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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

LA EXPIACIÓN DE
JESUCRISTO
EN EL JARDÍN DE
GETSEMANÍ

Por
Raúl E. Fuentes Díaz
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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Nota al lector: Antes de presentar a su consideración el presente


trabajo, es necesario dejar claramente establecido que esta obra
no cuenta con la debida autorización de La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días y no representan
necesariamente la postura de la Iglesia. Asumo la
responsabilidad total solamente por la recopilación de esta obra.
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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Por
Raúl E. Fuentes Díaz

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

LA EXPIACIÓN DE
JESUCRISTO
EN EL JARDÍN DE
GETSEMANÍ

Por
Raúl E. Fuentes Díaz

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Dedicado a mis hijos


Saríah, Jared y Benjamín

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

PREFACIO

Jesucristo fue la única persona capaz de llevar a cabo la


Expiación por toda la humanidad. Gracias a Su Expiación, todas
las personas resucitarán y quienes hayan obedecido Su
Evangelio recibirán el don de la vida eterna con Dios.

La Expiación de Jesucristo nos da la oportunidad de superar la


muerte espiritual que viene como resultado del pecado y, al
efectuar y guardar convenios sagrados, obtener las bendiciones
de la vida eterna.

El sacrificio Expiatorio de Jesús se realizó en el jardín de


Getsemaní y en la cruz del Calvario. En Getsemaní, se sometió a
la voluntad del Padre y comenzó a tomar sobre Sí los pecados de
todas las personas. Él nos ha revelado algo de lo que
experimentó al pagar el precio de nuestros pecados.

En la cruz, permitió que le sobreviniera la muerte. Después, Su


cuerpo fue puesto en un sepulcro hasta que resucitó y llegó a ser
las ―primicias de los que durmieron‖. Mediante Su muerte y Su
resurrección, Él venció la muerte física por todos nosotros.

La Expiación de Jesucristo, el mayor acontecimiento que jamás


haya ocurrido, hace posible que todas las personas reciban el
perdón de sus pecados y moren con el Padre Celestial y
Jesucristo por toda la eternidad. Debido a que la Expiación hizo
necesario que Jesucristo sufriera de infinitas maneras, Él tiene
una empatía perfecta por cada uno de nosotros.

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

INDICE

1. Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor.........................18


2. La realidad del Cristo resucitado....................................33
3. La divina misión de Cristo sobre la tierra.......................39
4. Jesucristo el Primgenito hijo de Dios.............................45
5. El hijo Unigénito de Dios vino a la tierra.......................51
6. El acto supremo de caridad realizado por Jesucristo......61
7. Jesús no ha muerto..........................................................74
8. La naturaleza divina de Jesucristo..................................82
9. Jesucristo un ser infinito y eterno...................................90
10. La gracia del Salvador nos bendice................................98
11. La expiación de Jesucristo prevalecerá........................110
12. Jesucristo escogido y preordenado...............................114
13. Por medio de la expiación somos perdonados..............121
14. El plan de misericordia.................................................129
15. Jesucristo el autor de eterna salvación..........................135
16. El ungido hijo de Dios padece en el Gólgota...............140
17. La naturaleza divina del Unigénito..............................144
18. Jesús el Mesias esperado..............................................146
19. El grandioso y supremo sacrificio de Cristo..................149
20. Las dimensiones de la expiación...................................155
21. La Divinidad del Mesias prometido..............................160
22. El plan divino de la crucifixión.....................................171

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

23. El plan de salvación.......................................................178


24. La gozasa mañana de la resurrección............................186
25. La vital importancia de la resurrección........................196
26. La agonía en el jardín de Getsemaní.............................202
27. Jesús se levantó como un ser resucitado.......................212
28.Los profetas testifican de la expiación..........................218
29. Bibliografia...................................................................228

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 1

JESUCRISTO, NUESTRO
SALVADOR Y REDENTOR

"De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo


Unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna" (Juan 3:16.)

El Evangelio de Cristo "es poder de Dios para salvación de todo


aquel que cree" (Romanos 1:16.);

Y que la obra de Cristo y su gloria es, según sus propias


palabras:

"Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre."


(Moisés 1:39)

Que podamos entender el significado de este pasaje bíblico:

"Yo sé que mi Redentor vive." (Job 19:25.)

Debido a la gran duda que existe en el mundo respecto a la


existencia de Dios y su Hijo Jesucristo, duda que ha sido vertida
por hombres de influencia, incluyendo ministros del Evangelio,
algunos de nuestros jóvenes están haciendo preguntas como
éstas: ¿Fue efectivamente Jesucristo el Hijo de Dios? ¿Fue
crucificado y resucitó literalmente? ¿Es el Evangelio algo más
que un código de normas morales?

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Antes de analizar estas preguntas, quisiera subrayar el hecho de


que aquellos que dudan de la existencia y el poder de Dios y su
Hijo, y del propósito de la misión de Jesucristo sobre la tierra,
aceptan sin lugar a dudas el hecho de que el hombre, no obstante
su limitada capacidad, puede poner en el espacio objetos
inanimados y mantenerse en contacto con ellos, recibiendo y
enviando mensajes bajo un control casi perfecto, y que dirigen
sus rutas aún hasta el punto de haber logrado tocar la luna. Sin
embargo, esas mismas personas dudan que Dios, el Creador de
todas las cosas, pueda hablar con el hombre, y que las oraciones
puedan ser y sean por lo regular contestadas.

Las escrituras nos hablan extensamente acerca de la venida de


Jesucristo, de su misión, crucifixión y resurrección, del mensaje
de amor y paz, y del Plan de Salvación que trajo a este mundo.
Pero no todas las Escrituras que nosotros actualmente tenemos
son aceptadas por toda la gente de este mundo; el Antiguo
testamento es aceptado por los judíos como la palabra de Dios, y
tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son aceptados por
los católicos y protestantes como la palabra de Dios.

Los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los


Ultimos Días, aceptan el Antiguo Testamento, el Nuevo
Testamento, y también el Libro de Mormón como la palabra de
Dios: además las Doctrinas y Convenios y la Perla de Gran
Precio; todos estos son los libros canónicos de Iglesia. No existe
conflicto entre las enseñanzas del Antiguo y Nuevo
Testamentos, de la Biblia y el Libro de Mormón, de las
Doctrinas y Convenios y la Perla de Gran Precio, todos ellos
contienen el mensaje del Evangelio tal como fue declarado por
Dios a sus profetas desde Adán hasta José Smith, y por
Jesucristo mismo cuando visitó personalmente tanto el Antiguo
como el Nuevo Continente. Es mi intención citar algunas de las
escrituras que nos proporcionan evidencias irrefutables y que nos

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

dan testimonio de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y el


Salvador del mundo.

Una de las pruebas más grandes de que El es el Hijo de Dios y


de que fue elegido para ser el Salvador del mundo, es el hecho
de que su nacimiento y misión fueron predichas sobre la tierra
muchos siglos antes de su cumplimiento. Este acontecimiento
fue visto y predicho por Adán, Enoc, Moisés, Job, David,
Zacarías, Isaías, Miqueas, Lehi, Nefi, Jacob, el Rey Benjamín,
Alma, Abinadí, Samuel y muchos otros, incluyendo María, la
madre de Jesús.

Moisés dice que después que Adán y Eva su esposa, fueron


arrojados del Jardín del Edén al mundo triste y solitario,
invocaron el nombre del Señor y le ofrecieron sacrificios:

"Y después de muchos días, un ángel del Señor se apareció a


Adán y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le
contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó.

Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una semejanza del


sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es lleno de gracia y
de verdad.

Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el nombre del


Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo
para siempre jamás.

Y en ese día descendió sobre Adán el Espíritu Santo, que da


testimonio del Padre y del Hijo, diciendo: Soy el Unigénito del
Padre desde el principio, desde ahora y para siempre, para que
así como has caído puedas ser redimido; y también todo el
género humano, sí, cuantos quieran. (Moisés 5:6-9)

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Y así se empezó a predicar el evangelio desde el principio,


siendo declarado por santos ángeles enviados de la presencia de
Dios, y por su propia voz, y por el don del Espíritu Santo."
(Moisés 5:58.)

Desde entonces esta información ha venido siendo transmitida


de padres a hijos, y por lo tanto, la familia humana, así paganos
como cristianos, han conservado una vaga esperanza acerca de la
venida de un cierto Dios y Salvador que los redima de los males
de la mortalidad. Por causa de la apostasía y las falsas
enseñanzas, los hombres han tergiversado las ideas y creencias
acerca de Jesús el Cristo; a pesar de eso y debido al interés que
Dios tiene en ayudar al hombre a lograr la inmortalidad y vida
eterna, ha creído conveniente enseñar a su pueblo a través de sus
profetas escogidos en las diferentes dispensaciones, que Jesús es
el Cristo y que sólo en El y por medio de El podrán obtener su
salvación. Enoc vió la venida del Hijo del Hombre, aún en la
carne y vió que levantaban al Hijo del Hombre sobre la cruz a la
manera de los hombres y al Hijo del Hombre ascender al Padre.

“. . . Enoc vio el día de la venida del Hijo del Hombre en la


carne; y se regocijó su alma, y dijo: El Justo es levantado, y
muerto es el Cordero desde la fundación del mundo; y por
medio de la fe estoy en el seno del Padre, y he aquí, Sion está
conmigo.” (Moisés 7:47-49.)

No es posible citar más que algunas de las visiones y profecías


acerca de la venida del Salvador: setecientos años antes de que
Jesús naciese, Isaías pronunció esta profecía:

"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado


estará sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable,
Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz (Isaías
9:6.)

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

También profetizó que Jesucristo nacería de una virgen, que


sería despreciado y desechado por los hombres, que iría como un
cordero al matadero, que intercedería por los transgresores, y
agrega:

"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros


dolores, y nosotros le tuvimos por azotado, herido por Dios y
afligido." (Isaías 53:4-12.)

En el Libro de Mormón encontramos que, a partir del año 600


antes de Cristo hasta el tiempo de su nacimiento, muchos
profetas americanos, desde Lehi hasta Samuel el Lamanita,
profetizaron que El nacería de una virgen, y que era el Hijo
Unigénito de Dios en la carne, que sanaría a los enfermos y
bendeciría a los pobres, que enseñaría entre el pueblo con poder
y gloria, que seria juzgado y crucificado por los hombres; y que
todo aquel que creyere en El tendría vida eterna.

"Y si creéis en su nombre, os arrepentiréis de todos vuestros


pecados, para que de ese modo logréis una remisión de ellos por
medio de los méritos de él." (Helamán 14:13.)

En el libro de Lucas está registrado, que el ángel le dijo a María:

"Y he aquí, concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y


llamarás su nombre JESÚS.

Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor


Dios le dará el trono de David, su padre.

Y reinará en la casa de Jacob para siempre, y de su reino no


habrá fin." (Lucas·1:31-33.)

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Muchos se preguntan sorprendidos por qué los pastores y los


Reyes Magos estaban a la expectativa y cómo fue que
reconocieron la señal que anunció el nacimiento del Salvador.
Ellos aguardaban la aparición de una nueva estrella, esta señal y
otras más habían sido dadas por los profetas antiguos, y todos
aquellos que estudiaron dichas profecías, estaban preparados
para reconocerlas cuando se presentaran; qué cosa tan
conmovedora es conocer, tal como la registra el evangelio de
San Mateo, la historía de los Reyes Magos quienes venían del
Oriente siguiendo la estrella, y habiendo llegado a Jerusalén
preguntaron:

". . . ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque su


estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle." (Mateo
2:2.)

Se les dijo que fuesen a Belén donde debía de nacer tal como lo
había predicho el Profeta Miqueas. Efectivamente, cuando
llegaron a Belén encontraron al niño con su madre, María, y
postrándose, le adoraron.

Las Escrituras mencionadas, son testimonios de aquellos a


quienes les fue declarado por ángeles o por Dios mismo, muchos
años antes del nacimiento de Jesús, que El era el Hijo de Dios,
que vendría y moraría entre los hombres, que sería crucificado y
resucitaría, y que todo esto sucedería para la salvación de la
humanidad.

Muchos de los que convivieron con El mientras estuvo en la


tierra, nos dejaron su testimonio de que El es el Hijo de Dios; y
más aún, el Nuevo Testamento nos da una hermosa y brillante
historia de la vida mortal de Jesús, de su mensaje de amor y
salvación y también de su crucifixión y resurrección.

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Tenemos también el testimonio del apóstol Pedro registrado en


el Evangelio de San Mateo, cuando Cristo dirigiéndose a sus
discipúlos, les dijo:

". . . Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del


Dios viviente!

Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres,


Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre,
sino mi Padre que está en los cielos." (Mateo 16:15-17.)

Imaginen al apóstol Pablo cuando fue presentado encadenado


ante el rey Agripa para ser juzgado y sin miedo y con plena
convicción se defendió a sí mismo, confesó que había
perseguido a los cristianos, y que cuando eran condenados a
muerte, consentía en ello, y aún más, daba su voto. Luego relató
la visión que recibió mientras se dirigía a Damasco persiguiendo
a los santos, diciendo:

"Cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del


cielo que sobrepujaba al resplandor del sol, la cual me rodeó a
mí y a los que iban conmigo.

Y habiendo caído todos nosotros a tierra, oí una voz que me


hablaba y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué ame
persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.

Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy


Jesús, a quien tú persigues." (Hechos 26:13-15.)

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Entonces Pablo dió testimonio de que fue enviado a declarar a la


gente que Cristo le había aparecido, y exhortarlos a convertirse y
a hacer obras dignas de arrepentimiento, y añadió:

"Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo,


intentaron matarme." (Hechos 26:21.)

Y continuando con su propia defensa, agregó:

"¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? ¡Yo sé que crees!

Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a


hacerme cristiano.

Y Pablo dijo: ¡Quiera Dios que por poco o por mucho, no


solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis
hechos como yo soy, excepto estas cadenas!" (Hechos 26:27-29.)

Luego que fue puesto en libertad, Pablo continuó predicando,


dando su testimonio a los romanos, a los corintios, a los efesios
y a muchos otros pueblos, de que Jesús le había aparecido y le
había instruído, y que El era el Cristo y el Salvador del mundo.

Permítaseme ahora referirme al hermoso Sermón del Monte


pronunciado por Jesucristo mismo, en el cual amonestó a la
humanidad en la manera siguiente:

"Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y


todas estas cosas os serán añadidas." (Mateo 6:33.)

Y continuó diciendo:

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los


cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos." (Mateo 7:21.)

Otro testimonio conmovedor del amor de Cristo dado mientras


agonizaba en la cruz, se encuentra en estas palabras:

"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (Lucas


23:34.)

Y cuando uno de los ladrones le dijo:

". . . Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás


conmigo en el paraíso." ( Lucas 23:42-43.)

Finalmente Jesús clamando a gran voz, dijo:

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho


esto, expiró." (Lucas 23:46.)

En la madrugada del domingo siguiente a su crucifixión, la


devota María Magdalena y la otra María vinieron al sepulcro, y
el ángel que había removido la piedra les dijo:

"Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis


vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue
crucificado.

No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el


lugar donde fue puesto el Señor.

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre


los muertos; y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le
veréis. He aquí, os lo he dicho." (Mateo 28:5-7.)

Los discípulos se hallaban congregados discutiendo si


verdaderamente el Señor habría resucitado y aparecido a Simón
Pedro.

Y mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en


medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros.

Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían


un espíritu.

Mas él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y surgen dudas en


vuestros corazones?

Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved,
porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo
tengo.

Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies." (Lucas 24:36-
40.)

Tomás, quien no estaba presente, no creyó que Jesús les había


aparecido, pero ocho días después Jesús volvió a aparecer a sus
discípulos y Tomás estaba entre ellos y le dijo:

". . . Pon aquí tu dedo y mira mis manos; y acerca acá tu mano
y ponla en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, has creído;


bienaventurados los que no vieron y creyeron.

Y también hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus


discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su
nombre." (Juan 20:27-31.)

Habiendo Jesús hablado a sus apóstoles y mientras ellos le


contemplaban:

". . . fue alzado; y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.

Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entretanto que él


se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones vestidos de
blanco,

Los que también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis
mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de
entre vosotros arriba al cielo, así vendrá como le habéis visto ir
al cielo." (Hechos l: 10-11.)

En el Libro de Mormón encontramos otros testimonios de que


Jesucristo apareció después de su resurrección a los habitantes
del continente americano, y la multitud oyó una voz que decía:

“He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he


glorificado mi nombre: a él oíd.

Y aconteció que al entender, dirigieron la vista hacia el cielo


otra vez; y he aquí, vieron a un Hombre que descendía del cielo;
y estaba vestido con una túnica blanca; y descendió y se puso en

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

medio de ellos. Y los ojos de toda la multitud se fijaron en él, y


no se atrevieron a abrir la boca, ni siquiera el uno al otro, y no
sabían lo que significaba, porque suponían que era un ángel que
se les había aparecido.

Y aconteció que extendió la mano, y habló al pueblo, diciendo:

He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que


vendría al mundo." (3 Nefi 11:7-10.)

Y ocurrió que les habló el Señor, diciendo:

Levantaos y venid a mí, para que metáis vuestras manos en mi


costado, y para que también palpéis las marcas de los clavos en
mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy el Dios de
Israel, y el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los
pecados del mundo.

Y aconteció que los de la multitud se adelantaron y metieron las


manos en su costado, y palparon las marcas de los clavos en sus
manos y en sus pies; y esto hicieron, yendo uno por uno, hasta
que todos hubieron llegado; y vieron con los ojos y palparon
con las manos, y supieron con certeza, y dieron testimonio de
que era él, de quien habían escrito los profetas que había de
venir. (3 Nefi 11:13-15.)

Estos testimonios fueron dados por hombres rectos, quienes no


tenian ninguna necesidad de mentir, engañar o embaucar al
pueblo, y quienes al contrario, continuaron testificando que
habían visto a Jesucristo antes, durante y después de su
crucifixión y resurrección. Estos testimonios son acerca del
Señor resucitado; no son del Maestro Jesús, no de Jesús de
Nazaret, sino del Señor Jesús, del Redentor de la humanidad.

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

¿Por qué los hombres del mundo dudan de la veracidad


irrefutable de los testimonios declarados por estos grandes
profetas, privándose a sí mismo y a sus familias de la guía del
Espíritu del Señor? Os exhorto a vosotros, los que tenéis dudas,
a seguir la admonición de Moroni a que:

"Preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si


no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón
sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os
manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo."
(Moroni 10:4.)

Uno de los testimonios más sobresalientes de todas las épocas,


acerca de la divinidad de Jesucristo, es el que fue dado por el
profeta José Smith; en nuestra dispensación, hace más o menos
unos doscientos años, cuando este joven se dirigió a una
arboleda y allí humildemente preguntó a Dios el Padre a qué
Iglesia debía unirse. Escuchemos su experiencia a través de sus
propias palabras:

". . . Me arrodillé y empecé a elevar a Dios el deseo de mi


corazón. Apenas lo hube hecho, cuando súbitamente se apoderó
de mí una fuerza que me dominó por completo, y surtió tan
asombrosa influencia en mí, que se me trabó la lengua, de modo
que no pude hablar. Una densa obscuridad se formó alrededor
de mí, y por un momento me pareció que estaba destinado a una
destrucción repentina.

Mas esforzándome con todo mi aliento por pedirle a Dios que


me librara del poder de este enemigo que se había apoderado de
mí, y en el momento en que estaba para hundirme en la
desesperación y entregarme a la destrucción —no a una ruina
imaginaria, sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible
que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo nunca había

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

sentido en ningún otro ser— precisamente en este momento de


tan grande alarma vi una columna de luz, más brillante que el
sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente
descendió hasta descansar sobre mí.

No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había


sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a
dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción.
Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo,
señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!

Había sido mi objeto recurrir al Señor para saber cuál de todas


las sectas era la verdadera, a fin de saber a cuál unirme. Por
tanto, luego que me hube recobrado lo suficiente para poder
hablar, pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba
de mí, cuál de todas las sectas era la verdadera (porque hasta
ese momento nunca se me había ocurrido pensar que todas
estuvieran en error), y a cuál debía unirme.

Se me contestó que no debía unirme a ninguna, porque todas


estaban en error. . . " (José Smith 2:15-19.)

Al salir del bosque, el joven Smith sabía —tan seguro como que
él vivía— que Dios y Jesucristo viven, que se le había aparecido
y hablado con él en respuesta a su humilde oración. Cuando
relató esta experiencia y su visión, a los ministros y a otras
personas, a pesar de ser un desconocido joven de catorce años de
edad, fue perseguido, ridiculizado, y atormentado por los
dirigentes de las principales sectas de esos días. No obstante eso,
él continuó proclamando su testimonio: que él había tenido una
visión, que Dios sabía que él la había recibido, y que no podía
negarla.

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Otra visión es aquella que fue dada al profeta José Smith y a


Sidney Rigdon, poco más de un año después de la organización
de la Iglesia, la cual da un fuerte testimonio de que Jesús es el
Cristo en estas palabras:

"¡Oíd, oh cielos, escucha, oh tierra, y regocijaos, vosotros los


habitantes de ellos, porque el Señor es Dios, y aparte de él no
hay Salvador!

. . . Fueron abiertos nuestros ojos e iluminados nuestros


entendimientos por el poder del Espíritu, al grado de poder ver
y comprender las cosas de Dios. . .

Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de


él, este es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos
de él: ¡Que vive!

Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz


testificar que él es el Unigénito del Padre;

Que por él, por medio de él y de él los mundos son y fueron


creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para
Dios." (Doc. y Con. 76:1, 12, 22-24.)

Por el poder del Espíritu Santo, sin duda alguna podemos llegar
saber que Dios vive, que Jesús es el Cristo, el Redentor del
mundo, que vino y moró entre los hombres, que voluntariamente
dió su vida, por cada uno de nosotros.

Si todos los habitantes del mundo aceptaran a Jesucristo como el


Hijo de Dios, y guardaran sus mandamientos, no habría guerras,
sino "paz y buena voluntad", y lograríamos inmortalidad y vida
eterna.

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 2

LA REALIDAD DEL
CRISTO RESUCITADO

''No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que


será para todo el pueblo:

"Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que


es Cristo el Señor.

"Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales,


acostado en un pesebre.

"Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las


huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:

"¡Gloria a Dios en las alturas,

"Y en la tierra paz, buena voluntad

"Para con los hombres!" (Lucas 2: 10-14.)

La realidad de Cristo, aunque para muchos no sólo creen sino


que saben con certeza de su existencia y su doctrina. Sin lugar a
dudas, todos aceptamos el hermoso relato de Lucas como uno de
los eventos más grandes que han sucedido en el mundo: el
nacimiento y la resurrección de Cristo.

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LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Lucas, quien nos habla de los pastores y los coros celestiales que
éstos escucharon, fue un hombre educado. Era un doctor griego.
A pesar de que no fue un testigo visual de Cristo, conoció a
muchas personas que lo fueron, y escribió dos relatos que dedicó
a un amigo y a un gobernante. En uno de dichos relatos dice:

"Hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado


mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había
escogido;

A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo


con muchas pruebas indubitables. . . ." (Hechos 1:2-3.)

Cuando Lucas escribió este mensaje estaba ya convencido de la


realidad del Cristo Resucitado y lo aceptaba.

Si queremos progresar espiritualmente y elevarnos por sobre las


cosas terrenales, debemos estar conscientes de la realidad de
Cristo y de la veracidad de su filosofía.

Con toda mi alma creo como el impetuoso Pedro que:

". . . No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en


que podamos ser salvos." (Hechos 4:12.)

En aquellos días Cristo era una realidad para Pedro y hoy día
debe ser tan verdadero como entonces.

Toda la filosofía del progreso del hombre está relacionada con su


divina venida. Es el Hijo de Dios, tomó cuerpo mortal como
nosotros y alcanzó la divinidad, la cual también está a nuestro
alcance.

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EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

En el camino del progreso espiritual, hay ciertos pasos


necesarios que debemos dar.

El primer paso hacia el progreso espiritual consiste en estar


conscientes de la libertad. Este principio tuvo origen cuando
Cristo aceptó venir a la tierra. En el principio el Señor pidió que
alguien bajara a la tierra para redimir al género humano. Hubo
uno que respondió diciendo tal vez algo como:

"Envíame a mí, y yo obligaré a todos los hombres a hacer lo que


yo les diga, pero la gloria será para mí."

Y otro respondió:

"Aquí estoy yo, envíame a mí y yo te daré la gloria a ti, Padre."


(Moisés 4:1-2 y Abraham 3:27- 28.)

Este último daría a cada hombre el libre albedrío. Este es el


comienzo del progreso del alma. Dios desea hacer del hombre
algo semejante a El, y para conseguirlo comenzó por hacerlo
libre. Sí, éste es el concepto de la libertad. Podemos hacer lo que
nos parezca, aceptando o rechazando lo más elevado y lo mejor
de la vida; apoyando o negando el egoísmo, la enemistad y al
antagonismo del mundo. Los malos instintos empujan al hombre
a que logre el triunfo a costa de sus semejantes. O por el
contrario, podemos elegir el camino más elevado y angosto.

El segundo paso es el autodominio. Antes de que Cristo


comenzara su ministerio, probó que era capaz de resistir a
Satanás. Fue tentado "en todo según nuestra semejanza" pero no
cedió ni una sola vez y al final declaró:

". . . Confiad, yo he vencido al mundo." (Juan 16:23.)

35
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Para ascender hay que vencer y conquistar. Se pueden hacer


trampas en los exámenes de la escuela, pero quien las haga
dentro de su corazón sabe que no ha dominado el conocimiento
de la materia.

No se debe ceder ante las tentaciones de la carne, quienes ceden


a ellas se dan cuenta que la felicidad que estaban buscando es
una flor marchita que se desmenuza en sus manos. Llega un
momento en que no puede obtener las sensaciones que busca sin
destruirse físicamente.

El tercer paso es el sentido de responsabilidad. En este aspecto


Cristo es el ejemplo supremo, como lo es en todo. El
verdaderamente dio su vida por los demás.

". . . Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos, pero
el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza." (Mateo
8:20.)

Y sacrificando su bienestar y aún sus necesidades, aconsejó a


todos:

". . . Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,


haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os
ultrajan y os persiguen." (Mateo 5:44.)

“En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos mas


pequeños, a mí lo hicisteis." (Mateo 25:40.)

Si tienes algo en contra de un hermano, dirígete a él éste es un


principio sublime, que si se aceptara y llevara a la práctica,
resolvería las dificultades en las ciudades y las naciones. Pero el
Salvador no se limitó a aconsejar al que tenía mala voluntad, fue
más allá.

36
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Observen estas palabras:

". . . Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu


hermano tiene algo contra ti.
Deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero
con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda." (Mateo
5:23-24)

La ayuda desinteresada a nuestros semejantes, hace más fácil dar


el cuarto paso: La dedicación a Cristo y al bien. Cuando Jesús se
encontró en la peor crisis, en el jardín de Getsemaní, dijo:

". . . Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi


voluntad, sino la tuya." (Lucas 22:42.)

Dando muestras de su completa sumisión a la voluntad de Dios.


Algunas semanas antes, había anunciado este principio en las
conocidas palabras:

"El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por


causa de mí, la hallará." (Mateo 10:39)

¡Cristo es real! ¡Cristo vive!

Job en medio de su sufrimiento exclamó

". . . Yo sé que mi Redentor vive "

". . . Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a


Dios." (Job 19:25-26.)

La vida de Cristo fue real. Nació de Dios, "el niño de Belén", el


Hombre más perfecto que jamás ha vivido, el Hombre ideal,

37
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

cuyo carácter fue supremo, nuestro Hermano, nuestro Salvador,


el Ungido.

El cumplimiento de los principios del evangelio de Jesucristo


trae paz y felicidad. Esto es lo que Cristo ofrece a este mundo
convulsionado.

Recordemos los ideales de su vida, que debemos esforzarnos


porque toda nuestra vida sea gloriosa al grado que aprendamos a
sacrificarnos por la felicidad de los demás.

38
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 3

LA DIVINA MISIÓN DE
CRISTO SOBRE LA TIERRA

A la muerte de Jesús, los apóstoles estaban muy tristes.


Cuando fue crucificado sus esperanzas murieron por completo.
Su inmenso dolor, la historia de Tomás, la perplejidad de Pedro,
la preparación evidente de un entierro eterno, se combinaron
para ilustrar el temor de que la redención de Israel había
fracasado.

A pesar de las repetidas aseveraciones de Cristo de que volvería,


aparentemente los apóstoles no lo comprendieron por completo.
Durante la crucifixión, estaban asustados y desanimados.
Durante dos años y medio habían sido apoyados e inspirados por
la presencia de Cristo. Pero ahora El se había ido. Quedaban
solos y parecían estar confundidos, asustados y desamparados.
Sólo Juan permaneció junto a la cruz.

El mundo nunca hubiera podido ser conmovido por hombres con


mentes como las de los apóstoles en el día de la crucifixión,
dudosas, vacilantes y desesperadas.

¿Qué fue lo que repentinamente transformó a estos discípulos en


predicadores confiados, valientes y heroicos del evangelio de
Jesucristo? Fue la revelación de que Cristo se había levantado de
la tumba. Había cumplido su promesa y su mision. En las
palabras de un emimente escritor: "El sello de autenticidad final

39
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

y absoluta ha quedado puesto en todas sus declaraciones y la


estampa indeleble de su autoridad divina sobre todas sus
enseñanzas. La tristeza de la muerte se desvaneció con la
gloriosa luz de la presencia del Señor y Salvador resucitado.

"En la evidencia de estos testigos imparciales e incrédulos, tiene


su inexpugnable base "la fe en la resurrección."

Uno de los primeros en escribir su testimonio fue Marcos, cuyo


nombre judío original era Juan. Era primo de Bernabé. No hay
ningún registro que diga que se unió a la Iglesia mientras que
Cristo estaba vivo. Hay razones para creer que fue un converso
de Pedro, quien lo llama cariñosamente: "Marcos mi hijo." (1
Pedro 5:13.) Su madre era creyente y con ella se hospedaron los
apóstoles después de la resurrección, y quizá antes también, y es
probable que Jesús mismo haya estado en su casa la noche de la
traición.

Marcos, entonces, tenía edad suficiente para conocer y tener


trato personal con los hombres que fueron testigos oculares de la
resurrección. Es muy probable que él haya sido el joven que
huyó hacia el jardín de Getsemaní con sólo una sábana
cubriendo su cuerpo desnudo. Es cierto que tuvo amistad con
Pedro, de quien escuchó en esa ocasión -no años después- todos
los detalles acerca de la muerte, entierro y resurrección de Jesús.

El hecho de ser el autor del segundo evangelio nunca ha sido


disputado por las iglesias cristianas, y aún el devastador y
negativo criticismo moderno está dispuesto a considerarlo el
autor de por lo menos la parte principal del presente evangelio.
Marcos no relata la aparición del Señor resucitado, pero testifica
que el ángel en la tumba anunció la resurrección y prometió que
el Señor se reuniría con sus discípulos. De Marcos sabemos de la
primera tumba vacia en todo el mundo. Por primera vez en la

40
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

historia del hombre las palabras "ha muerto", quedaron


substituídas por el divino mensaje "Ha resucitado".

Para él la resurrección no era mítica, ni tampoco problemática o


dudosa -era real-, y la aparición de su Señor y Maestro entre los
hombres era un hecho aceptado en su mente sin ninguna sombra
de duda. Dedicó su vida a la proclamación de esa verdad; y si se
puede creer en la tradición, selló su testimonio con su propia
sangre.

Otra persona que registró el testimonio de los testigos oculares


fue Lucas, un gentil, o como creen algunos un prosélito de
Antioquía en Siria, donde siguió la carrera de médico.
(Colosenses 4:14.)

Lo que escribió fue el resultado de su investigación personal y


fue tomado de todas las fuentes disponibles. Particularmente
entrevistó y registró las declaraciones de aquellos que "desde el
principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la
palabra." Afirma que cuidadosamente trazó todas las cosas
"desde su origen" para poder escribirlas "por orden". Lo cual
quiere decir que Lucas obtuvo el testimonio de estos "testigos
visuales" directamente de ellos y no de narraciones anteriores.

Según todos los testimonios fidedignos, tenemos el testimonio


de Lucas tal como salió de sus manos. En el capítulo 24,
versículos cinco y seis, Lucas testifica del mensaje divino:

". . . ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

No está aquí, sino que ha resucitado ... "

Con igual seguridad en cuanto a su exactitud, podemos aceptar


esta declaración y testimonio concerniente a Pedro y Pablo y

41
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

cada uno de los otros apóstoles que testificaron de la


resurrección.

"A quienes también, después de haber padecido, se presentó


vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles
durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios." (Hechos
1:3.)

¿Quién puede dudar de la absoluta confianza de Lucas en la


realidad de la resurrección?

Es verdad que ni Marcos ni Lucas testifican haber visto


personalmente al Cristo resucitado, y por lo tanto algunos dicen
que sus testimonios no se pueden tomar como una evidencia de
primera clase. Ninguno de los dos testifica de ello, pero están
convencidos de que otros lo vieron y esto demuestra cuán
incontrovertible fue la evidencia entre los apóstoles y otros
discípulos de que la resurrección fue una realidad.

Hay un hombre cuyo testimonio realmente afirma la aparición de


Jesús después de su muerte y entierro, y no solamente corrobora
el testimonio de los dos hombres que he mencionado sino
también el de los otros. Me refiero a Pablo, cuyo nombre judío
era Saulo, un judío de Tarso, educado a los pies de Gamaliel, un
fariseo estricto, y quien antes de su conversión, fue un
encarnizado perseguidor de todos los que creían que Jesús de
Nazaret se había levantado de los muertos. Leemos en el
capítulo 26 de Hechos acerca de su conversión y de la aparición
de Cristo. En este capítulo inmortal, refuerza la fe de los santos
en la resurrección de Cristo como un hecho histórico, muestra
cuán esencial es este hecho para la esperanza cristiana y por
medio de razonamientos y analogías hace a un lado ciertas
objeciones naturalistas a la gran doctrina.

