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entorpecer el trabajo de la editorial, sino que el trabajo se
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lectura.
Lexie, es una organizadora
profesional, toma un trabajo en la
casa del multimillonario Luthor
Thorne. ¡Le dicen que no puede ser
vista por él! Por desgracia para
Lexie, incluso su ropa bonita la
excita, y ella no es capaz de resistir
la tentación.
Traducido por Jesica y Florpincha

Corregido por Jesica

¿ Cómo se supone que conocerás gente en estos días si


no eres un fanático de la informática? He intentado
discotecas, pero no se puede oír lo que un chico lindo
dice sobre la música, y dos o tres bebidas no exactamente
ayudan a tu juicio. Si conectas con alguien atractivo, tienes que
hacer el día después la caminata de la vergüenza, con tus
bragas en tu bolso, y lo peor de todo es que ese deseo profundo
se ha convertido en un dolor sin cumplirse, porque el tipo
borracho que parecía lo suficientemente caliente en el bar
resulta vivir en el sótano de su madre y piensa en el juego
previo es algo que se hace en el campo de golf.

Acababa de regresar de un paseo vergonzoso cuando recibí


la llamada. Arrojé mis llaves en el recipiente junto a la puerta y
me senté en mi silla añeja mientras anotaba los detalles. Algún
imbécil rico estaba teniendo una crisis en la organización, tome
una ducha, me puse mis botas de puta, y fui a clasificar el color
de un armario lleno de lazos de diseño y calcetines de sesenta
dólares.

Así es la vida de un organizador profesional que atiende a


las necesidades de los mega-ricos. Oh, solía atender bastante
las necesidades justas de los ricos, pero entonces descubrí las
botas de puta, y me prometí el poder de entrar en el mercado
mega-ricos. O eso es lo que creía. En cualquier caso, había
empezado a vestirse mejor, y los puestos de trabajo habían
mejorado, y no estaba quejándome tampoco. Tienes que amar
una tela de calidad.

Por teléfono, le dije a Suzanne conduciría al cliente en una


hora. Revisé mi aliento en mi mano.
—Calcúlale una hora y media, —dije—. Necesito
hidratarme.

—¡No es aceptable! —Gritó en el teléfono de su lado—.


Estamos en la cúspide, aquí, Lexie. Estar allí a las once o voy a
enviar otra chica.

—No lo harías.

—Voy a enviar Trisha, —dijo ella, pero su voz tenía esa


aljaba que decía que era un farol.

—Trisha está en Boston, visitando a su madre. Yo estaré


allí a las once y media.

Su voz acerada, dijo—, las once y cuarto.

—Suzanne, ¿Alguna vez te dije lo proxeneta excelente que


serías?

Continúe explicándome sobre la opciones de vestuario de


estilo proxeneta y proxenetismo en su pequeño Honda, pero ella
ya había terminado la llamada.

La dirección que había anotada parecía familiar. ¿Era esa


mansión por la que me gustaba conducir y mirar cuando me
sentía como una desposeída y quería sentirme aún peor? No, no
podía ser. El que vive en ese lugar tendría personal a tiempo
completo y no se pondría a perder el tiempo con los contratistas
como yo.

Miré hacia abajo en el teléfono celular en la mano, que


estaba frotando distraídamente a través del dolor entre mis
muslos, el borde del teléfono cavaba un poco más profundo por
segundos. Si tan solo lo hubiera conseguido anoche o esta
mañana, mi mente no sería un desastre.

Un polvo rápido en la ducha se haría cargo de mis


problemas, al menos por el día.
Por desgracia para mí y mi nudo adolorido, el teléfono
volvió a sonar, el que está en la pared, conectado con el
intercomunicador. Señora O'Hara estaba en la puerta delantera
y necesitaba ayuda con su tienda de comestibles. Maldije a mi
interior Buena Samaritana y tomé el ascensor para bajar a
ayudarla. Ninguna buena acción queda sin castigo, como se
suele decir, porque la señora O'Hara me contó una anécdota,
aplastante de libido, sobre un quiste reventado. Llegué a ella y
cargué sus comestibles a su apartamento y me negué a sus
ofertas de limonada.

De vuelta en mi lugar sin tiempo de sobra, apenas tuve


tiempo para salpicar un poco de agua en la cara, ponerme el
traje gris Yo-Hablo-Enserio (más caro que tenía, que todavía
estaba pagando) y mis botas de puta y baje corriendo a mi
coche.

Durante el trayecto, me preguntaba qué clase de trabajo


estaba delante de mí. Suzanne no me había dicho la cantidad
de trabajo que había, o cuántos días estaría en el caso, pero no
me importaba.

La dirección estaba en la parte rica de la ciudad, y, aunque


me encanta organizar casi cualquier cosa, hay una alegría muy
especial cuando recibo el manejo de trajes y corbatas de diseño
y esas camisas hechas a medida. ¡Oh, esas camisas!

Mis entrañas estaban todavía doloridas, insatisfechas.


Tenía que organizar cosas todo el día, pero sabía que en el
momento en que viera una de esas camisas, estaría soñando
con ponerme una de esas camisas en mi cuerpo desnudo y
luego montar algo, tal vez una otomana de cuero. Mejor aún,
alguna caliente, musculosa cosa, como un jardinero o un chico
de la piscina. Me desabrocharía la camisa, agarraría los lados
de uno de esos botones tapizados de cuero de las otomanas que
los ricos siempre tienen en sus vestidores, y me gustaría hacer
ruborizar y chillar al chico de la piscina.

—¡Lexie Ross! —Me amonestó a mí misma—. Basta ya de


tu inmundicia. Obtén tu mente en el trabajo.

Mmm, muchacho de la piscina. ¿Mamada?

—¡La organización! —Me recuerdo a mí misma—. Tengo


que recibir el pago.

Llegué a la dirección que Suzanne me había dado y


estacioné el coche bajo la sombra de un enorme árbol de roble.

La dirección. Era la única. La mansión. La casa de mis


sueños. Gruesas columnas en la parte delantera, una puerta de
hierro forjado, y la arquitectura atemporal. El paisaje era
impecable, casi llamaba la atención de la casa.

Después de apagar el motor, alisé mi traje gris, deslizando


la mano de debajo de la chaqueta para dar cada uno de mis
pechos un pequeño apretón Voy-A-Llegar-A-Ustedes-Más-Tarde.

La mujer que abrió la puerta, la cerró inmediatamente


cuando vio mi cara. Presioné el timbre otra vez y hablé con
seguridad en el intercomunicador.

—Mi nombre es Lexie Ross. Soy de Busy Town


Organization y realmente tengo una cita.

—¿Cuántos años tienes? —Preguntó ella, también a través


del intercomunicador. Imaginé sus labios arrugados y
aplanados en una línea al final de la pregunta.
—Veintiocho, —dije, añadiendo dos años.

—Pedimos a alguien con más experiencia.

Rodé los ojos, un mal hábito que estaba tratando de


romper.

—He estado organizando durante siete años, —expresé,


doblando mi tiempo y añadiendo uno para una buena medida.
Así pues, todo el mundo exagera en su currículo, pensé.

Ella abrió la puerta, revelando una cara elegante, con un


mínimo de maquillaje, de buen gusto.

—No voy a permitir a ninguna mujer joven cerca del Sr.


Thorne, —dijo.

—¿Él las come? —Bromeé.

Ella frunció el ceño. Pensé que su ceño fruncido no podría


ser más profundo, y entonces vio las Botas de Perra, y lo hizo.

Extendí la mano y le dije con gusto—: es un placer


conocerla, ¿Sra.…?

Ella miró a ambos lados y me introdujo con la mano en la


casa, o debería decir, mansión.

—Llámame Grace. —Indicó y sacudió mi mano—. La


próxima vez, entrará por el costado, por la puerta de servicio.

—Por supuesto, —respondí, mirando hacia arriba por


primera vez, a la enorme lámpara de araña y luego hacia abajo,
al suelo de baldosas de mármol relucientes. Las baldosas
estaban muy brillantes y reflectantes. Podía ver la araña de
luces debajo de mí. Alcancé a ver mis bragas de seda de color
rojo en la reflexión, y rápidamente moví mis pies juntos antes
de que Grace pudiera verlas.

Ella levantó la vista y me dio una sonrisa. Oh, me vio.


Grace, que aparentaba unos cincuenta años, pero unos
cincuenta batalladores, se lamió los labios.

—Ven, —me dijo, moviendo un dedo.

Me encantaría, pero no eres mi tipo, pensé, sonriendo


dulcemente.

—Por supuesto, —expresé, y la seguí hasta una gran


escalera de madera.

Ella me llevó por un pasillo, alrededor de una esquina, y


luego me llevó a un armario, y con armario me refiero a toda
una habitación, más grande que mi condominio de dos
dormitorios y algo más. Mientras ella explicaba el trabajo, yo
paseaba por el armario. Tratando de mantenerme enfocada en
sus palabras, acaricié una manga corta de camisa de algodón
suave, después de otra, esa sensación atractivamente familiar
florecía en mis bragas de seda. ¡Si solo Grace dejara de hablar
del cambio estacional y la transición del guardarropa y me
dejara sola con la ropa! Hubo un poco de conversación sobre
una infestación de polillas que habían entrado en los cajones de
la lana, pero había sido arreglado. Por desgracia, la gente de la
polilla, había deshuesado (palabras de Grace, no mías) la
organización.

—Está en la ducha ahora, —dijo Grace.

El ligero olor a colonia que había en la sala, emanaba de la


ropa, me relajaba, soltando mi lengua. Reí, poco profesional.

—¿Quién está en la ducha? ¿El hombre polilla?

El ceño fruncido regresó.

—El Sr, Thorne.

—Oh, tengo ganas de conocerlo.


Se cruzó de brazos.

