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Toletana 35 (2016/2) 117-128

El tratado del obispo Isidoro de Sevilla De


ecclesiasticis officiis como fuente
de información sobre la liturgia
de la España antigua1

Andrey A. VolkoV

Se conservan pocas informaciones acerca de la antigua liturgia cristia-


na que se usaba en el territorio de la Península Ibérica y sus áreas adya-
centes. Los libros litúrgicos más antiguos que relejan esta práctica litúr-
gica, la que actualmente se ha dado en llamar el rito hispano-mozárabe, se
remontan a inales del siglo VII o comienzos del siglo VIII.2 Pueden en-
contrarse algunas informaciones sobre ese periodo anterior en las actas de
los concilios de Toledo y en las de otras reuniones conciliares, que oca-
sionalmente hacen mención a algunas peculiaridades litúrgicas. Una de
las fuentes más valiosas sobre la historia temprana de la tradición litúrgi-
ca de la Península Ibérica es la obra de San Isidoro, obispo de Sevilla ci-
tado con frecuencia como Hispalense o con su nombre en latín Isidorus
Hispalensis, (c.560-4 de abril de 636), titulada De ecclesiasticis oiciis
(“Sobre los oicios eclesiásticos”)3.

1
Traducido al español por Leonas Tolvaišis.
2
El libro más antiguo es el Oracional visigótico de Verona, (Bibl. Capit., cod.
LXXXIX). El manuscrito contiene los textos litúrgicos del ciclo diario, así como tres
formularios de misa. Existe una edición: J. Vives, Oracional visigótico, Barcelona,
CSIC, 1946, [Monumenta Hispaniæ Sacra, serie litúrgica, vol. I, 434 p.]. También hay
otra edición de las misas: M. S. Gros i Pujol, «Les misses dels folis preliminars de
l’Oracional Hispànic de Verona», Miscellània Litúrgica Catalana 1 (1978) 53-68.
3
Publicado por J. P. Migne en el volumen nº 83 de la Patrología Latina: PL 83. Col.
737-778 (liber primus), 777-826 (liber secundus); nueva edición: Ch. M. Lawson (Ed.),
118 Andrey A. Volkov

1. San Isidoro de Sevilla


Isidoro de Sevilla pertenecía a una familia noble y provenía de un li-
naje aristocrático hispano-romano. Antes de su nacimiento, los padres de
Isidoro junto con sus hijos mayores, Leandro, Fulgencio y Florentina, se
mudaron desde Cartago Nova (actualmente la ciudad de Cartagena) has-
ta la capital de la provincia de la Bética Híspalis (actualmente Sevilla).
Según las fuentes antiguas, el padre de Isidoro, llamado Severiano, era el
gobernador visigodo de la provincia de Cartago, si bien lo más probable
es que no ostentase esa dignidad, sino que simplemente estuviese al servi-
cio del monarca visigodo4. Su traslado a Híspalis tuvo lugar aproximada-
mente en el año 554, o quizá antes. Poco después del nacimiento de Isido-
ro su padre murió, por lo que su madre y su hermana Florentina eligieron
el camino monástico e ingresaron en uno de los monasterios de la provin-
cia. Isidoro se quedó al cuidado del hermano mayor, Leandro5.
Leandro se preocupó no sólo de su mantenimiento sino también de la
buena educación de Isidoro, y llegó a ser su preceptor en las ciencias se-
culares y eclesiásticas. Después de que Leandro fuese elegido el obispo
de Híspalis, Isidoro continuó sus estudios en la escuela catedralicia epis-
copal. Las fuentes medievales testimonian que mostraba un celo extraor-
dinario en sus estudios: aprendió las artes y las ciencias que se enseñaban
por entonces, asimiló la ilosofía y la teología, y dominó los idiomas la-
tino, griego y judío. Aproximadamente en el año 590 Isidoro entró en un
monasterio, y después de algún tiempo empezó a ayudar al obispo Lean-
dro en los asuntos eclesiásticos. En el año 599, mientras que su herma-
no mayor estaba enfermo y según la voluntad de éste, Isidoro empezó a
cumplir las funciones de obispo de facto. Tras la muerte de Leandro en
el año 600 Isidoro fue elegido como su sucesor en la silla episcopal y se
convirtió en obispo de Híspalis y metropolita de Bética. En este tiempo

Sancti Isidori Episcopi Hispalensis. De ecclesiasticis oiciis, Turnholti, Brepols, 1989.


