solar.
12) Una carta pública firmada por veinticuatro abogados
de Cali acusó al gobernador de deformar y cohonestar los
hechos: “ Las charcas de sangre, las señales del feroz abaleo, los

Seguridad Nacional, de las quejas numerosas recibidas en la gobernación poi


las rondas indiscriminadas que los agentes del detectivismo realizaban en
Palmira y Tuluá en almacenes y casas insospechadas de personas “de un solo
color político” (léase liberales). El gobernador pedía que se suspendieran las
requisas y para no aparecer muy severo concluía: “ Le pido excusar esta
comunicación. Yo bien sé que el jefe nunca puede controlar todos losados de
sus subalternos”. Aun el gobernador conservador temia al jefe del detectivis­
mo. Ver García a Arévalo Bayona, septiembre 16 de 1949, oficio 1714, AGV
30. Entrevista con Tomás Ramírez Serna, octubre 23 de 1987.
31. Entrevista con Carlos Bonilla Aragón, mayo 18 de 1987.
La Casa Liberal 163

cadáveres dentro del recinto de ese crimen y el reguero de


ladrillos que hacia la puerta y sobre la calle arrojaron las
victimas, tratando de contener la entrada de los asesinos,
establece que así y no en otras circunstancias se perpetró el
«leve y horripilante delito” 32.
13) Pese a la absoluta censura de prensa impuesta por
Ospina Pérez a comienzos de noviembre de 1949, alcanzaron a
publicarse algunas noticias sobre las detenciones ordenadas
por el juez de instrucción, John Sánchez. Este emitió dos meses
después de la matanza autos de detención contra Carlos M.
Quintero, jefe del detectivismo, y contra los detectives Román
I cheverri, Hernando Valencia y otro de apellido Quintero.
Igualmente, ordenó la detención de los siguientes miembros de
In Policía Nacional, división Valle: subteniente Jorge A. Casta­
lio, sargento Fabio Piedrahíta E., dragoneante Mario Rojas
Ayala y contra Jorge Erazo, sin grado conocido. No se informó
tic la detención de ninguno de los liberales que, según el minis­
tro de Gobierno y el gobernador, en masa se enfrentaron con
bombas y granadas contra el detectivismo, la policía y el
i'lército33.
14) Las distintas versiones oficiales no lograron unificar
l« mentira. Es lo que se deduce de los informes rendidos al
gobernador por el detectivismo y la policía. No sólo chocan
i on la verdad real que enseña que los liberales fueron víctimas
y lio agresores, sino que además esos informes son de muy poca
i falibilidad porque se desmienten recíprocamente. La única
Verdad que encierran es el estilo propio de la narración de una
butalla34.*I

32. El Espectador, octubre 28 de 1949, p. 9.


.3.3. El Espectador, diciembre 19 de 1949, p. 11.
14. Veamos el contraste. Según el informe de Jorge A. Castaño, subte-
Mlfnlc de la Policía: “ Puedo informar que de la casa donde se encontraban los
Mulliidos, disparaban en forma tan intensa, que era materialmente imposible
iinietrar a ella” . Castaño sostiene, pues, que los liberales sí atacaron a las
bm /as del orden pero que lo hicieron desde la Casa Liberal hacia afuera.
I mitradice así el telegrama enviado por el gobernador al Ministerio de
lluliicrno, donde los liberales disparaban y lanzaban bombas en distintas
•mIIcn de Cali.
164 El Jefe Supremo

La prolija enumeración precedente destinada a demostrar


que la versión oficial es falsa y que los liberales no atacaron
sino que fueron atacados a bala, persigue un solo objetivo. El
de mostrar que el general Gustavo Rojas Pinilla incurrió en la
misma falsedad cuando informó de los sucesos a sus superiores
militares. Existe constancia de que repitió, en mensaje interno
enviado a la dirección general del ejército, la misma informa­
ción falaz que pusieron a circular el gobernador y el ministro de
Gobierno:
1-8253 O C H O D O S C IN C O TR E S.— A N O C H E FU E A T A ­
C A D A C A SA D O N D E F U N C IO N A S E G U R ID A D N A C IO ­
N A L POR E L EM EN TO S D IC E N F U E R O N A R E N G A D O S
POR R E P R E S E N T A N T E D O C TO R H E R N A N IBAR R A ,

El jefe del detectivismo, Luis Arévalo Bayona, rindió un informe más


cercano al texto del telegrama, pero opuesto a la versión del subteniente
Castaño: “ Prevenido como estaba, organicé la represión del ataque, hacien­
do salir a mis hombres a la calle en grupos de cuatro, los que llevaban orden
de tenderse tan pronto divisaran al enemigo. En esta forma logramos ganar la
esquina formada de la calle 15 con carrera 5a., donde se trabó la lucha
Prueba evidente del acercamiento de las turbas a las oficinas de la seguridad,
de las cuales solamente estuvieron a cuarenta metros, es [sic] el hecho de que
uno de los atacantes, de filiación liberal, cuyo nombre no recuerdo, cayó a
pocos pasos de esa esquina sobre la calle 15”. Arévalo Bayona consigna otra
visión fantasmal. Refiere que el 18 de octubre, cuatro días antes de los
hechos, ya se había producido un ataque masivo contra el detectivismo. El
relato es una total invención pues ese día apenas hubo una pequeña reunión
preparatoria en la Casa Liberal y los disparos se dirigieron contra los
liberales y no al revés. Según Arévalo Bayona, los oradores del 18 de octubre
ordenaron a los copartidarios que dieran muerte al jefe de la seguridad y a sus
subalternos. El jefe liberal Francisco Eladio Ramírez, afirmaba Arévalo
Bayona, dijo: “Hay necesidad de queal [sic] salir de aquí se dirijan directa
mente a la casa de la seguridad y ataquen implacablemente, matando a esos
asesinos. No importa que algunos caigan en la refriega; más vale estar muerto
que sometidos a los godos! Esto fue oído por un conservador que logrolil
trarse [sic] al lugar donde se dictaban las conferencias. Naturalmente I»
orden recibida por los liberales asistentes a la reunión, fue cumplida por esto»
de manera exacta. Más o menos quinientos individuos se abalanzaron en
masa sobre las oficinas de la Seguridad, al grito de ‘mueran los godo»
asesinos, abajo el gobierno chulabita [sic] asesino’ ” . Borrero Olano a Mingo
bierno, octubre 26 de 1949, telegrama 1988, AGV.
La Casa Libera! 165

C O N S A L D O D E S G R A C IA D O D E Q U IN C E M U E R T O S Y
V A R IO S H E R ID O S EN SITIO A T A Q U E Y L U G A R E S V E­
C IN O S ST O P EJER C ITO SA L IO D O M IN A R SIT U A C IO N
Y FU E A T A C A D O D E C A SA L IB E R A L C O N A R M A S D E
F U E G O Y B O M B A S E X P L O SIV A S, A F O R T U N A D A M E N ­
TE SIN C O N SE C U E N C IA S . D O M IN A N D O R A P ID A ­
M E N TE S IT U A C IO N Y R E S T A B L E C IE N D O C A L M A
STO P H E O R D E N A D O P A T R U L L A JE C O N T IN U O STOP
P O ST E R IO R M E N T E IN F O R M A R E C O N D A T O S M A S
C O M PLETO S.
G E N E R A L R O JA S P IN IL L A B R IC O M 35.

¿Acaso Rojas fue mal informado? Es improbable, porque


lodo Cali supo que los inermes liberales fueron atacados en
condiciones de inferioridad. Un conservador, el ex-procurador
general de la Nación Rafael Escallón, de paso por Cali en visita
particular, concluyó que la hecatombe se produjo dentro de la
Casa Liberal y así tuvo el valor de declararlo públicamente36.
Hojas tuvo la oportunidad como comandante de brigada de
Investigar sumariamente los hechos y en cambio se cruzó de
brazos. No rindió a su superior, el director general del ejército,
mi parte veraz sobre un grave hecho de desorden público sino
i|iic aceptó y reprodujo una versión oficial del gobernador y de
los autores de la masacre. Es decir, su telegrama coincidió con
lu coartada de los sicarios. Le es aplicable a Rojas la sentencia
ipie Carlos Lleras Restrepo le aplicara al ministro de Gobierno
I uis Ignacio Andrade:

...el señor Andrade y los ejecutores m ateriales del crimen


coincidieron sosp echosam ente en alegar ante el juez la m ism a
coartada, y tardíam ente trataron de justificarla, contra la evi­
dencia de los hechos, haciendo dos días después de éstos un
tiroteo sobre los cuarteles del d etectivism o que no pudo efec- •

• —— —— — — —

35. Radiograma, Rojas a Diejército, octubre 23 de 1949, fotograma


no. 7 , rollo 3 1 5 1 , AMDN.
IKNI97, r e f . 4 ,
16. El Tiempo, octubre 27 de 1949, p. 4.
166 El Jefe Supremo

tuarse sin que los jefes superiores del cuerpo se dieran cuenta de
ello. Es una m onstruosidad sin nom bre. Pero la censura no
perm ite que yo la revele a los lectores de ‘El Tiempo’, para que
no pueda em pañarse la buena fama de que debe gozar quien ha
sido d esignado para llevar la representación de la República
nada m enos que ante el Soberano P on tífice37.

Las palabras que un representante a la Cámara de 33 años


de edad pronunció unos días antes del múltiple homicidio, en
un debate al ministro de Guerra, se convierten con el paso de
los años en dedo acusador contra la conducta de Rojas Pinilla
ese 22 de octubre de 1949. Sostenía el parlamentario que frente
a la sangría nacional, la imparcialidad del ejército no consiste
en que “la tropa no asesine colombianos, sino que la tropa impida
que asesinen colombianos”. Hablaba de una imparcialidad beli­
gerante que evitara crímenes y depredaciones, pues la impar­
cialidad de épocas de normalidad, que implica que los soldados
no matan ni agreden, si se aplicaba también a esa época de
anormalidad que se vivía en Colombia “ podría tenerse por
algún partido como complicidad para la realización de sus
planes” . El representante liberal afirmaba que la violencia
cesaría “como por encanto” si los ministros militares manifes­
taran al Presidente Ospina que las fuerzas armadas no eran
solidarias con la conducta de la policía chulavita, de los alcal­
des sectarios y de los gendarmes de los resguardos de rentas.
Así peroraba en el hemiciclo de la Cámara el representante
Julio César Turbay Ayala38.
Los discursos encendidos del partido de oposición al go­
bierno no son ciertamente paradigma de conducta de los gene­
rales. Pero si el general Rojas hubiera sido neutral ante las

37. Carlos Lleras Restrepo, De ¡a República a la Dictadura, p. 226.


38. Anales del Congreso, octubre 27 de 1949, pp. 1685-1686. Subrayan
los autores.
El ministro de Guerra, general Rafael Sánchez Amaya, respondió a
Turbay que la imparcialidad activa que reclamaba era una invitación al
ejército para constituir una guardia pretoriana que limitara los podero
presidenciales de Ospina Pérez.
La Casa Liberal 167

Cortejo fúnebre de las victimas del múltiple asesinato en la Casa Liberal de


Culi (octubre 24 de 1949) (Foto Mult).

u
andanzas criminales de la policía y el detectivismo, ¿por qué no
reportó con veracidad lo sucedido a la superioridad militar?
I'or otro lado, no habría faltado a sus deberes militares si
hubiera tratado de evitar, por los conductos regulares, que el
detectivismo y los chulavitas cometieran desmanes, o si hubiera
denunciado a sus superiores esos descarríos de la autoridad.
¿Cómo podía defender la vida de todos los ciudadanos, sin
discriminaciones, haciendo caso omiso de la delincuencia ofi­
cial disfrazada en el detectivismo, que desde los carros fantas­
mas disparaba contra las casas de los liberales o los torturaba
di sus instalaciones? ¿Cómo podía pasar por alto que en los
campos los pájaros asistidos por los directorios conservadores
exterminaban a los campesinos liberales? Es obvio que si el
general Rojas hubiera manifestado su desaprobación a esos
métodos criminales, el conservatismo lo habría considerado un
elemento desleal, enemigo del gobierno.
No se podía ser imparcial en 1949, escudándose en que el
detectivismo dependía del Ministerio de Gobierno. Esa impar-
lllilidad, como apuntaba Turbay Ayala, se convertía en tácita
168 El Jefe Supremo

autorización de los métodos criminales de chulavitas, pájarosy


detectives. Por lo demás, Rojas no pretendió asumir una neu­
tralidad formal, que frente a la matanza del 22 de octubre
significaba guardar por lo menos prudente silencio en relación
con la mentira oficial propalada por Borrero Olano y Luis
Ignacio Andrade. Su actitud no fue siquiera la de encogerse de
hombros ante una guerra en que el gobierno bendecía a uno de
los bandos violentos y en que por ende aun el general más leal a
los principios esenciales del ejército se habría sentido descora­
zonado. Si Rojas hubiera sido un frío oficial conservador no se
le habría llevado a la comandancia del ejército en el momento
en que la consigna del minoritario partido era la de ganar las
elecciones a cualquier precio.
Rojas terminó, pues, solidarizándose moralmente con las
desviaciones delictivas del partido que estaba en el poder. Esta
parcialidad debió reafirmar la confianza que le tenían el Presi­
dente Ospina y su partido. El general Gustavo Rojas Pinilla,
después de los hechos de la Casa Liberal, no era simplemente
un general de la República, sino un general conservador, más
exactamente un general ospinista.
Gonzalo Canal Ramírez escribiría: “ Rojas había hecho
política en el ejército siempre, política de partido y política
personal de intriga en la oficialidad más adepta a él, política a
lo boyacense, política de ‘barrer para adentro’, con sus amigos,
y de ‘barrer para afuera, con sus opositores” 39.

39. Gonzalo Canal Ramírez, Del 13 dejunioal 10 de mayo en las Fuerzan


Armadas (Bogotá: Ediciones Documentos Colombianos, sin fecha), p. 24
17. Herido el vicecónsul

Mientras los pájaros asesinaban a los inermes liberales, se


produjo un incidente entre la policía y Earl R. Michalka,
vicecónsul de los Estados Unidos de América en Cali. A las 9 y
10 de la noche del sábado sangriento, Michalka se dirigía en
una camioneta consular a la oficina telegráfica de la All Ameri­
ca Cables, sita en la esquina de la Avenida Colombia con calle
12, en compañía de un empleado del consulado, el cual condu­
cía el vehículo. Acababan de pasar el Hotel Alférez Real, es
decir, estaban a una cuadra del telégrafo, cuando escucharon
disparos a varias cuadras de distancia y casi simultáneamente
vieron a un grupo de soldados que corrían con fusiles en la
mano. Los soldados gritaban algo que los funcionarios consu­
lares no podían discernir claramente pero como era obvio que
querían que pararan la camioneta, el conductor así lo hizo.
"Consular oficial” decían las placas anterior y posterior del
mito.
Un oficial vestido con uniforme del ejército y con un
irvólver en la mano corrió hasta el carro y gritando ordenó a
tus ocupantes que salieran de él. Al abrir la puerta, Michalka
dijo claramente en español: “ Este es un carro oficial del consú­
ltalo americano, soy el vicecónsul americano” . El oficial con­
testó que no le importaba de quién se tratara y al tiempo abrió
totalmente la puerta, agarró la solapa del saco de Michalka y lo
titeó a la fuerza de la camioneta. Instantes después disparó el
it'vólver, hiriendo a la víctima en la pierna derecha, abajo de la
170 El Jefe Supremo

rodilla. Michalka no gritó y aparentemente el oficial no se


percató de la herida pues ordenó a los soldados que lo requisa­
ran, que requisaran el carro y que se llevaran al vicecónsul a la
cárcel. El empleado que venía manejando había salido del
carro y estaba esperando en la acera en tanto que los soldados
registraban la camioneta. Se escuchaban constantes disparos a
pocas cuadras de distancia. El oficial y los soldados detuvieron
otros carros. Michalka veía que en la entrada del hotel y'de
otros edificios contiguos se reunía una pequeña multitud.
Michalka se acercó al oficial y le dijo:
—“ Perdóneme señor, ¿cuál es su nombre por favor?”
—“¿Me pregunta mi nombre?” , contestó el uniformado y
procedió a golpear con el puño izquierdo al vicecónsul, hirién­
dolo en la quijada y rompiéndole un diente, mientras gritaba
epítetos contra los gringos. El oficial insultaba acompañado de
movimientos del revólver que sostenía en su derecha, el cual
apuntaba contra Michalka y luego dirigía, ofuscado, en todas
las direcciones. Michalka dio media vuelta y caminó hasta la
acera donde estaba su compañero de oficina, preguntó al
soldado más cercano si podían partir y cuando obtuvo respues­
ta positiva se fue a su casa, desde donde llamó, primero al
cónsul y luego a un médico.
En un informe que rindió cuatro días después, Michalka
consideró que el oficial no quiso herirlo deliberadamente sino
disparar al suelo. En cambio, anotó que era indudable la
deliberación cuando le propinó el puñetazo que le voló un
diente. El oficial entendió cabalmente, según Michalka, que se
trataba del vicecónsul norteamericano porque así se lo dijo y
porque tuvo ocasión de observar las placas del auto.
El embajador norteamericano envió a Cali a Robert New
begin, consejero de la embajada, con la misión de verificar la
veracidad de la información suministrada por Michalka y su
acompañante. No quedando duda, en opinión de Newbegin,
sobre el relato de la víctima, aquel y el cónsul Robert Jan/
pidieron una cita con el general Gustavo Rojas Pinilla. I.#
reunión se realizó el 25 de octubre de 1949. Newbegin señaló
que como el embajador había solicitado ya una investigación :il
ministro de Relaciones Exteriores, no quería discutir el ino
Herido el vicecónsul 171

Capitán Telmo Acevedo Ardila, co- Earl R. Michalka (de anteojos), vice
mandante de la Policía Departa- cónsul de los Estados Unidos en Cali
mental del Valle del Cauca en 1949. (Foto Mult).
líll'W'' <.V ■ ,í {y- 1 ■ ■;ri¡síW;" . '¡¿¿J
voWifc» 0.,' Vi; M iV f u ftl í
■ allí. . ■; Í¡: ' 'V ■o\ ■ ^ r„ . . ; 1..«• ■ ’ n„
llonte en sí, sino escuchar los comentarios que quisiera formu-
Ur el comandante de la Tercera Brigada. Rojas indicó, en
resencia del oficial responsable de los hechos, que el comando
C libia recibido, poco antes del incidente, un informe de que
ilgunos comunistas extranjeros se dirigían a Cali en una ca­
mioneta y que se esperaba que causaran disturbios. Por ende,
MOera raro, agregó, que cuando Michalka apareció poco des­
pués en una camioneta y se identificó com o cónsul extranjero,
fl oficial lo confundiera con los comunistas. Rojas sostuvo que
It Intención no era molestar a un funcionario norteamericano y
t|UC debido a los hechos que se desarrollaban a poca distancia,
•11 la Casa Liberal, la confusión era comprensible. Newbegin
illotó que el trato recibido por Michalka — primero una bala y
Itlfgo un puñetazo— no parecía apropiado contra ninguna
parsona y menos contra un funcionario extranjero. El oficial
tnliitizó que no se dio cuenta que se trataba del vicecónsul y
tjtio su intención no había sido irrespetar a los Estados Unidos.
172 El Jefe Supremo

Newbegin dijo que la embajada veía con mucha gravedad el


incidente. Rojas y el oficial se disculparon pero el comandante
de la brigada no manifestó intención de actuar disciplinaria­
mente contra el responsable1.
El oficial que negó los insultos que pronunció contra los
gringos y que obviamente mintió cuando dijo no haber recono­
cido al vicecónsul era el capitán Telmo Acevedo Ardila, nacido
en San Gil (Santander) en 1919. Antes de describir las andan­
zas del personaje, que no dejó un recuerdo unánimemente
grato en el ejército, conviene precisar que el incidente con Earl
R. Michalka se ha traído a cuento in extenso por lo que habla de
Rojas, que no dispuso investigar al oficial, existiendo, como
existían, razones para hacerlo, y particularmente el testimonio
del cónsul de los Estados Unidos y del consejero de la embaja­
da. La solidaridad de Rojas con Acevedo quedó explícita con la
excusa baladí de que un capitán del ejército confundió a los
comunistas extranjeros con el cónsul extranjero. Lo de los
comunistas extranjeros que se dirigían a Cali en camioneta
debe tomarse con reservas. Todo indica que Rojas echó mano
de un pretexto que con seguridad sonaría bien a los oídos de
un funcionario norteamericano. Acevedo necesariamente
faltó a la verdad cuando dijo no haber reconocido a su víctima,
pues si en realidad hubiera pensado que se trataba de 2 comu­
nistas extranjeros en camioneta, ¿los habría dejado escapar?
¿Qué relación tiene todo este asunto con la matanza de la
Casa Liberal? Telmo Acevedo Ardila, pese a ser oficial del
ejército, llevaba un año y medio en comisión en la Policía
Nacional, y el 22 de octubre de 1949 era el comandante de la
policía departamental en el Valle del Cauca12. Acevedo no fue
sindicado dentro de la investigación judicial de la masacre y si
bien no existe certeza absoluta sobre su responsabilidad penal,
algunos indicios hacen pensar que tal vez le cupo alguna culpa-

1. Newbegin a SE, octubre 26 de 1949, y anexos, 123 Michalka, Earl R


RG 59, NA.
2. El Espectador, noviembre 16 de 1949, p. 7.
Herido el vicecónsul 173

hilidad en la empresa criminal: (a) el testimonio del médico


Carlos Bonilla Aragón según el cual Acevedo disparó dentro
ilc la Casa Liberal3; (b) varios policías subalternos de Acevedo
fueron juzgados por los asesinatos4; (c) la conocida complici­
dad de las policías, departamentales en la violencia política
contra los liberales5.
Sobre lo que no parece haber duda es acerca del tempera­
mento pendenciero del capitán Acevedo. Dos compañeros
«ayos de la Escuela Militar, que fueron ascendidos con él a
mibtenientes en el curso de 1940, lo recuerdan como "“medio
Mtarbán” , según uno, y como “atarbanoso y sectario” , al decir
del otro. Son descripciones que encuadran con su hoja de vida.
Veamos.
En junio de 1950 Acevedo, comandante de la policía del
Atlántico, vigilaba unas fiestas populares que se realizaban en
el municipio de Soledad. Se encontró casualmente con el capi­
tán Fernando Echeverría Echehona, su compañero en la Es­
cuela Militar, el cual se dirigía a otra guarnición. Acevedo le
mencionó los cargos que había ocupado, lo cual causó indigna­
ción en el costeño. Echeverría, según un testigo, manifestó:
" A nosotros nos tienen jodidos mientras que a usted le dan los
mejores puestos y toda esa partida de viejos oficiales no hacen
más que obedecer al hijueputa de Rojas Pinilla” . Agregó: “ Si
esta vaina está pasando con el pendejo de Ospina Pérez qué no
icrá cuando mande el hijueputa del doctor Gómez” . Acevedo
replicó que no aceptaba las ofensas ni como oficial del ejército
ni como comandante de la policía. Echeverría dijo: “Tú losde-

3. Bonilla dice que vio disparar a un oficial alto, de ojos claros, y a otro
hMjito. Luego de la matanza los siguió unas diez veces cuando los veía salir del
lliilidlón Pichincha. Entrevista con Carlos Bonilla Aragón, octubre 25 de
I9H7.
4. Fue el caso de, por lo menos, dos: el subteniente Jorge Arturo
t ititaño Cárdenas y el sargento Fabio Piedrahíta Echeverri. El Espectador,
lumbre 24 de 1979, p. 11-A.
5. En 1987 Carlos Lleras Restrepo escribió: “ ...las Policías Departa­
mentales, que fueron muchas veces los instrumetos de la acción sectaria...” .
II Espectador, noviembre 15 de nl987, p. 8-A.
174 El Jefe Supremo

fiendes [a Ospina y Gómez] porque eres un godo hijueputa” .


La respuesta de Acevedo fue un golpe que tumbó a Echeverría.
La herida en la córnea, con hernia del iris, quemosis y equimo­
sis, incapacidad de 30 días y desfiguración facial hicieron que el
capitán Echeverría perdiera un ojo. El comandante del ejérci­
to, Mariano Ospina Rodríguez, absolvió a Acevedo por lesio­
nes personales y a Echeverría por insubordinación6.
Cuatro meses después del incidente con Echeverría, el
capitán Acevedo fue nombrado jefe de personal de la Policía
Nacional. Quien lo nombró habría de desilusionarse de él un
año más tarde. El teniente coronel Alberto Gómez Arenas,
director general de la Policía, llevó a Telmo Acevedo a la
jefatura de personal “contra la opinión de muchos oficiales del
Ejército” . Acevedo cometió una grave falta al organizar en la
oficina de la división de personal una fiesta bailable cuando
toda la Policía estaba acuartelada por las elecciones y el gobier­
no había prohibido ingerir licor. Gómez Arenas personalmen­
te disolvió la fiesta, a la cual asistían subalternos del jefe de
personal y mecanógrafas, cuando comprobó que ingerían be­
bidas embriagantes y que Acevedo estaba en estado de ebrie­
dad lamentable. Cuando se le llamó la atención, Acevedo pidió
el retiro de la Policía. Gómez Arenas no sólo no pidió sanción
del ejército por estimar que el retiro de la Policía era suficiente
castigo, sino que le ofreció una comida de despedida. Tiempo
después —se lamentaba Gómez Arenas— su protegido comen-

6. Echeverría no delinquió, según el fallo, porque las ofensas no se


pronunciaron en público. Telmo Acevedo obró en legitima defensa del honoi
y reaccionó “en la forma más noble como es la de lanzarle un golpe con la
mano”. La sentencia citó una doctrina del Comando General de las Fuerzas
Militares: “Los militares llegan a sentirse especialmente obligados a velar poi
su patrimonio moral en forma celosísima y si se quiere extremada en especial
cuando llevan encima uniformes e insignias. Se les inculcó que deben hacei
respetar a sus personas y sus distintivos, y esa idea se convierte para ellos ai
un principio que es necesario sostener en todas las circunstancias. Por eso la
gente de armas no suele tolerar a otros ciertos desmanes, y acude mecánica
mente a las vías de hecho, en incidentes que provocarían en un particulai
apenas una simple trotesta (sic)” . Sentencia de segunda instancia, diciemhir
20 de 1951, fotogramas 193-199, rollo 3281, orden 1913, microfilm, AMDN
Herido el vicecónsul 175

7Ó a intrigar para que de nuevo lo nombraran en comisión en la


Policía, lo que llevó al director general a pedirle al comandante
del ejército que impidiera ese funesto precedente7.
Los antecedentes de Acevedo no impidieron, sin embargo,
que Rojas Pinilla lo nombrara el 18 de junio de 1953 jefe deí
departamento de investigación criminal. Cinco meses duró
como encargado de investigar los delitos una persona que
resolvía las controversias a trompadas, que confundía a un
comunista con un cónsul y que tal vez estuvo involucrada en
episodios delictuosos como comandante de la policía departa­
mental en el Valle. Rojas no lo abandonó a su suerte. Era un
copartidario conservador al cual le dio la solidaridad que él
acostumbraba frente a los amigos. A finales de 1953 lo nombró
agregado militar ante seis naciones centroamericanas, con sede
en Panamá.
Un año como jefe civil y militar de Arauca cumplía Telmo
Acevedo Ardila cuando el 11 de junio de 1956 perdió la vida al
estrellarse en el Tablón de Támara (Casanare) un Beaver que lo
transportaba del aeropuerto de Techo en Bogotá hacia Yopal
(Casanare)8.

7. Ibid., Gómez Arenas a comandante del ejército, oficio 400 noviem-


Imc 12 de 1951, fotogramas 186-187.
8. En el accidente también murieron el secretario de hacienda de la
Intendencia Arturo Bruges Carmona; su hermano el abogado y periodista
Mmgdalenense Antonio Bruges Carmona; y el piloto intendencial Francisco
A Manrique. La República, junio 14 de 1956, p. 19.
18. Director General del Ejército

De la! manera que ahora será la ley del talión.

Sam uel M oreno D íaz (1949)

A lo largo de treinta años, varias veces se cruzaron la carrera


tic Gustavo Rojas Pinilla y la de Ricardo Bayona Posada.
Ingresaron en 1919 a la escuela de cadetes, Bayona al primer
uño y Rojas al penúltimo. Bayona, apodado el “chiqui” Bayo­
na por su escasa estatura, provenía de una familia bogotana
que dio también un poeta y escritor, su hermano Nicolás. Rojas
VBayona entraron posteriormente a la Escuela de Artillería y
por lo tanto pertenecían a la misma arma, lo cual crea vínculos
especiales dentro del ejército.
En tres ocasiones Bayona Posada entregó a Rojas Pinilla
cargos de comando. La primera vez en Buenaventura en 1933
cuando Bayona entregó al capitán Rojas Pinilla el cargo de
comandante de la fortificación construida en el puerto con
motivo de la guerra con el Perú. Quince años más tarde Bayona
Posada, trasladado fuera de Cali, dejó el comando de la Ter­
cera Brigada en manos del coronel Rojas Pinilla. Y en 1949 al
ser ascendido Bayona a jefe del Estado Mayor General, entre­
gó al general Rojas Pinilla las llaves de la oficina del director
Ucneral del ejército.
178 El Jefe Supremo

Si se hubieran aplicado con extremo rigor los reglamentos


militares, no debió haber sido Rojas el director general del
ejército en 1949. Ese destino le correspondía a otro oficial. Tres
coroneles, a finales de ese año, reunían los requisitos para el
ascenso a general: Carlos Perdomo Puyo, Miguel Angel Hoyos
B., y Gustavo Rojas Pinilla. Si se ascendía a los tres en el mismo
decreto, Perdomo y Hoyos se convertirían en oficiales más
antiguos y ello habilitaba a cualquiera de los dos para el primer
cargo dentro del ejército. Sin embargo, el general Rafael Sán­
chez Amaya, ministro de Guerra, y el general Bayona Posada,
consideraron que a la cabeza del ejército se requería una perso­
na con definido don de mando, calidad que en opinión de
ambos reunía a cabalidad el general Rojas Pinilla. El “papayo”
Sánchez, como se le conoció siempre por su calvicie prematura,
no se entendía muy bien con Rojas, aunque reconocía sus
méritos y sabia el aprecio en que el Presidente Ospina tenía al
general tunjano. Ello lo movió, recuerda Bayona Posada, a
sugerirle al jefe del Estado que debía ser Rojas el director del
ejército. Se recurrió entonces a un arbitrio. Rojas fue ascendido
a general en un decreto y al día siguiente se expidió otro decreto
en que Perdomo Puyo y Hoyos subían al generalato1. De esta
manera Rojas se convertía en oficial más antiguo que los otros
dos, una distinción que en el ejército cuenta mucho y todo,
pues se obedece jerárquicamente y la jerarquía nace de la
antigüedad. Tanto es así que el orden en que aparecen los
cadetes que se gradúan anualmente de la Escuela Militar crea
jerarquía. El primero en la lista de graduación es más antiguo
que el segundo, el cuarto más antiguo que el quinto y el último
más antiguo que el primer graduado del año siguiente.

1. Ricardo Bayona Posada, Recuerdos de un Ochentón (Bogotá: Edit


rial Kelly, 1984), pp. 245-246 y entrevista con el general (r) Ricardo Bayona
Posada, junio 11 de 1987. En Diario Oficial, noviembre 2 de 1949 ver decretos
3191 y 3193, octubre 11 y 12 de 1949.
Director General del Ejército 179

Rojas subjúdice

Rojas fue ascendido a general el 11 de octubre de 1949 y el


19 encargado de la dirección general del ejército. Los respecti­
vos decretos fueron firmados por el Presidente Ospina, el
mismo presidente que entre ambas fechas, también por decre­
to, nombró a un fiscal ad hoc para que actuara en el proceso
penal militar por abuso de autoridad que cursaba contra Rojas
por la circular que limitaba la libertad de palabra. Esdiciente
i|ue a general y a director general del ejército llegara un oficial
que aún no había sido absuelto por la justicia especial de sus
pares. Lo cual indica, a todas luces, que ya había sido absuelto
por el Presidente Ospina, que de esta manera le estaba ratifi­
cando su adhesión. Si se hubiera tratado de otro oficial, tal vez
el presidente habría considerado el embarazo que hubiera
podido suscitar una potencial condena dictada contra el núme­
ro uno del ejército. Pero tratándose de Rojas Pinilla, las acusa­
ciones, a los ojos de Ospina, no valían un maravedí. No valía
tampoco que estuviera pendiente otro proceso penal militar
por los sucesos del 9 de abril de 1948. No pesaba que un año y
medio antes de la exaltación de Rojas a la jefatura del ejército,
el liberalismo hubiera pedido al gobierno la cabeza del enton­
ces comandante de la Tercera Brigada, ni que en el Senado, que
debía aprobar el ascenso a general, pudieran interponerse los
liberales2. Una alianza fuerte la de Ospina y Rojas.
Los liberales interpretaron el nombramiento de Rojas
como una radicalización de la posición oficial, pues ocurrió
simultáneamente con el envío del general Hernando Mora
Angueyra, que no era conservador, a Europa y con el retiro del
general Julio Londoño Londoño, jefe del Estado Mayor Gene­
ral, que tampoco pertenecía a ese partido. Carlos Lleras Res-
trepo, uno de los tres miembros de la Dirección Liberal Nacio­
nal, opinó que la designación de Rojas y los otros cambios

2. El Senado aprobó el ascenso el 24 de noviembre de 1951, con dos


nflos de atraso, pero no porque en 1949 el liberalismo lo hubiera vetado sino
porque el Congreso estuvo cerrado por decreto de estado de sitio.
180 El Jefe Supremo

abrían franco camino a la empresa de “introducir el sectarismo


en las filas militares, privando al ejército de sus elementos
moderadores y republicanos y otorgando notoria primacía a
quien ya había dado muestras de su poco respeto a las liberta­
des públicas y de su tremendo temperamento sectario...” 3.
No se debe concluir que Ospina pretendía, con el nombra­
miento de Rojas, provocar deliberadamente al partido liberal.
Esa etapa había sido superada. Para los liberales, el gobierno
conservador estaba endurecido y encallecido en octubre de
1949 y no se cuidaba de buscar la concordia política con los
contrincantes, que habían dejado de serlo para convertirse en
perseguidos y en guerrilleros4. El enfrentamiento era a muerte
y los congresistas liberales planeaban acusar al presidente ante
el Senado, con lo cual quedaría suspendido en el ejercicio del
cargo, entrando a reemplazarlo el designado liberal. El 9 de
noviembre de 1949 Ospina ordenaría, al amparo del estado de
sitio, la clausura del Congreso, de las asambleas y de los
concejos, la censura de prensa y radiodifusión y la suspensión
de todas las manifestaciones públicas. Para que los decretos no
pudieran ser declarados inconstitucionales por la Corte Supre­
ma de Justicia, de mayoría liberal, los protegió con un decreto
final que exigió los votos de las tres cuartas partes de los
magistrados en las sentencias de inexequibilidad5. El día antes
el partido liberal se retiró de la contienda electoral aduciendo
coacción oficial que imposibilitaba elecciones libres y Laurea­
no Gómez quedó entonces como candidato único, cumplién­
dose así el pronóstico que un mes antes de decretado el estado
de sitio hiciera en el Congreso el representante Julio César
Turbay Ayala:

3. Carlos Lleras Restrepo, De la República a la Dictadura (Bogotá:


Editorial Argra, 1955), p. 279.
4. Ibidem. De acuerdo con Lleras Restrepo, en octubre de 1949 el
control del gobierno pasó a manos de Laureano Gómez. Decía Lleras: “ Este
solo acto bastaría para condenar al señor Ospina y para llevar a su cuenta,
con perfecta justicia, el número incontable de víctimas que la acción de sus
nuevos agentes iba a agregar muy pronto al de las que ya habían caído”.
5. Diario Oficia/, noviembre 10 de 1949.
Director General del Ejército 181

En mi con cepto para detener al partido liberal en su triun­


fo avasallador no hay sino una sola política: la de que el
G ob ierno se vincule al partido conservador en sus propósitos y
decrete el estado de sitio en la N ación. Pero si no hay estado de
sitio, que tendría en nuestro sentir y en nuestro com prender el
alcance de una colaboración política para el triunfo del partido
a que pertenece el Excelentísim o señor Presidente de la Repú­
blica... nadie podrá detener este caudaloso ejército civil que
integra el partido liberal...6.

I'ljército protector

El año de 1949, y particularmente su segundo semestre,


lúe tal vez el más aciago de la presidencia de Mariano Ospina
Pérez (1946-1950). La violencia se agudizó con el asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán Ayala, pero la participación de los libera­
les en el gabinete, llamados por Ospina a raíz de los hechos del
9 de abril de 1948, menguó de alguna manera su virulencia,
liste factor morigerador desapareció cuando en mayo de 1949
los liberales se retiraron del gabinete, quedó rota la política de
l Jnión Nacional y Ospina y el directorio conservador impusie­
ron la hegemonía azul7.
Los pájaros, los conservadores armados y la policía des­
olaron la violencia oficial en muchos departamentos. La poli­
cía abierta y flagrantemente tomó partido por el partido de

6. Anales de! Congreso, octubre 27 de 1949, p. 1.686.


7. Hernán Jaramillo Ocampo, secretario de asuntos económicos y so­
ciales y ministro de Hacienda de Ospina, señala en su libro sobre los cuatro
ortos de gobierno del presidente conservador: “ En mis ya largos años de
i untacto con la vida pública no he conocido una época de mayores tensiones,
expectativas y sombras que la del último semestre de 1949. Rota la Unión
Nacional, enfrentadosabiertamente el Gobierno y la oposición era inevitable
ipic la violencia se recrudeciese en las distintas comarcas y que las autorida­
des perdiesen el control y vigilancia del orden público en un ambiente de
mutua desconfianza y resentimiento”. Hernán Jaramillo Ocampo, 1946-
1460 De la unidad nacional a Ia hegemonía conservadora (Bogotá: Editorial
l'luma, 1980), p. 326.
182 El Jefe Supremo

gobierno e hizo suya la causa asesina. No era extraño que así


actuara porque sus miembros eran primero conservadores y de
policías sólo tenían la divisa. En realidad se trataba de un
cuerpo de criminales uniformados. Los delincuentes, los homi­
cidas y los violadores ejercieron la autoridad y no cualquier
autoridad sino nada menos que la relacionada con el manteni­
miento del orden público8.
Los liberales temían por igual a los conservadores secta­
rios, a los pájaros o a la policía chulavita. La policía era
numéricamente superior (25.000 unidades) al ejército (15.000
soldados)9. Tampoco podían confiar los liberales en los gober­
nadores y alcaldes porque las consecuencias de la hegemonía
conservadora se sentían hasta en los más remotos corregimien­
tos. Desde mayo de 1949, con el retiro liberal del gabinete,
había dejado de regir la política del “cruce” que, a medias,
implantó Ospina, y que consistía en nombrar alcaldes liberales
en poblaciones de más de cincuenta mil habitantes cuando el
gobernador fuera conservador, o viceversa. El “cruce” regía
también en el caso de los gobernadores y los secretarios de la
gobernación, en el de ministros y secretarios generales de los
ministerios, y aun entre jueces de instrucción y secretarios.
Hasta mayo de 1949 hubo alcaldes liberales, pero pasada esa
fecha, y la de las elecciones de mitaca celebradas el 5 de junio de
1949 que fueron ganadas por el liberalismo, los conservadores
decidieron que el poder debía ejercerse exclusiva y arbitraria­
mente10.

8. Darío Echandía sostenía a finales de 1949: “...la violencia está con­


sentida y dirigida por el Gobierno, pues quienes matan, arrasan, torturan y
destierran a los liberales en varias regiones del país son policías nacionales y
los gendarmes de los resguardos, en complicidad con bandas de forajidos
pagados y puestos al servicio del Partido Conservador” . Ibid., p. 316.
9. Carlos Miguel Ortiz Sarmiento, Estado y Subversión en Colombia
(Bogotá: Fondo Editorial CEREC, 1985), p. 163. Los caciques conservado­
res expedían las recomendaciones indispensables para ser nombrado agente
de la policía. Esta politización y otros aspectos de la delincuencia policial son
analizados, con referencia al departamento del Quindío y con base en archi­
vos locales, en las páginas 142-162 de la obra de Ortiz.
10. Ibid., pp. 247-63. Jaramillo Ocampo dice en relación con la ruptura
de la Unión Nacional antes de las elecciones de mitaca: “ El Partido Liberal
Director General del Ejército 183

Es por lo tanto comprensible que los liberales amenazados


sólo se sintieran protegidos por el ejército nacional. Tantas
matanzas protagonizadas o toleradas por la policía hicieron
multiplicar las súplicas urgentes al ejército para que enviara
patrullas y retenes por doquier. Con frecuencia, el ejército no
podía atender todas las solicitudes porque ya tenía destacadas
comisiones de orden público en multitud de lugares y no había
suficientes oficiales para comandarlas.
Típica de muchas súplicas fue la misiva que en octubre de
1949 el escritor Eduardo Caballero Calderón, a la sazón regis­
trador nacional del estado civil, remitió al ministro de Guerra:
N o puedo decir, com o se acostum bra, que tengo el gusto,
sino el desagrado de remitir a S.S. cop ia de una carta privada
que con fecha 3 de los corrientes y por con d ucto de un propio
(com o hace cincuenta añ os, cuando no había correos organiza­
d os) me hizo llegar el señor Sandoval, A dm inistrador de la
H acienda de T ipacoque. D esde hace un m es vengo insistiendo
ante S.S. sobre la situación atroz, incalificable, que están co n ­
frontando los vecinos de esa devastada región (en el norte de
Boyacá y e n G arcía Rovira) por no tener la gracia de pertenecer
a determ inado partido político. Por desgracia, yo no tengo la
m anera de ayudar a rem ediar esa situación, generalizada peli­
grosam ente en Santander y Boyacá, y sólo me lim ito a presentar
denuncias y su gestiones, com o aquella que consiste en confiar a
elem entos del ejército nacional la vigilancia de los lugares que,
co m o C apitanejo, Enciso y T ipacoqu e, han sido más azotad os
por la v io le n c ia 11.*

Con su tremendo complejo mayoritario manifestaba todos los días su gran


Impaciencia por organizar la reconquista definitiva del poder y no se resigna­
ba a no usufructuarlo íntegramente. Si bien el conservatismo conocía su
Mtuación minoritaria, tenía la firme esperanza que con una acción proselitis-
lu intensa y con una conducta oficial no indiferente, podría en dos años
recortar la brecha electoral y presentarse en el debate presidencial de 1950
con firmes posibilidades de victoria”, (p. 251) (el subrayado no es del
original).
11. Caballero a ministro de Guerra, octubre 10 de 1949, oficio 3365
fotograma 00180, ref. 4, rollo 3151, AMDN.
184 El Jefe Supremo

La carta de Efraim Sandoval, el administrador de la ha­


cienda tradicional de la familia Caballero, contaba cómo Ca­
milo Villarreal y otros dos copartidarios encabezaron una
concentración conservadora en Capitanejo con asistencia de
elementos de Soatá, Susacón, Boavita, La Uvita, Duitama,
Santa Rosa, Covarachía, Chita, Málaga y Pangóte, en la que se
incitó a la chusma a la matanza y al incendio. Algunos de los
manifestantes, encabezados por Luis Sánchez, alcalde de Capi­
tanejo, y por la policía, incendiaron variascasasen Capitanejo,
así como haciendas y caneyes llenos de tabaco. Siguieron al
Juncal, cerca a Enciso, y por la noche incendiaron todas las
casas del lugar, unas treinta. “ La vida no vale nada, ya nadie se
sorprende ver muertos por los caminos e incendios por los
campos” 12.
Otro registrador, el municipal de Tutasá (Boyacá), pedía
que fueran sustituidos los cuatro agentes de la policía por una
patrulla del ejército, dado que los primeros, con motivo de una
fiesta “que se realizó al grito de viva al partido conservador,
viva Cristo Rey, abajo los rojos collarejos prorrumpieron en
descargas cerradas contra las casas de los liberales dando una
ronda minuciosa por el poblado y persona que se encontraban
de esta filiación era inmediatamente flagelada y azotada sin
piedad, de este trance existen dos heridos graves por la
policía” 13.
Pedían la protección del ejército los liberales, los jueces de
instrucción que investigaban hechos violentos y los registrado­
res municipales que consideraban a los soldados garantía de
imparcialidad electoral14.
En Santander, en el sangriento mes de octubre de 1949, los
diputados tuvieron que pedir al ejército que les permitiera

12. Ibid., Sandoval a Caballero, octubre 3 de 1949. fotogramas 00182-


183.
13. Ibid., Gustavo Toledo T. a Caballero, transcrita en carta del general
Ricardo Bayona Posada, director general del ejército a comandante Primera
Brigada, octubre 26 de 1949, oficio 6164, fotogramas 00037-38.
14. Numerosos ejemplos de las solicitudes recibidas por el Ministeriode
Guerra se encuentran en ibid., fotogramas 00032, 00107, 00313, 00316,
00326,00327,00328,00331,00360,00362-364,00376-377,00409-410 y 00481.
Director General del Ejército 185

Ncsionar en el casino militar, pues durante una sesión ordinaria


tic la asamblea, los policías embriagados dispararon tratando
tic penetrar al recinto, hecho que impidieron las unidades
militares que hacían custodia. Como después de ese incidente
d gobernador conservador Hernando Sorzano González orde­
nó que fuera retirada la vigilancia militar y que su lugar lo
tomaran unidades “ numerosas y beligerantes” de la policia, los
diputados, reunidos en sesión de emergencia en el Hotel Buca-
rica, consideraron que sólo en el casino de la brigada podrían
reunirse sin peligro para sus vidas15.
El presidente del Directorio Liberal del Meta, Hernando
Durán Dussán, urgía al gobierno el envío de tropas pues
«firmaba que los guardianes de la colonia penal de Acacias
obligaron a los liberales, con sus disparos, a abandonar la
población16.

I.a policía contra el ejército

La manguala criminosa entre la policía y los conservado­


res sectarios era de tal modo férrea que intentó, con frecuencia
exitosamente, obstaculizar la presencia mediadora del ejército.
I >os casos, ambos ocurridos en Santander durante el atroz
xrgundo semestre de 1949, son ejemplo de lo sucedido en otras
legiones.

Sun Andrés

En San Andrés, municipio conservador situado al sureste


tic Bucaramanga, en la hoya oriental del río Chicamocha, el
t ubo segundo Gabriel Cossio encontró resistencia cuando qui­

15. Ibid., Asamblea de Santander a ministro de Guerra, octubre 7 de


l'M9, fotogramas 00280-281.
16. Ibid., Miguel Sanjuán, ministro de Justicia, a ministro de Guerra,
<«Iubre 4 de 1949, oficio 1268, fotograma 00330.
186 El Jefe Supremo

so requisar, la noche del 16 de septiembre, al agente de la


policía Fideligno Martínez y a varios civiles que en estado de
embriaguez vociferaban e insultaban a Inés Moreno, liberal,
dueña de la tienda donde libaban. Cossio decomisó varios
cuchillos que tenían escondidos los compañeros de tragos del
agente y el propio Martínez, que era comandante de la policía
en el corregimiento de San Pablo y se hallaba en el municipio
con sus subalternos cobrando los sueldos. Posteriormente se
produjeron una serie de disparos contra la patrulla de Cossio,
sin desgracias.
Al día siguiente, sábado, día de mercado, Inés Moreno
envió hacia las 9 a.m. una papeleta al cabo Cossio para que le
prestara una patrulla pues temía ultrajes por ser liberal. Hl
cabo, que se dirigía a arreglar el lavado de la ropa de la tropa,
pasó un momento por la tienda de Inés Moreno. Salió y se
encaminó hacia la plaza. Instantes después se oyeron cinco
detonaciones. El cabo había sido asesinado. El jefe de la otra
patrulla del ejército estacionada en San Andrés, cabo Nicanor
Ríos, salió rápidamente con cuatro soldados desde la guarni­
ción militar tan pronto le avisaron que habían matado al cabo
Cossio. Mucha gente se agolpó en el sitio en que cayó el cuerpo
del suboficial. Cuando llegó el cabo Ríos, él y sus soldados
fueron atacados desde una esquina de la plaza y desde los
cerros cercanos al pueblo. Ríos pidió al alcalde que ordenara
desocupar la plaza, lo cual se cumplió en cinco minutos, refu­
giándose la multitud en el templo católico, en la casa cural y en
las tiendas que daban sobre la plaza. Se generalizó entonces el
fuego contra el ejército.
Cuando un sargento fue a llamar a Bucaramanga para dar
parte al comando de la Quinta Brigada encontró que las líneas
telefónica y telegráfica estaban sospechosamente interrumpi­
das. Llamó entonces a la vecina Guaca, a una decena de
kilómetros, y logró que se pusieran en marcha 13 soldados,
Sólo llegaron doce porque a la entrada de San Andrés un grupo
de civiles mató a uno. Cuando los refuerzos entraron a la plaza
hacia el mediodía, continuaba el tiroteo contra el ejército. De
hecho el ataque sólo cesó cuando seis horas después el teniente
Germán Alvarez llegó desde Bucaramanga con 24 soldados,
Director General del Ejército 187

I a orden de cesar el fuego fue dada por Enrique Bohórquez,


Jefe conservador de San Andrés, y por el cura párroco, el
doctor Jaimes. El cabo Nicanor R íos escuchó una conversa­
ción telefónica entre el doctor Jaimes y el párroco de Pangóte,
Inspección de policía a 22 kilómetros al sur de San Andrés. El
|d'e católico de Pangóte preguntó, según el cabo Ríos, si era
necesario que avanzara hacia el municipio la multitud armada
i|iic se encontraba lista a participar en el ataque contra el
ejército. El doctor Jaimes, jefe católico de San Andrés, “con-
Icstó que no porque el Ejército tenía unas órdenes demasiado
fuertes”. Cuando San Andrés se hubo calmado, fueron ente­
nados cinco civiles.
Eduardo Mora y Mora, juez militar de la Quinta Brigada,
Investigó los sucesos oyendo las versiones de los oficiales y
suboficiales y las de los jefes conservador y católico de San
Andrés, así como la del alcalde. Llegó a la conclusión de que el
cabo Gabriel Cossio fue asesinado porque había desarmado y
rncarcelado a conservadores que consideraban garantía de
Impunidad la protección que recibían de la policía. El jefe
conservador y el cura opinaron que el ataque se debió a que el
pueblo reaccionó pensando que con los disparos en la plaza
habían sido muertos ellos dos y el alcalde. Contra esa versión
«punta el hecho, anotado por el juez militar, de que la agresión
desde las afueras del pueblo fue simultánea con la llegada de la
tropa a la plaza y con la muerte del cabo Cossio. Además,
sospechosamente se cortó la comunicación con Bucaramanga,
pero no con Pangóte y Málaga, “sitios donde según se ha visto
habían (sic) personas armadas listas a ‘avanzar’” 17.
Y milita además el hecho de que si el cura párroco y el jefe
conservador podían dar la orden de cesar el fuego—la dieron y
lueron atacados— seguramente también podían dar la de dis­
parar.

17. lbid., Informe del juez militar, citado en carta del coronel Carlos
IVrdomo Puyo, comandante de la Quinta Brigada, al director general del
*|ército, septiembre 26 de 1949, oficio 06809, fotogramas 00435-441.
188 El Jefe Supremo

El incendio de Enciso

Enciso, pueblo liberal, se encuentra al sureste de San


Andrés. La población rechazó a los policías departamentales
llegados en agosto de 1949, a tal punto que nadie les vendía
víveres. Un domingo, mientras los agentes, que residían en la
casa cural, regresaban de Miranda y Málaga, pueblos cercanos
donde se abastecían, fueron atacados por civiles en el puente
que une a Miranda con Enciso. Se defendieron y mataron a
Sabas Garavito, liberal de Enciso. Ocho días antes los policías
habían defendido al párroco, atacado de palabra y obra por
civiles de Enciso. El cura se refugió en Málaga.
Los civiles pidieron a los soldados que los acompañaran al
entierro de Garavito el lunes 29 de agosto. En el momento pre­
ciso en que abandonaban la plaza de Enciso los tres carros que
transportaban a deudos y soldados, comenzaron, desde la
parte alta del pueblo, los disparos contra el ejército y la policía.
Esta se refugió en su cuartel, que lo era nada menos que la casa
cural. Los soldados vieron que les disparaban y apuntaban
desde la torre del templo católico y resolvieron abrir fuego. De
pronto apareció, con un fusil en la mano, el cabo Benjamín
Herrera, de la Primera Brigada en Tunja, y persona desconoci­
da para los soldados. No se sabe exactamente si estaba de
franco en Enciso o qué otra misión cumplía. El hecho es que
Herrera se parapetó detrás del atrio de la iglesia y gritó a los
policías que salieran. El agente Lino Peñaranda salió de la casa
cural y Herrera le hizo dos disparos que lo dejaron muerto en el
acto. Un segundo agente salió y fue igualmente ultimado por
Herrera. Contra el tercero también disparó el cabo, hiriéndolo
gravemente. Los demás agentes no accedieron a rendirse, co­
mo se lo pedía un sargento que con refuerzos acababa de llegar
a la plaza, procedente de Málaga. Herrera y numerosos civiles
entraron entonces a la casa cural por el solar y desarmaron y
detuvieron a los agentes. Herrera entregó 6 fusiles a los civiles y
quiso apropiarse de un revólver.
Esa misma noche Samuel Moreno Díaz, secretario de
gobierno de Santander, viajó a Enciso. Dos días después el
futuro yerno de Gustavo Rojas Pinilla llevó la palabra en el
Director General del Ejército 189

entierro de los policías asesinados, afirmando, según el relato


del juez militar Eduardo Mora y Mora que se hallaba presente,
que “ la policía (sic) estaba constituida por hombres que iban a
defender al gobierno, al pueblo y al partido conservador y que
y que (sic) ‘no cecesitamos (sic) de la paz de las bayonetas’, [es
decir, del ejército] palabras estas de inmensa imprudencia ya
que se encontraban como únicos representantes del Ejército en
ese momento, el señor Mor. [Mayor Manuel] POSADA D E L G A ­
DO y el suscrito Juez...” .
La represalia no se hizo esperar. De acuerdo con la-investi-
gación del juez militar, el sábado siguiente, 3 de septiembre de
1949, los policías de Enciso, acompañados de gran cantidad de
civiles de San Andrés y de Pangóte,

arm ados de fusiles, carabinas, escop etas, m achetes, revólveres


y teas encendidas, m etieron fu ego a todas las casas del atrás
m entado plan de E nciso, com an dad os y protegidos por las
arm as de los encargados de la custodia del orden público. En
una extensión de u nos nueve kilóm etros puede asegurarse que
no quedó en pie casa ni caney de propietario liberal, ni sem bra­
dío de ninguna clase; el arrasam iento fue total. D esde el M uni­
cipio de M álaga [al otro lado de la hoya del río Servitá, a unos
10 k ilóm etros en línea recta] se veía el hum o de los estragos y al
solicitar el señor M or. M a n u e l P o s a d a D e l g a d o , en presen­
cia de los tenientes C a r l o s D e l g a d i l l o y D a r í o S u a r e z un
requerim iento a fin de intervenir y tratar de im pedir que se
siguiera con su m an d o tantos desafueros, el señor A lcalde de
M álaga, con testó que esa resolución n o la podía tom ar él so lo y
que com o no había com u nicaciones con Bucaram anga iba a
reunir el D irectorio C onservador para estudiar la situación.

El alcalde que se cruzó de brazos, esa misma noche tuvo


que pedir protección al ejército pues se temía un ataque a
Málaga de los liberales de Enciso y Concepción y toda la
policía de Málaga “ se encontraba en la zona de tolerancia en
i ompleto estado de beodez” , tal vez celebrando la carnicería y
•I incendio. Los incendiarios de Enciso continuaron sus des-
limnes hacia el sur, hasta Capitanejo, prendiendo fuego a otras
190 El Jefe Supremo

propiedades de liberales y matando a por lo menos 10 perso­


nas, entre ellos niños de corta edad. Pocos días después el
alcalde de Capitanejo, un chofer que el año anterior había
sustraído y estrellado un vehículo, solicitó al comandante de la
guarnición del ejército en Málaga que enviara una comisión
permanente a su municipio porque “ya había completa norma­
lidad pues ‘¡habían sacado a todos los liberales!’” .
El juez militar investigador concluyó que en los casos en
que el ejército era retirado sobrevenían atrocidades como las
de Enciso y Capitanejo y culpó principalmente a la policía
como responsable, por acción o por omisión, de los hechos de
sangre ocurridos en el departamento. Anotó el juez que a los
oficiales del ejército que comandaban la policía departamental
(capitán Alfonso Pontón Díaz y teniente Silvio Carvajal Mu­
ñoz) sólo les obedecían dentro del cuartel en Bucaramanga,
porque en los municipios únicamente se cumplían las voces de
la gobernación. Los alféreces que instruían a los agentes de
policía eran “ ignorantes” , “ no tienen ni idea del respeto a los
derechos ajenos” , pero en cambio los miembros de la policía
“ saben con fidelidad fotográfica quién vive en todas y cada una
de las casas de los corregimientos y veredas del Departamento
a donde son enviados y solo (sic) protegen a determinadas
personas” 18.
El Tiempo advirtió con antelación que la masacre se estaba
preparando, protestó por el retiro del ejército de Enciso c
imputó a Moreno Díaz la autoria intelectual de los crímenes.
Los alcaldes y los policiales no actuaban por cuenta propia,
sostenía el diario dirigido por Roberto García-Peña, sino inei
tados por “ las consignas de crueldad” del secretario de gobier­
no. Moreno Díaz pensaba y escribía que al partido liberal no se
le podía combatir con ideas, porque no las tenía, sino “ con el

18. Ibid., Informe del juez militar, citado en carta de Perdomo Puyo.nl
director general del ejército, septiembre 19 de 1949, oficio 6539, fotograma»
00493-496.
Igual interpretación formulaba Lleras Restrepo en 1951, refiriéndose a
la destrucción de Enciso. Ver Carlos Lleras Restrepo, De la República a I*
Dictadura, pp. 288-289.
Director Genera¡ del Ejército 191

gesto despreciativo en la boca y con el fuete en la mano” .


Frente a la caterva de malvados liberales, afirmaba, “debe
reaccionar la sana doctrina derechista a fin de consumirlos en
su propio charco de errores” 19.

"Que vivan los chulavitas”

Ocasional y excepcionalmente algunos elementos del ejér­


cito actuaban movidos por las mismas pasiones banderizas de
los policiales. En Togüí (Boyacá) un cabo de apellidos Silva
Vargas beodo vivó un domingo al partido conservador mien­
tras disparaba su revólver. El suboficial decía que él era godo
ile La Uvita [municipio boyacense netamente conservador que
dio origen al apelativo “chulavita” , sinónimo de policía asesi­
no] y para probarlo cantaba este verso:

Que vivan los chulavitas,


que vivan los de Güicán,
abajo los hijueputas,
del partido liberal?

Estacionado frente a la casa de un liberal el cabo gritaba,


según un testigo, “ que ese hijueputa, malparido del Luis Fran­
cisco Camacho tenía que estirarlo en la plaza de Togüí, que
i|iicría verle correr la sangre como la del más infeliz, que era un
rojo desgraciado20.
Otro borracho, aunque liberal, un sargento del ejército
destacado en Puerto Berrío (Antioquia), en una tienda espetó
que no soportaría más “ las bellaquerías que estaba cometiendo
Aristóbulo Cataño como Alcalde Municipal; que él [el sargen­
to] le servía a la Patria, pero no al hijueputa de Mariano Ospina

19. El Tiempo, agosto 27 y 30 y septiembre 2 de 1949, editoriales.


20. Declaraciones de Marco A. Avila y Ciro Antonio Pacheco ante el
| iic /, civil de Moniquirá, agosto 23 de 1949, fotogramas 0017-19, ref. 2, rollo
H52, AMDN.
192 El Jefe Supremo

Pérez, y que tenía cuarenta soldados listos para enfrentársele a


la Policía que había traído Aristóbulo...” 21.
En más de dos mil documentos sobre orden público del
archivo de la dirección general del ejército, correspondientes al
segundo semestre de 1949, son ocasionales los incidentes en
que miembros del ejército obraron contagiados por el virus
partidista, y de todos modos se trató de hechos mayormente
imputables a suboficiales y soldados.

Rojas al servicio de Pabón Núñez


Estos antecedentes —policía politizada y ejército
neutral— convierten en muy significativa la actuación del
general Gustavo Rojas Pinilla cuando a finales de octubre de
1949 fue encargado de la dirección general del ejército, cargo
cuya denominación, años después, se cambió por la de coman­
dante del ejército. Rojas no tardó en mostrar síntomas del virus
conservador.
A El Carmen (Norte de Santander) llegó el 10 de noviem­
bre una comisión de 25 hombres del ejército al mando del
sargento Reinel, por requerimiento del alcalde, el cual indicó
que la policía había asesinado a un ciudadano y le había
robado 300 pesos a otro. Se necesitaba enviar más soldados
para “garantizar tranquilidad pública pues misma policía en­
cuéntrase en lugar hechos” , según indicaba el comandante del
batallón en Cúcuta22. Sin embargo, tres días después Rojas
recibía un telegrama de Lucio Pabón Núñez, gobernador del
Norte de Santander:
Requerí capitán com pañía O caña retiro inm ediato retén El
Carmen p edido inconsulta y perjudicialm ente por alcalde dicha

21. Coronel Eduardo Villamil C., comandante de la Cuarta Brigada,


septiembre 29 de 1949, oficio 7539, fotogramas 00429-430, ref. 4, rollo 3151,
AMDN.
22. Teniente coronel Neira, comandante del batallón, a Diejército,
radiograma, noviembre 16 de 1949, fotograma 0516, ref. 2, rollo 3152,
AMDN.
fiwesión del Presidente Rojas el 7 de agosto de 1954. Lucio Pabón lleva el
lumbrera en la mano.
194 El Jefe Supremo

población stop como informanme algunas personas están diri­


giéndose MinGuerra MinJusticia fin conserven retén prevén-
golo ya que considero retén debe retirarse prontamente stop
adviértole por faltas comprobadas destituí citado alcalde stop
cordial saludo23.

En menos de 24 horas el director general del ejército


ordenó retirar la patrulla o retén de soldados, un acto que en
ese momento equivalía a exponer a los liberales al asesinato
oficial24. Y a fe que el 16 de noviembre de 1949 murieron por
lo menos 24 civiles en El Carmen, cuando la policía se tomó la
población25. Desde entonces Pabón Núñez fue acusado de ser
el autor de la masacre. El documento que se acaba de citar
constituye grave cargo en su contra porque sólo el ejército era
garantía de vida para los habitantes del único municipio liberal
en un extenso territorio conservador. Pabón Núñez no podia
ignorarlo porque había nacido en Villa Caro26 y el suyo y todo*
los municipios de la antigua provincia de Ocaña —Bucarasica,
Abrego, La Playa, Ocaña, Hacarí, San Calixto, Teorama,
Convención y Cáchira— han sido mayoritariamente conserva­
dores. Si Pabón dio la consigna de liquidar a los liberales cu
cuestión que sólo agravaría su responsabilidad pues pedir el
retiro de la tropa equivalía en ese momento del gobierno de

23. Pabón Núñez a Diejército, marconigrama, recibido noviembre II


de 1949 a las 2:09 p.m., fotogramas 0048-49, ref. 1, rollo 3152, AMDN
Faltan algunas tildes en el original.
24. El juez militar de la Quinta Brigada anotaba sobre los heclml
criminales de Enciso y Capitanejo: “ ... cuando el Ejército ha sido quitado il*
ciertas poblaciones, a solicitud de la Gobernación del Departamento, a lo*
pocos días (sic) se presentan escenas como las que sucintamente he desoí
to...” , fotogramas 00493-496, ref. 4, rollo 3151, AMDN.
25. De 33 muertos habla Russell W. Ramsey, Guerrilleros y Soldado!
(Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1981), p. 174. Otra fuente menciona IIKI
muertos en El Carmen. Ver Senado de la República, Comisión Instructora II
Proceso contra Gustavo Rojas Pinilla ante el Congreso de Colombia (Bogolí
Imprenta Nacional, 1960), II, p. 183.
26. Unas fuentes dicen que Pabón nació en Villa Caro, otras que ol
Convención.
Director General del Ejército 195

Ospina Pérez a exponer —o condenar— a los liberales al


homicidio27.
Un folleto publicado por Pabón a manera de defensa,
poco después de los sucesos sangrientos, constituye una invo­
luntaria confesión de su partidismo armado. Cúcuta era el
principal centro de la subversión, escribió Pabón, por lo que
determinó concentrar allí las fuerzas del ejército que estaban
muy disminuidas por la gran cantidad de comisiones a distin­
tos municipios. Señaló el entonces gobernador: “ ... me pareció
necesario aumentar la policía nacional y llevar a ella y a la
municipal, elementos probadamente leales al gobierno...” , es
decir, conservadores. Una banda de maleantes muy bien arma­
dos asaltaba en las carreteras y preparaba desde El Carmen un
«tuque a poblaciones conservadoras, agregó. Por ello, alegaba,
luc necesario enviar 117 agentes de policía, que habrían entra­
do a la cabecera liberal con “ la trompetilla del fusil hacia el
suelo, en señal de paz” , pese a lo cual habrían sido atacados por
«luimos particulares desde sus casas, con saldo de 2 policías y
M civiles muertos y una casa incendiada; el saqueo de los
«Imacenes y la ulterior destrucción habrían sido obra de civiles
de El Carmen y otros pueblos y en las casas se decomisaron,
M'Hiín Pabón, muchas bombas de dinamita. Por lo tanto, argu­
mentaba el gobernador, era calumniosa la denuncia que Virgi­
lio Barco Vargas, el mismo que sería elegido presidente en
|VH6, y otros liberales presentaron ante el ministro de Justicia
«liles de la posesión de Pabón advirtiendo del plan que Pabón y
rí médico y representante Manuel Bayona Carrascal habrían
MMiccbido para invadir El Carmen a sangre y fuego28.

27. Debido a la censura de prensa, nada se publicó luego de la incursión


Mlililnul a El Carmen, salvo el boletín oficial de la Presidencia de la Repú-
ttlli#. el cual, citando a Pabón Núñez, afirmaba que los rumores sobre
Mii'MUM de violencia en el Norte de Santander “carecen en absoluto de
htmUinento”. Ver El Tiempo, noviembre 17 de 1949, p. 1.
7K, Lucio Pabón Núñez, [¿] ¿Quépasó en El Carmen (N. de S.)?(Cúcuta:
iH'l'irutu Departamental, 1950), pp. 2, 5, 6, 8, 10-12, 23.
I >c acuerdo con la versión liberal, fueron 33 los muertos. Los policías y
Jiwiilms de rentas entraron ebrios al pueblo, lanzando vivas a Laureano
196 El Jefe Supremo

¿Acaso la comisión de orden público acantonada en Oca­


ña y compuesta por dos oficiales, doce suboficiales y 123
soldados, todos al mando del capitán Abraham Varón Valen­
cia, era incapaz de dominar la cuadrilla de facinerosos armada
hasta los dientes que merodeaba por El Carmen con riesgo
para los conservadores?29. Pabón no demostró la ineptitud de
esa comisión militar ni la superioridad de un número similar de
agentes de policía. Y no podía demostrarla, porque los policías
sólo ofrecían la ventaja de ser esbirros del partido, “ probada­
mente leales al gobierno” .
No andaban descaminados los políticos liberales que al
calor de los acontecimientos, y sin contar con pruebas como el
telegrama de Pabón aRojas, denunciaban como falsa la versión
oficial según la cual las masacres, en El Carmen y en otros
municipios, eran la respuesta conservadora a una matanza
iniciada por los liberales. Ni acusaban temerariamente cuando
sostenían que en los casos en que el ejército se oponía a los
desmanes, los directorios conservadores gestionaban el retiro
de las tropas30.
La presencia del ejército podía ser perjudicial, como la
calificaba Pabón Núñez, sólo en cuanto obstaculizaba los pla­
nes criminales contra la población. Pese a que un oficial del
ejército coincidía con el alcalde de El Carmen en la urgencia de
aumentar los retenes, el general Rojas Pinilla, demostrando de
nuevo su obediencia a la política conservadora entonces vigen­
te, secundó los propósitos de uno de los más extremistas ejecu­
tores de esa política de violencia31.

Gómez, al Papa, a Franco y a la religión. Fusilaron civiles, saquearon casa»,


ataron a detenidos a los cuales obligaron a caminar descalzos sobre peda/m
de vidrio. En el cementerio los obligaron a cavar sus propias fosas, l.m
alinearon de a cuatro en fondo y los fusilaron. Muchos estaban sólo herido»,
pero a golpes de azadón fueron acomodados en las fosas. Ver Ramón
Manrique, Los días del terror (Bogotá: Editorial ABC, 1955), pp. 115-24
29. Informe sin número ni fecha, ref. 1, rollo 3153, microfilm, AMDN
30. Carlos Lleras Restrepo, De la República a la Dictadura, pp. 271, 2H/
31. En esa época existía una subordinación del ejército frente al gobioo
no en cuanto al orden público y usualmente los retenes se enviaban a solicil mi
del gobernador. Sin embargo, no se puede alegar en el caso de El Carmen qu|
Director General del Ejército 197

En el mismo mes, la Quinta Brigada retiró, a solicitud del


gobernador Pabón Núñez —apodado “ Pavor Núñez” o “el
gobernador Pavor” por sus opositores32—, las tropas destaca­
das en los municipios nortesantandereanos de Santiago, San
Cayetano, Salazar, La Donjuana, Herrán, Chinácota, Bocha-
lema, Silos y Labateca33.
En vísperas de las elecciones del 27 de noviembre de 1949,
Pabón Núñez formuló un largo pedido político a Rojas. El
gobernador consideraba indispensable trasladar a 60 subofi­
ciales acantonados en Cúcuta (con lo cual resulta difícil creer
i|tie fuera auténtico su propósito públicamente declarado de
aumentar la guanición en Cúcuta para prevenir los actos sub­
versivos), sugería licenciar la tropa antigua y reemplazarla por
reservistas e incluso urgía sustituir al doctor Lamus Girón,
médico del Batallón Santander y “uno de los hombres más
sectarios que tiene esta ciudad” , por el también médico Her­
nando Villamizar Flórez. Sobra decir que Lamus era liberal y
Villamizar, conservador34.
Se desconoce si Rojas accedió a estas solicitudes de su
i npartidario. En cambio sí existe constancia de la autorización
dada por él a la Segunda y a la Cuarta Brigada, en Barranquilla

Hojas se limitó a cumplir un pedido del gobernador. Consta que Rojas fue
tirante en la materia. Un día se apresuró a indagar quién había ordenado
lltvíar tropas a Melgar (Tolima): el Directorio Nacional Conservador alega-
lía que se había hecho sin orden del gobernador. Al día siguiente Rojas
MIllenó relevar una comisión en Saboyá (Boyacá), sin consultar con el
gobernador. Un día después negó el auxilio del ejército al cura de Tauramena
j( «sanare), que lo pedía ante el saqueo de los bandoleros, porque la solicitud
ili'bla formularse por conducto del gobernador. Ver fotogramas 00237-238,
<10145 y 0051, ref. 1, rollo 3152, AMDN.
32. Memorando, Gerberich a Blankinship et. al., diciembre 18 de 1953,
Mi. 13/12-1853, RG 59, NA. También circuló este chiste liberal contra
Huilón Núñez: ¿Cómo se llama la avenida que atraviesa el Cementerio
I cutral de Bogotá? Se llama avenida Pabón Núñez. ¿Por qué? Porque tiene
tmirrtos a lado y lado.
33. General Perdomo Puyo a Diejército, radiogramas, noviembre 3 de
|I49, fotogramas 0533-536, ref. 2, rollo 3152, AMDN.
34. Pabón a Rojas, noviembre 16de 1949, fotogramas00357-358, ref. 1,
tullo 3153, AMDN.
198 El Jefe Supremo

y Medellín, para dar de baja los suboficiales y soldados recono­


cidamente desleales al gobierno. Al comandante en Medellín le
precisó además que los nombres de los suboficiales reservistas
que reemplazarían a los dados de baja, debían ser consultados
con la dirección general del ejército en Bogotá35.
Con sus actuaciones a favor del conservatismo, Rojas
transitoriamente hizo retroceder cuatro décadas el reloj de la
historia, devolviendo el ejército a la condición de milicia ban­
deriza que tenía antes de 1907, cuando el Presidente Rafael
Reyes quiso implantar mediante la Escuela Militar de Cadetes
un ejército nacional ajeno a los partidos.

35. Ibid., Rojas a coronel Ortiz, noviembre 18 de 1949, sin No.


fotograma. Rojas a gobernador de Antioquia y comandante Cuarta Brigaclii,
telegrama, noviembre 15 de 1949, caja 2, folder 3, Despacho del Gobernador
1950, AGGA.
19. Ministro de Correos y Telégrafos

Rojas dirigió el ejército solamente durante un mes y medio, en


Un período delicado y convulsionado. No hubo de dejar el
migo por insatisfacción del presidente. Si el general Rojas
itilió de la primera y más codiciada posición dentro del ejér­
cito, ello se debió exclusivamente a un enfrentamiento con su
miperior, el general Ricardo Bayona Posada, jefe (e) del Estado
Mayor General y por ende comandante supremo del ejército,
üc la armada y de la fuerza aérea y consejero militar del
presidente.
De acuerdo con el libro de memorias que el general Bayo­
na Posada publicó superada la cima de los 80 años, y llamado
apósitamente Recuerdos de un ochentón, Rojas desde la direc­
ción general del ejército “con el espíritu de mando que lo
t aracterizaba, empezó a invadir zonas, que no le pertenecían” .
Unjas —reiteró en una entrevista el general Bayona— era
"demasiado mandón” , lo que generó choques entre ambos.
Ilayona se dirigió entonces a Evaristo Sourdis, ministro de
(hierra encargado, dándole cuenta de las desavenencias.
(Sourdis, ministro de Relaciones Exteriores, fue encargado de
Idcartera de Guerra para que el titular, general Rafael Sánchez
Amaya, no tuviera que firmar su propio decreto de ascenso al
(indo de teniente general). Sourdis prometió a Bayona que
lliinsmitiría sus inquietudes al presidente.
Dicho y hecho. Poco después Ospina invitó a cena a
Sourdis y a Bayona Posada y habló con ellos de todos los
200 El Jefe Supremo

temas, menos del que motivó la invitación. Al final, antes de


despedirse, Ospina expresó que tenía gran cariño por todos los
generales y ofreció que el asunto quedaría arreglado pronto,
sin explicar cómo. Fue así como el 3 de diciembre firmó el
decreto nombrando a Rojas Pinilla ministro de Correos y Telé­
grafos, sacándolo de una posición militar que podía desembo­
car en el retiro de un general o en el descontento de otro.
Ospina obró con gran tino, sostiene Bayona Posada, al resol­
ver el incidente, pues nadie quedó insatisfecho. Rojas se sintió
halagado de estar en el gabinete, entre los políticos, porque él
era político. “ Eso es triste pero es así” , recordó el general (r)
Bayona1.
Algún roce entre Rojas y Bayona, que eran viejos amigos,
se había presentado con anterioridad. Poco tiempo antes de
dejar el comando de la Tercera Brigada, Rojas solicitó autori
zación al ministro de Guerra para incorporar a 300 reservist;i>i
debido a la intensificación de la agitación comunista entre los
ferroviarios del Valle. Bayona, como director general del ejér­
cito, conceptuó que la solicitud de Rojas debía devolverse por­
que el conducto regular era la dirección del ejército y no el
ministro de Guerra. En cuanto a la sustancia de la solicitud,
Bayona anotó, también correctamente, que sólo el gobierno
podía ordenar el llamamiento de las reservas, medida que de
todos modos parecía inconveniente porque podría provocar
alarma en el país12.

1. Ricardo Bayona Posada, Recuerdos de un Ochentón (Bogotá: Edilir


rial Kelly, 1984), pp. 246-249.
2. Bayona a ministro de Guerra, agosto 30 de 1949, oficio 4646, folu
grama 0446, ref. 1, rollo 3151, AMDN.
Rojas aprendió la lección. La antevíspera del cierre del Congresn,
decretado el 9 de noviembre de 1949, Rojas transcribió a Bayona un*
consulta llegada por radio desde Barranquilla, en la que el comandante de I*
Segunda Brigada preguntaba si el comando estaba autorizado para llaniai »
filas a los reservistas del ejército que pudieran sustituir a los huelguistas ib
los servicios públicos. Bayona señaló que la determinación competía «I
gobierno y no al ejército y sugirió que para desbaratar las huelgas el coman
do debía apoyar a los reservistas y a otros civiles que voluntariamnil»
quisieran reemplazar al personal en paro. Ver Rojas a Bayona, y respuesta
Ministro de Correos y Telégrafos 201

l'.l correo aéreo de Lansa

El general Rojas Pinilla fue ministro de Correos y Telégra­


fos durante ocho meses, del 5 de diciembre de 1949 hasta el 11
de agosto de 1950. El Ministerio, que funcionaba desde enton­
tes en el edificio Murillo Toro en la carrera séptima con calle
lince, nombraba a los telegrafistas de todos los pueblos del
país, controlaba las emisoras, vigilaba a los radioaficionados y
adjudicaba los contratos de conducción de correos. Rojas hizo
linas cuantas cosas durante su paso por el Ministerio..Según
recuerda Ernesto Elarker Espinosa, uno de sus más cercanos
Colaboradores, Rojas despidió a elementos antigobiernistas
l|iie subsistían en la nómina pese a que el gobierno conservador
ilc Ospina Pérez ejercía el mando desde agosto de 1946. Algu­
nos telegrafistas saboteadores y que robaban las líneas del
telégrafo, fueron cambiados por otros empleados. El hijo de
lili “rojo” , o comunista, español, fue destituido, al igual que un
doctor Arboleda, jefe de la sección técnica. Humberto Arce
I Icrrera fue nombrado para purificar la sección de radiodifu­
sión. Harker, conservador de primera línea, fue oficial mayor
del Ministerio, una especie de secretario privado. Rojas lo llevó
til tercer cargo en importancia del Ministerio, después del de
secretario general, porque lo conocía como subjefe de comuni-
uiciones en la Fuerza Aérea, que por esos tiempos era la
entidad encargada de todas las comunicaciones militares. Co­
mo el archivo del Ministerio fue incinerado hacia 1965 no existe
documentación de primera mano sobre el paso de Rojas por la

Hílelos 6438 y 9938, noviembre 7 de 1949, fotogramas 0247-48, ref. 2, rollo


l|J2, AMDN.
Por su parte, Bayona desconoció a Rojas cuando el 28 de octubre de
|949 alertó directamente, como jefe del Esmage, a los comandantes de
iHljtiida sobre un movimiento subversivo o paro general esa noche. Bayona
lili copió la circular a Rojas. Ver Rojas a Bayona, y respuesta, noviembre 2 y
t ilr 1949, oficios 6285 v 9792. fotogramas 0334-335, ref. 2, rollo 3152,
AMDN.
20 2 El Jefe Supremo

carlera de correos; unos pocos testimonios son la única


fuente3.
Se sabe, no obstante, cuál fue su principal gestión como
ministro. Rojas decidió privar a Avianca del monopolio del
correo aéreo y dispuso que cualquiera otra aerolínea también
podía prestar el servicio. Dos meses después de posesionado,
Rojas llevó su proyecto de liberalizar el transporte del correo
aéreo a la sala del Consejo de Ministros, donde además propu
so que el Estado debía nacionalizar los aeropuertos y adquirir
los equipos de radiocomunicaciones aéreas para suministrar
ese servicio a todas las compañías de aviación4. La liberaliza-
ción del correo aéreo tenía un beneficiario con nombre propio,
Lansa, Líneas Aéreas Nacionales, la joven aerolínea a la cual
Rojas había auxiliado como director de aeronáutica civil.
Como ministro, Rojas le confirió permiso para establecer el
servicio de correo aéreo nacional e internacional a cambio de

3. Entrevista telefónica con Ernesto Harker Espinosa, julio 21 de 19X7


Harker fue cercano a Rojas antes del 13 de junio de 1953, cuando trabajaba
en el Departamento 2 del Estado Mayor, el servicio de inteligencia (hoy B-2),
como Presidente, Rojas lo nombró jefe de orden público del Servicio de
Inteligencia Colombiano (SIC) y más tarde cónsul en Génova (Italia). Por lo
tanto, Harker fue persona cercana a Rojas en el Ministerio. El archivo del
Ministerio de Correos y Telégrafos fue incendiado por la multitud el 9 de
abril de 1948, junto con el despacho del Ministro. Hacia 1965 fue incinerado
el archivo de los años comprendidos entre 1948 y 1965. Sólo se conservan los
legajos de las emisoras, resoluciones, nóminas, etc., pero no hay correspon
dencia del despacho. Como Roberto Arciniegas Schlesinger, secretario gene
ral, falleció, Harker es el testigo viviente que estuvo más cercano al ministro
Rojas.
4. Acta 190, Consejo de Ministros, febrero 22 de 1950, f. 1043. Ospinn
Pérez anotó, después de la exposición de Rojas, que el problema del correo
aéreo y de las empresas de aviación “es de tal magnitud que su solución debe
considerarse como de trascendencia incalculable para el futuro del pais
Analizó todos los aspectos del problema desde el punto de vista de la
seguridad de la vida de los colombianos, sus repercusiones en la economía
del país, el prestigio interno e internacional” . Estas palabras y el encargo que
les dio a los ministros de Relaciones Exteriores, Guerra y Correos en esa
sesión del Consejo de Ministros para que se reunieran con los representantes
del gobierno en Avianca, dan a entender que no estaba totalmente conven
cido de la bondad de la propuesta de Rojas.
Ministro de Correos y Telégrafos 203

un porcentaje de cada porte y con el compromiso de transpor­


tar gratuitamente en sus aviones al Presidente de la República,
a los ministros y al jefe del Estado Mayor General, y con
descuento a los generales, gobernadores, miembros del Con­
greso y otros funcionarios. Adicionalmente, el ministro Rojas
l’inilla contrató con Lansa la conducción, por vía aárea, de los
correos nacionales5.
Desde su fundación en 1945 Lansa sostuvo que Avianca
*c enriquecía con el correo aéreo. Es un buen negocio, eviden­
temente. Una compañía aérea percibe mayores ingresos por
movilizar 80 kilos de cartas que por llevar a su destino a un
pasajero de 80 kilos de peso. Sin embargo, Lansa carecía de la
red necesaria para que el correo funcionara como un servicio
complementario. Alfonso Salazar, que trabajó 42 años en la
Administración del Correo Aéreo de Avianca (buena parte
como director) piensa que Lansa quebró como empresa aérea
por la aventura del correo aéreo. “ No tenía suficiente tráfico” .
Lansa contaba con poquísimos apartados en tanto que los de
Avianca tenían tradición y como el 60 ó 65% del correo se
reparte en Colombia a través de los apartados, Lansa debía
contratar más carteros. Por otra parte, las cartas transporta­
das por Lansa, pero dirigidas a apartados de Avianca, eran
lógicamente depositadas después de las cartas transportadas
por la misma Avianca. También desembolsó Lansa gruesas
mimas en publicidad para su nuevo servicio, pues fue esa la
única época en la historia postal nacional en que ha existido
—por dos años largos— competencia en el correo aéreo. “ Yo
*oy el cartero de Lansa” , entonaban las cuñas radiales. Las
oficinas postales abrían de 6 a.m. hasta las 11 p.m., todos los
días, aun los sábados y domingos, y Avianca no podía quedar­
le atrás. Cuando Lansa dejó de volar en 1951, la atención al
público volvió a los horarios normales6.

5. Decreto 1766, mayo 22 de 1950, Diario Oficial de junio 14 de 1950;


vrr los contratos en Diario Oficia!, agosto 10 y septiembre 4 de 1950.
6. Entrevistas con Alfonso Salazar, agosto 27 y septiembre 2 de 1987.
Cuaderno de revisión, expediente 1225, Lansa, ASS.
20 4 El Jefe Supremo

Rojas “sugestionable”

El Ministerio no tenía funciones en materia de censura de


prensa, pero Rojas sí adquirió equipos para localizar estacio­
nes clandestinas y de radioaficionados, que por la época oca­
sionalmente transmitían programas contra el gobierno.
Rojas no tomaba, según Harker, ninguna medida sin
meditarla. Era eficiente y le gustaba que las cosas se hicieran
bien y rápidamente. Tenía gran corazón. Su principal defecto:
“era muy sugestionable” . Señala Harker: “ Si alguien le decía
‘esta tinta es azul’, él decía, ‘sí es azul’, pero si más tarde
alguien venía y le decía ‘no, es roja’, la tinta ya no era azul sino
roja” . Cuando fue funcionario del Sic después del 13 de junio,
Harker le llevaba a Rojas informes sobre actividades de deter­
minadas personas. Rojas los aceptaba, hasta que alguna otra
fuente le presentaba versiones contradictorias y entonces Har­
ker tenía que volver donde Rojas a llevarle pruebas que demos­
traban que él tenía razón.
Por algunas diferencias, no fundamentales, que tuvo con
Efrén Osejo Peña, gerente del Banco Postal, Rojas decidió, un
mes antes de su retiro del Ministerio, liquidar esa institución.
El Banco, creado en 1940 en el gobierno de Eduardo Santos,
captaba el ahorro postal y se encargaba de los giros entre
ciudades7. A su disolución, muchos de los 120 empleados
pasaron a las oficinas ordinarias de correos, las cuales queda­
ron encargadas del servicio de giros8.

Homosexualismo de un empleado postal

Como presidente de la junta directiva del Banco Postal, a


Rojas le correspondió fallar una investigación por homosexua
lismo iniciada antes de su nombramiento como ministro. Angel
María Sandoval, jefe de correos en Girardot, fue acusado por

7. Decreto 2535, julio 28 de 1950, Diario Oficial de agosto 16 de 1950


8. Creado por decreto 1362 de 1940 el Banco Postal fue disuelto pul
decreto 2294 del 12 de julio de 1950.
Ministro de Correos y Telégrafos 205

homosexual con base en testimonios recogidos en Girardot y


ni Medellín. El principal acusador fue Antonio Ordóñez Ce-
bnllos, que en el momento de decidirse la investigación era
Contralor General de la República, y que señaló que Sandoval
Cía un “destacado homo-sexual que sin vergüenza de ninguna
t lase se le sorprendía hasta en los parques de la población en
las más vergonzosas situaciones...” Los testimonios eran de-
Icvnables. Además, el contralor Ordóñez Cebados también se
retractó y afirmó que Sandoval había sido víctima de una
persecución injusta. En realidad el contralor pidió el traslado
tic Sandoval porque quería el puesto para un recomendado
Miyo.
La junta directiva del Banco Postal, aunque descartó
legalmente las pruebas recogidas, conceptuó que no era posi­
ble que sólo por inquina o por persecución sistemática, en
épocas diferentes, por personas distintas, y desde lugares dis­
tantes, se hubiera acusado a Angel María Sandoval de homo­
sexualismo. Se determinó amonestarlo severamente para que
en lo sucesivo guardara comportamiento intachable9. El ho­
mosexualismo era en la época una falta muy grave, recuerda el
entonces secretario del Banco Postal, y aunque la sentencia
Imal firmada por Rojas fue en el fondo benévola, Sandoval
presentó renuncia de su cargo10. Sin embargo, Rojas no de­
mostró en este incidente un hondo sentido de la justicia. Si las
acusaciones se desmoronaron, Sandoval merecía una comple­
ta absolución.

9. Resolución 1402, abril 24 de 1950, AMC.


10. Entrevista con Guillermo Jaramillo Uricoechea, julio 21 de 1987.
t ln subalterno acusó a Jaramillo como ‘liberal peligroso’, por lo que Rojas lo
degradó a cajero; pero una vez aclarado el asunto lo reintegró a su puesio de
encargado del servicio de giros. Jaramillo entró al Ministerio en 1933 y
lliibujó con 33 ministros.
20. La liberación de El Cóndor

Con la adjetiva minuciosidad de ¡os estadistas, convocó a los


ornitólogos más reputados del país para precisar con ellos lafecha
en que pasarían sobre su capital las hordas migratorias de las aves
norteñas. Sin sorprenderse de nada, estableció el patrón de las
especies; se enteró de la densidad de las bandadas; de la altura y
velocidad de su vuelo; de la resistencia de los cuellos y la enverga­
dura de las alas; del peso y calidad de la carne; de la mayor o
menor malicia que tuvieran los pájaros pilotos que guían a la
alada tribu por los senderos más propicios del viento, por las
comarcas más tibias del aire.

Jorge Zalamea
El Gran Burundún-Burrundá ha Muerto

Es un honor ser pájaro.

Gustavo Salazar García


Representante a la Cámara
(1962)
208 El Jefe Supremo

... sería preferible convenir en cárceles ciertas dependencias


judiciales y sacar de ellas para que administren justicia a los más
reconocidos delincuentes.

Gustavo Rojas Pinilla


Noviembre 12 de 1953

L a cuestión de si un presidente de Colombia fue amigo y


favorecedor de un insigne criminal, merece examinarse en
detalle. Los lazos entre uno y otro, cuando existen, algo ense­
ñan sobre la índole moral del gobernante y sobre los usos para
los cuales concibe el poder.
El presidente, para efectos de la pesquisa, fue Gustavo
Rojas Pinilla y el delincuente, León María Lozano. Las dificul­
tades comienzan desde el momento en que se califica de delin­
cuente a León María Lozano, el cual no fue jamás condenado
por delito alguno y por ende en sentido estricto, incurriría en
calumnia quien lo llama delincuente. Los procesos penales que
se le abrieron —cuatro por lo menos1— no llegaron a ser juicio
porque su poder de intimidación lo impidió y Lozano murió
asesinado en 1956.
Ello no empece para que León María Lozano sea conside­
rado en Tuluá, en Buga, en todo el Valle del Cauca y en general
en Colombia, como un atroz homicida, jefe y mandante de la
principal banda de asesinos que floreció en el Valle durante la
época de la violencia entre liberales y conservadores. En ausen­
cia de la biografía criminal de Lozano han bastado la novela
de Gustavo Alvarez Gardeazábal, Cóndores no entierran todos

1. Lozano fue sindicado por el triple homicidio de Américo Abad


Saulo Becerra y Rafael Ospina en 1949 (juzgado primero superior de Buga,
No. 405. exp. 8341-B); acusado de cohecho en 1951 y de un delito contra
funcionario público en 1952 (juzgado primero penal municipal de Buga,
expedientes C5259 y C6121). Fue imposible localizar estos tres expedientes.
Del cuarto proceso se ocupa extensamente este capítulo (expediente C6081,
iniciado el 4 de diciembre de 1952 por el juez 19 de instrucción criminal,
AJPPMB).
La liberación de El Cóndor 20 9

los días, y la película de Francisco Norden basada en el libro,


para establecer lo que en el Valle del Cauca constituye verdad
sufrida, vivida y transmitida de boca en boca: que León María
Lozano fue El Cóndor, el rey de los pájaros1. Cóndores denun­
cia a El Cóndor por su nombre, dispara los de muchas de sus
victimas asesinadas y refiere acontecimientos precisos, de mo­
do que si no es espejo sí es reflejo de las andanzas de un
conservador sectario y católico fanático que se convirtió en
legendario jefe de los asesinos.
Porque conviene precisarlo desde ahora. El Cóndor man­
daba a matar, pero él mismo no mataba. No se sabe de instan­
cia en que haya tomado las armas para segar la vida. El
solamente daba las órdenes pertinentes desde el Happy Bar de
Tuluá. Antes de adquirir notoriedad, Lozano únicamente usa­
ba el sable, por su afición a la esgrima23.
Lozano hizo tercero de primaria y, según Cóndores, era
hijo del contador de los ferrocarriles y trabajaba como vende­
dor de quesos en la galería (plaza de mercado, en el Valle)
cuando el 9 de abril de 194X comenzó su carrera de criminal del
conservatismo. Ese día impidió que los liberales incendiaran el
colegio de los curas salesianos en Tuluá y que atacaran a los
sacerdotes. Con el beneplácito de los jefes conservadores y con
una que otra carabina que aquellos le entregaron fue ascen­
diendo en la jerarquía del crimen como cruzado católico y
conservador. Víctimas de sus matones murieron, para sólo
citar uno de los delitos de fina estirpe medieval cometidos en
los cañadulzales del siglo XX, cinco miembros de un club
ciclístico de Tuluá que se negaron a arrastrar la carroza de
María Auxiliadora durante una procesión, porque la encon­
traron muy pesada. La procesión de muertos liberales o de
asesinados por capricho está narrada en Cóndores. Se lee:

2. Afirma la tradición que el abogado tulueño Aristides Arrieta Gómez


exclamó: “ Ese no es pájaro, ese es un cóndor”. Sucesos, noviembre 7 de 1958.
3. Se dice que Jorge Sanclemente, con quien practicaba la esgrima, fue
liños después, una de sus primeras víctimas. Sucesos, noviembre 7 de 1958.
21 0 El Jefe Supremo

León María Lozano manejó con el dedo meñique a todo el


Valle y se tornó en el jefe de un ejército de enruanados malenca-
rados, sin disciplina distinta a la del aguardiente, motorizados y
con el único ideal de acabar con cuanta cédula liberal encontra­
ran en su camino. De todos sus pescuezos colgaban escapula­
rios del Carmen. La mayoría iba a misa todos los domingos y
comulgaba los primeros viernes. Todos, menos el jefe, que
nunca cargó otra arma distinta que su mirada de muía cansada,
iban armados con dos o tres revólveres y una carabina. Viaja­
ban en carros azules, sin placas; o en las volquetas de la secreta­
ría de obras públicas. Para ellos no regía el toque de queda que
el gobierno impuso todos los días a las siete de la noche. Las
carreteras estaban libres para su tránsito y en los retenes nunca
eran detenidos. Jamás pudo presentarse una demanda contra
ellos porque a los abogados liberales se les fue imposibilitando
la opción a litigar y no había ningún conservador que se atrevie­
ra, por honesto que fuese, a presentar una demanda contra
miembros de su mismo partido4.

Hacer las cosas volando

Existen varios indicios relativos a la amistad de Rojas con


Lozano. Se sabe con certeza que los dos se conocieron desde
cuando Rojas ejerció el comando de la Tercera Brigada en Cali
en 1948 y 1949. Según un periódico que dirigió el poeta y
periodista Rogelio Echavarría, Rojas visitaba a El Cóndor en
Tuluá; “ Y ya se le había visto para entonces, en franca camara­
dería con el coronel Gustavo Rojas Pinilla, comandante de la
tercera brigada, cuantas veces el cacique uniformado había
estado en Tuluá”5. De acuerdo con un testigo, Lozano y otros

4. Gustavo Alvarez Gardeazábal, Cóndores no entierran todos los din i


(Bogotá: Plaza y Janés, 1985), pp. 94-95.
5. Sucesos, noviembre 7 de 1958. Un ex-oficial de infantería del ejército
de los Estados Unidos, que luego se dedicó a la historia, llamó a Lozano
“protegido” de Rojas. Ver Russell W. Ramsey, Guerrilleros y Soldados
(Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1981), p. 231. Su fuente, un conocido
til Cóndor a la derecha del comandante general de las fuerzas armadas,
¿tirante una visita del teniente general Rojas P. a Tuluá en 1952. Habla el
político conservador Gustavo Salazar García. j'
T u r o ir » A jo a to 3 0 /5 6
jm t.
Til;1
S eñ or
T e n ie n te C oronel I g n a c io R o n g ifo * ’• i vt i ' . fj g ; ¡ i - i t . ' V S í t
Comandante G uardia P r e s i d e n c i a l ,
Bogo t i . •’ ■'$■ ■wvl,-?.■a i'■í> iürfdanl^fvíjfjkj
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Lo s a lu d o c o r d i a l n e u t e y d e s e o que d i s f r u t e de
Cumplido b ie n e s t a r * t >' • ..) ¡"¡¡ f ■
Aun cuando com prendo q ue l a s o l i c i t u d que q i i o r o h a c e r l e p o r l a p re­
s e n t e , l e ha de o c a c io n a r p e r d id a de tiem p o a u d , que no p u ed e d i s t r a e r ­
l o me tomo e s a l i b e r t a d p a r a e n c a r e c e r l e s u d e c i d i d a i n t e r v e n c i ó n ,e n e l
c a s o de mi a m igo.A l v^**® j o v e n e s t u d i a n t e que acu b a do c o r o ­
n a r su b u c h i l l o r a t o c o ñ ’ e l m e jo r d e l o s ó x i t o s , y h s s id o lla m a d o ha p r e s ­
t a r S e r v ic io M ilit a r .—
Como u d . com p ren d e, una s o l u c i ó n d e c o n tin u id a d de e s a m agn itu d en 1 »" *
v id a de un e s t u d i a n t e quo t i e n e a f i n d e s e q n ir c u a n to a n t e s s u c a r r e r a ,e s
d e s a s t r o s a ,p o r e l d e s c o n t r o l que e n t r a ñ a , no s ó l o econ óm icam en te s i n o p or
e l a sp ecto i n t e l e c t u a l , — ,■ . , ¡ ' i y..
Loa p a d r es de e s t e muchacho e s t á n h a c ie n d o un e s f u e r s o gra n d e p a r a que
s i g a in m ed iatam en te s u s e s t u d i o s en l a F a c u lt a d , y e s e lla m a d o a p r e s t a r ■.1
S e r v i c io M i l i t a r ,, l o s t i e n e c o n f u n d id o s , p orq ue c o n s id e r a n con fundumen— '■,v
t o , que e s a in t e r r u p c i ó n v a a c o r t a r s u a f i n de e s t u d i o y a s a c r i f i c a r
una c a r r e r a e n l e s c u a l e s e l l o s f i n c a n s u s M e jo re s e s p e r a n z a s .
Por to d a s e s t a s c o n s i d e r a c i o n e s , y en mi d e s e o d e s e r v i r o p ortu n am en te
a am igos & g u ie n e s v e r d a d e r a m e n te e a t im o , me v a l g o de s u v a l i o s a i n f l u e n ­
c i a p ara v e r de l o g r a r que a l am igo A lv a r o l e s e a e x p e d id a s u l i b r e t a do
su guu da c l a s e y p ueda c o n t i n u a r s u s e s t u d i o s in m e d ia ta m e n te .
l’crdon e uii c o r o n e l , l a m o l e s t i a q ue l e o c a s i o n o , y q u e t e n g a l a s e g u r id a d
do mi a g r a d e c ir a ic ¿o mas s i n c e r o p o r s u in t e r v e n c i ó n en e s t e p a r t i c u l a r . —
R e c ib a l a . e x p r e s ió n d e mi ma^or c o n s i d e r a c i ó n y a p r e c i o ,

Cordialmente.
Wfh 17r H, •

v i/*-y'* 7 _ ' s * ' ósr?


-¡w -Xeón MarjTa LoVrób*I

I Cóndor pidió ayuda a su paisano Ignacio Rengifo Garcés para eximir


| un joven del servicio militar.
21 2 El Jefe Supremo

conservadores se unieron a la patrulla del ejército que recuperó


el palacio municipal tomado por los liberales el 9 de abril de
1948. Luego Lozano organizó una policía cívica, autorizado
por Rojas, para evitar que los nueveabrileños (los liberales)
tumbaran el gobierno. El testigo recordó que inicialmente se
trataba sólo de asustar al liberalismo, de crear pánico, sin
matar a nadie. El sobrenombre pájaro habría surgido de la
consigna de hacer las cosas rápido, volando. “ Elacer las cosas
como un pájaro era hacerlas volando, en el acto. Y en verdad
así se hacían”*6.
Una fotografía tomada en 1952 en Tuluá en la que apare­
cen Rojas, Lozano y el político conservador Gustavo Salazar
García, abogado defensor de El Cóndor, muestra que la políti­
ca había hecho amigos a Rojas y a Lozano7.
En 1952 ya era suficientemente sabido en el Valle del
Cauca que Lozano fungía como jefe de una cuadrilla de malhe­
chores que asesinaban, incendiaban casas y pueblos y abrían a
bala las cárceles para liberar a sus compinches ocasional y
accidentalmente detenidos. Y el comandante de las fuerzas
armadas asistió en su ciudad natal, en la casa donde habitaba
el bárbaro con su esposa Agripina Flórez, a un agasajo ofreci­
do por El Cóndor. La visita del comandante de las fuerzas

periodista norteamericano, afirma que Rojas y Lozano se hicieron amigos


cuando el primero fue comandante en Cali. Ver Tad Szulc, Twighlight ofthe
Tyrants (New York: Henry Holt, 1959), p. 230.
6. Alfredo Molano, Los Años del Tropel (Bogotá: Fondo Editorial
CEREC, 1985), pp. 39-40.
7. Salazar señala que la famosa fotografía fue disparada en el C'liili
Campestre de Tuluá, en tanto que Rojas afirmó que en 1952 aceptó un
agasajo en la casa de Lozano y por lo tanto la foto pudo haberse tomado allí
Lo importante no es el lugar sino que Rojas en 1958, al ser indagatoriado por
el Senado, indicó que en 1952 siendo comandante de las fuerzas armada
aceptó el agasajo en la casa de Lozano y que en la fiesta se le mostró con
orgullo una fotografía en que se observaba a Lozano con Alvaro Gómrt
Hurtado, es decir, con el hijo del presidente titular de la República. Vci
Senado de la República, Comisión Instructora, El Proceso contra Gustavo
Rojas Pinilla ante el Congreso de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional,
1960), III, P- 690.
La liberación de El Cóndor 213

armadas al comandante de los pájaros sirve para comprender,


a distancia de los años, por qué los asesinos conservadores
operaban en la impunidad. ¿Ignoraba acaso Rojas quién era su
anfitrión? Imposible. Un militar de tan alto rango no habría
aceptado una invitación a la casa de un pobre vendedor de
quesos, si Lozano hubiera sido sólo eso. De modo que no
parece haber duda de que acudió deliberadamente y a concien­
cia a la casa del padrino de los sicarios. El representante de la
autoridad legítimamente constituida bendecía con su presen­
cia a un criminal que ejercía poderes ilegítimos, que encarnaba
un pequeño Estado en Tuluá donde él era, por fuera y por
encima de la ley, alcalde, policía, juez, legislador, carcelero y
verdugo. Sin embargo, para Rojas, Lozano era el “ indiscutible
|cfe laureanista” del Valle del Cauca, ingenua denominación
que si representara toda la verdad sería, como en efecto lo es,
demostración de las simpatías desembozadamente conserva­
doras del comandante de las fuerzas armadas8.
Que Rojas y Lozano se conocían desde comienzos de
l(M8, cuando el primero comandó en Cali la Tercera Brigada,
lo reconoció el propio Rojas cuando afirmó que El Cóndor
«yudo al “ Ejército de la Tercera Brigada a sostener el Gobier­
no legítimo del doctor Mariano Ospina Pérez”9.

8. Fd Proceso..., III, p. 690.


9. Ibídem. No se conservan, lamentablemente, las órdenes del día ni la
iiuiospondencia de la Tercera Brigada de los años 1948-49,documentosque
|inf contener el registro diario de lo que sucedía en la guarnición tal vez
llilbrlan permitido profundizar sobre los vínculos entre Rojas y Lozano. Esa
iIih umentación no se halló ni en la Tercera Brigada ni en el AMDN. Se sabe,
Mu obstante, que en 1949, cuando Rojas comandaba la Tercera Brigada, El
1 (Sudor visitaba Cali. Testigo de estos viajes fue un tramitador de pasados
lililii iales, y borracho consuetudinario como él mismo lo reconoce, que en
inims ocasiones vio a El Cóndor cuando se presentaba con sus secuaces al
t iilé Palatino de Cali, situado en la carrera 3 con calles 13 y 14, y de
(impiedad de un señor Guevara. Lozano le decía al borrachito: “Cachiporra
[llhcrall, cuidáme el niño” y partía a sus diligencias. No se trataba de un hijo
•I* I n/ano pues según Cóndores su descendencia se limitó a Amapola y Dalia
I uziino De la Espada, hijas de su amante.
Entrevista con Tulio Enrique Lerma Durán, octubre 28 de 1987.
214 El Jefe Supremo

Hágase tabla rasa de todo lo escrito. Supóngase que la


visita de Rojas a la casa de El Cóndor carece de significado,
admítase que el comandante de las fuerzas armadas sincera­
mente tenía a “don” León María Lozano por simple jefe
laureanista.
Considérese entonces un incidente sobre el cual sí existen
pruebas abundantes y precisas: la orden que Rojas Pinilla dio
poco después de asumir la presidencia de la República para
que León María Lozano fuera liberado de la cárcel en que
estaba recluido por orden judicial. Decimos que existe abun­
dante comprobación porque la Comisión Nacional de Instruc­
ción Criminal creada en 1957 por la Junta Militar para indagar
sobre el gobierno militar se ocupó in extenso del asunto e hizo
posible que la Cámara de Representantes formulara acusación
constitucional ante el Senado. Lúe lo que se llamó en la época
el proceso de las libertades arbitrarias, en cuanto se acusaba a
Rojas de haber ordenado la libertad de cinco personas deteni­
das por mandato judicial, entre ellas, en primerísimo lugar, a
León María Lozano.

“Si no deciarás bien te matamos ya”

Los hechos son elocuentes, pero demandan la exposición


de los antecedentes. El 12 de agosto de 1952 en el sitio La
Bodega, corregimiento de La Negra, municipio de Yotoco, el
juez promiscuo municipal de Yotoco, municipio cercano a
Buga, adelantaba la reconstrucción de “ un horrendo crimen
en el que amigos de don León María aparecen como los más
probables responsables” , según palabras del presidente del
Tribunal Superior de Buga. El juez, Gerardo Carvajal Triviño,
no pudo realizar la diligencia de reconstrucción porque violen­
tamente se lo impidieron “don” León María y sus matones.
Efectivamente, Lozano, Germán Ospina Cabal y Hernán Ro­
jas amedrentaron a los testigos del doble homicidio. Lozano se
acercó por detrás a un testigo y con su peculiar voz ronca le
advirtió: “gran hijueputa si no deciarás bien te matamos ya”.
A otro, agarrándolo del cinturón le dijo: “ usted tiene que dar
La liberación de El Cóndor 215

esta declaración así y si no yo lo mato para que no sea hijuepu-


ta” , “ rojo hijueputa de mala clase” 101. El juez se habría lanzado
al río Cauca para salvar la vida, saliendo a resollar aguas
abajo11.
Por este delito de intimidación contra un funcionario
público se abrió una investigación penal que le correspondió a
un juez enviado por el Ministerio de Justicia12, el cual ordenó
en noviembre de 1952 la detención de León María Lozano. A
renglón seguido el juez telegrafió al alcalde militar de la vecina
Tuluá, capitán Alberto Lozano Cleves, para que informara al
sindicado que debía presentarse en un juzgado de Buga, y
luego regresó precavidamente a Bogotá sin notificar el auto13,
liste trámite lo dejó en manos de Eduardo Irurita Rivera, fiscal
del juzgado segundo superior de Buga14.
El 25 de noviembre de 1952 a eso de las nueve de la
mañana se presentó el apoderado de Lozano, Lisandro Martí­
nez Zúñiga, a advertir a Irurita que si no se le resolvía la
situación, su defendido acudiría al juzgado acompañado de
gran número de pájaros pudiendo ocurrir cosas graves15. Más

10. Expediente C6081, ff. 5-7, AJPPMB.


11. Entrevista con Emilio Bejarano Arango, octubre 27 de 1987. Las
personas que presenciaron los hechos el día de la reconstrucción del homici­
dio fueron muriendo trágicamente una a una. Ver El Proceso..., tomo III,
p. 650.
12. Luis Angel Rodríguez Cortés, juez 24 de instrucción criminal.
13. Expediente C6081, f. 124, AJPPMB.
14. En esa época los fiscales eran agentes del Ministerio Público y al
llempo jueces de instrucción.
15. El joven abogado de 25 años manifestó que se limitó a aconsejar
prudencia a Irurita “dado que la psicología del pueblo colombiano es muy
piopicia a la exacerbación de los ánimos” . Por su lado, Irurita declaró que
Martínez Zúñiga lo previno sobre los problemas que enfrentaría la fiscalía si
no se le resolvía la situación a Lozano, el cual se haría acompañar de pájaros,
por lo que Irurita sintió que serían personas peligrosas. Expediente C6081,
II. 26, 205, 208, AJPPMB.
Otros testigos coinciden con Irurita en que el abogado de El Cóndor sí
advirtió sobre las graves consecuencias que la presentación de su cliente
podría traer, (ff. 29, 31). El tratadista Lisandro Martínez Zúñiga ha sido
magistrado del Tribunal Superior de Bogotá y de la Corte Suprema de
Justicia.
21 6 El Jefe Supremo

tarde, mientras actuaba en una audiencia pública, Irurita fue


llamado de urgencia. Lozano se encontraba ya en el edificio de
los juzgados, situado sobre un costado de la plaza Cabal de
Buga. Había venido con desconocidos de presencia sospecho­
sa y actitud amenazante, de 20 a 50 hombres, según las distin­
tas versiones. Unos quince sujetos más ocuparon el Café Po­
ker, a la salida del palacio de justicia16. Se reunieron Irurita y
dos jueces más, en ambiente de alta tensión, a estudiar fórmu­
las para sortear la situación. Uno de los dos jueces, Benjamín
Martínez Moriones, venía de hablar con Lisandro Martínez
Zúñiga, que le expresó que El Cóndor no quiso servirse de un
certificado médico para excusarse de comparecer al juzgado.
Irurita redactó un telegrama para el ministro de Gobierno
consultando si era factible hacer efectiva la detención de Loza­
no, ¡tratándose como se trataba del jefe de la colectividad
conservadora y presidente del directorio conservador de Tu-
luá!17.
Los jueces y empleados judiciales estaban nerviosos desde
un par de días antes, tan pronto se rumoró acerca del auto de
detención dictado por el juez venido de Bogotá. Cuando León
María llegó acompañado de los maleantes, fueron varios los
secretarios y jueces que salieron a tomar brandy o aguardiente
doble en lugar del tinto habitual. Martínez Moriones solicitó
una pistola y un revólver y su secretario desarmó unas tijeras
del juzgado para usarlas en caso de emergencia. A Irurita le
pasaron un revólver casi inservible con tres cápsulas18. Algn
nos colegas del palacio de justicia le sugirieron a Irurita, que
estaba muy nervioso, que se ausentara con cualquier disculpa
pero él manifestó que si se escondía lo matarían19.