—No lo veras. Vas a cerrar esta puerta desde el interior. He


puesto su ropa en la cama, porque lo que no tienes por qué
entrar ahí. No digas ni pio, y no le avises que estas aquí. —Ella
me dio una mirada significativa. Qué es exactamente lo que
quería decir, no tenía idea, pero seguro era significativo y
serio—. ¿Entiendes?

—No salir del armario, —indiqué asintiendo—. Lo tengo.

—Ni siquiera si hay un incendio, —dijo.

—Deberíamos cobrar extra si hay un incendio, —bromeé.

Ella sacó un fajo de billetes de cien dólares.

—Si consigues todo este armario organizado hoy, y luego


dos trabajos más a los largo de los próximos dos días, hay una
bonificación para ti. Dinero en efectivo, ningún informe a tu
empleador. Pero con una condición. Debes completar el trabajo
sin ser vista, oída u olida por el Sr. Thorne.

—¿Olida?

Ella entrecerró los ojos hacia mí.

—Él tiene agudos sentidos.

Me mordí el labio inferior. Eso era mucho dinero. El


organizador profesional era bien pagado, cuando se podía
conseguir el trabajo. La verdad era que me quedé con muebles
de época en mi apartamento porque se veían geniales, y sabia
de un par de lugares en los que podría obtener grandes ofertas.
No estaba muy bien de dinero, sobre todo después de invertir
tanto en el armario. El mes y el dinero, generalmente, se
agotaban al mismo tiempo. Con esa cantidad de dinero, podría
tener una red de seguridad. Incluso, podría crear mi propio
negocio y dejar a la proxeneta de Suzzane, tan divertido como
era.

—Mi objetivo es satisfacer, —dije.

Sus ojos brillaron.

—Apuesto a que sí. Vamos a estar seguros de que nada


suceda con el Sr. Thorne. Solo con su vestuario.

Una puerta se abrió y se cerró cerca. Grace ladeó la


cabeza.

Susurré—, ¿es él?

La voz de un hombre flotaba como una cuerda baja de un


violoncelo. Expresó—, Grace, no creo que sea tiempo de cuello
alto.

Negué con la cabeza y rodé los ojos, luego agarré un suéter


de verano ahí cerca. Susurré—, tonta, Grace, no es tiempo de
cuello alto hasta otro mes.

Ella me arrebató el suéter verde de las manos y retrocedió.

—Recuerda, ni pio, —hábilmente hizo girar el picaporte de


puerta para bloquearla desde el interior y la cerró.

Sola en la habitación que tenía buen aspecto. Las ropas


eran bastante habituales, los guardarropas bien hechos pero
típicamente discretos que se veían en lideres comerciales y
estrellas de cine. En comparación, mi traje gris tweed1, que no
era barato, parecía un trapo de polvo.

1
Tweed: Tejido de lana virgen escocesa, que es de textura irregular y peluda y tiene un aspecto
rústico pero suave al tacto; se caracteriza por su jaspeado y por ser un tejido cálido, fuerte y resistente al
desgaste.
¿Dónde estaba el señor Thorne? Había perdido todo el
sentido de la orientación después de haber sido llevada por el
largo pasillo, y la habitación no tenía ventanas como referencia.

Señor Thorne. Que nombre más caliente. No vi nada de


ropa que podría pertenecer a una señora Thorne.

La habitación tenía tres puertas, y tenía que estar del otro


lado de una de ellas, vistiéndose, recién salido de la ducha de
agua caliente.

Escuché que había dejado pasar a Grace por la puerta,


pero no oí nada más.

Empecé a trabajar, trazando mentalmente donde poner los


lazos y calcetines, cuando mis pensamientos fueron
interrumpidos por el murmullo bajo de un hombre cantando,
¿cantando?

Mis Botas de Perra eran demasiado ruidosas en el piso de


madera. Serian un claro indicativo si él estuviera cerca, así que
bajé la cremallera y corrí descalza a una de las otras puertas,
para escuchar la voz del hombre. Él no estaba detrás de la
puerta número dos, pero no estaba muy lejos, detrás de la
puerta número tres. En el otro lado de la pared.

Puse mi oreja en la puerta y respiré profundamente


mientras tarareaba la melodía sin palabras de una canción
familiar.

Una de mis manos se movió hasta el dobladillo de mi falda


y acaricié el interior de mi muslo. Me estremecí. Ese toque se
sentía tan bien, la mano fría sobre mi muslo. No tan buena
como la mano de un hombre, pero agradable.

Siguió cantando, más fuerte ahora, con esa voz profunda.


¿Era opera? Había palabras, pero sonaba a italiano, no a inglés.
Ambas manos se movían entre las piernas, rozando y
pellizcando la piel sensible. Cerré los ojos y traté de
imaginármelo a él. Si era el hombre al que todos estos trajes
pertenecían, significaba que era alto, de hombros anchos y una
cintura estrecha. Tal vez el físico de un nadador, pensé
mientras una mano se deslizaba dentro de mis bragas rojas.

Él dejó de cantar, y por un momento, me sentí cohibida,


como si alguien me pudiera ver. Había tres puertas, pero
estaban todas cerradas, y Grace había bloqueado todas ellas,
¿verdad?

Tiré mi mano hacia afuera de mi ropa interior y


cuidadosamente, comprobé la cerradura de la puerta más
cercana, y luego las otras dos. Todas las puertas estaban
cerradas, lo que significaba que podía hacer lo que quería, que
definitivamente no era organizaro los calcetines. Aún no. Los
calcetines podían esperar.

Mi necesidad había comenzado la noche anterior, con un


baile en un club entre dos hombres atractivos, compañeros o
amigos o algo así. Tuve que elegir con cual irme a casa, y había
elegido mal. Él había estado dormido antes de haberme
calentado.

La mañana siguiente, levemente deshidratada y muy


frustrada, estaba sufriendo, pero no por mucho tiempo.

Me quité mi chaqueta gris y la colgué en un gancho de


madera, luego deslicé mi falda.

Había una silla en el centro de la habitación, sin hacer


ruido, la llevé hacia la puerta donde escuché la voz del señor
Thorne, y tomé asiento, mis piernas abiertas ampliamente. El
canto comenzó otra vez. Apoyé mi cabeza contra la puerta y
pasé las manos por mis pechos, todavía con el sujetador de
color rojo, luego hacia arriba y debajo de mis piernas. El deseo
floreció hacia fuera de mi vientre, una vez más, con ferocidad.

Puse la mano en mis bragas y comencé a frotarme los


pliegues hinchados, engordaron con los segundos, mi dedo
hábil se movía con facilidad, hacia atrás y adelante, arriba y
abajo, dando vueltas y vueltas.

—¿Hola? —Dijo desde el otro lado de la puerta.

Golpeé mi mano libre sobre mi boca. Ahora lo había hecho.


¿Gemí en voz alta, verdad? ¡Lexie, eres asquerosamente puta,
fuiste contratada para organizar este armario, no para darle un
espectáculo de una mujer gimiendo!

>>Uh, —habló consigo mismo, y luego volvió a cantar.

¡Oh, esa voz!

El cesto de basura sucia no estaba lejos de donde me


senté, por lo tanto, tomé un breve descanso de mis servicios,
siempre es mejor dejar aumentar un poco el fuego, y saqué una
camisa arrugada. Era de color azul pálido. Me preguntaba si iba
con sus ojos. ¿Se pondría el suéter verde que elegí para él?

Me quité el sujetador rojo, lo dejé caer al suelo, y me puse


la camisa. El algodón rígido rozó mis pezones duros, y me mordí
los nudillos para ahogar un gemido de placer.

El canto se detuvo de nuevo. Él sabe que estoy aquí, pensé.


Es como un lobo, puede olerme a través de la puerta.

Me senté en la silla de nuevo y dejé los puños de la


camisa, también grande, caer sobre mis muñecas. Me enrosqué
y retorcí para sacar mis bragas, entonces apoyé un pie en el
borde de la silla y dejé realmente tentarme con las dos manos,
arrastrando los puños de la camisa sobre mis pliegues
húmedos. No me preocupé que fuera a dejar mis jugos dulces
en toda la prenda, iría a la lavandería y nadie se daría cuenta.

El olor en el cuello era viril, almizclado. Lo bebí mientras


me frotaba adelante y atrás, arriba y abajo.

Él estaba allí, tan cerca, al otro lado de la puerta. Me lo


imaginaba tan claramente, que juro que podía escuchar su
respiración. Gemí en voz baja, mi sonido enviaba un escalofrío
de arriba abajo en mi núcleo. No había ningún sonido
emitiéndose desde el otro lado de la puerta.

Aun así, me lo imaginaba allí, acariciando un largo y


grueso miembro aterciopelado. Ciertamente él estaba allí, y
podía sentir el calor de mi deseo, atravesando la puerta. Sin
duda, él se preguntó por qué Grace había preparado su ropa
para él, y porque la puerta de entrada de su armario estaba
cerrada con llave.

Todo lo que tenía que hacer era empujar una llave en la


cerradura, empujar y girar, y caería por la puerta.

El olor en el cuello.

Almizcle.

Algodón.

Dedo hábil, bajó una y otra vez, dando vueltas.

Cuando me vine, mi orgasmo venciéndome como un tren,


casi me caigo de la silla. No me di cuenta, que había estado
arqueando la espalda y echándome hacia atrás hasta el
momento, mi garganta expuesta. Apreté mis piernas juntas,
agarrando mis manos que no se atrevían a alejarse.

Desde el otro lado de la puerta, oí gruñir al hombre, y


luego un gemido.
Mientras mi cuerpo se enfriaba y pulsé mi pulgar para un
último estremecimiento, juro que volví a oír un gemido. Tienes
resaca, me dije, y tienes una imaginación muy sucia.

No oí nada más después de eso.

Me quité la camisa y la sostuve contra mi nariz, inhalando


profundamente el aroma de la colonia y el olor característico del
cuerpo del hombre. Casi me vengo por segunda vez, solo por el
olor de él, la idea de él. Mis jugos dulces estaban en mi mano y
en los puños, y su olor y el mío juntos, eran lo más intoxicante
que jamás había encontrado.

