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Objeto de estudio 1

El análisis de la realidad

Lectura 1

Gutiérrez, S. Raúl (2000)


Introducción al Método Científico
México: Esfinge pp. 18-43

Que es el conocimiento?

Los elementos del conocimiento en general

Antes de estudiar cuáles son las características propias del


conocimiento científico, conviene recordar en qué consiste el
conocimiento, a secas. Dado que la ciencia es un caso especial de
conocimiento, vale la pena aclarar cómo se estructura el conocimiento
en general, para luego analizar con mayor penetración el
conocimiento científico. Una vez esclarecido esto, las cualidades del
método científico surgirán en forma natural.

En el curso de Lógica de preparatoria, se estudia que el conocimiento


humano consta de cuatro elementos: el sujeto cognoscitivo, el objeto
conocido, la operación cognoscitiva y el pensamiento, o huella que
permanece en la mente y en la conciencia del sujeto.

1. El sujeto del conocimiento

No podemos hablar de pensamiento sin un sujeto que los posea. Cada


vez que nos referimos a una serie de ideas o de juicios, existe una
persona que los ha captado o los está captando. El sujeto es, pues, la
persona que conoce, capta algún aspecto de la realidad y obtiene así
algún pensamiento de ese aspecto captado.
El principal sujeto que nos interesa aquí es el científico. Gracias a sus
observaciones, intuiciones, raciocinios y experimentos, ha sido posible
la construcción de ese cuerpo de conocimientos que llamamos ciencia.
Aún cuando nuestro tema central esté en los pensamientos,
posteriormente estudiaremos algunas cualidades que son propias de
un científico. Entre ellas veremos lo que desde antiguo se llamó
hábito demostrativo (episteme) , que es la actitud y la facilidad para
fundamentar (demostrar) las afirmaciones que se realizan. Como se
puede colegir, el científico sostiene una serie de pensamientos
fundamentados, al revés del hombre ordinario, que afirma y discute,
aún cuando no posea una base sólida.

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2. El objeto del conocimiento

El objeto es la cosa o persona conocida. El sujeto y el objeto forman


una cierta polaridad u oposición, típica en el acto de conocer. El sujeto
conoce al objeto. El acto de conocer relaciona estos dos polos en una
peculiar unidad, propia del conocimiento. La cosa conocida no se
llamaría objeto, si no fuera por que es conocida. Similarmente, el
sujeto no se llamaría así, si no fuera porque está ejerciendo el acto de
conocer al objeto. Son, pues, dos términos correlativos, como
izquierda y derecha, o como padre e hijo.
En esta correlación entre sujeto y objeto, el primero sufre una
modificación durante el acto de conocimiento, es decir, obtiene una
serie de pensamientos referentes al objeto conocido. En cambio,
ordinariamente el objeto queda tal cual, continúa sus procesos
ordinarios de modificaciones y de interacción con otros objetos.
Existen, sin embargo, algunas excepciones, pues sabemos que una
persona que se siente observada, modifica su conducta por este solo
hecho. Así mismo, a nivel de las partículas elementales de la materia,
la observación del científico interfiere en el movimiento y la situación
de lo observado.
Nótese que en esta polaridad entre sujeto y objeto se presenta el
problema de la subjetividad y la objetividad del conocimiento. En el
significado ordinario, ser subjetivo quiere decir ser arbitrario, inclinado
según los intereses del sujeto, infiel al objeto, etc. Ser objetivo, en
cambio, es la cualidad que se ha propuesto como uno de los más
importantes valores en un científico. Quiere decir: ser fiel al objeto,
expresar exactamente lo que se ha observado, no añadir elementos
ajenos al objeto. Posteriormente estudiaremos hasta qué punto es
posible ser objetivo. Por lo pronto, nótese que el conocimiento jamás
podrá prescindir del sujeto y, por tanto, de la perspectiva propia de
ese sujeto. Como veremos a su debido tiempo, muchas diferencias en
las aseveraciones de los científicos se pueden explicar al considerar la
especial perspectiva del sujeto cognoscente.

Aquí es conveniente aclarar y profundizar un poco más acerca de la


esencia del conocimiento y de la polarización sujeto y objeto.
La concepción vulgar del conocimiento polariza demasiado al objeto
con respecto al sujeto, como si pudiera realizarse una separación
aséptica entre estos dos términos. En realidad, si penetramos un poco
más en el fenómeno cognoscitivo podemos descubrir lo siguiente:
a) El sujeto queda involucrado en el campo del conocimiento, es decir,
también forma parte de lo conocido, aunque de una manera oscura,
atemática y no conceptual. Por esto mismo no puede decirse que el
sujeto es, al mismo tiempo, parte del objeto, si no que, de alguna
manera, es también conocido por el mismo sujeto en el acto de

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conocer cualquier otro objeto.


b) Esta experiencia aquí señalada, por la cual el sujeto conlleva su
propio conocimiento al conocer otro objeto, es lo que se llama
experiencia trascendental, y es la base para avanzar en profundidad
en el conocimiento de uno mismo, de los propios mecanismos
cognoscitivos, del propio inconsciente y, por si fuera poco, del mismo
Dios.
c) Así pues, la experiencia trascendental condiciona todo
conocimiento, acompaña a todo conocimiento, y es la base para una
penetración más profunda en cualquier tema, dado que su enfoque
explícito (con técnicas adecuadas) abre las puertas del inconsciente,
propicia la creatividad y el hallazgo de significados que de alguna
manera habían permanecido en forma implícita en lo que podríamos
llamar la memoria trascendental del sujeto.
d) De acuerdo con este mismo sistema filosófico (en el cual considero
a Ranher y a Coreth a la cabeza), el conocimiento es la esencia del
ser. Conocer es estar consigo, es la posesión del ser propio. No es
tanto lanzarse a la diversidad de las cosas (lo cual, en todo caso, sería
sólo un antecedente del conocimiento), sino captar la luminosidad del
ser.
e) Para los efectos didácticos de este libro, asumiremos la idea vulgar
de conocimiento como si éste consistiera básicamente en la búsqueda
y no en el hallazgo. Sin embargo, en varias ocasiones tendremos
oportunidad de volver a esta concepción del conocimiento como
posesión del propio ser en su luminosidad esencial.