16. Expediente C6081, ff. 16, 55, 67, AJPPMB.


17. Ibid., f. 35.
18. Ibid., ff. 67, 17.
19. Expediente 23, cuaderno 2, tomo I, f. 3, ACACR.
La liberación de El Cóndor 217

"A sus órdenes don Leo”

Cuando Lozano ingresó al edificio de dos plantas, conver­


tí') primero con Alfonso Mena Delgado, secretario de Irurita.
lozano se quejó de los jueces bandoleros que perseguían a
los elementos sanos del conservatismo y dijo que se proponía
protestar telefónicamente ante el ministro de Justicia por la
i ilación que se le había hecho20. Un rato después, en el corre­
dor Irurita se encontró con Lozano y sus seguidores. Los
romanados tenían las caras cortadas y llevaban sombreros
hasta los ojos, recuerda el fiscal21. Irurita le pidió al sindicado
que se calmara pero Lozano respondió en términos violentos
exigiendo que le arreglara su situación, eufemismo equivalente
ti levantar la orden de detención22. Eran las 11 y media de la
Humana cuando Lozano e Irurita entraron al despacho, mien-
11as los pájaros permanecían a la expectativa en la puerta y en
los pasillos de la fiscalía. En presencia de El Cóndor, Irurita le
comunicó a su secretario Alfonso Mena que se sentara a la
máquina de escribir para redactar la providencia revocando la
detención. Mena sostuvo que era una imprudencia y consideró
«consejable esperar la respuesta a la consulta enviada al Minis­
terio de Gobierno. Lozano enfureció y exigió que le llamaran a
xu abogado. Sus secuaces entraron en ese momento al despa-
i lio diciendo “a sus órdenes don Leo” , mientras se llevaban la
mimo a la cintura. Viendo que podía ser atacado, pensando
"que siempre estaría protegido por Nuestro Señor, ya que esa
mañana lo había recibido en el Altar con la más infinita
devoción” , previendo el dolor que su muerte causaría a su
madre y buscando salvar la vida de su secretario, el fiscal
li mita dictó, sin conocer el expediente, y sin poder determinar
lii culpabilidad o inocencia del procesado, un auto cancelando
lit detención de Lozano23. La presencia de tan distinguida

20. Expediente C6081, f. 31, AJPPMB.


21. Entrevista telefónica con Eduardo Irurita Rivera, noviembre 30 de
19X7.
22. Expediente C6081, f. 17, AJPPMB.
23. Ibid., ff. 208-209, 154. Según el abogado de Lozano, Héctor Jorge
Vurcla Escobar, el “a sus órdenes don Leo” era frase usual que pronuncia­
218 El Jefe Supremo

delegación de la pajarería era suficiente intimidación, aun si


sus miembros hubieran estado desarmados24.
“ El ejército me habría podido ayudar pues los pájaros
estuvieron lo suficiente para que corriera la noticia por todo
Buga de lo que estaba pasando” , dijo Irurita Rivera en una
entrevista25. Efectivamente, los miembros del Tribunal Supe­
rior de Buga, que funcionaba fuera del palacio de justicia,
pensaron esa mañana en pedir auxilio al Batallón Palacé de la
localidad pero se abstuvieron cuando un poco después de las
11 a.m. un juez relató la conversación que había sostenido con
Lisandro Martínez Zúñiga. Este le dijo que en vista de las
intenciones de defensa violenta que llevaba Lozano era preferi­
ble no convocar al ejército, pues ello implicaría la muerte de
muchos funcionarios de los juzgados. Ante la gravedad de los
hechos que ocurrían en esos mismos instantes, el presidente del
Tribunal, Demófilo Candela Moriones, habló a las 12 menos
cuarto con el procurador general de la nación, el cual prometió
conversar con los ministros de Gobierno, Guerra y Justicia.
Por la tarde, seis jueces se mostraron atemorizados durante
una reunión con el Tribunal y justificaron la actitud de Irurita
de revocar el auto de detención26.

ban en las giras políticas los curiosos y copartidarios de Lozano por tratarsr
de un “jefe político de raigambre firme popular”.
24. Ibid., ff. 26, 203, 155, 36. Lisandro Martínez Zúñiga declaró bajo
juramento que no vio ninguna persona armada ni en el palacio de justicia ni
en el Café Poker, señaló que sólo un pusilánime puede llamar sospechosas n
personas que están en pleno día en una ciudad y precisó que no vio conato de
ataque ni amenaza contra funcionario alguno. En cuanto a la ausencia de
armas, coincidió con otro apoderado de El Cóndor, Héctor Jorge Vareln
Escobar. Por su parte, Lozano dijo haber ido solo a Buga, sin más acompa-
fiante que su abogado Martínez Zúñiga. Sobre las personas que estaban en el
palacio de justicia, negó tácitamente que fueran sus auxiliadores y las llamó
gentes “noveleras”.
25. Entrevista telefónica con Eduardo Irurita Rivera, noviembre 30 de
1987. Irurita llamó “violencia perdonable” el asesinato de El Cóndor,
ocurrido en Pereira en 1956.
26. Expediente C6081, ff. 38-39, 79, 89, AJPPMB. El juez, León Cúspi­
des Marín, negó posteriormente haber dado esos informes al presidente del
Tribunal pero este organismo, con la firma de todos los magistrados, ratificó
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ASUNTO: ENTR'-flA DE UN DETENIDO

AL : S eñor
JUEZ PENAL DEL CIRCUITO
L . C.

De c o n f o rm id a d c o n i n s t r u c c i o n e s v e r b a l e s d e l E x c e l e n t í ­
sim o S e ñ o r P r e s i d e n t e d e l a R e p ú b l ic a , T t e . G e n e r a l G u sta v o R o ja s P i -
n i l l a , i m p a r t i d a s a l S e ñ o r G o b e rn a d o r d e l D e p a rta m e n to y D i r e c t o r Ge­
n e r a l d e l a P o l i c í a N a c i o n a l , e l s e ñ o r LEON MARIA LOZANO d e b e s e r r e ­
m i t i d o a B o g o tá y p u e s t o a ó r d e n e s d e l a D i r e c c i ó n d e l a P o l i c í a .

P o r c o n s i g u i e n t e , s o l i c i t o a U d. e r t r e g a r a l V ic e - S g t o . l o .
ROBERTO REiíGlPÓ a l c i t a d o s e ñ o r LOZANO p a r a s u c o n d u c c ió n a B o g o tá ,
a f i n de c u m p lir l o s d e s e o s de su E x c e le n c ia .

Este documento prueba que el Presidente de la República dio personalmente


la orden de liberar a El Cóndor.
La liberación de El Cóndor 221

Nuevo auto de detención

Por este segundo delito de intimidación contra un funcio­


nario público se abrió una investigación que el Ministerio de
Justicia encomendó al juez 19 de instrucción criminal, enviado
también desde Bogotá, pues evidentemente los funcionarios
judiciales de la región estaban atemorizados. El 15 de diciem­
bre de 1952 el juez Jesús Medina Vásquez, de filiación conser­
vadora, después de oír en indagatoria a El Cóndor, a Irurita y
a los demás testigos, dictó auto de detención contra Lozano
por coacción ilícita contra el fiscal Irurita, quien a su vez, como
Habernos, había ordenado la detención inicial de El Cóndor
por la misma causal, la intimidación contra el juez de Yotoco.
I I juez Medina Vásquez, durante su corta estadía en Buga, se
alojó en el Batallón Palacé y desde allí despachó. Estimaba que
mi vida estaba amenazada y podría correr peligro si abandona­
ba el cuartel, lo que demuestra el poder intimidatorio de El
Cóndor. Dentro de la unidad militar, hizo entrega del expe­
diente al juez Benjamín Martínez Moriones, no sin antes expre­
sarle que eran tantas las presiones y amenazas que sólo espera­
ba entregar el negocio para emprender viaje a Bogotá*27.
Esta segunda orden de detención no se cumplió en la
cárcel debido a la proverbial asma cardíaca acompañada de
líccuentes accesos que padecía Lozano, dolencia certificada
por dos médicos de Tuluá, y que un magistrado de Buga
calificó de “pretexto” para eludir la prisión. El juez ordenó
entonces que de acuerdo con la “alta posición” y delicado
rutado de salud del procesado, la detención se verificara en el
batallón Palacé, y parece que fue detenido el 17 de diciembre
pero dejado en libertad ese mismo día, pues el juez regresó a
llogotá, como lo aconsejaba la prudencia, y en el Valle ningu­

que Céspedes sí transmitió la sugerencia de Martínez Zúñiga de no llamar al


r|ército y censuró las contradicciones del juez. Candela refirió que algunos
policías estaban mezclados con la pajarería que acompañaba a Lozano y que
•uministraron armas a esos sujetos. La sola presencia de Lozano y sus
millones, aun desarmados, representaba una amenaza.
27. Expediente 23, cuaderno 2, tomo I, f. 63, ACACR.
22 2 El Jefe Supremo

na autoridad se atrevía, sin riesgo mortal, a desconocer el


poder del presidente del directorio conservador de Tuluá28.
Lozano continuó sus andanzas criminales. El presidente
del Tribunal Superior de Buga en 1953, jurista conservadoi
Alfredo Delgado Plaza, anotó que El Cóndor “ libre, como lo
ha visto todo el Distrito, ha andado de pueblo en pueblo, con
la natural sorpresa de las gentes y haciendo sentir la fuerza de
su fama y de su presencia”29.
Un tercer juez fue enviado desde Bogotá por el Ministerio
de Justicia para proseguir la investigación30. A los quince días
le ordenaron que pasara el expediente a un juez de Buga, con lo
cual se inició una verdadera competencia para desembarazarse
de esa bola de hierro candente. Un fiscal lo entregó a un juez

28. Expediente C6081, ff. 111, ri4-l 15, 144, AJPPMB. Firmaron los
certificados médicos los cirujanos J.E. Salazar Riveros y Alfonso Ramírez A
No existe en el expediente constancia de orden legal que permitiera a Lozano
gozar ce la libertad. Alberto Lozano Cleves, alcalde militarde Tuluá capturó
a Lozano y lo entregó al juez, “quien le dio como cárcel la ciudad de Tuluá, lo
que me obligó a renunciar al cargo de Alcalde, pues consideré que se trataba
de una burla a la Justicia” . La Comisión Nacional de Instrucción conjeturó
en 1958 que fue el juez Benjamín Martínez Moriones el que dispuso que
Lozano tuviera la ciudad de Tuluá por cárcel, pues como juez penal del
circuito le recibió el expediente a Medina Vásquez y ejerció el cargo hasta el
20 de diciembre de 1952. Ver Informe de Luis Gutiérrez Jiménez y Roberto
Pineda Castillo a la Cámara de Representantes, julio de 1958, p. 194,
archivado en el expediente 23, ACACR.
29. El P r o c e s o III, p. 650.
En el primer semestre de 1952, Lozano logró igualmente burlar el auto
detención dictado en su contra por el juez Julio Alberto Hoyos Z. Debía
quedar detenido en su casa, a causa del asma. Sin embargo, el primero dr
mayo de 1952 se le vio tomando trago en un bar con el policía encargado de
vigilarlo, y amenazando a Eduardo Sarmiento, un conservador de familia
azucarera. Así lo reportó el comandante de la comisión de orden público
destacada en Tuluá, capitán Alberto Hauzeur (se pronuncia osér) Laverdc,
el cual sabia bien cómo los pájaros lograban cometer sus fechorías gracias a
la alcahuetería de las autoridades. Ver oficio 0290, mayo 7 de 1952, AGV
Hauzeur vio en una ocasión a un oficial del ejército tomando trago con I I
Cóndor. Entrevista con el general (r) Alberto Hauzeur Laverde, junio 9 dr
1987.
30. Expediente C608I, f. 112, AJPPMB. Alfonso Fernández R. sr
llamó este tercer juez.
La liberación de El Cóndor 223

Niiperior y este al del circuito, el cual a su vez determinó que a


Lozano se le acusaba de asonada, en ese momento delito de
competencia de la justicia penal militar. El Batallón Palacé lo
remitió a la Tercera Brigada en Cali, que se declaró incompe-
Icnte y lo devolvió al Batallón. De allí regresó una vez más al
juzgado penal del circuito, donde languideció hasta unos días
después del derrocamiento de Laureano Gómez Castro el 13
de junio de 1953.

"Liberación humanitaria"

El juez Carlos Londoño Richoux, creyendo que la pre­


ndida del ejército en el gobierno había desvanecido la intran­
quilidad y la zozobra, y seguramente contagiado del senti­
miento de esperanza que renació con la caída del régimen
lnureanista, procedió el 10 de julio a confirmar el auto de
detención que el abogado de Lozano pedía revocar. Para
Londoño Richoux no era posible que el fiscal Irurita hubiera
nentido miedo por la simple notificación de la detención a un
(indicado. De allí dedujo el juez que el miedo del fiscal implicó
una intimidación31. Fue así como el 11 de julio de 1953 León
María Lozano cruzó las rejas de la cárcel de Buga. ¿Conse­
cuencia acaso de la política de paz, justicia y libertad procla­
mada menos de un mes antes por Rojas Pinilla al asumir el
mando de la nación? ¿Efecto del nuevo clima? ¿Indicio del
Irnecimiento de la tolerancia y complicidad del laureanismo
Imcia los pájaros'? Nada de eso. Nada tuvo que ver el nuevo
presidente de la República con el encarcelamiento de Lozano.
Al contrario. El 16 de julio se produjo la orden personal del
presidente Rojas de liberar a León María Lozano Lozano.
Apenas cinco días de cárcel pagó “ don” León María, porque
para salvarle la vida el Presidente Rojas, en un acto humanita-
lio, mandó liberarlo. No se piense que esta última frase contie­
ne alguna sombra de cinismo. En absoluto. Fue la explicación

31. Ibid., ff. 141-142.


22 4 El Jefe Supremo

que tiempo más tarde Rojas habría de dar ante el Congreso:


“ liberé a El Cóndor por razones humanitarias” .
Juzgará el lector si debía invocarse el humanitarismo para
arrancar de las manos de la justicia a un criminal reincidentc
contra el cual pesaba un auto de detención, dictado cabalmen­
te porque el sindicado, haciendo uso de la intimidación y de la
fuerza amedrentó a dos jueces por uno de los muchos crímenes
de sus secuaces.
La arbitraria orden de libertad la dio en primer lugar el
flamante director de la Policía Nacional, coronel Francisco
Rojas Scarpetta, natural de Tuluá, cuartel general de El Cón­
dor. Desde Cali, Rojas Scarpetta telefoneó el 15 de julio de
1953 a su cuñado Alfredo Molina Martínez, alcalde de Buga,
para transmitirle la siguiente orden que debía referir al jue/
penal del circuito: “ Que se sirva poner inmediatamente en
libertad al señor León María Lozano, quien se encuentra
detenido en la cárcel del Circuito, por orden del Excelentísimo
señor Presidente de la República, Teniente General Gustavo
Rojas Pinilla, y que se le diga que se presente inmediatamente a
Bogotá y se entreviste con el señor Subdirector de la Policía
Nacional, Teniente Coronel Ordóñez” . El cuñado-alcalde en­
vió un oficio al juez penal del circuito para hacerle conocer la
voluntad de Su Excelencia. Es el oficio 336 del 15 de julio de
1953. El juez Londoño Richoux consultó con el Tribunal
Superior de Buga ante tan inusitado procedimiento y obtuvo
como respuesta natural la de no someterse a lo que le dictaba el
alcalde. El juez así lo comunicó al alcalde. Este, en oficio 338
del mismo día, reiteró la orden:

Señor Juez Penal del Circuito. L.C. Atentamente me


permito manifestar a usted que hace un momento el coronel
Francisco Rojas Scarpetta me comunicó telefónicamente que
había recibido la orden del Excelentísimo Presidente de la
República, Teniente General Rojas Pinilla, que dispusiera la
libertad inmediata del señor León María Lozano, quien se
encuentra detenido a órdenes suyas en la cárcel del Distrito
Judicial. Como el Coronel Rojas Scarpetta me expresó que
La liberación de El Cóndor 22 5

transmitiera a usted la orden emanada del Gobierno Nacional,


así lo hago para que usted disponga32.

Molina Martínez dijo que nunca buscó la liberación de El


Cóndor, sino que suplicó a su cuñado que lo sacaran de Buga
porque quería evitar que su ciudad fuera flagelada. Temía
obviamente que la detención del preso en Buga podría originar
icpresalias de los pájaros contra la población33.
Como el juez no accedió a entregar al preso, el presidente
lie la República personalmente llamó por teléfono al coman-
ilimte del Batallón Palacé de Buga, coronel Guillermo Padilla
Manrique, para insistir en la liberación de El Cóndor. El
i omandante se dirigió por escrito al juez, invocando las ins-
llacciones verbales de Su Excelencia, y señalando que el dete­
nido debía ser entregado al vicesargento primero Roberto
Kcngifo Gómez para su conducción a Bogotá34. El juez Lon-
ilnflo Richoux entregó al preso para unas supuestas diligencias
un te la Policía Nacional en Bogotá, cumplidas las cuales se le
piometió que el sindicado sería de nuevo puesto a órdenes de la
Minoridad judicial de Buga.
No sólo no marchó El Cóndor a Bogotá, no sólo se le vio
libre en Tuluá, celebrando estruendosamente con sus secuaces
un el crimen, sino que el coronel Padilla Manrique consideró
Oportuno Sentar su protesta ante el Tribunal Superior de Buga
por la testarudez inicial del juez Londoño Richoux. “ En la
Itmñana de hoy fui sorprendido desagradablemente del infor­
me del señor Alcalde” , se lamentaba el coronel, informe según
1*1cual el juez no accedía a la orden de Su Excelencia alegando

t2. El Proceso.... III, p. 647. Según el ex-alcalde de Buga, Carlos Cobo


runo, su antecesor no inmediato. Alfredo Molina Martínez, mandó
ImlHr el archivo histórico de la alcaldía al río Cauca. Los dos oficios de
Molina se conocen porque como estaban dirigidos al juzgado, de allí se
lipidió copia con destino a la Comisión Nacional de Instrucción Criminal.
VI. Expediente 23, cuaderno 2, tomo I, ff. 15-16, ACACR.
'4. Expediente C608I, f. 157, AJPPMB. El coronel Padilla ratificó en
tiltil declaración que recibió la llamada telefónica del Presidente Rojas
Clnlllii. Ver expediente 23, cuaderno 2, tomo I, f. 73, ACACR.
226 £7 Jefe Supremo

que la libertad no podía concederse sino previa revocatoria del


auto de detención vigente. Y sentaba el coronel Padilla Mano
que esta doctrina jurídica antológica: “ Para cumplir la orden
de Su Excelencia estima este Comando que la lógica decisión
hubiese sido dictar la providencia y dar cumplimiento a !¡i
orden del Presidente de la República comunicada de manem
oficial por el representante del Ejecutivo, en esta ciudad” 35. En
el poco tiempo en que El Cóndor estuvo preso, el secretario de!
juzgado fue a la cárcel a notificarle alguna determinación del
juez. Los compinches del preso trataron de agredirlo, pero
El Cóndor les explicó que se trataba de un empleado qnr
cumplía órdenes. Recuerda el secretario “que era tanto el
temor, que siendo nosotros empleados del Tribunal, íbamos al
Café Poker a tomar tinto y la gente se salía del café porque
teníamos a León María detenido” 36.

León María vuelve al bar

Roberto Rengifo Gómez fue, como sargento primero, In


persona que recibió la orden del coronel Guillermo Padilla
Manrique de entregar al juez el oficio que le mandaba poner eil
libertad a Lozano. Rengifo Gómez recuerda que recibió 11
Lozano en la cárcel y lo llevó al Batallón Palacé y que en In
oficina del comando se celebró este diálogo con el “mico"
Padilla:

—Padilla a Rengifo: coja el teléfono, llame a Avianca »


pida dos cupos para que lleve a este señor a Bogotá.
—León María: no puedo ir en avión porque sufro de asniii
—Padilla a Rengifo: pida cupo en autoferro para ii «
Armenia y luego a Bogotá.
Rengifo llamó pero no había cupo en el autoferro.

35. £7 Proceso..., III, p. 528.


36. Entrevista con Hernán Domínguez Racines, octubre 27 de IW
La liberación de El Cóndor 22 7

— León María: yo me comprometo a ir mañana a Bogotá


por tierra a presentarme al coronel Rojas Scarpetta, coman­
dante de la Policía.
El coronel Padilla aceptó el trato. Por la tarde citó de
nuevo al sargento:

— Padilla a Rengifo: lleve a este señor a Tuluá en un carro


que él tiene afuera de la cadena y lo deja en su casa, no en el
café, sino en su casa, para evitar críticas de la gente. “ Unica­
mente saldrá cuando salga a la estación a tomar el autoferro”.

León María llegó a Tuluá acompañado del sargento Ren-


gíl'o. Este, de vuelta en el batallón, dirigiéndose al comandante
Padilla le informó:

—Cumplida la orden, mi coronel.


— Padilla a Rengifo: se recordará que a usted lo van a
llamar a decirle que León María está en el café.

Efectivamente, un rato después se recibió en el comando


lo llamada de alguien que notificaba que en un café León
Muría celebraba la liberación con sus secuaces.
La orden de libertad, lo confirma Rengifo, fue dada direc-
Uinente por el Presidente Rojas Pinilla. Bertilda Plata,secreta-
tlu del comando, le refirió años después al suboficial que ella se
goterió” por otro teléfono la llamada de Rojas al coronel
Padilla en la cual a éste se le ordenó poner en libertad a León
Muría Lozano y hacerlo presentar ante el comandante de la
indicia37.

.17. Entrevista con Roberto Rengifo Gómez, octubre 30 de 1987. Expé­


lanle 23, cuaderno 2, tomo 1, f. 111, ACACR. Dos recuerdos más de
Nmi||íl'o, que trató en varias ocasiones a León María Lozano, vienen al caso.
|lim vez en el Café Central de Tuluá, en 1953, Lozano le dijo al sargento:
Aillos de tres meses mi general Rojas será el presidente de la República y le
«(iiinlo a que ni el comandante de la brigada lo sabe”. Cumplida la predic-
tWM, El Cóndor le comentó al suboficial en tono sarcástico: “mentiroso
228 El Jefe Supremo

Protesta el Tribunal de Buga

El Tribunal Superior de Buga por unanimidad denunció


que El Cóndor, después de su liberación, seguía delinquiendo v
sentó su protesta ante Rojas Pinilla aduciendo que el podrí
judicial

ha tenido que pasar por la dolorosa situación de ver rotos lo*


trámites sagrados en la ley para la libertad de un sindicado pul
delitos comunes, y los ha visto rotos en favor de una persoun
que, luego de burlar a la justicia y de repetirse en sus atropellii*
a la ley, lejos de haber sido conducido a Bogotá “para presen
tarlo a la Dirección de la Policía Nacional”, según fueron hit
razones que forzaron la libertad solicitada, sin peligro alguno
para su afección bronquial, anda después de todo lo referido, en
sus mismas andanzas denunciadas, como se lo dirá a Vucstiu
Excelencia el informe llegado a esa entidad del señor Juc/
Municipal de Darién*38.

León María”. Durante otra conversación de café, El Cóndor le mostró*


Rengifo un revólver Sánchez Amaya, diciéndole: “yo puedo cargar esto
porque tengo salvoconducto expedido nada menos que por Rojas Pinilln"
N.B. Se llamó revólver Sánchez Amaya a unas armas que, según los libéralo*
trajo el general Rafael Sánchez Amaya, ministro de Guerra de Ospina, pan
repartirlas a los conservadores.
38. El Proceso..., III, pp. 649-652. El juez municipal de Darién en I95J
recuerda que El Cóndor una vez se llevó de la cárcel a dos presos detenido*
por orden de su despacho. Los antecedentes: Para celebrar la inauguración
del embalse del río Calima se organizó una fiesta en Darién, siendo contraía
dos meseros de Buga, entre ellos un joven de apellido Manzano. Este **
quedó esa noche en Darién y fue a beber al barrio de tolerancia. En una
cantina le metieron 17 puñaladas por lanzar, borracho, vivas al partuln
liberal, práctica muy usada en la época contra quien invocara los colon1*
partidistas o hiciera cualquier alusión aun inofensiva. Nadie queria hablii!
sobre el crimen. Dos detectives envió el secretario de gobierno departamril
tal, Alejandro Domínguez Molina, para que asistieran al juez en las pcsqttl
sas. Los detectives averiguaron quién estuvo esa noche en la cantina, peni
nadie quería abrir la boca. El juez amenazó con detener a Pedro Al/uii
dueño del establecimiento, táctica suficiente para que apareciera un testiyo
que incriminó a los dos homicidas: Carlos Arturo Ramírez Navarro i
La liberación de El Cóndor 229

Por lo demás, los protagonistas interrogados durante la


Investigación del Congreso en 1958 y 1959, si bien trataron de
«ilucir elementos exculpatorios, confirmaron que el Presidente
Hojas dio la orden de liberar a El Cóndor39.
El coronel Padilla Manrique reconoció que recibió una
Humada telefónica “del entonces Presidente de la República,
wfior Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, según la cual
disponía que el señor Lozano fuera remitido bajo la custodia
tle un Suboficial, para ser puesto a órdenes de la Subdirección
de la Policía Nacional, en Bogotá” . Empero, a renglón seguido
«firmó, inexplicablemente y como queriendo disculparse y
disculpar, que “ no recibí ninguna orden de libertad para el
arflor Lozano... recibí la orden personal del señor General
Hojas Pinilla para enviarlo a Bogotá... presumo que ese envío
obedecía al anhelo de ver libre al Valle de la figura del señor
I ozano, y de realizar posiblemente el traslado de sus investiga­
ciones a otra jurisdicción penal”40. Sea cual fuere el propósito
buscado, el Presidente Rojas no podía ordenar la salida de la
cárcel de un preso detenido por orden judicial. Esa fue la
liberación arbitraria, sin que cuenten los motivos presumibles
de desterrar a El Cóndor41. La finalidad de remitirlo a Bogotá

Wenceslao Duque Orozco. Contra ambos dictó el juez auto de detención.


ISiMimn a la cárcel. Ramírez Navarro era primo del presidente del directorio
HMlsrrvador de Darién, Gerardo Gómez Ramírez, el cual pidió auxilio a
I I ( ’óndor. Fue así como un dia Lozano llegó con sus muchachos al
municipio y el juez, hombre precavido, cerró el juzgado y se marchó a casa.
I muido volvió a su oficina se enteró de la liberación de los dos detenidos, por
mtlcn de Lozano. Al juez le solicitaron que investigara la liberación, pero
Nmicstó que no se iba a hacer matar por 300 pesos, su sueldo mensual,
f (lilevista con el ex-juez municipal de Darién, que pidió no ser identificado,
Mlubre 30 de 1987.
39. Uno de ellos fue el comandante de la Policía Nacional, Francisco
Nn|ns Scarpetta. Ver Informe de Luis Gutiérrez Jiménez y Roberto Pineda
I «millo a la Cámara de Representantes, julio de 1958, p. 202, expediente 23,
Himlcrno 2, tomo I, ACACR.
<10. El Proceso..., III, pp. 652-653.
41. Hacia julio de 1953, el alcalde militar de Tuluá, mayor Armando
llwri ra, dictó resolución de policía ordenando a León María Lozano y al
alu>||ado Gustavo Salazar García que abandonaran la ciudad. Correspondió
230 El Jefe Supremo

era sólo un pretexto, como se vio anteriormente. El entonces


subdirector de la Policía Nacional, coronel Jorge Ordóñc/
Valderrama, no recibió ni de Rojas ni del director de la Policía
orden o misión alguna de esperar en Bogotá a León María
Lozano. Es más, Ordóñez declaró que ni siquiera tuvo conoci­
miento de lo que acaecía en Buga en relación con El Cóndor,
el jefe de los pájaros o “ policías celestiales” , como los llamara
el poeta Jorge Zalamea42.

Contradicciones en cadena

¿Qué respondió Rojas Pinilla en el Senado durante el


proceso de las libertades arbitrarias? Se contradijo y suminis­
tró excusas irrisorias. En una primera instancia hizo saber, ti
través de un copartidario y paisano suyo, el represéntame
conservador boyacense José María Nieto Rojas, que ante unti
carta de El Cóndor en que se quejaba de grave dolencia física,
había insinuado que se le cambiara de clima como una consi
deración humana “ y que jamás había dado ninguna orden de
libertad”43. Nieto Rojas fue un político extremista, que llamó
cerebro de la reforma comunista de la Constitución a Alberto

la apelación a Camilo Ulloa Caicedo, secretario de gobierno del Valle, el cmil


recibió del gobernador Diego Garcés Giraldo, quien a su vez la habí»
recibido de otra persona, la orden de echar atrás la resolución. Garcí»
Giraldo negó haber recibido órdenes de otra persona y sostuvo que »l
destierro era pena inconstitucional.
En enero de 1954, Ulloa Caicedo llamó al siguiente alcalde militai i!»
Tuluá, mayor Asdrúbal Romero Escobar, para que hiciera cumplir la orilrii
de captura vigente contra Lozano. El alcalde, temiendo que lo desautorizan
la Presidencia de la República, pidió a Ulloa un plazo para consultar a Id
Presidencia y a la Tercera Brigada. Se le dijo entonces que dejara las eos»»
como estaban y que no procediera a la captura. Ver expediente 23,cuaderna
2, tomo I, f. 52, ACACR.
42. El Proceso..., III, p. 530.
43. Ibid., pp. 553 y 600.
La liberación de El Cóndor 231

I leras Camargo y “ régimen liberal-comunista” al gobierno de


I ópez Pumarejo44.
Extraña sobremanera que el clima de Tuluá y de Buga,
que no le impidió al asmático dirigir las bandadas de pájaros
durante varios años, de un momento a otro, en la cárcel, se
lomara insalubre al punto de obligarlo a temperar en otras
lulitudes.
Pasadas cinco semanas desde cuando su vocero oficioso
liiuzara en el Congreso la excusa írrita de la grave dolencia
IWica, Rojas Pinilla no tuvo reparo en desmentirá Nieto'Rojas,
fn decir, en desmentirse a sí mismo. Indagado por la comisión
Instructora del Senado en su lugar de detención —las instala­
ciones de la Armada Nacional en Cartagena— dio una res­
puesta que merece transcribirse in tolo por lo cantinflesca,
poique pretende echarle la culpa a un sargento de la orden de
un general y presidente, y porque ni siquiera trata de tomar
distancia de la figura de El Cóndor:

León María Lozano. Este ciudadano vallecaucano era el


indiscutible jefe laureanista de ese Departamento y, como tal, a
raíz del 13 de junio y debido a la permanente campaña de la
prensa liberal contra tal ciudadano por haber ayudado al Ejér­
cito de la Tercera Brigada a sostener el Gobierno legítimo del
doctor Mariano Ospina Pérez, era objeto de una tenaz persecu­
ción. No recuerdo haber dado alguna orden personal ni directa
para que este ciudadano fuera puesto en libertad, pero es muy
posible que el Jefe del Batallón Guardia Presidencial, mejor
dicho el Coronel Ignacio Rengifo, oriundo del Valle del Cauca
y muy amigo de don León María Lozano, hubiera insinuado la
conveniencia de cambiarlo de cárcel para evitar que fuera
linchado por las turbas liberales. Debo recordar que estábamos
en pleno 13 de junio y que, por consiguiente, todo el odio del
partido liberal y el de la mayoría del partido conservador
quería volcarse y tomar represalias sobre Laureano Gómez y

44. José María Nieto Rojas, Proceres de la Segunda República (Bogotá:


lillloríal Kelly, 1960), pp. 16-17.
232 El Jefe Supremo

los laureanistas. Por elemental espíritu de humanidad y de


responsabilidad, era un deber del Presidente de la República
evitar que un ciudadano muriera linchado por turbas desenfre
nadas, sedientas de venganza. Varios parlamentarios del Con
greso actual fueron amigos, íntimamente amigos de León Ma
ría Lozano, y pueden atestiguar si era verdad o no que tal
ciudadano era indiscutible jefe laureanista del Valle del Cauca.
En 1952 cuando visité la ciudad de Tuluá, siendo yo
Comandante de las Fuerzas Armadas, al aceptar un agasajo en
la casa de León María Lozano, se me mostró con mucho
orgullo y satisfacción, una fotografía en donde aparecía León
María Lozano con Alvaro Gómez Hurtado45. Según cuenta l;i
prensa al publicar las declaraciones del Coronel Padilla, él,
Padilla, dispuso el traslado de León María Lozano a Bogotá
para que fuera entregado al Subdirector de la Policía. El Sub
oficial que recibió la orden y el preso, no cumplió la orden y dejó
al preso en libertad. Si de esto es responsable el Presidente de ln
República, los militares no sabrían explicarse esta curiosa in
terpretación de los reglamentos militares46.

Obsérvense las contradictorias respuestas del depuesto


presidente:
— Recibí una carta de Lozano en que se quejaba de gravr
'dolencia física y pedía cambio de clima.
— El coronel Ignacio Rengifo insinuó que se llevara a I I
Cóndor a otra cárcel47.

45. Como Gómez negara el hecho. Rojas presentó el testimonio df


Lucila de Candado, de Tuluá, la cual afirmó que en su casa León Malla
Lozano ofreció un homenaje a Rafael Gómez Hurtado y que le dio protn
ción para realizar una correría política. El hermano de Alvaro Gómr»
Hurtado falleció en 1953 en un accidente aéreo. Ver Anónimo, Rojas Pinilln
ante el Senado (Bogotá: Editorial Excelsior, 1959), p. 793.
46. El Proceso..., III, p. 690.
47. Ignacio Rengifo Garcés, oriundo del Valle, fue amigo de El Cón
dor, de acuerdo con lo expresado por Rojas durante el juicio. Ver II
Proceso..., II, p. 724. Cuarenta días antes de caer asesinado, El Cóndorpuliá
la ayuda de Rengifo para eximir del servicio militar al joven Alvaro Pía/*
Ayora. Ver Lozano a Rengifo, octubre 30 de 1956, APR.
La liberación de El Cóndor 233

—Era deber del presidente evitar que un ciudadano fuera


linchado (de lo cual se infiere que Rojas sí dio la orden de
libertad).
—Fue el coronel Guillermo Padilla el que dispuso el trasla­
do del preso a Bogotá.
Para enredar aún más, durante la indagatoria Rojas
nfirmó que un amigo de Lozano habló telefónicamente con el
coronel Padilla haciéndole creer que hablaba con el presidente
tic la República48.
Contradicciones sanchopanzescas que hacen difícil des­
cubrir el motivo —si diferente de la simple solidaridad con un
copartidario— para ordenar que El Cóndor saliera libre de la
CArcel.
El ex-presidente indagado no aportó indicio alguno de
que El Cóndor hubiera corrido peligro de ser linchado por
vengativas turbas liberales y conservadoras. Y si ese riesgo
realmente se hubiera presentado, nadie más, fuera de la policía
local, la misma policía local que no protegió a las víctimas de
I I Cóndor, debió haber intervenido cuando las turbas hubie-
flin pretendido ejercer contra León María Lozano la justicia
por mano propia que él sanguinariamente patrocinó durante
lodos los años en que siguió asistiendo sin falta a la misa de seis
tle la mañana donde los salesianos y comulgando todos los
pioneros viernes.
En contraste con el nebuloso linchamiento, la Comisión
Nacional de Instrucción Criminal estableció un hecho adicio­
nal a la liberación dictatorial. El gobierno de Rojas Pinilla
maniobró para revocar el auto de detención contra El Cóndor.
I ru obvio que no bastaba liberarlo por la fuerza pues quedaba

48. El Proceso..., III, p. 692, 600. Dijo Rojas Pinilla: "... es casi seguro
i|tir no fue el Presidente de la República quien habló personalmente con el
( oronel Padilla, sino cualquier amigo de Lozano, que se tomó el nombre del
Hfncral Rojas Pinilla”. En este contexto macarrónico, vale la pena anotarla
iipuiión del parlamentario rojista José María Nieto Rojas, que imputó al juez
Imlii responsabilidad en la liberación: ”... la culpa no es de quien dio la orden
lino de quien la obedeció sumisamente”.
23 4 El Jefe Supremo

vigente ¡a providencia judicial, que en cualquier momento un


juez desobediente podría hacer efectiva contra el pobre lisiado
de Tuluá. El 27 de abril de 1955 El Cóndor volvió a la cárcel de
Buga, cuando el juez penal del circuito, Rubén Emilio Arango
Maldonado, decidió poner al día el juzgado y encontró que
existía un auto de detención incumplido4950.Lozano exhibió, al
ser presentado al juzgado, una suerte de “ tránsito libre” firma­
do por el general Rojas Pinilla donde se afirmaba que su titular
podía transitar libremente por todo el territorio nacional y se
pedía la colaboración de la autoridad a favor de Lozano'",
Sobre esta certificación anotó la Comisión Nacional de Ins­
trucción Criminal: “ Lo anterior trae a la memoria el escanda­
loso discurso pronunciado por el ex-presidente Rojas Pinilla
en Cartagena [en 1953], cuando afirmó que los Jueces debían
estar en las cárceles mientras a los presos debía dejárseles en
libertad. La tesis de Teniente General se comprende perfecta­
mente una vez conocida su intervención en el caso de León
María Lozano”51.
Como el abogado de Lozano no lograra la revocatoria del
auto de detención, el entonces secretario general del Ministerio
de Justicia, capitán Luis Carlos Camacho Leyva, llamó poi
teléfono al juez penal del circuito de Buga para que recibid»
las instrucciones que le daría en la Ciudad Señora un visitado!
del Ministerio, el cual efectivamente se hizo presente en c|
despacho, revisó el expediente y le indicó al juez que debía
disponer la libertad del sindicado52. El juez Rubén Emilio
Arango M. no accedió y el visitador Alvaro Hernández K,
solicitó entonces que cambiaran al juez, y así se hizo en c|
término de la distancia. Camacho Leyva y el ministro Je
Justicia, Luis Caro Escallón, firmaron la resolución designan
do a Rafael Antonio Gamboa Bernal para conocer del asun

49. Expediente C6081, f. 159, AJPPMB.


50. Expediente 23, cuaderno 2, tomo I, f. 14, ACACR.
51. Informe de Luis Gutiérrez Jiménez y Roberto Pineda Castillo a l|
Cámara de Representantes, julio de 1958, pp. 204-205, archivado en cx|>»
diente 23, ACACR.
52. Expediente 23, cuaderno 2, tomo I, f. 13, ACACR.
La liberación de El Cóndor 23 5

lo55. Este resultó ser un juez adicto al gobierno, que apenas 24


horas después de tener al preso a su disposición, ordenó libe-
mi lo en una providencia rubricada con el estribillo de “ POR
I A l’ATRIA: PAZ, JUSTICIA Y LIBERTAD” . Para Gamboa Bernal,
no hubo jamás coacción contra el fiscal Irurita y la última
detención de Lozano fue una burla a los deseos del Jefe Supre­
mo. El Cóndor sólo padeció 14 días de prisión5354.
En otras palabras, el Presidente Rojas actuó a favor de El
( Ymdor de modo muy similar a como El Cóndor actuaba para
Ayudar a sus sicarios de cabecera. Dio orden a un subalterno de
liberar a un preso de la cárcel y más tarde su gobierno dispuso
i|iic se revocara la detención decretada por un juez. Pero no fue
lina actuación idéntica, porque Rojas, a diferencia de El Cón­
dor, no acudió en persona al despacho del juez acompañado de
matones enruanados para presionar la revocatoria de un auto
lie detención. Y no acudió porque no era necesario tomarse esa
molestia. Para algo servía la investidura de Presidente de la
It('pública.

II Cóndor abandona Tuluá para siempre

A mediados de 1955, fueron asesinados varios ciudadanos


liberales de Tuluá que en carta publicada en El Tiempo señala-
ion a El Cóndor como cerebro de la violencia. Los autores de
Ih carta reconocieron que estaban firmando su condena a
muerte, y tan pronto comenzaron a caer abatidos, se convirtie-
ton en el “ batallón suicida” . Debió ser este el motivo principal

53. Expediente C6081, ff. 216, 169. El Palacio Presidencial pidió al


ministro Caro Escallón revisar la legalidad de la detención. El visitador
Hlllsideró que otro juez debía conocer del caso porque en Arango obraban
'lustres sentimentales” debido a que su padre, liberal, habla sido asesinado
jtm lus pájaros y para Arango mantener detenido a El Cóndor constituía un
ih lo propio de gran varonía”. Agregó el visitador que captó en Buga temor
(tul lo que pudieran hacer en Buga los pájaros como reacción por la captura
>1*. tu jefe. Ver expediente 23, cuaderno 2, tomo I, ff. 56-57, 59, ACACR.
54. Expediente C6081, ff. 178-196, AJPPMB; E! Proceso..., III, pp.
MI 512.
23 6 El Jefe Supremo

que tuvo el gobernador del Valle, brigadier general Alberto j


Gómez Arenas, para solicitar al Jefe Supremo que Lozano j
fuera extrañado. Rojas le contestó —parece increíble pero es
su propia versión— que esa pena sólo podía imponerla un juez j
competente, “ni usted, ni el Presidente de la República pueden
poner esa pena, porque eso sí es un abuso, es una violación de
la Constitución y de la ley”55.
El Presidente Rojas invitó entonces a Lozano al despacho i
presidencial:

...yo lo conocía porque él me ayudó como Comandanlo I


de la Tercera Brigada y ayudó a todo el Ejército en la pacifica* i
ción del Departamento [...] y le dije a Lozano: El Gobernadoi
del Valle, General Gómez Arenas, se queja de que usted es el
jefe de los pájaros, por eso lo llaman El Cóndor, y me pide que
usted abandone el Valle para que termine la violencia. Jesú»
[sic] María Lozano me dijo: “ Presidente, usted sabe que yo soy
la persona más interesada en que se pacifique mi Departameii' <
to; yo tengo influencias sobre muchas de estas personas, pero
hay otros que se me han soltado de las manos y que son lo* ;
causantes de los atropellos que se están presentando. Yo me
comprometo, Presidente, a guiar al Ejército para perseguir eso* i
tipos, individuos a los que hay que matar,es la única solución", ;
dijo él. Yo dije: Lozano, deje que las autoridades remedien esl»
situación, yo le pido que abandone el Departamento del Valí#
del Cauca, a fin de que el Gobernador quede tranquilo y *f
convenza o no de que usted es el responsable de la violencia u
no es el responsable de la violencia. Me dijo: Muy bien, Predi i
dente, ¿para dónde quiere que me vaya? Le dije: Váyase parí
Santander, Bucaramanga, viva tranquilo allá56.

Persuadido amigablemente, Lozano, con su esposa peni


sin sus pájaros, se radicó en Bucaramanga, donde'acostumhia
ba jugar billar y tomar aguardiente Pichón en el café Astoi ti#

55. El Proceso.... II, p. 725.


56. Ibid., pp. 725-726.
I.a liberación de El Cóndor 237

la calle 35 entre carreras 13 y 14, ante las miradas de los


curiosos que sabían de su fama legendaria57. Rojas diría ante el
Senado en 1959: “ Como era de esperarse, y como él [Lozanojlo
dijo, la violencia [en el Valle], en vez de terminarse, revivió,
porque ya un montón de gente quedó sin ningún control,
porque esa gente violenta la controlaba él, la tenía en su mano
V no dejaba que cometieran atropellos; al sentirse sin el control
tic él, se presentó la violencia...” 58 La anterior afirmación en
ipie el Presidente Rojas Pinilla se confiesa compenetrado con
la sabiduría del célebre criminal, es doblemente asombrosa
cuando se tiene en cuenta lo que a renglón seguido expresó el
rx-comandante de la Tercera Brigada. El Cóndor, añorando
Mi tierra, viajó pocos meses después a Bogotá a pedirle permiso
al general Rojas Pinilla para volver a Tuluá. El presidente,
contradiciendo su propia lógica, lo disuadió del retorno al
Valle porque, léase bien, “seguramente tendremos un recrude­
cimiento de la violencia”59. En sana lógica la presencia de El
Cóndor no podia, al mismo tiempo, contribuir a la pacifica-
ción y a la violencia. Lozano no quiso marcharse a Ocaña,
lugar sugerido por Rojas debido a su buen clima, sino que
prefirió acercarse al Valle y se estableció en Pereira. Sólo unos
i inultos meses vivió allá con su esposa y su perro, porque el 10
tic octubre de 1956, a las siete y veinte minutos de la mañana,
»‘ii la tienda de la carrera 5a. No. 13-82, dos sujetos le propina-
ion siete impactos de arma de fuego, según quedó consignado
mi uno de los informes sobre orden público que Rafael Torres
Quintero, secretario privado de la Presidencia, pasaba periódi-
i límente a “ Su Excelencia Reverendísima, el señor Crisanto
• Midcnal Luque, Arzobispo de Bogotá y Primado de Colom-
IiIm"90.
No se expidió decreto de honores, ni el erario corrió con
lux gastos del funeral, pero la Presidencia de la República sí

'7. Entrevista telefónica con Roberto Franco, noviembre de 1987.


'K. El Proceso..., II, p. 726.
'9. Ibídem.
60. Torres Quintero a Cardenal Luque, octubre 15 de 1956, oficio
MUu'll, AI’R.
238 El Jefe Supremo

lamentó el deceso. En el diario secreto que por razón de la


censura de prensa se vio obligado a llevar Fernando Gómez
Martínez, director de El Colombiano de Medellín, se lee:

OCTUBRE 12. - Ayer llamó el gobernador [Gustavo|


Sierra Ochoa a manifestar que había sido muerto El Cóndor,
un facineroso de alto bordo, terror de las tierras del Valle y
Caldas, y jefe de la pandilla de los pájaros. Dijo el gobernador
que la muerte de tal sujeto libraba a la sociedad de un verdade­
ro peligro. Pidió, en fin, que no se dijera nada sin autorización
oficial. Pero, para horror de la conciencia ciudadana, hoy
aparece publicado en la prensa un boletín de la Dinape que
causa escalofrío. Dice así como se publicó:

Comunicado
Se deplora la muerte de un ciudadano hoy. Bogotá, octu­
bre 11 ( D i n a p e ). Noticias confirmadas hacen saber que en la
ciudad de Pereira dejó de existir trágicamente, el 10 de los
corrientes, el señor León María Lozano, importante individuo
conservador del Valle, a quien sus múltiples amistades han
deplorado sensiblemente, teniendo en cuenta sus condiciones
personales y la lamentable forma como dejó de existir61.

“Amo y señor de vidas y haciendas'’

En el Congreso fue Gil Miller Puyo Jaramillo, represen­


tante conservador por el departamento de Antioquia, el encar­
gado de conducir el proceso de las libertades arbitrarias. Con­
vencido de la responsabilidad penal y política de Rojas Pinilla,
Puyo Jaramillo fue nombrado por la comisión de acusación de

61. Fernando Gómez Martínez, Mordaza (Medellín: Editorial Grana


mérica, sin fecha), p. 158.
La liberación de El Cóndor 239

la Cámara ponente de la investigación realizada por la Comi­


lón Nacional de Instrucción Criminal62.
Concluyó que Rojas, al dar la orden tan traída y llevada,
Incurrió en el delito de abuso de autoridad, en la modalidad de
utilización de la fuerza pública para impedir o estorbar el
cumplimiento de órdenes legítimas de otra autoridad. Sin
embargo, como el delito se cometió en 1953 el congresista
nntioqueño opinó que a finales de 1958, cuando rindió su
ponencia, había fenecido la acción penal, habiendo transcurri­
do el término de cinco años previsto como prescripción para
los reatos que, como el de abuso de autoridad, contemplan
pena de prisión inferior a cinco años. (La prescripción es un
fenómeno jurídico en que se supone que por el paso del tiempo
la sociedad ya no tiene interés en castigar al culpable, o desa­
pareció el daño causado, pero no significa que el ilícito no se
cometió sino que no puede ser sancionado).
Puyo Jaramillo sostuvo, en cambio, que la responsabili­
dad política no podía prescribir, a diferencia de la penal, y que
los juicios en el Congreso contra altos funcionarios del Estado

son juicios esencialmente morales, de responsabilidad históri­


ca, hasta los cuales no puede llegar la mano misericordiosa del
tiempo para extinguir su vida. A ellos está íntimamente vincu­

62. El Proceso..., III, p. 526. Puyo sabía quién era El Cóndor: “Este
personaje se convirtió en amo y señor de vidas y haciendas, y su voz era
semencia de muerte para sus semejantes, cuandoquiera que no estaban de
itt lindo con sus sentimientos políticos o sus órdenes de jefe natural de una
rusta cuadrilla de maleantes. Su presencia era temida en todas partes y su
Voluntad era acatada por doquier, so pena de pagar con la vida o la desgracia
rl más mínimo desacuerdo a sus caprichos. Pero León María Lozano no
ungió a la vida del crimen por sí solo, ni su dilatado poderío se consolidó
porque sí. Merced a ciertas vinculaciones personales con hombres importan­
tes en aquella época, su magistratura delictiva se fue extendiendo a todo el
Valle del Cauca y parte de Caldas con caracteres inequívocos de apoyo
por lo alto’, unas veces latente y otras expreso. Se sabía, por ejemplo, que
(o/tiba de la privanza de ciertos jefes políticos, y de contera, que el Presiden­
ta tic la República lo tenía en gran estima y le dispensaba abiertamente su
itltlístad personal”.
240 El Jefe Supremo

lada la dignidad de la República, y en ellos estriba el único


medio que tiene la sociedad para declarar, en cualquier tiempo,
la falta de pulcritud y de decoro con que procedieron los más
altos personeros del Estado. Sería monstruoso y carente de
todo sentido de justicia, el que los gobernantes pudieran ampa­
rarse en el decurso del tiempo para que la República considera­
ra sus actos indignos como dignos, sus violaciones a la Consti­
tución como acatamientos a ella y su mala conducta como |
ejemplo y paradigma de quienes luego ocuparon las primeras
dignidades del Estado63.

De acuerdo con el representante Puyo, Rojas Pinilla “al


propiciar la libertad arbitraria de León María Lozano (alias MI
Cóndor’), con desconocimiento de una providencia judicial, y |
empleando al efecto las fuerzas militares, manchó su propia
investidura y pretendió ultrajar la majestad de la justicia y la '
dignidad de los jueces colombianos” . Propuso Puyo que el
expresidente fuera acusado ante el Senado por conducta indig- I
na en el ejercicio de la jefatura del Estado64.
La recomendación fue acogida y la acusación formulada
ante el Senado, si bien se presentaron algunos votos con salve- I
dad, que alegaban básicamente que siendo el Congreso el juez
de Rojas, y estando ese organismo clausurado durante el tiem- I
po en que él fue presidente y, por ende, imposibilitado para
acusarlo, no había prescrito la acción penal65.
Puyo Jaramillo fue elegido por mayoría de votos acusa- '
dor ante el Senado, es decir, fiscal en el recinto de la cámara

63. Ibid., p. 539.


64. Ibid., pp. 540-541.
65. Ibid., pp. 585-590. Fue ese el parecer de Gustavo Balcázar Monzón,
durable jefe liberal del Valle del Cauca y de Héctor Charry Samper, durabl»
embajador de Colombia antelas Naciones Unidas en Ginebra, Suiza. Chai ty
anotó además que la indignidad de Rojas nacía del delito de abuso iltt
autoridad y que si no podia intentarse la acción por estar prescrita ln
infracción principal, no podia tampoco formularse la acusación ante o!
Senado por indignidad, que era consecuencia del delito. Los parlamentaran
Jesús Ramírez Suárez y Carlos Galindo Pinilla (luego magistrado del Con\«>
jo de Estado) indicaron, por su parte, que la comisión de acusación habí*
La liberación de El Cóndor 241

alta para acusar al sindicado. En la elección también se conta­


bilizaron: 1 voto por León María Lozano, 1 voto por Samuel
Moreno Díaz, yerno del sindicado, y 10 votos por Francisco
Rojas Scarpetta66.
Después de tomada la indagatoria al sindicado en Carta­
gena, el Senado se reunió en sesión secreta el 20 de enero de
1959 con el fin de oír la ponencia de la comisión instructora,
que actuaba como juez de instrucción. La comisión recomen­
daba la absolución de Rojas Pinilla por los cargos de indigni­
dad y violación de la Constitución, únicos que habían quedado
en pie ante la prescripción de la acción penal por el cielito de
abuso de autoridad67.
Durante la sesión secreta el senador Hernán Salamanca,
magistrado que fue de la Corte Suprema de Justicia, combatió
la ponencia absolutoria de la comisión instructora sosteniendo
que era posible dividir la violación constitucional de la viola­
ción penal prescrita. Otros senadores también se opusieron a la
absolución, mas no Carlos Lleras Restrepo, que consideró que
simultáneamente con la acción penal estaba prescrita la res­
ponsabilidad política ante el Senado. La votación final fue de
,1J votos por la absolución y lócontra. El Senado,juez político
por excelencia —las acusaciones de naturaleza penal contra

omitido investigar la responsabilidad del ex-ministro de Justicia Luis Caro


I scallón en la revocatoria del auto de detención contra El Cóndor y no había
pedido que las autoridades competentes investigaran a Francisco Rojas
Nuirpetta por transmitir la orden de liberar al jefe de los pájaros.
66. Ibid., p. 591.
67. Ibid., pp. 711-713. Se basó la comisión en las siguientes simplistas
lit/ones:
— La acusación por indignidad constituye un delito de responsabilidad
0 delito político de un funcionario público.
—Según el artículo 105 del Código Penal (entonces vigente) la acción
|Htnul prescribe en cinco años para los delitos que no tengan sanción carcela-
llit o que la tengan inferior a cinco años.
—El delito político de indignidad en el ejercicio del cargo es uno de esos
delitos sin pena carcelaria y por ende prescribió en cinco años. Miembros de
lil comisión instructora fueron Jorge Lamus Girón, Bernardo Cebados
1b¡be, Gustavo Serrano Gómez, Oslas Lozano Quintana, Juan Manuel
Oto/co Fandiño y Ramón Marín Vargas.
24 2 El Jefe Supremo

altos funcionarios del Estado competen a la Corte Suprema de


Justicia— no adelantó un juicio político por la libertad arbi­
trariamente concedida al jefe de los asesinos del Valle del
Cauca68.

“ Sepan que es godo, y eso basta”

La absolución cobijó adicionalmente los cargos formula­


dos contra el ex-presidente por la liberación de cuatro perso­
nas más, tres en la isla de San Andrés y uno en Melgar, Tolima.
En el caso de San Andrés uno de los detenidos había pagado su
condena y llevaba seis meses de detención injusta69.
Similar al caso de El Cóndor fue la liberación de Darío
Sierra Parra, acusado de varios delitos en Icononzo, (Tolima)
y detenido en 1954 en Melgar (Tolima) por lesiones personales,
incendio y saqueo. El 27 de abril de ese año el juez promiscuo
de Melgar, Joel Franco Jiménez, fue llamado al despacho del
alcalde militar de ese municipio e informado de la orden dada
por el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla de poner cu
libertad a Darío Sierra Parra. Como no creyera posible que la
orden proviniera del presidente, el juez se encaminó a la casa
de Rojas en Melgar, donde pidió audiencia. Después de una
larga espera se le dijo que el presidente estaba volando en

68. Ibid., pp. 701-703.


69. Ibid., pp. 542-543, 663, 690-691, 706-707. En noviembre de 1951,
durante una gira por la isla. Rojas visitó la cárcel de San Luis, donde el preso
le expuso su situación y el presidente ordenó al alcaide que lo pusiera en
libertad. Parece, sostuvo Rojas años más tarde, que el alcaide se atemorizó v
no sólo liberó a Harold Forbes sino a dos presos más que no hablan
descontado totalmente la condena. Por ello en el libro de entradas y salidas
de la prisión quedó anotado frenta a los nombres de Forbes y de Uliil
Livingston y Francis P. Watson: “libertad incondicional por orden de l<
P.” . Recuérdese que a la fecha de la visita a la cárcel isleña, el 14 de
noviembre de 1953, se había producido ya la catilinariadel presidente contui
la justicia, donde llamó picaros a los magistrados. Fue un discurso promin
ciado en Cartagena y motivado por la decisión de un juez de dejaren libertad
a Felipe Echavarría Olózaga.
La liberación de El Cóndor 24 3

helicóptero y que lo atendería el coronel Ignacio Rengifo


Garcés, comandante del Batallón Guardia Presidencial. Ren­
gifo saludó al juez con estas palabras: “ Este es el juececito que
se quiere pasar por la galleta al Presidente de la República” . La
acometida continuó: “¿Cómo es posible que mientras los chus­
meros deambulan por las calles con los bolsillos repletos de
dinero, ustedes los juececillos se están tirando a los godosl" .
Como el secretario del juzgado, que acompañaba al juez,
señalara que el juzgado desconocía la filiación política del
preso, el coronel Rengifo replicó: “ Pues sepan que es-godo, y
eso basta” . El juez Franco y su secretario se retiraron y volvie­
ron al juzgado, donde minutos después Rengifo, junto con dos
soldados, se presentó para llamar “hijo de puta” y algo más al
juez, al tiempo que le exigía que pusiera en libertad al detenido.
El juez contestó que no podía hacerlo. Rengifo se marchó
entonces a la cárcel y amedrentó al director, que personalmen­
te le abrió las puertas de la celda a Sierra Parra, el cual no tardó
en pasearse con ademán pendenciero frente a la oficina del
Juzgado.
De todos estos hechos el juez dio cuenta al Tribunal
Superior de Ibagué, que tardó varias semanas en llamarlo para
que se presentara personalmente a Ibagué. Allí se le informó
que el presidente Rojas había pedido su destitución por inter­
medio del gobernador militar del Tolima. El presidente del
tribunal le ofreció el traslado a Honda (Tolima) y le aconsejó
lio regresar a Melgar. El juez Franco, sin embargo, tuvo que
Volver para recuperar sus bienes y partir con su familia. Pero
tuvo la precaución de salir del pueblo a las dos de la mañana.
El relato de lo acontecido llegó a oídos del general Alfredo
Hilarte Blum, comandante general de las fuerzas armadas, el
mal, aunque intentó investigar, no pudo llegar hasta el fondo
ild asunto pues el coronel Rengifo le manifestó que había
rtetuado por órdenes del presidente de la República70. ¿Qué
lu/ones de Estado movían a la libertad de Darío Sierra Parra?
Oigamos a Rojas Pinilla en su indagatoria ante el Senado

70. Ibid., pp. 653-662.


244 El Jefe Supremo

contradiciendo a todos los testigos que bajo juramento infor­


maron a la Comisión Nacional de Instrucción Criminal sobre
la intimidación contra el juez de Melgar:

Darío Sierra Parra fue un guerrillero conservador que le


ayudó al Ejército en la pacificación de las regiones de Villa Rica
y Sumapaz. En cierta ocasión, no recuerdo con exactitud la
fecha, el Coronel Ignacio Rengifo, Comandante del Batallón
Guardia Presidencial, se presentó un día ante mí, muy nervioso
o al parecer descontrolado, para informarme que el Juez del
Municipio de Melgar tenía encarcelado a Darío Sierra Parra
por razones exclusivamente políticas. Yo le dije a Rengifo que
le pidiera al Juez viniera a donde el Presidente de la República a
explicarle lo del preso Darío Sierra. Más de media hora des­
pués, el Coronel Rengifo regresó a informarme que el Juez no
había querido venir a hablar con el Presidente de la República y
que después de haber puesto en libertad al preso, se había
ausentado de la población. Nunca yo le ordené al Coronel
Rengifo que pusiera en libertad al preso Darío Sierra Parra: si
él tomó abusivamente el nombre del Presidente de la Repúbli
ca, para las cosas que narra el expediente, debe responder como
militar y como hombre71.

El Senado, en la sentencia que en 1959 absolvió a Rojas


Pinilla por la libertad de El Cóndor, de los presos de San
Andrés y de Sierra Parra, ordenó que la justicia penal militar
investigara al coronel Rengifo Garcés por libertar arbitraria r
ilegalmente al guerrillero conservador detenido en Melgar.

71. Ibid., pp. 691, 722-723. Rengifo señaló que “por un principio c
mental de decencia” jamás tomó abusivamente el nombre del presidentf
para anteponerlo a las órdenes que daba. Negó inicialmente haber exigido lii
libertad de Sierra pero luego admitió que “en forma mecánica” fue hasta lu
cárcel a insinuar la excarcelación de Sierra Parra.
21. Laureano vs. Rojas

Ln 1945, el teniente coronel Gustavo Rojas Pinilla como


director del departamento de aeronáutica civil del Ministerio
de Guerra, programó una rueda de prensa para divulgar los
planos del nuevo aeropuerto internacional de Bogotá, que
lecmplazaría el campo de Techo. Su amigo Luis Camacho
Montoya, periodista de El Tiempo, logró que Rojas le facilitara
los planos antes de la rueda de prensa para preparar un gran
despliegue pero con la promesa de no publicarlos antes que los
utros periódicos. Camacho, recordaría Rojas, hizo exactamen­
te lo contrario, pues publicó la información antes de la rueda
de prensa, causando disgusto en El Liberal y especialmente en
I I Siglo. A partir de ese incidente El Siglo inició una campaña
l'ontra lo que en 1959 vendría a ser el aeropuerto Eldorado.
Hojas visitó a Laureano Gómez y le pidió que hiciera cesar los
lilaques contra el proyecto, mas Laureano aparentemente lo
tccibió con displicencia. Rojas volvió la espalda y se retiró. Tal
vrz de esa visita —señalaba Rojas— “ se originó la antipatía
i|iie él [Laureano Gómez] siempre guardó conmigo” 1.
Puede parecer simplista la explicación, que se registra por
(Wnvenir de la propia víctima de la ojeriza de Laureano Gó­

I. Senado de la República, Comisión Instructora, E l P ro c e s o c o n tra


(Bogotá: Imprenta
UuMavo R o ja s P in illa a n te e l C o n g re so d e C o lo m b ia
Niclunal, 1960), II, p. 511.
246 El Jefe Supremo

mez. Existen otras versiones sobre la animadversión del caudi­


llo conservador contra Rojas. Una señala que Gómez y Rojas
andaban en punta desde cuando el primero, a poco de llegar a
la Presidencia de la República el 7 de agosto de 1950, sufrió un
malestar en la base aérea de Palanquero durante una gira en que
lo acompañaba el militar. Rojas dejó bien atendido al presi­
dente y con buen sentido siguió viaje a Bogotá, desde donde
podía dar las órdenes que le correspondían como comandante
general de las fuerzas militares. Sin embargo, parece que per­
sonas cercanas a Gómez interpretaron la partida de Rojas
como abandono del presidente e intento de tomar el poder2.
Sea de ello lo que fuere —y las explicaciones anteriores no
se cancelan recíprocamente sino que pueden ser puntuales—,
existe probablemente una razón más sencilla para entender
por qué el Presidente Laureno Gómez Castro antipatizaba con
el general Rojas Pinilla. Este representaba en el ejército al
ospinismo, era el más destacado militar adicto a Ospina Pérez,
había formado parte de su gabinete y para nadie constituía un
secreto la cercanía política y personal entre los dos. Ospina,
por su parte, era el principal rival de Laureano Gómez dentro
del partido conservador, pues la facción del caldense Gilberto
Alzate Avendaño apenas agrupaba una vertiente minoritaria
del conservatismo. Rojas comandaba el ospinismo dentro de
las filas del ejército mientras el general Régulo Gaitán Patiño
encabezaba el batallón laureanista3.
Gómez Castro buscaba la manera de deshacerse de Rojas,
La fórmula la encontró su ministro de Guerra, Roberto Urda-
neta Arbeláez, llamado el “ sordo” Urdaneta. Estando en una
comisión en Nueva York, Urdaneta se enteró que quedaba
vacante para un colombiano el cargo de vice-director del esta­
do mayor de la Junta Interamericana de Defensa. Se le apare­
ció la virgen a Laureano Gómez, pensó Urdaneta. Rojas, que

2. Entrevista con el general (r) Ricardo Bayona Posada, junio 11 d*


1987.
3. Gonzalo Canal Ramírez, Del 13 de junio al 10 de mayo en tas Fuer:n\
Armadas (Bogotá: Ediciones Documentos Colombianos, sin fecha), p. 3H
Laureano vs. Rojas 247

era comandante general de las fuerzas militares, comenzó a


poner trabas desde el momento en que le ofrecieron el puesto
pero el gobierno le concedió todo lo que pedía, incluyendo
cuatro ayudantes y una secretaria, con tal de verlo fuera del
país. Era una delegación desproporcionadamente numerosa
para las exiguas funciones del cargo en la Junta4.
A Régulo Gaitán Patiño, que quedó encargado del co­
mando general de las fuerzas militares en ausencia del titular,
le inventaron una “ plancha” en el ejército: de vuelta a su
Oficina después de despedir a Rojas en Techo, una llanta se le
desinfló al carro. El oficial indicó a su chofer que a corta
distancia encontrarían una bomba de gasolina. Al llegar allí, la
manguera del aire no se la pusieron a la llanta sino a Régulo
( iaitán, y el general “se infló” 5.
El 10 de mayo de 1951 ingresó el general Rojas con su
comitiva a los Estados Unidos por el aeropuerto de Tampa
(Florida)6. Rojas dijo a los aduaneros en perfecto inglés que
mi podían revisar su equipaje porque él iba en misión diplomá­
tica. Le contestaron que lo demostrara, y como no pudo
hacerlo, le examinaron minuciosamente las maletas7. Sin em­
bargo, siguió sintiéndose diplomático pues al llegar a Was­
hington la embajada colombiana pidió al Departamento de
I slado las tarjetas de exención del impuesto sobre las ventas
para Rojas y los miembros de su comisión. La solicitud fue
lechazada en cuanto sólo los diplomáticos, que no los miem­

4. Componían la misión el capitán de fragata Luis Alberto Baquero


Itorrera, el teniente coronel Julio Santoyo, el mayor Carlos Uribe Uribe.el
inplliín de corbeta Luis Carlos Guzmán y la secretaria Bertha Cecilia
I Inn/ález. Decreto 0908, abril 21 de 1951. Posteriormente Rojas fue nombra-
ilu simultáneamente consejero militar de la embajada de Colombia, cargo
•|*i»' le daba derecho a 200 dólares adicionales como gastos de representa-
rlrtll Ver decretos 0449 (febrero 22) y 2987, diciembre 5 de 1952.
5. Entrevista con el general (r) Ricardo Bayona Posada, junio 11 de
|UH7,
6. James M. Mclnerney a director del FBI, marzo 26 de 1952, FOI/PA
ton 275,149, FBI.
7. Entrevista con el general (r) Ricardo Bayona Posada, junio 11 de
lito1,
248 Fl Jefe Supremo

bros de organismos internacionales, tenían derecho a comprar


sin impuestos8.
De todas formas, Rojas y su esposa pudieron beneficiarse
de la exención con la tarjeta que les prestaba el agregado
militar colombiano, general Ricardo Bayona Posada. Este
recuerda algunos detalles de la vida washingtoniana de Rojas,
que vivió con su esposa Carola en un hotel. Los hijos no los
acompañaron, salvo María Eugenia, en vacaciones. Bayona
no recuerda ninguna afición o interés particular de Rojas,
salvo la de hablar mal del general Rafael Sánchez Amaya,
ministro de Guerra en el gobierno de Ospina. Tanto es así que
si salían a visitar alguno de los lugares de interés de la capital,
Rojas decía: “ mirá este monumento” e instantes después:
“¿por qué no renuncia ese arrastrado?” , refiriéndose al “ papa­
yo” Sánchez, o “¿cuándo renunciará ese desgraciado?” . Bayo
na desconoce los motivos de la tirria, pero sí le consta que era
recíproca, pues el 13 de junio de 1953 Sánchez Amaya supo que
Laureano Gómez había destituido a Rojas y para celebrarlo,
aunque nunca bebía, se emborrachó. En ese momento Sánchc/
Amaya se encontraba en Washington y evidentemente empezó
la borrachera antes de enterarse de la siguiente noticia —l;i
toma del poder por parte de Rojas—, la cual obviamente no
hizo sino agravar el guayabo. Rojas presidente no tardó en
llamar a calificar servicios al general Sánchez Amaya9.
Salvo ocasionales reuniones y una que otra gira dentro de
los Estados Unidos, el de la Junta Interamericana de Defensa
era un cargo honorífico. La Junta, creada en 1942, busca
coordinar la defensa militar del continente. En los 16 meses en
que Rojas permaneció en el organismo se elaboraron anexos
sobre información, contrainformación y logística del Plan
Militar General para la Defensa del Continente Americano y
se inició la preparación de un diccionario de términos militare»

8. Embajada de Colombia en Washington a DE, junio 11 de 1951


721.0111/6-551, RG 59, NA.
9. Entrevista con el general (r) Ricardo Bayona Posada, junio 11 il»
1987. El general (r) Rafael Sánchez Amaya no accedió a ser entrevistada
Laureano vs. Rojas 249

en español, inglés, portugués y francés, las cuatro lenguas


oficiales del sistema panamericano10.
Un viaje que Rojas Pinilla hizo a Corea desde los Estados
Unidos ha servido para crear la leyenda de una supuesta
participación suya al lado de las tropas colombianas del Bata­
llón Colombia. Fue solamente una visita protocolaria, porque
el comandante general de las fuerzas militares no comandó en
ningún momento las fuerzas colombianas que combatieron al
lado de las norteamericanas contra el ejército comunista de
Corea del Norte. De esa visita quedó una anécdota. Los solda­
dos colombianos habían adoptado a un niño coreano de unos
diez años que quedó huérfano. Naturalmente no podían comu­
nicarse con él en lengua alguna pero alguien le enseñó a
niemorizar un estribillo que las tropas le hacían entonar.
Cuando Rojas fue homenajeado, le dijeron al niño que se
presentara militarmente ante el general y le repitiera lo único
ipie sabía decir en español: “ Yo soy puto, liberal y macho” .
En noviembre de 1952 el teniente general Rojas volvió a
Colombia, o mejor, a la más feroz época de La Violencia
trgistrada este siglo en Colombia. Los conservadores, la poli-
t'la politizada y los pájaros estaban en guerra abierta contra los
liberales y particularmente contra las guerrillas que operaban
Ni los Llanos Orientales y en otras regiones. Las fuerzas oficia­
les y las irregulares cometieron innombrables atrocidades. Se
llegó a excesos desconocidos en el régimen conservador inme­
diatamente anterior y el número de muertos ascendió a cin-
i lienta mil por año en un país de quince millones de habitantes.
Hojas fue el comandante general de las fuerzas militares duran­
te esos siete meses anteriores al golpe de Estado, un período
fleo en acontecimientos que ha sido sometido a extenso escru­
tinio por varios autores.

10. Carta del coronel Donald G. Stephens, secretario, JID, agosto 13


il»> 1987.
El flamante presidente en un baile en Cali (julio 26 de 1953) (F o to Mull),

f ... ■
: ;> • ■ :’ i 1 -■<<■ ■ ■;
í ■■ ■. . ¿ i ■" . ;. j i ;

“ 13 de junio, fecha de salvación nacional”, rezaba la pancarta colocada en I»


sede de D ia r io d e l P a c ífic o en Cali {F o to M u lt).
22. El trece de junio

Sobre los sucesos del 13 de junio de 1953 existen más testimo­


nios que documentos. Es probable que las huellas escritas no
«parezcan jamás porque bien puede darse el caso de que
simplemente no existan. De los planes para tomar el poder
generalmente no se deja constancia por escrito. Por otro lado,
los acontecimientos del 13 de junio ocurrieron con la rapidez e
Improvisación circunstanciales a un golpe militar. Si hubo un
plan de derrocamiento previo y quiénes participaron en él, es
una incógnita que permanece intacta en este episodio de la
historia colombiana.
Las interpretaciones son diversas, por lo tanto transcribi­
mos primero aquellas que fueron del dominio público en los
tilas inmediatos al golpe de Estado. Luego, incluimos las más
polémicas, como son las versiones del propio general Rojas
Pinilla y la de su ministro de Gobierno, Lucio Pabón Núñez,
ninguna de las dos, claro está, exenta de matices e intereses
personales y, en algunos momentos, difíciles de aceptar como
veraces. Juzgue el lector.

Así se conoció el golpe

Laureano Gómez fue el hombre que quiso tener el grado


tic poder más absoluto conocido en Colombia. Fue él quien
♦mpujó al pais a una dictadura de pesadilla y a una terrible
252 El Jefe Supremo

guerra civil. Las acciones del predecesor de Rojas y otros


sucesos ocurridos con anterioridad sirvieron de preludio para
el golpe.
Colombia deseaba un respiro después de años de guerra
civil y el General Rojas llegó como el gran salvador. Los
contendores, los partidos conservador y liberal se unieron para
ofrecerle al general su apoyo, y en menos de dos días, el mismo
gobierno de Gómez legalizó el golpe.
El 13 de junio de 1953, como a las 10:55 de la mañana
acompañado por su exministro de Obras Públicas Jorge Ley*
va, se presentó Laureano Gómez a palacio a exigirle a Urdanc* I
ta el inmediato retiro del general Rojas Pinilla como coman*
dante de las Fuerzas Armadas. Urdaneta le observó que ésta
medida, en su concepto revestía extraordinaria gravedad por el
ascendiente que Rojas tenía en el ejército, y que él aconsejaba
estudiar primero las posibles repercusiones que un decreto de
tal naturaleza podría tener para la tranquilidad y orden nació*
nales.
No satisfecho Laureano con las explicaciones de Urdaneta,;
asumió al instante el ejercicio de la presidencia, del cual habla
estado apartado durante diez y nueve meses, y procedió a
nombrar para ministro de Guerra a Leyva, con quien firmó el
decreto de destitución de Rojas y se marchó a su casa tranqui­
lo, creyendo que no pasaría nada. Pero no fue así, porque
enterado Rojas Pinilla, quien se hallaba en Melgar, y provisto
de un avión militar que le fue despachado con urgencia, regir-
só inmediatamente a Bogotá. Consultó con los comandante!
de todas las armas, con los jefes de las fuerzas acantonad»»
en la capital; se reunió con los principales jefes conservadme»
como Ospina Pérez, Alzate Avendaño y Uribe Cualla; se enlir
visto con los miembros de la directiva nacional conservado!»
Lucio Pabón Núñez, Evaristo Sourdis, Aurelio Caicedo Ayrt-
be y otros, para obtener su respaldo, y ya de acuerdo con todo»
ellos se dirigió a palacio con su estado mayor y asumió U
presidencia de la República en las primeras horas de la nodif
Mientras que un escolta del ejército notificaba a Laurcailffl
El trece de junio 253

Gómez que había cesado de ser el jefe del Estado y debía


uprestarse para salir al exterior1.

Habla Rojas

Según el general Rojas Pinilla, él nunca dio golpe de


estado, sino que el 13 de junio fue una especie de ‘auto-golpe’
del propio Laureano Gómez. Durante su última entrevista, en
agosto de 1975, el general relató los sucesos como sigue:

Me fui [a Melgar] y di orden que si pasaba algo en Bogotá,


un avión diera tres vueltas sobre la finca mía en Melgar y me
esperara en Flandes.
Me estaba bañando y le dije a Carola: ‘Salgamos ya porque
el avión salió de Bogotá y tenemos que irnos (tengo un sexto
sentido para las cosas). Salí, almorzamos, nos preparamos y
evidentemente llegó el avión, dio las tres vueltas, era un Dc-3.
Me llamaron al teléfono, eran Berrio Muñoz y Duarte Blum,
me dijeron: ‘Es urgente que regrese inmediatamente’. Cuando
salí de Melgar puse el radio y ahí decían que había tomado
posesión Laureano, que me había dado de baja; solté la risa y
dije: ‘¡viejo pendejo!’.

Laureano se largó de palacio y se perdió, no se pudo


encontrar; mejor dicho se escondió, el único que sabía donde
estaba era Luis Ignacio Andrade. Cuando yo le dije a Urdaneta,
siga usted mandando aquí con el apoyo nuestro, a mí no me
interesa el Gobierno, él dijo: “ Pero mientras Laureano no re­
nuncie, yo no puedo asumir porque él es el Jefe de Estado”.
Entonces le dije a Andrade: “ Porqué no vas tú que sabes donde
está Laureano le sacas la renuncia, la traes y sigue todo normal.
Te vas en el carro mío con mi ayudante para que no te pase

I. Tad Szulc, Twilight o f thc Tyrants (New York, Henry Holt and
( nmpany), p. 205; Alejandro Galvis Galvis, Memorias de un Eolítico (Bu-
Mtliimanga, Impresores Colombianos, 1976) p. 266-67.
254 / ;/ Jefe Supremo

nada, porque la ciudad está tomada, y si te ven, tú que eres


ministro de Gobierno de Laureano, te puede pasar alguna
cosa” . Pero yo lo mandaba para saber en dónde estaba Laurea
no. Regresó y dijo: “ Mi general, Laureano dice que antes de
firmar la renuncia, para que siga gobernando Urdaneta, prefie­
re que usted se haga cargo del gobierno” . De manera que quien
dio el golpe del 13 de junio fue Laureano Gómez. Sencillamente
así y luego dicen que lo desterré.
Lo primero que yo hice fue rodear la casa de Laureano,
porque le iban a meter candela. Tuve que enviar una Compañía
para evitarlo. Los liberales lo iban a matar, pero pensé: lo
matan y después dicen que yo lo maté: entonces tengo que
sacarlo del país, y tengo que sacarlos a todos, porque si Alvaro
se queda es al primero que matan, eso sí, porque era el que iba y
venía con las razones. Luego, para demostrarle que yo no lo
sacaba por odio ni por nada de esas cosas, fue cuando dicté el
Decreto: “ Los presidentes en el exterior ganan en dólares” , y le
puse tres mil dólares. Ningún Embajador ganaba esa vaina y
dicen que lo exilé (sic) para que se muriera de hambre. Ven
usted, es que no hay derecho, no hay derecho a mentir en esti
forma2.

La versión de Pabón

Según Pabón Núñez, el golpe de estado del 13 de junio no


se produjo como consecuencia de la pesadilla de violencia y de
la guerra civil que desangraba a Colombia, sino por el rompí
miento entre Laureano Gómez y Ospina Pérez. “ Yo honesta
mente creo que el origen de todo está en eso, en la pelea de
ospinistas y laureanistas” . “ Ospina, con prestigio, logró mctci
en la Constituyente [que aún no sesionaba] un buen número de
amigos y comenzó a destaparse como aspirante a la reelección
Naturalmente Laureano se opuso. Hubo unos discursos. Re
cuerdo uno de Luis Ignacio Andrade en que criticó a Ospitm

2. Revista de Historia, agosto 15 de 1975, pp. 16 y 17.


El trece de junio 255

por disentimientos con Laureano. Este se había retirado de la


presidencia y se había encargado de ella Urdaneta. Desde la
casa de su yerno Mazuera, Laureano pronunció por radio
una conferencia terrible, llamó ‘cenáculo de raposas’ a Zuleta
y a todos sus amigos y a Ospina le dijo ‘Vanidoso, corazón
ingrato’ y se enfrentaron como en los peores tiempos del
nacionalismo y del historicismo, los laureanistas y los ospinis-
tas. En ese momento aparece Rojas Pinilla” , aseguró Pabón
durante una entrevista sostenida en mayo de 1974.
El día del golpe lo relató Pabón, exministro de guerra
de Laureano Gómez, así:
“ Una mañana [el 13 de junio] me llaman a mi casa de la
Secretaría de la Presidencia, y me dicen: ‘El doctor Gómez
itcaba de asumir la Presidencia nuevamente. Ha destituido a
Urdaneta y ha convocado a Consejo de Ministros, lo necesitan
ti usted’. Yo dije: “ Esto es para lo del general Rojas” . Me senté
ii la máquina, escribí mi renuncia y dije: ‘Esto va a parar en
rso’. Fui al Consejo de Ministros. El Consejo de Ministros de
Urdaneta. Laureano, muy cordialmente, nos saludó a todos,
dijo que ese gabinete era de los mejores que había tenido la
República desde que había nacido y que por consiguiente, el
«• sentía en el deber de confirmarnos. Luego, nos informó que
había destituido a Urdaneta por no querer botar a Rojas. Me
hizo a mi un elogio especial y me dijo: ‘Entonces, haga el
decreto para llamar a calificar servicios al General Rojas’.
'Doctor, usted sabe mi pensamiento sobre eso, pero mire,
usted me va a permitir que yo le hable con un poquito de
sinceridad. La situación del país es ésta: domina la convicción
de que impusieron por la fuerza un Presidente. Luego, el
(hibierno está siendo combatido por gran parte del conserva-
llsmo, por el doctor Ospina Pérez, por Gilberto Alzate Aven-
dufío, por Fernando Londoño. No le está quedando sino el
n|ército para mantener a este gobierno conservador y ¡usted
i|iiiere cortar con esa fuerza! Entonces el gobierno queda en el
Vuelo, se va al suelo, porque hasta ahora no hay sino eso. Me
(uirece el máximo de los errores. Fuera de eso, usted quiere
irulizarlo violando la Constitución. La Constitución ordena
ijiic se respete el fuero militar. Yo no lo puedo acompañar en
256 El Jefe Supremo

este tremendo error, que si se comete, va a costar la caída del


partido conservador y no se qué desastre.
Laureano no me contestó ni una palabra. Volvió a decir:
‘Vaya haga el decreto para llamar a calificar servicios...’ Le
dije: ‘No, yo ya estoy sobrando aquí. Aquí tiene mi renuncia’.
Me salí. Me encontré con Alvaro Gómez. ‘¿Qué pasó?’. Le
dije: ‘Que yo ya no soy ministro’. Inmediatamente Laureano,
cuando le entregué la renuncia le dijo a Jorge Leyva: ‘Encar­
gúese usted del Ministerio y vaya a hacer el decreto’ y Jorge
Leyva salió y se fue” .
Pabón se dirigió al Batallón Caldas donde estaba detenido
Jorge Leyva que había llegado allí para hacerse reconocei
como ministro. Según el relato del exministro de Guerra de
Laureano Gómez y exministro de Gobierno de Rojas Pinilla,
del batallón, y después de evitar el fusilamiento de Leyva,
volvieron a palacio. Allí fue donde el general le pidió a Urdanc
ta que volviera a asumir la presidencia de la República, pero
Urdaneta que era un zorro, dio su agradecimiento y manifcs
tó enfáticamente: “ Si el doctor Gómez renuncia a la presiden
cia, yo la asumo, si no, no, porque asumo la presidencia ahora,
se calma la cosa y dentro de 3 días vuelve Laureano y me desti
tuye, de modo que nada” .
“ Aparecieron Ospina Pérez y Alzate, comenzaron a Ilegal
los proceres conservadores, entre otros, Luis Ignacio Andrajo
Se le consultó y se le comisionó para que fuera a buscar a
Laureano a decirle cuál era la situación. Andrade dijo que él
pensaba que volvería con la renuncia de Laureano” .
De acuerdo con Pabón, “ Ospina le ofreció pleno apoyo u
Urdaneta, siempre que Urdaneta se comprometiera a no hosii
lizarlo en su campaña de reelección, no a que lo eligiera, sino ii
que le quitara la plancha que le tenían encima. Los dos jete»
conservadores estaban conversando en la secretaría privadii
Abrí la puerta y les dije: “ Bueno, doctor Ospina, doetm
Urdaneta, no discutan más. El general Rojas acaba de asuiuli
la presidencia, me acuerdo que el doctor Ospina me di|n
“ Pues ante los hechos cumplidos, no se puede hacer otra cuín
que aceptarlos” . Y, me los llevé. Fuimos junto a Rojas y ledi|»
El trece de junio 257

‘General Rojas, el doctor Ospina y el doctor Urdaneta le


vienen a ofrecer el pleno respaldo para el ejercicio del poder del
Estado’. Y así quedó nombrado Presidente”3.

"Toma del gobierno por el teniente general Rojas P.”

Se intitúla la relación que hora por hora fue consignada el


13 de junio de 1953, en el libro histórico de la Escuela de
Artillería, entonces localizada en la calle 19 sur con carfera 6,
rn el barrio 20 de julio de Bogotá. Se trata de un documento
t|iic creemos inédito, sobre una faceta ignorada del ascenso de
Gustavo Rojas Pinilla al poder: la jornada militar el día del
guipe de estado.
11:00 horas: se recibió una llamada del brigadier general
Gustavo Berrío, comandante del ejército, ordenando que se
»Muviera lista la Escuela porque podía presentarse algo grave.
I I teniente general Rojas no se encontraba en Bogotá y el BG
llcrrío no ha podido comunicarse con el comandante de la
litigada de Institutos Militares, BG Duarte Blum. Inmediata­
mente el comandante de la Escuela, teniente coronel Luis
• lirios Turriago, ordenó acuartelamiento de primer grado y
iilislamiento de todo el personal y vehículos para estar en
tundiciones de desarrollar el plan de ocupación de ¡a ciudad.
I mi misma orden le fue comunicada al teniente Jaime García
I f, Comandante (e) del Batallón Antiaéreo y el cual se encon-
bttha en la Escuela [desde 1967 el Batallón Antiaéreo está
emplazado en Barrancabermeja para proteger las instalacio-
IIPN petroleras],
11:30 horas: el mayor Hernando Junca, segundo coman-
tliinle, dio parte de que todas las baterías estaban listas y que se
llrtl'ian enviado vehículos a recoger a los suboficiales y emplea-
tln* militares que no estaban en la Escuela.
13:00 horas: se recibió radiograma del BG Duarte Blum
tlbpuniendo acuartelamiento de la unidad hasta nuevo orden.

,V Revista de Historia, mayo 14 de 1974, pp. 3-11.


258 El Jefe Supremo

14:00 horas: una llamada del capitán Luis Carlos Cama-


cho Leyva comunicó orden del TG Régulo Gaitán para que a
las 15:00 horas el comandante de la Escuela se presentara al
Comando General de las Fuerzas Militares.
El comandante se comunicó con el BG Duarte Blum y Ir
informó de la orden recibida. Duarte Blum dispuso que c!
comandante no se podía retirar del cuartel por ningún motivo
y que no debía cumplir órdenes sino del TG Gustavo Roja»
Pinilla. El comando comunicó esta orden a todos los oficiales y
al Batallón de Artillería Antiaérea.
En vista de las innumerables llamadas telefónicas qur
hacían al comando personas que no se identificaban, dando
distintas órdenes y comunicaciones, se desconectó el teléfono
del comando y se mantuvo enlace por radio con el comando dr
la Brigada.
Por el teléfono del casino de oficiales se recibió llamad»
del coronel Rafael Navas Pardo, comandante del Batallón dr
Ingenieros Militares No. 1 ‘Caldas’, el cual informó de I»
situación y agregó que el TG Rojas Pinilla ya venía haci»
Bogotá.
15:40 horas: el capitán Delgado atendió llamada telefónl
ca en el casino de oficiales. El TG Régulo Gaitán “en término»
violentos ordenó le comunicaran al comandante de la Escuela,
Tte. Turriago se presentara inmediatamente en el Comando
General de las Fuerzas Militares” .
El TC Turriago llamó al BG Duarte Blum quien estaba y»
en el Batallón Caldas. Duarte Blum le ratificó la orden de (|ii#
no se moviera del cuartel. Añadió que el TG Rojas llegaría <l»
un momento a otro al aeropuerto de Techo.
16:00 horas: se presentaron a la Escuela el coronel Guslit
vo Montoya G. y el TC Peñaranda, quienes se informaron dd
aislamiento de la tropa y la situación de la Escuela. El l(
Turriago les manifestó que la Escuela, con él a la cabe/»
respaldaría plenamente al TG Rojas Pinilla. El TC TurriiiK"
les preguntó si tenían órdenes o consignas sobre el reconotl
miento del nuevo ministro de Guerra doctor Jorge l ev»*
porque por la radio se había oído que ya había sido reconoi ni»
por el Batallón Guardia Presidencial. Contestaron que pnll
El trece de junio 259

lian órdenes al BG Duarte Blum. “ Veinte minutos más tarde


se recibió comunicación por radio del Sr. Teniente General
Rojas Pinilla en la cual informaba que el Ejército había asumi­
do el mando de toda la Nación y que se encontraba en el Bat. de
Ingenieros ‘Caldas’ a donde debía dirigírsele toda comunica­
ción; que no debía reconocerse a ningún elemento civil como
ministro de Guerra, y de presentarse el caso, el civil debía
quedar detenido y si insistía debía ser pasado por las armas”4.

•t I.ibro de Historia de la Escuela de Artillería, ff. 225-229.


1
23. El segundo libertador

Entre las enseñanzas de mi madre se me grabó mucho el que


ella no permitía que en su presencia se hablara mal de ninguna
persona. Tal vez sea éste el origen, señores Senadores, de que
durante mi gobierno fui muy cuidadoso para evitar que la prensa
calumniara impunemente.

Gustavo Rojas Pinilla ante el Senado (1959)

( on excepción de El Siglo, principal bastión del laureanismo,


Vque por esa razón ignoró la noticia del golpe de estado contra
m i propietario Laureano Gómez, la aclamación y el regocijo de
lit prensa colombiana con ocasión del 13 de junio de 1953 fue
(inánime.
Los periódicos, jubilosos, saludaron al General Rojas
l'milla como al salvador de la patria, como al segundo Liberta­
dor1.

I. Probablemente fue de allí de donde surgió la campaña para asociara


(•nías con Simón Bolívar. Rojas, el Segundo Libertador, fue la imagen que se
(tiu|Miso difundir la Dirección de Información y Propaganda del Estado
|IM>IPE). Por ejemplo, en las circulares enviadas por Jorge Luis Arango,
'Inri lor de la ODIPE, a los alcaldes municipales de todo el país, decía: “Con
*1mimbre de Bolívar Libertador y padre nuestro, y con la fe en los principios
nlñlicos, este gobierno desea [...]” Rojas mismo reforzó la idea a lo largo de
262 El Jefe Supremo

La prensa era apenas una voz más —sonora y festiva—


del coro nacional. Liberales, conservadores —con excepción
de la depuesta ala laureanista— iglesia católica, militares,
campesinos, industriales, comerciantes, asociaciones sindica­
les y hasta guerrilleros bendijeron con Te Deums, desfiles,
himnos y manifestaciones populares la toma del poder por
parte del Teniente General Gustavo Rojas Pinilla.
Los corresponsales extranjeros enviaron sus despachos al
exterior en los cuales describían el entusiasmo de los colombia­
nos por el nuevo gobernante. “ La policía estima que cerca de
250.000 personas se congregaron a lo largo de más de 4 kilóme­
tros para presenciar el desfile. Terminado este, el Presidente
Rojas Pinilla abandonó la tribuna presidencial, alejándose en
medio de una verdadera marea humana, que rompió los cor­
dones de la policía para rodear el coche descubierto que había
ocupado el Primer Mandatario”2.
Diario de Colombia, que según su propietario Gilberto
Alzate Avendaño imprimía 130 mil ejemplares diarios en esa
época, editorializó: “Con alivio y júbilo, el país ha recibido el
relevo de gobierno. Y esta tierra sabe otra vez a patria. El más

su mandato. En octubre de 1956, en un discurso para inaugurar la carreteril


Lorica-Chinú (Córdoba) dijo que después de conocer la ingratitud de ln
humanidad hacia Cristo y de los colombianos hacia Bolívar, a él no lo
sorprendía que el pueblo, por encima de las obras del gobierno, se mostram
desagradecido con su mandatario. Por eso, no sorprenden tampoco la*
cartas enviadas a Rojas por la gente del común en las cuales eran frecuente*
frases como éstas: “Con el lema Jesucristo y Bolívar raras veces preconizado
con tanta sinceridad y valor” o “ ...que Cristo y el Libertador sigan siendo la
luz conductora en el camino de la paz, la justicia y la libertad...” En esta
punto vale la pena anotar que la idea de identificar su imagen con la «Ir
Bolívar es un lugar común en la mente de varios dictadores vecinos. Juan
Vicente Gómez en Venezuela, para citar uno de ellos, cuando llegó al podrí
falsificó su partida de nacimiento para que coincidiera con la del Libertadoi,
de manera que en las conmemoraciones su retrato apareciera al lado del
de Bolívar (Arango a alcaldes, circular, febrero 11 de 1954, APR; discurso*
de Rojas Pinilla, octubre 12 de 1956, APR; correspondencia general, AI’H
Conrado Zuluaga, Novelas del Dictador-Dictadores de Novela (Caílo*
Valencia Editores, 1977), p. 32.
2. UP, El Nacional, Caracas, junio 20 de 1953. AMRE.
El segundo libertador 263

alto Jefe de las Fuerzas Armadas, tan conspicuo por su alto


rango como por su celo patriótico, ha asumido la grave tarea
de tutelar el orden público y restaurar el orden moral, el
imperio de valores que parecían abolidos” .
En Cali, El País celebró así el 13 de junio: “ Severa, tran­
quilizadora, grande y magnífica. Así hay que calificar la alocu­
ción del nuevo Presidente de Colombia, Teniente General
Gustavo Rojas Pinilla, hecha al asumir el mando en nombre de
las Fuerzas Armadas del país y por voluntad del pueblo colom­
biano, expresada en el júbilo —intenso, caudaloso, real— con
que las gentes todas recibieron el cambio de gobierno” .
El Heraldo, desde Barranquilla, dijo en aquella oportuni­
dad: “ El Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, al asumir la
presidencia de la República en la noche memorable del 13 del
presente mes, hizo en verdad algo que obraba con la fuerza de
un anhelo en la conciencia total toda del país [...] Estas circuns­
tancias explican por sí solas el fervor popular con que fue
acogida la actitud del Teniente General Rojas Pinilla” .
El Tiempo escribió: “Contribuyen a fortalecer ese senti­
miento, que el país ha expresado ya con entusiasmo y alegría
desbordantes, las palabras iniciales del nuevo Jefe de Estado,
Icniente General Gustavo Rojas Pinilla. Tanto en su alocu­
ción de la madrugada del domingo, como en su discurso ante la
manifestación popular que fue a Palacio a expresarle el regoci-
|i> público, el Teniente General ha ofrecido lo que el país ansio-
»amente esperaba hace mucho tiempo de sus gobernantes: ‘Paz,
derecho, libertad y justicia para todos, sin diferenciaciones’ ” .
Pero El Tiempo también le recordó a Rojas el ofrecimiento
de celebrar elecciones incluido en su primera proclama a los
colombianos el 13 de junio: “ Y no solo paz, derecho, libertad y
pisticia, sino el restablecimiento de ‘las condiciones necesarias
para realizar unas elecciones puras, de las que salgan, por los
ihlemas genuinamente democráticos, los mandatarios, los le-
Kisladores y los jueces que el pueblo quiera darse en plena
libertad’ ”3.

3. ODIPE, Seis meses de Gobierno, Imprenta Nacional de Colombia,


IMM, pp. 25, 27, 45, 23.
26 4 El Jefe Supremo

La libertad fue la promesa que más sonó a los oídos de


la prensa, en especial la liberal, después de casi cuatro años de
censura implacable.
Fueron palabras al viento pues concretamente Rojas no
anunció la abolición de la censura, ni afirmó que los periódicos
serían libres para disentir del gobierno. Se dijo amigo de la
libertad de expresión, siempre y cuando no se utilizara para
difamar, calumniar o injuriar, vocablos que para el Teniente
General tenían un mismo significado: crítica. Impedir toda
crítica o ataque contra el presidente fue otra de las grandes
motivaciones de la censura. Rojas, vanidoso como era, no
soportaba la más mínima alusión desobligante a su persona, a
su familia ni a su gobierno. Años más tarde, el propio Rojas
aseguró que aunque los diferentes periódicos le habían pedido
que levantara la censura heredada del régimen anterior, él se
había abstenido de hacerlo para evitar que la prensa acabara
con la honra de los laureanistas4. ¿Fue éste un pretexto que
buscaba la protección de aquellos laureanistas que pasaron,
sin romperse ni mancharse, a participar en el régimen rojista.
como Lucio Pabón Núñez, Pedro Nel Rueda Uribe, Juan
Uribe Holguín, Manuel Mosquera Garcés, Carlos Villaveccs
solo para mencionar aquellos con fuero ministerial? ¿O fue un
intento fallido de explicar una decisión que desde el principio
produjo desconcierto y desconfianza en un país saturado dr
espíritus violentos? Veinte años después, Rojas aseguró: “ Yo
dejé casi el mismo Ministerio que tenía Laureano, para com
probar que la paz del país depende del Presidente de la Rcpú
blica, y no de los Ministros”5. Rojas, evidentemente, pasaba
por alto la ola de violencia que se desató bajo su mandato,
como se verá más adelante.

4. Rojas Pinilla ante el Senado (Bogotá: Editorial Excelsior, 19.V)|,


p. 692.
5. Revista de Historia, agosto de 1975, p. 8.
El segundo libertador 265

La libertad no llegó a estrenarse

Apenas habían transcurrido dos semanas del cambio de


gobierno cuando Jorge Luis Arango, director de la Oficina de
Información y Propaganda del Estado (O dipe ) envió su pri­
mer comunicado a los directores de los periódicos a lo largo y
lincho del territorio nacional. En él anunciaba que su función
era precisar los límites de los cronistas de todos los periódicos,
radio-periódicos e instrumentos de publicidad, y que por lo
tanto, se permitía avisar que esa dependencia se ocuparía
exclusivamente de las informaciones fundamentales sobre la
marcha de la administración, los planes económicos y las
cuestiones relativas a la dirección política del país6.
Sin que mediara alguna crítica, observación atrevida o
iimago de oposición —salvo la de El Siglo— porque ni siquiera
»c habían planteado claramente las políticas oficiales, la adver­
tencia estaba hecha: Los periódicos continuarían con el cor­
dón umbilical atado a la voluntad del gobierno a través de la
O dipe , oficina creada en abril de 1952 por decreto ejecutivo
de Roberto Urdaneta Arbeláez. La ODIPE dependía de la
Presidencia de la República y su fin era el control efectivo de la
prensa y la radio, además de la difusión de las noticias oficiales
Vla propaganda de las actividades y programas del gobierno7.
I I ascenso al poder de Rojas Pinilla no cambió su rumbo ni su
objetivo, aunque se le adicionó la organización de una red de
propaganda destinada no solo a resaltar las obras públicas,
üino, en especial, la imagen del presidente8.

6. Bogotá, junio 24/53, J.L. Arango, comunicado de prensa, APR. El


(bogado medellinense Jorge Luis Arango Jaramillo nació en 1916. Estudió
(HMlos jesuítas y se graduó en la Universidad Pontificia Bolivariana. Entre
0M> y 1945 trabajó como secretario de las Empresas Públicas Municipales
lluego Empresas Varias de Medellín) y más tarde como abogado de una
impresa de vinos en esa ciudad. En el régimen laureanista fue Jefe de Cultura
Copular, Publicaciones y Cinematografía Educativa del Ministerio de Edu­
cción y director de los Cuadernos de Cultura Popular Colombiana, que
publicaba el gobierno.
7. Decreto 1102, abril 29 de 1952, APR.
K. J.L. Arango, circular, septiembre 24 de 1953, APR. Difícilmente se
26 6 El Jefe Supremo

Fotografías de Rojas Pinilla y afiches relativos al 13 de


junio debían colgar forzosamente en las paredes de todos los
establecimientos públicos, desde los ministerios, los juzgados,
las alcaldías, las escuelas públicas, hasta las inspecciones de
policía y estaciones ferroviarias de las más ignotas veredas del
país. No era extraño para los funcionarios públicos, sin impor­
tar su categoría, recibir comunicaciones de la ODIPE, como la
siguiente dirigida a la alcaldía de Bogotá: “ Me permito remitu
a usted 15 fotografías del Excelentísimo Señor Presidente de la
República, con el objeto de que se fijen en las principales
oficinas de la Alcaldía Mayor. Considero insuficiente este
número para las distintas dependencias municipales. Creo que
la efigie del Señor Presidente debe colgarse en todas las ofici
ñas públicas y debe sustituir, además, los retratos de los ex
mandatarios. Le ruego el favor de comunicarme, a la mayen
brevedad, cuántas litografías necesita, adicionales, para que d
municipio de Bogotá las presente en sitio de honor en su*
principales dependencias”9. Los retratos medían 62 por 50
centímetros, en ellos aparecía Rojas con la banda presidencml
y habían sido “escogidos por el propio señor Presidente” "1,

encuentra otro caso similar en la historia del país en materia de propaganda i


culto a la personalidad, que aquel montado por la ODIPE prácticamcnl#
desde el día en que el Teniente General asumió el poder. La radio, el cinc, U
prensa, la televisión y hasta los buses de transporte público, fueron utilizmln*
para crear y difundir la imagen procera del Presidente de la República. < im
ese fin, fueron contratados por cuenta del erario público, la elaboración d»
millares de carteles, fotografías, pancartas, afiches, almanaques y vidrio» <1*
propaganda en los cines. La ODIPE contrató un equipo humano y adipaild
otro técnico para la organización de un noticiero oficial dirigido a moxliit
las actividades del Teniente General. Las salas de cine fueron obligada» I
exhibirlo antes y después de las tres funciones diarias. La obligación tamlid»
incluía la proyección de un vidrio con la “efigie del Excelentísimo Sefli*
Presidente” apenas se apagaran las luces del teatro y antes de que se cm»«
dieran nuevamente. Igual que en la televisión inaugurada el 13 de junuiit#
1954 y mientras duró el régimen Circular. Arango a gerentes de salas dr <Mu
abril 20 de 1954; Alcalde de Santa Marta a Arango, julio 27 de 1953, AI’N
9. Arango a Alcaldía Mayor de Bogotá, agosto 27 de 1953, Al’H
10. Circular de Arango a las gobernaciones departamentales, ago’.i» M
de 1953.
El segundo libertador 267

Las constancias de recibo del material de propaganda


abundan en los archivos, y la siguiente ilustra ampliamente
tanto la red propagandística como la actitud reverencial que se
quiso crear alrededor de la figura presidencial. “ Recibí del
Kcñor Alcalde Municipal del lugar, Prisciliano González R., y
pn mi condición de Juez Municipal de Tocancipá, un retrato en
«olores del Excelentísimo Señor Doctor, Teniente General
(iustavo Rojas Pinilla, Presidente de la República de Colom­
bia, el cual se me entrega para colocarlo en un lugar visible del
Despacho a mi cargo. Hago constar que el señor Alcalde me
Insinuó buscar la manera de hacerlo enmarcar en la forma
ilcbida al primer mandatario de Colombia y colocarlo con el
irspeto que corresponde. Alfonso Olarte, Juzgado Promiscuo
Municipal de Tocancipá” 11.
No faltó presupuesto para “gastos de organización y
ilcsarrollo” de las manifestaciones. De hecho, la ODIPE creó
Ult Comité Organizador de Manifestaciones. Los recibos de
tuibro y demás papelería tenían su membrete. El presupuesto
•bureó también al Comité de Propaganda y Restauración
Nucional que viajaba por todo el país. El comité se transporta-
bu en aviones de la Fuerza Aérea, en vehículos suministrados
|tor los Comandos de las Brigadas y sus miembros se alojaban
•n los casinos oficiales de las distintas guarniciones militares.
Un objetivo era la creación de comités locales de apoyo al
Hibierno de las Fuerzas Armadas. Entre otras funciones, los
Himités locales se encargaban de distribuir y vigilar el uso
nlrcuado de la propaganda oficial. Por ese camino, se consti­
tuyó la Asociación Nacionalista de Apoyo Irrestricto al Go-
hl#rno del Teniente General Gustavo Rojas Pinilla y a las
I limas Armadas (G ropi) con sede en las principales capita-
1*1 ilel país1
112.
Por orden del Presidente de la República, el papel para los
uiurconigramas y telegramas que enviaban los colombianos

11. Ciarte a Arango, septiembre 14 de 1953, APR.


12, Pedro Calderón, secretario de Gropi a Rojas, marzo 10 de 1954,
MU
268 El Jefe Supremo

debía tener invariablemente impresas alguna de las siguientes


consignas: “ El Binomio Pueblo-Fuerzas Armadas salvará a
Colombia” ; “ Por la Patria: Paz, Justicia y Libertad” ; “ El
Gobierno de las Fuerzas Armadas le dará casa al campesino y
al obrero” 13.
Las celebraciones, en todo el país, del 13 de junio de cada ¡
año, con categoría de fiesta nacional, fueron también misión
de la ODIPE. Para tal fin no se ahorró material de propagan
da. Afiches, banderines, carteles, pancartas eran enviados ge­
nerosamente desde la capital14.
La Imprenta Nacional no escapó a la red propagandística
de la ODIPE. De sus prensas salieron costosos libros y folleto»
alusivos al gobierno de las Fuerzas Armadas. “ Seis meses de
Gobierno” y “ El 13 de Junio” , editados en papel satinado y
abundante despliegue fotográfico, son buena muestra de ello, !
La radio fue, sin embargo, la más utilizada. Discos con
“cuñas patrióticas” eran distribuidos periódicamente por In
ODIPE a las emisoras, las cuales debían difundirlas “en form»
intercalada para evitar que se monotonicen, y al comen/iu
todos los programas del día y de la noche” 15. Las cuñas ibmt
dirigidas a los diferentes sectores sociales. Las había para lo»
obreros, para las madres, para los campesinos, para las mu je
res, para los jóvenes y para los ciudadanos en general. Ejemi
píos, todos impregnados de inocultable vanidad, son los »l«
guientes:

—“Con la ayuda de Dios y de los trabajadores de Colom


bia, el Gobierno del Excelentísimo Señor Presidente Gencinl
Gustavo Rojas Pinilla, asegurará la felicidad de la Patria", j
—“Madres colombianas, el futuro de vuestros hijos c*lí
asegurado felizmente con el gobierno de su Excelencia el st'M

13. Arango a Min. Comunicaciones, mayo 4 de 1954, APR.


14. Arango a Calderón Reyes, Jefe del Estado Mayor, abril 20 de l'JU
APR.
15. Circular de Arango a gerentes de emisoras, septiembre 14 de IVlS
APR.
El segundo libertador 269

Teniente General Gustavo Rojas Pinilla. El representa el porve­


nir brillante de la Patria”.
—“No malgaste el tiempo hablando de política. Aprové­
chelo dedicándose con entusiasmo al estudio. Así colabora
eficazmente con el gobierno que preside el Excelentísimo Señor
Teniente General Gustavo Rojas Pinilla”.
—“ ¡Adelante Mujeres! Por la obrera, por la empleada, por
la trabajadora, adelante con el 13 de junio. Rojas Pinilla, Liber­
tador de la mujer”.
—“Campesinos de Colombia: 'os soldados son vuestros
hijos; ellos, guiados por el Excelentísimo Señor Teniente Gene­
ral Gustavo Rojas Pinilla, salvarán a Colombia”.
—“Colombianos: el 13 de junio de 1953 marca una nueva
era para Colombia”.

Imposible calcular el gasto que representó la red de propa­


rtid a tejida por la OD1PE durante los casi cuatro años de
|nhierno de Rojas Pinilla. Ni siquiera las denuncias de la
Jllensa, posteriores al 10 de mayo de 1957, lograron establecer
fl presupuesto de que había dispuesto la ODIPE en esos años, si
Itieit las distintas publicaciones coincidieron en que habían
nido varios millones de pesos, sin contar el contrato con la
||üinilton Wright, firma norteamericana contratada para ha-
iri la propaganda en el exterior16.

I umienzo sigiloso

Pronto quedó claro que como el estado de sitio seguía


Vigente, el gobierno de las Fuerzas Armadas consideraba que
litN ta/ones de orden público eran motivo suficiente para limi-
liti el ejercicio de la prensa libre. Más aún, porque Rojas mismo
tela en los periodistas apologistas gratuitos de la violencia. No
ulmiante, en los albores del régimen resultaba difícil identificar

16. Síntesis de noticias, Oficina de Prensa de la Presidencia de la


|U|Mililica, julio, agosto, septiembre de 1957.
270 El Jefe Supremo

las razones de la intolerancia oficial y ésta, a su vez, se presentó


sigilosamente. Y, como la prensa temía liarse de nuevo cu
enfrentamientos con el Jefe del Estado, la censura, en su*
comienzos, no generó reacción inmediata en los directores de
los periódicos.
Al servicio exclusivo del presidente, Jorge Luis Arango,
—quien pronto se ganó el mote de “ Goebbels del Régimen"
asumió el cargo y empezó a golpear a la puerta de los periódi
eos que con tanto alborozo habían saludado al segundo salva
dor de la patria. Con Arango a la cabeza, las imposiciones y liu
órdenes comenzaron a llegar a la dirección de los diarios. I a
respuesta al coronel Rafael Calderón Reyes, Jefe del Estado
Mayor, que urgía una información favorable a las acciones dH
ejército por parte de la prensa, refleja el pensamiento del jefe dt>
la O d i p e :

“... dentro de las atribuciones de la Censura Civil no esl/i I»


de obligar a los periódicos a insertar publicaciones contra mi
voluntad”, señalaba Arango, “pero, dada la orden del Eslailu
Mayor, en adelante esta Dirección hará que los comunicado!
mencionados en su nota sean publicados de manera destacada

La idea vigente en la dictadura laureanista de que la


prensa era responsable de la violencia política, había hecho
tránsito —y con ella varios hombres del antiguo régimen—al
nuevo gobierno. Antes de que los medios periodísticos »*
apercibieran, la ODIPE había nombrado, por decreto emana
do de esa oficina, una red de censores cuyos cuarteles genera Ir»
estaban ubicados en las gobernaciones departamentales y ni
las brigadas1718.

17. Arango a Rafael Calderón Reyes, septiembre 30 de 1953, Al'll


18. La censura de los periódicos y emisoras de provincia estaba bíWlií
mente a cargo de las Brigadas. Era a ellas, más que a los gobernadores, n l»t
que los censores rendían cuentas. Un despacho del gobernador de Niiiiflii
Aurelio Caviedes Arteaga, deja constancia de este hecho: “ Al respecto
manifestar al señor Coordinador [de censura de Prensa y Radiodifusión | i|it#
El segundo liben ador 271

En efecto, fueron años de censura militar. Apenas un mes


ilcspués del ‘golpe de opinión’, como lo llamara el ex-
prcsidente Darío Echandía, el Comandante General de las
Fuerzas Armadas solicitó a sus comandantes de Brigada suge­
rencias para aplicar y controlar la censura escrita y hablada.
I lis respuestas no dejan duda de que la misión de censores
militares fue asumida como una tarea más en la defensa del
orden público. Transcribimos la propuesta del Coronel Marco
A. Villamizar, Comandante de la 2a. Brigada en Barranquilla,
«cerca de como debía operar la censura en su área de influen-
tlllt. Avaro en palabras y generoso en restricciones, aconsejó el
coronel:
1. Jefe de Censura y centro de Información, el S-2 del
Cuartel General de la Brigada.
2. Auxiliares de Censura, dos oficiales por cada Cuerpo de
Tropas de la guarnición y por la Base A.R.C. “Barranquilla”.
3. La censura en la prensa hablada, puede dejarse a cargo
de la Base A.R.C. “Barranquilla”.
4. La censura de la prensa escrita se distribuirá en respon­
sabilidad a los otros Cuerpos de Tropa (Nariño y La Popa).
Toda discrepancia en el criterio de la censura, la obviará el
Jefe de Censura (S-2 del Cuartel General de la Brigada)19.

Tres meses después del ascenso de Rojas al poder, Arango


tf unió en Bogotá el segundo congreso de censores con el fin de
comunicar las normas a que debían atenerse20.

