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EL "No SÉ QUÉ"

Historia de una idea estética


Paolo D'Angelo y Stefano Velotti (eds.)

casimiro
Índice

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte

MINISTERIO DIRECCIÓN GENERAL DEL LIBRO


Y FOMENTO DE LA LECTURA
DE CULTURA
Y DEPORTE

Título original: JI "non so che". Storia di una idea estetica


Primera edición: Aesthetica, 1997
© Mimesis Edizioni, 2021
EL "No SÉ ouf' - HISTORIA DE UNA IDEA ESTÉTICA 7

Traducción: Antonio José Antón Fernández


EL "No SÉ Quf' - TEXTOS
Diseño cubierta: Rossella Gentile
En portada: Giovanni Battista Tiepolo, Joven con loro (detalle), 1758 Dominique Bouhours 103
Ashmolean Museum, Londres
Gottfried Wilhelm Leibniz 123
Benito Jerónimo Feijoo 153
© Casimiro Libros, Madrid, 2021 Pierre Carlet de Chamblain de Marivaux 171
www. casimiroli bro s. es
Charles-Louis de Secondat de Montesquieu 185
Todos los derechos reservados

ISBN: 978-84-17930-44-8 A PÉNDICE BIOB!BLIOGRÁFICO 191


Depósito legal: M-24625-2021
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EL NO SÉ QUÉ

Historia de una idea estética

l. No es necesario un gran derroche de ingenio para burlarse del no


sé qué. Una teoría que confiesa inmediatamente, incluso con el nombre
que elige para designarse, ser incapaz de decidirse respecto al objeto del
que se ocupa; una teoría que desde el comienzo y antes incluso de
intentar hacerlo, renuncia a explicar de algún modo ese objeto, lo pro-
clama incognoscible y admite no saber qué decir de él, no parece digna
de mucho respeto. No sé qué: la fórmula por sí sola parece suficiente
para cubrir de descrédito o ridículo, no solamente a una doctrina que
ha elegido denominarse con esta etiqueta - que todo llevaría a conside-
rar injuriosa- sino también a una ciencia o pseudo-ciencia, la estética,
por albergar en su interior tal extravagancia.
No sorprende entonces que, para liberarse de toda sospecha, o sim-
plemente para denigrar al adversario, las teorías estéticas recuperen el
no sé qué, especialmente cuando' se trata de desacreditar una teoría
adversaria: decir de una estética que se sirve de un no sé qué equivale
a considerarla prescindible, difamarla con la peor de las acusaciones.
Unos ejemplos recientes (y no del todo inocentes): Roman Jakobson
escribe que los métodos rigurosos introducidos por la lingüística en el
estudio de la poética logran hacernos superar la concepción de la
7
'
8 El no sé qué Historia de una idea estética 9

poesía como un sutil e inefable "no sé qué". En el Tratado de semiótica recurrimos al non so che, "torpe refugio de la ignorancia". 5 Por lo
general de Eco leemos: "No se escriben tratados sobre algo para decir demás, consideradas con atención todas estas expresiones apenas son
que este algo es un "no sé qué". Y si ciertos filósofos lo hacen, hacen variaciones del tema ya expresado por el primer teorizador explícito
muy mal" .1 Pero si nos limitamos a la valoración del no sé qué como del je ne sais quoi, el padre Bouhours, al poner en boca de uno de los
fenómeno histórico, como episodio circunscrito e identificable y no dos interlocutores de los Entretiens d'Ariste et d'Eugene que el no sé qué
como ídolo polémico, el discurso tampoco cambia: es muy frecuente podía considerarse "refugio de ignorancia": "porque me parece
que sea ignorado, o que se despache con unas pocas y presuntuosas -añadía- que uno se encuentra allí siempre que no sabe qué más
palabras. Incluso un historiador tan informado y poco sectario como decir". 6
René Wellek, en el primer volumen de la Historia de la crítica moder-
na, no logra encontrar para el je ne sais quoi nada más que esta lapida- 2. Habitualmente, los pocos intentos de rehabilitar el no sé qué emple-
ria fórmula de liquidación: "una abdicación frente a la tarea principal an el incierto y peligroso paradigma de la anticipación histórica. El
de la crítica". 2 Pero estas acusaciones y burlas llueven sobre mojado, mérito del no sé qué habría sido el de adelantarse, entre finales del siglo
porque en gran parte fueron ya utilizadas por los propios contemporá- XVII y principios del XVIII, al futuro romanticismo. Esta lectura, tan
neos de las teorías del je ne sais quoi. Ludovico Antonio Muratori, por arriesgada como todas las interpretaciones que se apoyan en el equívo-
ejemplo, llamaba al non so che "nombre maravilloso, útil para bautizar co concepto de prefiguración, tiene su mayor expresión en las páginas
todo lo que no se sabe explicar";3 en 1723 Cartier de Saint-Philip que Menéndez Pelayo consagra a "El no sé qué" de Benito Jerónimo
escribía: "Je ne sais quoi. Expresión que, como forma de hablar, se inclu- Feijoo, en su Historia de las ideas estéticas en España. En ellas la obra
ye en todas las salsas, y que no indica en efecto más que la completa del benedictino español (fechada, nótese, en 1734) pasa a ser "un ver-
ignorancia de aquellos que la emplean", y algunos años antes el padre dadero manifiesto romántico", un "romanticismo anticipado", una
D'Ailly ya había vinculado el je ne sais quoi a las "cualidades ocultas", "profesión de libertad estética" que llega sesenta años antes de ser desa-
en la medida en que estas y aquel habrían sido inventad_os para decir rrollada por la Romantik.7 Un ensayo de Mario Praz, que nos resultará
algo "cuando se carece de razones, y no se sabe qué más decir". En el muy valioso para identificar algunas apariciones de la expresión non so
Essai sur le Beau de Yves-Marie André, cuya primera edición es de che en la literatura italiana, amplía esta perspectiva a toda la historia del
1741, la referencia polémica al je ne sais quoi se utiliza como punto de no sé qué: "Una de las formas de expresar una serie de sentimientos
partida: a la pregunta de qué es lo bello, si es un concepto absoluto o todavía no bien definidos, que se concretaron después en actitudes
relativo, si hay algo bello que pueda gustar independientemente de toda románticas, fue la expresión je ne sais quoi". 8 Pero esta teleología se ha
convención, todos se confunden, y si el non so che no acude en su asumido plenamente, y se ha erigido como criterio reconstructivo de
ayuda, la mayor parte no sabrán qué responderos". 4 Herder dirá que toda la historia del no sé qué sobre todo gracias a la obra de su histo-
poner como fundamento de la estética el non so che es como adentrar- riador hasta hoy más influyente, el romanista alemán Erich Kóhler. En
se en un laberinto de oscuridad, mientras que para Giuseppe Spalletti, su ensayo sobre el Je ne sais quoi, que ofrece el sugerente subtítulo Un
el autor del Saggio sopra la Bellezza, habría que sonrojarse cada vez que capítulo de la historia conceptual de lo inconcebible, Kohler aproxima
10 El no sé qu é Historia de .una idea estética 11

