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FORMACIÓN PASTORAL

Capacitar a los laicos en el ministerio del cuidado


pastoral
por Dr. Howard Clinebell
Nuestra tarea es capacitar, inspirar, guiar, entrenar y trabajar junto con los ministros laicos como
«maestros de maestros», «pastores de pastores» y «asesores de asesores».

En las décadas recientes ha habido un descubrimiento dramático de un hecho sorprendente:


todos los cristianos tienen un ministerio por el hecho de ser cristianos, ¡estén o no ordenados!
Esta conceptuación les otorga a los laicos una nueva imagen de sí mismos. Ya no son cristianos
de segunda clase que dejan la tarea espiritual para el pastor. Tienen un ministerio vital y único en
el mundo más allá de la iglesia: para con sus vecinos, sus colegas, su sindicato, sus amigos, sus
enemigos, y en especial para con los que no tienen tantas ventajas, los rechazados y los
explotados de su comunidad.

La vitalidad del ministerio del laicado puede estar alcanzando un nivel que no ha existido desde
las primeras décadas del movimiento cristiano. Las potencialidades de este desarrollo son casi
ilimitadas. Es como una brisa fresca que sopla a través de la iglesia, despertando a crecientes
grupos de hombres, mujeres y jóvenes laicos para que asuman este excitante ministerio para
todas las personas. Este renacimiento laico se basa en el descubrimiento de la conceptuación de
la iglesia de acuerdo con el Nuevo Testamento: el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo y la
comunión del Espíritu Santo en las cuales cada miembro tiene un ministerio. La palabra
neotestamentaria laos, de la que deriva el término «laicado», ¡Se refiere a todos los cristianos! El
«ministerio de la reconciliación» (que describe 2 Co 5.18) era confiado a toda la iglesia, no a un
ministerio profesional apartado.

¿Cuál es entonces la función del pastorado? Estamos, debido a nuestra capacitación y


ordenación, equipados y designados para funcionar como líderes, capacitadores y especialistas
en lo que es el trabajo de cada cristiano. En lugar de ser bandas unipersonales que tocan cada
domingo para congregaciones pasivas, los pastores deberían ser directores de orquestas, que
ayudan a cada persona a realizar su singular contribución a la sinfonía de las buenas nuevas. La
función clave de los clérigos aparece descrita en Efesios: «a fin de perfeccionar a los santos para
la obra del ministerio» (4.11 y 12). Nuestra tarea es capacitar, inspirar, guiar, entrenar y trabajar
junto con los ministros laicos como «maestros de maestros», «pastores de pastores» y
«asesores de asesores».

Las implicaciones del cuidado y del asesoramiento pastoral

¡Las implicaciones del renacimiento del laicado para el cuidado y el asesoramiento pastoral son
profundas y desafiantes! El cuidado pastoral, entendido correctamente, es una función que
corresponde a toda la congregación. La iglesia local debería luchar para ser un organismo
sanador, redentor y estimulante del crecimiento. El objetivo del programa de cuidado pastoral de
la iglesia debería ser el desarrollo de un clima dinámico de preocupación mutua amorosa e
iluminada, que leuda gradualmente toda la congregación. La administración de la iglesia y el
programa de pequeños grupos debería orientarse hacia este objetivo. En la medida en que existe
koinonía en una congregación, se da el ministerio mutuo espontáneamente cuando los miembros
individuales buscan brindarse entre sí, en las palabras de Lutero, «como un Cristo a mi vecino».
Cada miembro tiene oportunidades para el cuidado pastoral que son sólo suyas. ¡Sólo en la
medida en que más de nosotros aceptemos este desafío nuestras iglesias podrán cumplir con su
misión como centros de capacitación y de fortaleza para la sanidad y la liberación, para la
plenitud y la justicia!

El ministerio de cuidado del laicado es esencialmente un ministerio para personas necesitadas,


en la congregación y en la comunidad. El desafío de la parábola de Jesús sobre el hombre al que
robaron y golpearon al costado del camino a Jericó se dirigía a todas sus seguidores. Los
criterios que utiliza en su descripción para referirse al juicio final tenían que ver con el servicio
realizado por amor: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de
beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis;
en la cárcel y vinisteis a mí.» (Mt 25.35?36)

A medida que el «pastorado de todos los creyentes» se convierte en una realidad dentro de una
congregación, los laicos escapan de su situación de «espectadores» y comienzan a realizar sus
ministerios personales. Su propio crecimiento espiritual se ve estimulado en la medida en que
ponen a trabajar su fe en el servicio directo. Las necesidades que no han encontrado respuesta y
que existen en cada iglesia y comunidad son tan numerosas y variadas que un pastor que trabaja
solo posiblemente no podrá resolver más que una pequeña fracción. El ministerio de cuidado que
ejerce una iglesia para con los solitarios, los enfermos, los ancianos, los afligidos, los que no
pueden salir de sus casas, los extranjeros, los confinados, los explotados, los oprimidos social y
económicamente, puede cuadruplicarse si se involucra totalmente a los laicos capacitados para
realizar esta tarea de cuidado. Cuando los laicos consagrados se convierten en pastores
informales para sus vecinos, sus colegas y los miembros de su iglesia, se convierten en la
iglesia, el cuerpo de Cristo que sirve a los necesitados.