3. La operación cognoscitiva

Se trata de un proceso psicofisiológico, necesario para que el sujeto se


ponga en contacto con el objeto y pueda obtener algún pensamiento
acerca de dicho objeto. Nótese que no es lo mismo el acto de ver que
la imagen obtenida con ese acto. La operación cognoscitiva dura un
momento; en cambio, el pensamiento obtenido permanece en la
memoria del sujeto y puede ser traído a la conciencia nuevamente
con una segunda operación mental.
La operación cognoscitiva es objeto de estudio de la Sicología y de la
Neurofisiología. Sus resultados son muy interesantes y en cierto
modo, complementarios respecto al tema de este libro. Aquí nos
interesa preferentemente el pensamiento obtenido en esa operación.
Las diferencias entre la operación cognoscitiva y el pensamiento
obtenido son las siguientes:
a) La operación cognoscitiva es una actitud mental, y el pensamiento
es el resultado de esa actividad.
b) La operación es momentánea, y el pensamiento perdura de algún
modo en las facultades del sujeto.
c) La operación se expresa mejor con un verbo, como ver, oír, intuir,
juzgar, razonar. En cambio, el pensamiento se expresa mejor con un

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sustantivo, como imagen, idea, juicio, argumentación.


d) Si utilizamos una analogía, podemos decir: la operación es
semejante a la acción instantánea en la que se oprime el botón de
una cámara fotográfica y se abre el obturador para dejar entrar la luz
e imprimir la fotografía. En cambio, el pensamiento es semejante a la
fotografía que queda ya impresa en la cámara.

4. El pensamiento

Si analizamos el fenómeno del conocimiento, podemos captar lo


siguiente: cada vez que se conoce algún objeto, queda una huella
interna en el sujeto, en su memoria, y consiste en una serie de
pensamientos, que en cierto modo nos recuerda al objeto conocido.
Los pensamientos son, pues, las expresiones mentales del objeto
conocido. Si vemos un libro y luego cerramos los ojos, podemos
reproducir la imagen que ese libro dejó en nuestra facultad
cognoscitiva. Pero, además, podemos conectar esa imagen con otros
pensamientos (por ejemplo, la calidad del autor, otras ideas
aprendidas al leer a ese autor, etc.).
El pensamiento es, pues, un contenido intramental que se refiere a
un objeto. El objeto, en la mayor parte de las ocasiones, es
extramental, es decir, existe fuera de la mente, en forma
independiente del sujeto que lo conoce. En otras ocasiones, el objeto
es intramental, es decir, existe dentro de la mente, y esto sucede
cuando enfocamos directamente la atención hacia los pensamientos
previamente obtenidos. Esto es el acto de pensar, y consiste en
combinar los pensamientos para obtener otros nuevos.
El enfoque de nuestro libro va directamente a la consideración de los
pensamientos. La ciencia es un conjunto de pensamientos que llenan
ciertos requisitos. El método científico procura una adecuada
elaboración de esos pensamientos. Por tanto, es conveniente estudiar
cuáles son las características de un pensamiento ordenado,
congruente, armonioso entre sí.

Notemos que el pensamiento es diferente con respecto al objeto


captado. El pensamiento señala o expresa el objeto captado, pero no
coincide del todo con él. Mucho menos en el caso de pensamientos
que han resultado como combinaciones elaboradas por el sujeto.
Cuando se dice que el pensamiento es una representación del objeto,
no se quiere decir que el pensamiento funciona exactamente como
una fotografía. El pensamiento (sea una imagen, una idea o un
argumento) es una construcción mental que, desde luego, debe en
gran parte su existencia al objeto que trata de representar o expresar,
pero no tanto como para ser considerado como un retrato del objeto.
Los estudios neurofisiológicos actuales han conducido claramente a la
conclusión de que nuestros pensamientos y el objeto captado guardan

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una diferencia radical, aún cuando exista una correlación entre un


signo y un significado. El signo no necesariamente debe parecerse a
un significado, pero conduce a la mente hacia ese significado.

También es digna de notarse la diferencia y oposición entre el


realismo y el idealismo en lo que concierne a esta discusión acerca del
pensamiento y el objeto. Para un idealista, el objeto o término de
nuestro conocimiento es el fenómeno inmanente. En cambio, el
realista sostiene que lo que se capta directamente es el objeto
extramental, por medio de signos o expresiones inmanentes. Ahora
bien, estos signos o expresiones inmanentes son enfocados de un
modo directo en un segundo momento, en el cual el sujeto retrotrae
su atención y reflexiona sobre sus mismos pensamientos obtenidos
previamente, y los considera como objeto directo de su actividad
cognoscitiva. Naturalmente, en esta reflexión el sujeto produce
nuevos pensamientos diferentes de los considerados como objeto,
pero referentes a ellos. Este es el fenómeno que llamamos pensar; es
inmanente y, normalmente produce nuevas combinaciones o
pensamientos que tienen su base en los pensamientos originados por
el contacto con los objetos externos.

Los pensamientos o signos cognoscitivos inmanentes tienen una


existencia intencional, es decir, un modo de ser que consiste en hacer
referencia al objeto que los originó. El signo o pensamiento no
coincide, pues, con el objeto conocido, pero se refiere a él.

Por otro lado, podemos considerar brevemente el caso excepcional


que se produce cuando una persona capta a otra precisamente en
cuanto sujeto, no en cuanto objeto, y sobre todo, cuando un sujeto
se conoce a sí mismo como sujeto, no como objeto. El carácter de
una persona, sus rasgos biográficos, sus características físicas, son
conocidas ordinariamente como objeto. Del mismo modo, el sujeto
suele captarse a sí mismo como objeto. Pero existe un caso
excepcional de conocimiento de sí mismo, ya no como objeto, sino
como sujeto. Se trata de una experiencia no muy extendida ni
fácilmente realizada; sin embargo, es muy reconfortante y
recomendable. En ella, la persona capta el flujo de su conciencia en
donde poco a poco van desapareciendo los objetos, hasta que no hay
nada frente a ella, y sólo permanece el campo de su conciencia como
una iluminación de sí mismo, pero sin determinaciones, sin límites,
sin objetos. El sujeto tiene conciencia de sí mismo como sujeto. Las
consecuencias de esta experiencia, si se repite a menudo, son de
capital importancia en el terreno de la educación, de la investigación,
el aprendizaje significativo, la motivación intrínseca y el avance de la
ciencia.