algunos pasajes de la Nouvelle Héloi'se y de las Réveries du promeneur sabemos, un estudio de conjunto, y hay que apoyarse en las observa-
solitaire de Rousseau. Cumpliendo y yendo más allá de la indicación de ciones contenidas en algunas buenas historias de la estética, sobre las
Praz, Kohler pretende mostrar cómo el je ne sais quoi de la primera pocas monografías especializadas dedicadas a autores, o sobre las ideas
obra se convierte en le romantique de la segunda, y en esta transforma- que pueden extraerse del volumen de Jankélévitch, 1º por otra parte dis-
ción (nótese que sería fruto del enfoque del intérprete, no de una cer- ponemos de buenos estudios sobre el je ne sais quoi desde el punto de
teza textual) se indica el sentido global de la historia del no sé qué, de vista lexicográfico, o de historia del lenguaje. Para Francia, además del
la cual lo "romántico", como término y como concepto, sería resultado, citado por Kohler, los trabajos de Jacoubet, Haase, Simon; para España
culminación e incluso fin. 9 una vez más Kohler, y también Porqueras Mayo; para Italia (donde la
Por nuestra parte, consideramos que hacer del no sé qué una antici- situación es menos satisfactoria) las dos notas de G. Natali y, justa-
pación del romanticismo no ayuda en absoluto a comprenderlo mejor, mente, el ensayo de Praz. 11 En lo que respecta a otros ámbitos lingüís-
y que una cauta apología de esta noción, tan fácil de ridiculizar, debe ticos, por lo demás, no parece posible que el no sé qué tenga una his-
seguir otras vías: no arrancarla de su contexto histórico para proyec- toria propia, porque la expresión sólo aparece como traducción de sus
tarla en un futuro al que no pertenece, sino sumergirla plenamente en homólogos neolatinos, y su traducción es un hecho bastante tardío:
la época en la que desarrolló un papel no secundario en el pensamien- para Inglaterra bastará recordar que, a comienzos del siglo XVIII,
to estético, entre los siglos XVII y XVIII. Sólo así, creemos, se puede Shaftesbury se complace del hecho de que no exista un equivalente
mostrar la función que desempeñó al catalizar algunos problemas, en inglés al je ne sais quoi, mientras que en Alemania las primeras apari-
absoluto marginales, que en gran parte son los mismos que tras ser ciones de un ich weifi nicht was no parecen remontarse más allá de
identificados dieron paso al "nacimiento de la estética moderna; una Wieland, dado que un caso de empleo del ich weifi nicht was, que puede
expresión desde luego llena de problemas pero en cierto modo inevita- encontrarse en los escritos en alemán de Leibniz, se considerará mera
ble. traslación de la fórmula francesa, que tan a menudo emplea, por
supuesto no tomada de un uso vivo de la lengua.12
3. Seguir este camino, sin embargo, no significa ignorar la que Los ensayos que hemos señalado, y esa suerte de compendio que
podríamos llamar larga prehistoria del no sé qué, esto es: ese proceso representa la entrada Je ne sais quoi firmada de nuevo por Kohler para
secular a través del cual se fija un modo de hablar, en Italia, Francia y el Historisches Worterbuch der Philosophie de Ritter, han fijado con bas-
España, con una expresión que al lexicalizarse se percibe como unita- tante precisión las dos líneas de desarrollo de la expresión "no sé qué":
ria. De hecho, este proceso no sólo constituye el trasfondo del que sur- la psicológico-literaria, que podemos remontar al "nescio quid" cicero-
girá un uso más técnico del no sé qué, sino que contribuye a explicarlo niano ("aquel no sé qué distinto y singular"; "no sé qué vago, que de
entrelazando con él una serie de vínculos que tendrán que aclararse. ningún modo puede percibirse, ni apenas entenderse") y la teológica o
Pero es cierto que el aspecto léxico del no sé qué, por así decir, consti- religiosa, que se remonta al nescio quid magnum et divinum y al nescio
tuye también el lado más conocido y trillado. Y si respecto al papel que quid aliud de las Confesiones de Agustín, del que precisamente
ha desempeñado en la historia de la estética todavía falta, hasta donde Bouhours citará otro ejemplo. A través de la fórmula intermedia non
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sapio quid, cuyo empleo reconstruye el filólogo Walter van Wartburg,13 italiano ya conoce otros relativamente más técnicos, en los tratados
el nescio quid latino se convierte en el no sé qué de las lenguas roman- sobre la belleza, sobre el amor o sobre la pintura: son los casos de Firen-
ces. En italiano aparece bastante pronto, nada menos que en Dante; en zuola, Varchi y Dolce, a los cuales tendremos que volver.
Paradiso, III, 59, aparece un "no sé qué divino", del que evidentemente Por mucho que Bouhours guste en subrayar el origen italiano del non
se acordará Policiano en sus Stanze: "E 'n lei discerne non so che divi- so che, habría podido encontrar ejemplos de je ne sais quoi en su idio-
no" (Stanze, I, 42). Pero junto a estos ejemplos, próximos al modelo ma a comienzos del siglo XVI. Clement Maron encuentra un "No sé
agustiniano, también tuvo que afirmarse pronto un uso coloquial, en la qué de Belleza / que agrada", y su contemporáneo Antaine Héroet
medida en que en el Decameron IX, 3, leemos: "Compañero mío, ve [al habla de un "No sé qué más grande y más divino aún". Pero en Francia
médico] y averigua cómo está la cuestión, que me siento un no sé qué el XVII es el siglo del je ne sais quoi, al menos desde el punto de vista
dentro". Petrarca tiene tanto un nescio quid latino, en las Familiares, de su uso lingüístico. Corneille lo emplea a menudo, y en contextos que
como un non so che vulgar, en el soneto In nobil sangue del Canzoniere: crearán escuela, como estos citados por Kohler, el primero extraído de
"Y un no sé qué en los ojos, que en un punto / hace clara la noche, oscu- Medée, el segundo de Rodogune: "A menudo un no sé qué, que no se
ro al día, / amarga la miel y endulza el ajenjo". Ariosto ofrece otros puede expresar / Nos sorprende, nos lleva y nos fuerza a amar"; "Es
ejemplos, algunos muy coloquiales ("después fue entre los paganos, y merced a nudos secretos, a avenencia / por cuya dulce relación las
trajo consigo / un no sé qué, que a cada uno dejó sordo y ciego", almas en correspondencia / se apegan una a la otra, y se dejan acicate-
Furioso, XIV, 97); pero el autor que da un uso más amplio a la fórmu - ar / por ese no sé qué, que no se puede explicar". Pascal piensa en
la, y la ennoblece, es ciertamente Tasso: Bouhours piensa en él cuando Corneille cuando escribe en uno de las Pensées más citados: "Quien
afirma que nada es más común que el no sé qué entre los poetas italia- quiera conocer plenamente la vanidad del hombre sólo debe conside-
nos, y los ejemplos en nuestra lengua de los Entretiens son casi todos rar las causas y los efectos del amor. La causa es un 'no sé qué'
tassianos. En lo que respecta a Natali y a Praz, las apariciones de la (Corneille), los efectos son aterradores. Aquel 'no sé qué', tan poca cosa
expresión podrían multiplicarse desde "un no sé qué de insólito y como que es imperceptible, sacude toda la tierra, los príncipes, los ejér-
audaz" (XII, 5), hasta "Mas se oye un no sé qué ronco e indistinto" (XX, citos, el mundo entero". Y añade: "La nariz de Cleopatra: si hubiera sido
51) de la Jerusalén a los versos "Poco a poco nació en mi pecho / No sé más corta, habría cambiado todo el rostro del mundo". 15 Pero je ne sais
de qué raíz / Como hierba que suele de sí misma nacerse / un incógni- quoi es también una de las expresiones preferidas por el preciosismo, y
to afecto / ... / una dulzura extraña / que al fin dejaba / un no sé qué de Moliere, caricaturizándola, nos da una prueba directa de su difusión. A
amargo" de la Aminta. De este modo también, apoyándonos en las mis- una de las aduladoras que alaban el torpe soneto de Trissotin, en las
mas autoridades, es fácil demostrar que el non so che sigue siendo uti- Femmes savantes, le hace decir "Se siente, con estos versos, hasta el
lizado por nuestros poetas y escritores, desde Metastasio hasta fondo del alma / precipitarse un no sé qué que hace que uno desfallez-
Manzoni (por lo demás, el italiano y el francés son las dos lenguas en ca"; mientras que en la Critique de l'École des femmes Élise se burla de
las que la expresión ha tenido un uso más extendido en el tiempo);'4 la précieuse Climene con estas palabras: "Vuestros discursos, el tono de
pero nos interesa más adelantar que, junto a estos usos, el Cinquecento vuestra voz, vuestras miradas, vuestros pasos, vuestra acción y vuestra
14 El no sé qué Historia de una idea estética 15

compostura, no se sabe qué aire de cualidad, que encandila a la gente". <lamente, y este dato, unido al de su precoz parodia, son indicios segu-
Estas burlas no implican que la expresión haya salido completamente ros de su popularidad, como recuerda Kóhler. En 1598 Alonso de
de escena. Es más, en poco tiempo la expresión vivirá su consagración Barros puede escribir "Ni faltará un no sé qué/ al cuento del malicioso",
teórica por parte de Bouhours, pero seguirá siendo empleada por los y los no sé qué se multiplican en la prosa de Cervantes, desde el "no sé
escritores. Sondeos en absoluto sistemáticos, y de hecho deliberada- qué de fantástico" del Persiles a los varios "no sé qué contento", "un no
mente fragmentarios, nos ofrecen un "je ne sais quoi de sombre" o "je sé qué de sombra de Aventura" del Quijote, hasta el can del Coloquio de
ne sais quoi d'étranger" en Saint-Evremond; muchísimas apariciones los perros, que se alegra de que se le reconozca a su especie "un no sé
en Fénelon, para quien el hombre, suspendido también entre presente qué de entendimiento". Tirso de Molina tiene un "me abrasa no sé qué
y futuro, es "un no sé qué que acaba en el instante mismo en que empie- el alma",* mientras el traductor castellano de Tasso, Juan de Jáuregui,
za"; ejemplos en La Fontaine (" no sé qué más vivo y más móvil aún") transporta previsiblemente la predilección del poeta italiano por el non
hasta llegar a los empleos rousseaunianos del término, en los que se so che también a las poesías que escribe él mismo. El análisis, muy rico
basaba la equivalencia entre romanticismo y je ne sais quoi postulada en ejemplos, llevado a cabo por Porqueras Mayo, muestra que en el
por Kóhler, como en el pasaje de la Nouvelle Héloise, "je ne sais quoi de Siglo de Oro la expresión abunda en los predicadores y en general en la
magique, de surnaturel". literatura religiosa; está poco presente en la lírica, pero vuelve a hacer-
En España, la primera aparición clara del no sé qué se produce al se bastante frecuente en la literatura picaresca y en la dramaturgia,
expirar el siglo XV, en un texto famoso, la Celestina, y es un "no sé qué como confirmación de su difusión en lengua corriente. Se da una con-
s' es"; pero pocas décadas después la expresión ya tenía amplia difusión firmación ulterior en el hecho de que, en 1600, Quevedo ya puede cen-
en la península ibérica, como señala Porqueras Mayo. En Juan Boscán surarla como manida y vulgar, y por tanto una expresión a evitar. La
se encuentra el terceto a menudo citado "Dolce gustar de un no sé qué misma conclusión puede extraerse de estos versos de Calderón: "Y así
sin nombre/ Que amor dentro de mi alma poner quiso / Cuando mi nadie le concluye/ a razones; que por eso/ (aunque la frase es vulgar/
mal sanó con gran renombre". En una lírica del portugués Cam6es decirle aquesta vez tengo)/ aquello que atrae se llama / un no sé qué/
-desde luego sin olvidar su larga estancia en Italia- nos encontramos concediendo/ que el no saberlo disculpa/ la culpa del no saberlo".
con una suerte de multiplicación o elevación a potencia del no sé qué: Queda probado, en conclusión, que "mucho antes del famoso artículo
"Hay días que en el alma se suceden / un no sé qué, que nace no sé [del padre Feijoo] esta forma estilística era de gran importancia y uso,
dónde / viene no sé cómo, y marcha no sé por qué". En pleno siglo XVI, mucho más allá de los archiconocidos ejemplos de Boscán, San Juan de
Teresa de Ávila y Juan de la Cruz nos ofrecen muy diversos ejemplos de la Cruz, Cervantes". 16
ese empleo del no sé qué en contextos teológicos que hemos visto des-
cender desde Agustín hasta Dante: elegiremos de la primera "el vuelo 4. Frente a esta recolección de ejemplos, puede resultar natural exigir
del espíritu es un no sé cómo le llame", y del gran místico la cuarteta mayor luz sobre el punto preciso en el que tales heterogéneas acepcio-
"Por toda la hermosura/ nunca yo me perderé/ sino por un no sé qué/ nes se filtran hasta llegar al uso estético del término. Sin embargo se
que se alcanza por ventura". La expresión no sé qué se substantiva rápi- trata de una pregunta que puede confundir. Responder unívocamente
16 El no sé qué Historia de una idea estética 17