[CCSL, vol. 113, 160 p.]
4
«Amador de los Ríos, siguiendo las tendencias del Padre Masdeu y, en general, de
quienes en el siglo XVIII trataban de imponer severa crítica a las fantasías desbordadas
de los Falsos Cronicones niega tan alta condición a Severiano con razones de peso».
L. Araújo-Costa, San Isidoro. Arzobispo de Sevilla, Madrid, CSIC, 1942, pp. 45-46.
5
Véase: J. T. Crouch, «Isidore of Seville, St.», en The New Catholic Encyclopedia
(vol. 7), Detroit, Gale, 2003, pp. 602-605; A. R. Fokin, «Isidoro de Sevilla», en Enci-
clopedia Ortodoxa, (vol. 27), Moscú, 2011, pp. 224-238.
El tratado del obispo Isidoro de Sevilla De ecclesiasticis oicii 119

inició un trabajo a gran escala para crear escuelas eclesiásticas y para la


formación del clero, no sólo en su diócesis sino también en todo el rei-
no visigodo.
Como obispo Isidoro de Sevilla realizó intensas actividades eclesiásti-
cas y estatales. Participó en el trabajo de los concilios eclesiásticos y pre-
sidió dos de ellos (el Concilio de Híspalis en el año 619 y el IV Conci-
lio de Toledo). Los gobernantes seculares, incluyendo los reyes visigo-
dos, consideraban necesario mantener una buena relación con él, y por
ello buscaron su apoyo y consejo a la hora de tomar decisiones políticas
importantes.
San Isidoro murió en Híspalis el 4 de abril de 636 a la edad de apro-
ximadamente 76 años tras una larga enfermedad6. Según las fuentes me-
dievales, en los últimos días de su vida se ocupaba activamente de cari-
dad, recibiendo cada día a numerosos mendigos y pobres en su residen-
cia episcopal. Antes de morir se confesó públicamente, pidió perdón a sus
colaboradores y amigos y ordenó distribuir sus bienes entre los pobres.
Su veneración como santo en el territorio de la Península Ibérica surgió
en época temprana y así se registró en los antiguos calendarios litúrgicos7.

2. Las obras de San Isidoro


La herencia literaria de Isidoro de Sevilla es amplia. Dejó tras de sí
obras enciclopédicas, exegéticas, dogmáticas polémicas, eclesiásticas ca-
nónicas, ascéticas e históricas. Sus trabajos más famosos son Etymolo-
giae sive Origines (“Etimologías u orígenes”), De natura rerum (“Sobre
la naturaleza de las cosas”), De ide catholica contra Iudaeos (“Sobre la
fe católica contra los judíos”), Diferentiae, que consta de dos partes: De
diferentiis verborum y De diferentiis rerum (“Sobre las diferencias de
las palabras” y “Sobre las diferencias de las cosas”), Sententiae (“Sen-
tencias”), así como Chronicon e Historia de regibus Gothorum, Wanda-
lorum et Suevorum (“Crónicas” e “Historia de los reyes godos, vándalos

6
J. T. Crouch, op. cit., p. 603; A. R. Fokin, op. cit., p. 227.
7
La memoria de San Isidoro aparece en la lista del calendario de Córdoba del 961
y en otros manuscritos antiguos del período mozárabe. Véase: M. Férotin, «Étude sur
neuf calendriers mozárabes», en Le Liber Ordinum en usage dans l’église wisigothique
et mozarabe d’Espagne du cinquième au onzième siècle, París, Firmin-Didot, 1904, pp.
450-497 [Codex G].
120 Andrey A. Volkov

y suevos”). Isidoro conocía muy bien las obras de los autores latinos de
diferentes épocas y, gracias a su educación y erudición, está considerado
con justicia como uno de los más grandes cientíicos e intelectuales de la
Alta Edad Media. A menudo ha sido considerado el iniciador del conoci-
miento enciclopédico durante la Edad Media. Dentro de la serie de obras
de San Isidoro, su tratado De ecclesiasticis oiciis es una especie de bre-
ve enciclopedia de liturgia eclesiástica. Esta obra presenta un interés ex-
cepcional para aquellos que desean obtener información sobre la antigua
tradición litúrgica de España de primera mano. Sus informaciones luego
fueron inclusas en los libros sexto y séptimo de las Etimologías.