Arrojé la camisa de nuevo a la ropa y me vestí.

Durante las próximas horas, hasta que Grace vino a ver


como estaba, traté de mantener mi mente solo en mi trabajo,
pero cada media hora o así, quería ir corriendo de nuevo a la
cesta de ropa y oler esa camisa de nuevo. La enterré profundo,
con las camisetas y otros bóxers, pero sabía que estaba allí.

Grace vino a ver cómo estaba justo cuando estaba


deslizando la última chaqueta de traje de lana en su lugar.

Ella echó un vistazo a mis botas perra, inertes en el suelo,


y me miró de arriba abajo.

—Parece como que hubieras estado cabalgando con fuerza


y te hubieras puesto húmeda.

—¿Perdón?
—Es una expresión ecuestre. ¿Deduzco que no montas?

—No caballos. —Me pongo mis botas y subo la cremallera.

Grace rió, y luego miró a su alrededor a mi obra.

—Lexie, esto realmente es un trabajo de primera categoría.


¿Así que, serás capaz de manejar mañana el despacho del señor
Thorne? ¿Eres tan buena con los archivos como lo eres con la
ropa?

—Para algo tan íntimo como una oficina, tendría que


trabajar con el cliente. —Pensé en el canto de voz profunda que
había oído en el otro lado de la puerta. Y el gemido—. Tendría
que trabajar directamente con el señor Thorne. Uno a uno.

Grace negó con la cabeza.

—El Señor Thorne no le puede ver. Absolutamente no. Voy


a tratar de mantenerlo fuera de la casa, así no tengo que jugar
tanto con las puertas cerradas, pero la disposición sigue en pie.

No la cuestiono, simplemente asiento con la cabeza. Los


ricos eran raros. Lo mejor era actuar como cualquier cosa
extraña que ellos querían era lo más razonable del mundo.

—¿A la misma hora? —Pregunté.

—Antes, digamos a las nueve. Y llega a la puerta lateral, —


dijo—. Y es posible que desees traerte el almuerzo. El cocinero
tiene el día libre, y pareces un poco pálida. No me gustaría que
este pequeño trabajo tomara demasiado de golpe en ti.

—No, eso sería terrible, —le dije.

Ella abrió la puerta y salí por delante de ella. Ella tomó


una aspiración profunda mientras caminaba.
Me hizo salir por la puerta lateral, lo que fue una lástima,
porque me hubiera gustado haber visto la mirada en el rostro de
Grace cuando pasara sobre el suelo de baldosas brillantes y se
diera cuenta de que no tenía bragas. Estaban en mi bolso. De
nuevo.

Necesita conseguir acción, me dije.

Entonces pensé en el rollo de dinero en efectivo, y ya no


tenía ninguna preocupación en el mundo.

De camino a casa, me encontré cantando esa canción que


había estado cantando. No sabía la letra, pero la memoria
estaba atascada en mi cabeza.

Cuando llegué a casa, tuve un bocado para comer, luego


me recosté en la cama con mi ordenador portátil.

El señor Thorne no podía verme, pero podía verlo, o su


foto, por lo menos.

Intenté todas las búsquedas que podía pensar, pero el


apellido era muy común, e incluso combinado con el nombre de
la ciudad, todavía tengo demasiados resultados de búsqueda.
No encontré nada en combinación con la dirección, pero eso era
normal. Al rico le gusta su privacidad.

Corrí por muchas fotos del señor Thorne en traje,


comparándolas con lo que había visto en el armario. Mientras
miraba, froté las piernas juntas. ¿De nuevo? ¿Mi chica quería ir
de nuevo? ¿Qué, me estaba convirtiendo en un hombre?
Acababa de conseguirlo, no horas antes.

Después de hacer zoom sobre una foto de un señor Thorne


en un traje azul oscuro, sostuve el ordenador portátil sobre la
almohada y abrí la Gaveta de las Delicias. Escogí el que tenía
una cualidad del Sr. Thorne, elegante y de buen gusto, y me
puse a trabajar, tomándome mi tiempo.
Mientras movía la configuración del vibrador entre, oh-si y
OHMIDIOS, me imaginaba a un hombre en un traje caro
haciendo todo tipo de cosas en mí. Cosas que nunca había
hecho antes: nalgadas, posiciones difíciles, e incluso sexo en
público. Me había decidido por una imagen agradable de
nosotros en un aparcamiento subterráneo, mordiendo
suavemente el hombro de un hombre cuyo rostro aún no había
visto. El vibrador estaba en su nivel más bajo cuando me vine,
fuerte y rápido, gritando de sorpresa.

Golpee mi mano sobre mi boca. La ventana de mi


habitación estaba abierta, y la gente caminaba fuera, hablando.
Alguien le preguntó a su compañero—, ¿Qué fue eso? ¿Has oído
personas teniendo sexo? Creo que vino de allá arriba.

Puse una de mis almohadas sobre mi cara y me reí como


una loca.

De repente dejé de reír. ¿Y si hubiera hecho todos esos


ruidos fuertes el día de hoy, en el armario? Debe haberme oído.
Maldición.

Con mayor razón sería extremadamente cuidadosa al día


siguiente, con cuidado de no ser vista, y aún más cuidado de no
ser escuchada. Y, sin embargo, esperaba que hubiera notado el
olor en su vestidor. No sabía si Grace estaría tomando crédito
por el trabajo o si sabría que alguien más había estado tocando
sus cosas, doblando sus boxers y oliendo sus trajes. Tenía la
esperanza de que hubiera sacado la camisa azul de la
lavandería y me oliera en ella, y luego se volviera loco de deseo
por mí.

Con ese pensamiento, agarré mi vibrador de la cama junto


a mí y lo marqué hasta OHMIDIOS.
Traducido por Florpincha

Corregido por Jesica

E
l Sr. Thorne tenía una magnifica silla. Cuando miré
fijamente a la silla giratoria, con la ergonómica tela
de la era espacial, el tipo de equipo de oficina Euro
especializado, que probablemente, cuesta dos grandes. Me
imaginaba las nalgas guapas que estuvieron sentadas allí.
¿Usar la silla, es la primera cosa que hace a la mañana para
comprobar sus acciones? ¿Quizás usando solo bóxers?

Pasé los dedos a lo largo de los brazos y fantaseé con hacer


un poco de striptease para el señor Thorne, culminando con un
baile erótico. Nunca había dado una vuelta de baile antes, soy
una organizadora, no una stripper, pero algo me decía que me
gustaría disfrutar el acto. Quizás eran mis bragas húmedas.
Azules ese día, con el sujetador a juego. No soy normalmente
una persona quisquillosa de comparar cosas, solo agarro algo
que esta lavado y planchado, pero la mansión Thorne está
sacando el peor y mejor comportamiento. Mejor debido a la
correspondencia, y peor porque seguí frotándome sobre el borde
del escritorio de él. Ahora lo estaba imaginando azotando mi
trasero, y castigándome por husmear en sus papeles, cuando se
suponía que debía ponerlos en orden.

De todos modos, todo lo bueno se cerró con llave, en un


archivador. Tonterías.

Grace se había asegurado de ello antes de dejarme sola


para organizar la oficina del señor Thorne. Tenía poco para
hacer, principalmente hacer pilas ordenadas y carpetas con
montones de recortes de revistas y periódicos. De lo que pude
ver hasta el momento, el señor Thorne era un hombre visual.
Eso significaba, que le gustaba mirar los pechos en un
sujetador bonito. También, prefiere tener sus recortes de
revistas en algún lugar que pudiera verlos a simple vista, no
escondidos en un cajón. Para un hombre así, los organizadores
y archivos funcionan mejor adjuntos en la pared,
preferiblemente un bello tributo.

Por suerte para él, sabía dónde comprar ese tipo de cosas,
y me dieron un descuento. Aumentaría los materiales y
conseguiría una pequeña ganancia de ellos también. Estaré
haciendo un buen dinero por este trabajo, y más aún si logro la
tarea, aparentemente simple, de mantenerme sin ser vista.

Me incliné a través del escritorio de roble grueso que


estaba colocado para mirar hacia el jardín por la ventana como
si fuera una imagen. Utilice mi pequeña cinta métrica para
medir la anchura de la mesa, y luego, pensé en usarla para
medir la anchura de otras cosas de los hombres. Eso me dio
risa, y me incliné más duro sobre el escritorio. Relajé mi cuello y
apoyé la cara en la superficie fría, presionando mi mejilla
derecha contra la madera, mientras me imaginaba una mano
firme azotar mi trasero por ser tan traviesa.

Estando yo tumbada de esa manera, oí la voz de un


hombre fuera de la puerta. Ésta, no estaba cerrada con llave
porque Grace había dicho que el señor Thorne estaba jugando
al golf y no debía volver a su casa por horas.

Grace estaba hablando con él, muy fuerte, diciéndole que


no fuera a su oficina porque… le pareció ver un ratón ahí. ¡Un
ratón! Miré a mí alrededor.

—Usa la portátil de la cocina, —suplicó.

—No seas ridícula. ¿Un ratón? ¿Cómo habrá llegado ahí?

—¿A través de la puerta? —Dijo—. Creo que vi uno, vienen


cuando los comestibles se están entregando. Era uno pequeño y
blanco.
Oh, Grace, pensé, ¿no eres la mentirosa más grande del
mundo, verdad?

El señor Thorne se rio de la idea de tener miedo de un


ratón. La puerta se abrió. Él entro en la habitación.

Se detuvo, y yo estaba segura de que me vio, agazapada en


la sombra debajo de la mesa de madera gruesa, como un ratón
en una cueva.

—No veo un ratón, —llamó de nuevo a Grace. Ella sonaba


nerviosa mientras parloteaba sobre ratones y sus hábitos.