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5. Integración de los cuatro elementos del conocimiento


Con el análisis realizado anteriormente ya tenemos datos suficientes
para unificar los cuatro elementos del conocimiento. Hemos hecho
una especie de disección para distinguir “anatómicamente” las partes
o elementos de ese complejo fenómeno que llamamos conocimiento.
Por tanto, si integramos los cuatro elementos, podemos dar una
descripción del conocimiento: Es el fenómeno en donde una persona o
sujeto capta un objeto y produce internamente una serie de
pensamientos o expresiones de dicho objeto. El conocimiento abarca,
pues, los cuatro elementos, aun cuando en algunas ocasiones la
palabra “conocimiento” se refiera sólo a ese elemento que hemos
llamado pensamiento. La definición de conocimiento se puede
expresar así: “Es la operación por la cual un sujeto obtiene
expresiones mentales de un objeto”.
Este análisis de los cuatro elementos del conocimiento podría velarnos
una comprensión sintética, unitaria, del mismo. Si intentamos esa
perspectiva integradora, podemos captar lo siguiente: el acto de
conocer envuelve una cierta asimilación del objeto con el sujeto. Este
amplía su propio horizonte cognoscitivo y recoge dentro de él una
serie de cualidades, características, valores, rasgos esenciales, etc.,
que dejan de ser ajenos, exteriores al sujeto, y empiezan a adquirir
una nueva existencia en la interioridad de la persona que conoce. En
un auténtico conocimiento crece el ser del sujeto y hace suyo o
asimila el ser del objeto. Conocer es ser más, no simplemente tener
más.
Por otro lado, veamos la diferencia entre conocer y pensar. Cuando el
sujeto conoce, obtiene una serie de pensamientos a partir de un
objeto. Conocer es captar algo que inicialmente está fuera del
horizonte de la persona, y en ese sentido se puede decir trascendente
al sujeto. Pensar, en cambio, es barajar esos pensamientos ya
obtenidos, combinarlos e, inclusive, inferir otros nuevos.
Por tanto, nótese las diferencias entre conocer, pensar y saber.
Conocer se refiere a lo trascendente. Pensar es combinar las
expresiones inmanentes. Saber es disponer de una serie de
pensamientos acerca de los objetos que nos rodean (y por supuesto,
también acerca del mismo sujeto). Tanto por la vía del conocer como
por la vía del pensar se puede aumentar el propio saber.

6. Los elementos cognoscitivos en relación con la ciencia

Nótese que cada uno de los cuatro elementos mencionados interesan


en un libro sobre el método científico, por las siguientes razones:
a) El sujeto del conocimiento que tiene especial importancia en
nuestro caso es el científico, es decir, la persona que conoce y hace
avanzar la ciencia en función de un proceso metodológico que luego
describiremos.
b) El objeto del conocimiento que nos interesa especialmente es todo

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aquello que pueda ser objeto de la ciencia. Prácticamente no queda


descartado ningún tipo especial de objetos, pues a la ciencia le
interesa todo. Naturalmente, los objetos que son susceptibles de
estudiarse en una ciencia han sido clasificados y colocados en
diferentes grupos o categorías a fin de ser estudiados en alguna
ciencia determinada. Las ciencias se distinguen precisamente por su
objeto. Posteriormente, estudiaremos algunas precisiones en cuanto
al término “objeto” de una ciencia.
c) Los pensamientos pueden ser de varios tipos: ideas, juicios,
conceptos, raciocinios. Cuando una serie de estos pensamientos está
estructurada convenientemente, la llamamos ciencia. Como veremos
oportunamente, estas representaciones internas son los elementos
básicos de la hipótesis, los principios, las teorías, las deducciones de la
ciencia. Uno de los temas más importantes de este estudio consiste
en esclarecer el modo como se estructuran esos principios, axiomas,
conclusiones, y demás componentes de ese cuerpo de conocimientos
que llamamos ciencia.
d) La operación cognoscitiva que nos interesa en este libro es la que
produce pensamientos con categoría científica. Esto es lo que intenta
el método científico. El método se refiere al cómo, al proceso ordenado
que produce esas expresiones científicas que aludimos en el párrafo
anterior. Como veremos posteriormente, los resultados de la ciencia
están condicionados por el método que se utilice. En un libro acerca
del método científico, interesa principalmente cómo se obtienen esas
expresiones de las cosas, que, estructuradas, constituyen la ciencia.
La ciencia es una construcción referente a los objetos que nos rodean.
El método científico es el procedimiento adecuado para obtener esa
expresión de las cosas, gracias al cual es posible manejar, combinar y
utilizar esas mismas cosas.

El punto de partida de nuestro estudio acerca del método científico es


el conocimiento en general. Gracias a esta penetración de lo que es el
conocimiento en general, podemos internarnos posteriormente en
aquellos procesos cognoscitivos que son los que facilitan la
estructuración de ese conocimiento especial que llamamos ciencia. De
hecho, el científico es la persona que conoce la realidad de un modo
estructurado, con una certeza fundamentada; verifica sus
afirmaciones acerca de la realidad y aplica sus facultades cognoscitivas
hacia el descubrimiento y la sistematización de nuevas verdades
acerca de la realidad que investiga.