2.1. Características generales del libro De ecclesiasticis oiciis


El tratado De ecclesiasticis oiciis fue escrito por San Isidoro en su ju-
ventud, mientras estudiaba en la escuela episcopal de la catedral de Sevi-
lla. No es posible establecer el momento preciso de la redacción del tra-
tado, sin embargo se sabe que tuvo en el periodo comprendido entre los
Concilios III y IV de Toledo8. Actualmente la opinión más sólida es la que
lo fecha entre los años 589 y 615. Según el prefacio9, Isidoro comenzó a
trabajar sobre el tratado a petición del obispo Fulgencio, si bien lo más
probable, sin embargo, es que se tratase de su hermano mayor. Fulgencio
se interesó por las informaciones centradas en las fuentes de la tradición
eclesiástica litúrgica así como en los maestros cristianos que los habían
introducido. Como respuesta a estas inquietudes Isidoro escribió una obra
basada, como él mismo airmaba, en los trabajos de los «escritores más
antiguos» a los que incorporó sus propios comentarios. Como reconoce
el autor, un rasgo distintivo de su tratado es su sistematicidad, así como la
concisión en su presentación, «para fortalecer la autoridad de la fe»10. El
lenguaje de la obra es claro y simple, y ése es un rasgo característico de
casi todas sus primeras obras.
La tradición literaria, de la que Isidoro tenía un conocimiento preci-
so, tuvo un impacto notable sobre esa obra. No cabe duda de que él ha-

8
El III Concilio de Toledo tuvo lugar en el año 589, y el IV Concilio de Toledo en
el año 633.
9
Epistola missoria. Patrologia Latina 83, Col. 737.
10
Ibid.
El tratado del obispo Isidoro de Sevilla De ecclesiasticis oicii 121

bía estudiado el tratado de Cicerón De oiciis11, así como la obra homó-


nima del obispo Ambrosio de Milán12. El tratado de Cicerón, que contie-
ne el conjunto de normas éticas necesarias para un noble desempeño de
las obligaciones inherentes al servicio público, fue retomado en su obra
de sermones espirituales por San Ambrosio, que pasó a ocuparse de las
normas necesarias para un cumplimiento digno de las reglas cristianas.
Apropiándose del título De oiciis y añadiendo la especiicación eccle-
siasticiis, Isidoro de Sevilla utilizó ambos tratados como modelo general
para su propio escrito13.
Una de las fuentes principales para Isidoro, como se pone de mani-
iesto al leer la obra, son los textos de la Biblia. El autor emplea la auto-
ridad de la Sagrada Escritura, haciendo referencia tanto al Antiguo como
al Nuevo Testamento y citándolos a menudo. Además de los libros bíbli-
cos, empleó como fuente las obras de escritores cristianos que San Isido-
ro conocía. Pese a que no siempre identiica a determinados autores y a
que tampoco cita sus textos literalmente, en las líneas de su escrito se adi-
vinan inconfundiblemente los pensamientos de Cipriano de Cartago, Je-
rónimo de Estridón, Gregorio Nacianceno, Juan Casiano y otros, y sobre
todo Agustín de Hipona14. Lo más probable es que se tratase de aquellos
escritores cuyos textos pudo leer en la biblioteca de la catedral sevillana
durante sus estudios, trabajos que, según los testimonios de sus biógra-
fos, podía citar de memoria15.
La obra está precedida por un breve mensaje dirigido al obispo Fulgen-
cio. A continuación sigue el primer libro, titulado De origine oiciorum
(“Sobre el origen de los oicios”), compuesto de 45 capítulos. En él, tras
un breve prefacio Isidoro incluye una disertación sobre el templo y el oi-
cio divino, así como sobre otros elementos de los servicios eclesiásticos,
tales como la ronda diaria, el calendario eclesiástico y los ayunos. El se-