Dos personas que han desarrollado un programa para la capacitación de laicos declaran:

Capacitar a los laicos en el ministerio de cuidado de la iglesia es mucho más que «hacer que un
grupo de gente ayude al pastor en la visitación». Creemos que el cuidado pastoral desarrollado
por los laicos manifiesta la propia naturaleza y el fundamento de la iglesia como una comunidad
de cuidado con su sacerdocio común de todos los creyentes. Provee de un lugar en la vida y en
el ministerio de la iglesia para aquellos que escuchan y creen, y desean poner su fe en práctica
de una manera visible y tangible.

La capacitación de los laicos para el cuidado es una de las claves para la revitalización y el
crecimiento de una congregación. Las investigaciones realizadas sobre temas como el
crecimiento de la iglesia y su declinación muestran que un ministerio de cuidado fuerte y amplio
es una variable crucial para la sanidad y el crecimiento de una congregación. Este tipo de
ministerio no es posible salvo que los laicos capacitados estén profundamente involucrados en el
cuidado dentro de la congregación y en su comunidad.

La resistencia que tienen muchos pastores a involucrar a los laicos de esta manera debe
resolverse o al menos reducirse antes que se ponga en marcha de manera completa un
programa eficaz para el cuidado por parte de los laicos. Algunos ministros sienten culpa cuando
piden a otros realizar tareas de cuidado pastoral. El «complejo de ser indispensables» hace que
compartir este ministerio con el laicado resulte amenazador. Algunos pastores permiten que se
les recargue tanto con las demandas y las necesidades de su gente, que dedicar tiempo para
capacitar a los laicos parece una carga adicional imposible. Lo que es más, a la mayoría de los
pastores en el seminario no se les mostró la importancia crucial de capacitar a los laicos para las
tareas de cuidado, ni aprendieron las técnicas de supervisión que se requieren.
Consecuentemente muchos pastores se sienten inadecuados para esta área del ministerio y
algunos lo son. Debemos repensar la imagen que los pastores tienen de sí mismos y aumentar
sus capacidades para supervisar de modo que la capacitación del ministerio laico pueda ser una
parte tanto central como satisfactoria de su tarea.

La resistencia que existe en los pastores se ve reforzada por ciertas actitudes que prevalecen en
la mayoría de las congregaciones. La respuesta inicial de algunos miembros de la iglesia, cuando
se les presenta la idea de capacitar a los laicos para la tarea de cuidado, es: «Le pagamos al
pastor para que nos dé cuidado pastoral y no para que les enseñe a otros a hacerlo». Algunos
miembros de la iglesia sienten que los ayuda un aficionado de segunda clase cuando los visita
un laico. Tanto los pastores como las congregaciones necesitan aprender que capacitar a los
laicos no es una manera que tiene el pastor de pasarles el fardo de sus obligaciones, sino un
modo poderoso de profundizar, ampliar y compartir el ministerio de cuidado con toda la
congregación. No reemplaza el cuidado pastoral que hace el pastor, sino que lo complementa y
lo incrementa en gran manera.

Una de las preocupaciones de los pastores se relaciona con la calidad de los programas de
cuidado y de ayuda a cargo de laicos. ¿Es realmente posible que los laicos den ayuda eficaz a
los cargados, a los afligidos? Los estudios han confirmado la eficacia de la tarea de ayuda que
realizan los laicos y de los para profesionales. Se ha demostrado que aquellos que han recibido
una capacitación inadecuada y que no son supervisados puedan hacer daño, particularmente si
tratan de trabajar con individuos o familias que necesitan asesoramiento o terapia. (Por supuesto
que lo mismo puede decirse de los pastores y de otros profesionales que han recibido una
capacitación inadecuada o no son supervisados.) Pero la evidencia clara es que al hacer cuidado
pastoral, ¡los laicos bien capacitados pueden hacer una contribución constructiva y única al
ministerio de cuidado global de una iglesia, un hospital o cualquier otra institución!