7. Diferencia entre pensamiento correcto y pensamiento verdadero

Es importante distinguir estas dos cualidades de los pensamientos. El


ideal en el conocimiento científico es que sea correcto y verdadero; sin
embargo, no es difícil encontrar pensamientos que carecen de
corrección, o de verdad, o de ambas cualidades. Es posible tener

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pensamientos correctos, pero falsos; y también pensamientos


verdaderos, pero incorrectos.
El pensamiento verdadero es el que está de acuerdo con la realidad
que intenta expresar. Si pienso que hoy es lunes, y efectivamente es
lunes, mi pensamiento es verdadero por estar de acuerdo con la
realidad. El pensamiento falso es lo contrario del anterior; no está de
acuerdo con la realidad que expresa. Si pienso que la Tierra gira
alrededor del Sol en trescientos días, tengo un pensamiento falso
pues la realidad es otra.
El pensamiento correcto es el que está de acuerdo con las leyes de la
razón. El pensamiento incorrecto infringe alguna ley o norma de la
razón. También se explica el pensamiento correcto como aquel que es
congruente consigo mismo, o es coherente con otros pensamientos.
Dado que todavía no hemos explicado esas leyes o normas de la
razón, es un poco difícil entender ahora en qué consiste esa
corrección del pensamiento. Sin embargo, podemos dar algunos
ejemplos sencillos, en la inteligencia de que toda esta primera parte
del libro está dedicada a describir las leyes del pensamiento correcto.
Al finalizar esta primera parte, volveremos sobre el tema de los
pensamientos correctos.

a) Existen ciertas reglas o normas de la razón que indican cómo


deben ser las definiciones. Entre esas normas se encuentra la
siguiente: “Lo definido no debe entrar en la definición”. Por tanto, si
defino lo bueno diciendo que es “todo lo que contiene algún aspecto
bueno”, estoy diciendo algo verdadero pero incorrecto, porque la
palabra bueno (que es lo definido en este caso) no debería estar en la
definición.

b) Se da el caso de un escrito (supongamos una tesis profesional) que


proporciona al final una serie de conclusiones verdaderas, porque
describen realidades comprobadas. Sin embargo, una seria objeción de
esa tesis podría ser la de que “sus conclusiones no se derivan de sus
capítulos previos”. Tendríamos entonces otro ejemplo de pensamiento
verdadero, pero incorrecto. En un tratado de Lógica se estudian con
detalle las leyes del raciocinio, el cual consiste en inferir válidamente
una conclusión a partir de ciertas premisas o antecedentes.

c) Un caso especial es el de los pensamientos correctos, pero falsos.


Esto suceden cuando, por ejemplo, en un raciocinio se respetan todas
las leyes del mismo, pero se parte de premisas falsas. En este caso la
conclusión normalmente es falsa, aún cuando el proceso del
pensamiento haya sido correcto. Un ejemplo concreto es el caso de la
solución de una ecuación. Pueden ser correctos todos los pasos para
despejar la incógnita, pero si los datos estaban equivocados desde el
principio, la respuesta será también falsa. Sólo por casualidad se

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obtiene una respuesta verdadera; por ejemplo, cuando dos


incorrecciones se anulan entre sí.

d) Otro principio importante de la Lógica (que es la ciencia que estudia


las leyes de la razón) es el principio de contradicción, según el cual
“una misma cosa no puede ser y dejar de ser al mismo tiempo y bajo
el mismo aspecto”. Lo que prohíbe este principio es que se den
pensamientos contradictorios en un mismo contexto. En otros
términos, la característica más sobresaliente en los pensamientos
correctos es su congruencia o coherencia interna. Con esto podemos
distinguir con mayor claridad la diferencia entre lo correcto y lo
verdadero. Lo correcto se refiere a una adecuación de los
pensamientos entre sí. Lo verdadero se refiere a una adecuación del
pensamiento con respecto a la realidad que expresa.

8. El pensamiento cotidiano y el pensamiento científico

En el transcurso de un día cualquiera, cada persona elabora una larga


serie de pensamientos a partir de su contacto con la gente y con las
cosas que lo rodean. El contacto sensible con el mundo y la actividad
intelectual aplicada a ese contacto producen todo un almacén de
imágenes, ideas, recuerdos y proyectos, que son nuestros
pensamientos cotidianos, huéspedes ordinarios de la mente a lo largo
de toda la vida.

Así, por ejemplo, veo a la gente que va a su trabajo, oigo el ruido de


los camiones que pasan, pienso en la clase que voy a dar por la tarde,
recuerdo el paseo de ayer, saboreo un helado en la cafetería, platico
con mis amigos, conozco por primera vez a otras gentes, juego con
mis hijos, etc. El pensamiento cotidiano es natural, sencillo,
espontáneo. Gracias a él podemos relacionarnos con la gente,
satisfacer nuestras necesidades vitales, proyectar nuestras actividades
familiares y laborales, y conseguir un cierto grado de satisfacción
normal y cotidiana.

La mayor parte de la gente conoce y piensa de la manera que hemos


indicado, sin mayores complicaciones, y, en verdad, no habría razón
para vislumbrar y describir otro tipo de pensamiento, si no fuera
porque la vida misma se ha encargado de plantear ciertos problemas
que ordinariamente no obtienen solución si no se aplican algunos
conceptos, fórmulas, argumentos, hipótesis, principios, leyes o
teorías, que son los elementos básicos de ese nivel superior de
pensamiento que se denomina ciencia.

La utilidad de la ciencia en nuestra vida ordinaria es un tema


completamente claro. Muchas enfermedades no podrían ser
prevenidas o curadas, si no fuera por la aplicación de los resultados de
aquellas personas que se han dedicado a investigar científicamente

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sus causas y sus remedios. Muchos alimentos, vestidos, instrumentos


de trabajo y de diversión han sido elaborados gracias a la aplicación de
ciertos principios científicos. Así, pues, el pensamiento científico
irrumpe en nuestra vida como un instrumento que ha contribuido a la
satisfacción de nuestras necesidades primordiales, tales como el
alimento, el vestido, el trabajo y la diversión.

En vista de lo anterior, podemos inferir la conveniencia (si no la


necesidad) de enfocar nuestra atención a ese tipo especial de
pensamiento que caracteriza a la ciencia. Es conveniente señalar con
claridad cuáles son los rasgos propios de un pensamiento científico;
conviene también dar abundantes ejemplos de pensamiento científico
y marcar la diferencia con algunos pensamientos que se han
presentado como científicos, pero manifiestan serias deficiencias. En
esa línea de estudio es bueno también indicar cuál es el proceso
ordinario que permite elaborar el pensamiento científico. Esto último
es precisamente el tema de este libro, que pretende describir el
método por el cual se promueve y se facilita el avance de la ciencia.

Antes de introducirnos de lleno en el ámbito del pensamiento


científico, podemos hacer notar la gama tan amplia en donde se
realiza el pensamiento cotidiano. Los ejemplos que siguen son apenas
una pequeña muestra de este tipo de pensamiento que todavía no
alcanza el nivel científico:

Veo una película y la describo.