42
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Su testimonio directo y afirmativo de la aparición de Cristo dice:

"Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí:


Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las
Escrituras;
y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras;

y que apareció a Cefas, y después a los doce.

Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los


cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.

Después apareció a Jacobo, y después a todos los apóstoles.

Y al postrero de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, se


me aapareció a mí.

Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy


digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de
Dios." (1 Corintios 15:3-9.)

La evidencia directa de la resurrección puede declararse de la


siguiente manera: Primero, la repentina y maravillosa
transformación en el espíritu y obra de los apóstoles. Segundo, la
creencia casi universal de la Iglesia primitiva tal como la
registran los evangelios. Tercero, el testimonio directo de Pablo.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimas Días está


con Pedro, Pablo y Santiago, y con todos los otros apóstoles que
aceptan la resurrección no solo como literalmente verdadera,
sino como la consumación de la misión divina de Cristo sobre la
tierra.

43
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Mil ochocientos años después de que Jesús murió sobre la cruz,


José Smith declaró:

" ... Vi una columna de luz, más brillante que el sol,


directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente
descendió hasta descansar sobre mí.

"No bien se hubo aparecido, cuando me sentí libre del enemigo


que me tenía sujeto. Al reposar la luz sobre mí, vi a dos
personajes, cuyo brillo y gloria no admiten descripción, en el
aire arriba de mí. Uno de ellos me habló, llamándome por
nombre, y dijo, señalando al otro: ¡Este es mi Hijo Amado:
Escúchalo!"

Cristo resucitó y lo mismo sucederá con todos los hombres, y


cada cual ocupará el lugar para el que esté mejor preparado en el
mundo venidero. Ya que el amor es tan eterno como la vida, el
mensaje de la resurrección es el más consolador, el más glorioso
que jamás se ha dado al hombre; porque cuando la muerte nos
lleva a un ser querido, podemos mirar con seguridad a la tumba
abierta y decir, "No está aquí, ¡Ha resucitado!".

44
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 4

JESUCRISTO EL PRIMOGENITO
HIJO DE DIOS

El primer artículo de Fe de la Iglesia de Jesucristo de los


Santos de los Ultimos Días dice:

"Creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en


el Espíritu Santo."

Hablar sobre Jesucristo, nuestro Redentor, es un tema sagrado,


por los cual es importante obtener un entendimiento más
profundo y una mayor apreciación por el Hijo Unigénito, nuestro
Salvador.

En orden cronológico, nuestra primera información sobre


Jesucristo la obtuvimos en las Escrituras, las cuales nos hablan
de un concilio pre-terrenal al que asistieron todos los hijos
espirituales de Dios. En ese concilio fue presentado el plan del
Padre para el progreso eterno del hombre. Después, Jesucristo se
ofreció y fue elegido para llevar a cabo la expiación requerida y
de esta manera lograr la salvación y exaltación de la humanidad.

Todos los profetas, han testificado que Jesucristo, el primogénito


Hijo espiritual de Dios, fue escogido para ser nuestro Redentor.

45
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Los profetas que precedieron a Jesucristo en esta tierra dieron


testimonio de que El había sido escogido y que vendría a la tierra
a cumplir su misión.

En el principio de los tiempos, mientras Adán ofrecía sacrificio


en obediencia al divino mandamiento, se le apareció un ángel del
Señor y le dijo:

". . . ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le contestó:


No sé, sino que el Señor me lo mandó.

Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una semejanza del


sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es lleno de gracia y
de verdad." (Moisés 5:6-7)

Desde ese tiempo hasta el ministerio de Jesucristo, todos los que


habían comprendido el plan de Dios para el progreso eterno del
hombre ofrecieron el mismo sacrificio. El Padre requería esto
para hacerles recordar constantemente que Jesucristo vendría y
llevaría a cabo la expiación como Redentor.

Posteriormente el Señor le dijo a Adán:

". . . Si te vuelves a mí y escuchas mi voz, y crees y te arrepientes


de todas tus transgresiones, y te bautizas en el agua, en el
nombre de mi Hijo Unigénito, lleno de gracia y de verdad, el
cual es Jesucristo, el único nombre que se dará debajo del cielo
mediante el cual vendrá la salvación a los hijos de los hombres,
recibirás el don del Espíritu Santo. . . " (Moisés 6:52)

"Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el nombre del


Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo
para siempre jamás. (Moisés 5:8)

46
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Y Adán y Eva bendijeron el nombre de Dios, e hicieron saber


todas las cosas a sus hijos e hijas." (Moisés 5:12.)

Desde Adán hasta el meridiano de los tiempos, repetidas veces


se les recordó a los habitantes de la tierra el programa divino de
Dios para la salvación de los hombres, el evangelio de
Jesucristo. Así lo enseñaron Enoc, Noé, Melquisedec, Abraham,
Moisés, Isaías, Jeremías y otros profetas.

Durante los 2.000 años anteriores al nacimiento de Jesucristo,


florecieron en América dos grandes civilizaciones. A ellos
también se les dio a conocer la misión del Salvador. El Libro de
Mormón relata que uno de los líderes fue divinamente guiado
para traer su colonia desde "la gran torre" a América. A éste el
Señor se le apareció y le dijo:

"He aquí, yo soy el que fue preparado desde la fundación del


mundo para redimir a mi pueblo. He aquí, soy Jesucristo. Soy el
Padre y el Hijo. En mí todo el género humano tendrá vida, y la
tendrá eternamente, sí, aun cuantos crean en mi nombre. . . "
(Eter 3:14.)

"He aquí, este cuerpo que ves ahora es el cuerpo de mi espíritu


. . . y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi
pueblo en la carne." (Eter 3:16.)

El libro de Mormón registra más tarde, por el año 2.000, que la


noche antes de que naciera Cristo "la voz del Señor vino" a otro
profeta americano y dijo: "

¡Alza la cabeza y sé de buen ánimo, pues he aquí, ha llegado el


momento; y esta noche se dará la señal, y mañana vengo al
mundo para mostrar al mundo que he de cumplir todas las cosas

47
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

que he hecho declarar por boca de mis santos profetas.!" (3 Nefi


1:13.)

Todos conocemos la anunciación angelical en los campos de


Belén;

"Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que


es CRISTO el Señor." (Lucas 2:11.)

El Padre y el Hijo han dado repetidas veces, testimonios


convincentes de que Jesús es nuestro Redentor. Durante el
bautismo de Cristo, el Padre dijo:

". . . Tú eres mi Hijo Amado, en ti me complazco." (Lucas 3:22)

Y más tarde en el monte de la Transfiguración;

"Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; a él oíd."


(Mateo 17:5.)

El Nuevo Testamento se refiere repetidamente al propio


testimonio de Cristo en cuanto a su identidad y misión. Una de
las manifestaciones más impresionantes del Padre y el Hijo fue a
los nefitas en América, a quienes Cristo visitó después de su
resurrección en la tierra de Jerusalén. El Padre les presentó a
Jesucristo resucitado con estas palabras:

"He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he


glorificado mi nombre: a él oíd. (3 Nefi 11:7)

Después de lo cual, Jesús resucitado, en persona, descendió de


los cielos ". . . y se puso en medio de ellos. . . y les habló
diciendo:

48
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

"He aquí, he venido al mundo para traer redención al mundo,


para salvar al mundo del pecado.

Por tanto, al que se arrepintiere y viniere a mí como un niño


pequeñito, yo lo recibiré, porque de los tales es el reino de Dios.
He aquí, por estos he dado mi vida, y la he vuelto a tomar; así
pues, arrepentíos y venid a mí, vosotros, extremos de la tierra, y
sed salvos." (3 Nefi 9:21-22.)

Por medio de la expiación de Jesucristo el hombre puede


resucitar a un estado inmortal y, según su obediencia al
evangelio, también a la vida eterna. Jesucristo fue el Primogénito
Hijo espiritual de Dios el Padre; que es el Unigénito de Dios en
la carne; que como las escrituras lo enseñan, en el mundo
espiritual antes de que esta tierra fuera creada, El apoyó el plan
del Padre para los hombres en la mortalidad, o sea, la muerte,
resurrección y vida eterna de los hombres; que obedeciendo al
Padre, El creó esta tierra; el Jehová del Antiguo Testamento, "el
Dios de Adán y de Noé, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el
Dios de Israel, el Dios por cuyo mandato los profetas de todas
las edades han hablado, el Dios de todas las naciones, que aún
tendrá que reinar sobre la tierra como Rey de reyes y Señor de
señores." (James E. Talmage, Jesús el Cristo, pág. 4.)

El vino a la tierra como el Niño de Belén, engendrado por el


Padre, nacido de María; el evangelio que El enseñó es el único
medio por el cual el hombre puede llevar a cabo el propósito
completo de su creación. "Su vida inmaculada en la carne" y "su
muerte voluntaria como un sacrificio consagrado para los
pecados de la humanidad", con su victoria sobre la muerte,
asegura a todos los hombres la resurrección e inmortalidad, y
bajo las condiciones especificadas por El, también la vida eterna.

49
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

En la primavera de 1820 este mismo Jesucristo, acompañado por


su Padre, apareció a José Smith en una arboleda cerca de
Palmyra, New York, en una de las experiencias divinas más
grandiosas que haya tenido el hombre. El Profeta la describió
así:

". . . Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos


Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de
ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al
otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!" (José Smith 2:17.)

Jesús es, como El dijo;

". . . La vida y la luz del mundo. . . " (Doctrina y Convenios


10:70)

". . . Jesucristo es el nombre dado por el Padre, y no hay otro


nombre dado, mediante el cual el hombre pueda ser salvo."
(Doctrina y Convenios 18:23.)

"Y el Espíritu da luz a todo hombre que viene al mundo; y el


Espíritu ilumina a todo hombre en el mundo que escucha la voz
del Espíritu.

Y todo aquel que escucha la voz del Espíritu, viene a Dios, sí, el
Padre." (Doctrina y Convenios 84:46-47.)

50
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 5

EL HIJO UNIGÉNITO
DE DIOS VINO A LA TIERRA

Antes de que el género humano viniera a esta tierra éramos


todos hermanos y hermanas en el Mundo de los Espíritus.
Vivimos allí con Dios nuestro Padre Eterno. Progresamos hasta
donde pudimos bajo las condiciones que prevalecían allí. Por fin,
el Padre llamó a un gran concilio en que él explicó que sería
necesario que viniéramos a otro mundo, el mundo que ustedes y
yo conocemos como la mortalidad.

En el gran concilio delos cielos el señor dijo:

“. . . Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de


estos materiales y haremos una tierra sobre la cual estos puedan
morar;

Y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que
el Señor su Dios les mandare;

Y a los que guarden su primer estado les será añadido; y


aquellos que no guarden su primer estado no tendrán gloria en
el mismo reino con los que guarden su primer estado; y a
quienes guarden su segundo estado, les será aumentada gloria
sobre su cabeza para siempre jamás. (Abraham 3:24–26)

Allí seríamos probados para ver si seriamos fieles a los


mandamientos de Dios. Si nos íbamos a desarrollar como

51
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

nuestro Padre Eterno se había desarrollado y si nosotros íbamos


a recibir eventualmente la misma gloria que el habían logrado,
sería necesario para nosotros venir aquí a la mortalidad y vivir
por medio de la fe. Como lo expresara el apóstol Pablo:

“. . . Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:17)

Dios nos explicó que cuando viniéramos a la mortalidad un velo


sería puesto sobre nuestras mentes el cual nos causaría olvidar
nuestra vida premortal. Olvidaríamos el evangelio por el cual
vivíamos allí en el Mundo de los Espíritus. En esa condición,
estaríamos muertos espiritualmente. En otras palabras no
tendríamos el poder ni el conocimiento para traer nosotros
mismos a la presencia de Dios.

Pablo en su carta a los Corintios relata que cuando nos


convirtamos al Señor:

“. . . El velo se les quitará.

Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del


Señor, allí hay libertad.

Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en


un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en
gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.”
(2 Corintios 3:16-18)

Mas adelante agregó:

“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos


cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré
como fui conocido.” (1 Corintios 13:12)

52
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

El también nos explicó que cada ser mortal estaría sujeto a una
muerte espiritual, careciéndo del poder de resucitarse a sí mismo
de aquella muerte:

El profeta Samuel del Libro de Mormón enseñó que:

“. . . Esta muerte lleva a efecto la resurrección, y redime a todo


el género humano de la primera muerte, esa muerte espiritual;
porque, hallándose separados de la presencia del Señor por la
caída de Adán, todos los hombres son considerados como si
estuvieran muertos, tanto en lo que respecta a cosas temporales
como a cosas espirituales.” (Helamán 14:16)

Pero él dijo que él proveería un plan de salvación que contendría


un plan del evangelio para que el género humano lo pudiera
seguir, mediante el cual los hombres pudieran volver a la
presencia de Dios y recibir la vida eterna.

El rey Lamoni al dirigirse a su pueblo expreso que:

“. . . El gran Dios ha tenido misericordia de nosotros, y nos ha


dado a conocer estas cosas para que no perezcamos; sí, nos ha
dado a conocer estas cosas anticipadamente, porque él ama
nuestras almas así como ama a nuestros hijos; por consiguiente,
en su misericordia nos visita por medio de sus ángeles, para que
el plan de salvación nos sea dado a conocer, tanto a nosotros
como a las generaciones futuras. (Alma 24:14)

Un Salvador sería proveído como parte de ese plan del


evangelio. Ese Salvador sería dotado con suficiente poder para
romper las ligaduras de la muerte y llevar a cabo la resurrección,
para que todo el género humano pudiera levantarse de la tumba.
A él también le serían dadas las leyes de la verdad, o el plan del

53
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

evangelio de la salvación, y ese Salvador revelaría el plan de


salvación a los hijos e hijas de Dios aquí en la mortalidad.

Dios el Eterno Padre preguntó:

"¿A quién enviaré?" (Abraham 3:27).

Aprendemos en el relato de la gran visión que tuvo el padre


Abraham, que en aquel gran concilio del Cielo había uno
semejante a Dios mismo que se ofreció a ser el Salvador del
mundo, diciendo que él bajaría a la tierra y daría al género
humano su libre albedrío.

Dios el Señor, le habló a Moisés, diciendo:

“. . . Mi Hijo Amado, que fue mi Amado y mi Escogido desde el


principio, me dijo: Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la
gloria para siempre”. (Moisés 4:2)

Todos aquellos que quisieran aceptar el plan de salvación


podrían hacerlo; y si rendian obediencia a cada palabra que salía
de la boca de Dios, ellos serían traídos otra vez a la presencia de
Dios y recibirían la vida eterna. Y si no rendian obediencia a las
leyes del evangelio, no tendrían el derecho ni la oportunidad de
volver a la presencia del Padre y el Hijo. Este Hijo es la
semejanza de Dios aquí en la mortalidad y lo conocemos como
Jesucristo.

En el monte Shelem el hermano de Jared, nos dice que Jesucristo


fue:

“. . . Preparado desde la fundación del mundo para redimir a mi


pueblo. He aquí, soy Jesucristo. Soy el Padre y el Hijo. En mí

54
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

todo el género humano tendrá vida, y la tendrá eternamente. . .”


(Éter 3:14)

Según el plan de Salvación, Adán y Eva fueron puestos sobre la


tierra. Ellos pasaron por aquella muerte espiritual que hemos
mencionado; es decir, ellos olvidaron su existencia premortal.
Después de ser echados del Jardín de Edén, a Adán y Eva les fue
enseñado el plan de salvación por Jesucristo. Angeles fueron
mandados desde el Cielo para enseñarle a Adán la verdad del
evangelio; también, la voz de Dios (Jesucristo) les habló de
tiempo en tiempo. Por fin, Adán tenía todas las verdades del
evangelio reveladas, en otras palabras, a él le fue revelado el
mismo plan de salvación que ha sido revelado a José Smith en
los últimos días.

En la Perla de Gran Precio leemos que Adán estuvo ofreciendo


holocausto. Mientras lo hacía un ángel del Señor vino a él y
preguntó:

"¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le contestó: No


sé, sino que el Señor me lo mandó". Entonces el ángel dijo que
"Esto es a semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad. Por consiguiente, harás cuanto
hicieres en el nombre del Hijo; y te arrepentirás e invocarás a
Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás” (Moisés 5:6-8).

Y entonces el ángel declaró que en el Meridiano de los Tiempos


el Hijo Unigénito de Dios vendría sobre la tierra a mostrar a la
humanidad cómo vivir de acuerdo con el plan del evangelio.

“. . . Vendría en el meridiano de los tiempos, que fue preparado


desde antes de la fundación del mundo. . .” (Moisés 5:57)

55
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

“. . . Este es el plan de salvación para todos los hombres,


mediante la sangre de mi Unigénito, el cual vendrá en el
meridiano de los tiempos.” (Moisés 6:62)

Y también que moriría por los pecados del mundo y sería


resucitado para que la familia humana entera se levantara de la
tumba y recibiera la inmortalidad, y que los obedientes recibirían
la vida eterna.

El ángel también le dijo a Adán que el nombre del Hijo de Dios


(Jesucristo) es el único nombre que sería dado debajo del cielo
por el cual el género humano podría ser salvo.

“. . . El nombre de mi Hijo Unigénito, lleno de gracia y de


verdad, el cual es Jesucristo, el único nombre que se dará
debajo del cielo mediante el cual vendrá la salvación a los hijos
de los hombres. . .” (Moisés 6:52)

Entonces la voz de Dios habló desde el Cielo y le mandó a Adán


ser bautizado, y dijo que todos los hombres en dondequiera
deben ser bautizados; de otro modo, la humanidad sería
condenada. Por lo tanto, Adán fue levantado por el espíritu del
Señor y fue llevado al agua y sumergido debajo del agua.
Entonces salió del agua, y el Espíritu Santo descendió sobre él y
la voz de Dios habló desde el Cielo, diciendo que Adán había
sido nacido del agua y del espíritu. El ángel también declaró que
todos los hombres y todas las mujeres tienen que ser nacidos del
agua y del espíritu para ser hijos e hijas de Dios, o en otras
palabras, miembros de la Iglesia de Jesucristo. Así ellos
tomarían sobre sí mismos el nombre de Cristo.

“Y cuando el Señor hubo hablado con Adán, nuestro padre,


sucedió que Adán clamó al Señor, y lo arrebató el Espíritu del

56
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Señor, y fue llevado al agua, y sumergido en el agua, y sacado


del agua.

Y de esta manera fue bautizado, y el Espíritu de Dios descendió


sobre él, y así nació del Espíritu, y fue vivificado en el hombre
interior.

Y oyó una voz del cielo que decía: Eres bautizado con fuego y
con el Espíritu Santo. Este es el testimonio del Padre y del Hijo,
desde ahora y para siempre;

Y eres según el orden de aquel que fue sin principio de días ni


fin de años, de eternidad en eternidad.

He aquí, eres uno en mí, un hijo de Dios; y así todos pueden


llegar a ser mis hijos. . .” (Moisés 6:64-68)

Adán fue mandado a enseñar estas verdades del evangelio y


todas las verdades del evangelio a sus hijos. Mientras él trataba
de hacerlo, Satanás vino entre sus hijos y dijo:

“. . . No lo creáis; y no lo creyeron, y amaron a Satanás más que


a Dios. Y desde ese tiempo los hombres empezaron a ser
carnales, sensuales y diabólicos.” (Moisés 5:13)

Hombres y mujeres tienen su libre albedrío para aceptar el


evangelio o rechazarlo. Aquellos que aceptaron el evangelio y
guardaron los mandamientos llegaron a ser Santos del Altísimo e
hijos e hijas de Dios, mientras aquellos que rechazaron a
Jesucristo y rehusaron reunirse con la Iglesia Verdadera,
llegaron a ser inicuos y se pusieron a sí mismos bajo
condenación.

57
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Los profetas por toda la historia proclamaron la venida de


Jesucristo en el Meridiano de los Tiempos. Eventualmente,
aquellas profecías fueron cumplidas; el Salvador fue nacido en el
mundo y creció hasta la edad de responsabilidad. Entonces
durante tres años de su vida enseñó el plan del evangelio de
salvación. Fue crucificado y tres días más tarde, resucito de la
tumba. Al resucitar él, las tumbas de muchas personas que
habían muerto antes de su tiempo, fueron abiertas y ellos
salieron de sus tumbas. Así, Cristo rompió las ligaduras de la
muerte y llevó a cabo la resurrección, Siendo Él los "primeros
frutos". La promesa fue dada a todos nosotros que cada hombre,
mujer o niño que jamás vivió en el mundo sería resucitado. La
expiación de Jesucristo está dividida en dos partes mayores. Una
parte es la resurrección de la tumba, la cual es un regalo gratuito
a cada hombre, mujer o niño. No importa que tan inicuos
hayamos sido en esta vida, ni que tan justos seamos, todos
resucitaremos de la tumba. Esto será un regalo gratuito de
Jesucristo mediante la expiación.

La otra parte de la expiación de Jesucristo es la parte que trata


con nuestra obediencia a los mandamientos que él nos ha dado.
Según su obediencia a los mandamientos de Dios, cada hombre
recibirá exactamente lo que merezca. Si uno acepta todo el plan
del evangelio de salvación, llega a ser miembro de la Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y guarda todos los
mandamientos, en seguida de la resurrección él se levantará y
volverá a la presencia de Dios, recibirá la vida eterna, que
significa que llegará a ser como Dios el Eterno Padre. Vivirá
para siempre en el grado Celestial de gloria. Si hombres y
mujeres viven vidas buenas pero rehúsan unirse a la verdadera,
Iglesia de Jesucristo, ellos se levantarán en la resurrección y
serán asignados a otro mundo, el cual es llamado la Gloria
Terrestre. La gente inicua del mundo que quebrantan los

58
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

mandamientos serán asignados a un tercer mundo conocido


como la Gloria telestial.

Así es que, el cumplimiento de la expiación de Jesucristo


depende de nuestras acciones. Amulek, uno de los profetas del
Libro de Mormón, le dijo al pueblo de su tiempo que todas las
gentes inicuas, en seguida de la resurrección, estarían tal como si
no hubiera habido ninguna expiación hecha solamente que se
levantarían de la tumba.

“. . . Sí, él es el Padre Eterno mismo del cielo y de la tierra, y de


todas las cosas que en ellos hay; es el principio y el fin, el
primero y el último;

Y vendrá al mundo para redimir a su pueblo; y tomará sobre sí


las transgresiones de aquellos que crean en su nombre; y estos
son los que tendrán vida eterna, y a nadie más viene la
salvación.

Por tanto, los malvados permanecen como si no se hubiese


hecho ninguna redención, a menos que sea el rompimiento de
las ligaduras de la muerte; pues he aquí, viene el día en que
todos se levantarán de los muertos y comparecerán delante de
Dios, y serán juzgados según sus obras.” (Alma 11:39-41)

En la revelación moderna, el Señor dijo:

"Mas si no se arrepienten, tendrán que apadecer así como yo;

Padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos,


temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y
padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no
tener que beber la amarga copa y desmayar." (Doctrina y
Convenios 19:17-18).

59
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Hemos tomado sobre nosotros mismos el nombre de Cristo; y


según las promesas, si guardamos todos los mandamientos,
seremos perdonados de los pequeños errores que cometamos;
seremos purificados mediante la sangre del Cordero de Dios. En
seguida de la resurrección, seremos invitados a la presencia del
Hijo y del Padre, y allí recibiremos las bendiciones de los fieles.
Gloria será añadida sobre nuestras cabezas para siempre jamás.
Seremos hechos sacerdotes y sacerdotisas y reyes y reinas en la
presencia de Dios. En otras palabras recibiremos una exaltación
gloriosa. Ahora, esos galardones dependen de nuestra obediencia
a los mandamientos del plan de salvación.

60
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 6

EL ACTO SUPREMO DE CARIDAD


REALIZADO POR JESUCRISTO

¿Ha resucitado, no está aquí" (Marcos 16:6).


Estas palabras tan elocuentes, aun en su simplicidad, anunciaron
el acontecimiento más significativo que se ha registrado en la
historia: la resurrección del Señor Jesucristo, un acontecimiento
tan extraordinario que aun los Apóstoles, que habían estado tan
cerca de El durante su ministerio y a quienes se les había
hablado de lo que sucedería, tuvieron dificultad para comprender
la realidad de su significado. Lo primero que llegó a sus oídos
concerniente a la resurrección les pareció locura (Lucas 24:11),
porque ya había millones de hombres que habían vivido y
muerto antes de ese día, y en todo valle y colina había cuerpos
enterrados en el polvo, pero hasta esa primera mañana de la
Resurrección ninguno se había levantado de la tumba.

Cuando hablamos de que Jesús resucitó, estamos diciendo que


su espíritu premortal, que dio vida a su cuerpo mortal desde que
nació en un pesebre hasta que murió en la cruz, volvió a ese
cuerpo, y los dos, el espíritu y el cuerpo, inseparablemente
unidos, se levantaron de la tumba como un alma inmortal.

Jesucristo no sólo conquistó la muerte y trajo sobre sí su propio


glorioso cuerpo resucitado, sino que al hacerlo trajo consigo la
resurrección universal. Ese fue el punto cumbre y el propósito de
su misión, para la cual fue apartado y ordenado en el concilio

61
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

celestial cuando fue escogido para ser nuestro Salvador y


Redentor.

Concerniente a su ministerio terrenal, su papel como Redentor


requería de El cuatro requisitos:

Primero, que su espíritu preterrenal fuera revestido con un


cuerpo mortal. Esto se cumplió cuando los humildes pastores
recibieron el anuncio de los cielos por medio de un ángel que les
dijo:

". . . No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que


serán para todo el pueblo:

Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que


es CRISTO el Señor." (Lucas 2:10-11).

Segundo, que sufriera los dolores de todos los hombres, lo que


hizo principalmente en Getsemaní, el lugar de su gran agonía. El
mismo describió este sufrimiento diciendo que fue tan intenso
que causó:

"Que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y


sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en
el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y
desmayar.

Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis


preparativos para con los hijos de los hombres." (Doctrina y
Convenios 19:18-19)

Tercero, que diera su vida. Su muerte en la cruz, después de


haber sido rechazado y traicionado, y después de haber sufrido
horrendos abusos, no se disputa ni aun entre los que no son

62
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

creyentes. Que El diera su vida voluntariamente, con el expreso


propósito de volverla a tomar en la resurrección, no es una
verdad aceptada tan universalmente. Sin embargo, así es. Es
cierto que fue cruelmente crucificado por hombres inicuos, pero
a pesar de todo, tuvo el poder para detenerlos.

". . . Yo pongo mi vida para volverla a tomar", dijo.

"Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo


poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. . . "
(Juan 10:17-18.)

Heredó este poder por haber nacido de la virgen María (un ser
mortal) y por ser el Hijo de Dios (un ser inmortal celestializado).
Habiendo entonces tomado sobre sí la mortalidad, y habiendo
sufrido en Getsemaní por los pecados de todos los hombres, y
habiendo dado su vida en la cruz, quedaba solamente romper las
ligaduras de la muerte —el cuarto y último requisito— para
completar su misión terrenal como Redentor.

Repetidamente había enseñado que el objetivo de toda su vida


mortal iba dirigido a esa consumación. Esto fue prefigurado en
la declaración que hizo cuando dijo que iba a poner su vida para
volverla a tomar. A la acongojada Marta le había dicho:

"Yo soy la resurrección y la vida" (Juan 11:25);

Y a los judíos declaró:

"Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Juan 2:19).

La resurrección era una cosa tan ajena a la experiencia humana


que hasta sus discípulos creyentes tuvieron dificultades para
comprenderla. Sin embargo, hasta los que lo crucificaron habían

63
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

escuchado la doctrina. Perturbados por esto, llegaron hasta Pilato


y le dijeron:

". . . Señor, nos acordamos de que aquel engañador dijo,


viviendo aún: Después de tres días resucitaré." (Mateo 27:63).
Así pues, con el consentimiento de Pilato pusieron guardia.

". . . No sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten y


digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. . ." (Mateo
27:64).

De manera que estos guardias mercenarios fueron testigos


inadvertidamente cuando el ángel abrió la tumba, el último paso
antes de que apareciera el Señor resucitado.

“Y he aquí, hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor,


descendiendo del cielo y acercándose al sepulcro, removió la
piedra y se sentó sobre ella.

Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como


la nieve.

Y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como


muertos.” (Mateo 28:2-4)

Las pruebas de que Jesús fue resucitado son concluyentes. El


domingo, después de la crucifixión que se efectuó el viernes por
la tarde, apareció cinco veces a distintas personas. La primera
persona que lo vio fue María Magdalena. Temprano en la
mañana Pedro y Juan, después de verificar los informes de que el
cuerpo de Jesús ya no estaba en la tumba, se retiraron. Pero
María se quedó en el jardín llorando. Cuando se volvió del
sepulcro;

64
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

". . . Se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que
era Jesús.

Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella,


pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has
llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.

Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!, que


quiere decir, Maestro. . ." (Juan 20:14-16.)

Tiernamente refrenándola, El volvió a hablarle:

". . . No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve


a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi
Dios y a vuestro Dios." (Juan 20:14-17).

Luego, muy de mañana, "María Magdalena, y María, madre de


Jacobo, y Salomé" (Marcos 16:1) fueron a la tumba con especias
aromáticas para preparar el cuerpo para su sepultura final.
Encontraron que el sepulcro estaba abierto y que el cuerpo no
estaba allí. Para su consternación, dos varones con vestiduras
resplandecientes se pararon junto a ellas y les dijeron:

". . . ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?" (Lucas
24:5.)

". . . Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,

. . . Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas se


acercaron, y abrazaron sus pies y le adoraron." (Mateo 28:8-9)

Más tarde ese mismo día, cuando Cleofas y otro iban camino a
Emaús, Jesús se les acercó, pero no lo reconocieron.

65
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Les preguntó la naturaleza de sus conversaciones y ellos le


repitieron lo que habían dicho las mujeres. Viendo que ellos
dudaban, les dijo:

" ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho!" (Lucas 24:25)

Entonces les abrió el entendimiento concerniente a lo que las


Escrituras hablaban de El. Después de llegar a Emaús:

". . . Estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo


bendijo, y lo partió y les dio.

Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y le reconocieron;


mas él se desapareció de su vista." (Lucas 24:30-31).

Esa misma noche, los discípulos escucharon los informes de que


Jesús había aparecido no sólo a Cleofas y a su acompañante, sino
también a Pedro.

"Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en


medio de ellos".

Para apaciguar el miedo y asegurarles que no era un espíritu, les


mostró las manos, los pies y el costado y les dijo:

"Yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne


ni huesos, como veis que yo tengo. . .

"Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban


maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?

"Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel.

66
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

"Y El lo tomó, y comió delante de ellos." (Lucas 24:36-43.)

Así pues, en ese día tan significativo, los que habían estado
relacionados con El vieron su glorioso cuerpo resucitado; y no
solamente lo vieron, sino que escucharon su voz y palparon las
heridas en sus manos, en sus pies, y también en el costado.
Delante de ellos tomó los alimentos y comió. Entonces supieron
que había recuperado el cuerpo que ellos mismos habían
depositado en la tumba. Su tristeza se convirtió en gozo por el
conocimiento de que El vivía y era un Ser inmortal.

Durante cuarenta días estuvo con sus discípulos en la Tierra


Santa; otra vez se les manifestó en Jerusalén, cuando Tomás
estaba presente:

“Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y


con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se
puso en medio y dijo: ¡Paz a vosotros!

Luego le dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo y mira mis manos; y


acerca acá tu mano y ponla en mi costado; y no seas incrédulo,
sino creyente.

Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, has creído;


bienaventurados los que no vieron y creyeron.” (Juan 20:26-29)

Y también en la orilla del mar de Tiberias. Allí los instruyó


cómo echar sus redes para pescar, comió con ellos, les dio
alimentos que El mismo cocinó en las brasas y los instruyó en el
ministerio.

En un monte de Galilea comisionó a los once para que enseñaran

67
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

el evangelio a todas las naciones.

El dijo:

“. . . Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones,


bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo;

Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;


y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. . .” (Mateo 28:18-20)

Y finalmente, después de que los bendijo en Betania, lo vieron


cuando "fue llevado arriba al cielo". (Lucas 24:51.)

Cumplida su misión en Palestina, el Señor visitó a los nefitas en


América para que ellos también supieran de su resurrección. El
Padre lo presentó a ellos con estas palabras:

"He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco". (3 Nefi


11:7)

Cuando lo vieron descender de los cielos, lo describieron como a

". . . Un hombre . . . vestido con una túnica blanca. . ."

Se presentó como:

". . . Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al


mundo".

Lo vieron, lo escucharon y, ante la invitación de él,

68
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

". . . Metieron sus manos en su costado, y palparon las marcas


de los clavos en sus manos y en sus pies, . . . y supieron con
certeza y dieron testimonio de que era el, de quien habían
escrito los profetas que había de venir.. (3 Nefi 11:7-15.)

Así como se manifestó después de su resurrección a sus


seguidores en la Tierra Santa y después a los nefitas en América,
así se ha manifestado en nuestros días. De hecho, esta
dispensación comenzó con una gloriosa visión en la cual el
profeta José fue visitado por el Padre y el Hijo. El escuchó sus
voces, porque los dos le hablaron. Dios el Padre le presentó a
Jesús resucitado. El Profeta vio sus gloriosos cuerpos y después
los describió:

"El Padre tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como el


del hombre; así también el Hijo. . ." (Doctrina y Convenios
130:22).

Aproximadamente doce años más tarde el Salvador se manifestó


a José Smith cuando estaba con Sidney Rigdon. Los dos dieron
testimonio;

". . . ¡Que vive!

"Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz


testificar que él es el Unigénito del Padre." (Doctrina y
Convenios 76:22-23).