Los tipos de ministerio laico para el cuidado

Los ministerios laicos para el cuidado están floreciendo en muchos lugares. Algunos ejemplos:

1. Talleres de capacitación de laicos en la visitación de los ancianos; enfatizando que las


congregaciones adopten algún hogar de ancianos. Los residentes eran visitados
regularmente y recibían el ministerio del cuidado por parte de los laicos.
2. Talleres de capacitación para atender adultos jóvenes que son de salud mental y que
han salido recientemente de la internación de un hospital psiquiátrico.
3. Centro de ayuda telefónica. Iglesias en muchos países han instalado centros de ayuda
telefónica donde voluntarios entrenados auxilian en momentos de crisis a aquellos que
llaman. La capacitación en este programa es extensa y rigurosa; involucra una
supervisión cuidadosa y consultas con profesionales de la salud mental y pastores que
están entrenados en asesoramiento.
Se percibe falta de responsabilidad de muchos miembros de las congregaciones con
relación al ministerio total de la iglesia. Uno se pregunta qué sucedería si frases como «el
sacerdocio de todos los creyentes», «el cuerpo de Cristo» y «perfeccionar a los santos
para la obra del ministerio» dejaran de ser clichés teológicos y se convirtieran en la base
sobre la que se construyera el ministerio de una congregación. «¿Cómo se vería la
iglesia si la gente realmente se ministrara entre sí? ¿Si una congregación estuviera
realmente marcada por "regocijarse con los que se regocijan, llorar con los que lloran"?
¿Qué ocurriría si todo no dependiera tan pesadamente sobre un pastor demasiado
atareado. ¿Qué pasaría si desarrolláramos toda una congregación de pastores?»
4. El «Programa Esteban». Esta clase de preguntas ha permitido que programas como la
«Serie Esteban» sea una realidad. Este es un programa donde miembros de la iglesia
local se capacitan para cuidar a otras personas dentro de la congregación. Muchas
congregaciones en una variedad de denominaciones han participado en este programa
de capacitación denominado «Ministerio de cuidado pastoral en equipo». Como en otras
instancias eficaces para la capacitación de laicos, este enfoque incluye reuniones
regulares de los que realizan el cuidado (luego de la capacitación inicial) para obtener
apoyo grupal, supervisión (usualmente con el pastor) y capacitación continua.
5. ABC para tratar la crisis. Howard Stone ha desarrollado un modelo poco complicado para
capacitar a los laicos en la tarea de cuidado (que se describe en el libro La iglesia que
cuida: guía para el cuidado pastoral laico). Las ocho sesiones se concentran en estos
temas y técnicas: ¿qué es el cuidado pastoral? (Se presenta el método ABC para tratar
las crisis); establecer una relación de cuidado escuchando con atención; responder de
maneras que anime a las personas; hacer visitas en hospitales y lugares cerrados (se
asignan visitas a hogares de ancianos durante esta sesión); el cuidado en situaciones de
duelo; discutir las visitas que han realizado las personas que están capacitándose;
resolver problemas y hacer derivaciones; concluir incluyendo la estructuración de un
programa laico para el cuidado dentro de la iglesia. Stone enfatiza que la mayor parte de
los pastores que desarrollan programas de cuidado para capacitar laicos no reducen su
propia responsabilidad en el área del cuidado pastoral. Pero tienen la satisfacción de
saber que las necesidades de cuidado pastoral de su gente son atendidas de una
manera mucho más completa que si estuviera solo.

Otros programas enfatizan maneras de utilizar las oportunidades de cuidado pastoral que ya
existen en las actividades de la parroquia: evangelización e incorporación de nuevos miembros,
visitación a los hospitales, cuidado de los afligidos, visitación de los ancianos y de los que no
pueden salir de sus casas, la solicitud de las promesas anuales de mayordomía, clases de
escuela dominical y grupos de mujeres. Ofrecen sugerencias para la estructura, el contenido y la
supervisión de la capacitación. A partir de su amplia experiencia en la formación de personas
dedicadas al cuidado, Detwiler-Zapp y Dixon declaran: «Una de las cosas que manifiestan más
cuidado y que usted puede hacer por su iglesia y por usted mismo es capacitar a otros para que
den cuidado. Poner la teología en práctica de esta manera puede cambiar visiblemente toda la
vida de una congregación. Creemos que se sentirá sorprendido e inspirado por los dones,
talentos y el compromiso que los laicos pondrán en su ministerio mutuo».

Tomado de Asesoramiento y cuidado pastoral, por Howard Clinebell, Wm. B. Eerdmans


Publishing Co., Grand Rapids, Nueva Creación, Buenos Aires, 1995. Apuntes Pastorales,
Volumen XXI ? Número 2.

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