Relato una serie de acontecimientos históricos.
Recomiendo una medicina a un enfermo.
Reparo un aparato doméstico.
Doy un examen, repitiendo fielmente los datos del libro de texto.
Paseo, viajo, observo, admiro.
Siento pesar por una noticia triste.
Comparo cualidades de objetos similares.
Aprecio y elogio a una persona.
Observo a través del microscopio o del telescopio.
Hago un resumen de un capítulo.
Doy un reporte sobre mi experimento en el laboratorio.

Si se leen con atención los ejemplos anteriores, se puede observar


que algunos de ellos están lindando con lo que solemos llamar ciencia.
El segundo ejemplo se refiere a la Historia, que es una ciencia. El
tercer ejemplo podría ser la conducta de un médico, y ya hemos visto
que la medicina es una ciencia. Al final de la lista se mencionan
aparatos científicos, como el microscopio y el telescopio, y también se
habla de un experimento, todo lo cual es típico en la ciencia. Surgen,
entonces, preguntas: ¿qué es lo propio de un pensamiento científico?
¿qué es lo que distingue un pensamiento científico con respecto a uno

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cotidiano que se le parece?¿por qué no siempre los experimentos, ni


los telescopios, ni las medicinas, ni la historia dan lugar a
pensamientos científicos? Detectar con claridad la diferencia entre
estos dos niveles de pensamiento es el tema de las páginas que
siguen.

9. Cuatro enfoques para captar el conocimiento científico

Los cuatro primeros capítulos de este libro se dedican al estudio de lo


que es el conocimiento científico. Para ello hemos elegido cuatro
aspectos o enfoques, cuya integración nos proporcionará una idea
bastante completa, aunque no definitiva, acerca de lo que caracteriza
la ciencia como tal.

a) En primer lugar, analizaremos, aunque sea brevemente, cuáles son


los elementos que constituyen una ciencia, (tales como las leyes, las
hipótesis y los principios). Todos ellos están expresados por medio de
conceptos, juicios y raciocinios. Estos elementos sistematizados
constituyen el contenido de toda ciencia, y su conjunto forma un
paradigma que intenta expresar cómo es la realidad.

b) En segundo lugar, trataremos de penetrar en la característica


esencial que coloca esos elementos sistematizados dentro de un nivel
propiamente científico. Aquí nos referimos a la fundamentación como
lo típico de la ciencia (cap. 2).

c) En tercer lugar, nos referiremos a la causa eficiente de la ciencia,


que es la razón. Por supuesto, diremos de qué manera el
conocimiento empírico es el material desde el cual la razón extrae las
pistas para su creación científica (cap. 3).

d) En cuarto lugar, describiremos la finalidad de la ciencia, como, por


ejemplo, la descripción, la explicación, la predicción y el control (cap.
4).

A partir de estos cuatro grupos de características, podremos captar un


contenido rico en matices y cualidades, al pronunciar la definición de
ciencia aquí propuesta: paradigma fundamentado.

CAPÍTULO 1

LA CIENCIA ES UN PARADIGMA

Nuestro punto de partida es la definición que propongo para este tipo


de conocimiento que llamamos ciencia. La ciencia es un paradigma
fundamentado. Este primer capítulo se dedicará a analizar solamente
el primer término de la definición, es decir, veremos en qué consiste

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el carácter paradigmático de la ciencia. Dejaremos para un segundo


capítulo el estudio acerca de la fundamentación de la ciencia.

Empezaremos haciendo notar que una ciencia está compuesta por


leyes, principios, inferencias y demás elementos que forman un
cuerpo de conocimiento sistematizado. Enseguida veremos que este
conjunto de elementos sistematizados pretende reflejar cómo es la
realidad, es decir, posee ( o se adjudica) la función de modelo o
paradigma. Indicaremos posteriormente que dicho paradigma es
universal, o sea, no se contenta con describir objetos singulares, sino
todos los objetos pertenecientes a una clase. Por último, explicaremos
que la universalidad de la ciencia tiene su base en la estructura del
concepto, que es la forma básica de todo pensamiento racional
humano. Al final, un apéndice acerca del concepto explicitará con
mayor detalle su estructura universal.

Notemos desde ahora que la principal dificultad (o mejor dicho,


desafío) que presenta la investigación y el método científico reside en
esta característica de universalidad. Si la ciencia se redujera a un
simple relato de los resultados obtenidos en un laboratorio,
prácticamente no habría dificultad alguna. Pero el caso es que todo
científico pretende extrapolar sus resultados particulares y aplicarlos
en los demás casos similares. Aquí sobreviene el problema que
estamos detectando: ¿cómo debe ser esta investigación y este
método científico para que se pueda garantizar la verdad de leyes y
principios aplicables a todos los objetos de la misma clase?

1.- LOS ELEMENTOS DE UNA CIENCIA

La característica que primeramente nos impacta en el momento en


que tratamos de describir lo típico de una ciencia, se refiere a los
elementos que la constituyen, tal como aparecen cuando abrimos el
libro científico. Allí podemos observar que la ciencia es un conjunto de
leyes, axiomas, teoremas principios, hipótesis, demostraciones,
definiciones, etc., que están organizados en forma sistemática, es
decir, dentro de un cierto orden lógico, de tal manera que las primeras
páginas sirven como base para las que siguen, formando así un
conjunto de conocimientos elaborados, dependientes unos con
respecto de los anteriores.

Si analizamos más a fondo el contenido de esas leyes, principios y


teoremas, podemos captar que, en términos generales, expresa
relaciones entre dos o más fenómenos, o entre dos o más significados
propios de esa ciencia. A la ciencia no le interesa exclusivamente la
simple descripción de hechos. El científico se preocupa por conectar
hechos entre sí. Capta los fenómenos que lo rodean, inclusive provoca
esos fenómenos y, enseguida o casi simultáneamente, percibe y

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expresa las relaciones que se dan entre esos fenómenos o significados


o aspectos especiales de los hechos que estudia.

El resultado de esta captación de relaciones entre fenómenos es una


ley. La ley científica consiste en la expresión de una relación
constante entre fenómenos. esta relación primeramente se capta en
unos cuantos hechos singulares, pero con la repetición de las
observaciones y de los experimentos, la susodicha relación puede
llegar a percibirse como una constante suficientemente comprobada
dentro de ciertos límites. En algún caso podría llegar a concluirse que
esa ley es suficientemente universal y necesaria como para constituir
un principio científico. Tal cosa es lo que ha sucedido con los famosos
principios de Arquímedes, de Galileo y de Newton, por ejemplo.