MIr*lc Departamento, a partir del 13 de junio del presente año, la censura de


«•ritHii la vienen ejerciendo oficiales de planta del puesto de Caballería
I »hal”, acantonado en esta plaza, en lo cual nada tiene que ver el gobierno
tMi tonal. Inclusive, cuando la Gobernación ha querido hacer alguna publi-
hmlón de carácter oficial, se ha sometido en todo momento al visto bueno de
ti I rasura Militar”. Caviedes a Coordinador de Censura, agosto 10 de 1953,
AI'K
19. Villamizar a Comandante General de las FF.MM., Barranquilla,
Mío 24 de 1953, APR.
20. Arango a Carlos Garcés Valencia, gobernador del Cauca, octubre 2
4* 1953, APR. No se encontraron documentos en los archivos alusivos a un
ftlmcr congreso de censores.
272 El Jefe Supremo

Durante el congreso y después de discutir las ponencias


presentadas por los censores, se les notificó a los 12 delegados: 1
“ la censura queda al arbitrio del gobierno, según las circuns- j
tandas”21. Con esa notificación parecía como si el gobierno
hubiera establecido un sistema de control efectivo y severo
sobre la prensa. Sin embargo, como se verá a lo largo del
capítulo, la nota constante en los criterios de censura fue la
improvisación, la confusión, e inclusive la arbitrariedad de los
censores. No obstante, esto no significó un ablandamiento de
la libertad de prensa. Por el contrario, el escaso juicio y el j
exceso de poder de los censores, convirtió el sistema de control
en un verdadero caos. En 1956, Enrique Santos Montejo,
director de Intermedio, el diario que reemplazaría a El Tiempo, I
protestó por ‘el libre arbitrio’ que en materia de censura aplica
ba la ODIPE. “ Me ha parecido Señor Presidente llegado rl
momento de que se establezca un criterio claro y preciso a j
propósito de la censura [...] Acaso conviniera que a los censo
res se les señalara por escrito una tabla de instrucciones que lo1»
periódicos tuvieran oportunidad de conocer, a fin de podrí
saber hasta dónde van sus precisas facultades y para que no si'
sientan autorizados a imponer publicaciones o a dictar ordo
nes que en definitiva equivalen a una clausura sin ninguna
formalidad legal”22.
Aún antes de ser difundido el criterio oficial —la informn-
ción al arbitrio del gobierno— ya se había asignado a cadil
periódico su censor de cabecera. “Me permito poner e n m i
conocimiento que el señor Pedro Luis Belmonte ha sido dcsip
nado para ejercer el cargo de censor en El Tiempo" , decía ol
comunicado enviado al director Roberto García-Peña, “ Mu

21. Acta de la 11 Reunión de Censores de Prensa y Radiodifusión, pp 1,


3, 9, 10, octubre 7 de 1953, APR.
22. Enrique Santos M. a Rojas Pinilla, abril 10 de 1956, APR. I til
documentos de archivo permiten establecer la calidad de los censores. Isim
tenían las más variadas procedencias. Poetas, periodistas, desempleados ti#
variadas ramas, cabos y sargentos del ejército. En síntesis, cualquiera potlll
ser censor siempre y cuando contara con la aprobación del director de la
ODIPE; Correspondencia general de Arango con censores, APR.
El segundo libertador 273

t'ho agradecerá a usted esta Oficina la colaboración y facilida­


des que se sirva dar al señor Belmonte en el ejercicio de sus
funciones”23. Misivas como ésta llegaron a todas las direccio­
nes de los periódicos y radio-periódicos del país.
La prensa internacional tampoco escapó a la atención de
In ÜDIPE. El episodio que protagonizó Arango la primera vez
que prohibió y poco después autorizó la distribución de la
revista Time en el país, no sólo enriquece el anecdotario de
nquellos años, sino que confirma el desbarajuste del sistema
pese a los enormes esfuerzos de su director por hacerlo efecti­
vo. Fue el 29 de septiembre de 1953 cuando Arango reclamó al
Administrador del Correo Aéreo por la demora en la distribu­
ción de la revista norteamericana en Medellín, pues ese día
había dado una orden precisa. El radiograma decía:
“OFICINA CENSURA PRENSA MINGOBIERNO
AUTORIZA DISTRIBUIR TIME” .
Sin embargo, al funcionario del correo le llegaron instruc­
ciones definitivamente contrarias:
“ OFICINA CENSURA PRENSA MINGOBIER NO
AUTORIZA DISTRIBUIR TIME”
Por lo cual Time en su edición latinoamericana corres­
pondiente a la segunda semana de septiembre quedó confisca-
du a su arribo a la capital antioqueña24.
El poder —formal y muchas veces también real— de la
Ol)IPE iba más allá de la prensa y la radiodifusión, pues hasta
Ion ministerios y demás entidades oficiales extendía sus ten-
IAculos. De hecho, los propios ministros debían pedir autoriza­
ción o por lo menos consultar a Arango para cualquier publi-
l’Hiión o aviso que necesitaran publicar en los periódicos. La
iC'ipuesta del Ministro de Justicia, Antonio Escobar Camargo,
Cv testimonio de la central de información y propaganda que se
quiso montar en aquellos años de paz, justicia y libertad:
"Acuso recibo de su nota fechada el 24 de los corrientes por

23. Arango a El Tiempo, octubre 1 de 1953, APR.


24. Administración de Correo Aéreo a Arango, septiembre 29 de 1953,
APR,
27 2 El Jefe Supremo

Durante el congreso y después de discutir las ponencias


presentadas por los censores, se les notificó a los 12 delegados:
“ la censura queda al arbitrio del gobierno, según las circuns­
tancias”21. Con esa notificación parecía como si el gobierno
hubiera establecido un sistema de control efectivo y severo
sobre la prensa. Sin embargo, como se verá a lo largo del
capítulo, la nota constante en los criterios de censura fue 1¡ i

improvisación, la confusión, e inclusive la arbitrariedad de los


censores. No obstante, esto no significó un ablandamiento de
la libertad de prensa. Por el contrario, el escaso juicio y el
exceso de poder de los censores, convirtió el sistema de control
en un verdadero caos. En 1956, Enrique Santos Montejo,
director de Intermedio, el diario que reemplazaría a El Tiempo,
protestó por ‘el libre arbitrio’ que en materia de censura aplica
ba la ODIPE. “ Me ha parecido Señor Presidente llegado el
momento de que se establezca un criterio claro y preciso a
propósito de la censura [...] Acaso conviniera que a los censo­
res se les señalara por escrito una tabla de instrucciones que los
periódicos tuvieran oportunidad de conocer, a fin de poda
saber hasta dónde van sus precisas facultades y para que no se
sientan autorizados a imponer publicaciones o a dictar órde­
nes que en definitiva equivalen a una clausura sin ningunu
formalidad legal”22.
Aún antes de ser difundido el criterio oficial —la inform;i
ción al arbitrio del gobierno— ya se había asignado a cada
periódico su censor de cabecera. “ Me permito poner en su
conocimiento que el señor Pedro Luis Belmonte ha sido desip.
nado para ejercer el cargo de censor en El Tiempo” , decía ol
comunicado enviado al director Roberto García-Peña, “ Mu

21. Acta de la II Reunión de Censores de Prensa y Radiodifusión, pp i,


3, 9, 10, octubre 7 de 1953, APR.
22. Enrique Santos M. a Rojas Pinilla, abril 10 de 1956, APR. I (4
documentos de archivo permiten establecer la calidad de los censores. Eslm
tenían las más variadas procedencias. Poetas, periodistas, desempleados il#
variadas ramas, cabos y sargentos del ejército. En síntesis, cualquiera poilll
ser censor siempre y cuando contara con la aprobación del director de ll
ODIPE; Correspondencia general de Arango con censores, APR.
El segundo libertador 273

cho agradecerá a usted esta Oficina la colaboración y facilida­


des que se sirva dar al señor Belmonte en el ejercicio de sus
funciones” 23. Misivas como ésta llegaron a todas las direccio­
nes de los periódicos y radio-periódicos del país.
La prensa internacional tampoco escapó a la atención de
la ODIPI-. El episodio que protagonizó Arango la primera vez
que prohibió y poco después autorizó la distribución de la
revista Time en el país, no sólo enriquece el anecdotario de
aquellos años, sino que confirma el desbarajuste del sistema
pese a los enormes esfuerzos de su director por hacerlo efecti­
vo. Fue el 29 de septiembre de 1953 cuando Arango reclamó al
Administrador del Correo Aéreo por la demora en la distribu­
ción de la revista norteamericana en Medellín, pues ese día
había dado una orden precisa. El radiograma decía:
“ OFICINA CENSURA PRENSA MINGOB1ERNO
AUTORIZA DISTRIBUIR TIME” .
Sin embargo, al funcionario del correo le llegaron instruc­
ciones definitivamente contrarias:
“ OFICINA CENSURA PRENSA MINGOBIER NO
AUTORIZA DISTRIBUIR TIME”
Por lo cual Time en su edición latinoamericana corres­
pondiente a la segunda semana de septiembre quedó confisca­
da a su arribo a la capital antioqueña24.
El poder —formal y muchas veces también real— de la
Opipe iba más allá de la prensa y la radiodifusión, pues hasta
los ministerios y demás entidades oficiales extendía sus ten-
lAculos. De hecho, los propios ministros debían pedir autoriza­
ción o por lo menos consultar a Arango para cualquier publi-
ritción o aviso que necesitaran publicar en los periódicos. La
Impuesta del Ministro de Justicia, Antonio Escobar Camargo,
fs lestimonio de la central de información y propaganda que se
quiso montar en aquellos años de paz, justicia y libertad:
"Acuso recibo de su nota fechada el 24 de los corrientes por

23. Arango a El Tiempo, octubre 1 de 1953, APR.


24. Administración de Correo Aéreo a Arango, septiembre 29 de 1953,
A I 'H .
27 4 til Jefe Supremo

medio de la cual recuerda Ud. a este Despacho, la obligación


de enviar a esa Oficina, para su aprobación, toda la propagan
da sobre las actividades del ministerio...” 2526.
Gozaba la ODIPE de la confianza del gobierno de las
Fuerzas Armadas y Arango del apoyo del presidente para
decidir qué periódicos o emisoras convenía utilizar y cuáles
ignorar.
El coronel Manuel Agudelo, Ministro de Comunicaciones
y uno de los tres ministros militares del primer gabinete, debió
sentir el poder del civil encargado de cuidar la imagen del
régimen y de maquillar la del jefe del Estado. Así, Arango
informó a Agudelo que las oficinas de telégrafo debían exigir la
aprobación de los censores antes de transmitir los despachos
de los corresponsales de prensa radicados fuera de Bogotá7'1,

Comienza la mordaza

Hubo periodistas prontos a subirse al carro del poderoso


Como Luis Parra Bolívar, director del Diario de la Frontera en
Cúcuta, quien observó “con la más íntima complacencia co
mo el ‘doctor Goebbels’ actúa con eficacia y acierto” y coinci
dió con el gobierno en que “ las circunstancias actuales del palu
no permiten el levantamiento absoluto de la censura de prcn
sa”27.
Por el contrario, otros como Rogerio Bolaños, directoi
del diario conservador nariñense El Derecho, prefirió no
circular un día, antes que publicar, como se lo ordenaba el jclc
de información y prensa de la gobernación, el texto de un

25. Min. Justicia a Arango, septiembre 30/53, APR.


26. Arango a Agudelo, octubre 14 de 1953, APR. La ODIPE contali»
con informantes pagados. Las cuentas de cobro por misión cumplida, oscila
ban entre los 80 y los 300 pesos. En un solo día, el 26 de septiembre de 1953,1»
oficina de propaganda canceló 4 recibos por $813 “por concepto de informa
ciones suministradas a la Dirección de Información y Propaganda del Hsl»
do”.
27. Luis Parra Bolívar a Arango, Cúcuta, octubre 2 de 1953, APR
El segundo libertador 275

decreto y un informe del Secretario de Hacienda y del Contra­


lor Departamental. El Derecho dejó de circular definitivamen­
te en diciembre de ese año “por la injusta censura impuesta por
rl Gobernador” , según lo anunció su director en una hoja
volante que repartió en Pasto28.
Similar fue el caso de El Colombiano, sancionado por un
illa debido a su negativa a publicar un telegrama del ministro
ilcl Trabajo el cual rectificaba un editorial. La rectificación
señalaba la página primera, el tamaño y el columnaje que
debía ocupar la publicación. Fernando Gómez Martínez, el
director, anunció que el periódico no circularía mientras él
rjerciera la dirección. Sin embargo, al día siguiente reapareció
rl periódico y en la primera página publicó el mensaje oficial
bajo el título “ Aclaración del Telegrama del Ministerio del
Trabajo” 29.
Por aquellos días, la oficina de censura prohibió estric­
tamente cualquier mención al nombre de Laureano Gómez
para bien o para mal. “ Su nombre, sus actos presentes o
pasados deberán ser omitidos, así como la publicación de su
¡otografía”30.
El Liberal de Popayán desafió la norma y no solo mencio­
nó el nombre del ex-presidente exiliado, sino que lo hizo
también al insertar en su edición la prohibición de la ODIPE.
TI gobernador del Cauca, Carlos Garcés Valencia, impidió
la circulación del diario, interceptó sus teléfonos y advirtió a
los telégrafos con el fin de evitar que el director, Próspero
Calveche Ruiz, pudiera buscar apoyo en Bogotá. Fue también
ignorando el veto, cuando la prensa del país publicó el cable
sobre el viaje de Laureano Gómez de Nueva York a Madrid. El
picsidente derrocado había viajado a Nueva York con su
fttmilia, en junio y había permanecido allí cerca de cuatro
llicses31.
28. Hoja volante de El Derecho, Pasto, diciembre de 1953, APR.
29. EEU a USIA octubre 5 de 1953, 921.64/10-553, pp. 9-10, RG 59,
NA.
30. ODIPE a directores, circular, 10 de septiembre de 1953.
31. EEU a USIA, DE, octubre 5 de 1953, 921.64/10-553, pp. 10-11, RG
W, NA.
276 El Jefe Supremo

Los censores, por su parte, rendían informes diarios a la


dirección de la ODIPE, sobre el deber cumplido. El siguiente,
firmado por Hernando Archila Archila, uno de los censores de
El Tiempo, es buen ejemplo del filtro que sufrían las noticias en
manos del censor: “ Para su conocimiento y demás fines, tengo
el gusto de Informar (sic) a Ud. que de la Edición (sic) del
periódico El Tiempo de fecha 8 de los corrientes y en el turno de
las 9 p.m. a las 3 de la mañana fue rechazado el siguiente
material: La corresponsalía de Tunjacuyo título es “ D e CINCO
DISPAROS FUE MUERTO EL SEÑOR CARLOS VASQUEZ AYER” V
por tratarse de ser el agresor un miembro de la Seguridad, lúe
rechazada en su totalidad” 32. La función de los censores no
desatendió las páginas de opinión. Por el contrario, las colum
ñas editoriales eran vigiladas con especial énfasis. El censor ile
Vanguardia Liberal de Bucaramanga, Cosme León Meneses.se
encargó de dejar constancia de esta preocupación oficial:

En mi carácter de censor de Vanguardia Liberal muy


atentam ente inform o a Ud. para los fines que estim e con vcnien
te, que dicho periódico en su edición de ésta fecha, publicó inuit
apartes del editorial que fueron vetados por el suscrito, coiitn
consta en las pruebas que me fueron presentadas. C o m o a n ln »■
dentes, le m anifiesto que ya en anterior oportunidad el misiim
editorialista se expresaba en térm inos que me parecieron In
exactos y poco corteses contra el señor M inistro de Gobieinn
razón por la cual veté al editorial33.

32. Archila a ODIPE, agosto 7 de 1953, mayúsculas en el orljilitll


APR.
33. Meneses a Coordinador de Censura, agosto 14 de 1953, Al'lt
24. Clausurado El Siglo

Desde el 13 de junio, el diario de Laureano Gómez se enfrentó


til gobierno de las Fuerzas Armadas. Desde esa fecha, mientras
Iti prensa celebraba la noticia a 8 columnas y con despliegue de
litografías del general en la Casa de Nariño, El Siglo destinó su
(ilición a informar sobre el viaje del presidente derrocado a
Nueva York.
El 15 de julio, Gabriel Carreño Mallarino, su director, fue
iiuarcelado por órdenes directas del presidente Rojas a raíz de
un editorial sobre el caso de Haya de la Torre, previamente
«probado por el censor. La nota parecía dudar de la justicia
I ¡ifruana, lo cual según el presidente, enfriaba las relaciones
Itllre las dos naciones hermanas. Carreño Mallarino fue pues­
to en libertad al día siguiente no sin antes haber sido tildado
por el gobierno de antipatriota. Dicha acusación originó un
tUlcvo editorial que fue igualmente censurado por la ODIPE y
ijtie llevó al diario conservador a no circular durante varios
'lili*.
Tampoco vio la luz El Siglo entre el 5 y el 10 de agosto por
■Mblicar una moción de saludo a Laureano Gómez aprobada
»u la Asamblea Nacional Constituyente. Nuevamente paró
i lulutivas el 21 de ese mes por orden de Lucio Pabón Núñez,
ministro de Gobierno, que insistía en que la totalidad de su
278 E l Jefe Supremo

discurso contra Laureano Gómez fuera insertado con notorio


despliegue1.
El 24 de septiembre, mediante la Resolución No. 0057 de
1953, el diario fue sancionado durante 30 días a raíz de unas
declaraciones hechas por las Juventudes Conservadoras publi­
cadas en abierto desafio a los tachonazos del censor. Los
aprendices de conservador sostenían, entre otras cosas, que se
había cometido “ una grave injusticia contra un ilustre expresi-
dente que gobernó de acuerdo con nuestra doctrina” ; que
Rojas se había hecho legitimar por la Constituyente con lo cu;il
había adoptado “ la legalidad por las vías de hecho” ; y que el
ex-presidente Mariano Ospina Pérez debía asumir la dictadura
que le había sido ofrecida. De acuerdo con la resolución que lo
suspendía, al dar cabida a tales declaraciones, El Siglo habla
violado la constitución y la ley y había atentado contra la
seguridad del Estado12.
Las voces de una protesta comedida y todavía paciente, en
particular de la pluma liberal —que evitaba nuevos enfrenta
mientos con el Jefe del Estado—, pronto llegaron a los oídtu
presidenciales. Las directivas de El Tiempo y El Especiad»!,
firmaron un mensaje conjunto en el que revivían el caso de II
Colombiano y desaprobaban lo ocurrido con El Siglo pues pni
ese camino pronto “llegaríamos fatalmente a la prensa diripi
da, propia de los estados totalitarios con la cual se desvirtuad*
sustancialmente el pensamiento que ha querido orientar lu
patriótica gestión de V.E.” ; llamaban la atención del presiden
te acerca de la inconveniencia de ejercer la censura hasta sobi»
la más discreta crítica y confiaban “en que la libertad de preuni
será restaurada según las normas que la Constitución establn t>
y la ley tiene señaladas” 3.

1. U n o d e l o s p r i n c i p a l e s r e p r e s o r e s d e E l S ig lo f u e L u c i o P a b ó n N ú l W
a n t i g u o c o l a b o r a d o r d e e s e d i a r i o , e x - m i n i s t r o d e G u e r r a y a m i g o ceroiM*
del p re sid e n te exiliado.
2. R e s o l u c i ó n N o . 0 0 5 7 d e s e p t i e m b r e 2 4 d e 1 9 5 3 ; E E U a U S I A . o i ' I t l
b r e 2 d e 1953, 9 2 1 .6 4 /1 0 - 5 5 3 , R G 59, N A .
3. R o b e r t o G a r c í a - P e ñ a , A b d ó n E s p i n o s a V a l d e r r a m a p o r E l Tiem po
G u i l l e r m o C a n o , E d u a r d o Z a l a m e a B o r d a , p o r E l E s p e c ta d o r , a l P re sid flilf
d e la R e p ú b l i c a , s e p t i e m b r e 2 8 d e 1 9 5 3 , A P R .
Clausurado El Siglo 279

Un día después de enviada la carta, la oficina de censura


dio a conocer una nueva resolución levantando la sanción
contra El siglo, en consideración al hecho de que “distinguidas
personalidades se habían dirigido a Su Excelencia, el Presiden­
te de la República, solicitando reconsiderar la sanción impues­
ta...” . La prensa en general aplaudió la decisión4.
Pero Arango se encargó de distanciar lo que parecía un
acercamiento entre el ejecutivo y el cuarto poder. El primero
de octubre emitió una “ Clarificación” en la cual la oficina de
Información y Propaganda del Estado precisaba que las perso­
nalidades cuya intervención ayudó a la causa de El Siglo,
habían sido los ministros del despacho, ilustres autoridades
rdcsiásticas con su Eminencia Crisanto Luque a la cabeza,
algunos periodistas liberales y conservadores y, por último, los
directores. “ Esto es para clarificar” , continuaba Arango, “ las
versiones inexactas que han venido circulando desde que la
nueva disposición se dio a conocer” . En realidad, lo único que
ln “Clarificación” dejaba en claro era la antipatía que animaba
«I jefe de la censura contra sus censurados.
La rectificación oficial no animó al periódico laureanista.
/ I Siglo no volvió a circular porque enfrentaba serios proble-
inns económicos debido a las frecuentes suspensiones —per-
dtn cerca de $10.000 diarios cada vez— y al retiro de la
publicidad oficial, su principal fuente de ingresos.
El cierre del periódico conservador acrecentó la oposición
Imiicañista y produjo cierto escozor en la opinión pública
Hite aun creía ver en Rojas al Segundo Libertador5.

I <i paciencia no vence

A finales de 1953, la prensa todavía mantenía la expectati­


va de entendimiento con el gobierno de las Fuerzas Armadas,1

1 R e so lu c ió n N o . 0 0 5 8 d e s e p tie m b r e 29 d e 1953; E E U a U S I A . o c t u -
l i » I il r 1 9 5 3 , 9 2 1 . 6 4 / 1 0 - 5 5 3 , R G 5 9 , N A .
' E E U a D E , o c tu b r e 5 d e 1953, 9 2 1 .6 4 /1 0 -5 5 3 , R G 59, N A .
280 El Jefe Supremo

aún por encima de la censura que, en lugar de desaparecer,


invadía la cotidianidad de los periódicos. La desautorización
que sufrió el ex-ministro Alirio Gómez Picón por parte de
El Correo de Medellín, cuando en un artículo titulado “ Los
Convidados de Piedra” criticó la presencia de Lucio Pabón
Núñez y Pedro Nel Rueda Uribe en las carteras de Gobierno y
Minas por haber sido copartícipes de la violencia política
durante el régimen laureanista, documenta la situación de
sometimiento y la actitud tal vez excesivamente conciliatoria
del periodismo nacional. En esa ocasión escribió El Correo:

E n n u e s t r a e d i c i ó n d e l d o m i n g o p a s a d o (1 3 d e d i c i e m b r e )
n u e s t r o c o l a b o r a d o r A lirio G ó m e z P ic ó n e s t a m p ó alg u n o s
c o n c e p t o s d e s o b l i g a n t e s s o b r e p e r s o n a l i d a d e s d e ! a c t u a l go
b ie r n o , referen tes a a c tu a c io n e s de d ic h o s fu n c io n a rio s en ép o ­
c a s a n t e r i o r e s a l 13 d e j u n i o . L a p o l í t i c a d e é s t e p e r i ó d i c o , c o m o
la d e t o d a la p r e n s a l i b e r a l , h a s i d o p r e s c i n d i r d e t o d a c la s e tic*
a lu s io n e s a h e c h o s p o lítico s del ré g im e n a n te r io r q u e puedan
c o n t r i b u i r a la d i s c o r d i a n a c i o n a l o a m i n a r el p r o g r a m a di-
c o n c o r d i a e n q u e se h a l l a e m p e ñ a d o el a c t u a l g o b i e r n o 6.

Pero, el gobierno de la paz, la justicia y la libertad no se


dejó conmover por estas demostraciones de buena voluntad
originadas en el temor de la prensa liberal de recrudecer lo*
enfrentamientos y la violencia partidista, actitud que Roja*
estuvo lejos de reconocer. Por el contrario, cada vez apretaba
más la tuerca, eso sí, sin olvidar los buenos modales. El año
nuevo de 1954 lo recibieron los periódicos con la siguienlt
circular que, además de apretar, ponía en evidencia la extrema
sensibilidad del Jefe Supremo ante la crítica:

. ..e n n o m b r e d e l J e f e d e l E s t a d o , e s t a D i r e c c i ó n pide «
u s t e d d e la m a n e r a m á s c o r d i a l o b s e r v a r e s t r i c t a m e n t e lal
s i g u i e n t e s i n d i c a c i o n e s e n la s c o l u m n a s t a n t o n o t i c i o s a s como

6. E l C o r r e o , d i c i e m b r e 15 d e 1 9 5 3 , A P R .
Clausurado El Siglo 281

d e c o m e n t a r i o s d e s u p e r i ó d i c o , d e s d e la f e c h a d e la p r e s e n t e
circu lar:
a ) R e s p e t o a b s o l u t o p o r la p e r s o n a d e l J e f e d e l E s t a d o y
p o r la s i n s t i t u c i o n e s d e la R e p ú b l i c a .
b ) R e s p e t o a b s o l u t o y t o t a l a l o s J e f e s d e E s t a d o , la s
in s titu c io n e s y lo s re p r e s e n ta n te s d e las n a c io n e s q u e so stie n e n
relacio n es d ip lo m á tic a s c o n C o lo m b ia .
c ) S u p r i m i r e n a b s o l u t o t o d o a q u e l l o c o n t r a el o r d e n
i n t e r n o d e l p a í s q u e p u e d a o c a s i o n a r a c t o s d e v i o l e n c i a 7.

A pesar de las restricciones y de la desconfianza explícita


i|tie el presidente Rojas Pinilla mantenía hacia Laureano Gó­
mez, había quienes hacían gala de un optimismo imbatible.
llelisario Betancur, Presidente de la República 30 años después
y por esos días aguerrido militante del laureanismo, pidió
permiso para editar La Unidad, un semanario cuyo fin —así lo
implicaba a Arango— era la “defensa de la política del doctor
liiureno Gómez” . En la misma carta Betancur solicitaba a
Arango que La Unidad fuera incluido en el presupuesto de
propaganda oficial y de antemano agradecía al jefe de la
OlrlPE “ las pautas de avisos que decidas” . La Unidad circuló
ild 4 de febrero de 1954 al 27 de octubre de 1955. En la planilla
directiva aparecía el nombre de Laureano Gómez como funda-
tlnr y Belisario Betancur en calidad de director-gerente8.
Pese a que coartaba la libertad de expresión —ya fuera a
Imvés de la advertencia amistosa de los comunicados enviados
por la O D I P E , o con la presencia arbitraria y permanente del
oinsor— el gobierno se esforzaba por aparentar lo contrario.
Hlyniendo el cauce de esa ambivalencia, la O D I P E editó e hizo
Circular en lujoso volumen, un libro titulado “ Seis meses de
I hibierno” , en el cual transcribía, uno a uno, los editoriales de
lo» periódicos saludando el advenimiento del General Rojas y

7, C i r c u l a r d e J . L . A r a n g o , e n e r o 2 5 d e 1 9 5 4 , A P R . L a a m a b l e s o l i c i t u d
m tu O D I P E s e c o n v i r t i ó e n el D e c r e t o 3 4 1 8 d e 1 9 5 4 r e f o r z a d o p o r el
J p K i c l o 2 4 2 7 d e l 4 d e o c t u b r e d e 1 9 5 6 , D ia rio O fic ia I, d i c i e m b r e d e 1 9 5 6 .
H, B e l i s a r i o B e t a n c u r a J . L . A r a n g o , e n e r o 2 6 d e 1 9 5 4 , A P R .
282 El Jefe Supremo

apoyando el 13 de junio de 1953, haciendo de cuenta que cu


esos seis meses no se hubiera producido ningún distanciamien
to con la prensa.
Ese alejamiento que la prensa parecía querer evitar y rl
gobierno se preocupaba por ocultar fue evidente cuando algu
nos diarios hicieron alusión —sin especificaciones ni dalo»
concretos— a la gestión para compra de armas y equipo
militar a los Estados Unidos que realizaba el embajador cu
Washington, Eduardo Zuleta Angel. Sobre la publicación de
noticias alusivas al tema, Arango previno a los directores:

M e p e rm ito r e c o r d a r a u ste d u n a vez m á s , q u e pord isp o n l


c i ó n t e r m i n a n t e d e l s e ñ o r M i n i s t r o d e G u e r r a , t o d a cla s e ti»
i n f o r m a c i o n e s r e l a t i v a s a la s F u e r z a s A r m a d a s d e la R e p ú b l n n
a o b t e n c i ó n d e e l e m e n t o s p a r a el M i n i s t e r i o d e G u e r r a , »l
E j é r c i t o , la M a r i n a o la A v i a c i ó n , n o p o d r á n p u b l i c a r s e sin *1
v i s t o b u e n o p e r s o n a l d e l m i n i s t r o d e G u e r r a y s u f i r m a , luí
a u t o r i z a c i ó n d e b e e x i s t i r e n c a d a c a s o p a r t i c u l a r y e n to d a » \
c a d a u n a d e l a s i n f o r m a c i o n e s r e l a t i v a s a e s o s t e m a s . L a publl
c a c i ó n d e c u a l q u i e r n o t i c i a o c r ó n i c a d e e s t a n a t u r a l e z a , sin *1
req u isito m e n c io n a d o a rr ib a , será s a n c io n a d a ad ecu ad am cn ii
d e a c u e r d o c o n i n s t r u c c i o n e s p e r e n t o r i a s r e c i b i d a s p o r c»l*
D i r e c c i ó n 9.

Apoyados en la ODIPE, en la presencia de los censores»


su vez respaldados por los gobernadores y los generales di
brigada, comenzaron a florecer los denunciantes. Entre ellm,
algunos eran autoridades menores, otros protegidos del regí
men, pero todos coincidían en acusar a los periodistas il»
desacreditar al gobierno y a sus altos representantes10. Fue c»i*
un ingrediente más que aceleró el desafecto del ejecutivo hai ID
la prensa y disminuyó la moderación de ésta hacia aquel.

9 . J . L . A r a n g o , c i r c u l a r a t o d o s l o s p e r i ó d i c o s , m a r z o 1 6 d e 1954 , MI'N
10. T e l e g r a m a s y c o r r e s p o n d e n c i a O D I P E - M u n i c i p i o s , d i f e r e n t e » I*
chas, A P R .
25. Prohibido criticar al Jefe Supremo

\ partir de 1954, Gustavo Rojas Pinilla no desperdició opor­


tunidad para atacar a la prensa aún cuando esta se asfixiaba
filtre los censores de cabecera, los gobernadores vigilantes, las
luígadas alertas y la mordaza cada vez más atrevida de la
OlMPE. En el discurso del 7 de agosto de 1954, fecha en que
alebraba el comienzo de su primer período presidencial trás la
it'>dccción de la Asamblea Nacional Constituyente, Rojas se
idilio de nuevo al comunismo y a la prensa, dos presencias
t|iir lo intranquilizaban por igual: “ El espíritu católico de la
tnciedad colombiana preservará a este país de convertirse al
HMtiunismo y de abrazar el capitalismo materialista en detri-
tltento de su vida espiritual” , dijo sobre el primero. Líneas
ilt'hpués, llamó a la prensa irresponsable y la acusó de haberle
■(tusado muchas y graves heridas a la patria. A continuación,
«illlcipó su intención de reforzar las leyes contra la calumnia y
!« Injuria. El decreto, modificando la ley de prensa en esa
itnilcria, sería promulgado seis semanas más tarde1.
El decreto 2835 firmado por Rojas el 24 de septiembre de
|UV| sirvió para enfriar aún más las relaciones entre la prensa y

I S c h o e n f e l d a D E , a g o s t o 12 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 8 - 1 2 5 4 , R G 5 9 , N A .
W e m b a ja d o r n o r t e a m e r i c a n o R u d o l f S c h o e n f e ld p r e s e n t ó c r e d e n c ia le s di-
(tlamAlicas a n t e e l p r e s i d e n t e R o j a s P i n i l l a el 2 8 d e e n e r o d e 1 9 5 4 .
284 EI Jefe Supremo

el gobierno, pues establecía un régimen de excepción pam


periodistas y periódicos.
Entrevistado en Caracas, el director de El Tiempo, Roba
to García-Peña, que iba de paso para asistir a la X Asamblnt
Interamericana de Prensa en Rio de Janeiro, sentenció que a la
libertad de expresión en Colombia le quedaban 24 horas de
vida.
Es un decreto monstruoso que sustrae de la jurisdicción
ordinaria los casos de prensa, atenta contra esta libertad
aumenta en forma desproporcionada el valor de las indemni/n
ciones por injuria, elimina automáticamente muchas seccione*
del periodismo diario, como las sociales, la página roja, la miU
leve crítica, etc., ya que todo puede ser considerado coitHl
injuria. Según García-Peña el régimen de excepción creada
para los periodistas es más terrible que el de los rateros, ya i|ii#
estos tienen la ventaja de estar sometidos a la justicia ordum
ria2.

La protesta del director de El Tiempo no fue aislada


Dentro del país, las manifestaciones de inconformidad con d
nuevo decreto fueron tan frecuentes y en algunos casos hifl
vehementes, que el presidente Rojas, antes de ponerlo en ejn n
ción, decidió someterlo a un comité integrado por el c»
presidente Alberto Lleras Camargo, Gilberto Alzate Avenda
ño, director de Diario de Colombia (que luego entregarla al
yerno del presidente), Antonio Rocha, abogado y jefe libci.il, i
Lrancisco de Paula Pérez, profesor de derecho constitucional
El comité llegó a la conclusión de que el decreto ni
innecesario pues las leyes existentes eran adecuadas. Sin na
bargo, como sabía que de todas maneras la decisión del piral
dente era hacer más severas estas medidas, el comité se Imnlúi
recomendar la reducción de las penas, a enfatizar la difcrcni M
entre calumnia e insulto y a que se excluyera la confiscaciónili
bienes como castigo al condenado; igualmente recomendó ||

2. E l H e r a ld o , C a r a c a s , s e p t i e m b r e 2 9 d e 1 9 5 4 , A P R .
Prohibido criticar al Jefe Supremo 285

creación de una corte especial y la concesión del derecho a


«pelar para evitar posibles abusos del ejecutivo. En la aplica­
ción de esta recomendación, la Corte Suprema de Justicia
designó 48 jueces de Garantías Sociales con jurisdicción espe­
cial sobre las demandas de calumnia, injuria y difamación. De
silos, solo 4 eran liberales y de esos cuatro, tres residían en el
departamento del Chocó, donde no se publicaba ningún perió­
dico3. Se confirmaba así el matiz político de la medida, como
iMinbién la intención de Rojas de ignorarel reiterado propósito
de conciliación nacional para lo cual había sido lleyado al
poder. Ya por entonces era claro que su gobierno sería un
Uobierno de partido y del partido conservador.
La decisión de reimprimir la libertad de expresión con
«linas jurídicas sirvió más a la causa del desprestigio de Rojas
Ijllc al propósito de maquillar su imagen. Schoenfeld, perma­
nente observador del quehacer nacional, escribió a Washing­
ton;

L a d e c i s i ó n f i n a l s e r á m u y i m p o r t a n t e p a r a el P r e s i d e n t e .
S u g a b i n e t e se e n c u e n t r a d i v i d i d o . L o s m i n i s t r o s d e J u s t i c i a y
d e G o b i e r n o — r e p r e s e n t a n t e s d e la u l t r a - d e r e c h a — e s t á n d e
a c u e r d o c o n el d e c r e t o t a l y c o m o f u e r e d a c t a d o . E s t a f r a c c i ó n
es e x t r e m a d a m e n t e i m p o r t a n t e p a r a el P r e s i d e n t e y a q u e e n
d í a s p a s a d o s e l e m e n t o s n o m i l i t a r e s q u e lo a p o y a b a n se h a n
m o v i d o h a c i a la n e u t r a l i d a d o h a c i a la o p o s i c i ó n t á c i t a . N o
o b s t a n t e , si el P r e s i d e n t e a c c e d e a l a s p r e s i o n e s d e e s a f r a c c i ó n ,
e n t o n c e s a r r i e s g a el a p o y o d e l o s p i n i s m o y d e l a l z a t i s m o y
c o n d u c e al lib e ra lis m o a u n a o p o s i c ió n d e fin itiv a [...] D e m o ­
m e n t o el d o c t o r P a b ó n N ú ñ e z d e c l a r ó a la p r e n s a q u e el g o b i e r ­
n o t a l v e z a c e p t a r í a a l g u n a s e n m i e n d a s m e n o r e s al d e c r e t o p e r o
q u e b a j o n i n g u n a c i r c u n s t a n c i a l o a n u l a r í a 4.

i --------
I E E U a D E , d i c i e m b r e 16 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 1 2 - 1 6 5 4 , R G 5 9 , N A .
4 S ch o en feld a D E , o c tu b re 7 d e 1 9 5 4 ,7 2 1 .0 0 (W )/1 0 -7 5 4 , R G 59, N A .
* m a y o ría d e los e n t r e v i s t a d o s c o i n c i d i e r o n e n a f i r m a r q u e el d e s p r e s t i g i o y

! I I m p o p u l a r i d a d e n m a t e r i a p o l í t i c a a q u e lle g ó el g o b i e r n o d e l g e n e r a l
I’i n i l l a s e d e b i ó e n g r a n p a r t e a P a b ó n N ú ñ e z , a s u c a r á c t e r s e c t a r i o , a
i litlll ir n c ia d i a r i a q u e m a n t u v o s o b r e el e s p í r i t u m á s b i e n s i m p l e y p u s i l á n i -
286 El Jefe Supremo

En efecto, no fue anulado, pero sí modificado y sustituido


por el decreto número 3000 de octubre 13 de 1954, en el cmil
Rojas accedía a las recomendaciones del comité, si bien I»
recomendación principal de sus integrantes había sido que «ir
dejara la legislación tal y como hasta entonces existía. Sin
embargo, la intención de prohibir críticas —éstas se interpretu
rían como insultos y serían severamente sancionados— prcv»
leció y la pena se aplicaría doble a quienes tocaran a lo»
funcionarios de cierta categoría, incluidos los de servicio»
públicos, y los oficiales de las Fuerzas Armadas. Las sancione*
correrían parejas para la radio, la televisión y la prensa y lo»
responsables no serían solo los periodistas, sino también lo»
editores y los directores. Las penas iban de multas casi conli»
catorias a la clausura del informativo durante 10 días. I n»
aclaraciones y explicaciones del Presidente y del ministro de
Justicia en el sentido de que la ley lo único que prendía cid
proteger a los ciudadanos de la calumnia, no lograron conven
cer a la opinión pública que interpretó la medida como un pa*u
más del gobierno para acallar la oposición que por entonen
tomaba forma en el ámbito de lo político. La embajada norte»
mericana sostuvo igual opinión ante el Departamento de I'»
tado:

A u n q u e e n l a i n t r o d u c c i ó n se a f i r m a q u e el d e c r e t o r*l<
d i r i g i d o a la p r o t e c c i ó n d e l o s c i u d a d a n o s c o n t r a la c a l u m n m *
la i n j u r i a , e l p r o p ó s i t o r e a l es p o l í t i c o y e s t á d i s e ñ a d o pin»
s i l e n c i a r la o p o s i c i ó n a l p r e s e n t e r é g i m e n . U n o n o p u e d e cvllul
c o m p a r a r l o c o n la le y p e r o n i s t a c o n t r a “ el d e s a c a t o ” e n Argni
t i n a . D e s d e el p u n t o d e v i s t a j u r í d i c o , e s t a ley e s m u y polx*
e s t á m a l r e d a c t a d a y es t a n v a g a q u e p e r m i t e c u a l q u i e r in tci pi#
t a c i ó n p o r p a r t e d e la s a u t o r i d a d e s e n c a r g a d a s d e a p l i c a d » ' 5*

m e d e l g e n e r a l y a l p o d e r c a s i i l i m i t a d o d e q u e g o z ó c o m o m i n i s t r o il» ll
p o l í t i c a d e l r é g i m e n . P a b ó n N ú ñ e z e r a e l ‘c e r e b r o ’ n o ‘g r i s ’, s i n o ‘nqMH
d e t r á s d e l o s a c t o s d e g o b i e r n o , s e g ú n l o d e s c r i b i ó u n e n t r e v i s t a d o q u e pbM
n o se r id e n tific a d o .
5. E E U a D E , o c t u b r e 2 8 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 3 2 / 1 0 - 2 8 5 4 , R G 5 9 , N A
Prohibido criticar al Jefe Supremo 287

Para la prensa liberal las intenciones del ejecutivo eran tan


obvias como para el diplomático norteamericano, motivo por
d cual a finales de noviembre, previa autorización oficial, se
convocó un congreso de prensa en Bogotá cuyo fin era presio-
lllir al gobierno para que reconsiderara las medidas que tan
Clásticamente coartaban la libertad de expresión. Pero, Aran­
do que no descuidaba su reputación de “Goebbels del régi­
men”, envió también sus adeptos y logró dividir el congreso,
citando un bloque que se oponía terminantemente a cualquier
tllNCUsión sobre la ley de injuria y calumnia y que, aderbás, se
proclamó francamente hostil a las propuestas de El Tiempo y
de El Espectador. Las directivas de los dos diarios liberales se
teliraron de las sesiones y con ellas los representantes del
Circulo de Periodistas de Bogotá, de El Universal, Cromos y El
( arreo. Los esfuerzos por continuar con las discusiones sobre
Id libertad de prensa fracasaron definitivamente cuando un
(iiipo de conservadores pidió que se sentara una protesta por
«I destierro de Laureano Gómez y sus hijos Alvaro y Enrique
»n su calidad de periodistas. La resolución se aprobó pero
c u m iótal alboroto entre el grupo oficialista que la mesa direc­
tiva del congreso, para evitar desórdenes már graves, clausuró
U reunión6.
¡m República, el diario del ex-presidente Ospina quien aún
«litigaba esperanzas de participar efectivamente en el régimen
(f de suceder a Rojas en el poder, en su editorial se refirió al
dlcrcto sobre calumnia como a “ Un Decreto Admirable”7.
Sin embargo, antes de terminar 1954, el decreto admirable
Mhabía servido para acosar al periodista de El Tiempo, Alber­
to (¡alindo denunciado por oficiales del ejército bajo el cargo
•I calumnia poruña columna titulada “ Navidad sin Comisa-
linio” en la cual Galindo afirmaba que los militares recibían
lublc sueldo mientras durara el Estado de Sitio. También se
•«liria con sorna y sarcasmo a los pocos privilegiados de las
Imuzas Armadas que podían comprar cadillacs, champaña,

ft. El Universal, C a r a c a s , n o v ie m b r e 10 d e 1954, A P R .


7. l,a República, o c t u b r e 16 de 1954.
288 El Jefe Supremo

carne y leche baratos en los comisariatos del ejército mientra*


los precios eran subsidiados con “el sudor y el hambre" de
11.000.000 de contribuyentes. El Departamento de Estado cu
Washington recibió la siguiente apreciación sobre el incidente
“ La injuria no pasó de ser una inexactitud pues con el Estado
de Sitio es el tiempo el que cuenta doble pero no se paga doble y
esa imprecisión proporcionó a Rojas motivo suficiente pata
apelar a los jueces. Antes de que se abriera juicio alguno, el
propio Presidente declaró públicamente que a Galindo solo lo
movía su odio por los militares y que él solo, con su artículo,
‘fatalmente’ se había impuesto las sanciones propias del decir
to. El veredicto de culpabilidad anticipado por el Presidente
intimidó al periódico el cual publicó una nota que fue interine
tada por muchos como un tácito retiro de apoyo a Galindo
Este, a su vez, publicó otra columna titulada “ Posdata” en lit
cual hacía una apología de las Fuerzas Armadas y presentnhi»
excusas por sus afirmaciones” . “Galindo tiene la habilidad il»
crisparle los nervios al Presidente” 8.
El proceso contra Galindo terminó a mediados de 19Vi
El fallo lo condenó a pagar 13 mil pesos o un año de cárcel pul
cada cinco pesos. Por el mismo caso, fue multado por 26.IHW
pesos Roberto García-Peña, director de El Tiempo, por pemil
tir la publicación de la columna de Galindo9.
Pero, Alberto Galindo no fue el único periodista am#
drentado por el régimen. El columnista Juan Lozano y Lo/uini
también debió responder por atentar contra la seguridad mi
cional, es decir, contra la susceptibilidad del presidente evidi ii
temente herida por el ‘Jardín de Cándido’, columna editoilül
publicada en El Correo de Medellín. El caso de Lozano y
Lozano, manejado directamente desde el Ministerio de Gucin
por el general Gabriel París y vigilado de cerca por el Su
ilustra a pleno sol la atmósfera de intimidación a la vez que luí
incoherencias del régimen en materia de censura. Los dooi
mentos de archivo indican cómo, en primera instancia, w

8 . E E U a D E , d i c i e m b r e 21 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 3 2 / 1 2 - 2 1 5 4 , R G 5 9, N \
9 . E E U a D E , j u n i o 12 d e 1 9 5 6 , 7 2 1 . 3 2 / 6 - 1 2 5 6 , R G 5 9 , N A .
Prohibido criticar a! Jefe Supremo 289

consideró la posibilidad de juzgar al columnista en un tribunal


castrense acusado de “delito contra los intereses de las Fuerzas
Militares” . Luego, se decidió aplicarle el decreto 2835 que
consideraba punible toda sugerencia o afirmación irrespetuo­
sa contra el Presidente de la República y las Fuerzas Armadas
tic Colombia. Para que respondiera a tales cargos, Lozano y
Lozano fue citado al Juzgado Segundo de Instrucción del
Servicio de Inteligencia Colombiano con el fin de que identifi­
cara la columna como suya. La orden de citación firmada por
t>l jefe del Sic, rezaba textualmente:

P o r o r d e n d e l E x c e l e n t í s i m o s e ñ o r P r e s i d e n t e d e la R e p ú ­
b l i c a y e n v i s t a d e q u e e n el d i a r i o El Correo d e M e d e l l í n e d i c i ó n
c o r r e s p o n d i e n t e a l s á b a d o d i e z y s i e t e d e lo s c o r r i e n t e s se
p u b l i c ó u n a r t í c u l o t i t u l a d o J a r d í n d e C á n d i d o c o n la c a r i c a t u ­
r a d e l s e ñ o r J u a n L o z a n o y L o z a n o , e n el c u a l a p a r e c e n c a r g o s
d e e x t r a o r d i n a r i a g r a v e d a d , el s e ñ o r J u e z S e g u n d o d e I n s t r u c ­
c i ó n d e l S i c . , se s e r v i r á c i t a r y h a c e r c o m p a r e c e r a s u d e s p a c h o
al s e ñ o r J u a n L o z a n o y L o z a n o p a r a q u e b a j o la g r a v e d a d d e l
j u r a m e n t o d i g a si el a r t í c u l o d e q u e se h a h e c h o m e n c i ó n f u e
e s c r i t o p o r él.

A lo cual el acusado, con la misma candidez de su jardín,


ffupondió:

Sí, c o m o n o ; e s e a r t í c u l o q u e se m e h a p u e s t o d e p r e s e n t e y
p u b l i c a d o e n el d i a r i o El Correo d e M e d e l l í n e n s u e d i c i ó n d e l
17 d e l o s c o r r i e n t e s , t i t u l a d o “ J a r d í n d e C á n d i d o ” , es e s c r i t o
p o r m í 10.

El columnista fue reprendido por la autoridad y el caso


mi liivado. Con esta decisión, el régimen pretendía mostrar su
hmicvolencia pero también su decisión de desterrar toda “críti­

10. G a b r i e l P a r i s , M i n i s t r o d e G u e r r a a l C o m a n d a n t e G e n e r a l d e la s
• m h / hs A r m a d a s , d i c i e m b r e 2 1 / 5 5 ; B r i g a d i e r g e n e r a l J o s é R . A s t o r q u i z a ,
• h ih l o r G e n e r a l d e S e r v i c i o s d e l C o m a n d o G e n e r a l , a l C o m a n d a n t e d e l a
290 El Jefe Supremo

ca destructiva” contra el gobierno de las Fuerzas Armadas,


según señaló Lucio Pabón a Jorge Luis Arango en memorán­
dum fechado el 12 de enero de 1956.
Mientras el Presidente, asesorado por su ministro de Go
bierno, apelaba a la ley para silenciar la prensa, la ODII’I!
ampliaba su equipo para hacerlo más eficiente. Con ese fin, it
comienzos de 1955, Jorge Luis Arango contrató como asesoi a
Karl von Merk, ex-jefe de espionaje alemán en Argentina y
ex-secretario de Josef Goebbels, siniestro jefe de propagamlu
nazi en los años de la guerra*11.

El Jefe Supremo

Fue también por esos días en que los periodistas cuín


acosados por el “decreto admirable” que a los despacho»
ministeriales y demás dependencias oficiales y militares, licuó
la siguiente circular:

C o n el r u e g o d e t e n e r e n c u e n t a la s i n s t r u c c i o n e s im p a ill
d a s p o r la P r e s i d e n c i a d e la R e p ú b l i c a , m e p e r m i t o m a n i f e s l it t i
u s t e d p o r m e d i o d e l p r e s e n t e o f i c i o q u e c u a n d o m a n d e alguii

B r i g a d a d e I n s t i t u t o s M i l i t a r e s , d i c i e m b r e 2 2 / 5 5 ; L u i s E . O r d ó ñ e z , .lele M
S I C al J u z g a d o S e g u n d o d e I n s tr u c c ió n del S IC , d ic. 2 3 /5 5 ; D e c la ra c ió n d (
Ju a n L o z a n o y L o z a n o , d iciem b re 2 5 /5 5 , A P R .
11. 7 2 1 . 0 0 ( W J / 2 - 3 5 5 , f e b r e r o 3 d e 1 9 5 5 . P o r e s o s d í a s , A r a n g o comill
c ó a l C o n s e j o d e E s t a d o el c o n t e n i d o d e l a s R e s o l u c i o n e s N ú m e r o s 57 y
p r o m u l g a d a s d e s d e s e p t i e m b r e d e 1 9 5 3 , y q u e e r a n p r o d u c t o s d e s u pm|il
c o se c h a : “ L o s M in is te rio s de G o b i e r n o y de G u e r r a y los Gobernadla
In te n d e n te s y C o m is a rio s tie n e n fa c u lta d d e s u s p e n d e r u n a p u blion
c u a n d o , a j u i c i o d e l r e s p e c t i v o a g e n t e d e l G o b i e r n o , s e a i m p o s i b l e es ta h l
s o b r e ella u n a c e n s u r a s u f ic ie n te , o c u a n d o v io le n la s d is p o s ic io n e s adn
d a s p o r e l G o b i e r n o . E l M i n i s t r o d e C o r r e o s y T e l é g r a f o s h a r á u s o , |m i » |
r e l a t i v o a r a d i o d i f u s i ó n , d e l a s a u t o r i z a c i o n e s d e q u e t r a t a n l a s d i s p o s u lutt
l e g a l e s s o b r e l a m a t e r i a y l a s c o n f e r i d a s p o r m e d i o d e e s t e D e c r e t o , qui tV
d e s d e s u e x p e d i c i ó n ” . A r a n g o a I d e l f o n s o M é n d e z , C o n s e j e r o d e I -iml
a b r i l 12 d e 1 9 5 5 , A P R .
Prohibido criticar al Jefe Supremo 291

documento para la firma de Su Excelencia, la antefirma debe


quedar así:
“Teniente General Jefe Supremo Gustavo Rojas
Pinilla Presidente de Colombia”12.

I'.l departamento de Estado por la libertad de prensa

En los primeros días de enero de 1956, Henry Holland,


asistente del Secretario de Estado para Asuntos Interamerica-
nos, llegó a Bogotá. Entre los asuntos tratados durante la
visita, Holland manifestó que la opinión pública norteameri-
uma no toleraría que su país continuara con la asistencia
ÍConómica a Colombia si el gobierno persistía en sus violacio­
nes a la libertad de prensa. Rojas prometió a Holland que
encontraría una solución para resolver el problema de “conci-
llnr la libertad de prensa con la necesidad de una prensa
irsponsable” . De hecho, en varios discursos anunció que
pronto entraría en vigencia un nuevo estatuto de prensa basa­
do en las normas de prensa de los Estados Unidos. Para el
ifccto conformó una comisión de cinco abogados —entre ellos
I iluardo Zuleta Angel que había renunciado a la embajada en
Washington— con el fin de que redactaran un estatuto de
prensa. Zuleta aceptó encabezar la comisión bajo el entendi-
inlrnto de que Rojas haría honor a las recomendaciones.
El 21 de febrero de 1956, la comisión se presentó en
I'mIiicío con un borrador de 105 artículos basados en su mayoría

12. J e fe d e S e c c ió n A d m i n i s t r a t i v a , m e m o r á n d u m a t o d a s las d e p e n ­
d í a Iiis o f i c i a l e s , d i c i e m b r e 4 d e 1 9 5 4 , A M R E . L a v a n i d a d d e R o j a s l o h a b í a
•Wvmln a c o m p e t i r c o n o t r o s d i c t a d o r e s l a t i n o a m e r i c a n o s , e n m a t e r i a d e
iliiilni d e c o m p a r s a y a u t o - a d u l a c i ó n : G a s p a r R o d r í g u e z d e F r a n c i a , p o r
t# ll l|ilo , se p r o c l a m ó a sí m i s m o el S u p r e m o D i c t a d o r P e r p e t u o d e l P a r a -
fn*v, e n R e p ú b l i c a D o m i n i c a n a , R a f a e l L e ó n i d a s T r u j i l l o se h i z o c o n o c e r
nuiiii el D o c t o r G e n e r a l í s i m o B e n e f a c t o r d e l a P a t r i a ; l o s v e n e z o l a n o s f u e -
n ü iib e rn a d o s p o r El R e s t a u r a d o r , J u a n V ic e n te G ó m e z y lo s b o liv ia n o s
i i el C a p i t á n G e n e r a l P r e s i d e n t e d e la R e p ú b l i c a M a r i a n o M e l g a r e j o .
1m undo Z u lu a g a , Novela del Dictador, Dictadores de Novela (B o g o tá,
H ilo» V a le n c ia E d it o r e s , 1977), p p . 29-40).
292 El Jefe Supremo

en las normas sobre injuria y calumnia que regían la prensa en


el estado de Nueva York. Rojas no solo incumplió su promesn
de aceptar el estatuto, sino que existe una buena dosis ilr
probabilidad de que jamás llegó a leerlo13.

13. T a d S z u l c , T w ilig h t o f th e T y r a n ts , ( H e n r y H o l t a n d C o m p itiif


N e w Y o r k , 1959), p. 236.
26. La clausura de El Tiempo

Durante el mes anterior a su cierre forzoso, El Tiempo asumió


posiciones que indudablemente irritaban al gobierno del gene-
tul. Predominaba en ellas el desafecto del partido liberal hacia
el régimen, aunque no faltaban las críticas de un diario harto
de vivir sometido a la asfixia informativa.
Los editoriales de ese período demuestran cómo su direc­
tor, Roberto García-Peña, lanzaba dardo tras dardo contra el
gobierno. Cuando el 2 de julio de 1955 un decreto dispuso que
los magistrados de la Corte Militar de Casación y Revisión y
los del Tribunal Superior Militar serían nombrados y removi­
dos libremente por el ejecutivo y carecerían de período fijo, El
llmpo editorializó que la justicia militar quedaba así asimila-
ilu a la simple burocracia y que se daba “el más abusivo paso
jinda la absoluta concentración de poderes en una sola ma­
llo’".
Más de una glosa formularon en julio de 1955 las notas
editoriales de El Tiempo contra el estado de sitio excesivamente
(Molongado. Afirmaba el diario que el gobierno echaba mano
(Id estado de sitio para designar a su antojo a los miembros del
poder judicial, crear nuevos impuestos, contratar sin licitación
t embarcarse en una política armamentista, sin que ningún
■o(taño representativo de los ciudadanos pudiera debatir o
tuviera que aprobar esas decisiones del ejecutivo2.I
I T I T ie m p o , j u l i o 6 d e 1 9 5 5 .
). T I T ie m p o , j u l i o 7 y 15 d e 1 9 5 5 .
29 4 El Jefe Supremo

El enojo del director García-Peña claramente subió dí­


tono con el asesinato de Emilio Correa Uribe, fundador y
director de El Diario, periódico liberal de Pereira. El 8 de julio
Correa Uribe y su hijo Carlos Correa Echeverry, de 25 año*,
abogado javeriano y gerente de El Diario, regresaban en su
automóvil de un viaje a Cali. A las 8 de la noche, rumbo n
Pereira, un jeep se les vino encima con obvia intención de
chocarlos. El conductor comenzó a insultar a los Correa que
pese a ser inocentes ofrecieron pagar los daños. En el momento
en que Emilio Correa descendía de su carro fue baleado v
murió inmediatamente. Luego le dispararon a su hijo Cario»
que falleció dentro del vehículo. Los dos asesinos huyeron n
pie por un potrero. El Tiempo llamó “ pretexto cobarde" ni
choque entre los dos vehículos y recordó cómo el pueblo drl
Valle atribuía la sangría que vivía ese departamento “a lo
macabra organización de los pájaros fichas despreciables, m u

temor de Dios, sin respeto a nada, agresivos, provocado


res...”3.
El Tiempo reflejó en su editorial la opinión general según
la cual los pájaros eran los responsables de las muertes de lo»
Correa y de otros liberales asesinados en el Valle incluyendo ul
corresponsal del periódico en el municipio de Caicedonin
Pedía el editorialista que se hicieran reales las promesas del 11
de junio “ no más sangre; no más depredaciones en nombre dr
ningún partido político ni en nombre de ninguna causa pof
más santa que parezca. Que no haya violencia contra la vio
lencia; justicia sí”45. “Callar, disimular la trascendencia de lo»
delitos” —insistía el editorial— “ sería tanto como autori/ai
los o favorecerlos. Y eso no puede ser tarea de la prensa"'
La sangre que manaba del Valle del Cauca diflcilmeiil»
permitía a los liberales editorializar sobre otras materias. I I M
de julio se publicó en el periódico de Eduardo Santos una caí ln
proveniente de Tuluá que adquiriría fama como la ‘carta dd

3. E l T ie m p o , j u l i o 10 y 11 d e 1 9 5 5 .
4. E l T ie m p o , j u l i o 9 d e 1 9 5 5 .
5. E l T ie m p o , j u l i o 12 d e 1 9 5 5 .
La clausura de El Tiempo 295

batallón suicida’. Sin pelos en la lengua, diez liberales expo­


nían una dramática situación que muchas veces se ha repetido
tm la historia de Colombia. Nos referimos a asesinos o delin­
cuentes que el país, incluidas las autoridades, reconoce como
tales, y que pese a sus fechorías se pasean desafiantes, salen
velozmente de la cárcel cuando fugazmente han entrado a ella
y ejecutan sus empresas criminales a ciencia y conciencia,
mientras aterrorizan regiones enteras. Ese era el caso de León
María Lozano, alias El Cóndor, y así lo describía la carta de
los 'suicidas de Tuluá’. Los autos de detención en su óontra no
»r hacían efectivos, le decomisaron el revólver pero no tardó en
recuperarlo con nuevo salvoconducto, y el gobernador conser­
vador del Valle, Diego Garcés Giraldo, no dudó en elogiarlo
durante un homenaje al coronel Ignacio Rengifo, y lo invitaba
a sus giras oficiales y lo sentaba a su mesa a la vista del pueblo.
Conscientes del enemigo tenebroso que denunciaban, los
diez liberales tulueños remataban así su carta pública: “ Bien
«abemos que la presente puede significar la firma de la senten-
tlii de muerte para nosotros, y que vendrán las amenazas...”6.
Cuarenta y ocho horas después de publicada la denuncia
dol 'batallón suicida’, cayó asesinado el abogado Aristides
Arrieta Gómez. De acuerdo con el editorial de El Tiempo era
de lógica elemental suponer que la mano del ejecutor material
drl delito “ fue armada por quienes han sembrado el espanto en
ln región y llevado dolor y luto a miles de hogares nobilísi­
mos”. No era necesario inculpar por su nombre y alias a
11 Cóndor. “ Los caminos de la verdad” —continuaba el edito-
ilnl— “están claramente abiertos y si no se transitan es porque
«liste la deliberada voluntad de no transitarlos. ¿Porqué?¿Por
miedo acaso? No lo creemos. ¿Por inexplicables e injustifica­
bles intereses políticos? Quizás y es esto lo que angustia toda
Mpcranza de redención” 7.

(>. E l T ie m p o , j u l i o 15 d e 19 55; l a c a r t a l a f i r m a r o n A l f o n s o S a n t a c o l o m a
H . Ig n a c io C r u z R ., A l v a r o C r u z L o z a d a , D a n ie l S a r m i e n t o L o r a , D ie g o
I tu / R ., A r i s t i d e s A r r i e t a G ó m e z , A n d r é s S a n t a c o l o m a S ., F a b r i c i a n o
fiilltar, D o n a l d o A r r i e t a G ó m e z y J a i m e V a l e n c i a A .
7, E l T ie m p o , j u l i o 18 d e 1 9 5 5 .
29 6 El Jefe Supremo

Fue el último editorial recio de Roberto García-Peña. Al


día siguiente, el gobierno prohibió todas las información»»
sobre hechos de violencia en el Valle, con lo cual pared»
adherir a la conducta que El Tiempo había considerado repug
nante porque al silenciar las voces de protesta. Rojas implícita
mente autorizaba o favorecía los delitos.
El 24 de julio la censura logró además que desaparecieran
los editoriales del periódico. En su lugar, se publicaban cohun
ñas de relleno como la titulada “¿Es el teatro un género ni
decadencia?” . El vacío editorial se prolongó hasta el 3 de
agosto cuando García-Peña en una nota mesurada recordó
que el periodismo colombiano había sido siempre responsable
y respetable. Fue el último día en que circuló el periódico,

¿Quién le teme al Jefe Supremo?

El 30 de julio el Presidente y una comitiva de 75 persona»


sumados ministros del despacho, generales de la República,
familiares, banqueros, industriales, periodistas, magistrados y
amigos personales, y sus esposas, arribaron a Quito en visll»
presidencial8. En rueda de prensa, el 31 de julio, en Quito,
Rojas afirmó que El Tiempo y El Espectador aprovechaban
políticamente la muerte de los periodistas Emilio Correa lililí#
y su hijo Carlos para desprestigiar al gobierno. Como respot’*
ta a las palabras del Jefe Supremo, el director de El Tiempo,
Roberto García-Peña, envió el siguiente telegrama al dircilut
del diario El Comercio en Quito, donde fue publicado:

Bogotá, agosto 1 de 1955 —Señor Jorge Mantilla, II


Comercio— Según comunica la Associated Press el Presidi'illl
Rojas declaró que El Tiempo y El Espectador habían explolml»
con fines políticos la muerte en accidente de tránsito de li»l
personas. Posiblemente el presidente se refería al asesinalnil»

8. D e c r e t o 2 0 7 9 d e j u l i o 2 9 / 5 5 , p o r e l c u a l s e d e s i g n a u n a coitilll*
AM RE.
La clausura de El Tiempo 297

Em ilio Correa Uribe D irector de El D iario de Pereira y de su


hijo el abogado Carlos Correa por asesinos que en el Valle del
Cauca son con ocid os con el nom bre de p ájaros, crim inales a
sueldo de la violencia política. El asesinato de los Correa que
no fue accidente de tránsito com o lo quieren hacer aparecer
está siendo investigado pero sus autores m ateriales ya bien
con ocid os no han sido sin em bargo capturados y el crim en
continúa im pune. Te ruego hacer esta aclaración con mi firma
porque no es posible que la verdad se deform e al am paro de la
generosa hospitalidad ecuatoriana. Cordial abrazo, R oberto
García Peña” 9.

La reacción del Presidente, desde Quito, fue inmediata. El


«obierno expidió un comunicado en que negaba que Rojas
hubiera atacado a los dos diarios capitalinos y afirmaba que
la investigación contra los responsables de la muerte de los
(‘orrea la adelantaba un juez de instrucción criminal, inclusi­
ve, de la misma filiación política de las víctimas.
Simultáneamente con el comunicado oficial llegó a El
ilempo la exigencia de una rectificación. Más que rectificación
Hojas quería una satisfacción pública al agravio que creía
Itttber recibido. El perdón solo sería otorgado después de que el
periódico publicara durante 30 días consecutivos, en primera
|i(jgina, una rectificación redactada por la O D 1 P E pero con la
firma responsable del director del periódico.
En el Consejo de Ministros, Rojas aseveró que el mensaje
ilc García-Peña a El Comercio “ Ultraja a la patria y lanza
(♦yendas calumniosas y malévolas” . Propuso entonces sancio­
nar ejemplarmente tanto a El Tiempo como a García-Peña. Los
ministros convinieron en el castigo contra el periódico aunque
illureparon frente a la sanción personal a su director. Se
mmisionó a Lucio Pabón Núñez, Evaristo Sourdís y Luis Caro
I n ailon, ministros de Gobierno, Relaciones y Justicia, para

9. E l C o m e r c io , Q u i t o , a g o s t o 2 d e 1 9 5 5 , p . I , A M R E .
298 El Jefe Supremo

redactar la rectificación que se exigiría como sanción ejemplar


a El Tiempo'0.
La rectificación exigida por Rojas citaba el cable c|iu-
Mantilla había publicado en El Comercio, agregaba que la
información contenida en él no era cierta y aseguraba que dos
de los asesinos estaban detenidos. La rectificación terminaba
con estos tres párrafos:

La frase final de la carta (cable) que dice: Ruégoles publi


car esta declaración, pues no es posible que la verdad se deloi
me al am paro de la generosa hospitalidad ecuatoriana es en
extrem o grave y reconocem os que sus térm inos son altamente
injuriosos para el jefe del E stado, especialm ente en momento
en que visitaba una nación am iga.
D am os en nom bre de nuestro periódico y de nuestio
director señor R oberto G arcía-Peña, públicas excusas al señot
Presidente de C olom bia y confesam os que incurrim os en un
agravio injusto, ya que lo dicho por él en la sesión de prensil
habida en la Ciudad de Q uito, es rigurosam ente cierto.
Con miras a reparar este agravio, y adem ás a evitar sus con
secuencias, especialm ente de índole internacional ocasionad.!*
por la ca-ta en referencia, hacem os la presente publicación, rn
lugar de preferencia, en la primera página de El Tiem po".

García-Peña rehusó la pretensión del Presidente aunque


ofreció rectificar, él mismo, por una vez, las afirmacionn
enviadas al diario de Quito. El texto que el director del periódi
co infructuosamente propuso, decía:

D on R oberto G arcia-Peña, con fundam ento en la infot


m ación de la A ssociated Press que publicó La República cu su*1

10. A c t a 5 9 , C o n s e j o d e M i n i s t r o s , a g o s t o 3 d e 1 9 5 5 . N o t o d o s lo»
m i n i s t r o s e s t u v i e r o n d e a c u e r d o c o n l a c l a u s u r a d e E l T ie m p o . C a s t o r .liiiit
m i l l o A r r u b l a d i s e n t i d d e l a m e d i d a . A c t a N o . 6 0 , C o n s e j o d e Min is tril*,
a g o s t o 10 d e 1 9 5 5 .
11. S o c i e d a d I n t e r n a c i o n a l d e P r e n s a ( S 1 P ) a l P r e s i d e n t e d e l Trib uim l
I n te r a m e r ic a n o d e P re n s a , sin fe c h a , A M R E .
La clausura de El Tiempo 29 9

edición del lunes 1 de agosto, consideró indispensable rectificar


la afirm ación de que tanto este periódico (E l Tiempo) co m o El
E spectador habían exp lotado con fines p olíticos un sim ple
accidente de tránsito. C om o tal afirm ación era evidentem ente
grave, el Sr. G arcía-Peña quiso aclarar ante los lectores ecu ato­
rianos una situación que m oralm ente podía com prom eter a dos
periódicos responsables.
C on ocid os los h echos a que se refiere la declaración ante­
rior y ten ien do en cuenta que según el com u n icad o el señor
Presidente no dijo lo que el corresponsal de la A ssociated Press
p uso en sus labios, el Sr. G arcía-Peña acepta por cierta la
versión del anterior com u nicado y m anifiesta, adem ás, que en
ningún caso sus palabras tuvieron otro propósito que el de
aclarar ante la op inión la con d ucta de d os periódicos tradicio-
nam ente celosos de ¡a verdad.
El Sr. G arcía-Peña ve con satisfacción que la investigación
a que él se refirió en su m ensaje ha culm inado ya con la prisión
de d os de los autores del h om icid io de los señores C orreas12.

Rojas insistió en sus términos: 30 días consecutivos, pri­


mera página, redacción facturada en Palacio, pero firmada por
(larcía-Peña. Ante la negativa de El Tiempo de aceptar tales
tundiciones, el gobierno clausuró el periódico, con base en el
Decreto Legislativo 1723 de 1953 que autorizaba a la ODlPEla
Itispensión de publicaciones. En su artículo No. 1 la Resolu­
ción Número 36, ordenaba suspender “ la publicación del
periódico El Tiempo registrado con el número 954 en el Minis­
terio de Gobierno” . El artículo No. 2 encargaba del cumpli­
miento de la Resolución a la Policía Nacional. La resolución no
lit firmaba el presidente de la República, sino el director de la
Odipe, Jorge Luis Arango13. El país fue informado de la
tliiusura con el siguiente comunicado:

El E xcelentísim o Señor Presidente de la R epública G ene­


ral Jefe Suprem o de las Fuerzas A rm adas, llevando su toleran­

12. R o b e r t o G a r c í a - P e ñ a , r e c t i f i c a c i ó n i n é d i t a , A P R .
13. R e s o l u c i ó n N o . 3 6 d e l 4 d e a g o s t o d e 1 9 5 5 .
300 El Jefe Supremo

cia y m agnanim idad hasta lo extrem o, le dio oportunidad ¡il


señor director de El Tiem po, para que por m edio de una clara y
explícita rectificación reparara el agravio a C olom bia y a su
Presidente, oportunidad que, al no ser aceptada por él, luí
llevado al G obierno de las Fuerzas A rm adas, en acuerdo con
tod os sus m inistros, a clausurar el m en cion ado p eriód ico14.

El comunicado fue leído por Pabón Núñez a través de la


radio y la televisión la noche del 4 de agosto. Mientras tanto el
Comandante de la guarnición de Bogotá cumplía órdenes de
no permitir la circulación de El Tiempo. De hecho, sus talleres v
sala de redacción estaban ocupados por soldados y policías. A
ningún periódico nacional se le permitió dar la noticia, con
excepción de El Colombiano que publicó una brevísima nolit
informando: “£7 Tiempo no aparecerá hoy porque no le lúe
posible publicar un comunicado de su director relacionado
con el mensaje enviado por García-Peña a Quito” 15.
El 25 de julio, seis días antes de la visita presidencial >i
Ecuador, el juez Alfonso Pinto Ramírez había llegado a ln
siguiente conclusión:

N o es posible pensar en que el d oble h om icid io hubieu


sido preparado con antelación, y, por ende, que hubiera tenido
m óvil alguno. Para el juzgado, este absurdo d elito no tuvo
otra causa que la colisión de los vehículos en que viajaban
occisos y reos, seguida de la sanguinaria reacción de los tílll

14. C o m u n i c a d o presid en cia de la R e p ú b lic a -O D IP E , ag o sto 1 ■!*


1955, A P R .
15. El Colombiano, ag o sto 5 de 1955. El Colombiano f o r m u l ó uní
p r o t e s t a c o n t r a o t r a a s e v e r a c i ó n d e R o j a s e n Q u i t o , p e r o c u r i o s a m e n t e «»
s a l v ó d e l a i r a p r e s i d e n c i a l . E n Q u i t o R o j a s a f i r m ó q u e la c e n s u r a so lo il
a p lic a b a a c u a t r o d ia r io s c o l o m b i a n o s , sin m e n c i o n a r a F.I Colombiano «I
c u a l le a c a b a b a d e s e r i m p u e s t a . E l 2 d e a g o s t o , F e r n a n d o G ó m e z M a r t l n e l
p i d i ó a R o j a s q u e a c l a r a r a l a v e r a c i d a d d e l a s u n t o p o r q u e d e l o c o n t r a r i o mi
en ten d ía q u ién h ab ía o rd e n a d o cen su ra r a El Colombiano. ( F e r n a n d o (lA
m ez M a rtín ez, Mordaza. M e d e l l í n : e d i t o r i a l G r a n A m é r i c a , 2 e d i c i ó n , iM
f e c h a d e i m p r e n t a ) , p . 16.
La clausura de El Tiempo 301

m os, que procedieron al m ortal ataque sin adm itir la m enor


explicación de aquellos. C ualquier persona que se hubiera
encontrado en las m ism as circunstancias con L on d oñ o, G rana­
da y Lugo, hubiera corrido la fatal suerte de don Em ilio Correa
y su hijo C arlos16.

¿Por qué en lugar de exigir 30 veces la misma rectificación


y convertirse de paso en el blanco de la crítica continental que
empezó a llamarlo dictador y tirano, Rojas no ordenó la
tlifusión del fallo del juez que eximia al gobierno de las acusa­
ciones del periodista? ¿Buscaba la ocasión para silenciar al
periódico, y el telegrama de rectificación de su director, le
hirvió a su propósito? Con fundamento en el fallo judicial,
Hojas hubiera podido demandar al diario por difamación,
pues precisamente con ese fin había expedido el decreto 3.000
que prohibía hablar mal del gobierno. La cuestión se planteó
Pit otros términos: rectificación al capricho del presidente o
»Imisura. Tampoco resulta fácil encontrar respuesta al siguien-
Ir interrogante ¿si el propósito era efectivamente silenciar
nriiódico liberal, entonces por qué autorizó la publicación de
Intermedio con la misma dirección, orientación y planta de
Mulactores? ¿Fue, acaso, la vanidad excesiva la causante de
lodo el episodio?
Lo que no se le permitió decir en voz alta, García-Peña lo
mivió por escrito a Rojas y a sus ministros en un pormenoriza­
do memorial. En él, demostraba concretamente, basado en las
Infirmaciones publicadas en la prensa ecuatoriana, que Rojas
*1 había acusado a los diarios bogotanos de explotar política­
mente el asesinato de “algunos ciudadanos” . De acuerdo con
lit defensa presentada por el director de El Tiempo, los aconte-
•Imíentos se habían desarrollado tal y como fueron denuncia-
di t*i en el telegrama a El Comercio. Los siguientes fueron
«l||linos de los argumentos expuestos:

16. A lfo n so P into R a m ír e z , J u z g a d o 60 de I n s tr u c c ió n C r im in a l al


U in M n r d el D e p a r t a m e n t o d e I n s tr u c c ió n C r i m i n a l d el M in is te r io d e J u s t i -
tl«, ju lio 25 d e 1 9 5 5 , A E C S S .
302 El Jefe Supremo

...por las m ism as inform aciones citadas parece que el sr


ñor Presidente dio una versión de los hechos de sangre acaecí
d os en el país, que los periodistas ignorábam os, y que en el caso
concreto de las m uertes de los señores Correas em pleó término»
que no recoge la rectificación que se quería hacer publicar a "II
Tiem po”, pues según lo transm itido el señor Presidente no
habría m en cion ado los nom bres de los autores del asesinato
sino que por el contrario, y según una de las versiones transinl
tidas, habría m anifestado que aquellos “ no habían sido idenli
fica d o s” , expresión que pudiera confirm ar la de mi cable til
señor M antilla cuando h ablo allí de que no “ han sido captuui
d o s” .

En un memorial de 20 páginas, García-Peña dejó en ciato


que en Colombia no existía ninguna disposición legal qm
autorizara al gobierno a obligar a un ciudadano o a un perióili
co a publicar como suyo propio lo que el mismo gobierno li
exija17.
Rojas no aprovechó razones jurídicas ni atendió conve
niencias políticas. Unicamente le preocupó demostrar que ln
medida tomada contra El Tiempo no solo era conveniente pal»
el país, sino que además gozaba del apoyo popular. La O i >lTI
emprendió la organización de una manifestación pública il»
apoyo a Rojas y su gobierno. Hojas volantes, anuncios radia
les, carteles inundaron a Bogotá invitando a la “cita con la
patria” , “ por la Paz, la Justicia y la Libertad” , el 13 de agosto,
a las 12 del día en el Parque de San Diego18. Los esfuci /u*
fueron en vano. La clausura de El Tiempo ayudó a concreta i la
oposición al régimen dentro del territorio nacional y despeilú
la antipatía de otros países que hasta entonces se hablan
referido a los acontecimientos colombianos con cierta benevn
lencia. La prensa internacional no dudó en utilizar calila nll
vos como tirano, dictador y gobernante arbitrario. “ El Astil

17. R o b e r t o G a r c í a - P e ñ a a R o j a s P i n i l l a y m i n i s t r o s , a g o s t o 8 d e l'*M
APR.
18. H o j a s v o l a n t e s , a n e x a s a l d o c u m e n t o 7 2 1 . 0 0 / 8 - 1 6 5 5 , R ( í 5*>. 8M
La clausura de El Tiempo 303

nato de El Tiempo", tituló El Universal, de Caracas; “ Piden la


prensa y la radio se condene a Rojas Pinilla” , publicó La
l’rensa, de Lima; “ Segundo periódico cerrado en Colombia” ,
difundió el New York Times-, “ Gobierno Militar de Colombia
cerró El Tiempo", fue el titular de El Telégrafo de Guayaquil;
en Costa Rica, a 8 columnas la noticia del día fue “Cerrado por
la fuerza El Tiempo de Bogotá” .
Anticipándose a la manifestación de apoyo popular que
preparaba la O D I P E , las mujeres bogotanas salieron a la calle a
protestar por el cierre del periódico. En primera fila y a lado y
lado marchaban las señoras más prestigiosas y elegantes de
Bogotá, entre ellas las esposas de los ex-presidentes Lleras
( amargo y Olaya Herrera, María Currea de Aya y Esmeralda
Arboleda de Uribe que había acompañado a Rojas a Quito y
que entonces era la única mujer liberal miembro de la Asam­
blea Nacional Constituyente19. Al centro caminaban mujeres
humildes y de clase media. Durante el desfile, muchas curiosas
empleadas de almacenes, secretarias, amas de casa— simpa-
|l/aron con la causa y se unieron en la ruta a la Plaza de Bolívar
it donde pensaban llegar y ser atendidas por el presidente de la
República. Cuando la manifestación se acercaba a la plaza fue
disiielta por la policía con gases, agua con tinta y radio patru­
llas que impedían el avance de la marcha, al tiempo que
tepetían la prohibición del gobierno de llevar a cabo manifes­
taciones públicas.
Evidentemente, la prohibición se refería estrictamente a la
oposición, ya que el “ gran despliegue popular” del Parque
Han Diego, sí se llevó a cabo con la participación obligatoria de
I o n empleados oficiales mientras el transporte de los partici­

19. Según fuentes de la embajada norteamericana, Bertha Hernández


<>spina, — esposa del ex-presidente Ospina Pérez, benefactor político de
— participó activamente en la organización pero no en la marcha
Mhinu. Por lo demás, El Colombiano que seguía la línea ospinista, dedicó su
«'llicirial del 12 de agosto a elogiarla actitud patriótica de la mujer colombia­
na (CEU a DE, agosto 19/55, 721.00/8-1955, NA; El Colombiano, agosto 12
t, 1955).
30 4 El Jefe Supremo

pantes y la difusión de propaganda los financiaba el gobierno ti


través de la O D I P E . El Departamento de Estado en Washing
ton se mantuvo minuciosamente informado por sus hombre»
en Bogotá:

D espués de anunciar repetidam ente a través de la prcii»a


adicta al gobierno y con abundante publicidad oficial, la maní
festación del 13 de agosto tuvo lugar en B ogotá, en apoyo del
presidente Rojas Pinilla sin ningún incidente y sin entusiasma
ya que las Fuerzas A rm adas habían tom ad o toda clase d*
precauciones a lo largo de la ruta para evitar incidentes. Non'
perm itió la venta de licores. Tal vez 30 ó 40.000 civiles marcha
ron hasta el Palacio de N ariño, d ond e fueron recibidos poi rl
Presidente, su fam ilia, el gabinete m inisterial, losjefes militan'»
y otros. La m ayoría de los m anifestantes eran campesino»
traídos, desde varios D epartam entos, a B ogotá por el gobio
no, en trenes, buses y cam iones. El contingente más grande
vino de Boyacá. C on ellos m archó otro contingente grande de
trabajadores oficiales. La m ayoría eran, ob viam ente, conserva
dores, m uchos llevaban banderines y otros sím b olos del paill
d o , a pesar de la advertencia de que toda señal partidista estada
prohibida (las autoridades no hicieron ningún intento de cotí
fiscar estos sím b olos de partido). G ritos de “ viva el pailnlil
conservador” predom inaron con algunos vivas esporádico» al
Presidente, al gobierno y a las Fuerzas A rm adas. Los mainb *
tantes por lo general se m ostraron apáticos y los observadm e»»
m irones todavía más. A ntes que esperar al discurso presidí ti
cial, los m anifestantes se dispersaron al concluir la marcha
La m anifestación que se anunció com o una demostrni láit
acogedora y espontánea de a p oyo al presidente, fue obvian»a
te artificial y evidentem ente un esfuerzo por parte del gobierna
de “ probar” que existe ap oyo popular a la m edida impopiilat
adoptada por el gobierno al cerrar El Tiempo [...] El númcnnl»
m anifestantes estuvo muy lejos de llegar a los 200.000 cuín»
anticiparon los organizadores, y los que asistieron era nhvltl
que no estaban allí voluntariam ente [...] La mayoría de ln|
periódicos de las d os fdiaciones políticas no tuvieron mét
La clausura de El Tiempo 305

remedio que criticar la situación o ignorarla debido la censu-

I,¡l>orales subversivos

La oposición no se cruzó de brazos. Amigos y seguidores


tlcl ex-presidente Santos organizaron un banquete de solidari­
dad con El Tiempo y su propietario. El agasajo sirvió para
medir fuerzas entre el gobierno y el creciente frente civil. En su
discurso, el oferente, Alberto Lleras Camargo, reveló una
confidencia que le había hecho el ministro Evaristo Sourdís
iicgún el cual la decisión de Rojas de clausurar El Tiempo había
«Ido producto de la cólera del presidente. “ ¿Qué clase de
régimen político es éste en el cual la cólera encuentra expresión
•>
ii decretos?” preguntó Lleras Camargo.
Ni sus palabras, ni las del homenajeado vieron la luz en los
inmódicos. Por el contrario, la O d i p e prohibió terminante­
mente toda mención al nombre de Alberto Lleras en prensa o
nidio. A tal punto llegó el veto que el día de la boda de su hija
Consuelo, las páginas sociales reseñaron el hecho sin mencio-
mii en ningún momento al padre de la novia. La lista de
Hombres vetados en la prensa por orden del gobierno incluyó,
filtre otros, al poeta León De Greiff, al periodista Juan Loza­
no y Lozano y al escritor Luis Eduardo Nieto Caballero, autor
ilt> "Cartas Clandestinas”21.

20. H E U a D E , a g o s t o 18 d e 1 9 5 5 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 8 - 1 8 5 5 , N A . E l s e c r e t a -
lili g e n e r a l d e l a U T C ( U n i ó n d e T r a b a j a d o r e s d e C o l o m b i a ) J u s t i n i a n o
■ p in o s a i n f o r m ó al A g r e g a d o d e T r a b a j o d e la e m b a j a d a n o r t e a m e r i c a n a
Uní' »ii c o n f e d e r a c i ó n n o h abía to m a d o p a r t e e n la o r g a n i z a c i ó n d e la
■ lllilc s ta c ió n y q u e r í a e v ita r t o d a p a r t i c i p a c i ó n . El 9 d e a g o s t o , J o s é G r e g o -
Mn P ililo , p r e s i d e n t e d e la m i s m a u n i ó n s i n d i c a l c o n s e r v a d o r a p u b l i c ó u n a
f lilii cu I m R e p ú b lic a e n l a c u a l n e g a b a t o d a p a r t i c i p a c i ó n d e l a U T C e n la
« ig iiiu/a ción d e la m a n i f e s t a c i ó n . ( E E U a D E , a g o s t o 9 / 5 5 , 7 2 1 .0 0 / 8 - 9 5 5 ,
Mi
21. L u i s E d u a r d o N i e t o C a b a l l e r o , c a r t a a b i e r t a a R o j a s P i n i l l a , j u l i o
4 lUVi, A P R .
306 El Jefe Supremo

En contraste con la prohibición de citar las palabras dr


Alberto Lleras, la voz y la imagen de Rojas atravesaron el país
cuando acusó a la oposición de atentar contra la paz y contra el
bienestar económico del pueblo. En el mismo discurso dijo que
el banquete liberal había sido “ un llamado a losex-guerrillero*
para que se levanten en armas” . Evidentemente, su intención
era asociar al frente cívico con el resurgimiento de la violencia
en el Tolima2223.
Después del homenaje al expresidente liberal no quedó
duda de que el gobierno no toleraría la crítica a sus acciones ni
cuestionamientos a sus decisiones. Ya antes, los canales oficia
les habían anunciado la aplicación rigurosa del artículo 68 dr
la Constitución relacionado con el desacato y el insulto a l<>*
funcionarios oficiales. Simultáneamente, el ejecutivo emitió
un decreto que aumentaba la pena de dos a seis meses de cárcel
y la sanción de 500 pesos a $ 10.000, para quienes incurrieran en
desobediencia o irrespeto al gobierno. Con base en ese decido,
13 personas fueron detenidas por el Sic a la salida del banqiio
te, de ellas cuatro fueron puestas en libertad. Los otros 9 cuín
estudiantes, presumiblemente de la Universidad Nacional'',
También con el fin de sentar el precedente y de amechen
tar a los simpatizantes del frente civil, Luis Patiño Galvn,
ex-alcalde de Bogotá y alto funcionario del gobierno deparln
mental de Cundinamarca, fue despedido de su cargo por asislli
al banquete liberal. Por el mismo motivo fue retirado el diiei
tor de la Oficina de Extensión Cultural del Ministerio ilv
Educación, Gabriel Giraldo Jaramillo24.
La prensa norteamericana, por supuesto, no se inmutó
con el decreto que castigaba a los irrespetuosos. La rcviilH

2 2 . N o t i c i e r o c i n e m a t o g r á f i c o “ A c t u a l i d a d N a c i o n a l ” , s e p ' i e m b t e il<
1955; E E U a D E , n o v i e m b r e 5 / 5 5 . 7 2 1 .0 0 /1 1 -5 5 5 , N A .
2 3 . E l U n iversa !, C a r a c a s , o c t . 4 d e 1 9 5 5 ; E E U a l D E , o c t u b r e 3 d e I'*'*
7 2 1 . 0 0 / 1 0 - 3 5 5 , R G 59, N A .
2 4. E l S I C p i d i ó a l H o t e l T e q u e n d a m a l a l i s t a d e l o s a s i s t e n l n il
b a n q u e t e lib eral y así c o n o c i ó lo s n o m b r e s d e lo s f u n c i o n a r i o s oficiales i|lll
h a b í a n c o n c u r r i d o . E r n e s t o R o l d á n , j e f e r e l a c i o n e s p ú b l i c a s , H o t e l fcqiiHi
d a m a a S IC , o c t u b r e 1 d e 1955, A P R .
La clausura de El Tiempo 30 7

Time del 15 de agosto con un artículo adverso al general fue


confiscada por la policía. Por orden de la O d i p e , y con el
urgumento de su director Jorge Luis Arango, de que la prensa
extranjera era “intervencionista” lo cual resultaba “indecoro-
do e inaceptable para un país que tiene muy clara su noción de
soberanía” , los agentes visitaron distribuidores, recorrieron
librerías y puestos callejeros en busca de la revista y de la
edición del 8 de agosto del New York Times que igualmente
había incluido en su editorial una nota crítica titulada “Tiranía
en Colombia” sobre la clausura del diario bogotano. Tanto la
una como el otro se vendieron clandestinamente25.
Las quejas por la arbitrariedad oficial llegaron al nuevo
embajador de los Estados Unidos, Philip Bonsal. Con el fin de
i|tie intercediera ante el gobierno acudieron a la embajada los
corresponsales de la Associated Press y la United Press pues no
»c les permitía, desde el día de la clausura de El Tiempo, enviar
ningún cable noticioso al exterior sin la previa aprobación de
los censores que en este caso eran oficiales del ejército localiza­
dos en las oficinas de All American Cables (antecesora de
Iclecom)26.
El embajador no accedió a intervenir en el asunto. Tam­
bién el expresidente Alberto Lleras acudió al diplomático. La
lonversación telefónica entre el embajador y el jefe de la
oposición, el 6 de agosto, la transcribió Bonsal en informe
wercto, en los siguientes términos:

A lberto Lleras llam ó a mi casa tem prano esta m añana


para inform arm e sobre la clausura de E l Tiempo. El cree que la
reacción del Presidente R ojas, a lo que el describe com o un
telegrama absolutam ente razonable y justificable de G arcía-
Peña a Q uito, significa una decisión por parte del Presidente de
regir el país m ilitar y arbitrariam ente.

25. E E U a D E , a g o s t o 18 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 8 - 1 8 5 5 y 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 8 - 2 5 5 5 ,
25 d e 1 9 5 5 , N A .
26. P h i l i p h B o n s a l a D E , a g o s t o 9 d e 1 9 5 5 , 7 2 1 . 0 0 / 8 5 5 , N A .
308 El Jefe Supremo

Lleras y otras fuentes nos dicen que la ira del Presidente


en el caso de El Tiempo se debe al deseo de distraer la atención
de las actividades p oco éticas que realiza su yerno Samurl
M oreno D ía z para hacer dinero. Lleras m ism o entregó hoy sil
renuncia com o consejero de la C om isión de A sun tos Exteriorrl
del M inisterio de R elaciones Exteriores. Lleras afirm ó que muy
contra su voluntad, el cierre de El Tiempo lo obligará a retormif
a la vida política activa.
Lleras afirm ó que el G abinete estaba renuente a apoyar ul
presidente, pero finalm ente accedió a hacerlo...
Creo que para D epartam ento es claro que la fuerza u
debilidad con que la prensa extranjera, particularmente lu
norteam ericana, trate el problem a del cierre d e £ / Tiempo tendré
una gran influencia aquí. A unque asum o que este es un asunlii
en el cual no debem os intervenir, y a pesar del contenido de U
controversia, no por eso deja de ser trágico y contrario a nuestro!
intereses si E l Tiempo es perm anentem ente su spend id o”27,

El Secretario de Estado, Jóhn Foster Dulles confirmó Im


observación de Bonsal:
Su percepción de que los Estados U nidos no interferirá i<ij
el asunto de El Tiempo es correcta. El D epartam ento cree qué
usted puede señalar a las autoridades correspondientes qué
la op in ión pública en los Estados U nidos es adversa28.

Guillermo Cano, Bertha de Ospina Pérez, Elíseo AraiijJ


y Roberto García-Peña, directivos de la Comisión Nacional dé
Prensa y la Dirección Nacional Liberal enviaron enfátioij
notas de protesta por el atropello “ que acaba de cumplirse m|
ser clausurado por las vías de hecho con violación flagrante d
los textos legales El Tiempo en Bogotá” 29.

27. B o n s a l a D E , a g o s t o 6 d e 1955, 7 2 1 .0 0 /8 - 5 5 5 , N A .
28. D u lle s a B o n s a l, a g o s to 8 d e 1955, 7 2 1 .0 0 /8 - 5 5 5 , R G 59, NA
2 9 . C a r t a s a l P r e s i d e n t e d e l a R e p ú b l i c a y a l a S I P , d e la C o n i h l é
N acio n al de P rensa A P R . T a m b ié n la D L N y c a s i l a t o t a l i d a d (Ir !(
d i r e c t o r e s d e p e r i ó d i c o s e n el p a í s s e n t a r o n s u p r o t e s t a e s c r ita .
La clausura de El Tiempo 309

Pero no todos aprobaron el gesto altivo de García-Peña.


Informes llegados a la Embajada de los Estados Unidos indica­
ron que Hernando y Enrique Santos Castillo, hijos de Enrique
Santos (Calibán), “estaban molestos con la decisión de
(iarcía-Peña de enviar el telegrama y de no haberlo consultado
previamente con los principales directivos del periódico. Tam­
bién hubo informes de que Eduardo Santos no quedó compla­
cido con la determinación de García-Peña aunque presunta­
mente lo instruyó para que siguiera negándose a publicar la
retractación preparada por el gobierno” . A oídos de la-emba-
|iula llegó también el rumor de que García-Peña podría ser
«parado de El Tiempo como chivo expiatorio para garantizar
bt reapertura del diario30.
El rumor no encontró piso en la realidad. Antes de regre-
*nr al país y desde París el ex-presidente Eduardo Santos,
»*eribió una carta abierta titulada “ De cómo vivió y de cómo
*ttbe morir un periódico libre” , que tuvo extenso eco en casi
luda la prensa latinoamericana. En ella el ex-presidente mani-
Icstó su apoyo irrestricto a García-Peña, denunció las arbitra-
llrdades del régimen al que no dudó en calificar de dictadura y
protestó contra la censura a la opinión y la opresión a la
piensa:

Lo que ha ocurrido a El Tiempo tiene una gravedad y


alcance muy superiores a lo que representen las inmensas pérdi­
das que yo pueda sufrir y a lo que implica la desaparición de
una grande empresa formada en cuarenta y cuatro años y
medio de trabajo, de probidad y acierto. Esa empresa se ha
destruido sin razón, inicuamente. Cuando leo las alocuciones
presidenciales, las declaraciones del ministro de Gobierno y las
cosas que se atrevió a decir la Oficina de Información y Propa­
ganda del Estado, siento el placer de saborear la injusticia
perfecta, que en páginas inmortales describiera alguna vez don
Manuel Azaña. Al fin y al cabo yo recibo de todo ello no poca
gloria, y sobre el cadáver de mi periódico —si es que él ha

til E E U a D E , a g o s t o 9 d e 1955, 7 2 1 .0 0 / 8 - 9 5 5 , R G 59, N A .


310 Et Jefe Supremo

m uerto— las actuaciones del gobierno nacional constituyen d


m ás extraordinario elogio que haya p odido recibir periodisl»
alguno. El om nip oten te gobierno que se realiza en nombre dr
las Fuerzas A rm adas arrolla con todo su poder este inermr
órgano de la op inión colom b ian a y acalla este vocero de la
conciencia pública” 31.

A las declaraciones y discursos del presidente Roja*,


(agosto 15 y agosto 19) en los cuales se refería a la prensil
liberal como responsable de la violencia, Santos respondió;
Luché contra la iniquidad en la única form a que sé y pueda
luchar com o escritor, com o periodista, com o ciudadano y nada
m ás. Y lo que yo he hecho lo ha hecho siem pre El Tiem po, y la
han hecho sus colaboradores. D e ninguna violencia se ant
puede hacer responsables. Por la paz y la justicia y la reconcilia
ción los colom b ian os hem os trabajado lealm ente, así coma
lucham os sin vacilaciones contra la o p resión ” 323.

En Bogotá, el escrito de Santos circuló clandestinamenti


con las firmas adicionales de 289 notables, entre ellos lo*
ex-presidentes Alfonso López Pumarejo y Alberto Lleras <'a
margo. También, en Medellín, circuló en forma clandeslniii
otra hoja volante titulada “ En defensa de las libertades púhli
cas y los derechos humanos” , que según información del cin
bajador norteamericano, era de puño y letra de los conserva
dores antioqueños que empezaban a sumarse a la oposición"

La empresa nacional de publicaciones

El 13 de agosto de 1955, cuando aún estaba fresca I*


sanción contra El Tiempo, Diario de Colombia, dirigido pul

3 1 . E d u a r d o S a n t o s , O b r a s S e le c ta s ( B o g o t á : C á m a r a d e R e p r c s r n i n n
te s , 1982), p . 527.
3 2 . Ib id ., p . 5 3 3 .
33. E E U a D E , s e p t ie m b r e 8 d e 1955, 7 2 1 .0 0 ( W ) / 9 - 8 5 5 , R G 59. N*
La clausura de El Tiempo 311

Moreno Díaz, anunció los planes presidenciales de poner la


importación de papel periódico en manos oficiales. El mono­
polio del papel importado quedaba en cabeza de una entidad
oficial creada a finales de julio de ese año: la Empresa Nacional
de Publicaciones cuyo fin era, según Pabón Núñez, terminar
Con el “ monopolio que ha existido en manos de cierta prensa
por su poderío económico” 34. Por lo demás, la E.N.P. entraba
¡i manejar la Imprenta Nacional, y a publicar el Diario Oficial,
i|ue en agosto de 1956, Rojas convirtió en periódico del régi­
men. El primer gerente de la Empresa Nacional de Publicacio­
nes y director del Diario Oficial fue el General Rafael Calderón
Keyes, quien en el momento del nombramiento era jefe de
filado mayor35.
Otro decreto adicional imponía a los importadores de
papel periódico —en su mayoría propietarios de diarios— la
obligación de obtener la autorización de la Empresa Nacional
tic Publicaciones. El permiso oficial colocaba al importador
dentro del grupo preferencial de importadores: dólar al cam­
bio oficial de $2.50 e impuesto del 3%. Si la autorización era
negada, las importaciones debían hacerse de acuerdo con las
normas del segundo grupo, es decir, con el dólar a 4 pesos e
Impuestos del 30%. La junta directiva y el gerente de la ENP
l||»n de libre nombramiento y remoción del Presidente de la
Hrpública36.

34. Acta 60, Consejo de Ministros, agosto 10 de 1955.


35. Diario de las Américas, Miami, agosto 31 de 1956, APR. Pronto,
nillicn/aron las presiones para que los empleados oficiales se suscribieran al
IHurlo Oficial: “Como es deber de todo empleado público estar enterado de
política y los programas desarrollados por el Estado, el señor Contralor ha
Hftlfiuido a todos los empleados de la Contraloria cuya asignación mensual
Mn n exceda de $750,oo, se suscriban al mencionado diario a partir del l de
mili lista Jefatura agradece profundamente la colaboración de los emplea-
pil en este sentido y espera que todos, o al menos la mayor parte, se
Id*liban al órgano de publicidad escrita del Gobierno de las Fuerzas
pínnulas, el DIARIO OFICIAL.” . (Circular No. II, Eduardo Sorzano
HliliWIcz, Jefe de Personal, Contraloria General de la República, marzo 21
* |957).
36. Diario Oficia!, decreto No. 2085 de julio 29 de I955.
312 El Jefe Supremo

El SlC investiga periodistas

Además de la O d ip e , las brigadas y la Empresa Nacional


de Publicaciones, el gobierno recurrió al Servicio de Inteligcn
cia Colombiano para vigilar a la gente de la prensa. Desde
agosto de 1955, el Sic, a cargo del general Luis E. Ordóñc/,
comenzó a interesarse directamente por las simpatías y activa
dades de los periodistas y a informar a Palacio y a la ODIl’l el
resultado de sus indagaciones.
Algunos datos del informe reservado enviado por el le
niente Gustavo Gutiérrez, jefe seccional de esa entidad en
Medellín, a la comandancia en Bogotá, el 26 de agosto de 1953,
evidencian la forma como se hacían los seguimientos. Dice:

En cumplimiento a lo ordenado por mi Coronel en sil


sicgrama No. 01661/ de agosto 16, los agentes secretos Nro*
413 y 5020 hicieron el chequeo del personal al servicio de II
C o l o m b i a n o , con el siguiente resultado:
Dr. Fernando Gómez Martínez, Director, de filiación
conservadora, adicto al actual Gobierno, aunque se ha distan
ciado un poco al criticar algunas medidas.
Julio C. Hernández, Gerente, de filiación conservado!n,
adicto al actual gobierno, y según informaciones obtenidas nn
tiene intervención en las publicaciones del periódico.
Abelardo Londoño Marin, Sub-director, de filiación libo
ral, según informes en 1942 cuando desempeñaba el cargo ib
Institutor en el Mpio. de Huango, intervenía abiertamente ni
campañas políticas, con discursos incendiarios llegándose *
manifestar enemigo del clero. El señor Londoño Marín iniei
viene en la elaboración del editorial del periódico, pero hay t|iii*
tener en cuenta que los editoriales son revisados por el Dmi
tor. Ultimamente este señor quiere aparecer como afiliado iil
partido conservador.
Alfonso Londoño Martínez, Jefe de Redacción, destic su*
principios ha sido conservador, interviene en la redacción iM
periódico, escribe editoriales siempre con el visto bueno iM
Director, y es adicto al Actual Gobierno [s/c].
La clausura de El Tiempo 313

Jairo Zea Rendón, Reportero. Hace varios años le fue


decomisado su carnet del partido comunista. Tiene a su cargo el
reportaje de policía. Critica las actuaciones del Gobierno, de
los funcionarios públicos y es abiertamente enemigo del Servi­
cio de Inteligencia37.

Otros periodistas estuvieron en la mira indagatoria del


Sic, pero sobre todo los políticos liberales a quienes se les
Interfirió el teléfono y les fueron registradas sus conversa­
ciones privadas38.

I <n general contento y un descontento general

Con elincidente de El Tiempo, el general Rojas, se encon-


lló entre dos fuegos: la crítica de la prensa y la crítica por
mnordazar la prensa39.
La desaprobación de la prensa norteamericana fue persis­
tente. El 5 de septiembre, Time Magazmeen la sección América
I mina, tituló su comentario “Palé Imitation" (Pálida imita­
ción); el 27 de junio, The New York Times tituló el suyo “ The

37. Oficio No. 2734/SIC /SA N /J., Informe personal El Colombiano,


«(oslo 26 de 1955, APR.
38. El SIC tenía interferidas 200 líneas telefónicas en Bogotá. Entre
»IUh, las de las oficinas del director y del jefe de redacción de Intermedioy El
Independiente, de la Dirección Liberal Nacional, y de varios políticos libera-
Im, conservadores y comunistas. Los agentes de inteligencia, que tenían un
|H>i|iieño cuartel en la empresa de teléfonos de Bogotá, grababan las conver­
gí Iones y las transcribían en informes a sus superiores. Estos informes
Miaban clasificados bajo el membrete de “ Relieves Telefónicos”. Informes,
Wplleves Telefónicos, agentes secretos del SIC, APR; El IndependienteJulio
MI«lo 1957.
39. “El Espectador estaba definitivamente en la oposición. Todos los
'lint le buscaba el quiebre a la dictadura. Mientras tanto, para nosotros se
«invirtió en una especie de diversión tomarle el pelo a los censores escribien­
do ilc manera que ellos no entendieran bien lo que realmente se decía.
Muchas veces tuvimos que pedir cambio de censor por los decididamente
Millos que eran”, entrevista con José Salgar, julio 16 de 1987.
31 4 El Jefe Supremo

Army Digs In" (El ejército se atrinchera) y Business IVai


circuló el 27 de agosto con “For Colombia: The Day Afta"
(Para Colombia: el día después); también News Week, del II
de agosto, expresó: “ Ahora Colombia tiene un general conlcn
to y un descontento general” . Cada una de las publicacioncu
criticaba a Rojas por las medidas adoptadas contra El Tiem/ui
y la prensa colombiana.
Así lo percibió el embajador en Washington Eduardo
Zuleta Angel quien, en extensa carta al canciller Evarislti
Sourdís, sugirió varias medidas para remendar la devencijailit
imagen del régimen. Entre ellas propuso librar una campan»
de prensa a favor del gobierno, explicando las razones que In
indujeron a clausurar el periódico; quedarse completameiili*
callados a fin de no dar origen a nuevos ataques o a dar tiempo
para que las opiniones adversas se cansen y se callen y orgaul
zar un sistema colombiano de relaciones públicas para hai'fl
una intensa campaña en la prensa a favor del gobierno coloni
biano.
Sin embargo, el mismo embajador Zuleta —posteriol
mente acusado de cometer infidencias contra el general Ro|m
durante un acto social y por el temor a la represalia, se pasó u I»
oposición— no mostraba mayor optimismo ante sus propint
sugerencias:

Por muchas que sean las razones que haya habido pul»
ello [clausura de El Tiempo] la opinión pública norteameriaui*
no las entenderá jamás. Es absolutamente imposible obten*»
que los estadinenses comprendan las tremendas diferencias qti*
hay, en lo que respecta a las actividades periodísticas, culi*
Norte y Sur América. Yo me he cansado, en otras ocasiones, il»
explicar que aquí la libertad de prensa nunca ha constituido mi
puede constituir un peligro para el orden público, a tiemp<><|M»
en nuestros países, en todos ellos, ha sido muchas veces necr«»
rio tomar medidas contra la prensa para salvar las instituto mi* i
e impedir que se caiga en la anarquía. Nada de eso les IiimI
impresión. Por el contrario, reaccionan más o menos violenl»
mente contra cualquier intento que se haga para justificiu I»
La clausura de El Tiempo 315

censura previa o la clausura de periódicos o las intervenciones


oficiales de cualquier naturaleza en materia de prensa40.

¿Se levanta la censura?

1 La presión de la prensa norteamericana surtió cierto efec-


lo, El 23 de septiembre, el presidente Rojas Pinilla convocó
una rueda de prensa en Palacio a la cual asistieron periodistas
Racionales y extranjeros. En ella, a la vez que hizo énfasis-sobre
luí limitaciones de la prensa y anunció un nuevo estatuto,
: también aseguró que la censura tocaba fin. El cable de la
United Press enviado a sus abonados en el exterior dio cuenta
tlrl hecho, así:

El Presidente de la República Teniente General Rojas


Pinilla, anunció el levantamiento de la censura de prensa en
Colombia, después de promulgar un drástico decreto que san­
ciona los desacatos a la presidencia y al presidente, y prohíbe
los comentarios periodísticos o radiales sobre el orden público.
En conferencia de prensa, el presidente dijo que suspendía la
censura, pero negó que este acto implicara la posible reapari­
ción de el diario E l T ie m p o .
Cuando un periodista le preguntó bajo qué condiciones
podría volver a aparecer ese periódico [...] el presidente respon­
dió “esa pregunta háganmela cuando haya desparecido la vio­
lencia política”41.

El presidente dirigiéndose a los corresponsales extranje-


lim invitó a todos “ los que desde el exterior han escrito contra

>10. E. Zuleta Angel a Evaristo Sourdis, septiembre 13/55, AMRE.


<11. Días después, en discurso por radio, Rojas aseguró que la situación
ib imlcn público había mejorado desde la clausura de El Tiempo. Sobre tal
##tinuteión, Poole, segundo secretario de la embajada, comentó al Departa-
Miilu de Estado que pese a la mencionada afirmación “la situación de
Malnida es peor ahora que hace unos meses” EEU a DE, sept. 26 de 1955,
Ni 110/9-2655, RG 59, NA.
31 6 El Jefe Supremo

el gobierno para que vengan y viajen por todo el territorio il|


Colombia a fin de comprobar que nunca antes ningún gobicn
no ha dado mayores garantías a los colombianos”42.
Cerrando un ojo al carácter ambiguo de las palabras d<
Rojas que suprimían la censura siempre y cuando no se ejerciíj
ra el derecho a la crítica y pese a que se ratificaba la censiu|
total contra El Tiempo, La República no ahorró elogios accrii
de la claridad y la franqueza del Teniente General. En ftl|
editorial del 25 de septiembre escribió las siguientes líneas quf
seguramente recrearon la vanidad presidencial. Así opinó i'|
diario del ex-presidente Ospina Pérez:

Entre sus mejores virtudes humanas el Presidente Rojuj


Pinilla tiene la de inspirar confianza por la claridad y franqur/|
de sus opiniones. El viernes, en la rueda de periodistas, tuv(j
ciertamente una tarde afortunada. Con agilidad y precisión illd
acertada respuesta a las innumerables preguntas que le caían il(
todos los puntos del horizonte [...] Herido seguramente poi ln|
injustificados agravios de los periodistas de otros países, i|ii(
lo han calificado de dictador, declaró que aquellos podían vrnl|
a recorrer todo el territorio nacional para que se dieran cuculí
del respaldo del pueblo y del empeño del gobierno por respeinj
las libertades públicas, la vida y los derechos ciudadanos | . |

Y remataba:

Las ideas religiosas y políticas del Jefe del Estado, »u|


antecedentes de militar y de ciudadano, su ecuanimidad, «||
buen sentido, su patriotismo sin eclipses, sustentan nucultl
esperanza en la salvación de la patria” .

42. Despacho de la United Press, septiembre 23 de 1955, APR.


27. Relato de un náufrago

hl 27 de abril de 1955, la Armada Nacional pidió la censura


pura El Espectador. ¿El cargo? La publicación del Relato de un
Naufrago escrito por el entonces redactor de planta de ese
periódico Gabriel García Márquez. Los antecedentes de la
trónica y sus consecuencias las refirió el premio Nobel de
literatura cuando convirtió el relato en libro. De su introduc­
ción, titulaba “ La Historia de esta Historia” , reproducimos
algunos apartes porque hacen parte de ésta; también, porque
tlrscribe la atmósfera asfixiante que vivía la prensa en aquellos
illas; y porque constituye una elocuente reconstrucción de lo
i|iie aquí se está contando:

El 28 de febrero de 1955 se conoció la noticia de que ocho


miembros de la tripulación del destructor “Caldas” de la mari­
na de guerra de Colombia, habían caído al agua y desaparecido
a causa de una tormenta en el mar Caribe. La nave viajaba de
Mobile [Alabama], Estados Unidos, donde había sido someti­
da a reparaciones, hacia el puerto colombiano de Cartagena, a
donde llegó sin retraso dos horas después de la tragedia. La
búsqueda de los náufragos se inició de inmediato, con la cola­
boración de las fuerzas norteamericanas del Canal de Panamá,
que hacen oficios de control militar y otras obras de caridad en
el sur del Caribe. Al cabo de cuatro días se desistió de la
búsqueda y los marineros perdidos fueron declarados oficial­
mente muertos. Una semana más tarde, sin embargo, uno de
El Jefe Supremo

ellos apareció moribundo en una playa desierta del norte d#


Colombia, después de permanecer diez días sin comer ni bclwi
en una balsa a la deriva. Se llamaba Luis Alejandro Velasen
Este libro es la reconstrucción periodística de lo que él inv
contó, tal como fue publicada un mes después del desastre pul
el diario El Espectador de Bogotá.
Lo que no sabíamos ni el náufrago ni yo cuando tratábn
mos de reconstruir minuto a minuto su aventura, era que aqiiíl
rastreo agotador había de conducirnos a una nueva aventum
que causó un cierto revuelo en el país, que a él le costó su gloi ni
y su carrera y que a mí pudo costarme el pellejo. Colombia
estaba entonces bajo la dictadura militar y folclórica del gene
ral Gustavo Rojas Pinilla, cuyas dos hazañas más memorable*
fueron una matanza de estudiantes en el centro de la capital
cuando el ejército desbarató a balazos una manifestación pac!
fica, y el asesinato por la policía secreta de un número nunca
establecido de taurófilos dominicales, que abucheaban a la lu|a
del dictador en la plaza de toros. La prensa estaba censurada, y
el problema diario de los periódicos deoposición era encontiai
asuntos sin gérmenes políticos para entretener a los lectores. I n
El Espectador los encargados de ese honorable trabajo de pana
dería éramos Guillermo Cano, director; José Salgar, jefe d*
redacción, y yo reportero de planta. Ninguno era mayor de 'II
años.
[...] La segunda sorpresa, que fue la mejor, la tuve ni
cuarto día de trabajo, cuando le pedí a Luis Alejandro Velase n
que me describiera la tormenta que ocasionó el desastre. Con*
cíente de que la declaración valía su peso en oro, me replicó con
una sonrisa: “Es que no había tormenta”. Así era: los servicio*
meteorológicos nos confirmaron que aquel había sido uno nnl*
de los febreros mansos y diáfanos del Caribe. La verdad, nuin *
publicada hasta entonces, era que la nave dio un bandazo poi *1
viento en la mar gruesa, se soltó la carga mal estibad;* tal
cubierta, y los ocho marineros cayeron al mar. Esa revelación
implicaba tres faltas enormes: primero, estaba prohibido lian*
portar carga en un destructor; segundo, fue a causa del sobi*
peso que la nave no pudo maniobrar para rescatara los náuli i
gos, y tercero, era carga de contrabando: neveras, televisou -
Itiige Luis Arango, director de la Oficina de Información y Propaganda del
Untado (OD1PE), recibe la visita de Jules Dubois, presidente de la Sociedad
llltcramericana de Prensa (SIP) (agosto de 1954).

Debido al cierre
decretado por el
gobierno, el vespertino
E l E s p e c ta d o r puso en
arriendo sus
instalaciones de la
Avenida Jiménez en
Bogotá.
320 El Jefe Supremo

lavadoras. Estaba claro que el relato, como el destructor, lleva


ba también mal amarrada una carga política y moral que m)
habíamos previsto.
[...] la dictadura, de acuerdo con una tradición muy proplj
de los gobiernos colombianos, se conformó con rementhir la
verdad con la retórica: desmintió en un comunicado solemn*
que el destructor llevara mercancía de contrabando. Buscamltf
el modo de sustentar nuestros cargos, le pedimos a Luis Alejan
dro Velasco la lista de sus compañeros de tripulación
tuvieran cámaras fotográficas. Aunque muchos pasaban vnt»i |
ciones en distintos lugares del país, logramos encontrarlos pam
comprar las fotos que habían tomado durante el viaje. Uní
semana después de publicado en episodios, apareció el rclaltl
completo en un suplemento especial, ilustrado con las ln|n( j
compradas a los marineros. Al fondo de los grupos de amí|n{ I
en alta mar, se veían sin la menor posibilidad de equívoeiflj]
inclusive con sus marcas de fábrica, las cajas de mercandii il*
contrabando. La dictadura acusó el golpe con una serie il(
represalias drásticas que habían de culminar, meses despulí
con la clausura del periódico1.