En el Templo de Kirtland el Profeta lo vio otra vez, en esa


oportunidad en compañía de Oliverio Cowdery.

El profeta José Smith relata que:

69
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

"El velo fue retirado de nuestras mentes, y los bojos de nuestro


entendimiento fueron abiertos.

Vimos al Señor sobre el barandal del púlpito, delante de


nosotros; y debajo de sus pies había un pavimento de oro puro
del color del ámbar.

Sus ojos eran como llama de fuego; el cabello de su cabeza era


blanco como la nieve pura; su semblante brillaba más que el
resplandor del sol; y su voz era como el estruendo de muchas
aguas, sí, la voz de Jehová, que decía:

Soy el primero y el último; soy el que vive, soy el que fue


muerto; soy vuestro abogado ante el Padre." (Doctrina y
Convenios 110:1-4.)

Jesús era el único que podía llevar a cabo la expiación infinita


que se requería, puesto que era la única persona sin pecado que
vivió sobre la faz de la tierra, ofreció una vida sin mancha y,
como Hijo de Dios, tuvo poder sobre la vida y la muerte.
Ninguno hubiera podido quitarle la vida si El no hubiera estado
dispuesto a entregarla.

Jesús dijo:

"Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo


poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar." (Juan
10:18).

Fue, por lo tanto, por medio de actos de infinito amor y


misericordia que El vicariamente pagó la deuda de la ley
quebrantada y satisfizo las demandas de la justicia.

70
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Estamos endeudados aún más con Jesucristo, porque por su


expiación no sólo satisfizo las demandas de la ley de justicia,
sino que también impuso la ley de la misericordia, por medio de
la cual el hombre puede ser redimido de la muerte espiritual.
Porque, en tanto que el hombre no es responsable de la muerte
mortal, sí lo es de la muerte espiritual, que lo aleja de la
presencia de Dios.

Toda persona que mora en la tierra está sujeta a las influencias


de la rectitud y también a las de la maldad. Está también
investida con el don divino del albedrío moral, en el ejercicio del
cual ningún ser humano que haya vivido hasta la edad de
responsabilidad, salvo Jesús, ha sido capaz de resistir la
influencia del mal en todas las cosas. Todos hemos pecado. Por
lo tanto, toda persona es impura hasta el grado en que ha pecado,
y por esa impureza es desterrada de la presencia del Señor
mientras los efectos de su pecado estén sobre ella.

Puesto que padecemos esta muerte espiritual como resultado de


nuestras propias transgresiones, no podemos pretender que se
nos libre de ella reclamándolo como si se tratara de un asunto de
justicia. Ni tampoco persona alguna tiene dentro de sí él poder
para que la restitución sea tan completa que pueda limpiarla
totalmente de los efectos de sus malas obras. A fin de que el
hombre pueda ser libre de las consecuencias de sus propias
transgresiones y regresar a la presencia de Dios, debe ser el
beneficiario de un poder superior que lo libre de los efectos de
sus propios pecados. Con este propósito se concibió y se llevó a
cabo la expiación de Jesucristo.

Ese fue el acto supremo de caridad del mundo, realizado por


Jesús por causa de su gran amor por nosotros. De esa manera no
sólo cumplió con las demandas de la justicia —por la cual
hubiéramos permanecido atados a los efectos de nuestras propias

71
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

transgresiones para siempre— sino que El impuso también la ley


de la misericordia, por medio de la cual todos los hombres
pueden ser limpiados de sus pecados. No obstante lo que
creamos o la manera en que vivamos, todos vamos a resucitar;
por medio de la expiación de Cristo, está garantizada la
redención de toda alma de la tumba, sin condición alguna. Sin
embargo, esto no es así con respecto al perdón y a la redención
de los efectos de nuestros propios pecados. Las únicas personas
que son así perdonadas y redimidas son aquellas que aceptan y
obedecen los términos prescritos por el Redentor; de esta manera
se colocan en posición de recibir los beneficios de Su sangre
expiatoria en lo que concierne a sus propios pecados.

El ha prescrito los términos de su evangelio —el Evangelio de


Jesucristo—, que es la ley de la misericordia, cuyo primer
requisito es aceptar a Jesús por lo que es: nuestro Redentor. Esto
es la "fe en el Señor Jesucristo" (Artículos de Fe). Después sigue
el abandono de nuestros pecados y hacer restitución hasta donde
sea posible. A esto se le llama arrepentimiento. Si no cumplimos
con estos requisitos y con los demás principios y ordenanzas del
evangelio, nos deja fuera del alcance del plan de misericordia, y
quedamos a merced de la ley de la justicia, por medio de la cual
tendremos que sufrir por nuestros propios pecados, aun como lo
hizo Jesús.

Porque ". . . aquel que no ejerce la fe para arrepentimiento


queda expuesto a las exigencias de toda la ley de la justicia; por
lo tanto, únicamente para aquel que tiene fe para
arrepentimiento se realizará el gran y eterno plan de la
redención." (Alma 34:16).

Al meditar acerca de la Expiación, por medio de la cual se nos


asegura la resurrección y, de acuerdo con nuestra fe, el
arrepentimiento y la fidelidad que demostremos hasta el fin, se

72
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

nos da la oportunidad de obtener la remisión de nuestros


pecados.

73
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 7

JESÚS NO HA MUERTO

Por medio de la Expiación y de los acontecimientos


extraordinarios que la rodearon, el Señor tomó sobre sí todos los
terribles pecados individuales y colectivos del género humano.
El resultado maravilloso de este sufrimiento fue que El redimió
de la muerte física tanto a los creyentes y obedientes como a los
infieles y desobedientes. Toda persona nacida o por nacer es
beneficiaría tanto de la mediación como de la expiación del
Salvador.

El élder James E. Talmage en términos simples expresa que la


Expiación es una reconciliación del hombre con Dios. Debido a
su transgresión, Adán y Eva, al decidir abandonar su estado de
inocencia, fueron expulsados de la presencia de Dios; esto se
conoce entre los cristianos como la Caída, o la transgresión de
Adán. Fue un muerte espiritual porque Adán y Eva fueron
separados de la presencia de Dios y se les dio la libertad "para
obrar por sí mismos, y no para que obren sobre ellos" (2 Nefi
2:26). También se les dio el gran poder de la procreación para
que pudieran cumplir el mandamiento de multiplicarse y llenar
la tierra, y tener gozo en su posteridad. El resto de su posteridad
también quedó al margen de la presencia de Dios. Sin embargo,
la posteridad de Adán y Eva era inocente del pecado original,
dado que no participó en la transgresión y, por lo tanto, era
injusto que toda la humanidad sufriera eternamente por el
pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Era necesario
poner en orden esa injusticia y, por lo tanto, se necesitaba el

74
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

sacrificio expiatorio de Jesús en su función de Salvador y


Redentor. Debido al hecho trascendental de la Expiación, es
posible que toda alma obtenga el perdón de sus pecados, que
éstos se limpien y se olviden. (James E. Talmage, Los Artículos
de Fe, pág. 95). Este perdón, por supuesto, se recibe con la
condición de que haya arrepentimiento y rectitud personal.

Existe una diferencia entre la inmortalidad, o existencia eterna, y


la vida eterna, que significa tener un lugar en la presencia de
Dios. Por medio de Jesucristo, todos los hombres reciben la
inmortalidad, justos o injustos, limpios o pecadores. Sin
embargo, la vida eterna es:

"El mayor de todos los dones de Dios".

Según nos dice el Señor, obtenemos este gran don:

"Si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin".

Si lo hacemos, El nos promete:

"Tendrás la vida eterna" (Doctrina y Convenios 14:7).

El presidente Joseph Fielding Smith explicó: "Esta diferencia


entre la vida eterna, que reciben los fieles, y la inmortalidad,
que obtienen tanto los fieles como los infieles, se indica en las
palabras del Señor a Moisés:

"Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la


inmortalidad y la vida eterna del hombre" (Moisés 1:39).

La conjunción "y" separa claramente las dos ideas. Explica que


el Señor da a la gran mayoría, a aquellos que no son obedientes,
la bendición de la inmortalidad; y a aquellos que lo sirvan, la

75
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

bendición de la vida eterna". (Smith, The Way to Perfection, Salt


Lake City: The Genealogical Society of Utah, 1946, pág. 329).

Han pasado casi dos mil años desde la maravillosa ocasión en


que se conquistó la muerte. Todavía no sabemos cómo pudo el
Salvador tomar sobre sí y soportar nuestras transgresiones,
nuestras necedades, nuestros pesares, nuestros sufrimientos y
nuestras cargas. No se puede describir ni entender. Fue casi
imposible. La indescriptible agonía en Getsemaní fue tan grande
que:

". . . Era su sudor como grandes gotas de sangre que caían a


tierra'' (Lucas 22:44).

El atormentado lamento que exhaló en la cruz, en su idioma


arámico natal:

"¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani?, que interpretado quiere decir:


¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?" (Marcos
15:34)

Apenas nos da una idea de su sufrimiento y humillación. No


podemos menos que preguntarnos por cuántas de esas preciosas
gotas de sangre somos responsables.

Aun cuando los hombres y mujeres nacemos, vivimos por un


momento y morimos, por medio de la expiación de Jesucristo
todos viviremos después de la muerte. Por medio de la divinidad
que nos dio nuestro Creador como un don, podemos llegar a la
plenitud como herederos de Dios con poderes, dominios y
progreso eternos. Pablo dijo que éste era un don por la gracia [o
gratuito] (Romanos 5:15). Debido a la Mediación y a la
Expiación resucitaremos sin tener que pasar por la agonía
expiatoria por la que pasó el Hijo de Dios.

76
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

En el Libro de Mormón, Jacob enseña:

" . . . Si la carne no se levantara más, nuestros espíritus tendrían


que estar sujetos a ese ángel que cayó de la presencia del Dios
Eterno, y se convirtió en el diablo, para no levantarse más." (2
Nefi 9:8).

Los testimonios de aquellos fieles seguidores que vieron,


escucharon y tocaron al Señor resucitado permanecen
irrefutables hoy día. Después de la crucifixión, María
Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé compraron
especias aromáticas para ir a ungirle (Marcos 16:1).

Pero las devotas mujeres no sabían quién quitaría la enorme


piedra que cerraba el sepulcro. Cuando llegaron encontraron que
ya habían quitado la piedra (Marcos 16:3-4). Había ocurrido un
gran terremoto y un ángel había quitado la piedra y se había
sentado en ella, causando que los guardias temblaran de miedo y
se quedaran como muertos (Mateo 28:2-4). El ángel dio
instrucciones a las mujeres de dar las nuevas de la resurrección
del Señor a los discípulos, asegurándoles que "va delante de
vosotros a Galilea. Allí le veréis" (Mateo 28:7). Cuando fueron a
decírselo a los discípulos, "Jesús les salió al encuentro,
diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le
adoraron" (Mateo 28:9).

Durante los cuarenta días que pasó el Salvador con los Apóstoles
y otras personas, le escucharon y vieron hacer muchas cosas
imposibles de contar. Este ministerio especial transformó al
grupo incierto, confuso, dividido y débil de Apóstoles en un
conjunto de poderosos testigos del Señor. Marcos registra que el
Salvador reprochó a los once "porque no habían creído a los que
le habían visto resucitado" (Marcos 16:14).

77
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Quizás no se debería criticar a los Apóstoles por no haber creído


que Jesús, luego de crucificado y enterrado en una tumba, había
regresado a la tierra como un ser glorificado; jamás había
sucedido algo similar en la historia humana. Era algo
completamente nuevo; era una experiencia diferente del día en
que habían visto levantarse a la hija de Jairo (Marcos 5:22-24,
35-43), al joven de Naín (Lucas 7:11-15), o a Lázaro (Juan 11:1-
44). Todos ellos volvieron a morir después; Jesús, sin embargo,
se había transformado en un ser resucitado y jamás moriría
nuevamente. Y fue así que para los Apóstoles la historia de
Magdalena y las otras mujeres que atestiguaron de la
resurrección "les parecían locura las palabras de ellas, y no las
creían" (Lucas 24:11).

Sobre esta experiencia el Presidente David O. McKay dijo:

"El mundo nunca se hubiese conmovido con el testimonio de


hombres con mentes tan vacilantes, indecisas y desesperadas
como las que poseían los Apóstoles el día de la Crucifixión.

"¿Qué hizo cambiar tan súbitamente a esos discípulos en


predicadores confiados, valientes y heroicos del Evangelio de
Jesucristo? Fue la revelación de que Cristo había resucitado de la
tumba, que había guardado sus promesas, que su misión
mesiánica se había cumplido. En las palabras de un escritor
eminente: 'Se había puesto el sello final y absoluto de
autenticidad en todo lo que había dicho y el sello indeleble de
autoridad divina en todas sus enseñanzas. La gloriosa luz de la
presencia de su Señor y Salvador resucitado y glorificado había
disipado la sombra de la muerte.

"La fe en la resurrección tiene un fundamento indestructible en


la evidencia de estos testigos imparciales y asombrados, que no

78
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

podían dar crédito a sus ojos." (David O. McKay, Treasures of


life, p. 15-16).

Al igual que a los Apóstoles de la antigüedad, este conocimiento


y creencia debe transformarnos para que seamos confiados,
firmes, valientes y estemos en paz como seguidores del divino
Cristo; ha de ayudarnos a llevar nuestras cargas, a soportar
nuestros pesares y también a gustar plenamente del gozo y de la
felicidad que podamos encontrar en esta vida. Los discípulos que
fueron por el camino de Emaús con el Salvador se dijeron:

". . . ¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos


hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?"
(Lucas 24:32).

No es de extrañarse que le suplicaran:

". . . Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha


declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.

Y aconteció que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el


pan, lo bendijo, y lo partió y les dio." (Lucas 24:29-30).

Los Apóstoles procuraban saborear esos preciosos momentos y


sentimientos.

El hecho de que el sepulcro quedara vacío fue el más


trascendental de todos los acontecimientos en la historia del
mundo, porque dio testimonio de que Jesús no había muerto,
sino que la muerte en sí había sido conquistada.

En el conocimiento de que cada uno de nosotros resucitará hay


una gran esperanza para todos.

79
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

En el Libro de Mormón, Alma promete que luego de la muerte


temporal:

"El espíritu y el cuerpo serán reunidos otra vez en su perfecta


forma; los miembros así como las coyunturas serán restaurados
a su propia forma, tal como nos hallamos ahora; y seremos
llevados ante Dios, conociendo tal como ahora conocemos, y
tendremos un vivo recuerdo de toda nuestra culpa." (Alma
11:43).

El Profeta José Smith dijo:

"Puedo saborear los principios de vida eterna, y vosotros


también. . . sé que cuando os declaro estas palabras de vida
eterna, vosotros gustáis de ellas, y sé que las creéis"
(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 440).

Y así es que el más humilde y nuevo creyente, el niño, el joven o


el adulto pueden lograr una convicción personal de la veracidad
de la vida eterna.

Juan el Revelador vio:

". . . un cielo nuevo y una tierra nueva" (Apocalipsis 21:1).

y oyó

". . . una gran voz del cielo" (Apocalipsis 21:3).

"El que venciere heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y


él será mi hijo." (Apocalipsis 21:7).

"Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no


habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor,

80
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

porque las primeras cosas han dejado de ser." (Apocalipsis


21:4).

No es necesario que nadie dependa continuamente del testimonio


de otros con respecto a la mediación, la expiación y la
resurrección de Cristo como nuestro Redentor y Salvador; cada
uno puede saborear la dulzura de las verdades del evangelio
obedeciendo los principios, las ordenanzas y los convenios.

Aunque todavía podemos ir al Jardín de Getsemaní, el Señor


Jesús no estará allí, ni tampoco en la tumba. No está en el
camino a Emaús, ni en Galilea, ni en Nazaret ni en Belén.
Debemos encontrarlo en nuestro corazón. No obstante, El nos
dejó para siempre el gran Consolador (Juan 14:16) y el
sempiterno poder del sacerdocio. Sobre este poder, Jacob, el hijo
de Lehi, testificó:

"Verdaderamente podemos mandar en el nombre de Jesús, y los


árboles mismos nos obedecen, o los montes, o las olas del mar."
(Jacob 4:7).

Por medio de la rectitud este poder del sacerdocio y estos dones


divinos de la Expiación y la Mediación operan en nuestras vidas.
Finalmente, cada uno de nosotros debe saber estas verdades
espirituales al seguir el consejo de Jesús:

"El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la doctrina es


de Dios o si yo hablo por mí mismo." (Juan 7:17).

81
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 8

LA NATURALEZA
DIVINA DE JESUCRISTO

Jesucristo es el Creador del universo, el Salvador y Redentor de


la humanidad y el juez del alma humana. Lo que El es y lo que
hace nos afecta a cada uno desde antes de nacer y nos afectará
durante toda nuestra vida terrenal y por las eternidades. Mucho
de lo que Cristo es y hace está más allá de la comprensión
humana.

El Señor le dijo a Moisés cuando hablaron cara a cara en la


montaña:

"He creado incontables mundos. . . por medio del Hijo. . .


(Moisés 1:33).

"Pero solamente te doy un relato de esta tierra. . . hay muchos


que hoy existen, y son incontables para el hombre; pero para mí
todas las cosas están contadas, porque son mías y las conozco."
(Moisés 1:35).

Este breve pasaje de las Escrituras nos da una idea de la


inmensidad de nuestro Señor como Creador. Un astrónomo
contemporáneo nos aclara: "El Cosmos es todo lo que existe, que
ha existido o que existirá... El tamaño y la edad del Cosmos son
incomprensibles para el hombre. . . sus dimensiones son de tal
magnitud que las unidades de distancia que utilizamos pierden

82
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

significado. Medimos las distancias con la velocidad de la luz.


En un segundo un rayo de luz viaja casi 300.000 km. . . En un
año atraviesa nueve trillones de kilómetros. . . Esa unidad de
longitud, la distancia que recorre la luz en un año, se llama un
año luz, pero no mide tiempo sino distancias enormes. . . El
Cosmos está casi vacío. . . Los mundos son valiosos. . . Una
galaxia se compone de gases, polvo y estrellas; billones y
billones de estrellas. Cada estrella podría ser un sol para alguien
. . . Existen cientos de billones de galaxias, cada una formada por
unos cientos de billones de estrellas. . . Desde la inmensidad del
espacio, es difícil distinguir el grupo en la que está nuestra
galaxia y casi imposible es distinguir nuestro Sol y la Tierra. . .
La Vía Láctea, la galaxia a la que pertenecemos, tiene unos 400
mil millones de estrellas que se mueven con orden y gracia. De
todas las estrellas, hasta el momento, los habitantes de la tierra
conocen de cerca sólo una" (Carl Sagan, Cosmos, New York:
Random House, 1980, págs. 4-5, 7, 10).

En una conversación entre Dios y Moisés, Dios dijo:

". . . Esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad


y la vida eterna del hombre." (Moisés 1:39).

Dios dijo también:

". . . Mi Unigénito es y será el Salvador. . . " (Moises 1:6).

El élder Bruce R. McConkie expreso:

La inmortalidad y la vida eterna del hombre se hace realidad por


medio de la expiación de Jesucristo, nuestro Salvador y
Redentor. Es "el acontecimiento más transcendental que haya
ocurrido o que vaya a ocurrir entre los hijos de nuestro Padre"

83
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

(Bruce R. McConkie, The Millennial Messiah, Salt Lake City:


Deseret BookCo., 1982, pág. 15).

Es una prueba de amor por la que nos deberíamos sentir más,


agradecidos que por cualquier otra bendición o don de Dios. La
Expiación asegura la inmortalidad de todo ser humano. Da
también la oportunidad de obtener la vida eterna, la vida que
Dios vive, a los que tienen fe en Cristo, se arrepienten de sus
pecados y obedecen las leyes del evangelio. En forma milagrosa,
la Expiación nos salva y nos redime de las consecuencias de la
caída de Adán, tanto de la muerte física al fin de esta vida como
de la muerte espiritual, que es no poder vivir con nuestro Padre.

Sólo Jesucristo, porque es el Hijo Unigénito del Padre, pudo


efectuar esa infinita y eterna Expiación para que pudiéramos ser
uno con nuestro Padre Celestial. Cuando Jesús nació en esta
tierra, sus padres eran Dios, el Eterno Padre (1 Nefi 11:21) y
María, a la que Nefi vio en una visión y dijo que era:

"Una virgen, más hermosa y pura que toda otra virgen" (1 Nefi
11:15).

El es el Hijo Unigénito, el único que ha nacido o que nacerá


sobre la tierra con padres de esa naturaleza. Debido a la
naturaleza mortal heredada de su madre, tenía ". . . la capacidad
humana de morir. . . de separar el espíritu del cuerpo" (Bruce R.
McConkie, The Promised Messiah, Salt Lake City: Deseret
Book Co., 1978, pág. 471).

Y gracias a Su naturaleza divina, heredada de Su Padre, tenía


". . . la capacidad de ser inmortal, que es el poder de vivir para
siempre, o si escogía morir, el poder de resucitar como ser
inmortal." El Salvador dijo:

84
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

". . . Yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo


poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar." (Juan
10:17-18).

"Fue debido a esa mezcla de lo divino y lo humano que nuestro


Salvador pudo efectuar la Expiación infinita y eterna. . . El tenía
el poder de vivir y de morir a voluntad, y una vez que muriera,
podía resucitar, y de forma incomprensible para nosotros, tenía
el poder de compartir esa resurrección con todos nosotros para
que todo el género humano pudiera levantarse de la tumba" (The
Promised Messiah, pág. 471).

Durante la Segunda Venida, Jesucristo irrevocablemente juzgará


a la humanidad. En el Evangelio de Juan leemos:

"Porque el Padre a nadie juzga, sino que ha dado todo el juicio


al Hijo.

". . . el Padre. . . ha dado al Hijo. . . autoridad de hacer juicio. . .

". . . porque vendrá hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz;

"y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida;


mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación"
(Juan 5:22, 26-29).

El profeta Mormón escribió:

". . . Todos tendréis que comparecer ante el tribunal de Cristo,


sí, toda alma que pertenece a toda la familia humana de Adán; y

85
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

debéis presentaros para ser juzgados por vuestras obras, ya


sean buenas o malas." (Mormón 3:20).

Leemos en Mateo:

"Y cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los


santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su
gloria.

Y serán reunidas delante de él todas las naciones; entonces


apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas
de los cabritos.

"Y pondrá las ovejas a su aderecha, y los cabritos a la


izquierda.

"Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: Venid,


benditos de mi Padre, aheredad el reino preparado para
vosotros desde la fundación del mundo. (Mateo 25:31-34).

"Entonces dirá también a los que estén a la aizquierda:


Apartaos de mí, bmalditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles." (Mateo 25:41).

Considerando todo lo que Jesús es y todo lo que hace por


nosotros, ¿cómo podemos demostrarle nuestro agradecimiento?
Debemos ir mucho más allá de conocer Sus atributos y Su
misión. Debemos conocer al "único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3).

El élder Bruce R.McConkie declaró:

"Una cosa es saber algo acerca de Dios y otra es conocerle bien.


Podemos saber que es un ser en cuya imagen hemos sido

86
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

creados; podemos saber que el Hijo es idéntico a Su Padre;


podemos saber que tanto el Padre como el Hijo tienen ciertas
cualidades y poderes. Pero cuando experimentamos y gozamos
de las mismas cosas que Ellos, los conocemos y eso nos capacita
para alcanzar la vida eterna. Conocer bien a Dios significa
pensar lo que El piensa, sentir lo que siente, tener el poder que
tiene, comprender las verdades que entiende y hacer lo que hace.
Los que lo conocen llegan a ser como El y viven la vida que El
vive, que es la vida eterna" (Bruce R. McConkie, Doctrinal Neiv
Testament Commentary, 3 tomos, Salt Lake City: Bookcraft,
1965-1973, 1:762).

En otras palabras, para conocer a Cristo, tenemos que ser como


El. Llegamos a ser:

". . . participantes de la naturaleza divina. . . " (2 Pedro 1:4).

Cristo enseñó a Sus discípulos nefítas:

". . . ¿Qué clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo,


aun como yo soy" (3 Nefi 27:27).

Un principio básico caracteriza la vida, la misión y las


enseñanzas del Salvador: el de que nos amemos los unos a los
otros. El dijo a Sus discípulos:

"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros;


como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor


los unos por los otros." (Juan 13:34-35).

También dijo:

87
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

"Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15).

Imaginen por un momento lo que sucedería si todos se amaran


los unos a los otros como Jesús ama a Sus discípulos. No habría
discusiones ni peleas ni contención en el hogar. No diríamos ni
haríamos nada que pudiera herir a otras personas. No tendríamos
discusiones innecesarias sobre nimiedades. Sería imposible tener
guerras, sobre todo las guerras basadas en la religión.

Tenemos numerosos testimonios de la veracidad y la divinidad


de nuestro Señor, Jesucristo. Desde los tiempos de Adán, los
profetas antiguos, incluso el hermano de Jared, conocían a
nuestro Salvador en Su estado espiritual como Jehová. Durante
Su vida terrenal, en Palestina, Sus discípulos lo trataban
personalmente. Estuvieron con El cuando enseñaba, cuando
hacía milagros, cuando lo crucificaron y después que resucitó.

Pedro escribió:

"Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de


nuestro Señor Jesucristo, siguiendo fábulas astutamente
inventadas, sino que con nuestros propios ojos hemos visto su
majestad." (2 Pedro 1:16).

Cuando nuestro Señor resucitado visitó a los nefítas y les


enseñó;

". . . Extendió la mano, y habló al pueblo, diciendo:

He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que


vendría al mundo." (3 Nefi 11:9-10).

En nuestra época, el Padre y el Hijo visitaron al profeta José


Smith en la Arboleda Sagrada. Sobre esta visita José escribió:

88
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

". . . Vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y


gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló,
llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi
Hijo Amado: ¡Escúchalo!" (José Smith— Historia 1:17).

Cuando el Salvador aceptó el Templo de Kirtland como Su casa,


José Smith y Oliver Cowdery vieron:

". . . Al Señor sobre el barandal del púlpito, delante de nosotros;


y debajo de sus pies había un pavimento de oro puro del color
del ámbar.

Sus ojos eran como llama de fuego; el cabello de su cabeza era


blanco como la nieve pura; su semblante brillaba más que el
resplandor del sol; y su voz era como el estruendo de muchas
aguas, sí, la voz de Jehová, que decía:

Soy el primero y el último; soy el que vive, soy el que fue


muerto; soy vuestro abogado ante el Padre" (D. y C. 110:2-4).

En una visión, el Profeta y Sidney Rigdon vieron y hablaron con


Jesucristo y escribieron:

". . . Después de los muchos testimonios que se han dado de él,


este es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de
él: ¡Que vive!

Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz


testificar que él es el Unigénito del Padre." (Doctrina y
Convenios 76:22-23).

89
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 9

JESUCRISTO UN SER
INFINITO Y ETERNO

El profeta Jacob, preguntó:


“. . . ¿Por qué no hablar de la expiación de Cristo, y lograr un
perfecto conocimiento de él, así como el conocimiento de una
resurrección y del mundo venidero?” (Jacob 4:12)

Nuestro tercer Artículo de Fe trata ese tema:

"Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género


humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y
ordenanzas del Evangelio".

Sin embargo, para comprender la expiación de Cristo, primero


debemos comprender la caída de Adán, y antes de comprender la
Caída, primero debemos comprender la Creación. Estos tres
componentes vitales del plan de salvación están relacionados
entre sí.

La Creación culminó con Adán y Eva en el Jardín de Edén,


quienes fueron creados a la imagen de Dios, con cuerpos de
carne y huesos. Por haber sido creados a la imagen de Dios, y no
siendo mortales aún, no podían envejecer ni morir.

90
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

En su bendición a su hijo Jacob, el padre Lehi le declara que de


no haber habido transgresión:

". . . No hubieran tenido hijos. . . " (2 Nefi 2:23.)

Ni habrían experimentado las pruebas de la vida. La creación de


Adán y Eva fue paradisíaca, o sea, debían experimentar un
cambio importante antes de poder cumplir con el mandamiento
de tener hijos y así proveer cuerpos terrenales para los
premortales hijos e hijas espirituales de Dios.

Y eso nos lleva a la Caída. Las Escrituras nos enseñan que:

"Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los


hombres para que tengan gozo". (2 Nefi 2:25.)

La caída de Adán y Eva comprendió la creación mortal trajo


consigo los cambios requeridos en sus cuerpos, incluso la
circulación de la sangre, como así también otras modificaciones.
Ahora podían tener hijos, y ellos y su posteridad estaban sujetos
a las heridas, las enfermedades y la muerte. Y un Creador
amoroso los bendijo con el poder sanador por el cual se podían
preservar la vida y las funciones de los preciosos cuerpos físicos.
Por ejemplo, si los huesos se rompen, pueden volver a soldarse,
las heridas pueden sanar y, milagrosamente, una pérdida de
sangre puede detenerse al activarse ciertos componentes de esa
misma sangre que se está vertiendo.

Como seres mortales, a Adán y a Eva se les instruyó que

". . . Adorasen al Señor su Dios y ofreciesen las primicias de sus


rebaños como ofrenda al Señor. . . " (Moisés 5:5)
También se les dijo que

91
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

". . . La vida de la carne en la sangre está. . . la misma sangre


hará expiación de la persona". (Levíticos 17:11)

La probación, la procreación y el envejecimiento fueron


componentes del "gran plan de felicidad" de Dios, así como
también fue esencial la muerte física.

Pero la vida mortal, por gloriosa que sea, nunca fue el objetivo
final del plan de Dios. La vida y la muerte aquí sobre el planeta
tierra eran sólo medios para alcanzar un fin, y no el fin por el que
fuimos enviados.

Y eso nos lleva a la Expiación. Pablo dijo:

"Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo


todos serán vivificados". (1 Corintios 15:22)

La expiación de Jesucristo se convirtió en la creación inmortal.


Él se ofreció como voluntario para satisfacer las demandas de
una ley previamente transgredida, y al derramar Su sangre, podía
llegar a perfeccionarse Su cuerpo físico y también el nuestro.
Podrían llegar a funcionar de nuevo sin sangre, tal como los de
Adán y Eva en su estado paradisíaco.

Pablo enseñó que:

". . . Carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios. . .

Es necesario que. . . esto mortal se vista de inmortalidad".


(1 Corintios 15:50, 53)

Teniendo en mente estas explicaciones, meditemos abora el


profundo significado de la palabra expiación. En el idioma
inglés, la palabra se compone de tres elementos (at-onement) que

92
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

sugieren ser una persona una con otra. En español, y en algunos


otros idiomas, la palabra significa reconciliación. Expiación
significa "borrar las culpas por medio de un sacrificio". La
palabra derivada de las raíces latinas re, que significa "de
nuevo", con, que significa "en compañía de", y sella, que
significa "sentarse". Por tanto, reconciliación significa,
literalmente, "sentarse de nuevo en compañía de".

Se encuentra un rico significado al estudiar la palabra expiación


en los idiomas semíticos de la época del Antiguo Testamento. En
hebreo, la palabra básica para expiación es kaphar, un verbo que
significa "cubrir" o "perdonar". Estrechamente relacionada se
encuentra la palabra aramea y arábiga kafat, que significa "un
abrazo íntimo", sin duda relacionada con el abrazo ritual egipcio.

En el Libro de Mormón hay referencias evidentes de ese abrazo.


Una dice:

". . . El Señor ha redimido a mi alma. . . he visto su gloria, y


estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor".
(2 Nefi 1:15)

El ser redimido es ser expiado, es ser recibido en el abrazo


íntimo de Dios, con una expresión no sólo de Su perdón, sino de
nuestra unidad de corazón y de mente. ¡Qué privilegio! ¡Y qué
consuelo para los que hemos perdido a seres amados que hayan
partido de nuestro círculo familiar a través de la puerta llamada
muerte!

En las Escrituras se nos enseña más acerca de la palabra


expiación. El Antiguo Testamento tiene muchas referencias a ese
término, las cuales se referían al sacrificio de animales, pero no
podía ser cualquier animal. Se debían observar ciertos requisitos:

93
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

 Debía ser el primogénito de los animales, y sin defecto.

 Se debía sacrificar la vida del animal mediante el


derramamiento de su sangre.

 Se debía matar al animal sin quebrarle ningún hueso.

 Se podía sacrificar a un animal en forma vicaria por


otro".

La expiación de Cristo cumplió esos prototipos del Antiguo


Testamento. Él fue el primogénito Cordero de Dios, sin mancha.
Su sacrificio ocurrió mediante el derramamiento de sangre. No
se quebró ni un hueso de su cuerpo (es digno de mencionar que a
los dos malhechores crucificados junto al Señor les quebraron
las piernas). El suyo fue un sacrificio vicario a favor de otros.
Aunque las palabras expiar o expiación, en cualquiera de sus
formas, aparecen una sola vez en la traducción del Rey Santiago
del Nuevo Testamento al inglés, aparecen treinta y cinco veces
en el Libro de Mormón. Siendo que es otro testamento de
Jesucristo, este libro arroja preciosa luz sobre Su expiación, al
igual que Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio. La
revelación de los últimos días ha aumentado grandemente la
comprensión que adquirimos de la Biblia.

En los tiempos preparatorios del Antiguo Testamento, la práctica


de la expiación era finita, o sea, tenía un final. Era una
predicción simbólica de la expiación definitiva de Jesús el
Cristo. Su expiación es infinita: no tiene fin. También es infinita
en el sentido de que todo el género humano se salvará de la
muerte sin fin, y es infinita en el sentido del intenso sufrimiento
del Salvador. Es infinita en el tiempo, dando fin al prototipo
anterior del sacrificio animal. Es infinita en lo que abarca,
porque se hizo una sola vez por todos. Y la misericordia de la

94
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Expiación se extiende no sólo a una cantidad infinita de


personas, sino también a un número infinito de cualquier escala
de dimensión humana y de comprensión mortal.