a esta pregunta, y quizás colocar la línea divisoria, como parece hacer Algo más tarde, en este caso en Francia, Joachim du Bellay recurrirá al
Kohler, a la altura de la cita pascaliana, supone que el surgimiento de no sé qué para explicar lo que diferencia a las lenguas entre ellas ("cada
un uso estético de la expresión no sé qué coincide con su paso a un lengua posee un no sé qué que le es propio solamente a ella"), y se
ámbito determinado y diferente, el de las bellas artes. Pero esto no es en negará a reconocerle solamente a las lenguas clásicas esa indefinible
absoluto lo que ocurre: en otras palabras, el tema estético del no sé qué superioridad que tendría que garantizar su primacía sobre las moder-
no nace como desplazamiento o concentración de esta terminología en nas: "en cuanto al sonido y no sé qué dulzura natural [...] presente en
el campo del arte, sino que más bien se abre camino dentro de los usos sus lenguas [es decir, en las de griegos y los romanos], no me parece en
ya vistos, junto al uso artístico: la unidad estética del no sé qué no es absoluto que estemos en inferioridad, a juicio de los oídos más delica-
una unidad material, basada en los objetos de referencia, sino una uni- dos".* En el siglo siguiente, con estas dos versiones de la expresión con-
dad formal, fundada en el problema que se indica con la palabra. Ya en cordará también la del caballero de Méré, igualmente referida a lastra-
esto se capta una circunstancia de notable relevancia, cuyo significado ducciones: "notad que cuando se habla, desde el espíritu y el senti-
reverbera en todo lo que tiene que ver con el nacimiento de la estética, miento llega siempre algo espontáneo que se liga a las palabras, y por
que en absoluto surge únicamente para las bellas artes, en cuyo caso su muy hábiles que seamos a la hora de transportarlas a otra lengua, ya no
bautismo tendría que darse bastante más tarde, en conjunción con la se trata exactamente de aquella misma expresión", o esta otra del puris-
aparición del moderno systeme des beaux arts, sino que se abre camino ta de la Académie, Claude Favre de Vaugelas, en materia de estilo: "a la
en la reflexión sobre campos diferentes, y a primera vista ni siquiera pureza y a la limpieza del estilo, se deben añadir todavía otros aspectos,
contiguos. ¿Cuáles? De hecho los campos de referencia del non so che la pertinencia de las palabras y de las frases, la elegancia, la dulzura, la
son los más elocuentes al respecto. Es oportuno, por tanto, identificar majestad, la fuerza, y lo que resulta de todo esto; el aire y la gracia, que
los más destacados, al menos en lo que atañe a los objetivos de este se llama el no sé qué".
libro. La referencia a la belleza femenina, y de aquí a las causas y naturale-
Sobre todo tenemos la referencia a la lengua o a las lenguas, donde el za del amor, del que ya hemos dado algunos ejemplos insignes, de
no sé qué viene a indicar lo tiene que de irreductible y propio una len- Petrarca a Tasso y de Corneille a Pascal, es tan frecuente, está tan pre-
gua individual, que hace difícil e incluso desesperado cualquier inten- sente e igualmente distribuida por las diversas tradiciones lingüísticas
to de traducción de todo lo que una lengua expresa, o también -y aquí que, por mucho que se abunde en citas, se ofrecerá siempre una pálida
se llega a rozar la esfera del arte y de la poesía- aquellas cualidades de imagen de su difusión: en efecto este casi parece ser el ámbito donde se
estilo de una expresión lingüística que no se dejan reducir a las indica- elige el no sé qué, o al menos el primero que nos evoca la expresión.
das tradicionalmente: decoro, pureza, riqueza del habla. Una de las más Antes de nada habría que recordar un pasaje de los Discorsi della bellez-
antiguas apariciones de la locución no sé qué en lengua castellana se za delle donne de Agnolo Firenzuola, el mundano fraile vallombrosia-
puede encontrar precisamente en un escrito de temática lingüística, no que vivió entre 1493 y 1545, porque en él se expone una relación
aquel Diálogo de la lengua que el humanista español Juan de Valdés entre belleza y no sé qué destinado a llevar la voz cantante durante un
compuso en Italia durante su estancia napolitana, y publicó en 1533. buen trecho de la posterior historia de la expresión, e incluso a evolu-
18 El no sé qué Historia de una idea estética 19

donar hasta la relativa contraposición de los dos conceptos, como por ne s~ay quoi] de blanco/ no sé qué de negro, que agita mi sangre toda".
ejemplo en el texto de Marivaux recogido más adelante. Firenzuola Kohler cita una poesía española anónima que, casi usando las mismas
proporcionaba su propia definición general de la belleza, declarándola palabras a las que Juan de la Cruz dará un sentido místico, nos comu-
"una ordenada concordia, y casi una armonía que resulta de la oculta nica una experiencia totalmente terrenal: "Por sola la hermosura
composición, unión y mezcla de varios miembros diferentes, y diferen- /nunca yo me perderé / sino por un no sé qué/ que se halla por ventu-
temente de sí, y en sí, y según su propia cualidad y necesidad, bien pro- ra", mientras que Boscán nos describe a una mujer en la cual "el andar,
porcionados, y en cierto modo bellos: los cuales, antes de unirse en la el mirar, el estar queda/ andaban en tal son, que descubrían/ un cierto
formación de un cuerpo, son entre ellos diferentes y discrepantes", 17 no sé qué tan admirable". En el siglo siguiente, el XVII, encontramos
definición en la que se colocaban juntas la visión tradicional de la belle- "un no sé qué que sobrepasa / del Amor los más dulces encantos" en
za como armonía y proporción, y la conciencia de que en su vínculo Vincent Voiture, el "No sé qué que aumenta todos los placeres" de
había un elemento oculto, o sea, no explicable racional y matemática- Madeleine de Scudéry, mientras en España un romance anónimo aduce
mente. Más adelante, al abordar específicamente la belleza femenina, "el no sé qué de las lindas/ es un oculto primor/ que lo conocen los
sentía la necesidad de acentuar este elemento escondido e indefinible, ojos/ y lo ignora la razón", allí donde un obscuro poeta habla de un no
y de señalarlo precisamente como un no sé qué: "Y dado que, como sé qué demasiado terrenal: "Y si acaso me extendía/ Y con los pies te
hemos abordado antes, vemos bastantes veces un rostro cuyas partes tocaba / un no sé qué que picaba / que como pulga mordía".
no siguen las medidas comunes de belleza, que irradia en no menor En el siglo XVIII, el je ne sais quoi cuenta ya bastante más que la
grado ese esplendor de la gracia de la que hablamos [... ] donde por el belleza, y en la Nouvelle Heloise de Rousseau leemos: "Mil mujeres son
contrario se podrá ver a otra con facciones proporcionadas, que podrá más bellas que tú, muchas poseen tantas gracias; solo tú posees, junto
ser merecidamente juzgada bella por cada uno, pero carecerá de cierto a las gracias, no sé qué de más seductor". Si un no sé qué es la causa de
atractivo, como la hermana de Monna Ancilia; pero nos vemos forza- la belleza, un no sé qué será también la causa del amor, como hemos
dos a creer que este esplendor nace de una proporción oculta, y de una visto en Corneille y Pascal. A comienzos del XVII un poeta español
medida que no está en nuestros libros, que no conocemos, es más, ni citado por Porqueras Mayo, Bernardo de Balbuena, explica que el amor
siquiera imaginamos; y es, como se dice de las cosas que no sabemos surge "de un sueño, de unas nuevas, de un antojo/ de un no sé qué, de
expresar, un no sé qué". 18 Otros pasajes pueden sumarse a este, desde un aire y niñería/ de un afable mirar, de volver de ojo". Otro autor cas-
luego no por su voluntad de teorizar, de la que carecen completamen- tellano, Ruiz de Alarcón (1581 -1639) hace que un personaje suyo diga:
te, sino por el reconocimiento de una fascinación que no se explica "desde el punto en que me vi,/ Don Diego, en vuestra presencia / no sé
mediante los cánones de belleza, la belleza mensurable y codificada; qué correspondencia / dentro del alma sentí / no sé cómo me perdí",
otros pasajes que siguen la estela del "no sé qué en los ojos" de la Laura cosa que podrían confirmar, y de hecho repiten, infinitos protagonistas
de Petrarca que ya hemos citado. Así, Antoine Héroet habla de "No sé de historias de amor en la literatura de los siglos XVII y XVIII. Jean-
qué [Je ne s~ay quoy] que no se puede expresar,/ Que más que las belle- Frarn;:ois Régnard (1665-1709) es quizás capaz de representarlos a
zas se hace amar". Ronsard escribe "veo en vuestros ojos no sé qué Ue todos, con su multiplicación de no sé qué amorosos, que casi supera a
20 El no sé qué Historia de una idea estética 21