Naufraga E l E s p e c t a d o r

Pero ni el náufrago ni el entonces nobel periodista furfM


los únicos causantes del cierre del periódico. A lo largo ii»
1955, El Espectador sostuvo varias escaramuzas con el golrltn
no. La más atrevida de ellas fue la denuncia contra Si NI
(Secretariado Nacional de Asistencia Social), a cargo de Mnlji
Eugenia Rojas de Moreno, por vender los juguetes que luilltf
importado libres de impuestos y con dineros oficiales pain
distribuidos gratuitamente entre los niños pobres en NaviiM
Sobre la denuncia contra SENDAS y el riesgo que coiillfj
diario de los Cano, un despacho de la embajada norteamcrl*

1. Gabriel García Márquez, R e la to d e un N á u fra g o , (Bogotá: I ililiHlÉ


Oveja Negra, 1987), pp. 7-10.
Relato de un náufrago 321

na previno a Washington: “ Sendas está dirigida por la esposa y


la hija del presidente. A menos que El Espectador esté en
posición de presentar pruebas concluyentes de sus denuncias,
»e ha expuesto a una grave reacción del gobierno”2.
El enfrentamiento se había planteado tiempo atrás, entre
el periódico que no cesaba en su posición critica y el gobierno
particularmente susceptible a ella. Además de los manejos de
Se n d a s , El Espectador había censurado acerbamente una cir-
tular enviada por la ODIPE a los alcaldes del país en.la cual se
les ordenaba firmar una declaración o “plebiscito de apoyo” al
gobierno. Dicha declaración, firmada en supuesta representa-
! (¡ión de la ciudadanía, aseguraba que el pueblo y la clase
Irabajadora no deseaban el levantamiento del Estado de Sitio
porque traería infortunadas consecuencias al país. El Especta-
I ilur tituló “Opinión con Escopeta” el editorial contra la circu-
j l«r y en él hizo también referencia a las artimañas de Jorge Luis
Arango para ocultar el origen oficial del plebiscito3.
Fue un diciembre de 1955, cuando la ODIPE, sin especifi-
*#r la acusación, le impuso al diario una sanción de $ 10.000. El
periódico pagó, pero no en silencio. La respuesta del director
oí el editorial del 22 de ese mes, titulado “ El Tesoro del
l'lruta” , seguramente atizó la hoguera oficial:

El país y nuestros lectores nos conocen, y saben que el


hecho físico de que el señor Presidente de la República, por
conducto de su corneta de órdenes el doctor Jorge Luis Aran-
go, nos haya impuesto una multa de diez mil pesos por presunta
y no determinada infracción de un inciso cualquiera del decreto
número 2.535 de 1955, no nos duele en absoluto por el aspecto
material —pecuniario, digamos para halagar un poco los oídos
harpagónicos del régimen— de la pena con que se nos castiga.
Estamos dispuestos a satisfacerla sin la apelación de única
instancia que el decreto sobre desacato a sus sacras reales
majestades nos concede generosamente para ante el Director

2, F.EU a DE, diciembre 29 de 1955, 721.00 (W )/l2-2955, RG 59, NA.


> Id E s p e c ta d o r , marzo 9 de 1955.
32 2 El Jefe Supremo

Jefe Supremo de la Oficina de Información y Propaganda d*


Estado ( O d i p e ) , a cuyo sumo hacedor le plugo que fuese el a ll
par, como en el conocido caso de la conciencia de Núñe/ <l|
Arce, delator, juez y verdugo de los periodistas colombiano»
Si hemos de referirnos y lo hacemos con repugna mil
gástrica a este minúsculo incidente, es tan solo porque It
consideramos como un nuevo y no el último eslabón de l|
cadena de persecuciones y de agravios atada al cuello de l|
prensa independiente de Colombia por los gobiernos que »|
han sucedido en el país desde el 9 de noviembre de 1949, auni|ii|
haya habido uno —el actual— que derrocó los de sus inmedi»
tos antecesores dizque para restablecer la legalidad proscrita, l|
justicia conculcada y la libertad oprimida. Y es difícilmcnll
creíble aunque ciertísimo, que los sistemas de represión de ll
imprenta implantados por el doctor Ospina, continuados por I
doctor Laureano Gómez y perfeccionados por el doctor Urd*
neta, resultan de una lenidad franciscana, con todo y los criml
nales atentados del 6 de septiembre, cuando las comparamol
con los que ha establecido el general Rojas del 8 y 9 de junl(
para acá. A partir de éstas dos fechas de luto incancelablesenl
calendario histórico de Colombia —y únicamente porquede»
pués de ellas y a la vista y consideración de ellas nos hallamd|
los periodistas independientes ante la obligación de restringíill
al gobierno de las Fuerzas Armadas y a su jefe el crédito di
confianza que con plazo indefinido pero en ninguna matietl
ilimitado le abrimos patriótica, generosa y un poco temerán»
mente el 14 de junio de 1953— han sido escasos los días en (|tl|
no hayamos recibido de las autoridades, sufrido un perjuicio
soportado en cualquier forma una persecución, desde la cenul
ra hasta el ultraje, el decomiso por mano militar, la amenaza d
cárcel por decreto, la multa por resolución, el destierro pil
obra de misericordia, la expropiación por calanchín y la cía iim |
ra por discurso”4.

4. Gabriel Cano, Apuntes de un Espectador (Medellín: Biblioteca


blica Piloto, 1979), pp. 7-8.
Reíalo de un náufrago 323

El 6 de enero de 1956, argumentando motivos de orden


público, el gobierno restableció oficialmente la censura de
prensa. Al mismo tiempo difundió una resolución de la Direc-
Ción General de Impuestos que imponía a El Espectador una
«unción superior a los $600.000, por presuntas inexactitudes
en sus declaraciones de renta. El periódico de los Cano respon­
dió inmediatamente con un editorial titulado “ La Isla del
lesoro” que debía aparecer el 7. La censura lo rechazó. El
Cilitorialista insistió en que se le debía permitir ejercer el dere­
cho a la legítima defensa, pues de lo contrario el periódico
dejaría de publicarse por tiempo indefinido. Se clausuró, pero
"l a Isla del Tesoro” se imprimió en hojas volantes y circuló
clandestinamente en el país. Apartes del mismo son los si-
yuientes:

Lo único que afirm am os con toda la energía de que som os


capaces, es que, sobre todo y a pesar de to d o , som os ciud ada­
nos, y buenos ciudadanos de C olom b ia, y protestam os con
énfasis que hem os cum plido siem pre con lealtad y buena fe
nuestro deber de contribuyentes escasam ente retribuidos f...]
Pero esto no nos inhibe, y antes bien nos autoriza para estim ar
que la revisión de nuestros im puestos fiscales por el añ o de
1953, más la que ahora se está realizando sobre los del año de
1954 por una nueva com isión de revisores que entró inm ediata­
m ente a relevar a la que salió extenuada por el trabajo a fines de
diciem bre, tienen un inocultable sentido de persecución p o líti­
ca y un inevitable efecto de confiscación econ óm ica 5.

Una vez clausurado, el 7 de enero de 1956, El Espectador


solicitó la autorización para publicar un nuevo diario para el
cual se barajaron varios nombres, entre ellos La Idea. El
Consejo de Ministros convino en que Pabón Núñez conversara
con la familia Cano para buscar la manera de que El Especta­
dor siguiera saliendo dejándole publicar el editorial censurado,

5. I b id . , p p . 1 1 - 1 2 ; e n t r e v i s t a c o n J o s é S a l g a r , j u l i o 1 6 / 8 7 .
324 £7 Jefe Supremo

siempre que se le borraran las frases contra el gobierno6. No se


sabe si se realizó el diálogo entre ministro y periodistas, perocN
claro que si se produjo, el editorial no fue modificado. En todo
caso, la pretensión del Consejo de Ministros era ilusa porque el
escrito era esencialmente un ataque al gobierno7.
En febrero de 1956 reapareció El Espectador con el nom
bre de El Independiente y bajo la dirección del ex-presidenlf
Alberto Lleras.

Año nuevo sin vida nueva

Apenas habían terminado los festejos del año nuevo cu;m


do los colombianos conocieron la noticia de que el jefe de lii
oposición Alberto Lleras Camargo había sufrido un atentado
mientras jugaba golf, en horas del medio día, en el Countiv
Club de Bogotá, en compañía de un amigo. Cuatro veces li
dispararon pero ninguna bala dio en el blanco. Nadie fue vislu
en los alrededores.
Un corresponsal de la United Press a quien Lleras sumí
nistró detalles tuvo que dictar la noticia por teléfono porque L
censura no le permitió usar el telégrafo. El único periódico qiiM
hizo referencia al atentado fue Diario de Colombia y lo lu/u
para criticar al ex-presidente por la vaguedad de su relato, a l>i
vez que lo tildaba de “comedia” . Sin embargo, la aparcnlH

6 . A c t a 8 0 , C o n s e j o d e M i n i s t r o s , e n e r o 18 d e 1 9 5 6 .
7. S e g ú n r e l a t a T a d S z u l c , c o r r e s p o n s a l d e l N e w Y o r k T i m e s e n A i n d i
c a L a t i n a e n e s o s c o n t r o v e r t i d o s a ñ o s d e la h i s t o r i a c o l o m b i a n a , “ a f in a Icol»
1 9 5 5 y a e r a o b v i o p a r a l a m a y o r í a d e l o s c o l o m b i a n o s q u e R o j a s t e n í a toilitU
i n t e n c i ó n d e p e r m a n e c e r e n el p o d e r p a r a s i e m p r e . L i b e r a l e s y c o n s e r v n i l u i M
r e a c c i o n a r o n a d h i r i é n d o s e a l F r e n t e C i v i l . E s t e s e h a b í a i n s p i r a d o e n mil
c a r t a e s c r i t a e n 1 9 5 4 p o r el e x - p r e s i d e n t e A l f o n s o L ó p e z e n l a c u a l p r o p i m l l
u n g o b i e r n o d e c o a l i c i ó n e n t r e l o s d o s p a r t i d o s . E n s u m e n s a j e d e Afta
N u e v o , R o j a s c o n t r a - a t a c ó a c u s a n d o a la o p o s i c i ó n d e ‘a b u s a r d e la pliill
l i b e r t a d d e la p r e n s a ’. P e r o d e f i n i t i v a m e n t e e s t a b a e n m i n o r í a a l d e c l a r a i i|iit
l a p r e n s a e r a l i b r e e n C o l o m b i a . T a d S z u l c , T w ilig h t o f th e T y ra n ts ( N m
Y o rk : H e n r y H o l t a n d C o m p a n y , 1959, p. 237.
Relato de un náufrago 325

desobediencia del diario gobiernista dio pie para que todos los
periódicos publicaran la noticia8.
El gobierno negó que se hubiera tratado de un atentado,
finalmente, el país tuvo que conformarse con la historia ofi­
cial de que habían sido balas perdidas disparadas por cazado­
res descuidados. Que se sepa, los campos de golf de ese club
han sido escenario de muchas decisiones nacionales, pero
minea han sido coto de caza.

Aparecen In te r m e d io y E l In d e p e n d ie n te

En febrero de 1956 Intermedio y El Independiente comen­


zaron a circular en el país. Intermedio, sucesor de El Tiempo,
editado por El Tiempo Limitada, apareció el 21 de febrero de
1956, bajo la dirección de Enrique Santos Montejo (Calibán),
hermano del ex-presidente y propietario de El Tiempo, Eduar­
do Santos. Santos Montejo reemplazó a Roberto García-Peña,
aunque para nadie era un secreto que la dirección del nuevo
diario continuaba en sus manos. El Independiente, que sustitu­
yó a El Espectador, publicado por El Espectador Limitada,
apareció como diario de la tarde, el 20 de febrero, bajo la
dirección de Alberto Lleras Camargo, aunque inicialmente no
He permitió que su nombre se mencionara en el cabezote del
periódico, en reemplazo de Guillermo Cano. Al decir del secre-
lario de la embajada norteamericana:

Excepto en el nom bre, am bos periódicos son prácticam en­


te idénticos a sus respectivos predecesores, en form ato, diagra-
m ación, colum naje, etc., aunque en Intermedio, el editorial es
más breve. En su primera edición, am bos periódicos ad m itie­
ron su condición de sucesores tem porales hasta que sus prede­
cesores puedan reaparecer; am bos advierten a sus lectores
sobre las lim itaciones de censura im puestas por el gobierno [...]
Intermedio, cum pliendo una orden de la ODIPE, publica el texto

8. E E U a D E , e n e r o 10 d e 1 9 5 6 , 7 2 1 . 0 0 / 1 - 1 0 5 6 , R G 5 9 , N A .
326 El Jefe Supremo

de la rectificación oficial que el gobierno le había exigido el 'I


de agosto de 1955, según la cual Emilio Correa Uribe y su hi|n
Carlos Correa Echeverri habían sido muertos debido a umi
discusión provocada a raíz de un accidente de tránsito |, |
Ambos tuvieron gran acogida, Intermedio circuló con 200.000
ejemplares y El Independiente con 140.0009.

En efecto, Intermedio publicó en su primer número lu


rectificación que se había negado a imprimir en agosto de 1W
y que había costado la clausura de El Tiempo, si bien lo hi/n
por una vez y no por 30 consecutivas, como lo exigía Roju»,
indignado, desde Quito. Años más tarde, la reaparición de lo*
dos periódicos liberales, tuvo su propia interpretación poi
parte de los seguidores del General Rojas:

El Espectador a su turno, haciendo hincapié en la censuó!,


resolvió clausurase (sic) voluntariamente. Y, otro tanto hizo II
Siglo.
No obstante, las mismas empresas [El Tiempo y El Espcchl
dor] solicitaron permiso al Gobierno para editar otros periódl
eos. Así fue como El Tiempo se publicó bajo el mote de Intermt
dio, en la misma prensa, en el mismo formato, con los mismo*
redactores, con las mismas secciones, con la misma présenla
ción, y hasta con los mismos avisos. El negocio editorial no
sufrió quebranto alguno con el cambio de nombre que se dio «I
diario.

9. EEU a DE, febrero 23 de 1956, 721.00 (Wj/2-2356, RG 59, NA. I


autores no encontramos una explicación satisfactoria al hecho de qur ► !
gobierno cerrara un periódico y un mes después permitiera la apertura ilt
otro que de antemano sabía tendría la misma orientación. Sobre esa incó)inl
ta, el co-director de El Espectador, José Salgar dijo: “ Realmente no Uní*
ninguna explicación lógica. Es probable que el gobierno permitiera la publl
cación de El Independiente y de Intermedio porque era una manera de siitai
dónde y qué estaban haciendo los periodistas opositores del régimen. I In*
forma de controlarlos. También es posible que hasta en eso se reflejan! I»
falta de seriedad de la dictadura”. Entrevista con José Salgar, julio lr> il*
1987.
Relato de un náufrago 327

D e la m ism a m anera, los em presarios de El E spectador


solicitaron perm iso para editar E l Independiente, en la m ism a
prensa, con los m ism os redactores, la m ism a presentación, las
m ism as secciones y avisos.
U tilizand o este cam uflage, muy hábil por cierto, con lo
cual las em presas no perdieron dinero, porque, adem ás,
aum entaron la tarifa de an un cios y el valor del ejem plar, c o n ­
servando sus editores la con d ición de víctim as de la “d ictadu­
ra” y de mártires del p eriod ism o10.

Clausura de E l I n d e p e n d ie n te

Pero la relativa calma no habría de durar mucho. El 5 de


abril, el Sic practicó un allanamiento en la sede de la Dirección
Liberal Nacional en Bogotá. Durante la requisa, los agentes
encontraron algunas copias de Resistencia, una publicación
clandestina, contraria al régimen e impresa en mimeógrafo y
como también se encontró en la sede un mimeógrafo, los
agentes de inteligencia saltaron a la rápida conclusión de que
Hesistencia era de manufactura liberal. Por otros documentos
y correspondencia con jefes guerrilleros del Tolima y del
Llano, el Sic no demoró en acusar públicamente de subversión
ii las directivas liberales. En un comunicado oficial, el coronel
Luis Enrique Ordóñez, involucraba directamente a Alberto
Lleras, jefe del partido liberal y director de El Independiente.
La ODIPE exigió la publicación textual y completa del comuni­
cado pero prohibió cualquier referencia a la versión del acusa­
do. El Independiente aceptó difundir las acusaciones siempre y
cuando se permitiera incluir la respuesta de su director. En un
principio, Rojas aceptó la propuesta pero luego sus asesores,
particularmente, Pabón Núñez, lo convencieron para que in-
ftistiera en la publicación estrictamente del comunicado del
NIC. El 7 de abril, el periódico se imprimió omitiendo tanto el

10. R o ja s P in illa a n te e l S e n a d o (Bogotá: Editorial Excelsior, 1959),


p 37.
328 El Jefe Supremo

comunicado como la respuesta de Lleras, pero la policía prohi*


bió su distribución. Ante la intolerancia oficial, El Indepen­
diente decidió, a partir de esa fecha, no circular más en esa»
condiciones de censura. La DLN sostuvo que Resistencia no se
imprimía en la sede, sino que llegaba en el correo general, de la
misma manera como llegaba a las oficinas del gobierno; que d
mimeógrafo estaba fuera de servicio y que la correspondencia
con la guerrilla, eran cartas cruzadas con jefes liberales del
Tolima y los Llanos, sobre la aceptación de la amnistía y otro»
asuntos internos del partido. En cuanto a la acusación de
subversivo, Lleras la negaba rotundamente explicando que cih
el gobierno mismo el que, con sus restricciones, obligaba a lo»
partidos a mantener en reserva sus conversaciones tendientes u
lograr la paz bipartidista y nacional11.
Años después, recordando ese 15 de abril de 1956 cuando
fue obligado a parar rotativas, Gabriel Cano escribió:

[...] Pero aquel y este fel dictador y su gobierno] compren*


dieron bien pronto y bien fácil que el ilustre escritor y jeI»
político estaba m inando día a día la averiada estructura del
régimen d esp ótico, y buscaron y encontraron la manera ill
reducirlo a la im potencia. En efecto: so lo cuarenta y cinco din»
después de su fundación El Independiente habría de seguir el
m ism o cam ino que term inó en la clausura de El Espectador. Al
d octor Lleras se le im pidió defenderse de cargos falaces »
injustos contra el decoro de su persona y contra la dignidad de
su partido, cargos con ten idos en un com u n icad o del Servicio d»
Inteligencia sobre supuestas actividades sediciosas y clandeslb
ñas de la D irección Liberal N acion al, al propio tiem po que se le
q uiso im poner la obligación de publicar en su propio diario el
texto del com u nicado calum nioso del S ic . El Independiente
vio así forzado a suspender su publicación del m ism o m odo qii#
apenas dos meses antes se había visto ob ligad o El Espectador»
suspender la su ya1112.

11. E E U U a D E , a b r i l 4 d e 1 9 5 6 , 7 2 1 . 0 0 / 4 - 7 5 6 , R G 5 9 , N A .
12. G u i l l e r m o C a n o , A p u n te s d e un E s p e c ta d o r , p . 4 3 2 .
Reíalo de un náufrago 329

Tampoco Intermedio aceptó las condiciones de la D l N A P E


i|ue estaba entonces a cargo de Edgar Reina, pero bajo la
supervisión directa de Pabón Núñez. A Intermedio también se
1c exigió que publicara textualmente las acusaciones del SlC
contra Lleras Camargo sin los descargos del ex-presidente. El
incidente, que refiere el director del periódico en carta al
Presidente, culminó con la suspensión del diario por un día.
Así escribió Enrique Santos Montejo a Rojas Pinilla:

[...] Producida la declaración que hizo pública el C oronel


Luis Enrique O rdóñez, Jefe del S ic , com o resultado de una
ronda practicada a las O ficinas de la D irección Liberal N a cio ­
nal, la censura quiso im ponernos la obligación de publicar tal
com u nicado, advirtiéndonos que no era posible hacerle com en ­
tario de ninguna naturaleza. Sim ultáneam ente con la declara­
ción del C oronel O rdóñez se produjo una natural aclaración
por parte del D irector del Liberalism o, d octor A lberto Lleras
C am argo, que la censura nos notificó no podía ser publicada.
En esas con d icion es, y haciendo uso de un clarísim o derecho,
determ inam os no publicar el inform e del S ic ya que no se
perm itía dar a con ocer las explicaciones form uladas por el
señor Lleras Cam argo.

El censor de cabecera, Aurelio Angarita Cárdenas, insis-


líó en la publicación de un nuevo comunicado expedido por la
ODIPE, en el cual se transcribían las declaraciones de Lleras no
»nlo incompletas, sino en algunos de sus apartes principales
parcialmente alteradas. Santos Montejo se negó a incluirlo en
rl periódico a menos que fuera acompañado de un editorial
aclaratorio. El censor lo vetó y advirtió que si se imprimía
llamaría a la policía para impedir la distribución del diario.
"Así pues, obligados por fuerza mayor nos vimos en la imposi­
bilidad de editar y distribuir I N T E R M E D I O el sábado 7 de
abril” 13.

13. E . S a n t o s M o n t e j o a R o j a s P i n i l l a , a b r i l 10 d e 1956, A P R .
330 El Jefe Supremo

La respuesta de Rojas al director de Intermedio se hi/i


esperar casi un mes. El 4 de mayo, Enrique Santos conoció, p<|
carta, los argumentos de Rojas Pinilla para imponer la censmn
que según el presidente, solo era “ una clara atribución de I
Carta Constitucional” . “ Muchos son los esfuerzos que el gil
bierno ha hecho para que ciertos periodistas depongan »
ánimo guerrillero” , explicaba el presidente, [...]

y en el caso del com u nicado del SIC con m otivo de la vit||


practicada a las O ficinas de la D irección N acional Liberal pul
com probar las inform aciones que venía recibiendo el gobicni
sobre publicaciones clandestinas y subversivas elaboradas i
dichas oficinas, hay que tener en cuenta que el SIC debía hai|
con ocer de la op inión que se trataba de una diligencia relacit
nada con asuntos de orden público, llevada a cabo de acucrt]
con los requisitos legales, pues sin la debida inform ación hábil
p odid o pensarse en un sim ple allanam iento, producto de il
em peño de m ortificar a personas que se han caracterizado pi
su sistem ática enem istad contra el gobierno.
En ese com u nicado se dieron a la publicidad aqiu-lli
d atos objetivos que no im plicaban alteración alguna a la invf
tigación, en tanto que el com u nicado que el doctor I.lcfl
Cam argo exigió fuera acom pañado a la publicación del expeq
do por el SIC, adem ás de ventilar por la prensa la pmpl
investigación, quitándole así su carácter reservado, contení
agravios contra el gobierno que éste estaba en la obligación i|
rechazar, sino tam bién de no permitir hacer público de acuclil
con elem entales norm as del principio de autoridad. Ante* i;
firmar el General Jefe Suprem o Presidente de la repúblld
inform aba a Santos que “de ahora en adelante el periódlti
Interm edio puede seguir apareciendo con su verdadero nonilil
de El T iem pou .
.

Con el incidente de la dirección liberal, Intermedio dejó 4


publicarse un día, en tanto que El Independiente dejó i|14

14. R o j a s P i n i l l a a E n r i q u e S a n t o s M . , m a y o 4 d e 1 9 5 6 , A P R .
Relato de un náufrago 331

circular y reapareció el 4 de febrero de 1957, tres meses antes


del derrocamiento del General Rojas Pinilla, bajo la dirección
de Guillermo Cano.
La carta del presidente suscitó efusivos mensajes de felici-
lación de eclécticos y durables políticos colombianos. Citamos
el de José Ignacio Vives, parlamentario del Magdalena, por
considerarlo fidedigno exponente del vicio nacional que en
Colombia se conoce con el nombre de ‘manzanillismo’ y que el
embajador norteamericano en varias ocasiones calificó como
"exceso de oratoria” . Vives envió desde Santa Marta,'las si­
guientes líneas: “ Su patriótica respuesta al Director de Inter­
medio es una nueva y generosa demostración de sus elevados
ncntimientos de Gobernante, al autorizar reaparición de El
tiempo. Comparto sus tesis allí expuestas sobre misión del
periodista y aplaudo con frenesí y entusiasmo su generosidad
política de Gobernante y la conducta inmaculada y serena de
Magistrado ilustre, que aún agraviado por sus adversarios, no
rehúsa favorecerlos con su condescendencia patriótica, como
Inequívoca prueba de que estáis gobernando para todos los
colombianos. Abrázolo” 15.
El ex-presidente Eduardo Santos, a la sazón en el exterior,
Imbía escrito a su hermano Enrique anotando que no podía
permitir la publicación de El Tiempo bajo las señaladas cir­
cunstancias de censura y de ausencia de un razonable estatuto
de prensa. No obstante, Intermedio sí continuó circulando en
rxus mismas circunstancias en que El Tiempo no podía apare­
cer16.
Sin embargo, Eduardo Santos explicó su posición a la
Sociedad Internacional de Prensa (SIP) sobre las razones para
ipic El Tiempo permaneciera en silencio mientras Intermedio
Imbiaba por él: “ A los cinco meses de haber cesado en esa

15. José Ignacio Vives a Rojas Pinilla, mayo 9 de 1956, APR. No fue el
«Coico mensaje que el citado parlamentario envió, en términos parecidos, al
Itnlente general Rojas Pinilla; los originales hacen parte del archivo de la
l'irsidencia de la República.
16. EEUU a DE, abril 4 de 1956, 721.00/4-756, RG 59, NA.
332 El Jefe Supremo

forma sus labores el diario de que era yo el único propietario,


procedí, por obvias razones, a liquidarlo y constituí una Socio*
dad Colectiva Limitada, llamada “ Casa Editorial de El Tiem­
po” , en la cual no conservo, provisionalmente, sino pequeflhl*
ma mayoría, cediendo el resto a algunos de quienes mi
acompañaron en el largo esfuerzo por crear esa grande obm,
Esa compañía se organizó legalmente, en la forma debida,cm(
todos los elementos que El Tiempo poseía cuando fue suspendí*
do y su Junta Directiva decidió dentro de la autonomía que ll
corresponde, pero sin intervención mía, la publicación de /«•
termedio, bajo la dirección del más antiguo y popular de ln|
periodistas colombianos. Por idéntica que sea la orientación
ideológica y moral de I n t e r m e d i o y E l T i e m p o , son dn|
periódicos distintos. Su fusión, la eliminación de uno de los dm|
o la publicación de ambos, es asunto que requiere estudio» Jf
acuerdos a los cuales prestaré detenida atención17.

Orden antes que libertad

El pensamiento oficial de que la prensa no estaba pm<


oponerse a los designios del presidente, sino para colaboro!
desinteresadamente con él, también quedó consignado en Inl
declaraciones de Edgar Reina, sucesor de Arango en la dirotll
ción de la O D I P E . Según Reina, ninguno de los periódico»
sancionados había aceptado publicar el comunicado del Sl(‘
“ sino a condición de que se les permitiera injuriar al gobierno,
pero [el gobierno] no puede autorizar excesos en el uso de mi»
garantías. La paz y el orden son superiores a toda otra consulto
ración. Esa es la razón histórica del Gobierno de las Fucr/ti»
Armadas” 1819.
El 9 de junio, el Ministro de Gobierno Lucio Pabúlj
pronunció un discurso durante dos horas por la emisora nadm

17. I n f o r m e e n v i a d o p o r l a S I P a l P r e s i d e n t e d e l T r i b u n a l I n t e r a m c i i i » (
n o d e la L i b e r t a d d e P r e n s a , s i n f e c h a , p . 3 0 , A P R .
19. E d g a r R e in a , b o l e t í n d e la D i r e c c i ó n d e i n f o r m a c i ó n y Prens
E s ta d o , a b ril 7 de 1956, A P R .
Relato de un náufrago 333

nal. ¿El motivo? La defensa de la censura como única vía de


pacificación nacional:

Desafortunadamente no todos correspondieron a estos


nobles propósitos —subrayó el Ministro— y así vimos que al
poco tiempo renacieron las informaciones falsas y las frenéticas
campañas, que de nuevo acudían a los más bajos instintos para
impedir el proceso de pacificación. Así se hizo necesario adop­
tar medidas represivas de notable vigor, especialmente sancio­
nes económicas. Refiriéndose al allanamiento de la casa liberal,
el ministro de gobierno aseguró que se habían aplicado indis­
pensables medidas preventivas, ya que se observó que el bando­
lerismo, que estaba para extinguirse, había vuelto a tomar
impulso con la suspensión de la censura19.

La República, que tímidamente comenzaba a disentir de


la línea oficial, se negó a publicar el comunicado20. En cambio,
la prensa afecta al régimen, Diario de Colombia, El día, La Paz y
.lomada, no sólo publicaron el comunicado del SIC en forma
destacada, sino que agregaron notas editoriales enfatizando su
aprobación por las medidas del régimen, a la vez que atacaban
a Lleras y al partido liberal21.

19. L u c i o P a b ó n N ú ñ e z , E! Estado, ¡a Paz y la Prensa, dos discursos de!


Ministro de Gobierno, junio 9 de 1956, s i n p i e d e i m p r e n t a , n i f e c h a . E s d e
a n o tar q u e la c e n s u r a n u n c a se s u s p e n d i ó t o t a l m e n t e . T u v o m o m e n t o s d e
m ayor o m e n o r in te n s id a d , p e r o la O D I P E n o d e s c u id ó su fu n c ió n d e c o n tr o l
y vigilancia.
20. E E U U a D E , m a y o 18 d e 1 9 5 6 , 7 2 1 . 0 0 / 5 - 1 9 5 6 , R G 5 9 , N A .
2 1. E l r o m p i m i e n t o p r o g r e s i v o d e M a r i a n o O s p i n a P é r e z , p a d r i n o p o l í ­
tico d e R o j a s P i n i l l a , c o n e l r é g i m e n m i l i t a r s e p r o d u j o a la f u e r z a y c o n
i l r s g a n o p o r p a r t e d e l e x - p r e s i d e n t e c o n s e r v a d o r . O s p i n a se i d e n t i f i c a b a
( l l e n a m e n t e c o n el i d e a r i o a n t i c o m u n i s t a d e l r o j i s m o , s e g ú n se d e s p r e n d e d e
la* c o n v e r s a c i o n e s s o s t e n i d a s e n t r e O s p i n a y el e m b a j a d o r B o n s a l . D e a c u e r ­
do c o n el e m b a j a d o r n o r t e a m e r i c a n o , O s p i n a r e c h a z a b a la i d e a d e q u e l o s
dos p a r t i d o s t r a d i c i o n a l e s s e u n i e r a n e n u n f r e n t e c o m ú n p u e s d e j a r í a n s i n
|i b o a l g o b i e r n o m i l i t a r . “ O s p i n a c r e e q u e e s t a i d e a e s i n d e s e a b l e e i n c l u s i v e
l l i c u e n t r a p e l i g r o s o i n t e n t a r c u a l q u i e r c o s a q u e p e r t u r b e l a fe t r a d i c i o n a l d e
334 El Jefe Supremo

El descontento crecía parejo con los escándalos de corrup


ción administrativa y de los negociados cercanos al presidenlr,
que no podían aparecer en letras de molde. Ni siquiera le cstolu»
permitido a la prensa, entre sus variadas restricciones, comen
tar noticias internacionales. Calibán dejó constancia del hosll
gamiento de aquellos días que en mucho se debió a la singulni
susceptibilidad a la crítica que padecía el general Rojas Pinillw,

N in gun o de los problem as nacionales pueden ser hoy Im


tados librem ente en los periódicos porque la censura no lu
permite. N o es posible por ejem plo com entar la política pieui
puestaria del’gob ierno, ni analizar las m edidas económ icas ion
la am plitud que tem a de tan vasto interés requiere. Pero ni
siquiera a las cuestiones de índole internacional pueden lo*
periódicos referirse, porque se em plea un criterio de analojjln»
que im posibilita toda m ención de cuestiones extranjeras cuan
do se las puede suponer sem ejantes o alusivas a los problemnt
colom b ian os. En estas con d icion es nuestros diarios dan lo
im presión de no ser editados en C olom bia, tan ajenos parecen h
los asuntos que al país le son vitales22.

l a s m a s a s c o n s e v a d o r a s , y l a s l i b e r a l e s t a m b i é n , e n s u s d o c t r i n a s t r a d i i ..... ..
le s . C u a n d o le m e n c i o n é a O s p i n a c ó m o l a c o a l i c i ó n p a r t i d i s t a h a b í a dailii
r e s u l t a d o e n e l d e r r o c a m i e n t o d e l g e n e r a l [ R a f a e l ] R e y e s , O s p i n a conii'M á
‘ Sí, p e r o e s o f u e a n t e s d e l o s c o m u n i s t a s . Si h o y se d e s a n i m a l a f e d e la s imum
e n s u s d o c t r i n a s t r a d i c i o n a l e s , s e le s h a c e m á s v u l n e r a b l e s a l c o m u n i M i m 1
L a c o n c l u s i ó n d e l e m b a j a d o r e n s u i n f o r m e a l D e p a r t a m e n t o d e E s l a i l u Iim
p u d o se r m á s ex p líc ita : “ é ste es e n e f e c to u n p u n t o d e v ista co nservada! i
o l i g á r q u i c o ” . E E U U a D E , m a y o 13 d e 1 9 5 6 , 7 2 1 . 0 0 / 5 - 1 9 5 6 , R G 59, NA
2 2 . E . S a n t o s M o n t e j o a R o j a s P i n i l l a , a b r i l 10 d e 1 9 5 6 , A P R .
28. La mordaza en Antioquia

IViblio Trujillo Fernández, que en 1986 se jubiló como magis­


trado del Tribunal Superior de Medellín, cuenta que estaba
estudiando derecho en 1956 cuando le ofrecieron el puesto de
tensor de prensa en la gobernación de Antioquia. El y otro
tensor revisaban, antes de publicarse, las ediciones del diario
nspinista El Colombiano, del matutino liberal El Correo y del
vespertino liberal El Diario, los tres periódicos que circulaban
en Medellín. “ Lo que más se censuraban eran las noticias
económicas. La violencia y la política no se censuraban. Había
semanas en que no se censuraba ni un artículo” , anotó el
ex-magistrado1.
Las víctimas de Publio Trujillo no vieron con el mismo
lente color de rosa lo que fue la censura en el departamento de
Antioquia. Fernando Gómez Martínez, director de El Colom­
biano, llevó entre 1955 y 1957 un diario privado de todos los
«Impelios de la censura y de las informaciones que no se
podían publicar. En 1956 el diario saludó con ironía el nom­
bramiento del nuevo censor: “ Mayo 17.—Hoy tomó posesión
ile su cargo de censor de la prensa de Medellín el señor Publio
trujillo Fernández. Qué honor para la familia, como decía mi
piiisano Jesús Ferrer” 12.

1. E n t r e v i s t a t e l e f ó n i c a c o n P u b l i o T r u j i l l o F e r n á n d e z , n o v i e m b r e 1 7 d e
l»H7.
2. F e r n a n d o G ó m e z M a r t í n e z , M o r d a z a ( M e d e l l í n : E d i t o r i a l G r a n a m é -
lltn, s i n
fe c h a ) , p . 80.
336 El Jefe Supremo

Ninguna información relacionada con la violencia o con


la política se podía publicar en El Colombiano, pese a que la
redacción llegaban noticias de matanzas y asaltos de bandolr
ros, como lo registra el diario personal de Gómez Martínez
Setenta denuncias mensuales por asesinato recibían en 195.6 lo*
jueces de Pereira, pero el director de El Colombiano que cono
ció la estadística de boca de dos magistrados sólo pudo anotiu
la en su diario, pero no imprimirla en su periódico. Los probli
mas de orden público no existían para quien leyera la prensa
En el Tolima “ los sistemas de represión son de tierra arras»
da” pero los lectores no podían saberlo3.
El veto noticioso alcanzó extremos que con el pasar tlel
tiempo parecen broma pero que exasperaban a los periotlisla*
que los padecieron. La radio dio en 1956 la noticia del nombra
miento, hecho por el gobierno, de los nuevos magistrados de I»
Corte Suprema de Justicia, organismo tan desprestigiado que
según el director de El Colombiano se había convertido en el
mejor sitio para hacer la judicatura rural. El periódico publii ú
sus nombres, pero no pudo hacer lo mismo con los de lut
magistrados anteriores, pues el censor Publio Trujillo Fernán
dez tachó de la información el artículo del decreto donde se li •
aceptaba la renuncia. “ Un decreto del presidente de la repúlill
ca [¿] está sometido al criterio del censor departamental7 I o*
hechos hablan” , observó resignadamente Gómez Martínez Plt
su diario4.
El subdirector de El Correo recuerda a Trujillo Fernández
como censor “aterrador, ignorante, atrabiliario” y anota qu#
en una ocasión pretendió extender sus atribuciones aún «I
campo de la lengua castellana. El censoramenazó con proluhli
la salida del periódico a la calle porque un titular contení» I»
palabra “espurio” y él aseguraba que este sinónimo de baslal
do se escribía “espúreo” y se negaba a acatar el ‘espurio” que
manda el diccionario5.

3 . Ib id . , p p . 3 4 , 81 .
4 . Ib id ., p p . 129, 133.
5. E n t r e v i s t a c o n A d o l f o L e ó n G ó m e z U r i b e , n o v i e m b r e 18 de
La mordaza en Antioquia 337

"El oprobio de los oprobios”

La censura no respondía a ningún criterio. Las orientacio­


nes recibidas de Bogotá carecían de consistencia y de todas
formas eran desatendidas o libremente interpretadas por los
censores en Medellín. Un día, por capricho del gobernador, no
le podía mencionar a Sendas en la prensa. Otros cambiaban
Itrbitrariamente la hora de entrega del material que se llevaba a
la censura. O devolvían a la una de la mañana los originales, o
extraviaban parte de las noticias. O pese a que la edicióaestaba
«probada con sellos impuestos por el censor, señalando incluso
el tamaño de los títulos y el columnaje de cada información,
revisaban posteriormente las matrices y volvían a hacer cam­
biar la titulación. También se dio el caso de que al gobernador
militar no le gustara el periódico que se le llevaba en la madru­
gada cuando estaban listos los primeros números y entonces
era necesario rehacer la edición o irremediablemente dejar de
circular ese día, si la hora era avanzada. Por mucho tiempo El
Correo dejó de aparecer, casi con regularidad, uno o dos días a
la semana. “ El oprobio de los oprobios” fue la censura, de
«cuerdo con Adolfo León Gómez, subdirector del matutino.
El censor José Gómez Amaya, que luego fue alcalde de
Envigado, se paseaba por la redacción de El Correo con dos
revólveres al cinto. Un visitador de la gobernación que fue
censor también visitaba armado el periódico. La intimidación
locaba igualmente las finanzas del periódico, con multas, limi-
l«ciones de papel y otros golpes, como cuando la censura
prohibió una fotonovela de Vanidades que había logrado
«amentar la circulación.
Las noticias sociales en primera página estaban vedadas
porque los lectores entendian, al verlas en ese lugar, que el
periódico estaba censurado. Para disfrazar la censura, los co­
municados oficiales debían publicarse con el despliegue que
mandara el censor civil o militar de turno pero sin que fuera
licito advertir que se trataba de un comunicado del gobierno.
l,os espacios en blanco tampoco eran permitidos porque el
lector podía interpretarlos como protesta contra la censura; es
más, aun los títulos imperfectos eran sospechosos pues daban
338 El Jefe Supremo

la impresión de ser espacios en blanco, como en el siguicntn


ejemplo:

PRESIDENTE LLEGO AYER


A CALI (espacio en blanco)

¿Cuál fue la experiencia más frustrante para el subdirectoi


de El Correol La obligación, vigente un tiempo, de llevar el
material a la Cuarta Brigada, donde los soldados a culatazo»
cerraban la puerta para que el periodista no pudiera entregm
los originales a la censura militar. Sin visto bueno de la censm»
el periódico no podía publicarse y cerrando la puerta, el censoi
culpaba al periódico de ño entregar los materiales o de entrcp.u
tardía. (La censura a veces no atendía después de las seis de lu
tarde). Entonces el rotativo no salía a la calle.
La tentación de engañar al censor es universal. El Correo
la intentó con fugaces resultados. Como el diario que dirigí»
Antonio Panesso Robledo era ciento por ciento santista, su
insertaban en distintas columnas frases o párrafos de cartas y
manifiestos escritos por Eduardo Santos. Como lo vedado cim
la firma del ex-presidente el truco sobrevivía hasta que tarde u
temprano los censores detectaban estos extractos político*
mimetizados. Otras trampas a la censura morían en un di»,
como cuando el censor aprobó ocho breves corresponsal!»*
relacionadas con peculados o despilfarros en otros tantos mu
nicipios antioqueños. El subdirector las diagramó todas en I»
primera página, en ocho pequeños recuadros. Era una manan
sutil de aproximarse al tema tabú de la corrupción y de lo*
negociados de la familia y allegados presidenciales, pero I»
censura, sintiéndose burlada, ordenó recoger la edición.
Paradójicamente, el peor golpe sufrido por El Corita
provino no de la censura que se le aplicaba directamente sino
del cierre de El Tiempo a mediados de 1955. Lucas Caballero
“ Klim” , Enrique Santos Montejo “ Calibán” , Roberto Garrí»
Peña, Alberto Montezuma, Hernando Santos y los denul*
comentaristas del diario bogotano trasladaron en masa su»
columnas a El Correo. “Teníamos la obligación de mantener I»
La mordaza en Antioquia 339

antorcha liberal prendida” , indicó Adolfo León Gómez. Esta


untorcha chamuscó las finanzas del matutino antioqueño, cu­
yo principal accionista era Emilio Urrea Giraldo, padre del
político y empresario Emilio Urrea Delgado. De 8 mil, ejem­
plares el periódico pasó a imprimir tres o cuatro veces más para
remitirlos por avión a Bogotá, principalmente, y a varias capi­
tales departamentales, sin que se presentara un incremento en
los avisos que permitiera costear el súbito aumento del tiraje.
Cuando el diario antioqueño comenzó a venderse en Bogotá el
gobierno se dio por notificado pero nada hizo para impedirlo,
aunque el gobernador de Antioquia ofreció al subdirector la
adjudicación de una casa. La oferta fue rechazada por Adolfo
León Gómez.
Gómez explica que pese a las dificultades económicas y a
la mordaza oficial que impedía el más elemental cubrimiento
informativo, el periódico seguía saliendo para mantener la fe
de los liberales. “ El país era muy politizado” 6.

1.a dictadura de Rojas: anacronismo viviente

Aunque El Colombiano sobrevivía para que no se apagara


la antorcha conservadora, su director llegó a contemplar la
claudicación. Cuando la administración de impuestos impuso
n la empresa una multa de seiscientos mil pesos por presuntas
anomalías, todos menos uno de los 112 empleados ofrecieron
donar una quincena de sueldo para ayudar a pagar la sanción,
(iómez Martínez planteó a su socio de toda la vida, el gerente
Julio C. Hernández, hermano de Berta Hernández de Ospina
l’órez, la posibilidad de vender la mayoría de acciones a
personalidades de Medellín que pudieran acceder a todas las
exigencias del gobierno7.
No era para menos. Quien ha estado habituado a escribir
con libertad, y de contera es copropietario de la empresa, se

6. Ibídem.
7. Fernando Gómez Martínez, Mordaza, pp. 39-40, 88.
34 0 El Jefe Supremo

siente ultrajado si se le impide tomar la pluma cuando más lii


necesita para dar la batalla. Si a la arbitrariedad se une el
capricho de un censor ignaro, la paciencia puede ceder, lint»
breve nota de relleno sobre el día panamericano fue vetada pul
el mayor Carlos Arturo Jaramillo —“ nuestro peluquero (Ir
cabecera” , lo bautizó Gómez Martínez—, porque concluía con
esta frase desprevenida: “ En un comentario de periódico, fot
zosamente restringido, no cabe una noticia completa sobre rl
funcionamiento y las realizaciones de la OEA” . Para el mayui
Jaramillo la expresión “forzosamente restringido” insinuab»
que sobre el periódico pesaba la censura, cosa impublicable
Desafortunadamente para El Colombiano, el tonto e irritanlr
incidente se complicó por pura casualidad. Dos días más tarde,
con autorización de la censura, se publicó, tomado de unti
agencia internacional de noticias, un editorial del New YmA
Times precisamente sobre el día panamericano. Los lectore*
antioqueños pudieron entonces leer que según el editorialislii
neoyorquino las dictaduras de Somoza, Pérez Jiménez y R<>|ii»
Pinilla eran anacronismos vivientes. El censor seguramcuii
leyó sólo las líneas iniciales y no se percató de la grave ofensa n
la persona del Jefe Supremo contenida más adelante.
De nada valió alegar el error del censor. El comandante de
la Cuarta Brigada amenazó con suprimir la censura, lo cual mi
quería decir levantarla y liberar las informaciones sino dejar di
ejercerla, o sea obligar al cierre del periódico. Finalmente vimi
el castigo cuando el coronel Emilio Tovar Lemus “que luí
asumido el michinazgo, acaba de imponer nuevas normas pain
la censura: la primera, que todas las producciones y noticia»
deben ir por duplicado; la segunda, que los títulos tienen que li
precisamente en la parte de los originales, y no en hoja apai le
Quepan o no, tiene que ser así. Como la censura de la transenp
ción del ‘Times’ fue puesta en el papel del título, [¿] estarán
dudando los señores censores de que el documento fue autml
zado? [¿] O llegará su audacia y su desvergüenza a sostener qup
les cambiamos el original?” 8.

8 . I b id . , p p . 6 2 - 6 8 .
La mordaza en Antioquia 341

Como es interminable el anecdotario de la mordaza al


diario de quien fuera embajador en el gobierno de Ospina
Pérez y canciller en el de Guillermo León Valencia, repasemos
itlgunas informaciones y opiniones que Gómez Martínez no
pudo publicar gracias a la censura:

—Marzo 8/56: atentado a Roberto García-Peña.


—Abril 13/56: fotografías de un homenaje rendido en
Ocaña al ministro de Gobierno. Lucio Pabón Núñez aparece en
mangas de camisa y con revólver y cuchillo al cinto.
—Abril 17/56: crónica liviana en que los ratones antioque-
ños matan un gato, sacudiéndose por primera vez en la historia
el milenario yugo.
—Abril 26/56: foto de una familia espantosamente ma­
cheteada en el municipio de Gómez Plata.
—Mayo 21/56: el discurso de instalación pronunciado
por el alcalde de Medellín en el congreso de alcaldes de capitales
de departamento.
—Junio 3/56: la palabra “conservador” y el nombre de
Mariano Ospina Pérez.
—Junio 10/56: estudiantes detenidos fueron obligados a
lavar excusados, a trotar, y a arrodillarse ante el retrato de
Rojas Pinilla.
—Junio 21/56: toda información sobre los congresos de
Andi y Fenalco.
—Julio 6/56: “Cuentan y no acaban sobre las atrocidades
y desafueros cometidos por el exalcalde de Puerto Berrío, Capi­
tán Santamaría”.
—Agosto 9/56: “Desde Cali se ha dirigido hoy al país el
señor presidente, en una arenga encendida en la cual vuelve a
inculpar a los políticos de la tragedia de Cali. No se podrán
escuchar palabras más incendiarias ni más irresponsables en
boca de un mandatario. Dios salve a Colombia”.
—Septiembre 6/56: Ocho horas estuvo detenido en un
calabozo del SIC el corresponsal en Bogotá, Guillermo Hoyos,
por haber transmitido la noticia del viaje a Roma del secretario
privado de la Presidencia de la República. El viaje era “secreto
342 El Jefe Supremo

de estado” y según dijeron en el SIC a Hoyos, la orden de


arresto la dio el Presidente Rojas.
—Abril 9/57: “En el ramo de los negocios, el presidente o*
un experto. Negocios grandes o pequeños, eso no importa. Yti
sabemos qué es ‘Platerito’ según la expresión de Narcim
[Díaz]”.
—Abril 22/57: “Sobre los responsables [del contrabamln
de café por Cúcuta] son casi unánimes las versiones para scflii
lar a los altos funcionarios de la Aduana Nacional, como rl
Capitán Nicolás Díaz. Asegurándose, además, que del negocio
participa [Samuel] Moreno Díaz, en colaboración con alguno*
negociantes inescrupulosos”9.

9. I b i d . , pp. 54, 63, 69, 72, 82, 95, 98, 103, 109, 123, 141, 213, 215 ; Ift
29. Un congreso de bolsillo

Tanto la prensa liberal como la conservadora, incluida aquella


orientada por el sector ospinista, creyó poder remediar los
males que acosaban a la libertad de expresión apelando a la
Hulidaridad gremial. Después de solicitar y conseguir la autori­
zación oficial, la Comisión Nacional de Prensa, asociación
gremial de los periódicos, quiso organizar el tercer congreso de
prensa escrita que habría de reunirse en Bogotá el 6 de junio,
ton “ la representación de todas las fuerzas vivas del periodis­
mo escrito del país” . Lo que no sabían los organizadores era
tpie “esas fuerzas vivas del periodismo” eran vigiladas, inven­
tariadas, clasificadas y cuantificadas, según se desprende del
memorando confidencial enviado por Edgar Reina, director de
la ODIPE, a las autoridades departamentales:

Señor Gobernador:
Para fines urgentes que interesan a la Dirección de Infor­
mación y Prensa de la Presidencia de la República, ruego a Ud.
muy atentamente, se envíen a esta Oficina, a la mayor brevedad
posible, la lista completa de diarios, semanarios, revistas, emi­
soras, noticieros y radioperiódicos que se editen o emiten en el
territorio de su jurisdicción (capital y municipios), indicando el
nombre de la publicación, su periodicidad, su criterio o finali­
dad, los nombres del director, gerente o administrador, la
filiación política de cada uno de ellos, la política velada o franca
de la publicación, o su apoliticidad y si son o no amigos y
344 El Jefe Supremo

defensores del gobierno o si son neutrales ab solu tos, inde|H'il(


dientes o no.
Los d atos anteriores se requieren CON U R G E N C IA , ptitK
efecto de establecer previam ente la orientación — en privado m
del próxim o C ongreso N acional de Prensa y por ello los daluf
deben ser concretos, categóricos y reservad os1.

A d e m á s d e la v ig ila n c ia , la O d i PE se e n c a r g ó d e atravesnf
to d a su erte d e o b s tá c u lo s a lo s c o o r d in a d o r e s d el e v e n to con i'l
fin d e q u e la o r g a n iz a c ió n d el c o n g r e s o p a sa ra a m a n o s de M
a m ig o s d e R o ja s12. N o en v a n o , en su d isc u r s o d el 1 d e ju n io puf
ra d io y te le v is ió n , el m in istr o d e G o b ie r n o P a b ó n N ú ñ e z scñtfi
ló la a c titu d a n tip a tr ió tic a d e c ie r to s p e r ió d ic o s q u e rehusaban
a c e p ta r la p re-c en su r a y p refir ier o n cerrar a n te s q u e aceptar p|
cr iter io o fic ia l, p e r o el g o b ie r n o c o n tin u a r ía h a c ie n d o valt'j
lo s d e r e c h o s d el p u e b lo p o r e n c im a d e lo s de un p u ñ a d o tlf
in d iv id u o s . M ien tr a s la c e n su r a sea n ece sa r ia — advirtió
P a b ó n — lo s p e r ió d ic o s q u e q u iera n a p a rec er o reaparece!
ten d rá n q u e a c e p ta r la . En el m ism o d is c u r s o y refiriéndoif
al c o n g r e s o d e p r e n sa , a n u n c ió la a p a r ic ió n d el D ia rio O /ielá
tr a n sfo r m a d o en ó r g a n o del g o b ie r n o c o n el fin d e “ ev ita r qili
la p r o fe sió n se a el p r iv ile g io e x c lu s iv o d e u n o s p o c o s afortumll
d o s ” 3.
T a m p o c o q u e ría el g o b ie r n o q u e el c o n g r e s o fu era privil#
g io e x c lu s iv o d e lo s p e r io d is ta s in c o n fo r m e s c o n el régimrlí
Para im p e d ir lo , la O o iP E r e o r g a n iz ó el c o n g r e s o d e m anen
q u e el g o b ie r n o tu v ie ra m a y o ría d u r a n te las s e s io n e s del ml(
m o : L a P a z, D ia rio d e C o lo m b ia , J o rn a d a , E l E ren te d e BucaiKj
m a n g a y o tr o s d ia r io s d e p r o v in c ia a c a ta r o n las d isp o sicin n e
p a la c ie g a s. A sí q u e , tal y c o m o lo h a b ía p r e d ic h o el d irecto i ill
E l C o lo m b ia n o , el c o n g r e s o se lle v ó a c a b o c o n tr o la d o poi i
g o b ie r n o y su s 25 r e p r e s e n ta n te s q u e d e a n te m a n o hablo
a p r o b a d o c a d a u n a d e las p r o p u e sta s o fic ia le s.

1. E d g a r R e i n a a G o b e r n a d o r e s , m a r z o 2 2 d e 1 9 5 6 , A P R .
2. C a r t a d e F e r n a n d o G ó m e z M a r t í n e z , d i r e c t o r d e E l C o lo m b ia n a , ü lo
o r g a n i z a d o r e s d el c o n g r e s o , j u n i o 2 d e 1956, A P R .
3. V a n g u a rd ia L ib e r a l , j u n i o 2 d e 1 9 5 6 .
Un congreso de bolsillo 345

Pero no de manera gratuita. El apoyo al gobierno de las


fuerzas Armadas fue otorgado por los periodistas adictos al
légimen a cambio de “ la constitución de sendas (sic) ‘casas del
periodista’ en la capital de la República tanto como en las
ciudades que la demanden” ; “ por el funcionamiento anexo a
dicha ‘casa del periodista’, tanto en la capital de la República
tomo en las ciudades así especificadas, de cooperativas de
Consumo y de comisariatos, aquellas y estos exentos de gravá­
menes de importación y de toda suerte de impuestos, tanto
lincionales como internacionales” . El apoyo se cambió tam­
bién por casas que reunieran “ la triple garantía de comodidad,
modicidad de precio y amortización a largo plazo, lo cual
irulizará el Instituto de Crédito Territorial” y de la reducción
del 50% en las tarifas de transporte “terrestre, fluvial, maríti­
mo y aéreo y gratuidad de espectáculos públicos” . En retribu­
ción, los periodistas prometían “ su respaldo al Gobierno de las
I uerzas Armadas, a su patriótica obra de pacificación, de
^construcción nacional y restauración del orden*público” 4.
En el discurso de inauguración del congreso. Rojas dijo
que la colaboración con el gobierno era esencial para lograr la
|mz y que la paz y el desarrollo del país eran deberes patrióti-
ii)s. De nuevo, se pedía colaboración ‘con escopeta’ pues
Itieron los periodistas representantes del gobierno quienes im­
pusieron la elección de la nueva Comisión Nacional de Prensa,
ni la cual quedó incluido Samuel Moreno Díaz, director de
Islario de Colombia y yerno del presidente. Durante el congre-
»u se hizo aprobar una plancha de nombres para integrar una
Irileración de periodistas de todo el país. Los elegidos, sin
incepción, eran simpatizantes del gobierno.
En la cadena de agresiones, la oposición no puso la otra
mejilla. El director de El Relator de Cali pidió una resolución
que prohibiera la censura cuando la información no aludía al
urden público. El presidente del congreso descartó la propues­
to por considerarla fuera del orden del día.

4. C o m p r o m is o y o b je tiv o s del C o n g re s o N a c io n a l de P re n sa , a n ó n im o ,
muyo 2 5 d e 1 9 5 6 , A P R .
346 El Jefe Supremo

Los directores de El Colombiano, Intermedio y otro» 'J


periódicos independientes del régimen decidieron sabotear d
congreso redactando una hoja en la cual denunciaban el plmi
sistemático del gobierno para acabar con la prensa libre t*H
Colombia. Dentro del mismo propósito de sabotaje, decidir
ron votar por la reelección de la Comisión Nacional de Prenmi
elegida en Cali en 1954, anunciaron la formación de la Asm la
ción de Prensa Independiente y de una Comisión de Fren»*
Libre y anunciaron que el congreso de prensa independíenle M
reuniría en octubre de 1956. Gabriel Cano, hizo circular mu
denuncias contra las maniobras oficiales para silenciar su i*
riódico. En respuesta, la mesa directiva del congreso invitó «ti
grupo de independientes a compartir el procedimiento oficial
pero ellos rechazaron la propuesta indignados. Con todo y
protesta, el gobierno aprovechó el congreso para dejar en eliini
quién era el jefe. Pabón Núñez clausuró el evento con lili
discurso. En él hizo énfasis en las obligaciones del periodista
Citó al Papa y a Bolívar para afirmar que el bien común
dependía de la colaboración de la prensa cuya función era "la
armonía, la colaboración, el apoyo y el estímulo” . Agregó *|tn*
el gobierno tenía la obligación de defenderse contra la difama
ción, la mentira, el egoísmo y la injusticia de los individuos culi
ambiciones políticas y que el deber de la prensa era apoyado
En síntesis, quienes no estaban con el gobierno, estaban colilla
él. Las palabras del ministro de Gobierno encarnaban, una v m

más, el sentir presidencial con respecto a la prensa en Colmii


bia5.
Algunos días más tarde, los directores de los dos principa
les diarios de la oposición en la capital, confiaron al embajmltii
norteamericao que sólo les quedaba esperar el cierre definitiva
de sus periódicos y que no creían que este día demorara más til
dos o tres meses. En el mejor de los casos —agregaron— I*
prensa de oposición continuaría circulando pero bajo lasmé»
severas restricciones. Como consecuencia inmediata del emi

5. P a b ó n N ú ñ e z , d i s c u r s o a n t e el C o n g r e s o N a c i o n a l d e P r e n s a , |illll
de 1956. A P R .
Un congreso de bolsillo 347

(teso, el SIC arrestó a Hernando Santos Castillo por distribuir


los impresos redactados por los disidentes, incluida la denun­
cio de Gabriel Cano6.
El acoso de Rojas hacia la prensa tuvo otros motivos
«parte de su exacerbada sensibilidad ante la crítica. Era un
hecho que la prensa defendía intereses políticos que tendían a
minar la existencia misma del régimen. Cuando Alberto Lleras
('«margo asumió la dirección de El Independiente en 1956, era
«¡limitáneamente el jefe único del partido liberal proclamado
fli la convención de Medellín. Cada ejemplar de un periódico
liberal clavaba dos espinas en el corazón del dictador: la pro­
piamente periodística y la política, pues durante su gobierno
ilguió vigente la tradicional alianza de los diarios colombianos
ton uno u otro partido político. Contribuía al enojo contra la
prensa que ésta representaba lo que Rojas llamaba las oligar­
quías, a las cuales responsabilizaba por la violencia presente y
plisada.
Muy a su pesar, el General necesitaba de la prensa. En
IV56, Rojas confiaba tener la mayoría de la Constituyente para
obtener la reelección de 1958 a 1962. Era motivo suficiente
pura querer ganar popularidad y la prensa era indispensable
pura el propósito. Entonces, a través de la D i n a p e hizo saber a
los periodistas que

El excelentísim o señor Jefe Suprem o, siguiendo las nor­


mas que lo inspiran, de Cristo y Bolívar, ha dado toda clase de
facilidades, para que cum plan su m isión patriótica, a los escri­
tores de buena fe y de buena voluntad que deseen hacer reparos
a la obra adm inistrativa del gobierno de las Fuerzas A rm adas7.

Simultáneamente, la D i n a p e , bajo la dirección del coro­


nel Juan B . Córdoba, procedió a ablandar la censura invitando
«los periódicos a que se regularan mediante la autocensura. En

6. E E U a D E , j u n i o 13 d e 1 9 5 6 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 6 - 1 3 5 6 , R G 5 9 , N A .
7. L u i s E . N i e t o , C a r ta s C la n d e s tin a s ( E d i c i o n e s A c a d é m i c a s , s i n l u g a r
l» p u b l i c a c i ó n n i f e c h a ) p . 8 3 .
348 El Jefe Supremo

adelante, si los directores aceptaban someterse a la autocenni


ra, se evitarían la censura oficial directa, para lo cual deblrtll
firmar el Pliego de Normas de Censura. Por su parte, el gobii’l
no se comprometía a retirar el censor oficial y a abolii lit
obligación de someter las páginas de los diarios a la aprobu
ción del gobierno con todos los inconvenientes de confusión
arbitrariedad y traslado de material que dicho procedimiento
exigía; el acuerdo incluía la aceptación de multas en caso <U
no ser éste respetado por los periodistas. En síntesis, lo que
Córdoba proponía era un “pacto de caballeros” , con iiiih
cláusula de garantía de cumplimiento a favor del gobierno ni
forma de sanción pecuniaria. El pliego de normas básicamriil#
exigía la autocensura en las siguientes materias: 1) Información
de naturaleza política o relacionada con la violencia dentro ild
país tendiente a perturbar el orden público. 2) Comentar-¡oí n
noticias que pudieran conducir al derrocamiento del gobierno
por la fuerza. 3) Noticias que pudieran considerarse calumnio
sas contra los individuos y en particular contra los funciomt
rios públicos. 4) Noticias económicas que pudieran cauiMI
pánico en la ciudadanía. 5) Lenguaje irrespetuoso hacia lo»
funcionarios públicos, especialmente al referirse al Presidonlo
Encabezaron la lista de firmantes Samuel Moreno Díaz como
representante de Diario de Colombia, Jorge Villaveces de Jur
nada, Silvio Villegas de La República, Luis Zornosa Falla ilf
Semana y Darío Henao Henao de La Patria8.
Intermedio, El Universal de Cartagena, Vanguardia Lihchil
de Bucaramanga y otros periódicos de provincia rehusaum
comprometerse con el pacto, porque “ la autocensura sigmln ii
ba que la prensa le reconocía al gobierno el derecho a impoiirl
la censura, lo cual negaba esencialmente el principio de I»
libertad de prensa y de expresión” . No obstante la negativa, U
D in a p e bajó el tono a la censura, e inclusive, a casi todos luí
periódicos se les permitió, discretamente, publicar alguiim

8. Pliego de normas de censura, DINAPE, octubre de 1956, AMIÚ'


Un congreso de bolsillo 349

notas críticas y comentarios opuestos a las políticas del gobier­


no’.
No obstante, los esfuerzos por congraciarse con la gran
prensa, el general no cesaba en sus ataques al liberalismo y a las
"oligarquías” . “ Hay que crear nuevas clases dirigentes para
relevar a las gastadas oligarquías” , proclamó ante la Unión de
liabajadores de Boyacá, en mayo de 1956, cuando ya parecía
{vidente que el general no estaba dispuesto a entregar el poder
rl 7 de agosto de 1958910.

9. EEU a DE, octubre 10 de 1956, RG 59, NA; La lista de firmas de


ipiicnes aprobaron y las cartas a la DINAPE de quienes rechazaron el pacto,
lechadas entre los meses de septiembre y octubre de 1956, reposan en el APR.
Apesar de la disminución de la censura, los censores continuaron ejerciendo
tu oficio. Prueba de ellos es la carta del poeta y periodista Ramiro Lagos al
Arcretario General de la Presidencia, Luis Landazábal Reyes. En ella, Lagos
O quejaba porque de Jefe de la Sección Internacional de la DINAPE había
Hilo degradado a la “modesta condición de simple censor”. La diferencia en
liracargos se notaba también en el sueldo ya que un jefe de sección ganaba 900
líenos y un censor raso $600. (Lagos a Landazábal, octubre 29 de 1956, APR).
10. Rojas Pinilla en Chiquinquirá, mayo 26 de 1956, DINAPE, APR.
30. La matanza de los estudiantes

I ero la prensa no era la única preocupación de la O DIPE al


Comenzar 1954. La organización de los actos públicos para
Celebrar el primer año del gobierno de las Fuerzas Armadas
lli/o que Arango pusiera en movimiento todo el aparato estatal
tic propaganda. La celebración se haría sentir hasta en los
lincones más ignotos de la patria donde cada alcalde debería
Inaugurar una obra en su municipio y bautizarla con algún
nombre alusivo al Jefe Supremo: plaza 13 de junio, avenida
Hojas Pinilla, escuela Carola Correa de Rojas, parque María
Ingenia Rojas, etc.1. El día de la inauguración debía estar
fudeado de festejos populares, voladores, vuelo de campanas y
entusiastas aclamaciones. En las capitales desfilarían los co­
legios públicos y privados precedidos por bandas marciales, se
llttiían recepciones, homenajes y cocteles en honor del jefe de
I ciado y en Bogotá el presidente mismo presenciaría el desfile

I. En el APR abunda la correspondencia entre Arango y losalcaldesde


In* distintos municipios, veredas y corregimientos. Allí consta cómo la
Wlrbración del 13 de junio pretendía convertirse en otra fiesta nacional. Seis
Muses atrás, Arango había despachado varias circulares poniendo en conoci­
miento de las autoridades de todos los municipios, la voluntad del gobierno
•It Inaugurar una obra oficial con motivo de la celebración del 13 de junio. En
Im cartas de respuesta ¡os alcaldes debían informar la clase de obra que se
Mintprometían a finalizar e inaugurar ese día. Algunos pueblos inauguraron
il arreglo del atrio de la iglesia, la pavimentación de la calle principal, la
liliilura de la escuela o un pequeño busto del general en la plaza.
352 El Jefe Supremo

de sus fuerzas armadas y pronunciaría un discurso que setli


difundido por todas las emisoras con un inventario de las ohirt
de su gobierno, entre las cuales, figuraban algunas de las itmii
guraciones ordenadas por la ODIPE seis meses atrás. I I <lli
amanecería con misa campal con la asistencia del Cuerpo I )|
plomático y una recepción por la noche en Palacio para cric
brar la inauguración de la televisión.
Sólo los dos últimos renglones del apretado prognmii
habría de cumplir Rojas en su primer año en el poder. I >
muerte de los estudiantes —el 8 de junio por parte de la pola li
y el 9 por el ejército— convirtió el festejo en funeral y la imagri
del Rojas demócrata que tanto se esmerara en maquillai m
oficina de propaganda, comenzó a confundirse en la mente <!i
los colombianos con la del dictador.
La mañana del 8 de junio los estudiantes de la Universulai
Nacional conmemoraban la muerte de Gonzalo Bravo Pete/
el estudiante cuya vida había sido tronchada por un policí;i )'
años atrás, en las postrimerías del gobierno de Miguel Abailii
Méndez. Por la tarde, la policía, se presentó en los predios de li
Ciudad Universitaria a solicitud del Secretario General tic lt
Universidad Nacional, Abraham Fernández de Soto. F.n til
enfrentamiento con más de 50 agentes de la policía que, seguí
Fernández de Soto, dispararon al aire, resultó muerto por mu
bala oficial, el estudiante de filosofía y medicina, Uriel Gtitié
rrez Restrepo.
Subsisten varios testimonios que coinciden en algimiH
aspectos y difieren en otros. Según Abraham Fernández ili
Soto, los acontecimientos ocurrieron como sigue:

Como ya conocemos por experiencia directa que el tuiill


cional desfile al cementerio degenera en mítines en la Cimliti
Universitaria, el señor Rector dispuso que se avisara a lie
Secretarios de las diferentes dependencias que no se hicirim
clases en la tarde y cerraran los edificios dejándolos al cuidiiili
de los celadores respectivos. Así lo hice. Cuando me enconti ali­
en esa tarea recibí una llamada telefónica de un estudiante i |iii
me informó que la policía había cercado a los manifestantes m
el cementerio. Llamé entonces al Coronel Rojas Scarpetta pm
La moranza de los estudiantes 353

él ordenó que hablase con su ayudante el Capitán Bernal. Le


pedí a este oficial que dejara disolver la manifestación lenta­
mente, advirtiéndole que en ella había estudiantes residentes,
que deberían volver a la Ciudad Universitaria donde habitan.
El me explicó que así estaba ordenado ya. Al propio tiempo, le
relaté la orden que el señor Rector había dado de cerrar las
facultades, para evitar que los estudiantes pudieran hacer míti­
nes inconvenientes dentro de las aulas, y le pedí que enviara un
radio patrulla que vigilara la Ciudad Universitaria en las horas
de la tarde y pudiera estar en contacto con las autoridades
centrales de la policía por si se presentaba algún ataque a los
edificios. Esta medida fue igualmente consultada con el señor
Rector. Una media hora más tarde se presentó a mi despacho el
teniente Nieto, quien recibió de mí instrucciones muy claras:
Le dije que patrullara la Ciudad Universitaria con el fin de
evitar desórdenes y más claramente aún le dije que el manejo de
los estudiantes debía ser comprensivo y tolerante para evitar
reacciones por su parte 2.

Víctor Daniel Bonilla, estudiante de primer año de filoso­


fía y letras, amigo de Uriel Gutiérrez, muerto la tarde del 8 de
junio, relató a El Espectador los sucesos, como sigue:

Esta mañana como todos los años, los estudiantes organi­


zamos una peregrinación a la tumba de Gonzalo Bravo Pérez.
A la hora previamente convenida partimos de la Ciudad Uni­
versitaria rumbo al cementerio central, formados de tres en
fondo, marchando silenciosamente, sin dar un solo grito. Lle­
vábamos flores y coronas a la tumba de nuestro compañero
muerto hace 25 años. Entre nosotros iban cuatro candidatas al
reinado del carnaval estudiantil, una de ellas era Mariela. De
su comité de acción formaba parte yo, en compañía de Uriel
Gutiérrez. Este no pudo acompañarnos esta mañana a la pere-

2. Abraham Fernández de Soto, citado en el informe de policía, Bernar­


do Camacho Leyva a Francisco Rojas Scarpetta, junio 16 de 19545, APR.
El 9 de junio, en la calle 13, el ejército impide el paso de los estudiantes, i|ii»
marchan por la carrera 7a. hacia el sur.

Los soldados disparan contra los estudiantes en la intersección de la u iiim I


7a. con calle 13. El carro grande está situado en la esquina nor-occidenwhlti
cruce.
Sentado contra el muro
del parqueadero, un
estudiante levanta los
brazos.

Los muertos y heridos


quedaron tendidos en la
calle frente a la
Droguería Nueva York
(situada en la esquina
nor-oriental de la
intersección). La carrera
7a. era de una vía
(norte-sur).
A raíz de la muerte de Uriel Gutiérrez Restrepo, el Presidente recibió en U
noche del 8 de junio de 1954 a una delegación de estudiantes encabezada pul
Crispin Villazón de Armas. Los escuchan de pie: coronel Correa de la FAC,
el de menor estatura; Alfredo Duarte Blum, comandante general de l««
Fuerzas Armadas; el ministro de Gobierno, Lucio Pabón Núñez; el ministrti
de Higiene, Bernardo Henao Mejía; el coronel Ignacio Rengifo Gané*,
comandante del Batallón Guardia Presidencial; y el capitán Lisandro Baii»
ra, de la FAC.

Comunistas y laureanlstas Buscaban la Caída del Gobierno ", Dice Duarte Bly
rece Civiles y Dos Militares Muertos en los Graves Sucesos de Hoy en Boo#

Titular del vespertino El Espectador del 9 de junio de 1954 sobre los summ
de esa mañana en el centro de Bogotá.
La matanza de los estudiantes 357

grinación al cementerio. Debía presentar un examen el 14 de


junio. Estuvo ausente.
A l llegar a las puertas del cem enterio las encontram os
cerradas. Se nos inform ó que no podríam os seguir. Que la
m anifestación había sido prohibida. R esolvim os sentarnos so ­
bre las calles. Esperam os. Poco tiem po después se abrieron las
puertas y penetram os al cem enterio. A unque se nos dijo que
estaba prohibido pronunciar discursos, varios estudiantes ha­
blaron. Cerca de las d oce, nos retiram os.
A las d os de la tarde fui a la C iudad Universitaria a recibir
mis clases de horario. Me encontré con Uriel G utiérrez, él
tam bién estaba allí esperando a los profesores. N os dijeron que
no había clases. Parece que la orden fue dada por el Secretario
G eneral de la U niversidad y parece que fue él m ism o quien
m andó llam ar a la Policía. Yo le dije a Uriel G utiérrez que
diéram os un paseo. A sí lo hicim os, tom an do rum bo hacia la
puerta de la calle 26. Al lado occidental, en los prados, varios
estudiantes jugaban foot-ball. Uriel me preguntó cóm o había
resultado la peregrinación. Le relaté los incidentes. Se m ostró
muy indignado por lo ocurrido. N o había por qué prohibir una
peregrinación, un desfile tranquilo a una tum ba del cem enterio
— creo que d ijo— .
Ju nto a la puerta de salida de la U niversidad estaba esta­
cionada un radio-patrulla. D e ella se bajaron cuatro o cinco
policías y penetraron en los prados. Llegaron otros radio patru­
llas. Bajaron de ellos varios policías y tam bién cruzaron la
puerta y se pasearon por los prados y calles. Los estudiantes
protestaron. Silbaron. Pedim os que se retiraran de la U niversi­
dad. Pasó un rato sin que nada m ás ocurriera, fuera de las
protestas porque los P olicías se negaban a salir de los prados. Se
produjo entonces el primer incidente cuando un taxi que venía
por la calle 45 fue detenido por los policías y se le ordenó
regresar por donde había venido. Fue entonces cuando G er­
mán E scobar protestó ante los A gentes por la detención del
taxi. U no de los p olicías le dijo:
— U sted no se m eta...
358 E l Jefe Supremo

Escobar se acaloró e intentó arrebatarle el fusil al polii la


que le había hablado. Este lo g olp eó con la culata en un njn
C ayó herido.
Los estudiantes nos indignam os. P edim os que saliriail
tod os los policías de la U niversidad. Se arrojó piedra contra luí
agentes y estos se retiraron más allá de las cercas. Varias v a i>«
trataron de penetrar nuevam ente, pero los rechazaron los csl it
diantes a piedra. D urante esas escaram uzas resultaron comal
tres o cuatro heridos.
Uriel Gutiérrez estaba lejos de m í. Y o perm anecí con un
grupo de m uchachas. A eso de las tres y m edia llegó un bus lleno
de policías; calcu lo entre 50 ó 60. Venía de la calle 45. El bus Ini1
apedreado. Se bajaron varios oficiales de la policía. Los prima»
ros que llegaban, pues antes creo que los agentes estaban n
órdenes de suboficiales.
La policía disparó. Yo m e tendí. H abía visto unos moincn
tos antes a Uriel Gutiérrez m uy acalorado gritando jun to al luí*
que llegó lleno de policías. Uriel estaba ju n to a mí. D e proulii
principiaron a disparar. C orrim os. Yo me tendí. Me escomí!
bajo unos pinos. Iba delante de Uriel. Al volver la cabeza lo vi
caer. Creí que se había tendido. Estaba m uerto. Con la cabr/n
destrozada por un disparo. Recuerdo la últim a vez que oí su vul
antes de verlo caer, com o si se hubiera tendido, fue cuamln
gritaba pidiendo a la policía que abandonara la Universidad1

Los hechos según el Comando de Policía

En informe de 123 hojas fue puesto en conocimiento de Im


hechos el comandante de las Fuerzas de Policía, Coronel Fi an
cisco Rojas Scarpetta, por parte del subcomandante Bernaidu
Camacho Leyva.
En su defensa, la policía esgrimió dos argumentos paut
justificar su intervención en la Universidad, durante la cual
murió el estudiante Uriel Gutiérrez. El primero, que desdi»3

3. E l E s p e c ta d o r , j u n i o 9 d e 1 9 5 4 .
La matanza de los estudiantes 359

1949 el país se hallaba en estado de sitio; el segundo, que al ser


declarado turbado el orden público, quedaban automática­
mente prohibidas las reuniones o manifestaciones públicas en
lodo el territorio nacional. Otra razón para la presencia de la
policía en la Universidad, según las explicaciones de Camacho
l,eyva, fue el hecho de que el Ministro de Gobierno, Lucio
l'abón Núñez informó al comando que no se le había consulta­
do sobre el desarrollo de tales manifestaciones y que éstas no
habían sido autorizadas por el ministerio.
Según el Comando de Bogotá, la policía se hizo présente
en el cementerio para detener la marcha porque el Secretario
General del Ministerio de Gobierno le comunicó que la mani­
festación no estaba autorizada por el gobierno. Luego, los
alientes, obedeciendo una orden del mayor Julio E. Villate,
permitieron el paso de los estudiantes a depositar su ofrenda
doral en la tumba de Bravo Pérez, siempre y cuando no se
pronunciaran discursos. Sin embargo, seis de los manifestantes
pronunciaron sus discursos, que según el informe de policía,
lueron esencialmente contra el régimen de Laureano Gómez y
contra el imperialismo norteamericano a propósito del reciente
derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz4.
Los agentes presentes en el cementerio aseguraron que la
manifestación se había disuelto en forma tranquila, e inclusive,
los manifestantes y sus directivos expresaron sus agradeci­
mientos a la policía.
Fue, sin embargo, en las mismas horas de la mañana que
Fernández de Soto, secretario de la universidad, pidió al Co­
mando de la Policía el servicio de algunas unidades con el
"objeto de guardar el orden en la Ciudad Universitaria en el
curso del día del 8 de junio pues temían que los estudiantes,
especialmente los de la Facultad de Odontología, pudieran
hacer algunos daños toda vez que se encontraban disgustados
desde días atrás con ocasión de algunas medidas tomadas por
el Gobierno Nacional” . La solicitud de Fernández de Soto fue

4. I n f o r m e d e l M a y o r R a m ó n M a n c e r a , I n s p e c t o r d e la D i v i s i ó n B o g o -
IA, j u n i o 16 d e 1 9 5 4 , A P R .
360 El Jefe Supremo

tramitada al Comando de la División Bogotá telefónicamenlM


y el Comandante de la División envió a un oficial y diez agente»
de la II Estación al campo universitario.
Siguiendo con el informe de policía, “El Teniente Niclu
llegó a la Ciudad Universitaria a eso de las 12:20 e inmediata
mente se comunicó con el doctor Fernández de Soto que In
puso en antecedentes de la situación existente y de los temoir»
que abrigaba. Las instrucciones del doctor Fernández de Soln
incluían la prohibición de que circularan por los predios de la
Ciudad Universitaria vehículos particulares e informó, igual
mente, que las clases habían sido suspendidas en la citada tauli»
del 8 de junio” . El Teniente Nieto, según la policía, distribuyó
el personal en el campo universitario y se propuso a hace!
cumplir la prohibición relacionada con el tránsito de vehículo»,
Pronto el disgusto de los estudiantes se hizo evidente y al di»
gusto siguió la protesta contra los agentes que impedían el pato
de los automóviles. El teniente, según el informe, preocupado
por la tensión que se formaba, se comunicó con el rector de In
Universidad, Julio Carrizosa Valenzuela, quien estuvo di
acuerdo con el oficial en restablecer el tránsito. Ante csin
determinación algunos estudiantes salieron de la Universidad,
otros se dedicaron a jugar foot-ball en los prados y alguno»
formaron corrillos. Parecía que la medida había sido benéliui
“ Pero no fue así. Los corrillos se dedicaron a impedir el lilnn
tránsito de los vehículos dentro de los predios universitario»
Al ser detenido un automóvil, el teniente dio orden de que tir»
agentes [...] disolvieran el grupo de estudiantes. Al dar cumplí
miento a la orden, los agentes fueron agredidos por los eslu
diantes de palabra y de obra y uno de ellos pretendió desarnml
al agente Ruiz Ladino quien tuvo que sostener una breve lucliii
para no perder su arma” . En su declaración el agente Kiilf
reconoció que durante la lucha con el estudiante y en foiiii#
completamente involuntaria, lo hirió con el punto de mira d#
su fusil en la cara al lado de la nariz. El Teniente Nieto acudió
en ayuda de su personal y disolvió el grupo de estudiantes
Fue entonces, cuando el Teniente Nieto informó a In
estación 100 que la situación era delicada y solicitó que ii
enviaran una pistola lanza-gases y algunas granadas de gase»
La matanza de los estudiantes 361

De la estación le respondieron que de un momento a otro le


estarían llegando refuerzos. A las 4 de la tarde hizo su apari­
ción en la Ciudad Universitaria un bus de la policía con un
suboficial y cincuenta agentes de la VI Estación. Asegura el
informe de policía que al llegar cerca de la calle 26 donde se
encontraban los estudiantes y el Teniente Nieto, aquellos pro­
rrumpieron en gritos de abajo la policía, abajo el gobierno y
soeces expresiones contra el personal de policía al tiempo que
rodearon el vehículo en actitud de volcarlo. Luego, los estu­
diantes pasaron de los gritos y los insultos a la pedrea intensa
contra la policía lo que no permitió la formación pese a los
esfuerzos realizados por los oficiales allí presentes.
El desenlace, de acuerdo con el informe, ocurrió textual­
mente como sigue:

C uando los oficiales hacían desesperados esfuerzos por


contener a los estudiantes y por form ar a los agentes que
individualm ente se defendían de la pedrea y de los ataques
directos, se oyeron unas d etonaciones de armas de fuego que los
agentes que (sic) ha declarado dicen que eran de arm a de corto
alcance e inm ediatam ente el personal de Policía se tendió y
algunos de los que habían llegado dispararon sus fusiles al aire.
Los disparos se efectuaron en form a individual y espontánea
sin que m ediara orden superior y posiblem ente a causa de la
sorpresa que el ataque produjo en los A gentes. T od o el personal
que usó de las armas en esta oportunidad está acorde en sus
declaraciones y todos son term inantes en sus afirm aciones en el
sentido de que ni el oficial que los com andaba ni ninguno de los
superiores, oficiales y suboficiales que estaban presentes, die­
ron orden de em plear las armas [...].

Por la lista de agentes incapacitados se supo que lósufrie-


lun heridas.
En cuanto al estudiante muerto, el informe escuetamente
Concluye: “ Del personal atacante resultó muerto de un disparo
mn arma de fuego el estudiante Uriel Gutiérrez” .
Por lo demás, el mismo informe se encarga de absolver a
los agentes involucrados en los hechos:
362 El Jefe Supremo

“ Los A gentes de la VI Estación que hicieron uso de sus arniiu


no tuvieron intenciones de causar con sus disparos lesiones iIm
ninguna naturaleza a los estudiantes. T od os afirman lialu'l
disparado al aire y su confesión queda com probada con i!
hecho de no haberse producido sino la m uerte del estudinnin
Uriel G utiérrez a quien probablem ente alcanzó un proyectil
fatalm ente d esv ia d o 5.

En resumen, a raíz de la presencia de la policía en la ciudad


universitaria, el primer acto violento de esa tarde del 8 de jumo,
fue la herida causada por un policía a un estudiante. El según
do, lo constituyó la pedrea de los estudiantes contra la pola la
Y el tercer incidente de violencia fueron los disparos hecho*
por el personal de la policía que dejaron como víctima a Unid
Gutiérrez. En esta secuencia coinciden las versiones citada*
anteriormente, bien sean las oficiales de la policía, del secreta
rio de la Universidad Nacional y de la privada del estudiaiil»
Víctor Daniel Bonilla.
¿Qué interpretación sintética se le podría dar a las versin
nes que aquí se han presentado? Sin duda, la pedrea contra la
policía fue un acto violento no justificado, aun cuando id
observador condene toda presencia de fuerza pública en la
universidad. Pero mucho más injustificable fue la respuesta da
la policía a las piedras. Regla cardinal que debe obedecn la
policía como cuerpo armado civil, es la de responder propul
cionadamente a las agresiones. Habia otros medios distinto*
para defenderse de la pedrea, como el bolillo y los gases l.u n
mógenos. Los disparos al aire fueron, sin embargo, la primria
respuesta cuando debieron ser la última, sobre todo si se tina-
en cuenta que habían llegado refuerzos numerosos a la ciudad
universitaria. Según la teoría expuesta por el propio Camai hit
Leyva pocos meses después, la policía no debe encaminai su*
esfuerzos a reprimir sino a prevenir. En ello se difereiula,
sostuvo, de las fuerzas militares: “ Quienes pretenden conll

5. I n f o r m e d e P o l i c i a , B e r n a r d o C a m a c h o L e y v a a F r a n c i s c o l<n|
S c a r p e t t a , j u n i o 16 d e 1 9 5 4 , A P R .
La matanza de los estudiantes 363

nuar su carrera militar una vez retirados del servicio, ingresan­


do a la policía, cometen un gravísimo error y constituyen
honda preocupación para la Institución. Las maneras fuertes y
marciales del soldado tienen poca aplicación entre nosotros” 6.

Más muertos

El cadáver de Uriel Gutiérrez fue llevado al aula máxima


de la universidad, donde se hicieron presentes los ministros de
Gobierno, Relaciones Exteriores e Higiene. De acuerdo con el
decano de derecho, el conservador Abel Naranjo Villegas,
Lucio Pabón en “ intervención oratoria muy desafortunada”
ofreció a los estudiantes mejorarles las residencias y la alimen­
tación, lo que caldeó los ánimos. Evaristo Sourdís, canciller,
logró aplacar la protesta proponiendo que una delegación de
universitarios se entrevistara con Rojas. Naranjo Villegas, cita­
do a declarar en 1958 ante la Comisión de Acusación de la
Cámara de Representantes, indicó que aún antes de la visita a
la tumba de Bravo Pérez y antes de la muerte de Uriel Gutié­
rrez, ya había notado que el gobierno consideraba que los actos
del 8 de junio tenían inspiración comunista. Agregó que una
vez muerto Uriel Gutiérrez pidió a un oficial de la policía que
retirara sus unidades de la universidad, ante lo cual “ recibí una
violenta respuesta de amenaza para todo individuo que intervi­
niera en favor de esos... comunistas” 7.
El 8 de junio por la noche, Rojas aceptó recibir en su
despacho del Palacio de Nariño una comisión de 15 estudian­
tes. Además de la comisión estudiantil estuvieron presentes
•n la reunión Lucio Pabón Núñez, Ministro de Gobierno;
llcrnardo Henao Mejía, Ministro de Higiene; el general Alfre­
do Duarte Blum, comandante general de las Fuerzas Armadas

6. R e v i s t a F u e r z a s d e P o lic ía d e C o lo m b ia , e n e r o - f e b r e r o d e 1 9 5 6 , N o s .
«» y 4 4 , p . 137.
7. E x p e d i e n t e 4 0 , C o m i s i ó n d e A c u s a c i ó n , C á m a r a d e R e p r e s e n t a n t e s ,
(litios 5 8 - 6 1 .
36 4 El Jefe Supremo

y el coronel Ignacio Rengifo, jefe de la Casa Militar y común


dante del Batallón Guardia Presidencial. Durante la entrevi»'
ta, los estudiantes expusieron sus demandas. Entre ellas, cjiio el
presidente ordenara efectuar una investigación exhaustivo de
los hechos ocurridos en la ciudad universitaria y la autori/u
ción para llevar a cabo una manifestación pública, pacífica v
ordenada el 9 de junio cuyo fin no era otro que la expresión del
duelo estudiantil por el compañero muerto.
De acuerdo con las declaraciones juramentadas de lu*
estudiantes presentes en la reunión y del ministro de Higiene,
Henao Mejía, Rojas Pinilla autorizó la manifestación siempie
y cuando esta fuera pacífica y no estuviera dirigida contra el
gobierno8.
El 9 de junio, según el estudiante de derecho Crispid
Villazón de Armas:

La ciudad universitaria bien tem prano se vio colmada pm


estudiantes de todos los planteles de B ogotá y sus alrededor»,
que por propia cuenta habían ido a expresar su condolencia I n
form a natural y sabedores ya de la autorización presiden» mi
para que la m anifestación se realizara, la masa estu d ian til*»
organizó en colu m n asd e seis en fond o y con las universitaria* al
frente, a la cabeza, inició el desfile saliendo por la calle 2 6 lia*!»
desem bocar en la carrera séptim a, frente al parque San Diego
para luego bajar hasta el cruce con la calle 13, donde la*
detenida, y más tarde m asacrada, por una m edia luna de sold»
dos, que cerraban las bocacalles.

Los estudiantes llevaban libros bajo el brazo al tiempo quf


batían pañuelos blancos. De un momento a otro se escuchó un

8. E n l a i n v e s t i g a c i ó n q u e s o b r e l o s h e c h o s d e l 8 y 9 d e j u n i o lii
C o m i s i ó n d e A c u s a c i ó n d e l a C á m a r a d e R e p r e s e n t a n t e s , t a n t o l o s estutlMH
t e s c o m o el m i n i s t r o d e H i g i e n e c o i n c i d i e r o n e n a f i r m a r q u e R o j a s liiihl*
o t o r g a d o s u a u t o r i z a c i ó n p a r a l l e v a r a c a b o la m a n i f e s t a c i ó n d e l 9 d e jinilM
C u r i o s a m e n t e , el g e n e r a l D u arte B lu m n o r e c o r d ó h a b e r e s c u c h a d o 1*1
a u t o r i z a c i ó n d e l a b i o s d e R o j a s y P a b ó n N ú ñ e z n e g ó q u e e l p r e s i d e n h l(
h u b i e r a c o n c e d i d o , ib id . , ff. 2 7 5 - 2 7 9 , 3 1 0 - 3 1 4 .
La matanza de los estudiantes 365

disparo y un soldado cayó herido en una pierna. Lo que siguió


después se toma también de las declaraciones de Villazón de
Armas, quien sería ministro de Trabajo en la administración
I’astrana Borrero y que en 1958 acusó al general Rojas Pinilla
unte la Cámara de Representantes como responsable de los
hechos ya que después de autorizar la manifestación, permitió
I que ésta fuera reprimida brutalmente:

[...] Jam ás pude im aginarm e que en ese m om ento, segura­


m ente se había ordenado atacarnos. Me había adentrado tres
filas para conversar con los com pañeros cuando son ó el primer
disparo. Y o estaba de espaldas a la tropa. En seguida me volví,
al hacerlo una descarga sem inutrida son ó frente a n osotros, e
instintivam ente m e arrojé al suelo, con dos o tres segundos de
intervalo vino otra descarga. Luego el silencio, los ayes, los
lam entos, y cuando lentam ente fui levantando la cabeza para
reparar en lo sucedido, a mi lado, a la derecha estaba tendido
H ernando O spina, que m urió instantáneam ente [...]. Puedo
asegurar que del estudiantado no se disparó en ningún m om en ­
to ni se agredió en form a alguna de palabra o de obra, antes por
el contrario los vivas al ejército por parte del estudiantado
antecedieron al m om ento de la tragedia9.

El despacho diplomático del embajador norteamericano


continúa el relato de aquellos trágicos días:

[...] Los soldados abrieron fuego contra los estudiantes


que se replegaron y luego se dispersaron por la séptim a. D e
acuerdo con varios observadores, los estudiantes, entre quienes
había m ujeres, estaban desarm ados. En ningún m om ento de­
volvieron el fu ego, aunque varias balas fueron disparadas co n ­
tra los sold ados. Se cree que cerca de 10 civiles murieron y entre
35 y 40 quedaron heridos. Las bajas entre el ejército no se
conocen con exactitud pero un con teo oficial indicó que dos
m urieron y siete resultaron heridos.

9. Ibid . , ff. 26-28.


366 El Jefe Supremo

En breves discursos difundidos por la radio periódicamcn


te to d o el día de ayer el general G ustavo Berrío, m inistro ilt
C om unicaciones, y el doctor Pabón N úñez, m inistro de Cío
bierno, responsabilizaron de los incidentes a provocadores m
filtrados entre los estudiantes. El Brigadier G eneral D u a ill
Blum , C om andante G eneral de las Fuerzas A rm adas, dirccin*
m ente culpó a los com unistas y a los seguidores del ex-presidcn j
te Laureano G ó m ez101.

¿De dónde provino la versión de la infiltración comunislrt i


y laureanista en las filas universitarias? La comisión invesligu i
dora de la Cámara interrogó al general Alfredo Duarte Blum,
quien con Pabón Núñez fabricó esta versión para el consumí»
de la opinión pública. La respuesta del Comandante Gcnenil
de las Fuerzas Armadas, pone en evidencia la temeraria línni
anticomunista del gobierno, como se verá en el próximo capí
tulo. Dijo entonces el general Duarte Blum:

El gobierno preparaba una serie de actos diversos pim» I»


celebración del aniversario del 13 de ju n io, y desde más o mriml
un m es antes a esa fecha em pezaron a llegar informacionr* ni
Estado M ayor G eneral tanto de parte del SIC com o de aiitml
dades civiles y m ilitares de que los partidarios del doctor I tul
reano G óm ez no dejarían efectuar esas celebraciones y que |mf|¡
el efecto preparaban actos subversivos en la capital y en dili<
rentes lugares del país y de que los com u nistas, muy activo* |l»lf
entonces, estarían listos para explotar los acontecim ienios | |
Por otra parte, p oco rato después, no d igo horas, de sucnluM
los sucesos de la calle 13, recibí, prim ero orden verbal y pml*
riorm ente por escrito del m inistro de Guerra para queapirulM
o más bien para que m andara a apresar y a enviar a la ( 'nlnil|ij
penal de Araracuara a los jefes laureanistas y comunislii*M¡ I

10. E E U a D E , j u n i o 10 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 6 - 1 0 5 4 , R G 59. NA
11. E x p e d i e n t e 4 0 , f. 2 7 8 , A C A C R .
La matanza de los estudiantes 36 7

Para Pabón Núñez, la manifestación de duelo fue desde el


principio un acto subversivo contra el gobierno. Según el
ministro de Gobierno, él había sabido

que los estudiantes no habían cum plido lo pactado en el Palacio


Presidencial y que, excitados por algunos agitadores que en las
horas de la m añana del 9 en la ciudad universitaria, habían
prescindido de llevar el cadáver a las honras fúnebres y habían
en cam bio resuelto lanzarse en una m anifestación de protesta
contra el G ob ierno por las calles de Bogotá [...]. Fue así com o
la m anifestación a m edida que avanzaba hacia el Palacio Presi­
dencial se convertía en un acto de subversión; los gritos que se
procedían (sic, proferían), según los testigos, eran francam ente
de rebelión. Me enteré en P alaciod e que el M inistro de Justicia,
G eneral París, acababa de m anifestar que él personalm ente
había visto elem entos que iban en la m anifestación y que
habían disparado sobre un cordón de sold ad os que se en co n ­
traba en la carrera 7 con calle 13, cuando el C om andante de
toda la agrupación trataba de convencer a los que encabezaban
el tum ulto de que no debían seguir adelante, porque el C o m a n ­
dante M ilitar de la plaza los había instruido para im pedir que
esa asonada o motín alcanzara los presum ibles objetivos [...]
Allí m ism o en Palacio oí cuando el C om ando G eneral de las
Fuerzas A rm adas inform aba al Presidente de la R epública que
habían sido detenidos algunos civiles, identificados co m o p o lí­
ticos adversos al G ob ierno en m om entos en que distribuían
propaganda subversiva entre los m anifestantes. A lcancé a ver
algunas hojillas m im eográficas que un p oco después fueron
exhibidas en Palacio y en las cuales evidentem ente se incitaba a
los estudiantes y al pueblo de B ogotá a la rebelión 12.

En realidad, Pabón no esperó a que alguien mencionara a


lt»< supuestos agitadores para inventárselos. Naranjo Villegas
tmordó una llamada del ministro durante la mañana del 9 de
Itmio en la cual éste le manifestó que los estudiantes estaban

12. Ib id ., f f. 3 1 0 - 3 1 4 .
368 El Jefe Supremo

disparando contra el ejército desde la ciudad universitaria. Nn


era cierto y así se lo confirmó un coronel a Pabón. Cuando loj
estudiantes llevaron en taxi a la universidad el cadáver de uno
de los compañeros muertos en el centro, Naranjo pidió n
Pabón que las tropas fueran sustituidas por el batallón univcH
sitario Miguel Antonio Caro (MAC) para precaver disturbio»,
Pabón resolvió la petición un poco más tarde por la vía tcleló*
nica, afirmando según Naranjo Villegas, que Duarte Blum y r|
coronel Luis E. Ordóñez “ manifiestan que esos no sirven pn|
que no saben disparar” 13.
Pabón también fue desmentido por su colega de gabinelf,
general Gabriel París, en cuanto al carácter subversivo tic M
manifestación de duelo. Según el ministro de Justicia, que U
presenció con sus ojos, “la manifestación era bulliciosa pero ni|
había manifestaciones de hostilidad ni oí gritos de agravio. I i|
consecuencia la manifestación era ordenada y pacífica”. 11
general tolimense igualmente contradijo a Pabón Núñe/ et|
cuanto a la afirmación de éste último relacionada con M
disparos que supuestamente París vio hacer a los manifestanl»|
contra la tropa. Indicó el ministro de Justicia:

[...] se produjeron algunos disparos de una casa situada >d


la carrera séptim a y creo que ésto fue lo que provocó la iriiil
ción inm ediata de los sold ados [...] estoy absolutam ente scgin^
que no fueron los estudiantes los que produjeron los dispuill
pero es posible que personas distintas los hubieran h e c h o m iii
ánim o de lograr la reacción de la tropa [...] circuló el rumoi i|
los provocadores eran com u n istas14.

Hay que subrayar que París se encontraba en un balclí


del séptimo piso del edificio del Ministerio de Justicia (canil
7 entre calles 12 y 13). Fue desde esa altura desde dnllll
observó que los disparos se hicieron de una casa y no de !i
manifestación. Esto le valió el remoquete de “ojo de águila'1

13. Ibid., 63-65.


14. Ibid., ff. 271-272.
La matanza de los estudiantes 369

Hay que anotar que nunca se supo de una investigación oficial


relacionada con la casa de donde París vio disparar contra la
Iropa.

Id montaje del SIC

El testimonio del decano de la facultad de derecho de la


Universidad Nacional, Abel Naranjo Villegas, puso en eviden­
cia la fabricación de las pruebas que sirvieron al ministro de
(iobierno para afirmar que la subversión laureanista y la infil­
tración comunista eran responsables de los hechos:

Recuerdo que unos estudiantes me entregaron, llorando


una cartera de apuntes ordinaria con un retrato de una m ucha­
cha y dos pesos colom b ian os, en efectivo, co m o lo único que
habían encontrado en el b olsillo de su com pañero H elm o G ó ­
mez Lusich, de nacionalidad peruana y estudiante de eco n o ­
mía, caído en la calle 13. D esp ués en la tarde recibí inform ación
de otros estudiantes de que un grupo de sold ad os acom p añad os
de un fotógrafo les habían im pedido acom pañar ese cadáver y
al día siguiente, en un periódico llam ado “ El D ía”, apareció
una fotografía de d ocum entos, dizque descubiertos por el de-
tectivism o (SIC ), en el b olsillo de esta víctim a. D ich os d o cu ­
m entos eran de propaganda com unista y un plano de la casa
Presidencial y el acceso a ella. T od o esto iba publicado en la
literatura consiguiente según la cual éste dizque era el encarga­
do por el Soviet de capturar el Palacio Presidencial.
[...] Sim ultáneam ente con las cam pañas de El Día, se pro­
dujeron en la U niversidad algunos hechos interesantes tales
com o la repartición de propaganda de tipo com unista que yo
com probé ser originaria de unos ‘com an dos conservadores’
integrados por detectives a órdenes del C oronel O rdóñez que
me consta fue uno de los más encarnizados perseguidores de los
estudiantes y quien llegó a ordenar la fichada com o com u nistas
por m edio de agentes que intim idaban en las esquinas de mi
casa de habitación, a quienes visitaron mi residencia. A los
estudiantes detenidos les aseguraban que yo recibía dinero de
370 El Jefe Supremo

Budapest com o agente com unista y que ésta fue la razón qiiM
Rojas Pinilla dio a los profesores de M edicina para explicarle*
la necesidad de mis destitución de la U niversidad.
La alocución de esa tarde del 9 de jun io producida poi el
señor Pabón N úñez, m ediante la cual acusaba de ser autores de
un m ovim iento insurreccional a los com unistas y a los lamen
nistas, me determ inó a protestar ante las autoridades univetsl
tarias y gubernam entales por la desfiguración que se estalm
haciendo de los hechos y advertí que me op onía com o Decami
de la Facultad de D erecho a que se engañara a la opinión
pública haciendo aparecer a la U niversidad com o agresora y id
gobierno com o agredido, m ientras me constaba p oreldesarm
lio de todos los sucesos que el gob ierno era el agresor y In
universidad la agred id a ...15.

Las personas muertas la mañana del 9 de junio de 19VI,


fueron: Alvaro Gutiérrez Góngora, Helmo Gómez Lusicli,
Hernando Morales, Rafael Chávez Matallana, Hernando Os
pina, Jaime Moure Ramírez, Hugo León Velásquezy Carlos I
Grisales. Se registraron 30 heridos, de los cuales 7 pertenecían
al ejército, según la investigación militar16.

El comunicado oficial

El 10 de junio la prensa internacional destacó la notidn


ampliamente. La versión oficial enviada por la Cancillería a la*
embajadas y difundida por éstas a los periodistas en el extei na
ocupó las primeras planas de algunos diarios. El Cómbale, «lo
Quito, por ejemplo, acogió la historia oficial y en titular a N
columnas, informó: “ Comunistas disparan y matan en calle*
céntricas de Bogotá” . La noticia incluyó el comunicado del
ministro Evaristo Sourdís:

15 . Ih id . , f f. 6 5 - 6 6 .
16 . Ib id ., f f. 1 1 8 , 5 0 .
La matanza de los estudiantes 371

El gobierno adelanta una activa y eficaz investigación que


ya perm ite reafirm ar con certeza que tod o se ha d ebido a los
com unistas y extrem istas en em igos del gobierno que com o en
ocasiones anteriores y al favor del estím ulo prestado por cierta
prensa a la con m em oración del 8 de jun io trataron de ap rove­
char el m ovim iento estudiantil para subvertir el orden públi­
c o 17.

De acuerdo con el comunicado oficial, fue desde los altos


tic la Droguería Nueva York situada en la carrera séptima con
calle 13, desde donde se produjeron contra el ejército varios
disparos de arma de pequeño calibre lo que al parecer generali­
zó el tiroteo. “ Está plenamente comprobado que el ejército no
fue el primero en disparar y es presumible que tampoco lo
hubiesen hecho los estudiantes, así quedó evidenciado que los
primeros disparos partieron de terceros, elementos comunistas
y extremistas que en una u otra forma han venido interesados
en sembrar el caos y acabar con el clima de paz” , concluía el
comunicado.
Las manifestaciones populares que no pudo registrar la
prensa nacional, fueron difundidas por los corresponsales ex­
tranjeros:

La m ayoría de los b ogotan os decidieron colocar la bande­


ra nacional a m edia asta, pero la clase hum ilde que habita en los
barrios alejados de la ciudad decidió por unanim idad colocar
en la bandera una cinta negra. Esto fue interpretado por los

17. E l C o m b a te , Q u i t o , j u n i o 10 d e 1954, A P R . E n c a r t a a b i e r t a q u e
c i r c u ló e n B o g o t á , L a u r e a n o G ó m e z , d e s d e B a r c e l o n a , a c u s ó a l G e n e r a l
H oja s y a l e j é r c i t o c o l o m b i a n o d e s e r l o s ú n i c o s r e s p o n s a b l e s d e l a m a t a n z a .
Asi e s c r i b i ó e l d e p u e s t o p r e s i d e n t e c o n s e r v a d o r : “ O r g a n i s m o s d e l e j é r c i t o
a m p l i a m e n t e p r o t e g i d o s p o r el U s u r p a d o r , se c o n v i r t i e r o n e n b a n d a s d e
d e s p i a d a d o s a s e s i n o s c u y o s c r í m e n e s h a n c a u s a d o el p a s m o d e la s g e n e r a c i o ­
nes c o n t e m p o r á n e a s . E l p e r j u r i o d e R o j a s P i n i l l a y s u g o l p e d e c u a r t e l f u e r o n
la s i m i e n t e m a l d i t a d e a q u e l l o s o p r o b i o s y d e l d o l o r o s o h o l o c a u s t o d e l o s
estu d ia n te s” . L a u r e a n o G ó m e z “ S o ld ad o s de C o lo m b ia ” , c a rta ab ierta,
junio 16 d e 1954, A P R .
37 2 El Jefe Supremo

sold ados del ejército colom b ian o com o una ‘provocación ’ y pm


lo tanto decidieron elim inarla. Al efecto num erosos cam ionri
cargados de tropa se desplegaron por los m encionados barmu
y procedieron a arrancar todas las cintas negras que habían sido
colocad as en las banderas. En algunos casos hubo nuevos ai lm
de violencia ya que los sold ad os procedieron a violentai ii
fuerza de cu latazos de fusil aquellas casas en las cuales la
bandera había sido colocad a en sitios inaccesibles a la tropa
Esta actitud del ejército fue repudiada unánim em ente y tnía
una protesta que ascendió al palacio presidencial se logró la
prom esa de que ‘no se com eterían nuevos atentados contra rl
sentim iento popular” . Sin em bargo, el procedim iento reseñado
bastó para que to d o el sector objeto de la “ visita armada"
retirase sus banderas1819.

La revista norteamericana Time dedicó varios párrafos a


analizar la situación política de Colombia. Sus conclusionn
no debieron halagar la vanidad del presidente pues su circula
ción se prohibió en Bogotá. Comentó Time:

El G eneral Rojas Pinilla, tal vez cansado de tratar de sci ui|


presidente popular y persuasivo, parece estar m oviéndose mi
pacientem ente hacia la dictadura personal de m ano dura.
El sentim iento de desilusión y malestar que se extiende a
todo el país quedó evidenciado porel insensato abaleo de nurv»
estudiantes universitarios com etido por el ejército el mes pam
do durante un desfile de protesta pacífica. D urante su primi t
año, el presidente Rojas se había esforzado en mantenct »ii
popularidad tratando de remediar con diligencia equivmii
ciones del gob ierno que causaron m enor con m oción públii ii
Con los hechos de la sem ana, parecería que ya no le imporln "

El 10 de junio la noticia de los estudiantes muertos ocupó


páginas enteras en los periódicos colombianos. No había cu

18. E l H e r a ld o , C a r a c a s , j u n i o 19 d e 1 9 5 4 , A P R .
19. T im e M a g a z in e , j u l i o 2 9 d e 1954.
La matanza de los estudiantes 373

esas páginas ánimo de crítica ni señalamiento de culpables. Por


el contrario, los editoriales llamaban a la comprensión y a la
calma. El fantasma de un posible recrudecimiento de la violen­
cia sectaria se sobrepuso a cualquier intención de crítica hacia
el gobernante. El Tiempo opinó:

C uando anoche oíam os otra vez esa voz patrim onial [se
refiere al discurso de Rojas transm itido en todas las cadenas
radiales la noch e del 11 de ju n io] que nos con voca a la serenidad
y a la con ciliación , renacía en nuestro espíritu la más cierta
confianza.
Esa con fianza la m antendrem os h oy por encim a de to d o .
Porque lo que nos interesa es la salud de la patria. Lo que nos
im porta es la paz [...]. Esa es ciertam ente la cuestión vital de
C olom bia: su tranquilidad en el orden. Su norm alidad fundada
en la libertad y la justicia. T od o lo dem ás puede ser transitorio,
y ojalá lo sea. Pero la paz asentada en la equidad debe ser don
esta b le20.

Sin embargo, la O D 1 P E , dejando de lado el espíritu conci­


liatorio de la prensa, implantó la censura previa. El 10 de junio
los directores de los periódicos recibieron el siguiente comuni-
Cudo:

En cum plim iento de órdenes superiores, com u n ico a Ud.


que a partir de la fecha su periódico queda bajo el régim en de
censura previa, hasta nuevo aviso.
En con secu en cia Ud. se servirá enviar a la oficina de
censura, situada en el C apitolio N acion al, tod o el m aterial
correspondiente a cada ed ició n 21.

2 0 . E l T ie m p o , j u n i o 12 d e 1 9 5 4 , p . 4.
2 1 . C i r c u l a r , j u n i o 10 d e 1 9 5 4 , A r a n g o a l o s d i r e c t o r e s d e p e r i ó d i c o s ,
AI’ R .
374 El Jefe Supremo

Así mismo quedaron prohibidas “las manifestaciono*,


reuniones públicas y las conversaciones telefónicas que tieiulttll
a propalar rumores atentatorios contra el orden” 22.
La noticia de la prohibición también dio la vuelta al
mundo y sirvió para confirmar ante la opinión internacional lu
que Rojas tanto se empeñaba en negar: que en Colombia la*
libertades públicas se encogían mientras aumentaba la volini
tad presidencial23.

Solidaridad de los partidos

No obstante la censura a la prensa, los directorios de lu*


partidos liberal y conservador visitaron a Rojas. Durante lu
entrevista, las directivas ratificaron ante “el ExcelentÍM iuu
señor Presidente de la República, su apoyo al gobierno en *n
firme propósito de mantener el orden, ejercer plena justicia y
estorbar que prosperen las intenciones proditorias de los que
quisieran dañar a la nación, conforme él ha manifestado en mi*
últimos mensajes” 24. La expresión de solidaridad con el prest
dente, inmediatamente después de la muerte de los estudiante*
en las calles de Bogotá, la suscribieron Guillermo León Valen
cia, Gilberto Alzate Avendaño, Francisco de Paula Pérez y
José Gabriel de la Vega, a nombre del conservatismo; 1til*
López de Mesa, Hernán Salamanca, Jorge Gartner y Julin

2 2 . E l C o m e r c io , Q u i t o , j u n i o 10 d e 1 9 5 4 , A P R .
23 . El h u m o r p o p u l a r s i e m p r e h a s e r v i d o p a r a m e d i r el d e s p re s tig iu il*
l o s g o b i e r n o s . A r a i z d e l o s s u c e s o s d e j u n i o , el h u m o r n e g r o b r o t ó e n t r e lu*
c o l o m b i a n o s . F u e l a e m b a j a d a n o r t e a m e r i c a n a la e n c a r g a d a d e r e g i s l i m
estos ap u n te s:
¿ C u á l e s el t e l é f o n o d e l p r e s i d e n t e ?
— 1 8 1 0 9 , u n m u e r t o el 8 y 10 el 9.
* * *

¿ C ó m o se d ice R o ja s e n j a p o n é s ?
— M a to -m u ch a-ch ito s.
E n o t r a v e r s i ó n , e l n o m b r e e r a : Y o s í m a t o n iños.
2 4 . R o ja s P in illa a n te e l S e n a d o ( B o g o t á : E d i t o r i a l E x c e l s i o r , 1959),
p . 15.
La matanza de los estudiantes 375

César Turbay Ayala en representación de la dirección liberal.


I'urbay manifestó al presidente Rojas que “el liberalismo no
vacilará un instante en seguir otorgando su apoyo ál gobierno
en las actuales circunstancias” .
La versión del ministro Pabón Núñez según la cual los
comunistas eran responsables por los sucesos callejeros que
dejaron 9 muertos y 30 heridos, no la creyó ni la propia
embajada de los Estados Unidos y eso que por la época el
presidente Eisenhower había reemplazado la política del Gran
Garrote y la del Buen Vecino por la de defensa y solidaridad
continental contra el comunismo:

Aunque algunos representantes del gobierno culparon a


los comunistas y otras influencias subversivas incluidos los
seguidores del ex-presidente Laureano Gómez, informó Scho-
enfeld, parece que esos hechos se debieron más a una serie de
infortunadas coincidencias que a una conspiración premedita­
da para debilitar al gobierno [...] De los 500 detenidos para
interrogatorio, la mayoría fueron dejados en libertad [...] La
censura de prensa operó severamente el 10, 11 y 12 de junio. La
corta duración de estas medidas restrictivas es prueba de la
confianza que tiene el gobierno en su habilidad para mantener
el orden público25.