Jesucristo fue el único que pudo haber ofrecido esa expiación


infinita, dado que había nacido de madre mortal y de Padre
inmortal. Debido a ese nacimiento singular, Jesucristo era un Ser
infinito.

La prueba de la Expiación se centró en la ciudad de Jerusalén, en


donde tuvo lugar el acto más grande de amor de toda la historia.
Partiendo del aposento alto, Jesús y Sus amigos cruzaron el
hondo barranco al este de la ciudad y llegaron a un huerto de
olivos en las laderas más bajas del monte de los Olivos. En ese
huerto con el nombre hebreo de Getsemaní, que significa
"prensa de aceite", se habían aplastado y prensado las aceitunas
para hacer aceite y proporcionar alimento.

Allí mismo, en Getsemaní, el Señor:

". . . Sufrió el dolor de todos los hombres, a fin de que todo


hombre pudiese arrepentirse y venir a él". (Doctrinas y
Convenios 15:11)

Tomó sobre sí el peso de los pecados de todo el género humano,


al soportar la carga masiva que hizo que sangrara por cada poro.

“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor


como grandes gotas de sangre que caían a tierra.” (Lucas
22:44)

Más tarde, fue golpeado y azotado, y se le colocó en la cabeza


una corona de espinas como una tortura más.

95
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

“. . . Le vistieron de púrpura y, poniéndole una corona tejida de


espinas.” (Marcos 15:17)

De mano de Su propio pueblo, fue objeto de mofas y burlas, y


padeció toda indignidad.

Él dijo:

"Vine a los míos, y los míos no me recibieron." (3 Nefi 9:16)

En lugar de un abrazo caluroso, recibió de ellos un rechazo


cruel. Se le obligó a cargar Su propia cruz hasta el cerro del
Calvario, en donde fue clavado en aquella cruz y padeció un
dolor terrible.

Aunque el Padre y el Hijo sabían con anticipación lo que


acontecería, la realidad trajo consigo una agonía indescriptible.

Y Jesús decía:

“. . . Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta
de mí esta copa; pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres
tú." (Marcos 14:36)

Entonces Jesús cumplió la voluntad de Su Padre. Tres días


después, precisamente como lo había profetizado, se levantó del
sepulcro. Se convirtió en las primicias de la Resurrección. Había
cumplido la Expiación, la cual daría inmortalidad y vida eterna a
todo ser humano obediente. Todo lo que se desvió por causa de
la Caída se corrigió con la Expiación.

El don de la inmortalidad que nos dio el Salvador es para todos


los que han vivido, pero Su don de la vida eterna requiere el
arrepentimiento y la obediencia a ciertas ordenanzas y

96
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

convenios. Hay ordenanzas esenciales en el Evangelio que


simbolizan la Expiación. El bautismo por inmersión es simbólico
de la muerte, sepultura y resurrección del Redentor. El participar
de la Santa Cena renueva los convenios bautismales y también
renueva nuestro recuerdo del cuerpo quebrantado del Salvador y
la sangre que derramó por nosotros. Las ordenanzas del templo
simbolizan nuestra reconciliación con el Señor y sellan a las
familias para siempre. La obediencia a los convenios sagrados
hechos en el templo nos hace merecedores de la vida eterna: el
don más grande de Dios a la humanidad, "el propósito y
finalidad de nuestra existencia"'.

La Creación requería la Caída, la Caída la Expiación. La


Expiación hace posible que se cumpla el propósito de la
Creación. La vida eterna, hecha posible por medio de la
Expiación, es el propósito supremo de la Creación.

97
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 10

LA GRACIA DEL SALVADOR NOS


BENDICE

El Salvador puede enjugar todas nuestras lágrimas, "después


de hacer cuanto podamos" (2 Nefi 25:23).

En Lucas 4:18, Jesús cita una porción de un pasaje de Isaías que


describe la esencia de Su ministerio. El pasaje de Isaías dice:

"El espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ha


ungido Jehová para proclamar buenas nuevas a los mansos; me
ha enviado a vendar a los quebrantados de corazón, a
proclamar libertad a los cautivos. . . " (Isaías 61:1)

A ordenar que a los que están de duelo en Sion se les dé gloria


en lugar de ceniza. . . " (Isaías 61:3).

De esa manera, la expiación del Salvador se representa como el


poder sanador, no sólo para curar el pecado, sino también el
descuido, los sentimientos de insuficiencia y todas las penas
terrenales.

Es fácil entender por qué vacilamos en recalcar la doctrina de la


gracia. Nefi escribió:

98
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

". . . Pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos,
después de hacer cuanto podamos." (2 Nefi 25:23).

En ese proceso, que consiste de dos partes, el énfasis constante


que la gente le da al tema de la gracia podría llevar a algunas
personas a pasar por alto la importante aseveración "hacer
cuanto podamos". Podrían, entonces, aceptar la noción errónea
de que podemos ser salvos por la gracia divina aun cuando
elijamos vivir en nuestros pecados. Algunos cristianos sí creen
que serán salvos por la gracia, a pesar de cualquier cosa que
hagan. Esta doctrina podría llegar al extremo de negar totalmente
la libre voluntad, con la implicación de que Dios elegirá a los
que Él desee salvar, sin tomar en cuenta su comportamiento o
incluso lo que ellos prefieran.

De igual manera, algunos piensan que tienen el derecho de


cometer algunos pecados sin incurrir en el castigo
correspondiente, y constantemente caminan al borde de la
transgresión; o creen que el arrepentimiento requiere el tan sólo
decir que lo lamentan. El acentuar de manera constante el fácil
acceso al perdón puede ser contraproducente en tales casos, ya
que sugiere, erróneamente, que pueden pecar ahora y
arrepentirse muy fácilmente más tarde sin sufrir consecuencias
perjudiciales.

No obstante todas estas razones para que estemos sobre aviso, la


bendición de hacer que la Expiación ocupe un lugar más central
en nuestra vida importa más que cualquier desventaja que se
derive de ello. Cuando en forma habitual subestimamos el
significado amplio de la Expiación, causamos más daño que si
nos abandonáramos unos a otros, quedándonos sin ningún
consuelo, ya que algunos tal vez simplemente se den por
vencidos, agobiados, más de lo que pueden soportar, por la falta
de confianza en sí mismos y la fatiga espiritual.

99
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Al Salvador mismo no le preocupó parecer demasiado


indulgente o condescendiente con el pecado. Él dijo:

"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os


haré descansar." (Mateo 11:28).

"Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11:30).

Él pronunció estas consoladoras palabras con el fin de pedir a


Sus seguidores que desarrollaran un amor de tal pureza que
pudiese acabar con el odio, la lujuria y la ira. Su yugo es fácil,
pero Él requiere todo nuestro corazón.

Sus palabras no describen un acontecimiento, sino un proceso;


Él no solicita la respuesta a una pregunta que se puede contestar
con un sí o con un no, sino una composición escrita a medida
que caminemos por el sinuoso sendero de la experiencia. Al
avanzar por ese sendero, encontraremos que Él no solamente
está al tanto de nuestras limitaciones, sino que también, en su
debido tiempo, las compensará "después de hacer cuanto
podamos". Eso, además del perdón por el pecado, es una parte
vital de las buenas nuevas del Evangelio, parte de la victoria,
parte de la Expiación.

Las doctrinas básicas de la santa Expiación se relacionan


primeramente con la transgresión de Adán y Eva y con nuestros
pecados personales. La Caída causó que Adán y Eva y sus hijos
estuviesen expuestos a la muerte, al pecado y a otras
características de la mortalidad que los separaba de Dios. A fin
de que el género humano llegara a estar con Dios nuevamente, la
justicia divina requería compensación por esas consecuencias de
la Caída. La misericordia de Dios permitió que el Salvador
llevara a cabo esa compensación por medio de la Expiación.

100
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

A causa de Su vida inmaculada, Su naturaleza divina como Hijo


Unigénito del Padre, y por estar dispuesto a beber la amarga
copa de la justicia, al Salvador le fue posible expiar
incondicionalmente la transgresión de Adán y Eva y la muerte
física, y expiar, condicionalmente, nuestros pecados personales.
La parte incondicional de la Expiación es un don gratis de gracia
que no requiere acción adicional alguna por parte nuestra. No
obstante, la parte condicional requiere nuestro arrepentimiento
como condición para aplicar la misericordia a nuestros pecados
personales. Si no nos arrepentimos, debemos sufrir, incluso
como el Señor lo hizo, a fin de satisfacer las demandas de la
justicia.

En una revelación dada por medio de José Smith, a Martin


Harris, el Señor dice:

“. . . Te mando que te arrepientas; arrepiéntete, no sea que te


hiera con la vara de mi boca, y con mi enojo, y con mi ira, y
sean tus padecimientos dolorosos; cuán dolorosos no lo sabes;
cuán intensos no lo sabes; sí, cuán difíciles de aguantar no lo
sabes.

Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos,


para que no padezcan, si se arrepienten;

Mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo.”


(Doctrina y Convenios 19:15-17)

La misericordia y el arrepentimiento son factores que llevan a la


rehabilitación y no al castigo de la persona. El Salvador nos pide
que nos arrepintamos no sólo para pagarle el haber saldado
nuestra deuda con la justicia, sino también para alentarnos a
pasar por el desarrollo personal que purificará nuestra naturaleza
misma. El "hombre natural" seguirá siendo un enemigo de Dios

101
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

para siempre, incluso hasta después de haber pagado sus propios


pecados, a menos que él "se haga santo por la expiación de
Cristo el Señor" (Mosíah 3:19).

Algunos de nosotros hacemos del arrepentimiento algo


demasiado fácil, mientras que otros lo hacen demasiado difícil.
Aquellos que lo hacen demasiado fácil no aprecian ningún
pecado grande en su vida, o creen que el sólo ofrecer disculpas
rápidas es suficiente.

En el otro extremo, se encuentran aquellos que piensan que el


arrepentimiento requiere más de lo que les es posible hacer.
Muchos de ellos piensan que tienen la plena responsabilidad de
compensar sus propios pecados. Sin duda alguna, el
arrepentimiento requiere que los transgresores hagan plena
restitución hasta el límite de sus posibilidades. Pero hay
ocasiones en que no podemos compensar del todo. Es
simplemente imposible devolver la virtud que ha sido robada del
mismo modo que se podría devolver un auto robado. Debido a
que carecemos del poder de compensar plenamente los efectos
de nuestras transgresiones, dependemos de manera total en
Cristo para la restitución cabal, no obstante cuan sincero sea
nuestro arrepentimiento.

Incluso después de que el Salvador acepte nuestro


arrepentimiento sincero y nos bendiga con Su misericordia,
únicamente nos encontraremos preparados para entrar en el
"estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna" (2
Nefi 31:18). Entonces, debemos considerar los aspectos
adicionales de llegar a ser santos por medio de la Expiación: el
proceso de pasar del estropeado antecedente del pecado a través
del limpio antecedente del perdón hasta llegar al bello y
completo antecedente de la naturaleza divina. Existen por lo
menos dos aspectos en los que la gracia del Señor nos bendice

102
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

mucho más allá de tan sólo compensar nuestros pecados:


endulzar lo amargo y lograr la perfección divina.

Consideremos el concepto de probar lo amargo a fin de apreciar


lo bueno. La transgresión de Adán y Eva no fue en realidad un
acto indebido de "pecado", como solemos utilizar ese término.
Si bien su elección violó el mandamiento en contra de participar
del fruto, esa misma elección fue necesaria para que pudieran
obedecer el mandamiento de tener hijos. Su "transgresión" fue,
por tanto, una elección dolorosa pero correcta, incluso
eternamente gloriosa:

Eva al escuchar las palabras de Adán referidas a la redención


exclama:

". . . De no haber sido por nuestra transgresión, nunca


habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el
bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna
que Dios concede a todos los que son obedientes." (Moisés
5:11).

Por eso, cuando la Expiación se aplicó por primera vez a


cualquier acto humano, compensó las consecuencias nocivas de
una elección que se asemejaba más a una decisión difícil e
imperfecta que a un verdadero pecado. Al igual que Adán y Eva,
nosotros tomamos muchas decisiones imperfectas que infligen
dolor o problemas a los demás y a nosotros mismos.

En un sentido importante, nuestras decisiones erróneas nos


llevan al árbol de la ciencia, de la misma forma que la decisión
que tomaron Adán y Eva los condujo a ese mismo árbol. Al
hacer frente a las consecuencias tristes o felices de nuestras
decisiones, podemos aprender mediante nuestra propia

103
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

experiencia, tal como ellos, para distinguir lo amargo de lo


dulce.

La vida es una escuela, un lugar en el que aprendemos y


progresamos. Al igual que Adán y Eva, mediante la aflicción y
la contaminación de un mundo triste y solitario, experimentamos
el dolor que acompaña el progreso. Estas experiencias tal vez
incluyan el pecado, así como también los errores, los desengaños
y el dolor inmerecido de la adversidad. Las benditas nuevas del
Evangelio es que la expiación de Jesucristo puede purificar toda
la inmundicia y endulzar todas nuestras amarguras.

El probar lo amargo en todas sus formas es una parte


preconcebida del gran plan de la vida. La consecuencia de la
Caída no fue simplemente un error terrible; antes bien, le da
profundo significado a la vida mortal, ". . . prueban lo amargo
para saber apreciar lo bueno" (Moisés 6:55).

La Expiación puede sanar los efectos del probar toda esta


amargura. Si nuestra alma se encuentra manchada por el pecado,
este poder sanador purifica nuestro espíritu, con la condición de
que nos arrepintamos. Asimismo, puede compensar, "después de
hacer cuanto podamos", no sólo las consecuencias de nuestros
pecados, sino los efectos perjudiciales de nuestra ignorancia y
nuestro descuido.

En nuestra búsqueda de la perfección divina, la gracia del


Salvador nos puede bendecir más allá de la compensación de
nuestros pecados. Aunque gran parte del proceso de la
perfección requiere que estemos libres del pecado y de la
amargura, también tiene que ver con un elemento adicional y
afirmativo por medio del cual podemos adquirir una naturaleza
semejante a la de Cristo, llegando a ser aun como lo son el Padre
y el Hijo.

104
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

En su propio desarrollo hacia la perfección, el Salvador recibió


la gracia del Padre;

". . . No recibió de la plenitud al principio, mas recibía gracia


sobre gracia;

Y no recibió de la plenitud al principio, sino que continuó de


gracia en gracia hasta que recibió la plenitud." (Doctrina y
Convenios 93:12-13).

Su vida fue sin pecado; por tanto, recibió la gracia, no para


compensar sus pecados, sino para facultar Su progreso personal:

"Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;

Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser el autor de eterna


salvación para todos los que le obedecen" (Hebreos 5:8-9).

Nuestra relación con él puede ser exactamente como la que El


tiene con el Padre:

"Porque si guardáis mis mandamientos, recibiréis de su plenitud


y seréis glorificados en mí como yo lo soy en el Padre; por lo
tanto, os digo, recibiréis gracia sobre gracia." (D. y C. 93:20).

Cuando la Expiación y nuestro arrepentimiento satisfacen las


leyes de la justicia y la misericordia, estamos, en efecto, libres
del pecado. Del mismo modo que el Cristo inmaculado fue
"hecho perfecto" mediante la interacción con la gracia de Su
Padre, así también Su gracia expiatoria puede llevarnos más allá
de la remisión de los pecados a la perfección de una naturaleza
divina.

Aquellos que heredan el reino celestial son:

105
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

". . . Hombres justos hechos perfectos mediante Jesús, el


mediador del nuevo convenio, que obró esta perfecta expiación
derramando su propia sangre." (Doctrina y Convenios 76:69).

El profeta Moroni nos exhorta a:

". . . Venid a Cristo, y perfeccionaos en él. . ."

"Y además, si por la gracia de Dios sois perfectos en Cristo y no


negáis su poder, entonces sois santificados en Cristo por la
gracia de Dios, mediante el derramamiento de la sangre de
Cristo, que está en el convenio del Padre para la remisión de
vuestros pecados, a fin de que lleguéis a ser santos, sin
mancha." (Moroni 10:32-33).

Estos pasajes de las Escrituras dejan bien claro que nosotros no


logramos la perfección únicamente a través de nuestros propios
esfuerzos. Y el poseer tan sólo ese conocimiento nos permite ver
las cosas desde un nuevo punto de vista. Por sentirnos agobiados
ante la exhortación de las Escrituras de buscar la perfección, la
idea de que la gracia divina es la fuente final de nuestra
perfección podrá parecer algo demasiado bueno para ser cierto.
Así es como perciben la gracia de Cristo aquellos que llevan la
carga de pecados sumamente graves. Aquellas personas
honradas llamadas "Santos" tal vez sientan lo mismo al tropezar
a diario a través de los desalentadores escombros de sus obvias
imperfecciones. Pero el Evangelio tiene buenas nuevas no sólo
para el serio transgresor, sino para todos los que añoran ser
mejores de lo que son.

Por medio del Espíritu Santo, la Expiación hace posible ciertos


dotes espirituales que en verdad purifican nuestra naturaleza y
nos permiten vivir una vida más "eterna", o sea, semejante a la
de Dios. Al llegar a esa etapa final, comeremos el fruto del árbol

106
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

de la vida y recibiremos la naturaleza divina de Dios. Entonces


manifestaremos un carácter divino, no sólo porque pensamos
que debemos hacerlo, sino porque ésa es nuestra manera de ser.

El don de la caridad ilustra este proceso, aunque ésta es sólo una


porción del "mayor de todos los dones de Dios": la vida eterna
(Doctrina y Convenios 14:7). Ese amor, el mismo "amor que [el
Señor ha] tenido por los hijos de los hombres" (Éter 12:34), no
se desarrolla en su totalidad por medio de nuestro propio poder,
no obstante que nuestra fidelidad sea uno de los requisitos
necesarios para recibirlo. Antes bien, la caridad se "ha otorgado
a todos los que son discípulos verdaderos" de Cristo (Moroni
7:48). Su origen, al igual que todas las demás bendiciones de la
Expiación, es la gracia de Dios.

Moroni dijo:

"Y sucedió que le imploré al Señor que diera gracia a los


gentiles, para que tuvieran caridad." (Éter 12:36).

El propósito del dote de la caridad no es simplemente hacer que


los seguidores de Cristo desempeñen actos de caridad hacia los
demás, pese a lo bueno que eso sería. El objetivo primordial es
transformar a Sus seguidores para que lleguen a ser como Él:
". . . él ha otorgado [Su amor] a todos los que son discípulos
verdaderos de su Hijo. . . para que cuando él aparezca, seamos
semejantes a él" (Moroni 7:48). De este modo, la Expiación no
sólo nos permite estar con Dios, sino también ser como Dios.

Otro dote afirmativo de la gracia es el don de la esperanza, la


cual nos bendice con la determinación necesaria para hacer
frente a la brecha que existe entre donde nos encontramos y
donde quisiéramos estar. En tanto la remisión de nuestros
pecados nos haga humildes de corazón y lo suficientemente

107
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

sumísos para recibir el Espíritu Santo, el Consolador nos llena de


"esperanza" (Moroni 8:25-26). El don de la esperanza nos ofrece
paz y perspectiva, parecido al aliento que sentimos cuando un
amigo íntimo nos ilumina en cuanto a una situación difícil y nos
damos cuenta de que hay una solución al problema. Tal
esperanza puede literalmente brindar sostén a la vida cuando la
da el Salvador, ya que la luz que nos da apoyo durante los
momentos más obscuros de la vida es la Luz y la Vida del
mundo.

El Salvador desea salvarnos de nuestras insuficiencias así como


también de nuestros pecados. La insuficiencia no es lo mismo
que el pecado; tenemos mucho más control sobre la decisión de
pecar de lo que jamás llegaremos a tener sobre nuestra capacidad
innata. El Señor no nos salvará en nuestros pecados, sino de
ellos. Sin embargo, El puede salvarnos en nuestras
insuficiencias, así como de ellas. El sentirnos faltos de aptitud
para determinadas cosas o que hemos fracasado en algo no sólo
es natural sino esencial para la experiencia terrenal. Pero,
"después de hacer cuanto podamos", la Expiación puede llenar lo
que esté vacío, enderezar lo torcido y hacer fuerte a lo débil.

Es sumamente importante que nos encontremos del lado del


Señor; pero tampoco debemos olvidar que el Señor está también
de nuestro lado.

Cada uno de nosotros probaremos las amargas cenizas de la


vida, del pecado y el descuido, el pesar y la desilusión. Pero en
alas de una promesa segura de inmortalidad y de vida eterna, la
expiación de Cristo nos puede elevar, en gloria, por encima de
nuestras cenizas. Es así como El nos elevará, no sólo al final de
la vida, sino cada día de nuestra'vida.
El profeta Isaías al hablar del Mesías pregunta:

108
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

"¿No has sabido? ¿No has oído que el Dios eterno, Jehová, el
cual creó los confines de la tierra, no desfallece ni se fatiga? Su
entendimiento es inescrutable.

Él da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene


vigor.

Los muchachos se fatigan y se cansan; los jóvenes ciertamente


caen;

Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas;


levantarán las alas como águilas; correrán y no se cansarán;
caminarán y no se fatigarán" (Isaías 40:28-31).

109
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 11

LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO
PREVALECE EN CONTRA DEL INFIERNO

El profeta José Smith declaró una vez:


“Que todas cosas que pertenecen a nuestra religión son
únicamente dependencias” de la expiación de Jesucristo.
(Enseñanzas del Profeta José Smith, compilación de Joseph
Fielding Smith, 1976, pág. 141).

El mensaje esencial del Evangelio es el que el mismo Maestro


declara:

“Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre


sino por mí.”. (Juan 14:6)

Es así como la expiación de Cristo, que hace posible el regreso


al Padre, es el hecho central, el fundamento crucial y la doctrina
principal del gran y eterno plan de salvación que se nos ha
llamado a enseñar.

El Salvador mismo enseñó:

“. . . Y quien en mí cree, también cree en el Padre; y el Padre le


testificará a él de mí, porque lo visitará con fuego y con el
Espíritu Santo.

110
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

“Y así dará el Padre testimonio de mí, y el Espíritu Santo le


dará testimonio del Padre y de mí, porque el Padre, y yo, y el
Espíritu Santo somos uno.

“. . . Esta es mi doctrina; y los que edifican sobre esto, edifican


sobre mi roca, y las puertas del infierno no prevalecerán en
contra de ellos.” (3Nefi 11:35-36, 39)

¿Por qué, entonces, debemos testificar frecuente y


poderosamente de Cristo? Porque al hacerlo invitamos el poder
divino del testimonio que dan Dios el Padre y el Espíritu Santo,
y nuestro propio testimonio llega a formar parte de él. Tal
testimonio divino de Cristo es la roca sobre la que se debe
establecer el fundamento de un testimonio. Sólo este testimonio
del Ungido, del Victorioso que expía, prevalecerá en contra de
las puertas del infierno.

Nefi dijo al comienzo de su ministerio:

“Y el mundo, a causa de su iniquidad, lo juzgará como cosa de


ningún valor; por tanto, lo azotan, y él lo soporta; lo hieren y él
lo soporta. Sí, escupen sobre él, y él lo soporta, por motivo de su
amorosa bondad y su longanimidad para con los hijos de los
hombres.

“Y el Dios de nuestros padres. . . sí, el Dios de Abraham, y de


Isaac, y el Dios de Jacob se dentrega a sí mismo como hombre,
según las palabras del ángel, en manos de hombres inicuos para
ser elevantado, según las palabras de Zenoc, y para ser
crucificado, según las palabras de Neum, y para ser enterrado
en un sepulcro, de acuerdo con las palabras de Zenós. . .

“Y todas estas cosas ciertamente deben venir, dice el profeta


Zenós. Y se henderán las rocas de la tierra; y a causa de los

111
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

gemidos de la tierra, muchos de los reyes de las islas del mar se


verán constreñidos a exclamar por el Espíritu de Dios: ¡El Dios
de la naturaleza padece!”. (1Nefi 19:9-10,12)

Jacob dio un sermón en cuanto a la Caída y la Expiación.

“¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro Dios, que prepara un


medio para que escapemos de las garras de este terrible
monstruo; sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la
muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu!.

“Y viene al mundo para salvar a todos los hombres, si estos


escuchan su voz; porque he aquí, él sufre los dolores de todos
los hombres, sí, los dolores de toda criatura viviente, tanto
hombres como mujeres y niños, que pertenecen a la familia de
Adán.

Y sufre esto a fin de que la resurrección llegue a todos los


hombres, para que todos comparezcan ante él en el gran día del
juicio.

Y él manda a todos los hombres que se arrepientan y se bauticen


en su nombre, teniendo perfecta fe en el Santo de Israel, o no
pueden ser salvos en el reino de Dios.” (2 Nefe 9:10, 21-23)

El gran patriarca Lehi declaro:

“Por tanto, la redención viene en el Santo Mesías y por medio


de él, porque él es lleno de gracia y de verdad.

He aquí, él se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado,


para satisfacer los fines de la ley, por todos los de corazón
quebrantado y de espíritu contrito; y por nadie más se pueden
satisfacer los fines de la ley.

112
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

“Por lo tanto, cuán grande es la importancia de dar a conocer


estas cosas a los habitantes de la tierra, para que sepan que
ninguna carne puede morar en la presencia de Dios, sino por
medio de los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías,
quien da su vida, según la carne, y la vuelve a tomar por el
poder del Espíritu, para efectuar la resurrección de los muertos,
siendo el primero que ha de resucitar.

De manera que él es las primicias para Dios, pues él


intercederá por todos los hijos de los hombres; y los que crean
en él serán salvos.” (2 Nefi 2:6–9)

En ese primer domingo de Resurrección, María Magdalena


primero creyó haber visto a un jardinero. Y eso fue lo que vio: el
Jardinero que cultivó el Edén y que soportó Getsemaní. El
Jardinero que nos dio el árbol de la vida.

113
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 12

JESUCRISTO
ESCOGIDO Y PREORDENADO

El mayor acontecimiento de la historia, ese singular


acontecimiento fue la incomparable Expiación de nuestro Señor
y Salvador, Jesucristo. Se trata del acto más trascendente que
haya ocurrido jamás, pero a la vez es el más difícil de
comprender.

El rey Benjamín en su discurso a su pueblo expreso que:

“. . . La expiación que ha sido preparada desde la fundación del


mundo, a fin de que por ese medio llegara la salvación a aquel
que pusiera su confianza en el Señor y fuera diligente en
guardar sus mandamientos, y perseverara en la fe hasta el fin de
su vida, quiero decir la vida del cuerpo mortal.

Digo que este es el hombre que recibe la salvación, por medio


de la expiación que fue preparada desde la fundación del mundo
para todo el género humano que ha existido desde la caída de
Adán, o que existe, o que existirá jamás hasta el fin del mundo.
(Mosíah 4:6 –7)

Nuestra salvación depende de creer en la Expiación y de


aceptarla; dicha aceptación requiere de un esfuerzo continuo por
comprenderla más plenamente.

114
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Todos hemos pecado y debemos arrepentirnos para saldar por


completo nuestra parte de la deuda. Cuando nos arrepentimos
con sinceridad, la magnífica expiación del Salvador paga el resto
de esa deuda.

Pablo ofreció una explicación sencilla sobre la necesidad de la


Expiación:

“Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo


todos serán vivificados.”

Jesucristo fue escogido y preordenado para ser nuestro Redentor


antes de que el mundo fuese formado. En Su calidad divina de
Hijo, con Su vida sin mancha, el derramamiento de Su sangre en
el jardín de Getsemaní, Su espantosa muerte en la cruz y la
consiguiente resurrección de Su cuerpo, llegó a ser el autor de
nuestra salvación y llevó a cabo un expiación perfecta por toda
la humanidad.

El entender lo que podamos de la Expiación y la Resurrección de


Cristo nos ayuda a obtener un conocimiento de Él y de Su
misión. Cualquier aumento de nuestra comprensión de Su
sacrificio expiatorio nos acerca más a Él. Literalmente, la
palabra Expiación significa ―ser uno‖ con Él. La naturaleza de la
Expiación y sus efectos son tan infinitos, tan incomprensibles y
tan profundos, que escapan a nuestro conocimiento y
comprensión de hombres terrenales.

El presidente Gordon B. Hinckley relató ―algo parecido a una


parábola‖ sobre ―una escuela de un solo cuarto en las montañas
del estado de Virginia, donde los muchachos eran tan rudos que
ningún maestro había logrado disciplinarlos‖.

115
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Un maestro joven solicitó la plaza. Se le dijo que cada maestro


había fracasado rotundamente, pero decidió aceptar el riesgo. El
primer día de escuela el maestro pidió a los muchachos que
establecieran sus propias reglas y el castigo por quebrantarlas.
La clase fijó diez reglas que se escribieron en la pizarra y luego
el maestro preguntó: ―¿Qué haremos con aquel que quebrante las
reglas?‖.

―Quitarle el abrigo y darle diez azotes en la espalda‖, fue la


respuesta. Uno o dos días después, Tom, un alumno alto y fuerte,
descubrió que le habían robado el almuerzo. ―Encontraron al
ladrón, un hambriento muchachito de unos diez años‖.

Cuando Jim se acercó para recibir su castigo suplicó que no le


quitaran el abrigo. ―Quítate el abrigo‖, dijo el maestro. ―¡Tú
colaboraste en la creación de las reglas!‖. El muchacho se quitó
el abrigo. No tenía camisa y su flaco torso quedó al descubierto.
El maestro vaciló con la vara y Tom se puso en pie y se ofreció
de voluntario para recibir el castigo del muchacho.

―Muy bien, existe cierta ley mediante la cual uno puede tomar el
lugar del otro. ¿Están todos de acuerdo?‖, preguntó el maestro.

Después de cinco azotes en la espalda de Tom, la vara se


rompió. La clase estaba llorando. ―El pequeño Jim se había
puesto en pie y echado sus brazos alrededor del cuello de Tom.
‗Tom, siento haberte robado el almuerzo, pero tenía mucha
hambre. ¡Tom, te amaré hasta que muera por haber recibido los
azotes que eran para mí! ¡Sí, siempre te amaré!‖.(Liahona,
diciembre 2.000 pág. 2-6)

Isaías dijo:

116
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros


dolores, y nosotros le tuvimos por azotado, herido por Dios y
afligido.

Mas él herido fue por nuestras transgresiones, molido por


nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y
por sus heridas fuimos nosotros sanados.” (Isaías 53:4-5)

Ningún hombre conoce el peso que tuvo que soportar el


Salvador, pero por el poder del Espíritu Santo podemos saber
algo del don celestial que nos concedió.

El presidente John Taylor expresó que:

“. . . Sufrió tanto dolor, una angustia indescriptible y una


tortura inaguantable por causa nuestra”. (John Taylor, The
Mediation and Atonement, 1882, pág. 150.)

Su terrible sufrimiento en el Jardín de Getsemaní, donde tomó


sobre Sí los pecados de todos los hombres, hizo que:

“. . . Sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo


como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga
copa y desmayar.” (Doctrina y Convenios 19:18).

“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor


como grandes gotas de sangre que caían a tierra.” ( Lucas
22:44.)

“. . . Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la


beba, hágase tu voluntad.” (Mateo 26:42.)

117
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Fue traicionado por Judas Iscariote y negado por Pedro. Los


ancianos y el concilio se burlaron de Él; lo azotaron, le
abofetearon, le escupieron y lo torturaron en el tribunal.

Lo guiaron al Gólgota, donde los clavos atravesaron Sus manos


y pies. Colgó agonizante durante horas en una cruz de madera y
con un título escrito por Pilato que decía:

―JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS‖. (Juan 19:19.)

“Y cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo:


¡Elí, Elí!, ¿lama sabactani? Esto es: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por
qué me has desamparado?”( Mateo 27:46.)

Lo que hizo sólo lo podía hacer un Dios. Como era el Hijo


Unigénito del Padre en la carne, Jesús heredó atributos divinos.
Fue la única persona nacida en este mundo que pudo realizar ese
acto tan importante y divino; y como fue el único hombre sin
pecado que haya vivido en la tierra, no estaba sujeto a la muerte
espiritual. A causa de Su divinidad también tenía poder sobre la
muerte física. Así hizo por nosotros lo que no podemos hacer
por nosotros mismos. Rompió las frías ligaduras de la muerte e
hizo posible que tuviéramos el sereno consuelo del don del
Espíritu Santo.

La Expiación y la Resurrección logran muchas cosas. La


Expiación nos limpia del pecado a cambio de nuestro
arrepentimiento, que es la condición mediante la cual se nos
extiende la misericordia. Después de todo lo que podamos hacer
para pagar hasta el último cuadrante y enmendar nuestros
errores, la gracia del Salvador se activa en nuestra vida mediante
la Expiación, la cual nos purifica y nos perfecciona.

118
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

La resurrección de Cristo venció la muerte y nos dio la certeza


de la vida después de esta vida.

Él dijo:

“. . . Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque


esté muerto, vivirá.”. (Juan 11:25)

La Resurrección es incondicional y se aplica a todos los que


hayan vivido o vivan. Es un don gratuito.

El presidente John Taylor describió esto muy bien cuando dijo:

“Las tumbas se abrirán y los muertos oirán la voz del Hijo de


Dios, y saldrán, los que hayan hecho el bien a la resurrección
de los justos, y los que hayan hecho el mal a la resurrección de
los injustos”. (Gospel Kingdom, sel. G. Homer Durham, 1943,
pág. 118)

Con respecto a nuestros actos en esta vida y a la Expiación, el


presidente J. Reuben Clark, hijo, contribuyó esta valiosa
reflexión cuando dijo:

―Considero que [el Salvador] nos dará el menor de los castigos


que justifique nuestra transgresión. Creo que, como parte de Su
justicia, ofrecerá todo Su infinito amor, bendiciones,
misericordia, amabilidad y comprensión… Y, por otro lado, creo
que cuando nos recompense por nuestra buena conducta, nos
dará lo máximo que pueda, teniendo presente la ofensa que
hayamos cometido” (―As Ye Sow. Brigham Young University
Speeches of the Year, 3 de mayo de 1955, pág.7.)