la de Camoes: "El amor, no os disgustéis, es un no sé qué, /que os apre- menos indefinida, el siglo XVII francés dio en llamar honnete homme.
hende, no sé ni por dónde, ni por qué; !que va, no sé adónde, y que en Mademoiselle de Scudéry, más o menos en los mismos años, explica-
nuestra alma hace nacer / No sé cuál ardor que se siente por una ba: "Es una desgracia no poseerlo, ya que es cierto que no se encuen-
mujer;/ Y este no sé qué, que tan encantador pareciera,/ sale al fin de tra en el espíritu ningún atractivo superior a esta actitud galante y
nuestros corazones, y no sé de qué manera". natural, que sabe añadir el no sé qué que place a las cosas menos capa-
Quizás haya un solo campo en el que el recurso al no sé qué es casi ces de dar placer, y que añade a las conversaciones más comunes una
tan frecuente como en el ámbito de los asuntos amorosos, y es el del fascinación secreta que satisface y divierte: en resumen, este no sé qué
comportamiento, la etiqueta, las "buenas maneras". Aquí, el punto en galante, diseminado por toda la persona que lo posee, en su espíritu,
el que merece la pena apoyarnos para comprender la función del no sé en sus acciones, e incluso en su vestimenta, es lo que completa a las
qué en este nuevo contexto, es una singular decisión de traducción por personas de bien, lo que las hace amables y las hace amar". Vaugelas lo
parte de Nicolas Amelot de La Houssaye al ver que debía verter al había dicho: el honnete homme debe poseer "du je ne sais quoi", y la
francés el término despejo usado por Baltasar Gracián en su Oráculo galantería, este aire que sólo se respira en la Corte, es un compuesto en
manual y arte de prudencia. El despejo es, podríamos decir, la desen - el que se combinan el je ne sais quoi, la graciosa cortesía, el esprit, el jui-
voltura con la que sabe practicar toda tarea el hombre de educación cio, la educación, la amabilidad y la alegría, y todo sin constricción, sin
superior. Gracián lo define así: "Es la vida de las prendas, aliento del afectación, sin vicio. No sorprende entonces que el teórico acaso más
decir, alma del hacer, realce de los mismos realces. Las demás perfec- logrado de la honneteté, de nuevo el caballe.ro de Méré, también sea un
ciones son ornato de la naturaleza, pero el despejo lo es de las mismas aplicado teórico del no sé qué: "Lo que yo prefiero, y que a mi parecer
perfecciones: hasta en el discurrir se celebra. Tiene de privilegio lo debe desearse principalmente en todo lo que se hace por placer, es no
más, debe al estudio lo menos, que aun a la disciplina es superior; pasa sé qué fácil de sentir, pero que en absoluto se explica tan bien", o que
de facilidad, y adelántase a bizarría; presupone desembarazo y añade Guez de Balzac (1595- 1654) vea en la urbanité la obra, de nuevo, del je
perfección. Sin ella toda belleza es muerta, y toda gracia es desgracia".19 ne sais quoi; o mejor dicho, que describa la urbanidad misma en tér-
Bien: teniendo que verter despejo en francés en su traducción, que apa- minos de no se qué: "Un cierto aire del gran Mundo, un colorido o bar-
rece por primera vez en 1684 y que toma el título L 'Homme de Cour de niz de Corte, que no distingue solamente las palabras y las opiniones,
Baltasar Gracián, Amelot elige usar je ne sais quoi. Elección osada, sin sino también el tono de la voz y los movimientos del cuerpo, tanto si
duda, y probablemente elegida inspirándose en la fortuna de los ella [la palabra urbanité] significa una impresión todavía menos per-
Entretiens de Bouhours; pero hay que decir que es todo excepto injus- ceptible, que no es reconocible salvo por azar, que no tiene nada que
tificada. Desde hacía tiempo, de hecho, la literatura sobre el compor- no sea noble y elevado, y nada que parezca estudiado o adquirido, que
tamiento y sobre la educación del perfecto cortesano había empezado se siente y no se ve, e inspira un genio secreto, que se pierde al buscar-
a indicar precisamente con je ne sais quoi una cualidad que no puede lo; como si ella [la palabra urbanité], en un significado más amplio,
faltar al caballero, al homme de qualité, al individuo completo, en resu- quiere indicar la ciencia de la conversación y el don de agradar en
men: a aquel que con expresión casi igualmente polisémica, y sólo algo buena compañía, o que, tomándola en acepción más estrecha, se la
22 El no sé qué Historia de una idea estética 23

considere habilidad para agitar el espíritu a través de un no sé qué de se expresa". Dejando aparte que este no sé qué de Boileau es espurio,
punzante". por la presteza con que se traduce de vuelta a los dictados de la raison,
Frente a esta multitud de usos, la referencia directa a las bellas artes y está claro que estamos en presencia de la recuperación de una expre-
la literatura es más bien discontinua, y relativamente tardía: no son sión ya célebre gracias a la contribución de Bouhours.
muchos los ejemplos que anteceden al desarrollo de la ensayística sobre No obstante, sí existe al menos una referencia especialmente signifi-
el no sé qué. Ya nos hemos encontrado con el uso irónico de la expre- cativa a las artes figurativas, tanto por su posición cronológica como
sión, por parte de un personaje de Moliere, al valorar una composición por su relevancia. Es un ejemplo italiano, y procede del Dialogo della
literaria, y hemos citado un pasaje de Vaugelas en el que el je ne sais pittura de Lodovico Dolce, cuya primera edición impresa es de 1557.
quoi es uno de los atributos del bello stile. En el caballero de Méré Al tener que dar razones de la superioridad de la pintura de Rafael
encontramos un empleo relativo al estilo literario, al igual que otro sobre la de Miguel Ángel, uno de los dos interlocutores del diálogo, que
relativo a las artes figurativas. El estilo de César no consiste "en hablar parece ser Pietro Aretino, viene a decir que en el artista de Urbino
pomposamente, sino que su forma es simple y sin adorno; pero tiene "aparte de la inventiva, además del dibujo, además de la variedad, y
un no sé qué de puro y noble", mientras que en las pinturas de Apeles, aparte de que todas sus cosas conmueven en grado sumo, en ellos se
cuando estas estaban todavía en forma de boceto, se podía encontrar encuentra eso que tenían, como escribe Plinio, las figuras de Apeles: se
"no sé qué de fascinante" que se perdía en cuanto se completaban.2º trata de su venustidad, que es aquel non so che que tanto suele agradar
Porqueras Mayo, después de haber rastreado numerosas apariciones en los pintores así como en los poetas, de modo que llena el ánimo
del no sé qué en los siglos XVI y XVII, al final de su análisis decide ajeno de infinito deleite, sin saber de qué parte sale lo que tanto nos
señalar la completa ausencia de la expresión en la preceptiva literaria y gusta". Y prosigue citando el "no sé qué en los ojos" del terceto de
artística, que se traduce en una falta de relevancia teórica de la misma Petrarca, "maravilloso y refinado pintor de las bellezas y las virtudes de
en el ámbito español, antes de su recuperación por Feijoo. Porqueras madonna Laura".21
Mayo registra sólo tres citas, una de la Filosofía antigua poética de
López Pinciano, una de Juan de la Cueva y una de Saavedra Fajardo: 5. En los escritos de Bouhours, Leibniz, Feijoo, Marivaux y
pero se trata de usos puramente coloquiales e incidentales, carentes de Montesquieu, que ofrecemos aquí traducidos, la referencia a estos
toda relevancia específica. Una referencia a la poesía en Martín ámbitos diversos no desaparece en absoluto, es más, está siempre pre-
Sarmiento (a propósito de un "no sé qué de dulzura, que place extraor- sente. Respecto al de las bellas artes, la referencia es constante y
dinariamente" y que puede lograrse merced a ciertas astucias métricas) adquiere un peso que no tenía en los usos corrientes de la fórmula
no modifica la cuestión, porque es posterior en algunos años a su teo- (por lo demás, hemos visto que en los siglos XVI y XVII el empleo del
rización en el Teatro Crítico Universal de Feijoo. Lo mismo vale para el je ne sais quoi en relación a la obra de arte es precisamente el más
empleo de la fórmula por parte de Boileau en el Préface a la última edi- esporádico y marginal) pero para nada suplanta ni ensombrece a los
ción de sus Sátiras: "si se me pregunta qué sería este deleite y esta sal, otros. Más bien lo que se advierte ahora como problema, lo que se
responderé que se trata de un no sé qué, que se siente mejor de lo que muestra como el punto oscuro que debe explicarse, es precisamente
24 El no sé qué Historia de una idea estética 25

qué mantiene juntos - patente en el recurso al no sé qué- campos que que puede hacerla más atractiva que una belleza canónica y por tanto
a primera vista parecen tan separados y heteróclitos. ¿Qué parentela estereotípica. Y hay reglas en las bellas artes, sin duda, pero nadie ha
puede haber entre la fascinación inexplicable de un rostro o de un sido nunca capaz de producir una obra de arte basándose exclusiva-
cuerpo, la tournure intraducible de una expresión idiomática, el inasi- mente en reglas preexistentes. De este modo se entiende el modo en
ble atractivo de una obra de arte, o el garbo, tan difícil de adquirir, del que el je ne sais quoi habría adquirido -pero precisamente con respec-
auténtico caballero? Desde luego, podemos responder que los escritos to a los desarrollos que propiciaba, más que a las experiencias de las
sobre el no sé qué se limitan a encontrar el trait d'union precisamente que surgía- un significado decisivo precisamente en relación a la esfe-
en la inexplicabilidad o inefabilidad, razón por la cual el je ne sais quoi ra de las obras de arte y la experiencia artística: desarrolla un papel
no deviene otra cosa que el receptáculo para lo incomprensible, tal y primordial en una tendencia cuya importancia para el nacimiento de
como señala, acaso demasiado fácilmente, su caricatura polémica. la estética moderna nunca sería exagerado. Es la crisis en la que entra
¿Pero realmente es sólo este tenue ilusionismo verbal lo que interesa a la idea de que la belleza nace de la observancia de reglas, puede redu-
nuestros autores? Podría resultar creíble respecto a Marivaux; pero es cirse a un canon prefijado, a un catálogo de proporciones y de relacio-
muy difícil pensarlo en lo que respecta al docto literato Bouhours o a nes completamente explicitable. El no sé qué entra por derecho propio
un philosophe como Montesquieu; decididamente imposible para el entre los protagonistas del progresivo vaciamiento de la que
enciclopédico Feijoo y menos aún para el gran Leibniz. Lo que atraía Tatarkiewicz ha llamado "la Gran Teoría", y que ha dominado veinte
a intelectos de esta relevancia a un campo en apariencia tan fútil era siglos de estética occidental desde la convicción de que la belleza con-
más bien la conciencia de que en él se manifestaba un aspecto de nues- siste en una relación y en una armonía mensurable de las partes: pero
tro modo de experimentar el mundo, que en ciertos casos (o quizás en la vacía, por así decir, desde el interior; o sea, no rechazándola in tato,
todos) requiere un comportamiento no meramente aplicativo, ejecuti- sino mostrando que no lo explica todo y necesita una suerte de suple-
vo, sino que pone en juego lo que hoy consideraríamos un compo- mento, que acaba por llevarla al colapso.
nente de constructividad, de inventiva. El Je ne sais quoi pasaba a ser Naturalmente, este proceso no se desarrolla exclusivamente alrede-
el nombre de un atractivo, de una cualidad, que no reside en la obser- dor de la fórmula no sé qué, sino que se abre camino a través de una
vancia de reglas prescriptibles, sino que vá más allá de ellas y encarna serie de conceptos nuevos, o de nuevos sentidos adquiridos mediante
más bien la capacidad de decidir si, y hasta qué punto, aprovecharse de viejos conceptos, con los cuales sin embargo - y esto puede constituir
las reglas codificadas. Es aquí donde se descubría la auténtica cercanía una primera confirmación de todo lo citado- el je ne sais quoi entra a
entre territorios a los se aplicaba la fórmula, aparentemente tan dis- menudo en contacto, contribuyendo a redefinirlos y precisarlos. La
tantes. Hay reglas de comportamiento, pero también un "tacto" que evolución de esos mismos términos viene en gran parte a coincidir con
nos advierte de cómo aplicarlas, y e incluso puede aconsejarnos desa- los de la estética de los siglos XVI y XVII, esto es, con la preparación de
tenderlas. Y este tacto no se aprende, o al menos no se aprende del la propia estética moderna, siempre que se quiera conservar la distin-
mismo modo en que se aprenden las reglas. Hay ciertamente cánones ción entre una fase previa incoativa y un nacimiento en el siglo XVIII,
de belleza masculina y femenina, pero hay un "carácter" de la persona que es lo que nuestra argumentación busca cuestionar: los términos
26 El no sé qué Historia de una idea estética 27