Renuncia antes de comenzar

Ante las insinuaciones de algunos periódicos de que los


trágicos hechos se habían originado en la ineptitud de algunos
funcionarios del gobierno cercanos al presidente, Jorge Luis
Arango, de la ODIPE, emitió un comunicado de prensa en el
cual exigía silencio para poder comenzar la investigación: “ El
lixemo. Señor Presidente de la República desea investigar y
castigar, si es del caso, tales hechos y exige por mi conducto,
hasta entonces, el silencio absoluto de la prensa” 26.

2 5 . S c h o e n f e l d a D E , j u n i o 17 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 6 - 1 7 5 4 , R G 5 9 , N A .
2 6 . A r a n g o a E l T ie m p o j u n i o 17 d e 1 9 5 4 , A P R .
37 6 El Jefe Supremo

En efecto, Rojas Pinilla nombró a Carlos Arango Véle,


ex-candidato liberal a la presidencia de la República y magi1
trado de la Corte Suprema de Justicia para llevar a cabo I
investigación de la matanza. Arango aceptó el cargo pero no I
desempeñó por mucho tiempo porque Rojas decidió sustitu 11
Abel Naranjo Villegas —rector de la universidad desde el 10 «I
junio— por el coronel Manuel Agudelo, que hasta entorne
ocupaba el ministerio de Comunicaciones. El cambio del ra
tor que en calidad de decano de la facultad de derecho habí
sido testigo de los hechos, suscitó la desconfianza de Arang
Vélez. Este consideraba que para llevar a feliz término I
investigación era imprescindible que el personal actuante di
rante los sucesos no fuera modificado mientras durara I
investigación.
Así lo había prometido el presidente. Pero, con el candil
de rector, Arango Vélez consideró que también cambiaba
las fuentes de información. “ Está claro que la delicada invesl
gación que me fue confiada hace algunos días debe pasat
manos de un funcionario que comparta las ideas del gobio
no” , escribió Arango Vélez en la renuncia al cargo y com
miembro de la Suprema Corte. Rojas respondió, entre frases il
elogio y manifestaciones de aprecio, que no entendía “cuál es i
cambio que asegura usted se ha operado y que hace inestable
inseguro el camino de la verdad. [...] No encuentro explicaciú
al supuesto de que una designación de orden administraliv
restrinja o afecte sus funciones de Magistrado de la Coil
Suprema... o determine el fracaso de una tarea judicial” ?

Conservador comunista

La destitución de Naranjo Villegas, muy apreciado poi I


comunidad universitaria, la justificó el gobierno argumentíin

27. R o j a s P i n i l l a a A r a n g o V é l e z , j u l i o 19 d e 1 9 5 4 , A P R . L a co
r e n u n c i a d e C a r l o s A r a n g o V é le z la t r a n s c r i b i ó R o j a s P in illa e n su m e n s a in l
r e s p u e s t a . C u a t r o m e s e s d e s p u é s , A r a n g o V é l e z a c e p t ó la e m b a j a d a ril i
La matanza de los estudiantes 377

do que el rector había reanudado clases sin consultar con el


ministro de Educación y pese al cierre de la universidad decre-
tiido a raíz de los sucesos trágicos. Por su parte, Naranjo
Villegas aseguró que el gobierno lo destituyó por considerarlo
«gente comunista. Abel Naranjo Villegas pertenecía al partido
Conservador y posteriormente fue ministro de Educación en el
gobierno de Alberto Lleras Camargo.
La decisión de cambiar el rector se tomó sin previa consul­
ta al consejo directivo. A los reclamos de las directivas, Rojas
respondió que “los estudiantes debían estudiar y no mezclar
los estudios con la política” . Con Manuel Agudelo, era la
primera vez que un militar ocupaba la rectoría de la Universi­
dad Nacional y la primera vez que se imponía un rector por
encima del consejo directivo. La medida fue mal recibida en
particular por los estudiantes, y por los profesores que renun­
ciaron en su totalidad pues Agudelo aseguraba la disciplina y el
control sobre el estudiantado, pero se le consideraba “ escasa­
mente calificado para dirigir la universidad más importante de
Colombia” *28. Inclusive el propio Presidente Rojas en su dis­
curso del 14 de julio, dijo que la razón para el nombramiento de
Agudelo era obtener una colaboración estrecha entre las Fuer-
rus Armadas y sus representantes en la universidad y así evitar
luluros incidentes como los del 8 y 9 de junio. Por su parte,
Agudelo hizo énfasis en que aplicaría toda su capacidad a
realizar la tarea que le había encargado Rojas Pinilla “por
dirima de todo y a pesar de todo” 29. No tuvo tiempo para

«Misil, c a r g o q u e m a n t u v o h a s t a c o m i e n z o s d e 1 9 5 6 . D e c r e t o d e n o m b r a ­
m ie nto N ú m e r o 2 9 5 3 d e l 6 d e o c t u b r e d e 1 9 5 4 , A M R E .
28. S c h o e n f e l d a D E , j u l i o 15 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 7 - 1 5 5 4 , R G 5 9 , N A .
29. E l U n iv ersa l, C a r a c a s , j u l i o 13 d e 1 9 5 4 ; E l T ie m p o , j u n i o 2 8 , 1 9 5 4 .
M urante l a e n t r e v i s t a c o n c e d i d a p a r a e s t e l i b r o , e l 6 d e a g o s t o d e 1 9 8 7 , el
ll iro n e l A g u d e l o r e c o r d ó a s í e l e p i s o d i o : “ M i n o m b r a m i e n t o s e a n u n c i ó y
llrjíué a l a U n i v e r s i d a d . M e g r i t a r o n h p , c h a f a r o t e , l o s p r i m í p a r o s t r a t a r o n d e
« m e d i r m e , p e r o l o s m a y o r e s d i j e r o n , ‘l a s m a n o s p u r í s i m a s d e u n e s t u d i a n t e
nn se e n s u c i a n c o n u n c e r d o m i s e r a b l e ’. E n l a r e c t o r í a e s t a b a A b e l N a r a n j o
Villegas. N a r a n j o t i r ó las llav es d el e s c rito r io al p iso , y o m e a g a c h é a
IM Ogerlas. L e d i j e a N a r a n j o q u e s e d e s p i d i e r a d e l o s e s t u d i a n t e s y le p a r e c i ó
Mrn la i d e a , c i t a r o n a l o s e s t u d i a n t e s a l a u l a d e l a f a c u l t a d d e d e r e c h o . E n l a
378 El Jefe Supremo

cumplir sus promesas porque 18 días después el presidente lo


envió a la Junta Interamericana de Defensa en Washington
A la renuncia de Arango Vélez, Rojas solicitó a la Coi le
Suprema de Justicia un reemplazo para conducir la investigo
ción. La Sala Plena de la Corte escogió el nombre del abogado
penalista conservador, ex-miembro de la Corte Suprema de
Justicia, Jorge Gutiérrez Gómez30.
No se equivocaba Arango Vélez cuando renunció al caigo
de investigador porque no se mantuvo en sus cargos a quicnc»
debían ser investigados. En septiembre de 1954, Gutiérrez
Gómez reclamó públicamente por el traslado fuera de BogolA
de varios oficiales vinculados a la investigación31.
Pese a todo, los resultados de la investigación salieron a lii
luz pública el 15 de diciembre de 1954. Algunas de sus conclu
siones son las siguientes: en la muerte de los estudiantes no
tomó parte el comunismo ni “ la subversión laureanista” , sino
que fueron causadas por balas oficiales. Jorge Gutiérrez (iú
mez, exoneró a los oficiales que estuvieron al mando de ln
policía y del ejército durante los sucesos “ porque todos lo«
soldados estaban de acuerdo en que no recibieron orden s u p e

t r i b u n a d e l a u l a , N a r a n j o e m p e z ó a i n s u l t a r a R o j a s , m e i n s u l t ó a m í y liii'yii
s a c ó u n a l i b r e t a y d i j o ‘a q u í h a y t r a i d o r e s ’ y s e ñ a l ó a a l g u n o s e s t u d i a n i c » , »!
q u e e s t á s e n t a d o e n a q u e l l a f i l a , e t c . E s o e r a s o m e t e r l o s a m a l t r a t o p o r pulla
d e o t r o s e s t u d i a n t e s . C u a n d o m e t o c ó e l t u r n o p a r a h a b l a r , l o s e s tu d ii n ilM
g r i t a b a n ‘o i g a m o s r e b u z n a r a l r e c t o r ’ p e r o a m e d i d a q u e f u i h a b l a n d o «*
f u e r o n c a l m a n d o . I g u a l f u e c o n l o s p r o f e s o r e s . C u a n d o f u i a h a b l a r c o n clin*
m e r e c ib ie r o n c o n los p ies e n c i m a d e los e s c r ito r io s , n o d ije n a d a y e m p e g a
h a b l a r l e n t a m e n t e , p o c o a p o c o f u e r o n b a j a n d o l a s p i e r n a s , e s c u c h a n d o i ni!
a t e n c i ó n . R e a b r í l a u n i v e r s i d a d . L o s p o l í t i c o s y a le h a b í a n d i c h o a R o j a s ipit
y o e r a u n c o n s p i r a d o r y q u e e r a p e l i g r o s o p a r a e l g o b i e r n o ( e n e l C o n s c | o d*
M i n i s t r o s t o d o s a p l a u d í a n a R o j a s , a p l a u d í a n c o n la s m a n o s , litera lm c ni*l
Y o e r a el c r i t i c ó n , R o j a s u n d í a m e l l a m ó b r a v o y m e d i j o ‘T ú e s t á s hacicmlil
l a o p o s i c i ó n a l g o b i e r n o d e n t r o d e l g o b i e r n o ’ . L e c o n t e s t é q u e si f u e r a c i n l n
a p l a u d i r í a c o n l o s d e m á s y l u e g o t r a i c i o n a r í a . M e a c e p t ó e l a r g u m e n t o IVin
le h i c i e r o n v e r q u e y o y a g o z a b a d e p r e s t i g i o e n l a u n i v e r s i d a d y a l o s 18 dlm
fui n o m b r a d o a la J u n t a I n te ra m e r ic a n a d e D e f e n s a e n W a s h in g to n .
30. R o b e r t o G o e n a g a , p r e s id e n te d e la C o r t e S u p r e m a d e J u s tin a »
P re s id e n c ia d e la R e p ú b li c a , j u l i o 22 d e 1954, A P R .
3 1 . E E U a D E , s e p t i e m b r e 9 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 9 - 9 5 4 , R G 59, NA
La matanza de los estudiantes 379

rior” . Exoneró también a los comandantes superiores de la


policía y del ejército porque tampoco se encontraron pruebas
de que ellos hubieran dado orden de disparar. La investigación
llegó a las siguientes conclusiones:
—No existió agresión armada del ejército; no se disparó
desde el Anglo-American Club, como se creyó en un principio.
¡ —Los soldados que resultaron heridos, lo fueron involun-
i luriamente por sus mismos compañeros. Nadie fue herido con
revólver, pistola o escopeta. Todas las bajas fueron con proyec­
tiles blindados.
—No hubo autores intelectuales. “ Es fantástica la concep­
ción sobre gestores intelectuales” , dice la conclusión y “creerlo
ucría un grave pecado contra la noción jurídica del delito” .
—Se concluye que no hubo orden superior para disparar y
por lo tanto los soldados no están exonerados de responsabili­
dad.
—No hubo participación ni inspiración comunista como
tampoco de ningún otro grupo enemigo del gobierno o de las
f uerzas Armadas y se ordenó la detención de todas las unida­
des del ejército que hicieron uso de las armas en la calle 13 con
carrera 7 y que fueron un cabo y 24 soldados.
La publicación del informe se permitió porque resultó
lavorable a las Fuerzas Armadas, si bien desmentía el comuni­
cado oficial que culpaba a la subversión comunista32.
Un lustro más tarde el propio Rojas Pinilla, llevado en
calidad de reo ante el Senado, calló como un pez sobre la
responsabilidad que en 1954 su gobierno imputó con tanta
vehemencia a los comunistas. Según declaró el ex-presidente,
la policía no debió haber sido llamada a la Universidad Nacio­
nal el 8 de junio, y las muertes del 9 se debieron a que en
apariencia un soldado accidentalmente hirió a un sargento, lo
cual hizo creer al resto de la tropa que la estaban atacando,
originándose así los disparos contra la multitud. Pero Rojas no
irvivió algo en que seguramente nunca creyó y que no pasaba

3 2. El Tiempo, d i c i e m b r e 15 d e 1 9 5 4 , p p . 1 y 19; E E U a D E , d i c i e m b r e 16
.1» 1954, 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 1 2 - 1 6 5 4 , R G 5 9 , N A .
380 El Jefe Supremo

de ser una mentira oficial plasmada en comunicados minm


ríales, es decir, la acusación contra los laureanistas y los con1
nistas. Estos sirvieron durante su gobierno como cortina
humo frente a tragedias probablemente accidentales como
del 8 y 9 de junio y frente a equivocaciones de marca mayor
el manejo del orden público33.

3 3 . E l P ro c e s o ... I I , p . 4 5 0 .
31. Macartismo criollo

De momento, esas 48 horas de sangre se convertían en un


Hcollo político en vísperas de reunirse la Asamblea Nacional
Constituyente (ANAC) convocada por Rojas con los propó­
leos explícitos de aprobar su elección para el período presi­
dencial de 1954 a 1958 y proscribir el comunismo.
En efecto, la ANAC se reunió a finales de julio de 1954, es
decir, un mes y medio después de la matanza de los estudiantes,
l ue durante estas sesiones que el presidente hizo aprobar sus
dos iniciativas personales en las cuales tenía el mayor interés:
ni reelección y la ley anti-comunista, para lo cual cayó como
mullo al dedo, la supuesta infiltración comunista en los sucesos
Mludiantiles de junio.
El 3 de agosto la Asamblea eligió a Rojas por mayoría1.
I liego procedió a aprobar el acto legislativo reformatorio de la

1. La sesión del 3 de agosto fue filmada por la ODIPE y presentada en e


Hnliciero oficial “Colombia al D ía”, distribuido a todos los teatros del país.
N la cinta aparece Mariano Ospina Pérez informando a la nación que el
¡lucral Rojas aeababa de ser elegido presidente de la República. La oficina
4 propaganda también filmó y distribuyó la celebración del 7 de agosto de
1**34, fecha en que Rojas tomó posesión del cargo. La filmación se concentró
•Hrl desfile militar y en las palabras pronunciadas por el Cardenal Arzobis-
fcl Crisanto Luque en las cuales se dirigió al general como “Magnífico
*liuladano y eximio militar”. La misma cinta registró el momento en que el
(Mfiidente de la ANAC, Mariano Ospina Pérez, daba posesión del cargo a
Üo | h s . La película cerró con la imagen del presidente dirigiéndose a los
382 £7 Jefe Supremo

Constitución Nacional por el cual se decretó “ LA PR01IIMI


CION DEL COMUNISMO INTERNACIONAL EN C(1
LOMBIA” . El acto legislativo número 6 de 1954 fue firmmlii
por Mariano Ospina Pérez como presidente de la corporación
y ratificado por el Presidente Rojas y su ministro de gobierno,
Pabón Núñez*2.
La intención de proscribir el comunismo había sido e*
puesta reiteradamente por el general Rojas y varios de mu
ministros en diferentes oportunidades, de manera que el pío
yecto no constituyó ninguna sorpresa cuando fue presentado h
la Asamblea34.
El proyecto fue redactado en la presidencia de la Repúbll
ca pero inspirado en Washington desde donde el embajadoi
Zuleta había enviado traducción fiel de la Ley 637 conocidii
como “ Ley de Control del Comunismo” , aprobada poi tj
Congreso de los Estados Unidos el 24 de agosto de 1954\ I n

c o l o m b i a n o s c o n é s t a s p a l a b r a s : “ S o b r e e l a t o r m e n t a d o r o s t r o d e la p n l i l i
b r i l l a a h o r a u n s o l d e p a z , j u s t i c i a y l i b e r t a d ” . “ C o l o m b i a a l D í a ” , Rei'lni
c ió n p r e s i d e n c i a l , A N A C , 7 d e a g o s t o d e 1954.
2. A c t o L e g i s l a t i v o N o . 6 d e s e p t i e m b r e d e 1 9 5 4 , A P R .
3. E l m i n i s t r o d e G o b i e r n o , L u c i o P a b ó n ; e l g e n e r a l G u s t a v o l l riih t
M u ñ o z , m in is tr o d e G u e r r a ; E v a ris to S o u rd ís , m in is tr o d e R e la cio n es I
r i o r e s ; y el g e n e r a l A l f r e d o D u a r t e B l u m , c o m a n d a n t e d e l a s F u e r z a s A n m i
d a s e r a n a n t i c o m u n i s t a s d e c l a r a d o s , s e g ú n c o m u n i c ó c o m p l a c i d o al Depiii
t a m e n t o d e E s t a d o el e m b a j a d o r d e l o s E s t a d o s U n i d o s . I n c l u s i v e , elgeii i'in l
R a f a e l C a l d e r ó n R e y e s , J e f e d e l C o m a n d o M a y o r d e l a s F u e r z a s Arnimln»
o fre c ió al e m b a j a d o r n o r te a m e r ic a n o s u m i n i s t r a r i n f o r m a c i ó n s o b r r Ui
activ id ad es c o m u n istas en C o lo m b ia. EEU a DE, ab ril 20 d e |9 M
7 2 1 . 0 0 ( W ) / 4 - 2 0 5 4 ; m a y o 31 d e 1 9 5 4 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 5 - 3 15 4 ; j u n i o 10 d e I9V»
7 2 1 .1 3 /6 -1 0 5 4 , R G 59, N A .
4. E m b . C o l o m b i a a P a b ó n N ú ñ e z , a g o s t o 16 d e 1 9 5 4 ; L e y 6 3 7 de N M
A P R . L a l e y d e C o n t r o l d e l C o m u n i s m o , b a s a d a e n “ T h e S u b v e r s i v e Ai m i
ties C o n t r o l A c t o f 1950, s ir v ió p a r a le g i t i m a r u n o d e los p e r ío d o s imAi
c o n t r o v e r t i d o s d e l a h i s t o r i a n o r t e a m e r i c a n a . E l t é r m i n o m a c a r t i s m o , i un
q u e s e d e s i g n ó a q u e l l a d é c a d a , se r e f i e r e a u n c o n j u n t o d e m e d i d a s d e pnlli l«
c u y o f i n e r a d e s c u b r i r p a r a i n h a b i l i t a r p r o f e s i o n a l m e n t e a l o s s o s p e c h o s o * di
s e r s i m p a t i z a n t e s c o m u n i s t a s , o s i m p l e m e n t e d e t e n e r i d e a s c o n t r a r m * *1
g o b i e r n o . El m a c a r t i s m o d e r iv ó su n o m b r e d e l s e n a d o r J o s e p h M cC iuiln
u n o d e l o s m á s a c t i v o s i m p u l s o r e s d e l a s m e d i d a s . L a p e r s e c u c i ó n n Int
c o m u n i s t a s c o m e n z ó h a c i a 1 9 4 8 a l i n i c i a r s e l a l l a m a d a ‘G u e r r a F r i n ' I'
Macartismo criollo 383

medida tenía como causa y pretexto inmediatos los sucesos del


Hy 9 de junio y la experiencia del 9 de abril de 1948 que, según
el gobierno, había demostrado ampliamente la estrecha vincu­
lación de grupos colombianos a las directivas del comunismo
internacional.
Sin embargo, como se dijo atrás, la investigación oficial
«obre la matanza de estudiantes concluyó que estos aconteci­
mientos no habían sido inspirados por Moscú.
F,1 acto legislativo número 6 fue reglamentado por el
decreto número 0434 de 1956, el cual se encargó de definir a
quién se debía considerar comunista:
—Quien figure, con su conocimiento y sin protestar por
filo, como miembro inscrito de una organización comunista,
en cualquier libro registro, lista, correspondencia u otro docu­
mento;
—Quien contribuya económicamente mediante cuotas,
donaciones, préstamos, aportes u otra forma similar al des-
«rrollo de planes u objetivos comunistas;

jtiimer paso fue decretar una verificación de lealtad hacia el gobierno


«Unida de un proceso de depuración de los funcionarios oficiales en razón de
tus ideas políticas. McCarthy organizó una ofensiva nacional contra el
|K-ligro comunista’ que dio lugar a una serie de investigaciones contra
unidades o personalidades consideradas ideológicamente sospechosas. A
individuos de ideas liberales y progresistas se les acusó de actividades deslea-
(í* hacia el país. La ejecución de los esposos Julius y Ethel Rosenberg fue
il hecho más sobresaliente de la campaña. Numerosos escritores, científicos
) urtistas fueron interrogados por la Comisión de actividades antinorteame-
fknnas, presidida por J. Parnell Thomas, que poco después fue condenado
¡Kir estafa y encarcelado, al demostrarse que se habia cobrado sueldos a
Hombre de secretarios inexistentes. Arthur Miller, Charles Chaplin, Bertold
Irecht, Elia Kazan, entre muchos otros, fueron considerados sospechosos y
Hilados a declarar ante la Comisión. Algunos fueron obligados a exiliarse. La
ínmpaña se exacerbó durante los años de la guerra de Corea (1953). A pesar
ilr las protestas de los sectores democráticos, el presidente Eisenhower, que
discrepaba de los excesos del Macartismo, no se atrevió a desaprobarlo de un
modo explícito hasta que el senado después de investigarlo, destituyó a
McCarthy en 1954. La Ly de Control del Comunismo ordenó jurídicamente
l«s reglas indiscriminadas aplicadas por el macartismo.
384 El Jefe Supremo

—Quien se someta accidental, temporal o permanenlt'i


mente a la disciplina de una organización comunista;
—Quien redacte documentos, panfletos, hojas volantu^
libros o cualquier tipo de publicaciones en apoyo de los fine»
u objetivos del comunismo, o los distribuya, embarque t|
remita como propaganda;
—Quien exprese la decisión de cumplir proyectos, planc»(
instrucciones, u órdenes de personas u organizaciones comw
nistas tendientes a la realización de los fines u objetivos tlt'l
comunismo.
Los culpables podían ser condenados a prisión de uno *
cinco años o confinados por igual tiempo a la colonia agrícoW
penal. También perdían el ejercicio de derechos y funcione)
públicas por diez años y quedaban incapacitados para acliiiil
como dirigentes sindicales y para pertenecer a las Fucr/iU
Armadas5.
Al SIC le fue encargada la misión de determinar quién elf
comunista en Colombia, con base en los criterios de la ley, i|ii(
no solo prohibió hasta las señales de humo entre los “ rojo»"
sino que también se ocupó de “ los elementos dedicado» 4
subvertir el orden constitucional, que no sean comunistas pcfd
cuyas actividades ilegales faciliten el desarrollo y avance de ln(
planes revolucionarios comunistas...” 6. De esa manera, lo)
seguimientos a los dirigentes comunistas o sospechosos til
simpatizar con el comunismo, se convirtió en tarea cotidiand
para los agentes del servicio de inteligencia. Un rápido ejemplij
es el siguiente informe:
“ Alfredo Rodríguez: Comunista empleado del Minislrill
de Justicia y ex-guarda espalda de Jorge Eliécer Gaitán.
Ricardo E. Martínez P.: Dirigente Sindical del Atlánliiti
es considerado por lo menos simpatizante del comunismo y H
halla prontuariado. Viajó también a la Argentina en mayo til
1954.

5. Decreto 0434, marzo 1 de 1956, D.O. marzo 14 de 1956.


6. Secretaría General de la Presidencia a Jefatura del SIC, Oficio OOVJfl
abril 6 de 1956, APR.
Macartismo criollo 385

Saúl E. García: Dirigente de la C.T.C. hasta fines del año


pasado. Elemento sumamente peligroso, intervino activamen­
te en los paros que hicieron tristemente célebre a la C.T.C. en
época pasada. Se asegura que viajará próximamente a los
Estados Unidos.
Alberto Tena: Dirigente de los sindicatos de las salinas de
Zipaquirá. Liberal simpatizante del comunismo. Estuvo vin­
culado a la C.T.C. cuando estaba dominada por el comunis­
mo.
Luis E. Ayala: Liberal, perteneció a la C.T.C. (comunista)
y ha manifestado tendencias comunistas.
Pedro Murillo: Liberal de tendencia comunista.
Antonio Medina: Dirigente petrolero. Militante del parti­
do comunista7.
Tanto obsesionaban al general Rojas los comunistas que
terminaron por aparecerle literalmente detrás de la puerta. Un
informe de seguridad del palacio presidencial reveló que el
técnico contratado para instalar los timbres de alarma que
conectaban las habitaciones del presidente con el batallón
guardia presidencial era comunista. La investigación sobre el
técnico reveló que se llamaba Patricio Cardozo “ Comunista
lunático, inteligente y'cauto. Lúe miembro activo del sindicato
Unificado de la Construcción. Lúe presidente de la Unión
Obrera de Colombia, organismo controlado totalmente por el
l\C. La última ronda practicada a CARDOZO, demuestra
que sigue siendo activo miembro del Partido Comunista” 8.
El macartismo criollo floreció en asociaciones tales como
"El Centro Nacional Anticomunista” , que contó con el bene­
plácito de la Presidencia de la República9. En mayo de 1955, el
ministro de Relaciones Evaristo Sourdís negó la entrada a
Colombia al poeta Pablo Neruda. Los telegramas enviados

7. Presidencia de la República, SIC, Custodia Presidencial, mayo 7 de


p)56, APR.
8. Ricardo Vejarano, Jefe de Seguridad Militar a Rojas Pinilla, no­
viembre 12 de 1953, APR.
9. Luis Landazabal Reyes, Secretario General de la Presidencia a Libo-
iln Benavidez, presidente del C.N.A., abril 6 de 1955.
386 £7 Jefe Supremo

por anti-comunistas furibundos llegaron a la Cancillería pl


diendo “ sostener su negativa de permiso para la entrada n
Colombia del señor Pablo Neruda por considerar que su ven!
da favorece a la propagación del comunismo el cual eslA
condenado por la Iglesia y se halla constitucionalmente decía
rado fuera de la ley” 10.
En las filas del anticomunismo marchó Monseñor Miguel
Angel Builes, obispo de Santa Rosa de Osos. Renegado del
laureanismo y convertido fervorosamente al rojismo, escribía
al general previniéndolo de pretendidas conspiraciones libera
les y comunistas: “Se habla de asesinar al Señor Presidente
antes que haya sido nombrado el Designado a la Presidencia,
para apoderarse de ésta un oficial liberal del ejército con la
ayuda de militares liberales, la masonería, el liberalismo y el
comunismo” *11.

Un anticomunismo con palos de ciego

No se conocen las razones por las cuales transcurrió un


año y medio entre la expedición del acto legislativo y el decreto
reglamentario. En cambio, sí está claro que el gobierno no
tenía ideas precisas y unánimes sobre la materia. El antepio
yecto de decreto preparado por una comisión del Ministerio de
Gobierno no satisfizo a varios ministros, que formularon suge
rencias y modificaciones. La duda principal giraba alrededm
de la definición de qué debía considerarse como organización
comunista. Finalmente se acordó la fórmula vaga de prohibí!
toda asociación inspirada en el comunismo internacional, culi
lo cual tácitamente, pero no explícitamente, quedó proscritorl
partido comunista colombiano. Durante las discusiones en rl
consejo de ministros, Rojas recalcó que debía prohibirse el

10. Correspondencia general, Relaciones Exteriores, mayo 25, mayo H


de 1955, AMRE.
11. Builes a Rojas Pinilla, julio 31 de 1953, APR.
Macarlismo criollo 387

comunismo internacional, así en esos términos, para que la ley


no sirviera como medio de represalia contra los partidos políti­
cos colombianos “porque ha de ser un medio de defensa de la
soberanía nacional, y no una condenación de actividades polí­
ticas contrarias al gobierno” 12.
La desorientación en la materia quedó ilustrada en diver­
sas Actas del Consejo de Ministros. Una de ellas, por ejemplo,
cuenta que el embajador de Italia en Bogotá se mostró intere­
sado en conocer el proyecto de decreto, aunque manifestó que
en su país no se había proscrito el comunismo por temor a que
actuara en la clandestinidad. A lo cual Rojas respondió: “ El
comunismo trabaja con ley o sin ley que lo prohíba, en la
clandestinidad” 13. Esta afirmación, de paso, le quitaba lógica
al decreto, pues si el comunismo de todas formas actúa en la
legalidad o en la clandestinidad, la prohibición de actividades
comunistas no parecía destinada realmente a alcanzar efectos
prácticos de extirpación de una doctrina considerada peligrosa
para la soberanía colombiana.
Según estimativos de la embajada norteamericana, el par­
tido comunista colombiano contaba, por la época, aproxima­
damente con 10.000 miembros, pero solo 5.000 de ellos serían
activos o militantes14.
El proyecto que luego se convirtió en acto legislativo
prohibitorio del comunismo, fue presentado por el delegado
conservador Juan Uribe Cualla y aprobado por la bancada
conservadora. Es de anotar que el partido conservador asistió
al debate dividido en tres grupos. El primero de ellos estaba
formado por quienes colaboraban en el gobierno. La cabeza
visible de este grupo era el ex-presidente Ospina Pérez y su
vocero el matutino La República; el segundo grupo lo dirigía el
Ncnador Gilberto Alzate Avendaño, en abierta controversia
con Ospina, mas no con Rojas. Su vocero periodístico era

12. Acta 86, Consejo de Ministros, febrero 15 de 1956.


13. Acta 88, Consejo de Ministros, febrero 29 de 1956.
14. EEU a DE, marzo 20 de 1956, 721.00/3-2056, RG 59, NA.
388 El Jefe Supremo

Diario de Colombia15. El tercero, el laureanismo que descomí


cía la legitimidad del gobierno de Rojas Pinilla. Este grupo sr
expresaba a través de El Diario Gráfico. El partido liberal, poi
decisión de sus directivas, se abstuvo de asistir a las sesione*
debido a la decisión de Rojas de negar la participación parito
ria entre liberales y conservadores a la cual los primeros creían
tener derecho. Rojas se arrogó la facultad de nombrara volun
tad, y por encima del criterio de la Dirección Nacional Liberal,
a los representantes de ese partido. Pese a la orden de no asistn
dada por la DLN, catorce liberales —a quienes, desde I I
Tiempo, Hernando Santos llamó “lentejos” y “los catoivr
Judas”— aceptaron la designación del gobierno. La ANA<
sesionó gracias a la mayoría conservadora orientada por Qspl
na Pérez y Gilberto Alzate Avendaño, en previo acuerdo con rl
general16.
Con la decisión de designar a voluntad sus propios delegii
dos y negar la paridad al partido liberal, Rojas aseguró l>i
mayoría absoluta en la votación (de 66, solo hubo 8 voto»
negativos de los laureanistas), para su re-elección. La aprohii
ción de la ley anti-comunista, por el contrario, contó con H
apoyo de los laureanistas, pero no con el de los libcralí»
“lentejos” ; “[el liberalismo] no puede aceptar doctrinal ni
mente una moción que prohíbe el comunismo como partido,
por considerarlo contrario al derecho de asociación, ni al
comunismo como idea, porque es contrario a la libertad d»
pensamiento” . Esta posición fue asumida, entre otros, pm

15. Alzate fue nombrado embajador en España el 6 de octubre de l'J*4


lo cual sirvió para consolidar como jefe del partido conservador a C)s|>lim
Pérez, y para que la dirección de Diario de Colombia pasara a manm il»
Samuel Moreno Díaz. EEU a DE, octubre 14 de 1954, 721.00(W)/10 14*4
RG 59, NA.
16. EEU a DE, agosto 5 de 1954, 721.2/8-554, RG 59, NA. Lente......
un colombianismo aplicado a los políticos que cambian de partido o po»l
ción cuando les ofrecen una recompensa material o política. El apodo*»
deriva de la historia bíblica de Esaú y Jacob. Según dicha referencia bllillt *
Esaú le vendió a Jacob las ventajas de su primogenitura por un pialo d»
lentejas.
Macanismo criollo 389

Abelardo Forero Benavides, José Umaña Bernal, Juan José


Turbay, José Jaramillo Giraldo y Jorge Zawadsky, cinco de
los “catorce judas” 17. Desde afuera de la ANAC, el partido
liberal manifestó su desaprobación al contenido de la tey
anti-comunista sosteniendo que el comunismo había que com­
batirlo con reformas políticas y sociales y no con medidas
coercitivas18.
Para la embajada norteamericana, la manipulación de la
Asamblea, por parte del Presidente, no solo dio los resultados
esperados, sino que no sorprendió a nadie19.
Rojas no solo negó la paridad en el número de represen­
tantes de los dos partidos tradicionales en la Constituyente.
También, el 7 de agosto de 1954, cuando asumió protocolaria­
mente la presidencia, ningún liberal fue nombrado en el gabi­
nete de ministros. Sin embargo, el directorio liberal declaró
que continuaría apoyando al gobierno del Presidente Rojas en
materia de pacificación y orden público. Esta actitud, en cierta
manera conciliatoria, que habría de durar hasta mediados de
1955 cuando nació el Frente Civil, se reflejó también en la
prensa censurada pero dispuesta al entendimiento. Como ya se
(lijo, el partido liberal había sufrido la violencia oficial iniciada
en el régimen del Presidente Ospina Pérez y recrudecida en el
de Laureano Gómez.
Es por lo demás, lo que opinó por la época, el ex­
presidente Eduardo Santos desde su refugio en París. En una
carta a su fraternal amigo Luis López de Mesa, con quien
mantuvo una amistad que duró cincuenta y ocho años, Santos

17. El Tiempo, julio 30 de 1954.


18. Anales de la ANAC, septiembre 7 de 1954.
19. EEU a DE, agosto 5 de 1954, 721.2/8-554, RG 59, NA. El 28 de
|lilio, Laureano Gómez y su hijo Alvaro Gómez Hurtado, que reclamaban el
ilcrecho a asistir a la Asamblea como miembros elegidos durante su propio
mandato, intentaron regresar al país en un vuelo de Air France desde París.
Solo llegaron a Caracas porque el gobierno previno a las aerolíneas que
Volaban a Colombia que no debían embarcara Gómez ni a miembros de su
lumilia. Varios laureanistas fueron detenidos en esos días y se habló de un
Intento de golpe de estado contra Rojas por parte del derrocado presidente.
8EU a DE, julio 31 de 1954, 721.03/7-3154, RG 59, NA.
390 El Jefe Supremo

escribió a mediados de 1955: “ Después de la prueba durísima


de los cuatro años trágicos nuestros liberales parecen inclina
dos a conformarse con lo actual y los domina el temor a que
resucite lo anterior” 20.

El Tiempo, comunistoide

La prensa liberal apoyó la posición del liberalismo. En el


diario de los Santos aparecieron algunos editoriales criticando
la prohibición del comunismo. En términos generales, la posi
ción de los periódicos liberales y del liberalismo no hizo mucha
gracia al embajador norteamericano, el cual escribió a Was
hington:
“ El vocablo comunistoide podría sonar demasiado duro
para aplicarlo a los editoriales de la prensa liberal pero cierta
mente no hubo mayor diferencia entre [el editorial de El Tin»
po\ y lo expresado por Gilberto Vieira en su carta a la Asam
blea. Los argumentos son los mismos. Tal vez el hecho mil»
evidente que sacó a flote el debate es que los liberales y particu
larmente aquellos que defienden la política de El Tiempo, no
entienden realmente los métodos ni el peligro de la penetración
comunista. A pesar de las experiencias de Europa y Asia, ello»
parecen creer que el partido comunista es solo una variedatl
exótica dentro de una nueva organización política con la uní!
ellos están familiarizados” 21.
Por lo demás, la actitud intransigente del general Rojas ni
limitar caprichosamente la participación del partido libenil,
mayoritario en el país, constituye otra prueba de su militaiu ln
en el conservatismo, y contradice las proclamas de que ni
gobierno estaba por encima de los partidos y a favor de ln
unidad nacional. “ El principal propósito de este gobierno es U

20. Javier Gutiérrez Villegas, Santos y López de Mesa (Medellín: etllin


rial de la Universidad de Antioquia, 1984), pp. 11 y 197.
21. EEU a DE, septiembre 14 de 1954, 721.3/9-1454, RG 59, NA
Macarnsmo criollo 391

eliminación del odio político, del odio entre los partidos” ,


declaró muchas veces en la plaza pública22.

Un anticomunista de vieja data

El anticomunismo del general Rojas Pinilla no era nuevo.


Se había manifestado ya en varias oportunidades y bajo distin­
tas circunstancias. Frecuentes actitudes a lo largo de su vida lo
señalan como un católico devoto, un conservador militante y
un anticomunista a ultranza. “ Colombia es un país anti­
comunista y nuestra misión es defender la patria” , fue una de
sus primeras declaraciones, tres días después de tomarse el
poder23. Es decir que ideológicamente no se distanciaba de sus
tres antecesores, Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez y
Roberto Urdaneta Arbeláez.
Fue Urdaneta —a quien Rojas otorgó la Cruz de Boyacá
en el grado de Gran Cruz Extraordinaria el 22 de junio de
1953— el último de ellos en reiterar públicamente la posición
unticomunista dé Colombia durante una entrevista con el
presidente venezolano, coronel Marcos Pérez Jiménez, el 21 de
marzo de 1953. Ese día los dos países —uno bajo dictadura
militar y el otro en sangrienta guerra civil— reiteraron “ la
firme disposición de ambas naciones de unirse para combatir
la amenaza comunista y realizar una acción conjunta para
defender los principios de la democracia contra cualquier
influencia extraña” 24.
El 10 de junio de 1954, el canciller Evaristo Sourdís adhi­
rió en la Conferencia de Caracas a la declaración anticomunis-
tu propuesta por la delegación de los Estados Unidos y aproba­
da por los países asistentes con el voto negativo de Guatemala
y la abstención de México. Poco antes, Sourdís había condena­
do al partido comunista colombiano por servir a la Rusia

22. Rojas en Neiva, marzo 6 de 1954, y otros discursos, APR.


23. El Siglo, junio 17 de 1953.
24. Ultimas Noticias, Caracas, marzo 22 de 1953, AMRE.
392 El Jefe Supremo

soviética y porque “ésta intervención es la más grave y funesta


de todas porque está inspirada en el materialismo ateo...",\
El embajador norteamericano no ocultó su complacencm
con el gobierno y así lo hizo saber al Departamento de Estado:
“ La posición del Presidente Rojas con relación al cornil
nismo es completamente clara. El comunismo y otras publica»
ciones subversivas han sido prohibidos. La Delegación colom
biana ante la Conferencia Internacional de Caracas participó
en la redacción y respaldó la resolución anti-comunista adop
tada allá. Una fuerte orientación anti-comunista fue expucslB
por el Canciller E. Sourdís el 3 1 de mayo y por el Ministro ilf
Guerra el 3 de junio. El programa de los Estados Unidos di
perseguir subversivos y de aprobar una legislación anti-
comunista indudablemente ha tenido influencia en las ideal
del gobierno colombiano2526.
Desde Washington, el embajador colombiano reiteró la
posición del gobierno en declaraciones a la prensa con motivo
del primer aniversario de Rojas en el poder. Las palabras d|
Zuleta Angel reflejan claramente las creencias oficiales y la
práctica política de aquellos dias: “ En la guerra fría que eslío
mos presenciando entre los Estados Unidos y Rusia, lo únicil
importante para un país, el punto clave de su política interino
cional, es escoger entre Moscú y Washington. Colombia eseo*
gió a Washington y obró con lógica. Nosotros ya sabemos ln
que es el comunismo. Lo supimos el 9 de abril de 194K y lo
hemos venido a saber ahora en que, por culpa del comunismo,
aliado esta vez, según parece, con los elementos más reacciomp
rios e intransigentes del país [se refería a los laureanistas y a lo|
muertos del 8 y 9 de junio] estamos lamentando con verdadero
y sincero dolor la eliminación de preciosas vidas de colomlniM
nos” 27. Históricamente nunca se ha podido comprobai U
participación del comunismo en el asesinato de Jorge Eliénl

25. Sourdis, junio 13 de 1954, discursos y documentos de E. Sounlli,


folder No. 2, AMRE.
26. EEU a DE, septiembre 14 de 1954, 721.2/9-1454, RG 59, NA
27. El Universal, Caracas, junio 14 de 1954, AMRE.
Macartismo criollo 393

Gaitán y como ya se ha dicho en varias oportunidades, la


investigación de los sucesos estudiantiles de junio demostró
que allí tampoco había inspiración de Moscú. De manera que
las declaraciones de Zuleta a la par con las creencias oficiales,
no tenían ningún asidero en los hechos.

Comunismo anti-rojista

El general Rojas naturalmente no era santo de la devoción


del partido comunista en Colombia. Este no había participado
ilel júbilo nacional del 13 de junio de 1953. Por el contrario, la
oposición que sostenían hacia el régimen laureanista muy
pronto la trasladaron al régimen rojista. En el Plenum de
Palmira, el partido comunista concluyó: “ El 13 de junio se
verificó un típico Golpe de Estado realizado por el Ejército sin
ninguna intervención de las masas populares. Ese día fue
derrocada la camarilla ultra reaccionaria de Laureano Gómez
y se formó un nuevo gobierno bajo la dirección de militares
reaccionarios, coaligados con los grupos conservadores des­
contentos con el gobierno anterior. De ese modo, el 13 de junio
hubo un cambio de gobierno, más no un cambio de régi­
men” 28.
Ya se ha dicho que la ley anticomunista, aunque aprobada
tn septiembre de 1954 solo fue reglamentada en marzo de 1956
cuando fue firmado el decreto correspondiente. Sin embargo,
el espíritu del acto legislativo pronto se convirtió en instrumen-
ld de control a la libertad de expresión. A Silvano Garcés
Rentería, periodista del diario tolimense Tribuna, y director del
rndioperiódico El Comentario, el Ministerio de Comunicacio­
nes le canceló la licencia de radiofonista. ¿Los cargos? Comu­
nismo. Garcés Rentería sostuvo que él no era más que un
liberal gaitanista, que en algún momento había adherido pú­
blicamente al Movimiento Socialista que entonces dirigía An­

28. Plenum de Palmira, agosto de 1953; La Esfera, marzo de 1954,


M'R.
394 El Jefe Supremo

tonio García. Paradójicamente, éste último fue nombrado poi


Rojas como consejero económico del gobierno en diciembre di'
1954, dos meses después de promulgada la ley contra el cornil
nismo29.
De comunistas o de simpatizantes del comunismo fueron
calificados los disidentes del gobierno y en particular, lo»
periódicos y los jefes liberales. La prensa conservadora ayudó
con fluidez a esta empresa. La República y Diario de Colombia,
con el yerno presidencial en la dirección, interpretaron ln
posición del liberalismo contra la aprobación de la ley anlico
munista, como pro-moscovita. Sin embargo, los ataques mAi
beligerantes y asiduos ocuparon las páginas de El Día, d ia iio
conservador incondicional del régimen. Los documentos de In
reunión comunista en Palmira, los relacionó directamente con
los programas del partido liberal; publicó supuestos planes di*
las directivas liberales para organizar la guerrilla, en un pie
sunto “ Plan A” ; reprodujo artículos y editoriales de los penó
dicos liberales de 1948 y 1949 cuando criticaban al gencntl
Rojas Pinilla, entonces coronel al comando de la Tercnn
Brigada en Cali. No era extraño encontrar en El Día titulan »
como “ Directivas Liberales comprometidas en ataques de
Bandoleros” o “ La Asistencia a la Guerrilla se consideraba un
Deber” 30.
También Rojas en sus discursos aludió frecuentemente ni
pacto entre el liberalismo y la guerrilla comunista para desesln
bilizar al gobierno. F.n varias ocasiones, se refirió a los jrlin
liberales Eduardo Santos y Alberto Lleras como “guerrillenu
intelectuales” 31.
Entre la variedad de casos encontrados en los archivos, ln!
vez el parte informativo del coronel Daniel Cuervo Araoz, li I»
de la Casa Militar de la Presidencia, es el que mejor ilustm d
señalamiento típico del “ macartismo criollo” que comen/ótui

29. EEU a DE, diciembre 15 de 1954, 721.00(W)/12-I654, RG 59, NA


30. Recortes de El Día. 1953-1954, APR; EEU a DE, mayo 24 de I9M
721.00(W)/5-2454, RG 59, NA.
31. EEU a DE, mayo 31 de 1954, 721.00(W)/5-3154, RG 59, NA
Macariismo criollo 395

los años del laureanismo y se abrió camino en el gobierno de


las Fuerzas Armadas. Cuervo Araoz transcribió a Palacio el
siguiente informe recibido de la base de la FAC en Cali:
Informador: Tte. Cor. Carlos Uribe, Cdt. Base Escuela de
El Guabito.
Información: Una sobrina del Dr. Jorge Leyva, —una de
esas niñas curiosas y sin sentido de la responsabilidad que va
contando las cosas para hacer efecto de importante— , dijo hoy
en casa de mi cuñada Esmeralda Arboleda de Uribe (Comu­
nista) y delante de mí, que el Dr. Laureano Gómez llegaba el
miércoles con un grupo de periodistas...32.

No debió ser poca la sorpresa del “ informador” , el con-


fonel Uribe, cuando conoció la designación presidencial de su
"cuñada comunista” como miembro de la A n a c en 1954. En
noviembre de 1955, sin que mediaran explicaciones, Esmeral­
da Arboleda de Uribe fue destituida de la Constituyente por
Voluntad de Rojas Pinilla33.

tina prensa antirojista

Ni siquiera sumándose a la cruzada anticomunista enca­


bezada por Marcos Pérez Jiménez err Venezuela, Anastasio
Somoza en Nicaragua, Rafael Leónidas Trujillo en República
Dominicana y Fulgencio Batista en Cuba, logró Rojas que la
prensa norteamericana lo tratara con benignidad. El Washing­
ton Times Magazine en su edición del 26de julio de 1954criticó
overamente las restricciones políticas cada vez más frecuentes
del gobierno colombiano. El embajador de Colombia en Was­
hington, Eduardo Zuleta Angel, protestó ante el director de
(«a publicación con el argumento de que era “insensato que
I stados Unidos que ya tienen bastantes enemigos en el mundo

32. Cuervo Araoz, Informaciones, septiembre 1 de 1953, APR.


33. EEU a DE, agosto 5 de 1954, 721.2/8-554, RG 59, NA.
396 El Jefe Supremo

ataquen periódicamente a un Jefe de Estado latinoamericano


que ha tenido siempre un caro concepto de la defensa conll«
nental y una constante preocupación por ella” 34.
El control anti-comunista del régimen traspasó las fronte
ras patrias. Desde el exterior no solo informaban cónsules y
embajadores, sino que el Ministerio de Relaciones Exteriore»
mantenía en Ciudad de México a Frank Towers, un agente
secreto heredado del gobierno de Urdaneta, cuya misión etit
mantener informada a la Cancillería sobre las actividades de I
los colombianos en el exterior. En particular, de los colombi»
nos que el régimen consideraba peligrosos, si no comunistas
En junio de 1953, por ejemplo, Towers informó a le
Cancillería:

Puedo afirmar que la actividad conspirativa liberal ni


México ha desaparecido por el momento ya que Lleras [Rcstie
po] y Compañía piensan más prudente apoyar al nuevo gobirn
no con miras hacia una infiltración posterior hasta llegai e
la meta del gabinete de Unión Nacional, que por ahora, puin'l ;
constituir su máxima aspiración. Los dirigentes comunistas
están disgustados con los exiliados colombianos por su aparen
te deserción. [...] Debo recordarles que Carlos Lleras Restre|til
y Julio Ortiz Márquez están afiliados a la Unión Demócrata e
Centroamericana (U dca ) que figura en la lista anterior |s»
refiere a una lista, anexa al informe de organizaciones comimlM
tas internacionales], “ El Senador Joseph McCarthy presenté
pruebas irrefutables de que los conspiradores comunistas tu
tan de derrocara los Gobiernos (sic) de Colombia y Vene/w U
t - ] 35.

En octubre de 1954, el mismo agente secreto alertó n U


Cancillería sobre un supuesto contrabando de armas hm I#
Colombia:

34. Zuleta, Embcolombia a Preexteriores, julio 29 de 1954, AMNI


35. Informe Confidencial FPT-68, Frank Towers al Ministro de Ufll
ciones Exteriores, México, junio 20 de 1954, AMRE.
Macartismo criollo 397

se compone de fusiles, ametralladoras livianas y la munición


correspondiente. Los destinatarios, según mis informes, son
miembros activos del partido liberal. Parece que dicho partido,
ante los últimos acontecimientos, tiene la teoría que lo que fue
suficiente para tumbar a Laureano (bandoleros,guerrilla, etc.),
será suficiente para tumbar al Presidente Rojas Pinilla36.

Frank Towers fue un agente tan secreto, que salvo los


informes que enviaba a su jefe el ministro de Relaciones Exte­
riores, no existen datos personales ni documentos suyos-en los
archivos, ni figura en la nómina del Ministerio de Relaciones
Exteriores, ni de la Presidencia de la República. Solo se sabe
que vivía en ciudad de México y que los embajadores de
Colombia en América Central debían mantener contacto con
él y algunas veces enviarle copia de los informes que ellos
remitían a Colombia37.

36. Informe Confidencial FPT-90, Frank Towers a Cancillería, Méxi-


10, noviembre 1 de 1954.
37. Relaciones Exteriores a Embajada en Costa Rica, julio 15 de 1954,
MURE.
32. Persecución a los protestantes

Cuando Rojas Pinilla asumió el poder, las misiones protestan­


tes llevaban casi una centena de años operando en el país. Fue
llenry Barrington Pratt, egresado del seminario teológico de
Princenton, y ministro presbiteriano quien introdujo el protes­
tantismo en Colombia en 1856. Pratt llegó al país invitado por
el coronel James Fraser, oficial británico que luchó al lado de
llolívar en las guerras de independencia y que adoptó a Colom­
bia como su segunda patria1. Sin embargo, casi desde su arribo
h Colombia, las dificultades, así como el adoctrinamiento de
nuevos adeptos, habían sido parte de la cotidianidad. Fue a
principios de los años 40, cuando se comenzó a asociar la
tvangelización protestante con la oposición al gobierno y los
Micesos en los cuales se mezclaban la política partidista, el clero
católico y el culto protestante, ocuparon la atención de los
colombianos.
En 1942 y 1943, se establecieron en Santander, Valle y
('auca varias misiones protestantes. Su presencia incomodó
por igual a católicos rasos y a la alta jerarquía por lo que la
prédica protestante suscitó incidentes en un país con rasgos
manifiestos de fanatismo católico. En Silvia (Cauca) por ejem-

1. Sister Suzane Marie Claire Dailey, S.P., United StatesReaction lo the


l'trsecution o f Protestans in Colombia During 1950’s (St. Louis University,
1171, doctoral dissertation) p. 75.
400 £7 Jefe Supremo

pío, el cura párroco dedicó un sermón de la misa dominical a


criticar a las misiones religiosas venidas de Norte América. I n
misa terminó con una manifestación de todo el pueblo conlnt
los misioneros y la política norteamericana en Colombia. I o i
Bucaramanga, a mediados de septiembre de 1943, el asistenta
del obispo de Pamplona —de quien dependía la diócesis dt»
Bucaramanga— el rector del Colegio San Pedro Claver y I"»
padres franciscanos organizaron una manifestación contra lat
actividades de los misioneros. Durante la manifestación ln«
templos protestantes y los lugares de reunión de los misioiiM
ros, fueron apedreados. El gobernador del Departamento,
Arturo Santos, señaló al embajador norteamericano, Artlnil
Bliss Lañe, que detrás de los ataques religiosos se movía el
partido conservador interesado en crearle dificultades al gn*
bierno liberal2.
Aquel incidente fue tal vez uno de los primeros en que U
presencia protestante era asociada con asuntos de pollllnt
interna. Pero, la responsabilidad de identificar al protestan!!»»
mo con la ‘subversión liberal y comunista’ le cabe enteramrnlf
al régimen de Laureano Gómez.
Esta atmósfera de confusión entre ideología y credo mi
como de persecución política y religiosa, se hizo evidente cu ••!
memorándum del director del Departamento de Vigilancia Ja
dicial del Ministerio de Justicia, Alberto Duarte French ya t>n
1950. A Duarte French correspondió la investigación de vartui
denuncias hechas por protestantes llegados de Estados Ha!
dos. por actos de violencia contra sus fieles.

En conexión con los problemas de orden público (gir té


presentaron en el país como resultado de la explosión subven!
va de carácter típicamente comunista el 9 de abril de 19*1M,*1
gobierno nacional se vio obligado a dictar medidas de enu'iHftü
cia con el propósito de salvaguardar no solo la vida institlU'ttM

2. Silvia Galvis, Alberto Donadío, Colombia Nazi, (Bogotá, láliinl


Planeta, 1986) pp. 250-252.
Persecución a los protestantes 401

nal del país, sino tam bién los intereses norteam ericanos m ism os
que estuvieron gravem ente am enazados con el trabajo de cier­
tas cam pañas que por ser secretas y subrepticias no fueron
m enos con ocid as — escribió el D irector de Vigilancia Judicial y
agregó:
C om o era natural, las exp losiones subversivas m en cion a­
das provinieron de id eologías y de colectividades políticas c o n ­
trarias al partido en el gobierno. M ás claram ente, los responsa­
bles pertenecían en general a partidos de izquierda,
especialm ente a uno de nuestros partidos históricos: el partido
liberal. Y com o coincidencialm ente los colom b ian os que profe­
san la religión presbiteriana y evangélica pertenecen, en su
m ayoría a esa colectividad p olítica, com o sus propios pastores
lo reconocieron, esta circunstancia d io lugar a situ acion es co n ­
fusas y a interpretaciones erróneas sobre la actuación del g o ­
bierno [...]
A sí cuando un funcionario judicial o de policía toma
alguna acción civil o penal contra personas afiliadas al partido
liberal, quienes adem ás son presbiterianos, la intención de las
autoridades generalm ente se altera y se interpreta com o acto de
persecución religiosa [...]
Sin em b argo, en honor a la verdad, hay que reconocer que
algunas veces autoridades de rangos subordinados han co n fu n ­
d ido reuniones de carácter religioso de los evangélicos y los
presbiterianos co m o posibles m ítines p olíticos porque los pro­
testantes pertenecen al partido liberal op uesto al gob ierno y
porque dichas reuniones se llevan a cabo en m edio de un
período de exacerbación p olítica, lo cual hizo que la m alinter-
pretación se presentara3.

Precisamente por eso, porque el gobierno de Laureano


(iómez confundió a los misioneros protestantes norteamerica­
nos con la subversión liberal, fue que la persecución se hizo
más frecuente y violenta. Persecución oficial apoyada, a veces

3. A lb e r to D u a r t e F r e n c h , D ir e c to r del D e p t o . d e V ig ila n c ia J u d ic ia l,
m e m o r á n d u m , o c t u b r e 11 d e 1 9 5 0 , N A .
402 E! Jefe Supremo

en forma manifiesta, otras de manera tácita, por el clero católi


co que veía en la presencia protestante una amenaza a su
monopolio religioso y a su poder político en el país.
Los casos de violencia político-religiosa quedaron consig
nados inclusive en la prensa conservadora. En 1951, el editorial
del diario El Nacional de Barranquilla hizo la siguiente denun
cia:

Fue teatro ayer Colombia de otro acto de salvajismo rcll


gioso de esos que en los últimos años han exhibido al país desdi
la prensa mundial como una caterva de bestias salvajes: Cerca n
Cali fue dinamitado un Templo Protestante (sic). La explosión
se produjo a las 4 de la mañana y se asegura que, por lo mcno»,
tres personas murieron y otras quedaron heridas [...] Hace uno*
meses en el mismo departamento un Ministro Protestante im
encontrado castrado y muerto amarrado a un árbol. Entonce*
la prensa mundial ocupó sus columnas con editoriales señalan
do este hecho terrible como digno de una intervención interna
cional para sancionarlo.
¿Por qué tratamos de humillar nuestra Iglesia ante el mun
do? ¿Cómo es posible que las autoridades eclesiásticas no con
denen los asesinatos?4.

Pero no los condenaban. Más bien se diría, según diverso*


documentos, que los instigaban. El mismo periódico dio cuen
ta de la bendición de unos cuchillos por parte del cura párnn o
de Málaga (Santander), “como armas que cuando se esgrimen
para defender la religión católica son benditas” . Por el mismo
camino del fanatismo religioso, Monseñor Miguel Angel llui
les, obispo de Santa Rosa de Osos (Antioquia), invitó "ni
exterminio de todos los anti-católicos en Colombia” . I sin
declaración suscitó la intervención del arzobispo católico dn
Washington, Patrick O’Boyle que exigió a Builes la rechín n
ción o la retractación5.

4. El Nacional, Barranquilla, octubre 2 de 1951.


5. Cipriano Restrepo Jaramillo, embajador en Washington a limn
Uribe Holguín, Min. Relaciones Exteriores (E), enero 21 de 1952, AMIU
Persecución a los protestantes 403

El 23 de mayo de 1952, desde El Catolicismo, órgano de la


curia bogotana, el padre Juan Jaramillo Arango, miembro del
Comité Nacional de Defensa de la Fe, sentenció: “ Los católi­
cos que apoyen la libertad de culto, son traidores a su fe y a su
patria. [...] Los católicos estamos en la absoluta obligación de
luchar contra las sectas protestantes o caerá sobre nosotros el
anatema de Cristo” . La incitación no podía ser más clara.
Los hechos violentos también ocuparon la atención mun­
dial. El Washington Daily News denunció, en octubre de
1952, más de 700 actos de violencia cometidos contra iglesias,
escuelas e individuos protestantes en los últimos tres años en
Colombia. Edward Tomlinson, el periodista que cubrió el
tema de la violencia religiosa, afirmó en su columna que como
no podía creer lo que le contaban, decidió visitar el país.

El 16 de septiembre, mientras esperaba a ser atendido en el


Consulado Americano de Cali, escuché noticias sobre el atenta­
do dinamitero al hospital protestante de Palmira [...]. Ya había
sabido de la pedrea al templo presbiteriano en Ibagué y el
embajador Capus M. Waynick había presentado notas formales
de protesta por cuatro atentados más, ante la Oficina de Rela­
ciones Exteriores de Colombia. Solo le acusaron recibo de una
de ellas.
De acuerdo con la dirección de la Confederación Protes­
tante, los sacerdotes católicos han estado involucrados directa
o indirectamente en cerca del 30 por ciento de los incidentes. Y,
la policía departamental ha sido el instrumento principal de la
persecución. [...] “Algunos conservadores a título individual
afirmaron que el clero católico siempre se ha identificado con el
partido conservador, y particularmente con la extrema derecha
del partido [...]. Se asegura que la mayoría protestante se
identifica con el partido liberal. Algunas fuentes oficiales han
declarado públicamente que ciertos grupos de protestantes se
inclinan hacia el comunismo, o permiten que elementos extre­
mistas de la izquierda infiltren sus organizaciones. La verdad
—concluyó el periodista— “es que el partido liberal nunca ha
404 El Jefe Supremo

sid o an ti-católico y cuando estuvieron en el poder fueron re»


ponsables de m uchos acuerdos políticos con el V aticano"'1,

La embajada norteamericana no fue ajena a los acontecí


mientos de intolerancia y arbitrariedad que se vivían en aque­
llos años de violencia política y clerical. En informe a \Vashinn
ton acusó directamente al clero colombiano: “Es cierto que Ion
párrocos de los pueblos directamente estimulan la acción con
tra los protestantes. En estas actitudes los párrocos llegtm
hasta el punto de confiscar y apropiarse de las iglesias prole»
tantes y de las escuelas; cierran cementerios protestantes u
interfieren en las ceremonias religiosas. Nunca han sido te
prendidos por sus superiores por dichos actos” . Y como prue
ba de la intolerancia religiosa, el diplomático citaba la clausuiit
de la escuela protestante de Fonseca (Magdalena), ordenadn
por el obispo de Santa Marta y el vicario apostólico de ln
Guajira, quienes se habían servido del secretario de educación
departamental para dar curso a la acción civil67.

Herencia del antiguo régimen

El 13 de junio de 1953, la mayoría de los colombiano»


creyeron que asistían a la inauguración de un régimen de
tolerancia y de respeto por las ideas ajenas. Lejos de ser así, In
persecución religiosa continuó, como si las promesas de pn/,
justicia y libertad no incluyeran a los ciudadanos que hablan
acogido el credo protestante. Aunque Rojas había derrocado n
Laureano, la fijación laureanista de identificar protestante»
con liberales había hecho tránsito al gobierno de las Fuci/n»
Armadas, si bien El Jefe Supremo insistió más en asociar a lo»
protestantes con los comunistas que con los liberales. I o»
documentos indican que ambos presidentes conservadme»,

6. T h e W a s h in g to n D a ily N e w s , o c t u b r e 2 0 d e 1 9 5 2 .
7 . M e m o r á n d u m , G e r b e r i c h a W a r r e n , e n e r o 31 d e 1 9 5 1 , 8 2 1 .4 1 1 /1
3 1 5 1 , R G 5 9, N A .
Persecución a los protestantes 405

aunque enemigos acérrimos, creyeron que la presencia de los


misioneros respondía a una estrategia liberal-comunista para
desestabilizar el país y tumbar el gobierno.
La política oficial, después del 13 de junio, también fue la
persecución indiscriminada a estas dos colectividades, pese a
un comunicado explícito del Ministro de Gobierno, Pabón
Núñez, según el cual se permitía la libertad de conciencia para
“los nacionales y extranjeros no católicos residentes en Co­
lombia” , siempre y cuando no hicieran proselitismo público ni
emplearan medios de propaganda fuera del recinto donde se
verificara el culto8. La circular 3 lOque claramente restringía la
libertad de culto consagrada constitucionalmente, recibió el
«poyo de la jerarquía eclesiástica, e inclusive el Cardenal Lu-
que sugirió que su esencia fuera incluida en la constitución
colombiana9. La sugerencia fue aceptada por la Comisión de
Estudios Constitucionales a la sazón reunida con el fin de
reformar la Constitución. Los liberales que participaban en la
Comisión, se opusieron. Entre ellos, Abelardo Forero Benavi-
ilcs y Alvaro Copete Lizarralde y la restricción a la libertad de
culto no fue aprobada101.
Desde el Ministerio de Gobierno, Lucio Pabón defendió
las propuestas del Cardenal. “ La culpa de las restricciones la
tienen los misioneros protestantes que con sus acciones ofen­
den el sentimiento católico de todos los colombianos [...]” “ .
Ya en septiembre de 1953 había quedado prohibida la
presencia de pastores protestantes en los territorios de Misio­
neros Católicos. La circular con la prohibición fue enviada por
el Ministerio de Gobierno a los gobernadores departamenta­
les. Y también mucho más lejos: a la Santa Sede12.
En junio de 1954, el Ministerio de Gobierno dictó la
circular 1785 con el fin de ampliar la 310. Según la nueva

8. Pabón Núñez, circular No. 310, enero 28 de 1954.


9. EEU a DE, febrero 9 de 1954, 721.00 (W)/2-554, RG 59, NA.
10. EEU a DE, abril 6 de 1954, 721.00 (W)/4-654, RG 59, NA.
11. Pabón Núñez, discurso, agosto 24 de 1954, APR.
12. Exteriores a Excelentísima y Reverendísima Secretaría de Estado de
tu Santidad Ciudad del Vaticano, septiembre 25 de 1953, AECSS.
406 El Jefe Supremo

disposición, los pastores no católicos debían informar a lux


autoridades locales los lugares donde se habrían de celebrar I on

servicios religiosos y podían celebrarlos con las puertas de I on

templos abiertas. Esta última medida probablemente se tomó


debido a que contradecía otra disposición oficial que prohibí»
las reuniones secretas y clandestinas. De hecho, el 16 de mayo,
en Buenaventura, el misionero norteamericano Oscar Jacob
son, se había negado a cerrar las puertas de su iglesia pese a luí
exigencias que le hiciera un grupo de monjas, curas y laico»
Jacobson, con razón, argumentó que no quería que lo acusa
ran de subversivo ni de clandestino. Evidentemente, el pastor
se refería a la prohibición oficial. Entonces, las autoridadrN
tomaron cuenta de la contradicción de sus propias normas"
Por lo demás, la nueva circular, permitió el culto protc»
tante en los territorios de misiones donde la Iglesia católa»
tenía el derecho exclusivo de hacer proselitismo y donde mono*
polizaba la educación. El permiso era, no obstante, restringido
pues los pastores protestantes no podían educar niños, salvo
los extranjeros no católicos. La celebración del culto estrict»
mente privado seguía vigente1314. No sería extraño que la come
ción de operar en territorio de misiones de exclusividad católi
ca tuviera su origen en la presión que los Estados Unido»
hiciera durante la revisión y actualización del Tratado Genctul
de Paz, Amistad, Comercio y Navegación firmado entre ( o
lombia y ese país en 1846. En 1954, se firmó de nuevo el tratado
que en su artículo 14 establecía que los ciudadanos de los do»
países, residentes en los territorios del otro, “gozarán de la mil»
completa, absoluta y entera libertad de conciencia, sin que sc»i|
molestados o perturbados a causa de sus creencias religios»»
[...] con tal de que al ejercerla observen el decoro debido a I»

13. Inspección de Policía, Buenaventura a Ministerio de Gobierna


mayo 24 de 1954, APR.
14. Memorándum, julio 16 de 1954, John Foster Dulles Collectlun,
JFD Chronological Series, Box 8, DDEL.
Persecución a los protestantes 407

Divinidad y el respeto debido a las leyes, usos y costumbres del


país [.„]” 15.
Aunque la situación de los protestantes mejoró en alguna
medida en relación a los casos de violencia registrados en el
gobierno anterior, —así lo reconoció la propia Asamblea de la
Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos— las denuncias
por persecución oficial y clerical abundan en los archivos, en
particular casos en los cuales el alcalde municipal, en acuerdo
con el cura párroco, detenían misioneros y ordenaban la pe-
| drea a las iglesias protestantes. Una de las denuncias que más
divulgación obtuvo, la publicó el servicio de información de la
Confederación Evangélica Colombiana. Según la Confedera­
ción, el padre José Cristín, italiano, párroco de Bocachica
(Cartagena) distribuyó, entre un grupo de niños pobres, tarros
de leche en polvo enviados por C a r e , y a cambio los incitó a
que apedrearan la casa donde los protestantes llevaban a cabo
su servicio religioso. El daño fue considerable. No contento
con la destrucción de la propiedad ajena, el padre Crispín
ordenó al inspector de policía de Bocachica, Policarpo Berrío,
que sellara la puerta de la casa. Tanto el inspector como el
clérigo anunciaron que la medida se tomaba para evitar que los
hijos de católicos aprendieran doctrinas contrarias a la religión
«postólica y romana, porque con las enseñanzas protestantes
también se les enseñaba a los niños a rebelarse contra el go­
bierno colombiano16.
Desde Istmina (Antioquia), el párroco y dos policías ar­
mados atacaron la sede protestante y obligaron a suspender el
culto privado. Según se desprende del cable enviado desde
Istmina al sub-secretario de asuntos diplomáticos, Germán
('avelier, la situación era muy grave17.

15. Artículo 14, Tratado General de Paz, Amistad, Comercio y Navega-


lirtn, entre Colombia y Estados Unidos, diciembre 12 de 1846, revisado y
(limado en 1954, AMRE.
16. Confederación Evangélica de Colombia, Boletín No. 39, mayo 7 de
1957, AMRE.
17. Cavelier a Ministerio de Gobierno, febrero 2 de 1954, AMRE.
408 El Jefe Supremo

Al pastor protestante Federico Smith llegado a Puerto


Leguízamo (Putumayo) le fue ordenado abandonar el territo
rio nacional porque su presencia violaba “ disposiciones clarín
del Concordato” . El cable del Comandante de la Armada ni
Ministro de Relaciones Exteriores, no deja duda de que el
Estado colombiano compartía la intransigencia del clero caló
lico y la idea de que el protestantismo era subversivo: “ Aten
tamente solicito se tomen las medidas del caso [de Smith] a Im
de que el Ministerio de Relaciones Exteriores tome la acción
correspondiente ante la Embajada de los Estados Unidos y w
arregle así en forma definitiva la continua presencia de elemeii
tos misioneros protestantes en tierras que, los arreglos y trnlii
dos entre el gobierno de Colombia y el de la Santa Sede, soin
pueden ser evangelizados por misiones católicas” 18.
En Chinchiná (Caldas) en julio de 1956, fueron encarecí»
das dos misioneras protestantes, Ida Danielson y Dorolhy
Hagerman. La Embajada de los Estados Unidos reclamó ni
ministro de Relaciones Exteriores y éste al de Gobierno. I ti*
dos misioneras fueron puestas en libertad pero reencarccladn*
en otras ocasiones19.
También las altas esferas del ejército contribuyeron »
expandir la versión de la alianza subversión-protestantismo
Incrédulo, el embajador Philiph Bonsal, escribió a Washington
en despacho clasificado como ‘secreto’: “ Las Fuerzas Arma
das insisten en que la guerrilla está controlada por los comuul*
tas y han fabricado una versión realmente increíble en c»#
sentido: afirman que los Protestantes y los Comunistas forma
ron equipo para propiciar los avances guerrilleros, lo cual «t
ridículo” 20.
El celo católico para impedir la penetración de otrnl
cultos no solo se valió de tácticas violentas, sino también <!►
estrategias morales. Así, el Cardenal Luque, cerrando un ojo a

18. Jaime Erazo Anexy, Comandante de la Armada a Relaciones IÍM*


riores, septiembre 17 de 1956, AMRE.
19. Relaciones Exteriores a Gobierno, julio 17 de 1956, AMR!
20. Bonsal, Memorándum Secreto, a DE, abril 11 de 1956, 721.00/4
1156, RG 59, NA.
Persecución a los protestantes 409

la disposición del Ministerio de Educación que exigía cursos de


religión católica en los colegios protestantes para satisfacer los
requisitos académicos, expidió una pastoral en la cual advertía
a los padres de familia que serían excomulgados si matricula­
ban a sus hijos en colegios protestantes. En la pastoral, el
máximo jerarca de la iglesia católica colombiana, acusaba a
quienes asistieran a los colegios protestantes de exponer a sus
hijos a la pérdida de la fe y por tanto a convertirlos en destruc-
lores criminales de la religión católica21.
Aunque la posición oficial de la iglesia no fue la incitación
directa a la violencia religiosa, tampoco fue propiamente, co­
mo se ve, la tolerancia. El siguiente memorándum del Cardenal
Crisanto Luque a la comisión de reforma constitucional, defi­
ne el pensamiento de la alta jerarquía:

La doctrina católica enseña com o verdad que no puede ser


negada ni d esconocida por ningún católico, que la única verda­
dera religión es la C atólica y que por consiguiente todas las
dem ás son erróneas. El error no tiene derecho a propagarse, y
so lo se puede tolerar com o un mal del que hay que preservar al
m ayor núm ero posible. Por lo tanto desde el pun to de vista
ca tó lico , solo se pueden tolerar las otras religiones, dentro del
m arco del estricto derecho de las con cien cias22.

En 1952 había en el país 146 misioneros extranjeros y en


1957 eran ya 279, lo cual indica que, por encima de la perse­
cución y de las medidas restrictivas, las diferentes iglesias
llorecieron, tanto que en esa década de los cincuenta ya se
irgistraban 10 congregaciones protestantes diferentes en el
territorio nacional: Cruzada Mundial de Evangelización (des­
de 1933); Hermanos de Plymouth (1933); Misión Indígena
biiramericana (1934); Iglesia Evangélica Luterana (1936); Me­
todistas Wesleyanos (1937); Bautistas del Sur (1937); Unión
Evangélica de Suramérica (1942); Iglesia Internacional del

21. EEU a DE, diciembre 15de 1955, 721.00 (W)/12-1555, RG 59, NA.
22. Crisanto Cardenal Luque, memorándum, fecha ilegible, APR.
410 El Jefe Supremo

Evangelio Cuadrangular (1942); Sociedad Misionera Intcri


mericana (1943); Conferencia General de los Hermanos Mein
nitas ( 1945)23.
Rojas Pinilla se identificó con la doctrina religiosa d
Cardenal y a ella le agregó el elemento político de la lucí
anticomunista, de lo cual dejó constancia en varios discurso
En 8 de julio de 1955, para citar un ejemplo, dijo que el papel i
la Iglesia y del Estado se interrelacionaba en forma tan dirctll
y estrecha que era a la Iglesia a la que correspondía resolver
problema de analfabetismo en el país. En el mismo discui»
aseguró que los problemas sociales de violencia no eran úniüj
mente de Colombia, sino del mundo y que se sintetizaban «
uno solo: Iglesia versus Comunismo24.
La persecución religiosa cesó durante la presidencia t
Alberto Lleras Camargo, primer mandatario del Frente Nacll
nal.

23. Dailey, pp. 80, 81, 83 y 84.


24. Discurso del Presidente Gustavo Rojas Pinilla, julio 8 de |¥t|
APR.
33. La paz del Napalm

La necesidad de paz había servido de estribo para que el


general Rojas Pinilla se montara en el poder. En su discurso
desde el Palacio de Nariño, el 13 de junio de 1953, el nuevo
mandatario prometió poner fin a la guerra civil que conmocio­
naba al país hacía más de un lustro. Bajo la promesa de que no
habría más sangre ni más depredaciones, los colombianos
recibieron con “júbilo inmortal” el “ Golpe de Opinión” como
10 llamara el ex-presidente Darío Echandía, contra el régimen
wctario de Laureano Gómez.
Sin embargo, ya desde los primeros días, las decisiones
níiciales permitían anticipar que las promesas no eran sinceras.
11 mismo 13 de junio, quien ofrecía la paz nombraba a algunos
ilc sus colaboradores entre los antiguos servidores del régimen
Imireanista.
Pero no solo ministros y otros altos funcionarios públicos
(«usaron impunes de un régimen a otro. También criminales
Itconocidos, como León María Lozano, El Cóndor, amigo
personal del General, fueron puestos en libertad por orden
tuya o por decreto presidencial. Con estas medidas, se intentó
neutralizar los ataques del laureanismo. En ese sentido, escribe
»l historiador Gonzalo Sánchez: “ Rojas adoptó actitudes con­
ciliatorias con el régimen anterior, firmando pocos días des­
pués del 13 de junio, un decreto que extendía el indulto a los
picsos por delitos que pudieran explicarse por ‘extralimitación
»n el apoyo o adhesión al gobierno’. O sea, que mientras por la
412 El Jefe Supremo

puerta de adelante de las cárceles salían los perseguidos pollll


eos, por la de atrás salían los matones” 1.
La rehabilitación de las zonas de violencia fue otra tic luí
grandes promesas del nuevo régimen. Pero al tiempo que ih
ofrecía la recuperación de las tierras arrasadas, los dineiu»
oficiales provenientes de la bonanza cafetera, se utilizaban rn
compra de armas y equipo militar12. La ley anticomunista, po|
lo demás, le calzó muy bien a las operaciones militares qu*»
posteriormente se desarrollaron en el Tolima contra foon
comunistas, cuya peligrosidad el gobierno extendió a los enm
pesinos inconformes de ese departamento.
Es que los actos erráticos, las decisiones ambiguas, la
confusión de los programas de gobierno fueron las conslanli«
en este período otrora llamado de ‘recuperación nacional’. I u*
así como el gobierno rojista que insistió en “la patria puf
encima de los partidos” , gobernó con los notables del contri
vatismo al tiempo que organizaba el lanzamiento de la Ten cut
Fuerza, o partido oficial; buscó en la Iglesia católica su piun l
pal aliada ideológica, pero no soportó las críticas que de rila
venían; anunció la libertad de expresión, aunque siempre ariurt
a la prensa de incitar a la violencia y al desorden público I u
cuanto al partido liberal, tradicional y conciliatorio, lo exi luyrt
del ejecutivo y del legislativo bajo cargos de subversión y
masonería. Y, pese a que consideraba a los Estados Unido* ti
mejor socio en la lucha anticomunista, declaró a su embajndoí
Philiph Bonsal, “persona non grata” en Colombia3.
La actitud de los dos partidos tradicionales hacia el ||n
bierno fue también diferente. Al decir de Germán Gu/unln
1. G o n z a l o S á n c h e z . “ L a V i o l e n c i a : d e R o j a s a l F r e n t e N a c i o n a l " I n

N u e v a h is to r ia d e C o lo m b ia . V o l . I I , p p . 153 y s s . B o g o t á , P l a n e t a , e n pirjHI
ració n .
2. S e g ú n co n sta en m em orándum d e l D e p a r t a m e n t o d e E s t a i l n ll
s o l i c i t u d d e c o m p r a d e a r m a s d e l g o b i e r n o c o l o m b i a n o a l o s E s t a d o s 1 bililm
ascen d ía a 1 50 m i l l o n e s d e d ó l a r e s , q u e c o m o i n f o r m ó el p r o p i o l l i i n i
H o l l a n d a l e m b a j a d o r Z u l e t a , e r a s u p e r i o r a l t o t a l d e a s i s t e n c i a iinllt*l
n o r t e a m e r i c a n a a la A m é r i c a L a tin a . M e m o de c o n v e rsa c ió n , llo lla m ll
G e r b e r e r , m a r z o 18 d e 1 9 5 5 , 7 2 1 . 5 - M S P / 3 - 1 8 5 5 , R G 5 9 , N A .
3. T a d S z u l c , T w ilig h t o f th e T y r a n ts , ( H e n r y H o l t a n d C o m p a n v , N»d
Y o rk , 1959) p. 211.
La paz de! Napalm 41 3

"los conservadores apoyaban a Rojas para asegurar posiciones


oficiales; los liberales, para no perder la vida” 4.

(lombas de papel

La sonrisa bonachona del general no fue suficiente para


ocultar su talante autoritario. Tampoco la esforzada O d i p e
pudo disimular la ineptitud de algunos de sus inmediatos
Colaboradores, en particular en el tratamiento de los alzados en
armas. Sin embargo, en junio de 1953 y pese a los sombríos
antecedentes del General, la urgencia de paz solo admitía, para
la mayoría de los colombianos, la aceptación casi ciega de las
promesas oficiales. La amnistía general era una de ellas.

V ino el 13 de junio y la caída de G óm ez. A ld ía sig u ien te,lo s


aviones de la fuerza aérea aparecieron en el cielo y en lugar de
lanzar b om bas, co m o en el pasado, arrojaron copias de El
Tiempo, El E spectador y otros diarios liberales que inform aban
sobre el golp e. Al final de la sem ana regresaron para lanzar
m iles de b oletin es que prom etían am nistía para todas las guerri­
llas, sin tener en cuenta las sim patías políticas, que quisieran
regresar a sus ocu p acion es pacíficas. Casi inm ediatam ente, las
guerrillas liberales aceptaron la oferta de am nistía. Para ellas el
ejército era la mejor garantía posible de paz, una creencia
com partida por m uchos liberales [...]5.

Los periódicos anunciaron, con grandes titulares, la éntre­


la de las guerrillas y de las armas. Los guerrilleros creyeron en
»l nuevo gobierno. Uno de sus máximos jefes en los Llanos,
I ulogio Fonseca Galán, entregó su fusil con 54 cartuchos al
ijército y pronunció las siguientes palabras:

b G e r m á n G u z m á n , I m V io le n cia en C o lo m b ia , p a r t e d e s c r i p t i v a ,
|('«li. E d i c i o n e s P r o g r e s o , 1 9 6 8 ) p . 159. E s d e a c l a r a r q u e e s t e l i b r o e s
Im ie rio r a “ L a V io le n c ia en C o l o m b i a ” , o b r a clá sic a de G e r m á n G u z m á n
i a m p o s , O r l a n d o F a l s B o r d a y E d u a r d o U m a ñ a L u n a , p u b l i c a d a e n 1962.
5. J a m e s H e n d e r s o n , C u a n d o C o lo m b ia s e d e s a n g r ó , p . 2 2 8 .
414 El Jefe Supremo

Por qué entrego mi fusil.


1. Porque desde el 13 de junio de 1953 se me brindaron la«
garantías ambicionadas y necesarias que la Constitución ilr mi
Patria ofrece a todos los colombianos sin distingos de clasr ni
colores políticos.
2. Porque el Excelentísimo señor Teniente General Güila
vo Rojas Pinilla, Presidente de la República, respaldado poi la¡>
Fuerzas Armadas y el pueblo en general, tendió la mano fnimtl
y generosa a todos nosotros, para la convivencia nacional y t <>n
esto enarboló la bandera de la paz, el progreso y la justicia
“para una Colombia libre y justa”.
3. Porque anhelo que quienes estamos ligados al ten iloilii
perteneciente a los Llanos Orientales por infinidad de razón»*
podamos vivir bajo el nombre de Patria, con Paz, Justa la \
Prosperidad para el bien del pueblo colombiano6.

Evidentemente, el ofrecimiento de la amnistía había cu a


do una atmósfera de conciliación y durante lo que restaba de
1953, “millares de campesinos desarraigados emprendieron d
regreso a sus lugares de origen, [...] una atmósfera de tranqiilll
dad, tanto más apreciable si se la contraponía al clima ib
zozobra reinante en el más inmediato pasado, empezó a pal
parse en todo el país” 7. Dentro de ese clima de confianza
Rojas dio la orden de suspender la represión contra la gucnllll
y ésta, a su vez, decidió deponer las armas en el Llano, en #1
Tolima (Juan de la Cruz Varela), en Santander, (Rafael Han
gel), Antioquia (Juan de Jesús Franco) y en el resto del pal*

Pacificación a la brava

Pronto surgieron los primeros escollos. Rojas queda ll


rendición rápida e incondicional, en cambio, los jefes guei illl»

6. Germán Guzmán, La Violencia en Colombia, parte descil|4lt|,


p. 148.
7. Gonzalo Sánchez, “ La Violencia: De Rojas al Frente Nacional"
La paz del Napalm 41 5

ros pedían tiempo mientras acordaban las condiciones para la


entrega. Por eso, porque no habían pactado las condiciones
para el regreso a la normalidad, muchos jefes guerrilleros
desaprobaron la rendición total de Fonseca Galán en el Llano.
I'onseca, en el sentir de los otros combatientes, le había abierto
ni gobierno la puerta para exigir una rendición sin condiciones.
Fue entonces cuando los jefes de la guerrilla liberal del
Mano, antes de acceder a la entrega incondicional de armas,
pidieron hablar con el general Rojas Pinilla. En lugar de la
entrevista, se ordenó su detención. El propósito de la orden era
obligarlos a entregar las armas. Así, por el camino de la fuerza,
Í2 jefes guerrilleros fueron encerrados en una casa en Monte­
rrey, con guardias apostados en las puertas. Era el 4 de sep­
tiembre de 1953. Un informe militar dio cuenta tanto de los
detenidos como de la intención de la detención:

Lista de cabecillas bandoleros apresados el 4 de septíem-


bre/53 en el puesto militar de Monterrey para presionarlos a
entregar las armas.
José Guadalupe Salcedo Unda (a. El Terror del llano);
Dumar Aljure - ‘Teniente’ (a. ‘El Rebeldía’); Carlos Neira
Rodríguez - miembro del Estado Mayor; Rolfe Ramírez - ‘Te­
niente’; Marco Antonio Torres - ‘Teniente’; Antonio María
Rincón - ‘Teniente’; José Raúl Mogollón - ‘Teniente’; Jorge
Chaparro - ‘Comandante de Zona’; Maximiliano Ortega (a.
‘Pegón’); Miguel Trujillo (a. Teniente Gorila); Luis Adán Cha­
parro (a. El Loco); Aquileo Unda (a. Malasombra); Elíseo
Sánchez (a. Pielroja); Aliano Rey (a. El Sargento); Carlos Artu­
ro Suárez (a. ‘El Cándelo’); Alvaro Guerrero (a. ‘El Médico’);
Jorge Enrique González Olmos - ‘Teniente Comandante de
Zona’; Jorge Vicente Perilla - ‘Sargento’; Ciro A. Barreto,
‘Sargento’; Luis Enrique Ciendúa - ‘Teniente’; Ignacio Gonzá­
lez - ‘Sargento’; Jesús Feliciano - ‘Comandante Zona’; Hum­
berto Paredes - ‘Teniente’; Campo Elias Ruíz - ‘Teniente’;
Marco Tulio González - ‘Teniente’; Alfonso Guerrero - ‘Te­
niente’ (a. Cariñito); Vicente Perilla (a. ‘El Sargento Cotudo’);
Alfonso Calixto; Tito Gómez.
416 El Jefe Supremo

A la detención siguió la solicitud a Bogotá para que tí


enviaran aviones de caza con el fin de reanudar operación^
militares en caso de que los guerrilleros intentaran atacut w|
puesto militar. Mientras tanto los presos eran sometidos
una guerra de nervios al informárseles, por un fingido condut'l
to secreto, que van a ser fusilados durante la noche del clin 4|
Para aniquilar su moral, se ordena la salida de las mujeres y lu(
niños (eran sus esposas e hijos) que los acompañaban. A*|
presionados, entregan un pliego que contenía las condicioné
para su rendición” 8.
El informe del jefe de Orden Público del S1C, Ementé
Harker Espinosa, agrega otro elemento que contribuyó ti Id
rápida rendición de la guerrilla: las diferencias internas cnlid
sus jefes, exitosamente explotadas por el ejército:

La entrega de los bandoleros del Llano se precipitó ti tulj


del decomiso que miembros de las Fuerzas Armadas hicieiitf
de dos cartas enviadas por Eduardo Franco, [quien se lmM(
refugiado en Venezuela debido a las capturas de Monterrey |lj
una a Guadalupe Salcedo y la otra a [Alejandro] Chapé
rro, prominente jefe bandolero de la región deTAME. Ene*U|
cartas Eduardo Franco manifestaba a dichos bandolero» u
concepto sobre la entrega, que en síntesis se reducía a dos pnnlii|
1. Que no estaba de acuerdo con la entrega.
2. Que en caso de que se celebrara, ésta debería ser cornil
cionada.
Pero en las mencionadas cartas trataba de traidores tt Im
Jefes de Guerrillas que operaban a órdenes de Guadai Ul'j
Salcedo, lo que fue explotado por las FF.AA. y trajo comí
consecuencia que los jefes ofendidos no tuvieran en cuculí I
concepto de Franco y obligaran a Guadalupe a la cnlt?(
incondicional9.

8. Germán Guzmán, La violencia en Colombia, parte descriptiva |


150.
9. Ernesto Harker Espinosa, Jefe de Orden Público del SIC a Mitmi
José Sánchez, Jefe Sección Interna y Externa del SIC, febrero 3 dr lili
APR.
La paz del Napalm 417

Las presiones, pero sobre todo la imposibilidad de comu­


nicarse entre ellos para acordar condiciones, llevó a los grupos
guerrilleros de los Llanos y de casi todo el territorio nacional, a
deponer las armas. El citado informe del Jefe del Orden Públi­
co del SIC, Ernesto Harker Espinosa, ilustra bien el grado de
incomunicación a que quedaron reducidos los antes “ recios e
indomables combatientes de la libertad” , transformados re­
pentinamente en “bandoleros”:

A raíz del 13 de junio pasado, el Cónsul de Colombia en la


población de ‘El Amparo’ [Venezuela], señor Nepomuceno
Lizarazo, habiendo tenido conocimiento de que se adelantaban
conversaciones relacionadas con la entrega de bandoleros, de
mutuo [sic] propio dirigió un Radiograma a Eduardo Fran­
co con fecha 1 de sept. en su calidad de Cónsul de Colombia y
con el objeto de que Franco se trasladara a la población de ‘El
Amparo’ y allí se reuniera con Guadalupe Salcedo, a fin de
tratar sobre la mencionada entrega. El mismo Dr. Lizarazo, me
manifestó que ese Radiograma había sido dirigido a Franco
por tener conocimiento de que en relación con la entrega de
bandoleros había surgido un impase debido a que Franco no
se había expresado sobre el particular y Guadalupe esperaba
el concepto de éste a fin de obtener una base para iniciar
conversaciones con las FF.MM. sobre la mencionada entre­
ga10.

10. Ernesto Harker Espinosa, Jefe de Orden Público del SIC, doc,
di., febrero 3 de 1954, APR. Franco y Salcedo no se encontraron. Desde
Curacas, Eduardo Franco declaró que había salido de Colombia desde que
liucasaron las conversaciones de paz entre su grupo de combatientes y
lo» representantes del gobierno del General Rojas Pinilla. Dijo que los
rtllirnos brotes guerrilleros en Colombia eran únicamente producto de la
violencia desatada contra los sectores populares que reclamaban el cumpli­
miento de las promesas formuladas por el gobierno. “ El pueblo de Colombia
HlA pidiendo a gritos justicia, está solicitando en todos los términos que el
llobierno dé cumplimiento a lo prometido cuando necesitó de las promesas
Hura afianzarse en el poder. No hay nada nuevo en las exigencias populares.
Nuestro lema de ayer es el mismo de hoy: ‘Libertad, Justicia y Paz’. Entrevis-
l« con Eduardo Franco, El Nacional, Caracas, septiembre 28 de 1954.
41 8 El Jefe Supremo

En parte porque había un anhelo profundo de paz, ru


parte porque fueron desarticulados y presionados, en octnhi•*
de 1953, 3.500 hombres habían rendido sus armas al gobierno
del general Rojas Pinilla más “ por un acto de fe por parte d#
unos hombres ansiosos de paz que [por] el resultado de un
acuerdo cierto entre conservadores y liberales” 11.
Sin embargo, la ruidosa campaña oficial que anunciaba rl
éxito de la pacificación, tenía eco en la prensa que publicaba Int
comunicados oficiales, elogiosos de la labor pacificadora del
gobierno. Y, el país, ansioso de paz, los recibía con alborozo
El Jefe Supremo, ciertamente, era visto como el Seguíalo
Libertador.

La resurrección de la violencia

Pero no todas las fuerzas guerrilleras aceptaron las cornil


ciones de paz y aministía del nuevo gobernante. De momento,
el oriente del Tolima y la región del Sumapaz mantenían ru
ascuas al gobierno porque sus guerrillas, de influencia coniu
nista, no habían entregado las armas ni habían desmovilizado
a sus hombres. Solo sostenían una tregua, esperaban.
Menos de un año después de posesionado el General,
resurgió el conflicto entre las fuerzas del gobierno y los campe
sinos que regresaban a sus tierras y las encontraban ocupada»
por los violentos del régimen anterior, o por gentes que la*
habían comprado de estos. El conflicto estalló de nuevo, y luí
militares no estaban allí para escuchar razones.
Asi, la paz obtenida por la fuerza, servía de semilla pata
una nueva etapa de violencia. De hecho, antes de terminal el
año, ya se registraban nuevos casos de barbarie oficial. V
aunque al principio se pretendió hacer creer que Rojas ignota
ba la situación, y se quiso responsabilizara algunos de sus tu
balternos que habían faltado individualmente a su palalua

11. Gonzalo Sánchez, “La Violencia: De Rojas al Frente Nacional'


James Henderson, Cuando Colombia se desangró, (Bogotá, El Anconi I ilt
tores, 1984), p. 235.
La paz del Napalm 419

existen pruebas de que el Teniente General sabía, desde sus ini­


cios, lo que ocurría con su política de paz en las zonas de con­
flicto. La siguiente transcripción textual de la conversación
grabada por agentes del gobierno, entre un jefe liberal y un
periodista, en Bogotá, le fue enviada a Rojas Pinilla por el
coronel Gustavo Quintero Santofimio. Así quedó sobre el
papel:

Noviembre 19/53-jueves. Hablan Alberto Galindo y José


Joaquín Castro Martínez, teléfono No. 15-031.
Galindo: Doctor, le cuento que ya hay aquí en Bogotá más
de 20 familias de Algeciras y Tello [Huila]. Me informan que
continúan matando liberales y echándolos luego a los ríos. Yo
considero, doctor, que lo mejor que el gobierno puede hacer es
poner un gobernador civilizado. Y para esto es mejor hablar
directamente con el Presidente.
Castro Martínez: Sí, claro está. Nosotros estamos pen­
dientes de todo y esperamos ir lo antes posible con Antonio
Rocha. La última conversación que tuvimos con Duarte
Blum... en ella nos manifestó que lo arreglaría lo antes posible.
Galindo: Pues ésta situación es muy delicada. Figúrese
que están echando los presos al río. Esto sucede en el Municipio
de Tello. En este mismo Municipio estaba de Alcalde un Te­
niente de la Policía a quien después del tiempo, y luego de
algunas acusaciones lo cambiaron. Pero llegó otro que se ha
dedicado a desterrar a todos los liberales de las veredas.
Castro Martínez: Como hoy tenemos una reunión en
grande con el Dr. Santos, a ellos les contaré todo esto. La
situación es muy delicada.
Galindo: Ah... ¿se va a reunir con la Dirección Liberal?
Castro Martínez: Sí, vamos a ir todos: Lleras, Rocha,
Parga Cortés, y el Dr. Santos para tratar varios asuntos de
mucha importancia. Se despiden (Firmado: Ricardo Vejarano,
Jefe de Seguridad Militar)12.I

12. Gustavo Quintero Santofimio, jefe del Departamento Dos E.M.G.,


I Rojas Pinilla, noviembre 20 de 1953, APR. ,
420 El Jefe Supremo

Por el mismo sistema de los teléfonos interceptados, licuó


también a Rojas Pinilla una conversación entre Delio Encisn,
tesorero de la Dirección Nacional Liberal, N. Martínez Pcrallit
y Julio César Turbay. La charla telefónica pone en evidencia lu
ficción de la amnistía y como ésta, inclusive, se volvió engorro­
sa para los jefes liberales capitalinos. La siguiente grabación
telefónica da cuenta de ello:

Delio: ¿Quieres hablar con el doctor Turbay?


Martínez: Si está ahí, bueno hazlo pasar.
Turbay: ¿Haber?
Martínez: Hola mi doctor Turbay ¿cómo le va?
Turbay: Así pasándolas, ¿qué se presentó?
Martínez: Aquí tengo un grupo de nueve hombres de lm
Llanos, de acuerdo con lo que acabo de hablar con Delio, voy 11
mandárselo, tienen un cabecilla.
Turbay: Bueno, vamos a ver cómo los enviamos en el lien
de las 2 para Girardot antes de que se ocasionen molcslíii»!
mándelos pués.
Vuelve a pasar Delio:
Delio: ¡Qué vaina! Qué problema ese, es una jodita que
hay que devolvérsela al gobierno, es que se está haciendo un
gran despliegue de publicidad con el tema ese de los Llanos y nn
es sino para que se entreguen y vuelvan a la vida civil. Se olí n en
pajaritos de oro y todo no queda más que en un pantalón dt-
dril, una camisa y un salvoconducto, qué carajada.
Martínez: Sí, hombre hay que hacer algo, se puede hm#t
una cuota extraordinaria para ayudarlos; tienen quince peso» y
treinta que les den allá y con algo más, que se vayan ésta tunle
en el tren de las dos.
Delio: Bien, eso es lo indicado; yo le dije al doctor Turlmy
que asistiera a la reunión de hoy a las 3 p.m.
Martínez: Bueno viejo, van para allá estos señores. I liul»
luego.
Delio: Adiós13.

13. Telmo Acevedo Ardila, Jefe del Depto. de Investigación Crim


a Rojas Pinilla, septiembre 18 de 1953, APR.
La paz del Napalm 421

Muchos campesinos, entonces, retomaron las armas y se


enfrentaron de nuevo a las armas del gobierno. Entre ellos,
Juan de la Cruz Varela, antiguo gaitanista y prestigioso jefe
guerrillero del Tolima. Los comunistas que guardaban la tre­
gua no pactada, se sumaron a la lucha armada.
Según Henderson, la resurrección de la violencia en el
Tolima se debió en gran medida al “ regreso inesperado de
miles de guerrilleros a sus fincas abandonadas durante cuatro o
más años [esto] significó nuevas tensiones económicas para
una sociedad local ya muy traumatizada. Muchos encontraron
a personas extrañas viviendo en sus tierras, y en algunos casos
éstas habían sido vendidas en ausencia de sus verdaderos due­
ños. El sur y el oriente del Tolima fueron gravemente afectados
por tales ventas” 14.

Al refugiarse en el monte, los campesinos en armas volvie­


ron a conocer la persecución y el hambre. La mujer de un
guerrillero relató la vida de miseria que, forzados, llevaban en
las montañas:

Claro que en nuestra organización, primero estaban los


niños. Pero morían de desnutrición, de pura hambre. Mi hija
Gloria, de tres años, murió porque no tenía yo ni nadie, un
pedacito de panela. Murieron muchos niños. Era que pasába­
mos días enteros sin probar bocado. Me acuerdo que en un
lugar del monte pasamos 2 meses y murieron 100 niños y 15
ancianos. Lo sé, porque a mí me tocaba llevar la lista. De
manera que no son inventos15.

La lucha por la recuperación de la tierra fue, ciertamente


un elemento grave en el resurgimiento de la violencia. Y a éste

14. Henderson, Cuando Colombia se desangró, p. 236. Henderson es


un historiador norteamericano que se especializó en estudiar, con microsco­
pio, la violencia en Santa Isabel (Tolima), sacando conclusiones aplicables al
resto del departamento.
15. Germán Guzmán, La Violencia en Colombia, parte descriptiva, p.
172.
422 El Jefe Supremo

se sumó el incumplimiento de las promesas oficiales de respctm


la vida y los bienes de los amnistiados y de acabar con los odioi
partidistas. El fracaso de los programas de rehabilitación,
también contribuyó a los nuevos alzamientos armados pues luí
ofertas de tierra y de reforma agraria no encontraron eco en ln|
grandes propietarios y tampoco contaron con partidas oficia­
les para llevarlos a cabo. Los dineros de la bonanza cafetera,
como ya se dijo, los había comprometido el gobierno en !m
compra de armas y equipo militar, naval y aéreo16. Y Ini
medidas tributarias impuestas, además de resultar insuficien­
tes, solo le sirvieron a Rojas para despertar el germen de Itf
oposición en los gremios de la industria y la banca.
En marzo de 1954, apenas ocho meses después del adveni<
miento del Segundo Libertador, los brotes de violencia partk
dista y militar ya eran asunto cotidiano en los informes ilr|
embajador norteamericano a Washington: “ Se dice que el
Coronel [Luis] Castillo será asignado como Agregado Militnl
en la embajada colombiana en Quito. Castillo fue removido de|
comando del grupo de caballería ‘Páez’ porque se han presen­
tado quejas contra la forma como trata a los ex-guerrillemu
De acuerdo con una fuente confidencial, el coronel Castillo hl

16. En octubre de 1954, el ex-presidente Eduardo Santos habló, c


invitado especial, en una universidad de Washington. Santos se pronum U)
contra todo proyecto o propósito de ayuda militar a América Latinn l'l
embajador colombiano Zuleta Angel envió un cable a Min-Exterioir» |
Min-Guerra alertando al gobierno sobre “la peligrosa interferencia |ill
Santos] en las gestiones que se han venido adelantando sobre esa maicna".
Motivo por el cual, Zuleta pedía autorización “para manifestar ante L)r|mi«
tamento de Estado y Pentágono que Gobierno y Fuerzas Armada» <U
Colombia están en absoluto desacuerdo con manifestación hecha Dmln|
Eduardo Santos entre otras muchas razones porque aquel ni éstas en nui(iil(|
momento se han desentendido del problema de la defensa continental [cnnlrj
el comunismo] al cual parece no darle ninguna importancia doctor Eduanltl
Santos. Nuestro delegado Junta Interamericana y agregados militares r»líi(
de acuerdo conmigo en esta sugestión. Están también de acuerdo en coniiItlM
rar que sin mencionar personas debo hacer referencia a este asunto rn ■
discurso que debo pronunciar con motivo entrega condecoración secrruiltl
Anderson y Almirante Carney” . Zuleta a Exteriores-Guerra, octubre 29 il(
1934, APR.
La paz deI Napalm 423

ordenado la muerte de varios guerrilleros y enviado a la cárcel


a otros que habían entregado las armas. Como resultado varios
ex-guerrilleros han amenazado con volver a las armas si los
abusos continúan. Se afirma también que las tropas a órdenes
de Castillo marcharon cargando banderas conservadoras gri­
tando ‘vivas’ a Laureano Gómez y al mismo coronel Castillo.
Las quejas contra el coronel han aparecido en la prensa capita­
lina” 17.
En efecto, la violencia partidista resurgía en toda su cruel­
dad y barbarie. Puna, campesina tolimense, mujer de guerrille­
ro liberal, relató a Germán Guzmán cómo recrudecieron las
matanzas entre liberales y conservadores:

Como los ‘chulos’ eran tan sanguinarios y los conservado­


res andaban con ellos, la cosa se puso así: liberal que cogían lo
mataban y godo que se cogía, pues se mataba. Al fin lo que pasó
fue que resultamos matándonos todos los campesinos unos a
otros.
[...] Yo vi que apegaban un toro a un botalón y amarraban
a un conservador en otro. Así amarrado macheteaban al con­
servador y después mataban al toro y eso se lo hacían ver a los
niños para que aprendieran desde chiquitos que así se mataba a
los godos. Claro que eso lo hacían con esos llamados pájaros y
con esos que formaban la contraguerrilla. A la verdad, buenos
había de lado y lado; pero malos, y muy malos, también hubo
en ambas partes. Esa es la pura verdad18.

El 28 de marzo de 1955, el sacerdote Octavio de Jesús


Olarte, párroco de Roncesvalles [Tolima] escribió a Rojas
l’inilla. Su testimonio da cuenta de la participación oficial en la
ola sanguinaria que pronto se extendió a Caldas, Huila, Valle y
Santander.

17. EEU a DE, marzo 17 de 1954, 721.00 (W)/3-1654, RG 59, NA.


18. Germán Guzmán, La Violencia en Colombia, parte descriptiva, p.
170.
424 El Jefe Supremo

Excelentísimo Señor Presidente:


Con ésta me propongo manifestarle que es aterradora Iii
situación que vivimos, motivada más que todo, por la malino
de obrar de las autoridades, que van procediendo imprudcnla
mente en muchos casos, cometiendo innumerables irregulitih
dades.
He presenciado hechos que dejan pasmado hasta al uiAt
valiente...
Excmo. Señor Presidente: voy a transcribirle las palabra*
textuales de un moribundo, que recogí antes de morir, al admb
nistrarle los Santos Sacramentos: ‘Yo me llamo Rosendo Téllíi
Rubio, hijo de Silvestre Rubio, natural de Playa Rica. Voy a
morir y mi conciencia no me acusa de haber disparado conlt»
nadie. Buscando mi vida salí de Playarrica para la finen ile
Guillermo Duque, porque allí pagaban mejor. Allí nos sorpiril
dió la tropa sin combate porque armas no había; nos propio A
bamos para salir del trabajo. Los soldados hicieron uso de uno*
vestidos de militar para disfrazarnos y entrarnos como chusm*
ros a la población de Roncesvalles haciéndonos la mofa mAi
aterradora. Después nos sacaron de la cárcel y nos abalearon,
por orden del sargento19.

No era solo el ejército, ni tampoco todo el ejército. Ihi


mensaje del Jefe Civil y Militar del Tolima, Coronel Césai
Augusto Cuéllar, pone en evidencia que el SIC también partid*
pó en el recrudecimiento del conflicto y que el gobernadoi
militar buscaba la paz:

Al Sr. Coronel
Luis E. Ordóñez
Jefe del Servicio de Inteligencia Colombiano
Bogotá.
Como este despacho ha tenido conocimiento de que en lat
batidas que se han organizado para el desarme general en rl

19. Germán Guzmán, La Violencia en Colombia, parte descriptiva, |i


162.
La paz del Napalm 425

Departamento, algunos elementos considerados pájaros prove­


nientes del Valle del Cauca son avisados previamente por Agen­
tes del SIC de esta ciudad, solicito en la forma más atenta y
comedida el envío de dos unidades del Servicio de Inteligencia
de Bogotá, con el fin de que acometan esta investigación, que
dada su gravedad, constituye un peligro para la paz de esta
sección del país.
...Por la Patria: Paz, Justicia y Libertad.
Tte. Cor. César Augusto Cuéllar V.
Jefe Civil y Militar del Tolima20.

Rojas no entendió la complejidad de las causas de la


violencia. Por el contrario, tenía la firme convicción de que el
comunismo era suficiente razón para que los campesinos se
convirtieran en subversivos y para que las fuerzas oficiales
persiguieran brutalmente a quienes debían defender. Sus hom­
bres de confianza le hacían eco en la empresa mesiánica de
salvar al país del “ateísmo y el comunismo, los peores enemi­
gos de la Patria” 21.

Conversaciones en la B IM

Entre los inmediatos colaboradores de Rojas, y tal vez el


más cercano a sus ideas y a su concepción política del fenóme­
no guerrillero, estaba el Comandante de la Brigada de Institu­
ios Militares, coronel Rafael Navas Pardo. La certeza del
Coronel de que el comunismo internacional tenía en la mira a
Colombia quedó plasmada en documento secreto que el emba­

20. Germán Guzmán, Ibídem, p. 164.


21. Rojas Piniila ante la ANAC,septiembre4de 1954. Con respectoala
«inguinaria acción militar en el Tolima, varios liberales y conservadores
coincidieron en manifestar a diplomáticos norteamericanos, que Rojas nece­
sitaba recrudecer el enfrentamiento con la guerrilla porque esto le proporcio­
naba un buen argumento para justificar a los militares en el poder, y para
mantener el estado de sitio y el congreso clausurado. DE a EEU, Memorán­
dum de Conversación, agosto 24 de 1956, 721.00/8-2456, RG 59, NA.
426 El Jefe Supremo

jador norteamericano transcribió al Departamento de Estado


La información de Bonsal se basó en las conversaciones que el
Coronel Robert G. Turner, Jefe de la Misión Militar de Ion
Estados Unidos en Colombia, sostuvo con Navas Pardo ni
varias oportunidades. Según Bonsal:

El 17 de mayo [de 1955], el Coronel Turner y el Coronel


Dermers visitaron al Coronel Rafael Navas Pardo, que es el
comandante de las fuerzas militares directamente encargado
del área del Tolima.
Después de enfatizar la supuesta naturaleza comunista de
las guerrillas, el Coronel Navas Pardo describió la presente
situación de las operaciones militares. Dijo que las Fuer/a*
Armadas, después de algunos tropiezos iniciales debido a la
falta de entrenamiento, se estaban desempeñando con mayot
eficiencia en el manejo de la guerrilla y de hecho, estaban
cortando las líneas de abastecimiento y comunicaciones. I a
situación como fue presentada por el coronel Navas Pardo, n
en concepto del coronel Turner, favorable al gobierno. Cu
mentario [del embajador]: El coronel Navas Pardo es amigo
cercano del Presidente y, se cree, recibe órdenes directamcnit'
del Presidente en relación a las operaciones militares, y pasa pul
encima no solo del General Alfredo Duarte Blum [Coman
dante en Jefe de las Fuerzas Armadas], sino también del Miní*
tro de Guerra, del Comandante en Jefe del Ejército y de otmi
altos oficiales.
El Coronel Navas Pardo prometió al Coronel Turner pro
porcionarle copias de los documentos capturados a las guerri­
llas, los cuales, en opinión del coronel Navas Pardo, prueban
que tienen inspiración comunista22.

Una semana más tarde, el coronel Turner y el agregado


militar de la embajada, visitaron de nuevo al coronel Nava»
Pardo con el fin de conversar sobre una serie de documentos y
propaganda comunista que habían sido enviados, por Navas

22. EEU a DE, mayo 17 de 1955, 721.00/5-1755, RG 59, NA.


La paz de! Napalm 427

Pardo, a la embajada. Estos documentos, eran según el militar


colombiano, prueba suficiente de que la violencia en el Toli-
ma y otras zonas en conflicto, era organizada por los comunis­
tas. La Brigada de Institutos Militares se mantenía en línea
directa con el comando militar establecido en Sumapaz el cual
era responsable de las operaciones en el oriente del Tolima.
Turner resumió la conversación así:

Utilizando mapas militares para ilustrar sus afirmaciones,


el coronel señaló varias zonas de guerrilla y bandolerismo. La
más importante es la del oriente del Tolima y la del Sumapaz
que fueron declaradas ‘Zonas de Operaciones Militares’.
El Coronel Navas también describió las áreas vecinas al
departamento de Cundinamarca como infestadas de bandidos,
asegurando que ellos son también parte de la organización
guerrillera del Sumapaz. Mencionó en particular las regiones de
Pasca, Arbeláez, Ospina Pérez, Viotá, Silvania y Fusagasugá.
En el Tolima las poblaciones de Chaparral, Purificación.
Ataco, Río Blanco y Roncesvalles también sufren con la acción
del bandolerismo. En el departamento del Valle operan algunos
grupos de bandidos, pero el coronel Navas se mostró en des­
acuerdo con el mensaje que once ex-gobernadores del Valle
enviaron al Presidente Rojas pidiéndole paz para el departa­
mento. Dijo que en el Valle solo ocurren actos de violencia
esporádicos.
El total de guerrilleros y bandidos que operan en Colom­
bia, según el coronel Navas, es de 15.000, de los cuales, él cree,
3.000 son comunistas y muchos de los restantes están bajo su
control. El coronel Navas estima que al oriente del Tolima hay
entre 3.000 y 4.000 guerrilleros. Un número desproporcionada­
mente grande de comunistas23.

Más que grande, exagerado. Russell W. Ramsey, oficial


norteamericano que luchó en Vietnam y que años después
escribió sobre la guerrilla colombiana en La Violencia, observó

23. Doc. cit. EEU a DE, mayo 17 de 1955, NA.


428 El Jefe Supremo

agudamente: “ El hecho de que el propio presidente pudiera


pasar vacaciones en una región [Melgar] situada a no más d e ?()
millas [32 km.] de distancia del presunto centro revolucionario
nacional, es prueba evidente de que el gobierno exageraba rl
peligro de la amenaza interna, derrochando en ese frente mu­
chos fondos que hubiera podido invertir en el desarrollo
económico” 24.
Empero, el coronel Navas no abrigaoa la menor duda d«
que el resurgimiento de la violencia en el país era patrocinado
por el comunismo. Cuando los dos oficiales norteamericano*
le preguntaron si parte de los levantamientos armados podrían
atribuirse a otras causas, como la tenencia de la tierra, la
delincuencia común, o a residuos del enfrentamiento biparti­
dista, el coronel respondió que aunque así fuera, aunque cual
quier otro elemento fuera causa de perturbación, todo estaba
bajo el control comunista. “ Puede ser que también exista
alguna incidencia del bandolerismo común, pero, ¿acaso todi>«
los comunistas no son criminales?” , respondió el oficial colom
biano a sus interlocutores25.
Durante la conversación, el coronel Turner quiso saber, «I
en opinión de Navas Pardo existía alguna diferencia entre la
guerrilla del Llano hasta 1953 y los grupos alzados en armas drl
Tolima. “ Respondió que eran enteramente diferentes ya qu«
los llaneros jamás habían sido comunistas y voluntariamente
habían entregado las armas cuando se les ofreció la amnistía,
en cambio la guerrilla del Tolima era comunista y estaba
dirigida por Juan de la Cruz Varela al que se refirió como tutu
de los más altos jefes comunistas de la guerrilla” .
El tono receloso de Turner, militar norteamericano y pul
lo tanto presumiblemente alérgico al filocomunismo, es inclic tu
de que aún la Misión Militar norteamericana encontraba exi í
sivas las apreciaciones de quien tenía a su cargo el orden

24. Russell W. Ramsey, Guerrilleros y soldados (Bogotá, EdicíimH


Tercer Mundo, 1981), p. 239.
25. EEU a DE, mayo 27 de 1955, 721.00/5-2755, RG 59, NA.
La paz del Napalm 429

público del Tolima y Sumapaz. A manera de comentario per­


sonal, Turner escribió a sus superiores:

El coronel Navas parece creer sinceramente lo que dice.