Quedaría por discutir si acaso esa universalidad y necesidad que se le


ha atribuido tienen suficiente fundamento, o si no es mejor, acaso,
considerarlos como principios asertóricos (que sólo enuncian hechos),
más no apodícticos (con carácter de necesidad ineludible).

Por lo pronto, queda claro que el conocimiento científico requiere


forzosamente el conocimiento empírico o sensible y el conocimiento
intelectual o racional. El primero nos da cuenta de los fenómenos; el
segundo es el que capta las relaciones entre esos fenómenos. sobre
este asunto volveremos en el capítulos 3 y en el capítulo 5.

La ciencia también está compuesta de otros elementos descriptivos


que no son leyes. Así es como contiene igualmente definiciones,
teoremas, hipótesis, demostraciones, etc.; sin embargo, lo central en
la ciencia es su conjunto de leyes, que se refieren al conjunto de los
fenómenos propios de su campo. Las leyes de las palancas, de la caída
libre de los cuerpos, de la corriente inducida, de la refracción de la luz,
etc., son nos cuantos ejemplos tomados de la física. El estudiante,
con un ligero esfuerzo, podría redactar una amplia lista de las
principales leyes que conoce en los terrenos de la Química, la Biología,
la Astronomía, y demás ciencias que ha estudiado.

1.- Esta misma característica puede ser expresada con otros


términos: a la ciencia no le interesa una simple descripción, sino que
intenta llegar a una explicación de los fenómenos (tema que
estudiaremos en el capítulo 4). Explicar un fenómeno significa dar
cuenta de por qué sucede, cuáles son las condiciones que lo preceden,
qué otros hechos se dan juntamente con ese fenómeno, y, si es
posible, cuál es la causa determinante del fenómeno estudiado. El
científico, por tanto, con relativa frecuencia, formula una clásica
pregunta: ¿por qué sucede esto? La curiosidad y la admiración ante el
hecho real observado es la clave de la búsqueda científica.

2.- Con lo anterior se puede concluir que la diferencia entre un

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conocimiento científico y una simple opinión no consiste en que el


primero sea verdadero y la segunda no. La opinión puede ser
verdadera, pero no está avalada por un fundamento. La pregunta
¿por qué? Ha conducido al científico a una serie de relaciones y de
causas que colocan a sus proposiciones en un puesto de credibilidad
mucho más garantizado. El científico se refiere a las cosas, a los
fenómenos de la naturaleza, a los hechos humanos, pero además dice
porque asienta las afirmaciones que expresa. Este es el carácter de
fundamentación que posee la ciencia y que estudiaremos con mayor
detalle en el siguiente capítulo.

3.- Conviene advertir que este deseo de explicación de un fenómeno


puede ir más allá de la formulación de una ley que conecta al
fenómeno con su causa. En muchos casos el hombre no se contenta
con esta explicación, sino que intenta, en un plano más amplio y
profundo, explicarse el por qué de esas leyes que relacionan
fenómenos entre sí. He aquí el origen de un sector de Filosofía, cuyo
conocimiento trasciende de lo fenoménico y capta relaciones entre
leyes. A la filosofía le compete, entre otras cosas, el estudio de las
condiciones de posibilidad del conocimiento humano, y por ende, de
las leyes captadas por las facultades cognoscitivas del hombre.

2.- LA CIENCIA ES UN CONOCIMIENTO SISTEMÁTICO

La ciencia es un sistema. con esto se requiere decir que no se trata de


una simple acumulación y yuxtaposición de datos, observaciones,
experimentos y generalizaciones. Un sistema es un conjunto
ordenado de elementos que guardan relaciones explícitas entre sí,
conforme a criterios fundamentados. Por tanto, la ciencia es un
cuerpo de conocimientos referentes a un ámbito de objetos
claramente delimitados, dispuestos en un orden lógico, que
generalmente procede de lo más evidente y universal (como son los
axiomas o postulados que contiene cada ciencia en especial), hasta lo
más concreto y particular. Las proposiciones de una ciencia forman un
conjunto eslabonado en donde los nexos pueden justificarse
racionalmente. La ciencia es, pues, semejante a un edificio que se
apoya en cimientos profundos (los axiomas y postulados) a partir de
allí se ordenan lógicamente las diversas proposiciones que la
constituyen, apoyándose en las previamente asentadas. También se
podría comparar con una cadena colgante, cuyos eslabones dependen
de los anteriores.

Es importante advertir que esta cualidad de la ciencia no es un hecho


consumado en todas las disciplinas científicas. En algunas de ellas
apenas es un ideal por conseguir. Los casos típicos son, por un lado, la
ciencia matemática, en donde, principalmente la Geometría, ha
llegado a ordenar con bastante rigor y claridad todo el conjunto de

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teoremas que la constituyen. También la Física puede presentarse


como un modelo sistemático, especialmente la Mecánica.

Por otro lado, están las ciencias humanas cuyo origen es reciente, y
por tanto, aún no tienen la perspectiva y madurez suficiente para
lograr un orden unívoco y claramente satisfactorio para las diferentes
mentalidades que las cultivan.

En este caso se encuentran la Sicología y la Sociología,


principalmente. En Sicología, para tomar un caso singular, existen por
lo menos cuatro corrientes tan sólo en lo que se refiere a la teoría de
la personalidad.

En primer lugar está el freudismo y toda la corriente basada en el


inconsciente.
En el extremo opuesto se encuentra el conductismo, con Skinner a la
cabeza.
Una tercera posición es la sicología existencial, con Maslow como
figura sobresaliente.
Y por fin, últimamente ha surgido la sicología transpersonal, uno de
cuyos representantes es Charles Tart.

Cada una de estas cuatro corrientes se esfuerza por presentar sus


tesis y conclusiones en forma sistemática, aún cuando el resultado
todavía deja mucho que desear. Lo importante, en el aspecto que
ahora estamos tratando, sería el logro de una síntesis que armonizara
unitariamente las tesis sólidas de las cuatro corrientes, en un solo
cuerpo, más auténticamente científico, y por supuesto, alejado del
partidismo o parcialidad que se cierra ante posturas opuestas.