La despidió, cerró la puerta y cruzó la habitación. Alcancé


a ver zapatos de golf, y el olor a su colonia.

>>No hay ratón, —habló consigo mismo—. Pero huelo


coño. —No podía ver su rostro, pero me lo imaginaba moviendo
la cabeza, y entonces, dijo—: debe ser mi imaginación.

Me mordí el labio y respiré profundamente, tratando de


filtrar mí olor a través de las ventanas de la nariz, como un
ambientador de aire humano, era ridículo, pero cuando estas
escondida debajo de la mesa de un multimillonario y un gran
rollo de dinero está en juego, se hace lo que se tiene que hacer.

—Tímida, tímida, tímida2, —dijo y tiró de la silla de delante


de mí—. ¿Coño, coño, gatito?3

Mi respiración se detuvo en la garganta.

Se sentó en la silla, con las piernas abiertas, y su


entrepierna frente a mí.

Tragué saliva, un poco demasiado ruidoso, temí.

2
En el original dice: Mousey, mousey, mousey.
3
El original dice: Pussy, pussy, pussycat?
Tenía bastante paquete, desde el aspecto del mismo. Me
lamí los labios mientras la sangre se elevaba a mi propia área
de la entrepierna.

Estaba tan cerca de mí y sin embargo, yo no podía hacer


nada. Me preguntaba lo que haría si extendiera la mano y
suavemente desabrochara la hebilla de su cinturón de aspecto
caro.

Y como si mi propia imaginación febril estuviera haciendo


realidad mis pensamientos, su propia mano desabrocho su
cinturón. Tenía los dedos gruesos, de aspecto joven, con las
uñas brillantes, como si hubieran sido pulidas. Por supuesto
que tendría una manicura, pensé. Un tipo tan rico,
probablemente tendría cuatro chicas a la vez, trabajando en él
para no perder tiempo, una por cada mano y pie. Tal vez tenía
una quinta chica, para otras necesidades de pulido.

Lamí mis labios de nuevo y tragué duro, porque mi boca


estaba rogando. El bulto en los pantalones se movía, cada vez
más grande, más alto.

Él gimió y se ajustó a sí mismo, la punta emergiendo por


encima del borde de la cintura del pantalón.

Vamos, bebé, simplemente abré esa cremallera, lo convencí


con mi mente.

—Hola, —dijo él.

Mi corazón casi dio un vuelco. ¡Él sabía que yo estaba allí!


Abrí la boca para contestar, pero mis cuerdas vocales estaban
con llave, y gracias a Dios, porque él no estaba hablándome,
como se notó después.

>>Ninguna preferencia, —expresó, al parecer en el


teléfono—. Oh, a menos que Candy esté allí. ¿Está allí? Bien. Si,
esperaré.
Una de sus manos se deslizó en sus pantalones, mientras
que la otra bajó la cremallera y dobló la abertura. Suspiró
cuando sacó su equipo. Cambió de posición y se deslizó los
pantalones para dejar todo afuera.

Se movió un poco más cerca de la mesa, con los pies casi


tocando mi rodilla. Podía oler el almizcle procedente de entre
sus piernas, y me excitaba. Había trabajado hasta un poco de
sudor fresco en el campo de golf soleado, y olía bien. Olía como
un hombre. Había estado con algunos chicos últimamente, pero
no con un hombre. No desde…

El señor Thorne se quitó los zapatos de golf, y uno de ellos


me golpeó suavemente en la espinilla, pero no se dio cuenta.
Empujé su zapato precioso a unos pocos metros de distancia.
Parecían hechos a medida, justo como mucho de los artículos
en su vestidor.

Miré sus pantalones arrugados y pensé, que pena por ti,


señor Thorne, debería colgarlos o se arrugaran.

Empujó la silla hacia atrás y se puso de pie, luego giró


hacia abajo los pantalones, cruzó la habitación y los puso al
lado del sofá.

Tenía un buen vistazo de su trasero desnudo, redondo y


musculoso, y las piernas como troncos de árboles. Cuando se
inclinó, sus músculos del muslo se hinchan. Cuando dio la
vuelta de nuevo, la vista cambio de esas preciosas nalgas
magnificas a su soldado orgulloso, perfecto y robusto, y
pidiendo ser agarrado. Podría agarrarlo como un mango, pensé.
Me imaginaba que su pene perfecto encajaría tan bien en mi
mano, en mi boca, en cualquier lugar que quisiera que se
pegue.

Casi llego arrastrándome hacia fuera de mi cueva debajo


de la mesa, pidiendo que lo ponga en mi boca que se hacía
agua, pero no lo hice. La idea de la bonificación de Grace, y el
pago de mi hipoteca, me mantuvieron pegada en mi lugar.

Volvió a la silla y se sentó cómodamente, su vara


reluciente de perfil hacia mí, de aspecto aterciopelada y caliente,
y rogando ser acariciada.

>>Hola Candy, —dijo y juro que se hizo aún más grande,


justo en frente de mis ojos. Metí mi dedo pulgar en la boca y
empecé a chupar.

>>Mi juego de golf no fue tan estupendo, —expresó en su


teléfono—. Uno de mis colegas de negocios está todavía molesto
por un acuerdo que me llevé de su compañía, y le dio un
puntapié a mi pelota cuando nadie miraba.

Me chupo el pulgar con más fuerza, con la esperanza de


aliviar el dolor en la ingle. Con cuidado, reacomodo mi posición
debajo de la mesa, así puedo conseguir mi otra mano entre mis
muslos y mi falda.

Se rió, esa voz profunda sonando más agradable que con


autoridad.

>>No, no son esas bolas. Mi pelota de golf. Oh, Candy, eres


una niña tonta. Sabes que tengo un punto débil por las niñas
tontas. Especialmente cuando son inteligentes, como sé que
eres, y encima también juegan tonto. Sabes que me pone tan
duro.

Y él no estaba mintiendo. Su precioso soldado se estaba


haciendo más y más grande, y apenas había empezado a
acariciarlo, moviendo su mano hacia arriba y abajo, como si
estuviera calentando un costoso instrumento musical.

>>Candy, quiero ponerte de rodillas. Te pudo oler. Puedo


oler tu coño a través de este teléfono. ¡Dios! ¿Cómo haces eso?
Es como si estuvieras en la habitación conmigo, como si
estuvieras en el bolsillo.

Acarició un poco más, más rápido, más lento a


continuación. Me froté un círculo alrededor de mi clítoris, más y
más, luego estrechándome, y separando antes de ver las
estrellas. Podría tomarme hasta el borde, pero no me atreví a ir
otra vez, porque probablemente iba a gritar y gemir de placer,
traicionando mi escondite y perderé el bono.

>>¿Es mojado tu pequeño bolsillo? —Le preguntó. Debajo


de la mesa asentí. Uh huh. Mi bolsillo estaba más húmedo que
nunca. Mi bolsillo estaba húmedo y listo para cualquier cosa.

>>Estoy poniendo la punta. Ábrete ampliamente, tira de


tus piernas abiertas para mí. ¿Cómo es esto? ¿Estás
haciéndome vibrar por todas partes? Gime para mí, muchacha.
Si. De nuevo. Oh, vamos Candy, yo no voy a darte menos de lo
que desees. Me haces creer que lo deseas. Estoy tirando de la
punta de vuelta.

Su mano se desaceleró y se detuvo, él se inclinó y tiró de la


piel de sus bolas brevemente, la cabeza volviéndose purpura y
luchando contra los tirones.

>>Esa es mi chica, —dijo—. Me gusta cuando gimes. Ya


sabes, nada en este mundo, me hace más feliz que satisfacer
tus necesidades. Cerré un acuerdo de mil millones de dólares
hoy, y lo único en lo que podía pensar era en que no estaba tan
bien como con el sonido de una muchacha dulce, que se
retuerce con el final de mi polla.

Él diciendo esa palabra me dio una sacudida de


electricidad. No amaba la palabra, pero no me importaba
viniendo de él. Lo dijo con tanto orgullo. Articulé la palabra en
silencio, bajo el escritorio, al igual que mi mano con un círculo
en el punto de destino y enviando escalofríos de placer pre-
orgásmico a través de mi cuerpo.

¡No debo!

Me chupo el pulgar más fuerte. Podría seguir por el borde,


siempre y cuando no hiciera un sonido. Solo tenía que tener
cuidado.

El señor Thorne dejó de hablar y simplemente, escuchaba


lo que decía Candy en el otro extremo de la línea. Su mano
comenzó a temblar, poniéndose nervioso y excitado con
anticipación, al igual que estaba mi mano.

Él agarró más fuerte alrededor de la base y se sacudió en


su silla.

Me imaginaba que el pequeño pulgar en la boca era


realmente él, y clavé los dedos contra mi entrepierna húmeda
mientras presionaba con fuerza en mi nudo, apretándome con
mi propia mano, y enviándome por encima del borde, todo el
camino.

Sentía el hormigueo por todo el camino de mi cuerpo desde


la parte superior de mi cuero cabelludo hasta las puntas de los
dedos del pie, la electricidad rodeando los pezones de fuego y
hasta mi puerta de atrás, con un delicioso placer.

Mi pulgar se estremeció de éxtasis dentro de mi boca.

>>Eso fue diferente, —contestó Thorne, pareciendo más


autoritario de repente.

Su soldado yacía usado, descansando sobre su muslo


como un juguete olvidado.

>>Que tengas un buen día, —dijo, con voz de negocios.


Debajo de su escritorio, a simples pies de distancia de su
mitad inferior desnuda, me temblaron las secuelas finales de mi
profundo orgasmo satisfactorio.

Que tenga un buen día, por cierto.

Yo sabía que él había terminado la llamada telefónica, ya


que su otra mano bajó a descansar en su muslo, la pantalla del
teléfono de nuevo a negra.

>>Por lo tanto, que raro, —pensó para sí mismo—. Juro


que puedo oler a coño.