gracia, soltura [sprezzatura], discreción, gusto, juicio, genio, ingenio, sen- En el Cortesano de Baldassar Castiglione la gracia del comporta-
timiento. miento se hacía consistir en una huida de toda ostentación o afecta-
Ya en la Antigüedad está claramente presente, junto y contra la "Gran ción, en una soltura sólo aparentemente espontánea, cuya indicación
Teoría", la convicción de que la belleza no es completamente explicable necesitó de una nueva palabra, sprezzatura, es decir el arte de "escon-
sobre la base de preceptos y reglas, y será en el término griego xapL(, al der el arte", y de mostrar "lo que se hace y se dice hacer, sin esfuerzo y
que corresponden la gratia y la venustas de los latinos, donde quede ins- casi sin pensar". 25 No es difícil reconocer en la sprezzatura un antece-
crita esa misma convicción. El famoso pasaje de la Naturalis Historia de dente directo del despejo de Gracián y por tanto, a través de la ya cita-
Plinio, en el que se reconoce al célebre pintor una gracia que no pose- da traducción francesa del Oráculo manual, del propio no sé qué. Más
en otros artistas pese a ser igualmente perfectos, y que da razón de su aún cuando toda la historia de este último se entrelaza con la historia
superioridad sobre todos los demás, es citado o encuentra eco en del principio según el cual ars est celare artem, 26 desde Méré a
muchísimos tratados sobre las artes, del Renacimiento en adelante. Bouhours, a Montesquieu, e incluso más allá; dado que puede encon-
Pero, como ya hemos visto respecto a Dolce y Méré, y como ocurrirá trarse, todavía a comienzos del siglo XIX, en los Carnets de Joseph
una vez más con Feijoo, el pasaje aparece a menudo en contextos en los Joubert, en una formulación totalmente explícita: "El no sé qué o el
que se habla de je ne sais quoi. El hecho es que gracia y no sé qué a encanto. Y sobre el no sé qué (en el discurso, los pensamientos y el esti-
menudo se evocan juntos, uno para explicar al otro, en la medida en a
lo). Consiste en esconder el arte y el gesto [Il consiste cacher l'art et la
que vienen a constituir, desde que se comienza a usar la expresión je ne main] y en una cierta indecisión de la simetría y de las formas que se
sais quoi, una suerte de endíadis. 22 Firenzuola menciona su "oculta pro- sienten sin percibirlas". 27
porción", su "no sé qué", en un discurso que aborda principalmente la En estos intercambios entre una literatura sobre el comportamiento
cuestión de la gracia: "Y llámase gracia, porque hace grata, es decir que- y otra literatura sobre las bellas artes, se percibe el papel que desarrolló
rida, a aquella sobre la que resplandece este rayo, sobre la que se pro- la primera, delimitando los temas centrales del debate estético. Entre
yecta esta oculta proporción". Benedetto Varchi, al razonar sobre belle- las dos existe una proximidad y una osmosis que se perdió de vista
za incorpórea y belleza terrenal, afirma que "los amantes [... ] sin embar- demasiado pronto, a finales del siglo XVIII, cuando Chamfort sentía la
go desean siempre aquello que llaman un no sé qué; que no es otra cosa necesidad de señalar que "el buen gusto, el tacto y el bon ton tienen más
que abandonar las bellezas mortales y dirigirse hacia las divinas". 23 En vínculos de lo que fingen creer los literatos. El tacto es el buen gusto
el siglo XVI Juan de Valdés había escrito: "el no sé qué tiene gracia", aplicado a la compostura y a la conducta; el bon ton es el buen gusto
mientras que Du Bellay hablará de "ceste grace, et doulceur, et ce je ne aplicado al discurso y la conversación". 2ª De modo que también puede
sais quoi"; y también el padre Rapin, en sus Réflexions sur la poétique de pensarse, en el ámbito español y mucho antes de Feijoo, en la aproxi-
1675 mencionará esas "gracias secretas" que "no se pueden explicar", al mación del no sé qué y de la gracia al donaire, que es a la vez garbo y
igual que en el siglo siguiente Algarotti dirá en el Saggio sopra la pittu- discreción en el hablar, y gracia y desenvoltura en las maneras; en ita-
ra que las gracias "dan aquel no sé qué a las cosas, aquel atractivo tan liano, a los muchos sentidos del término discrezione, que no es sólo la
seguro de vencer siempre como de que nunca se lo definirá bien".24 cualidad del político y del hombre de acción, como ocurre en
28 El no sé qué Historia de una idea estética 29

Guicciardini, sino también requisito eminente del artista, al que no requerida por el je ne sais quoi. Se trata de un recorrido todo menos
basta el conocimiento de los principios teóricos o la práctica por sí sola, simple, en el que la propia distinción entre receptividad y actividad se
sino que hace falta precisamente discretione, capacidad de adaptar los abre camino lentamente, expresándose a menudo en diferentes acep-
primeros a la segunda, como vemos en la Idea del Tempio della Pittura ciones de los mismos términos. El juicio de las teorías artísticas del
de Lomazzo. 29 siglo XVI pertenece tanto al artífice como al entendido, pero sigue
Son más previsibles, al menos si partimos de la óptica tradicional, indicando una capacidad de discernimiento que no es fruto del enten-
que ve en el no sé qué una anticipación del romanticismo, son los vín- dimiento, o al menos solamente del entendimiento, y es capaz de cap-
culos que se instauran entre je ne sais quoi y genio, recogidos bien pron- tar la singularidad del objeto al que se aplica: el non so che es sin duda
to por Du Bellay: "esta energía, y no sé qué espíritu, que está en sus una de las fórmulas a través de las cuales madura esta percepción de la
escritos, que los latinos llamaron genio". Más previsibles, pero desde individualidad; uno de los modos en que se comienza a dar cuenta de
nuestro punto de vista más ambiguos y desconcertantes. No parece el todo lo que para ser apreciado necesita sobre todo que se capte su uni-
caso, respecto a los teóricos del no sé qué, de hablar de una exaltación cidad. Y el gusto, que en el siglo siguiente cada vez va a ocupar más el
de una creación libre de frenos y reglas, fruto de la genialidad personal, lugar que antes correspondía al juicio, es a menudo objeto de investi-
siguiendo el concepto romántico - o mejor, tardorromántico- del genio gación, precisamente por los mismos teóricos que discuten sobre el je
creador. De Bouhours a Feijoo, ninguno de ellos olvida la presencia de ne sais quoi, de Bouhours a Montesquieu. Un pasaje de las Note que
reglas, no quieren eliminarla del horizonte crítico, sino más bien refle- añadiera Anton Maria Salvini a la edición de 1724 de la Perfetta poesía
xionar sobre el hecho de que las reglas nunca son suficientes por sí mis- italiana de Muratori confirma de manera muy significativa esa rela-
mas y exigen la garantía de una capacidad para aplicarlas. No se trataría ción: "Este buen gusto es un nombre que está en auge en nuestros tiem -
tanto de que estos teóricos partan de una celebración de la productivi- pos: parece un nombre errante, carente de hogar determinado y segu-
dad descontrolada, como que la encuentran, incluso a su pesar, preci- ro, que se remite al No sé qué, a una suerte y tino del ingenio. Si quie-
samente allí donde leyes, prescripciones y cánones acaban por naufra- re decir todo aquello a lo que los antiguos llamaban Juicio, es algo
gar. Más que reflexionar sobre los significados tardíos que se asignan al bueno; y bajo un nuevo vocablo dice todo".3° Finalmente, un término
genio, será más provechoso pensar en la polisemia del ingenio en el con el que parece identificarse durante un tiempo el je ne sais quoi, en
siglo XVII, como parece indicar este fragmento en castellano, recupe- razón de que el uso de ambos puede superponerse casi completamen-
rado por Kohler: "como la necesidad, según se dice, es maestra de avi- te: una noción destinada a devenir central en la estética del siglo XVIII,
var los ingenios, este mío, que tiene un no sé qué de fantástico e inven- el sentimiento. En casi todos los autores que debaten sobre el no sé qué
tivo, ha dado en una imaginación algo peregrina y nueva". vemos que se dice que es cuestión de sensación y no de razón, que
Si gracia, ligereza, sprezzatura o soltura, discreción, genio e ingenio puede ser advertido y sentido, pero no definido o explicado. Y Alfred
parecen confluir en el campo semántico del no sé qué entendido en su Baeumler, en su todavía fundamental libro sobre la estética del siglo
función productiva, no menos interesantes son los parentescos que esta XVIII, considera el mayor mérito del je ne sais quoi precisamente el ser-
función establece con los conceptos que perfilan la facultad receptiva vir de aproximación y trámite para el esencial y polisémico sentiment.
30 El no sé qué Historia de una idea estética 31