También cabe aclarar que la sistematización de una ciencia no quiere


decir que el único método válido sea la deducción a partir de axiomas
y demás principios generales. Evidentemente, el hallazgo de muchas
tesis científicas ha tenido lugar por medio del método inductivo (y no
en pocos casos, por mera casualidad, a despecho de cualquier
método). La sistematización que se logra en la presentación de un
cuerpo científico es a posteriori, o sea, una vez que se tiene un
conocimiento bastante consolidado de un conjunto de tesis, el
científico capta nexos entre ellas y procede a ordenarlas conforme a la
lógica que allí se vislumbra. El lector que por primera vez se pone en
contacto con una ciencia en particular, a través de una presentación
sistemática, tiene la impresión de que esa misma lógica que allí se
transparenta ha sido la impulsora de los descubrimientos y las
conclusiones expresadas, precisamente en ese mismo orden. Sin
embargo, es bueno dejar asentado que el orden lógico y el orden
cronológico de los descubrimientos científicos no necesariamente
coinciden.

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Cuando la sistematización de un conjunto de tesis científicas sigue un


orden estrictamente lógico, en donde queda perfectamente aclarado
cuáles son las piedras fundamentales o axiomas de todo el conjunto,
y el resto de las tesis quedan explícitamente eslabonadas a partir de
los susodichos axiomas, estamos en presencia de una axiomatización.
Axiomatizar una ciencia quiere decir, pues, ordenar lógicamente todas
sus proposiciones de tal manera que, independientemente del orden
cronológico de un descubrimiento, la aceptación de una tesis
cualquiera dentro de ese conjunto, supone la necesidad (lógica) de
aceptar las tesis anteriores, y asimismo, el rechazo de cualquiera de
esas tesis implica también dejar sin fundamento suficiente el resto de
los eslabones que siguen en esa cadena. La axiomatización de una
ciencia es un trabajo difícil, que requiere un sólido conocimiento de
Lógica simbólica. Sobre esto insistiremos en el capítulo 10.

3.- QUÉ ES UN PARADIGMA

Hemos enfocado el conocimiento científico desde el punto de vista de


los elementos que lo constituyen, y hemos concluido que se trata de
un sistema de leyes, hipótesis y principios que intentan relacionar los
fenómenos y los significados, con el objeto de proporcionar una
explicación, no una simple descripción de los mismos.

Con esto hemos intentado una descripción del fenómeno científico tal
como se manifiesta ordinariamente. Se dan algunas excepciones,
pues existen algunas ciencias que todavía no logran una cabal
sistematicidad (como la Sicología y la Sociología). Otras insisten
todavía con exceso en un papel puramente descriptivo (como la
Historia y la Antropología sociocultural). No faltan algunas ciencias
que evitan proporcionar leyes, pues su carácter humanístico parece
eludir la rigidez de una ley científica. Al parecer, las ciencias que
reflejan más apropiadamente la definición que estamos estudiando
son las Matemáticas y la Física.

La palabra “paradigma” significa modelo, ejemplo.

Desde los tiempos de Platón fue empleada para indicar la


característica esencial del mundo de las Ideas, que son universales,
eternas, perfectas, inmutables; de tal manera que las cosas de este
mundo son apenas un pálido reflejo o una débil sombra de aquellas
Ideas.

No es necesario convertirse al platonismo, ni ser idealista, ni aceptar


la teoría de las ideas innatas, para detectar que la ciencia de todos los
tiempos se ha presentado, invariablemente, como un modelo
universal, como un paradigma, que prescribe (y no simplemente
describe), en forma ideal, la esencia y la naturaleza de las cosas, es

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decir, su constitutivo y su modo de proceder (su ser y su hacer).

Debido a esto, un elemento indispensable en toda ciencia es la ley.


Gracias a las leyes científicas conocemos el comportamiento al cual se
deben ajustar los cambios, las interacciones, y la evolución en
general, de los objetos que se estudian. Gracias, también, a las
definiciones, los axiomas y a los principios científicos, conocemos más
a fondo cómo es (o mejor dicho, cómo debe ser) el tema tratado. En
una palabra, la ciencia nos proporciona el modelo que sirve como
ejemplo al cual deben adecuarse las cosas estudiadas, sea que se
consideren estática o dinámicamente en su constitutivo permanente,
o en su devenir a través del tiempo. Si conocemos las leyes de un
fenómeno, podemos predecir (hasta cierto punto) el comportamiento
de los objetos que intervienen en ese fenómeno. La ciencia nos dice
cuándo debe darse un eclipse, en qué condiciones debe producirse el
fenómeno eléctrico, cuál es el comportamiento al cual deben
ajustarse los gases cuando se cambia la temperatura y la presión. En
una palabra, la ciencia es el código obedecido por los seres de este
mundo: las cosas, las personas, y hasta las mismas ideas.

A partir de ese carácter paradigmático de la ciencia, podemos estudiar


en qué consiste la universalidad de la ciencia.

4.- LA CIENCIA ES UN CONOCIMIENTO DE LO UNIVERSAL

El paradigma o modelo científico es aplicable de una manera


universal, es decir, no se concreta a uno o varios casos, sino que es
válido para todos los casos singulares designados en sus leyes y
principios. Así, por ejemplo: la Química establece la valencia del
potasio, de tal manera que siempre y en todos los casos ésta es igual
a “más de uno”. La Física se refiere a las palancas, y sus fórmulas son
válidas para todas las del mismo género, sin excepción. Las
Matemáticas nos hablan de productos notables, y resulta que todas
las aplicaciones numéricas de (a+b)2 son iguales a: a2+2ab+b2.

Los ejemplos son innumerables, pues al designar esta propiedad de la


ciencia, estamos haciendo uso de ella misma, de suerte que podemos
decir: “La ciencia es de lo universal”, y además, este principio es, él
mismo, también universal.

Es tan ampliamente reconocida esta aplicabilidad universal de los


principios científicos, que ya no sería necesario usar el adjetivo
“todos”; basta expresar el concepto en forma singular, con lo cual se
utiliza una cualidad típica de los conceptos, que consiste en expresar
una estructura universal.