11
Vid. Marco Tulio Cicerón, De oiciis, [Ed. de M. Winterbottom] New York, Ty-
pographia Clarendoniano, 1994.
12
San Ambrosio, De Oiciis (2 vols), [Ed., introd., y coment. De I. J. Davidson],
Oxford, Oxford University Press, 2002.
13
J. Pinell, Liturgia hispánica, Barcelona, Centro de Pastoral Litúrgica, 1998, pp.
108-111.
14
Ibid.
15
A. R. Fokin, op. cit., p. 225.
122 Andrey A. Volkov

gundo libro (De origine ministrorum, “Sobre el origen de los ministros”)


consta de 27 capítulos. En general, se dedica a los ministros de la Iglesia
y diferentes grupos de creyentes que participan en el oicio divino. A pri-
mera vista, parece que, dividiendo el tratado en dos libros, el autor que-
ría seguir una de las técnicas clásicas de la retórica, estableciendo dos re-
latos separados, “sobre las cosas” y “sobre las personas” (De rebus y De
personis)16. Sin embargo, a medida que se lee la obra se hace evidente que
San Isidoro no se adhería a este principio de manera demasiado estricta.

2.2. El primer libro del tratado


El relato comienza por explicar lo que signiica la palabra “cristiano”,
así como qué es la Iglesia y por qué se llama Católica (libro I, capítulo 1).
Es obvio que el autor considera necesario, antes de pasar al relato acerca
del servicio divino, dar explicaciones apropiadas sobre la comunidad de
personas que lo celebra. El siguiente capítulo está dedicado al templo en
el sentido bíblico (I, 2).
A continuación, se trata del coro como un grupo de cantantes eclesiás-
ticos (I, 3). El autor remite al lector a los episodios de la historia sagrada
y sobre todo al pasaje bíblico en el que Moisés cruzó el Mar Rojo duran-
te el éxodo de los judíos de Egipto. Después del relato sobre los cantantes
sigue una explicación sobre los tipos de cantos. Isidoro establece varias
distinciones al respecto, y habla de “cantos”, “salmos”, “himnos”, “antí-
fonas”, “oraciones” y “responsorios” (I, 4-9). En esos capítulos no se li-
mita a los ejemplos de la Sagrada Escritura y recurre al testimonio de la
tradición eclesiástica antigua. En su disquisición sobre los salmos, Isido-
ro menciona a San Agustín, por primera vez, reiriéndose directamente a
sus Confesiones. En el capítulo sobre los “himnos” menciona a los obis-
pos Hilario de Poitiers y Ambrosio de Milán. Luego demuestra su cono-
cimiento de los orígenes del canto antifonal entre los griegos y latinos,
y profundiza en el método de interpretación responsorial. La institución
de la oración eclesiástica, según Isidoro, se remonta directamente hasta
Cristo, indicando cómo Él enseñó a sus discípulos a la oración del Padre
nuestro, tal y como aparece en Mateo 6,9-13 y Lucas 11, 2-4).
En los siguientes tres capítulos se ocupa de la Sagrada Escritura (I, 10-
12). Isidoro escribe sobre la lectura pública de los libros bíblicos durante