Sacó algunos pañuelos de la caja sobre la mesa, para


arreglarse, luego se levantó y se puso sus bóxers y pantalones
de vestir de nuevo.

Había una mini-nevera oculta detrás de un panel de


madera, y abrió la puerta y se quedó mirando el contenido
durante mucho tiempo.

Me encantaría una limonada, pensé. O una cerveza. No he


tenido una cerveza en mucho tiempo, pero me encantaría una
ahora mismo. No hay nada como una cerveza después de un
orgasmo que afirma la vida.

Sacó una cerveza rubia y la abrió.

Cruzó la habitación hacia mí, y yo contuve la respiración y


me tiré hacia atrás lo más que pude cuando alcanzó sus pies
bajo el escritorio y deslizó sus zapatos de golf otra vez.

Luego, se volvió y salió de la habitación.

La puerta se cerró, pero todavía esperé varios minutos


para asegurarme de que la costa estaba limpia antes de salir de
debajo del escritorio.
Me serví una cerveza de la nevera pequeña. Sí, señor
Thorne, en realidad hay un ratón en su oficina. ¡Ella ha estado
escondiéndose debajo de su escritorio y ahora está bebiendo su
cerveza!

Grace me había dicho que me ayude con el contenido de la


nevera, junto con mi almuerzo empaquetado. Se me permitía,
pero todavía sentía la emoción de hacer algo ilícito, porque
estaba segura de que quería decir refresco, no cerveza. El
primer sorbo de cerveza fue increíble, y el segundo fue aún
mejor.

En mis piernas era donde se sentía la sacudida de toda la


emoción, y el sofá de cuero me estaba llamando para que me
acueste y tome un descanso, pero todavía tenía que llegar a la
oficina y ponerla en orden.

Trabajé como un demonio de velocidad durante una hora,


a continuación, cuando Grace vino a ver como estaba, me subí
la cremallera para recoger las provisiones en el lugar del
material de oficina cercano.

La sonrisa enorme nunca dejó mi cara.


Traducido y Corregido por Jesica y Mayte008

E
ra mi tercer día en la mansión Thorne, y yo todavía
no sabía el nombre del señor Thorne, ni cómo se
veía de cintura para arriba. Los dos días anteriores,
Grace me había llevado a través de mi cuarto de trabajo
designado y me acompañó de vuelta otra vez, sin darme
oportunidad de pasear por mi cuenta, buscando fotos o pistas.

Yo podría haber hecho un poco más de excavación en


línea, pero después de un baño y la cena, había ido
directamente a dormir la noche anterior, chocando en el sofá de
teca vintage en la sala de estar, que era muy diferente a mí. ¡La
oficina del señor Thorne me había puesto a través de mis pasos,
en más de un sentido!

A medida que aparqué mi coche a lo largo del lado de la


mansión, mis pezones se pusieron duros en anticipación. Miré
debajo de mi blusa a mis pezones, mirando hacia arriba, como
frambuesas maduras desde dentro de mi sujetador push-up.

Un día más, me dije. Una habitación más para organizar,


entonces yo estaría recibiendo el pago. Bajo mi modesta falda y
blusa holgada, me puse ropa interior de color rosa, el mismo
tono de color rosa que mis zonas más privadas. Me gustaría
mostrar mi rosa al Sr. Thorne, pensé. Si tan sólo se me
permitiera.

¿Por qué no podía verme, de todos modos?

La mejor razón que se me podía ocurrir fue que el señor


Thorne tenía una novia, y el personal había recibido
instrucciones de no dejar que ninguna mujer estuviera cerca de
él. Yo sabía cómo era, con los ricos poderosos, y cualquier
pequeño pedazo de culo dulce que se acercaba a ellos.

Los gobernadores siempre estaban tomando acomodadas


amas de casa e internas. Que las noticias acerca de un
gobernador teniendo un niño de algún amorío fueran noticias
era ridículo. Estaba segura de que sucedía constantemente. ¿Y
por qué no?

Digamos que hay alguna mujer joven que quiere un poco


de estabilidad en su vida. Tal vez hace al hombre poderoso feliz.
Muy feliz. Los hombres poderosos son seguros e inteligentes, lo
que los hace atractivos, incluso si no tienen una cabeza llena de
cabello exuberante. Una joven mujer caliente, disponible
sexualmente es exactamente lo que un hombre poderoso para
hacerse aún más poderoso en la sala de juntas. Se puede
conducir un negocio duro en la sala de juntas, a continuación,
volver a casa y conducir un trato, incluso más duro con su
amante.

Podría ser amante del señor Thorne, pensé mientras


tomaba mi bolso del asiento de pasajero. Podría ayudarlo a
sentirse poderoso.

Claro, yo nunca había visto su rostro, pero había visto sus


nalgas musculares y su dulce equipo, precioso, muy trabajador.
Podía conducir un negocio duro en mí, durante toda la noche.
Yo podría hacerlo muy feliz. Incluso podría ser una disposición
profesional. Soy una organizadora profesional, y puedo...
organizar sus bolas, por ejemplo, en mi boca.

Reí interiormente ante mi pequeña broma toqué para que


me dejaran entrar por la entrada lateral.

Nadie respondió el timbre, y yo buscaba un paso,


realmente considerando avanzar lentamente sobre la cerca, tal
fue mi atracción por la idea del señor Thorne, que cuando un
hombre apareció en el otro lado de la puerta, chillé sorpresa.

Tenía la piel bronceada y las mejillas suavemente


afeitadas. Llevaba un sombrero para mantener el sol de la
mañana de los ojos... ojos que eran una sombra de color
marrón-verde que hizo que mis muslos se debilitaran y las
rodillas se me torcieran.

—Llamé, —dije. (Lo sé, estoy bastante ingeniosa, ¿verdad?)

—¿Tienes una cita para ver al señor Thorne? —Una ceja


subió.

—Para ver a Grace.

Él abrió la puerta.

—Eso lo explica todo.

—¿Qué quieres decir? —Tomé una mirada de soslayo a su


cuerpo, que parecía delgado y musculoso bajo la sencilla
camiseta blanca y pantalones vaqueros. Los jardineros podrían
ser muy calientes, y olía a tierra. Me preguntaba si este era un
jardinero realmente tan atractivo como parecía, o si mi mente
había sido alterada por la idea del señor Thorne, y yo estaba en
una especie de estado de excitación permanente.

—El Señor Thorne me habla de cosas, —dijo el hombre.

—¿De Verdad?

Se inclinó, miró a ambos lados, y me dijo al oído.

—Me dijo que olía coño en su camisa. La sacó de la ropa y


me hizo olerla. Me dijo que encontrara a la mujer que había
estado tocando la camisa.

Me reí para ocultar mi incomodidad.


—Los ricos están jodidos.

Se rió de buena gana.

—Voy a decirle. —Se refirió a la puerta—. Vamos a la casa.


Grace está en la cocina, y el timbre no es muy ruidoso. —Hizo
un gesto a la oreja—. La audición de Grace no es lo que solía
ser.

Di un paso alejándome, luego me volví. Por un instante,


me imaginaba que saltaría arriba en el jardinero de aspecto
fuerte y envolvería mis piernas alrededor de su cintura. Podía
besar mi cuello e incursionar hasta mi falda mientras se
desabrochaba los vaqueros, que tenían una protuberancia
preciosa en ellos.

—¿Sí señorita?

—¿Tiene el Sr. Thorne... una tal señora Thorne? ¿O una


novia?

El jardinero se rió entre dientes.

—¿Quieres decir que si le han domesticado? La respuesta


es no. Es todo tuyo si lo quieres.

Sentí mis mejillas arder de vergüenza. ¿Por qué tenía que


ser tan obvia? El señor Thorne estaba fuera de mi alcance. Era
un multimillonario, por amor de Dios, y yo era una desertora de
la universidad de una ciudad pequeña. Los tipos como él se
citaban con supermodelos y actrices. El jardinero era más mi
tipo.

Observé paquete del hombre una vez más. Sí, el jardinero


era definitivamente mi tipo. Oh, esa boca. Labios gruesos, del
tipo que podría chupar durante días.

Antes de que me avergonzara más, di las gracias a que el


jardinero y corrí hasta la puerta.
En el interior, encontré a Grace en la cocina, tratando de
poner el relleno en un pavo.

—Oh Dios. Estás aquí, —dijo.

—¿Por qué estás metiendo el puño en ese pobre pájaro?

Grace me espetó—, porque le gusta que sea así. Cuida de


tus propios malditos negocios.

—Lo siento, sólo hice una pequeña broma.

La cara de Grace se suavizó.

—Correcto. Bromas. Las recuerdo. —Ella suspiró


pesadamente.

—¿Vienen por Acción de Gracias por unos meses y nadie


me dijo? —Grace tomó un poco más de pan rallado y lo atasco
en el orificio abierto del ave—. El señor Thorne ha estado
teniendo antojos inusuales.

Me apoyé en la isla de la cocina que era más grande que


toda mi cocina.

—¿Qué quiere decir, un deseo vehemente inusual?

—El Sr. Thorne tiene sus conflictos, al igual que el resto de


nosotros. Nada de lo que millones de personas no se ocupen
todos los días.

Fruncí el ceño hacia el pavo, preguntándome lo que podría


ser. Los labios de Grace apretados, así que sabía que algo no me
estaba diciendo.
—Por lo tanto, he terminado el vestidor y la oficina. ¿Cuál
es el plan para el día número tres? ¿Despensa? —Grace cogió
un tallo de apio y lo comió de un bocado. Después de terminar
de masticarlo, dijo—: Me gustaría que hagas esa cosa Feng Shui
en el dormitorio.

—¿En serio? —Mi pulso latía entre las piernas ante la


mención de la palabra dormitorio.