Un pasaje de la Nouvelle Héloi'se de Rousseau bien podría señalar un ni para qué sirve"; reminiscencias clarísimas, ambas, de nuestra temá-
punto de llegada tras la larga historia del no sé qué, pero no porque con- tica. No diríamos que en estética nos tengamos que detener en el no sé
firme una hipotética desembocadura de este en el romanticismo, sino qué; pero desde luego, tratando de cosas de arte y de gusto, saber que
porque parece recapitular toda esta larga historia de intercambios y aquello de lo que se habla es un no sé qué, es un buen comienzo para
tránsitos entre nociones afines: "Así un pintor frente a un bello paisaje saber verdaderamente de qué se habla.
o frente a un cuadro bello entra en éxtasis por cosas que un espectador
vulgar ni siquiera advierte. ¡Cuántas cosas no se perciben si no es por 6. Bouhours fue quizás el primero en dedicar un texto al no sé qué,
el sentimiento, y cuántas no tienen explicación sin él! ¡Cuántos de estos ratificando algo que estaba en el aire al menos desde hacía un siglo: la
no sé qué reaparecen a menudo, sobre los cuales el gusto es el único que transformación de una expresión genérica, de un sintagma variable, de
puede emitir un juicio! El gusto es en cierto modo el microscopio del un modo de decir, a una expresión substantiva. No exactamente,
juicio, en la medida en que muestra las cosas más pequeñas, y sus ope- entiéndase, a una categoría o concepto explicativo; dado que la razón
raciones comienzan donde terminan las del juicio". 31 de ser del - o de los- no sé qué está en un continuamente renovado
Una vez más, sería fácil objetar que mientras que los conceptos que desafío a la aprehensión conceptual. Desde el comienzo, de hecho, el no
hemos recordado, el gusto, el ingenio, el sentimiento, la gracia, se sé qué se refiere generalmente a algo que se realiza, y más en particular,
esfuerzan por precisar y explicar los fenómenos a los que dan nombre, al menos desde el siglo XVII, a aquellas "propiedades ocultas [... ] que
el no sé qué no hace nada de todo esto, y explica obscurum per obscu- no son reconocibles excepto por los efectos que producen", como se
rius, quedando entre todos como el más vago e inútil. Pero, al margen decía en La Astrea,33 y como repetirán todos los que se medirán con el
de que la historia de estos términos se encarga de desmentir esta obser- no sé qué, Bouhours y Leibniz incluidos. El diálogo de Bouhours ya
vación, ya que muestra cómo el je ne sais quoi habría contribuido tam- tiene tras de sí, como se ha visto, una larga historia, de la que se sirve
bién a trazar el campo semántico de cada uno de ellos, debe decirse ampliamente. Quizás cada frase del diálogo, si se toma singularmente,
todavía que, de manera paradójica, precisamente este nombre que no podría verse como un mero calco de formas de escritura empleadas en
nombra nada puede resultar bastante menos huidizo que otros, porque una carta, en una novela o en una conversación. Pero su mérito está
indica con gran nitidez ese carácter negativo y residual que siempre precisamente en haber dado vida, por una paradoja que está en las
acompaña a nuestra experiencia de lo estético, y que a finales del XVIII cosas mismas, a una suerte de pequeña y bien actualizada enciclopedia
será canonizado en el kantiano procedimiento infinito de identificación del no sé qué.
de la belleza (bello es lo que gusta sin interés, sin concepto, sin la repre- ¿Entonces Bouhours apenas sería más que un diligente compilador?
sentación de un fin) . "Qué sea la belleza, no lo sé", decía Durero;32 y No exactamente. Se trata más bien de que Bouhours renovó un movi-
Winckelmann, en la Historia del arte en la antigüedad, "de la belleza se miento similar a aquel llevado a cabo por Castiglione en el Cortesano,
puede decir con más facilidad lo que no es, que aquello que sí es", un siglo y medio antes, mediante la introducción de la sprezzatura, la
mientras que en la entrada Gusto en el Allgemeine Theorie der schonen teorización de su universalidad, y su aplicación para representar y com-
Künste de Sulzer leemos: "Bello es lo que gusta, sin que se sepa qué es, prender todo un mundo. Así como cada una de las cualidades del cor-
32 El no sé qué Historia de una idea estética 33

tesan o quedan en nada si no están animadas por esa soltura (definida presupone. No, se trata, por tanto, de un sistema de tautologías, y tam -
también ella, negativamente y en primer lugar, como lo contrario de la poco de una auténtica, aunque mínima, enciclopedia, casi como si
afectación), el no sé qué deviene en Bouhours la condición sin la cual fuera posible efectuar la circunnavegación del no sé qué: el diálogo de
todas "las cualidades están como muertas".34 Y no sólo ocurre que "el Bouhours, por el contrario, es la articulación de un no-saber, de una
no sé qué se encuentra casi en todas partes", como debería ocurrir con ignorancia, si se quiere, que no es posible borrar definitivamente de
la sprezzatura, sino que es el fundamento de todas las pasiones, e inclu- este o aquel saber, de esta o aquella experiencia.
so el remedio universal para las imperfecciones de la naturaleza y del El diálogo, conversación o "entretenimiento" -según traducía en
arte, aunque no sea "exactamente ni la belleza, ni el aspecto agradable, 1714 el padre Jannó- sobre el je ne sais quoi es el quinto de los seis
ni el presentarse graciosamente, ni el brío del humor, ni la vivacidad del Entretiens d'Ariste et d'Eugene, publicados en 1671. Aristo y Eugenio se
espíritu", sino precisamente un no sé qué: de hecho "si se va a examinar encuentran desde hace algunos meses en una ciudad marítima de
todo esto no se ha dado ni un paso, y hace falta siempre volver al no sé Flandes, "durante la más bella estación del año", lejos de esa sociedad
qué". de salons de la que claramente son herederos. Pasean por la orilla del
¿Entonces, se dirá, el diálogo de Bouhours no es más que un brillan- mar, tema de su primer entretien, y lo admiran cómo si lo vieran por
te pero ocioso sistema de tautologías? Lo sería sin duda si las nociones primera vez. El mar, cuyo "bruit" será para Leibniz metáfora del ruido
invocadas en cada ocasión aspiraran a tener un valor explicativo, o al del universo y paradigma de la teoría de las pequeñas percepciones, es
menos definitorio. Pero no es así. El no sé qué indica más bien el resi- también aquí un análogo del infinito y de lo infinitesimal, pero inson-
duo de un proceso de erosión: si queremos comprender nuestras expe- dable e inasible también por el entendimiento, sujeto a incesantes
riencias, habitualmente nos esforzamos por explicarlas con algo deter- metamorfosis. Sus olas están "si unies"* que el mar parecería "une eau
minado: causas, reglas, leyes y así sucesivamente. Pero después descu- dormante" si no supiéramos que esa misma agua dormida tan pronto
brimos "casi en todas partes", por retomar la expresión de Bouhours, puede estar "algo turbada", "agitada", e incluso acabar siendo "tempes-
que reglas, leyes y causas no nos satisfacen del todo, excepto en relación tuosa". Y el mar en tempestad, si se lo "mira de lejos", suscita senti-
a funciones y fines particulares. De este modo la erosión de todas las mientos que rápidamente 35 todos llamarían sublimes: la tempestad
explicaciones y definiciones determinadas no se produce cuando se place a Eugenio porque "inspira no sé cuál horror acompañado de pla-
controla un fenómeno circunscrito, sino al concentrarse en un senti- cer, y ofrece un espectáculo igualmente terrible y agradable". Lo que
miento cierto, identificado pero indeterminado, que precisamente nos hace incomparable al mar es su ser inaprehensible, su capacidad de sor-
acompaña "casi en todas partes" y que hace que las experiencias deter- prendernos continuamente: "este flujo y reflujo, el ruido, el color, las
minadas y circunscritas que tenemos no estén "casi muertas", es decir, diferentes figuras de estas olas que continuamente se impulsan las unas
que carezcan de sentido. Quien intentara formular el no sé qué con la a las otras, tienen un no sé qué tan sorprendente y extraño, que no sé
pretensión de aferrarlo, de sujetarlo a través de una clase de rasgos nada que se les acerque". A otros espectáculos uno se acostumbra, pero
observables, a una ley, a un precepto, a una definición o explicación, se "el mar es siempre nuevo, porque nunca está en un mismo estado". Su
daría cuenta de que ya ha quedado atrás, y más importante: que ya lo fascinación se remonta a la siempre sorprendente dinámica del no sé
34 El no sé qué Historia de una idea estética 35