Nuestro Redentor tomó sobre Sí todo pecado, dolencia,


padecimiento y enfermedad de los que han vivido o hayan de

119
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

vivir. Nadie ha sufrido jamás lo que Él padeció. Él conoce


nuestras pruebas en Su propia carne.

La Expiación no sólo beneficia al pecador sino a los ofendidos,


es decir, a las víctimas. Al perdonar a los que pecaren contra
nosotros, la Expiación concede paz y consuelo a los que
inocentemente han padecido por los pecados de otros. El recurso
principal para la curación del alma es la expiación de Jesucristo,
tanto si se trata de una tragedia personal como de una terrible
calamidad..

La maligna influencia de Satanás puede destruir cualquier


esperanza que tengamos en vencer nuestros errores. Nos hace
sentir perdidos, desesperanzados. Por el contrario, Jesús
desciende a donde estamos para elevarnos. Mediante el
arrepentimiento y el don de la Expiación podemos prepararnos
para ser dignos de permanecer en Su presencia.

120
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 13

POR MEDIO DE LA EXPIACIÓN


SOMOS PERDONADOS

Jesús nos enseña:


Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y
rebosante se os dará en vuestro regazo, porque con la misma
medida con que midiereis, se os volverá a medir. (Lucas 6:38).

¡La gloriosa expiación de Jesús es el acto central de toda la


historia humana! Nos proporciona la resurrección universal;
hace posible el arrepentimiento personal y nuestro perdón.

Puesto que ―todos [pecamos], y [estamos] destituidos de la


gloria de Dios‖ (Romanos 3:23), la necesidad del
arrepentimiento es universal. Misericordiosamente, la expiación
de Cristo abarca pecados de todos los tamaños, bien sean éstos
pequeños pecados de omisión o grandes transgresiones. Por
ende, al despojarnos de nuestros pecados, unas personas se
liberan de mayor carga que otras, aunque el hacerlo es necesario
para todas.

La palabra latina de la que arrepentimiento es la forma española


denota ―un cambio que se efectúa… en el modo de pensar, lo
cual significa adoptar una nueva actitud en cuanto a Dios, en
cuanto a uno mismo y en cuanto a la vida en general‖ (Guía para
el Estudio de las Escrituras, ―Arrepentimiento‖, pág. 19). Esto
significa que debemos cambiar nuestros pensamientos y luego

121
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

nuestro comportamiento hasta que nos hayamos alejado de


nuestros pecados y vivamos en conformidad con los
mandamientos de Dios. Este cambio de mentalidad da a entender
que en realidad estamos progresando hacia lo que Pablo llamó
“la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16). Así que el
arrepentimiento es un proceso continuo en el que cada uno de
nosotros precisa aferrarse a la Expiación en busca de alivio,
perdón y progreso verdaderos.

Cristo nos dio de forma gratuita un don enorme y magnífico: la


resurrección universal. Sin embargo, Su ofrecimiento del don
mayor de la vida eterna sí es condicional. Como el Legislador
nuestro que es, Él establece los requisitos que debemos llenar a
fin de recibir ese gran don (3 Nefi 11:31–41; 15:9–10; 27:13–
21). Por tanto, nuestro progreso individual hacia la vida eterna
requiere que estemos dispuestos a someternos a Cristo (Mosíah
3:19). Entonces, si verdaderamente somos fieles y perseveramos
hasta el fin, nuestra voluntad será finalmente absorbida en la del
Padre (Mosíah 15:7; 3 Nefi 11:11).

Sin embargo, para dar comienzo a tan enorme transformación,


primero debemos abandonar “todos [nuestros] pecados” (Alma
22:18), ¿y quién se los llevará sino Jesús? (Alma 36:18–20).

El Señor ha dicho:

“. . . Yo os perdonaré vuestros pecados con este mandamiento:


Que os conservéis firmes en vuestras mentes en solemnidad y en
el espíritu de oración, en dar testimonio a todo el mundo de las
cosas que os son comunicadas.” (Doctrina y Convenios. 84:61)

Así que todos debemos ―conservar [nos] firmes. . . en dar


testimonio a todo el mundo de las cosas que [nos] son

122
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

comunicadas. El perdón que necesitamos está correlacionado


con nuestra firmeza en la obra del Señor.

El verdadero arrepentimiento, por tanto, requiere los


emancipadores efectos del bautismo; nos limpia por completo.
Piensen en ello: ¡cuán misericordioso es que nuestro mañana
deje de ser cautivo de nuestro ayer!

Después de los efectos limpiadores y emancipadores del


bautismo, experimentamos efectos fortalecedores adicionales
cuando recibimos el don del Espíritu Santo. Necesitamos
desesperadamente al Espíritu Santo para ayudarnos a escoger el
bien.

En vista del lugar a donde debemos ir, necesitamos al Espíritu


Santo como un compañero constante y no tan sólo como una
influencia esporádica.

También podemos recibir fortaleza adicional después del


bautismo al participar en forma regular de la Santa Cena,
reflexionar sobre la Expiación y renovar nuestros convenios,
incluso los que hicimos al bautizarnos. Este proceso de
emancipación y de fortalecimiento se hace posible al aplicar la
expiación de Jesús a nosotros mismos al igual que a los que
enseñamos. Debemos aplicarla, en forma regular, a la superación
mientras perseveramos hasta el fin. Si escogemos el curso de la
superación constante, el cual claramente es el curso que nos
lleva a ser discípulos, llegaremos a ser más rectos y podremos
avanzar en lo que, al principio, sea sólo reconocer a Jesús,
admirarlo, después adorarlo y finalmente emularlo. Sin embargo,
en ese proceso de esforzarnos por ser más semejantes a Él
mediante la superación constante, debemos tener siempre una
actitud de arrepentimiento, aunque no hayamos cometido
ninguna transgresión seria.

123
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Al apartarnos de la transgresión y al esforzarnos por ser más


amorosos, mansos, pacientes y sumisos, para la mayoría de
nosotros los pecados restantes usualmente son los menos visibles
pecados de omisión. Sin embargo, esos también debemos
desecharlos.

En este proceso, Jesús ha definido los atributos que debemos


buscar, tales como la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza
y la paciencia. Además, menciona los atributos de fe, esperanza,
caridad y la mira puesta únicamente en la gloria arrepentirnos
aún más, como cuando somos demasiado orgullosos,
impacientes o faltos de amor.

Sin embargo, en vista de que dicho progreso tiene su costo, o


sea, no se logra sin algo de sacrificio, también necesitamos al
Espíritu Santo para consolarnos mientras pagamos el precio.

Sí, misericordiosamente es por medio de la expiación de


Jesucristo que podemos ser perdonados, ¡pero es a través del
Espíritu Santo que podemos saber que hemos sido perdonados!,
y es de tremenda importancia que lleguemos a comprender ese
hecho. Por tanto, no debemos desesperarnos, ni vivir una vida en
la que “desfallezca[mos]. . . en el pecado” (2 Nefi 4:28), sino
“seguir adelante” con “un fulgor perfecto de esperanza” (2
Nefi 31:20).

En el proceso de llegar a ser discípulos, nunca debemos olvidar


que la Expiación sigue siendo absolutamente vital para todos
nosotros!

Es por medio de la expiación de Jesucristo que podemos ser


perdonados, ¡pero es a través del Espíritu Santo que podemos
saber que hemos sido perdonados!, y es de tremenda importancia
que lleguemos a comprender ese hecho.

124
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

La Expiación se halla en el corazón mismo del Evangelio de


Cristo; de hecho, el mensaje central de la Restauración tiene que
ver con Jesús y la resurrección, cumpliendo esta profecía dada
en la antigüedad a Enoc:

“Y justicia enviaré desde los cielos; y la verdad haré brotar de


la tierra para testificar de mi Unigénito, de su resurrección de
entre los muertos, sí, y también de la resurrección de todos los
hombre. . . ” (Moisés 7:62).

Jesús y Su expiación representan la expresión más profunda del


amor del Padre Celestial por Sus hijos. Cuán importante es para
todo el género humano el don gratuito de la resurrección, así
como el ofrecimiento del máximo don que Dios puede darnos: la
vida eterna para los que estén dispuestos a vivirla y a reunir los
requisitos para recibirla.

En este proceso de labrar nuestra salvación, la adversidad será


parte de nuestra labor. Una y otra vez, experiencia tras
experiencia, tendremos motivos para meditar en la gran
Expiación y regocijarnos en ella. Para mí, varios pasajes de las
Escrituras son especialmente pertinentes y tranquilizadores.

Primero, consideremos lo que dijo Nefi:

“. . . Sé que ama a sus hijos; sin embargo, no sé el significado


de todas las cosas.” (1 Nefi 11:17).

¡Realmente no hace falta saber ―el significado de todas las


cosas‖ si sabemos que Dios nos ama!

De igual manera, nuestra sumisión ante Él debe aumentar, como


lo dijo el rey Benjamín, a fin de hacernos “. . . santo por la
expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un fniño: sumiso,

125
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse


a cuanto el Señor juzgue conveniente infligir sobre él, tal como
un niño se somete a su padre.” (Mosíah 3:19).

El uso que el rey Benjamín hace de la palabra imponer nos


sugiere unos retos a la medida y una capacitación que requerirá
de nosotros una sumisión especial. Del mismo modo, el saber
sobre la empatía perfecta de Jesús por nosotros en forma
individual nos ayudará grandemente a soportar nuestras diversas
penas.

―[Cristo] saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de


todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice:
Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo.

El profeta Alma al dirigirse su mensaje al pueblo de Gedeón nos


enseña que Cristo:

“. . . Saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de


todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice:
Tomará sobre sí los dolores y las benfermedades de su pueblo.

Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la


muerte que sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él
sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia,
según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer
a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos.”
(Alma 7:11–12).

¡Jesús nos comprende plenamente! ¡Su empatía es perfecta! ¡Él


sabe cómo ayudarnos!

126
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

La expiación de Jesucristo nos bendice de tantas formas.


Solamente por medio de ella podremos obtener la remisión de
nuestros pecados y la emancipación necesaria.

De igual manera, la Expiación hace posible una importante


superación personal, mediante lo que el Libro de Mormón llama
la “fe para arrepentimiento” en Jesús, en la Expiación y en el
plan de salvación del Padre (Alma 34:15–17).

De otra manera, las personas que no tienen “fe para


arrepentimiento” razonan erróneamente: ―¿Para qué nos
molestamos en arrepentirnos?‖. Con razón las Escrituras dicen
que la “desesperación [humana] viene por causa de la
iniquidad” (Moroni 10:22). La Expiación puede brindarnos un
“fulgor. . . de esperanza” (2 Nefi 31:20) aun en medio de
nuestras pérdidas, cruces, pesares y desilusiones.

No sólo es la Expiación la gran expresión del amor de nuestro


Padre Celestial y de Jesús por nosotros, sino que por medio de
ella podemos llegar a conocer el amor personal que Ellos tienen
por nosotros.

El profeta Alma en un momento de gran necesidad, recordó las


palabras de su padre acerca de la expiación de Jesús y que su
mente se concentró “en este pensamiento” (véase Alma 36:17–
18).

Lo que hizo Jesús en aquel momento definitivo entre Getsemaní


y el Calvario fue lo que proporcionó la inmortalidad al género
humano. Jesús terminó Sus preparativos, como lo dijo Él, para
con los hijos de los hombres (Doctrina y Convenios 19:19) y
ahora nos toca a nosotros, los seres humanos, reclamar las
bendiciones de la gran Expiación. Nuestra gratitud por Cristo y
por Su expiación crecerá con los años y las décadas; jamás

127
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

dejaremos de crecer, pues las Escrituras predicen que lo


alabaremos para siempre jamás. (Doctrina y Convenios 133:52).

128
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 14

EL PLAN DE MISERICORDIA

Antes de venir a esta tierra, el Padre Celestial presentó Su plan


de salvación, un plan para venir a la tierra y recibir un cuerpo,
escoger actuar entre el bien y el mal, y progresar para llegar a ser
como Él y vivir con Él para siempre.

Nuestro albedrío —nuestra capacidad para escoger y actuar por


nosotros mismos— fue un elemento esencial de este plan. Sin el
albedrío, no seríamos capaces de hacer elecciones correctas ni
progresar. Sin embargo, con el albedrío podríamos hacer malas
elecciones, cometer pecado y perder la oportunidad de estar con
nuestro Padre Celestial otra vez. Por esa razón, se proporcionaría
un Salvador para sufrir por nuestros pecados y para redimirnos si
nos arrepentíamos.

Alma le explicó a su hijo Coriantón que:

“…Dios mismo expía los pecados del mundo, para realizar el


plan de la misericordia, para apaciguar las demandas de la
justicia.” . (Alma 42:15.)

Después de que nuestro Padre Celestial presentó Su plan, Lucifer


se ofreció y dijo:

“. . . Envíame a mí. Seré tu hijo y redimiré a todo el género


humano, de modo que no se perderá ni una sola alma, y de
seguro lo haré; dame, pues, tu honra.”

129
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Este plan fue rechazado por nuestro Padre, porque nos privaba
de nuestro albedrío. De hecho, era un plan de rebelión. Entonces
Jesucristo, el ―Amado y… Escogido [Hijo] del [Padre Celestial]
desde el principio‖, ejerció Su albedrío para decir:

“Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre” .


(Moisés 4:2.)

Debido a la rebelión de Lucifer, se produjo un gran conflicto


espiritual. Cada uno de los hijos del Padre Celestial tuvo la
oportunidad de ejercer el albedrío que el Padre Celestial le había
dado. Decidimos tener fe en el Salvador Jesucristo: venir a Él,
seguirlo y aceptar el plan que el Padre Celestial presentó para
nuestro beneficio. Pero una tercera parte de los hijos del Padre
Celestial no tuvieron fe para seguir al Salvador y, en cambio,
decidieron seguir a Lucifer, o Satanás .

En una revelación dada al profeta José Smith el Señor dice que:

“. . . Adán, habiendo sido tentado por el diablo, pues, he aquí, este


existió antes que Adán, porque se rebeló contra mí, diciendo: Dame tu
honra, la cual es mi poder; y también alejó de mí a la etercera parte
de las huestes del cielo, a causa de su albedrío.”
(Doctrina y Convenios 29:36.)

Y Dios dijo:

“Pues, por motivo de que Satanás se rebeló contra mí, y


pretendió destruir el albedrío del hombre que yo, Dios el Señor,
le había dado, y que también le diera mi propio poder, hice que
fuese echado abajo. . .” (Moisés 4:3).

130
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Los que siguieron a Satanás perdieron la oportunidad de recibir


un cuerpo mortal, de vivir en la tierra y progresar. Debido a la
forma en que ejercieron su albedrío, perdieron dicho albedrío.

Actualmente, el único poder que Satanás y sus seguidores tienen


es el poder de tentarnos y probarnos. Su único gozo es hacernos
“miserables como el” (2 Nefi 2:27); su única felicidad se
produce cuando somos desobedientes a los mandamientos del
Señor.

En nuestro estado premortal, ¡elegimos seguir al Salvador


Jesucristo! Y por haberlo hecho, se nos permitió venir a la tierra.
Al hacer la misma elección de seguir al Salvador, aquí en la
tierra, obtendremos una bendición aún mayor en las eternidades;
pero conste que debemos continuar escogiendo seguir al
Salvador. La eternidad está en juego, y el uso prudente del
albedrío y nuestras acciones son esenciales para que logremos la
vida eterna.

A lo largo de Su vida, el Salvador nos mostró cómo usar nuestro


albedrío. Siendo niño en Jerusalén, intencionalmente escogió
estar “. . . en los asuntos de [Su] Padre” (Lucas 2:49.)

Durante Su ministerio, eligió obedientemente

“… cumplir la voluntad de [Su] Padre” . (3 Nefi 27:13).

En Getsemaní, eligió sufrir todas las cosas, diciendo:

“. . . No se haga mi voluntad, sino la tuya.

Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.”


(Lucas 22:42–43).

131
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Sobre la cruz, eligió amar a Sus enemigos, y oró:

“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas


23:34.)

Y entonces, para que pudiera finalmente demostrar que estaba


eligiendo por Sí mismo, se le dejó solo.

“Padre, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46; Marcos


15:34.)

Por último, ejerció Su albedrío para actuar, perseverando hasta el


fin, hasta que pudo decir:

“¡Consumado es!” (Juan 19:30.)

Aun cuando “fue tentado en todo según nuestra semejanza” ,


(Juan 19:30.) con cada elección y cada acción ejerció el albedrío
para ser nuestro Salvador, para romper las cadenas del pecado y
la muerte por nosotros. Y mediante Su vida perfecta, nos enseñó
que cuando elegimos hacer la voluntad de nuestro Padre
Celestial, se preserva nuestro albedrío, nuestras oportunidades
aumentan, y progresamos.

La evidencia de esa verdad se halla en las Escrituras. Job perdió


todo lo que tenía, pero eligió permanecer fiel y ganó las
bendiciones eternas de Dios. María y José eligieron seguir la
advertencia de un ángel de huir a Egipto, y se preservó la vida
del Salvador. José Smith eligió seguir las instrucciones de
Moroni y tuvo lugar la Restauración, como se había profetizado.
Cada vez que escogemos venir a Cristo, tomar Su nombre sobre
nosotros y seguir a Sus siervos, progresamos a lo largo del
sendero a la vida eterna.

132
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

En nuestra jornada terrenal, es útil recordar que lo opuesto es


también verdadero: Cuando no guardamos los mandamientos ni
los susurros del Espíritu Santo, se reducen nuestras
oportunidades; nuestras facultades para actuar y progresar
disminuyen. Cuando Caín tomó la vida de su hermano porque
amaba a Satanás más que a Dios, se detuvo su progreso
espiritual.

El mundo enseña muchas falsedades sobre el albedrío. Muchos


piensan que debemos: “Come[r], bebe[r] y divert[irnos]… y si
es que somos culpables, Dios nos dará algunos azotes, y al fin
nos salvaremos” . (2 Nefi 28:8).

Otros adoptan el secularismo y niegan a Dios. Se convencen a sí


mismos de que no hay “…oposición en todas las cosas” y, por
tanto, “…no [es] ningún crimen el que un hombre [haga] cosa
cualquiera” (Alma 30:17). Esto “…destru[ye] la sabiduría de
Dios y sus eternos designios” . (2 Nefi 2:12).

Al contrario de las enseñanzas seculares del mundo, las


Escrituras nos enseñan que en verdad tenemos albedrío, y
nuestro uso correcto del albedrío siempre marca la diferencia en
las oportunidades que tenemos y nuestra capacidad de actuar de
acuerdo con ellas y progresar eternamente.

Las Escrituras nos enseñan:

“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de


Dios.” (Romanos 3:23.)

133
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Nuestro tercer articulo de fe declara que:

“Creemos que por la expiación de Cristo, todo el género


humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y
ordenanzas del Evangelio.”

Al acercarse la hora de la Expiación, el Salvador ofreció Su gran


oración intercesora y habló de cada uno de nosotros, diciendo:

“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy,


también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me
has dado. . .‖ (Juan 7:24.)

134
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 15

JESUCRISTO EL AUTOR
DE ETERNA SALVACIÓN

Pablo testificó que:


". . . Habiendo sido perfeccionado, vino a ser el autor de eterna
salvación para todos los que le obedecen." (Hebreos 5:9)

La eterna salvación, ¡qué preciada es! Pero es preciso que


seamos obedientes para obtenerla.

Dijo Jesús:

". . . Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque


esté muerto, vivirá.

"Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. . . " (Juan
11:25-26.)

"Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin,


tendrás la vida eterna. . ." (Doctrina y Convenios 14:7).

No moriemos eternamente, tendremos la vida eterna; pero


debemos ser obediente y perseverar hasta el fin.

135
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Jacob, hermano de Nefi, nos enseña que Cristo vino al mundo:

“. . . Para salvar a todos los hombres, si estos escuchan su voz;


porque he aquí, él sufre los dolores de todos los hombres, sí, los
dolores de toda criatura viviente, tanto hombres como mujeres y
niños, que pertenecen a la familia de Adán.

Y sufre esto a fin de que la resurrección llegue a todos los


hombres, para que todos comparezcan ante él en el gran día del
juicio.

Y él manda a todos los hombres que se arrepientan y se bauticen


en su nombre, teniendo perfecta fe en el Santo de Israel, o no
pueden ser salvos en el reino de Dios.

Y si no se arrepienten, ni creen en su nombre, ni se bautizan en


su nombre, ni perseveran hasta el fin, deben ser condenados;
pues el Señor Dios, el Santo de Israel, lo ha dicho. (2 Nefi 9:21-
24).

Helaman recuerda a su hijo Nefi que:

". . . No hay otra manera ni medio por los cuales el hombre


pueda ser salvo, sino por la sangre expiatoria de Jesucristo" .

Alma testifica que Jesuscristo expio:

“. . . los pecados del mundo, para realizar el plan de la


misericordia, para apaciguar las demandas de la justicia, para
que Dios sea un Dios perfecto, justo y misericordioso también”.

Si no fuera por la expiación del Santo Redentor, las demandas de


la justicia impedirían a toda alma nacida en la tierra retornar a la
presencia de Dios para participar de Su gloria y exaltación, pues

136
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

todos cometemos errores por los cuales no nos es posible


apaciguar la justicia por nuestra cuenta.

Si no fuera por la expiación infinita de Cristo, no podríamos


volver a la presencia de Dios al morir, y que, como Jacob nos
advirtió solemnemente;

"Nuestros espíritus. . . [estarían] sujetos [al]. . . diablo, para no


levantarse más. Y nuestros espíritus [llegarían] a ser como él, y
nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, para ser
separados de la presencia de nuestro Dios y permanecer con el
padre de las mentiras, en la miseria. . ." (2 Nefi 9:7-9.)

El padre Lehi nos enseña que:

". . . La redención viene en el Santo Mesías. . . [a] todos los de


corazón quebrantado y de espíritu contrito; y por nadie más se
pueden satisfacer las demandas de la ley". (2 Nefi 2:6-7)

Este requisito absoluto de un "corazón quebrantado y un espíritu


contrito" exige el ser sumiso, dócil, humilde (o sea, fácil de
enseñar), y de disposición obediente.

Lehi al dirigirse a su hijo Jacob le recuerda:

". . . Cuan grande es la importancia de hacer saber estas cosas a


los habitantes de la tierra, para que sepan que ninguna carne
puede morar en la presencia de Dios, sino por medio de los
méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías".

Jesucristo poseía méritos que ningún otro hijo del Padre


Celestial podía tener. Antes de nacer en Belén, Él era Jehová, un
Dios. Su Padre no sólo le había dado el cuerpo espiritual sino
que Jesús era también Su Unigénito en la carne. Nuestro Maestro

137
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

llevó una vida perfecta y sin pecado, y por lo tanto, estaba libre
de las demandas de la justicia. Él era y es perfecto en todo
atributo, como el amor, la compasión, la paciencia, la
obediencia, el perdón y la humildad. Su misericordia paga
nuestra deuda con la justicia si nos arrepentimos y le
obedecemos. Puesto que, aun con nuestros más arduos esfuerzos
por obedecer Sus enseñanzas, todavía nos quedaremos cortos,
por causa de Su gracia seremos salvos "después de hacer cuanto
podamos" . (2 Nefi 25:23).

Aunque se nos ha privado de la memoria de ello, antes de venir a


esta tierra vivíamos en la presencia de Dios el Eterno Padre y de
Su Hijo Jesucristo. Prorrumpimos en exclamaciones de gozo
cuando se nos dio el privilegio de venir a esta tierra para recibir
un cuerpo y avanzar en el plan de Dios para nuestra felicidad;
sabíamos que aquí se nos probaría, y teníamos la determinación
de vivir con obediencia a fin de poder regresar a estar con
nuestro Padre para siempre. Parte de esa prueba es tener aquí
tantas cosas aparentemente interesantes para hacer que es posible
que olvidemos los principales propósitos de estar acá; Satanás se
esfuerza mucho por impedir que suceda todo lo esencial para
lograr ese propósito.

El Señor nos ha dicho que estamos aquí para ser probados, para
ver si seremos valientes y obedientes a Sus enseñanzas.

A fin de recibir todas las bendiciones del sacrificio expiatorio del


Salvador, sólo se nos pide que seamos obedientes a Sus
mandamientos y que recibamos todas esas ordenanzas
esenciales. La Expiación no solamente nos ayuda a
sobreponernos a los errores y a las transgresiones sino que
también, en el debido tiempo del Señor, resolverá todas las
desigualdades de la vida, todo lo que es injusto por ser

138
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

consecuencia de las circunstancias o de las acciones de otras


personas, y no de nuestras propias decisiones.

Mormon al dirigir su epistola a su hijo Moroni le recuerda que;

". . . La remisión de los pecados trae la mansedumbre y la


humildad de corazón; y por motivo de la mansedumbre y la
humildad de corazón viene la visitación del Espíritu Santo, el
cual Consolador llena de esperanza y de amor perfecto. . . "

139
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 16

EL UNGIDO HIJO DE DIOS


PADECE EN EL GÓLGOTA

Los olivos son árboles especiales en la Tierra Santa. En todo el


mundo, la rama de olivo se considera un símbolo de paz. Dicho
árbol provee alimento, luz, calor, leña, cremas y medicinas. Es
ahora, como lo era entonces, un árbol crucial para la vida de
Israel; no es de hoja caduca, sino perenne y siempre verde, y aun
cuando el árbol se corte, brota nueva vida de sus raíces como
símbolo de vida eterna.

Jesús fue al pie del monte de los Olivos para llevar a cabo la
primera etapa de la Expiación, la cual se cumplió en el huerto de
Getsemaní. La palabra Getsemaní proviene de dos raíces
hebreas: gath, que quiere decir "prensa", y shemen, que significa
"aceite", en particular el de la oliva.

En aquel lugar se prensaban olivas bajo el peso de grandes


ruedas de piedra a fin de exprimirlas y extraerles su valioso
aceite. Así también, en el huerto de Getsemaní, Jesucristo fue
literalmente oprimido ("prensado") por el peso de los pecados
del mundo.

En el jardín de Getsemani Jesús estando en agonía:

“. . . Oraba más intensamente; y era su sudor como grandes


gotas de csangre que caían a tierra.” (Lucas 22:44)

140
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

En una revelación dada por medio de José Smith el Señor dice


que sus padecimientos hicieron que:

“. . . Yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y


sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en
el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y
desmayar.” (Doctrina y Convenios 19:18.)

Jesús recibió títulos de significado único; uno de ellos fue el de


Mesías, que en hebreo quiere decir "ungido"; el otro fue el de
Cristo, que en griego significa' también "ungido". En nuestros
días, así como en la época del Salvador, parte de la ordenanza de
bendecir a los enfermos es la unción con aceite de oliva
consagrado

Su expiación tuvo lugar en la cruz. Horas antes de cumplirse,


Pilato entregó al Cordero de Dios para ser crucificado, al mismo
tiempo en que en los alrededores se preparaban corderos
pascuales para el sacrificio. (Juan 19:13-14.)

La Crucifixión se llevó a cabo en una colina llamada Gólgota (en


hebreo) o Calvario (del latín "calvarium"), que quiere decir
"calavera". La calavera simbolizaba la muerte, y precisamente en
ese lugar se consumó el sacrificio expiatorio. En la cruz, el
Salvador del mundo venció a la muerte en el hecho de mayor
significado posible: la realidad del poder del Señor sobre la
muerte.

Dios el Padre ofreció a su Hijo Jesús en el Gólgota (o Calvario),


una prolongación rocosa del monte Moriah donde unos dos mil
años antes Abraham había estado a punto de sacrificar a su hijo
Isaac. El sacrificio expiatorio del Salvador, predicho mucho
tiempo atrás, fue consumado en ese lugar.

141
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

Por supuesto, aquello no fue el fin, sino un nuevo comienzo. La


realidad de la resurrección fue el acontecimiento más glorioso de
todos.

El apóstol Pablo escribió que después de tres días en la tumba:

". . . Cristo ha resucitado de entre los muertos; y llegó a ser


primicias de los que durmieron.” (1 Corintios 15:20)

"Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo


todos serán vivificados." (1 Corintios 15:22.)

Después de ser ya un ser resucitado, el Señor encomendó a sus


discípulos esta importante responsabilidad:

". . . Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda


criatura." (Marcos 16:15.)

"Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones,


bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo;

Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;


y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo.." (Mateo 28:19-20.)

Esta encomienda recae también sobre cada uno de nosotros; todo


discípulo verdadero del Señor tiene esa sagrada responsabilidad.

El ministerio del Salvador no se limitó a la Tierra Santa, sino


que El habló de:

142
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

". . . otras ovejas que no son de este redil; a aquellas también


debo traer, y oirán mi voz, y habrá bun rebaño y un pastor."
(Juan 10:16).

El amor por esas otras ovejas trajo al Señor resucitado hasta ellas
en este continente americano, a quienes dijo:

“. . . Vosotros sois aquellos de quienes dije: Tengo aotras ovejas


que no son de este redil; aquellas también debo yo traer, y oirán
mi voz; y habrá un rebaño y un pastor. (3 Nefi 15:21).

El les enseñó el evangelio y estableció su Iglesia aquí. Además,


les encomendó la responsabilidad de guardar un registro de su
ministerio entre ellos.

El Señor volverá finalmente a la tierra que El santificó


cumpliendo en ella su misión terrenal. Triunfante, volverá a
Jerusalén. Vestido con ropaje real de color rojo vivo para
simbolizar la sangre que vertió por cada poro, volverá a la
Ciudad Santa. Allí, y en todas partes.

El profeta Isaías dijo que:

". . . La gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá,


porque la boca de Jehová ha hablado". (Isaías 40:5)

En una revelación dada a la Iglesia por medio de José Smith el


Profeta manifiesta que:

". . . El Señor pondrá su pie sobre este monte, y se partirá por en


medio, y temblará la tierra y se tambaleará, y también se
estremecerán los cielos." (Doctrina y Convenios 45:48).

143
LA EXPIACON DE JESUCRISTO

CAPITULO 17

LA NATURALEZA DIVINA
DEL UNIGÉNITO

El elder James E. Talmage expreso que la naturaleza divina de


Jesucristo como Hijo de Dios, es una doctrina esencial para
comprender el plan de salvación en su totalidad. El es el
Primogénito del Padre en la existencia preterrenal y el Unigénito
del Padre en la tierra. Dios, el Padre Eterno, es el Progenitor
literal de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y de todos Sus
otros hijos espirituales (James E. Talmage, Artículos de Fe,
pág.512).

Cuando hablamos de la naturaleza divina de Jesucristo por ser


Hijo de Dios, nos referimos también a Su función como Dios en
la esfera preterrenal. El Primogénito de Elohim, el Padre, fue
escogido y ordenado en los primeros concilios de los cielos para
ser el Salvador de una raza humana todavía por nacer (James E.
Talmage, Jesús el Cristo, pág. 6). Jesús fue también escogido y
enviado por el Padre para organizar y crear esta tierra, nuestro
sistema solar, nuestra galaxia y aun mundos sin número.

Jesucristo fue y es el Jehová del Antiguo Testamento, el Dios de


Adán y de Noé, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Jehová se
manifestó y habló a los antiguos profetas, y al hacerlo, habló en
el nombre de Su Padre y dijo lo que Su Padre habría dicho. El
Jehová del Antiguo Testamento es el Jesucristo del Nuevo
Testamento que vino al mundo como un Ser mortal.

144
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

La "naturaleza divina de Jesucristo como Hijo de Dios" también


se refiere a Su designación como el "Unigénito en la carne".
Tanto las Escrituras antiguas como las recientes utilizan el título
de "Unigénito" para destacar la naturaleza divina de Jesucristo.
Este título significa que el cuerpo físico de Jesús era progenie de
una madre mortal y un Padre Eterno inmortal, un hecho verídico
que fue esencial para la Expiación, ese acto supremo que ningún
hombre común podría haber realizado. Cristo tenía el poder para
dar Su vida y volverla a tomar, porque había heredado la
naturaleza inmortal de Su Padre Celestial. De María, Su madre
terrenal, heredó su condición de ser mortal, o sea, la facultad de
morir.

Conjuntamente, esta expiación infinita de Cristo y Su naturaleza


divina como Hijo de Dios constituyen la doctrina más
importante del cristianismo.

El elder Bruce R. McConkie dijo:

"Nosotros consideramos que la expiación de Jesucristo es el


centro, el núcleo y el corazón mismo de la religión revelada" (A
New Witness for the Articles of Faith, pág. 81).

Y el libro de Alma dice:

". . . Este es el significado entero de la ley. . . " (Alma 34:14).

145
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

CAPITULO 18

JESÚS EL MESIAS ESPERADO

Aproximadamente dos mil años atrás, Jesucristo entró en la


ciudad de Jerusalén durante la última semana de su vida terrenal.

“Entonces los discípulos fueron e hicieron como Jesús les


mandó;

Y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus


mantos; y él se sentó encima.

Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el


camino; y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en
el camino.

Y las multitudes que iban delante de él y las que iban detrás


aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el
que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, diciendo:


¿Quién es este?

Y la gente decía: Este es Jesús, el profeta, de Nazaret de


Galilea. (Mateo 21:6–11).

Cumplía así lo que en la antigüedad había profetizado Zacarías;

146
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

“. . . He aquí, tu rey viene a ti, justo y trayendo salvación,


humilde y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de
asna.” (Zacarias 9:9)

Entró cabalgando sobre un asno, y, al hacerlo, una gran multitud


salió para recibir al Maestro y cubrieron Su camino con hojas de
palma, ramas en flor e incluso sus propias vestiduras. A medida
que Él se acercaba, ellos aclamaban:

“. . . ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor. . .”