Así es como se habla de las propiedades del “estado sólido”, de “la


luz”, de la “electricidad”, etc., con lo cual se están abarcando todos los

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cuerpos sólidos, todos los fenómenos luminosos, todos los fenómenos


eléctricos, etc.

Posteriormente podremos fundamentar que es más correcto decir: “El


hombre es un ser racional” que “Todos los hombres son racionales”.
Es más correcto decir: “La ciencia es de lo universal”. Nótese que, en
cada par de expresiones, la primera nos habla del modelo en singular,
y la segunda se refiere directamente a las cosas de esta especie en
cuanto conjunto. La ciencia nos proporciona un modelo, y este
modelo puede analizarse y desarrollarse de mil maneras. Lo que diga
el científico acerca de ese modelo tiene un fundamento racional
garantizado por el método utilizado. El modelo es aplicable a las cosas,
a todas las cosas pertenecientes a esa especie, pero esto no es
obstáculo para que, de hecho, se encuentren algunas excepciones.
Por esto es perfectamente compatible hablar apodícticamente (con
carácter de universalidad y de necesidad) acerca de un modelo, aún
cuando en la práctica encuentren variantes que no encajan en ese
modelo. En algunos casos el científico se verá obligado a modificar su
modelo conceptual y seguirá hablando de él tan apodícticamente
como antes. Todo el encanto de la ciencia consiste en que es una
construcción humana (tal como estudiaremos más adelante), cuya
característica paradigmática proporciona al científico la oportunidad de
hablar y predecir acerca de las cosas a partir de las cuales extrajo los
datos para la construcción de su modelo.

Nótese, pues, que el concepto, siendo el constitutivo básico del edificio


científico, es el que posibilita esta característica de universalidad que
estamos detectando. Si no hubiera conocimiento conceptual, no sería
fácil hablar en forma universal, y, por tanto, la ciencia tendría serias
dificultades para establecerse en esta amplitud tan característica de
ella.

Por otro lado, también tendríamos que advertir acerca del sofisma que
se puede cometer cuando se utiliza el concepto como un instrumento
de universalización sin la suficiente base que garantice la legitimidad
de dicho uso. Es fácil prostituir el concepto, haciéndole decir cosas que
no están suficientemente comprobadas. La seudo ciencia y el mito se
aprovechan de conceptos fácilmente asimilables (usualmente
asociados con sentimientos de simpatía) con el objeto de generalizar
lo que solamente son buenos deseos. Ya veremos de qué manera el
método científico trata de suprimir o, al menos, disminuir la falsa
generalización.

5. EL CONCEPTO, COMO BASE DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

La ciencia es un sistema conceptual. Ya hemos explicado lo que


entendemos por sistema. También hemos dicho que ese sistema está
compuesto principalmente por un conjunto de leyes que relacionan

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los fenómenos y que, en último término, buscan la explicación, no la


simple descripción, de los hechos y los significados que maneja una
ciencia en particular. Ahora podemos enfocar nuestra atención hacia
ese conjunto sistemático de leyes para tratar de descubrir cuáles son
los componentes básicos que lo constituyen. Desde el punto de vista
de la Lógica y de la Teoría del Conocimiento, lo que constituye
básicamente (no exclusivamente) la ciencia es una serie de
conceptos, es decir, expresiones intelectuales, y, por tanto,
universales, que intentan manifestar ciertas características de la
realidad que ya no pueden ser expresadas en la simple imagen o
conocimiento sensible.

En un estudio de la Lógica clásica queda aclarado que la imagen o


conocimiento sensible solamente capta los datos singulares de las
cosas y sucesos que nos rodean, tales como el color, el tamaño, la
figura. En cambio, el concepto, la idea, y en general, el conocimiento
intelectual, capta datos universales de las misma cosas y fenómenos
que hemos captado previamente en forma sensible. Así es como la
imagen de reloj me dice el color, el tamaño y la forma de un reloj en
particular, mientras que el concepto de reloj, aplicable a todo reloj, me
habla acerca de lo esencial en todo reloj: ”aparato para medir
tiempo”.

Aquí tenemos una de las características más típicas del conocimiento


científico: no hay ciencia de lo singular; la ciencia se refiere a
características universales. A la ciencia no le interesa este pedazo de
azufre, sino el comportamiento de todo azufre como tal. Esta totalidad
y universalidad es captada precisamente en esa forma de
pensamiento que se llama concepto. Así es como decimos: “El azufre
tiene símbolos S y valencia 2”. Aunque parece que estamos hablando
en singular, en realidad estamos refiriéndonos a todo el azufre. El
concepto, aunque esté en forma singular, se refiere a la totalidad del
objeto expresado.

Estamos frente a uno de los rasgos más valiosos del conocimiento


humano: el hombre es capaz de trascender el conocimiento de lo
singular y sensible y llegar hasta el conocimiento de lo universal,
gracias al concepto elaborado por la razón. Así es como surgen las
leyes que rigen en forma universal el comportamiento de las cosas.
Todos los planetas siguen las leyes de Kepler; todos los cuerpos caen
en el vacío conforme a la fórmula: e = ½ gt2; todos los rayos de luz
se reflejan y se refractan conforme a las fórmulas que la Óptica
demuestra para esos casos.

Así, pues, el elemento básico que constituye la ciencia, y con el cual


se forman los teoremas, las leyes, los principios y demás elementos
que, sistematizados, dan lugar a una ciencia, es el concepto, origen de

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la universalidad tan propia de todo conocimiento científico.

Nótese que hemos analizado la causa material de la ciencia, es decir,


los elementos básicos que la constituyen. El concepto, con su
universalidad, es la base de las leyes; las cuales, sistematizadas,
constituyen ese cuerpo de conocimiento que llamamos ciencia.
Posteriormente estudiaremos la causa formal, que reside en la
fundamentación propia del conocimiento científico, y por último, nos
referimos a la causa eficiente y a la causa final de la ciencia. Estos son
los cuatro grupos de características que desde el principio hemos
señalado.

Esta insistencia en el concepto y su universalidad es la que nos


proporciona la raíz para captar el primer término de nuestra definición
de ciencia. En efecto, la ciencia es un paradigma fundamentado. La
calidad de paradigma en una ciencia tiene su base en el concepto y en
su universalidad.

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