qué, no a una perfección estática, susceptible de previsión y medida, pero dejará huellas también en Vico, y más allá. El autor de la traduc-
regulable mediante los preceptos de un arte.36 Es más; el "mélange" de ción de 1714, el ya recordado "P. Domenico Jannó, de la Compañía de
sus colores forma "une peinture naturelle, que l'art ne peut imiter". Jesús", al presentar al "cortés Lector" estos "entretenimientos" - "que te
Ejemplo magnífico de la diversidad en la unidad, el mar remite tam- sabrán de muy buen gusto, si estás dotado de un sano paladar"- aún
bién a la sensibilidad de Bouhours para las cosas no finitas: se podría con el recuerdo de las encendidas polémicas desencadenadas por La
decir que también para el mar "ocurre - como se dice en el diálogo tra- Maniere de bien penser, advierte que no ha traducido el texto dedicado
ducido en este libro- al igual que con las bellezas cubiertas por un velo, a la lengua francesa, es decir, el segundo, "porque este entretenimiento
que son más apreciadas cuanto menos expuestas están a la vista, y las sería odioso para los italianos". Bouhours se extiende sobre cuestiones
que la imaginación añade siempre algo"; la vista del mar es una de de gramática, sobre las características propias de cada lengua, sobre De
aquellas experiencias que "dan más cosas que pensar de lo que dicen",37 Balzac y su autor favorito, Voiture, y se detiene en lo que hace falta para
y que son un alimento inagotable para el ojo y el espíritu: "En una pala- hablar y escribir bien: sobre todo hace falta leer buenos libros, de los
bra, hay todo tipo de variedad en un mismo objeto, tanto que los ojos que se extraen modelos y reglas, pero es necesario también conversar
no se cansan nunca de contemplarlo, y el espíritu encuentra siempre con "les honnetes gens", para que "insensiblemente se adopte no sé qué
cosas que admirar". Finalmente, tras una larga reseña de las teorías barniz [teinture] de buenas maneras [politesse] que no otorgan los
sobre las mareas, desde Aristóteles hasta Galileo y las disputas de sus libros", un no sé qué, en resumen, que es imposible extraer sólo de la
contemporáneos, Bouhours hace decir a Arista: perdonemos a estos lectura.
filósofos de la naturaleza, puesto que la materia sobre la que querían El tema del tercer diálogo no llega inopinadamente, dado el entrela-
iluminarnos es realmente muy oscura y ardua. Pero Eugenio no pre- zamiento de tradiciones sin las que el libro de Bouhours sería impen-
tende en absoluto perdonar la locura de conocer lo que Dios quiere que sable: por un lado el maquiavelismo, la ensayística sobre las figuras del
quede ignoto: "Hay misterios en la naturaleza, como en la gracia, cortesano y el secretario, la literatura sobre la prudencia y sobre el disi-
incomprensibles para el espíritu humano: la sabiduría no consiste en mulo; por el otro lado la alianza entre contrarreforma y "fideísmo de
entenderlos, sino en saber que los más inteligentes no son capaces de tonos escépticos", la "entente cordiale" entre jesuitas y "nouveaux
comprenderlos". En la medida en que escapa a la comprensión y vana Pyrrhoniens".39 Le Secret se hace eco de esa admiración por la penum-
curiosidad de los hombres, por tanto, el mar puede revelar finalmente bra, que permea todo el libro, y la hace resonar en la esfera política,
su doble rostro, en cuyos rasgos cambiantes es posible leer tanto la donde la reverencia por los secularísimos arcana imperii llega a rimar
"imagen perfecta" de Dios, como la imprevisibilidad de las cosas del con la inescrutabilidad de los decretos divinos: así Arista puede con-
mundo. cluir que el príncipe, siendo la más viva imagen de Dios sobre la tierra,
"Se habla francés en todas las Cortes de Europa: todos los extranjeros tiene que hacerse parecido a él, que gobierna el mundo a través de vías
que tienen espíritu se precian de conocer el francés: aquellos que más que quedan ocultas a los hombres, sin dejar de hacernos sentir los efec-
odian nuestra nación, aman nuestra lengua". Es apenas el preludio de tos de su Bondad y Justicia pero sin revelarnos los designios de su
una querelle que estallará más tarde,38 y en la que no nos detendremos, Sabiduría.
36 El no sé qué Historia de una idea estética 37

En el diálogo que dedica al bel esprit, Bouhours se lamenta del abuso otro motivo tradicional, al menos a partir del Cortesano: "de modo que
que en sus días se hace del término, porque cualquiera que haya escri- Eugenio se vio obligado a admitir, al final, que entre las mujeres hay
to un madrigal o ejerza de literato profesional cree poder ostentar un beaux esprits de toda suerte y manera".
título similar: pero "les sc;:avants de profession ne son pas d'ordinaire Antes de detenernos en el quinto diálogo, Le je ne s~ay quoi, mencio-
des beaux esprits". Un bel esprit no puede vincularse a una profesión, nemos el sexto y último, que también es el más largo, Les Devises. El
teniendo que ser, como honnéte homme, "universal": "porque la verda- tema de las imprese y la emblemática atraviesa todo el siglo, desde
dera belleza de espíritu consiste en un discernimiento justo y delicado, Alciati y Giovio hasta Bruno, Ripa, Vico y más allá. 40 También en este
que estos Señores [los literatos de profesión] no poseen. Este discerni- caso, para Bouhours no existe una regla que pueda traducir la "idée
miento hace conocer las cosas tal y como son en sí mismas", mientras parfaite de la Devise": entre claridad y oscuridad debe obtenerse de
que el vulgo, que carece de discernimiento preciso y delicado, de dis- hecho una proporción ideal, cuya composición preside todavía el no sé
creción, se queda en la superficie de las cosas. Pero al mismo tiempo no qué: "il faut concevoir en meme temps je ne sc;:ay quoy de mystérieux,
hay que ir demasiado lejos, "como aquellos espíritus refinados, que a et de clair". En la Man iere de bien penser se defenderá insistentemente
fuer de sutilizar, se evaporan en imaginaciones vanas y quiméricas". que hay oscuridad y oscuridad: aparte de la que proviene del empleo de
Mundano, el bel esprit no es frívolo, siendo inseparable del cartesiano un término "bárbaro" o una torpe disposición de las palabras, queda
bon sens, es más; si lo definimos bien, es "le bon sens qui brille". Es "una obscuridad que está en el pensamiento mismo", pero que sólo es
como una piedra preciosa, que reúne solidez y brillantez: "la unión, la apreciable cuando "tiene un lustre que significa o parece significar
mezcla, la combinación de lo que tiene de esplendoroso y sólido, com- algo". Como confirmación ulterior de la impresión de que al menos en
pone su encanto y su valor". En opinión de Bouhours, el bel esprit lo que respecta al gusto del autor el no sé qué y lo inacabado agrietan
asoma con más claridad en los Ensayos de Montaigne, y se parece al sin duda los ideales clasicistas de la época, pero sin derrumbar sus
Aquiles de Homero y al Rinaldo de Tasso, de nervios de acero y mús- cimientos. En palabras de Eudoxo: "no basta con que los pensamientos
culos fuertes bajo una piel blanca y delicada. El bel esprit nos lleva tam- que entran en las obras del espíritu tengan un fondo de verdad propor-
bién, finalmente, al no sé qué, a la gracia, al charme: "Las imágenes bajo cionado al tema que tratan, ni que sean nobles sin ser ampulosos, agra-
las cuales expresa sus pensamientos, son como aquellas pinturas que dables sin ser afectados, delicados sin ser rebuscados: es necesario que
tienen toda la finura del arte, y no sé qué aire tierno y gracioso que fas- además sean nítidos, claros e inteligibles. Sin todo ello me da igual lo
cina a los entendidos". "Nacimiento", "educación", y "usos del mundo" sublime y lo maravilloso". 41
son los tres ingredientes esenciales del bel esprit. Sin embargo, hay El diálogo aquí traducido, Le je ne s~ay quoy, deslizándose de una
beaux esprits que lucen más en las letras, otros en el mundo y la con- experiencia a otra, recorre todos los principales lugares tradicionales
versación, y otros, "esprits de négociation et de cabinet", en la vida polí- del no sé qué: la amistad extraordinaria, que vincula a dos personas a
tica; como el cardenal Richelieu o el Conde Duque de Olivares. Estas través de una simpatía o mediante aquellas "inclinaciones secretas que
tres especies de bel esprit tampoco se encuentran solamente entre los nos hacen sentir por una persona un no sé qué que no sentimos por
hombres. El diálogo se cierra de hecho con una defensa de las mujeres, otra"; el "instinto del corazón" y el amor, suscitados no por la belleza o
38 El no sé qu é Historia de una idea estética 39

por la vivacidad del espíritu, sino por un charme y una fascinación que "escapa a la inteligencia más penetrante y sutil", que es capaz de cono-
nos reconducen al no sé qué. Y este, erosionando progresivamente la cer incluso a los ángeles y a Dios, pero es incapaz de conocer "lo que
clara silueta de otros paisajes de superficie, sigue ampliando poco a hay de fascinante en un objeto sensible que conmueve al corazón". El
poco la esfera en la que se hace imprescindible: "el no sé qué pertenece lenguaje de Bouhours oscila, y en unas ocasiones parece atribuir el no
tanto al arte como a la naturaleza", y "para hablar del no sé qué cristia- sé qué al objeto, en otras al sentimiento del sujeto. Pero decir que en
namente", la misma gracia divina se desvela como "un no sé qué sobre- las cosas hay un no sé qué, quiere decir siempre, para Bouhours, que
natural, que no se puede explicar ni comprender'', pero "que se deja son "cosas que no se conocen excepto por los efectos que producen".
oír". Después de esta audacia teológica, que gustó a Voltaire, 42 Bouhours, sin embargo, no es el representante de una estética del
Bouhours puede concluir: "el no sé qué pertenece tanto a la gracia efecto, el teórico de una emoción suplementaria, movimiento psíqui-
como a la naturaleza y el arte". co que se añadiría desde el exterior a nuestro conocimiento de un
Bouhours comienza asimilando el no sé qué que se siente por una mundo ya constituido. El hecho es que el no sé qué "sólo se deja cono-
persona "en el fondo del corazón", al no sé qué que "salta a los ojos a cer así; en estar escondido está su valor y su beneficio" y "si se lo
primera vista". El fondo y la superficie, lo visible y lo invisible, son pudiera descubrir", si nos engañáramos pensando que podríamos
inextricables, porque aquel sentimiento indistinto que es el no sé qué hacer de él un objeto más entre otros, "cesaría de ser lo que es", es
nace con una "simpatía" por algo visible. Pero apenas la identificamos decir se perdería de vista.
con un rasgo de lo visible, nos damos cuenta de que la fascinación En esta "enciclopedia" mínima del no sé qué no podía faltar el no sé
que se encontraba ahí "está tan escondida y es tan inconcebible como" qué negativo, ofensivo: placer y desagrado o displacer son los extremos
la que se encontraba "en el fondo del corazón". Es el pascaliano cono- del mismo espectro, y no difieren por tanto en su naturaleza. Tampoco
cimiento del corazón el que preside la implicación recíproca de saber falta el gesto - también recurrente- de conectar el carácter "impercep-
e ignorar, en la que "consiste el misterio del no sé qué". De hecho tible" del no sé qué a la velocidad excesiva de los mecanismos que lo
- sostiene Aristo, el personaje que siempre tiene la última palabra- se componen: "el más breve de todos los momentos, si puedo expresarme
"sabe que [una persona] es amable, pero no siempre se conoce qué la así - dice Eugenio- es aquel en que el no sé qué produce su efecto". Pero
hace tal". Detrás del intercambio entre Aristo y Eugenio sobre la prio- uno tiene la impresión de que Bouhours no insiste demasiado en esta
ridad del conocimiento sobre el amor, o viceversa, está la tradición hipótesis: "Sea como fuere, dijo Aristo ... ".
platónica, y en particular El Banquete. Sin embargo Bouhours rein- Por el contrario, es más original la distinción entre no sé qué "uni-
terpreta el Eros platónico - ni sabio ni ignorante, sino lo bastante versales, que a todos afectan por igual" y "singulares, que afectan sólo
ignorante como para no contentarse con su propio saber y lo bastan- a algunas personas". La particularidad del no sé qué parece una vez más
te sabio como para percibir su propia ignorancia- en términos de un un acuerdo imprevisible entre dos singularidades: "todos tienen un no
conocimiento afectivo, sensible: de hecho "no se puede amar sin sé qué particular que hace que gusten a primera vista, según quién los
conocer, y además se conoce siempre a la persona que se ama". Pero mire; y es el fundamento de lo que se dice simpatía o antipatía". Es
lo sensible-afectivo no es un conocimiento como los otros, porque indudable que esta perspectiva anuncia una liberación de lo particular
40 El no sé qué Historia de una idea estética 41