(Lucas 19:38).

“. . . ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el


nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!¡Hosanna al Hijo de
David!”. (Mateo 21:9.)

Quizá los discípulos pensaron que aquél era un momento


decisivo: el momento en que la sociedad judía finalmente
reconocería a Jesús como el tan esperado Mesías. Pero el
Salvador entendía que muchos de los gritos de alabanzas y las
aclamaciones serían transitorios. Él sabía que pronto ascendería
al monte de los Olivos y allí, solo en Getsemaní, tomaría sobre sí
los pecados del mundo.

Quizá las multitudes de Jerusalén lo hayan visto como un gran


rey que los salvaría de la opresión política; pero, en realidad, Él
nos dio mucho más que eso: nos dio Su Evangelio, una perla de
incalculable precio, la gran clave de conocimiento que, si la
comprendemos y usamos, nos abre la puerta hacia una vida de
felicidad, paz y satisfacción. El Evangelio son las buenas nuevas
de Cristo. Es la revelación de que el Hijo de Dios vino a la tierra,
llevó una vida perfecta, expió nuestros pecados y conquistó la
muerte. Es el sendero de la salvación, el camino de la esperanza
147
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

y el gozo y es lo que nos da la seguridad de que Dios tiene un


plan de redención y felicidad para todos Sus hijos.

En medio de Su agonía, Jesucristo pidió a Su Padre:

“. . . Si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo


quiero, sino como tú. . .” (Mateo 26:39).

Su Padre Celestial envió a un ángel para fortalecerle y consolarle


en Su hora de necesidad

“Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.”


(Lucas 22:43).

Jesús escogió no ser liberado de este mundo hasta que hubiese


perseverado hasta el fin y terminado la misión que había sido
enviado a cumplir por la humanidad. En la cruz del Calvario,
Jesús encomendó Su Espíritu a Su Padre con una sencilla
aseveración:

“. . . Consumado es. . . ” (Juan 19:30).

Habiendo perseverado hasta el fin, se le liberó de la vida


terrenal.

Nosotros también debemos perseverar hasta el fin. En el Libro


de Mormón se nos enseña que:

“. . . A menos que el hombre persevere hasta el fin, siguiendo el


ejemplo del Hijo del Dios viviente, no puede ser salvo” (2 Nefi
31:16).

148
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 19

EL GRANDIOSO Y SUPREMO
SACRIFICIO DE CRISTO

Las horas que estaban por transcurrir cambiarían el significado


de la historia de la humanidad; serían el momento más grandioso
de la eternidad, el milagro más extraordinario de todos; serían la
contribución suprema a un plan concebido desde antes de la
fundación del mundo para la felicidad de todo hombre, mujer y
niño que viviera en él. La hora del sacrificio expiatorio había
llegado. El propio Hijo de Dios, Su Unigénito en la carne, pronto
se convertiría en el Salvador del mundo.

El lugar era Jerusalén durante la época de la Pascua, una


celebración llena de simbolismo por lo que habría de suceder.
Mucho tiempo atrás, se había "pas[ado] por encima" de las casas
de los afligidos y esclavizados israelitas, se les había perdonado
la vida y finalmente liberado por medio de la sangre de un
cordero, untada sobre el dintel y los postes de las casas egipcias

Moisés convocó a los ancianos de Israel y les dijo:

“. . . Sacad y tomad corderos para vuestras familias, y


sacrificad la pascua.

Y tomad un manojo de hisopo y mojadlo en la sangre que estará


en una vasija, y untad el dintel y los dos postes con la sangre

149
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

que estará en la vasija; y ninguno de vosotros salga de las


puertas de su casa hasta la mañana.

Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la


sangre en el dintel y en los dos postes, Jehová pasará de largo
por aquella puerta y no dejará entrar al heridor en vuestras
casas para herir.

Y guardaréis esto por estatuto para vosotros y para vuestros


hijos para siempre. (Éxodo 12:21-24).

Eso, a su vez, había sido sólo una reiteración simbólica de lo que


se les había enseñado a Adán y a todos los profetas que le
sucedieron desde el comienzo del mundo: que los corderos puros
y sin mancha de las primicias de los rebaños israelitas eran una
semejanza, señal y representación del grandioso y supremo
sacrificio del Cristo que habría de venir.

Y les dio mandamientos de que adorasen al Señor su Dios y


ofreciesen las primicias de sus rebaños como ofrenda al Señor.
Y Adán fue obediente a los mandamientos del Señor.

Y después de muchos días, un ángel del Señor se apareció a


Adán y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le
contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó.

Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una semejanza del


sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es lleno de gracia y
de verdad.

Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el nombre del


Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo
para siempre jamás. (Moisés 5:5-8).
150
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

En aquel día, después de todos esos años y de todas esas


profecías y ofrendas simbólicas, el símbolo estaba por
convertirse en realidad. La noche en la que el ministerio de Jesús
estaba por llegar a su fin, la declaración que había hecho Juan el
Bautista al comienzo de ese ministerio cobró mayor significado
que nunca:

". . . ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del


mundo!" (Juan 1:29).

Al estar por terminarse aquella última cena preparada en forma


especial, Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a Sus
Apóstoles, diciendo:

". . . Tomad, comed. . . " (Mateo 26:26).

". . . Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en


memoria de mí." (Lucas 22:19).

De igual manera, tomó la copa de vino, que tradicionalmente se


diluía con agua, y, habiendo dado gracias, la pasó para que
bebieran de ella los que se encontraban presentes, diciendo:

"Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros


se derrama." (Lucas 22:20)

"Porque esto es mi sangre del nuevo convenio, que por muchos


es derramada para remisión de los pecados." (Mateo 26:28)

". . . Haced esto en memoria de mí". (Lucas 22:19)

151
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

"Porque todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta
copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga." (1
Corintios 11:26).

Desde aquel acontecimiento que tuvo lugar en el aposento alto,


en la víspera de Getsemaní y del Gólgota, los hijos de la
promesa han estado bajo convenio de recordar el sacrificio de
Cristo en esta forma nueva, más perfecta, más santa y personal.

Con el trozo de pan, siempre partido, bendecido y ofrecido


primero, recordamos Su cuerpo herido y Su corazón
quebrantado, Su sufrimiento físico sobre la cruz cuando clamó:

". . . Tengo sed" (Juan 19:28)

Y finalmente:

". . . ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?"


(Mateo 27:46).

El sufrimiento físico del Salvador garantiza que, por medio de


los “méritos, misericordia y gracia” (2 Nefi 2:8), todo miembro
de la familia humana quedará libre de los lazos de la muerte y
será resucitado triunfalmente de la tumba.

Con un vasito de agua recordamos el derramamiento de la sangre


de Cristo y la profundidad de Su sufrimiento espiritual, la
angustia que comenzó en el huerto de Getsemaní, en donde dijo:

". . . Mi alma está muy triste, hasta la muerte. . . ." (Mateo


26:38).

152
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

"Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor


como grandes gotas de sangre que caían a tierra." (Lucas
22:44).

El sufrimiento espiritual del Salvador y el derramamiento de Su


sangre inocente, que El ofreció en forma tan amorosa y
voluntaria, pagó la deuda de lo que las Escrituras llaman la
"transgresión original" de Adán (Moisés 6:54).

Además, Cristo sufrió por los pecados, los sufrimientos y los


dolores de todo el resto de la humanidad, proporcionando
también la remisión de todos nuestros pecados, a condición de
que obedezcamos los principios y las ordenanzas del evangelio
que Él enseñó.

El profeta Jacob explica que el salvador vino al mundo:

“. . . Para salvar a todos los hombres, si estos escuchan su voz;


porque he aquí, él sufre los dolores de todos los hombres, sí, los
dolores de toda criatura viviente, tanto hombres como mujeres y
niños, que pertenecen a la familia de Adán.

Y sufre esto a fin de que la resurrección llegue a todos los


hombres, para que todos comparezcan ante él en el gran día del
juicio.

Y él manda a todos los hombres que se aarrepientan y se


bauticen en su nombre, teniendo perfecta fe en el Santo de
Israel, o no pueden ser salvos en el reino de Dios.” (2 Nefi 9:21-
23).

153
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

Como el apóstol Pablo escribió,

“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a


Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de
Dios." (1 Corintios 6:20).

Es por esa razón que toda ordenanza del evangelio se concentra,


de una forma u otra, en la expiación del Señor Jesucristo; y no
hay duda de que ésa es la razón por la que recibimos esa
ordenanza particular, con todos sus simbolismos, más
regularmente y con más frecuencia que ninguna otra en la vida.
Se presenta en lo que se conoce como "la más sagrada, la más
santa de todas las reuniones de la Iglesia" (Joseph Fielding
Smith, Doctrina de Salvación, comp. por Bruce R. McConkie, 3
tomos, Salt Lake City: Bookcraft, 1954-1956,2:320).

154
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 20

LAS DIMENCIONES
DE LA EXPIACIÓN

El rey Benjamín nos enseñó en cuanto al trayecto de la vida


terrenal y la función que desempeña la Expiación al navegar con
éxito por este trayecto de la vida terrenal.

“Porque el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido


desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos
que se someta al influjo del Santo Espíritu, y se despoje del
hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el
Señor. . .” (Mosíah 3:19).

Dos frases específicas del discurso del Rey Benjamin llaman la


atención; la primera: “se despoje del hombre natural”. El
recorrido de lo malo a lo bueno es el proceso de despojarse del
hombre o mujer natural en cada uno de nosotros. En la vida
terrenal, la carne nos tienta a todos. Los elementos mismos de
los que se crearon nuestros cuerpos son, por naturaleza, caídos, y
están siempre sujetos a la influencia del pecado, de la corrupción
y de la muerte. Sin embargo, podemos aumentar nuestra
capacidad de superar los deseos de la carne y las tentaciones
“por la expiación de Cristo”. Cuando cometemos errores, al
transgredir y pecar, podemos arrepentirnos y llegar a ser limpios
mediante el poder redentor de la expiación de Jesucristo.

155
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

La segunda: “se haga santo”. Esa frase describe la continuación


y la segunda fase del trayecto de la vida para hacer que “los
hombres buenos [sean] mejores”, o, en otras palabras, llegar a
ser más santos. Esta segunda parte del trayecto, este proceso de
pasar de ser buenos a ser mejores, es un tema que no estudiamos
ni enseñamos con la frecuencia necesaria, ni tampoco
entendemos por completo.

Una cosa es saber que Jesucristo vino a la tierra para morir por
nosotros, lo cual es básico y fundamental respecto a la doctrina
de Cristo; pero también es necesario que reconozcamos que el
Señor desea, mediante Su expiación y por medio del poder del
Espíritu Santo, vivir en nosotros, no sólo para guiarnos, sino
también para darnos poder.

La mayoría de nosotros sabe que cuando hacemos cosas malas,


necesitamos ayuda para vencer los efectos del pecado en nuestra
vida. El Salvador ha pagado el precio y ha hecho posible que
seamos limpios mediante Su poder redentor. La mayoría de
nosotros entiende claramente que la Expiación es para los
pecadores; sin embargo, no estoy seguro de que sepamos y
comprendamos que la Expiación también es para los santos, para
los buenos hombres y mujeres que son obedientes, dignos y
dedicados, y que están esforzándose por llegar a ser mejores y
servir más fielmente. Tal vez creamos, por error, que el trayecto
para pasar de buenos a mejores y llegar a ser santos lo tenemos
que realizar solos, por pura valentía, fuerza de voluntad y
disciplina, y con nuestras capacidades obviamente limitadas.

El evangelio del Salvador no se refiere simplemente a que


evitemos lo malo en la vida; es también esencialmente hacer el
bien y llegar a ser buenos. La Expiación nos proporciona ayuda
para superar y evitar lo malo, para hacer el bien y llegar a ser
156
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

buenos. La ayuda del Salvador está disponible para el trayecto


entero de la vida terrenal: para pasar de malos a buenos y a
mejores, y para cambiar nuestra naturaleza misma.
Estas dos dimensiones de la Expiación están relacionadas y se
complementan; es necesario que ambas funcionen durante todas
las fases del trayecto de la vida y es eternamente importante que
todos reconozcamos que estos dos elementos esenciales del
trayecto de la vida terrenal, tanto despojarnos del hombre natural
y llegar a ser santos como superar lo malo y llegar a ser buenos,
se logran mediante el poder de la Expiación. La fuerza de
voluntad individual, la determinación y motivación personales,
la planificación eficaz y el fijar metas son necesarios, pero al
final son insuficientes para que llevemos a cabo con éxito este
recorrido terrenal. Verdaderamente, debemos llegar a confiar en
“los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías” (2 Nefi
2:8).

“Es por medio de la gracia del Señor Jesucristo, que Su


sacrificio expiatorio hace posible que la humanidad se levante
en inmortalidad, cuando cada persona recibirá su cuerpo de la
tumba en un estado de vida sempiterna. Es igualmente mediante
la gracia del Señor que las personas, por medio de la fe en la
expiación de Jesucristo y el arrepentimiento de sus pecados,
reciben fortaleza y ayuda para realizar buenas obras que de
otro modo no podrían conservar si tuvieran que valerse por sus
propios medios. Esta gracia es un poder habilitador que permite
a los hombres y a las mujeres asirse de la vida eterna y la
exaltación después de haber dedicado su mejor esfuerzo”.
( Diccionario Bíblico en inglés, ―Grace‖; cursiva agregada.)

La gracia es la ayuda divina que cada uno de nosotros necesita


desesperadamente para hacerse merecedor del reino celestial.
Por consiguiente, el poder habilitador de la Expiación nos
157
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

fortalece para hacer el bien y ser benignos, y para servir más allá
de nuestro propio deseo personal y de nuestra capacidad natural.

Consideremos, por ejemplo, este versículo con el cual todos


estamos familiarizados:

“. . . Sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos,


después de hacer cuanto podamos.” (2 Nefi 25:23).

El Salvador no ha sufrido sólo por nuestras iniquidades sino


también por la desigualdad, la injusticia, el dolor, la angustia y la
aflicción emocional que con tanta frecuencia nos acosan. No hay
ningún dolor físico, ninguna angustia del alma, ningún
sufrimiento del espíritu, ninguna enfermedad o flaqueza que
experimentemos durante nuestra vida terrenal que el Salvador no
haya experimentado primero.

Tal vez ningún ser humano sepa, pero el Hijo de Dios sabe y
entiende perfectamente, porque Él sintió y llevó nuestras cargas
antes que nosotros; y, debido a que Él pagó el precio máximo y
llevó esa carga, Él entiende perfectamente y puede extendernos
Su brazo de misericordia en muchas etapas de la vida. Él puede
extender la mano, tocarnos, socorrernos, literalmente correr
hacia nosotros, y fortalecernos para que seamos más de lo que
jamás podríamos ser, y para ayudarnos a hacer lo que nunca
podríamos lograr si dependiéramos únicamente de nuestro
propio poder.

Jesucriso declaró:

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os


haré descansar.

158
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso


y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.

Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.” (Mateo 11:28–30).

159
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

CAPITULO 21

LA DIVINIDAD DEL
MESIAS PROMETIDO

Cuando era un joven misionero, el élder Orson F. Whitney


(1855–1931), que más tarde prestó servicio en el Quórum de los
Doce Apóstoles, tuvo un sueño tan intenso que cambió su vida
para siempre. Más adelante escribió lo siguiente:

―Una noche soñé. . . que me hallaba en el huerto de Getsemaní,


presenciando la agonía del Salvador. . . Me hallaba detrás de un
árbol, en primer plano. Jesús, en compañía de Pedro, Santiago y
Juan, pasó por una pequeña portezuela situada a mi derecha, y
luego de dejar a los tres apóstoles allí y después de decirles que
se arrodillaran y oraran, Él se fue hacia el otro lado, donde
también se arrodilló y oró: ―. . . Padre mío, si es posible, pase de
mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú‘.

―Mientras oraba, las lágrimas le bañaban el rostro, que se hallaba


en dirección a mí. Tanto me conmovió lo que estaba
presenciando, que también lloré, movido por la lástima que en
mí provocaba Su gran pesar. Todo mi corazón estaba con Él. Lo
amaba con toda mi alma y anhelaba estar con Él como jamás he
deseado nada en mi vida.

―Poco después se levantó y caminó hasta donde los apóstoles


estaban arrodillados… ¡y dormidos! Los sacudió con dulzura,

160
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

los despertó y, con un tono de tierno reproche, totalmente


desprovisto de la menor intención de ira o reprimenda, les
preguntó si acaso no podían velar con Él al menos una hora…

―Regresó a su sitio, oró de nuevo y volvió para encontrarlos


nuevamente dormidos. Una vez más los despertó, los amonestó y
volvió a orar como había hecho antes. Eso sucedió en tres
ocasiones, hasta que me familiaricé perfectamente con Su
apariencia, Su rostro, Su forma y Sus movimientos. Era de
estatura noble y porte majestuoso… como el Dios que fue y es,
pero a la vez manso y humilde como un niño.

―De repente, la situación pareció cambiar. . . ahora, ya había


tenido lugar la Crucifixión y el Salvador, junto con esos tres
apóstoles, se encontraban, en grupo, a mi izquierda. Estaban a
punto de partir y de ascender al cielo. Ya no pude soportarlo
más; salí corriendo de detrás del árbol, caí a Sus pies, me abracé
a Sus rodillas y le supliqué que me llevara con Él.

―Jamás olvidaré la forma tierna y bondadosa en que se inclinó,


me levantó y me abrazó. Era tan vívido, tan real, que pude sentir
el calor de Su pecho, contra el cual tenía recostada la cabeza.
Entonces me dijo: ‗No, hijo mío; ellos han terminado su obra y
pueden acompañarme, pero tú debes quedarte y terminar la
tuya‘. Aún me hallaba abrazado a Él y, con la mirada elevada
hacia Su rostro —pues era más alto que yo—, le supliqué de
todo corazón: ‗Al menos prométeme que al final iré contigo‘.
Sonrió dulce y tiernamente y dijo: ‗Eso dependerá totalmente de
ti‘. Desperté con un sollozo en la garganta, y ya había
amanecido‖. (―La divinidad de Jesucristo‖, Liahona, diciembre
de 2003, pág. 16.)

161
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

El amoroso sacrificio del Salvador es una introducción apropiada


para explicar el significado de la expiación de Jesucristo. En
verdad, la expiación del Unigénito Hijo de Dios en la carne es el
fundamento crucial sobre el cual descansa toda la doctrina
cristiana y la expresión más grandiosa de amor divino que ha
recibido este mundo en toda su existencia. El énfasis que se le da
en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
nunca se podría calificar de exagerado. El significado de todo
otro principio, mandamiento y virtud del Evangelio restaurado
depende de este acontecimiento fundamental. (Enseñanzas de los
Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, págs. 51–54.)

La Expiación fue el acto preordenado pero voluntario del Hijo


Unigénito de Dios, en el cual Él ofreció Su vida y Su angustia
espiritual como rescate redentor por los efectos que tuvo la caída
de Adán sobre toda la humanidad y por los pecados personales
de todos los que se arrepintieran.

La acepción literal del vocablo inglés atonement [expiación] lo


explica por sí mismo: ―at-one-ment‖ [unirse en uno], o sea, la
unión de las cosas que hayan estado separadas o apartadas. La
expiación de Jesucristo era indispensable debido a la separación
producida por la transgresión, o caída, de Adán, que trajo al
mundo dos tipos de muerte cuando él y Eva comieron el fruto
del árbol de la ciencia del bien y del mal. La muerte física trajo
la separación del espíritu y el cuerpo; y la muerte espiritual, la
separación de la presencia de Dios, tanto del cuerpo como del
espíritu. Como resultado de la Caída, todas las personas nacidas
en la tierra iban a sufrir ambos tipos de muerte. Pero debemos
recordar que la Caída formaba parte esencial del plan divino del
Padre Celestial; sin ella, Adán y Eva no hubieran dado
nacimiento a ningún ser mortal, y no hubiera habido ninguna
familia humana que experimentara la oposición y el progreso, el
162
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

albedrío moral ni el gozo de la resurrección, la redención y la


vida eterna.

El padre Lehi al dirigirse a su hijo Jacob lo expresa en los


siguientes terminos:

“. . . Si Adán no hubiese transgredido, no habría caído, sino que


habría permanecido en el Jardín de Edén. Y todas las cosas que
fueron creadas habrían permanecido en el mismo estado en que
se hallaban después de ser creadas; y habrían permanecido
para siempre, sin tener fin.

Y no hubieran tenido hijos; por consiguiente, habrían


permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo, porque
no conocían la miseria; sin hacer lo bueno, porque no conocían
el pecado.

Pero he aquí, todas las cosas han sido hechas según la


sabiduría de aquel que todo lo sabe.

Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los


hombres para que tengan gozo.

Y el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos, a fin de redimir


a los hijos de los hombres de la caída. Y porque son redimidos
de la caída, han llegado a quedar libres para siempre,
discerniendo el bien del mal, para actuar por sí mismos, y no
para que se actúe sobre ellos, a menos que sea por el castigo de
la ley en el grande y último día, según los mandamientos que
Dios ha dado.

Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas
todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para
163
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran


Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la
muerte, según la cautividad y el poder del diablo; pues él busca
que todos los hombres sean miserables como él. (2 Nefi 2:22–
27)

La necesidad de esa Caída y de una expiación que compensara


sus efectos se explicó en un concilio preterrenal que tuvo lugar
en el cielo, al que asistieron los espíritus de toda la familia
humana y el cual presidió Dios el Padre. Fue en ese escenario
preterrenal que Cristo se ofreció voluntariamente para honrar el
albedrío moral de toda la humanidad al mismo tiempo que
expiaría sus pecados. Al hacerlo, devolvería al Padre toda la
gloria por tal acto de amor y redención.

Dios el Señor, le habló a Moisés, diciendo:

“. . . Ese Satanás, a quien tú has mandado en el nombre de mi


Unigénito, es el mismo que existió desde el principio; y vino ante
mí, diciendo: Heme aquí, envíame a mí. Seré tu hijo y redimiré a
todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola
alma, y de seguro lo haré; dame, pues, tu honra.

Pero, he aquí, mi Hijo Amado, que fue mi Amado y mi Escogido


desde el principio, me dijo: Padre, hágase tu voluntad, y sea
tuya la gloria para siempre. (Moisés 4:1–2)

Esa expiación infinita de Cristo fue posible porque, Él era el


único hombre sin pecado que iba a vivir en esta tierra y, por lo
tanto, no estaba sujeto a la muerte espiritual causada por el
pecado.

164
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Él era el Unigénito del Padre y, por ese motivo, poseía los


atributos divinos de un dios, que le dieron poder sobre la muerte
física.

En el concilio preterrenal, aparentemente Él era el único


suficientemente humilde y dispuesto a ser preordenado para
prestar ese servicio.

Algunos de los dones que recibimos gracias a la Expiación son


universales, infinitos e incondicionales; entre éstos se cuenta Su
rescate de la transgresión original de Adán, a fin de que no se
hiciera responsable de aquel pecado a ningún miembro de la
familia humana.

Otro don universal es la resurrección de los muertos de todo


hombre, mujer y niño que viva ahora, que haya vivido y que viva
después en la tierra.

Otros aspectos del don expiatorio de Cristo son condicionales y


dependen de la diligencia que se tenga para cumplir los
mandamientos de Dios. Por ejemplo, aun cuando todos los
miembros de la familia humana reciben gratuitamente una
absolución del pecado de Adán, sin tener que poner nada de su
parte, no se les concede absolución de sus propios pecados a
menos que prometan tener fe en Cristo y se arrepientan de esas
transgresiones, que sean bautizados en Su nombre, reciban el
don del Espíritu Santo y sean confirmados como miembros de la
Iglesia de Cristo, y que avancen con fiel perseverancia durante el
resto de su jornada por la vida.

Sobre ese desafío individual, Cristo dijo:

165
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

“Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos,


para que no padezcan, si se arrepienten;

Mas si no se arrepienten, tendrán que apadecer así como yo”.


(Doctrina. y Convenios 19:16–17).
Más aún, aunque la resurrección del cuerpo es un don gratuito y
universal de Cristo, un resultado de Su victoria sobre la muerte,
la naturaleza del cuerpo resucitado (o sea, el ―grado de gloria‖
que reciba), así como el momento de resucitar de cada uno,
dependen directamente de la fidelidad que se tenga en esta vida.

El apóstol Pablo dejó en claro, por ejemplo, que en la


resurrección los que se dediquen a Cristo completamente
“resucitarán primero”.

“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de


arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán primero”. (1Tesalonicenses 4:16.)

La revelación moderna aclara las diferentes clases de cuerpos


resucitados. (Doctrina y Convenios 76:50–113; compárese con 1
Corintios 15:40–42.)

Dios a prometiendo el grado más alto de gloria sólo a los que


obedezcan los principios y ordenanzas del evangelio de
Jesucristo.

En el Libro de Mormón, se afirma con énfasis que:

“. . . Ninguna carne puede morar en la presencia de Dios, sino


por medio de los méritos, y misericordia, y gracia del Santo
Mesías, quien da su vida, según la carne, y la vuelve a tomar por

166
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

el poder del Espíritu, para efectuar la resurrección de los


muertos, siendo el primero que ha de resucitar”. (2 Nefi 2:8)

Por esa misma gracia, Dios pone a disposición la salvación para


los niños pequeños, las personas mentalmente discapacitadas, las
que vivan sin haber oído el evangelio de Jesucristo, etc.; ellos
son redimidos por el poder universal de la expiación de Cristo y
tendrán la oportunidad de recibir la plenitud del Evangelio
después de la muerte, en el mundo de los espíritus, donde éstos
residen esperando la resurrección.

El profeta Alma enseñó a su hijo Coriantón que:

“. . . Respecto al estado del alma entre la muerte y la


resurrección. . . los espíritus de todos los hombres, en cuanto se
separan de este cuerpo mortal, sí, los espíritus de todos los
hombres, sean buenos o malos, son llevados de regreso a ese
Dios que les dio la vida.‖ (Alma 40:11)

A fin de cumplir con los requisitos de la Expiación, el Cristo sin


pecado fue al huerto de Getsemaní, como lo vio el élder Whitney
en su sueño, para sufrir la agonía de alma que solamente Él
podía soportar.

Allí “comenzó a entristecerse y a angustiarse‖, diciendo a


Pedro, Santiago y Juan:

“. . . Mi alma está muy triste, hasta la muerte. . .” (Marcos


14:33–34).

Él sufrió:

167
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

“. . . los dolores de todos los hombres, sí, los dolores de toda


criatura viviente, tanto hombres como mujeres y niños, que
pertenecen a la familia de Adán.” (2 Nefi 9:21).

Él experimentó.

“. . .Tentaciones, y dolor en el cuerpo, hambre, sed y fatiga, aún


más de lo que el hombre puede sufrir sin morir; pues he aquí, la
sangre le brotará de cada poro, tan grande será su angustia por
la iniquidad y abominaciones de su pueblo.” (Mosíah 3:7).

Por medio de ese sufrimiento, Jesús redimió las almas de todos


los hombres, mujeres y niños;

“. . . Para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según


la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los
de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos.” (Alma
7:12.)

Para ello, Cristo “descendió debajo de todo” —incluso de toda


clase de padecimiento, enfermedad y triste desaliento por los que
pasa todo ser mortal— para que pudiera comprender “todas las
cosas, a fin de que estuviese en todas las cosas y a través de
todas las cosas, la luz de la verdad.” (Doctrina y Convenios
88:6).

La extrema soledad y el dolor insoportable de la Expiación que


comenzaron en Getsemaní alcanzaron su intensidad máxima
cuando, después de sufrir indecible tortura a manos de los
soldados romanos y de otras personas, Cristo exclamó desde la
cruz:

168
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

“. . . ¡Elí, Elí!, ¿lama sabactani? Esto es: ¡Dios mío, Dios mío!,
¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46.)

En las profundidades de aquella angustia, hasta la naturaleza


misma se turbó:

“. . . Hubo tinieblas sobre toda la tierra. . .”

Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por en


medio.” (Lucas 23:44–45).

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo;


y la tierra tembló y las rocas se partieron.” (Mateo 27:51.)

Haciendo que muchas personas exclamaran:

“¡El Dios de la naturaleza padece!”(1 Nefi 19:12.)

Finalmente, incluso lo que parecía insoportable se llevó a cabo y


Jesús dijo:

“¡. . . Consumado es. . . !” (Juan 19:30).

“. . . Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. . .” (Lucas


23:46.)

El hecho de que el sacrificio voluntario y misericordioso de un


solo Ser pudiera satisfacer las exigencias eternas e infinitas de la
justicia, expiar toda transgresión y mala acción humana y, de esa
manera, abarcar compasivamente a toda la humanidad en Su
abrazo misericordioso.

169
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

El presidente John Taylor expreso: “. . .Que para nosotros es


incomprensible e inexplicable, Él llevó la carga de los pecados
del mundo entero, no sólo de Adán sino de su posteridad; y al
hacerlo, abrió el reino de los cielos, no solamente para todos los
creyentes y los que obedecieran la ley de Dios, sino para más de
la mitad de la familia humana que muera sin llegar a la edad de
responsabilidad, así como también para aquellos que. . . mueran
sin conocer la ley.” (The Mediation and Atonement, 1882, págs.
148–149.)

170
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 22

EL PLAN DIVINO
DE LA CRUCIFIXIÓN

Jesucristo llevó a cabo la solitaria tarea de la carga de nuestra


salvación. Con toda razón Él diría:

“He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había


conmigo; los he pisado con mi ira y los he hollado con mi furor;
y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas.

Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis


redimidos ha llegado.

Y miré y no había quien ayudara, y me maravillé de que no


hubiera quien sustentase; y me salvó mi propio brazo, y mi ira
me sostuvo.” (Isaías 63:3–5)

Las Escrituras dice que la llegada mesiánica de Jesús a Jerusalén


el domingo antes de la Pascua, fue un gran momento público,
pero el entusiasmo por seguir caminando con Él empezaría a
disminuir rápidamente.

Poco después, Él fue llevado ante los líderes israelitas de aquella


época, primero Anás, el antiguo sumo sacerdote, y luego Caifás,
el sumo sacerdote de esos días. En su prisa por juzgarlo, esos

171
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

hombres y sus concilios declararon su veredicto con rapidez e


ira:

“Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:


¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He
aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.

¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es culpable de


muerte!”. (Mateo 26: 65–66)

Después fue llevado ante los gobernantes gentiles del país.


Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea, lo interrogó una vez, y
Poncio Pilato, el gobernador romano de Judea, lo hizo dos veces,
declarando la segunda vez a la multitud:

“. . . Me habéis presentado a este como un hombre que desvía al


pueblo; y he aquí, habiéndole interrogado yo delante de
vosotros, no he hallado culpa alguna en este hombre de lo que le
acusáis.” (Lucas 23:14.)

Entonces, en un acto que fue tan inexcusable como ilógico,


Pilato:

“. . . Habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser


crucificado.” (Mateo 27:26).

Las manos recién lavadas de Pilato nunca pudieron haber estado


más manchadas ni más sucias.

Ese rechazo, tanto eclesiástico como político, se volvió más


personal cuando los ciudadanos de las calles se volvieron
también contra Jesús. Una de las ironías de la historia es que
junto con Jesús estaba encarcelado un verdadero blasfemo, un
172
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

asesino y revolucionario conocido como Barrabás, nombre o


título que, en arameo, significa ―hijo del padre‖5 .

Debido a que Pilato podía poner en libertad a un prisionero,


según el espíritu de la tradición de la Pascua, preguntó al pueblo:

“. . . ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron:


¡A Barrabás!.” (Mateo 27:21).

De modo que se puso en libertad a un impío “hijo del padre”,


mientras que el Hijo verdaderamente divino de Su Padre
Celestial fue condenado a la crucifixión.

Éste fue además un tiempo de prueba entre aquellos que


conocían a Jesús de manera más personal. El más difícil de
entender de este grupo es Judas Iscariote. Sabemos que en el
plan divino era necesario que Jesús fuese crucificado, pero es
sumamente difícil pensar que uno de Sus testigos especiales que
se sentó a Sus pies, que lo escuchó orar, que lo vio sanar y que
sintió su contacto, pudiese traicionarlo a Él y a todo lo que
representaba por treinta piezas de plata. Nunca en la historia del
mundo se ha comprado tanta infamia con tan poco dinero.

Naturalmente, había otros entre los creyentes que también


tuvieron sus momentos difíciles. Después de la Última Cena,
Jesús dejó a Pedro, a Jacobo y a Juan esperando mientras Él se
fue solo al Jardín de Getsemaní. Postrándose sobre su rostro en
oración;

“. . . Comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.

. . . Mi alma está amuy triste, hasta la muerte. . . ” (Mateo


26:37–38).
173
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

Dice el registro que;

“. . . Era su sudor como grandes gotas de sangre que caían a


tierra.” (Lucas 22:44.)

Mientras le suplicaba al Padre que pasara de Él esa copa


abrumadora y atroz. Pero, ciertamente, no pasaría. Al regresar de
aquella angustiosa oración, encontró dormidos a Sus tres
discípulos principales, lo que lo indujo a preguntar:

“. . . ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?.”


(Mateo 26:40).

Esto ocurrió dos veces más hasta que a la tercera Él dice con
compasión:

“. . . Dormid ya, y descansad. . . ” (Mateo 26:45).

Más tarde, después de que Jesús fue arrestado y presentado ante


el tribunal, Pedro, a quien se acusó de conocer a Jesús y de ser
uno de Sus confidentes, niega esa acusación no sólo una, sino
tres veces. No sabemos todo lo que estaba sucediendo allí, y
tampoco sabemos si el Salvador les haya dado a Sus apóstoles,
en privado, algún consejo para que se protegieran. (Spencer W.
Kimball, ―Peter, My Brother‖, BYU Speeches of the Year, 13 de
julio de 1971, pág. 1)

Sabemos que Jesús era consciente de que ni siquiera esos seres


tan queridos estarían con Él hasta el final, de lo cual ya le había
advertido a Pedro.