Ella dijo—: Yo quiero que hagas exactamente lo contrario


de lo que suelen hacer. —Estudié su expresión en busca de
pistas, pero pareció poco para seguir en su cara ligeramente
alineada, pero que seguía siendo atractiva. Y continuó—: Tu
empresa tiene salones románticos y atractivos, y me gustaría
que tú puedas hacer lo contrario para la habitación del señor
Thorne. No me importa lo que hagas. Mueve la cama, ponla en
un ángulo extraño, pon ajo en los dispositivos luminosos.
Quiero que la habitación este doscientos por ciento menos
atractiva.

—Puedo hacer eso, —dije con indiferencia—. Todo lo que


necesito es una foto de su madre de ocho por diez.

Grace casi se ahoga con el apio que mascaba.

—No. No. Tenemos que reducir la sexualidad, no matarlo.

—Puedo hacer eso, —dije con confianza.

Se lavó las manos y me llevó hasta el dormitorio. La


habitación estaba, como era de esperar, al lado del vestidor. La
puerta del armario estaba abierta, así que di un rápido vistazo a
mi reciente obra. Sí, todo estaba perfectamente organizado. Un
lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar, como debe ser.

Una sensación tiró de mí, a mi vientre. También tengo un


lugar para algo, sí lo hago.
—Voy a necesitar un poco de privacidad, —le dije a la
Grace—. El feng shui del dormitorio es más una cosa de
intuición. —Ella asintió con la cabeza.

¿Intuición? En realidad, se trata más de una cosa de


mierda, pero a la gente le encanta conseguir la historia. Oh, he
leído los libros sobre el feng shui, estudié los diagramas. Pon un
espejo en esto, ten algunas almohadas mullidas en eso. El
noventa por ciento de la misma es de sentido común. ¿Es decir,
pon un cactus al lado de la cama?

—Tienes cuatro horas, —dijo—. Nadie te interrumpirá. El


señor Thorne está lejos de negocios, y voy a estar luchando
contra el pavo y las patatas abajo.

—Es posible que la necesites... —ella señaló una caja de


herramientas que ya estaba en la habitación—. Debes tener
todo aquí para mover cuantas obras de arte y espejos si es
necesario hacerlo. Por favor, ten cuidado con esto. —Ella señaló
a una pintura que estaba cargada de flores exuberantes, y
extrañamente erótica, para un jardín—. No es una
reproducción.

—Voy a tener cuidado, además de que está asegurado, —


dije.

—Nosotros también, pero éste tiene un valor sentimental


para el señor Thorne.

—Oh. —Me quedé mirando la pintura, preguntándome lo


que significaba.

Grace salió de la habitación y cerró la puerta. La mujer


tenía el nombre perfecto, porque ella realmente era la
personificación de elegancia.

El dormitorio, ahora, era otra historia.


La habitación era la personificación del sexo.

No de una manera pegajosa, como uno de esos moteles de


amor que se ven en las películas extranjeras, alquilado por la
hora a las parejas jóvenes que no tienen la suerte de tener
incluso un coche compacto en el que conseguir su encendido
monstruo. No, la habitación era atractiva en la forma en que
sólo el algodón egipcio con infinito número de subprocesos
puede serlo. La funda del edredón prácticamente se derretía
bajo mi tacto. Me dejé caer en la cama y apoyé la mejilla en la
almohada, con cuidado de no ponerme en contacto con la
superficie con mis labios. Me puse un mínimo de maquillaje por
la mañana, pero no quiero estropear las ropas preciosas con mi
brillo de labios de color rosa. ¡Sería un crimen!

Saqué una de las almohadas entre las rodillas y abrace


otra. Respirando profundo, me cercioré de que las sábanas
habían sido cambiadas por la mañana. No encontré ningún olor
de hombre, y debajo de las sábanas, ninguno de esos pelos
reveladores que dejan atrás. Me acosté en mi espalda y examine
la habitación atractiva.

¿Quién era esa chica en la cama? ¡Oh, era yo!

>>Mira eso, un espejo en el techo, —dije mientras me agité


hacia mí misma—. Hey, Lexie. ¿Es ese tu verdadero nombre?
Suena como sexy. Vamos, que acabas de hacer ese nombre
para arriba. —Me lance besos a mí misma. Maldita sea, la cara
y el cuerpo se veían bien desde el techo hacia abajo, con mi pelo
oscuro que se desplegaba alrededor de mi cabeza.

Obviamente, el espejo tenía que ir sobre la cama. Grace me


había dejado una escalera de mano, junto con la caja de
herramientas, pero no disfrutaba de la idea de conseguir estar
toda sudada, y con gruñidos para acabar con un espejo en el
techo. ¡La cosa podría ser intensa, e incluso podría matarme! Mi
muerte prematura sin duda obstaculizaría mis planes de gastar
ese rollo de dinero que iba a llegar como un bono.

Podría dejar el espejo y simplemente mover la cama.

>>Suena como un plan, —me dije, y empecé la


reordenación los muebles. Me quité los zapatos y los deje en la
esquina.

Había hecho una gran cantidad de trabajos inusuales en


mis tres años y medio (yo diría solamente siete años, si estaba
tratando de impresionar a un nuevo cliente) como un
organizador profesional. En los primeros días, ayudé a los
acaparadores, que es un poco como la reordenación de las sillas
de la cubierta en el Titanic, si me preguntas, pero... ¡a cada uno
su propio!

Siempre me imagino que si ellos no se dañasen a sí


mismos unos a otros, algunas personas simplemente
disfrutarían y reordenarían sus cosas. El único problema era
que siempre parecían tan decepcionados al final de un trabajo,
ya sea porque has hecho algunos progresos, o porque no lo
hiciste.

Mi jefe, Suzanne, aumentó nuestras tarifas de alrededor de


dos años en el negocio, lo que desechaba una gran cantidad de
acaparadores. Todavía tenemos unos pocos, pero eran los más
ricos, que tenían habitaciones enteras para el embalaje de
regalos. Mi trabajo más inusual, fue organizar una sala de papel
de regalos. Tardé una semana entera. No es mentira.

Mi segundo trabajo más inusual fue para un tipo que


grababa todo. Se nos ocurrió un sistema de organización de sus
copias físicas de las grabaciones, y un respaldo digital. Eso no
puede sonar demasiado extraño, pero grabado en vídeo, los dos
de nosotros trabajamos los dos días completos. Me imaginaba
alguno de los organizadores futuros, archivando las grabaciones
de mí, archivando las grabaciones del organizador anterior.

¿Ordenar un dormitorio es menos atractivo? Eso fue sin


duda mi trabajo más inusual. El número uno en la lista. ¿Por
qué Grace me contrato para hacer tal cosa? El jardinero había
dicho que el señor Thorne no tenía esposa o novia, por lo que no
fue a petición de una amante.

Cuando reacomodé las sillas de lectura, un sofá de dos


plazas, y la cama para ser menos acogedora, me inventé una
teoría. El señor Thorne era un hombre de negocios, y solitario.
En el teléfono el día anterior, había dicho que acababa de cerrar
un acuerdo de mil millones de dólares. Por lo tanto,
probablemente tenía un montón de cosas de negocios en su
mente, y no quería ningún tipo de distracciones en su vida.

Eso debe haber sido por qué llamara a una línea de sexo
telefónico, y parecía ser un habitual. Podía entender eso. ¿Por
qué tomar un riesgo en salir con alguien y tratar de seducirla,
sólo para descubrir que, después de todo el tiempo no son
compatibles? Algo rápido y simple como una línea de sexo
telefónico tenía sentido.

Enrollé una alfombra roja y la metí en un armario de la


ropa, y luego empuje la cama para que ambas partes estuvieran
en contra de las paredes, lo cual era una obviedad.
Inmediatamente, la habitación era menos atractiva.

En el Feng Shui, los dos lados de la cama deben ser de


fácil acceso. Se tiene que compadecer de la gente con
apartamentos pequeños, que no tienen la opción. Incluso con
espejos en los puntos correctos, velas y plantas suaves, en su
vida sexual en vivo van a sufrir. Una persona siempre se siente
atrapada por la otra, y no en el buen sentido.
Un poco de trampas y constricción, pueden sentirse bien,
pensé mientras sostenía mis muñecas a la espalda y me
inclinaba sobre una mesa redonda, la moví lejos de la ventana.

Moví mi trasero y me imaginaba una de esas grandes


manos, de dedos gruesos que había visto en el señor Thorne,
golpeando mi trasero.

El pensamiento me dio un cosquilleo. Cuanto más pensaba


en el cosquilleo, la sensación de hormigueo alrededor de mis
aberturas, mayor era la sensación que conseguía. Arqueé la
espalda, empujando mi trasero alto en el aire. El hormigueo se
movió hacia abajo, dando vueltas alrededor de mis pliegues y el
nudo, pulsante ahora con cada latido del corazón.

¿De nuevo?

Acababa de hacerlo el día antes. Cuando era un


adolescente, yo lo hacia una vez-o-dos veces al día un poco,
pero hasta hace poco, había estado trabajando hasta un
orgasmo tal vez cada dos días, pasando la temporada seca de
vez en cuando durante una semana.

La habitación podría esperar, decidí. Y además, yo estaba


casi terminando.

Me arrastré fuera de la mesa y cubrí mi cuerpo a través del


sofá de dos plazas. Mi falda se deslizó hacia arriba con facilidad,
y pase una pierna por encima del respaldo del sofá.

Yo miraba hacia el techo, en el espejo. Moví la cama lejos


del espejo, sí, pero ahora el sofá estaba directamente debajo de
la superficie reflectante, y allí estaba la niña, de mejillas rojas
por la excitación sexual y la mirada fija en mí.

Me encontré con un dedo en la parte delantera de mi


cuerpo, dándome un escalofrío que sólo sentí, pero no vi, en el
espejo. ¡No es de extrañar que los hombres estuvieran tan
obsesionados con espejos y efectos visuales! Por un momento,
entendí su punto de vista un poco mejor.