respecto al poder uniformador de las reglas universales, y asigna al inicio quería comprender. Es el esquema habitual, que hemos visto
"gusto" una capacidad que sin embargo se le niega a la "inteligencia", emerger ya en los otros diálogos.
esto es, descubrir la particularidad de los individuos. Pero el gusto ¿Pero realmente se agota el diálogo con el abandono de la compren-
corre el riesgo de caer en el extremo opuesto, en el albedrío individual, sión en favor de una extática admiración? No lo creemos. El hecho es
que si bien corresponde a la "naturaleza", no por esto parece menos que el texto de Bouhours camina sobre el filo de la paradoja: al conver-
caprichoso. Sin embargo Eugenio, siempre corregido por Arista, es el sar, invoca el silencio (" ... es un no sé qué que se deja oír bien; pero que
único que extrae estas consecuencias extremas: "Si es así, dijo Eugenio, no se puede expresar, y sobre el que se haría bien en callar ... "); al filo-
nos equivocamos al condenar el gusto y la inclinación ajena, por sofar, invoca a los poetas (" ... uno de nuestros Poetas ha hablado de ello
mucho que ese gusto sea extraño y por mucho que esta inclinación mejor que todos los filósofos ..."). Y en este sentido es Eugenio quien
pueda ser extravagante". En su réplica, sin embargo, Arista no subraya tiene la última palabra; tras sospechar que el no sé qué no era más que
tanto que el juicio de gusto sea de hecho inarbitrable, como que es por el refugio de la ignorancia, se había objetado a sí mismo: "Pero nunca
principio independiente respecto de la razón y la voluntad: los "no sé creí [... ] que el no sé qué nos pudiera llevar tan lejos: veo bien que no
qué de bello y de feo [... ] son los primeros movimientos que preceden hay nada mejor que hablar de cosas que no se entienden, y de las cua-
a la reflexión y la libertad; podemos ciertamente detener su curso, pero les los libros no hablan en absoluto".
no podemos impedir su nacimiento". ¿Y los "no sé qué universales"?
De estos Bouhours no nos da ejemplos firmes. En definitiva, parece 7. Cuando en la literatura sobre Leibniz se menciona el no sé qué, lo
que la distinción entre no sé qué universales y particulares no se haya habitual es que se haga si se entra en asuntos de estética. Y cuando eso
articulado suficientemente, y se apoye simplemente en observaciones ocurre, habitualmente el lector se encuentra frente a un juicio doble: se
empíricas. admite que la teoría de las "pequeñas percepciones" es la preparación
Consciente de haber llevado a cabo una empresa ligera, pero audaz para una "nueva dimensión del alma", y se añade inmediatamente des-
("el no sé qué es quizás la única materia sobre la cual no se han hecho pués que "una ciencia estética no podía nacer de una mentalidad tan
libros, y que los doctos no se han esforzado por aclarar"), Bouhours rígidamente intelectualista";43 se valora su apertura a "aquella multitud
sabe anticiparse a las objeciones más obvias, que sin embargo no podrá de hechos psíquicos de la que el intelectualismo cartesiano se alejaba
evitar, ni de sus contemr.oráneos ni de los nuestros. Sigue siendo con horror", pero se le niega la capacidad de reconocer el "carácter que
Eugenio quien asume la tarea de hacer descarrilar el diálogo: "de todo para nada es propio" de los "hechos estéticos". Ese mismo principio de
ello concluyo, dijo Eugenio, que los sabios y los ignorantes son iguales continuidad que antes exigía el descubrimiento de algo como las
en el conocimiento del no sé qué, o más bien que el no sé qué es el refu- pequeñas percepciones, se reconoce después como el aliado más segu-
gio de la ignorancia". Pero sólo cuando Eugenio de el último paso, con- ro del intelectualismo leibniziano, en la medida en que reduciría ahora
traponiendo las explicaciones a la "admiración" y al "silencio", Arista las percepciones claras y confusas (los "hechos estéticos") a "grados
podrá concluir, reconociendo a su amigo haber tomado "finalmente cuantitativos de un conocimiento único, distinto o intelectual";44 y
buen partido", en la medida en que se contenta con admirar lo que al finalmente, y más en general, incluso cuando se opone un cierto "vita-
42 El no sé qué Historia de una idea estética 43

lismo" leibniziano al mecanicismo cartesiano, inopinadamente adverti- lectualista que meramente "sobrevuela": "El conocimiento no es un
mos que "en todo caso no habría que minimizar el carácter muy inte- proceso que se aplica desde el exterior de las sensaciones, sino que es el
lectualista del leibnizianismo". 45 desarrollo de su contenido interno [... ] Lo que es simple no está en el
El juicio histórico-crítico cambia a veces de signo, pero continúa comienzo del conocimiento, sino si acaso en su final". 49 Desde esta últi-
prácticamente inalterado en su substancia. De este modo Leibniz ma perspectiva, la presencia del no sé qué en un pensamiento que de
puede convertirse en el representante paradigmático de una (hegeliani- otro modo sería "intelectualista", además centrado en el principio de
zante) "estética racional, [que] entiende lo bello como manifestación de razón suficiente, puede empezar a parecernos menos inesperada y
lo lógico en lo sensible, y el arte como una presentificación sensorial de paradójica.
11
la conexión armónica del mundo 46 Pero también quien ve en Leibniz

Por otra parte, las acusaciones de intelectualismo que hemos recor-
"la disolución del mundo sensible", debe volver después sobre ese des- dado rápidamente han perdido impulso, parecen insatisfactorias, exte-
doblamiento del juicio, apenas evitado, desplegándolo ahora como riores, frente a la renovada conciencia de la complejidad del pensa-
paradoja histórica: ¿cómo es posible que de un pensamiento que apun- miento leibniziano. Eran perspectivas viciadas quizás por el prejuicio
ta a la transparencia de la sensibilidad surja una obra como la de que hacía falta encontrar el momento preciso, en el siglo XVIII, en
Aesthetica de Baumgarten ?47 ¿Y cómo explicarse que Leibniz, el filóso- el que la estética moderna habría alzado el vuelo. Desde luego, hay
fo intelectualista, aparezca por otro lado como el "racionalista moder- autores más y menos significativos, más y menos dignos de ser revisa-
no, es decir, pensador de lo irracional" y se convierta, pour cause, en el dos; sin embargo, tal y como debería confirmar esta pequeña historia
"Lieblingsphilosoph des "iisthetischen" 18. Jahrhunderts", el filósofo pre- del no sé qué, no habría que hablar tanto de "descubridores" aislados y
dilecto del "siglo de la estética", hasta el punto de presentarse, bajo este absolutos, como de una profundización del pensamiento filosófico que
. perfil, como el "hombre del destino"? 48 lleva a nuevas coagulaciones, y también a síntesis originales. Por tanto
La acusación de "intelectualismo" no carece de fundamento: para es indudable que Leibniz ocupe un puesto de gran relevancia, también
sostenerla no sería ni siquiera necesario subrayar los proyectos leibni- para nuestra comprensión de los problemas de.los que surge la estética
zianos dedicados a la búsqueda de los elementos primeros del pensa- del siglo XVIII. Problemas que se condensan, en ciertos momentos, en
miento, que se recombinarían en una characteristica universalis; bas- torno al no sé qué. Renunciando al equívoco propósito de ofrecer un
taría con retomar el papel que asigna a los "atributos de Dios", que concentrado de la "doctrina estética leibniziana", será mejor seguir el
coinciden con los "posibles primeros" que son "primeras causas" y hilo conductor de estas condensaciones, para reevaluar brevemente los
"razón última" de las cosas. Pero, por otra parte, igualmente fundada se puntos destacados de la cuestión.
muestra la observación del joven Dewey, ya entonces atento a la
dimensión pragmática de las actividades humanas: precisamente en la 8. Aferrarse al hilo conductor del no sé qué, y además a través de un
polémica de Leibniz con Locke, Dewey reconocía acertadamente el esquema necesariamente no sistemático de la obra de Leibniz, no impi-
modelo de un pensamiento que es consciente de que se ejerce desde el de que el intérprete sienta el mismo vértigo que todos sus lectores: en
interior de la experiencia, es decir, lo opuesto a un pensamiento inte- el momento en que un fragmento de su obra capta nuestra mirada, nos

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