Pero siempre existe la posibilidad de que haya desarrollado su
tesis para su propia satisfacción o para servirle a los propósitos
del gobierno. También, de que otros que piensan igual, se la
hayan confirmado; de que el coronel Navas Pardo haya con­
vencido al Presidente o ayudado a convencerlo de su tesis o que
la ha repetido tanto que ahora está absolutamente convencido
de las conclusiones a que ha llegado con base en pruebas, que
pueden ser consideradas como inadecuadas. El énfasis del coro­
nel Navas Pardo en la organización y el liderazgo comunista en
el Tolima, y su negativa a aceptar que hay otros factores
involucrados, su insistencia en no querer aceptar la diferencia
entre bandolerismo y comunismo y reducir ambas organizacio­
nes a una misma cifra de 15.000 guerrilleros o bandidos, parece
sobrepasar las apreciaciones públicas y privadas hechas por
varios funcionarios del gobierno, incluido el Presidente [...].

Y continúa Turner:

El coronel Navas habló, por supuesto, del problema de la


tenencia de la tierra, pero solo para acusar a los comunistas de
expropiar la tierra ilegalmente, de acuerdo a sus planes comu­
nistas. Es interesante anotar que en las hojas volantes que el
ejército lanza desde los aviones, el coronel Navas hizo cambiar
la consigna de “Abandone a los Comunistas” por “Abandone a
los jefes comunistas”, e inclusive sustituyó la palabra ‘comunis­
tas’ por ‘malvados’.

Como conclusión final del informe, el embajador Bonsal


agregó:

Con estos comentarios la Embajada no pretende debilitar


la tesis del coronel Navas Pardo, sino solamente señalar ciertas
inconsistencias y puntos débiles de su argumentación, así como
ciertas acusaciones que no parecen tener suficiente apoyo. Pa­
430 El Jefe Supremo

rece completamente claro que el comunismo es un factoren lo»


disturbios del Tolima, con su organización, propaganda y agí
tación, pero el elemento de duda radica en la verdadera medula
en que el comunismo está involucrado, en cuanto a responsalu
lidad y liderazgo26.

Bonsal no andaba desorientado. Había fuerzas guerrille­


ras comunistas. De hecho, Sumapaz fue, desde 1930, cuna do
las primeras ligas campesinas creadas por el partido comums
ta. Pero también era cierto que los enfrentamientos entre libe­
rales y conservadores seguían imponiendo la ley del monte. I I
Gobernador del Tolima personalmente elaboró las estadística»
de violencia en su departamento, entre abril y agosto de 1956
El resultado total en esos cuatro meses fue de 326 muertos: KM
liberales, 113 conservadores, 54 menores y 55 entre mujeres y
ancianos27.
En palabras de James Henderson,

la violencia política tradicional aumentó en el Tolima duranii'


1954. A partir de julio del año anterior las reformadas guern lln»
estaban alertas a las maquinaciones de los grupos armados de
conservadores, frecuentemente dirigidos por la policía, que- se
comprometieron a limpiar al Tolima de la “chusma liberal"
Llamándose a sí mismos patriotas o contrachusma, estos gm
pos operaban desde algunas veredas conservadoras de Roviui y
San Antonio. La cautela de los ex-guerrilleros se transformó ni
resistencia activa después de la muerte de David Cantillo,
Triunfante, en circunstancias que no pudieron ser aclarada»
satisfactoriamente, Cantillo, un antiguo guerrillero de mucho
prestigio, fue abatido cuando asesoraba a una unidad del ejéii I
to que seguía los pasos de los bandoleros en las tierras altas d»
Rovira. Sus amigos, entre ellos Leónidas Borja, Teniente Trini
quilo, Teófilo Rojas, Chispas y Jesús María Oviedo, Mariachi,

26. EEU a DE, doc. cit. mayo 27 de 1955.


27. Gobernación del Tolima, agosto 26 de 1956, APR.
La paz del Napalm 431

concluyeron que había sido asesinado por oficiales, que pare­


cían decididos a eliminar a todos los antiguos guerrilleros, a
pesar de las garantías ofrecidas bajo los acuerdos de amnistía.
Antes que esperar pasivamente a que los emboscaran y los
mataran, muchos excombatientes liberales abandonaron sus
parcelas y regresaron a sus antiguas guaridas28.

La mano dura llegó a ser tan desaforada que inclusive


encontró críticos dentro de las mismas Fuerzas Armadas. El ya
mencionado coronel Turner, jefe de la misión militar nortea­
mericana, sirvió de confidente al Comandante General de las
Fuerzas Armadas, brigadier general Alfredo Duarte Blum. El
informe al Departamento de Estado reveló que Duarte Blum,
no aprobaba las acciones militares de Rojas y Navas Pardo:

[Duarte Blum] expresó gran insatisfacción con la manera


como se conducían los problemas de orden público en el Toli-
ma. Dijo que él personalmente, en diciembre de 1953, había
persuadido a las guerrillas de la zona del Sumapaz para que
rindieran las armas a cambio de la promesa de que el gobierno
les prestaría ayuda económica y de que sus necesidades serían
atentidas. Estas promesas no se han cumplido. En cambio, a
través de varias formas de terrorismo y contra-terrorismo toda
el área [del Tolima] ha sido convulsionada de nuevo. El Gene­
ral Duarte Blum afirmó categóricamente que en la conducción
de las operaciones en esta zona, él, Comandante en Jefe de las
Fuerzas Armadas, ha sido completamente ignorado. Mostró al
coronel Turner un papel que dijo, era su renuncia, implicando
con ello que prefería renunciar a continuar como una figura
decorativa de las Fuerzas Armadas.
El general Duarte Blum continuó hablando del gran éxito
que tuvo en la pacificación de los Llanos al persuadir a la
guerrilla para que entregara las armas. Dijo que su éxito en los
Llanos en julio y agosto de 1953 y en Sumapaz en diciembre del

28. Henderson, Cuando Colombia se desangró, pp. 238-39.


432 El Jefe Supremo

mismo año, había sido tan grande, y el consecuente aumento dr


su prestigio tan notable, que ‘los que mandan’ habían decidido
no incrementar más ese prestigio y por lo tanto, lo habían
apartado del camino29.

El disgusto del general Duarte Blum con la acción mililai


en las zonas de conflicto no era motivo de desvelo del coronel
Navas Pardo. En cambio, sí lo era Juan de la Cruz Varela que
se había convertido en el jefe guerrillero más acatado del
Tolima y en una amenaza para los planes de exterminar a lo*
comunistas. Desde diciembre de 1954, los 3.200 hombres del
‘Batallón Colombia’, a su regreso de combatir a los comunista*
asiáticos, se habían integrado a las fuerzas anti-guerrilleras
En enero de 1955, Juan de la Cruz Varela y otros jefe*
guerrilleros enviaron una extensa carta al presidente Roja*
Pinilla.

Excelentísimo señor: En el Municipio de Villarrica, en el


Oriente del Tolima, desde el día 12 de noviembre del año que
acaba de terminar, se ha vuelto a revivir la violencia si no con
más crueldad con la misma por lo menos de la que reinó antr*
del 13 de junio de 1953.
Violencia que día a día toma más y más proporción aninm
da por las mismas autoridades del Municipio, como por los que
llaman ‘Pájaros Azules’ importados de otros territorios puta
asesinar a los pacíficos trabajadores y moradores, llegando
actualmente al doloroso extremo de que las gentes que vh
habían vuelto a conseguir algunos bienes, nuevamente les luí
tocado abandonarlos, los que inmediatamente son tomado*
como suyos por las chusmas reaccionarias y bandidos asesino*
que masacraron familias enteras como las de Isidro Caballean y
Alcides Varona.
Del 12 de noviembre último para acá se ha desarrollado
por las fuerzas oficiales acantonadas en Villarrica al mando di I

29. EEU a DE, op. cit. mayo 27 de 1955.


La paz del Napalm 433

Capitán Lombana, Alcalde Civil y Militar del Municipio, una


impía persecución contra los indefensos y pacíficos campesinos
por el injusticado calificativo de “comunistas” dado precisa­
mente por los individuos empeñados en revivir la violencia,
encontrando eco en las autoridades locales.

En seis hojas de papel sellado, Varela y sus hombres


señalaban al Segundo Libertador de la situación de terror,
torturas, violaciones, desalojos de tierras, encarcelamientos de
campesinos, asesinatos de familias enteras “a esto se agregan
las comisiones punitivas de soldados, lo que ha obligado a más
de dos mil trabajadores con sus familias a refugiarse en las
montañas para salvar sus vidas, donde se están muriendo de
hambre inmisericordemente” .
Varela y los 22 firmantes pedían a Rojas que se cumplieran
los postulados del 13 de junio: Paz, Justicia y Libertad, “ que no
permitáis más el derramamiento de sangre inocente de colom­
bianos. No queremos más violencia” 30.

Ilombas de Napalm

Pero la violencia siguió y aumentó de tono y de frecuencia,


en riguroso secreto. El 20 de abril de 1955, la O d i p e envió un
comunicado a la prensa nacional, bajo estricta censura, para
informar sobre ciertas acciones militares ocurridas entre el 27
de marzo y el 12 de abril de ese año en Villarrica y Cunday:

Agotados por el Gobierno todos los medios de convicción


para evitar la efusión de nueva sangre; obedeciendo al clamor
del campesinato (sic) que al huir de la muerte atroz se acogió a
la protección de las tropas; obligado por la presencia física de la
barbarie y en el deber inexorable de proteger la honra, la vida y

30. Juan de la Cruz Varela y otros a Rojas Pinilla, enero 15 de 1955,


APR.
434 El Jefe Supremo

la hacienda de los habitantes gravemente amenazados, el Man


do Militar decidió —en una P r im er a F a se de la operación
prevista— emprender el despejo de la zona CUNIMY
V il l a r r ic a -B e r l ín . Tal acción se llevó a cabo durante l<>*
días 27 y 28 de marzo, 4, 10 y 12 de abril.
Otras operaciones militares serían puestas en desarrollo «I
se llegare al extremo de no continuar los insurgentes entregan
dose como por fortuna está ocurriendo ahora con ritmo al
parecer acelerado. Quienes se rinden saben que el Gobierno le*
garantiza la vida y les abre seguro programa de rehabilitación
social y económica31.

Nadie, por fuera del Gobierno de las Fuerzas Armada*,


sabía ni podía saber lo que en realidad estaba ocurriendo
detrás de los muros del silencio levantados por el ejército cu
Villarrica. La censura había sido impuesta sin excepciones. NI
siquiera a la prensa adicta al gobierno le eran permitido*
comentarios favorables a las acciones oficiales32.
Sin embargo, las noticias que prohibía la censura circula
ban libremente en la correspondencia diplomática. Sobre la*
acciones militares en Villarrica y Cunday, la embajada nortea*
mericana informó al Departamento de Estado:

El gobierno confirmó la total evacuación de civiles il*


Villarrica y sus alrededores. Otras fuentes indican que Cunday
ha sido parcialmente evacuado. Según las últimas cifras, lo*
evacuados son alrededor de 2.500. De acuerdo con declararlo
nes oficiales, éstos se dividen por igual entre bandidos, persona*

31. Comunicado de la ODIPE, abril 20 de 1955, APR.


32. La República fue censurada por artículos y fotografías relacionadu*
con Villarrica pese a que eran favorables al gobierno. Lo mismo ocurrió r o n
Diario de Colombia cuya dirección ocupaba el yerno del Presidente, Samad
Moreno Díaz. La posibilidad de que estas medidas de censura no tuvinan
otro objetivo que el de intentar mostrar una supuesta imparcialidad en ti
trato a toda la prensa, no escapó al ojo observador del embajador norteam*
ricano. EEU a DE, abril 27 de 1955, 721.00 (W)/4-2755, NA.
La paz del Napalm 435

que entraron a la región bajo el pretexto de recolectar café pero


que no han aclarado satisfactoriamente su presencia allí, y
habitantes locales, la mayoría simpatizantes de los bandidos.
Cientos han sido arrestados en la zona de operaciones militares
y sus alrededores, aunque han sido dejados en libertad después
de haber sido investigados. Pese a que las fuentes del ejército
colombiano se han mostrado contradictorias en lo relacionado
con la posible destrucción o daños en Villarrica, la información
más reciente es que el pueblo no fue destruido ni dañado. Esto
lo confirmó José Hugo Ochoa, el director del periódico fre­
cuentemente pro-gobiernista, La República, quien también
repite la versión oficial de que las guerrillas están conformadas
por comunistas y por izquierdistas bajo la dominación comu­
nista. Otros estamentos enfatizan que el origen del problema no
son los comunistas, sino problemas económicos y la tenencia de
la tierra. El director de La República afirma que hay cerca de
10.000 soldados en el área y se esperan más por llegar.
En vista de los informes tan contradictorios, de la censura
de prensa y del estricto control en el acceso a la zona de
operaciones, es difícil tener una idea cierta de los acontecimien­
tos [...].
El gobierno y los militares han impuesto una censura muy
pesada en relación a los hechos del oriente del Tolima [...]. El
editor del periódico Tribuna de Ibagué fue arrestado bajo el
cargo de comunicarse con los bandidos. El 25 de abril el gobier­
no publicó un decreto, efectivo desde el 1 de mayo, modifican­
do el Código de Justicia Penal Militar al efecto de que cualquie­
ra que entregue información relacionada con presuntos actos
ilegales o deshonrosos cometidos por las Fuerzas Armadas
durante las operaciones, será condenado a prisión de dos a
cinco años, a menos que logre probar en la corte que su infor­
mación era correcta.
La estricta censura ha servido no solo para que la informa­
ción sea incompleta y para despertar la crítica contra la censura
misma, sino también para dar pie a rumores de que el ejército
está exagerando su misión en Villarrica, arrestando y ejecutan­
do personas indiscriminadamente, especialmente a los liberales
bajo el pretexto de que son comunistas. Si este no es el cuadro
436 El Jefe Supremo

verdadero, es difícil entender por qué el gobierno no rir|«


conocer sus actos con el fin de parar la especulación y unificm n
los partidos y buscar su apoyo en esta tarea.33.

Lo que ocurría en Villarrica era mucho más grave qur el


encarcelamiento y fusilamiento de campesinos. Amordazad»
la prensa, la embaja norteamericana se convirtió en centro dr
información a donde acudían militares y políticos. Por eso»
conductos, se supo que entre el 7 y el 10 de junio de 1 ,
Villarrica había sido destruida por el bombardeo aéreo y por rl
incendio causado por las bombas Napalm. El jefe de la Misión
Aérea Norteamericana, obtuvo información de que la Fuer/»
Aérea Colombiana había llevado a cabo las misiones de bom
bardeo sobre el área34.
Con el siguiente telegrama el embajador Bonsal transml
tió los hechos al Secretario de Estado Dulles:
Comandante en Jefe Fuerza Aérea nos informa privad»
mente Fuerza Aérea Colombiana arrojó aproximadamente MI
bombas Napalm fabricadas aquí, ingredientes de origen eum
peo, en apoyo ofensiva militar 7-10 de junio, culminó en I»
captura de La Colonia, centro guerrilla del Oriente del Toliin»
El presidente Rojas, se informó, dio permiso Fuerza Aén»
para el uso “discreto” del Napalm para esta operación sol»
mente. Ningún material fabricado en USA fue utilizado. No<»
le dio publicidad a las acciones aéreas ni terrestres. La censiif»
continúa. El Coronel Navas Pardo, Comandante de la Brigada
de Institutos Militares, sin hacer referencia al Napalm, noi
informó que la ofensiva rompió la organización guerrillera r»
el Oriente del Tolima35.

En efecto, las acciones militares fueron conservadas rn


secreto y fue prohibido el acceso a los periodistas y a losjdci
políticos a la zona. Por lo demás, son muy escasos los dócil

33. EEU a DE, abril 27 de 1955, 721.00 (W)/4-2755, RG 59, NA


34. EEU a DE, abril 15 de 1955, 721.00/4-1555 RG 59, NA.
35. EEU a DE, junio 16 de 1955, 721.00/6-1655, RG 59, NA.
La paz del Napalm 437

mentos y los relatos de lo que en realidad ocurrió durante la


evacuación y el bombardeo a la región de Villarrica. La revista
Semana, entonces bajo la dirección de Alberto Lleras Camargo
y Juan Lozano y Lozano, hizo una rápida alusión a los motivos
ocultos que servían al régimen para atacar a muerte a tantos
colombianos: “ Algo muy hondo, algo cuya verdadera natura­
leza escapa al entendimiento del país, debe estar detrás de esta
increíble e inútil acción” 36.
El testimonio del jefe lioeral tolimense, Felipe Salazar
Santos contribuye a despejar en alguna medida los aconteci­
mientos y los sufrimientos de la población campesina de Villa­
rrica y Sumapaz:

Lo ocurrido en Villarica y Sumapaz fue una ocupación


militar y política de ‘tierra arrasada’. Fue una persecución
indiscriminada contra todo lo sospechoso de comunista y co­
munistas eran los que ellos decían que eran comunistas.
Sí había alguna presencia comunista en el área y el jefe era
Juan de la Cruz Varela, que después, en 1960, fue elegido
representante a la Cámara por el Tolima, en las listas del
Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) del doctor Alfonso
López Michelsen. De tiempo anterior había comunistas en
Sumapaz, Cunday, Villarrica y parte de Icononzo. Otra zona
con influencia comunista era Natagaima, Ataco, Coyaima y sur
de Purificación, con fuerte población indígena cuyo sistema
comunitario permitía que prendiera fácilmente la ideología
f'
comunista. Pero ese no era el problema fundamental. La base
del conflicto real en Cunday, por ejemplo, era la mayoría liberal
que los conservadores en alianza con las fuerzas del gobierno
querían liquidar a tiros. El conflicto lo ilustra claramente el
% caso de Teófilo Rojas (Chispas) en Rovira. Chispas, que había
sido guerrillero liberal de la Gran Violencia, así con mayúscu­
las, regresó del monte y se acogió a la amnistía de Rojas.
Reconstruyó su finca, se casó, se organizó. Pero el alcalde
*•
seguía creyendo que era un hombre peligroso y una noche que
Chispas no estaba en su casa —creo que había sido invitado a

36. Semana, junio 13 de 1955.
43 8 El Jefe Supremo

una fiesta de matrimonio de algún vecino— llegó la policía «


matarlo. Como no lo encontraron, le incendiaron la casa, Ir
mataron los animales, hasta las gallinas, le destruyeron el trn
piche. Chispas se convirtió en una fiera y de ahí en adelante, su
objetivo en la vida fue matar policías. Así se fue repitiendo lu
historia por toda la zona: ex-guerrilleros amnistiados hostiliza
dos por las tropas del gobierno, bajo la consigna de que habla
que acabar con el comunismo. Y fue inclusive peor, porque en
algunas regiones continuó operando la policía “chulavita” alia
da a los conservadores, en otras fue el ejército, también rn
alianza con los conservadores. La violencia resurgió cruel v
desaforada. Inclusive la guerrilla liberal vivía en permanentes
enfrentamientos con la guerrilla comunista.
Los campesinos desplazados al monte por la Gran Violen
cia, regresaban a sus parcelas convencidos de que las promesas
de paz del gobierno eran ciertas. Pero encontraban sus fincas
ocupadas por los conservadores. Exigían que se les devolvieran
sus propiedades y entonces eran ‘boleteados’ y amenazados
para que se fueran.
La crueldad no tuvo límites. Le cuento esto porque nir
consta directamente. Yo era vice-presidente del Directorio 11
beral del Tolima, un día llegó un campesino, pálido, mustio casi
a punto de desmayarse. Me puso encima del escritorio una
bolsa llena de orejas. Resulta que como la policía vendía rl
parque de munición a los campesinos, los superiores decidieron
poner fin a esa corruptela. La solución fue que por cada III
balas, el policía tenía que mostrar un par de orejas, fpiim
acreditar que las balas habían servido para matar] Y empe/n
ron a cortarle las orejas a los campesinos vivos. Un día, un
grupo de ‘chulavitas’ entró a un café gritando vivas al partido
conservador, a pedir aguardiente. Cuando uno de ellos vio nl
campesino, le dijo “Y, tú también eres ‘collarejo’ (liberal)" y
sacó un montón de orejas para asustarlo, pero como estaba tini
borracho, se cayó al suelo y ahí se quedó. El campesino, medio
muerto del susto, cogió las orejas y corrió a la sede de I*
dirección y me las mostró. Las historias que circulaban en cao»
días eran pavorosas. Rafael Parga Cortés [otro jefe liberal d»l
Tolima] me contó la historia de otro campesino que huhU
La paz de! Napalm 439

llegado a su oficina para contarle cómo, al regresar del campo,


había encontrado a su mujer deshollada y la piel clavada en la
puerta de su casa.
Pero el peor caso de crueldad masiva fue lo de Villarrica.
Un día, el ejército publicó un bando que decía más o menos así:
“La población tiene 3 horas para abandonar la población. El
que se quede, será tratado como insurgente”. Se produjo un
éxodo de miles de personas. No tenían a dónde ir. Se quedaban
por el camino o llegaban a donde pudieran, hambrientos, des­
arrapados, con lo que tenían puesto o lo que pudieran llevar
encima. Una vez desocupada la zona, se procedió al ataque.
Entraron arrasando con todo lo que se movía. El propósito era
la exterminación de comunistas en Sumapaz y Villarrica y eran
comunistas todos los que se habían quedado. Esa era la presun­
ción: el que no había obedecido la orden de irse, era comunista.
El bombardeo con Napalm y la artillería, fueron inmisericor-
des37.

Las Napalm no eran ‘Made in USA’

Entre los múltiples pedidos de armas a Estados Unidos, el


gobierno colombiano había incluido 3.000 bombas Napalm38.

37. Entrevista con Felipe Salazar Santos, junio 27 de 1988. Salazar


Suntos, jefe liberal del Tolima, ha sido magistrado de la Corte Suprema de
Justicia, Senador y Representante a la Cámara.
Teófilo Rojas, alias Chispas, era hijo de una familia de campesinos,
pequeños propietarios de tierra en Rovira (Tolima). A los trece años, después
ilc presenciar violaciones a familiares y vecinas y toda suerte de atropellos a
los liberales, se unió a la guerrilla liberal. Se dice que, en 1963 cuando una
patrulla militar le dio muerte, se le contabilizaban 600 muertos. Durante la
Violencia laureanista 'Chispas’ financió su cuadrilla con aportes de propieta-
ilos liberales que lo apoyaban. En la segunda ola de violencia, vivió del
‘holeteo’ y de la extorsión. (Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, Bandole­
ros- Gamonales y Campesinos (Bogotá, El Ancora Editores, 1983), pp.
M-75, 102; Russell W. Ramsey, Guerrilleros y Soldados (Bogotá, Ediciones
Icrcer Mundo, 1981) p. 310.
38. El Napalm es esencialmente gasolina espesada con palmitato de
aluminio. Quema más lentamente (a 675 grados centígrados) y puede ser
440 El Jefe Supremo

En mayo de 1955, el embajador Bonsal discutía con el Departa


mentó de Estado la inconveniencia de despachar, con caráctci
urgente, 50 bombas Napalm a Colombia. Algunos días atriU,
un oficial de la Fuerza Aérea Colombiana había manifestarlo ii
la embajada la urgencia de agilizar el envío “porque las bom
bas eran necesarias para uso inmediato contra las guerrillas"
Bonsal expresó a Washington su desacuerdo, con los siguienlen
argumentos:

—El jefe de la Misión Aérea de los Estados Unidos, asegii


ra que Colombia ya posee materiales suficientes para constiull
sus propias bombas, importados de otros países distintos de lu*
Estados Unidos. La fuerza aérea colombiana ha pedido a lu
misión militar norteamericana que la asesore en la preparación
de bombas Napalm.
—Lá Fuerza Aérea Colombiana ha venido utilizamlit
aviones F-47 en sus misiones de bombardeo contra la guerrllln
en el Tolima. Esto se ha justificado con la pretensión de que m<
trata de misiones de entrenamiento. Un F-47 explotó en el mu
el 23 de abril, mientras el avión descendía en picada puf»
bombardear a Villarrica. El comunicado oficial informó que el
avión cumplía una misión de entrenamiento, sin especifiem el
lugar donde ocurrió el hecho.

En opinión del embajador, la supuesta urgencia resulta!)»


de la orden presidencial que fijó el 8 de junio de 1955 como
fecha límite para liquidar el conflicto en el Tolima. No se debí»
al empeoramiento de la situación ni era parte de una solución

lanzado con mayor precisión y a mayores distancias que la simple gasolin*


La principal aplicación del Napalm la constituyen las bombas de aviación, *1
bien se emplea, en menor medida, en los lanzallamas, bombas de mnnn »
minas terrestres. En todos los casos el choque provoca la ruptura (Ir I*
envoltura y la inflamación del napalm que, al desarrollar un intensocalm,M
capaz de carbonizarlo todo en un vasto radio de acción. Utilizadas, en nn
principio, en la última fase de la segunda guerra mundial, y en las gucrrii* d*
Corea e Indochina, Estados Unidos la empleó en cantidades masivas rn til
intervención en Vietnam.
La paz del Napalm 441

global a esa alteración del orden público. Las guerrillas no


amenazaban la estabilidad del gobierno colombiano, asegura­
ba Bonsal, pero “ la cuestión de si las guerrillas tienen apoyo y
orientación comunista sigue sin resolverse” .
Sin embargo lo que más preocupaba al embajador era que
los colombianos creyeran que las bombas Napalm utilizadas
por la FAC provenían de Estados Unidos y que eran lanzadas
contra ciudadanos colombianos. En opinión de Bonsal, “eso
, no debía ocurrir porque produciría las más indeseables reper­
cusiones en los Estados Unidos, en círculos importantes de
Colombia y en general en América Latina” 39.
Henry Holland, Secretario de Estado adjunto, pidió a
Bonsal que se entrevistara con Rojas Pinilla. El embajador fue
j recibido el 18 de mayo a las 4:30 de la tarde en el Palacio de
Nariño, donde expuso los mismos argumentos que había ex-
j presado por carta a Washington para no acceder al envío
urgente de las bombas Napalm. Rojas respondió que entendía
la situación, pero que “ estaba absolutamente convencido de la
inspiración, apoyo y orientación comunista de la guerrilla en el
Area del Tolima” . Dijo que había otros factores como el robo
de 10 millones de pesos en café en la zona. Pero insistió en que
los comunistas, muchos de ellos extranjeros, representaban la
ruíz del problema. Mencionó a Lister, un líder de la guerra civil
española, muerto recientemente en el Tolima y a Richards, un
comunista internacional y otros de origen alemán, checo e
Inclusive, ruso” 40.
En cuanto a la preocupación básica de Bonsal, Rojas dijo
que no creía que fuera necesario enviar más material fabricado
en los Estados Unidos a la zona y agregó que no creía de su
incumbencia defender o justificar ante nadie el uso del material
ya utilizado. Ofreció mantener informada a la embajada y
confirmó que el coronel Navas Pardo, a cargo de las operacio­
nes, había sido instruido para enviar al coronel Turner una
39. EEU a DE, mayo 13 de 1955, 721.00/5-1255, RG 59, NA.
40. Lister, que según Rojas era un revolucionario extranjero, era en
nulidad Isauro Yosa, antiguo guerrillero colombiano, que tomó su alias del
líder comunista español, Enrique Lister. James Henderson, Cuando Colom­
bia se desangró, p. 250.
442 El Jefe Supremo

serie de documentos decomisados que probaban la interven


ción comunista. Antes de despedirse, Rojas reiteró su convir
ción de que los rusos estaban seriamente interesados en apro*
vechar la situación en Colombia y que su propósito cim
derrocar al gobierno colombiano41.
No obstante la conversación entre Rojas y Bonsal, rn
Washington el embajador Zuleta continuaba presionando pti
ra que las bombas —no ya 50, sino 100— fueran despachadas a
la mayor prontitud posible. La solicitud de compra de 3.000
bombas Napalm había sido hecha, inicialmente, el 4 de agosto
de 1952 durante el régimen Gómez-Urdaneta supuestameiil»
para ser utilizadas en entrenamiento militar, dentro de la poli
tica de defensa del hemisferio. Entonces, el Departamento ilf
Estado desaprobó la solicitud. En octubre de 1953, enalto
meses después del ascenso al poder del general Rojas Pinilla, I»
solicitud fue reiterada y finalmente aprobada el 22 de dicicm
bre siguiente. Sin embargo solo en enero de 1955 el gobio no
norteamericano recibió el pago por las 3.000 bombas Napalm y
expidió la respectiva licencia de exportación. En mayo, Colon»
bia pidió que le fueran despachadas inmediatamente.
A la entrega se opuso el subsecretario de Estado adjunto
para asuntos interamericanos, Henry Holland, cuando se col#
ró del uso que se daría a las Napalm:

Nuestra embajada informó el 13 de mayo que la Flirtn


Aérea Colombiana expresó su deseo de transportar en *it*
propios aviones 100 bombas Napalm para utilizarlascontnt la*
guerrillas en Colombia. Los colombianos aseguran qur la»
guerrillas son comunistas, pero no han aportado pruebas i mi
vincentes de la orientación ni de la participación comunista »r
la actual acción guerrillera, como reiteradamente lo ha rnlall
zado nuestra embajada en Bogotá. El uso de las bombas cuntí»
la guerrilla nos expondría a la grave acusación de haber sinni

41. EEU a DE, mayo 18 de 1955, 721.00/5-1855, RG 59, NA


La paz del Napalm 44 3

nistrado a Colombia armas de terror para ser utilizadas contra


civiles colombianos”42.

Holland citó a su oficina al embajador Zuleta Angel y le


anticipó la intensa oposición que se levantaría en los Estados
Unidos contra el uso de bombas Napalm dado que la opinión
pública norteamericana desconocía la existencia de un proble­
ma guerrillero en Colombia que requiriera medidas tan drásti­
cas. Zuleta quedó visiblemente impresionado con la gravedad
de la situación, o al menos así lo entendió Holland. Zuleta dijo
que era la primera vez que oía hablar del poder letal de las
Napalm y que la solicitud de bombas había pasado por su
escritorio como parte de un pedido militar de rutina, al cual él
le había dado aprobación rutinaria. Holland reconoció que la
Compra pudo considerarse así en el momento del pedido ini­
cial, porque las bombas incendiarias iban a ser destinadas
exclusivamente a fines de entrenamiento militar43.
Como ahora se pretendía lanzar los mortíferos artefactos
contra civiles, el Departamento de Estado vetó la entrega y
Holland recomendó revocar la licencia de exportación si fuere
necesario, aunque ello parecía superfluo pues Zuleta indicó
oue Colombia retiraba la solicitud y tramitaría el reembolso
del dinero44. Por eso causó sorpresa una carta recibida en el
l'cntágono un par de meses después, en la cual el agregado
«¿reo de la embajada colombiana preguntaba por el estado de
I* solicitud de adquisición de bombas Napalm. Zuleta expresó
que la misiva se envió sin consultársela a él y la desautorizó.
I’lira dar por cerrado el asunto, Holland recomendó que la
fuerza Aérea de los Estados Unidos devolviera el depósito

42. Holland a subsecretario, mayo 20 de 1955,721.5614/5-2055, RG 59,


NA.
43. Memorando de R.S. Atwood, mayo 19de 1955,721.5 MSP/5-1955,
K i5 9 , NA.
44. Holland a subsecretario, mayo 20 de 1955,721.5614/5-2055, RG 59,
NA.
444 El Jefe Supremo

especificando que lo hacía ante el deseo del gobierno Colombia


no de retirar el pedido45.
Sin embargo, el Departamento de Guerra no consideró
que la simple asistencia técnica involucrara directamente a In*
Estados Unidos en el conflicto, así que autorizó a su Misión
Aérea en Bogotá para que auxiliara técnicamente a la F A C cii
la preparación de las bombas; “además, la Misión Aérea no
puede negarse a aceptar las peticiones [colombianas] sin peí ju>
dicar el acuerdo mismo de la misión” 46.
Así, el bombardeo contra los civiles colombianos fue d#
factura múltiple: asesoría norteamericana, materia prima euro
pea, pues las sustancias para la Napalm fueron importadas di'
varios países del viejo continente, y mano de obra C o l o m b i a mi

La protesta liberal

A finales de abril de 1955, la Dirección Liberal Nacional


escribió al presidente Rojas recordándole la historia reciente di*
la violencia y de Laureano Gómez quien también sostuvo
“insistentemente que tal situación se debía al comunismo y «I
bandolerismo, y como consecuencia adoptó una política di
severa represión que llegó a extremos execrables” y cómo,
luego de la rendición de miles de campesinos, se comprobó t|iio
“ no abrigaban ningún sentimiento que denotara la existencia
de una organización comunista” . La DLN no tenía otra inlot
mación distinta a los comunicados oficiales, pero infería da
ellos “la alarmante repetición de actos tan graves como In
muerte de prisioneros custodiados por agentes de la autoridad,
la detención de numerosas personas sin motivo alguno, rl
registro intempestivo de los domicilios y la evacuación en maní
de pobladores que sufren de ese modo irreparables desastre!»".

45. Memorando, agosto 1 de 1955, 721.5614/8-155; Holland adirc, im


oficina de asistencia militar. Departamento de Defensa, septiembre il*
1955, 721.5-MSP/9-2555, RG 59, NA.
46. Dulles a EEU, mayo 18 de 1955, 721.00/5-1855, RG 59, NA
La paz deI Napalm 445

Por eso, la directiva liberal pedía a Rojas reconsiderar sus


decisiones, a la vez que se oponía a la acción del ejército a gran
escala en la zona:

Nos inquieta que a pretexto de política anticomunista


pueda llegar a realizarse una drástica represión de las bandas
levantadas en el Oriente del Tolima. El Partido Liberal es
anticomunista. De ello da fe toda su historia. Pero entiende que
la lucha contra el comunismo no requiere la eliminación física
de los comunistas ni justifica la aplicación de tratamientos que
no estén autorizados por las leyes y admitidos por los principios
de la civilización cristiana”47.

En la respuesta a los liberales, Rojas insistía en la esencia


comunista de la guerrilla. “ El gobierno dispone de documentos
recogidos en las mencionadas comarcas, que le permiten reafir­
mar las informaciones que ha dado al público; empero, si esa
Dirección dispone de contrarios elementos de juicio, nada
tan provechoso para el esclarecimiento de los hechos como el
hacerlos reconocer” 48.
Al reto del presidente, de que la DLN presentara ‘contra­
rios elementos de juicio’, respondieron Varela y sus hombres
en carta a los jefes liberales. Para los guerrilleros, los enfrenta­
mientos no tenían otro motivo que los atropellos por parte de
las autoridades que no querían reconocer el derecho de propie­
dad de la tierra a los campesinos obligados a abandonar sus
fincas, por ‘el terror laureanista’. Las promesas del 13 de junio
no protegían a los verdaderos propietarios de la tierra que

47. Dirección Liberal Nacional, Hernán Salamanca, Alejandro Galvis


Galvis, José Joaquín Castro Martínez, Adán Arriaga Andrade, Alfonso
Palacio Rudas, Delio M. Enciso a Rojas Pinilla, abril 29 de 1955, APR.
48. Rojas Pinilla a DLN, mayo 12 de 1955, APR. No sobra recalcar que
muchas de las pruebas relativas a la propaganda comunista no eran tan
convincentes como lo afirmaba Rojas. Como se mencionó atrás, los diplomá­
ticos norteamericanos, en lo más caliente de la guerra fría y estando tibio el
cadáver del macartismo, creían que la posición anticomunista absolutista de
Rojas y Navas Pardo no siempre contaba con respaldo fáctico.
446 El Jefe Supremo

regresaban a la normalidad, sino a los matones y usurpador?*


que se habían lucrado con la violencia:

El señor Presidente en su alocusión del 13 de loscorricnlr*


al dar contestación a vuestro patrítico (sic) mensaje, no accplii
que las causas de la violencia son las que valerozamente (sic) y
con tanto acierto señalaron ustedes y exige la prueba dr y
demostración de los hechos denunciados, lo que no es difícil,
porque la prueba es abrumadora y fácil de demostrar ya que
solo basta una inspección ocular al teatro de los aconta I
mientos.
En síntesis, la causa de la violencia consiste en la negación
total de garantías [...] los abusos y parcialidad de las autoridii
des y fuerzas armadas sectarias, los vejámenes y depredacionc*
a las gentes sencillas dando pábulo a los elementos que ir
enriquecieron y cometieron espantosos crímenes en el régimen
de terror laureanista y que pretenden adueñarse de las fincas dr
los liberales, la falta de escuelas y cultura y de una ayuda eficaz
del gobierno [...].
El gastado lema ‘anticomunista’ es un pretexto muy cono
cido desde antes del 13 de junio de 1953, basado en la política dr
sangre y fuego para poder perseguir a los liberales demócratas,
para desconocerles todo derecho [...] queriéndonos obligai a
ser comunistas a la fuerza al negarnos nuestra filiación dr
liberales agrarios [...]49.

La versión del ejército sobre la situación era exactamente


opuesta a la de los campesinos liberales, según consta en rl
informe 001558 del jefe del Departamento No. 2 del Estado
Mayor General No. 5:

49. Juan de la Cruz Varela. Darío Vargas, Salomón Cuéllar, Pedi


Acosta, Julio Castro, Demetrio Prieto, otras firmas ilegibles, a DLN, Tolí
ma, mayo 15 de 1955, APR. Varela no fue propiamente un seguidor drl
pacifismo de Mohandas Ghandi. Entre 1952 y 1958, Juan de la Cruz Varrlii
mandó matar de 5 a 50 personas por año. Russell W. Ramsey, Guerrilleru\ y
Soldados, p. 290.
La paz del Napalm 44 7

[...] La chusma se fortaleció con el producto de todo lo que


alcanzó a cosechar y a robar, en cuanto hace al grano [café].
Hay sectores en donde la chusma sale a la carretera, vestida de
policía, preguntando por ciertos elementos conservadores (cu­
yos nombres llevan anotados). Si logran dar con los sujetos por
ellos inquiridos, se los llevan dizque para presentación a las
autoridades. Los tales conservadores no vuelven a ser vistos
nunca. Carretera Armero-Líbano, carretera Purificación-
Dolores. La chusma se ha convertido en un super-estado, con
fuerza incontenible para su acción de amedrentamiento, y des­
quite, en Dolores, Chaparral, Roncesvalles, Ataco y San Anto­
nio. Los conservadores han tenido que abandonar sus propie­
dades y emigrar hacia otras partes. Tienen la impresión de que
están absolutamente abandonados por el Gobierno50.

El embajador norteamericano, por insólito que parezca.se


identificaba más con la interpretación de Varela que con la
versión oficial: “ El análisis [de la Brigada de Orden Público del
Tolima] afirma que ha llegado a la conclusión de que el plan
terrorista es completamente comunista” y que “todos los habi­
tantes del área rural son bandidos en potencia” —escribió a
Washington—. “ Pero, el análisis falla en presentar evidencia
satisfactoria de infiltración e inspiración comunista en la ac­
ción guerrillera. Las pruebas presentadas solo sirven para
apoyar la tesis de que existe una provocación comunista que
puede ganar apoyo fácil debido a la situación de miedo, desor­
ganización y a la atmósfera de venganza remanente de la lucha
política de los años anteriores” 51.
Bonsal sintetizó sus puntos de vista en cuatro breves
párrafos:

a) El partido comunista no acepta responsabilidad en l


violencia pero continúa funcionando en la clandestinidad.

50. Germán Guzmán, La Violencia en Colombia, parte descriptiva, pp.


160-161.
51. EEU a DE, marzo 24 de 1955, 721.00/3-2455, RG 59, NA.
448 El Jefe Supremo

b) La situación en el Tolima no es el resultado de un plim


comunista.
c) La situación, originada en una variedad de factorc*,
algunos remanentes de antes del 13 de junio de 1953 y otro*
surgidos debido a problemas económicos y problemas propio»
de la misma región, incluyendo abusos del ejército, ha permití
do alguna presencia comunista en la orientación de la guerrilla,
pero la lucha es contra el gobierno5253.
d) El continuo fracaso del gobierno en eliminar la opo*¡
ción armada en el Oriente del Tolima, sería capitalizado por lo*
comunistas como propaganda para su “frente democrático"'1.

Y no se equivocaba. El Frente Democrático, que también


tenía su incrustación comunista, capitalizaba no sólo los fracw
sos del gobierno y sus arbitrariedades, sino que explotaba ln
total desinformación en que el régimen mantenía al país. Pra l
sámente, a raíz de la incursión militar aérea y terrestre contri»
Villarrica, el “ Frente Democrático de Liberación Nacional"
comandado por los ‘tenientes’ Diamante, Maravilla, Pimienta,
Tarzán, Canario, Joselito, Gavilán, Charro, Humilde, Deseo
nocido, y otros cuyos nombres hacen honor a la imagina la
popular, hicieron circular el siguiente comunicado:

52. El embajador Bonsal no llegó a establecer la diferencia de la luí hg


intraguerrillera entre los “limpios” y los “sucios” . Los primeros eran guriii
lleros liberales y se les apodó así porque sus cuadrillas eran muy pobres I m
“sucios” o “comunes” eran comunistas y obtenían mayores recursos de lin
comités del partido. Entre ‘limpios’ y ‘sucios’ también había lucha poi I*
hegemonía del sur del Tolima. El ‘general Santander’, por ejemplo, “ ciii til»
liberal de 50 años, en cuya cara marcada llevaba el testimonio de las bandín*
que había librado contra los guerrilleros comunistas. Se jactaba de que *<»*
“limpios” casi habían sacado a “los comunes” de Lauro Yosa (Lister) Imi*
del departamento, y deseaba que el ejército tuviera buena suerte en <n
programa de pacificación, ya que la paz le haría posible regresar a su pi <i|<U
finca”. Henderson, Cuando Colombia se Desangró, p. 250; General Dcngia
cias Fonseca a Ministro de Guerra, noviembre 30 de 1955, APR.
53. EEU a DE, junio 1 de 1955, 721.00/6-155, RG 59, NA.
La paz del Napalm 449

En el Oriente del Tolima y en la región de Sumapaz, no ha


habido ningún “alzamiento”. Los campesinos de Villarrica,
primero, de todo el Oriente del Tolima y Sumapaz, poco des­
pués, fueron objeto de una cobarde y siniestra agresión de la
Dictadura de Rojas Pinilla, que dio a conocer su propia versión
de la política de sangre y fuego con el pretexto de exterminar el
“comunismo”. En realidad se trataba de un plan inspirado por
la Misión Militar Yanqui, para apoderarse de las tierras con­
quistadas por los campesinos en sus grandes luchas agrarias, a
fin de utilizarlas en el monstruoso centro Militar de Melgar y
para beneficio de la nueva casta militar latifundista. Para lograr
semejantes propósitos en nombre del ‘anticomunismo’, las
fuerzas de la dictadura de Rojas Pinilla emprendieron, desde
finales de 1954, la ‘política de tierra arrasada’, el fusilamiento,
en masa de campesinos, el bombardeo o incendio sistemático
de sus ranchos, la destrucción de sus sembrados empleando
armas como la bomba Napalm, el pillaje de bienes fruto del
trabajo honrado, el encarcelamiento de militares, de hombres,
mujeres y niños para amontonarlos en el campo de concentra­
ción y exterminio de Cunday, donde funciona en gran escala la
farsa de los consejos verbales de guerra. Contra semejante
oleada de crímenes oficiales, los campesinos del Oriente del
Tolima y Sumapaz desidieron (sic) resistir. Y con heroísmo
singular defendieron tierras contra los groseros (sic), hasta que
la más grande concentración de fuerzas y armamentos conoci­
dos en nuestro país los obligó a retirarsen (sic).

Para finalizar, los “ Comandantes de las Fuerzas Guerri­


lleras Evacuadas del Oriente del Tolima” , pedían el apoyo de
estudiantes, intelectuales y de todos los demócratas de Colom­
bia contra el derrocamiento de la dictadura militar de Rojas
Pinilla y por la instauración de un gobierno de liberación
nacional.
Hojas volantes, similares a la citada, fueron clasificadas
como “ejemplares de propaganda subversiva” por las Fuerzas
Armadas y se constituyeron en pruebas que el gobierno envia­
ba a la embajada norteamericana para demostrar la influencia
y la orientación comunista de la guerrilla en el Tolima. Como
450 El Jefe Supremo

se ha visto, no fueron suficientemente convincentes para que el


embajador Bonsal adhiriera a la causa anti-comunista de Roja*
y Navas Pardo54*.
El 22 de abril de 1955 el General Rojas Pinilla firmó el
decreto No. 1139, el cual establecía pena de 2 a 5 años de
prisión contra quienes divulgaran información incriminatoriit,
en forma directa o indirecta, contra las Fuerzas Armadas u
alguno de sus miembros, por actos en combate o de orden
público. El decreto no sólo reforzó la ley anti-comunista que,
según el gobierno, legitimaba la represión contra la guerrilla,

54. Ejemplar propaganda subversiva, febrero 6 de 1956, APR. En rcull


dad, muchos otros altos oficiales hacían intercambiables liberalismo, coma
nismo y protestantismo. El Brigadier General Pedro A. Muñoz, Comandanli
del Ejército, por ejemplo, envió al Jefe de la Casa Militar de Palacio unn
copia de las “ Experiencias de Orden Público”, basada en los informes que
rindieron los oficiales pertenecientes al Destacamento de Sumapaz. Entre Im
experiencias y las recomendaciones, se leen las siguientes:
— Declarar Tierra de Misiones a toda la región del Sumapaz y hacer qtti»
el Gobierno Central, en compañía del Eclesiástico, envíen sacerdotes puní
que vuelvan por el buen camino a toda esa gente que se ha dejado convcm t>i
del comunismo y están formando parte del nombrado Frente de Liberal inn
Nacional.
— Intensificar de manera especial la propaganda anticomunista y n
favor de las Fuerzas Armadas, da muy buenos resultados.
— De suma urgencia resolver el problema que los focos comunistas il*
Viotá, Silvania y Tibacuy, pues ahí se reparte propaganda comunista y
protestante. Hacer una intensa contra-información; ante todo de estos du«
males —Comunismo y Protestantismo— se debe curar rápidamente nursiia
Patria, ya que es el azote que nos aniquila.
Al lado de las santificadoras recomendaciones para exterminar el a/nH
comunista y protestante, figuran otras ‘non sanctas’:
—Solucionar el problema sexual: el personal se enseña a muy iihiIh*
costumbres, cuando no tienen mujeres para satisfacer sus necesidades fismlrt
gicas.
—Transportar los prisioneros culpables o sospechosos, en un tirm|Ml
corto a las Colonias de Araracuara, para descongestionar el Campo ti*
Concentración [de Cunday].
— Atacar empleando las distintas armas técnicas combinadas, da r»i *
lente resultado (Aviación, Artillería, Blindada, Infantería, etc.). C íiu i Iki
sobre Experiencias de Orden Público, General Pedro A. Muñoz a Jefe ( n**
Militar, febrero 10 de 1956, APR.
La pez del Napalm 451

sino que asfixió a la prensa56. Rojas no supo ver que su decreto


servía más al desprestigio de las Fuerzas Armadas que al
propósito para el cual había sido concebido: impedir que se
conocieran “ las atrocidades tales como asesinatos de prisione-

56. La censura de prensa prohibió “noticias, informaciones, artículos o


gráficos, caricaturas o fotografías montadas que menoscaben de algún modo
la dignidad del Estado y de la Iglesia y del decoro de sus símbolos e
instituciones y los expongan al odio, a la animadversión, al desprecio, al
ridículo o pérdida de reputación; o sean susceptibles de privarlos.de los
beneficios de la confianza del pueblo y del respeto internacional, desacredi­
tándolos maligna y perversamente ante propios y extraños, bien sea en
forma general o refiriéndose a:
—“ Presidente de la República; Fuerzas Armadas y sus Jefes; Jefes de
Estado Extranjeros con los cuales Colombia mantiene relaciones diplomáti­
cas”.
Prohibió “toda clase de comentarios, noticias, informaciones, caricatu­
ras, etc., que atenten contra la moral y las buenas costumbres; fomenten en
alguna forma la violencia política; se refieran a asuntos de orden público
cuya divulgación no esté autorizada; atenten contra la unidad de las Fuerzas
Armadas; inciten los odios religiosos, partidistas y de clases; estimulen
cualquier clase de lucha fratricida o instiguen represalias; glorifiquen o
exalten sistemas políticos totalmente ajenos a la tradición cristiana y demo­
crática de Colombia; reproduzcan artículos foráneos que atenten contra lo
establecido en las presentes reglas”.
Proscribió “las ofensas a través de crucigramas, avisos, esquelas, etc. y
lie todos los medios gráficos que con aparente finalidad inofensiva ataquen al
Presidente de la República o a las Fuerzas Armadas. Por lo tanto, el gobier­
no, como responsable de cuanto concierne a la Defensa Nacional, al orden
público y a la Defensa Continental, se reserva el derecho de dar a los
periódicos y emisoras, noticias y comentarios que estén acordes con la
verdadera situación y convengan a tan altos fines” Coronel Juan B. Córdo­
ba, Dirección DINAPE a directores de periódicos y emisoras, octubre 30 de
D55, APR. Sin embargo, los periodistas adeptos al régimen sugerían otras
formas de manipulación de la información. Julián Davis Echandía, director
de El Nacional, de Barranquilla, escribía a Rojas: “A mí me parece un grave,
un gravísimo error, ocultar en los boletines internacionales los tremendos
daños que están haciendo los bandoleros. En lo nacional está bien, muy bien
que se oculte, pero como “ ARMA INTERNACIONAL” para justificar la
censura de prensa, el sostenimiento de suspensión de garantías constitucio­
nales, etc., es vital, importantísimo, que se divulguen, aún más, que se
exageren”. Julián Devis Echandía a Presidencia déla República, julio 10 de
l')56, APR.
452 El Jefe Supremo

ros sorprendidos ‘en el acto de escapar’, violaciones, fusila­


mientos, etc.” 57.

Pese a los esfuerzos por mantenerlas en secreto, noticias y


denuncias de violencia inundaron el despacho del Presidente
de la Corte Suprema de Justicia, Roberto Goenaga, al punto de
que este escribió al Presidente de la República para ‘pedirle
encarecidamente’ su intervención:

La Corte, reunida en Sala Plena, ante la magnitud de los


hechos, ha resuelto transcribir a usted como lo hago por medio
de esta nota, el relato oficial de las informaciones que lm
recibido, pidiéndole encarecidamente se sirva intervenir con la
urgencia que el caso requiere, para ponerle coto a aquel estado
de cosas que, repito, perjudican notablemente la administra
ción de justicia [...].
La pérdida de vidas humanas y bienes materiales estA
alcanzando proporciones espantables. La impunidad es cada
día mayor por la imposibilidad de investigar los delitos y por la*,
dificultades que los jueces encuentran para el desempeño de su
misión de administrar justicia58.

Decreto y censura tampoco impidieron otras manifesta­


ciones de solidaridad con los perseguidos. Mil señoras bogota
ñas asistieron a una misa en la iglesia de la Veracruz con el fin
de recoger fondos para los presos políticos del régimen. Un
informe de policía, dejó la siguiente constancia:

Durante la ceremonia varias señoras recogieron dinero,


del cual ellas mismas decían, la mitad se destina para pagar U
misa y la otra mitad para los presos políticos. Se vendieron en lit
Iglesia unos escudos a ($5.00) dinero que según ellas, se destina
también a los presos políticos.

57. EEU a DE, mayo 20 de 1955, 721.00/5-2055, RG 59, NA.


58. Roberto Goenaga a Rojas Pinilla, septiembre 8 de 1955, APK
La paz deI Napalm 453

A la salida de la misa se oyeron comentarios como los


siguientes: ‘Hasta para ir a misa ponen radio-patrullas’; ‘Es
ridículo; hasta a unas señoras que van a misa les tienen miedo’;
‘habrá necesidad de rezar mucho porque esta patria está muy
mal’. Se hicieron comentarios sobre el señor Capitán Becerra en
el sentido de que era él quien les había echado agua en otra
ocasión [tal vez durante la marcha de protesta contra el cierre
de El Tiempo]. Se refirieron a él con su apellido59.

Por lo demás, fueron numerosos los relatos sobre las


arbitrariedades que sufrieron los presos políticos, en su mayo­
ría campesinos tolimenses, en el campo de concentración de
Cunday. Las denuncias ante el Procurador General de la Na­
ción, Eduardo Piñeres y Piñeres, por asesinatos, encarcela­
mientos arbitrarios, hambre, desapariciones de detenidos y
torturas, se convirtieron en asunto cotidiano60.
En diciembre de 1956, el obispo de Ibagué, Pedro María
Rodríguez dejó sentir su vehemente protesta pública en una
carta abierta a los campesinos tolimenses:

Y que no se nos venga a acusar ahora de quebrantar el


orden público. Porque los que están más o menos lejos de
nosotros, no saben lo que nos pasa y nos creen en paz octavia-
na, y los que estamos en el campo de combate, no podemos no
ver los estragos y la ruina: La sangre es un elemento de enorme y
horripilante visibilidad, todo lo mancha y tiene voz que clama y
llega hasta el Cielo, según las Escrituras. Lo que hoy no se
descubre, se divulga mañana, y sería mejor no pretender tapar
ojos, boca y oídos, para que así gocemos de una paz azarosa y
postiza. Mientras estemos vivos, no se nos reduzca a la paz de
los sepulcros. ¡El justo clamor es de derecho natural!
Los que andáis en fuga, lejos de vuestros apreciados cam­
pos, despojados de vuestros haberes —más o menos valiosos—

59. Brigadier General Deogracias Fonseca, comandante de las Fuerzas


de Policía a Jefe Militar de Palacio, marzo 26 de 1956, APR.
60. Piñeres y Piñeres a Rojas Pinilla, septiembre 8 de 1955, APR.
454 El Jefe Supremo

fruto de vuestros sudores y desvelos, estáis sufriendo hambre,


desnudez, intemperie e incomodidades sin cuento, después de
haber sufrido a sí mismo el incendio de vuestras casas, la rapiña
de vuestras cosechas y de vuestros semovientes, si no es que los
hayan destrozado a cuchillo o a bala o con crueles modos de
odio infernal. Son muchos los campesinos que por querer
permanecer en sus estancias, han sido sacrificados sin perdonar
a nadie.
[...]
Amadísimos campesinos: a los insignes señores de las
lejanas y plácidas colinas o a los que en lugar del pan de
lágrimas, comen dichosos el sabroso pan de sus áureos trigales,
felicitémoslos, porque olvidados del llanto y aguda nostalgia
de una dilatada porción de la patria colombiana, inmolada y
sangrante, aplauden y banquetean en ésta que ellos suenan
“edad de oro”, y que es para nosotros edad de sangre, de
violencia y de latrocinios. En los últimos 90 días, fueron casi
300 las víctimas inocentes en los alrededores y dentro de la
capital del Tolima61.

Días después, Rojas Pinilla, ignorando esa “dilatada por­


ción de la patria, inmolada y sangrante” , se dirigió a los
colombianos:

Al despedir el año de 1956, sea lo primero darle gracias a


Dios por las muchas mercedes que su infinita bondad ha derra­
mado sobre la Patria, especialmente por haber fortalecido la
paz en casi todo el territorio nacional, pidiéndole al mismo
tiempo que nos dé luces y medios para defenderla de quienes
conspiran contra ella y buscan avivar los odios políticos y
perturbar la convivencia ciudadana para implantar de nuevo el

61. Carta 51, Pedro María, Obispo de Ibagué, diciembre de 1956, AP


Sin el tono irónico del obispo, un historiador sostuvo: “la campaña punitiva
contra la zona Cunday-Sumapaz había fortalecido el odio que virtualmcntr
garantizaría un potencial de insurrección en los años por venir”. Russcll
Ramsey, Guerrilleros y Soldados, p. 243.
La paz del Napalm 455

viejo desorden antidemocrático que les dio preeminencias y


privilegios con menoscabo de las clases trabajadoras y a costa
de las vidas o de la sangre de muchos compatriotas.

El discurso, transmitido simultáneamente por la televi­


sión, la radiodifusora nacional y obligatoriamente por las
emisoras privadas, terminó con palabras que pretendían hacer
creer que Colombia, en verdad, vivía su “edad de oro” y no de
sangre y de retaliaciones como lo denunciaba el obispo de
Ibagué:

Os aseguro que si la Divina Providencia continúa prote­


giendo al Gobierno de las Fuerzas Armadas [...] seguiremos
adelante en los doce nuevos meses que hoy erppiezan, la gran
tarea de reconstruir a Colombia, vencidos ya los falsos profetas
económicos, perdonados quienes nos hayan calumniado o de­
seado mal, sin odios sectarios, sin discriminaciones políticas,
sin aberrantes privilegios, sin tolerar retaliaciones, en ejemplo
viviente de pulcritud administrativa, es decir, como hermosa
síntesis, en plena vigencia y cumplimiento de los postulados de
Paz, Justicia y Libertad62.

En abril de 1957, mientras en el Tolima las estadísticas de


asesinatos aumentaban en proporción directa al desprestigio
del gobernante, Rojas insistía “con orgullo nacionalista” , que
había consolidado la paz, recuperado totalmente el orden
público y retornado a la normalidad jurídica y política. “ La
patria, asegurada en su organización, garantizada en el funcio­
namiento de su actividad democrática, defendida de los vicios
y enfermedades que la destruían, restablecida la convivencia de
todos sus hijos [...] ha conquistado su regeneración ambiciona­
da” , dijo al país, dos semanas antes de su derrocamiento63.
Otra cosa pensaban los campesinos tolimenses:

62. Rojas Pinilia, discurso, enero 1 de 1957, APR.


63. Rojas Pinilia, discurso, abril 24 de 1957, APR.
456 El Jefe Supremo

—¿Qué opinas de Rojas Pinilla? Preguntaron a Puna “umi


mujer vivaz, con ojos color de canela y una risa que le sale del
alma.
—Hizo cosas muy buenas, pero otras muy malas. ¿No ve
que pacificó el Llano pero quiso acabar con el Tolima? Decl»
que unión del pueblo y fuerzas armadas. Y los soldados de él
nos mataron a nosotros los campesinos, que somos puri'.o
pueblo. Mejor dicho, él quiso ser grande, pero mató mucha
gente64.

El Coronel Navas Pardo fue ascendido a Brigadier Gene­


ral y Rojas le concedió las siguientes condecoraciones:
—Orden de Boyacá, grado de Comendador y Gran Oficial
—Orden del Mérito Militar “ Antonio Nariño”
—Orden del Mérito “ General José María Córdoba”
—Orden Militar “ Trece de Junio” en el grado de “ Gran
Oficial” 65.

64. Germán Guzmán, La Violencia en Colombia, parte descriptiva, p


180.
65. Decretos números 1333 del 13 de junio de 1956 y 1288 (fecha
ilegible) de 1956. AMRE.
34. La cruzada por las armas

Una de las principales preocupaciones del general Rojas Pini-


lla, desde que asumió el poder, fue la adquisición de armas y
equipo militar para las fuerzas armadas. Fue imposible esta­
blecer el monto exacto que Colombia gastó en la compra de
armas, pero sí fue posible reconstruir la cruzada terca, estéril y
rayana en el ridículo que los diplomáticos colombianos, por
orden presidencial, debieron llevar a cabo en Washington ante
el Departamento de Estado, que nunca quiso acceder a las
estrafalarias peticiones del general Rojas, peticiones que no
solo superaron los límites de ayuda militar norteamericana en
América Latina, sino también la paciencia de los funcionarios
asignados a los asuntos de estos países.
Por lo escasos documentos encontrados, se sabe que Co­
lombia adquirió equipo militar y armas, además de los Estados
Unidos, de Suecia; Bélgica, Dinamarca, Gran Bretaña y Repú­
blica Dominicana1. En cuanto a los Estados Unidos, en 1954
Colombia pagó 11 millones 400 mil dólares en armas y equipo
militar12. En 1955 el régimen del general Rojas pretendió que los

1. Embajada de Colombia en Suecia al Ministro de Guerra, abril 18 de


1956. AMRE; Confirmación de pedidos material de guerra a la Casa Madsen
de Dinamarca, Mayor General Gabriel París a Ministro de Relaciones,
noviembre 23 de 1956, AMRE.
2. Eduardo Zuleta Angel a Rojas Pinilla, abril 14 de 1954, AMRE.
458 El Jefe Supremo

Estados Unidos le asignaran una cuota de ayuda militar ex


traordinaria de 150 millones de dólares, es decir, un incremcn
to de casi 14 veces con relación al año inmediatamente ante
rior. Sobre la pretensión colombiana Albert Gerberich, alto
funcionario de la oficina de asuntos latinoamericanos, comen
tó: “ La economía de ese país no podría resistir el gasto, ni
siquiera si el equipo fuera regalado” 3.
La embajada norteamericana en Bogotá tampoco estaba
de acuerdo con que Colombia aumentara, sin medida ni límite,
su arsenal. Entre los argumentos expuestos por Philiph Bonsal
a sus jefes en Washington, se leen los siguientes:

— Colombia no tiene interés en utilizar las armas ni entren»i


personal en la defensa continental [contra el comunismo, lim­
era el propósito principal del programa norteamericano ili'
ayuda militar y de venta de armas].
—A la vez que pone en peligro la economía colombiami,
existe el riesgo de que se utilicen para enemistarse aún más con
el partido liberal y el conservador de Laureano Gómez, me
diante el incremento del militarismo colombiano.

No obstante, el año de 1955 se abrió para los funcionario*


del Departamento de Estado encargados de los Asuntos Latí
noamericanos con una propuesta de Colombia de enviai «
Washington una delegación militar para solicitar al Pentágono
una “extremadamente larga lista de asistencia militar” con
base en el acuerdo de asistencia militar bilateral4.
Pero los colombianos no habían presentado la solicitud »
los representantes norteamericanos en Bogotá, lo cual causó o|
primero de una serie de enojos y sorpresas para el Departamen
to de Estado. Fue entonces cuando la embajada colombiana en
Washington inauguró una cadena de almuerzos, reunión?»,

3. Gerberich a Atwood, mayo 27 de 1955, 721.5-MSP/5-2755, R(¡


NA.
4. Memorando de Spencer a Atwood, enero 14 de 1955, 721.5-MNI7!
1455, RG 59, NA.
La cruzada por las armas 45 9

conferencias y llamadas telefónicas, que a lo largo de 1955 se


convirtió en una guerra de resistencia en la cual los diplomáti­
cos colombianos insistían en que se les regalara gran cantidad
de armamento y equipo y los norteamericanos desconfiando
del uso que el gobierno daría a las armas, se valieron de
diversas tácticas diplomáticas y otras más directas, para opo­
nerse a la alocada petición de Colombia.
Una de las primeras salvas en esta confrontación la dispa­
ró el embajador Eduardo Zuleta Angel durante un almuerzo de
la embajada colombiana donde hizo saber a sus invitados del
Departamento de Estado su enojo por tener que solicitar ayu­
da militar extraordinaria a través de la oficina militar nortea­
mericana en Bogotá. Aún Guatemala había recibido mayor
ayuda militar que Colombia, se quejó Zuleta y su consejero
José María Chávez añadió que hasta la Unión Soviética había
recibido más ayuda que Colombia. No obstante, Zuleta tuvo
que guardar silencio cuando uno de sus invitados le pidió que
precisara el equipo militar recibido por Guatemala. Tuvo que
callar, porque no sabía la respuesta5.
Cuando supo que el Pentágono no estaba dispuesto a
examinar el pedido, Zuleta fue a ver a Henry Holland, Secreta­
rio de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos. “ Para mí
esto es vital” , dijo el embajador colombiano para enfatizar la
urgencia de la solicitud, y agregó que el presidente Rojas y las
principales autoridades militares consideraban indispensable
obtener más equipo para conservar el orden público. Y, aun­
que Holland le informó que no había financiación y que era del
Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos que dependía
la aprobación del aumento de la ayuda militar, Zuleta siguió
insistiendo6.
La verdad es que el Pentágono no quería saber nada más
sobre la posibilidad de incrementar la ayuda militar a Colom­

5. Gerberich a Atwood, enero 20 de 1955, 721.5-MSP/1-2055, RG 59,


NA.
6. Memorando de Gerberich sobre encuentro de Zuleta Angel con
Henry Holland, enero 25 de 1955, 721.5-MSP/1-2555, RG 59, NA.
460 El Jefe Supremo

bia porque ya había tenido que —por otra salva de intrigas r


insistencias— condonar la deuda de 10 millones de dolaren
correspondientes a la factura por equipo y servicios prestado»
por el Batallón Colombia en Corea7.
Sin embargo, el gobierno norteamericano necesitaba
amortiguar la negativa, para lo cual dio orden a su embajada
en Bogotá para que difundiera a los cuatro vientos, El Tiempo,
La República, El Espectador y Diario Gráfico, la lista completa
del equipo procedente de Inchon, Corea y desembarcado en
Buenaventura: camiones militares pesados, transportes de ai
mas, jeeps, morteros pesados, cañones sin reculada, ametralla
doras pesadas y livianas, cocinas de campaña y equipos di
comunicaciones89.
En marzo, Holland ya tenía en sus manos la firme respuen-
ta negativa del Pentágono y para comunicarle la noticia citó a
Zuleta. Le informó que el pedido de Colombia ascendía a IVI
millones de dólares suma superior al total asignado cornil
ayuda militar para toda América Latina. Agregando olían
cosillas que también deseaba el Jefe Supremo, el total de la
solicitud superaba todo el programa militar de asistencia mu
teamericana en el mundo para el año fiscal de
Cinco días más tarde, pese a la terminante posición dil
Departamento de Estado, Zuleta tocó de nuevo a la puerta il»
Holland para que éste presentara otra propuesta al Pcntáim
n o 10. Por su parte, José María Chávez, se presentó, sin i Hit
previa, al Departamento de Estado para averiguar por la sollt I
tud de equipo militar. Se le informó que no había esperan/»»*,
pero un par de horas más tarde llamó por teléfono desdi’ In
embajada para indicar que la falta de ayuda tendría un “mu luí
efecto si en el futuro fuera necesario para los Estados Unidunil
para las Naciones Unidas pedir el concurso de tropas colmil

7. Atwood a Holland,febrero 2 de 1955, 721.5-MSP/2-255, R(¡ 59, N A


8. EEU a DE, febrero 19 de 1955, 721.5-M SP/2-1955, RG 59, NA
9. Memorándum de conversación, Holland, Zuleta y Gerberich. niiu *it
18 de 1955, 721.5-MSP/3-1855, RG 59, NA.
10. Memorando de conversación, Holland, Zuleta, Gerberich, initit»
23 de 1955, 721.5-MSP/3-2355, RG 59, NA.
La cruzada por las armas 461

bianas para resistir una agresión” . El paciente y diplomático


interlocutor, tal vez sin permitirse una discreta sonrisa, respon­
dió que ese era un factor para tener en cuenta pero que no era el
único11.
En mayo, Holland explicó a Zuleta que en tres ocasiones
distintas el Departamento de Defensa, después de cuidadoso
estudio, había considerado imposible el incremento de la ayu­
da militar a Colombia porque el Pentágono veía la condona­
ción de la deuda por el equipo suministrado a Corea corpo un
aumento en la ayuda militar. Para dorar la píldora, Holland
manifestó que la puerta no quedaba cerrada totalmente pero
que de momento no era productivo iniciar nuevas conversacio­
nes sobre el tem a*12.
Como las gestiones directas no fructificaban, el embaja­
dor Zuleta acudió a otras personalidades con influencia en el
Departamento de Estado. Hizo viaje a State College, (Pensyl-
vania) donde Milton S. Eisenhower, hermano del presidente
Dwight D. Eisenhower, era rector de una universidad. Milton
Eisenhower era además, una especie de embajador permanente
ante los gobiernos latinoamericanos, por encargo informal
que tiempo atrás le había conferido su hermano. El rector
llamó a Holland para intercederá favor de la propuesta colom­
biana. Holland le repitió lo que ya le había dicho a Zuleta: que
la solicitud era astronómica y superaba toda la ayuda militara
escala mundial13. Zuleta redujo, entonces, el pedido y así se
rebajó la astronómica “carta a papá Noel” que fue como
llamaron los propios oficiales colombianos a la solicitud ini­
cial l4.
Las pretensiones bajaban de tono, pero no las presiones.
Así, el Departamento de Estado comenzó a recibir llamadas de

I 1. Memorando interno, DE, 721.56/5-1055, RG 59, NA.


12. Memorando de conversación Holland, Zuleta, Atwood, mayo 19de
W55. 721.5-M SP/5-1955, RG 59, NA.
13. Memorando de conversación telefónica, mayo 24 de 1955, 721.5-
MSP/5-2455, RG 59, NA.
14. Memorando de conversación telefónica, 721.5-MSP/5-2755, RG
JV, NA.
462 El Jefe Supremo

Henry Cabot Lodge, diplomático famoso, de Nelson Rockele-


11er y de un almirante, todos ellos habían recibido, a su turno, ln
visita de Zuleta en procura de su intercesión para que poi
razones políticas, y no militares, el gobierno reconsiderara la
solicitud colombiana. Holland se impacientó y solicitó al Se
cretario de Estado que no permitiera a los colombianos conse­
guir, a través de influencias externas, lo que no podían obtenci
por los conductos regulares. Se instruyó, entonces, al embaía
dor Bonsal en Bogotá para que comunicara al presidente Rujan
que no habría ayuda militar15.
Resultaría casi interminable hacer el inventario de toda»
las gestiones que la embajada colombiana, con diligencia digna
de mejor causa, realizó reiterada y tercamente pese a eslai
informada de que la prioridad norteamericana en ese momenlo
era armar a los países situados en la periferia de la Unión
Soviética, razón por la cual no estaban dispuestos a aumenliu
la ayuda en América Latina16.
La insistencia de Zuleta Angel solo cesó con su renuncia al
cargo de embajador en septiembre de 195517. Su sucesor, Lian
cisco Urrutia Holguín, continuó gestionando más ayuda nuil
tar, pero se reveló menos terco que Zuleta y además, minó mi
propia posición al asegurarle a Holland que “ para el presidenl»
Rojas ésta es una cuestión de prestigio más que de verdadem
necesidad militar” 18.
Urrutia puso en evidencia a Rojas, pero no se equivocaba
Efectivamente, al general le interesaba adquirir equipo mililni
aunque fuera anticuado. Sus caprichosas imposiciones a la
Industria Militar no pudieron ser resistidas por sus suballn

15. Holland a Dulles, junio 2 de 1955, 721.5-MSP/6-255, RG 59, NA


16. Memorando de conversación telefónica, junio 8 de 1955, 721 »
MSP/6-855, RG 59, NA
17. Zuleta dijo al embajador italiano en Washington que renumiali»
debido a las tendencias dictatoriales de Rojas (la disolución de la AN AC y »|
cierre de El Tiempo) y porque consideraba que Rojas estaba mal rodcmlii
Telespresso No. 14503-4003, septiembre 29 de 1955, AMAEI.
18. Memorando de conversación, Urrutia Holguín, Holland, Gnltt
rich, noviembre 10 de 1955, 721.5614/1 1-1055, RG 59, NA.
La cruzada por las armas 46 3

nos, como sí lo hizo Holland. Fue durante el gobierno militar


cuando se compró a las casas Manurhin y Fritz Werner la
maquinaria para producir fusiles y municiones, pero la cons­
trucción de la fábrica respectiva se demoró porque Rojas dio la
orden de emplazarla en Melgar. De nada le valieron las razones
técnicas expuestas por los oficiales de la industria militar ni el
costo adicional e innecesario que implicaba levantar un barrio
de mil casas con agua, luz, iglesia y teatro para alojar a los
empleados de la fábrica. El único que defendió la alocada idea
de Rojas fue Ignacio Urnaña de Brigard, en ese momento
presidente de Acerías Paz de Río y tan cercano al Jefe Supremo
que el humor popular lo rebautizó como “ Urnaña de Melgar” .
Para el ingeniero Urnaña no se requería un clima especial para
producir pólvora y explosivos. Sugería, además, militarizar el
personal de las fábricas y aislarlo del civil19.
No fue el único despilfarro en la aventura de ver crecer el
arsenal. También se compró una maquinaria para producir
fusiles Mauser calibre .30, descontinuados desde la II Guerra
Mundial. Igualmente se perdieron 4 millones 258 mil dólares
invertidos en maquinaria para fabricar municiones de mortero
y artillería. La compra se hizo en 1954, la maquinaria pasó 7
años empacada, se averió por oxidación y lo que fue peor,
podía producir más munición de la que las fuerzas militares
colombianas estaban en condiciones de utilizar20.

19. Acta 17 y 31 de 1956y 40 de 1957, Junta Directiva Industria Militar.


20. Industria Militar, Plan Quinquenal, 1964-1968, pp. 108, 125, 127 y
148, AIM.
María Eugenia Rojas, la “Capitana”.
35. “No se lo ofrezca
porque se lo lleva pa’ Melgar!”

Testigos de la Plaza de Santamaría aseguran que cuando el


torero se detuvo frente al palco de honor para brindarle el toro
a María Eugenia Rojas de Moreno Díaz, antes de comenzar la
corrida, el público le gritaba: “ No se lo ofrezca porque se lo
lleva pa’ Melgar” . Era el 29 de enero de 1956 y minutos antes,
los espectadores habían prodigado una prolongada aclama­
ción al jefe de la oposición, Alberto Lleras Camargo. La acla­
mación se transformó en abucheo cuando la hija del presidente
y su esposo, Samuel Moreno Díaz, aparecieron en el palco de
honor.
Este incidente —que una semana después causaría muer­
tos, heridos y contusos— evidenció públicamente la pérdida de
prestigio del Jefe Supremo y de la familia presidencial. Testigo
de aquella tarde de domingo fue el embajador de los Estados
Unidos, Philiph Bonsal quien en compañía de su esposa y del
gobernador de Cundinamarca, Ignacio Umaña de Brigard,
asistió a las corridas del 29 de enero y del domingo siguiente, 5
de febrero. Los acontecimientos llegaron al Departamento de
Estado narrados así:

La corrida de la tarde del domingo, enero 29, [presenciada


por varios miembros de la Embajada] se caracterizó por una
ovación entusiasta y prolongada al ex-presidente liberal Alber­
to Lleras Camargo, espectador de la corrida. Tan pronto entró,
la multitud se puso de pie y tal vez durante media hora, antes de
466 El Jefe Supremo

comenzar el espectáculo, los aplausos y los ‘vivas’ que habían


comenzado los espectadores más próximos, pronto se esparcir
ron por todos los tendidos. Se estima que cerca del 90 por ciento
de los 15 mil espectadores se levantaron para ovacionarlo
agitando pañuelos blancos y que ésta parte de la protesta duró
cinco minutos. Roberto García-Peña, director del ahora difnn
to El Tiempo entró después y también fue saludado por In
multitud que gritaba “¡Tiempo, Tiempo, Tiempo!”, con varia
ciones tales como “ ¡Viva la libertad de prensa!”. Cuando María
Eugenia Rojas de Moreno Díaz (la hija del Presidente y directo
ra de la controvertida Sendas), el doctor Samuel Moreno Día/
(su esposo y director del periódico de línea oficial Diario tIr
Colombia de Bogotá) y el Coronel Ignacio Rengifo (Jefe Milita i
de Palacio) iban a ocupar sus puestos en el palco presidencial,
fueron saludados con chiflidos burlones desde los tendidos,
Luego, la multitud devolvió su atención al doctor Lleras, cía
mando a coro: “Lleras sí, otro no” . El estribillo se repitió tres o
cuatro veces antes de comenzar la corrida [...].
Se informó que, por teléfono, el gobierno había ordenado
a varios periódicos de Bogotá abstenerse de publicar noticias
sobre los sucesos de la corrida. Sin embargo, Informadla,
diario conservador laureanista (sucesor del Diario Gráfico, re
cientemente clausurado por el gobierno) hizo una breve metí
ción al incidente y un breve recuento de la corrida en su edición
del 30 de enero [...]. La noticia también fue publicada en II
Correo (liberal) de Medellín, que ya estaba bajo censura. El Dhi
de Bogotá, defensor del gobierno está desarrollando una ctiin
paña condenando a los seguidores del doctor Lleras [...] mirit
tras que Jornada, que sigue la línea oficial, ha hecho la acusa
ción de que la protesta había sido planeada [...j1.

1. EEU a DE, enero 31 de 1956,721.00/1-3156, RG 59, NA y scpiirm


bre 19 de 1956, 721.3511/9-1956, RG 59, NA. Philiph Bonsal presrnlrt
credenciales ante el gobierno del general Rojas Pinilla, el 1 de abril de 1951
Ocupó el cargo de embajador en reemplazo de Rudolf E. Schoenfelil ipi»
terminó su misión el 26 de enero de 1955.
"No se lo ofrezca porque se lo lleva pa’ Melgar" 467

Un entrevistado, alto funcionario del Ministerio de Minas


en la época que pidió no ser identificado, aseguró que la ira
del presidente fue incontenible; que en el consejo de ministros
reunido el lunes siguiente a la silbatina, Rojas no quiso escu­
char las advertencias de Pabón Núñez, su ministro de gobier­
no, que preveía un nuevo factor de desprestigio para el gobier­
no si continuaba con la política de represalias populares. No se
le escuchó. Por el contrario, Rojas se irritó con Pabón y le
reprochó en términos insultantes por pretender defender a
quienes habían ofendido a la “ Nena” .
Fue en Palacio, en los días siguientes a la silbatina, donde
se acordó que se comprarían 7.000 boletas para la corrida del 5
de febrero. Las entradas se repartieron entre los agentes del
SIC con la orden de asistir a la corrida vestidos de paisano. La
misión consistía en promover una manifestación de apoyo a
Rojas, y reprimir cualquier expresión adversa al Jefe de Estado
ó al gobierno. Inclusive, una fuente aseguró a la embajada de
los Estados Unidos que dos días antes se había llevado a cabo
un ensayo en la Plaza de Santamaría2.
El domingo, 5 de febrero, se estrenaban toros de la gana­
dería Achury Viejo. El prestigio de los matadores, César Gi­
rón, Dámaso Gómez y Manuel Jiménez “ Chicuelo Segundo” ,
garantizaban plaza llena en la Santa María. Pero no todos los
espectadores estaban allí para vitorear a los toreros. Cerca de
1.500 hombres, entre policías y soldados, además de los agen-I

2. El Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC) fue creado por decreto


el 31 de octubre de 1953. Reemplazó al G- 2 y a la policía de seguridad, desde
el 1 de enero de 1954. El Espectador, noviembre 13 de 1953. El SIC dependió
directamente de la Presidencia de la República. El Coronel Luis E. Ordóñez,
en ese momento agregado militar de la embajada colombiana en Londres, fue
nombrado director. El gobierno colombiano solicitó contratara tres exper­
tos norteamericanos para entrenar a los agentes locales, pero J. Edgar
I loover no accedió a la petición. De todas maneras, la organización del SIC
se basó en los métodos del FBI. Request for an intelligence Mission for
Colombia, Memorándum de conversación entre José María Chávez, Conse­
jero de la embajada en Washington y Capus M. Waynick, embajador en
Colombia, octubre 3 de 1953, 721.52/10-853, Foreign Relations of the US,
1952-1954.
468 El Jefe Supremo

tes de inteligencia se hallaban en la plaza, siguiendo instruccio­


nes especiales.
Antes de comenzar la corrida e ignorantes de los planes
presidenciales, los asistentes revivieron el estribillo del domin
go anterior: “ Lleras sí, otro no” , aunque no con el mismo
entusiasmo. Entonces empezó la golpiza contra los especiado
res que gritaban consignas contra el gobierno o que se negaban
a sumarse a los vivas que los agentes públicos exigían. Lo»
golpes produjeron heridos graves y muertos. Muchos queda­
ron inconscientes tendidos sobre las graderías y sobre la arena
La policía se limitó a recoger a las víctimas. El Jefe del SIC se
hallaba entre los espectadores. Alvaro Bejarano, que se encon­
traba cerca al coronel Luis Ordóñez, relató a los autores cómo
aquél día vio a los “detectives de civil que se acercaban u
Ordóñez a pedirle órdenes; a los detectives se les veían lo»
yataganes. Un día le conté a José Arizala del partidocomunisln
lo que yo había visto. Le dije que estaba dispuesto a contar lo
que había visto. Fui a declarar a alguna parte que ahora no
recuerdo y a la salida me encontré con Gildardo Ossa, alia»
‘Jack Ossa’, de Palmira, un hombre corpulento, campeón de
lucha libre. ‘Con que haciéndole favores al partido comunista',
me dijo y me tiró un bofetón desde el segundo piso hasta rl
descanso de la escalera. Le dije: ‘Algún día te veo’ y año»
después me lo encontré carcomido por el cáncer” . Como si<
vio en el capítulo sobre la matanza de la casa liberal en Cali,
Ossa era agente del detectivismo3.
Otros testimonios de varios asistentes entrevistados lll
años después coinciden con los referidos entonces. Citamosddi
Luz Bernal porque ella fue testigo de excepción ya que no sólo
presenció los hechos, sino que conoció información adicional a
través de su cuñado Bernardo Sánchez Salazar, mayor tltj
ejército asignado a la Policía Militar y asistente del coronel
Hernando Forero Gómez, comandante de la P.M. El 5 úm
febrero Luz Bernal, su hermana Myriam, casada con el mayui

3. Entrevista con Alvaro Bejarano, mayo 20 de 1987.


“No se lo ofrezca porque se lo lleva p a ’ Melgar” 469

Sánchez, en compañía del mayor, asistieron a la corrida en la


Plaza de Santamaría:

Nosotros estábamos en la gradería de sombra. Desde que


entramos nos sorprendió la cantidad de policía que había en la
plaza, de policía militar y de policía nacional. A mí me tocó al
lado un teniente. Como a los 10 minutos llegó un señor como de
aspecto sirio-libanés con su señora y se sentó en la misma grada.
Un policía se acercó y le dijo que tenía que gritar no se qué cosa
porque no alcance a oír bien. Después supe que le había 'exigido
echarle vivas a María Eugenia. El señor se negó. Lo que vi
después fue que empezaron a golpearlo, a darle puntapiés; lo
agarraban del pelo y se lo arrancaban a mechones. La señora
daba alaridos. Después lo empujaron y cayó sobre la baranda y
ahí quedó colgando mientras estos hombres lo seguían gol­
peando, le daban puntapiés en la cara y en la cabeza. Vinieron y
se lo llevaron en camilla para la clínica. Después supimos que
había muerto. Mientras tanto abajo, en los corredores, cogían a
la gente, les torcían los brazos y se la llevaban, yo no sé para
dónde. A toda la gente la obligaban a gritar vivas a María
Eugenia. Nadie podía salir de la plaza porque ordenaron cerrar
las puertas. Yo lo único que acataba a decir era ‘Por Dios, esto
es una infamia’ pero el teniente que me había quedado al lado
me dijo ‘cállese señorita, o sino le doy’. Uno ya no sabía para
dónde mirar, eran tantos los golpeados y heridos... y así les tocó
que presenciar la corrida porque no los dejaban salir. Fue una
hecatombe, todo el mundo lloraba y gritaba y protestaba. Los
que golpeaban estaban vestidos de civil, aunque los de la P.M. y
los oficiales de policía también ayudaron a la golpiza. A los
trabajadores del aseo les habían repartido cachiporras. Ahí no
hubo tiros. Un muchacho, me parece que era hijo del embaja­
dor de Paraguay o de Nicaragua, no estoy muy segura, había
estado filmando. Le cogieron la cámara y se la volvieron peda­
zos y se lo llevaron. Hubo muertos y muchos heridos. En el
palco presidencial no había nadie, ni María Eugenia ni su
marido se hicieron presentes. Luego se supo que el gobierno
había comprado anticipadamente miles de boletas y las había
repartido entre sus hombres. La plaza estaba llena.
470 El Jefe Supremo

Al día siguiente, mi cuñado Bernardo me contó que todo lo


había preparado Forero Gómez, comandante de la P.M. con
María Eugenia, por la protesta del domingo anterior. Por eso,
Bernardo, que no sabía nada de lo que se planeaba hacer esr
domingo, pidió el cambio a otra plaza45.

Richard Poole, segundo secretario de la embajada envió i>


Washington sus apreciaciones sobre los hechos. De acuerdo
con el diplomático norteamericano, la participación oficial no
era cosa de ponerse en duda:

Es perfectamente obvio que un número tan extraordinn


riamente grande de policías pudo haber prevenido la golpiza de
haber querido. El coronel Órdóñez [jefe del SIC] estaba entre
los espectadores, y hubo evidencia de que la policía y el ejército
dirigían el incidente a través del sistema de walkie-talkie. Existr
la creencia general de que la mayoría de los manifestantes u
favor del gobierno eran soldados y policías sin uniforme v
matones contratados. La prensa se ha mostrado temerosa de
publicar noticias sobre el incidente, pero algunos periódicos,
incluida La República, conservador ospinista, y El Mercurio, de
Bogotá, se han mostrado fuertemente críticos en sus editoriales,
si bien se han abstenido prudentemente de concretar culpas. I la
habido algún cubrimiento sobre el número de personas muei
tas, que ha derivado en restricciones más fuertes de la censuiu

Otra fuente bien informada, con nexos oficiales, confirmó


a la embajada norteamericana que los incidentes del 5 de
febrero habían sido ordenados por el propio Rojas Pinilla
Informó que el presidente estaba furioso por lo que considera
ba un insulto inaceptable contra su hija y por ese motivo citó u
una junta a sus jefes militares, incluidos el general Gabriel
París, Ministro de Guerra y el director del SIC, coronel Luis I

4. Entrevista con Luz Bernal, noviembre 11 de 1987.


5. Poole a DE, febrero 9 de 1956, 721. (W)/2-956, RG 59, NA.
“No se lo ofrezca porque se lo lleva pa' Melgar" 471

Ordóñez. Durante la reunión el presidente ordenó la contra­


manifestación porque —dijo— ‘al público hay que enseñarle
una lección’. La fuente aseguró que, una vez cumplidos los
hechos, el presidente no dio ninguna muestra de arrepen­
timiento y que sus consejeros y la alta cúpula militar eran de
igual parecer. Por el contrario, los ministros de Relaciones y
Hacienda, Evaristo Sourdís y Carlos Villa veces —en particular
el último— se mostraron muy indignados y criticaron fuerte­
mente a Rojas en su presencia6.
Hermann K. Dixtony, un extranjero y espectador de la
plaza, indignado y escandalizado por los hechos, abandonó al
país después de entregar su testimonio y protesta a la Casa
Militar de Palacio. La carta, dirigida a Samuel Moreno Díaz,
insistía en denunciar la barbarie de los sucesos:

[...] Como arriba anoto, también asistí, desde muy tempra­


no a la segunda corrida y, créame Dr. Moreno, que lo que me
tocó presenciar, y conste que estuve en la guerra europea pasa­
da, me horrorizó... agentes del Gobierno Nacional machacan­
do cráneos ante la presencia de miles de espectadores al mando
de personajes tétricos que usaban como antifaz unas gafas
enormes y ahumadas. Mi cámara cinematográfica, con su te­
leobjetivo es un fiel testigo de los casos macabros que por
desgracia me tocó mirar. ¿Y todo para qué?... para satisfacer
una venganza por un desacato en la corrida anterior, al matri­
monio Moreno-Rojas. Y se tildan ustedes y el gobierno de
católicos y hacen alarde de ello... insultando y ofendiendo a
Cristo de esa manera... Cuando usted reciba esta carta yo
estaré, junto con mi film, en el exterior demostrándoles a los
gobiernos democráticos la verdad de lo que sucede en su país7.

Dos ex-presidentes colombianos figuraron entre las fuen­


tes asiduas y confiables de la embajada: Belisario Betancur y

6. EEU a DE, febrero 15 de 1956, 721.00/2-1556, RG 59, NA.


7. La carta de Dixtony fue remitida a la Casa Militar por el general
Deogracias Fonseca, Comandante de las Fuerzas de Policía.
472 El Jefe Supremo

Julio César Turbay Ayala. Betancur, entonces laureanista mi­


litante, confió al embajador que la contramanifestación del 5
de febrero en la plaza de toros “ había sido ordenada por el
presidente mismo con el fin de vengar a su hija por los insultos
que había recibido de la multitud una semana antes, cuando
fue objeto de silbidos y rechifla. La contramanifestación pro­
piamente dicha fue organizada por otros, tales como el Coro­
nel Rafael Navas Pardo, el General Deogracias Fonseca, Di­
rector General de la Policía. Ellos simplemente siguieron y
cumplieron las órdenes presidenciales” 8. En el mismo docn
mentó, el embajador Bonsal informó que Betancur se refirió a
Samuel Moreno Díaz, director de Diario de Colombia. Dijo que
lo conocía personalmente por haber servido con él en el Con
greso. Afirmó que Moreno Díaz estaba acabado políticamente
debido, principalmente, al disgusto que el Presidente sentía
hacia sus permanentes flirteos y excesos con el licor. Contó que
cuando estaba soltero, Moreno Díaz tenía notable éxito con las
mujeres y continuaba teniéndolo a pesar de su importante
matrimonio. Betancur dijo que aparentemente la amante de
Moreno había insultado a María Eugenia en varias ocasiones,
pero ella parece que se aferra a él. Informó que en varias
ciudades del país le habían sido ofrecido banquetes y homenn
jes por parte de Gobernadores y otras autoridades, en la creen­
cia de que el Presidente estaba detrás de las ambiciones de
Moreno. Pero después de que se supo que Rojas estaba harto
con su yerno, cuando éste viaja ya no se le trata con las
consideraciones que se le tenían anteriormente, excepto cuan
do hace parte de la comitiva presidencial9.

8. EEU a DE, marzo 14 de 1956, 721.00/3-1456, RG 59, NA.


9. EEU a DE, marzo 14 de 1956, 721.00/3-1456, RG, NA. Veinticimii
años después, durante la campaña presidencial que llevó a Belisario Betam m
a la Presidencia de la República, María Eugenia Rojas de Moreno Díaz v ol
movimiento rojista ANAPO, colaboraron en el triunfo electoral. En retrilni
ción, el presidente Betancur (1982-1986) nombró a la señora de Moreno I >ln>
en la gerencia del Instituto de Crédito Territorial.
"No se lo ofrezca porque se lo lleva p a ’ Melgar" 473

El gobierno ignora los muertos

Sobre el número de muertos, corrieron varias versiones.


Según informe inicial de los funcionarios de la embajada nor­
teamericana, fueron 2. Otras fuentes reportaron 18101. José
Salgar, entonces jefe de redacción de El Independiente, sostie­
ne que el periódico tuvo particular interés en precisar esa
información y que sus redactores no pudieron confirmar un
solo muerto11.
Por su parte, el SIC emitió un extenso comunicado de
prensa con las declaraciones oficiales sobre los hechos de la
plaza de toros donde tuvieron “ocurrencia casos de incultura
reprobables” . Por encima de la “ incultura reprobable” la ver­
sión del coronel Ordóñez, contradecía abiertamente tanto los
informes como los testimonios de los espectadores. Según
Ordóñez “[...] de dicho certamen resultaron numerosos contu­
sos pues quienes no aplaudían a los políticos eran golpeados
por los manifestantes... en esa zambra, gobiernistas y anti­
gobiernistas sufrieron las consecuencias de su violenta acti­
tud” . Por lo demás, diciéndose apoyado en informes del Insti­
tuto de Medicina Legal, en certificados de 3 hospitales y 14
clínicas, del Cementerio Central y del Departamento de Esta­
dística, sección de defunciones, el Jefe del SIC negó los nueve
muertos registrados en la prensa antioqueña y los 37 muertos y
200 heridos graves que denunciaba una hoja volante que circu­
ló en Bogotá. Finalmente, el comunicado oficial reconocía la
existencia de 5 personas lesionadas con fracturas de hueso de
la nariz y de la cara. El comunicado —escrito con un estilo más
bien pedestre— cerró con la siguiente advertencia del coronel:

Yo p ido, pues, a las personas a quienes les con ste hechos


concretos, que los denuncie (sic). El silen cio en este caso es
sim plem ente com p licidad . Por otra parte, n o se puede seguir

10. E E U a D E , f e b r e r o 9 d e 1 9 5 6 , 7 2 1 . 0 0 ( W ) / 2 - 9 5 6 , R G 5 9 . N A .
11. E n t r e v i s t a c o n J o s é S a l g a r , j u l i o 16 d e 1 9 8 7 .
474 El Jefe Supremo

pensando con el criterio de ‘ir’ a la chichonera y de paso vct


toros, o foot-ball o carreras pues éste es un juego que se snht1
cómo empieza pero no cómo termina. Invito, pues, a mi s
compatriotas a que piensen, por un momento siquiera, a dóndr
nos está llevando nuevamente la politiquería; todo se mira con
altas dosis de rencor y odio y cada día es más difícil la solución
de lo que debemos llamar ‘el problema de la convivencia nacn>
nal’12.

Mayor interés en establecer el número de muertos moslió


la embajada norteamericana. En cuanto a los certificados mé
dicos exhibidos por el SIC, también ahondó la sede diplo
mática:

La embajada habló con otro médico quien afirma »pu


estos certificados fueron forzados por el SIC bajo amenaza ya
que no debían mencionar ningún caso de la plaza de toros. I u
cuanto a su propio hospital, el doctor aseguró que hablan
recibido 9 heridos de la plaza, aunque sus declaraciones públl
cas aseveraban que no había sido atendido ninguno. DcsptuU
de conversar con otros amigos del médico en varias clínica» y
hospitales, la fuente de la Embajada asegura que sabe de nurví
casos de muertos de la plaza de toros. Agrega que probable
mente la cifra no es completa ya que no ha hablado con d<x In
res de todos los hospitales y clínicas de Bogotá y porque alguna»
personas pudieron morir antes de llegar al hospital o a la
clínica. El médico dijo que la gente está muy recelosa pata
hablar hasta que no se convence de la identidad de su Ínterin» u
tor. Mencionó el caso de un colega que en la cafetería di1«a
propia clínica criticó al gobierno por el asunto de la plaza v lu»
denunciado al SIC por otro doctor que trabaja para el Sl< II
primer doctor fue arrestado y aún se encuentra en la cárcel I h
fuente explicó que él es conservador y que siente un prolmulit
disgusto con todo el asunto y con el gobierno.

12. Comunicado de prensa, Servicio de Inteligencia Colombiano, I lil


E. Ordóñez, jefe del SIC, sin fecha, APR.
“No se lo ofrezca porque se lo lleva pa’ Melgar" 475

De otra parte, un torero español dijo a la embajada haber


oído que el número total de muertos llegaba a 18, cifra que se
aproximaba a los 20 que la jerarquía católica estableció durante
su propia investigación13.

La corrida del 12 de febrero fue cancelada. El domingo


subsiguiente, el cartel incluía ocho toros y cuatro toreros famo­
sos. No obstante, la concurrencia fue escasa como que los
aficionados aún temían que se repitieran los hechos del 5
porque había corrido el rumor de que el gobierno había repar­
tido otra vez un considerable número de boletas entre miem­
bros de la policía y del ejército. En efecto, allí estaban por lo
menos 100 agentes, sentados en las graderías, uniformados. A
la entrada de la plaza, mientras se requisaba a los hombres, se
les entregaba a los asistentes una hoja volante —también se
distribuyó dentro de la plaza— la cual advertía que las Fuerzas
Armadas garantizaban a la ciudadanía que mantendrían el
orden y la seguridad de los espectáculos públicos y que estos
espectáculos tenían el único propósito de divertir y no debían
ser utilizados para crear disturbios políticos ni manifestaciones
públicas. Por lo tanto no se permitirían vociferaciones ni excla­
maciones que no fueran comunes y corrientes dentro de estos
espectáculos; así mismo quedaba prohibida toda manifesta­
ción en favor o en contra del gobierno nacional, las Fuerzas
Armadas o de cualquier partido político.
Poco antes de la apertura de la corrida entraron en el palco
presidencial María Eugenia Rojas, su esposo y demás comitiva.
I.os aplausos de saludo fueron fríos y escasos pues la mayoría
lie los presentes permanecieron silenciosos. La escena se repitió
cuando el matador dedicó el toro a la hija del presidente. No
luibo aclamaciones ni vivas para ella así, al día siguiente, su
esposo en Diario de Colombia afirmara que había recibido
"una ovación estruendosa” y aplausos fervorosos. La verdad
fue que los aplausos entusiastas y la aclamación general se
produjo cuando Esperanza Gallón, señorita Colombia, hizo su

13. EEU a DE, febrero 22 de 1956, 721.00/2-2256, RG 59, NA.


476 El Jefe Supremo

entrada al palco presidencial junto con otras reinas. Hasta esa


fecha, María Eugenia había sido el barómetro de la populan
dad del gobierno. En la Plaza de Santamaría ese barómetiu
marcó la desaprobación popular y el desprestigio en que caía H
gobierno del general Rojas Pinilla14.
Interrogados por un cronista del diario “El Mercurio", el
general Deogracias Fonseca y el coronel Luis E. Ordóñc/,
afirmaron que realizar una investigación acerca de los crin»'
nes cometidos el 5 de febrero, era una tarea imposible. Rdl
riéndose a las declaraciones de los dos militantes, el escritm
Luis Eduardo Nieto Caballero (Lene), en carta abierta a Roja»,
escribió:

No he leído, señor Presidente, una declaración más grave


ni más escandalosa durante todo su gobierno. Porque se titila
de un crimen oficial, planeado, ensayado, durante toda la
semana, con venta de cerca de siete mil boletas a las autoridadi1*
y con prohibición de hacerlo público a partir de cierto monten
to, cuando se juzgó que el número era suficiente para el expon-
mente que pensaba hacerse mientras Ud., señor Presidente, con
una comitiva casi tan numerosa como la que llevó al Ecuatlin,
iba a pronunciar su oración contra los ‘guerrilleros inteleclmi
les’ en la generosa y ubérrima ciudad de Barranquilla15.

14. EEU a DE, febrero 22 de 1956,721.00/2-2256, RG 59, NA; Diario,h


Colombia, febrero 19 de 1956; entrevistas con varios testigos que pidieron mi
revelar sus nombres.
15. Luis Eduardo Nieto Caballero a Rojas Pinilla, febrero 10 de l‘Dñ
Efectivamente, las comitivas presidenciales que acompañaban a Rojas en sin
viajes eran muy numerosas. A Barranquilla, ciudad que visitó los días 4,5 y (i
de febrero de 1956, mientras ocurrían los hechos de la plaza de toros, Ro|m
llegó con 74 personas, entre ellas, su hija María Eugenia y su esposo Motril»
Díaz y Alcides Bru con quien realizó varios negocios de ganadería. 1.isla ib
la comitiva del presidente Rojas Pinilla en su visita a Barranquilla, febiein 1
de 1956, APR. A propósito del viaje de Rojas a Barranquilla, el humor nc|iiu
bogotano no demoró en convertirlo en chiste:
—¿Sabe por qué se suspendieron las corridas en Bogotá?
— No, ¿por qué?
— Porque el ‘matador’ se fue para Barranquilla.
"No se lo ofrezca porque se lo lleva p a ’ Melgar” 477

Somoza solidario

El efecto inmediato de los muertos de Bogotá, ignorados


por el gobierno, fue el aumento de las restricciones a la prensa.
Carlos Villar Borda, corresponsal de la United Press en Co­
lombia, recibió en carne propia los dardos de la censura oficial,
al ser demandado por injuria y calumnia. El cargo: enviar
“información falsa al exterior sobre la corrida de toros del 5 de
febrero, específicamente, por el párrafo en el cual aseguraba
í que habían sido los hombres del SIC vestidos de civil quienes
habían golpeado a los espectadores con cachiporras y mano­
plas” . El coronel Ordóñez declaró al servicio noticioso Colom­
bia Press, que consideraba a “ Villar un traidor a la patria
quien, en lugar de informar sobre su país, lo difamaba en el
' exterior” . Las declaraciones de Ordóñez fueron interpretadas
como una sentencia de culpabilidad16. Efectivamente, Villar
Borda fue hallado culpable de injuria y calumnia por la justicia
| de Cundinamarca. Menos de tres años atrás, Villar Borda
I había publicado una breve pero elogiosa biografía de Rojas,
| sub-titulada “ El Segundo Libertador” . Que en tan corto tiem-
i po se hubiera convertido en reo del régimen muestra muy bien
j la transformación de Rojas ante los periodistas.
Las noticias que “difamaban a Colombia en el exterior” 17,
llegaron a involucrar también a Nicaragua. Entre los asistentes

16. EEU a DE, abril 12 de 1956, 721.00 (W)/4-1256, RG 59, NA.


17. Rojas se preocupó mucho por crear una imagen amable de su
Hobierno en el exterior. Con ese propósito con trató por$600.000 dólares una
campaña publicitaria que fue organizada por la firma norteamericana Ha-
inilton Wright Organitation Inc. Según el contrato, la Hamilton Wright se
comprometía a “prestar estrecha colaboración a la Dirección Nacional de
1 Información y Prensa en la preparación de artículos o actividades publicita-
i rias destinadas a refutar, con un punto de vista Norteamericano, cualquier
i publicación que aparezca en los Estados Unidos contraria al gobierno de
Colombia, estando en la obligación de informar a la Dirección de Informa­
ción y Prensa en forma inmediata, de la aparición de cualquier artículo en
contra de los intereses del país, suministrando el material del artículo o
información aparecidos” . Otras cláusulas del contrato obligaban al contra­
tista a divulgar por prensa y cine y televisión en Estados Unidos, Canadá,
478 El Jefe Supremo

a la corrida del 5 de febrero se encontraba el hijo del embajadi n


de ese país en Colombia, quien fue golpeado y arrestado por ln
policía. El embajador Gilberto Lacayo protestó enérgicamcn li­
ante el presidente Rojas con un telegrama. La prensa centren*
mericana reprodujo el mensaje del embajador y los comenla
rios editoriales, señalando la brutalidad de lo ocurrido, aumm
taron la temperatura del gobierno colombiano. El disgusto iIp
Rojas llegó a oídos del presidente nicaragüense, General Anim
tasio Somoza. El Canciller en Managua transmitió al embujtt*
dor de Colombia, César Garrido, el mensaje de Somoza según
el cual su solidaridad con Rojas no era sólo de amigo, sino
también de militar y presidente; expresó igualmente su den
aprobación por el proceder de su embajador en Bogotá, «
quien pensaba retirar “para no disminuir la amistad con el
gobierno de Colombia” . Con esos argumentos, Gilberto Laca
yo fue llamado a Nicaragua por orden de Somoza “con «I
ánimo de mantener el lema de solidaridad con el Presiden!*
Rojas Pinilla” 18.

Una diversión obligatoria

Los sucesos de la Plaza de Santamaría también se encarga


ron de enriquecer el anecdotario de la dictadura. Julio Cénat
Turbay, visitante asiduo y fuente muy apreciada en la emlm

Centro y Sur América sobre “la estabilidad interna, desarrollo y progn<*ii


con el fin de atraer más inversionistas y turistas y de crear un ambiente d*
benevolencia y comprensión hacia Colombia y su gobierno en aquidlin
países. El contrato fue celebrado los últimos meses del gobierno de Urduii*!*
Arbeláez pero no alcanzó a ser aprobado. El señor Hamilton Wriglit vltirt
entonces a Bogotá a convencer al gobierno de Rojas para que el acuerdo ••
pusiera en ejecución. Rojas conceptuó que debíaaprobarseyseinició,inl.m
los Estados Unidos una campaña en favor de empresas oficiales colnnililit
ñas. Contrato con la Hamilton Wright, fecha ilegible, APR; Acta IIJ.
Consejo de Ministros, octubre 22 de 1953.
18. Gilberto Lacayoa Rojas Pinilla,febrero 6de 1956; César Gimldo
Relaciones Exteriores, febrero 21 de 1956\ Diario de Costa Rica,febrero I Id»
1956, APR.
“No se lo ofrezca porque se lo lleva p a ’ Melgar" 479

jada norteamericana, relató al consejero de la misma, el si­


guiente episodio:

Como reacción obvia a los incidentes del 5 de febrero


algunos asistentes al Teatro Coliseo abuchearon la imagen de
Rojas proyectada en el noticiero [Actualidad Nacional]. Miem­
bros de la policía o del ejército que estaban presentes o que
fueron avisados rápidamente sobre la rechifla, cerraron las
puertas del teatro y obligaron a los espectadores a mirar el
noticiero repetidamente hasta las dos de la mañana.

La embajada dio cuenta de otros incidentes parecidos


ocurridos en otros teatros capitalinos19.
Los hechos trascendieron al conocimiento público. La
República —rara avis— defendió el derecho de la ciudadanía
de asistir tranquilamente a sus espectáculos favoritos a la vez
que criticó la actitud de las autoridades militares que exigieron
la repetición del noticiero oficial hasta la madrugada. Como
respuesta a su opinión, el director del periódico, Silvio Ville­
gas, fue citado a las oficinas del SIC para que contestara ciertas
preguntas referentes a la plaza de toros y a los incidentes de los
teatros20.
De visita por Vélez, Santander, donde había trabajado
como ingeniero civil años atrás, Rojas se refirió públicamente a
los hechos de la plaza de toros para condenarlos en nombre de
la sociedad cristiana y del jefe de Estado de una nación culta,
así hubieran sido cometidos por amigos o enemigos del gobier­
no, por gente de clase alta o baja, por comunistas, liberales o
conservadores. Sin embargo, no desaprovechó la ocasión de
referirse a la ‘irresponsabilidad de los jefes políticos’ y su
‘intento ciego de recuperar el prestigio perdido’. “Ningún co­
lombiano siente con tanta pena cualquier acto de violencia
como el presidente” , declaró Rojas, sin aceptar en ningún

19. EEU a DE, febrero 21 de 1956, 721.00/2-2156, RG 59, NA.


20. La República, febrero 19 de 1956; EEU a DE, febrero 23 de 1956,
121.00 (W)/2-2356, RG 59, NA.
480 El Jefe Supremo

momento la responsabilidad del gobierno ni la participación


oficial en el incidente y sin nombrar siquiera una comisión
oficial investigadora a cargo de un magistrado de la Coi le
Suprema de Justicia como ocurrió un año y medio antes, a t ul/
de la matanza de los estudiantes. ¿Endurecimiento del légi
men? o impedimento creado por la presencia de su hija y de su
yerno como protagonistas de los incidentes?21.
Diario de Colombia, Jomada (gaitanista) y La Repúblii ¡l
aplaudieron el discurso presidencial. El diario conservadoi
anotó que las palabras del presidente sancionaban inclusive n
aquellos que intentaban defender el crimen, refiriéndose cvl
dentemente al periódico de Moreno Díaz que había presentadu
los hechos como ‘triviales’ y de ocurrencia usual en esa clase de
espectáculos22.

En el Senado

Cuando los insucesos del Circo de Toros se ventilaron en


1959 en el recinto del Senado, Rojas Pinilla rechazó IihIm
responsabilidad alegando que al día siguiente de la primen*
rechifla convocó a todos los comandantes militares y les exigió
que en la próxima corrida garantizaran “la libertad de aplainlu
o de rechazar las actuaciones de los toreros” . La amnesia y ln
necesidad de defenderse llevaron al general en retiro a presen
tar esa versión mínima de los hechos, para trasladar cualquiei
responsabilidad a los comandantes militares. Rojas no aludió h
la iracundia que lo embargó cuando supo de las rechiflas a mi
hija y ante el Senado dijo que él solamente manifestó mili'
comandantes y ministros que no creía que el pueblo de Bogold
silbara a María Eugenia o a dama alguna. “ Yo les manifexlí
que seguramente esas voces de protesta que se escuchaml!

21. Si realmente hubo o no investigación sobre los hechos del 1 il*


febrero, fue imposible establecerlo porque los archivos del SIC fueron iiu lito
rados en 1979.
22. EEU a DE, febrero 22 de 1956, 721.00/2256, RG 59, NA.
"No se ¡o ofrezca porque se lo lleva pa' Melgar" 481

habrían sido con motivo de la llegada de su esposo, el doctor


Samuel Moreno Díaz” 23.
En su calidad de reo, Rojas añadió que dio orden de
repartir boletas a los soldados, generalmente imposibilitados
de presenciar corridas, para que ayudaran a mantener el orden.
Versión ésta que confirma la presencia de fuerzas oficiales en la
plaza de toros por disposición del gobierno, aunque Rojas no
reconoció su verdadera misión de apaleadores.
Sin embargo, otra afirmación de Rojas sí encuentra verifi­
cación independiente. Se trata de un hecho que por la época
tuvo escasa o ninguna difusión: “ ...es bien sabido que la Direc­
ción Liberal organizó esa corrida” , dijo al referirse al espectá­
culo en que Lleras Camargo fue aplaudido y María Eugenia
silbada24. Un documento del corresponsal de T i m e en Bogotá y
secretario general de la Universidad de los Andes, Franz von
Hildebrand, indica que “la manifestación en favor de Lleras
también fue organizada. Los Santos jóvenes (¿Enrique y Her­
nando Santos Castillo?) compraron 500 boletas y las distribu­
yeron entre sus seguidores. No necesitaron más de 500 ya que
de todas formas la multitud de buena gana viva a Lleras. (El
gobierno compró 7.200 boletas para el domingo siguien­
te)” 25.

23. Senado de la República, Comisión Instructora, El Proceso contra


Gustavo Rojas Pinilla en el Congreso de Colombia (Bogotá: Imprenta Na­
cional, 1960), II, p. 453.
24. (El Proceso..., II, p. 452).
25. Este documento de von Hildebrand fue facilitado a los autores a
condición de no revelar la fuente. En marzo de 1986, El Tiempo hizo una
publicación especial recordando los hechos de la Plaza de Santamaría, pero
no mencionó a María Eugenia Rojas de Moreno Díaz, por su nombre, ni una
sola vez. El Tiempo, marzo 23 de 1986.
36. El clero en las buenas,
pero no en las malas

La Embajada ante la Santa Sede saluda atentamente a la


Excelentísima y Reverendísima Secretaría de Estado de Su
Santidad y se complace en transcribirle el mensaje recibido del
Ministerio de Relaciones Exteriores.
Bogotá, 13 de enero de 1953. —Emcolombia— Vaticano.
Informárnosle Decreto 0038 expedido ayer con la firma de
todos los Ministros declaró el 15 del presente mes, día cívico
como testimonio de la jubilosa adhesión del pueblo de Colom­
bia con motivo de la exaltación de Su Eminencia Monseñor
Crisanto Luque a la dignidad Cardenalicia. Las autoridades
nacionales se asociarán a la Junta Nacional creada por la
Curia Arquidiocesana de Bogotá para preparar la solemne
recepción a Su Eminencia el día del regreso al territorio nacio­
nal. El gobierno le reconoce el rango protocolario internacio­
nal que se otorga como a Príncipe Heredero cuando asista a
ceremonias oficiales. Su Eminencia recibirá honores corres­
pondientes a la alta jerarquía por parte de las Fuerzas Arma­
das, las cuales serán objeto de reglamentación especial. Su
Eminencia viajando al exterior unirá a la jerarquía de Príncipe
Heredero, el carácter de Embajador Extraordinario. El Decre­
to ordena que el retrato al óleo de Su Eminencia sea colocado
en la Iglesia de San Cosme y San Damián, Titular de la misma.
El gobierno contribuirá con la suma de USSl’óOO.OOO para la
construcción del Palacio Cardenalicio y atenderá con la asigna-
484 El Jefe Supremo

ción anual de US$25.000 para los gastos que el rango le exige.


EXTERIORES1.