16
J. Pinell, op. cit., p. 109.
El tratado del obispo Isidoro de Sevilla De ecclesiasticis oicii 123

el oicio divino, sobre la división entre el Nuevo Testamento y el Antiguo


Testamento y sobre los autores bíblicos. Aquí mismo se reiere a la cues-
tión del canon de la Sagrada Escritura. Hablando sobre la Biblia, San Isi-
doro da en estos capítulos explicaciones mucho más detalladas de los que
daba en el inicio del libro.
Después de ampliar el tema de la Sagrada Escritura, Isidoro de Sevi-
lla vuelve a la práctica litúrgica. El capítulo que sigue se llama De laudi-
bus (“Sobre las alabanzas”; I, 13). De hecho, es el primer capítulo donde
el autor se reiere directamente a la tradición litúrgica de la antigua Igle-
sia Española17. Después de presentar algunas cuestiones generales asocia-
das a los cantos de alabanza, así como de explicar el sentido que tiene can-
tar “Aleluya”, pasa a ocuparse de ritos litúrgicos especíicos. Haciendo re-
ferencia al canto de alabanza en la tradición litúrgica de África del Nor-
te, habla del canto utilizado en la misa del rito español contemporáneo a
él. Isidoro indica que cantar alabanza con “Aleluya” durante todo el tiem-
po del año, excepto durante la Cuaresma, es una antigua tradición espa-
ñola18. Precisa también la estructura del canto laudatorio: la proclamación
“Aleluya” es precedida de un verso sálmico19. Este testimonio de Isidoro
de Sevilla se corresponde con el contenido de los libros litúrgicos conser-

17
Hay que llamar la atención sobre el hecho de que la secuencia de los primeros capí-
tulos de la obra (4-12) en general corresponde a la estructura de la Eucaristía española, a
pesar de que en ellos no se trata directamente del servicio divino de la antigua España. En
los libros litúrgicos del rito hispano-mozárabe el acto de la misa empieza comienza con el
canto de la antífona de los salmos, y luego se canta el himno Gloria, al que sigue la ora-
ción, y a continuación se lee la Sagrada Escritura (libros del Antiguo y Nuevo Testamen-
to), que se acompaña por la interpretación de los cantos bíblicos y salmos. Después de la
lectura del Evangelio sigue un canon laudatorio con el canto del Aleluya, como escribe
San Isidoro en el capítulo 13. Para profundizar en la estructura y el contenido de la misa
del rito hispano-mozárabe véase: J. M. Sierra, «Estructura de la Misa y del Oicio hispa-
nos», en J. M. Ferrer Grenesche, (Dir.), Curso de liturgia hispano-mozárabe, Toledo,
Instituto Teológico San Ildefonso, 1995, pp. 35-49;: Andrey Volkov, «Чинопоследова-
ние литургии оглашенных по печатному мосарабскому миссалу 1500 г.», Религио-
ведение. Благовещенск 1 (2015) 3-14. [«La secuencia de la liturgia de los catecúmenos
en el misal mozárabe», en Religiovedenie, 1 (Blagoveshchensk, 2015), pp. 3-14]
18
«Verumtamen apud nos secundum antiquam Hispaniarum traditionem praeter dies
jejuniorum, vel Quadragesimae omni tempore cantatur Alleluia», Patrologia Latina, 83,
col. 751.
19
«Quod vero post consummatam psalmorum, sive lectionum praedicationem Alle-
luia in ine cantatur». Ibid.
124 Andrey A. Volkov

vados del rito hispano-mozárabe. Precisamente se llamará Laudes al can-


to que se interpreta durante la misa tras la lectura de la Sagrada Escritura20.
A continuación Isidoro se ocupa de la presentación de las ofrendas (I,
14). En su obra él no dice directamente que la presentación siga al canto
de Laudes. Sin embargo en el libro situó los capítulos de tal manera que la
secuencia de temas presentados coincide con la secuencia de los elemen-
tos correspondientes al servicio eucarístico. Eso se conirma por el texto
posterior, en el que describe las oraciones que siguen a la presentación de
las ofrendas en el orden en que se celebran durante la misa.
La parte siguiente de la obra de Isidoro constituye uno de los más im-
portantes testimonios litúrgicos de San Isidoro de Sevilla. Se trata del ca-
pítulo titulado De missa et orationibus (“Sobre la misa y las oraciones”;
I, 15). En el mismo, y de manera sucesiva, se describen una tras otra las
siete oraciones que constituyen la parte más importante de la liturgia de
los ieles. La primera se llama oratio admonitionis y su signiicado era el
de exhortar al pueblo a la oración. Luego sigue la invocación a Dios para
que acepte las oraciones y las ofrendas. La tercera es la oración por los vi-
vos que han realizado las ofrendas y por los difuntos. La cuarta es la ora-
ción por la reconciliación antes del saludo de la paz. La quinta oración se
llama “plegaria para la santiicación de las ofrendas”. Partiendo de la es-
tructura de esta parte de la misa, que conocemos a través de los manus-
critos litúrgicos, se puede entender que se trata de la primera oración de
la anáfora. Pero a continuación Isidoro introduce el canto Hosanna in ex-
celsis, por lo que se pone de maniiesto que la quinta oración en realidad
incluye dos elementos de la anáfora (o incluso tres, si tiene en cuenta la
Oratio post Sanctus). La sexta oración fue llamada por el autor conirma-
tio sacramenti (“conirmación del sacramento”). En ella el sacerdote pide
que «la ofrenda santiicada por el Espíritu Santo se convierta en el Cuer-
po y la Sangre de Cristo»21. Por último Isidoro se centra en la oración del
Padre nuestro y explica su contenido.