“. . . Todos os escandalizaréis de mí esta noche, porque escrito


está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas.
174
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a


Galilea.

Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.

Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche,


antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres
veces.

Pero él decía con mayor vehemencia: Si me fuere menester


morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.”
(Marcos 14:27–31).

Entonces, al cantar el gallo;

“. . . Se volvió el Señor y miró a Pedro; y Pedro se acordó de la


palabra que el Señor le había dicho: Antes que el gallo cante,
me negarás tres veces.

Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.” (Lucas 22:61–62).

Fue así que, por necesidad divina, el círculo de apoyo alrededor


de Jesús se hace más y más pequeño, dando un significado al
corto versículo de Mateo:

“. . . Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.” (Mateo


26:56).

Pedro permaneció lo suficientemente cerca como para que se le


reconociera y confrontara; Juan permaneció al pie de la cruz con
la madre de Jesús. En especial y como siempre, las benditas
mujeres en la vida del Salvador permanecieron tan cerca de Él

175
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

como pudieron; pero básicamente, Su solitaria jornada de


regreso a Su Padre siguió sin consuelo ni compañía.

Él había previsto la pérdida del apoyo de seres mortales, pero


ciertamente sabia que su Padre estaba con él.

“He aquí, la hora viene, y ha venido ya, en que seréis


esparcidos cada uno a lo suyo y me dejaréis solo; pero no estoy
solo, porque el Padre está conmigo.” (Juan 16:32)

“Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo


el Padre, porque yo hago siempre lo que a él le agrada.” (Juan
8:29.)

Fue fundamental para la trascendencia de la Expiación que este


Hijo perfecto que nunca había dicho ni hecho nada malo, ni
había tocado cosa inmunda, supiese cómo se sentiría el resto de
la humanidad, o sea nosotros, todos nosotros, cuando cometiera
esos pecados. Para que Su expiación fuese infinita y eterna, Él
tenía que sentir lo que era morir no sólo física sino
espiritualmente, sentir lo que era el alejamiento del Espíritu
divino, al dejar que la persona se sintiera total, vil y
completamente sola

Jesús perseveró y siguió adelante. Lo bueno en Él permitió que


la fe triunfara en un estado de completa angustia. La confianza
que guiaba Su vida le indicaba, a pesar de Sus sentimientos, que
la compasión divina nunca se ausenta, que Dios es siempre fiel,
que Él nunca huye ni nos falla. Cuando se hubo pagado hasta el
último centavo, cuando la determinación de Cristo de ser fiel se
manifestó de manera tan evidente como absolutamente
176
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

invencible, por fin y piadosamente, el sufrimiento “consumado”


fue.

177
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

CAPITULO 23

EL PLAN DE
SALVACIÓN

―Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu” (Lucas 23:46).


Después de que Jesús pronunció estas palabras desde la cruz, Su
espíritu inmortal abandonó Su cuerpo físico; Su carne inerte se
depositó en un sepulcro, cuya entrada fue sellada con una piedra.
Poco tiempo después, unos ángeles declararon a un grupo de
mujeres congregadas en Su tumba:

“No está aquí, sino que ha resucitado” (Lucas 24:6).

El espíritu de Jesús había entrado de nuevo en Su cuerpo,


formando una gloriosa unión de espíritu y carne que nunca más
sería dividida. Los hechos de la muerte y resurrección de Jesús
son aclamados por los cristianos de diferentes denominaciones
como creencias fundamentales; sin embargo, lo que el espíritu
inmortal de Jesús hizo después de Su muerte física y antes de Su
resurrección es un misterio para todos. La importancia de lo que
hizo durante esas horas constituye el cimiento doctrinal de la
edificación de los templos en toda la tierra. Es más, el testimonio
de lo que Él hizo puede consolar enormemente a los que lloran la
muerte de un ser querido.

178
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Para entender por qué visitó Jesús el mundo de los espíritus


después de Su muerte, debemos volver a la noche después de Su
primera purificación del Templo de Jerusalén. Nicodemo, debido
a su prominencia como ―un principal entre los judíos‖, acudió al
Salvador para hablar sobre cuestiones de gran importancia.

“Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo,


un principal entre los judíos.

Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que eres


maestro que ha venido de Dios, porque nadie puede hacer estos
milagros que tú haces si no está Dios con él. (Juan 3:1–2).

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no


naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de
Dios.” (Juan 3:5).

Por tanto, si deseamos ser admitidos en el reino de Dios es


necesario que seamos bautizados. Aun Jesucristo, el único
hombre sin pecado que ha caminado por esta tierra, se sometió a
este requisito universal

Nefi nos relata por qué Cristo fue bautizado:

“Ahora bien, si el Cordero de Dios, que es santo, tiene


necesidad de ser bautizado en el agua para cumplir con toda
justicia, ¡cuánto mayor es, entonces, la necesidad que tenemos
nosotros, siendo impuros, de ser bautizados, sí, en el agua!

Y ahora, quisiera preguntaros, amados hermanos míos, ¿cómo


cumplió el Cordero de Dios con toda justicia bautizándose en el
agua?

179
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

¿No sabéis que era santo? Mas no obstante que era santo, él
muestra a los hijos de los hombres que, según la carne, él se
humilla ante el Padre, y testifica al Padre que le sería obediente
al observar sus mandamientos. (2 Nefi 31:5–7).

El plan de salvación del Señor se conoce por muchos nombres;


uno de ellos es “el plan de la misericordia” (Alma 42:15). La
misericordia implica compasión y perdón, mientras que la
justicia se puede referir al castigo y la retribución. Pero la
justicia divina tiene también otras cualidades, como lo son la
equidad y la imparcialidad.

¿Cómo puede ser Su plan misericordioso o justo si requiere que


cada persona responsable se bautice cuando hay billones de
personas que han fallecido sin la oportunidad de escuchar el
Evangelio y optar por el bautismo?

El apóstol Pedro describió las previsiones que Dios ha hecho:

“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados,
el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.”
(1 Pedro 3:18).

Cristo hizo esto para concedernos a todos el don de la vida


eterna. El apóstol Pedro prosiguió:

“En el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados.”


(1 Pedro 3:19).

¿Quiénes eran esas personas en el mundo de los espíritus? Eran


los justos y los injustos que habían fallecido. Algunos habían

180
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

sido desobedientes y rechazaron el Evangelio en los días de Noé.


(1 Pedro 3:20).

¿Por qué se predicó el Evangelio en el mundo de los espíritus?


Para que los muertos pudieran arrepentirse y vivir de acuerdo
con la voluntad de Dios.

El apóstol Pedro lo expresa en los siguientes terminos:

“Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los


muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres,
pero vivan en el espíritu según Dios”. (1 Pedro 4:6).

La misericordia y la justicia requieren que los que han fallecido


sin tener la oportunidad de oír el Evangelio en esta vida, reciban
esa oportunidad en el mundo de los espíritus. La misericordia y
la justicia requieren también que los que lo hayan rechazado en
esta vida tengan otra oportunidad de volverlo a oír.

¿Qué sucede con los obedientes? Las personas que han aceptado
y vivido de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo también
habitan en el mundo de los espíritus. El profeta Enoc previó la
crucifixión del Salvador del mundo cuando:

“La tierra gimió; y se hicieron pedazos los peñascos”.

Vio que en el tiempo de la resurrección de Jesucristo;

“Se levantaron los santos y fueron coronados a la diestra del


Hijo del Hombre”.

181
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

También vio a los obedientes en el mundo de los espíritus


levantarse con sus cuerpos resucitados y glorificados, mientras
que:

“El resto [los inicuos] quedó en cadenas de tinieblas hasta el


juicio del gran día‖ (Moisés 7:56–57).

Por consiguiente, los obedientes entran en el mundo de los


espíritus para aguardar el día de su resurrección.

El profeta Alma enseñó que mientras los obedientes esperan,


moran en:

“. . . Un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de


descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus
aflicciones, y de todo cuidado y pena.” (Alma 40:12)

El presidente Joseph F. Smith (1838–1918) vio en una visión los


magníficos beneficios que recibieron los obedientes debido a la
visita del Salvador al mundo de los espíritus. Vio el mundo de
los espíritus poco antes de la llegada del Salvador.

Y se hallaba reunida en un lugar una compañía innumerable de


los espíritus de los justos, que habían sido fieles en el testimonio
de Jesús mientras vivieron en la carne.

Y quienes habían ofrecido un sacrificio a semejanza del gran


sacrificio del Hijo de Dios, y habían padecido tribulaciones en
el nombre de su Redentor.

Todos estos habían partido de la vida terrenal, firmes en la


esperanza de una gloriosa resurrección mediante la gracia de
Dios el Padre y de su Hijo Unigénito, Jesucristo.
182
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Vi que estaban llenos de gozo y de alegría, y se regocijaban


juntamente porque estaba próximo el día de su liberación.”
(Doctrina y Convenios 138:12-15).
Se les apareció el Salvador y les declaró que el día de su gloriosa
resurrección había llegado.

“Y allí les predicó el evangelio sempiterno, la doctrina de la


resurrección y la redención del género humano de la caída, y de
los pecados individuales, con la condición de que se
arrepintieran.” (Doctrina y Convenios 138:19).

El presidente Joseph F. Smith se preguntaba cómo habría podido


el Salvador predicar a todas las personas del mundo de los
espíritus en el breve periodo de tiempo que transcurrió entre Su
muerte y resurrección; pero el presidente Smith percibió que ―a
los inicuos no fue, ni se oyó su voz entre los impíos y los
impenitentes.

“Mas a los inicuos no fue, ni se oyó su voz entre los impíos y los
impenitentes que se habían profanado mientras estuvieron en la
carne. (Doctrina y Convenios 138:20)

Mas he aquí, organizó sus fuerzas y nombró mensajeros de entre


los justos, investidos con poder y autoridad, y los comisionó
para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se
hallaban en tinieblas, es decir, a todos los espíritus de los
hombres; y así se predicó el evangelio a los muertos;

Y los mensajeros escogidos salieron a declarar el día aceptable


del Señor, y a proclamar la libertad a los cautivos que se
hallaban encarcelados; sí, a todos los que estaban dispuestos a
arrepentirse de sus pecados y a recibir el evangelio.

183
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

Así se predicó el evangelio a los que habían muerto en sus


pecados, sin el conocimiento de la verdad, o en transgresión por
haber rechazado a los profetas.‖ (Doctrina y Convenios 138:30–
32).

La labor de predicar el Evangelio a los que han muerto sin el


bautismo continúa en la actualidad. Entre los mensajeros que el
Salvador envía hoy día a los que han muerto sin ser bautizados
se encuentran los fieles miembros de la Iglesia de esta
dispensación que han fallecido.

Una pregunta crucial sigue sin respuesta a fin de cumplir el


misericordioso y justo plan de Dios. ¿Cómo se puede bautizar
una persona que ha muerto? El dilema se soluciona mediante la
ordenanza del bautismo por los muertos, la cual se efectúa
únicamente en los sagrados templos.

El bautismo por los muertos se practicaba entre los santos de los


días de Pedro y Pablo. Mientras enseñaba a los corintios sobre
Jesucristo y la resurrección de los muertos, el apóstol Pablo
preguntó:

“. . . ¿Qué harán los que se bautizan por los muertos, si en


ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se
bautizan por los muertos?” (1 Corintios 15:29).

Las siguientes son respuestas a algunas preguntas frecuentes.


¿Qué sucede si la persona fallecida no quiere arrepentirse o no
desea las bendiciones del bautismo? Creemos que todos tienen la
libertad de escoger, tanto en esta vida como en el mundo de los
espíritus. Esa libertad es esencial para el plan de nuestro Padre
Celestial; a nadie se le obligará aceptar las ordenanzas realizadas
a su favor por otra persona. El bautismo por los muertos ofrece
184
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

una oportunidad, pero no anula el albedrío de la persona; mas si


esta ordenanza no se efectúa por los que han muerto, se les priva
de la opción de aceptar o rechazar el bautismo.

¿Por qué efectúan bautismos por personas que han fallecido cuya
vida en la tierra indicaba una escasa inclinación a guardar los
mandamientos de Dios? Creemos que muchas personas son
como Amulek, que una vez dijo: ―Endurecí mi corazón, porque
fui llamado muchas veces, y no quise oír; de modo que sabía
concerniente [al Evangelio de Jesucristo], mas no quería saber‖
(Alma 10:6). Posteriormente, Amulek llegó a ser un gran
misionero y maestro para su pueblo. Hubo además una época en
el Libro de Mormón en la que los lamanitas más justos
persiguieron a los extremadamente endurecidos ladrones de
Gadiantón y ―predicaron la palabra de Dios entre la parte más
inicua de ellos, de modo que esta banda de ladrones quedó
enteramente destruida entre los lamanitas‖ (Helamán 6:37).
Sencillamente, desconocemos quiénes de entre los muertos
tornarán sus corazones al Señor y se arrepentirán. No nos
hayamos en posición de juzgar; debemos efectuar la obra y dejar
esa cuestión en manos de la persona fallecida y del Señor. Para
los que lloran El Salvador mismo esperó con gran anhelo Su
visita a los obedientes que se hallaban en el mundo de los
espíritus:

“. . . Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz


del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.” (Juan 5:25).

La misericordia y la justicia se combinan para dar a todos los


hijos de nuestro Padre Celestial la oportunidad de regresar a Él.

185
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

CAPITULO 24

LA GOZOSA MAÑANA
DE LA RESURRECCIÓN

Un sentimiento devastador de derrota y desesperación


embargaba a Sus discípulos mientras Jesús sufría y agonizaba en
la cruz, y cuando Su cuerpo sin vida fue colocado en el sepulcro.
A pesar de que el Salvador había hablado varias veces acerca de
Su muerte y posterior resurrección, ellos no lo habían entendido.
Sin embargo, la sombría tarde de Su crucifixión pronto dio paso
a la gozosa mañana de Su resurrección; pero ese gozo sólo vino
cuando los discípulos se convirtieron en testigos oculares de la
Resurrección, porque aun la declaración de los ángeles en cuanto
a que Él había resucitado era al principio incomprensible: ¡se
trataba totalmente de un hecho sin precedentes!

María Magdalena y algunas otras mujeres llegaron al sepulcro


muy de mañana ese domingo, trayendo especias aromáticas y
perfumes para completar la unción que se había iniciado cuando
colocaron apresuradamente el cuerpo del Señor en el sepulcro
antes del inminente día de reposo. En aquella mañana
extraordinaria, ellas hallaron abierto el sepulcro, la piedra que lo
cubría había sido removida, y dos ángeles las saludaron
declarando:

“. . . ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

186
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

No está aquí, sino que ha resucitado; acordaos de lo que os


habló, cuando aún estaba en Galilea.

Diciendo: Es menester que el Hijo del Hombre sea entregado en


manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al
tercer día.” (Lucas 24:5–7).

“Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.

E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre


los muertos.” (Mateo 28:6–7).

Conforme mandaron los ángeles, María Magdalena miró dentro


de la tumba, pero al parecer, lo único que captó su mente fue que
el cuerpo del Señor había desaparecido. Ella corrió a informar a
los apóstoles, y hallando a Pedro y a Juan, les dijo:

“. . . Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde


le han puesto”. (Juan 20:2).

Pedro y Juan corrieron al sepulcro y comprobaron que,


efectivamente, la tumba estaba vacía, y vieron;

“. . . Los lienzos puestos allí, pero no entró.

Y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los


lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.” ( Juan 20:5,7).

Al parecer, Juan fue el primero en entender el magnífico


mensaje de la resurrección.

Él escribe que:

187
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

“vio y creyó” (Juan 20:8)

Mientras que los otros:

“. . . Aún no habían entendido la Escritura, que era necesario


que él resucitase de entre los muertos.” (Juan 20:9)

Pedro y Juan se fueron, pero María se quedó allí llorando.


Entretanto, volvieron los ángeles y le preguntaron tiernamente:

“. . . Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a


mi Señor, y no sé dónde le han puesto.” (Juan 20:13).

En ese momento, el Salvador resucitado, de pie detrás de ella, le


habló:

“. . . Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando


que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime
dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.” ( Juan 20:15.)

El élder James E. Talmage escribió:

―Era Jesús, su querido Señor, a quien hablaba, pero no lo sabía.


Una palabra de sus labios vivientes transformó su vehemente
dolor en gozo extático. Jesús le dijo: ‗¡María!‘ La voz, el tono, el
tierno acento que ella había escuchado y amado en días
anteriores la elevó de la profundidad desesperante en que había
caído. Se volvió y miró al Señor, y en un arrebato de alegría
extendió los brazos para estrecharlo, pronunciando una sola
palabra de cariño y adoración, ‗Raboni‘, que significa mi amado
Maestro‖ (James E. Talmage, Jesús el Cristo, 1973, págs. 715–
716.

188
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Y así, esta bendecida mujer llegó a ser la primera de todos los


seres mortales en ver al Cristo resucitado y en hablar con Él.
Más tarde, ese mismo día, Él se apareció a Pedro en Jerusalén.

“Verdaderamente ha resucitado el Señor y ha aparecido a


Simón.‖ (Lucas 24:34)

Luego a dos discípulos en el camino a Emaús:

“. . . Después se apareció en otra forma a dos de ellos que iban


caminando, yendo al campo.‖ (Marcos 16:12)

Y en la noche, a diez de los apóstoles y otros creyentes,


apareciendo de repente en medio de ellos, diciendo:

“Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved,
porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo
tengo.” (Lucas 24:39).

Y entonces, para convencerlos, ya que:

“. . . Ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados.”


(Lucas 24:41.)

Comió pescado asado y un panal de miel delante de ellos:

“Entonces ellos le dieron parte de un pescado asado y un panal


de miel.

Y él lo tomó y comió delante de ellos”. (Lucas 24:42–43).

Posteriormente, les mandó:

189
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

“. . . Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, y en


Samaria y hasta lo último de la tierra.” ( Hechos 1:8.)

Además de estos testigos confirmados en Jerusalén, tenemos el


incomparable ministerio del Señor resucitado entre los antiguos
habitantes del hemisferio occidental. En la tierra de Abundancia,
Él descendió del cielo e invitó a la multitud allí congregada, unas
2.500 personas, a adelantarse uno por uno, hasta que todos
hubieron llegado y metido sus manos en Su costado, y palpado
las marcas de los clavos en Sus manos y en Sus pies.

“Levantaos y venid a mí, para que metáis vuestras manos en mi


costado, y para que también palpéis las marcas de los clavos en
mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy el Dios de
Israel, y el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los
pecados del mundo.

Y aconteció que los de la multitud se adelantaron y metieron las


manos en su costado, y palparon las marcas de los clavos en sus
manos y en sus pies; y esto hicieron, yendo uno por uno, hasta
que todos hubieron llegado; y vieron con los ojos y palparon
con las manos, y supieron con certeza, y dieron testimonio de
que era él, de quien habían escrito los profetas que había de
venir”. (3 Nefi 11:14–15.)

“Y cuando todos hubieron ido y comprobado por sí mismos,


exclamaron a una voz, diciendo:

¡Hosanna! ¡Bendito sea el nombre del Más Alto Dios! Y cayeron


a los pies de Jesús, y lo adoraron.” ( 3 Nefi 11:16–17).

La resurrección de Cristo demuestra que Su existencia es


independiente y eterna.
190
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

“Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio


al Hijo el tener vida en sí mismo.” ( Juan 5:26.)

Jesús dijo:

“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para


volverla a tomar.

Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo


poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. . . ”
( Juan 10:17–18.)

Mediante Su expiación y resurrección, Jesucristo ha vencido


todos los efectos de la Caída. La muerte física será provisional y
aun la muerte espiritual tendrá un final, porque todos regresarán
a la presencia de Dios, al menos temporalmente, para ser
juzgados. Podemos abrigar la máxima confianza y seguridad en
Su poder para vencer todo lo demás y otorgarnos la vida eterna.

“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por


un hombre la resurrección de los muertos.

Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo


todos serán vivificados.” ( 1 Corintios 15:21–22.)

El élder Neal A. Maxwell expreso que: ―La victoria de Cristo


sobre la muerte dio fin a la situación precaria del género
humano. Ahora sólo quedan situaciones precarias individuales, y
de ellas también podemos ser rescatados, siguiendo las
enseñanzas de Aquél que nos rescató de la extinción general‖
(The Neal A. Maxwell Quote Book, editado por Cory H.
Maxwell, 1997, pág. 287.)

191
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

Jesus declaró:

“He aquí, os he dado mi evangelio, y este es el evangelio que os


he dado: que vine al mundo a cumplir la voluntad de mi Padre,
porque mi Padre me envió.

Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y


que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mí
mismo a todos los hombres, para que así como he sido
levantado por los hombres, así también los hombres sean
levantados por el Padre, para comparecer ante mí, para ser
juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas.” ( 3 Nefi
27:13–14.)

Consideremos por un momento la importancia que tiene la


Resurrección para aclarar de una vez por todas la verdadera
identidad de Jesús de Nazaret y los grandes debates filosóficos y
las preguntas primordiales de la vida. Si Jesús realmente resucitó
de forma literal, entonces forzosamente se concluye que Él es un
personaje divino. Ningún ser mortal tiene el poder en sí mismo
para volver a la vida después de morir. Debido a que Él resucitó,
Jesús no puede haber sido sólo un carpintero, un maestro, un rabí
o un profeta. Debido a que Él resucitó, Jesús tiene que haber sido
un Dios, aun el Hijo Unigénito del Padre.

Por tanto, lo que Él enseñó es verdad; ya que “Dios no puede


mentir.” (Enós 1:6).

Por consiguiente, Él es el Creador de la tierra, tal como Él dijo:

“He aquí, soy Jesucristo, el Hijo de Dios. Yo creé los cielos y la


tierra, y todas las cosas que en ellos hay. Era con el Padre

192
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

desde el principio. Yo soy en el Padre, y el Padre en mí; y en mí


ha glorificado el Padre su nombre”.( 3 Nefi 9:15.)

Entonces el cielo y el infierno son reales, como Él enseñó:

“¡Oíd, oh cielos, escucha, oh tierra, y regocijaos, vosotros los


habitantes de ellos, porque el Señor es Dios, y aparte de él no
hay Salvador!” (Doctrina y Convenios 76:1)

Entonces existe un mundo de los espíritus que Él visitó después


de Su muerte. (Doctrina y Convenios 138.)

Por lo tanto, Él vendrá de nuevo, como dijeron los ángeles:

Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entretanto que él


se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones vestidos de
blanco.

Los que también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis
mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de
entre vosotros arriba al cielo, así vendrá como le habéis visto ir
al cielo. (Hechos 1:10–11.)

Y “reinará personalmente sobre la tierra” (Artículos de Fe 10 ).

Por consiguiente, habrá una resurrección y un juicio final para


todas las personas.

“Y acontecerá que cuando todos los hombres hayan pasado de


esta primera muerte a vida, de modo que hayan llegado a ser
inmortales, deben comparecer ante el tribunal del Santo de
Israel; y entonces viene el juicio, y luego deben ser juzgados
según el santo juicio de Dios.” (2 Nefi 9:15.)
193
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

Dada la realidad de la resurrección de Cristo, carecen de


fundamento las dudas acerca de la omnipotencia, la
omnisciencia y la benevolencia de Dios el Padre, quien dio a Su
Hijo Unigénito para la redención del mundo. Las dudas en
cuanto al significado y propósito de la vida son infundadas.
Jesucristo es, efectivamente, el único nombre y el único medio
por los que la humanidad puede recibir la salvación. La gracia de
Cristo es real, y brinda perdón y purificación al pecador
arrepentido. La fe ciertamente es más que un producto de la
imaginación o una invención psicológica. Existe una verdad
suprema y universal, y hay normas morales objetivas e
inmutables, como Él enseñó.

Los milagros del Salvador fueron reales, como lo es Su promesa


a Sus discípulos de que ellos harían las mismas obras, y aún
mayores.

“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que


yo hago él también las hará; y aun mayores que estas hará. . .”
(Juan 14:12).

Su sacerdocio es, por ende, un poder real que;

“. . . Administra el evangelio y posee la llave de los misterios del


reino, sí, la llave del conocimiento de Dios.

Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la


divinidad.” ( Doctrina y Convenios 84:19–20.)

Siendo real la resurrección de Cristo, la muerte no es nuestro fin:

“Y después de deshecha esta mi piel,aún he de ver en mi carne a


Dios”. (Job 19:26.)
194
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 25

LA VITAL IMPORTANCIA
DE LA RESURRECIÓN

El libro de Job hace la pregunta universal:


“Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14).

La interrogante de la resurrección de la muerte es un tema


central en las Escrituras antiguas y modernas. La Resurrección
es un pilar de nuestra fe; da significado a nuestra doctrina,
motivación a nuestro comportamiento y esperanza a nuestro
futuro.

La resurrección universal se hizo realidad con la resurrección de


Jesucristo:

“Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que


habían dormido se levantaron;

Y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús,


vinieron a la santa ciudad y se aparecieron a muchos. (Mateo
27:52-53).

Al tercer día, después de Su muerte y sepultura, Jesús salió de la


tumba; se apareció a varios hombres y mujeres, y más tarde a los
Apóstoles que estaban reunidos. Tres de los Evangelios

195
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

describen ese acontecímiento, pero el de Lucas es el más


completo:

“Y mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en


medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros.

Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían


un espíritu.

Mas él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y surgen dudas en


vuestros corazones?

Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved,
porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo
tengo”. ( (Lucas 24:36-39)

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las


Escrituras;

Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese y resucitase de los muertos al tercer día. (Lucas
24:45-46).

El Salvador dio a los Apóstoles un segundo testigo. Tomás, uno


de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús, e insistió en
que no creería a menos que viera y palpara por sí mismo. Juan
escribe:

“Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y


con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se
puso en medio y dijo: ¡Paz a vosotros!

196
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Luego le dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo y mira mis manos; y


acerca acá tu mano y ponla en mi costado; y no seas incrédulo,
sino creyente.

Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, has creído;


bienaventurados los que no vieron y creyeron.” (Juan 20:26-29).

A pesar de estos testimonios bíblicos, muchos que se llaman


cristianos a sí mismos rechazan la realidad de la resurrección, o
tienen serias dudas al respecto. Como sí se anticipara y se
respondiera a esas dudas, la Biblia registra muchas apariciones
del Cristo resucitado. En algunas de ellas, El se aparece a una
persona en forma individual, como es el caso de María
Magdalena ante el sepulcro. En otras, se aparece a grupos
grandes y pequeños, como cuando “apareció a más de
quinientos hermanos a la vez” (l Corintios 15:6).

La naturaleza literal y universal de la resurrección se describe


vividamente en el Libro de Mormón. El profeta Amulek enseñó:

“Ahora bien, hay una muerte que se llama la muerte temporal;


y la muerte de Cristo desatará las ligaduras de esta muerte
temporal, de modo que todos se levantarán de esta muerte.

El espíritu y el cuerpo serán reunidos otra vez en su perfecta


forma; los miembros así como las coyunturas serán restaurados
a su propia forma, tal como nos hallamos ahora; y seremos
llevados ante Dios, conociendo tal como ahora conocemos, y
tendremos un vivo recuerdo de toda nuestra culpa.” (Alma
11:42-44).

197
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

El profeta Alma también enseñó que en la resurrección;

“El alma será restaurada al cuerpo, y el cuerpo al alma; sí, y


todo miembro y coyuntura serán restablecidos a su cuerpo; sí, ni
un cabello de la cabeza se perderá, sino que todo será
restablecido a su propia y perfecta forma.” (Alma 40:23).

El profeta José Smith declaró:

“Los principios fundamentales de nuestra religión son el


testimonio de los apóstoles y profetas concernientes a
Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y
ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a
nuestra religión son únicamente dependencias de esto”
(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 141).

La resurrección del Salvador es fundamental para lo que los


profetas han llamado “el gran y eterno plan de liberación de la
muerte” (2 Nefi 11:5). En nuestra jornada eterna, la resurrección
es la imponente demarcación del camino que indica el fin de la
mortalidad y el principio de la inmortalidad. El Señor describió
la importancia de esta transición vital cuando declaró:

“Y así, yo, Dios el Señor, le señalé al hombre los días de su


probación, para que por su muerte natural se levantara en
inmortalidad a la vida eterna, sí, aun cuantos creyeren.”
(Doctrina y Convenios 29:43).

En forma similar, el Libro de Mormón enseña:

“Porque así como la muerte ha pasado sobre todos los hombres,


para cumplir el misericordioso designio del gran Creador,
también es menester que haya un poder de resurrección, y la
198
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

resurrección debe venir al hombre por motivo de la caída; y la


caída vino a causa de la transgresión; y por haber caído el
hombre, fue desterrado de la presencia del Señor.” (2 Nefi 9:6).

También sabemos, por revelación moderna, que sin la reunión de


nuestro espíritu con nuestro cuerpo no podríamos recibir ―una
plenitud de gozo‖

Porque el hombre es espíritu. Los elementos son eternos; y


espíritu y elemento, inseparablemente unidos, reciben una
plenitud de gozo;

Y cuando están separados, el hombre no puede recibir una


plenitud de gozo. (Doctrina y Convenios 93:33-34).

Cuando entendemos la vital importancia de la resurrección en el


plan de redención que gobierna nuestra jornada eterna, vemos la
razón que tuvo el apóstol Pablo para enseñar:

“Porque si no hay resurrección de los muertos, Cristo tampoco


resucitó.

Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, y


vana es también vuestra fe.” (1 Corintios 15:13-14).

También vemos por qué el apóstol Pedro mencionó el hecho de


que Dios el Padre, en Su abundante misericordia;

“. . . Nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, por la


resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (1 Pedro 1:3).

La seguridad de la resurrección nos incentiva en forma poderosa


a guardar los mandamientos de Dios durante nuestra vida mortal.
199
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

La resurrección es mucho más que reunir un espíritu a un cuerpo


que ha estado cautivo en el sepulcro.

El profeta Amulek enseñó:

“No podréis decir, cuando os halléis ante esa terrible crisis:


Me arrepentiré, me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto;
porque el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de
esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro
cuerpo en aquel mundo eterno.” (Alma 34:34).

Jacob en el Libro de Mormón explica que las personas que


abandonan esta vida y pasan a la próxima, seguirán siendo justos
todavía:

Y tan cierto como vive el Señor, porque el Señor Dios lo ha


dicho, y es su palabra eterna que no puede dejar de ser, aquellos
que son justos serán justos todavía, y los que son inmundos
serán inmundos todavía; por lo tanto, los inmundos son el
diablo y sus ángeles; e irán al fuego eterno, preparado para
ellos; y su tormento es como un lago de fuego y azufre, cuya
llama asciende para siempre jamás, y no tiene fin. (2 Nefi 9:16)

El principio de la restauración también quiere decir que las


personas que no sean justas en la vida mortal no se levantarán en
rectitud en la resurrección.

Por otra parte, a menos que nuestros pecados mortales hayan


sido limpiados y borrados por medio del arrepentimiento y del
perdón, resucitaremos con:

“. . . Un conocimiento perfecto de toda nuestra culpa, y nuestra


impureza, y nuestra desnudez. . .” (2 Nefi 9:14)
200
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 26

LA AGONÍA EN EL
JARDIN DE GETSEMANÍ

Cuando el Salvador entró por las puertas de Jerusalén y avanzó


hacia el templo, la gente lo miraba y esperaba que él anunciara
que era el rey prometido a quienes los judíos buscaban.
Esperaban que él se proclamase a sí mismo una potencia
política.

Tres años antes, Satanás había llevado a Cristo a la cima de una


alta montaña y le había ofrecido los reinos del mundo si se
inclinaba ante él y lo adoraba, y que el Salvador desechó la
corona. Los judíos, gimiendo bajo la opresión, doliéndose de la
represión política, pensaban que él había venido para darles una
existencia política.

Mas no era ésa su misión. A medida que transcurrió la semana y


él terminó su misión terrenal, sobrevino a las multitudes de
Jerusalén el sentimiento de que habían sido defraudados, quizás
engañados.

La misión entera del Salvador se consagró a la fase espiritual de


la vida y a aliviar el sufrimiento humano, físico y mental. Su
mensaje es espiritual.

201
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

La razón de su venida fue para que pudiese redimirnos de la


Caída, que pudiese ser las Primicias de la Resurrección, que
pudiese demostrarnos que él era el Unigénito de Dios en la
carne, que él era el Redentor del mundo.

La noche del jueves, en que tuvo lugar la última cena en el


aposento alto, la cual se inició con una indigna controversia en
cuanto a quién sería el mayor y que se ha hecho notable por la
institución del Sacramento, que se verificó, después de que Judas
había salido a llevar a cabo planes para traicionar al Maestro.
Esa fue una gran ocasión. Allí el Maestro predicó un sermón
muy hermoso.

Cuando hubieron terminado, se dirigieron al Monte de los


Olivos, donde volvió a predicar, y un poco más tarde se retiraron
al Jardin de Getsamani, donde el Salvador, tomando a Pedro,
Santiago y Juan, se apartó del resto de los discípulos y se fueron
un poco más lejos.

Luego el Salvador se apartó de ellos y siguió un poco más


adelante, habiéndoles pedido que esperaran y velaran mientras él
regresaba. No podemos comprender, la clase de agonía que
padeció en el Jardín de Getsemaní, cuando sudó grandes gotas
de sangre.

La súplica de su oración en el jardín fue:

". . . Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea


como yo quiero, sino como tú." (Mateo 26:39)

Poco después Judas regresó con la multitud que iba a arrestar al


Salvador, como efectivamente lo hicieron. Fue llevado primero
para lo que se dice que fue un interrogatorio ilegal, a Anas, el
202
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

sumo sacerdote por línea real, el suegro de Caifas, quien era el


sumo sacerdote titular, que había sido nombrado por el gobierno
romano.