D e esa manera, el gobierno de Laureano Gómez festejaba la


exaltación del Arzobispo de Bogotá Crisanto Luque a la digni­
dad cardenalicia. El nombramiento había sido obra suya pues
en realidad el ascenso correspondía a Monseñor Luis Concha,
Gómez había presionado la elección de Luque porque lo
consideraba su amigo y un aliado de confianza.
Sin embargo, los planes de Laureano Gómez de contar
con una iglesia incondicional a su gobierno, fueron interrum­
pidos cuando el Cardenal Luque prefirió respaldar a Mariano
Ospina Pérez cuando se estableció la pugna entre los dos jefes
conservadores. De esa manera, el golpe de Estado del general
Rojas Pinilla fue visto con buenos ojos por el Cardenal, aún
por encima de su vieja amistad con Laureano Gómez.
Así, cuando el Comandante General de las Fuerzas Ar­
madas subió al poder el 13 de junio de 1953, la relación entre la
iglesia católica y Estado colombiano era de cercana cordiali­
dad ya que el derrocamiento de Gómez había sido preparado
por ambos, el Cardenal y el expresidente Ospina12.
Pocos días después del “golpe de opinión” , el Cardenal
Luque, acompañado de altas jerarquías eclesiásticas, acudió a
Palacio a saludar al general y a ofrecerle su colaboración y
apoyo3. Sin embargo, no todos los siervos de Dios habían
aprobado el nuevo régimen ni el gesto de solidaridad del
Primado de Colombia. Un informe enviado por el Comandan­
te Gonzalo Neira al Coronel Gustavo Quintero Santofimio y
transcrito por éste al presidente, puso en evidencia cómo de­
trás de la cordialidad del Cardenal, el alto clero se negaba a
aceptar a Rojas. Transcribimos casi la totalidad del informe de

1. Cancillería a Embajada ante la Santa Sede, enero 16 de 195',


AECSS.
2. Las Guerrillas del Llano y otras cosas más... Ultima entrevista con
Gustavo Rojas Pinilla, Revista de fJistoria, Bogotá, agosto de 1975, p. 7,
Entrevista con Lucio Pabón Núñez, Revista de Historia, Bogotá, mayo de
1974, p. 19.
3. Circular de la Cancillería a Embajadas, junio 26 de 1953.
El clero en las buenas, pero no en las malas 485

inteligencia porque además ilustra la beligerancia y la inter­


vención del clero católico en la política colombiana de aquellos
años:

Señor Comandante: Para su conocimiento y fines consi­


guientes me permito informarle en forma estrictamente confi­
dencial algunos detalles de la Conferencia Episcopal hace po­
cos días reunida en Bogotá. En contra de lo que se pensaba, de
los cuarenta y seis prelados que asistieron a la Conferencia,
cuarenta y dos estuvieron totalmente de acuerdo [entre ellos] y
se sostuvieron contra la tesis del Sr. Cardenal. En primer lugar,'
no quisieron aprobar el saludo original que su Eminencia
presentó dirigida (sic) al sr. Presidente de la República. El
Arzobispo de Cartagena, le hizo notar al Cardenal [Luque] que
si era en la actualidad Cardenal, se lo debía al Dr. [Laureano]
Gómez y no al Presidente Rojas Pinilla. Los prelados se sostu­
vieron en la tesis de que el Dr. Gómez jamás había perseguido
la Iglesia y que sus ataques cuando las discusiones del concor­
dato, habían sido justos. Por ésta razón el saludo que se presen­
tó al Sr. Presidente fue modificado, siendo derrotada la tesis del
Cardenal. También se sostuvo la tesis de que el Dr. Gómez era
el legítimo Presidente de la República ante Dios y ante la Ley.
El Cardenal no logró imponer una norma de conducta de la
Iglesia delante del actual gobierno, porque los cuarenta y dos
prelados se declararon en desacuerdo y sostuvieron que no
obraban contra sus conciencias. [...] Los prelados sostuvieron
la tesis de que dentro de poco el país estará en franca revuelta
porque el Gobierno actual es un tránsito entre el conservatismo
y la revuelta liberal-comunista. Los prelados informaron sobre
la situación de sus diócesis y alguno dijo que en Bolívar al Sr.
Presidente no le dicen el Teniente General sino el “Terra­
teniente”, debido a que últimamente ha adquirido grandes
fincas en la costa. En síntesis, el Sr. Luque y los tres compañe­
ros que lo rodearon en todas sus iniciativas, quedaron comple­
tamente derrotados por el bloque compacto de los otros obis­
pos. Me parece, Sr. Comandante, que este informe tiene más
trascendencia de la que a primera vista puede concedérsele. He
48 6 El Jefe Supremo

podido comprobar la veracidad de lo escrito, conversando con


varios informantes de absoluta seriedad45.

Por encima del repudio de sus subalternos, el Cardenal


Luque realmente apreciaba al General Rojas. Lucio Pabón
Núñez lo confirmó cuando fue entrevistado años más tarde.
Dijo el ex-ministro de Gobierno:

Luque no fue hecho Cardenal cuando el régimen de Ospinn


sino durante el régimen de Laureano. [...] Cuando vino Roja*,
eran amigos personales. [...] y [el Cardenal] concibió bastante
afecto a Rojas [...], lo apoyaba en general y le daba consejos. V
Rojas le respondía, le hacía consultas directa o indirectamente',

El afecto se percibía en las frecuentes misivas que se


intercambiaban con motivos, a veces, triviales. La siguiente
nota, del Cardenal para el Presidente, es un ejemplo del tono v
el estilo de la relación entre los dos hombres más poderosos de
Colombia a comienzos de la década del cincuenta:

Excelencia: Al acusar a Vuestra Excelencia recibo de vues


tra muy fina carta de fecha ocho del presente, escrita con
motivo de mi regreso a la Capital, me complazco en expresar a
Vuestra Excelencia mi más hondo agradecimiento por vucstui
gentileza, a la vez que aprovecho la ocasión para pedir a Dios,
como lo hago diariamente, que os conceda sus divinos auxilios,
a fin de que podáis conducir a Colombia por firmes caminos dr
paz y progreso6.

La reticencia de los obispos frente al nuevo gobernanlr


tenía una relación directa con la lealtad política del clero hacín
Laureano Gómez, que no cesaba en sus ataques contra Rojas n

4. Quintero Santofimioa Rojas Pinilla,CC-EMG-D2/395,diciembir I


de 1953, APR.
5. Revista de Historia, Bogotá, noviembre de 1981, p. 19.
6. Luque a Rojas Pinilla, Bogotá, julio 13 de 1954, APR.
£/ clero en las buenas, pero no en Ias matas 487

quien llamaba el “ Usurpador” ni en las exigencias de lealtad


del clero hacia su persona. La carta de Gómez al sacerdote
jesuita Félix Restrepo a causa de los dineros recibidos de Rojas
para la construcción del Hospital San Ignacio en Bogotá, y el
agradecimiento que el sacerdote manifestó públicamente, es
una buena muestra tanto del desprecio que Laureano sentía
por Rojas como de la presión que intentaba ejercer sobre el
clero para evitar que éste apoyara al “ Usurpador”:

Sobre el dinero mal habido —sentenció el exiliado


presidente— hay en San Mateo una enseñanza. Dice el evange­
lista que Judas vendió a Jesús condenado, restituyó las treinta
monedas a los príncipes de los sacerdotes y se ahorcó. Los
sacerdotes cogieron las monedas, pero no se atrevieron a jun­
tarlas al dinero del Templo, porque era precio de la sangre [...]
Los sacerdotes judíos tuvieron reato de mezclarlo puro con lo
impuro. Si de parte de S.R. está cumplida toda la prestación del
atroz y tácito convenio, perciba las monedas pero no las revuel­
va con las limosnas de al mas puras... ¿de qué le va a servir a S. R.
haberlas conseguido, si ha perdido su alma? [...] Porque perder
el alma en el sentido filosófico, es batirla por intereses hasta la
adulación del tirano7.

La reprimenda del ex-presidente al jesuita se hizo pública.


La prensa también publicó las cartas de Gómez Castro al
Obispo de Santa Rosa de Osos, Monseñor Miguel Angel Bui-
les, y a Monseñor Ocampo, obispo de Tunja, viejos amigos y
fanáticos admiradores del dictador exiliado: En ellas Laurea­
no exigía, en nombre de “la veneración” que durante tantos
años se habían profesado, que los dos jerarcas le negaran
apoyo episcopal y rehusaran sentarse en la misma mesa con el
general Rojas Pinilla, su peor detractor8.
Según El Tiempo, estos ataques eran propios del estilo
intimidatorio de Laureano, el cual ya había intentado ejercer

7. Laureano Gómez a Félix Restrepo, S.J., sin fecha, APR.


8. Schoenfeld a DE, marzo 30 de 1954, 721.00(W)/3-3054, RG 59, NA.
488 El Jefe Supremo

antes sobre monseñor Ismael Perdomo e inclusive sobre el


Nuncio Apostólico, Monseñor Serena9.
El amedrentamiento no dio resultados efectivos pues al
finalizar 1954, el Cardenal Luque presentó una nueva proposi­
ción de saludo para el General, aprobada unánimemente por
la Conferencia Episcopal. La proposición aprobada por todos
los obispos que un año atrás se oponían a Rojas, “ imploraba a
Dios abundantes luces para el desempeño de las altas y delica­
das funciones encomendadas a su Excelencia” 101.

¿A qué se debió el cambio de actitud?


Rojas, católico ferviente como era, prefirió ignorar la
oposición que le había declarado la Conferencia Episcopal el
año anterior. Por el contrario, se esforzó por complacer las
demandas del clero que fácilmente se resbalaban de lo político
a lo económico. El 30 de agosto, por ejemplo, Rojas respondió
muy comedidamente al Arzobispo de Popayán, Diego María
Gómez, quien le solicitaba el cambio de gobernador para el
Departamento del Cauca. “ Agradezco a S.E. su interés en
colaborar con el gobierno [...] “Y prometo a S.E. estudiar con
atento cuidado el problema que me plantea para resolverlo en
la forma que mejor consulte los intereses de la religión y de la
patria” 11.
Pero más que complaciente en política, el Teniente Gene
ral había sabido mostrarse generoso con los dineros estatales
ante las solicitudes pecuniarias de los jerarcas.
En octubre de 1953, por decreto 2597, transfirió a la
Arquidiócesis de Bogotá, con destino exclusivo a la Casa tlel
Clero, la propiedad que tenía la Nación desde 1905 y donde
estaba situado antes el antiguo Palacio de la Nunciatura Apos
tólica12.

9. E l T ie m p o , marzo 28 de 1954.
10. Luque a Rojas Pinilla, noviembre 30 de 1954, APR.
11. Rojas Pinilla a Diego María Gómez, agosto 30 de 1954, APR
12. Arquidiócesis de Bogotá al secretario general de la Presidcm I»,
noviembre 23 de 1954.
El clero en las buenas, pero no en las malas 489

Ya con la propiedad asentada en sus libros contables, el


Cardenal Luque escribió al Ministro de Hacienda, Carlos
Villaveces, una carta de negocios en la cual el prelado se
quejaba porque “del millón seiscientos mil (T600.000.000)
votados por el decreto No. 38 del 12 de enero del año en curso,
para la construcción del Palacio Cardenalicio y Arzobispal de
Bogotá, un millón ($ l ’OOO.OOO) había sido apropiado en el
presupuesto y estaba siendo pagado con toda puntualidad, a
razón de cien mil pesos ($ 100.000) mensuales” , pero según los
datos suministrados por los arquitectos de la obra, “gastado el
millón ($ l ’OOO.OOO) de pesos, aún faltaría un millón novecien­
tos sesenta y tres mil ($ T693.000) para terminar el palacio” ,
por lo cual, el Cardenal le solicitaba al Ministro, el favor de
: incluir y destinar en el presupuesto de 1954 un millón doscien­
tos mil pesos para la obra en referencia13.
También por carta, el Ministro Villaveces lamentó que el
gobierno no estuviera en capacidad de incluir en el presupues­
to de Obras Públicas la partida solicitada por Su Eminencia,
aunque a renglón seguido prometió que el gobierno estudiaría
“la posibilidad de abrir un crédito durante el curso de la
presente vigencia destinado a completar el valor del auxilio
dispuesto en el decreto. El Cardenal protestó ante Rojas por la
respuesta del Ministro14.
Las palabras del Cardenal debieron surtir efecto, pues con
Rojas Pinilla, el Palacio Cardenalicio recibió los aportes pro­
metidos por Gómez y Urdaneta15.

13. Luque a Villaveces, diciembre 29 de 1953, APR; el decreto No. 38 de


enero de 1953 fue firmado por Roberto Urdaneta Arbeláez y a él hacia
referencia el comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores del 16 de
enero de 1953. En él, se anunciaba que el gobierno contribuiría a la construc­
ción del Palacio Cardenalicio con 1 millón 600 mil dólares, sin embargo, el
Cardenal en sus cartas siempre habló de pesos.
14. Villaveces a Luque, enero 18 de 1954; Luque a Rojas Pinilla, enero
19 de 1954, APR.
15. Informe de Monseñor Miguel Huertas Escallón, mayo 18 de 1988.
Otros dineros fueron entregados a la Iglesia por decisión del Presidente. Por
ejemplo, el decreto 3427 de 1954, dictado dentro de las atribuciones del
490 El Jefe Supremo

Fue su devoción religiosa casi parroquial la que llevó a


Rojas a dictar el decreto ejecutivo del 27 de noviembre de 1954,
mediante el cual concedió la Orden Boyacá a la Santísima
Virgen de Chiquinquirá, Reina y Patrona de Colombia. Y aquí
vale la pena señalar cómo el fanatismo piadoso casi primitivo,
que llega a confundirse con la anécdota, ha sido otro de los
elementos típicos de los dictadores latinoamericanos. Solo
para citar algunos ejemplos, Mariano Melgarejo, dictador
boliviano durante 27 años, le escribía diariamente cartas a
Dios en las cuales lo llama “ Querido Primo” . Y Rafael Leóni­
das Trujillo, en República Dominicana, hizo erigir una inscrip­
ción con alumbrado eléctrico que rezaba “ Dios y Trujillo” 1''.
Rojas no utilizó el correo Divino ni se asoció en avisos
luminosos con el Altísimo, pero no se quedó atrás en su
devoción cargada de alabanzas históricas. En los consideran­
dos del Decreto, escribió:

Que en 1816 cuando las armas de los Ejércitos Libertado­


res corrían gravísimo peligro de no alcanzar su noble objetivo
patriótico por carencia absoluta de recursos, Nuestra Señoril
cedió todo el dinero de las ofrendas que se le habían hecho y las
valiosas alhajas con que se adornaba, viajando el Tribuno de!
Pueblo, José Acevedo y Gómez personalmente a Chiquinquiuí
para recibir el cuantioso y oportuno donativo que salvó In
causa de la patria;
Que el vencedor de la última batalla de la guerra civil dr
1900, en peregrinación especial, acompañado de sus tropas, Ir
ofreció la victoria obtenida por su invocación y le pidió la pii/
pública de que hemos gozado desde entonces17;

artículo 121 (estado de sitio) ordenó la suma de $ 15.000 para ayuda de lo*
gastos del congreso Interamericano para la Defensa de la Fe que se reunió en
enero de 1955. Decreto 3427 del 27 de noviembre de 1954.
16. Conrado Zuluaga, Novelas de Dictadores, Dictadores de Novela,
(Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1977), p. 85.
17. Curiosamente, año y medio antes de que el General redactara sin
motivaciones para condecorar a la Virgen, el país acababa de atravesar poi
la más sanguinaria guerra civil, que fue la razón última de su golpe de estado
El clero en las buenas, pero no en las malas 491

Que la Santa Sede ha discernido los máximos honores a la


Virgen de Chiquinquirá, proclamándola Patrona y Reina de
Colombia [...].

Por estos motivos y otros similares, el Presidente de la


República en uso de sus facultades, decretó “ la condecoración
de la Orden de Boyacá, en el grado de Gran Cruz Extraordina­
ria a la imagen de la Santísima Virgen de Chiquinquirá” 18.
Pero no todo fueron elogios, medallas y contribuciones.
Rojas también ofreció al clero participación en el gobierno
como que le asignó dos curules en la Asamblea Nacional
Constituyente. Los dos representantes debían ser designados
por el Cardenal. Según reveló Pabón Núñez años después,
“cuando se obtuvo la autorización para ampliar la Constitu­
yente, se incluyó por allí una disposición que autorizaba a
nombrar representantes, no me acuerdo si era uno o dos, de la
Iglesia. Y yo estuve hablando personalmente con el Cardenal
para que aceptara él llevar la representación. Me dijo: “ Hom­
bre mira, no es conveniente por ahora que ni yo ni ningún otro

18. Decreto No. 3430, del 27 de noviembre de 1954, APR. Durante la


ceremonia, Rojas dirigió estas palabras a los colombianos: “Esta imponente
y significativa ceremonia es la más valiosa recompensa en mi vida de Gober­
nante, po rque revive el momento histórico en que el Libertador vino a dar las
gracias a la Comunidad Dominicana por las valiosas joyas que habia regala­
do para la campaña emancipadora y a poner a los pies de la Virgen las
victorias y amarguras que inmortalizaron la epopeya americana [...]”. “En
momentos difíciles de la existencia nacional la Virgen de Chiquinquirá ha
salido de su templo para recorrer los caminos de la Patria y santificar con su
presencia el fervor de las muchedumbres [...]”. “Entre el clamor jubiloso de
la feligresía ha recibido el homenaje de Prelados y Gobernantes, para no
hablar del día memorable en que fue públicamente coronada como Reina de
Colombia, es decir, como Soberana de nuestras almas y Emperatriz de
nuestros destinos” [...] “Una vez más la Patria proclama su realeza con firme
voluntad de continuar bajo su maternal dirección. A esas insignias imperia­
les del cetro y la corona, obsequio de los humildes y poderosos en comunión
espiritual, agrego hoy, interpretando el querer de mis conciudadanos, la
Cruz de Boyacá, como reconocimiento expreso de sus bondades con Colom­
bia, que ha sido suya desde aquel luminoso día de 1586 [...]”. Rojas en
Chiquinquirá, sin fecha, APR.
492 E! Jefe Supremo

prelado concurra a la Constituyente. Pero sí es bueno tener ahí


el puesto, en cualquier momento puede ser útil que nosotros
nos presentemos, inclusive para defender al Gobierno” 1''.
Así, cordiales y amistosas transcurrieron, hasta febrero de
1956, las relaciones entre el Teniente General Jefe Supremo y
Su Eminencia Ilustrísima el Cardenal Primado de Colombia.
Inclusive, Rojas difundió entre sus subordinados y gobernados
la idea de que la Iglesia era parte fundamental del Estado. En la
celebración del tercer aniversario de su ascenso al poder, el
cabo primero del ejército que a la vez fungía de inspector de
Policía en Nocaima, Cundinamarca, en solemne acto con dis­
curso, recordó a sus conciudadanos: “ El Teniente General
Jefe Supremo Excelentísimo Señor presidente de la República
desde que tomó posesión del cargo de Jefe del Estado ha
ordenado a todos que tenemos el honor de ser sus subalternos,
de obedecer a la Iglesia Católica y de hacerla respetar con
todas nuestras fuerzas, sancionando ejemplarmente a todos
los que desobedezcan considerando mala conducta y proce­
diendo inmediatamente a ordenar la destitución del respectivo
empleado” 1920.
Era claro, también, que Rojas necesitaba el apoyo del
clero como fuerza política aglutinadora de opinión. En Gar­
zón, Huila, el presidente reiteró la importancia de la iglesia
como elemento cohesitivo en el establecimiento del orden
institucional. La importancia de reforzar la educación católica
en Colombia había sido el tema de su discurso en Neiva, el día
anterior. “ Este discurso bien puede ser un intento del Presiden­
te Rojas Pinilla de resaltar la importancia de la Iglesia, particu­
larmente porque su apoyo tiene gran significado sobre todo
porque el presidente está buscando su reelección para el perío­
do 1954-58” , señaló la embajada norteamericana a Washing
ton21.

19. R e v is ta d e H is to r ia , Bogotá, noviembre de 1981, p. 19.


20. Mario Hernández Jiménez, inspector de Policía de Nocaima, junio
13 de 1956, APR.
21. EEU a DE, marzo 9 de 1954, 721.00(W)/3-954, RG 59, NA.
El clero en las buenas, pero no en las malas 493

El cardenal crítica

Para infortunio del primero, las buenas relaciones entre el


General y el Cardenal se fueron deteriorando con el paso del
tiempo y el devenir de los escándalos oficiales. Ni la generosi­
dad con que el presidente manejó el erario público cuando Su
Eminencia tendió la mano, ni el apoyo manifestado por el
Cardenal al Jefe Supremo, lograron mantener unidas las dos
potestades. Los sucesos de la Plaza de Santamaría, el 5 de
febrero de 1956, marcaron el resquebrajamiento de las relacio­
nes entre el régimen rojista y la iglesia católica.
El Catolicismo, órgano de difusión de la Curia que no
padecía la censura, condenó enfáticamente lo ocurrido esa
tarde de toros. Si bien los renglones iniciales reprochaban la
ausencia de buenos modales del público “semisalvaje” hacia
María Eugenia Rojas de Moreno Díaz puesto que “ una señora
es siempre digna de respeto y mucho más cuando a sus condi­
ciones de tal, une títulos que la hacen acreedora a especiales
consideraciones” , el contenido general del editorial, criticaba
al gobierno: “la promesa que implicaba que no habrían distur­
bios, quedó sin cumplimiento alguno: bajo la mirada indife­
rente de las fuerzas policiales se desarrolló el bárbaro atentado
como si la consigna hubiera sido la de observar con compla­
cencia cómo los matones abofeteaban y herían a quienes no
quisieron acompañarles en su destemplada gritería”22.
Rojas quiso dejar pasar por alto el pronunciamiento del
clero. De hecho, fue la única condena que el presidente no
asoció en sus discursos y declaraciones con la “ oposición
subversiva” . Sin embargo, para asombro suyo, el editorial de
El Catolicismo que había pretendido ignorar, fue ampliamente
respaldado por el Cardenal Crisanto Luque. Y, lo que fue aún
peor, el 17 y 18 de febrero la prensa dio a conocer una carta
pastoral en la cual el alto prelado condenaba los “ hechos
indescriptibles” que acababan de ocurrir en la capital y que
merecían toda reprobación por la gravedad inherente a ellos,

22. Editorial de El Catolicismo, copia a máquina sin fecha en el APR.


494 El Jefe Supremo

por las circunstancias particularmente criminales y porque


ellos “ son la manifestación de una alarmante descomposición
social”23.
Rojas, conciliador y católico, respondió concediéndole
“la Orden de Boyacá, al grado de Gran Cruz extraordinaria a
Su Eminencia Reverendísima Cardenal Crisanto Luque, Arzo­
bispo de Bogotá, Primado de Colombia” 24. Pero, el distancia-
miento ya se había producido y las recriminaciones del Palacio
Cardenalicio hacia el Palacio Presidencial, se hicieron frecuen­
tes. El 16 de julio de 1956, el Cardenal Luque envió a Rojas una
carta en la cual criticaba duramente a la Tercera Fuerza, el
partido que Rojas intentó fundar por encima de las colectivi­
dades tradicionales y aún contra ellas. El documento criticaba
el juramento de lealtad absoluta que el general había exigido a
las fuerzas armadas, no a la patria y a la constitución, sino
hacia él mismo como Jefe Supremo de la República y jefe único
de la Tercera Fuerza. Este decía así:
Fuerzas Armadas en Servicio Activo y de la Reserva:
¿Juráis a Dios y prometéis a la Patria, ante las cenizas de los
compañeros caídos que reposan en estas cuatro urnas, defender
la libertad y soberanía de Colombia y hacer cumplir las órdenes
del General Jefe Supremo Presidente de la República, no aban
donar a vuestros superiores y compañeros en acción de guerra
ni en ninguna otra ocasión y luchar por la supremacía de la
Tercera Fuerza hasta que los colombianos depongan los odios
políticos al pie de la bandera nacional?
[Sí juro]
Ya Dios y la Patria han recibido el juramento y la promesa
que acabais de hacer y os tomarán cuenta si dejais de cumplir
los deberes que os corresponden como soldados y ciudadanos
ejemplares”25.

23. El Catolicismo, febrero 18 de 1956.


24. Decreto No. 0990 de abril 27 de 1956, APR.
25. Texto del juramento, junio 12 de 1956, APR. La organización del
lanzamiento de la Tercera Fuerza estuvo a cargo de Pabón Núñez. ln
circular No. 2043 dirigida a los gobernadores, intendentes y comisarios,
El clero en las buenas, pero no en las malas 495

Varios argumentos encontró el Arzobispo de Bogotá,


Crisanto Cardenal Luque, para proscribir este juramento im­
puesto a las tres armas. “Ciertamente no es lícito exigir a las
Fuerzas Armadas y a una multitud heterogénea juramento de
fidelidad a una persona, de que se cumplirán sin restricción
alguna sus órdenes y de que se luchará por la supremacía de un
movimiento político (en el caso presente la Tercera Fuerza),
cuya significación, objetivos y medios de acción no son sufi­
cientemente conocidos”, escribió del Primado de Colombia al
Jefe Supremo. El Cardenal también señaló que el juramento
ideado por Rojas evocaba peligrosamente al que Mussolini
tenía por costumbre exigir a los comandos fascistas, según el
cual “ quienes se incorporaban en el partido de gobierno jura­
ban ejecutar sin discusión las órdenes del Duce y defender con
todas sus fuerzas, hasta el derramamiento de sangre, la causa
de la Revolución Fascista” . El Papa Pío XII —recordaba el
prelado— lo había condenado en su Encíclica “ Non Abbiamo
Bisogno”26.

firmada por el ministro de Gobierno, en la cual ordenaba unirse al festejo y


los múltiples telegramas de respuesta a la circular no dejan duda de que el
ministro Pabón fue el cerebro de la Tercera Fuerza y que ésta contaba con el
apoyo de las autoridades a lo largo y ancho del país. Circular No. 2043,
junio 23 de 1956, Lucio Pabón Núñez, Ministro de Gobierno a goberna­
dores, intendentes y comisarios; telegramas aceptando instrucciones de la
circular, de gobernadores, intendentes y comisarios, APR. Esta aseveración
coincide con la versión de la embajada norteamericana en la época. EEU a
DE, mayo 30 de 1956, 721.00/5-3056, RG 59, NA. No obstante, para Luis
Jorge Moreno, Secretario General del Directorio Nacional Conservador y
para el Cardenal Crisanto Luque, fue Antonio García el cerebro creador de
la idea del sindicato y del partido de gobierno. Así escribió el Cardenal al
Presidente sobre Antonio García, asesor económico del gobierno: “Después
de 18 años de cátedra ha salido de la Universidad y se encuentra empeñado
en la construcción de un movimiento popular de Tercera Fuerza. Y ¿quién
ignora que el doctor Antonio García dista mucho de conformarse en sus
ideas con la doctrina de la Iglesia Católica? Luque a Rojas, julio 16 de 1956,
APR.
26. Cardenal Luque a Rojas, julio 16 de 1956, APR.
496 FJ Jefe Supremo

El clero contra la Tercera Fuerza

El lanzamiento de la Tercera Fuerza, se llevó a cabo como


parte de la celebración del tercer aniversario del “ 13 de junio",
que duró dos días. El 12, comenzó con una misa campal, ante
la presencia masiva de las Fuerzas Armadas, en la Plaza de
Bolívar. Le siguió un desfile militar y aéreo. Por la tarde la
comitiva presidencial inauguró el edificio de SENDAS y el
Club Militar, donde en la noche, el presidente ofreció un
banquete. Bogotá fue literalmente inundada de vallas calleje­
ras, hojas volantes y anuncios radiales invitando al lanzamien­
to de la Tercera Fuerza, el binomio de las Fuerzas Armadas y
el pueblo “por encima de los partidos” . El desfile militar fue
impresionante y lleno de colorido, pero la reacción del público
fue más bien apática, especialmente cuando entró el presidente
y se dirigió a la multitud. Fue en la Plaza de Bolívar que el
presidente hizo que los militares juraran defender la patria,
obedecer al Jefe Supremo y luchar por la supremacía de la
Tercera Fuerza. Sin embargo, la idea de Rojas de crear su
propio partido “por encima de los partidos” , sumado al des­
pliegue de símbolos y banderas que recordaban los tiempos no
muy lejanos de los regímenes de fuerza en Europa, no desper­
taron entusiasmo en los colombianos, tradicionalmente inscri­
tos o militantes de los partidos liberal y conservador. Y menos
aún de los mismos partidos que veían en la Tercera Fuerza un
ataque frontal a los intereses de sus respectivas colectividades.
En un comunicado, el Directorio Nacional Conservador, los
jefes de ese partido, Guillermo León Valencia, Francisco de
Paula Pérez, Rafael Azuero M. y Juan Uribe Cualla desapro­
baron el movimiento lanzado por el presidente con autorida­
des oficiales en sus mandos: “Ultimamente ha surgido, propi­
ciado y organizado, un movimiento llamado ‘Tercera Fuerza'
cuya heterogénea composición y falta de contenido doctrina
rio definido frente a los múltiples y complejos problemas
nacionales, son contrarias a la ideología conservadora y a la
El clero en las buenas, pero no en las malas 497

tradición histórica del país” 27. El partido liberal había sido


excluido del gobierno desde 1954 y el lanzamiento de la Terce­
ra Fuerza fue interpretado por esta colectividad como una
táctica más de Rojas para reducirlo políticamente. La Tercera
Fuerza se convirtió en un motivo más para que el partido
liberal formara en la oposición y en el Frente Civil28.
El 13 de junio se celebró en el estadio con la asistencia de
unas 60.000 personas, sin contar la presencia masiva de los
militares. La asistencia, según relatan varias fuentes, fue pre­
viamente organizada por las directivas de las diferentes entida­
des oficiales que ordenaron asistir a sus subalternos y emplea­
dos. Miles fueron transportados de las veredas vecinas. El
estadio fue iluminado con avisos de neón con consignas alusi­
vas al binomio Fuerzas Armadas-Pueblo, al gobierno, al presi­
dente y las Fuerzas Armadas por encima de los partidos29.
Símbolos de la Tercera Fuerza enmarcaron el escudo nacional,
al lado de la fotografía gigantesca del General Rojas Pinilla. A
lo largo de las pistas del estadio, desfilaron batallones del
ejército y grupos de civiles portando banderas nacionales y de
la Tercera Fuerza. El desfile marcial, a manera de saludo,
levantaba el brazo al pasar frente a la tribuna donde se encon­
traba Rojas y su comitiva. Alto-parlantes incitaban a los pre­
sentes a lanzar “ vivas” a los trabajadores, a las Fuerzas Arma­
das, al Presidente Rojas y a la Tercera Fuerza30.

27. Declaración del Directorio Nacional Conservador, septiembre 21


de 1956.
28. Luis López de Mesa a Alfonso López Pumarejo, agosto 25 de 1956,
APR.
29. Los avisos luminosos fueron confeccionados por la fábrica de
avisos luminosos “Neonbueno”. Las leyendas alusivas decían: “Viva el
Trece de Junio”; “La Patria por encima de los Partidos”; “Cruzada Colom­
biana contra los Odios Políticos”; “Gobierno FF.AA Garantía Nacional”;
“Rojas Pinilla Presidente de los Colombianos”; “SENDAS protege sin
discriminación”; “Dios y Patria”; “Colombia Resurge”; “Paz, Justicia y
Libertad”. Las pancartas luminosas tuvieron un costo de 70.000 pesos de la
época. Neonbueno a DINAPE, APR.
30. Entrevista con Isabel Rubio, agosto 16 de 1986; EEU a DE, informe
confidencial, junio 20 de 1956, 721.00(W)/6-2056, RG 59, NA; I n te r m e d io ,
junio 15 de 1956.
49 8 El Jefe Supremo

Ese día, 13 de junio de 1956, se oficializó el nacimiento de


la Tercera Fuerza31. No demoró la protesta del Cardenal en la
cual desaprobaba el partido de gobierno porque, según lo
manifestó en su carta al general, la T.F. contrariaba el espíritu
cristiano y los fundamentos mismos de la Iglesia. “ Preocupa
ver en el ideario de la Tercera Fuerza infiltrados conceptos
socialistas, condenados por el Episcopado colombiano en la

31. Parte de la celebración fue la liberación de varios sindicados por


régimen. La orden de libertad rezaba así: “ El Director Nacional de Informa
ción y Prensa del Estado, Comunica: Que por infracciones del artículo lo.
del Decreto 0684 de 1954, fueron detenidos por el Servicio de Inteligencia
Colombiano los señores Delio Enciso, Guillermo Rincón Bolívar, César
Augusto Vásquez Rodríguez, Jorge Perico Cárdenas y Hernando Santos
Castillo, contra quienes abundan plenas pruebas sobre comisión de ilícitos
contra el orden público y la seguridad del Estado, y en consecuencia, se
encontraban a órdenes de la Justicia en una de las cárceles de la ciudad. Con
motivo de la conmemoración del Tercer Aniversario del ascenso al poder de
las Fuerzas Armadas, la cual acaba de realizarse en el brillo y el entusiasmo
patriótico que el país conoce, el Excelentísimo Señor Presidente General Jefe
Supremo Gustavo Rojas Pinilla, haciendo uso del Articulo 6o. del citado
Decreto, ha otorgado a los procesados la gracia de la libertad y consecuente­
mente, ha ordenado la cesación de todo procedimiento penal contra ellos.
Los sindicados se encuentran en libertad desde las 10 a.m. de la fecha de
hoy”. Edgar Reina, junio 13 de 1956, APR. El comunicado de Reina había
sido previamente autorizado por el Coronel Luis E. Ordóñez, Jefe del SIC
quien escribió al Juez 3 de Instrucción del mismo SIC: “[...] Le comunico que
el Excelentísimo Señor Presidente de la República ha determinado hacer uso
de la facultad que le concede el artículo 6o. del citado Decreto y ordena la
suspensión de todo procedimiento en contra del aludido doctor Hernando
Santos Castillo, aun cuando en el proceso correspondiente existe la prueba
de la infracción; por otra parte, las infantiles actuaciones de dicho señoi
poco se compadecen con la seriedad que es presumible debe tener todo
periodista”. Ordóñez. a Juez Tercero del SIC, junio 12 de 1956, APR. El
embajador de los Estados Unidos especificó los cargos contra los detenidos:
Hernando Santos Castillo, editor de Intermedio, detenido el 8 de junio por
pintar “grafitis” contra el gobierno en los muros de la ciudad, en conmemo
ración del aniversario de los estudiantes muertos dos años atrás; y Delio
Enciso, Secretario del Directorio Liberal Nacional, en arresto desde que el
SIC allanó la sede liberal el 5 de abril de 1956. Los otros liberados eran
estudiantes capturados mientras repartían Resistencia, una publicación clan
destina anti-gobiernista. EEU a DE, febrero 10 de 155, 721.00(W)/2-1055,
RG 59, NA; Emb a DE, junio 20 de 1956, 721.00(W)/6-2056, RG 59, NA
El clero en las buenas, pero no en las malas 49 9

Pastoral colectiva de Cuaresma del año pasado El Epis­


copado de Colombia, que conoce las repetidas profesiones de
fe católica y de adhesión a la Iglesia de Vuestra Excelencia, no
puede creer que esté en el ánimo de Vuestra Excelencia favore­
cer tendencias o movimientos contrarios a las enseñanzas de la
Iglesia o que perjudiquen lo que ella patrocina y ampara” 32.
Rojas no se dio por aludido. Por el contrario, no desapro­
vechó oportunidad ni discurso para identificar a la Tercera
Fuerza con la iglesia. El Catolicismo desaprobó, con vehemen­
cia, la pretensión del Jefe Supremo de cubrir al clero y al
partido oficial con el mismo manto celestial. En su editorial el
órgano de la curia dejó en claro que no se identificaba con la
Tercera Fuerza del presidente Rojas Pinilla:

Pero lo que mucho menos puede admitirse es la necesidad


de reconocer la casi identificación de la organización de ese
movimiento de T.F. con el cumplimiento de la ley de Dios, con
la religión misma de Cristo, de manera que no aceptar la T.F.
sea negar a Cristo. En el discurso del viernes 24 en Sincelejo el
señor Presidente insinúa que.hacerle reparos a la T.F. es opo­
nerse al quinto mandamiento de la Ley de Dios. Y el Diario
Oficial en su edición del martes 28, siendo el periódico oficial,
afirma en manera inconcebible que “alterarse cuando habla de
la T.F. es dejar de creer en el catolicismo como doctrina religio­
sa y como norma de la conciencia de la vida” . Tal afirmación,
sacrilega por la confusión que envuelve, y ofensiva por las
personas a quienes equívocamente va dirigida, muestra una
concepción oficial de la T.F. que rechazamos enérgicamente
por falsa. En ésta, como en cualquier otra ocasión, la Iglesia no
permite que se identifique el Evangelio y su doctrina con ningu­
na otra doctrina u organización33.

Pero esta identificación entre evangelio y política era


precisamente el propósito de Rojas, siempre aconsejado por su

32. Luque a Rojas, doc. cit. APR.


33. El Catolicismo, agosto 31 de 1956.
500 El Jefe Supremo

ministro de Gobierno. Hoy, al examinar detenidamente los


objetivos de la Tercera Fuerza, resulta notorio el lugar prepon­
derante que debía ocupar la iglesia católica en el partido y que
ésta ignoró sin contemplaciones. En otros discursos, además
de los citados en el editorial de El Catolicismo, Rojas subrayó
la identidad entre iglesia y partido de gobierno. Citamos apar­
tes de uno de ellos, pronunciado el 2 de agosto de 1956: “ La
Tercera Fuerza no solo implica respaldo y apoyo al lema de
‘Dios y Patria’ y a los postulados de Paz, Justicia y Libertad en
forma de indefensa pasividad o de simple simpatía o solidari­
dad sentimental, sino que requiere audaz espíritu combativo y
una clara conciencia de lo que significaría volver a los sistemas
anteriores al 13 de junio y comprensión de la torpeza inaudita
que sería el que, mientras los enemigos del orden se mueven y
se organizan en la sombra aliados indisolublemente al comu­
nismo, desafiando a la Iglesia, asesinando diariamente a gentes
inocentes y aprovechando para la subversión y el mal
“ No debemos estar desprevenidos de la clandestina agitación
comunista que va principalmente contra la Religión y la Ban­
dera ni de la subversiva acción de los guerrilleros intelectuales
que a través de los repudiados frentes cívicos o de alianzas
pecaminosas intentan resolver la suerte de la Patria sin tener en
cuenta los intereses del pueblo, como si no hubieran desapare­
cido para siempre, los tiempos de las trapisondas electorales y
el dominio funesto de las oligarquías políticas” . [...] “ De aquí
que venga pregonando con patriótico afán la necesidad de que
mis compatriotas, como mejor servicio a sus ideologías políli
cas y sin renunciar a ellas, se reagrupen en torno al Gobierno
formando la Tercera Fuerza que por sus claros lineamientos
Católicos y Nacionalistas representa la máxima aspiración dr
un gobernante responsable o del verdadero patriota angustia
do por los estragos que viene causando la violencia, le pide
fervorosamente a Dios que calme las pasiones humanas en esta
tierra a El consagrada”34.

34. Rojas en Ubaté, agosto 2 de 1956, APR.


El clero en las buenas, pero no en las malas 501

Pese a todos los esfuerzos, la idea de Rojas de levantar su


movimiento político sobre el pilar de la Iglesia fracasó. El
general no quería admitirlo, pero el clero era parte de “ las
oligarquías” que el Jefe Supremo combatía como responsables
de todos los males de los colombianos.

Tampoco la CNT

Otro de los proyectos políticos del general Rojas fue la


organización de un sindicato orientado por el gobierno. En su
afán de ganar el apoyo obrero, Rojas aceptó la formación de la
Confederación Nacional de Trabajadores, calcada del mode­
lo sindical peronista35. Sin embargo, la CNT no alcanzó a
trascender en la vida nacional cuando se estrelló con la des­
aprobación de la iglesia. Para la Conferencia Episcopal de
Colombia el nuevo sindicato era populista y socialista, además
de que pretendía sustituir a la UTC (Unión de Trabajadores de
Colombia) conservadora y católica. Según el Cardenal, la
Confederación contradecía la doctrina social de la Iglesia: “ La
CNT tiene internamente influjos socialistas patentes e infiltra­
ciones comunistas ocultas. [...] El señor Antonio García ha
cobrado grande influjo con los dirigentes, escribió varias veces
en su órgano de publicidad y les ayudó a elaborar planes” ,
sentenció la Conferencia Episcopal de Colombia. Según los
prelados católicos, desde su fundación la CNT había manifes­
tado su rechazo a la autoridad doctrinal de la Iglesia en el
campo social y había “hecho mofa del sindicalismo de orienta­
ción católica y ha afirmado principios contrarios a la moral
cristiana” 36.

35. De acuerdo con la embajada norteamericana, la CNT estaba inspi­


rada en el “justicialismo” argentino y recibía financiación de Atlas, una
asociación de trabajadores argentinos, representada en Colombia por Her­
nando Rodríguez, presidente encargado de la CNT; EEU a DE, mayo 3 de
1954, 721.00(W)/5-354, RG 59, NA.
36. Conferencia Episcopal, febrero 1 de 1955.
. i r
50 2 El Jefe Supremo

Con la desaprobación del clero, el grueso del pueblo


colombiano, católico practicante, no mostró mayor entusias­
mo por apoyár la nueva organización sindical, menos aun
cuando desde sus comienzos, la Arquidiócesis de Antioquia,
con sonoro eco en el resto del país, advirtió públicamente a sus
fieles que cometían pecado mortal si aceptaban pertenecer a la
Confederación Nacional de Trabajadores o si la favorecían de
alguna manera37. En síntesis, la iglesia intervenía una vez más
para dejar en claro que ningún sindicato tenía derecho a existir
sin su aprobación y su guía38.
Ante la oposición clerical y partidista —la mayoría de
colombianos tenían profundamente arraigada su pertenencia
a los dos partidos tradicionales—, Rojas no tuvo otra salida
que cancelar definitivamente los proyectos políticos de un
tercer partido y abandonar la idea populista de formar su
propio sindicato.
Pero esta vez, el Jefe Supremo no se conformó con la
intervención del clero en los asuntos oficiales. Así que en
secreto envió al Vaticano un emisario suyo para solicitarle al
Papa la remoción del Cardenal Luque. En efecto, el presidente
comisionó a su secretario privado, Rafael Torres Quintero
para entrevistarse con Pío XII. En realidad, el viaje resultó un
secreto a voces, porque el abogado Belisario Betancur fue
llamado a defender al corresponsal de El Colombiano en Bogo­
tá, detenido por el SIC. La causa de la detención, según dijo el
periodista a su apoderado, fue haber conocido el propósito del
viaje de Torres Quintero. Betancur dio cuenta del hecho al
embajador norteamericano, Philip Bonsal39. Las quejas de

37. Arquidiócesis de Antioquia a los feligreses colombianos, abril 24 ilr


1954, APR.
38. EEU a DE, septiembre 24 de 1956, 721.00(W)/8-2456, RG 59. NA
39. La misma tropicalísima historia del Cardenal Luque se repitió i on
el embajador Bonsal quien tarr bién cayó en desgracia ante el General Ro|iu,
a mediados de 1956, por asistir a una comida en honor de Silvio Villcgiu,
conservador ospinista. La queja contra Bonsal debido “a la actitud asumid*
frente a la política interna de Colombia” la llevó al Departamento de Estudn
el embajador colombiano en Washington, Francisco Urrutia. Tampoco id
£7 clero en las buenas, pero no en las matas 503

Rojas contra el Cardenal también las confirmó a la embajada


norteamericana el secretario general del Directorio Nacional
Conservador, Luis Jorge Moreno. La pequeña historia no
tuvo un final feliz, al menos para el indignado general, pues el
Pontífice no le concedió audiencia al enviado presidencial y
desaprobó la solicitud de remover al Príncipe de la Iglesia
colombiana, tal como lo atestiguan las cartas del embajador de
Colombia ante la Santa Sede, Aurelio Caicedo Ayerbe a Rojas
Pinilla. Y así, el fracaso de la Tercera Fuerza se sumó al inven­
tario de factores de desprestigio político del presidente y dé su
ministro de Gobierno40.
El Cardenal Luque y su iglesia se pasaron definitivamente
al campo enemigo a mediados de 1956, a raíz de la decisión de
Rojas de hacerse reelegir por la ANAC para el período presi­
dencial de 1958 a 1962. El Cardenal Luque desaprobó las

embajador Bonsal fue trasladado fuera de Bogotá porque, según Urrutia, su


hermano Dudley Bonsal era socio de la firma de abogados Holland, a la cual
pertenecía el secretario de Estado, Henry Holland. Urrutia a Rojas Pinilla,
agosto 29 de 1956; Urrutia a Exteriores, agosto 31 de 1956, APR.
40. EEU a DE, octubre 2 de 1956, 721.00/10-256 y octubre 3,
721.00/10-356, RG 59, NA; Caicedo Ayerbe a Rojas Pinilla, septiembre 21
de 1956, AMRE; EEU a DE, octubre lOde 1956,721.00/10-256, RG 59, NA.
En extensa carta en donde relata los pormenores de su gestión y de la misión
de Torres Quintero, el embajador Caicedo dio cuenta a Rojas de los argu­
mentos expuestos ante Monseñor Domenico Tardini, Pro-secretario de
Estado en el Vaticano, para que este accediera a fijar una audiencia del Papa
con Torres Quintero: “Hice resaltar igualmente las condiciones de catolici­
dad del gobierno, hecho que no era solo un reconocimiento del hecho (sic)
religioso colombiano, sino la derivación de la personal fe de Vuestra Exce­
lencia, cuya sinceridad no era asunto discutible. Le dije cómo, quienes
habíamos sido colaboradores de Vuestra Excelencia, sabíamos que la prime­
ra instrucción recibida fue siempre la de amoldar todo programa y acción al
marco doctrinario católico y a la complacencia de la Jerarquía cosa que
ninguno podía aseverar con más seguridad que yo por mi experiencia en las
carteras del Trabajo y Educación” . Los resultados fueron pobres, según se
desprende del mismo relato: “ Lo esencial de esa entrevista [con Monseñor
Tardini] fue la advertencia —no por velada menos clara— de que, cuales­
quiera que fuesen las razones del gobierno nacional, la Santa Sede no haría
cosa alguna que amenguase o debilitara la posición del Primado. La calidad
cardenalicia, se me hizo entender, era una fundamental razón que se sumaba
a los hechos”. Caicedo a Rojas Pinilla, ibídem, APR.
504 El Jefe Supremo

intenciones del general Rojas pues el Primado de Colombia


favorecía el nombre de Mariano Ospina Pérez. Del rompi­
miento no quedó duda cuando, en octubre de ese año, Su
Eminencia apoyó la participación conservadora en el Frente
Civil. “ Ahora sí tenemos una base sobre la cual pararnos” ,
observó cuando se le informó que el acuerdo liberal-
conservador, era un hecho consumado41.
Rojas, cerrando un ojo al incidente de la Tercera Fuerza y
la CNT, o tal vez debido a su profunda convicción de católico o
probablemente porque no ignoraba el inmenso poder cohesivo
de la iglesia, insistió en identificar los intereses de su gobierno
con los del clero. El 6 de marzo de 1957, públicamente atacó la
masonería como enemiga de la Iglesia, de la patria y de todos
los colombianos. Afirmó que sería necio por parte de las
autoridades no combatir este mal que tanto daño representaba
para la Iglesia. Acusó a los ex-presidentes Santos y Lleras de
masones y dijo que quienes firmaran pactos con ellos, estaban
firmando pactos con el diablo. Finalmente, denunció a Lleras
Camargo por propiciar la caída del gobierno con el propósito
explícito de perjudicar a la Iglesia.
El Cardenal Luque no se conmovió. Por el contrario, hizo
pública una carta pastoral en la cual condenó el ejercicio de los
cargos públicos en beneficio personal, la extorsión por parte de
algunos funcionarios del gobierno, el tráfico de influencias y el
contrabando. El mensaje fue considerado como una recrimi
nación directa al presidente y a la familia presidencial42.
En 1975, casi 20 años después, el general Rojas se refirió al
Cardenal Luque en términos que claramente evidencian que el
rompimiento político y afectivo se mantuvo por el resto de sus
vidas:
En cuanto a la actitud de la Iglesia, le digo sin tapujos, ésta
fue muy beligerante en cuestiones políticas. El Cardenal Luqur
estaba entregado por completo al doctor Ospina Pérez, a Iii
corriente del doctor Ospina Pérez, y contribuyó visitando tu

41. EEU a DE, octubre 10 de 1956, 721.00/10-259, RG 59, NA.


42. EEU a DE, marzo 9 de 1957, 721.00/3-957, RG 59, NA.
El clero en las buenas, pero no en las malas 505

dos los cuarteles para que se prepararan para el golpe de


Estado. Pero hay un caso de clara intervención de la Iglesia en
la política colombiana, que a mí me habría podido servir para
pedirle al Santo Padre que hubiera cambiado al Cardenal. Yo
formé mi gabinete sin pedirle consejo a ningún directorio
político. Al único que le dije que le ofrecía el Ministerio de
Trabajo fue a Gilberto Alzate [...] Yo dejé casi el mismo
Ministerio que tenía Laureano, para comprobar que la paz del
país depende del Presidente de la República y no de sus Minis­
tros [...] Le decía que habría podido pedir que se sacára al
Cardenal. Tenía mi gabinete, en el cual había conservadores de
todos los matices pero Ospina Pérez quería que todo el gabinete
fuera ospinista. El directamente no había podido conseguir
nada y le contaba eso a los jefes. No se atrevía a decirme nada
sobre esas cosas. Cuando un día, de repente, el Cardenal me
pidió una audiencia a las 8 de la noche y me pedía que estuvie­
ran todas las luces apagadas para que nadie lo viera entrar.
“Qué cosa curiosa”, pensé yo. “¿Esto qué es?”. Y dije: “¡Ah!
éste es el enviado del doctor Ospina para que le cambie los
ministros que no son ospinistas” . Le dije a Rengifo: “Apague
las luces que viene el Cardenal y llévelo a la salita del segundo
piso”. Evidentemente... llegó y no parecía Cardenal (nada
morado, ni el sombrero, ni nada). “ Eminencia, ¿cómo está?
Siéntese, Eminencia”. Se sentó, y, antes de que pudiera empe­
zar a hablar le dije: “ Eminencia, lo que usted viene a pedirme es
imposible por esto, esto y esto”. Estuve hablando hora y media
y al final le dije: “¿De qué más cosas quiere que hablemos?”.
“ Ya me contestó todo lo que le iba a preguntar”, dijo el
Cardenal. Se paró, salió y afuera lo estaban esperando, y le
preguntaron: “¿Qué hubo?”. “ Pues yo no hablé, porque lo que
le iba a preguntar al general, él me lo dijo sin preguntárselo”.
“Como usted sabe, es prohibido que el Cardenal interven­
ga en política, de manera que si yo le pongo una nota al Papa
contándole lo que había pasado, acabo con el Cardenal”43.

43. Revista de Historia, pp. 7 y 8.


37. Cali, en átomos volando
E n agosto de 1956, Rojas enfrentó la peor crisis de sus tres
años de gobierno. El detonante —literalmente hablando— fue
un accidente que poco tenía que ver con la situación política.
El 7 de ese mes, seis camiones cargados con dinamita, bajo la
responsabilidad del ejército, explotaron en Cali, destruyendo
treinta y seis manzanas de la ciudad, habitadas en su mayoría
por gente humilde y causando la muerte a más de mil quinien­
tas personas y heridas graves a 2.500. La suma de varias
negligencias de dos sub-oficiales del ejército fue la causante de
la tragedia que Rojas quiso aprovechar contra la oposición a
su régimen.
La transcripción de las declaraciones extra-juicio ren­
didas ante el Juez Primero Civil del Circuito de Cali, por el
conductor de uno de los camiones, revelan los antecedentes del
desastre. Según Pablo González Camargo, el conductor inte­
rrogado, la flotilla de 6 camiones no pertenecía al ejército sino
a la Empresa de Transportes E. Mosquera Gómez, de Bogotá y
los choferes fueron obligados a cargar los camiones y transpor­
tar a Cali, 42 mil kilos de explosivo en forma de gelatina.
Apartes de su testimonio, son los siguientes:

Es verdad que ese mismo día 6 de agosto del corriente año,


a las 8 menos 10 minutos de la mañana, llegamos a El Piñal,
donde fuimos detenidos por orden militar de un cabo y unos
soldados con sus dotaciones de armas y municiones, quienes
508 El Jefe Supremo

nos ordenaron cargar los camiones con cajas de dotación mili


tar con destino a la Tercera Brigada, al Polvorín San Jorge de
Cali y nos prohibieron terminantemente transportar otra clase
de carga. A solicitud de nosotros, el cabo del ejército nacional
nos permitió llegar hasta Buenaventura con el fin de desayuna i
y de hablar con la Empresa de Transportes E. Mosquera Ció
mez, en Buenaventura, a ver si podíamos traer otra clase de
carga, y en efecto comisionó a un soloado a su mando para que
nos acompañara a dicha ciudad y nos hiciera regresar con los
vehículos. Una vez en Buenaventura y en las oficinas de la
citada empresa, al Sr. Julio Quijano empleado de Transportes
E. Mosquera Gómez le manifestamos nuestro deseo de trans
portar carga a la ciudad de Bogotá, pero que no fuera de peligio
y cuidado como la dinamita que el cabo del ejército nos querln
obligar a transportar a Cali y dicho señor Quijano nos manifes­
tó que él como empleado cargador que era, no podía evitar o
impedir que se cumpliera la orden del mencionado militar, pot
lo que quedamos obligados a transportar esa carga a Cali comu
lo disponía el cabo.

A continuación, el conductor refirió cómo fueron carga­


dos los camiones y cómo partieron rumbo a Cali:

Igualmente, es cierto y me consta de manera personal y


directa por las razones ya dichas, que una vez reunidos lo«
camiones que transportaban la misma carga a la Tercera Brigu
da, polvorín de San Jorge de Cali, en número de 6, otro calió
dio la orden de salida con dirección a esa ciudad a eso de las I)
más o menos del día, y en la misma fecha, día 6 de agosto, eMi1
cabo dispuso que en cada vehículo fueran 3 soldados con un
correspondiente dotación, lo que así se hizo. Es igualmcnti1
cierto que el transporte de la carga se hizo en condicione*
normales hasta esta ciudad, a donde llegamos a eso de las din y
y veinte minutos de la noche del mismo día, hora en qn#
llegamos con la carga a la Tercera Brigada, polvorín de Sun
Jorge, a la antigua estación del ferrocarril del Pacífico en Im
calle 25 con carreras 1 a 3.
Cali, en átomos volando 509

Después, siempre según el declarante, uno de los cabos se


bajó para pedir permiso de parquear los camiones en la anti­
gua plazoleta del ferrocarril del Pacífico. Como el permiso le
fue concedido, los camiones fueron estacionados allí.

Luego de cuadrar los camiones, el mismo cabo que había


dado la orden de partida, dispuso que los soldados durmieran
en las cabinas para vigilar la carga y que nosotros nos fuéramos
a dormir y regresáramos al otro día 7 de agosto para hacer
entrega de la carga1.

A la una de la mañana los seis camiones estallaron. La


nube producida por la explosión y el incendio fue tan densa
que impidió la entrada de aviones a Cali en las primeras horas
de la mañana. Sólo pasado el medio día pudieron aterrizar
aparatos con auxilios médicos y enfermeros procedentes de
todo el país*2.
En una de sus incisivas “ Cartas Clandestinas” dirigidas al
“Excelentísimo Señor General” , el escritor y periodista Luis
Eduardo Nieto Caballero (LENC), a quien se le llamó “el
capitán civil de la resistencia” , escribió:

Seis camiones cargados con cuarenta y dos toneladas de


elementos terribles de destrucción, que nadie sabe por qué
fueron almacenados, como dice el ex-presidente Laureano Gó­
mez, en el centro de “una ciudad dormida”, estallaron a la una
de la mañana del 7 de agosto, día feliz, aniversario de Boyacá,
batalla decisiva de nuestra independencia, y convirtieron el
júbilo inmortal de la esperada fiesta en la devastación y en el
espanto que debían acompañar al arrasamiento de ocho man­
zanas, al agrietamiento de muchas más y a la pérdida de vidas
cuya cifra no se sabrá nunca, pero que según los cálculos menos
alarmistas pasaron de mil, de industriales, de gentes de trabajo,

1. Comandante de la Policía a Comandante del Ejército, agosto 25 de


1956, APR.
2. Vanguardia Liberal, agosto 9 de 1956.
510 El Jefe Supremo

de personas humildes, hombres, mujeres, niños, víctimas del


artificial terremoto [...] el cráter que se abrió, [fue] de veinte
metros de profundidad por cincuenta de diámetro.
A la nación entera se le cortó el aliento. En actitud de
amor, de dolor, de compasión, de indignación, ha estado frente
a Cali. El gobierno dictó medidas muy plausibles, pero al lado
de actitudes inexplicables. En la Televisora Nacional se verificó
un carnaval para recoger fondos, en escenas espectaculares,
como la de hacer desfilar niñitos que llevaban alcancías para
Sendas, seguidos por el papá, la mamá, los hermanitos, las
sirvientas, o desfilar ancianos, obreros, industriales, que les
entregaban sus contribuciones a un grupo de recaudadores que
apareció de improviso, que no daban recibo alguno, ni apunta
ban quiénes llevaban los dineros [...]. El binomio gobierno-
asfalto es, señor presidente, aunque Ud. le dé risa, el más
obsesionante anhelo de todos sus conciudadanos3.

La tragedia había sido interpretada por el país como


producto de la fatalidad y la negligencia, pero el mensaje que
Rojas envió al gobernador del Valle, General Alberto Gome/
Arenas, se encargó de complicar las cosas. En él, el Presidente
de la República acusaba a los jefes de la oposición de set
enemigos de la patria y llamaba subversivos a los pactos
bipartidistas. Según Rojas, las campañas anti-gobiernistas,
además de calumniosas, sólo deseaban retornar a las peores
épocas de la historia. Para finalizar el mensaje, prometía que
las Fuerzas Armadas no descansarían hasta encontrar y casti­
gar a los responsables materiales e intelectuales del atentado
criminal.
Al día siguiente de la explosión, Rojas aterrizó en Cali. Y
lo que dijo a su llegada, rebozó la paciencia de los jefes de la
oposición. En síntesis, en el discurso radiodifundido a todo el
país, acusó directamente al frente civil liberal-conservador de
sabotaje y de inducir a personas violentas a perpetuar el crí-

3. Luis E. Nieto Caballero, Cartas Clandestinas (Ediciones Acadcmi


cas, sin fecha ni lugar de publicación) pp. 69 y 71.
Cali, en átomos volando 511

men. Rojas, melodramáticamente, terminó su arenga citando


a Jesucristo: “ Perdónalos, Señor, porque no saben lo que
hacen”4.
Los políticos aludidos respondieron cada cual según su
estilo. Alberto Lleras expresó: “ Al dolor inenarrable que me
produce la tragedia de Cali se suma en mi tribulación el
espanto de estar gobernado en esta forma. Estoy esperando
que el presidente envíe sus jueces y sus policías a detenerme
para corresponder a la inaudita afirmación que ha hecho
pública, en una inconcebible explotación política del más
grande dolor y confusión que hayan tenido los colombianos en
estos últimos días” . Laureano Gómez escribió desde Barcelo­
na: “ Colombianos: Si el Cobarde Usurpador, que hoy se enri­
quece a costa de la libertad y la vida de los colombianos, tiene
algún cargo que formularme en relación con la dolorosa heca­
tombe de Cali, que realice al menos el acto de M ASCULINIDAD
de permitirme pisar las fronteras de la Patria para desenmasca-
¡ rarle” 5.
Moreno Díaz desde Diario de Colombia hizo eco de las
palabras de su suegro, señalando “ la oscura coincidencia entre
el desastre de Cali y ciertas profecías de los jefes liberales de
que el gobierno no duraría”6. La mayoría de los periódicos
publicaron la noticia a la par con las declaraciones del presi­
dente, excepto Intermedio cuyo censor prohibió hacer cual­
quier mención a la tragedia. En junio de 1956, el gobernador
del Valle, coronel Alberto Gómez Arenas, obedeciendo órde­
nes superiores, envió una circular a las dependencias oficiales
del departamento prohibiendo

cualquier clase de propaganda o inserción de avisos cuyo valor


tenga que ser cubierto por su dependencia, o aun cuando no

4. Tad Szulc, Twilight of the Tyrants, (Henry Holt and Company,


1959) p. 239; Discursos de Rojas Pinilla, copia de archivo, agosto 8 de 1956,
APR.
5. Alberto Lleras Camargo, comunicado, sin fecha; Laureano Gómez,
Barcelona, agosto 11 de 1956, APR.
6. Diario de Colombia, agosto 8 de 1956.
51 2 El Jefe Supremo

implique erogación, en el periódico "I ntermedio" que se pu­


blica en la ciudad de Bogotá. Así mismo, se extiende la prohibí
ción al suministro de cualquier clase de informaciones o repor­
tajes a ese periódico. Esta jefatura exige el cumplimiento exacto
de la presente disposición, y su contravención acarreará las
responsabilidades consiguientes)7.

A manera de comentario confidencial, Philiph Bonsal,


embajador de los Estados Unidos, informó al Departamento
de Estado sobre la actitud incoherente y pendenciera adoptada
por Rojas frente a los sucesos de Cali:

La embajada no conoce ninguna evidencia que le haya


permitido al Presidente, desde su finca de Melgar, determinal
en cuestión de horas que la causa de la tragedia fue el sabotaje.
La acusación del Presidente contra la oposición y contra el
pacto Lleras-Gómez como “ responsables intelectuales” de la
tragedia, difícilmente responde a sus permanentes declarado
nes de que su gobierno busca terminar con los odios políticos,
La embajada recibió una copia de las declaraciones hechas poi
el jefe liberal Alberto Lleras en las cuales expresa sorpresa y
desconcierto ante las acusaciones del Presidente lanzadas sin
que mediara ninguna investigación previa8.

En efecto, Rojas había aprovechado los muertos de Cali


para atacar públicamente a los jefes políticos de la oposición,
pero su proceder no era gratuito. El 3 de agosto se había dado a
conocer el texto del manifiesto firmado por los expresidentes
Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez en Benidorm,
España, el 24 de julio anterior. El manifiesto criticaba a Rojas
por sus medidas dictatoriales, por la violencia y la inconstilu
cionalidad de su mandato; lo señalaba como un gobierno
inepto y administrativamente corrupto:

7. Coronel Alberto Gómez Arenas, Jefe Civil y Militar del Valle, jiiiun
18 de 1956, APR.
8. EEU a DE, agosto 8 de 1956, 721,00(W)/8-856, RG 59, NA.
Cali, en átomos volando 513

Por eso es imprescindible condenar también el abandono


de las tradicionales prácticas de pulcritud y honorabilidad,
desinterés y limpieza de conducta de los funcionarios del Esta­
do, que fue la mayor presea de nuestra historia política. De
ninguna manera puede ser posible que esta generación herede­
ra de tradiciones puras las entregue mancilladas y marchitas”.

Simultáneamente, el manifiesto hacía un llamado al retor­


no de un gobierno civil y constitucional a través de un gobierno
de coalición bipartidista que pondría fin al enfrentamiento
político tradicional. “Todo colombiano debe prestar su eficaz
colaboración a la grandiosa empresa de reconquista de la
dignidad de la vida política colombiana” —convocaba el
manifiesto—. “ De las acciones y abstenciones individuales es
indudable que resultará un pujante e incontenible movimiento
de conjunto que recuperara los bienes perdidos [...]9.
El camino hacia Benidorm fue largo y difícil. La intransi­
gencia de Laureano Gómez no se había suavizado en el exilio.
En 1955, el pacto liberal-conservador que afianzaría el Frente
Civil y que conduciría al derrocamiento de Rojas, parecía
imposible ante las instrucciones del jefe conservador a sus
seguidores: “Si deben escoger entre Rojas y cualquier otro
militar, escojan a Rojas. Si deben escoger entre Rojas y Ospina,
escojan a Rojas. Si deben escoger entre un conservador y un
liberal, escojan al conservador” . Era evidente que el odio
partidista de Laureano Gómez contra el partido liberal y
contra Ospina Pérez era peor que su desafecto hacia “ El
Usurpador” , a quien nunca quiso reconocer como presidente
legítimo10.
Por encima de su propia memoria histórica pero con el
objetivo explícito de retornar al poder, el partido liberal nego­
ció el derrocamiento del General con Laureano Gómez, el
hombre que cuatro años atrás era señalado como el responsa­

9. “Declaración de los señores Laureano Gómez y Alberto Lleras sobre


política colombiana, hecha en Benidorm, España”, julio 24 de 1956, APR.
10. Laureano Gómez desde España, septiembre de 1955, APR.
51 4 El Jefe Supremo

ble de la matanza masiva de liberales. Precisamente porque las


heridas de la violencia partidista aún estabas frescas, el pacto
entre Lleras Camargo y Gómez Castro despertó la indignación
de algunos sectores populares. Los citamos porque subrayan
varios aspectos lúgubres de la historia de Colombia: la impuni­
dad y la complicidad con que pasa cierta dirigencia política de
un régimen a otro y las alianzas reiteradas entre la misma élite
política por encima de los intereses integrales de los colombia­
nos. Fue el recuerdo de recientes crímenes atroces ignorados
por la justicia que, a raíz del pacto de Benidorm, los conserva­
dores inconformes con la alianza liberal, recordaron cuando
Laureano Gómez exigía a sus seguidores no “ensuciarse las
manos estrechando la de los liberales, enlodadas en la corrup­
ción que empezó en el año 30. Hoy lo vemos estrechando la
mano de los que antes llamaba “ masones enemigos de Dios y
de la Patria” . Otras voces criticaban a Lleras:

Ayer acusaba Lleras a Laureano de todos los males de la


patria, calificándolo de “energúmeno reaccionario” y de “Padre
del fascismo criollo” y cuando se habló de un posible pacto del
gobierno con Gómez, E l T ie m p o lanzó un editorial bajo el título
de “ Un Imposible Moral”. Hoy son los mismos liberales los
que propician la candidatura de Laureano a la Presidencia de la
República".

James Henderson resumió este capítulo de la historia, asi:

Cuando se hizo evidente que Rojas no se dejaría controlar,


éste se convirtió en jefe de una “contra-élite” cuya presencia era
cada vez más odiosa a los ojos de una gran constelación de
intereses. La amenaza que Rojas Pinilla representaba para la1

11. Memorando de conversación entre Luis Jorge Moreno, Secretario


General del Directorio Nacional Conservador y Richard Poole, segundo
secretario de la embajada norteamericana, septiembre 27 de 1955, 721.00/9
2755, RG 59, NA; Hojas volantes; “ Inconsecuencias de los Partidos”, APK
Cali, en átomos volando 515

cláse dirigente colombiana trascendía la política y abarcaba


toda la sociedad, ya que estaba en la naturaleza misma de la
cultura colombiana el que la economía, la “alta cultura” y aún
la jerarquía eclesiástica actuaran inextrincablemente unidas en
una densa e infinitamente compleja telaraña de relaciones hu­
manas12.

12. James Henderson, Cuando Colombia se desangró, p. 233.


El general Rojas y el ex presidente Ospina en la instalación de la Asamblnt
Nacional Constituyente (abril de 1954).
38. La ANAC

L a iracundia presidencial provocada por la declaración de


Benidorm, se calmó momentáneamente ante la necesidad de
crear una atmósfera favorable al proyecto de alcanzar la re­
elección para el período de 1958 a 1962. Con ese propósito
Rojas proyectaba convocar la Asamblea Nacional Constitu­
yente para que se reuniera en noviembre de 1956. Pero antes de
continuar con este relato, es indispensable abrir un paréntesis
para hacer un breve recuento de la ANAC que eligió al general
Rojas Pinilla tres veces Presidente de la República.

Antecedentes de la ANAC

El 5 de diciembre de 1952, el congreso nacional con


mayoría conservadora, envió para que fuera sancionada por el
ejecutivo, la ley que decretaba la formación de la Asamblea
Nacional Constituyente (ANAC) con el encargo de reformar la
Carta Constitucional. Según la ley, la ANAC debía estar inte­
grada por cerca de 70 delegatarios que serían nombrados por
las cámaras legislativas, el presidente de la República y algunos
organismos de índole económica y social. Sancionada la ley
por el Presidente Urdaneta Arbeláez, se volvió a clausurar el
Congreso el 6 de septiembre de ese año.
La iniciativa era del Presidente Laureano Gómez y el
objetivo principal giraba alrededor de la aprobación de un
518 El Jefe Supremo

nuevo proyecto de constitución de corte falangista1. Para tal


fin, la Constituyente debía reunirse el 15 de junio de 1953, pero
el 13 Rojas Pinilla asumió el poder, de manera que la ANAC,
creada por Gómez Castro, sesionó por primera vez presidida
por Mariano Ospina Pérez, co-autor del derrocamiento. El
propósito no podía ser más ingrato y ajeno al gestor de la
ANAC, pues la Asamblea efectivamente sesionó el 15 de junio
de ese año, pero para declarar vacante la presidencia de la
República y legitimar a Rojas Pinilla en su nuevo cargo por el
año que le faltaba al presidente depuesto, elegido constitucio­
nalmente hasta 195412.
Sin embargo, la presencia de los laureanistas no permitió
cumplir con los objetivos inmediatos de la convocatoria. El
embajador norteamericano describió el suceso político así:

Se reúne la Asamblea Nacional Constituyente con fanfa­


rrias, desfile y manifestación pública. Cuarenta y seis de los
sesenta y dos delegados asistieron. Rojas abrió la sesión. Dijo
que las Fuerzas Armadas habían intervenido al tomarse el

1. Laureano Gómez fue reconocido admirador del Generalísimo Fran­


cisco Franco. Su proyecto de reforma constitucional, inspirado en el fran­
quismo, devolvía la educación a la iglesia católica para que fuera “organiza­
da y dirigida en concordancia con los dogmas y la moral de la Religión
Católica”, con lo cual desvirtuaba la reforma constitucional de 1936 propi­
ciada por el presidente Alfonso López Pumarejo, que había aprobado c
introducido la educación laica en los planteles oficiales; también pretendía
ampliar casi ilimitadamente los poderes del ejecutivo, proponía la corporati
vización del legislativo con representación de patronos, dirigentes gremiales,
clero y fuerzas armadas y proponía un sistema electoral restringido.
2. Alejandro Galvis Galvis, Memorias de un político, tomo II, (Bucara -
manga, Impresores Colombianos, 1976) pp. 248, 263, 267, 287. Algunas de
las reformas propuestas por Laureano Gómez fueron acatadas duranlc
Rojas Pinilla. Entre ellas la representación del clero y de las Fuerzas Arma
das en el cuerpo legislativo; en cuanto al sistema corporativista, señala
Henderson: “ La retórica de Rojas y sus inclinaciones naturales lo iban
conduciendo a la creación de un gobierno autoritario, basado en principios
populistas, corporativos y nacionalistas no muy distintos a los del sistema de
Perón”; Henderson, Cuando Colombia... op. cit. p. 232.
La A N A C 519

gobierno para prevenir el caos; descartó cualquier ambición


personal. La Asamblea procedió a elegir a Ospina Pérez como
presidente y en la mesa directiva a Rafael Azuero, Rafael Azula
Barrera y Abelardo Forero Benavides.
La sesión fue abruptamente interrumpida cuando varios
empleados de El Siglo que estaban en la galería destinada a la
prensa, comenzaron a gritar “viva Laureano Gómez”. La
Asamblea no llegó a legitimar la presidencia del General Rojas.
Y la aprobación de la resolución de aplauso a Laureano Gómez
enfureció al general que determinó el receso de la Asamblea3.

La siguiente sesión cumplió con el objetivo de declarar


vacante la presidencia de la República y elegir al Teniente
General Gustavo Rojas Pinilla para terminar el período hasta
agosto de 1954. A partir de entonces, fue cada vez más evidente
que Rojas no tenía intención de retirarse del cargo pese a los
ofrecimientos reiterados de convocar elecciones populares tan
pronto la situación de orden público lo permitiera. El Acto
Legislativo No. 1 de 1953 discretamente abrió camino a la
reelección con el siguiente artículo: “si no pudiere efectuarse la
elección de Presidente de la República para el próximo período
en la fecha señalada por la ley, porque ajuicio del Gobierno no
existieren las condiciones adecuadas para garantizar la liber­
tad y la pureza del sufragio, el Gobierno podrá señalar nueva
fecha para hacerla o convocar dentro del año a la Asamblea
Nacional Constituyente, para que ella lo elija, y continuará en
el ejercicio de su cargo el actual Presidente de la República
hasta la fecha en que tome posesión la persona que lo haya de
suceder”4.
En mayo de 1954, la Dirección Liberal Nacional visitó al
general Rojas a Palacio. Durante la entrevista, el Presidente
dijo que su intención era preparar al país para el retorno a los

3. EEU a DE, 721.21/7-753, julio 7 de 1953, NA.


4. Discurso de posesión, agosto 7 de 1953, APR; Acto Legislativo No.
1, Asamblea Nacional Constituyente, julio 27 de 1954, Diario Oficial, julio
31 de 1954, p. 279.
520 El Jefe Supremo

procedimientos democráticos con el fin de convocar elecciones


libres para 1958. No contentos con las promesas vagas del
ejecutivo, los jefes liberales le escribieron insistiendo en el
levantamiento del estado de sitio y el retorno a la normalidad
constitucional. El presidente negó la petición con argumentos
de orden público y de violencia bipartidista5. Así, en palabras
de Henderson, “se estaba haciendo claro que el Presidente
Rojas Pinilla no tenía la intención de recibir órdenes de ningu­
no de los partidos políticos, y que más bien confiaba en que los
colombianos se alzarían por encima del bipartidismo y le
ayudarían a crear una nación virtuosa e influenciada por los
principios cristianos y ‘bolivarianos’ ”6.
De tal manera, la promesa de elecciones libres y de retor­
no a la normalidad se postergaban para 1958. De momento, en
julio de 1954, el Acto Legislativo No. 1 le servía al general para
asegurar la reelección para lo cual convocó de nuevo a la
Constituyente. Efectivamente, durante esas sesiones de 1954,
sin la participación de la mayoría liberal, que por disposición
de sus directivas se había marginado de la Constituyente debi­
do a la negativa de Rojas de concederle paridad numérica con
el conservatismo y de levantar el estado de sitio, el General fue
elegido presidente para el período 1954-1958. También, sin la
participación oficial del partido liberal, fue aprobada la ley
anticomunista, como ya se relató en capítulo anterior. Fue
igualmente durante las sesiones de 1954 que se aprobó la ley
que concedió el sufragio a las mujeres colombianas. El proyec­
to del voto femenino fue defendido vehementemente por Abe­
lardo Forero Benavides, uno de los 14 liberales “lentejos"
llamados así porque asistieron a la ANAC sin la autorización
de las directivas del partido.
En cuanto a la aprobación del sufragio femenino, Ofelia
Uribe de Acosta, quien consagró su vida a la lucha y defensa de
los derechos de la mujer en Colombia, dijo:

5. Luis López de Mesa, Hernán Salamanca, Jorge Uribe Márquez,


Fernando Mazuera, Julio C . Turbay Ayala, Delio Enciso y Alvaro G a r d a
Herrera a Rojas Pinilla, julio 23 de 1954, APR.
6. James Henderson, Cuando Colombia se Desangró, p. 232.
La ANAC 521

Fue en la Constituyente convocada por el Presidente Gus­


tavo Rojas Pinilla cuando, por el Acto Legislativo número 3 de
1954, se concedió el voto a la mujer. Bueno es que se sepa
también que en la comisión encargada del estudio de dicho
proyecto había una resuelta mayoría contra su expedición y
que, de no haber sido porque el Presidente Rojas Pinilla envió a
su Ministro Henao Henao a pedir la aprobación expresando la
irrevocable decisión del Gobierno de concederle el voto a la
mujer, la comisión lo hubiera negado. Curioso es que en mu­
chos de los países de América Latina los derechos ciudadanos
hayan sido otorgados a la mujer por dictadores: así sucedió en
el Ecuador, Brasil, Argentina, Perú, Panamá y recientemente
en Paraguay7.

Veinte años después, el general Rojas reconoció también


su interferencia directa en la decisión de la Constituyente:

La única vez que yo intervine un poquito dictatorialmente


fue cuando les dije que había que darle el voto a la mujer.
Entonces empezó la discusión, los liberales decían: “pero cómo
vamos a darle el voto a la mujer cuando los curas a través de los
confesionarios las hacen votar por los conservadores” ; enton­
ces fue cuando les dije a los constituyentes: “Si ustedes no le
dan el voto a la mujer, cierro la Constituyente, porque no sirve
para nada”8.

7. Ofelia Uribe de Acosta, Vanguardia Dominical, mayo 8 de 1988.


8. "Las Guerrillas en el Llano y otras cosas más..." (Ultima entrevista
con Gustavo Rojas Pinilla), Revista de Historia, No. l,V ol. 1, Bogotá, 1975)
p. 13. Durante las sesiones de 1954, se aprobó el establecimiento de los
Concejos Administrativos Departamentales y Municipales para sustituir las
Asambleas Departamentales y los Concejos Municipales. Las elecciones se
celebrarían cada 4 años. En los departamentos con más de un millón de
habitantes, los Concejos Departamentales estarían conformados por 1 re­
presentante de cada partido tradicional, nombrado por el presidente, seis
elegidos por la mayoría en la ANAC y cuatro por la minoría. En los
municipios con más de 50.000 habitantes, asistirían 1 representante porcada
partido, nombrado por el presidente, seis por el partido mayoritario en el
Concejo Departamental y 4 por la minoría. Con esta fórmula, el gobierno
522 El Jefe Supremo

ANAC del 57: el general incumple

El General Rojas Pinilla asumió el poder el 13 de junio de


1953, tras un acuerdo con el conservatismo de que una vez se
normalizara la situación de orden público, el solio presidencial
pasaría a un civil conservador. Según Lucio Pabón Núñez,
presente en las negociaciones, ese civil conservador tenía nom­
bre propio: Mariano Ospina Pérez.
En 1956, cuando Rojas Pinilla preparaba la ANAC con el
fin de hacerse reelegir para el período presidencial de 195K a
1962, Ospina Pérez también aspiraba al cargo. Del acuerdo
pactado en 1953, además de Pabón, tenía conocimiento el
coronel Manuel Agudelo, y el Cardenal Crisanto Luque, que
simpatizaban con la candidatura de Ospina Pérez. Sobre la
simpatía del Cardenal hacía Ospina, Pabón declaró años más
tarde:

A pesar de todas las afecciones por Laureano, fue predo


minando en el [Cardenal Luque] el cariño por Ospina. Así que
cuando vino la lucha a fondo Ospina-Gómez él ya se inclinaba
por Ospina. Era evidente que él simpatizaba con la reelección
de Ospina. Cuando vino lo de Rojas, eran amigos personales
No vio mal que Gómez desapareciera del mapa porque se le
abría el camino a Ospina [...]. Aquí el clero ha intervenido
mucho en política, y el Cardenal Luque era uno de los que
intervenía, inclusive a veces hasta le daban ganas de meterse
Cuando se discutía la elección de Rojas por segunda vez, el
Cardenal con mucha franqueza le hizo saber que no convenía,
que convenía volver al régimen civil*9.

La balanza se desequilibraba en contra del General. I )c


un lado, pesaban la negativa del Primado de la Iglesia a apoya i

aseguraba las mayorías en los Departamentos, sobre todo si se tiene en


cuenta que era Rojas quien nombraba la mayoría de miembros de la rccln
ción en 1957, como en efecto lo hizo. Acto Legislativo No. 2 de 1954, AI‘H
9. Entrevista con Pabón Núñez, Revista de Historia, Bogotá, novirni'
bre de 1981, p. 19.
La ANAC 523

la reelección y la creciente oposición liberal-laureanista del


Frente Civil. Del otro, el descrédito del gobierno y las excesi­
vas pretensiones del Jefe Supremo. Por eso, no fueron muchos
los sorprendidos con el voto negativo de Mariano Ospina
Pérez al proyecto de Rojas para controlar la Asamblea en
busca de su segunda elección. Con ese fin Rojas propuso
nombrar 25 miembros más, que debían ser seleccionados por
él mismo. Fue entonces cuando la bancada conservadora enca­
bezada por el propio Ospina Pérez, Urdaneta Arbeláez, Gui­
llermo León Valencia, Silvio Villegas, José Antonio Mohtalvo
y Fernando Londoño, se opuso:

Nuestra tradición histórica no ha admitido nunca la orga­


nización personalista del Estado. Una Asamblea, dominada
numéricamente por los designados del Ejecutivo, se confunde
en la práctica con él y puede considerarse tan sólo como una
dependencia del Ejecutivo. La situación es todavía más grave
cuando se recuerda que esa Asamblea está investida de la
facultad de constituir, es decir, de dictar normas permanentes
que afectan la organización del Estado101.

El 2 de noviembre, por encima de la oposición ospinista,


fue aprobada la ampliación de la ANAC y ese mismo día el
ex-presidente conservador presentó renuncia a la presidencia
de la Asamblea, que había ejercido en las sesiones de 1953 y
195411.

10. Apartes de las declaraciones de los representantes conservadores en


la ANAC, La República, noviembre 3 de 1956.
11. En 1955, la Asamblea Nacional Constituyente no se reunió porque
el Presidente Rojas no la convocó argumentando dificultades de orden
público. También'porque, según explicó el 10 de junio de 1956, en 1955 no
existían razones específicas para convocarla. Inclusive, el directorio nacional
del partido conservador se reunió con Pabón Núñezen un intento para hacer
que Rojas reconsiderara su decisión. Los conservadores argumentaron que
la ANAC era un cuerpo soberano y autónomo que no necesitaba permiso del
ejecutivo para sesionar. Ninguna razón convenció a Rojas y el 20 de junio de
1955, fecha en que debía reunirse la Constituyente, sólo sirvió para aumentar
el volumen de la oposición. En síntesis, es posible afirmar que la ANAC se
524 El Jefe Supremo

En el discurso de inauguración en julio de 1956, Rojas


prometió que la Asamblea sería un foro para debatir libremen­
te las inquietudes y proyectos de los participantes. El anuncio
presidencial despertó el entusiasmo repentino del diario de los
Santos:

Estamos en pleno amanecer democrático. Otra vez se oyen


voces de la tribuna libre. El pueblo alborozado acoge estas
demostraciones de un nuevo espíritu. Vamos saliendo de la
zona de la sombra hacia la de la luz que a todos beneficiaráIJ.

Pero, “el nuevo espíritu” fue tan fugaz como el buen


humor del mandatario. Y tan pronto su iniciativa recibió
aprobación, la ANAC retornó a la “zona de la sombra".
Varios incidentes contribuyeron a que el Presidente decidiera
clausurar las sesiones de la Constituyente antes de la fecha
prevista. Primero, la propuesta de Alfredo Araújo Grau, lau
reanista, quien aludió a temas a los cuales el Jefe Supremo era
especialmente sensible, tales como la censura de prensa, la
matanza de estudiantes del 8 y 9 de junio, los incidentes de la
Plaza de Santamaría y la explosión de Cali13. El diputado
Araújo pidió investigación exhaustiva sobre cada uno de estos
incidentes. Como si fuera poco, el dirigente laureanista caldea­
se Fernando Londoño y Londoño pidió que se debatiera el
regreso de Laureano Gómez y su familia, que fue negado. I I
desacuerdo alrededor de la elección del primer designado, se
sumó a los motivos para que Rojas ordenara a sus seguidores

reunió únicamente en aquellas fechas en que Rojas tenía algún intcnS


personal o necesitaba legitimar su cargo en la presidencia de la República
Así ocurrió en 1953 cuando fue confirmado para completar el año que dc|ó
vacante Laureano Gómez; y en 1954, cuando fue reelegido para el periodo
1954-1958 y por último en 1956 cuando quiso hacer aprobar el aumento de
los miembros de la ANAC con el fin ulterior de asegurar su reelección en
1957 para el período de 1958-1962. EEU a DE, octubre 17 de I9 V i ,
721.00(W)/10-1756, RG 59, NA.
12. Intermedio, octubre 17 de 1956.
13. EEU a DE, octubre 17, 721.00(W)/10-1756, RG 59, NA.
La ANAC 525

disolver las sesiones. Rojas proponía a un militar. Los diputa­


dos liberales, conservadores ospinistas y laureanistas querían
un civil. Ante la imposibilidad de un acuerdo, se disolvió la
Asamblea. Pabón Núñez que ya había renunciado al ministe­
rio de Gobierno pero que asistía a la Asamblea como diputado
rojista, presuroso justificó la decisión de Rojas: “Cuando los
Parlamentos no marchan de acuerdo a los gobiernos, estos
deben disolverlos” , sentenció imperturbable, desde su curul14.
Era, sin embargo, una disolución anunciada. Cuando el
periodista Tad Szulc entrevistó personalmente a Rojas-el 6 de
noviembre de ese año, y cuando le preguntó qué haría si la
ANAC no accedía a sus aspiraciones “el dictador respondió
[...]: ‘Pues, simplemente la disuelvo’” 15.
La ANAC y sus comisiones fueron suspendidas mediante
el Decreto 2898 del 29 de noviembre de 1956, hasta nueva
orden, es decir, mayo de 1957.

Ospina adhiere al Frente Civil

El distanciamiento del jefe conservador —a quien Rojas


debía su carrera política y la Presidencia de la República—
debilitó sustancialmente el poder del Presidente. Fue así como
a finales de 1956, el Jefe Supremo se encontraba enfrentado no
sólo al partido liberal aliado con el laureanismo, sino que
había enfriado peligrosamente sus relaciones con la iglesia y
con el ospinismo. Sin embargo, se amparaba en la creencia de
que su respaldo estaba en el pueblo. Para nadie era secreto que
con el ejercicio absoluto del poder el general perdía cada vez
más su escaso sentido de la política.
Con el rompimiento de antiguas alianzas y el fortaleci­
miento del Frente Civil, el rojismo en la ANAC quedó en
manos de Lucio Pabón Núñez que, como ya se dijo, había
renunciado al Ministerio de Gobierno con el fin de organizar y

14. La República, octubre 30 de 1956.


15. Szulc, Twilight o f the Tyrants, p. 241.
526 El Jefe Supremo

presidir el Directorio Nacional de Unión Conservadora. El


propósito de dicho Directorio era asegurar el nombre de Rojas
en la presidencia contra el conservador Guillermo León Valen­
cia, candidato único de las dos colectividades tradicionales. Se
sabía, sin embargo, que Rojas no permitiría las elecciones
libres y se sabía también que la mayoría en la AN AC, nombra­
da a propia conveniencia, respondía directamente a sus deseos.
Menos de un año después, en mayo de 1957, Szulc escribió:
“ Valencia nunca ha creído en la posibilidad de unas elecciones
porque las no elecciones quedaron definidas cuando la ANAC
dijo que el Presidente Rojas debía quedarse en el cargo” 16.
Así ocurrió. El Directorio Nacional de Unión Conserva­
dora expidió una resolución proclamando la candidatura de
Rojas para el período presidencial comprendido entre 1958 y
1962 y el 8 de mayo de 1957, casi la víspera de la caída del
régimen, con 76 votos a favor y 1en contra, el general Gustavo
Rojas Pinilla fue declarado “ legalmente electo Presidente de la
República para el período constitucional de 1958 a 1962” . Y,
“ siendo las 9 p.m., la Presidencia levantó la sesión invitando a
la Corporación a trasladarse en pleno al Palacio de San Carlos,
con el fin de entregar al señor General Gustavo Rojas Pinilla la
credencial respectiva” 17.
Sin embargo, los meses que precedieron al 10 de mayo de
1957 ya dejaban ver que la suerte del general estaba echada.
Evaristo Sourdís, el hombre de confianza de Ospina en el
gobierno, presentó su renuncia al ministerio de Relaciones
Exteriores y el propio Ospina Pérez procedió a convocar,
mediante un banquete en el Hotel Tequendama, a las directi­
vas conservadoras. Las actividades políticas del ex-presidente
conservador fueron objeto de fuertes ataques de la prensa
oficialista. Diario de Colombia lo acusó de anti-gobiernista y
dijo que los verdaderos conservadores eran sólo quienes ofre­
cían “respaldo sin reserva al presidente Rojas Pinilla” . 1.a

16. Tad Szulc, The New York Times, mayo 2 de 1957.


17. Acta Número 5 de la Asamblea Nacional Constituyente y Legislati
va, correspondiente al 8 de mayo de 1957, APR.
La ANAC 527

República respondió con un editorial titulado “ Quedamos


Notificados” . En efecto, con el cruce de notas editoriales
ambas partes habían quedado notificadas del rompimiento de
una antigua alianza entre el ex presidente conservador y quien
había sido su ministro de Correos y Telégrafos y su, hasta
entonces, protegido en la presidencia de la República18.
De esa manera, el Frente Civil ganaba un nuevo aliado y
el general Rojas se quedaba sin su apoyo político más impor­
tante. Como ya se anotó, para esta fecha, el partido liberal, el
laureanismo, el clero y la prensa militaban en la oposición. Y,
como si fuera poco, el descontento se gestaba entre las Fuerzas
Armadas.

18. Diario de Colombia, noviembre 24 de 1956; La República, noviem


bre 25 de 1956. En lo que le quedaba de gobierno, el coronel Córdoba,
director de la ODIPE, hizo lo posible para que La República tuviera bien
presente quién tenía la sartén por el mango. De ello dejó constancia Silvio
Villegas, director del diario, cuando escribió al coronel: “ Anoche me fueron
rechazados dos editoriales que yo considero que no afectan en nada el orden
público, ni el crédito del Gobierno, y que no tienen mayor importancia, pero
que me obligan a colocar como editorial una crónica de la reina Isabel, por
autorización del Capitán Elerrera que me fue personalmente hecha. Le
suplico leerlos para ver si me autoriza su publicación” . Villegas a Córdoba,
febrero 27 de 1957, APR.
39. También el ejército

Desde mediados de 1955, la revista Time sostenía una impla­


cable campaña de denuncia contra las irregularidades admi­
nistrativas del presidente colombiano. Pero fue la publicación
del 2 de enero de 1957, la que causó particular escozor en
Palacio. Dijo entonces la publicación norteamericana:

Los Militares compraron en Estados Unidos aviones a


propulsión a chorro y adquirieron destructores suecos, y se
rodearon de toda clase de comodidades, como equipos impor­
tados de televisión, alimentos enlatados y un Club de Oficiales
fabulosamente lujoso. Individualmente los altos oficiales en­
contraron fácil la obtención de préstamos para sus negocios, y
recibieron comisiones al efectuar negocios militares, y usaron
los obreros del gobierno en sus haciendas. Rojas también apro­
vechó. Sin tocar los fondos oficiales, él solamente aprovechó
oportunidades y obtuvo préstamos fáciles y propinas por sus
negocios [...] Rojas dobló en tamaño la hacienda que había
adquirido anteriormente y luego, como único postor, compró
el enorme ingenio vecino de Berástegui,del único síndico que lo
había recibido en bancarrota. También se rodeó de un impre­
sionante culto a su personalidad, haciendo distribuir chuche­
rías y brazaletes con su esfinge1.

1. Time, febrero 5 de 1957.


530 F.I Jefe Supremo

Las denuncias tuvieron amplia acogida en la opinión


pública nacional y generosa difusión en la prensa internacio­
nal. Rojas se vio obligado a defenderse y lo hizo por el único
canal de televisión que veían los colombianos. Negó uno a uno
los cargos y acusó a la revista de parcializada y de querer
sembrar la inestabilidad política en el país.
Pero si Rojas se tomaba la molestia de responder pública­
mente a los cargos que le hacía una revista extranjera, no era
únicamente con el fin de desvirtuar las denuncias. En ese
sentido, varios observadores políticos de la época coincidieron
en interpretar la actitud del general como una forma hábil de
aprovechar las circunstancias pues Rojas sabía que no todos
los miembros de las Fuerzas Armadas aprobaban su gobierno
ni su intención de prolongarse en él. De acuerdo con esta
interpretación, los ataques de Time habían proporcionado al
presidente la ocasión de obligar a los militares indecisos a
declarar públicamente su solidaridad con sus aspiraciones
presidenciales y mostrar así un ejército unido alrededor del jefe
del Estado. De ahí, la excesiva importancia que Rojas conce­
dió a la publicación extranjera que, tal vez, en otra coyuntura
menos crucial se hubiera conformado con someter a la censu­
ra2.
No logró, sin embargo, los fines esperados. Por el contra­
rio, el discurso que Rojas pronunció en su defensa y las explica­
ciones que en la televisión dio sobre sus negocios, en lugar de
convencer a los altos mandos militares de su pulcritud y probi­
dad, les dejó la duda de que, a lo mejor, T ime decía la verdad.
Tad Szulc, corresponsal del The New York Times en América
Latina y autor del libro “ El Crepúsculo de los Tiranos” , relató
así este momento de la historia colombiana:

Un reducido grupo de altos oficiales del ejército, que ya


venían descontentos con la demagogia de Rojas y con su inten­
ción de hacerse reelegir, empezaron a buscar la forma de librar­
se del dictador. El líder de este pequeño grupo era, bastante

2. EEU a DE, febrero 8 de 1957, 721.00/2-857, RG 59, NA.


También el ejérciio 531

extraño por cierto, nada menos que el Brigadier General Luis


Ordóñez, jefe del SIC, el servicio de inteligencia colombiano
que era la policía secreta de Rojas. Un sentimiento anti-rojista
se regó entre otros oficiales [...] Estos oficiales [según manifes­
taron al periodista] compartían el punto de vista de que el
dictador estaba deshonrando a las Fuerzas Armadas con su
inmoralidad y su deshonestidad y estaba quebrantando la tra­
dición de neutralidad de las fuerzas armadas en la política3.

Rodeado del descontento general y de sus íntimos'que “le


ocultaban todo cuanto ocurría a su alrededor” —según dijo a
los autores un pariente de la familia presidencial— Rojas,
festejó tranquilo y contento en su finca de Melgar la llegada de
19574.
Pero, mientras el General y su familia celebraban la llega­
da de los Reyes Magos con lechona, Time Magazine ya daba
por sentado que en Colombia gobernaba una junta militar de
la cual hacía parte Rojas Pinilla. Dijo entonces la revista
norteamericana, evidentemente anticipándose a los hechos:

Un círculo muy selecto de gobernadores militares, minis­


tros del gabinete y comandantes de tropas sostuvo una reunión
secreta con Rojas y le ordenaron:
— Apaciguar al Cardenal.

3. Szulc, Twilight of the Tyrants, p. 229-30.


4. El festejo debió ser en grande, según se desprende de la siguiente
orden fechada el 5 de enero de 1957:
“Señor Teniente Coronel
Comandante de las FAC
Por orden superior solicito de ese Comando se ordene el servicio de un
avión Douglas para el día jueves seis (6) de los corrientes, saliendo de Techo a
las 11.00 H. con destino a Melgar, llevando siete lechonas y cuatro indivi­
duos del servicio.
De Usted atentamente.
Teniente Ignacio Rengifo Garcés
Jefe Casa Militar de Palacio. Rengifo Garcés a FAC, enero 5 de 1957,
APR.
532 El Jefe Supremo

— Relajar la censura de prensa y hacer que los periódicos


prohibidos volvieran a aparecer.
— Hacer un esfuerzo especial para pagar la deuda externa.
— Llamar nuevamente a la Asamblea Nacional Constitu­
yente y permitirle un desahogo a la oposición.
— Explicar públicamente sus negocios personales.
No obstante, la orden más enfática que le dieron los
militares fue, según Time, la de abandonar sus planes de refor­
mar la Constitución con el fin de “reelegirse por tercera vez
cuando el término de su período presidencial, fijado también
por él, expire en 1958”56.

La respuesta oficial al controvertido artículo provino del


general Gabriel París, ministro de Guerra, entrevistado en El
Diario Oficial. París negó una a una las aseveraciones de la
revista norteamericana. En síntesis, dijo que el prestigio del
gobierno crecía diariamente; que no era cierto el descontento
con el General dentro de las Fuerzas Armadas y que, por el
contrario, la unidad de los jefes y los oficiales con su jefe
supremo continuaba “ siendo total” . Lo que no se supo en su
momento, fue que el general París firmó la declaración de
solidaridad con el gobierno directamente presionado por Rojas.
Más aún, corroborando el rumor de que el General pla­
neaba perpetuarse en el poder, la primera semana de febrero de
1957, el general París, en su calidad de ministro de Guerra,
anunció la “ inmodificable decisión de las Fuerzas Armadas”
de que el Presidente Rojas permaneciera en el poder hasta
1962. El anuncio del ministro convirtió el rumor en certeza y
ésta desbordó la paciencia de la oposición bipartidista que
exigía elecciones para el siguiente término presidencial7.

5. Time Magazine, “Colombia: presidente de una Junta”, artículo


traducido en la embajada en Washington y enviado por el embajador
Urrutia a la Cancillería, enero de 1957, AMRE.
6. Diario Oficial, enero 26 de 1957; EEU a DE, enero 29 de 1957,
721.00/1-2957, RG 59, NA.
7. La República, febrero 5 de 1957.
También el ejército 533

Se escuchan pasos de civil

Como respuesta a las declaraciones del ministro de Gue­


rra, siete expresidentes liberales y conservadores suscribieron
un manifiesto en el cual dejaron en claro su oposición decidida
a la intención de Rojas de prolongarse en el poder y la ilegali­
dad de la reelección. Así mismo, exigieron elecciones libres y el
derecho a postular sus candidatos. Al manifiesto siguió el
mensaje pastoral del Cardenal Crisanto Luque, en el cual
condenaba la corrupción del gobierno y hacía referencia a las
indelicadezas de la familia presidencial. Rojas expresó su deseo
de sostener una entrevista con el Arzobispo Luque, pero éste,
en cambio, le envió una carta fechada el 30 de abril, en la cual
señalaba la imposibilidad de apoyarlo en su pretensión de
perpetuarse en el cargo:

Juzgo que no va a ser posible persuadir a la nación de que


la Asamblea recientemente instalada tiene origen auténtica­
mente democrático, lo que le restará el respeto necesario para
la estabilidad de sus determinaciones y de que sus miembros
gozan de toda la independencia necesaria para que la corpora­
ción sea realmente el cuerpo soberano de la República y como
tal reconocida por la inmensa mayoría de los colombianos,
porque la elección de los Constituyentes, según datos de que
dispongo se hizo a base de órdenes superiores, y porque los
mismos Constituyentes están ligados con previos compromi­
sos, entre ellos el de la reelección presidencial; porque un buen
número de ellos son de libre nombramiento y remoción del
presidente de la República y porque la misma subsistencia de la
Asamblea está condicionada a su adhesión a las iniciativas del
gobierno.
Por otra parte, la restricción cada día más rigurosa de las
libertades individuales, la inversión de los fondos públicos en
forma que escapa al control de los ciudadanos tanto en lo que
se refiere a su conveniencia como respecto del cumplimiento de
todas las disposiciones legales sobre la materia; la depreciación
de la moneda, el quebranto que ha sufrido la economía del país,
los serios problemas sociales que empiezan a presentarse y
534 El Jefe Supremo

otros factores de intranquilidad, tienen formado en el país un


denso ambiente opuesto a la reelección presidencial.
Finalmente, ha venido sosteniendo Vuestra Excelencia un
principio que no se ajusta a la realidad y que forzosamente lleva
conclusiones equivocadas: el principio de que quien no está con
el gobierno, es enemigo del gobierno. Entre este aparente dile­
ma no hay término medio: no estar de acuerdo con el gobierno
sin ser enemigo del mismo, es decir, sin querer hacerle mal, sin
querer perjudicarlo, sin querer buscar su desprestigio por el
desprestigio mismo [...].
Es muy probable que Vuestra Excelencia encuentre absur­
das estas modestas apreciaciones porque contra ellas tiene
Vuestra Excelencia las muchas manifestaciones que ha venido
recibiendo de adhesión al gobierno de las Fuerzas Armadas,
adhesiones a las cuales reconoce Vuestra Excelencia un valor
que, en mi concepto, apoyado en frecuentes testimonios de
algunos de los mismos manifestantes, está lejos de tener8.

Pero Rojas no perdía la esperanza de ganar el favor de la


iglesia. Fue con ocasión de una manifestación de apoyo a la
reelección presidencial, organizada por los gobernadores de­
partamentales y protagonizada por delegaciones venidas a
Bogotá desde los distintos departamentos, que Rojas atacó la
masonería y previno a las autoridades para que evitaran la
infiltración de tan terrible mal en la vida nacional. Como en la
edición del 11 de febrero la revista LIFE había mencionado a
los ex-presidentes Eduardo Santos y Lleras Camargo entre los
masones más sobresalientes de la América Latina, el Jefe
Supremo no desaprovechó la oportunidad para acusarlos y
recordar a los católicos que el gobierno de las Fuerzas Arma­
das era firme defensor de los principios de la iglesia y de la
patria9.

8. Arzobispo Cardenal Luque a Rojas Pinilla, abril 30 de 1957, El


Independiente, mayo 17 de 1957.
9. EEU a DE, febrero 8 de 1957, 721.00(W)/2-857, RG 59, NA.
También el ejército 535

Pese a todos los intentos de ganar apoyo, en la fila de


descontentos —políticos, militares, iglesia, prensa y estu­
diantes— formaron también los intelectuales y los acadé­
micos en solidaridad con la renuncia del rector de la Universi­
dad Nacional, Jorge Vergara, debido a la decisión de Rojas de
suprimir la autonomía de la universidad y de entregar el con­
trol total de todas las universidades públicas y privadas al
Ministerio de Educación. La prensa, por cuenta de la ODIPE,
seguía severamente amordazada10 por lo cual no pudo regis­
trar los hechos inmediatos que antecedieron al 10 de mayo de
1957, fecha en que Rojas fue depuesto, exactamente dos días
después de haber sido reelegido en el cargo hasta 1962.

10. Santos Montejo a Córdoba, marzo 12 de 1957, APR. No todos l


periódicos habían sido reducidos al silencio. La Comisión Nacional de
Prensa envió a la presidencia de la República la lista de periodistas y
periódicos “que se encontraron realmente leales al gobierno, particularmen­
te a la persona de Su Excelencia”. Fueron ellos: Gustavo Gómez Mejía, (El
Frente, Bucaramanga); Julián Devis Echandía y Carlos Arrázola (El Nacio­
nal, Barranquilla); Mario Acosta (Diario de Colombia, Bogotá); Guillermo
Camacho Montoya (El Día, Bogotá); Flaminio Lombana Villegas (Jornada,
Bogotá); Luis Sornoza Falla (Semana, Bogotá); Guillermo Payán Archer
(El País, Cali). También figuraban algunas estaciones de radio y, por supues­
to, la radiodifusora nacional y la televisora nacional, ésta última a cargo de
Fernando Gómez Agudelo. García Gutiérrez a Presidencia de la República,
abril 3 de 1957, APR. También, algunas voces clericales seguían leales al
gobierno. Entre ellas la de monseñor Miguel Angel Builes, obispo de Santa
Rosa de Osos (Antioquia), el mismo que en 1953 exigía a sus colegas lealtad
hacia Laureano Gómez. En una de sus pastorales, Builes —de quien el país
difícilmente olvida su fanatismo religioso y su sectarismo político— condenó
el pacto de Benidorm porque nadie podía confiar en los pactos del liberalis­
mo izquierdista “que jamás han sido verdaderos ni sinceros”. Por lo demás,
apoyaba —contra los planteamientos del Cardenal Luque— el régimen de
Rojas porque Colombia necesitaba un gobierno fuerte que terminara con los
enfrentamientos fratricidas entre los colombianos. Monseñor Builes era
partidario de la reelección del Jefe Supremo porque el principio del “pueblo
soberano” era un concepto socialista contrario a las Divinas Escrituras y la
tradición. La prensa gobiernista no dudó en dedicar sus editoriales al elogio
de monseñor Builes y a respaldar la reelección del teniente general. Builes,
pastoral, febrero 25 de 1957; Diario Oficial, abril 1 de 1957.
40. El nuevo júbilo

Ei malestar general, auspiciado por la iglesia y los partidos,


sumado a la difícil situación económica, a los hechos de orden
público que día a día se hacían más frecuentes y al desprestigio
de la familia presidencial cuyos negocios millonarios indigna­
ban a los gobernados, fueron uniendo a la mayoría de colom­
bianos ante un enemigo común: el régimen del general Rojas
Pinilla.
Sin embargo, un acontecimiento particular sirvió para
“ rebozar la totuma del descontento” como lo llamó el perio­
dista Lucas Caballero [Klim], El primero de mayo fue puesto
bajo arresto domiciliario en la casa donde se hospedaba en
Cali, Guillermo León Valencia, el candidato presidencial esco­
gido por liberales y conservadores para oponer resistencia al
deseo de Rojas de perpetuarse en el poder1. Esa misma noche
elementos militares y del SIC quisieron forzar al candidato a
trasladarse a su nativa Popayán. Una cadena de llamadas del
obispo de Cali al Cardenal Crisanto Luque, de éste al minis­
tro de Gobierno y la de Elemando Navia Varón que finalmente

1. Comunicado de las Directivas Políticas de la Nación, Directori


Nacional Conservador, Dirección Nacional Liberal, abril 8 de 1957. Tam­
bién la Circular No. 40 contiene la adhesión a la candidatura de Valencia de
los industriales antioqueflos, y la federación de estudiantes colombianos,
abril 24 de 1957, APR.
538 El Jefe Supremo

despertó a Rojas, lograron que Valencia pudiera pasar la


noche en Cali2.
Según la embajada norteamericana, la acción contra Va­
lencia se cumplió por órdenes del general Luis E. Ordóñez, jef e
del SIC, atendiendo instrucciones que se podía suponer venían
del presidente. El 2 de mayo fue un día de agitación y protesta
en Cali. Grandes manifestaciones de estudiantes gritaban con­
signas contra la detención del líder conservador. Las manifes­
taciones continuaron y se extendieron por todo el país. Prime­
ro en Cali —y después en otras ciudades— los clubes sociales
cerraron ante la prohibición del brigadier general Jaime Pola-
nía Puyo, gobernador del Valle, de efectuar reuniones sociales
que no contaran con su permiso.
Llevado a Bogotá el 3 de mayo, Valencia y el jefe liberal de
la oposición, Alberto Lleras Camargo, acordaron anticipar los
planes. De acuerdo con documentos de la embajada norteame­
ricana los líderes de la oposición, desde hacía algún tiempo,
habían estado planeando derrocar a Rojas y a su gobierno a
través de manifestaciones estudiantiles, un cierre general de la
industria, comercio, banca, etc., y huelgas, pero la fecha pre­
vista había sido fijada para junio o tal vez un poco después. I a
crisis se precipitó más rápidamente, sin embargo, y los aconte
cimientos se desencadenaron con la detención de Valencia.
En efecto, el Frente Civil contra Rojas Pinilla, dirigido
por los jefes de los dos partidos, había sido acogido no sola­
mente por un puñado de prelados, como declararía el depuesto
general a su paso por Bermudas, sino por buena parte de la
población3.

2. Comunicado del SIC, mayo 3 de 1957, El Independiente, mayo 4 de


1957.
3. Los defensores del general Rojas han afirmado siempre que el 1(1di'
mayo fue obra exclusiva de la élite política y de las oligarquías y que el pueblo
raso no participó en la jornada. Sin embargo, las declaraciones de la Unión
de Trabajadores de Colombia tienden a moderar tal versión. El 6 de mayo de
1957, la asociación sindical proclamó: “ El comité ejecutivo de la II. I <
considera el momento de suma gravedad. Es indispensable hacerlas reí lili
caciones necesarias y con una acción conjunta de los industriales, el gohíri
El nuevo júbilo 539

El 5 de mayo, los estudiantes hicieron circular una hoja


clandestina llamando a la población a apoyar el paro general.
El gobierno respondió con la orden de cerrar las universidades
y colegios cuyo funcionamiento no fuera normal. El Comité
Central Universitario no sólo rechazó las amenazas oficiales,
sino que desafió al ministro de Educación negándole toda
autoridad a “un gobierno bárbaro que ha perseguido y persi­
gue a todos los valores de la cultura” . Los profesores también
emitieron una declaración conjunta en la cual, debido a la
“ situación de emergencia nacional” y a “los graves problemas
de orden público” , acordaban suspender clases. El toque de
queda no se hizo esperar. Tampoco la “ operación de entrena­
miento” , como se llamó al despliegue de los soldados de la
guarnición de Bogotá en los sectores neurálgicos de la capital,
especialmente frente al palacio presidencial, donde colocaron
ametralladoras. Era evidente que el presidente comenzaba a
perder el sueño aunque el brigadier general Rafael Navas
Pardo, comandante del ejército, se esmerara por tranquilizarlo
informando que la “ maniobra” había sido un completo éxito.
No coincidía el concepto del general Navas con el de
industriales y comerciantes. El 7 de mayo las vitrinas de los
almacenes permanecían cerradas y sus propietarios se resistían
a abrirlar ni siquiera al escuchar las amenazas de los rojistas
alborotados que recorrían las principales calles y con altopar­
lantes advertían: “Si los oligarcas no abren las tiendas, el
pueblo las pondrá a funcionar”4.

no, los trabajadores y todas las gentes de buena voluntad, buscar las fórmu­
las que han de garantizar el retorno a la normalidad y el mejoramiento de las
condiciones de vida del pueblo conforme a los derechos de la persona
humana y extirpando toda clase de abusos” . Afirmó entonces la U.T.C. que
“hoy más que nunca se hace indispensable la implantación de los valores
morales; el retorno a la vida institucional y el restablecimiento del régimen
jurídico. El pueblo clama por un ambiente de mayor holgura, donde pueda
ejercer sus derechos y cumplir sus deberes sin estrecheses ni intimidaciones” .
Declaración de la Unión de Trabajadores de Colombia, mayo 6 de 1957, El
Independiente, mayo 10 de 1957.
4. El Independiente, mayo 10 de 1957.
54 0 El Jefe Supremo

Aun el gobierno norteamericano había comenzado a du­


dar de la habilidad de Rojas para mantenerse en el poder. Ese
mismo día, Albert H. Gerberich, encargado de Colombia (el
llamado “ Colombia Desk” ) en el Departamento de Estado
informó en un memorando a sus superiores que hasta ese
momento él había pensado que Rojas sortearía la tormenta,
pero que ya no estaba tan seguro. Gerberich basaba sus dudas
en dos telegramas procedentes de Bogotá. Uno señalaba que
seis altos oficiales militares habían manifestado a la embajada
su descontento con el presidente. El cable identificaba sólo a
tres: general Alfredo Duarte Blum, comandante general de las
Fuerzas Armadas; general Alfonso Sáiz Montoya, secretario
general del Ministerio de Guerra y el teniente coronel Carlos
Uribe, ex-agregado aéreo en Washington. Específicamente los
oficiales se quejaban de las maniobras de Rojas para perpe­
tuarse en el poder, de la corrupción y del error del gobierno en
organizar para el 11 de mayo una manifestación “espontánea”
de apoyo.
El jefe del SIC, general Ordóñez, también habría hecho
algunas afirmaciones anti-rojistas, pero los diplomáticos no
las escucharon de sus labios sino por boca de Eduardo Zuleta
Angel, ex-embajador en Washington; de Enrique Santos Cas­
tillo, actual editor de El Tiempo; y de Belisario Betancur, que
en abril había estado detenido 16 días por órdenes del SIC.
El segundo cable reportaba que el 2 de mayo Lucio Pabón
Núñez había pedido visa en la embajada norteamericana para
someterse a un chequeo médico. Gerberich observó: “ Pabón
fue la mano derecha de Rojas y puso en práctica algunas de sus
medidas más represivas. Fue elegido presidente de la Asam­
blea Constituyente y a punta de látigo ha tratado de que Rojas
sea reelegido” . Según Gerberich, si Pabón “ ha roto con Rojas,
es la rata más grande que abandona el barco” . (“The biggcst
rat of all leaving the ship” ).
No sólo los generales se atrevieron a manifestar su des­
contento. El “cuartel general de la Andi” como se conoció en
su momento a uno de los gremios más diligentes en el derroca
miento del Jefe Supremo, hervía de actividad. Gerentes, diree
El nuevo júbilo 541

tores, empresarios grandes y pequeños recibían allí instruccio­


nes para consolidar el paro nacional del frente cívico.
Los banqueros no se quedaron atrás. El 7 de mayo por la
noche, Rojas citó en su despacho a Martín del Corral, gerente
del Banco de Bogotá, y a otros directores bancarios. El general
esperaba que durante la reunión se llegaría a algún acuerdo o
fórmula que le permitiera ejercer el cargo hasta 1962, fecha en
que él prometía retirarse y convocar elecciones populares. Los
banqueros no accedieron e insistieron en el retiro inmediato
del general. Si salía del país o permanecía en él, no era coSa de
su incumbencia.
El ruego del general no demoró en convertirse en desdén.
Al día siguiente, en un discurso pronunciado con motivo de su
reelección —que como ya se dijo, fue aprobada por la ANAC a
las 4:50 de la tarde del 8 de mayo, menos de 48 horas antes del
día final— Rojas comparó a los gerentes bancarios con asal­
tantes de bancos y lanzó acusaciones contra “esos dineros que
las oligarquías económicas en criminal maridaje con las oligar­
quías políticas” estaban invirtiendo, según su opinión, en el
asesinato de estudiantes.
Lleras y Valencia, en declaración conjunta, manifestaron
que la huelga era una protesta contra la amañada reelección de
Rojas en la Asamblea Nacional Constituyente.