20
Esta colocación del canto está atestiguada en todos los manuscritos y ediciones im-
presas de los libros litúrgicos del rito hispano-mozárabe. La estructura del canto en los
libros litúrgicos coincide también con la descripción de San Isidoro: consta de un verso
sálmico y del estribillo Aleluya. Para más detalles, véase Andrey Volkov, op. cit., p. 8.
21
«Porro sexta exhinc succedit conirmatio [conformatio] sacramenti, ut obla-
tio, quae Deo ofertur, sanctiicata per Spiritum sanctum, Christi corpori ac sanguini
conirmetur [conformetur]». Patrologia Latina, 83, col. 753. Estas palabras de San
El tratado del obispo Isidoro de Sevilla De ecclesiasticis oicii 125

El capítulo De missa et orationibus es el más antiguo testimonio don-


de de manera clara y consistente se trata de la estructura de la parte central
del servicio eucarístico del rito hispano-mozárabe. Si conectamos este ca-
pítulo con los anteriores y lo complementamos con los dos capítulos sub-
siguientes, podremos ver de hecho un orden de la misa que se ajusta con el
que conocemos a través de los libros litúrgicos posteriores. Si nos centra-
mos en los elementos más importantes es interesante observar que Isidoro
de Sevilla no menciona la Institutio, el relato de la Última Cena en la aná-
fora. Sin embargo, esto se puede explicar fácilmente si se tiene en cuen-
ta que el autor se ocupaba en su escrito únicamente de las partes variables
del oicio divino. En este caso, la mención del canto Hosanna in excelsis
puede interpretarse como una indicación de la oración variable después
del himno Sanctus, mientras que la mención del Padre nuestro indicaría un
embolismo variable antes de la oración del Señor (en latín Ad orationem
Dominicam). Si a esto añadimos la bendición, de la cual tratará en el capí-
tulo 17, obtenemos nueve elementos variables del servicio eucarístico que
por primera vez son documentados en los formularios de misas del oracio-
nal visigótico y que se repiten en el Liber missarum español22:

Isidorus Missa
Oración de exhortación Oratio
Segunda oración Alia oratio
Oración por los ieles, vivos y difuntos Post nomina
Oración de reconciliación antes del saludo de Ad pacem
la paz
Ofrenda (primera oración de la anáfora) Inlatio
Oración del himno Sanctus Post Sanctus
Oración para la transformación de las ofren- Post pridie
das
Oración del Padre nuestro Ad orationem Dominicam
Bendición Benedictio

Isidoro constituyen uno de los más antiguos testimonios en la Iglesia Occidental de la


presencia en la tradición latina de una oración eucarística que incluye una epíclesis.
22
El Liber missarum es un sacramentario hispano-mozárabe. Se conservó un ma-
nuscrito casi completo de este libro litúrgico que actualmente está en la Biblioteca Ca-
pitular de Toledo (BCT, Ms. 35.3). Hay una edición moderna realizada por J. Janini: Li-
ber missarum de Toledo y libros místicos, (2 VOLS.), Toledo, Instituto Teológico San
Ildefonso, 1982.
126 Andrey A. Volkov