Anas le envió a Caifas, quien, angustiado por el temor y el


prejuicio, le dijo:

". . . Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el


Cristo, el Hijo de Dios.

Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo que desde ahora


veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de
Dios." (Mateo 26:63-64)

Caifas le envió al Sanedrín (para entonces ya era casi de


mañana), cuyos integrantes dictaron lo que aparentemente era
formal sentencia de que fuese crucificado.

En vista de que los judíos no podían imponer la pena de muerte,


el Sanedrín le envió a Pilato, contra quien durante casi dos mil
años la cristiandad ha desahogado su antipatía; no obstante, al
leer la Escritura, encontramos que Pilato hizo prácticamente todo
lo que le permitía hacer la ley bajo la cual funcionaba, como se
indica en los evangelios. Pilato apeló a la multitud cuando
menos en cinco ocasiones procurando que le pidieran que les
soltara a Jesús. Al principio Pilato simplemente dijo:

". . . Ninguna culpa hallo en este hombre." (Lucas 23:4)

Mas la multitud volvió a pedir que se le crucificase. Entonces


Pilato lo envió ante Herodes, quien se lo devolvió, y Pilato
empezó de nuevo a interrogar a Jesús. Esta vez, y desde ese
momento hasta el final, abogó por que se llevasen a Barrabás y
203
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

soltaran a Jesús. Hizo esto por lo menos tres veces y cada vez
ellos dijeron:

"Suéltanos a Barrabás" —aparentemente tenían el derecho de


exigir que se les soltara a un preso en esta ocasión—
"Crucifícale" —a Jesús.

Durante este último interrogatorio fue cuando la esposa de Pilato


le envió una comunicación rogándole que no tuviese nada que
ver con aquel justo. Como resultado de uno de los últimos
interrogatorios, Pilato tomó una vasija con agua y se lavó las
manos, diciendo:

". . . Inocente soy yo de la sangre de este justo. ¡Allá vosotros!

"Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre


nosotros y sobre nuestros hijos." (Mateo 27:24-25)

Pilato ordenó que se colocara sobre la cruz un título en hebreo,


griego y latín:

"JESÚS DE NAZARET, REY DE LOS JUDÍOS." (Juan 19:19)

El cual se negó rotundamente a que se quitara o se cambiara.

Jesús fue entregado para ser crucificado, fue azotado y le


pusieron en la cabeza una corona tejida de espinas. Le
desnudaron de las vestimentas reales que le habían puesto para
encamecerlo y le pusieron sus propias vestiduras, llevándole al
lugar donde habían de crucificarle.

Jesús debía haber llevado su propia cruz, pero estaba demasiado


débil. Al llegar al lugar donde lo iban a crucificar, le ofrecieron
204
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

una bebida soporífica de vinagre y hiél. El se negó a bebería y


siguió adelante para ser crucificado.

Teniendo presente el pudor que estoy seguro lo caracterizaba,


recordando la experiencia de Pedro en la orilla del lago, cuán
ofensivo debe haber sido cuando le desnudaron y, colocando la
cruz en el suelo, lo pusieron sobre ésta, con el travesano bajo sus
hombres y una especie de espiga que sobresalía de la viga
vertical, en la cual se montó a horcajadas para sostener su
cuerpo. Primero le clavaron las manos y luego los pies. Como
siguiente paso en ésta, la más cruel de las muertes que los
antiguos conocieron, levantaron la cruz y la dejaron caer con una
sacudida en el hoyo que había sido excavado para mantenerla
erguida, causando que el crucificado padeciera una penosa
agonía.

Las primeras palabras que el Salvador pronunció fueron:

". . . Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (Lucas


23:34)

Muy vagamente podemos percibir la soledad que le sobrevino.


Aparentemente, de los discípulos, sólo Juan estaba presente,
además de las mujeres de Galilea y su madre.

Uno de los ladrones empezó a injuriarlo y el otro a pedir


misericordia; fue entonces cuando ocurrió lo que se ha llamado
el segundo clamor desde la cruz; Jesús dijo al que le habló con
bondad:

"De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso."


(Lucas 23:43)

205
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

Cuando el Salvador dirigió su mirada hacia la multitud que


estaba delante de él, vio a su madre y a Juan. Recordaréis que
dijo a su madre:

"Mujer, he ahí tu hijo.

Después dijo al discípulo: He ahí tu madre." (Juan 19:26-27)

En seguida llegamos al sentimiento de completa soledad que le


sobrevino, cuando repitió las palabras del Salmo y el clamor de
desesperación casi humana:

"¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?."


(Mateo 27:46)

Parece ser que alrededor de esa hora, que era el mediodía, o la


hora sexta, las tinieblas cubrieron la tierra de Palestina.

El Salvador dijo:

". . . Tengo sed" (Juan 19:28)

Y los que estaban ahí empaparon en vinagre una esponja y se la


acercaron a la boca.

Un poco después dijo:

". . . ¡Consumado es!. . . " (Juan 19:30)

Evidentemente queriendo decir que su obra en la tierra había


terminado. Había pasado por la vida mortal. Había consumado el
sacrificio.

206
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Finalmente, un poco antes de su muerte, clamó a gran voz:

". . . Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. . ." (Lucas


23:46)

De esta manera vino a ser el sacrificio verdadero ofrecido como


expiación por la Caída, ordenado desde el principio del mundo y
antes.

El Hijo de Dios, fue sepultado sin ostentación ni pompa, sin


nada más que la adoración humilde de aquellos que estaban
cerca de él. Fue llevado a su reposo y sepultado en un sepulcro
prestado, que recientemente había sido cavado en una peña y que
pertenecía a José de Arimatea, reconocido como uno de los
seguidores del Salvador.

Es interesante recordar que el día que fue sepultado era la fecha


fijada bajo la ley mosaica para la siega de las mieses y, como
algunos comentaristas han referido, mientras que las mujeres que
habían estado sentadas cerca del sepulcro regresaron
desconsoladas a sus hogares, en las tinieblas, porque su luz se
había extinguido, otro grupo que venía del otro lado del Cedrón
regresaban gozosas, llevando las primeras mieses de la cosecha.

El sábado los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron


ante Pilato, pidiéndole:

". . . Nos acordamos de que aquel engañador dijo, viviendo aún:


Después de tres días resucitaré.

Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no


sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten y digan al

207
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error


peor que el primero.

Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como
sabéis." (Mateo 27:63-65)

Entre tanto hubo tinieblas en Palestina y hubo algunos


terremotos, pero nada pasó como lo que sucedió en este
continente, donde toda la faz de la tierra quedó cambiada.
Evidentemente cuando las tinieblas cubrieron Palestina,
empezaron los cataclismos y terremotos en este hemisferio.

Se hundieron ciudades, aparecieron montañas donde antes


habían estado ciudades, se incendiaron ciudades, hubo una
destrucción grande y terrible que duró, según nos dice el
historiador, sólo tres horas, aun cuando muchos pensaron que
había durado mucho más tiempo. Se rompieron las calzadas y se
desnivelaron los caminos, y ciudades enteras fueron sacudidas
por el terremoto. El historiador nos habla primero de una
tormenta, luego de una tempestad, de torbellinos y de toda clase
de terremotos, hendimiento de rocas y todo lo demás.

Cuando terminó el cataclismo, después de transcurridas tres


horas, la gente estaba lamentándose y gimiendo, como dice el
Libro de Mormón, y se escuchó una voz por todo el país, sólo
una voz, la cual se identificó, durante el curso de la
conversación, como la voz de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Luego la voz les dijo, como preparación para el mensaje de que


vendría a ellos después de su ascensión—ésta fue una voz
durante las tinieblas—que había venido a cumplir la ley de
Moisés y que de ahí en adelante no estaría complacido con sus
sacrificios y holocaustos, sino que deberían ofrecerle un corazón
208
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

quebrantado y un espíritu contrito; ese sería su sacrificio. De


modo que él les dijo que sus sacrificios anteriores habían cesado.
Dejó de hablar y reinó el silencio.
Se oyó la voz por segunda vez y les dijo que cuántas veces los
hubiera juntado, a Israel—aquellos a quienes estaba hablando y a
los de Palestina—como la gallina junta a sus pollos bajo las alas,
pero no quisieron. Luego la voz cesó.

Volvió a reinar el silencio y la gente empezó a llorar y a gemir,


lamentándose de que no habían obedecido sus mandamientos, de
que los habían quebrantado y por lo tanto habían padecido.

Esa fue una de las cosas que hizo el Salvadoor mientras su


cuerpo estaba en el sepulcro: vino a América y les dio
instrucciones.

Mas había otra tarea a la que, es evidente, Jesús dedicó su


atención mientras su cuerpo yacía en el sepulcro. Recordaréis
que en la segunda Pascua, cuando sanó a un paralítico en el
estanque de Betesda, habiendo sido censurado por ello, les habia
dicho:

"De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando


los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan
vivirán." (Juan 5:25)

Eso fue todo lo que dijo en esa ocasión. Pedro se explaya acerca
de este principio y nos dice (según lo hemos interpretado, aun
cuando el texto exacto no lo dice, pero al menos lo implica
claramente), que durante este período, mientras yacía su cuerpo
en el sepulcro, él predicó a los espíritus encarcelados:

209
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

"Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los


muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres,
pero vivan en el espíritu según Dios." (1 Pedro 4:6)

Al ladrón creyente, que había sido condenado y crucificado junto


con él, Cristo le dijo:

". . . De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso."


(Lucas 23:43)

Estas fueron las dos actividades principales a las que se dedicó el


espíritu de Jesucristo mientras él yacía en el sepulcro: su venida
a América para dar instrucciones e informar de la destrucción
que había tenido lugar en este continente y la prédica a los
espíritus encarcelados.

210
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

CAPITULO 27

JESÚS SE LEVANTÓ COMO


UN SER RESUCITADO

En la mañana de la resurrección Jesús se levantó como un ser


de carne y huesos, tal como había sido sepultado. Aun cuando le
prohibió a María Magdalena que lo tocase, las otras mujeres que
llegaron al sepulcro:

". . . Abrazaron sus pies y le adoraron." (Mateo 28:9)

A alguna hora durante este primer día, se mostró a Pedro, y, al


anochecer, a dos de los discípulos que iban en camino a Emaús.

"Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas,


les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían."

. . . Estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo,


y lo partió y les dio." (Lucas 24:27. 30)

Sus ojos fueron abiertos, y le reconocieron, mas él se


desapareció de su vista. Ellos volvieron a Jerusalén y se
reunieron con los Apóstoles, excepto Tomás quien estaba
ausente. Las puertas estaban cerradas. Les contaron la
conversación que habían tenido con el Señor resucitado.
Mientras aún hablaban Jesús se puso en medio de ellos. El
reprendió y calmó sus temores.

211
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

"Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; apalpad y ved,
porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo
tengo.

Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.

Y como aún ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados,


les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?

Entonces ellos le dieron parte de un pescado asado y un panal


de miel”. (Lucas 24:39-42)

Ocho días después, estando reunidos los Apóstoles en un cuarto


con las puertas cerradas y estando ahora Tomás ahí, Jesús se
puso en medio de ellos súbitamente. Dijo a Tomás que mirase y
palpase sus manos; que metiese el dedo en la herida hecha por la
lanza en su costado, y luego agregó:

". . . No seas incrédulo, sino creyente." (Juan 20:27)

En las orillas del mar de Galilea, se manifestó a Pedro, Tomás,


Natanael de Cana, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus
discípulos, quienes habían ido a pescar. (Juan 21)

"Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de


los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.

Después apareció a Jacobo, y después a todos los apóstoles."


(1 Cor. 15:6-7)

Once de los discípulos hablaron con él en un monte en Galilea,


donde les había ordenado que fueran. (Mateo 28:16)

212
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Finalmente, después de cuarenta días, los reunió en Jerusalén, y


llevándolos fuera de la ciudad hasta Betania, donde vivían
María, Marta y Lázaro, mientras aún lo estaban viendo:

". . . Le recibió una nube que le ocultó de sus ojos." (Hechos


1:9)
Dos varones con vestiduras blancas se pusieron junto a ellos y
les dijeron:

". . . Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este


mismo Jesús, que ha sido llevado de entre vosotros arriba al
cielo, aasí vendrá como le habéis visto ir al cielo." (Hechos
1:11)

No hay una sola palabra en la Escritura que no testifique que el


cuerpo mismo que José y Nicodemo habían colocado en el
sepulcro (Juan 19:38-42) se había levantado de éste como un ser
resucitado y glorificado, un cuerpo de carne y huesos, como él
mismo dijo.

Cristo vivió, obró, predicó, efectuó sus milagros, fue crucificado,


yació en el sepulcro y en la mañana del tercer día fue resucitado.
En lo que concierne a las Escrituras no hay ningún hecho en la
historia mejor autentificado que el de su resurrección. Apareció
primero a María Magdalena; luego a las mujeres; después,
durante el curso del día, a Pedro; durante ese mismo día a los dos
discípulos que iban en camino a Emaús; esa noche se apareció a
los Diez, estando ausente Tomás. Ninguno de los discípulos
creía ni comprendía la doctrina de la resurrección. Cuando
vinieron las mujeres a decirles que habían visto al Cristo
resucitado, los discípulos dijeron que no eran sino palabras
ociosas de ellas. Recordaréis que se hace alusión a los que son

213
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

"como Santo Tomás hasta no ver no creer". No había uno solo


de ellos que no fuese incrédulo "como Santo Tomás".

La Escritura dice en forma muy específica que las ventanas y las


puertas estaban cerradas; no obstante, repentinamente se puso en
medio de ellos. ¿Cómo llegó ahí? No lo sabemos; sin embargo,
él se apareció en medio de ellos.

Los gobernantes judíos pensaban que habían matado a Jesús y al


culto que se le rendía cuando lo crucificaron. De manera que
pusieron a Pedro en la cárcel y al día siguiente lo llevaron ante
todo el grupo de oficiales judíos (no sabemos si era o no el
Sanedrín), pero Caifas, el sumo sacerdote, estaba ahí, también
Anas, su suegro, el sumo sacerdote anterior, Alejandro y Juan y
todos los que eran de la familia de aquellos que estaban viviendo
de las limosnas que se daban en el templo y de los sacrificios.

Les preguntaron en nombre de quién habían sanado a aquel


hombre. Pedro les contestó que lo había hecho:

". . . En el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros


crucificasteis. . ." (Hechos 4:10)

Y luego agregó:

". . . No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en


que podamos ser salvos." (Hechos 4:12)

Tenemos que aceptar esto por fe; no podemos explicarlo


racionalmente. Y si lo aceptámos por fe, crecerán y aumentarán
nuestro conocimiento.

214
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Job de la antigüedad expresó :

"Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el


polvo.

Y después de deshecha esta mi piel, aún he de ver en mi ccarne a


Dios." (Job 19:25-26)

Job sabía acerca de la resurrección; la aceptaba por fe.


Probablemente no tenía mayor entendimiento que nosotros en
cuanto a la misma; su testimonio no estaba fundado en
explicaciones racionales.

Finalmente, en relación con este tema, me place pensar en la


escena entre Marta y Jesús, cuando él regresó del otro lado del
Jordán después de que Lázaro había muerto. Marta le dijo:

". . . Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto."

El le contestó:

". . . Tu hermano resucitará."

Dijo ella;

". . . Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día


postrero."

Vino entonces la solemne declaración, el consuelo y la esperanza


de toda la humanidad:

". . . Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque


esté muerto, vivirá.”
215
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

“. . . Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás ¿Crees


esto?"

Le dijo a Marta.

". . . Sí, Señor: yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de


Dios, que has venido al mundo." (Juan 11:12-27)

Tal como el ángel lo anunció a las mujeres en el sepulcro en la


mañana de la resurrección:

"Ha resucitado," (Mateo 28:6)

"El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados


en región y sombra de muerte, luz les resplandeció." (Mateo
4:16)

"Ha resucitado" dejándonos la palabra de que sólo en él hay


salvación, porque:

". . . No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en


que podamos ser salvos." (Hechos 4:12)

"Ha resucitado," haciéndonos la promesa gloriosa de que si


buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia, las cosas
de este mundo nos serán añadidas. (Mateo 6:33)

"Ha resucitado," arrebatando a la muerte sus cautivos.

"Ha resucitado," las "primicias de los que durmieron." (1 Cor.


15:20)
216
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

"Ha resucitado," para que todos los hombres puedan también


resucitar, cada quien al estado y la gloria a que tenga derecho
según sus obras y testimonio en esta vida, y cuando seamos
resucitados, "se cumplirá la palabra que está escrita:

“. . . Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte,


tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Cor. 15:54-55)

"Ha resucitado," Porque así como en Adán todos mueren, así


también en Cristo todos serán vivificados. (1 Corintios 15:22)

Porque aun:

". . .Los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan
vivirán." (Juan 5:25)

Y al oirla, juzgarán:

". . . A los vivos y a los muertos.

Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los


muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres,
pero vivan en el espíritu según Dios." (1 Pedro 4:5-6)

217
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

CAPITULO 28

LOS PROFETAS DE LOS ULTIMOS DIAS


TESTIFICAN SOBRE EL SACRIFICIO
EXPIATORIO

JOSÉ SMITH (1805–1844)

―Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de


él, éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos
de él:

¡Que vive! ―Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la


voz testificar que él es el Unigénito del Padre; ―que por él, por
medio de él y de él los mundos son y fueron creados, y sus
habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios‖ (D. y C.
76:22–24).

BRIGHAM YOUNG (1801–1877)

―Los Santos de los Últimos Días creemos en Jesucristo, el


Unigénito del Padre [en la carne], quien vino en el meridiano de
los tiempos, llevó a cabo Su obra, sufrió el castigo y pagó la
deuda del pecado original del hombre ofreciéndose a Sí mismo,
resucitó de la muerte y ascendió a donde Su Padre; y así como
Jesús descendió debajo de todo, también ascenderá por sobre
todas las cosas.

218
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Nosotros creemos que Jesucristo vendrá nuevamente… ―No hay


cosa alguna que el Señor pudiera hacer para la salvación de la
familia humana que Él no haya hecho; y ahora les corresponde a
los hijos de los hombres aceptar la verdad o rechazarla; todo lo
que alguien más podría hacer para su salvación ha sido hecho ya
en el Salvador y mediante Él… Él es ahora Rey de reyes y Señor
de señores y vendrá el tiempo en que toda rodilla se doblará y
toda lengua confesará [véase Mosíah 27:31], para gloria de Dios
el Padre, que Jesús es el Cristo [véase Filipenses 2:10–11].
Aquel que no fue considerado como nuestro Salvador sino como
un vagabundo, que fue crucificado entre dos ladrones y tratado
con desprecio y escarnio, será recibido por todos como el único
Ser mediante Quien pueden lograr la salvación‖ (Enseñanzas de
los presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, págs., 34–
36).

JOHN TAYLOR (1808–1887)

―Se nos dice [en 2 Nefi 9:7] que la Expiación debe ser infinita.
¿Por qué tenía que ser una Expiación infinita? Por la sencilla
razón de que un arroyo nunca puede ir más arriba que su
manantial; y el hombre habiendo tomado un cuerpo de carne y
mortal, y al violar una ley y habiendo puesto fin a su relación
con su Padre, quedando sujeto a la muerte; en esta condición,
como la vida mortal del hombre era breve y en sí no podía tener
esperanza alguna de beneficiarse o redimirse de su estado caído,
o de llevarse de regreso a la presencia de su Padre, alguna
entidad superior tenía que elevarle por encima de su condición
caída y degradada. Esa entidad superior era el Hijo de Dios que,
a diferencia del hombre, no había violado la ley de Su Padre,
sino que era uno con Su Padre, poseyendo Su gloria, Su poder,
Su autoridad, Su dominio‖ (The Mediation and Atonement,
1882, pág. 145).
219
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

WILFORD WOODRUFF (1807–1898)

―Cuando se llama al hombre a arrepentirse de sus pecados, el


llamado alude sólo a sus pecados, no a la transgresión de Adán.
Lo que se conoce como pecado original fue expiado por la
muerte de Cristo, sin tener en cuenta cualquier hecho por parte
del hombre; también se expiaron los pecados individuales del
hombre mediante ese mismo sacrificio, pero bajo la condición de
su obediencia al plan del Evangelio de salvación cuando lo
reciba‖ (Millennial Star, 21 de octubre de 1889, pág. 659).

LORENZO SNOW (1814–1901).

―Jesús, el Hijo de Dios… tuvo que hacer un gran sacrificio que


requirió de todo el poder que Él tenía y de toda la fe que pudiera
obtener para lograr lo que el Padre requería de Él. De haber
cedido en el momento de tentación, ¿qué creen que habría sido
de nosotros?… Mas él no falló, aunque la prueba fue tan dura
que sudó gotas de sangre… Tenía que decirse una y otra vez en
su corazón: ‗Padre… no se haga mi voluntad, sino la tuya‘. Fue
una hora amarga para Él, y cada hombre y mujer que sirve al
Señor, sin importar lo fiel que sea, tiene su hora amarga también;
pero si han vivido fielmente, la luz brillará en ellos y se les
facilitará alivio…

―…El Señor ha determinado en Su corazón probarnos hasta


saber qué puede hacer con nosotros. Él probó a Su Hijo, Jesús.
Miles de años antes de que viniera a la tierra, el Padre lo había
observado y sabía que podía depender de Él cuando la salvación
de los mundos pendiera de un hilo; y no quedó
decepcionado‖(Millennial Star, 24 de agosto de 1899, págs.
531–532).

220
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

JOSEPH F. SMITH (1838–1918)

―El propósito de nuestra existencia terrenal es que recibamos una


plenitud de gozo y que lleguemos a ser hijos e hijas de Dios en el
sentido más amplio de la palabra, siendo herederos de Dios y
coherederos con Jesucristo, para ser reyes y sacerdotes para
Dios, y heredar gloria, dominio, exaltación, tronos y todo poder
y atributo que nuestro Padre Celestial ha obtenido y posee. Éste
es el objeto de nuestra existencia sobre esta tierra. A fin de
lograr esta posición exaltada, es preciso que pasemos por esta
experiencia o probación terrenal, por medio de la cual podremos
demostrar que somos dignos, mediante la ayuda de nuestro
hermano mayor Jesús.

―Los hombres pueden salvarse y ser exaltados en el reino de


Dios únicamente en la rectitud; por lo tanto, debemos
arrepentirnos de nuestros pecados y andar en la luz de Cristo
como Cristo está en la luz, a fin de que Su sangre nos limpie de
todo pecado y de que tengamos confraternidad con Dios y
recibamos Su gloria y exaltación‖ (Enseñanzas de los
presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, págs. 106–106
y 63).

HEBER J. GRANT (1856–1945)

― ‗Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género


humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y
ordenanzas del Evangelio‘.

―En otras palabras, no creemos que la mera confesión de fe,


cuando un hombre esté moribundo, vaya a salvarle…
―Creemos que los primeros principios y ordenanzas del
Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo‘, y cuando
221
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

digo ‗Fe en el Señor Jesucristo‘ quiero que quede perfectamente


claro que creemos de manera absoluta en Jesucristo, que Él fue
el Hijo de Dios, y que vino a la tierra con una misión divina,
para morir como el Redentor de la humanidad, en la cruz. No
creemos que fue tan sólo un ‗gran maestro moral‘, sino que Él es
nuestro Redentor‖ (―Articles of Faith Explained‖, Deseret News,
3 de septiembre de 1938, pág. 7).

GEORGE ALBERT SMITH (1870–1951)

―Agradezco [a mi Padre Celestial] el conocimiento que ha


grabado en mi alma. Sé que mi Padre Celestial vive, y sé que
Jesucristo es el Salvador de la humanidad, y que no hay otro
nombre dado debajo del cielo mediante el cual puedan ser
exaltados hombres y mujeres, sino el nombre de Jesucristo,
nuestro Señor.

Sé que vino al mundo en los últimos días, que confirió autoridad


divina sobre un joven humilde que buscaba la verdad; y el
resultado de todo ello ha sido la organización de la Iglesia con la
que se nos identifica; y en ella reside el poder de Dios para
salvación de todos los que creen. Lo sé tan cierto como que vivo,
y doy testimonio de ello‖ (in Conference Report, octubre de
1927, pág. 50).

DAVID O. MCKAY (1873–1970)

―En el meridiano de la historia de la tierra vino el Hijo del


Hombre declarando la verdad eterna tan opuesta a las promesas
de la tierra, de que todo el que quiera salvar su vida, la
perderá…
―Su vida estuvo dedicada al servicio desinteresado, siempre
ayudando a que los que carecían de algo, bien sea que esa
222
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

carencia fuese causada por un defecto físico, como la ceguera o


la sordera, o un defecto moral, como el de la mujer adúltera. Su
misión consistía en darles vida….

―Por tanto, en Su vida y Su muerte, Cristo no sólo satisfizo la ley


del sacrificio sino que cumplió con toda condición concebible
que el hombre debiera saber para poder elevarse o progresar de
la vida terrenal a la eterna. ‗Y yo, si fuere levantado de la tierra,
a todos atraeré a mí mismo‘ (Juan 12:32).

―Creo que alcanzo a ver de manera fugaz, aunque débilmente,


una razón por la que Cristo derramara Su sangre, aparte del
ofrecerse para redimir al hombre de la Caída. Confieso que esto
último me ha motivado menos que el saber que Él vivió para su
prójimo y que al morir triunfó sobre todos los elementos
terrenales, sobre el poder de la Muerte, el Infierno y el Diablo, y
se levantó de la tumba como un Ser eterno: nuestro Guía, nuestro
Salvador, nuestro Dios‖ (―The Atonement,‖ Instructor, marzo de
1959, pág.66).

JOSEPH FIELDING SMITH (1876–1972)

―Jesús vino al mundo a pagar el rescate y mediante Su expiación


fuimos comprados a la muerte y al infierno. La muerte y el
infierno recibieron el pago —el pago total— y Cristo era el
único que podía pagar esa deuda…

―…Tomó sobre Sí, en una forma que yo no alcanzo a


comprender y quizás ustedes tampoco puedan comprender, la
carga del peso combinado de todos los pecados del mundo. Es
bastante difícil para mí y para ustedes sobrellevar nuestras
propias transgresiones… He visto a [personas] llorar de angustia
a causa de sus propias transgresiones: las de una sola persona.
223
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

¿Pueden comprender el sufrimiento de Jesucristo al tomar sobre


Sí, no meramente mediante una manifestación física sino de una
manera espiritual y mental, el peso de todos los pecados
juntos?…

―…Este sufrimiento supremo —el cual estaba más allá de la


resistencia del hombre para poder efectuarlo o soportarlo— fue
efectuado por causa del gran amor que el Padre y el Hijo tienen
por el género humano…

―Nunca podremos pagar totalmente la deuda. La gratitud de


nuestro corazón debería rebosar, hasta desbordar con amor y
obediencia, por esta grande y tierna merced. A causa de lo que
Él ha hecho, nosotros no deberíamos fallarle nunca‖ (Doctrina
de salvación, compilación de Bruce R. McConkie, 3 volúmenes,
1954–1956, 1:119–126).

HAROLD B. LEE (1899–1973)

―La única cosa que el Salvador espera de nosotros a cambio de


Su sufrimiento es que nos arrepintamos de nuestros pecados y
guardemos Sus mandamientos. Aunque Sus padecimientos
fueron tan intensos que hicieron que el Hijo de Dios ‗temblara a
causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el
cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la
amarga copa y desmayar‘ ([D. y C.] 19:18), a pesar de todo
considera que mereció la pena si, en el fin del mundo la
humanidad, por quien Él murió, puede recibir la vida eterna y
llegar a ser hijos e hijas Suyos por la eternidad mediante la
aceptación de Su Evangelio, que es el plan de Dios para la
salvación del hombre‖ (Youth and the Church, 1945, págs. 117–
18).
224
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

SPENCER W. KIMBALL (1895–1985)

―Cuando pensamos en el gran sacrificio de nuestro Señor


Jesucristo y en los sufrimientos que padeció por nosotros,
seríamos muy ingratos si no lo apreciáramos hasta donde
nuestras fuerzas nos lo permitieran. Él sufrió y murió por
nosotros; sin embargo, si no nos arrepentimos, toda su angustia y
dolor por nosotros son en vano…

―El perdón de los pecados es uno de los principios más gloriosos


que Dios jamás concedió al hombre. Así como el
arrepentimiento es un principio divino, también lo es el perdón,
si no fuera por este principio, no tendría ningún objeto proclamar
el arrepentimiento. Por otra parte, a causa de este principio se
extiende la divina invitación a todos: ¡Venid, arrepentíos de
vuestros pecados y sed perdonados!‖ (El milagro del perdón,
1969, págs. 143, 368).

EZRA TAFT BENSON (1899–1994)

―Por ser él también Dios, sí, el mismo Hijo de Dios, pudo tomar
sobre Sí la carga y el peso de los pecados de otros hombres.
Isaías profetizó sobre la buena disposición del Salvador para
hacer eso, diciendo: ‗Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores…

― ‗…herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros


pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga
fuimos nosotros curados‘ ‖ (Isaías 53:4–5).

―Aquel acto santo y abnegado de tomar voluntariamente sobre sí


los pecados de todos los hombres y mujeres es la Expiación. El
225
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

hecho de que una persona haya podido sufrir los pecados de


todos los seres humanos es algo que está más allá de nuestra
comprensión. Pero de esto estoy seguro: Él tomó sobre sí los
pecados de todos y lo hizo a causa de Su amor infinito por cada
uno de nosotros‖ (―Jesucristo, nuestro Salvador, nuestro Dios‖,
Liahona, diciembre de 1991, pág. 4).

HOWARD W. HUNTER (1907–1995)

―El sacrificio supremo de Cristo puede aplicarse a nuestra vida


solamente si aceptamos su invitación de seguirlo. Esta llamada
de su parte no es algo insignificante, ilógico ni imposible…

―Sigamos el ejemplo del Hijo de Dios en todo y en todas las


sendas de la vida. Hagamos de Él nuestro héroe y nuestro guía.
En todo momento debemos preguntarnos ‗¿Qué haría Jesús en
mi lugar?‘ y tener el valor de actuar de la misma manera en que
lo haría Él. Debemos seguir a Cristo en el sentido más amplio de
la palabra. Debemos encargarnos de Su obra como él se encargó
de la obra del Padre. Debemos esforzarnos con dedicación, tanto
como nuestra capacidad humana nos lo permita, para llegar a ser
como Cristo, el único ser perfecto y el mejor ejemplo que hemos
tenido en este mundo…

―Debemos conocer a Cristo mejor de lo que lo conocemos ahora,


recordarlo con más frecuencia de lo que lo recordamos; y
servirlo con más dedicación de lo que lo hacemos en este
momento. Entonces beberemos de la fuente de agua que nos
lleva a la vida eterna y comeremos el pan de la vida.

―¿Qué clase de hombres y mujeres debemos ser? Como Él es‖


(Él nos exhorta a seguir a Jesucristo‖, Liahona, octubre de 1994,
págs. 4–6).
226
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

GORDON B HINCKLEY (1910)

―A fin de cuentas, cuando toda la historia se haya examinado,


cuando se hayan explorado las más hondas profundidades de la
mente humana, nada es tan maravilloso, tan majestuoso ni tan
formidable como este acto de gracia, en el que el Hijo del
Todopoderoso, el Príncipe de la casa real de Su Padre, Aquel
que una vez hablara como Jehová, el que había condescendido a
venir a la tierra como un bebé nacido en Belén, cedió Su vida en
ignominia y dolor para que todos los hijos y las hijas de Dios de
todas las generaciones del tiempo, cada uno de los que tendrán
que morir, pueda caminar de nuevo y vivir eternamente. Él hizo
por nosotros lo que ninguno podía hacer por sí mismo…

―Éste es el maravilloso y verdadero relato de la Navidad. El


nacimiento de Jesús en Belén de Judea es el prefacio y el
ministerio de tres años del Maestro es el prólogo. Su sacrificio
constituye la magnífica esencia del relato, el acto plenamente
desinteresado de morir de dolor en la cruz del Calvario para
expiar los pecados de todos nosotros.

―El epílogo es el milagro de la Resurrección, que nos


proporciona la certeza de que ‗así como en Adán todos mueren,
también en Cristo todos serán vivificados‘ (1 Corintios 15:22).

―No habría habido Navidad de no haber habido Pascua. El niño


Jesús de Belén sería como cualquier otro niño si no fuera por el
Cristo redentor de Getsemaní y del Calvario, y por la triunfante
realidad de la Resurrección‖ (―El maravilloso y verdadero relato
de la Navidad‖, Liahona, diciembre de 2000, págs. 4–6).
Diciembre 2001

227
LA EXPIACIÓN DE JESUCRISTO

BIBLIOGRAFIA

Conferencia General de Abril de 1966

Conferencia General, octubre 1993

Conferencia General, octubre, 1996

Liahona abril 1997, pag 38

Discurso pronunciado en el centro de capacitación misionalen


Provo,Utah, 20 junio 2000

Liahona, enero 2002, págs. 19-22

Liahona, noviembre de 2010, págs. 24–27.

Liahona, julio de 1997, págs. 64–66.

Liahona, febrero de 1991, págs. 10–19.

Liahona, enero de 1996, págs. 73–75

Liahona, enero 2001, págs.. 6-9

Liahona, mayo de 2009, págs. 75–78.

Liahona, enero de 1996, págs. 76–79.

Liahona, abril de 2012, págs. 12–19.

Liahona, marzo de 2008, págs. 32–38.

228
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

Liahona, mayo de 2009, págs. 86–88.

Liahona, julio de 2003, págs. 26–30.

Liahona, mayo de 2014, págs. 111–114.

Liahona, julio de 2000, págs. 16–19.

De un discurso pronunciado en la Universidad de Brigham


Young, el 13 de mayo de 1953.

229

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