El rojismo se defiende

Mientras la Andi en su “cuartel” y los banqueros en el


suyo organizaban el paro; mientras el Primado de Colombia,
Crisanto Cardenal Luque entregaba su carta pastoral conde­
nando la dictadura; mientras profesores y estudiantes hacían
circular sus hojas clandestinas y los trabajadores lanzaban su
comunicado, el presidente Rojas seguía dando palos de ciego
en el intento de permanecer en el Palacio de Nariño. Así, el
Diario Oficial y Diario de Colombia, las dos voces más recias
del régimen, clamaban contra los directores del “autodenomi­
nado liberalismo popular” , y los comandos conservadores,
adictos al General, condenaban “ los pactos y candidaturas de
542 El Jefe Supremo

las oligarquías” , el paro general se extendía en forma masiva


por encima de los esfuerzos del gobierno por ocultarlo5. Los
muertos y los heridos aumentaban. En la ciudad de Cali,
solamente, el Hospital Departamental Universitario reporta­
ba 40 muertos y otros tantos heridos atendidos en 5 días.
Así, rodeado de la conmoción social y política, cada
movimiento que Rojas hacía para retener el poder, sólo servía
para acrecentar el sentimiento anti-rojista. Ordenó a la Policía
Militar reprimir las manifestaciones estudiantiles. Más grave
aún, fueron las bombas de gas lanzadas en la misa dominical
del 5 de mayo en la iglesia de la Porciúncula en Bogotá y la
persecución dentro de la misma iglesia a un puñado de univer­
sitarios que protestaban cerca al atrio. En el instante en que el
padre Severo Velásquez levantaba el cáliz en el altar, explota­
ban dos bombas de gases lacrimógenos. El sacerdote, crítico
veterano del régimen, se volvió hacia sus fieles y dijo: “ Maldito
sea el tirano. Maldito el hombre que ha llevado al país a esta
situación” .
Fue una voz que se regó, literalmente, como pólvora. El
llamado del ex-presidente Lleras se hizo más urgente. Los
periódicos pararon bajo la amenaza de censura total sobre las
“ noticias alarmantes” y las universidades suspendieron clases
por orden oficial. Los tanques y los carros blindados circula­
ban por las calles de las capitales.

El día final

La noche del 9 de mayo, los altos mandos del ejército que


aún apoyaban a Rojas, se reunieron para decidir la partida.
Después de cuatro horas de discusiones, consensos y disensos,
echaron la suerte del general. El comandante del ejército,
Rafael Navas Pardo, fue designado para comunicarle a Rojas
que debía abandonar el país. Pasada la media noche, el briga­

5. Comandos Conservadores, Resolución No. 8, mayo 7de 1957, trans­


mitida por la DINAPE.
£7 nuevo júbilo 543

dier entró al despacho presidencial. “Mi general, usted debe


salir del país” , dijo. “ Las cosas no pueden seguir así” .
Rojas se mostró incrédulo, pero tres horas más tarde,
después de conferenciar con otros comandantes del ejército y
con el representante personal del Cardenal Crisanto Luque, el
Excelentísimo señor Presidente Teniente General Jefe Supre­
mo Gustavo Rojas Pinilla, accedió a dejar el poder, no sin
antes nombrar a sus sucesores6.
Fue entonces cuando Rojas designó, uno por uno, entre
sus antiguos colaboradores, la Junta Militar.
Visto a la luz de lo que fue su gobierno, el comunicado del
depuesto Jefe Supremo en el cual nombraba a sus sucesores, en
nombre del BINOMIO PUEBLO— FUERZAS ARM ADAS, parece
arrancado de las páginas anecdóticas de alguna novela de
dictadores de esta “ América de abajo, ardiente y revoltosa” ,
como la describiera Alejo Carpentier. Escribió entonces el
general:

Para evitar que los soldados de esta Colombia inmortal,


que no autoriza depredaciones ni violencias en nombre de
ningún partido político, se hubieran visto obligados a defender
el orden y la legalidad haciendo uso de las armas, con inútil
derramamiento de sangre, contrariando los postulados de Paz,
Justicia y Libertad que he defendido sin vacilación desde el 13
de junio y porque sería un contrasentido que quien le dio la paz
a la nación y buscó la convivencia ciudadana fuera el causante
de nuevas y dolorosas tragedias, he resuelto que las Fuerzas
Armadas continúen en el poder con la siguiente Junta Militar:

6. Antes de abandonar el país, y “por tratarse de motivos de orde


público”, el gobierno autorizó al Banco de la República para entregar al
general Rojas 15.000 dólares, “en calidad de anticipo de su sueldo de 3.000
dólares mensuales como ex-presidente de la República”. Brigadier General
Juan B. Córdoba, Secretario de la Junta Militar a Hernando Llórente,
Tesorero General de la República. Como se recordará, Córdoba fue hasta
última hora, el director de la Oficina de Información y Propaganda del
general Rojas Pinilla.
544 El Jefe Supremo

Mayor General Gabriel París; Mayor General Deogracias


Fonseca; Contralmirante Rubén Piedrahita; Brigadier Gene­
ral Rafael Navas Pardo y Brigadier General Luis E. Ordóñez.
Esta Junta Militar deberá presidir las elecciones en las
cuales el pueblo colombiano elija el mandatario que habrá de
regir los destinos de Colombia en el período constitucional
1958-19627.

A las 9:30 de la mañana del 10 de mayo de 1957, la radio


trasmitió el mensaje del general, pero ya desde el amanecer ios
colombianos celebraban la noticia. Los gritos de la gente,
acompasados con el sonido rítmico de tres golpes de bocina de
los automóviles, festejaban la caída del Jefe Supremo, tal vez
con el mismo júbilo y alborozo del 13 de junio de 1953, cuando
el general Rojas Pinilla era aclamado en todos los rincones de
la patria como el Segundo Libertador.

7. Rojas Pinilla, mayo 10 de 1957. Los militares nombrados por Roja


eran sus recientes colaboradores, así: Gabriel París, ministro de Guerra
hasta el 10 de mayo; Rafael Navas Pardo, Comandante del Ejército también
hasta el dia de la caída; mayor general Deogracias Fonseca, Director de la
Policía; brigadier general Luis E. Ordóñez, jefe del SIC, la policía secreta del
régimen; y el contralmirante Rubén Piedrahita, que había sido ministro de
Obras Públicas de Rojas.
41. Epílogo sobre la corrupción

Ei 23 de febrero de 1959, el general en retiro Gustavo Rojas


Pinilla formuló en el recinto del Senado, donde se le sometía a
juicio constitucional, la siguiente pregunta:

¿Dónde está la prueba, señor acusador, de que el doctor


Samuel Moreno Díaz tenía agencia de negocios para ejercer el
tráfico de influencias a todo lo largo y ancho del territorio
nacional, en compañía de abogados liberales y conservadores?1

Si el acusador la hubiera tenido a la mano, indudablemen­


te habría revelado la prueba contenida en un despacho diplo­
mático fechado en Bogotá el primero de agosto de 1956,
firmado por Richard A. Poole, segundo secretario de la Emba­
jada de los Estados Unidos, y dirigido al Departamento de
Estado en Washington, D.C. De acuerdo con el documento,
un ejecutivo de la firma Philips Colombiana S.A. informó a
Poole que la compañía había pagado un soborno de 100.000
dólares a Samuel Moreno Díaz en relación con el contrato
para la venta de 10.000 televisores al Banco Popular. Moreno
Díaz actuó como intermediario inútil pero obligatorio en la

1. Senado de la República, Comisión Instructora, El Proceso contra


Gustavo Rojas Pinilla ante el Congreso de Colombia (Bogotá: Imprenta
Nacional, 1960), II, p. 416.
546 El Jefe Supremo

transacción y su comisión le fue depositada en varios bancos


de los Estados Unidos, indicó Poole.
El ejecutivo de Philips, cuyo nombre no aparece en el
oficio, señaló que también hubo necesidad de pagar otros
sobornos, especialmente a funcionarios del Banco Popular,
aunque el de Moreno Díaz fue el más cuantioso. Añadió el
representante de Philips que en el pasado la firma había tenido
que pagar comisiones a empleados del gobierno, por ejemplo
con ocasión de la venta de televisores en 1955, pero que las que
se le exigieron en 1956 superaron con creces las anteriores.
Para cubrir el importe del soborno, Philips tuvo que recurrir al
expediente de “inventar” un nuevo modelo de televisor, va­
riando la designación de un modelo existente. De ese modo fue
posible aumentar el precio por receptor de 80 a 108 dólares,
con lo cual la coima ascendió a un total de 280.000 dólares (28
dólares X 10.000 televisores).
J. Glottmann, S.A. firmó un contrato similar para la
venta de 5.000 televisores marca RCA y la fuente de Philips
suponía que también tendría que pagar un soborno proporcional.
Hubo quejas por este asunto —continuó el funcionario de
Philips— y por ello el Ministerio de Gobierno realizó una
investigación superficial. El presidente de Philips tuvo que
negar cualquier engaño aunque según la fuente el Ministerio
conocía la realidad de los hechos, especialmente por cuanto el
Servicio de Inteligencia Colombiano tenía intervenido el telé­
fono del doctor Moreno Díaz. La investigación fue archivada.
Agregó el oficio de la Embajada Norteamericana:
El funcionario de Philips afirma que esta es apenas una de
muchas negociaciones en que han participado el Dr. Moreno y
otros miembros de la familia del presidente. Una de las más
lucrativas fue la venta del equipo [de transmisión] de televisión
al monopolio estatal del ramo. Otro empleado de Philips que
conoce de cerca los trámites en que se pactan los sobornos,
estima que el Dr. Moreno ha “ganado” unos US$2.000.000
desde que el año pasado entró a hacer parte de la familia
presidencial por la via del matrimonio. Este empleado de
Philips está convencido de que el presidente está plenamente al
Samuel Moreno Díaz, el yerno presidencial, recibió un soborno de 100.000dólares por la importa­
ción de televisores, según informó un funcionario de Philips a la embajada de los Estados Unidos.
548 E! Jefe Supremo

corriente de estas transacciones, es el socio oculto en el negocio


y utiliza como fachada a Moreno. (Esto podría explicar la
indulgencia del presidente hacia su yerno, pese a que se rumora
que está molesto con su vida alegre). Las casas comerciales que
tienen que contratar con el gobierno están disgustadas con esta
situación, que aparentemente es generalizada en el gobierno y
en las fuerzas armadas2.

A mediados de 1956 el dólar se cotizó a casi 5 pesos y una


casa de cuatro alcobas y tres baños en el norte de Bogotá se
vendía por 26.000 dólares (130.000 pesos) y el premio mayor de
la Lotería de Cundinamarca (100.000 pesos) era equivalente a
20.000 dólares. El periódico costaba 15 centavos3. Por lo tanto,
Moreno Díaz se “ganó” , de acuerdo con Philips, una suma
equivalente a cinco premios mayores de la Lotería de Cundina­
marca.

Depósitos bancarios

En la misma sesión del Senado celebrada el 23 de febrero


de 1959, el acusado Rojas Pinilla llamó “mendaz y calumnio­
sa” la afirmación del acusador, según el cual María Eugenia
Rojas Correa había depositado en un banco norteamericano
“ una de las sumas más fuerte que colombiano alguno hubiera
depositado” . Rojas exigía al acusador Antonio José Uribe
Prada: “ Yo lo emplazo igualmente a que demuestre usted esa
afirmación”4.
Uribe Prada no podía conocer, por tratarse de un docu­
mento secreto, el memorándum que Albert Gerberich, funcio­
nario a cargo de Colombia en el Departamento de Estado,
remitió a dos de sus superiores en octubre de 1956. Allí señaló
que el presidente de un banco de Houston había indicado a una

2. Poole a DE, agosto 1 de 1956, 721.11/8-156, RG 59, NA.


3. Intermedio, agosto 7 de 1956.
4. El Proceso..., II, p. 415.
Epílogo sobre la corrupción 549

fuente muy confiable que el hijo de Rojas [no especifica si


Gustavo o Carlos] abrió una cuenta y depositó 50.0.00 dólares.
Añadía Gerberich que Frank Scafuro del Bank of America en
Nueva York le había informado tiempo atrás que el hijo de
Rojas tenía una cuenta grande, de unos 250.000 dólares, en un
banco de Miami. Y “hemos escuchado frecuentemente”, ano­
tó, “que la hija de Rojas y su esposo están ahorrando en bancos
de Nueva York y de Europa” 5.

La corrupción por teléfono

Después de la caída de Rojas el 10 de mayo de 1957, se


produjo un alud de publicaciones periodísticas sobre la co­
rrupción en su gobierno. La gama de denuncias osciló desde el
contrabando de café hasta los desfalcos en bancos oficiales, de
las fincas presidenciales a los créditos bancarios para Rojas y
sus allegados. Con base en un decreto de la Junta Militar, que
se hizo cargo del poder ejecutivo hasta el 7 de agosto de 1958,
se creó la Comisión Nacional de Instrucción Criminal, la cual
recibió 158 denuncias penales por presuntos ilícitos ocurridos
en el gobierno de Rojas, instruyó 55 sumarios y de ellos selec­
cionó posteriormente 10 investigaciones principales que pre­
sentó ante la Cámara de Representantes6.
La Cámara abrió juicio a Rojas y le formuló acusación
ante el Senado por 3 hechos presuntamente delictuosos come­
tidos todos por medio del teléfono:
a) abuso de autoridad por ordenar en una llamada telefó­
nica la devolución de un lote de reses importadas, que estaba
retenido por la aduana bajo la presunción de contrabando.
b) concusión por exigir a la Caja Agraria, por el hilo
telefónico, el otorgamiento de préstamos para él y sus conso­
cios.

5. Gerberich a Sanders y Bernbaum, octubre 4 de 1956, 721.11/10-456,


RG 59, NA.
6. Expediente 23, sumario 162, tomo I, cuaderno principal, f. 10,
ACACR.
550 El Jefe Supremo

c) abuso de autoridad por ordenar en un telefonema


liberación de León María Lozano, alias “ El Cóndor” y otros
dos presos.
El Senado encontró que los hechos estaban comprobados
en los tres casos, consideró que el delito estaba prescrito en el
último y por los dos primeros declaró indigno al acusado por
mala conducta en el ejercicio del cargo de Presidente de la
República y lo condenó a la pérdida perpetua de los derechos
políticos7. En 1967 el Tribunal Superior de Bogotá rehabilitó a
Rojas y le permitió ejercer nuevamente los derechos políticos.
La acusación por la liberación de “ El Cóndor” ha sido
tratada ampliamente aquí. Pero serán objeto de un próximo
libro los demás cargos debatidos en el Congreso, así como los
que investigó la Comisión Nacional de Instrucción Criminal y
en general otros aspectos de la corrupción administrativa,
incluyendo el enriquecimiento de la familia presidencial. Aun­
que los tres tomos del juicio ante el Senado ocupan 2.209
páginas, los expedientes suman varios miles de folios y otros
materiales de archivo comprenden unos cuantos miles de do­
cumentos más, es de esperar que esa historia se pueda contar en
un tomo menos voluminoso que este.

7. El Proceso..., III, p. 475.


Anexo A

Cronología de la carrera militar


de Gustavo Rojas Pinilla

Feb. 1 de 1919 Se le adjudica beca como cadete de la Es­


cuela Militar.
Nov. 29 de 1919 Nombrado alférez de la Escuela Militar.
Nov. 27 de 1920 Grado de subteniente del ejército.
Dic. 10 de 1920 Destinado al Regimiento de Artillería
Bogotá No. 1.
Enero 5 de 1922 Trasladado al Regimiento de Artillería
Tenerife No. 2 en Medellín.
Oct. 11 de 1923 Trasladado al Regimiento de Artillería
Ayacucho No. 9 en Manizales.
Dic. 5 de 1923 Ascendido a teniente y destinado como
ayudante del comando de la Quinta Bri­
gada con sede en Manizales.
Junio 28 de 1924 Retiro temporal del servicio activo a soli­
citud propia.
Enero 12 de 1933 Ascendido a capitán de reserva.
Enero 18 de 1933 Llamado temporalmente al servicio activo
y destinado al Grupo de Artillería Bogotá
No. 1.
Junio 20 de 1933 Destinado a la Batería de Costa San
Mateo No. 1 en Buenaventura.
Agosto 31 de 1933 Destinado al Grupo de Artillería Palacé
No. 3 en Buga.
552 El Jefe Supremo

Dic. 9 de 1933 Encargado del comando de la plaza mili­


tar de B/ventura.
Sept. 15 de 1934 Alumno del 3er. curso de artillería.
Enero 5 de 1935 Trasladado a la Fábrica de Municiones
como ingeniero ayudante del departa­
mento técnico.
Junio 26 de 1935 Nombrado profesor de hoplología en la
Escuela Militar.
Feb. 14 de 1936 Ascendido al grado de mayor.
Feb. 15 de 1936 En comisión a Europa para recibir mate­
rial de guerra.
Nov. 1 de 1936 Nombrado ingeniero jefe del departamen­
to técnico de la Fábrica de Municiones.
Dic. 18 de 1937 Suspendido en el ejercicio de sus funciones
y atribuciones.
Marzo 21 de 1938 Pasa a retiro definitivo.
Sept. 28 de 1938 Reincorporado provisionalmente al ser­
vicio activo como oficial de detall del
Grupo de Artillería La Popa No. 2 en Ba-
rranquilla.
Nov. 8 de 1939 Comandante del Grupo de Artillería La
Popa No. 2.
Nov. 16 de 1939 Reincorporado definitivamente al servicio
activo por sentencia del Consejo de Es­
tado.
Enero 20 de 1940 Alumno del curso de Estado Mayor en la
Escuela Superior de Guerra.
Julio 27 de 1941 Comandante del Puesto de Tarapacá.
Dic. 31 de 1941 Comandante del Grupo de Artillería No.
3 Palacé en Buga.
Enero 17 de 1942 Ascendido a teniente coronel.
Nov. 1 de 1942 Comandante de la Escuela de Artillería.
Dic. 17 de 1942 En comisión a Estados Unidos para lend-
lease.
Sept. 24 de 1943 Trasladado a la sección de oficiales agre­
gados del departamento de personal.
Enero 27 de 1944 Subdirector de la Escuela Superior de
Guerra.
Cronología 553

1944-45 Varias comisiones de aeródromos.


Junio 20 de 1945 Jefe del departamento de aeronáutica
civil de la dirección general de la fuerza
aérea.
Abril 15 de 1946 Ascendido a coronel.
Nov. 1 de 1946 Comandante de la Primera Brigada en
Tunja.
Marzo 6 de 1948 Comandante de la Tercera Brigada en
Cali.
Oct. 11 de 1949 Ascendido a general.
Oct. 19 de 1949 Director general (encargado) del ejército.
Dic. 3 de 1949 Ministro de Correos y Telégrafos.
Agosto 25 de 1950 Jefe (encargado) del Estado Mayor Ge­
neral.
Abril 18 de 1951 Comandante general de las Fuerzas
Militares.
Abril 21 de 1951 Subjefe del Estado Mayor de la Junta In-
teramericana de Defensa.
Feb. 22 de 1952 Consejero militar de la embajada de
Colombia en E.U.
Nov. 26 de 1952 Ascendido a teniente general y destinado
de nuevo como comandante general de las
Fuerzas Militares.
Enero 27 de 1954 Jefe Supremo de las Fuerzas Militares.
Mayo 21 de 1957 Llamado a calificar servicios.
Anexo B

Condecoraciones

Mayo 26 de 1950 Orden de Boyacá en el grado de Gran


Oficial.
Sept. 6 de 1950 Cruz Militar Antonio Nariño.
Nov. 14 de 1950 Medalla de 20 años de servicios.
Marzo 14 de 1951 Medalla Francisco José de Caldas en la
categoría “al mérito” .
Dic. 14 de 1951 Legión del Mérito en el grado de Comen­
dador conferida por el gobierno de los
Estados Unidos.
Nov. 27 de 1952 Orden Naval Almirante Padilla en el grado
de Gran Oficial.
Mayo 29 de 1953 Orden del Mérito General José María
Córdoba en el grado de Gran Oficial.
Mayo 29 de 1953 Es ascendido en la Orden de Boyacá del
grado de Gran Oficial al de Gran Cruz
Ordinaria.
Nov. 4 de 1953 Orden de la Estrella de la Policía Nacional
en el grado de Gran Estrella Cívica Ex­
traordinaria.
Junio 22 de 1954 Medalla de 25 años de servicios.
Junio 13 de 1954 Orden Militar Trece de Junio en el grado
de Gran Collar.
Condecoraciones 555

Junio 28 de 1955 Orden del Mérito Sanitario José Fer­


nández Madrid en el grado de Gran Cruz.
Dic. 2 de 1954 Condecoración por servicios distinguidos
en orden público.
Anexo C

Embajada de Colombia, Washington

Informe que el Embajador de Colombia en Washington le


rinde al Excelentísimo Señor Presidente de la República sobre
las gestiones que se han adelantado en relación con el suminis­
tro gratuito a las Fuerzas Armadas de Colombia de armas,
equipos, unidades navales y aviones.
Washington, julio 11 de 1955

Primera parte

Tan pronto como llegué a Washington en julio de 1953,


inicie las gestiones tendientes a obtener para Colombia una
ayuda militar apreciable. Hablé detenidamente no sólo con
diversos funcionarios del Departamento de Estado sino tam­
bién con funcionarios y jefes militares del Pentágono. A todos
ellos les expuse: a) Que las Fuerzas Armadas de Colombia
necesitaban urgentemente equipos y elementos que pudieran
servir para entrenar y preparar debidamente dentro de los
standards norteamericanos, unidades que pudieran eventual­
mente servir para la defensa continental, de acuerdo con el
Tratado de Río de Janeiro, para repeler cualquier subversión
de carácter comunista dentro del país y ejecutar, llegado el
caso, decisiones adoptadas por los Organos competentes de las
Informe 557

Naciones Unidas; b) Que lo justo y equitativo era que esos


equipos y esas armas fueran suministradas gratuitamente, den­
tro de alguno de los programas de ayuda militar, ya que
Colombia había sido el único país que había enviado fuerzas
armadas a Corea y uno de los que menos ayuda había recibido
de los Estados Unidos; c) Que una de las formas en que se le
podría procurar a Colombia esa ayuda militar era la de am­
pliar el Pacto de Asistencia Recíproca de 1951, que contempla,
entre otras cosas, la posible participación de Colombia en la
aplicación del Tratado de Asistencia Recíproca firmado en
Río de Janeiro en 1947, así como la necesidad de atender
eficazmente a la defensa continental en el caso de una subver­
sión de carácter comunista dentro del país.
En todas partes encontré la mejor acogida. Repetidamen­
te se me habló de lo que aquí se apreciaba la participación de
Colombia en Corea y de la buena voluntad con que este país
atendería a las necesidades de las Fuerzas Armadas de Colom­
bia.
Entre las muchas personas con quienes hablé no hubo una
sola que considerara impracticable o imposible el proyecto.
En principio se encontraba no solo justo y razonable sino
útil y conveniente que las Fuerzas Armadas de Colombia
tuvieran los elementos necesarios para formar unidades milita­
res como las contempladas en las Resoluciones II y III de la
Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores celebrada en
Washington en 1951.
En todas esas conversaciones no se pudo hablar del asun­
to sino en términos generales porque yo no había recibido
todavía las listas que se me habían ofrecido en Colombia de los
equipos y elementos que se necesitaban.
Esas listas me fueron entregadas en la ciudad de New
York solamente el día 23 de noviembre de 1954 por el propio
Canciller de la República, Dr. Evaristo Sourdís.
Inmediatamente que las recibí me vine a Washington y
después de conversar detenidamente con los Agregados Mili­
tares de la Embajada, para aclarar algunos puntos, presenté en
la forma más solemne ante el Departamento de Estado las
558 El Jefe Supremo

listas en referencia con un Memorándum, fechado el 29 de


noviembre, que dice así:

De acuerdo con las conversaciones habidas entre el Señor


Secretario Asistente de Estado para América Latina, Sr. Henry
F. Holland, y el Embajador de Colombia, sobre ayuda militar,
éste se complace en presentar los siguientes documentos:
A. E j e r c i t o . Nota de fecha 13 de noviembre de 1954,
distinguida con el No. MDG-S-211, dirigida al Embajador de
Colombia por el Sr. Ministro de Guerra, Brig. General Gabriel
París. En esa nota, para la cual se contó con la asesoría de la
Misión Militar Americana, se exponen las necesidades del Ejér­
cito en relación especialmente con la defensa continental.
B. F u e r z a A e r e a . Nota de fecha 13 de Nov. de 1954,
dirigida al Chief of Staffofthe United States Air Forcé, suscrita
por el Comandante de la Fuerza Aérea Colombiana, sobre las
necesidades apremiantes de ésta.
C. A r m a d a . Con respecto a las necesidades de la Arma­
da se presentan cuatro documentos: 1. Reserve Ammunition
Requirements for 3 Frigates, 2 Destroyers, 1 AO, 1 AOG and
various River Gun Boats for Storage in the Naval Magazines of
the Colombian Navy; II Naval Gun & Fire Control System
Requirements for the Colombian Navy, III Ship Requirements
for the Colombian Navy; IV Requirements for one Infantry
Batallón for Colombian Marine Corps”.

En el Departamento de Estado, en ausencia del Señor


Henry Holland, recibió el Memorándum y las listas el Deputy
Under Secretary of State, Mr. Robert Woodward, quien pro­
metió que se ocuparía con la mayor atención y actividad del
asunto.
Tan pronto como regresó el Señor Holland, fui a hablar
con éste, a informarle que ya las listas habían sido presentadas
y a pedirle que se ocupara con la mayor actividad del asunto,
cosa que me prometió hacer en los términos más cordiales y
amistosos.
El día 11 de marzo fui llamado a su despacho por el Señor
Holland, quien me dijo, en sustancia, lo siguiente: “ Los fun­
Informe 559

cionarios del Pentágono encargados de lo concerniente a la


ayuda militar, han encontrado impracticable el suministro a
Colombia de los elementos pedidos, por dos razones: a) por­
que valen cerca de Trescientos Millones de Dólares y la suma
apropiada para ayuda militar a toda la América Latina no
alcanza a esa cifra; b) porque Colombia por falta de pistas, de
aeródromos, de hangares, de servicios mecánicos, de depósitos
y de instalaciones de otro orden, no está en capacidad de
recibir y aprovechar la mayor parte de las cosas que solicita.
Informados los Agregados Militares de la Embajada so­
bre esta respuesta del Señor Holland, estuvieron de acuerdo en
que ello era así y por ese motivo fui a Bogotá a conferenciar
con el Excelentísimo Señor Presidente de la República sobre el
particular y a recibir instrucciones de éste.
El Excelentísimo Señor Presidente de la República, des­
pués de oír con la mayor atención, todos mis informes, me
instruyó en el sentido de limitar por el momento el pedido a los
elementos recomendados por el Señor Coronel Turner para el
Ejército, a los dos destroyers y al Batallón de Infantería de
Marina, dejando lo relativo a la Aviación, que era lo más
costoso, para después, o sea para cuando el programa que se
había presentado inicialmente (que no se debía interpretar
como un pedido actual, sino simplemente como una exposi­
ción de las ideas que tenían las Fuerzas Aéreas de Colombia
sobre su desarrollo en muchos años) se dividiera adecuada­
mente en etapas que correspondieran a las posibilidades del
país.

Segunda etapa

Para que el Excelentísimo Señor Presidente de la Repúbli­


ca pueda tener una idea perfectamente clara y completa del
modo como se han desarrollado las gestiones durante esta
segunda etapa y para que, de esa manera, pueda formarse un
concepto preciso sobre la situación actual de las negociacio­
nes, considero que lo mejor es relatar detenidamente lo que ha
ido ocurriendo día por día.
56 0 El Jefe Supremo

29 de abril de 1955
Tuve ese día con el Señor Holland —con quien no había
podido hablar antes porque se encontraba ausente cuando yo
volví de Bogotá— una larga conversación que comenzó a las
4:30 p.m.
Durante esa entrevista y procediendo de acuerdo con las
instrucciones que había recibido directamente del Excelentísi­
mo Señor Presidente de la República, le manifesté a Holland
que, en vista de las objeciones del Pentágono que él me había
trasmitido, por el momento limitaba el pedido de ayuda mili­
tar para las Fuerzas Armadas de Colombia a los siguientes
elementos, con respecto a los cuales no podía hacer objeción
posible: a) a los equipos y elementos recomendados por el
propio Jefe de la Misión Militar Americana en Colombia,
Coronel Turner; b) a los dos destroyers que el propio Almiran­
te M. Miles, Director del Departamento Latino Americano en
el Pentágono, había recomendado de la manera más insistente;
c) al Batallón de Infantería de Marina recomendado por el
Capitán Robertson, Jefe de la Misión Naval americana en
Colombia. Dejemos para más tarde —agregué— lo relativo a
la Aviación, que no ha pretendido ni pretende que se le den de
una vez los elementos que figuran en la lista enviada por ella,
ya que esa lista no es otra cosa que la presentación de un
programa para ser desarrollado en muchos años.
El Señor Holland me manifestó, en la forma más cordial,
que sobre esas bases trabajaría con el mayor entusiasmo y con
la mejor voluntad para que los deseos del Gobierno de Colom­
bia fueran atendidos.
“ Te prometo solemne y formalmente —me dijo— que no
omitiré ningún esfuerzo en el sentido de obtener esos elemen­
tos para las Fuerzas Armadas de Colombia. Exito no te puedo
prometer, porque la decisión no depende de mí, pero si te
garantizo que pelearé el asunto como cosa propia y no veo por
qué no se pueda conseguir lo que el Gobierno de Colombia
desea” .
10 de mayo de 1955
En una comida ofrecida por el Señor Holland, en su casa,
a varios amigos, me encontré con el Señor Willard Beaulac,
Informe 561

actualmente Embajador de los Estados Unidos en Chile y


antiguo Embajador en Colombia, donde vivió cuatro años,
dando pruebas del más grande afecto por nuestro país. Como
tengo motivos sobrados para saber que Beaulac sigue viva­
mente interesado en todo lo que se refiere a Colombia y que
conoce como nadie nuestros problemas pues, entre otras co­
sas, a él le tocó, como Embajador americano, el desarrollo de
los sucesos del 9 de abril, aproveché la íntima amistad que me
ha ligado a él durante muchos años para hablarle largamente
sobre el asunto de la ayuda militar y pedirle su intervención y
apoyo.

13 de mayo de 1955
Fui a visitar al Embajador Sparks, Deputy Assistant Se-
cretary of State para la América Latina, con el objeto de tratar
un asunto relacionado con el Convenio de Energía Atómica.
Al despedirme Sparks me dijo en sustancia, lo siguiente: “ Ho-
lland quiere hablar con usted sobre el asunto de ayuda militar.
Desgraciadamente parece que no le tiene muy buenas noticias
porque entiendo que en el Pentágono han encontrado obstácu­
los de orden técnico y profesional para atender el pedido de
Colombia. Yo no conozco el asunto ni podría explicar bien qué
es lo que ha ocurrido, pero Holland que ha estado en perma­
nente contacto con el Pentágono sobre este asunto, le explicará
detenidamente lo que pasa” .
Naturalmente me limité a decir que esperaría el llama­
miento de Holland.

16 de mayo de 1955
En vista de lo que Sparks me había dicho, me fui al
Pentágono a hablar con el Almirante Carney, que ha sido
siempre muy atento y deferente conmigo y que en repetidas
ocasiones me había hablado de la emoción que había sentido al
ver las Fragatas colombiana en Corea. Le pregunté si era cierto
que el Pentágono se oponía a la ayuda militar para Colombia.
El Almirante negó enfáticamente eso y agregó: “Nosotros no
solamente no nos oponemos a la ayuda militar para Colombia
sino que consideramos que su país, por su actuación en Corea,
562 El Jefe Supremo

tiene “top priority” en todo lo relacionado con ayuda militar. Yo


personalmente siento un gran afecto por Colombia y me considero
obligado a ayudar a ese país en todo lo que puedo. En lo del
Batallón de Infantería de Marina no veo ningún inconvenien­
te. Respecto de los dos destroyers, existe el problema de que no
se le puede traspasar legalmente a un gobierno la propiedad de
unidades navales, sin que yo declare oficialmente que los
Estados Unidos no las necesitarían en caso de una guerra. Pero
hay otras unidades navales que pueden ser útiles para la Mari­
na colombiana, de las cuales podríamos disponer, y en todo
caso hay otros medios de ayudar a Colombia. A fin de que esto
se haga con la mayor rapidez, voy a darle ahora mismo instruc­
ciones a mi Ayudante, el Almirante Briscoe, de que se ponga al
habla con el Agregado Naval de la Embajada de Colombia
para ir adelantando todo lo concerniente a la ayuda que le
podamos prestar a la Marina colombiana.

18 de mayo de 1955
Me encontré en la Embajada de Panamá con el Señor
John Wiley, antiguo Embajador en Colombia, que ha demos­
trado siempre, lo mismo que Beaulac, el más grande interés y
los sentimientos más amistosos para con nuestro país. Sabien­
do que a Wiley no le faltaría oportunidad de conversar con sus
amigos del Departamento de Estado, le manifesté mi desagra­
do por las contradicciones entre éste y el Pentágono y le
agregué que me parecía muy insólito que se le fuera a negar una
ayuda militar a Colombia, que si eso llegaba a ocurrir yo
renunciaría a la Embajada porque carecía de sentido, en esas
circunstancias, que Colombia tuviera un Embajador aquí.
Naturalmente —le dije también— yo voy a tenerle que
explicar no solamente a la opinión pública de Colombia sino a
la de Latinoamérica que me voy de aquí porque no encuentro
la cooperación que tenía derecho a esperar para mi país.
Wiley, aparentemente muy impresionado con esta deter­
minación de mi parte, me dio muchas explicaciones sobre la
complejidad del mecanismo gubernamental norteamericano,
sobre lo tremendamente difícil que era obtener cualquier deci­
sión por la cantidad de agencias del Gobierno que tenían que
Informe 563

intervenir en cada caso y sobre la manera como aquí estaban


cambiando constantemente las cosas, al compás de las circuns­
tancias. En la forma más amistosa y cordial me hizo reflexio­
nes de todo orden para que abandonara cualquier propósito de
dejar la Embajada y desde luego me ofreció toda su coopera­
ción y todo su apoyo.

19 de mayo de 1955
Ese día tuve dos conversaciones de la mayor trascenden­
cia: una con el Señor Frank Nash, que ejerció hasta hace poco
en el Pentágono el alto cargo de Assistant Secretary of Defen-
se, encargado de dirigir todo lo relativo a la ayuda militar y
otra con el propio Señor Holland, del Departamento de Estado.
Durante mi entrevista con Nash, celebrada en la residen­
cia de la Embajada, y que se prolongó desde las 3:15p.m. hasta
las 5 p.m., le expliqué a Nash lo que venía ocurriendo con
respecto a la ayuda militar para Colombia y le pregunté a éste,
gran conocedor del asunto, dónde estaba realmente la resisten­
cia y cuáles eran los funcionarios que tenían realmente en sus
manos la clave del problema en una y otra parte.
Nash me informó que entre el Pentágono y el Departa­
mento de Estado siempre había habido una gran divergencia
de opiniones en esa materia; que el Departamento de Estado
era opuesto en principio a toda ayuda militar para los países
latinoamericanos y que en cambio el Pentágono era muy parti­
dario de tal ayuda. Agregó que por lo tanto la resistencia no
podía venir sino de ciertos elementos del Departamento de
Estado, entre los cuales no debía estar por cierto el Señor
Holland, que había demostrado siempre mucho interés en
todo lo relativo a Colombia.
Nash me dio toda clase de datos y explicaciones sobre el
modo como se tramitaban esos asuntos en una y otra parte y
terminó diciéndome que el hombre con quien debía tratar
directamente el asunto era el Señor Charles Sullivan, que tenía
en estos momentos en sus manos en el Pentágono, todo lo
relativo a ayuda militar. Nash extremó su amabilidad conmigo
hasta el punto de llamar, desde mi casa, al Señor Sullivan para
56 4 El Jefe Supremo

acordar una entrevista entre él y yo y para pedirle que no


omitiera esfuerzo alguno en el sentido de ayudarme.
Terminada la entrevista con Nash, salí para el Departa­
mento de Estado en donde había sido citado por el Señor
Holland, quien me dijo lo siguiente: “ El 29 de abril te prometí
que haría todo lo que fuera posible para conseguir los equipos
y armamentos de que me hablaste ese día. Te agregué que
esperaba tener éxito, pero que naturalmente el éxito no te lo podía
garantizar porque no dependía de mí. Te he cumplido religio­
samente la promesa de hacer todo lo que estuviera a mi alcan­
ce, pero desgraciadamente no he tenido éxito. He encontrado
una tremenda resistencia en el Pentágono, fundada en razones
técnicas y profesionales, presentadas por los expertos que se
ocupan de ese asunto y que yo no estoy en capacidad de
contradecir” .
Como yo ya había hablado con el Almirante Carney,
como iba a hablar al día siguiente con el General Ridgway,
como ya tenía una entrevista acordada con el Dr. Milton
Eisenhower y con el Señor Sullivan y como, además, ya había
estado en comunicación con el Embajador Urrutia para que
éste hablara con Cabot Lodge, consideré que lo mejor en ese
momento era limitarme a recibir los informes de Holland y a
expresar muy brevemente mis sentimientos por ellos sin entrar
en una discusión a fondo de la materia, que no debía tener
lugar sino después de celebradas todas las entrevistas de que he
hablado.

Mayo 20 de 1955
Visité en su oficina del Pentágono al General Ridgway,
con quien he tenido una excelente amistad personal desde
1947. Le expliqué lo que estaba pasando en forma muy deteni­
da. El General Ridgway inmediatamente me preguntó:
“¿Quién le ha dicho a usted en el Departamento de Estado que
el Pentágono se opone a la ayuda militar para Colombia?” —
“ Me lo ha dicho el propio Señor Holland, Secretario de Estado
Asistente para la América Latina” , contesté.
Visiblemente enojado con el hecho de que el Pentágono
estuviera apareciendo como enemigo de la ayuda militar para
Informe 565

Colombia y después de varias frases muy amables sobre la


tremenda importancia que había tenido la participación del
Batallón Colombia en Corea, el General Ridgway, que es uno
de esos hombres de pocas palabras que hace más de lo que
promete, me dijo: “ Yo personalmente tomaré este asunto en
mis manos” .
Naturalmente, en la conversación con Ridgway, lo mismo
que en la conversación con Carney, y lo mismo que en todas las
conversaciones sobre el particular, yo les expliqué que en mi
sentir sería sumamente grave anunciarles a las Fuerzas Arma­
das de Colombia —que habían llevado su espíritu de solidari­
dad con las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos hasta
participar en la guerra de Corea— que los Estados Unidos les
negaban ayuda militar y que por ese motivo, para evitar una
reacción que podía tener consecuencia muy desfavorables, yo
no trasmitiría a Colombia una negativa que no tuviera caracte­
res definitivos y que no fuera tomada en el “top level” . “ Yo no
puedo —he dicho siempre, y se lo dije al General Ridgway—
crear un problema que puede tener repercusiones muy graves
sin estar seguro de que la decisión desfavorable no proviene de
empleados secundarios sino que ha sido tomada desde arriba.

21 de mayo de 1955
Me encontré con el Secretario Holland en un swimming
party en la residencia del Embajador Sevilla Sacasa. El am­
biente era muy amistoso y de gran intimidad entre todos los
concurrentes. Muy deliberadamente me abstuve de tomar la
iniciativa de cualquier conversación sobre ayuda militar, pero
a poco andar Holland se me acercó y me tocó el punto.
Aprovechando la circunstancia de que no se trataba de una
conversación oficial en el Departamento de Estado, con re­
cords, sino de una charla que se desarrollaba al borde de una
piscina, entre personas ligadas por la más íntima amistad
personal, le dije a Holland en el momento que me pareció
oportuno: “ Lo que pasa, mi querido Enrique, es que yo no le
puedo dar al Gobierno y a las Fuerzas Armadas de Colombia
la noticia de que se les niegue aquí ayuda militar sin estar
seguro de que esa decisión ha sido tomada en el “top level”
56 6 El Jefe Supremo

caso en el cual yo trasmitiría, con el correspondiente informe


sobre la negativa, mi renuncia del cargo de Embajador, porque
no tiene ningún sentido que un país que ha hecho lo que
Colombia ha hecho en Corea, se vea desatendido en una
aspiración tan justa y legítima como la que tú conoces. Yo le
voy a tener que decir al Gobierno de Colombia, si es que en
realidad no hay ayuda militar para mi país que renuncio
porque no tienen ningún objeto que yo esté aquí ya que no he
encontrado la cooperación que tenía derecho de esperar para
mi país, ni las consideraciones que tenía derecho de esperar
para mí después de haberles cargado ladrillo a los Estados
Unidos durante diez años en todas las conferencias internacio­
nales, desde la de San Francisco en 1945 hasta la de Ginebra en
1954, pasando por Londres, Quitandinha, Lake Success, Bo­
gotá, Washington y Caracas. Si después de haberles servido yo
a los Estados Unidos como les he servido, no consigo para mi
país una ayuda militar que le interesa tanto a ustedes como a
Colombia, no vale la pena de que yo siga aquí. Yo no he venido
a veranear, porque no me gusta el clima de Washington, ni a
ganar un sueldo que no me alcanza para mis gastos. He venido
en la convicción de que podía servirle a Colombia porque tenía
títulos suficientes para ser oído y atendido aquí. Si se me niega
una cosa tan elemental como la ayuda militar, yo no me voy a
quedar aquí de veraneante” .
El Señor Holland, que aparentemente no esperaba esa
reacción de mi parte porque, por lo visto, Wiley no había
tenido oportunidad de hablar con él, me hizo un sinnúmero de
consideraciones para disuadirme del propósito que le acababa
de exponer. En primer lugar me dijo que si no se podía conse­
guir la ayuda militar, sí se podrían conseguir muchas otras
cosas para Colombia que servirían para demostrar el deseo de
los Estados Unidos de cooperar con nosotros. Me agregó:
“ Vas a conseguir el empréstito del Eximbank para Paz de Río,
los empréstitos del Banco Internacional, el Convenio sobre
Energía Atómica, el Convenio sobre Excedentes Agrícolas, la
cooperación del CIA para la organización del Servicio de
Inteligencia en Colombia, etc.
Finalmente me dijo: “Además, tú sabes que en estas
Informe 567

materias las cosas pueden cambiar fácilmente porque el Pentá­


gono va modificando sus puntos de vista y su estrategia de
acuerdo con el desarrollo de los acontecimientos mundiales. Si
tú renuncias y viene otro Embajador que cualquier día, al
presentarse nuevas circunstancias, consigue ayuda militar pa­
ra Colombia, tú aparecerías como fracasado” .
“Te equivocas —le dije. En Colombia nadie se va a enga­
ñar con eso. En Colombia todo el mundo va a comprender que
si se consiguió al fin la ayuda militar fue por la trancada mía” .

Mayo 23 de 1955
De acuerdo con la conversación que yo había tenido aquí
en Washington con el Embajador Urrutia, éste y el Embajador
Echeverri y Cortés —que han demostrado siempre el más
grande espíritu de cooperación y que han trabajado permanen­
temente en equipo con la Embajada en defensa de los intereses
del país— tuvieron una importante entrevista con el Señor
Henry Cabot Lodge, Presidente de la Delegación de los Esta­
dos Unidos en las Naciones Unidas. Le explicaron lo que
estaba pasando con respecto a la ayuda militar y le pidieron
que hablara personalmente con el Presidente Eisenhower so­
bre el asunto, cosa que Cabot Lodge prometió hacer en la
forma más amistosa y cordial. Ese mismo día, mientras Urru­
tia y Echeverri lograban que Cabot Lodge interviniera en el
asunto y llevara el problema ante el propio Presidente de la
República, el Agregado Naval de la Embajada, Señor Capitán
Pizarro, conferenció con el Almirante Briscoe sobre la ayuda
para la Marina Colombiana.
El Almirante Briscoe efectivamente había recibido ins­
trucciones del Almirante Carney, que éste le había dado de
acuerdo con lo que a mí me había prometido.
En el curso de la conversación se vio claro que no había
ningún problema con respecto al Batallón de Infantería de
Marina, ni con respecto a unidades navales diferentes de los
destroyers. En relación con éstos últimos el Señor Capitán
Pizarro, de acuerdo con lo que había hablado conmigo, y a fin
de prevenir cualquier objeción por parte del Almirante Bris­
coe, le insinuó a éste la idea de que tales unidades le fueran
566 El Jefe Supremo

caso en el cual yo trasmitiría, con el correspondiente informe


sobre la negativa, mi renuncia del cargo de Embajador, porque
no tiene ningún sentido que un país que ha hecho lo que
Colombia ha hecho en Corea, se vea desatendido en una
aspiración tan justa y legítima como la que tú conoces. Yo le
voy a tener que decir al Gobierno de Colombia, si es que en
realidad no hay ayuda militar para mi país que renuncio
porque no tienen ningún objeto que yo esté aquí ya que no he
encontrado la cooperación que tenía derecho de esperar para
mi país, ni las consideraciones que tenía derecho de esperar
para mí después de haberles cargado ladrillo a los Estados
Unidos durante diez años en todas las conferencias internacio­
nales, desde la de San Francisco en 1945 hasta la de Ginebra en
1954, pasando por Londres, Quitandinha, Lake Success, Bo­
gotá, Washington y Caracas. Si después de haberles servido yo
a los Estados Unidos como les he servido, no consigo para mi
país una ayuda militar que le interesa tanto a ustedes como a
Colombia, no vale la pena de que yo siga aquí. Yo no he venido
a veranear, porque no me gusta el clima de Washington, ni a
ganar un sueldo que no me alcanza para mis gastos. He venido
en la convicción de que podía servirle a Colombia porque tenía
títulos suficientes para ser oído y atendido aquí. Si se me niega
una cosa tan elemental como la ayuda militar, yo no me voy a
quedar aquí de veraneante” .
El Señor Holland, que aparentemente no esperaba esa
reacción de mi parte porque, por lo visto, Wiley no había
tenido oportunidad de hablar con él, me hizo un sinnúmero de
consideraciones para disuadirme del propósito que le acababa
de exponer. En primer lugar me dijo que si no se podía conse­
guir la ayuda militar, sí se podrían conseguir muchas otras
cosas para Colombia que servirían para demostrar el deseo de
los Estados Unidos de cooperar con nosotros. Me agregó:
“ Vas a conseguir el empréstito del Eximbank para Paz de Río,
los empréstitos del Banco Internacional, el Convenio sobre
Energía Atómica, el Convenio sobre Excedentes Agrícolas, la
cooperación del CIA para la organización del Servicio de
Inteligencia en Colombia, etc.
Finalmente me dijo: “ Además, tú sabes que en estas
Informe 567

materias las cosas pueden cambiar fácilmente porque el Pentá­


gono va modificando sus puntos de vista y su estrategia de
acuerdo con el desarrollo de los acontecimientos mundiales. Si
tú renuncias y viene otro Embajador que cualquier día, al
presentarse nuevas circunstancias, consigue ayuda militar pa­
ra Colombia, tú aparecerías como fracasado” .
“Te equivocas —le dije. En Colombia nadie se va a enga­
ñar con eso. En Colombia todo el mundo va a comprender que
si se consiguió al fin la ayuda militar fue por la trancada mía” .

Mayo 23 de 1955
De acuerdo con la conversación que yo había tenido aquí
en Washington con el Embajador Urrutia, éste y el Embajador
Echeverri y Cortés —que han demostrado siempre el más
grande espíritu de cooperación y que han trabajado permanen­
temente en equipo con la Embajada en defensa de los intereses
del país— tuvieron una importante entrevista con el Señor
Elenry Cabot Lodge, Presidente de la Delegación de los Esta­
dos Unidos en las Naciones Unidas. Le explicaron lo que
estaba pasando con respecto a la ayuda militar y le pidieron
que hablara personalmente con el Presidente Eisenhower so­
bre el asunto, cosa que Cabot Lodge prometió hacer en la
forma más amistosa y cordial. Ese mismo día, mientras Urru­
tia y Echeverri lograban que Cabot Lodge interviniera en el
asunto y llevara el problema ante el propio Presidente de la
República, el Agregado Naval de la Embajada, Señor Capitán
Pizarro, conferenció con el Almirante Briscoe sobre la ayuda
para la Marina Colombiana.
El Almirante Briscoe efectivamente había recibido ins­
trucciones del Almirante Carney, que éste le había dado de
acuerdo con lo que a mí me había prometido.
En el curso de la conversación se vio claro que no había
ningún problema con respecto al Batallón de Infantería de
Marina, ni con respecto a unidades navales diferentes de los
destroyers. En relación con éstos últimos el Señor Capitán
Pizarro, de acuerdo con lo que había hablado conmigo, y a fin
de prevenir cualquier objeción por parte del Almirante Bris­
coe, le insinuó a éste la idea de que tales unidades le fueran
566 El Jefe Supremo

caso en el cual yo trasmitiría, con el correspondiente informe


sobre la negativa, mi renuncia del cargo de Embajador, porque
no tiene ningún sentido que un país que ha hecho lo que
Colombia ha hecho en Corea, se vea desatendido en una
aspiración tan justa y legítima como la que tú conoces. Yo le
voy a tener que decir al Gobierno de Colombia, si es que en
realidad no hay ayuda militar para mi país que renuncio
porque no tienen ningún objeto que yo esté aquí ya que no he
encontrado la cooperación que tenía derecho de esperar para
mi país, ni las consideraciones que tenía derecho de esperar
para mí después de haberles cargado ladrillo a los Estados
Unidos durante diez años en todas las conferencias internacio­
nales, desde la de San Francisco en 1945 hasta la de Ginebra en
1954, pasando por Londres, Quitandinha, Lake Success, Bo­
gotá, Washington y Caracas. Si después de haberles servido yo
a los Estados Unidos como les he servido, no consigo para mi
país una ayuda militar que le interesa tanto a ustedes como a
Colombia, no vale la pena de que yo siga aquí. Yo no he venido
a veranear, porque no me gusta el clima de Washington, ni a
ganar un sueldo que no me alcanza para mis gastos. He venido
en la convicción de que podía servirle a Colombia porque tenía
títulos suficientes para ser oído y atendido aquí. Si se me niega
una cosa tan elemental como la ayuda militar, yo no me voy a
quedar aquí de veraneante” .
El Señor Holland, que aparentemente no esperaba esa
reacción de mi parte porque, por lo visto, Wiley no había
tenido oportunidad de hablar con él, me hizo un sinnúmero de
consideraciones para disuadirme del propósito que le acababa
de exponer. En primer lugar me dijo que si no se podía conse­
guir la ayuda militar, sí se podrían conseguir muchas otras
cosas para Colombia que servirían para demostrar el deseo de
los Estados Unidos de cooperar con nosotros. Me agregó:
“ Vas a conseguir el empréstito del Eximbank para Paz de Río,
los empréstitos del Banco Internacional, el Convenio sobre
Energía Atómica, el Convenio sobre Excedentes Agrícolas, la
cooperación del CIA para la organización del Servicio de
Inteligencia en Colombia, etc.
Finalmente me dijo: “Además, tú sabes que en estas
Informe 567

materias las cosas pueden cambiar fácilmente porque el Pentá­


gono va modificando sus puntos de vista y su estrategia de
acuerdo con el desarrollo de los acontecimientos mundiales. Si
tú renuncias y viene otro Embajador que cualquier día, al
presentarse nuevas circunstancias, consigue ayuda militar pa­
ra Colombia, tú aparecerías como fracasado” .
“Te equivocas —le dije. En Colombia nadie se va a enga­
ñar con eso. En Colombia todo el mundo va a comprender que
si se consiguió al fin la ayuda militar fue por la trancada mía” .

Mayo 23 de 1955
De acuerdo con la conversación que yo había tenido aquí
en Washington con el Embajador Urrutia, éste y el Embajador
Echeverri y Cortés —que han demostrado siempre el más
grande espíritu de cooperación y que han trabajado permanen­
temente en equipo con la Embajada en defensa de los intereses
del país— tuvieron una importante entrevista con el Señor
Henry Cabot Lodge, Presidente de la Delegación de los Esta­
dos Unidos en las Naciones Unidas. Le explicaron lo que
estaba pasando con respecto a la ayuda militar y le pidieron
que hablara personalmente con el Presidente Eisenhower so­
bre el asunto, cosa que Cabot Lodge prometió hacer en la
forma más amistosa y cordial. Ese mismo día, mientras Urru­
tia y Echeverri lograban que Cabot Lodge interviniera en el
asunto y llevara el problema ante el propio Presidente de la
República, el Agregado Naval de la Embajada, Señor Capitán
Pizarro, conferenció con el Almirante Briscoe sobre la ayuda
para la Marina Colombiana.
El Almirante Briscoe efectivamente había recibido ins­
trucciones del Almirante Carney, que éste le había dado de
acuerdo con lo que a mí me había prometido.
En el curso de la conversación se vio claro que no había
ningún problema con respecto al Batallón de Infantería de
Marina, ni con respecto a unidades navales diferentes de los
destroyers. En relación con éstos últimos el Señor Capitán
Pizarro, de acuerdo con lo que había hablado conmigo, y a fin
de prevenir cualquier objeción por parte del Almirante Bris­
coe, le insinuó a éste la idea de que tales unidades le fueran
568 El Jefe Supremo

suministradas en préstamo a la Marina colombiana, para sal­


var en esa forma los obstáculos de orden legal. Esta sugestión
recibió la más cuidadosa atención de parte del Almirante
Briscoe quien prometió ocuparse del asunto.
El mismo día 23, mientras Urrutia y Echeverri hablaban
con Cabot Lodge y mientras Pizarro hablaba con Briscoe, tuve
mi primera entrevista con el señor Charles Sullivan, a quien yo
había invitado a almorzar al Metropolitan Club, para poder
charlar con todo detenimiento y en un ambiente de la mayor
cordialidad.
Sabiendo por Frank Nash que Sullivan era el hombre que
tenía en sus manos el asunto de ayuda militar, le hice una larga
exposición sobre la ayuda militar solicitada para Colombia,
sobre el modo como se habían desarrollado las gestiones a
través del Departamento de Estado, que era el conducto que
yo necesitaba emplear; sobre las contradicciones que había
notado entre lo que se me decía en el Pentágono y lo que me
manifestaba el Departamento de Estado y finalmente, sobre lo
grave que sería, desde el punto de vista de las relaciones
interamericanas, negarle ayuda militar a un país como Colom­
bia que era el único que había enviado tropas a Corea.
Encontré en el Señor Sullivan la mejor acogida que es
posible imaginar. Hasta él no había llegado el asunto de la
ayuda militar para Colombia. Se sorprendió al saber que en el
Departamento de Estado se me había informado que el Pentá­
gono se negaba a dicha ayuda militar y me prometió ocuparse
personalmente del asunto, con la mejor voluntad y sin ocultar
su convicción de que si algo se justificaba en relación con la
ayuda militar era la ayuda militar a Colombia. Me habló
mucho y en términos dignos de mi mayor agradecimiento, de
mi actuación en la Conferencia de Ginebra, donde él había
estado como miembro de la Delegación americana.
Saqué la nítida impresión de que tendría en Sullivan el
mejor aliado, no sólo por la alta posición que ocupa, sino por
la perfecta comprensión que demostró tener del problema.
Informe 569

Mayo 24 de 1955
Me fui en automóvil (cinco horas de viaje) a visitar al Dr.
Milton Eisenhower en Pennsylvania State College, para expli­
carle lo que estaba pasando y para pedirle que hablara perso­
nalmente con su hermano sobre este asunto.
“ Sería tan grave —le dije— y podría tener consecuencias
tan funestas el decirles al Gobierno y a las Fuerzas Armadas de
Colombia que aquí se les niega ayuda militar, que yo no quiero
hacer eso sin que el propio Presidente de la República esté
enterado del problema y tome con respecto a él una posición.
Yo no puedo poner en peligro la cordialidad de las relaciones
que ha habido siempre entre las Fuerzas Armadas de Colom­
bia y las de los Estados Unidos ateniéndome al primer informe
que recibo en el sentido de que el Pentágono se opone a la
ayuda militar, cuando los más altos Jefes militares de los
Estados Unidos, como el Almirante Carney y el General Ridg-
way, me dicen que el Pentágono ve con la más grande simpatía
esa ayuda” .
La conversación con el Dr. Eisenhower duró varias horas.
Se enteró de todos los detalles. Me manifestó que comprendía
perfectamente mi posición y me agregó que le encantaba que
hubiera ido a hablar personalmente con él sobre esa materia.
Terminó prometiéndome que el martes siguiente hablaría con
el Presidente Eisenhower y pidiéndome que yo hablara antes
con Nelson Rockefeller. En esa forma —me dijo— Nelson y yo
podríamos ir juntos donde el Presidente a presentarle el pro­
blema.
Me quedaba muy fácil aceptar la sugestión del Dr. Eisen­
hower, entre otras cosas porque yo estaba invitado a comer
donde Nelson Rockefeller el día 26.

Mayo 26 de 1955
En casa de Nelson Rockefeller, una vez que nos levanta­
mos de la mesa, llamé a éste aparte y le dije: “ Quiero hablar
contigo sobre un asunto muy grave. Dime si quieres que
conversemos ahora privadamente o si quieres que te visite
mañana en tu oficina” . “Ahora mismo podemos hablar, si
57 0 El Jefe Supremo

quieres, me dijo, llevándome a un lugar donde no pudiéramos


ser interrumpidos por los otros concurrentes a la comida” .
Le hice una exposición más o menos igual a la que le había
hecho al Dr. Milton Eisenhower y recibí idéntica favorable
acogida.
Después de oírme con la mayor atención y de hacerme
varias preguntas para que todo le quedara bien claro en su
mente, me prometió que se pondría de acuerdo con Milton
Eisenhower para visitar conjuntamente al Presidente y tratar
el asunto.
Junio 10 de 1955
Cuando estaba para terminarse un cocktail en casa del
Embajador Sparks y sólo quedaba allí el grupo de los amigos
más íntimos, ya en plan de despedida, Holland me llamó y
llevándome hacia un lugar retirado del jardín, me dijo: “Quie­
ro hablar detenidamente contigo sobre la cuestión de ayuda
militar aquí donde nadie nos interrumpa. Sentémonos aquí
cómodamente, pidamos unos whiskies y óyeme lo que te voy a
explicar sobre el asunto de ayuda militar. Voy a entrar en
detalles íntimos que como funcionario del Gobierno nortea­
mericano en realidad no te debería revelar, pero que es indis­
pensable que tú conozcas para que no atribuyas a mala volun­
tad del Departamento de Estado lo que ha estado ocurriendo.
Yo quiero que tú tengas la seguridad de que todo lo que te he
informado es rigurosamente cierto. Quiero además explicarte
dónde ha estado en realidad la resistencia y exponerte mi
concepto sobre el modo de eliminar ese obstáculo. La resisten­
cia no ha estado ni en el General Ridgway, ni en el Almirante
Carney, ni en el Señor Sullivan. La resistencia ha provenido de
tres oficiales del Pentágono, de tres Oficiales modestos, que no
son ni mucho menos de alta graduación, pero que son los
técnicos que tienen que dar el informe básico para que el
asunto suba hasta las altas esferas del Pentágono y desde ellas
vaya hasta el Departamento de Estado. Esos tres Oficiales,
muy pequeños desde el punto de vista jerárquico, son muy
importantes desde el punto de vista técnico y profesional,
porque son los técnicos especializados en esa clase de trabajos.
Informe 571

Esos técnicos consideran que no se justifica un aumento de la


ayuda militar para Colombia dentro de los planes de defensa
continental y de acuerdo con la misión asignada a Colombia en
esos planes. El peor error que podríamos cometer tú y yo sería
el de colocar a esos oficiales en la necesidad de defender
agresivamente y por razones de amor propio, su concepto,
cuando en realidad ellos lo único que están haciendo es exami­
nando el problema de acuerdo con las directivas de orden
general y con el criterio que se les ha impuesto para examinar
esa clase de cuestiones. Te pudiera decir, para explicarte gráfi­
camente la situación, que a ellos se les ha dado en materia de
ayuda militar una máquina y que su misión se reduce a ver si
por la boca de entrada a esa máquina cabe un determinado
programa de ayuda militar o no cabe. Entonces lo importante
no es obligarlos a que metan a la máquina una cosa que no
cabe, sino obtener que les cambien de máquina, o sea que les
den otras directivas y otro criterio para las cuestiones de ayuda
militar a Latinoamérica. Y eso es a lo que nos debemos dedicar
tú y yo. Ellos hacen un trabajo puramente mecánico, en su
calidad de técnicos y lo hacen en una máquina que se les ha
dado. Consigamos que les den otra máquina, en que quepa la
ayuda militar para Colombia. Yo te ofrezco toda mi coopera­
ción en este sentido y si he entrado en la explicación de todos
estos detalles es porque tengo interés en ayudarte y en que tú
puedas encauzar tus gestiones en una forma acorde con las que
yo pueda hacer” .
Desde luego para esos técnicos del Pentágono, en materia
de ayuda militar lo esencial primero que todo es saber que la
ayuda ya recibida se está empleando bien y eficazmente para
preparar las correspondientes unidades dentro del espíritu de
las Resoluciones II y III de la Reunión de Ministros de Relacio­
nes Exteriores de 1951 y de acuerdo con los planes de defensa
del Continente. Es muy importante también para ellos tener la
seguridad de que la nueva ayuda militar que se dé va a ser
también utilizada hasta el máximum en labores de preparación
de unidades especialmente capacitadas para intervenir even­
tualmente en la defensa del Hemisferio. Nosotros no podemos
dar ayuda militar sino dentro de ese criterio. Lo que es impor­
572 El Jefe Supremo

tante por lo tanto es que el país que recibe la ayuda militar la


utilice debidamente. Sobre ese supuesto se puede reestudiar la
eventual participación de Colombia en las labores a que se
refiere el Convenio de Asistencia Mutua de 1951, o se puede
revisar todo el plan de defensa continental y en esa forma los
técnicos tendrán otra máquina dentro de la cual va a caber la
ayuda militar para Colombia” .
De las explicaciones de Holland que he tratado de sinteti­
zar, saqué las siguientes impresiones:
lo. Que Milton Eisenhower, Nelson Rockefeller, Cabot
Lodge, ya habían hablado con el Presidente Eisenhower, que el
Presidente ya había hablado con Foster Dulles y que éste ya
había hablado con Holland.
2o. Que el Departamento de Estado o el Pentágono, o
ambos, habían recibido noticias, fundadas o infundadas, cier­
tas o inexactas, de que la ayuda militar hasta ahora dada a
Colombia no se estaba utilizando adecuadamente. Es decir,
que los equipos entregados al Batallón Colombia de Corea no
estaban sirviendo para preparar, entrenar y disciplinar un
batallón específicamente destinado a la eventual defensa conti­
nental y que con los equipos enviados para el batallón de
infantería antiaérea no se estaba preparando y entrenando la
correspondiente unidad, en una forma sistemática y perma­
nente.
3o. Que la negativa que Holland me había dado el día 19
de mayo no tenía ya los caracteres de una negativa, sino que el
asunto estaba en proceso de reconsideración.
Para chequear esas impresiones y aclarar mejor el asunto,
le pedí a Holland una nueva entrevista formal en el Departa­
mento de Estado que se celebró el 15 de junio.

15 de junio de 1955
En la nueva entrevista en el Departamento de Estado le
planteé a Holland el asunto en la siguiente forma:
“ Pensando en lo que me dijiste en casa de Sparks, quiero
que me hagas el favor de hacerme saber si para concretar lo
relativo a la ayuda militar a Colombia lo que se necesita es: a)
que el Gobierno de Colombia mantenga en actividad y en
Informe 57 3

pleno entrenamiento y preparación las unidades para las cua­


les haya recibido la ayuda militar; b) que el Gobierno de
Colombia pueda garantizar que está listo a formar y a dedicar
a especial entrenamiento y preparación las unidades para las
cuales va a recibir la nueva ayuda militar; c) que la misión de
Colombia en la eventual defensa del Continente se amplíe
específicamente en forma que justifique el entrenamiento, la
preparación y el equipo de nuevas unidades” .
Holland me respondió que necesitaba volver a hablar con
los funcionarios competentes del Pentágono para dejar eso
bien aclarado y que me prometía contestarme en seis o siete
días.
El 18 de junio salí para San Francisco, donde esperaba ver
a Holland, quien debía formar parte de la Delegación de los
Estados Unidos a la reunión que las Naciones Unidas debían
celebrar allí.

25 de junio de 1955
De acuerdo con lo previsto, tuve una larga conferencia
con Holland en San Francisco el 25 de junio.
En esa conferencia quedó claramente establecido: a) que
él no sabía si realmente había habido o no había habido
informes respecto del uso y aprovechamiento que las Fuerzas
Armadas de Colombia estuvieran haciendo de los equipos ya
recibidos, pues hasta el momento él no había oído ninguna
queja concreta sobre el particular; b) que lo importante era que
la misión que se le asignara a Colombia en la eventual defensa
del Continente justificara la ayuda militar; c) que para ese
efecto lo mejor era que las propias Fuerzas Armadas sugirie­
ran las modificaciones que se le debían hacer al Pacto de
Asistencia Mutua de 1951.

Julio lo . de 1955
Para encauzar la gestión de acuerdo con lo sugerido por
Holland, volví a tener una nueva conferencia con el Señor
Sullivan, quien fue acompañado de su ayudante militar.
En forma completamente acorde con lo expuesto por
Holland, Sullivan me sugirió que presentara un memorándum
574 El Jefe Supremo

que contuviera: a) el deseo de Colombia de ampliar el Pacto de


Asistencia Recíproca de 1951; b) la forma en que Colombia
consideraba que se debía ampliar en lo referente a la eventual
participación de Colombia en la defensa del Continente, dicho
Pacto de Asistencia Recíproca; c) las unidades que Colombia
podía organizar, entrenar y preparar para ese efecto; y d) los
equipos que para el caso necesitaba.
Conclusiones
la. A pesar de las tremendas dificultades que se han
presentado y que aparecen detalladas en la segunda parte de
este memorándum, resulta perfectamente factible conseguir
hoy la ayuda militar, debido a la cooperación que me han
prestado el Dr. Milton Eisenhower, el Dr. Nelson Rockefeller,
el Embajador Henry Cabot Lodge, el Señor Frank Nash, el
Señor Charles Sullivan, etc. y debido, más especialmente toda­
vía, a la circunstancia de que por medio de algunos de ellos se
provocó la intervención, en esta materia, del propio Presidente
Eisenhower.
2a. Lo esencial para conseguir esa ayuda militar es situar­
la dentro del marco de la defensa continental, mediante una
ampliación del Pacto de Asistencia Recíproca de 1951, amplia­
ción que debe ser sugerida e indicada por nosotros, explicando
detalladamente la misión que podríamos cumplir dentro de los
planes de la defensa continental.
3a. Las dos necesidades fundamentales a que tiene que
atender el Ejército de Colombia (represión de actividades de
subversión y sabotaje y posible conflicto con cualquier país
vecino) están ampliamente contempladas en el Pacto de Asis­
tencia Recíproca de 1951. De tal manera que la ayuda militar
que de acuerdo con éste se reciba, debe servir necesariamente
para atender a esos dos objetivos, por lo cual no se ve ningún
inconveniente en situar dentro de ese marco de la defensa
continental contemplada en ese Pacto cualquier posible ayuda
militar para Colombia.
En efecto, en el plan secreto de 31 de diciembre de 1951,
acordado entre los Gobiernos de Colombia y los Estados
Unidos para su defensa común, se comienza por realzar el
Informe 575

hecho de que la amenaza comunista puede tomar la forma de


actividades de subversión y sabotaje, y se agrega que una de las
maneras como atacaría el enemigo sería mediante “un aumen­
to de las actividades de subversión y sabotaje” ; y más adelante
(3r 2) se establece claramente que las tareas se llevarán a cabo
cuando ambos gobiernos decidan emplear la fuerza armada de
conformidad con el Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca (Tratado de Montevideo de 1947), o según lo que se
acuerde mutuamente de manera concordante con los compro­
misos internacionales de ambos Gobiernos.
4a. Por lo demás es perfectamente claro que la eventual
salida de fuerzas armadas del territorio de Colombia para
atender órdenes de las Naciones Unidas o del Organo de
Consulta de la Organización de Estados Americanos, es cosa
que no se realizará, en cada caso, sino de acuerdo con los
procedimientos constitucionales de Colombia y que en conse­
cuencia el Pacto de Asistencia Recíproca y la ayuda militar no
implican de por sí la obligación de que en un momento dado
salgan fuerzas armadas de Colombia a luchar en otra parte. En
cada caso concreto las autoridades colombianas, de acuerdo
con la Constitución, resolverán lo que sea pertinente.
Anexo D
Medellín
Sepbre 28
de 1949

Señor doctor
ALFONSO RESTREPO MORENO
Gobernador de Antioquia
E. S. O.

Cuando el lunes 26 de septiembre acepté inicialmente el


ofrecimiento que usted me hiciera de la Alcaldía de Medellín,
aspiraba a prestar un servicio en la salvación de lo poco que a la
ciudad queda sin destruir por el liberalismo.
Agotados por los Alcaldes anteriores todos los recursos
para el logro de una media vuelta de contrición por los Conce­
jales liberales, y ante la espantosa tozudéz de quienes en esa
forma traicionan la investidura popular no recibieron, estuve
resuelto a aplicar mano fuerte al bandolerismo de corbata para
devolver a la ciudad su decoro y a los ciudadanos sus derechos.
Esa tarea que debe emprenderse a cualquier precio y a todos los
precios, sin consideraciones de ninguna índole, por las malas
porque ya las buenas se habían ensayado inútilmente, necesita­
ba absoluta certeza en la continuidad del gobierno.
Después se produjo el cambio de Ministro de Gobierno
que abrió una nueva fase de interinidad en la administración, lo
cual —para usar las palabras de Echandía— quitaba “piso” a
los planes de emergencia estructurados con los ciudadanos a
quienes llamé a las secretarías. La estrategia defensiva del
577

ejecutivo Municipal, aspiraba yo a convertirla en estrategia de


ofensiva.
Mientras la nueva situación nacional subsista, considero
imposible hacer las cosas terribles que los concejales liberales
necesitan sentir para llegar a la convicción de que en el itinera­
rio del delito la voluntad humana tiene fronteras.
Pero como la crisis en la administración municipal se
agrava a cada instante por culpa del concejo distrital y los
remedios tienen que ser inmediatos para que obren; como de
parte de quienes iban a ser compañeros en las secretarías y de la
mía, existe la certeza de que en las actuales circunstancias no
podría atacarse ese oprobio distrital; y como finalmente no nos
creemos con derecho a estorbar el remedio por quien crea que
puede hacerlo tal como está planteada la actualidad política, he
decidido devolver al señor Gobernador tan honroso nombra­
miento que compromete mi gratitud.
Tenga la seguridad de mi irrevocable deseo de ayudar al
Gobierno en el ámbito que se me señale y la certeza de mi
adhesión personal.

Atentamente,

BELISARIO BETANCUR C.
Indice onomástico

A b a d ía , A m é ric o , 208 A ñez, E n riq u e , 118


A b a d ía M én d ez, M ig u el, 60, 61, 352 A n g a rita C á rd e n a s , A u re lio , 329
A b el, C h ris to p h e r, 34, 103 A ra n g o V élez, C a rlo s , 376, 378
A cev ed o , L u is F e lip e , 37 A ra n g o , E liseo , 308
A cev ed o A rd ila , T e lm o , 172-175, A ra n g o , J o rg e L uis, 261, 265-268,
420 270-274, 279, 2 8 1 ,2 8 2 ,2 8 7 ,2 9 0 ,
A cevedo y G ó m e z , Jo s é , 490 2 9 9 ,3 0 7 ,3 2 1 ,3 3 2 , 3 5 1 ,3 7 3 ,3 7 5
A c o sta , P e d ro , 446 A ra n g o M a ld o n a d o , R u b é n E m ilio ,
A d a m s, A n d re w , 91 234
A g u d e lo , M a n u e l, 20, 22, 83, 127, A ra n g o R eyes, S am u el, 133
274, 376, 377, 522 A ra ú jo , A lfo n s o , 60, 63, 64
A g ü e ro , G a b rie l, 78, 79, 81-86 A ra ú jo , A lfre d o , 524
A g ü e ro , M a g d a le n a , 81 A rb e n z , J a c o b o , 359
A g u irre P la ta , L uis F ., 38 A rb o le d a de U rib e, E sm e ra ld a , 303,
A h u m a d a R uiz, A lfo n s o , 8 1 ,9 5 , 118 395
A lju re, D u m a r, 415 A rce H e rre ra , H u m b e rto , 201
A lv arez, G e rm á n , 186 A rch ila A rc h ila , H e rn a n d o , 276
A lv arez G a rd e a z á b a l, G u s ta v o , 208, A rc ila , O p tim o , 128
210 A rcin ieg as S ch lesin g er, R o b e rto , 202
A lv arez G o ld s a c k , R a m ó n , 70 A ré v a lo B a y o n a , L uis, 1 5 2 ,1 5 9 ,1 6 1 ,
A lzate A v e n d a ñ o , G ilb e rto , 41, 246, 162, 164
252, 255, 256, 262, 284, 374, A riz a la , J o s é , 468
387, 388, 505 A rria g a A n d ra d e , A d á n , 445
A lzate , M a rc o , 40 A rrie ta G ó m e z , A ristid e s, 209, 295
A lz a te , P e d ro , 228 A rrie ta G ó m e z , D o n a ld o , 295
A n d ra d e M o n ta n o , A lv a ro , 115, A rtu n d u a g a , G u s ta v o A ., 98
117, 118, 120-122, 124, 160 A rtu n d u a g a , L igia d e , 98
A n d ra d e M a n riq u e , F elio , 152 A sto rq u iz a , J o s é R ., 289
A n d ra d e , L uis Ig n a c io , 139, 151, A v ila, M a rc o A ., 191
152, 1 5 9 ,1 6 5 , 168, 2 5 3 ,2 5 4 ,2 5 6 A y a la , L uis E ., 385
580 El Jefe Supremo

Azaña, Manuel, 309 Bonilla Aragón, Roselena, 145


Azuero M., Rafael, 496, 519 Bonilla, Víctor Daniel, 353
Azuero, Rodolfo, 54 Bonsal, Philip, 307, 308, 333, 408,
Azula Barrera, Rafael, 519 412, 426, 429, 430, 436, 440,
441, 442, 447, 448, 450, 458,
Balcázar Monzón, Gustavo, 240 462, 465, 466, 502, 503, 512
Baquero Herrera, Luis Alberto, 247
Barberena, Alfonso, 120 Borja, Leónidas, 430
Barco Vargas, Virgilio, 195 Borrero Olano, Guillermo, 153
Barrera, Luis Carlos, 144 Borrero Olano, Nicolás, 152-155,
Barreto, Ciro, 415 159-161, 164, 168
Barvo González, Rafael, 98 Braun, Herbert, 114, 115
Batista, Fulgencio, 395 Bravo Pérez, Gonzalo, 352, 353,
Bayona Carrascal, Manuel, 195 359, 363
Bayona Posada, Nicolás, 177 Brecht, Bertolt, 383
Bayona Posada, Ricardo, 33,93,94, Brinkley, Bruce, 46
102, 114, 117, 120, 177, 178, Briscoe, almirante, 562, 567, 568
184, 199-201, 246-248 Brisson, Jorge, 58
Bazzani, Humberto, 36, 37, 38, 72, Britto, Aníbal, 33
88, 89 Brosset, Diego, 91
Beaulac, Willard, 560, 561 Bru, Alcides, 476
Becerra, Armando, 229 Brugés Carmona, Antonio, 175
Becerra, Saulo, 208 Brugés Carmona, Arturo, 175
Bejarano, Alvaro, 468 Builes, Miguel Angel, 386, 402, 487,
Bejarano Muñoz, Carlos, 109 535
Bejarano Arango, Emilio, 215
Bejarano, Jorge, 133 Caballero Calderón, Eduardo, 107,
Belmonte, Pedro Luis, 272, 273 183, 184
Beltrán R., Ernesto, 95 Caballero, Isidro, 432
Benavides, Liborio, 385 Caballero, Lucas, 338, 537
Bermúdez, Lucho, 147 Cabot Lodge, Henry, 462, 564, 567,
Bernal, Luz, 468, 470 568, 572, 574
Bernal, Myriam, 468 Cadavid, Ismael, 45
Berrío González, Eduardo, 154 Caicedo Ayerbe, Aurelio, 252, 503
Berrío Muñoz, Gustavo, 253, 366, Calderón, Pedro, 267
382 Calderón Reyes, Rafael, 268, 270,
Berrío, Policarpo, 407 311, 382
Betancur, Belisario, 154, 281, 471, Calixto, Alfonso, 415
472, 502, 540, 577 Calveche Ruiz, Próspero, 275
Bohórquez, Enrique, 187 Camacho Leyva, Bernardo, 358,
Bolaños, Rogerio, 274 359, 362
Bolívar, Antonio, 161 Camacho Leyva, Luis Carlos, 258
Bolívar, Simón, 261, 262, 346, 347 Camacho Montoya, Guillermo, 128,
Bonilla Aragón, Alberto, 141, 142 535
Bonilla Aragón, Carlos, 141-145, Camacho, Luis Francisco, 191, 234
147,150,151, 153,156,162,173 Camacho Montoya, Luis, 245
Indice Onomástico 581

Camacho, Severo, 52, 53 Correa, Emilio, 52


Camacho Ariza, Wenceslao, 57, 58, Correa Uribe, Emilio, 294, 296,
60 297, 326
Canal Ramírez, Gonzalo, 168, 246 Correa Londoño, Marta, 55, 63
Candado, Lucía de, 232 Cortés Arana, Francisco, 136
Candela, Demófilo, 218 Cossio, Gabriel, 185-187
Cano, Gabriel, 328, 346 Courant, Paul, 91
Cano, Guillermo, 278, 308,318, 331 Cristín, José, 407
Cantillo, David, 430 Cruz Lozada, Alvaro, 295
Cardozo, Patricio, 385 Cruz R., Diego, 295
Carney, almirante, 561, 564, 565, Cruz R., Ignacio, 295
567, 569 Cuéllar, César Augusto, 424, 425
Caro Escallón, Luis, 234, 235, 241, Cuéllar, Salomón, 446
297 Cuervo Aráoz, Daniel, 394, 395
Carreño Mallarino, Gabriel, 277 Currea de Aya, María, 303
Carrizosa Valenzuela, Julio, 360
Chaparro, Alejandro, 416
Carvajal Triviño, Gerardo, 214
Chaparro, Jorge, 415
Carvajal León, Julio, 29
Chaparro, Luis Adán, 415
Carvajal Muñoz, Silvio, 190
Chaplin, Charles, 383
Casas, Francisco J., 29
Charry Samper, Héctor, 240
Castaño, Jorge A., 163, 173
Chaux, Francisco José, 153
Castillo, Luis, 422, 423
Chávez, José María, 459, 460,
Castro Martínez, José Joaquín, 43,
467
44, 80. 419, 445
Chávez Matallana, Rafael, 370
Castro, Julio, 446
Castro Monsalvo, Pedro, 133 Dailey, Suzanne, 399
Cataño, Aristóbulo, 191, 192 Danielson, Ida, 408
Cavelier, Germán, 407 De Greiff, León, 305
Caviedes Arteaga, Aurelio, 270, 271 De La Vega, José Gabriel, 374
Ceballos Uribe, Bernardo, 241 Del Corral, Martín, 541
Cediel, Celmira, 98 Delgadillo, Carlos, 189
Céspedes Marín, León, 218 Delgado Plaza, Alfredo, 222
Ciendúa, Luis Enrique, 415 Devis Echandía, Julián, 451, 535
Cobo, Alex, 147 Díaz, Luis J., 47
Cobo Bejarano, Carlos, 225 Díaz, Narciso, 342
Colmenares, Oscar, 114, 116, Díaz, Nicolás, 342
119, 124, 126 Dixtony, Hermann K., 471
Concha Córdoba, Luis, 484 Domínguez Molina, Alejandro, 228
Copete Lizarralde, Alvaro, 405 Domínguez Racines, Hernán, 226
Córdoba, Juan N., 347, 348, 451, Duarte French, Alberto, 400, 401
527, 535, 543 Duarte Blum, Alfredo, 243,253,257-
Correa, Carlos, 55 259, 363, 364, 366, 368, 382,
Correa Echeverri, Carlos, 294, 426, 431, 432, 540
296, 297, 326 Dulles, John Foster, 308, 406, 444,
Correa Londoño, Carolina, 40, 462, 572
52, 53, 55, 68, 253, 351 Duque, Guillermo, 424
58 2 El Jefe Supremo

Duque Orozco, Wenceslao, 229 121, 128, 132, 142, 181, 246,
Durán Dussán, Hernando, 185 247, 393
Durán Pombo, Jaime, 16 Gaitán Patiño, Régulo, 258
Galindo, Alberto, 109, 287, 288,
Echandía, Darlo, 133-135, 137, 158, 419
182, 271, 411 Galindo Pinilla, Carlos, 240
Echavarría Olózaga, Felipe, 242 Gallón, Esperanza, 475
Echavarría, Rogelio, 210 Galvis Galvis, Alejandro, 253, 445,
Echeverri, Román, 163 518
Echeverría Echehona, Fernando, Gamboa Bernal, Rafael Antonio,
173, 174 234, 235
Eisenhower, Dwight D., 375, 461, Garavito, Miguel A., 43, 51, 80
569, 572 Garavito, Sabas, 188
Eisenhower, Milton, 461, 564, 567, Garavito Rojas de Avila, Blanca, 51
569, 570, 572, 574 Garcés Valencia, Carlos, 271, 275
Enciso, Delio, 420, 445, 498, 520 Garcés Giraldo, Diego, 230, 295
Erazo, Jorge, 163, 408 Garcés, Modesto, 59
Escallón, Rafael, 165 Garcés Rentería, Silvano, 393
Escobar Camargo, Antonio, 273 García Herrera, Alvaro, 520
Escobar de Castro, Julia, 44, 80 García, Antonio, 15, 394, 495, 501
Espinosa Valderrama, Abdón, 278 García Alvarez, César, 71
García Márquez, Gabriel, 317
Feliciano, Jesús, 415 García U., Jaime, 257
Fernández de Soto, Abraham, 352, García, Saúl E., 385
353, 359, 360 García Córdoba, Vicente, 152, 161,
Fernández R., Alfonso, 222 162
Ferrer, Jesús, 335 García-Peña, Roberto, 278, 284,288,
Ferro, Antonio A., 117, 118 293,296-299, 300, 301,308,309,
Flórez, Agripina, 212 323, 338, 466
Flórez, Manuel Antonio, 59 Garrido, César, 478
Fonseca, Deogracias, 448, 453, 471, Gartner, Jorge, 374
472, 476, 544 Gerberich, Albert, 197, 458, 459,
Fonseca Galán, Eulogio, 413 462, 540, 548, 549
Forbes, Harold, 242 Giraldo Jaramillo, Gabriel, 306
Forero Benavides, Abelardo, 389, Giraldo Londoño, Pedronel, 155
405, 519, 520 Girón, César, 467
Forero Gómez, Hernando, 468, 470 Gloria, Gaspare Michele, 103
Forero W., Jorge Alberto, 130, 138 Goenaga, Roberto, 378, 452,
Franco, Eduardo, 416, 417 Gómez Uribe, Adolfo León, 336,
Franco, Francisco, 518 337, 339
Franco Jiménez, Joel, 242, 243 Gómez. Arenas, Alberto, 174, 175.
Franco, Juan de Jesús, 414 510, 511, 512
Franco, Roberto, 237 Gómez Picón, Alirio, 280
Fraser, James, 399 Gómez Hurtado, Alvaro, 212, 232,
236, 254, 255, 280, 287, 389
G aitán , Jorge Eliécer, 36, 101, 113, Gómez, Dámaso, 467
Indice Onomástico 583

Gómez, Diego María, 488 Guzmán, Germán, 103, 416, 421,


Gómez Lusich, Elmo, 369, 370 424, 425, 447
Gómez Hurtado, Enrique, 287 Guzmán, Luis Carlos, 247, 423, 456
Gómez Agudelo, Fernando, 535
Gómez Martínez, Fernando, 238, Hagerman, Dorothy, 408
275, 300, 312, 335, 336, 339, Harker Espinosa, Ernesto, 201, 202,
340, 344 204, 416, 417
Gómez Ramírez, Gerardo, 229 Hauzeur Laverde, Alberto, 222
Gómez Mejía, Gustavo, 535 Haya de la Torre, Víctor Raúl, 277
Gómez Amaya, José, 337 Henao Mejía, Bernardo, 363, 364
Gómez, Juan Vicente, 262, 291 Henderson, James, 418, 421, 430,
Gómez Castro, Laureano, 13, 15, 441, 448, 514, 515, 518, 520
30, 142, 147, 173, 174, 180, 196, Hernández R., Alvaro, 234
223, 245, 246,248, 251-256, 261, Hernández, Juan Clímaco, 20, 26,
275,277,278,281,287,322,359, 27, 28
366,371, 389,391,393,395,397, Hernández, Julio C., 312, 339
400,401,423,444,484,485,486, Hernández Jiménez, Mario, 492
487,489, 509,511-514,517-519, Hernández de Ospina, Bertha, 109,
524,535 127, 303, 308, 339
Gómez Mariño, Luis, 110, 111 Herrera, Benjamín, 188
Gómez, Tito, 415 Herrera Restrepo, Bernardo, 22
Gómez Hurtado, Rafael, 232 Hildebrand, Franz Von, 481
González Quintana, Alvaro, 93 Holland, Henry F„ 291, 412, 441-
González, Bertha Cecilia, 247 444, 459-463, 503,558,559, 560,
González, Ignacio, 415 561, 563, 564, 565, 566, 570,
González Olmos, Jorge Enrique, 572, 573
415 Hoover, J. Edgar, 467
Hoyos, Guillermo, 341, 342
González, Marco Tulio, 415
Hoyos Z., Julio Alberto, 222
González Camargo, Pablo, 507
Hoyos, Miguel Angel, 136, 178
González, Pedro, 38
Huertas Escallón, Miguel, 489
González R., Prisciliano, 267
Grisales, Carlos J., 370 Ibarra, Hernán Isaías, 124, 141,142,
Guerrero, Alfonso, 415 149, 164
Guerrero, Alvaro, 415 Irurita Rivera, Eduardo, 215-218,
Guerrero Benavides, Gonzalo, 148, 221, 223
151
Gutiérrez Góngora, Alvaro, 370 Jacobson, Oscar, 406
Gutiérrez, Gustavo, 312 Janz, Robert, 170
Gutiérrez Villegas, Javier, 390 Jaramillo Uribe, Alfredo, 141
Gutiérrez Gómez, Jorge, 378 Jaramillo, Carlos Arturo, 340
Gutiérrez, José del C., 98 Jaramillo Arrubla, Cástor, 298, 340
Gutiérrez Jiménez, Luis, 222, 229, Jaramillo Uricoechea, Guillermo,
234 205
Gutiérrez Restrepo, Uriel, 352, 353, Jaramillo Ocampo, Hernán, 132,
357, 358, 361-363 134, 181, 182
584 El Jefe Supremo

Jaramillo Giraldo, José, 389 Lozano y Lozano, Fabio, 133


Jaramillo Uribe, Humberto, 141 Lozano y Lozano, Juan, 288-290,
Jaramillo Arango, Juan, 403 305, 437
Jiménez, Elina, 20 Lozano, León María, 208-210, 212-
Jiménez de Quesada, Gonzalo, 59 218,221,222, 223-232, 233-242,
Jiménez Morales, Liboria, 21 244, 295, 411, 550
Jiménez, Manuel, 467 Lozano Quintana, Osías, 241
Jordán Mazuera, Humberto, 115, Luenga, Jaime, 66
116-118 Luque, Crisanto, 237, 279, 381,409,
Junca, Hernando, 257 483, 484. 485, 486, 488, 489,
492, 493, 494, 495, 498, 499,
Kazán, Elia, 83 502, 503, 504, 505, 522, 533,
Kensill, Jean P., 47 534, 535, 537, 541, 543

Lacayo, Gilberto, 478 Lleras Camargo, Alberto, 100, 231,


Lagos, Ramiro, 348 284, 303, 305-308, 310,324. 325,
Lamus Rodríguez, Alfredo, 119,121, 327-330, 347, 377, 394,410,437,
122 465,466,481,504,511,512,513,
Lamus Girón, Jorge, 241 514,534, 538,541
Landazábal Reyes, Luis, 349, 385 Lleras Restrepo, Carlos, 150, 152,
Lañe, Arthur Bliss, 400 153, 165, 173, 179, 180, 190,
Lang, John W., 91 196, 241, 396
León Gómez, Alberto, 61 Llórente, Hernando, 543
Lerma Durán, Tulio Enrique, 145-
147, 152, 213 Maldonado Calvo, Eduardo, 22
Leyva,Jorge, 154, 252, 256,258,395 Mancera, Ramón, 359
Lister, Enrique, 441 Manrique, Francisco A., 175
Livingston, Ulid, 242 Manrique, Ramón, 196
Lizarazo, Nepomuceno, 417 Mantilla, Jorge, 296, 302
Lombana Villegas, Flaminio, 535 Marín Vargas, Ramón, 241
Londoño Marín, Abelardo, 312 Martínez Moriones, Benjamín, 216,
Londoño Martínez, Alfonso, 312 221, 222
Londoño Richoux, Carlos, 223-225 Martínez Delgado, César, 130
Londoño, Emilia, 52, 55 Martínez, Fideligno, 186
Londoño y Londoño, Fernando, Martínez Landínez, Jorge, 72, 73,
255, 523, 524 74, 76
Londoño Londoño, Julio, 179 Martínez Pérez, Jorge, 38
López Michelsen, Alfonso, 437 Martínez Zúñiga, Lisandro, 215,
López Pumarejo, Alfonso, 29, 36, 216, 218, 221
79, 93, 98, 231, 310, 324, 497, Martínez Villamil, Luis, 72
518 Martínez Peralta, N., 420
López de Mesa, Luis, 374, 389, 497, Martínez P., Ricardo E., 384
520 Marulanda, Ananías, 116
López, Pablo Emilio, 71 Matamoros León, Luis, 93
Lozano Cleves, Alberto, 215, 222 Mazuera, Fernando, 520
Indice Onomástico 585

McCarthy, Joseph, 382, 396 Naranjo Villegas, Abel, 363, 367-


Mclnerney, James M., 95 369, 376, 377
Medina, Antonio, 385 Nash, Frank, 563, 564, 568, 574
Medina Vásquez, Jesús, 221, 222 Navas Pardo, Rafael, 117, 258, 425,
Meertens, Donny, 439 426-429,431,432,436,441,449,
Mejía Dussán, Roberto, 71 456, 472, 539, 542, 544
Melgarejo, Mariano, 291,490 Navia Varón, Hernando, 118, 537
Mena Delgado, Alfonso, 217 Neira Rodríguez, Carlos, 415
Méndez, Ildefonso, 290 Neira, Gonzalo, 484
Mendoza, Consuelo, 93 Neira, Miguel J., 92
Mendoza Lince, Eduardo, 98 Neruda, Pablo, 386
Mendoza, Elvira, 93 Newbegin, Robert, 170-172'
Mendoza Amarís, Marco T., 98 Nieto Rojas, José María, 230, 231,
Mendoza, Plinio Apuleyo, 93 233
Mendoza Neira, Plinio, 93 Nieto Caballero, Luis Eduardo, 305,
Meneses, Cosme León, 276 347, 476, 509, 510
Michalka, Earl R., 169-172 Norden, Francisco, 209
Miller, Arthur. 383 Núñez, Rafael, 27
Mogollón, José Raúl, 415 Nutter, Charles, 46
Molano, Alfredo, 212
Molina Martínez, Alfredo, 224, 225 O ’Boyle, Patrick, 402
Molina, Rosalba, 147 Obregón, Mauricio T., 98
Montalvo, José Antonio, 523 Ocampo, Germán, 37
Montezuma, Alberto, 338 Ochoa, José Hugo, 435
Mora Angueyra, Hernando, 179 Olarte, Alfonso, 267
Mora y Mora, Eduardo, 187, 189 Olarte, Octavio de Jesús, 423
Morales, Abigaíl, 19, 31 Olaya Herrera, Enrique, 36, 60, 64,
Morales, Eusebio, 57 65, 102-104, 303
Morales, Hernando, 370 Ordóñez Ceballos, Antonio, 205
Moreno, David, 47 Ordóñez Valderrama, Jorge, 224,
Moreno, Inés, 186 230
Moreno, Luis Jorge, 495, 503, 514 Ordóñez, Luis Enrique, 290, 312,
Moreno Diaz, Samuel, 65, 188, 190, 327, 329, 368, 424, 467, 468,
241.308, 311,342, 345,348, 388, 470, 471, 473, 474. 476, 477,
465,466.471,472,476,480,481, 498, 531, 538, 540, 544
511,545,546, 548,549 Orejuela, Marino, 147
Moreno Olano, Samuel, 133 Orozco, Gerardo, 33
Mosquera Garcés, Manuel, 264 Orozco Fandiño, Juan Manuel, 241
Mosquera, Tomás Cipriano de, 118 Ortiz Sarmiento, Carlos Miguel, 182
Moure Ramírez, Jaime, 370 Ortiz Márquez, Julio, 396
Muelle Reyes, Luis, 38 Osejo Peña, Efrén, 204
Muñoz, Pedro A., 450 Ospina Cabal, Germán, 214
Murillo, Joaquín, 79, 84 Ospina, Hernando, 365, 370
Murillo, Pedro, 385 Ospina Pérez, Mariano, 13,101, 104,
Mussolini, Benito, 495 105, 118, 121, 122, 124, 127,
Mutis Harker, Octavio, 68, 69, 70 132, 133, 136, 154, 155, 163,
586 El Jefe Supremo

166,173,174,179-181,191,195, Pérez, Francisco de Paula, 284, 374,


199-202, 213, 231, 246, 252, 496
254-257, 278, 287, 484,486, 504, Pérez Escobar, Jacobo, 13
505,513,518,519,522,523,526 Pérez Jiménez, Marcos, 340, 391,
Ospina Rodríguez, Mariano, 174 395
Ospina, Rafael, 208 Perico Cárdenas, Jorge, 498
Ossa, Gildardo (Al. “Jack” ), 152, Perilla, José Vicente, 415
468 Perilla, Vicente, 415
Oviedo, Jesús María, 430 Perry, Oliverio, 128
Piedrahíta Echeverri, Fabio, 146,
Pabón Núñez, Lucio, 13, 15, 154, 163, 173
192, 195-197.251,254-256. 264, Piedrahíta, Rubén, 544
277,280, 285,286, 290,297, 300, Pineda Castillo, Roberto, 222, 229,
311,323,327,329,333,341,344. 234
346, 359, 363, 364, 366-368, 370, Piñeres y Piñeres, Eduardo, 453
375,382.405,467,484.486,491, Pinilla Suárez, Hermencia, 21,31,43
494,495,522,523,525,540 Pinilla, Manuel, 21
Pacheco, Ciro Antonio, 191 Pinto Ramírez, Alfonso, 300 , 301
Pachón Padilla, Juan Manuel, 136 Pizarro Leongómez, Eduardo, 34
Padilla Manrique, Guillermo, 225- Plata, Bertilda, 227
227, 229, 232, 233 Plata Bermúdez, Francisco, 128
Palacio Rudas, Alfonso, 445 Plaza Ayora, Alvaro, 232
Palomino, Artemio. 66 Plazas Olarte, Guillermo, 72
Palomino, FJvia de, 65, 66 Polanía Puyo, Jaime, 538
Palomino, Guillermo, 65, 66 Pontón Díaz, Alfonso, 190
Palomino, Jacobo, 55, 64, 65, 66 Poole, Richard A., 470, 514, 545,
Palomino de Cadena, Mery, 55 546, 548
Panchaud, Henri, 91 Posada Delgado, Manuel, 189
Panesso Robledo, Antonio, 338 Pradilla Pinto, Gustavo, 30
Pardo, Roberto, 52 Pratt, Harry Barrington, 399
Paredes, Humberto, 415 Prieto, Demetrio, 446
Parga Cortés, Rafael, 438 Pulgar, Fabriciano, 295
París, Gabriel, 288, 289, 367, 457, Pumarejo, Alberto, 79
470, 532, 544, 558 Puyo Jaramillo, Gil Miller, 238-240
Parra Bolívar, Luis, 274
Pastrana Borrero, Misael, 13, 365 Quesada, Samuel, 146
Patiño Galvis, Luis, 306 Quijano, Hernán, 37
Payán Archer, Guillermo, 535 Quijano Caballero, Joaquín, 74, 76
Peeples, Charles E., 98 Quijano, Julio, 508
Peláez Vargas, Gustavo,68,135, 136 Quiñones Neira, Rafael, 121, 134
Peñaranda, Lino, 188 Quintero, Carlos M., 163
Peñuela, Sotero, 51 Quintero Santofimio, Gustavo, 419,
Perdomo Puyo, Carlos, 136, 178, 484, 486
187, 190, 197
Perdomo, Ismael, 488 Rabitz, Rudolf, 95
Perdomo, Luis Ernesto, 61 Ramírez A., Alfonso, 222
Indice Onomástico 587

Ramírez Navarro, Carlos Arturo, Rojas Pinilla, Ana Elvira, 51


228 Rojas Pinilla, Carlos, 21, 49, 50, 63
Ramírez, Francisco Eladio, 121, Rojas Correa, Carlos, 45, 52, 54, 55,
126-128,130,131,136,138,139, 549
150, 164 Rojas Vila, Carlos, 49, 50
Ramírez Suárez, Jesús, 240 Rojas, Cayetano, 21
Ramírez, Rolfe, 415 Rojas Jiménez, Domingo, 20
Ramírez Serna, Tomás, 149, 162 Rojas, Efraín, 79, 86
Ramsey, Russell W., 34, 101, 104, Rojas Correa, Eugenia, 14, 15, 63,
106, 107, 150, 153, 194, 210, 68, 248, 320, 351,465, 466, 467,
427, 439, 446, 454 469,470,472,475,476,480,481,
Rangel, Rafael, 414 493, 548, 549
Recamán Saravia, Ernesto, 97, 98 Rojas Scarpetta, Francisco, 224,229,
Reina, Edgar, 329, 332, 343,344,498 241, 352, 353, 358, 362
Rengifo Garcés, Ignacio, 231, 232,
Rojas Correa, Gustavo Emilio, 55,
243, 244, 295, 364, 466, 504,
68, 549
531
Rengifo Gómez, Roberto, 225-227 Rojas, Hernán, 214
Restrepo Moreno, Alfonso, 154, 576 Rojas, Julio César, 43, 44
Restrepo Alvarez, Antonio, 45 Rojas Jiménez, Julio, 19, 21, 31,43
Restrepo Jaramillo, Cipriano, 402 Rojas de Moreno, María Eugenia
Restrepo, Félix, 487 (ver Eugenia Rojas Correa)
Rey, Abano, 415 Rojas Ayala, Mario, 145, 146, 163
Reyes, Rafael, 34, 198, 334 Rojas Bueno, Mario, 156, 157
Ridgway, general, 564, 565, 569, 570 Rojas García, Martín, 52
Rincón, Antonio María, 415 Rojas, Teófilo, 430, 437-439
Rincón Bolívar, Guillermo, 498 Roldán, Ernesto, 306
Rincón, Ovidio, 45, 68 Romero Becerra, Adolfo, 120
Ríos, Nicanor, 186, 187 Romero Escobar, Asdrúbal, 230
Ritter, Helen, 47 Romero Arévalo, Santiago, 110
Rivera Valderrama, Alfredo, 106, Rosenberg, Ethel, 383
107, 109, 110 Rosenberg, Julius, 383
Rivera, Nicolás, 51 Rosselli Quijano, Octavio, 28
Roa Martínez, Jorge, 106, 107, 110 Rubio, Isabel, 497
Roa Sierra, Juan, 128 Rubio, Silvestre, 424
Robles, Abraham, 47 Rueda Uribe, Pedro Nel, 264
Rocha, Antonio, 284 Rueda Vargas, Tomás, 34, 36
Rockefeller, Nelson, 462, 569, 572, Ruiz, Campo Elias, 415
574 Ruiz Aguilera, Zoilo, 98
Rodríguez, Alfredo, 384
Rodríguez Castillo, Eduardo, 109 Saavedra Lozano, Saúl, 130, 158
Rodríguez de Francia, Gaspar, 291 Sáenz Caycedo, Vicente, 117
Rodríguez, Hernando, 501 Saiz Montoya, Alfonso, 540
Rodríguez Cortés, Luis Angel, 215 Salamanca, Hernán, 241, 445, 520
Rodríguez, Pedro María, 453, 454 Salazar, Alfonso, 203
Rodríguez Bermúdez, Rafael, 37 Salazar Santos, Felipe, 437, 439
588 El Jefe Supremo

Salazar García, Gustavo, 207, 212, Sierra Ochoa, Gustavo, 238


229 Silva, Alfredo, 150
Salazar Riveros, J. E., 222 Smith, Federico, 408
Salcedo Victoria, Efrén, 120 Somoza, Anastasio, 340, 478
Salcedo, Jorge, 38 Sorzano González, Hernando, 185
Salcedo, José Guadalupe, 415, 416, Sourdís, Evaristo, 199, 252, 297,
417 305,314,315,363,370,382,385,
Salgar, José, 312, 318, 473 391, 392, 471, 557
Sánchez Salazar, Bernardo, 468, 470 Sparks, embajador, 570
Sánchez, Eliseo, 415 Stephens, Donald G., 249
Sánchez, Gonzalo, 411, 418, 439 Suárez, Carlos Arturo, 415
Sánchez, John, 163 Suárez, Darío, 189
Sánchez, Luis, 184 Suárez, María de los Angeles, 21
Sánchez, Manuel José, 416 Sullivan, Charles, 563, 564,568,570,
Sánchez Amaya, Rafael, 135, 166, 573, 574
178, 199, 248 Szulc, Tad, 212, 253, 324, 412, 511,
Sanclemente, Jorge, 209 525, 526, 530, 531
Sanciónente Soto, Julio, 61, 63
Sandoval, Angel María, 204, 205 Tamayo G., Francisco, 38, 106
Sandoval, Efraim, 183, 184 Tamayo, Luis, 99
Sanjuán, Miguel, 185 Tardini, Domenico, 503
Santacoloma R., Alfonso, 295 Tavera García, Gustavo, 38
Santacoloma S., Andrés, 295 Téllez Rubio, Rosendo, 424
Santamaría, Peter, 45 Tena, Alberto, 385
Santodomingo, Julio Mario, 98 Thomas, J. Parnell, 383
Santodomingo, Ramón, 98 Tofiño, Luis Angel, 115, 116
Santos, Arturo, 400 Toledo T., Gustavo, 184
Santos, Eduardo, 44, 80, 204, 294, Tomlison, Edward, 403
309,310, 325,331,338,389,394, Torres Durán, Delfín, 110
422, 504, 534 Torres, Marco Antonio, 415
Santos Castillo, Enrique, 309, 481, Torres Quintero, Rafael, 237, 502,
540 503
Santos Montejo, Enrique, 27, 272, Tovar Lemus, Emilio, 340
325, 329, 330, 334, 338, 535 Towers, Frank, 396, 397
Santos Castillo, Hernando, 309,338, Trujillo, Miguel, 415
347, 388, 481, 498 Trujillo Fernández, Publio, 335, 336
Santoyo, Julio, 247 Trujillo, Rafael Leónidas, 291, 395,
Sardi, Carlos A., 151 490
Sarmiento Lora, Daniel, 295 Trujillo Ramírez, Reinaldo, 144,
Sarmiento, Eduardo, 222 146, 147
Saucedo Carrasquilla, Antonio, 161 Turbay Avinader, Gabriel, 101
Scafuro, Frank, 549 Turbay, Juan José, 389
Schoenfeld, Rudolf, 283, 285, 466, Turbay Ayala, Julio César, 152, 166,
487 167,180, 375, 420, 472,478,520
Serrano Gómez, Gustavo, 241 Turner, Robert G., 426-429, 431,
Sierra Parra, Darío, 242-244 441, 559
Indice Onomástico 589

Turriago, Luis Carlos, 257, 258 Vergara Puertas, Carlos, 38, 79, 87-
89
Ulloa Caicedo, Camilo, 230 Vergara, Jorge, 535
Umaña Bernal, José, 389 Vieira, Gilberto, 390
Umaña de Brigard, Ignacio,463,465 Vilá, Luisa, 49
Unda, Aquileo, 415 Villafradez, José, 51, 52
Urdaneta Arbeláez, Roberto, 13, Villamil C., Eduardo, 192
246, 253, 255-257, 265,391,489, Villamizar Flórez, Hernando, 197
517, 523 Villamizar, Marco A., 271
Uribe Prada, Antonio José, 75, 548 Villar Borda, Carlos J., 19, 32, 37,
Uribe, Arturo, 47 38, 46, 477
Uribe, Carlos, 247, 395, 540 Villarreal, Camilo, 184
Uribe Lince, Guillermo, 47 Villarreal, José María, 109
Uribe Márquez, Jorge, 520 Villate, Julio E., 359
Uribe Cualla, Juan, 252, 387, 402, Villaveces, Carlos, 264, 471, 489
496 Villazón de Armas, Crispín, 364, 365
Uribe Holguín, Juan, 264 Villazuso, Cosme, 47
Uribe de Acosta, Ofelia, 520, 521 Villegas, Silvio, 348, 479, 502, 523,
Urrea Delgado, Emilio, 339 527
Urrea Giraldo, Emilio, 339 Villota, Peregrino, 147
Urrutia, Francisco, 462, 502, 503, Virviescas Rocha, Pastor, 58, 60
567, 568 Vives, José Ignacio, 331
Uscátegui, José Manuel, 38 Von Merk, Karl, 290

Valencia Tovar, Alvaro, 109 Watson, FrancisP., 242


Valencia, Guillermo León, 341,374, Waynick, Capus M., 403, 467
496, 523, 526. 537, 538, 541 Wiley, John, 562, 566
Valencia, Hernando, 163 Woodward, Robert, 558
Valencia A., Jaime, 295 Wright, Hamilton, 477, 478
Varela Escobar, Héctor Jorge, 217 Yepes, Antonio, 98
Varela, Juan de la Cruz, 414, 421, Yosa, Isauro, 441, 448
428,432, 433, 437, 445,446,447
Vargas, Darío, 446 Zalamea Borda, Eduardo, 278
Varón Valencia, Abraham, 196 Zalamea, Jorge, 230
Varón, Rubén, 72 Zambrano P., Fabio, 31
Varona, Alcides, 432 Zawadsky, Jorge, 389
Vásquez Rodríguez, César Augusto, Zea Rendón, Jairo, 313
498 Zornosa Falla, Luis, 348, 535
Vejarano, Ricardo, 385, 419 Zuleta Angel, Eduardo, 282, 291,
Velasco, Luis Alejandro, 318-320 314,315,392,393,395,396,412,
Velásquez, Hugo León, 370 422, 442, 443,457, 459-462, 540
Velásquez, Severo, 542 Zuluaga, Conrado, 262, 291, 490
Un libro de historia
es importante si revela
un hecho oculto y si éste
plantea una pregunta
que obliga a modificar
profundamente una idea
que uno se ha hecho del pasado.
Alain Besacon

La primera edición de El Jefe Supremo se


terminó de imprimir en el mes de octubre
de 1988. El texto se levantó en Servigra-
phic Ltda., en caracteres Times Román
11/13; la armada estuvo a cuidado de
Daniel E. Sepúlveda; supervisó la pro­
ducción Oscar Flórez Herreño, y la im­
presión se realizó sobre papel Propal
marfil de 60 grs., en los talleres de Edito­
rial Presencia.

de colom bio
Otros títulos en la colección
Espejo de Colombia

• Alfonso López Puma rejo, el Conciliador


Thomas C. Tirado

• Psicología del hombre colombiano


Rubén Ardila

• Colombia Nazi, 1939-1945


Silvia Galvis, Alberto Donadío

• De sol a sol. Génesis, transformación


y presencia de los negros en Colombia
Nina S. de Friedemann, Jaime Arocha

• Manual de literatura colombiana


2 volúmenes, 16 autores, 30 ensayos
SILVIA GALVIS ALBERTO DONADIO

Por la columna de opinión que Nació en Cúcuta. Abogado de la


escribe en Vanguardia Liberal, Universidad de los Andes. Trabajó
recibió en 1987 el Premio casi 10 años en El Tiempo. Allí
Nacional de Periodismo Simón publicó investigaciones periodísticas
Bolívar como mejor columnista de gran resonancia nacional sobre
del país. Su columna se corrupción administrativa, fraudes
transmite además a distintos bancarios y depredaciones
diarios del país a través de la ecológicas. Experto en materia de
agencia de noticias Colprensa. acceso a los documentos oficiales.
Nacida en Bucaramanga, Sus libros anteriores son: Banqueros
estudió Ciencia Política en la en el banquillo, ¿Por qué cayó
Universidad de los Andes. En Jaime Michelsen?, El espejismo del
1986 publicó Colombia Nazi Subsidio Familiar y Colombia Nazi
(con Alberto Donadío). (con Silvia Galvis).
Para E l J e fe S u p re m o Para E l J e fe S u p re m o
investigó y elaboró los investigó y reconstruyó la vida
capítulos relacionados con el y la carrera militar de Gustavo
gobierno del presidente Rojas Rojas Pinillas antes del 13 de
Pinilla. junio de 1953.

EL JEFE SUPREMO. Además de utilizar los rastros


escritos de la vida de Gustavo Rojas Pinilla antes de ser presiden­
te, de su período de gobierno (1953-1957) los autores examinan
los aspectos y sucesos más controvertidos, com o la censura de
prensa, la muerte de los estudiantes en el centro de Bogotá, la san­
grienta corrida de toros de 1956, las relaciones con la Iglesia
católica, la cruzada anticomunista y la violencia en el Tolima.
En este departamento, según revelan informes secretos, la res­
puesta simplista de Rojas al problema guerrillero estuvo guiada
por su obnubilación anticomunista, que lo llevó a dar la orden
de liquidar la guerrilla en 8 días y al intento de adquirir 3.000
bombas napalm en los Estados Unidos. Los capítulos relaciona­
dos con el gobierno rojista fueron construidos con base en docu­
mentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que
los autores tuvieron el privilegio de examinar en el Archivo Na­
cional de Washington D.C. apenas unos días después de levanta­
da la reserva en 1986.

ISBN: 958-614-280-9

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