Después del capítulo De missa et orationibus siguen los capítulos so-


bre el Credo (I, 16) y las bendiciones (I, 17). Pese a que Isidoro llama el
credo “niceno”, el III Concilio de Toledo (589) decidió que después del
oicio divino debía leerse el credo constantinopolitano. Al referirse a la
bendición, San Isidoro airma la necesidad de una oración de tres piezas,
argumentándola con la autoridad de la Sagrada Escritura. Es interesante
comprobar que la bendición contenida en los libros litúrgicos, que debe
pronunciarse antes de la eucaristía, tiene una estructura de precisamente
tres piezas. La serie de capítulos dedicados a la misa se concluye con una
larga exposición sobre el valor sacriicial de la Eucaristía (I, 18).
Después de eso Isidoro de Sevilla se ocupa de las cuestiones del ser-
vicio diario. El tratado continua con cinco capítulos (I, 19-23) dedicados
a los oicios de las horas tercera, sexta y nona, vísperas, completas, vigi-
lia y maitines. Cada uno de ellos contiene información general sobre cada
servicio, describe su contenido y signiicado, y también se apoya en citas
de la Biblia y de la Tradición de la Iglesia. En el capítulo sobre el servicio
matutino Isidoro hace referencia al relato de Juan Casiano sobre el servi-
cio divino en el monasterio de Belén.
Siguen otros capítulos relativos al tiempo litúrgico. Los primeros de
ellos están dedicados a los días del domingo y el sábado (I, 24-25). A con-
tinuación se describen las iestas de la Navidad de Cristo y la Epifanía (I,
26-27). El periodo de la Cuaresma está representado por el Domingo de
Ramos (I, 28), el Jueves Santo de la Cena del Señor (I, 29), el Viernes
Santo (I, 30) y el Sábado Santo (I, 31). Hablando del tiempo de Pascua,
Isidoro trata el oicio divino en el mismo día de la Resurrección de Cristo,
así como de la Ascensión y Pentecostés (I, 32-34). El relato sobre el año
litúrgico acaba con los capítulos dedicados a las memorias de los márti-
res y iestas de la consagración del templo (I, 35-36).
En la conclusión del primero libro Isidoro de Sevilla aborda cuestio-
nes relativas al ayuno cristiano y al tiempo establecido para la abstinen-
cia. En esta parte del tratado trata de la Cuaresma (I, 37), del ayuno de
Pentecostés (I, 38), del ayuno de septiembre (I, 39), y del de las calendas
de noviembre y enero (I, 40-41). Los capítulos 42-44 están dedicados a la
costumbre de ayunar tres días y a la abstinencia en otro tiempo, así como
a las diferencias que se observan en diversas Iglesias locales. El último
capítulo del primer libro contiene los razonamientos de San Isidoro sobre
el consumo de la carne y pescado (I, 45).
El tratado del obispo Isidoro de Sevilla De ecclesiasticis oicii 127

