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1.

El mito de la creación
Al igual que el resto de culturas, la egipcia posee también su propia
versión de la creación del universo y el mundo en el que vivimos. De
hecho, existen tres versiones conocidas en función de la ciudad que lo
generó y las deidades a las que venerara. Una de ellas es la Iunu,
posteriormente conocida como Heliópolis, la cual es conocida por ser
la ciudad en la que surgió y prevaleció el culto al dios Ra como deidad
primordial.

Dice la leyenda que en un principio solo existía un inmenso e infinito


océano de nombre Nun, el cual permanecía inmóvil y totalmente
dormido. Ni cielo ni tierra, ni plantas ni animales ni el hombre existían.
Solo Nun, el cual contenía todos los elementos posibles. Pero un
día, el mundo tomó conciencia de sí mismo y de su situación,
dándose el nombre de Ra. Este sería el primer dios, el cual al
principio estaba solo en medio del océano. Pero poco a poco empezó
a crear: su aliento se tornaría el dios Shu, el aire, y su saliva al dios de
la humedad Tefnut.

A continuación creó una isla o tierra en la que reposar, la cual


denominó Egipto, y al nacer del agua decidió crear el Nilo para
alimentarla. Con los elementos del gran océano Ra fue creando los
distintos seres vivos.

Shu y Tefnut, en otro punto del Nun, tuvieron hijos, la deidad Geb
de la Tierra, y Nut, del Cielo. Ambos hijos tuvieron relaciones y su
padre Shu, celoso, decidió separarlos sosteniendo al primero bajo sus
pies y la segunda sobre su cabeza. De la unión de ambos dioses
nacerían las estrellas y el resto de deidades.

Acabada su creación el dios Ra mandó a uno de sus ojos a buscar a


su prole, pero dicho ojo se encontraría a volver que al dios le había
crecido otro nuevo. Desesperado, el ojo empezó a llorar, creando sus
lágrimas a los primeros seres humanos. El dios Ra, viendo su dolor,
se lo colocó en la frente: se había creado el Sol.

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