Mi blusa prácticamente se desabrochó por sí sola, y di un


buen vistazo a mis pechos, ahuecando el sostén de color rosa
brillante.

¿Había cerrado la puerta?

Oh, a quién le importa, pensé, pasando mis manos sobre


mis bragas de color rosa. Yo podría haber caído, revelando aún
más color rosa para el espejo por encima de mí, pero me sentí
extrañamente tímida, así que mantuve la mano pegada en el
interior, que se sentía más travieso de todos modos.

No bien llegaron mis dedos a donde querían ir, me di


cuenta de que estaba siendo vigilada. Alguien estaba en una de
las ventanas.

No sabía que lo vi, porque él no se alejó, pero cerré los


párpados casi todo el camino y volví lentamente la cabeza para
ver mejor. Era el hombre del sombrero, el jardinero atractivo
que me había dejado entrar. Debe haber estado arriba en una
escalera, tal vez con la excusa de limpiar las hojas o lavar
ventanas.

Déjalo ver, pensé, y la malicia de todo me dio un escalofrío


que casi me envía a través del borde antes de lo que quería.

Así que se quedó allí, observando, y arquee la espalda y me


retorcí alrededor en el sofá, le di el espectáculo de su vida. Él no
se movió. ¿Por qué no estaba haciendo nada? Tendría que haber
llegado a sus sentidos y bajar de nuevo hacia abajo, o algo así.

Me froté más duro con los dedos, pero la zona estaba


entumecida, porque mi mente estaba distraída.
Estaba molesta. ¿Quién se creía que era? Destacándose
allí en su escalera, consiguiendo un espectáculo gratuito, y lo
peor de todo, no me ayudaba de ninguna manera.

Nada estaba sucediendo en mi zona baja, así que me


detuve y me tumbe a mi lado con un suspiro. Mañana sería otro
día, y, además, todavía tenía trabajo que hacer en la habitación,
incluyendo el traslado de algunas de las pinturas.

Me quedé mirando la pintura del jardín, preguntándome


qué podría valer la pena.

Alguien dio un golpecito en la ventana. Suavemente al


principio, luego con más convicción.

El jardinero. Casi me había olvidado de él. Se agitó cuando


miré por encima de él.

Me puse de pie, puse mi falda hacia abajo, y me acerqué a


la ventana, la blusa seguía abierta.

La ventana tenía un pestillo rematadamente complicado, y


el jardinero estaba señalando el pestillo y riéndose de mí
cuando llegué a abrirlo.

—Gracias por nada, —le dije—. ¿No sabes que espiar a


alguien haciendo esto es un crimen?

Miró hacia abajo a sus pies, en la escalera.

—¿Me vas a demandar?

—No, pero debería hacer que te despidan. —Debería haber


estado enojada con él, pero él tenía una cara agradable, y esos
ojos hambrientos.

—Por favor, no quiero que me despidan, —dijo con un


brillo en sus ojos—. Voy a hacer cualquier cosa que me pidas.
Cualquier cosa.
Mis zonas rosas se iluminaron como árboles de Navidad.

—¿Cualquier cosa?

—Cualquier cosa, —dijo.

—Ve a recortar algunos setos, —dije con rabia, cerrando la


ventana—. Y deja de mirar furtivamente.

Con la ventana cerrada, nos miramos el uno al otro a


través del cristal. Mientras él estaba viendo, me encontré con
ambas manos sobre mis pechos y el torso. Todavía llevaba la
blusa desabrochada, y la deje caer al suelo, por lo que pudo ver
mi sujetador rosa y más de mi piel. Él asintió con la cabeza
para que continuara.

El sol detrás de él era brillante, y su cara estaba en


sombras, pero todavía podía sentir el fuego en sus ojos. Alcancé
detrás de mí y desabroché mi sujetador de encaje rosa,
dejándolo caer al suelo con mi blusa. Ya había sacado mis
zapatos antes, cuando estaba moviendo los muebles, y ahora la
costosa alfombra de sisal cremosa se sentía sensual bajo mis
pies descalzos.

Mis pezones se pusieron firmes, las frambuesas de color


rosa brillante que señalaban a la derecha en el jardinero,
alzándose hacia fuera para él. En respuesta, él movió
lentamente una mano para acomodar su paquete, por debajo de
sus pantalones vaqueros. Divertido, los vaqueros parecían un
par de diseñador, no del tipo sucio que uno esperaría ver en un
jardinero. Había tenido una idea acerca de quién era, pero no
fue hasta que me acerqué a la ventana y presione mi cuerpo
contra el cristal, que mi mente consciente se dio cuenta de lo
que no hiso mi subconsciente, la mente animal ya sabía. Señalé
e hice gestos para que me mostrara lo que estaba en sus
pantalones vaqueros, y lo hizo. Una mano de dedos gruesos los
desabrochó, lanzando su virilidad. Conocía esa polla. Podría
reconocerla en cualquier lugar. Era la misma de la que había
estado hambrienta el día anterior, mientras que yo estaba
escondida debajo de la mesa, respirando el aliento caliente en
su dirección, que desesperadamente me había frotado en mi
palma.

Él la apretó contra el cristal, y luego se retiró de nuevo,


viéndose avergonzado.

—¿Qué? —Dije.

Él pronunció las palabras y lo oí, aunque débilmente, a


través del cristal que nos separaba—, el vidrio está caliente, —
dijo, sonriendo. Lamí mis labios.

—¿Quieres que te bese? —Hizo un mohín con la cara y


asintió. Abrí la ventana de nuevo.

—¿Puedo entrar? —Dijo. Una buena parte de él ya estaba


dentro de la habitación, señalando mi parte superior del cuerpo.

Lo agarré por su asa robusta sin siquiera pensar en ello,


tirando de él con ternura.

—Deja que te ayude. —Él gimió y cerró los ojos, agarrando


el borde del marco de la ventana con las dos manos.

—Eso se siente bien.

Yo use mi otra mano para dar en su base y en las bolas


algunos trazos de plumas, cuando tire suavemente con la otra
mano.

—Voy a besarte mejor si quieres venir al interior.

Él se agarró al marco de la ventana con más fuerza.

—No debería. No debo entrar en la casa. No se me permite.


—¿En serio? —¿Estábamos todavía jugando este juego,
fingiendo que era el jardinero? Miré su cara, en sus ojos medio
cerrados y expresión adolorida, expresión de hambre en su
boca.

—Eres el jardinero, —dije, haciendo hincapié en la palabra


jardinero—. Estas sucio, así que tal vez te debas quedarte por
ahí, en tu escalera. Si vienes al interior, es probable que hagas
un gran lío por toda esta bonita alfombra del señor Thorne.

A la mención del señor Thorne, su equipo latió en mi mano.

—Prometo que estaré bien, —dijo.

—Tal vez te debas quedarte por ahí, —dije—. Donde


perteneces. No aquí, en las sábanas de algodón egipcio del
señor Thorne. —Él empujó sus caderas hacia mí, su miembro
palpitante yendo y viniendo en mi mano, con la mancha de
sudor de las palmas excitadas. Hice una pausa por un momento
y lamí mi mano, y luego la devolví. Sus manos aún estaban
agarradas del marco de la ventana, sus nudillos se ponían más
blancos.

—Esto es peligroso, —dijo.

—Voy a decidirlo. —Hice una pausa a mi trabajo de mano


y me quité la falda. Di dos pasos atrás y enterré una mano
dentro de mis bragas de color rosa, y otra cerca de mi boca, por
lo que podría chuparme el dedo—. Es una pena que no te
puedas meter en el agradable dormitorio del señor Thorne.

Se quitó el sombrero y lo arrojó lejos, en la habitación.

—Vaya, se me cayó el sombrero.

Salí de mis bragas y las arroje sobre la cama prístina.

—Vas a tener que entrar y conseguirlo, —dije.


Me clavó con su ardiente mirada.

—¿Estás jugando conmigo? ¿Se lo vas a contar... a Grace?

—Puedo guardar un secreto, —dije.

—¿Puedes?

Él se retiró de la ventana por un momento, y yo temía que


hubiera cambiado de opinión, pero sólo estaba asegurando la
escalera. Entró en la habitación y, a continuación, allí estaba él.

Estábamos en la misma habitación, y yo estaba completa y


totalmente desnuda.

Nadie más que Grace y Suzanne siquiera sabían que


estaba allí.

El hombre era más alto de lo que pensaba. A pesar de que


había visto su ropa, suponiendo que el hombre ante mí era de
hecho el señor Thorne, él era mucho más grande que la vida en
persona. Supuse que era lo que se necesitaba para ser un
multimillonario. O tal vez miles de millones eran lo que le hizo
tan grande, tan presente.

La mitad de mi mente creía que era el jardinero, sin


embargo. Yo le quería. Jardinero o multimillonario, yo quería
que me llevara por su propia cuenta.

Cruzó la habitación lentamente y recogió el sombrero.


Caminé hacia él, y luego cambió de dirección, moviéndose hacia
la cama. Miró hacia el techo, en el espejo, y señaló el sofá, que
ahora se encontraba debajo del espejo. Me acerqué al sofá y me
eché hacia atrás, presentándolo con mi coño.

Recordando lo que había dicho en la línea de sexo


telefónico el día anterior, dije—: Estoy abriendo mis piernas
para ti. Te ruego por tu punta. Por favor, ¿puedo tenerla? La
necesito. —Levantó las cejas y tosió con sorpresa.
Honestamente, yo estaba probablemente más sorprendida
de lo que estaba. Había tenido novios tratando de hacerme
hablar sucio para ellos, pero siempre me daba vergüenza.
Parecía tonto con esos chicos. Pero allí, en virtud de ese espejo,
las palabras fluyeron de mi boca. Mis pliegues estaban
resbaladizos de deseo por él, y cuando fui a él, gimiendo con
sonidos, pidiendo, lo dije en serio. Estoy totalmente,
completamente diciéndolo en cada gemido.