2.3. El segundo libro


El segundo libro del tratado, como se ha dicho anteriormente, está de-
dicado a los ministros y de la Iglesia. Consta de un menor número de ca-
pítulos, aunque la extensión de muchos de ellos es superior a la de los ca-
pítulos del primer libro. Probablemente, el segundo libro fue escrito más
tarde y no estaba destinado al obispo Fulgencio. Se cree que el escrito De
ecclesiasticis oiciis pudo circular tanto íntegramente como bajo la for-
ma de dos libros separados.
Esta parte del tratado contiene mucho menos informaciones sobre el
oicio divino. El contenido principal de la obra es el relato sobre los ran-
gos jerárquicos, responsabilidades y tareas del clero, así como los dife-
rentes grupos de creyentes y sacramentos cristianos. El libro empieza con
los capítulos sobre los clérigos (II, 1-3), sobre la tonsura (II, 4), sobre los
sacerdotes y los clérigos y sus rangos: obispo, corobispo, presbítero, diá-
cono, custodio, subdiácono, lector, salmista, exorcista, acólito y sacristán
(II, 5-15). Luego se ocupa de los monjes, penitentes, vírgenes, viudos,
casados, catecúmenos y de los que se preparan para el bautismo (II, 16-
22). Siguen otros capítulos sobre el Credo y la regla de fe en relación con
aquellos que quieren convertirse en miembros de la Iglesia (II, 23-24). El
libro inaliza con una exposición sobre los sacramentos eclesiásticos, en-
tre los cuales se distinguen el Bautismo (II, 25), la Conirmación (II, 26)
y la Ordenación (II, 27).
Desde el punto de vista de la historia del servicio divino lo más valio-
so es el testimonio de Isidoro de Sevilla sobre el sacramento de Bautis-
mo y lo que le precede. Si reunimos los capítulos 21-25 del segundo libro
con el contenido del capítulo 28 del primer libro, obtenemos una infor-
mación coherente sobre la práctica del bautismo en el tiempo de San Isi-
doro. Sobre todo, se pone de maniiesto que los catecúmenos pasaban a
través de dos etapas de catecumenado: la primera estaba asociado con la
admisión de los catecúmenos, y la segunda con la preparación inmediata
al Bautismo (que son llamados “competentes”23). Durante el catecume-
nado se pronunciaban exorcismos, se consagraba la sal y se hacía la un-
ción con aceite. En el Domingo de Ramos (la iesta de la Entrada del Se-

23
Se puede establecer una analogía con la tradición eclesiástica bizantina, donde
también existía la segunda etapa del catecumenado. Las huellas de esta práctica son to-
davía visibles en el oicio divino del rito bizantino durante la Cuaresma, cuando se reci-
tan oraciones especiales para «los que se preparan para la ilustración».
128 Andrey A. Volkov

ñor en Jerusalén) se realizaba el ritual de la transmisión del símbolo (en


latín traditio symboli) y el lavado de la cabeza. El ritual de Bautismo in-
cluía el acto de la renuncia a Satanás, la confesión de fe y la inmersión en
la fuente bautismal a través de escalones (tres escalones abajo y tres es-
calones arriba). Después de la lectura de la fórmula trinitaria el bautiza-
do salía de la fuente y se realizaba la unción con aceite y la imposición de
manos. Del texto se puede deducir que en el bautismo se practicaba una
sola inmersión, lo cual parece coincidir con las evidencias de otros escri-
tores eclesiásticos y las resoluciones de los antiguos Concilios españoles.
El ritual se realizaba por un obispo24.

Conclusión
En líneas generales puede airmarse que este tratado es una especie de
“manual de la liturgia” medieval, aunque a menudo su contenido es con-
fuso y no siempre consistente. Su inalidad primordial era servir de guía
breve de los servicios y elementos principales del oicio divino, de las
personas que lo realizaban, así como para dar validez bíblica e histórica a
la práctica litúrgica. La obra de Isidoro de Sevilla no da una información
completa sobre todas las cuestiones del oicio divino, ya que menudo se
trata de una exposición de carácter general, pero debido al hecho de que
no se han conservado los libros litúrgicos visigóticos de aquel período,
De ecclesiasticis oiciis de San Isidoro de Sevilla es una fuente indispen-
sable para estudiar la tradición antigua. Además de este tratado y de algu-
nos cánones de los Concilios eclesiásticos de la España visigoda, los in-
vestigadores no disponen de otros testimonios sobre el servicio divino de
este periodo en el territorio de la Península Ibérica. Los más valiosos son
los capítulos 13-17 del primer libro, que revelan el contenido y explican
la estructura del servicio eucarístico en el rito hispano-mozárabe de ina-
les del siglo VI o principios del siglo VII. En cuanto al segundo libro hay
que destacar la información sobre los sacramentos, sobre todo el Bautis-
mo y cuestiones relativas al mismo, contenida en los capítulos 21-25.
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24
Acerca del del catecumenado y bautismo en la España antigua, véase el capítulo
sobre el Ordo Baptismi en J. Pinell, Liturgia hispánica..., pp. 256-257; Ibid., pp. 282-
321; en ruso: A.Tkachenko, «Rito hispano-mozárabe», en Enciclopedia Ortodoxa,
(vol. 27), Moscú, 2011, pp. 590-591.

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