El mobiliario en el que me recosté, era un poco corto para


tales fines, pero no me preocupaba por la comodidad. Sólo le
quería dentro de mí, bombeando. Habría tomado su virilidad en
el asiento trasero de un Volkswagen Escarabajo. Yo lo habría
tomado en una cabina telefónica. Después de la acumulación
durante los dos días anteriores, lo primero que quería escuchar
desde el interior del armario, y después de verlo, pero al no
poder tocarlo, en su oficina, necesitaba desesperadamente
satisfacción. Y lo necesitaba de él. Se quitó la camiseta fina,
revelando una forma de cuerpo más tonificado de lo que cabría
esperar en un hombre de negocios.

Él debe haber tenido llamadas de conferencia en la cinta,


pensé. O tal vez él tenía un entrenador personal. Yo espero que
no fuera una mujer, pensé celosa. Dejó caer los pantalones, se
quitó los zapatos y se quitó los calcetines.

No subió encima de mí en el sofá, como si estuviera


sufriendo por él, pero él se acercó y se sentó en sus rodillas en
la alfombra de felpa a mi lado, inclinándose para un beso. ¡Por
supuesto! Los dos estábamos completamente desnudos, listos
para ser íntimos, y, sin embargo, ni siquiera nos habíamos
besado.

Extendí la mano a él con mis brazos y lo atraje hacia mí


mientras nos besábamos, profundamente. Sus labios chupaban
mis labios, y su lengua me acariciaba sin entrometerse. Me
imaginaba la fuerte lengua en otras partes y me estremecí con
anticipación.

Mi clítoris estaba en fuego con el éxtasis, las chispas


disparando por todas partes de mi montículo, y me di cuenta
que era porque su mano que estaba allí, acariciándome.
Suavemente, gentilmente, y luego con más urgencia, gruesos
dedos explorando y sumergiéndose dentro y fuera de mí. Dando
vueltas, exasperante.

Grité de placer, en su boca, con sus labios todavía en los


míos. Su mano seguía moviéndose sobre mi montículo, de ida y
vuelta a través de mis pliegues suaves, rosas. Tiré mi cabeza
hacia atrás, interrumpiendo el beso, y también apartó la mano
de mi entrepierna.

—Cuidado, —dije, sin aliento—. Estoy a punto de venirme,


y te quiero dentro de mí cuando lo haga.

—¿Estás segura? —Preguntó—. Debido a que una vez que


comience, no me detengo.

Yo no sabía lo que quería decir con eso, pero asentí con la


cabeza y gemí. Miró hacia el espejo, entonces él empujó con
fuerza el pequeño sofá, conmigo en él, tres pies hacia atrás. Se
estiró en la alfombra, sobre su espalda, y se quedó mirando al
espejo, a continuación, me miró.

—Sube a bordo, —dijo.

Miré la cama en la esquina.

—Yo te daré una quemadura de alfombra, —le dije, pero


incluso cuando protesté, estaba haciendo mi camino hacia él.

Me senté a horcajadas sobre su pecho y le di otro beso,


boca a boca, cuando mis otras partes húmedas besaron su
pecho y su abdomen, moviéndose hacia abajo, cuando bajé mis
caderas hacia él. Él metió su lengua en mi boca del mismo
modo que agarró mis nalgas con fuerza y tiró de mí hacia abajo
en su firme eje ansioso.

Grité en éxtasis y casi al clímax inmediatamente, pero


Apreté los músculos abdominales para hacer una pausa en mí
misma, y mis piernas rígidas para frenar mis movimientos. Mi
pausa no duró mucho, sin embargo, porque sus manos estaban
firmemente en mí, y él me estaba moliendo contra su hueso de
la pelvis, mientras me movía hacia arriba y abajo en su paquete.

Su sexo era grueso y sólido, y me llevó hacia abajo con


más fuerza contra él, con ganas de más, más, enterrándolo
hasta la empuñadura y más allá. Al bajar de esta manera, una
penetración exacta, no era mi costumbre, pero era posible, si el
hombre era lo suficientemente grande y lo suficientemente duro.
Ah, y si tenía brazos fuertes que me sacudieran arriba y abajo
con casi ningún esfuerzo de mi parte. Mi espalda estalló en
sudor.

Cerré los ojos y la alegría de ser trabajada como una


máquina en una fábrica, su palpitante miembro moviéndose
dentro y fuera de mi montículo resbaladizo, como la mayor
máquina inventada del mundo, una máquina de joder.

La máquina de follar, pensé. Yo ni siquiera sabía su


nombre de pila, pero eso es lo que era.

Su respiración cambió y sus movimientos se hicieron


menos controlados, más frenéticos. Miré a su cara, a sus ojos
hambrientos, y vi su mirada, estaba en el espejo por encima de
nosotros. Volví la cabeza y miré hacia arriba para ver lo que
veía. Mi espalda, reluciente de sudor y brillante como diamante.
Mis nalgas, pulsando con cada golpe encontrándome con sus
movimientos. Él gritó y cerró los ojos, viniéndose por debajo de
mí. Su orgasmo seguía y seguía, y el mío igualó el suyo, ambos
retorciéndonos y gimiendo al unísono. Me vine y me vine un
poco más. Por último, en las últimas réplicas pulsadas en olas
calmantes, caí contra él, mi pecho húmedo en el suyo, mi pelo
húmedo en su rostro. Deslicé mi boca abajo y al lóbulo de su
oreja. Su miembro dentro de mí pulso con una última sacudida,
y luego suspiró.

Cuando la tierra dejó de moverse, salí de él y caí a su lado.


Él movió su brazo para que su bíceps fuera mi almohada. Él
dijo—: ¿cuál es tu nombre?

Consideré mentirle, pero en su lugar, le dije—: Alexis. Pero


todo el mundo me llama Lexie.

—Lexie, —dijo, moviendo la cabeza.

—¿Y tu nombre es…?

Él extendió la mano para estrechar mi mano.

—Tú me puedes llamar Lou. Abreviatura de Luthor.

—Lou, —dije—. Me gusta, Lou.

Movió mi cara de su brazo y se puso de pie, mirando a su


alrededor con nerviosismo.

—Será mejor que salga de aquí antes de que me pillen en


la alfombra del señor Thorne, con la ayudante del señor Thorne.

Cogí su mano, tirando de él hacia mí.

—Oh, vamos, Lou. Basta de juegos. —Me dio una mirada


escéptica.

—¿Qué juegos? Necesitabas ayuda con algo, y mi trabajo


consiste en arreglar lo que necesita ser arreglado, alrededor de
la casa. Sólo estoy haciendo mi trabajo, señora.
—Por lo tanto, ¿no eres el señor Thorne? —Estaba tan
confundido—. Espera, quien eres. Deja de jugar con mi cabeza.
Por cierto, no tienes una línea de bronceado alrededor del cuello
por trabajar al aire libre. —Le agarré de la mano—. Y mira. Una
manicura. Los jardineros no tienen manicura.

Me dio una mirada astuta.

—No siempre fui un jardinero. —Me apresuré a sentarme y


le di una mirada dura.

—Sal, —le dije. Se rió entre dientes.

—Hombre, obtienes tus necesidades satisfechas, y no estás


interesada en una pequeña charla en absoluto, ¿verdad?

—Eres un pervertido que mira furtivamente, y que acaba


de tomar ventaja de una joven inocente.

Fruncí el ceño y agarre la ropa. Si era el señor Thorne o


no, estaba jugando conmigo, y no me gustaba nada.

—Lexie, no seas aguafiestas, —dijo mientras se ponía los


pantalones vaqueros. Me di cuenta que no había visto ningún
pantalones vaqueros como los que había en el vestidor.

Le dije—: Soy sólo otra conquista para ti, ¿verdad? Sólo


otra gran apuesta de negocios. Sólo que yo no soy un acuerdo
de negocios. Tengo sentimientos y emociones, ya sabes. Soy una
persona.

Levantó las cejas y dio un paso atrás, las dos manos en el


aire.

—Lo entiendo, lo entiendo, —dijo—. Oh, pero acabo de


recordar algo.

Señaló a su pene, que ya se estaba endureciéndose de


nuevo, resistiendo sus esfuerzos por encima de sus vaqueros.
—Dijiste que me besarías mejor.

Crucé los brazos. Sin duda podría seguir para la segunda


ronda, y enojarme con él, sólo había trabajado hasta mi pasión.

—No hasta que me digas quién eres en realidad, —dije.

Tomó mi hombro, pero me aparté. Él dijo—: Creo que


sabes quién soy, Lexie.

—Luthor Thorne, —dije. El nombre parecía familiar. Había


sido uno de los nombres que habían sido capaz de encontrar en
la computadora dos noches antes.

Dio un pequeño arco mientras se ajustaba los vaqueros


sobre su bulto. —A tu servicio. Grace ha tratado de mantener a
las mujeres como tú alejadas de mí, pero creo que somos más
listos que ella.

—¿Y ahora qué?

—Tal vez una ducha, —dijo, señalando a la puerta que


conducía al cuarto de baño con la enorme ducha de vapor y
boquillas.

—Y entonces, ¿qué?

—Tengo un par de ideas. Eres una especie de consultora,


¿verdad?

—Soy una organizadora profesional certificada.

Se sentía muy extraño decir esto mientras estaba de pie


desnuda delante de un hombre, mis piernas se apretaron juntas
para mantener sus jugos de caer en la alfombra de sisal de lujo.

—Yo podría utilizar otro profesional de mi equipo, —dijo.

—¿Como organizador?

—Algo así, —dijo.


Siguiente de la Serie:
Borrowed Billionaire #2, Lexie
Goes Shopping
(Esta es una serie de 5 partes).

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Traducción
Jesica, Mayte008, Florpincha

Corrección
Jesica, Mayte008

Revisión y Recopilación
Jesica

Diseño PDF y Word


Kachii Andree, Mayte008
http://myadiccionperfecta.activoforo.com/forum

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